Está en la página 1de 8

Gómez Castanedo, Alberto 2012. “Los Orígenes del género Homo.

Una exploración de la
innovación como motor evolutivo”. Nivel 0, Revista de Arqueología 13: 163-170. Santander,
España.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

6. 5. IMPLICACIONES DE LA INNOVACIÓN EN LA EVOLUCIÓN DEL GÉNERO


HOMO

Como señala Simonton (2003), de todas las especies que han evolucionado sobre este
planeta, Homo sapiens es, sin duda alguna, la que adquirió la capacidad más grande para la
creatividad y la innovación. D. Simonton nos habla de Homo sapiens, pero la capacidad creativa e
innovadora de la forma en la que se ve manifestada en los seres humanos podría ser (aunque los
trabajos sobre estas cuestiones aún no son concluyentes en ningún sentido) un rasgo cuyas raíces
podrían rastrearse en los patrones conductuales de los primeros miembros de Homo. Desde
nuestro punto de vista la capacidad de innovación y la actitud creativa habría sido un elemento del
comportamiento humano fundamental para la consolidación y progreso de nuestro género.

6.5.1. Innovación y creatividad en los humanos

Creatividad e innovación son dos conceptos que reciben diferente uso en función del
ámbito que estemos abordando. Así, creatividad es más empleado de forma general para hacer
referencia a la potente capacidad imaginativa e innovadora de los humanos; mientras que ambos
conceptos, creatividad e innovación, suelen ser utilizados en el mismo sentido, indistintamente,
cuando se hace referencia a la innovación animal. Se señaló previamente la existencia de una serie
de procesos que podrían estar tras la innovación y que caracterizan a los individuos con
predisposición a la misma. La información disponible procede de los últimos trabajos efectuados
en relación con la innovación animal, y, de forma general, se podrían enumerar una serie de ellos
(Cf. Reader y Laland, 2003). En nuestra opinión todos estos elementos estarían presentes en la
pautas conductuales de los primeros miembros de nuestro género.
Así nos encontraríamos con las diferentes respuestas hacia las novedades en lo que se
conoce como neofilia (si hay una actitud positiva) o la neofobia (si la actitud es de rechazo); esa
atracción o rechazo determinaría qué recursos o situaciones son más susceptibles de ser
aprovechados, explorados o considerados interesantes para el aprendizaje. Otro aspecto
interesante es la capacidad de exploración. La exploración se considera un elemento muy útil a la
hora de conseguir información, además de facilitar el desarrollo de nuevas pautas de innovación
que permitan el aprovechamiento de los entornos de diferentes formas.
Debemos destacar también el componente imaginativo (insight) que en los humanos, de
forma habitual, se asocia con inteligencia e inspiración, aunque se ha dado una conexión histórica
entre innovación y aprendizaje imaginativo como quedó reflejado en los trabajos de W. Köhler.
No obstante, aún no se han precisado convenientemente los mecanismos psicológicos que puedan
residir tras la imaginación. El aprendizaje asocial (individual) también sería un elemento a
destacar. Éste se relacionaría con la capacidad de aprender aspectos relacionados con un objeto y
la situación en la que se inserta en el desarrollo de una innovación o con el aprendizaje de la
propia innovación (Reader y Laland, 2003: 18)
También hay que mencionar la flexibilidad del comportamiento. Ésta queda bien reflejada,
