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de BooDarkness

Es 1967 y Harry está harto de ser aquel chiquillo religioso el cual todos
molestan. Ya cansado de Dios fingiendo no oírle, decide tomar otras
riendas a escondidas; ¿Qué tan mal podría irle si recurriera al Diablo?
¿Qué tan rápido le oiría éste? Es hora de guardar la biblia y encender las
velas rojas.

😈🎻🔥😈

N/A: Bebés, la opinión sobre Dios en el libro no es mía. Entiendan que era una
época diferente, Harry es bastante inocente. Por favor, no se ofendan y no
discutan sobre sus creencias ni hagan sentir mal al otro. 💔💔 Cada uno es libre
de creer lo que quiera mientras no haga daño en el otro.
Giuseppe Tartini nació el 8 de abril de 1692 y murió el 26 de febrero de
1770. Era un músico, violinista, compositor de piezas que lograban
cautivar a la gente. NADIE habría podido llegar a su nivel, era
sumamente insuperable.

Más aún con su mejor obra; "La sonata del diablo". Muchos
simplemente admiran aquella pieza, otros simplemente no quieren oír de
ella, y los pocos que saben la verdad le temen de por vida.

El astrónomo francés llamado Jérôme Lalande ha dejado registrado en


su libro Voyage d'un François el supuesto encuentro que tuvo
Giuseppe con el diablo. Éste último dijo:

"Una noche, en 1713, soñé que había hecho un pacto con el Diablo y
estaba a mis órdenes. Todo me salía maravillosamente bien; todos mis
deseos eran anticipados y satisfechos con creces por mi nuevo sirviente.
Ocurrió que, en un momento dado, le di mi violín y lo desafié a que tocara
para mí alguna pieza romántica. Mi asombro fue enorme cuando lo
escuché tocar, con gran bravura e inteligencia, una sonata tan singular y
romántica como nunca antes había oído. Tal fue mi maravilla, éxtasis y
deleite que quedé pasmado y una violenta emoción me despertó.
Inmediatamente tomé mi violín deseando recordar al menos una parte de
lo que recién había escuchado, pero fue en vano. La sonata que compuse
entonces es, por lejos, la mejor que jamás he escrito y aún la llamo "La
sonata del Diablo", pero resultó tan inferior a lo que había oído en el sueño
que me hubiera gustado romper mi violín en pedazos y abandonar la
música para siempre…"

Giuseppe murió de gangrena años después, y los que estaban a su


alrededor juraron oír una leve y apenas audible melodía. Aquella sonata
con la que el violinista había sido llevado a la cima, solo que de una forma
tan perfecta que las personas temían moverse y dejar de oírla.

No porque vivas años significa que el diablo se olvidará de tu alma. No,


no. Ahora Giuseppe ha sido condenado a tocar aquella sonata por
siempre, con la sangre de sus cortados dedos manchando las suaves y
finas cuerdas del precioso instrumento, el cual ardía en llamas mientras
la melodía hacía eco en el infierno.

😈🎻🔥😈
Espero les guste el primer prólogo. La sonata la pueden oír en el
archivo de multimedia. No tengan miedo, es muy bonita. 💕
1957.

El infante de unos seis años de edad jugaba tranquilamente a perseguir


las hojas que el viento se llevaba, jamás yéndose tan lejos ya que no le
permitían. No era su hogar como para poder irse a lo largo de su patio, o
correr fingiendo ser un avión por su gran comedor. No, al menos no hasta
un mes.

Estaban con su padre, madre y hermana mayor en una cabaña en el


campo que habían comprado sus tíos especialmente para pasar la navidad
en familia. Todos tenían aquella buena costumbre de reunirse los días
festivos, incluso llevándose terriblemente, la religión provocaba que los
lazos continuaran resistentes, aún si no estaban de acuerdo.

Mientras el niño continuaba persiguiendo las hojas con sus cortas y


pálidas piernitas, también intentaba que uno de los tirantes no se
deslizara por su hombro. No quería a su madre regañándolo y diciéndole
que no lo dejaría jugar más por estar hecho un desastre.

Sus pasos se detuvieron de golpe ante un ruido que provino de lo


profundo del bosque que se encontraba a unos centímetros del patio en
donde él está. El pequeño Harry observa a su alrededor con una
expresión confundida y con sus colmillitos mordiendo su labio inferior.

¿Qué fue eso?

Un nuevo sonido vuelve a hacerse presente: Pisadas sobre las hojas que
caen de los viejos y altos árboles, y le parece ver a alguien estar escondido
detrás del tronco de uno. El ceño del infante se frunció.

—¿Hola? —Preguntó con voz curiosa e infantil. —¿Hay alguien allí? —


Luego de aquella pregunta se sobresalta un poco al notar como una gran
y pálida mano con muchos anillos de oro se presenta, apoyándose sobre
el tronco, en un lugar visible para el pequeño.

Decidió armarse de valor mientras forma puños con sus pequeñas manos,
dando dos pasos hacia adelante, pero volviendo a retroceder al notar la
mano ajena reafirmar el agarre en el tronco.

—¡No me estás asustando para nada! —Intenta ser valiente a pesar de


sus ojos llenándose de lágrimas lentamente y su voz temblequeando. —
¡Ni un poquito, así bien chiquito, me asustas! Oh. —Rápidamente se
retracta al ver que la mano vuelve a esconderse detrás del tronco.

¡Se ha asustado!

Es una persona muy curiosa, pero mientras aferra sus manos a su pecho
y oye los acelerados latidos de su corazón, no está realmente seguro si
debería avanzar o retroceder.

—Lo siento. ¿Yo te asusté? —Da un pequeño paso, viendo la mano volver,
pero solo un poco. —Yo no quise. ¿Eres tímido? No te procures, yo soy
ami-amigable. —Dice en voz alta el niño con toda la inocencia del mundo,
aún un poquito asustado.

Pues claro: Él no tiene idea que su futuro se oculta allí detrás.

Mordiendo su labio inferior de manera insegura se acerca a pequeños


pasos, pero antes de llegar al tronco sus padres lo llaman y solo alcanza
a ver a una alta figura oculta en las sombras, y un rostro literalmente
borroso.

Aterrado a más no poder, simplemente giró sobre sus talones y corrió sin
mirar atrás hasta estar dentro de la casa, según él: A salvo.

Y no vuelve a salir, ni siquiera quiere ver los copitos caer del precioso
cielo por la ventana, incluso si todos sus primos están fuera, jugando en
la nieve. No quiere saber nada más del exterior, y tampoco quiere volver
a estar solo.

Aunque últimamente se siente muy observado.

Muy.
1967.

// Tiempo después de la invocación. //

Los alumnos del instituto corrían felizmente por el patio con césped y
trozos de nieve, los cuales usaban para tirarse entre ellos.

Yo podría ser uno de esos niños Pensó Harry, pero aquel pensamiento
fue olvidado con facilidad, dejándolo nuevamente sumergido en aquella
burbuja gris en la que se encontraba.

Literalmente, era como uno de esos dibujos en los cuales había una nube
gris con lluvia sobre la cabeza de una persona. Había sol, Harry lo sabía,
pero veía todo mucho más oscuro. Todo lo era desde...

Su sangre se heló en cuanto pudo sentir un suspiro en uno de sus oídos.


No estaba seguro porqué le asustaba tanto, ya estaba completamente
acostumbrado a tenerlo detrás suyo.

Mira, mira, mira, mira.

La cabeza del de rizos se giró hacia un grupo de adolescentes, como si


alguien hubiese controlado sus movimientos. Lo que él le hizo ver fue
como aquellas personas arrojaban rocas en vez de copos de nieve a
pobres alumnos mucho más pequeños, del mismo tamaño que él.

¿No te es tentador arrojar una enorme roca en dirección a sus


estúpidas cabezas?

Sí...eso suena tan bien. Suena excelente, podría hacerlo ahora mismo e
irme. Podría...

No. No.

Una risa comienza a resonar por el lugar, y no es nada parecida a la de


los lindos niños con vidas felices. Harry rápidamente se pone de pie y
comienza a caminar rápidamente en dirección a la salida.

Incluso escapando de la situación, sabe que no puede escapar de él al


sentir las pisadas en sus talones. Jamás podrá escapar de su sombra, ni
siquiera muerto.
Y últimamente dudaba mucho querer hacerlo.

Ya el aire fresco chocando contra su rostro al salir no se siente nada bien,


parece haber una especie de niebla donde sea que viese, y su oído no
deja de pitar. Se está volviendo loco, se está muriendo lentamente y no
sabe si hay alguna manera de sentirse bien teniéndolo a su lado. Es como
el malestar, incluso su presencia, literalmente, provoca rechazo.

¿Por qué se siente tan conectado a él? ¿Por qué siente que no quiere
volver a como era antes? ¿Qué está mal con su cabeza?

Cuando menos se da cuenta ha llegado a su casa, tiene los ojos


desbordando de lágrimas y no duda en apoyarse contra la puerta
principal, tapar su rostro y echarse a llorar. Lo único que se la pasa
haciendo últimamente es llorar, y no suele aliviarlo como anteriormente
lo hacía.

Todo ha cambiado.

Siente una presencia al frente y unas manos más grandes que las suyas
apartando estas últimas. La figura de Louis está frente a él, el toque de
aquella mano sosteniendo su mentón arde levemente, pero lo ignora
debido a que siente como su corazón late más deprisa y el color le vuelve
un poco a la cara.

—Lo que menos quiero en éste basurero es que mi niño favorito llore. —
Susurró con calma, aunque no lucía para nada así. Tenía los ojos más
abiertos de lo normal, de un leve color bordó. Enojado, estaba enojado.
Y cuando el diablo se enoja...

...nada bueno puede ocurrir.

—Lo siento. —Rápidamente dice Harry, sorbiendo su nariz y permitiendo


que el rey del inframundo le limpie las mejillas lenta y delicadamente. Es
increíble como la persona más dañina del mundo puede hacerle sentir
más cuidado y seguro que nunca.

—¿Fue por lo que metí en tu cabeza? ¿Lo de aquellos niños? —Acercó sus
labios a la mojada mejilla del menor y dejó un suave beso. Nuevamente
su toque ardió. —Se lo merecían, soy el karma de los idiotas, Harry. Debes
entenderlo.

—Sí, lo entiendo.
Se alejó un poco y quedo bastante cerca de los rojizos y gruesos labios
del rizado, casi los rozaba. Harry podía sentir como se le iba el alma poco
a poco.

—...Creo que es hora de una ducha, niño favorito. —Susurra, sonriendo -


para sorpresa del menor- de lado al alejarse. Ya se ha acostumbrado a
que le llame de esa forma, pero nunca ha podido dejar de sonrojarse
como la primera vez.

Luego de que Harry asiente, el arcángel se hace a un lado y el mundano


se encamina hacia la puerta del sótano, dispuesto a bajar los escalones.

Un leve mareo provoca que todo se vuelva más borroso. Una melodía
comienza a sonar, gritos y lamentos le dan jaqueca antes de tambalearse
y caer, golpeando fuertemente su cabeza y dejándolo en plena oscuridad.

Al fin.
Dominique-nique-nique era, simplemente, un pobre caminante que iba
cantando. En todos los caminos, en todas partes, solo hablaba del buen
Dios. Solo hablaba del buen Dios.

Cierto día, un hereje le arrojó a unas zarzas, pero nuestro padre


Dominique le convirtió nuestra alegría.

La francesa y religiosa melodía resonaba en el comedor de aquella enorme


y protegida casa. Estaba tan fuerte y se había repetido tantas veces que
incluso era bastante pegadiza. Anne y Gemma Styles lavaban los platos
entre pequeños tarareos algo desafinados, Des Styles bendecía el hogar
entre murmullos bajos, y a cualquiera le sorprendería saber que todos los
días era lo mismo. Misma rutina, misma protección de Dios, pero diferente
bando.

Pues Harry Styles, el menor de la casa, se encontraba encerrado en su


habitación del sótano, y mientras todos creían que estaba estudiando o,
tal vez orando y repasando la biblia, en realidad se encontraba en el baño
de su habitación, con la tina llena de agua caliente, cuatro velas rojas
encendidas a su alrededor y a oscuras. Completamente.

Él se encontraba semi desnudo, con su pequeño y corto cuerpo dentro del


agua, con su suave y pálida piel ardiendo como el infierno. Su respiración
estaba agitada, pero intentaba calmarse mientras llevaba su trasero a la
punta de la bañera para poder acostarse y meter su cuerpo debajo del
agua.

Lo hizo, pero aún no estaba preparado para hundirse completamente.


Dejó de inhalar, soltando el aire lentamente mientras pensaba
mentalmente unas palabras.

Eres el rey de las tinieblas, y te entrego mi cuerpo.

Para que elijas mi destino hoy.

Eres el rey de las tinieblas, y te entrego mi vida.

Para que elijas mi destino hoy.

Eres mi rey de las tinieblas, y te entrego mi alma.

Para que elijas mi destino hoy.


Cuando finalizó de decir aquello seis veces, sin siquiera tomar aire
nuevamente cerró sus ojos y hundió su cabeza lentamente, soltando unas
cuantas burbujas por sus labios mientras sus oídos se tapaban y el ruido
del agua se hacía presente.

Intentando resistir ante la falta de aire hizo lo posible para mantenerse


en el fondo de la tina, abrió sus ojos entre dolorosos parpadeos,
intentando acostumbrarse al leve ardor mientras observaba como las
luces de las velas siguen de la misma forma. Su pecho arde, le urge
respirar y cuando está a punto de volver a salir nota como las luces se
esfuman, dejando todo completamente a oscuras.

Está funcionando.

Sintió su corazón dar un vuelco y burbujas escaparon de su nariz ante el


pánico. ¿Realmente está sucediendo? Un cosquilleo se hace presente en
su pecho y, luego de contar hasta seis, comienza a dejar el agarre para
mantenerse debajo del agua, su cuerpo subiendo un poco más, sin dejarlo
pegado al fondo. Tiene que funcionar, tiene que funcionar...

De repente siente como si un cuerpo más caliente que el agua se instalara


sobre el suyo, manteniendo su espalda pegada al fondo. No puede ni
siquiera arquear ésta, algo o alguien lo está abrazando con fuerza. Harry
solloza en seco e intenta quedarse tranquilo, saber que nada puede salir
mal ya que está realmente pasando lo que había leído en aquel libro
bastante oculto en el lado oscuro de la biblioteca de su pueblo. Se abrazó
a éste cuerpo que no lograba ver debido a la oscuridad y se limitó a
esperar.

Solo faltaba perder el conocimiento...y estaba bastante cerca.

Aún con sus ojos viendo entre la nubosidad y oscuridad bajo el agua, su
mente comienza a nublarse de a poco, sin entender cuáles son sus
pensamientos y con la desesperación de querer subir a la superficie, pero
ese cálido y pesado cuerpo sobre él no se lo permitía para nada.

Iba a morir. Iba a morir. No debió hacerlo.


Cuando ya no lo soportó, incluso antes de inhalar perdió la conciencia.
Desgraciadamente y, al parecer, murió.

Harry despertó de una manera lenta en la bañera, su cuerpo estaba


adolorido, ardiendo, y se sentía terriblemente mareado. El sonido del
agua le dejaba más atontado, su visión se hacía presente poco a poco y,
a pesar de la nubosidad, podía notar que fuera del agua había luz.

Un momento...

¿Qué hacía aún bajo el agua?

Se desesperó y, apenas salió del agua tosió lo suficiente, jadeando en una


profunda inhalación.

Incluso la primera respiración se volvió extraña.

Era como un malestar en lo profundo de su pecho, como un sentimiento


de vértigo todo el tiempo y un pitido en su oído izquierdo que apenas le
permitía escuchar con claridad algún otro sonido.

Miró alrededor, notando las velas apagadas y la luz del baño prendida. No
comprendía. Se acurrucó unos segundos, abrazando sus piernas y
temblando, viendo un punto fijo en el agua, la cual ahora estaba helada.
Los pensamientos ya no eran tan inconscientes, ahora estaba recordando
qué había sucedido y...

...y ya no quería estar más allí.

Asustado y algo anonadado salió rápidamente de la bañera, intentando


procesar lo ocurrido mientras se envolvía en una toalla y caminaba a
tropezones fuera del baño. Apenas abrió la puerta del baño alguien
golpeaba la puerta de su habitación urgentemente. El pequeño envolvió
mejor su cuerpo con la enorme toalla y caminó a paso torpe hasta la
puerta, abriéndola.
Su madre lo observó como si acabara de ver al mismísimo diablo. —Jesús.
Hijo, ¿Qué te pasó? —El rostro de Harry se contrajo ante la sorpresa y
vergüenza de tener algo que no se diera cuenta; Algo así como un moco.
—¿Te sientes bien?

—¿Qué? ¿Qué tengo? —Susurró, tocando su propia cara y caminando


hasta el espejo de la esquina de su cuarto, observando su reflejo mientras
sus ojos verdes se agrandaban un poco más de lo normal y sus pupilas
se dilataban debido al susto.

Se veía pálido como una servilleta, con sus labios secos y lo blanco de los
ojos levemente irritado. Mordió su labio inferior y estuvo por hablar, pero
una terrible sensación de vértigo lo invadió y, gracias a su madre, no cayó
al suelo.

—Harry, bebé. —Anne lo sostuvo de la cintura y lo ayudó a caminar hasta


la cama, sentándolo y haciendo lo mismo. —¿Te sientes mal? ¿Has
comido? —El pequeño de cabello rizado se limitó a asentir mientras su
estómago le hacía saber con un leve cosquilleo que se encontraba
extremadamente nervioso. Su madre torció la boca mientras le tocaba la
frente, suspirando y poniéndose de pie. —Voy a tomarte la temperatura,
ponte cómodo.

Cuando salió del cuarto Harry no dudó en acostarse de inmediato,


suspirando de alivio al no sentirse tan mareado y metiendo un dedo
dentro de su oreja izquierda, intentando destaparla, sin éxito. ¿Siquiera
estaba tapada? ¿No se supone que debía de sentir como si estuviera
hablando dentro de un balde y no como si alguien gritara en su oído?

A decir verdad, sonaba como si alguien estuviera tocando la cuerda aguda


de un irritante violín.

Estaba muy callado y su madre lo notaría si no asimilaba lo que había


sucedido: Había hecho el ritual de invocación, había visto como las velas
se apagaban por sí solas y había sentido el peso muerto de un cuerpo
sobre él. Era lo suficientemente inteligente para saber que si aguantas
mucho la respiración te desmayas, podría haber inhalado y haberse
ahogado. Entonces, si se ahogó, ¿Cómo es posible que se haya vuelto a
levantar? Eso no sucede seguido a nadie, y aún menos si se ve como si
realmente hubiera muerto.

Su madre volvió luego de unos minutos con un termómetro en su mano


izquierda. Comenzó a sacudirlo con fuerza y luego lo puso en la axila de
su hijo, tocándole los brazos y mejillas, notablemente preocupada.
—¿Mamá? ¿Qué sucede? —Harry preguntó en un débil susurro.

La bonita mujer le dedicó una sonrisa. —Nada, cielo. No creo que tengas
fiebre, estás...estás congelado. ¿Seguro que comiste?

—Tú me viste hoy. Todos comimos antes de ir a la iglesia.

—¿No te sientes enfermo, cielo? —Nuevamente el pequeño negó ante


aquella pregunta, provocando que sus ricitos mojados se muevan y se
peguen contra su rostro. Le estaba mintiendo, se sentía pésimo. Él jamás
le había mentido a su madre...

—Me voy a cambiar. —Susurró, sentándose lentamente y parpadeando


con lentitud, intentando acostumbrarse a la sensación de vértigo.

De inmediato su madre se puso de pie, caminando hacia la puerta. —


Intenta mantener tu brazo quieto o la temperatura no saldrá bien. —Dijo
antes de cerrar la puerta suavemente detrás suyo.

Harry suspiró y se refregó los ojos con sus pequeñas y débiles manos
antes de abrir las puertas de su armario y tomar su pijama: Una camiseta
gris, un pantalón holgado del mismo color y unos calcetines largos y
blancos. Cuando terminó, secó su cabello con una toalla y tiró ésta al
cesto de ropa sucia.

Dio media vuelta y caminó entre balanceos hasta su mesa de noche, tomó
el collar plateado con el crucifijo y se lo puso en el cuello, pasándolo por
su cabeza como si fuera una prenda de vestir. Era una prenda de vestir
para él: Se lo había sacado solo para lo que hizo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Por qué lo hizo?

Era obvio. Jamás alguien lo podría culpar.

A pesar de que parecía tener una gran vida, con una madre comprensiva
y la familia perfecta, cada uno de ellos tenían sus lados oscuros.

Su padre...era un buen padre, pero definitivamente era un mal esposo.


Una vez el pequeño Harry entró sin permiso a la habitación de sus padres,
y su madre lloraba mientras sus manos estaban en una de sus mejillas,
la cual estaba roja y levemente hinchada. Su padre se puso pálido y le
ordenó al rizado que saliera del cuarto.

¿Dónde estaba Dios para ayudarlo cuando rogó que su padre no vuelva a
lastimar a su madre?
Su familia eran sus padres y su hermana, Gemma. Luego estaban sus tíos
y sus seis primos, los cuales jamás dejaban de molestarlo y decir cosas
verdaderamente ofensivas. Todos ellos eran importantes en la iglesia ya
que eran el coro de ésta, y tenían voces de ángeles. Lucían como éstos,
ya que además de ser bonitos físicamente, también se encargaban de
predicar, orar y ayudar a personas enfermas.

Pero para ellos Harry era la excepción. Le encantaban molestarlo,


empujarlo, culparlo, burlarse y hacerlo sentir como la nada misma.

¿Dónde estaba Dios cuando le hablaba todas las noches, pidiendo cambiar
para caerles bien a sus primos y poder, al menos, tener un amigo?

Finalmente -y lo peor de todo para el pequeño de rizos- estaba el saber


que estaba enfermo, pero no poder hacer nada al respecto. Las mujeres
no le atraían, ni siquiera cuando su madre le obligaba llevar al cine a
Sidney Preston, la hija del Sacerdote. Esa chica era perfecta y, oh, Harry
simplemente no sentía ninguna atracción hacia ella.

Sabía que había algo malo con él, sabía que no iba a poder darle a sus
padres una familia numerosa porque, simplemente, rogaba jamás tener
que tocar a una mujer si era mentira el sentir algún tipo de atención hacia
éstas. Sabía que un hijo no era cualquier cosa, y definitivamente no
tendría una farsa de familia como la que, poco a poco, se ha dado cuenta
que siempre tuvo.

¿Dónde estaba Dios cuando rogaba ser normal?

Luego estaban Dylan y Parker, los torpes que le molestaban en la escuela.


Ellos eran geniales -según las personas de la escuela- por usar diferentes
peinados y tener mucho dinero, también les encantaba usar a Harry como
al blanco de su frustración y enojo, de los problemas que no podían
resolver. Le pateaban, le empujaban, rompían sus deberes y lo metían en
problemas.

¿Dónde estaba Dios cuando le golpeaban vilmente?

Fue allí cuando todo se juntó en un problema solo: La escuela y lo


vulnerable que se sentía en ella, el cómo su madre se desesperaba por
no ser avergonzada por su hijo, "el maricón", sus primos burlándose de
su forma de ser, de su forma de sentir y pensar y soñar. Su padre
revelando su verdadera cara y el que el único amigo que tenía era Dios...y
éste parecía no querer oírlo.

Así que decidió tomar sus propias decisiones: pasarse al lado oscuro,
probar a la ciencia. Iba a invocar, iba a probar que nada de lo que decían
era real, y que, aunque Dios parecía hacer oídos sordos lo estaba
escuchando.

Pero todo era bastante real, o eso parecía...y estaba asustado. En verdad
lo estaba.

Su madre volvió a entrar luego de unos largos minutos y se sentó a un


lado de él en la cama, le quitó el termómetro entre tarareos de aquella
canción Francesa y vio la temperatura, deteniendo toda cosa que se
encontraba haciendo y viendo con expresión neutra el pequeño aparato
que había puesto debajo del brazo de su hijo.

El ceño de Harry se frunció mientras el miedo crecía en su pecho. —


¿Mamá? ¿T-Tengo fiebre?

Su madre parpadeó una vez antes de subir la mirada hacia él. Lucía
asustada, pero rápidamente dejó escapar una nerviosa risa y sacudió con
fuerza el termómetro.

—Me daba como si estuvieras sin temperatura, amor. —Dijo entre risitas,
volviendo a poner el aparato debajo del brazo de su hijo. —Intenta no
moverte, mientras podríamos orar a Dios para que no tengas fiebre. Te
hará sentir mejor.

Harry amaba orar con su madre, pero tenía un fuerte nudo en la garganta
como para hacerlo.

—No moví el brazo. —Susurró, bajando la mirada y suspirando


entrecortado.

Sabía que algo andaba mal.

Pasaron los minutos esperando y su madre no dijo ni una palabra hasta


que ya se hizo la hora justa y le sacó con tranquilidad el termómetro de
debajo del brazo a su hijo. Observó la temperatura y ésta vez sí que
estaba pálida. Harry se inclinó e intentó ver qué era lo que marcaba, pero
Anne fue más rápida y se puso de pie en un instante.

—Voy a buscar otro. —Salió a pasos torpes de la habitación de su hijo,


subiendo los escalones de manera apresurada.
Una vez que Harry estuvo solo comenzó a observar de manera paranoica
a su alrededor, sintiendo como si una mirada fija estuviese sobre su
pequeño y delgado cuerpo. Se encogió en su lugar y movió sus pequeños
pies hasta que su madre entró nuevamente a la habitación.

Observó cada movimiento de la mujer mayor y vio como esta dejó otro
termómetro bastante diferente al anterior en su axila. Se acercó a su hijo
y le envolvió en sus brazos, comenzando a rezar en voz alta. Harry
hubiera sentido tranquilidad si no se sintiera tan mal.

—...cura a Harry para que pueda tener fuerzas y sentirse mejor en este
hermoso día. Tu fuerza es increíble, señor... —Se detuvo en cuanto el
reloj de la pared marcó la hora exacta y se apartó, tomando el
termómetro de la axila de su hijo y viendo la temperatura que marcaba
en éste.

La mano de la mujer comenzó a temblar a la vez que cortaba su


respiración, parpadeando rápidamente. El termómetro no tardó en caer
sobre la cama de su hijo.

—¿Mami? ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? —Sollozó Harry. Ya era normal en él


asustarse y llorar del miedo. A pesar de ser un adolescente, lucía todo lo
contrario.

Ni siquiera recibió una respuesta, su madre salió corriendo de la


habitación. —¡DES! ¡DEEEEEEEES! ¡AL AUTO, VE AL AUTO! ¡HAY ALGO
MAL CON HARRY!

—Bien. ¿Harry Ste...Styles? —El nombrado asintió con timidez al Doctor


Jenkins. —Tu temperatura está bien, solo te ves un poco mal porque aún
no has ingerido azúcar. Te recomiendo comprar una caja de jugo de
naranja y algún dulce: Chocolate, una paleta, lo que sea. Te sentirás
mejor y verás que no es nada grave. —Le sonrió de manera amplia. Daba
un poco de miedo.
—¿E-está seguro que no tiene nada? Podr-ría jurar q-que parecía muerto,
incluso el t-t-termómetro lo demostró. —Su madre tartamudeó mientras
hablaba y se abrazaba a su marido, el cual suspiraba y la acunaba en su
pecho.

El doctor Jenkins se giró hacia ellos, sonriendo de la misma manera en la


cual le sonrió a Harry. —Señor y Señora, les aseguro que su hijo está
bien. Es un caso extraño, lo admito, pero está en perfectas condiciones.
Para que se queden tranquilos tienen que saber que estamos aquí
siempre, y que si algo así o similar a ello llega a suceder pueden venir y
lo tendremos veinticuatro horas en observación. ¿Les parece?

Los Styles estuvieron de acuerdo, incluso Harry. Cuando iban saliendo y


lo saludaron, su doctor lo vio de manera fija y el menor pudo jurar haber
visto sus ojos volverse rojos y sus pupilas agrandarse, pero lo ignoró. Tal
vez solo se encontraba paranoico por no decir lo que había hecho aquella
mañana.

Iban por el pasillo del hospital y decidió comprarse una cajita de jugo de
naranja de un pequeño puesto que había allí. Su madre le dio un billete y
corrió felizmente hasta éste, pidiéndole a la anciana que atendía lo que
quería. Le entregó su billete y tomó la caja con el sorbete, dando un
sabroso trago.

Quítatelo, quítatelo ahora...

Fue un susurro claro y escalofriante, como si estuviera realmente cerca


de su cuerpo, pero cuando vio a su alrededor no había nadie más que dos
mujeres con niños inquietos y sus padres y hermana esperándolo en una
esquina, a la salida de aquel lugar.

Vio como uno de los niños se le acercaba y le jalaba del pijama,


provocando que lo vea. Harry le sonrió con timidez y alzó ambas cejas.
¡Amaba a los niños!

—No quiero asustarte, pero...el hombre de negro está diciéndome que


necesita que te quites esa cosa del cuello. —Apuntó a su crucifijo.

La sonrisa de Harry se borró poco a poco y el miedo se reflejó en su rostro


mientras veía fijamente al niño, el cual alza la mirada detrás del rizado,
agrandando sus pequeños ojitos marrones a alguien mucho más alto que
se encontraba allí.
El niño retrocedió para finalmente salir corriendo, Harry solo se giró un
poco y caminó apresuradamente, sin girarse ni un segundo a ver qué
había detrás suyo.

Lo único que ha notado y lo ha dejado más pálido de lo normal es una


sombra que sigue a la suya por las paredes: Alta y más oscura.
Había pasado un día de lo ocurrido, de aquel extraño accidente en donde
Harry no murió, pero parecía muerto y un niño le dijo que se quitara su
crucifijo. Sumándole el sentir a alguien viéndolo fijamente, el oír pasos
detrás suyos y el continuo pitido en su oreja izquierda. ¿Qué puede decir
en su defensa? Nada. Él se lo buscó, él lo quiso y aún lo quiere.
Sin embargo, lo asusta...y no se quitará el collar.
Según investigó gracias a los libros en la sección oculta de la biblioteca
de su pueblo, una vez que se le ignora al espíritu, ya éste se aburre y
termina yéndose solo. Pero, ¿Acaso el mismísimo diablo se va? ¿Acaso
Harry debía ir a un curandero o algo así? No.
¡Por supuesto que no!
Iba a ser valiente, iba a acostumbrarse el vivir con una mirada encima y
con un molesto pitido en su oreja, e iba a olvidar toda esa extraña
resurrección. Iba a hacer de cuenta que no vio el rojo en los ojos de su
doctor y también fingiría que el niño tenía algún tipo de enfermedad
mental la cual lo hacía alucinar y ver cosas que no son. ¡Tal vez él podría
mentirse a sí mismo y pensar en que estaba enfermo mentalmente! Y lo
hizo.
Fue entonces aquel día, el segundo, al cual Harry maldijo/bendijo de por
vida.
Los Styles se dirigían a la iglesia en el Triumph Herald verde de Des. El
de rizos llevaba puesta una camiseta blanca, pantalones cortos por arriba
de las rodillas de color negro, medias hasta las rodillas blancas y zapatos
negros de vestir. Todos dirían que tenía aspecto de niño para tener
aquella edad, pero así era la ropa que su madre compraba para él, y al
ser pequeño y delgado de cuerpo tampoco le molestaba. Estaba bien,
porque la mayoría de las personas de su religioso pueblo se vestían así.
Gemma iba con su vestido por las rodillas y zapatos planos blancos. Su
madre iba exactamente igual, y su padre de traje, recién salido de la
ducha.
Todos oían una melodía -obviamente religiosa- que le daba gusto oír a la
familia, e incluso se la sabían, pero no eran tan exagerados como para
cantarla al unísono. Bueno...un poco.
—Oh-oh. —Harry susurró viendo por la ventana un accidente que había a
lo lejos, en un borde de la carretera.
Gemma intentaba mirar por la ventana de su hermano mientras Anne
tapaba su vista y murmuraba en voz baja. Des frunció sus labios y manejó
con más velocidad, intentando pasarlo rápido para que no les provoque
tristeza o impresión a sus hijos. Harry se acercó más a la ventana,
observando a través del vidrio como pasaban y poniéndose pálido como
una servilleta al ver algo totalmente negro, alto y de hombros anchos
parado a un lado del cuerpo inerte en el suelo. Sin embargo, ningún oficial
que se encontraba alrededor le veían. Le pasaban de largo como si fuese
lo más normal del mundo. Rápidamente volvió su vista al frente y tragó
la bilis que subió por su garganta, pretendiendo que nada había sucedido.
Nada ni nadie podría quitar aquella escena de su mente; Al hombre
ensangrentado, con su vista perdida y piel morada. A los médicos y
policías hablando entre ellos, y aquella figura algo extraña,
completamente vestida de negro.
—Mamá, Harry está raro. —Dijo Gemma, viendo a su hermano de manera
extraña y apartándose un poco, como previniéndose de que le vomite
encima.
Anne rápidamente se giró y Des se limitó en ver a su hijo por el espejo
retrovisor, frunciendo el ceño e intentando disimular la preocupación.

—Hazz, bebé. ¿Te sientes bien? ¿Quieres que nos detengamos por un
momento? —Su madre preguntó de manera dulce y claramente
preocupada, asustada -seguramente- de que su hijo estuviera mal
nuevamente.
Harry negó rápidamente con la cabeza, bajando la mirada y respirando
profundamente.
—Está bien, hijo. —Dijo Des, girando el volante hacia la izquierda y
comenzando a conducir lentamente para poder estacionarse. —Llegamos.
Pídele a Dios que te haga sentir mejor, él va a escucharte.
Harry quiere decirle que no es así, que Dios ya no va a escucharlo nunca
más, pero solo asiente y se baja del auto cuando éste finalmente dejó de
estar en marcha.
Todo da vueltas, para prevenir se apoya unos segundos en el auto antes
de suspirar y caminar hacia la iglesia a pasos lentos. Un extraño
sentimiento al ver “La casa del señor” hace que su cabeza comience a
doler de manera leve y su estómago se contraiga bastante, provocando
que la bilis suba por su garganta y no le dé ni tiempo para llamar a su
madre, teniendo un pequeño espasmo antes de inclinarse y vomitar en el
pavimento, en la entrada.
Su madre rápidamente llega junto a él y exclama su nombre, asustada
mientras sostiene a su hijo para que éste no caiga al suelo. La gente que
pasa por allí para entrar a la iglesia o seguir de largo observa con cierto
asco, cosa que Harry sabe y lo hace querer morir allí mismo por la
vergüenza.
—Cariño... —Se lamenta Anne, viendo que su hijo no para de vomitar ni
por un segundo y apenas puede inhalar nuevamente.
Para Harry se sentía como si estuviese vomitando nada -porque ni
siquiera vomitaba comida, era un líquido transparente- y como si alguien
le apretara el estómago con fuerza cada vez que intentara inhalar. Fue
tanta la desesperación que cayó al suelo de rodillas y jaló con fuerza la
falda del vestido de su madre, pidiéndole ayuda.
Anne había comenzado a llorar, entrando en pánico y sollozando el
nombre de su hijo, Gemma observaba con desesperación a su alrededor
al ver a su hermano con el rostro tan rojo, pero el único que reaccionó allí
fue Des, el cual tomó a su hijo por debajo de los brazos y lo llevó hasta
un lugar más apartado de la iglesia.
De inmediato Harry se detuvo y comenzó a respirar entre jadeos, muy
asustado como para comenzar a llorar, parpadeando con lentitud
mientras su padre lo sentaba en el asiento trasero de su coche y le
abanicaba la cara con su propia mano. No era difícil cargarlo ya que el
pequeño era lo suficientemente delgado y ligero como una pluma.
—Ya, Hazz. Vas a estar bien. ¡Gemma! Toma. —Sacó de su bolsillo trasero
dinero y se lo dio a su hija. —Haz algo por tu hermano y compra una
botella de agua y alguna golosina.
Ésta asiente, tomando el dinero y caminando a paso rápido hacia el
pequeño mercado que había a la vuelta.
—Estás mejor. Ya puedes respirar, ¿Vale, hijo? No tienes de qué
asustarte. Fue un momento feo, pero ya pasó.
Harry sollozó de manera seca, sintiéndose triste y sin poder soltar tantas
lágrimas como desearía. Sigue asustado, pero agradece ser el mimado de
la familia en aquel momento, y agradece el que su padre lo trate de esa
forma: Como si fuera un niño, aunque él mismo sabía que, en parte, lo
seguía siendo.
Quiere volver en el tiempo para no hacer lo que hizo. Si sabía que se
sentiría de esa forma no lo hubiera hecho. ¿Dios puede ayudarlo ahora?
Su padre lo ve con su entrecejo fruncido y le acaricia la mano con lentitud,
a la vez que Harry alza la mirada y ambos se ven fijamente.
—Quiero ir a casa. —Dice, parpadeando y dejando caer las únicas dos
lágrimas que salieron de sus ojos.
Y Des no lo contradice, para nada.
Luego de avisarle a Gemma y Anne que llevaría a su hijo a casa y se
quedaría a cuidarlo, ambas comienzan a caminar hacia la entrada de la
iglesia, sorprendiéndose al encontrarse con el cura de ésta parado allí.
—Padre William. ¿Cómo se encuentra en un día tan hermoso como hoy?
El hombre de unos cincuenta años le dedicó una sonrisa apenas notable.
—Muy bien, gracias. ¿Por qué no se adentran? Son bienvenidas.
Éstas asienten y caminan hasta estar dentro, sin embargo, el padre
William continúa allí, observando como Des cargaba al indefenso y
debilucho niño hacia el auto. Un suspiro escapó de sus labios al notar
como una sombra pisaba los talones de ambas personas.
—Dios te bendiga, Styles. —Susurró, y creyó que estaría más a salvo de
lo que fuese aquella sombra, dentro de la iglesia. Sin dudarlo, se adentró
y decidió olvidar el tema por completo.

Luego de una riquísima comida que su padre le había preparado ya


estaba mucho mejor.
Fly me to the moon, let me play among the stars. Let me see what spring
is like on A-Jupiter and Mars.
In other words, hold my hand. In other words, baby kiss me.
Nuevamente estaba en su cuarto, y mientras oía a Frank Sinatra en su
tocadiscos con el permiso de su padre -ya que la familia no le dejaba oír
más que música religiosa- fue lo suficientemente inteligente para apagar
todo y esconder el vinilo en una caja bajo su cama cuando pudo oír en el
piso de arriba el cómo su madre, hermana y más personas se adentraban
a la casa. Suspiró: He aquí su adorable familia.
Volvió a la cama, cubriéndose con las cobijas hasta la cabeza, fingiendo
estar dormido. Su madre no tardó nada en entrar a su cuarto, llamándolo
y provocando que éste se destapara.
—Oh, mi amor. —Anne se lamentó, acercándose a la cama y sentándose
en una orilla, abrazando a su hijo. —Cielo, lo siento. Realmente no podía
faltar a la iglesia. ¿Te sientes mejor? ¿Necesitas ver un doctor?
Harry negó rápidamente, sonriendo a su madre para que ésta se calmara.
Era tan dulce. —No, mami. Estoy bien. Me siento muy bien.
La mujer sonrió de inmediato. —Le he pedido a Dios por ello, con todas
mis fuerzas. Tengo mucha fe, por supuesto que te vas a sentir bien. —No
desconfió ni por un segundo en sus palabras, dejando un beso en la frente
de su hijo, el cual sí desconfió. —Vale, ya que estás bien necesito que
subas y saludes a la familia.
La sonrisa se borró de los labios del niño, siendo reemplazado por un
pucherito en su labio inferior.
—Oh. Vamos, bebé. Solo unos minutos, ¿Si? Luego puedes venir aquí, o
ir a cualquier lugar de la casa. Por mí, anda.
Y Harry no pudo resistirse.
Se puso los zapatos, peinó y tomó a su madre de la mano, siendo guiado
fuera del cuarto, escaleras arriba.
Una vez llegó a la sala, notó que su padre hablaba amistosamente con
sus tíos, ofreciéndoles de una bandeja llena de muffins. Todos tenían sus
respectivos tés o cafés. Gemma estaba charlando con sus tías y los primos
de Harry tenían su grupo aparte.
El niño saludó de manera educada a cada uno de ellos, ignorando apenado
el cómo sus familiares fingían hacer arcadas, luego ruidos de llantos y
nuevamente arcadas.
El crucifijo en el cuello de Harry ardía demasiado sobre su piel, y siempre
que sus primos lo fastidiaban de alguna manera, la cadena de éste se
calentaba a tal punto que hacía suspirar lastimosamente al niño.
Verán, todo hubiese ido mejor si no lo hubieran molestado tanto.
—¡Harry! —Su madre regañó completamente molesta, con su ceño
fruncido y músculos tensos.
Rápidamente señaló hacia la puerta que llevaba al sótano, y el rizado ni
siquiera necesitó oír lo que había a continuación, simplemente se giró con
culpabilidad y escapó a su cuarto.
Una vez allí puede oír a sus primos retorcerse de la risa en su comedor y
a sus tíos discutir con sus padres sobre lo que había dicho el niño en plena
discusión por no soportar las burlas de sus familiares.
“¡Ya verán! ¡Todos los que se burlan de mí las van a pagar! Dios
no es el único que ve todo, ¡hay alguien debajo que vendrá
pronto!”
Esa tontería había enloquecido a todos en la casa.
Pero Harry no tenía la culpa; Demonios, no. Él le había rogado a Dios cada
día por no recibir burlas de sus primos, por cambiarlos a ellos o cambiar
algo en él para que ya no lo lastimen, pero nada jamás cambió: Siempre
era igual. Dios no lo ayudó, el niño se sintió solo y...acudió a otros
mundos.
Nada había ocurrido aún, pero Harry podía sentirlo: Podía sentir la
presencia de algo, algo que desesperadamente quería salir, pero una cosa
se lo impedía. Sin embargo, ese algo sabía que, pronto, el pequeño se
daría cuenta y le daría el paso para comenzar con su trabajo. Era como
tener a alguien respirando en tu nuca, la sensación de mirar hacia atrás
por sentir una mirada fija en ti. Incluso mucho más incómodo. Escalofríos
donde se encuentre, a cada minuto. No importaba, porque Harry podría
soportar cualquier cosa que le hicieran con tal de saber que algo así
existía.
Pero ahora mismo se encuentra muy triste, sin necesidad de fijarse en
todos aquellos síntomas que prueban lo irreal. Se tira en su cama,
poniéndose de manera fetal y llorando más fuerte. Hay algo que no lo
deja respirar y debe detenerse de vez en cuando. Parece como si hubieran
manos aferradas a su cuello que, de vez en cuando le dan unos masajitos,
pero, de repente, lo aprietan tan fuerte que tiene que jadear por aire
Con su ceño fruncido se sienta lentamente, dejando que las lágrimas
fluyan por sus mejillas y comenzando a jadear por oxígeno lentamente.
No lo entiende, es como si su garganta se estuviese cerrando. Él no era
alérgico a nada.
Quiere gritar o llamar a sus padres, pero su voz se ha perdido en el
mismísimo aire. Rápidamente se abre apenas su camiseta blanca y
comienza a entrar en pánico al notar que nada sucede. Debido a la
desesperación, no tiene otra opción más que arrancarse el crucifijo del
cuello y levantarse con desesperación para encaminarse hacia la pequeña
ventana que casi llegaba al techo, intentando abrirla, aunque era casi
imposible debido a la altura.
El aire vuelve muy de golpe, aunque ya es tarde para no sentirse
mareado: Sus ojos se cierran y su cuerpo se balancea hacia atrás, pero
cuando cree que está a punto de caer unos fuertes y cálidos brazos lo
sostienen por detrás. La respiración de la otra persona choca contra su
cuello, haciéndolo tranquilizarse y ponerse nervioso a la vez. No sabe
quién es, pero lo sospecha, y eso le pone los pelos de punta.
—Te tengo. —Le susurra una voz escalofriante, provocando que sienta
una sensación extraña en el pecho.
Los brazos de aquel cruel supuesto mito lo hacían sentir bien, incluso
emanando malestar por cada uno de sus poros. Por alguna razón, no
estaba tan asustado.
Sin embargo... ¿Debería?
Habría que averiguarlo.
La respiración de Harry aumentó al igual que su ritmo cardíaco. Incluso
sintiéndose como si estuviese muerto, podía jurar que si no moría allí
mismo era por pura suerte.
Sintió el como algo acariciaba su cuello, y luego dos cosas se posicionaban
en sus caderas, sosteniéndolo. Bajó la mirada y, a pesar de estar
anonadado, pudo procesar el que aquellas cosas eran manos. Manos de
hombre, manos humanas.
¿Acaso la cosa que estaba detrás suyo era humano? Sintió un aliento
cerca de su oreja izquierda, su piel se erizó y sus ojos volvieron a cerrarse
con fuerza.
—No podía esperar a que te quitaras esa mierdecilla del cuello. —La voz
era normal, nada maligno ni tampoco llena de ira, aunque tenía algo que
provocaba escalofríos. Tal vez era la tranquilidad, o el silencio
ensordecedor que se formaba cuando se hacía presente.
El aliento de Harry se cortaba, sentía que iba a morirse. Iba a morirse de
en serio.
—¿Listo? —El niño intentó tragar saliva, pero apenas podía pasar aire por
su garganta y nariz. Iba a girarlo, e iba a asustarse porque nada bueno
puede venir del diablo. Nada bonito, nada angelical. Solo
perturbador. Horroroso.
Continuó con sus ojos cerrados fuertemente en cuanto las manos en sus
caderas lo hicieron girar, quedando frente a la cosa. Solamente se oían
las respiraciones en aquel cuarto, los murmullos y las pisadas del piso de
arriba.
Debía de abrir los ojos, debía de esperar lo peor.
Lentamente abrió los ojos, y el aliento quedó atrapado en su garganta,
admirando al mal personificado frente a su pequeño cuerpo. No había
nada parecido a un ente rojo con cuernos y larga cola, tampoco había un
rostro o cuerpo espantosamente infernal. Mucho menos había algo que
fuese horroroso...
...Simplemente era un humano.
El humano/demonio más precioso que alguna vez vio.
Tés pálida, figura alta y delgada. Cabello oscuro, lacio y corto, labios finos
pero rojos como la sangre, nariz corta, mandíbula marcada, cejas
arqueadas y, Dios bendito, sus ojos.
Tan celestes como el cielo, aparentando un hogar de ángeles en éstos.
Sin embargo, un cuarto de uno de éstos era de un bordó, en el cual se
refugiaban miles de almas. Las pupilas de éste ser estaban dilatadas, pero
eran los ojos más hermosos que Harry alguna vez vio.
Vale. Daba miedo. Daba miedo porque, claramente se podía sentir el
malestar al estar cerca, y su profunda mirada daba escalofríos. Iba todo
de negro: Una camisa abotonada hasta arriba, de mangas largas, unos
pantalones y unos zapatos bastante lustrados, los cuales lucían nuevos.
Los anillos de oro en cada dedo del arcángel le hicieron viajar a un vago
recuerdo: Sabía que alguna vez vio a alguien así, con muchas joyas, pero
no recordaba cómo.
Ni quería.
La cabeza de la alta y oscura figura se ladeó, Harry ya no tenía idea si
estaba en shock por el miedo o por la belleza de lo-que-sea-que-fuese
que estaba frente a él.
—... ¿Cómo es que un niñito como tú ha terminado llamando a alguien
como yo? Debe ser importante. —Asintió lentamente luego de decir
aquello. Harry continuó sin decir nada, intentando inhalar.
¡Di algo tú, torpe!
Una brusca inhalación provocó que el supuesto rey de las tinieblas fingiera
sorprenderse, alzando ambas cejas, manteniendo la perfecta seriedad en
su bello rostro.
—Y-yo... —Fue interrumpido por unos golpes en la puerta de su
habitación, haciéndole sobresaltar y ver hacia allí.
—Hey, primo. ¿Sigues conversando con el diablo? —Muchas risas se
hicieron presentes. No había una sola persona detrás de aquella puerta,
obviamente. —Dice tu madre que subas a comer pastel, tenemos una
rebanada para Sati también.
—Y para cualquier amigo imaginario que desees tener.
—Porque los maricones no tienen amigos reales. —Y más risas.
La respiración del niño con rizos se vuelve a entrecortar, sus ojos verdosos
no tardan en llenarse de lágrimas, un puchero tembloroso se hace
presente en sus labios y, pronto, un llanto bajo y doloroso acaba con el
silencio en la habitación.
El diablo continúa viendo hacia la puerta con una expresión neutra antes
de ver a Harry, importándole poco el que esté llorando de aquella manera.
—Los castrati. —Dice, y a pesar de que Harry no comprende, asiente
simplemente para que el Señor Diablo no sienta que no lo ha escuchado.
Es chistoso el cómo es amable hasta con el ser más vil de la existencia.
Los primos de Harry continúan diciendo cosas hirientes, y es cuando Harry
solloza -por primera vez- ruidosamente que el arcángel parece darse
cuenta de aquello. Claro que sabía, solo estaba embriagado por el aroma
a angustia y dolor que había en aquella habitación.
—Hey, no, no, no. Shh. —Masajeó con sequedad la espalda baja de Harry,
ya que a pesar de que el humano se ha girado, no ha dejado de ser
sostenido. —No hay que llorar, no somos cobardes para llorar, ¿Verdad?
—Debido al terror, el niño de rizos negó lentamente con la cabeza,
sorbiendo su nariz y limpiando los rastros de lágrimas en sus mejillas
antes de alzar la mirada.
El diablo continúa con su expresión neutra, sus ojos celestes y un cuarto
bordó están fijos en un punto de la habitación, como si estuviese
pensando. Pronto mira fijamente al rizado, el cual se sobresalta y baja la
mirada. —¿Qué tal sí hago que se caguen encima? Será divertido.
Siente la mirada del diablo sobre su rostro, y la situación es tan
perturbadora que todo su cuerpo comienza a temblar
descontroladamente.
Una de las manos de la criatura con forma humana fue alejada de la
espalda baja de Harry, rápidamente chasqueando sus dedos. Un ruido
asqueroso se hace audible, seguido de muchos más y de preguntas:
"¿Qué es ese olor tan nauseabundo?"
"...Me hice encima."
"... ¿Qué acaba de pasar?"
Corridas se hacen presentes, ya están en el piso de arriba y Harry intenta
no echarse a reír con fuerza en cuanto su tío se entera del accidente que
tuvieron sus primos, comenzando a quejarse del olor y de la comida que
fue servida en la casa de los Styles.
El diablo sonrió de lado en cuanto Harry tapó su boca con ambas manos,
soltando una risita estrangulada, sonrojado.
—¿Has oído? Fue divertido. —Dijo, soltando al niño por completo y
girándose, comenzando a caminar por la habitación. —No es que haya
sido divertido solo porque se cagaron, sino también porque se siente bien
cuando avergüenzas a los que se lo merecen. —Al finalizar, se detiene en
un rincón de la habitación, quedándose allí de pie y clavando su mirada
en los enormes ojos verdes del niño. —¿Verdad?
—Yo...n-no lo sé. —Logró decir Harry entre pobres tartamudeos,
encogiéndose en su lugar debido a lo intimidado que se sentía.
Miró a su alrededor, en el suelo, buscando el crucifijo que anteriormente
tenía en su cuello y arrancó. Su madre se lo había obsequiado a los siete
años, y desde entonces lo cuidaba con todo su corazón.
—Lo destruí.
Alzó la mirada al arcángel, el cual ya no sonreía para nada. Estaba serio,
con la cabeza levemente inclinada hacia abajo y viéndolo fijamente. Harry
no se atrevió a discutir, pero, sin embargo, sintió una puntada en su
pecho. El pitido en su oído se hacía mucho más fuerte cuando sus miradas
conectaban.
—Ya no estás protegido. —Volvió a hablar el diablo, comenzando a
acercarse muy lentamente a su presa. El nuevo juguete del diablo, uno
completamente diferente. Harry emanaba inocencia por donde fuese,
jamás era fingida. Jamás. —Tú me llamaste, y no sabes en lo que te has
metido.
Harry comenzó a retroceder lentamente. —Yo...
El diablo se detuvo y extendió su mano luego de unos segundos, dándole
a entender al humano que la tomara. Éste, dudoso y temblando, se
aproximó y lo hizo. El tacto quemó levemente, miles de imágenes
perturbadoras se hicieron presentes en la mente de Harry por menos de
un segundo, tan pronto que incluso dudó que haya sido real.
—Tú, Harry Styles, eres la primera persona que me vende su alma de la
manera más pura que conozco. Sin embargo, aún tú no lo sabes.
El rostro del rizado se puso aún más blanco. Aquello era cierto: Harry aún
no sabía por qué había invocado a tan vil ser pero, sin embargo, también
sabía que, muy en el fondo, estaba decidido por algo.
Sólo tenía que averiguarlo.
—Así como has sido un niño valiente al dejarme ahogarte cuando me
aceptaste como tu rey, vas a ser un niño valiente cuando duermas y esté
en un rincón de tu habitación, cuando respires y me puedas ver de reojo,
observándote. —Se acercó un poco más a Harry, viéndolo tan fijamente
que éste último comenzó a sentir pánico. —Voy a hacer lo que pediste
cuando me llamaste, y a cambio de eso...voy a llevarme tu alma.
Todo nuevamente fue silencio por unos segundos.
—Es importante que sepas que tu Dios ya no te protegerá más. —Alzó
ambas cejas, y una de las comisuras de sus labios se alzó un poco. —Tú
ahora eres mío.
El arrepentimiento y horror recorrían cada parte de su cuerpo, y cuando
estuvo a punto de responder unos golpes se hicieron presentes en su
puerta. Cuando vio ésta y luego quiso ver al diablo frente a él, ya había
desaparecido.
Pero Harry sabía que estaba allí, lo veía de reojo.

Se mantuvo todo el día aferrado al brazo de su madre con la excusa de


querer pasar un rato con ella. La ayudó a hacer la merienda, limpiar la
casa y hasta a hacer la cena en cuanto se hizo de noche.
Cuando estuvieron en sus respectivos lugares, Des sugirió que sería
buena idea el que Harry comenzara la oración.
¡Pues sí! ¡Claro! Harry amaría hacerlo. Ya lo había hecho antes, solía
gustarle.
Pero ya no. La protección del Señor no estaba en él, y estaba más que
seguro que si decía algo iba a terminar vomitando a lo loco.
—Yo...lo siento, padre. No me siento muy bien para hacerlo, ¿Podrías,
Gemma? —Harry observó a su hermana la cual, encantada, comenzó a
orar.
—Señor, gracias por la comida que nos das cada día. Te agradecemos
infinitamente por tu gran misericordia al poner un plato en nuestra
mesa...
Nuevamente, Harry vomitó. Afortunadamente, pudo llegar al baño antes
de hacerlo frente a su familia.
Se arrodilló frente al retrete y soltó una arcada antes de que líquido
transparente saliera de su boca. Agua, nada más que aquello y todo era
debido a que no había comido nada desde que vomitó en la tarde.
Enjuagó su boca, intentando tranquilizarse, sin verse al espejo debido a
que sabía que tenía a alguien detrás. Salió y fue a la mesa: Gemma había
terminado su oración, y Anne veía preocupada a su hijo.
—Bebé, ¿Estás bien? —Harry asintió rápidamente, sentándose en su
respectivo lugar antes de suspirar y comenzar a comer.
Des comentó cosas de la iglesia, cosas que Harry hubiese oído encantado
si no fuese porque estaba volviéndose loco. Iba a morir, en unos días, o
semanas su familia encontraría su cuerpo inerte en algún lugar. Tarde o
temprano el diablo se llevaría su alma, y jamás podría descansar en paz.
¿Era capaz de asimilar aquello?
El crucifijo lo protegía. ¿Acaso eso quería decir que Dios existía? ¿Por qué
Dios quiso evitar el que viese Harry a la cosa que invocó, cuando pudo
haberlo evitado en cuanto el niño le rogó que le ayudara en sus
problemas?
Era injusto como hasta lo sobrenatural jugaba con su corazón.
Finalmente llegó la hora en la que todos iban a ir a sus respectivos cuartos
para dormir. Anne acompañaba a su hijo al sótano, oyendo los ruegos de
éste porque no quería dormir solo. Para el niño, el sótano ahora era algo
muy terrorífico. Sabía que al estar solo el diablo iba a aparecer.
Comenzaría a enloquecer, no podría dormir.
—Hazzie, no tienes que temer, mi amor. —Su madre lo hizo entrar en la
habitación. Éste ya estaba en pijama, rápidamente se metió en la cama y
vio alrededor. No había nadie. —Cielo, ¿Viste alguna película de terror?
Sabes que tu padre no permite eso aquí.
—N-no, no es eso, mami. Tuve...pesadillas. —Se acobijó con ayuda de su
madre, la cual le acomodó los rizos. Fue cuando Harry vio su rostro más
de cerca que notó un hematoma en su pómulo derecho, pero no lo miró
demasiado.
—Oh, amor. No te preocupes, esas cosas que te asustan no existen. —
Harry solo tragó saliva, dejándose mimar por los besos que daba su
madre en su mejilla, provocando que sonría. —¿Quién es mi niño de
dulces hoyuelos?
—Yo.
—Tú, claro que sí. —Dejó un beso en la frente del niño antes de ponerse
de pie. Los ojos de Harry se llenaron de lágrimas y su exhalación fue
entrecortada. —Dejaré la luz prendida, solo por hoy.
Agradeció aquello, aun intentando disimular el que iba a llorar. —Gracias,
mami.
Anne abrió la puerta del sótano, saliendo de la habitación no sin antes
asomar mitad de su cuerpo para dedicarle una sonrisa a su hijo.
—Buenas noches, mi amor. Dios te bendiga, sueña con angelitos. —Y se
fue, cerrando la puerta.
Un suspiro salió de los labios de Harry, seguido de un gimoteo asustado
en cuanto la luz del cuarto se apagó por sí misma. Rápidamente metió
todo su cuerpo bajo las mantas, y comenzó a llorar en cuanto unos lentos
pero fuertes pasos se hicieron audibles en la habitación, por alrededor de
la cama.
No.
No debía de tener miedo, no debía.
...En realidad sí, pero ya había vendido su alma, ya estaba hecho.
Rápidamente se destapó, el cuarto continuaba oscuro, siendo alumbrado
por la luz de la luna, la cual entraba por su pequeña ventana.
—¿No duermes? —La voz tan cerca provocó que pegué un salto, agitado
y negando rápidamente.
—N-no. ¿Tú?
—No.
Exhaló lentamente, aferrándose a las mantas y sintiendo las lágrimas
continuar cayendo por sus mejillas.
—... ¿D-Donde estás?
—Mira la ventana. —La respuesta fue rápida.
Cuando vio ésta se acurrucó aún más en su lugar al ver una sombra
gracias a la luz de su ventana, en el medio. Podía notar que era él por su
cabeza.
—Y-yo... ¿Podría... —Se fue recostando en la cama poco a poco hasta
quedar con su mejilla recostada sobre la almohada. —...dormir?
—Creí que no lo hacías.
La figura frente a su ventana y en plena oscuridad continuaba siendo
perturbadora, y se preguntaba si el arcángel lo veía a él.
—¿Te gustaría...? —Si, en definitiva, estaba loco por lo que iba a
preguntar. Dios mío, qué estaba por decir. —Q-Quiero decir, ¿Te
importaría...? A ti... ¿Quieres a-acostarte a mi lado? Y-Yo, uhm, no
tendría...no tendría ningún problema.
No hubo respuesta alguna, simplemente silencio, y la figura continuaba
quieta frente a su ventana. Harry creyó haberle ofendido, y se asustó
tanto que tapó su cuerpo entero con las mantas y lloró ruidosamente
hasta caer dormido en una profunda pesadilla.
El diablo, en cambio, continuó de pie en su lugar, neutro. Por primera vez
en su existencia no había tenido qué decir, y aunque no lo supo en ese
momento, aquel día, luego de que el niño más inocente del planeta le
invitara a recostarse para que no estuviera incómodo de pie...
...Aquel día algo latió en su pecho.
Unos golpes en la puerta de su habitación provocan que sus ojitos se
abran lentamente e intente acurrucarse más en su lugar, necesitando del
calor de las cobijas, los cuales lo hacían sentir más pequeño de lo que
era.
—Harry, cielo. Arriba, debes ir a la escuela. —Oyó la voz de su madre
provenir del otro lado de su habitación. —¡Harry, despierta! Anda, bebé.
Te preparé el desayuno. —Luego unos pasos en las escaleras y, segundos
después, Dominique siendo reproducida nuevamente, una y otra vez.
El rizado siente una mirada sobre él mientras intenta conciliar el sueño
nuevamente, y recuerda haberse dormido en plena oscuridad, con el
diablo parado frente a su cama, simplemente viéndolo. Le arden los ojos
de haberse quedado dormido llorando, y el pitido en su oído le saca de
quicio.
Pero al menos su alma sigue en su cuerpo.
En cuanto sus enormes ojos verdes se abren, nota una figura de negro
sentada en su cama, a su lado. Observó por unos segundos cada anillo
en los largos dedos del diablo, notando los raros símbolos que apenas
relucían. Temía alzar la vista para ver su rostro, pero cuando lo hizo
simplemente se encontró con una firme mirada sobre él, y al hombre más
hermoso de la existencia con un serio semblante.
Intentó no ver sus ojos debido a que el pitido en su oreja aumentaba.
—¿Te asusté? —Ambas cejas del arcángel se alzan, y su tono es tan
sarcástico que Harry tiene que morder su lengua con fuerza y recordar
que es un ser infernal para no responder de la misma forma.
El rizado negó lentamente antes de suspirar y sentarse en la cama con
lentitud. Estaba despeinado, le ardían los ojos y aún sentía malestar. Vio
nuevamente al diablo, el cual intentaba verlo fijo.
—Buenos días. —Dijo éste, y se inclinó hacia el mundano.
La respiración de Harry se cortó y su cuerpo comenzó a temblar, temiendo
por lo que podría pasar. Pero, claro: Jamás se hubiese esperado un suave
beso en su mejilla de parte del ser más vil del planeta.
Aún con la mirada baja, apretó sus labios y se sonrojó, provocando que
el diablo sonriera de lado.
—Puro...como el veneno. —Simplemente dijo.
—¡Harry! —Unos golpes lo hicieron ver la puerta, y ni siquiera tuvo que
voltear para saber que el diablo ya no estaba allí.
Suspiró y se puso de pie, tomando el uniforme de su escuela y yendo al
baño luego de haberle avisado a su madre que estaba despierto.
Le costó un poco bañarse, desnudarse y saber que el diablo estaba allí,
en alguna parte escondido, viéndolo como vino al mundo. Se duchó con
rapidez, lavó bien su cuerpo, buscando el sentirse, de alguna forma, bien.
No funcionó.
Al salir, se secó y vistió. Los zapatos negros, los pantalones del mismo
color, una camisa blanca abotonada y un suéter azul con el logo del
instituto. Sus ricitos estaban húmedos, y continuaba con su aspecto de
niño muerto.
Ya se estaba acostumbrando, y apenas llevaba pocos días de la
invocación. Sonaba extraño comentarlo, como si fuese lo más normal del
mundo tener al diablo acechando en donde sea.
Ya habiendo terminado, fue a su cuarto y preparó su mochila con sus
deberes. Notó que había cosas que no había terminado, y mientras se
lamentaba comenzaba a pensar en una manera de pedirle las respuestas
a Fionn Whitehead, su compañero de clase y coro.
Subió los escalones del sótano con las correas de la mochila colgadas en
sus pequeños hombros, intentó evitar la canción volviendo a comenzar en
el tocadiscos de su sala y caminó hasta la cocina, sentándose en una silla,
con su desayuno en la mesa y su hermana en una silla del frente.
Luego de que su mamá le diera un beso de buenos días, comenzó a tomar
su té y comer el pan con mermelada. Oyó un sonido, pero continuó en lo
suyo, hasta que un pedazo de pan fue arrojado a su rostro.
—¡Auch! —Se quejó, intentando no hacer berrinche, pero con un pucherito
en su labio inferior.
Al ver la escena, su madre se dirigió al tocadiscos de la sala y apagó la
música.
—¿Qué no me oyes? —Su hermana le dijo, algo enfadada, pero a la vez
frunciendo su ceño con preocupación.
—Oh, lo siento. Yo... —Llevó uno de sus dedos a su oreja izquierda,
intentando quitar la sordera. No, todo seguía igual. —...Uhm, se me ha
tapado un oído en la ducha.
Anne se lleva las manos a su cintura antes de suspirar profundamente,
viendo a su hijo fijamente. Éste hace lo mismo y su corazón da un vuelco
al ver el violáceo hematoma en la piel del rostro de su madre.
—Mami. ¿Qué te ha ocurrido? —Harry no puede evitar preguntar. Ya no
está seguro de seguir queriendo evitar el tema.
—¿Esto? Oh, sabes como soy, Hazzie. Me golpeo con todo. —Dijo Anne,
comenzando a cantar Dominique mientras limpiaba una encimera.
Gemma y Harry se observaron fijamente por unos segundos antes de que
la mayor de ambos decidiera hablar:
—Mamá... ¿Estás segura que te golpeaste?
Anne bufó. —Sí, y se acabó el tema. —Ambos chicos quedaron cabizbajos,
ya sin intención de que su madre les regañe. —Harry, cielo. ¿Te sientes
bien? Estás pálido.
Harry asintió en respuesta a la pregunta, terminando su té de un gran
sorbo. —No he dormido muy bien anoche. —Simplemente dijo.
Y aunque está completamente seguro de haber dormido, sin abrir sus ojos
ni por un momento, se siente como si jamás hubiese dormido.
—¿Quieres quedarte? Puedes hacerlo, yo te creo.
El rizado negó rápidamente, poniéndose de pie. No, por supuesto que no.
Ya no quería estar solo nunca más. Tomó una manzana y le dio un
mordisco.
—No, yo puedo. Tengo examen hoy. —Besó la mejilla de su madre y luego
de su hermana. Una bocina se hizo audible fuera de la casa y Harry
acomodó las correas de su mochila antes de salir de la cocina. —¡Adiós!
—¡Cuídate, cielo!
Una vez salió de la casa, se subió a los asientos de atrás y saludó a su
padre mientras abrochaba su cinturón. El hombre conducía y charlaba con
Harry, como siempre. Le era muy fácil hablar con su padre, podrían
conversar de cualquier cosa y estaría bien.
Fue de repente, en cuanto su padre reafirmó el agarre al volante, que
Harry -por algún motivo- pudo oír los huesos de sus dedos tronar. Un leve
sentimiento que no comprendía se instaló en su pecho, y pronto fue
creciendo. Lo que sea que le decía su padre ya no importaba. Es más: Ni
siquiera quería seguir oyendo su asquerosa voz, deseaba que chocaran y
un camión aplastara la parte delantera, en donde éste estaba. Quería...
Tragó saliva con fuerza y oyó una voz en su mente.
Díselo, díselo. Mueres por decírselo.
Imágenes de los hematomas de su madre se hicieron presentes en su
mente, al igual que las veces en las que oyó fuertes golpes y a su padre
insultar a Anne. Lo observó manejar, entretenido en una charla que no
era de dos, y se sintió tan asqueado, tan lleno de odio e impotencia que
apenas podía parpadear.
Díselo.
—Finalmente podremos conseguir las alfombras que queríamos para casa.
Así tu tío no tendrá más opc-
—Hijo de puta.
—... ¿Harry? —Su padre no podía creer lo que había salido de la boca de
su hijo, incluso creyó haberlo alucinado.
El diablo sonrió.
—Puto cobarde.
El auto se detuvo cerca de la acera, frente al instituto Noorgard. Des se
giró lentamente en el asiento y observó fijamente al de cabello rizado, el
cual ni siquiera respiraba.
—¿Quieres repetirme una vez más qué me has dicho? —Dijo, creyendo
que el niño no iba a atreverse a decir una de los insultos anteriores.
Seguía sorprendido, sin poder creerlo.
—...Maldito hijo de puta. —No titubeó ni un segundo, nada. Ni siquiera se
sentía él, más bien, sentía el grito de impotencia atrapado en su garganta.
Sentía su espalda sudada y sus manos temblorosas.
Des simplemente lo vio fijo antes de bajarse del auto y abrirle la puerta a
su hijo, el cual se quedó en su asiento unos segundos antes de salir del
auto, sintiendo el frío calar sus huesos. Su padre cerró la puerta con
fuerza y acercó su rostro al del niño, quedando frente a frente.
—Vete a la escuela. —Le dijo en un seco tono de voz antes de girarse,
meterse al auto, encender éste y acelerar con tranquilidad.
Fue de inmediato que su ira comenzó a irse y el nudo en su garganta
descendió que deseó con todo su corazón estar muerto para no afrontar
lo que sucedería luego de la escuela.
La ansiedad se quebraba en su pecho mientras sus enormes ojos verdes
rogaban por soltar las lágrimas. Su respiración se entrecortaba mientras
veía alrededor antes de caminar a pasos rápidos a la escuela.
Ni siquiera notó el no haber vomitado al entrar a un lugar supuestamente
religioso, su mente solo le decía una cosa: Baño. Necesitaba llegar al
baño, encerrarse y buscar una manera de zafarse del enorme problema
que causó.
Su camino fue bloqueado por un delgado chico de semblante serio y
mandíbula marcada. Fionn Whitehead.
—Hey, Harry. —Simplemente dijo.
—H-Hola Fionn. —Su mandíbula temblaba por sí sola, le era imposible no
tartamudear a lo loco mientras se dirigía con el chico hacia alguna parte.
—¿Cómo estás?
—...Bien. ¿Tú?
—Genial. ¿Hiciste algo esta semana?
¿Además de invocar al diablo? No, nada.
—Uhm...no. ¿Tú?
—Estuve con mi abuela. La conocí, más bien. Ella es genial. —Dijo. El
timbre resonó por los pasillos y todos los estudiantes apuraron el paso.
—¿Vamos a clases?
—Sí, yo...luego te alcanzo, necesito ir al baño.
—Vale. —Asintió rápidamente antes de caminar hasta entrar por una
puerta, a su respectiva clase.
Harry, en cambio, siguió de largo por los blancos pasillos llenos de cuadros
y estatuillas con santos. Había silencio, solo se oían a las profesoras dar
clases en cada salón, y cuando entró al baño el silencio fue ensordecedor.
Se fijó que no hubiera nadie en las cabinas y luego se acercó al lavabo,
apoyándose en la encimera de cerámica y viéndose en el enorme y largo
espejo. Respiró profundamente un par de veces y se despeinó los ricitos,
buscando -de alguna manera- relajarse. Sentirse mejor.
La ansiedad no paraba de lastimar su pecho, y fue cuando sollozó
secamente que las lágrimas no tardaron en salir. Comenzó a llorar
desconsoladamente, temblando de miedo y dando solo un paso hasta
pegar su espalda con los fríos azulejos de la pared.
La presencia del mal personificado fue inmediata, y ni siquiera tuvo que
abrir los ojos para saber que estaba frente a él. Lo hizo solo cuando sintió
dos cálidas y enormes manos tomando su rostro, alzando un poco éste.
—Sh, sh, sh. —Intentó silenciar, limpiando con sus pulgares los rastros
de lágrimas en la suave y pálida piel del niño. —¿Mi niño favorito está
asustado? —Harry asintió rápidamente y el diablo negó en un suspiro,
como lamentándose. —¿Cómo puede estar asustado, cuando ha hecho
cosas peores que faltar el respeto?
Harry hipó, negando lentamente y aun sollozando. —N-no entiendes. Yo,
é-él...
—Entiendo completamente. Tu querido padre se merecía esas palabras
de tu parte. ¿Sabes por qué? —Harry negó lentamente. —Porque eres lo
que más ama.
—...Él es un buen padre.
—Golpea a tu madre.
—Sigue siendo un buen padre.
El arcángel acarició lentamente las mejillas del niño. —¿Acaso es un buen
padre alguien que les enseña mal a sus hijos y lo sabe? —Harry bajó la
mirada, más triste.
Se quedaron unos segundos en silencio hasta que el de cabello rizado
decidió hablar:
—... ¿Señor Diablo?
Una profunda y baja risa brotó de los labios del nombrado.
—Señor Diablo, me gusta. Muy original. —Comentó, y Harry se sonrojó
más de lo que ya estaba.
—Lo siento, yo...no sé cómo llamarle.
¿Lucif...?
—Louis.
El niño parpadeó, desprevenido. Honestamente, no se esperaba nada así.
Se esperaba un nombre más largo, más extraño, único. Louis era común,
tanto que si las personas que conocía y se llamaban así supieran que
aquel era el nombre del diablo, se harían encima.
—Pero...pero en realidad no se llama así, ¿Verdad?
—¿Cómo crees que me llamo?
—Yo... —Notó la mirada de Louis ir a sus ojos, y continuó intentando
mantener la mirada clavada en el suelo. —...Creí que era Satanás. —
Susurró, invadido por la vergüenza.
—Me llaman por muchos nombres. Tú dime Louis.
—Louis. —Tragó saliva ruidosamente. La cercanía entre él y el diablo era
demasiada. No pudo evitar alzar la mirada: Sus ojos se encontraron con
los del rey del inframundo, el pitido fue mucho más potente e
insoportable. Rápidamente bajó la mirada y llevó una mano a éste. —Y-
Yo...debo ir a clase.
El timbre sonó, anunciando que ya se había perdido la primera clase.
¿Tanto tiempo había estado allí dentro? Supo que el diablo se había ido
sin siquiera tener que ver. Lavó sus manos, su rostro, acomodó su cabello
y salió del baño.

El día iba bastante bien. Si no fuese porque a Harry le esperaba de todo


excepto algo bueno cuando llegara a su hogar, diría que fue un día
perfecto. Los bravucones habían decidido no molestarlo aquel día, le fue
bien en clases y tuvo cosas que hablar con Fionn.
Finalmente estaban en la clase de coro, ambos adolescentes en sus
respectivos lugares. Debían de entonar una melodía antigua, en otro
idioma, y era bastante difícil para los alumnos que decían cualquier cosa
o no podían dejar de bromear haciendo sonidos de flatulencias. El maestro
estaba disgustado, pero no podía evitar reír de vez en cuando.
—De acuerdo, clase. Quiero hacer un anuncio importante así que, por
favor, necesito de su atención. —Luego de unos murmullos y pocas risas
todos quedaron en silencio, viendo al hombre mayor que dirigía todo
aquel grupo de coro. Éste se dirigió hacia su escritorio y tomó un manojo
de hojas con algo escrito en ellas, volviendo a donde anteriormente
estaba. —Les daré una de éstas hojas a cada uno de ustedes y deberán
de mostrarles a sus padres. Es un permiso para ir con dos profesores,
incluyéndome, y los alumnos de último año a una pequeña convivencia
por unas horas. Será en el bosque más cercano de aquí, ida y vuelta en
autobús. Hablaremos sobre muchas cosas para aprender, les
enseñaremos a cómo sobrevivir y a cómo debemos convivir.
<<Si sus padres o tutor no les dan permiso, simplemente no entreguen
el papel. Sin papel, no pueden venir. Si tienen alguna duda pueden venir
y consultarlo conmigo o con el profesor Howell, de literatura de último
año. Ahora sí, espero que tengan un buen día y Dios los bendiga.
Todos los alumnos tomaron un papel y salieron de aquel salón. Era el
horario de salida y Harry no podía estar más nervioso. Fionn caminaba a
su lado por los pasillos mientras observaba de reojo el papel en su propia
mano y negaba lentamente con la cabeza. —Dios mío. No van a dejarme,
mi padre es muy protector. Dice que soy alocado, que fumo y bebo cuando
no hay nadie alrededor.
Las cejas del rizado se alzaron. —¿Lo haces?
—...Ese no es el punto. El punto es que voy a tener que rogar para que
me deje. —Bufó el adolescente, molesto.
—Lo siento, Fionn. —Una vez estuvieron fuera del instituto, su corazón
dio un vuelco en cuanto visualizó el coche de su padre, pero con su madre
en éste, la cual tenía la vista al frente. —Yo...tengo que irme. N-nos
vemos mañana.
—Adiós, Harry.
Ambos adolescentes tomaron caminos diferentes. Harry apresuró el paso
en cuanto notó que su madre encendía el coche. Se subió al asiento
copiloto y bajó la mirada. Todo quedó en silencio. El rizado supuso que su
madre ya se había enterado de su actitud.
—M-mamá...
Su madre alzó la vista de golpe, con sus ojos abiertos de par en par.
Estaba enojada. Y no solo eso. Estaba golpeada, también. ¿Acaso...su
padre la había golpeado porque él lo insultó?
Harry comenzó a sollozar antes de que su madre comenzara a gritarle.
—¿Cómo pudiste haberle dicho eso a tu padre? ¿Cómo puedes faltarle el
respeto a alguien que te cría, y da de comer, y mantiene bajo un techo?
—Le apuntó con su dedo índice. —¡Jamás te ha faltado nada! ¡Él te ha
dado todo! Te da todo lo que quieras, Harry. ¿Qué pudo haberte hecho
para que le dijeras esas terribles cosas?
Harry no podía dejar de sollozar, cada vez encogiéndose más en su
asiento, sintiendo las lágrimas fluir y no parar de hacerlo. —Y-yo, yo...
—Tú eres un malagradecido. No quiero que vuelvas a hablar de aquella
manera nunca jamás. Recibirás un castigo por esto y se acaba la
conversación aquí, ¿De acuerdo? —Harry asiente de inmediato mientras
abrocha su cinturón de seguridad. —Necesitas disciplina.
Y no entiende. No entiende porqué su madre le hace sentir que su vida
depende de un hombre. No entiende porqué su madre vive como si fuese
que siguiera por él. No comprende, y no quiere...y no puede.
Finalmente, el auto acelera y ambos van rumbo a la casa.

Harry gritaba e intentaba cerrar la boca cada vez que el abrojo del
cinturón golpeaba fuertemente contra la piel de su espalda. Eran diez
veces, pero su padre, cegado por la ira, no dudó en darle uno más debajo
de su ojo izquierdo. Ahora éste estaba morado, y la espalda del niño ardía
como mil infiernos.
Se encontraba acostado de lado en su cama, sintiendo las lágrimas caer
lentamente. Había una taza de chocolate caliente sobre su mesa de
noche, y había sido cobijado por su madre. Recibió una disculpa de su
padre, el cual le decía que debía de ser disciplinado, que Dios no iba a
abrirle las puertas del cielo si el menor se convertía en una mala persona.
Lentamente comienza a sentir malestar, y la cama se mueve detrás suyo.
Louis está acostado a sus espaldas, su aliento roza la oreja del menor, el
cual comienza a sollozar audiblemente.
—Dime qué quieres que haga.
—M-mi espalda, me duele... —Rompió a llorar apenitas más fuerte,
sintiendo una tristeza inmensa en su interior.
No quería ser malo. Quería ir al cielo, pero ya no podía.
Se congeló en cuanto sintió la cálida mano del diablo colarse por debajo
de la camiseta de su pijama, acariciando la piel de su cadera. Subió
lentamente por su costilla e inesperadamente la posicionó en su espalda,
sobre las heridas.
El aire escapó de los pulmones del niño, comenzando a sentir ardor, pero
éste se desvaneció de inmediato y su espalda dejó de doler.
—Voltéate. —Dijo.
Harry lo hizo lentamente, dudando si debería debido a que temía estar
alucinando, que su espalda no esté realmente curada y cuando apoyase
ésta contra el colchón moriría de dolor.
Pero no fue así. Se sintió completamente normal.
Una vez frente a frente con el diablo, sin verlo directamente a los ojos,
sintió el pulgar de éste debajo de su ojo, en la herida. Acarició un par de
veces y el dolor se fue de inmediato, aunque no estaba seguro si el
hematoma también.
—Yo podría hacer que nadie vuelva a hacerte daño...jamás. —Dijo Louis,
bajando su mano a la mejilla de Harry y acariciándola delicadamente. Era
extraño que el diablo le hiciera sentirse bien, incluso con el malestar a su
alrededor. —Solo tienes que decir mi nombre. Nómbrame, y haré algo al
respecto.
—E-está bien.
Se quedaron en silencio. Era de noche, tarde. Harry no había cenado, y
continuaban de la misma manera.
—No puedo dormir... —Susurró el pequeño, aunque estaba
completamente adormilado, casi cayendo en los brazos de Morfeo.
El diablo subió su mano a los rizos de Harry, los probó entre sus dedos y
comenzó a acariciarlos lentamente, oyendo un balbuceo de parte del
dueño de aquellos bucles para luego oír una respiración pesada y leves
ronquidos.
Estaba dormido.
El diablo lo envolvió con sus brazos, lo refugió en su pecho e inhaló
lentamente, absorbiendo poco a poco su alma.
Sus ojos están abiertos, pero no puede mover el cuerpo o hablar. Es como
estar con el cuerpo dormido y la mente despierta, alerta a lo que puede
pasar.
La figura altísima y cubierta por una capa negra que está en un rincón es
la misma que vio en la carretera cuando ocurrió aquel accidente rumbo a
la iglesia. Continuaba allí, como viéndolo debajo de toda aquella
oscuridad. Se acercó lentamente al niño, el cual veía de reojo y se le
inclinó hasta que estuvo cerca de su oreja.
Esta cosa comenzó a susurrar tan bajo que apenas se oía, incluso si lo
hacía en su oreja. Hablaba en otro idioma, eso sí podía notarse. Harry
sentía escalofríos, la necesidad de respirar hondo, pero sentía a alguien
sobre sí. Un peso muerto. Sus ojos estaban llorosos, su voz no salía para
llamar a su madre y comenzaba a desesperarse.
Finalmente, en un parpadeo comenzó a tener dominio de su cuerpo. Vio
alrededor entre lágrimas y aquella cosa enorme y oscura ya no estaba
allí, se había ido al igual que el peso sobre su cuerpo. Sollozó asustado y
se giró hacia al otro lado al sentir una respiración en su nuca. El diablo le
observaba sin ningún tipo de expresión, completamente neutro mientras
el niño sollozaba, aún medio adormilado y lleno de pánico que no quería
demostrar.

—Tuviste una parálisis de sueño. —Dijo Louis, llevando una de sus manos
cubiertas de muchos anillos de oro hacia la mejilla del niño, limpiando sus
lágrimas y apartando los ricitos rebeldes de su frente.
Harry hipó antes de acurrucarse tímida y disimuladamente contra el torso
del rey del inframundo, el cual no dudó en envolver en sus brazos el
diminuto cuerpo del humano. Ambos estuvieron unos segundos en
silencio antes de que el menor suspire de manera profunda y temblorosa.
—¿Alguien se salva de ir al infierno? —Preguntó apenitas audible,
temiendo a la respuesta que seguramente recibiría.
—No. Es por eso que la gente no hace a menudo pactos conmigo. —Dijo
con algo de gracia el ente, acariciando con su dedo medio la espalda del
niño. —Y tú...me sorprendiste.
—¿Lo hice?
—Me maravillaste. Nunca vi algo tan puro verse tan bien al hacer un ritual
de invocación.
Las mejillas de Harry comenzaron a arder ferozmente, su cuerpo quedó
inmóvil y su mente viajó al momento en el que decidió hundirse bajo el
agua...semi desnudo.
Recordó también cuando Louis le había confirmado ser él el cuerpo que lo
ahogó con su peso. Pero estaba oscuro, y el diablo no podía ver en la
oscuridad...
¿O sí?
¿Acaso el diablo le veía realmente cada segundo? ¿Veía cuando él pasaba
el jabón sobre su piel bajo la lluvia artificial de su baño? Supuso que sí
debido a que cada vez que Louis estaba cerca sentía malestar y
protección, una sensación extraña y un calor agradable. Que suerte que
no se podían ver a los ojos, porque si así fuera, luego de Harry saber que
probablemente el arcángel que lo envolvía en sus brazos había visto sus
partes íntimas, moriría de vergüenza antes que éste pudiese llevarse su
alma.
—¿Te has llevado el alma de alguien importante?
Louis asintió lentamente ante la inocente pregunta de su niño favorito. —
Me he llevado el alma de muchas personas importantes.
—¿Cuál fue la última?
—Marilyn Monroe. —La sangre de Harry se heló.
Si no fuese el diablo, ahora mismo lo hubiera echado de su casa, no sin
antes decirle lo feo que eso lo hizo sentir. ¡Marilyn Monroe! ¡Su modelo a
seguir a escondidas había vendido su alma a éste hermoso diablo! Ella
era dulce, y frágil. Justo como él.
Al diablo no le importó.
Eso le dolía un poco a Harry, porque ya hace días convivía con la presencia
de Louis y sabía que le gustaba. Sí, le gustaba el mismísimo diablo. Era
imposible no hacerlo porque no solamente era su preciosa apariencia, si
no la manera en la que lo hacía sentir. Amaba la protección que sentía,
amaba que secara cada una de sus lágrimas, amaba la manera en la que
sus fuertes y cálidos brazos lo envolvían.
Sin embargo, no era tonto.
Últimamente hacía mucho frío, no dormía nada bien, todo lo que veía al
cerrar los ojos eran pesadillas y su oído no dejaba de pitar, como si la
cuerda más aguda de un violín fuese tocada una y otra vez de la manera
más irritante. Además del obvio rechazo a todo lo que tuviese que ver con
Dios, sus cambios de humor y la rabia que crecía al hablar con su padre.
Sabía que algo estaba mal con él. Era como si su alma se fuese de su
cuerpo poco a poco. Intentaba no pensar día a día en el hecho de que, en
algún punto, iba a ser solo una desesperada alma atrapada en el pequeño
espacio rojo en uno de los ojos del diablo.
Y le dolía.
—Harry, voy a enseñarte algo: Cada vez que alguien pide por mí, sabe
que me llevaré su alma. Es como en el mundo: Cada vez que alguien pide
algo a alguien más siempre quieren algo a cambio, pero debes confiar en
si lo cumplirán o no, y no puedes pedirle a alguien lo que se te antoje.
Conmigo es diferente, es por eso que cuesta llamarme a mí, no es tan
fácil.
—Yo ni siquiera sé exactamente lo que te he pedido.
—Lo pediste, y sigues pidiendo, inconscientemente. Pero no voy a
decírtelo, simplemente voy a cumplirlo.
Harry no insistió ya que sentía que estaba exigiendo saber mucho.
Simplemente decidió hacer una última pregunta:

—¿Lou...Louis? —Corrigió rápidamente, ruborizado al haberle puesto


apodo al diablo. No debía de tratarlo con tanta confianza. —¿Hay alguna
manera en la que no me sienta tan mal? Siento...uhm. Siento como si
fuese a desmayarme en cualquier momento, pero nunca lo hago.
Louis negó lentamente. —Es parte de esto el sentirte de esa manera. Te
acostumbrarás.
—Es extraño. Siento feo en mí, pero me siento bien cuando estoy cerca
tuyo, como...protegido.
La enorme mano repleta de anillos del ente tomó la barbilla del niño,
alzándola. Éste último cerró los ojos debido a que no soportaría no verlo
a los ojos, y el pitido lo sobresaltaría. No quería apartarse y, además, el
diablo aprovechó para admirar las facciones del bello rostro del humano.
Era como un precioso y frágil muñeco de porcelana.
—Eso es porque estoy aquí. Recuerda mis palabras: Nómbrame y haré
algo al respecto. —Harry sintió el aliento de Louis sobre sus labios, su
respiración se cortó, pero volvió en cuanto sintió un beso sobre su frente
antes de que alejara la mano de su barbilla y volviera a envolverlo con
ambos brazos. —Niño, es hora de soñar.
Minutos después, Harry volvió a dormirse y revivió todas las
perturbadoras pesadillas su mente, incluso descansando en paz.

—Buenos días. —Anuncia el rizado en cuanto entra a la cocina.


—Buenos días, cariño. —Su madre responde de espaldas, cortando
rebanadas de budín de pan y poniéndolas en pequeños y bonitos platos
floreados. —¿Cómo has amanecido? —Se giró con uno de los platos en
mano. —Dios te bend... —Su voz se cortó y el plato cayó al suelo,
haciéndose pedazos en un segundo, todo provocado gracias a la
apariencia de su hijo.

Se veía diminuto y delgado como siempre, pero sus labios eran del color
de una servilleta, al igual que su rostro. El hematoma bajo el ojo gracias
a los golpes de su marido seguía allí, pero también tenía unas ojeras
moradas. No lucía nada sano, y un nudo se instaló en la garganta de Anne
cuando recordó el cambio de temperatura en el cuerpo de su hijo y que
el doctor había dicho que si algo más sucedía debían de volver y dejarlo
en observación.
—¡Mami! Iré por una escoba. —Dijo el adolescente, saliendo de la
habitación. Volvió a los segundos con la escoba y una pequeña pala. —
¿Qué sucedió? ¿Por qué soltaste el plato de esa forma? ¿Te lastimaste?
¡Traeré vendas!
Anne rápidamente detuvo a su hijo y ambos se vieron fijamente antes de
que la mujer negara con lentitud, sin poder creer lo descuidada que había
sido con su hijo. Rápidamente lo envolvió en brazos.
—¡Oh, cielo! ¿Te sientes bien? ¿Por qué luces así? Desayunemos y
vayamos al hospital, ¿Vale?
—No, no, no. Estoy bien. —Rápidamente cubrió con una mentira el hecho
de que su cuerpo esté en descomposición como si fuese un cadáver. —
Estoy bien, solo he dormido muy mal éstos días. —Eso último era verdad.
Su madre guardó silencio mientras él barría los vidrios con rapidez antes
de tirar los trozos a la basura. Pronto su padre bajó las escaleras y luego
su hermana. Todos se sentaron a desayunar, era muy temprano y debían
de ir a la iglesia, cosa que preocupaba a Harry.
Su padre -al igual que su madre- le preguntó sobre su apariencia, y el
adolescente respondió exactamente lo mismo. Se limitó a comer de su
desayuno, beber de su jugo exprimido y disfrutar de la compañía de su
familia como si fuese la última.
Todo iba extrañamente bien.
Parpadeó un par de veces en cuanto notó que parecía como si se estuviese
haciendo de noche. ¿Pero cómo? ¡Si apenas se levantaba! Observó hacia
la ventana más cercana de la cocina y notó el cielo levemente nublado,
sin sol, un poco oscuro. Apretó los labios y frunció un poco el ceño antes
de volver la vista al frente, parpadeando con rapidez.
¿Era posible que todo se volviera, literalmente, más oscuro desde la
llegada de Louis?

Oyó como su familia comentaba sobre las cosas que deberían de hacer
aquel día, y finalmente hablaban de unos compromisos que tenían en la
iglesia.
—Harry. —Llamó su padre, y el nombrado lo vio de inmediato. Lucía
preocupado. —Iremos a la iglesia, pero tú te quedas aquí a descansar,
¿Está bien? —Ambos asienten lentamente, de acuerdo. Su madre luce
más tranquila ante aquello.
Por encima de Dominique comienza a sonar el teléfono. Su padre se
disculpa antes de ponerse de pie y caminar hacia éste. Por las caras de
su madre y hermana Harry puede deducir el que es algo extraño, pero la
música y el pitido en su oído no le permiten husmear como las dos
mujeres que le hacían compañía.
Finalmente, su padre vuelve y se queda observando a su familia antes de
sentarse y ver a su esposa.
—Cariño, me ha llamado mi hermano. Vendrá él, Jacky y los niños. Dice
que quiere que nos disculpemos por haberles dado comida en mal estado.
—Suspira antes de apoyar su mano bajo su barbilla.
Anne rápidamente apoya una de sus manos sobre las de su marido, y
Harry intenta esconder sus ganas de reír gracias a una taza de té tapando
su boca al beber.
—Oh, amor. Tranquilo. Nosotros sabemos que no hemos hecho nada mal.
Pero si quieren una disculpa para seguir siendo una familia, lo haremos.
Recuerda que Dios lo ve todo. —Aconsejó su esposa. Des le agradeció con
una ligera sonrisa.
—Por favor, apenas terminan de desayunar vayan a vestirse para recibir
a su familia. Anne, prepara el agua para el té y la bandeja con el budín
de pan para el living. Gemma, ayuda a tu madre. Harry, tú descansa un
poco y ven unos minutos cuando lleguen tus primos.
Al finalizar de recibir las órdenes continuaron desayunando y, finalmente
fueron a sus respectivos cuartos para vestirse.
Harry lo hizo rápidamente, sonrojado y sin poder dejar de pensar que el
diablo rondaba por allí. Hacía frío fuera, pero ya que iba a quedarse dentro
de su casa simplemente se puso sus calcetines largos y blancos, shorts
de tiro alto con tiradores color negro, camisa blanca abotonada y zapatos
negros.

Se miró al espejo por unos segundos, acomodando sus ricitos hacia un


costado y suspirando. Se veía horrible.
—Perfecto, mi niño favorito. —Sonrió de lado al oír la voz de Louis y se
giró hacia la izquierda, viéndolo en un rincón del cuarto con una pequeña
sonrisa, la cual demostraba de todo excepto algo bueno.
Se acercó lentamente a Harry, éste último viendo por el espejo como el
diablo lo envolvía en sus brazos desde atrás y se veían a través del reflejo.
Su oído no molestaba tanto cuando se veían así, cosa que Harry
agradecía, pero, de todas maneras, debía de apartar la vista en un punto.
El sonido era insoportable.
—Mira cómo me veo... —Se lamentó el rizado en voz baja, cada vez
notando más el deterioro en su piel, ojos, cuerpo. Todo.
—Te ves emocionado por recibir a tus primos. —Lo giró en sus brazos,
quedando frente a frente. —Lo estamos, ¿Verdad? Veamos... ¿Qué les
haremos hoy?
Harry mordió su labio inferior, bajando la mirada. —Creo que no
deberíamos hacer nada... —Comentó, culpable. Ya bastante vergonzoso
había sido lo que Louis les había hecho.
El silencio reinó unos segundos en la habitación antes de que los brazos
del diablo se envolvieran más posesivamente alrededor de la cintura del
humano, el cual alzó el rostro, sorprendido y sonrojado. El ente acercó su
rostro al del más bajo, rozando sus labios con la suave mejilla del otro. El
toque ardía un poco, pero todo era cálido a su alrededor.
—Nómbrame...y haré algo al respecto.
¿Por qué no dejaba de repetirlo?
Una vez oyeron la puerta abrirse y diferentes voces en su casa ambos
alzaron el rostro antes de volver a verse. El diablo lo observó fijo, aunque
el pequeño no lo hacía y finalmente lo soltó, dando unos pasos hacia atrás
y deteniéndose. Se veía intimidante, neutro y paciente.
Harry simplemente se giró y salió, subiendo los escalones y caminando
por el pasillo hasta llegar al living, en donde estaban por sentarse sus tíos
y primos: Brad, Ben y Bob. Era algo chistoso que todos los nombres
comenzaran con “B”, pero Harry no lo admitía porque era una buena
persona y no quería burlarse de su familia.

—¡Harry! Hola, querido. —Su tía abrió sus brazos a su sobrino favorito y
éste último, encantado, se dejó llenar de mimos con una adorable
sonrisita. Jacky tomó el rostro del niño y lo observó con su ceño fruncido.
—¿Has estado comiendo bien? Mira tú hermosa carita... ¿Qué te ha
sucedido en el ojo?
—Me golpeé jugando. —Mintió, apartándose para saludar al resto de su
familia. Sin poder evitarlo, sonrió de más en cuanto tuvo que darles besos
en las mejillas a sus primos, los cuales lo fulminaban con la mirada
mientras el más pequeño se sentaba en el sofá.
El tío de Harry, Joffrey Styles, observaba a su hermano fijamente, sin
siquiera sonreír un poco. Todos ya estaban sentados y se habían quedado
completamente en silencio, simplemente mirándose entre sí.
—¿Quieren...quisieran budín de pan? —Ofreció Anne amablemente.
—Quiero mis disculpas.
—Joffrey... —Jacky intervino, aún con su ceño fruncido y observando con
desaprobación a su marido. Dirigió sus ojos marrones hacia Anne y le
sonrió con amabilidad. —Claro, de seguro está muy rico.
Anne estuvo a punto de comenzar a servir, algo incómoda, pero notó que
había olvidado los pequeños y bonitos platos floreados en la cocina. Harry
de inmediato se puso de pie al notar la ausencia de éstos.
—Yo voy. —Dijo, intentando liberarse de la incómoda situación familiar.
—De acuerdo, bebé. No olvides los cubiertos y las cucharas para el té.
¡Oh! Fíjate en el refrigerador si ha quedado pastel, tal vez nadie quiera
budín de pan. —Dijo su madre.
—Nosotros lo ayudaremos. —Dijo Brad poniéndose de pie, siendo seguido
por sus otros dos hermanos, los cuales sonreían de una manera
falsamente inofensiva.
Harry apretó sus labios, nervioso mientras caminaba hacia la cocina y
sentía los pasos detrás suyos. La puerta se cerró una vez estuvo dentro
y caminó hacia la encimera, haciendo puntitas de pie para intentar
alcanzar los platillos de la alacena. Dominique sonaba a gusto en el
pasillo, y no pudo evitar comenzar a tararear.
Una mano tomó su brazo con fuerza, girándolo y haciendo que vea con
sus dos ojos bien abiertos a Brad, el cual se inclinaba de manera
amenazadora hacia el rizado.

—Mira. No sé qué mierda fue lo que hiciste el otro día. —Comenzó. Harry
de inmediato alzó ambas cejas.
—¿Yo? ¿Q-Qué hice?
—No te hagas el idiota. ¿Cómo crees que sea posible que a los tres a la
vez nos haya sucedido? Eres un brujo. —Acusó, refiriéndose a cuando
tanto él como sus hermanos se habían ensuciado a la par, al mismo
segundo.
El ceño de Harry se frunció de golpe, molesto, pero sin dejar los nervios
de lado. No le gustaba que lo acusaran, incluso si, en parte, era verdad.
—No soy nada de eso. —Se quejó debido al agarre reafirmándose en su
pobre brazo el cual, seguramente, ya estaba dañado.
—¡No es una casualidad! Eres un brujo y voy a decírselo a tus p... —Un
ruido proveniente de un rincón de la habitación lo interrumpió.
Todos observaron hacia allí, notando que una de los miles de crucifijo que
colgaban en la pared se había caído al suelo. Se quedaron en silencio unos
segundos, y el agarre en el brazo de Harry comenzó a esfumarse cuando
todos los crucifijos de la habitación comenzaron a temblar. Los primos de
Harry retrocedían, asustados.
—¿Qué está pasando? —Bob preguntó.
Pero, de manera inesperada...
...Todas las cruces se giraron bruscamente, dando la clara señal de que
allí dentro no había nada bueno.
—¡AAAAAAAAAAAAH!
—¡MAMÁAAAAAAAAaAaAaaaaAaAAA!
—¡BRUJO, BRUJO! ¡BRUJOOOOO!
Los primos de Harry salieron de la habitación, cerrando la puerta tras sí.
Harry corrió al refrigerador en cuanto oyó las voces del resto de su familia
preguntar qué había sucedido. Tomó el pastel con un brazo y con el otro
busco rápidamente cubiertos en el segundo cajón de una de las
encimeras. Tomó la cantidad exacta y caminó rápidamente hacia la
puerta, viendo de reojo las cruces girarse con rapidez.
En cuanto abrió la puerta sus primos comenzaron a gritar nuevamente,
apuntándolo e intentando esconderse tras sus padres.
—¡ES EL ANTICRISTO! —Ben gritó.
—¡YA BASTA, LOS TRES! —Alzó la voz su tío Joffrey, observando a sus
hijos. Estaba avergonzado de sus propios retoños. —Su primo no es
ningún anticristo. Dejen de molestarlo y avergonzar a su madre y a mí.
Estoy harto de ustedes.
—¡Papá, lo juramos! —Bob intentó convencer para luego ver a Des. —
Hizo que todas las cruces se giraran. Lo juramos, en serio. Ven, vamos a
ver. —Tomó la mano de su tío y los tres arrastraron a los hermanos Styles
hacia la cocina.
—Por el amor de Dios. ¿Qué sucedió, Harry? —Gemma preguntó,
preocupada por la terrible actitud de sus primos.
Harry se sentó a un lado de su tía, la cual lo veía apenada. Observó a su
hermana con un semblante neutro. —Mientras me decían cosas feas una
cruz se cayó y se asustaron. —Mintió. —¡Oh, rayos! Olvidé los platitos. —
Un pucherito se hace presente en su labio inferior. Su tía ríe antes de
avisar que ella iría por ellos, por lo cual se levantó y se dirigió hacia la
cocina.
Minutos después todos vuelven. Su tío pide disculpas inmediatas por el
terrible comportamiento de sus hijos, y también por haber acusado a su
familia de dar comida en mal estado. Todo parece bien, excepto por las
miradas de sus primos en él. Su tía Jacky los ve y les dirige una mirada
asesina, provocando que no lo vean por un largo rato.
Harry come de su rebanada de pastel mientras nota de reojo a Louis en
un rincón. De inmediato lo ve y, a pesar del constante pitido en su oído
izquierdo, éste no aumenta cuando les ve fijamente a los ojos.
¿Acaso desde esa lejanía no podía aumentar? Harry desearía poder verlos
más de cerca, descubrir miles de cosas dentro de esos hermosos ojos
celestes con un cuarto de rojo. Ambos se ven fijamente, y el niño siente
miedo, pero también una desesperante necesidad de ser envuelto por los
brazos del rey de las tinieblas.
Y nunca creyó que se encontraría en aquella situación, deseando algo tan
loco como aquello.
Se limitó a ver los ojos de Louis por un largo rato. Éste le devolvía la
mirada y lentamente sonreía de lado. Fue entonces cuando Harry volvió
la vista al frente para ver a su familia que notó a su hermana fruncir el
ceño. De inmediato sus mejillas se volvieron rojas y bajó la mirada a su
rebanada de pastel, terminando y dejando el platito en la mesa ratona
frente a él para darle un gran sorbo a su té de manzanilla. Finalmente se
sentó derecho, de forma educada e intentó escuchar la conversación de
su familia, pero, nuevamente, hablaban de Dios.
Un chiflido sin melodía alguna se hace presente, Harry parece ser el único
que lo oye así que busca con la mirada a Louis, el cual se encuentra detrás
de sus primos, los cuales veían de manera paranoica a su alrededor,
asustados. Ben, sin embargo, ve fijamente a Harry, el cual intenta
disimular el estar notando algo detrás de sus familiares.
“Dime qué quieres que les suceda.” Oye en su cabeza. “...Vamos.
Será divertido.”
Lo primero que se cruza por la cabeza de Harry es la palabra “asustar”, y
el diablo sonríe ante aquello. No sonríe porque fuese malvado, porque
comparado a lo que ha hecho toda su existencia, aquello es una estupidez.
Más bien, sonríe por la verdadera inocencia que está unida al alma de su
niño favorito.
Sin dejar de ver a éste último, se inclina lentamente hacia la oreja derecha
de Ben, el cual es el más paranoico de los tres. Los ojos del ente se
vuelven oscuros, sus pupilas se dilatan y la sonrisa que le dirige al niño
es lo demasiado escalofriante para erizar su piel.
Sin esperar más, un “Boo” demasiado grave y algo distorsionado sale de
la boca del diablo. Ben prácticamente vuela del sofá, gritando y
comenzando a llorar. Harry se queda en su asiento, asustado por la
manera en la que los ojos de Louis se pusieron, y su voz...
El hermoso océano en sus ojos había desaparecido, ahora tan solo había
una oscura fosa llena de almas.
Fue cuando, finalmente, Jofrrey decidió que era hora de llevar a sus hijos
a casa, no sin antes observar sospechosamente a su sobrino, el cual corrió
la mirada de inmediato.
Culpa. Eso era.

Cuando sus tíos y primos se fueron, Harry ayudó a su madre a limpiar


todo el lugar, oyendo a sus padres comentar el extraño comportamiento
de sus sobrinos. Gemma se había terminado de preparar para ir a la
iglesia, y Harry comentó que deseaba dormir un poco antes de que sea
mediodía y tener que ir a la escuela. Su madre nuevamente le ofreció
quedarse en casa, pero éste se negó.
Finalmente, cuando estuvo solo simplemente bajó al sótano, a su
habitación. Cerró la puerta detrás suyo y se giró, viendo alrededor.
No quería volver a ver a Louis así nunca jamás, y aunque le daba miedo
llamarlo, necesitaba que sus brazos lo envuelvan...incluso si aquello era
pedir mucho al diablo.
—¿L-Louis?
—Niño. —Harry observó hacia un lado de su habitación al oír la voz
provenir de allí, y su corazón comenzó a latir normal en cuanto notó los
ojos del ente nuevamente normales. —¿No me digas que eso que huelo
en ti es...? —Se acercó mientras comenzó aquella pregunta, quedando de
frente. Lo tomó de la cintura e inclinó su rostro al cuello del niño,
inhalando profundamente. La piel de Harry se erizó. —Culpa. —Afirmó.
Harry bajó la mirada en cuanto el diablo lo observó fijo. Estaba
avergonzado de sí mismo, de su comportamiento.
—Ellos son...son solo tontos adolescentes. No saben lo que hacen. —
Defendió a su familia, incluso sin tener que hacerlo ya que sabía que le
hacían la vida casi imposible.
—Como dije: Eres puro. —Repitió el diablo, y una sonrisa ladina surgió en
sus labios. —Lo noté en tus ojos cuando no parabas de mirarme.
Las mejillas de Harry ardían como el mismísimo infierno, pero no pudo
evitar sonreír solo un poco mientras su corazón latía rápidamente. —
Yo...creo que quiero dormir un poco. —Ladeó su cabeza en cuanto Louis
se apartó un poco.
Este último le tendió su mano repleta de anillos al niño, y Harry la tomó
sin dudar, notando que encajaban perfectamente. El diablo lo guio hacia
la cama, lo sentó y se inclinó solamente para quitarle los zapatos y los
calcetines con lentitud. Se volvió a poner de pie mientras el humano se
acostaba en la cama, dejando un espacio para el ente el cual ni lo dudó y
se acostó también, rodeando el cuerpo del niño con uno de sus brazos.

Ambos estaban cerca, y a pesar de que Louis le observaba fijamente


mientras acariciaba los ricitos de la frente de su niño, éste veía fijamente
bien puestos en los gruesos dedos del diablo. En un parpadeo, unas
rápidas imágenes se hicieron presente: Bosque, árbol, mano con anillos,
ventana y nieve. Frunció su ceño con confusión antes de que sus ojos se
cerraran, agotado.
—¿Te he conocido antes? —Preguntó con las pocas fuerzas que tenía.
Oyó una ronca risa, y se durmió con éstas últimas palabras en su cabeza:
—He vigilado tu alma incluso antes de que estuviera en tu cuerpo, y
siempre ha sido mía.

Fionn y Harry salieron de la clase de coro con sus papeles en mano. El


primero nombrado rápidamente se acerca a un cesto de basura del pasillo,
hace pedazos la autorización negada y lo tira antes de patear al
mismísimo aire y volver al lado de su compañero, el cual veía al frente
con la mirada perdida en algún lugar.
—Es injusto. Iba a ser un increíble viaje. —Fionn se quejó. No podía creer
que no le habían dado permiso de ir a la excursión. ¡Había hecho todo lo
que le dijeron!
—Lo siento, Fionn. —Dijo, aún algo ausente.
Sentía todo ir bien, incluso más bien que antes. No sentía el malestar, y
cuando había ido al baño notó en su reflejo verse mucho mejor que antes.
Cuando despertó para ir a la escuela Louis no estaba, y en la siesta que
tuvo no solo había dormido excelentemente, también había soñado bonito
y todo.
Todo parecía ir exactamente como antes, excepto por el hecho de que
sentía un gran, gran, graaaan vacío en su interior. Y todo por la notable
ausencia de Louis. Ni siquiera lo veía de reojo, quería llorar.
—¡Y yo! Iba a haber fogata, iban a merodear por el bosque. Ibamos a
nadar. ¡A nadar en invierno! ¿Comprendes eso?
Harry despertó de su trance al oír aquello. ¿Nadar? Oh, no. No, no, no.
—Yo no sé nadar. —Confesó.
—¡Pues yo te hubiera enseñado si estuviera allí! —Fionn suspiró,
frustrado.
Una vez fuera, ambos se quedaron en la entrada esperando a que los
recogieran sus respectivos padres. Harry nuevamente notó que el sol no
estaba a la vista, pero, sin embargo, podía ver la luz de éste sobre la piel
de Fionn. Él, en cambio, no tenía nada más que sombra.
—Harry, no te ofendas, pero he querido preguntarte algo todo el día. —
Fionn dice, girándose para poder ver al niño de rizos, el cual siente que
ha hecho algo malo. Últimamente siente aquello todo el tiempo. —¿Por
qué te ves como la mierda?
Harry se sonroja ante el insulto y acomoda sus rizos hacia el costado. —
Oh, no he dormido bien éstos días, y eso suele arruinarme. —Miente.
—¿Qué hay del moretón en tu ojo?
—Me golpeé. —Otra mentira más.
Fionn alza ambas cejas antes de negar. —Harry, más de la mitad del
pueblo recibe dura disciplina de sus padres por mal comportamiento.
Créeme, tengo golpes todo el tiempo. —Su tono es desanimado.
Finalmente ve al frente y ríe con notable sarcasmo. —Realmente espero
que en los siguientes siglos nuestros castigos sean vistos como maltrato,
y también sean ilegales. ¿Te imaginas? Me volvería rico.
—Fionn, es 1967. No creo que estemos vivos para los siguientes siglos.
—No me rompas el corazón de esa manera, Harry. —Ambos chicos ríen.
Finalmente se despiden debido a que el padre de Fionn frenó con su coche
cerca de la acera. Una vez el auto aceleró Harry suspiró profundamente,
cerrando sus ojos.
Un malestar se instala de manera desprevenida en su pecho, el pitido de
su oreja aumenta un poco y una vez abre los ojos, suspira nuevamente -
ahora de alivio- al notar al diablo por el rabillo del ojo.
—Lou. —Dice, más tranquilo. Ya no tiene miedo de usar el apodo.
—Mi niño favorito. ¿Cómo estuviste sin mí?
—No te vi al despertar.
—Tuve que bajar por unos asuntos.
El ceño del niño se frunció, sin comprender. —¿Baj...? —No termina su
pregunta debido a que lo comprende casi de inmediato. Bajar, infierno.
¡Claro! —Oh. Bueno... ¿Todo en orden?
—Por supuesto.
Harry notó el auto de su padre llegar con su madre conduciendo. Esta
tenía una amplia sonrisa, el rizado simplemente la mira por unos
segundos antes de volver a suspirar.
—Te extrañé. —Dice, claramente dirigiéndose al diablo antes de comenzar
a caminar rápidamente hacia el auto de su madre.
Una vez se sube, siendo bombardeado de preguntas sobre cómo estuvo
su día y demás, se siente tranquilo de ir rumbo a su casa con Louis
vigilando.

Una vez Anne y Harry llegan a la casa, ésta comienza a comentar


alegremente el estar preparando lasaña para la cena. Camino a la sala le
dice a su hijo que preparará té y algo para comer en la merienda, pero la
charla se detiene en cuanto nota a Des, Gemma y Brad sentados sobre el
sofá más grande del cuarto. Su primo le sonríe, su hermana tiene los ojos
llorosos y su padre parece estar a punto de matarlo.
... ¿Qué estaba sucediendo?
Su madre y él se observan antes de volver la vista al frente, confundidos.
—Harry, siéntate. —Su padre dice con calma. Oh, no. Ese tono...
Harry de inmediato camina al sofá del frente de su familia, es uno
individual así que no duda en hacerlo. Se quitó la mochila y la puso a sus
pies para luego poner sus manos entrelazadas sobre su regazo,
observando con miedo a su padre, el cual no cambiaba la expresión.
Finalmente Des alzó su mano, sosteniendo en ésta dos colillas de
cigarrillos y uno a medio fumar. También había un encendedor. —¿Qué
es esto?
El niño parpadea, perplejo. Jamás ha visto a su padre sosteniendo un
cigarrillo, es extraño. Tragó saliva antes de responder: —¿C-Cigarrillos?
—Tartamudea, temiendo decir algo mal.
Su padre se para bruscamente del sofá y da unos pasos hacia su hijo,
inclinándose para intimidar lo y acercando los cigarrillos a la cara del niño.
—¿Me repites lo que acabas de decirme?
Harry observa a su alrededor, buscando a su madre con la mirada, viendo
a su hermana luego y finalmente a su primo, el cual cubre sus labios para
intentar no reír. Dulce, dulce venganza.
Sus ojos verdes se llenan de lágrimas antes de volver a ver fijamente a
su padre, el cual tiene su rostro rojo y le tiembla la mano.
—P-papá. ¿Qué sucede? —Tragó el sollozo que se avecinaba, intentando
ser valiente.
Un profundo gruñido sale de la boca de su padre antes de que lo tome
por la manga de la camiseta, levantándolo bruscamente del sofá
individual y arrastrándolo hasta la cocina, sin molestarse en cerrar la
puerta. Lo pone de frente a él y agita los cigarrillos en su cara.
—¿Quieres saber qué sucede? —Ríe con sequedad. —¡El irrespetuoso de
mi hijo fuma a escondidas como si fuese un traicionero! ¡Un pecador!
Anne entra a la cocina, comenzando a llorar. Sabía que esta vez no podría
controlar a su marido. Nunca podía.
—Des, por favor...
—¡Cierra la boca, Anne! Tú... —Apunta a Harry con un dedo índice,
respirando profundo antes de exhalar bruscamente, negando con la
cabeza. —No puedo creer que me sigas viendo a la cara.
—Eso no es mío. —Rápidamente responde Harry con su voz temblorosa,
apretando sus labios y entrecerrando sus ojos cuando su padre comienza
a agitarlo desde su camiseta.

—¡ESTABA EN TU CUARTO, TÚ ERES EL ÚNICO QUE SE LA PASA ALLÍ!


—¡Yo no he puesto eso allí! Lo juro. Yo jamás haría eso. —Las lágrimas
comienzan a caer por su rostro. Tiene miedo, quiere ir a su habitación y
refugiarse en los brazos de...
—¡ME HAS PUESTO EN VERGÜENZA FRENTE A NUESTRA FAMILIA!
FRENTE A LOS OJOS DE DIOS. ¿QUÉ CREES QUE DIRÁN EN LA IGLESIA
SOBRE ESTO? —Nuevamente agita los cigarrillos en la cara del niño. —
¿CREES QUE ACEPTARÁN A UN VAGO FUMADOR Y PECADOR?
—¡Yo no fumo! ¡Créeme a mí!
—No puedo creerle a un mocoso. Has dicho cosas horribles hacia mí el
otro día. —El agarre en el brazo de Harry aumenta. —¿Acaso necesitas
más disciplina?
—Des, por favor. Él no ha...
—¡CIERRA LA BOCA! —Un gemido doloroso sale de los labios de Anne en
cuanto Des suelta a su hijo y su palma impacta fuertemente contra la
mejilla de su esposa.
Harry retrocede rápidamente, comenzando a sollozar más fuerte,
asustado. Gemma aparece por el marco de la puerta, analizando la
situación y acercándose a su madre, abrazándola y viendo a su padre de
manera acusadora, llena de ira, sin saber exactamente qué hacer.
Des parpadea por unos segundos antes de volver su vista a su hijo. Sus
orificios nasales se agrandan antes de acercarse y tomar los rizos de
Harry, arrastrándolo fuera de la cocina. El niño puede oír los sollozos de
su madre y los gritos de su hermana, indicándole que se detuviera.
Sus pies tropiezan en las escaleras ante el dolor que siente en su cuero
cabelludo, se está ahogando en su propio llanto y su vista se oscurece un
poco. Parpadea rápidamente al notar luego de unos segundos que está
en el cuarto de sus padres, sentado en la punta de la cama de éstos. Des
cierra la puerta y se gira para ver a su hijo. Luce tranquilo, y si Harry no
lo conociera bien pareciera que iba a pedir perdón.
Su padre arroja las colillas de cigarrillo al suelo y lleva el único que está
por la mitad a su boca, prendiéndolo gracias al encendedor de su cuarto.
Harry intenta no continuar ahogándose con su llanto, ignorando el dolor
en su cuero cabelludo y observando con terror a su padre, viéndolo
encender el cigarrillo antes de apartarlo de su boca y exhalar el humo.
Ambos se quedan viendo por unos segundos, Harry intenta mantenerse
callado, pero sabe lo que va a suceder. Des da un paso adelante antes de
poner el cigarrillo en posición vertical y decir:
—Extiende tu brazo.
Los sollozos de Harry vuelven a hacerse presentes mientras niega
rápidamente, retrocediendo un poco en la cama, sin fuerzas. —N-no, no.
Yo no l-lo hice.
—Extiende tu brazo. —Repite su padre, sin dejar de avanzar hacia él.
—No, no.
Todo pasa muy rápido: Des toma el brazo de Harry con brusquedad, pero
éste último llega a proporcionarle una patada en el estómago, alejándolo.
Siente que está sin aire, no puede creer que aquello esté sucediendo.
—¡LOUIS! ¡LOUIS, LOUIS!
Tan solo el primer llamado fue necesario. Su padre estaba avanzando
hacia él, pero, de pronto, quedó inmóvil. Exhaló e intentó inhalar, pero
no se le hacía fácil. Llevó una mano a su pecho a la par que soltaba los
cigarrillos, y en segundos estaba desplomado en el suelo.
“Nómbrame y haré algo al respecto.”
Un ataque al corazón, esa fue la obra del diablo.
Oír el desconsolado llanto de una madre desesperada al haber perdido a
su hijo en la sala de espera del hospital no era nada reconfortante para
Harry Styles, el cual temblaba en los brazos de su hermana mayor, la cual
acariciaba con una mano sus adorables rizos e intentaba consolarlo,
diciéndole que nada de lo que había sucedido fue su culpa.
Definitivamente todo era su culpa.
Bien podría haber aguantado un par de quemaduras en su piel, porque no
eran nada a comparación de un ataque al corazón. No hubiese pasado de
un castigo, porque su padre jamás podría herirlo con gravedad...
¿O sí?
Ambos hermanos vieron a la puerta del frente en cuanto ésta se abrió y
su madre salió con una pequeña sonrisa. Harry no sabía si aquello era
bueno o malo. Anne se acercó a sus hijos, tomando el asiento de un lado
de Gemma y viéndolos.
—Niños, no lloren. Su papá está bien, se va a recuperar. —Besó la frente
de ambos de sus hijos. —Tienen que rezar y Dios va a arreglarlo todo.
Estará en observación esta noche, y se va a recuperar poco a poco. No
debe llevarse disgustos, y debe comer saludable. Lo cuidaremos,
tranquilos.
A pesar de la sonrisita de su madre y el profundo suspiro saliendo de los
labios de Gemma, Harry temblaba como una hoja, y tenía el color de ésta.
Estaba descompuesto, mareado, disgustado...
—Gemma, cielo. Lleva a Harry a la cafetería. —Dijo a la vez que le
entregaba dinero a la mayor de los hermanos. —Cómprale un chocolate
caliente y una dona. Cómprate algo tú también, es una noche muy fría.
Me quedaré aquí, asegúrate que tu hermano esté bien.
Gemma asintió y ayudó a su hermano a ponerse de pie y a caminar fuera
de la sala de espera. Recorrieron el hospital hasta finalmente llegar a la
cafetería. Ésta estaba casi vacía a excepción de unos ancianos en unos
asientos de la esquina, bebiendo tazas de café y charlando en voz baja.
Gemma dejó a su hermano en un asiento de una mesa de las esquinas y
acarició sus rizos.

—No me tardo, quédate aquí. —Le dijo antes de ir a pedir la comida.


Harry se encogió de hombros, sintiéndose más pequeño de lo que era
mientras continuaba temblando. Moría de frío, moría de miedo...
...Moría de ganas de continuar en los brazos de Louis. No se sentía a
salvo, estaba desprotegido, y tan nervioso que apenas lo veía de reojo.
Era su culpa. Su padre había tenido un ataque al corazón, ya no podrían
verse mutuamente a la cara. Su familia sospecharía de él, se preguntarían
quién es “Louis” y lo acusaría, para luego matarlo a golpes. Su alma iba
a ser arrebatada de la peor manera posible, e incluso sabiendo que
acabaría en el infierno, nunca dejó de sentir las ganas de ser envuelto por
los brazos del diablo.
Lo quería tanto, necesitaba aquello, y más. Necesitaba...
Las tazas siendo puestas bruscamente sobre la mesa lo sobresaltaron,
interrumpiendo sus pensamientos y acurrucándose más contra su asiento.
Su hermana se sentó frente a él y puso el plato con las cuatro enormes
donas de chocolate en el medio.
—Come, Harry. —Básicamente le ordenó.
No iba a negarlo, tenía hambre. Pero sentía que podría vomitar en
cualquier momento. La culpa no se iba de su sistema, si al menos pudiese
irse con el vómito...
Intentando dejar de pensar respiró profundamente antes de sentarse
derecho y tomar una dona, dando un mordisco y masticando lentamente.
Su hermana suspiró y bebió de su café con crema, relamiendo sus labios
luego.
—Harry. —Llamó, pero éste continuó con la mirada baja, masticando. —
Sé que crees que es tu culpa p-
—Lo es. —Interrumpió el pequeño. Apenas le salía la voz. Tragó la comida
de su boca y dejó la dona sobre la mesa, tomando delicadamente su taza
y soplando el contenido antes de darle un sorbo, sintiendo el chocolate
arder en su pecho.
—Por supuesto que no. —Rápidamente contradijo Gemma. —Papá es
violento. Tú lo sabes, mamá lo sabe, yo lo sé. Joder, él lo sabe. —Harry
alzó la mirada al oír el insulto. No sabía que su hermana decía palabrotas.
—Lo siento. El punto es que...no es un castigo. Él nos hace creer que es
un castigo y...Dios bendito, no lo es.
—Gemma. N-no... —Nuevamente respiró profundo, intentando calmar su
cuerpo. No podía. —...Por favor, no hablemos de ésto. Intento...intento
no temblar.
—¿Tienes frío? Es porque siempre estás desabrigado. No usas pantalones
largos. Es otoño, Harry. ¿Quieres que vaya a casa a por un abrigo? Puedo
ir con el auto.
No necesitaba un abrigo. Necesitaba sus brazos.
—No, no. Yo...necesito ir al baño, ¿Me disculpas? —En cuanto su hermana
asintió le dio un último sorbo a la taza y se puso de pie, saliendo de la
cafetería.
Caminó rápidamente en busca de un baño. Sabía que no era un horario
en que se encontraría a alguien allí, lo cual era bueno para él. Había
comenzado a llorar silenciosamente, de solo saber que sentiría los brazos
de Louis podía casi sentir la protección.
Una vez lo encontró se adentró sin dudarlo y cerró la puerta detrás de sí.
Miró alrededor y se acercó a los cubículos, notando que ninguno estaba
ocupado. De inmediato comenzó a sollozar con fuerza.
—¿Louis? —Se giró en cuanto sintió una sombra pasar de reojo. De
inmediato caminó hacia el diablo al verlo parado frente a él, y lo abrazó
por el torso, sin temer a su hermoso pero inexpresivo semblante.
Comenzó a sollozar a lo loco en cuanto sintió los brazos del diablo
envolverlo, al principio, con dificultad. —Louis. N-no puedo dejar de
temblar...
—Sh, sh. —Intenta calmarlo el arcángel, reafirmando el agarre con más
seguridad y llevando su nariz a los ricitos del niño, el cual estaba algo
despeinado, pero continuaba viéndose adorable. —Vas a dejar de
temblar, solo necesitabas estar en mis brazos. —Le dijo, aún sin
expresión. Era imposible descifrar lo que éste ser sentía...si es que sentía
algo, claro.
—Sigue vivo, mi padre. —Le dijo el niño, como si no se hubiese enterado.
Se apartó de su pecho para alzar el rostro y ver sus labios, ya que no
podía ver sus ojos o el molesto pitido comenzaría a taladrar su cerebro
más de lo que ya lo hacía. Sintió un cosquilleo en su estómago en cuanto
las manos del diablo tomaron sus mejillas y los dedos pulgares limpiaron
con calma sus lágrimas. El niño sollozó. —Va a matarme, Louis.
—No va a matarte. —Dijo de inmediato. —Es imbécil, pero no tanto. —
Sonrió de lado, como si no hubiese sucedido ninguna tragedia. —No va a
querer ni tocarte.
—Ben, Brad y Bobby... —Negó lentamente Harry. Sus primos, ellos habían
planeado todo. Deseaba darles una lección, una que realmente les
quedara clara.
Louis volvió a silenciarlo y lo apegó a su pecho, aun sonriendo de lado.
—No quiero que mi niño favorito malgaste sus recuerdos pensando en los
Castrati. Va a calmarse, respirar y relajarse. ¿Está bien? —Harry asintió,
obediente. Y eso al diablo le encantaba. —Ahora te quiero comiendo.
—P-pero... —Sorbió su nariz antes de formar un inconsciente puchero con
su grueso labio inferior, triste. —¿No vienes conmigo?
El diablo rio por la inocencia y pureza que cargaba el niño encima. Nadie
querría estar cerca de él, incluso temían nombrarlo, y ahora se encontraba
con un pequeño religioso y un poco curioso. Sin poder evitarlo, Louis
acercó su rostro al del niño y dejó un suave beso en la comisura de los
labios del más bajo, el cual se congeló en su lugar y adaptó un furioso
rubor en sus mejillas.
—Desearía, pero el deber me llama. Ve.
Harry asintió lentamente, limpió sus lágrimas y se soltó del cuerpo del
diablo, saliendo por la puerta. Definitivamente se sentía más relajado.
Pero no sentía nada correcto.

