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La arqueología y los Nuevos Materialismos

Christopher Witmore

[Archaeology and the New Materialisms. Journal of Contemporary Archaeology 1.2 (2014) 1–44.
Traducción de Andrés Laguens, Septiembre 2017]

Resumen

Este artículo revisa el objeto de la arqueología a la luz de los Nuevos Materialismos. Orientando el
trabajo reciente alrededor de tres proposiciones con respecto a la realidad y definición de las cosas
-es decir, las cosas son ensamblajes, las cosas son participantes y las cosas son cosas-, presenta las
características principales de los Nuevos Materialismos y aborda algunas cuestiones metodológicas
convincentes cuestiones. En última instancia, este artículo plantea un desafío; Que las nuevas
perspectivas materialistas revelan una autodeterminación de la arqueología, no como el estudio
del pasado humano a través de sus restos materiales, sino como la disciplina de las cosas, como
una "ecología de prácticas" que se acerca al mundo con cuidado y maravilla.

Introducción

Sir Mortimer Wheeler, esa ilustre voz de una razonada imaginación arqueológica, nunca se cansó
de afirmar que los arqueólogos desenterraban gente, no cosas (1954, v.; también Hawkes 1982,
6). Hubo ciertamente un tiempo en el que los arqueólogos, fervorosamente o no, presentaron una
letanía de aforismos que apuntaban a una realidad más profunda y fundamental: el "indio detrás
del artefacto" (Braidwood, 1958) o el sistema detrás de los dos, el Indio y el artefacto (Flannery
1967). Tal actitud es omnipresente aun cuando terraplenes de turba, botellas de vidrio o
superficies de yeso se tratan como meros vehículos a otra cosa, a aquellas sociedades que
supuestamente dejaron tales vestigios. Sin negar las contribuciones significativas de estos
esfuerzos, algo nuevo está ocurriendo cuando los libros, revistas, blogs, propuestas de
conferencias y trabajos de sesiones ahora proclaman que Skodas varados, campos de pruebas
nucleares, cementerios olvidados, o paredes poligonales ya no son derivadas de alguna agencia
monopolizadora o entidad ontológicamente privilegiada. Este nuevo trabajo desafía los supuestos
de que una pared relictual de ladrillo de barro es importante en la medida en que proporciona
acceso a las manos del fabricante que lo moldeó (Olsen et al., 2012; también Hodder 2012). Esta
nuevo trabajo carece de presuposiciones de que la materia sea menos interesante, menos
matizada que la persona que supuestamente la soldó, la controló, la desechó. La arqueología,
como demuestra cada vez más esta obra, proporciona mucho más que "una especie de historia de
la actividad humana" (Childe 1944, 2). En esta obra encontramos un esfuerzo sostenido para lidiar
con la realidad de reliquias incrustadas en el suelo, detritos y ruinas sin recurrir a un aparato
teórico que pasa sobre objetos reales para las pasturas supuestamente más verdes del lenguaje, la
interpretación o el significado – una posición que ha disfrutado algo de una ortodoxia desde hace
varias décadas ahora. Por razones que pronto estarán claras, rotulemos genéricamente a esta obra
como los Nuevos Materialismos.
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /2

Los Nuevos Materialismos desafían a los arqueólogos a no ver las superficies empedradas como
telones de fondo mundanos a los acontecimientos reales de la vida; no mirar a través de múltiples
capas de yeso para una realidad más profunda de la renovación del hogar; no mirar más allá de la
olla, el agujero o un recinto de piedra para obtener explicaciones sobre las razones de su
existencia. Nos desafían a no sondar los reinos supuestamente trascendentes de la cultura, la
subjetividad o el significado de las respuestas a las razones de por qué las cosas son – todas las
entidades son participantes dentro de su propio surgimiento (Witmore 2012a, siguiendo a
Whitehead 1978 [1929]). Mientras que los atributos de los Nuevos Materialismos tienen raíces
profundas (p.ej. Leroi-Gourhan 1943; Schiffer 1976; Rathje 1979; Gould y Schiffer 1981; LaMotta
2012), han acumulado vapor creciente durante los últimos cinco años y más, surgiendo de los
diversos giros iniciados a finales de los años 90: el giro ontológico, el giro agentivo, el giro de las
especies, el giro o la vuelta a las cosas y así sucesivamente (véase Preda 1999; Domanska 2006;
Trentmann 2009; Alberti et al. 2011; Olsen 2012a).

En este artículo intento identificar lo que considero como los rasgos claves de esta nueva y
prometedora tendencia dentro de la arqueología1. Con este fin, estructuro el ensayo en torno a
tres proposiciones generales asociadas con los Nuevos Materialismos, cada una de ellas más
radical que la anterior: (1) las cosas son ensambles [assemblages]; (2) las cosas son participantes; y
(3) las cosas son cosas. Subsecuentemente, paso a abordar algunas cuestiones metodológicas
convincentes. Todo este trabajo, sugiero, nos permite pensar en una arqueología sin el Pasado; es
decir, sin un ámbito separado donde las vidas se vivieron más allá, a las que accedemos a través de
sus restos materiales y que guían estos esfuerzos. Así, argumento que el trabajo bajo la rúbrica de
los Nuevos Materialismos revela además cómo la arqueología ha derramado su vieja definición
como el estudio del pasado humano a través de sus restos materiales en favor de una
autodefinición más apropiada como la disciplina de las cosas, como una "ecología de las prácticas”
que se acerca al mundo con cuidado y con asombro2.

Mientras que los Nuevos Materialismos están ganando el favor a través de varios campos (Bennett
2010; Coole y Frost 2010; Dolphijn y van der Tuin 2012), me limito aquí a los cambios relacionados
con la arqueología. También me aparto de algunas otras variantes del "Nuevo Materialismo"
empezando por cosas reales (véase Coole y Frost 2010; Dolphijn y van der Tuin, 2012). Los Nuevos
Materialismos están aquí inscritos como algo más que una abreviación conveniente. Si bien es
difícil hacer hincapié en lo que es precisamente común a las diversas prácticas y orientaciones
entre las cosas que numerosos practicantes están tratando de definir actualmente, todos apoyan
una serie de proposiciones que son lo suficientemente amplias como para ser reconocidas como
un giro completo de los días cuando las cosas eran meros intermediarios de algo más (Domanska
2006; Trentmann 2009; Olsen 2012a; Pétursdóttir 2012).

¿Cuáles son los Nuevos Materialismos y cómo son relevantes para la arqueología? Los
materialismos son entendidos aquí para abarcar el reconocimiento de que los arqueólogos
comienzan con las cosas materiales y que siguen estas cosas donde quiera que los puedan llevar
1
No estoy solo en esto. Aquí, hago una profunda reflexión sobre un esfuerzo colaborativo de una década
llamado "arqueología simétrica" (para trabajos recientes, véase Olsen, 2012b; Olsen y otros, 2012;
Webmoor, 2012a).
2
Tomando prestada una noción desarrollada por Isabelle Stengers (2005), "ecología de prácticas" se refiere
a la arqueología como una comunidad específica y un hábitat distintivo que incluye una malla de espacios
interconectados, objetos y prácticas (para un tratamiento más detallado, véase Olsen et al 2012; Witmore y
Shanks 2013)
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /3

(Edgeworth, 2012; Olsen et al., 2012). El "Nuevo" señala una diferencia radical en la orientación y
la perspectiva con respecto a qué es esto que hacen los arqueólogos, y esto no puede ser pintado
como una inversión sin adornos de la enormemente simplificada dualidad de las personas y las
cosas. Si bien podríamos decir que los Nuevos Materialismos están centrados en las cosas, éstas
no son las cosas de Wheeler; ni siquiera son las cosas de Heidegger. El significado preciso de
"materialismo" y "cosas" será desarrollado a lo largo de este artículo. Sin embargo, algunas
palabras son necesarias aquí a modo de introducción.

El materialismo sitúa las consideraciones empíricas de relaciones entre entidades tangibles,


discretas, en el centro y el frente. Y, como sugiere Levi Bryant, lo hace de una manera "que el
realismo – que admite la existencia de entidades incorpóreas libres de las limitaciones de la finitud
material – no lo hace" (Bryant 2012; ver Bryant et al., 2011). Una definición común del
materialismo confunde esta palabra con una ontología que reduce el mundo a propiedades
materiales, específicas: una copa de vidrio se entiende en términos de las propiedades tangibles
de la sílice, su viscosidad, densidad o tensión superficial (Harman 2011a). El yeso de pared es
menos importante que la cal, la manteca de cerdo, el estiércol o yemas de huevo – sus
componentes materiales – o aquellas propiedades materiales que le permiten adherirse a la
madera y al ladrillo (Keane 2006; Ingold 2007a). Por el contrario, los Nuevos Materialismos son
irreduccionistas. Afirmar que las poleis, las instituciones democráticas, los burros o las máquinas
de asignación son materiales no implica que sean reducibles a sus componentes. Por lo tanto, el
peso sobre los materialismos en plural sirve para distinguir los Nuevos Materialismos de un énfasis
reductivo en las propiedades materiales (véase también Bogost 2010), y mucho menos, uno que
conduce a esa generalidad de los seres humanos detrás de todo. Esta negación del reductivismo
no quiere decir que la explicación no sea posible; más bien, es reconocer lo arriesgado y tentativo
que es. Los Nuevos Materialismos, al avanzar en el mundo, consideran las cosas tanto
desconcertantes como inagotables. Así, desde el principio, abrazan una posición de admiración,
asombro e incluso ingenuidad (Olsen et al, 2012; también Bennett 2010; Harman 2011a, 7).

