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Reah Lo que el silencio esconde: Anatema&Dan

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Reah Lo que el silencio esconde: Anatema&Dan

Copyright 2023

© 2023, “Lo que el silencio esconde” – Versión Anatema y Dan.

Escrito, editado y maquetado por Reah.

Imagen extraída de internet y editada por Reah.

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o parcial de esta obra, ni su traducción ni su adaptación ni su difusión por
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Reah Lo que el silencio esconde: Anatema&Dan

Hay ocasiones en las que el silencio es la única manera que


encontramos para sobrevivir. Un silencio que creemos que nos protege
manteniendo lejos cualquier cosa que pueda quebrarnos por dentro. Pero
no nos damos cuenta de que esa protección solo nos deja por compañera
la más absoluta soledad. La soledad de una habitación cerrada a cal y
canto donde convivir con todas esas preguntas que no obtendrán
respuestas. Con todas esas declaraciones jamás pronunciadas pero mil
veces imaginadas. Con todos esos finales felices que quizá sucederían si
tuviéramos el valor de romper el silencio. Pero cuando no encuentras tu
voz, cuando no encuentras la manera, te terminas por convencer de que la
decisión de callar la tomaste de verdad. Que nadie te obligó. Que es lo
mejor. Y mientras, aunque no quieras verlo, sabes que tu alma se apaga.
La tristeza y la resignación observan como la desesperación por gritar
termina por convertirse, una vez más, en silencio.

Pero un día, sin entender cómo ha pasado, una fracción de segundo


da la vuelta por completo a tu vida. De repente vale la pena todo el
sufrimiento del mundo con tal de salir de esa habitación. Aunque lo que
pueda esperarte fuera sea el mismo infierno, será mejor que continuar un
instante más entre todo lo que silencias. Salga bien o salga mal, al menos
habrás encontrado tu voz. Y la libertad de escucharte oír lo que callas vale
todo lo demás.

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Elienai le observaba con una mirada severa al tiempo que sus ojos
se paseaban por las cartas. El chico no se percataba de ello, ya que no
podía apartar los ojos de Tini que estaba revolcándose en la tierra a los
pies de un árbol cercano. Recordaba como cada vez que se intercambiaba
con él lo hacía a costa de mancharse entero. Su gato siempre estaba en un
lugar inoportuno al momento del cambio.

—Qué bien escogí tu nombre, gordo.

Tini lo miró totalmente sucio como si lo hubiera entendido. Le


sostuvo la mirada como si lo estuviera juzgando para, un instante después,
hacer la croqueta echándose más tierra encima. Dan miró al cielo, ya se
estaba haciendo de noche. La gente empezaba a marcharse y las primeras
farolas se encendían tras un leve parpadeo. El muchacho miró a la chica
que tenía enfrente.

—Parecemos dos abuelos jugando al dominó en el parque.

—Eso habría tenido más sentido antes. —Sonrió.

—Es verdad, Emi. No me has explicado porque empezó a pasar… eso.

—Ya no hace falta que me llames Emilia. Mira, otra vez el loco. —
Respondió ignorando su petición.

Dan retorció los labios en un gesto de aburrimiento. Miraba a las


cartas y escuchaba las explicaciones de Emi… Elienai sin mucho interés. No

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creía que existiera el destino ni que estuviera escrito. Quería sentir la


libertad de tomar sus propias decisiones sin que un ser superior lo
estuviera manejando como una marioneta de hilos. Mientras pensaba en
ello, sonrió sin querer.

—No necesitaba esta lectura para darme cuenta. —Empezó a recoger


con tranquilidad.

—¿De verdad crees en el destino?

Dan era así. Preguntarle a la tarotista de la Verdad si creía en el


destino no le suponía ninguna contradicción. Ella, sin inmutarse, recogía
las cartas en un orden particular y deteniéndose en cada una como si les
estuviera dando las gracias. Lo miró con la misma mirada severa de nuevo.
El chico no esperaba esa respuesta y dio un respingo.

—Ya bueno, claro, si. Perdón.

—El libre albedrío, aunque no haya un ser superior escribiendo en su


cuaderno nuestras vidas, no existe. Es una ilusión que nos da tranquilidad.
Y también nos aterra. Aunque sientas que puedes hacer lo que quieras, en
realidad no puedes elegir lo que deseas.

Dan la miraba como un niño pequeño escuchando todas las


respuestas a la vida. Sus ojos azules brillaban observando las cuentas de
sus rastas. Cómo se movían mientras ella, con voz serena, seguía con su
ritual de despedida y le respondía seria.

