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de BooDarkness
Es 1967 y Harry está harto de ser aquel chiquillo religioso el cual todos
molestan. Ya cansado de Dios fingiendo no oírle, decide tomar otras
riendas a escondidas; ¿Qué tan mal podría irle si recurriera al Diablo?
¿Qué tan rápido le oiría éste? Es hora de guardar la biblia y encender las
velas rojas.
😈🎻🔥😈
N/A: Bebés, la opinión sobre Dios en el libro no es mía. Entiendan que era una
época diferente, Harry es bastante inocente. Por favor, no se ofendan y no
discutan sobre sus creencias ni hagan sentir mal al otro. 💔💔 Cada uno es libre
de creer lo que quiera mientras no haga daño en el otro.
Giuseppe Tartini nació el 8 de abril de 1692 y murió el 26 de febrero de
1770. Era un músico, violinista, compositor de piezas que lograban
cautivar a la gente. NADIE habría podido llegar a su nivel, era
sumamente insuperable.
Más aún con su mejor obra; "La sonata del diablo". Muchos
simplemente admiran aquella pieza, otros simplemente no quieren oír de
ella, y los pocos que saben la verdad le temen de por vida.
"Una noche, en 1713, soñé que había hecho un pacto con el Diablo y
estaba a mis órdenes. Todo me salía maravillosamente bien; todos mis
deseos eran anticipados y satisfechos con creces por mi nuevo sirviente.
Ocurrió que, en un momento dado, le di mi violín y lo desafié a que tocara
para mí alguna pieza romántica. Mi asombro fue enorme cuando lo
escuché tocar, con gran bravura e inteligencia, una sonata tan singular y
romántica como nunca antes había oído. Tal fue mi maravilla, éxtasis y
deleite que quedé pasmado y una violenta emoción me despertó.
Inmediatamente tomé mi violín deseando recordar al menos una parte de
lo que recién había escuchado, pero fue en vano. La sonata que compuse
entonces es, por lejos, la mejor que jamás he escrito y aún la llamo "La
sonata del Diablo", pero resultó tan inferior a lo que había oído en el sueño
que me hubiera gustado romper mi violín en pedazos y abandonar la
música para siempre…"
😈🎻🔥😈
Espero les guste el primer prólogo. La sonata la pueden oír en el
archivo de multimedia. No tengan miedo, es muy bonita. 💕
1957.
Un nuevo sonido vuelve a hacerse presente: Pisadas sobre las hojas que
caen de los viejos y altos árboles, y le parece ver a alguien estar escondido
detrás del tronco de uno. El ceño del infante se frunció.
Decidió armarse de valor mientras forma puños con sus pequeñas manos,
dando dos pasos hacia adelante, pero volviendo a retroceder al notar la
mano ajena reafirmar el agarre en el tronco.
¡Se ha asustado!
Es una persona muy curiosa, pero mientras aferra sus manos a su pecho
y oye los acelerados latidos de su corazón, no está realmente seguro si
debería avanzar o retroceder.
—Lo siento. ¿Yo te asusté? —Da un pequeño paso, viendo la mano volver,
pero solo un poco. —Yo no quise. ¿Eres tímido? No te procures, yo soy
ami-amigable. —Dice en voz alta el niño con toda la inocencia del mundo,
aún un poquito asustado.
Aterrado a más no poder, simplemente giró sobre sus talones y corrió sin
mirar atrás hasta estar dentro de la casa, según él: A salvo.
Y no vuelve a salir, ni siquiera quiere ver los copitos caer del precioso
cielo por la ventana, incluso si todos sus primos están fuera, jugando en
la nieve. No quiere saber nada más del exterior, y tampoco quiere volver
a estar solo.
Muy.
1967.
Los alumnos del instituto corrían felizmente por el patio con césped y
trozos de nieve, los cuales usaban para tirarse entre ellos.
Yo podría ser uno de esos niños Pensó Harry, pero aquel pensamiento
fue olvidado con facilidad, dejándolo nuevamente sumergido en aquella
burbuja gris en la que se encontraba.
Literalmente, era como uno de esos dibujos en los cuales había una nube
gris con lluvia sobre la cabeza de una persona. Había sol, Harry lo sabía,
pero veía todo mucho más oscuro. Todo lo era desde...
Sí...eso suena tan bien. Suena excelente, podría hacerlo ahora mismo e
irme. Podría...
No. No.
¿Por qué se siente tan conectado a él? ¿Por qué siente que no quiere
volver a como era antes? ¿Qué está mal con su cabeza?
Todo ha cambiado.
Siente una presencia al frente y unas manos más grandes que las suyas
apartando estas últimas. La figura de Louis está frente a él, el toque de
aquella mano sosteniendo su mentón arde levemente, pero lo ignora
debido a que siente como su corazón late más deprisa y el color le vuelve
un poco a la cara.
—Lo que menos quiero en éste basurero es que mi niño favorito llore. —
Susurró con calma, aunque no lucía para nada así. Tenía los ojos más
abiertos de lo normal, de un leve color bordó. Enojado, estaba enojado.
Y cuando el diablo se enoja...
—¿Fue por lo que metí en tu cabeza? ¿Lo de aquellos niños? —Acercó sus
labios a la mojada mejilla del menor y dejó un suave beso. Nuevamente
su toque ardió. —Se lo merecían, soy el karma de los idiotas, Harry. Debes
entenderlo.
—Sí, lo entiendo.
Se alejó un poco y quedo bastante cerca de los rojizos y gruesos labios
del rizado, casi los rozaba. Harry podía sentir como se le iba el alma poco
a poco.
Un leve mareo provoca que todo se vuelva más borroso. Una melodía
comienza a sonar, gritos y lamentos le dan jaqueca antes de tambalearse
y caer, golpeando fuertemente su cabeza y dejándolo en plena oscuridad.
Al fin.
Dominique-nique-nique era, simplemente, un pobre caminante que iba
cantando. En todos los caminos, en todas partes, solo hablaba del buen
Dios. Solo hablaba del buen Dios.
Está funcionando.
Aún con sus ojos viendo entre la nubosidad y oscuridad bajo el agua, su
mente comienza a nublarse de a poco, sin entender cuáles son sus
pensamientos y con la desesperación de querer subir a la superficie, pero
ese cálido y pesado cuerpo sobre él no se lo permitía para nada.
Un momento...
Miró alrededor, notando las velas apagadas y la luz del baño prendida. No
comprendía. Se acurrucó unos segundos, abrazando sus piernas y
temblando, viendo un punto fijo en el agua, la cual ahora estaba helada.
Los pensamientos ya no eran tan inconscientes, ahora estaba recordando
qué había sucedido y...
Se veía pálido como una servilleta, con sus labios secos y lo blanco de los
ojos levemente irritado. Mordió su labio inferior y estuvo por hablar, pero
una terrible sensación de vértigo lo invadió y, gracias a su madre, no cayó
al suelo.
La bonita mujer le dedicó una sonrisa. —Nada, cielo. No creo que tengas
fiebre, estás...estás congelado. ¿Seguro que comiste?
Harry suspiró y se refregó los ojos con sus pequeñas y débiles manos
antes de abrir las puertas de su armario y tomar su pijama: Una camiseta
gris, un pantalón holgado del mismo color y unos calcetines largos y
blancos. Cuando terminó, secó su cabello con una toalla y tiró ésta al
cesto de ropa sucia.
Dio media vuelta y caminó entre balanceos hasta su mesa de noche, tomó
el collar plateado con el crucifijo y se lo puso en el cuello, pasándolo por
su cabeza como si fuera una prenda de vestir. Era una prenda de vestir
para él: Se lo había sacado solo para lo que hizo.
A pesar de que parecía tener una gran vida, con una madre comprensiva
y la familia perfecta, cada uno de ellos tenían sus lados oscuros.
¿Dónde estaba Dios para ayudarlo cuando rogó que su padre no vuelva a
lastimar a su madre?
Su familia eran sus padres y su hermana, Gemma. Luego estaban sus tíos
y sus seis primos, los cuales jamás dejaban de molestarlo y decir cosas
verdaderamente ofensivas. Todos ellos eran importantes en la iglesia ya
que eran el coro de ésta, y tenían voces de ángeles. Lucían como éstos,
ya que además de ser bonitos físicamente, también se encargaban de
predicar, orar y ayudar a personas enfermas.
¿Dónde estaba Dios cuando le hablaba todas las noches, pidiendo cambiar
para caerles bien a sus primos y poder, al menos, tener un amigo?
Sabía que había algo malo con él, sabía que no iba a poder darle a sus
padres una familia numerosa porque, simplemente, rogaba jamás tener
que tocar a una mujer si era mentira el sentir algún tipo de atención hacia
éstas. Sabía que un hijo no era cualquier cosa, y definitivamente no
tendría una farsa de familia como la que, poco a poco, se ha dado cuenta
que siempre tuvo.
Así que decidió tomar sus propias decisiones: pasarse al lado oscuro,
probar a la ciencia. Iba a invocar, iba a probar que nada de lo que decían
era real, y que, aunque Dios parecía hacer oídos sordos lo estaba
escuchando.
Pero todo era bastante real, o eso parecía...y estaba asustado. En verdad
lo estaba.
Su madre parpadeó una vez antes de subir la mirada hacia él. Lucía
asustada, pero rápidamente dejó escapar una nerviosa risa y sacudió con
fuerza el termómetro.
—Me daba como si estuvieras sin temperatura, amor. —Dijo entre risitas,
volviendo a poner el aparato debajo del brazo de su hijo. —Intenta no
moverte, mientras podríamos orar a Dios para que no tengas fiebre. Te
hará sentir mejor.
Harry amaba orar con su madre, pero tenía un fuerte nudo en la garganta
como para hacerlo.
Observó cada movimiento de la mujer mayor y vio como esta dejó otro
termómetro bastante diferente al anterior en su axila. Se acercó a su hijo
y le envolvió en sus brazos, comenzando a rezar en voz alta. Harry
hubiera sentido tranquilidad si no se sintiera tan mal.
—...cura a Harry para que pueda tener fuerzas y sentirse mejor en este
hermoso día. Tu fuerza es increíble, señor... —Se detuvo en cuanto el
reloj de la pared marcó la hora exacta y se apartó, tomando el
termómetro de la axila de su hijo y viendo la temperatura que marcaba
en éste.
Iban por el pasillo del hospital y decidió comprarse una cajita de jugo de
naranja de un pequeño puesto que había allí. Su madre le dio un billete y
corrió felizmente hasta éste, pidiéndole a la anciana que atendía lo que
quería. Le entregó su billete y tomó la caja con el sorbete, dando un
sabroso trago.
—Hazz, bebé. ¿Te sientes bien? ¿Quieres que nos detengamos por un
momento? —Su madre preguntó de manera dulce y claramente
preocupada, asustada -seguramente- de que su hijo estuviera mal
nuevamente.
Harry negó rápidamente con la cabeza, bajando la mirada y respirando
profundamente.
—Está bien, hijo. —Dijo Des, girando el volante hacia la izquierda y
comenzando a conducir lentamente para poder estacionarse. —Llegamos.
Pídele a Dios que te haga sentir mejor, él va a escucharte.
Harry quiere decirle que no es así, que Dios ya no va a escucharlo nunca
más, pero solo asiente y se baja del auto cuando éste finalmente dejó de
estar en marcha.
Todo da vueltas, para prevenir se apoya unos segundos en el auto antes
de suspirar y caminar hacia la iglesia a pasos lentos. Un extraño
sentimiento al ver “La casa del señor” hace que su cabeza comience a
doler de manera leve y su estómago se contraiga bastante, provocando
que la bilis suba por su garganta y no le dé ni tiempo para llamar a su
madre, teniendo un pequeño espasmo antes de inclinarse y vomitar en el
pavimento, en la entrada.
Su madre rápidamente llega junto a él y exclama su nombre, asustada
mientras sostiene a su hijo para que éste no caiga al suelo. La gente que
pasa por allí para entrar a la iglesia o seguir de largo observa con cierto
asco, cosa que Harry sabe y lo hace querer morir allí mismo por la
vergüenza.
—Cariño... —Se lamenta Anne, viendo que su hijo no para de vomitar ni
por un segundo y apenas puede inhalar nuevamente.
Para Harry se sentía como si estuviese vomitando nada -porque ni
siquiera vomitaba comida, era un líquido transparente- y como si alguien
le apretara el estómago con fuerza cada vez que intentara inhalar. Fue
tanta la desesperación que cayó al suelo de rodillas y jaló con fuerza la
falda del vestido de su madre, pidiéndole ayuda.
Anne había comenzado a llorar, entrando en pánico y sollozando el
nombre de su hijo, Gemma observaba con desesperación a su alrededor
al ver a su hermano con el rostro tan rojo, pero el único que reaccionó allí
fue Des, el cual tomó a su hijo por debajo de los brazos y lo llevó hasta
un lugar más apartado de la iglesia.
De inmediato Harry se detuvo y comenzó a respirar entre jadeos, muy
asustado como para comenzar a llorar, parpadeando con lentitud
mientras su padre lo sentaba en el asiento trasero de su coche y le
abanicaba la cara con su propia mano. No era difícil cargarlo ya que el
pequeño era lo suficientemente delgado y ligero como una pluma.
—Ya, Hazz. Vas a estar bien. ¡Gemma! Toma. —Sacó de su bolsillo trasero
dinero y se lo dio a su hija. —Haz algo por tu hermano y compra una
botella de agua y alguna golosina.
Ésta asiente, tomando el dinero y caminando a paso rápido hacia el
pequeño mercado que había a la vuelta.
—Estás mejor. Ya puedes respirar, ¿Vale, hijo? No tienes de qué
asustarte. Fue un momento feo, pero ya pasó.
Harry sollozó de manera seca, sintiéndose triste y sin poder soltar tantas
lágrimas como desearía. Sigue asustado, pero agradece ser el mimado de
la familia en aquel momento, y agradece el que su padre lo trate de esa
forma: Como si fuera un niño, aunque él mismo sabía que, en parte, lo
seguía siendo.
Quiere volver en el tiempo para no hacer lo que hizo. Si sabía que se
sentiría de esa forma no lo hubiera hecho. ¿Dios puede ayudarlo ahora?
Su padre lo ve con su entrecejo fruncido y le acaricia la mano con lentitud,
a la vez que Harry alza la mirada y ambos se ven fijamente.
—Quiero ir a casa. —Dice, parpadeando y dejando caer las únicas dos
lágrimas que salieron de sus ojos.
Y Des no lo contradice, para nada.
Luego de avisarle a Gemma y Anne que llevaría a su hijo a casa y se
quedaría a cuidarlo, ambas comienzan a caminar hacia la entrada de la
iglesia, sorprendiéndose al encontrarse con el cura de ésta parado allí.
—Padre William. ¿Cómo se encuentra en un día tan hermoso como hoy?
El hombre de unos cincuenta años le dedicó una sonrisa apenas notable.
—Muy bien, gracias. ¿Por qué no se adentran? Son bienvenidas.
Éstas asienten y caminan hasta estar dentro, sin embargo, el padre
William continúa allí, observando como Des cargaba al indefenso y
debilucho niño hacia el auto. Un suspiro escapó de sus labios al notar
como una sombra pisaba los talones de ambas personas.
—Dios te bendiga, Styles. —Susurró, y creyó que estaría más a salvo de
lo que fuese aquella sombra, dentro de la iglesia. Sin dudarlo, se adentró
y decidió olvidar el tema por completo.
Harry gritaba e intentaba cerrar la boca cada vez que el abrojo del
cinturón golpeaba fuertemente contra la piel de su espalda. Eran diez
veces, pero su padre, cegado por la ira, no dudó en darle uno más debajo
de su ojo izquierdo. Ahora éste estaba morado, y la espalda del niño ardía
como mil infiernos.
Se encontraba acostado de lado en su cama, sintiendo las lágrimas caer
lentamente. Había una taza de chocolate caliente sobre su mesa de
noche, y había sido cobijado por su madre. Recibió una disculpa de su
padre, el cual le decía que debía de ser disciplinado, que Dios no iba a
abrirle las puertas del cielo si el menor se convertía en una mala persona.
Lentamente comienza a sentir malestar, y la cama se mueve detrás suyo.
Louis está acostado a sus espaldas, su aliento roza la oreja del menor, el
cual comienza a sollozar audiblemente.
—Dime qué quieres que haga.
—M-mi espalda, me duele... —Rompió a llorar apenitas más fuerte,
sintiendo una tristeza inmensa en su interior.
No quería ser malo. Quería ir al cielo, pero ya no podía.
Se congeló en cuanto sintió la cálida mano del diablo colarse por debajo
de la camiseta de su pijama, acariciando la piel de su cadera. Subió
lentamente por su costilla e inesperadamente la posicionó en su espalda,
sobre las heridas.
El aire escapó de los pulmones del niño, comenzando a sentir ardor, pero
éste se desvaneció de inmediato y su espalda dejó de doler.
—Voltéate. —Dijo.
Harry lo hizo lentamente, dudando si debería debido a que temía estar
alucinando, que su espalda no esté realmente curada y cuando apoyase
ésta contra el colchón moriría de dolor.
Pero no fue así. Se sintió completamente normal.
Una vez frente a frente con el diablo, sin verlo directamente a los ojos,
sintió el pulgar de éste debajo de su ojo, en la herida. Acarició un par de
veces y el dolor se fue de inmediato, aunque no estaba seguro si el
hematoma también.
—Yo podría hacer que nadie vuelva a hacerte daño...jamás. —Dijo Louis,
bajando su mano a la mejilla de Harry y acariciándola delicadamente. Era
extraño que el diablo le hiciera sentirse bien, incluso con el malestar a su
alrededor. —Solo tienes que decir mi nombre. Nómbrame, y haré algo al
respecto.
—E-está bien.
Se quedaron en silencio. Era de noche, tarde. Harry no había cenado, y
continuaban de la misma manera.
—No puedo dormir... —Susurró el pequeño, aunque estaba
completamente adormilado, casi cayendo en los brazos de Morfeo.
El diablo subió su mano a los rizos de Harry, los probó entre sus dedos y
comenzó a acariciarlos lentamente, oyendo un balbuceo de parte del
dueño de aquellos bucles para luego oír una respiración pesada y leves
ronquidos.
Estaba dormido.
El diablo lo envolvió con sus brazos, lo refugió en su pecho e inhaló
lentamente, absorbiendo poco a poco su alma.
Sus ojos están abiertos, pero no puede mover el cuerpo o hablar. Es como
estar con el cuerpo dormido y la mente despierta, alerta a lo que puede
pasar.
La figura altísima y cubierta por una capa negra que está en un rincón es
la misma que vio en la carretera cuando ocurrió aquel accidente rumbo a
la iglesia. Continuaba allí, como viéndolo debajo de toda aquella
oscuridad. Se acercó lentamente al niño, el cual veía de reojo y se le
inclinó hasta que estuvo cerca de su oreja.
Esta cosa comenzó a susurrar tan bajo que apenas se oía, incluso si lo
hacía en su oreja. Hablaba en otro idioma, eso sí podía notarse. Harry
sentía escalofríos, la necesidad de respirar hondo, pero sentía a alguien
sobre sí. Un peso muerto. Sus ojos estaban llorosos, su voz no salía para
llamar a su madre y comenzaba a desesperarse.
Finalmente, en un parpadeo comenzó a tener dominio de su cuerpo. Vio
alrededor entre lágrimas y aquella cosa enorme y oscura ya no estaba
allí, se había ido al igual que el peso sobre su cuerpo. Sollozó asustado y
se giró hacia al otro lado al sentir una respiración en su nuca. El diablo le
observaba sin ningún tipo de expresión, completamente neutro mientras
el niño sollozaba, aún medio adormilado y lleno de pánico que no quería
demostrar.
—Tuviste una parálisis de sueño. —Dijo Louis, llevando una de sus manos
cubiertas de muchos anillos de oro hacia la mejilla del niño, limpiando sus
lágrimas y apartando los ricitos rebeldes de su frente.
Harry hipó antes de acurrucarse tímida y disimuladamente contra el torso
del rey del inframundo, el cual no dudó en envolver en sus brazos el
diminuto cuerpo del humano. Ambos estuvieron unos segundos en
silencio antes de que el menor suspire de manera profunda y temblorosa.
—¿Alguien se salva de ir al infierno? —Preguntó apenitas audible,
temiendo a la respuesta que seguramente recibiría.
—No. Es por eso que la gente no hace a menudo pactos conmigo. —Dijo
con algo de gracia el ente, acariciando con su dedo medio la espalda del
niño. —Y tú...me sorprendiste.
—¿Lo hice?
—Me maravillaste. Nunca vi algo tan puro verse tan bien al hacer un ritual
de invocación.
Las mejillas de Harry comenzaron a arder ferozmente, su cuerpo quedó
inmóvil y su mente viajó al momento en el que decidió hundirse bajo el
agua...semi desnudo.
Recordó también cuando Louis le había confirmado ser él el cuerpo que lo
ahogó con su peso. Pero estaba oscuro, y el diablo no podía ver en la
oscuridad...
¿O sí?
¿Acaso el diablo le veía realmente cada segundo? ¿Veía cuando él pasaba
el jabón sobre su piel bajo la lluvia artificial de su baño? Supuso que sí
debido a que cada vez que Louis estaba cerca sentía malestar y
protección, una sensación extraña y un calor agradable. Que suerte que
no se podían ver a los ojos, porque si así fuera, luego de Harry saber que
probablemente el arcángel que lo envolvía en sus brazos había visto sus
partes íntimas, moriría de vergüenza antes que éste pudiese llevarse su
alma.
—¿Te has llevado el alma de alguien importante?
Louis asintió lentamente ante la inocente pregunta de su niño favorito. —
Me he llevado el alma de muchas personas importantes.
—¿Cuál fue la última?
—Marilyn Monroe. —La sangre de Harry se heló.
Si no fuese el diablo, ahora mismo lo hubiera echado de su casa, no sin
antes decirle lo feo que eso lo hizo sentir. ¡Marilyn Monroe! ¡Su modelo a
seguir a escondidas había vendido su alma a éste hermoso diablo! Ella
era dulce, y frágil. Justo como él.
Al diablo no le importó.
Eso le dolía un poco a Harry, porque ya hace días convivía con la presencia
de Louis y sabía que le gustaba. Sí, le gustaba el mismísimo diablo. Era
imposible no hacerlo porque no solamente era su preciosa apariencia, si
no la manera en la que lo hacía sentir. Amaba la protección que sentía,
amaba que secara cada una de sus lágrimas, amaba la manera en la que
sus fuertes y cálidos brazos lo envolvían.
Sin embargo, no era tonto.
Últimamente hacía mucho frío, no dormía nada bien, todo lo que veía al
cerrar los ojos eran pesadillas y su oído no dejaba de pitar, como si la
cuerda más aguda de un violín fuese tocada una y otra vez de la manera
más irritante. Además del obvio rechazo a todo lo que tuviese que ver con
Dios, sus cambios de humor y la rabia que crecía al hablar con su padre.
Sabía que algo estaba mal con él. Era como si su alma se fuese de su
cuerpo poco a poco. Intentaba no pensar día a día en el hecho de que, en
algún punto, iba a ser solo una desesperada alma atrapada en el pequeño
espacio rojo en uno de los ojos del diablo.
Y le dolía.
—Harry, voy a enseñarte algo: Cada vez que alguien pide por mí, sabe
que me llevaré su alma. Es como en el mundo: Cada vez que alguien pide
algo a alguien más siempre quieren algo a cambio, pero debes confiar en
si lo cumplirán o no, y no puedes pedirle a alguien lo que se te antoje.
Conmigo es diferente, es por eso que cuesta llamarme a mí, no es tan
fácil.
—Yo ni siquiera sé exactamente lo que te he pedido.
—Lo pediste, y sigues pidiendo, inconscientemente. Pero no voy a
decírtelo, simplemente voy a cumplirlo.
Harry no insistió ya que sentía que estaba exigiendo saber mucho.
Simplemente decidió hacer una última pregunta:
Se veía diminuto y delgado como siempre, pero sus labios eran del color
de una servilleta, al igual que su rostro. El hematoma bajo el ojo gracias
a los golpes de su marido seguía allí, pero también tenía unas ojeras
moradas. No lucía nada sano, y un nudo se instaló en la garganta de Anne
cuando recordó el cambio de temperatura en el cuerpo de su hijo y que
el doctor había dicho que si algo más sucedía debían de volver y dejarlo
en observación.
—¡Mami! Iré por una escoba. —Dijo el adolescente, saliendo de la
habitación. Volvió a los segundos con la escoba y una pequeña pala. —
¿Qué sucedió? ¿Por qué soltaste el plato de esa forma? ¿Te lastimaste?
¡Traeré vendas!
Anne rápidamente detuvo a su hijo y ambos se vieron fijamente antes de
que la mujer negara con lentitud, sin poder creer lo descuidada que había
sido con su hijo. Rápidamente lo envolvió en brazos.
—¡Oh, cielo! ¿Te sientes bien? ¿Por qué luces así? Desayunemos y
vayamos al hospital, ¿Vale?
—No, no, no. Estoy bien. —Rápidamente cubrió con una mentira el hecho
de que su cuerpo esté en descomposición como si fuese un cadáver. —
Estoy bien, solo he dormido muy mal éstos días. —Eso último era verdad.
Su madre guardó silencio mientras él barría los vidrios con rapidez antes
de tirar los trozos a la basura. Pronto su padre bajó las escaleras y luego
su hermana. Todos se sentaron a desayunar, era muy temprano y debían
de ir a la iglesia, cosa que preocupaba a Harry.
Su padre -al igual que su madre- le preguntó sobre su apariencia, y el
adolescente respondió exactamente lo mismo. Se limitó a comer de su
desayuno, beber de su jugo exprimido y disfrutar de la compañía de su
familia como si fuese la última.
Todo iba extrañamente bien.
Parpadeó un par de veces en cuanto notó que parecía como si se estuviese
haciendo de noche. ¿Pero cómo? ¡Si apenas se levantaba! Observó hacia
la ventana más cercana de la cocina y notó el cielo levemente nublado,
sin sol, un poco oscuro. Apretó los labios y frunció un poco el ceño antes
de volver la vista al frente, parpadeando con rapidez.
¿Era posible que todo se volviera, literalmente, más oscuro desde la
llegada de Louis?
Oyó como su familia comentaba sobre las cosas que deberían de hacer
aquel día, y finalmente hablaban de unos compromisos que tenían en la
iglesia.
—Harry. —Llamó su padre, y el nombrado lo vio de inmediato. Lucía
preocupado. —Iremos a la iglesia, pero tú te quedas aquí a descansar,
¿Está bien? —Ambos asienten lentamente, de acuerdo. Su madre luce
más tranquila ante aquello.
Por encima de Dominique comienza a sonar el teléfono. Su padre se
disculpa antes de ponerse de pie y caminar hacia éste. Por las caras de
su madre y hermana Harry puede deducir el que es algo extraño, pero la
música y el pitido en su oído no le permiten husmear como las dos
mujeres que le hacían compañía.
Finalmente, su padre vuelve y se queda observando a su familia antes de
sentarse y ver a su esposa.
—Cariño, me ha llamado mi hermano. Vendrá él, Jacky y los niños. Dice
que quiere que nos disculpemos por haberles dado comida en mal estado.
—Suspira antes de apoyar su mano bajo su barbilla.
Anne rápidamente apoya una de sus manos sobre las de su marido, y
Harry intenta esconder sus ganas de reír gracias a una taza de té tapando
su boca al beber.
—Oh, amor. Tranquilo. Nosotros sabemos que no hemos hecho nada mal.
Pero si quieren una disculpa para seguir siendo una familia, lo haremos.
Recuerda que Dios lo ve todo. —Aconsejó su esposa. Des le agradeció con
una ligera sonrisa.
—Por favor, apenas terminan de desayunar vayan a vestirse para recibir
a su familia. Anne, prepara el agua para el té y la bandeja con el budín
de pan para el living. Gemma, ayuda a tu madre. Harry, tú descansa un
poco y ven unos minutos cuando lleguen tus primos.
Al finalizar de recibir las órdenes continuaron desayunando y, finalmente
fueron a sus respectivos cuartos para vestirse.
Harry lo hizo rápidamente, sonrojado y sin poder dejar de pensar que el
diablo rondaba por allí. Hacía frío fuera, pero ya que iba a quedarse dentro
de su casa simplemente se puso sus calcetines largos y blancos, shorts
de tiro alto con tiradores color negro, camisa blanca abotonada y zapatos
negros.
—¡Harry! Hola, querido. —Su tía abrió sus brazos a su sobrino favorito y
éste último, encantado, se dejó llenar de mimos con una adorable
sonrisita. Jacky tomó el rostro del niño y lo observó con su ceño fruncido.
—¿Has estado comiendo bien? Mira tú hermosa carita... ¿Qué te ha
sucedido en el ojo?
—Me golpeé jugando. —Mintió, apartándose para saludar al resto de su
familia. Sin poder evitarlo, sonrió de más en cuanto tuvo que darles besos
en las mejillas a sus primos, los cuales lo fulminaban con la mirada
mientras el más pequeño se sentaba en el sofá.
El tío de Harry, Joffrey Styles, observaba a su hermano fijamente, sin
siquiera sonreír un poco. Todos ya estaban sentados y se habían quedado
completamente en silencio, simplemente mirándose entre sí.
—¿Quieren...quisieran budín de pan? —Ofreció Anne amablemente.
—Quiero mis disculpas.
—Joffrey... —Jacky intervino, aún con su ceño fruncido y observando con
desaprobación a su marido. Dirigió sus ojos marrones hacia Anne y le
sonrió con amabilidad. —Claro, de seguro está muy rico.
Anne estuvo a punto de comenzar a servir, algo incómoda, pero notó que
había olvidado los pequeños y bonitos platos floreados en la cocina. Harry
de inmediato se puso de pie al notar la ausencia de éstos.
—Yo voy. —Dijo, intentando liberarse de la incómoda situación familiar.
—De acuerdo, bebé. No olvides los cubiertos y las cucharas para el té.
¡Oh! Fíjate en el refrigerador si ha quedado pastel, tal vez nadie quiera
budín de pan. —Dijo su madre.
—Nosotros lo ayudaremos. —Dijo Brad poniéndose de pie, siendo seguido
por sus otros dos hermanos, los cuales sonreían de una manera
falsamente inofensiva.
Harry apretó sus labios, nervioso mientras caminaba hacia la cocina y
sentía los pasos detrás suyos. La puerta se cerró una vez estuvo dentro
y caminó hacia la encimera, haciendo puntitas de pie para intentar
alcanzar los platillos de la alacena. Dominique sonaba a gusto en el
pasillo, y no pudo evitar comenzar a tararear.
Una mano tomó su brazo con fuerza, girándolo y haciendo que vea con
sus dos ojos bien abiertos a Brad, el cual se inclinaba de manera
amenazadora hacia el rizado.
—Mira. No sé qué mierda fue lo que hiciste el otro día. —Comenzó. Harry
de inmediato alzó ambas cejas.
—¿Yo? ¿Q-Qué hice?
—No te hagas el idiota. ¿Cómo crees que sea posible que a los tres a la
vez nos haya sucedido? Eres un brujo. —Acusó, refiriéndose a cuando
tanto él como sus hermanos se habían ensuciado a la par, al mismo
segundo.
El ceño de Harry se frunció de golpe, molesto, pero sin dejar los nervios
de lado. No le gustaba que lo acusaran, incluso si, en parte, era verdad.
—No soy nada de eso. —Se quejó debido al agarre reafirmándose en su
pobre brazo el cual, seguramente, ya estaba dañado.
—¡No es una casualidad! Eres un brujo y voy a decírselo a tus p... —Un
ruido proveniente de un rincón de la habitación lo interrumpió.
Todos observaron hacia allí, notando que una de los miles de crucifijo que
colgaban en la pared se había caído al suelo. Se quedaron en silencio unos
segundos, y el agarre en el brazo de Harry comenzó a esfumarse cuando
todos los crucifijos de la habitación comenzaron a temblar. Los primos de
Harry retrocedían, asustados.
—¿Qué está pasando? —Bob preguntó.
Pero, de manera inesperada...
...Todas las cruces se giraron bruscamente, dando la clara señal de que
allí dentro no había nada bueno.
—¡AAAAAAAAAAAAH!
—¡MAMÁAAAAAAAAaAaAaaaaAaAAA!
—¡BRUJO, BRUJO! ¡BRUJOOOOO!
Los primos de Harry salieron de la habitación, cerrando la puerta tras sí.
Harry corrió al refrigerador en cuanto oyó las voces del resto de su familia
preguntar qué había sucedido. Tomó el pastel con un brazo y con el otro
busco rápidamente cubiertos en el segundo cajón de una de las
encimeras. Tomó la cantidad exacta y caminó rápidamente hacia la
puerta, viendo de reojo las cruces girarse con rapidez.
En cuanto abrió la puerta sus primos comenzaron a gritar nuevamente,
apuntándolo e intentando esconderse tras sus padres.
—¡ES EL ANTICRISTO! —Ben gritó.
—¡YA BASTA, LOS TRES! —Alzó la voz su tío Joffrey, observando a sus
hijos. Estaba avergonzado de sus propios retoños. —Su primo no es
ningún anticristo. Dejen de molestarlo y avergonzar a su madre y a mí.
Estoy harto de ustedes.
—¡Papá, lo juramos! —Bob intentó convencer para luego ver a Des. —
Hizo que todas las cruces se giraran. Lo juramos, en serio. Ven, vamos a
ver. —Tomó la mano de su tío y los tres arrastraron a los hermanos Styles
hacia la cocina.
—Por el amor de Dios. ¿Qué sucedió, Harry? —Gemma preguntó,
preocupada por la terrible actitud de sus primos.
Harry se sentó a un lado de su tía, la cual lo veía apenada. Observó a su
hermana con un semblante neutro. —Mientras me decían cosas feas una
cruz se cayó y se asustaron. —Mintió. —¡Oh, rayos! Olvidé los platitos. —
Un pucherito se hace presente en su labio inferior. Su tía ríe antes de
avisar que ella iría por ellos, por lo cual se levantó y se dirigió hacia la
cocina.