Si hay un lema materialista, entonces Isabelle Stengers nos lo ha escrito: "nunca obtenemos una
respuesta relevante si nuestras prácticas no nos han permitido producir una pregunta relevante"
(2011, 373). Podemos conectar esto con un fideicomiso, como bien lo afirma Matt Edgeworth, en
"el poder de la evidencia emergente para re-formar nuestras acciones y pensamientos" (2012, 77;
véase también Malafouris 2010 sobre la teoría del involucramiento material). ¡Así que los Nuevos
Materialismos nos urgen a seguir las cosas! Esto no significa que volvamos a una noción de
práctica empírica concreta separada del ámbito aireado de la teoría. Las acciones prácticas pueden
tender a desvirtuar y simplificar demasiado las cosas tanto como las consideraciones teóricas
(Harman 2011a; Webmoor 2012a).

Entonces, ¿qué cuenta como cosas? Aire y suelo, lluvia y mar, puertas de madera y ortostatos de
piedra, bacterias fijadoras de nitrógeno y tréboles, compromisos psico-políticos con Roma y el
Muro de Adriano, las jarras de perfumes corintios y los etruscos muertos, micorrizas y arces,
hoplitas y la asamblea ateniense, ballenas y lemmings, el río Hudson y los barcos a vapor, el dios
Apolo y la Pitia; todas son cosas, y lo único que debería estar ausente de esta lista es un prejuicio
absoluto que llevaría al destierro de cosas "malas" (ver discusión en Olsen et al. 2012, 17-35). Es
importante destacar que nada debe ser excluido debido a una división arbitraria entre objetos
hechos y no hechos por humanos, artefactos y ecofactos o externos, cinéticos e inertes, humanos
y no humanos. Estas no son cosas como "materia objetiva en oposición al lenguaje subjetivo,
símbolos, valores o sentimientos" (Latour 2005, 76). La relación entre un cabrero y sus rebaños no
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debe ser ni más ni menos privilegiada que la que existe entre las cabras y los sabrosos verdes que
dirigen los patrones iterativos de la trashumancia (Aldred, 2012). Por supuesto, no todo el trabajo
asociado con los Nuevos Materialismos asume esta posición ontológica predeterminada, sino que
se reúne en una renovada preocupación por las cosas; una que apunta a colocarlas en el centro.

Deben hacerse aquí dos condiciones adicionales. En primer lugar, existe una creciente sensación
de que los entendimientos centrados en una relación privilegiada entre el hombre y el mundo no
pueden dar cuenta adecuadamente de la letanía de crisis y situaciones que enfrentamos ahora
globalmente (Domanska 2010; Bryan et al., 2011). Aunque de una importancia increíble, estas
racionalidades post-humanistas, amplificadas por un estado de perpetua alarma, pueden a veces
ensombrecer razones empíricas sólidas para abrazar perspectivas Neo Materialistas, como espero
demostrar en lo que sigue. En segundo lugar, cada ejemplo que evoco en este artículo merece una
lectura y consideración cuidadosa – una oración o un párrafo no pueden representar
adecuadamente un artículo, mucho menos un libro. Nuestros colegas y comunidades de práctica
merecen el mismo sentimiento de asombro y humildad como aquel que traemos para las otras
cosas del mundo. Los lectores están invitados a explorar estas obras por sí mismos, y más –
siempre que sea posible incluyo una cita expandida como una indicación de esta investigación. En
general, estos puntos hacen alusión a la relevancia de los Nuevos Materialismos para la
arqueología y viceversa, lo cual es ciertamente una cuestión más amplia que se abordará en lo que
sigue.

Las cosas son ensambles3

Los acercamientos que comienzan con las cosas a menudo ponen énfasis en la etimología del
término arraigado en la vieja palabra alemana ding, que denota la reunión o el ensamblaje. De
hecho, la computadora portátil en la que estoy tecleando es simplemente un conjunto de
elementos heterogéneos – desde el cableado, los altavoces, la miríada de algoritmos y el diseño
del procesador hasta el trabajo de miles de ingenieros, decenas de laboratorios, Intel Corporation,
salas limpias necesarias para su fabricación, la minería de elementos de tierras raras en China y la
cascada de cálculos matemáticos que llevan desde Arquímedes de Siracusa a Newton y Leibniz
hasta Geoffrey Dummer (el ingeniero británico acreditado para el diseño conceptual del
microchip)4. Desembalar cómo las cosas se reúnen o ensamblan es importante precisamente
porque, entre otras razones, este esfuerzo ayuda a demostrar cómo tomar las cosas como objetos
inanimados (forzosamente) establecidos en un distrito separado de los sujetos humanos
intencionales es una farsa modernista (Latour 1993; Webmoor and Witmore 2008; Harman 2009,
57 -68).

3
“Assemblage” en el original. Ensamblado, ensamblaje, asamblea, montaje, reunión, colección, son
términos que serían traducciones apropiadas del término, pero que no son de uso común en la arqueología
de habla hispana, o al menos en Argentina. Quizás un término de uso común podría ser “conjunto”, pero
éste no se aproxima a la idea del autor o los usos en el contexto del Nuevo Materialismo, en cuanto a un
conjunto de elementos diferentes articulados y produciendo un efecto, tales como un ensamble musical.
Por eso optamos por la traducción de “assemblage” como “ensamble”. Con propiedad, la idea se asocia con
la de “agenciamiento” de Deleuze, en tanto “Es una multiplicidad que comporta muchos géneros
heterogéneos y que establece uniones, relaciones entre ellos, a través de edades, de sexos y de reinos de
diferentes naturalezas” [N. del T.].
4
Graham Harman toma el ejemplo de una MacBook en su discusión de las cajas negras en Prince of
Networks (2009, 33).
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Por supuesto, los historiadores de la tecnología o los arqueólogos de los medios de comunicación
tienen todo tipo de otras razones para rastrear estas redes. En las manos capaces de Charles y Ray
Eames, por ejemplo, la computadora resulta de la convergencia de máquinas calculadoras y
estadísticas y autómatas lógicos (Fleck 1973), añadiendo así diseños del siglo XIX como el motor de
diferencia de Babbage a la composición de mi notebook 2011. Si se demuestra que lo lejano está
presente simultáneamente, entonces no se recurre a mitos de acceso privilegiado como el homo
faber (el hombre el hacedor) o síntesis adecuadas centradas en los grandiosos logros de los
grandes hombres, precisamente porque muchos más interlocutores contribuyen a una situación
dada. Por otra parte, tales ensambles van en contra de la suposición de que, como dijo Gilbert
Simondon, "los objetos técnicos no contienen ninguna realidad humana" (1980 [1958],1), o que
los seres humanos no contienen ninguna realidad objetual (Olsen et al., 2012).

Si bien podemos notar la diferente valencia de las definiciones normativas de "ensamble" como
artefactos yuxtapuestos en configuraciones específicas de sitio dentro de la arqueología (Lucas
2012, 193-198; también Harrison 2011), la noción de cosa como ensamble es tal vez mejor
encapsulada por la revisión de Manuel DeLanda (2006) de esta noción de Deleuze (ver también
Bennett 2010; en arqueología ver Normark 2010a, 2010b; Harrison 2011, 2013a, 2013b; Lucas
2012; Olsen et al., 2012). Para DeLanda, cada entidad, no importa cuán grande, por pequeño que
sea, es un ensamble; es decir, siempre están ensambladas a partir de otras entidades y así
sucesivamente. Mientras que un ensamble no es un todo sin fisuras, tampoco es un agregado que
carezca de "propiedades que son más que la suma de sus partes" (2006, 5). A lo largo de este
artículo habrá muchos puntos de contacto con la ontología de DeLanda. Por ahora, vale la pena
subrayar cómo el énfasis en las cosas como agregados o ensambles heterogéneos a menudo no
llega a comprender cómo las propiedades de una cosa exceden a sus componentes; o cómo, como
observa Ian Hodder, las posibilidades [affordances] materiales crean potenciales y limitaciones en
diferentes momentos históricos (2012). Él sugiere que nos sirven mejor poniéndonos a cero en "la
tensión dialéctica" de " el depender y la dependencia" [dependence and dependency]
históricamente contingente que caracteriza las relaciones entre los seres humanos y las cosas
(Hodder 2012, 94).