como ya vimos previamente, en la tendencia a descubrir nuevas soluciones a problemas
ecológicos y sociales, a aprender nuevas habilidades y a conseguir información de otros
(aprendizaje social) y en el uso de herramientas (Reader y Laland, 2002). Se ha tendido a pensar
que la flexibilidad en el comportamiento, particularmente la innovación, permitiría a los animales
afrontar mejor los cambios medioambientales y a ocupar amplios espacios. Reader y MacDonald
(2003) demuestran que no puede establecerse una relación entre ratios de innovación y
variabilidad climática (las especies más innovadoras soportarían mejor la gran variabilidad
climática) por lo que para ellos las demandas de la vida social habrían sido lo más determinante o,
por lo menos, uno de los factores más importantes de cara al desarrollo de las capacidades de
innovación, sin excluir, por supuesto, otras posibilidades ya que una cuestión conductual tan
compleja como la innovadora no puede basarse en un único aspecto.
Reflexionando sobre estas cuestiones consideramos que todos ellos habrían estado
presentes en el patrón de comportamiento general de los primeros Homo. La información
procedente de la arqueología (fabricación y uso de herramientas, con transporte de materia prima
y acumulación del material lítico y faunísitico en lugares referenciales) implica pensar en seres
creativos e innovadores con una fuerte tendencia hacia la neofilia, importantes capacidades
exploratorias, capacidades desarrolladas de aprendizaje asocial y una flexibilidad en el
comportamiento bastante acentuada a lo que se unen, como ya vimos en capítulos previos, una
fuerte tendencia hacia la solidaridad y la cooperación que habría generado demandas sociales
específicas, aspectos estos últimos señalados como básicos también para el desarrollo de la
innovación (Reader y Laland, 2003). Todo ello estaría apoyado por la realidad de unos volúmenes
cerebrales más elevados y desarrollados que los de homínidos previos, y mayores volúmenes
cerebrales se vinculan a mayores ratios de innovación (Reader y Laland, 2002; Reader y
MacDonald, 2003).
Varios autores que han trabajado sobre la innovación humana, relacionan a ésta con algún
rasgo o característica personal. Grosso modo los innovadores han sido descritos como personajes
inteligentes, con buena formación y amantes del riesgo que han potenciado su carácter innovador
en una forma cualitativamente diferentes al pensamiento convencional. Comparados con otros
animales los humanos son frecuentemente vistos como seres inquisitivos, que innovan de forma
constante y con un gran caudal de ideas. Ejemplos clásicos son el desarrollo de los
tecnocomplejos del Paleolítico Superior con el uso de materias primas adicionales tales como el
hueso y las defensas de los animales a lo que se añade la explosión de las manifestaciones
simbólicas, aunque obviamente esto se refiere a Homo sapiens, otros autores consideran que la
innovación más importante es la emergencia de la humanidad o, lo que es lo mismo, la llegada de
la capacidad de innovar. No obstante, la innovación esta presente, según multitud de autores, en
otros animales y a la hora de diferenciar innovación animal de innovación humana no hay un
acuerdo claro en relación con si los mismos procesos que conducen a la innovación se hallan en
humanos y animales; particularmente los relacionados con la creatividad8 y la imaginación (Cf.
Reader y Laland, 2003).