Minutos después todos vuelven. Su tío pide disculpas inmediatas por el
terrible comportamiento de sus hijos, y también por haber acusado a su
familia de dar comida en mal estado. Todo parece bien, excepto por las
miradas de sus primos en él. Su tía Jacky los ve y les dirige una mirada
asesina, provocando que no lo vean por un largo rato.
Harry come de su rebanada de pastel mientras nota de reojo a Louis en
un rincón. De inmediato lo ve y, a pesar del constante pitido en su oído
izquierdo, éste no aumenta cuando les ve fijamente a los ojos.
¿Acaso desde esa lejanía no podía aumentar? Harry desearía poder verlos
más de cerca, descubrir miles de cosas dentro de esos hermosos ojos
celestes con un cuarto de rojo. Ambos se ven fijamente, y el niño siente
miedo, pero también una desesperante necesidad de ser envuelto por los
brazos del rey de las tinieblas.
Y nunca creyó que se encontraría en aquella situación, deseando algo tan
loco como aquello.
Se limitó a ver los ojos de Louis por un largo rato. Éste le devolvía la
mirada y lentamente sonreía de lado. Fue entonces cuando Harry volvió
la vista al frente para ver a su familia que notó a su hermana fruncir el
ceño. De inmediato sus mejillas se volvieron rojas y bajó la mirada a su
rebanada de pastel, terminando y dejando el platito en la mesa ratona
frente a él para darle un gran sorbo a su té de manzanilla. Finalmente se
sentó derecho, de forma educada e intentó escuchar la conversación de
su familia, pero, nuevamente, hablaban de Dios.
Un chiflido sin melodía alguna se hace presente, Harry parece ser el único
que lo oye así que busca con la mirada a Louis, el cual se encuentra detrás
de sus primos, los cuales veían de manera paranoica a su alrededor,
asustados. Ben, sin embargo, ve fijamente a Harry, el cual intenta
disimular el estar notando algo detrás de sus familiares.
“Dime qué quieres que les suceda.” Oye en su cabeza. “...Vamos.
Será divertido.”
Lo primero que se cruza por la cabeza de Harry es la palabra “asustar”, y
el diablo sonríe ante aquello. No sonríe porque fuese malvado, porque
comparado a lo que ha hecho toda su existencia, aquello es una estupidez.
Más bien, sonríe por la verdadera inocencia que está unida al alma de su
niño favorito.
Sin dejar de ver a éste último, se inclina lentamente hacia la oreja derecha
de Ben, el cual es el más paranoico de los tres. Los ojos del ente se
vuelven oscuros, sus pupilas se dilatan y la sonrisa que le dirige al niño
es lo demasiado escalofriante para erizar su piel.
Sin esperar más, un “Boo” demasiado grave y algo distorsionado sale de
la boca del diablo. Ben prácticamente vuela del sofá, gritando y
comenzando a llorar. Harry se queda en su asiento, asustado por la
manera en la que los ojos de Louis se pusieron, y su voz...
El hermoso océano en sus ojos había desaparecido, ahora tan solo había
una oscura fosa llena de almas.
Fue cuando, finalmente, Jofrrey decidió que era hora de llevar a sus hijos
a casa, no sin antes observar sospechosamente a su sobrino, el cual corrió
la mirada de inmediato.
Culpa. Eso era.
Los sollozos escaparon de sus labios, las lágrimas no se detenían por nada
del mundo, cayendo por sus pálidas mejillas. Era un alivio llorar, pero el
malestar no se iba y sabía que era debido al diablo. Sin embargo, no lo
quería en otro lugar.
—Louis. —Sollozó con fuerza, acurrucándose en el pecho del diablo. —
Tengo miedo.
—¿A qué le tienes miedo? —La voz del diablo era neutra. Pareciera que
no le afectara en lo mínimo el niño llorando desconsoladamente.
Si tan solo pudiese recordar una muestra de afecto que demuestre que le
importaba...pero no había nada que recordar, porque jamás había tenido
sentimientos.
—...A ti, pero no de la manera en la que todos te temen. —Suspiró el
niño, finalizando con el llanto y cerrando sus ojos, concentrándose en
dormir.
Lo logró y el diablo se fue apenas éste lo hizo, solo para que no tuviese
pesadillas ni nada que pudiese dañar su mente.
Además, tenía cosas que hacer.
—Harry. Harry, hey. Despierta. —Sus párpados se alzan en cuanto su
hermana agita su hombro. La ve de mala manera al principio hasta que
finalmente nota que ésta se encuentra bastante pálida.
—¿Gemms? —Se sienta bruscamente, un poco mareado al hacerlo. Lleva
su pequeña mano en forma de puño a su ojo izquierdo, intentando quitar
el sueño. —¿Qué sucede?
—Tenemos que ir al hospital ahora, levántate. —Dijo, y salió rápidamente
del cuarto sin dar ninguna explicación.
De inmediato el pánico brotó por su cuerpo. ¿Le había sucedido algo a su
padre? ¡Era su culpa! Comenzó a llorar bajito mientras se destapaba y se
vestía. Se puso sus pantalones cortos, sus zapatos, su camisa blanca
abotonada y sus tiradores negros. Limpió las lágrimas en su rostro y miró
alrededor, notando que no veía nada de reojo.
—¿Louis? —Llamó.
Nada pasó.
Salió de su cuarto apresuradamente, cerrando la puerta detrás suya y
subiendo los escalones para abrir la siguiente puerta. Una vez en la
cocina, su hermana le entregó un vaso con jugo de naranja exprimido y
dos tostadas con mermelada de durazno encima. Era extraño no oír
Dominique sonar por la casa a todo volumen.
—¿Gemms? ¿Algo le ocurrió a papá? —No puede evitar sollozar.
De inmediato su hermana lo abraza. —No, no. Tranquilo, nada le pasó a
papá. —Dice, dejando un beso en la frente de su hermano antes de
dedicarle una débil sonrisita. —Te voy a explicar en el camino, ¿Vale?
Desayuna rápido, por favor.
Y eso hizo.
Media hora después ambos hermanos estaban en el auto, con sus
cinturones abrochados debido a lo rápido que conducía Gemma. Harry
intentaba no llorar, creer en las palabras de su hermana, pero sabía que
algo malo había sucedido.
—Mira, Harry. No sé cómo decir esto. —Su hermana niega lentamente
con la cabeza a la vez que dobla en una esquina. El corazón del niño
comienza a latir con demasiada rapidez mientras ve al frente. —Algo le
pasó a nuestro primo, Brad. —Rápidamente el rizado la observó, pálido
como una servilleta, comenzando a temblar. No, no. —No sé cómo decirlo
delicadamente, Dios mío. Uhm...algo les pasó a sus partes íntimas, y tuvo
que ser...amputado.
El mareo que el rizado tiene es terrible, pero es disimulado debido al
rápido movimiento del auto y a que tiene el cinturón de seguridad puesto,
el cual lo sostiene contra el respaldo del asiento. Siente náuseas, siente
ganas de morirse allí mismo.
Su culpa. Solamente su culpa.
Ni siquiera se da cuenta cuando llegan al hospital. Su hermana lo llama,
pero su voz se oye lejana, siente como se deshacen del cinturón de
seguridad y, luego de unos segundos, lo bajan del auto. El aire frío contra
su rostro lo despierta un poco, pero la culpa es tanta que siente que va a
tener un ataque al corazón. ¿El karma de su padre, acaso?
Rápidamente ambos hermanos se dirigen dentro del hospital, caminando
por los pasillos hacia la sala de espera. Todos los familiares están allí, y
cuando Harry llega junto a su hermana sus dos primos lo ven con terror.
Sus tíos están hablando con un médico que acababa de salir de un cuarto.
—Quédate aquí. —Gemma le dice a su hermano, dejándolo más alejado
del resto de la familia, dirigiéndose a su madre, la cual había comenzado
a llorar.
La luz del hospital se apaga y se prende por unos segundos, sin embargo,
nadie parece notarlo. El frío invade al rizado como si estuviese en el polo
norte y cuando ve a su lado, algo grande, alto y cubierto por una capa
oscura pasa como si nada. El aliento escapa del pecho del niño mientras
ve a ésta figura que anteriormente vio en la carretera adentrarse seguido
de un doctor al cuarto donde -Harry supuso- Brad estaba.
Su tío comienza a llorar mientras cubre su rostro ante la noticia del doctor,
y su tía Jacky se deja caer en el suelo en un grito desgarrador. Sus primos
comienzan a llorar en el asiento ruidosamente y su hermana y madre
intentan calmar a su tía Jacky, la cual no deja de gritar el nombre de su
hijo. Son el centro de atención, y por la cara que tiene el médico cuando
se gira y continúa su camino por el pasillo, Harry sabe que no es una
simple amputación.
Algo salió mal, y ahora Brad está muerto.
El diablo se hace presente a un lado del niño, Harry puede verlo de reojo.
Y sentirlo.
Aunque, al punto que llegó, ya no sabe si puede volver a sentir algo más
que culpa.
—¿Qué es eso? —Pregunta, refiriéndose a la figura que ahora sale del
cuarto de su primo y sigue por el pasillo hasta el final, doblando en una
esquina, en busca de otro cuarto al que entrar.
—La Muerte.
—¿A dónde se lo lleva? —Retrocede un poco. Su boca se mueve por sí
sola, haciendo preguntas. Todavía no sabe cómo sigue de pie.
La profunda inhalación del diablo es tan audible y fuerte que incluso se
mueven un poco los cuadros de la pared. En aquel momento Harry sabe
que Louis estaba absorbiendo las almas oscuras.
Como la de su primo.
—No importa a dónde, lo importante es que ya no será una molestia. —
Miente.
Porque el diablo es mentiroso. Engaña, finge, envenena, mata.
Y nunca se olvida de tu alma.
—Louis... —Logra decir en una exhalación, pero, sin más remedio, cae al
suelo. Nadie lo sostiene, nadie responde a su llamado de ayuda.
Y todo se vuelve negro.
Dos semanas.
Habían pasado dos semanas desde lo que había sucedido luego de que
Harry despertó de aquel desmayo al enterarse que, prácticamente, él fue
el que causó la muerte de su primo.
Para empezar, estuvo en observación por un día debido a su falta de
alimento y mal aspecto. Durmió gracias al tranquilizante en el suero y se
alimentó bien antes de volver a casa. Luego llegó la noticia del funeral de
Brad, y el rizado con tal solo oírlo cayó desmayado nuevamente.
¿Se había vuelto una especie de trauma? No lo sabía con exactitud, pero
supuso que sí debido a las imágenes que rondaban por su mente en el
momento en que alguien nombraba a su familiar fallecido, la manera en
la que murió. Recordaba la palabra Castrato y estallaba en ataques de
ansiedad, en puro pánico. Tan puro que creía que podría morir.
Finalmente fue cuando recordó que, segundos antes de caer desmayado
en el hospital, el diablo no lo había sostenido. No había sentido la
protección de sus brazos, no había sentido nada e internamente estaba
agradecido, porque en aquel momento fue la primera vez que le tuvo
miedo de la forma en la que todos lo hacen.
Miedo a que le hiciera algo, incluso sabiendo que se estaba llevando su
alma.
El padre de Harry había vuelto a la casa, luego de un par de días le
comentaron sobre la muerte de su sobrino y se encerró en su cuarto por
más de tres días. Siempre estaba en la casa, pero cuando Harry llegaba
a ésta se iba a otra parte, incluso si era otra habitación, simplemente se
iba. Ni siquiera lo miraba, rezaba constantemente -incluso más que antes-
y al niño le dolía debido a que esperaba una disculpa...una disculpa por
querer hacer que quemara su propia piel, por pegarle a su madre, etc.
Pero lo que más le dolía a Harry de toda esta situación no eran los
desmayos, el vivir constantemente con la ansiedad, el cargar con la culpa
de la muerte de una persona y de dañar a su propio padre, mucho menos
el saber que se iba a ir al infierno de manera segura y gratuita.
El verdadero dolor fue que luego de despertar aquel día en el
hospital...Louis se había ido.
Completamente. Ya no sentía el pitido en su oído izquierdo, no sentía el
constante malestar, ni tampoco su cuerpo continuó deteriorándose.
Incluso mejoró. Ya no parecía un cadáver.
Y a pesar que al principio tuvo miedo de volver a ver a Louis,
definitivamente no se comparaba con el dolor de tenerlo lejos, de no
sentirlo abrazarle por las noches. Era todo completamente terrible, y el
nudo de su garganta no disminuía ni siquiera llorando ruidosamente en
los brazos de su madre, la cual no comprendía la tristeza de su hijo al
creer que todo estaba bien. Decidió culparse, porque jamás permitiría que
su pequeño tuviera la culpa de nada.
A la par en que Liam vio al frente para buscar a los dos tontos, el autobús
se puso en marcha y todos exclamaron con emoción antes de que
acelerara por la calle tranquilamente. El profesor interrumpió la charla de
Liam y Harry para avisar a todos que se mantuvieran en sus asientos.
—Los bravucones. —Responde Liam luego de unos minutos.
—Me molestan, y mucho. Tú eres grande, Liam. Eres musculoso. ¿Puedes
protegerme? —Honestamente está sonrojado, y no por haberlo llamado
musculoso, sino porque nunca había sido tan directo en algo.
El castaño frente a él lo observó por unos segundos de arriba abajo,
asintiendo lentamente, como confirmando sus dudas.
—Cambiaste. —Confirma. Las cejas de Harry se alzan, sorprendido, pero
no del todo. —Te ves todo confiado y negociador. Quiero decir, siempre
he entendido que eres muy inteligente y observador, pero te muestras
muy tímido y hoy estás...bastante atrevido.
Oh, rayos. ¡Alguien está siendo increíblemente directo!
La incomodidad de Harry se incrementó, provocando que se re acomode
en su asiento y vea al frente, inseguro mientras llevaba sus pequeñas
manos a su regazo.
—Yo no quería...bueno, l-lo siento. —Tragó saliva con fuerza para intentar
aliviar el nudo de su garganta, pero sentía que no funcionaba. Louis ya
no estaba, y se había comportado como un chico tonto y atrevido para
buscar la protección en alguien. Estaba muy apenado. —Lo siento, no
tengo derecho de...tú sabes. No diré lo del libro, tranquilo. —Llevó su
mirada a la ventana, viendo la carretera en la que se encontraban. —
Supongo que todos hacemos cosas malas alguna vez.
—¿Crees que leer esto es malo? —Sonrió de lado ante la pregunta de su
compañero de asiento.
—No, es por eso que no voy a delatarte. No haces nada malo. —Irás al
cielo y yo no, pero así es por algo, y probablemente porque lo
merezco. —Eres una buena persona, Liam.
Liam parece pensar en algo mientras vuelve a abrir la supuesta biblia,
retomando su lectura. Harry parece estar esperando ver algo anormal
entre los árboles de los costados de la carretera, algo que le diga que
Louis no se había ido, que le importaba el que estuviese bien en el planeta
tierra.
Jamás supo cuándo se llevaría su alma, ni tampoco lo que pidió que fue -
según el diablo- la cosa más pura. Quería saber, y la intriga lo carcomía
más rápido que la ansiedad.
Suspiró antes de apoyar su cabeza contra el vidrio y cerrar sus ojos,
ignorando el hermoso paisaje y al cuervo que volaba más arriba del
autobús, por lo alto.
Louis alzó a Harry, finalmente pudiendo dejarlo fuera del agua. Éste
respiraba profunda y rápidamente, boca arriba y observando el cielo azul.
Era un bonito día para tanta tragedia, para tantos problemas. Lentamente
comienza a sentarse, mareado y observando de reojo cómo el diablo salia
del agua, quedando de pie y tirando su oscuro cabello hacia atrás. Su
camisa y pantalones negros estaban empapados, al igual que la sucia ropa
del pequeño. Es cuando el arcángel está a punto de inclinarse para
levantarlo que el niño se hace hacia atrás, sollozando secamente. Siente
que ya no puede llorar, incluso intentándolo.
—L-Louis... -Sollozó mientras su pecho recibía dolorosas puntadas. —
¿Dónde estabas? T-te necesitaba. —Comienza a llorar más fuerte
mientras las lágrimas salen de su rostro. Parece estar entrando en pánico,
pero finalmente se gira para ver al cadáver del bravucón. Un bravucón,
como cualquier otro torpe adolescente que aún no madura, y había
recibido el castigo de una de las peores muertes tan solo por no saber con
quién se metían. —Muerto.
El diablo lo observa con sus ojos más grandes de lo normal, sin saber
cómo reaccionar ante las palabras de su niño.
—Se lo merecía. —Susurra.
Harry parece estar comenzando a enloquecer. —D-Dios. —Un gruñido
bajo escapa de los labios de Louis ante la mención de éste mientras el
niño pasa sus temblorosas y frías manos por sus ricitos mojados, casi
arrancándolos e hiperventilando aún más. —E-Esto no está pasando, no.
N-no puede estarlo. —Niega rápidamente mientras todo se mueve a su
alrededor.
Rápidamente es tomado por debajo de los brazos y envuelto por la cintura
en cuanto el diablo nota que no tiene estabilidad en sus piernas. —
Escúchame. —Le dice, notando cómo Harry hace lo posible para no entrar
en pánico —Juro que voy a explicarte por qué me fui. La verdad.
—¿C-cómo sé que no estás mintiendo? —Otro sollozo se escapa de sus
labios mientras intenta recuperar el ritmo normal de su respiración,
fallando reiteradas veces en el intento.
Louis simplemente lo ve fijamente, incluso si el niño no lo hace,
manteniendo sus ojos cerrados.
—...Yo jamás le mentiría a mi niño favorito. —Le dijo antes de acariciar
su nariz contra la del más bajo, respirando profundamente y grabando
nuevamente el aroma de éste en su memoria, en sus sentidos.
Es cuando Louis comienza a hablar que Harry cree estar soñando. Habla
en una lengua incomprensible para los simples humanos como él, pero es
tan suave e intrigante que los nervios de Harry comienzan a descender
mientras se acurruca más contra el caluroso cuerpo del diablo. Éste último
acaricia -Harry se atreve a pensar que es con mucho cariño- la espalda
del niño suave y lentamente. Poco a poco los nervios disminuyen, solo
siente frío y pesadez. El shock se va, solo tiene miedo.
—No enloquezcas. —Harry traga saliva con fuerza mientras el diablo se
separa y toma las mejillas del más bajo para observarlo, a pesar de que
éste se encuentra viendo la boca del arcángel, la cual se ladea en una -
algo macabra- sonrisa. —Hice que la cabeza del otro ser inferior volara
en mil pedazos. Todos con los que viniste ya saben que algo ha sucedido.
Tienes que volver y decir que tú no sabes de nada, ya que decidiste ir
más lejos que ellos y caíste en el lago.
El shock nuevamente invade a Harry, pero no siente que vaya a
enloquecer nuevamente. —Y-yo... —Niega lentamente antes de sollozar,
sintiendo las lágrimas caer por sus mejillas. Esto era una pesadilla, y un
sueño hecho realidad a la vez. —...No puedo.
La respiración de Louis cambia drásticamente. Harry casi puede asegurar
que el diablo está desesperado porque su niño favorito no reciba culpa en
el asunto, pero no quería creerlo del todo. —Hazlo, o mato a cada uno de
los humanos que hay aquí. —Dice en un tono suave pero frío.
Inesperadamente se aleja del rizado. —Ve.
—¿M-moverás el cuerpo? —Louis asiente y Harry hace lo mismo antes de
girarse y comenzar a caminar rápidamente hacia el camino de vuelta a la
convivencia.
Finalmente llega e intenta usar su shock para fingir sorpresa y
preocupación. Los alumnos están subiendo al autobús en fila, hay dos
ambulancias y los troncos en donde anteriormente todos estaban
sentados están cubiertos de sangre. Hay una cinta amarilla alrededor de
éstos y algo que luce como un cuerpo metido en una bolsa negra. Harry
está a punto de comenzar a caminar hacia la fila del autobús, subirse y
ya, pero cree que aquello sería realmente sospechoso así que se encamina
hacia su profesor de canto, el cual tiene ambas manos en su cintura y
está más pálido de lo normal, negando lentamente a la nada.
—¿Señor McCoulay? ¿Qué ha pasado? —Dijo, fingiendo claro
desconocimiento en la situación.
El profesor alza lentamente su mirada, viendo fijamente al niño antes de
rebajarlo con la mirada, consciente de lo mojado y sucio que éste estaba.
—¿Dónde has estado?
El rizado intenta no balbucear. —Fui a hacer pipí al lago, pero me caí. —
Frunce levemente su ceño y ve alrededor antes de volver a ver al adulto.
—¿Qué ha sucedido? ¿Alguien salió herido?
Un suspiro sale de los labios del hombre luego de observar al niño por
unos segundos. Ante sus ojos -y los de cualquiera- es muy claro el que
su alumno jamás le haría daño ni siquiera a un mosquito. Harry ya no se
siente tan puro como Louis jura que es.
La mano de McCoulay viaja a la espalda del rizado, empujándolo
suavemente en dirección al autobús mientras niega lentamente con la
cabeza. —No te preocupes. Ve a casa, niño.
Una vez Harry sube al autobús, nota el como sus compañeros y los del
último curso no pueden reaccionar. Algunos hablan bajo, otros lloran y
los demás simplemente...lucen perdidos en su cabeza. Casi todos están
cubiertos de manchas rojas, el conductor del autobús termina de fumar
un cigarrillo mientras mueve su pierna frenéticamente, esperando al
profesor para partir. Harry camina al fondo sin mirar a nadie y vuelve a
ubicarse en el mismo lugar de ida, a un lado de Liam, el cual parece más
cuerdo que todos.
—¿Harry? ¿Dónde estabas? ¿Qué te ha sucedido? —Luce preocupado
mientras el niño cierra sus ojitos, respirando de manera lenta y
temblorosa.
—Caí al lago. Larga historia. —Se enderezó una vez abrió sus ojos, viendo
a Liam e intentando lucir extrañado ante las manchas de sangre en su
camiseta. —¿Qué ha pasado, Liam?
Éste suspira antes de dirigir su mirada al frente. —Es mejor que no lo
sepas. Podría herir tu sensibilidad.
Es porque aún no sabes todo lo que hice, Liam. Todo lo que
provoqué.
Harry asiente lentamente antes de girarse en dirección a su ventana.
Minutos después el autobús acelera, dejando atrás el lugar de aquella
terrible convivencia y cada lágrima que derramaba el rizado entre los
silenciosos sollozos que dejaba escapar, simulando dormir plácidamente
cuando en realidad era el más afectado de todos aquellos.
Y eso no había salido de su cabeza para nada. Sin embargo, los cómodos
y cálidos brazos de Louis envolvían su cuerpo de una manera que lo hacía
sentir protegido, agotado. Tenía más sueño de lo que alguna vez había
tenido, e incluso creía que Louis podría estar haciendo aquello. Sin
embargo, estaba realmente cansado como para ponerse a llorar, o
despedirse apropiadamente del -ahora- amor de su vida, incluso si éste
era el que finalizaría por matarlo.
El mayor pasaba las cálidas yemas de sus dedos por el pálido y suavecito
brazo del menor, el cual se estremecía con el toque a la par que veía cada
vez más nublado. Para cuando quiso darse cuenta, ya se había dormido.
—Mh. —Louis suelta aquel sonido luego de olfatear los ricitos de Harry. —
Hueles como si te hubiese hecho mío. —Dice.
Tira del cuerpo del rizado y éste comienza a darse la vuelta hasta quedar
de frente al cuerpo desnudo del mayor. Su oído ya no hace ese extraño
sonido, y ahora puede mirarlo a los ojos las veces que lo desee. Sin
embargo, se siente muy avergonzado como para verlo, pero se mantiene
observando fijamente sus labios. Louis toma aquello como una señal y no
se negó a dejar un suave pero lento beso en los labios de su niño favorito,
el cual parecía algo perdido en sus pensamientos. El diablo se alejó solo
un poco para verlo, esperando que hable.
—Si.
Harry suspiró por la nariz, siguiendo aquel compás mucho mejor que
antes: Menos nervioso, más relajado, demasiado protegido entre los
brazos del que influía en los malos sentimientos, pero le hacía sentir todo
lo bueno.
Solo a él.
Ambos continúan con los besos. Harry sabe que Louis cree que va a irse,
pero él conoce a su madre, y ésta no se irá hasta recibir una respuesta.
Sin embargo, continúa siendo obediente y no se niega a los exquisitos
besos que el diablo le proporciona.
—¿Hijo? ¡Harry!
El mayor pone los ojos en blanco y mala cara antes de dejar suaves besos
en los labios de su niño favorito. Oh, al carajo. Jugaría con el tiempo, no
quería desaprovechar el tener al niño más puro de la tierra desnudo y
entre sus brazos.
—Lo sé. Solo un poquito, ¿Puedo? —Harry casi ruega contra los labios del
diablo, el cual empuja sus caderas contra las del menor, robándole un
suspirito.
—Te ves tan...corrompido por mí. —El diablo dice, bajando a besar los
labios de su niño favorito a la par que comienza a frotarse contra la cadera
de éste, el cual se encuentra cegado por las olas de placer que lo invaden
por dentro con una delirante lentitud.
El mayor acarició con suavidad una mejilla del menor, provocando que
éste alzara el rostro y ambos se vieran por unos segundos. El ente soltó
un profundo suspiro antes de negar lentamente con la cabeza.
—... ¿Qué?
—Sospechan que tienes algo malo. —Dijo con sus labios pegados contra
la piel del menor. —No saben qué, no creen que yo sea real, pero saben
que hay algo. Y van a sospechar más ahora, porque te ves terrible.
Louis alza el mentón de Harry con su mano en cuanto ve las lágrimas caer
de sus ojos verdes. No puede evitar sonreír de lado. —¿Mi niño favorito
está dudando de su belleza? —No puede evitarlo. Se acercó lentamente y
dio un beso sobre una lágrima, saboreando la tristeza del rizado. —¿Solo
por lo que yo dije?
—S-sí.
—Que sea la última vez que crees que te veo de una manera
desagradable. Eres lo más precioso y puro que mis ojos han presenciado.
—Lo siento...
—Te ves terrible porque estoy aquí mucho tiempo. Estuvimos más cerca
de lo que debíamos, y me metí en tu cabeza. Luces muy enfermo. —Dice,
observando con detalle el rostro del menor: Pálido, ojeroso, más delgado,
con sus ojos solo un poquito más vacíos. Muy poquito.
—¿Acaso crees que en tu primera vez no iba a dolerte? —No evita lamerle
detrás del oído, lo cual provoca que todo el cuerpo del menor se
estremezca. —Hice que me vieras a los ojos para meterme en tu cabeza
y que así no sintieras dolor.
Oh.
—Niño, créeme: Amaría ver la cara de todos al saber que soy real, pero
no es tan fácil.
Parece no notar como los músculos del diablo se tensaron, o como parece
estar congelado, quieto en su lugar. Incluso parece perdido en sus
pensamientos, o como si supiera o tramara algo. Harry se sobresalta
cuando siente el frío llegarle de golpe: Louis ha dejado de abrazarlo y se
ha levantado de la cama. Se viste tan fluidamente que Harry está
impresionado mientras él tan solo se sienta en la cama, cerrando sus ojos
al recibir un mareo algo fuerte y volviéndolos a abrir.
—Si.
Luce serio, frío a lo que sea mientras le da la espalda y se abotona la
camisa hasta arriba, acomodando el cuello.
—¡Sh!
—Hazzie. ¿Qué sucede? Estás... —Su voz tiembla un poco, negando con
su cabeza. —...no estabas así hace unos días atrás. No te veías así hace
semanas, e incluso te ves peor.
—Lo sé, lo sé. —Intenta tranquilizarla llevando sus propias manos hacia
las de su hermana, pero las tiene casi congeladas, y ésta se horroriza
más. —Es que no dormí. Con todo el asunto de Brad mi apetito se ha
cerrado, y estoy intentando usar ropa holgada para no preocupar a mamá.
—Que buen mentiroso. Si me gustara mentir y preocupar a las personas,
me halagaría a mí mismo. —También he usado maquillaje.
Harry abre sus ojos nuevamente cuando su hermana se aparta, sin poder
evitar demostrar algo de miedo.
—¿Algo...malo?
Por algún motivo el enojo comienza a brotar de su cuerpo a tal punto que
siente como comienza a sudar. Miles de imágenes sobre alguien -
cualquiera- quitándole a Louis de su lado lo invaden, provocando que
negara con enfado. —Eso es...tonto. —Escupió.
—Gemms...
La misa transcurrió tranquila. Los tíos y primos de Harry estaban allí, allí
y veían de reojo al niño el cual, con vergüenza, hacía cosas que
supuestamente no debería de hacer. Dios debía de estar realmente
enojado con él.
Finalmente, todos comenzaron a encaminarse hacia la salida cuando ésta
finalizó, pero Anne llevó a Harry a hablar con el cura y era una razón más
para nombrar a éste día: “Me dedico a mentir y lo hago estupendo.”
—Harry Styles. —Nombra al niño aquel hombre mayor con ojos enormes
y acusadores. No, tal vez solo está muy paranoico. —Un placer volverlo a
tener en la casa del señor. ¿Cuáles fueron los motivos de su ausencia?
—No lo sé, yo... —Ríe bajo, intentando buscar una manera de zafarse de
aquello sin tener que salir corriendo o algo así.
—Está bien, Harry. Puedes contármelos. ¿Hay algo malo que hiciste? —El
cura usa su tono de amabilidad, pero es demasiado falso. No porque el
hombre no sea amable, pero simplemente no le cree.
—No.
—¿Seguro?
No.
—Si.
—No.
—No tengo nada, señor. —Su voz se alza un poco, preso del pánico.
—Yo no-
—Confiesa ahora.
Está a punto de comenzar a llorar con fuerza y realmente, realmente,
realmente confesar. Sin embargo, un fuerte viento se hace presente
dentro de la iglesia, y todas las velas se apagan. Quedan a oscuras a
excepción de las ventanas cerca del techo. El frío comienza a hacerse
presente, los vellos de su nuca se erizan mientras intenta ver desde la
puerta de madera a cuadros que no le permite salir.
Harry abre la puerta con lentitud oyendo como ésta rechina. Sale
temblando como una hoja al viento, sin quitar sus enormes ojos verdes
de la figura alta y terrorífica que permanece como si fuese una estatua.
No deja de acercarse, y es allí cuando la supuesta muerte se pone de pie,
provocando que se detenga. Su corazón late demasiado rápido, su cabeza
le duele levemente.
No es el mismo.
Se sienta lentamente con la ayuda del cura, el cual sigue en shock. Sus
manos tienen cosquilleos, el malestar está más presente que nunca y
siente...siente...
Casi nada.
—Estoy... —Su voz tiembla, sus ojos están llenos de lágrimas, pero por
más fuerza que haga, no puede llorar. Alza la mirada y ve los ojos del
hombre mayor, aunque no lo hace realmente. —...Estoy bien. E-estoy
bien.
—Si. Sí, claro. —El hombre mayor rápidamente se pone de pie, se inclina
y toma a Harry desde atrás, por debajo de los brazos. No le es difícil
levantarlo ya que este es muy ligero y pequeño. —¿Puedes caminar?
—Puedo.
Harry comienza a caminar a paso lento y con la mirada fija y vacía hacia
adelante, oyendo un “Cuídate” de a la persona a la cual le salvó la vida.
¿Cómo pudo ser tan torpe de creer que lo amaba? Se lo repitió miles de
veces: El diablo es mentiroso. El diablo es mentiroso.
El diablo es mentiroso.
—Nadie lo entendía.
—Yo lo entiendo.”
Es tan doloroso.
“Una parte de mí adora verte perder la vida poco a poco. Pero otra
parte de mí hace lo posible, incluso ser gracioso, para que sigas
sonriendo. Jamás me había sucedido.”
Mentiroso.
—Mentiroso. —No puede llorar así que ríe sin ganas, cerrando sus ojos
por unos segunditos antes de volver a abrirlos. Todo está demasiado
oscuro. —Me dijiste que eras mentiroso, y que no tenías sentimientos. Es
verdad. Tú no has cumplido nada, porque jamás me amaste ni quisiste
honestamente. Y ese no era el trato.
Puede jurar sentir el enojo de Louis en su propio pecho, pero tenía que
decirlo. De cualquier manera, estos podrían ser sus últimos minutos. Ya
apenas estaba de pie, supuso que era la desesperación lo que lo mantenía
despierto, algo cuerdo.
¿Cómo el diablo había sido tan tonto de enamorarse del niño? No sabía
decirlo, no sabía demostrarlo porque era un demonio. Y nada bueno viene
de ellos. Solo tocan, destruyen, lastiman y están donde no deben.
—...Harry. —Llamó, moviéndolo un poco en sus brazos, pero éste no
respondió. Louis supuso que ya se había desmayado, y con la
desesperación en su pecho cargó mejor en sus brazos al rizado y se
adentró a la bañera. Se sentó, apoyándose contra el borde y al pequeño
y helado cuerpo de Harry sobre él.
Sostuvo con un brazo la cintura del niño y con su mano libre tomó el
mentón de éste, alzándolo y poniéndolo a la medida de su boca. Le mojó
el rostro y dio unas palmaditas en su mejilla.
—Abre los ojos, hey. —Dio unas palmadas un poco más fuertes y los ojos
de Harry se abrieron solo un poco, aún sin lograr respirar tan bien. —
Mírame. Mírame, niño.
Amarlo dolía.
Los siguientes cinco días fueron tranquilos, tanto que daban hasta miedo.
Harry se encontraba mucho mejor, y todo por el arreglo que habían
hecho.
Mientras se acurrucaban en su cama, ambos desnudos, sudorosos y en
una larga sesión de toqueteo y más, compartían entre húmedos besos
palabras importantes.
"Mi niño favorito, ¿Por qué lloras por personas que no merecen
respirar el aire de éste mundo? Si están ardiendo en el infierno es
por algo. Nadie te toca."
Por el resto de la noche Louis secó las lágrimas del rizado con sus dedos
repletos de anillos de oro y lo besó en los labios por horas, buscando que
se sintiera mejor. Si sus fieles seguidores del infierno vieran lo que era
para el diablo irse de allí por "Asuntos importantes", morirían de envidia.