En el curso de cultivar su teoría del enredo Hodder vuelve repetidamente al ejemplo de las arcillas
de las casas en el sitio neolítico de Çatalhöyük en Turquía. Los residentes, él sostiene, fueron
atrapados por las características materiales de las arcillas de esmectita usadas para construir las
paredes de la casa. Estas arcillas se expanden con agua y se contraen cuando falta humedad. Para
que las paredes de arcilla persisten, se requiere que las personas vuelvan a cubrir la superficie con
yeso (hasta 450 veces en un caso), apuntalar las paredes con soportes de madera o incluso
inscribir a los "ancestros" colocando calaveras en la parte inferior de los postes de soporte
(Hodder 2012, 66). Para Hodder, los seres humanos dependen de las cosas, las cosas dependen de
otras cosas, las cosas dependen de los seres humanos, y los seres humanos sobre otros seres
humanos (véase también Hodder 2011). Estas dependencias mutuas atrapan a los seres humanos
dentro de enredos de los cuales es difícil encontrar una salida. Hodder define las cosas como
"flujos de materia, energía e información", y estos flujos "producen materia dura que perdura"
(2012, 218). Por supuesto, este énfasis en la mutualidad se centra en esa distinción
sobredimensionada entre los seres humanos y el mundo. El énfasis, sin embargo, en las cosas
como flujo, resuena algo con la crítica reciente de Timothy Ingold al modelo hilomórfico,
reiterando el trabajo anterior de Gilbert Simondon (Ingold 2012a).
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El hilomorfismo es el dualismo de la materia (hyle) y de la forma (morphe), donde la forma es un


diseño inteligible, aparentemente impuesto desde el exterior sobre lo que se supone es materia
inerte y fláccida en las trayectorias del hacer. En cambio, Ingold "asigna la primacía a los procesos
de formación en contraposición a sus productos finales, y a los flujos y transformaciones de
materiales contra estados de las materia" (2011, 210). Ingold considera este "flujo de materia"
como materiales vitales (sin ninguna conexión abierta con la obra de Jane Bennett). Mientras que
Ingold también niega la presencia de cualquier agencia suprema detrás de su creación, "edificios,
plantas, pasteles y pinturas" se ven sin embargo como derivados de las corrientes generativas que
llevaron a ellos (2011, 215). Al ser arrastrados por estas trayectorias de movimiento, las cosas
concretas son más o menos barridas – esto es un punto importante de distinción con otros
trabajos bajo la rúbrica de los Nuevos Materialismos (véase Coole y Frost, 2010; Dolphijn y Van der
Tuin 2012). Además, el cambio es arrancado de las garras de las entidades reales y situado en las
corrientes y flujos dinámicos; un movimiento también presenciado en el trabajo de ambos Henri
Bergson y Gilles Deleuze (véase Harman, 2011b, 295).

Si bien existe un terreno común y fértil entre la ecología de los materiales de Ingold y la
arqueología (véase Ingold, 2012a), la respuesta de Ingold al problema del hilomorfismo es
fundamentalmente a-arqueológica en dos sentidos. En primer lugar, las cosas reales, con las
cuales los arqueólogos siempre comienzan, son marginadas como protagonistas a favor de una
vitalidad pre-individual – un movimiento hecho antes por Simondon (véase Harman, 2011a).
Recuerde cómo esta postura se opone a la proposición antes mencionada de que las cosas son
participantes en su propia aparición, que es el principio ontológico de Alfred North Whitehead:
"nada flota en el mundo desde ninguna parte" porque "todo lo que hay en el mundo real es
referente a algo entidad real" (1978 [1929], 244). En otras palabras, las entidades individuales son
primarias. Segundo, los lineamientos detrás del hacer de las cosas no las determinan; su pasado
no las subsume. Las fábricas de arenque desaparecidas, los puentes otomanos, los baluartes
venecianos, los carros de bueyes o las palas de vapor olvidan mucho lo que comprendía sus líneas.
Mientras voy a volver a la cuestión de las realidades y la aparición del pasado en la siguiente
sección, hay más que decir acerca de dónde comenzamos y este es un buen lugar para hacer
entrar a la Teoría del Actor en Red [Actor-Network Theory] (en adelante, ANT).

¿Empezamos con alguna corriente primaria, subrayando las fuerzas y los flujos, como sostienen
Ingold y Simondon, o con entidades reales? Para la ANT, son las cosas-mismas que deben seguirse,
más que sus componentes materiales, los procesos melodramáticos o las suposiciones a priori
concernientes a la naturaleza de lo real. James Dolwick (2012) proporciona un buen ejemplo de
esto en su trabajo con los barcos de vapor.

Preocupándose con aquellos que mirarían más allá de los barcos y embarcaciones a redes de
navegación y conectividad marítima, Dolwick se ocupa de buques de vapor y calderas reales
(bueno, lo que queda de ellos), promotores y planes de marcado, periódicos como el Evening Post
y testimonios de pasajeros, ríos y derechos de navegación (2012, 127-221). Al trazar las
asociaciones entre estas cosas, aprendemos cómo los procesos detrás del eventual triunfo de los
vapores y la reducción adicional de la distancia – relacionada con los cambios de velocidad, la
navegación (con los buques de vapor hay una relación diferente con el clima y las estaciones) y el
poder (desde el viento o el músculo a los combustibles fósiles) – servido tanto a los anuncios y la
promoción incansable por impulsores, las leyes de patentes y las rivalidades entre los
competidores como lo hizo con la aplicación real de la "mejor" tecnología. Entender los cambios
tecnológicos provocados por los viajes a vapor implica el detallado meticuloso de las entidades
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reales, en lugar de una vitalidad pre-individual amorfa. Es importante destacar que un buque de
vapor es un conjunto compuesto de elementos heterogéneos, pero aislar cualquier componente
es perder la acción colectiva de todos los mediadores en la comprensión del triunfo final de la
fuerza del vapor (Latour 2005). Sin embargo, un problema con ANT, como lo han argumentado
Olsen (2010) y otros (Harman 2009; Bogost 2012), es que un Skoda varado, una granja en
descomposición o un campamento de renos Sámi se enfatizan menos que sus vínculos, redes o
alianzas.

Con esta observación llegamos al pivote sobre el cual giran numerosos debates actuales,
filosóficos o de otra índole (Alberti et al., 2011; Harman 2011a; Bryant, 2012). ¿Son las relaciones
internas o externas a las cosas? En otras palabras, ¿las relaciones determinan, por ejemplo, qué es
una crátera de cerámica griega arcaica hasta el punto de que es inseparable de sus relaciones, o
puede este vaso romper con sus relaciones y aún conservar su núcleo? Tales cuestiones filosóficas
pueden parecer una preocupación lejana para la arqueología, pero son de vital importancia con
respecto a las realidades del pasado. Para que exista esta crátera separada de sus relaciones,
separada de su procedencia (es decir, encontrada en una tumba etrusca cerca de Chiusi en 1844),
la mitología (tiene 200 figuras que representan escenas tales como los juegos funerarios del amigo
de Aquiles, Patroclo), los nombres de Kleitias y Ergotimos, el "pintor" y "fabricante" de la vasija, o
su entorno actual en el Museo Archeologico, Florencia – sería similar a que ella existiera en un
reino evacuado de cualquier otras entidades o asociaciones; Whitehead se refiere a esto como una
"realidad vacía" (1978 [1929], 29). Como Steven Shaviro sugiere que "nada entra en existencia de
una vez por todas; y nada sólo se sustenta en el ser, como por inercia o por su propia fuerza
interior" (2009, 20). Para Whitehead, la crátera agrupa estas relaciones y si de alguna manera nos
las arreglamos para quitar su procedencia o eliminar el nombre de Ergotimos, por ejemplo, perece
como la entidad actual que actualmente es – ya no sería la misma cosa (Witmore 2012a). Los
arqueólogos conocen muy bien la diferencia entre una estatuilla saqueada y un ensamble
ricamente documentado de bienes funerarios, pero tal vez incluso más fundamental es la cuestión
de si la crátera detrás de la vitrina es un objeto unificado o múltiples cosas.

Además de nuestra actual crisis de interpretación (Olivier 2011, 33), esta cuestión es relevante
para numerosas controversias en torno a cuestiones de "patrimonio", tanto si hablamos de los
mármoles del Partenón exhibidos en el Museo Británico, el Valle de los Nobles en Egipto o de
tierra en el centro de un conflicto entre los Picuris Pueblo y Oglebay Norton Specialty Minerals en
Nuevo México (con respecto a este último véase Smith 2010). En cualquiera de estos casos, ¿quién
o qué asume una posición más privilegiada al afirmar lo que realmente es el mundo real?
¿Podemos decir que las obras de arte sobre pedestales son subproductos de una situación original
como parte de un ensamble conjunto escultórico de pedimento? ¿Podemos estar tan seguros de
comenzar con un pasado separado de las tumbas de la XVIII Dinastía? ¿O podemos describir el
mundo que dejó a la gente Pueblo como uno a ser sentido, olido y visto, pero nunca plenamente
comprendido sino a través de las ciencias naturales? ¿Cómo se puede saber de antemano cuál es
realmente la sólida, indiscutible e incuestionable realidad?

Como Bruno Latour ha argumentado con tanta eficacia, la bifurcación modernista de la naturaleza
permitió a las ciencias naturales "confundir la unidad, la realidad y la indisputabilidad" (2005, 116)
con demasiada rapidez. Un caballero en cómo dispensaban la pluralidad, las ciencias sociales
ponían énfasis en múltiples culturas, creencias, interpretaciones, etc., pero dejaban intactas las
bases de un mundo unitario. El punto de Latour (como es el de Michel Serres) es preguntar si
podemos distribuir la unidad y la multiplicidad de una manera diferente (Latour 2007, véase
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /8

también Law y Mol 2002). Aquí descansan los poderes de la noción de "asuntos de interés" de
Latour – las preocupaciones compartidas, las obligaciones y las cosas alrededor de las cuales se
reúnen los grupos – para eludir esa oposición entre los que creen y los que saben (2005). El
tratamiento de mármoles en el Museo Británico, de huecos rocosos en la Ribera Occidental del
Nilo, o de la tierra, como muchas cosas diferentes, es similar a la comprensión de estas cosas
como eventos en curso o performances atrapadas en un proceso perpetuo de emergencia. Como
sostiene Karen Barad, son "nunca terminadas" (2007, ix; también Marshall y Alberti 2014).
Podríamos incluso decir que no son asuntos del "Pasado" o la "Naturaleza" que permanecen en
silencio, porque ellos también tienen política. Ciertamente, las cosas como asuntos políticos nacen
de tales controversias. Aquellos que se toman en serio el reconocimiento de las relaciones para
formar parte de la composición de tales cosas pasan a argumentar lógicamente que estamos
hablando de modos de existencia muy diferentes y por lo tanto de realidades en el plural.