—Ese look te sienta muy bien. —Dijo con sinceridad.

Elienai sonrió. No podía evitar mostrarse seductor aunque no lo


pretendiera. Le recordaba a alguien que solo conoció a través de las
cartas. Es la energía que te da la seguridad y el saber que, casi digas lo que
digas, va a ser bien recibido. Y si no, una amplia sonrisa lo arreglará.
Aunque era joven tenía muy buena percepción. Pretendía relajar el
ambiente ante su mirada severa y a cualquier persona un halago así le
haría sonreír. Hasta con ella lo consiguió.

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—No creerás en el destino pero eres tan predecible como una polilla
que ha decidido, por su propia voluntad, acercarse a la luz.

Dan soltó un gritito de dolor mientras ponía la frente en la mesa de


madera en señal de derrota. Aquella mujer era la sabiduría personificada.
Cuando juntó todas las cartas y trató de meterlas en su caja, una de ellas
se separó del resto cayendo al suelo. La torre. La mujer se tomó un
momento para observar la carta en el suelo y se levantó. Dan se incorporó
para ver qué estaba pasando. Elienai trató de encararse a la carta para
saber si había caído del derecho o del revés.

—Vaya. —No añadió nada más.

Dan se levantó estirando los brazos. Llamó a Tini que lo ignoró por
completo. Suspiró observando a su gato que seguía ensuciándose. Era
incansable. Miró a la mujer y la descubrió mirando todavía el suelo.

—¿Pasa algo? —Miró él también.

—En la mesa nunca puede pasar, pero cuando toman vida propia sí.
Pandora está cambiando.

Dan mostró un gesto confuso. Elienai acostumbraba a decir cosas


fuera de contexto que solo ella entendía. Y no servía de nada preguntarle
porque simplemente cambiaba de tema. Muchas veces pensó que de
mayor quería ser como ella. Pasar olímpicamente de las preguntas de la
gente y vivir en tu propia realidad. Era la mentora perfecta. Y casi como si
la hubiera invocado, Pe apareció de la nada. Dan miró alrededor.

—¿En serio nunca nadie te ha pillado apareciendo así de repente,


saliendo de un ojo malrollero?

Pe lo miró atravesándole el alma y él estuvo muy tentado de


intercambiarse con Tini en ese preciso instante. Como acto reflejo apartó
la mirada buscando a su gato y lo llamó con voz temblorosa. Pe lo ignoró y
cambió totalmente el registro.

—Eli, ¿estás ocupada? Es una emergencia.

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Elienai no respondió. Miró a Pandora con una mirada difícil de


describir. La chica se estremeció. Dan volvió a mirarlas con temor. Pe le
tenía mucho respeto a Elienai y desde que estaba “retrocediendo” le
hablaba más relajada. Como si dejara de sentirse culpable por algo. La
tarotista se acercó mucho a Pe, que se revolvió en el sitio de incomodidad.
La mujer le puso la mano en la mejilla visible. Dan contuvo el aliento no
sabiendo bien como sentirse.

—Estoy muy orgullosa de ti, Pandora.

El silencio se instauró en el parque. Ni siquiera se escuchaba el


zumbido de las cigarras. La chica se sonrojó sosteniéndole la mirada a
Elienai sin saber que decir. La mujer la soltó.

—¿Protocolo Pandora?

—No… —Encontró por fin su voz. —Protocolo Eme.

Elienai endureció el gesto. Miró a Dan pidiéndole que estuviera


pendiente hasta recibir un nuevo aviso. El muchacho afirmó con la cabeza
sin decir nada más. El tema era serio. Y él le había hecho una broma a Pe.
Sintió que quería que se le tragara la tierra cuando ambas chicas
atravesaron un ojo sobrenatural. Cuando se quedó solo suspiró. El
contacto con Tini lo sobresaltó. Su gato había llegado hasta él y se estaba
restregando contra sus piernas.

—Nooo, ¡Tini! ¡Mis pantalones!

Estaba ya en la sede principal cuando recibió una llamada de Débora.


La chica tenía más fiesta en el cuerpo de la que en breve podría soportar.
Le dijo que avisara a quien quisiera, pero aunque solo se le ocurría una
persona, sabía la respuesta. Se movió por los pasillos por si la encontraba.
Aunque ella sentía un terrible síndrome del impostor, era de las personas
que se encargaba de aquello cuando no estaban las jefas. Así que no
andaría muy lejos. Y la encontró en la sala multiusos.