—Es injusto. —Fionn bufó, notando que nadie pasaba cerca y acercándose
a un cesto de basura, tirando cinco volantes dentro y volviendo
rápidamente al lado de Harry.
—Vale, lo siento. —Arrojó uno más y Harry alzó ambas cejas. El castaño
rodó sus ojos ante el interrogatorio del pequeño. —Es solo...Halloween es
genial, amigo. Es tan genial porque te disfrazas y asustas, y asustar es
divertido.
Fionn nuevamente rueda sus ojos. —Es porque siempre has sido al que
asustan. ¿Has asustado alguna vez?
—Puede que eso sea verdad, pero no todos los que festejan Halloween se
llevan a los gatitos. ¡Y Halloween no viene de una palabra maldita! Es
más, si alguien de éste maldito pueblo tomara un libro y se dedicara a
leer un poco, sabrían que comenzó en el siglo diecinueve y que ellos
mismos, los católicos y cristianos, celebraban primero que todos.
Harry se limitó a no decir nada ante la evidente irritación de su amigo, el
cual se echó hacia atrás, contra el respaldo de aquel banco y suspiró,
observando alrededor mientras se acurrucó más en su abrigo.
—Sí, creo en Dios. —Este rápidamente respondió, más tranquilo, pero aun
viendo al frente con notable irritabilidad. —Pero no creo que Dios vaya a
matarme por hacer algo que me divierte, sin hacer daño a nadie.
—Oh, no. —El niño se levantó del banco, caminando hacia el mismo lugar
donde anteriormente estaba y siendo perseguido por su amigo, el cual se
quejaba por lo bajo. —No, no, no. Van a matarme si lo hago.
—Voy a hablar con un amigo cercano para que nos lleve a donde planeo
ir. ¡Dios, estoy tan feliz! Tendremos dulces y haré unos buenos disfraces
para nosotros. ¡Seremos fantasmas! —Exclamó, cegado por la felicidad
de, finalmente, hacer algo que le gustaba. Aquel pueblo era como una
cárcel. —Mi padre cree todo lo que le digo, así que le diré que le avise a
tus padres lo que supuestamente haremos. Tú solo relájate, ¿Si? Todo
saldrá bien. Además...Algún día debías de hacer algo malo, ¿No crees?
No tienes ni idea.
Cuando Harry llegó a su hogar fue una sorpresa el como todos, incluso su
padre lo saludaban. El niño devolvió el saludo y observó el reloj, notando
que apenas eran las seis de la tarde. Louis no aparecería por allí hasta las
ocho o nueve, así que aprovechó para hacerse una rica merienda: Té con
limón y unas tostadas con mermelada de cereza. Gemma no estaba en
casa, así que aprovechó para sentarse en un sofá individual del living,
comiendo tranquilamente mientras sus padres conversaban en el sofá del
frente.
—Harry, cariño. ¿Cómo ha ido todo en la escuela? ¿Has repartido los
volantes? —Harry asintió con la boca llena. —¿Todo en orden, cielo? ¿Te
sientes bien? Te ves bien.
Una vez en el baño llenó la tina con agua tibia y se quitó rápidamente la
ropa, adentrándose y relajando su cuerpo una vez estuvo éste bajo el
agua. Aprovechó para relajarse más sumergiéndose por unos segundos,
con sus ojos cerrados y cuerpo quieto. Hacer aquello le recordaba la
abrumadora sensación de cuando el cuerpo de Louis lo llevó lentamente
a la inconsciencia y despertó con aquel molesto pitido en la oreja izquierda
que, por suerte, ya no tenía el placer de oír.
Negó lentamente, lavando sus ricitos con shampoo. No debía recordar las
sensaciones de cuando le faltaba gran parte de su alma, porque el pánico
volvía y quedaba en shock. Suspiró y se enfocó en pensar lo divertido
pero arriesgado que sería ir con Fionn a donde sea que dijo en Halloween.
Aunque, pensándolo bien, estaba casi seguro que Louis no aceptaría
aquello.
El diablo, con aquella coqueta sonrisa de lado se inclinó y atrapó los labios
del menor en un hambriento, pero lento beso, siendo correspondido con
sorpresa al principio. Un suspirito escapó de la pequeña nariz del rizado,
el cual estaba de puntitas de pies y se sostenía gracias a sus brazos
rodeando el cuello del diablo.
¿Cómo?
¿Cuándo?
El diablo rueda los ojos antes de acercar más al niño y besarlo lenta y
profundamente. Éste último, demasiado feliz por aquella muestra de
afecto en palabras que ni siquiera pidió, se dejó mimar y respondió al
exquisito beso.
Ambos permanecieron así por unos minutos antes de que los brazos de
Louis se ubiquen bajo el trasero del rizado y lo levante, cargándolo. Sus
labios no se despegan ni por un segundito mientras el diablo se dirige
hacia la cama y deposita suavemente al niño sobre el colchón, corriendo
las cobijas hacia abajo. Se separaban y Louis comienza a desvestirse
mientras el rizado lo ve de reojo, notando que cuando el ente se quita el
pantalón no hay nada que cubra lo que había allí debajo.
—Lou...espera. Tengo que decirte dos cosas, solo dos cositas y ya. —
Pidió, rogando no faltarle el respeto. El rey de las tinieblas gruñó antes
de apartarse un poco y subirse sobre el pequeño cuerpo de su niño
favorito.
—Espero que sea importante. —Dijo mientras llevaba las manos hacia la
camiseta del rizado, subiéndola lentamente y repartiendo besos por su
pancita.
—Ve. Ahí te veré. —Habló contra la piel del torso de Harry, dejando la
camiseta levantada hasta la medida de su cuello, comenzando a succionar
sus pezones. La boca del menor se entreabrió, sin poder evitar removerse
un poco. —¿Algo más?
Harry asintió, no muy seguro mientras devolvía el lento beso en los labios.
Sus brazos rodearon el cuello del diablo, el cual llevó sus manos repletas
de anillos hacia la ropa interior de su niño, bajándola lentamente. Le
acarició los muslos y el trasero a la par que adentraba su lengua en la
cavidad bucal del menor, tomándolo imprevisto y robándole un gemido
entrecortado, apenas audible.
Las manos del arcángel sostuvieron las caderas del menor antes de
ubicarse en su entrada, adentrándose lentamente al principio, buscando
una mala expresión en el rostro de su niño favorito, pero, al no
encontrarla, finalizando por adentrarse con más rapidez. Comenzó a
moverse en un vaivén lento antes de llevar sus manos a las muñecas de
Harry y clavarlas en la almohada, a los lados de su cabeza.
Su pelvis se tensaba una y otra vez, el placer fluía de manera más rápida
por su cuerpo y le cegaba la mente, convirtiéndolo en alguien que solo
sabía gemir, mover sus caderas y rogar por más.
Un suspiro salió del más alto de ambos. —Nos vemos tan aterradores,
Harry. —Dijo, y se veía un poco chistoso el no notar cuando hablaba.
—Uhm, sí.
Liam salía de hacer las compras con tres latas de Coca Cola y un gran
paquete de papas fritas. Éste vestía casual, pero había maquillado su
rostro como el de un esqueleto y su cabello estaba peinado hacia atrás.
Alzó ambas cejas al ver a los niños, sin saber qué decir.
Ambos chicos del asiento del frente se ven de reojo antes de que Fionn
se gire y vea a Harry a través de la sábana. Incluso la forma en que lo ve
a través de los agujeros de esta luce como si quisiera disculparse.
—Hay una fiesta en la casa del viejo Cowell. —Dice despacio, apenas
audible.
Los ojos de Harry se agrandaron. Oh, no. —¡¿La casa del viejo Cowell?!
—Exclamó, asustado. ¡Ese viejo había sido su pesadilla de niño!
—¡Lo sé! —Continúa entusiasta. —Y habrá mucha gente. Chicos como yo,
y chicos como tú, aunque...Bueno, nunca vi a alguien como tú. Casi todos
saben lo que quieren.
Louis suelta una risa casi silenciosa y el rubor no tarda de llegar a las
mejillas del rizado. Liam continúa conduciendo en silencio y comiendo
papas.
—No. Tú sabes que lo que hacemos está bien, pero estás muy follad-muy
absorbido por el sistema. —Rápidamente se corrige, volviendo la vista al
frente.
Oh, Louis.
Hace más de treinta años los padres asustaban a sus hijos con la famosa
historia de Reinold Cowell. Según todos, éste solía ser un brujo que vivía
casi en las afueras de Holmes Chapel. Comenzó a ser un fiel servidor del
diablo cuando unos malvados niños iban frecuentemente a su casa y le
arrojaban medianas piedras, rompiendo sus ventanas y destruyendo su
hogar.
Hubo ocasiones en la que lo lastimaron físicamente, y aquella casa en la
que vivía solía cuidarla bien porque su esposa fallecida la había construido
junto a él. Era el único recuerdo que le quedaba de ella.
Decidido y cegado por el dolor de haber perdido al amor de su vida,
Reinold decidió invocar a los demonios superiores, vendiendo su alma al
líder de éstos para que lo protegieran de aquellos niños.
La última vez que los niños fueron a arrojar piedras, no solo fueron
molestados por todos los demonios de maneras humillantes y dolorosas -
Quebrarse los dedos de la nada y sentir puntas filosas enterrándose en
sus pies- si no que el famoso músico del infierno, Giussepe Tartini, tan
solo subió para tocar la cuerda más aguda del violín de una manera brusca
e irritante. Aquel sonido hizo explotar una por una las cabezas de los
niños, y pronto los cuerpos aparecieron en las puertas de las casas de
cada padre.
Reinold Cowell fue colgado en su propia sala, y lo último que dijo antes
de morir fue: "He aquí muriendo injustamente, como casi todo el mundo
lo hace. No culpo a esos niños, veo ahora frente a mí a los monstruos en
los que se reflejaban."
Toda la infancia de Harry se basó en bromas respecto a ese tipo, e incluso
las pocas veces que había casi alcanzado la salida del pueblo con su
familia lloraba y pedía a gritos regresar sano y salvo a su casa. No podía
ni siquiera pensar en una muerte, ni en alguien rodeado de demonios.
Irónico, porque estaba enamorado del diablo, y ahora una muerte para él
era algo normal, y bastante frecuente.
La casa era enorme, y lucía vieja. Estaba bastante seguro que las
telarañas eran de verdad. Sin embargo, la decoración de Halloween
ayudaba, y la multitud de personas dentro parecían divertirse mientras
bailaban "Rock in jail" de Elvis Presley gracias al jukebox de la esquina.
Había un bar en la otra punta de la sala, y estaba también lleno. La luz
del lugar se encontraba apagada, y las velas del enorme candelabro del
techo iluminaba el lugar de manera leve. En la cocina había gente sentada
alrededor de lo que parecía ser una tabla con letras extrañas. Harry
probablemente estaría muerto de miedo si hubiese entrado a la casa antes
de conocer a Louis, pero no tenía miedo. Era algo completamente normal
para él.
Liam observaba con una ligera sonrisa cono Fionn se quitaba la sábana
de encima y observaba con indignación los terroríficos disfraces de todos.
¡¿Cómo no pudo notar que Harry y él se veían ridículos?! De inmediato
vio al rizado, el cual continuaba escondido bajo la sábana y parecía estar
moviendo su cabeza al sonido de la música.
-Oh, mierda. ¿Me repites qué dije de nosotros frente al espejo? -Harry lo
ve por unos segundos, completamente perdido ante la neutra manera en
la que Fionn le habla.
-Oh. Dijiste "Nos vemos tan aterradores, Harry."
- ¿Por qué no me golpeaste cuando dije eso?
Liam rió, negando con la cabeza y llevando sus manos a las espaldas de
ambos chicos. -Vamos a beber algo y calmarnos. -Dijo, dirigiéndose con
éstos hacia la barra, la cual estaba repleta, pero atendían con bastante
rapidez.
Harry se quitó la sábana de encima del cuerpo una vez llegaron y la ató
alrededor de su cuello, como si fuese un súper héroe. Fionn la había
dejado por ahí, tan solo con su cabello hacia arriba, despeinado y ojos
pintados de negro.
-Una cerveza.
- ¿Harry?
-Oh, uhm...
-Yo me quedo con él. -Louis dijo rápidamente, provocando que Harry lo
observara con alivio.
Se tambaleó hasta llegar a la puerta que iba hacia las escaleras y la bajó
con demasiada dificultad, quitándose la mochila en el camino a su
habitación. Una vez llegó cerró la puerta detrás de sí y se apoyó contra
ésta, cerrando sus ojos y llevando una mano a su pecho. No aguantaba,
y a pesar de que el fuego en su interior no se había propagado, podía
sentir aún el ardor tan potente que su aliento era como vapor.
Unos brazos lo rodearon fuertemente por la cintura. -Harry. -El susurro
del diablo era ronco, y hasta parecía desesperado ante los quejidos de
dolor del menor.
-Te tocó.
-Louis, por favor. -Rogó, llevando sus manos hacia los hombros del
mayor, aferrándose y observándolo fijamente. La expresión del ente era
neutra, no demostraba nada, pero sostenía a Harry por la cintura con
fuerza.
-Tocó lo que es mío. -Sus fosas nasales se abrieron un poco más ante las
profundas respiraciones. La luz del cuarto había bajado un poco y Harry
no lo notó hasta que un fuerte relámpago sonó, sobresaltándolo un poco.
-Mío.
-Lou... -Besa con demasiada vergüenza los labios del ente, el cual
comienza a comerle la boca a su niño favorito. Aquel beso es profundo,
lleno de pasión y necesidad. Harry se aferra a Louis como si tuviese miedo
de cada cosa que hay en todo el espacio que lo rodea, y en parte es así.
Tuvo mucho miedo y ahora tan solo ruega por mimitos del diablo el cual,
sin saber lo que se encuentra experimentando busca algún tipo de
remedio en los labios de su bebé para curar la rabia que siente en su
pecho. Se separan luego de unos minutos. -...Por favor.
El diablo aparta tan solo un poco más su rostro y abre sus ojos, los cuales
siguen oscuros. Niega lentamente y es la primera vez que Harry lo ve tan
confundido, shockeado. -Por mí. ¿Qué me estás haciendo? -Nuevamente
toma a su niño y lo besa profundamente por tan solo unos segundos,
finalizando con besos entrecortados. Vuelve a suspirar y más cosas caen.
-Estoy tan furioso. Sé cómo resolver las cosas, pero tú me lo impides...y
yo te lo permito.
-No me importa.
Una irónica risa, llena de sequedad y poca gracia sale de la boca del ente.
-Humanos. ¿Qué es esa ideología en sus cabezas de que por tener la
misma sangre deben perdonar acciones intencionales de uno? Tu padre
sabe que tengo mis ojos sobre ti. -Su voz baja de tono, la furia
intensificando el malestar en el interior del pequeño. -Yo le advertí. Le
advertí que no te tocara, que no te mirara. Lo hizo sabiendo que iba a
lastimarte.
-Y ahora tú me pides que siga como si nada, y deje pasar el hecho de que
te lastimó. ¿Crees que no puedo ver los deseos de los demás, Harry? -
Preguntó. - ¿Crees que te he dicho que eres un alma pura todo éste
tiempo solo porque tuve ganas?
-No, no dije eso. Es solo-
-Tu padre va a saber lo que es estar cerca del infierno cuando vuelvas de
la escuela. -Interrumpió, acercando más el rostro al de su niño favorito,
el cual intentó aguantar los sollozos. -Es una orden. ¿Ha quedado claro?
-Sí... -Dice, parpadeando para soltar más lágrimas. El diablo le alzó el
mentón y llevó su cálida y húmeda lengua a la mejilla de Harry, limpiando
las gotas de tristeza, saboreado ésta última.
-Deja de hacerme dudar de mis decisiones.
-Lo siento. -Se permite llorar luego de que Louis deja un beso en sus
labios y se aparta, rodeando su pequeño cuerpo. Harry se gira
rápidamente, limpiando las lágrimas de su rostro y sollozando mientras
nota a Louis negar lentamente, pero nuevamente con aquella neutra
expresión que tanto lo caracterizaba.
-No lo comprendo. -Dice antes de tragar saliva. -Vístete, volveré cuando
oscurezca.
En tan solo un parpadeo el diablo desaparece, y con él un pedazo del alma
de Harry, dejándolo más débil, tembloroso y llorando.
-...Harry.
Está tan roto, tan a punto de colapsar. -E-Él tenía razón, eres un mal
padre. -Apunta con su pequeño dedo índice al hombre mayor, acusándolo.
-Te gusta golpear a mamá, y te gusta castigarme. Te gusta jugar a ser
Dios.
-No. -Y esta vez su voz no se quebró, incluso salió mucho más fuerte.
Negó lentamente antes de acomodar las correas de su mochila sobre sus
pequeños hombros. -Tú no sabes amar.
Y, sin más, giró sobre sus talones y salió de su casa, camino a la escuela
y llorando desconsoladamente.
No duró ni media hora dentro del salón de clases, pero se la pasó gran
parte en el baño, el cual estaba completamente vacío a esas horas y podía
darse el lujo de estar fuera de los cubículos. Fionn Whitehead lo encontró
cuando su profesor le ordenó ir a buscar al alumno que hace más de
treinta minutos se había ido al baño y no volvía. Harry lloraba y
murmuraba "No quiero que suceda" mientras Fionn intentaba calmarlo
mojándole el rostro y abrazándolo. El rizado se veía extremadamente
perturbado, como si no pudiese evitar lo que se avecinaba, y así era.
Murmuró un par de veces "Louis", pero quien sabe dónde éste estaba que
no apareció ni un segundo.
Fionn decidió llevar a Harry a su casa cuando éste último parecía temer ir
a la suya. No paraba de preguntar por la hora y negar rápidamente,
desesperado. Cuando ambos llegaron a la casa del castaño se
encaminaron hacia su cuarto y se quedaron allí, bebiendo jugo de naranja
exprimido y comiendo pan con mermelada. Ambos tuvieron una corta
charla en donde el rizado le confesaba a su amigo el haber hecho algo
muy, muy malo que no podía decir y no saber cómo remediarlo.
Fionn le dijo: "-Pues...está en ti detener las cosas, pero quiero que tengas
cuidado. El sentir culpa y estar en un ambiente tóxico puede arruinarte y
volverte alguien diferente. No dejes que eso pase."
¿No se ha vuelto ya alguien diferente? Se sentía diferente. Débil y fuerte
a la vez.
Eran las ocho p.m., hora de volver para la cena. Le sudaban las manos
mientras salía de la casa de los Whitehead y caminaba hacia la suya. No
había nadie, como a la mañana, y todo estaba oscuro a excepción de la
tenue luz blanca en cada faro. Pudo sentir la presencia de Louis a mitad
de camino, pero no se atrevió a hablar. Tenía miedo de cada respuesta
que recibiría.
Finalmente llegó a la casa y, sin siquiera pensarlo abrió la puerta principal,
adentrándose. Fue envuelto fuertemente en los brazos de su madre, la
cual jadeó, aliviada.
-Harry, Dios santo. -Se aleja luego de unos segundos, besando el rostro
de su hijo. - ¡Cielo! ¡Te busqué por todas partes! Pero tu padre, uh. Él me
dijo que estarías bien y decidí esperar. ¿Dónde estabas?
-Lo siento, mami. -Su voz tembló así que rápidamente carraspeó su
garganta. -Estaba con Fionn, me sentía raro y me quedé en su casa.
Siento haberte preocupado.
Los besitos de su madre en su rostro lo reconfortan un poco, pero aún
sigue aterrado por lo que se avecina.
Anne sonríe tímidamente luego, viendo fijamente a Harry. -Tu padre me
contó lo que sucedió. -Dice, y el niño se congela, pálido y tenso. No sabe
qué hacer, no sabe qué decir. -Ha asimilado la culpa, y ha prometido
tantas cosas buenas, amor. Todo va a mejorar. Él quiere ofrecerte una
disculpa.
...
¿Qué?
-U-uh...
Su madre ríe, aún más sonrojada. Se parece a él cuando Louis dice cosas
que lo hacen sentirse el ser más afortunado del mundo. -Cocinaría lo que
sea por ti, mi amor. -Y ambos adultos se dirigen a la cocina, entablando
una conversación.
- ¿L-Lo mataste?
-Estás asustado. -Confirma el ente, por lo cual Harry niega. Louis rodea
la cintura de su niño favorito con sus brazos, acercándolo y pegándolo a
su pecho. Bajó el rostro y olfateó el cuello del más bajo tan solo unos
segundos. -Estás triste.
Ambos permanecen callados por unos segundos, tan solo oyendo como el
rizado sorbía su nariz e intentaba no hacer ruido al llorar. -No. No creo
que estés equivocado, y por eso estoy triste.
Su madre, ella...jamás la había visto tan feliz, tan radiante. Pudo incluso
sentir lo hermosa y amada que esta se sentía, y las esperanzas surgiendo
de su pecho. Su padre, el cual estaba siendo poseído por un demonio y
su alma estaba en quién-sabe-donde, se veía mucho más comprensivo e
inteligente de aquella manera. Tan solo le dolía, porque él realmente
desearía tener a su padre de vuelta, pero siendo de aquella manera.
-Aún no lo comprendo.
Acarició las caderas del niño y adentró su lengua a la boca del menor, el
cual gimió bastante bajo y se acercó aún más, necesitando de mucho más
tacto. Louis se apartó solo unos segundos.
- ¿Cómo es que Dios no le prestó atención a alguien como tú?
Harry suspiró al sentir los besos del ente sobre la piel de su cuello,
succionando y lamiendo. -Uhm...tal vez él sabía que...que iba a
enamorarme de ti.
El corazón del diablo volvía a latir, y con mucha más intensidad. Una
sonrisa ladina se hizo presente en su boca, gustoso por su respuesta a
aquella suposición.
Fue cuando éste último se dio cuenta de aquello que decidió ponerle un
fin.
-Voy a irme. -El diablo se puso de pie luego de estar un rato sentado en
el borde de la cama de su niño favorito, el cual estaba envuelto en las
sábanas y sollozaba, lamentándose el haberse puesto al nivel de las
personas malas.
Louis no solo iba a irse porque Harry estaba lo bastante deteriorado para
hacerle compañía, también estaba el hecho de tener que oír cosas que no
eran ciertas. ¿Por qué el rizado cargaba con toda la culpa, cuando fue el
ente el cual decidió enviar al imbécil al infierno? ¿Por qué ensuciaba sus
propias manos cuando lo único que había en ellas era suavidad y
delicadeza? ¿Qué buscaba provocar en el diablo al estar mentalmente
castigándose de aquella manera?
El rostro del rizado, el cual está con la nariz enrojecida, ojos levemente
hinchados y llenos de lágrimas, y ricitos pegados en éste se hace visible
luego de unos largos minutos en donde lo mantuvo oculto bajo las cobijas.
- ¿Q-Qué?
-No sé qué haré sin ti, por favor, yo... -Aprieta la yema de sus dedos
contra la camisa, sobre el hombro del diablo. -...yo no...
-No te vayas, por favor. N-No sé qué hacer... -Solloza con más fuerza, a
punto de comenzar otro ruidoso llanto.
Louis rápidamente comienza a dejar suaves besos en su mejilla y luego
en su cuello, abrazándolo más contra sí. -Deja de llorar, no voy a irme.
-Te amo, Lou. -Solloza, y se aferra más fuerte al torso del amor de su
vida, el único que hace el mundo menos terrible para él.
Los días pasaban, Harry no mejoraba y todo debido a que Louis no podía
apartarse ni un segundo de él ya que entraba en una especie de crisis
donde chillaba por el diablo, incluso con éste allí presente. El trato en
donde el ente volvía en las noches se había ido al demonio, y el rizado ni
siquiera podía ver a su padre falso porque comenzaba a surgirle tanta
ansiedad en el pecho que hacía lo que sea para no tenerla. Lo único bueno
de su nuevo padre era que Dominique no era reproducida cada mañana
en el tocadiscos, una y otra vez.
En los zapatos del niño de ojos verdes, todo se había vuelto como aquella
vez en la que la muerte lo vio a los ojos y todos los momentos importantes
en su vida se hicieron añicos. Estaba delgado, desanimado, se sentía
pesado y ligero a la vez, el día estaba soleado, pero para él era como usar
gafas de sol y las ganas de llorar lo invadían cada tanto, pero había dejado
de poder soltar lágrimas por sus ojos.
- ¿Q-Qué ha pasado?
-Te dormiste ayer por la tarde. -Decidió omitir que había aprovechado el
irse y que había llegado hace tan solo unos minutos.
-Oh. -Se sienta fijamente con ayuda del diablo. Se ve más pequeñito ante
la delgadez. Mira alrededor unos segundos, parpadeando con algo de
pesadez antes de llevar su pequeño puño a su ojo izquierdo, refregándolo.
- ¿Mi mamá no ha preguntado por mí?
No es que Anne no se haya preocupado por su hijo, pero cada vez que
iba a bajar tan solo le comentaba a su marido que iba a hacerlo, y el
demonio decía que él se encargaría, aunque realmente no lo hacía. A Louis
no le molestaba aquello: No quería a nadie más que a él en la habitación
de su niño.
Se veía tan chiquito como siempre, recién amanecido, con los rizos
despeinados y adormilado. No dejaba de pasar su mano por su ojo
izquierdo, intentando despertarse un poco, e inconscientemente hací-a
trompita con sus labios. Fue inevitable, imposible, no pasar un brazo por
la espalda del menor, rodeándolo para sostenerlo como si fuese un bebé.
Ambos se vieron fijamente a los ojos por un rato, perdidos en el otro.
Harry habí-a alzado su mano al rostro del diablo, acariciando con las
yemas de sus dedos la preciosa piel del ente. Estaba embobado,
anonadado, enamorado.
-Te amo, Louis. -Susurra, sin poder evitarlo y no esperando recibir nada
de vuelta. Tan solo quería decirlo porque tener tal belleza frente a él,
tener tal crueldad y aprender muy lentamente a amarla lo había hecho
ver que Louis podría sentir. No amarlo, solo sentir. Negó lentamente con
la cabeza. Si el diablo no lo amaba y planeaba llevarlo al infierno de la
manera más cruel, Harry estaría gustoso. Al menos moriría sabiendo que
tuvo el placer de ser besado por alguien único como lo era Louis. -Haz
conmigo lo que quieras.
Harry tan solo quedó en ropa interior, haciendo sus ricitos a un lado,
permitiendo que Louis lo acercara hacia sí y le besara suavemente los
labios. Se sentía tan delicado y protegido, porque el diablo lo sostenía
como si fuese una pieza de arte que no puede ser ni un poco maltratada.
Y suya, siempre.
Louis se inclinó, dejando un beso profundo en sus labios, sin tocarlo para
nada, tan solo sosteniéndose con sus brazos a los lados de Harry. Éste
último se retorcía al no sentir el toque del diablo en su piel, llevando
tímidamente sus manitos a la espalda del mayor y tirando con suavidad
para que sus torsos desnudos se chocaran, pero Louis ni siquiera se
movía. Abandonó los labios del menor y comenzó a besarle el mentón,
nuevamente jugando con su cuello y bajando por sus clavículas hasta su
torso. Le lamió uno de los pezones y lo succionó, también haciéndolo con
el otro al notar que al niño le había gustado debido a que arqueaba
levemente su espalda.
-He tenido esta imagen en mi cabeza por días, niño. -Rozó su glande
sobre los labios entreabiertos del rizado, el cual se encontraba
sumamente sonrojado y con sus ojos brillosos. Hace tiempo no los veía
así. -Quiero que lo tomes con tus preciosos labios. -Harry cerró un poco
sus piernas, retorciéndose ante aquellas sucias palabras. Asintió. -Voy a
follar tu boquita.
-Si...
-Abre.
Éste último se apartó un poquito tan solo para tomar la erección de Louis
con su pequeña y delicada mano, comenzando un vaivén dudoso al
principio, pero acelerando al ver que al amor de su vida le resultaba
fascinante. Dejando la vergüenza de lado y atreviéndose a un poco más
alzó su rostro y lamio lentamente la glande ajena, sintiendo el pre-semen
en la boca y lamiéndose los labios ante aquello.
-Joder.
Sintió una oleada de calor y placer viajar por todo su cuerpo cuando el
miembro de Louis estuvo en su interior. Arqueó levemente su espalda y
dobló los deditos de sus pies, realmente invadido por las exquisitas e
inexplicables correntadas que viajaban por todo su cuerpo.
Harry gemía entrecortadamente sobre los labios del diablo, subiendo sus
pies hasta pegar sus talones en la espalda baja de éste, con sus piernas
rodeando las caderas del ente. A pesar de que el vaivén era lento, poco a
poco se hacía más fuerte, más duro.
-Has sido tan bueno, Harry. Mi Harry. -Lamió donde besaba y se adentró
con más fuerza en su interior, oyendo un gemido bajo, agudo y
entrecortado. -Mi niño favorito...
Minutos después detuvo el vaivén y Harry abrió los ojos con confusión,
preguntándose si había hecho algo mal antes de ser tomado por la cintura
y volteado hasta quedar sobre el cuerpo del diablo. - ¿L-Lou?
-...Eso es. -Susurró cuando Harry se sentó, apoyando sus manos sobre el
pecho del ente. Las manos de éste último fueron a la cintura del rizado,
el cual tenía sus rojizos labios entreabiertos, mejillas sonrojadas y ricitos
despeinados. Un tesoro, eso era. -Sé un buen niño y salta sobre mí.
Sus cuerpos estaban cálidos, con una leve capa de sudor. Harry había
aumentado su ritmo y rodeado con sus brazos el cuello del diablo, el cual
se había sentado y ayudaba a su niño a impulsarse hacia arriba,
apretando sus nalgas y besándole los labios.
-Voy a... -Dejó sus labios entreabiertos, cerrando sus ojitos con fuerza
mientras sentía a Louis besarle el cuello y bajarlo con más dureza en uno
de los saltos.
Tres veces más bastaron para que el clímax lo invadiera de una manera
exquisita, viajando por todo su cuerpo, doblando los deditos de sus pies
y jadeando contra el hombro del ente, el cual segundos después lo llenó
con su esencia.
Los pensamientos eran tantos que ni siquiera podía pensar en orden, pero
no estaba listo para tomar una decisión. No podía. A pesar de que todos
se veían más felices ahora -a excepción de él-, era realmente injusto.
Porque era como...como una farsa.
Sin más, se acurruca aún más en el cuerpo del diablo y gime bajito,
miedoso. -No quiero que me intenten alejar de ti, Lou.
03/03/56.
Las luces de la casa estaban apagadas, pero la cocina hacía una excepción
en la iluminación debido a que los faroles de afuera alumbraban el cuarto
gracias a la ventana que éste tenía. Había dos botellas oscuras, una con
algo dentro y un vaso de vidrio a medio llenar a un lado de éstas, con un
poco del contenido sobre la mesa. El hombre descansaba incómodamente
en una silla, claramente ebrio, despeinado y angustiado. Lloraba
silenciosamente contra sus manos, las cuales estaban presionadas en su
rostro.
-Papá... ¿Qué pasa? ¿Está...tú...? -Abrió sus ojos, aún preocupado y con
una expresión que el hombre conocía muy bien: Iba a llorar. - ¿Tú...mal?
¿Mal?
-Hazz, escúchame. -Su voz salía lenta, ronca. Tragó saliva con fuerza,
bajando la mirada unos segundos antes de volver a subirla y ver a su hijo,
el cual lo observaba fijamente, serio y atento. Eso es lo que le asustaba
a veces: Que sea tan neutro. ¿Sabría qué le pasaría cuando no estuviese
bien? -Quiero que sepas que te amo.
Una trompita surgió de los labios del niño con rizos, aún con su ceño
fruncido y viendo hacia otro lado, pensativo antes de volver a ver a su
padre. - ¿Sabes que...yo hago para estar feliz?
Su padre alzó las cejas, entretenido con lo que su hijo le decía, retomando
su postura a pesar de la ebriedad. - ¿En serio?
-Sí. -Llevó sus pequeñas manitos a los lados de las comisuras de los labios
de su padre y las elevó, intentando de manera torpe formarle una sonrisa.
Ambos rieron bajo y nuevamente se abrazaron.
- ¿Y que más haces para estar feliz? -Le dio charla mientras bajaba la
escalera, sosteniéndose con su mano libre de la baranda y adentrándose
al cuarto del pequeño no sin antes prender la luz. Sorprendentemente,
todo estaba bastante ordenado. El pequeño no era de dejar cosas que
estorbaran de por medio.
-Juego.
- ¿Ah, sí? -Lo vio asentir mientras lo dejaba en su cama y lo tapaba con
las mantas. Hacía frío aquella noche. - ¿A qué juegas?
-A escondidas.
-No. Juego con alguien, pero no sé quién es. -Dice, comenzando a cerrar
sus ojitos. La verdad es que tenía mucho sueño, y las caricias de su padre
en sus rizos lo hacen estar más torpe. Suspira. -El hombre con anillos...
-... ¿Qué?
Falta una hora para irse del instituto. Está con Fionn Whitehead sobre un
banco del patio de aquel enorme lugar. A pesar de que hace frío lo están
disfrutando, y también la soledad debido a que no hay nadie allí.
Terminaron de comer unos sándwiches de queso y estaban conversando
acerca de la navidad, cómo iban a pasarla y si planeaban hacer algo.
Fue a tirar la envoltura del sándwich y las dos cajas de jugo de manzana
vacías al cesto de basura, y cuando volvió se encontró con el rizado aún
sentado, con su ceño levemente fruncido.
-Nada, es solo...no quiero. Me iré. -Y, sin más, salió del patio,
comenzando a caminar por los pasillos.
Fionn Whitehead quedó shockeado y congelado en su lugar, intentando
reaccionar. - ¿Qué? Pero... ¡HARRY! -Rápidamente lo siguió, y cuando lo
alcanzó no pudo evitar carcajearse. - ¿Cómo es que...? Yo... ¡¿Qué te
ocurre, Dios santo?!
-No me gusta estar aquí, nunca me gustó. -Miró a los pasillos de los lados
y, al no ver a nadie, continuó con el paso, apresurándolo un poco. -He
decidido hacer lo que quiero.