Si bien esta postura, similar a una especie de metafísica diplomática o ágil, tiene un enorme
potencial (Aberti et al., 2011; Marshall y Alberti, 2014), no obstante, falta algo de este argumento
(Olsen et al., 2012). Porque, en todo esto, no aprendemos nada sobre torsos maltratados tallados
en mármol pentélico. Echamos de menos el trabajo que las salas de corte rocoso hacen al
proporcionar espacio sellado para un sarcófago o un sótano de la casa. No entendemos cómo una
montaña se ofrece para ser comprendida de diferentes maneras por equipos de extracción,
bulldozers, camiones volquete y transportadores de partículas, en contraste con generaciones de
gente Pueblo que obtienen arcilla micácea para la producción de cerámica. Ninguna de estas cosas
está completamente agotada por sus relaciones, así que ¿cómo podemos afirmar que los
mármoles en la Galería Duveen son, para los administradores del Museo Británico, diferentes
entidades de esos mármoles que atraen a multitudes de apasionados estudiantes griegos a la
entrada columnada de la calle Great Russell en Londres? ¿Tales argumentos socavan por completo
la independencia y la autonomía de estas cosas?

Los mármoles tallados, las tumbas antiguas y las tierras nativas son irreductibles a sus redes, un
punto del que Latour es muy consciente (Latour et al., 2011). Una vez más, ninguna de estas cosas
son meramente agregados de sus piezas más pequeñas – una suposición que Graham Harman
denomina "socavar" [undermining en el original, podría ser traducido como sub-explotado, N. del
T.] (2011a, 8-10). Tampoco son haces de sus cualidades o propiedades – lo que Harman se refiere
como "sobrecargar" [overmining en el original, podría ser traducido como sobre-explotado, N. del
T.] (2011a, 10-13). Podríamos decir que son más y menos que la suma de sus partes. Podemos
afirmar que las relaciones son externas y de algún modo endurecidas internamente, si estas
observaciones pueden incluso encajar con el reconocimiento de que ladrillos, trirremes o
trincheras en la Guerra Civil Española no "ganan su realidad de otra parte" (Harman 2011a, 10). El
punto es que los segmentos de la calle romana de Dere Street, las redes de pesca y las botellas de
cerveza son entidades en sí mismas (para los argumentos complementarios ver Olsen 2010; Lucas
2012). Y estas cosas unificadas no sólo tienen, sino que también hacen.

Las cosas son participantes

Entre muchos de nosotros hoy en día, el antiguo monopolio auto-reclamado de los actores
humanos con la parte del león del dominio y control sobre la agencia es una característica infeliz
del pasado. No hay escasez de textos que subrayen la agencia de las cosas. Con la convicción como
la de Roosevelt, aprendemos repetidamente el poder de un roble para actuar y trabajar, la
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /9

capacidad de la arcilla húmeda para interrumpir, provocar, interrumpir, desviar un curso de


acción, o cómo las ovejas pueden afectar a todo el Distrito de los Lagos Británicos. En lo que
respecta a la arqueología, tales cosas son ahora miembros portadores de carnet entre las
entidades creativas involucradas en la co-producción del pasado. Los intermediarios se convierten
en mediadores (Latour 2005). Sin embargo, negar a una superficie de roca tallada la posición de
vehículo de las relaciones sociales entre los cazadores escandinavos no es negar la posibilidad de
entender la memoria que sostiene la superficie de la roca; más bien es otorgarles una posición
como participantes en cualquier cosa que se pueda revelar acerca de su pasado. Esto también
plantea la cuestión de cómo se consuma el pasado. Sin embargo, reconocer las cosas como
participantes no es decir adiós a una situación en la que existe una distribución no equitativa de la
capacidad de acción de una vez por todas. Se ha dicho bien que esta hidra vuelve a hacer crecer
sus muchas cabezas cuando la ruptura de un monopolio viene distribuyendo sus viejas acciones al
por mayor a las anteriormente reprimidas (Pétursdóttir 2012). La humanidad, una vez más,
reafirma su propio narcisismo rehaciendo el mundo a su imagen. Tomemos cada uno de estos
temas en esta sección.

Dentro de la arqueología hay, sin duda, muchos ejemplos de trabajoS donde la agencia parece
haber sido despojada de los apretones de un sujeto humano independiente y redistribuida entre
otras entidades en el mundo (Schiffer con Miller 1999; Jones 2007; también ver Knappett 2012) . Si
bien hay muchas especies de este movimiento (véase Olsen 2010, 135-139), un punto de partida
clave es cortar el Nudo Gordiano que vincula la agencia a la "conciencia y la intencionalidad",
escriben Carl Knappett y Lambros Malafouris, de lo contrario "tenemos muy Poco alcance para
extender el alcance [de la agencia] más allá de lo humano" (2008, ix). Un torno rápido hace una
diferencia en la producción de una olla; una cuchilla de acero de crisol hace una diferencia en el
campo de batalla. Si se puede demostrar que algo "modifica un estado de cosas haciendo una
diferencia" es un actor (Latour 2005, 71). ¿Es esta capacidad de hacer una diferencia, pregunta
Olsen (2012a), una cuestión de las cualidades inherentes de una cosa o una característica de las
relaciones entre entidades diferentes? Claramente, diferentes enfoques varían en su respuesta. La
arqueología simétrica, un ejemplar de una década en esta tendencia, argumenta que "las cosas
son capaces de producir un efecto, actuando sobre otras entidades", no sólo por sus relaciones
sino también por su ser concreto (Olsen, 2012b, 213). Para reconocer las cosas como participantes
plenos, todas las entidades deben situarse en la misma base ontológica.

Un pedazo de goma de un guardabarros de un barco no es más y no menos importante que las


virutas de caucho escamadas de él. Igualmente la relación entre las virutas de goma y una bota
remendada no es ni más ni menos importante que la que existe entre el pie de un prisionero de
guerra y el suelo cubierto de nieve. Ian Bogost ha fijado la máxima para una ontología tan "plana"
o "democrática" cuando afirma: "todas las cosas también existen, pero no existen por igual" (2012,
11; véase Bryant, 2011a)5 Existir para ellas igualmente es un reconocimiento de que, por supuesto,
hay ganadores y perdedores – el punto es que uno no asume la naturaleza de una entidad desde el
principio, sino que, en la medida de lo posible, se esfuerza por permitir que las entidades se
definan a sí mismas. Esto implica un nivel de agnosticismo, en términos de las memorias dejadas
atrás y la construcción del pasado, a los que vuelvo abajo.

Aún entonces, no todas las posiciones que argumentan a favor de la diferencia que hacen las cosas
pueden ser caracterizadas como una aprobación sincera de la "cosa-poder" – la agencia de los no

5
El término “ontología plana” deriva de Intensive Science and Virtual Philosophy (2002), de Delanda.
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /10

humanos se convierte en una preocupación para los arqueólogos que permanecen al margen de
tal atribución. "Reconocer que los objetos pueden y de hecho poseen agencias con propósito para
muchos pueblos” de acuerdo con William Walker y Linda Brown, "puede acercarnos a desarrollar
modelos sociales que reflejen la primacía que otros ponen en las interacciones con estos
importantes miembros de la comunidad" (2008, 297). Aquí, en medio de este énfasis en los
recalcitrantes "objetos que poseen la agencia", encontramos las cosas animadas como una medida
para dar cuenta de una "consecuencia causal […] en el curso de la actividad humana" (298). Esto
deja a los humanos firmemente al mando, como aquellas entidades que en última instancia traen
"preguntas e interpretaciones [...] a nuestra investigación" (297). Ir por el camino de los Nuevos
Materialismos es poner a un lado cualquier agencia parecida a la de Gell (Gell 1998) que sitúa un
conjunto secundario de trabajos como derivado de otro conjunto, primario.

Esta cuestión del poder de las cosas plantea la cuestión de dónde encajan en nuestra comprensión
del pasado. En esto, no me preocupa aquí tanto el lugar de la cosa-poder para la asamblea
ateniense o los soldados auxiliares romanos, sino para nosotros ahora: los Nuevos Materialismos
nos desafían a revisar los fundamentos empíricos de nuestras prácticas, que siguen sin resolver
(Webmoor, 2012b; Witmore 2012a). De la mano de las cosas como participantes viene una
reconsideración de la memoria.

En los últimos años, un número creciente de obras ha vuelto a revisar las nociones convencionales
de memoria – un acto voluntario y consciente de recolección – brindadas por historiadores y
sociólogos, a la luz de un campo más amplio y diverso de la memoria material (Jones 2007; Mills
and Walker 2008; Lucas 2012). Mientras que muchos conectan la cuestión de la memoria con la
cosa-poder, Olsen articula mejor el punto: las cosas "están efectivamente comprometidas en
ensamblar y hibridizar períodos y épocas" (2010, 108). Con ejemplo tras ejemplo y contra todas las
especies de reduccionismo – incluyendo la noción de que las cosas son huellas o residuos de otra
cosa –, Olsen demuestra cómo las cosas hacen que el pasado sea simultáneo y co-extensivo dentro
del presente (véase también Witmore, 2007). En su camino, las cosas resisten un historicismo que
hace que el pasado sea sucesivo, como algo que pasa. Aquí, Olsen propone una conexión
etimológica menos conocida para "cosa" a una posible raíz "tenku", que sugiere "duración" o
"tiempo extendido y estirado" (2010, 109), y argumenta que diferentes grados de duración
afectan a nuestra orientación acerca de si un objeto es antiguo o histórico: "Si bien algunos
objetos deben ser reemplazados muchas veces durante una tarea de trabajo, una estación o un
ciclo de vida humano, otros pueden dormitar como objetos contemporáneos listos para usar para
varias generaciones humanas, sin llamar nunca la atención hacia sí mismos como objetos
históricos presentes-a-la-mano" (Olsen 2010, 115). Podemos conectar las ideas de Olsen con otra
notable contribución a la comprensión arqueológica de las cosas y la memoria, por Laurent Olivier
(2011).