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—¡Brunilita! Tengo una proposición indecente.

Bruni se hubiera asustado de no ser que lo conocía desde hacía


muchos años. Lo miró con ojos cansados sin entender todavía como podía
tener tanta energía ese muchacho.

—No entiendo porque disfrutas de complicarlo todo.

—¿Qué? —Preguntó muy extrañado.

—La gente me llama Bruni porque Brunilda les parece largo. Y tú me


llamas Brunilita, que es todavía más largo. No lo entiendo.

Dan sonrió. Quería probar a “marcarse un Elienai” y vio su


oportunidad. No respondería a su pregunta.

—¿Qué haces? ¿Estás moviendo trastos?

Bruni lo miró intentando adivinar sus intenciones. Y mientras más


duraba el silencio y la mirada indagatoria de ella, más rápido se
desvanecía la sonrisa fingida de él. Finalmente suspiró. No estaba
preparado y le quedaba mucho por aprender. Mientras se lamentaba en
silencio la cara de Bruni mostraba todavía más confusión.

—¿Qué querías? Estoy despejando esto por si acaso.

—Me ha llamado Débora, están de fiesta. Cuando vuelvan las jefas


podríamos pasarnos y hacer cosas de personas jóvenes que todavía no son
octogenarias.

—Mis abuelos se van de discoteca y yo no. No sé qué tiene eso que


ver… —La chica seguía mirándolo extrañada.

Dan suspiró exageradamente mientras se llevaba la mano a la cara.


Cuando volvió a mirarla, esta sonreía tímidamente.

—¿Bruni?

—No me gustan esos sitios. —Se aclaró la garganta. —Muchas luces,


muchos ruidos. Demasiados estímulos.

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—Seremos cuatro gatos, ya verás.

—Ya. —Bruni volvió a sonreír tímidamente. Dan la miró fingiendo


disgusto.

—¿Qué pasa, que hoy te hago mucha gracia? Vale, muy bien, me voy
yo solo y le diré a Débora que la odias.

Eran como el día y la noche. La calma y la energía. Pero ambos se


tenían mucho cariño. Dan se marchó soltando quejas al aire, aunque ya
sabía desde el inicio que no iría. Era su forma de decirle que contaban con
ella. Y ella se quedó sonriendo, porque lo sabía. Poco después volvieron
las jefas. Habían tenido una reunión tras volverse a encontrar con Sylva.
Pero las reuniones al otro lado eran por algo más grave que un “protocolo
Eme”, que ya era decir. Probablemente todo volvería a agitarse otra vez.
Había pasado un tiempo de calma, y la calma nunca duraba para siempre.
Pero ya pensaría en ello después. Junto a Tini se marchó al Nevernight.

Al llegar la vio. Sonriente, con un regalo en la mano. Y con unas


tijeras también. Le hacían demasiada gracia las ocurrencias de Anatema.
Tras separarse de Débora y ponerse una copa, vio como un chico alto
acomodaba un maletín detrás de la barra no muy lejos de él. Miró con
curiosidad para descubrir que un mastodonte enorme se ponía de pie. Le
sacaba la mitad de la cabeza por lo menos. Sus miradas se cruzaron y
ambos se miraron con la misma curiosidad.

—¡Ey! ¿Tomas algo? —Preguntó muy casual Dan.

—He venido conduciendo, pero igual una cervecita me tomo.

Amari sacó uno de los botellines que habían llevado y miró alrededor.
Había traído provisiones pero no se le había ocurrido traer abre botellas.
Dan se dio cuenta y le extendió la mano pidiéndole el botellín. Dejando su
copa en la barra, echó mano al bolsillo y sacó sus llaves. Con un
movimiento rápido hizo saltar la chapa y le devolvió la cerveza al chico
alto. Este le sonrió a modo de agradecimiento y le extendió la otra mano.

—Amari.
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—Dániel. Aunque todo el mundo me llama Dan. —Sonrió de vuelta.

Después de estrecharse las manos con firmeza, bebieron haciendo el


mismo gesto mirando al resto de los asistentes en la sala.

—¿Qué hace un chico como tú por aquí?

Dan casi escupió la bebida y luego se echó a reír. Amari, que se había
quedado un poco sorprendido por como habían sonado sus palabras, se
rió de escuchar a Dan hacerlo. Volvió a beber.

—Porque seguramente tendrás novia, pero ha sonado increíble.