Se giró y caminó con rapidez hacia la salida, notando que nadie lo veía
antes de abrir la enorme puerta principal de aquel lugar y salir. Fionn
abrió sus brazos, con su boca entreabierta, sin creerlo. Se carcajeó al ver
que, segundos después, el niño no volvía.
- ¡HARRY STYLES!
-Adelante.
Louis relamió sus labios lentamente antes de hablar. -Las personas creen
que me pueden matar con tan solo un "Padre nuestro" o arrojar agua
bendita. Se equivocan. -Niega. -Pueden lastimarte a ti porque eres
humano y no está en tu naturaleza tener maldad pura, del infierno. Es
como cuando apenas te quitaste la mierdecilla del cuello: Fui visible, pasé
días contigo y te deteriorabas. No estabas acostumbrado a la maldad,
pero ahora sí.
Harry suspiró y cerró sus ojitos, apoyando su mejilla en el pecho del ente.
Ambos permanecieron de aquella forma, en silencio por algunos
segundos.
-Más.
- ¿Cincuenta?
-No. Más.
-Más.
El rizado, más que sonrojado hace trompita con sus labios, bajando la
mirada y entrecerrando sus ojitos. Eso significaba que estaba pensando
qué decir. - ¿Deberíamos de...? -No terminó aquella pregunta, la cual fue
bastante inaudible. Louis pudo oler vergüenza en él.
- ¿Qué?
El silencio reinó en el lugar por unos largos segundos, tan solo siendo
audible el viento y los autos pasar de vez en cuando.
-... ¿Novios?
-Oh. Yo...eso no era lo que yo quería decir. -Dice bajito, y se siente mal
porque el ente no entendió su referencia. Detestaba no poder mostrarle
al mundo que amaba a alguien, porque éste alguien era el claro y literal
ejemplo de la maldad. Tan solo quería sentir las cosas un poco más
normales, y llamar a Louis su "algo". -Lo siento, Lou. Olvídalo, soy tuyo
de todas f-
Abrió sus ojos ante lo que creyó oír. Ya no había pitido en su oído
izquierdo, y había sonado bastante claro. Alzó la mirada con rapidez,
realmente sonrojado y shockeado mientras se tomaba unos largos
segundos para, simplemente, parpadear y respirar hondo, atónito.
-... ¿Qué?
- ¿E-En serio?
Louis asintió, acariciando con sus pulgares la suave piel del rostro de su
niño favorito. -En serio. -Repitió, y no se molestó en ver alrededor para
besar profunda y lentamente los labios de su niño. Nadie los veía.
Y lo importante...
¿Volvería completo?
Louis le confesó cómo funcionaban las cosas luego de que Harry le hiciese
unas simples preguntas. ¿Cómo era el infierno?
—¿Por ejemplo?
Suspira. Por algún motivo, no lo hacía sentirse orgulloso con Harry. -Me
he tomado la molestia de observar a los mundanos, y entre aquello noté
que lo que más les molesta es esperar. Esperar en una fila de un banco,
de una tienda, de cualquier cosa. No pueden soportarlo. Cuando un alma
va al infierno va a verse a sí mismo en una fila larguísima, y depende lo
malo que haya hecho esa alma, pasará el tiempo que el demonio que se
encarga de aquella área decida.
Harry asiente, tan solo eso. No puede reaccionar diferente, no puede fingir
no estar asustado. Inconscientemente se acurruca más en Louis, y éste
lo recibe envolviendo un brazo en su cintura y otro bajo los muslos,
acariciándolo. El rizado refriega su naricita contra el pecho desnudo y
tatuado del diablo, y respira profundo un par de veces antes de planear
volver a hablar.
Louis se queda en silencio, y eso provoca que todo el cuerpo del menor
se ponga tenso, alerta. Detestaba aquello: Estar tan tranquilo en los
brazos del amor de su vida, sentirse tan protegido y de repente...se
congelaba del terror. No terror a él, sino que a la situación.
—Creí haberte aclarado que tuve que haberme llevado tu alma hace
tiempo. —Dice con calma, pero el niño no siente que sea así. Lo suelta y
lo empuja para que quede boca arriba, y el ente se pone sobre su cuerpo.
Ambos se observan fijamente, y Harry una vez más se sumerge en aquel
océano azul, tampoco sin ignorar el pedazo bordó. Amaba los ojos de
Louis. —Nos casamos.
—Sí.
Ambos se taparon con las sábanas debido a la fría noche que podría
enfermar al rizado, y se limitaron a dejar de pensar y comenzar una
exquisita sesión de besos."
Decidió despejarse un poco de todos aquellos temas del infierno, del alma,
de su padre, posible culpable de asesinatos, etc. Hoy se cumplían 66 -que
ironía- años de que la iglesia continuaba "brindando sus servicios". En el
aniversario de ésta siempre hacían un tipo de kermese: Juegos, comida,
premios y, por supuesto, una misa. Este año le tocaba a su madre,
finalmente, poner su puesto de comida ante la aprobación de las personas
de la iglesia. Sus pasteles eran exquisitos, al igual que sus galletas con
chispas de chocolate. Se encontraba muy feliz, y cuando finalmente
terminó de preparar todo se fueron hacia el auto.
Entre todas las alegres personas que se encontraban en aquel lugar Harry
pudo admirar la naturaleza. Estaban en el patio trasero de la iglesia, el
cual era grande, espacioso, al aire libre por completo. Había un recorrido
de piedras, una preciosa cascada con palabras en latín y un tipo que Harry
no reconocía, y un bosque a lo lejos al cual nadie iba porque dejaba de
ser territorio de Dios, pero se veía hermoso, también.
—Está con otro muchacho intentando ganar premios. Pasé hace un rato
por su lado: Estaba muy frustrado. Yo le dije y no paré de decírselo en el
camino: “Fionn, hijo. Vamos a pasarla bien, no te pongas como niño de
cinco años a jugar e intentar ganar peluches.” pero él no puede
controlarlo. Es como una adicción. —Harry rio. Lo que supuso era verdad.
—Oh, por cierto. ¿Son verdad los rumores?
Ambos alejaron sus manos y Harry sonrió de lado, provocando que tan
solo un hoyuelito se marcara en su mejilla. —Es un placer.
Ruby suspiró, embobada. Lucía dulce, y lo parecía. Llevaba una falda larga
rosa pálido, y una camiseta blanca metida dentro de ésta con unos
zapatos haciendo juego. Su cabello era realmente lacio y lucía muy suave.
—Te aseguro que si te hubiese visto antes lo hubiese notado. —La chica
dice.
—Hazzie.
—No, no lo estoy.
La mirada del rizado va hacia Liam y Ruby, los cuales asienten con la
cabeza y mueven sus labios, diciendo silenciosamente “Si, lo está”.
Nuevamente la mirada verdosa del niño con rizos va a su amigo, el cual
luce más serio de lo normal.
—Entiendo. —Asintió. Desde que Louis estaba en su vida Harry sentía que
nada más lo hacía tan feliz, incluso estando mal.
Los ojos de Fionn brillaron un poco. —¿En serio harías eso por mí?
—Fionn, voy al baño. —Dice, sin apartar la vista del diablo a lo lejos. Su
amigo confirma haber escuchado aquello con un murmullo y Harry
comienza a caminar lentamente, intentando disimular mientras aprieta la
bolsa de galletas contra su pecho.
Pasa lentamente por un lado del diablo, el cual camina a la par luego de
aquello. Harry mira a la gente de su alrededor, notando que nadie le pone
atención y preparado para hablar.
—¿Lou? ¿Qué sucede? —Habla bajo, apenitas audible. —¿Todo...todo está
bien?
Louis parecía estar a punto de responder, pero vio algo no tan lejos de
ambos y negó lentamente. —Qué clase de repulsivos humanos organizan
cosas como éstas.
—... ¿Qué hace él aquí? —Los ojos de Harry se abren más de la cuenta
mientras comienzan a sudarle las manos y los latidos de su corazón
aceleran.
—¿Q-Quién?
El reproche en su mirada aumenta, y Harry lucha para no ver hacia otro
lado.
—P-Por favor, hable con cuidado o esto no va a acabar bien. —Harry dice
en un tono dulce, bajo.
—Sí, pero no estoy seguro de que todos aquí estén igual de protegidos
que usted, así que por favor deje de hablar así. No va a tolerar que le
falte el respeto. —Es la primera vez que Louis oye a su niño favorito hablar
con molestia, sin llorar ni estar dolido. Le gusta y no evita alzar y bajar
las cejas, observándolo antes de volver a observar al cura.
—¿Sabe cómo se llama eso, padre? No ser egoísta y pensar en los demás.
—Dice Louis tranquilamente, guiñándole un ojo antes de que el padre
nerviosamente vuelva a ver a Harry.
Louis rueda los ojos. —Está bien, me iré. —Dice. Harry alza la mirada y
le agradece en silencio con una sonrisita apenitas visible. Da un paso para
estar a centímetros del padre William y lo ve fijamente a los ojos. —Pon
muchas velas de santos en tu casa, tal vez te ayuden a no encontrarte
con tu esposa muerta de su lado de la cama.
Con tan solo parpadear, el diablo desapareció, y Harry dejó de sentir aquel
malestar en su estómago. Observó al padre William con algo de
vergüenza, pena. —Yo...lo siento. —Se disculpó sin mucha gracia.
¿Lo sabía?
Llegó a la fuente y todos se encontraban allí, solo que Liam anotaba algo
en su pequeña libreta mientras Fionn y Ruby conversaban más cerca de
lo normal. Harry no pudo evitar sonreír un poco mientras se acercaba y
se sentaba a un lado de Liam, el cual rápidamente dejó de anotar y cerró
su libreta, guardándola para observar al rizado con una sonrisa.
¿Podría ser...?
Oh, no...
Mentía.
Harry decidió terminar el tema allí. Las horas pasaban, la noche llegó y
todos brindaron excepto el niño de rizos, que se encontraba un poco más
alejado. Sin que nadie lo viese decidió adentrarse al bosque, intentando
no caer debido a que estaba bastante oscuro. Cuando se alejó un poco
más finalmente suspiró, apoyándose contra un tronco de uno de los miles
de árboles allí y sintiendo el malestar volver a su estómago. De reojo veía
al diablo parado allí.
—¿Sí?
Louis sonríe de lado sin besar a su niño favorito, torturándolo con caricias
en sus labios con los propios. —¿Y tú querías un beso? —Dice, fingiendo
no darse cuenta de aquello. Harry asiente, embobado y cerrando sus ojos.
—¿Solo uno?
—No.…más.
El diablo alza las cejas, llevando sus brazos para rodear la cintura del
menor. —¿Más? ¿Solamente míos? ¿De nadie más?
Louis da una lamida sobre los labios del menor, el cual suspira
temblorosamente. —Buen niño. —Dice, finalmente acortando la distancia
y comiéndole la boca al rizado.
—N-no es...no es nada. —Abrió sus ojos, revoloteando las pestañas con
rapidez por unos segundos, mirando hacia otro lado.
—Harry. —Le llamó, y observó fijamente los ojos del diablo. —Puedo notar
que me ocultas algo. Dime qué ocurre, o comenzaré a pensar que alguien
te puso sus manos encima y voy a quemar todo éste lugar.
—Sí.
—Lo cumplí.
Louis continuaba acostándose con personas, repitiendo una y otra vez que
era el diablo, que podía hacer lo que quisiese, pero, por algún motivo, no
podía no cumplir aquello. Se soltó de inmediato del diablo, sin creerlo.
¿Necesitaba hacer más preguntas? ¿Decirle directamente “Louis, te
acuestas con miles de personas que requieren tus servicios mientras te
casaste conmigo”?
—¿Así que te acuestas con ellos en sus sueños? —No pudo evitar decir el
rizado, con la voz rota.
Louis lo observa por unos segundos. —Si está siendo poseída y aún no ha
matado a nadie significa que él hizo un trato. —Dijo con calma.
¿Liam haciendo un trato? ¿Por qué lo haría? Harry negó. No. Estaba mal.
—No importa si él lo hizo o no, es una persona excelente y no se merece
terminar muerto e ir al infierno. —El niño justificó.
—Te aseguro que eres uno de los humanos más inseguros de sí mismos
que alguna vez conocí. Nunca creerías que podrías llamar mi atención,
incluso sigues sin creerlo ahora así que no hay manera de que me
llamaras creyendo que esto sucedería. ¿Qué es diferente entre esa
persona y tú? —Preguntó. Era la verdad. Harry era demasiado inseguro
de sí mismo, y le gustaba, claro. Pero detestaba cuando éste se echaba
toda la culpa de las acciones malas que el ente hacía.
Louis le dio un lento y suave beso en los labios. Quería curar toda culpa,
todo mal sentimiento, pero, maldita sea, era el diablo.
Por supuesto que Louis sabía por qué Harry sentía culpa: Éste último
había traído al diablo a la tierra -cosa que estaba mal porque el ente subía
de vez en cuando antes de estar con el niño- sabiendo que el rey del
inframundo no iba a dar solo un par de sustos. Harry lo sabía, y sentía
que era su responsabilidad debido a que él llamó a Louis.
—Lo sientes mal. —Dijo Louis, abrazando más contra su pecho a su niño
favorito. —¿Me has mentido?
—... ¿Q-Qué?
—¿No eras tú el que enloqueció cuando vio a las personas que iban a
dejar que te ahogaras en un lago muertas? —Susurró.
—No. Ese fuiste tú llamándome para que te salvara a ti, no para que lo
matara. Iba a quemarte, a torturarte. —Justificó, respirando profundo
unos segundos debido a que la ira del recuerdo regresó.
—Lou... —Sorbió su nariz y fue alejado del pecho del diablo y tomado por
las mejillas. Nuevamente se observaron fijo mientras los pulgares del ente
limpiaban las lágrimas del rizado.
—Está bien...
¿Qué era esa sensación en su cuerpo cuando Harry decía algo como eso?
¿Alguna vez en la eternidad alguien lo había extrañado? Lo observó por
unos largos segundos, neutro.
Es cuando Louis lleva su mano a la espalda del rizado para darle una
suave e íntima caricia por debajo del pijama que siente unas líneas de
piel sobresalidas rozando las yemas de sus dedos. El cuerpo del niño se
estremece con un leve dolor y frunce el ceño, volviendo a abrir los ojos y
observando el semblante del diablo. Éste tiene los ojos un poco más
oscuros.
—¿Q-Qué? No. No, no, señor. No. —Da unos pasos hacia atrás hasta estar
pegado a la pared. —Y-yo ni siquiera le hablo.
—S-S-Sí. Sí, mi rey. —Se para derecho en su lugar, listo para irse.
—P.…Príncipe.
—...Está bien. —Tan solo pudo decir luego de unos segundos mientras su
esposo le subía los tirantes por los hombros.
Ambos se vieron fijo por unos segundos antes de que Louis pasara
lentamente los brazos por la cintura de su niño favorito, acercándolo. Éste
último se puso de puntitas de pie y ambos comenzaron una suave y lenta
sesión de besos, ladeando sus cabezas hacia lados contrario y
sintiéndose, realmente haciéndolo por primera vez en el día.
Los deditos de Harry acariciaban tímidamente el cabello en la nuca del
diablo, mientras que éste último se tomaba la libertad de, luego de haber
acariciado la espalda del rizado, acariciarle los glúteos.
El beso, poco a poco, fue volviéndose más intenso, pero continuaba lento.
Finamente se alejaron debido a que el calor comenzaba a reinar en aquel
lugar, y se hacía tarde como para comenzar una sesión de algo más. Harry
debía de ir a la escuela, encargarse de ver como estaba Liam. Louis debía
averiguar quién mierda dañó a su esposo, y hacerlo pagar.
—Vendré en la noche... —El rey del inframundo dice sobre los labios de
su bebé, el cual asiente apenitas con la cabeza. Ninguno puede separarse
aún. —...y te haré sentir bien.
—Sí...
Louis le da unos últimos besos en los labios antes de subir sus manos a
la cintura del rizado y besarle la mejilla, finalmente separándose y dando
unos pasos hacia atrás.
—Si algo sucede con tu padre, quítate el anillo. Voy a sentirlo cuando lo
hagas.
Una vez estuvo allí, eligió un banco que se encontraba dentro del parque,
cerca de las palomas y de un monumento, el cual era un hombre con sus
brazos abiertos, como si estuviese sosteniendo algo, pero no había nada.
Extraño. Suspiró y se apoyó contra el respaldo, respirando
profundamente por la nariz y oyendo los pájaros cantar. Necesitaba
tranquilidad, necesitaba dejar de pensar. Sentía que se estaba volviendo
loco.
—¿Por qué estás aquí, tan solo? —Sus ojos se abrieron rápidamente,
revoloteando sus pestañas a la par que sonreía al ver a Ruby frente a él
con una tímida sonrisa. Estaba muy abrigada y llevaba dos trenzas. Su
nariz estaba roja por el frío -como la de él- y también sus mejillas. Se
veía adorable. La adolescente no dudó en sentarse a su lado. —No es por
entrometerme, pero hace mucho frío aquí. Vas a resfriarte.
—Lo sé, pero... —Niega lentamente, viendo alrededor y sin poder evitar
sonreír de lado, provocando que uno de sus hoyuelos se haga visible. —
...disfruto mucho el frío. Siento que la gente no sabe aprovecharlo, pero
no quiero juzgar a nadie.
Harry se acomodó de lado, preparado para hablar. —¿Qué tal las cosas
con Fionn, Ruby? —Intentó comenzar el tema. La adolescente parpadeó
rápidamente, lucía algo perdida con el cambio de tema de conversación.
—¿No te...gusta?
—Oh, no. Sí, me gusta. —Emoción fluyó desde el pecho de Harry. —Es
muy amable, muy dulce y muy lindo, pero, a decir verdad...también me
gusta alguien más.
—Uhm, claro. —Que no sea Liam, que no sea Liam, que no sea Liam.
—¿Seguro? —Se acerca más hacia Harry, el cual no es consciente de
aquello debido a su inocencia. —Porque...bueno, no me preguntaste.
—Tú.
Oh.
—... ¿Q-Qué?
—No lo sé. Uhm, pues yo...te vi, y me gustaste. Tú... ¿Saldrías conmigo?
Ahora Harry iba a morir. Ya. Ya murió.
—Él no haría eso, lo conozco. —Dice, y era cierto, pero, en parte, entendía
a la muchacha por creer aquello. Fionn había estado con varias chicas, y
siempre decía que había que disfrutar de la soltería. Pero era diferente
invitar a salir a alguien, a darle un beso y nunca más verla. —Es mi mejor
amigo. —Susurró. Quería tanto, tanto a Fionn. Era una muy linda persona,
y esto le dolía. Ahora, más que nada, prefería que la respuesta hubiese
sido "Liam". Alzó la mirada al oír unos sollozos bajitos y sintió dolor en el
pecho al ver a la chica llorar. —Ruby, no llores. Lo siento...
—L-Lo siento. Lo siento tanto, hijo. —Dice. Harry continúa quieto, aun
temiendo. —Jamás volveré a tocarte, jamás volveré a hacerte daño ni a
ti, ni a tu hermana, ni a tu madre. No puedo remediar las cosas, pero
aprendí mi lección. Realmente lo siento.
Había decidido sobre cualquiera, como si fuese algún tipo de Dios, a jugar
con la vida de una persona. De su sangre, su familia. Su padre. Se
disculpaba, y había estado tres años en el infierno gracias a él. No
importaba que no fuesen realmente tres años, pero en el inframundo sí
lo era, y le dolía. Le dolía. ¿Quién era él para decidir sobre la vida de los
demás? ¿Quién era él para aceptar disculpas de su padre, cuando era él
quien debía disculparse? Porque sí, Des se había equivocado, pero estaba
seguro que unas quemaduras en el cuerpo no se comparaban con tres
años en el infierno.
Cerró el grifo cuando la bañera estuvo llena de agua tibia y tan solo se
deshizo de sus zapatos, adentrándose temblorosamente y vestido con
camiseta, pantalones, tirantes y calcetines al agua. Cuando su cuerpo se
sumergió en ésta, se acurrucó en un rincón de la bañera y cerró sus ojos,
llevando sus manos temblorosas a su pecho. Estaba demasiado nervioso,
pero el agua estaba haciendo su efecto, y poco a poco su cuerpo se
relajaba. Comenzó a respirar normal y mojó sus manos para pasarlas por
su rostro, refrescándose. ¿Había estado tan desesperado por relajarse
que se había metido vestido? Rayos, realmente debía de tener los nervios
de punta.
—... ¿Lou?
—L-Lou... —Las manos del diablo fueron a los muslos de su niño, y alzó
la mirada para verlo mejor desde la posición en la que se encontraba. —
...algo me empujó.
—Lo sé.
—Tengo miedo. —Dijo con un hilo de voz. Sentía que iba a enloquecer,
era demasiada paranoia. Tenía demasiadas preguntas, pero apenas podía
respirar.
Louis lo observa fijamente por unos segundos, y Harry desearía saber qué
ronda por la cabeza de este antes de que asintiera. —No me iré. —
Simplemente dice antes de ponerse de pie. —Métete en la cama, voy por
el anillo.
¿Era afortunado?
—¿Ni te irás?
Las luces están apagadas, el cuarto a oscuras y frío, a pesar de que las
dos personas en él se encuentran muy calientes. La nieve ha comenzado
a caer fuera y el viento golpea contra la ventana que hay casi llegando al
techo, pero Harry se encuentra muy ocupado para prestar atención a la
tormenta que, poco a poco, comienza a formarse.
No puede dejar de gemir sobre la boca del diablo debido a las aceleradas
embestidas que éste le daba. Tan solo se oían los chasquidos que
formaban sus labios, la cama crujir un poco y el sonido de Louis entrando
y saliendo de Harry. Ambos desnudos, unidos de la mejor forma posible.
-Voy a... -Intentó avisar el rizado, pero fue demasiado tarde. Soltó un
jadeo ahogado y algo agudo mientras arqueaba su espalda y doblaba los
deditos de sus pies, tensando cada musculo de su cuerpo a la vez que su
esencia salía, manchando ambos torsos. Exquisito.
Mientras intentaba recuperar la respiración, se mantuvo quieto hasta que
el ente llegó al orgasmo en su interior. Ambos quedaron sudorosos,
respirando entrecortado y con los cuerpos pegados. Louis se sostenía con
sus brazos a los lados de la cabeza de Harry, y comenzaba a darle
profundos y lentos besos en los labios, los cuales eran correspondidos de
inmediato. Sus manos bajaron por el pequeño cuerpo del menor hasta
llegar a las nalgas.
-Ya no voy a dejar que nadie vuelva a lastimarte. -Presionó sus manos
para apegarlos más, sin dejar de besarlo. Los brazos del menor rodeaban
el cuello del ente. -Tú eres mío.
-Sí... -Y, maldición, sí que lo era.
Los besos continuaron, pero Louis pudo notar como éstos se volvían más
lentos de parte de su niño favorito. Salió del interior de éste último y se
puso a su lado, atrayéndolo a sus brazos y agitando su mano, provocando
que las cobijas volaran en su dirección y los taparan a ambos.
Sabía que Harry no tenía sueño, porque llevaba durmiendo gran parte de
las tres semanas que había pasado sin irse ni un momento. El niño tenía
miedo, incluso a veces temía estando junto al diablo y éste debía de
comenzar a explicarle que nada más malo que él podía permanecer a su
lado a la vez que el ente se encontraba allí. Estaba delgado, pálido, con
marcas que él no hacía. Eran golpes, golpes insignificantes como rozar los
dedos contra un mueble, o marearse y apoyarse bruscamente contra una
pared. Ya no reía tanto, sonreía poco, y se mareaba mucho.
¿Debía Louis ignorar las súplicas de Harry e irse en busca de lo que lo
dañó? No estaban llegando a nada, y su niño moría lentamente. Por su
culpa.
Se pasó la noche en vela, como siempre, pensando miles de cosas
mientras acariciaba el rostro de su esposo y lo admiraba hasta el
amanecer.
Louis sonríe de lado. -De todas formas, no era la mejor navidad cuando
tu primo estaba. Lo hacía peor. -Dice. Harry está de acuerdo, pero no
evita pensar en cómo es que Louis sabe aquello. Tal vez simplemente
adivinó, así que le resta importancia. -Son una familia rara. Empacan
ahora y se irán en la madrugada.
Harry suspira luego de meter su ropa interior y cerrar el bolso. -Es para
no hacer todo a último momento. -Explica con paciencia, y se gira.
Él se moría de frío.
-Ya no puedo permitir que estés así. -Habla bajo, de manera temible.
Harry simplemente lo mira. -Tengo que irme. Debo irme.
-Lou, s-si tú te vas...lo que sea que me sigue, va a volver por mí. -
Intentaba conservar la calma, no ponerse a llorar, como siempre hacía.
- ¿Y cómo resultó eso? -La voz del niño se entrecorta. Los flashes de aquel
momento comienzan en su cabeza, y le duele. Le duele tener que vivir
con culpa por el resto de su vida. -Dos personas murieron, fui golpeado y
casi me ahogo.
Harry está encantado cuando Louis baja sus manos repletas de anillos a
sus muslos y lo alza, dirigiéndose a la cama. Una de sus manos hace un
movimiento y el bolso con ropa cae al suelo, dejando la cama libre para
acostar a su niño favorito. Una vez lo hace, el diablo se acuesta sobre él
y lo toma de las manos, alzándolas hasta dejarlas a los lados de su rizada
cabeza, con los dedos de ambos entrelazados mientras el beso ardiente
continúa. El diablo comienza a realizar movimientos sobre el cuerpo del
menor, provocando que ambos miembros se friccionen por encima de la
ropa. Harry comienza a gemir entrecortadamente sobre los labios de su
esposo.
-Lou... -No puede formular palabra debido a que la boca del rey del
inframundo ha ido a la piel en su cuello, besando de manera húmeda y
caliente antes de comenzar a hacer succiones, marcándolo. Sus manos
repletas de anillos sueltan las de su niño y las dirige a las nalgas de éste
último, presionándolo más contra él y sus movimientos. -Uhm...
Si, tenía la opción de relajarse, dejarse llevar. Quería estar con Louis,
realmente quería. Sin embargo, debía ir a la escuela, o sus padres
nuevamente sospecharían que estaba enfermo...lo cual así era. Frunció
apenitas el ceño mientras llevaba los brazos alrededor del cuello del ente,
el cual comenzaba a besarle detrás de la oreja, volviéndolo loco.
-L-Lou, la escuela...no hay tiempo. -Gime debido a que las fricciones son
más profundas. Dio...Diablos. Se siente tan bien.
-Yo controlo el tiempo. -Louis se excusa.
La risa surge desde el pecho de Harry, de manera honesta y levemente
ruidosa. Sus carcajadas suenan dulces, parece un niño de seis años
riendo. Louis detiene las fricciones y se aparta un poco para observarlo
serio, neutro. A cualquiera le daría miedo aquella mirada, pero Harry ya
se había acostumbrado. El diablo se limitó a admirar aquellos pequeños
segundos en donde su esposo reía. Apenas sonreía últimamente, y ambos
sabían por qué era.
Harry lo observó con una débil y dulce sonrisita, levemente sonrojado
mientras una de las manos del diablo iba hacia la mejilla del niño, tocando
sobre el rubor. El rizado podía jurar que su corazón iba a salirse de su
pecho, debido a que pocas veces Louis tenía aquellas demostraciones de
afecto. Poco a poco ambos estuvieron serios, tan solo viéndose a los ojos.
-Te amo, Lou. -Susurra.
El hospital...de nuevo.
Tenía algo inyectado en uno de sus brazos, una venda en una de sus
muñecas, la cual dolía como el infierno al que seguramente iría, y a su
madre sentada en una silla de al lado. Es cuando respira profundamente
que Anne jadea bajo, aliviada y se acerca, tomándole la mano sana a
Harry.
-Amor.
- ¿Qué sucedió?
-Te caíste de las escaleras. -Anne dice, y sus ojos se llenan de lágrimas.
La culpa carcome a Harry.
-Oh. ¿Cuánto dormí?
-Ha pasado un día, bebé. -Vaya. -Supongo que te dejarán irte hoy, en un
par de horas. Iremos a la cabaña, y durante el viaje pondremos la música
que tú quieras. -Harry agradecía tanto el cómo su madre quería ponerle
de mejor ánimo con caprichos. No pudo evitar sonreír débilmente, no
mucho ya que le dolía todo. -Hornearé cosas ricas, y comerás mientras te
arropo en tu mantita, y estarás bien. ¿Si? -Harry asintió lentamente
mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. - ¿Te duele algo?
El corazón.
- ¿Papá y Gemma?
-Están fuera. Tu padre quería verte, le diré que pase. -Deja un beso en la
frente de Harry antes de ponerse de pie.
Ese fue un detalle realmente bonito de parte de su padre. Por primera vez
en mucho tiempo sentía que alguien escucharía su opinión. Con una leve
sonrisita negó.
-No, no. Está bien, quiero irme. Creo que me hará bien despejarme un
poco.
—El otro.
—Liam
Harry sabía que Louis había vigilado a Liam debido a las sospechas del
menor, y es que se veía bastante obvio. ¿Era posible que se haya
equivocado? Y si no era así, ¿Por qué lo haría? ¿Por qué invocaría a un
demonio y haría un pacto?
—Sí.
—Y tú dijiste “Por los siglos de los siglos”, “Hasta el final de los tiempos”.
—Se encuentra embobado, intentando formular bien las palabras debido
a que el diablo no deja de robarle besos suaves.
—Mh.
—Pero yo...soy humano. Voy a crecer, envejecer, morir. —Dice. Louis
detiene sus besos, y ambos abren los ojos, viéndose fijamente,
inexpresivos. El ente puede oler el miedo en su niño favorito. —Y eso
significa que no habrá ningún “Para siempre”.
—Harry, ¿En serio le estás diciendo eso al diablo? —El nombrado no evita
sonreír sin ganas. Louis suspira, acercándolo más al punto en que los
torsos de ambos están juntos. —¿Cómo puede mi niño favorito creer algo
así?
—¿Cómo?
—Si hubiese una manera de vivir para siempre, ¿Lo harías? —Harry
nuevamente alza la mirada, algo sorprendido. —De estar conmigo, por
los siglos de los siglos.
—Sí.
Harry suspira, cerrando sus ojitos por un par de segundos. Sentía que su
cabeza iba a estallar. Nuevamente los abrió, viendo fijamente a su esposo
y asintiendo lentamente.
—Lo pensaré.
-Por supuesto que no. Harry tuvo, tiene, y siempre tendrá su libre
albedrío, y lo que él decida hacer con éste, tú no lo sabrás.
-No te preocupes. -El diablo finge estar desinteresado, viendo hacia otro
lado. -Voy a conseguirlo, quieras tú o no.
- ¿Si? ¿Por qué? ¿Porque lo amas? -La mirada de Louis va fijamente a los
ojos de aquel recipiente en el que Dios se refugiaba?
-Cierra.la.boca.
Louis se aparta lentamente. Las llamas se reflejan en sus ojos bordó. -No
soy ni pretendo ser el dueño de su vida. Pretendo darle lo que quiere, y
voy a hacerlo. Con o sin tu ayuda. -Y en un parpadeo, ya no está.
Las llamas se apagan lentamente, el banco queda hecho cenizas, y Dios
alza su vista al cielo antes de cerrar sus ojos y soltar un gran suspiro.
Porque lo que esperaba para aquel humano que creyó no ser oído era un
gran drama, peso en los hombros.
Un trabajo. Una oportunidad.
La única para poder estar junto al amor de su vida.
Finalmente despertó.
-Chicos, no sean así. Entiendo que siempre han tenido problemas con él,
pero es un ángel. Solo...tiene algunos problemas.
Una punzada atravesó su pecho y tuvo que sostener ambas tazas con más
firmeza. Entonces, ellos definitivamente lo sabían.
-... ¿Qué?
-Lo hizo. Justo después de que Brad lo molestó, le cortaron su...bueno.
Ya sabes. Y murió desangrado. ¿No te parece una coincidencia?
-No.
- ¿Asesinó a tu primo?
-N-No.
Des lo sabe. Sabe que su hijo miente, sabe que éste jamás diría que sí,
porque aún no confiaba en él. Niega lentamente antes de dar un paso
hacia atrás. No puede creerlo. Su hijo de dieciséis años no solo estaba
metido donde no debía, sino que también era cómplice de la muerte de
su sobrino...y de quién sabe qué más muertes.
-Es lo que siempre haces. Siempre quieres hacerme sentir que todo lo
que hago está mal, incluso cuando esto no estaba pasando. ¡Cuando todo
era normal!
-No, no. Un momento. Yo no dije eso. Yo no intento hacerte sentir
culpable. -Se pone de pie frente a Harry, firme.
- ¿Y tú? -Des alza un poco su voz. - ¿Pensaste las cosas antes de hacerlas?
-Lou...
Harry alza sus cejas antes de comenzar a refregar sus ojitos, intentando
quitar un poco el sueño. Se estira, pero se vuelve a abrazar a su esposo.
-Sí, pero no sabía que estabas desde hace mucho. -Algunos recuerdos
surgieron en la mente del rizado, pero no eran exactos. Recordaba una
mano, recordaba esconderse, jugar con alguien, morir de risa y cosquillas.
- ¿Y yo te he visto? -Louis asiente.
-Has hecho más que verme. Podremos hablar de eso otro día. -Y lo harían.
Louis le contaría lo adorable que era, cómo le gustaba dar abrazos, jugar
a las escondidas, y que le hiciesen cosquillas. También las veces que lo
había consentido con dulces y helado. -Deberías de comer eso.
-... ¿Mh?
Harry se gira detrás suyo cuando Louis asiente con su cabeza, señalando
aquel lugar. En la mesa de noche hay una taza que contiene chocolate
caliente, y a un lado hay una porción de pastel de chocolate. El niño frunce
un poco su ceño mientras se sienta.
- ¿Quién ha traído esto? -Pregunta mientras toma con cuidado la taza y
sopla el contenido caliente antes de olfatear. Huele exquisito.
-Tal vez Santa Claus. -Dice el diablo. Claramente bromea. Se sienta y
apoya su espalda contra el respaldo de la cama y la pared, observando a
su niño favorito beber su chocolate caliente. Éste le dejó bigotitos en su
arco de ángel, y Louis relame sus propios labios, tentado a quitarle aquello
con su lengua. - ¿Qué tal está?