6.5.2. Las primeras herramientas de piedra, el Olduvayense, como ejemplo de


comportamiento creativo e innovador

El estudio de las primeras herramientas de piedra es un trabajo de suma relevancia para


conocer aspectos relacionados con los modos de vida de nuestros antepasados más lejanos. En los
últimos años estas muestras culturales están siendo investigadas desde diferentes perspectivas que
no buscan otra cosa que intentar comprender el proceso de evolución de los humanos. El hecho es
que el análisis de las herramientas de piedra revela que éstas son un elemento trascendental dentro
del proceso evolutivo humano y no sólo porque a través de ellas se puede comprender el proceso
de manufactura de las mismas. También es trascendental entender que a partir de los útiles y los
variados aspectos que les rodean, se pueden reconocer otras cuestiones relacionadas con todo ello,
como la transmisión de información, procesos de aprendizaje y otras pautas conductuales que no
pueden ser observadas directamente en el registro arqueológico (Martinez-Moreno et al., 2003).

6.5.2.1. El Olduvayense

El Olduvayense en líneas generales se refiere a las primeras manifestaciones industriales


de los miembros de nuestro género. Las evidencias más antiguas de esta producción cultural se
hallan en África, pero también se hace referencia al Olduvayense cuando se habla de los primeros
complejos industriales de los homínidos extraafricanos.
El concepto fue acuñado por L. S. B. Leakey a mediados de la década de 1950 cuando describió
los materiales hallados en la garganta de Olduvai. Los comienzos de este complejo industrial
parecen arrancar, al menos las evidencias más antiguas son esas, en 2·6 m.a. Por otro lado, su
desaparición y sustitución por otro tecnocomplejo, en este caso el Achelense, es problemático y
discutido; por ejemplo se han hallado en Tasmania muestras de talla de características
olduvayenses asociadas a humanos anatómicamente modernos. Tras todo ello se halla el largo
periodo de pervivencia del Olduvayense que se ha querido explicar desde una perspectiva
monolítica, tanto funcional como temporal, aludiendo a cierto carácter simplista, y entendiéndole
como un tecnocomplejo estático y con poca variabilidad interna, en lo que se ha venido a llamar
estasis Olduvayense (Oldowan stasis). También se ha querido ver una gradación distinguiendo un
preolduvayense en el que las industrias anteriores a c. 2·0 m.a. habrían mostrado una menor
sofisticación técnica que las posteriores a esa fecha. A pesar de ser cierto el hecho de que los
primeros fabricantes de herramientas siguieron una tendencia que, en gran medida, estaba
marcada por la posibilidades de lascado de la materia prima, los últimos trabajos sobre el
particular obligan a observar con cierta cautela la posibilidad de que el olduvayense estuviera
marcado por la simplicidad pura y dura (Cf. Martínez-Moreno et al., 2003; Schick y Toth, 2006).
En líneas generales, por lo tanto, el Olduvayense se ha tendido a caracterizar como una
industria de piedra de características muy elementales y poco elaborada, en la que las
producciones materiales son el resultado final de un proceso carente de organización y generadas
por el simple golpeo de una piedra contra otra, asemejándola en muchas ocasiones al tipo de uso
que le dan a la piedra los simios antropoides. Como decimos, en las últimas fechas esta visión esta
siendo cuestionada a partir del trabajo efectuado en diferentes yacimientos, como Lokalalei 2c
(Delagnes y Roche, 2005) o Gona – OGS-6, OGS-7, EG10 y EG12 (Semaw, 2000, 2006). Estos
trabajos han permitido a sus autores señalar que el nivel de elaboración de estas industrias es
bastante más sofisticado de lo que podría esperarse para su cronología. Se observa como los
homínidos tenían una idea planificada de adquisición y administración de la materia prima,
llevando a cabo un proceso de talla altamente controlado, siguiendo unas reglas técnicas
constantes y logrando una gran productividad (Delagnes y Roche, 2005). Parece ser, por lo tanto,
que estos homínidos tenían ya una gran habilidad técnica que conllevaba una desarrollada
comprensión de los aspectos relacionados con las propiedades físicas de las rocas y con los
principios de la fractura concoidal (de Baune, 2004; Delagnes y Roche, 2005; Semaw, 2006)
llevando a pensar que el Olduvayense fué, recogiendo el título de una célebre reunión en la
Universidad Autónoma de Barcelona a finales de 2001, algo más que piedras machacadas
(Martinez-Moreno et al., 2003).

-----------------
Simonton (2003) establece una diferencia clara entre creatividad e innovación. La creatividad es definida
como la producción de una idea o comportamiento que es simultáneamente nuevo y útil. Se suele utilizar
en el ámbito de resolución de problemas “where a solution to a problem is deemed creative when it is
original and at the same time satisfice some criterion or set of criteria for what counts as a successful
solution” (pág. 310). La innovación por su parte se refiere al acto de introducir algo nuevo, ya sea una idea
nueva o un comportamiento original y, aunque los criterios de utilidad y adaptabilidad no son
mencionados, ambos están implicados ya que una nueva idea o comportamiento raramente sería
introducida si no tuviera una utilidad. A diferencia de la creatividad el innovador no debe ser
necesariamente el creador de la novedad y el innovador puede estar simplemente diseminando la idea que
aprendió de alguién que en realidad fue el creador. Por lo tanto, la creatividad parece ser previa a la
innovación. Ya sean o no el creador y el innovador la misma persona uno no puede innovar si no hay un
acto creativo previo.
Fig. 45. Esquema del sistema básico de producción de lascas. Según Ambrose (2001).

6.5.2 2. Antes del Olduvayense

Ya hemos comentado las capacidades de los simios antropoides, especialmente los


chimpancés, para el uso de herramientas. Recordemos los trabajos de Mercader (2002) y
Mercader et al. (2007) y las diferentes observaciones primatológicas (Cf. MacGrew, 1998, 2002)
pero sobre todo para incidir en la idea ya comentada de que las tareas llevadas a cabo por estos
primates no habrían pasado desapercibidas para los primeros miembros de la familia homínida
(Panger et al., 2002; de Baune, 2004). El uso de útiles por parte de los homínidos en fechas
previas a 2·6 m.a. habría estado marcado por el empleo de herramientas, a partir de material
perecedero, en la línea de la de los chimpancés quizás con alguna que otra variante (Cf. Panger et
al., 2002). La piedra no modificada también habría sido empleada de forma recurrente, siguiendo
las directrices observadas en de los primates no humanos.