Los ojos del hombre en la camilla del hospital se abrieron lentamente.


Tragó saliva, sintiendo su garganta seca. Necesitaba agua, urgente.
Suspiró mientras se removía, incómodo. La aguja del suero en su brazo
le incomodaba y dolía, necesitaba ver a su familia y saber que todos se
encontraban bien, que estaban esperando por él fuera, en la sala de
espera.
Su mente comenzó a recordar entre la confusa neblina el cómo intentó
castigar a su hijo, y de pronto su pecho comenzó a doler demasiado. El
aire escapó de sus pulmones, su vista se volvió negra y el golpe en el
suelo lo dejó inconsciente.
—¿Quieres agua? —Soltó un gemido de susto al haber oído una voz
susurrar en su oreja izquierda. Llevó una mano a su pecho e intentó
calmar su corazón. No quería tener otro infarto, definitivamente.
Nuevamente giró su cabeza y notó entre la nubosidad de su vista algo
vestido de negro en la punta de su cama. Su garganta se secó aún más,
parpadeó más veces para saber si aquello que veía era real.
Finalmente reconoció a un hombre, era un poco más joven que él y tenía
unos ojos tan celestes como el mismísimo cielo en un bello día de verano.
Sonreía con calma y vestía una camiseta negra abotonada hasta el cuello
y unos pantalones del mismo color.
—¿Q-quién eres? —Pudo decir, aunque casi no tenía voz.
El hombre de inmediato se acercó al lado de Des y tomó de una bandeja
que estaba sobre una mesa de un lado de la camilla un pequeño vaso de
plástico, el cual estaba lleno de agua. Lo acercó a la boca del paciente y
permitió que se lo bebiera todo.
Incluso éste sin merecer ni una gota.
Al finalizar, dejó con calma el vaso nuevamente en la bandeja y volvió a
la punta de la cama, viéndolo.
—¿Quién eres? —Nuevamente Des preguntó, perdido. —¿Dónde está mi
familia?
—Des Styles, yo... —El hombre llevó su mano repleta de anillos de oro a
su pecho. —...soy Jesús.
Si Des no estuviese algo sedado, definitivamente hubiese tenido otro
ataque al corazón. Se quedó observando fijamente al hombre que estaba
frente a su camilla, el cual continuaba sonriendo con la misma calma de
antes. Definitivamente no esperaba que Jesucristo fuese de aquella
manera.
Pero... ¿Quién era él para juzgar a su Dios?
—¿C...cómo sé que no mientes?
—Des, tu creíste en mí cuando salvé a tu hermana de cáncer terminal. —
De inmediato el hombre comenzó a llorar, sin poder creerlo. Nadie pudo
haber sabido que comenzó a creer en Dios en aquel momento. La vida de
su hermana estaba en riesgo, y Dios fue su única oportunidad. —¿Me
crees ahora?
—Oh, Dios. Mi señor. Alabado sea s... —Se interrumpió en cuanto el
hombre de negro alzó una de sus manos y negó lentamente con la cabeza,
indicándole que se detuviera.
—Mi querido Des. Verás, yo no estoy aquí para charlar. Quiero decir... —
Alzó ambas cejas. —...soy Jesucristo, no tu terapeuta. —Des tragó con
fuerza, sintiendo dolor en su interior. ¿Este era el hijo de su señor? —
Estoy aquí porque intentaste hacer algo muy, muy malo con uno de mis
querubines.
—¿Q-quer-
—Tu hijo, para ser exacto. —Caminó alrededor de la cama hasta llegar a
un lado de Des nuevamente, viéndolo fijamente. —Casi quemas su piel
de porcelana. ¿Te das una idea de lo mucho que planeo acariciar esa piel?
Por mí. Lo espero con ansias.
—¿Qué? —Miró alrededor, pero le asustaba llamar a alguna enfermera. Le
asustaba intentar defenderse. Éste no podía ser Jesucristo, no.
—Es una pena. ¿Recuerdas lo que sentías cuando eras un pobre niño y te
escondías en el armario para que tu asqueroso padre no te encontrara?
Miedo, desesperación de...de ser como él, ¿Verdad? —A pesar de las
terribles cosas que decía, todo era calmado, tranquilo. Suave. —Decías
“Yo no voy a ser como mi padre” y, joder, eres más que tu padre. Eres
peor que tu padre.
—Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El señor esté contigo... —A
éste punto el hombre ya se había dado cuenta con quien trataba. Lo había
sentido, pero tuvo la esperanza de que no fuese nada malo.
Nada peor de lo que le sucedió.
El hombre de negro ríe antes de negar. —No seas imbécil. ¡Creí que nos
estábamos llevando bien! —Exclamó en un triste y sarcástico tono de voz.
—Es una pena. Creí que podrías obedecerme.
—¿Obedecerte? Solo obedezco a mi Dios. A mi único Dios, vuelve a las
tinieblas de donde viniste. Te lo ordeno en el nombre del señor...
El diablo alzó ambas cejas. —¿Dios te dice que seas un abusivo? Vaya, yo
creí que era bondadoso, pero veo que es peor que yo. —Bromeó, riendo
bajo, de manera ronca. Se puso serio de repente, y el color marino en sus
ojos cambió a uno bordó, oscuro. Sus pupilas se dilataron y se inclinó
sobre el rostro del creyente. —Vamos a ser claros, ¿Quieres?
—En el nombre de Jesús, yo te devuelvo a-
—En el nombre de tu puta madre muerta, cierra la boca. —Su voz cambió
a una grave, distorsionada, y Des comenzó a llorar ante aquello. El diablo
aclaró su garganta, fingiendo estar afligido. —Lo siento por eso. —Su voz
volvía a la normalidad. —Perdí el control, supongo.
Todo quedó en silencio por unos segundos, Louis sonrió de lado
nuevamente.
—Por favor, no me mates. —Rogó Des, hipando e intentando hacerse
hacia atrás lo más que podía, espantado con lo que estaba frente a sus
ojos.
—Vas a dejar a tu hijo en paz. —Dijo el diablo, nuevamente serio y con
sus ojos bien abiertos, fijos en los del padre de su hijo favorito. —No vas
a mirarlo, no vas a hablarle, mucho menos vas a tocarlo. —Des asentía,
obediente. —Si tu alma sigue en tu cuerpo es gracias a él, ahora agradece.
—Y-yo, yo...
—¡AGRADECE!
—Gracias, g-g-gracias. Gracias. —Sollozó, temblando y llevando una
mano a su pecho. —Gracias, gracias.
Los pitidos comenzaron a hacerse audibles en la habitación, indicando que
su pulso estaba muy acelerado. El diablo vio la máquina por unos
segundos antes de ver al hombre de la camilla.
—Soy alguien muy ocupado, pero sigo siendo real. Estaré vigilándote en
tu estadía en la tierra, Desmond Styles. —Nuevamente caminó a la punta
de la cama, sin quitarle los ojos de encima. —Y recuerda: La próxima tu
Dios no va a salvarte.
Dos enfermeros entraron a la habitación, llegando a un lado de la máquina
e intentando calmarlo. Otra enfermera llegó con una bandeja con comida
saludable, todos bloquearon la vista del paciente, y cuando éste pudo
tener la oportunidad de ver nuevamente la orilla de la camilla, ya no había
nada allí.

Gemma y Harry entraron por la puerta principal de la casa, exhaustos. Su


madre iba a quedarse en el hospital esperando, y tuvieron que dejarle el
auto, regresando en autobús y a pie a un horario no tan bonito. La casa
estaba silenciosa, las cosas estaban como las habían dejado. Había una
gran tormenta avecinándose y ambos solo querían dormir.
—Descansa, Harry. Llámame si quieres algo, dormiré en el sofá para oírte.
—Harry asintió, recibiendo un beso en su frente de parte de su hermana.
—Te amo.
—Yo a ti. —Finalmente se giró hacia la puerta del sótano, bajó los
escalones y volvió a abrir la siguiente puerta, entrando a su habitación.
Una vez allí suspiró con cansancio y se encaminó hacia el velador de su
mesa de noche, estuvo a punto de encender la luz, pero decidió dejar
todo a oscuras ya que pronto iba a acostarse. Quería dormir, dejar de
pensar por un segundo, dejar de llorar porque, a pesar de no estar
sollozando, las lágrimas caían por sus mejillas.
Sintió aire frío detrás, y luego calidez. Unos brazos se envolvieron
alrededor de su cintura y un cálido aliento rozaba su oreja izquierda. Las
lágrimas se detuvieron de inmediato, la protección que necesitaba volvió.
—Louis, creo que me estoy volviendo malo.
La nariz del diablo rozó sus rizos y olfateó leve y disimuladamente. —
Imposible. Sigo oliendo pureza en ti. —Dijo.
Harry no podía entender cómo siquiera podía haber una gota de pureza
en su cuerpo luego de haber invocado al ser más vil de la existencia.
—¿Incluso habiendo invocado al diablo? —Se atrevió a decir en voz alta,
cerrando sus ojos en cuanto sintió las manos del diablo acariciar su
delgado torso.
—Eso no fue un acto de maldad. Fue un acto de desesperación ante la
maldad de los demás. —Contestó Louis, girando al niño en sus brazos y
pegándole a su cuerpo, inclinando su rostro para rozar la nariz con la del
contrario, el cual se puso de puntitas de pie, amando esas leves caricias
y la cercanía. —Muchos no lo entenderían.
—Nadie lo entendería. —Confirmó Harry.
—Yo lo entiendo. —Contradijo Louis, continuando con los roces de narices.
—Tu alma es mía, puedo sentir todo lo que sientes de maneras mucho
peores.
El ceño de Harry se frunció de inmediato a la par que la preocupación
brotaba de su pecho.
—¿No te duele? —El diablo sonríe de lado, negando lentamente ante la
inocente pregunta de su niño favorito a la par en la que acariciaba la
espalda baja de éste.
—¿Recuerdas todas esas historias donde soy un ser egoísta, que me
gustan los malos sentimientos y soy muy, muy mentiroso? —Harry
asiente lentamente, esperando una respuesta negativa acerca de ello. —
No son mentira.
El rizado tragó saliva para intentar apaciguar el nudo en su garganta.
Claro que el diablo era vil y mentiroso, y probablemente todos los
supuestos sentimientos y muestras de cariño que lograba tener hacia
Harry eran falsos, porque era un ser mentiroso y probablemente no tenía
sentimientos. No debería de estar así de cerca, no debería de querer que
el arcángel lo bese y tampoco debería de sentir las maripositas en su
estómago. Esto estaba mal.
Debía ser listo.
—Entonces, ¿También es verdad que tienes cuernos y cola? —Preguntó,
intentando olvidar el asunto de ser mentiroso, aunque sus ojos llorosos
delataban que había pensado negativamente, pero los tenía cerrados.
El diablo frunció el ceño. —¿Quién dijo eso? Lo mato. —A pesar de estar
bromeando no pudo evitar sonar indignado, cosa que hizo reír bajo al niño
sonrojado. El diablo de inmediato corrió un poco su rostro y comenzó a
dejar suaves besos en la mejilla de Harry. —...Es extraño.
A éste punto Harry no podía ni moverse, su cuerpo estaba relajado contra
el cálido torso del diablo y se encontraba embobado por los suaves besos
en su mejilla. Finalmente logró decir:
—¿Qué cosa?
—No sabía que tenía dos lados.
Aquel comentario de parte de Louis provocó que abriera sus ojos con el
ceño levemente fruncido, esperando que no sea nada malo, incluso
sabiendo que el hombre que lo sostenía y besaba su mejilla era malo.
—... ¿Cómo?
—Sí. Una parte de mí adora verte perder la vida poco a poco. —Los
músculos de Harry se tensaron, y el miedo se hizo presente en su pecho.
Sin embargo, no quería salir de la protección que sentía al ser rodeado
por los brazos del diablo. —Pero otra parte de mí hace lo posible, incluso
ser gracioso, para que sigas sonriendo. Jamás me había sucedido.
A pesar de que sonaba realmente sincero, Harry intentó no convencerse.
El diablo era mentiroso, tenía que ser listo, más listo que él. Se apartó un
poco de la oscura figura con la mirada baja, se giró nuevamente para
tomar su pijama celeste con aviones y se dirigió hacia su cama ordenada,
sentándose en la punta. Se quitó los zapatos y estuvo a punto de
comenzar a desvestirse, pero los ojos celestes y un cuarto rojo de Louis
estaban clavados en él, en su cuerpo.
—¿Podrías...? —Sonrojado pidió, esperando que comprendiera lo que
debía de hacer.
El arcángel bufó, parecía casi un chiste oírlo bufar. Se giró y rodó los ojos,
sin poder creer que estaba haciendo aquella ridiculez de girarse para
complacer a un simple niño, a una simple alma como todas.
Aunque...tal vez no era tan simple.
—Ya. —Dice Harry, vestido con su pijama. Cuando Louis vuelve a girarse
el niño está en su cama, cobijado y dejando un espacio para él.
El diablo se acerca y no duda en acostarse a su lado, rodeando
nuevamente su cuerpo con sus brazos. Comienza a acariciar los rizos del
niño, esperando a que éste se duerma, pero sabe que no lo hará debido
a que él está allí, y probablemente debería de irse nuevamente para que
Harry pudiese descansar.
—¿Qué significa la palabra en la que llamas a mis primos? —Pregunta
inesperadamente el rizado. Siempre había sido curioso con aquella
palabra, y ahora que sentía que podía tener más confianza con el diablo
-lo cual sonaba loco- no iba a desaprovechar.
—¿Los Castrati? —Harry asintió y el diablo relamió sus labios antes de
comenzar a explicar: —Hace muchos años la iglesia compraba niños que
tuvieran buena voz y los llevaban a una especie de reformatorio. Les
cortaban el pene porque creían que eso conservaría sus voces agudas. —
Una mueca de dolor se hizo presente en su rostro. ¿Cómo pudo la gente
ser así de cruel con unos simples niños? Era injusto y aún más terrible
que sean creyentes. —¿Quieres saber la peor parte? ¿La que nadie sabe?
—Su voz suena como si estuviese a punto de contar algo entretenido,
hasta chistoso.
—... No lo sé.
—Se los comían. —El ceño de Harry se frunció, confundido.
—¿Qué? ¿A quién? —Preguntó.
—Sus penes, se los comían.
La bilis subió por la garganta del rizado, pero rápidamente pudo tragar.
Angustia se instaló en su pecho, por todos esos niños y porque no podía
dejar de pensar en por qué Louis llamaba así a sus primos. ¿Era porque
cantaban en el coro de la iglesia o porque planeaba hacerles algo? Intentó
continuar con las preguntas para no echarse a llorar.
—Oh...oh, bueno. Eso es...enfermizo. —Su voz tembló y Louis lo acurrucó
más contra sí. —Quiero preguntarte algo, pero temo ofenderte.
—Adelante. —Lo animó.
—¿Tú eras...un ángel? ¿Eras un ángel de Dios?
—...Mh. —Afirmó.
Oh, vaya.
—¿Este es tu cuerpo verdadero? Quiero decir... ¿Siempre has tenido esta
forma? —Le asustaba creer que el hermoso hombre que lo sostenía en
sus brazos era un cuerpo que el diablo había tomado. Realmente esperaba
que no.
—Puedo ser lo que quiera, pero éste es mi cuerpo verdadero. —Se alivió
de inmediato a la respuesta.
Pero ya era tarde. El miedo que había estado en su pecho cuando Louis
le confesó amar ver cómo moría poco a poco lo consumía, sumando la
angustia que sintió por los niños que fueron castrados y usados como coro
de ángeles, gobernados por demonios que se hacía pasar por creyentes.
Temía el mismo destino para su familia, incluso si éstos eran malos él no
era tan malo.
Y lo que más temía...
Se estaba enamorando de Louis. Irremediablemente. Y el diablo es
mentiroso.

Los sollozos escaparon de sus labios, las lágrimas no se detenían por nada
del mundo, cayendo por sus pálidas mejillas. Era un alivio llorar, pero el
malestar no se iba y sabía que era debido al diablo. Sin embargo, no lo
quería en otro lugar.
—Louis. —Sollozó con fuerza, acurrucándose en el pecho del diablo. —
Tengo miedo.
—¿A qué le tienes miedo? —La voz del diablo era neutra. Pareciera que
no le afectara en lo mínimo el niño llorando desconsoladamente.
Si tan solo pudiese recordar una muestra de afecto que demuestre que le
importaba...pero no había nada que recordar, porque jamás había tenido
sentimientos.
—...A ti, pero no de la manera en la que todos te temen. —Suspiró el
niño, finalizando con el llanto y cerrando sus ojos, concentrándose en
dormir.
Lo logró y el diablo se fue apenas éste lo hizo, solo para que no tuviese
pesadillas ni nada que pudiese dañar su mente.
Además, tenía cosas que hacer.
—Harry. Harry, hey. Despierta. —Sus párpados se alzan en cuanto su
hermana agita su hombro. La ve de mala manera al principio hasta que
finalmente nota que ésta se encuentra bastante pálida.
—¿Gemms? —Se sienta bruscamente, un poco mareado al hacerlo. Lleva
su pequeña mano en forma de puño a su ojo izquierdo, intentando quitar
el sueño. —¿Qué sucede?
—Tenemos que ir al hospital ahora, levántate. —Dijo, y salió rápidamente
del cuarto sin dar ninguna explicación.
De inmediato el pánico brotó por su cuerpo. ¿Le había sucedido algo a su
padre? ¡Era su culpa! Comenzó a llorar bajito mientras se destapaba y se
vestía. Se puso sus pantalones cortos, sus zapatos, su camisa blanca
abotonada y sus tiradores negros. Limpió las lágrimas en su rostro y miró
alrededor, notando que no veía nada de reojo.
—¿Louis? —Llamó.
Nada pasó.
Salió de su cuarto apresuradamente, cerrando la puerta detrás suya y
subiendo los escalones para abrir la siguiente puerta. Una vez en la
cocina, su hermana le entregó un vaso con jugo de naranja exprimido y
dos tostadas con mermelada de durazno encima. Era extraño no oír
Dominique sonar por la casa a todo volumen.
—¿Gemms? ¿Algo le ocurrió a papá? —No puede evitar sollozar.
De inmediato su hermana lo abraza. —No, no. Tranquilo, nada le pasó a
papá. —Dice, dejando un beso en la frente de su hermano antes de
dedicarle una débil sonrisita. —Te voy a explicar en el camino, ¿Vale?
Desayuna rápido, por favor.
Y eso hizo.
Media hora después ambos hermanos estaban en el auto, con sus
cinturones abrochados debido a lo rápido que conducía Gemma. Harry
intentaba no llorar, creer en las palabras de su hermana, pero sabía que
algo malo había sucedido.
—Mira, Harry. No sé cómo decir esto. —Su hermana niega lentamente
con la cabeza a la vez que dobla en una esquina. El corazón del niño
comienza a latir con demasiada rapidez mientras ve al frente. —Algo le
pasó a nuestro primo, Brad. —Rápidamente el rizado la observó, pálido
como una servilleta, comenzando a temblar. No, no. —No sé cómo decirlo
delicadamente, Dios mío. Uhm...algo les pasó a sus partes íntimas, y tuvo
que ser...amputado.
El mareo que el rizado tiene es terrible, pero es disimulado debido al
rápido movimiento del auto y a que tiene el cinturón de seguridad puesto,
el cual lo sostiene contra el respaldo del asiento. Siente náuseas, siente
ganas de morirse allí mismo.
Su culpa. Solamente su culpa.
Ni siquiera se da cuenta cuando llegan al hospital. Su hermana lo llama,
pero su voz se oye lejana, siente como se deshacen del cinturón de
seguridad y, luego de unos segundos, lo bajan del auto. El aire frío contra
su rostro lo despierta un poco, pero la culpa es tanta que siente que va a
tener un ataque al corazón. ¿El karma de su padre, acaso?
Rápidamente ambos hermanos se dirigen dentro del hospital, caminando
por los pasillos hacia la sala de espera. Todos los familiares están allí, y
cuando Harry llega junto a su hermana sus dos primos lo ven con terror.
Sus tíos están hablando con un médico que acababa de salir de un cuarto.
—Quédate aquí. —Gemma le dice a su hermano, dejándolo más alejado
del resto de la familia, dirigiéndose a su madre, la cual había comenzado
a llorar.
La luz del hospital se apaga y se prende por unos segundos, sin embargo,
nadie parece notarlo. El frío invade al rizado como si estuviese en el polo
norte y cuando ve a su lado, algo grande, alto y cubierto por una capa
oscura pasa como si nada. El aliento escapa del pecho del niño mientras
ve a ésta figura que anteriormente vio en la carretera adentrarse seguido
de un doctor al cuarto donde -Harry supuso- Brad estaba.
Su tío comienza a llorar mientras cubre su rostro ante la noticia del doctor,
y su tía Jacky se deja caer en el suelo en un grito desgarrador. Sus primos
comienzan a llorar en el asiento ruidosamente y su hermana y madre
intentan calmar a su tía Jacky, la cual no deja de gritar el nombre de su
hijo. Son el centro de atención, y por la cara que tiene el médico cuando
se gira y continúa su camino por el pasillo, Harry sabe que no es una
simple amputación.
Algo salió mal, y ahora Brad está muerto.
El diablo se hace presente a un lado del niño, Harry puede verlo de reojo.
Y sentirlo.
Aunque, al punto que llegó, ya no sabe si puede volver a sentir algo más
que culpa.
—¿Qué es eso? —Pregunta, refiriéndose a la figura que ahora sale del
cuarto de su primo y sigue por el pasillo hasta el final, doblando en una
esquina, en busca de otro cuarto al que entrar.
—La Muerte.
—¿A dónde se lo lleva? —Retrocede un poco. Su boca se mueve por sí
sola, haciendo preguntas. Todavía no sabe cómo sigue de pie.
La profunda inhalación del diablo es tan audible y fuerte que incluso se
mueven un poco los cuadros de la pared. En aquel momento Harry sabe
que Louis estaba absorbiendo las almas oscuras.
Como la de su primo.
—No importa a dónde, lo importante es que ya no será una molestia. —
Miente.
Porque el diablo es mentiroso. Engaña, finge, envenena, mata.
Y nunca se olvida de tu alma.
—Louis... —Logra decir en una exhalación, pero, sin más remedio, cae al
suelo. Nadie lo sostiene, nadie responde a su llamado de ayuda.
Y todo se vuelve negro.
Dos semanas.
Habían pasado dos semanas desde lo que había sucedido luego de que
Harry despertó de aquel desmayo al enterarse que, prácticamente, él fue
el que causó la muerte de su primo.
Para empezar, estuvo en observación por un día debido a su falta de
alimento y mal aspecto. Durmió gracias al tranquilizante en el suero y se
alimentó bien antes de volver a casa. Luego llegó la noticia del funeral de
Brad, y el rizado con tal solo oírlo cayó desmayado nuevamente.

¿Se había vuelto una especie de trauma? No lo sabía con exactitud, pero
supuso que sí debido a las imágenes que rondaban por su mente en el
momento en que alguien nombraba a su familiar fallecido, la manera en
la que murió. Recordaba la palabra Castrato y estallaba en ataques de
ansiedad, en puro pánico. Tan puro que creía que podría morir.
Finalmente fue cuando recordó que, segundos antes de caer desmayado
en el hospital, el diablo no lo había sostenido. No había sentido la
protección de sus brazos, no había sentido nada e internamente estaba
agradecido, porque en aquel momento fue la primera vez que le tuvo
miedo de la forma en la que todos lo hacen.
Miedo a que le hiciera algo, incluso sabiendo que se estaba llevando su
alma.
El padre de Harry había vuelto a la casa, luego de un par de días le
comentaron sobre la muerte de su sobrino y se encerró en su cuarto por
más de tres días. Siempre estaba en la casa, pero cuando Harry llegaba
a ésta se iba a otra parte, incluso si era otra habitación, simplemente se
iba. Ni siquiera lo miraba, rezaba constantemente -incluso más que antes-
y al niño le dolía debido a que esperaba una disculpa...una disculpa por
querer hacer que quemara su propia piel, por pegarle a su madre, etc.
Pero lo que más le dolía a Harry de toda esta situación no eran los
desmayos, el vivir constantemente con la ansiedad, el cargar con la culpa
de la muerte de una persona y de dañar a su propio padre, mucho menos
el saber que se iba a ir al infierno de manera segura y gratuita.
El verdadero dolor fue que luego de despertar aquel día en el
hospital...Louis se había ido.
Completamente. Ya no sentía el pitido en su oído izquierdo, no sentía el
constante malestar, ni tampoco su cuerpo continuó deteriorándose.
Incluso mejoró. Ya no parecía un cadáver.
Y a pesar que al principio tuvo miedo de volver a ver a Louis,
definitivamente no se comparaba con el dolor de tenerlo lejos, de no
sentirlo abrazarle por las noches. Era todo completamente terrible, y el
nudo de su garganta no disminuía ni siquiera llorando ruidosamente en
los brazos de su madre, la cual no comprendía la tristeza de su hijo al
creer que todo estaba bien. Decidió culparse, porque jamás permitiría que
su pequeño tuviera la culpa de nada.

Finalmente, luego de las dos semanas Harry volvió a la escuela. Sus


padres habían firmado la autorización del viaje de convivencia. "¡El viaje
en el que Dios guía tu camino!" Dijeron, pero Dios no guiaba nada que
tuviera el nombre "Harry Styles", y éste lo sabía.
Fionn Whitehead continuaba molesto por no haber ido, Harry temía ir
porque sabía que irían los de último año, y eso implicaba que Dylan
Moisset y Parker Jenkins estuvieran allí. "Los bravucones", por así decirlo.
Hacían la vida de los dos adolescentes imposible, todo por no llevar el
típico estereotipo y por ser inocentes. Fionn era un rebelde sin causa,
incluso siendo igual de pequeño que Harry, pero claramente en el instituto
no aparentaba aquello. En cambio, Harry era como siempre en todas
partes.
Dylan Moisset era el que siempre seguía a Parker. Éste último había tenido
una vida terrible, cayendo en un orfanato y siendo adoptado por una
familia rica al ser extremadamente hermoso. Se le subió la fama a la
cabeza, nadie sabía que era adoptado excepto los padres de Harry, los
cuales se llevaban bien con los padres de Parker. El rizado lo había
escuchado en el momento en que el señor y la señora Jenkins lo habían
confesado ante los Styles, pero jamás dijo nada.
Sabía que iba a tener un viaje terrible. Por todos los cielos, lo sabía. Pero
ya nada le importaba, ya no les encontraba mucho sentido a las cosas.
Quería a Louis, lo único que quería, lo único que deseaba y no podía tener.
Sintió todo el cariño que éste alguna vez le dio realmente falso, y eso
rompió su corazón.
El autobús parecía estar esperando a que los estudiantes finalizaran de
subir. El profesor de coro estaba a un lado de la puerta de éste,
observando su reloj. Probablemente esperaba a que fuese el minuto
exacto para subirse y partir. Harry pensó seriamente en escaparse, pasar
el día paseando en la ciudad, tal vez comprarse un helado y luego volver
a la escuela cuando fuese la hora, pero su madre lo mataría por aquello,
así que caminó rápidamente al autobús, entregando su permiso y
subiendo a éste.
Todos estaban sentados en sus respectivos lugares excepto los dos
imb...bravucones. Los dos bravucones. Se encontraban molestando a un
chico de adelante, el cual estaba junto a otro, ambos cubriendo sus
cabezas para no ser golpeados por éstos. Harry rogó pasar rápidamente
por el pasillo, y así lo hizo. Ni siquiera tenía idea cómo no lo notaron. Iba
a sentarse detrás de todo, del lado de la ventana y junto a Liam Payne,
el cual era de último año y leía la biblia con mucha atención. No entendía
cómo nadie eligió aquel asiento, lo mejor del viaje era disfrutar el paisaje.
Una vez el rizado se sentó, suspiró y se acomodó contra el respaldo del
asiento, su piel erizada debido al frío. El invierno se acercaba. Liam Payne
dejó de observar la biblia para ver a su acompañante.
—Hey, Harry. —Dijo.
A decir verdad, Liam era un buen tipo. Un buen y lindo tipo. No se metía
con nadie, y nadie se metía con él debido a su tamaño. Grande, musculoso
y con mala cara...pero solo para algunas personas. Harry lo había
conocido cuando tuvo que hacer una obra de teatro en donde Liam era
Moisés y Harry...bueno, ignoremos que fue una oveja y solo
enfoquémonos en presumir que estuvo en una obra. Su primera obra.
Desde allí se saludaban en los pasillos y pocas veces habían almorzado
juntos, pero nada más que eso. Ni siquiera una amistad como la de Fionn
y Harry.
—Liam. —Saludó de vuelta Harry, notando lo frío que había sonado.
Observó de reojo la biblia y frunció un poco el ceño al notar que ésta, por
dentro, no era nada parecido a la verdadera. —¿Qué lees? —Fingió no
saber.
—¿Qué te parece? —Río Liam nerviosamente a la par que volvía su vista
a la lectura.
Harry le observó por unos segundos con notoria gracia. —Definitivamente
no he visto antes la palabra "vampiro" en la biblia. —Comentó, llevando
su mirada al frente, fingiendo quitarle importancia a aquello.
Liam, completamente sobresaltado cerró "la biblia" y la dejó sobre su
regazo, apuntando con su enorme dedo índice al rizado, el cual había
vuelto a verle con una pequeña sonrisita, provocando que tan solo un
hoyuelo fuese visible en su mejilla.
—Si no dices nada te lo pagaré como sea. —Intentó negociar.
Harry decidió que continuaría con aquella negociación, pensando por unos
segundos antes de acomodarse en su asiento.
—No diré nada con una condición. —Ambos se quedan viendo y Harry, sin
quitar su mirada del chico del frente suyo, asintió en dirección a Dylan y
Parker, los cuales bromeaba entre sí sobre algo. —¿Ves esos chicos?

A la par en que Liam vio al frente para buscar a los dos tontos, el autobús
se puso en marcha y todos exclamaron con emoción antes de que
acelerara por la calle tranquilamente. El profesor interrumpió la charla de
Liam y Harry para avisar a todos que se mantuvieran en sus asientos.
—Los bravucones. —Responde Liam luego de unos minutos.
—Me molestan, y mucho. Tú eres grande, Liam. Eres musculoso. ¿Puedes
protegerme? —Honestamente está sonrojado, y no por haberlo llamado
musculoso, sino porque nunca había sido tan directo en algo.
El castaño frente a él lo observó por unos segundos de arriba abajo,
asintiendo lentamente, como confirmando sus dudas.
—Cambiaste. —Confirma. Las cejas de Harry se alzan, sorprendido, pero
no del todo. —Te ves todo confiado y negociador. Quiero decir, siempre
he entendido que eres muy inteligente y observador, pero te muestras
muy tímido y hoy estás...bastante atrevido.
Oh, rayos. ¡Alguien está siendo increíblemente directo!
La incomodidad de Harry se incrementó, provocando que se re acomode
en su asiento y vea al frente, inseguro mientras llevaba sus pequeñas
manos a su regazo.
—Yo no quería...bueno, l-lo siento. —Tragó saliva con fuerza para intentar
aliviar el nudo de su garganta, pero sentía que no funcionaba. Louis ya
no estaba, y se había comportado como un chico tonto y atrevido para
buscar la protección en alguien. Estaba muy apenado. —Lo siento, no
tengo derecho de...tú sabes. No diré lo del libro, tranquilo. —Llevó su
mirada a la ventana, viendo la carretera en la que se encontraban. —
Supongo que todos hacemos cosas malas alguna vez.
—¿Crees que leer esto es malo? —Sonrió de lado ante la pregunta de su
compañero de asiento.
—No, es por eso que no voy a delatarte. No haces nada malo. —Irás al
cielo y yo no, pero así es por algo, y probablemente porque lo
merezco. —Eres una buena persona, Liam.
Liam parece pensar en algo mientras vuelve a abrir la supuesta biblia,
retomando su lectura. Harry parece estar esperando ver algo anormal
entre los árboles de los costados de la carretera, algo que le diga que
Louis no se había ido, que le importaba el que estuviese bien en el planeta
tierra.
Jamás supo cuándo se llevaría su alma, ni tampoco lo que pidió que fue -
según el diablo- la cosa más pura. Quería saber, y la intriga lo carcomía
más rápido que la ansiedad.
Suspiró antes de apoyar su cabeza contra el vidrio y cerrar sus ojos,
ignorando el hermoso paisaje y al cuervo que volaba más arriba del
autobús, por lo alto.

El autobús finalmente se detuvo al adentrarse a un bosque por un camino


de tierra, estacionando no tan lejos de la carretera. No deseaban
perderse. Liam despertó a Harry, el cual roncaba un poco y tenía su dedo
pulgar resbalando de su boca. Cuando despertó vio alrededor y suspiró
profundamente, sonrojado al haber sido visto durmiendo como un
bebé...literalmente.
Se puso de pie mientras frotaba sus ojitos y caminó detrás de un par de
alumnos, siguiendo a Liam por el pequeño pasillo entre los asientos del
autobús. Los bravucones se pusieron detrás suyo, pero Harry estaba lo
suficientemente adormilado para darse cuenta. Fue finalmente cuando
llegó al primer escalón para bajar del autobús que fue empujado con
fuerza, provocando que su cara diera contra la tierra bruscamente. Un
gemido de dolor salió de sus labios ante el fuerte dolor de nariz, oyendo
risas de sus compañeros.
Unas manos lo levantaron por el brazo, y cuando se reincorporó,
completamente mareado, notó que Liam fue el único que lo ayudó. Le
agradeció en un asentimiento a la par que intentaba quitarle la tierra de
las pestañas sin que dañaran sus ojos. El profesor no había visto aquella
escena, y tampoco preguntó de qué se reían todos. Simplemente se
acercó y sacó un papel a la par en que se colocaba sus anteojos para
comenzar a leer.
—"Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo
aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios. (1 Juan 4:7)" —Una
vez finaliza de leer aquello observa a todos sus alumnos con una sonrisa,
como si todo fuese simple. —Los hemos traído aquí porque deseamos que
todos se amen, que todos sientan que puedan contar con el otro. La
comodidad, el respeto, principalmente el amor atrae al señor. Vamos a
sentir la felicidad ésta tarde. —Finalmente suspiró antes de ver a su
alrededor. —Bien. Vamos a buscar un lugar cerca en donde podamos
armar una pequeña fogata y acomodar unos troncos para sentarnos a
convivir. Síganme.
Todos comienzan a caminar. Harry sacude su ropa entre todos los
alumnos, oyendo a Dylan y Parker detrás. Liam va a su lado, pero no
tanto. Lleva su supuesta biblia bajo el brazo y tiene la vista bien al frente.
Las risas de los torpes de atrás no cesan, y comienzan a hablar más fuerte
de lo normal, aunque casi todos lo están haciendo.
—Sí, murió en el hospital. —Dylan comienza. Harry siente un cosquilleo
de vértigo en su pancita. —Se desangró. Supongo que...no tuvo las bolas
suficientes para seguir con vida. —Ambos adolescentes explotan en
carcajadas.
Claramente hablan sobre Brad.
El piso parece moverse, y Harry está tan mareado que desea simplemente
vomitar. Siente una de las manos de Liam sostenerlo del brazo en cuanto
comenzaba a inclinarse hacia un lado, a punto de caer. Lucía como si
hubiese subido a un carrusel sin frenos, y su corazón parecía estar yendo
al ritmo de éste: Rápido, descuidado.
Respiró profundo un par de veces sin recibir ninguna pregunta de Liam, y
pronto se calmó un poco.
Louis, te necesito.
—Lo siento por lo de tu primo. —Harry asiente lentamente y limpia sus
lágrimas en cuanto se da cuenta que éstas caen por sus mejillas. —Voy a
cuidar tu espalda.
De inmediato Harry alza su rostro hacia Liam, el cual lo ve de reojo
mientras observa como el profesor de coro ha encontrado un lugar
perfecto para detenerse.
—¡Aquí! Aquí es perfecto. Ayúdenme con esto, por favor.
—¿E-en serio? —Harry pregunta, y cuando el otro adolescente asiente de
inmediato comienza a sentir la culpa instalándose en su pecho. —Liam,
no te sientas obligado.
—No estoy siendo obligado, simplemente creo que no debes lidiar con
ésta porquería hoy.
Harry no duda en agradecerle, feliz de poder contar con alguien en el
miserable mundo que se encontraba.
—¡Liam Payne! —El maestro le llama, y éste de inmediato se acerca no
sin antes darle su biblia a Harry para que la sostuviera. Éste lo hace de
inmediato, aferrándola a su pecho. —Necesitamos sus músculos, señor
Payne.
—Con gusto.
—¿Por qué quieres venir a convivencia? —La voz de Parker se hace audible
a un lado de Harry. Finge caminar tranquilamente alrededor del pequeño
rizado, el cual se encoge sus hombros en su lugar. —Eres el bicho raro de
aquí.
Dylan finge pasar tranquilamente por el lado de Harry y con una sacudida
de su brazo tira el libro de las manos del niño de ojos verdes, el cual
suspira antes de inclinarse para levantarlo. La risa de Parker llega a sus
oídos antes de ser empujado al lodo. Ahora sí ha manchado su ropa por
completo. ¿Por qué tuvo que usar su camisa blanca aquel día? Dios santo.
Liam reaparece de inmediato en la escena, pero a pesar de llegar un poco
tarde pone de pie a Harry y se empeña en ver fijamente a Dylan Moisset,
el cual le sonríe amistosamente al castaño.
—¿Tienen algún problema? —Pregunta de mala gana a la par en que
comienza a acercarse a Dylan, el cual parece irradiar más nervios que
éstos mismos. —¿Estás aburrido?
—N-no.
El profesor ve en aquella dirección debido a que está indignado por la
suciedad en la ropa de su alumno más pequeño, Harry Styles. Liam al
notar aquello golpea amablemente el hombro del molesto adolescente
frente suyo y finge una sonrisa llena de bondad.
—¿Quieres que te desaburra partiendo tu cara, imbécil? —Liam sonríe aún
más luego de decir aquello, y Dylan niega rápidamente antes de alejarse
un poco más, pasando por al lado de Harry y asegurándose de siquiera
verlo. Liam se gira en cuanto oye a Parker reír entre dientes. —¿Te da
risa algo?
—No me das miedo, Payne. Sabes que si haces algo podrías salir
perjudicado.
—¿Me estás probando?
—¿Chicos? ¿Qué sucede aquí? —El profesor de coro intervino debido a un
estudiante explicándole sobre una problemática situación cerca de los
cuatro chicos.
Liam suspira para luego girarse y tomar el brazo de Harry, guiándolo con
él. Oyen las risas de Parker y Dylan, pero los ignoran por completo,
intentando tener un bonito día de convivencia, incluso si el pequeño de
cabello rizado sabía con exactitud que no era así.

—¡Cordero de Dios! —Aplausos. —¡Cordero de Dios! —Más aplausos


unísonos. —¡Que quitas el pecado del mun-do! ¡Ten piedad de nosotros,
ten piedad de nosotros!
Harry no iba a mentir. Iba a ser muy sincero pero cuidadoso: Las
canciones solamente lo deprimían aún más. Incluso sabiendo que no
vomitaría al nombrar al padre de los cielos, también sabía que no tenía
ningún derecho. Suspiró y bajó la mirada a sus manos, solo aplaudiendo
cuando todos lo hacían, oyendo a sus compañeros entonar terriblemente
con la canción, excepto a Liam, el cual cantaba brillante.
Suspiró. ¿Louis? ¿Puedes oírme? Siento si hice algo que te molestó,
prometo no hacerlo más, pero...por favor, vuelve.
Unas pequeñas ramas que provienen de su derecha pican en su rostro
desde ya hace rato, pero no cree soportarlo más. Liam no podía hacer
nada en aquella situación, y Harry lo comprendía. —¿Podrías, por favor,
dejar de arrojarme cosas?
Parker ríe junto a Dylan a la par en que todos dejan de cantar y el profesor
regaña a los tres adolescentes con la mirada: A Harry por interrumpir, y
a los otros dos por comenzar.
Harry ni siquiera le da tiempo a hablar. —Voy a...encontrar un baño. —
Dice antes de ponerse de pie, sacudiendo su ropa aunque ésta ya está
realmente sucia.
—De acuerdo. —El profesor aprueba, sonriendo en dirección a su alumno.
Harry Styles siempre le había caído bien y todo gracias a que jamás daba
problemas. —No te alejes mucho, por favor. —El rizado asiente ante
aquello, agradeciendo la muestra de preocupación mientras se encamina
fuera de la ronda, adentrándose al bosque poco a poco.
—Yo también necesito ir al baño, profesor.
—Y yo. —Harry suspira temblorosamente. Sabe que ambos chicos lo
hicieron a propósito, no duda ni un poquito.
—Vayan, y no se pierdan.
—Profesor, yo también. —Liam rápidamente dice poniéndose de pie.
Harry agradece aquello, pero lo hace muy pronto.
—Liam, mejor ve con un nuevo grupo cuando ellos vuelvan. —El profesor
dice, y Liam nuevamente se sienta, viendo con el ceño levemente fruncido
como Harry caminaba con más rapidez y los otros dos idiotas intentaban
alcanzarlo. De inmediato se giró e intentó cantar sin estar concentrado en
qué le sucedería a su compañero.
El niño de rizos apresuró mucho más su paso, casi trotando mientras oía
como Parker y Dylan hacían exactamente lo mismo entre risas. Es cuando
Harry detiene su paso al saber que no se librará de los adolescentes, que
éstos deciden empujarlo al suelo de inmediato. Parker lo sostiene de la
nuca, dejando su mejilla pegada contra la tierra del suelo.
—¿Quién mierda te crees que eres ahora? ¿El protegido de Payne? Idiota.
—El puchero se instalaba poco a poco en el labio inferior de Harry. Desde
la llegada de Louis se había acostumbrado a no lidiar con ese tipo de
mierdas, y ahora solo se culpaba, preguntándose qué hizo mal y sintiendo
que todo lo que podría ocurrirle se lo merecía.
—Haz que se trague la tierra. —Dylan dice completamente emocionado.
Parker toma en un puño los rizos de la parte trasera de la cabeza de Harry
y los levanta un poco, solamente para hundir el rostro de éste en la tierra.
El cuerpo del rizado se retuerce, intentando zafarse del agarre debido a
que siente que se está ahogando. Inesperadamente lo sueltan y se queda
en el suelo, tosiendo e inhalando profundamente con el rostro lleno de
tierra.
—Fenómeno. —Dice Parker antes de levantarse y comenzar a caminar con
Dylan nuevamente hacia el pequeño campamento con los demás
alumnos.
Y eso ha sido todo.
Un profundo y tembloroso suspiro sale de la pequeña nariz de Harry, el
cual se gira en el mismísimo suelo, sentándose y observando fijamente a
ambos muchachos, caminando.
—Basura adoptada. —Deja salir mientras traga el sabor amargo de su
boca. Es la primera vez que siente ira por su cuenta, y que insulta a
alguien queriendo hacerlo. Y que, maldita sea, se siente increíble.
Internamente agradece a su lengua afilada.
Ambos adolescentes detienen su caminata, Dylan incluso se aleja un poco
de Parker mientras ve a Harry con sorpresa y hasta cierto terror. Fue allí
y por la desquiciada mirada de Parker que el rizado fue poniéndose de pie
lentamente mientras las lágrimas caían por sus mejillas. No se arrepentía,
pero estaba asustado. Sabía que se había pasado y podrían matarlo a
golpes. Debía de ir rápidamente donde Liam, pero ambos chicos estaban
bloqueando aquel camino.
Una risa entrecortada y extremadamente falsa sale de la boca de Parker.
—Dios bendito, estás tan muerto justo ahora. —Dice.
Harry toma aquello como una señal para girarse y comenzar a correr,
sintiendo a ambos adolescentes hacer lo mismo. Dylan grita el nombre de
su amigo, porque molestar es muy diferente a alejarse de los demás y
partirle la cabeza al niño contra una roca. Sabe que su amigo va a
pasarse, y sabe que va a tener que conservar un peso en su conciencia
para toda su vida.
El niño no puede dejar de respirar rápidamente entre sollozos apenas
audibles mientras corre con la mayor fuerza que le queda, intentando no
tropezar con ninguna rama de por medio porque, oh Dios, estaría tan
malditamente muerto si eso ocurriera.
Sabe que se está alejando demasiado cuando ya no se oyen los cantos de
sus compañeros y por no reconocer aquella área del bosque. Es cuando
ve al frente que desea haber cerrado su boca y conservar su ira: Un lago
que separa el bosque de otro bosque está a unos metros, claramente no
puede arrojarse, así como así debido a que no sabe nadar. Concluyó todo
sabiendo que moriría, y prefería morir ahogado antes de hacerlo en
manos de Parker, con Dylan de cómplice.
Sollozó más fuerte. ¿Cómo podía Louis llevarse su alma, matándolo de
ésta manera? Creía que el diablo decidía la muerte de sus víctimas, y si
el arcángel sintiese algo por él...esto no estaría pasando.
¿Cómo había sido tan torpe de creer que Louis sentiría algo por él? ¿Cómo
había podido creer que, alguna vez, alguien sentiría amor por él?
—Louis. —Susurró con pánico antes de respirar profundo, sin dejar de
correr y saltando en cuanto llegó al borde del lago, hundiéndose
lentamente.
Cerró sus ojos con fuerza mientras sentía sus oídos taparse por el sonido
del agua, dejando su cuerpo inmóvil, pero sintiendo como cada vez
descendía más. Burbujas salieron de su nariz a la vez que relajaba su
cuerpo, disfrutando de la calma que el agua le brindaba y esperando a la
muerte con paciencia. Si iba a morirse, iba a morirse bien.
Más burbujas salieron de su nariz con brusquedad en cuanto unos brazos
envolvieron su cintura, apegándolo a un duro torso. Fue entonces que...
...el malestar se hizo presente.
Dio una profunda inhalación por la boca en cuanto su rostro estuvo fuera
del agua, tosiendo un poco. No había entrado agua a sus pulmones, pero
el haber corrido bastante y luego contener la respiración lo había hecho
ahogarse un poco. Su oído izquierdo pitaba como antes, su cuerpo estaba
helado y creyó que era debido al agua, pero en cuanto sus enormes ojos
verdes se abrieron y observó el diablo demasiado cerca, lo comprendió.
Éste estaba tan guapo como siempre, solo tenía el cabello mojado, hacia
atrás y sus ojos bordó con las pupilas terriblemente dilatadas. Su piel
estaba cálida y, demonios, Harry lo había echado de menos. Tanto, tanto
que apenas podía respirar.
De inmediato llevó los brazos alrededor del cuello del arcángel y lo abrazó,
temblando al saber que se venía lo malo.
—¡Parker, deten...! —Ambos chicos se detuvieron en cuanto pararon
frente al lago, observando al niño de rizos abrazar a un tipo extraño, el
cual daba miedo. Dylan de inmediato vio alrededor antes de volver a ver
al hombre en el agua. —¿Quién diablos eres tú?
Todo pasó muy rápido.
Un cuervo, el mismo que había vigilado a Harry en todo el viaje, se hizo
presente en la escena. Se posicionó frente a la cara de Dylan y comenzó
a atacarlo mientras éste gritaba, rogando por ayuda. Sangre caía por sus
mejillas hasta finalmente ser separado de sus propios ojos. El cuervo se
alejó mientras masticaba su comida y el adolescente cayó al suelo, poco
a poco desangrándose hasta morir...solo.
Parker observó a su amigo de toda la vida, su cuerpo inmóvil en el suelo
y gritó fuerte, horrorizado mientras llevaba sus manos a sus mejillas, sin
poder creerlo. El sonido del cuervo masticando los oscuros ojos de su
amigo fue todo para comenzar a correr por el bosque, sin mirar atrás,
escapando. Tal vez era la falta de aire, el pánico en su pecho o el haber
corrido por mucho tiempo, pero su cabeza comenzaba a doler
terriblemente. Un dolor anormal.
Fue finalmente que llegó a donde todos estaban reunidos. El profesor de
coro silenció a sus alumnos al notar el rostro de Parker tan blanco como
una servilleta, poniéndose de pie para acercarse a su alumno, pero
decidiendo esperar a que éste reaccione.
—¿Parker? ¿Qué sucede? —Pregunta. Todos observan extrañados al
adolescente, el cual lentamente se sienta sobre un tronco entre dos
alumnos más.
Todo queda en silencio por unos segundos mientras la respiración de
Parker comienza a cesar, volviéndose más costosa. Su rostro se vuelve
rojo, bordó, lentamente violeta y las venas resaltan en éste. Es cuando el
profesor avanza que, literalmente, la cabeza de su alumno estalla en
pedazos. La sangre salpica a todas las personas que se encontraban allí,
algunos gritan, algunos corren lejos y otros no pueden moverse. El cuerpo
del adolescente cae, no hay rastro de su cabeza, rastro de nada.
El caos se desata.

Louis alzó a Harry, finalmente pudiendo dejarlo fuera del agua. Éste
respiraba profunda y rápidamente, boca arriba y observando el cielo azul.
Era un bonito día para tanta tragedia, para tantos problemas. Lentamente
comienza a sentarse, mareado y observando de reojo cómo el diablo salia
del agua, quedando de pie y tirando su oscuro cabello hacia atrás. Su
camisa y pantalones negros estaban empapados, al igual que la sucia ropa
del pequeño. Es cuando el arcángel está a punto de inclinarse para
levantarlo que el niño se hace hacia atrás, sollozando secamente. Siente
que ya no puede llorar, incluso intentándolo.
—L-Louis... -Sollozó mientras su pecho recibía dolorosas puntadas. —
¿Dónde estabas? T-te necesitaba. —Comienza a llorar más fuerte
mientras las lágrimas salen de su rostro. Parece estar entrando en pánico,
pero finalmente se gira para ver al cadáver del bravucón. Un bravucón,
como cualquier otro torpe adolescente que aún no madura, y había
recibido el castigo de una de las peores muertes tan solo por no saber con
quién se metían. —Muerto.
El diablo lo observa con sus ojos más grandes de lo normal, sin saber
cómo reaccionar ante las palabras de su niño.
—Se lo merecía. —Susurra.
Harry parece estar comenzando a enloquecer. —D-Dios. —Un gruñido
bajo escapa de los labios de Louis ante la mención de éste mientras el
niño pasa sus temblorosas y frías manos por sus ricitos mojados, casi
arrancándolos e hiperventilando aún más. —E-Esto no está pasando, no.
N-no puede estarlo. —Niega rápidamente mientras todo se mueve a su
alrededor.
Rápidamente es tomado por debajo de los brazos y envuelto por la cintura
en cuanto el diablo nota que no tiene estabilidad en sus piernas. —
Escúchame. —Le dice, notando cómo Harry hace lo posible para no entrar
en pánico —Juro que voy a explicarte por qué me fui. La verdad.
—¿C-cómo sé que no estás mintiendo? —Otro sollozo se escapa de sus
labios mientras intenta recuperar el ritmo normal de su respiración,
fallando reiteradas veces en el intento.
Louis simplemente lo ve fijamente, incluso si el niño no lo hace,
manteniendo sus ojos cerrados.
—...Yo jamás le mentiría a mi niño favorito. —Le dijo antes de acariciar
su nariz contra la del más bajo, respirando profundamente y grabando
nuevamente el aroma de éste en su memoria, en sus sentidos.

Es cuando Louis comienza a hablar que Harry cree estar soñando. Habla
en una lengua incomprensible para los simples humanos como él, pero es
tan suave e intrigante que los nervios de Harry comienzan a descender
mientras se acurruca más contra el caluroso cuerpo del diablo. Éste último
acaricia -Harry se atreve a pensar que es con mucho cariño- la espalda
del niño suave y lentamente. Poco a poco los nervios disminuyen, solo
siente frío y pesadez. El shock se va, solo tiene miedo.
—No enloquezcas. —Harry traga saliva con fuerza mientras el diablo se
separa y toma las mejillas del más bajo para observarlo, a pesar de que
éste se encuentra viendo la boca del arcángel, la cual se ladea en una -
algo macabra- sonrisa. —Hice que la cabeza del otro ser inferior volara
en mil pedazos. Todos con los que viniste ya saben que algo ha sucedido.
Tienes que volver y decir que tú no sabes de nada, ya que decidiste ir
más lejos que ellos y caíste en el lago.
El shock nuevamente invade a Harry, pero no siente que vaya a
enloquecer nuevamente. —Y-yo... —Niega lentamente antes de sollozar,
sintiendo las lágrimas caer por sus mejillas. Esto era una pesadilla, y un
sueño hecho realidad a la vez. —...No puedo.
La respiración de Louis cambia drásticamente. Harry casi puede asegurar
que el diablo está desesperado porque su niño favorito no reciba culpa en
el asunto, pero no quería creerlo del todo. —Hazlo, o mato a cada uno de
los humanos que hay aquí. —Dice en un tono suave pero frío.
Inesperadamente se aleja del rizado. —Ve.
—¿M-moverás el cuerpo? —Louis asiente y Harry hace lo mismo antes de
girarse y comenzar a caminar rápidamente hacia el camino de vuelta a la
convivencia.
Finalmente llega e intenta usar su shock para fingir sorpresa y
preocupación. Los alumnos están subiendo al autobús en fila, hay dos
ambulancias y los troncos en donde anteriormente todos estaban
sentados están cubiertos de sangre. Hay una cinta amarilla alrededor de
éstos y algo que luce como un cuerpo metido en una bolsa negra. Harry
está a punto de comenzar a caminar hacia la fila del autobús, subirse y
ya, pero cree que aquello sería realmente sospechoso así que se encamina
hacia su profesor de canto, el cual tiene ambas manos en su cintura y
está más pálido de lo normal, negando lentamente a la nada.
—¿Señor McCoulay? ¿Qué ha pasado? —Dijo, fingiendo claro
desconocimiento en la situación.
El profesor alza lentamente su mirada, viendo fijamente al niño antes de
rebajarlo con la mirada, consciente de lo mojado y sucio que éste estaba.
—¿Dónde has estado?
El rizado intenta no balbucear. —Fui a hacer pipí al lago, pero me caí. —
Frunce levemente su ceño y ve alrededor antes de volver a ver al adulto.
—¿Qué ha sucedido? ¿Alguien salió herido?
Un suspiro sale de los labios del hombre luego de observar al niño por
unos segundos. Ante sus ojos -y los de cualquiera- es muy claro el que
su alumno jamás le haría daño ni siquiera a un mosquito. Harry ya no se
siente tan puro como Louis jura que es.
La mano de McCoulay viaja a la espalda del rizado, empujándolo
suavemente en dirección al autobús mientras niega lentamente con la
cabeza. —No te preocupes. Ve a casa, niño.
Una vez Harry sube al autobús, nota el como sus compañeros y los del
último curso no pueden reaccionar. Algunos hablan bajo, otros lloran y
los demás simplemente...lucen perdidos en su cabeza. Casi todos están
cubiertos de manchas rojas, el conductor del autobús termina de fumar
un cigarrillo mientras mueve su pierna frenéticamente, esperando al
profesor para partir. Harry camina al fondo sin mirar a nadie y vuelve a
ubicarse en el mismo lugar de ida, a un lado de Liam, el cual parece más
cuerdo que todos.
—¿Harry? ¿Dónde estabas? ¿Qué te ha sucedido? —Luce preocupado
mientras el niño cierra sus ojitos, respirando de manera lenta y
temblorosa.
—Caí al lago. Larga historia. —Se enderezó una vez abrió sus ojos, viendo
a Liam e intentando lucir extrañado ante las manchas de sangre en su
camiseta. —¿Qué ha pasado, Liam?
Éste suspira antes de dirigir su mirada al frente. —Es mejor que no lo
sepas. Podría herir tu sensibilidad.
Es porque aún no sabes todo lo que hice, Liam. Todo lo que
provoqué.
Harry asiente lentamente antes de girarse en dirección a su ventana.
Minutos después el autobús acelera, dejando atrás el lugar de aquella
terrible convivencia y cada lágrima que derramaba el rizado entre los
silenciosos sollozos que dejaba escapar, simulando dormir plácidamente
cuando en realidad era el más afectado de todos aquellos.

No fue sorpresa que su madre chillara y lo abrazara contra su pecho en


cuanto lo fue a retirar de la escuela. Ya todos los padres estaban
informados de lo ocurrido y ninguno parecía tener una reacción leve o
menor a la de la madre de Harry. Ésta le besó el rostro como si no lo
tuviese lleno de tierra húmeda debido al agua.
—¡Harry! —Tomó el rostro de su hijo, examinando y haciendo una mueca
de dolor al ver su mejilla raspada y un orificio nasal con un poco de
sangre. —¿Qué ha sucedido? ¿Estás bien, bebé? ¡Tienes sangre!
Harry rápidamente se acurruca en los brazos de su madre, suspirando
profundamente e intentando que la taquicardia cesara rápidamente. —
Estoy bien, mami. Solo me he caído.
—¡Estás empapado!
—Caí en un lago, intentaba hacer pipí. —Se sonrojó. En parte, era cierto.
Iba específicamente a hacer pipí, pero no en el lago. Ew.
—Oh, cielo. —Lo abrazó más fuerte antes de alejarse un poco, viéndolo
con cariño. —Firmo un papel para retirarte y nos vamos a casa. Te
prepararé la mejor merienda del universo y podrás ver lo que quieras,
¿Mh? Espérame aquí. —Obligó al niño a sentarse en uno de los asientos
pegados a la pared de la pequeña sala de espera en la oficina y se adentró
a ésta última.
Luego de un par de minutos se encaminaron fuera del instituto, recibiendo
miradas de desaprobación de parte de las monjas que pasaban y
observaban la vestimenta de Harry. Ya fuera, caminaron hasta el auto y
se subieron en él. El niño esta vez iba en el asiento copiloto.
—¿Cómo saliste? No sabes nadar.
—Hice lo que pude. —Al oír el suspiro de su madre Harry se sintió aún
peor y llevó su pequeña, pálida y delicada mano al brazo de su madre. —
Estoy bien, mami. No te preocupes por mí. —Dice para luego sonreírle de
lado, simulando no tener idea de lo ocurrido. Su madre hace lo mismo
mientras su hijo se abrocha el cinturón de seguridad y busca relajarse en
el asiento.
Sabe que debido a mentir estaría llorando, no lo soportaría porque jamás
ha soportado mentir, pero la leve caricia en su brazo que proviene del
asiento de atrás lo calma completamente, haciéndolo sentir que no está
solo.

Apenas llegó a su casa fue recibido por un abrazo de su hermana,


expresando lo preocupada que había estado. Su padre tomó su taza de
café y subió los escalones, yendo a su habitación. A Harry le dolió.
Su madre le preparó una merienda: Siempre era té y tostadas, pero ésta
vez fue leche con chocolate y galletas horneadas específicamente para él.
Comió solo porque quería ver la sonrisa en el rostro de su madre, pero no
se merecía ni una pequeña migaja. Nada.
Finalmente decidió que era hora de ir a ducharse así que se encaminó a
la puerta del sótano, cerrando esta y bajando los escalones para abrir la
puerta de su habitación. Tomó su pijama celeste de aviones, unos
calcetines cortos color blancos y ropa interior, dirigiéndose al baño.
El agua caliente fue reconfortante, cayendo por sus hombros y cabeza.
No dejó de llorar fuerte en todo el baño, borrando sus lágrimas con la
lluvia artificial. La única prueba de que había llorado cuando terminó eran
sus ojos levemente hinchados, rosados por fuera al igual que su nariz. Se
secó y se vistió, limpiando antes de encaminarse a su habitación.
Una vez en ésta ni siquiera se sobresaltó ante la oscura figura de Louis,
de pie en la punta de su cama. Se dirigió con calma hacia ésta y se sentó,
cubriéndose las piernas con las mantas y bajando la mirada, dejando sus
manos sobre su regazo. Sabía que iban a hablar.
—No puedo estar siempre contigo.
Pero no sabía que iba a doler.
—...Entiendo. —Simplemente susurró, asintiendo lentamente y realmente
intentando comprender que era el diablo. ¡El diablo! Muchas más
ocupaciones que abrazarlo.
Estuvo a punto de recostarse para dormir, queriendo dar finalizada la
conversación.
—Si lo estoy vas a volverte un cadáver. —El ceño de Harry se frunció,
queriendo verlo a los ojos para comprender, sin poder hacerlo debido al
molesto pitido en su oído izquierdo. —Cuando estoy mucho tiempo
contigo tu cuerpo se deteriora: Adelgazas, no duermes, vomitas, no
comes...te sientes triste.
El niño parpadeó lentamente, intentando comprender. ¿Era eso? ¡¿Solo
eso?! ¿Significaba que Louis...lo estaba protegiendo?
—...Oh. —Simplemente dijo, mordiendo su labio inferior por unos
pequeños segunditos. —Pero a veces...bueno, en las noches duermo y
siempre me abrazas.
—Cuando te duermes me voy. —Confesó el diablo, caminando lentamente
hacia donde Harry estaba. —Las veces que me quedé a tu lado tuviste
insomnio, pesadillas y parálisis de sueño. —Se sentó en un costado de la
cama y llevó sus manos repletas de anillos a las mejillas de su niño
favorito. —Y tuviste miedo. Miedo de mí.
—N-no...
—Siento lo que tú sientes. —Interrumpió. Harry internamente se
preguntaba si Louis era capaz de sentir que estaba enamorado, porque
sería muy vergonzoso. Se sonrojó ante aquel pensamiento. —Pude sentir
tu miedo en el hospital, y era dirigido a mí. —Harry no dijo nada, era
cierto.
Había estado aterrado de tener cerca a Louis en el momento en que
despertó en el hospital. Fue como salir de todo sueño en donde el diablo
parecía cuidadoso, mimoso y hermoso. Fue ver la realidad: No tiene
corazón. No lo tiene.
Louis permaneció viendo a Harry unos segundos antes de,
inesperadamente, acercarse más hasta que los labios de ambos se
rozaban. El rizado parecía haberse quedado sin aire y estar
transformándose en un tomate.
—Pregúntame. —Dice. Las pequeñas manos de Harry tiemblan y siente
como la felicidad vuelve a su cuerpo poco a poco ante las muestras de
afecto del arcángel, aunque siente que va a morir de los nervios.
—¿Mh? —Es lo único que logra decir, incluso su voz tiembla en aquel
murmullo.
—Qué es lo que pediste, pregúntame.
Los ojos del niño se cierran ante las dulces e íntimas caricias de la nariz
de Louis en su nariz. Ama tanto aquel cosquilleo en su estómago cuando
aquello sucede que decide alzar más el rostro, sin negarse a los mimitos.
—¿Q-qué es lo que pedí?
Louis inhala fuertemente, provocando que algunos cuadros en la
habitación de Harry se muevan levemente. Está a punto de hablar, pero
un gruñido bajo escapa de su boca antes de alejarse de Harry. Éste último
observa al diablo con confusión, el cual se pone de pie y retrocede hasta
estar en un rincón del cuarto.
—Alguien viene. —Advierte.
Harry borra su mueca de confusión y amor, acostándose lentamente en
la cama y viendo a su madre entrar luego de unos leves golpecitos. Ésta
le sonríe a su hijo, siendo correspondida.
—Bebé. —Dice y camina hacia la cama, sentándose donde anteriormente
Louis estaba. Éste continúa en el rincón de la habitación, observando la
escena y solamente visible para el niño. —¿Cómo te encuentras?
—Estoy bien. —Simplemente responde, riendo bajito ante los besitos de
su madre en la palma de su mano.
Ésta asiente lentamente antes de darle un leve apretón a su mano. —Hey,
amorcito. —Susurró. Harry borró un poco su sonrisa al oír el tono en la
voz de su madre. —Necesito preguntarte algo.
—¿Sí?
—En el campamento... ¿Notaste algo extraño en dos de tus compañeros?
Uhm... ¿Dylan Moisset y Parker Jenkins? —Harry se queda inmóvil por
unos segundos, viendo de reojo la figura de Louis en la oscuridad del
rincón de su cuarto. Niega lentamente, luciendo para nada convincente.
—¿Seguro?
—Pues...se veían nerviosos. —Nuevamente ve a Louis de reojo, el cual
asiente lentamente en aprobación. Volvió la mirada a su madre y se
encogió de hombros. —Pero no presté mucha atención, solo quería hacer
pipí.
Su madre se echó a reír ante las palabras de su hijo, pellizcando sus
mejillas y provocando que éste sonría adorablemente, con los hoyuelos
visibles en sus mejillas.
—Vale, hombrecito. A dormir. Mami se quedará contigo unos segundos.
—Harry asintió y le dejó espacio a su madre, la cual se acostó detrás y lo
envolvió en sus brazos. Louis gruñó ante aquella escena y Harry no pudo
evitar reír en voz alta. —¿Qué sucede?
Volvió a reír, pero más bajito, viendo fijamente a Louis, el cual tenía
ambas cejas levantadas. —No, nada...Recordé un chiste buenísimo.
—¿En serio? Cuéntamelo. —Pide su madre, animada. Harry se congela,
sin saber exactamente qué decir y viendo la sonrisa ladina en el rostro de
Louis, el cual había tomado aquello como una venganza.
—U-uhm...Tengo sueño, mañana. —Bosteza exageradamente y cierra sus
ojos, comenzando a roncar a los segundos y esperando a que su madre
se lo crea.
Es obvio que no se lo cree, Harry es muy exagerado al hacer sus
ronquidos, pero simplemente sonríe y se queda haciéndole compañía a su
hijo. Poco a poco, los exagerados ronquidos se vuelven realidad y Anne
deja un beso en los rizos del niño antes de levantarse, arroparlo mejor y
salir en silencio del cuarto.
Louis observa al rizado y nota que éste realmente está dormido. Suspira
antes de decidir irse para que su niño favorito no tuviera ningún tipo de
pesadillas, pensando en que lo que habría hecho hoy lo haría mañana: El
caos.
El cao de los caos, y todo porque finalmente el diablo haría algo que no
dañaba a nadie excepto a él mismo, y eso era resignarse frente a los ojos
del de arriba. Una total mierda, a decir verdad. Pero ya no lo soportaba.
Necesitaba besarlo.
Y un poco más.
Sus enormes ojos verdes se abrieron lentamente en cuanto pudo oír a su
madre entrar a la habitación, cerrando la puerta sin cuidado y todo debido
a que cargaba con una bandeja en sus antebrazos, la cual tenía un
desayuno puesto de manera muy organizada: Chocolate caliente en una
enorme taza azul y unas galletas bien horneadas en un pequeño y
floreado platito de porcelana. A un lado una nota en la cual le deseaba un
buen día y todas las bendiciones del mundo, las cuales no harían ni un
poquito de efecto en Harry porque, ¡Hey! ¡Estaba enamorado del diablo!
Volvió a cerrar sus ojos debido a que no quería que su madre notara que
estaba despierto, sintiendo como ésta dejaba la bandeja a un lado suyo,
sobre su mesa de noche.
—Hazzie. —Le sacudió el hombro, el niño simplemente cubrió su cabeza
con las cobijas. —El desayuno, bebé.
—En un minuto...
Anne suspiró, regañándolo un poco debido a que sabía que no iba a
despertar de inmediato y ella no podía quedarse. Simplemente se fue, y
Harry frotó sus ojitos con sus pequeños puños por debajo de las cobijas.
Casi de inmediato sintió el peso de un cuerpo caer a un lado suyo,
sentándose. Hubiese tenido miedo, pero solo sentía emoción.
—¿Miren quien despertó? —No pudo evitar sonreír, cerrando sus ojos con
fuerza por unos segundos y sintiendo cosquillas en su pancita. Le
encantaba cuando le hablaban así, especialmente si era Louis, por lo que
no pudo evitar sonrojarse.
Se quitó las mantas de encima a la par en que se sentaba con algo de
lentitud, haciendo sus ricitos hacia un costado. Continuaba estando
despeinado, pero poco le importaba ya que Louis lo había visto varias
veces de aquella manera. Bostezó antes de levantarse.
—Ya vuelvo. —Dijo, y corrió descalzo hacia el baño. Se había aguantado
en ir el día anterior.
Minutos después salió, Louis continuaba en el mismo lugar y con su
mirada sobre el niño que ingresaba con pereza -nuevamente- a la cama.
Tomó la bandeja y la puso sobre su regazo, el cual estaba oculto bajo las
cobijas. Lo mantenían abrigado, hacía frío fuera.
Antes de comenzar a beber de su chocolate caliente para comenzar bien
el día tomó una galleta y se la tendió a Louis sin verlo.
—¿Quieres? —De reojo notó como éste negaba y de inmediato la sumergió
en su chocolate caliente para luego morder, masticando el exquisito sabor
de ambas delicias mezcladas.
Es cuando decide comenzar a beber de su chocolate caliente que Louis
decide hablar: —He estado merodeando por tu casa. —Casi escupe todo,
alejando la taza con rapidez de sus labios y tragando con fuerza la bebida.
Su corazón latía muy fuerte, sus ojos se abrieron de par en par. ¿Louis
había hecho algo nuevamente? El miedo se disparó por todo su cuerpo.
—Tranquilo, no hice nada malo ni que hiciera notable mi presencia. —
Aquello provocó que el alivio cayera de manera satisfactoria sobre él,
provocando que suspire antes de continuar desayunando. —Solo se
giraron crucifijos...y asusté a tu padre... Solo eso.
—Oh, bueno... —Harry aceptó aquello. Por algún motivo, comenzaba a
gustarle el que Louis hiciera notable su presencia. ¿Acaso era el poder y
protección que sentía cuando tenía al diablo a su alrededor? ¿Éstas dos
emociones comenzaban a apoderarse de él?
Quiso verlo, y sabiendo que no podía ver sus ojos decidió ver sus labios,
pero de inmediato bajó la mirada y sus mejillas ardieron de manera
infernal al recordar el cómo sus labios se habían rozado contra los del
ente la noche anterior, en pleno silencio y absoluta oscuridad de su cuarto.
—Descubrí que tienes una azotea.
Asintió lentamente. La preciosa azotea a la cual nunca tenía permitido ir.
Se lo prohibían y todo por ser bastante torpe con sus pasos, ambos padres
del niño creyendo que éste podría caer y morir de manera trágica.
—Sí, pero nunca me dejan ir. —Confirmó, bebiendo lo último de su taza
de chocolate antes de dejarla sobre la mesa de noche, no sin antes tomar
una galleta. —Dicen que soy muy torpe y me puedo caer. —Se encogió
levemente de hombros. Siempre le hizo ilusión el subir allí, tomar la
polaroid de su madre (la cual solo usaba en ocasiones de bonitas
reuniones familiares o fiestas en la iglesia) y tomar fotos del precioso
cielo. Eso ayudaría mucho a copiar las fotografías y continuar dibujando
en su pequeño cuaderno de arte.
—Hoy va a ser un largo día, oí que tu madre está organizando una cena
familiar para hacer oraciones por tu primo. —Dice, y Harry casi puede oír
la ironía y diversión en su voz. Está disfrutando de aquello, y no puede
evitar estremecerse.
—¿Él...está en el infierno ahora? —Teme a la respuesta, incluso sabiendo
cual será.
—Si.
—¿Dylan y Parker también?
—No. Solo el segundo ser inferior.
Harry asiente lentamente, intentando estar aliviado al saber que Dylan
Moisset no estaba sufriendo la condena en el infierno. Sin embargo, debió
de ser un infierno cuando sus ojos fueron arrancados de su rostro por un
maligno cuervo. Su pecho comenzó a doler y llevó una de sus pequeñas
y delicadas manos allí, por sobre la camiseta del pijama. Inhaló
profundamente, intentando calmarse, sin mucho éxito.
Casi de inmediato alejó las cobijas de sus piernas, dejó la galleta sobre la
bandeja de la mesa de noche y gateó hasta estar pegado a Louis,
abrazándolo. Éste de inmediato le acurrucó contra su pecho, no sin antes
tomarlo de la cintura y subirlo a su regazo. Casi muere de vergüenza en
aquel momento porque, demonios, estaba sobre el regazo del rey de las
tinieblas y se sentía...malditamente bien.
Louis parece estar hablando contra su oído sano, pero todas las palabras
que pronuncia son completamente incomprensibles. Sin embargo, aquel
desconocido lenguaje hipnotiza los sentidos de Harry, el cual de manera
inmediata exhala profundamente y relaja todos los músculos a la vez. No
sabe por qué está tan calmado cuando oye al diablo hablar de esa manera,
pero es como si le arrebataran todo el pánico y lo llenaran de paz.
—¿Qué idioma es ese?
—No tiene un nombre.
—¿Qué me estás diciendo?
—Palabras que no existen en éste mundo.
Las cejas del más bajo se alzaron, curioso con aquello, pero sin moverse
ni un poquito.
—¿No tienen los mismos significados que aquí?
—Son los mismos, pero mucho más fuertes, descriptivos. No se
comparan.
Decidió no preguntar. No quería descifrar qué era lo que el diablo le decía,
prefería que éste lo mantenga en secreto, así si era algo malo Harry jamás
lo sabría y continuaría creyendo que le dijo algo como “Eres hermoso”.
Falsas ilusiones.
... ¿O no?
Un grito proveniente del piso de arriba provocó que ambos se quedaran
en silencio. -“¡Harry, despierta! ¡El desayuno! ¡Ven a convivir con la
familia!”. El pequeño suspiró mientras sentía sus ojos comenzar a llenarse
de lágrimas y sus músculos tensos.
—No quiero asistir a la reunión familiar, no me siento bien. —El diablo
alejó un poco a su niño, el cual cerró sus ojos cuando sintió las caricias
en su mejilla, provenientes de la mano repleta de anillos de oro del ente.
Aquello alivió su corazón. —¿Louis? ¿Q-Qué es lo que pedí?
—Te lo diré esta noche en la azotea. —Dice a la par en que aleja la mano
y se pone de pie, no sin antes dejar a su niño favorito sobre la cama.
Harry abre los ojos casi de inmediato, viéndolo caminar hasta estar en la
orilla de su cama.
—No me dejan ir a la azotea. —Repitió, rogando que a Louis no se le
ocurriera hacerlo esconderse. Estaba muy vigilado últimamente,
simplemente no podía.
—Tu madre planea decirte que la reunión no será en la casa, que puedes
quedarte aquí si te afecta.
Vale, si era una sorpresa...ya no.
—Y... ¿Eso significa que subiré sin permiso a la azotea? —Se sonrojó de
tan solo preguntarlo, mirando dudoso a su alrededor, pensando que no
era una buena idea. ¿Qué si alguien lo descubría?
Louis sonrió de lado. —Serás un niño malo hoy. —Dijo.
Harry parpadeó, completamente atónito ante aquellas últimas palabras
que murmuró el diablo. La figura de éste último se desvaneció en uno de
sus parpadeos, y la voz de su madre nuevamente se hizo presente,
diciéndole que se apresurara, que debía de decirle algo.
Dominique comenzó a sonar por cuarta vez en el día, pero milésima vez
en la vida.
Finalmente se limitó a vestirse con su habitual camisa blanca abotonada
y sus shorts negros junto a los tiradores, calcetines largos y quickers. Se
vio al espejo de su habitación por unos segundos antes de tomar la
bandeja del desayuno y dirigirse fuera del cuarto, subiendo los escalones
hasta finalmente caminar por el corto pasillo y llegar a la sala, en la cual
se encontraban su madre y su hermana. Anne caminaba de un lado a
otro, llevaba ropa en sus manos y una escoba, Gemma estaba bebiendo
un té, sentada en el sofá y mirando la televisión. Su madre debía estar
de muy buen humor ya que odiaba que sus hijos se la pasaran viendo
dibujos animados e inapropiados.
—Buen día, cariño. ¿Cómo te sientes hoy? —Dice Anne, acercándose a su
hijo y dejando un beso en su mejilla. El niño simplemente sonríe de lado,
intentando mostrar que todo iba bien a pesar de haber matado a dos
personas y provocar un ataque al corazón a su padre. —Escucha: Hoy
estarás solito por unas horas porque haremos una reunión familiar. No
creo que debas asistir, no hablaremos de temas lindos para tus orejitas y
estarás más cómodo aquí.
—Está bien, mami.
Luego de unos minutos regresó de la cocina, en la cual había dejado su
bandeja y se dirigió hasta estar a un lado de Gemma. Se sentó en el sofá
y su hermana no dudó envolverlo en sus brazos, amando los ricitos de su
hermano menor contra su mentón.
—¿Sabes por qué papá no me habla? —Harry preguntó de repente,
tomando desprevenida a su hermana, la cual dejó de observar “Porky
Pig”, la caricatura del momento.
—Probablemente esté arrepentido y no sabe cómo decirlo. Hay que darle
su tiempo.
Harry asiente dudosamente. No puede evitar pensar que Louis tiene algo
que ver con aquello, incluso cree estar casi seguro porque, vamos, no
puede simplemente pasar de un momento a otro. ¿O sí? Si Louis había
hecho o dicho algo, el rizado comenzaba a creer que el diablo no era tan
inteligente como parecía. Esperaba que su padre no lo sorprenda en un
par de días con ninguna tontería. Realmente, realmente esperaba que no.
Su hermana se apartó apenas para bajar la mirada y observar a su
hermano menor con una de sus sonrisitas. Se parecían bastante entre
ellos si no fuese porque los ojos del pequeño eran mucho más grandes y
su nariz menos larga que la de Gemma.
—¿Sabes qué me dijeron mis amigas hoy? Que habrá Luna sangrienta. —
Harry hubiese muerto de miedo si no fuese porque llevaba al diablo
consigo más de las veinticuatro horas del día. Simplemente la observó
fijo, parpadeando con lentitud y sin siquiera estremecerse un poquito. —
Pero aún no es Halloween, así que tranquilo. —Finalizó, extrañada de que
su hermano no demostrara ni siquiera un poquito de terror.
El que haya Luna sangrienta a Harry siempre le había aterrado, todo por
Gemma y sus leyendas de que era la noche en la que las sombras salían
a cazar almas puras. Probablemente hubiera muerto de miedo en aquel
momento, pero una sombra realmente lo estaba cazando, y encima se
había enamorado de aquella sombra. No podía ser peor.
—Gemma, te oí. —Advirtió su madre. —No quiero oír la palabra
“Halloween” en ésta casa, Harry está algo delicado. —La risa baja y
sarcástica de Louis se hizo audible en aquel momento, Gemma
simplemente suspiró mientras volvía su vista a la televisión y el rizado se
encontraba completamente sonrojado.
Ni siquiera se dio cuenta cuando cayó profundamente dormido.

A pesar de seguir durmiendo cuando su madre se despidió de él con un


beso en la frente, sus ojos se abrieron en cuanto la puerta principal se
cerró. Habría silencio absoluto de no ser porque continuaban dando la
caricatura en la televisión. Se dio cuenta que estaba cubierto con una
manta, con su cabeza sobre un almohadón y completamente sonrojado.
Dominique ya no se oía, gracias al cielo. Suspiró antes de sentarse con
lentitud, estirándose a la par en que llevaba ambas de sus pequeñas
manos en forma de puño a sus ojos, frotando. ¿Todos se habían ido?
Observó alrededor.
—¿Mami? ¿Gemm? —Llama, pero nadie responde. Es obvio que se han
ido. Es cuando finaliza de bostezar que la televisión se apaga como si
nada. Se mantuvo observando esta y nota por el reflejo a alguien de pie
detrás suyo. —¿Lou?
Es cuando va a girar que, poco a poco, la luz de la cocina, pasillo y living
se apagan. Se encuentra completamente a oscuras, y hay una pesada
respiración en su cuello que dura unos poco segundos. Asustado se gira
de golpe y nota que hay un poco de luz escaleras arribas, la cual revela a
Louis de pie, con sus manos repletas de anillos en los bolsillos de su
pantalón, observándolo fijamente. ¿Acaso lo estaba desafiando a que
subiera?
—¿Lou? —Éste, ignorando el llamado rebaja con la mirada a su niño
favorito antes de encaminarse hasta desaparecer de la vista del rizado,
yendo hacia el lado derecho del piso de arriba. Hacia la azotea, por
supuesto. Un suspiro tembloroso salió de sus labios y, no sin antes
verificar por la ventana del living que el coche de su padre no estaba,
frotó su rostro por última vez y subió las escaleras, doblando para
encaminarse a las otras escaleras que lo llevarían a la azotea.
Esta es bastante abierta, espaciosa. Los muros a su alrededor son bajos,
lo cual le permite admirar todo su pueblo: El verde del césped, el humo
saliendo por la chimenea de las casas, preparados para el invierno. La
naturaleza, algún avión pasando...apreciar el cielo, sobre todo, el cual
estaba lentamente oscureciendo, con la luna ya haciéndose notar.
El diablo se encontraba cerca de un borde, caminando hasta estar de un
lado, dándole la espalda al niño. Éste último avanzó hasta que estuvo a
un lado del alto hombre. Le daba un poco de vértigo estar cerca de los
muros, pero se armó de valentía y se concentró en admirar el precioso
paisaje.
Era relajante, le brindaba paz en su interior, luego de no haberla sentido
en mucho tiempo. El ente a su lado parecía estar más que calmado, con
su mirada fija en él. Es como si estuviese presintiendo que haría una
pregunta.
—Louis... ¿Por qué mi padre no me habla? —No pudo evitarlo. Sabía que
no era una casualidad. Algo había ocurrido.
—Le dije que no se acercara a ti. —Dijo con tranquilidad el diablo.
—¿Le hablaste? —Pudo ver de reojo como asentía con lentitud. Intentó
tragar el nudo que se le formaba en la garganta gracias al miedo, sin
mucho éxito. —P-pero...Ahora sabrá que te tengo conmigo. Sabrá que
tengo algo que ver con la muerte de Brad.
Louis volvió la vista al frente con su ceño levemente fruncido. Allí fue
donde Harry aprovechó para verlo, sus ojos lentamente llenándose de
lágrimas que no tardarían en salir.
—No tienes nada que ver con la muerte de Brad. Eso lo hice yo mientras
dormías.
No sabe si fue por la brusquedad en sus palabras, la falta de sentimientos
en Louis que lo asustaba, o la culpa que calaba su alma muy de a poco,
pero en el momento en que bajó la mirada e intentó con todas sus fuerzas
no llorar, un sollozo bajo y débil escapó de su boca. Rápidamente tapó
ésta con una de sus manos a la par que cerraba sus ojos y las lágrimas
caían de manera silenciosa por sus mejillas.
El arcángel se mantuvo observándolo fijamente. No le sorprendía el que
su niño favorito llorara, ya que sabía que su alma pura estaba entrelazada
con la sensibilidad en el corazón de éste, pero por algún motivo...le dolía
el pecho al verlo así. —¿Por qué lloras?
—Es que... —Hipó, sorbiendo su nariz antes de apartar las lágrimas con
sus pequeños y delgados dedos, dejando sus pálidas mejillas
completamente mojadas. —...Soy una mala persona, y lo estoy
asumiendo justo ahora. —No pudo evitar confesar, con el dolor siendo
insoportable en su pecho.
Louis lo tomó entre sus brazos de manera inmediata, acurrucándolo en
su pecho mientras el niño se deshacía en fuertes sollozos.
—No lo eres. —A pesar de la desesperación en todos sus sentidos al ver
así a Harry, su voz se encontraba completamente neutra. —Y te lo digo
yo. Ya sabes quién soy, cómo me llaman y las cosas que puedo llegar a
hacer.
Harry rio entre lágrimas, sorbiendo su nariz y tragando saliva antes de
apartarse un poquito. Las yemas de los dedos de Louis presionaron
levemente la espalda de su niño cuando este pasó su lengua por sus labios
rojos y mojados.
—Solo q-quería ser feliz...no sabía qué hacer cuando me molestaban, o
me golpeaban. Sé que está mal que m-mates personas tan fácilmente,
en mi mundo, claro. Pero...jamás me sentí tan protegido como ahora.
Tan...
No podía explicarlo, pero Louis le indicó en un asentimiento que, lo que
sea que Harry sintiese, él también lo sentía.
Ambos permanecieron en silencio por un par de segundos, y el rizado
aprovechó aquello para intentar calmar su respiración y limpiar mucho
mejor su rostro.
—¿Quieres ver lo que puedo hacer? —Preguntó Louis de manera
inesperada, alzando ambas cejas con aire de superioridad. Al notar que
el pequeño no reaccionaba de ninguna forma soltó un largo suspiro y
posicionó sus manos en los hombros del más bajo, girándolo hasta dejarlo
de espaldas a él. Se inclinó un poco y rozó con sus labios la oreja de su
niño. —Mira el cielo.
El rizado alzó la mirada de inmediato, y tuvo que parpadear un par de
veces al notar como la tarde se volvía noche de una manera anormal. Las
estrellas alumbraban de manera preciosa el cielo azul mientras la luna se
volvía más grande y, poco a poco, roja. De inmediato recordó a su
hermana hablando del eclipse, pero no se imaginó que podía verse tan
bonito. Resplandecía tanto con el brillo de la luna que el bordó parecía
extenderse por el cielo.
—Wow... —Ni siquiera sabe que decir. Apenas puede contar una estrella
sin perderse. Se limita simplemente a suspirar profundamente, sin poder
creer lo que el ser más malo de la tierra podía hacer.
El diablo se alejó un poco, tan solo para quedar una distancia razonable
y extender su mano repleta de anillos hacia el más bajo. —¿Alguna vez
bailaste con el diablo en tu azotea a la luz de la luna sangrienta? —Harry
intentó no sonreír mientras negaba lentamente. Allí fue cuando Louis
sonrió de lado, alzando un poco sus cejas. —¿Aceptarías?
Jamás se negaría a sentir aquella embriagante cercanía.
Y algo le decía que realmente iba a hacer un niño malo hoy.
Harry no dudó en aceptar la mano que el rey de las tinieblas le
tendía. A pesar de ser esto último, su confianza estaba totalmente en el
ente. No le importaba tanto salir dañado, aún más sabiendo que de todas
maneras se iría al infierno, pero pondría toda su confianza en Louis.
Absolutamente toda.
Con un suave tirón, el diablo lo atrajo cerca de su cuerpo y le rodeó
la cintura con un brazo a la par que Harry apoyó una de sus pequeñas
manos en la camisa abotonada y negra, sobre el pecho de éste. Pudo
sentir lo cálida que su piel era, y las manos libres de ambos se juntaron,
encajando perfectamente, como si estuvieran hechas una para la otra.
Sin más, el diablo comenzó a bailar lentamente, meciéndolos a
ambos a un ritmo lento. Harry se tropezaba con sus pies, y todo debido a
que no había nada que pudiese seguir. Nervioso, intentó tragar el nudo
de su garganta y rio falsamente, sonrojado y muy, muy avergonzado.
—No hay música... —Susurró, realmente esperando no romper el
precioso ambiente que se había formado. De reojo observó al diablo
sonreír de lado.
—Mírame a los ojos.
No evitó alzar ambas cejas, sorprendido al oír aquellas palabras salir
de la boca del más alto. Frunció apenitas el ceño y bajó la mirada. El pitido
ya de por sí era molesto, y sabía que no aguantaría más de un segundo
oyendo éste mucho más potente. Era como sentir que su cabeza iba a
explotar.
Negó lentamente. —No puedo...
—Mírame.
—E-es que...el pitido... —Esperaba que Louis no se enfadara. —
Suena un pitido cuando lo hago.
—Harry... —El nombrado de pronto se puso muy nervioso, y más al
sentir el como el diablo se inclinaba un poco, y el aliento de éste rozaba
su rostro como una leve brisa.
—Y duele un poco. Lo siento.
La mano de Louis suelta la del menor, y la lleva al mentón de éste
último, levantándolo con calma. —Mírame.
Los ojos de Harry se alzan, observando entre sus pestañas los ojos
celestes, y un cuarto rojo de solo uno, del diablo. El pitido hace latir su
cabeza del repentino dolor que estremece sus huesos, pero éste se va de
manera fugaz, sin dejar rastro.
Una melodía suave comienza a sonar. Un violín deja atrás el pitido,
y suena tan triste que los ojos de Harry comienzan a lagrimear. El diablo,
fingiendo no notar aquello y sin apartar la vista de los ojos del menor,
lleva la mano desde el mentón nuevamente a la del niño, entrelazando
los dedos y suspirando antes de comenzar a mecerse nuevamente.
Esta vez Harry puede seguir los pasos, sin tropiezos, con calma. Las
lágrimas caen por su rostro de manera silenciosa, está hipando y hasta
tiembla, pero jamás aparta los ojos de los de Louis. Disfrutará al máximo
el ver terrible pieza de arte.
—¿Qué...? —Traga y luego suspira para que su voz no suene tan
quebrada. —... ¿Qué es eso?
—Giuseppe Tartini.
Harry no puede evitar parpadear con sorpresa. Su primo Brad solía
aterrorizarlo con historias sobre ese famoso violinista, pero luego de
tantas noches en vela debido al miedo que lo hacía sentir aquel nombre,
incluso en aquellos meses no se lo hubiera creído.
—¿Está en el infierno?
—Me dio su alma. —Louis susurra.
La realidad comienza a caer sobre su pequeño cuerpo luego de
haber oído aquello. Porque es obvio: Louis es el diablo, él es un simple
humano. Ha vendido su alma, y el diablo es un manipulador. Tiene el
mismo destino de todos, y nada va a cambiar. No debía de creerse éstos
actos de cariño, pero no podía evitarlo.

—No entiendo por qué no estoy asustado.


—Yo lo hago. —Mientras Harry parpadea, anonadado y entre
lágrimas, Louis se inclina para rozar sus labios contra la oreja del menor.
—Caíste...
—... ¿Mh?
—Caíste. Te enamoraste de mí.
Desconcertado, Harry se aparta solo un poco para poder ver a Louis
fijamente. Sus delgadas y cortas piernas comienzan a temblar, y su
corazón late con fuerza. Luego de una profunda respiración cierra sus ojos
y apoya su mejilla sobre el pecho del diablo.
—Sí. —Admite. Pronto, algo parecido a unos potentes latidos surgen
del pecho del mayor. Son increíblemente rápidos. Harry solloza. —No
sabía que el diablo tenía corazón.
—Yo tampoco.
Los sollozos se vuelven más fuertes antes de alzar su mirada
nuevamente a Louis. —Lou... —Ruega sin dejar de sollozar. Está
adolorido, su pecho duele de tanta tristeza que hay en éste. —¿Qué es lo
que he pedido?
Louis deja de mecerse de inmediato. Se ve serio, se ve intimidante,
se ve hermoso. Como siempre.
—Tú me entregaste tu alma. No encontrabas ningún tipo de amor
verdadero en ninguna de las personas que te rodean, ni siquiera de tu
madre, la cual daría todo por ti. Tú lo sabías
.. —Los sollozos comienzan a surgir con más fuerza al darse cuenta
qué era. Siente presión en su pecho, en su garganta. No deja de temblar,
no sabe qué sentir. —Sabías que yo iba a ser el único que podría hacer
todo por ti.
—T-tan solo...
—Pediste que alguien te amara honestamente. Pediste sentirte
amado. —Dice. —Y debía de llevarme tu alma en cuanto sientas algo por
mí...pero hay un problema. —Harry sorbió su nariz, alzando el rostro para
ver nuevamente los ojos del diablo. —Sentiste algo por mí desde el primer
momento en que me viste. No podía llevarme tu alma, pero no solo
porque quería divertirme...Sentí algo la noche en que me invitaste a
recostarme a tu lado.
—... ¿Algo?
—En el pecho. —Se ve tan seguro que Harry tiene repentinas
esperanzas. —Sentí lo que tú sientes por mí. —Confirmó, inclinándose un
poco a la par que soltaba la mano del menor y rodeaba mucho mejor su
cintura. El rizado no pudo evitarlo y llevó ambos brazos, de manera
realmente lenta hacia el cuello de Louis, poniéndose de puntitas de pie.
—Y un corazón. Los latidos comienzan cuando te tengo entre mis brazos.
—Louis... —Su aliento rozaba con el del mayor, poniéndolo más
torpe de lo que sentía que era. La cercanía lo volvía loco, y sentía que
esta vez...
...Esta vez realmente sucedería algo.
—Eres un niño malo, te enamoraste de mí. —Harry nuevamente
solloza, pero Louis le brinda un suave e inesperado beso en los labios. Es
uno rápido, pero deja a Harry sin habla. —Voy a cumplir mi parte del
trato. Hoy serás el humano más amado en la tierra...
Sin más, los labios del diablo tomaron lenta y profundamente los de
su niño. Éste último cortó su respiración y permitió que Louis le brindara
todo primero, ya que jamás se había dado una idea de cómo era un beso.
Poco a poco comenzó a mover sus labios, siguiendo el compás de éste y
bajando sus párpados, relajando su cuerpo y mente por primera vez en
el día.
No podía creer que se encontraba en aquella situación. Siempre
creyó que existían esas ganas en ambos de comerse la boca, y aunque
Harry lo había deseado bastante, era sorprendente que estuviera
sucediendo. Soltó un suspiro por su nariz y ladeó el rostro a la par que el
diablo lo hacía en dirección contraria, profundizando más el beso. Harry
pudo sentir la lengua del mayor adentrarse a su boca y rozar la suya. Un
irreconocible cosquilleo se instaló en su vientre, y ante la inocencia de no
haberlo experimentado nunca se apartó un poco de los labios de Louis.
—Cierra tus ojos...y no los abras. —Ordenó el ente. Harry lo observó
por unos segundos antes de obedecer. Nuevamente los labios de Louis
comenzaron un lento beso.
Todo parecía estar dando vueltas, incluso se aferró mucho más al
rey de las tinieblas en cuanto sentía que podría llegar a tropezar. Sin
embargo, no abrió los ojos, incluso los cerró con más fuerza. Cuando todo
se detuvo el diablo apartó sus labios de los de Harry, pero éste último no
abrió sus ojos. Se mantuvo respirando por la boca, con los labios rojos y
levemente hinchados, mejillas sonrojadas y los ricitos algo despeinados
debido al viento en la azotea. Todo parecía más cálido donde estaba, más
tranquilo.
Un suspiro fue lo primero que oyó. —Si supieras como te ves
ahora...maldita sea. —Louis dijo. No solo era por lo hermoso que su niño
favorito era, sino también por lo obediente que demostraba ser, ya que
no abrió sus ojos en ningún momento. Sonrió de lado antes de hablar: —
Ábrelos.
El rizado lo hace de inmediato, parpadeando un par de veces antes
de notar que se encontraba en su habitación, un poco a oscuras y en la
punta de su cama. ¿Acaso se habían...transportado allí tan fácilmente?
Bueno...no es como si se estuviera besando con alguien común y
corriente.
Louis le rodeó la cintura posesivamente, y Harry alzó su rostro,
poniéndose de puntitas de pie y haciendo muy obvio el estar anhelando
otro de los muchos besos que el diablo le brindaba. Éste último no se negó
y complació a su niño, besándolo profundamente mientras lo aferraba
contra su cuerpo. Luego de unos segundos el rizado ya no podía evitar
soltar bajos, casi inaudibles soniditos desde su garganta. Besar a Louis
era su nueva cosa favorita, y le agradaba tanto la manera en que era
sostenido y mimado que no podía evitar demostrarlo con aquellos leves
sonidos.
El diablo apartó su boca de la del niño y comenzó a besarle la
mejilla, la mandíbula y finalmente llegó a su cuello, pasando su cálida
lengua por la tibia y perfecta piel de Harry. Éste último abrió su boca
levemente, intentando mantenerse en silencio mientras sentía un leve
ardor debido a la boca del diablo succionando su piel. Los cosquilleos en
su vientre regresaron y solo se aferró mucho más al cuello del mayor,
temeroso, pero sintiéndose extrañamente bien.
—¿Qué sientes? —Louis dijo, aun dejando besos por la piel de su
niño, también detrás de la oreja, con los ricitos de éste haciéndole
cosquillas en el rostro.
—Siento... —Se calló debido a que el rostro del mayor regresó a
estar frente al de él y dejaba suaves pero cortos besos en sus labios.
¿Podía sentirse más embobado? —...calor.
Pudo sentir la ligera sonrisa de Louis sobre sus labios. —¿Mi niño
favorito necesita ayuda? —Su voz sonaba ronca, incluso un poco
entusiasmado. Harry se limitó a quedarse quieto, sin saber exactamente
qué responder.
Las manos repletas de anillos del diablo comenzaron a desabotonar
la camisa blanca del rizado. Éste último comenzó a sentir los nervios
brotar por su cuerpo, la vergüenza acumulándose en el rosa de sus
mejillas mientras notaba como Louis observaba sin pudor alguno su
delgado torso.
Muchas veces Louis había fingido no estar, y había visto el cómo
Harry se desnudaba lentamente para irse a bañar. Le fascinaba su pálida
piel de porcelana, lo pequeño que se veía en ropa interior y calcetines.
Cuando este se metía a la ducha o bañera quería -realmente lo hacía-
lamer las gotas que resbalaban por la espalda de su niño favorito. Quería
abrazarlo por detrás y lamerle todo el cuerpo.
El arcángel deslizó los tiradores por sus hombros hasta quitarlos del
camino, y también se deshizo de la camisa que cubría la preciosa piel del
más bajo. La tiró al piso, sin importarle lo más mínimo el que se ensuciara
y llevó ambas manos hacia la espalda baja del niño, el cual se estremeció
debido al frío de los anillos contra su piel.
Un profundo suspiro surgió del pecho de Louis. —No sabes cuánto
llevo esperando para tocarte así... —Confesó mientras subía sus manos
por los costados del menor, sintiendo sus costillas. —Fue una tortura no
sentirte todo este tiempo.
Harry no se atrevió a preguntar, simplemente devolvió el beso en
los labios que el mayor le brindaba, sintiéndose pequeño ante las caricias
por su torso, descubierto, algo avergonzado. No es como si le fascine su
cuerpo.
Louis se apartó tan solo un poco. —Ven. —Se inclinó un poco y pasó
un brazo por debajo de las piernas de Harry, alzándolo. Todo lo que hacía
lo estaba haciendo con una tremenda delicadeza, y es que no podía
simplemente corromper al niño, ya que éste era una persona con un alma
demasiado pura y todo lo que se encontraba experimentando era nuevo.
Lo dejó con delicadeza sobre la cama, acostado mientras se
quedaba de pie a un lado. Harry simplemente lo miró, bajando la mirada
en cuanto notaba como el diablo se quitaba sus zapatos con ayuda de sus
propios pies, seguido de comenzar a desabotonar su camisa y
quitándosela. Su piel era de un tono normal, en forma y completamente
tatuado. Había palabras inentendibles, símbolos que no se atrevía a
preguntar por el significado. Era hermoso, perfecto.
Se acomodó boca arriba mientras Louis observaba el cuerpo del
niño, con la mirada fija en sus shorts y sonreía de lado. —Quítatelos.
Harry tragó saliva antes de llevar sus pequeñas manos hacia los
shorts, comenzando a bajarla y desviando la mirada, avergonzado al
estarse desnudando para el diablo. Finalmente quedó en ropa interior e
hizo a un lado la prenda, fuera de la cama. No levantó la mirada por nada
del mundo, solo lo hizo cuando Louis posicionó lentamente su cuerpo
sobre el de él, quedando lo suficientemente cerca para darle un beso.
Al paso de los minutos el rizado comenzó a calmarse gracias a los
exquisitos besos que Louis dejaba en sus labios y por la manera en que
le acariciaba su piel. Se apoyaba con un brazo a un lado del cuerpo de su
niño, y la otra mano la usaba para tomar el muslo de éste y acariciarlo de
arriba abajo. No se hartaba de susurrarle cosas al rizado, el cual estaba
hecho un manojo de nervios al principio, pero, poco a poco, comenzó a
relajarse. Siempre le había asustado aquel contacto tan cercano en las
personas, o con sus cuerpos, pero con Louis todo se sentía extrañamente
bien. Se sentía protegido, sabía que no iba a salir lastimado, y quería.
Lo quería demasiado.
Fue inevitable el que Louis bajara sus caderas, creando una
exquisita fricción con los miembros de ambos. Lentas y cálidas
sensaciones se fueron propagando en el cuerpo del menor, el cual
respondía a aquellas caricias mutuas con suspiros entrecortados y leves
movimientos de pelvis, incluso aportando y cerrando más las piernas. Le
gustaba lo que sentía, le gustaba con quien lo hacía. Estaba siendo tan,
tan malo. Un niño demasiado malo.
—U-uhm... —Ladeó el rostro en cuanto la lengua de Louis lamió su
mandíbula lentamente, llegando hasta detrás de su oreja y besando
lentamente aquella zona. Era como un punto débil del menor, lo hacía
estremecerse y sentirse mucho más acalorado. —Lou...
—¿Te gusta? —Harry asintió. —Tócame. —Louis no podía dejar de
disfrutar todo el asunto, y más aún con su nuevo fetiche: Algo tan puro
dejándose llevar por algo que estaba mal...pero se sentía bien.
Las manos de Harry fueron tímidamente a la espalda del diablo. Era
cálida, suave. Le agradaba. Casi ronronea mientras acaricia la columna
vertebral de éste de arriba abajo. Está demasiado concentrado en todo lo
que su cuerpo siente, todo lo que su cuerpo quiere y, aún más: Que
necesita.
La piel de Louis era una de sus cosas favoritas, y con el paso de los
segundos se volvía adictivo sentirla contra la yema de sus pequeños y
delgados dedos. No podía parar, no podía creer que todo lo que sucedía
era real.
Finalizó por rodear el cuello del arcángel y aferrarse a éste en cuanto
Louis se apartó tan solo para quitarse los pantalones. Harry desvió la
mirada con rapidez en cuanto notó que el mayor estaba completamente
desnudo bajo aquella prenda. ¡Había sido tomado por sorpresa! Los
nervios se apoderaron de sí una vez Louis nuevamente se acercó, besando
de manera más suave los labios de su niño antes de comenzar a bajarle
la ropa interior.
Harry se quedó perplejo, con sus ojos fuertemente cerrados y
mejillas rojas mientras sentía el cómo quedaba completamente desnudo
para el diablo, expuesto. Éste último quitó los zapatos y calcetines del
menor, el cual cerró sus piernas e intentó cubrirse.
—Por todos los infiernos... —Louis dijo, suspirando tan
profundamente que los cuadros de la pared se movieron levemente. Se
inclinó hacia la oreja del niño y la mordió suavemente. —Voy a lamer todo
tu cuerpo.
Y así fue: Comenzó lamiendo sus labios, seguido de su mandíbula y
bajando a su cuello, mordiendo suavemente allí. Besó sus clavículas y
luego bajó un poco más, rozando con sus labios uno de los pezones del
menor. La piel de éste se erizó más, y no pudo evitar formar una “o” con
sus labios en cuanto el ente comenzó a succionar levemente, pasando su
lengua delicadamente antes de encargarse del otro.
Su espalda comenzó a arquearse con el paso en que la lengua iba
por su estómago, su plano abdomen, llegando finalmente al vientre. Dejó
suaves besos en éste mientras llevaba sus enormes y tibias manos a las
caderas del niño, sosteniéndolo con firmeza. Su aliento rozaba contra el
miembro del menor, pero a pesar de que estuvo muy cerca, ese no fue
su objetivo. Alzó su mirada hacia los ojos verdosos que lo observaban
entre confundido y excitado.
—Vas a ser un niño bueno, y vas a decirme todo lo que sientas. —
Ordenó. El nuevo fetiche del diablo: Oír a su niño favorito decir puras
cochinadas. Harry asintió lentamente, dudoso y algo nervioso al no saber
qué sentiría.
Louis presionó el vientre del rizado firmemente para que éste no
pudiera moverse, con su otra mano tomando uno de los pequeños y
suaves muslos para separarlo un poco del otro, dejándole visible su
pequeña entrada. Sonrió de lado antes de inclinarse más, exhalando
lentamente sobre ésta. Harry se removió un poco, realmente sin lograrlo
mucho al estar presionado contra el colchón. Su boca se entreabrió aún
más cuando sintió algo cálido y mojado en aquella zona privada, algo que
le hacía dar leves escalofríos al principio, pero finalmente tener
correntadas de placer desde la base de su miembro, expandiéndose por
su vientre y fluyendo lenta y exquisitamente por sus venas.
Su respiración se atascaba en su garganta, tenía la necesidad de
cerrar sus ojitos, con su cuerpo relajado pero tenso a la vez. No evitó
mover sus caderas, y soltó un quejido en medio de un gemido al estar
inmóvil. La mano del ente era pesada, una fuerza sobrenatural.
—Lou...ah. —Al no poder mover las caderas simplemente arqueó un
poco su espalda, ladeando la cabeza y llevando sus manos lentamente a
los lados de su cabeza, apretando con sus pequeños y delgados dedos,
delicadamente, la funda de la almohada. —U-uhm...
“Dime lo que sientes.” Una voz susurró en su cabeza.
Harry finalmente cerró sus ojos, soltando gemidos bajos,
vergonzosos, completamente sonrojado pero ido por el placer que le
producían aquellas cálidas caricias, las cuales eran lentas,
repentinamente volviéndose rápidas antes de volver a ser como el
principio.
—Siento, uhm...algo extraño. —Frunció un poco su ceño en cuanto
pudo sentir ésta cosa cálida y suave -claramente sabiendo que era la
lengua del mayor- adentrarse un poco en su interior de forma repentina,
sin siquiera avisar. Intentó acostumbrarse, y al lograrlo lo notó con la
ligera capa de sudor que cubría su cuerpo. —Calor...ráfagas de algo, a-
ah, se siente bien...
Su miembro palpitaba con fuerza, amaba las caricias que el ente
proporcionaba en la parte interna de su muslo. Se alejó de su entrada en
cuanto notó que no podía aguantar los gemidos de Harry. Eran demasiado
para él, y estaba seguro como la mierda que en toda su existencia jamás
había sentido algo tan fuerte.
Besó su vientre antes de subir y besarlo profundamente en los
labios, arrodillado mientras tomaba los muslos del menor y los separaba,
posicionándose entre éstos. Entre una prolongada sesión de besos, el
diablo no dejaba de refregar su miembro contra la entrada del menor.
Tan solo era eso, y el pequeño gemía gustoso, incluso queriendo más al
mover sus caderas en círculos.
—Eres un niño tan bueno, Harry... —Los chasquidos de los besos
interrumpían su habla, y los temblorosos gemidos del rizado creaban un
mejor ambiente. Louis gruñía bajo, como si tuviese una bestia interna en
su pecho. Era algo así, ya que realmente necesitaba follarlo con todas sus
fuerzas, pero algo le decía que tenía que proteger a éste pequeño.
No podía. Incluso el ser más cruel del universo no podría lastimar a
Harry.
No había necesidad de prepararlo, podía hacerlo y de una mejor
manera. Se alejó de los labios de su niño y lo miró fijamente a los ojos.
Harry parecía perderse en su mundo cada vez que Louis le veía fijo, y es
que estaba obsesionado con la peculiar originalidad de aquellos ojos
celestes con cuarto rojo. Simplemente amaba ver como el rojo se volvía
celeste, era como ver el cielo y el infierno a la vez.
Harry no quería estar en ninguno si significaba no tener a Louis a
su lado.
—Mírame, no dejes de mirarme, niño. —Ordenó. No paraba de
ordenar, y ninguno se quejaba. Los brazos de Louis tomaron los muslos
de Harry mucho mejor antes de atraerlo más a su miembro, un poco hacia
abajo. Una mano bajó a su erección y la alineó con la entrada del menor,
el cual tragó saliva con fuerza. —No dejes de verme, cariño.
Distraído al haberse derretido internamente con aquel apodo, sus
ojos se abrieron más de la cuenta al sentir un ardor en su entrada, algo
abriéndose paso en su interior. Fue cuando cerró sus ojos con fuerza que
Louis se detuvo.
—Mírame. —Nuevamente ordenó con su voz volviéndose más
profunda. De inmediato los ojos llorosos de Harry se abrieron, observando
fijamente los ojos del mayor y sintiendo cosquilleo en donde se abría paso
su miembro.
No había dolor, el ardor era demasiado leve para notarlo, no como
al principio, y solo podía mantener sus labios entreabiertos, sin dejar de
ver al amor de su vida. Éste último también había abierto levemente la
boca, con las pupilas dilatándose y el precioso color celeste volviéndose
un azul profundo.
—Mierda. ¿Te duele? —Harry negó lentamente. Sin embargo, podía
sentir que de a poco no tenía suficiente aire. Estaba muy lleno, era muy
grande. —Bien. No te atrevas a dejar de verme.
Louis comenzó a mover sus caderas en un ligero y lento vaivén al
principio, observando a su niño con atención. Parecía como si quisiese
descifrar algún cambio en éste, alguna queja o signo de que estuviera
sufriendo, pero solo pudo sentirse orgulloso con una coqueta sonrisa
ladina en cuanto un suspiro escapó de la boca del menor, separando más
sus rojizos y rellenitos labios que al diablo tanto le gustaban.
El vaivén iba igual de lento, pero un poco más profundo. El calor los
invadía a ambos, y ahora estaban mucho más cómodos: Sus cuerpos
pegados, compartiendo lentos besos de vez en cuando. Louis acariciaba
la frágil y delicada figura de Harry, yendo desde su cintura hasta sus
caderas, sosteniéndolo y presionando la yema de sus dedos contra la piel,
sabiendo que luego tendría una marca. El calor irradiaba de sus cuerpos,
los gemidos eran audibles incluso en el primer piso y simplemente no
sentían que pudiesen parar.
El menor se encontraba más que agradecido por no sentir ningún
tipo de dolor, y el recuerdo de aquel ardor al principio se había evaporado
por completo luego de sentir todas las correntadas de placer que fluían
por sus venas. Los vaivenes de Louis se habían vuelto embestidas un poco
más rápidas, un tanto bruscas luego de haber encontrado el ángulo
correcto para rozar el punto dulce del menor. Ya podía dejar de verlo a
los ojos, pero simplemente no querían. Se sentían más conectados de lo
normal, como si pudiesen sentir lo del otro.
Harry, muy concentrado en lo que experimentaba por primera vez
su cuerpo, jamás oyó el ruido de la puerta principal abriéndose.
—¡Estamos en casa! —Se oyó.
De inmediato Harry dio una profunda inhalación, sorprendido con la
guardia baja y asustado a la vez que dejaba de moverse y observaba
fijamente a la puerta de su cuarto, de repente sintiéndose muy mal.
¡Estaba pecando tanto! Lejos de ser un alma pura. ¡Lejísimos!
Louis no detuvo sus embestidas. Fingiendo no haberlo notado,
simplemente comenzó a dejar suaves y húmedos besos sobre la piel del
cuello del menor, acelerando sus embestidas. Harry, cegado por el placer,
rodeó el cuello del diablo con sus brazos y cerró sus ojos, tensando sus
piernas. Necesitaba disfrutar, necesitaba pensar.
—¡Harry! ¿Estás durmiendo? —Unos pasos se hicieron audibles en
las escaleras y todo su cuerpo se congeló, abriendo sus ojos en dirección
a la puerta.
Como arte de magia, el pestillo se corrió por sí solo, trabando la
puerta antes de ser abierta. La perilla fue giraba un par de veces antes
de que se oyera un profundo y agotador suspiro y que subiesen las
escaleras, nuevamente al primer piso.
Todo el cuerpo de Harry volvió a relajarse, intentando calmar los
acelerados latidos de su corazón antes de abrazar a Louis mejor,
aferrándose con miedo y presionando sus labios contra el cálido hombro
del diablo para acallar sus jadeos fuertes, soltando sonidos contra la piel
del mayor.
Las embestidas se volvían cada vez más fuertes, tanto que Harry
comenzó a clavar sus uñas en la piel de los bíceps del rey de las tinieblas,
el cual respiraba profundo y gruñía de vez en cuando, también jadeando
roncamente mientras la cama rechinaba un poco. Ambos estaban por
llegar, y Harry se nublaba ante la cercanía del clímax ya que jamás lo
había experimentado, y apenas tenía idea de qué era.
—L-Lou, uhm... ¡AH! —Fue cuando los dientes de Louis mordieron
levemente el lóbulo de la oreja del menor que este arqueó su espalda,
entregándose a la placentera sensación de su cuerpo siendo lentamente
sumergido en una gran ola de satisfacción y liberación. Su respiración se
cortó, tembló por unos segundos y su esencia salía de su miembro,
manchando ambos torsos.
Louis no dejaba de impulsarse sobre su niño favorito, acabando
dentro suyo en segundos después. Ambos jadeando por un poco de aire
mientras se abrazaban, piel contra piel entre las sábanas ya algo
desordenadas. Harry mantenía sus ojos cerrados y labios entreabiertos a
la par en que el mayor le tomaba del rostro, observándolo con una sonrisa
ladina para luego comerle la boca, lenta y profundamente, ambos
acariciando mutuamente sus lenguas.
—Lo has hecho tan bien, niño. —Halagó a la par que el menor
aferraba mejor sus brazos al cuello del diablo, abrazándolo.
—...Lo lograste.
—¿Mh? —Rozó con su nariz el cuello del menor, el cual cerró sus
ojos.
—Hacerme sentir el ser humano más amado en la tierra. Lo
lograste.
Honestamente, Harry creyó que no podría dormir aquella noche. Luego
de hacer el amor sintió que no podría pegar un ojo. El diablo había dicho
que sería el humano más amado de toda la tierra...pero “hoy”. Solo por
hoy, y ya.

Y eso no había salido de su cabeza para nada. Sin embargo, los cómodos
y cálidos brazos de Louis envolvían su cuerpo de una manera que lo hacía
sentir protegido, agotado. Tenía más sueño de lo que alguna vez había
tenido, e incluso creía que Louis podría estar haciendo aquello. Sin
embargo, estaba realmente cansado como para ponerse a llorar, o
despedirse apropiadamente del -ahora- amor de su vida, incluso si éste
era el que finalizaría por matarlo.

El mayor pasaba las cálidas yemas de sus dedos por el pálido y suavecito
brazo del menor, el cual se estremecía con el toque a la par que veía cada
vez más nublado. Para cuando quiso darse cuenta, ya se había dormido.

Y despertó al siguiente día.

El dolor que sentía en los músculos era inexplicable, la pesadez de su


cuerpo y el leve malestar en su pecho lo empeoraban. Las cobijas cubrían
su figura y la de la persona que lo abrazaba desde atrás, el cual hacía
todo más cálido. Quitándole el malestar que llevaba sobre él estaba
realmente feliz. Había dado su primer beso, había hecho el amor por
primera vez, todo eso con Louis. Con el diablo.

Ya nada podía ir mal.

Se removió un poquito al sentir que la mano del rey de las tinieblas le


acariciaba la pancita. Claramente estaba despierto... ¿Siquiera dormía?

¿Siquiera él seguía vivo o era toda una ilusión?

—Mh. —Louis suelta aquel sonido luego de olfatear los ricitos de Harry. —
Hueles como si te hubiese hecho mío. —Dice.

Tira del cuerpo del rizado y éste comienza a darse la vuelta hasta quedar
de frente al cuerpo desnudo del mayor. Su oído ya no hace ese extraño
sonido, y ahora puede mirarlo a los ojos las veces que lo desee. Sin
embargo, se siente muy avergonzado como para verlo, pero se mantiene
observando fijamente sus labios. Louis toma aquello como una señal y no
se negó a dejar un suave pero lento beso en los labios de su niño favorito,
el cual parecía algo perdido en sus pensamientos. El diablo se alejó solo
un poco para verlo, esperando que hable.

—Sigo aquí... —Dijo el rizado, parpadeando lentamente y rodeando


tímidamente el cuello del mayor en cuanto éste se acercó más y comenzó
a dejar tibios besos sobre la piel de su cuello.

—Si.

—N-no me sucedió nada. —Tartamudeó. Aún sentía algo de miedo, y fue


como si Louis pudiese sentirlo ya que lo envolvió mejor por la cintura.
Apartó su bello rostro del cuello de su niño y ambos se vieron fijamente
por primera vez en el día. Fue algo precioso. —¿Por qué?

Nuevamente continuaron observándose por unos segundos a los ojos. El


diablo suspiró, sonriendo de lado con una lentitud delirante antes de girar
un poco el cuerpo del niño, dejándolo boca arriba y posicionándose sobre
éste. Le acarició el muslo con cuidado, rozando por debajo de las sábanas
su miembro entre las piernas de Harry. Éste bajó la mirada con
vergüenza, mordiendo su labio inferior para no suspirar como torpe.

El rostro de Louis baja lentamente hasta quedar a la medida de su oreja,


mordiendo suavemente el lóbulo de ésta antes de pegar su boca. —Porque
quiero y puedo. —Simplemente respondió.

En parte Harry teme a aquello. Piensa en que podría desaparecer en


cualquier momento, sin tener una justificación válida, solo un “Porque
quiero y puedo.”

—Oh. —Dice, nuevamente aferrándose al cuello de Louis cuando éste se


alejó para verlo fijamente a los ojos. Harry se atrevió a alzar la mirada,
cruzando su vista con la del diablo.

—Y voy a disfrutarte un rato más...porque quiero y puedo. —Sin más,


atrapa los labios de su niño entre los suyos, besándolo lenta y
profundamente, ladeando la cabeza para que sus narices no choquen y
sea incómodo.

Harry suspiró por la nariz, siguiendo aquel compás mucho mejor que
antes: Menos nervioso, más relajado, demasiado protegido entre los
brazos del que influía en los malos sentimientos, pero le hacía sentir todo
lo bueno.
Solo a él.

Sus lenguas se acariciaban entre pequeños sonidos que Harry soltaba,


ambos presionados con el cuerpo del otro, con Louis frotando suavemente
su miembro con el de su niño, amando la manera en la que éste se veía
tan pequeño y delicado bajo su cuerpo, entre sus brazos.

—Oh, mierda. —Se quejó, apartándose y poniendo su peor cara. Harry lo


observó con algo de miedo, temiendo haber hecho algo mal, pero los
golpes en la puerta no le dieron tiempo a preguntar.

—¡Harry! ¿Estás despierto? —La voz de su madre se hizo presente.

Harry observó al diablo, el cual le restó importancia y volvió a besar los


labios del niño, indicándole que se mantuviera callado. El rizado obedeció
y continuó el beso, embobado, amando el sentir las cosquillitas en su
pancita y vientre.

El pomo de la puerta gira repentinas veces, sin éxito. La puerta continúa


sin abrirse y todo gracias al pestillo que Louis puso con la mente en pleno
sexo...era raro decirlo. —¡Harry! ¿Estás despierto?

Ambos continúan con los besos. Harry sabe que Louis cree que va a irse,
pero él conoce a su madre, y ésta no se irá hasta recibir una respuesta.
Sin embargo, continúa siendo obediente y no se niega a los exquisitos
besos que el diablo le proporciona.

—¿Hijo? ¡Harry!

Louis se aparta con mala cara. —Contesta. —Ordena en un tono de voz


frío. La piel del niño se eriza y el diablo parece darse cuenta.

Aclara su garganta antes de responder: —Ya voy, mami.

—Abre la puerta, cielo. —Pide Anne, nuevamente girando inútilmente el


pomo un par de veces.

—Uhm...Mi cabeza duele un poco. —Miente, y el diablo sonríe de lado,


encantando. —¿Puedo dormir veinte minutos? —Louis alza ambas cejas,
como preguntándole si realmente lo decía en serio. Eso no alcanzaría para
todo lo que quería hacerle. —¿Treinta? —Harry ofrece con duda,
inocentemente.

El mayor pone los ojos en blanco y mala cara antes de dejar suaves besos
en los labios de su niño favorito. Oh, al carajo. Jugaría con el tiempo, no
quería desaprovechar el tener al niño más puro de la tierra desnudo y
entre sus brazos.

—Cielo, debemos ir a la iglesia. —Insiste su madre en tono dulce.

—Lo sé. Solo un poquito, ¿Puedo? —Harry casi ruega contra los labios del
diablo, el cual empuja sus caderas contra las del menor, robándole un
suspirito.

—...Vale. —Accede Anne. Louis de inmediato comienza a besar al menor


de la misma manera en la que lo estaba haciendo. —Solo un poquito. Te
traigo el desayuno en media hora. Pero iremos a la iglesia, ¿Me oyes,
Harry? Iremos.

Ignora la orden de su madre debido a que está demasiado perdido en las


caricias que el arcángel proporciona en sus labios, y en como los dedos
de éste se dirigen hacia su entrada, acariciándola.

—Lou.. —Suelta, y sus ojitos se cierran en cuanto dos dedos se adentran


en su interior comenzando a moverse en forma de tijera, lenta y
delirantemente.

Pequeños gemiditos escapan de sus labios, abriendo más sus piernas y


sintiendo una leve capa de sudor cubrir su pequeño cuerpo mientras el
diablo no deja de besar sus labios y rozar su punto dulce con la yema de
sus dedos. Sintió como Louis apartaba solo un poco su rostro del menor,
como si lo estuviese viendo. Luego se hicieron presente las caricias en sus
ricitos y los profundos suspiros del mayor.

—Te ves tan...corrompido por mí. —El diablo dice, bajando a besar los
labios de su niño favorito a la par que comienza a frotarse contra la cadera
de éste, el cual se encuentra cegado por las olas de placer que lo invaden
por dentro con una delirante lentitud.

Minutos después llega al clímax por segunda vez en su vida. Desearía


sentir aquella deliciosa sensación por el resto de sus días, se ha vuelto
adicto a ella. Se encuentra sediento de lo que sea que Louis le enseñe por
primera vez.

Harry es atraído al pecho de Louis, y aún es increíble en la situación en la


que se encuentra. Jamás se imaginó que invocaría al diablo, que le
vendería su alma, y mucho menos que al hacerlo se enamoraría tan
perdidamente.
El miedo de que Louis no lo ame se había ido de su pecho, por su bien o
si no se volvería loco con el paso de los días. “Que pase lo que tenga que
pasar”, e intentaría esperar pacientemente.

Disfrutar lo poco que le queda.

El mayor acarició con suavidad una mejilla del menor, provocando que
éste alzara el rostro y ambos se vieran por unos segundos. El ente soltó
un profundo suspiro antes de negar lentamente con la cabeza.

—¿Qué sucede? —Harry no pudo evitar demostrar su preocupación,


sonrojado y ladeando un poco su cabeza.

