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Una exploración de la
innovación como motor evolutivo”. Nivel 0, Revista de Arqueología 13: 163-170. Santander,
España.
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Como señala Simonton (2003), de todas las especies que han evolucionado sobre este
planeta, Homo sapiens es, sin duda alguna, la que adquirió la capacidad más grande para la
creatividad y la innovación. D. Simonton nos habla de Homo sapiens, pero la capacidad creativa e
innovadora de la forma en la que se ve manifestada en los seres humanos podría ser (aunque los
trabajos sobre estas cuestiones aún no son concluyentes en ningún sentido) un rasgo cuyas raíces
podrían rastrearse en los patrones conductuales de los primeros miembros de Homo. Desde
nuestro punto de vista la capacidad de innovación y la actitud creativa habría sido un elemento del
comportamiento humano fundamental para la consolidación y progreso de nuestro género.
Creatividad e innovación son dos conceptos que reciben diferente uso en función del
ámbito que estemos abordando. Así, creatividad es más empleado de forma general para hacer
referencia a la potente capacidad imaginativa e innovadora de los humanos; mientras que ambos
conceptos, creatividad e innovación, suelen ser utilizados en el mismo sentido, indistintamente,
cuando se hace referencia a la innovación animal. Se señaló previamente la existencia de una serie
de procesos que podrían estar tras la innovación y que caracterizan a los individuos con
predisposición a la misma. La información disponible procede de los últimos trabajos efectuados
en relación con la innovación animal, y, de forma general, se podrían enumerar una serie de ellos
(Cf. Reader y Laland, 2003). En nuestra opinión todos estos elementos estarían presentes en la
pautas conductuales de los primeros miembros de nuestro género.
Así nos encontraríamos con las diferentes respuestas hacia las novedades en lo que se
conoce como neofilia (si hay una actitud positiva) o la neofobia (si la actitud es de rechazo); esa
atracción o rechazo determinaría qué recursos o situaciones son más susceptibles de ser
aprovechados, explorados o considerados interesantes para el aprendizaje. Otro aspecto
interesante es la capacidad de exploración. La exploración se considera un elemento muy útil a la
hora de conseguir información, además de facilitar el desarrollo de nuevas pautas de innovación
que permitan el aprovechamiento de los entornos de diferentes formas.
Debemos destacar también el componente imaginativo (insight) que en los humanos, de
forma habitual, se asocia con inteligencia e inspiración, aunque se ha dado una conexión histórica
entre innovación y aprendizaje imaginativo como quedó reflejado en los trabajos de W. Köhler.
No obstante, aún no se han precisado convenientemente los mecanismos psicológicos que puedan
residir tras la imaginación. El aprendizaje asocial (individual) también sería un elemento a
destacar. Éste se relacionaría con la capacidad de aprender aspectos relacionados con un objeto y
la situación en la que se inserta en el desarrollo de una innovación o con el aprendizaje de la
propia innovación (Reader y Laland, 2003: 18)
También hay que mencionar la flexibilidad del comportamiento. Ésta queda bien reflejada,
como ya vimos previamente, en la tendencia a descubrir nuevas soluciones a problemas
ecológicos y sociales, a aprender nuevas habilidades y a conseguir información de otros
(aprendizaje social) y en el uso de herramientas (Reader y Laland, 2002). Se ha tendido a pensar
que la flexibilidad en el comportamiento, particularmente la innovación, permitiría a los animales
afrontar mejor los cambios medioambientales y a ocupar amplios espacios. Reader y MacDonald
(2003) demuestran que no puede establecerse una relación entre ratios de innovación y
variabilidad climática (las especies más innovadoras soportarían mejor la gran variabilidad
climática) por lo que para ellos las demandas de la vida social habrían sido lo más determinante o,
por lo menos, uno de los factores más importantes de cara al desarrollo de las capacidades de
innovación, sin excluir, por supuesto, otras posibilidades ya que una cuestión conductual tan
compleja como la innovadora no puede basarse en un único aspecto.
Reflexionando sobre estas cuestiones consideramos que todos ellos habrían estado
presentes en el patrón de comportamiento general de los primeros Homo. La información
procedente de la arqueología (fabricación y uso de herramientas, con transporte de materia prima
y acumulación del material lítico y faunísitico en lugares referenciales) implica pensar en seres
creativos e innovadores con una fuerte tendencia hacia la neofilia, importantes capacidades
exploratorias, capacidades desarrolladas de aprendizaje asocial y una flexibilidad en el
comportamiento bastante acentuada a lo que se unen, como ya vimos en capítulos previos, una
fuerte tendencia hacia la solidaridad y la cooperación que habría generado demandas sociales
específicas, aspectos estos últimos señalados como básicos también para el desarrollo de la
innovación (Reader y Laland, 2003). Todo ello estaría apoyado por la realidad de unos volúmenes
cerebrales más elevados y desarrollados que los de homínidos previos, y mayores volúmenes
cerebrales se vinculan a mayores ratios de innovación (Reader y Laland, 2002; Reader y
MacDonald, 2003).