6.5.2.3. Razones a propósito del origen de la primera industria de piedra

El hecho de que en un determinado periodo de tiempo haga su aparición algo tan


revolucionario y novedoso como lo es el primer tecnocomplejo de la humanidad debe tener su
origen en uno o varios eventos de suma importancia que marcaron las circunstancias adaptativas y
el posterior devenir de los seres implicados. Varios son los intentos propuestos para explicar los
factores causales de este proceso. Las explicaciones principales se centran en valorar la
importancia que habría tenido la tendencia deL cambio climático a nivel global y su incidencia en
la transformación de los ecosistemas africanos desde hace unos 3 m.a. Esos cambios paisajísticos
(vegetales y faunísticos) habrían demandado una urgente respuesta adaptativa para un grupo de
primates que hasta el momento dependía en gran medida de recursos vegetales. Varios son los
elementos de peso que refuerzan esta argumentación.
Cabe señalar la información procedente de los trabajos paleoambientales (estudios
polínicos o de isótopos de carbón por ejemplo) además de los trabajos llevados a cabo en el
ámbito geológico y zoológico (destacando el desarrollado sobre la microfauna). Pero sobre todo
hay que señalar la innegable asociación de las primeras herramientas de piedra a restos de fauna
con marcas de procesado como se ha observado en Gona (herramientas y restos de fauna con
huellas de procesado) y en Bouri (restos de fauna con marcas de herramientas). A pesar de que,
como señalamos, se necesiten más trabajos que ayuden a aclarar el panorama causal de este
proceso, es innegable que Bouri y las zonas de Gona eran lugares con una importante riqueza
faunística, sostenida por entornos con abundancia de recursos vegetales y agua que habría
favorecido la concentración de grandes conjuntos faunísticos, potenciales fuentes de
aprovisionamiento para los depredadores de esas zonas (Semaw, 2006).
6.5.3. El Olduvayense y sus implicaciones culturales

El desarrollo de la talla concoidal y la aparición de la primera industria de piedra supuso


no solo una innovación en relación con la forma de explotar un materia prima particular, como la
piedra. Además favoreció el desarrollo de nuevas estrategias de aprovechamiento económico y
relaciones sociales. Nos hemos ya referido a este
hecho cuando hablamos de la importancia de los primeros yacimientos arqueológicos.
Simplemente recordar la importancia de la generación de lugares referenciales con anterioridad a
su uso donde se acumularon restos de herramientas y fauna procesada.
Ya vimos como en la zona de Gona, existe un interesante registro arqueológico cuyos
principales conjuntos a finales del Plioceno y del plio-pleistoceno se componen de yacimientos
del tipo C. Ello sugiere que los homínidos plio-pleistocenos habrían dispuesto ya de un bagaje
conceptual ciertamente distinto al de los homínidos previos como refleja el hecho de la existencia
de este tipo de concentraciones de raíz cultural. Esa aptitud habría redundado en el desarrollo de
tramas sociales más sofisticadas traducidas en estrategias de subsistencia en las que el acceso a las
carcasas animales habría sido esencialmente primario y donde la caza, la división del trabajo y la
cooperación habrían sido elementos fundamentales.

Fig. 46. Material olduvayense (lascas y núcleos) asociado a restos de fauna con marcas de
procesado procedente de Gona
(Etiopia). Semaw et al. (2003).

La formación de esos yacimientos, en los que las primeras industrias de piedra juegan un
papel esencial, podría decirse que está asociada con dos cuestiones bastante simples pero con una
gran repercusión en el tipo de respuestas conductuales de los homínidos. Por un lado, deja claro,
como ya hemos visto, la importancia que tuvo para estos primates la inclusión de aportes de carne
importantes en su dieta y la utilidad de la piedra para su consecución. Junto a ello, estas
concentraciones materiales obligan a pensar en la aparición de una mejora en las capacidades de
organización y de planificación de actividades. Este tipo de acciones realizadas de forma reiterada
sobre un mismo lugar debe asociarse con un tipo de conducta primate llevada al extremo por los
homínidos, la solidaridad y la cooperación. Recordemos como Domínguez-Rodrigo (2004)
señalaba que en relación con este aspecto el logro más importante a partir de esta situación habría
sido lo que se conoce como ”expectativa de uso compartido” lo que implica la cooperación en la
consecución de materia prima, elaboración de herramientas y procesado de recursos que llevaría
asociado el hecho de compartir los beneficios obtenidos. Generándose a partir de ello tramas
sociales cada vez más estrechas e implicadas.