El silencio se hace presente por solo un par de segundos antes de que


Louis decida contarle: —Tu familia sospecha.

Es como si el aire de la habitación se estuviese yendo de a poco, y la


cabeza de Harry -la cual ya dolía desde que despertó- estuviese por
explotar. Se encontró temblando cual hoja a los segundos de oírlo, y el
diablo no dudó en acurrucarlo más cerca, comenzando a besarle el cuello.

—... ¿Qué?

—Sospechan que tienes algo malo. —Dijo con sus labios pegados contra
la piel del menor. —No saben qué, no creen que yo sea real, pero saben
que hay algo. Y van a sospechar más ahora, porque te ves terrible.

La garganta de Harry pareció cerrarse de golpe a la par que su cuerpo se


congelaba y miles de inseguridades rondaban por su cabeza;
Inseguridades respecto a él, a su físico, a su personalidad y torpe
inocencia que tanto detestaba.

En el instituto casi siempre le decían que no era muy bonito, o se reían


de él por ser el más bajo teniendo ya dieciséis años, e intentó que no me
importara lo suficiente. Pero que Louis le diga que se veía terrible, sea de
la manera que lo haya dicho, fue un golpe bastante bajo.

Louis alza el mentón de Harry con su mano en cuanto ve las lágrimas caer
de sus ojos verdes. No puede evitar sonreír de lado. —¿Mi niño favorito
está dudando de su belleza? —No puede evitarlo. Se acercó lentamente y
dio un beso sobre una lágrima, saboreando la tristeza del rizado. —¿Solo
por lo que yo dije?
—S-sí.

La sonrisa de Louis se borra lentamente a la vez que conecta su mirada


con Harry. Ambos se ven fijamente, y el menor puede notar que el diablo
está a punto de decir algo que debía de quedarle en la cabeza. Se veía
ofendido e indignado, por alguna razón.

—Que sea la última vez que crees que te veo de una manera
desagradable. Eres lo más precioso y puro que mis ojos han presenciado.

Las mejillas de Harry parecen estar a punto de estallar mientras limpia


rápidamente sus lágrimas y mira hacia otro lado tímidamente. Por algún
motivo, que Louis le hable así le hace saber que está expuesto, desnudo
contra su cuerpo, y siente que se ahoga en la vergüenza, aunque tampoco
planea moverse.

—Lo siento...

Louis le suelta el mentón y lo abraza más contra él luego de la disculpa.


Por algún motivo, luce como si lo hubiese perdonado. ¿Este precioso
hombre realmente era el diablo?

—Te ves terrible porque estoy aquí mucho tiempo. Estuvimos más cerca
de lo que debíamos, y me metí en tu cabeza. Luces muy enfermo. —Dice,
observando con detalle el rostro del menor: Pálido, ojeroso, más delgado,
con sus ojos solo un poquito más vacíos. Muy poquito.

—¿Te metiste en mi cabeza? —Sorprendido y sin comprender aquella


referencia, tan solo parpadea lentamente y ve a Louis, el cual se mantiene
viéndolo fijamente a los ojos. —¿Cómo?

La sonrisa ladina del diablo le hace suspirar de manera embobada


mientras éste se acerca a su oreja izquierda, besándola. Es un verdadero
alivio poder oír una hermosa voz y no pitidos.

—¿Acaso crees que en tu primera vez no iba a dolerte? —No evita lamerle
detrás del oído, lo cual provoca que todo el cuerpo del menor se
estremezca. —Hice que me vieras a los ojos para meterme en tu cabeza
y que así no sintieras dolor.

Oh.

Era algo abrumador. Era como haber estado poseído.


—Oh...oh, vaya. —El diablo se aparta y lo ve a los ojos. Harry está
sumergido en sus pensamientos mientras baja la mirada al torso del
mayor, el cual está repleto de tatuajes. Se mantiene acariciándolos con
la yema de su dedo índice, su mano cómodamente apoyada sobre el
estómago del ente. Finalmente suspira. No puede dejar de pensar. —
Lou... ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo iré a la iglesia? Apenas lo piso
comienzo a vomitar o me asfixio. No quiero volver a sentir eso nunca más.

—No vas a sentirlo. —Lo tranquiliza de inmediato, provocando que cerrara


sus ojitos y suspirara de alivio. Un problema menos. —Voy a irme.

Sus ojos se abren de inmediato, y automáticamente sus manos van a los


bíceps de Louis, sosteniéndose de éstos y negando rápidamente.

—¿Qué? No. No, no. Quédate.

—Niño, créeme: Amaría ver la cara de todos al saber que soy real, pero
no es tan fácil.

No desde que finalmente eres mío, y todos pueden dañarte.

Harry está a punto de comenzar a llorar. —No quiero que te vayas...La


última vez fue horrible. —Su voz tiembla y sus ojos se llenan de lágrimas.
Louis lo observa de manera neutra, queriendo que continúe comentándole
como fue todo sin él. Necesitaba saberlo. El menor traga con fuerza y baja
la mirada. El nudo en su garganta no se va. —Quiero decir: Me alivió el
no sentir el malestar, o el pitido en mi oreja. Pero el vacío que sentía en
mi pecho...fue insoportable.

Parece no notar como los músculos del diablo se tensaron, o como parece
estar congelado, quieto en su lugar. Incluso parece perdido en sus
pensamientos, o como si supiera o tramara algo. Harry se sobresalta
cuando siente el frío llegarle de golpe: Louis ha dejado de abrazarlo y se
ha levantado de la cama. Se viste tan fluidamente que Harry está
impresionado mientras él tan solo se sienta en la cama, cerrando sus ojos
al recibir un mareo algo fuerte y volviéndolos a abrir.

—¿Vas...vas a irte? —Pregunta con la voz entrecortada mientras trapa su


cuerpo con las cobijas. Se encuentra temblando y no sabe si es el frío o
el miedo por el vacío que sentiría.

—Si.
Luce serio, frío a lo que sea mientras le da la espalda y se abotona la
camisa hasta arriba, acomodando el cuello.

—¿Dije algo malo? Me pasé, ¿Verdad? Lo siento. No quería faltarte el


respeto.

En cuanto Louis se gira y ve a su niño favorito, tan pequeño y frágil, con


su cuerpo tapado por las cobijas, sus mejillas sonrojadas, ojos llenos de
agua y ricitos despeinados, no puede evitar comenzar a caminar hacia él
hasta inclinarse y comenzar a besarlo.

Lo besa lenta y profundamente, metiendo su lengua y sosteniéndole el


rostro con necesidad. Harry de inmediato se aferra a su cuello con sus
brazos, necesitando más. Louis no puede evitar consentir a su niño
favorito.

Permanecen besándose por un largo tiempo, perdidos en los labios del


otro, en las caricias que se daban. Finalmente, Louis se aparta con una
mordida en el labio inferior de su niño, el cual abre los ojos lentamente y
luce embobado, acalorado y con sus labios rojos.

—Vuelvo en un día. —Dice, sonriendo de lado.

No puede evitar soltar un casi inaudible quejido. —E-está bien. —


Finalmente concuerda, aunque sigue en desacuerdo.

Louis deja un último beso en sus labios y se aparta, caminando hacia un


rincón de la habitación y quedándose allí, observando a su niño. Harry
continúa con el puchero en sus labios, intentando no llorar.

—Volveré más pronto de lo que crees.

Asiente lentamente antes de parpadear, y finalmente Louis no se


encuentra más allí. Ya la primera respiración se vuelve extraña, y
nuevamente está ese vacío que no lo deja en paz.
La pequeña mano de Harry da unos rápidos y bajitos golpes en la puerta,
apresurado y viendo paranoicamente alrededor, temiendo cruzarse con
su madre o padre, aunque éste probablemente lo ignoraría.

La puerta finalmente se abre, revelando a su linda hermana, Gemma. —


Harry, ¿Qué...? Oh, Dios mío. ¡Luces terrible!

—¡Sh!

Rápidamente se adentra a la habitación sin siquiera pedir permiso. Es


bonita, rosada, huele bien y hay maquillaje sobre la cama. ¡Perfecto! Está
a punto de encaminarse hacia éste, pero su hermana tira de su brazo
luego de cerrar la puerta y lo pone frente a ella, tomándolo de las mejillas
con cuidado.

—Hazzie. ¿Qué sucede? Estás... —Su voz tiembla un poco, negando con
su cabeza. —...no estabas así hace unos días atrás. No te veías así hace
semanas, e incluso te ves peor.

—Lo sé, lo sé. —Intenta tranquilizarla llevando sus propias manos hacia
las de su hermana, pero las tiene casi congeladas, y ésta se horroriza
más. —Es que no dormí. Con todo el asunto de Brad mi apetito se ha
cerrado, y estoy intentando usar ropa holgada para no preocupar a mamá.
—Que buen mentiroso. Si me gustara mentir y preocupar a las personas,
me halagaría a mí mismo. —También he usado maquillaje.

Gemma, ya más tranquila no puede evitar reír bajo, observando a su


hermano con el ceño levemente fruncido. —¿Es que acaso eres mujer u
homosexual? No puedes usar maquillaje.

No culpaba a su hermana, en serio. A pesar de nunca haber seguido la


opinión de su familia respecto a los hombres que gustaban de hombres,
u hombres que usaban maquillaje y supuesta ropa de mujer, Gemma si
lo había hecho. Muchos niños pensaban igual que ella, y todo por sus
padres. Harry se ponía de ejemplo a sí mismo: Su madre le había
enseñado que al despertar era esencial darse una ducha, pero muchas
personas no lo hacían, o lo hacían en otros horarios. Es como cada uno
cría a sus hijos, pero, honestamente, espera que lo que Fionn había dicho
respecto a que las cosas en el mundo cambiaran sea verdad.

Que los hombres usaran maquillaje y no sean homosexuales por ello, o


que la homosexualidad no sea un pecado para tantos. Que no haya ropa
con género, sino que simplemente ropa. Y que la gente juzgue y se fije
un poco menos en lo que uno lleva, o como es.

—Lo sé, Gemms. —Sonríe falsamente de lado, fingiendo estar de acuerdo.


Gemma se dirige hacia la cama y se sienta, observando a su hermano. —
Pero si no lo hago mamá enloquecerá.

—Mamá ya ha enloquecido. Siéntate. —Dice mientras busca entre su


maquillaje algo que sirviera para su hermano.

Harry se sienta frente a su hermana mayor, observando cómo ésta toma


algo parecido a un labial, pero es color piel claro, y comienza a hacer
líneas por su rostro, sosteniéndolo del mentón.

—¿Por qué dices que mamá ha enloquecido?

—... ¿Prometes no decir nada? —Los nervios se instalaron en el estómago


del menor a la par que asentía. De por mientras, su hermana pasaba su
dedo índice por todo su rostro. —Ayer fuimos a la charla familiar. Se
supone que hablaríamos de temas de la iglesia, y los tíos darían una charla
sobre Brad. —Dice. Harry cierra sus ojos cuando Gemma pasa su dedo
por sus párpados. —No fue así. Mamá y papá comentaron lo raro que has
estado, el cómo los médicos dicen que no tienes nada, pero te ves mal, y
actúas diferente. Ellos dicen que tienes algo malo.

Harry abre sus ojos nuevamente cuando su hermana se aparta, sin poder
evitar demostrar algo de miedo.

—¿Algo...malo?

—Si. Que tienes algo malo, y que deben quitártelo.

Por algún motivo el enojo comienza a brotar de su cuerpo a tal punto que
siente como comienza a sudar. Miles de imágenes sobre alguien -
cualquiera- quitándole a Louis de su lado lo invaden, provocando que
negara con enfado. —Eso es...tonto. —Escupió.

Su hermana le da una mirada seria por un rato antes de ponerse de pie.


Pronto se oyeron golpes en la puerta. —Niños, a desayunar. Y rápido.

Harry está a punto de ponerse de pie, pero es bruscamente empujado


nuevamente a la cama, tomado por sorpresa y alzando la mirada con algo
de susto hacia su hermana. Esta última lo apuntó con su dedo índice
mientras lo veía fijamente a los ojos. —Mejor que sepas en lo que te estás
metiendo.
Parpadeó lentamente, realmente sorprendido. —... ¿Qué?

—Mi hermano hubiera comenzado a llorar, preguntándome si realmente


tiene algo malo. —Ambos se ven por unos segundos mientras los ojos de
Harry se vuelven llorosos. Baja la mirada rápidamente. —No digo que no
hagas lo que quieras, digo que sepas en lo que te estés metiendo. Porque
yo...no te tengo miedo.

—Gemms...

—Y no pienso apoyarte, Harry. Sea lo que sea, mientras esté mal, no te


apoyo. —Finalmente comienza a juntar el maquillaje y Harry aprovecha
para salir de la habitación rápidamente antes de que comience a llorar.

El desayuno había sido incómodo ya que Gemma no le sacaba la mirada


de encima a su hermano mientras tomaban de su té y comían pan con
mermelada de fresa. Su madre hablaba y se veía radiante, feliz de que
Harry no tuviese la cara de un monstruo -Aunque no sabía que éste en
realidad la tenía y la ocultaba bajo una capa de maquillaje- y no estuviera
lo suficientemente poseído por el diablo (Cuando en realidad había sido
poseído por el diablo de todas las maneras que uno imaginaría) como para
no ir a la iglesia. Su hijo estaba sano, sin embargo, debía esperar a que
llegaran y no comenzara a vomitar como un demente con problemas
estomacales.

Finalmente fueron a la iglesia en coche. Su padre se negaba a llevarlo al


principio; Ya aquello fue algo para poner triste a Harry. Anne lo convenció
con un susurro al oído y marcharon silencio hacia la casa del señor. Sin
música, sin Dominique a todo volumen. Tan solo un incómodo silencio, y
Harry sabía que él hacía la situación incómoda.

La misa transcurrió tranquila. Los tíos y primos de Harry estaban allí, allí
y veían de reojo al niño el cual, con vergüenza, hacía cosas que
supuestamente no debería de hacer. Dios debía de estar realmente
enojado con él.
Finalmente, todos comenzaron a encaminarse hacia la salida cuando ésta
finalizó, pero Anne llevó a Harry a hablar con el cura y era una razón más
para nombrar a éste día: “Me dedico a mentir y lo hago estupendo.”

—Harry Styles. —Nombra al niño aquel hombre mayor con ojos enormes
y acusadores. No, tal vez solo está muy paranoico. —Un placer volverlo a
tener en la casa del señor. ¿Cuáles fueron los motivos de su ausencia?

La boca de Harry se abre para contestar, pero su madre decide hacerlo


por él:

—Harry no se sentía muy bien éstos días. Mucha angustia en su interior.


—Bueno, no estaba mintiendo. Había angustia y un ligero vacío en su
pecho. Louis, vuelve. —Creo que no le vendría mal confesarse. ¿Qué
opinas, Harry?

No, no, no, no. ¡No!

—No lo sé, yo... —Ríe bajo, intentando buscar una manera de zafarse de
aquello sin tener que salir corriendo o algo así.

—Tengo tiempo. Harry, acompáñame, por favor. —Rápidamente dice el


cura, asintiendo con la cabeza hacia aquel “armario” (Harry lo llamaba
así) en donde la gente se confesaba.

Ambos se adentran luego de que Anne sigue a su familia. Ya no queda


nadie en la iglesia, solo un profundo silencio y el eco de la voz del cura
cuando éste comienza a hablar:

—Vamos a rezar primero.

El hombre mayor comienza a rezar en voz alta, y Harry finge seguirlo. No


puede, simplemente no está bien. Al finalizar nuevamente el silencio se
hace presente, y Harry decide romperlo e intentar no sonar sospechoso.

—... ¿Padre? ¿Qué hago si no tengo nada...nada que decir? —Tartamudea


un poco a la par que acomoda nerviosamente sus tirantes negros.

—¿No quieres confesar nada?

—No. —Responde con rapidez.

—Tu madre dijo que has estado angustiado. —Harry se encoge de


hombros. —¿Tienes cosas que confesar?
—Sí, pero todos tenemos secretos. —Dice, intentando demostrar que no
hacía falta revelarlos. Era lo cierto: Cualquier persona tenía secretos, y
también tenía el derecho de no querer decirlo.

—Está bien, Harry. Puedes contármelos. ¿Hay algo malo que hiciste? —El
cura usa su tono de amabilidad, pero es demasiado falso. No porque el
hombre no sea amable, pero simplemente no le cree.

—No.

—¿Seguro?

No.

—Si.

—Bien. —Harry nota de reojo como el hombre se acomoda en su lugar.


Un suspiro sale de sus labios. —¿Algo de lo que te arrepientas?

Maté a mi primo, maté a dos personas que no sabían lo que hacían,


provoqué un infarto a mi padre y ahora me odia. Mi hermana ya no confía
en mí, mi familia habla a mis espaldas, me tienen miedo. El maquillaje es
para mujeres, la homosexualidad está mal. Estoy donde no debería de
estar.

—No.

—Harry...para confesarte debes de decir la verdad.

Se pone tan nervioso que sus manos comienzan a temblar. Necesita


protección, necesita no sentirse tan mal.

—Lo estoy haciendo. —Intenta sonar honesto, pero no lo logra.

—Sé lo que tienes. Lo vi. —Sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas.


¿Cómo puede estar intentando disimularlo? —Lo veo en ti.

—No tengo nada, señor. —Su voz se alza un poco, preso del pánico.

—No te atrevas a mentir en la casa del señor. —Comienza a sollozar en


cuanto la voz del cura también se alza. —Confiesa.

—Yo no-

—Confiesa ahora.
Está a punto de comenzar a llorar con fuerza y realmente, realmente,
realmente confesar. Sin embargo, un fuerte viento se hace presente
dentro de la iglesia, y todas las velas se apagan. Quedan a oscuras a
excepción de las ventanas cerca del techo. El frío comienza a hacerse
presente, los vellos de su nuca se erizan mientras intenta ver desde la
puerta de madera a cuadros que no le permite salir.

—¿Qué estás haciendo?

Harry acerca su rostro a la puerta, y se sobresalta en cuanto ve a una


figura alta y cubierta con una capa negra en el banco donde anteriormente
él se sentaba durante la misa. Su espalda choca contra el armario y
comienza a respirar rápido.

—¿Qué? ¿Qué sucede?

—Quédese aquí, y no salga hasta que yo se lo diga.

—¿Qué? No. No es posible. Esta casa está bendecida. —Niega


rápidamente, también pegándose contra el armario.

—P-por favor, quédese aquí.

Harry abre la puerta con lentitud oyendo como ésta rechina. Sale
temblando como una hoja al viento, sin quitar sus enormes ojos verdes
de la figura alta y terrorífica que permanece como si fuese una estatua.
No deja de acercarse, y es allí cuando la supuesta muerte se pone de pie,
provocando que se detenga. Su corazón late demasiado rápido, su cabeza
le duele levemente.

—¿V-viniste por mí? —La figura niega lentamente antes de levantar su


exageradamente largo brazo, apuntando con un fino y pálido dedo índice
hacia el armario. El frío se incrementa en su cuerpo. —¿Por qué? —No
responde. Harry niega rápidamente. —S-si te lo llevas...todo será m-muy
obvio.

La muerte continúa en silencio, y el rizado se sobresalta cuando


nuevamente apunta hacia el armario, solo que más brusco, impaciente
por tomar lo que le pertenece.

—Van a creer que lo asesiné, y todo empeorará. ¿Quieres...que Louis se


moleste? —Finalmente la muerte baja su brazo, se queda quieta por unos
segundos e inesperadamente camina hacia el confesionario. Harry
rápidamente se pone en frente, muerto de miedo. —¡No! No vas a
llevártelo. —Y firme, decidió por algo que no creyó arrepentirse. —N-no
te lo permito. No te dejo.

Es allí cuando las manos de aquella cosa suben a la capucha de la capa y


la baja lentamente. Un hombre calvo, pálido, similar a un esqueleto lo
observa fijamente. Lo más intrigante y bizarro de aquello es que tiene los
ojos de Harry. Cuando los suyos se cruzan con los farsantes, adrenalina
viaja por su cuerpo. Imágenes entrecortadas se hacen presentes en su
cabeza: Momentos felices, momentos de dolor. Son pocos, pero son
importantes. Siente como si le tomaran el corazón con el puño y lo
apretaran fuerte. No puede respirar y siente su cabeza volar en mil
pedazos, pero sabe que sigue normal ya que puede seguir presenciando
todo aquello.

Parpadea, y las velas se prenden por sí solas nuevamente. No hay nada


frente a él, solo un humo oscuro que cuando lo respira al inhalar
bruscamente, se tambalea y cae hacia atrás. No se desmaya, pero está
algo ido.

No es el mismo.

El cura sale rápidamente del confesionario, importándole poco las órdenes


del niño. Se acerca a éste último y se arrodilla, sacudiéndolo de los
hombros.

—¿Harry? —Al verlo tan ido lo sacude nuevamente, desesperado,


aterrorizado. Aún no creía que lo que vio era real. —¡Harry! Iré por tus
padres. Sí, eso haré. —El hombre está a punto de ponerse de pie, pero
Harry tira rápida y bruscamente de su brazo, importándole poco si le hace
daño. ¿H-Harry?

Se sienta lentamente con la ayuda del cura, el cual sigue en shock. Sus
manos tienen cosquilleos, el malestar está más presente que nunca y
siente...siente...

Casi nada.

—Estoy... —Su voz tiembla, sus ojos están llenos de lágrimas, pero por
más fuerza que haga, no puede llorar. Alza la mirada y ve los ojos del
hombre mayor, aunque no lo hace realmente. —...Estoy bien. E-estoy
bien.

—Déjame llamar a tus padres. —Ruega.


—Por favor, no diga nada. —Nuevamente se ven fijamente y Harry frunce
un poco el ceño, sin estar muy seguro de cómo reaccionar. ¿Qué ha
pasado? —Me debe una, me la debe. Lo sabe.

Niega lentamente. —No puedo decirle a la gente que algo que no es de


Dios entró aquí. Esto...Esto jamás sucedió, ¿Vale?

Harry asiente lentamente, de acuerdo mientras lleva una mano a su


pecho. Los latidos son lentos, siente que le falta algo en su interior y no
está muy seguro de poder sostenerse de pie, pero sabe que no puede
levantarse por sí solo.

—Necesito... —Solloza secamente, pero no lo alivia. ¿Qué está pasando?


—...a alguien que me levante. ¿P-Puede?

—Si. Sí, claro. —El hombre mayor rápidamente se pone de pie, se inclina
y toma a Harry desde atrás, por debajo de los brazos. No le es difícil
levantarlo ya que este es muy ligero y pequeño. —¿Puedes caminar?

—Puedo.

Harry comienza a caminar a paso lento y con la mirada fija y vacía hacia
adelante, oyendo un “Cuídate” de a la persona a la cual le salvó la vida.

Ya no había donde cuidarse, no había salvación y...

Demonios, Louis estaría tan enfadado cuando lo viera.


¿Será que la muerte extrajo sus pocas ganas de seguir viviendo? ¿Será
que solía tener ganas de vivir antes de que el dolor en su pecho surgiera,
y ahora solo sentía que jamás había querido respirar?
Luego de haber salido de la iglesia, su familia fingió no notarlo extraño.
Anne preguntó un par de veces si se encontraba bien debido a que su hijo
parecía tener serios problemas para caminar, pero ya que la reunión con
su familia lavó su cerebro -aunque lo que creían era cierto: Harry tenía al
diablo consigo- no quiso acercarse demasiado. Iba a seguir todo como lo
planeaban, sin arruinar nada.
Fue demasiado literal el hecho de que el rizado llegara a su casa, bajara
los escalones y se fuera a dormir. Ni siquiera supo cuando se durmió,
nada. El malestar era muy fuerte, el dolor en su pecho demasiado notable.
Se preguntó si estaba muriendo. Rogó que sí para no volver a sentir jamás
en su vida aquel vacío.
Despertó al siguiente día, y no supo cuánto tiempo se quedó viendo el
techo, respirando de manera pesada, demasiado débil. Louis no había
vuelto, y eso lo hundía mucho más. Intentó mantener firme en su cabeza
que no debía dejarse caer, quería a Louis. Y no quería morir solo. No se
sentía tan mal como el día anterior, al menos podía mantenerse de pie,
siempre y cuando estuviese recargado en algo.
El día fue como si nada hubiese pasado, y nadie excepto su hermana le
preguntó qué le sucedía. Incluso pudo oír a su madre hacerla callar y
continuar fingiendo que todo estaba bien. Le comentaría aquello a Louis,
si es que éste no lo mataba.
Fue al instituto y se vistió con un grande abrigo color gris, con botones
negros. El frío calaba sus huesos, incluso encontrándose en otoño. Un día
atrás estaba en pantalones cortos, y ahora estaba temblando, con sus
labios morados y piel pálida. Por suerte Fionn no había ido aquel día, y
podía evitar todo tipo de preguntas sin respuestas.
Volvió a su casa en el auto de su padre con su madre un par de horas
después. No había probado bocado en todo el día debido a que la primera
cosa que había bebido -una caja de jugo de naranja, ya que no se sentía
con ánimos de desayunar- estaba ahora en un retrete del baño. Lo había
vomitado de manera inmediata y lo comprendió: Al parecer su cuerpo
rechazaba cualquier cosa que lo hiciese sentir bien.
Una vez entró, ni siquiera saludó a sus tíos, los cuales tomaban el té en
la sala. Pudo notar que su padre estaba a punto de regañarlo por ser
maleducado, pero se retractó al instante debido a que recordó las
palabras del diablo. Debía ser muy precavido.
Finalmente bajó los escalones con cuidado, sosteniéndose de la baranda
y abriendo la puerta de su cuarto, prendiendo la luz y girándose para
cerrar la puerta con pestillo. No quería ver a nadie. Suspiró y se giró, su
corazón dando un vuelco al notar al diablo a unos centímetros de
distancia, en la otra punta de la habitación, para ser exactos.
Lucía diferente.
Sus ojos estaban más abiertos y bordos, sus pupilas muy dilatadas, su
mandíbula tensa y sus puños apretados mientras no dejaba de rebajar a
Harry con la mirada. Éste último se congeló al verlo de aquella manera
porque, vamos, fue muy estúpido no haber pensado en cómo sería el
diablo enojado. ¿Creyó que sería el precioso Louis? ¿Ese que lo había
estrechado en sus brazos mientras le hacía el amor? ¿El que aliviaba sus
lágrimas con palabras preciosas? No.
El silencio reinó en la habitación por unos largos segundos. Harry no iba
a hablar, sería demasiado irrespetuoso.
—... ¿Qué has hecho?
¿Alguien le creería si confirmara que jamás le tuvo el miedo que todos le
tienen a Louis? ¿Si jurara que, a pesar de ser el diablo, nunca vio lo
horrible, terrorífico y cruel en él? ¿Será que estaba tan enamorado? La
voz del diablo había salido tan baja, ronca y tranquila que fue demasiado
escalofriante. Le entraron ganas de llorar, pero con cada impulso que
quería dar para sollozar, parecía que nada salía de su pecho. Incluso sus
ojos, borrosos de lágrimas, no soltaban ni una.
Ya no podía llorar.
Intentó tragar saliva con fuerza y, en un acto de desesperación, quiso
huir. Necesitaba refrescarse. Un baño, sí.
Se dirigió apresuradamente hacia el baño, con sus piernas temblando, y
dio un salto en su lugar cuando la puerta se cerró con toda la brusquedad
posible. Se encogió en su lugar antes de girarse a ver a Louis, pero éste
le apareció frente a su rostro, provocando que se hiciese hacia atrás y
chocara su pequeña espalda contra la madera de la puerta.
Una ligera risa silenciosa en medio de una exhalación escapa de los labios
del diablo. —¿Estás intentando escapar de mí? —Su respiración era tan
fuerte que un cuadro cayó al suelo, y los demás temblaban levemente. —
¿De mí? Yo fui el único que te protegió.
—N-no estoy intentando escaparme de ti. —Harry tartamudea, alzando el
rostro y viendo fijamente los ojos de Louis, rogando que éste le creyera.
Lo había intentado, pero realmente estaba asustado.
Las cejas del diablo se alzan, fingiendo sorpresa. No le gusta éste Louis,
éste Louis es malo y sarcástico, y no lo comprende. —¿No? ¿Y qué intentas
hacer yendo a otra habitación? —Se acerca de manera brusca al rostro
del niño y olfatea solo un poco antes de apartarse —Hueles diferente. Te
ves diferente. ¿Qué.has.hecho?
—Lou...
La brusca y profunda respiración que Louis toma lo hace pegarse más
contra la puerta, asustado mientras el pucherito en su labio inferior es
muy visible. —¿A quién mierda le diste parte de tu alma? —Sus
pensamientos se hicieron reales. —Tú y yo teníamos un trato.
Oh.
La manera en que lo dijo, tan...
“Tú y yo teníamos un trato.” Solo un trato.
Nada de amor, nada que llenara su pecho o cumpliera su deseo. Harry se
preguntó si alguien realmente había sentido como le rompían el corazón:
La sensación pesada en el estómago, las manos poniéndose frías, las
puntadas en el pecho y la esperanza haciéndose añicos. Incluso los
pensamientos sobre la persona que te lo rompe cambia, y no porque se
crea que es un maldito, un desgraciado: Simplemente...todo se torna
lejano.

No tenía aire. Louis se le había escapado de entre sus dedos, y ahora no


era nada.

¿Cómo pudo ser tan torpe de creer que lo amaba? Se lo repitió miles de
veces: El diablo es mentiroso. El diablo es mentiroso.

El diablo es mentiroso.

“—Yo podría hacer que nadie vuelva a hacerte daño...jamás.”


El diablo es mentiroso.

“—Louis, creo que me estoy volviendo malo.

—Imposible, sigo oliendo pureza en ti.

—¿Incluso habiendo invocado al diablo?

—Eso no fue un acto de maldad. Fue un acto de desesperación ante


la maldad de los demás. Muchos no lo entenderían.

—Nadie lo entendía.

—Yo lo entiendo.”

Es tan doloroso.

“Una parte de mí adora verte perder la vida poco a poco. Pero otra
parte de mí hace lo posible, incluso ser gracioso, para que sigas
sonriendo. Jamás me había sucedido.”
Mentiroso.

Inexpresivo se da la vuelta y abre la puerta del baño, cerrándola


rápidamente detrás suyo. Sabía que Louis podía simplemente aparecerse
dentro, pero, oh, no quería verlo. No podía. Le costaba tanto respirar
mientras se inclinaba temblorosamente en la tina y comenzaba a llenarla
de agua fría y agua caliente, intentando buscar la temperatura perfecta
para su cuerpo. Ni siquiera podía llorar, sentía que estaba a punto de
colapsar.
Simplemente se quita los quickers, y un escalofrío viaja por su columna
vertebral al sentir a alguien de pie detrás suyo observarlo.

—No cumpliste con lo que prometimos.

Harry niega lentamente, tomando aire por la boca e intentando dejar de


ver los puntos negros que se asomaban por su vista. —Tú tampoco. —
Susurra, sofocado. No puede deshacerse de su ropa, no tiene fuerzas. —
T-tú dijiste que yo quería a alguien que me amara honestamente.
—Lo tienes.

—Mentiroso. —No puede llorar así que ríe sin ganas, cerrando sus ojos
por unos segunditos antes de volver a abrirlos. Todo está demasiado
oscuro. —Me dijiste que eras mentiroso, y que no tenías sentimientos. Es
verdad. Tú no has cumplido nada, porque jamás me amaste ni quisiste
honestamente. Y ese no era el trato.

Puede jurar sentir el enojo de Louis en su propio pecho, pero tenía que
decirlo. De cualquier manera, estos podrían ser sus últimos minutos. Ya
apenas estaba de pie, supuso que era la desesperación lo que lo mantenía
despierto, algo cuerdo.

—¿Te atreves a juzgar lo que pienso o siento? —Harry lo ignora al sentir


desesperación por aire y por refrescarse, por sentirse bien. Rápidamente
alza sus piernas y se mete a la tina, pero no llega a sentarse debido a que
Louis lo toma del brazo, girándolo y dejándolo frente a él. —Deja de
escaparte y respóndeme. —Alzó un poco su voz, y lucía algo perdido en
cuanto observó la expresión de cansancio en su niño favorito.

—Louis... —Harry dijo suavemente, como si toda la rabia y el dolor


hubiesen pasado. Llevó ambas manos al pecho del diablo, sosteniéndose.
Ya no podía seguir. Era tiempo de despedirse. Tomó una profunda
inhalación, la cual no resultó bien. —Todo l-lo que he querido desde que
supe que eres real era tenerte cerca. Yo...yo jamás me alejaría de ti. —
Niega lentamente mientras apoya su mejilla en el cálido pecho de Louis,
sin poder mantener sus ojos abiertos. —No importa si para ti esto es solo
un trato, o si me vas a matar de la forma más despiadada. Úsame si
quieres, no importa. Y-yo...jamás me alejaría de ti. Te amo.

El diablo envuelve sus brazos en la cintura de Harry cuando éste último


afloja sus piernas por completo, casi inconsciente. ¿Cómo es que éste
dulce niño podía vivir tanta desgracia? ¿Cómo podía ser que un ángel
como Harry quisiera a alguien como él? El mismísimo diablo.

¿Cómo el diablo había sido tan tonto de enamorarse del niño? No sabía
decirlo, no sabía demostrarlo porque era un demonio. Y nada bueno viene
de ellos. Solo tocan, destruyen, lastiman y están donde no deben.
—...Harry. —Llamó, moviéndolo un poco en sus brazos, pero éste no
respondió. Louis supuso que ya se había desmayado, y con la
desesperación en su pecho cargó mejor en sus brazos al rizado y se
adentró a la bañera. Se sentó, apoyándose contra el borde y al pequeño
y helado cuerpo de Harry sobre él.

Sostuvo con un brazo la cintura del niño y con su mano libre tomó el
mentón de éste, alzándolo y poniéndolo a la medida de su boca. Le mojó
el rostro y dio unas palmaditas en su mejilla.

—Abre los ojos, hey. —Dio unas palmadas un poco más fuertes y los ojos
de Harry se abrieron solo un poco, aún sin lograr respirar tan bien. —
Mírame. Mírame, niño.

Louis le ve fijamente mientras unas palabras inentendibles salen de sus


labios lentamente. Harry no puede despegar los ojos del diablo ni por más
que quisiera, y no quiere. Siente sus mejillas comenzar a calentarse al
igual que su cuerpo, no siente sus labios helados y el aire llega a su pecho
nuevamente, obligándolo a respirar profundo mientras los latidos de su
corazón son rápidos. Puede mantener sus ojos bien abiertos, no todo se
ve tan oscuro y el malestar se ha ido, pero no del todo debido que se
encuentra con el diablo.

En shock y abrumado por todo lo que sintió anteriormente simplemente


se quedó observando a Louis, con sus ojos llenándose de lágrimas y (para
su gran alivio) algunas cayendo por sus mejillas.

—¿Q-Qué has hecho?

—No vas a morir hoy. —Simplemente respondió, muy decidido.

Los sollozos de Harry comienzan bajitos, silenciosos y se vuelven más


fuertes, tapando su rostro y temblando, cayendo en que realmente iba a
morirse. Fue horrible, no fue nada tranquilo, y no hubo ninguna luz. No
para él. El diablo lo abrazó contra su pecho, dejando al pequeño sobre su
cuerpo. Lo abrazó con necesidad de sentirlo en sus brazos, de calmarse.
Cada sollozo de su niño era como un puñal en su pecho, porque podía
sentir el dolor de su alma pura de manera física. Sin embargo, lo
soportaba.
—Dijiste que me amas.

Harry hipó, sorbiendo su nariz y asintiendo. —S-sí. —Dijo apenitas


audible, y los sollozos continuaron más fuertes. Necesitaba desahogarse,
dejar de sentirse tan rechazado, tan vulnerable.

Louis no respondió nada, simplemente dejaba suaves besos sobre la piel


del cuello de su niño favorito y lo abrazaba por la cintura, buscando
cualquier manera de hacerlo sentir bien. Sabía cuál era, pero
simplemente...no podía.

Porque si le decía lo que Harry esperaba...todo iba a complicarse tanto,


tanto.

Amarlo dolía.

Los siguientes cinco días fueron tranquilos, tanto que daban hasta miedo.
Harry se encontraba mucho mejor, y todo por el arreglo que habían
hecho.
Mientras se acurrucaban en su cama, ambos desnudos, sudorosos y en
una larga sesión de toqueteo y más, compartían entre húmedos besos
palabras importantes.

Ya que el rizado le había comentado que su familia parecía estar tramando


algo, el diablo decidió que, no solo por ello si no para la recuperación de
Harry, se iría y tan solo volvería a su lado en la noche, al menos por cuatro
días hasta que su niño favorito se recuperara nuevamente y no se viera
nada sospechoso.

También habían comentado sobre el tema de que, aunque a Harry le


costara, ya no debía de dar la vida por nadie. Louis le dijo que él había
enviado a La Muerte para matar al hombre y que no lo invada de
preguntas, pero el rizado, en medio de una pequeña discusión, le intentó
hacer entender que no debían de matar a cada persona que lo molestara
ya que se vería demasiado sospechoso, y aunque en el mundo donde
Louis era rey fuese normal, en donde Harry era algo horrible. También le
expresó la culpa que le hacía sentir y lloró un poco al recordar a su primo,
compañeros de escuela y el daño que le hizo a su padre. El diablo tan solo
repetía lo mismo:

"Mi niño favorito, ¿Por qué lloras por personas que no merecen
respirar el aire de éste mundo? Si están ardiendo en el infierno es
por algo. Nadie te toca."

Por el resto de la noche Louis secó las lágrimas del rizado con sus dedos
repletos de anillos de oro y lo besó en los labios por horas, buscando que
se sintiera mejor. Si sus fieles seguidores del infierno vieran lo que era
para el diablo irse de allí por "Asuntos importantes", morirían de envidia.

Su familia notó el gran cambio en Harry, y como gente que poco se


informa y no tiene idea de nada le comentaron su estúpido plan: Atarlo a
su cama y hacerle un exorcismo. Por último, lo felicitaron por recuperarse,
le dieron la bendición y Harry no sintió ni cosquillas por ello debido a que
Louis volvía en la noche.

El veintinueve de octubre, en su instituto organizaban para cada alumno


que tuviera el permiso de sus padres un proyecto llamado "Anti-sectas".
Básicamente era entregar folletos los cuales informaban pésimamente
sobre el Halloween, metiendo en cabezas ajenas cuan satánico era aquello
y todo lo que significaba.

Desgraciadamente Fionn y Harry tuvieron el permiso, y al siguiente día


ya se encontraban repartiendo folletos en la esquina del parque de la
ciudad. Todos eran muy amables y los tomaban, e incluso se quedaban
cuando los adolescentes les explicaban de mala gana cómo era todo el
asunto. La cosa es que todos eran fieles seguidores de Dios, pero ese no
era el enorme problema. El enorme problema era que seguían fielmente
a la Biblia, la cual tenía sus cosas buenas, pero también sus cosas malas,
y los humanos parecían exagerarlos y penalizar de muerte a cualquiera
que fuese en contra de aquello.

—Es injusto. —Fionn bufó, notando que nadie pasaba cerca y acercándose
a un cesto de basura, tirando cinco volantes dentro y volviendo
rápidamente al lado de Harry.

—¡Fionn! —Regañó, y se sonrojó porque, vamos, él no era nadie para


decirle a los demás lo que estaba mal. Estaba haciendo lo que se
consideraba lo peor del mundo.

—Vale, lo siento. —Arrojó uno más y Harry alzó ambas cejas. El castaño
rodó sus ojos ante el interrogatorio del pequeño. —Es solo...Halloween es
genial, amigo. Es tan genial porque te disfrazas y asustas, y asustar es
divertido.

La nariz de Harry se arruga. —Yo no me divierto cuando me asustan. —


Dice, y le entrega un folleto a la señora que pasa frente a él, dedicándole
una tímida sonrisita.

Fionn nuevamente rueda sus ojos. —Es porque siempre has sido al que
asustan. ¿Has asustado alguna vez?

De inmediato recordó el momento en que asustó a sus primos -más bien,


Louis- dando vuelta todos los crucifijos y negó lentamente con la cabeza.
—Asustar es malo, Fi. —Estuvo en desacuerdo.

Ambos chicos comenzaron a caminar hacia un banco del parque, aun


conversando.
—Es malo cuando se hace con maldad. —Fionn defiende. Ambos se
sientan y Harry suspira, más relajado. Sus piernas duelen, no está
totalmente recuperado. En cambio, Fionn se endereza y ve al rizado con
una pequeña sonrisita. Sus dientes chuecos se pueden apreciar
muchísimo, se le ven bonitos. —En Halloween, todo es inocente diversión.
Puedes tener un disfraz, comer muchos dulces...

—¿Dulces? —Harry rápidamente dijo, viendo a Fionn con un leve brillo en


sus ojos verdes. El otro chico sonrió de manera malévola: Había
capturado lo que le llamaba la atención al adorable de los Styles.

Asintió rápidamente. —Muchos. —Dijo. Harry pareció estar embobado por


unos segundos, pero luego negó con la cabeza, bajando la mirada y
ordenando los folletos en sus manos. Fionn suspiró, agotado por querer
convencer a alguien como su pequeño y fiel amigo. —Vamos, Harry.
¿Realmente crees lo que dicen éstos folletos? —Tomó uno y buscó algo
realmente ridículo para leer en voz alta, pero, Dios mío, todo era ridículo.
—“La palabra Halloween proviene del idioma maldito la cual significa
Seguir al verdadero rey. La manera de invocar al señor de las tinieblas es
usar disfraces de sus servidores, crear mala vibra y malos sentimientos.
¡Usted siga a Dios!” —Ve a Harry nuevamente, poniendo su peor cara. —
¿En serio?

Obviamente el rizado sabe que no es verdad, pero ve nuevamente los


folletos antes de ver a Fionn. —Bueno, no lo sé. La parte en donde dice
que los gatitos negros son secuestrados por brujos me parece bastante
creíble.

Muchos gatitos negros habían desaparecido, aunque también podían ser


los de la iglesia, ya que creían que el animal era de mala suerte.
Demasiado pretenciosos, demasiado metidos en cosas que no eran así.

—Puede que eso sea verdad, pero no todos los que festejan Halloween se
llevan a los gatitos. ¡Y Halloween no viene de una palabra maldita! Es
más, si alguien de éste maldito pueblo tomara un libro y se dedicara a
leer un poco, sabrían que comenzó en el siglo diecinueve y que ellos
mismos, los católicos y cristianos, celebraban primero que todos.
Harry se limitó a no decir nada ante la evidente irritación de su amigo, el
cual se echó hacia atrás, contra el respaldo de aquel banco y suspiró,
observando alrededor mientras se acurrucó más en su abrigo.

—¿No crees en Dios, Fi?

—Sí, creo en Dios. —Este rápidamente respondió, más tranquilo, pero aun
viendo al frente con notable irritabilidad. —Pero no creo que Dios vaya a
matarme por hacer algo que me divierte, sin hacer daño a nadie.

El rizado asintió lentamente y vio hacia otro lado, rogando no haberle


dado una idea a Fionn porque, oh, éste ha puesto su cara de "Un foco se
prendió sobre mi cabeza".

—¿Qué tal si nos disfrazamos y salimos a pedir dulces? —Rápidamente


dijo. ¡Maldita sea!

—Oh, no. —El niño se levantó del banco, caminando hacia el mismo lugar
donde anteriormente estaba y siendo perseguido por su amigo, el cual se
quejaba por lo bajo. —No, no, no. Van a matarme si lo hago.

Si, probablemente iban a matarlo si lo descubrían, y arruinaría su perfecto


plan de "Todo está bien conmigo, no tengo nada metido dentro,
soy un ser de luz". Además, la noche era el único momento el cual podía
permanecer junto a Louis, y la noche anterior estaba tan agotado que se
había dormido muy rápido, sin tener tiempo de una sesión de besos con
el diablo. Había estado todo el día pensando en lo maravilloso que sería
llegar a su casa y meterse entre los brazos de Louis, ser besado y
sostenido, justo como le encantaba.

—¡No van a enterarse! —El castaño rogó. —Les diremos que...uhm...


¿Una protesta contra el Halloween? ¡Será divertido! —Intentó animar a
Harry, el cual continuaba repartiendo volantes a la gente que pasaba por
allí. Fionn hacía lo mismo. —Podemos ser terroríficos al menos una noche.

—Yo... —La duda le carcomía el cerebro. Se oía tan divertido, pero...debía


de consultarlo con Louis. —...no lo sé.

—Dulces, Harry. Dulces.


El nombrado rio tímidamente, sonrojado al notar que su amigo ya conocía
una de sus debilidades. Negó lentamente antes de suspirar y entregar el
último volante. La conversación finalizó hasta que Fionn entregó su último
volante también y ambos caminaban por el parque hacia sus casas.

—Sería...sería divertido. —Harry dice. Fionn parece estar a punto de


explotar por la emoción, pero el rizado rápidamente alza su dedo índice,
apuntándolo. -Pero te confirmaré mi respuesta mañana en el instituto.

—Voy a hablar con un amigo cercano para que nos lleve a donde planeo
ir. ¡Dios, estoy tan feliz! Tendremos dulces y haré unos buenos disfraces
para nosotros. ¡Seremos fantasmas! —Exclamó, cegado por la felicidad
de, finalmente, hacer algo que le gustaba. Aquel pueblo era como una
cárcel. —Mi padre cree todo lo que le digo, así que le diré que le avise a
tus padres lo que supuestamente haremos. Tú solo relájate, ¿Si? Todo
saldrá bien. Además...Algún día debías de hacer algo malo, ¿No crees?

Harry sonríe de lado con timidez, provocando que un solo hoyuelo se


marcara en su mejilla.

No tienes ni idea.

Cuando Harry llegó a su hogar fue una sorpresa el como todos, incluso su
padre lo saludaban. El niño devolvió el saludo y observó el reloj, notando
que apenas eran las seis de la tarde. Louis no aparecería por allí hasta las
ocho o nueve, así que aprovechó para hacerse una rica merienda: Té con
limón y unas tostadas con mermelada de cereza. Gemma no estaba en
casa, así que aprovechó para sentarse en un sofá individual del living,
comiendo tranquilamente mientras sus padres conversaban en el sofá del
frente.
—Harry, cariño. ¿Cómo ha ido todo en la escuela? ¿Has repartido los
volantes? —Harry asintió con la boca llena. —¿Todo en orden, cielo? ¿Te
sientes bien? Te ves bien.

Una vez tragó su comida le sonrió tímidamente a su madre, sonrojado. —


Oh, gracias, mami. Tú te ves hermosa, también. Todo está en orden. —
Asintió antes de darle el último sorbo a su té y levantarse, tomando la
bandeja con sus cosas. —Voy a limpiar esto y luego voy a darme un baño.

—De acuerdo, cielito mío. Deja la taza en la encimera, yo la lavo. No


olvides cepillar tus dientes, amor.

—Lo haré. —Avisó este.

Aunque su madre le había dicho que no lavara su taza, lo hizo de todas


formas. Limpió las migas de la mesa del living y, no sin antes disculparse,
se dirigió hacia la puerta que llevaba al sótano. Bajó los escalones, abrió
la puerta de su habitación y cerró con pestillo debido a que iba a darse un
honorable baño hasta que su nov...bueno, hasta que Louis volviera.

Una vez en el baño llenó la tina con agua tibia y se quitó rápidamente la
ropa, adentrándose y relajando su cuerpo una vez estuvo éste bajo el
agua. Aprovechó para relajarse más sumergiéndose por unos segundos,
con sus ojos cerrados y cuerpo quieto. Hacer aquello le recordaba la
abrumadora sensación de cuando el cuerpo de Louis lo llevó lentamente
a la inconsciencia y despertó con aquel molesto pitido en la oreja izquierda
que, por suerte, ya no tenía el placer de oír.

Volvió a la superficie cuando sus pulmones ardieron en busca de aire y


frotó el jabón en cada lugar de su cuerpo, limpiando. Aunque extrañaba
a Louis y tenía la necesidad de sentirlo a cada momento cerca suyo, debía
admitir que estaba mucho mejor así. Podía respirar, no había tanto
malestar y el sol pegaba contra su piel. Cuando le faltaba gran parte de
su alma, a pesar de que algunas cosas son muy borrosas en su memoria,
pudo jurar poder ver fijamente al sol sin necesidad de entrecerrar sus
ojos o cubrirlos. Pudo verlo como si tuviese gafas oscuras puestas, y se
sorprendió.

Negó lentamente, lavando sus ricitos con shampoo. No debía recordar las
sensaciones de cuando le faltaba gran parte de su alma, porque el pánico
volvía y quedaba en shock. Suspiró y se enfocó en pensar lo divertido
pero arriesgado que sería ir con Fionn a donde sea que dijo en Halloween.
Aunque, pensándolo bien, estaba casi seguro que Louis no aceptaría
aquello.

Y planeaba obedecerlo como el buen niño que es.

Finalizó por poner acondicionador en sus rizos y enjuagarlos. Se puso de


pie y cubrió su cuerpo entero con una toalla enorme, no sin antes salir de
la tina. Se veía más pequeño de lo normal con aquella toalla y sus rizos
mojados pegados en el rostro, desordenados. Quitó el tapón de la bañera
y se secó rápidamente, poniéndose su ropa interior y dirigiéndose hacia
la habitación.

Dejó la toalla en el cesto de ropa sucia luego de secar sus ricitos y


acomodó éstos a un lado antes de dirigirse hacia el mueble donde
guardaba toda su ropa. Tomó unos calcetines, sus shorts de dormir con
ositos marrones y bonitos en éste y una remera de manga larga blanca,
simple y sin ningún estampado en ella. Comenzó poniéndose los
calcetines y la camiseta, pero cuando estuvo a punto de ponerse los
shorts el malestar se instaló lentamente en su estómago y sintió un
escalofrío en su columna vertebral. Pronto, unos brazos lo rodearon por
la cintura y una boca se pegó a su cuello, besando húmedamente allí y
provocando que sus ojos se cerraran.

—Quédate justo así. —Louis dijo, refiriéndose a la vestimenta del menor.


Lo giró en sus brazos, dejándolo de frente y tomándolo mejor de la
cintura, inclinándose para alcanzar los labios de Harry. —Mi niño favorito.

—Lou. —El menor parpadeó lentamente, embobado con la perfección


frente a su rostro. —Te extrañé. —Susurró, intentando no apartar la
mirada por la vergüenza, haciendo obvias sus mejillas rojas.

El diablo, con aquella coqueta sonrisa de lado se inclinó y atrapó los labios
del menor en un hambriento, pero lento beso, siendo correspondido con
sorpresa al principio. Un suspirito escapó de la pequeña nariz del rizado,
el cual estaba de puntitas de pies y se sostenía gracias a sus brazos
rodeando el cuello del diablo.

—Yo a ti. —Respondió éste último.


Un momento... ¿Qué?

¿Cómo?

¿Cuándo?

Aquella imprevista respuesta provocó que Harry dejara de responder en


el beso y abriera sus enormes ojos verdes, impresionado, sin poder
creerlo.

—... ¿Qué dijiste?

Louis lo ve por unos segundos, entrecerrando levemente sus ojos para


luego alzar ambas cejas. —Yo te extrañé a ti. —Repitió, solo que de
manera más testaruda.

Las mejillas de Harry estaban a punto de explotar por lo sonrojado que


se encontraba. —¿E...e-en serio? ¿A mí? Yo...

El diablo rueda los ojos antes de acercar más al niño y besarlo lenta y
profundamente. Éste último, demasiado feliz por aquella muestra de
afecto en palabras que ni siquiera pidió, se dejó mimar y respondió al
exquisito beso.

Ambos permanecieron así por unos minutos antes de que los brazos de
Louis se ubiquen bajo el trasero del rizado y lo levante, cargándolo. Sus
labios no se despegan ni por un segundito mientras el diablo se dirige
hacia la cama y deposita suavemente al niño sobre el colchón, corriendo
las cobijas hacia abajo. Se separaban y Louis comienza a desvestirse
mientras el rizado lo ve de reojo, notando que cuando el ente se quita el
pantalón no hay nada que cubra lo que había allí debajo.

Louis vuelve a la cama, acostándose a un lado del niño y envolviéndolo


en sus brazos, comenzando a besarle el cuello lentamente.

—Por mí, niño...Rogaba sentir tu piel. —Lamió una porción de ésta,


provocando que Harry suspirara audiblemente y ladeara su cabeza. Louis
le sujetó el mentón con una mano para que se mantuviera quieto y
comenzó a besarle húmedamente el cuello, rozando sus dientes, pasando
su lengua y succionando porciones de piel.
Harry se aferró a Louis, estando a la merced de éste último. El diablo
podía hacer lo que quisiese con él, jamás diría que no.

—Lou...espera. Tengo que decirte dos cosas, solo dos cositas y ya. —
Pidió, rogando no faltarle el respeto. El rey de las tinieblas gruñó antes
de apartarse un poco y subirse sobre el pequeño cuerpo de su niño
favorito.

—Espero que sea importante. —Dijo mientras llevaba las manos hacia la
camiseta del rizado, subiéndola lentamente y repartiendo besos por su
pancita.

—S-sí. Fionn quiere que lo acompañe a una fiesta de Halloween, pero no


quiero faltarte el respeto. ¿Crees que deba ir? Porque si no es así, no hay
problema y lo sabes.

—Ve. Ahí te veré. —Habló contra la piel del torso de Harry, dejando la
camiseta levantada hasta la medida de su cuello, comenzando a succionar
sus pezones. La boca del menor se entreabrió, sin poder evitar removerse
un poco. —¿Algo más?

A pesar de que el rizado se encontraba embobado por lo que Louis le


estaba haciendo, demasiado sonrojado abrió sus ojos y llevó sus
pequeñas manos a los cálidos hombros del diablo.

—Louis, esto es más importante que lo anterior. —Advirtió, y el


nombrado, de mala gana dejó de succionar los pezones de su niño,
ubicando su rostro cerca del otro para prestarle atención. —Mi padre
me...saludó hoy.

Louis parecía no haberse sorprendido ni un poquito, como si ya supiese


que Des Styles intentaría acercarse nuevamente al no sospechar de
Harry.

—¿Quieres que lo mate? —Harry niega rápidamente, sobresaltado y


tensándose un poco ante la brusquedad de sus palabras. —Bien. Esto es
lo que vas a hacer: Hablas con él, y cuando intente algo me nombras.
Luego yo me encargo.

Harry asintió, no muy seguro mientras devolvía el lento beso en los labios.
Sus brazos rodearon el cuello del diablo, el cual llevó sus manos repletas
de anillos hacia la ropa interior de su niño, bajándola lentamente. Le
acarició los muslos y el trasero a la par que adentraba su lengua en la
cavidad bucal del menor, tomándolo imprevisto y robándole un gemido
entrecortado, apenas audible.

Refregó ambas erecciones y el rizado no tardó en comenzar a sudar y


respirar agitadamente, invadido por las sensaciones que fluían
lentamente por todo su cuerpo. Los ojos de Louis buscaron los suyos y
Harry ya entendía que era para quitarle el dolor, así que no apartó la
mirada, perdiéndose en el azul de sus ojos, y también en lo bordó.

Las manos del arcángel sostuvieron las caderas del menor antes de
ubicarse en su entrada, adentrándose lentamente al principio, buscando
una mala expresión en el rostro de su niño favorito, pero, al no
encontrarla, finalizando por adentrarse con más rapidez. Comenzó a
moverse en un vaivén lento antes de llevar sus manos a las muñecas de
Harry y clavarlas en la almohada, a los lados de su cabeza.

Ambos continuaron viéndose a los ojos fijamente, el rizado soltando


suaves suspiros y abriendo más sus cortas y delgadas piernas. Fue cuando
sus ojos se cerraron debido al placer que los labios de Louis fueron detrás
de su oreja, besando allí y haciéndolo gemir. Comenzó a hablar
nuevamente en aquel idioma tan suave e inentendible a la par que
aceleraba sus movimientos, rozando reiteradas veces el punto dulce del
menor.

—U-uhm, Louis... —Entreabrió más los labios cuando el vaivén se


transformó en embestidas, duras y rápidas. La punta del miembro de
Louis golpeaba fuerte su punto dulce, haciéndolo jadear por aire, gemir
entrecortada pero audiblemente mientras oía la rápida respiración y los
gruñidos de parte del diablo.

Su pelvis se tensaba una y otra vez, el placer fluía de manera más rápida
por su cuerpo y le cegaba la mente, convirtiéndolo en alguien que solo
sabía gemir, mover sus caderas y rogar por más.

—M-más...más rápido. —Pidió, presionando las yemas de sus deditos


sobre la piel de la espalda del ente el cual, luego de oír lo que su niño
decía, aceleró las bruscas y fuertes embestidas, golpeando su punto dulce
y provocando que comenzara a gemir fuerte.
—Joder, niño. —Mordió suavemente la piel del cuello del menor,
intentando acercarlo aún más al orgasmo. Simplemente no podía, Harry
iba a matarlo algún día.

Bastó un par de embestidas más para que el rizado llegara al clímax de


manera exquisita, doblando los deditos de sus pies, arqueando su espalda
y jadeando el nombre de Louis mientras se manchaba con su esencia el
torso de ambos. Segundos después sintió como el diablo se corría en su
interior, llenándolo. Se estremeció y acurrucó contra el cálido cuerpo del
ente, agotado y con la respiración agitada.

Compartieron besos por varios minutos, ya no había nada de qué hablar


y Louis, él simplemente quería apreciar el rostro del menor. Le acarició la
suave mejilla con lentitud, rozando con su pulgar el lunar en la mejilla de
su niño favorito. Nuevamente lo besó, sin poder resistirse.

Todo estaba saliendo tan bien...que incluso asustaba.

Fionn se había encargado de hacerle saber a su padre que planeaba ir con


Harry y otro amigo a una protesta contra el Halloween y las sectas para
hablar de Dios. Su padre lo creyó y finalmente decidió comunicárselo a
Anne Styles la cual, orgullosa de su hijo, lo felicitó y con gusto lo dejó.

Whitehead había organizado disfrazarse junto a Harry -él elegiría el


disfraz- e ir a una fiesta que le había recomendado el amigo con el cual
irían -que, por cierto, era Liam Payne- la cual quedaba casi fuera del
pueblo, en la casa embrujada del viejo Cowell -bueno, Harry no sabía eso-
y divertirse. Mucho. Iba a conseguir dulces para el rizado, bailar con la
rebelde hija del padre William y asustar. Asustar mucho.
Mientras Liam se encargaba de comprar unos refrescos y comida chatarra
para el viaje en una estación de servicio, Harry y Fionn se encontraban
en el baño de ésta el cual estaba vacío. Ambos simplemente de pie frente
al enorme espejo, observando sus ridículos reflejos debajo de una sábana
manchada con pintura roja y agujeros en el área de los ojos para no
bloquear sus vistas.

Un suspiro salió del más alto de ambos. —Nos vemos tan aterradores,
Harry. —Dijo, y se veía un poco chistoso el no notar cuando hablaba.

Literalmente, ambos lucían igual.

Harry no habló por unos segundos, y por encima de la sábana pudo


notarse que ladeaba su cabeza.

—Uhm, sí.

—¿No lo crees? ¿No crees que nos vemos muy terroríficos?

—Uhm... —No quiere decepcionar a su amigo, el cual se ha tomado el


tiempo de preparar todo detalladamente y sin problemas. —...Oh, sí.
Definitivamente.

—Genial, sígueme. —Dijo, buscado la mano del más bajo y llevándolo a


la salida del baño. Ambos chocaron con una pareja de adultos, los cuales
se sobresaltaron un poco. —¡BOOOOOOO!
El hombre con peinado raro alzó ambas cejas. —¿Qué son? ¿Mocosos con
sábanas?

—Cállate, somos fantasmas. —Fionn respondió, completamente


indignado y tirando de la mano de Harry, dirigiéndose ambos hacia el
auto.

Liam salía de hacer las compras con tres latas de Coca Cola y un gran
paquete de papas fritas. Éste vestía casual, pero había maquillado su
rostro como el de un esqueleto y su cabello estaba peinado hacia atrás.
Alzó ambas cejas al ver a los niños, sin saber qué decir.

Fionn alzó sus brazos, indignado y Liam reconoció de inmediato aquel


gesto, llevando una mano a su pecho de manera exagerada.

—Oh, lo siento. Me asustaron y quedé algo ido. —Mintió.

Fionn parecía conforme ante aquello y no se metió en el asiento copiloto


sin decirle "Ja, perdedor" al más guapo de los Payne.

Harry subió en el asiento trasero y quitó la sábana de encima de su


cuerpo, encontrándose a Louis a su lado e intentando no sobresaltarse.
Debía de acostumbrarse a que Louis podía aparecerse solamente para él.
Se sentó bien pegado a su lado, intentando disimular y permitió que éste
le acariciara la mano.

—¿Liam? —Harry llamó, recibiendo tan solo un murmullo de parte de éste.


—¿A dónde vamos?

Ambos chicos del asiento del frente se ven de reojo antes de que Fionn
se gire y vea a Harry a través de la sábana. Incluso la forma en que lo ve
a través de los agujeros de esta luce como si quisiera disculparse.

—Hay una fiesta en la casa del viejo Cowell. —Dice despacio, apenas
audible.

Los ojos de Harry se agrandaron. Oh, no. —¡¿La casa del viejo Cowell?!
—Exclamó, asustado. ¡Ese viejo había sido su pesadilla de niño!

—¡Si! —Fionn parece emocionado.


—¡Está embrujada!

—¡Lo sé! —Continúa entusiasta. —Y habrá mucha gente. Chicos como yo,
y chicos como tú, aunque...Bueno, nunca vi a alguien como tú. Casi todos
saben lo que quieren.

Louis suelta una risa casi silenciosa y el rubor no tarda de llegar a las
mejillas del rizado. Liam continúa conduciendo en silencio y comiendo
papas.

—¿Acaso yo no? —Harry responde, tranquilo y llevando su mirada a la


ventana, observando la oscura y vacía carretera.

—No. Tú sabes que lo que hacemos está bien, pero estás muy follad-muy
absorbido por el sistema. —Rápidamente se corrige, volviendo la vista al
frente.

Nuevamente la risa del diablo se hace audible y Harry no puede evitar


sonreír tímidamente de lado, bajando la mirada y recibiendo una caricia
en su mano izquierda.

Oh, Louis.
Hace más de treinta años los padres asustaban a sus hijos con la famosa
historia de Reinold Cowell. Según todos, éste solía ser un brujo que vivía
casi en las afueras de Holmes Chapel. Comenzó a ser un fiel servidor del
diablo cuando unos malvados niños iban frecuentemente a su casa y le
arrojaban medianas piedras, rompiendo sus ventanas y destruyendo su
hogar.
Hubo ocasiones en la que lo lastimaron físicamente, y aquella casa en la
que vivía solía cuidarla bien porque su esposa fallecida la había construido
junto a él. Era el único recuerdo que le quedaba de ella.
Decidido y cegado por el dolor de haber perdido al amor de su vida,
Reinold decidió invocar a los demonios superiores, vendiendo su alma al
líder de éstos para que lo protegieran de aquellos niños.
La última vez que los niños fueron a arrojar piedras, no solo fueron
molestados por todos los demonios de maneras humillantes y dolorosas -
Quebrarse los dedos de la nada y sentir puntas filosas enterrándose en
sus pies- si no que el famoso músico del infierno, Giussepe Tartini, tan
solo subió para tocar la cuerda más aguda del violín de una manera brusca
e irritante. Aquel sonido hizo explotar una por una las cabezas de los
niños, y pronto los cuerpos aparecieron en las puertas de las casas de
cada padre.
Reinold Cowell fue colgado en su propia sala, y lo último que dijo antes
de morir fue: "He aquí muriendo injustamente, como casi todo el mundo
lo hace. No culpo a esos niños, veo ahora frente a mí a los monstruos en
los que se reflejaban."
Toda la infancia de Harry se basó en bromas respecto a ese tipo, e incluso
las pocas veces que había casi alcanzado la salida del pueblo con su
familia lloraba y pedía a gritos regresar sano y salvo a su casa. No podía
ni siquiera pensar en una muerte, ni en alguien rodeado de demonios.
Irónico, porque estaba enamorado del diablo, y ahora una muerte para él
era algo normal, y bastante frecuente.
La casa era enorme, y lucía vieja. Estaba bastante seguro que las
telarañas eran de verdad. Sin embargo, la decoración de Halloween
ayudaba, y la multitud de personas dentro parecían divertirse mientras
bailaban "Rock in jail" de Elvis Presley gracias al jukebox de la esquina.
Había un bar en la otra punta de la sala, y estaba también lleno. La luz
del lugar se encontraba apagada, y las velas del enorme candelabro del
techo iluminaba el lugar de manera leve. En la cocina había gente sentada
alrededor de lo que parecía ser una tabla con letras extrañas. Harry
probablemente estaría muerto de miedo si hubiese entrado a la casa antes
de conocer a Louis, pero no tenía miedo. Era algo completamente normal
para él.
Liam observaba con una ligera sonrisa cono Fionn se quitaba la sábana
de encima y observaba con indignación los terroríficos disfraces de todos.
¡¿Cómo no pudo notar que Harry y él se veían ridículos?! De inmediato
vio al rizado, el cual continuaba escondido bajo la sábana y parecía estar
moviendo su cabeza al sonido de la música.
-Oh, mierda. ¿Me repites qué dije de nosotros frente al espejo? -Harry lo
ve por unos segundos, completamente perdido ante la neutra manera en
la que Fionn le habla.
-Oh. Dijiste "Nos vemos tan aterradores, Harry."
- ¿Por qué no me golpeaste cuando dije eso?
Liam rió, negando con la cabeza y llevando sus manos a las espaldas de
ambos chicos. -Vamos a beber algo y calmarnos. -Dijo, dirigiéndose con
éstos hacia la barra, la cual estaba repleta, pero atendían con bastante
rapidez.
Harry se quitó la sábana de encima del cuerpo una vez llegaron y la ató
alrededor de su cuello, como si fuese un súper héroe. Fionn la había
dejado por ahí, tan solo con su cabello hacia arriba, despeinado y ojos
pintados de negro.

- ¿Fionn? -Liam preguntó, siendo claro al estar a punto de ser atendido


por el hombre del otro lado de la barra.

-Una cerveza.

- ¿Harry?

-Oh. Uhm, agua.

Las cejas de Liam se alzan. - ¿Agua?

-O jugo. Jugo está bien. -Harry rápidamente corrige, provocando que


Fionn suelte una carcajada.
- ¡¿Jugo?! -Niega rápidamente mientras Harry arruga su nariz,
avergonzado. ¿Tenía algo de malo beber jugo? ¿Acaso no lo vendían? Que
terrible. -Pide una cerveza para él.
-No voy a beber eso. -Rápidamente se defendió el rizado, negando en
desaprobación.
-No venden jugo, Harry.
-Yo no lo sabía...
-Lo sé. Lo siento, es q-
- ¿Disculpa? Oí que tu amigo quería jugo. Aquí tengo.
Harry se gira ante la reconocible voz que viene del tipo alto a un lado de
Fionn y lo ve fijamente. Parpadea, atónito de notar como Louis interactúa
con su amigo del instituto. No puede disimular su shock y pasa de ver a
Fionn a ver al diablo, y así sucesivamente por unos segundos.
Su amigo, en cambio, sonríe y acepta el vaso que Louis le tiende. -
Gracias, amigo. -Se gira para ver al rizado y le tiende el vaso, alzando
ambas cejas. -Mira, Harry. Éste adulto ha conseguido jugo para ti.
Parpadeando rápidamente, el menor toma el vaso y se sonroja cuando
Louis le guiña un ojo. -G-gracias.
Obviamente va a fingir no conocerlo.
-No hay de qué.
Fionn ríe mientras lo ve de arriba abajo, despertando unos leves celos en
el rizado, el cual bebe del jugo de naranja. Sabe a recién exprimido, pero
no se sorprende porque Louis es el maldito diablo y puede hacer lo que
quiera.
- ¿De qué vienes vestido? Oh, espera. Espera. Déjame adivinar. -
Entrecierra sus ojos, pensando antes de asentir, confiado. - ¿Eres
un...satánico?
-No. Soy el diablo.
Harry le hace señas para que se detenga, pero Liam llega pronto a su lado
con tres latas de cerveza en la mano y observa perdido la conversación
que están teniendo con aquel tipo.
El ceño de Fionn se frunce ante la respuesta de Louis. -El diablo tiene
cuernos y cola, genio.
El corazón de Harry no puede estar latiendo más rápido. Teme que aquella
respuesta sea demasiado atrevida para el diablo, y éste último crea que
alguien era superior a él, lo cual es bastante malo. El rizado observó tan
mal a Fionn que éste cerró la boca y tomó la lata de cerveza que Liam le
tendía, bebiendo y sin decir nada más.
-Chicos, me iré unos minutos a hablar con unos amigos de allí. -Dijo el
joven Payne, señalando a lo lejos un grupo de personas reunido en la
esquina de la sala. -Si alguno quiere irse, busque al otro y nos iremos los
tres juntos.
Fionn y Harry estuvieron de acuerdo mientras observaban por donde iba
Liam. Louis, por otra parte, no le quitaba la mirada de encima a Harry.
-Harry. -Llamó su amigo, y cuando el rizado lo observó éste lucía
completamente embobado, con su mirada perdida en la pista de baile. -
¿Te molesta si me desaparezco unos minutos?
El menor descubrió que, entre la multitud de gente, la hija del padre
William bailaba sin apartar sus ojos y sonrisa de su amigo.

-Oh, uhm...

-Yo me quedo con él. -Louis dijo rápidamente, provocando que Harry lo
observara con alivio.

Sería raro estar en una fiesta con Louis.

Fionn le entregó su lata de cerveza a Harry y le sonrió con alegría al


diablo. - ¡Gracias, Lucifer! -Volvió a ver a su amigo y le dio unas
palmaditas en el hombro. -Harry, no me moveré de ésta casa, lo prometo.
Si te quieres ir, me buscas y nos vamos.

Finalmente se alejó, entusiasmado en cuanto le ofreció a la linda hija del


cura bailar y ésta aceptó sin peros. Ambos enloquecieron mientras hacían
unos pasos de rock muy difíciles y, pronto, todos estaban a su alrededor,
alentando el baile de los dos adolescentes.
Harry no pudo evitar sonreír tímidamente ante aquella imagen frente a
él, llevando luego su mirada a Louis, el cual no le apartaba la mirada de
encima por nada del mundo.
-Fionn Whitehead es un mal amigo. -Louis dijo, provocando que Harry
dejara de sonreír y su corazón comenzara a latir más rápido. La mirada
del diablo fue al frente y su expresión se mantuvo neutra. -Es su deber
como amigo cuidarte. No debería de haberte dejado beber del vaso que
te dí.
- ¿H-hay algo mal con el jugo? -Tartamudeó. Siempre estaba aquella duda
en la cual temía que, inesperadamente, Louis se llevara su alma de la
forma más cruel, cuando menos se diera cuenta o cuanto más confiara en
él.

El arcángel llevó nuevamente su mirada hacia Harry, lo analizó por unos


segundos de arriba abajo y simplemente dijo: -Hay malas personas aquí,
y son personas que te ofrecerían lo que sea para tenerte dormido y en
una cama.
La piel del niño se volvió más pálida ante aquel pensamiento. Entonces,
¿Estaba bien aceptar una bebida del mismísimo diablo y no estaba bien
aceptar de una persona mala?
Aunque Louis jamás le haría nada...
¿O sí?
- ¿No pueden notar el malestar cuando estás cerca?
-No, solo tú me has vendido tu alma de aquí. Hay mucha buena vibra
para notar un vacío. -Dice, y suspira antes de tenderle su mano al rizado,
el cual la aceptó de inmediato. -Sígueme.
El niño se limitó a seguir al ente, fijándose no estar en el radar de Fionn
y Liam. Algunas personas observaban extrañadas las manos unidas de
ambas personas con el mismo sexo, pero ninguno decía nada ni lo
comentaba, lo cual resultaba ser bueno para Harry.
Ambos pasaron por un pasillo oscuro en el cual tuvieron que esquivar a
algunas parejas besándose, y finalmente Louis abrió una puerta al fondo,
adentrándose junto a su niño. Era una vieja habitación con una cama
perfectamente ordenada y una mesa de noche algo desarreglada. Las
paredes blancas tenían moho, cosas escritas y todo olía a humedad. El
ambiente era terrible, pero se podía conversar bien, sin ninguna molestia.
El rizado se encaminó hasta dejar las dos latas de cerveza y su vaso con
jugo en la mesa de noche, observando el lugar detalladamente,
analizándolo. Era tétrico y hacía mucho frío. Se giró para ver a Louis, el
cual lo envolvió en sus brazos de inmediato y lo obligó a alzar la mirada
para que sus frentes se unieran. Sus mejillas se sonrojaron, aún sin poder
creer que era el diablo el que sanaba su pobre corazón.
-Estás extraño. -Dijo, acariciándole la cintura y pegando sus labios con
los del menor, sin moverlos y obligando a éste último a cerrar sus ojitos.
- ¿Qué pasa por la mente de mi niño favorito?
-Oh, nada. -Bueno, sí había algo. Estaba nervioso de hacer cosas como
éstas: Ir a fiestas sin permiso, festejar Halloween luego de haber
repartido volantes en contra de éstos...últimamente estaba haciendo todo
mal. - ¿Estoy extraño? -Inconscientemente llevó sus pequeñas manos a
los brazos del mayor, sosteniéndose de éste.
-Estás...atrevido. -Las mejillas de Harry se sonrojaron aún más, y
agradeció internamente a la falta de luz en aquel lugar, exceptuando la
que entraba por la ventana rota. -Mientes, te escapas a una fiesta, te
metes con el diablo...Uhh. Eres un niñito malo.
La inocencia del menor no le permitió captar el travieso tono de voz que
había usado el arcángel, y estuvo a punto de comenzar a llorar,
haciéndolo obvio con el pequeño pucherito que comenzó a formarse en
su labio inferior.
-Lo sé, lo sie-
Sus disculpas son interrumpidas por el profundo beso que Louis depositó
sobre sus labios, acariciando, chupando y mordiendo suavemente. Un
pequeño suspirito salió de la nariz del rizado y subió sus brazos alrededor
del cuello del más alto en cuanto éste último reafirmó el agarre en su
cintura.
Sus lenguas no tardaron en hacer contacto, ambas formando sensaciones
en ambos, y leves sonidos de chasquidos por la habitación. Louis caminó
hacia adelante y dejó a Harry contra la pared, en un rincón de la
habitación.
Todo se volvió más cálido, más íntimo. Pronto el diablo se encontraba
presionando al chico contra la pared y le acariciaba los muslos y el trasero.
Le acariciaba la lechosa piel por debajo de su camiseta y disfrutaba los
soniditos que salían de la boca de su niño favorito.
Minutos después se separaron un poco, con ambos labios rojos y la
urgente necesidad de verse fijamente a los ojos. Harry descubrió paz, un
océano en aquellos ojos azules, el cual usaba para sumergirse unos
segundos y relajarse completamente. Incluso el pedazo bordó le gustaba.
Todo Louis le gustaba.
Decidió decirlo. Decidió tragar su timidez, la humillación que recibiría si
no era así, la vergüenza en su pecho y su inseguridad.
-Dime la verdad. -Susurro justo cuando Louis decidió tomarlo de las
mejillas, alzar su rostro y besarle los labios suavemente.
- ¿Qué quieres saber?
Permanecieron besándose, nuevamente el diablo bajando sus brazos a la
cintura del menor, el cual subió los suyos y se sostuvo de su cuello. La
necesidad en la manera que movían sus labios era inexplicable y muy
evidente.
-D-dime que no me quieres muerto, que me quieres justo aquí. -Ningunos
se separó del beso, y Louis lamió el labio inferior del menor, sintiendo
como éste último temblaba en sus brazos. -Si no es así, está bien. Pero,
por favor, no.…no me mientas.
Ambos apartaron sus rostros un poco para poder verse fijamente a los
ojos. - ¿Por qué no debería de mentirte? -Louis preguntó, y su expresión
demostraba la lucha en su interior.
-Porque tú no solo eres el diablo para mí. -Harry susurró, mordiendo su
labio inferior luego y sin parpadear, admirando los ojos del ente. -Lo eres
con los demás, pero eres Louis conmigo. Y yo...conozco a Louis. C-
Conozco cuando miente, cuando algo le gusta o disgusta.
-Harry. -Lo sostiene de manera más posesiva y el azul de sus ojos se
vuelve más oscuro. Le gusta lo que oye.
-Lou, juro que si no es como lo digo puedes seguir u... -Tragó saliva con
fuerza ante el nudo en su garganta y tuvo que parpadear debido a las
lágrimas llenando sus enormes ojos verdes. -...usándome el tiempo que
quieras. Solo quiero saber la verdad.
El diablo no dice nada mientras intenta averiguar cómo reaccionar ante
aquella situación, pero deja escapar un suspiro en cuanto Harry no evita
sollozar en una exhalación, cerrando sus ojos a la par en que la frente de
Louis nuevamente se unía junto con la del niño. Permanecen en silencio,
y Harry continúa sollozando e hipando bajito, con las lágrimas cayendo
por sus mejillas, sin poder soportar el estar cargando el peso de amar a
alguien que, según él, no puede amar.
-...No quiero que mueras.
El cuerpo de Harry tiembla con más intensidad, y se obliga a sí mismo a
detener los sollozos y permanecer tranquilo, sorbiendo su roja nariz y
aferrándose más a Louis para quedar mucho más cerca. Necesita cariño,
mimos. Necesita al diablo.
-Te quiero aquí, conmigo. -Continúa el ente. -No allí.
- ¿Allí?
-De donde vengo. -Rápidamente dice. Sus ojos están cerrados y su boca
roza con la de su niño favorito. -Y donde deberías estar. No es lugar para
ti, tú eres tan...delicado. Y pequeño.
-Lou.
-No puedo permitirlo. -Continúa, y sus manos repletas de anillos están
tensas. -Así que deja de hacer que diga cosas que no puedo.
Harry parpadeó, perplejo y sin saber cómo reaccionar a aquellas últimas
palabras. ¿Debía de estar sorprendido porque el diablo sentía que Harry
lo obligaba? ¿Qué Harry tenía algún tipo de poder sobre él? ¿Lo que dijo
confirmó sus dudas? ¿Louis lo quería?
Sin dudarlo dejó un tímido, suave y muy corto en los besos del diablo,
con la cara ardiendo antes de soltar un suspiro. -Gracias...
Y Louis nuevamente lo besó con profundidad en la penumbra de aquel
cuarto.

Cuando Harry sale de la habitación Louis lo sigue un poco de lejos, y


ambos acaban cerca de la barra, donde anteriormente estaban. Fionn se
encuentra despidiéndose de la hija del padre William, y Liam está
abrazado al otro chico, el cual lucha por sostenerlo.
- ¡Harry! -Suspira de alivio al ver al pequeño de rizos sano y salvo, aún
acompañado por aquel hombre que dice estar disfrazado del diablo. -
Santo Dios, me asustaste. -Harry se encuentra viendo a Liam con el ceño
fruncido, preocupado. El de ojos castaños está al borde del desmayo, y
pálido. -Oh, Liam está ebrio. No es nada. Se va a morir en el asiento de
atrás por un rato, andando.
Harry se gira hacia Louis, sin saber exactamente qué hacer o decir. El
diablo sonríe de lado coquetamente y le dedica un asentimiento. -Fue un
placer conocerte.

El rizado asiente frenéticamente. -Oh. S-sí. Igualmente. - ¿Por qué es un


experto mintiendo en algunas cosas, y es un asco en otras?
Se gira, pero cuando no quiere dejar atrás al ente nuevamente vuelve a
ver en la dirección donde estaba. Sin embargo, ya no se encuentra allí,
pero cuando vuelve a girarse para caminar hacia la salida puede sentir los
pasos en sus talones.
Llegan al auto y Harry se adelanta para abrir la puerta de los asientos
traseros mientras Fionn hace vomitar a Liam en unos arbustos cerca de
la casa. Finalmente lo meten dentro, acostándolo de lado y cerrando la
puerta. Ambos chicos se suben en la parte delantera y suspiran. El de
cabello lacio suspira profundamente antes de voltearse a ver a Harry, el
cual no puede evitar reír tímidamente.
-Estás todo besuqueado. -Comenta al notar las marcas de labial en los
labios, mentón y mejillas de su amigo.
Este último continúa observando a Harry y no puede evitar sonreír de
lado, enseñando esos dientes algo chuecos que se le veían de una manera
extremadamente adorable.
-Ese tipo estaba embobado por ti.
El ceño del niño se frunce. - ¿Quién?
-El diablo sin cola ni cuernos. Se veía como que quería arremeter contra
ti y arruinarte de la forma más preciosa. -Finalmente enciende el auto y
acelera, dando la vuelta para volver al pueblo.
Y Harry, con su cuerpo cubierto por la sábana que había usado para ser
un fantasma y mirando hacia la ventana, realmente piensa en si está
siendo arruinado de la forma más preciosa.
Los tres adolescentes habían pasado la noche en la casa de uno de ellos:
Fionn Whitehead. Para Harry aquello era desperdiciar una noche con
Louis, ya que éste no podía estar presente allí. Apenas llegaron, luego de
que Liam vomitara un poco más y bebiera mucha agua, los tres se fueron
a dormir.
Despertaron al siguiente día cuando la alarma del reloj de Fionn sonó.
Había sido tan chillona y molesta que ninguno quiso hablar mientras se
levantaban. Se vistieron como el día anterior y bajaron a desayunar. El
padre de Fionn parecía muy alegre comentando lo bello que estaba el día,
las ventajas del invierno y lo lindo que sería cuando la nieve cayera en
diciembre. El humor de Harry mejoró y se puso a hablar con el padre de
su amigo sobre el clima, pero volvió a decaer cuando éste le comentó al
rizado la tragedia que hubo en el último viaje de convivencia que hizo la
escuela, y se quedó más que callado.
Liam no pasó por alto aquello.
Finalmente, Harry y Liam decidieron irse media hora antes de entrar a la
escuela debido a que necesitaban ponerse el uniforme. Ambos chicos se
fueron por diferentes caminos a sus respectivas casas. El rizado podía
sentir los pasos del diablo en sus talones, y le extrañaba que éste no
estuviese a su lado caminando. No había nadie a esas horas de la mañana,
al menos no por aquella zona.
- ¿Lou? -No recibió respuesta, tan solo aquellos pasos detrás de sí. Tragó
saliva con fuerza y de inmediato se puso tenso, creyendo que algo andaba
mal. Apresuró el paso hacia su casa, queriendo llegar rápidamente para
poder meterse en su cuarto y enfrentar lo que sucedía.
Minutos después llegó a su casa y abrió la puerta principal, cerrando
detrás de sí mismo y a punto de correr hacia su cuarto, pero detuvo sus
pasos al ver a su padre observarlo desde el sofá de la sala, bebiendo una
pequeña taza de té. Ambos se observaron por unos cortos segundos antes
que Des alzara ambas cejas y dejara la taza en la mesa ratona frente a
él.
-Hijo, hola. -Dijo.
Harry no sabía exactamente qué decir. Era muy extraño hablar luego de
que ambos supieran que Des quiso quemarlo con un cigarrillo, Harry le
provocó un ataque al corazón diciendo "Louis" y luego el nombrado se le
apareció a su padre en el hospital.
Simplemente apretó sus labios, formando una línea con ellos, alzando un
poco una de sus comisuras y asintiendo en forma de saludo.
-Uhm, ¿Mamá y Gemma? -Por algún motivo se puso mucho más tenso al
ver como su padre se ponía de pie, caminando muy lentamente hacia él.
-No están.
-Oh. -Harry asintió, viendo alrededor. Estaba realmente inseguro. Hizo
una especie de trompita con sus labios y frunció un poco el ceño,
pensando. ¿Dónde podría estar su familia? - ¿Dónde fueron?
-A resolver unos asuntos. -Sonrió amistosamente. A pesar de que se veía
honesto la respuesta a su pregunta lo puso más nervioso. ¿Qué debía de
estar haciendo su familia que no podía él enterarse? Porque claramente
sería muy tonto continuar preguntando. - ¿La pasaste bien anoche en la
protesta?
-Oh, sí. -Se le hizo un nudo en la garganta por mentir. -Sí.
- ¿Has comido? ¿Quieres que te prepare algo?
Aquellas preguntas lo hicieron sentir tan querido, importante para su
padre en el cual siempre había buscado algún tipo de aprobación y amor
verdadero, que sus ojitos se llenaron de lágrimas y sonrió con vergüenza.
Tragó saliva con fuerza antes de negar.
-Oh, no. Está bien. -Su voz tembló un poco y carraspeó con fuerza para
reafirmarla. -Ya he desayunado con Fionn. ¿Tú...tú has desayunado?
-Sí, gracias.
-Oh, bueno. -Asintió lentamente antes de dar un paso atrás. -Me voy a
vestir para ir al instituto.

-Yo te llevo. -Dijo Des, bajando la mirada y asintiendo. Parecía apenado.

-Genial, gracias. -Agradeció el niño de rizos antes de girarse para ir a su


cuarto.

¿Debía de ponerse feliz porque la relación con su padre estaba


avanzando? ¿Finalmente éste último comprendía que golpear a alguien
con un cinturón hasta marcarlo no era la forma de solucionar las cosas?
¿Acaso había cambiado? O, ¿Cambiaría?

Ni siquiera tuvo tiempo de pensar en las respuestas de todas aquellas


preguntas. Una mano tira fuertemente de su brazo y otra mano junto a
otro objeto se pegan con fuerza en su cabeza, sobre sus rizos. De
inmediato se siente sofocado, y literalmente como su sangre comienza a
hervir.

-En el nombre del señor, te ordeno que salgas de éste cuerpo.


Harry abre su boca en un grito mudo, comenzando a temblar. Puede sentir
fuego en sus huesos, en su interior. En todas partes y, oh. Es como ser
quemado vivo por un largo tiempo y nunca morir, solo sufrir. -L...

Ni siquiera termina de nombrar al diablo que el crucifijo que se encuentra


en su cabeza vuela de la mano de Des y una fuerza inhumana arroja a su
padre hasta una esquina de la sala, dejándolo en el suelo y tirando
algunas cosas. Harry intenta mantenerse de pie como puede mientras
recupera la respiración, pero se encuentra quejándose en voz alta por el
fuego en sus venas.

Observa a su padre de lo más herido, llorando bajito mientras se sostiene


a sí mismo, pálido.

- ¿Q-Qué eres? -Des también está pálido, y se arrastra hasta tomar


nuevamente el rosario, tendiéndolo hacia Harry por si éste planeaba
acercarse. - ¿Qué clase de monstruo eres?

Shockeado y perturbado, el rizado se ríe secamente, limpiando las


lágrimas de su rostro e intentando enderezarse debido a que se
encontraba algo doblado por el dolor. Debía verse fuerte frente a su
padre, o éste creería que podría derrotarlo fácilmente. Le apuntó con su
pequeño dedo índice a una de las personas que alguna vez más amó,
amenazante. Se veía como un pequeño intentando asustar, pero daba
igual.

-N-No.…no vuelvas a intentar tocarme, o voy a matarte. -Acomodó sus


ricitos, temblando. Se estaba muriendo de ardor. -Voy a matarte.

Se tambaleó hasta llegar a la puerta que iba hacia las escaleras y la bajó
con demasiada dificultad, quitándose la mochila en el camino a su
habitación. Una vez llegó cerró la puerta detrás de sí y se apoyó contra
ésta, cerrando sus ojos y llevando una mano a su pecho. No aguantaba,
y a pesar de que el fuego en su interior no se había propagado, podía
sentir aún el ardor tan potente que su aliento era como vapor.
Unos brazos lo rodearon fuertemente por la cintura. -Harry. -El susurro
del diablo era ronco, y hasta parecía desesperado ante los quejidos de
dolor del menor.

-Arde, arde. -Las lágrimas no le salían y le costaba respirar. Sus piernas


le temblaban y estaba seguro que si no era sostenido por Louis iba a caer
al suelo. -M-me está... -Sollozó secamente.

Una mano de Louis se dirigió hacia el mentón del rizado, tomándolo y


alzando su rostro. -Mírame. Harry, mírame. -Los ojos del niño se abrieron
con cansancio y ambos se vieron fijamente. Poco a poco el alivio llegó al
pecho del rizado en cuanto el ardor cedía y parecía que algo refrescante
lo invadía. Se sostuvo mejor de Louis, cerrando nuevamente los ojos y
recibiendo un desesperado y necesitado beso en los labios. -Ya, estás
bien. No voy a dejar que nadie te vuelva a tocar.

-I-Intenté decir tu nombre, Louis. Me dio miedo, no salía.

-Tu padre no va a seguir vivo cuando vuelvas de la escuela. -Prometió el


diablo. Harry de inmediato lo observó y negó. -Nada me va a hacer
cambiar de opinión, aquí mando yo.

-No, no. No lo mates. -Suplicó su niño favorito. No podía seguir cargando


el peso de la culpa, el de las muertes y el cómo afectaba a su alrededor y
lo volvía más débil a continuar vivo. -No...

Los ojos de Louis se oscurecieron y dio un profundo suspiro, pero no fue


como las demás veces que los cuadros tan solo se movieron, esta vez
muchas cosas se cayeron y hasta se rompieron. Oh, el diablo estaba tan
enojado.

-Te tocó.

-Louis, por favor. -Rogó, llevando sus manos hacia los hombros del
mayor, aferrándose y observándolo fijamente. La expresión del ente era
neutra, no demostraba nada, pero sostenía a Harry por la cintura con
fuerza.
-Tocó lo que es mío. -Sus fosas nasales se abrieron un poco más ante las
profundas respiraciones. La luz del cuarto había bajado un poco y Harry
no lo notó hasta que un fuerte relámpago sonó, sobresaltándolo un poco.
-Mío.

Harry sollozó, negando y poniéndose de puntitas de pie, llevando


tímidamente sus brazos alrededor del cuello de Louis. -No sabe lo que
hace. Lou, por favor. -Intentó llegar a la boca del amor de su vida,
lográndolo. Rozaron sus labios por un momento. -Por favor...

-Hoy muere. Se va al infierno.

-Lou... -Besa con demasiada vergüenza los labios del ente, el cual
comienza a comerle la boca a su niño favorito. Aquel beso es profundo,
lleno de pasión y necesidad. Harry se aferra a Louis como si tuviese miedo
de cada cosa que hay en todo el espacio que lo rodea, y en parte es así.
Tuvo mucho miedo y ahora tan solo ruega por mimitos del diablo el cual,
sin saber lo que se encuentra experimentando busca algún tipo de
remedio en los labios de su bebé para curar la rabia que siente en su
pecho. Se separan luego de unos minutos. -...Por favor.

El diablo aparta tan solo un poco más su rostro y abre sus ojos, los cuales
siguen oscuros. Niega lentamente y es la primera vez que Harry lo ve tan
confundido, shockeado. -Por mí. ¿Qué me estás haciendo? -Nuevamente
toma a su niño y lo besa profundamente por tan solo unos segundos,
finalizando con besos entrecortados. Vuelve a suspirar y más cosas caen.
-Estoy tan furioso. Sé cómo resolver las cosas, pero tú me lo impides...y
yo te lo permito.

Ambos se ven fijamente por unos segundos, y el rizado no evita volver a


soltar algunas lágrimas.

-Es mi padre, Lou.

-No me importa.

-No importa lo que haga, sigue siendo mi padre. -Defendió inútilmente.

Una irónica risa, llena de sequedad y poca gracia sale de la boca del ente.
-Humanos. ¿Qué es esa ideología en sus cabezas de que por tener la
misma sangre deben perdonar acciones intencionales de uno? Tu padre
sabe que tengo mis ojos sobre ti. -Su voz baja de tono, la furia
intensificando el malestar en el interior del pequeño. -Yo le advertí. Le
advertí que no te tocara, que no te mirara. Lo hizo sabiendo que iba a
lastimarte.

Lo que Louis no comprendía es que Harry no lo defendía por ser de su


sangre. Quería hacer referencia a que amaba a Des, con todo su corazón,
al igual que amaba a su madre y a Gemma. A su pequeña familia. Y no
importaba si su padre buscaba hacerle daño, porque él lo amaba más y
no quería ningún daño. Porque era mejor que eso. Porque, simplemente,
ya no podía soportar más porquería.

-Lou... -Sollozó. El nudo en su garganta no le permitía decir lo que sentía.

-Y ahora tú me pides que siga como si nada, y deje pasar el hecho de que
te lastimó. ¿Crees que no puedo ver los deseos de los demás, Harry? -
Preguntó. - ¿Crees que te he dicho que eres un alma pura todo éste
tiempo solo porque tuve ganas?
-No, no dije eso. Es solo-
-Tu padre va a saber lo que es estar cerca del infierno cuando vuelvas de
la escuela. -Interrumpió, acercando más el rostro al de su niño favorito,
el cual intentó aguantar los sollozos. -Es una orden. ¿Ha quedado claro?
-Sí... -Dice, parpadeando para soltar más lágrimas. El diablo le alzó el
mentón y llevó su cálida y húmeda lengua a la mejilla de Harry, limpiando
las gotas de tristeza, saboreado ésta última.
-Deja de hacerme dudar de mis decisiones.
-Lo siento. -Se permite llorar luego de que Louis deja un beso en sus
labios y se aparta, rodeando su pequeño cuerpo. Harry se gira
rápidamente, limpiando las lágrimas de su rostro y sollozando mientras
nota a Louis negar lentamente, pero nuevamente con aquella neutra
expresión que tanto lo caracterizaba.
-No lo comprendo. -Dice antes de tragar saliva. -Vístete, volveré cuando
oscurezca.
En tan solo un parpadeo el diablo desaparece, y con él un pedazo del alma
de Harry, dejándolo más débil, tembloroso y llorando.

Sube las escaleras furiosamente luego de salir de su cuarto, y en cuanto


cierra la puerta detrás de sí y ya está en su sala nuevamente, vestido con
su uniforme, mochila, cara lavada y peinado, su padre se encuentra allí,
inmóvil en el sofá y observando a su hijo con una mezcla de lástima y
miedo. La furia fluye por las venas del rizado a la par que toma un libro
que se encuentra cerca y se lo arroja al adulto, el cual se sobresalta,
sorprendido.
- ¡Eres un tonto! -Grita Harry, comenzando a sollozar con fuerza, con las
lágrimas cayendo como cascada de sus enormes y preciosos ojos verdes.
- ¡Te metiste conmigo y ahora la vas a pasar mal! ¡Y no quiero, pero te lo
mereces! -Iba a explotar si no le decía en la cara la verdad a alguien.

-...Harry.

Está tan roto, tan a punto de colapsar. -E-Él tenía razón, eres un mal
padre. -Apunta con su pequeño dedo índice al hombre mayor, acusándolo.
-Te gusta golpear a mamá, y te gusta castigarme. Te gusta jugar a ser
Dios.

-Este no eres tú. No es el niño dulce que siempre amé.

-No. -Y esta vez su voz no se quebró, incluso salió mucho más fuerte.
Negó lentamente antes de acomodar las correas de su mochila sobre sus
pequeños hombros. -Tú no sabes amar.
Y, sin más, giró sobre sus talones y salió de su casa, camino a la escuela
y llorando desconsoladamente.

No duró ni media hora dentro del salón de clases, pero se la pasó gran
parte en el baño, el cual estaba completamente vacío a esas horas y podía
darse el lujo de estar fuera de los cubículos. Fionn Whitehead lo encontró
cuando su profesor le ordenó ir a buscar al alumno que hace más de
treinta minutos se había ido al baño y no volvía. Harry lloraba y
murmuraba "No quiero que suceda" mientras Fionn intentaba calmarlo
mojándole el rostro y abrazándolo. El rizado se veía extremadamente
perturbado, como si no pudiese evitar lo que se avecinaba, y así era.
Murmuró un par de veces "Louis", pero quien sabe dónde éste estaba que
no apareció ni un segundo.
Fionn decidió llevar a Harry a su casa cuando éste último parecía temer ir
a la suya. No paraba de preguntar por la hora y negar rápidamente,
desesperado. Cuando ambos llegaron a la casa del castaño se
encaminaron hacia su cuarto y se quedaron allí, bebiendo jugo de naranja
exprimido y comiendo pan con mermelada. Ambos tuvieron una corta
charla en donde el rizado le confesaba a su amigo el haber hecho algo
muy, muy malo que no podía decir y no saber cómo remediarlo.
Fionn le dijo: "-Pues...está en ti detener las cosas, pero quiero que tengas
cuidado. El sentir culpa y estar en un ambiente tóxico puede arruinarte y
volverte alguien diferente. No dejes que eso pase."
¿No se ha vuelto ya alguien diferente? Se sentía diferente. Débil y fuerte
a la vez.
Eran las ocho p.m., hora de volver para la cena. Le sudaban las manos
mientras salía de la casa de los Whitehead y caminaba hacia la suya. No
había nadie, como a la mañana, y todo estaba oscuro a excepción de la
tenue luz blanca en cada faro. Pudo sentir la presencia de Louis a mitad
de camino, pero no se atrevió a hablar. Tenía miedo de cada respuesta
que recibiría.
Finalmente llegó a la casa y, sin siquiera pensarlo abrió la puerta principal,
adentrándose. Fue envuelto fuertemente en los brazos de su madre, la
cual jadeó, aliviada.
-Harry, Dios santo. -Se aleja luego de unos segundos, besando el rostro
de su hijo. - ¡Cielo! ¡Te busqué por todas partes! Pero tu padre, uh. Él me
dijo que estarías bien y decidí esperar. ¿Dónde estabas?
-Lo siento, mami. -Su voz tembló así que rápidamente carraspeó su
garganta. -Estaba con Fionn, me sentía raro y me quedé en su casa.
Siento haberte preocupado.
Los besitos de su madre en su rostro lo reconfortan un poco, pero aún
sigue aterrado por lo que se avecina.
Anne sonríe tímidamente luego, viendo fijamente a Harry. -Tu padre me
contó lo que sucedió. -Dice, y el niño se congela, pálido y tenso. No sabe
qué hacer, no sabe qué decir. -Ha asimilado la culpa, y ha prometido
tantas cosas buenas, amor. Todo va a mejorar. Él quiere ofrecerte una
disculpa.
...
¿Qué?
-U-uh...

Sus balbuceos son interrumpidos en cuanto Des sale de la cocina,


relamiendo sus labios y viendo hacia su esposa e hijo. Luce relajado,
incluso parece estar realmente feliz. Harry jura nunca haberlo visto así
mientras este se acerca rápidamente con una mirada culpable...y ojos
rojos.

Demonios, que ese no era su padre.

Pero tampoco era Louis, lo sentía detrás.

-Harry, lo siento tanto, hijo. Prometo que no volveré a lastimarte, te lo


juro. -Dice fluidamente, rodeando con su brazo la cintura de Anne, la cual
se sonroja. Simplemente asiente, y es allí cuando su padre sonríe
levemente y mira a su esposa, la cual le devuelve la mirada. ¿No nota el
cambio en el color de ojos? -Deberíamos cenar, tengo hambre y cocinas
riquísimo.

Su madre ríe, aún más sonrojada. Se parece a él cuando Louis dice cosas
que lo hacen sentirse el ser más afortunado del mundo. -Cocinaría lo que
sea por ti, mi amor. -Y ambos adultos se dirigen a la cocina, entablando
una conversación.

Harry ve a Gemma, la cual está en el sofá fingiendo ver televisión, y


ambos se observan fijamente antes de volver a lo suyo. El niño se dirige
a su cuarto, bajando las escaleras y cerrando la puerta detrás de sí antes
de encender la luz. Louis se encuentra parado allí, y él no puede evitar
comenzar a sollozar silenciosamente, pegado a la puerta.

- ¿L-Lo mataste?

La mandíbula de Louis parece estar tensa, y se mantiene bastante quieto.


-No. -Dice. Harry deja de llorar, sorprendido. -Pero va a desear estar
muerto, y no lo lamento.

El rizado comienza a quitarse la mochila, el abrigo y deja todo sobre un


sofá individual en la esquina del cuarto. Suspira y limpia las lágrimas en
su rostro antes de girarse, encontrándose a Louis frente a él. Ya no se
sobresalta más.

-Estás asustado. -Confirma el ente, por lo cual Harry niega. Louis rodea
la cintura de su niño favorito con sus brazos, acercándolo y pegándolo a
su pecho. Bajó el rostro y olfateó el cuello del más bajo tan solo unos
segundos. -Estás triste.

Harry nuevamente solloza, comenzando a temblar. Todo el miedo que


cargó sobre sí jamás se convirtió en alivio, ahora solo era tristeza que no
podía cambiar. Se sentía terriblemente, y temía no saber cómo
controlarlo. Louis lo observaba sin comprender al principio, pero pronto,
en carne propia pudo sentir las emociones de su niño y, casi desesperado
por aliviar el malestar lo alzó como si fuese una princesa y lo llevó a la
cama, recostándolo.
El rizado no dejaba de llorar, y Louis le limpió las lágrimas antes de
tomarlo del mentón y alzarle el rostro, acomodándose a su lado, pero un
poco más arriba.

- ¿Soy yo el causante de tu tristeza? -Harry tan solo parpadea, negando


apenas notable. - ¿Crees que estoy equivocado en la decisión que he
tomado?

Ambos permanecen callados por unos segundos, tan solo oyendo como el
rizado sorbía su nariz e intentaba no hacer ruido al llorar. -No. No creo
que estés equivocado, y por eso estoy triste.

Su madre, ella...jamás la había visto tan feliz, tan radiante. Pudo incluso
sentir lo hermosa y amada que esta se sentía, y las esperanzas surgiendo
de su pecho. Su padre, el cual estaba siendo poseído por un demonio y
su alma estaba en quién-sabe-donde, se veía mucho más comprensivo e
inteligente de aquella manera. Tan solo le dolía, porque él realmente
desearía tener a su padre de vuelta, pero siendo de aquella manera.

El diablo se mantuvo acariciando delicadamente la mejilla de su niño


favorito, y nuevamente lucía confundido como nunca. Realmente era muy
extraño verlo así, sin entender lo que sucedía.

-Aún no lo comprendo.

Esta vez Harry preguntó: - ¿Qué cosa?

-Te interesa la vida de alguien el cual no se preocupa por la tuya. -Se


inclina y besa suavemente los labios de su niño. -Te pone triste que
alguien sufra, incluso si no tuvo inconveniente en hacerte sufrir a ti. Eres
tan frágil, y tan puro. Yo...me dejas sin habla.

Nuevamente comparten una húmeda sesión de besos ruidosos. Harry se


acurruca en el pecho del rey del inframundo, el cual sostiene a su niño
favorito como si se le pudiese resbalar de las manos, cosa que era cierta.
Nunca había sentido tanto enojo como el ver que el rizado no podía
respirar debido a que alguien intentó que se quitara de encima. Ilusos.

Acarició las caderas del niño y adentró su lengua a la boca del menor, el
cual gimió bastante bajo y se acercó aún más, necesitando de mucho más
tacto. Louis se apartó solo unos segundos.
- ¿Cómo es que Dios no le prestó atención a alguien como tú?

Harry suspiró al sentir los besos del ente sobre la piel de su cuello,
succionando y lamiendo. -Uhm...tal vez él sabía que...que iba a
enamorarme de ti.

El corazón del diablo volvía a latir, y con mucha más intensidad. Una
sonrisa ladina se hizo presente en su boca, gustoso por su respuesta a
aquella suposición.

-O tal vez yo lo sabía e impedí que se metiera en mi camino.

Aquella noche hicieron el amor, y Louis se ocupó de quitar el susto y


tristeza del pecho de Harry. Mientras éste último dormía luego de varios
minutos, se permitió quedarse recostado, envolviendo el pequeño cuerpo
del menor y pensando una manera en la que éste disfrutara su vida junto
a él...y no muriera en el intento.

No era de esperarse que con el pasar de los días Harry se la pasara en su


cama, acurrucado y llorando. No podía simplemente olvidar que mientras
todos se la pasaban de lo mejor con su actual padre, el alma de su
verdadero padre estaba en el infierno, siendo torturada una y otra vez
por quien sabe qué cosa que estaba allí, ya que Louis estaba junto a él.
Últimamente se la pasaba a su lado y todo porque el niño estaba de lo
más deprimido. La culpa realmente lo estaba carcomiendo, y la presencia
del diablo empeoraba todo.

Fue cuando éste último se dio cuenta de aquello que decidió ponerle un
fin.

-Voy a irme. -El diablo se puso de pie luego de estar un rato sentado en
el borde de la cama de su niño favorito, el cual estaba envuelto en las
sábanas y sollozaba, lamentándose el haberse puesto al nivel de las
personas malas.

Louis no solo iba a irse porque Harry estaba lo bastante deteriorado para
hacerle compañía, también estaba el hecho de tener que oír cosas que no
eran ciertas. ¿Por qué el rizado cargaba con toda la culpa, cuando fue el
ente el cual decidió enviar al imbécil al infierno? ¿Por qué ensuciaba sus
propias manos cuando lo único que había en ellas era suavidad y
delicadeza? ¿Qué buscaba provocar en el diablo al estar mentalmente
castigándose de aquella manera?

El rostro del rizado, el cual está con la nariz enrojecida, ojos levemente
hinchados y llenos de lágrimas, y ricitos pegados en éste se hace visible
luego de unos largos minutos en donde lo mantuvo oculto bajo las cobijas.
- ¿Q-Qué?

-Estás demasiado mal, demasiado deteriorado. Voy a irme, al menos por


dos días. -Y, maldita sea, que no lo estaba preguntando. Lo iba a hacer y
punto.

Harry se pone de pie, torpemente avanzando hacia el bello hombre frente


a él, aferrándose al brazo de éste. Ambos se sorprenden por la falta de
estabilidad del niño, el temblor que comienza a apropiarse de su cuerpo
y la manera en que la respiración se le corta.

-No. No, n-no. No te vayas, p-por favor... -Inhala entrecortadamente y


se le rasga el pecho con cada sollozo. El diablo puede sentirlo en carne
propia, y aunque no siente más que leves pinchazos en el pecho, como si
se le hubiese dormido algún músculo, sabe que Harry lo siente en
demasía. -Y-yo...lo siento.

-Harry. -Se acerca al niño, notándolo realmente pálido. Suavemente pasa


uno de sus brazos por detrás de la espalda del rizado, y el otro por debajo
de sus piernas. Llevó su nariz a los rizos castaños de su ángel y suspiró
sobre éstos, acunándolo contra su pecho. -Pequeño...

Era impresionante lo que el humano podía provocarle con tan solo


mencionar el hecho de necesitarlo.

-No sé qué haré sin ti, por favor, yo... -Aprieta la yema de sus dedos
contra la camisa, sobre el hombro del diablo. -...yo no...

Louis comienza a encaminarse al baño, y cuando llega tan solo deja a su


niño favorito sobre la tapa del retrete, apoyándolo contra la pared. No le
dice que deje de llorar cuando su llanto se incrementa, tan solo se dirige
hacia la bañera y comienza a llenarla con agua tibia mientras se quita la
camisa y los zapatos, quedando en pantalones. Una vez la bañera se
encuentra llena se acerca a su niño y comienza a desvestirlo básicamente
a la fuerza hasta dejarlo en ropa interior, tomándolo en brazos y
llevándolo consigo hasta la bañera.

Se metió y dejó a Harry sobre su pecho, llevando su mano repleta de


anillos al agua y pasándola por el rostro del niño a pesar de que éste se
removía para intentar respirar. Finalmente, harto Louis lo tomó del rostro
y lo miró fijamente.

-Si no te calmas voy a tener que sumergirte.

Harry aguanta el aire por unos segundos y lo suelta lenta y


temblorosamente por la nariz, pero el llanto no abandona su pecho y no
puede evitar sollozar un par de veces, pegando su mejilla contra el cálido
pecho del rey del inframundo.

-No te vayas, por favor. N-No sé qué hacer... -Solloza con más fuerza, a
punto de comenzar otro ruidoso llanto.
Louis rápidamente comienza a dejar suaves besos en su mejilla y luego
en su cuello, abrazándolo más contra sí. -Deja de llorar, no voy a irme.

-Te amo, Lou. -Solloza, y se aferra más fuerte al torso del amor de su
vida, el único que hace el mundo menos terrible para él.

No sabe cuánto tiempo va a poder soportarlo.

Los días pasaban, Harry no mejoraba y todo debido a que Louis no podía
apartarse ni un segundo de él ya que entraba en una especie de crisis
donde chillaba por el diablo, incluso con éste allí presente. El trato en
donde el ente volvía en las noches se había ido al demonio, y el rizado ni
siquiera podía ver a su padre falso porque comenzaba a surgirle tanta
ansiedad en el pecho que hacía lo que sea para no tenerla. Lo único bueno
de su nuevo padre era que Dominique no era reproducida cada mañana
en el tocadiscos, una y otra vez.

En los zapatos del niño de ojos verdes, todo se había vuelto como aquella
vez en la que la muerte lo vio a los ojos y todos los momentos importantes
en su vida se hicieron añicos. Estaba delgado, desanimado, se sentía
pesado y ligero a la vez, el día estaba soleado, pero para él era como usar
gafas de sol y las ganas de llorar lo invadían cada tanto, pero había dejado
de poder soltar lágrimas por sus ojos.

Despertó en medio de la tarde. El atardecer dejaba una leve luz en su


cuarto y las cobijas sobre él lo protegían del frío, el cual últimamente era
bastante. Se sentía más extraño que ayer: Sentía algo en su pecho que
le dejaba...como si estuviese en la nada. Es decir: No sentía...demasiado.

Louis estaba sentado a su lado viéndolo fijamente, y cuando notó que el


pequeño ya estaba despierto, tomó su mano y comenzó a dejar suaves
besos en sus nudillos. El ceño de Harry se frunce levemente, parpadeando
con lentitud. No sabe ni qué día es.

- ¿Q-Qué ha pasado?

-Te dormiste ayer por la tarde. -Decidió omitir que había aprovechado el
irse y que había llegado hace tan solo unos minutos.
-Oh. -Se sienta fijamente con ayuda del diablo. Se ve más pequeñito ante
la delgadez. Mira alrededor unos segundos, parpadeando con algo de
pesadez antes de llevar su pequeño puño a su ojo izquierdo, refregándolo.
- ¿Mi mamá no ha preguntado por mí?

-Sí, ha venido un par de veces a ver si estabas bien. -Mintió.

No es que Anne no se haya preocupado por su hijo, pero cada vez que
iba a bajar tan solo le comentaba a su marido que iba a hacerlo, y el
demonio decía que él se encargaría, aunque realmente no lo hacía. A Louis
no le molestaba aquello: No quería a nadie más que a él en la habitación
de su niño.

Se veía tan chiquito como siempre, recién amanecido, con los rizos
despeinados y adormilado. No dejaba de pasar su mano por su ojo
izquierdo, intentando despertarse un poco, e inconscientemente hací-a
trompita con sus labios. Fue inevitable, imposible, no pasar un brazo por
la espalda del menor, rodeándolo para sostenerlo como si fuese un bebé.
Ambos se vieron fijamente a los ojos por un rato, perdidos en el otro.
Harry habí-a alzado su mano al rostro del diablo, acariciando con las
yemas de sus dedos la preciosa piel del ente. Estaba embobado,
anonadado, enamorado.

-Te amo, Louis. -Susurra, sin poder evitarlo y no esperando recibir nada
de vuelta. Tan solo quería decirlo porque tener tal belleza frente a él,
tener tal crueldad y aprender muy lentamente a amarla lo había hecho
ver que Louis podría sentir. No amarlo, solo sentir. Negó lentamente con
la cabeza. Si el diablo no lo amaba y planeaba llevarlo al infierno de la
manera más cruel, Harry estaría gustoso. Al menos moriría sabiendo que
tuvo el placer de ser besado por alguien único como lo era Louis. -Haz
conmigo lo que quieras.

Luego de la sonrisa ladina que le dedica al niño, el diablo baja su rostro,


dirigiéndose al cuello ajeno y, al llegar, comenzando a succionar porciones
de la pálida piel. Le encantaban las reacciones del menor, el cual
suspiraba entrecortadamente y se removía un poco, casi ronroneando.
Roza sus dientes contra la piel y dio una lamida, dejándole el cuello
húmedo con su saliva. Subió y lo tomo firmemente del mentón con su
mano libre, comiéndole la boca.
El beso tomó más profundidad, con sus lenguas acariciándose y formando
chasquidos ante la manera tan húmeda en la que se besaban. Harry se
aparta un poco, abriendo sus ojitos y observando a Louis antes de
desabotonar su camisa blanca y quitársela. No llevaba sus típicos tirantes
negros debido a que se encontraba con el uniforme de la escuela, el cual
solo era una camisa, pantalones largos y grises por el frío que se
avecinaba, y unos zapatos negros. El diablo no pudo evitar volver a
sonreír, y todo porque era la primera vez que veía confianza en Harry, el
cual se estaba quitando la ropa lentamente, de una manera tan sensual
con su carita de inocente, pero caliente. Supo que no iba a poder
detenerse luego de aquello.

Harry tan solo quedó en ropa interior, haciendo sus ricitos a un lado,
permitiendo que Louis lo acercara hacia sí y le besara suavemente los
labios. Se sentía tan delicado y protegido, porque el diablo lo sostenía
como si fuese una pieza de arte que no puede ser ni un poco maltratada.
Y suya, siempre.

Lo recostó en la cama con suavidad y se arrodilló, comenzando a quitar


su propia ropa, revelando su torso repleto de tatuajes, símbolos y
palabras inentendibles. Se quitó los pantalones, los zapatos e hizo aquel
leve flequillo que siempre estaba intacto hacia atrás. Todas las prendas
de ambos estaban en el suelo, desordenadas y esparcidas. El diablo le
quitó lentamente los calcetines y pasó su dedo índice por la planta del pie
del menor, el cual se removió un poco y no pudo evitar reír
adorablemente.

Louis se inclinó, dejando un beso profundo en sus labios, sin tocarlo para
nada, tan solo sosteniéndose con sus brazos a los lados de Harry. Éste
último se retorcía al no sentir el toque del diablo en su piel, llevando
tímidamente sus manitos a la espalda del mayor y tirando con suavidad
para que sus torsos desnudos se chocaran, pero Louis ni siquiera se
movía. Abandonó los labios del menor y comenzó a besarle el mentón,
nuevamente jugando con su cuello y bajando por sus clavículas hasta su
torso. Le lamió uno de los pezones y lo succionó, también haciéndolo con
el otro al notar que al niño le había gustado debido a que arqueaba
levemente su espalda.

Continuó con el camino de besos, entreteniéndose un rato en el vientre


del niño. No le quitó su ropa interior, le dejó suaves besos por encima,
los cuales lo hicieron inhalar bruscamente. Llegó al interior de los muslos
y exhaló aire calentito allí, sintiendo a su niño removerse un poco,
ansioso. Lamió la suave piel y comenzó a dejar suaves besos, oyendo
suspiros provenir de los labios de Harry. Le bajó la ropa interior hasta
quitársela y le abrió las piernas, las cuales quedaron en sus hombros.
Bajó el rostro y sacó su lengua, comenzando a penetrar con ésta la
entrada del menor.

El rizado de inmediato soltó aquel jadeo que estuvo conteniendo mientras


Louis le besaba lentamente todo el cuerpo, y respiró hondo antes de
continuar jadeando por todo lo que se encontraba sintiendo. El placer fluía
por su cuerpo irremediablemente, nublando un poco sus sentidos
mientras no dejaba de mover sus caderas en círculos, y se quejó cuando
luego de un par de minutos Louis se alejó.

Se arrodilló nuevamente en la cama, quitando las piernas de Harry de sus


hombros con suavidad y bajándose la ropa interior hasta quedar
completamente desnudo, con su prominente erección visible. Se hizo más
hacia adelante, con ambas rodillas a los lados del torso de su niño y su
miembro quedando a centímetros de su boca. Los ojos del diablo se
tornaron de un bordó oscuro mientras observaba fijamente los enormes
e inocentes ojos verdes ajenos.

-He tenido esta imagen en mi cabeza por días, niño. -Rozó su glande
sobre los labios entreabiertos del rizado, el cual se encontraba
sumamente sonrojado y con sus ojos brillosos. Hace tiempo no los veía
así. -Quiero que lo tomes con tus preciosos labios. -Harry cerró un poco
sus piernas, retorciéndose ante aquellas sucias palabras. Asintió. -Voy a
follar tu boquita.

-Si...

-Abre.

El rizado suelta un suspiro antes de abrir un poco más su boca, cerrando


sus ojos cuando Louis adentró su miembro en la boca ajena lentamente,
sintiendo la húmeda sensación nublar sus sentidos, provocando que
jadeara antes de comenzar un vaivén en la boca del niño, oyendo los
suaves gemiditos que soltaba cada vez que su erección entraba aún más
en su boca y sintiendo como se retorcía, cerrando sus piernas con más
fuerza y moviendo sus caderas.
-Eso es, mírame a los ojos. -Harry abrió éstos, parpadeando rápidamente
y viendo fijamente al diablo, el cual tomó sus ricitos en su puño,
acercándolo más e introduciendo todo su miembro en la boca del rizado.

Éste último se apartó un poquito tan solo para tomar la erección de Louis
con su pequeña y delicada mano, comenzando un vaivén dudoso al
principio, pero acelerando al ver que al amor de su vida le resultaba
fascinante. Dejando la vergüenza de lado y atreviéndose a un poco más
alzó su rostro y lamio lentamente la glande ajena, sintiendo el pre-semen
en la boca y lamiéndose los labios ante aquello.

-Joder.

Sintió un cosquilleo en el vientre ante aquel ronco insulto y nuevamente


lamió, solo que esta vez la base, y luego volvió a adentrar el miembro a
su boca, cerrando sus ojos y recibiendo más halagos y tirones en sus
ricitos. Louis creía que, fuera o dentro de lo sexual, Harry era el mejor.
Siempre.

Apartó al rizado cuando sintió que ya era tiempo, y que no soportaba un


segundo más fuera de su interior. Le abrió las piernas y permitió que éste
se aferrara a sus bíceps con sus pequeñas y delicadas manos. Louis se
inclinó, besándole los labios de una manera sucia, húmeda antes de
apartarse. Ambos se vieron fijamente a los ojos, y todo porque Harry ya
se había acostumbrado a que el diablo se lo dijese. Todo para no
lastimarlo.

Sintió una oleada de calor y placer viajar por todo su cuerpo cuando el
miembro de Louis estuvo en su interior. Arqueó levemente su espalda y
dobló los deditos de sus pies, realmente invadido por las exquisitas e
inexplicables correntadas que viajaban por todo su cuerpo.

-U-uhm... -Mordió su labio inferior con fuerza, intentando no ser ruidoso.


Su familia estaba arriba y debían ser muy cuidadosos, aunque Louis
disfrutaba el ver a su pequeño callarse y, si fuese por él, lo haría gemir
tan alto que hasta Des lo oiría desde el infierno.

El vaivén comenzó lento, delirante mientras se besaban profundamente y


exploraban con sus manos el cuerpo del otro. Harry acariciaba con la
yema de sus dedos los fuertes brazos del diablo, el cual pasaba su mano
de arriba abajo por los suaves y tiernos muslos de su pequeño. Sus bocas
no se alejaban en ningún momento, sus lenguas se acariciaban y sus
corazones latían a la par, más que conectados.

Harry gemía entrecortadamente sobre los labios del diablo, subiendo sus
pies hasta pegar sus talones en la espalda baja de éste, con sus piernas
rodeando las caderas del ente. A pesar de que el vaivén era lento, poco a
poco se hacía más fuerte, más duro.

-M-Más... -Harry pidió entre jadeos bajos y suspiros debido a que la


glande de Louis golpeaba una y otra vez su punto dulce, provocando que
casi delirara del placer. -Mhm.

El diablo aumentó el vaivén de inmediato, sosteniendo un poco más fuerte


los muslos del menor y separándolos para poder adentrarse con más
facilidad. Llevó sus labios detrás de la oreja de su niño y succionó,
sintiéndolo retorcerse mientras gemía ruidosamente, aunque no debería.

-Has sido tan bueno, Harry. Mi Harry. -Lamió donde besaba y se adentró
con más fuerza en su interior, oyendo un gemido bajo, agudo y
entrecortado. -Mi niño favorito...

Minutos después detuvo el vaivén y Harry abrió los ojos con confusión,
preguntándose si había hecho algo mal antes de ser tomado por la cintura
y volteado hasta quedar sobre el cuerpo del diablo. - ¿L-Lou?

-...Eso es. -Susurró cuando Harry se sentó, apoyando sus manos sobre el
pecho del ente. Las manos de éste último fueron a la cintura del rizado,
el cual tenía sus rojizos labios entreabiertos, mejillas sonrojadas y ricitos
despeinados. Un tesoro, eso era. -Sé un buen niño y salta sobre mí.

Harry relamió sus labios antes de moverse un poco, robándose un suspiro


a sí mismo. Hizo sus ricitos hacia atrás antes de acomodarse mejor y
comenzar a mover sus caderas en círculos, con las yemas de los largos
dedos del diablo presionando en su piel. Ambos se veían fijamente, pero
el rizado tuvo que cerrar sus ojos cuando comenzó a dar lentos saltos
sobre la erección del ente debido a que el placer era lo suficientemente
agobiante, pero, demonios, que todo se sentía demasiado bien.

Sus cuerpos estaban cálidos, con una leve capa de sudor. Harry había
aumentado su ritmo y rodeado con sus brazos el cuello del diablo, el cual
se había sentado y ayudaba a su niño a impulsarse hacia arriba,
apretando sus nalgas y besándole los labios.

Harry no podía dejar de gemir rápidamente, con el cosquilleo haciéndose


presente en su vientre, temblando del placer que le nublaba los sentidos,
tanto que inconscientemente clavaba sus uñas en la espalda del diablo,
el cual gruñía y hacía temblar los cuadros.

-Voy a... -Dejó sus labios entreabiertos, cerrando sus ojitos con fuerza
mientras sentía a Louis besarle el cuello y bajarlo con más dureza en uno
de los saltos.

Tres veces más bastaron para que el clímax lo invadiera de una manera
exquisita, viajando por todo su cuerpo, doblando los deditos de sus pies
y jadeando contra el hombro del ente, el cual segundos después lo llenó
con su esencia.

Ambos respiraban agitadamente, intentando recuperarse del orgasmo.


Louis respiró profundo antes de rodear con un brazo la cintura del niño y
tirarse hacia atrás, cayendo acostado en la cama y con el menor sobre él,
descansando en su pecho y con la mejilla en su hombro.

Los minutos pasaban, y en la oscuridad del cuarto continuaban abrazados,


viendo a la nada. El diablo mimaba a su niño, acariciándole los ricitos,
pero a pesar de ese acto de dulzura y protección, Harry podía notar el
enojo de Louis en el pecho.

-Quiero matar a tu padre. Quiero matar a cualquiera que te toque. -


Finalmente dijo el motivo de sus malas emociones, dejando un beso en la
frente del menor, el cual cerró sus ojos luego de un largo tiempo.

¿Qué se supone que debería de hacer?

Su padre. Des Styles. Tuvo una infancia terrible donde su padre lo


buscaba para llenarlo de golpes, donde no hubo una madre presente.
Aprendió cosas que no debería, que todos dicen que está bien. Llenaron
su cabeza y ahora que es padre cree que está bien hacer lo mismo con
sus hijos. A pesar de los golpes, de sus ataques de locura y casos
extremos de violencia, siempre se había preocupado por él. Siempre se
había fijado si comió, si necesitaba algo. Lo dejaba oír Frank Sinatra y
Marilyn Monroe en el tocadiscos cuando Dominique no estaba siendo
reproducida una y otra vez, pero, ¿Era aquello una excusa?