-Perfecto. -Se estremece. La bebida caliente y el clima frío no lo ayudan,
aún más si sigue en pijama y no está cubierto. -Vaya.
- ¿Tienes frío? -Harry asiente y deja con cuidado la taza en su mesa de
noche, dispuesto a tomar una manta. -Mejor ponte tu suéter navideño.
-Lou, no tengo suéter nav... -Deja de hablar cuando observa en la punta
de la cama, doblado, un suéter de lana rojo, con ciervos blancos y
pequeños árboles verdes. Vuelve su mirada hacia el diablo, el cual tan
solo lo observa de manera neutra. - ¿Quién ha traído eso?
-Santa.
-Lou. -Harry no puede evitar soltar una risita, alegre. Eso alivia el peso
en sus hombros. Toma el suavecito suéter, pasa sus brazos por las
mangas y su cabeza por el agujero, acomodándolo en su torso. Le queda
bien, algo grande. Es calentito. -Tengo un suéter navideño. -Dice de
manera dulce, emocionado.
Louis le tira de la mano, y el niño termina en su regazo, acurrucado contra
él. El diablo le alcanza la taza para que el niño siga bebiendo. Jingle Bell
Rock cesa, It's the most wonderful time of the year comienza. Los
ojos de Harry brillan con emoción.
- ¿Quién está abajo?
-Nadie. Santa está poniendo la música. -Dice el diablo. Harry intenta
apartar de su cabeza el hecho de que su familia se fue sin él, realmente
lo hace, porque Louis está haciendo algo que está llenando su pecho de
amor.
-Lou... -Dice luego de beber de su chocolate caliente. Nuevamente tiene
bigotitos, y el diablo no pierde la oportunidad de limpiarlo por su cuenta,
con su lengua. Deja un beso suave y casto en los labios de su niño, y
cuando ambos se apartan éste último tiene sus ojos llenos de lágrimas,
pero continúa sonriendo. -...Gracias.
El diablo tan solo pasa sus dedos pulgares por las lagrimitas que
amenazan por salir. No es muy bueno recibiendo agradecimientos, porque
jamás había hecho algo así por nadie.
- ¿Todo en orden? -Harry asiente, sorbiendo su naricita, aún con una
sonrisa y dejando la taza en la mesa de noche. -Eso espero. Santa dejó
más regalos bajo tu cama, deberías de verlos.
- ¿Ahora?
-Si.
Y Harry se baja todo emocionado, se arrodilla a un lado de su cama y
comienza a sacar completamente emocionado muchos paquetes. Sus
regalos fueron muchos vinilos de sus artistas favoritos, y algunos nuevos.
Calcetines navideños, un cuaderno de tapa negra con una pluma y tinta,
libros respecto a teorías de universos paralelos que había sacado de su
despacho (confiaba en que Harry no revelaría nada del futuro), más
anillos y un reloj de bolsillo en números romanos.
A Louis le importaba una mierda la navidad, Louis ni siquiera quería saber
cómo festejaba cada persona, y lo fue descubriendo los años que pasó
junto a su, ahora, esposo. Esas luces, árboles, regalos, buena música.
Familia unida, amigos.
El diablo jamás lo confesaría...pero su niño era su familia.
Su niño merecía todo lo bueno en el mundo. Y se lo daría, comenzando
por cosas leves como éstas.
Y era una promesa.
🌹 🌹
1956
—¿Quiere un poco de té, Señora Styles?
La nombrada rio al oír el tono formal que usaba su pequeña hija para
referirse a ella, y luego de asentir con una sonrisita, Gemma Styles simula
servir té desde su tetera de plástico a una pequeña taza rosada.
El día era una obra de arte. No hacía frío, ni calor. Había un sol precioso,
y ambas habían decidido poner un mantel sobre el césped del patio
trasero y jugar a que se reunían a tomar el té. Jacky, la cuñada de Anne
Styles, estaba allí también, pero un poco más lejos, observando
cuidadosamente al niño de cinco años que no paraba de correr en círculos
y reír a carcajadas.
—Harry, cariño. —Jacky comenzó, queriendo que éste se detuviera un
poco, y estaba a punto de advertirle que se quede fuera a la vista de las
mayores, pero el niño de rizos se dirigió entre respiraciones agitadas hacia
la casa.
Anne se puso de pie de inmediato y observó a su hija por el quejido que
ésta dejó salir. -Vuelvo rápido, cariño. Solo traeré a tu hermano, mientras
hazme otra taza de té, por favor. -Fingió beberse todo lo de la taza y
chillar por lo caliente que estaba. Gemma se echó a reír antes de quitarle
la pequeña tacita a su madre y comenzar a preparar más té para ella y
sus osos, los cuales le hacían compañía.
Cuando Anne entró a la casa, se encontró con Harry corriendo en círculos
alrededor del sofá, viendo detrás suyo de vez en cuando y chillando con
emoción para luego estallar en carcajadas.
—¡No me atrapas, no me atrapas! —Se burlaba de algo que no estaba
allí.
Anne suspiró. Su hijo de cinco años era un terremoto.
El rizado volvió la vista al frente y detuvo aquella carrera, observando
algo frente suyo y chillando con más emoción antes de dirigirse a la
dirección contraria, subiéndose al sofá y poniéndose en posición fetal a la
par que ocultaba su rostro con sus pequeñas manitos.
Jacky, la cual estaba entrando a la casa, rió al ver a su sobrino de aquella
manera y se le acercó. —¿Qué le sucede al bebé? Corre muy rápido.
—Harry, cielo. No corras así, por favor. —Se acercó a su hijo y lo tomó en
brazos con cuidado. Éste se ocultaba en el hombro de su madre. -Te
puedes caer y... ¿De quién te escondes, niño travieso? —Su bebé soltó
una risita antes de observar a su madre con una dulce sonrisa y hoyuelos
visibles en sus ruborizadas mejillas.
—De su amigo imaginario. —Dijo Jacky sentándose en el sofá. Anne deja
un beso en el rostro de su pequeño antes de soltarlo, y Harry parece
buscar algo con la mirada antes de que sus ojos se iluminen y comience
a, nuevamente, correr. —Es tan alegre que me contagia.
—¡Mami! —Su hija llamaba desde el patio, ya harta de esperar tanto
tiempo.
—Estoy en camino, Gemma. —Observó a su niño. —Hazzie. Bebé, ¿Me
prestas atención? —Harry la observó tan solo unos segundos antes de
seguir corriendo y chillando. Anne nuevamente suspira.
—Ve con Gemma. —Dijo su cuñada, tomando el diario que se encontraba
sobre el sofá y acomodándose en éste para comenzar a leerlo. —Yo me
encargo.
—Jacky, no te sientas obligada a quedarte aquí. Harry puede venir al
patio, ¿Verdad, Harry? —El niño ni siquiera la oyó, ahora se escondía
detrás del sofá, concentrado en no hacer ni un ruido.
—No me siento obligada, Anne. Me gusta verlo jugar. —Dice, y observa
de reojo el diario, cambiando una página al no ver nada interesante.
—Avísame si necesitas algo. —Nuevamente su hija llama, y se dirige
nuevamente hacia el patio. —¡Aquí estoy, amor!
Jacky suspira antes de volver a ver a Harry cuando éste ríe y rodea el
sofá, tirándose al suelo y tomando la pierna de su tía, cerrando sus ojitos
con fuerza. —¡No me atrapas, moun...monstrou de cosquillitas!
—¿Con quién hablas, mocosito? —Dice su tía, y alza las cejas con sorpresa
cuando el niño se retuerce y comienza, nuevamente, a correr en círculos
alrededor del sofá.
La mujer vuelve la vista al diario, y es minutos después que se da cuenta
al ver de reojo que la puerta que lleva al sótano, a la habitación del
pequeño, está abierta. Pensarlo le llevó tan solo segundos, y parece que
habían coincidido ya que Harry corría en aquella dirección, sin mirar al
frente, tan solo atrás, a aquella supuesta cosa que le perseguía.
—Harry, cuida... ¡Harry! —El niño vio al frente tan solo cuando sintió que
donde pisaba no había absolutamente nada, y antes de tener una brutal
caída por las escaleras, la mujer pudo observar como la nada misma
tironeaba de la camisa blanca del niño hacia el lado contrario a la caída,
dejándolo tirado de vuelta al living.
Su tía borró de inmediato de su mente haber visto aquello al notar el
puchero en el labio inferior de su sobrino, y se acercó a paso rápido. —
Cariño. ¿Te encuentras bien? No pasó nada, solo fue un susto.
–Yo estoy bien. —Responde el niño con la voz algo temblorosa. No quería
llorar frente a su tía. Miró alrededor y se quedó observando por unos
segundos mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. —Se fue...
Jacky no hace preguntas, tan solo abraza al niño luego de ponerlo de pie,
le besa la mejilla y lo obliga a ir con su madre. Mientras cierra la puerta
que lleva al sótano, siente un escalofrío viajar por su columna vertebral
al recordar lo que había visto, y aunque quería creer que podía haber sido
un milagro, no se sentía como uno.
Se sentía como una maldición.
26 de enero de 1969. // Un año, un mes y un día después. //
—Horrible.
Harry no pudo evitar soltar una risita, negando lentamente. Se sentía algo
culpable.
—Creí que estabas bastante bien con tu amigo. —Responde, llevando los
besos a la piel del cuello del menor.
Harry sonríe apenitas visible. —Sí, estaba bastante bien. Pero aun así...yo
te extrañé cada segundito.
—Solo pensaba...
—No.
Louis le besa los labios por última vez. —Descansa, niño. Podemos hablar
de esto otro día.
Liam tan solo observaba la situación, comiendo. Amaba estar con sus
amigos.
—Ten por seguro que sí. —Se besan rápidamente antes que la chica
camine lejos de aquella mesa. Fionn la ve irse antes de girarse a ver a
sus amigos, los cuales lo observan. —... ¿Qué?
—Ten por seguro que sí. —Dice Harry en un tono coqueto, imitando a su
mejor amigo. Ambos ríen excepto Fionn mientras Liam se aleja.
Se oye como Fionn sale del cubículo, pero Harry ni puede prestar a
atención a ello debido a que siente un enorme pinchazo, como si
estuviesen inyectándole fuego sobre el lugar que siempre le picaba del
brazo. Su boca se entreabre y gime adolorido antes de apoyarse contra
el lavabo.
Fionn sabe que Harry está mintiendo, pero no dice nada. Se lava las
manos y pasa un brazo por encima de los hombros de Harry, intentando
demostrarle su apoyo.
Cuando todos finalizaron de comer, Anne se levantó para juntar los platos.
—Lo sé, pero sé en lo que estás pensando. —Y le dolía. Tragó saliva con
fuerza, negando. —No fui yo. No tuve nada que ver.
—¿Ha vuelto?
—No. Nada ha vuelto. —Bastardo mentiroso. —No hay nada que temer,
estoy abrumado porque me trajo recuerdos, pero juro que esta vez no he
tenido nada que ver. Realmente hay alguien en la escuela que asesinó a
ese chico.
—P-Por favor...
Sacó los dedos del interior del niño con lentitud y lo observó fijamente,
amando como le brillaban aquellos preciosos ojos verdes, como su boquita
estaba roja, levemente hinchada y como el color en sus pómulos era un
leve rosado.
—Vas a montarme.
Harry asintió mientras llevaba sus manos a los hombros del diablo para
poder levantarse un poco. El arcángel lo ayudaba tomándolo de las
caderas, y el menor fue bajando, llevando una mano a la erección de Louis
para adentrarla en su interior de manera lenta. Ya no dolía, solo le
temblaban las piernas, porque se sentía...se sentía demasiado bien.
Se sostuvo con sus brazos alrededor del cuello del ente cuando finalmente
el miembro de éste estuvo completamente dentro, y aguardó unos
segundos de aquella forma, entre besos, caricias de manos y lenguas,
para finalmente comenzar a mover sus caderas en círculos.
Se sentía bien, se sentía como estar en casa. No era tan solo el placer,
las sensaciones; Era el sentirse, el tenerse lo suficientemente cerca para
complementarse, para respirarse y conocer cada detalle en el cuerpo del
otro, en el alma.
Harry, con ayuda del amor de su vida, comenzó a dar saltos, al principio
lentos, sobre la erección del ente, formando un vaivén que los hacía
temblar. Por algún motivo, el frío en sus pieles exceptuando las áreas en
el agua cálida, lo volvía todo mejor. El cambio de temperatura, la
irregularidad de sus respiraciones mientras se besaban, suspirando
entrecortadamente en la boca del otro, aumentando el ritmo de
embestidas. Se sentía pleno, hacer el amor con el diablo incluso se sentía
puro, pero malo a la vez.
A Harry no le importaba, tan solo...era demasiado. Louis era demasiado
para él, y lo amaba con todo su corazón.
Minutos después, cuando ya ambos estaban cubiertos por una leve capa
de sudor y el cosquilleo en su vientre era demasiado, aumentaron el
ritmo. Harry fue el primero en llegar, con un gemido agudo y
entrecortado, deteniendo su movimiento, con tan solo Louis haciéndolo
seguir con las embestidas. Su esencia salió de su miembro, mezclándose
con el agua mientras la correntada de un intenso placer le recorría el
cuerpo.
Pronto pudo sentir al diablo llenar su interior, apretarlo más contra él.
Ambos abrazados, respirando agitadamente. Louis llevó una de las manos
que estaban en las nalgas del menor hacia el mentón de éste,
sosteniéndole con firmeza para atraerlo a su boca, besándolo
profundamente.
—Te amo...
—Lo sé. —Responde Louis, dejando besos en su mejilla, en todo su rostro.
Y Harry está a punto de decirlo, pero tan solo se recuerda a sí mismo la
reacción de Louis cuando oyó la pregunta del menor en el baño de la
escuela.
¿Qué tal si moría?
Ojos rojos, músculos tensos, mirada fija, sin siquiera poder responder.
Louis lo amaba...y algún día lo diría.
Calor, sudor, pasión y aroma a sexo había en el despacho del diablo, en
el subsuelo del enorme e interminable infierno.
Si, Louis lo había estado deseando hace rato: Tener a su niño desnudo
sobre sí, saltando sobre su erección, besándole todo el cuerpo y que sus
gemidos hicieran eco en su despacho. Todo esto estando sentado sobre
su trono, sintiéndose un verdadero rey.
Le acarició los glúteos mientras lo hacía detener los saltos al estar muy
cerca. Quería disfrutar más de aquellas sensaciones, de tener el pequeño
cuerpo, desnudo y sudoroso sobre el propio, el cual estaba cubierto con
su ropa, pero con sus pantalones bajos, por supuesto.
Tomó los ricitos en un puño, tirando hacia atrás para alzarle el rostro y
atacar directo a aquellos labios rojizos y levemente hinchados. Harry
gimió, respondiendo como podía. Se sentía sin aire, con mucho calor y
placer. Las manos del diablo estaban por todas partes, sus besos lo hacían
estar más cerca del límite, y las palabras sucias que le susurraba al oído
lo hacían sentir un niño muy, muy malo.
Lo amaba tanto.
Louis ordenó entre un beso los movimientos de Harry, y éste nuevamente
reinició los movimientos de sus caderas, los saltitos sobre la erección de
su príncipe, su esposo, su rey. Su todo.
El joven rodeó el cuello del diablo con sus brazos, aferrándose y
mordiendo su labio inferior, con sus ojitos cerrados y ceño levemente
fruncido. El diablo llevó sus manos a la cintura de Harry, presionándola
para ayudarlo a subir y bajar más deprisa. En aquella sala reinaron
nuevamente los gemidos, los jadeos y chasquidos de los besos. Todo era
simplemente demasiado, y ninguno pudo soportarlo por mucho tiempo.
Llegaron al clímax casi al mismo tiempo, con sus cuerpos temblando ante
las descargas de placer mezclado con alivio. Harry manchó la vestimenta
del ente con su esencia, y lo notó casi de inmediato.
Se quedó abrazado al cuerpo de su esposo, el cual le besaba
húmedamente el cuello. —Lo siento... —Se disculpó entre respiraciones
agitadas.
Louis le mordió juguetonamente el cuello en aquella área donde el niño
tenía cosquillas, haciéndolo reír adorablemente y retorcerse un poco en
sus brazos, los cuales se estrecharon de manera más firme.
—Deberías de tener una cama aquí...
—Deberíamos. —Corrige el diablo. —Esto es tuyo, también. —Un
cosquilleo se hizo presente en la pancita de Harry a la vez que recibía un
beso en su oreja. —Aunque me gusta hacerte mío en mi trono. —Dice
bajo, y le aprieta las nalgas, provocando que gimiera apenitas audible.
El diablo se aparta tan solo para alzarle el mentón y besarlo en los labios.
Las lenguas de ambos se encuentran de inmediato, frotándose entre sí,
formando húmedos sonidos y más calor en el pecho de ambos. Louis se
aparta con una suave mordida en el labio inferior del niño, y entonces
abre los ojos para verlo.
Rizos despeinados, mejillas sonrojadas, labios rojos y ojos brillosos,
dilatados. La mirada del niño pasa de estar embobado a estar entre
confundido y avergonzado.
—¿Qué sucede? —Pregunta ladeando levemente su cabeza, con su ceño
frunciéndose apenitas.
—Te ves condenadamente bien. —Halaga el diablo, provocando que su
niño se sonroje y no evite reír silenciosamente en una exhalación, bajando
la mirada y negando lentamente. Las cejas del rey se alzan por unos
segundos. —Oh, vamos. Dime que el niño favorito no sabe que es
precioso.
Una vez más, el pequeño niega, sin alzar la mirada. —No...
—¿Me estás contradiciendo? —La boca de Louis vuelve a acercarse a la
oreja del pequeño. —Porque, verás, yo soy mentiroso...pero no necesito
serlo con mi esposo. —Lamió el lóbulo de su oreja antes de sostenerlo
mejor contra su pecho y observarlo. —Deberíamos de volver. En tu casa
no tardan en despertar, y sería extraño si te ven en la escalera con los
ojos vendados por uno de tus calcetines.
Harry no evita reír y alza el rostro, pidiendo un beso, obteniéndolo con
gusto. Suspira por la nariz profundo, con su pecho llenándose de amor.
—Te amo. —Lo dijo porque lo sentía, y porque creyó que tal vez podría
tener una oportunidad, aquella oportunidad de oír a su esposo responder,
ser correspondido.
A él jamás le gustaba presionar a las personas, e iba más allá de lo que
a él le gustara o no que le hicieran, ya que siempre pensaba primero en
los demás antes que él, lo cual era malo, pero también era algo que no
podía evitar.
Siempre pensaba en Louis primero.
Y aunque éste último fuese el diablo, una persona que tenía un trono, que
dirigía el infierno, de poco tacto y cero tolerancias al perdón, Harry lo
trataba como cualquier ser humano se merecía ser tratado: Le daba
tiempo, le daba espacio y le daba amor.
Y no. No se estaba hartando de no ser correspondido.
Se estaba hartando de jamás ser amado. Porque eso fue lo que pidió en
primer lugar, sentirse amado, y el que ni siquiera el diablo pudiese cumplir
eso...era malo. Muy.
Le rodeó el cuello con los brazos para tenerlo más cerca, y el diablo apretó
levemente sus caderas. —Pero demasiado...te amo demasiado.
No hubo ninguna respuesta.
Y de pronto, se sintió avergonzado. Se sintió apenado de estar frente al
diablo, aún con éste en su interior, desnudo sobre su regazo y confesando
su amor no correspondido. Suspiró y, luego de unos segundos, no tuvo
más remedio que apartarse y levantarse con cuidado, buscando su ropa
y comenzando a vestirse.
No iba a llorar.
Se puso su ropa interior, pantalones tiro alto, borcegos y camisa. Se
estaba abotonando los últimos botones de ésta cuando oyó la voz de
Louis:
—Sé lo que quieres oír.
Harry negó lentamente mientras se metía la camisa dentro del pantalón
y acomodaba sus ricitos. —No lo creo. —Respondió como pudo ante el
nudo en su garganta, aún sin girarse debido a que sus ojos comenzaban
a llenarse de lágrimas. Limpió cualquier rastro de éstas.
Pudo sentir a Louis acercarse con lentitud. —Sé que buscas una respuesta
siempre que lo dices.
—Y yo puedo entender que no puedes dármela. —Dice amablemente,
intentando ser comprensivo, pero, a pesar de esto, demasiado dolido.
Comienza a caminar hacia la enorme puerta dorada de salida, puede
sentir a su esposo caminar más lento. Se detiene. —Solo quiero que seas
honesto conmigo. Si dices que no necesitas mentirme, entonces no lo
harás.
No está preparado para girarse, para enfrentar esta charla, la cual
presiente que lo va a dejar hecho pedazos, pero lo hace de todas formas.
El verde esmeralda se encuentra con aquel profundo y frío azul y un rojo
sangre en tan solo un costado.
—¿Hay algo que te impide corresponder?
Silencio.
—No.
Una puntada atraviesa el pecho del más bajo y traga saliva con fuerza,
alzando un poco una ceja. —¿Nada? ¿Solo eres tú?
—Sí. —Y ve, por primera vez, dolor en la mirada del rey del inframundo.
Si, ya no puede soportarlo. Las primeras lágrimas escapan de los ojos del
rizado y no puede evitar hipar. Louis se acerca tan solo un poco, se le ve
tenso, como si no le gustara aquella situación. —¿Me estás mintiendo
porque es necesario o me estás diciendo la verdad? —Continúa, pero se
da cuenta de que está siendo un niñito. Un niñito lleno de esperanzas
rotas e inalcanzables. Louis se acerca más, sus ojos volviéndose rojos. —
... ¿No me amas? —Su voz tiembla aún más, y tiene que apretar los labios
para no sollozar.
—Harry... —Es la primera vez que oye la voz del diablo temblar, pero es
como si aquello lo hubiese despertado, y rápidamente vuelve a tener
aquella neutralidad en sus facciones, inexpresivo. —...soy el diablo.
Por algún motivo, para el arcángel decir aquello es como si lo hubiese
dicho todo, pero a Harry aún le cuesta entender. Sin embargo, sigue
siendo dulce. No tiene la necesidad de tratar mal a Louis por esto, porque
no podía culpar a la gente por no amarlo de vuelta.
—¿Y por qué nos comprometimos? —Solloza, y la mano del mayor va a
una de sus mejillas. Harry inclina su rostro inconscientemente,
disfrutando de aquel toque. —¿Por qué estás buscando cosas para
volverme inmortal y pasar mi vida a tu lado si no lo haces? ¿Cuál es el
sentido de todo esto, Lou? —Y el diablo no responde. Luce perdido.
Así que Harry toma una decisión.
Lleva su manito a la de su esposo, y la baja lentamente, dejándola con la
palma hacia arriba. Acaricia aquellos anillos en los dedos del amor de su
vida, y la suelta, comenzando a quitarse el anillo.
Louis aleja la mano como si ver aquello lo hubiese quemado, sus ojos se
vuelven levemente más grandes y el bordó consume el azul. Sangre
tiñendo un mar. Harry se lo queda viendo.
—Extiende tu mano.
—No...
Harry no hacía esto para recibir respuesta, no hacía esto para
forzar...hacía esto por su bien. Porque no podía pensar que se repetiría
una historia, que su matrimonio sería como el de sus padres: “Nos une
un anillo, pero no nos amamos.”
Sin apartar la mirada de los ojos del arcángel, volvió a tomar la mano y
le dejó el anillo sobre la palma. Podía jurar oír su corazón rompiéndose,
haciendo eco en el infierno.
—Conozco la salida, no tienes que acompañarme.
—¿Qué cambió?
Ambos se observan fijamente antes de que Harry vuelva a hablar:
—Nada ha cambiado. Yo sigo amándote, y tú no. —Lo observa con dolor
antes de girar sobre sus talones y abrir la pesada puerta, saliendo del
despacho del diablo y dejando a éste allí, completamente solo.
Desató el calcetín que cubría sus ojos cuando estuvo en el último escalón
de la escalera de su casa. Todo estaba a oscuras, era de madrugada. La
presencia de Louis no estaba, y ya había sentido aquello varias veces,
pero esta vez era diferente...porque era la última.
Tragó saliva con fuerza antes de comenzar a llorar silenciosamente y bajar
los escalones, caminando hasta estar sentado en el sofá. No quería ir a
su cuarto, porque ya no se sentía protegido. Ahora todo valía, todo
contaba. Era la oportunidad para cualquier cosa que haya estado
persiguiendo a Harry hace más de un año.
Tenía que ser listo.
Se puso de pie y rápidamente se dirigió a los cajones del mueble que
cargaba con el tocadiscos, buscando entre las estampillas de vírgenes.
Vislumbró algo plateado que brillaba con la luz que llegaba de la ventana.
Un crucifijo. Lo tomó de inmediato y prendió la luz de la sala antes de
volver al sofá.
No hacía falta bendecirlo debido a que todo crucifijo o rosario lo estaba
gracias a su madre. Lo colgó en su cuello y, por unos segundos se sintió
a salvo.
Pero, ¿Acaso Dios iba a protegerlo luego de haber estado con el diablo?
Suspiró y prendió la televisión, bajándole todo el volumen. Se recostó en
el sofá e intentó pensar en que todo estaba bien, y podía con esto.
Harry no evita soltar una risita, una con muy pocas ganas. —Fi, no estoy
enojado contigo. Realmente no lo estoy, solo...no pude dormir. —No
mentía.
Harry hizo silencio por unos segundos antes de tragar saliva para
responder: —No, solo no pude.
Éste último suspiró y pasó su brazo por los hombros de su mejor amigo.
—Te diré qué. —Comenzó a caminar provocando que sus otros dos amigos
también lo hicieran. —Liam, tú y yo comeremos algo, y luego iremos a mi
casa a pasar el día.
—Me dormiré en el camino. —Bromeó con una sonrisita mientras sus ojos
se volvían levemente llorosos, pero respiró profundo para que pasara.
Éste último y el rizado van a sentarse a una mesa mientras Fionn se dirige
a la fila. Una vez formado en ésta, Stella aparece y le toca el hombro,
sorprendiendo a su mejor amigo con un beso cuando éste giró su rostro
para verla, uno corto ya que había profesores allí.
Extrañaba los labios de Louis: Tibios, expertos y suyos.
—Luce como si fuesen en serio.
El de rizos asiente lentamente y voltea su mirada, frunciendo el ceño al
notar a dos policías en cada punta del lugar. —¿Por qué tanta protección?
¿Creen que pudo ser un grupo de asesinos?
—No lo estoy, pero me pone nervioso el que nuestro pueblo sea chico. —
Explica mientras se acomoda el cabello. —Todos conocemos a todos, y
eso significa que podría ser cualquiera.
El niño traga saliva, ahora un poco nervioso. Eso era cierto. No había
nadie en Holmes Chapel que no se conociera al menos de vista. Todo se
había vuelto un desastre, y a pesar de que le había dicho a su amigo que
no lo tuviese, sentía miedo. Si algo le llegaba a pasar a Liam, o a
Fionn...por suerte sus amigos eran listos, y no querían intentar ser
rebeldes.
¿Debería?
—Me has dicho que, por las cosas que hace, luce como si te amara. —
Responde Liam, esperando que sea obvio y un poco indignado al notar
que Harry no lo comprende. —Eres una persona extremadamente
insegura, y si dices eso es porque realmente lo conoces, y puedes notar
su amor. —Ambos notan a Fionn despidiéndose de Stella. —Solo que eres
lo suficientemente inseguro para creerlo.
“Soy el diablo.” ¿Será que Louis creía que era su deber el no amar o
aceptar hacerlo? ¿Tomaba el ser el diablo como un trabajo que le costaría
más que horas laborales? Bueno, claro que sí, pero aun así era algo
terrible. ¿Acaso el diablo era igual de inseguro que Harry lo era con sí
mismo? ¿Qué tal si Louis lo amaba y lo había tirado todo por estar
encaprichado con oír una respuesta?
¿O qué tal si no y tan solo no lo amaba?
Honestamente, Harry creía que lo primero encajaba muchísimo más, pero
su inseguridad no se lo permitía.
—¿De qué tanto hablan? —Preguntó Fionn al llegar a la mesa, dejando la
bandeja con los sándwiches y cajas de jugo en la mesa antes de sentarse.
Harry despertó de su trance ante la mirada de Liam sobre sí.
—De que Stella y tú se ven muy bien. —Rápidamente respondió Harry.
No mentía, habían comentado aquello y era la verdad; Hacían muy bonita
pareja. Tomó un sándwich de la bandeja, agradeciéndole a su amigo y
dándole un mordisco a la comida. No tenía tanta hambre, pero tenía que
aparentar.
Fionn alzó ambas cejas. —Por supuesto que nos vemos bien, ambos
estamos buenísimos. —Comentó, haciendo reír a Liam. Nuevamente
observó a su mejor amigo, un poco más tranquilo al verlo comer. —
¿Seguro que todo está bien?
Harry lo observó, masticando y asintiendo rápidamente antes de tragar.
—Sí, seguro. Solo estoy cansado.
Y pensó en distraerse, pensó en las cosas que estaban diciendo sus
amigos, en no callarse y responder, unirse y no estar tan aislado en sus
pensamientos. Al principio no podía lograrlo, porque estaba seguro que
nadie podría ni querría quitar a Louis de su cabeza, pero finalmente lo
logró, justo en el momento en que sentía una mirada en su nuca, un frío
en su espalda. Algo o alguien estaba muy cerca de él, y sabía qué era.
Dejó de comer, con su sándwich casi terminado en su mano. Se quedó
observando fijamente a la mesa e intentó mantener la calma. La Muerte
debía estar comprobando si el diablo realmente no aparecería, ¿Cómo lo
había sabido?
Bueno, Harry había salido llorando del infierno. Tal vez se corrió la voz
o.…no lo sabía.
Solo sabía que la tenía justo detrás, y que era perturbador: Su presencia
no era nada agradable. Fue como cuando la tuvo de frente, inexpresiva y
tranquila.
¿Y por qué estaba allí? Fácil.
—Alguien más ha muerto. —Susurra.
Los policías del pasillo entran a la cafetería y cruzan el lugar hasta llegar
a los profesores. El timbre suena luego de unos segundos, y todos se
ponen de pie. Harry continúa congelado en su lugar, y Fionn se extraña
por eso.
—¡Necesito que todos hagan una fila! Los llevaremos a la oficina del
director, y allí llamarán a sus familiares para que vengan por ustedes.
¡Todos en orden, y con calma!
—Chicos. —Llamó Anne a los dos amigos de su hijo. —¿Quieren que los
lleve a casa?
—No puedo...
¿Cómo el diablo pudo haber sido tan torpe? ¿Acaso no le era suficiente?
¿No había aprendido y esta era otra lección de su padre, o Harry era muy
real? No. Harry no podía ser real, porque era el ser humano más amable,
sensible y bondadoso. Siempre quería ayudar a todos, era muy extraño
que juzgara a alguien y todo lo que hacía era por pura inocencia y
curiosidad. Jamás tenía malas intenciones, aún si elegía lo malo.
Tal vez y hasta ya se haya conseguido otro novio, los humanos solían
hacer eso, e incluso estaban con más personas a la vez, sin que entre
éstas se supiera. Eso le hizo hervir la sangre, pero todos sus
pensamientos fueron interrumpidos cuando las puertas se abrieron
abruptamente.
Observó con su vista nublosa -podrían ser sus heridas, podrían ser sus
lágrimas- sus manos ensangrentadas, temblorosas y lastimadas. Alzó la
vista y observó a unos metros aquella bolsa, nuevamente regresando la
vista al frente.
Se necesitaba querer estar bien para querer morir. Definitivamente no
quería estar bien, porque no lo merecía. Merecía sufrir.
Se puso de pie como si nada, sin sentir ningún tipo de dolor, solo
hormigueo y un vacío en su pecho, y se dio la vuelta, intentando no
tropezar, cojeando y con su mano presionada en su costilla a pesar de
que no sentía el verdadero dolor.
El verdadero dolor ahora estaba en su alma.
Y esperaba, realmente lo hacía, no estar vivo pasada la medianoche.
Un poco más angustiado, se quitó el rosario del cuello, con los nervios en
su pancita. Lo dejó en su mesa de noche y cerró los ojos, contando hasta
diez para luego abrirlos.
Nadie jamás iba a decirle algo tan bonito en su vida, y si así era, no quería
que haya nadie más.
—Oh, sí. —Relamió sus labios, aunque sobre los superiores quedó un poco
de chocolate caliente. —Fionn me quiere allí, ayer no paraba de hablar de
ello y que tenía que ser puntual.
—¿Donde será?
—Vale, pero ten cuidado. —Llevó su mirada hacia su hija, la cual bebía
tranquilamente de su taza. —Gemma, ¿Y Theo?
Anne iba a comenzar a interrogar, pero cuando su hija negó con la cabeza
y Des entró a la cocina sosteniendo un diario y tarareando, se enfocó en
éste último para comenzar una charla.
—Oh, vamos. —Lo alentó Des. —No necesariamente tienes que aprender
para usarlo cotidianamente, también puedes simplemente saber por si
alguna vez surge alguna emergencia.
Una vez Des estaciona frente a la escuela del rizado, éste último se
desabrocha el cinturón y se pone la mochila.
—Tu madre me dijo que hace unos días no estuviste bien. —Harry lo
observa de reojo, dudoso antes de asentir rápidamente. —Harry, si tienes
miedo, puedes llamarme. No lo contengas, yo vendré de inmediato y lo
sabes.
Era increíble lo mucho que había cambiado Des Styles. Había pasado de
ser un religioso, homofóbico, abusador a todo lo contrario. Por supuesto
que Harry no defendía aquello, e incluso le dolía decirlo, pero estaba de
acuerdo con el castigo que Louis le había dado, porque lo cambió. Lo hizo
ver a lo que verdaderamente hay que temer, y a lo que lleva juzgar sin
saber.
—Está bien...gracias, papá. —Se inclinó y le dio un besito en la mejilla
antes de bajarse del auto, cerrando la puerta. Se inclinó un poco para
estar a la par de la ventana. —Tengo una pregunta. ¿Mamá no quiere que
esté en casa por la fiesta sorpresa?