En un asalto sostenido al prerrequisito de la inteligibilidad histórica de lo que queda del pasado,


Olivier busca renovar la arqueología como "ciencia del pasado" que contribuye no a la ilustración
material de la historia per se, sino a su alternativa (véase también Witmore 2007; Pétursdóttir
2012). La arqueología se ocupa de los detritos, trapos, basura, lo que la historia pasa por arriba, lo
que la historia no puede transmitir debido a su incoherencia, banalidad, parcialidad errática. Y las
cuestiones de interés arqueológico dependen de las memorias que estas cosas mantienen acerca
de su génesis y sus involucramientos anteriores. Vale la pena recordar cómo ontológicamente, la
arqueología no se ocupa de lo que era; trata con lo que se convierte en lo que era, y lo que era,
ostensiblemente, está siempre en curso de su formación (Olsen et al., 2012; Shanks, 2012). En
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /11

otras palabras, siempre encontramos restos como lo que son, no lo que eran, y lo que revela una
línea de piedra se refiere a sus vidas de antaño. Si esto arroja luz o no sobre la existencia de otra
entidad depende de la pared remanente. Por lo tanto, la pared contiene un "tipo especial de
memoria involuntaria" (Olsen 2010, 170; también Andreassen et al., 2010; Pétursdóttir 2013), en
lugar de una que satisface las expectativas de la historia. Basándonos en la obra de Walter
Benjamin, entre otros, con Olsen y Olivier nos encontramos con un refrescante realismo
mnemónico, que marca una distinción radical entre la arqueología y cualquier otra forma de
ciencia histórica. Con ambas, mientras sea retenida la historia genética de una cosa, no se puede
dar cuenta completamente de las cosas. Con ambas, la memoria pasa de una facultad deliberada y
recolectora ejercida por los seres humanos entre sí a un rasgo ontológico general del mundo
(véase también Lucas 2012 acerca del autoarchivo). En esto, las cosas son testigos, no del pasado o
un pasado per se, sino en su propia capacidad obstinada para conservar las marcas de las
interacciones anteriores.

El espectro de esa relación aparentemente primordial de los seres humanos y el mundo ha


obstaculizado los intentos arqueológicos de llegar a un acuerdo con sus fundamentos empíricos –
llámese a esto el "registro arqueológico" (Lucas 2012); llámese a esta memoria material. Las
suposiciones de que los materiales constituyen la memoria directa de las interacciones humanas
pasadas están más allá de lo omnipresente. Michael Schiffer en su innovador libro y aun
sorprendentemente fresco, Formation Processes in the Archaeological Record, conectó esta
tendencia de inferencia con "un conjunto de principios conocidos como correlatos, que relacionan
los fenómenos conductuales con los fenómenos materiales y espaciales" (1987, p. 5). Primero se
presume siempre, como con Wheeler, que la olla, la capa, el "corte" se relaciona de alguna
manera con la experiencia humana. Schiffer le dio a esto un nombre en su trabajo sobre los
procesos de formación: transformaciones-c [c-transforms] (1976). En realidad, rara vez, o nunca,
se da el caso de que un contexto proporciona una memoria tan clara de la interacción humana
como nos gusta creer. Esta observación no debe confundirse con el otro término de Schiffer,
utilizado para las interacciones no humanas: transformaciones-n [n-transforms]. Para nuestros
propósitos aquí podemos notar tres distinciones claves en cómo los Nuevos Materialismos se
aproximan al registro arqueológico: (1) comenzamos con entidades reales más que con procesos;
(2) el pasado-como-era no es un punto de partida, sino un resultado de un trabajo tal, y los
procesos son los resultados de las interacciones entre entidades reales; (3) los procesos de
formación articulados bajo la rúbrica de arqueología del comportamiento y los entendimientos del
registro arqueológico en general, sucumben a la suposición de que los seres humanos son
ingredientes necesarios en toda situación, en el sentido de que están detrás de lo que se ha
convertido en lo que era, de ahí que su posición sea correlacionista - el mundo de las cosas no
puede ser concebido sin seres humanos (Meillassoux 2008; Lucas 2012).

Los puntos uno y dos están estrechamente asociados, así que los vamos a tomar juntos. Como
Gavin Lucas ha indicado, la teoría de la formación considera el registro arqueológico como, en
cierto sentido, un punto final (2012, 74-123). Con los Nuevos Materialismos esta vista es dada
vuelta de cabeza y el pasado se sitúa como un producto emergente del trabajo hecho con cosas.
En la ladera de Ntourmiza, un arqueólogo no encuentra en el primer encuentro restos de arcos
opus incertum incrustados en el carbonato de calcio como el acueducto de Adrián, porque el
acueducto de Adrián (figura 1) es una entidad emergente cuyas cualidades y los procesos detrás
de ellas (la lenta incrustación de carbonato de calcio), se definen a sí mismos en el curso del
involucramiento arqueológico o del anticuario (Lolos, 1997; Olsen et al., 2012). Claramente, el
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /12

pasado ya no es un reino extraño separado por una especie de DMZ6 (González-Ruibal 2006, 2008;
Harrison 2013a). "El pasado no está detrás de nosotros, como un estado más antiguo de las cosas.
Está delante de nosotros, con nosotros" (Olivier 2011, 9). ¿Qué podemos hacer entonces del
pasado emergente?

La noción de construcción ha dejado un sabor amargo en la boca de muchos, pero esto es porque
estos autores continúan oponiendo el realismo al constructivismo (Latour 2003, véase también
Solli et al., 2011). Por lo tanto, a menudo fallamos en reconocer cómo el trabajo práctico de la
arqueología es simultáneamente real y artificial. Para Lucas, en su sobresaliente libro
Understanding the Archaeological Record, la intervención arqueológica es una continuación de los
procesos de materialización; "es una forma de rematerialización, la construcción de nuevos
ensambles y objetos mediante la combinación de partes viejas (por ejemplo, tiestos, herramientas
de piedra, suelos) y nuevos productos (por ejemplo, fotografías, dibujos, textos)" (2012, 258). Al
sumar la arqueología a un proceso archivístico más amplio – es decir, a la formación del registro
arqueológico y al hablar de los procesos arqueológicos y de formación en los mismos términos –
Lucas evita un excepcionalismo ontológico vulgar, que vería a los arqueólogos apartados de lo que
nos dedicamos. En este proceso constructivo, el "qué" de la arqueología no puede separarse del
"cómo". Igualmente, la construcción se lleva a cabo entre las aguas y los diques, el mortero y la
piedra, las tumbas egipcias perdidas y los escabeles de ébano incrustados de oro. También
podríamos hablar de términos como la co-construcción o la co-producción (Given 2013), siempre y
cuando reconozcamos que estos procesos no requieren la presencia de un ser humano. La
construcción es un atributo ontológico omnipresente del mundo y no una especie de elaboración
que se restringe a lo "social" (véase Bryant, 2011b). Esto nos lleva al tercer punto de distinción
dentro de los procesos de formación.

Centrados en la relación primordial de los seres humanos y el mundo, las transformaciones-c y las
transformaciones-n son vastas sobresimplificaciones de una diversidad de seres y reproducen
distinciones arbitrarias como si fueran más fundamentales que otras. Podríamos imaginar bien
otras formas de dividir las cosas: las interacciones entre el aire y la superficie, entre el agua y los
materiales, o entre los microbios y sus forrajes. En otras palabras, las cosas continúan
perturbándose unas a otras cuando los seres humanos dejan de formar parte del cuadro. Una
antigua casa puede ser transformada a través de relaciones con bacterias, erizos, agua,
compactación, etc. La gran mayoría de lo que los arqueólogos encuentran resultados de tales
relaciones y esta memoria material va de la mano con el anonimato. ¿Tiene el horizonte de una
zanja lineal la memoria del acto de cortar o la última exposición de una pendiente erosionada
impactada por la lluvia y los depósitos estacionales de materia orgánica? El tipo de memoria que
tienen las cosas a menudo nos dice poco de si los materiales esparcidos a lo largo de un nivel de
abandono resultaron de la reutilización de una estructura como un redil, una serie de tormentas
de nieve excepcional, el colapso del techo de madera de olivo después de muchos años de
exposición al clima (relaciones entre microbios, hongos, agua y madera), el trabajo acumulado de
generaciones de tejones, los niños jugando un juego en una ruina, o las raíces de los robles.
Mientras que Lucas estaría de acuerdo con esto, él es bastante cauteloso de los peligros
potenciales asociados con el des-enfatizar y privar a los seres humanos como nuestros últimos
asuntos de interés. En última instancia, Lucas argumenta que la arqueología siempre será en
primer lugar y sobre todo acerca de las personas, no las cosas (2012, 261).

6
DMZ, sigla en inglés de demilitarized zone, zona desmilitarizada [N. del T.]
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /13

Figura 1. Remanentes del acueducto en la ladera de Ntourmiza, Grecia, Junio de 2010 (Fotografía
del autor).