—Me refería a alguien que parece normal. —Seguía riendo Amari.

—No sé de dónde vienes tú, pero a mí un chico negro de casi dos


metros me parece muy normal también.

Amari seguía bebiendo con una sonrisa. Pero lo pensaba de verdad.


Lo miró para ver como se apartaba el pelo de la cara y volvía a beber. El
muchacho era terriblemente sexy. Se sentaron en los asientos del fondo
después de comentar que ambos habían llegado a la fiesta por invitación
de Débora. Mientras conversaban Anatema salió del baño con cara de
preocupación y sin decir nada se sentó entre los dos. Cuando empezó a
contar que estaba asustada Amari se mostró muy preocupado. Dan dejó
que llevara la voz cantante ya que parecía importarle muchísimo la chica.
Pero ella estaba muy preocupada y que el muchacho mostrara
preocupación no parecía calmarla, así que intervino pidiéndole ver su
muñeca. La marca que encontró no le gustó, pero no tenía sentido seguir
asustándola. Además, fuera lo que fuera aquello, seguro que la experta en
rituales podría solucionarlo. Mientras podrían jugar. Y entonces descubrió
que aquel chico, Amari, era el novio de Anatema. Por alguna extraña razón
sintió una leve patada en la boca del estómago. Por lo visto ella tenía
muchos novios, pero se sintió muy avergonzada mientras Amari y Dan lo
comentaban. El chico de ojos azules sentía mucha curiosidad y le
preguntaba al novio uno para saber más. Parecía que Anatema declaraba
como novio a aquellas personas que podían protegerla. ¿Pero nada más?

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Y mientras intentaba distraerla para lanzarle su habilidad, los dos


desparecieron. Otra vez allí. Con ella. Solos. Miraron alrededor para no ver
nada más que un espacio totalmente blanco. Mientras se reían intentando
descubrir donde estaban, Dan se puso algo más serio.

—Es la segunda vez que me pasa contigo. ¿Qué tienes? Algo tienes.
—Le miraba juguetón como si le reclamase algo.

Anatema empezó a hacerle un montón de preguntas para concluir


que los dos se sentían en paz allí y que aquello podría ser el interior de la
cabeza de Dan. El chico estalló en carcajadas el comprender que Anatema
había conectado que una habitación totalmente vacía podía ser el interior
de su mente. En realidad tenía todo el sentido. Cuando lo puso de
manifiesto ambos echaron a reír. Dan observaba como Anatema hablaba
deprisa entre risas hasta que casi le gritó que tenía una idea.

—Entrena esto, vale. Entrena llegar aquí, traerme aquí… ¡a quién


quieras! O a mi… o a tu novia. Tú intenta entrenar…

Dan estuvo muy rápido y no desaprovechó la oportunidad. Puso cara


de picarón cuando lo escuchó. Era una forma muy inteligente de
preguntarle si tenía pareja. Y él, por supuesto, le daría esa información.
Estaba soltero. No pudo evitar sentir alegría ante el posible interés de la
chica por su estado civil.

—No pongas esa cara. —Y después, una radiante sonrisa.

Siguió hablando, mostrando preocupación por el posible vínculo con


el Marqués. Y ello le llevó a preguntar si lo que tenían ellos dos era un
vínculo o un yugo.

—Lo nuestro es un vínculo, y además, vínculo doble. Que tú me


hiciste el lío y al final te hice el lío yo.

—Ya. —Y otra radiante sonrisa.

El chico no se estaba dando cuenta de que esas risas de Anatema se


estaban convirtiendo en algo adictivo para él. Todo estaba pasando

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demasiado deprisa cuando de repente le estaba mostrando uno de los


recuerdos más vulnerables e íntimos que tenía. Ella hizo lo mismo. Y el
recuerdo que mostró, como uno de sus recuerdos más felices, fue cuando
la salvó de esa habitación de angustia. Empezó a notar mariposas en el
estómago sin motivo aparente y necesitó buscar el alivio cómico.

—Vale. Acepto. —Dijo muy dramático con las manos en el pecho.

—¿El qué?

—Ser tu novio seis. O cinco. O el que sea.

—No te vengas tan arriba que esto es meramente comercial y


profesional. —Dijo la chica nerviosa.