Des lo observó por un momento, hasta parece que había dejado de
respirar. —¿Qué fiesta sorpresa? —Harry alzó ambas cejas, esperando. —
¿Cómo lo supiste?
—Vale, sí. Pero ésta vez será diferente. Vendrá más gente del pueblo. —
Comentó, y nuevamente encendió el auto. —Creo que no deberías de
decirle a tu madre.
—Gracias, Li. —Se mantuvieron así por unos segunditos más antes de
alejarse y sonreírse. Nuevamente la mirada del niño fue a su mejor amigo,
el cual se encontraba viendo alrededor, concentrado. —¿Fi?
—Tú, yo... ¿En serio? ¡¿En serio?! ¡Oh, Dios! —Rio alegremente antes de
lanzarse a los brazos de su mejor amigo, ambos fundidos en un abrazo.
—Gracias, gracias, gracias.
—Espero que sea mejor que una guitarra. —Bromeó el de ojos celestes
antes que ambos se apartaran.
—Creí que merecías una gran sorpresa por tus dieciocho luego de todo lo
que has pasado. —Harry hace una mueca, entre ésta se oculta una
sonrisita. —Y te he notado triste. Como tu mejor amigo, es mi deber verte
mejor.
—No tan obvio como para tomar a la ligera, pero lo suficiente para no
sorprenderme. —Ambos ríen mientras Harry niega lentamente. Aún
quería llorar. —Realmente quiero verte mejor.
Harry tragó saliva con fuerza y limpió una lagrimita que caía por su
mejilla. —Gracias. —Dijo.
—Ruby.
Harry intenta no verse muy obvio al notar que Liam comienza a ponerse
de pie silenciosamente, sosteniendo en una de sus manos una botella de
wisky.
Éste le hace caso, comenzando a correr para salir del bosque, buscar
ayuda, pero se gira debido al fuerte jadeo del rizado. El demonio había
introducido la cuchilla debajo de una de las costillas del menor, el cual
gruñó por el dolor, con lágrimas cayendo entre toda la sangre de su
rostro.
—Ab insidiis diaboli, libera nos, Domine. Ut Ecclesiam tuam secura tibi
facias libertate servire te rogamus, audi nos.
Medio inclinado por el dolor bajo su costilla y notando que Liam tenía el
control de la situación, se gira hacia donde el demonio había apuntado.
Siente un escalofrío atravesar su columna vertebral al ver una bolsa
negra, la cual llevaba algo dentro.
No.
Harry le había quitado a alguien, y era claro que harían lo mismo con él.
Era claro que el demonio buscaría a lo más cercano que Harry tenía como
familia ya que éste estaba siendo protegido por Louis.
Pero Harry lo estaba. —Estoy tranquilo. —Dijo con calma, la voz apenas
audible. Liam frunció su ceño antes de ver detrás del rizado, y éste último
pudo ver los ojos castaños del chico llenarse de lágrimas. Las manos de
Harry tomaron las muñecas de su amigo. —E-Escúchame. —Liam
nuevamente lo observó, y sollozó, asintiendo y con lágrimas cayendo por
su rostro. —Tienes que irte, ahora. Nadie puede saber esto.
—Harry, es Fionn...
—Llévatela.
Liam asiente y se inclina, pasando sus brazos por debajo del cuerpo de la
adolescente, cargándola en brazos y caminando fuera de aquel lugar sin
mirar atrás.
La mirada del rizado permanece perdida antes de girarse nuevamente, en
dirección a aquella bolsa. Observa el cuerpo de su mejor amigo, y a pesar
de que no siente nada, las piernas le tiemblan y cae de rodillas al suelo,
rendido.
La casa de los Styles estaba repleta de gente del pueblo. La música era
tranquila, todos estaban bebiendo y comiendo, charlando entre ellos.
Estaba resultando perfecto. Gemma conversaba con sus amigas en el
sofá, Des hablaba con Joffrey y Jacky y Anne iba de un lado a otro,
fijándose que todos tuviesen lo que deseaban, conversando con algunas
mujeres de la iglesia.
Un portazo provino de la puerta principal, junto a muchos jadeos de
horror. Des alzó la mirada cuando oyó un vaso romperse en el suelo.
—¡HARRY!
—¡NO ME TOQUES!
Y, como arte de magia, el hombre sale disparado por los aires, golpeando
su cuerpo contra una pared antes de caer al suelo. Todos parecen sentir
aquel malestar, que para ellos era lo peor, pero para Harry, oh, para Harry
era un alivio.
El niño no sabía si tal vez era el extrañarlo con toda su alma, pero incluso
podía percibir dónde estaba el diablo. Con esperanza, se dirigió de manera
apresurada, tambaleante hacia las escaleras, comenzando a subirla con
cuidado. El padre William extendió su mano, apuntando con ésta al rizado.
No sabía que oír a alguien orar iba a lastimarlo como aquella vez en la
que su padre lo hizo, y sintió éste fuego recorriendo el interior de su
cuerpo. Gimió con dolor, a punto de caer de la escalera hacia adelante,
pero sintió como algo, Louis, para ser específicos, lo atrapaba, y lo tomaba
en brazos.
Hizo falta un chasquido de sus dedos para que las cosas comenzaran a
destrozarse y moverse bruscamente de lugar, dañando a todo el que se
interpusiera entre éstas. Los focos estallaron en pedazos y el diablo podría
ver a través de la oscuridad. Se giró con elegancia y subió los escalones,
sosteniendo a su niño en su pecho y oyendo los gritos de susto de los
Styles y las pocas personas que quedaron en la sala.
—Sh, sh. —El diablo lucía asustado por primera vez en su vida. Se dirigió
hacia las escaleras de la azotea, aquella azotea en la que habían bailado
bajo la luna sangrienta.
—Lou...
Louis lo sostiene por la espalda con un brazo, y su mano libre va al rostro
de éste, queriendo mantenerlo quieto para curarlo. Harry lo nota y cierra
sus ojos, negando.
—No...
—¿A quién? Harry, lo que sea que haya pasado, no es tu culpa. —El rizado
asiente. Por supuesto que lo era. Nada de esto hubiese pasado si no fuese
por él. Louis acerca su rostro y las narices de ambos se rozan. —No lo es.
—Gruñe. —Lo sé porque te conozco, y no eres capaz de algo así. —Harry
solloza más fuerte, retorciéndole. El ardor lo está matando, pero debía
soportarlo. —Mírame. Harry. —Llamó, y le tomó del mentón
cuidadosamente. El niño negaba, con sus ojos cerrados. Se negaba a ser
curado. —¡Harry!
—¡No!
—Harry, mírame o voy a matar a tu jodida madre. —Si Harry moría, los
mataría a todos.
Se observan por un momento antes de que Harry vea detrás del diablo y
apriete su agarre en el brazo del diablo, el cual gira su rostro para
observar aquello que atemorizaba tanto a su niño favorito. Descubrió a
La Muerte de pie, tan solo observando.
—No. —Louis sostuvo a su niño mejor, contra su pecho. La muerte soltó
un leve chillido. —¡DIJE QUE NO! —Gritó, y el chillido de Muerte fue más
fuerte antes de desvanecerse, asustada. Louis cubrió las orejas de Harry
ante aquel sonido que podría afectarle en su estado, y luego lo observó
por completo, finalmente notando la camisa con una gran mancha de
sangre. La levantó, y observó el corte y la sangre fluyendo de ésta. —No.
No. ¡Maldición!
—Louis...
—No, cállate. —Interrumpió, y presionó con su mano repleta de anillos la
herida viendo al niño, el cual luchaba por mantenerse cuerdo. —No voy a
dejarte morir, ¿Me oyes? Soy el jodido diablo, y yo decido esto. Yo decido
si mueres o no, ¿Entendido?
Claramente sabía que no era así, no tenía ningún control sobre las
decisiones del niño y por ende no era quién para decidir si continuaría con
vida. Pero es que él...él no...
Siente el aire irse de su cuerpo, y cree que está por morir, pero su boca
se abre involuntariamente y puede sentir esta especie de polvo
adentrarse, dándole picazón en su garganta. Sus ojos se cierran, y luego
de unos segundos más toma una bocanada de aire.
—¿Harry?
Suspiró. Era extraño ser más bajo, era extraño ser su esposo. Bajó los
escalones que lo habían llevado a la azotea, y nadie estaba en el segundo
piso. Todos se encontraban debajo, en donde habían estado al principio.
Se oía un llanto, el cual seguramente era de su suegra, y las personas se
comunicaban de manera rápida, nerviosa. Louis llegó hasta la escalera,
pero se quedó de pie allí, sin bajar y observando fijamente a las personas
mientras llevaba una de las pequeñas y delicadas manos de su esposo al
bolsillo delantero de su pantalón, con la otra apoyándose en la baranda,
alzando un poco más el rostro, mostrando superioridad ante todos los
asquerosos seres humanos en aquella casa. Cada uno de ellos era lo peor.
Anne dio un paso antes de que Des la tomara del brazo, pero esta jamás
quitó su mirada del cuerpo de su hijo, el cual justo ahora no lo estaba
siendo.
—Anne...
—Por favor...
—Sí, Anne. —Habló Louis, con la voz de su niño sonando tranquila y seca,
tan fría como su cuerpo. —Paciencia. No mataré a Harry, todos ustedes
podrán seguir maltratándolo como siempre. —Finalizó, comenzando a
bajar las escaleras con paciencia.
El padre William llevó su mano hacia el diablo en el cuerpo del niño, pero
éste último fue más rápido, y antes de que el mundano pudiese siquiera
recitar algo, lo hizo volar hasta pegarlo contra la pared de manera brusca
y dolorosa.
—No me digas qué hacer, viejo estúpido. —A pesar del insulto, continuaba
sonando tranquilo. —Tú, tu iglesia y tu Dios pueden besarme el culo. No
éste, por supuesto. —Aclara. —Éste solo lo beso yo. —Asiente lentamente
antes de girarse a la familia Styles, observando a su suegra arrodillarse
ante sus pies, aun sollozando con fuerza.
—Solo haz lo que te digo, y todo irá bien. —Dijo, y la mujer, aun
sollozando, asintió. Louis se paró nuevamente. —Ponte de pie. —Le
ordenó.
La mujer lo hizo de inmediato y Louis dio unos pasos atrás, girándose y
pasando una mano por la barbilla de su esposo. Oh, Harry. Debía de
curarse rápido, porque su paciencia se debilitaba con el paso de los
segundos, y las ansias de hacerlos pagar a cada uno crecía en su pecho.
Se giró. —Yo les explico, tomen asiento. —Disimuló un tono amable antes
de mover su mano. Los sillones del lugar se movieron bruscamente hacia
donde estaban los mundanos, y éstos fueron sentados a la fuerza a
excepción del padre William, el cual continuaba pegado a la pared. Louis
comienza a caminar lentamente por la sala. —Por mucho que me guste
estar dentro de su hijo, llegará un punto en el que tendré que salir, como
siempre. Pero quiero que sepan algo... —Se detuvo y observó a todos
seriamente. Intentaba contenerse, realmente lo hacía. —...vi y veré cada
cosa que ustedes hagan con mi niño favorito.
Maldición.
¿Es que acaso los humanos eran así de estúpidos? Si bien Louis era el
diablo, y cuando Harry y él habían hecho un trato, el niño era suyo, luego
de aquello simplemente era una persona. Claro, Louis solía decirle a Harry
que éste era suyo, que le pertenecía, porque al rizado le gustaba oírlo,
pero sabía perfectamente que no era literal. Harry no era de su propiedad,
no era su esclavo o juguete, era una persona. Era su esposo, su debilidad
humana, su alma gemela y aun así, no le pertenecía.
—A Dios le importas una mierda. —Se mete ambas manos en los bolsillos
del pantalón, girándose para ver a los Styles. —A Dios le importan una
mierda, y por eso estoy aquí.
Harry, lo siento.
—De acuerdo, ¿Saben qué? —Sacó una mano del bolsillo delantero del
pantalón y chasqueó los dedos. Fue algo tan simple como aquello que hizo
explotar en mil pedazos la cabeza del padre William, salpicando sangre y
trozos a su alrededor, manchando la camisa y el rostro de Harry.
—Ha-Harry...
—¡Anne, cierra la boca! —Exclamó, alzando la voz. La mujer se quedó
callada de inmediato, sollozando entre aceleradas respiraciones. Des la
observó con dolor. Él tampoco quería eso, no quería eso para su hijo, pero
no necesitaba a más de una persona muerta. —Tranquila, ya pasará.
Respira profundo, solo hay que esperar. —La mujer parpadeó, soltando
un par de lágrimas antes de asentir lentamente, respirando
profundamente.
—¿E-Esposo?
El diablo siempre había sido ese miedo que está alrededor, pero te dices
a ti mismo que no existe, y lo imaginas como un hombre de risa histérica,
trino en mano y muertes por doquier. Sin embargo, aquí estaba: Sentado
frente a ella, calmado, sabiendo qué hacer, qué decir, formando caos con
una perturbadora tranquilidad y usando de traje a su hijo. A su bebé.
Éste la veía fijamente, y allí fue cuando Anne entendió que Harry no
estaba allí.
—Basta. Ya basta. —Esta vez fue Des el que alzó la voz, temblando
levemente mientras negaba rápidamente. Louis lo observó casi de
inmediato, de manera escalofriante. —Solo vete. Déjalo en paz.
Anne notó que el diablo dentro del cuerpo de su hijo veía fijamente a su
esposo. Aquello significaba caos silencioso, de nuevo.
—Somos su familia, nos corresponde estar para él. Sé que no.…sé que no
siempre ha sido así, pero lo será. —Intentó tranquilizar a aquella cosa que
manejaba el cuerpo de su hijo.
Louis se puso lentamente de pie, dando dos pasos hasta estar frente al
padre de su niño. Se inclinó, apoyando sus manos en los apoya-brazos
del sofá individual en donde el mundano se encontraba sentado, y quedó
con el rostro de Harry a centímetros del de Des, viéndolo fijamente a los
ojos. Los del rizado estaban bordó, oscuros y con las pupilas muy
dilatadas.
—... ¿Y tú quién mierda te crees para decirme lo que tengo que hacer?
¿Quién mierda te hizo creer que eres un buen padre ahora, jodida basura?
—Rápidamente se endereza y agita su mano con brusquedad, provocando
que el sofá cayera hacia atrás, y con éste Des. Anne jadeó, asustada al
ver tal escena mientras Gemma sollozaba. —Aún tiene cicatrices en su
espalda, producto de su estupidez. —Escupe, moviendo su mano. Esta
vez Des sale expulsado hacia el otro lado de la habitación, chocando
contra la pared y golpeando una mesa, provocando que las cosas en ésta
cayeran.
—¡Des, no!
—¡Papá!
—No viste el dolor en sus ojos cuando intentaste exorcizarlo aquella vez,
y lo peor de todo fue que le dolía menos el ardor de lo que le dolió que su
propio padre intentara hacerle daño. —Gruño, y lleno de furia volvió a
agitar su mano, enviándolo al otro lado de la habitación con más fuerza
que antes. Se giró para poder verlo mientras las cosas colgadas en la
pared continuaban cayendo. —Si fuese por mí, hubieses pasado toda tu
eternidad en el infierno, pero tu hijo te salvó, y así se lo pagaste: No
estando para él.
—Lou...
Louis no evita sonreír de lado. Luce tan bonito, tan calmado. Tiene
pequeños pétalos de flores entre sus ricitos, los cuales se ven más claros
en la luz, al igual que sus ojos. No puede evitar tomar su pequeña mano
y, lentamente, comenzar a besarle los nudillos, sin dejar de mirarlo.
—Hey... —Harry estaba tan de buen humor que hasta bromeaba con
ofenderse, alzando el rostro y entrecerrando tan solo un ojo debido a la
fuerte luz del sol. —A mí me gustó el cómo pasamos nuestro aniversario.
Louis lo observa fijamente por unos largos segundos. —Harry, sabes que
realmente no estás aquí, ¿Verdad? —El niño tan solo le observa
confundido. —Probablemente estés en el hospital ahora mismo, has
sufrido una convulsión. Ya estás curado, y tu cuerpo no es lo
suficientemente fuerte para sostenerme.
—Harry...
Louis gruñe. No, no puede permitir esto. —No es así. —Dice, acercándose
y tomándolo de las mejillas. —Mírame. Harry, mírame. —El rizado lleva
su mirada a la del amor de su vida. Éste ahora tiene los ojos rojos,
llevándose el celeste. —No es así...
Louis no puede hacer otra cosa que estrujarlo contra su pecho. Puede
sentir el dolor de su niño como si fuese propio, y era debido a la gran
conexión entre ambos. Era una de esas pocas veces en las que el arcángel
se quedaba mudo, pero esta vez fue diferente: No se quedó sin palabras,
pero supo que no había nada que sanara aquella herida, y quería
protegerlo. Quería protegerlo de cualquier cosa.
—Harry, no hay nada que yo diga que pueda arreglar éste daño. —Llevó
una mano a los ricitos de su esposo, acariciándolo con cuidado, como si
fuese tan frágil como para quebrarse con el más mínimo toque. Debía de
ser cuidadoso, como nunca había sido. —Pero te diré la verdad, incluso si
esta muchas veces no arregla nada: No fue tu culpa. Nada de todo lo que
te ha sucedido es tu culpa.
Finalmente, Harry solloza silenciosamente, temblando en los brazos del
amor de su vida. No, definitivamente no había logrado asumir nada, y
desafortunadamente aún tenía sentimientos. Lloró con fuerza, pero
silenciosamente en el pecho del diablo, el cual le acariciaba la espalda,
los rizos y le besaba la frente.
—Te...te amo.
Para Harry, Louis era el amor de su vida, y para Louis, Harry era el amor
de su existencia. Su alma gemela. Lo había sentido siendo tan solo un
alma, el momento en que fue creado. Lo sintió en el pecho, y éste
sentimiento lo llevó a él. Fue como un llamado del destino, algo a lo que
no podía ni quería negarse.
Largos minutos después, se aparta y le limpia mejor las lágrimas a Harry.
Ahora se encuentra serio, viendo fijo al rizado, y éste sabía que cuando
Louis tenía aquella mirada era porque diría algo que no quería ni podía
repetir dos veces.
—No. Mírame. Mírame, Harry. Lo haré. Prometo que lo haré. Voy a volver,
debo volver...debo regresarte.
...oh.
Intentó recordar algo profundo, algo que sabía que podría dolerle.
Visualizó la imagen de su mejor amigo descuartizado, muerto, con la
mirada perdida.
...
Nada.
Y tal vez era una leve sospecha, tal vez Harry solo estaba cansado y
necesitaba comer o beber, pero...había una gran posibilidad...
Para nada.
Así fue: David llegó, bendijo cada lugar de la casa, limpió toda mala vibra
-la cual aseguró que había, y mucha-, y también chequeó a Harry. Éste
permitía que hagan lo que quisieran con él, porque poco le importaba.
Nada.
—Te escucho.
Anne lo observó con el ceño levemente fruncido, volviendo a limpiar sus
mejillas. Se extrañaba de su hijo, el que éste no haya corrido a
preguntarle si le había sucedido algo. No lucía preocupado, hasta lucía
desinteresado. Ignoró aquello y se sentó frente al rizado, observándolo
fijo antes de tomarlo de la mano, provocando que éste la observara.
—¿Qué querían?
—Lo siento mucho, mi cielo. —Le dio un suave apretón en la mano antes
de soltarlo. Harry puso el saquito del té sobre una servilleta. —La policía,
ellos...querían hablar contigo. Les dije que estabas algo delicado, si
podrían, por favor, hacerlo luego. Accedieron, tu sabes, nos conocen de
toda la vida. —Nuevamente estaba limpiando sus lágrimas. No paraba de
llorar.
No solo eso, sino que, si aquello salía a la luz, además de que ella y su
familia podrían no ser bienvenidos en la iglesia y pueblo, Harry iría a la
cárcel. Y apostaba lo que fuese que, por la manera en la que habían
encontrado el cuerpo de Fionn, lo ejecutarían de inmediato en la silla
eléctrica.
Anne negó.
—...Yo-
—Así que Louis mató a Brad. —Siguió hablando. Los ojos de Anne se
abrieron de más, con su corazón latiendo demasiado rápido y fuerte. —
Ben y Bob decidieron vengarse. Hicieron un pacto con un demonio para
que me mate. El demonio no pudo, porque yo tenía al diablo encima, así
que Ben, Bob y el demonio cambiaron el trato: Mataron a una de las
personas que más amaba, así como Louis hizo con ellos. Solo que Fionn
era bueno. —Se encogió inocentemente de hombros.
Su madre sollozaba bajo. Estaba perdida, no tenía idea de qué hacer
porque su muchacho estaba actuando como un completo loco, y luego de
haber visto todo lo que vio aquel día, le creía. Sabía que era verdad, pero
los demás no le creerían.
—No hay problema. —Acomodó sus ricitos hacia un lado. —No habrá
ningún problema en confesar que yo lo maté.
—Está bien.
—¿Qué harás?
Y así fue como, con el paso de los días, la policía continuaba buscando,
pero no realmente. Nunca les importa demasiado.
Los días pasaban. Harry había vuelto a aquella biblioteca donde encontró
el libro de invocación para llamar a Louis, queriendo resolver aquel asunto
del cual no estaba seguro. ¿Realmente su alma había desaparecido?
Volvía cada día con libros que devolvía al siguiente día, para tomar otros.
La recepcionista Harris le permitía sacar lo que Harry quería, porque antes
de Louis, éste acostumbraba ir a leer muchísimo, y aquella mujer, al verlo
nuevamente luego de largos meses, le permitió llevarse los libros que
quisiera, e incluso le regaló dos.
Allí estaba su supuesto esposo, de pie cerca de la cama, con sus ojos
celestes y un cuarto bordó viéndolo con anhelo. Lucía como si no lo
hubiese visto en un largo tiempo, y como si quisiese tomarlo en sus
brazos, apretarlo contra su pecho, oler su cabello y quedarse así por
siempre.
Harry lo observó tan solo unos segundos antes de girarse y dejar los libros
sobre su escritorio, con cuidado. Acomodó un poco éstos para que no
cayeran.
—Louis...
—Mírame.
El diablo creyó que su esposo lo obedecería cuando lo vio caminar hacia
su dirección, pero en cuanto se detuvo a mitad de camino y se inclinó
para tomar su libro del suelo, supo que no.
Louis gruñó una vez vio al niño enderezarse y abrir el libro, y dio zancadas
hasta estar frente a éste, quitándole el libro y tomándolo del mentón. Su
esposo lo observó fijamente, tan solo parpadeando muy lento.
Vio más allá, y no encontró nada. Las pupilas de Harry no tenían brillo,
pudo incluso sentirse atrapado en aquel núcleo de nada misma. No había
nada en aquellos ojos que amaba.
El tiempo en el infierno era mucho más rápido que en la tierra, así que
había pasado aproximadamente un mes. Ya no aguantaba, estaba
muriéndose, -aunque sabía que aquello no era posible- por verlo, por
tenerlo.
Así que, sí. Esto era una sorpresa, una sorpresa para nada agradable, y
que hizo que sus ojos se volvieran bordos en menos de un segundo.
Harry alzó un poco sus cejas. —¿Notas algo raro? ¿Tú puedes notarlo? —
La mano repleta de anillos del diablo dejó el mentón de su niño favorito y
dio un paso atrás.
“—Tengo éste regalo aquí para ti, y es lo único que voy a darte.
No, no. No es para que lo abras ahora, es para que lo abras
cuando...oh, a la mierda. ¡Ábrelo, ábrelo!
—¿Qué haces?
Harry sonríe de lado. —Lo que debería de haber hecho hace mucho tiempo
en vez de andar llorando y refugiándome en ti. —Dice, y finalmente
cuando termina de doblar su ropa, la mete en la mochila y cierra ésta.
¿Y todo para qué? Para llegar, notar que todo había sido una traición
ilógica, y que su niño favorito era el ser más inexpresivo e insensible del
universo. Jamás creyó describir a Harry de aquella forma en su vida.
Jamás.
—Sí, puedo. —Su mandíbula lucía tensa mientras las cosas de la pared
comenzaban a temblar. A Harry no le importó, y lo que Louis no entendía
es que él debía de acostumbrarse.
—No la necesito.
Des entrecerró sus ojos, confundido. Su hijo jamás le había pedido que le
hiciera algo, pero, ¿Quién era él para negárselo?
Dejó el mapa y aceleró con más confianza. No tenía miedo, porque todo
parecía estar saliéndole excelente. Decidió poner "play" al cassette que
ya estaba en el auto.
Durante el resto del camino oyó uno de sus cassettes de Elvis. Devil in
Disguise. ¿Se sabía la letra? Si. ¿La oía con pasión o emoción? No. Ahora,
tan solo era una canción más, tan solo era algo que escuchar, y pretender
cantarla con ganas no iba a hacer que realmente suceda.
Finalmente, dos pueblos y tres horas más adelante, logró encontrar una
pequeña estación de servicio. De todas formas, necesitaba gasolina, y
podría tomar un café mientras planeaba a dónde iría.
—...No está.
—Tu alma no está frita, porque no ha estado en La Fosa, o tal vez sí, pero
un periodo demasiado corto. No está arruinada.
—¿Estás seguro que no vas a ordenar nada, chico? —La mujer escribe
algo en su pequeño anotador antes de ver al diablo. —¿Un vaso de agua,
tal vez? Eso es gratis.
—No, pero voy a ordenarte algo. —Dice, con su voz sonando un poco más
ronca, hablando bajo. La mujer, la cual parece embobada, hipnotizada,
asiente. —¿Vas a ser tan amable de ofrecerle lo que quiera al niño de
rizos de aquí?
—...Sí.
—...Eso es imposible.
—Maldición, lo sé. Así que obedece.
—COME ON BABY
—WORK IT O-
Oyó la puerta de la tienda abrirse de manera brusca, por lo cual abrió sus
ojos y observó, creyendo que sería su amigo.
—Oh, Dios.
—¿Qué le haces? —El moreno alzó su voz al hombre frente a él, el cual le
daba la espalda. Tenía miedo, pero Niall era su mejor amigo. No permitiría
que nada malo le pasara. —¡Suéltalo!
Louis fue más rápido. Tan solo movió su otra mano, y el cuello del moreno
se partió. Su cuerpo cayó al suelo, sin vida.
Louis pareció congelarse por unos largos segundos, con los fuertes
sollozos del rubio retumbando en su cabeza, carcomiéndolo, haciéndolo
entender. ¿Esto era? ¿Esto era en lo que se había convertido? ¿Un rey del
inframundo con compasión?
—Imposible...
—Louis, ¿Por qué habría de creer que yo la tendría? Él te ha vendido el
alma a ti. —Comenta, llevando su mirada al rubio y avanzando hacia éste.
Louis lo sigue con la mirada, cada vez más perdido. Nunca creería
demostrarse para los demás tan vulnerable, pero ahora lo estaba, y no le
importaba tanto como para aparentar.
—Mi protección continúa en ti, a pesar del daño que puedan causarte.
Sigo en deuda contigo, por lo cual no debes de preocuparte por tu amigo.
Él estará bien cuidado.
—No. —Rápidamente dice Niall, llevando sus manos a los brazos de Zayn.
—No. Debes devolverlo. Éramos felices. Él es mi mejor amigo, y-yo...no
soy nada sin él. Por favor...te lo imploro.
—Como desees. —Dice el moreno, alejando sus manos de las mejillas del
rubio cuando finalizó de curarlo. Se giró hacia su arcángel nuevamente.
—¿Qué te ha dicho el demonio?
—No te culpo por creer en ello, pero tal vez si tu no hubieses sido como
eres, ellos no tendrían motivos para caer en tus manos, por lo cual yo no
los abandonaría.
Todo queda de aquella manera antes de que el cuerpo del moreno caiga
al suelo nuevamente. Niall se sobresalta, abriendo sus ojos de par en par.
—¡¿Zayn?! Dios. Por favor. —Se arrodilla a un lado del cuerpo del chico y
lo toma de la camisa, a punto de sacudir lo bruscamente. El pelinegro
tomo una profunda respiración, agitado al principio y, de a poco,
comenzando a respirar más normal. —Oh, Zayn...
—Está bien. —Zayn ríe un poco, sin ganas, y sostiene más cerca a su
amigo mientras ve a su alrededor. Mierda. —Necesito que me expliques
todo.
—Idiota.
Nunca había conducido tanto en su vida, y para ser una de las primeras
veces, le estaba yendo bastante bien.
El niño había estado conduciendo por horas, y horas. Podría seguir, pero
no era ningún torpe. Sabía que se debilitaría si no comía o dormía
adecuadamente, aunque no sentía hambre, ni sueño.
Sintió su presencia apenas apareció, pero tan solo mantuvo sus ojos
cerrados, nuevamente suspirando.
Los ojos del rizado se abrieron antes de girarse para ver al arcángel, el
cual lo observaba fijamente. Éste continuaba con sus ojos bordó y,
honestamente, habían estado así desde que Harry no tenía alma.
<<A lo que voy es que... ¿Qué crees que suceda cuando tenga mi alma
de vuelta? Porque no puedo sentirlo, pero si puedo describir cómo dolía.
La muerte de Fionn acabó conmigo. Recuerdo haber pensado “Quiero
morir esta noche, realmente quiero morirme”, y recuerdo haber creído
merecer todo. Recuerdo llorar, y no poder dejar de hacerlo, porque no
dejaba de doler. Así que yo realmente intento respetar tu decisión y, a
pesar de que me importe una mierda, comprender que no puedo decidir
esto, pero, ¿Qué si ya lo había anhelado y nunca te lo dije?
—No es solo eso. Hay más razones por las que no deberíamos: ¿Tu
presencia? Sin alma, no me afecta que te pases las horas pegado a mi
lado. No me deterioro.
—¿Sigue doliéndote?
—Yo creía que era adorable. Aunque detestaba verte triste, era un gran
motivo para tenerte en mis brazos. Eras un bebé.
Harry rodea el cuello del arcángel con sus brazos, y Louis tira un poco
más para finalmente tenerlo sobre su regazo, con las dos piernas del
rizado del mismo lado, estiradas en el asiento.
—Ahora también lo soy, solo que un bebé al que le da igual todo. Uno
más fuerte...—Ladea la cabeza cuando Louis acerca su boca a la del niño.
...nada.
—Lo sé. —Louis asintió mientras metía sus manos por debajo de la camisa
del más bajo, acariciándole la cintura. —Yo me encargaré, yo te volveré
a traer, porque mereces un final feliz, Harry.
El rey del inframundo alzó la mirada para verlo de mala manera, volviendo
a la realidad. Tres días atrás, en la noche, lo había tenido sobre sus
brazos, e incluso se habían besado, pero hizo mal. Ese Harry no era su
Harry, no debía confundirse.
—De todas formas, ¿Por qué alguien la querría? ¿Qué es esa cosa tan
importante que tiene como para robarla? —Louis volvió a alzar la mirada,
observándolo. No había pensado en una posibilidad así. ¿El alma de Harry
tendría un precio? —¿O es solo alguien que quiere molestarte?
Louis tenía bastantes enemigos, sí. Ser el diablo significaba ser mal visto
o llevarse mal con cualquiera que tuviese relación con el de arriba, así
que había grandes posibilidades de que fuese alguien que quisiera
molestarlo, porque sabían que Harry era lo único por lo cual Louis se
preocupaba.
—¿Quién, además del demonio que mató a Fionn, querría hacernos daño?
—Harry lo ignoró, continuando con el mismo tema.
—Una vez me dijiste que mi alma estaba destinada a estar con la tuya.
—¿Cómo?
—No creo que lo haga, esto ya ha sucedido antes. Puede que haya sido
más fuerte, solo por el hecho de no tener alma. Puede que tenga algo...
—Dime más de tus visiones. ¿Las tenías regularmente? ¿Qué has visto
hace unos minutos?
—He visto dos manos, y las venas en éstas eran de color negro. —
Respondió la verdad. ¿Para qué mentiría?
La mirada del arcángel volvió a la marca, y suspiró con fuerza. Tenía sus
dudas, sus teorías...y ninguna de ellas tenían sentido, y pocas que
probablemente acertarían...simplemente no las quería para su esposo.
“—No.
—Llévame contigo.
—Dije no.
La mirada del diablo se mantuvo fija en los ojos del rizado. Ya sabía que
éste no tenía alma, pero, por algún motivo, muchas veces solía buscar
aquel brillo puro e inigualable que tanto le gustaba.
Se acercó, y llevó ambas manos a los hombros del más bajo. —Cierra los
ojos. —Le ordenó.”
—Ábrelos.
¿Cómo era posible que pudiese dormir tranquilo luego de haber provocado
un asesinato?
Las pupilas del rizado están más que dilatadas mientras oye en sus
propios oídos su corazón latiendo con fuerza, pero manteniéndose lento.
Sus manos pican por las irremediables ganas de aplastar las cabezas de
sus primos. Si, debería...
—¿Q-Qué?
—Dime dónde está su alma, quién la tiene, o voy a partir cada hueso de
tu cuerpo.
—N-No lo...no lo sé. Por favor, realmente no s- ¡AAAHH!
E iba a seguir disfrutando, realmente iba a hacerlo. Fue cuando sintió que
el otro hermano se escapaba, luego de romperle una pierna al que
sostenía, botó como la mirada de éste iba más allá de él, y gritaba fuerte
a la par que un asqueroso sonido se hacía presente.
Louis se giró, y soltó al chico quebrado ante la escena frente a sus ojos.
No sabía cómo reaccionar.
Harry sostenía con una mano uno de los hombros de Ben, y la otra estaba
con un filoso cuchillo de cocina hundido en medio del rostro del chico, el
cual tenía sus ojos bien abiertos e intentaba respirar mientras sus manos
temblaban.
Era un alivio. Era como haber bebido luego de días sin tomar ni un poquito
de agua. Era una sensación exquisita, y le cosquilleaban los dedos por
volver a probarla, pero ya estaba lo suficientemente satisfecho.
—...Harry.
El diablo cerró sus ojos con fuerza. Su voz sonaba tan dulce, sonaba como
el antiguo Harry, pero no era él. Ya no, y debía de buscar una manera de
volver a encontrarlo. Necesitaba a su esposo nuevamente.