Tal énfasis está lejos de ser irrazonable. Debe recalcarse repetidamente, los Nuevos Materialismos
no ignoran ni rechazan deliberadamente a los seres humanos. Uno, sin embargo, reconoce por
adelantado que los seres humanos somos entre otros seres en el mundo. Si bien esto podría ser
interpretado como una cuestión de énfasis, aquí se presenta ante todo como una cuestión de
empirismo. Una vez más, nuestra capacidad de alcanzar tipos específicos de cosas no es tan
directo. Al exponer nuestras balizas por adelantado corremos el riesgo de caer de nuevo en la
trampa de la sobredeterminación. Al comenzar con lo que realmente tratamos, mantenemos las
cosas más abiertas. Las entidades ontológicamente privilegiadas tienden a tomar el sol cálido,
mientras que las memorias de otros – nuestros criaturas compañeras, cabras y ganado, cerdos y
caballos, por ejemplo – permanecen en la sombra fría. Este movimiento es necesario no porque
evitamos algún excepcionalismo ontológico vulgar, aunque esto es importante, sino porque en
última instancia, mejor cuidamos la memoria del pasado en toda su riqueza, incluyendo la
atribución de cualquier conexión con los pueblos del pasado – arriesgada, tentativa, ofrecida por
las cosas, y siempre abierto al desafío. Tal vez incluso más sucintamente, estamos comenzando a
captar vislumbres de cómo ninguna de estas cosas son simplemente cosas para los seres
humanos.
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /14

Las cosas son cosas

Londres en 2012 reúne algo del Londres de la década de 1830 en sus rincones y recovecos, incluso
si pensamos en el siglo XIX como pasado hace mucho tiempo; un par de anteojos reúne algo de los
logros de Venecia del siglo XV y de Egipto del segundo milenio a.C. a pesar de su aparente
distancia espacio-temporal; y sin embargo a través de la narración anterior, he enfatizado
repetidamente cómo las cosas, si hablamos del Londres de hoy o de mis anteojos, no pueden ser
agotadas por sus relaciones. Al poner énfasis en la irreductibilidad de las cosas, he especificado
cómo para los Nuevos Materialismos ninguna cosa puede dar cuenta completamente de otra cosa.
Por lo tanto, surge que todas las cosas tienen algo en reserva. Un martillo es un participante de
pleno derecho en la fabricación de una espada, y sin embargo la diferencia que hace el martillo no
puede ser subsumida dentro de la correlación del herrero y la fragua. El martillo sobrepasa todas
las especies de contacto. Esto nos lleva a una pregunta clave para los Nuevos Materialismos, cuyo
realismo por defecto implica- no, demanda – una lucha con, como afirma Harman, esa "extrañeza
en la realidad que no se proyecta sobre la realidad por nosotros" (Brassier et al., 2007 ). ¿Qué es
dejar que las cosas sean cosas?

Olsen, en lo que puede considerarse como un trabajo de firma para los Nuevos Materialismos en
arqueología (2010), se esfuerza mucho por explorar el carácter y el significado de las cosas en y
entre ellos mismos. ¿Por qué es confiable un barco, una silla, un hacha o una estufa? Dando
amplio espacio al "significado" como se entiende convencionalmente dentro de un sistema más
amplio de significación, Olsen da testimonio de su estado normal de ser listo-a-la-mano; su
fiabilidad en las tareas cinéticas – precisamente el lugar donde el vocabulario rutinariamente deja
de comprender lo que el significado no puede transmitir (ver Gumbrecht 2004). En su modo de
existencia cotidiano, habitual, dado por sentado, un camino, un puente, una casa es mucho más
interesante de lo que siempre se ha supuesto. Para afirmar el caso de otra manera, estas cosas no
son consumibles simbólicos, sino las fuentes de su propia significación (véase también Benso
2000). Olsen subraya aquellas propiedades que duermen y se liberan en las interacciones entre un
barco y el viento o un kayak y el agua. Sugiere que la diferencia que hacen estas cosas también
debe ser entendida en términos de su tamaño, masa y fisonomía: importa qué barco, qué viento,
qué tipo de kayak, en qué aguas. Además, estas cosas son entidades discretas que también
exceden sus propiedades y cualidades – un punto crítico también enfatizado por Lucas (2012) y
otros (Olsen et al., 2012). Para los arqueólogos el cuidado de las cosas implica un respeto y
compromiso con su propio ser. Cuidar las cosas también exige una defensa contra su ocultamiento
y represión. Aun así, a menudo se admiten las cosas en el colectivo heterogéneo con el pretexto
de que su carácter indisciplinado y ambiguo se normaliza (Olsen 2012a). Y, al hacerlo, seguimos
fallando al apreciar su alteridad.

Encontrando fallas con lo que ella considera como intentos gestuales de inclusión, Þóra
Pétursdóttir (2012) pregunta en qué medida los esfuerzos para "incluir" las cosas como
participantes de pleno derecho en la sociedad contribuyen realmente a su posterior asimilación
como "otros humanizados" y, por lo tanto, a una especie continua de negligencia? Pétursdóttir
especula sobre si "parte del problema reside en la creencia de que un correctivo moral es de
alguna manera inherente a nuestras formas de investigación y a nuestra elección de la
perspectiva" (Pétursdóttir 2012, 586). Inspirándose en la obra de Nandy y Olivier entre otros,
Pétursdóttir apunta al imperativo de la historia misma, que continúa guiando las agendas de
investigación arqueológica y dominando las concepciones del pasado. En una magnífica discusión
sobre Eyri, una fábrica abandonada de arenques en Islandia, Pétursdóttir señala cómo este sitio
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /15

puede dar testimonio de grandes historias sobre los límites del capitalismo o las expectativas y
consecuencias de la industrialización del siglo XX. Sin embargo, hacerlo sería situar el sitio como un
medio para llegar a un fin, como un vehículo para la significación, y Eyri mismo se perdería en la
traducción histórica. Se explica la cosidad, la alteridad de las gigantescas ruedas dentadas, las
centrifugadoras de aceite, los panales azules banales o los muros de hormigón esparcidos por la
escritura y "su derecho a ser incluido" entre las historias de la historia "se confunde con su
derecho a ser" (Pétursdóttir 2012, 578). Y a veces las cosas por sí mismas desafían ese imperativo
arqueológico básico para dar sentido a una situación, para observar y reconocer el pasado
material de una manera confiable, consistente y repetible.

En un encuentro con el piso de una sala de un depósito, Pétursdóttir toma una pausa:

Aquí me encontré con un paisaje de cosas – de algo y nada que no tenía medios de
agarrar. Este enredo de no-cosas y nadas eludía cada categoría, cada concepto, cada
instrumento que dominaba. No podía nombrarlos, no podía contarlos. No me obedecían
mientras me arrodillaba para separarlos. Sin embargo, su presencia estaba fuera de toda
duda, e incluso se hizo más fuerte con mi desesperación. (Pétursdóttir 2012, 597).

En esta sala, Pétursdóttir rompe el rango con todos aquellos que verían el pasado fuera de la
historia como históricamente cognoscible, y cede a esta presencia indomable. Abrumada, se ve
obligada a salir. En una valiente concesión, admite que el revoltijo cacofónico desafía el testimonio
coherente (Figura 2). Es muy raro oír hablar de un arqueólogo que le conceda a las cosas la
ventaja. Es extraordinario ser testigo de la verdadera humildad frente a una habitación llena de
escombros; para aprender de una confianza que conduce a uno, no por ese camino donde
tenemos todo a nuestra disposición para hacer frente a tales situaciones, sino para transmitir una
confianza tan arrogante por completo. Estas cosas, al parecer, están haciendo muy bien sin una
intervención arqueológica. Y a través del ejemplo de Pétursdóttir, aprendemos lo que implica el
nuevo dictado materialista para tomar las cosas en serio. ¿Es tal movimiento parte de lo que es
realmente cuidar de las cosas en sí mismas? ¿Y con tales movimientos conseguimos una ontología
verdaderamente democrática?

Pétursdóttir está preocupada acerca de cómo la ética se "extiende" a las cosas. Ella sospecha de
las nociones de cuidado y democracia con respecto a los involucramientos arqueológicos con las
cosas. Cuidar de las cosas, al contrario de ser un imperativo moral totalmente altruista, implica
una relación de control. Con una conciencia de la genealogía del concepto en los estudios ciencia,
que toma sus ideas del mundo de la salud, Pétursdóttir sugiere que el estudio de la salud en el
mundo "la cosa se coloca bajo la regla y la autoridad de otro" (2012, 598, según Domanska 2006).
Del mismo modo, la democracia no alcanza la marca en el relato de una ontología donde a las
cosas se le dan una parte igual. Subrayando la traducción convencional de las raíces griegas kratos
(regla), de las demos (personas), Pétursdóttir nos recuerda que las cosas no son servidas mejor
con el "poder al pueblo" (2012, 588).

Sin embargo, no todos los movimientos que pasan por ese doble entumecimiento de la mente de
humanos animados entremedio de cosas inanimadas pueden ser caracterizados como un simple
asunto de extender las cualidades humanas a las cosas como si antes les hubieran faltado
(Webmoor y Witmore, 2008). Para la arqueología simétrica fue y sigue siendo un proyecto de
recomposición – no debemos olvidar que la misma noción de lo que es ser humano, de lo que es
ser una cosa, también ha cambiado (Latour 2005, Olsen et al. 2012). Los seres humanos son ahora,
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /16

y siempre han sido, participantes entre otros. De ello se sigue que este proyecto implica más que
afirmar que la acción, la memoria, la interpretación, la subjetividad o la percepción ya no son el
dominio exclusivo del ser humano; en algún nivel, se podría afirmar que estas características
nunca lo fueron (Margulis y Sagan 1995). El mortero de cal percibe la piedra. Un riachuelo de agua
interpreta una pared.

Figura 2. Piso de depósito en Eyri (Fotografía de Þóra Pétursdóttir, usada con permiso).