¿Excusaba todas las veces que le intentó meter en la cabeza a Harry y


Gemma luego de golpearlos con un cinturón que estaba bien? ¿Todas las
veces que su madre llevaba moretones en su precioso rostro? ¿O que tal
cuando no le creyó ni una palabra a su hijo menor y quiso quemarlo con
el cigarrillo? ¿Qué hubiese pasado si él no hubiese acudido a Louis y a Des
no le hubiese dado un ataque al corazón? ¿Por qué intentó arruinar la
única oportunidad de tenerlo cerca al quemarlo por dentro cuando lo quiso
prácticamente exorcizar a la fuerza?

Harry había sido criado de la misma manera que su padre, y él jamás


podría golpear a sus hijos. Jamás. ¿Des querría?

Los pensamientos eran tantos que ni siquiera podía pensar en orden, pero
no estaba listo para tomar una decisión. No podía. A pesar de que todos
se veían más felices ahora -a excepción de él-, era realmente injusto.
Porque era como...como una farsa.

Sin más, se acurruca aún más en el cuerpo del diablo y gime bajito,
miedoso. -No quiero que me intenten alejar de ti, Lou.

Un gruñido surge del pecho de Louis y las cosas de la pared nuevamente


tiemblan. Aferra a Harry más contra sí antes de pegar sus labios contra
los ricitos ajenos. -Nadie te va a alejar de mí, nadie se atreverá.

03/03/56.

- ¿Papi? -Preguntó dudosamente el pequeño retoño, el cual de asomaba


por el marco de la puerta de la cocina, refregando uno de sus ojitos con
su pequeño puño para espabilar el sueño.
No. No tenía permitido subir las escaleras que llevaban al primer piso, su
madre siempre le repetía que la llamara para que ella pudiese subirlo
porque él era muy pequeño y podía resbalarse o pisar mal, pero había
gateado y éste caso era algo así como urgente. Había alguien en el piso
de arriba que lloraba desconsoladamente: Su padre, para ser exactos.

Las luces de la casa estaban apagadas, pero la cocina hacía una excepción
en la iluminación debido a que los faroles de afuera alumbraban el cuarto
gracias a la ventana que éste tenía. Había dos botellas oscuras, una con
algo dentro y un vaso de vidrio a medio llenar a un lado de éstas, con un
poco del contenido sobre la mesa. El hombre descansaba incómodamente
en una silla, claramente ebrio, despeinado y angustiado. Lloraba
silenciosamente contra sus manos, las cuales estaban presionadas en su
rostro.

-... ¿Papá? -Nuevamente preguntó el niño de cinco años, sobresaltándose


cuando su padre también lo hizo y pasaba sus manos por su rostro para
dispersar, de una forma inútil, la ebriedad. No servía, pero necesitaba
buscar una forma de no estar torpe para poder tranquilizar al pequeño.

El hombre vio a su hijo con medio cuerpo asomado por el marco de la


puerta de su cocina, en pijama, descalzo y con sus ricitos castaños
completamente despeinados. Sus enormes ojos verdes, los cuales incluso
resaltaban en medio de aquella oscuridad, demostraban confusión y
pánico. Su pecho se oprimió al verlo así.

Extendió su mano y el niño corrió de inmediato hacia su padre, tomándole


la mano y abrazándole el brazo, cerrando sus ojitos.

-Papá... ¿Qué pasa? ¿Está...tú...? -Abrió sus ojos, aún preocupado y con
una expresión que el hombre conocía muy bien: Iba a llorar. - ¿Tú...mal?
¿Mal?

A pesar de su estado no pudo evitar sonreír de lado. Su hijo era muy


adorable, y muy buena persona. De inmediato lo subió a sus piernas y lo
abrazó contra su pecho, intentando evitar sollozar, pero, maldita sea, las
lágrimas caían por su rostro aún.
Sorbió su nariz y alejó apenas a su hijo del pecho, viéndolo. Éste último
subía sus pequeñas manos, limpiando torpemente las lágrimas de su
padre.

-Hazz, escúchame. -Su voz salía lenta, ronca. Tragó saliva con fuerza,
bajando la mirada unos segundos antes de volver a subirla y ver a su hijo,
el cual lo observaba fijamente, serio y atento. Eso es lo que le asustaba
a veces: Que sea tan neutro. ¿Sabría qué le pasaría cuando no estuviese
bien? -Quiero que sepas que te amo.

-Yo te amo a ti más.

-Y que siento ser malo a veces. -Negó lentamente, nuevamente bajando


la mirada, avergonzado. -Papá no suele darse cuenta de cuánto daño
hace, pero te amo a ti. La amo a Gemma. Los amo.

-Yo entiendo. -Asintió el niño, parpadeando lentamente y ladeando un


poco su cabeza luego. - ¿Triste? -El hombre asintió y el ceño del niño se
frunció. - ¿Por qué?

-Porque soy... -Negó nuevamente luego de unos segundos en silencio.


No, no iba a contarle sus problemas a su hijo de cinco años. -...humano.
Y todos nos ponemos tristes a veces.

Una trompita surgió de los labios del niño con rizos, aún con su ceño
fruncido y viendo hacia otro lado, pensativo antes de volver a ver a su
padre. - ¿Sabes que...yo hago para estar feliz?

Su padre no pudo evitar sonreír, enderezándose mejor. - ¿Qué haces?

-Hago abrazo. -Dijo, envolviendo sus pequeños bracitos alrededor del


torso de su padre, apoyando su mejilla contra su pecho. -Y hago beso. -
Alzó el rostro y, con ayuda de su padre, el cual se inclinó, le dio un beso
en la mejilla. -Y mamá dice "Te amo, Hazzie".

Su padre alzó las cejas, entretenido con lo que su hijo le decía, retomando
su postura a pesar de la ebriedad. - ¿En serio?
-Sí. -Llevó sus pequeñas manitos a los lados de las comisuras de los labios
de su padre y las elevó, intentando de manera torpe formarle una sonrisa.
Ambos rieron bajo y nuevamente se abrazaron.

-Te amo, Hazzie. Nunca cambies, ¿Vale?

-Nunca cambio, entiendo. -Asintió, recibiendo un beso en su mejilla. -Yo


te amo a ti más.

Su padre nuevamente lo dejó en el suelo antes de ponerse de pie. Al notar


que se encontraba normal, sin marearse ni nada por el estilo, se inclinó y
tomó en sus brazos a su hijo, caminando fuera de la cocina.

- ¿Y que más haces para estar feliz? -Le dio charla mientras bajaba la
escalera, sosteniéndose con su mano libre de la baranda y adentrándose
al cuarto del pequeño no sin antes prender la luz. Sorprendentemente,
todo estaba bastante ordenado. El pequeño no era de dejar cosas que
estorbaran de por medio.

-Juego.

- ¿Ah, sí? -Lo vio asentir mientras lo dejaba en su cama y lo tapaba con
las mantas. Hacía frío aquella noche. - ¿A qué juegas?

-A escondidas.

- ¿Solo? -Esta vez el niño niega mientras su padre deja un beso en su


frente, acomodándole los ricitos. -Con Gemma.

-No. Juego con alguien, pero no sé quién es. -Dice, comenzando a cerrar
sus ojitos. La verdad es que tenía mucho sueño, y las caricias de su padre
en sus rizos lo hacen estar más torpe. Suspira. -El hombre con anillos...

-... ¿Qué?

Pero ya está dormido, y nunca pudo confirmar que había balbuceado


aquello.
Había sucedido algo muy extraño.

Falta una hora para irse del instituto. Está con Fionn Whitehead sobre un
banco del patio de aquel enorme lugar. A pesar de que hace frío lo están
disfrutando, y también la soledad debido a que no hay nadie allí.
Terminaron de comer unos sándwiches de queso y estaban conversando
acerca de la navidad, cómo iban a pasarla y si planeaban hacer algo.

Fue entonces cuando el timbre sonó y Fionn se puso de pie, suspirando.


-Bien, vamos. Es la última clase y somos libres.

Fue a tirar la envoltura del sándwich y las dos cajas de jugo de manzana
vacías al cesto de basura, y cuando volvió se encontró con el rizado aún
sentado, con su ceño levemente fruncido.

Muchas veces había asistido a clases sin ganas, pero últimamente se le


hacía insoportable no estar allí. Tenía sueño, estaba triste y no toleraba
nada. Decidió darle fin a su tortura, y comenzar a hacer lo que a él le
parecía bien.

-...No voy a entrar.

Su amigo lo observó de manera extraña, viendo alrededor, creyendo que


Harry vio a alguien que le molestaba, pero no. Aquellos bravucones ya
estaban bien enterrados. - ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?

Harry se puso de pie lentamente, colgando su mochila en sus hombros


antes de parpadear rápidamente, subiendo la mirada para ver a su amigo.

-Nada, es solo...no quiero. Me iré. -Y, sin más, salió del patio,
comenzando a caminar por los pasillos.
Fionn Whitehead quedó shockeado y congelado en su lugar, intentando
reaccionar. - ¿Qué? Pero... ¡HARRY! -Rápidamente lo siguió, y cuando lo
alcanzó no pudo evitar carcajearse. - ¿Cómo es que...? Yo... ¡¿Qué te
ocurre, Dios santo?!

-No me gusta estar aquí, nunca me gustó. -Miró a los pasillos de los lados
y, al no ver a nadie, continuó con el paso, apresurándolo un poco. -He
decidido hacer lo que quiero.

-Vale, espera. -Nuevamente le tomó del brazo y lo detuvo. Ambos se


veían. -Mira, bien. Estoy de acuerdo con éste acto de rebeldía. La escuela
es...bueno, es mierda. -Harry frunció un poco su ceño ante la mala
palabra. -Pero no por eso debes de meterte en problemas. Eres menor de
edad y nadie va a permitir que te vayas. Yo creo que t-

-Fionn. -Interrumpió, negando rápidamente. -No necesito que me


aprueben, me iré ahora. Eso es lo que haré. -Afirmó, poniéndose de
puntitas de pie y dejando un beso en la mejilla de su amigo. -Te quiero.

Se giró y caminó con rapidez hacia la salida, notando que nadie lo veía
antes de abrir la enorme puerta principal de aquel lugar y salir. Fionn
abrió sus brazos, con su boca entreabierta, sin creerlo. Se carcajeó al ver
que, segundos después, el niño no volvía.

- ¡HARRY STYLES!

No fue tan lejos. Se encontraba en aquel parque donde Fionn y él habían


repartido los folletos anti-sectas, sentado en un banco y acurrucado en el
hombro de Louis, el cual había aparecido hace tan solo unos segundos y
tenía envuelto el brazo alrededor de Harry. Su cuerpo estaba cálido, no
había un rastro frío en éste.
-Estás rebelde. -Comentó el diablo con una sonrisa ladina en sus labios.
Harry rápidamente niega, sonrojado. -Sí, eres sexy.

El rizado no pudo evitar echarse a reír, alzando el rostro hacia el ente al


finalizar, observándose fijamente con éste, el cual bajó su cabeza y dejó
un suave y corto beso en sus labios. Harry observó alrededor, paranoico,
pero no había nadie que pudiese verlos.

-Quiero preguntarte algo.

-Adelante.

- ¿Por qué a ti no te afecta tocar objetos benditos, pero a mí sí? Cuando


mi padre rezó y puso el rosario en mi cabello... -Bajó la mirada, negando.
-...juro haber sentido que mi cuerpo se incendiaba por dentro. -Los brazos
del diablo se tensaron al oír aquello, y decidió no entrar en más detalles.
-Pero tú tuviste la suficiente fuerza para arrojarlo lejos.

Louis relamió sus labios lentamente antes de hablar. -Las personas creen
que me pueden matar con tan solo un "Padre nuestro" o arrojar agua
bendita. Se equivocan. -Niega. -Pueden lastimarte a ti porque eres
humano y no está en tu naturaleza tener maldad pura, del infierno. Es
como cuando apenas te quitaste la mierdecilla del cuello: Fui visible, pasé
días contigo y te deteriorabas. No estabas acostumbrado a la maldad,
pero ahora sí.

- ¿Ahora tengo maldad?

-Sí, pero no es tuya. Sigues puro. -Respondió rápidamente.

Harry suspiró y cerró sus ojitos, apoyando su mejilla en el pecho del ente.
Ambos permanecieron de aquella forma, en silencio por algunos
segundos.

- ¿Lou? ¿Cuánto tiempo planeas quedarte así, conmigo? -La curiosidad lo


carcomía por dentro. Hacía ya un tiempo que el diablo se encontraba junto
a él. ¿Qué planeaba?

Louis baja la mirada cuando Harry se aparta un poco, y ambos se ven


fijamente a los ojos. -Uno largo.
- ¿Largo? Uhm. -Arrugó su naricita, sin poder evitar sonreír un poco. -
¿Diez años? ¿Veinte?

-Más.

- ¿Cincuenta?

-No. Más.

Harry no pudo evitar soltar una risita, sonrojado. - ¿Miles? -Claramente


bromeó.

-Más.

La sonrisa embobada que el niño le dirige al diablo lo hace lucir demasiado


adorable, y éste último no puede evitar robarle un beso.

El rizado, más que sonrojado hace trompita con sus labios, bajando la
mirada y entrecerrando sus ojitos. Eso significaba que estaba pensando
qué decir. - ¿Deberíamos de...? -No terminó aquella pregunta, la cual fue
bastante inaudible. Louis pudo oler vergüenza en él.

- ¿Qué?

Harry parecía haber entrado en una crisis nerviosa, tartamudeando y


removiéndose en su lugar. -B-Bueno...si vamos a, uhm, a estar juntos
por mucho tiempo, tú y yo...es decir. Uhm. -Tragó saliva con fuerza. -
Deberíamos de...no lo sé. -Se encogió apenitas de hombros, con la mirada
baja. -Ser novios.

El silencio reinó en el lugar por unos largos segundos, tan solo siendo
audible el viento y los autos pasar de vez en cuando.

-... ¿Novios?

-...S-Sí. -Afirmó su niño favorito. -Sería lindo. Sería como...oficialmente


tuyo.

Louis siente un leve sentimiento de molestia ante aquel pensamiento.


¿Qué no ha hecho suficiente para hacer notar que Harry era suyo? Lo
observó fijamente, serio. - ¿Crees que no has sido oficialmente mío desde
el momento en que te sumergiste en tu bañera mientras me invocabas?
-Su pregunta sonó seca, fría.

Harry tenía frío, de repente.

Rápidamente alzó la mirada, encontrándose con los ojos azules y un


cuarto rojo del diablo, el cual también lo veía fijamente. Eso
definitivamente no era a lo que quiso referirse.

-Oh. Yo...eso no era lo que yo quería decir. -Dice bajito, y se siente mal
porque el ente no entendió su referencia. Detestaba no poder mostrarle
al mundo que amaba a alguien, porque éste alguien era el claro y literal
ejemplo de la maldad. Tan solo quería sentir las cosas un poco más
normales, y llamar a Louis su "algo". -Lo siento, Lou. Olvídalo, soy tuyo
de todas f-

- ¿Por qué no te casas conmigo?

Abrió sus ojos ante lo que creyó oír. Ya no había pitido en su oído
izquierdo, y había sonado bastante claro. Alzó la mirada con rapidez,
realmente sonrojado y shockeado mientras se tomaba unos largos
segundos para, simplemente, parpadear y respirar hondo, atónito.

-... ¿Qué?

Louis lo envuelve mejor con su brazo, poniéndolo de lado para que


quedaran frente a frente. -Harry Styles. Hoy trece de noviembre de
1967... -Se quitó uno de sus anillos, el del dedo meñique. Era de oro, y
lucía como la corona de un rey. -...te declaro a ti en presencia de cualquier
humano, ángel y demonio el príncipe del inframundo. -Desenvolvió el
cuerpo de Harry y tomó su pequeña mano, metiendo el anillo en el dedo
anular delicadamente. Éste encajaba a la perfección, y se sentía cálido. -
Serás mío por siempre. Nadie se atreverá a tocarte, a menospreciarte
ante mi presencia, hasta los siglos de los siglos.

Ambos quedaron en silencio. Harry simplemente...él simplemente no


podía creerlo. Nuevamente se vieron fijamente a los ojos, y el menor fue
tomado de las mejillas.

- ¿E-En serio?
Louis asintió, acariciando con sus pulgares la suave piel del rostro de su
niño favorito. -En serio. -Repitió, y no se molestó en ver alrededor para
besar profunda y lentamente los labios de su niño. Nadie los veía.

Y nadie jamás los separaría.


¿Podría retomar todo nuevamente si alguna vez salía de allí?

Estaba siendo carbonizado, mutilado, destripado una y otra, y


otra, y otra vez. ¿Su piel? Ya no estaba, y podía ver los pedazos
de ésta en el aire a pesar de la oscuridad en el lugar, todo gracias
a los fuertes relámpagos que partían su cráneo ante la intensidad
de la repentina luz. Se encontraba desnudo, amarrado a una
especie de telaraña hecha con fierros oxidados y puntiagudos.
Gritaba, y nadie lo oía. Podía oír a más gente gritar, pero ninguno
se oía entre sí cuando intentaban decir algo. Todo allí era
lamentos, sollozos fuertes, quejidos y la inevitable soledad.

De vez en cuando, todo se apagaba y le daba mucho sueño.


Cuando sus ojos se cerraban, estaba nuevamente en la tierra, pero
no en 1967. Siempre eran diferentes tiempos: Su infancia, su
adolescencia, su boda, situaciones con sus hijos...y todas eran
pesadillas. Inevitables pesadillas, las cuales convertían buenos
momentos en traumas permanentes.

Habían pasado más de setenta años.

¿Todo seguiría igual fuera? ¿Todos estarían viejos? ¿Volvería a su


cuerpo, en la tierra?

Y lo importante...

¿Volvería completo?

Porque su alma...su alma no solo había sido sumergida en aquel


mar de fuego llamado La Fosa, calcinada una y otra vez sin
arrepentimientos.

¿Sería tan fuerte como para resistirlo?


Habían pasado dos semanas desde lo ocurrido: Harry y Louis eran
esposos.

Los días habían estado extrañamente bien, y cuando Anne le preguntó a


su hijo sobre el anillo él mintió, diciendo que tan solo era un anillo que
compró en una tienda la cual tuvo que ir a acompañar a Fionn. Por algún
motivo, luego de decir aquello Gemma rio secamente, y el rizado tan solo
la miró fijo por unos segundos, intentando analizar a su hermana, saber
si ésta sospechaba algo.

¿Cómo podría? Cuando Louis le propuso matrimonio estaban en un


parque, Gemma estaba en su escuela y ni siquiera quedaba en la misma
zona. Era más posible que su madre los encontrara a que los encontrara
su hermana.

En el pasar de las semanas Harry se había vuelto paranoico, creyendo


que todo mundo con el que hablaba sabía algo sobre Louis. No temía por
él, temía por el diablo. A pesar de que éste le había confesado que los
exorcismos no le afectaban, tan solo lo regresaban al infierno, pero podría
volver muy fácilmente, el rizado se abrazaba a él y se quedaba en silencio,
transmitiéndole su miedo sin decir ni una palabra.

Louis le confesó cómo funcionaban las cosas luego de que Harry le hiciese
unas simples preguntas. ¿Cómo era el infierno?

"—Claramente no es la típica imagen de fuego, velas rojas, y un trono en


donde todos se inclinan ante mí. No es una casa, tampoco es un lugar en
sí. -Comenzó, con su mirada fija en el muslo del menor y en como su
mano repleta de anillos de oro acariciaba aquella suave y pálida piel, de
vez en cuando haciendo una leve presión. -Hay muchas maneras de pasar
la eternidad en el infierno, y todas son obligatorias.

—¿Por ejemplo?

Suspira. Por algún motivo, no lo hacía sentirse orgulloso con Harry. -Me
he tomado la molestia de observar a los mundanos, y entre aquello noté
que lo que más les molesta es esperar. Esperar en una fila de un banco,
de una tienda, de cualquier cosa. No pueden soportarlo. Cuando un alma
va al infierno va a verse a sí mismo en una fila larguísima, y depende lo
malo que haya hecho esa alma, pasará el tiempo que el demonio que se
encarga de aquella área decida.

—Vaya... ¿Y qué pasa cuando finalmente terminan la fila?

—Vuelven al principio. Como dije: Depende lo que hayan hecho.

Harry asiente, tan solo eso. No puede reaccionar diferente, no puede fingir
no estar asustado. Inconscientemente se acurruca más en Louis, y éste
lo recibe envolviendo un brazo en su cintura y otro bajo los muslos,
acariciándolo. El rizado refriega su naricita contra el pecho desnudo y
tatuado del diablo, y respira profundo un par de veces antes de planear
volver a hablar.

—... ¿Tienes un determinado tiempo en el que te lleves mi alma?

Louis se queda en silencio, y eso provoca que todo el cuerpo del menor
se ponga tenso, alerta. Detestaba aquello: Estar tan tranquilo en los
brazos del amor de su vida, sentirse tan protegido y de repente...se
congelaba del terror. No terror a él, sino que a la situación.

—Creí haberte aclarado que tuve que haberme llevado tu alma hace
tiempo. —Dice con calma, pero el niño no siente que sea así. Lo suelta y
lo empuja para que quede boca arriba, y el ente se pone sobre su cuerpo.
Ambos se observan fijamente, y Harry una vez más se sumerge en aquel
océano azul, tampoco sin ignorar el pedazo bordó. Amaba los ojos de
Louis. —Nos casamos.

—Sí.

—No tengo la intención de llevarme tu alma...pero sería inevitable si lo


hiciera.

A Harry se le corta la respiración. —¿C-Cómo?

—Si yo me fuese, es decir...definitivamente de tu lado. Decidiese no


volver, despegarme de todo lo que tenga que ver contigo...sería inevitable
para mí el no llevarme tu alma. —Fue escalofriante la manera tan neutra
en la que lo dijo. —Ni por más que pusiese todas mis fuerzas. Es algo
inevitable, ya que un trato es un trato, y a pesar de ser el diablo no puedo
controlarlo. Es la manera en la que se hacen las cosas.

Harry tragó saliva con fuerza, asintiendo luego de unos segundos y


quedando en silencio, tan solo parpadeando. Louis pudo sentir el susto,
la desesperación y ansiedad que rasgaba el pecho de su niño. Le dio un
suave pero profundo beso en los labios antes de volverlo a mirar a los
ojos.

—No es necesario que te asustes. —Dijo. —Porque yo jamás me iré.

El labio de Harry temblaba levemente mientras asentía dudosamente,


bajando la mirada unos segundos antes de volverlo a ver. —¿Nunca me
dejarás solo?

La mano de Louis fue a la mejilla de Harry, acariciándola antes de volver


a besarlo en los labios, comenzando un lento beso. —No, nunca te dejaré
solo.

Ambos se taparon con las sábanas debido a la fría noche que podría
enfermar al rizado, y se limitaron a dejar de pensar y comenzar una
exquisita sesión de besos."

Decidió despejarse un poco de todos aquellos temas del infierno, del alma,
de su padre, posible culpable de asesinatos, etc. Hoy se cumplían 66 -que
ironía- años de que la iglesia continuaba "brindando sus servicios". En el
aniversario de ésta siempre hacían un tipo de kermese: Juegos, comida,
premios y, por supuesto, una misa. Este año le tocaba a su madre,
finalmente, poner su puesto de comida ante la aprobación de las personas
de la iglesia. Sus pasteles eran exquisitos, al igual que sus galletas con
chispas de chocolate. Se encontraba muy feliz, y cuando finalmente
terminó de preparar todo se fueron hacia el auto.

Su padre -que en realidad no es su padre- lucía, no solo más alegre que


su verdadero padre, si no que hasta más amigable. No es que Des no lo
fuese, pero era un poco más cerrado. El demonio lucía hasta feliz de estar
dirigiéndose a una junta religiosa. Harry solo esperaba que no sucediera
nada malo.

Finalmente llegaron, y todos ayudaron a su madre a acomodar sus


pasteles en la mesa, y su cartel con los respectivos precios. Todo el dinero
que las personas recaudaban iría a un orfanato que quedaba en las
afueras de Londres. Era uno oculto, olvidado dentro de un bosque.
Bastante triste, a decir verdad.

Cuando finalizan y los precios de cada cosa están en orden, Gemma


decide ir con su grupo de amigas del colegio así que Harry, no sin antes
preguntarle a su madre, se dirigió en busca de Fionn. De seguro estaba
allí y, si lo conocía bien, también estaba seguro que se encontraba
frustradísimo intentando ganar algún premio de los juegos.

Entre todas las alegres personas que se encontraban en aquel lugar Harry
pudo admirar la naturaleza. Estaban en el patio trasero de la iglesia, el
cual era grande, espacioso, al aire libre por completo. Había un recorrido
de piedras, una preciosa cascada con palabras en latín y un tipo que Harry
no reconocía, y un bosque a lo lejos al cual nadie iba porque dejaba de
ser territorio de Dios, pero se veía hermoso, también.

Embobado por la belleza del lugar se sorprendió cuando chocó con un


cuerpo más alto que él. Rápidamente subió la mirada para disculparse,
pero la sonrisa que se avecinaba en los labios del señor Whitehead no le
permitió hablar, porque sabía que éste comenzaría la eterna charla.

—¡Harry! Gusto verte, muchachito. —Se oía alegre. A Harry le agradaba


muchísimo el padre de su mejor amigo, solo era un problema cuando este
no paraba de hablar...nunca. —Es un lindo día, ¿Verdad? —Harry asintió
tímidamente y vio alrededor. —De seguro estás buscando a mi hijo.

—De hecho, sí.

—Está con otro muchacho intentando ganar premios. Pasé hace un rato
por su lado: Estaba muy frustrado. Yo le dije y no paré de decírselo en el
camino: “Fionn, hijo. Vamos a pasarla bien, no te pongas como niño de
cinco años a jugar e intentar ganar peluches.” pero él no puede
controlarlo. Es como una adicción. —Harry rio. Lo que supuso era verdad.
—Oh, por cierto. ¿Son verdad los rumores?

—¿Mh? —Por algún motivo, se puso tenso de inmediato. —¿Qué rumores?

—Oí que tu madre puso su puesto de comida, por primera vez. Me


agradaría mucho comer algo.
—Oh. —Suspiró, soltando una risa nerviosa y baja en la exhalación. —Sí.
Está por allí. Tiene muchas cosas. —Apuntó en la dirección que se
encontraba su madre. —¿Dónde está Fionn?

—Sigue como venías, en algún puesto de la derecha. Ahora, si me


disculpas, voy a gastar mi dinero en pasteles y budín de pan. —La
emoción del hombre hizo reír a Harry antes de que se despidieran y
continuaran su camino.

Finalmente reconoció a Fionn unos puestos más adelante,


concentradísimo en un juego donde había que lanzar una bola blanca
hacia unas latas rojas, tirando tan solo tres. Ni una más, ni una menos. A
medida que se acercaba pudo reconocer a Liam de pie junto a éste, con
sus brazos cruzados y suspirando. Una bonita chica de cabello rubio y ojos
oscuros estaba a un lado, y observaba atenta los movimientos de su
mejor amigo.

—Harry. —Liam saludó, formando una sonrisa y dejando de cruzar sus


brazos. —Me alegra que hayas venido.

—Gracias, Liam. ¿Cómo estás? —Preguntó de manera educada,


recibiendo una respuesta positiva antes de ver a Fionn y volver a ver a
Liam nuevamente. —¿Cuánto tiempo lleva igual?

—He estado de pie a su lado desde que llegué. —Respondió, y ambos


rieron.

La chica rubia pareció despertarse un poco, dejando de observar a Fionn


y llevando su mirada oscura hacia Harry. Una bonita sonrisa se formó en
sus labios e, inevitablemente, sus mejillas se sonrojaron.

—Tú...Tú eres Harry, ¿Verdad?

—Sí. —Respondió tímidamente, y estrechó la mano de la chica luego de


que se la tendiera.

—Soy Ruby. —Se presentó.

Ambos alejaron sus manos y Harry sonrió de lado, provocando que tan
solo un hoyuelito se marcara en su mejilla. —Es un placer.
Ruby suspiró, embobada. Lucía dulce, y lo parecía. Llevaba una falda larga
rosa pálido, y una camiseta blanca metida dentro de ésta con unos
zapatos haciendo juego. Su cabello era realmente lacio y lucía muy suave.

—El placer es mío. —Respondió. Su voz también era dulce. —¿Cómo es


que jamás te había visto por aquí?

Harry negó y vio de reojo a su amigo, el cual parecía más concentrado en


la conversación que en el juego. —Uhm, tal vez me viste, pero no me
notaste. Me sucede seguido. —Rio tímidamente, bajando la mirada con
un poco de vergüenza antes de volver a verla.

—Te aseguro que si te hubiese visto antes lo hubiese notado. —La chica
dice.

Un furioso sonrojo se hace presente en las mejillas del rizado mientras


las cejas de Liam se alzan ante aquella situación. Nunca había visto a
Harry tan sonrojado. Harry agradece tan bajo que no sabe realmente si
Ruby lo oyó y se acerca más a Fionn cuando este pierde nuevamente, se
queja y saca nuevamente dinero, prácticamente arrojándoselo al hombre
del puesto, el cual no paraba de reír disimuladamente.

—Fionn. —Harry llamó a su amigo bajo, dulce.

—Hazzie.

—Tu padre me dijo que estás aquí desde que llegamos.

—No, no lo estoy.

La mirada del rizado va hacia Liam y Ruby, los cuales asienten con la
cabeza y mueven sus labios, diciendo silenciosamente “Si, lo está”.
Nuevamente la mirada verdosa del niño con rizos va a su amigo, el cual
luce más serio de lo normal.

—Yo creo que sí. Deberíamos ir a dar una vuelta.

Su mejor amigo suspira, intentando eliminar toda la frustración que se


encuentra en su ser por haber desperdiciado tanto dinero y, con ira, arroja
la pelota, derribando exactamente tres latas. Todos quedan inmóviles, y
el hombre del puesto rueda los ojos antes de decirle de mala gana al
adolescente que escoja un premio.

—¡Gané, maldita sea! —Exclama, recibiendo miradas de reproche ante el


insulto en un lugar sagrado. Harry ríe con alegría mientras Fionn se gira
a ver a Ruby. —Escoge uno.

A la chica comienzan a brillarle los ojos, más que sonrojada y observando


los premios. Tímidamente señala una muñeca mediana, algo escalofriante
pero parecida a ella misma. El hombre le da su premio, murmurando un
“Que Dios les bendiga” antes de darles la espalda, hablando con otra
persona.

Comienzan a caminar, observando el lugar, recorriéndolo. Harry, por


primera vez en mucho tiempo, se encuentra teniendo un día bastante
normal. Finalmente, luego de comprarse cada uno un pastel de chocolate
-excepto Harry, que prefirió una bolsa de galletas- y refrescos, se
sentaron en la fuente. Liam, Ruby, Fionn y Harry.

Los dos primeros adolescentes se encontraban en una charla entretenida,


hablando sobre que querían comenzar una campaña para detener el
racismo, justificando cada cosa que opinaban, y lo que podrían opinar los
demás de manera errónea.

—Mierda, no quiero estar aquí. —Fionn le susurró a Harry. Ambos se


observaron por unos segundos fijamente a los ojos.

—¿Por qué? —Harry le tendió su bolsa y el adolescente tomó una galleta


a la par en que le daba una cucharada de su pastel de chocolate al rizado.

Luego de masticar y tragar, Fionn se encogió de hombros. —Bueno, para


empezar: La he pasado tan bien en la fiesta de Halloween que, no lo sé,
esto me resulta...deprimente. Tal vez alegre a muchos, pero es que...no
a mí.

—Entiendo. —Asintió. Desde que Louis estaba en su vida Harry sentía que
nada más lo hacía tan feliz, incluso estando mal.

—Y me he pasado el día intentando... —Carraspeó su garganta, bajando


su voz. —...intentando tirar una cantidad exacta de latas para ganarme
esa fea muñeca y dársela a Ruby. —Bajó su voz, inclinándose hacia su
amigo. —Pero además de que no he encontrado una forma de invitarla a
una malteada, llegaste tú y pareció embobarse así que... —Suspiró y
nuevamente se encogió de hombros. —...toda tuya.

Las cejas de Harry se alzaron y observó de inmediato a Fionn con


indignación y reproche. ¿Qué? Intentó pensar en algún momento en
donde Ruby se viese interesada en él de una manera más sentimental,
pero no encontraba. ¿Era tan iluso para no darse cuenta o su amigo
estaba exagerando?

—Uhm...no, gracias. No me gusta.

Ahora Fionn se ve indignado, devolviéndole la mirada a su mejor amigo.


—¿La has visto? —Se lamenta cuando alza un poco la voz, y ambos
adolescentes se fijan en Ruby y Liam, pero éstos parecen bastante
entretenidos.

—Si. Es adorable. —Dijo Harry, asintiendo antes de volver a ver a Fionn.


—Pero no me gusta. Podría ayudarte con ella.

Los ojos de Fionn brillaron un poco. —¿En serio harías eso por mí?

—Haría más que eso. Eres mi mejor amigo.

El castaño le sonríe. —Sí, yo también estoy enamorado de ti. —Bromea,


y ambos comienzan a reír.

Harry se detiene cuando el malestar se hace presente en su estómago y


siente una brisa que le estremece el cuerpo. Parpadea, viendo alrededor
con ilusión, y observa a Louis a unos metros, entre medio de la gente y
con su semblante serio, viéndolo fijamente. Intenta no sonreír por la
felicidad y se pone de pie.

—Fionn, voy al baño. —Dice, sin apartar la vista del diablo a lo lejos. Su
amigo confirma haber escuchado aquello con un murmullo y Harry
comienza a caminar lentamente, intentando disimular mientras aprieta la
bolsa de galletas contra su pecho.

Pasa lentamente por un lado del diablo, el cual camina a la par luego de
aquello. Harry mira a la gente de su alrededor, notando que nadie le pone
atención y preparado para hablar.
—¿Lou? ¿Qué sucede? —Habla bajo, apenitas audible. —¿Todo...todo está
bien?

—Sí, solo quería verte. Te estás divirtiendo. —Harry asintió. No se estaba


muriendo de diversión, pero estaba teniendo un día bonito.

—Te echo de menos...

Louis parecía estar a punto de responder, pero vio algo no tan lejos de
ambos y negó lentamente. —Qué clase de repulsivos humanos organizan
cosas como éstas.

Harry observó y sintió como le daba un vuelco el corazón. Había cuadros


de los dos bravucones de la escuela con muchas flores rodeándolos. Harry
no pudo evitar carraspear un poco su garganta ante el nudo que se
formaba en su garganta, y Louis estaba molesto. Sabía que aquello aún
le afectaba a su niño favorito.

—Malditas pestes. —Murmuró, y con un suspiro provocó que un fuerte


viento apagara las velas y provocara que los cuadros cayeran de las
mesas al igual que algunas flores. Harry negó antes de girarse para
caminar. No quería ver aquello.

Se detuvo de golpe cuando el padre William le dio un susto tremendo,


posicionado frente a él y viéndolo fijamente con el semblante serio. —
Harry Styles. —Dijo. Miró detrás del niño un segundo antes de volver a
verlo. —Deberíamos de hablar.

Se giró y comenzó a caminar hacia la entrada trasera de la iglesia. Harry


miró a Louis antes de que ambos lo siguieran, subiendo los escalones y
deteniéndose cuando estuvieron frente al padre, el cual miraba a Harry
con reproche, indignación.

—... ¿Qué hace él aquí? —Los ojos de Harry se abren más de la cuenta
mientras comienzan a sudarle las manos y los latidos de su corazón
aceleran.

—¿Q-Quién?
El reproche en su mirada aumenta, y Harry lucha para no ver hacia otro
lado.

—Puedo verlo, y me sonríe. ¿Qué está planeando? Nadie está molestando


a nadie.

—No está planeando nada. —Rápidamente el rizado defiende a su esposo.


—Solamente quería verificar que yo me encontrara bien, si nadie me
molesta o sucede algo.

El padre William niega con la cabeza. —¿Qué puede molestarte aquí?


¿Cómo siquiera puede estar aquí? Esto es territorio sagrado.

La risa baja, ronca y escalofriante de Louis se hace presente. Harry niega,


acercándose un poco más al diablo y tomándolo de la manga de su camisa
negra con cuidado.

—P-Por favor, hable con cuidado o esto no va a acabar bien. —Harry dice
en un tono dulce, bajo.

—No le tengo miedo, estoy protegido y él lo sabe. —Dice, observando


fijamente al diablo y como éste continúa sonriéndole.

—Sí, pero no estoy seguro de que todos aquí estén igual de protegidos
que usted, así que por favor deje de hablar así. No va a tolerar que le
falte el respeto. —Es la primera vez que Louis oye a su niño favorito hablar
con molestia, sin llorar ni estar dolido. Le gusta y no evita alzar y bajar
las cejas, observándolo antes de volver a observar al cura.

—¿Sabe cómo se llama eso, padre? No ser egoísta y pensar en los demás.
—Dice Louis tranquilamente, guiñándole un ojo antes de que el padre
nerviosamente vuelva a ver a Harry.

—Bien. No hablaré de más, pero no quiero que tú estés aquí. —Dice. La


firmeza que Harry usó anteriormente para hablar se evapora, y ahora
Louis puede sentir la tristeza del niño, el cómo su día feliz se escurría de
sus manos. Le molestó. —La gente va a sentir su presencia y se va a
espantar. Tú no puedes sentirla porque estás acostumbrado.

Se equivocaba. Harry podía, pero no la sentía tan intensamente.


Asintió lentamente, bajando la mirada. Se iría a su casa y estaría con
Louis. A pesar de que eso lo hacía feliz, esto no. Se sentía repudiado de
su entorno.

Louis rueda los ojos. —Está bien, me iré. —Dice. Harry alza la mirada y
le agradece en silencio con una sonrisita apenitas visible. Da un paso para
estar a centímetros del padre William y lo ve fijamente a los ojos. —Pon
muchas velas de santos en tu casa, tal vez te ayuden a no encontrarte
con tu esposa muerta de su lado de la cama.

Con tan solo parpadear, el diablo desapareció, y Harry dejó de sentir aquel
malestar en su estómago. Observó al padre William con algo de
vergüenza, pena. —Yo...lo siento. —Se disculpó sin mucha gracia.

—Eres un buen niño, Harry. Él no lo vale, y sabes cómo esto va a terminar.


—Dijo antes de darse la vuelta y adentrarse a la iglesia.

¿Lo sabía?

Mientras iba en busca de sus amigos no dejaba de pensar en que Louis


no le pudo dar ni un besito, ni tampoco tocarlo. La única vez que se
tocaron fue cuando Harry le sostuvo de la manga de su camiseta, pero ni
siquiera hubo un mínimo contacto con sus pieles. Ahora, de su cabeza no
salía aquella necesidad de tenerlo, sentirlo. Quería ser besado, sostenido
y acariciado por el diablo con urgencia. No sabía cuánto iba a durar
coherente.

Llegó a la fuente y todos se encontraban allí, solo que Liam anotaba algo
en su pequeña libreta mientras Fionn y Ruby conversaban más cerca de
lo normal. Harry no pudo evitar sonreír un poco mientras se acercaba y
se sentaba a un lado de Liam, el cual rápidamente dejó de anotar y cerró
su libreta, guardándola para observar al rizado con una sonrisa.

—Harry. ¿Dónde estabas?


—Fui al baño. —Respondió, tendiéndole su bolsa de galletas a su amigo,
el cual negó.

—No, gracias. Probé los pasteles de tu madre, y están sabrosos. Es muy


buena cocinera. ¿Dónde aprendió a cocinar así?

Pero Harry no respondió, su ceño estaba fruncido mientras miraba


fijamente el rostro de Liam. Éste último estaba más delgado, ojeroso,
pálido...

¿Podría ser...?

—Uh, ¿Harry? ¿Todo en orden? —Preguntó, sintiéndose un poco incómodo


por la manera en que el menor lo observaba, como si estuviese
analizándolo por completo.

—¿Liam? Tú... ¿Te encuentras bien? —Preguntó, temiendo la respuesta


que seguramente obtendría.

El de ojos castaños parpadeó lentamente, procesando las palabras de su


amigo antes de reír bajo, nerviosamente y bajando la mirada. —Oh, sí.
Sí, estoy bien. Si lo dices por mi rostro, es porque no he dormido bien
éstos días.

Oh, no...

Mentía.

Harry decidió terminar el tema allí. Las horas pasaban, la noche llegó y
todos brindaron excepto el niño de rizos, que se encontraba un poco más
alejado. Sin que nadie lo viese decidió adentrarse al bosque, intentando
no caer debido a que estaba bastante oscuro. Cuando se alejó un poco
más finalmente suspiró, apoyándose contra un tronco de uno de los miles
de árboles allí y sintiendo el malestar volver a su estómago. De reojo veía
al diablo parado allí.

—¿Por qué mi niño favorito está aquí, tan solo? —Dijo.

Harry alzó un poco la mirada, viéndolo fijamente a los ojos mientras el


mayor se acercaba a su esposo hasta acorralarlo contra el tronco y su
propio cuerpo. Llevó una mano a la fría mejilla del rizado, el cual se inclinó
ante el toque y cerró sus ojos, alzando más el rostro.

—¿Qué es lo que te preocupa?

—No quiero hablar de eso, Lou. —Susurra, casi pidiendo disculpas y


vuelve a abrir sus ojos, perdiéndose en los del diablo. Se pone de puntitas
de pie mientras sus brazos rodean el cuello del más alto y roza sus labios
contra los del ente. —Hoy...

—¿Sí?

—No me has dado ni un beso pequeñito. —Dice con vergüenza y algo de


tristeza.

Louis sonríe de lado sin besar a su niño favorito, torturándolo con caricias
en sus labios con los propios. —¿Y tú querías un beso? —Dice, fingiendo
no darse cuenta de aquello. Harry asiente, embobado y cerrando sus ojos.
—¿Solo uno?

—No.…más.

El diablo alza las cejas, llevando sus brazos para rodear la cintura del
menor. —¿Más? ¿Solamente míos? ¿De nadie más?

—Tuyos, siempre... —Estaba realmente sonrojado, pero agradecía la


oscuridad del lugar.

Louis da una lamida sobre los labios del menor, el cual suspira
temblorosamente. —Buen niño. —Dice, finalmente acortando la distancia
y comiéndole la boca al rizado.

El compás era lento y profundo, con Harry ladeando su cabeza y moviendo


sus deditos por detrás de la nuca del ente, el cual apretaba las yemas de
sus dedos repletos de anillos sobre la piel del menor. El beso fue
prolongado, algo ruidoso, todo lo que Harry necesitaba. La lengua del
diablo se adentró a la boca del niño, el cual no pudo evitar soltar soniditos
cuando ambas lenguas se tocaron, acariciándose.
Se apartaron unos minutos después debido a que todo estaba más subido
de tono y Louis necesitaba saber qué era lo que le preocupaba a su niño
favorito. Podía oler mezclado en su aroma natural la preocupación, la
tristeza, la necesidad.

—Dime qué ocurre...

—N-no es...no es nada. —Abrió sus ojos, revoloteando las pestañas con
rapidez por unos segundos, mirando hacia otro lado.

—Harry. —Le llamó, y observó fijamente los ojos del diablo. —Puedo notar
que me ocultas algo. Dime qué ocurre, o comenzaré a pensar que alguien
te puso sus manos encima y voy a quemar todo éste lugar.

—No, no. Tranquilo. No me tocaron. Hoy fue un día bonito. —Rápidamente


dijo para calmar al diablo, el cual se puso menos tenso, pero, de todas
maneras, se aferró al niño aún más. —Yo solo me preguntaba... ¿Tú haces
tratos con más personas?

Louis asintió tan solo una vez. —Por supuesto.

El nudo en la garganta de Harry comenzó a formarse lento,


dolorosamente. —Oh. —Tragó saliva con fuerza. —¿Qué tipos de tratos?

—Lo que ellos quieran.

—¿Alguna vez han pedido...estar contigo?

—Sí.

El dolor en el pecho del niño se intensificó un poco, temiendo oír lo peor.


—¿Y qué...qué hiciste?

—Lo cumplí.

—¿Sigues...haciendo ese tipo de tratos con personas?

—En efecto, sí. —Respondió, como si nada.

La mirada de Harry comenzó a apagarse un poco, y el ceño de Louis


apenas se frunció al sentir la oleada de tristeza, decepción, casi como si
le rompiesen su propio corazón el cual, hace tan solo un par de meses,
creyó que no existía.

Louis continuaba acostándose con personas, repitiendo una y otra vez que
era el diablo, que podía hacer lo que quisiese, pero, por algún motivo, no
podía no cumplir aquello. Se soltó de inmediato del diablo, sin creerlo.
¿Necesitaba hacer más preguntas? ¿Decirle directamente “Louis, te
acuestas con miles de personas que requieren tus servicios mientras te
casaste conmigo”?

—Estás entendiendo mal. —Rápidamente dijo Louis al ver dolor en los


ojos verdes de su esposo, y lágrimas que no tardarían en salir. —Las
personas que solicitan de mí solamente me ven una vez. Sea lo que sea
que pidan, solo una vez, en sus sueños.

—¿Así que te acuestas con ellos en sus sueños? —No pudo evitar decir el
rizado, con la voz rota.

—No. —Responde de inmediato el ente. —Lo he hecho, por supuesto. Pero


cuando te conocí a ti...no pude.

Harry parpadea y deja fluir lágrimas contenidas, observando al diablo.


Luce perdido. —¿No? —Intenta no sollozar mientras el diablo niega.

—No. —Repite. Se acerca más y roza la punta de su nariz con la de su


niño. —Los manipulo. Les envío un demonio cualquiera que los haga creer
que están negociando conmigo. —Aclara. La respiración de Harry se
vuelve calmada nuevamente, y se muere por llorar. —Niño...te di mi
maldito anillo.

Harry baja la mirada intentando no sollozar. Se había llevado el susto de


su vida, hasta podía sentir su corazón roto incluso luego de que el diablo
le confirmara que no estuvo con nadie. —Una persona cercana a mí está
siendo poseída. No se lo merece.

Louis lo observa por unos segundos. —Si está siendo poseída y aún no ha
matado a nadie significa que él hizo un trato. —Dijo con calma.

¿Liam haciendo un trato? ¿Por qué lo haría? Harry negó. No. Estaba mal.
—No importa si él lo hizo o no, es una persona excelente y no se merece
terminar muerto e ir al infierno. —El niño justificó.

Ahora Louis se veía un poco molesto. —¿Y tú si lo merecías? —Reprochó


mientras ambos, nuevamente, se observaban fijamente.

—...Es diferente. —Susurró Harry luego de unos segundos, bajando la


mirada. Tal vez no lo merecía al principio, pero ahora...ahora se merecía
lo peor.

—Te aseguro que eres uno de los humanos más inseguros de sí mismos
que alguna vez conocí. Nunca creerías que podrías llamar mi atención,
incluso sigues sin creerlo ahora así que no hay manera de que me
llamaras creyendo que esto sucedería. ¿Qué es diferente entre esa
persona y tú? —Preguntó. Era la verdad. Harry era demasiado inseguro
de sí mismo, y le gustaba, claro. Pero detestaba cuando éste se echaba
toda la culpa de las acciones malas que el ente hacía.

—Es una buena persona, y yo no lo soy. —Respondió el rizado con


firmeza, completamente convencido y alzando la mirada para ver
nuevamente al amor de su vida, el cual parecía tranquilo, pero no sonaba
igual.

—¿Cómo puedes referirte a ti de esa manera? —Dijo, ofendido. Era


increíble cómo se encontraba defendiendo a su esposo...de su propio
esposo. —Harry, tú eres puro. —El niño negó.

—Una persona pura no mata a tres personas, ni envía a su propio padre


al infierno.

Louis le dio un lento y suave beso en los labios. Quería curar toda culpa,
todo mal sentimiento, pero, maldita sea, era el diablo.

—Podríamos conversar sobre ello cientos de veces y, créeme, mi


respuesta sería la misma: La responsabilidad es mía. —Siempre que podía
se lo repetía, porque era la verdad.

Por supuesto que Louis sabía por qué Harry sentía culpa: Éste último
había traído al diablo a la tierra -cosa que estaba mal porque el ente subía
de vez en cuando antes de estar con el niño- sabiendo que el rey del
inframundo no iba a dar solo un par de sustos. Harry lo sabía, y sentía
que era su responsabilidad debido a que él llamó a Louis.

—No lo es...es mía. E-Es mi culpa, yo lo siento. —Su voz se entrecortó y


más lágrimas cayeron por su rostro mientras bajaba aún más la cabeza.
Era la primera vez que lo decía en voz alta.

—Lo sientes mal. —Dijo Louis, abrazando más contra su pecho a su niño
favorito. —¿Me has mentido?

—... ¿Q-Qué?

—¿Eras tú el que me rogó por no enviar a tu padre al infierno?

—Sí. —Responde apenitas audible, limpiando sus lágrimas y refregando


su rostro contra el pecho de Louis, como un gatito necesitado de mimitos.

La boca del diablo fue a su cuello, besando delicadamente porciones de


piel antes de que su boca quedara cerca de la oreja del niño.

—¿No eras tú el que enloqueció cuando vio a las personas que iban a
dejar que te ahogaras en un lago muertas? —Susurró.

—Fui yo quien dijo tu nombre para que a mi padre le diera un ataque al


corazón. —Contraatacó Harry.

—No. Ese fuiste tú llamándome para que te salvara a ti, no para que lo
matara. Iba a quemarte, a torturarte. —Justificó, respirando profundo
unos segundos debido a que la ira del recuerdo regresó.

—Lou... —Sorbió su nariz y fue alejado del pecho del diablo y tomado por
las mejillas. Nuevamente se observaron fijo mientras los pulgares del ente
limpiaban las lágrimas del rizado.

—Debes dejar de hacerte responsable de todo lo que yo haga. —Comenzó,


y muy seriamente. —He hecho cosas peores, y si con cada situación de la
que yo me ocupo creerás que es tu responsabilidad, entonces ve y cásate
con Dios, porque lo único que vas a observar a mi lado es a mí arruinando
la vida de personas que pidieron por ello.
Harry se quedó en silencio, luchando para no hipar y respirando profundo
por la nariz. —N-No. Yo quiero estar contigo.

—Bien, eso esperaba. —Responde Louis, sonriendo de lado antes de


besarle suavemente los labios, apartando su rostro un poco. —Mírame. —
Harry hizo lo que el ente dijo. —Te necesito pensando, te necesito cuerdo.
—El niño asintió, intentando ocultar el pucherito en su labio. Louis lo
lamió.

—Lou, te amo. —Susurró con vergüenza.

—Lo sé. —Dijo antes de iniciar otro exquisito y prolongado beso.

Se apartaron cuando, nuevamente, las cosas subían de tono.

—Vuelve, o comenzarán a buscarte. —Dice, apartándose del todo y


besándole los nudillos al niño antes de guiñarle un ojo.

—Está bien...

—Estaré aquí mañana, en la tarde. Tengo asuntos pendientes hoy.

—Te voy a extrañar.

¿Qué era esa sensación en su cuerpo cuando Harry decía algo como eso?
¿Alguna vez en la eternidad alguien lo había extrañado? Lo observó por
unos largos segundos, neutro.

—Y yo... —Dijo, admirando el rubor en las mejillas de su niño favorito y


la tímida sonrisita. —Ahora ve. Ve.

Harry se dio la vuelta, caminando fuera de aquel bosque y limpiando bien


su rostro en el camino. Tenía frío, y el diablo no estaría para abrazarlo en
la noche.

La kermese acabó. Todos se fueron en sus respectivos coches y cuando


la familia Styles llegó a su casa, luego de ayudar a bajar las sobras de su
madre, el niño de ricitos se fue a su cuarto. Se quitó la ropa al llegar al
sótano y tomó aquella vieja mantita que usaba para poder dormir cuando
era pequeño. La envolvió a su lado, en la cama, y se abrazó a esta,
lentamente sumergiéndose en un profundo sueño donde Louis lo sostenía
y le acariciaba el cabello. Se sentía real.

Lo que Harry no sabía es que alguien se encontraba en su cuarto


esa noche, acariciándole el cabello y.…no era Louis.

Harry despierta al siguiente día, completamente a salvo, con su madre


llamando a su puerta e intentando evitar que el niño llegara tarde a la
escuela. Los enormes ojos verdes se abren lentamente, y frente a él, más
bien, a su lado, el diablo lo observaba fijamente mientras una de las
comisuras de sus labios se elevaba lentamente.

—Lou... —Susurra suave y dulcemente, su voz sonando ronca debido a


ser la primera vez en el día que hablaba. La mano repleta de preciosos
anillos de oro del ente va a los ricitos color chocolate de su niño favorito,
el cual cierra nuevamente sus ojos y parece volver a revivir aquel
momento en el cual no supo si realmente estaba despierto o había sido
un sueño. Decidió quitarse la duda. —¿Estuviste aquí toda la noche?

—No, he llegado hace unos minutos. —Responde. Harry no se preocupa


debido a que no se le cruza nada extraño por la cabeza, y además
realmente estaba muy dormido así que no puede saberlo con exactitud.

Comienza a refregar sus ojitos para no estar tan adormilado y poder


levantarse para, al menos, darle un beso al diablo. Sin embargo, éste
último resulta ser más rápido debido a que se inclina y comienza a dejar
suaves y lentos besos por el pálido y suave rostro de Harry, el cual
envuelve el cuello del ente con sus brazos y vuelve a cerrar sus ojos.
Puede sentir como se está durmiendo poco a poco.

Es cuando Louis lleva su mano a la espalda del rizado para darle una
suave e íntima caricia por debajo del pijama que siente unas líneas de
piel sobresalidas rozando las yemas de sus dedos. El cuerpo del niño se
estremece con un leve dolor y frunce el ceño, volviendo a abrir los ojos y
observando el semblante del diablo. Éste tiene los ojos un poco más
oscuros.

—¿Qué te sucedió? —Exige saber.

—¿Qué? ¿Qué tengo? —Ni siquiera intenta verse debido a que es


imposible. Louis presiona un poco su mano en los rasguños, provocando
que Harry sisee en un reclamo, pero, apenas terminó, ya no sintiese más
dolor. El diablo había sanado sus heridas. —¿Lou? ¿Qué sucede? Me
estás...me estás asustando.

—No hay nada de qué asustarse. —Miente, y atrajo a Harry, volviendo a


sentarse y dejándolo en su regazo, contra su pecho. El niño no se negó e
incluso refregó su rostro contra el torso del arcángel, como un gatito. —
Levántate y ve a la escuela. Tengo unos asuntos pendientes, pero me
verás aquí en la noche. —Harry asiente y Louis lo toma del mentón,
inclinándose un poco y dejando un suave beso en sus labios. —Ve, se
hace tarde.
En realidad, le importaba una mierda si se le hacía tarde en la escuela,
porque la escuela y todo el maldito mundo, excepto Harry, le importaba
una mierda. Sin embargo, debía resolver unos asuntos pendientes.

Porque el hijo de puta se metió con su niño.

El rizado se pone de pie luego de recibir suave beso que le dejó


cosquilleando los labios y salió de encima del regazo del diablo,
caminando tranquilamente hacia el baño y cerrando la puerta detrás.

A Louis no le toma ni un segundo ponerse de pie y, en un parpadeo, estar


en la habitación del último piso de la casa. La habitación de Des y Anne,
solo que se encontraba el primero, el cual en realidad no era Des y estaba
en camisa blanca y calzones, buscando ropa para vestirse mientras
silbaba una melodía irreconocible y completamente inconsciente de que
el diablo se encontraba a unos centímetros, detrás de él.

—¿Tú le hiciste eso en la espalda a Harry? —Dice, y el demonio se lo toma


tan sorpresivamente que arroja el pantalón que tenía en su mano y da un
grito algo cómico, girándose y observando aterrado al diablo.

—¿Q-Qué? No. No, no, señor. No. —Da unos pasos hacia atrás hasta estar
pegado a la pared. —Y-yo ni siquiera le hablo.

—Eres el único demonio en la casa, y mi niño tiene rasguños en su


espalda. —Des no paraba de negar con la cabeza, aterrado. Y es que Louis
podía hacer lo que quisiese con éste.

—No fui yo. No.

Sabía que no mentía, y aunque sus ojos estuviesen oscuros y quisiese


matar a alguien, no podía culpar a quien no era, porque Harry podía estar
en peligro, y había que solucionarlo de una forma u otra. Asiente
lentamente, completamente serio.

—De todas formas, ya me aburriste. Vete, y haz que vuelva el infeliz. —


Ordena. El demonio que habitaba el cuerpo de Des no parece feliz por
ello, pero intenta no demostrarlo y asiente. —Dile que si dice una palabra
sobre donde estuvo volverá indudablemente. Y tú... —Alza un poco su
cabeza en señal de autoridad. —Si te llegas a escapar, voy a encargarme
de que pases la peor eternidad de tu vida.

—S-S-Sí. Sí, mi rey. —Se para derecho en su lugar, listo para irse.

—Una cosa más. —Louis se va acercando lentamente al demonio, y


cuando lo tiene a tan solo centímetros, comienza a sonreír lentamente,
de lado. —Corre la voz. Hay un príncipe.

—P.…Príncipe.

—Eso es. Que rápido aprendes. —Dice, y aunque suene cómico, su


expresión de victoria no ha cambiado. —Y si alguien vuelve a poner un
solo dedo sobre él...voy a chasquear mis dedos, y se van a morir todos.
¿Capiche?

El demonio tan solo asiente, completamente temblando antes de alzar su


rostro, viendo hacia el techo y abriendo su boca. Humo negro sale de su
boca fugazmente antes de caer al suelo, desmayado...pero respirando.

El desgraciado estaba de vuelta.

Louis camina hacia la puerta y le pone pestillo antes de, nuevamente,


volver a la habitación de Harry. Éste último se encontraba frente al espejo
de su cuarto, finalizando de abotonarse la camisa. Se giró a ver a Louis
al notarlo de reojo, y éste se acercó de inmediato, abotonándole el último
botón con calma, paciencia, pero muy rápidamente.

—Tu padre va a regresar. —Dice. Harry se lo queda observando, inmóvil


ante la manera natural de Louis por decir cosas importantes y que
claramente le iban a provocar un leve shock.

—...Está bien. —Tan solo pudo decir luego de unos segundos mientras su
esposo le subía los tirantes por los hombros.

Ambos se vieron fijo por unos segundos antes de que Louis pasara
lentamente los brazos por la cintura de su niño favorito, acercándolo. Éste
último se puso de puntitas de pie y ambos comenzaron una suave y lenta
sesión de besos, ladeando sus cabezas hacia lados contrario y
sintiéndose, realmente haciéndolo por primera vez en el día.
Los deditos de Harry acariciaban tímidamente el cabello en la nuca del
diablo, mientras que éste último se tomaba la libertad de, luego de haber
acariciado la espalda del rizado, acariciarle los glúteos.

El beso, poco a poco, fue volviéndose más intenso, pero continuaba lento.
Finamente se alejaron debido a que el calor comenzaba a reinar en aquel
lugar, y se hacía tarde como para comenzar una sesión de algo más. Harry
debía de ir a la escuela, encargarse de ver como estaba Liam. Louis debía
averiguar quién mierda dañó a su esposo, y hacerlo pagar.

—Vendré en la noche... —El rey del inframundo dice sobre los labios de
su bebé, el cual asiente apenitas con la cabeza. Ninguno puede separarse
aún. —...y te haré sentir bien.

—Sí...

Louis le da unos últimos besos en los labios antes de subir sus manos a
la cintura del rizado y besarle la mejilla, finalmente separándose y dando
unos pasos hacia atrás.

—Si algo sucede con tu padre, quítate el anillo. Voy a sentirlo cuando lo
hagas.

Harry asiente lentamente y, con un guiño de ojo, en un parpadeo el diablo


desaparece. El leve vacío aparece en el pecho del rizado y siente que no
quiere hacer mucho, pero pone lo mejor de sí y sale de la habitación luego
de tomar sus cosas.

Se apresura en tomar un té y comer unas tostadas, llevándose para el


camino una manzana debido a que, según Anne, su padre no se sentía
bien y planeaba quedarse en el cuarto. Eso fue un alivio para Harry y salió
rápidamente de la casa antes de que Des cambiara de opinión. Tenía
miedo, pero intentó no preocuparse...aunque sí lo hizo.

Su padre lo odiaría, seguramente.

Finalmente, en la escuela, luego de las aburridas clases, Fionn y Harry


conversaron de todo en el almuerzo. Liam pasó por un lado de éstos, pero
ni siquiera notó que estaban allí. Se veía perdido, cansado, y el rizado no
sabía qué hacer. Decidió esperar un día más, pensando exactamente
cómo confrontar al de ojos castaños.
Cuando la hora de salida se hace presente, el niño de ojos verdes no
quiere volver a su casa. Teme aquel rechazo que probablemente recibirá,
y teme el sentir que se lo merece, aún si lo hace a menudo. Se lo merece.
Se merece de todo.

Al no poder explicarle algún motivo a Fionn y necesitar estar al aire libre


a pesar del tremendo frío que hacía, una vez se despide de su amigo,
comienza a caminar hacia aquel parque en el que ambos repartieron
volantes en contra del Halloween. No era muy lejos, y era realmente
bonito, excepto por lo solitario y triste.

Lucía como él.

Una vez estuvo allí, eligió un banco que se encontraba dentro del parque,
cerca de las palomas y de un monumento, el cual era un hombre con sus
brazos abiertos, como si estuviese sosteniendo algo, pero no había nada.
Extraño. Suspiró y se apoyó contra el respaldo, respirando
profundamente por la nariz y oyendo los pájaros cantar. Necesitaba
tranquilidad, necesitaba dejar de pensar. Sentía que se estaba volviendo
loco.

—¿Por qué estás aquí, tan solo? —Sus ojos se abrieron rápidamente,
revoloteando sus pestañas a la par que sonreía al ver a Ruby frente a él
con una tímida sonrisa. Estaba muy abrigada y llevaba dos trenzas. Su
nariz estaba roja por el frío -como la de él- y también sus mejillas. Se
veía adorable. La adolescente no dudó en sentarse a su lado. —No es por
entrometerme, pero hace mucho frío aquí. Vas a resfriarte.

—Lo sé, pero... —Niega lentamente, viendo alrededor y sin poder evitar
sonreír de lado, provocando que uno de sus hoyuelos se haga visible. —
...disfruto mucho el frío. Siento que la gente no sabe aprovecharlo, pero
no quiero juzgar a nadie.

—En parte, es cierto. —Afirma la rubia, asintiendo y encogiéndose de


hombros a la vez que ocultaba sus manos entre sus piernas. Aparentaba
tener frío. —Yo opino que el frío se debe disfrutar, pero depende de cuánto
frío haya. No quiero, tu sabes, quedar congelada como él... —Apuntó con
su dedo índice hacia el monumento del hombre. Harry ya había
comenzado a reír. —...y que la gente crea que soy un monumento de un
parque. —Finalizó, también riendo.
Era chistosa.

Con razón Fionn la quería. Oh, ¡Fionn!

Harry se acomodó de lado, preparado para hablar. —¿Qué tal las cosas
con Fionn, Ruby? —Intentó comenzar el tema. La adolescente parpadeó
rápidamente, lucía algo perdida con el cambio de tema de conversación.

—¿Qué hay con Fionn?

—Oh, no lo sé. —El rizado se encogió de hombros. —Pues...yo creo que


ustedes harían muy linda pareja.

Las mejillas de la adorable chica se volvieron rojas. —Oh, vaya...uhm. No


lo sé.

—¿No te...gusta?

—Oh, no. Sí, me gusta. —Emoción fluyó desde el pecho de Harry. —Es
muy amable, muy dulce y muy lindo, pero, a decir verdad...también me
gusta alguien más.

Harry se lo tomó con algo de sorpresa al principio, pero no le parecía nada


indignante. A pesar de que, tal vez, el corazón de su mejor amigo se
rompiera en mil pedazos, no juzgaba el que a alguien pueda gustarle dos
o más personas a la vez. Era algo que no podía evitarse. Por supuesto
que a él no le sucedía, porque Louis era tan único, diferente, excitante y
dulce que siempre lo hacía querer más, y más.

Ruby se veía como si tuviese miedo de ser juzgada y también como si


tuviese esperanza de que Harry no creyera que era una cualquiera. Harry
jamás creería eso de una mujer.

A veces sentía que nació en la época equivocada.

—Oh, lo siento. Yo...bueno, no sabía. Creí que solo te gustaba Fionn. —


La mirada de la chica baja al suelo y mueve sus pies. Luce avergonzada.
—No hay nada de malo en eso, pero yo creo que deberías de aclararlo
con mi amigo porque él...pues está muy ilusionado.
Ruby se mantuvo callada por unos segundos. Harry se preguntó si la había
incomodado e incluso estuvo a punto de pedir disculpas, pero la chica
rápidamente alzó la mirada y se lo quedó observando fijamente. Lucía
aún más sonrojada.

—¿Tú no.…no quieres saber quién me gusta? —Dice. Harry parpadea


lentamente, procesando aquellas palabras.

—Uhm, claro. —Que no sea Liam, que no sea Liam, que no sea Liam.
—¿Seguro? —Se acerca más hacia Harry, el cual no es consciente de
aquello debido a su inocencia. —Porque...bueno, no me preguntaste.

Si era Liam, todo se iba a arruinar. Fionn obviamente no diría nada en


contra, pero estaría tan dolido por la relación de éstos que no podría ni
ver al de ojos castaños a la cara.

—No quería sonar entrometido. Puedes contarme si g-

—Tú.

Oh.

—... ¿Q-Qué?

—Me gustas tú.

Harry no podía explicar la vergüenza, timidez, incomodidad y fobia que le


dio en aquel instante. Su rostro probablemente era una mezcla de colores,
sus ganas de correr lejos hasta llegar a los brazos de Louis eran infinitas
y la incomodidad por su obvia homosexualidad estaba más que visible.
Sintió las manos de la chica tomar sus mejillas; Lucía preocupada.

—¿Harry? Reacciona, por favor.

Parpadeó y se apartó tan solo un poco, aún sonrojado y sorprendido.


Realmente creía que iba a decir "Liam". —Y-Yo...no sé qué decir.

—B-Bueno, podrías empezar con algo como... "Ruby, te diré lo que yo


siento." —Dijo, intentando ayudar. Pero lo empeoraba. Lo empeoraba
porque, demonios, Harry sentía culpa.
—E-Es que... —Negó lentamente. Sentía que cada cosa que iba a decir lo
haría tartamudeando. Se tomó unos segundos para respirar profundo. —
... ¿Cómo puedo gustarte? Me conociste ayer. A Fionn lo conoces hace
más de dos semanas.

Bueno, eso no tenía mucho sentido. Él se había enamorado de Louis al


segundo en que lo vio.

—No lo sé. Uhm, pues yo...te vi, y me gustaste. Tú... ¿Saldrías conmigo?
Ahora Harry iba a morir. Ya. Ya murió.

—Ruby, yo... —Bajó la mirada y negó lentamente. Ni siquiera podía


observarla. No podía creer que él estaba rechazando a alguien, que estaba
rompiendo el corazón de una frágil y dulce chica. Siempre era él a quien
le rompían el corazón. —...lo siento, pero me gusta alguien más. Y yo
jamás podría hacerle eso a Fionn.

Los ojos de la muchacha están llenos de lágrimas mientras aprieta sus


labios por unos segundos, al borde del llanto. —¿Cómo sabes que él gusta
de mí? Puede estar fingiendo.

—Él no haría eso, lo conozco. —Dice, y era cierto, pero, en parte, entendía
a la muchacha por creer aquello. Fionn había estado con varias chicas, y
siempre decía que había que disfrutar de la soltería. Pero era diferente
invitar a salir a alguien, a darle un beso y nunca más verla. —Es mi mejor
amigo. —Susurró. Quería tanto, tanto a Fionn. Era una muy linda persona,
y esto le dolía. Ahora, más que nada, prefería que la respuesta hubiese
sido "Liam". Alzó la mirada al oír unos sollozos bajitos y sintió dolor en el
pecho al ver a la chica llorar. —Ruby, no llores. Lo siento...

Se veía como si estuviese enojada y triste. Harry no tuvo ni tiempo de


acercarse debido a que la adolescente se puso de pie y comenzó a caminar
lejos, hacia su hogar, supuso Harry, el cual cerró nuevamente sus ojos y
dio un profundo respiro para calmar los fuertes latidos de su corazón. Al
fin y al cabo, parecía que había ido al parque para hacerse un problema
más.

Sin embargo, aquella manera de confrontar las cosas le llevó a pensar en


que podía hacerle frente a su padre. Intentó meterse en su cabeza que
no necesitaba a su padre, que no quería su amor. Que estaba muy bien
tan solo con Louis. Se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia
su casa.

Obviamente no era verdad. Todo le afectaba, y tarde o temprano iba a


acabar con él.
Puede sentir el rubor en sus mejillas incluso cuando está por abrir la
puerta principal de su casa. Entre medio de los pensamientos de cómo
sería ver a su padre recordó la incómoda sensación de Ruby
confesándose, tomándole del rostro y preguntándole si saldría con ella y
es que, ay Dios. Por otra parte, se sentía algo perseguido. ¿Louis lo habría
visto? De seguro que no, no había sentido su presencia en todo el día.
Recordó que si tenía un problema con su padre debía de quitarse en anillo
ya que el diablo lo sentiría.

Lo tuvo en mente mientras abría la puerta, cabizbajo y se giraba para


cerrarla. Cuando volvió a girarse pudo sentir los brazos de su padre
envolverlo en un abrazo. Entre la sorpresa y el susto quedó inmóvil, con
sus brazos colgando a los lados de su cuerpo y oyendo cerca de su oreja
la respiración entrecortada de su padre.

—L-Lo siento. Lo siento tanto, hijo. —Dice. Harry continúa quieto, aun
temiendo. —Jamás volveré a tocarte, jamás volveré a hacerte daño ni a
ti, ni a tu hermana, ni a tu madre. No puedo remediar las cosas, pero
aprendí mi lección. Realmente lo siento.

Se separan un poco, y el hombre tiene lágrimas fluyendo por sus mejillas.


Harry lo ve fijamente a los ojos, y no sabe si es porque quiere que sea así
o porque realmente lo es, pero Des realmente se ve arrepentido. Incluso
diferente. ¿Quién era él para condenarlo? Tragó saliva con fuerza antes
de asentir. Le temblaban las manos.

—Lamento haberte dado un ataque al corazón. —Se disculpó. Lo tenía


que decir, aunque sonara extraño.
—Me lo merecía. —Rápidamente responde su padre, negando lentamente.
No quería disculpas de su hijo, no debía. —Mira, sé...sé que he sido un
desgraciado. Voy a probarte que he cambiado, éstos tres años yo-

—¿Tres? —Harry interrumpe. Des ahora lo observa fijo, asintiendo con


algo de confusión. —Papá, estamos en el mismo año que cuando te fuiste.

El hombre permanece quieto, procesando aquella información al igual que


Harry, el cual ahora se siente aún más culpable. Había hecho pasar tres
años en el infierno a una persona, y no a cualquiera. A su padre.

—Oh, bueno. Creo que lo sospeché, todo se ve igual. —Dijo, suspirando


y observando nuevamente a su hijo, negando lentamente. —Te he echado
de menos...

Estaba temblando, y necesitaba darse un baño. Un refrescante y tranquilo


baño.

—Yo...voy a ir a darme un baño. —Dice, apartándose un poco.

—Oh, sí. Sí, claro. Yo estaré por aquí si me necesitas. —Responde su


padre, y luego de unos segundos se gira para ir hacia la cocina.

Harry aprovecha aquello y también se gira, caminando rápidamente hacia


las escaleras, cerrando la puerta antes de comenzar a bajarlas y llegando
a la otra puerta, adentrándose en su cuarto y cerrando la puerta con
seguro. Su respiración estaba algo agitada, pero intentaba mantenerse
tranquilo como sea mientras se encaminaba hacia el baño. Llegó a éste y
comenzó a llenar la bañera luego de ponerle el tapón.

Había decidido sobre cualquiera, como si fuese algún tipo de Dios, a jugar
con la vida de una persona. De su sangre, su familia. Su padre. Se
disculpaba, y había estado tres años en el infierno gracias a él. No
importaba que no fuesen realmente tres años, pero en el inframundo sí
lo era, y le dolía. Le dolía. ¿Quién era él para decidir sobre la vida de los
demás? ¿Quién era él para aceptar disculpas de su padre, cuando era él
quien debía disculparse? Porque sí, Des se había equivocado, pero estaba
seguro que unas quemaduras en el cuerpo no se comparaban con tres
años en el infierno.
Cerró el grifo cuando la bañera estuvo llena de agua tibia y tan solo se
deshizo de sus zapatos, adentrándose temblorosamente y vestido con
camiseta, pantalones, tirantes y calcetines al agua. Cuando su cuerpo se
sumergió en ésta, se acurrucó en un rincón de la bañera y cerró sus ojos,
llevando sus manos temblorosas a su pecho. Estaba demasiado nervioso,
pero el agua estaba haciendo su efecto, y poco a poco su cuerpo se
relajaba. Comenzó a respirar normal y mojó sus manos para pasarlas por
su rostro, refrescándose. ¿Había estado tan desesperado por relajarse
que se había metido vestido? Rayos, realmente debía de tener los nervios
de punta.

Un malestar se hizo presente en su estómago y sus ojos se abrieron, pero


no encontró a nadie allí.

Y el malestar era diferente. Era como el malestar que experimentó con


Louis la primera vez que se presentó: Escalofríos, miedo profundo y un
vuelco en su corazón. Su ceño se frunció.

—... ¿Lou?

Un silencio ensordecedor provocó que otro escalofrío viajara por su


columna vertebral a la vez que una leve presión se hacía presente en sus
hombros. Su cuerpo se aflojó al no entender, y sentía algo empujándolo
fuerte pero despacio hacia abajo. Se sostuvo con fuerza de los bordes de
la bañera, sin siquiera poder hablar debido al susto, pero fue como si
aquella fuerza sobrenatural se diese cuenta que Harry estaba
rehusándose a hundirse, porque de inmediato la presión en sus hombros
aumentó y en un parpadeo se encontró bajo el agua, con su cabeza
rebotando contra el fondo de la bañera, pero no lo suficientemente fuerte
como para desmayarlo.

Las burbujas salían de su nariz y gemidos ahogados de su boca, dejando


salir gran parte del aire que intentaba contener. Sus manos fueron a sus
hombros, pero no sentía nada que lo sostuviese. No había nada. Intentó
salir, se sacudió y pataleó, pero nada servía.

Justo cuando tuvo a punto de darse por vencido, un pensamiento fugaz


atravesó su mente y llevó su mano al anillo, quitándoselo y dejando que
se perdiera en el agua. Segundos después, la fuerza desapareció junto al
malestar, tan solo para que otro malestar reconocible se haga presente.
Se sentó en la bañera y comenzó a toser con todas sus fuerzas agua que
había tragado, respirando profundo como podía mientras volvía a estallar
en un mudo ataque de nervios.

—Harry. —El diablo se aproximó de inmediato y lo tomó del rostro,


alzándolo y verificando que estuviese bien. —Harry, ¿Me oyes? Harry. —
Llamó al notar como su niño favorito se veía aún desesperado. En una
temblorosa exhalación se le escapó un lastimoso y entrecortado sollozo,
y sus ojos no tardaron en soltar lágrimas. El ente lo envolvió en sus brazos
de inmediato, atrayéndolo a su pecho. —Te tengo. Aquí estoy.

El rizado se aferró con todas sus fuerzas a su esposo, y éste último lo


levantó como pudo, sin importarle arruinar su elegante vestuario negro y
tomándolo en brazos. Tomó con una mano una toalla y se encaminó
nuevamente al dormitorio, estirando la toalla sobre la cama y luego
dejando el tembloroso y mojado cuerpo de su niño, el cual continuaba
sollozando. Se cayó un poco mientras Louis le quitaba la ropa,
comenzando a sonrojarse al quedar tan solo en ropa interior. El ente lo
volvió a sentar y tomó la toalla, acercándolo y comenzando a secarlo lenta
y delicadamente, brindándole todo el cuidado que se merecía, pero,
maldita sea, era el diablo.

Ambos estaban en silencio mientras Louis se ponía de cuclillas y le secaba


los dedidos de los pies a su niño, el cual limpiaba sus lágrimas y
comenzaba a sentir frío. El diablo comenzó a desabotonar su propia
camisa, quitándosela y revelando aquel torso marcado y lleno de tatuajes,
símbolos y palabras irreconocibles ante los ojos de Harry, el cual fue
abrigado por ésta camisa. Louis comenzó a abotonársela y le subió las
mangas para que no le fuera tan larga.

—L-Lou... —Las manos del diablo fueron a los muslos de su niño, y alzó
la mirada para verlo mejor desde la posición en la que se encontraba. —
...algo me empujó.

—Lo sé.

—Tengo miedo. —Dijo con un hilo de voz. Sentía que iba a enloquecer,
era demasiada paranoia. Tenía demasiadas preguntas, pero apenas podía
respirar.

—No lo tengas, ya estoy aquí.


Harry comenzó a llorar nuevamente, siendo algo ruidoso. —N-No vuelvas
a irte. —Dijo, dejando fluir las lágrimas por sus mejillas. Era demasiado.
Realmente demasiado.

Louis lo observa fijamente por unos segundos, y Harry desearía saber qué
ronda por la cabeza de este antes de que asintiera. —No me iré. —
Simplemente dice antes de ponerse de pie. —Métete en la cama, voy por
el anillo.

—No, no. —Rompe nuevamente en sollozos, cerrando sus ojitos con


fuerza y llevando sus manos a una de las manos del ente. —P-Por favor.
Lou...

—Está bien. De acuerdo. —Louis se acerca más y lleva sus brazos a la


cintura del menor, poniéndolo de pie. A éste le tiemblan las piernas.

Quitó la toalla, dejándola en el suelo y abrió las cobijas, acostando a


Harry. Lo dejó allí y tan solo fue al mueble, buscando un cambio de ropa
interior y volviendo cuando lo encontró. Le quitó a Harry la que llevaba
puesta y le puso la nueva, subiéndola lentamente por sus preciosas
piernas. Lo acomodó mejor en la cama y le subió su propia camisa antes
de inclinar su rostro y dejar suaves y delicados besos en la pancita del
menor. Louis estaba siendo realmente dulce, realmente cuidadoso con él
cuando con el resto del mundo era un asco. El diablo.

¿Era afortunado?

Se le acomodó a un lado y llevó las cobijas sobre sus cuerpos. Harry


rápidamente se acurrucó contra el pecho del ente y ambos enredaron sus
piernas. La temperatura corporal del rey del inframundo era cálida, y eso
ayudaba mucho al rizado a relajarse.

—Puedes dormir, yo estoy aquí y no permitiré que toquen a mi niño


favorito.

—¿Ni te irás?

—Ni me iré. —Llevó su mano a los ricitos del adolescente, acariciándolos.

Harry tardó más de media hora en dormirse, y Louis....


Louis estaba tan malditamente furioso.

Las luces están apagadas, el cuarto a oscuras y frío, a pesar de que las
dos personas en él se encuentran muy calientes. La nieve ha comenzado
a caer fuera y el viento golpea contra la ventana que hay casi llegando al
techo, pero Harry se encuentra muy ocupado para prestar atención a la
tormenta que, poco a poco, comienza a formarse.
No puede dejar de gemir sobre la boca del diablo debido a las aceleradas
embestidas que éste le daba. Tan solo se oían los chasquidos que
formaban sus labios, la cama crujir un poco y el sonido de Louis entrando
y saliendo de Harry. Ambos desnudos, unidos de la mejor forma posible.
-Voy a... -Intentó avisar el rizado, pero fue demasiado tarde. Soltó un
jadeo ahogado y algo agudo mientras arqueaba su espalda y doblaba los
deditos de sus pies, tensando cada musculo de su cuerpo a la vez que su
esencia salía, manchando ambos torsos. Exquisito.
Mientras intentaba recuperar la respiración, se mantuvo quieto hasta que
el ente llegó al orgasmo en su interior. Ambos quedaron sudorosos,
respirando entrecortado y con los cuerpos pegados. Louis se sostenía con
sus brazos a los lados de la cabeza de Harry, y comenzaba a darle
profundos y lentos besos en los labios, los cuales eran correspondidos de
inmediato. Sus manos bajaron por el pequeño cuerpo del menor hasta
llegar a las nalgas.
-Ya no voy a dejar que nadie vuelva a lastimarte. -Presionó sus manos
para apegarlos más, sin dejar de besarlo. Los brazos del menor rodeaban
el cuello del ente. -Tú eres mío.
-Sí... -Y, maldición, sí que lo era.
Los besos continuaron, pero Louis pudo notar como éstos se volvían más
lentos de parte de su niño favorito. Salió del interior de éste último y se
puso a su lado, atrayéndolo a sus brazos y agitando su mano, provocando
que las cobijas volaran en su dirección y los taparan a ambos.
Sabía que Harry no tenía sueño, porque llevaba durmiendo gran parte de
las tres semanas que había pasado sin irse ni un momento. El niño tenía
miedo, incluso a veces temía estando junto al diablo y éste debía de
comenzar a explicarle que nada más malo que él podía permanecer a su
lado a la vez que el ente se encontraba allí. Estaba delgado, pálido, con
marcas que él no hacía. Eran golpes, golpes insignificantes como rozar los
dedos contra un mueble, o marearse y apoyarse bruscamente contra una
pared. Ya no reía tanto, sonreía poco, y se mareaba mucho.
¿Debía Louis ignorar las súplicas de Harry e irse en busca de lo que lo
dañó? No estaban llegando a nada, y su niño moría lentamente. Por su
culpa.
Se pasó la noche en vela, como siempre, pensando miles de cosas
mientras acariciaba el rostro de su esposo y lo admiraba hasta el
amanecer.

Era 20 de diciembre. La nieve continuaba cayendo y la familia Styles


empacaba para irse a la cabaña en la cual siempre se hospedaban para
pasar la navidad junto a los tíos y primos de Harry. Éste último se
encontraba doblando ropa sobre su cama con un bolso abierto a un lado.
Dominique se oía en el piso de arriba y el rizado no paraba de tararearla.
Louis lo observaba en una esquina con los ojos más grandes de lo normal
y serio, como si estuviese traumado: Aquella canción había sido
reproducida más de siete veces y su esposo la seguía cantando.
-Por mí. -Dice el diablo antes de fingir apoyar el dedo índice en un vinilo.
La música del piso de arriba se para abruptamente y suspira, apoyándose
en la pared. Se oyen unos pasos y un "¡Yo lo arreglo!" de su cuñada antes
de que Dominique vuelva a ser reproducida desde el principio. Harry ríe
bajo, sin ganas. -Podría matar a tu hermana.
-Lou.
-Y quemar el vinilo con su cuerpo.
Harry niega. Sabe que Louis no habla en serio...o eso cree. Luego de
haber estado doblando un par de prendas por un rato finaliza por meter
éstas en el bolso. Ahora tan solo le queda doblar unos pares de calcetines
y su ropa interior. Ya ha metido el cepillo de dientes, dos toallas y un par
más de zapatos. Todo está en orden.
- ¿Qué es tan importante como para irse de viaje? -Pregunta Louis. Le
parece absurdo y no puede evitar resoplar mientras se apoya mejor
contra la pared, cruzando un poco sus piernas y metiendo sus manos
repletas de anillos de oro en los bolsillos de sus pantalones. - ¿Qué lo
hace tan especial?
Harry mete los calcetines en el bolso. ¿Le agradaría al diablo oír que
festejaban el nacimiento de Jesús? -Pues...se supone que es para pasar
la navidad en familia. Sospecho que no va a ser muy bonita debido a lo
de mi primo.

El rizado ya podía imaginarse peor de lo que estaba de ánimo al ver a sus


tíos llorar. Si, su primo era un torpe, y pasaba los límites de ser molesto.
Pero era un hijo, y perder a un hijo...debía de ser doloroso.

Louis sonríe de lado. -De todas formas, no era la mejor navidad cuando
tu primo estaba. Lo hacía peor. -Dice. Harry está de acuerdo, pero no
evita pensar en cómo es que Louis sabe aquello. Tal vez simplemente
adivinó, así que le resta importancia. -Son una familia rara. Empacan
ahora y se irán en la madrugada.

Harry suspira luego de meter su ropa interior y cerrar el bolso. -Es para
no hacer todo a último momento. -Explica con paciencia, y se gira.

Un repentino mareo lo deja algo atontado, y cree que es porque ha


adelgazado en los últimos días, pero casi de inmediato su vista comienza
a nublarse. Sus músculos se tensan y sus ojos se cierran mientras algunas
imágenes se hacen presentes en su mente. La noche, árboles, sus manos
bañadas en sangre, humo negro y profundo vacío. Todo es demasiado, y
antes de siquiera poder rogar por ello, Harry cae desmayado al suelo.

La oscuridad deja de consumirlo cuando una suave cachetada provoca


que sus enormes ojos verdes se abran abruptamente. Su respiración es
pesada, el miedo tiene tensos sus músculos y el -para nada extrañable-
pitido en su oreja le provocan ganas de llorar, pero está muy débil y
confuso para hacerlo. Parpadea un par de veces y su vista se normaliza,
dejando de ver puntos negros.
-Hey... -Oye decir a alguien, y aquella persona exhala con brusquedad,
notablemente aliviada. No se había dado cuenta que aquella persona era
Louis hasta que vislumbró entre la nubosidad de su vista aquel perfecto
e irreal rostro. Había sido imposible reconocerle a pesar de su voz, y todo
porque lucía preocupado.
Siente como los ricitos que cayeron en su frente son apartados, y luego
de observar alrededor y respirar profundo por unos segundos, finalmente
observa al ente. -Lou... -Dice con suavidad, débil. El pitido continúa
incluso viendo al diablo a los ojos, y una parte de él se encuentra aliviado
por no tener que apartar la vista. Moriría si no pudiese volver a admirar
aquellos preciosos ojos celestes en los que siempre se sumergía cuando
todo iba mal, e incluso había aceptado sumergirse también en el cuarto
de color rojo que había en un ojo. Le encantaba.

-Aquí estoy. -Nuevamente suena neutro, ya sin mostrarse tan


desesperado como anteriormente. -Te desmayaste. -Dice, y ayuda a
Harry a sentarse cuando éste último lo demuestra, pero jamás lo suelta.
Jamás.

El menor continúa observando alrededor, y ahora que no está tan


confundido como anteriormente, su ceño se frunce, desconcertado por el
cambio de horario. ¿Acaso se estaba haciendo de noche? La habitación
tenía muy boca luz. No oscuridad absoluta, es decir, todo apagado como
cuando uno cierra sus ojos. Más bien...triste. Todo muy oscuro y frío.

Él se moría de frío.

- ¿Cuánto tiempo he...?

-Diez minutos. -Responde Louis antes de siquiera dejarle terminar la


pregunta, y sus ojos comienzan a volverse bordó, oscuros. Sabe lo que
está sucediendo.
A Harry todo le recuerda a aquella vez que Muerte le quitó gran parte de
su alma. ¿Técnicamente Louis estaba cumpliendo con el trato? Porque
claramente no se está haciendo de noche. Antes de desmayarse era muy
temprano, e incluso aún debe ir a la escuela.

El diablo niega lentamente antes de ayudar a su esposo a ponerse de pie,


sosteniéndolo de la cintura al notar como éste se tambaleaba. Estaba
demasiado pálido, demasiado delgado, demasiado sin vida. Y todo por ser
el maldito rey del inframundo.

-Ya no puedo permitir que estés así. -Habla bajo, de manera temible.
Harry simplemente lo mira. -Tengo que irme. Debo irme.

La desesperación comienza a surgir en el pecho del adolescente,


recordando el miedo que sintió mientras se ahogaba bajo el agua y la
necesidad de tener los brazos de Louis envolviéndolo. Incluso luego de
aquello, hasta con la camisa del ente y en sus brazos no se sentía tan a
salvo.

-Lou, s-si tú te vas...lo que sea que me sigue, va a volver por mí. -
Intentaba conservar la calma, no ponerse a llorar, como siempre hacía.

-Puedo poner a uno de mis cuervos en donde sea que estés, ya lo he


hecho antes.

El diablo nota como, poco a poco, un inconsciente pucherito se forma en


los labios de su esposo, y es antojable a pesar de que éste está por llorar.

- ¿Y cómo resultó eso? -La voz del niño se entrecorta. Los flashes de aquel
momento comienzan en su cabeza, y le duele. Le duele tener que vivir
con culpa por el resto de su vida. -Dos personas murieron, fui golpeado y
casi me ahogo.

Los ojos de Louis comienzan a oscurecerse, y su mandíbula parece tensa,


como si estuviese conservando una ira que intentaba no dejar salir, pero,
irremediablemente, saldría. Le hartaba que el rizado continuara creyendo
que todo lo sucedido era su culpa. Si, él lo había invocado, pero, siendo
honestos, pudo sentir en aquel momento el cómo Harry no creía que
realmente podría invocar al diablo.
Y odiaba la manera en la que el mundano le hablaba ahora. No era
maleducada ni brusca. Era suave, pero cada palabra que soltaba era
cruda.

-Yo no iba a dejar que eso sucediera, y esas personas recibieron su


merecido. -La voz del diablo sale más baja, fría y ronca. Harry se encoge
en su lugar cuando el ente da un paso hacia el frente, quedando más
cerca. - ¿Cómo esperas que atrape a quien sea que quiere dañarte si debo
estar contigo cada segundo?
Harry no sabe qué hacer. Realmente no lo sabe. Su esposo tiene razón.
No sirve de nada que se quede allí, porque el rizado se estaba
deteriorando, su cuerpo parecía pudrirse por dentro y su alma dañarse
con el paso de los segundos. No quedaba mucho tiempo para que,
posiblemente, muriera. Sin embargo, el estado en el que se encontraba
lo hacía estar más confundido, menos esperanzado y más...suicida. Así
que no le importaba si llegaba a morirse, necesitaba a Louis a su lado.
Necesitaba no sentir miedo al llegar la hora de su muerte.
-Diriges un infierno. -Dice. No podía creer que estaba discutiendo con el
diablo, aunque, bueno, no lo tomaba realmente así. Era una discusión de
esposos. -Tienes demonios que pueden buscar a esa cosa.
Un gruñido parecía alzarse desde el pecho del mayor. - ¿Por qué todos
creen que porque dirija un infierno aquellos inservibles son capaces de
hacer algo? Por supuesto, ellos van a seguir mis órdenes y van a ir a
buscar a esa cosa que quiere hacerte daño, pero también son
manipuladores, y a la primera que los deje ir van a hacer lo que quieran.
No creo que te guste un ejército de demonios sueltos en la tierra.
Por supuesto que Louis no se negaría ver destrucción, caos,
muertes...pero para eso estaban los humanos.
Todos tenían esta imagen errónea del diablo, donde éste es un monstruo
rojo de cuernos con cola, ríe maniáticamente, golpea su trino contra el
suelo y hace maldades sin pensar en las consecuencias. La verdad del
diablo es que éste era malditamente inteligente, y calculador. No hacía
maldad solo porque podía -y claro que así era-, si no cuando realmente
algo sucedía. No quería acabar con el mundo, porque éste lo entretenía.
Le gustaba robar almas, le gustaba ver gente mala morir y tenerlas en el
infierno. Le gustaba dirigir, obligar, ser un rey...pero nunca sería un
estúpido.
Excepto cuando se trataba de Harry, por supuesto. Alguien le tocaba un
pelo y se volvía el diablo más estúpido.
-Matarme, Louis. Quiere matarme. -Harry corrigió. Louis no dejaba de
decir que aquella cosa quería "dañarlo", y ambos sabían perfectamente
que no era así. Era mucho peor.
El diablo respiró profundo, provocando que las cosas que había en las
paredes tiemblen levemente. -Y yo quiero matar a esa cosa, Harry. -
Respondió. Estaba intentando tanto mantener la calma, maldita sea. -Te
estoy dando una maldita orden y ni siquiera sé por qué intento que la
cumplas. Voy a poner un cuervo que te vigile, y cuando esa cosa intente
dañarte voy a volver, y la voy a matar. Y si te hizo daño, te curaré y todo
se acaba.
Las cejas del rizado se alzaron, indignado. ¿Acaso su esposo iba a usarlo
como cebo? Vaya. El nudo en su garganta iba a explotar, le ardían los
ojos y de su pecho irradiaba decepción, un leve enojo, miedo y mucha
tristeza. Le ponía mal el que Louis sepa que él sentía aquello, y aún
quisiese darle ordenes, como si no estuviesen casados.
- ¡No! ¡No va a acabar! -Finalmente alza la voz, explotando. El rostro del
diablo se alza un poco, queriendo mostrar superioridad. Por supuesto que
es superior, pero eran esposos. Y aunque todas las parejas siempre tenían
al hombre, el cual se creía superior y dueño de una mujer, Harry
detestaba aquello. La pareja era de ambos, y si Louis no podía aceptarlo,
continuarían así un largo tiempo. - ¡Porque tarde o temprano te llevarás
mi alma, y de una forma u otra, esto que harás no tendrá remedio porque
estaré muerto!
Da dos pasos hacia atrás, alejándose del ente y apoyándose contra la
pared. No puede evitar comenzar a llorar, y son sollozos leves, audibles.
Siente mucha tristeza en su pecho.
-Y-Y-Yo jamás...jamás te he pedido nada, siempre hago todo lo que
quieres, y no solo porque eres el diablo, sino también porque te respeto
y estoy de acuerdo contigo, p_pero... -Sorbe su nariz, volviendo a ver los
ojos del diablo. El pitido en su oreja realmente lo está lastimando. -...no
pongas ese tipo de autoridad en mí, como si fuese tu sirviente.
-Harry.
-Porque soy tu esposo. -El pucherito se intensifica y otro inevitable sollozo
sale de sus labios. -E-Estamos comprometidos, y no es justo. -Susurra.
Ambos se quedan viendo en silencio por un par de segundos antes de que
el rizado vuelva a hablar. -Intenta comprenderme, estoy asustado. -Su
voz nuevamente es suave, y él luce tan frágil y perdido que el diablo no
evita dar un paso hacia adelante. -Y quiero más que nada estar bien, pero
me he buscado esto. Yo te busqué, tú a mí no.
Louis asiente lentamente, neutro. -Bien. Entonces, si soy tu esposo y yo
no tengo derecho a decirte que hagas lo que es mejor, ¿Por qué aún crees
que voy a llevarme tu alma? -Aquello sorprende tanto a Harry que tan
solo se queda parpadeando, sin respuesta. - ¿Realmente crees que, luego
de todo lo que hemos pasado, voy a enviarte a un lugar en el que solo es
sufrimiento para toda la eternidad?
-Yo...
-Estoy buscando una manera de matar a lo que quiere matarte, y de alejar
a lo que te está matando. -Continúa. Con aquello último claramente se
refiere a él. -¿Aun así crees que mi intención es hacerte daño? -Da otro
paso, y ahora tan solo los rostros de ambos están a centímetros. -Yo
puedo chasquear mis dedos y romperles el cuello a todos los que amas,
porque no me importan. -Lleva sus manos a la cintura de Harry hasta
rodearla con sus brazos, atrayéndolo. El rizado hace puntitas de pie,
rodeando el cuello del ente con sus brazos. Las narices de ambos se rozan.
Necesitan cercanía, calor corporal mutuo luego de aquella gran discusión.
-Pero no lo hago, porque tú si me importas.
Harry traga saliva, intentando aliviar el nudo en su garganta y cierra sus
ojos. -Una vez dijiste que el diablo era muy mentiroso.

Siente que se le ha ido un peso de encima luego de soltar aquello, pero


aún teme por la respuesta. Louis niega lentamente, y una de sus
comisuras se alza un poquito.

-Y lo es. Lo soy. Mi intención no era que lo interpretaras de aquella


manera. -Dice. Se le cruza por la cabeza miles de formas de explicarle a
su niño favorito lo que realmente significaron aquellas palabras, pero tan
solo ambos rozan sus labios. -No puedo mentirte a ti, no a menos que sea
para protegerte.

Harry alza un poco más la cabeza y ambos comparten un profundo y lento


beso. Sus lenguas se acarician lentamente, y el agarre de Louis se
reafirma en la cintura del menor, el cual está pegado a la pared. El beso
está, poco a poco, subiendo cada vez más de tono. Les encanta sentirse,
les encanta haber tenido la oportunidad de terminar de aquella manera.

Harry está encantado cuando Louis baja sus manos repletas de anillos a
sus muslos y lo alza, dirigiéndose a la cama. Una de sus manos hace un
movimiento y el bolso con ropa cae al suelo, dejando la cama libre para
acostar a su niño favorito. Una vez lo hace, el diablo se acuesta sobre él
y lo toma de las manos, alzándolas hasta dejarlas a los lados de su rizada
cabeza, con los dedos de ambos entrelazados mientras el beso ardiente
continúa. El diablo comienza a realizar movimientos sobre el cuerpo del
menor, provocando que ambos miembros se friccionen por encima de la
ropa. Harry comienza a gemir entrecortadamente sobre los labios de su
esposo.
-Lou... -No puede formular palabra debido a que la boca del rey del
inframundo ha ido a la piel en su cuello, besando de manera húmeda y
caliente antes de comenzar a hacer succiones, marcándolo. Sus manos
repletas de anillos sueltan las de su niño y las dirige a las nalgas de éste
último, presionándolo más contra él y sus movimientos. -Uhm...
Si, tenía la opción de relajarse, dejarse llevar. Quería estar con Louis,
realmente quería. Sin embargo, debía ir a la escuela, o sus padres
nuevamente sospecharían que estaba enfermo...lo cual así era. Frunció
apenitas el ceño mientras llevaba los brazos alrededor del cuello del ente,
el cual comenzaba a besarle detrás de la oreja, volviéndolo loco.
-L-Lou, la escuela...no hay tiempo. -Gime debido a que las fricciones son
más profundas. Dio...Diablos. Se siente tan bien.
-Yo controlo el tiempo. -Louis se excusa.
La risa surge desde el pecho de Harry, de manera honesta y levemente
ruidosa. Sus carcajadas suenan dulces, parece un niño de seis años
riendo. Louis detiene las fricciones y se aparta un poco para observarlo
serio, neutro. A cualquiera le daría miedo aquella mirada, pero Harry ya
se había acostumbrado. El diablo se limitó a admirar aquellos pequeños
segundos en donde su esposo reía. Apenas sonreía últimamente, y ambos
sabían por qué era.
Harry lo observó con una débil y dulce sonrisita, levemente sonrojado
mientras una de las manos del diablo iba hacia la mejilla del niño, tocando
sobre el rubor. El rizado podía jurar que su corazón iba a salirse de su
pecho, debido a que pocas veces Louis tenía aquellas demostraciones de
afecto. Poco a poco ambos estuvieron serios, tan solo viéndose a los ojos.
-Te amo, Lou. -Susurra.

Louis suspira mientras lleva su mano a los ricitos de su niño, acariciando.


-Lo sé, pequeño. -Responde. Harry traga el nudo que comienza a
formarse en su garganta al no ser correspondido. Era tan inseguro. Sin
embargo, la respuesta de Louis había sido más afectuosa que las veces
anteriores. -Necesito que hagamos lo que te propuse.
Harry suspira entrecortadamente. -E-Está bien, pero...pero mañana. Por
favor, que sea mañana.
Louis se lo queda viendo fijamente, como queriendo decirle algo. -Bien,
mañana. -Harry sabe que no está de acuerdo por su tono. Ambos vuelven
a besarse y la fricción continúa luego de unos segundos.
Harry no puede dejar de suspirar mientras oye la respiración profunda del
diablo en su oreja. Sus pequeñas manos acarician la cálida espalda del
ente por encima de la camisa, y deseando sentirlo más, tímidamente mete
sus manitos por debajo de ésta, sintiendo la calidez en sus dedos.
Louis no evita gruñir levemente ante aquello. Le gusta. Baja sus manos y
abre el pantalón de Harry, bajándolo junto a su ropa interior. Hace lo
mismo con los suyos y nuevamente comienza una fricción. Ambos
suspiran al sentir el placer intensificado, y nuevamente se abrazan
mientras mueven sus pelvis a la par.
-Dios... -Harry jadea, y Louis sonríe de lado mientras le besa la piel del
cuello. -Ah...
- ¿Te atreves a soltar el nombre de Dios mientras estás en la cama con el
diablo? -Silba en aprobación y, con sus manos en las nalgas de Harry, las
presiona para sentirlo aún más. -Eres un niño malo...
Harry, sonrojado, pero sin dejar de gemir suavemente, lleva su boca a la
oreja del diablo y exhala entrecortadamente. -Diablos. -Corrige en un
gemido.
Louis muerde suavemente el cuello de su esposo. -Ese es mi niño. -
Porque, joder, ama ver a su personita inocente volverse algo rebelde.
Ambos comienzan a sudar, el placer que fluye por la sangre de ambos es
demasiado, sus erecciones palpitan demasiado fuerte y, oh, se siente tan
bien. Los movimientos de ambos son bruscos. Louis sabe cuándo Harry
está cerca por sus bonitas expresiones, en donde entreabre sus labios sin
soltar más que suspiros y frunce levemente el ceño. Rápidamente besa
sus labios, y hace que sus lenguas se encuentren una vez más.

-Aguanta. -Louis dice entre el beso, y Harry niega. No puede, es


demasiado. -No, aguanta. -Suena como una orden.
Abre las piernas del menor un poco más y, aún friccionándose, mete dos
dedos en el interior de éste. Un gemido algo ruidoso y agudo sale de la
boca del rizado antes de ser besado nuevamente. Apenas puede respirar
de lo bien que se siente. Los dedos del diablo realizan un vaivén, rozando
su punto dulce. Su interior se contrae, y quiere alejarse de la boca del
ente para respirar profundo, pero éste lo tiene agarrado de la mandíbula
con su mano libre. Es demasiado, simplemente demasiado.
-Me corro... -Jadea, y cuando el diablo mueve sus dedos contra el punto
dulce del niño, aquello ya es suficiente. Éste último se arquea, dejando
su boca entreabierta, doblando los deditos de sus pies y sintiendo el placer
más exquisito mientras derrama su esencia entre los cuerpos de ambos,
manchando sus torsos.
Se relaja de inmediato y espera hasta que el diablo finalmente llega al
orgasmo, también manchando sus torsos. Harry necesitaba un cambio de
ropa.
En serio.

|| Continuación del prólogo III. ||

Se alejó un poco y quedo bastante cerca de los rojizos y gruesos labios


del rizado, casi los rozaba. Harry podía sentir como se le iba el alma poco
a poco.
-...Creo que es hora de una ducha, niño favorito. -Susurra,
sorprendentemente sonriendo de lado al alejarse. Ya se ha acostumbrado
a que le llame de esa forma, pero nunca ha podido dejar de sonrojarse
como la primera vez.
Luego de que Harry asiente, el demonio se hace a un lado y el mundano
se encamina hacia la puerta del sótano, dispuesto a bajar los escalones.
Un leve mareo provoca que todo se vuelva más borroso. Una melodía
comienza a sonar, gritos y lamentos le dan jaqueca antes de tambalearse
y caer, golpeando fuertemente su cabeza y dejándolo en completa
oscuridad.
Al fin.

Sus ojos se abrieron lentamente. Le pesaban demasiado y todo su cuerpo


dolía. Hay una especie de vacío más notable en su pecho, y el malestar
no está presente. Es cuando nota esto último que sus ojos se abren.

El hospital...de nuevo.

Cielos. La gente de seguro ya le conocía allí.

Tenía algo inyectado en uno de sus brazos, una venda en una de sus
muñecas, la cual dolía como el infierno al que seguramente iría, y a su
madre sentada en una silla de al lado. Es cuando respira profundamente
que Anne jadea bajo, aliviada y se acerca, tomándole la mano sana a
Harry.

-Amor.

El rizado carraspea. Su garganta está algo seca. - ¿M-Mamá?

-Sh, tranquilo. -Le sonríe dulcemente, intentando verse tranquila


mientras comienza a acariciarle los ricitos. -Estás bien. Te diste un golpe
fuerte, pero estás bien.

- ¿Qué sucedió?

-Te caíste de las escaleras. -Anne dice, y sus ojos se llenan de lágrimas.
La culpa carcome a Harry.
-Oh. ¿Cuánto dormí?
-Ha pasado un día, bebé. -Vaya. -Supongo que te dejarán irte hoy, en un
par de horas. Iremos a la cabaña, y durante el viaje pondremos la música
que tú quieras. -Harry agradecía tanto el cómo su madre quería ponerle
de mejor ánimo con caprichos. No pudo evitar sonreír débilmente, no
mucho ya que le dolía todo. -Hornearé cosas ricas, y comerás mientras te
arropo en tu mantita, y estarás bien. ¿Si? -Harry asintió lentamente
mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. - ¿Te duele algo?

El corazón.

-Me duele la cabeza, el rostro. El torso, las rodillas y sobre todo mi


muñeca.

-Tienes muchos hematomas, Harry. Y tu muñeca se rompió. Debes tomar


remedios.

- ¿Papá y Gemma?

-Están fuera. Tu padre quería verte, le diré que pase. -Deja un beso en la
frente de Harry antes de ponerse de pie.

- ¿Mamá? ¿Puede papá traerme un poco de agua, por favor?

-Claro, mi cielo. -Y salió.

Se mantuvo esperando allí, mirando al techo. Tenía miedo, pero estaba


intentando ser valiente. Había pasado un día sin Louis, y ya que estaba
mejor física -bueno, no tanto- y mentalmente, podía pensar en que
claramente el diablo tenía razón.

-Hey, Hazz. -Parpadea y nota a su padre entrando a la habitación con una


leve sonrisa. Harry tan solo sonríe débilmente mientras ve a Des sentarse
en el asiento que había a un lado de la camilla. Suspira. -¿Cómo te
sientes?

-Estoy vivo. -Harry responde, nuevamente poniéndose serio.


-Eso es bueno. Hablé con el doctor, podrás irte en unas horas. -
Finalmente una buena noticia. Harry asiente, realmente aliviado. - ¿Tú
quieres que vayamos a la cabaña? Porque si estás mal y no quieres
puedes decírmelo. Y no lo haremos.

Ese fue un detalle realmente bonito de parte de su padre. Por primera vez
en mucho tiempo sentía que alguien escucharía su opinión. Con una leve
sonrisita negó.

-No, no. Está bien, quiero irme. Creo que me hará bien despejarme un
poco.

Des asiente, de acuerdo. -Oh, toma. -Y Harry tampoco había notado el


vaso con agua en la mano de su padre. Lentamente se sienta, negándose
a la ayuda del hombre y toma el vaso con su mano sana, bebiéndoselo
todo. Se lo devuelve a su padre y se estira un poco. -Él me lo dijo.

Harry nuevamente ve a Des. -... ¿Qué? ¿Quién?


-Él. El hombre de ojos rojos. -Dice. A Harry se le va la respiración, o al
menos eso siente. Le da miedo cuando alguien más habla de Louis, porque
no sabe qué hacer o qué decir. Su padre lo está viendo fijamente, de
manera neutra. -Me buscó, sabía que yo estaba en el piso de arriba
cuando llegaste. Me dijo lo que debía de hacer, y te traje al hospital.
Harry traga con fuerza mientras lágrimas escapan de sus ojos y fluyen
lentamente por sus mejillas, observando a su padre con mucha
culpabilidad. Aprieta sus labios y asiente lentamente, bajando la mirada
y volviendo a tragar con fuerza.
-Gracias. -Dice con su voz baja, rasposa.
Su padre acerca más su silla a la camilla de su hijo y se inclina, viéndolo
fijamente. - ¿Por qué estás llorando? -Harry niega lentamente. Aquellas
preguntas solo le provocan más ganas de llorar. -Harry...hijo, necesito
que me escuches. -Harry lo observa luego de limpiar su rostro. Se siente
pésimo. No solo es la culpa, el miedo, el extrañar a Louis, si no que todo
su cuerpo le duele, y se siente solo. Extraña a Fionn, extraña a Gemma.
-Aprendí la lección, y no voy a juzgarte. -Le aparta los ricitos de la cara a
su hijo. -El día en que me fui allí, antes de eso, tú me dijiste muchas
cosas.
-Lo sie-
-No. -Interrumpe Des. No quiere disculpas. -Me dijiste muchas cosas que
eran ciertas, y aquello hizo algo en mí. Muy pronto comencé a pensar
igual que tú, abriste mis ojos y me sentí asqueroso. -Confiesa. -Sabía que
no iba a cambiar de un minuto a otro, pero podía intentarlo. Podía
comenzar, y el comienzo de aquello era pedirte una disculpa. Pronto salí
de la casa, volví a estar dentro. Y luego caí, y ya no pude salir. Y sé que
aquí no fue así, y cuesta perdonarme, pero hace tres años que no te
veo...y lo que menos quiero que sientas es que voy a decirte algo que no
quieres oír.
Una sonrisita débil se forma en el rostro de Harry mientras las lágrimas
continúan cayendo. -Gracias, papá.
Des asiente, apretando sus labios mientras se pone de pie. -Solo espero
que estés haciendo lo correcto. -Dice. -Voy a pedir algo para que comas,
de seguro tienes hambre. Ahora vuelvo.
Harry asiente y, una vez más, limpia su rostro mientras observa a su
padre salir de la habitación. Suspira, y siente que, por fin, luego de mucho
tiempo, algo le salía bien, y tenía el apoyo que necesitaba. Nuevamente
se acuesta y se pone de lado, viendo hacia la ventana los árboles que
había por la ciudad. Frunce un poco el ceño al observar una pequeña
figura negra en uno de los troncos de los árboles y suspira al notar al
cuervo allí. Bueno, al menos está siendo cuidado.
"Espero que estés haciendo lo correcto."
Tal vez no lo estaba.
Pero definitivamente Louis era lo correcto en su vida.
La familia Styles partió a las afueras de Londres al siguiente día. Harry
había salido unas horas después desde que había despertado, pero
decidieron esperar un poco, dejarlo descansar en su propia casa, en su
cuarto, donde el rizado menos quería estar. Podía sentir el malestar -el
normal- irse lentamente de su cuerpo, dejándole un leve vacío en el pecho
que, poco a poco y sin darse cuenta, iba volviéndose más grande.
El estar solo, en silencio y acurrucado en la cama de su habitación le hacía
recordar cuánto extrañaba a Louis, y lo mucho que, a veces, odiaba que
fuese el diablo. Tenerlo lejos de él era una lenta tortura, y prefería pasar
por cualquier otra que le trajera dolor físico a pasar por uno que solo le
hacía doler el corazón y no parar de pensar ni por un segundo.
Habrá quedado clarísimo que no había descansado ni un poco aquella
noche, porque todo el cuerpo le dolía, y porque no podía dormir sin hablar
con Louis antes. Además de sus hematomas y notables ojeras oscuras
bajo sus ojos, cargaba con un tremendo mal humor que apenas lo estaba
dejando respirar.
Su familia, la cual jamás lo había visto de aquel modo, tan gruñón y
maleducado, decidieron ignorarlo y tratarlo como siempre antes de irse
al auto. Anne y Des conversaban en los asientos de adelante, Gemma
escribía en su diario y Harry veía por la ventana en el asiento de atrás.
—Será un precioso viaje, ¿Verdad?
—Sí, cariño. —Le respondió Des a su esposa, suspirando y mirando por el
espejo retrovisor a su hijo. —¿Harry? ¿Todo en orden?
El niño miró los ojos de su padre fijamente por el espejo, de mala manera.
Si no fuese tan adorable, probablemente daría miedo. Gemma silbó al
notar que no hubo respuesta de su parte.
—¿Estamos de mal humor? —Bromeó con ánimos, aun escribiendo en su
cuaderno.
Harry regresó la mirada a la ventana. —Sí, le sucede a la gente que se
cae por una escalera y se lastima. —Respondió, sarcástico.
Su hermana se encogió de hombros. —Cada uno sabe en lo que se mete,
¿Verdad?

Y Harry no entendía, realmente no entendía qué era lo que sucedía: Tal


vez extrañaba mucho a Louis, tal vez necesitaba su presencia, tal vez no.
Tal vez estaba harto de lo que le sucedía, de la farsa de familia que llevaba
consigo y el cómo ninguno quería admitirlo, o el como su padre intentaba
brindarle su confianza cuando había sido una porquería por largos años.
No sabía qué era, realmente no, pero aquella ira enjaulada en su pecho
lo hizo girarse lentamente hacia su hermana y dedicarle una mirada
desquiciada.
—Estás muerta. —Simplemente le dijo, algo ronco debido al enojo que
cargaba encima. La adolescente se lo quedó viendo a la vez que Anne se
giraba, indignada al haber oído a su hijo.
—¡Harry Edward Styles! ¿Qué rayos sucede contigo? —Harry la observó
de reojo, pero no le quitaba la vista de encima a su hermana. —¡Mírame
cuando te hablo! —Finalmente lo hizo. Madre e hijo intercambiaron
miradas. —No sé qué te sucede, pero no quiero que vuelvas a decirle
cosas así a tu hermana, y menos de aquella manera. ¿Me oíste?
Harry parpadeó rápidamente por unos segundos, nuevamente viendo a
Gemma, la cual se veía incómoda y asustada mientras se alejaba un poco
de su hermano menor. Éste último comenzó a sentir un fuerte nudo en
su garganta, porque se había dado cuenta que había asustado a su
hermana, pero ya estaba cansado de pedir disculpas sin obtener nada
bueno a cambio. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y asintió
lentamente ante la última pregunta de su madre, girándose nuevamente
hacia la ventana y acurrucándose, observando el paisaje y al cuervo que
le seguía.
—Ya, ya. No le grites, Anne. —Su padre intervino. —Y Gemma, no hagas
bromas. Le duele el cuerpo, no ha descansado bien. No quiero que le
dirijan la palabra, ¿Me oyeron?
La mujer pareció darse cuenta de lo ruda que había sido en una situación
donde claramente no debía y se giró nuevamente para ver a su hijo,
arrepentida. —Lo siento, bebé. —Dijo. Harry no respondió, tan solo
dejaba caer sus lágrimas y observaba fijo por la ventana. Anne se giró
tan solo unos segundos, tomando una manta que tenía por allí antes de
volver a ver a su hijo y acomodársela encima con cuidado. —Intenta
descansar, ¿Si? —Fue lo último que dijo antes de volver a girarse.
El auto quedó en silencio, y Harry finalmente se durmió.
—¿Hazzie? Harry, llegamos.
Los ojos del adolescente se abrieron lentamente, notando que era de
noche. El cielo estaba nublado y hacía tanto, tanto, tanto frío. Su padre,
quien lo había despertado desde fuera de la puerta del asiento trasero, lo
ayudó a bajar con mucho cuidado, aun manteniéndolo envuelto en la
manta, y lo ayudó a entrar a la cabaña. Aquella cabaña que le traía miles
de recuerdos y sensaciones, buenas y malas.
Su madre lo ayudó a caminar desde la puerta principal debido a que Des
volvía al auto junto a Gemma en busca de los bolsos de todos, que se
encontraban en el baúl. Su tía Jacky lo recibió entre sus brazos,
intentando aparentar una de sus mejores sonrisas. A Harry le dolió tanto
que apenas y pudo devolver aquel dulce y cálido abrazo de parte de una
de las mujeres más gentiles.
—Mira que hermoso que estás, Harry. —Dijo, alejándolo de su cuerpo y
dejando un beso en la frente del de ricitos, el cual cerró sus ojitos tan solo
por esos segunditos.
—Estoy muy golpeado.
—Eso no evita que seas hermoso. —Respondió la mujer, y luego saludó a
Anne.
Harry observó a Joffrey, su tío, el cual le dedicó una ligera sonrisa y
también lo envolvió en un abrazo, diciéndole cuánto le alegraba verlo. Se
veía decaído, ojeroso e incluso había bajado de peso. Tuvieron una
pequeña conversación donde ambos se preguntaban cómo estaban, y
donde ambos mentían terriblemente. Sus primos se encontraban en una
punta de la habitación, ambos sentados en un sofá y evadiendo la mirada
de Harry, completamente serios. Éste último decidió no saludarlos, por su
bien y el de ellos.
Luego de que Des y Gemma adentraran los bolsos comenzaron a decidir
los cuartos en los que los niños iban a dormir. Eran cinco, y con dos ya
ocupados, Joffrey sugirió que sus hijos durmieran en la misma habitación,
y que Gemma y Harry se quedaran con las otras dos. Jacky anunció la
hora de la cena y todos fueron a sus respectivos asientos, sirviéndose un
calentito plato de fideos con salsa.
Llegaba la hora de rezar, Joffrey y Jacky se tomaron de las manos,
intentando, de alguna forma, demostrarse apoyo. El mayor de los
hermanos Styles observó al menor.
—¿Des? ¿No vas a comenzar tú?
Des suspiró y negó, sonriendo sin ganas. —...Ya no. Que alguien comience
por mí. —Honestamente, se veía desinteresado en el tema.
Luego de un incómodo silencio todos cerraron sus ojos y Jacky comenzó
a rezar, pidiendo por el bienestar de su familia, por estar yendo por el
buen camino, disculpándose por lo que sea que hizo que su hijo muriera
mientras su voz se le quebraba levemente. Harry abrió sus ojos y se
mordió el labio inferior, entre culpable e incómodo mientras observaba de
reojo a su tía. No soportaba aquello que ardía en su pecho, que no lo
dejaba disfrutar de una simple cena. Ni siquiera tenía hambre. Llevó su
mirada al resto de la familia, y no se sorprendió tanto al notar que su
padre se encontraba observándolo fijamente. Intercambiaron miradas
hasta que Jacky finalizó de cerrar, y luego observaron sus platos,
comenzando a cenar.
Todos charlaban entre sí, y los únicos que no hablaban eran Harry y Des.
El rizado entendía el porqué. Sabía que su padre notó lo incómodo que
éste se veía ante la mención de su primo, y probablemente lo sospechaba.
Finalmente terminaron, y todos decidieron irse a sus respectivas
habitaciones debido al cansancio del viaje y bajos ánimos. Minutos
después la cabaña estaba en completo silencio, lo único que se oía era el
viento fuera. Hacía un frío infernal. Harry se encontraba buscando en su
bolso lleno de ropa su camisa blanca de mangas largas y pantalones
holgados. A pesar de llevar puesta su camisa blanca, suéter bordó,
pantalones negros y kickers, tenía demasiado frío. Honestamente, no
podía esperar a vestirse y meterse bajo las cobijas, calentito.
Bostezó y se dirigió hasta el sofá individual de la esquina de la habitación,
intentando no tropezar debido a que la luz estaba apagada. De todas
formas, iba a dormir ya. Dejó el bolso sobre el sofá y se inclinó a cerrarlo.
Un reconocible malestar comenzó a formarse en su estómago y se quedó
congelado por unos segundos, intentando descifrar si era real.
Lentamente comenzó a enderezarse y respiró profundamente antes de
comenzar a girarse. Una silueta oscura y más alta que él apareció justo
en frente, y pudo apreciar aquellos ojos celestes con un cuarto de rojo,
los cuales le veían fijamente.
Era el diablo. Venía y no a por él, más bien, solo por él.
Intercambiaron significativas miradas antes de que Harry intentara tragar
el nudo en su garganta. El rey del inframundo dio otro paso adelante, y
tan solo los separa una pequeña corriente de aire.
—Lou... —Harry pudo soltar, aguantando el llanto, tan solo admirando la
pieza de arte que había frente a él.
Louis llevó su mano repleta de anillos a la mejilla del rizado y acarició con
lentitud el hematoma que había en ésta, borrando el dolor, pero sin poder
borrar la marca. Finalizó por suspirar lentamente, sin dejar de ver
fijamente a su pequeño. Éste último notó que, nuevamente, el pitido
había desaparecido.
—He comprobado una duda que habitaba en mí. —Dijo. Harry creyó morir
al oír su voz. Probablemente sonaría muy exagerado, pero dos días habían
sido dos eternidades. No podía seguir adelante sin la única persona que
lo hacía sentirse vivo, incluso cuando muchas veces era la razón por la
que podría morir. —No puedo pasar mucho tiempo sin verte. —Confesó,
y al rizado comenzaron a caerle lágrimas por las mejillas mientras sonreía
débilmente. Segundos atrás, antes de sentir aquel malestar en su
estómago, estaba teniendo los peores días de su vida, pero el toque, la
presencia y las palabras de su esposo lo cambiaban todo. —¿Mi niño
favorito me extrañó?
Harry rio corta y silenciosamente. —Te eché de menos. —Dijo con su voz
completamente entrecortada, aun sonriendo mientras sus lágrimas no
paraban de caer y su barbilla temblaba levemente; Claras señales de que
quería llorar con todas sus fuerzas.
El diablo sonrió egocéntricamente, de lado. —¿Demasiado?
—Demasiado, con todo mi corazoncito.
Su esposo suelta un silbido antes de acercarse más, rodeando la cintura
del más bajo con sus fuertes brazos envueltos en aquella camisa negra
abotonada hasta el cuello que siempre llevaba. —Eso es mucho. —
Susurra, y roza sus labios con los de su niño. —Te necesité tanto, niño.
¿Te mencioné que el tiempo en el infierno es diferente? Para mí, han
pasado meses sin verte.
—Aquí han pasado dos días, pero se sintieron como años. —Responde
Harry, y no entiende porqué, pero su cuerpo comienza a temblar
incontrolablemente.
Louis nota aquello y guía a su niño a la cama. Sabe lo indefenso que éste
se sintió, el miedo que tenía de ser lastimado nuevamente y la culpa que
cargaba al tener que hablar con la familia del imbécil que mató. A pesar
de todo, había sido muy valiente, pero se merecía un descanso, se
merecía alguien que contuviese su llanto y lo llenara de besos.
El diablo creía que Harry merecía todo.
Una vez lo acostó, se sentó a un lado y observó su pequeño cuerpo antes
de comenzar a desnudarlo. Cada prenda que quitaba iba al suelo, y sus
manos recorrían la piel dañada de su niño, curando el dolor de cada golpe.
Se encargó de besarle suavemente la pancita cuando le quitó el suéter y
desabotonó la camisa, de curarle el dolor de costilla y la muñeca que había
estado rota y estaba lentamente mejorando. Finalizó por ponerse sobre
él, tapándolo con su cuerpo y llevando sus suaves besos a su cuello. La
fragilidad, dulzura de éstos, y el calor que emanaban los brazos del diablo
envolviendo su cuerpo lo hicieron, inevitablemente, comenzar a llorar
dolorosa y silenciosamente.
Louis simplemente lo mantuvo cálido en sus brazos, callándolo con bajos
“shh” cerca de su oreja, dejando unos cuantos besos en ésta, como si
fuese un bebé. Era su bebé. Apartó su rostro del cuello del menor y le dio
un suave beso en sus labios antes de volver a sentarse, tan solo para
tomar la ropa de dormir que estaba estirada en la punta de la cama y
comenzar a vestirlo lentamente. Una vez finalizó se acostó a un lado de
su esposo e hizo un movimiento con su mano, provocando que las cobijas
llegaran hasta él, tapando los cuerpos de ambos.
Harry sorbió su pequeña nariz. —Te extrañé tanto. —Dijo.
—Lo sé. —Respondió el diablo luego de atraerlo contra su cuerpo. Llevó
su dedo índice y pulgar al mentón del rizado, alzando su rostro y besando
sus labios lenta y profundamente, con ansias de sentirlo más.
El rostro del niño permanecía quieto debido al agarre en su quijada, pero
movía sus labios, intentando seguir el compás del diablo, y la manera en
que su lengua acariciaba la suya propia. Sentía los cosquilleos en su
pancita, las mariposas revoloteando en éstas ante lo exquisito que estaba
siendo aquel beso. Era como probar la fruta prohibida. Amaba la manera
en la que el ente tomaba iniciativa, posesión. Le daba lo que quería, lo
que necesitaba. Pasan los minutos y sienten que es tiempo de despegarse
un poco, incluso cuando no es lo que quieren. Ambos se observan
fijamente luego de unos segundos.
—¿Qué hiciste el tiempo que no estuve aquí? ¿Fuiste un niño bueno? —Lo
último lo preguntó de manera burlona. No le importaría si su niño de vez
en cuando fuese malo, solo no quera verlo triste.
Harry suspira y baja la mirada, avergonzado y haciendo trompita con sus
labios mientras comienza a mirar los dedos de su mano, moviéndolos.
Está avergonzado. —Estuve...de un humor terrible.
Louis nuevamente silba, satisfecho. Le hubiese encantado ver eso, ya que
siempre veía a su niño estar triste, o neutro, o pidiendo perdón.
—Debió ser entretenido.
—Pues...le dije a mi hermana que se considere muerta cuando me
molestó, y fui maleducado con mis papás. No respondí a sus preguntas,
me la pasé callado y gruñéndole a todo el mundo. —Dice, y se sonroja.
Louis deja un beso en la mejilla del niño. —Ese es mi niño favorito. —
Dice, y sostiene a Harry, dejándolo sobre su propio cuerpo mientras
bajaba sus manos a las nalgas del menor, presionándolas. —Te habrás
visto tan condenadamente caliente. —Dice antes de darle un beso casto
en los labios y dejar su nariz pegada contra la ruborizada mejilla del
rizado. —¿Los castrati?
—Ellos no me hablan, están de lutos y saben que tengo algo que ver. —
El diablo resopla ante aquello y parece querer opinar, pero Harry decide
cambiar el tema rápidamente. —¿Qué hiciste tú?
Louis invierte las posiciones, dejando a su esposo bajo su cuerpo, viéndolo
fijamente a los ojos. —Tuve algunos asuntos de los cuales ocuparme. Más
que nada, busqué a la cosa que quiere lastimarte.
Harry se tensó de inmediato. Le ponía nervioso que haya algo tras él, y
tener noticias de ello.
—¿Le encontraste?
—Estoy cerca. Es un demonio.
Harry revolotea sus pestañas, completamente sorprendido. ¿Un demonio?
¿Qué quería un demonio con él? ¿Por qué quería dañarlo y matarlo?
—Oh...oh, vaya.
—Torturé a muchos, y nadie sabe cuál es su nombre. Al parecer, trabaja
solo. No habla con otros, y está en la tierra desde hace mucho tiempo
como para reconocerlo. He ido en busca de tu amigo.