Varios autores que han trabajado sobre la innovación humana, relacionan a ésta con algún
rasgo o característica personal. Grosso modo los innovadores han sido descritos como personajes
inteligentes, con buena formación y amantes del riesgo que han potenciado su carácter innovador
en una forma cualitativamente diferentes al pensamiento convencional. Comparados con otros
animales los humanos son frecuentemente vistos como seres inquisitivos, que innovan de forma
constante y con un gran caudal de ideas. Ejemplos clásicos son el desarrollo de los
tecnocomplejos del Paleolítico Superior con el uso de materias primas adicionales tales como el
hueso y las defensas de los animales a lo que se añade la explosión de las manifestaciones
simbólicas, aunque obviamente esto se refiere a Homo sapiens, otros autores consideran que la
innovación más importante es la emergencia de la humanidad o, lo que es lo mismo, la llegada de
la capacidad de innovar. No obstante, la innovación esta presente, según multitud de autores, en
otros animales y a la hora de diferenciar innovación animal de innovación humana no hay un
acuerdo claro en relación con si los mismos procesos que conducen a la innovación se hallan en
humanos y animales; particularmente los relacionados con la creatividad8 y la imaginación (Cf.
Reader y Laland, 2003).
6.5.2.1. El Olduvayense
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Simonton (2003) establece una diferencia clara entre creatividad e innovación. La creatividad es definida
como la producción de una idea o comportamiento que es simultáneamente nuevo y útil. Se suele utilizar
en el ámbito de resolución de problemas “where a solution to a problem is deemed creative when it is
original and at the same time satisfice some criterion or set of criteria for what counts as a successful
solution” (pág. 310). La innovación por su parte se refiere al acto de introducir algo nuevo, ya sea una idea
nueva o un comportamiento original y, aunque los criterios de utilidad y adaptabilidad no son
mencionados, ambos están implicados ya que una nueva idea o comportamiento raramente sería
introducida si no tuviera una utilidad. A diferencia de la creatividad el innovador no debe ser
necesariamente el creador de la novedad y el innovador puede estar simplemente diseminando la idea que
aprendió de alguién que en realidad fue el creador. Por lo tanto, la creatividad parece ser previa a la
innovación. Ya sean o no el creador y el innovador la misma persona uno no puede innovar si no hay un
acto creativo previo.
Fig. 45. Esquema del sistema básico de producción de lascas. Según Ambrose (2001).
Fig. 46. Material olduvayense (lascas y núcleos) asociado a restos de fauna con marcas de
procesado procedente de Gona
(Etiopia). Semaw et al. (2003).
La formación de esos yacimientos, en los que las primeras industrias de piedra juegan un
papel esencial, podría decirse que está asociada con dos cuestiones bastante simples pero con una
gran repercusión en el tipo de respuestas conductuales de los homínidos. Por un lado, deja claro,
como ya hemos visto, la importancia que tuvo para estos primates la inclusión de aportes de carne
importantes en su dieta y la utilidad de la piedra para su consecución. Junto a ello, estas
concentraciones materiales obligan a pensar en la aparición de una mejora en las capacidades de
organización y de planificación de actividades. Este tipo de acciones realizadas de forma reiterada
sobre un mismo lugar debe asociarse con un tipo de conducta primate llevada al extremo por los
homínidos, la solidaridad y la cooperación. Recordemos como Domínguez-Rodrigo (2004)
señalaba que en relación con este aspecto el logro más importante a partir de esta situación habría
sido lo que se conoce como ”expectativa de uso compartido” lo que implica la cooperación en la
consecución de materia prima, elaboración de herramientas y procesado de recursos que llevaría
asociado el hecho de compartir los beneficios obtenidos. Generándose a partir de ello tramas
sociales cada vez más estrechas e implicadas.
La disposición de los datos vistos hasta el momento nos lleva a sugerir que los homínidos
de entre 3 y 29 m.a. habrían ya sido capaces de elaborar herramientas de piedra y utilizarlas en
función de determinados objetivos, como, por ejemplo, el económico centrado en la consecución
de carne y proteína animal. Junto a este instrumental podemos también pensar en el uso de otro
tipo de elementos a modo de herramientas pero del que, debido a su carácter perecedero, no ha
quedado constancia. Ahora bien, aún son pocos los yacimientos de estos momentos que permiten
sostener de forma contundente que la talla de piedra fue algo continuado en fechas tan lejanas
como 2·6 m.a. No obstante, la existencia de las mismas es un avance muy importante que
conlleva reflexionar de forma seria sobre la cuestión y estamos de acuerdo con Davidson y
McGrew (2005: 813) cuando señalan que: “The act of knapping created a new niche for hominins
wich, on present evidence, began to differentiate their behaviour from that likely among ancestral
chimpanzees and gorillas. When hominins returned to the scene of earlier knapping events and
repeated the actions of tool making, possibly with different intentions, they set off on the path to
reflective awareness and the addition of a symbolic component to their ape-like culture”.