Después de un intercambio de palabras, Anatema le dijo que no


quería ponerle un número, que solo era Dan y a él le hizo sentir aún más
especial. Y entre bromas, le dijo una verdad. Las risas continuaron hasta
que Anatema volvió a traer de vuelta otro recuerdo. Pero no era bueno.
Contó sin mucho dolor aparente que había estado muchos años internada
en un psiquiátrico. Y Dan pasó de las risas al enfado. Le molestó más de lo
que esperaba que hubieran tenido a aquella chica, tan divertida e
inteligente, encerrada tantos años de su vida. De repente entendió
algunas cosas. Pero después de prometerle que no se quedaría sola ante
el Marqués, acordaron volver. Dan, sin pararse a pensar porqué y sin
darse cuenta, buscaba cualquier motivo para sostener las manos de
Anatema.

—No vaya a ser que te vayas tú y me dejes a mí aquí.

—No, no. Vamos. —Le dio las manos mientras sonreía. —¿Se me va
quedar algo tuyo ahora y a ti mío?

Él se rió al verla sonreír. Ya estaban totalmente vinculados. Y ya podía


percibir cuando Anatema se ponía nerviosa ante sus palabras, porque lo
llamaba “tonto” y de forma similares. La chica empezó a trabarse
intentando explicarse y aunque decidió no seguir hablando, Dan quiso
tirarle de la lengua.
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—Que últimamente pienso mucho en ti a veces y ya está. Pero no me


hagas decírtelo, era solo un comentario.

Siguió hablando cada vez más nerviosa. Dan la miraba sorprendido e


ilusionado por la respuesta a partes iguales. La chica empezó a decir cosas
como “esto es pura magia” intentando sonar convincente. El muchacho la
miraba casi embelesado. Al final, entre reproches de broma y risas,
consiguieron volver a la discoteca. Y allí estaba Amari, buscándolos, pero
preocupado por algo. Se marchó dejando solos a Dan y Anatema en el
Nevernight. No parecía haber nadie más.

De repente, sin saber cómo ni por qué, empezaron a coquetear.


Anatema le recriminaba que si no la consideraba guapa, que otros sí. Dan
se hacía el interesante sin decirle que pensaba de ella. Anatema le ponía
ojitos para que se lo contara. Ella le invitó a dormir. Él pretendiendo que
era por otra cosa. Y llegaron a los reservados para encontrar una camiseta
en el suelo. Velo y alguien más debían estar solo hablando, según
Anatema. Dan había hilado sin ninguna dificultad que estaban haciendo
algo más que hablar, cuando Anatema lo llamó guarro y le dijo que tenía
pensamientos oscuros por culpa de su lujuria. Dan se hizo el tonto
queriendo entender que Anatema había dicho que tenía pensamientos
lascivos con él, y no por su culpa, mientras ella intentaba justificar que
tenía esos pensamientos con su novio. Al final, lo dejó en un reservado y
ella se metió en otro.

Cuando todo quedó en silencio el chico se quedó mirando el techo. El


corazón le latía a mil por hora. La sonrisa desapareció de su rostro y se
llevó la mano al pecho. ¿Qué le estaba pasando? Su cabeza empezó a
revivir las conversaciones y las risas que acababan de tener y enterró la
cara en la roja almohada. ¿Qué cosas le había dicho? Nunca se había
dejado llevar tanto. No solía pensar demasiado las cosas antes de decirlas,
pero lo de esa noche estaba a otro nivel. De repente recordó la frase de
Elienai “mira, otra vez el loco”, y volvió a sonreír.

“¿Me estarás volviendo totalmente loco?”.

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¡Muchísimas gracias por haber leído este relato!

Espero que hayas disfrutado de este relato basado en el universo de


“Amor de Otro Mundo”, que tiene como protagonistas a Anatema y Dan. Si
no conoces el universo de #adom #adome, te invito a que te pongas al
día en mi canal de twitch y en mi canal de youtube que te dejo más abajo.

Amor de Otro Mundo: Éxtasis es una partida de rol mastereada por mi


y jugada por cinco compañeras streamers. Este relato narra otro punto de
vista de escenas no vistas en partida, pero que se puede considerar
totalmente canon y fiel a la trama que se ha visto y que está por venir.

Si has obtenido este relato de forma gratuita me gustaría que, si te ha


gustado, te pasases por mi cuenta de ko-fi para regalarme un café y que
así siga escribiendo más relatos como este.

De nuevo, ¡muchas gracias!

Twitch: https://www.twitch.tv/reahofi

Amor de Otro Mundo: Éxtasis:


https://www.youtube.com/playlist?list=PLoYdPqRxkadMeUas-598Gw3U2h6M4qXzN

Ko-fi: https://ko-fi.com/mastereah

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