—¿Fionn? —Su corazón comenzó a latir rapidísimo, temiendo lo peor.

—El otro.

—Liam

—Lo he estado vigilando. No siento ninguna presencia con él, y si hubo,


no ha aparecido en días.

Harry sabía que Louis había vigilado a Liam debido a las sospechas del
menor, y es que se veía bastante obvio. ¿Era posible que se haya
equivocado? Y si no era así, ¿Por qué lo haría? ¿Por qué invocaría a un
demonio y haría un pacto?

—Tal vez yo estaba equivocado. Es decir... ¿Por qué Liam invocaría a un


demonio? —Decidió decir lo que pensaba. Tal vez Louis podría ayudarlo a
resolver sus dudas.
—No encuentro una respuesta. Sin embargo, ¿Por qué tu invocarías al rey
del inframundo? —Harry se queda en silencio ante aquello. Era verdad.
Nadie era lo que aparentaba. —Como ves, no somos lo que aparentamos.
No pudo evitar reí silenciosamente notar que habían pensado lo mismo.
¿Acaso era el alma gemela del diablo?
Aquello lo hizo meterse en una laguna inconclusa: Decisiones o
pensamientos sin respuesta, todos relacionados con su futuro y su
esposo.
—Lou...
—Mh. —Estaba muy ocupado comenzando a trazar húmedos besos en la
piel del cuello de su niño favorito.
—Tú, bueno... —Está nervioso. Baja la mirada cuando Louis se aleja un
poco y lo observa, intrigado. —...Esto es serio.
—¿Esto?
—Nosotros. —Louis se queda callado, queriendo oír más. —Yo...es decir,
tú... ¿Has pensado en el futuro?
—No pienso en el futuro.

—N-Nuestro futuro. Nosotros dos, juntos.


El diablo nuevamente se acuesta a un lado del niño y lo atrae a su pecho,
tomándole la mano la cual llevaba el anillo que le dio, comenzando a
besarle los nudillos.
—No lo he pensado, pero supongo que te he dicho un poco de él cuando
te di mi anillo. —Dice. El menor alza la mirada, y ambos se observan
fijamente. —“Serás mío por siempre. Nadie se atreverá a tocarte, a
menospreciarte ante mi presencia, hasta los siglos de los siglos.” —No
evita sonreír de lado. —Amén. —Se burla.
Harry ríe bajo y dulcemente, con un brillito en sus enormes ojos verdes.
—Lo recuerdas.
—Por supuesto. Es el día que declaré tu trono junto al mío.
Aquello lo hizo cohibirse un poco, y tal vez se asustó. Era extraño, extraño
y muy en serio el tener un trono en el mismísimo infierno. No podía
arrepentirse, no había vuelta atrás.
—¿Asustado, niño favorito?
—No. Yo... ¿Tendré que ir al infierno para estar contigo?
—No. Solo irás al infierno cuando tú quieras. De hecho, ya puedes.
Harry asiente lentamente, pero segundos después se da cuenta de lo que
su esposo dijo y se lo queda observando, quieto.
—... ¿Qué?
—Como oíste.
¿Acaso...podía ir al infierno y regresar? ¿Sin morir? ¿Al verdadero
infierno? Los nervios comenzaron a instalarse en su estómago, y la
curiosidad crecía en su pecho.
—Si voy... —Hablaba con cuidado debido a que estaba pensando en
consecuencias. —... ¿Podría regresar?
—Por supuesto, no estás muerto.
—Oh. —Se queda callado mientras observa como Louis le besa la palma
de la mano. —¿Lo permitirías? Quiero decir... ¿Permitirías que vaya?
El diablo deja de hacer lo suyo y ve fijamente a Harry. Luce intimidante y
hasta da un poco de miedo. Tal vez sea porque la respuesta que dará no
es lo que realmente quiere decir. —Jamás lo prohibiría, pero no me parece
buena idea. Hay mucha pureza e inocencia en ti, ver eso podría afectarte,
aún más sabiendo que gente que conociste está allí, o que tu inservible
progenitor lo estuvo por un tiempo. Siento que la culpa te carcomería.
La culpa ya me está carcomiendo. —Quiero ir. —Responde, decidido. En
parte, lo merezco. Merezco más culpa.
Ambos se observan fijamente a los ojos por unos largos segundos. Harry
sabe que no es lo que Louis quiere realmente, pero también sabe que una
parte de él no se lo negaría.
—Vístete.
Ambos se levantan de la cama. Harry básicamente corre a vestirse
mientras Louis le da la espalda, observando por el ventanal que había en
aquella habitación y daba a aquel patio trasero en donde había visto a su
niño hace mucho tiempo.
—Toma otra prenda de ropa. —Le dice a su esposo, el cual ya ha
terminado de vestirse con la ropa que anteriormente llevaba puesta.
Harry acomoda sus rizos antes de observar alrededor. —¿Cualquiera? —
Louis, aún de espaldas, asiente. El rizado se gira y busca en su bolso con
ropa cualquier cosa. Encuentra un calcetín. —Uhm, ¿Literalmente
cualquier cosa? —Se gira nuevamente, y su respiración se detiene cuando
nota que su esposo no estaba allí. Frunce un poco el ceño y da unos pasos
al frente, aún con el calcetín en su mano. —¿Louis? Lou... —El malestar
sigue en su estómago. El diablo estaba allí. Se giró nuevamente y se
sobresaltó al chocar con el cuerpo de éste, llevando su mano libre a su
propio pecho ante el susto. —Me asustaste.
—El calcetín servirá. —Louis responde, como si nada.
—¿Por qué te fuiste? —Harry baja la mirada por instinto, y nota que el
diablo trae un cuchillo en su mano izquierda. Harry se tensó de inmediato.
No creía que Louis le hiciese daño, pero, ¿Le harían daño a alguien más?
—¿P-Por qué traes eso?
—No es tan fácil como crees, tienes que mezclar tu sangre con la mía. —
Harry se le queda viendo fijo, algo dudoso. —Me parece una gran idea si
nos quedamos.
Segundos después, una vez más, el rizado vuelve a negarse a aquella
propuesta. —No, quiero ir.
Nuevamente intercambian miradas en silencio antes que Louis le tienda
su mano. Harry tuvo un pequeño recuerdo en el cual tomaba la mano del
diablo y danzaban a la luz de la luna roja. —Sígueme. —Dice luego de que
Harry toma su mano, y ambos comienzan a caminar.
El ente se dirige por la casa como si la conociera, y Harry supuso que era
debido a que había inspeccionado si alguien se encontraba despierto. Fue
entonces que llegaron al final de las escaleras, pero se detuvieron allí.
Louis se puso frente a Harry y desabotonó una de las mangas de su
camisa, levantándola y dejando visible parte de su brazo con tatuajes.
Con el cuchillo, sin siquiera dudar ni un segundo, cortó un poco de su
brazo.
—Louis...
—Tienes que cortarte. —Dice al terminar, y toma el brazo de Harry con
cuidado, viéndolo fijamente. —No dejes de verme fijo. —Harry asiente y
obedece. Puede sentir el filo cortando parte de piel de su brazo, y puede
sentir la sangre saliendo, pero no siente dolor. —Va a arderte cuando
dejes de verme.
Harry lo hace de inmediato, sin siquiera asimilarlo. El ardor comienza a
picar dolorosamente en su brazo y hace una leve mueca, pero lo aguanta.
Debe hacerlo. Louis, aún sin soltar el brazo de su niño, pega el corte que
éste lleva en su brazo con el corte que él mismo tiene en su brazo,
combinando las sangres. El diablo dice unas palabras en un idioma
inentendible, suenas suaves pero perturbadoras, y sus ojos lentamente
se van volviendo más oscuros, bordos.
Finalmente se calla y aleja su brazo, quitándole el calcetín a su niño y
poniéndose detrás de éste, cubriéndole los ojos con la prenda. —Vas a
comenzar a bajar la escalera lentamente. Son tan solo doce, y a partir del
seis voy a tomar tu mano, así que extiéndela. —Dice, tomando una de las
manos del niño para acomodarla en la baranda de la escalera, y estirando
el otro brazo para poder tomarlo. Se aleja y baja las escaleras,
posicionándose en el sexto escalón. —No te asustes por lo que sea que
sientas, y una vez estemos allí, no te separes de mí. ¿Entendido?
—Entendido. —Repite.
—Ese es mi niño. —El diablo halaga mientras se baja la manga de la
camisa, abotonándola nuevamente. —Comienza.
Harry toma una profunda y temblorosa respiración antes de comenzar a
bajar lentamente. Cada vez que baja un escalón, Louis dice algo en aquel
inentendible idioma, se oye como si estuviese contando de la manera más
terrorífica que oyó en su vida. Sus manos comienzan a temblar y pierde
la cuenta, pero sabe que ha llegado al último escalón debido a que el
diablo lo sostiene de la mano.
Ambos continúan bajando, y Harry retoma la cuenta, ignorando lo que
Louis continúa murmurando. Comienza a sentir cosquilleos en su pancita
cuando nota que ya han pasado los doce escalones, y siguen bajando, y
bajando.
Fue extraño.
Al principio sentía como si una pared de fuego estuviese a centímetros de
él y el calor apenas lo dejara respirar, luego comenzó a oír silbidos y voces
que cada vez se volvían más fuertes, insoportables. El pitido iba
aumentando lentamente en ambos oídos hasta solo oír aquello, y
finalmente el silencio llegó. Comenzó a sentir frío, y seis escalones
después finalmente se detuvo. Tan solo se oía su entrecortada
respiración.
Un fuerte “¡PIIII!” hizo que diera un salto en su lugar, seguido de algo
que sonaba a puertas pesadas de hierro puro abriéndose. Siente al diablo
soltar su mano y traga saliva con fuerza mientras la venda es retirada.
Parpadea unos segundos y observa algo de lo que ya anteriormente había
oído, pero verlo era completamente diferente. La habitación era algo
angosta y bastante larga, completamente blanca y con luces que
parpadeaban un poco. Lucía como un hospital. Una larga fila de costado
hasta el final de la habitación, gente de cualquier edad, incluso niños de
más de ocho años, pálidos, podridos y neutros, con la vista fija al frente
y avanzando tan solo un paso. Se oía una risa macabra a lo lejos.
—Hemos llegado justo para ver cómo avanza la fila. —Dice Louis
entretenido, ya a un lado de Harry. Ambos se ven, el diablo continúa con
sus ojos rojos y pupilas muy dilatadas. Da miedo, pero, sin embargo, le
dirige una encantadora sonrisa a su esposo. —Bienvenido al infierno.
Su... ¿Segundo hogar?

Aquel frío lugar, la falta de vida y la notable crueldad lo hicieron tener


más de dos escalofríos en menos de cinco segundos. Sin poder evitarlo
se acercó más a Louis, tomándolo del brazo.
—No hay nada que temer. —Dijo el diablo. —En parte, éste es tu hogar.
—Y comenzó a caminar con su niño sosteniéndose de su brazo.
Pasaba con la cabeza en alto entre todas aquellas personas formadas,
recibiendo silencio y ninguna mirada, respeto al ser el rey de todo aquel
lugar. Harry evitó observar a algunas personas que golpeaban su cabeza
contra la pared, fuera de sí. ¿Hace cuánto estaban allí, tan solo de pie,
esperando por algo peor? Muchos de ellos parecían estar pudriéndose,
con sus pieles cayendo de sus cuerpos.
Había un hombre a unos metros, al principio de toda aquella fila. Mientras
el rizado caminaba y observaba alrededor, podía oír la grave voz de aquel
hombre hacer comentarios completamente sarcásticos y crueles.
“¿Alguno tiene sed?” “¿No creen que se están tardando mucho? ¿Qué
dicen si aplaudimos?”
—Azazel. —Dijo Louis cuando llegaron al principio de la fila, y Harry
intentó no sorprenderse ante lo escalofriante que sonó su voz; Autoritaria,
demandante, demasiado fría y seca.
El pálido hombre de unos cuarenta años, el cual dejó de reír de inmediato
y se giró hacia el diablo, haciendo visibles sus ojos completamente
negros, comenzaba a verse asustado e incluso débil.
—¿Sí, mi rey? —Respondió, y de reojo observó al niño que se encontraba
a un lado del rey del inframundo, abrazándose al brazo de éste.

Louis se mantenía inexpresivo y hablaba con decisión. —Quiero que te


inclines. —Dijo. El demonio de inmediato lo hizo, poniéndose frente a su
rey. —Inclínate ante tu nuevo príncipe.
El demonio alza la mirada, confundido al principio, pero de inmediato se
arrastró frente al niño, inclinándose ante él. —Mi príncipe.
Harry observaba al demonio inclinado a sus pies con sus ojos verdes más
abiertos de lo normal. Le parecía extraño, porque una de esas cosas era
su pesadilla, una de esas cosas lo seguía e intentaba matar. Le parecía
extraña la situación, irreal, pero, maldita sea, que sí era real. Que un
demonio le estaba haciendo una reverencia y lo había llamado “Príncipe”.
—Hola... —Dijo, y se sintió estúpido.
Louis rodó los ojos sin que nadie lo viese. —De pie. —Ordenó. El demonio
lo hizo de inmediato y retrocedió unos pasos. —Él vendrá aquí cuando se
le antoje, y espero por el bien de todos que se le trate como lo merece, o
tendrán el doble de sufrimiento. —Dice mientras ve a todas las personas
formadas, las cuales lentamente pasaban de ser muertos vivientes a
muertos vivientes hiperactivos, con obvios nervios ante la presencia del
rey del inframundo. —¿Capiche?
—Por supuesto, majestad.
Louis mueve su brazo, extendiéndolo hacia Harry, el cual toma al diablo
de la muñeca con ambas manos, distraído al estar viendo alrededor. —
Sigue con tu trabajo. —Le dice a su sirviente, y da unos pasos más,
abriendo una puerta que hay a un costado del largo y algo estrecho
cuarto. Es alta, de hierro y suena pesada cuando Louis la abre sin hacer
ni un poquito de fuerza. Guía al niño para que pase primero, y luego se
adentra él, cerrando detrás.
Ambos quedan en silencio, Harry parpadea debido a que la luz ha bajado
aún más. Pareciese como si estuviese metido en un largo pasillo de pura
tierra, con alguna que otra antorcha iluminando a lo largo. Se oían
lamentos a lo lejos, llantos. Louis se puso frente a él, y ambos se miraron
fijamente para confirmar que el menor se encontraba en buen estado. Le
dio un asentimiento a su esposo, y el rey del inframundo lo tomó de la
muñeca antes de comenzar a avanzar.
Harry descubrió que aquel pasillo tenía muchas esquinas que llevaban a
más pasillos con más esquinas. Vio algunas puertas, y supuso que dentro
había gente encerrada, porque muchos rogaban por salir. Un nudo se le
iba formando lentamente en la garganta. ¿Eso habrá pasado su padre?
¿Su primo? ¿Parker Jenkins? ¿Habría sido peor? Porque estaba
comenzando a notar que nada era mejor en aquel lugar.
No le salía la voz, no quería decir ni una palabra, incluso cuando se estaba
muriendo de curiosidad. ¿A dónde lo guiaba Louis?
En el final del pasillo, otra puerta se hizo presente, una igual a la anterior.
El ente la abrió e incitó al niño a que pasara primero, el cual lo hizo. Le
temblaban las manos.
Aquel cuarto era enorme, redondo, con paredes muy altas, al igual que el
techo altísimo, todo gris. Había enormes puertas dobles de hierro por
doquier, el suelo era liso, y en medio de todo éste cuarto, unas elegantes
escaleras negras guiaban a un lugar en el subsuelo.
La mano repleta de anillos fue hacia la espalda baja del menor, guiándolo
con suavidad hacia las escaleras.
—¿Qué son todas esas puertas? —Dijo, mirando alrededor. Se alegró de
que su voz hubiese salido.
—Diferentes rincones del infierno. —Simplemente respondió, y ambos
comenzaron a descender por las escaleras.
Eran en forma de caracol, y a simple vista lucían larguísimas. Sin
embargo, no tardaron tanto en llegar a una enorme puerta. Lucía igual
que las demás, solo que bañada en oro. Louis aleja su mano de la espalda
del más bajo antes de abrir la puerta con ambas manos y hacerse a un
lado para que Harry se adentrara primero, cosa que hizo.
Decir que quedó maravillado era poco. El lugar era amplio, alto y muy
elegante. El piso color marfil brillaba, las paredes eran de un bordó
oscuro. Había una gran chimenea, la cual estaba prendida. Tan solo una
pared estaba ocupada hasta arriba de todo con libros, cuadernos, cosas
que lucían completamente importantes. En medio del cuarto había un
pequeño escalón que llevaba a un pequeño piso más alto, redondo. En
medio de éste había dos tronos: Uno con un respaldo inmenso, negro y
otro más pequeño a un lado, del mismo color. La habitación está
iluminada por algunas velas en pequeños candelabros de las paredes,
también en uno bastante grande en el techo y, debido a la lejanía,
mantenía una luz tenue, suave. Perfecta.
Mas a un costado había un escritorio con un asiento bordó de un respaldo
bastante alto, también. Sobre el escritorio había papeles bien ordenados,
excepto dos y una carpeta que estaba sobre todo.
—...Wow. —Simplemente puede decir. Louis, que lo estaba observando
desde que se adentraron a la habitación, sonríe lentamente de lado.
Jamás había tenido intriga de ver a alguien emocionarse por el infierno,
por su lugar en específico, donde dirigía todo. Sin embargo, allí estaba.
—Esto...es muy lindo. —Admiró todos los libros en los estantes de la
enorme biblioteca que ocupaba una pared. —¿Los has leído todos?
—No son solamente libros, hay libros de otros universos, y archivos con
contratos de personas importantes. —Dijo, comenzando a caminar hacia
su escritorio. Ya podía apartarse de Harry y todo debido a que estaban en
una zona segura y tranquila para el niño.
—Wow... ¿En serio hay otros universos?
—Sí. Mundos paralelos, también. Lo descubrirán en un futuro cercano,
probablemente estés para verlo. —Lo que Harry sintió después de eso fue
emoción, y escalofríos. Estando con el diablo no recordaba que podría
morir. Luego de que el diablo terminara de echarle un vistazo a uno de
los papeles de su escritorio, se acercó al más bajo y le tendió su mano.
—¿Le apetecería al príncipe sentarse en su trono?
Harry revolotea sus pestañas con rapidez por un segundo, sorprendido y
volviendo a ver hacia los tronos. Si, había visto los dos, pero, por algún
motivo, no se le cruzó por la cabeza que uno sea suyo.
—En serio tengo un trono... —Dijo, sin creerlo y aceptando la mano del
diablo, el cual de inmediato lo guio en aquella dirección. Subieron aquel
pequeño escalón, y ayudó a su niño a sentarse. Éste último a simple vista
pensó que sentarse en uno sería demasiado incómodo, pero hasta parecía
acolchonado sin serlo. Era extraño. No pudo evitar sonreír un poquito. —
Esto...no es como lo imaginaba.
Louis finaliza de acomodarse en su trono, viéndolo fijamente. —¿No? ¿Qué
imaginabas?
—Bueno, no recientemente, pero antes de conocerte imaginaba al
infierno...a ti, completamente diferentes. —Louis continúa observándolo
fijo, esperando a que continuara expresándose. —Pues te imaginaba a ti,
tú sabes... —Se mueve sobre su trono, comenzando a sonrojarse y muy
avergonzado, dejando de ver al rey del inframundo. —...como una especie
de monstruo rojo, con bigotes, cola, cuernos y un tridente. —Louis niega
lentamente, con una pequeña sonrisa ladina. —Lo siento.
—No, es gracioso. Es completamente diferente.

—Bueno, sí. Tú...eres muy bonito. —Dice, sonrojado. Louis lo observa.

—Lo soy. —Dice, inexpresivo. —Y también lo eres tú.

El rizado baja la mirada, negando lentamente. —Gracias. —Dice bajito.

—No deberías de agradecer lo que no se siente. —Louis responde. Harry


alza la mirada de inmediato y ambos se ven fijamente. —Está bien no
sentirse hermoso, yo provoqué eso el día que le di “El fruto prohibido” a
Eva.

El menor parpadea con rapidez, sorprendido. —¿Eso realmente sucedió?


—Louis asiente con lentitud. —¿Eras una serpiente?
El ceño del diablo comienza a fruncirse, y se permite unos segundos para
asimilar lo que su esposo acababa de decir. —Creo que debería de leer la
biblia, así al menos no me sorprenderé tanto cuando me cuentas estas
cosas.

—Lo siento, Lou. —Se disculpó. Esperaba no haberlo ofendido.

—No era una serpiente. —Dice, poniéndose de pie y bajando el pequeño


escalón, yendo hacia su escritorio. —Era yo, tal y como soy ahora. Las
serpientes no hablan. —Lo dice en un tono tan obvio que Harry no evita
llevar una mano a sus labios, silenciando una carcajada. —Yo tan solo
persuadí, manipulé.
Harry asiente lentamente, aunque no lo comprende. Es decir: La biblia
decía que el diablo era malo, que el diablo lo había hecho porque así era,
porque así le gustaba ser. Decía que hacía todo el mal del mundo, y
muchas veces era torpe, no pensaba realmente.
Sin embargo, Louis era completamente lo opuesto. Era hermoso, era
perfecto ante sus ojos. Sí, le gustaba el mal, y sí, le gustaba dirigir el
infierno; Harry lo había visto en aquella sonrisa con la cual le dio la
bienvenida a aquel lugar.
Pero lucía inteligente, calculador, sabía cuándo atacar y cuando no.
Lucifer, Satanás, Satán, y su nombre era Louis. Su imagen había sido
cruelmente arruinada, y no sabía si se lo merecía, o si no. Todo debido a
que el diablo jamás lo había dañado intencionalmente.
O tal vez sí, pero hace ya un tiempo.
Alzó la mirada, y noto como Louis le veía fijamente. Ya no se sobresaltaba
tanto, aunque le daban escalofríos cuando éste tenía los ojos
completamente bordó, justo como ahora.
—Hay un motivo por el cual soy bonito, como tú dices. —Comienza,
dejando los papeles que anteriormente había tomado del escritorio,
nuevamente en éste y caminando hacia el pequeño escalón. —Era un
arcángel, lo sigo siendo. Antes era el favorito de Dios, y me hizo hermoso.
Es por eso que me sorprende tanto que los religiosos crean que soy un
chiflado, de piel roja y feo: Ellos saben quién fui, y quién sigo siendo.
Harry suspira mientras el diablo, ya habiendo subido el escalón, se
posiciona frente a él y apoya sus manos en los apoya-brazos del trono del
menor, inclinándose un poco para quedar cerca de éste.
—Es que...a veces la gente inventa cosas. Tal vez antes la religión era
honesta, y se podía apreciar. Últimamente la he sentido como una
mentira, como si ya no supiese qué creer.
—¿Te estás volviendo...satánico? —Bromea. Harry no evita reír bajo,
alzando la mirada para verlo. Ambos rozan sus narices. —No será en tanto
tiempo cuando una multitud de personas en diferentes mundos dejen de
creer en Dios gracias a las mentiras de la iglesia. Eso es lo que yo intenté
demostrarle antes de que me arrojara del cielo: “No confíes en todos, no
siempre serán honestos. Y no todos los humanos serán perfectos. Van a
manchar tu nombre”. No me escuchó, y aplicó éste castigo en mí. —Sonríe
de lado. —Me dio un lugar, un nombre, y me difamó. Pero, ¿Adivina qué?
—Se aparta tan solo unos pequeños centímetros para ver fijamente los
preciosos ojos verdes de su esposo. —Aun así, me temen.
Harry relame sus labios. —Yo no te temo. ¿Eso está mal?
Louis borra tan solo un poco su sonrisa, viéndolo fijamente a los ojos,
nuevamente inexpresivo. —No. —Tan solo dice, y se inclina más, tomando
con sus labios los de su niño en un lento y profundo beso.
Harry saboreó la boca del diablo, tembló ante el toque de sus lenguas
acariciándose y de sus respiraciones mezclándose. Louis le envolvió la
cintura con sus brazos, poniéndolo de pie y dejándolo de puntitas. El beso
continuó, intensificándose cada vez más. Los brazos del menor rodearon
el cuello del ente para tener más comodidad, y estaban dispuestos en
llegar a más justo allí, en el despacho del diablo, en el infierno.
Sin embargo, Harry tenía una duda la cual no dejaba de rondar por su
rizada cabecita.

Se separó del beso. —Lou... —Llamó, y el nombrado le robó otro suave


beso. —¿Recuerdas que estaba hablándote sobre nuestro futuro?

—Sí.

—Y tú dijiste “Por los siglos de los siglos”, “Hasta el final de los tiempos”.
—Se encuentra embobado, intentando formular bien las palabras debido
a que el diablo no deja de robarle besos suaves.

—Mh.
—Pero yo...soy humano. Voy a crecer, envejecer, morir. —Dice. Louis
detiene sus besos, y ambos abren los ojos, viéndose fijamente,
inexpresivos. El ente puede oler el miedo en su niño favorito. —Y eso
significa que no habrá ningún “Para siempre”.

El agarre se reafirma en su cintura, y las pupilas del rey del inframundo


lucen más dilatadas. —No digas eso. —Dice.

Harry se lamenta, se le rompe el corazón. Con timidez y mucho cuidado


desliza sus brazos fuera del cuello de su esposo, y sus delicadas manos
van al rostro del mayor, acariciándolo.

—Lo siento, pero es la verdad. —Susurra. Su voz se entrecorta un poco.


El pecho comienza a dolerle. —Sabes que a mi lado nada es bueno,
¿Verdad?

—Harry, ¿En serio le estás diciendo eso al diablo? —El nombrado no evita
sonreír sin ganas. Louis suspira, acercándolo más al punto en que los
torsos de ambos están juntos. —¿Cómo puede mi niño favorito creer algo
así?

—He llegado a la conclusión de que no tengo un final feliz.


—Nadie lo tiene. Todos mueren, todos se despiden. —Responde. No es lo
que el niño quiere oír, pero de todas formas asiente lentamente,
aceptando aquellas duras palabras. —Pero no tú. Tú vas a ser
malditamente feliz conmigo.

—¿Cómo?

—Si hubiese una manera de vivir para siempre, ¿Lo harías? —Harry
nuevamente alza la mirada, algo sorprendido. —De estar conmigo, por
los siglos de los siglos.

—Sí.

—No creo que lo estés pensando. —Rápidamente responde el diablo, y es


duro meterse el egoísmo por el culo, solo por tener a alguien en quién
pensar. —Vivir por siempre implicaría...todo. Todos los que conozcas van
a morir, y tu seguirás con la misma edad. Van a notarlo, y probablemente
tengas que alejarte. Todas las personas que conozcas en todos los años
que vivas, van a morir. Desearía no tener que decírtelo, pero tienes que
pensarlo adecuadamente.

Harry suspira, cerrando sus ojitos por un par de segundos. Sentía que su
cabeza iba a estallar. Nuevamente los abrió, viendo fijamente a su esposo
y asintiendo lentamente.

—Lo pensaré.

Louis sonríe lentamente de lado. —Ese es mi niño favorito. Vamos, hora


de volver a tu verdadero hogar.

Una preciosa mañana en Surrey, Inglaterra, con el cielo celeste formado


con bonitas nubes y el radiante sol creando el más hermoso paisaje, en
un banco de un parque vacío se encontraba aquel adolescente, no más
de diecinueve años, con cabello rubio, ojos celestes, pálido y muy, muy
neutro. Traía ropa normal, excepto por su camiseta, que tenía un logo de
alguna tienda barata del lugar. Observaba todo con total tranquilidad,
disfrutaba del cantar de los pajaritos y de la preciosa vista.
- ¿Esto es lo que haces? -Aquel adolescente alzó la mirada lentamente
para encontrarse con el mismísimo diablo a un lado de aquel banco. -
¿Meterte en tus ilusos recipientes? Digno de ti usarlos.
Louis. El arcángel más precioso, el más realista y pecador. El gran error.
El diablo. Ni siquiera lo miraba, también observaba el paisaje, pero más
acostumbrado a verlo, y estaba bien, ya que el rey del inframundo llevaba
bastante tiempo en la tierra, vigilando a cierto niño de cabello rizado.
-Quiero que sepas que Niall Horan estuvo totalmente de acuerdo con
permitirme hospedarme en su cuerpo, y tendrá lo que merece. -Dice el
rubio. Su voz es suave, no hay maldad, ni bondad. Solo es tranquila, pero
neutra.
Louis finalmente lo observa. -Estoy de acuerdo. Todos deberían de tener
lo que se merecen.
El ceño del tal Niall se frunce levemente y ladea tan solo un poco su
cabeza. - ¿Puedo preguntar desde cuándo te importa que la gente
obtenga lo que merece, si es que te refieres en algún sentido positivo?
-No se trata acerca de ningún sentido positivo, es sobre el sentido común.
Los buenos deberían de obtener lo bueno, y los imbéciles deberían de
obtener la mierda.
- ¿Incluso si te gustaría que los buenos tuviesen lo malo, también?
Louis rio seco mientras le sonreía de lado, arrogante. -Tú eres el imbécil
mayor. -Dice.
Nunca le ha tenido miedo. Siempre lo había enfrentado, porque no podía
matarlo. No podía. El diablo vuelve la mirada al frente y suspira,
lentamente poniéndose serio al estar sumergiéndose en sus
pensamientos.
- ¿Qué crees que debería de suceder? -Dice el adolescente de ojos color
mar, volviendo la vista al frente.
El silencio reina en el lugar por unos segundos. -Harry merece ser feliz, y
sé que es difícil de entenderlo, pero lo es conmigo. -Dice. Y se oye tan
simple, pero no lo es.
Más aún cuando sabe que el idiota que está dentro del cuerpo del tal Niall
Horan lo sabe todo, y no piensa decírselo.
- ¿Y tú? -Observa al diablo. - ¿Eres feliz con Harry?
Louis observa fijamente los ojos de aquel adolescente y lentamente
comienza a fruncir el ceño antes de decir: -No me vengas con esas
estupideces de telenovela. -El tal Niall ve al frente y ríe silenciosamente.
- ¿Desde cuándo preguntas por mi felicidad?
-No me importa. -Rápidamente contesta. -Solo quería saber si eres tú
siendo egoísta, o eres tú realmente preocupado por un humano.
Louis ríe secamente, alzando un poco las cejas. - ¿Crees que todos los
que habitan esta tierra piensan en los demás? La mayoría piensan en sí
mismos. -Se defiende. Si, era egoísta, muchas veces. ¿Quién no lo era?
Nuevamente el silencio reina por unos pocos segundos. -Me importa su
futuro. Su futuro es conmigo, tú y yo lo sabemos.
-No. No lo sabes.
Louis comienza a sentir el enojo crecer en su pecho. ¿Este era Dios
refregando en su cara la falta de conocimiento? ¿Siendo egocéntrico? ¿O
solo le estaba diciendo la verdad? El diablo lo mira, sus ojos se han
oscurecido un poco y abierto más. Respira hondo, y un gran viento
provoca que las nubes comiencen a aparecer de a poco, tapando el sol.
-Quiero que viva por siempre, conmigo. -Dice, más bajo, manteniendo su
tono tranquilo. -Y estoy en busca de una manera.
- ¿Es por eso que estás aquí? -El rubio frunce un poco su ceño. - ¿Crees
que yo puedo darte la manera? -El diablo se mantiene en silencio, tan
solo viéndolo. Si, así era, pero no lo diría en voz alta. El adolescente se
acomoda en el banco. -Amo mi creación. -Louis gira sus ojos ante aquello,
y éstos se vuelven un poco más claros. -Pero seamos claros: Él te eligió
a ti.
-Y ambos sabíamos que pasaría, porque tú pretendías no escucharlo.

-Porque tú te metiste en mi camino. -Corrige de manera suave el creador


de todo, nuevamente viendo al diablo, el cual nuevamente tiene los ojos
oscuros. -Louis... -Niega lentamente y, con paciencia, se pone de pie. -
Tal vez, si no te hubieses entrometido, lo hubiese salvado, de todo ésto.
No malinterpretes mis palabras, pero fue a causa de tu egoísmo el que él
esté de esta manera.

¿Había manera de no malinterpretar aquello?

-Era inevitable no entrometerme, tú jamás hiciste algo para que no me


invocara. Yo respondo cuando llaman, ¿Podrías tu decir lo mismo? ¿Qué
pasó con "Libre albedrío"? ¿Nos lo metemos por el culo, padre? -Preguntó
al final de manera sarcástica, poniéndose frente al rubio, el cual negó.

-Por supuesto que no. Harry tuvo, tiene, y siempre tendrá su libre
albedrío, y lo que él decida hacer con éste, tú no lo sabrás.

-No te preocupes. -El diablo finge estar desinteresado, viendo hacia otro
lado. -Voy a conseguirlo, quieras tú o no.

- ¿Si? ¿Por qué? ¿Porque lo amas? -La mirada de Louis va fijamente a los
ojos de aquel recipiente en el que Dios se refugiaba?

-Cierra.la.boca.

- ¿No puedes amarlo? ¿O no quieres?

- ¡No es de tu maldito asunto lo que yo haga! -Alza su voz, y el banco en


donde anteriormente Dios reposaba y admiraba la vista arde en llamas.
Ninguno parece inmutarse por aquello.

-Tienes que entender que tampoco es tu asunto lo que él decida hacer. -


Dice el adolescente luego de unos segundos. -Te duela o no, Harry
decidirá su propio destino. Podrás ser dueño de su corazón, pero no de
su vida.

Louis se aparta lentamente. Las llamas se reflejan en sus ojos bordó. -No
soy ni pretendo ser el dueño de su vida. Pretendo darle lo que quiere, y
voy a hacerlo. Con o sin tu ayuda. -Y en un parpadeo, ya no está.
Las llamas se apagan lentamente, el banco queda hecho cenizas, y Dios
alza su vista al cielo antes de cerrar sus ojos y soltar un gran suspiro.
Porque lo que esperaba para aquel humano que creyó no ser oído era un
gran drama, peso en los hombros.
Un trabajo. Una oportunidad.
La única para poder estar junto al amor de su vida.

Aquella noche Louis llevo al niño de vuelta a aquella cabaña de su infancia,


de la misma manera. Le desató el calcetín de los ojos, lo acompañó a su
cuarto, lo ayudó a vestirse con su ropa de dormir y se acostó a un lado.
Hablaron por el resto de la noche, compartiendo besos y caricias.
Louis le contó historias entretenidas acerca de gente a la que había
conocido en siglos pasados, le confirmó dudas de creencias que los
mundanos tenían, y luego informó a Harry sobre más funciones en el
infierno.
En sí, el infierno no era un lugar, pero también tenía muchos lugares.
Todas las puertas que Harry había visto antes de bajar las escaleras que
llevaban al despacho del diablo eran diferentes áreas, que incluso llevaban
a otras. Estaba "La fosa de las almas", y era como un mar de fuego donde
las almas de las personas nadaban, quemándose una y otra vez, por el
resto de la eternidad.
Otra de las puertas trataba sobre un salón donde un demonio en
específico usaba miles de bonitos escenarios que había en la mente de las
personas para torturar, volviendo todo bastante perturbador.
También estaba esta parte del infierno que se hacía llamar "La nada
misma". No era exactamente la nada, pero se basaba en un lugar oscuro,
con relámpagos cada cinco segundos. Había unos fierros enormes que se
sostenían de quién sabe qué, cruzados. Los demonios colgaban con
ganchos enormes desde la piel a las personas, y las dejaban allí. Por más
que éstas intentaran hablar, no serían escuchados por los demás, ni
podrían comunicarse entre ellos.
La última que Louis le había contado era "Pesadillas". Básicamente, un
cuarto que te lleva a tu peor pesadilla, volviéndola repetitiva por el resto
de la eternidad.
Y había miles de otras secciones, pero Harry prefirió no oír más. Los besos
regresaron, y el rizado no pudo evitar aferrarse más al rey del
inframundo, el cual lo cubrió con su cuerpo. Sus lenguas se encontraron,
se acariciaron y minutos después sus cuerpos estaban frotándose entre
sí.
-Lou... -Suspiró y ladeó su rostro cuando el diablo comenzó a repartir
húmedos besos por la piel de su cuello. -Q-Quiero...
-Te doy lo que quieras.
Un sonidito escapó de la boca del menor ante las succiones que le
brindaba su esposo en el cuello, y una sonrisita comenzó a crecer en sus
labios por lo que éste le había dicho.
-Una casa, lejos. -Comenzó. -Ambos.
-Desnúdate. -Ordenó el diablo. El niño lo observó por unos segundos
mientras sentía el rubor hacerse presente en sus mejillas antes de llevar
sus manos al borde de su camiseta, levantándola hasta quitarla por su
cabeza, despeinando sus ricitos. - ¿Qué más?
-Que nadie nos persiga. -Sentía la mirada del diablo en su cuerpo, las
caricias en su cintura, el frío de sus anillos. -Quiero poder brindarte todo
lo que nunca nadie te brindó, darte todo el amor que mereces. -Louis
detuvo sus caricias y alzó la mirada, observado fijamente los enormes y
verdes ojos de su esposo. ¿Realmente había dicho aquello? ¿Realmente
lo amaba tanto? ¿Realmente creía que una cosa como él merecía su amor?
-Y será grande. Será el amor más grande que alguna vez alguien haya
sentido. -Baja la mirada, con vergüenza. -N-No hay nadie que sienta lo
que yo siento por ti, Lou.
Los brazos de Louis rodean mejor la cintura del niño, y se ha quedado sin
habla. Es la primera vez en mucho tiempo que no sabe qué decir, pero no
es la primera vez el no saber cómo actuar.
Sigue sus instintos. Una lenta y ladina sonrisa se forma en sus labios, y
se inclina para besar los labios del niño con demasiado afecto, sentimiento
y profundidad. Le come la boca, esperando que el mundano pudiese
entender todo lo que pasaba por la cabeza del arcángel, aunque
probablemente no sería así.
Terminaron de desvestirse entre besos, y con las mantas cubriéndolos
debido a que el rey del inframundo no quería a su esposo enfermo, se
acomodó entre las piernas de éste y adentro su prominente miembro al
interior del más pequeño, el cual jadeó algo fuerte, un poco agudo.
Rápidamente llevó una de sus manitos a su boca, y Louis le lamió la
mandíbula antes de llegar a su oreja entre besos por su piel.
-Un día estaremos completamente solos, en nuestra casa... -Se adentró
hasta el fondo, completamente. El niño dobló los deditos de sus pies. -
...y te voy a hacer gritar tanto que harás eco en el infierno. -Le quitó la
mano de la boca para besarlo, ahogando los gemidos en su boca,
mordiéndole el labio inferior.
El vaivén fue lento, y no porque no pudiese ir más rápido, pero esa
noche...esa noche el diablo le estaba haciendo el amor. Se estaban
sintiendo lento, delirante, de todas las formas posibles. Ambos se
besaban, y besaban porciones de piel del otro. Louis le besaba detrás de
la oreja, mordía el lóbulo y le apretaba las nalgas. Harry le mordía
suavemente el hombro, se sostenía de sus bíceps y movía,
inconscientemente, sus caderas ante el vaivén.
Todo iba perfecto. El exquisito placer fluía por ambos cuerpos, la capa de
sudor cubría éstos, el clima en la habitación había ascendido y se estaban
sofocando en el otro de la manera más delirante. Las sábanas se habían
arrugado, las mantas estaban en el suelo cuando Louis invirtió las
posiciones.
Quedó sentado para que el niño pudiese sostenerse de su cuello, y él
pudiese alzarlo por las caderas en cada subida y bajada, ayudándolo.
Harry podía sentir el glande del diablo rozar una y otra vez su punto dulce.
Se estaba muriendo por llegar al clímax, pero todo era tan lento y
maravilloso que no podía permitirse ir más rápido.
No fue luego de unos minutos después que al ver como las piernas del
niño temblaban un poco, el rey del inframundo volvió a dejarlo
delicadamente bajo su cuerpo, y aumentó un poco el ritmo del vaivén
cuando ya ambos necesitaban realmente aquella hormigueante
sensación.
Los labios de Harry estaban presionados, soltando exhalaciones bruscas
por la nariz y, de vez en cuando, unos cuantos jadeos bajos, con sus ojos
entrecerrados. Entreabre sus labios cuando los de Louis van a la piel en
su cuello, lamiendo, besando, succionando y mordiendo. Todo es
demasiado. La cama comienza a rechinar, comienza a sentir el
hormigueo, el delirante placer. Su espalda se arquea, llegando al clímax,
con su cuerpo tensándose por unos segundos y su esencia saliendo de su
miembro, manchando ambos cuerpos.
El diablo continúa impulsándose en el cuerpo de su esposo, aumentando
las embestidas entre gruñidos e insultos. Finalmente, el vaivén se vuelve
más lento, y Harry puede sentir un líquido llenando su interior.
Ambos cuerpos quedan abrazados, sudorosos, pegajosos. Louis se
acuesta a un lado de su esposo y lo atrae a su pecho, haciendo un
movimiento con su mano para que las sábanas los tape, y la manta vuelva
del suelo, sobre ellos. Harry oculta su rostro en el cuello del diablo,
suspirando.
Ambos se quedan en silencio por un par de segundos, tan solo mimándose
con caricias en sus cuerpos, besos suaves y cortos.
- ¿Vas a irte? -Pregunta Harry, sin abrir sus ojos. Siente que está a punto
de dormirse, pero necesita respuestas a su duda.
-Si.
Abre sus ojos y alza la mirada, frunciendo levemente su ceño. Luce
preocupado. Louis no evita acariciarle la mejilla. Se ve bonito, recién
folladito.
-Pero... ¿Volverás?
Louis le besa la frente. -Por supuesto. Siempre vuelvo a ti.
Y Harry le sonríe antes de ser besado. Finalmente cierra sus ojos y se
acomoda nuevamente, dispuesto a dormir.
Eran las cinco a.m. cuando, abrazado al amor de su vida, descansó.

Habían pasado dos días, la navidad había llegado.


Harry amaba la navidad, porque había luces, y nieve, y chocolate caliente
con galletas. Amaba todo lo que estuviese relacionado, las tradiciones que
tenían con su familia, los obsequios.
Pero ahora, a sus dieciséis años, tan solo quería acostarse en su cama, y
ser besado por el diablo hasta que sus labios no pudiesen más.

Si, probablemente si alguien oyera sus pensamientos lo creerían algo


perturbador, pero era todo lo que quería. Hacía frío, y necesitaba el cálido
cuerpo de su esposo pegado al suyo, envolviéndolo, cubriéndolo.
Necesitaba ser amado de todas las maneras posibles, sostenido, besado.

Y estaba de un humor tremendo, porque algo muy extraño le había


sucedido. Fue segundos antes de despertar, pero siente que fueron horas.
Creyó que era un sueño, pero jamás había observado algo en un sueño
con tantos detalles. Pudo verse a sí mismo, sus brazos estirados. Vestía
una camisa negra, como la de Louis. Sabía que estaba en un hospital, y
frente a él, en una camilla, una niña con cáncer dormía.
Sabía que esa niña se llama Chloe, sabía que tenía cinco años, sabía toda
su vida.
El escenario cambia. Ahora está caminando hacia algo que luce como una
cama, pero no puede observar bien, porque todo está nublado. Se sienta,
y la persona a la que no logra observar bien, la cual está en aquella cama,
se alegra de verlo.

Un escalofrío, el cambio de temperatura en su cuerpo, estar haciendo algo


que jamás consideró bueno pero ahora...ahora era normal. Cotidiano.

Despertó, pero se volvió a dormir. Y ya no tuvo ese tipo de sueños, tan


solo pesadillas. Como siempre. Su primo estaba de pie en el umbral de la
puerta de su cabaña, y le preguntaba una y otra vez por qué no lo sacaba
del infierno, porqué era malo y no lo ayudaba.

Finalmente despertó.

Esa mañana se había levantado, ignorando al cuervo que lo observaba


desde una rama de un enorme árbol, cerca de su ventana. Ésta daba a
aquel bosque en el que le temía desde pequeño, así que no observaba
tanto por la ventana. De todas formas, se le hacía chistoso temerle a algo
inexistente y estar casado con el rey del inframundo. Es decir, el rey de
toda pesadilla.
Sentía una nueva emoción realmente extraña. Sentía un poco de enojo
debido a que sus manos le temblaban levemente, y había tristeza en su
pecho, y ganas de llorar. Sentía que sabía el motivo, pero que jamás
podría explicarlo, y era aquello que lo hacía enfadarse de la nada.
Había preparado un chocolate caliente para su hermana y para él, era su
forma de pedir disculpas. Sus primos lo ignoraron cuando él ofreció
prepararles algo, y estaba bien. Había ido a buscar unas galletas a la
pequeña cocina, dispuesto a volver al living donde Gemma y sus primos
estaban sentados, conversando. Se quedó en ésta, del otro lado de la
puerta entreabierta cuando oyó que lo nombraban.
-...Harry salió afectado en todo ello.
-Gemma, escúchanos. Mantente alejada de él. Es el anticristo. -Uno de
sus primos dijo. Harry intentó no burlarse mentalmente, tan solo frunció
un poco su ceño.

-Chicos, no sean así. Entiendo que siempre han tenido problemas con él,
pero es un ángel. Solo...tiene algunos problemas.

- ¿Ah, sí? ¿Cuáles?

-Pues...mamá y papá no lo saben, pero, honestamente, yo creo que anda


en drogas. A veces habla solo, o se pone de diferente humor, o dice cosas
extrañas. También se pone mal, hemos tenido que ir al hospital muchas
veces. Se enferma.

-Es porque es el anticristo. Gemma, te lo digo. Lo es. Es el anticristo, y


nosotros lo sabemos. Él mató a Brad.

Una punzada atravesó su pecho y tuvo que sostener ambas tazas con más
firmeza. Entonces, ellos definitivamente lo sabían.
-... ¿Qué?
-Lo hizo. Justo después de que Brad lo molestó, le cortaron su...bueno.
Ya sabes. Y murió desangrado. ¿No te parece una coincidencia?

-No. -Su hermana respondió de inmediato, negando. Se oía un poco


molesta. -Harry jamás haría eso. Él...es incapaz de hacerle daño a
alguien.
No, no era incapaz.
-Está bien si no quieres creernos, pero es la verdad. Y nosotros nos
encargaremos de que pague por ello.
Harry se congela un poco mientras oye el incómodo silencio que se hace
presente en aquella habitación. ¿Acaso sus primos podrían haber invocado
al demonio? ¿Podrían querer matarlo? Debía de decirle a Louis... ¿Debía?
-Ustedes no van a tocar a Harry. -Su hermana defendió de inmediato
aquella amenaza de parte de sus familiares. Harry sintió un calor
agradable en el pecho, hacía mucho no sentía que su familia estaba para
él, solo sentía que le tenían lástima. -Yo los apuntaré a ustedes si les
sucede algo, y saben que todos van a creerme. Lo saben.
Se oye una risa seca de uno de sus primos. -Malditas mujeres, solo sirven
en la cocina.
Fue como si algo tomara control en el cuerpo de Harry. Se adentró al
cuarto donde sus primos y hermana estaban, le dio las tazas a Gemma
con total tranquilidad y suspiró antes de girarse hacia Ben, el cual había
dicho aquello. Usaría el temor que le tenían para que nunca más hicieran
sentir inferior a su hermana, o a otra mujer.
-Repítelo. -Su primo alza la mirada hacia el rizado. Harry comienza a
sentir el malestar haciéndose presente en su estómago, Louis llegando,
pero está muy tenso para prestarle atención. -Repíteme lo que le dijiste
a mi hermana.
-Harry... -Gemma lo intenta llamar, pero no se pone de pie. No cree que
su hermano sea capaz de golpear a alguien.
-Te voy a partir la cara. -Nunca se había sentido con tanta adrenalina,
con tanto enojo. Estaba enojado. ¡Estaba tan enojado!
- ¡Harry! -El nombrado giro su rostro hacia su padre, el cual está entrando
a la habitación. No luce enojado, pero luce indignado, sorprendido por la
reacción de su hijo. Normalmente éste se quedaría callado. - ¿Qué está
pasando aquí?
Harry regresa su mirada a Ben, el cual ve a su tío con pánico, en busca
de alguna salvación. El rizado observa de reojo al diablo, el cual está de
pie en una esquina de la habitación, con sus manos en los bolsillos de su
pantalón y viendo a su niño favorito fijamente, sonriendo de lado.
-L-Lo siento. Harry, lo siento. -Los ojos de su primo comienzan a llenarse
de lágrimas. Sabe que ha metido la pata, que podría morir en segundos,
minutos, tal vez en un par de días, y nadie lo sabría.
El pequeño observa fijamente a los ojos a su familiar, y su enojo se
convierte en ira. Ira hacia él mismo, por asustar, por sentirse más
poderoso que los demás al tener de esposo al mismísimo diablo. Louis
lentamente fue borrando su sonrisa, porque podía sentir lo que su niño
sentía, y hubiese sido divertido si el enojo era hacia alguien más, pero
sabía que era odio propio, personal.
Harry de inmediato se aleja de su primo, pasando por un lado de su padre
y subiendo las escaleras. Oye como Des le llama y lo sigue, pero no se
detiene. Está tan enojado, quiere golpear, romper, gritar, y más. Llega al
cuarto donde se estaba quedando y no evita azotar con fuerza la puerta.
Louis se encuentra en un rincón.
-Harry.

-Déjame esto a mí. -Dice rápidamente antes de que su padre entre


también al cuarto, cerrando detrás de sí.

-Hazz, cálmate. Cálmate, ¿Está bien? Tu primo...es un idiota. Y lo sabes.


-Es la primera vez que oía a su padre hablar así de su familia. ¿Realmente
habrá cambiado?

Harry se queda de pie, lejos de su progenitor, tan solo observándolo


fijamente. Louis se pone de pie detrás aun cuando su querido suegro no
puede verlo. Es su forma de proteger al niño sin meterse en el asunto.
Harry había dicho "no", y aunque antes hubiese mandado a la mierda a
quien sea, a su esposo lo respetaba.

-Escúchame. -Comienza Des, con calma, alzando un poco sus manos y


viendo fijamente a su hijo. -Debes calmarte, no vale la pena.

-Son unos... -Negó lentamente, riendo seco y silenciosamente. -...la


hicieron sentir mal.
-Lo sé. Y yo me encargaré, pero tú...esto no está bien. Yo...no quería
opinar, te lo dije. Hay algo que te sucede, y creo saber qué es. -Ambos
quedan en silencio mientras los ojos de Harry lentamente comienzan a
llenarse de lágrimas, y un nudo se le forma en la garganta. No va a llorar,
no lo hará. Traga con fuerza. -Harry, necesito que me digas la verdad.

Comienzan a temblarle las manos. - ¿Qué?


- ¿Asesinaste a tu primo?

-Cuida su boca. -Louis dice rápidamente a su esposo, con tranquilidad,


pero no luce de la misma manera. Sus ojos lentamente se van volviendo
rojos, el malestar se intensifica.

-No.

- ¿Asesinó a tu primo?

-N-No.

Des lo sabe. Sabe que su hijo miente, sabe que éste jamás diría que sí,
porque aún no confiaba en él. Niega lentamente antes de dar un paso
hacia atrás. No puede creerlo. Su hijo de dieciséis años no solo estaba
metido donde no debía, sino que también era cómplice de la muerte de
su sobrino...y de quién sabe qué más muertes.

- ¿Cómo... -Des exhala. Esto no estaba bien. Harry se mantiene callado,


con Louis detrás. Ambos observan a Des de la misma manera: Con
desafío, enojo. Harry tiene más culpa en sus ojos, a Louis todo le importa
una mierda. - ¿Cómo haces para cargar con algo así sobre tus hombros?
Eres cómplice.

Harry estalla nuevamente. Ni Louis se ve venir el que éste tome el reloj


de la mesa de noche y lo arroje contra la pared, cerca de su padre,
rompiéndolo en mil pedazos.
Ahora sí no se quedaría callado, ahora sí diría todo lo que quería decirle
al infeliz de Des Styles. Él jamás había pensado en sus sentimientos, ¿Por
qué Harry debía de pensar en los suyos? ¿Por qué Harry no se hartaba de
pensar en los demás, cuando nadie pensaba en él?
- ¡Deja de hacerme sentir culpable! -Grita, dando un paso. El diablo
suspira, satisfecho de ver la cara de susto del hombre mayor.
-No. Harry, yo j-

-Es lo que siempre haces. Siempre quieres hacerme sentir que todo lo
que hago está mal, incluso cuando esto no estaba pasando. ¡Cuando todo
era normal!
-No, no. Un momento. Yo no dije eso. Yo no intento hacerte sentir
culpable. -Se pone de pie frente a Harry, firme.

-Cierto, eres una persona buena, a la cual le importa no dañar a alguien


antes de decir las cosas en voz alta. -Aplica el sarcasmo. Louis opina
internamente que ama el sarcasmo de su esposo, pero no es buen
momento.

- ¿Y tú? -Des alza un poco su voz. - ¿Pensaste las cosas antes de hacerlas?

-Yo no maté a nadie. NADIE. ¡Nada de esto hubiese sucedido si hubieses


sido un buen padre y me hubieses creído cuando te dije que ese cigarrillo
no era mío! ¡Si tú me hubieses creído, Brad hoy solo sería un torpe que
intentaba molestarme, y tú no hubieses tenido un infarto! -Alza más su
voz, y no tiene miedo. Se siente poderoso, tan poderoso como para
hacerle frente a su padre a pesar de ser más bajo que éste último, y usar
todas sus fuerzas para brindarle un empujón y tambalearlo hacia atrás. -
TODO se trata de ti, y tu maldita irresponsabilidad respecto al lamentable
papel de padre que te traes. De no ser por tu falta de tacto y atención
hubiese sido feliz. ¡PERO NO! ¡JAMÁS TUVISTE NI UN POCO DE EMPATÍA!
¡EL PESO QUE ESTÁ EN MIS HOMBROS ES POR TI! ¡TÚ PUSISTE ESTA
RESPONSABILIDAD EN MIS HOMBROS, Y ES POR ESO QUE TE ODIARÉ
HASTA QUE ME MUERA!
El silencio reina en la habitación por varios segundos. Padre e hijo
intercambian miradas, el rey del inframundo se mantiene observando a
ambos, esperando.
-...Harry.
El nombrado traga con fuerza y no puede aguantar el llanto. Sus ojos
nuevamente se llenan de lágrimas y niega lentamente. -Entiende que ya
no confío en ti. Solo... -Retrocede. -...déjame solo, por favor.
Des sale del cuarto de inmediato, sintiendo la culpa carcomiendo su ser.
Lo merecía, merecía el rechazo de su hijo. No supo aceptar que éste lo
había tratado bien incluso luego de todas las porquerías que hizo.
Pero no iba a rendirse, le dejaría su tiempo.
Dentro del cuarto, Harry exhala entrecortadamente antes de bajar la
mirada y cerrar sus ojitos con fuerza debido a que aún la ira no se va del
todo. Respira profundamente por la nariz antes de comenzar a darle
golpes con su puño al armario frente a él.
-Suficiente. -Louis le toma la muñeca, deteniéndolo. Sus nudillos se
hinchan casi de inmediato, hay un poco de sangre en ellos, y tiembla.
Tiembla completamente.
Jamás se odió con tanta fuerza, jamás quiso no sentir una sola cosa.
Jamás se había enojado tanto, ni reaccionado así. No sabía qué le sucedía.
¿Será que, después de todo éste tiempo, realmente se estaba volviendo
malo? ¿Cómo pudo hablarle así a su padre? ¿Asustar a su primo? Miles de
comentarios machistas en el mundo, en la iglesia, que se había callado
toda su vida, pero, de repente, era como si hoy explotara por todos ellos.
Solloza bajo, casi silenciosamente mientras el diablo lo atrae a su pecho.
Le está matando el dolor de cabeza, no siente sus dedos.
-Solo quiero que esto termine. -Tiene que hacer mucha fuerza para
hablar, debido a que el nudo en su garganta lo está matando. -Ya no
quiero sentir ésta culpa, ya no quiero sentir nada. Por favor, necesito
dejar de sentir. Voy a volverme loco. -Louis reafirma los brazos alrededor
de la cintura del más bajo al sentir que las piernas comienzan a fallarle. -
No necesito esto.
Lo guía hacia la cama y lo acuesta. Nota como la mirada de Harry está
perdida en el techo y lucha por respirar bien, preso de la ansiedad que
rasgaba su pecho con lentitud, con crueldad. Le quita las zapatillas y el
suéter antes de acostarse a su lado y arrastrarlo contra su pecho.
-Mírame. -Dice. Harry alza la mirada y las narices de ambos se rozan. -
Lo decía en serio. -El ceño de el niño se frunce ante aquellas palabras. -
"Te doy lo que quieras." Y si todo lo que me dijiste hoy es lo que quieres,
te lo daré.
Harry se acurruca en los brazos de Louis y éste comienza a susurrar
palabras en aquel idioma inentendible, provocando que el niño se relaje,
las lágrimas se detengan y, poco a poco, éste caiga dormido. El diablo
lleva una mano a la del menor, la cual está lastimada y le besa los nudillos
ensangrentados. Poco a poco, éstos están como nuevos, sin ningún
rasguño.
Lo atrae más cerca y se pasa la noche acariciándole la espalda, los rizos,
oliendo éstos últimos, y pensando. Debía de estar preparado para lo que
sea que vendría, porque su niño...su dulce niño se estaba rompiendo.
Harry despertó ante la canción navideña resonando en el piso de abajo.
Jingle Bell Rock. Una de sus canciones navideñas favoritas. Agradeció
despertar así, pero recordaba las situaciones antes de dormir y tan solo
quería seguir haciéndolo.
No fue hasta que sintió besos en su barbilla, y sonrió. Abrió sus ojitos
para encontrarse con el rey del inframundo, aun sosteniéndolo en brazos.

-Lou...

-Aborrezco la navidad...pero esa canción no está nada mal. Me trae


recuerdos. -Comenta.

Harry alza sus cejas antes de comenzar a refregar sus ojitos, intentando
quitar un poco el sueño. Se estira, pero se vuelve a abrazar a su esposo.

- ¿Si? ¿Bobby Helms también te vendió su alma? -Bromeó el niño. Rogaba


porque fuese una broma y el diablo no terminara confirmándolo.

-No. Recuerdo a cierto niño de rizos, aproximadamente unos cinco años,


cantando esta canción con malas pronunciaciones y saltando en medio de
la sala. -Dice, como si nada. Harry alza la mirada y lo observa fijo. Louis
alza una de sus cejas. - ¿Qué? Te lo dije: He vigilado tu alma incluso antes
de que entre a tu cuerpo, y siempre ha sido mía.

-Sí, pero no sabía que estabas desde hace mucho. -Algunos recuerdos
surgieron en la mente del rizado, pero no eran exactos. Recordaba una
mano, recordaba esconderse, jugar con alguien, morir de risa y cosquillas.
- ¿Y yo te he visto? -Louis asiente.
-Has hecho más que verme. Podremos hablar de eso otro día. -Y lo harían.
Louis le contaría lo adorable que era, cómo le gustaba dar abrazos, jugar
a las escondidas, y que le hiciesen cosquillas. También las veces que lo
había consentido con dulces y helado. -Deberías de comer eso.
-... ¿Mh?
Harry se gira detrás suyo cuando Louis asiente con su cabeza, señalando
aquel lugar. En la mesa de noche hay una taza que contiene chocolate
caliente, y a un lado hay una porción de pastel de chocolate. El niño frunce
un poco su ceño mientras se sienta.
- ¿Quién ha traído esto? -Pregunta mientras toma con cuidado la taza y
sopla el contenido caliente antes de olfatear. Huele exquisito.
-Tal vez Santa Claus. -Dice el diablo. Claramente bromea. Se sienta y
apoya su espalda contra el respaldo de la cama y la pared, observando a
su niño favorito beber su chocolate caliente. Éste le dejó bigotitos en su
arco de ángel, y Louis relame sus propios labios, tentado a quitarle aquello
con su lengua. - ¿Qué tal está?
-Perfecto. -Se estremece. La bebida caliente y el clima frío no lo ayudan,
aún más si sigue en pijama y no está cubierto. -Vaya.
- ¿Tienes frío? -Harry asiente y deja con cuidado la taza en su mesa de
noche, dispuesto a tomar una manta. -Mejor ponte tu suéter navideño.
-Lou, no tengo suéter nav... -Deja de hablar cuando observa en la punta
de la cama, doblado, un suéter de lana rojo, con ciervos blancos y
pequeños árboles verdes. Vuelve su mirada hacia el diablo, el cual tan
solo lo observa de manera neutra. - ¿Quién ha traído eso?
-Santa.
-Lou. -Harry no puede evitar soltar una risita, alegre. Eso alivia el peso
en sus hombros. Toma el suavecito suéter, pasa sus brazos por las
mangas y su cabeza por el agujero, acomodándolo en su torso. Le queda
bien, algo grande. Es calentito. -Tengo un suéter navideño. -Dice de
manera dulce, emocionado.
Louis le tira de la mano, y el niño termina en su regazo, acurrucado contra
él. El diablo le alcanza la taza para que el niño siga bebiendo. Jingle Bell
Rock cesa, It's the most wonderful time of the year comienza. Los
ojos de Harry brillan con emoción.
- ¿Quién está abajo?
-Nadie. Santa está poniendo la música. -Dice el diablo. Harry intenta
apartar de su cabeza el hecho de que su familia se fue sin él, realmente
lo hace, porque Louis está haciendo algo que está llenando su pecho de
amor.
-Lou... -Dice luego de beber de su chocolate caliente. Nuevamente tiene
bigotitos, y el diablo no pierde la oportunidad de limpiarlo por su cuenta,
con su lengua. Deja un beso suave y casto en los labios de su niño, y
cuando ambos se apartan éste último tiene sus ojos llenos de lágrimas,
pero continúa sonriendo. -...Gracias.
El diablo tan solo pasa sus dedos pulgares por las lagrimitas que
amenazan por salir. No es muy bueno recibiendo agradecimientos, porque
jamás había hecho algo así por nadie.
- ¿Todo en orden? -Harry asiente, sorbiendo su naricita, aún con una
sonrisa y dejando la taza en la mesa de noche. -Eso espero. Santa dejó
más regalos bajo tu cama, deberías de verlos.
- ¿Ahora?
-Si.
Y Harry se baja todo emocionado, se arrodilla a un lado de su cama y
comienza a sacar completamente emocionado muchos paquetes. Sus
regalos fueron muchos vinilos de sus artistas favoritos, y algunos nuevos.
Calcetines navideños, un cuaderno de tapa negra con una pluma y tinta,
libros respecto a teorías de universos paralelos que había sacado de su
despacho (confiaba en que Harry no revelaría nada del futuro), más
anillos y un reloj de bolsillo en números romanos.
A Louis le importaba una mierda la navidad, Louis ni siquiera quería saber
cómo festejaba cada persona, y lo fue descubriendo los años que pasó
junto a su, ahora, esposo. Esas luces, árboles, regalos, buena música.
Familia unida, amigos.
El diablo jamás lo confesaría...pero su niño era su familia.
Su niño merecía todo lo bueno en el mundo. Y se lo daría, comenzando
por cosas leves como éstas.
Y era una promesa.
🌹 🌹
1956
—¿Quiere un poco de té, Señora Styles?
La nombrada rio al oír el tono formal que usaba su pequeña hija para
referirse a ella, y luego de asentir con una sonrisita, Gemma Styles simula
servir té desde su tetera de plástico a una pequeña taza rosada.
El día era una obra de arte. No hacía frío, ni calor. Había un sol precioso,
y ambas habían decidido poner un mantel sobre el césped del patio
trasero y jugar a que se reunían a tomar el té. Jacky, la cuñada de Anne
Styles, estaba allí también, pero un poco más lejos, observando
cuidadosamente al niño de cinco años que no paraba de correr en círculos
y reír a carcajadas.
—Harry, cariño. —Jacky comenzó, queriendo que éste se detuviera un
poco, y estaba a punto de advertirle que se quede fuera a la vista de las
mayores, pero el niño de rizos se dirigió entre respiraciones agitadas hacia
la casa.
Anne se puso de pie de inmediato y observó a su hija por el quejido que
ésta dejó salir. -Vuelvo rápido, cariño. Solo traeré a tu hermano, mientras
hazme otra taza de té, por favor. -Fingió beberse todo lo de la taza y
chillar por lo caliente que estaba. Gemma se echó a reír antes de quitarle
la pequeña tacita a su madre y comenzar a preparar más té para ella y
sus osos, los cuales le hacían compañía.
Cuando Anne entró a la casa, se encontró con Harry corriendo en círculos
alrededor del sofá, viendo detrás suyo de vez en cuando y chillando con
emoción para luego estallar en carcajadas.
—¡No me atrapas, no me atrapas! —Se burlaba de algo que no estaba
allí.
Anne suspiró. Su hijo de cinco años era un terremoto.
El rizado volvió la vista al frente y detuvo aquella carrera, observando
algo frente suyo y chillando con más emoción antes de dirigirse a la
dirección contraria, subiéndose al sofá y poniéndose en posición fetal a la
par que ocultaba su rostro con sus pequeñas manitos.
Jacky, la cual estaba entrando a la casa, rió al ver a su sobrino de aquella
manera y se le acercó. —¿Qué le sucede al bebé? Corre muy rápido.
—Harry, cielo. No corras así, por favor. —Se acercó a su hijo y lo tomó en
brazos con cuidado. Éste se ocultaba en el hombro de su madre. -Te
puedes caer y... ¿De quién te escondes, niño travieso? —Su bebé soltó
una risita antes de observar a su madre con una dulce sonrisa y hoyuelos
visibles en sus ruborizadas mejillas.
—De su amigo imaginario. —Dijo Jacky sentándose en el sofá. Anne deja
un beso en el rostro de su pequeño antes de soltarlo, y Harry parece
buscar algo con la mirada antes de que sus ojos se iluminen y comience
a, nuevamente, correr. —Es tan alegre que me contagia.
—¡Mami! —Su hija llamaba desde el patio, ya harta de esperar tanto
tiempo.
—Estoy en camino, Gemma. —Observó a su niño. —Hazzie. Bebé, ¿Me
prestas atención? —Harry la observó tan solo unos segundos antes de
seguir corriendo y chillando. Anne nuevamente suspira.
—Ve con Gemma. —Dijo su cuñada, tomando el diario que se encontraba
sobre el sofá y acomodándose en éste para comenzar a leerlo. —Yo me
encargo.
—Jacky, no te sientas obligada a quedarte aquí. Harry puede venir al
patio, ¿Verdad, Harry? —El niño ni siquiera la oyó, ahora se escondía
detrás del sofá, concentrado en no hacer ni un ruido.
—No me siento obligada, Anne. Me gusta verlo jugar. —Dice, y observa
de reojo el diario, cambiando una página al no ver nada interesante.
—Avísame si necesitas algo. —Nuevamente su hija llama, y se dirige
nuevamente hacia el patio. —¡Aquí estoy, amor!
Jacky suspira antes de volver a ver a Harry cuando éste ríe y rodea el
sofá, tirándose al suelo y tomando la pierna de su tía, cerrando sus ojitos
con fuerza. —¡No me atrapas, moun...monstrou de cosquillitas!
—¿Con quién hablas, mocosito? —Dice su tía, y alza las cejas con sorpresa
cuando el niño se retuerce y comienza, nuevamente, a correr en círculos
alrededor del sofá.
La mujer vuelve la vista al diario, y es minutos después que se da cuenta
al ver de reojo que la puerta que lleva al sótano, a la habitación del
pequeño, está abierta. Pensarlo le llevó tan solo segundos, y parece que
habían coincidido ya que Harry corría en aquella dirección, sin mirar al
frente, tan solo atrás, a aquella supuesta cosa que le perseguía.
—Harry, cuida... ¡Harry! —El niño vio al frente tan solo cuando sintió que
donde pisaba no había absolutamente nada, y antes de tener una brutal
caída por las escaleras, la mujer pudo observar como la nada misma
tironeaba de la camisa blanca del niño hacia el lado contrario a la caída,
dejándolo tirado de vuelta al living.
Su tía borró de inmediato de su mente haber visto aquello al notar el
puchero en el labio inferior de su sobrino, y se acercó a paso rápido. —
Cariño. ¿Te encuentras bien? No pasó nada, solo fue un susto.
–Yo estoy bien. —Responde el niño con la voz algo temblorosa. No quería
llorar frente a su tía. Miró alrededor y se quedó observando por unos
segundos mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. —Se fue...
Jacky no hace preguntas, tan solo abraza al niño luego de ponerlo de pie,
le besa la mejilla y lo obliga a ir con su madre. Mientras cierra la puerta
que lleva al sótano, siente un escalofrío viajar por su columna vertebral
al recordar lo que había visto, y aunque quería creer que podía haber sido
un milagro, no se sentía como uno.
Se sentía como una maldición.
26 de enero de 1969. // Un año, un mes y un día después. //

—Harry...Harry...Oye, Harry...Harry... —Tan solo pasan unos cortos


segundos de silencio antes de recibir otra palomita de maíz contra su
mejilla. —...Harry.
—Ay, por Dios. —Dice el nombrado, ocultando su rostro en sus manos.
Su mejor amigo ríe bajo.
—Harry, esta película es una mierda. —Y vuelve a reír silenciosa, aunque
recibe unos “sh” de la parte de adelante.
Ambos adolescentes estaban en el cine, el único del pueblo y,
extrañamente para ser domingo, no estaba tan lleno. Había una película
en estreno desde hace menos de una semana llamada “La residencia”. Al
parecer, a casi nadie del pueblo le gustaba, y es por eso que había algunos
asientos libres a los lados. Harry no quería ser mala persona, realmente
quería darle una oportunidad a la película, pero no podía, y Fionn lo volvía
más complicado.
—Fionn, por lo que más quieras, déjame ver la película.
Fionn suspira. Está harto, aburrido. Harry le devuelve la mirada. —¿Por
qué la ves? No te gusta. —Come palomitas, ignorando otro “Shh” que
proviene de más adelante.
—Porque hemos gastado dinero en esto, y en las palomitas que están
cayendo al suelo. —Harry baja su voz aún más debido a que se oyen
quejas. —Y no creo que sea tan malo, todos parecen disfrutarla.
—Se están durmiendo, Harry.
El niño suspira, negando lentamente y acomodando sus ricitos hacia
atrás, en su hopo, como últimamente los usaba. No había cambiado nada
a excepción del peinado y su vestimenta: Había abandonado los tiradores,
los pantalones cortos y los kickers. Ahora tan solo usaba una camiseta
blanca abotonada hasta arriba, unos pantalones largos hasta la cintura
color negro y borcegos del mismo color, los cuales lo hacían tan solo un
poquito más alto, y eso le hacía feliz. Él iba a ser alto, algún día.
Estaba hermoso, reluciente, pero seguía siendo la misma dulce y
bondadosa criatura de siempre. Seguía siendo Harry Styles.
Fionn también estaba cambiado. No solo era mucho más responsable,
también había tenido un cambio de imagen como Harry: Con su cabello
hacia atrás y ropa parecida, solo que su camisa no tenía botones y estaba
más abierta en la parte del cuello.
Ambos ahora también se veían fuera de la escuela para ir al cine o al
parque junto a Liam.
Un quejido salió de la boca del rizado ante la fuerte picazón que sentía en
el antebrazo, sobre una marca apenitas visible e indescifrable, ya que su
madre lo había llevado al hospital a hacerse unos exámenes, y al no
obtener respuestas decidieron descartar la posibilidad de algo grave,
añadiendo una donde se debía a algún tipo de alergia de alguna tela que
le rozaba la piel.
—¿Tienes comezón aún?
—No sé qué sea. —Responde, y deja de rascarse, porque hace que le
pique aún más.
—Déjame ver. —Su mejor amigo le toma el brazo, observando con
atención en el área donde le picaba al niño. —Sí, definitivamente te vas
a morir. —Bromea, haciendo a Harry reír silenciosamente y alejar su
brazo. —Te diré qué: Nos vamos de aquí a mi casa, cenamos allí y luego
te acompaño a tu casa.
Era un buen plan.
—Suena bien, pero me da vergüenza ponerme de pie ahora.
—Harry, no me voy a quedar ni un segundito más aquí sentado. Necesito
ir al baño, tengo hambre, me estoy aburriendo.
Accidentalmente usó un tono de voz normal para decir aquello,
provocando que tres filas al frente, un adulto que estaba con su esposa
se gire. —¿Quieres cerrar la boca, por el amor de Dios?
—Púdrete.
—Fionn. —Harry regaña, y por querer llamar la atención de su amigo pone
su mano sobre la del otro, frunciéndole el ceño antes de ver al adulto. —
Lo siento, señor. Ya nos íbamos.
Y todo hubiese salido bien si el hombre simplemente se hubiese girado,
pero estaba fastidiado, y era un idiota. Su mirada bajó a las manos de los
adolescentes, las cuales estaban una sobre la otra, y negó. —Tenían que
ser homosexuales. —Dice antes de girarse y volver a sentarse.
Se oyen algunas risas en el cine ante él, al parecer, chistoso comentario
del adulto. Harry nota que su mano sigue sobre la de Fionn y la aleja
rápidamente, mirando a su mejor amigo con culpabilidad. A él no le
molestaba lo que la gente pensara sobre él, pero a pesar de conocer muy
bien a Fionn, jamás habían pasado por una situación así.
—Lo sie-
—Ni se te ocurra disculparte por tomar mi mano. —Le interrumpe Fionn.
A él tampoco le importaba. —Vamos. —Dice, poniéndose de pie.
Harry está por hacerlo, pero entonces comienza a sentir aquel reconocible
malestar en su estómago.
Nota como por arte de magia las palomitas del hombre que los insultó
sale volando hacia la cara de su esposa, la cual se queja antes de ponerse
de pie, sacudiendo su precioso vestido. Todos están viendo aquella escena
antes de subir la mirada a la pantalla. La película ha quedado tildada en
una parte donde uno de los personajes suelta una carcajada. De los
parlantes se oye un pitido irritante, y Harry es el único que no tapa sus
oídos. Lo sintió durante tanto tiempo, que ya no le afectaba en lo más
mínimo.
La gente comienza a quejarse y, entonces, la pantalla literalmente se
quiebra, todo se oscurece antes de que las luces del cine se encendieran.
Todos están entre asustados y muy confundidos. ¿Acaso el sonido había
hecho que la pantalla se quebrara?
Fionn se vuelve a sentar en su asiento, sorprendido. —Dime que no estoy
loco y viste eso.
—Lo vi. —Responde Harry con tranquilidad.
—¿Y por qué actúas tan normal? —Harry simplemente revolotea sus
pestañas con rapidez ante aquella pregunta, observando a su mejor
amigo, el cual niega y suspira. —Olvídalo. Vámonos a casa.
Esta vez ambos adolescentes se ponen de pie. Toda la gente está saliendo
del cine. Fionn pasa primero, caminando por el angosto pasillo entre los
asientos. Harry observa alrededor, intentando buscar a Louis, pero éste
no se deja ver.
Una sonrisita se hace presente en el rostro del rizado antes de buscar a
su mejor amigo, abandonando aquel cine.
Habían llegado a la casa de Fionn, el cual estaba muy emocionado,
sorprendido por lo que había sucedido en el cine. Faltaba poco para que
la cena estuviese lista, y Fionn no perdió la oportunidad de contarle a su
padre la anécdota mientras cenaban.

—Y la pantalla se quebró en dos, así como si nada. Todos tuvimos que


salir de allí. —Dijo, buscando con su tenedor más pasta con salsa de su
plato, llevándola a su boca.

—Es una pena, dicen que la película es buena. —Comentó el señor


Whitehead, bajando la mirada a su plato casi vacío. Harry y Fionn no
perdieron la oportunidad de verse con los ojos bien abiertos y un gesto
de sufrimiento: Aquella película había sido lo peor de toda la anécdota. El
padre de su mejor amigo suspira antes de levantarse de la mesa. —Harry,
estaré en la sala. Puedes avisarme cuando quieres irte, y te llevo a tu
casa.
—Oh, no es problema, señor Whitehead. Puedo ir solo. —Dice
educadamente.
—No me molesta para nada llevarte, hijo. —Le despeina tan solo un poco
los rizos antes de pasar por detrás de Fionn. —Incluso me dejaría dormir
en la noche. Fionn, lava los platos cuando termines. —El nombrado se
queja con la boca llena y gruñe cuando su padre le palmea la espalda con
tan solo un poco de fuerza.
Harry no puede evitar reír bajito.
—¿No te pareció extraño el que haya sucedido aquello? —Dice su mejor
amigo al haber tragado la comida y tomado un poco de agua.
—No, puede pasar.
Las cejas del de ojos azules se alzan. —Sí, claro. Es completamente
normal que una pantalla se quiebre como si nada. —Dice sarcásticamente.
—Pudo haber sido el ruido. No me gusta opinar de cosas que no sé. —Se
encoge de hombros y suspira. Estaba llenísimo, nunca había comido un
plato tan enorme en su vida.
—De acuerdo, entonces hablemos de cosas que sí sabemos: Tu
cumpleaños. Tus dieciocho, para ser exactos. —Fionn no evita sonreír
cuando nota como su amigo se ruboriza. —¿Harás algo?
Harry niega. —No.
—Tiene que haber a-
—No.
Los ojos de su mejor amigo se entrecierran un poco, viendo fijo al rizado.
—Pequeño e inocente Harry, sin saber mentir. ¿Crees que no te conozco
lo suficiente?
Te sorprenderías.
—No es nada. Mi mami...mamá. —Corrige. Jesús, cumpliré dieciocho y
sigo diciéndole “mami” en público. —Mi mamá hará algo, seguramente.
Siempre lo hace, la “fiesta sorpresa”.
—¿Acaso yo he faltado a alguna?
—No.
—Pues lo haré, porque yo planearé mi sorpresa aparte. Y te va a gustar.
Ya lo he pensado. Será el mejor regalo.
Harry no puede evitar sonreír, bajando la mirada. —Vale. Deja de
emocionarme. —Recibe una palmada algo dolorosa e inesperada en el
antebrazo de parte de su amigo. —¡Auch! ¿Por qué me golpeas?
—Deja de rascarte.
Ni siquiera se había dado cuenta que estaba rascándose.
—Me pica. —Se excusa, inconscientemente formando un pucherito con su
labio inferior antes de bajar la mirada a aquella marca indescifrable. No
era tan notable. —Tal vez sea un granito.
—Tal vez sea un tercer pezón.
Ambos amigos ríen antes de levantar la mesa entre charlas.
Fionn acompañaba al rizado a la puerta mientras su padre se adelantaba
hacia el auto. Ambos adolescentes se observan.
—¿Te veo mañana en la escuela?
—Por supuesto. —Responde Fionn, apoyándose en el marco de la puerta
y observando de reojo a su padre subirse al auto.
—No llegues tarde, no me gusta estar solo.
—Ya eres niño grande, ahora debes acostumbrarte a la soledad. —
Bromea. Harry arruga su nariz, riendo bajo antes de acercarse a su mejor
amigo y dejar un beso en su mejilla, como siempre, volteándose.
Harry jamás dejaría de ser un niño. Un hermanito menor para él, no solo
por sus actitudes o inocencia, simplemente porque así lo sería para toda
la vida.
—Hey. —El rizado se voltea nuevamente, alzando ambas cejas. Fionn se
acerca a éste. —Ven aquí. —Dice antes de envolverlo en un abrazo. Harry,
sorprendido, responde de inmediato.
—¿Desde cuándo me abrazas?
—Siempre te abrazo, torpe.
—Mentiroso. Nunca me abrazas de la nada. —Contradice el de rizos antes
de reír bajito. —Ya sé que te sucede. Estás sentimental...
—Cállate.
—Porque estoy creciendo.
Un silencio se hace presente por unos segunditos.
—...Tengo mis razones. —Se excusa Fionn. Harry vuelve a reír antes de
ser apartado del abrazo. —Fuera de mi casa, Harry Styles. —Dice con un
tono de falsa molestia.
Harry oye la bocina del auto del señor Whitehead. —Te veo mañana, Fi.
—Dice, aun riendo antes de girarse y caminar rápidamente hacia el auto,
subiéndose.
Fionn tan solo los observa irse desde el umbral de la puerta, suspirando.
Si, estaba sensible.
Pero jamás iba a admitirlo.

Finalmente, Harry había llegado a su casa. Le agradeció al señor


Whitehead antes de bajar y caminar para la puerta. El malestar en su
estómago había estado presente en el camino de vuelta a la casa, y
estaba ansioso.
Cuando entró y cerró la puerta principal se quedó de pie en la entrada al
ver a su hermana Gemma con su novio, Theo, en el sofá. Éstos tenían los
labios muy rojos y el cabello algo desarreglado para estar viendo
televisión. Los tres se observaron por unos segundos.
—Harry, no creí que ibas a llegar tan temprano. —Dice su hermana,
sonriendo suavemente.
—Sí, es que...la película apestó. —Explica, y asiente hacia Theo en forma
de saludo, el cual lo ignora. Harry vuelve a ver a Gemma. —¿Mamá y
papá?
—Salieron por su aniversario. Me dijo que vendrán un poco tarde.
—Oh, bueno... —Un silencio incómodo se hace presente antes de que
Harry suelte una risita, comenzando a caminar hacia su cuarto. —Estaré
en mi cuarto.
—Buena idea. —Su hermana le dedica una sonrisita de agradecimiento
mientras Harry abre la puerta que lleva a las escaleras y la cierra detrás
suyo, bajando hasta abrir la puerta de su cuarto.
La cerró detrás suyo, prendiendo la luz antes de girarse. Ni siquiera le dio
tiempo a ver algo, cuando ya estaba contra la pared, y su esposo, el rey
del inframundo y la persona que más amaba, lo sostenía de la cintura con
sus brazos. Harry no puede evitar sonreír embobado, cerrando sus ojitos
ante la cercanía de sus rostros.

—¿Qué tal estuvo la película? —Pregunta el arcángel, fingiendo no saber


nada.

—Horrible.

—Mi parte favorita fue cuando la rompí.

Harry no pudo evitar soltar una risita, negando lentamente. Se sentía algo
culpable.

—Hiciste que aquel pobre hombre arruinara su cita.

—Oh, no era mi intención. —Dice sarcásticamente el diablo, sonriendo


coquetamente de lado antes de acercar su rostro y tomar los labios de su
esposo en los suyos.

Ambos movían sus labios en el mismo lento y profundo compás, ladeando


sus cabezas hacia los lados contrarios. Harry subió sus brazos al cuello
del ente, y éste bajo sus manos hacia los muslos del menor, cargándolo
en sus brazos para dirigirse a la cama.
Ambos continuaban igual que siempre, pero intentaban volver las cosas
menos tóxicas, con Louis tan solo apareciendo en las noches hasta que
Harry se dormía, o cuando a éste le sucedía algo, aunque en todo el año,
luego de la horrible navidad que tuvo Harry, todo parecía ir bien. Nada se
había estropeado, nada los perseguía. Todo estaba perfectamente bien, y
aunque al principio aquello era extraño, ya se estaban acostumbrando.
Se habían vuelto mucho más unidos, y al menos Harry creía que ya no
había secretos entre ellos exceptuando por qué Louis no le decía que lo
amaba. Si. Incluso habían cumplido un año de casados, y aun así el diablo
no decía aquellas simples palabras.
Y Harry comenzaba a sentir que no estaba siendo correspondido.
—Te extrañé. —Dice el niño una vez Louis se sienta en la cama, con él en
su regazo.

—Creí que estabas bastante bien con tu amigo. —Responde, llevando los
besos a la piel del cuello del menor.

Harry sonríe apenitas visible. —Sí, estaba bastante bien. Pero aun así...yo
te extrañé cada segundito.

—Ese es mi niño favorito. —Gruñe bajo, satisfecho por la respuesta de su


esposo antes de besarle nuevamente los labios.

El rizado sale de encima del diablo para dirigirse a su mueble, tomando el


pijama y comenzando a vestirse de espaldas mientras respondía
preguntas del rey del inframundo sobre si alguien se había metido con él
en el tiempo que no estuvo y principalmente queriendo saber si había
probado bocado en el día.

Finalizó de ponerse sus pantalones de pijama y su camiseta de manga


larga color gris. Su cabello continuaba perfectamente peinado.
—Comí tanto que aún sigo muy lleno para moverme. —Comentó,
girándose con una tímida sonrisita y mejillas sonrojadas.
Era verdad. Él estaba acostumbrado a platos pequeños, y el padre de
Fionn claramente no, porque le había servido algo parecido a una
montaña de pasta con mucha salsa. Lo sorprendente es que se lo había
comido casi todo. Cocinaba muy bien.
Perdido en sus pensamientos no se dio cuenta que Louis estaba frente a
él y le estaba separando la mano del brazo, con su rostro completamente
inexpresivo mientras le veía fijamente. —¿Sigues rascándote?
—Oh, no. —Miente, pero suspira ante la mirada del diablo. —Bueno, sí. —
Admite por haber intentado mentirle a su esposo.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Dice con el mismo tono de voz, y toma su
brazo para observar la zona donde le picaba.
—Porque todos están haciendo un gran problema por un poco de
comezón. —Louis alza la mirada para ver nuevamente a Harry. Si no fuese
porque es su esposo y le conoce, aquellos ojos azules con un cuarto rojo,
inexpresivos, que lo ven fijamente, le daría miedo. Pero no es así, sabe
que aquella mirada significa que Louis no exagera, tan solo cuida de
Harry, y no sabe cómo decirlo en voz alta. —Lou, yo entiendo, pero se
irá. Tal vez sea alergia a alguna tela o comida, lo que dijo el doctor.
El diablo vuelve a bajar la mirada al pálido brazo de su esposo y se le
frunce un poco el ceño, como si estuviese comenzando a pensar en algo
que finalmente descarta al envolverlo en sus brazos y darle un beso en la
frente. Harry amaba cuando Louis hacía aquello, eran pocas veces y
siempre quedaba tan sorprendido como la primera vez. Se abraza al cálido
torso de su esposo y apoya su mejilla en el pecho del contrario,
sintiéndose pleno.
—¿Cómo estuvo tu día, Lou?
—En orden. —Responde, y reafirma su agarre en la cintura del menor
antes de comenzar a dejar lentos besos en la piel de su cuello. Harry
mantiene sus ojos cerrados, y no evita comenzar a pensar en el tiempo
que había pasado, y en el tiempo que pasaría. —Te noto tenso.
El rizado suspira y ladea un poco más el rostro, buscando que aquellos
cálidos labios alivien la tensión que comenzaba a sentir en todo su cuerpo.

—Solo pensaba...

—Estás frío. A la cama, y lo hablamos. —Dejó un último beso y se alejó


para poder dejar que su niño favorito se moviera.

Éste de inmediato se dirigió a su cama y corrió las mantas antes de


meterse, haciéndole un lugar al diablo, que también se recostó y agitó su
mano para que las mantas los taparan. Atrajo al niño contra su cuerpo,
el cual estaba cálido e iba a quitarle los temblores del frío.
—Será mi cumpleaños en unos días. —Comenzó Harry. Louis tan solo le
beso la mejilla suavemente, mimando a su niño. —Estoy creciendo...y no
quiero hacerlo.
—Es algo completamente normal ponerse nostálgico por ello, a nadie le
gusta envejecer.
—Sí, pero no todo el mundo está casado con el rey del inframundo. —
Murmura, intentando darse entender.
Harry no devuelve la mirada fija de Louis, y el silencio se hace presente
tan solo por unos segunditos. —Te dije que haría todo lo posible para que
vivieras la eternidad junto a mí.
—Lo sé, y yo valoro eso. Créeme que lo hago. —Rápidamente aclara el
rizado, sin querer que Louis se sienta que había fallado en hacerlo feliz.
—Pero...no lo sé, solo me desanima un poco. No quiero tener sesenta
cuando eso suceda.
—¿Por qué? Tengo miles de años, y más. Me sentiría un poco a la par,
siendo honesto. —Harry no puede evitar reír bajito por aquella broma.
—Sí, pero luces de veintitantos. Eso no se verá nada agradable. —No
puede editar volver a reír y Louis no puede evitar volver a besarlo. Harry
se aparta segunditos después, viendo fijamente a su esposo. —Te amo,
Lou. Solo estoy asustado de que no podamos lograrlo, de que algo suceda.
—No lo estés. —Dice, nuevamente evitando aquellas palabras y metiendo
sus manos por debajo de la camiseta del menor para acariciarle la piel.
—Tienes que confiar en mí.
Harry siente un nudo en su garganta. Confiar. Confiar en que lo ama,
aunque no lo diga de vuelta.
—Lo hago. —Responde, y vuelven a besarse.
Comienzan una sesión de besos lentos, dulces, con mordiditas suaves en
sus labios. Louis no dejaba hablar a Harry, y éste reía entre el beso,
intentando alejarse, pero no podía y aquello lo hacía reír más antes de
ser besado nuevamente con lentitud y más profundidad. Ambas lenguas
se encuentran y hacen su fricción, miles de sensaciones se desatan en el
cuerpo del rizado. Amaba sentir la lengua de Louis con la suya propia.
El rey del inframundo se aleja. —Tienes que dormir.
Maldición.
Harry sabía que Louis decía aquello ya que la noche anterior Harry no
había dormido muy bien, todo debido a que habían hecho el amor y se
habían quedado hablando de muchas cosas hasta que amaneció.
Suspira. —Está bien. —Dice, recibiendo un último beso antes de cerrar
sus ojos y ser atraído al pecho del mayor. —Lou.
—¿Mh?
Silencio.
—¿Tú tienes cumpleaños?
Más silencio por más segundos.

—No.

—¿Te gustaría tener uno? —Y sonríe algo adormilado al sentir un fuerte


latido en el pecho del diablo.

—¿Por qué preguntas?

Harry siente que se está durmiendo. Hace todo lo posible para


mantenerse despierto. —Solo creo que sería bonito decidir que tuvieras
uno. Podría darte un regalo y... —Bosteza. —...y hornearte un pastel. No
lo sé.

Louis le besa los labios por última vez. —Descansa, niño. Podemos hablar
de esto otro día.

Y Harry no se niega, finalmente durmiendo con profundidad.

Lunes al mediodía, en un día soleado pero frío, Liam, Fionn y Harry se


encontraban almorzando en la cafetería del instituto. Stella, una chica
rubia y buena que había salido un par de veces con Fionn, estaba sobre
el regazo de éste, oyéndolo hablar mientras veía alrededor para vigilar
que no haya ningún profesor cerca que la vea de aquella manera sobre el
chico que le atraía.
—Y la pantalla se rompió. Tengo mis sospechas de que Harry lo hizo con
sus poderes, porque ni siquiera se sorprendió. —Comenta, haciendo reír
a la chica.
Harry, por otro lado, ya estaba harto de oír a su mejor amigo contar la
historia a todo ser viviente que se le cruzara. Sin embargo, él jamás
dejaba de ser amable o hacía sentir torpe a alguien más.

—No es que no me sorprendí, solo no reaccioné como tú. —Respondió.

Liam tan solo observaba la situación, comiendo. Amaba estar con sus
amigos.

—¿Y cómo es que, según tú, yo reaccioné?

—Ha pasado un día y no paras de decirlo. ¡Incluso lo repites!

—Es porque está emocionado, déjalo. —Defiende Stella, y besa a Fionn


en los labios, el cual está satisfecho. Harrry pone los ojos en blanco y
Liam ríe por ello, provocando que los adolescentes se separen. Stella ve
alrededor nuevamente y se levanta con rapidez de encima de Fionn al ver
a un profesor a lo lejos. —Voy a mi clase. ¿Nos vemos en la noche?

—Ten por seguro que sí. —Se besan rápidamente antes que la chica
camine lejos de aquella mesa. Fionn la ve irse antes de girarse a ver a
sus amigos, los cuales lo observan. —... ¿Qué?

—Yo debo de ir a la biblioteca. —Dice Liam, poniéndose de pie y tomando


la botella de agua de su bandeja, observando al rizado e intentando no
reír. –¿Nos vemos en la noche? —Dice, imitando un tono más agudo.

—Ten por seguro que sí. —Dice Harry en un tono coqueto, imitando a su
mejor amigo. Ambos ríen excepto Fionn mientras Liam se aleja.

—Harry Styles, deja de romper mi corazón.

—Tu rompes el mío, me cambias por Stella. —Finge tristeza, suspirando.


—¿Es porque su cabello es rubio y el mío no? —Sonríe, demostrando que
claramente está bromeando antes de suspirar cuando suena la campana.
Todos comienzan a ponerse de pie, y ellos también. —¿Qué harán esta
no.…? —No termina su pregunta debido a la cara de Fionn, el cual se
queda en silencio. —No, no. No quiero saber.
—Bien. Eso es bueno.
Ambos se dirigen por el pasillo, caminando lentamente mientras Fionn le
comentaba sobre la sorpresa de su cumpleaños, sin decirle nada.

—Va a ser genial, pero no puedo decirte.

—Suena a que quieres decirme todo. —Ambos se adentran a los baños


del instituto donde, por suerte, están vacíos.

Fionn se dirige a un cubículo mientras Harry lo espera de pie frente a los


lavabos.

—Sí, pero no puedo. Liam me mataría, él va a ayudarme en todo.

Se oye como Fionn sale del cubículo, pero Harry ni puede prestar a
atención a ello debido a que siente un enorme pinchazo, como si
estuviesen inyectándole fuego sobre el lugar que siempre le picaba del
brazo. Su boca se entreabre y gime adolorido antes de apoyarse contra
el lavabo.

—¿Harry? Hey. —Se acerca de inmediato. —¿Qué tienes?

—N-Nada. —Se acaricia el brazo cuando el ardor cesa, y vuelve a respirar,


entrecortadamente. —Solo sentí un dolor horrible en el brazo. Debo haber
dormido mal. —Miente.

Fionn sabe que Harry está mintiendo, pero no dice nada. Se lava las
manos y pasa un brazo por encima de los hombros de Harry, intentando
demostrarle su apoyo.

—Vamos a clase. —Dice, y salen del baño de aquella forma.

Cuando salen, Harry habría preferido quedarse en el baño.

Ambos chicos se detienen, extrañados de que muchos alumnos corran en


la misma dirección, por el largo pasillo y a la izquierda. Muchos murmuran
cosas, nada se ve bien.
—¿Qué sucede? —Pregunta Harry, intentando que no se notara el miedo
en su voz.
—No lo sé. Vamos a averiguarlo. —Aún con su brazo sobre los hombros
del rizado, ambos comienzan a caminar más lento en aquella dirección.
—Hey, Langdon. —Fionn alza más su voz al ver a un compañero en su
clase, con el cual tenía más confianza. —¿Qué sucede?
—Alguien murió. —Dice, y se dirige corriendo hacia aquel lugar.
Ambos adolescentes comienzan a sentir un vacío en su estómago,
principalmente Harry, el cual no había oído de la palabra “Muerte” hace
más de un año. Nada relacionado a aquello, ya que fue puro año de
felicidad donde el diablo le acompañaba, donde todos creían que éste se
había ido, pero era una mentira más ligera de cargar.
Como si ambos estuviesen sincronizados, comienzan a caminar por el
pasillo, callados, sin correr. Lucen tranquilos, pero están aterrados. Ya de
por sí era algo horrible, ¿Qué si era alguien que ellos conocían? ¿Liam?
¿Stella? ¿Ruby? No habían visto a Ruby hasta hace un par de meses,
pocas veces la cruzaban, pero igualmente era una conocida.
Finalmente giran en donde toda la gente está amontonada, y se separan
mientras intentan pasar al frente. Hay un cuerpo de un alumno que, por
suerte, no conocían, pero aun así era un alumno. Una persona. Sus ojos
ven fijamente un punto perdido en el aire, pálido y con el uniforme
empapado de sangre, con cortes en cada parte de sus brazos y garganta.
—Mierda. —Dice Fionn, respirando profundo antes de alejar la mirada y
buscar entre la multitud. —Harry, allí está Liam.
Fionn se dirige hacia su amigo, pero Harry no puede moverse con tanta
facilidad. Alza la mirada, parpadeando lentamente y fijando su vista en la
figura alta y con capa negra que está de pie a lo lejos del pasillo, pero no
tanto. Aquella figura que se llevó una parte de su alma hace rato, pero
que Louis pudo arreglar debido a que aparentemente no había sido la gran
cosa. Muerte lo miraba fijo, aún si Harry no podía ver su escalofriante
rostro debajo de la capa negra que cubría su cabeza, sabía que esta ya
había tomado el alma del alumno muerto, y que solo estaba allí para
demostrar que lo observaba.
A él.
Harry sale de allí al ver llegar a los policías y dos médicos con una camilla
donde pondrían el cuerpo. Se dirige por donde regresó, y en el trayecto
al baño se quita el anillo. Segundos después, siente el malestar en su
estómago y se tranquiliza, pero solo un poco. Quiere llorar.
Una vez dentro del baño, le pone pestillo a la puerta y se gira, observando
al diablo de pie allí, viéndose alerta.
—Lou. —Se le entrecorta la voz mientras se le escapan unas lágrimas, y
llega hacia donde está su esposo, siendo envuelto por los brazos de éste
contra el calor de su pecho. Comienza a llorar bajito, con sus ojitos
cerrados y ceño levemente fruncido. —N-No puedo...
—Shhh, no hables. —Lo sostiene mejor hasta cargarlo en sus brazos y
poder subirlo a uno de los lavabos, sentándolo en éste. Se ubica entre sus
piernas y le limpia el rostro con lentitud, dejando un beso en sus labios.
—Alguien murió.
Harry asiente lentamente y baja la mirada, con más lágrimas escapando.
Sus manos tiemblan. —L-Lo siento. Es que...hace mucho que no veo algo
así.
—No vi, pero sentí. La muerte estuvo aquí.
—¿Ya no? —Sorbió su nariz y Louis continúa limpiando las lágrimas que
salen de sus preciosos ojos verdes.
—No mientras yo esté. Me teme.
—¿Por qué seguía aquí si el chico ya estaba muerto? Es decir, ya se había
llevado su alma. ¿No se supone que debería de haberse ido?
—Tal vez debe de llevarse a alguien más.
—¿Dos muertes en el mismo día y mismo lugar?
—Puede que no el mismo día. Algunas veces vigila a su próxima víctima.
Harry se quedó callado de inmediato, mirando a Louis unos segundos
antes de sentir escalofríos. Se apegó más a éste, el cual le dejó de manera
inmediata.
—¿Tú sabes quien solía ser Muerte?
—Hubo muchas Muertes. Esta es la novena, la penúltima. Solo puede
haber diez muertes. —Respondió. A Harry le gustaba saber sobre éstos
temas.
—¿Es como ser un profeta? Es decir, ¿Te eligen?
—A decir verdad, no sé bien cómo funciona, pero esta Muerte lo eligió.
Luego de rituales costosos para contactar a Dios, recurrió a mí. —
Comienza, acariciando la espalda del niño con lentitud. —Era un simple
hombre de una aldea asquerosa y llena de pobreza. Tenía una esposa, y
seis hijos. Mató a éstos para demostrarme su insensibilidad, que podía
ser la muerte. —Harry niega lentamente. No entendía cómo alguien podría
hacer algo así. —Mató a su esposa para conseguir el ritual de invocación,
y cuando se reunió con la octava Muerte, luchó contra ella. No sé ni me
importa cómo, pero ganó, y está a la espera de la próxima.
–Creí que Muerte debía de ser alguien tranquilo, que ayude a las personas
a morir en paz.
—Sí, el de arriba también lo cree. En la larga lista de “Razones para odiar
a mi arcángel favorito” está aquello. —Sonríe de lado, presumiendo.
Harry se aparta un poco de su pecho para alzar la mirada y verlo. —
¿Todas las Muertes chillaban de esa forma y se vestían así?
—No, exceptuando lo de la vestimenta. El chillido es algo que sale de
alguna parte de Muerte cuando se hace presente, y solo lo escuchan los
seres que son capaces de verla, no los humanos. La he escuchado cuando
llegué.
—¿Y por qué yo la escucho?
—Porque, por algún motivo, ésta Muerte no habla, y el chillido es la única
forma de comunicarse.
Harry frunció un poco el ceño. Aquello era raro. Recibe un beso en los
labios de parte de su esposo.
—Tienes que calmarte y enfrentar esto. Las Muertes son completamente
normal.
—Para ti. —Bufó el niño, y Louis nuevamente lo besa. —¿Qué harías tú si
yo muriera?
Y es de inmediato, que los brazos de Louis se tensan, su rostro vuelve a
ser inexpresivo y sus ojos se vuelven del mismo color que el cuarto de
uno. Todo rastro de que allí hubo un color azul desaparece. Harry no evita
sorprenderse, no evita sentir nostalgia y a la vez felicidad por importarle
al diablo.
—Lou. —Lleva sus suaves y delicadas manos a las mejillas de su novio.
—Lo siento. No voy a morir, solo era una suposición. No sabía que te
pondrías así.
Louis tan solo lo ve fijo antes de ver de reojo hacia la puerta y volver a
ver a su esposo. —Van a enviar a todos a casa, no tendrás que seguir
aquí. Apenas llegues, come algo y baja a tu cuarto. Allí estaré.
Y en un parpadeo, desaparece, al igual que el malestar en el estómago
del rizado.
Éste último suspira y se baja del lavabo de un pequeño salto. Se gira para
verse al espejo y lava su rostro ya que su nariz y alrededor de sus ojos
están rosados por el llanto. Finalmente se dirige hacia la salida del baño,
quitando el pestillo de la puerta antes de salir. Observa a los lados y nota
a Fionn y Liam caminando en esa dirección. Su mejor amigo suspira,
aliviado al encontrar al rizado.
—Harry. ¿Dónde estabas? —De inmediato en que llega frente al más bajo,
lo envuelve en un fuerte abrazo. —Estabas llorando. ¿Alguien te hizo
daño? Torpe, no puedes andar solo. Hay un asesino en la escuela.

—Tranquilo... —Harry devuelve el abrazo debido a que nota a su mejor


amigo realmente asustado. Aunque su tono de voz fuese como si quisiese
matarlo, sabía que cuando sonaba así era porque estaba preocupado o
asustado. —...Solo me asustó ver al chico.

—Soy un idiota. Luego de lo que has pasado con tu familia no debería de


haberte llevado. Lo siento, Harry. —Se aparta, y su mirada demuestra
absoluta culpabilidad.

—Fionn, no es tu culpa. Yo estoy grande para que seas mi


responsabilidad.

—Cállate, tú siempre serás mi responsabilidad, idiota.

—No se pongan cursis. Harry, me alegra que estés vivo. —Bromea, y


Fionn lo fulmina con la mirada, sin encontrarle sentido al comentario. —
¿Qué? Eres un exagerado, solo fue al baño.
Harry rio bajo. —Liam, nosotros también creímos que tú fuiste el que
murió.
—Desafortunadamente para Fionn, sigo vivo. —Esta vez los tres rieron.
—Pero hablando en serio, debemos ir a la oficina del director. Llamarán a
nuestros padres y nos iremos a nuestras casas.
—Si. Aparentemente el colegio no es seguro hasta que descubran quien
anda asesinando personas. —Explica Fionn mientras los tres se dirigen
hacia la oficina del director por el pasillo. —Esto será un caos,
probablemente ni siquiera nos dejen andar de a uno por los pasillos.
—¿Crees que está mal? Yo no quiero andar solo si alguien anda
asesinando personas.
A Harry le da igual, sabe que con solo quitarse el anillo Louis estará allí
para salvarlo de lo que sea.

Los Styles terminaban de almorzar luego de haber ido a buscar a Harry a


la escuela. Gemma finalizó de comer primero que todos y se fue a su
habitación, no sin antes levantar su plato. Nadie tocó el tema de la
escuela, especialmente porque no querían que Harry se pusiera mal.

Cuando todos finalizaron de comer, Anne se levantó para juntar los platos.

—Yo te ayudo. —Se ofreció Harry, a punto de ponerse de pie si no fuese


porque su madre lo detuvo.

—No, no. Quédate. Yo lo levanto, tú deberías de ir a descansar. —Dice


con amabilidad, y le guiña un ojo antes de dirigirse hacia la cocina.

Harry observa a su padre, quien lleva viéndole durante todo el almuerzo,


y suspira. —Papá...

—No dije nada. —Des ríe bajo, intentando tranquilizar a su hijo.

—Lo sé, pero sé en lo que estás pensando. —Y le dolía. Tragó saliva con
fuerza, negando. —No fui yo. No tuve nada que ver.
—¿Ha vuelto?
—No. Nada ha vuelto. —Bastardo mentiroso. —No hay nada que temer,
estoy abrumado porque me trajo recuerdos, pero juro que esta vez no he
tenido nada que ver. Realmente hay alguien en la escuela que asesinó a
ese chico.

—Espero que encuentren una solución, o no pienso dejarte ir de nuevo.


—Comenta Des mientras Harry se pone de pie y le da un beso en la
mejilla.

—Voy a ayudar a mamá.

—Se va a molestar si lo haces, ya la oíste: Quiere que vayas a descansar.


¿Tienes tarea? —Harry niega. —De acuerdo, entonces ve a tu habitación
a descansar.

—Subo en un rato, voy a darme un baño. —Dice, y se dirige hacia las


escaleras, cerrando la puerta detrás suyo antes de bajar las escaleras.

Finalmente llega a su cuarto y cierra la puerta con pestillo mientras


comienza a quitarse la ropa. Louis aún no estaba allí. Se dirige al baño y
comienza a llenar la bañera en ropa interior y calcetines, temblando un
poco por el frío.

Siente el malestar hacerse presente unos minutos después, y unos pasos


llegar al baño desde el cuarto. Harry no se gira, continúa regulando el
agua para su baño.

—¿Desde cuándo te has vuelto un exorcista? —Pregunta Louis, y cuando


Harry se gira con sus mejillas sonrojadas al estar en ropa interior, el diablo
tiene en sus manos un cuaderno del rizado, donde éste había anotado un
exorcismo que se había aprendido de memoria.

—Desde que un demonio me perseguía. —Dice.


Louis cierra el libro y lo deja sobre la tapa del retrete antes de acercarse
al rizado, envolviendo su cuerpo semi-desnudo en sus brazos,
acariciándole los muslos mientras pegaba sus labios contra su oreja.
—Tienes frío. —Dice, mordiendo suavemente el lóbulo de la oreja del niño,
trayéndole a éste más escalofríos ante la calidez mezclada con la frialdad.
—Lou... —Suspira. —...espera. —Se aleja un poquito y se da vuelta,
cerrando el grifo. La bañera ya estaba llena, y el agua perfecta.
Nuevamente se gira hacia el diablo. —Lou, siento por lo que te dije en la
escuela. No quería hacerte enfadar. —Se disculpa, pero el diablo tan solo
vuelve a envolverlo en sus brazos y le besa los labios de manera suave y
lenta. Harry se deja completamente, rodeando el cuello del más alto con
sus brazos y poniéndose de puntitas de pie. –¿No estás molesto? —Dice
sobre los labios de su esposo, el cual niega antes de apartarse.
—He pensado una respuesta a tu pregunta. —Responde, y sonríe
ladinamente. —Tu serias mi perfecta excusa para el Apocalipsis.
Harry no puede evitar echarse a reír y esta vez comenzar él un beso.
Su risita cesa entre más besos, besos que suben de temperatura al igual
que sus cuerpos. Las manos del diablo acarician las nalgas del niño por
debajo de la ropa interior de éste, presionándolo contra su obvia erección
que se ha formado debajo de su pantalón. Leves gemiditos escapaban de
la boca del menor ante las presiones y el beso, el cual se volvía cada vez
más profundo.
Louis alejó sus manos para comenzar a quitarse la camisa, pero Harry
apartó sus manos y él mismo la desabotonó, quitándosela y dejando
visible el torso repleto de tatuajes. Dejó la camisa sobre el lavabo que
estaba a su lado y llevó sus manitos al pantalón del diablo, bajándolo.
Louis no llevaba nada debajo de sus pantalones.
Completamente desnudo, finalizó por quitarle al rizado la ropa interior
mientras éste se deshacía con sus propios pies de sus calcetines. Louis se
apartó tan solo para meterse en la bañera y ayudar a Harry a entrar. Se
sentó, y tiró de la mano del rizado para dejarlo de pie frente a sí. Comenzó
a besarle los muslos de manera húmeda mientras le acariciaba las nalgas
y entre ellas. El niño suspiró.
—Quieto... —Dijo Louis ante el movimiento de caderas del menor, y
continuó besándole los muslos, mordiendo suavemente y haciéndolo
suspirar nuevamente. —...Buen niño. Ven aquí.
Tiró de sus manos y Harry se sentó sobre el regazo de Louis, siendo
recibido por el agua calentita hasta arriba de sus pezones. Alzó el rostro
cuando recibió un beso lento y profundo, exquisito en sus labios. Gimió al
pegar su torso contra el del mayor y le rodeó el cuello con los brazos.
Inconscientemente, el rizado comenzó a mover sus caderas, y las
fricciones comenzaron. Ambos suspiraban sobre la boca del otro mientras
se acariciaban y se besaban. El diablo llevó sus besos al cuello del niño,
el cual soltaba soniditos bajos, con sus ojitos cerrados y el ceño fruncido.

—Lou... —Arrugó su naricita al sentir como el diablo adentraba dos de sus


dedos con anillos en su interior, comenzando a moverlos lentamente. Un
suspirito salió de sus labios antes de comenzar a gemir por los
movimientos que su esposo realizaba en su interior, y por cómo las puntas
de sus dedos rozaban contra su punto dulce, haciéndolo retorcerse.

Las manos del rizado bajaron hasta el torso de su esposo, acariciando,


delineando con sus dedos sobre los tatuajes, sobre las frases y símbolos
inentendibles para él. Las descargas de placer le recorrían todo el tiempo,
y el calor era abrumadoramente exquisito.

—P-Por favor...

—Como mi niño lo desee. —Dijo Louis, aunque, siendo honestos, él


tampoco aguantaba.

Sacó los dedos del interior del niño con lentitud y lo observó fijamente,
amando como le brillaban aquellos preciosos ojos verdes, como su boquita
estaba roja, levemente hinchada y como el color en sus pómulos era un
leve rosado.

—Vas a montarme.

Harry asintió mientras llevaba sus manos a los hombros del diablo para
poder levantarse un poco. El arcángel lo ayudaba tomándolo de las
caderas, y el menor fue bajando, llevando una mano a la erección de Louis
para adentrarla en su interior de manera lenta. Ya no dolía, solo le
temblaban las piernas, porque se sentía...se sentía demasiado bien.

Se sostuvo con sus brazos alrededor del cuello del ente cuando finalmente
el miembro de éste estuvo completamente dentro, y aguardó unos
segundos de aquella forma, entre besos, caricias de manos y lenguas,
para finalmente comenzar a mover sus caderas en círculos.
Se sentía bien, se sentía como estar en casa. No era tan solo el placer,
las sensaciones; Era el sentirse, el tenerse lo suficientemente cerca para
complementarse, para respirarse y conocer cada detalle en el cuerpo del
otro, en el alma.
Harry, con ayuda del amor de su vida, comenzó a dar saltos, al principio
lentos, sobre la erección del ente, formando un vaivén que los hacía
temblar. Por algún motivo, el frío en sus pieles exceptuando las áreas en
el agua cálida, lo volvía todo mejor. El cambio de temperatura, la
irregularidad de sus respiraciones mientras se besaban, suspirando
entrecortadamente en la boca del otro, aumentando el ritmo de
embestidas. Se sentía pleno, hacer el amor con el diablo incluso se sentía
puro, pero malo a la vez.
A Harry no le importaba, tan solo...era demasiado. Louis era demasiado
para él, y lo amaba con todo su corazón.
Minutos después, cuando ya ambos estaban cubiertos por una leve capa
de sudor y el cosquilleo en su vientre era demasiado, aumentaron el
ritmo. Harry fue el primero en llegar, con un gemido agudo y
entrecortado, deteniendo su movimiento, con tan solo Louis haciéndolo
seguir con las embestidas. Su esencia salió de su miembro, mezclándose
con el agua mientras la correntada de un intenso placer le recorría el
cuerpo.
Pronto pudo sentir al diablo llenar su interior, apretarlo más contra él.
Ambos abrazados, respirando agitadamente. Louis llevó una de las manos
que estaban en las nalgas del menor hacia el mentón de éste,
sosteniéndole con firmeza para atraerlo a su boca, besándolo
profundamente.
—Te amo...
—Lo sé. —Responde Louis, dejando besos en su mejilla, en todo su rostro.
Y Harry está a punto de decirlo, pero tan solo se recuerda a sí mismo la
reacción de Louis cuando oyó la pregunta del menor en el baño de la
escuela.
¿Qué tal si moría?
Ojos rojos, músculos tensos, mirada fija, sin siquiera poder responder.
Louis lo amaba...y algún día lo diría.
Calor, sudor, pasión y aroma a sexo había en el despacho del diablo, en
el subsuelo del enorme e interminable infierno.
Si, Louis lo había estado deseando hace rato: Tener a su niño desnudo
sobre sí, saltando sobre su erección, besándole todo el cuerpo y que sus
gemidos hicieran eco en su despacho. Todo esto estando sentado sobre
su trono, sintiéndose un verdadero rey.
Le acarició los glúteos mientras lo hacía detener los saltos al estar muy
cerca. Quería disfrutar más de aquellas sensaciones, de tener el pequeño
cuerpo, desnudo y sudoroso sobre el propio, el cual estaba cubierto con
su ropa, pero con sus pantalones bajos, por supuesto.
Tomó los ricitos en un puño, tirando hacia atrás para alzarle el rostro y
atacar directo a aquellos labios rojizos y levemente hinchados. Harry
gimió, respondiendo como podía. Se sentía sin aire, con mucho calor y
placer. Las manos del diablo estaban por todas partes, sus besos lo hacían
estar más cerca del límite, y las palabras sucias que le susurraba al oído
lo hacían sentir un niño muy, muy malo.
Lo amaba tanto.
Louis ordenó entre un beso los movimientos de Harry, y éste nuevamente
reinició los movimientos de sus caderas, los saltitos sobre la erección de
su príncipe, su esposo, su rey. Su todo.
El joven rodeó el cuello del diablo con sus brazos, aferrándose y
mordiendo su labio inferior, con sus ojitos cerrados y ceño levemente
fruncido. El diablo llevó sus manos a la cintura de Harry, presionándola
para ayudarlo a subir y bajar más deprisa. En aquella sala reinaron
nuevamente los gemidos, los jadeos y chasquidos de los besos. Todo era
simplemente demasiado, y ninguno pudo soportarlo por mucho tiempo.
Llegaron al clímax casi al mismo tiempo, con sus cuerpos temblando ante
las descargas de placer mezclado con alivio. Harry manchó la vestimenta
del ente con su esencia, y lo notó casi de inmediato.
Se quedó abrazado al cuerpo de su esposo, el cual le besaba
húmedamente el cuello. —Lo siento... —Se disculpó entre respiraciones
agitadas.
Louis le mordió juguetonamente el cuello en aquella área donde el niño
tenía cosquillas, haciéndolo reír adorablemente y retorcerse un poco en
sus brazos, los cuales se estrecharon de manera más firme.
—Deberías de tener una cama aquí...
—Deberíamos. —Corrige el diablo. —Esto es tuyo, también. —Un
cosquilleo se hizo presente en la pancita de Harry a la vez que recibía un
beso en su oreja. —Aunque me gusta hacerte mío en mi trono. —Dice
bajo, y le aprieta las nalgas, provocando que gimiera apenitas audible.
El diablo se aparta tan solo para alzarle el mentón y besarlo en los labios.
Las lenguas de ambos se encuentran de inmediato, frotándose entre sí,
formando húmedos sonidos y más calor en el pecho de ambos. Louis se
aparta con una suave mordida en el labio inferior del niño, y entonces
abre los ojos para verlo.
Rizos despeinados, mejillas sonrojadas, labios rojos y ojos brillosos,
dilatados. La mirada del niño pasa de estar embobado a estar entre
confundido y avergonzado.
—¿Qué sucede? —Pregunta ladeando levemente su cabeza, con su ceño
frunciéndose apenitas.
—Te ves condenadamente bien. —Halaga el diablo, provocando que su
niño se sonroje y no evite reír silenciosamente en una exhalación, bajando
la mirada y negando lentamente. Las cejas del rey se alzan por unos
segundos. —Oh, vamos. Dime que el niño favorito no sabe que es
precioso.
Una vez más, el pequeño niega, sin alzar la mirada. —No...
—¿Me estás contradiciendo? —La boca de Louis vuelve a acercarse a la
oreja del pequeño. —Porque, verás, yo soy mentiroso...pero no necesito
serlo con mi esposo. —Lamió el lóbulo de su oreja antes de sostenerlo
mejor contra su pecho y observarlo. —Deberíamos de volver. En tu casa
no tardan en despertar, y sería extraño si te ven en la escalera con los
ojos vendados por uno de tus calcetines.
Harry no evita reír y alza el rostro, pidiendo un beso, obteniéndolo con
gusto. Suspira por la nariz profundo, con su pecho llenándose de amor.
—Te amo. —Lo dijo porque lo sentía, y porque creyó que tal vez podría
tener una oportunidad, aquella oportunidad de oír a su esposo responder,
ser correspondido.
A él jamás le gustaba presionar a las personas, e iba más allá de lo que
a él le gustara o no que le hicieran, ya que siempre pensaba primero en
los demás antes que él, lo cual era malo, pero también era algo que no
podía evitar.
Siempre pensaba en Louis primero.
Y aunque éste último fuese el diablo, una persona que tenía un trono, que
dirigía el infierno, de poco tacto y cero tolerancias al perdón, Harry lo
trataba como cualquier ser humano se merecía ser tratado: Le daba
tiempo, le daba espacio y le daba amor.
Y no. No se estaba hartando de no ser correspondido.
Se estaba hartando de jamás ser amado. Porque eso fue lo que pidió en
primer lugar, sentirse amado, y el que ni siquiera el diablo pudiese cumplir
eso...era malo. Muy.
Le rodeó el cuello con los brazos para tenerlo más cerca, y el diablo apretó
levemente sus caderas. —Pero demasiado...te amo demasiado.
No hubo ninguna respuesta.
Y de pronto, se sintió avergonzado. Se sintió apenado de estar frente al
diablo, aún con éste en su interior, desnudo sobre su regazo y confesando
su amor no correspondido. Suspiró y, luego de unos segundos, no tuvo
más remedio que apartarse y levantarse con cuidado, buscando su ropa
y comenzando a vestirse.
No iba a llorar.
Se puso su ropa interior, pantalones tiro alto, borcegos y camisa. Se
estaba abotonando los últimos botones de ésta cuando oyó la voz de
Louis:
—Sé lo que quieres oír.
Harry negó lentamente mientras se metía la camisa dentro del pantalón
y acomodaba sus ricitos. —No lo creo. —Respondió como pudo ante el
nudo en su garganta, aún sin girarse debido a que sus ojos comenzaban
a llenarse de lágrimas. Limpió cualquier rastro de éstas.
Pudo sentir a Louis acercarse con lentitud. —Sé que buscas una respuesta
siempre que lo dices.
—Y yo puedo entender que no puedes dármela. —Dice amablemente,
intentando ser comprensivo, pero, a pesar de esto, demasiado dolido.
Comienza a caminar hacia la enorme puerta dorada de salida, puede
sentir a su esposo caminar más lento. Se detiene. —Solo quiero que seas
honesto conmigo. Si dices que no necesitas mentirme, entonces no lo
harás.
No está preparado para girarse, para enfrentar esta charla, la cual
presiente que lo va a dejar hecho pedazos, pero lo hace de todas formas.
El verde esmeralda se encuentra con aquel profundo y frío azul y un rojo
sangre en tan solo un costado.
—¿Hay algo que te impide corresponder?
Silencio.
—No.
Una puntada atraviesa el pecho del más bajo y traga saliva con fuerza,
alzando un poco una ceja. —¿Nada? ¿Solo eres tú?
—Sí. —Y ve, por primera vez, dolor en la mirada del rey del inframundo.
Si, ya no puede soportarlo. Las primeras lágrimas escapan de los ojos del
rizado y no puede evitar hipar. Louis se acerca tan solo un poco, se le ve
tenso, como si no le gustara aquella situación. —¿Me estás mintiendo
porque es necesario o me estás diciendo la verdad? —Continúa, pero se
da cuenta de que está siendo un niñito. Un niñito lleno de esperanzas
rotas e inalcanzables. Louis se acerca más, sus ojos volviéndose rojos. —
... ¿No me amas? —Su voz tiembla aún más, y tiene que apretar los labios
para no sollozar.
—Harry... —Es la primera vez que oye la voz del diablo temblar, pero es
como si aquello lo hubiese despertado, y rápidamente vuelve a tener
aquella neutralidad en sus facciones, inexpresivo. —...soy el diablo.
Por algún motivo, para el arcángel decir aquello es como si lo hubiese
dicho todo, pero a Harry aún le cuesta entender. Sin embargo, sigue
siendo dulce. No tiene la necesidad de tratar mal a Louis por esto, porque
no podía culpar a la gente por no amarlo de vuelta.
—¿Y por qué nos comprometimos? —Solloza, y la mano del mayor va a
una de sus mejillas. Harry inclina su rostro inconscientemente,
disfrutando de aquel toque. —¿Por qué estás buscando cosas para
volverme inmortal y pasar mi vida a tu lado si no lo haces? ¿Cuál es el
sentido de todo esto, Lou? —Y el diablo no responde. Luce perdido.
Así que Harry toma una decisión.
Lleva su manito a la de su esposo, y la baja lentamente, dejándola con la
palma hacia arriba. Acaricia aquellos anillos en los dedos del amor de su
vida, y la suelta, comenzando a quitarse el anillo.
Louis aleja la mano como si ver aquello lo hubiese quemado, sus ojos se
vuelven levemente más grandes y el bordó consume el azul. Sangre
tiñendo un mar. Harry se lo queda viendo.
—Extiende tu mano.
—No...
Harry no hacía esto para recibir respuesta, no hacía esto para
forzar...hacía esto por su bien. Porque no podía pensar que se repetiría
una historia, que su matrimonio sería como el de sus padres: “Nos une
un anillo, pero no nos amamos.”
Sin apartar la mirada de los ojos del arcángel, volvió a tomar la mano y
le dejó el anillo sobre la palma. Podía jurar oír su corazón rompiéndose,
haciendo eco en el infierno.
—Conozco la salida, no tienes que acompañarme.
—¿Qué cambió?
Ambos se observan fijamente antes de que Harry vuelva a hablar:
—Nada ha cambiado. Yo sigo amándote, y tú no. —Lo observa con dolor
antes de girar sobre sus talones y abrir la pesada puerta, saliendo del
despacho del diablo y dejando a éste allí, completamente solo.