—No, no lo sientes.
Era demasiado extraño verlo así. Harry...Harry era la persona más dulce
y frágil, y fuerte a la vez. Lloraba mucho, siempre recurría a él, pero había
sido muy fuerte en muchas situaciones de toda su vida. Había aguantado
golpes de su padre, burlas de sus primos, insultos en su escuela,
hipocresía en la iglesia. Había soportado la muerte de Fionn Whitehead,
y caminó hasta su casa habiendo sido apuñalado. Harry era fuerte, Harry
era una buena persona, y esta versión de él era una verdadera pesadilla.
Louis llevó sus manos al rostro del menor, limpiando los rastros de sangre.
No se permitiría más que ese toque. —¿Tienes una idea de lo que te vas
a odiar a ti mismo cuando tu alma regrese a tu cuerpo? —No podía ni
siquiera pensarlo. Deseaba cargar con toda esa culpa, realmente quería.
—Ojo por ojo, Louis. Mi alma...yo con mi alma, tendré que entenderlo.
Una parte mía quería esto el día de mi cumpleaños, y sé que va a
agradecerlo.
Habían pasado tan
solo unos minutos de lo ocurrido, y Harry parecía haberse congelado en
su lugar. Louis se encargó de limpiarle el rostro con su propia camisa, lo
tomó en brazos y lo llevó a la pequeña e incómoda cama de aquel lugar,
desvistiéndolo para ponerle una camiseta de mangas larga gris, un
pantalón holgado y unos calcetines blancos. Era lo menos que podía
hacer.
Y sin estar a tiempo para ver cuando los ojos verdes de su esposo se
abrieron.
Volver a esa casa significaba ser recibido por gritos, llanto, y cosas que
no podían importarle menos. Estaba allí para amenazar al único primo
castrato de Harry que quedaba, advirtiéndole guardar silencio o su muerte
sería una de las más dolorosas.
Había oficiales en aquel lugar, pudo oír el llanto de una mujer y estaba
seguro que era la tía de Harry, lamentándose por la pérdida de otro de
sus hijos. Claramente, ella no tenía la culpa de haber tenido imbéciles.
Louis hubiese ido directo hasta el cuarto donde aquel idiota estaba, pero
se detuvo. Había algo extraño, sí...
¿Cómo era posible? Más bien, la verdadera pregunta de Louis era: ¿Por
qué Muerte no había ido por el alma de aquel lamentable intento de
persona?
Esto tenía que terminar hoy, y más ahora, que estaba casi seguro de
haberlo conseguido.
—¿Qué ocurre?
—No estoy del todo seguro aún. —En realidad, tenía unas teorías:
Probablemente Muerte le había quitado el alma a su niño porque su padre
quería darle una lección. Si, seguramente, porque siempre quiere tener
la razón. Intentó no gruñir, saliendo de su trance y viendo a su esposo. –
Voy a por ella.
—Iré contigo.
El rizado alza ambas cejas mientras se apunta con su dedo índice al pecho.
—¿Tú me estás diciendo esto a mí? Eres el diablo.
—Suficiente. —El rey del inframundo alza tan solo un poco su voz antes
de rebajar con la mirada al mundano sin alma frente a él. Pronto volvería
su esposo, estaba seguro. —Volveré pronto.
Louis sabía que no estaba de acuerdo, y que algo tramaba. Tan solo se
limitó en desaparecer en un parpadeo, porque mientras más tardara,
peores problemas habrían.
Por otra parte, Harry, apenas notó que el diablo ya no estaba en aquel
cuarto, caminó rápidamente hasta su mochila y sacó de esta el cuchillo
que usó para matar a Ben junto a un crucifijo de plata, y subió a la cama,
aguardando apoyado contra la pared mientras se mantenía viendo un
punto fijo en la habitación.
Allí era donde estaba aquella figura alta, cubierta por una capa negra.
Louis se tomó unos pequeños segundos para cerrar sus ojos y tomar una
profunda respiración, concentrándose lo suficiente. Podía sentirla tan
cerca, que incluso su corazón latió con fuerza, como nunca antes. Abrió
los ojos de golpe.
—...Estoy esperando.
Se giró cuando sintió una presencia detrás suya, y notó a Louis de pie a
tan solo centímetros de su rostro. El rizado se mantuvo inmóvil,
devolviendo la fija mirada. Los ojos celestes del diablo fueron hacia el
cuello de su niño, y pronto se tornaron color bordó.
—¿Realmente creíste que eso iba a protegerte de mí? —Inclinó su cabeza
hacia abajo, alzando ambas cejas a la par que sonreía de lado, fríamente.
—Niño tonto, no tienes alma. No hay nada que proteger.
Fue cuando el diablo intentó tomar al menor de la mano que éste último
fue mucho más rápido: Sacó el cuchillo bajo su manga y lo tomó con el
puño cerrado del mango, clavándolo con fuerza, aproximadamente tres
veces en el pecho de su esposo antes de sacarlo y sostenerlo en su mano.
—¡Ayuda! ¡Ayúdenme!
—Deberías saber a esta altura que a donde sea que quieras ir ahora
mismo...voy a encontrarte.
Una voz fuera del cuarto del motel lo interrumpió. —¿Quién golpea tanto?
—Se oyó. Era la anciana de la recepción, la cual ahora golpeaba la puerta
despacio desde el otro lado. —¿Joven? ¿Está atrapado!
—¡Ayuda! ¡Ayúdeme!
—Harry.
—Oh, ¡Dios mío! —La dulce anciana llevó una mano a su pecho,
acercándose al rizado. —¿Te encuentras bien?
Harry puso su más amable y falsa sonrisa. —Oh si. Si. La puerta tan solo
había quedado trabada, y me asusté mucho. —Dijo, soltando una risita al
final.
Louis traga saliva con fuerza antes de apartar la mirada y sacar el cuchillo
de su manga, alzando su mano libre y ubicando la punta filosa en su
manga, comenzando a decir palabras en un idioma indescifrable.
—Tan solo te tenía miedo, y por eso me tuviste. No hay nada que me
provoques, más que terror y placer. Tener alma o no, voy a seguir
fingiendo. —Respiró profundo. —Jamás te he amado.
Pegó su palma al pecho del rizado con algo de fuerza, el cual de inmediato
soltó un grito que hizo eco en la habitación, arqueando su espalda y
tirando su cabeza hacia atrás. Louis, con sus ojos un poco más abiertos
de lo normal, observó tanto el rostro del rizado como su mano en el pecho
de éste. Sentía como si succionaran dolorosamente de su palma, aunque
para él eran como cosquillas. Podía sentir lo fuerte que era el alma de su
esposo, y como éste dejaba de respirar, con su grito cesando hasta caer
desmayado en la camilla, con su rostro sudoroso, pálido.
Tampoco respiraba.
Intenta, por última vez, revivirlo. Lleva su mano al pecho del menor, y
cierra sus ojos con fuerza, concentrándose. Ya tendría que haber
sucedido, ya tendría que haber sentido su corazón latiendo, o al menos
haber oído una respiración.
Sin embargo, se encontró con los ojos cerrados del rizado, y le tocó la
piel fría de la mejilla antes de refugiarlo en su pecho. Su mirada fue al
frente, a un punto fijo, y sus ojos fueron, lentamente, volviéndose de
color negro. No había rastro de celeste, ni blanco, y bordó. Eran
completamente oscuros.
Y si Louis alguna vez creyó estar enojado, se equivocaba. Esto era estar
enojado, lleno de impotencia...
Le acarició con su dedo pulgar los labios, los cuales estaban pálidos, del
mismo color que su bello rostro. Jamás volvería a probar esos labios, ni
oír su dulce voz. Jamás vería sus lindos hoyuelitos marcarse por sus
tímidas sonrisas.
Todo había sido tan solo un juego del de arriba. O eso creía.
De pronto, Harry tomó una profunda bocanada de aire, abriendo sus ojos
de golpe y comenzando a toser.
Los ojos de Louis se abrieron de golpe. —¡¿Harry?! —Caminó a zancadas
hasta el menor, tirándose al suelo de rodillas y sosteniéndolo cuando el
rizado intentaba sentarse, confundido.
—Harry... —Lo tomó del rostro, acariciándole. Aún estaba frío y pálido,
cosa que le preocupaba bastante. Lo admiró, se fijó en cada detalle: Su
manera de parpadear, su respiración y la manera en la que lo observaba.
—... ¿Eres realmente tú?
El ceño del rizado se frunció levemente ante aquella pregunta, más que
confundido, pero, aun así, asintiendo lentamente. Louis de inmediato le
rodeó con un brazo el torso, apoyando su mano libre sobre la coronilla de
la cabeza de su niño, atrayéndolo a su cuerpo y posicionando su rostro
en el cuello de su esposo, respirando profundamente su aroma e
intentando no explotar de felicidad. Estaba vivo, sentía su pulso.
—No importa, está bien. —Lo tomó del rostro con cuidado,
tranquilizándolo. —Recordarás, eventualmente. —Dijo, acariciándole una
de las mejillas.
Harry le observó con cariño por la manera en la que el diablo se estaba
comportando, aunque le preocupaba lo asustado que se veía. Ladeó su
cabeza en busca de los mimos en su mejilla, pero se vio obligado a cerrar
sus ojos, frunciendo el ceño por el dolor.
La mirada del diablo fue de inmediato hacia el brazo del niño, y mientras
lo sostenía por la espalda, con su mano libre lo tomó del brazo y le corrió
la manga, observando la marca. Esta parecía estar ardiendo mientras
comenzaba a formarse algo parecido a una guadaña de color rojo vivo.
No podía ser.
El puchero del rizado temblaba, al igual que todo su cuerpo. Ya no podía
intentar mantener la calma luego de aquello, había sido lo
suficientemente abrumador como para siquiera intentarlo.
Louis tragó saliva, sin atreverse a tocar aquella marca, la cual parecía
recién horneada y preparada para mandar a volar a cualquiera que
quisiera tocarla. Subió la mirada nuevamente a los ojos del menor,
admirando aquel pequeño detalle en éste.
—Harry... —Notó el color volver a los labios del niño, las venas negras
desaparecer. Todo parecía comenzar a acomodarse, a la par que sus
pensamientos. Giró su rostro y observó a lo lejos la guadaña, la cual
seguía en su lugar, e incluso derrochaba una vibra mucho más poderosa
que anteriormente. Esa fue la última pieza que faltaba en el enorme
rompecabezas. —Eres la nueva, y última Muerte.
Luego de aquel horrible episodio, y de que Louis hubiese dicho en voz alta
que Harry era la última Muerte, éste último pareció quedarse
completamente aterrado por ello. No, no podía ser posible. No quería eso.
—N-No.…no entiendo.
Louis suspiró. No iba a mentirle, porque si lo que Harry quería era alejarse
de él, iba a estar bien.
—¿Eso quiere decir que anduve sin alma todo éste tiempo? ¿Es por eso
que no recuerdo nada? ¿Lastimé a alguien?
Todo comenzaba a tener muchísimo más sentido, pero aun así era
escalofriante. ¿Huir de su hogar? ¿Manejar? Nada de lo que Louis le decía
era típico de él. No pudo evitar sentir un leve mareo, por el cual cerró sus
ojos y tapó su rostro.
—No vas a ser lo que era Muerte. Ésta había hecho un pacto conmigo para
ser así, fue como un castigo el transformarse en alguien que solo chillaba.
—Resopló, aún resentido con aquella estúpida criatura. Le había hecho
pasar un infierno...incluso el infierno era más tranquilo que lo que le había
hecho pasar. —Tan solo serás...inmortal.
Harry alzó la mirada al diablo de inmediato, parpadeando rápidamente,
no muy seguro de lo que había oído. ¿Inmortal? ¿Sería inmortal? Había
estado queriendo serlo desde que Louis y él se comprometieron. Tragó
saliva con fuerza.
—¿No envejeceré?
—No.
—¿Tercera vez?
No, no lo desearías.
En el despacho del diablo no había nada más que calma, con el sonido de
la leña quemándose en la pequeña chimenea, y las respiraciones de
ambos. Sin embargo, Harry sabía que no podía pasarse la vida allí:
Necesitaba moverse, y una extraña sensación le hacía querer comenzar
con su trabajo como Muerte.
No quería preguntar.
Suspiró luego de ver fijamente sus ojos, en especial aquella mancha negra
en uno de ellos. Sintió la presencia de Louis, la cual ahora era mucho más
fácil de interpretar, y vio por el espejo como lo rodeaba con sus fuertes
brazos desde atrás, rozando su mejilla con el lado de la cabeza de su niño.
—Debes saber que necesitas comenzar a vestir ropa oscura, por ser
Muerte. Sin embargo, yo opino que esa es tu decisión. —Agregó al final.
Sabía que todo era demasiado abrumador para su pobre niño, y no quería
asustarlo más de lo que ya lo notaba.
Y, por Dios, que lo notaba. Desde que Harry se había vuelto Muerte, podía
sentir todo con mucha más intensidad de lo que ya lo hacía. Ahora podía
sentir su notable preocupación, y le estaba poniendo algo inquieto.
Presionó suavemente sus dedos repletos de anillos contra el vientre del
rizado.
—...Es solo... —Negó. Ni siquiera sabía por dónde comenzar. Louis lo giró
con cuidado en sus brazos. Harry aún seguía algo delicado, con suerte y
caminaba sin realmente marearse. Buscó su mirada verdosa, pero no la
encontró debido a que lo evitaba. —...no sé si quiero esto. No es por la
vestimenta, o mi ojo, pero es solo... —Se mantuvo callado. Sonaba
malagradecido, o eso creía. Louis le alzó el mentón con una de sus manos,
sosteniéndolo de la cintura con la otra, y ambos se vieron fijamente a los
ojos. —...no era lo que yo tenía en mente. No sé si quiero pasar el resto
de mi vida...de mi eternidad viendo a gente sufrir hasta morir.
Louis negó lentamente a medida que decía las últimas palabras. —Tu
concepto de ser Muerte está mal enseñado, como era de esperarse con
los humanos. —Harry lo observó con leve confusión, ladeando un poquito
su cabeza. —Has visto morir gente de forma muy cruel. Si, verás cuerpos
en muy mal estado, y tu misión es tomar el alma de las personas, pero
no es nada escalofriante, nada que deba de darte miedo. —Se apartó tan
solo un poquito, tomándolo de las manos. Harry de inmediato acarició con
sus deditos las de su esposo, las cuales estaban realmente cálidas.
<<Harry, ahora mismo puedo sentir todo lo que emanas, y una de esas
cosas es paz. Cuando la gente te vea antes de morir, van a sentir
sensaciones positivas que jamás han sentido. Todo éste tiempo han
estado con una Muerte que los hacía morir incómodos, e incluso muchas
almas han quedado atrapadas en cuerpos.
Hizo una leve trompita con sus labios, pensativo. —No suena...tan mal
cuando lo dices así. —Comentó, y tuvo que cerrar sus ojos debido a la
repentina angustia en su pecho, recordando a cierto chico descuartizado
y con la mirada perdida, dentro de una bolsa. ¿Había F...había él podido
tener un nuevo comienzo? —Solo...no puedo dejar de pensar en... —Sus
labios temblaron cuando intentó pronunciar su nombre. Negó con la
cabeza.
Nuevamente un pequeño silencio se hizo presente, y supo que el diablo
estaba pensando en qué responder a ello.
Un suspiro salió de la boca del más bajo, desanimado. —Lou, no creo que
eso sea posible.
Louis alzó levemente sus cejas, sintiendo aquello más como un desafío.
Él era el jodido diablo, y podía hacer lo que sea, cuando sea. Era
invencible, si quería podía chasquear sus dedos e incendiar cada pueblo
de Inglaterra, o convocar la maldita Apocalipsis.
Así que, si podía hacer todo eso, en definitiva, podía hacer a lo único que
le importaba feliz.
Con un notable rubor en sus mejillas, asintió mientras una tímida sonrisita
se abría paso en sus labios. —Sí. —Respondió. Louis inclinó más su rostro,
ambos rozando sus labios y las puntitas de sus narices. —Pero solo lo
quiero si eso es lo que tú quieres.
El diablo sonrió lentamente de lado. Jamás alguien más que su precioso
esposo le había preguntado qué era lo que él quería.
—¿Qué sucede?
Harry puede sentir la inquietud del diablo como si fuese la suya propia
luego de oír aquella respuesta. Frunce un poco su ceño, extrañado por
ello.
—¿Qué recordaste?
Ambos acarician sus labios, ladeando sus cabezas y cerrando sus ojos
mientras se relajan contra el cuerpo del otro. Louis presiona la palma de
su mano contra la espalda baja de su niño favorito, mientras que con su
otra mano le sostiene el mentón firmemente, sin hacerle daño. Quería
comerle la boca.
Gruñó. —Mío.
—Sí...
—Mierda. —Louis llevó una mano al mentón del rizado, sosteniéndolo con
firmeza mientras continuaba chupando aquel pezón, el cual se veía
verdaderamente apetecible. Empujó sus caderas contra las del niño,
provocando una inevitablemente fricción, y lo oyó jadear. —Nene, no te
das una idea lo mucho que necesitaba tenerte así.
—...Oh-oh.
—...Oh-oh.
Se levantó lentamente del suelo. No sentía ningún tipo de dolor, tan solo
leves escalofríos al haber sentido la fría cerámica del suelo contra su
espalda desnuda después de tan acalorada situación. Observó alrededor,
con más inseguridad que antes. Por suerte, la puerta estaba cerrada, y
parecía ser de noche en donde quiera que esté, así que no había mucha
gente deambulando por el hospital.
—Te ha llamado el deber por sí mismo, y ahora debes cumplir con ello. —
Respondió, y alzó un poco más su mano, donde sostenía la camiseta de
su niño favorito. Éste la tomó rápidamente, poniéndosela. Honestamente,
necesitaba un cambio urgente de ropa. —Una vez hayas dominado tus
poderes ya no sucederá.
—Cuando estuviste sin alma mencionaste haber soñado con esto. Puede
que haya sido una predicción.
—Ahora que eres Muerte puedo sentir tus emociones, incluso más fuerte
que antes. Lamentablemente para ti, la niña también puede. —Tenía que
ser sincero, no podía mentirle a su niño, ya bastante estaba intentando
retener el asunto del haber estado sin alma.
—¿Qué? No. —El niño rápidamente lo tomó del brazo, abriendo sus ojitos
de más y negando con rapidez. —Lou, no creo poder hacer ésto sin ti. —
Susurró, sintiendo un nudo en su garganta.
—Está bien, está bien. No hay...no tienes que tener miedo. —Le sonríe
tímidamente de lado, y está haciendo su mejor esfuerzo para no llorar.
Lentamente, y con mucho cuidado, lleva su mano a la pequeña mano
contraria, cubriéndola antes de dar un suave apretón. Debía de hacerlo
bien, esto no era cualquier cosa. —Yo cuido de ti. Puedes dormir.
La pequeña abre su boca e intenta decir algo, pero parece quedarse sin
aire muy fácilmente.
—No hables, todo está bien. —Alza ambas cejas, y baja la mirada a los
labios de aquella niña cuando nota que está articulando una palabra, una
y otra vez. Su corazón da un vuelco, y esta vez sonríe dulcemente,
sintiendo sus mejillas sonrojadas. —Sí...sí, soy un ángel.
De la muerte.
La niña comienza a cerrar lentamente sus ojos, y Harry siente un impulso,
el cual permite de inmediato. Sabe que es parte de ello, sabe que, si no
lo hace, nada pasará. Se levanta del suelo con lentitud, sin soltar la
pequeña mano de la joven y se inclina hacia ésta, dejando un pequeño
beso en su frente.
Sus manos tiemblan, y sus piernas también. Todos los nervios que estuvo
tragando para mantener tranquila a aquella adorable niña estaban
surgiendo efecto ahora mismo. Respiró entrecortadamente y buscó el
aferrarse a Louis, cerrando sus ojitos.
El ceño del diablo se frunció un poco. —Te dije que eso pasaría.
—Sí, lo sé. Aparentemente tenía que verlo para creerlo. —Bajó la mirada
y arrugó un poco su nariz, pensando. —¿No te asusta? Tener un trabajo
realmente superior.
—No. —Respondió. —Pero puedo llegar a comprender el que a ti te asuste,
ya que has pasado de tener una vida completamente mundana a ser la
última Muerte. Son cosas completamente opuestas. —Harry nuevamente
alza la mirada, y también un poquito su rostro. Louis sabe que cuando su
niño hacía aquello era debido a que necesitaba afecto. Inclinó un poco su
rostro, y las narices de ambos se rozaron. —No tienes nada que temer.
Joder.
—Te amo, Lou. —Recibió otro beso, y una leve y suave mordida en su
labio inferior, la cual lo hizo sonrojarse. Cuando el diablo se apartó un
poco, Harry no pudo evitar bajar la mirada con timidez. —De
acuerdo...ahora enséñame. ¿Cómo lo haces?
—Tan solo pienso en que eso es lo que quiero, y sucede. ¿Lo has probado?
—Bien. Te propongo algo. —En tan solo segundos, el rey del inframundo
se encontraba sobre el cuerpo de su esposo, sosteniéndolo de la cintura
y llevando su rostro al cuello de éste, dejando suaves y húmedos besos
sobre la piel. Harry se encontró rodeando el cuello de Louis con sus
brazos. —¿Qué te parece si tú y yo nos vamos a donde sea que quieras
ir? A algún lugar apartado...y te enseñaré todo lo que te hace falta.
Harry sonrió tímidamente. —¿En serio? —Oyó un murmullo de afirmación
de parte del diablo, y ladeó un poquito más la cabeza ante los besos de
éste en su pecho. —Si, por supuesto. ¿A dónde iríamos?
—A donde tú quieras.
—... ¿Lou? —El diablo alzó ambas cejas en respuesta. —Entonces, ¿Qué
dices? ¿Rusia estaría bien?
Louis asintió. —Todo lo que mi niño favorito desee. —Dejó un lento beso
en los labios contrarios, el cual se iba prolongando, volviéndose más
profundo y húmedo. Sus lenguas se encontraron con caricias suaves y,
nuevamente, Louis le quitó la camiseta, pasando sus cálidas manos por
el torso desnudo de su niño.
Louis tan solo aguardó unos segundos, los cuales dedicó para besar el
rostro de su niño favorito, lamerle y morderle los labios antes de mover
sus dedos en un vaivén, acariciando las paredes del interior de su esposo,
el cual respondía a los besos en sus labios con la respiración entrecortada.
Fue cuando finalmente lo hizo, que tuvo que sostener a su esposo con
más firmeza al notar como se retorcía, con sus labios entreabiertos,
jadeante. Louis gruñía bajo, resoplando por el placer que le daba ver a su
niño de aquella manera, y por los movimientos de caderas que éste
realizaba, formando una inevitable fricción entre ambos.
Fue tan solo unos minutos después cuando estuvo sobre el cuerpo de su
esposo, atrapado en su interior, moviéndose lento pero profundo mientras
lo sostenía en sus brazos, besándolo hasta el cansancio.
Lo que sostenía en sus brazos, lo que reclamaba con sus besos...al que le
hacía el amor con cuidado, era su más preciada cosa en el mundo.
Siempre había sido un egoísta, porque la única cosa preciada que tenía
era él, y su trabajo. Se sentía importante, lo era, y sobre todo esencial en
el mundo de porquería. Hacía lo que quería, cuando quería, como quería.
Jugaba con las personas buenas, aunque principalmente con las malas.
Mentía, y destruía con mucho placer, porque para eso estaba hecho.
Estaba hecho para hacer el mal, tanto en la tierra como en el infierno.
Sin embargo, Harry apareció. Este chiquillo inocente y curioso, que creyó
buscar una salida más fácil con magia negra, que creyó que todo sería
más fácil, y menos doloroso.
Louis también lo creyó.
Al siguiente día, cuando lo vio despertar con los ricitos despeinados y ojos
levemente hinchados, lo supo. Cuando lo vio bostezar, y atraer las mantas
a su pecho...supo que quería verlo así todos los días de la tierra.
Bastó tan solo una embestida para que su niño favorito se retorciera en
sus brazos, cortando su respiración a la vez que arqueaba su espalda,
derramando su esencia entre ambos torsos y doblando los pequeños
deditos de sus pies. Sus labios estaban rojos al igual que sus mejillas, sus
ricitos despeinados ante los movimientos, y su ceño levemente fruncido.
Se desparramó cómodamente en la cama cuando finalizó, y a Louis le
bastaron un par de embestidas para llegar a saborear el éxtasis.
“El cielo” había sido un lugar realmente agradable, aunque con mucha
falsedad. Sin embargo, nunca había sentido que podía tocar algo más
supremo, hasta ahora. Con un profundo suspiro y saliendo del interior del
rizado, se posicionó a su lado y lo atrajo en un abrazo. Ambos respiraban
algo agitados, y Harry no dudó en ocultar su rostro en el cuello del diablo,
dejando un suave beso allí.
—Lou, te amo...
—Yo a ti. —No iba a admitir que aún le costaba decirlo, y que muchas
veces temía no ser capaz de hacerlo, porque ese no era su supuesto
trabajo, pero intentaba implementar su lema de hacer lo que se le
antojaba, y si quería amar a Harry, entonces lo haría.
Él ya había caído una vez, hace siglos, pero, aun así, estaba
seguro que jamás había caído como lo hizo al enamorarse de
Harry Styles.
FIN.
2003.
Las puertas del pasillo en el cual estaba aquella larga e interminable fila
de almas se abrió. El demonio que había estado riendo y burlándose -
básicamente haciendo su trabajo- se calló ante la poderosa presencia, y
fue como si las almas hubiesen despertado, porque toda aquella que se
encontraba allí observó la puerta de detrás.
Pasó de largo al demonio que hacía una reverencia ante él, y estuvo a
punto de adentrarse a la puerta que lo llevaría al calabozo, pero se
detuvo. Bastó unos segundos antes de que se girara, observara a las
pobres almas de la fila, las cuales llevaban allí muchos años antes de que
él fuese inmortal, y luego llevó su mirada al demonio, el cual no le veía a
los ojos.
Harry frunció el ceño. —No voy a lastimarte, puedes ponerte de pie. —Le
dijo, ladeando levemente la cabeza. El demonio rápidamente se levantó,
aún medio inclinado en una reverencia. —Yo solo...quiero que me
recuerdes qué dijo tu rey...una vez más.
—N-No alteza.
Ignoró el oír la rabieta del demonio, y se encaminó por los pasillos del
calabozo, liberando a pocas almas que se lo rogaban y el percibía que
eran buenas personas. Abrió la puerta del final, sintiendo escalofríos al
ver aquella puerta en donde se había convertido en lo que era, y pasó una
de sus manos por el barandal de la escalera, bajando.
Harry se había enterado mediante Louis que las Parcas eran almas que
no ascendieron ni descendieron, y quedaron atrapadas en su cuerpo.
Cuando los poderes del niño avanzaron, luego de tomarse un tiempo ante
tal decisión, simplemente siguió sus instintos.
1998.
Lo único que realmente le había costado trabajo fue cargar con aquello,
y ocultárselo a Louis. Sabía que éste no diría nada, pero querría hablar
sobre aquello, y era justamente lo que Harry no necesitaba.
Ya no iba a hacerlo.
—Fi, quédate aquí. Juro que explicaré todo, pero necesito que te quedes
aquí. —Notó el asentimiento de su amigo mientras continuaba bebiendo
agua, y eso lo alivió. De inmediato corrió por el pequeño pasillo de aquella
bonita casa.
Se detuvo de golpe cuando notó a Louis salir de uno de los dos cuartos
de la casa, con su ceño levemente fruncido y ojos más oscuros. Cuando
vio a su niño, éstos se volvieron un tono más claro.
—¿Por qué estás haciendo tanto ruido? Los ni... —Se vio interrumpido
cuando su pequeño esposo se puso de puntitas de pies y estampó sus
rojos y gruesos labios contra los suyos. Por supuesto que no se negó.
—¿Qué te hicieron?
—Entonces hablaré con Dios. Le diré que comenzaré a hacerme cargo yo.
—Louis casi gruñó, frustrado. —Yo no soy como las otras Muertes, Lou.
Esto no es nada malo.
—El problema aquí es que no por ser Muerte tienes derecho a revivir a
humanos que te agradaban, así como no por ser el diablo tengo el derecho
de extinguir la población, incluso si muchas veces quiero hacerlo. —Su
paciencia se estaba acabando, aquello era verdaderamente notable ante
su forma de hablar.
—...Lo sé. Yo solo...yo creí que me apoyarías en esto. Creí que tu ibas a
alentarme el encargarme de algo tan importante como elegir Parcas. Creí,
yo...
—No, no. Por supuesto. —Se acercó, y con cuidado refugió a su niño en
su pecho, rodeándolo con sus cálidos brazos a la vez que posicionaba sus
labios en los rizos de éste. —Tienes toda la razón. Debería de apoyarte
en esto, tú eres muy capaz.
—Por favor, no te enfades conmigo. —Su voz tembló nuevamente,
pegando su rostro al pecho del arcángel. —Es que yo...no puedo. No podía
seguir. Quería verlo, y pedirle perdón. Aún n-no lo he hecho.
—Ese es mi niño favorito. —Se inclinó y dejó un último beso en los labios
del más bajo. —Únicamente quiero pedirte que no me ocultes éste tipo
de cosas. Hay cosas que realmente no pueden suceder, y no te quiero
metido en problemas.
—Está bien. Voy a hablar con él ahora, creo que...sería mejor que vinieras
luego de explicarle.
Sin más, se soltó del diablo y se encaminó fuera de aquel pasillo, pero se
detuvo a la mitad, girándose. —Oh, por cierto. ¿Los...?
—Estaban durmiendo. Probablemente siguen así.
2003.
Le confesó el que Louis hubiese creído que su alma había ascendido, pero
que no había sido así, debido a que la penúltima Muerte había estado
demasiado ocupada vigilando a Harry aquella noche como para tomarlo a
él. Le explicó el ritual que intentaría conseguir de Dios para llevar a cabo
la transición a Parca, si es que éste lo quería aquí. Le dio a entender que
tan solo sería su decisión, sea cual sea.
Creyó que iba a ser rechazado, pero fue aceptado con rapidez. Fionn
parecía hasta emocionado por aquello, y cada cosa que Harry le
comentaba era como música para sus oídos. Sin embargo, Harry decidió
esperar más de dos semanas antes de encargarse en hablar con Dios,
debido a que quería confirmar la decisión de su mejor amigo. Louis y
Fionn se conocieron, y éste último lo reconoció como “El que estaba
disfrazado del diablo en la fiesta de Halloween y te ofreció jugo.” Cruzaron
pocas palabras, porque Louis no era realmente muy charlatán, y eso fue
todo.
Cuando Muerte fue a hablar con Dios, fue algo épico. Definitivamente no
hubo ninguna discusión, porque al jefe de arriba le agradaba bastante el
esposo de su arcángel favorito. Lo aceptó a la velocidad de la luz. Fionn
se había tomado las cosas serias, por lo cual no fue difícil llevar a cabo el
ritual y volverlo una Parca. Ahora sería uno de sus sirvientes, pero su
mejor amigo para siempre.
Así que, volviendo al presente y por qué Fionn no solo era una de las
personas más importantes de su vida, sino que también le debía más que
la existencia, se debía a algo de lo cual Louis y Harry se habían encargado
en hacer ese mismo año, antes de traer de vuelta a la, ahora, Parca.
Así que, volviendo al
presente y por qué Fionn no solo era una de las personas más importantes
de su vida, sino que también le debía más que la existencia, se debía a
algo de lo cual Louis y Harry se habían encargado en hacer ese mismo
año, antes de traer de vuelta a la, ahora, Parca.
Para un trabajo como el que Harry tenía, debía de esperarse cualquier
cosa. Fue bastante difícil acostumbrarse a los cuerpos descompuestos, a
las perturbadoras situaciones en las que debía encontrarse para tomar
almas, pero, finalmente, poco a poco fue normalizándolo. Ya no
provocaba tanto impacto, tan solo le daba tristeza la manera en que las
cosas acababan para tal persona.
Y así como había trabajos los cuales realmente costaban, también había
trabajos que traían cosas nuevas e inesperadas.
Mayo // 1998
En aquella casa llena de polvo, con el cuerpo de una mujer en el suelo,
cubierto de sangre ante las puñaladas en su abdomen, Muerte observaba
fijamente al hombre sentado tranquilamente en una mesa, viendo de
reojo el cadáver mientras hablaba por teléfono el cómo deshacerse de
éste. Harry ya se había encargado de liberar el alma de ésta, pero había
algo en específico que no lo hizo sentir ninguna paz, ninguna tranquilidad
que usualmente sentía luego de hacer su trabajo.
Cuando la Parca recogió el alma de la mujer, ésta última, ya muerta,
llevaba su mirada cargada con pánico hacia su asesino, luego con tristeza
hacia un rincón de la habitación y, por último, de súplica hacia el rizado.
Finalmente, el alma ascendió, y Harry se dirigió lentamente hacia el rincón
de la habitación. Ya había aprendido hace mucho tiempo el cómo volverse
invisible, por lo cual no habría ningún inconveniente con el mundano en
la silla.
Sus ojos verdes con una pequeña mancha de oscuridad se abrieron de
más al ver dentro de la cuna, la cual se notaba que estaba muy mal
armada, dos bebés de cinco y tres meses en ella, desnudos. Harry aún
podía sentir la temperatura corporal y no dejaría de sentirla hasta un par
de años. Hacía frío en aquel cuarto, estaba seguro que aquellas criaturas
podrían enfermar gravemente si no se apresuraba.
¿Era por ellos que la mujer lo había visto fijamente? ¿Acaso esperaba que
Harry salve a esos bebés de una pésima y corta vida? ¿Acaso
esperaba...que los mates de una manera más rápida?
Uno de los bebés, el que lucía un poquito más grande, lo veía fijamente.
Sus ojos eran oscuros, y el poco cabello que tenía era rubio. Tan solo lo
veía, y ladeaba su cabeza. Inconscientemente Harry también lo hizo,
frunciendo levemente su ceño, con su mano en el aire, la cual comenzaba
a temblar.