Hay, por supuesto, mucho mérito en el punto excelente de Pétursdóttir de devolver al mundo
dominios anteriormente monopolizados por la humanidad suena sumamente familiar y no da
cuenta adecuadamente de las diferencias que pertenecen a las reliquias cubiertas de óxido de la
industria islandesa del arenque. Y son estas diferencias las que ahora luchamos por capturar. Al
reconocer las cosas como cosas, uno tiene que ser absolutamente específico. No todas las cosas
comparten las mismas propiedades. Un riachuelo no "interpreta" un muro remanente de la misma
manera que un arqueólogo o un tractor. Aquí, el ejemplo de Pétursdóttir para preguntarse
activamente (siguiendo a Stengers 2011; también Webmoor 2012a; Witmore 2012b) acerca de
cómo plantear preguntas relevantes sobre una comunidad de arenque abandonada, sin imponer
el tipo de preguntas que siempre le importan a los arqueólogos, es una consideración importante
y poderosa. Aun así, los Nuevos Materialismos no se refieren al rechazo de las perspectivas
humanas – es aquí donde podemos conectar con el punto de Lucas de que la arqueología se trata
de, o más bien está circunscrita por, gente (2012, 261). Sería absolutamente absurdo negar las
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /17

diferencias que los seres humanos hacen al mundo. Estas diferencias, sin embargo, no deben
convertirse en un sitio para ordenar la existencia con divisiones radicales, exclusividades o un ser
privilegiado (Bryant 2011a; Harman 2010, 2011a). El objetivo no es eliminar a los humanos, sino
dejar de creer que tenemos una participación de cincuenta por ciento en las acciones ontológicas
sobre la realidad. Así continuamos nuestros trabajos con una nueva clase de humildad, curiosidad
y esperanza que aumenta radicalmente el número de perspectivas entre el arenque, las redes, las
fábricas y los tanques de aceite. La independencia de estas cosas no puede ser suministrada por
los partes que ellas atraen – sólo puede ser dado por la cosa en sí misma, incluyendo sus
relaciones. En esto hay una necesidad de un vocabulario abierto que no porte un peso empírico.
Las palabras siempre serán insuficientes para las cosas, pero también nos permiten movilizar algo
de ellas (Latour 1999; Witmore 2006, 2009). No todos los términos manchados por las nociones de
excepcionalidad o maestría humana deben ser dejados a un lado. Vale la pena lucha por las
palabras; sí, éstas también son cosas.

Entonces, ¿qué debemos hacer de la ética, el cuidado y la democracia? Olsen, Shanks, Webmoor y
yo hemos argumentado que debido a que "la moralidad está arraigada en un humanismo
modernista diseñado para mantener la autonomía y la soberanía del sujeto humano" la ética no
puede ser "extendida" a las cosas (no es que esto sea de ninguna manera una cuestión simple);
más bien, necesitan ser reformuladas y ampliadas (Olsen et al., 2012, 206). Sin embargo, no se
sigue que todas las entidades existan en pie de igualdad ética. Las fábricas de arenque
abandonadas tienen diferentes necesidades y deseos, pero éstas no triunfan del interés propio de
los seres humanos. En este sentido, el cuidado es una actitud generosa. El cuidado no es el único
ejemplo del sistema de salud, con sus hospitales impactados por el diseño de una prisión inspirada
en Bentham; el cuidado implica un tipo inmanente de devoción, nutrición y disposición compasiva
alrededor de las cosas y entre las cosas (Olsen et al., 2012, 207). El cuidado implica una
apreciación del bienestar de una entidad y un respeto por ella en su propio ser (Olsen 2012a). El
cuidado, la curación (del latín curare: al cuidado) es también una condición de las relaciones entre
el poliestireno no desgaseado y un ánfora de figura negra en el museo RISD, entre hormigón
puzolana-cal y ladrillo en paredes de opus reticulatum. El hecho de que aprendamos del
involucramiento de Pétursdóttir con las cosas de Eyri también implica cuidado para una
comunidad de arqueólogos y, sí, interés propio expresado a través del acto de publicación.

¿Y qué de la democracia? Los antiguos griegos, en su sabiduría no moderna, mantuvieron otro


significado antiguo para el término demos, que también connota "distrito, tierra o país", "el lugar
donde viven las personas", o los "comunes o comunalidad". Tal polivalencia nunca se zambulló
entre los antiguos y eso deja mucho espacio para los no humanos en la noción griega de
demokratia sin sofocar sus desconcertantes y extrañas diferencias (Rathje y otros 2013; Witmore,
2011). Sin embargo, hay más que decir acerca de cómo abordar las cosas. ¿Cómo debemos
movilizarlas y manifestarlas? Es con respecto al método que la arqueología es muy diferente de
otros emprendimientos del Neo Materialistas, y aquí tiene mucho que ofrecer.

Aproximándose a las cosas

A diferencia de otros campos que se enfrentan a la comprensión de que hay una desconcertante
diversidad de cosas que hacen la diferencia, nuestra primera inclinación como arqueólogos no es
una de sorpresa que conduce al registro posterior de muchas formas de ser, como sugiere Bogost
(Bogost 2012, 38). La publicación arqueológica contiene millones de artículos que, cuando todos
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /18

se totalizan, constituyen una montaña de maravillosa miscelánea material, además de una vasta
riqueza de experiencia y comprensión. En un nivel, esto es parte de por qué hacemos trabajo de
campo, y una de las habilidades más admirables de la arqueología se encuentra en sus
involucramientos prácticos, táctiles con lo que ha sido del pasado. Por lo tanto, nuestro problema
nunca ha sido el de no registrar las cuentas de azabache, las raíces de roble, las heces de
carnívoros, los depósitos de arcilla o los recuerdos óseos de la tuberculosis – el terreno de las
ciencias naturales no es nuevo para los arqueólogos – sino más bien, como hemos visto, nuestro
problema ha sido buscar algo más, algo más profundo, otra cosa, si este esfuerzo estaba vinculado
a un imperativo de la historia (Olsen 2010; Olivier 2011; Pétursdóttir 2012; González Ruibal 2013a)
o un deseo por la (sobre)interpretación (Olsen 2012). Todos los arqueólogos son culpables de
estos pecados. Pero ahora nuestra carga es volver a confrontar un realismo no proyectado en el
mundo por nosotros; enfrentar un mundo de cosas en toda su maravillosa y espléndida
peculiaridad.

¿Entonces por donde se empieza y se termina al aproximarse a las cosas?

La respuesta a esta pregunta se sigue de lo que los arqueólogos hacen mejor, juntando pedazos y
piezas en una especie de bricolaje pragmático y oportunista. Tomamos lo que una situación dada
nos exige, comenzando por las cosas, en medio de ellas, y siguiéndolas dondequiera que
conduzcan; es este compromiso lo que ha contribuido en gran medida a nuestra diversidad
disciplinaria (Olsen et al., 2012). Hasta qué punto uno va con tal trabajo salvaje que surge de toda
una serie de consideraciones, tanto prácticas como metafísicas, y éstas no pueden ser presentadas
programáticamente. Podemos, no obstante, especificar algunas proposiciones útiles, como la
simetría y la irreducción, como guías en el acercamiento de las cosas. Un buen relato arqueológico
no se puede lograr a un precio bajo; exige una descripción cuidadosa y exhaustiva combinada con
la saturación de los medios. Si bien la infidelidad nos ha permitido darnos cuenta de que a
menudo hemos superado nuestras metas, una fidelidad renovada exige un compromiso más
iterativo para volver a las cosas perdidas. Abordemos estos puntos a su vez.

Aunque a menudo se entiende mal (véase la discusión en Latour 2005, 75-76), el principio de
simetría ayuda a abordar las cosas con una disposición agnóstica, incluso ingenua (Webmoor
2012a; Witmore, 2011). No se tome esto en el sentido presuntuoso del escéptico crítico que
permanece al margen de las creencias aparentemente rebeldes de los demás. Aquí se entiende
"agnóstico" en el sentido de que no decidimos de antemano qué papel desempeñan diversas
entidades en una situación determinada imponiendo jerarquías arbitrarias de valor o dogmas
preformados relativos a la naturaleza de lo real (véase Skibo y Schiffer 2009, 22) . La arqueología
simétrica se esfuerza por permitir a las entidades definir, enmarcarse, a sí mismas. Si no debemos
gravar las cosas "con cargas interpretativas, que en su mayoría son incapaces de llevarlas" (Olsen,
2012a, 22); si no vamos a perderlos al imperativo de la historia, entonces estamos bien
aconsejados en dar dos pasos atrás en la concesión de la dignidad a todos los participantes en una
situación dada. Por lo tanto, los colocamos en la misma posición por defecto. Esta posición está
ligada al principio de la irreducción, con el cual ya hemos tratado – ninguna entidad puede jamás
agotar, encapsular o reducirse a otra (Harman 2009, 17-18).

A través de la excavación, la arqueología ha luchado durante mucho tiempo con el abrumador


momento de encuentro y la cuestión de lo llevamos. Por supuesto, durante mucho tiempo los
arqueólogos han sido innovadores en la elaboración de otros modos de trabajo de campo, ya sea a
través de refinados programas de prospección (Cherry 2003) o de involucramientos orientados a
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /19

objetos de estilos más abiertos (Andreassen y otros, 2010; Harrison y Schofield 2010; Harrison
2011, 2013a). Visto a menudo como un medio para la meta de la publicación, la importancia de la
experiencia táctil en sí a menudo es subestimada en el trabajo de campo (sin embargo ver Shanks
1992; Tilley 2004; Edgeworth 2012). Cortar un brezal saturado de agua de una plataforma de
hormigón en una lluvia ligera, pelar capas de una superficie metálica en medio de una cacofonía
de ciclomotores, coches y camiones en el corazón de Atenas, tratando de encontrar el camino
supuestamente de la edad de bronce bajo el incesante calor del sol del mediodía; estos aspectos
de la experiencia cinética son centrales en nuestros encuentros con las cosas (Olsen, 2012b, Olsen
et al., 2012). Al aproximarnos a las cosas, no cabe duda de que los detalles merecen más que una
medida de consideración explícita. En cada situación, lo siguiente suena verdad: realice una
descripción gruesa y cuidadosa (Pearson y Shanks 2001, 53-67).