Desató el calcetín que cubría sus ojos cuando estuvo en el último escalón
de la escalera de su casa. Todo estaba a oscuras, era de madrugada. La
presencia de Louis no estaba, y ya había sentido aquello varias veces,
pero esta vez era diferente...porque era la última.
Tragó saliva con fuerza antes de comenzar a llorar silenciosamente y bajar
los escalones, caminando hasta estar sentado en el sofá. No quería ir a
su cuarto, porque ya no se sentía protegido. Ahora todo valía, todo
contaba. Era la oportunidad para cualquier cosa que haya estado
persiguiendo a Harry hace más de un año.
Tenía que ser listo.
Se puso de pie y rápidamente se dirigió a los cajones del mueble que
cargaba con el tocadiscos, buscando entre las estampillas de vírgenes.
Vislumbró algo plateado que brillaba con la luz que llegaba de la ventana.
Un crucifijo. Lo tomó de inmediato y prendió la luz de la sala antes de
volver al sofá.
No hacía falta bendecirlo debido a que todo crucifijo o rosario lo estaba
gracias a su madre. Lo colgó en su cuello y, por unos segundos se sintió
a salvo.
Pero, ¿Acaso Dios iba a protegerlo luego de haber estado con el diablo?
Suspiró y prendió la televisión, bajándole todo el volumen. Se recostó en
el sofá e intentó pensar en que todo estaba bien, y podía con esto.

El día estaba haciendo largo, y Fionn se limitaba a observar a su mejor


amigo el cual estaba sentado a su lado, pálido y con bolsas violetas bajo
los ojos. Se veía extremadamente cansado y roto, pero no podía
preguntarle ahora debido a que estaban en medio de una clase y el
profesor suplente era extremadamente jodido.
Minutos después el timbre sonó y todos comenzaron a guardar sus cosas.
Ahora tan solo quedaba ir por última vez a la cafetería, y al fin se irían de
aquel lugar.
—¿Qué te sucede? —Harry lo observa ante aquella pregunta de manera
inexpresiva al principio, luego frunciendo un poquito su ceño.
—Nada.

—¿Estás enojado conmigo? —El rizado nuevamente niega y ambos se


apresuran a salir del salón con los demás debido a que ya no permiten a
nadie caminar libremente por los pasillos gracias al asesinato de un
alumno.

Una vez comienzan a caminar, Fionn suspira. —Lo estás.

Harry no evita soltar una risita, una con muy pocas ganas. —Fi, no estoy
enojado contigo. Realmente no lo estoy, solo...no pude dormir. —No
mentía.

—¿Algo sucedió como para que no pudieses dormir?

Harry hizo silencio por unos segundos antes de tragar saliva para
responder: —No, solo no pude.

Necesitaba aprender a mentir mejor, llevaba un tiempo haciéndolo y era


lamentable que aún no se oyera honesto.

Finalmente llegaron a la cafetería y fue como si Liam lo supiese, porque


de inmediato se acercó. —Harry, te ves pálido. —Fue lo primero que dijo,
con su ceño levemente fruncido. Se disculpó con la mirada al ver la
manera en la que Fionn lo veía.

Éste último suspiró y pasó su brazo por los hombros de su mejor amigo.
—Te diré qué. —Comenzó a caminar provocando que sus otros dos amigos
también lo hicieran. —Liam, tú y yo comeremos algo, y luego iremos a mi
casa a pasar el día.

—Me dormiré en el camino. —Bromeó con una sonrisita mientras sus ojos
se volvían levemente llorosos, pero respiró profundo para que pasara.

—Nosotros te cargaremos. —Dijo Liam.

Éste último y el rizado van a sentarse a una mesa mientras Fionn se dirige
a la fila. Una vez formado en ésta, Stella aparece y le toca el hombro,
sorprendiendo a su mejor amigo con un beso cuando éste giró su rostro
para verla, uno corto ya que había profesores allí.
Extrañaba los labios de Louis: Tibios, expertos y suyos.
—Luce como si fuesen en serio.
El de rizos asiente lentamente y voltea su mirada, frunciendo el ceño al
notar a dos policías en cada punta del lugar. —¿Por qué tanta protección?
¿Creen que pudo ser un grupo de asesinos?

—Eso parece. —Oye un suspiro y su mirada va a su amigo. —Nunca había


sucedido algo así.

—No tienes que asustarte, Liam.

—No lo estoy, pero me pone nervioso el que nuestro pueblo sea chico. —
Explica mientras se acomoda el cabello. —Todos conocemos a todos, y
eso significa que podría ser cualquiera.

El niño traga saliva, ahora un poco nervioso. Eso era cierto. No había
nadie en Holmes Chapel que no se conociera al menos de vista. Todo se
había vuelto un desastre, y a pesar de que le había dicho a su amigo que
no lo tuviese, sentía miedo. Si algo le llegaba a pasar a Liam, o a
Fionn...por suerte sus amigos eran listos, y no querían intentar ser
rebeldes.

—Harry... ¿Realmente solo no has podido dormir? —Harry lo observa de


inmediato. —Está bien si no quieres decírmelo, solo quiero asegurarme
de que todo esté bien.

¿Debería?

Se acomoda en su asiento antes de suspirar, cabizbajo. —... ¿Alguna vez


amaste a alguien que no te ama de vuelta? —Ruega que Liam no
preguntara tanto, porque realmente se quedaría sin palabras.

Liam hace una mueca, reincorporándose. No se esperaba aquello. —Creo


que todos lo hemos hecho. —Responde luego de pensarlo por unos
pequeños segundos.

—Sí, pero no me refiero a amar a alguien que no te nota, hablo de amar


a alguien que luce como si te amara, y hace cosas que te aseguran que
lo hace...pero no lo dice, o lo niega.
Nuevamente hay un silencio. Harry sabe que recibirá una buena respuesta
de Liam, porque era de dar buenos consejos. El rizado había tenido
bastante suerte en tener personas como Fionn y Liam, no solo por lo leales
que eran, sino porque sabían respetar opiniones, y cuando uno no quería
contar más de lo debido al otro. Sabían no entrometerse.

—Eso depende. A veces no todo se basa en decirlo, aunque nos hace


sentir bien oírlo. Hay mejores maneras de demostrar el amor.

El ceño del niño se frunce. —¿Cómo cuáles?

—Proteger, dar espacio, cuidar. Hay muchas más, pero, personalmente,


creo que esas son las más destacables. —Se permitió opinar el castaño,
observando a Fionn en la fila y notando que a éste lo estaban atendiendo.

—¿Y qué si hace todo eso, pero lo niega?

Liam nuevamente le ve, solo que ahora fijamente. —Está mintiendo. —


Respondiendo, dejando a su amigo aún más confundido. —No todos, pero
al menos esta persona que tú me dices, sí.

—... ¿Cómo lo sabes?

—Me has dicho que, por las cosas que hace, luce como si te amara. —
Responde Liam, esperando que sea obvio y un poco indignado al notar
que Harry no lo comprende. —Eres una persona extremadamente
insegura, y si dices eso es porque realmente lo conoces, y puedes notar
su amor. —Ambos notan a Fionn despidiéndose de Stella. —Solo que eres
lo suficientemente inseguro para creerlo.

Harry arruga un poco su nariz, de pronto, sintiéndose culpable. —¿Es...mi


culpa?

—No, él es un idiota. —Rápidamente dice Liam, y Harry


inconscientemente niega. —Pero tendrá sus razones.

“Soy el diablo.” ¿Será que Louis creía que era su deber el no amar o
aceptar hacerlo? ¿Tomaba el ser el diablo como un trabajo que le costaría
más que horas laborales? Bueno, claro que sí, pero aun así era algo
terrible. ¿Acaso el diablo era igual de inseguro que Harry lo era con sí
mismo? ¿Qué tal si Louis lo amaba y lo había tirado todo por estar
encaprichado con oír una respuesta?
¿O qué tal si no y tan solo no lo amaba?
Honestamente, Harry creía que lo primero encajaba muchísimo más, pero
su inseguridad no se lo permitía.
—¿De qué tanto hablan? —Preguntó Fionn al llegar a la mesa, dejando la
bandeja con los sándwiches y cajas de jugo en la mesa antes de sentarse.
Harry despertó de su trance ante la mirada de Liam sobre sí.
—De que Stella y tú se ven muy bien. —Rápidamente respondió Harry.
No mentía, habían comentado aquello y era la verdad; Hacían muy bonita
pareja. Tomó un sándwich de la bandeja, agradeciéndole a su amigo y
dándole un mordisco a la comida. No tenía tanta hambre, pero tenía que
aparentar.
Fionn alzó ambas cejas. —Por supuesto que nos vemos bien, ambos
estamos buenísimos. —Comentó, haciendo reír a Liam. Nuevamente
observó a su mejor amigo, un poco más tranquilo al verlo comer. —
¿Seguro que todo está bien?
Harry lo observó, masticando y asintiendo rápidamente antes de tragar.
—Sí, seguro. Solo estoy cansado.
Y pensó en distraerse, pensó en las cosas que estaban diciendo sus
amigos, en no callarse y responder, unirse y no estar tan aislado en sus
pensamientos. Al principio no podía lograrlo, porque estaba seguro que
nadie podría ni querría quitar a Louis de su cabeza, pero finalmente lo
logró, justo en el momento en que sentía una mirada en su nuca, un frío
en su espalda. Algo o alguien estaba muy cerca de él, y sabía qué era.
Dejó de comer, con su sándwich casi terminado en su mano. Se quedó
observando fijamente a la mesa e intentó mantener la calma. La Muerte
debía estar comprobando si el diablo realmente no aparecería, ¿Cómo lo
había sabido?
Bueno, Harry había salido llorando del infierno. Tal vez se corrió la voz
o.…no lo sabía.
Solo sabía que la tenía justo detrás, y que era perturbador: Su presencia
no era nada agradable. Fue como cuando la tuvo de frente, inexpresiva y
tranquila.
¿Y por qué estaba allí? Fácil.
—Alguien más ha muerto. —Susurra.

Los policías del pasillo entran a la cafetería y cruzan el lugar hasta llegar
a los profesores. El timbre suena luego de unos segundos, y todos se
ponen de pie. Harry continúa congelado en su lugar, y Fionn se extraña
por eso.

—Harry. —Llama, y el nombrado alzo lentamente la mirada, con sus ojos


llorosos y llenos de terror. —¿Qué tienes?

—¿Harry? —Liam se incorpora.

Están a punto de seguir interrogando, pero uno de los profesores del


último curso hace callar a todos antes de hablar:

—¡Necesito que todos hagan una fila! Los llevaremos a la oficina del
director, y allí llamarán a sus familiares para que vengan por ustedes.
¡Todos en orden, y con calma!

Harry se para abruptamente, intentando no temblar mientras se aleja con


sus amigos sin mirar atrás. Fionn cree que este está asustado por los
asesinatos, y lo mantiene cerca todo el tiempo, intentando tranquilizarlo
mientras le decía que podía irse a su casa y Liam y él esperarían a que
Anne pasara a por él. Ninguno dijo ninguna palabra, y cuando la señora
Styles llegó, se despidieron y lo acompañaron hasta que éste estuvo
sentado en el asiento copiloto.

—Chicos. —Llamó Anne a los dos amigos de su hijo. —¿Quieren que los
lleve a casa?

—Oh, no. Está bien, Anne. No queremos molestar. —Fionn habló.

—No es molestia. ¿Ya notificaron su retirada en las oficinas?

—Sí, hace unos minutos. —Dijo Liam, y pidiendo permiso se subió a la


parte trasera, seguida de Fionn.
El viaje estuvo silencioso a excepción de las preguntas que Anne le hacía
a Harry, y éste respondiendo de manera cortante, neutra mientras se
encogía en su asiento y sostenía con una mano el crucifijo en su cuello.

Finalmente, Fionn y Liam se bajaron en la casa del primer nombrado,


ambos agradecieron y se despidieron de su amigo y su madre. Cuando
esto sucedió, Anne nuevamente ve a su hijo.

—Mi amor. ¿Estás bien? —A Harry le tiembla el labio antes de bajar la


mirada. Necesita a su mamá. —¿Qué sucede? Hazz, ¿Te asustaste? —El
rizado asiente lentamente antes de cerrar sus ojos, con sus primeras
lágrimas saliendo y comenzando a sollozar silenciosamente. Estaba muy
asustado. —Oh, mi bebé. —De inmediato le quitó el cinturón de seguridad
y lo atrajo a sus brazos, acunándolo en su pecho. —Mami está aquí
contigo y no va a dejar que nada te pase, ¿Si? —Harry asiente aun
sollozando.

Se mantiene así unos segundos, realmente desahogándose, aunque


cuando finaliza sigue doliéndole el pecho. Dejar a Louis había sido lo más
doloroso que le había sucedido, no entendía siquiera como se le cruzó por
la cabeza, y éste último seguramente le odiaba.

Su madre lo apartó un poco y le limpió las mejillas. —Luces


cansado...Hazzie, he encontrado una manta en el sofá. ¿No estás
durmiendo en tu cuarto?

—No puedo...

—¿Y si duermo contigo? Yo te protejo, cielo. No hay de qué temer. —Dijo


su madre, y deseó con todas sus fuerzas que sea cierto. —Vamos a pasar
toda la tarde juntos, no estás solo.

Harry nuevamente solloza. Se sentía más solo que nunca. —Mami, te


amo.

—Yo te amo muchísimo más, mi amor. —Le da un beso en la frente y lo


acomoda en su asiento, poniéndole nuevamente el cinturón de seguridad
antes de, nuevamente, conducir. —Vale, a olvidarse de éste momento
feo. Vamos a comprar algo rico para almorzar, ¿Quieres? Puedo
prepararte lo que sea que quieras.
Harry sorbió su nariz y asintió lentamente. —Está bien. —Respondió con
su voz entrecortada, y se giró hacia el lado de la ventana.

Sin poder evitarlo, se durmió camino a casa, observando al cielo y con la


inseguridad de que, esta vez, ningún cuervo lo seguía.

La enorme puerta de oro se había cerrado, el diablo se mantuvo de pie


allí, sin saber qué decir, sin saber qué pensar.

Así que se puso a trabajar.

Comprendía un poco a los humanos después de todo: Él había observado


como éstos solían trabajar o hacer cosas para olvidar desgracias, despejar
sus cabezas. Louis había archivado más de cincuenta contratos aquel día,
liberó almas que ya habían cumplido sus años en el infierno e hizo más
contratos para nuevas almas que buscaban negociar con demonios.
Merodeó por los lugares, chequeando como todos hacían sus trabajos.

Mantuvo su cabeza ocupada, bloqueó lo que no aceptaba.

No le estaba prestando ni un poco de atención a Baphomet, un demonio


que iba en busca de los contratos para repartirlos. Éste comentaba sobre
la cantidad de gente solicitando al infierno como si fuese el mejor regalo
de su vida. Louis alzó la mirada desde su trono a un reloj que tenía en la
pared: Los números eran romanos, y era muy antiguo, de un banco
hundido hace años. Andaba hacia atrás, pero funcionaba bien. Habían
pasado días, y eso significaba que habían pasado más en la tierra.
Probablemente ya era el cumpleaños del rizado, y si no se equivocaba,
estaba por terminar.
—Envía un cuervo. —Finalmente habló a regañadientes, interrumpiendo
al otro demonio.
—¿Dis-Disculpe?
Entonces el diablo lo observó, con sus ojos bordó -habían estado así todo
el día-, y se puso de pie lentamente. —¿Debo repetirlo?
—¡No! No. Por supuesto que no. Ya mismo enviaré un cuervo. —El
demonio era listo. Tomó el resto de los contratos y se fue corriendo de
aquella habitación.
Louis suspiró.

¿Cómo el diablo pudo haber sido tan torpe? ¿Acaso no le era suficiente?
¿No había aprendido y esta era otra lección de su padre, o Harry era muy
real? No. Harry no podía ser real, porque era el ser humano más amable,
sensible y bondadoso. Siempre quería ayudar a todos, era muy extraño
que juzgara a alguien y todo lo que hacía era por pura inocencia y
curiosidad. Jamás tenía malas intenciones, aún si elegía lo malo.

¿Cómo alguien así podía enamorarse de él?

Se giró lentamente, y observó el pequeño trono al lado del suyo.

Estaba dispuesto a darle todo, incluso la inmortalidad, porque eso era lo


que él quería. Lo quería a su lado por voluntad propia, sin obligaciones.
Parecía inalcanzable el hacer al niño feliz, pero a veces, cuando ambos
terminaban de hacer el amor y Louis sostenía el pequeño cuerpo desnudo
de su esposo en sus brazos, Harry lucía como si no quisiese nada más.
Harry lucía pleno, alegre. Feliz.

¿Era muy tarde para decírselo?

Tal vez y hasta ya se haya conseguido otro novio, los humanos solían
hacer eso, e incluso estaban con más personas a la vez, sin que entre
éstas se supiera. Eso le hizo hervir la sangre, pero todos sus
pensamientos fueron interrumpidos cuando las puertas se abrieron
abruptamente.

Se giró, desconcertado. Nadie entraba sin tocar primero. Baphomet lo


observaba con pánico, como sabiendo lo que se aproximaba y cómo se
pondría el diablo.
—Señor, tiene que ir ahora mismo.
Y lo sintió en su pecho. Un vacío, un profundo e interminable vacío se
formaba mientras todo él ardía, y los pensamientos en su cabeza eran
más que negativos. Se dirigió fuera del infierno a zancadas, pensando:
¿Así se siente?
Pero ahora no importaba, porque quién quiera que lo haya tocado, iba a
cruzarse con el mismísimo diablo más que enfadado.
Un suspiro. Un largo, profundo, y entrecortado suspiro.
No, no. Simplemente no podía.

Su mente no regresaba, ni avanzaba. Se necesitaba más que un suspiro


para afrontar lo que había sucedido, y ganas de vivir para afrontar lo que
continuaría.

Observó con su vista nublosa -podrían ser sus heridas, podrían ser sus
lágrimas- sus manos ensangrentadas, temblorosas y lastimadas. Alzó la
vista y observó a unos metros aquella bolsa, nuevamente regresando la
vista al frente.
Se necesitaba querer estar bien para querer morir. Definitivamente no
quería estar bien, porque no lo merecía. Merecía sufrir.
Se puso de pie como si nada, sin sentir ningún tipo de dolor, solo
hormigueo y un vacío en su pecho, y se dio la vuelta, intentando no
tropezar, cojeando y con su mano presionada en su costilla a pesar de
que no sentía el verdadero dolor.
El verdadero dolor ahora estaba en su alma.
Y esperaba, realmente lo hacía, no estar vivo pasada la medianoche.

// XII horas antes de lo ocurrido //


El niño abrió sus ojos debido a su hermana sobre él, despertándolo sin
ningún signo de gentileza, tan solo un canto desafinado y molesto, pero
lo hizo sonreír.
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS A TI, FELIZ CUMPLEAÑOS A TI, FELIZ
CUMPLEAÑOS OLO-ROOOO-SOOO, FELIZ CUMPLEAÑOS A TI! —Recibió
un beso en su mejilla que lo hizo reír silenciosamente y ocultar su rostro
en la almohada, fingiendo seguir dormido, aunque claramente no era así.
—Oh, vamos. Debes despertar, tienes dieciocho. ¡DIECIOCHO! —Le
sacudió el hombro al gritar eso, provocando que riera. —Mamá quiere que
te levantes, no te salvarás de ir a la escuela solo porque es tu cumpleaños.
Harry asintió y esperó a que su hermana saliera de su habitación antes
de suspirar, refregando sus ojitos con sus puños antes de sentarse
lentamente, medio quejándose. Parpadeó un par de veces y observó a su
alrededor, buscando algo que claramente no habría. Louis.

Un poco más angustiado, se quitó el rosario del cuello, con los nervios en
su pancita. Lo dejó en su mesa de noche y cerró los ojos, contando hasta
diez para luego abrirlos.

No, no era el rosario.

Louis se había ido, y aunque era tiempo de aceptar que ya no volvería,


dolía. Dolía porque él creía sus razones válidas, el sentía que lo que hizo
fue por el bien de ambos. Tal vez alguien más podría haberlo hecho, pero
dolía vivir con el miedo de no ser amado, y Louis prácticamente lo había
rechazado cuando hablaban del tema. “Soy el diablo.” ¿Qué podría haber
hecho luego de aquello? ¿Rodear su cuello, decirle que no importaba y
nuevamente hacer el amor? Harry sabía y estaba consciente de haber
dicho innumerables veces que Louis podía hacer lo que quisiese con él,
pero ya había pasado más de un año con él, ya no había contrato por su
alma, era más serio que al principio.

Aunque, aparentemente, nunca fue serio.

Tragó con fuerza el nudo de su garganta y decidió negar con la cabeza,


dejando que todos aquellos pensamientos se evaporaran mientras se
levantaba y caminaba en pijama hacia el baño.

Sí, todavía un baño, una ducha bien calentita.

No había de qué preocuparse, estaría bien.


Estaba arruinado.
¿Por qué todo le recordaba a él?

Bañarse le recordaba a él, principalmente a aquella vez en donde entró


en pánico cuando iba a irse, y el diablo lo llevó a la bañera y lo abrazó
contra su pecho.

Cuando se vistió frente al espejo, pudo visualizarse a sí mismo un año


atrás, con los tirantes en sus shorts altos, medias por las rodillas y kickers,
con su esposo detrás, diciéndole cuan bonito se veía, y la pureza que
llevaba consigo.

Nadie jamás iba a decirle algo tan bonito en su vida, y si así era, no quería
que haya nadie más.

No pudo evitar tapar su rostro y llorar silenciosamente. ¿Cómo haría para


vivir sin Louis? Éste era su ancla, lo mantenía firme, en pie luego de todas
las cosas malas que hizo. Lo mantenía cuerdo, acompañado y feliz. Ahora
estaba solo.

Limpió su rostro, y nuevamente lavó su rostro antes de finalizar de


vestirse, poniéndose un suéter gris sobre la camisa blanca y tomando su
mochila antes de salir de su cuarto.

Apenas subió las escaleras y abrió la puerta que lo llevaba a su sala de


estar, su madre lo recibió con un abrazo cariñoso. —Feliz cumpleaños al
amor de mi vida. —Le dijo, haciéndolo sentir realmente mimado y
aguantando el llanto. Lo tomó del rostro y repartió besos por todo du
rostro. —No importa cuántos años tengas, siempre serás mi bebé.

Harry rio tímidamente y recibió el abrazo de su padre, el cual se había


acercado mientras su mamá le daba besitos. —Feliz cumpleaños, Hazz. —
Le dio un beso en la frente y le acomodó los ricitos húmedos hacia un
lado. —No salgas con el cabello mojado, hace frío y no quieres enfermarte
en tu cumpleaños, ¿Verdad? Yo te llevaré a la escuela.
Harry asintió. Se sentía más reconfortado. —Está bien, gracias. —
Respondió.
Permitió que su mamá lo guiara hasta la cocina, quitándole la mochila y
dejándola en el respaldo del asiento donde estaría su hijo. Se dirigió hacia
una encimera y le sirvió una taza de chocolate caliente junto a un pequeño
plato de galletitas con chispitas de chocolate.

—Oh. Gracias, mami. —Dijo y tomó una galleta, mojándola en la leche


antes de comenzar a comer.

—No hay de qué, corazón. —Respondió Anne cariñosamente,


acariciándole los ricitos a su bebé y sonriéndole a Gemma antes de ver
nuevamente a su hijo. —¿Estás mejor? —Harry, el cual se encontraba
bebiendo de la taza, asintió. —Tus amigos me comentaron de una
sorpresa que te tienen en la noche. Irás, ¿Verdad?

—Oh, sí. —Relamió sus labios, aunque sobre los superiores quedó un poco
de chocolate caliente. —Fionn me quiere allí, ayer no paraba de hablar de
ello y que tenía que ser puntual.

—¿Donde será?

Harry alzó la vista para verla. —No lo sé, es sorpresa.

—Vale, pero ten cuidado. —Llevó su mirada hacia su hija, la cual bebía
tranquilamente de su taza. —Gemma, ¿Y Theo?

La cara de la nombrada cambia repentinamente a estar más seria. —


Rompimos. Ya no hablamos.

Anne iba a comenzar a interrogar, pero cuando su hija negó con la cabeza
y Des entró a la cocina sosteniendo un diario y tarareando, se enfocó en
éste último para comenzar una charla.

—Cariño, ¿Joffrey y Jacky?

Harry no se permitió oír más y observó a su hermana, la cual revolvía el


té en su taza y suspiraba, con la mirada perdida. Ambos hermanos
estaban pasando por lo mismo, a excepción de que Harry había estado
más tiempo en pareja, y más acostumbrado a la presencia de Louis.
—¿Por qué cortaron?
Gemma alzó la mirada unos segundos antes de regresar a ver su taza y
encogerse inocentemente de hombros. —Es...complicado.

Él probablemente hubiese respondido lo mismo.

Minutos después se encontraba despidiéndose de su hermana y madre


mientras caminaba hacia el auto de su padre, el cual ahora tenía un
impala del 67. A Harry le agradaba aquel auto.

Se subió en el asiento copiloto y dejó la mochila a sus pies antes de


ponerse el cinturón de seguridad y suspirar, con su padre subiéndose a
su lado. Suspiró. Se sentía mucho mejor ahora que había desayunado y
su familia le daba mucho amor y cariño. Era un niño mimado, otra vez.

Pero sin el amor de su vida.

—Hazz. —Observó a su padre, el cual giraba la llave para encender el


auto. —Ahora que eres mayor de edad, si quieres puedo enseñarte a
conducir. Es fácil y te servirá.

El niño hizo una mueca de inseguridad. —Uhm...no me gusta conducir,


soy muy miedoso. Prefiero caminar.

—Oh, vamos. —Lo alentó Des. —No necesariamente tienes que aprender
para usarlo cotidianamente, también puedes simplemente saber por si
alguna vez surge alguna emergencia.

Fue casi de inmediato que su padre comenzó a enseñarle todo tipo de


cosas sobre el auto: El cómo hacerlo andar, los cambios, freno, velocidad,
etc. Harry prestaba suma atención, y pudo entenderlo, pero,
honestamente no creía conducir jamás.

Una vez Des estaciona frente a la escuela del rizado, éste último se
desabrocha el cinturón y se pone la mochila.
—Tu madre me dijo que hace unos días no estuviste bien. —Harry lo
observa de reojo, dudoso antes de asentir rápidamente. —Harry, si tienes
miedo, puedes llamarme. No lo contengas, yo vendré de inmediato y lo
sabes.
Era increíble lo mucho que había cambiado Des Styles. Había pasado de
ser un religioso, homofóbico, abusador a todo lo contrario. Por supuesto
que Harry no defendía aquello, e incluso le dolía decirlo, pero estaba de
acuerdo con el castigo que Louis le había dado, porque lo cambió. Lo hizo
ver a lo que verdaderamente hay que temer, y a lo que lleva juzgar sin
saber.
—Está bien...gracias, papá. —Se inclinó y le dio un besito en la mejilla
antes de bajarse del auto, cerrando la puerta. Se inclinó un poco para
estar a la par de la ventana. —Tengo una pregunta. ¿Mamá no quiere que
esté en casa por la fiesta sorpresa?
Des lo observó por un momento, hasta parece que había dejado de
respirar. —¿Qué fiesta sorpresa? —Harry alzó ambas cejas, esperando. —
¿Cómo lo supiste?

—La hace todos los años.

—Vale, sí. Pero ésta vez será diferente. Vendrá más gente del pueblo. —
Comentó, y nuevamente encendió el auto. —Creo que no deberías de
decirle a tu madre.

—No lo haré. Hasta la noche, papá.

Harry pasó frente al auto, cruzando la calle con cuidado y caminando en


la acera antes de adentrarse a la escuela. Había un policía allí que guiaría
a un grupo de alumnos hacia la cafetería, y Harry se reportó con otro
policía antes de ir con los demás. La seguridad era extremadamente alta
en la escuela, y cualquier persona tenía el derecho de faltar si podía.
Honestamente, Harry creía que los padres de sus compañeros eran lo
suficientemente religiosos para creer que Dios los protegería.
Una vez se adentraron a la cafetería, fue casi instantáneo recibir un fuerte
abrazo de su mejor amigo, el cual fingía un llanto a un lado de su oreja,
haciéndolo reír.
—Fionn, moriré. —Dijo el rizado debido a que los brazos del otro chico lo
presionaban con fuerza. Liam venía riendo ante aquello con un pequeño
plato en donde había la mitad de un pastel.
—Mi hermanito ya no es hermanito. —Le pasó la mano por los rizos,
haciéndolos hacia atrás y provocando que Harry abra sus ojos de más. —
Es mayor, es...mierda, no. Es hermanito. Sigues siendo menor que yo. —
Se alejó, fingiendo restarle importancia.

Harry acomodó sus ricitos hacia un lado nuevamente. —Por meses. —


Dijo, y recibió encantado el abrazo de su otro amigo, Liam.

—Feliz cumpleaños, Hazz.

—Gracias, Li. —Se mantuvieron así por unos segunditos más antes de
alejarse y sonreírse. Nuevamente la mirada del niño fue a su mejor amigo,
el cual se encontraba viendo alrededor, concentrado. —¿Fi?

Fionn observó a Harry y sacudió su cabeza. —Oh, solo buscaba a Stella.


Ella va a ayudarnos con tu sorpresa. Vale, vamos a comer. —Pasó un
brazo por los hombros del más bajo y lo guio hacia la mesa.

Había un pastel muy bonito decorado en la mesa a donde se fueron a


sentar, solo le faltaba un trozo y Fionn comentó molesto el cómo Liam no
se aguantó y comenzó a comer antes de lo debido. El de ojos castaños
parecía no darle importancia, y Fionn continuaba discutiendo. A Harry le
ponía tan feliz aquellas pequeñas charlas o anécdotas.
Las clases pasaron más rápido de lo usual, y los tres chicos registraron
su salida en la oficina del director antes de salir del instituto, caminando
entre charlas y risas hacia la casa de Fionn. El Señor Whitehead estaba
allí, viendo la televisión. Recibió a Harry en un gran abrazo y lo felicitó
antes de dejar a los chicos, yéndose a dormir unas horas ya que él sería
el que llevara a Harry al lugar en donde Fionn y Liam le tenían la sorpresa.
Los tres chicos se mantuvieron conversando, incluso hicieron los deberes
de la escuela para tener el resto del día libre. Tenían padres exigentes,
que les presionaban con los estudios y el futuro de cada uno.
Finalmente, Liam decidió que iría hacia el cuarto de Fionn a preparar las
cosas que llevarían al lugar sorpresa. Una vez éste desaparece de la sala,
el de ojos azules se giró para tomar de su mochila un sobre y tendérselo
a Harry.
—Tengo éste regalo aquí para ti, y es lo único que voy a darte. —Harry lo
toma, emocionado y dispuesto a abrirlo, pero Fionn lo frena. —No, no. No
es para que lo abras ahora, es para que lo abras cuando...oh, a la mierda.
¡Ábrelo, ábrelo!
Harry comenzó a reír y antes de pensar en abrirlo lo agitó. —¿Es una
guitarra? —Bromeó, y ambos volvieron a reír antes de que el niño
finalizara por abrir el sobre y sacar lo que había dentro. —...oh. Oh, vaya.
Wow. Wow. Wow, wow, wow.
Fionn se removió en el sofá, ansioso y esperando una reacción. —¿Qué
tal, ah? ¿Crees que podríamos irnos a Londres y llegar a tiempo para el
show de Frank Sinatra?
Harry estaba boquiabierto. Fionn sabía cuánto le gustaba aquel artista,
cuan bien lo hacía sentir oír su vinilo al estar triste, y ahora...ahora tendría
la posibilidad de verlo en vivo, y junto a su mejor amigo. En su mano se
encontraban dos entradas, y dos boletos para un tren a Londres en tres
semanas. Era el mejor regalo del mundo.

—Tú, yo... ¿En serio? ¡¿En serio?! ¡Oh, Dios! —Rio alegremente antes de
lanzarse a los brazos de su mejor amigo, ambos fundidos en un abrazo.
—Gracias, gracias, gracias.

—Espero que sea mejor que una guitarra. —Bromeó el de ojos celestes
antes que ambos se apartaran.

Harry observó nuevamente los boletos y volvió a guardarlos en el sobre,


con una sonrisita y ojos húmedos por la emoción. —Cuidaré esto con todo
mi ser. —Lo guardó en su mochila.

—Creí que merecías una gran sorpresa por tus dieciocho luego de todo lo
que has pasado. —Harry hace una mueca, entre ésta se oculta una
sonrisita. —Y te he notado triste. Como tu mejor amigo, es mi deber verte
mejor.

—No es un deber, tú no tienes la obligación de hacerme feliz. —Ya


comenzaba a hacer puchero.
—Es verdad, lo siento. Quiero verte mejor. —Aclaró.
Ambos se vieron fijamente, y con sonrisitas en sus labios. El amor y
aprecio que se tenían era increíble. Siempre serían una familia.
—Fionn, estás haciendo que me enamore de ti. —Bromeó el de ricitos,
intentando no reír cuando su mejor amigo llevó una mano a su pecho.
—Creí que ya lo estabas.
—Oh, no. ¿Crees que fui muy obvio?

—No tan obvio como para tomar a la ligera, pero lo suficiente para no
sorprenderme. —Ambos ríen mientras Harry niega lentamente. Aún
quería llorar. —Realmente quiero verte mejor.

—Lo haré, lo prometo.

Si, tal vez lo estaría.

Liam salió de la habitación minutos después de aquella charla, cargando


una pila de cuatro cajas e intentando no tropezar. Fionn se puso de pie
de inmediato y le ayudó con dos.

—¿De qué hablaban? —Preguntó Liam, sonriéndole a Fionn en modo de


agradecimiento.
—Harry estaba confesando su amor por mí. —Y había sonado tan
indiferente y realista, que Liam abrió sus ojos de más, observando a
ambos de sus amigos.
—¿Era él por quien estabas mal? —Le preguntó al rizado. Éste último abrió
sus ojos de más, algo pasmado. —...oh. Oh, mierda.
—¿Qué? ¿De qué hablan? —Preguntó Fionn, pero al ver a Liam tan serio
su mirada fue rápidamente a la de Harry, también abriendo sus ojos de
más. —¡Estás enamorado de alguien! ¡Es por eso que estabas triste! —
De repente la expresión del adolescente cambió a una de pánico mientras
reafirmaba el agarre en las cajas. —Oh...oh, no. Por favor, dime que no
estás enamorado de mí e hice una estúpida broma que te dañó.
Harry no evitó reír, comenzando a negar. —No eres tú, tranquilo.
Fionn pareció volver a respirar y observó a Liam antes de que ambos se
sonrieran con picardía, viendo al rizado de la misma manera. —Así que...
¿Quién es él?
Recordó haber dejado pasar el “él” de la pregunta que le hizo Liam hace
días, pero ya eran muchas ocasiones en las que sus amigos se referían a
alguien con quien Harry podría estar como si fuese un chico.
Era momento de aclarar, doliese o no.
—¿Por qué asumen que es un chico? —Pregunta tímidamente,
comenzando a ponerse nervioso y con sus mejillas calientes.
—Porque no somos estúpidos. —Respondió Liam, y ambos continuaban
con aquella sonrisita pícara.

Harry bajó la mirada, juntando sus manos y entrelazando sus deditos. —


¿Ustedes...están de acuerdo con ello?

Fionn frunce su ceño, borrando su sonrisa. —¿Qué?

—¿No creen que yo esté enfermo?

—Enfermo es tener gripe, no que te gusten los chicos. Y jamás vuelvas a


preguntarle a alguien si está de acuerdo con tu orientación sexual, el
único que tiene que estar de acuerdo eres tú.

Harry tragó saliva con fuerza y limpió una lagrimita que caía por su
mejilla. —Gracias. —Dijo.

—No agradezcas, Harry. —Dijo Fionn, también sentimental.


Liam se quejó. —Quiero abrazarlo.
—Lo haremos apenas venga a ver la sorpresa. Siéntete como en tu casa,
Harry. —Le sonrió en modo de aliento y se dirigió hacia la puerta. —Liam,
vamos.

Habían pasado aproximadamente dos horas, y Harry se la había pasado


viendo Tom & Jerry en la televisión, entretenido mientras comía pastel
que había quedado y bebía jugo de naranja. Fue finalmente cuando el
Señor Whitehead despertó de su siesta y le propuso ordenar un poco
antes de salir que Harry se levantó y se dirigió a la cocina, dispuesto a
lavar su plato y vaso. Nuevamente volvió al living, y acomodó la mochila
en el sofá junto a las demás. Apagó la televisión cuando el señor
Whitehead había terminado de beber algo y salió junto a éste para
dirigirse al auto.
En el camino se la pasaron hablando del regalo que Fionn le había dado a
Harry, de la buena música. Comentaron cosas sobre Elvis Presley, los
Beatles y los Rolling Stones. El rizado, de entre todos esos, prefería a
Elvis, pero también amaba los otros dos grupos.
Finalmente llegaron frente a la iglesia del pueblo, y Harry no pudo evitar
fruncir el ceño. ¿Acaso habría una misa? Estaba a punto de comenzar a
desilusionarse, pero el padre de su mejor amigo le tendió un papel, el
cual era una especie de mapa.
—Sigue las instrucciones, y allí los encontrarás. —Dijo.
—Oh. —El rizado desabrochó su cinturón antes de bajarse, y agradeció el
“Feliz cumpleaños” proveniente del hombre en el vehículo antes de
acelerar y desaparecer por las calles desiertas de Holmes Chapel.
Harry se encaminó hacia la iglesia, pero no subió los escalones de ésta,
más bien, la rodeó, justo como decía en el mapa. Podía oír música a lo
lejos, y mientras más se adentraba al bosque, más audible y reconocible
era. Se encontró moviendo la cabeza.
Solía oír esa canción cuando le tocaba limpieza en su cuarto, porque era
muy animada, para oírla en los buenos días. Continuó avanzado, y el
sonido se volvía aún más fuerte. Entre los troncos y la oscuridad, visualizó
un lugar exacto del bosque el cual parecía tener cosas allí. Se fue
acercando con una sonrisita en sus labios: Reconocía una mesa con
comida y lo que parecía un gran pastel, un cartel que iba de un tronco a
otro donde se leía “¡Feliz cumpleaños, Harry!” y decoraciones rosadas y
azules, sin olvidar el tocadiscos con el vinilo girando en éste.
Finalmente llegó, y bajó la mirada para doblar el mapa. ¿Dónde estaban
sus amigos? Nuevamente alzó la mirada, y su sonrisa se borró de
inmediato al visualizar a Liam en el suelo, con un poco de sangre en su
sien y desmayado...o eso esperaba.
Todo su cuerpo se tensó, todo se volvió frío mientras sentía a alguien de
pie detrás suyo, a la expectativa de lo que haría. Sentía el malestar en su
estómago, pero no, no era Louis. Era aquel malestar que sintió aquella
noche que durmió mientras creía que el diablo le acariciaba el cabello y
no era así, o cuando intentaron quitarle la vida en la bañera.
Tomó una respiración honda antes de girarse de golpe, y se encontró cara
a cara con Stella, la cual le sonrió de manera lenta y escalofriante.
—Feliz cumpleaños.
Sintió un golpe en la cabeza, su cuerpo caer al suelo, y se durmió.

Sus ojos se abrieron lentamente, le pesaban un poco los párpados


mientras una fuerte jaqueca lo hacía sisear. Tenía frío, hacía frío aquella
noche, y la música había desaparecido. Respiró profundo, intentando
dejar de ver borroso.
—Finalmente. —Oye nuevamente aquella voz. Era Stella, era la novia de
su mejor amigo. Finalmente, su vista se aclaró, y la vio caminar
lentamente hacia él. Se intentó hacer hacia atrás, pero parecía que algo
lo mantenía en su lugar. La observó entre asustado y frustrado. La chica
alzó ambas cejas. —Oh, no me veas así. ¿Ahora vas a decirme que no lo
sospechabas ni un poquito?
No podía ser el que todo lo bueno durara poco para él. Estaba tan enojado,
y tan, tan, tan asustado.
—¿Qué debería sospechar? —Dijo, sin verla, pero teniéndola bastante
cerca. Se armó de valentía. —¿Que eres una perra? —Jamás había
llamado a una mujer así, y no lo hacía. Él no le hablaba a Stella, le hablaba
al demonio. Una fuerte patada en su estómago lo hizo jadear por aire. Se
quejó debido al ardor, pero aun así hizo todo lo posible para seguir firme.
—¿Dónde está Fionn?
—Eso es un “no”. Vaya, Harry, te creía menos imbécil. —Proporcionó otra
patada en el cuerpo del niño en el suelo, lo cual lo hizo doblarse y
nuevamente jadear, pero el demonio se dirigió hacia la mesa donde
estaba el pastel, tomando la gran cuchilla que había a un lado. —¿No me
reconoces en éste cuerpo? —Cortó un trozo de pastel y lo sirvió en un
platillo. —Tal vez debería de verme más triste, más rota y rechazada. —
Fingió un tono triste antes de girarse aún con la cuchilla en su mano.
Harry la observó fijamente, con una mano en su estómago y tragando el
gusto metálico en su boca. Oh, realmente había sido un imbécil. Había
sido obvio.

—Ruby.

Stella se encogió de hombros inocentemente. —Sí, bueno. Podría decirse


que sí, así nos conocimos. —Comienza a caminar hacia el cuerpo del niño,
ignorando el de Liam al pasar, y poniéndose de cuclillas para estar a la
altura del rizado. —No importa eso, realmente. Lo único que importa aquí
es que sepas que yo no soy el malo de la historia. —Negó lentamente,
viendo fijamente los ojos verdes del menor. —Realmente, no lo soy. Tú si
lo eres.

Harry intenta no verse muy obvio al notar que Liam comienza a ponerse
de pie silenciosamente, sosteniendo en una de sus manos una botella de
wisky.

—En primer lugar... —Prosiguió el demonio, apuntando el pecho del rizado


con la cuchilla, presionando levemente para herirlo. —...tú fuiste quien
corrió a los brazos del demonio cuando nuestro querido Brad... —Hizo una
pausa y llevó su mano libre a su corazón, asintiendo, con una falsa
expresión de lamento. —...que en paz descanse, engañó a tu familia. Era
un simple castigo, solo unas quemaduras en la piel. Es una gran diferencia
a morir desangrado porque te arrancaron el pene, ¿Verdad?
Liam continúa acercándose muy lentamente, fijándose donde pisaba para
no ser ruidoso. Por suerte, en aquella área del bosque, era pura tierra.
No había tantas ramas ni césped. Harry vio fijamente a Stella y relamió
sus labios antes de hablar, ya que debido a los nervios tenía la boca seca.
—Así que mis primos te ordenaron matarme.
—Mira, yo lo intenté. Realmente lo hice, pero siempre que lo
intentaba...allí estaba él. Incluso con sus cuervos. Siempre vigilándote, y
yo no podía arriesgarme tan rápido, sé reconocer que no tengo la misma
cantidad de poder que él, pero soy muy bueno escondiéndome: Primero
en aquella dulce niña, luego en el idiota del novio de tu hermana, he
estado en el padre de Fionn y, oh, incluso he estado en Liam. —Llevó la
cuchilla al cuello del menor, y la piel de éste se erizó más de lo normal.
—Siempre he estado a tu alrededor, acechándote, y tú jamás te has dado
cuenta. Pero ahora ya no está. Se ha ido, Harry. —Comenta refiriéndose
a Louis. Su sonrisa se vuelve más grande y se acerca más al rostro del
menor. —¿No te pones a pensar en porqué todos te dejan? —Suspira
mientras Harry comienza a lagrimear. Esto era una pesadilla. —Creo que
es hora de asimilar la verd-
Detuvo sus palabras cuando la botella de wisky que anteriormente estaba
en las manos de Liam estalló contra la cabeza de la chica, y lo
escalofriante fue que la expresión de ésta era la misma: Sonriente,
aunque en su mirada algo cambiaba. Extendió su mano, y Liam salió
prácticamente volando por los aires, chocando contra un tronco y cayendo
al suelo.

La mente de Harry viajó más rápido de lo normal, y en su cabeza


imágenes de su libreta, las páginas corriendo hasta detenerse en una hoja
exacta, aquella hoja la cual había memorizado por si acaso.

—Exorcizamus te, omnus immundus spiritu-

No pudo seguir debido al fuerte puñetazo en su nariz, la cual comenzó a


sangrar de inmediato. Sollozó secamente por el fuerte dolor, pero apenas
tuvo tiempo a lamentarse ya que fue tomado del mentón y dos golpes
dejaron su rostro con sangre.

—Omnis...omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii,


omnis legio... —Continuó Liam, levantándose lentamente.

Stella comienza a temblar, retorciéndose. Harry aprovecha para intentar


moverse. —¡LIAM, CORRE!

Éste le hace caso, comenzando a correr para salir del bosque, buscar
ayuda, pero se gira debido al fuerte jadeo del rizado. El demonio había
introducido la cuchilla debajo de una de las costillas del menor, el cual
gruñó por el dolor, con lágrimas cayendo entre toda la sangre de su
rostro.

—Omnis congregatio et secta diabolica. —Continuó Liam mientras el


demonio quería moverse, pero todo lo que hacía era temblar. Sus ojos
pasaron de ser como los de un ser humano normal a volverse
completamente negros. —Ergo draco maledicte et omnis legio diabolica
adjuramus te. —Liam retrocede un poco cuando el demonio se pone de
pie entre temblequeos, queriendo caminar hacia él.

Harry quita la cuchilla enterrada en su abdomen y lleva su mano allí,


poniéndose de lado y respirando entre jadeos de dolor. —Liam...

—Cessa decipere humanas creaturas, eisque aeternae perditionis


venenum propinare. —Dice el chico, y toma otra botella, lanzándosela y
fallando. —Mierda, mierda, mierda.

—Vade, Satana, inventor et magister omnis fallaciae, hostis humanae


salutis. —Continúa Harry mientras hace lo posible por ponerse de pie,
lográndolo y sintiendo la sangre en su abdomen, en su rostro. Está tan
acabado. —Humiliare sub potenti manu dei, contremisce et effuge,
invocato a nobis sancto et terribili nomine, quem inferi tremunt. —Su voz
se alza cada vez más.

Stella cae de rodillas y gruñe antes de gritar, con su voz gruesa,


distorsionada. Medio ríe entre quejidos, fuerte, escalofriantemente.

—¡¿POR QUÉ NO ABRES TU REGALO, AH?! —Apunta hacia una dirección


detrás de Harry, pero su brazo se tuerse debido a que Liam continúa,
dejándola temblando, con los ojos cerrados y gritando.

—Ab insidiis diaboli, libera nos, Domine. Ut Ecclesiam tuam secura tibi
facias libertate servire te rogamus, audi nos.

Medio inclinado por el dolor bajo su costilla y notando que Liam tenía el
control de la situación, se gira hacia donde el demonio había apuntado.
Siente un escalofrío atravesar su columna vertebral al ver una bolsa
negra, la cual llevaba algo dentro.

No.

A tropezones, lentamente, se encaminó hacia la bolsa, y a medida que se


fue acercando, pudo observar una mano fuera de ésta.
—Ut inimicos sanctae Ecclesiae humiliare digneris, te rogamus, audi nos.
No. No, no, no. No. No.
Se balancea a centímetros de la bolsa. No puede ser. Le ha dejado de
doler el cuerpo, ahora solo algo arde profundamente en su pecho, algo de
lo que no se recuperará jamás en su vida. Jamás, jamás.
Con temor, su mano temblando, ya sabiéndolo, abrió la bolsa del todo.
Su aliento se cortó.

Si, por supuesto.

Harry le había quitado a alguien, y era claro que harían lo mismo con él.
Era claro que el demonio buscaría a lo más cercano que Harry tenía como
familia ya que éste estaba siendo protegido por Louis.

Y no entendia como de repente todo había dejado de doler, como si fuese


que algo le quitó los sentimientos y el dolor físico. Shock, frío, pérdida de
sangre, aunque probablemente sea el cuerpo sin vida de Fionn
Whitehead, cortado, más manchado de sangre que él, con sus ojos
abiertos y perdidos en un punto del bosque.

Fue instantáneo el dejar de temblar, y se giró lentamente, viendo a su


otro amigo.

—Terribilis Deus de sanctuario suo. Deus Israhel ipse truderit virtutem et


fortitudinem plebi Suae. ¡BENEDICTUS DIUS! ¡GLORIA PATRI! —Liam
finaliza aquel exorcismo, y un humo negro y largo sale de la boca de la
adolescente, la cual tiembla y cae al suelo, inconsciente. El demonio
golpea contra un punto del suelo y el malestar desaparece al igual que
éste.

Un silencio ensordecedor se hace presente en aquella área del bosque,


solo respiraciones agitadas y entrecortadas. Liam parece recordar que su
amigo está apenas manteniéndose de pie, y rápidamente camina hacia
éste, tomándolo del rostro al llegar. Lucía perdido, desorientado.

—Estás bien, estás bien. Tranquilo.

Pero Harry lo estaba. —Estoy tranquilo. —Dijo con calma, la voz apenas
audible. Liam frunció su ceño antes de ver detrás del rizado, y éste último
pudo ver los ojos castaños del chico llenarse de lágrimas. Las manos de
Harry tomaron las muñecas de su amigo. —E-Escúchame. —Liam
nuevamente lo observó, y sollozó, asintiendo y con lágrimas cayendo por
su rostro. —Tienes que irte, ahora. Nadie puede saber esto.

—Harry, es Fionn...

—Nadie va a creernos. Liam, por favor. —Ambos se observan fijamente.

Sabían que esa sería la última vez que se verían.

—Adiós, Harry. —Se le entrecorta la voz antes de besarle la frente al


menor y alejar las manos del rostro de éste, dando unos pasos hacia atrás
y pasando por un lado del cuerpo de Stella. Liam nota que esta respira.
—Está viva.

—Llévatela.

Liam asiente y se inclina, pasando sus brazos por debajo del cuerpo de la
adolescente, cargándola en brazos y caminando fuera de aquel lugar sin
mirar atrás.
La mirada del rizado permanece perdida antes de girarse nuevamente, en
dirección a aquella bolsa. Observa el cuerpo de su mejor amigo, y a pesar
de que no siente nada, las piernas le tiemblan y cae de rodillas al suelo,
rendido.

La casa de los Styles estaba repleta de gente del pueblo. La música era
tranquila, todos estaban bebiendo y comiendo, charlando entre ellos.
Estaba resultando perfecto. Gemma conversaba con sus amigas en el
sofá, Des hablaba con Joffrey y Jacky y Anne iba de un lado a otro,
fijándose que todos tuviesen lo que deseaban, conversando con algunas
mujeres de la iglesia.
Un portazo provino de la puerta principal, junto a muchos jadeos de
horror. Des alzó la mirada cuando oyó un vaso romperse en el suelo.

—¡HARRY!

Allí estaba su hijo: Con su rostro golpeado y repleto de sangre, pálido,


con su ropa sucia por tierra y una gran mancha de sangre en su camisa.
Respiraba hondo, con sus ojos muy abiertos, pánico en su expresión. Des
dejó todo, acercándose.

—¡No! —Exclamó el menor, extendiendo su mano y retrocediendo,


intentando no caerse. —No. N-No te acerques.

—¡Harry, bebé! —Anne igualmente quiso acercarse, pero el nombrado no


se lo permitió. —¿Qué te sucedió? ¡Amor! Por favor.

—N-no.…no me toquen. No me toquen.

Un hombre de entre todas las personas se acerca. —Tienen que llevarlo


al hospital ya. Está desangrándose. —Dice, acercándose. Era George
Griffin, un médico reconocido entre todos. —Vamos, Harry. Necesitas
ayuda. —Se acerca de más y lo toma de la mano.

—¡NO ME TOQUES!

Y, como arte de magia, el hombre sale disparado por los aires, golpeando
su cuerpo contra una pared antes de caer al suelo. Todos parecen sentir
aquel malestar, que para ellos era lo peor, pero para Harry, oh, para Harry
era un alivio.

Anne dio un paso hacia atrás, asustada. La gente comenzó a desesperarse


y encaminarse hacia la salida del patio trasero, escapando de aquella
situación, todos menos el padre William y la familia Styles.

El niño no sabía si tal vez era el extrañarlo con toda su alma, pero incluso
podía percibir dónde estaba el diablo. Con esperanza, se dirigió de manera
apresurada, tambaleante hacia las escaleras, comenzando a subirla con
cuidado. El padre William extendió su mano, apuntando con ésta al rizado.
No sabía que oír a alguien orar iba a lastimarlo como aquella vez en la
que su padre lo hizo, y sintió éste fuego recorriendo el interior de su
cuerpo. Gimió con dolor, a punto de caer de la escalera hacia adelante,
pero sintió como algo, Louis, para ser específicos, lo atrapaba, y lo tomaba
en brazos.

—¡OH, POR DIOS! —Jadeó Anne, llorando y muy asustada.

Todos quedaron en silencio al ver aquella figura alta, vestida de negro,


con ojos color sangre, perfecto pero escalofriante. El diablo se hacía
visible por primera vez frente a las demás personas, sosteniendo a su
esposo, a su niño favorito, el cual habían lastimado, en brazos. La furia
recorría por sus venas, pero, sin embargo, alzó la mirada y sonrió
lentamente de lado.

—Un gusto conocernos personalmente. —Dice. Alza su mano mueve


levemente sus dedos, provocando que todas las puertas se bloquearan.
Ahora tan solo tenían la sala, no había donde escapar. —Bueno, que
comience el show.

Hizo falta un chasquido de sus dedos para que las cosas comenzaran a
destrozarse y moverse bruscamente de lugar, dañando a todo el que se
interpusiera entre éstas. Los focos estallaron en pedazos y el diablo podría
ver a través de la oscuridad. Se giró con elegancia y subió los escalones,
sosteniendo a su niño en su pecho y oyendo los gritos de susto de los
Styles y las pocas personas que quedaron en la sala.

Harry se quejó en los brazos de éste, retorciéndose de dolor.

—Sh, sh. —El diablo lucía asustado por primera vez en su vida. Se dirigió
hacia las escaleras de la azotea, aquella azotea en la que habían bailado
bajo la luna sangrienta.

La puerta se abre sola de un golpe, y Louis se apresura a arrodillarse en


el suelo, dejando a su niño en sus brazos, el cual lo observa entre dolor
y sangre, débil y con lágrimas cayendo de sus ojos.

—Lou...
Louis lo sostiene por la espalda con un brazo, y su mano libre va al rostro
de éste, queriendo mantenerlo quieto para curarlo. Harry lo nota y cierra
sus ojos, negando.

—No...

—Estás muy débil, no hables. —Ordena. —Abre los ojos.

—Yo... —Solloza, adolorido. Todo era una pesadilla. —...lo maté. Yo lo


maté.

—¿A quién? Harry, lo que sea que haya pasado, no es tu culpa. —El rizado
asiente. Por supuesto que lo era. Nada de esto hubiese pasado si no fuese
por él. Louis acerca su rostro y las narices de ambos se rozan. —No lo es.
—Gruñe. —Lo sé porque te conozco, y no eres capaz de algo así. —Harry
solloza más fuerte, retorciéndole. El ardor lo está matando, pero debía
soportarlo. —Mírame. Harry. —Llamó, y le tomó del mentón
cuidadosamente. El niño negaba, con sus ojos cerrados. Se negaba a ser
curado. —¡Harry!

—¡No!

—Harry, mírame o voy a matar a tu jodida madre. —Si Harry moría, los
mataría a todos.

El niño rápidamente abre sus ojos, creyendo en las palabras de su esposo


y ambos se observan fijamente. Poco a poco el ardor comienza a
desvanecerse, y ahora tan solo hay gusto metálico en su boca. Todavía
siente la calidez de la sangre en su torso, y Louis parece no darse cuenta
de aquel corte profundo bajo su costilla.

Se observan por un momento antes de que Harry vea detrás del diablo y
apriete su agarre en el brazo del diablo, el cual gira su rostro para
observar aquello que atemorizaba tanto a su niño favorito. Descubrió a
La Muerte de pie, tan solo observando.
—No. —Louis sostuvo a su niño mejor, contra su pecho. La muerte soltó
un leve chillido. —¡DIJE QUE NO! —Gritó, y el chillido de Muerte fue más
fuerte antes de desvanecerse, asustada. Louis cubrió las orejas de Harry
ante aquel sonido que podría afectarle en su estado, y luego lo observó
por completo, finalmente notando la camisa con una gran mancha de
sangre. La levantó, y observó el corte y la sangre fluyendo de ésta. —No.
No. ¡Maldición!
—Louis...
—No, cállate. —Interrumpió, y presionó con su mano repleta de anillos la
herida viendo al niño, el cual luchaba por mantenerse cuerdo. —No voy a
dejarte morir, ¿Me oyes? Soy el jodido diablo, y yo decido esto. Yo decido
si mueres o no, ¿Entendido?
Claramente sabía que no era así, no tenía ningún control sobre las
decisiones del niño y por ende no era quién para decidir si continuaría con
vida. Pero es que él...él no...

—Harry, no soy nada sin ti.

El rizado sollozó, aliviado y extendiendo débilmente su mano para acercar


a Louis. Ambos presionaron sus labios en un casto beso que duró unos
segundos.

—Me tienes que llevar a un hospital, y no puedes. —Comenzó Harry,


ambos viéndose fijamente. El transportarse podría hacerle más daño, no
estaba en condiciones. Suspiró entrecortadamente y observó fijamente
los labios del diablo antes de volver a aquellos ojos que lo tenían
embobado. —No siento las piernas, Lou.

—Puedo curarte. —Dijo, desesperado. —Por favor. Déjame curarte.

Harry asintió. Jamás le diría que no. Jamás.

La mano en el abdomen de Harry comenzó a calentarse un poco, como si


algún tipo de energía lo aliviara. Pudo sentir la sangre dejar de salir de la
herida, y cuando estuvo a punto de sentir la herida completamente
cerrada, la puerta de la azotea se abrió, y la voz del padre William se alzó
en una oración en latín.
Harry gritó, retorciéndose, y a Louis le importó una mierda todo. Agitó su
mano y aquel hombre salió expulsado nuevamente por la puerta, cayendo
por las escaleras. La mirada del diablo volvió al rostro de su pequeño y
se congeló al verlo intentar respirar, escupiendo sangre por su boca y
temblando, tan solo observándolo.
Louis exhaló.
Solo había una manera de salvarlo.

Le acarició el rostro antes de posicionar su rostro frente al suyo.

—Lo siento por esto, pequeño. —Dice, y ambos se ven fijamente. —


Déjame salvarte.

Harry intenta hablar, y no lo logra. Tan solo asiente, dándole permiso.

Siente el aire irse de su cuerpo, y cree que está por morir, pero su boca
se abre involuntariamente y puede sentir esta especie de polvo
adentrarse, dándole picazón en su garganta. Sus ojos se cierran, y luego
de unos segundos más toma una bocanada de aire.

—¡Harry! —Se oyen llamados y pisadas en los escalones, hasta que


finalmente Des y el padre William llegan nuevamente a la azotea, éste
último con un poco de sangre en su frente. Anne intenta subir detrás de
su marido. —¡Anne, quédate ahí! ¡Saca a Gemma de la casa!

Observa nuevamente al frente, y su hijo está de pie, de espaldas a ambos.

—¿Harry?

El niño parece suspirar profundamente antes de girarse. Su rostro


inexpresivo, un poco engreído con el paso de los segundos y sus ojos
completamente bordó.

Una sonrisa ladina y coqueta se hace presente en el rostro del menor. —


Incorrecto. —Dice, y agita su mano, ésta vez tirando a ambos hombres
por las escaleras.

Si, así curaría a su niño, pero, mientras...

...esto iba a ser tan divertido.


Harry estaba vivo. Apenas.

Pocas veces los ángeles tenían el permiso de la otra persona para


poseerla, pero a Louis todo le daba igual. Louis no podía dejar morir a
Harry, simplemente no era lo correcto, éste no era el destino del niño y,
honestamente, poco le importaba si lo era. Iba a salvarlo, por las buenas
o por las malas.

Los arcángeles eran fuertes, Harry se curaría de inmediato si el diablo


quería. Estaba maldito, pero aún podía sanar humanos, aunque jamás lo
había hecho antes. El niño había sido el primero.

Suspiró. Era extraño ser más bajo, era extraño ser su esposo. Bajó los
escalones que lo habían llevado a la azotea, y nadie estaba en el segundo
piso. Todos se encontraban debajo, en donde habían estado al principio.
Se oía un llanto, el cual seguramente era de su suegra, y las personas se
comunicaban de manera rápida, nerviosa. Louis llegó hasta la escalera,
pero se quedó de pie allí, sin bajar y observando fijamente a las personas
mientras llevaba una de las pequeñas y delicadas manos de su esposo al
bolsillo delantero de su pantalón, con la otra apoyándose en la baranda,
alzando un poco más el rostro, mostrando superioridad ante todos los
asquerosos seres humanos en aquella casa. Cada uno de ellos era lo peor.

Solamente estaban Anne, Gemma, Des y el padre William, el cual sostenía


su cabeza ante la sangre que emanaba de un corte que a simple vista
parecía leve, pero era algo profundo.

Nada para morirse.

Anne dio un paso antes de que Des la tomara del brazo, pero esta jamás
quitó su mirada del cuerpo de su hijo, el cual justo ahora no lo estaba
siendo.

—¿Harry? ¿Bebé? —Le tembló la voz. Las cejas del mencionado de


alzaron, y su cabeza se fue ladeando lentamente con una cínica y ladina
sonrisita en sus labios mientras observaba a la mujer caer de rodillas,
sollozando. —P-Por favor, devuélvemelo. Por favor.

—Anne...
—Por favor...

—Sí, Anne. —Habló Louis, con la voz de su niño sonando tranquila y seca,
tan fría como su cuerpo. —Paciencia. No mataré a Harry, todos ustedes
podrán seguir maltratándolo como siempre. —Finalizó, comenzando a
bajar las escaleras con paciencia.

El padre William llevó su mano hacia el diablo en el cuerpo del niño, pero
éste último fue más rápido, y antes de que el mundano pudiese siquiera
recitar algo, lo hizo volar hasta pegarlo contra la pared de manera brusca
y dolorosa.

—No me digas qué hacer, viejo estúpido. —A pesar del insulto, continuaba
sonando tranquilo. —Tú, tu iglesia y tu Dios pueden besarme el culo. No
éste, por supuesto. —Aclara. —Éste solo lo beso yo. —Asiente lentamente
antes de girarse a la familia Styles, observando a su suegra arrodillarse
ante sus pies, aun sollozando con fuerza.

—Por favor, déjalo ir. —Ruega. —Déjalo ir...

—¡Está bien! —Exclama, fingiendo animarse. —Pero dime “Por favor” de


nuevo. —Claramente molestando. Sonríe un poco al ver el enfado
mezclado con miedo en la mirada de todos.

—P-Por favor...te lo ruego.

Vale. No es como si a Louis le agradase del todo, pero era la madre de su


niño. A pesar de sus absurdas creencias, ésta le preparaba la mejor
merienda cuando Harry se sentía mal, lo llevaba a la cama, se acostaba
con él cuando tenía pesadillas, le hacía fiestas sorpresas, lo iba a buscar
a la escuela y siempre intentaba tratarlo con la mayor amabilidad. Inhaló,
mirando arriba unos segundos, pensando antes de exhalar
profundamente y ponerse de cuclillas frente a la mujer. Llevó una mano
al mentón de ésta, la cual alzó la mirada con terror y tristeza, y la vio
fijamente por unos segundos.

—Solo haz lo que te digo, y todo irá bien. —Dijo, y la mujer, aun
sollozando, asintió. Louis se paró nuevamente. —Ponte de pie. —Le
ordenó.
La mujer lo hizo de inmediato y Louis dio unos pasos atrás, girándose y
pasando una mano por la barbilla de su esposo. Oh, Harry. Debía de
curarse rápido, porque su paciencia se debilitaba con el paso de los
segundos, y las ansias de hacerlos pagar a cada uno crecía en su pecho.

Se giró. —Yo les explico, tomen asiento. —Disimuló un tono amable antes
de mover su mano. Los sillones del lugar se movieron bruscamente hacia
donde estaban los mundanos, y éstos fueron sentados a la fuerza a
excepción del padre William, el cual continuaba pegado a la pared. Louis
comienza a caminar lentamente por la sala. —Por mucho que me guste
estar dentro de su hijo, llegará un punto en el que tendré que salir, como
siempre. Pero quiero que sepan algo... —Se detuvo y observó a todos
seriamente. Intentaba contenerse, realmente lo hacía. —...vi y veré cada
cosa que ustedes hagan con mi niño favorito.

Anne negó. —No es tuyo. ¡No lo es! ¡Déjalo ir!

Maldición.

¿Es que acaso los humanos eran así de estúpidos? Si bien Louis era el
diablo, y cuando Harry y él habían hecho un trato, el niño era suyo, luego
de aquello simplemente era una persona. Claro, Louis solía decirle a Harry
que éste era suyo, que le pertenecía, porque al rizado le gustaba oírlo,
pero sabía perfectamente que no era literal. Harry no era de su propiedad,
no era su esclavo o juguete, era una persona. Era su esposo, su debilidad
humana, su alma gemela y aun así, no le pertenecía.

Y realmente no iba a responder a esa estupidez, pero entonces el anciano


de la iglesia nuevamente habló. Louis poco a poco dejaba ir aquella
paciencia que contenía hasta que su niño se curara. Era como cuidar de
animales descontrolados, aunque éstos probablemente se comportarían
mejor.

—Es nuestro. —Dice aquel hombre, y se oye tan asqueroso saliendo de


su boca. Es decir, era normal que su madre lo dijera, pero, ¿Quién se
creía? Lentamente, Louis fue girándose, con los hermosos ojitos de su
niño poniéndose aún más rojos de lo que ya estaban. —Es de nuestra
gente. Tiene la protección de Dios.
Louis sonrió de lado, provocando que un hoyuelito se marcara en una
mejilla de su esposo. —Señor cura depravado, me están empezando a
tocar las pelotas sus comentarios.
—Dios es misericordioso y-

—A Dios le importas una mierda. —Se mete ambas manos en los bolsillos
del pantalón, girándose para ver a los Styles. —A Dios le importan una
mierda, y por eso estoy aquí.

El padre William había comenzado a rezar, y junto a éste Anne y Gemma,


tomándose las manos. Se notaba que lo hacían con esperanza, intensidad.
Se maldijo al sentir los músculos del cuerpo de su niño tensarse un poco
y rio con falsedad mientras pasaba la mano de su niño por sus ricitos.

—Oigan, es de mala educación interrumpir a alguien. —Advirtió, y llevó


su mirada fijamente a los ojos de Des Styles, el cual era el único que se
mantenía callado.

Harry, lo siento.

—De acuerdo, ¿Saben qué? —Sacó una mano del bolsillo delantero del
pantalón y chasqueó los dedos. Fue algo tan simple como aquello que hizo
explotar en mil pedazos la cabeza del padre William, salpicando sangre y
trozos a su alrededor, manchando la camisa y el rostro de Harry.

Anne y Gemma se quedaron calladas de inmediato, con la respiración


agitada por el miedo a ser las siguientes, afectadas por el impacto. Louis
se encogió de hombros desinteresadamente, alzando un poco sus brazos.

—Yo se lo advertí. Le advertí que me estaba tocando las pelotas, y siguió.

—Harry, sé que estás allí...

Louis suspiró antes de ponerse de espaldas a la familia. —Des, controla a


tu esposa antes de que comience a tocarme las pelotas, también.

—Anne, cállate. —Ordenó el hombre, notablemente nervioso.

—Ha-Harry...
—¡Anne, cierra la boca! —Exclamó, alzando la voz. La mujer se quedó
callada de inmediato, sollozando entre aceleradas respiraciones. Des la
observó con dolor. Él tampoco quería eso, no quería eso para su hijo, pero
no necesitaba a más de una persona muerta. —Tranquila, ya pasará.
Respira profundo, solo hay que esperar. —La mujer parpadeó, soltando
un par de lágrimas antes de asentir lentamente, respirando
profundamente.

Louis se giró, sonriendo de lado y provocando que el hoyuelo nuevamente


se hiciese visible en la mejilla de su niño favorito. —Irónico que te
tranquilice la persona que más daño te hizo. —Murmuró, dando unos
pasos al frente, hacia la mujer. Des le tomó la mano a ésta para
mantenerle cerca. —Eres la única decente en ésta casa, que jamás ha
maltratado a mi esposo. Debo decir...tú y yo deberíamos llevarnos bien,
prácticamente somos familia. —Claramente no era en serio. Louis estaba
disfrutando del daño psicológico que les provocaba a los Styles, porque
llevaba soportándolo demasiado tiempo.

La mujer frunció su ceño con confusión mientras le temblaba el labio. Era


realmente muy parecida a Harry, pero no. No era Harry. Nadie era como
Harry.

—¿E-Esposo?

Louis se quedó en silencio mientras tomaba asiento frente a la mujer con


lentitud, con sus piernas levemente separadas y sus manos juntas, dedos
entrelazados y cabeza ladeada. Anne aún no podía creer lo que estaba
sucediendo, porque ese no era Harry. No era su bebé. El color de sus ojos
no era aquel precioso verde, y sus movimientos eran fluidos, confiados.

El diablo siempre había sido ese miedo que está alrededor, pero te dices
a ti mismo que no existe, y lo imaginas como un hombre de risa histérica,
trino en mano y muertes por doquier. Sin embargo, aquí estaba: Sentado
frente a ella, calmado, sabiendo qué hacer, qué decir, formando caos con
una perturbadora tranquilidad y usando de traje a su hijo. A su bebé.

Éste la veía fijamente, y allí fue cuando Anne entendió que Harry no
estaba allí.

—¿No te lo dijo? —Hablaba tranquilo, fingiendo indignación y alzando


ambas cejas. —Tranquila, debe de ser la poca confianza que ustedes le
brindan. No lo culpo, ese fue el motivo por el cual estoy aquí. —Comentó
mientras los sollozos de la mujer eran más audibles que antes, dolorosos
para todos excepto para Louis.
—Mamá... —Susurró Gemma, asustada y también comenzando a llorar,
aun viendo fijamente el cuerpo del padre William, sin cabeza.

—¿Puedes darte una idea de todos los problemas que ha atravesado tu


hijo? —Continuó el diablo, sin apartar su mirada de los ojos de su suegra.
—Nunca lo supiste, porque no lo conoces lo suficientemente bien para
saber que está mintiendo. ¿Adivina quién fue el único que estuvo para él?
—Sonrió de lado, esperando no tener que responderlo.

—Basta. Ya basta. —Esta vez fue Des el que alzó la voz, temblando
levemente mientras negaba rápidamente. Louis lo observó casi de
inmediato, de manera escalofriante. —Solo vete. Déjalo en paz.

Anne notó que el diablo dentro del cuerpo de su hijo veía fijamente a su
esposo. Aquello significaba caos silencioso, de nuevo.

—Somos su familia, nos corresponde estar para él. Sé que no.…sé que no
siempre ha sido así, pero lo será. —Intentó tranquilizar a aquella cosa que
manejaba el cuerpo de su hijo.

Louis se puso lentamente de pie, dando dos pasos hasta estar frente al
padre de su niño. Se inclinó, apoyando sus manos en los apoya-brazos
del sofá individual en donde el mundano se encontraba sentado, y quedó
con el rostro de Harry a centímetros del de Des, viéndolo fijamente a los
ojos. Los del rizado estaban bordó, oscuros y con las pupilas muy
dilatadas.

La sonrisita que llevaba en su rostro se fue borrando lentamente mientras


los cuadros y crucifijos de la casa, los cuales ya se encontraban al revés,
temblaban de manera brusca.

—... ¿Y tú quién mierda te crees para decirme lo que tengo que hacer?
¿Quién mierda te hizo creer que eres un buen padre ahora, jodida basura?
—Rápidamente se endereza y agita su mano con brusquedad, provocando
que el sofá cayera hacia atrás, y con éste Des. Anne jadeó, asustada al
ver tal escena mientras Gemma sollozaba. —Aún tiene cicatrices en su
espalda, producto de su estupidez. —Escupe, moviendo su mano. Esta
vez Des sale expulsado hacia el otro lado de la habitación, chocando
contra la pared y golpeando una mesa, provocando que las cosas en ésta
cayeran.
—¡Des, no!

—¡Papá!

El nombrado se quejó audiblemente, intentando ponerse de pie,


sosteniéndose de la mesa. La mano de su hijo se agitó y quedo pegado
contra la pared.

—No viste el dolor en sus ojos cuando intentaste exorcizarlo aquella vez,
y lo peor de todo fue que le dolía menos el ardor de lo que le dolió que su
propio padre intentara hacerle daño. —Gruño, y lleno de furia volvió a
agitar su mano, enviándolo al otro lado de la habitación con más fuerza
que antes. Se giró para poder verlo mientras las cosas colgadas en la
pared continuaban cayendo. —Si fuese por mí, hubieses pasado toda tu
eternidad en el infierno, pero tu hijo te salvó, y así se lo pagaste: No
estando para él.

Unas llamas de fuego de elevaron de la nada sobre el cuerpo del padre


William. Gemma gritó mientras Anne comenzaba a llamar a su esposo y
éste, ya sollozando, hacía un gran esfuerzo intentando levantarse. Louis
tan solo rodó los ojos por las reacciones de éstos. ¿Qué esperaban? ¿Qué
éste se fuera dejando un hombre sin cabeza en la sala? Por supuesto que
no, él sabía limpiar sus desastres, y no quería problemas para Harry
cuando éste despertara.

El olor a piel quemada comenzó a sentirse mientras el fuego cesaba


lentamente con un suave movimiento de dedos del diablo. Era hora, podía
sentirlo.

—Cuiden de él. —Dijo. —Y teman de mí, porque los estaré observando, y


no dudaré en hacer arder esta casa hasta...hasta que... —Su voz le
temblaba al igual que sus rodillas, y podía sentir la sangre fluyendo por
su nariz. Despierto. Estaba despierto. No lo resistiría demasiado. —
...hasta que sientan el aroma...de sus cuerpos arder.

Tal vez solo para una despedida.


Sin más, cayó al suelo y, lentamente, fue quedando inconsciente,
sintiendo el cuerpo de su niño temblar descontroladamente y oyendo los
gritos de la familia Styles.

Todo era bonito en aquel lugar.

El sol pegando en algunas partes, la brisa primaveral que no daba frío,


tan solo refrescaba. Todo olía a flores, y su humor mejoraba debido a las
risas de los niños a lo lejos, jugando en los columpios. Él se encontraba
bajo un gran árbol. Había estado allí muchas veces en su vida, años atrás,
y siempre iba al mismo lugar.

Oye unos pasos acercarse lentamente, a alguien sentarse a su lado, y


puede reconocerlo incluso sin necesidad de girarse. Una dulce sonrisita
con hoyuelitos se hace presente en sus labios antes de girar su rostro y
observar a su esposo, el cual se sentó a un lado suyo y lo observa
fijamente.

—Lou...

Louis no evita sonreír de lado. Luce tan bonito, tan calmado. Tiene
pequeños pétalos de flores entre sus ricitos, los cuales se ven más claros
en la luz, al igual que sus ojos. No puede evitar tomar su pequeña mano
y, lentamente, comenzar a besarle los nudillos, sin dejar de mirarlo.

Harry siente cosquillas en su estómago, y suspira, embobado. Quiere


quedarse así por siempre.

Finalmente, Louis aleja la mano de su esposo de su boca, pero no la


suelta. —¿Te gusta éste sitio?
Harry ve alrededor antes de asentir. —Es el parque central del pueblo,
queda cerca de la escuela. Es donde me pediste comprometernos, solo
que en invierno no hay tanta gente, pero cuando es primavera...se ve
hermoso. Solíamos venir con mi familia cuando era pequeño y pasábamos
la tarde juntos.

El semblante de Louis cambia, notablemente serio. Hasta luce frustrado.


—Me lo hubieses dicho antes. —Susurra, negando lentamente. —Lo
hubiese pensado antes.

El ceño de Harry se frunce mientras se acerca más al diablo, apoyando su


mejilla en el hombro del contrario. —¿Cómo?

—Cuando cumplimos el año de comprometidos no hice nada más que


pasarlo contigo en tu habitación. Tuvimos sexo, charlamos, y jamás pensé
en traerte aquí.

—Hey... —Harry estaba tan de buen humor que hasta bromeaba con
ofenderse, alzando el rostro y entrecerrando tan solo un ojo debido a la
fuerte luz del sol. —A mí me gustó el cómo pasamos nuestro aniversario.

—Merecías algo mejor. —Aclara el diablo, tragando saliva. Un pequeño


silencio se hace presente antes de que bajara la mirada, encontrándose
con los hermosos ojos de su niño. —Con esto me refería a ser el diablo.
Todo es mucho más difícil a mi lado, porque no estoy hecho para amar.
Te deterioro, y no puedo ni siquiera llevarte a cenar a un lugar que te
guste en nuestro jodido aniversario. —Está notablemente molesto consigo
mismo.

—Lou, no me hubieses podido llevar a cenar ni siquiera siendo humano.


Ya nos estarían dejando en la calle por ser dos hombres.

—No estoy hecho para merecerte.

Harry frunce su ceño, sintiendo preocupación en su pecho. Nunca había


visto a Louis liberando sus pensamientos de aquella forma, porque el
diablo siempre había sido coqueto, y demostraba superioridad ante
cualquiera, y pocas veces revelaba sus pensamientos, pero éstos...eran
pensamientos realmente oscuros.

Louis no se amaba. No realmente.


—Lou, tú...tu no debes de decir eso. Tu no eres malo. —Abre su boca una
y otra vez, pero nada sale. Está desesperado, porque no sabe cómo
hacerlo sentir mejor. —Yo sé...que no has recibido amor en mucho
tiempo, probablemente toda tu existencia, pero te aseguro que ahora sí.
Eres amado, yo te amo más de lo que alguna vez alguien amaría. —Traga
saliva con fuerza. —Y eso es todo lo que importa.

Louis lo observa fijamente por unos largos segundos. —Harry, sabes que
realmente no estás aquí, ¿Verdad? —El niño tan solo le observa
confundido. —Probablemente estés en el hospital ahora mismo, has
sufrido una convulsión. Ya estás curado, y tu cuerpo no es lo
suficientemente fuerte para sostenerme.

El niño baja la mirada, y de pronto miles de imágenes recorren su cabeza:


Su mano sin anillo, llanto, cumpleaños, entradas a una presentación de
Frank Sinatra, bosque, Stella, Ruby, Liam, demonio, Fionn, fiesta
sorpresa, Louis, azotea, Muerte, sangre...

—Ay...no. —Lleva rápidamente sus manos a sus ojitos, cubriéndolos. No


quiere ver más, no quiere recordar eso. No puede ser. ¿Todo había sido
real?

—Harry...

El día parece nublarse notablemente, la brisa se vuelve fría, las risas de


los niños se vuelven inaudibles. Es invierno, pero no uno bonito, si no uno
frío, donde no hay un lugar cálido para relajarse.

El rizado niega lentamente mientras las lágrimas no tardan en caer por


sus mejillas. Destapa su rostro luego de limpiar sus mejillas. Devastado,
esa era la palabra, o tal vez una peor. Nada de lo que anteriormente le
había sucedido se comparaba con esto.

—Yo...estar aquí me hizo olvidar. Parecía una nueva vida, quiero


decir...quería que lo fuera. —Su voz se corta un poco y toma una profunda
respiración para controlar el llanto. —Realmente quería que esto fuese
real.
—Lo sé, amor. —Si Harry no estuviese tan arruinado, si Harry se hubiese
conservado como hace unos minutos atrás, ahora estaría brincando por
aquel apodo.

Negó. —¿Tú dices no merecerme a mí? Al menos eres el diablo, fuiste


forzado a ser así. Yo soy un humano, y me convertí en un monstruo. —
Su voz tiembla, su mirada está perdida mientras deja caer nuevas
lágrimas por sus mejillas.

Louis gruñe. No, no puede permitir esto. —No es así. —Dice, acercándose
y tomándolo de las mejillas. —Mírame. Harry, mírame. —El rizado lleva
su mirada a la del amor de su vida. Éste ahora tiene los ojos rojos,
llevándose el celeste. —No es así...

—Lou, he matado a Fionn. —Dice. Ni el mismo puede creer cómo pudo


decirlo en voz alta, con tanta normalidad, cuando se está muriendo por
dentro. Un silencio se hace mientras Louis lo sostiene, negando. —Yo lo
hice. Esa cosa vino por mí, y lo encontró. Lo descuartizó vivo, metió su
cuerpo en una bolsa...y aún sigue allí. —No entiende cómo, pero, por
algún motivo, no parece enloquecer. Parece asimilarlo, aunque realmente
no es así porque su voz tiembla, y las lágrimas continúan cayendo por su
rostro. —Su padre está solo, todo lo que tenía era a su hijo y yo se lo he
quitado. —Traga saliva antes de llevar su mirada a un punto perdido.
Apenas puede respirar del dolor. —He matado a mi mejor amigo.

Louis no puede hacer otra cosa que estrujarlo contra su pecho. Puede
sentir el dolor de su niño como si fuese propio, y era debido a la gran
conexión entre ambos. Era una de esas pocas veces en las que el arcángel
se quedaba mudo, pero esta vez fue diferente: No se quedó sin palabras,
pero supo que no había nada que sanara aquella herida, y quería
protegerlo. Quería protegerlo de cualquier cosa.

Debió haberlo protegido, debió haberlo cuidado más.

—Harry, no hay nada que yo diga que pueda arreglar éste daño. —Llevó
una mano a los ricitos de su esposo, acariciándolo con cuidado, como si
fuese tan frágil como para quebrarse con el más mínimo toque. Debía de
ser cuidadoso, como nunca había sido. —Pero te diré la verdad, incluso si
esta muchas veces no arregla nada: No fue tu culpa. Nada de todo lo que
te ha sucedido es tu culpa.
Finalmente, Harry solloza silenciosamente, temblando en los brazos del
amor de su vida. No, definitivamente no había logrado asumir nada, y
desafortunadamente aún tenía sentimientos. Lloró con fuerza, pero
silenciosamente en el pecho del diablo, el cual le acariciaba la espalda,
los rizos y le besaba la frente.

—Sh, tranquilo. Estoy aquí contigo...

—T-Tuviste que haberme dejado morir.

—¿Cómo podría? —Responde de inmediato Louis, riendo secamente en


medio de la frase, con sus labios pegados en los rizos de su niño. —¿Cómo
podría haberte dejado morir, sabiendo la persona que eres? ¿Cómo podría
abandonarte, cuando eres el único para mí? —Cierra sus ojos con algo de
fuerza. —¿Cómo podría haberte dejado morir sin hacerte saber que he
llegado a amarte incluso más de lo que tú podrías amar?

Harry se derrumba, sollozando fuerte y envolviendo sus brazos alrededor


del torso del mayor, ocultándose en él. Es una mezcla de alivio, tristeza
y paz. Es una mezcla de sentimientos que no paran de pasarle por el
pecho, dejándolo anonadado. Intentó detener su llanto, dejar de mojar la
camisa negra de su esposo.

—Te...te amo.

Louis le alzó el rostro, sosteniéndolo de las mejillas, y ambos cerraron sus


ojos con fuerza antes de plantar sus labios en los del otro, moviéndolos
con pasión, profundidad, sintiendo cada parte de sus bocas, disfrutando
cada sensación, cada pequeño segundo.

Una de las manos repletas de hermosos anillos de Louis fue a la nuca de


su niño favorito, sosteniéndolo de los ricitos para mantenerlo cerca,
deteniendo el profundo beso cuando pequeños sollozos se le escapaban e
intentando consolarlo con caricias y suaves pero cortos besitos sobre su
boca.

Para Harry, Louis era el amor de su vida, y para Louis, Harry era el amor
de su existencia. Su alma gemela. Lo había sentido siendo tan solo un
alma, el momento en que fue creado. Lo sintió en el pecho, y éste
sentimiento lo llevó a él. Fue como un llamado del destino, algo a lo que
no podía ni quería negarse.
Largos minutos después, se aparta y le limpia mejor las lágrimas a Harry.
Ahora se encuentra serio, viendo fijo al rizado, y éste sabía que cuando
Louis tenía aquella mirada era porque diría algo que no quería ni podía
repetir dos veces.

—Escúchame con atención. —Dice. Harry asiente, sorbiendo su naricita.


—El demonio que ha matado a Fionn está en el infierno. Yo voy a
encargarme de éste, cobraré venganza por ti, me encargaré de hacerlo
pagar cada segundo que sufriste. —Harry asiente mientras aprieta sus
labios, intentando no llorar desconsoladamente, de nuevo. —Debo irme
ahora, por un corto tiempo.

—¿Qué? No. No, no puedes irte ahora. No p-

—Harry. —Lo interrumpe. —Tú sabes que a mí me importa una mierda tu


familia, pero estarán vigilándote. Lo que te sucedió no es poca cosa, y
querrán comprobar que no esté contigo. Van a dañarte, y no voy a
tolerarlo. —Explica, suspirando mientras continúa limpiando las lágrimas
que fluyen por las mejillas del menor. —Pero volveré.

—No lo harás... —Solloza, adolorido y temblando aún más. —...s-solo lo


dices para que no me duela, para que resista. No volverás...

—No. Mírame. Mírame, Harry. Lo haré. Prometo que lo haré. Voy a volver,
debo volver...debo regresarte.

El silencio se hace presente unos segundos. —¿R-Regresarme?

Louis lo ve fijamente. —Espérame, ¿De acuerdo? Debes esperarme.

—¿Lou? —Es casi instantáneo comenzar a sentir su cuerpo cansado,


pesado, lo suficiente para acabar recargado en el pecho del diablo. Los
ojos se le cierran. —L-Lou...

Oye la voz de su esposo decirle algo, pero no pudo descifrar qué.


Cayó dormido.

Días después, finalmente sus ojos se abrieron.

Parpadeó lentamente, observando a su alrededor. Habitación blanca, algo


inyectado en su antebrazo, alguien con delantal acomodando cosas a su
lado.

Hospital. Estaba en un hospital.

...oh.

—Hey, finalmente despiertas. —Dice la mujer con ánimos, tomando una


libreta y verificando lo que esta decía. —Harry Styles, soy la doctora Lee.
¿Recuerdas lo que te sucedió?

Claro que recordaba...

...pero por algún extraño motivo, no le afectaba.

—Si. —Responde. Hasta su voz suena extraña. —¿Qué día es?

—Han pasado cuatro días desde el incidente. —Responde la mujer,


anotando un par de cosas en su libreta. —¿Te duele algo?

—No. —Suspira, cansado antes de moverse un poco, intentando sentarse.


La enferma rápidamente le ayuda, extrañada. Debería de dolerle, al
menos, la cabeza. ¿Un milagro, tal vez? —Necesito revisarte para verificar
que estés completamente bien, pero iré a avisarle a tu familia. Llevan
mucho tiempo esperando fuera. Pediré que te traigan agua, y tal vez
puedas comer una sopa, niñito.
Harry tan solo la observó irse, ya sentado, y se observó a sí mismo. Se
observó las manos, y movió los deditos de sus pies, y tocó su rostro...
¿Qué había cambiado?

Porque ya no había vacío. Claramente Louis se había ido, pero poco le


afectaba.

Poco le afectaba todo.

Intentó recordar algo profundo, algo que sabía que podría dolerle.
Visualizó la imagen de su mejor amigo descuartizado, muerto, con la
mirada perdida.

...

Nada.

Y tal vez era una leve sospecha, tal vez Harry solo estaba cansado y
necesitaba comer o beber, pero...había una gran posibilidad...

...no. No era hambre, no era sed. Era una probabilidad.

El diablo había cumplido con su trato.

Su alma ya no estaba. ¿Y le afectaba?

Para nada.

Era un nuevo comienzo, una diferente manera de ver las cosas...y la


disfrutaría. Al máximo.
Un día después de haber despertado, estaba fuera.

Podría haber salido incluso horas después de haber despertado, porque


gracias al arcángel se encontraba en perfectas condiciones, pero a los
doctores les resultaba raro aquello, y decidieron mantenerlo en
observación por un día más antes de dejarlo ir. Harry ya era conocido en
aquel hospital debido a los miles de veces que sus padres lo habían
llevado, y más últimamente por todo lo sucedido, así que las personas
realmente sospechaban algo extraño.

Su familia lucía asustada al principio, cuando comenzaron a hablarle.


Apenas lo llevaron a la casa -fue un viaje silencioso e incómodo- lo
hicieron estar en la sala, acostarse allí. Llamaron a un sacerdote de la
iglesia en donde el padre William también solía estar, y pidieron por él
para bendecir la casa y chequear que Harry no tuviese nada dentro o a
su lado.

Así fue: David llegó, bendijo cada lugar de la casa, limpió toda mala vibra
-la cual aseguró que había, y mucha-, y también chequeó a Harry. Éste
permitía que hagan lo que quisieran con él, porque poco le importaba.

El día había transcurrido normal. El rizado se la había pasado en su


habitación. Al entrar, tan solo se sentó en su cama y tocó las cobijas,
sintiendo la textura de éstas. Intentó recordar cosas profundas, cosas que
sabía que solían matarlo de dolor, pero no. Nada le dañó el pecho, nada
lo hizo tener emociones.

Nada.

Pero, aun así, no estaba seguro. Necesitaba una confirmación, porque


podría estar en shock.

Se fue a dar un baño, se vistió, y ordenó su habitación. Cambió los


muebles de lugar, e hizo espacio en la mesa donde hacía su tarea de la
escuela, quitando los vinilos escondidos de debajo de su cama y
acomodándolos de manera ordenada. ¿Por qué los ocultaría? Ya no tenía
miedo.
Luego tan solo subió a comer, y no tenía hambre, pero lo hizo de todas
formas. Se mantuvo callado mientras los Styles intentaban entablar
conversaciones alegres, fingiendo que nada había pasado, que todo
estaba bien y no habían presenciado muerte, caos. Principalmente,
fingiendo no saber el que su hijo menor se había casado con el diablo.

Llegó la hora de dormir, y el sueño no apareció en toda la noche hasta las


ocho a.m., cuando finalmente se durmió, tan solo dos horas. Y estaba
cansado, pero no le afectaba como realmente debía afectarle.

No soñó absolutamente nada.

Cuando subió a desayunar tan solo se encontró con su madre, la cual


claramente estaba llorando. Su rostro estaba rojo, sus ojos llorosos y sus
mejillas húmedas. Se limpió rápidamente la cara cuando vio a su hijo
llegar a la cocina: No quería que éste se preocupara, pero, de todas
formas, no lo hizo.

—Buenos días, mamá. —Dijo, pasando de largo hasta la encimera,


preparándose su desayuno.

Buscó una taza, su té y puso agua a hervir antes de buscar el azúcar.

Oyó a su madre sorber su nariz. —Harry...tenemos que hablar. Por favor,


siéntate.

El nombrado se giró con el ceño levemente fruncido y asintió antes de


volver a girarse. —En un minuto, mamá. Tan solo me sirvo el té, y
hablamos.

—Bebé...necesito que hablemos ahora. —Sollozó, tapando su rostro y


nuevamente comenzando a llorar en silencio.

Harry ni siquiera se inmutó. Como si su madre no estuviese allí, incluso


tarareó mentalmente una canción de Elvis Presley, alejando la tetera del
fuego y sirviendo el agua en la taza, tomándola y yendo hacia una silla,
sentándose y suspirando antes de comenzar a revolver el té.

—Te escucho.
Anne lo observó con el ceño levemente fruncido, volviendo a limpiar sus
mejillas. Se extrañaba de su hijo, el que éste no haya corrido a
preguntarle si le había sucedido algo. No lucía preocupado, hasta lucía
desinteresado. Ignoró aquello y se sentó frente al rizado, observándolo
fijo antes de tomarlo de la mano, provocando que éste la observara.

—Harry, hoy...yo.... —Se detuvo ante el temblor de su barbilla. —...la


policía estuvo aquí hoy.

—¿Qué querían?

Anne suspiró, bajando la mirada. —Ellos...encontraron muerto a-

—A Fionn. —Completó Harry. Anne lo vio entre sorprendida y angustiada,


comenzando a llorar nuevamente. —Ya lo sabía.

—Lo siento mucho, mi cielo. —Le dio un suave apretón en la mano antes
de soltarlo. Harry puso el saquito del té sobre una servilleta. —La policía,
ellos...querían hablar contigo. Les dije que estabas algo delicado, si
podrían, por favor, hacerlo luego. Accedieron, tu sabes, nos conocen de
toda la vida. —Nuevamente estaba limpiando sus lágrimas. No paraba de
llorar.

Harry tan solo bebía de su té, asintiendo. —Mamá, ¿Hay tostadas?

La mujer lo observó fijamente, y ahora comenzaba a indignarse un poco,


sin poder evitar el hecho de que, básicamente, a su hijo le importaba poco
y nada la muerte de su mejor amigo. Tragó saliva, asintió y se puso de
pie, yendo a buscar las tostadas.

Se detuvo a medio camino antes de girarse. Recordó a su hijo antes del


caos: ¡Éste estaba repleto de sangre! ¿Acaso él...?

—Harry. —Su voz le tembló al llamarlo. El niño alzó la mirada, viéndola


fijamente y serio. —¿Tú...tú mataste...? No, no. Tú no lo...hiciste,
¿Verdad?

Harry parpadeó lentamente. —Si. —Respondió. Las manos de la mujer


mayor comenzaron a temblar antes de recargarse en la cocina. Todo su
cuerpo estaba sudando de nerviosismo y miedo.
Porque si Harry había matado a su mejor amigo, a aquel adorable chico,
y lo decía con tanta frialdad, más preocupado por no estar desayunando
tostadas que por ser un asesino y ya confirmado que no tenía nada
dentro, entonces se había vuelto un verdadero psicópata.

No solo eso, sino que, si aquello salía a la luz, además de que ella y su
familia podrían no ser bienvenidos en la iglesia y pueblo, Harry iría a la
cárcel. Y apostaba lo que fuese que, por la manera en la que habían
encontrado el cuerpo de Fionn, lo ejecutarían de inmediato en la silla
eléctrica.

No podía permitir eso, porque ese no era su niño. No era su bebé.

—Harry...Dime que es una broma. —Sollozó y se acercó, tomándolo del


rostro. —Dime que no lo hiciste. Dime que no lo dañaste así, no lo
mataste. No lo viste morir.

Harry continúa observándola. —Bueno, no fui exactamente yo. Yo fui el


motivo por el cual está muerto, pero no lo he matado de manera literal.
—Aclaró. Su madre se calmó un poco y, nuevamente, tuvo que sentarse.
Realmente no podía creerlo. Harry se terminó lo que quedaba de su té
antes de volver a hablar: —¿Recuerdas a Louis?

Anne negó.

—El diablo. Ese es su nombre. —Explicó. Todo el cuerpo de Anne se tensó.


Harry se estiró en su silla. —Él me ha defendido de Brad cuando le mintió
a papá sobre que yo fumaba. También ocasionó el infarto en papá, porque
estaba a punto de dañarme.

—...Yo-

—Así que Louis mató a Brad. —Siguió hablando. Los ojos de Anne se
abrieron de más, con su corazón latiendo demasiado rápido y fuerte. —
Ben y Bob decidieron vengarse. Hicieron un pacto con un demonio para
que me mate. El demonio no pudo, porque yo tenía al diablo encima, así
que Ben, Bob y el demonio cambiaron el trato: Mataron a una de las
personas que más amaba, así como Louis hizo con ellos. Solo que Fionn
era bueno. —Se encogió inocentemente de hombros.
Su madre sollozaba bajo. Estaba perdida, no tenía idea de qué hacer
porque su muchacho estaba actuando como un completo loco, y luego de
haber visto todo lo que vio aquel día, le creía. Sabía que era verdad, pero
los demás no le creerían.

—¿Cómo...cómo haré? Eres sospechoso, Harry. Quieren hablar contigo.


—Alzó un poco su voz, temblando e intentando calmar su respiración. —
Podrían ejecutarte por creer que tú lo mataste. Podrías morir.

—No hay problema. —Acomodó sus ricitos hacia un lado. —No habrá
ningún problema en confesar que yo lo maté.

—¡Harry, no fue así! —Exclama, desesperada. —¡Eres un niño! ¡No sabes


lo que haces, no sabías en lo que te metías! ¡No es tu culpa, bebé!

—No me siento culpable, mamá. —Se puso de pie, tomando la taza y


llevándola al fregadero, lavándola antes de dejarla nuevamente en el
mueble. Se giró sobre sus talones para ver a su madre, la cual lo veía
sorprendida, hasta con algo de miedo. —No tengo miedo de morir, y no
hay manera de que crean que un demonio lo mató.

—Harry, no puedes confesar. —Se puso de pie rápidamente, caminando


hacia el niño, y lo tomó del rostro con sus manos temblorosas. —P-Por
favor. Bebé, por favor, dime que no confesarás. Dime que no lo harás.

—Está bien.

—No, no. —No permite que se aparte. —Tienes...tienes que prometerlo.


Debes de decirle a la policía que no fuiste tú, que Fionn no estaba allí
cuando llegaste, solo Liam y tú.

—Le echarán la culpa a Liam.

—Harry, alguien debe salir perjudicado en esto...y no serás tú. Tú...eres


mi amor. Eres mi adorable pequeño. Necesito protegerte, porque no
mereces más cosas malas. Necesitas cuidados.

Harry tan solo la observó fijamente. Podría no sentir nada, podría no


sentirse atraído a todo lo que antes le fascinaba, podría no amar
más...pero no por eso iba a hacer maldades. Era listo, y sabía lo que
estaba mal y bien, aunque no lo sintiera realmente.
—No voy a tirarle la carga a Liam, porque no es lo correcto. —Dice,
alejando de su rostro y con cuidado las manos de su madre. —No diré
nada, si eso quieres. Puedo intentar algo más.

—¿Qué harás?

—...Ya lo pensaré. Debo irme a la escuela. Adiós, mamá. —Sin siquiera


un toque, ni un beso en la mejilla o en la frente, se dirigió hacia su cuarto.

Habían pasado dos semanas.

Los policías mantenían a Harry como un posible sospechoso, porque éste


se veía muy insensible a la hora de relatar el asesinato de su amigo. Había
hablado días antes con Liam, el cual también se comportó distante. Ya no
era lo mismo. No sin Fionn.

Comentaron lo que dirían, lo repitieron para guardarlo en sus cabezas.


Liam fue el primero en confesar, y finalmente le tocó a Harry. Esa fue,
esta vez, en definitiva, la última vez que lo vio.

"Yo esperaba en casa de Fionn con el señor Whitehead, éste me llevó al


supuesto lugar donde me harían la fiesta sorpresa. Cuando llegué, no
encontraba a Liam, tampoco a Fionn. Finalmente lo encontré en la bolsa,
con su cuerpo descuartizado y.…" Negó, fingiendo dolor. "Liam llegó
después, ambos quedamos en shock. Aún no podemos creerlo, y no
sabemos quién fue.”

Y así fue como, con el paso de los días, la policía continuaba buscando,
pero no realmente. Nunca les importa demasiado.

Los días pasaban. Harry había vuelto a aquella biblioteca donde encontró
el libro de invocación para llamar a Louis, queriendo resolver aquel asunto
del cual no estaba seguro. ¿Realmente su alma había desaparecido?

Sin embargo, hasta aquel día, no había encontrado ni un libro que


mencionara algo sobre el tema. ¿Cómo era posible que había un libro con
una verdadera invocación al verdadero rey del inframundo, pero no había
ni siquiera una teoría sobre el alma? ¿Al menos de cómo regresarla?
La verdadera pregunta era: ¿Realmente quería su alma de
regreso?

Volvía cada día con libros que devolvía al siguiente día, para tomar otros.
La recepcionista Harris le permitía sacar lo que Harry quería, porque antes
de Louis, éste acostumbraba ir a leer muchísimo, y aquella mujer, al verlo
nuevamente luego de largos meses, le permitió llevarse los libros que
quisiera, e incluso le regaló dos.

Fue cuando entraba a su cuarto, sosteniendo ocho libros apilados en sus


brazos y dos en cada mano, cuando intentó prender la luz y finalmente lo
logró, que apareció.

Allí estaba su supuesto esposo, de pie cerca de la cama, con sus ojos
celestes y un cuarto bordó viéndolo con anhelo. Lucía como si no lo
hubiese visto en un largo tiempo, y como si quisiese tomarlo en sus
brazos, apretarlo contra su pecho, oler su cabello y quedarse así por
siempre.

Harry lo observó tan solo unos segundos antes de girarse y dejar los libros
sobre su escritorio, con cuidado. Acomodó un poco éstos para que no
cayeran.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó.

El ceño de Louis se frunció levemente, desconcertado. —... ¿Cómo?

—Bueno, te fuiste. No creí que volverías. —Respondió el rizado,


rebuscando entre los libros, finalmente hallando uno más pequeño que,
tal vez y con suerte, le serviría. Lo abrió, tomándolo con sus manos y
girándose, recargándose contra el escritorio y comenzando a leer.

El libro se cerró de golpe en sus manos, y Harry suspiró, volviendo a


abrirlo. Nuevamente, éste se cerró, pero, a diferencia de la vez anterior,
salió disparado por la habitación.

—Louis...

—Mírame.
El diablo creyó que su esposo lo obedecería cuando lo vio caminar hacia
su dirección, pero en cuanto se detuvo a mitad de camino y se inclinó
para tomar su libro del suelo, supo que no.

Louis gruñó una vez vio al niño enderezarse y abrir el libro, y dio zancadas
hasta estar frente a éste, quitándole el libro y tomándolo del mentón. Su
esposo lo observó fijamente, tan solo parpadeando muy lento.

Vio más allá, y no encontró nada. Las pupilas de Harry no tenían brillo,
pudo incluso sentirse atrapado en aquel núcleo de nada misma. No había
nada en aquellos ojos que amaba.

¿Cómo era posible? Él se había encargado de volver al infierno, se había


encargado de chequear si su alma estaba allí, y cuando no la encontró,
uno de sus demonios más confiables le había informado que el alma de
Harry estaba ya en su cuerpo. Decidió esperar para volver, aunque había
enviado un cuervo. Sabía que su niño favorito iba a estar derrotado, y
tenía que cuidar que no se hiciera nada hasta que pudiese regresar.

El tiempo en el infierno era mucho más rápido que en la tierra, así que
había pasado aproximadamente un mes. Ya no aguantaba, estaba
muriéndose, -aunque sabía que aquello no era posible- por verlo, por
tenerlo.

Así que, sí. Esto era una sorpresa, una sorpresa para nada agradable, y
que hizo que sus ojos se volvieran bordos en menos de un segundo.

Harry alzó un poco sus cejas. —¿Notas algo raro? ¿Tú puedes notarlo? —
La mano repleta de anillos del diablo dejó el mentón de su niño favorito y
dio un paso atrás.

—Tu alma...no está.

Harry asintió rápidamente antes de girarse, yendo hacia el escritorio. —


No te impresiones tanto, hiciste lo que debías, y hasta me facilitaste la
búsqueda. —Comentó, haciendo su mejor esfuerzo para consolarlo,
aunque claramente no lo hizo debido a que no lo decía con honestidad.

Tomó su mochila de la escuela y comenzó a vaciarla en la cama. No iba a


volver a ir con todos los libros en sus brazos, iba a ser más inteligente
esta vez. Los bolígrafos y cuadernos cayeron sobre su cama, seguido de
un sobre. Frunció el ceño y soltó la mochila, tomándolo y abriéndolo.

“—Tengo éste regalo aquí para ti, y es lo único que voy a darte.
No, no. No es para que lo abras ahora, es para que lo abras
cuando...oh, a la mierda. ¡Ábrelo, ábrelo!

—¿Es una guitarra? ...oh. Oh, vaya.

—¿Qué tal, ah? ¿Crees que podríamos irnos a Londres y llegar a


tiempo para el show de Frank Sinatra?”

Relamió sus labios, entrecerrando un poco sus ojos antes de volver a


meter las entradas al sobre, guardándolo dentro de un cuaderno antes de
dejar éste en la mochila, junto a un bolígrafo. Se puso de rodillas frente
a la cama y sacó una caja de debajo de ésta, la cual estaba llena de
cassettes, cassettes los cuales llevaban guardados por un largo tiempo.
Tomó algunos que podrían servir, y los metió a la mochila. Se puso de pie
y caminó hacia su mueble, abriendo los cajones y sacando ropa. El diablo
lo observaba fijo, analizando los movimientos de su pequeño.

—¿Qué haces?

Harry sonríe de lado. —Lo que debería de haber hecho hace mucho tiempo
en vez de andar llorando y refugiándome en ti. —Dice, y finalmente
cuando termina de doblar su ropa, la mete en la mochila y cierra ésta.

Louis intenta calmar aquella impaciencia en su pecho mientras lo ve


caminar al armario y tomar un abrigo de jean marrón oscuro,
poniéndoselo sobre la camisa blanca que llevaba. Maldición, se veía muy
bien.

—¿Y qué es eso que deberías de haber hecho?

Harry finaliza de acomodarse frente a su espejo el abrigo, y hace sus


ricitos hacia un lado antes de girarse y ver al diablo. —Irme. —Se acerca
a la cama para tomar la mochila, la cual sale disparada por la habitación.
El rizado nuevamente ve a su esposo. —¿Tienes algo que decirme?

Louis estaba enojado, lo estaba. Principalmente porque había sido iluso


al confiar en Baphomet, el cual le había servido casi toda la eternidad. No
entendía como éste pudo traicionarle, y para nada le dolía aquello,
simplemente era algo ilógico y que debía de investigar. Había llegado al
cuarto de su esposo con la esperanza de verlo, de comérselo a besos, de
decirle, finalmente, cuanto lo amaba; Decirle lo hermoso que era, y
cuanto sentía todo lo que le hizo pasar. Que no estaba hecho para amar,
pero, joder, haría lo posible para hacerlo sentir bien.

¿Y todo para qué? Para llegar, notar que todo había sido una traición
ilógica, y que su niño favorito era el ser más inexpresivo e insensible del
universo. Jamás creyó describir a Harry de aquella forma en su vida.
Jamás.

Se acercó lentamente al rizado. —No me desafíes, Harry. El que no tengas


alma no te hace más fuerte.

—En realidad, sí. Lo hace. —Dice, frunciendo levemente el ceño. Por


supuesto que sí, no sentir nada era lo mejor. Ambos se observaron
fijamente por unos segundos, en silencio. —Louis...voy a salir por esa
puerta. No puedes impedírmelo.

—Sí, puedo. —Su mandíbula lucía tensa mientras las cosas de la pared
comenzaban a temblar. A Harry no le importó, y lo que Louis no entendía
es que él debía de acostumbrarse.

—¿Cómo? —Ambos continuaron observándose fijamente, en silencio por


unos segundos antes de que las cejas de Harry se alzaran. —¿Vas a
matarme? —Louis no podía creerlo. Era irreconocible. Era simplemente
un cerebro. —Antes, muy probablemente hubiese chillado y rogado
porque algo que no fuese tú me matara. Me hiciste un gran favor, ya no
estoy sufriendo. Nada me duele.

—Escúchame. —Lo cortó. Ya no podía oírle hablar. Le pegó contra la pared


y le tomó de los brazos. Harry tan solo parpadeaba, inexpresivo. —Tú no
eres realmente tú, y si tengo que pasarme tres jodidas eternidades
buscando tu alma, voy a hacerlo. ¿Entendido?

El rizado asintió de inmediato. —De acuerdo. —Y no solo se oía


desinteresado, sino que también parecía importarle muy poco.

Ambos se observan un poco más. El diablo no lo soporta, y toma el rostro


de su esposo, su Harry, entre sus manos, con los anillos de sus dedos
pegados a las frías mejillas del más bajo, acercándose y arrebatándole un
lento y profundo beso en los labios.

Harry jadeó, de inmediato aferrándose a la camisa de Louis, moviendo


sus labios contra los del arcángel, el cual le presionaba contra la pared.
Sus lenguas se encontraron, acariciándose con lentitud, sensualidad.
Finalmente, el diablo se apartó, relamiendo sus labios antes de lamer los
del contrario.

—Te ves condenadamente caliente cuando todo te importa una


mierda...pero te prefiero hablando sobre lo bien que te hace sentir estar
en mis brazos. —Nuevamente se aproximó, rodeándole la cintura para
atraerlo a sus brazos. Se sentía diferente, pero lo echaba de menos.

Permaneció unos pequeños minutos probando los labios de su esposo


como si fuese la primera vez antes de apartarse, soltándolo y dando unos
pasos hacia atrás. Sus ojos habían vuelto a la normalidad.

—Nos veremos cuando encuentre tu alma.

Harry suspiró antes de ir hacia la cama, tomando su mochila y colgando


las correas en sus hombros. —Suerte con eso.

—No la necesito.

Dejó de sentir aquella presencia. Lo bueno de no tener alma era que ya


no sentía malestar cuando Louis estaba presente. ¿Cuantos beneficios de
no tener alma habían? Debía de comenzar a enumerarlos.

Pero no ahora. Ahora tenía que actuar.

Procurando no olvidar nada, finalmente salió de su cuarto tomando una


manta calentita, dejándola bajo su brazo, y subió los escalones, llegando
a la sala. Se detuvo al ver a su padre entrando y observarlo.

—¡Harry! ¿Qué haces aquí? —Preguntó, extrañado mientras dejaba las


llaves del auto en la mesa ratona, sonriéndole a su hijo.

¡Cierto! Supuestamente estaba en la escuela.


—Oh, nada. Salí temprano de la escuela. —Miente, sonriendo con tan solo
alzar las comisuras de sus labios, provocando que sus hoyuelitos se hagan
presente en sus mejillas. —Papá, ¿Estás muy cansado para hacerme un
té?

Des entrecerró sus ojos, confundido. Su hijo jamás le había pedido que le
hiciera algo, pero, ¿Quién era él para negárselo?

—No, por supuesto. Te haré un té. —Dijo, y luego de unos pequeños


segundos giró sobre sus talones y se dirigió hacia la cocina, perdiendo de
vista a su hijo. —¿Cómo estuvo la escuela?

Silenciosamente, el rizado se acerca a la mesa ratona y, con cuidado, se


inclina para tomar las llaves del auto de su progenitor. Suspira.

—Bien. —Responde. —Gracias. Me he sentido excelente, papá. ¿Qué tal


tú? ¿Qué tal tu día?

Su padre interpretó aquello como una buena señal, y no dudó en


comenzar a contar su día mientras ponía el agua a hervir y preparaba la
taza con las cosas. Harry tan solo se giró y, con cuidado, abrió la puerta
principal de su casa, saliendo y cerrándola muy despacio.

Apenas se giró, comenzó a correr hacia el auto, subiéndose al piloto.


Jamás lo había hecho, pero recordaba en su cumpleaños, antes de la
tragedia, que Des le había explicado un poco. Dejó su mochila y la manta
en el asiento copiloto antes de poner la llave en donde iba y girarla,
presionando un pedal. El auto encendió, y respiro profundo antes de girar
el volante y acelerar, saliendo con cuidado de la calle principal.

Observó el espejo retrovisor antes de ver hacia el frente, conduciendo


más lento de lo normal para poder abrir su mochila con una mano. Sacó
de ésta un mapa, y lo extendió en el volante, observando de reojo. De
acuerdo, solo hacían falta veintiséis calles y media para poder salir de
aquel pueblo, finalmente entrando a la carretera, camino a Londres.

Dejó el mapa y aceleró con más confianza. No tenía miedo, porque todo
parecía estar saliéndole excelente. Decidió poner "play" al cassette que
ya estaba en el auto.

Dominique, nique, nique...


Frenó en seco. Quitó el cassette y lo arrojó por la ventana en el medio de
una avenida antes de acelerar. ¡Qué alivio! Lástima que no lo sentía, pero
probablemente lo hubiese sentido.

¿Eso debería de sumarse a la lista de cosas buenas y malas de no tener


alma? No. Ya no pensaría en eso. No lo haría, porque todo estaba
tranquilo ahora.

Durante el resto del camino oyó uno de sus cassettes de Elvis. Devil in
Disguise. ¿Se sabía la letra? Si. ¿La oía con pasión o emoción? No. Ahora,
tan solo era una canción más, tan solo era algo que escuchar, y pretender
cantarla con ganas no iba a hacer que realmente suceda.

Finalmente había salido del pueblo, y había sido tranquilo. Ninguna


persecución, ningún problema. Había sido tan fácil, y se preguntó qué le
impedía hacerlo antes. ¡Demonios! Incluso pudo habérselo propuesto a
Louis, pero no, prefirió seguir intoxicándose.

Horas después, en la tarde, cuando Harry se pasó dos estaciones de


servicio, notó su estómago gruñir, anhelando con desesperación un poco
de comida. Él realmente no sentía hambre, y debía de aprovechar la
carretera vacía, pero sabía que si no comía podría sucederle algo, aunque
éste no lo sintiese así.

Finalmente, dos pueblos y tres horas más adelante, logró encontrar una
pequeña estación de servicio. De todas formas, necesitaba gasolina, y
podría tomar un café mientras planeaba a dónde iría.

Estacionó a un lado de un hombre que trabajaba allí, y le indicó cargar el


impala, dejándole propina y las llaves antes de tomar su mochila y
dirigirse dentro de la pequeña cafetería. Esta no estaba para nada llena a
excepción de un anciano en una punta, y una familia que parecía estar de
viaje, comprando muchas cosas para los dos niños. El rizado se dirigió a
una mesa y dejó la mochila a su lado, sacando uno de sus libros, el mapa
y su bolígrafo, acomodando todo en la mesa. Debía anotar los lugares que
había pasado, los pueblos en los que planeaba quedarse, etc.

Oye unos pasos acercarse. —Jovencito. ¿Qué desea beber?

—Uhm...café y galletitas. —Responde luego de pensar por unos segundos,


sin apartar la mirada del mapa, marcando con su dedo índice un recorrido.
La mujer escribe algo en su pequeño anotador antes de girarse a la silla
frente a la del rizado. —¿Y tú, cariño? ¿Algo en especial?

Harry frunció su ceño antes de alzar la mirada, encontrándose


nuevamente con su esposo, el cual niega ante la pregunta de la mujer.
Ésta se va por donde llegó, murmurando algo por lo bajo, probablemente
sobre los pocos buenos modales que ambos tenían.

—Creí que fuiste a buscar mi alma. —Comenta el rizado, marcando con


su dedo índice otra dirección, dibujando con el bolígrafo en el mapa.

—...No está.

La mirada del menor se dirige nuevamente al diablo. —¿Qué?

Louis se endereza en su asiento, negando antes de pasar una mano por


su cabello. Harry jamás lo había visto de ésta manera, porque si hay algo
que su esposo tenía siempre era autocontrol, pero claramente lo estaba
perdiendo.

El arcángel no podía soportarlo.

—Busqué en cada rincón. Creí que estaría en La Fosa. Aparentemente no.

Harry finalmente dobla el mapa, terminando con su trabajo antes de


silbar. —Mi alma debe estar frita. —Comenta, guardando las cosas en su
mochila antes de cerrarla.

Louis tensa su mandíbula. Quiere matar a alguien.

—Tu alma no está frita, porque no ha estado en La Fosa, o tal vez sí, pero
un periodo demasiado corto. No está arruinada.

—¿Y qué si lo está?

—Te amaré de cualquier forma.

Harry niega. —Eso es egoísta, Louis. —Dice. El nombrado debe comenzar


a acostumbrarse un poco a las miradas frías, tono de voz apagado y
palabras vacías. —¿Qué si yo no quiero mi alma?
El diablo lo ve fijamente antes de sonreír de lado, como si se estuviese
burlando de alguien o algo. —Tú no eres mi esposo, eres tan solo un
cuerpo. Yo lo quiero a él, y quiero que él sea el que decida sentir o no. Tú
eres su cuerpo, y me tengo que encargar de que nada te pase.

—Vaya, gracias. —Dijo de manera falsa, observando de reojo a la mujer


acercarse con el café y las galletitas. —Si yo no soy Harry, ¿Quiere decir
que cuando me besaste en mi habitación lo engañaste?

El diablo tensó aún más su mandíbula ante la pregunta sarcástica, muy


poco tomada en serio de su niño favorito. La mujer de aquella cafetería
depositó la taza de café y las galletas en la mesa. Harry esta vez agradeció
y tomó una galletita, mojándola en el contenido de la taza.

—¿Estás seguro que no vas a ordenar nada, chico? —La mujer escribe
algo en su pequeño anotador antes de ver al diablo. —¿Un vaso de agua,
tal vez? Eso es gratis.

Louis parpadea lentamente, relamiendo sus labios antes de alzar la


mirada para clavarla fijamente en los ojos de la mujer.

—No, pero voy a ordenarte algo. —Dice, con su voz sonando un poco más
ronca, hablando bajo. La mujer, la cual parece embobada, hipnotizada,
asiente. —¿Vas a ser tan amable de ofrecerle lo que quiera al niño de
rizos de aquí?

—...Sí.

—Perfecto. —Se la quedó viendo fijamente por unos segundos antes de


que la señora asintiera, se girara sobre sus talones y se fuera. Louis lleva
su mirada a los vacíos ojos de su esposo. —Si me llego a enterar que el
cuerpo de mi esposo ha tocado a otro que no sea yo, o que sus labios han
besado otros labios que no son los míos, sin su consentimiento y,
honestamente, por ahora no creo que puedas tenerlo, la señora del café
se va a encargar de atropellarte hasta que tus sesos queden esparcidos
por todo el país, y yo le voy a conseguir un mejor cuerpo a Harry.

A pesar de que el rizado no sentía ni un poco de miedo, le tomó unos


cuantos segundos asimilar lo que acababa de oír.

—...Eso es imposible.
—Maldición, lo sé. Así que obedece.

Fue en un parpadeo que la presencia del diablo dejó de sentirse, y verse.


Harry bufó. ¿Acaso Louis creía que el hecho de no tener alma lo iba tener
tirándose a todo tipo que viera? De eso no se trataba. No lo necesitaba.

Bebió su café de un trago y guardó las galletitas en su mochila,


masticando una mientras se levantaba del asiento y veía alrededor. El
anciano de la esquina de aquel lugar observaba sorprendido, realmente
impactado al rizado, y éste frunció su ceño antes de notarlo.
Probablemente había visto desaparecer a Louis. Se giró y se dirigió al
mostrador, comenzando a pedirle comida y dinero a la mujer que lo había
atendido. Esta se lo dio sin problema, y luego de que Harry guardara todo
en la mochila, se dirigió al coche, el cual ya tenía suficiente gasolina. El
trabajador de allí le entregó la llave, y Harry agradeció antes de
adentrarse al auto, encenderlo y conducir.

Ahora iría rumbo a Londres, y en el camino intentaría buscar una manera


de convencer a su esposo para quedarse de aquella manera: Sin
preocupaciones, malestares y lamentos.
En Surrey los días continuaban igual de tranquilos que siempre. Había un
clima de porquería, porque la humedad lo volvía todo pegajoso, y la lluvia
demoraba bastante en caer del cielo, pero, a pesar de aquello, la gente
continuaba de buen humor.

El joven de cabello claro finalizó de sacar dinero de la caja, tendiéndoselo


a la anciana frente a él y por encima del mostrador, la cual lo tomó con
cuidado.

—Tome, Dorothy. Espero que tenga un muy buen día.

La señora sonríe mientras cuelga la bolsa de las compras en su muñeca.


—Muchas gracias, cariño. Espero que tú también tengas un hermoso día.
—Responde Dorothy, y mientras se va de la tienda, se cruza con un
trabajador del lugar, el cual sostiene una enorme caja en sus brazos. —
Él es un caballero. —Le dice a aquel otro joven, refiriéndose al cajero
antes de irse por la tienda, haciendo sonar una pequeña campanita que
colgaba de ésta.

El moreno que cargaba de la caja se giró hacia el chico del mostrador,


alzando y bajando las cejas. —Ella realmente te ama. —Dice de manera
coqueta, sonriendo de lado mientras caminaba hasta un rincón del lugar,
dejando la caja en el suelo.

—Oh, cállate. Podría ser tu abuela.

—Pero no lo es. —El moreno nuevamente se endereza, estirándose un


poquito antes de girar sobre sus talones y dirigirse nuevamente para
dirigirse al pequeño cuarto con más cajas por llevar. Dios, su espalda
dolía.

El tocadiscos con The Beatles sonando le provocaba querer bailar, pero


sería demasiado vergonzoso si su amigo o alguien regresaba, así que
simplemente se dignó a tomar el pequeño trapo y lo roció con agua,
comenzando a limpiar el mostrador mientras tarareaba el ritmo. Oyó la
risa de su amigo desde el otro cuarto, por lo cual su rostro se volvió rojo,
callándose.
—WELL, SHAKE IT UP BABY NOW —Cantó de manera muy fuerte el
moreno, acomodando cajas. Ahora era el rubio el que reía. —TWIST AND
SHOOOUUT

—TWIST AND SHOUT —Coreó.

—COME ON, COME ON, COME, COME ON BABY NOW

—COME ON BABY

—COME ON AND WORK IT ON OUT

—WORK IT O-

Sus cantos fueron interrumpidos debido al fuerte estallido de los vidrios


de la tienda. El chico del mostrador se cubrió rápidamente, con su ropa y
cabello lleno de pequeños cristales, y su pómulo con un leve corte que
tan solo ardía.

Oyó la puerta de la tienda abrirse de manera brusca, por lo cual abrió sus
ojos y observó, creyendo que sería su amigo.

No fue nada así.

Ya lo había visto antes, cuando fue controlado por el mismísimo Dios.


Vestimenta negra, ojos color sangre, mirada fría, un poco desesperada.
Un arcángel, el arcángel. El diablo. Éste no lucía para nada como la
primera vez que lo había visto: Continuaba pareciendo calmado, a
excepción de sus dos ojos más abiertos de lo normal. Su mirada era
desquiciada, como si no fuese a tolerar una pequeña cosa más.

Observó a su alrededor rápidamente antes de observar al joven en el


mostrador, el cual lucía entre sorprendido y asustado, retrocediendo
lentamente.

—Oh, Dios.

Aquello pareció enfadar más al diablo el cual, con un simple movimiento


de mano, pegó de manera brusca al rubio contra la pared. Se oyeron
pasos mezclados con gemidos adoloridos, y su amigo, el cual estaba un
poco lastimado, salió del pequeño cuarto y observó la escena.
—¿Niall?

—¿Dónde está? —Finalmente habló el arcángel, sin apartar su mirada de


la del rubio, ejerciendo más fuerza en el agarre contra la pared,
volviéndolo más doloroso.

—N-no lo...no lo sé.

—...No voy a pedirlo de vuelta.