Fig. 47. Dibujo de material olduvayense procedente de Gona (yacimientos EG 10 y EG 12). 1 a 7


Núcleos con diferentes tipos de explotación. 8 a 10 lascas. Semaw (2000).

6.5.4. Implicaciones generales del Olduvayense

La disposición de los datos vistos hasta el momento nos lleva a sugerir que los homínidos
de entre 3 y 29 m.a. habrían ya sido capaces de elaborar herramientas de piedra y utilizarlas en
función de determinados objetivos, como, por ejemplo, el económico centrado en la consecución
de carne y proteína animal. Junto a este instrumental podemos también pensar en el uso de otro
tipo de elementos a modo de herramientas pero del que, debido a su carácter perecedero, no ha
quedado constancia. Ahora bien, aún son pocos los yacimientos de estos momentos que permiten
sostener de forma contundente que la talla de piedra fue algo continuado en fechas tan lejanas
como 2·6 m.a. No obstante, la existencia de las mismas es un avance muy importante que
conlleva reflexionar de forma seria sobre la cuestión y estamos de acuerdo con Davidson y
McGrew (2005: 813) cuando señalan que: “The act of knapping created a new niche for hominins
wich, on present evidence, began to differentiate their behaviour from that likely among ancestral
chimpanzees and gorillas. When hominins returned to the scene of earlier knapping events and
repeated the actions of tool making, possibly with different intentions, they set off on the path to
reflective awareness and the addition of a symbolic component to their ape-like culture”.
La situación es realmente interesante porque nos coloca en un momento de gran
trascendencia para la evolución humana pues estos acontecimientos están sucediendo en un
contexto cronológico muy cercano al despegue de las capacidades craneales asociadas a los
miembros del género Homo. Desde nuestro punto de vista la emergencia de este trabajo de la
piedra, con producciones estandarizadas en el que se aprecia un dominio considerable de los
mecanismos de lascado, se ha de ver como resultado de un proceso de innovación realmente claro
que además está inserto en una dinámica de evolución cultural acumulativa. Las fechas de estas
colecciones materiales no se alejan mucho de los primeros miembros de Homo.
Aunque se tienda a relacionar estas fechas con australopitecos, la solución, de momento,
más prudente es pensar que Homo habría sido el autor de tales industrias aunque un hecho que se
está percibiendo con claridad a la luz de estos nuevos hallazgos es que los comportamientos
complejos se anteponen al crecimiento del volumen cerebral, cuestión que solo podrá aclararse y
recibir una respuesta más o menos contundente con la consecución de nuevos restos de homínidos
y con estudios más intensos que profundicen en la historia evolutiva del crecimiento y desarrollo
cerebral de éstos (Cf. Lewin y Foley, 2004: 318-319; Falk, 2007).
Las producciones de los yacimientos hallados hasta el momento más antiguos de 2 m.a.
podrían haber marcado la continuidad innovadora de una tendencia generada de forma creativa
por unos homínidos de los que no nos ha quedado huella, de momento, en el registro fósil. Esa
dinámica creativa habría comenzado cuando algunos homínidos se dieron cuenta de que podían
valerse de las piedras para obtener productos que les ayudarían a afrontar diferentes empresas. La
innovación se consolidó cuando otros homínidos empiezan a aprovecharse de forma sistemática y
estandarizada de las ideas iniciales. Desde luego, la innovación no se restringe al desarrollo de
nuevos implementos materiales, en este caso, las herramientas de piedra. Es preciso verla en un
contexto mucho más amplio en el que se producen respuestas a multitud de presiones (ecológicas,
sociales, económicas…) a las que se ven sometidos, en este caso, los homínidos además de
importantes transformaciones biológicas y cognitivas con sus correspondientes implicaciones en
los ámbitos del aprendizaje y la transmisión de información. Todo ello habría favorecido la
introducción de nuevos hábitos y pautas de comportamiento que habrían sido recogidas
transgeneracionalmente en una dinámica de evolución cultural acumulativa y que habría
propiciado la complejización o desaparición de las mismas en función de las necesidades.