La situación es realmente interesante porque nos coloca en un momento de gran
trascendencia para la evolución humana pues estos acontecimientos están sucediendo en un
contexto cronológico muy cercano al despegue de las capacidades craneales asociadas a los
miembros del género Homo. Desde nuestro punto de vista la emergencia de este trabajo de la
piedra, con producciones estandarizadas en el que se aprecia un dominio considerable de los
mecanismos de lascado, se ha de ver como resultado de un proceso de innovación realmente claro
que además está inserto en una dinámica de evolución cultural acumulativa. Las fechas de estas
colecciones materiales no se alejan mucho de los primeros miembros de Homo.
Aunque se tienda a relacionar estas fechas con australopitecos, la solución, de momento,
más prudente es pensar que Homo habría sido el autor de tales industrias aunque un hecho que se
está percibiendo con claridad a la luz de estos nuevos hallazgos es que los comportamientos
complejos se anteponen al crecimiento del volumen cerebral, cuestión que solo podrá aclararse y
recibir una respuesta más o menos contundente con la consecución de nuevos restos de homínidos
y con estudios más intensos que profundicen en la historia evolutiva del crecimiento y desarrollo
cerebral de éstos (Cf. Lewin y Foley, 2004: 318-319; Falk, 2007).
Las producciones de los yacimientos hallados hasta el momento más antiguos de 2 m.a.
podrían haber marcado la continuidad innovadora de una tendencia generada de forma creativa
por unos homínidos de los que no nos ha quedado huella, de momento, en el registro fósil. Esa
dinámica creativa habría comenzado cuando algunos homínidos se dieron cuenta de que podían
valerse de las piedras para obtener productos que les ayudarían a afrontar diferentes empresas. La
innovación se consolidó cuando otros homínidos empiezan a aprovecharse de forma sistemática y
estandarizada de las ideas iniciales. Desde luego, la innovación no se restringe al desarrollo de
nuevos implementos materiales, en este caso, las herramientas de piedra. Es preciso verla en un
contexto mucho más amplio en el que se producen respuestas a multitud de presiones (ecológicas,
sociales, económicas…) a las que se ven sometidos, en este caso, los homínidos además de
importantes transformaciones biológicas y cognitivas con sus correspondientes implicaciones en
los ámbitos del aprendizaje y la transmisión de información. Todo ello habría favorecido la
introducción de nuevos hábitos y pautas de comportamiento que habrían sido recogidas
transgeneracionalmente en una dinámica de evolución cultural acumulativa y que habría
propiciado la complejización o desaparición de las mismas en función de las necesidades.
En torno a 1·5 m.a. comienzan a incluirse en los conjuntos olduvayenses herramientas con
largos filos (Long cutting tools). Esta circunstancia marca la llegada del llamado complejo
industrial Achelense (Ambrose, 2001). El Achelense se asocia con Homo erectus-ergaster un
homínido que, como se ha señalado, presentaba ya un patrón biológico y físico cercano al de los
humanos modernos y con unas capacidades cerebrales y cognitivas más desarrolladas con las
consiguientes implicaciones socioculturales. El Achelense supone la emergencia de otro
innovador sistema de producción de herramientas de piedra en el que el producto estrella es el
bifaz o el hacha de mano. Para lograr estas producciones los núcleos eran trabajados por las dos
caras, logrando un filo activo que implicaba todos los laterales del canto. Las diferencias en
relación con el tecnocomplejo precedente son evidentes, pero sobre todo destaca el hecho de que
el tallador desarrollaba un esquema mental diferente, más volumétrico, de cara a obtener el útil
final.
González Urquijo y Moure (2000) señalan que fabricar bifaces implica aprender técnicas
de lascado más sofisticadas además de una mayor exigencia psicomotriz. La existencia de una
imagen mental más compleja para la elaboración de los bifaces se refleja en la simetría de las
piezas. En relación con esta cuestión los estudios citados de Stout (2006) y los de Stout, Toth y
Schick (2006) efectuados con escáneres PET sugieren, aunque de forma aún no concluyente, que
existen diferencias en la activación de las áreas cerebrales cuando se efectúa un proceso de
lascado Olduvayense a cuando se hace Achelense. Semaw et al. (2003: 176) apuntan que el
dominio complejo y la selección de materia prima que se observa en los yacimientos de Gona
(OGS-7) sugieren que el uso de herramientas de piedra podría haber comenzado en fechas previas
a 2·6 m.a., pero no antes de 2·9 m.a.
Fig. 48. Herramientas características del Achelense. A) Bifaz; B) Hendedor. Dibujo de materiales
procedente de Olorgesailie, Kenia. Recogido por Ambrose (2001).