—¿Qué le haces? —El moreno alzó su voz al hombre frente a él, el cual le
daba la espalda. Tenía miedo, pero Niall era su mejor amigo. No permitiría
que nada malo le pasara. —¡Suéltalo!

—N-No sé dónde- ¡AHHH! —Sintió de manera inolvidable su brazo


saliéndose de lugar, y no pudo evitar gemir con dolor mientras sus
preciosos ojos celestes se llenaban de lágrimas.

—¡¿Qué haces?! ¡TE DIJE QUE LO SUEL-

Louis fue más rápido. Tan solo movió su otra mano, y el cuello del moreno
se partió. Su cuerpo cayó al suelo, sin vida.

—¡ZAYN! —Sollozó, parpadeando y con sus lágrimas cayendo por sus


mejillas.

—Dime dónde está.

Un grito desgarrador salió de la boca del mundano y, lleno de ira, observó


al diablo. —¡QUE TE JODAN, MALDITO! ¡NO TE DIRÉ NI MIERDA, ACABAS
DE QUITARME A MI MEJOR AMIGO!

Louis pareció congelarse por unos largos segundos, con los fuertes
sollozos del rubio retumbando en su cabeza, carcomiéndolo, haciéndolo
entender. ¿Esto era? ¿Esto era en lo que se había convertido? ¿Un rey del
inframundo con compasión?

Por supuesto que no. Era solo...

...Harry jamás lo perdonaría por ello.


Bajó su mano mientras observaba al rubio caer bruscamente, gimiendo
de dolor entre fuertes sollozos. ¿Cómo había sucedido aquello? Hace tan
solo unos segundos estaba cantando alegremente su canción favorita,
coreando a la persona que amaba, a la que había estado a su lado desde
jardín de infantes. ¿Cómo fue que terminó así? ¿Era su culpa?

Louis se giró hacia el cuerpo, decidido. Iba a revivirlo. Hubiese deseado


poder revivir al mejor amigo de su niño, pero habían pasado días,
sumándole que Fionn estaba descuartizado, y su alma ya había ascendido
como para regresarla. Se inclinó, parpadeando lento y acercó su mano a
la cabeza de aquel chico.

Se detuvo para cuando éste abrió sus ojos repentinamente. Lo sintió de


inmediato, y como si fuese alérgico, Louis se puso de pie de inmediato,
dando dos pasos hacia atrás y observando con desprecio al joven, el cual
se ponía de pie con calma.

—Oí que me buscabas.

Louis respiró profunda y temblorosamente. —La quiero de vuelta, o te


juro que voy a matar a cada maldita cosa viva en éste mundo.

El ceño del moreno se frunce levemente. —¿Qué es lo que quieres de


vuelta?

—Lo sabes perfectamente. Solo estás haciéndome perder el tiempo.

Niall caminó con sus piernas temblorosas, sosteniendo su brazo quebrado


y aun llorando. —¿Zayn? —El mencionado, aunque realmente no lo era,
lo observó por unos segundos antes de volver la mirada al diablo, el cual
la había llevado al suelo al oír la voz quebrada de aquel joven.

—Si te refieres al alma de Harry Styles, no la tengo. —Dice.

Louis alzó la mirada, observando fijamente a Dios disfrazado de aquel ser


inferior, menos enfadado con éste, pero más y más confundido. ¿Qué
estaba sucediendo?

—Imposible...
—Louis, ¿Por qué habría de creer que yo la tendría? Él te ha vendido el
alma a ti. —Comenta, llevando su mirada al rubio y avanzando hacia éste.

Louis lo sigue con la mirada, cada vez más perdido. Nunca creería
demostrarse para los demás tan vulnerable, pero ahora lo estaba, y no le
importaba tanto como para aparentar.

—Así es. Pero cuando fui al infierno a buscarla no la encontré, y uno de


mis demonios me informó de que ya habían llevado el alma nuevamente
a su cuerpo.

El creador de todo se dedicó a tomar el brazo de Niall, curándolo sin


siquiera provocarle dolor. Niall parpadeó entre lágrimas a la par en que el
moreno llevaba sus manos al rostro de éste.

—Mi protección continúa en ti, a pesar del daño que puedan causarte.
Sigo en deuda contigo, por lo cual no debes de preocuparte por tu amigo.
Él estará bien cuidado.

—No. —Rápidamente dice Niall, llevando sus manos a los brazos de Zayn.
—No. Debes devolverlo. Éramos felices. Él es mi mejor amigo, y-yo...no
soy nada sin él. Por favor...te lo imploro.

Louis tragó saliva con fuerza. Maldición.

—Como desees. —Dice el moreno, alejando sus manos de las mejillas del
rubio cuando finalizó de curarlo. Se giró hacia su arcángel nuevamente.
—¿Qué te ha dicho el demonio?

—Nada. Lo encontré muerto. —Respondió.

—¿Y qué es lo que crees que sucedió?

Louis dudó unos segundos, suspirando y alzando un poco su barbilla,


demostrando superioridad y valor. Debía de ser fuerte en esto, por su
esposo. —Baphomet era un imbécil, pero era muy leal. Se ha pasado
sirviéndome por unos largos años. Creo que hubo alguien que sí se llevó
el alma de Harry, y luego se deshizo del idiota para que no me dijese
quién fue.
Su padre asintió. —Comprendo, pero no está en el cielo. Te lo hubiese
hecho saber de inmediato, aunque, honestamente, no creí que te
importara tanto.

—Yo tampoco creí que te importaran tanto tus preciados humanos.

—Me importan, sí. —Confirmó el moreno de manera neutra, observando


fijamente al arcángel. —Creo siempre haberlo demostrado.

—Solo demuestras que te importan cuando no están perdidos, pero en


cuanto creen que tienen salida conmigo, los abandonas. —Dice, llevando
sus manos a los bolsillos delanteros de su pantalón.

—No te culpo por creer en ello, pero tal vez si tu no hubieses sido como
eres, ellos no tendrían motivos para caer en tus manos, por lo cual yo no
los abandonaría.

—Lo hubieses pensado antes de enviarme a un lugar lleno de oscuridad


simplemente por tener una opinión respecto a los humanos diferente a la
tuya. Sin embargo, luego llegas y dictas el “libre albedrío” mientras te
montas un marketing de puta madre para que todos crean que yo soy el
mal y tú eres el bien. Dime motivos para no ser como soy, y con gusto
me voy a tu bando, Dios de los hipócritas. —Finaliza de decir eso,
completamente tranquilo antes de mover su dedo índice hacia arriba.

“Help” de The Beatles comienza a sonar en el tocadiscos, más fuerte


antes de que el diablo vea por última vez a las dos personas de pie allí,
en específico a una, y se gire para salir de aquella tienda, desapareciendo
una vez fuera.

Todo queda de aquella manera antes de que el cuerpo del moreno caiga
al suelo nuevamente. Niall se sobresalta, abriendo sus ojos de par en par.

—¡¿Zayn?! Dios. Por favor. —Se arrodilla a un lado del cuerpo del chico y
lo toma de la camisa, a punto de sacudir lo bruscamente. El pelinegro
tomo una profunda respiración, agitado al principio y, de a poco,
comenzando a respirar más normal. —Oh, Zayn...

—¿Q-Qué sucedió? —Niall sollozaba, y el moreno pareció preocuparse


más por ello que por haber estado muerto hace tan solo unos segundos.
—Niall, tranquilo. No llores...
Niall de inmediato lo abrazó, pegando su rostro al hombro izquierdo del
otro, sosteniéndolo con fuerza, y siendo sostenido de la misma manera,
con la mano de su mejor amigo sobando su espalda. Poco a poco se
calmaba nuevamente.

—Idiota, creí que te perdí...

—Está bien. —Zayn ríe un poco, sin ganas, y sostiene más cerca a su
amigo mientras ve a su alrededor. Mierda. —Necesito que me expliques
todo.

—Lo haré, lo prometo.

—Y debemos comenzar a inventar una excusa para los vidrios rotos.

El rubio ríe, sorbiendo su naricita antes de apartarse un poquito para ver


a su amigo, el cual sonríe débilmente de lado.

—Idiota.

Nunca había conducido tanto en su vida, y para ser una de las primeras
veces, le estaba yendo bastante bien.

El niño había estado conduciendo por horas, y horas. Podría seguir, pero
no era ningún torpe. Sabía que se debilitaría si no comía o dormía
adecuadamente, aunque no sentía hambre, ni sueño.

Detuvo el auto luego de adentrarse a un camino de tierra, saliendo de la


carretera, por un bosque. Condujo por unos minutos hasta finalmente
estacionarse en la mitad y apagar el coche, suspirando mientras refregaba
su rostro y se estiraba un poco en el asiento. Trabó las puertas desde
dentro y, con cuidado, se pasó al asiento trasero. La mantita que había
tomado de su habitación estaba allí, y aunque no tenía frío, luego de
quitarse los zapatos y el abrigo, se cubrió con ésta, quedándose sentado
y con su cabeza apoyada contra la ventana de la puerta izquierda de los
asientos de atrás.

Sintió su presencia apenas apareció, pero tan solo mantuvo sus ojos
cerrados, nuevamente suspirando.

—Hola, Lou. —Saluda. Tan solo hay silencio. —¿Encontraste mi alma?

—No, y no sé cuándo lo haga, pero lo haré. Volverás a ser lo que eras.

Los ojos del rizado se abrieron antes de girarse para ver al arcángel, el
cual lo observaba fijamente. Éste continuaba con sus ojos bordó y,
honestamente, habían estado así desde que Harry no tenía alma.

—Louis, ¿Qué si no quiero mi alma de vuelta?

—No puedo no devolvértela, es peligroso. —Cuando el ceño del rizado se


frunció levemente, el diablo nuevamente volvió a hablar: —No siempre
serás así de tranquilo. El no tener alma puede traer aún más oscuridad
de la que ya llevas. Además...simplemente no puedo permitirlo. No es
justo tener un final así. No para ti.

—Ese es el punto. —Harry está calmado, neutro mientras se gira por


completo para ver a su esposo, el cual le observa como si fuese una obra
de arte. Lo era. —Yo no.…no sé si esto está bien, probablemente no sea
así. —Niega lentamente, viendo fijamente los ojos del rey del inframundo.
—Pero he estado mejor de lo que alguna vez he estado. Me siento más
fuerte, porque nada me asusta más, nada me duele. Soy independiente,
sin desequilibrio emocional. No me importan mis padres, ni mi hermana,
ni mis amigos...ni tú. —A Louis le quema en el pecho oír aquello último,
pero sabe que no es culpa de Harry. Claramente no iba a sentir nada,
sabía lo que era no tener alma, bueno...no exactamente. En su caso,
había estado apagada, pero sabía lo que era no sentir.

<<A lo que voy es que... ¿Qué crees que suceda cuando tenga mi alma
de vuelta? Porque no puedo sentirlo, pero si puedo describir cómo dolía.
La muerte de Fionn acabó conmigo. Recuerdo haber pensado “Quiero
morir esta noche, realmente quiero morirme”, y recuerdo haber creído
merecer todo. Recuerdo llorar, y no poder dejar de hacerlo, porque no
dejaba de doler. Así que yo realmente intento respetar tu decisión y, a
pesar de que me importe una mierda, comprender que no puedo decidir
esto, pero, ¿Qué si ya lo había anhelado y nunca te lo dije?

Louis se había quedado sin palabras. Le sorprendía lo inteligente que


podía ser Harry. Éste, a pesar de no sentir nada, intentaba esforzarse en
hacerlo, pero, lamentablemente, tenía sus motivos para quedarse de
aquella forma.

Sin embargo, el diablo también tenía sus razones.

—¿Recuerdas cuando estuviste a punto de morir porque aquel hijo de puta


no me dejaba curarte? —Harry tan solo asintió luego de unos segundos.
—Te pedí que me dejaras ayudarte, porque no podía dejarte morir. Sé
que dijiste que sí porque me amas...pero también sé que me aceptaste
porque tuviste esperanzas de que te salvara. Quieres ser salvado, y
quieres vivir, y sanar. Quieres amar, y sentirte amado, porque por eso
me conociste. Querías amor.

—No es solo eso. Hay más razones por las que no deberíamos: ¿Tu
presencia? Sin alma, no me afecta que te pases las horas pegado a mi
lado. No me deterioro.

—Tenemos mucho tiempo para continuar juntos, y siempre que me vaya


porque mi presencia te lastima, volveré. Siempre volveré por ti, Harry.

El rizado niega lentamente, bajando la mirada y frunciendo apenitas el


ceño cuando un fuerte dolor comienza a hacerse presente en un lugar
cercano a su muñeca, expandiéndose por todo su brazo. Louis nota
aquello y lleva su mirada a aquella marca indescifrable en el antebrazo de
su esposo. Le toma con cuidado la mano para observar más de cerca.

—¿Sigue doliéndote?

—Sí, pero es más soportable ahora que estoy de ésta manera. —


Responde, cortando un poco su respiración ante el fuego que sentía en su
piel, finalmente yéndose de manera repentina, haciéndolo exhalar.

Louis observa fijamente el rostro de su niño el cual, segundos después,


alza también la mirada. Ambos se ven fijamente antes de que Harry sonría
falsamente de lado. Al menos lo intentaba.
—Aquí otra razón para no tener mi alma de vuelta: Lloraba hasta cuando
alguien respiraba.

Louis no pudo evitar sonreír de la misma manera que el rizado, tirando


de su mano para acercarlo más. El niño quedó de rodillas en los asientos,
y Louis le rodeó la cintura con sus brazos muy lentamente.

—Yo creía que era adorable. Aunque detestaba verte triste, era un gran
motivo para tenerte en mis brazos. Eras un bebé.

Harry rodea el cuello del arcángel con sus brazos, y Louis tira un poco
más para finalmente tenerlo sobre su regazo, con las dos piernas del
rizado del mismo lado, estiradas en el asiento.

—Ahora también lo soy, solo que un bebé al que le da igual todo. Uno
más fuerte...—Ladea la cabeza cuando Louis acerca su boca a la del niño.

—Siempre has sido fuerte.

Sus labios finalmente se unen, moviéndose lenta y profundamente sobre


los del otro. Louis acerca más a su cuerpo al rizado. Maldición, lo había
extrañado tanto. Quería comerle la boca cada maldito segundo.

Harry llevó una de sus manos al cabello de su esposo, acariciando


lentamente, intentando sentir la textura de éste, intentando recordar
cómo se sentían las cosquillas en su pancita.

...nada.

Se apartó tan solo un poco, observando al diablo fijamente. —No siento


nada.

—Lo sé. —Louis asintió mientras metía sus manos por debajo de la camisa
del más bajo, acariciándole la cintura. —Yo me encargaré, yo te volveré
a traer, porque mereces un final feliz, Harry.

El rizado asintió lentamente, alzando las cejas y viendo a un punto fijo.


—Espero que tengas razón, Louis.

—La tengo. —Inconscientemente lo acurrucó más cerca y posicionó su


boca pegada a la frente del menor.
Éste último no dudó en cerrar sus ojos, listo para conciliar el sueño el
cual, con el paso de los días, era aún más difícil que suceda.

Suspiró. —...Solo apresúrate, antes que cambie de opinión.

Antes de que la oscuridad absorba lo que queda de mí...

¿Quién diría que en la habitación de un motel barato se hospedarían el


verdadero rey del inframundo y un adolescente sin alma?
Louis estaba consiguiendo todo lo que Harry necesitaba. Debido a que
éste no tenía alma, le era difícil comentar el tener hambre, sueño,
cansancio o malestar. Simplemente conducía hacia un rumbo
desconocido. Habían pasado tres días, y fue finalmente cuando el rizado
llegó a Londres que condujo hasta un motel, obligado por su esposo, el
cual le consiguió un cuarto en aquel lugar con tal sólo ver a los ojos a la
encargada, pronunciando claramente “Dale todo lo que necesite”.

La habitación era mediana, acogedora y fría. Tenía una cama, un mueble


con un espejo, dos cuadros de pinturas baratas y un baño
extremadamente pequeño. Luego de acomodarse, ya llevaban más de dos
horas allí. Harry estaba en la cama, descalzo y con sus manos sobre su
estómago, observando el techo fijamente. El diablo se mantenía en un
rincón con el anotador de Harry entre sus manos repletas de anillos,
leyendo el exorcismo que éste había anotado y, entre páginas, encontrado
cosas adorables: “Louis + Harry” “13/11/67” y frases de canciones
de los cantantes favoritos de su niño.

A pesar de los fuertes latidos en su pecho, el diablo también sentía rabia.


¿Cómo había sido tan estúpido para descuidarse? La realidad era que él
no podría haber sabido que aquel niño que mantuvo vigilado desde
pequeño podría llegar a ser algo importante para él. No sabía que iba a
querer protegerlo de tal manera en la que arriesgaría todo, no sabía que
iba a...

—Bien. —El rizado interrumpió sus pensamientos, llevando su mirada


hacia Louis mientras se sentaba bruscamente en su cama. —Si nadie del
bando de Dios y de tu bando la tiene, ¿Quién queda?

El rey del inframundo alzó la mirada para verlo de mala manera, volviendo
a la realidad. Tres días atrás, en la noche, lo había tenido sobre sus
brazos, e incluso se habían besado, pero hizo mal. Ese Harry no era su
Harry, no debía confundirse.

Suspiró mientras cerraba el anotador, dejándolo sobre el único mueble de


la habitación. —Ese es el problema. No encuentro una manera de saber
si alguien de cualquier bando la tiene.

—De todas formas, ¿Por qué alguien la querría? ¿Qué es esa cosa tan
importante que tiene como para robarla? —Louis volvió a alzar la mirada,
observándolo. No había pensado en una posibilidad así. ¿El alma de Harry
tendría un precio? —¿O es solo alguien que quiere molestarte?

Louis tenía bastantes enemigos, sí. Ser el diablo significaba ser mal visto
o llevarse mal con cualquiera que tuviese relación con el de arriba, así
que había grandes posibilidades de que fuese alguien que quisiera
molestarlo, porque sabían que Harry era lo único por lo cual Louis se
preocupaba.

—Lo sabré dentro de poco. —Dijo, y se acercó a la mochila del rizado,


tomando de ésta una bolsa de frituras y dejándola sobre la cama, cerca
de su esposo. —Come.

—¿Quién, además del demonio que mató a Fionn, querría hacernos daño?
—Harry lo ignoró, continuando con el mismo tema.

—Muchas personas, pero nadie se atrevería. Saben lo poderoso que soy,


y es por eso que aun no comprendo bien quién podría ser. Ahora calla, y
come algo.

El rizado suspiró antes de tomar la bolsa de frituras, cruzándose de


piernas y masticando sin ganas aquella comida chatarra. Estaba pálido,
había adelgazado un par de kilos y tenía notables bolsas oscuras bajo los
ojos. Se veía como cuando solía pasar mucho tiempo al lado de su esposo,
a excepción que ahora no lucía frágil...ahora lucía como que no le
importaba.

Paró de masticar cuando una gran idea se hizo presente en su mente, y


dejó la bolsa de frituras a un lado, poniéndose de pie. Louis gruñó ante
eso, a punto de exigirle nuevamente que se alimente.

—Una vez me dijiste que mi alma estaba destinada a estar con la tuya.

Louis lo observó fijamente, sin saber a dónde podría llegar aquella


conversación. —Así es. —Afirmó en un tono seco, apoyándose
nuevamente contra la pared.

—¿Cómo?

—Pude sentir el momento en que tu alma fue creada. Lo sentí dentro,


sentí lo nuevo, y puro.
—¿Y cómo la encontraste? ¿Cómo me encontraste?

—Me...concentré. —Dijo, deteniéndose en medio de la oración al saber la


teoría de su niño. Era listo incluso sin alma. —Y lo hice. —Frunció un poco
su ceño, comenzando a concentrarse sin siquiera avisar. Podía sentir algo,
apenas...

—Ahí lo tienes. Mientras... –Harry se giró, caminando hacia el mueble en


la otra punta de la habitación. —...yo voy a-

Louis detuvo su concentración al oír un repentino golpe contra el suelo.


Llevó su mirada hacia allí, y se encontró con el rizado de rodillas, de
espaldas hacia él. Se acercó de inmediato, notando las manos de su
esposo temblando, con el rostro alzado y sus ojos fuertemente cerrados,
moviéndose.

Oscuridad, cosquillas en el pecho, manos con venas volviéndose


negras, y un inevitable dolor en su brazo.

—Hey. —El diablo se arrodilló frente al menor, y lo tomó del rostro. —


Harry, niño. Maldición, despierta. —Lo movió un poco cuando notó que la
respiración de éste se había cortado, y estuvo a punto de volver a hacerlo
si no fuese por la repentina y brusca inhalación del rizado, el cual ya tenía
sus ojos abiertos y respiraba bastante profundo. —Tranquilo, respira. —
Ni siquiera estaba siendo consciente de que le estaba acariciando el
rostro. ¿Se había vuelto un instinto proteger al niño? ¿Acaso siempre lo
había sido? Bajó las manos a los hombros, notando la delgadez. —¿Qué
sucedió? ¿No te has alimentado adecuadamente? —Casi gruñó,
intentando mantener la calma.

Harry negó luego de unos segundos, parpadeando entre confusión y


agobio. —...Estoy bien.
—Tienes que comer, y ahora mismo.

—No es eso. –Rápidamente respondió el humano. —Vi algo.

El arcángel permaneció con sus ojos fijos en el inexpresivo rostro de su


esposo. —¿Qué viste?
Lo notó tragar saliva antes de comenzar a levantarse. Louis lo ayudó a
mantenerse de pie hasta dejarlo sobre la cama nuevamente.

—No creo poder explicarlo...

—Inténtalo. Puede que signifique algo. —Se posicionó de cuclillas frente


a Harry, el cual negaba, restándole importancia.

—No creo que lo haga, esto ya ha sucedido antes. Puede que haya sido
más fuerte, solo por el hecho de no tener alma. Puede que tenga algo...

Fue quedándose callado de a poco al notar los cuadros baratos de aquella


habitación temblando. Regresó su mirada al rey del inframundo, el cual
tenía los ojos color sangre y la mandíbula más marcada que de
costumbre.

—... ¿Cómo dijiste?

El niño parpadeó lentamente. No le afectaba en lo más mínimo, como era


de esperarse. —He tenido ese tipo de imágenes incluso cuando tenía
alma. —Comentó. Uno de los cuadros cayó al suelo, pero ninguno se
sobresaltó. —Creo que deberías de calmarte.

Eso enfureció más al diablo, el cual se puso de pie de inmediato. —¿Cómo


pudiste ocultarme algo tan importante? —Preguntó en un tono de voz
bajo.

Harry se encogió de hombros mientras presionaba su brazo contra su


pecho. —No lo sé. Supongo que en aquel entonces sentía que no era
realmente importante. —Se excusó, volviendo a subir los pies a su cama
y sentándose más hacia atrás, apoyando su espalda contra la pared. —
He soñado con el futuro. —Comenzó. Hubo un corto silencio. —O eso creo.
Así se ve.

<<Antes de mi cumpleaños vi un bosque, y manos con sangre.


Probablemente fue una premonición, porque fue el mismo escenario en
donde Fionn murió, y mis manos estaban ensangrentadas por la puñalada
que Ruby me hizo en la costilla. Todo era igual, pero desde otro ángulo.
No era yo quien veía, y era un poco borroso.
Alzó la mirada cuando sintió al diablo nuevamente frente a él, de cuclillas
y tomándole con cuidado una de sus manos, la del brazo Adolorido.
Posicionó la palma fría del menor sobre la suya, la cual estaba cálida, y
con su mano libre la apoyó sobre el dorso de ésta, buscando darle calor.
Harry no sentía una temperatura que no fuese más allá de lo normal.

Louis movió tres de sus dedos anillados para remover la manga de la


camisa blanca del rizado hasta pasar el antebrazo, dejándolo libre.
Observó aquella marca en el brazo de su esposo, la cual continuaba igual
de transparente, pero el área estaba al rojo vivo. El ceño de ambos se
frunció a la par antes de que el diablo alzara la mirada a los ojos vacíos
del niño.

—Dime más de tus visiones. ¿Las tenías regularmente? ¿Qué has visto
hace unos minutos?

—He visto dos manos, y las venas en éstas eran de color negro. —
Respondió la verdad. ¿Para qué mentiría?

La mirada del arcángel volvió a la marca, y suspiró con fuerza. Tenía sus
dudas, sus teorías...y ninguna de ellas tenían sentido, y pocas que
probablemente acertarían...simplemente no las quería para su esposo.

Intentó tener paciencia, realmente lo estaba intentando.

—Tienes que decirme cuando esto suceda.

Y Harry asintió, pero se le notaba perdido en sus pensamientos, con la


mirada en un punto fijo del cuarto. Parpadeó rápidamente cuando un
pensamiento pasó por su cabeza. —Puede ser...

El rey del inframundo regresó a verlo a los ojos. —Dilo.

El rizado también le devolvió la mirada. —Creo que sé quién tiene mi


alma. —Dijo. —Más bien, quienes.
Si no fuese porque el camino hasta allí no era más que un segundo en
donde Louis le hacía cerrar los ojos a su esposo y le tocaba una parte del
cuerpo, hubiesen permanecido discutiendo todo el viaje.

“—No.

—Llévame contigo.

—No. Te quedas aquí, sin salir. Te dije que es peligroso.

Harry negó rápidamente, sin importarle, y comenzó a ponerse los


zapatos. —No voy a quedarme aquí, quiero estar al tanto.

—Dije no.

—Te he dicho que te apresures a buscarla antes de que mi opinión cambie,


pero eso no significa dejarme fuera de las cosas. Si tú te vas y no me
llevas contigo, voy a conducir hasta allí, no importa si ya te has ido. Voy
a irme, y voy a asegurarme de que no me encuentres.

La mirada del diablo se mantuvo fija en los ojos del rizado. Ya sabía que
éste no tenía alma, pero, por algún motivo, muchas veces solía buscar
aquel brillo puro e inigualable que tanto le gustaba.

Se acercó, y llevó ambas manos a los hombros del más bajo. —Cierra los
ojos. —Le ordenó.”

Podía sentir la oscuridad en Harry comenzar a crearse. Era rápida, y


desprevenida. Sabía que llevarlo consigo serían problemas, pero también
sabía que dejarlo solo podría ser incluso peor.

—Ábrelos.

Los ojos verdes del menor se abrieron, parpadeando lentamente para


aclarar su vista y dejar atrás el mareo, viendo a su alrededor. Reconoció
la casa de sus tíos, aquel lugar donde había vivido los peores momentos
de su infancia: La primera vez que vio a su padre levantarle la mano a su
madre en uno de los cuartos del fondo del único pasillo del lugar, o cuando
era el cumpleaños de Brad y éste junto sus amigos esparcieron el rumor
de que Harry era homosexual y besaba a todos los chicos que veían.
Lamentablemente, recordar cosas así no era como hace unos días.

Era extraño. No sentía afecto, nostalgia, ni ninguna emoción por todos


aquellos malos recuerdos, pero tenía un leve cosquilleo en el pecho, como
si fuese este reloj que sonaba con el paso de la aguja de los segundos,
moviéndose lentamente, y algo sucedería al llegar arriba junto a la otra
aguja.

Unos pasos cerca lo hicieron alzar la mirada, y sintió la aguja imaginaria


acelerarse al ver a su primo, Ben, caminando mientras silbaba, con una
taza de té caliente entre sus manos. Se veía relajado, con ropa cómoda y
despeinado. Probablemente había estado durmiendo.

¿Cómo era posible que pudiese dormir tranquilo luego de haber provocado
un asesinato?

Ben alzó la mirada y se congeló en su lugar, soltando un jadeo


entrecortado y con la taza resbalando de sus manos hasta caer en el
suelo, salpicando el líquido caliente y con los vidrios esparciéndose a sus
pies.

—...Dios, no. —Susurró. Es entonces que parpadea, y detrás de su primo


se hace presente esta figura alta, vestida de negro, que anteriormente
creyó ver. Le cuesta respirar, sabe quién es. —¡Bob! ¡BOB!

Unos nuevos pasos se hicieron presentes, y el segundo hermano apareció,


observando la escena mientras sus ojos se abrían de par en par. La fría y
falsa sonrisa de Louis se hizo visible. Aquella sonrisita de lado que
provocaba todo menos algo con bueno.

—Mira qué tenemos aquí. —Dice. El niño frente a él no habla, porque


aquella oscuridad que le envuelve los sentidos no se lo permite, y la
repentina sed de venganza mantiene su boca incluso más cerrada. Louis
asiente hacia el suelo, donde están los restos de la taza de té. —Hasta te
habías preparado un té, simulando que todo estaba en paz y
solucionado...que no vendría por los estúpidos que comenzaron con todo
esto.
—Harry. Harry, te lo pido, por Dios...ten piedad. —Bob comienza, alzando
sus brazos en modo de defensa y retrocediendo hasta chocar con una
pared.

Un movimiento de uno de los dedos del arcángel provoca que ambos


mundanos sean expulsados hasta el otro lado de la habitación, contra una
pared. Éstos gimen, adoloridos y con la respiración agitada por el susto.

Las pupilas del rizado están más que dilatadas mientras oye en sus
propios oídos su corazón latiendo con fuerza, pero manteniéndose lento.
Sus manos pican por las irremediables ganas de aplastar las cabezas de
sus primos. Si, debería...

Respiró profundo para controlarse. Louis no parece notar aquello, y da un


paso al frente.

—Comiencen a confesar, y tendrán una muerte rápida. —Dice con


firmeza. —Devuélvanme su alma.

La sala queda en silencio mientras los hermanos se observan entre


confusión y terror antes de volver a ver al diablo.

—¿Q-Qué?

La sonrisita de Louis se esfuma mientras sus ojos comienzan a tornarse


bordó. —¿Realmente me estás pidiendo que lo repita? –Mueve
nuevamente su dedo, tan solo un poco para hacer que los mundanos se
golpeen contra la pared. —Tengo poca paciencia para estas cosas.

—¡No sabemos qué quieres! —Exclama Ben, desesperado mientras oye a


su hermano sollozar en silencio. —S-Sólo no entendemos a lo que te
refieres. Por favor, te lo suplico.

Louis nuevamente se concentró, como cuando estaba en el motel antes


de que Harry tuviera las extrañas visiones. No la sentía cerca, la sentía
bastante lejos. Gruñó, harto y dio un par de zancadas hacia el frente,
deteniéndose y tomando de la camisa a Bob, acercándolo a su rostro.

—Dime dónde está su alma, quién la tiene, o voy a partir cada hueso de
tu cuerpo.
—N-No lo...no lo sé. Por favor, realmente no s- ¡AAAHH!

Louis tan solo presionó sobre la muñeca de Bob, la cual se quebró, y le


siguió la otra. Para el diablo, el sonido del hueso rompiéndose era música
para sus oídos.

E iba a seguir disfrutando, realmente iba a hacerlo. Fue cuando sintió que
el otro hermano se escapaba, luego de romperle una pierna al que
sostenía, botó como la mirada de éste iba más allá de él, y gritaba fuerte
a la par que un asqueroso sonido se hacía presente.

Louis se giró, y soltó al chico quebrado ante la escena frente a sus ojos.
No sabía cómo reaccionar.

Harry sostenía con una mano uno de los hombros de Ben, y la otra estaba
con un filoso cuchillo de cocina hundido en medio del rostro del chico, el
cual tenía sus ojos bien abiertos e intentaba respirar mientras sus manos
temblaban.

El rizado apartó el cuchillo con esfuerzo, e hizo una rápida y profunda


línea en el cuello de su primo, salpicando sangre antes de soltarlo y verlo
caer al suelo, muriendo.

Era un alivio. Era como haber bebido luego de días sin tomar ni un poquito
de agua. Era una sensación exquisita, y le cosquilleaban los dedos por
volver a probarla, pero ya estaba lo suficientemente satisfecho.

Se giró en busca de la mirada del arcángel, con su inexpresivo rostro lleno


de sangre. Limpió el cuchillo en su camisa luego de un par de parpadeos,
y lo guardo en su bolsillo.

Entre los fuertes gritos de Bob hacia su hermano, el diablo salió de su


trance y caminó rápidamente hacia su niño, tomándolo de los hombros,
sin siquiera darle tiempo en cerrar los ojos para desaparecer de allí.
La sala de sus primos se esfumó, y pronto la pareja re aparecía en la
habitación del motel, a oscuras. Lo único que se oía eran sus respiraciones
fuertes. Louis presionaba con fuerza -no la suficiente para herirlo- los
hombros del menor, el cual aún parpadeaba lento, sin saber realmente
qué sucedió, pero agradeciéndolo internamente.

—...Harry.

Hubo un corto silencio. —Lo siento, Louis.

El diablo cerró sus ojos con fuerza. Su voz sonaba tan dulce, sonaba como
el antiguo Harry, pero no era él. Ya no, y debía de buscar una manera de
volver a encontrarlo. Necesitaba a su esposo nuevamente.

—No, no lo sientes.

—...No. —Responde, de acuerdo. Alza lentamente la mirada, y los ojos de


ambos se encuentran. —Tenía que hacerlo...quería hacerlo.

Era demasiado extraño verlo así. Harry...Harry era la persona más dulce
y frágil, y fuerte a la vez. Lloraba mucho, siempre recurría a él, pero había
sido muy fuerte en muchas situaciones de toda su vida. Había aguantado
golpes de su padre, burlas de sus primos, insultos en su escuela,
hipocresía en la iglesia. Había soportado la muerte de Fionn Whitehead,
y caminó hasta su casa habiendo sido apuñalado. Harry era fuerte, Harry
era una buena persona, y esta versión de él era una verdadera pesadilla.

Louis llevó sus manos al rostro del menor, limpiando los rastros de sangre.
No se permitiría más que ese toque. —¿Tienes una idea de lo que te vas
a odiar a ti mismo cuando tu alma regrese a tu cuerpo? —No podía ni
siquiera pensarlo. Deseaba cargar con toda esa culpa, realmente quería.

El rizado simplemente permaneció viéndole por unos largos segundos


antes de encogerse levemente de hombros.

—Ojo por ojo, Louis. Mi alma...yo con mi alma, tendré que entenderlo.
Una parte mía quería esto el día de mi cumpleaños, y sé que va a
agradecerlo.
Habían pasado tan
solo unos minutos de lo ocurrido, y Harry parecía haberse congelado en
su lugar. Louis se encargó de limpiarle el rostro con su propia camisa, lo
tomó en brazos y lo llevó a la pequeña e incómoda cama de aquel lugar,
desvistiéndolo para ponerle una camiseta de mangas larga gris, un
pantalón holgado y unos calcetines blancos. Era lo menos que podía
hacer.

Fue cuando el de rizos se durmió -o eso parecía--que se giró hacia la


puerta, haciendo un movimiento con su mano en dirección a ésta. Debía
de bloquearla, al menos en el tiempo en que no se encontraba allí.

Se puso de pie lentamente, caminando hasta el medio de la habitación,


con cada pisada provocando un ruido en la vieja madera del suelo. Echó
un último vistazo al niño que parecía dormir plácidamente bajo las
mantas, y finalmente desapareció de allí, dejando en aquel lugar un
silencio ensordecedor.

Y sin estar a tiempo para ver cuando los ojos verdes de su esposo se
abrieron.
Volver a esa casa significaba ser recibido por gritos, llanto, y cosas que
no podían importarle menos. Estaba allí para amenazar al único primo
castrato de Harry que quedaba, advirtiéndole guardar silencio o su muerte
sería una de las más dolorosas.

Había oficiales en aquel lugar, pudo oír el llanto de una mujer y estaba
seguro que era la tía de Harry, lamentándose por la pérdida de otro de
sus hijos. Claramente, ella no tenía la culpa de haber tenido imbéciles.

Louis hubiese ido directo hasta el cuarto donde aquel idiota estaba, pero
se detuvo. Había algo extraño, sí...

Llevó su mirada a la bolsa que envolvía el cadáver de Ben, el cual estaba


sobre una camilla, y tuvo que acercarse un poco para comprobarlo. De
todas formas, no estaba siendo visible para los demás.

Llevó su mano sobre la bolsa, sin tocar, y lo confirmó: El alma de Ben


seguía en su lugar.

¿Cómo era posible? Más bien, la verdadera pregunta de Louis era: ¿Por
qué Muerte no había ido por el alma de aquel lamentable intento de
persona?

Cuando él no estaba haciendo pactos, Muerte era la encargada de las


almas. Se las llevaba, y las guiaba hacia donde pertenecían: Cielo,
infierno, purgatorio. El no tomar un alma de un cuerpo, significaba dejarla
con decisión propia, es decir; Ben se volvería un alma en pena, o ni
siquiera despertaría, continuaría como si estuviese dormido, cosa que a
Louis le parecía perfecto porque no quería verle ni de fantasma,
pero...aun así era extraño.

Lo suficiente para no prestarle atención.


Cuando Louis reaparece en el cuarto del motel, nota a su esposo
despierto, observando el techo antes de girar un poco su cabeza en su
dirección, observándolo fijamente. Hay ojeras más notables bajo sus ojos,
parece como si se deteriorara con el paso de los minutos.

Esto tenía que terminar hoy, y más ahora, que estaba casi seguro de
haberlo conseguido.

El diablo caminó hacia la cama, sentándose en el espacio que quedaba.


—Necesito que me cuentes sobre tus visiones.

Harry parpadea rápidamente antes de negar, regresando su mirada al


techo. —No eran muy interesantes. —Dice. Un silencio se forma entre
ellos antes de que el rizado suspirara y se pusiera de lado, en dirección a
su esposo. —¿Por qué quieres saberlo?

Louis debía ser inteligente, y eso significaba no decirle a Harry su plan.


Éste había comenzado la etapa de oscuridad -la cual, ya de por sí, iba
bastante rápido--y probablemente no querría su alma de regreso.

—Simplemente no he dejado de pensar en ello. —Mintió, y con mucha


facilidad. Era el rey de las mentiras. —Y quiero saber.

—He visto un hospital. —Responde de inmediato, sin siquiera titubear. —


Yo estaba ubicado en la punta de la camilla de una niña con cáncer.

Louis se puso de pie de inmediato. Bingo.

—¿Qué ocurre?

El diablo caminó hasta el medio de la habitación, pasando su mano por


sus labios y barbilla, intentando contener la ansiedad y el enfado que se
avecinaban, haciendo lo posible para no hacer temblar aquellos cuadros
baratos de la pared.
—Ya sé quién tiene tu alma. Es Muerte. —Se da la vuelta, notando al niño
sentarse de golpe, con su ceño levemente fruncido.

—¿Muerte? ¿Por qué Muerte tendría mi alma?

—No estoy del todo seguro aún. —En realidad, tenía unas teorías:
Probablemente Muerte le había quitado el alma a su niño porque su padre
quería darle una lección. Si, seguramente, porque siempre quiere tener
la razón. Intentó no gruñir, saliendo de su trance y viendo a su esposo. –
Voy a por ella.

—Iré contigo.

—No. —Ante aquello, la mirada de Harry se vuelve incluso más oscura, y


se pone de pie abruptamente. —No más condiciones, mataste a alguien.

El rizado alza ambas cejas mientras se apunta con su dedo índice al pecho.
—¿Tú me estás diciendo esto a mí? Eres el diablo.

—Yo no soy ninguna excepción. No siento culpa y es mi trabajo, no el


tuyo.

—Estás equivocado. —Respondió rápidamente el menor. —Yo no siento


nada, y deberíamos de dejarlo así.

—Suficiente. —El rey del inframundo alza tan solo un poco su voz antes
de rebajar con la mirada al mundano sin alma frente a él. Pronto volvería
su esposo, estaba seguro. —Volveré pronto.

Ambos se vieron fijamente por unos segundos, y el diablo notó algo en la


mirada de Harry cambiar. Era indescifrable.

—...Está bien. —Respondió, finalmente de acuerdo.

Louis sabía que no estaba de acuerdo, y que algo tramaba. Tan solo se
limitó en desaparecer en un parpadeo, porque mientras más tardara,
peores problemas habrían.

Por otra parte, Harry, apenas notó que el diablo ya no estaba en aquel
cuarto, caminó rápidamente hasta su mochila y sacó de esta el cuchillo
que usó para matar a Ben junto a un crucifijo de plata, y subió a la cama,
aguardando apoyado contra la pared mientras se mantenía viendo un
punto fijo en la habitación.

Solo era cuestión de esperar.

La cripta de San Antolín estaba situada bajo la catedral de Palencia,


España. Era una cripta bastante reconocida por su hermosura, y porque
la iglesia solía guardar cosas importantes en ésta.

Allí era donde estaba aquella figura alta, cubierta por una capa negra.

Caminaba de manera recta luego de haber bajado las escaleras, dispuesta


a encaminarse a un destino el cual ya se sabía de memoria. Siempre iba
a comprobar por ella, porque la cuidaba, porque era su única manera de...

Se detuvo al sentir una presencia mucho más fuerte detrás suyo, y no


dudó en girarse rápidamente, encontrándose al mismísimo diablo de
frente. Éste tenía sus ojos de color sangre, cabeza levemente ladeaba y
una vibra oscura, intimidante.

Louis se tomó unos pequeños segundos para cerrar sus ojos y tomar una
profunda respiración, concentrándose lo suficiente. Podía sentirla tan
cerca, que incluso su corazón latió con fuerza, como nunca antes. Abrió
los ojos de golpe.

—Notaste lo que hiciste, ¿Verdad? —Dio un paso hacia el frente,


provocando que Muerte retrocediera. —Has tomado el alma de mi niño
favorito, desde mi infierno, y sin mi permiso. —Relamió sus labios, viendo
detrás de la figura cubierta por la capa negra antes de regresar su mirada
a ésta. —Lo haremos fácil. Entrégame su alma, o voy a destruirte. No
eres tan fuerte, y me importa una mierda si las personas dejan de morir
porque no hay Muerte que los reciba.
Un chillido agudo y fuerte salió de la boca de Muerte, imposible de ver
gracias a la capa cubriendo gran parte de su rostro. Aquel sonido retumbó
por toda la cripta, haciendo temblar el lugar. A Louis no le movió ni un
pelo, tan solo continuó con el mentón en alto, y la mirada fija en Muerte,
la cual había intentado demostrar su fuerza a través de aquel sonido.

Louis soltó un profundo suspiro, harto de aquella situación. ¿La gente no


se cansaba de querer demostrar superioridad ante él? Era el jodido
diablo, podía hacer lo que quisiera.

Sintiéndose más poderoso que nunca, porque finalmente sabía dónde


estaba el alma de su esposo, y todo volvería a la normalidad, alzó su
mano, poniendo sus dedos en posición para chasquear. Tan solo los rozó,
preparándose, y en las paredes de la cripta comenzaron a aparecer grietas
mientras el lugar temblaba intensamente. La única ampolla de luz del
lugar explotó, dejando a ambas criaturas sobrenaturales a oscuras y en
un silencio ensordecedor.

—...Estoy esperando.

El niño ya había bendecido tanto el cuchillo bajo su manga como el


crucifijo alrededor de su cuello, y estaba de pie frente al mueble,
observando el anotador con el exorcismo en él. ¿Serviría en el mismísimo
diablo? No estaba seguro, pero valía la pena intentarlo.

Se giró cuando sintió una presencia detrás suya, y notó a Louis de pie a
tan solo centímetros de su rostro. El rizado se mantuvo inmóvil,
devolviendo la fija mirada. Los ojos celestes del diablo fueron hacia el
cuello de su niño, y pronto se tornaron color bordó.
—¿Realmente creíste que eso iba a protegerte de mí? —Inclinó su cabeza
hacia abajo, alzando ambas cejas a la par que sonreía de lado, fríamente.
—Niño tonto, no tienes alma. No hay nada que proteger.

—omnus immundus spirits. Omnus s-

—Sería bueno que dejaras de insistir. —Interrumpe el rey del inframundo,


volviendo a su semblante serio. Era extraño ver a su niño en contra suya.

—¿Por qué haría eso?

La mirada de Louis cambió a una llena de ansiedad, hasta emoción. —He


encontrado tu alma.

Harry negó, retrocediendo y chocando contra el mueble detrás suyo. —


No quiero mi alma. —Dijo, decidido. —Así estoy bien.

—Mal por ti, porque iremos al infierno y te regresaré a la normalidad.

Fue cuando el diablo intentó tomar al menor de la mano que éste último
fue mucho más rápido: Sacó el cuchillo bajo su manga y lo tomó con el
puño cerrado del mango, clavándolo con fuerza, aproximadamente tres
veces en el pecho de su esposo antes de sacarlo y sostenerlo en su mano.

El ceño de Louis se frunció antes de bajar su mirada a su propio pecho.


La habitación comenzó a temblar de tal manera que el rizado se tambaleó,
y no esperó ninguna reacción, tan solo se abalanzó hacia la puerta,
intentando abrirla y fallando en el intento. Comenzó a golpear ésta
desesperadamente mientras oía las cosas cayendo de las paredes y del
mueble.

—¡Ayuda! ¡Ayúdenme!

—Deberías saber a esta altura que a donde sea que quieras ir ahora
mismo...voy a encontrarte.

—¡AYUDA! ¡ALGUIEN AYÚDEME, POR FAVOR! —Gritó más fuerte,


comenzando a patear la puerta y golpearla con su hombro izquierdo.

No iba a volver a tener su alma. No.


—Harry... —Quiso advertir Louis, el cual se oía completamente tranquilo
a pesar de haber sido apuñalado por su esposo. Tenía en la cabeza que
aquel niño no era realmente su niño.

Una voz fuera del cuarto del motel lo interrumpió. —¿Quién golpea tanto?
—Se oyó. Era la anciana de la recepción, la cual ahora golpeaba la puerta
despacio desde el otro lado. —¿Joven? ¿Está atrapado!

—¡Ayuda! ¡Ayúdeme!

—Harry.

—¡AYUDA! —Aumentó los golpes.

Inesperadamente, el cuarto dejó de temblar y Louis lo tomó del brazo,


girándolo y viéndolo fijamente a los ojos, con su mandíbula más marcada
de lo normal.

—Préstame atención. —Dijo, con su voz baja mientras oía de fondo a la


anciana hablar y golpear desde el otro lado. El rizado lo observó con sus
ojos levemente entrecerrados y respiración agitada de tanto moverse. —
Vas a abrir esa puerta y decirle que no podías abrirla, y luego vendrás
conmigo al infierno y te regresaré. No puedes evitarlo, así que sé listo y
afronta esto.

—¿Joven? ¡Iré a buscar a mi hijo! ¡Tal vez pueda ayudarte!

Harry se giró bruscamente y abrió la puerta con fuerza tambaleándose.


La anciana volvió a girarse para observarlo, preocupada.

—Oh, ¡Dios mío! —La dulce anciana llevó una mano a su pecho,
acercándose al rizado. —¿Te encuentras bien?

Harry puso su más amable y falsa sonrisa. —Oh si. Si. La puerta tan solo
había quedado trabada, y me asusté mucho. —Dijo, soltando una risita al
final.

La anciana negó mientras una sonrisita se hacía presente en sus labios.


—Oh. Tranquilo, cariño. Siempre puedes golpear, y vendré a ayudarte. —
Harry asintió mientras una idea pasaba por su mente. Sostuvo mejor el
cuchillo en su mano. —O si tienes algún otro problema, puedo cambiarte
de hab-

Un grito salió de sus labios cuando el rizado la tomó rápidamente del


brazo y se posicionó detrás de ésta, rozándole el cuello con el cuchillo y
observando fijamente al diablo el cual, probablemente, por primera vez,
había sido tomado desprevenido. Lucía cada vez más enfadado, sabía que
iba a costarle, porque su niño había sido absorbido por la oscuridad más
rápido que alguien normal, y aquello seguramente tenía una explicación
que aún no descubría.

La anciana sollozó, cerrando sus ojos. —Por favor. P-Por favor.

—Louis, voy a matar a todo el mundo antes de que me vuelvas un idiota


de nuevo. Te l-

Fue interrumpido por un chasquido de parte del diablo. La señora cayó al


suelo, muerta. Louis prefería ser él quien la matara, porque ya no sabía
cómo ayudaría a Harry luego de haber matado a su primo.

El cuchillo salió volando de la mano del último mencionado, y cuando se


giró para intentar escapar, se vio atrapado en los brazos del rey del
inframundo, el cual le mantenía inmóvil.

—¡Déjame ir! ¡LOUIS!

El nombrado lo ignora por completo, y ni siquiera le advierte cuando se


teletransportan de sitio. Todo allí era diferente y, si Harry tuviese alma,
deberían de hacer lo del juego de las escaleras, pero al ser tan solo un
cuerpo, no afectaría en nada el ir de inmediato al infierno.

Se encontraban en aquella habitación redonda de muchas puertas. En el


medio se encontraba la reconocible y elegante escalera que llevaba a un
subsuelo donde el diablo tenía aquel, muy bien cuidado, despacho. Louis
se dirigió hacia una de las enormes puertas, la segunda desde la puerta
en donde estaba el calabozo de las almas.

El diablo se adentró con su esposo -el cual no dejaba de gritarle que lo


bajara- en brazos a la habitación de la puerta antigua, pesada y de una
madera oscura. La habitación parecía la nada misma, porque tan solo
había una camilla en el centro, con una ampolla de luz iluminando,
colgando desde un cable. Los rincones no se veían gracias a la oscuridad,
pero no había nadie allí. Tan solo ellos.

Louis dejó a Harry cuidadosamente en la camina, y cuando éste intentó


escapar, fue tomado de los hombros hasta volver a quedar acostado.

—¡Louis! Louis, mírame. Mi amor... —El arcángel alzó la mirada hacia el


niño de inmediato, sin poder evitarlo. Éste no tenía ninguna lágrima en
sus ojos, pero su ceño estaba levemente fruncido y lucía adolorido. Era
un buen actor. —...Lou, no hagas esto. Vas a matarme, por favor...te
amo.

Louis traga saliva con fuerza antes de apartar la mirada y sacar el cuchillo
de su manga, alzando su mano libre y ubicando la punta filosa en su
manga, comenzando a decir palabras en un idioma indescifrable.

—¡Louis! ¡Vas a hacer que muera, Louis!

—No voy a dejar que te conviertas en un monstruo. —Tan solo responde


al terminar de citar aquellas palabras inentendibles, y corta su palma,
notando entre la sangre un leve brillo. Su mano estaba demasiado tensa,
y se debía a algo tan puro dentro de la palma del diablo.

Nuevamente, citó otras palabras en una lengua extraña.

—¡Seré un monstruo con mi alma! ¡Al menos no lo reconozco ahora!


¿Tienes una idea de lo que voy a sentir? ¿Saber que maté a Fionn? ¿Qué
asesiné a mi familia? —Louis ignoró todo aquello, formando un puño con
su mano antes de girarla. Harry decidió alzar su voz, desesperado. —
¡¿Crees que voy a perdonarte? ¡¿Crees que voy a seguir amándote luego
de lo que hiciste?! ¡No sentía nada por ti antes de quedarme como ahora!
¡NADA!

Louis lo observó fijamente, sin poder evitar prestar atención.

—Tan solo te tenía miedo, y por eso me tuviste. No hay nada que me
provoques, más que terror y placer. Tener alma o no, voy a seguir
fingiendo. —Respiró profundo. —Jamás te he amado.

—No me importa...—Simplemente respondió el arcángel. —...porque yo


sí te amo... —Finalmente lo dijo. Lástima que el rizado no pudiese
realmente apreciarlo. Regresó su vista a su mano. —...y no voy a dejar
que te conviertas en lo que un día rogaste no ser. Descendit.

Pegó su palma al pecho del rizado con algo de fuerza, el cual de inmediato
soltó un grito que hizo eco en la habitación, arqueando su espalda y
tirando su cabeza hacia atrás. Louis, con sus ojos un poco más abiertos
de lo normal, observó tanto el rostro del rizado como su mano en el pecho
de éste. Sentía como si succionaran dolorosamente de su palma, aunque
para él eran como cosquillas. Podía sentir lo fuerte que era el alma de su
esposo, y como éste dejaba de respirar, con su grito cesando hasta caer
desmayado en la camilla, con su rostro sudoroso, pálido.

La succión en la mano de Louis cesó unos segundos después, y alejó su


mano, observando fijamente el cuerpo de Harry. Posicionó una de sus
manos nuevamente en el pecho del menor. No habían latidos.

Tampoco respiraba.

Louis pasa rápidamente su brazo por debajo de la espalda de su esposo,


levantándolo un poco y recostándolo sobre su pecho, notando la cabeza
de éste caer hacia adelante. Rápidamente llevó su otra mano al mentón,
alzándole el rostro.

—¿Harry? Hey, Harry. —Lo movió levemente mientras su ceño se fruncía


un poco. Hizo los ricitos sudorosos que le caían en la frente hacia atrás,
acariciándole la mejilla. —Vamos, vamos, vamos. —Susurraba despacio.

Notó que, luego de unos segundos, continuaba de la misma forma así


que, intentando mantener el control, llevó nuevamente su mano al pecho
de éste. Iba a revivirlo.

Se concentró e hizo lo que siempre hacía, pero, a pesar de varios intentos,


jamás oía los latidos del corazón. Tragó saliva con fuerza, gruñendo.

—No.…no, no, no. Despierta. —Volvió a moverlo a la vez que lo sostenía


mejor en sus brazos, acercándolo a su pecho. Negó rápidamente. —
Despierta, maldita sea. —Gruñó.

Era la primera vez que estaba realmente asustado. Cuando estuvo a


punto de morir y tuvo que poseerlo, al menos estaba reaccionando, y
sabía que, de una u otra forma, iba a volverlo a la vida. Pero ahora había
intentado de todo, y continuaba sin reaccionar. Le acarició la mejilla,
frunciendo su ceño aún más. No podía ser, no podía estar pasando...

Intenta, por última vez, revivirlo. Lleva su mano al pecho del menor, y
cierra sus ojos con fuerza, concentrándose. Ya tendría que haber
sucedido, ya tendría que haber sentido su corazón latiendo, o al menos
haber oído una respiración.

¿Realmente estaba muerto? ¿Realmente no volvería?

Abrió los ojos lentamente, esperando encontrarse con los ojos de su


esposo, su niño. Quería admirar aquel color verde y único, y notar el brillo
en su mirada. Quería sostenerlo mejor, y prometerle que ya nadie iba a
volver a hacerlo a sufrir, que era un torpe porque no estaba en su
naturaleza amar, ni sabía cómo demostrarlo, pero haría lo posible.
Aprendería por él, haría lo que sea por él.

Sin embargo, se encontró con los ojos cerrados del rizado, y le tocó la
piel fría de la mejilla antes de refugiarlo en su pecho. Su mirada fue al
frente, a un punto fijo, y sus ojos fueron, lentamente, volviéndose de
color negro. No había rastro de celeste, ni blanco, y bordó. Eran
completamente oscuros.

Un gruñido comenzó a subir por su garganta, finalizando con un fuerte


grito lleno de impotencia y furia. El infierno completo tembló. Las almas
del calabozo, aterradas por el ruido, comenzaron a rogar salir de entre las
rejas. La fila sin fin de otra de las habitaciones se tambaleó mientras los
demonios se observaban entre sí.

Y ya no importaba. Si era necesario, haría desaparecer el mundo en tan


solo un chasquido.

Porque su esposo, su niño...el príncipe del inframundo se había ido.

Y si Louis alguna vez creyó estar enojado, se equivocaba. Esto era estar
enojado, lleno de impotencia...

...Esto era tener el corazón roto.


¿Cuánto tiempo había pasado?

No estaba muy seguro, probablemente no tanto. Aún continuaba en aquel


lugar, abrazando el cuerpo de su niño favorito, acariciándole sus preciosos
rizos, admirándolo.
“Jamás te he amado.” Fueron sus últimas palabras. Louis intentaba no
dejarse influir por ello, porque recordaba sentir lo que Harry sentía por él
antes de no tener alma, pero, de todas formas, sabía que no podría
deshacerse de ese recuerdo ni en millones de años.

Lo peor de todo es que ni siquiera podía morir. No había nada que lo


matara, estaba condenado a ello. Estaba condenado a vivir sabiendo que
había matado al amor de su eternidad.

Le acarició con su dedo pulgar los labios, los cuales estaban pálidos, del
mismo color que su bello rostro. Jamás volvería a probar esos labios, ni
oír su dulce voz. Jamás vería sus lindos hoyuelitos marcarse por sus
tímidas sonrisas.

Era tan injusto. Él lo había intentado...

...Realmente había intentado ser, al menos, un poco bueno.

Una fuerte y fría brisa interrumpieron sus pensamientos, un chillido fuerte


se hizo presente, y se vio obligado a soltar a Harry cuando fue lanzado
contra un rincón, en la oscuridad de la habitación. El cuerpo del rizado
cayó al suelo al no haber sido re acomodado en la camilla. Louis gruñó
con furia antes de levantarse del suelo, observando a la figura alta, con
capa negra y, esta vez, guadaña de punta muy filosa en una de sus
manos, encaminarse hacia el cuerpo de su esposo.

Louis formó un puño con su mano al frente, manteniendo a Muerte en su


lugar. Sus ojos nuevamente estaban completamente negros. Movió su
mano con fuerza, y Muerte fue expulsada por la habitación, primero hacia
un lado, y luego hacia el otro, golpeándola.
—No lo toques, maldita sea. —Gruñó el diablo, finalizando por atraer a
Muerte hasta tenerla frente a él. —Te voy a hacer pedazos, lenta y
dolorosamente.

La guadaña voló por la habitación, cayendo en el medio de ésta, y Louis


tomó el cuello de la cosa sobrenatural frente a él, apretando con fuerza y
sintiendo como sonaban unos huesos contra su mano. Sonrió de lado,
complacido, pero nuevamente volvió a estar serio y, con un grito lleno de
furia, arrojó a Muerte hacia otra punta de la habitación.
Ya nada le hacía sentir satisfacción, lo único que sentía era un profundo
hueco en el pecho, y ni matando a la razón por la cual su niño estaba
muerto le servía de consuelo.

Aún menos sabiendo que la verdadera razón era él.

—Era todo su plan, ¿Verdad? —Dice, sonriendo con amargura mientras


nota a la figura de negro levantarse del suelo y soltar otro chillido. Louis
se tambalea hacia atrás. —Él quería esto, Dios quería a Harry. Y tú se lo
diste. Te llevaste su alma para que yo volviera a ponerla en su cuerpo, y
fallara. Ahora está muerto, y no hay manera de hacerlo regresar. Bravo.
—Muerte, la cual ya estaba de pie, caminaba nuevamente hacia el rizado.
—Esa es una gran lección: Usar a las personas para probar cosas. —
Asintió lentamente.

Todo había sido tan solo un juego del de arriba. O eso creía.

Alzó la mirada cuando notó la mano de Muerte ir en dirección al pecho del


rizado, y fue justo cuando estuvo a punto de alejarla, cuando estuvo a
punto de matarla, que ésta chilló, más fuerte que nunca antes de ser
arrojada, sin siquiera tiempo de caer al suelo debido a que,
inesperadamente, se convirtió en cenizas, esfumándose en el mismísimo
aire.

El ceño de Louis se frunció, totalmente confundido. Ese no había sido él.


Observó hacia la puerta, en busca de algo que se adentrara al cuarto,
pero no había nada.

De pronto, Harry tomó una profunda bocanada de aire, abriendo sus ojos
de golpe y comenzando a toser.
Los ojos de Louis se abrieron de golpe. —¡¿Harry?! —Caminó a zancadas
hasta el menor, tirándose al suelo de rodillas y sosteniéndolo cuando el
rizado intentaba sentarse, confundido.

Parpadeó rápidamente, con la respiración entrecortada y el cuerpo


temblando antes de alzar la mirada al diablo, viéndole a los ojos
fijamente. Louis le devolvió la mirada, notando aquel brillo que tanto
había extrañado.

—... ¿Lou? —Le tembló la voz. Se sentía pésimo, como si estuviese


realmente descompuesto.
El diablo no podía creerlo, estaba entre emocionado, ansioso, confundido
y asustado. ¿Qué mierda había pasado?

—Harry... —Lo tomó del rostro, acariciándole. Aún estaba frío y pálido,
cosa que le preocupaba bastante. Lo admiró, se fijó en cada detalle: Su
manera de parpadear, su respiración y la manera en la que lo observaba.
—... ¿Eres realmente tú?

El ceño del rizado se frunció levemente ante aquella pregunta, más que
confundido, pero, aun así, asintiendo lentamente. Louis de inmediato le
rodeó con un brazo el torso, apoyando su mano libre sobre la coronilla de
la cabeza de su niño, atrayéndolo a su cuerpo y posicionando su rostro
en el cuello de su esposo, respirando profundamente su aroma e
intentando no explotar de felicidad. Estaba vivo, sentía su pulso.

Harry respondió al abrazo de inmediato, rodeando torpemente el cuello


del diablo con sus brazos y respirando profundamente, intentando
mantenerse tranquilo, dejar de temblar. Cerró sus ojitos con algo de
fuerza, sin saber que Louis hacía lo mismo. Ambos tan solo estaban
sintiéndose, disfrutando de aquel momento.

—Lou... —Louis se apartó tan solo un poco, manteniendo su rostro muy


cerca del menor, acariciándole la espalda con cuidado. Tenía miedo de
hacer algún movimiento brusco que lo hiciese desaparecer. —... ¿Qué ha
pasado? —Observó alrededor antes de ver nuevamente a su esposo. –
¿Dónde estamos?

—¿No recuerdas nada? —El menor negó, sorprendiendo al rey del


inframundo. ¿Recordaría no haber estado sin alma y las cosas que hizo?
—Estamos en el infierno. ¿Qué es lo último que recuerdas?

—Mi cumpleaños. —Responde, dudoso. Tenía algunas cosas en la cabeza,


además de migraña, una la cual se intensificaba con el paso de los
segundos y trataba de disimular. —Yo...recuerdo cuando me poseíste, no
puedo...es decir, no.…no recuerdo...

—No importa, está bien. —Lo tomó del rostro con cuidado,
tranquilizándolo. —Recordarás, eventualmente. —Dijo, acariciándole una
de las mejillas.
Harry le observó con cariño por la manera en la que el diablo se estaba
comportando, aunque le preocupaba lo asustado que se veía. Ladeó su
cabeza en busca de los mimos en su mejilla, pero se vio obligado a cerrar
sus ojos, frunciendo el ceño por el dolor.

—¿Qué pasa? ¿Qué sucede? ¿Sientes algo? —Harry asintió lentamente, y


un fuerte dolor en su brazo lo obligó a quejarse en voz alta, adolorido,
bajando el rostro, pero con sus ojos cerrados. Se le partía la cabeza. —
Harry.

El menor gimió más fuerte, quejándose a la vez que se le aflojaba el


cuerpo. Louis lo sostuvo contra él de inmediato, sosteniéndolo mientras
el cuarto comenzaba a temblar levemente. Su mirada se dirigió hacia la
piel del cuello del niño, y abrió sus ojos de más cuando las venas se hacían
visibles, volviéndose negras.

—¡Lou! —Gritó, retorciéndose. Louis lo sostuvo mejor y llevó su mano a


la mejilla del rizado para aliviar el dolor, pero aquello no sucedía. —M-Me
duele... ¡Mi brazo!

La mirada del diablo fue de inmediato hacia el brazo del niño, y mientras
lo sostenía por la espalda, con su mano libre lo tomó del brazo y le corrió
la manga, observando la marca. Esta parecía estar ardiendo mientras
comenzaba a formarse algo parecido a una guadaña de color rojo vivo.

Louis iba a tomarse un momento para aliviarse cuando la marca dejó de


formarse y el brazo del menor se aflojó, pero cuando subió la mirada hacia
el rostro de su esposo, notó sangre caer desde el lagrimal de su ojo
izquierdo, el cual estaba cerrado.

—Harry. —Lo sostuvo mejor. El niño ya no estaba teniendo dolor, pero


estaba agitado y sollozaba silenciosamente, abrumado. —Niño, abre los
ojos, por favor. —Pidió. Necesitaba comprobarlo, necesitaba...

Los ojos de Harry se abrieron lentamente, como si le hiciese daño, y el


arcángel se quedó en total silencio cuando notó uno de éstos tener un
cuarto de color negro mezclado entre el precioso verde.

No podía ser.
El puchero del rizado temblaba, al igual que todo su cuerpo. Ya no podía
intentar mantener la calma luego de aquello, había sido lo
suficientemente abrumador como para siquiera intentarlo.

—¿Q-Qué está pasándome? —El diablo se ve obligado a reaccionar al ver


a su esposo asustado, y lo abraza de inmediato, acunándolo contra su
pecho y tomándolo con su mano libre de la muñeca para verle la marca
mejor. Harry parpadeó y observó la marca, con su ceño frunciéndose
lentamente. —... ¿Qué es eso?

Louis tragó saliva, sin atreverse a tocar aquella marca, la cual parecía
recién horneada y preparada para mandar a volar a cualquiera que
quisiera tocarla. Subió la mirada nuevamente a los ojos del menor,
admirando aquel pequeño detalle en éste.

—Harry... —Notó el color volver a los labios del niño, las venas negras
desaparecer. Todo parecía comenzar a acomodarse, a la par que sus
pensamientos. Giró su rostro y observó a lo lejos la guadaña, la cual
seguía en su lugar, e incluso derrochaba una vibra mucho más poderosa
que anteriormente. Esa fue la última pieza que faltaba en el enorme
rompecabezas. —Eres la nueva, y última Muerte.

Luego de aquel horrible episodio, y de que Louis hubiese dicho en voz alta
que Harry era la última Muerte, éste último pareció quedarse
completamente aterrado por ello. No, no podía ser posible. No quería eso.

Louis se había encargado de tomar en brazos a su esposo y salir de aquel


cuarto, pero fue detenido por el menor, el cual le pidió regresar por la
guadaña. Cuando la tomó, pudo ver la satisfacción en el rostro del menor,
y el miedo. Tan solo lo acurrucó más contra su pecho, y lo sacó de aquel
lugar para llevarlo por las escaleras, hacia su despacho.

Al llegar a éste, todo parecía más tranquilo y menos terrorífico. Era un


lugar con mucho silencio, que era justamente lo que Harry necesitaba
luego de haber pasado por tanto dolor y gritos. Fue dejado en un sofá que
había en la esquina, de frente a la chimenea y cientos de libros en cada
inmenso estante. El diablo se sentó rápidamente a su lado cuando Harry
no dejaba de sostenerlo de su mano. Lo estaba volviendo loco, lo había
extrañado tanto.

Se mantuvieron unos segundos en silencio, donde Harry observaba la


marca de su brazo, y el diablo veía fijamente el rostro del niño.

—¿Te duele? —Harry negó ante la pregunta de su esposo, tragando saliva


con fuerza. —Harry, mírame. —El nombrado obedeció de inmediato,
observando al arcángel fijamente. —No voy a irme de tu lado jamás. No
volverá a pasar...a menos que eso sea lo que desees.

—No quiero que te vayas. —Respondió rápidamente a las palabras de


Louis, negando. —Es solo...no entiendo. No entiendo nada, me siento muy
abrumado.

—Yo te lo explicaré. —El diablo acomodó los ricitos despeinados de su


niño favorito antes de comenzar: —Harry, cuando fuiste poseído por mí
en tu cumpleaños, hice tiempo para que pudieses curarte por dentro, tu
familia supo muchas cosas respecto a nosotros, por mi culpa. Cuando
noté que ya estabas curado, me metí en tu mente para hablar contigo,
¿Recuerdas eso?

—Si. Eso lo recuerdo. —Confirmó el rizado, asintiendo lentamente antes


de bajar la manga de su camiseta para ya no ver la marca en su brazo y
prestar suma atención a su esposo. —Recuerdo que me dijiste que
esperara por ti, y creí que iba a regresar, y desperté aquí.
—Han pasado varias semanas de ello. Casi un mes. —El niño alzó ambas
cejas, sorprendido. —Tu familia no sabe absolutamente nada de ti desde
unos pocos días después de tu cumpleaños.

—N-No.…no entiendo.

Louis suspiró. No iba a mentirle, porque si lo que Harry quería era alejarse
de él, iba a estar bien.

—A pesar de que te dije que el trato ya no continuaba en pie, era por


decisión propia, pero, técnicamente, el contrato seguía. Los contratos no
pueden romperse, quiera o no. Es algo que no está en mis manos. Es por
eso que cuando decidí irme por completo, ya que sabía que tú familia iba
a comprobar de muchas formas si seguías teniendo relación conmigo,
tuve que finalizar el contrato. Me llevé tu alma.

<<Cuando yo o cualquier demonio se llevan almas, éstas caen


automáticamente al infierno, porque es debido a que hubo un contrato.
Volví aquí luego de asegurarme que tu familia te llevó al hospital, y
cuando busqué al que se encarga de las almas y los contratos, Baphomet,
éste me dijo que ya se habían encargado de regresar tu alma a tu cuerpo.
Decidí no regresar, y envié cuervos para vigilarte hasta que tus padres
dejaran de estar sobre ti. Días después, Baphomet apareció muerto, y
cuando volví a la tierra para verte, descubrí que tu alma no había
regresado.

—¿Eso quiere decir que anduve sin alma todo éste tiempo? ¿Es por eso
que no recuerdo nada? ¿Lastimé a alguien?

Louis negó. —No. —Mintió. Al menos hasta que todo se acomodara, y


luego le diría. —Y si, anduviste sin alma todo éste tiempo. Te fuiste de tu
casa en el auto de tu padre, y llegaste a Londres. Llevábamos muchas
conclusiones de quién se había llevado tu alma, hasta que finalmente me
di cuenta que había sido Muerte. Probablemente ésta la tomó del infierno,
y mató a Baphomet. Muerte quería guardar tu alma, porque sin esta en
tu cuerpo, no había manera de que la marca en tu brazo hiciera efecto en
ti, y ésta no dejaría de existir.

Todo comenzaba a tener muchísimo más sentido, pero aun así era
escalofriante. ¿Huir de su hogar? ¿Manejar? Nada de lo que Louis le decía
era típico de él. No pudo evitar sentir un leve mareo, por el cual cerró sus
ojos y tapó su rostro.

—Esto no puede estar pasando, no quiero...no quiero convertirme en algo


como lo era Muerte. No quiero ser así, Lou. —Nuevamente, su voz
comenzó a temblar. Se destapó el rostro y negó. —No quiero.

—No vas a ser lo que era Muerte. Ésta había hecho un pacto conmigo para
ser así, fue como un castigo el transformarse en alguien que solo chillaba.
—Resopló, aún resentido con aquella estúpida criatura. Le había hecho
pasar un infierno...incluso el infierno era más tranquilo que lo que le había
hecho pasar. —Tan solo serás...inmortal.
Harry alzó la mirada al diablo de inmediato, parpadeando rápidamente,
no muy seguro de lo que había oído. ¿Inmortal? ¿Sería inmortal? Había
estado queriendo serlo desde que Louis y él se comprometieron. Tragó
saliva con fuerza.

—¿No envejeceré?

—No.

—Y eso significa...que ya no podré volver a ver a mi familia, ¿Verdad? —


Sus ojos comenzaron a cristalizarse, pero no iba a llorar. No quería llorar.

—No creo que eso sea posible, Harry.

El niño asintió antes de bajar la mirada, y sorbió su nariz. Estaba


comenzando a aceptar las cosas, a pesar de que no le gustaba para nada,
y estaba muy triste por todo. Nuevamente alzó su mirada y observó a su
esposo.

—Tú eres mi familia, Lou. —Dijo, su voz quebrándose. Louis lo observó


fijamente antes de acercarse incluso más, sosteniendo el rostro del menor
mientras éste último sostenía las muñecas del arcángel. Las narices de
ambos se rozaron. —He querido esto desde hace mucho, y sabía que
tendría sus consecuencias.

—Pero estás triste.


Ya sin poder evitarlo, un par de lágrimas cayeron por sus frías mejillas, y
el diablo las secó rápidamente. —Estoy asustado, no sé qué será...cómo
será ser la última Muerte.

—Vas a estar bien, Harry. Lo prometo. Te amo.

El rostro de Harry se apartó levemente, sin estar muy seguro de lo que


acababa de oír, con aquello último repitiéndose una y otra vez en su
cabeza. Parpadeó, con sus pestañas brillando levemente por las lágrimas,
y sonrió lenta y tímidamente, con sus hoyuelitos marcándose en sus
mejillas.

—Lo dijiste... —Susurró, embobado.


Louis no evitó sonreír lentamente de lado. —Es mi tercera vez diciéndolo,
niño.

—¿Tercera vez?

—Lo dije antes de que irme el día de tu cumpleaños, y volví a decirlo


antes de devolver tu alma en tu cuerpo. Esta es la tercera vez.

—Oh...lo siento, Lou. Desearía recordar.

No, no lo desearías.

Louis negó lentamente, nuevamente serio. —No hace falta, ahora es


perfecto para que lo recuerdes. —Y, sin más, se acercó y unió sus labios
con los de su niño.

Ambos suspiraron por la nariz, aliviados mientras se mantenían cerca y


movían sus labios lentamente, ladeando sus cabezas hacia los lados
contrarios. Las manos del diablo bajaron a la cintura del menor, el cual
llevó sus manos desde el pecho del arcángel hasta rodear con sus brazos
el cuello de éste, aferrándose.

Para Louis, era un alivio finalmente ser correspondido con sentimiento,


finalmente tener a su esposo en sus brazos. Hace tan solo un par de horas
creía que jamás volvería a verlo, ni a besarlo o verlo sonreír, y ahora
estaba allí con él.
Y lo estaría para toda la eternidad.

El diablo y Harry habían permanecido unas largas horas en el infierno, las


cuales habían sido días en la tierra. Se la habían pasado hablando de lo
sucedido y, más que nada, brindándose mimos; Especialmente Louis a
Harry. Éste último se encontraba realmente abrumado por todo lo
sucedido, aún no se sentía del todo bien. Estaba muy débil, tanto que
apenas podía mantenerse de pie. Le dolía el ojo, con el cual veía
levemente nublado alrededor, y le palpitaba la cabeza.
Louis tenía toda su atención en éste, e intentaba sanarlo, pero no sería
posible, y si se sobrepasaba con sus poderes la marca de Harry podría
tomarlo como un ataque y enviarlo lejos. No podía morir, pero tampoco
quería eso, sabiendo que su niño favorito se sentiría lo suficientemente
culpable para ni querer acercarse.

En el despacho del diablo no había nada más que calma, con el sonido de
la leña quemándose en la pequeña chimenea, y las respiraciones de
ambos. Sin embargo, Harry sabía que no podía pasarse la vida allí:
Necesitaba moverse, y una extraña sensación le hacía querer comenzar
con su trabajo como Muerte.

Era extraño decirlo, o siquiera pensarlo.

Él jamás se habría imaginado en una situación como aquella. ¿Acaso Louis


sabía? Creía que no, pero éste anteriormente le había dicho que había
vigilado su alma desde siempre. ¿Acaso Louis podría haberlo sentido?
Recordó su expresión de total sorpresa cuando le confirmó ser la última
Muerte, y lo descartó por completo.

Cuando el niño le pidió a su esposo el salir de aquel lugar, Louis no tardó


en llevarlo a Bristol, otro pequeño pueblo, y en el cual había visto a Dios
más de una vez. Se hospedaron en un hotel sin necesidad de pagar
gracias a los poderes del rey del inframundo. La habitación era mucho
más linda que el hotel anterior, aunque, claro, Harry no podía recordarlo.
El hotel quedaba en un lugar céntrico, lleno de bares y tiendas. A ninguno
le importaba, pero Louis creía que podrían usarlo a su favor para practicar
los poderes de su niño favorito.

Harry había acomodado su -ahora preciada- guadaña en el rincón de la


habitación. Ésta emanaba una vibra completamente poderosa, un poco
peligrosa, se atrevería a decir el dueño de ésta, el cual se miraba
fijamente frente al espejo del baño. Estaba sucio, con el pijama con el
que despertó el cual, sin saber por qué, tenía leves manchas de sangre.

No quería preguntar.

Suspiró luego de ver fijamente sus ojos, en especial aquella mancha negra
en uno de ellos. Sintió la presencia de Louis, la cual ahora era mucho más
fácil de interpretar, y vio por el espejo como lo rodeaba con sus fuertes
brazos desde atrás, rozando su mejilla con el lado de la cabeza de su niño.

Ambos compartieron una larga mirada a través del espejo, y Harry


parpadeó rápidamente un par de veces antes de verse a sí mismo.

—Necesito ropa nueva. —Comentó con un nudo en la garganta, aun


notando las manchas de sangre. ¿Qué había sucedido?

—Debes saber que necesitas comenzar a vestir ropa oscura, por ser
Muerte. Sin embargo, yo opino que esa es tu decisión. —Agregó al final.
Sabía que todo era demasiado abrumador para su pobre niño, y no quería
asustarlo más de lo que ya lo notaba.

Y, por Dios, que lo notaba. Desde que Harry se había vuelto Muerte, podía
sentir todo con mucha más intensidad de lo que ya lo hacía. Ahora podía
sentir su notable preocupación, y le estaba poniendo algo inquieto.
Presionó suavemente sus dedos repletos de anillos contra el vientre del
rizado.

—Niño, dime qué es lo que piensas.

—...Es solo... —Negó. Ni siquiera sabía por dónde comenzar. Louis lo giró
con cuidado en sus brazos. Harry aún seguía algo delicado, con suerte y
caminaba sin realmente marearse. Buscó su mirada verdosa, pero no la
encontró debido a que lo evitaba. —...no sé si quiero esto. No es por la
vestimenta, o mi ojo, pero es solo... —Se mantuvo callado. Sonaba
malagradecido, o eso creía. Louis le alzó el mentón con una de sus manos,
sosteniéndolo de la cintura con la otra, y ambos se vieron fijamente a los
ojos. —...no era lo que yo tenía en mente. No sé si quiero pasar el resto
de mi vida...de mi eternidad viendo a gente sufrir hasta morir.

Louis negó lentamente a medida que decía las últimas palabras. —Tu
concepto de ser Muerte está mal enseñado, como era de esperarse con
los humanos. —Harry lo observó con leve confusión, ladeando un poquito
su cabeza. —Has visto morir gente de forma muy cruel. Si, verás cuerpos
en muy mal estado, y tu misión es tomar el alma de las personas, pero
no es nada escalofriante, nada que deba de darte miedo. —Se apartó tan
solo un poquito, tomándolo de las manos. Harry de inmediato acarició con
sus deditos las de su esposo, las cuales estaban realmente cálidas.
<<Harry, ahora mismo puedo sentir todo lo que emanas, y una de esas
cosas es paz. Cuando la gente te vea antes de morir, van a sentir
sensaciones positivas que jamás han sentido. Todo éste tiempo han
estado con una Muerte que los hacía morir incómodos, e incluso muchas
almas han quedado atrapadas en cuerpos.

—¿Cómo haré para acompañar a tantas personas mientras mueren y


estar disponible para siquiera respirar? —Siquiera pensarlo lo estresaba,
se le hacía algo imposible. —Mueren personas cada segundo en todo el
mundo.

—Para eso existen las Parcas. —Respondió el diablo, notando la


intranquilidad de su esposo. Intentó suavizar más su voz, no perder la
paciencia. Detestaba explicar cosas, muchas veces su ego lo hacía creer
que todos deberían de saber lo que él, pero debía tragarlo, porque no se
trataba de cualquiera, se trataba de Harry. —Son tus servidores, y hay
miles de éstas. Ya saben que hay otra Muerte, y que es la última, así que
probablemente se inclinarán ante ti y no te dirigirán la palabra.

Harry negó lentamente. —Eso no es nada bonito.

—Eres su rey ahora, el verdadero. Han esperado por ti miles de años, y


mi consejo como rey del inframundo es que les permitas permanecer con
ese respeto. Muchas veces creen tener más derechos de los que se les
dan, y no puedes permitir que eso suceda.

El silencio se hizo presente por un par de segundos. Cuando Louis lo


explicaba así, cuando Louis le hacía ver que la muerte era un nuevo
comienzo, y que no era nada a lo que los humanos imaginaban, no se
sentía como un verdadero problema.

Hizo una leve trompita con sus labios, pensativo. —No suena...tan mal
cuando lo dices así. —Comentó, y tuvo que cerrar sus ojos debido a la
repentina angustia en su pecho, recordando a cierto chico descuartizado
y con la mirada perdida, dentro de una bolsa. ¿Había F...había él podido
tener un nuevo comienzo? —Solo...no puedo dejar de pensar en... —Sus
labios temblaron cuando intentó pronunciar su nombre. Negó con la
cabeza.
Nuevamente un pequeño silencio se hizo presente, y supo que el diablo
estaba pensando en qué responder a ello.

—Deberíamos de hablar sobre ello.

—No. —Respondió con firmeza el rizado, abriendo sus ojos y viendo a su


esposo fijamente. —No quiero que hablemos de él nunca. Esta es mi
manera de superarlo.

Louis lo observa fijamente. Por supuesto que él respetaría la decisión de


su esposo, pero también sabía que, tarde o temprano, éste estallaría, y
eso no era bueno para la nueva Muerte. No, no. Más aún si esta tendría
que aguantar toda la eternidad.

—Bien. —Nuevamente le dejó besos en los nudillos, rozando sus labios


con aquel anillo que una vez le había dado. Su anillo de compromiso.
Lentamente, guio las manos del rizado hacia su propia nuca, haciendo
que le envolviera el cuello con sus brazos, cosa que el menor de ambos
hizo. —No te preocupes por los demás. Puedes tener una vida
completamente normal.

Un suspiro salió de la boca del más bajo, desanimado. —Lou, no creo que
eso sea posible.

Louis alzó levemente sus cejas, sintiendo aquello más como un desafío.
Él era el jodido diablo, y podía hacer lo que sea, cuando sea. Era
invencible, si quería podía chasquear sus dedos e incendiar cada pueblo
de Inglaterra, o convocar la maldita Apocalipsis.

Así que, si podía hacer todo eso, en definitiva, podía hacer a lo único que
le importaba feliz.

—Claro que sí. —Afirmó, y lo atrajo más cerca desde la cintura. —


Podemos tener una casa en donde tú quieras, del tipo que quieras. —Los
verdes ojos de Harry comenzaron a brillar, incluso aquel cuarto oscuro en
uno de ellos se iluminó un poco. —¿Es eso lo que quiere mi niño favorito?

Con un notable rubor en sus mejillas, asintió mientras una tímida sonrisita
se abría paso en sus labios. —Sí. —Respondió. Louis inclinó más su rostro,
ambos rozando sus labios y las puntitas de sus narices. —Pero solo lo
quiero si eso es lo que tú quieres.
El diablo sonrió lentamente de lado. Jamás alguien más que su precioso
esposo le había preguntado qué era lo que él quería.

—De todas formas, necesitamos un lugar. —Nuevamente habló el


arcángel, acariciando con sus dedos la espalda baja de su niño. —Yo
sugeriría el infierno, pero claramente no es de tu agrado pasar la
eternidad en éste.

—Tu despacho es muy bonito, pero lo demás... —Negó. No quería ser


malo ya que, después de todo, había sido algo así como una casa para el
diablo. —Prefiero una...una casa. —Se vio interrumpido ante los
inesperados pero suaves besos en sus labios.

Aquí era cuando Harry finalmente notaba dónde estaba su verdadero


hogar, y el que la espera realmente había valido la pena.

Si, apestaba ser Muerte, tener muchísimas responsabilidades, pero


finalmente era inmortal. Finalmente, no habría noches de insomnio en
donde se preocupará por estar envejeciendo, ni tampoco el pensar en
que, algún día, sería tan solo un recuerdo en la cabeza de Louis. Ahora
está allí, era invencible y más aún con su esposo a su lado.

En medio de un suave y lento beso, un agudo dolor en su cabeza lo hace


alejarse del rey del inframundo y verlo fijamente. Imágenes se hacen
presentes en su cabeza: Una noche fría, en el asiento trasero del Impala
de su padre, sobre las piernas de su esposo, besándolo. Parpadea
rápidamente y se aparta un poco, desconcertado.

—¿Qué sucede?

—Nada, y-yo...solo recordé algo.

Harry puede sentir la inquietud del diablo como si fuese la suya propia
luego de oír aquella respuesta. Frunce un poco su ceño, extrañado por
ello.

—¿Qué recordaste?

—¿Te besé en el auto de mi padre?


Louis tan solo se limita a verlo fijamente por unos segundos. —Sí, tuvimos
una conversación.

Sintió un escalofrío en su columna vertebral mientras tragaba saliva con


fuerza. —Yo...sí. Lo recuerdo. —A pesar de haberse visualizado de aquella
forma, fue como si tan solo un tramo de segundos trajera a flote todas
las cosas de aquel día. Podía recordar el no sentir nada, podía recordar el
vacío en su estómago y el hablar automáticamente, tan solo pensando
como si todo se tratase de simple estrategia. —¿Cómo era yo sin alma?

—Un grano en el culo. —Louis no pudo evitar usar su sinceridad, mucho


más de lo que usualmente lo hacía. Harry tampoco pudo evitar la notable
indignación haciéndose visible en su rostro. —Eras neutro. Había
oscuridad en ti, e intenté hacer lo posible para retrasarla. Al principio
sabía que no eras tú, pero con el paso del tiempo comencé a
desesperarme, extrañarte, y estuve bastante confundido. Bajé la guardia,
y te besé. —No iba a mentirle, quería que Harry estuviese al tanto, pero
solo de algunas cosas. —Luego pude sentirlo erróneo, y solamente me
enfoqué en regresarte.

—Entiendo. —Harry asiente, pero la vergüenza no obliga a bajar la mirada


al suelo. Se siente mal por haber sido una carga. —Lo siento por haber
sido así.

—No hay necesidad de disculparse, no eras realmente tú. —Louis busca


su mirada, inclinando levemente su rostro. Harry alza un poco el suyo, y
ambos se ven fijamente. —Ahora estás aquí... —Suspira por la nariz con
profundidad, y se ve perdido en sus propios pensamientos mientras
admira al niño frente suyo. —...finalmente, conmigo. —Finaliza,
disminuyendo levemente su tono.

—Y para toda la eternidad.

Louis exhala bruscamente, satisfecho con aquellas palabras. —Ven aquí.


—Gruñe, acercando más a su lindo esposo y besándolo lentamente, con
cuidado.

Ambos acarician sus labios, ladeando sus cabezas y cerrando sus ojos
mientras se relajan contra el cuerpo del otro. Louis presiona la palma de
su mano contra la espalda baja de su niño favorito, mientras que con su
otra mano le sostiene el mentón firmemente, sin hacerle daño. Quería
comerle la boca.

Es en ese preciso instante en que mete su lengua, encontrándola con la


de Harry, que se oye el cristal del espejo quebrarse, y tanto la bombilla
de luz de baño como la de la habitación, explotan. El rizado abre sus ojos,
asustado y viendo alrededor, aún con el agarre en su mentón mientras se
acerca más al diablo. La preocupación y angustia de que nuevamente algo
esté mal le daña el pecho.

—¿Qué fue eso? —Pregunta con la voz temblorosa, llevando su mirada,


con su ceño levemente fruncido, a la del diablo, el cual se encuentra
sonriendo muy coquetamente de lado.

—Fuiste tú. —Responde, y hasta luce algo orgulloso. Ante la mirada de


sorpresa del menor de ambos, Louis da una lamida sobre los rojos y
apetecibles labios de su esposo. —Ahora tienes poderes, igual a mí. Tienes
que aprender a controlarlos.

—Pero yo...ni siquiera sé cómo hice eso. —Respondió perplejo, e intentó


no gemir ante el suave apretón en uno de sus glúteos.

—Yo te enseñaré. —Responde el diablo, sin parar de acariciar el cuerpo


de su niño favorito. Es que Harry era, simplemente, tan hermoso. Miró
alrededor antes de volverlo a ver. —Creo que no hay otra cosa que puedas
destruir. —Sin más, lo besó.

Louis no entendía cómo había soportado tanto, y Harry no supo hasta


aquel momento cuánto había extrañado hacer el amor con su esposo.
Ambos se besaban profundamente, con sus lenguas dándose lentas
caricias, acalorados, de pie en el baño de aquel barato hotel en Bristol.
Sus manos estaban por todas partes, y fue cuando Louis notó que,
lentamente, Harry dejaba de hacer puntitas de pie debido al cansancio,
que lo tomó por los muslos y cargó, caminando con él nuevamente hacia
la habitación.

Harry notó su espalda chocar contra el colchón de la única cama de la


habitación, y abrió sus piernas para permitir el cuerpo del diablo entre el
suyo. Pasó sus manos por la cálida espalda de su esposo, y Louis llevó las
suyas a la cintura de su niño favorito, lentamente levantándole la
camiseta del pijama.
Sus labios bajaron por la mandíbula del rizado, el cual se encontraba
respirando con más profundidad, con sus ojos cerrados y ladeando la
cabeza. Solo por hoy, no tendría tanta timidez a la hora del sexo, porque
había extrañado aquello demasiado. Había extrañado las descargas de
placer, el calor del cuerpo de Louis, sus labios, sus manos acariciándole,
su...absolutamente todo de él.

El diablo finalmente le quitó la camiseta, y le observó el torso,


acariciándolo con lentitud, provocándole escalofríos.

Gruñó. —Mío.

—Sí...

Sus labios bajaron por el cuello de su esposo, llegando a su pecho, y


tomando un pezón en su boca, chupando. Leves escalofríos se hicieron
presentes en el cuerpo del menor, y se encontró arqueando levemente su
espalda, con sus labios entreabiertos. Inconscientemente, se encontró
alzando las caderas, rozando su miembro con el de Louis por encima de
ambos pantalones.

—Mierda. —Louis llevó una mano al mentón del rizado, sosteniéndolo con
firmeza mientras continuaba chupando aquel pezón, el cual se veía
verdaderamente apetecible. Empujó sus caderas contra las del niño,
provocando una inevitablemente fricción, y lo oyó jadear. —Nene, no te
das una idea lo mucho que necesitaba tenerte así.

Harry jadeaba suavemente, con sus labios entreabiertos, y Louis


aprovechó para empujar su dedo índice y medio dentro de la boca del
rizado, tanteando su lengua, la cual inmediatamente lamió sus dedos.
Gruñó, y bajó con más fuerza sus caderas, robándole suspiros y sonidos
suaves a ambos.

Pasó muy rápido.

Harry sintió como si el colchón lo absorbiera. Se vio a sí mismo siendo


apartado de Louis, como si la cama se lo hubiese tragado, y en tan solo
un parpadeo estaba en otro lugar.
Confundido y más que desconcertado, sintiendo la fría cerámica del suelo
contra la piel de su espalda, se sentó bruscamente y observó alrededor.
Un hospital... ¡¿Qué hacía en un hospital?!

Parpadeó lentamente, demasiado acalorado. Rápidamente se abrazó a sí


mismo, intentando cubrir la desnudez de su pecho y la visible erección
bajo sus pantalones.

—...Oh-oh.

—...Oh-oh.

Se levantó lentamente del suelo. No sentía ningún tipo de dolor, tan solo
leves escalofríos al haber sentido la fría cerámica del suelo contra su
espalda desnuda después de tan acalorada situación. Observó alrededor,
con más inseguridad que antes. Por suerte, la puerta estaba cerrada, y
parecía ser de noche en donde quiera que esté, así que no había mucha
gente deambulando por el hospital.

Y, por supuesto, la...bueno, su guadaña yacía en el suelo. ¿Acaso ésta


seguiría a donde sea que vaya?

Sintió una corriente detrás suyo, la presencia reconocible, y rápidamente


se giró, observando la burlona expresión de su esposo, el cual estaba
perfectamente vestido mientras él intentaba cubrir hasta el más mínimo
rastro de piel, sin éxito. Sintió como sus mejillas comenzaban a arderle,
y tan solo se observaron por unos pequeños segundos.

—No sé cómo llegué aquí.

—Te ha llamado el deber por sí mismo, y ahora debes cumplir con ello. —
Respondió, y alzó un poco más su mano, donde sostenía la camiseta de
su niño favorito. Éste la tomó rápidamente, poniéndosela. Honestamente,
necesitaba un cambio urgente de ropa. —Una vez hayas dominado tus
poderes ya no sucederá.

El rizado bufó, aún más sonrojado. Realmente no quería estar en una


situación mucho más comprometedora y transportarse. Ya habiéndose
puesto la camiseta, observó mejor a su alrededor, y su mirada se posó
en la camilla que había frente a él, dejándolo atónito.

—Yo... —Frunció levemente su ceño mientras los recuerdos llegaban a su


mente. Era la misma niña, y estaba de la misma forma: Sus ojos cerrados,
pálida, delgada y conectada a una máquina para poder respirar. A su lado
descansaba un pequeño peluche de un conejo al cual le faltaba una oreja
y lucía algo sucio. —...esto...he visto esto antes. He estado aquí. —Afirma
lentamente, finalizando con seguridad. Definitivamente era lo mismo.

—Cuando estuviste sin alma mencionaste haber soñado con esto. Puede
que haya sido una predicción.

Y Harry podía oírlo, definitivamente, pero había algo que no lo dejaba


apartar la mirada de aquella niña. Había algo que lo llamaba a estar allí,
a su lado, y cuando su vista se desenfocaba levemente por la
concentración, podía darse el gusto de observar algo blanco, levemente
transparente flotar alrededor del cuerpo de ésta. Era como una vibra, y
podía sentirla extremadamente débil, a punto de desaparecer.
La necesitaba.

El notar sus propios pensamientos lo hizo sentir un leve dolor en el pecho,


y por inercia retrocedió. Se estaba asustando, y cuando el diablo fue capaz
de sentir aquello, de inmediato llevó su mano a la espalda baja de su
esposo, sosteniéndolo y observándolo fijamente a los ojos.

—Ahora que eres Muerte puedo sentir tus emociones, incluso más fuerte
que antes. Lamentablemente para ti, la niña también puede. —Tenía que
ser sincero, no podía mentirle a su niño, ya bastante estaba intentando
retener el asunto del haber estado sin alma.

—P-Pero, yo... —Harry comenzaba a desesperarse levemente, y su mente


lo obligaba a mantenerse en calma. Debía ser inteligente, debía obedecer
lo que su esposo le pedía indirectamente. Sin embargo, cuando bajó la
mirada a sus propias manos, éstas temblaban. —...no sé si pueda, Lou.

—Sí, puedes. —Afirmó Louis, casi gruñendo y acercándose un poco más.


Harry llevó la mirada a la niña al oír un jadeo adolorido de su parte, y
sintió más pánico en su pecho, pero su esposo lo tomó del rostro para
que sus miradas se encontraran. —Eres el responsable de llevarla al otro
lado, necesitas brindarle bienestar y paz para que no tenga miedo. —
Limpió con su pulgar la humedad que se estaba formando bajo los
preciosos ojos de su niño favorito. —No tienes que estar triste, morir es
un proceso tranquilo y para nada doloroso. —A pesar de que no era
realmente paciente, sabía que debía de serlo con su esposo, o éste se
acobardaría, y todo se iría al mismísimo infierno...literalmente. —Vendré
apenas termines. Nómbrame, y vendré.

—¿Qué? No. —El niño rápidamente lo tomó del brazo, abriendo sus ojitos
de más y negando con rapidez. —Lou, no creo poder hacer ésto sin ti. —
Susurró, sintiendo un nudo en su garganta.

—Si me quedo aquí, la niña sufrirá debido a mi presencia, y sé que eso te


importa. —Comentó. Y era cierto, debido a que desde que Louis había
pisado aquella habitación, la pequeña no dejaba de quejarse. El diablo lo
tomó de la mano y dejó un suave beso en el dorso antes de soltarla con
lentitud y dar un paso atrás, desapareciendo en un parpadeo.
Echó un vistazo alrededor antes de volver la vista a la camilla, y respiró
profundamente. Inhaló, contuvo la respiración por unos segundos, y la
soltó lentamente. Sus manos, poco a poco, dejaban de temblar, y sus
pensamientos se acomodaban de a poco. Debía de tomarse aquello como
algo completamente normal, porque el destino se había encargado de
elegirlo para un trabajo tan pesado como éste, y no sería por cualquier
cosa si no fuese en serio.

Se inclinó en el suelo y tomó la guadaña. La marca en su brazo ardió


levemente, y lo sintió mucho más firme. Se sentía...realmente poderoso.
Lentamente, comenzó a dar pasos hasta ubicarse a un lado de ésta, y se
arrodilló en el suelo para estar a la altura. Intentando estar calmado, se
mantuvo observándola. Llevó su mirada a los pequeños detalles del rostro
de aquella niña. Era más hermosa que en sus sueños: Tenía lunares,
pequeñas pecas en sus pómulos y nariz, y su cabello era realmente largo,
pelirrojo. Ya no se veía mal, más bien, se veía relajada.

Harry parpadeó rápidamente, y se sorprendió al notar su propia mano en


la fría mejilla de la mundana. Ésta, lentamente, se encontró abriendo sus
ojos ante el tacto. Eran oscuros, y su mirada atraía demasiado a quién
sea que le viese, ya que tenía un brillo especial y único. El rizado no sabía
exactamente porqué se encontraba notando aquellas cosas. ¿Acaso era
parte de ser Muerte?

La respiración de la joven aumentó, y Harry de inmediato negó.

—Está bien, está bien. No hay...no tienes que tener miedo. —Le sonríe
tímidamente de lado, y está haciendo su mejor esfuerzo para no llorar.
Lentamente, y con mucho cuidado, lleva su mano a la pequeña mano
contraria, cubriéndola antes de dar un suave apretón. Debía de hacerlo
bien, esto no era cualquier cosa. —Yo cuido de ti. Puedes dormir.
La pequeña abre su boca e intenta decir algo, pero parece quedarse sin
aire muy fácilmente.

—No hables, todo está bien. —Alza ambas cejas, y baja la mirada a los
labios de aquella niña cuando nota que está articulando una palabra, una
y otra vez. Su corazón da un vuelco, y esta vez sonríe dulcemente,
sintiendo sus mejillas sonrojadas. —Sí...sí, soy un ángel.

De la muerte.
La niña comienza a cerrar lentamente sus ojos, y Harry siente un impulso,
el cual permite de inmediato. Sabe que es parte de ello, sabe que, si no
lo hace, nada pasará. Se levanta del suelo con lentitud, sin soltar la
pequeña mano de la joven y se inclina hacia ésta, dejando un pequeño
beso en su frente.

Algo revolotea su pecho, y aquella vibra levemente visible alrededor de la


camilla desaparece. Había muerto.

Harry se mantiene viéndola con un nudo en la garganta, y suelta


delicadamente su mano, acomodándola en su camilla. Observa la
maquina comenzar a soltar aquel pitido, el cual indicaba que su corazón
ya no se encontraba latiendo. Se volteó hacia la punta de la camilla, a
punto de llamar a Louis, pero se detuvo al notar a una mujer de pie...junto
a la misma niña que hace unos segundos había fallecido.

La mujer llevaba ropa gris oscura, y su vista estaba en el suelo, jamás


observaba a Harry. En cambio, la niña lo saludaba con la mano,
despidiéndose. El rizado no tuvo tiempo de devolver aquel saludo porque,
en un parpadeo, ya había desaparecido.

Y él continuaba igual de estupefacto, tan solo parpadeando y viendo un


punto fijo.

La puerta es azotada con fuerza, y más de dos doctores entran a la


habitación. Harry se da cuenta que lo ha arruinado cuando las miradas de
éstos se dirigen hacia él. Por supuesto, si aún no había aprendido a no
hacerse visible, ni otra cosa más que hacer explotar luces por besar a su
esposo.

—¿Qué está haciendo usted aquí? ¿Quién lo ha dejado entrar?

Y Harry no tiene ni tiempo a responder -aunque, honestamente, no sabía


qué podría decir- cuando, en un parpadeo, es llevado nuevamente al
hotel. Los brazos del diablo lo envuelven, y él tan solo recarga su mejilla
en el cálido pecho de su esposo, respirando muy audiblemente mientras
se mantiene viendo un punto fijo.

Sus manos tiemblan, y sus piernas también. Todos los nervios que estuvo
tragando para mantener tranquila a aquella adorable niña estaban
surgiendo efecto ahora mismo. Respiró entrecortadamente y buscó el
aferrarse a Louis, cerrando sus ojitos.

—L-Lo...lo hice bien. —Tartamudeó, y soltó la guadaña, la cual había


tomado firmemente con su mano. Está cayó al suelo, y el diablo tomó
aquella oportunidad para tomar en brazos a su niño favorito al notar sus
piernas temblar.

-Lo hiciste brillante.

Ambos se encontraban recostados en la cama de aquel hotel. Harry


estaba viendo hacia la pared, y Louis le rodeaba desde atrás con uno de
sus brazos, manteniéndolo cerca de su pecho. El rizado no había dicho ni
una palabra por largas horas que llevaban allí, tan solo se mantenía
respirando tranquilo, jugando con los anillos de la mano de su esposo y
observando el suyo de compromiso.

—Lou... —Finalmente habló, y carraspeó su garganta al tener la voz


levemente ronca. —...estoy mejor. —Al no obtener respuesta, se giró.
Notó la mirada del diablo sobre él, y se observaron por unos leves
segundos antes de que Harry volviese a hablar. —Necesitaba tiempo para
acomodar mis pensamientos.

—¿Qué fue lo que pudiste acomodar?


—La niña está bien. Me sonrió antes de irse con la parca.

El ceño del diablo se frunció un poco. —Te dije que eso pasaría.

—Sí, lo sé. Aparentemente tenía que verlo para creerlo. —Bajó la mirada
y arrugó un poco su nariz, pensando. —¿No te asusta? Tener un trabajo
realmente superior.
—No. —Respondió. —Pero puedo llegar a comprender el que a ti te asuste,
ya que has pasado de tener una vida completamente mundana a ser la
última Muerte. Son cosas completamente opuestas. —Harry nuevamente
alza la mirada, y también un poquito su rostro. Louis sabe que cuando su
niño hacía aquello era debido a que necesitaba afecto. Inclinó un poco su
rostro, y las narices de ambos se rozaron. —No tienes nada que temer.

La cabeza del rizado se ladeó un poco, y sus ojitos se cerraron a la par


que exhalaba profundamente por la nariz. —¿Tú...tú podrías...? —Se
detuvo unos segundos, pero el diablo permaneció en silencio, esperando.
—¿Tú podrías...cuidar de mí, incluso yo siendo poderoso?

Joder.

Louis se encontraba casi gruñendo de gusto, y rodeó mejor el cuerpo fe


su esposo, atrayéndolo más cerca. —Eres mi esposo, siempre voy a cuidar
de ti. —Rozó sus labios con los del contrario. —No sé qué me hiciste, niño.

Ambos comparten un dulce y lento beso. Cálido, pero tranquilo. No tienen


intención de llevarlo más allá, tan solo pretenden sentirse cerca.

—Te amo, Lou. —Recibió otro beso, y una leve y suave mordida en su
labio inferior, la cual lo hizo sonrojarse. Cuando el diablo se apartó un
poco, Harry no pudo evitar bajar la mirada con timidez. —De
acuerdo...ahora enséñame. ¿Cómo lo haces?

—¿Cómo hago, ¿qué?

—Ser...invisible. —Sonaba un poco torpe decirlo. Volvió a alzar la mirada,


viendo fijamente al diablo. —¿Cómo haces todas esas cosas?

—Tan solo pienso en que eso es lo que quiero, y sucede. ¿Lo has probado?

Harry negó. —No exactamente.

—Bien. Te propongo algo. —En tan solo segundos, el rey del inframundo
se encontraba sobre el cuerpo de su esposo, sosteniéndolo de la cintura
y llevando su rostro al cuello de éste, dejando suaves y húmedos besos
sobre la piel. Harry se encontró rodeando el cuello de Louis con sus
brazos. —¿Qué te parece si tú y yo nos vamos a donde sea que quieras
ir? A algún lugar apartado...y te enseñaré todo lo que te hace falta.
Harry sonrió tímidamente. —¿En serio? —Oyó un murmullo de afirmación
de parte del diablo, y ladeó un poquito más la cabeza ante los besos de
éste en su pecho. —Si, por supuesto. ¿A dónde iríamos?

—A donde tú quieras.

—Yo...no lo sé. —Y Louis se sorprendió al oír una risita pequeña, pero


llena de felicidad de parte del rizado.

Se separó tan solo un poco, y lo observó fijamente, oyéndolo hablar


acerca de algunos países los cuales siempre le había interesado visitar,
pero jamás consideró la oportunidad.

Entonces el diablo realmente comenzó a pensar si era necesario decirle


todo lo que había sucedido cuando no tuvo alma. ¿Lo era? ¿Qué cambiaría
al decirle lo que había sucedido? No podía regresarlos de la muerte, ni
tampoco matarlos. Él mismo se había encargado en su poco tiempo libre
lejos de su niño el guiar las dos almas a un rincón en el infierno.
¿Cambiaría algo? ¿Realmente iba a arruinar esta felicidad y calma que su
niño, finalmente, estaba sintiendo? ¿Iba a ponerlo triste por dos escorias
que ni merecían ser recordadas?

Jamás le mentiría...a menos que sea para protegerle.

De todas formas, realmente no le mentiría. Harry eventualmente


recordaría, y se lo diría en aquel momento. Mientras, lo evitaría, y
recordaría cosas más importantes.

—... ¿Lou? —El diablo alzó ambas cejas en respuesta. —Entonces, ¿Qué
dices? ¿Rusia estaría bien?

Louis asintió. —Todo lo que mi niño favorito desee. —Dejó un lento beso
en los labios contrarios, el cual se iba prolongando, volviéndose más
profundo y húmedo. Sus lenguas se encontraron con caricias suaves y,
nuevamente, Louis le quitó la camiseta, pasando sus cálidas manos por
el torso desnudo de su niño.

Harry desabotonó la camisa oscura del diablo, y sus manos se deslizaron


por el torso cubierto de tatuajes con símbolos desconocidos y frases
inentendibles. Admiró la belleza la cual todos rechazaban, y se dijo a sí
mismo que haría a un lado la timidez, lo más que pudiese. Necesitaba
hacer el amor con su esposo, lento y apasionadamente, sin nada que lo
cohibiera. Lo había echado de menos, y lo necesitaba más que nunca.

Los besos en su cuello volvieron con leves succiones y lamidas,


provocando que su respiración se entrecortara mientras llevaba sus
manos a la espalda del diablo, acariciando lentamente. ¿Cómo podía ser
capaz de no cohibirse, si Louis era un maestro con su boca? Lo hacía todo
perfectamente, enviándole escalofríos por su columna vertebral y tirones
en su vientre. Alzó sus caderas cuando sintió que le desprendía los
pantalones y se los bajaba, acariciándole los muslos en el trayecto y
dejándolo tan solo en ropa interior.

Los besos fueron desde su cuello a su mandíbula, finalmente terminando


en sus labios. Abrió su boca para recibir, nuevamente, aquella cálida
lengua, y ladeó levemente su cabeza mientras sus manos bajaban por el
torso de su esposo hasta sus pantalones, desabrochando y bajándolos. El
diablo estaba completamente desnudo bajo aquella prenda, como de
costumbre.

Las sábanas fueron removidas una vez la última prenda en el cuerpo de


Harry desapareció, y se cubrieron con éstas. Hacía frío fuera, y el rizado
no estaba del todo recuperado. Había pasado de nada a la inmortalidad,
pero su temperatura corporal se mantendría por un tiempo.

Louis se recostó a un lado de su niño y lo atrajo mucho más cerca, sin


apartarse de sus labios. Llevó una mano a la pierna del rizado y llevó ésta
por encima de su cadera, rodeándolo de la cintura con el otro brazo. Su
mano repleta de anillos deambuló por el muslo de Harry, acariciando de
arriba abajo, dando leves agarres a una de sus nalgas mientras lo
presionaba más contra sí.

El diablo rompió el beso, y llevó dos de sus dedos a la boca contraria,


sintiendo la succión que esta realizaba. Ambos podían sentir la leve capa
de sudor aparecer con el paso de los minutos. Harry realizó pequeños
pero lentos movimientos con sus caderas, rozando su miembro con el de
su esposo, jadeando entrecortadamente. Había echado de menos aquella
sensación.

—Lou... —Dijo cuándo los dedos del diablo salieron de su boca, y su


respiración se cortó al sentirlos en su entrada, acariciando. Se retorció
levemente, y empujó su trasero hacia atrás, en dirección a las caricias.
Los dedos de la mano contraria de su esposo se presionaron más contra
la piel de sus caderas, y no evitó soltar un sonido entrecortado cuando
los dos dedos, húmedos por su saliva, se adentraron lentamente en su
interior. —U-Uhm...

Louis tan solo aguardó unos segundos, los cuales dedicó para besar el
rostro de su niño favorito, lamerle y morderle los labios antes de mover
sus dedos en un vaivén, acariciando las paredes del interior de su esposo,
el cual respondía a los besos en sus labios con la respiración entrecortada.

El diablo sostenía la pierna del rizado, acariciándole la lengua con la suya


propia y moviendo sus dedos en un vaivén cada vez más rápido,
adentrándolos más a fondo, buscando encontrar aquel punto que robaba
el aliento de su pequeño y lo hacía jadear por aire.

Fue cuando finalmente lo hizo, que tuvo que sostener a su esposo con
más firmeza al notar como se retorcía, con sus labios entreabiertos,
jadeante. Louis gruñía bajo, resoplando por el placer que le daba ver a su
niño de aquella manera, y por los movimientos de caderas que éste
realizaba, formando una inevitable fricción entre ambos.

Fue tan solo unos minutos después cuando estuvo sobre el cuerpo de su
esposo, atrapado en su interior, moviéndose lento pero profundo mientras
lo sostenía en sus brazos, besándolo hasta el cansancio.

¿Cómo era que había terminado de aquella forma?

Lo que sostenía en sus brazos, lo que reclamaba con sus besos...al que le
hacía el amor con cuidado, era su más preciada cosa en el mundo.

Siempre había sido un egoísta, porque la única cosa preciada que tenía
era él, y su trabajo. Se sentía importante, lo era, y sobre todo esencial en
el mundo de porquería. Hacía lo que quería, cuando quería, como quería.
Jugaba con las personas buenas, aunque principalmente con las malas.
Mentía, y destruía con mucho placer, porque para eso estaba hecho.
Estaba hecho para hacer el mal, tanto en la tierra como en el infierno.

Sin embargo, Harry apareció. Este chiquillo inocente y curioso, que creyó
buscar una salida más fácil con magia negra, que creyó que todo sería
más fácil, y menos doloroso.
Louis también lo creyó.

—Lou... —Jadeó ahogadamente, moviendo sus caderas más rápido,


contrayendo su interior y provocando que el rey del inframundo gruñiera.
—M-Más...por favor.

Las embestidas aumentaron, golpeando su glande una y otra vez contra


el punto dulce en el interior de su esposo, sintiéndolo retorcerse, hasta
temblar levemente. Lo sostuvo con más firmeza de las caderas, sintiendo
al contrario sostenerse de sus brazos con sus preciosas manitos. Harry
era, simplemente, una pieza de arte de donde sea que se vea.

Lo descubrió específicamente el primer día, en la noche. Fue la primera


persona en ser amable con él ya que, a pesar de estar muerto de miedo,
le había ofrecido un lugar a su lado para dormir...a él, al mismísimo
diablo. Y Louis tan solo supo quedarse callado, oyendo los sollozos de
fondo y sintiendo el terror que el mundano sentía.

Porque no entendía qué era eso latiendo en su pecho, y si antes ya estaba,


pero no lo había notado. No entendía que era esa bilis subiendo por su
garganta, y el quedar totalmente en blanco. Siempre había tenido algo
que decir, porque todo era con fluida falsedad, aunque fríamente
calculado. Su simpatía era de cartón, honestamente detestaba explicar
cosas, y prefería mantenerse lejos de cualquier inservible humano.

Pero con su niño...simplemente era diferente. Él quería estar allí,


halagarlo, hablarle de cualquier estupidez, incluso si quedaba mal.

Al siguiente día, cuando lo vio despertar con los ricitos despeinados y ojos
levemente hinchados, lo supo. Cuando lo vio bostezar, y atraer las mantas
a su pecho...supo que quería verlo así todos los días de la tierra.

Bastó tan solo una embestida para que su niño favorito se retorciera en
sus brazos, cortando su respiración a la vez que arqueaba su espalda,
derramando su esencia entre ambos torsos y doblando los pequeños
deditos de sus pies. Sus labios estaban rojos al igual que sus mejillas, sus
ricitos despeinados ante los movimientos, y su ceño levemente fruncido.
Se desparramó cómodamente en la cama cuando finalizó, y a Louis le
bastaron un par de embestidas para llegar a saborear el éxtasis.
“El cielo” había sido un lugar realmente agradable, aunque con mucha
falsedad. Sin embargo, nunca había sentido que podía tocar algo más
supremo, hasta ahora. Con un profundo suspiro y saliendo del interior del
rizado, se posicionó a su lado y lo atrajo en un abrazo. Ambos respiraban
algo agitados, y Harry no dudó en ocultar su rostro en el cuello del diablo,
dejando un suave beso allí.

—Lou, te amo...

—Yo a ti. —No iba a admitir que aún le costaba decirlo, y que muchas
veces temía no ser capaz de hacerlo, porque ese no era su supuesto
trabajo, pero intentaba implementar su lema de hacer lo que se le
antojaba, y si quería amar a Harry, entonces lo haría.

Se besaron nuevamente, con más suavidad que anteriormente, y se


sintieron plenos mientras retomaban la conversación anterior, planeando
el largo futuro que tendrían por delante.

—...y además en diciembre Rusia se vuelve realmente helado. Me gusta


el frío, y habrá mucha nieve. Podemos, si tú quieres, por supuesto, buscar
alguna cabaña bonita en dónde vivir, lejana a alguna ciudad. —
Comentaba con algo de inseguridad, tímidamente mientras le observaba
de reojo a los ojos.

El hecho de que alguien le preguntara su opinión lo hacía,


inevitablemente, sonreír de lado. Nuevamente se acercó y dejó un beso
en la punta de su nariz antes de atraerlo a su cálido pecho.

—Todo lo que quieras, niño.


Y permanecieron de aquella forma, callados, tan solo abrazados y
pensativos sobre qué sucedería.

¿Desde cuándo pensaba en éstas cosas? ¿Qué tan bajo había


caído?

Finalmente, respondió a sus conclusiones:

Él ya había caído una vez, hace siglos, pero, aun así, estaba
seguro que jamás había caído como lo hizo al enamorarse de
Harry Styles.
FIN.
2003.

No sabía exactamente como había terminado allí.

El infierno no era un lugar en el que le gustara estar. Si, era el lugar de


trabajo de Louis, y sí, siempre sería bienvenido. Hasta tenía su propio
trono, pero, aun así, nada lograba atraerlo. Supuso que sería por todas
las almas que le hablaban, rogándole que se los llevara, volviendo su
mente un desastre.

Pero ese día lo necesitaba.

Las puertas del pasillo en el cual estaba aquella larga e interminable fila
de almas se abrió. El demonio que había estado riendo y burlándose -
básicamente haciendo su trabajo- se calló ante la poderosa presencia, y
fue como si las almas hubiesen despertado, porque toda aquella que se
encontraba allí observó la puerta de detrás.

La Muerte dio un paso, y lucía...de muerte, literalmente. Todo su


vestuario era completamente negro: Llevaba unas botas cortas, unos
pantalones de algo parecido al cuero, ajustados, una camiseta ligera,
dentro del pantalón y hasta el cuello, bordada con encaje en las puntas.
Llevaba un abrigo largo, el cual era una mezcla de gabardina y capa, con
su cabello corto, y guadaña firmemente en su mano.

Su expresión era seria, y no se veía realmente temible, ya que no solo su


estatura no había cambiado, si no que emanaba mucha tranquilidad, pero
el problema de los demonios allí era que también emanaba mucho poder,
y sabían que si éste quería podía aniquilarlos.

Analizó a su alrededor con sus ojos verdes, y uno levemente manchado


de oscuridad profunda, antes de comenzar a caminar lentamente por el
costado de la fila, con la guadaña golpeando el suelo en cada paso y sus
botas resonando.

Pasó de largo al demonio que hacía una reverencia ante él, y estuvo a
punto de adentrarse a la puerta que lo llevaría al calabozo, pero se
detuvo. Bastó unos segundos antes de que se girara, observara a las
pobres almas de la fila, las cuales llevaban allí muchos años antes de que
él fuese inmortal, y luego llevó su mirada al demonio, el cual no le veía a
los ojos.

—Voy a llevármelas a todas. —Tan solo dijo, y chasqueó sus pequeños


dedos por debajo de la manga larga de su abrigo.

Todos los cuerpos de la fila se derrumbaron en sus lugares, haciendo un


brusco sonido unísono, y no tardaron en deteriorarse, quedando tan solo
mucho polvo en el lugar. Harry suspiró, satisfecho antes de volver a ver
al demonio, el cual se notaba que contenía su furia.

—Deberías de limpiar. —Comentó la Muerte, asintiendo lentamente, de


acuerdo consigo mismo antes de girarse.

—¡Tú...! ¡Usted no puede hacer esto! —Exclama el demonio, molesto al


haber desecho su trabajo. Por supuesto, almas nuevas llegarían, pero lo
divertido era cuando eran siempre las mismas por mucho tiempo.

Harry nuevamente se giró en su lugar, observándolo fijamente. Hace


mucho tiempo, Louis le había dicho de hacer aquello, debido a que sentían
el poder aún más y, citando a su esposo: “...Y como imbéciles que son,
van a tenerte miedo.”
Y era cierto. El demonio de inmediato retrocedió, se tiró de rodillas al
suelo y se inclinó ante él, suplicando perdón entre susurros.

Harry frunció el ceño. —No voy a lastimarte, puedes ponerte de pie. —Le
dijo, ladeando levemente la cabeza. El demonio rápidamente se levantó,
aún medio inclinado en una reverencia. —Yo solo...quiero que me
recuerdes qué dijo tu rey...una vez más.

El demonio se removió incómodo en su lugar. —“Si mi esposo quiere venir


aquí y volar este lugar en mil pedazos con su mente, espero no enterarme
que se resistieron, porque les haré...”

—Solo eso. —Interrumpió Harry, agitando su mano lentamente,


pidiéndole que se detenga, y así lo hizo. —Espero no tener que dar
nuevamente explicaciones así, yo realmente no quiero que el rey se
enfade.

—N-No alteza.

—Bien. —Asintió antes de girarse y abrir la puerta que llevaba al calabozo.


—Ten un bonito día. —Y la cerró tras sí.

Ignoró el oír la rabieta del demonio, y se encaminó por los pasillos del
calabozo, liberando a pocas almas que se lo rogaban y el percibía que
eran buenas personas. Abrió la puerta del final, sintiendo escalofríos al
ver aquella puerta en donde se había convertido en lo que era, y pasó una
de sus manos por el barandal de la escalera, bajando.

Finalmente, abrió la puerta de oro del despacho de su esposo, justo como


éste le había enseñado, y se adentró, cerrando la puerta detrás de sí antes
de encaminarse a su trono y sentarse allí, acomodando la guadaña a su
lado. Posicionó su codo en el apoya-brazos y su frente en su mano,
cerrando sus ojitos y suspirando profundamente.

Había sido un día extremadamente duro. Hacía años no le sucedía algo


así, y pudo mantener el control perfectamente, pero sabía que en algún
momento iba a derrumbarse. Sus manos temblaban levemente, y sentía
una profunda angustia en su pecho. Claramente, no podía continuar
trabajando así. No era algo cuestionable, era un rotundo “no” y, por
suerte, antes de ir al infierno, había tenido tiempo de avisarle a sus fieles
servidores, las Parcas, que se encontraría momentáneamente fuera de
servicio.

Las Parcas habían resultado seres realmente amables, aunque levemente


neutros. Harry debía de mantener su postura con éstas, exceptuando con
esta Parca a la cual le debía más que su existencia, porque siempre estaba
allí.

En realidad, había estado allí antes de siquiera ser una Parca.

Harry se había enterado mediante Louis que las Parcas eran almas que
no ascendieron ni descendieron, y quedaron atrapadas en su cuerpo.
Cuando los poderes del niño avanzaron, luego de tomarse un tiempo ante
tal decisión, simplemente siguió sus instintos.

1998.

Lo único que realmente le había costado trabajo fue cargar con aquello,
y ocultárselo a Louis. Sabía que éste no diría nada, pero querría hablar
sobre aquello, y era justamente lo que Harry no necesitaba.

Le había tomado trabajo aprender aquello, y siempre estaba la posibilidad


de que saliera mal, pero había practicado, había trabajado duro y no iba
a echarse hacia atrás por miedo. Toda su vida había dado pasos erróneos
por pura cobardía, y el conocer a Louis había sido lo mejor que le pasó,
gracias a un acto de valentía hacia lo sobrenatural.

Esto iba a hacerlo, y si no era lo que quería...entonces le dejaría ir.

Dentro de la cripta del cementerio de Holmes Chapel, su antiguo hogar,


llevó su mano al frente, por sobre encima de aquel cuerpo con aroma a
podrido, duro y frío. Había llorado más de veinte minutos antes de ser
capaz de comenzar con lo que planeaba.

Ya no iba a hacerlo.

Cerró sus ojos y tomó un profundo suspiro, plasmando una situación en


su mente: Un árbol sin vida, seco y al borde del derrumbe. Su mano
emanaba poder, luz, y era capaz de remediarlo. El árbol se volvió a su
lugar, y la luz viajó por el tronco de éste, comenzando a ascender hasta
que las ramas surgieron junto a muchas hojas verdosas y sanas.

Sin siquiera notarlo, sus labios se movían en un idioma que actualmente


reconocía, pero jamás sería capaz de explicarlo. Era una lengua con origen
desconocido, y las palabras estaban más allá de éste mundo.
Probablemente a los humanos les faltaba demasiado para igualar algo así.
Era asombroso.

Sintió calor en su palma, y permaneció de aquella manera por unos largos


minutos, hasta que tan solo sintió frío, y su mente se oscureció. Abrió sus
ojos, bajo la mirada, y sus ojos no tardaron en abrirse de par en par a la
vez que daba unos cuantos pasos hacia atrás. De repente, volvía a ser un
niño de dieciséis años, indefenso e híper sensible.

El pecho de Fionn Whitehead se infló en una profunda y lenta respiración


a la par que sus ojos se abrían, revelando aquel bonito azul. La palidez
de su rostro no se iba a excepción de sus labios volviéndose levemente
rosados. Ya de por sí, el chico era pálido.

—¿F-Fi? ¿Fionn? —Se acercó, reaccionando. Realmente se sentía como si


el tiempo jamás no hubiese pasado. Cuando el chico resucitado se sentó,
Harry de inmediato llevó sus pequeñas manos a las mejillas de su amigo.
—¿Fionn? ¿Eres tú? —La voz se le cortaba, pero no lloraría. Estaba
perplejo, no creía que funcionaría.

El mencionado tan solo parpadeaba, pero, luego de unos segundos, había


sido capaz de observar a Harry, el cual lucía igual, pero con prendas
oscuras. Sus ricitos continuaban, con su flequillo hacia un costado en algo
parecido a un hopo. Abrió sus labios e intentó hablar, pero la voz no le
salía. Su garganta estaba seca. Se observó a sí mismo, notando el traje
viejo de su padre. ¿Qué había sucedido? Comenzaba a entrar en pánico.
—No, yo... —Harry se interrumpió a sí mismo, mirando a su alrededor,
sin saber exactamente qué hacer. No tenía ningún lugar al que ir más que
a la casa, en donde justamente estaba su queridísimo esposo. Y tampoco
quería ocultárselo, pero sabía que habría una discusión. Mordió su labio
inferior por unos segundos. —...vamos a un lugar más seguro. Te cuidaré.

Sin más, sostuvo los hombros de su amigo y, en tan solo un parpadeo, el


lugar cambió. Ahora ambos estaban de pie, aunque Fionn casi encima de
Harry, el cual intentaba sostenerlo como sea debido a que su mejor amigo
era más alto que él. Estaban en una sala, una muy bonita y acogedora
sala. La temperatura era perfecta ante toda la nieve que caía fuera, siendo
visible por una de las ventanas de allí.