Ciento cincuenta años de práctica arqueológica han dado testimonio del hecho que con nuestros
modos de documentación siempre hay un desplazamiento, una transformación, un foco en la
señal a expensas del ruido. Aquí vale la pena tener en cuenta cómo el hábito, la rutina y el
procedimiento pueden hacer que uno no preste atención a las ambigüedades y las cualidades
inefables de las cosas que se dan como ruido de fondo. Las cosas desafían la inteligibilidad tanto
como pueden proporcionar una delgada saliente sobre la cual colgar la historia, algo que en última
instancia, es ajeno a ellos, y en ese momento corremos el riesgo de su olvido (Olivier 2011, 181).
Aquí también ayuda a recordar que nuestros medios, nuestros modos de involucramiento,
comprehenden a las cosas de manera diferente (Witmore 2006; Ryzewski 2009). Así que, romper
los hábitos. Interrumpir la rutina. Experimentar con otros modos de involucramiento (Witmore
2009). Saturar, sobre saturar, con video y fotografía. Romper el marco fotográfico, objetivo de
collage (Figura 3, véase Shanks 1992, 180-194). A continuación, describa y describa un poco más –
todo este detalle descriptivo se puede desempacar más tarde, si hay tiempo, en un espacio donde
la vacilación es posible. Decenas de horas de video ambiental recorren rutas de trashumancia, por
senderos, calles, muros o museos; los diarios de video de esos momentos confusos de contacto
con cosas extrañas pagarán más tarde. Sin embargo, todo lo que hacemos en la documentación es
siempre una traducción. Sólo podemos manifestar algo del estilo de las cosas; mucho
permanecerá siempre fuera de alcance. Siempre hay una compensación. Siempre hay ganancias y
pérdidas. Y siempre hay más que decir y hacer (Joyce 2011).

El propósito y la responsabilidad no deben separarse de esta cuestión de enfoque. ¿Por qué estás
ahí? ¿Qué ganas? ¿Por qué deberías tener interés? Centrando nuestras agendas en las cosas
ganamos un poco de tracción en eludir la sobre determinación, ponemos un imperativo histórico
en espera. Tal vez alguien lo tome más tarde, o no.

Con los Nuevos Materialismos, nos acercamos aún más al reconocimiento de larga data de que, no
importa cuán avanzado sea el diseño o la preparación que uno pueda llevar a un encuentro, el
pensamiento suele seguir la experiencia cinética. Es hora de reconocer que la teoría no puede ser
aplicada (Witmore 2012b); más bien se parece más a ese momento de claridad cuando una
expresión parece adecuadamente suplir las intuiciones que surgieron de las relaciones iterativas
con una paleta del cucharín y la decoloración-del-suelo-se-convirtió-en-extraños-pozos en un
barraca de un antiguo cuartel militar romano. Y, sin embargo, ¿qué sucede cuando el camino
conduce a la indeterminación? ¿Qué hacemos cuando nos encontramos con brechas? ¿Cómo
dejamos espacio para lo que puede estar oculto? A veces se presenta un nuevo camino porque no
queda otra posibilidad. “Confiar” en que una posibilidad se revelará es diferente de ser "confiado",
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /20

es decir, continuar con la actitud de que tenemos todo a nuestra disposición para enfrentar
cualquier situación7.

Figura 3. Patio trasero de una casa abandonas en la calle Nafplion N° 24, Argos, Grecia, Julio 2008
(Fotografía del autor)

Estamos obligados a plantear la cuestión de la veracidad a cada giro y giro. Esto no es sólo una
cuestión de confianza. Hay que comprender lo que la duda revela sobre la adecuación de una
descripción arqueológica. Aún más desconcertante es la imposibilidad de una verificación
completa bajo el peso del escrutinio. Contra una noción estándar de que una vez que el
escepticismo fija la validez que las declaraciones son cuestionadas o los datos se vuelven
irrevocablemente sospechosos, el estado de las descripciones arqueológicas, sugiero, siempre
debe ser abordado con un espíritu de precaución, arraigado en una profunda conciencia de lo
arriesgado y tentativo es el acto de alcanzar un adecuado relato arqueológico. ¿Qué fundamenta
la vinculación de una serie de fosas a los procesos de bronceado? ¿Qué testimonio tiene una
superficie de hormigón redonda para soportar su antigua existencia como plataforma de
ametralladora? Tales preguntas no surgen de la postura del remoto escéptico, sino de la
comprensión menos arrogante de que la inagotabilidad de las cosas siempre nos deja con más por
maravillarnos.

7
Aquí me estoy basando en un argumento hecho por Stengers (2011) con respecto a la distinción entre
"confiar" y "tener confianza en".
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /21

Además de descripciones más densas de la experiencia arqueológica, es necesario detallar


cuidadosamente los caminos que toman las cosas desplazadas en el transcurso del trabajo
arqueológico. Extienda con insoportable complejidad el itinerario seguido por un mortero de
piedra etiquetado de un campo recientemente arado en Petrothalassa al estante de un depósito
en Porto Kheli, Grecia. La trazabilidad del trabajo combinada con la verificación retroactiva nos
proporciona algún recurso más allá del escepticismo (Witmore 2009). Si las cosas exceden las
relaciones, si una tierra es inagotable, entonces siempre hay más que decir y hacer. Lejos de
disminuir el valor de la verdad de nuestro trabajo, la descripción densa, la trazabilidad y el
involucramiento iterativo permiten comprender los verdaderos fundamentos de la verdad en la
producción arqueológica. Lo que es más, la verdad está ligada a una "ecología de las prácticas" a
través de la cual el pasado vive de una manera diferente (con respecto a las cuestiones de
definición véase: Olsen et al., 2012; Witmore y Shanks, 2013). Pero también, y lo que es más
importante, entender lo que un camino de lajas o un skyphos de cerámica nos dicen (no es que
debamos esperar que hablen de la misma manera que los textos), entender la memoria que
tienen las cosas, nos ayuda a cuidar mejor el pasado que las cosas legan a las otras cosas de este
mundo.

La arqueología: la disciplina de las cosas

A diferencia de tantas otras plataformas que argumentan para tomar las cosas en serio, los
arqueólogos siempre han permanecido con y entre las cosas de una manera diferente. Eso no
quiere decir que tengamos un monopolio o un derecho especial sobre las cosas, lejos de ello. Las
cosas han sido olvidadas e ignoradas, reducidas a la práctica o a la teoría, e incluso después de su
emancipación han sido yugadas más. Así como uno se equivoca al reducir el giro a las cosas a la
cinética bovina del interés académico - porque volvemos a lo que siempre hemos hecho - uno no
debe dejar de ver que volvemos a un lugar donde nunca hemos estado, como es magníficamente
expresado por Alfredo González-Ruibal (2013b, también Olsen 2012b).

De hecho, las características combinadas que he colocado bajo la bandera de los Nuevos
Materialismos señalan una realización aún más ambiciosa. Con sus Nuevos Materialismos, la
arqueología se aleja de su autodefinición de larga data como "el estudio del pasado humano a
través de las huellas materiales de éste que han sobrevivido" (Bahn 2000, 2) y abarca lo que
siempre ha sido: un compromiso con las cosas y sus relaciones con el objetivo de comprender el
pasado y su relevancia para la vida (Olsen et al., 2012; Witmore, 2013). Como Olsen (2012b) lo
expresó recientemente, por fin podemos dejar de lado nuestras airosas ambiciones por algo
menos común en las sombras de la antropología, la historia y la sociología, y dejar que las cosas
sean indisciplinadas, fragmentarias, trilladas, banales y sucias. "A diferencia de algunos de los
nuevos ambientes amigables a las cosas, la arqueología es, por supuesto, la disciplina de todas las
cosas, de todo, no importan cuán anticuado, incompleto, desagradable o repulsivo" (Olsen, 2012b;
ver también Olivier 2011; Olsen et al. 2012).

La propensión de una casa a ensamblar, de un camino para participar o de ruedas dentadas para
ser ellas mismas, la inclinación de una ciudad minera abandonada para atraernos a nosotros y a
otros con sentimiento, son cosas con las que debemos maravillarnos. En lugar de mirar hacia el
horizonte, deberíamos asombrarnos de ellas, en lo que proporcionan en su asombrosa extrañeza.
Podemos mirar el espectáculo vasto y desconcertante de las cosas maravillados, no en el sentido
de la perplejidad absoluta, de estar "sin un camino", sino más en términos de asombro, reverencia
WITMORE, C. Arqueología y Nuevos Materialismos /22

y curiosidad; una especie de doble operación en la que nos sorprendemos y aún entretenemos
preguntas (Stengers 2011, 374; también ver Wilson Nightingale 2004). El asombro también nos
recuerda que en nuestros tratos con las cosas es mejor permanecer abiertos, nunca cerrados, y
acercarnos a ellas con una ingenua confianza en su habilidad para conducirnos, y en nuestros
poderes como arqueólogos para investigar, imaginar y conectar.

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