6.5.5. Del Olduvayense al Achelense

En torno a 1·5 m.a. comienzan a incluirse en los conjuntos olduvayenses herramientas con
largos filos (Long cutting tools). Esta circunstancia marca la llegada del llamado complejo
industrial Achelense (Ambrose, 2001). El Achelense se asocia con Homo erectus-ergaster un
homínido que, como se ha señalado, presentaba ya un patrón biológico y físico cercano al de los
humanos modernos y con unas capacidades cerebrales y cognitivas más desarrolladas con las
consiguientes implicaciones socioculturales. El Achelense supone la emergencia de otro
innovador sistema de producción de herramientas de piedra en el que el producto estrella es el
bifaz o el hacha de mano. Para lograr estas producciones los núcleos eran trabajados por las dos
caras, logrando un filo activo que implicaba todos los laterales del canto. Las diferencias en
relación con el tecnocomplejo precedente son evidentes, pero sobre todo destaca el hecho de que
el tallador desarrollaba un esquema mental diferente, más volumétrico, de cara a obtener el útil
final.
González Urquijo y Moure (2000) señalan que fabricar bifaces implica aprender técnicas
de lascado más sofisticadas además de una mayor exigencia psicomotriz. La existencia de una
imagen mental más compleja para la elaboración de los bifaces se refleja en la simetría de las
piezas. En relación con esta cuestión los estudios citados de Stout (2006) y los de Stout, Toth y
Schick (2006) efectuados con escáneres PET sugieren, aunque de forma aún no concluyente, que
existen diferencias en la activación de las áreas cerebrales cuando se efectúa un proceso de
lascado Olduvayense a cuando se hace Achelense. Semaw et al. (2003: 176) apuntan que el
dominio complejo y la selección de materia prima que se observa en los yacimientos de Gona
(OGS-7) sugieren que el uso de herramientas de piedra podría haber comenzado en fechas previas
a 2·6 m.a., pero no antes de 2·9 m.a.
Fig. 48. Herramientas características del Achelense. A) Bifaz; B) Hendedor. Dibujo de materiales
procedente de Olorgesailie, Kenia. Recogido por Ambrose (2001).

A pesar del carácter preliminar de estos trabajos, lo mismos permiten establecer el


comienzo de una futura línea de trabajo que permita discriminar las implicaciones neurológicas en
la fabricación de herramientas paleolíticas. Los autores advierten que en el Achelense existen
diferencias entre lo considerado como Achelense temprano y Achelense tardío en el que se
observa la existencia de prácticas de lascado más meticulosas. Los bifaces achelenses más
recientes presentan un lascado prácticamente completo de la pieza, con una mayor remoción de
lascas, las huellas de lascado suelen ser más finas y los bifaces en general presentan una
conformación más delgada y esbelta. Ello quizás implica pensar que pueden haberse dado
cambios cognitivos durante el propio periodo Achelense que habrían tenido su reflejo en las
producciones líticas. En cualquier caso en lo que más nos gustaría incidir es en el mencionado
carácter de innovación que también presenta este tecnocomplejo.
Partiendo del hecho de que Homo erectus-ergaster ya presentaba unos volúmenes
cerebrales sensiblemente más elevados que los de homínidos previos, podemos también pensar
que las capacidades cognitivas de estos homínidos habrían incrementado sus capacidades en
relación con la de aquellos, por lo que la capacidad de imitar, el comportamiento creativo, la
existencia de pautas de aprendizaje social complejas y de mecanismos de transmisión de
información cada vez más elaborados estarían ya plenamente asentados en los programas
culturales de Homo erectus-ergaster.
Unido a lo comentado en relación con el carácter innovador del Olduvayense, en relación
con el Achelense, para intentar explicar las causas de esta innovación, se podrían ya utilizar
conceptos procedentes de la teoría del cambio tecnológico. En este sentido, Díez Martín (2005:
220), refiere la existencia de dos procesos como son la integración y la resolución. El primero
está relacionado con la asunción de los sistemas de trabajo de la piedra que existían previamente
en el que se produciría una reordenación de las pautas de trabajo previo para generar algo nuevo,
es decir una cuestión de corte creativo. En relación con la resolución se hace referencia a la
situación de que, una técnica que en un principio se seleccionó para un fin determinado, pudiera
expandirse y perpetuarse gracias al reconocimiento de otro tipo de ventajas no asumidas
inicialmente. Esto sería más una cuestión de innovación en la línea que señala Simonton (2003).
El Achelense, por otro lado, evidencia de forma clara la existencia de una evolución cultural
acumulativa desarrollada y bien sustentada en el llamado “ratchet effect”.

También podría gustarte