—Ven, siéntate aquí. —Habló el rizado en voz baja, apresurándose en


sentar a Fionn en el sofá, tomando una manta de éste y envolviéndolo.
Se veía totalmente abrumado, tanto por la resurrección como por el
cambio de escenario. —Te traeré agua, quédate aquí. —Y salió corriendo
hacia la pequeña cocina en el lugar.

Tomó agua rápidamente en un vaso, el cual se cayó en la encimera ante


los nervios, y lo llenó con agua antes de volver a la sala, ayudando a su
mejor amigo a beber, el cual lo hizo desesperadamente y pudo sostenerlo
con su mano.

—Fi, quédate aquí. Juro que explicaré todo, pero necesito que te quedes
aquí. —Notó el asentimiento de su amigo mientras continuaba bebiendo
agua, y eso lo alivió. De inmediato corrió por el pequeño pasillo de aquella
bonita casa.

Se detuvo de golpe cuando notó a Louis salir de uno de los dos cuartos
de la casa, con su ceño levemente fruncido y ojos más oscuros. Cuando
vio a su niño, éstos se volvieron un tono más claro.

—¿Por qué estás haciendo tanto ruido? Los ni... —Se vio interrumpido
cuando su pequeño esposo se puso de puntitas de pies y estampó sus
rojos y gruesos labios contra los suyos. Por supuesto que no se negó.

El diablo envolvió la cintura de su niño, atrayéndolo más mientras ambos


se besaban lento, con profundidad, pero con dulzura. El rizado ladeó
levemente la cabeza para que sus narices no chocaran en el trayecto, y
se apartó luego de unos segundos, embobado y rozando naricitas con su
esposo.

—Lou... —Comenzó lentamente, y su voz se quebró un poco. Louis de


inmediato apartó un poco más su rostro, y al ver la expresión del rizado,
los brazos alrededor de éste último se tensaron a la par que sus ojos
volvían a oscurecerse.

—¿Qué te hicieron?

—No, no. N-Nada. —Negó, y medio rio nerviosamente. Suspiró


profundamente, y luego de unos segundos lo observó fijamente a los ojos.
—Hice algo, y creo que estuvo mal, pero...pero no quería mentirte.

—Sí, lo he notado. Puedo notar a alguien en la casa. ¿Trajiste a alguien?


¿A alguien de tu familia? —Esto último lo preguntó con un tono de
advertencia en su voz a la par que negaba. —Eso está prohibido.

—No es alguien de mi familia. Bueno...es mi familia. Yo, yo solo...

Ambos permanecieron callados, tan solo mirándose, y fue como si Louis


le hubiese leído la mente. Un suspiro salió de entre sus labios antes de
negar, liberando a su niño favorito de entre sus brazos.

—Niño, tú no puedes hacer eso. —Dijo en un tono más frío de lo normal.


—Te lo dije: Hay ciertas reglas.

—Lou, yo lo sé, pero...pero no hay nada mal en esto. Piénsalo: Lo he


traído de vuelta, y puedo hacer el ritual para volverlo una Parca. Si no es
lo que él quiere, entonces me encargaré yo mismo de llevar su alma al
cielo.

—Discúlpame, ¿Has dicho “Hacer el ritual para volverlo una Parca”?


Definitivamente no. Tú no puedes hacer eso, ninguna Muerte ha hecho a
una Parca antes. El de arriba se encarga de elegir, y enviarlas.

—Entonces hablaré con Dios. Le diré que comenzaré a hacerme cargo yo.
—Louis casi gruñó, frustrado. —Yo no soy como las otras Muertes, Lou.
Esto no es nada malo.
—El problema aquí es que no por ser Muerte tienes derecho a revivir a
humanos que te agradaban, así como no por ser el diablo tengo el derecho
de extinguir la población, incluso si muchas veces quiero hacerlo. —Su
paciencia se estaba acabando, aquello era verdaderamente notable ante
su forma de hablar.

—Tú sabes perfectamente que no es tan solo alguien que me agradaba.


Fionn es mi familia, y lo ha sido por un largo tiempo. La causa de su
muerte fue culpa mía. —Su voz tembló levemente, pero continuaba
intentando verse firme. Louis tan solo lo observaba. —Sabes que llevo
sintiéndome culpable desde que ha muerto, y no sé cómo has llegado a
pensar en que podría vivir toda la eternidad con esto en mi pecho.

—¿Estás insinuando que yo te he obligado a permanecer toda la eternidad


así? —La discusión claramente iba empeorando. Louis también sentía
culpa, culpa porque sin él, nada hubiese sucedido, pero él jamás había
obligado a Harry a ser inmortal. Éste último lo había querido, y ante lo
último que había dicho, sintió como si no hubiese sido consentido. —No
he pensado en que podrías vivir con esto. Me has aclarado desde un
principio que no querías hablar nunca más de tu amigo, y te he dado tu
espacio, como debería de ser. No por eso puedo aceptar que las cosas
cambien solo porque un niño caprichoso lo quiere así. Las cosas han sido
de una manera desde antes que existiera tu alma, así que quítate de la
cabeza el que vaya a cambiar porque tú lo crees.

Ambos quedaron en silencio, con un Harry completamente herido por las


palabras de su esposo, y un Louis completamente arrepentido ante la
expresión de su niño favorito. Claramente, la paciencia no era lo suyo, y
aunque creía tener razón en algo, eso no le daba el derecho de ser cruel
con el rizado.

—No quise decir eso.

—...Lo sé. Yo solo...yo creí que me apoyarías en esto. Creí que tu ibas a
alentarme el encargarme de algo tan importante como elegir Parcas. Creí,
yo...

—No, no. Por supuesto. —Se acercó, y con cuidado refugió a su niño en
su pecho, rodeándolo con sus cálidos brazos a la vez que posicionaba sus
labios en los rizos de éste. —Tienes toda la razón. Debería de apoyarte
en esto, tú eres muy capaz.
—Por favor, no te enfades conmigo. —Su voz tembló nuevamente,
pegando su rostro al pecho del arcángel. —Es que yo...no puedo. No podía
seguir. Quería verlo, y pedirle perdón. Aún n-no lo he hecho.

—No estoy enfadado. Ya no lo estoy, me equivoqué. —Lo apartó tan solo


un poquito para tomarlo de las mejillas, alzándole un poco el rostro. —Tú
no eres caprichoso, tienes todo el derecho. Simplemente...joder, no
quiero que el de arriba se atreva a decirte una sola palabra en contra. Sé
que eres capaz de todo, pero no me gusta que te enfrenten. No me gusta
enterarme que te hablaron mal, y no hice nada al respecto.

—Lou, él no va a decirme nada. Y si lo dice, no me importa. —Claramente


si le importaba, pero no iba a admitirlo. —Porque yo haré lo que sé que
está bien...y lo que se me dé la gana.

Harry había tomado éste extraño hábito de comenzar a hablar como


Louis. Era como éste curioso niño que imitaba actitudes de alguien más
para que le felicitaran. Desde que sus poderes habían sido dominados,
comenzaba a repetir cosas que Louis decía cuando aumentaba su ego.
“Hago lo que quiero, cuando quiero, y como quiero.” o “Porque quiero y
puedo”.

—Ese es mi niño favorito. —Se inclinó y dejó un último beso en los labios
del más bajo. —Únicamente quiero pedirte que no me ocultes éste tipo
de cosas. Hay cosas que realmente no pueden suceder, y no te quiero
metido en problemas.

—Está bien. Voy a hablar con él ahora, creo que...sería mejor que vinieras
luego de explicarle.

Louis asintió, claramente de acuerdo. —Tan solo quiero que comprendas


una cosa: Si él te ha oído, y no quiere lo que tú quieres, déjalo ir, porque
no servirá.

—Lou, yo jamás obligaría a nadie a ser alguien que no quiere. —Negó,


casi horrorizado con aquello. Él tan solo intentaría, y si no era posible,
entonces llevaría con gusto su alma al cielo, por más que le doliera en el
alma.

Sin más, se soltó del diablo y se encaminó fuera de aquel pasillo, pero se
detuvo a la mitad, girándose. —Oh, por cierto. ¿Los...?
—Estaban durmiendo. Probablemente siguen así.

—Bien. No me tardo, Lou. —Nuevamente se giró, y volvió a la sala,


dispuesto a enfrentar su pasado, e intentarlo volverlo un futuro.

2003.

Aquel día Harry se había encargado de sentarse luego de prepararle algo


de comer y una taza de chocolate caliente al humano, el cual continuaba
algo perdido, pero ya siendo capaz de hablar luego de beber una gran
cantidad de agua. Le había explicado exactamente lo que había pasado
aquella noche, para luego seguirle con el cómo había conocido a Louis, y
el qué tenía que ver aquello con su muerte. Le comentó como fue todo
después, se disculpó más de veinte veces y, finalmente, cuándo Fionn dio
a entender que todo estaba en orden y necesitaba un poco de tiempo para
asimilarlo, decidió hablar.

Le confesó el que Louis hubiese creído que su alma había ascendido, pero
que no había sido así, debido a que la penúltima Muerte había estado
demasiado ocupada vigilando a Harry aquella noche como para tomarlo a
él. Le explicó el ritual que intentaría conseguir de Dios para llevar a cabo
la transición a Parca, si es que éste lo quería aquí. Le dio a entender que
tan solo sería su decisión, sea cual sea.

Creyó que iba a ser rechazado, pero fue aceptado con rapidez. Fionn
parecía hasta emocionado por aquello, y cada cosa que Harry le
comentaba era como música para sus oídos. Sin embargo, Harry decidió
esperar más de dos semanas antes de encargarse en hablar con Dios,
debido a que quería confirmar la decisión de su mejor amigo. Louis y
Fionn se conocieron, y éste último lo reconoció como “El que estaba
disfrazado del diablo en la fiesta de Halloween y te ofreció jugo.” Cruzaron
pocas palabras, porque Louis no era realmente muy charlatán, y eso fue
todo.

Fionn confesó el siempre haber querido algo diferente en su vida, incluso


si los tenía a Liam y a Harry. Siempre quiso escapar, tener la oportunidad
de irse y, aparentemente, Harry le estaba brindando aquello.

Cuando Muerte fue a hablar con Dios, fue algo épico. Definitivamente no
hubo ninguna discusión, porque al jefe de arriba le agradaba bastante el
esposo de su arcángel favorito. Lo aceptó a la velocidad de la luz. Fionn
se había tomado las cosas serias, por lo cual no fue difícil llevar a cabo el
ritual y volverlo una Parca. Ahora sería uno de sus sirvientes, pero su
mejor amigo para siempre.

Así que, volviendo al presente y por qué Fionn no solo era una de las
personas más importantes de su vida, sino que también le debía más que
la existencia, se debía a algo de lo cual Louis y Harry se habían encargado
en hacer ese mismo año, antes de traer de vuelta a la, ahora, Parca.
Así que, volviendo al
presente y por qué Fionn no solo era una de las personas más importantes
de su vida, sino que también le debía más que la existencia, se debía a
algo de lo cual Louis y Harry se habían encargado en hacer ese mismo
año, antes de traer de vuelta a la, ahora, Parca.
Para un trabajo como el que Harry tenía, debía de esperarse cualquier
cosa. Fue bastante difícil acostumbrarse a los cuerpos descompuestos, a
las perturbadoras situaciones en las que debía encontrarse para tomar
almas, pero, finalmente, poco a poco fue normalizándolo. Ya no
provocaba tanto impacto, tan solo le daba tristeza la manera en que las
cosas acababan para tal persona.
Y así como había trabajos los cuales realmente costaban, también había
trabajos que traían cosas nuevas e inesperadas.
Mayo // 1998
En aquella casa llena de polvo, con el cuerpo de una mujer en el suelo,
cubierto de sangre ante las puñaladas en su abdomen, Muerte observaba
fijamente al hombre sentado tranquilamente en una mesa, viendo de
reojo el cadáver mientras hablaba por teléfono el cómo deshacerse de
éste. Harry ya se había encargado de liberar el alma de ésta, pero había
algo en específico que no lo hizo sentir ninguna paz, ninguna tranquilidad
que usualmente sentía luego de hacer su trabajo.
Cuando la Parca recogió el alma de la mujer, ésta última, ya muerta,
llevaba su mirada cargada con pánico hacia su asesino, luego con tristeza
hacia un rincón de la habitación y, por último, de súplica hacia el rizado.
Finalmente, el alma ascendió, y Harry se dirigió lentamente hacia el rincón
de la habitación. Ya había aprendido hace mucho tiempo el cómo volverse
invisible, por lo cual no habría ningún inconveniente con el mundano en
la silla.
Sus ojos verdes con una pequeña mancha de oscuridad se abrieron de
más al ver dentro de la cuna, la cual se notaba que estaba muy mal
armada, dos bebés de cinco y tres meses en ella, desnudos. Harry aún
podía sentir la temperatura corporal y no dejaría de sentirla hasta un par
de años. Hacía frío en aquel cuarto, estaba seguro que aquellas criaturas
podrían enfermar gravemente si no se apresuraba.

¿Era por ellos que la mujer lo había visto fijamente? ¿Acaso esperaba que
Harry salve a esos bebés de una pésima y corta vida? ¿Acaso
esperaba...que los mates de una manera más rápida?

Bueno, podría hacerlo. La muerte ya no era algo anormal y trágico desde


su forma de pensar, así que no sería nada nuevo. Se posicionó mejor
frente a la cuna, alzó su mano derecha y la dirigió hacia ambos bebés,
entreabriendo sus labios para hablar en una lengua indescifrable.

Sin embargo, se detuvo.

Uno de los bebés, el que lucía un poquito más grande, lo veía fijamente.
Sus ojos eran oscuros, y el poco cabello que tenía era rubio. Tan solo lo
veía, y ladeaba su cabeza. Inconscientemente Harry también lo hizo,
frunciendo levemente su ceño, con su mano en el aire, la cual comenzaba
a temblar.
El bebé comenzó a hacer soniditos con su boca, provocando pequeñas
burbujas con su saliva, cerrando sus ojitos. ¿Acaso iba a dormirse?
Pronto, Harry comprendió: Su presencia le daba paz, a ambos.

Se inclinó más sobre la cuna al notar que el otro bebé apenas se movía,
y le tocó un poco el cuerpito, asegurándose de que estuviese bien. Notó
la fría temperatura, y su pecho ardió. Ese bebé necesitaba alimento,
cobijas, y mucho amor de su madre, la cual había dejado su cuerpo hace
tan solo unos minutos atrás.
Ambos la necesitaban.
Por su mente comenzaron a surgir muchas ideas las cual podría emplear,
pero estaba completamente seguro de que no podría matarlos.
Y no entendía por qué.

Lou...ven, por favor. No puedo decidir esto solo.

Se apartó rápidamente de la cuna, dando pasos hacia atrás mientras


mantenía su cabeza ocupada, realmente sin saber qué elegir. Ante la
lejanía, uno de los bebés comenzó a sollozar. El hombre golpeó la mesa
con su puño, apartando el teléfono del lado derecho de su rostro.

—¡Cállate, mierda! ¡O voy a dejarte como a tu madre!

El bebé aumentó el llanto debido a la brusca contestación, y Harry observó


al asesino colgar el teléfono para levantarse bruscamente del asiento. La
presencia del diablo surgió de manera inesperada, el cual en tan solo un
parpadeo se encontraba de pie frente al cadáver de la mujer, bloqueando
el camino del mundano.

A Louis le bastó tan solo analizar la situación para alzar su mano y doblar
sus dedos, como si estuviese formando una garra, con su palma hacia
arriba. Giró ésta bruscamente hacia un lado, y los huesos del hombre
comenzaron a quebrarse, uno por uno. Los gritos se hicieron presentes
hasta que el cuello de éste sonó y quedó inmóvil en el suelo, sin vida.
El diablo se giró hacia su esposo, viéndolo fijamente con sus ojos bordos.
—¿Qué es lo que no puedes decidir? ¿El llevarte el alma de éste imbécil?
Yo diría que lo hagas descender, en el infierno aún queda mucho espacio
libre.
El rizado tan solo lo observó, y su mirada fue hacia la cuna del rincón del
cuarto ante el llanto tornándose más fuerte, con hipidos. Louis frunció su
ceño y llevó la mirada hacia la misma dirección por unos segundos.

Ambos, Diablo y Muerte, se acercaron de dónde provenía el ruido,


observando a los bebés con cuidado, uno al lado del otro. Éstos dejaron
de llorar instantáneamente, y ambos se sorprendieron de no verlos
incómodos por la inconsciente vibra maligna que Louis traía encima.

—Tal vez solo uno la siente cuando sabe del supuesto ser maligno que el
diablo es. —Respondió el rizado a una pregunta que ninguno había dicho
en voz alta, hablando casi en un susurro.

Louis observó a los niños por un momento antes de ver a Harry. Ambos
compartieron una larga y fija mirada, intentando transmitirse todo lo que
sentían en aquel momento.

—¿Esta es la decisión que no puedes tomar sin mí?

Harry suspiró, apoyando una mano en la cuna y bajando la mirada,


ladeando levemente su cabeza. —Su madre fue asesinada, y antes de
ascender me vio...extraño. Sentí como si estuviese pidiéndome un favor,
jamás me había sucedido antes, Lou. —Comentó, volviendo a alzar la
mirada a los ojos del diablo y negando lentamente antes de volver la vista
a los bebés. —He pensado en hacerlos ascender con su madre, pero...

—...Por supuesto que no has podido. —Asintió lentamente, intentando


comprender. Nunca había tenido una situación así, pero intentaba
empatizar con su esposo, incluso si era muy difícil. Dio un paso más cerca
de su niño y bajó la mirada, buscando la suya. —Dime lo que quieres.
—Yo...estaba pensando en criarlos. —Su voz tembló, estaba
notablemente nervioso. Se mordió el labio inferior, aun viendo a los
bebés. —Criarlos contigo. Ser...padres.

No hubo contestación por unos largos segundos, tan solo se observaban


fijamente, como si eso fuese todo. Harry hubiese querido estar en la
mente del diablo en aquel momento, pero, desafortunadamente, no podía
leerla. Al menos no la suya. Bajó la mirada, avergonzado ante tal
propuesta.

Ser padres era una gran responsabilidad, y él lo sabía más que nadie. No
solo por el hecho de que sus trabajos los mantenía bastante ocupados, si
no que ellos jamás envejecerían y, claramente, los bebés sí. ¿Acaso
debían de pasar por la misma locura de cuando Louis quería volver
inmortal a su niño favorito? ¿Serían capaces de soportar?

Lo más importante: ¿Serían buenos en la crianza? Harry apenas


comenzaba a —realmente-- madurar, y Louis hacía apenas un par de años
que había aceptado el poder amar, incluso siendo el rey del inframundo.
Sí, sonaba a una excusa debido a que ya había pasado tiempo, pero
comparado con mil años...

Harry no notó la mirada de Louis en la cuna. Éste observaba al bebé más


pequeño, el cual se había movido entre quejidos y sus ojitos se habían
abierto. Los colores de éstos eran verdes, brillantes y con largas pestañas.
Instantáneamente le recordó a la imagen del rizado, cuando era tan solo
un niño y lo perseguía por su antigua casa.

—Está bien. —Dijo, provocando que Muerte alzara su mirada con rapidez,
levemente sonrojado. Louis llevó su mirada al rostro de su esposo,
examinando su expresión asombrada ante su respuesta. —Seamos sus
padres.

—¿Tú...en serio? ¿En serio quieres esto? —No evitó acercarse más,
apoyando su mano en el pecho del diablo, sosteniéndose de él. Las manos
repletas de anillos de Louis fueron hacia la espalda del más bajo,
sosteniéndolo mejor y asintiendo. —Por favor, realmente necesito saber
que quieres esto y no lo haces por mí.
—Lo hago por ti, pero quiero esto también. —Una lenta sonrisa de lado
surgió en sus labios. —Propongo que será entretenido. Sin embargo, hay
cosas que debemos de hablar.
—Lo sé, y lo haremos. Sugiero ahora el llevarlos a casa, necesitan
atención, no quiero que enfermen. —Se inclinó en la cuna y, con cuidado,
tomó en brazos al bebé más pequeño, sosteniéndolo del cuerpo y cabeza.
Lo acunó en su pecho mientras éste se quejaba levemente. Harry lo
observó con dulzura. —Sh, sh. Tranquilo, te tengo.

Lo meció suavemente de un lado a otro, embobado con las preciosas


facciones del niño. Alzó la mirada por unos segundos, y se encontró con
el diablo observándolo fijamente. No podía descifrar aquella mirada por
lo cual le sonrió tímidamente.

—¿Quieres cargarlo? Sería de mucha ayuda, no creo que pueda con los
dos.

—No sé hacerlo.

Ésta sería la primera vez que Harry le enseñaría algo a su esposo.


Satisfecho con aquel pensamiento rondando por su cabeza, se acercó
más, hasta casi estar pegado al diablo.

—Está bien. Mira, pon tus brazos como yo. —Louis tardó tan solo unos
segundos antes de suspirar y hacerlo. Con mucho cuidado, el rizado le
acomodó al niño en los brazos. —Sostenlo contra tu pecho, se quedará
tranquilo. Tiene frío, y tú eres cálido.

—Si tiene frío...deberíamos de conseguirle ropa. Una manta. —Comentó


el arcángel con algo de inseguridad en su voz, viendo fijamente al niño,
analizándolo.

Harry se limitó a tomar al otro bebé, el cual lucía más despierto.


Examinaba a Muerte como si fuese algo de otro mundo mientras ésta lo
sostenía dulcemente en sus brazos. El rizado no pudo evitarlo y le dio un
pequeño besito en la frente antes de alzar la mirada al diablo, el cual
continuaba embobado con el bebé en sus brazos.

—Vámonos.
Cuando llegaron a la casa, Harry se encargó de buscar mantas en el
armario de su habitación con Louis. Ambos se habían encargado de
conseguir ese tipo de cosas apenas se habían mudado a aquella bonita
casa en las afueras de Moscú. Era un pueblo pequeño, con mucho frío.
Siempre nevaba, y las personas no socializaban tanto. Era lejano, y
desconocido. Todo lo que Harry y Louis buscaban.

Harry sabía que no por ser Muerte iba a dejar sus intereses de lado como,
por ejemplo, oír música, escribir en sus cuadernos, ver caricaturas, etc.
Tampoco dejaría de beber o comer, aunque no era realmente necesario y
el sabor había dejado de ser el mismo. Louis no había tardado nada en
dejar la casa perfecta, quería que su niño sintiese que aquel era su hogar,
pero no se daba cuenta que él también lo estaba sintiendo.

O tal vez se debía a que ambos estaban allí, y un hogar para ellos era
donde sea que ambos estuviesen juntos.

Louis se encontraba con ambos niños en brazos cuando Harry regresó con
dos mantas polares, sentándose en el sofá de la sala, a su lado, y
ayudándolo a envolver a los pequeños.

—Así, ahora sí... —Sostuvo a uno de ellos en sus brazos, levemente


apoyado sobre su esposo mientras ambos veían a los bebés, los cuales
lucían más a gusto. El rizado alzó la mirada, apoyando su mejilla en el
hombro del diablo. —Necesito algunas cosas.

—Las conseguiré por ti.

—Biberones, pañales, toallas húmedas, talco, leche de fórmula, ropitas,


cu... —Se detuvo al ver el ceño del diablo levemente fruncido mientras lo
veía fijamente. Sonrojado, negó. —Podrías tú quedarte con los bebés, e
ir yo.
Louis negó. —No, yo iré. No puede ser tan difícil.
Le entregó al niño con suma delicadeza y se inclinó para besarle suave y
rápidamente los labios a su esposo, poniéndose de pie y desapareciendo
en tan solo un parpadeo. Harry aprovechó aquel tiempo para tomar la
temperatura corporal de ambos bebés, y admirar las facciones de éstos,
suspirando profundamente.
¿Había escogido bien?

2003.

Se puso de pie nuevamente, bajando el bajo escalón que llevaba al trono


e inspeccionando el escritorio de su esposo, observando los contratos
apilados y tan solo dos esparcidos en la mesa junto a una larga pluma
negra y un pequeño frasco de tinta a un lado. Definitivamente el despacho
del diablo era algo muy elegante, y precioso. Harry solía ir luego de andar
de un lado para otro, y todo debido a que le era difícil despegarse de su
esposo. De vez en cuando, durante el día, necesitaba conversar sobre
cosas cotidianas que pasaban.

Y sentía que en aquel momento lo necesitaba más que nunca, pero... ¿Por
qué lo evitaba? Sentía un nudo en su garganta, unas profundas puntadas
en su pecho y, de a ratos, sus ojos se llenaban de lágrimas que nunca
soltaba. Hacía mucho tiempo que no lloraba, lo cual era bueno y malo a
la vez al ser híper-sensible y cargar con todo. Sin embargo, sentía que
podría hacerlo más independiente, que podría tomar las cosas más a la
ligera.

No era así.
Harry sabía que no debía de cambiar por nadie, pero muchas veces sentía
que su llanto era la debilidad de su esposo. También sentía que aquello
provocaba que lo proteja constantemente, lo cual no molestaba a Muerte,
pero prefería aprender solo e independizarse mucho más rápido, y que
Louis no sintiese que dependía de éste.

Sus pensamientos fueron interrumpidos ante un llamado que lo hizo alzar


las comisuras de los labios lentamente.

Sus bebés lo necesitaban.

Sin más, extendió su mano en dirección a la guadaña, y ésta viajó


inmediatamente para ser sostenida por su dueño el cual, segundos
después, desapareció del infierno.

—¿Qué es esto?

—Es papá.

La parca movió la hoja que sostenía en sus manos en diferentes


direcciones, frunciendo levemente su ceño y analizando el dibujo con sus
ojos antes de bajar la vista a su sobrino.

—¿Cual papá?

—¡Papá Louis, tío! ¿No ves sus dos ojos rojos? —Fionn acercó un poco
más la hoja para intentar observar el color, y en definitiva estaba allí. Sin
embargo, no era una forma en específico.
—Viktor, eres un gran artista. —Asintió, fingiendo estar impresionado y
observando la emoción en el brillo de los ojos oscuros de su sobrino. —
Definitivamente a tu papá le va a gustar.
—¡Lo sé! —Exclamó, emocionado y tomando el dibujo de nuevo. Lo llevó
a su pecho y se mantuvo observando fijamente a la nada por unos
segundos antes de ver alrededor. Sentía la paz que emanaba su padre
justo en aquel lugar. —¡Papi! —Se dirigió felizmente al rizado, el cual
dejaba su guadaña en un rincón y se ponía de rodillas para recibir el
abrazo de su hijo.

—¡Hola, amor mío! ¡Te extrañé mucho! —Exclamó Muerte, masajeando la


espalda del pequeño niño y besándole el cabello antes de olfatear.
Adoraba el aroma de sus bebés, lo calmaban y era lo que más necesitaba
en aquel momento. —¿Qué es eso que traes ahí?

Viktor se alejó un poco, relamiendo sus labios y extendiéndole el papel a


su padre. —¿Crees que le gustará a papá Louis? El tío me dijo que era un
gran atrista.

—Artista, sí. Wow, Vik. Está hermoso. —Internamente pensaba en que


debía de advertirle a su esposo antes de verlo. No es que no le gustaban,
Louis adoraba los dibujos de su hijo y por eso tenían el refrigerador
repleto de ellos. Sin embargo, podía ser algo brusco al no comprender
exactamente lo que veía. —A papá le va a encantar. —Comentó,
devolviéndole el dibujo y encaminándose hacia Fionn, sentándose a un
lado de éste y suspirando.

—¿Tuviste un día agotador? —La mejilla de Harry se ubicó en el hombro


de la Parca, la cual rió ante aquella opción y palmeó la cabeza de Muerte.
—Te ves exhausto.

—Eso no es verdad. No he cambiado desde los dieciocho años. —


Comentó, enderezándose para ver a su mejor amigo, el cual también lo
observaba. —Lo cual está bien, porque he podido cambiar mi aspecto.

—Echo de menos los ricitos. —Observó el cabello del, anteriormente,


rizado. Ahora lo llevaba tan solo un poco corto, con un par de ondas y
raya al costado. Se veía bien, y aún Lucía realmente adorable. —Y sí, te
ves cansado. Yo te conozco, y sé cuándo te ves cansado. No vengas a
acusarme de mentiroso, Harry Styles.
El nombrado sonrió levemente, realmente intentando evitar su día de
porquería. Negó, queriendo que con aquel movimiento los feos
pensamientos se fueran. —¿Dónde está Dean?

—Durmiendo. —Harry suspiró, arrugando levemente su nariz. —Lucía


exhausto. ¿Por qué?

—No encuentra a su conejito. —Su mejor amigo asintió con la cabeza,


soltando un "Oooh" entre aquello, como si entendiese absolutamente la
situación luego de aquello que Harry había mencionado.

Su hijo de apenas cuatro años se la pasaba la mayor parte del tiempo


callado, con su conejito de peluche en brazos llamado "Dientitos". Se la
pasaba más con éste que con su hermano, el cual se ponía notablemente
celoso por aquel hecho. El problema era que Viktor era muy diferente a
su hermano menor: Él pintaba todo el tiempo, y veía caricaturas mientras
hablaba sin parar. Dean, en cambio, apenas y decía una palabra. Tan solo
le gustaba jugar a tomar el té con Dientitos y dormir muchísimo.
—Bueno, yo creo que se le pasará. ¿Quién de nosotros no perdió un
peluche o juguete de niños?

—Pero él realmente ama mucho a su conejo. Es su mejor amigo, y no


quiero que pase por eso. Quiero que él mismo decida dejar de jugar con
él. -Se quejó Muerte mientras veía a su mejor amigo levantarse del sofá.
Su ceño se frunció levemente. —¿A dónde vas? No te vayas...

—Debo regresar al trabajo, no eres el único atractivo ser sobrenatural con


cosas por hacer. —Bromeó, acomodando su cabello hacia un lado. Fionn,
a diferencia de Harry, no había cambiado ni un poquito. Entrecerró sus
ojos a la vez que llevaba una de sus manos a su nuca. —Oye, Harry. He
estado pensando...

El silencio reinó por unos segundos en la habitación. Muerte se


reincorporó al notar que venía algo serio por la incomodidad de su mejor
amigo.
—Fi, ¿Qué sucede?
—Es solo...yo me preguntaba si podría ir a ver cómo está mi padre, y
Liam. —Nuevamente el silencio se hizo presente, lo único que se oía era
el crayón de su hijo mayor raspando la hoja, y las respiraciones de los
tres. —Estaría escondido, sé perfectamente que hay reglas.

—Fi...

—Harry, no hay nada de malo en lo que estoy diciendo. —Su ceño se


frunció levemente, negando un poquito con su cabeza. —Tan solo voy a
verlos, no a dejar que me vean.

—Ese no es el problema, pero esto me ha pasado anteriormente. El deseo


de saludarlos, abrazarlos...va a hacerte perder. Inevitablemente, vas a
hacerlo, y no sabes cómo reaccionarán.

—Inevitablemente voy a querer ir a verlos.

—Fi, todos en nuestro pueblo creen que estás muerto. —Harry se puso de
pie, hablando más calmado al notar la molestia en la Parca. Lo
comprendía, absolutamente lo hacía...pero habían reglas con las cuales
lidiar si se era inmortal. —Tu padre ha visto tu cadáver hecho pedazos,
no va a creer que su hijo sigue vivo, y de la misma manera. Puede salir
mal, y más aun siendo mayor de edad.

—No puedes simplemente suponer cosas, Hazz.

—No estoy suponiendo. Comprendo completamente.

—No lo haces realmente. Tú si tienes a alguien con quien pasar la


eternidad, necesito que comprendas eso.

Harry intentó mantener el nudo en la garganta. ¿Qué quería decir con


eso?

—Si. Tengo a Louis, y a ti. Tú siempre estarás incluido. ¿Tú no me tienes


a mí?
—No es lo mismo, y lo sabes. Quiero ver a mi padre, lo necesito.
Entiéndeme, quiero que sepa que estoy bien, que no he tenido un horrible
final. ¿Te das una idea de lo que debe pensar? ¿Lo que debe sentir, Harry?
Por supuesto, no lo haces. Por ahora.

La boca de Muerte se entreabrió al entender aquello último, y la Parca


palideció más de lo que estaba al notar la estupidez que había dicho.

"Por ahora." Por supuesto, porque Harry algún día perdería a sus bebés.
Ellos crecerían, se harían ancianos y morirían. Él tendría que recoger sus
cuerpos, y hacer descender sus almas. Despedirse de ellos para siempre.

Una sensación punzante se hizo presente en su pecho mientras observaba


dolido el rostro de su mejor amigo.

—Harry, yo-...joder, perdóname.

Muerte observó de reojo como su precioso hijo los observaba, con crayón
verde en mano y cabello rubio platinado y levemente corto despeinado.

—Vik, ve a tu cuarto y no hagas ruido, tu hermanito duerme.


—Si... —El niño se puso de pie rápidamente, comenzando a juntar las
hojas de manera apresurada y torpe, pegándolas a su pecho antes de
tomar la caja de crayones y caminar apresuradamente hacia el pasillo que
guiaba a su cuarto. Se oían sus pasitos y, a continuación, una puerta
abriéndose y cerrándose.

—Harry, no quise-

—Ve a verlos. —Lo interrumpió Muerte, habiendo tenido un pequeño


tiempo para calmarse cuando su hijo tomaba sus cosas para irse. No debía
enojarse, debía de comprender. —Pero recuerda que te advertí. Espero
que todo esté bien.

—¿Quieres que vaya a ver a tu familia?

—No. —Respondió con rapidez, firmemente mientras lo observaba


fijamente a los ojos. —Esta es mi familia ahora, y es a la única familia
que puedes venir a ver, cuando quieras.
—Soy parte de esta familia. —Agregó Fionn.

—Es bueno que lo sepas, Fi. —Harry sonrió débilmente de lado, alzando
una comisura de sus labios. Asintió con la cabeza hacia una dirección. —
Ve, luego cuéntame cómo te fue.

—Realmente lo siento, no quise decir aquella estupidez. —Se disculpó


rápidamente, negando. —¿Viktor y Dean? ¿Tú? Ustedes son parte de mí.
Daría mi vida nuevamente por mantenerlos con nosotros por siempre.

—Y yo lo sé, es por eso que no debes de preocuparte. No estoy enojado.


—Dio unos pasos hacia atrás, rodeando el sofá y caminando muy
lentamente hacia la cocina. —No hay de qué preocuparse, Fi. Vuelve
luego, y dime que tal estuvo todo.

Su mejor amigo tan solo lo observó fijamente, asintiendo con duda antes
de desaparecer en tan solo un parpadeo. Harry finalmente llegó a la
cocina y apoyó sus manos sobre una de las encimeras. Sentía sus piernas
temblar y la marca en su brazo arder. Nunca se había guardado nada tan
grande, nunca se había aguantado tanto dolor, el cual claramente lo
estaba superando poco a poco.

Cerró sus ojos con fuerza. ¿Cómo haría para volver a repetir aquella
situación con sus hijos? ¿Cómo haría para llevarse el alma de sus dos
bebés cuando llegue el tiempo? Habían hablado aquello con Louis apenas
los habían llevado a la casa, y se habían puesto de acuerdo en que no
dejarían que les afectara. A Harry no le afectaba...

...hasta ahora.

Accidentalmente comenzó a emanar más energía de lo normal, y fue


inevitable no provocar que la luz de aquel cuarto se intensifique hasta que
el foco de la lámpara estalle en mil pedazos.

Tragó saliva, frustrado mientras pasaba sus manitos por su cabello,


haciéndolo hacia atrás. Aún no controlaba del todo sus poderes, y era
humillante debido a que ya habían pasado años. Al principio, cuando Louis
lo besaba como a él le gustaba, o ambos se volvían un descontrol en la
cama, la energía en el cuerpo de Harry descontrolaba todo a su alrededor,
y debían de volver las cosas más tranquilas. A Louis le causaba gracia,
pero para Muerte aquello era irritante, y lo había querido cambiar
rápidamente, más aún que ahora tenían dos niños pequeños en la casa,
los cuales podrían lastimarse.
Rápidamente tomó una escoba y pala, comenzando a juntar los cristales
en el suelo, dejándolos dentro del cesto de basura. Debía calmarse, debía
distraer su cabeza. No podía simplemente estallar... ¿O sí?

—¿Papi? —Su hijo mayor dibujaba una flor enorme sobre una hoja
arrugada, tranquilamente en el suelo, con sus crayones esparcidos sobre
la alfombra frente al sofá y su pijama puesto. Había dormido una siesta,
y era ya la tarde, lo cual significaba dos cosas: Merienda y llegada de
Louis.

Harry sostenía a su hijo pequeño en brazos, el cual estaba mitad dormido


y despierto, con su rostro oculto en el pecho de su padre y su cabello
oscuro, ya un poco más largo, completamente despeinado. Muerte le
acariciaba la espalda, consolándolo. Su hijo lucía triste, y seguramente
era debido Dientitos. Sabía que pasaría, pero verlo así le rompía el
corazón.

—¿Si, mi amor?

Viktor dejó sus crayones, enderezándose y quedando de rodillas para ver


mejor a su papá. —Siempre he tenido una pregunta.

—Está bien, puedes decirme.

—¿Por qué papá y tú tienen cama si no duermen?

La mano de Harry dejó de acariciar la espalda de su hijo, retomándolo


cuando éste último se quejó, al borde del llanto. El calor se había instalado
en sus pómulos, y la vergüenza había hecho que su mirada fuese hacia
otro lado.
—Es que...y-yo... —Rio nerviosamente, tragando saliva. ¿Qué debería de
decir? —...a nosotros nos gusta fingir que dormimos.

Viktor permaneció viendo a su padre por unos segundos, tan solo


parpadeando lentamente mientras su ceño se fruncía un poquito,
ladeando su cabeza. —... ¿Y eso por qué?

La boca de Harry permanecía cerrada, pensando exactamente en qué


decir. Viktor era un niño muy inteligente, definitivamente no le creería.
Estaba a punto de comenzar a entrar en pánico, pero su esposo lo salvó,
apareciendo en el medio de la sala.

—¡Papá! —Viktor se puso de pie rápidamente y corrió hacia el diablo, el


cual se inclinó tan solo para tomarlo en brazos. —¡Yo te extrañé mucho!
—Exclamó su hijo antes de darle un beso en la mejilla y abrazarlo más
fuerte.

—¿Ah, sí? —Louis sonreía de lado, tan solo alzando una comisura de sus
labios mientras le era inevitable olfatear el cabello de Viktor. Ambos
hacían aquello con sus hijos. De alguna u otra forma, los calmaba. —Yo
también los eché de menos.

—Papá, ¿Por qué finges dormir con papá Harry? —Nuevamente, el silencio
se hizo presente en la habitación, junto con la notable incomodidad del
castaño, el cual bajó la mirada cuando el diablo llevó su mirada a éste.

Nuevamente observó al niño, demostrando confusión con su ceño


fruncido. —¿Quién te dijo eso?

—Estaba preguntándole a papá porqué tienen cama en su cuarto si


ustedes no duermen. —Explicó el niño mientras Louis nuevamente lo
dejaba en el suelo, con una lenta sonrosa ladina formándose en sus labios.
—Me dijo que les gustaba fingir que dormían.

—Con que eso te dijo, ¿eh? —Nuevamente, su mirada estaba sobre


Muerte, la cual llevaba las mejillas notablemente sonrojadas y acariciaba
el cabello de su hijo menor, el cual llevaba en brazos. Regresó la mirada
al pequeño de ojos oscuros y curiosos, asintiendo. —Cierto.
—¿Y eso por qué?

—Mh, últimamente no dejas de preguntar el "por qué" de todo. —Se quejó


el arcángel, caminando hacia Harry y dejando un beso en su frente antes
de quitarle a su hijo menor de entre los brazos. —Te has vuelto muy
curioso, Viktor.

El niño se encogió levemente de hombros mientras fruncía levemente su


ceño, caminando nuevamente hacia sus dibujos. —La maestra Levikov ha
pedido de tarea que dibujemos la casa.

—Esa maestra tuya es una chismosa. —Bufó el diablo luego de olfatear el


cabello de Dean, el cual se aferraba al cuello de su padre con fuerza y
continuaba intentando dormir. —Voy a tener que ir a hablar con ella.

Los ojos de Viktor se abrieron de par en par antes de ver a Harry y


comenzar a negar. Muerte rio sin ganas, negando rápidamente.

—Papá bromea, Vik. ¿Por qué mejor no sigues dibujando luego? Voy a
prepararte algo de merendar a ti y a tu hermano.

—Sí, está bien. —Dijo, comenzando a acomodar sus hojas y crayones. —


¡Oh! Papá Lou, tengo una sop...sor...sorprersa para ti. Aún no está lista,
así que prepárate, ¿Si?

—Esperaré ansioso. —Comentó el diablo, viendo a su hijo mayor correr


hacia el sofá mientras su esposo se levantaba de éste.

—Papi, ¿Me prendes la tele, por favor?

—Sí, mi amor.

Estuvo a punto de dirigirse hacia la televisión, pero el cuerpo del diablo


se puso delante, cerca, sosteniendo a su hijo menor con un brazo y
usando su mano libre para tomar el mentón de su niño favorito.

—Primero esto. —Dijo antes de tomar aquellos labios suaves y gruesos


en un lento y breve beso. Los ojos de Muerte se cerraron, y un leve
suspirito salió de su nariz. Esto era lo que buscaba, esta calma en
específico.
Ambos se apartaron y se observaron en silencio por un breve momento
antes de continuar con sus tareas: Harry encendió la televisión,
poniéndole caricaturas a sus hijos mientras Louis dejaba en el sofá a
Dean, el cual ya había despertado y abrazaba el brazo de su hermano
mayor, reemplazando a su peluche de conejo con éste.

La música de introducción de Tom y Jerry se hizo presente, provocando


que Harry volteara con rapidez a ver la televisión, deteniéndose en medio
camino. Se visualizó a sí mismo a los dieciséis años, merendando el té
con tostadas que su madre solía prepararle. Era su momento más feliz,
porque se sentía completamente mimado por su progenitora, y la casa
estaba sola a excepción de su hermana en su cuarto. Era una de las únicas
veces donde su padre no estaba para provocar caos, o para cambiar la
personalidad de Anne.

—¿Harry?

Nuevamente, sus piernas y manos comenzaban a temblar. Apretó sus


labios con fuerza, haciendo su mayor intento para contener las lágrimas.
La televisión comenzó a hacer interferencia y la tensión de la luz bajaba
y subía notablemente. Los niños vieron a su alrededor con confusión a la
vez que Louis se acercaba a su esposo, tomándolo de los brazos.

—¿Qué ocurre? —Su voz sonó baja, y sus ojos se volvieron de un color
bordó, con sus pupilas dilatadas. —¿Quién te dañó? Dime su nombre, voy
a acabarlo.

Harry negó rápidamente, viendo con nerviosismo en dirección al sofá. Sus


dos hijos observaban a Louis entre confundidos y asustados. Muerte tomó
una profunda y lenta respiración, notando las luces volver a la normalidad
y la distorsión en la televisión cesar. Viktor y Dean regresaron su vista a
ésta, y el mayor de ambos suspiro de alivio mientras su brazo era más
aferrado por su hermano menor.

El diablo vio a los niños unos segundos antes de volver a ver a su esposo,
con su mandíbula tensa tomándolo de la muñeca sin presionar ni un poco,
caminando hasta adentrarse a la cocina y cerrar la puerta detrás.
Aquello provocó que toda la fuerza de voluntad que Muerte acumulaba se
derrumbara en menos de un segundo. Un sollozo fuerte y doloroso salió
de sus labios a la par que el arcángel lo envolvía con sus brazos,
permitiéndole llorar en su pecho. Le abrazaba con la fuerza necesaria,
olfateaba su cabello y pasaba sus dedos repletos de anillos de oro por su
espalda, acariciando. El llanto continuaba, siendo silenciado ante la boca
del más bajo contra el pecho del más alto. Louis posicionó su mentón en
la cabeza de su niño favorito, tan solo sosteniéndolo al notar sus piernas
temblar.
Los minutos pasaban. Cuando Harry sentía el poder irradiar ante el dolor
en su pecho y las luces bajar, tomaba una profunda respiración,
calmándose. Sin embargo, no pensaba parar, porque no pensaba volver
a sentirse así de mal nunca jamás.

Louis lo apartó tan solo un poquito, tomándole el rostro entre sus manos
y alzándolo tan solo un poco. Le pasó el pulgar por los ojos, limpiando sus
lágrimas, y ambos se vieron fijamente antes de que Harry bajara la
mirada, aún con lágrimas cayendo por sus mejillas.

El silencio continuó por unos pocos segundos antes de que Harry tragara
saliva con fuerza.

—Tuve mi primer trabajo personal hoy. —Tan solo dijo, con su voz
quebrada. Louis lo comprendió en tan solo un segundo, y fue de inmediato
que lo atrajo a su pecho. Se imaginaba quién podría ser.

Los trabajos personales eran los peores. El diablo se lo había comentado


a su esposo apenas este comenzó a ser la décima y última Muerte: Al
principio Harry tenía trabajos pequeños, como recoger tan solo un alma,
o dos. Luego, debía de hacerse a un lado. Tan solo las Parcas se
encargaban de eso, Muerte era asignada para cuando sucedían
catástrofes con mayor número de almas buscando ascender, debido a la
mayor cantidad de poder.
Sin embargo, Harry podría sentir cuando alguien con una fuerte conexión
a él esté a punto de morir.
Y eso fue justamente lo que sucedió.
Horas atrás.
En tan solo un parpadeo, se encontraba dentro de aquella habitación, en
la cual no había estado durante un largo tiempo. El último recuerdo que
tenía en ésta era él luchando contra su padre, el cual quería
desesperadamente quemarlo con un cigarro, supuestamente buscando
enseñarle una lección. Ahora, todo estaba oscuro a excepción de la luz
entrando por la ventana detrás de la cama, en la cual yacía Anne Cox,
avejentada y con muy pocas fuerzas.

Los ojos de Muerte estaban abiertos de par en par, con lágrimas


llenándolos mientras examinaba cada cosa de su progenitora: Las
arrugas, el cabello blanco, sus delicadas y bonitas manos sobre su pecho,
presionando levemente. Su ceño estaba algo fruncido, como si sintiese
dolor, y sus ojos estaban cerrados. Dio un paso, pero retrocedió
nuevamente. ¿Esa era...? ¿Esa era su mamá? De pronto, no supo si había
sido la mejor de las ideas prohibir a las Parcas tomar aquel trabajo. Era
su primer trabajo personal, y definitivamente no podía ser peor.

Él tomaba completamente normal la muerte de las personas, porque sabía


que estarían bien, sabía que todo era bueno a donde iban, y ni siquiera
recordarían el dolor que pasaron anteriormente, pero...enfrentar su
pasado nuevamente y ver luego de años a una de las personas que más
amaba...eso era algo que definitivamente se esperaba, pero no tan
pronto.

Suspiró profunda y temblorosamente, comenzando a dar lentos pesos


hacia un lado de la cama. El ceño de Anne dejó de fruncirse, el dolor en
el pecho yéndose ante la paz que traía la presencia de su hijo, el cual
lentamente se sentó en un pequeño espacio de la cama, del lado de su
madre. La observó, tragando todo sentimiento malo. Debía de reprimirlo,
debía de hacerla sentir bien. Suspiró profundamente, y el ruido de su
respiración provocó que los preciosos ojos verdes de la mujer se abrieran
lentamente.

Las miradas de ambos se encontraron, un jadeo casi inaudible salió de


entre los labios de la mujer a la vez que sus ojos comenzaban a llenarse
de lágrimas, brillando. Una de sus manos se levantó, temblorosa, hasta
llegar a la mejilla de Muerte, acunándola. Harry ladeó levemente su
cabeza, cerrando sus ojitos ante el toque y sin poder evitar que una
lágrima fluyera por su mejilla.

—Oh, mi bebé... —Habló débilmente, sin poder evitar sollozar,


regalándole una sonrisa. Los ojos de Harry se abrieron, sonriéndole
dulcemente entre lágrimas, tocando la mano de su madre y depositando
un besito en su palma. —... ¿Estoy soñando?

Eso rompió el corazón de Muerte. Sollozó entre una risita, negando


lentamente antes de limpiar sus mejillas con su mano libre, sorbiendo su
naricita y observando con todo el amor del mundo a la mujer en la cama.

—N-No...soy yo. Soy real.

Anne suspiró, negando, pero aun sonriendo mientras le apretaba la mano


con suavidad. -Sé que no. Si lo fueses, lucirías mayor.

—Han pasado muchas cosas, mami, pero...realmente soy yo. Realmente


estoy aquí. —Asintió rápidamente, mordiendo su labio inferior mientras la
mujer continuaba inspeccionando los detalles del rostro de su hijo.

El labio inferior de ésta tembló, y Harry no pudo evitar refugiar su rostro


en el dorso de la mano de su progenitora, cerrando sus ojitos y
sollozando.
—Sé que nunca podrás perdonarme...pero lo siento mucho. —Tembló
ante la tensión en su cuerpo.
—Oh, mi amor... —Tiró débilmente de su hijo, y éste se posicionó tan solo
un poquito sobre su madre, con cuidado de no aplastarla, devolviéndole
el abrazo que la mujer le daba.

Se mantuvieron así por unos segundos, llorando silenciosamente.


Honestamente, ninguno de ellos podía creer que aquello estuviese
pasando. Anne comenzaba a creerlo, debido a que podía recordar aquella
charla que tuvo por última vez con su hijo, en la cual le contaba todo lo
que había sucedido, e incluía muchas cosas sobrenaturales. Ahora, sabía
que aquello era verdad, pero no quería interrogar, tan solo quería
disfrutar el poco tiempo que le quedaba.

Ambos se alejaron, y Harry limpió las lágrimas en las mejillas de la mujer,


la cual no paraba de sonreír, respirando con dificultad.

—Escúchame...te he buscado por años. —Harry no evitó fruncir


levemente su ceño ante las fuertes puntadas en su pecho. —No lo creía
al principio, pero luego me di cuenta que los años pasaron...y no te culpé.
Cielo, yo jamás te culparía. Luego de todo lo que te hemos hecho pasar...

Muerte negó rápidamente. —No, tú no me has hecho pasar nada. Lo único


que tengo de ti son recuerdos buenos. —Susurró, muy seguro. Su madre
había hecho su vida soportable, a pesar de todas las cosas. Sabía que
ésta era muy manipulada por Des, y que le tenía miedo. —Mamá... ¿Y
papá? ¿Gemma?

—Tu hermana se ha mudado a Londres, tiene su propia familia. Tu


padre...bueno, poco después de tu desaparición, se esfumó. No sé
exactamente a dónde fue.

Harry sentía como, con cada palabra, el aire se le iba. ¿Su madre había
permanecido sola todo ese tiempo? ¿No había parado de buscarlo? ¿Había
sido tan egoísta de rehacer su vida suponiendo cosas que no eran
mientras Anne Cox permanecía en su casa, completamente sola y
preguntándose donde estaba su hijo? Efectivamente.

Notó la respiración de su madre atascarse por unos segundos antes de


volverse un poco rápida, con su mano yendo a su pecho. Harry
rápidamente la vio de arriba abajo. Notó el área del pecho rasgada, supo
de inmediato gracias a sus poderes el que su madre tenía algo malo en
su corazón.
Sorbió su nariz, dejando de llorar. —¿Quieres que te cure? Puedo curarte.

Anne negó lentamente. —No...estoy cansada, amor. Solo quiero dormir.

—Mamá, no he venido aquí para hacerte dormir. —Le acarició el cabello,


peinándolo hacia atrás. —¿Hace cuánto tiempo estás así? ¿P-Por qué no
has llamado a nadie?

—Eso no importa. —Susurró la mujer en un tono dulce, negando


lentamente. Observó a su hijo fijamente por unos segundos. —Solo quiero
descansar, ya he terminado.

El niño tragó saliva con fuerza. —... ¿Eso es lo que quieres? —La mujer
asintió lentamente, provocando que los ojitos de Muerte se cerraran.
Respiró profundamente, juntando fuerzas. —¿E-Estás segura?

—Lo estoy. Finalmente te he encontrado, ya puedo descansar. —Dijo,


observando a los ojos a su hijo cuando este los abrió. —Te amo, Harry.
Te amo demasiado.

—Yo te amo más. —Su voz salió entrecortada y, tomando todo el valor
del mundo para decir adiós, se inclinó sobre su madre, sosteniéndole la
mano firmemente antes de dejar un lento y casto beso en su frente.
El cuerpo permaneció quieto, ya sin vida. Harry observó éste por unos
segundos antes de voltearse. Una Parca estaba de pie junto al alma de su
madre. Anne lo observó fijamente, dándole la sonrisa más bonita que
Muerte había visto en su vida antes de desaparecer.

La leve sonrisita en la boca de Harry se borró lentamente, con su ceño


frunciéndose. De golpe, caía en la realidad: Había finalizado con el dolor
de Anne, dolor el cual fue más por su causa que por otra cosa. La había
dejado sola, cuando ella jamás lo hizo y siempre intentó darle todo lo
posible. Llevó su mirada rápidamente al cuerpo sin alma, y la tomó de los
hombros.

—No, no. —La sacudió levemente. -Despierta. Despierta, despierta. —


¿Mami? —Sus manos comenzaron a temblar, y se puso rápidamente de
pie, dando unos pasos hacia atrás y aún con sus manos en la misma
posición.

Su respiración se atacaba mientras las lágrimas caían. Si, se había ido, y


todo estaba bien...pero no lo había estado por un largo tiempo.
Simplemente no podía soportar cargar con ello. La ira llegó a su interior,
y soltó un fuerte grito que rompió cristales y movió muebles.

Agitó su capa al girar sobre sus pies, viendo firmemente al frente, pero
extendiendo su mano hacia un costado, sintiendo la guadaña llegar a ésta.
Continuó caminando por la casa, con el semblante serio y pasos firmes y
fuertes. Llegó a la escalera, bajándola con decisión. Ni siquiera permitió
que los recuerdos de aquella pesadilla de noche llegaran a su mente,
porque tenía trabajo que hacer.

Ya en la sala, se dirigió hacia el teléfono que estaba en una mesa, en el


rincón del lugar. Afortunadamente había una libreta a un lado con
números de teléfono, y no fue difícil encontrar el de su hermana. Tomó el
tubo, llevándolo a un lado de su rostro y marcó el número que leía en la
libreta. El sonido de espera se hizo presente antes de que una voz dulce
y conocida surgiera:
—¿Hola?

—Señorita Styles, siento molestarla. —Tragó saliva, presionando el tubo


del teléfono con fuerza. —Soy el vecino de su madre.

—... ¿Algo ha pasado? —La voz le tembló.

—Lo siento mucho, he encontrado...su cuerpo. El vecindario estaba


preocupado, decidimos llamar a la policía. Fue reciente.

Una respiración agitada se oyó al otro lado, una voz irreconocible


haciéndole preguntas a la adulta. —N-No... ¿Quién es usted?

—Lo siento mucho. —Y colgó, ignorando las preguntas.


Un suspiro profundo salió de sus labios antes de hacer la llamada a una
ambulancia. Permaneció en el sofá sentado, invisible para los demás
cuando fueron a buscar a su madre, y finalmente se fue. No quería ver a
su padre, ni enterarse si su padre aparecería mágicamente. No quería
nada.

Solo quería ir a un lugar tranquilo, donde no tuviese que ver a nadie...y


sabía dónde estaba eso.

Ahora.
—Tú y yo sabemos que ella está bien ahora. Todo el dolor se ha ido, todo-
—No es por eso. —Muerte negó, intentando soportar los sollozos mientras
aferraba sus manitos a la camiseta del diablo. —Todo el dolor se borró
para ella, pero la culpa que siento en mi interior...permanecerá por
siempre. Ella ha estado tan sola, y me ha buscado por
años...probablemente me creyó muerto. Tuvo que soportar ese dolor, ¿Te
imaginas...? ¿Te imaginas algo así con nuestros hijos?

—No, no lo imagino. —La mandíbula del diablo se tensó ante la imagen


en su mente. Él jamás permitiría que algo así les pasara a sus hijos, ni a
su esposo.

—C-Cuando nosotros hablamos sobre tener a Vik y Dean, concordamos


en mantener la calma cuando llegara su hora. Haríamos ascender sus
almas, y los iríamos a ver siempre, pero...

Louis tragó saliva, envolviendo mejor la cintura de su niño favorito. Ahora


lo comprendía con totalidad. —Pero no creíste que sería tan difícil como
decirlo hasta ahora que te ha sucedido con tu madre. —Ante el temblor
en el cuerpo de Harry comenzando, lo atrajo más cerca, con sus pechos
chocando. —Niño, yo haría lo que sea por ti. Sabes eso, ¿Verdad?

—S-Sí.

Le alzó el mentón nuevamente para dejar un suave y lento beso en sus


labios, buscando curarlo, demostrarle que no estaba solo. Si tan solo
pudiese hacerlo con tan solo sus poderes, no lo dudaría. Se apartó, y sus
narices se rozaron.

—Y si quieres que busque una forma de volver a nuestros niños


inmortales, lo haré. Pero no voy a hacerlo si es arriesgado para ellos, ni
tampoco si no lo deciden. Dejaremos que crezcan, y les preguntaremos.
Yo tampoco los quiero lejos. —Le acarició la cintura antes de besarle
pausadamente. —A veces lo olvido, que ésto no siempre va a ser así. Se
me olvida...nunca tuve algo así.
—¿Te gusta ésto? Siempre estuve preocupado...de que no sea
exactamente lo que esperabas.

—No lo esperaba, en eso tienes razón. Sin embargo...no me desagrada.


Me gusta. Ha pasado tiempo... —Quiso dar a entender con aquello algo
que Harry realmente deseaba escuchar, pero jamás presionaría.

Louis era afectuoso, pero no tanto verbalmente. No le salía expresar lo


que sentía, y Harry comprendía completamente aquello. No hizo falta, tan
solo lo observó por unos pequeños segundos antes de alzar más su rostro
y dejar un pequeño beso en los labios del diablo.

—Gracias por siempre apoyarme. Te amo...

—Te amo.

Cerró sus ojitos cuando nuevamente sus labios fueron tomados por los
del arcángel, el cual los acariciaba con lentitud y ganas, iniciando un beso
profundo. Los brazos de éste envolvían bien a su esposo, apegándolo a él
mientras ladeaban sus cabezas en direcciones contrarias. Harry se sentía
completa y absolutamente mimado, y aunque su día no mejoraría, podría
estar estable.

Se apartaron al oír la voz de su hijo mayor llamarlos con entusiasmo. La


puerta se abrió mientras ambos entraban dando brincos, con Viktor
apuntando a su hermano menor, el cual alzaba al aire a su conejito de
peluche y llevaba una sonrisita en sus labios.

—¡Encontramos a Dientitos! ¿Adivina dónde estaba, papá? ¡Estaba debajo


del sofá! —Exclamó Viktor, jalando suavemente su cabello rubio ante la
emoción.
—¡Wow! Son tan inteligentes. —Harry se inclinó y tomó a Dean en brazos,
sin poder evitar soltar una risita al ver a su bebé tan feliz. Le besó
ruidosamente la mejilla. —Te amo, Dean. A Dientitos también lo amamos.

—¿Y a mí? —El pequeño de ojos oscuros preguntó aquello con algo de
temor, el cual de inmediato se esfumó al ser tomado en brazos por su
otro padre.

—Por supuesto. Entonces... ¿Cuál era mi sorpresa?

—¡Oh, cierto! ¡Tú soprersa! —Agitó sus piernitas, buscando que Louis lo
bajara y, cuando finalmente lo hizo, corrió nuevamente hacia la sala. —
¡Ven, papá Lou!

—¿Qué dices? ¿Me ayudan tú y Dientitos a preparar la merienda? —Dean


asintió lentamente, aun aferrando en su pecho a su peluche. Harry lo
sentó en la encimera y comenzó a preparar todo.

Louis se dirigió hacia la sala, donde su hijo buscaba entre sus dibujos uno
en especial. El pequeño observó la hoja por unos segundos antes de
pegarla contra su pecho y girarse hacia su padre, acercándose. Se la
tendió y el diablo no dudó en tomarla, girándola para verla y mantenerse
así por unos segundos.

—¿Qué es? —Preguntó, confuso.

Viktor entreabrió sus labios, luciendo un poco indignado antes de suspirar.


—¡Papá! —Exclamó, algo irritado. ¡Todos le habían hecho la misma
pregunta! —¡Eres tú dibujado! ¡Eres igual al tío! Él preguntó lo mismo.

—Oooh. —Se mantuvo viendo el dibujo. Era una especie de mancha


negra, con puntos rojos entre medio y garabatos. —Luzco bien.
—Papá, no me mientas. —Un pucherito comenzó a hacerse presente en
su labio inferior a la vez que el diablo lo observaba y fruncía su ceño. Aún
no sabía cómo lidiar con el llanto de sus bebés, lo ponía nervioso. —No te
gustó.

—Viktor, sí me gusta. —Se acercó al niño y lo tomó en brazos, sintiendo


como ocultaba el rostro en su hombro derecho. —No lo entendía, pero
ahora sí porque me lo explicaste. Eres un artista tétrico. —Se dirigió
cargando al niño hacia el refrigerador y tomó un imán que quedaba libre,
colgando el nuevo dibujo en la puerta del congelador. —Ahora sí.

Viktor apartó el rostro del hombro de su papá, viendo al refrigerador antes


de regresar la vista al diablo. Tenía los ojos cristalizados, y el leve
pucherito continuaba presente en su labio inferior.

—¿Realmente te gusta, papá?

Louis le peinó el cabello hacia atrás, haciendo un intento de bajarlo un


poco. —Por supuesto. A mí me agrada tu arte, mocoso. Es muy poco
común y cobra sentido cuando lo explicas. Voy a conseguirte más cosas
hoy, para que puedas pintar con elementos diferentes.

—¿Emelentos?

—Elementos. Te los enseñaré apenas los tenga. —Dirigió su atención a


Harry saliendo de la cocina, sosteniendo una bandeja mediana la cual
llevaba dos pequeñas tazas con chocolate caliente y galletitas de vainilla,
rellenas. —Ahora deja de pensar tonterías y ve a merendar. —Puso su
rostro, y Viktor le besó la mejilla antes de bajar de los brazos de su padre
y correr hacia el sofá, mucho más feliz.

Muerte posicionaba la bandeja en la mesa ratona que se encontraba frente


al sofá, y ambos niños veían Tom y Jerry. Louis se acercó a Harry al notar
su mirada perdida en algún lugar de la habitación, sumergido en sus
pensamientos, y lo abrazó por detrás, brindándole apoyo indirectamente
mientras veían a sus niños.

El día había pasado, los menores habían cenado y se habían ido a la cama.
Harry y Louis hicieron lo mismo luego de apagar las luces. Ambos en la
cama, con poca ropa y acurrucados. Muerte había hablado con Fionn antes
de dormir, y todo estaba absolutamente bien entre ellos. Aquello era lo
que siempre había necesitado: paz, tranquilidad y compañía.

El rey del inframundo había cumplido su promesa con el rey de la muerte:

Louis lo hacía sentir pleno, y amado. El diablo había cumplido con su parte
del trato, y la mejor parte...

...la mejor parte era que, pese a algunos inconvenientes, ambos sabían
que sería de aquella forma por una larga eternidad.
1986
Para ser un simple cajero en un supermercado de Doncaster, un pueblo
bastante pequeño y algo fantasmal, en donde todos se conocían y
compartían las mismas creencias, su vida no iba tan mal.
Todas las mañanas se despertaba con el maldito gallo de despertador, y
mientras su preciosa abuela preparaba el desayuno, él reproducía su
canción favorita. A veces sentía que ya no era su canción favorita, sino
una parte de él. Se la pasaba cantando el mismo verso, la repetía una y
otra vez sin duda alguna, y las personas que lo conocían, como su mejor
amigo, rogaban a Dios y todos los santos existentes que aquella tortura
acabara.
Tal vez lo demás no lo comprendían realmente: Aquella canción era con
la que Louis Tomlinson quería bailar hasta el cansancio, la que quería oír
en una situación donde él saliese victorioso y otro —probablemente el
prestamista del pueblo, al cual le debía bastante dinero— quedara
boquiabierto.
Pero lo más importante es que era la única canción la cual podría escuchar
y no tendría nada religioso de por medio. Últimamente los adolescentes
estaban más rebeldes, pero, al menos en donde él vivía, era uno de los
pocos que no le prestaba tanta atención a la religión. Su abuela estaba
de acuerdo, ella creía que no había que vivir de la iglesia para amar a
Dios. Louis no estaba muy seguro de amar a Dios, y eso lo ponía
terriblemente nervioso, incluso a sus veintidós años de edad. La gente
podía ser muy persuasiva.
Últimamente no le tenía miedo a la supuesta ira de Dios, y todo se debía
a que no solo no estaba seguro de amar a éste, si no que sentía atracción
por personas de su mismo género lo cual, según la gente de la iglesia en
su pueblo, no estaba nada bien. Él no podía evitarlo, le atraían y eso era
todo. Se lo había comentado a su abuela, y esta le había dicho que ya era
una persona adulta y que hiciera lo que quisiera.

Tal vez fue un castigo para ésta, o para Louis —realmente no estaba
seguro— pero, meses después, su pequeña abuela enfermó del corazón,
y dependía de un medicamento para continuar viviendo en buenas
condiciones, y por un tiempo más.
Louis nunca quiso tanto tener a alguien más que aquella mujer, a alguien
más que lo contuviera, que le prestara dinero de manera paciente. Un
milagro, lo que sea. No siempre tenían el dinero suficiente, él era el único
trabajando y tenía que hacer muchas más cosas en el supermercado para
poder comprar el medicamento y que le alcanzara para otras cosas
necesarias.
Pero últimamente todo era realmente agotador. Necesitaba dormir, y no
podía conciliar el sueño durante las noches hasta que se hacía la
madrugada. Dormía cuatro horas todos los días sabiendo que, tarde o
temprano, el cansancio del trabajo y el agotamiento del insomnio harían
su efecto. ¿Quién cuidaría a su abuela en ese entonces? No podía dejarla
morir.
Pero Louis cometió un error, y uno muy grande.
Aquel día se había despertado tres horas después del horario de entrada
en el trabajo. Nunca había corrido tan rápido en su vida, y aunque su
abuela intentaba tranquilizarlo, diciéndole que estaría bien, éste no le hizo
caso. Apenas abrió la puerta de su casa, con cansancio en sus preciosos
ojos azules y totalmente despeinado, se encontró con el causante de
mucha de sus pesadillas.
El prestamista.
—¡Louis! ¿Cómo va todo? ¿Bien? Te ves extraño sin tus lentes. —
Comentó, fingiendo un tono amigable. Louis llevó la mano a su rostro,
palmeando. Había olvidado sus estúpidos lentes. Eso explicaba el ver
nublado, creía que podría quedarse ciego del cansancio.

—Todo bien, iba al trabajo ahora. —Cerró lentamente la puerta, pero


sintió un tirón del otro lado. Los nervios se instalaron en su estómago
cuando su abuela se asomó con su ceño levemente fruncido. —No, no. No
salgas, hace frío.

Ignoró totalmente a Louis, viendo de arriba abajo al hombre frente a su


casa. —¿Buen día?

—Buen día, señora. —El hombre dio un asentimiento. —Mi nombre es


Paul, mucho gusto.

—Igualmente. —Alzó su mirada a Louis, el cual tenía tensa su mandíbula


y veía fijamente al hombre frente a él. —¿Cómo lo conoces, cielo?

—Del trabajo. Somos cercanos. —Responde Paul, sonriendo de lado y


metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón. —No sabía que vivías
con tu abuela.

—Sí, siempre he vivido con ella. —Respondió, moviendo su cabeza para


hacer a un lado su flequillo. Se giró a observar a su abuela y le sonrió
amablemente, algo tenso. —Entra, abuela. Ya me voy al trabajo.

—¿Estás seguro?

—Sí, amor. —Le dio un beso en la frente. —Estaré aquí lo más rápido que
pueda.

Esperó a que su abuela entrara a la casa para cerrar la puerta y girarse.


Le dio un asentimiento al hombre frente a él y comenzó a caminar,
esperando que lo siguiera. Éste lo hizo de inmediato.

—¿Tienes algo para mí?

—Uh...no esta vez. Incluso estoy llegando tarde al trabajo. —Se sinceró,
caminando más apresuradamente.
El hombre chasqueó la lengua. —Hey, vamos, hombre. No juegues
conmigo. No estoy muy de buen humor. Dame al menos un poco.

Louis negó. —Puedo darte un poco cuando salga del trabajo, pero ahora
no tengo nada, ni para un du-

Jadeó adolorido cuando fue empujado contra la pared de una casa,


lastimando su espalda y la coronilla de su cabeza. Alzó el rostro cuando
la mano de Paul se instaló en su cuello, apretando y clavando las uñas en
su piel.

—Louis, en serio no estoy de buen humor. Quiero mi dinero. —Susurró,


acercándose a su rostro. —He tenido la paciencia suficiente, no puedo
esperar para siempre, ¿Verdad? —No recibió respuesta. Apretó el cuello
del castaño con más fuerza. —Intentaré esperar un poco más, ser más
paciente, pero no te sorprendas si un día llegas a casa y la vieja está
colgada a una soga en el techo. —Louis miró hacia otro lado, sin poder
evitar gruñir. Recibió una bofetada. —Mírame cuando te hablo, porque te
hablo muy en serio, y si tu abuela sorpresivamente comete suicidio, no
hará falta sentirme culpable. Tú solo sabrás quién verdaderamente tiene
la culpa aquí por meterse en cosas que no sabe.

Sin más, lo soltó, y pareció girarse, dispuesto a irse. A Louis se le cortó


la respiración cuando recibió un puñetazo en su nariz, arrugando ésta y
cerrando sus ojos con fuerza por el dolor. Llevó una mano a su rostro,
adolorido y esperando por unos segundos antes de volver a abrir sus ojos.

Rogaba por un milagro. Rogaba por algo que aliviara esta mísera vida.

—Maldita sea. —Limpió la sangre debajo de su nariz, aunque esta


continuaba saliendo, y se dirigió a pasos rápidos y furiosos hacia el
supermercado. —Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta. —Susurraba.

Intentó no pensar en nada. Tan sólo se mantuvo susurrando aquello hasta


llegar al trabajo, en el cual fue cruelmente regañado y humillado por ir en
aquellas condiciones. Tan sólo le permitieron ir a la caja, sentarse y
comenzar a atender a las personas, pero como castigo no le permitían
limpiarse la cara.
<<Tan solo...algo. Algo, quién sea, no me importa, ayúdeme en ésta
mierda de vida. Dios, Jesús, Satanás, a quien mierda se le dé la gana.>>

Dejó de meter cosas de una clienta en la bolsa debido a que su mirada


fue a las luces del supermercado, las cuales parpadeaban. No hubiese
sido extraño, si no fuese porque parpadeaban en un mismo orden. Una
bombilla se apagaba, y se prendían cuando dos volvían a parpadear.

Una estúpida idea cruzó por su mente, pero lo hizo. Recordando el código
morse que había aprendido gracias a su abuelo fallecido, sus ojos se
abrieron de más ante el mensaje repetitivo.

<<Estoy aquí. Estoy aquí. Estoy aquí. Estoy aquí.>>

Los focos explotaron, provocando sustos de todas las personas en el


lugar. Se oyó una risita dulce, traviesa, y los ojos de Louis buscaron a esa
persona en la fila.

Se encontró con un bonito niño —no tan niño, aproximadamente de


dieciocho años, pero lucía algo infantil— de rizos, con vestimenta oscura,
antigua. Debajo del largo saco negro llevaba una camiseta blanca,
abotonada hasta arriba, y una pequeña y adorable corbata del mismo
color que el saco, dentro de éste. No podía ver lo demás, pero no parecía
llevar más que unos pantalones cortos debajo. Su sonrisa era
deslumbrante, con hoyuelos en sus mejillas mientras veía alrededor con
emoción.

—Esto parece una película de terror. —Comentó, casi chillando de la


emoción.

Louis asintió, de acuerdo.

Cuando finalizó de atender a la mujer, había llegado el turno del niño.

—Buenos días. —Murmuró Louis educadamente, aunque no tenía muchas


ganas de desear buenos días a la gente, pero el niño era
adorable...aunque extraño. Alzó ambas cejas cuando éste último dejó una
gran cantidad de dulces que planeaba comprar. —Vaya...

—Me gustan mucho, mucho las golosinas. —Se excusó, encogiéndose de


hombros mientras observaba las manos de Louis registrar en la caja cada
dulce. —Pareces hacer todo tan fluido, e incluso sin luz. ¿Hace mucho
trabajas aquí?

—Hace casi cuatro años. —Respondió de manera seca, asintiendo


lentamente. Se sintió mal por la animada manera en la que el rizado le
hablaba, así que decidió devolver la pregunta. —¿Tú? ¿Hace mucho vives
aquí? Nunca te he visto.

El niño negó lentamente, viéndolo fijo a los ojos. —Yo acabo de llegar.

Louis le devolvió la mirada por unos segundos antes de asentir


lentamente, finalizando con las últimas golosinas antes de tomar una
bolsa pequeña, metiendo todo allí. Espero la paga luego de decirla, como
habitualmente hacía, pero se sorprendió al notar como el rizado daba la
vuelta, saliendo del lado del cliente y quedando del lado del cajero, donde
estaba el castaño.

—¿Qué-

Sus ojos se abrieron de más cuando fue tomado de las mejillas e inclinado
hacia abajo, a la altura del menor. Sintió unos fríos y húmedos labios
sobre los suyos, acariciando su labio inferior de manera lenta y suavecita.
Ni siquiera respiraba, estaba realmente sorprendido, tanto que apenas
podía moverse. Un agradable cosquilleo se instaló en su estómago, pero
duró poco debido a que el rizado se alejó, viéndolo a los ojos con una
pequeña sonrisita ladina.

—Nos vemos, Lou.

Sin más, tomó la bolsa y se fue. Louis parpadeó rápidamente, sin llegar
a tiempo a seguirle con la mirada debido a que no se encontraba más en
el lugar. Vio alrededor, notando algunas personas verle con cierto espanto
por la escena de minutos atrás. Respiró profundamente y volvió a
acomodarse en su asiento, esperando a más clientes mientras se
preguntaba quién era ese niño, porqué lo había besado y cómo sabía su
nombre.

😈👿😈👿😈
Cuando llegó el final del día, luego de estar todo el rato limpiando,
refregando paredes, suelo, y cambiando los focos de luz, se reunió con su
jefe, esperando la paga. Su ceño se frunció al recibir mucho menos de lo
mínimo esperado.

—¿Tan solo esto por llegar tres horas tarde? —El anciano lo observó algo
sorprendido por la queja de Louis. —Son las doce de la noche. Mi turno
terminaba a las ocho y media.

—Por mí vete a la hora que quieras, luego de todo lo que provocaste hoy
hasta puedes ir buscando un nuevo trabajo.

Ya harto, se mantuvo firme y enojado. No iba a quebrarse.

—¿Qué es exactamente lo que hice hoy?

—Además de tu tardanza, llegar golpeado y andar con un humor de perros


durante todo el día, te atreviste a...a besar a un hombre frente a todo el
supermercado. —Comentó, asqueado y enojado, bajando la mirada. No
podía ni mirarlo. —No estoy en contra, pero me parece repugnante, y
todos te vieron.

—Bueno, eso claramente es estar en contra. Y yo no lo besé, el me besó.


El que me haya dado un golpe no es mi culpa, y tampoco el quedarme
dormido. He estado trabajando muchísimo estos días, recibiendo miseria.

—¡¿Miseria?! ¡¿A eso le llamas miseria? —Apuntó al dinero en la mano de


Louis, el cual formó un puño, arrugándolo. —¡Es lo menos que te mereces,
maleducado! ¡Voy a dejarte volver mañana, solo porque soy una buena
persona!

—Por mí váyase a la mierda y no vuelva. —Eso había sido todo, no iba a


dejar que lo tomaran de torpe. Se giró y caminó hacia la puerta. —Usted
no es una buena persona. Tanto que va a la iglesia, cuéntele a Dios y la
virgen María que me hacía arrastrar por el pasillo para limpiar la mugre
de sus zapatos, por poco dinero.
—¡Hijo de la reverenda p-!

Cerró la puerta justo a tiempo, guardando el dinero en su bolsillo mientras


caminaba a paso rápido, furioso por el supermercado, hacia la salida.

El frío lo invadió. Se maldijo al haber olvidado su abrigo dentro. De todas


formas, no tenía absolutamente nada en él. Podría vender algunos libros
de su estantería, y algunos muebles. Algo, debía pensar en algo.

—¿No tienes frío? —Dio un salto al oír la voz a su lado. Sorprendido de


ver al mismo niño que lo había besado en el supermercado, detuvo su
paso. Éste se giró, también deteniéndose. Louis pudo notar que más abajo
de los pantalones cortos llevaba unos calcetines largos hasta las rodillas,
negros, y unos zapatos algo elegantes, con abrojo.

Su ceño se frunció al notar su propio abrigo en una de las manos del


rizado.

—¿Qué-? ¿Cómo tomaste eso? —Le quitó el abrigo con brusquedad,


poniéndoselo.

El ceño del menor se frunció, demostrando confusión mientras ladeaba


levemente su cabeza.

—Yo te esperé hasta que salieras.

—... ¿Por qué? No te conozco. Ni siquiera sé su nombre.

—No tengo un nombre. —Respondió, más seco. La dulzura se estaba


desvaneciendo, cada vez estaba más serio, hablaba un poco más bajo y
el color verde en sus ojos se oscurecía. —Estoy aquí porque tú me
llamaste.

El corazón de Louis latió con más fuerza, sin comprender qué sucedía
exactamente, suponiendo algo, pero...no. No podía ser. Simplemente no
podía.
—...No entiendo nada.

—No es muy difícil de comprender. —Respondió con algo de arrogancia,


dando media vuelta y continuando caminando por el camino, lentamente.
Se giró a una distancia considerable, viendo fijamente al castaño, como
aguardando.

Éste lo observó por unos segundos antes de, nuevamente, comenzar a


caminar. Una vez llegó a la medida del niño, caminaron en silencio. El
castaño se encontraba realmente tenso, ¿Acaso era un sueño? ¿Una
pesadilla?

—Creí oír que estabas dispuesto a recibir un milagro de quién sea. ¿Por
qué ahora estás tan asustado? —Suspiró, negando lentamente mientras
soltaba pequeños “Mm, mm”. —Ustedes no saben realmente lo que piden
hasta que lo obtienen, ¿Verdad? —Lo observó de reojo. —Bueno, déjame
decirte algo. —Se detuvo, y junto a él Louis. —Lamentablemente para ti,
soy todo lo que jamás deseaste, pero puedo ayudarte más que un ángel.

—... ¿No eres un ángel?

El rizado alzó las cejas, inclinando un poco su cabeza. —¿Luzco como uno?

Si.

—No. —Carraspeó, y continuó caminando a la par del niño. Se mantuvo


en silencio, pensando exactamente qué podría decir. —Entonces... ¿Quién
eres tú?

Una risita provino de los gruesos y rojizos labios del menor. —Si te digo,
puede que te asustes. —Canturreó bajito. Metió una mano en su bolsillo
y sacó una paleta que había comprado en el Supermercado de Louis,
metiéndolo en su boca luego de quitar la envoltura. Saboreó
ruidosamente, quitándolo de su boca al finalizar y sosteniéndolo en su
pequeña mano. —Uhm, bueno. Soy...algo así como un servidor del rey
del inframundo. ¿Eso está bien? ¿Es una buena manera delicada de
decirlo?
Louis metió las manos en su bolsillo. No podía permitir que el ni...que el
demonio notara los temblores en éstas. Intentaba estar tranquilo, pero
sentía que la cordura se le estaba escapando de las manos, que nada era
real.

Simplemente se mantuvo en silencio, pensativo y con los nervios de


punta. Adelantó el paso, oyendo las quejas caprichosas del rizado. Subió
los cortos escalones de la entrada de su hogar y dio un par de golpes,
provocando insultos de su abuela del otro lado hasta que abrió la puerta.
—¿Lou? ¿Qué te pasó en la cara? —Preguntó, preocupada. Louis de
inmediato la abrazó, soltando una risita forzada, intentando volver su
preocupación un poco más ligera. —¿Por qué te ríes? ¿Qué pasa?

—Sh, sh. Abuela, no pasa nada. —Se apartó un poco, y la anciana lo tomó
del rostro. —Estoy bien. Yendo al trabajo me di un gran golpe, estaba
algo dormido.

—¿Desayunaste? Louis, ¿Comiste algo? —Hablaba realmente rápido.

El castaño le tomó las manos, negando lentamente. —Sí, comí. —Mintió.


—Por favor, no te preocupes. Todo está bien. No tienes que preocuparte,
abuela.

—Necesitas descansar, ¿De acuerdo? Voy a prepararte algo rico para


comer. —Apuntó con su dedo índice a su nieto cuando este iba a hablar.
—Y me importa una mierda si comiste ya. —Louis rodó sus ojos,
intentando no reír por el vocabulario de su abuela. Ésta siempre hablaba
de aquella forma, pero emanaba ternura ante su dulce voz. —Te vas a
acostar, y dejas que tu abuela te prepare cosas ricas.

—¿Tomaste la pastilla, abue?

—...Es la última. —Comentó, intentando sonar desinteresada mientras se


giraba y caminaba hacia la cocina. —Pero ya la tomé. Puedo intentar
conseguir mañana.

Louis la siguió hasta la pequeña cocina, observándola poner la tetera


mientras la oía comentar que le prepararía una sopa.

—Abue, encontraremos algo, no te preocupes.


—Cielo, tú no te tienes que preocupar. Es mi salud. De ésto me encargo
yo, ¿Vale? Ahora vete a la cama, no me hagas repetirlo.

Suspiró profundamente antes de voltearse y caminar hacia la habitación,


tragando saliva con fuerza mientras cerraba la puerta de su cuarto.
Encendió la luz y se volteó, dando un salto e insultando en un gruñido al
encontrarse con el niño de rizos sobre una silla mecedora en la esquina
del cuarto, hamacándose. Aquella era de su abuela, pero él la usaba en
las noches de insomnio donde, extrañamente, hamacarse funcionaba.

—¿Esa es tu abuelita? Que linda. —Empujó con uno de sus pies una caja
pesada.

Louis bajó la mirada, abriendo sus ojos de par en par al notar que la
mediana caja blanca estaba llena de pequeñas cajas de farmacias
reconocibles ante sus ojos. Aquellos eran los comprimidos de la
medicación que necesitaba su abuela.

—¿Eso...? ¿Eso es...?

—¡Si! ¡Lo sé! —Exclamó, sonriente mientras se ponía de pie. Derecho y


formal, realizó una reverencia hacia Louis. —De ahora en más, seré tu fiel
sirviente.

—¿Mi sirviente? —El demonio asintió, enderezándose y viendo fijamente


al castaño el cual, poco a poco, fruncía su ceño. —... ¿A cambio de qué?

La sonrisa del rizado se volvió más ligera, con menos emoción. —¿No es
obvio? —Alzó un poquito una de sus cejas, y ambos se observaron
fijamente. —Quiero tu alma.

Louis empalideció de manera inmediata, parpadeando rápidamente. —¿Mi


alma? ¿Cuándo? ¿Cómo?
—Cuando mueras, por supuesto. —Respondió el niño, dando un paso al
frente. —Te seré totalmente leal, te protegeré y daré lo que quieras. Sin
embargo, cuando llegue el día de tu muerte, yo me llevaré tu alma, e
incluso estaré contigo en la infinita oscuridad.

—¿Y qué si me niego?

El demonio ladeó un poco su cabeza, aún con una fría sonrisita en sus
labios. Tan sólo cuando hacía aquello, o se mantenía de forma seria, no
lucía nada dulce. Era como si todo rastro angelical se esfumara a la
velocidad de la luz.

—Me voy, y conmigo se va todo lo que he traído.

Allí fue cuando Louis comprendió que debía de aceptar. Por su abuela, por
su trabajo, por sus vidas...

...por él.

—Está bien. Acepto. —Admiró la sonrisa en los labios del demonio


expanderse, mostrando unos adorables hoyuelitos. —¿Me dirías tu
nombre?

—No tengo uno. —Se sentó en la cama de Louis en un salto y, al haber


rebotado, no pudo evitar dar otro saltito. —¿Me puedes poner uno?
Después de todo, eres mi amo.

Sintió un tirón en su miembro por lo último, y dirigió su mirada a la


habitación. ¿En serio aquello lo estaba poniendo duro? Dirigió sus
pensamientos a lo mencionado por el demonio, y su mirada se dirigió a la
estantería del rincón, repleta de libros.

—Harry. —Mencionó en un susurro, llevando su mirada al niño de rizos,


el cual dejó de dar saltitos y lo miró seriamente, parpadeando con
lentitud. —Te vas a llamar Harry.

El demonio sonrió de lado. —Está bien.


Desapareció en un parpadeo cuando la abuela de Louis se adentró al
cuarto. Le dejó la sopa de calabaza en la mesa de noche, y el castaño
aprovechó para darle la sorpresa de los medicamentos. Le mintió,
diciéndole que lo habían ascendido por su buena conducta, y la hizo
realmente feliz hasta que salió del cuarto debido a que había llegado la
hora de dormir.

Y, entre tantos pensamientos, logró dormirse. Jamás se había dormido


tan temprano, pero se habían deshecho de muchas preocupaciones que
anteriormente invadían su mente. Ahora la única preocupación que tenía
era la de una presencia demoníaca acechando su alma, dando diez pasos
cuando él daba uno. Siempre por delante, siempre sigiloso y obediente.

Pero no le importaba ir al infierno.

Harry ahora se había vuelto una parte de él, ¿Y lo mejor?

No le desagradaba ni un poco.

2004 // Mundo original //

Muerte cerró el libro de manera brusca, boquiabierto y soltando un jadeo


silencioso.

—Esto... —Negó lentamente, y volvió a abrir el libro, buscando entre otras


páginas. ¿No había continuación? ¿Realmente se iba a quedar con la
intriga para toda la vida?

—¿Qué estás haciendo?


Soltó un jadeo del susto, dejando caer el libro al suelo y girándose en
prisa. Se encontró con el mismísimo diablo, el cual también era su esposo
y la criatura sobrenatural que más amaba en el universo.

Y en otros, seguramente.

Luego de un largo día de trabajo como Muerte, se había ido al infierno a


buscar a su esposo. Estaba cansado, necesitaba contención y mimitos. El
rey del inframundo estaba ocupado, y Harry decidió esperar. Se había
distraído husmeando algunos contratos en el escritorio a un lado de la
fogata, pero finalmente decidió hojear todos aquellos libros que había en
la enorme e infinita pared.
Se había subido a la larga escalera, y había tomado aproximadamente
seis libros de la sección en la que, una vez, Louis le había indicado que se
basaban en mundos alternativos, universos paralelos, etc. Podría haber
cualquier cosa, pero jamás creyó que encontraría aproximadamente dos
libros en donde hubiera vidas paralelas del mismísimo diablo. Era algo
confuso, porque éste era el rey del inframundo en todos los mundos. Sin
embargo, tenía historias.

—Y-Yo...yo estaba... ¿Dónde estabas tú?

El ceño del diablo se frunció un poco. —Trabajando, por supuesto.

—Es que yo...te extrañé. —En la mirada de su esposo notó aquella señal
que le hizo acercarse y refugiarse en su pecho, siendo envuelto por brazos
cálidos y fuertes. —Tuve un día agotador.

—Siempre los tienes. —Sintió un beso sobre su cabello y caricias de los


dedos repletos de anillos de su esposo acariciando su espalda. —¿Qué
estabas leyendo? —Harry apartó su rostro del pecho de Louis, alzándolo
y cerrando sus ojitos cuando recibió un suave y lento beso en sus labios.
—¿Mh? ¿Estabas husmeando mis libros, niño?

—La sección de los universos alternativos. Aparentemente, tú fuiste un


simple mundano, y tenías un demonio. Adivina como se llam-

—Harry. Sí, eras tú. —Interrumpió, asintiendo lentamente y reafirmando


el agarre en el cuerpo de su esposo para que éste no se alejara. —¿Te
sorprende?
—Sí, y no lo entiendo. ¿No que tú eras el único diablo? ¿Cómo puedes
tener una vida si eres como ésta en todas?

—Mi historia no es como la de los demás. El libro donde dice eso, más
bien, es algo que podría haber sucedido. —Lo aferró más cerca,
haciéndolo ponerse de puntitas de pies. —Niño travieso, husmeando el
despacho del diablo.

Aquel último comentario provocó que las mejillas de Muerte comenzaran


a arder, provocando que bajara la mirada, ladeando un poquito su rostro
mientras sus deditos acariciaban la nuca del rey del inframundo.

—Lo siento, estaba aburrido. —Respondió, y alzó nuevamente la mirada,


cerrando sus ojos cuando recibió otro lento, profundo pero pausado beso.

—¿Fuiste a ver a los niños?

—Sí, estaban durmiendo. Fionn se iba apenas llegáramos, pero quise


venir por ti.

—Mh-hm. —Tomó el labio inferior de su niño favorito, chupando antes de


lamer, finalizando con un beso el cual al más bajo le quitó el aliento. —
Bueno, entonces vamos.

Tan solo bastó para que Harry acomodara el libro, se girara y tomara la
mano de su esposo. En un parpadeo, ambos habían salido de aquel
despacho, retomando la vida que diariamente sobrellevaban sin problema
alguno, y con mucho gusto.
"Estimados padres:
Nos complace invitarlos al pequeño ensayo que presentará cada alumno
de 1er y 3er curso por el festejo del Día Del Padre.
Día: Viernes 16. // Horario: 11 a.m.
¡Los esperamos!"
La mismísima Muerte, también llamado Harry Styles, alzó su vista, curioso
de ver la mirada de su esposo, el cual era el mismísimo diablo.
Éste lucía neutro -como de costumbre-, sin mucho que expresar ante lo
que había oído anteriormente salir de la boca de su niño favorito.
—... ¿Qué es lo que intentas explicar?
—Louis... —Se quejó Harry, cerrando el pequeño cuaderno del instituto al
cual su hijo mayor asistía y dejándolo en la mesa de noche de la
habitación de ambos seres sobrenaturales. —...tenemos que ir.
—Ni hablar.
El diablo se rehusaba, realmente lo hacía. ¡No había nada de especial en
aquel día! Era un día como otro, pero el instituto lo volvía especial y
provocaba que los niños que asistían a éste se sintieran mal debido a la
ausencia de "algo tan importante". Incluso le parecía ofensivo de parte de
los mundanos conmemorar tal cosa.
Sumando todo aquello, Louis no creía poder aguantar tanto la estupidez
humana. No creía que todos fuesen así, pero los pocos que se habían
presentado en su vida -excepto Harry- tenían pensamientos realmente
asquerosos, y se creían más que los demás. No quería estar tan cerca, y
se iba a encargar de criar a sus hijos de la manera correcta, incluso si
apenas sabía hacerlo.
Sin embargo, tuvo que soportar la cara de indignación proviniendo de su
esposo cuando finalizó de confirmar su ausencia al evento.
—No puedo creer que estés siendo así. —Hizo berrinche, como
habitualmente hacía desde que tenía dieciséis años, aunque antes solía
estar más callado y sumiso. A Louis le gustaba el cambio que había tenido
su niño, en todo el sentido de la palabra debido a que, bueno...lucía
realmente guapo todo el maldito tiempo. —Viktor va a sentirse muy mal
si no vamos. De seguro ha escrito un ensayo y todo. Jamás hemos asistido
a un evento así. —Continuó, sentándose en la cama lentamente y
apartándose un poco del cálido cuerpo del diablo.
Ninguno dormía, por supuesto. Harry solía hacerlo un poco, aún no se le
iba del todo, pero era debido al aburrimiento cuando Louis no estaba
presente en las noches, aunque eran pocas. También le sucedía a la tarde,
cuando sus hijos dormían siesta y el agotador trabajo como rey de las
almas no lo llamaba.
Estaba con su cabello despeinado, usando un pijama que se había
comprado para el invierno -incluso si ya no sentía las bajas temperaturas
como solía suceder-, cubierto con las mantas y con sus labios formando
una trompita. Louis, en cambio, no tenía otra cosa que ropa interior, la
cual pocas veces usaba. Si fuese por él, andaría desnudo hasta por la
sala, pero Harry creyó que debería de estar usando ropa interior ahora
que los niños estaban y podían entrar en cualquier momento al cuarto de
sus padres. Éstos -muchas veces- olvidaban de poner el pestillo.
—Harry, Viktor detesta hacer deberes. —Intentó calmar a su esposo,
llevando su mano repleta de anillos al brazo contrario y tirando
suavemente para tenerlo más cerca. —Apuesto a que ni siquiera ha hecho
un párrafo, principalmente porque aún le cuesta escribir sobre el guión.

—Eres cruel. —Ahora Harry lucía molesto, con su ceño levemente


fruncido. Pocas veces eran las cuales Muerte no comprendía que, a pesar
de ser el diablo, Louis no decía aquello con maldad. Apartó su brazo y
volvió a acostarse, dándole la espalda a su esposo. —Vamos a dormir.
El ceño del diablo se frunció. —Nosotros no dormimos.

—Entonces vamos a fingir que dormimos, porque no quiero hablar.

Louis se movió de inmediato, acercándose al cuerpo de Harry con


movimientos cuidadosos. Suavemente le pasó una mano por debajo de la
camiseta, acariciándole dulcemente la cintura mientras pegaba sus labios
a la nuca del menor de ambos.
—Sabes que no estoy hablando en serio. —Le susurró, dejando suaves
besos. —Es decir: Sí, pero no de la manera en la que tú crees. Viktor aún
no sabe escribir sobre un reglón, pero no estaba criticando. Fue
simplemente un comentario sin ningún tipo de expresión.
Hubo un corto silencio. —Lo sé, pero no me agrada tanto. Viktor se
esfuerza mucho. —Dice, en un tono mucho más suave, pero, aún,
levemente distante. — Sé cómo lo dices, pero he visto cómo se frustra, y
me duele.

—Entiendo. —Dejó lentos y cortos besos en la nuca de su niño favorito.


—No volverá a pasar. —Segundos después, su esposo se había girado al
menos un poco como para tener el rostro frente al rey del inframundo.
Éste último no desaprovechó la oportunidad; Tomó el grueso y rojizo labio
inferior, succionando levemente antes de dejar una mordida que hizo
suspirar, al contrario. De inmediato lo tomó más de la cintura, girándolo
para pegarlo a su cuerpo y enredar sus piernas.

—Te amo. —Louis buscó más su boca ante aquel pequeño susurro,
encimándose un poco sobre el cuerpo de Muerte mientras le acariciaba el
muslo con su mano libre.

Sus tibias lenguas se encontraron luego de unas largas horas, explorando


como si jamás lo hubiesen hecho. En momentos como aquellos, Harry
creía más que nunca que todo lo que había sucedido había tenido sus
frutos.

El ruido de la puerta sobresaltó al menor de ambos, e intentó alejarse del


agarre del diablo, pero éste lucía como si nada estuviese sucediendo.
Simplemente giró un poco su cabeza, relamiendo sus labios de manera
floja y observando con ambas cejas alzadas a su hijo de seis años entrar
apresuradamente.
—¡Papá y papá, me van a escuchar! —Exclamó, y aunque lucía molesto,
su tono era de lo más suave y dulce. Harry y Louis se sentaron casi al
mismo tiempo, viendo extrañados a Viktor Cox. Muerte y Diablo habían
decidido que usarían el apellido de la madre de Harry para sus hijos,
debido a que Styles era una gran ofensa luego de que un hombre como
Des lo llevara. —¡No quiero hacer el estúpido ensayo! —Exclamó,
deteniendo su andar a la mitad de la cama y alzando una hoja arrugada
que tan solo decía el nombre del niño, escrito demasiado grande y fuera
del guion.
—Viktor, ¿Qué es lo que acabas de decir? —Los ojos verdes de Muerte se
agrandaron al oír el insulto de su pequeño, el cual también agrandó sus
ojos cuando oyó el tono amenazante de su padre. —No quiero volver a
oírte decir una palabra así, o vas a estar castigado de por vida. ¿Me oíste?
El niño parecía estar a punto de estallar en un desconsolado llanto con el
paso de las palabras de Harry. Louis suspiró profundamente, poniendo
sus ojos en blanco antes de palmear el colchón, frente a sí mismo. Viktor
subió rápidamente a ésta y se acurrucó en los brazos del rey del
inframundo, el cual le acariciaba la espalda.
—Cuando papá era pequeño, no decía ni una sola mala palabra. —Explicó
el ser infernal, apartando un poco al niño para verlo, notando de reojo la
mirada de su esposo sobre sí. —Es por eso que no le gusta que digas...
—Pensó unos segundos. —...groserías. —Finalizó, asintiendo lentamente.

—No es por eso, es por todo. Tienes seis años, Vik. —Ahora el castaño de
ojos verdes con una mancha negra cubriendo un poco el color en uno de
éstos se sentía un poco culpable. Extendió sus brazos hacia su pequeño,
el cual de inmediato se acurrucó contra su pecho. —No es bueno que
digas esas cosas.

—Las personas mayores lo dicen. —Se excusó el niño, alzando la mirada


y recibiendo un beso en su frente de parte de la persona que lo sostenía
en brazos.

—No copies lo que dicen las personas mayores, hasta que seas mayor. —
Sugirió Louis, viendo de reojo como Harry intentaba cubrir sus labios en
el cabello rubio de su hijo para no demostrar su gracia. —No copies lo que
haga nadie.

—¿Eso quiere decir que no puedo copiar mi ensayo de alguien más? —


Harry negó de inmediato, devolviéndole la mirada fija a su hijo, el cual
derrochaba ternura sin siquiera intentarlo. —¿En serio? ¿Papá no puede
tars...tranispor...? —Frunció un poco su ceño, frustrado. —¿Papá no
puede viajar a la casa de mi amigo y robar su ensayo?

—Papá no hace esas cosas malas, Vik. —Muerte mintió, arrugando su


nariz cuando su esposo alzó una de sus cejas, demostrando incredulidad
ante lo que había dicho. —Además, ¿crees que nadie se dará cuenta?
Tienes que escribir sobre tus padres.
El niño resopló, agrandando un poco más sus ojos y alzando sus pequeñas
manos con algo de frustración. —¿Y qué digo?

—Que nos amas. —Respondió Harry.

—Que somos geniales. —Respondió Louis a la par.

El matrimonio se observó fijamente a los ojos por unos segundos antes


de volver la vista al menor de la habitación, el cual hacía una leve trompita
con sus labios, pensativo. Louis creía que su hijo había adaptado aquella
expresión por culpa de su esposo. No pudo evitar sonreír de lado ante
aquello, disimulando con una relamida de labios antes de acercarse un
poco y besar la frente de Viktor.

—Bueno, ahora ve a dormir y piensa en lo que vas a escribir en tu ensayo.

Una pequeña sonrisa comenzó a formarse en el niño de seis años. —Será


una sorpresa, le pediré a mi maestra que me ayude.

—¿Sorpresa? ¿Para nosotros? —Harry no pudo evitar besar la frente de


su hijo mayor cuando éste asintió, levemente ruborizado. Lo abrazó
contra su pecho, suspirando profundamente. —Vik, te amo con todo mi
corazón. —Besó ruidosamente su mejilla. —Anda, vamos a arroparte.

—Yo lo llevo. —Se ofreció el diablo, extendiendo sus brazos hacia su hijo,
el cual de inmediato se aferró al cálido cuerpo de su padre. Apoyó su
cabecita en el hombro del rey del inframundo, como si éste no fuese
aquello último. —Vendré en unos minutos.

—Está bien. —Muerte asintió y observó a su esposo caminar fuera del


cuarto con su hijo en brazos, arrojándole un par de besos a éste último,
el cual los devolvía con una tímida sonrisa.

Suspiró, viendo a su alrededor como si se encontrase perdido. A pesar de


todo lo que había sucedido, amaba la vida que llevaba. Amaba su casa,
amaba a sus hijos y amaba a Louis. Amaba a su familia y amaba tener el
poder suficiente para protegerlos de lo que sea.

Se acomodó un poco en la cama antes de cubrirse con las mantas. No


tenía frío, pero le gustaba estar arropado, y en la espera de los brazos de
su esposo. Justo cuando estuvo a punto de dormirse por el aburrimiento,
una presencia irrumpió su momento de paz. Parpadeó rápidamente, y su
ceño se frunció al notar a su mejor amigo, Fionn Whitehead, al final de la
cama.
—¿Fi? —Se sentó casi de inmediato al notar el pánico en el delgado rostro
del hombre. —¿Qué sucede? ¿Qué tienes?

—¿No lo sientes? —Harry se vio obligado a salir de la cama cuando sintió


la voz temblorosa de aquella persona con la cual había compartido
grandes momentos. Tan solo lo observó, perdido y desesperado,
esperando sentir algo que no fuese angustia y susto. —Algo pasará.
Alguien va a morir aquí.

—... ¿Qué? —Su voz salió un poco más fuerte de lo esperado. Fue casi de
inmediato que se acercó al más alto, el cual también lo hizo. —Dime que
es una broma y te equivocaste de casa.

—Harry, no sé qué está sucediendo, pero me pidieron que viniera porque


alguien iba a morir en ésta casa. ¿Dónde están los niños?

—Están con Louis. No, ¿qué? Fi... —Llevó una mano a su frente,
entrecerrando un poco sus ojos ante el repentino estrés que estaba
sintiendo. Todo su cuerpo se encontraba tembloroso, de pronto se sentía
como si miles de demonios le estuviesen pasando por encima. —...te has
confundido. Alguien te ha dado la dirección incorrecta.
—Harry, yo... —Relamió sus labios mientras pasaba las palmas de sus
manos por sus pantalones, limpiando el sudor proveniente del
nerviosismo. —...no es la dirección incorrecta. ¿No lo sientes?

—¡Que no siento nada! ¡Estoy perfectamente, así que de seguro te has


equivocado, Fionn!

La puerta de la habitación se abrió de inmediato, y un Louis de ojos rojos


y mandíbula tensa se adentró al cuarto, observando a ambos seres
sobrenaturales con una expresión neutra pero alarmante.
—¿Qué está sucediendo? —Se acercó a su esposo al notar el nerviosismo
saliendo en ondas que solo eran visibles ante sus ojos. —Harry.

—Louis, me han informado que aquí alguien morirá. —A diferencia de


cuando se lo había dicho a Harry, ahora lucía claramente confundido, con
su ceño fruncido mientras le devolvía la mirada al rey del inframundo. —
¿Vik y Dean?

—Viktor acaba de acostarse, y Dean está dormido.

—¿Te fijaste que esté simplemente dormido?

La mandíbula de Louis se tensó aún más cuando sintió el tembloroso


agarre de su esposo en la ropa que llevaba puesta. Sus pupilas se
dilataron un poco más y la mirada amenazante provocó que La Parca
llevara su mirada al suelo.

—Está dormido, Fionn. —Respondió Louis lo más calmado posible. Había


oído la tranquila respiración de su hijo menor.

—Quiero ir a ver. —Muerte quiso adelantarse, huir hacia el cuarto, pero


Louis no lo permitió. Lo tomó de inmediato de la cintura con un brazo. —
Solo quiero ir a comprobar q-

—Harry, acabo de volver de ahí. ¿Crees que no lo sentiría? ¿Crees que no


sentirías si tus hijos estuviesen en peligro? —Llevó ambas manos con
dedos repletos de anillos de oro hacia las mejillas del más bajo, viéndolo
fijamente. —Tienes que calmarte, o van a sentir tu pánico. Confía en mi,
niño.

La Muerte dio un profundo respiro para calmar su aura. El toque de su


esposo y su suave tono de voz lo hacían pisar tierra nuevamente. Llevó
sus manos hasta las manos del rey del inframundo, y lo observó con ojos
llenos de preocupación y mal augurio.

—No siento nada, Lou.


—Lo sé, ni yo. —De inmediato lo sostuvo contra su cuerpo, y dejó un beso
en su frente antes de ver a Fionn, el cual lucía claramente incómodo. —
Te equivocaste de hogar.
—Créeme que no hubiese venido hasta aquí si no lo hubiese comprobado.
—La Parca negó lentamente, mordiendo su labio inferior antes de ver al
matrimonio. —¿Les molesta si me quedo vigilando en el cuarto de los
niños?

—Por supuesto que no. —Respondió Harry, agradecido. No dormiría en


toda la noche, y aunque no era su propia presencia, le calmaba que fuese
Fionn quien velara los sueños de sus bebés. Él no podría hacerlo, debido
a que claramente no era capaz de controlar sus emociones. Aquello podría
provocar horrorosas pesadillas hacia los infantes. —Lo siento, Fi.

—Está bien, Hazz. Lo sabes. —Su mejor amigo le sonrió levemente antes
de dirigirse fuera de la habitación, cerrando la puerta al salir.

Harry y Louis se observaron casi al mismo tiempo, como si se


comunicaran con la mirada.

—Mírame y presta atención a lo que voy a decirte. —El Diablo se acercó


un poco más a su esposo, aun sosteniéndolo. —Yo jamás...jamás en mi
eternidad voy a dejar que algo les pase. —Un nudo se instaló en la
garganta del más bajo, el cual tan solo asintió, estando de acuerdo. Podía
sentir la calma envolverlo de a poco. —Sea lo que sea, Harry, yo los
protejo. ¿Entendido?

—Entendido. —Repitió su esposo.


Alzó un poco más su rostro, y ambos compartieron un suave beso en los
labios. Cuando regresaron a la cama, debajo de las mantas, Harry fue
envuelto por los reconfortantes brazos del diablo, pero a pesar de toda la
calma que se encontraba recibiendo, siquiera pegó un ojo, a la espera de
sentir algo.

—Ay, por Dios. —Harry cubrió su rostro, suspirando con cansancio y alivio
a la par. Oyó un gruñido a sus espaldas y negó lentamente. —Diablos. —
Corrigió.

—Mucho mejor. —Felicitó Louis.

—Mierda. Lo siento, hermano. —Se disculpó Fionn, observando con


demasiada culpabilidad a su mejor amigo, el cual continuaba negando.

—No, no. Está bien, le sucede a cualquiera. —Muerte apartó las manos de
su rostro y se cruzó de brazos, luciendo condenadamente bien con su
vestuario de trabajo y la leve brisa de Rusia haciendo su cabello corto
hacia atrás. —Quiero decir... —Ladeó su cabeza, observando el cuerpo
inerte del peludo felino en el patio trasero de su hogar. —
...definitivamente hubo una muerte.

—Sí...

—Oh, joder. —Masculló el Diablo, parándose a un lado de su esposo para


observarlo con algo de gracia. —No le hagas cumplidos, despídelo. Eres
su jefe, y apesta siendo una Parca.

El ceño del sirviente de su esposo se frunció. —Sí, bueno; Se supone que


el diablo no se enamora, y mírate. Estás casado y con hijos. —Se mantuvo
en silencio por unos segundos ante la neutra mirada de Louis.
Rápidamente llevó su mirada hacia su mejor amigo, terriblemente
sonrojado. —Me voy.

—Está bien. —Apenas Muerte finalizó de decir aquello, Fionn desapareció


a la velocidad de un parpadeo, sin siquiera dejar rastro de haber estado
allí alguna vez. Harry se giró de inmediato hacia Louis, el cual lo
observaba de la misma manera en la que había observado a La Parca. —
No me mires así.
—Confías mucho en él. —Comenzó. El ser sobrenatural con menos
experiencia de ambos hizo un movimiento con una de sus manos y,
pronto, el felino volvía a respirar, maullando desconsoladamente. —
Siempre lo has hecho.

—Y siempre lo haré. Es mi mejor amigo, Lou.

—Has tenido una semana de mierda, creyendo que nuestros hijos iban a
morir, y ha resultado ser un gato. —Frunció un poco su ceño, sintiendo
molestia al notar que Harry ni siquiera le prestaba atención. Se
encontraba completamente embobado por el felino, el cual lloraba luego
de haber vuelto. Muerte rápidamente se acercó a éste, poniéndose de
cuclillas y comenzando a acariciar el peludo lomo. —Te estoy hablando.

—Estoy escuchándote. —Mordió su labio inferior con preocupación,


intentando sanar al animal, lográndolo casi de inmediato. Podía entender
a su esposo: Éste fue el único que lo había estado consolando luego de
todos los sustos que se había dado cada vez que sus hijos hacían algo
que pudiese terminar de manera trágica, cuando no los estaba vigilando,
lo cual era extraño. Ni siquiera había dormido, estaba muy seguro de que
ya no volvería a hacerlo. —Pero, ¿qué sugieres? ¿Que él no me haya dicho
nada? ¿Qué hubiese sucedido si realmente eran Vik o Dean y no lo
hubiésemos sabido?

—No lo defiendas. No estoy diciendo que lo asesines, pero no puedes


dejar pasar cosas así.

Muerte se puso de pie con el felino en brazos, el cual lucía realmente


cómodo, y se giró hacia su esposo ante lo último que éste había dicho. —
¿Alguna vez no he dejado pasar las cosas? Creí que ya no era una
sorpresa. —El diablo negó lentamente, en desacuerdo. —Se lo voy a decir,
Lou. Lo prometo.

—...Bien.

—Mira el lado bueno de las cosas: ¡Tenemos mascota nueva! —Meció al


felino de pelaje blanco, lo suficientemente gordo para quejarse por el
movimiento. —¿Cómo podemos llamarlo? Nunca tuve una mascota.

Louis llevó su mano a su entrecejo, frotando allí mientras suspiraba


profundamente. El buen humor de su esposo era contagioso, pero él
también había tenido una terrible semana, y no quería dejar pasar
aquello. No podía.
—Voy a matar a Fionn. —Se encaminó hacia la casa, queriendo encontrar
paz, como solía hacer cuando estaba completamente solo y lo único que
despejaba su cabeza era la tranquilidad de su despacho en el infierno.

—¡No te olvides que hoy es el ensayo de Vik! ¡Te amo, Louis! —Y aunque
no se giró ni respondió, una lenta sonrisa creció en sus labios.

Rusia no era un país muy liberal, pero Harry lo había elegido cuando las
cosas eran muy diferentes. El mundo no había cambiado del todo, pero
había más opciones dónde estar cuando dos hombres se enamoraban, y
definitivamente no era aquel país.
Las miradas de los padres de otros alumnos en Muerte y Diablo eran una
mezcla de disgusto y sorpresa. El instituto estaba completamente lleno,
con niños correteando por todas partes. Harry sostenía a Dean en brazos,
y Louis tenía una de sus manos en el hombro de su hijo de seis años, el
cual estaba de pie frente a éstos, luciendo perdido mientras veía a su
alrededor y aferrando su mochila color amarillo a su pecho.
Una mujer de cabello rubio y brillante sonrisa comenzó a hablar. Harry
frunció el ceño; Todavía no se acostumbraba a comprender todos los
idiomas como si siempre los hubiese estudiado.
—¡Los niños que hayan preparado sus ensayos pueden seguirme!
Harry de inmediato vio a su hijo. —Anda, Vik. —Lo alentó. Éste lucía
espantado mientras caminaba lentamente hacia los alumnos que se
amontonaban frente a la mujer.
—Tiene miedo. —Comentó Louis, viendo fijamente al niño hasta que éste
se perdió a la vuelta del lugar, adentrándose a un salón. Se giró casi de
inmediato y tomó a su hijo menor, el cual se quejó de inmediato, de los
brazos de su esposo. —Lo has estado cargando todo el camino.
—Está malhumorado, no quiere bajarse.
Louis bajó al niño al suelo, el cual se aferró a su pierna mientras
continuaba quejándose. Ambos sabían que éste no había dormido bien, y
quería su siesta de siempre, sin interrupciones. Las personas a su
alrededor observaban la escena, y mientras Harry volvía a tomar a su hijo
en brazos, el diablo amenazaba con la mirada a las familias Rusas de su
alrededor.
—Louis... —El más bajo de ambos había notado aquello mientras mecía a
Dean, el cual intentaba dormir en su hombro.
El rey del inframundo tan solo lo vio por el rabillo del ojo, tomándolo de
la mano y guiándolo cuando la maestra de su hijo mayor indicó que se
adentraran al salón. Era lo suficientemente espacioso para que todos los
padres entraran, pero Louis se dirigió junto a su esposo hacia el fondo.
—Hasta que al fin llegan. —Harry se giró de inmediato al oír la voz de su
mejor amigo, el cual se encontraba a su lado. Observó a su sobrino menor
y tendió sus brazos. —Dámelo. —Muerte de inmediato lo hizo, y el niño
ni siquiera se quejó. Amaba a su tío. —¿Todo en orden?
Harry asintió, observando de reojo a su esposo y notando la mirada de
éste fija en él. Suspiró. Sabía que Louis no iba a dejar de insistir respecto
a esto, y en parte lo entendía bastante. Seguramente él también había
tenido dudas de su seguridad, seguramente también habría pasado
miedo.
Llevó su mirada a Fionn. —Eres un torpe, Fi. —Simplemente dijo,
sorprendiendo al último nombrado. El diablo silbó. —Casi haces que me
dé un infarto, y he perdido el hábito de dormir. Por favor, si no estás
seguro de algo, no lo digas. —Pidió con amabilidad a pesar de lo que
estaba diciendo, parpadeando suavemente.
Nadie podría enojarse con él hablando tan suave y luciendo de esa forma.
—Lo siento, Harry. No volverá a pasar, lo prometo. —Dirigió su mirada
hacia Louis. —Y lo siento, Louis.
—Conmigo no te disculpes. La próxima que lo hagas, te arranco las bolas.
—El diablo ni siquiera se giró a verlo, tenía sus ojos entrecerrados,
vigilando a su hijo mayor, el cual estaba entre todos sus otros
compañeros.
Fionn alzó ambas cejas, sorprendido mientras veía a Harry de reojo, el
cual negó. Definitivamente no quería volver a pasar por algo así.

El evento comenzó casi de inmediato. La única maestra reconocible para


Harry había estado explicando el propósito de los ensayos, y también
había comentado que los niños de primer curso habían hecho un mural
de dibujos para cada padre. Éste lo podrían ver luego.
—Genial, otro dibujo para el refrigerador.
Harry aferró ambos brazos a uno de Louis, embobado. Le había dado
ternura aquel comentario de parte del diablo, y no quería decirle que no
podría quitar los dibujos de su hijo del mural. Ambos estaban prestando
atención a lo que la mujer había indicado, hasta que finalmente llegó el
tiempo de que los alumnos leyeran sus ensayos. Habían comenzado los
niños del tercer curso, lo cual había sido bastante rápido debido a que,
aparentemente casi ninguno del salón había hecho más que el dibujo del
mural. Finalmente llegaba el momento de los del primer curso, y Muerte
esperaba el ensayo de su hijo con ansias.
Había niños que no sabían leer, y la amable maestra Rusa los ayudaba.
Finalmente, luego de minutos que habían parecido interminables, el
momento de Viktor Cox había llegado. Con una tímida sonrisa de
pequeños y pocos dientitos, terriblemente sonrojado, se posicionó al
frente de los demás alumnos, con el papel en mano.

—¿Necesitas ayuda, Viktor? —El niño asintió y le tendió su papel a la


mujer, la cual lo tomó, inspeccionando en silencio la hoja.
Harry agitó un poco el brazo de Louis, algo nervioso mientras se paraba
de puntas de pie para ver mejor entre los demás padres. —¿Qué crees
que diga? —Le susurró a su esposo.

—Dijo que era una sorpresa. —Louis se encogió de hombros, fingiendo


desinterés. Ambos sabían perfectamente que no era así.

La Muerte mordió su labio inferior, a la espera de que la maestra de su


hijo comience a leer la primera oración.

—"Amo a mis papás, son geniales." —Harry no pudo evitar sonreír


ampliamente, con hoyuelitos marcados en sus mejillas. Louis infló su
pecho con orgullo, sin poder evitar sonreír un poco, también. —"Ellos me
cuidan mucho a mí, y a mi hermanito, Dean." —Leyó lentamente,
siguiendo la lectura. La mujer frunció levemente su ceño. —"Yo nunca
tengo miedo, porque mis papás tienen poderes mágicos."

El semblante de los dos seres sobrenaturales cambió de inmediato. Harry


abrió sus ojos de más, quedándose congelado en su lugar y ejerciendo un
poco de presión en el brazo del Diablo.

—Ay, joder. —Maldijo este último.

—"No tienen autos, porque nos pueden hacer viajar con sus
poderes." —Siguió la mujer mientras Viktor asentía, estando de acuerdo
con su propia escritura. —"Uno trabaja castigando malos, y el otro
los"..."los mata". —La mujer alzó la mirada, buscando a los padres del
niño entre las personas. Ninguno dijo ni una palabra, tan solo
permanecieron viendo al frente. —"Pero yo los amo igual, y más
ahora, que nos regalaron a mi hermanito a mí un gato que se había
muerto en nuestro patio." Cariño. —La mujer vio al niño, el cual
continuaba con una sonrisita en sus labios. —¿Dónde están tus papás?

Viktor observó a través de la multitud de gente, borrando un poco su


sonrisa ante la confusión de las personas y los murmullos que
interrumpían la lectura. Louis soltó a Harry al ver la expresión cambiar en
el rostro de su hijo mayor.

—Quédate aquí. —Le ordenó a su esposo con suavidad, el cual asintió.


Por supuesto que estaría de acuerdo, era un pésimo mentiroso.
El diablo avanzó entre la gente sin siquiera tener que pedir permiso. Todo
aquel que estuviese en aquella habitación podía sentir el aura oscura que
éste emanaba, y preferían mantener lejanía, aún más luego de verlo de
la mano de otro hombre. Una vez Louis llegó frente a Viktor, posicionó
una de sus manos repletas de anillos sobre el hombro de éste, observando
a la amable pero horrorizada maestra.

—Yo soy el padre que castiga malos. —Simplemente dijo, sonriendo de


lado y viendo con superioridad a la adulta frente a sí. —Soy policía. —
Mintió con tranquilidad.
—¿Y su...compañero? —La mujer alzó ambas cejas, siendo intimidada casi
de inmediato por la fija mirada proviniendo del padre de su alumno. —¿El
que los mata?
—Trabaja en una funeraria. Mi hijo tiene una gran imaginación. —
Nuevamente mintió. Harry envidiaba aquello; Últimamente las mentiras
eran algo que necesitaba en su vida cotidiana como Muerte, esposo del
mismísimo Diablo y padre de dos hijos. —Y no es mi compañero, es mi
esposo.

El salón entero quedó en silencio por segundos que se sintieron como


horas. Podía sentirse la incomodidad junto al mal augurio y el nerviosismo
de Muerte. Claramente los mundanos no se darían cuenta como uno que
supiese, pero, aun así, allí estaba.

—¿Algo más? —Las cejas de Louis se alzaron, sin cambiar su expresión.

—N-No, no. Está bien. De todas formas, así termina el ensayo de Viktor.
—Una sonrisa -esta vez, falsa- creció en sus labios, viendo al frente
mientras acariciaba el cabello rubio del niño. —Un aplauso para Viktor y
su ensayo.

Los aplausos llegaron de manera lenta, pero fueron lo suficientemente


audibles para que el niño de seis años brincara en su lugar, cubriendo su
rostro por la verguenza antes de extender sus brazos hacia el ser infernal
de su lado, el cual lo cargó de inmediato y sacó del salón, viendo a Harry
por el rabillo del ojo y dando un asentimiento en dirección a la puerta.
Era hora de seguir al Diablo.

—¡Papi! —El niño corrió hacia los brazos de Muerte, el cual lo envolvió de
inmediato, besándole cariñosamente la mejilla. —¿Te gustó mi ensayo?
—Llevó sus pequeñas manos al rostro de Harry y lo observó con ojos
brillantes y mejillas sonrojadas. —¿Estás feliz?
—Me encantó. Te amo tanto, tanto. —Lo cargó en brazos, dejando besos
en su cabello y olfateando un poco. Amaba el aroma de sus bebés. —Eres
increíble, Vik. Todo lo que haces me llena de amor.

Viktor parecía estar a punto de decir algo, pero sus ojos se agrandaron al
ver a La Parca detrás de su padre, sosteniendo a su hermano menor, el
cual dormía cómodamente en el hombro del adulto.

—¡Tío Fionn, viniste! —Se sacudió un poco en los brazos de Harry, y éste
último lo acercó a su mejor amigo, entregándoselo. Ahora Fionn cargaba
a ambos niños. —¿Viste que lindo mi ensayo?

—¡Estuvo de puta madre! —Exclamó La Parca.

—¡Si! ¡De puta madre!

Harry sentía que su mandíbula iba a golpear el suelo. Justo cuando estuvo
a punto de decir algo, Louis apareció a su lado, con una hoja mediana en
una de sus manos.

—Listo, ya nos podemos ir.

—¡Papá! ¡Mi dibujo! —Exclamó el niño cuando notó lo que Louis sostenía.
—¿Nos lo llevamos a casa? ¿Al refrigerador?
—Al refrigerador. —Repitió el rey del inframundo, llevando su mirada a su
esposo. —Son sus disculpas por el interrogatorio en medio del ensayo.

Muerte negó lentamente con la cabeza y, rendido, siguió a su esposo y


mejor amigo hasta estar fuera de aquel instituto, lejos de cualquier
mundano que pudiese verlos transportarse.

Cuando llegaron a su hogar, los niños durmieron la siesta y la pareja


sobrenatural decidió tomarse el día libre. En su tiempo a solas, donde
Harry se acurrucaba contra el rey del inframundo en el sofá de la sala,
ambos observaban con admiración el dibujo que su hijo de seis años había
dibujado.
Para ser tan pequeño, había hecho a la perfección las figuras de sus
padres tomados de la mano. A un lado de éstos estaban los menores,
también tomados de la mano, y luego Fionn sosteniendo al nuevo gato,
el cual aún no tenía un nombre digno de una mascota.

—Estuvo cerca, ¿no crees? —Alzó su mirada, encontrándose con la de


Louis, el cual alzaba un poco sus cejas. —Si las personas se volvían locas,
hubiésemos tenido un enorme problema.

—Nada que no pudiésemos solucionar. —Inclinó el rostro hacia abajo,


dejando un suave y lento beso en los labios de su esposo. —Mi niño
favorito... —Se apartó tan solo unos centímetros, inspeccionando el rostro
del que alguna vez había sido un simple adolescente, inocente y religioso,
lleno de amor que no podía dar ni recibir de manera apropiada. Siempre
había sentido la valentía de Harry como si fuese propia, pero ahora era
incluso más fuerte. Relamió sus labios, recorriendo con sus ojos -ahora
rojos- los gruesos y rosados labios de su esposo, subiendo por su pequeña
nariz hasta aquellos ojos en los cuales quería perderse por siempre. Ahora
éstos tenían una pequeña mancha oscura, pero ni siquiera ésta los opaca,
incluso los volvía más maravillosos. Negó, sin poder creerlo. —...eres
precioso ante mis ojos, y los de cualquiera. —Dejó salir. —Te amo.

Las mejillas de Muerte se tornaron levemente rosadas a la vez que


arrugaba un poco su nariz, bajando sus párpados por la vergüenza. Ya no
solía quedarse estupefacto como antes, pero aún parecía querer ocultarse
en donde sea que pudiese. Nuevamente, fue recibido por aquellos
preciosos ojos esmeralda, y la mano del dueño de éstos acarició su rostro.
El tacto ardió como las fuertes llamas de La Fosa y, maldición, que le
gustó.

Lo besó casi de inmediato, perdiéndose en el sabor de su lengua junto a


la propia, y anhelando más días tranquilos como aquellos.

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