El bebé comenzó a hacer soniditos con su boca, provocando pequeñas
burbujas con su saliva, cerrando sus ojitos. ¿Acaso iba a dormirse?
Pronto, Harry comprendió: Su presencia le daba paz, a ambos.
Se inclinó más sobre la cuna al notar que el otro bebé apenas se movía,
y le tocó un poco el cuerpito, asegurándose de que estuviese bien. Notó
la fría temperatura, y su pecho ardió. Ese bebé necesitaba alimento,
cobijas, y mucho amor de su madre, la cual había dejado su cuerpo hace
tan solo unos minutos atrás.
Ambos la necesitaban.
Por su mente comenzaron a surgir muchas ideas las cual podría emplear,
pero estaba completamente seguro de que no podría matarlos.
Y no entendía por qué.
A Louis le bastó tan solo analizar la situación para alzar su mano y doblar
sus dedos, como si estuviese formando una garra, con su palma hacia
arriba. Giró ésta bruscamente hacia un lado, y los huesos del hombre
comenzaron a quebrarse, uno por uno. Los gritos se hicieron presentes
hasta que el cuello de éste sonó y quedó inmóvil en el suelo, sin vida.
El diablo se giró hacia su esposo, viéndolo fijamente con sus ojos bordos.
—¿Qué es lo que no puedes decidir? ¿El llevarte el alma de éste imbécil?
Yo diría que lo hagas descender, en el infierno aún queda mucho espacio
libre.
El rizado tan solo lo observó, y su mirada fue hacia la cuna del rincón del
cuarto ante el llanto tornándose más fuerte, con hipidos. Louis frunció su
ceño y llevó la mirada hacia la misma dirección por unos segundos.
—Tal vez solo uno la siente cuando sabe del supuesto ser maligno que el
diablo es. —Respondió el rizado a una pregunta que ninguno había dicho
en voz alta, hablando casi en un susurro.
Louis observó a los niños por un momento antes de ver a Harry. Ambos
compartieron una larga y fija mirada, intentando transmitirse todo lo que
sentían en aquel momento.
Ser padres era una gran responsabilidad, y él lo sabía más que nadie. No
solo por el hecho de que sus trabajos los mantenía bastante ocupados, si
no que ellos jamás envejecerían y, claramente, los bebés sí. ¿Acaso
debían de pasar por la misma locura de cuando Louis quería volver
inmortal a su niño favorito? ¿Serían capaces de soportar?
—Está bien. —Dijo, provocando que Muerte alzara su mirada con rapidez,
levemente sonrojado. Louis llevó su mirada al rostro de su esposo,
examinando su expresión asombrada ante su respuesta. —Seamos sus
padres.
—¿Tú...en serio? ¿En serio quieres esto? —No evitó acercarse más,
apoyando su mano en el pecho del diablo, sosteniéndose de él. Las manos
repletas de anillos de Louis fueron hacia la espalda del más bajo,
sosteniéndolo mejor y asintiendo. —Por favor, realmente necesito saber
que quieres esto y no lo haces por mí.
—Lo hago por ti, pero quiero esto también. —Una lenta sonrisa de lado
surgió en sus labios. —Propongo que será entretenido. Sin embargo, hay
cosas que debemos de hablar.
—Lo sé, y lo haremos. Sugiero ahora el llevarlos a casa, necesitan
atención, no quiero que enfermen. —Se inclinó en la cuna y, con cuidado,
tomó en brazos al bebé más pequeño, sosteniéndolo del cuerpo y cabeza.
Lo acunó en su pecho mientras éste se quejaba levemente. Harry lo
observó con dulzura. —Sh, sh. Tranquilo, te tengo.
—¿Quieres cargarlo? Sería de mucha ayuda, no creo que pueda con los
dos.
—No sé hacerlo.
—Está bien. Mira, pon tus brazos como yo. —Louis tardó tan solo unos
segundos antes de suspirar y hacerlo. Con mucho cuidado, el rizado le
acomodó al niño en los brazos. —Sostenlo contra tu pecho, se quedará
tranquilo. Tiene frío, y tú eres cálido.
—Vámonos.
Cuando llegaron a la casa, Harry se encargó de buscar mantas en el
armario de su habitación con Louis. Ambos se habían encargado de
conseguir ese tipo de cosas apenas se habían mudado a aquella bonita
casa en las afueras de Moscú. Era un pueblo pequeño, con mucho frío.
Siempre nevaba, y las personas no socializaban tanto. Era lejano, y
desconocido. Todo lo que Harry y Louis buscaban.
Harry sabía que no por ser Muerte iba a dejar sus intereses de lado como,
por ejemplo, oír música, escribir en sus cuadernos, ver caricaturas, etc.
Tampoco dejaría de beber o comer, aunque no era realmente necesario y
el sabor había dejado de ser el mismo. Louis no había tardado nada en
dejar la casa perfecta, quería que su niño sintiese que aquel era su hogar,
pero no se daba cuenta que él también lo estaba sintiendo.
O tal vez se debía a que ambos estaban allí, y un hogar para ellos era
donde sea que ambos estuviesen juntos.
Louis se encontraba con ambos niños en brazos cuando Harry regresó con
dos mantas polares, sentándose en el sofá de la sala, a su lado, y
ayudándolo a envolver a los pequeños.
2003.
Y sentía que en aquel momento lo necesitaba más que nunca, pero... ¿Por
qué lo evitaba? Sentía un nudo en su garganta, unas profundas puntadas
en su pecho y, de a ratos, sus ojos se llenaban de lágrimas que nunca
soltaba. Hacía mucho tiempo que no lloraba, lo cual era bueno y malo a
la vez al ser híper-sensible y cargar con todo. Sin embargo, sentía que
podría hacerlo más independiente, que podría tomar las cosas más a la
ligera.
No era así.
Harry sabía que no debía de cambiar por nadie, pero muchas veces sentía
que su llanto era la debilidad de su esposo. También sentía que aquello
provocaba que lo proteja constantemente, lo cual no molestaba a Muerte,
pero prefería aprender solo e independizarse mucho más rápido, y que
Louis no sintiese que dependía de éste.
—¿Qué es esto?
—Es papá.
—¿Cual papá?
—¡Papá Louis, tío! ¿No ves sus dos ojos rojos? —Fionn acercó un poco
más la hoja para intentar observar el color, y en definitiva estaba allí. Sin
embargo, no era una forma en específico.
—Viktor, eres un gran artista. —Asintió, fingiendo estar impresionado y
observando la emoción en el brillo de los ojos oscuros de su sobrino. —
Definitivamente a tu papá le va a gustar.
—¡Lo sé! —Exclamó, emocionado y tomando el dibujo de nuevo. Lo llevó
a su pecho y se mantuvo observando fijamente a la nada por unos
segundos antes de ver alrededor. Sentía la paz que emanaba su padre
justo en aquel lugar. —¡Papi! —Se dirigió felizmente al rizado, el cual
dejaba su guadaña en un rincón y se ponía de rodillas para recibir el
abrazo de su hijo.
—Fi...
—Fi, todos en nuestro pueblo creen que estás muerto. —Harry se puso de
pie, hablando más calmado al notar la molestia en la Parca. Lo
comprendía, absolutamente lo hacía...pero habían reglas con las cuales
lidiar si se era inmortal. —Tu padre ha visto tu cadáver hecho pedazos,
no va a creer que su hijo sigue vivo, y de la misma manera. Puede salir
mal, y más aun siendo mayor de edad.
"Por ahora." Por supuesto, porque Harry algún día perdería a sus bebés.
Ellos crecerían, se harían ancianos y morirían. Él tendría que recoger sus
cuerpos, y hacer descender sus almas. Despedirse de ellos para siempre.
Muerte observó de reojo como su precioso hijo los observaba, con crayón
verde en mano y cabello rubio platinado y levemente corto despeinado.
—Harry, no quise-
—Es bueno que lo sepas, Fi. —Harry sonrió débilmente de lado, alzando
una comisura de sus labios. Asintió con la cabeza hacia una dirección. —
Ve, luego cuéntame cómo te fue.
Su mejor amigo tan solo lo observó fijamente, asintiendo con duda antes
de desaparecer en tan solo un parpadeo. Harry finalmente llegó a la
cocina y apoyó sus manos sobre una de las encimeras. Sentía sus piernas
temblar y la marca en su brazo arder. Nunca se había guardado nada tan
grande, nunca se había aguantado tanto dolor, el cual claramente lo
estaba superando poco a poco.
Cerró sus ojos con fuerza. ¿Cómo haría para volver a repetir aquella
situación con sus hijos? ¿Cómo haría para llevarse el alma de sus dos
bebés cuando llegue el tiempo? Habían hablado aquello con Louis apenas
los habían llevado a la casa, y se habían puesto de acuerdo en que no
dejarían que les afectara. A Harry no le afectaba...
...hasta ahora.
—¿Papi? —Su hijo mayor dibujaba una flor enorme sobre una hoja
arrugada, tranquilamente en el suelo, con sus crayones esparcidos sobre
la alfombra frente al sofá y su pijama puesto. Había dormido una siesta,
y era ya la tarde, lo cual significaba dos cosas: Merienda y llegada de
Louis.
—¿Si, mi amor?
—¿Ah, sí? —Louis sonreía de lado, tan solo alzando una comisura de sus
labios mientras le era inevitable olfatear el cabello de Viktor. Ambos
hacían aquello con sus hijos. De alguna u otra forma, los calmaba. —Yo
también los eché de menos.
—Papá, ¿Por qué finges dormir con papá Harry? —Nuevamente, el silencio
se hizo presente en la habitación, junto con la notable incomodidad del
castaño, el cual bajó la mirada cuando el diablo llevó su mirada a éste.
—Papá bromea, Vik. ¿Por qué mejor no sigues dibujando luego? Voy a
prepararte algo de merendar a ti y a tu hermano.
—Sí, mi amor.
—¿Harry?
—¿Qué ocurre? —Su voz sonó baja, y sus ojos se volvieron de un color
bordó, con sus pupilas dilatadas. —¿Quién te dañó? Dime su nombre, voy
a acabarlo.
El diablo vio a los niños unos segundos antes de volver a ver a su esposo,
con su mandíbula tensa tomándolo de la muñeca sin presionar ni un poco,
caminando hasta adentrarse a la cocina y cerrar la puerta detrás.
Aquello provocó que toda la fuerza de voluntad que Muerte acumulaba se
derrumbara en menos de un segundo. Un sollozo fuerte y doloroso salió
de sus labios a la par que el arcángel lo envolvía con sus brazos,
permitiéndole llorar en su pecho. Le abrazaba con la fuerza necesaria,
olfateaba su cabello y pasaba sus dedos repletos de anillos de oro por su
espalda, acariciando. El llanto continuaba, siendo silenciado ante la boca
del más bajo contra el pecho del más alto. Louis posicionó su mentón en
la cabeza de su niño favorito, tan solo sosteniéndolo al notar sus piernas
temblar.
Los minutos pasaban. Cuando Harry sentía el poder irradiar ante el dolor
en su pecho y las luces bajar, tomaba una profunda respiración,
calmándose. Sin embargo, no pensaba parar, porque no pensaba volver
a sentirse así de mal nunca jamás.
Louis lo apartó tan solo un poquito, tomándole el rostro entre sus manos
y alzándolo tan solo un poco. Le pasó el pulgar por los ojos, limpiando sus
lágrimas, y ambos se vieron fijamente antes de que Harry bajara la
mirada, aún con lágrimas cayendo por sus mejillas.
El silencio continuó por unos pocos segundos antes de que Harry tragara
saliva con fuerza.
—Tuve mi primer trabajo personal hoy. —Tan solo dijo, con su voz
quebrada. Louis lo comprendió en tan solo un segundo, y fue de inmediato
que lo atrajo a su pecho. Se imaginaba quién podría ser.
Harry sentía como, con cada palabra, el aire se le iba. ¿Su madre había
permanecido sola todo ese tiempo? ¿No había parado de buscarlo? ¿Había
sido tan egoísta de rehacer su vida suponiendo cosas que no eran
mientras Anne Cox permanecía en su casa, completamente sola y
preguntándose donde estaba su hijo? Efectivamente.
El niño tragó saliva con fuerza. —... ¿Eso es lo que quieres? —La mujer
asintió lentamente, provocando que los ojitos de Muerte se cerraran.
Respiró profundamente, juntando fuerzas. —¿E-Estás segura?
—Yo te amo más. —Su voz salió entrecortada y, tomando todo el valor
del mundo para decir adiós, se inclinó sobre su madre, sosteniéndole la
mano firmemente antes de dejar un lento y casto beso en su frente.
El cuerpo permaneció quieto, ya sin vida. Harry observó éste por unos
segundos antes de voltearse. Una Parca estaba de pie junto al alma de su
madre. Anne lo observó fijamente, dándole la sonrisa más bonita que
Muerte había visto en su vida antes de desaparecer.
Agitó su capa al girar sobre sus pies, viendo firmemente al frente, pero
extendiendo su mano hacia un costado, sintiendo la guadaña llegar a ésta.
Continuó caminando por la casa, con el semblante serio y pasos firmes y
fuertes. Llegó a la escalera, bajándola con decisión. Ni siquiera permitió
que los recuerdos de aquella pesadilla de noche llegaran a su mente,
porque tenía trabajo que hacer.
Ahora.
—Tú y yo sabemos que ella está bien ahora. Todo el dolor se ha ido, todo-
—No es por eso. —Muerte negó, intentando soportar los sollozos mientras
aferraba sus manitos a la camiseta del diablo. —Todo el dolor se borró
para ella, pero la culpa que siento en mi interior...permanecerá por
siempre. Ella ha estado tan sola, y me ha buscado por
años...probablemente me creyó muerto. Tuvo que soportar ese dolor, ¿Te
imaginas...? ¿Te imaginas algo así con nuestros hijos?
—S-Sí.
—Te amo.
Cerró sus ojitos cuando nuevamente sus labios fueron tomados por los
del arcángel, el cual los acariciaba con lentitud y ganas, iniciando un beso
profundo. Los brazos de éste envolvían bien a su esposo, apegándolo a él
mientras ladeaban sus cabezas en direcciones contrarias. Harry se sentía
completa y absolutamente mimado, y aunque su día no mejoraría, podría
estar estable.
—¿Y a mí? —El pequeño de ojos oscuros preguntó aquello con algo de
temor, el cual de inmediato se esfumó al ser tomado en brazos por su
otro padre.
—¡Oh, cierto! ¡Tú soprersa! —Agitó sus piernitas, buscando que Louis lo
bajara y, cuando finalmente lo hizo, corrió nuevamente hacia la sala. —
¡Ven, papá Lou!
Louis se dirigió hacia la sala, donde su hijo buscaba entre sus dibujos uno
en especial. El pequeño observó la hoja por unos segundos antes de
pegarla contra su pecho y girarse hacia su padre, acercándose. Se la
tendió y el diablo no dudó en tomarla, girándola para verla y mantenerse
así por unos segundos.
—¿Emelentos?
El día había pasado, los menores habían cenado y se habían ido a la cama.
Harry y Louis hicieron lo mismo luego de apagar las luces. Ambos en la
cama, con poca ropa y acurrucados. Muerte había hablado con Fionn antes
de dormir, y todo estaba absolutamente bien entre ellos. Aquello era lo
que siempre había necesitado: paz, tranquilidad y compañía.
Louis lo hacía sentir pleno, y amado. El diablo había cumplido con su parte
del trato, y la mejor parte...
...la mejor parte era que, pese a algunos inconvenientes, ambos sabían
que sería de aquella forma por una larga eternidad.
1986
Para ser un simple cajero en un supermercado de Doncaster, un pueblo
bastante pequeño y algo fantasmal, en donde todos se conocían y
compartían las mismas creencias, su vida no iba tan mal.
Todas las mañanas se despertaba con el maldito gallo de despertador, y
mientras su preciosa abuela preparaba el desayuno, él reproducía su
canción favorita. A veces sentía que ya no era su canción favorita, sino
una parte de él. Se la pasaba cantando el mismo verso, la repetía una y
otra vez sin duda alguna, y las personas que lo conocían, como su mejor
amigo, rogaban a Dios y todos los santos existentes que aquella tortura
acabara.
Tal vez lo demás no lo comprendían realmente: Aquella canción era con
la que Louis Tomlinson quería bailar hasta el cansancio, la que quería oír
en una situación donde él saliese victorioso y otro —probablemente el
prestamista del pueblo, al cual le debía bastante dinero— quedara
boquiabierto.
Pero lo más importante es que era la única canción la cual podría escuchar
y no tendría nada religioso de por medio. Últimamente los adolescentes
estaban más rebeldes, pero, al menos en donde él vivía, era uno de los
pocos que no le prestaba tanta atención a la religión. Su abuela estaba
de acuerdo, ella creía que no había que vivir de la iglesia para amar a
Dios. Louis no estaba muy seguro de amar a Dios, y eso lo ponía
terriblemente nervioso, incluso a sus veintidós años de edad. La gente
podía ser muy persuasiva.
Últimamente no le tenía miedo a la supuesta ira de Dios, y todo se debía
a que no solo no estaba seguro de amar a éste, si no que sentía atracción
por personas de su mismo género lo cual, según la gente de la iglesia en
su pueblo, no estaba nada bien. Él no podía evitarlo, le atraían y eso era
todo. Se lo había comentado a su abuela, y esta le había dicho que ya era
una persona adulta y que hiciera lo que quisiera.
Tal vez fue un castigo para ésta, o para Louis —realmente no estaba
seguro— pero, meses después, su pequeña abuela enfermó del corazón,
y dependía de un medicamento para continuar viviendo en buenas
condiciones, y por un tiempo más.
Louis nunca quiso tanto tener a alguien más que aquella mujer, a alguien
más que lo contuviera, que le prestara dinero de manera paciente. Un
milagro, lo que sea. No siempre tenían el dinero suficiente, él era el único
trabajando y tenía que hacer muchas más cosas en el supermercado para
poder comprar el medicamento y que le alcanzara para otras cosas
necesarias.
Pero últimamente todo era realmente agotador. Necesitaba dormir, y no
podía conciliar el sueño durante las noches hasta que se hacía la
madrugada. Dormía cuatro horas todos los días sabiendo que, tarde o
temprano, el cansancio del trabajo y el agotamiento del insomnio harían
su efecto. ¿Quién cuidaría a su abuela en ese entonces? No podía dejarla
morir.
Pero Louis cometió un error, y uno muy grande.
Aquel día se había despertado tres horas después del horario de entrada
en el trabajo. Nunca había corrido tan rápido en su vida, y aunque su
abuela intentaba tranquilizarlo, diciéndole que estaría bien, éste no le hizo
caso. Apenas abrió la puerta de su casa, con cansancio en sus preciosos
ojos azules y totalmente despeinado, se encontró con el causante de
mucha de sus pesadillas.
El prestamista.
—¡Louis! ¿Cómo va todo? ¿Bien? Te ves extraño sin tus lentes. —
Comentó, fingiendo un tono amigable. Louis llevó la mano a su rostro,
palmeando. Había olvidado sus estúpidos lentes. Eso explicaba el ver
nublado, creía que podría quedarse ciego del cansancio.
—¿Estás seguro?
—Sí, amor. —Le dio un beso en la frente. —Estaré aquí lo más rápido que
pueda.
—Uh...no esta vez. Incluso estoy llegando tarde al trabajo. —Se sinceró,
caminando más apresuradamente.
El hombre chasqueó la lengua. —Hey, vamos, hombre. No juegues
conmigo. No estoy muy de buen humor. Dame al menos un poco.
Louis negó. —Puedo darte un poco cuando salga del trabajo, pero ahora
no tengo nada, ni para un du-
Rogaba por un milagro. Rogaba por algo que aliviara esta mísera vida.
Una estúpida idea cruzó por su mente, pero lo hizo. Recordando el código
morse que había aprendido gracias a su abuelo fallecido, sus ojos se
abrieron de más ante el mensaje repetitivo.
El niño negó lentamente, viéndolo fijo a los ojos. —Yo acabo de llegar.
—¿Qué-
Sus ojos se abrieron de más cuando fue tomado de las mejillas e inclinado
hacia abajo, a la altura del menor. Sintió unos fríos y húmedos labios
sobre los suyos, acariciando su labio inferior de manera lenta y suavecita.
Ni siquiera respiraba, estaba realmente sorprendido, tanto que apenas
podía moverse. Un agradable cosquilleo se instaló en su estómago, pero
duró poco debido a que el rizado se alejó, viéndolo a los ojos con una
pequeña sonrisita ladina.
Sin más, tomó la bolsa y se fue. Louis parpadeó rápidamente, sin llegar
a tiempo a seguirle con la mirada debido a que no se encontraba más en
el lugar. Vio alrededor, notando algunas personas verle con cierto espanto
por la escena de minutos atrás. Respiró profundamente y volvió a
acomodarse en su asiento, esperando a más clientes mientras se
preguntaba quién era ese niño, porqué lo había besado y cómo sabía su
nombre.
😈👿😈👿😈
Cuando llegó el final del día, luego de estar todo el rato limpiando,
refregando paredes, suelo, y cambiando los focos de luz, se reunió con su
jefe, esperando la paga. Su ceño se frunció al recibir mucho menos de lo
mínimo esperado.
—¿Tan solo esto por llegar tres horas tarde? —El anciano lo observó algo
sorprendido por la queja de Louis. —Son las doce de la noche. Mi turno
terminaba a las ocho y media.
—Por mí vete a la hora que quieras, luego de todo lo que provocaste hoy
hasta puedes ir buscando un nuevo trabajo.
El corazón de Louis latió con más fuerza, sin comprender qué sucedía
exactamente, suponiendo algo, pero...no. No podía ser. Simplemente no
podía.
—...No entiendo nada.
—Creí oír que estabas dispuesto a recibir un milagro de quién sea. ¿Por
qué ahora estás tan asustado? —Suspiró, negando lentamente mientras
soltaba pequeños “Mm, mm”. —Ustedes no saben realmente lo que piden
hasta que lo obtienen, ¿Verdad? —Lo observó de reojo. —Bueno, déjame
decirte algo. —Se detuvo, y junto a él Louis. —Lamentablemente para ti,
soy todo lo que jamás deseaste, pero puedo ayudarte más que un ángel.
El rizado alzó las cejas, inclinando un poco su cabeza. —¿Luzco como uno?
Si.
Una risita provino de los gruesos y rojizos labios del menor. —Si te digo,
puede que te asustes. —Canturreó bajito. Metió una mano en su bolsillo
y sacó una paleta que había comprado en el Supermercado de Louis,
metiéndolo en su boca luego de quitar la envoltura. Saboreó
ruidosamente, quitándolo de su boca al finalizar y sosteniéndolo en su
pequeña mano. —Uhm, bueno. Soy...algo así como un servidor del rey
del inframundo. ¿Eso está bien? ¿Es una buena manera delicada de
decirlo?
Louis metió las manos en su bolsillo. No podía permitir que el ni...que el
demonio notara los temblores en éstas. Intentaba estar tranquilo, pero
sentía que la cordura se le estaba escapando de las manos, que nada era
real.
—Sh, sh. Abuela, no pasa nada. —Se apartó un poco, y la anciana lo tomó
del rostro. —Estoy bien. Yendo al trabajo me di un gran golpe, estaba
algo dormido.
—¿Esa es tu abuelita? Que linda. —Empujó con uno de sus pies una caja
pesada.
Louis bajó la mirada, abriendo sus ojos de par en par al notar que la
mediana caja blanca estaba llena de pequeñas cajas de farmacias
reconocibles ante sus ojos. Aquellos eran los comprimidos de la
medicación que necesitaba su abuela.
La sonrisa del rizado se volvió más ligera, con menos emoción. —¿No es
obvio? —Alzó un poquito una de sus cejas, y ambos se observaron
fijamente. —Quiero tu alma.
El demonio ladeó un poco su cabeza, aún con una fría sonrisita en sus
labios. Tan sólo cuando hacía aquello, o se mantenía de forma seria, no
lucía nada dulce. Era como si todo rastro angelical se esfumara a la
velocidad de la luz.
Allí fue cuando Louis comprendió que debía de aceptar. Por su abuela, por
su trabajo, por sus vidas...
...por él.
No le desagradaba ni un poco.
Y en otros, seguramente.
—Es que yo...te extrañé. —En la mirada de su esposo notó aquella señal
que le hizo acercarse y refugiarse en su pecho, siendo envuelto por brazos
cálidos y fuertes. —Tuve un día agotador.
—Mi historia no es como la de los demás. El libro donde dice eso, más
bien, es algo que podría haber sucedido. —Lo aferró más cerca,
haciéndolo ponerse de puntitas de pies. —Niño travieso, husmeando el
despacho del diablo.
Tan solo bastó para que Harry acomodara el libro, se girara y tomara la
mano de su esposo. En un parpadeo, ambos habían salido de aquel
despacho, retomando la vida que diariamente sobrellevaban sin problema
alguno, y con mucho gusto.
"Estimados padres:
Nos complace invitarlos al pequeño ensayo que presentará cada alumno
de 1er y 3er curso por el festejo del Día Del Padre.
Día: Viernes 16. // Horario: 11 a.m.
¡Los esperamos!"
La mismísima Muerte, también llamado Harry Styles, alzó su vista, curioso
de ver la mirada de su esposo, el cual era el mismísimo diablo.
Éste lucía neutro -como de costumbre-, sin mucho que expresar ante lo
que había oído anteriormente salir de la boca de su niño favorito.
—... ¿Qué es lo que intentas explicar?
—Louis... —Se quejó Harry, cerrando el pequeño cuaderno del instituto al
cual su hijo mayor asistía y dejándolo en la mesa de noche de la
habitación de ambos seres sobrenaturales. —...tenemos que ir.
—Ni hablar.
El diablo se rehusaba, realmente lo hacía. ¡No había nada de especial en
aquel día! Era un día como otro, pero el instituto lo volvía especial y
provocaba que los niños que asistían a éste se sintieran mal debido a la
ausencia de "algo tan importante". Incluso le parecía ofensivo de parte de
los mundanos conmemorar tal cosa.
Sumando todo aquello, Louis no creía poder aguantar tanto la estupidez
humana. No creía que todos fuesen así, pero los pocos que se habían
presentado en su vida -excepto Harry- tenían pensamientos realmente
asquerosos, y se creían más que los demás. No quería estar tan cerca, y
se iba a encargar de criar a sus hijos de la manera correcta, incluso si
apenas sabía hacerlo.
Sin embargo, tuvo que soportar la cara de indignación proviniendo de su
esposo cuando finalizó de confirmar su ausencia al evento.
—No puedo creer que estés siendo así. —Hizo berrinche, como
habitualmente hacía desde que tenía dieciséis años, aunque antes solía
estar más callado y sumiso. A Louis le gustaba el cambio que había tenido
su niño, en todo el sentido de la palabra debido a que, bueno...lucía
realmente guapo todo el maldito tiempo. —Viktor va a sentirse muy mal
si no vamos. De seguro ha escrito un ensayo y todo. Jamás hemos asistido
a un evento así. —Continuó, sentándose en la cama lentamente y
apartándose un poco del cálido cuerpo del diablo.
Ninguno dormía, por supuesto. Harry solía hacerlo un poco, aún no se le
iba del todo, pero era debido al aburrimiento cuando Louis no estaba
presente en las noches, aunque eran pocas. También le sucedía a la tarde,
cuando sus hijos dormían siesta y el agotador trabajo como rey de las
almas no lo llamaba.
Estaba con su cabello despeinado, usando un pijama que se había
comprado para el invierno -incluso si ya no sentía las bajas temperaturas
como solía suceder-, cubierto con las mantas y con sus labios formando
una trompita. Louis, en cambio, no tenía otra cosa que ropa interior, la
cual pocas veces usaba. Si fuese por él, andaría desnudo hasta por la
sala, pero Harry creyó que debería de estar usando ropa interior ahora
que los niños estaban y podían entrar en cualquier momento al cuarto de
sus padres. Éstos -muchas veces- olvidaban de poner el pestillo.
—Harry, Viktor detesta hacer deberes. —Intentó calmar a su esposo,
llevando su mano repleta de anillos al brazo contrario y tirando
suavemente para tenerlo más cerca. —Apuesto a que ni siquiera ha hecho
un párrafo, principalmente porque aún le cuesta escribir sobre el guión.
—Te amo. —Louis buscó más su boca ante aquel pequeño susurro,
encimándose un poco sobre el cuerpo de Muerte mientras le acariciaba el
muslo con su mano libre.
—No es por eso, es por todo. Tienes seis años, Vik. —Ahora el castaño de
ojos verdes con una mancha negra cubriendo un poco el color en uno de
éstos se sentía un poco culpable. Extendió sus brazos hacia su pequeño,
el cual de inmediato se acurrucó contra su pecho. —No es bueno que
digas esas cosas.
—No copies lo que dicen las personas mayores, hasta que seas mayor. —
Sugirió Louis, viendo de reojo como Harry intentaba cubrir sus labios en
el cabello rubio de su hijo para no demostrar su gracia. —No copies lo que
haga nadie.
—Yo lo llevo. —Se ofreció el diablo, extendiendo sus brazos hacia su hijo,
el cual de inmediato se aferró al cálido cuerpo de su padre. Apoyó su
cabecita en el hombro del rey del inframundo, como si éste no fuese
aquello último. —Vendré en unos minutos.
—... ¿Qué? —Su voz salió un poco más fuerte de lo esperado. Fue casi de
inmediato que se acercó al más alto, el cual también lo hizo. —Dime que
es una broma y te equivocaste de casa.
—Están con Louis. No, ¿qué? Fi... —Llevó una mano a su frente,
entrecerrando un poco sus ojos ante el repentino estrés que estaba
sintiendo. Todo su cuerpo se encontraba tembloroso, de pronto se sentía
como si miles de demonios le estuviesen pasando por encima. —...te has
confundido. Alguien te ha dado la dirección incorrecta.
—Harry, yo... —Relamió sus labios mientras pasaba las palmas de sus
manos por sus pantalones, limpiando el sudor proveniente del
nerviosismo. —...no es la dirección incorrecta. ¿No lo sientes?
—Está bien, Hazz. Lo sabes. —Su mejor amigo le sonrió levemente antes
de dirigirse fuera de la habitación, cerrando la puerta al salir.
—Ay, por Dios. —Harry cubrió su rostro, suspirando con cansancio y alivio
a la par. Oyó un gruñido a sus espaldas y negó lentamente. —Diablos. —
Corrigió.
—No, no. Está bien, le sucede a cualquiera. —Muerte apartó las manos de
su rostro y se cruzó de brazos, luciendo condenadamente bien con su
vestuario de trabajo y la leve brisa de Rusia haciendo su cabello corto
hacia atrás. —Quiero decir... —Ladeó su cabeza, observando el cuerpo
inerte del peludo felino en el patio trasero de su hogar. —
...definitivamente hubo una muerte.
—Sí...
—Has tenido una semana de mierda, creyendo que nuestros hijos iban a
morir, y ha resultado ser un gato. —Frunció un poco su ceño, sintiendo
molestia al notar que Harry ni siquiera le prestaba atención. Se
encontraba completamente embobado por el felino, el cual lloraba luego
de haber vuelto. Muerte rápidamente se acercó a éste, poniéndose de
cuclillas y comenzando a acariciar el peludo lomo. —Te estoy hablando.
—...Bien.
—¡No te olvides que hoy es el ensayo de Vik! ¡Te amo, Louis! —Y aunque
no se giró ni respondió, una lenta sonrisa creció en sus labios.
Rusia no era un país muy liberal, pero Harry lo había elegido cuando las
cosas eran muy diferentes. El mundo no había cambiado del todo, pero
había más opciones dónde estar cuando dos hombres se enamoraban, y
definitivamente no era aquel país.
Las miradas de los padres de otros alumnos en Muerte y Diablo eran una
mezcla de disgusto y sorpresa. El instituto estaba completamente lleno,
con niños correteando por todas partes. Harry sostenía a Dean en brazos,
y Louis tenía una de sus manos en el hombro de su hijo de seis años, el
cual estaba de pie frente a éstos, luciendo perdido mientras veía a su
alrededor y aferrando su mochila color amarillo a su pecho.
Una mujer de cabello rubio y brillante sonrisa comenzó a hablar. Harry
frunció el ceño; Todavía no se acostumbraba a comprender todos los
idiomas como si siempre los hubiese estudiado.
—¡Los niños que hayan preparado sus ensayos pueden seguirme!
Harry de inmediato vio a su hijo. —Anda, Vik. —Lo alentó. Éste lucía
espantado mientras caminaba lentamente hacia los alumnos que se
amontonaban frente a la mujer.
—Tiene miedo. —Comentó Louis, viendo fijamente al niño hasta que éste
se perdió a la vuelta del lugar, adentrándose a un salón. Se giró casi de
inmediato y tomó a su hijo menor, el cual se quejó de inmediato, de los
brazos de su esposo. —Lo has estado cargando todo el camino.
—Está malhumorado, no quiere bajarse.
Louis bajó al niño al suelo, el cual se aferró a su pierna mientras
continuaba quejándose. Ambos sabían que éste no había dormido bien, y
quería su siesta de siempre, sin interrupciones. Las personas a su
alrededor observaban la escena, y mientras Harry volvía a tomar a su hijo
en brazos, el diablo amenazaba con la mirada a las familias Rusas de su
alrededor.
—Louis... —El más bajo de ambos había notado aquello mientras mecía a
Dean, el cual intentaba dormir en su hombro.
El rey del inframundo tan solo lo vio por el rabillo del ojo, tomándolo de
la mano y guiándolo cuando la maestra de su hijo mayor indicó que se
adentraran al salón. Era lo suficientemente espacioso para que todos los
padres entraran, pero Louis se dirigió junto a su esposo hacia el fondo.
—Hasta que al fin llegan. —Harry se giró de inmediato al oír la voz de su
mejor amigo, el cual se encontraba a su lado. Observó a su sobrino menor
y tendió sus brazos. —Dámelo. —Muerte de inmediato lo hizo, y el niño
ni siquiera se quejó. Amaba a su tío. —¿Todo en orden?
Harry asintió, observando de reojo a su esposo y notando la mirada de
éste fija en él. Suspiró. Sabía que Louis no iba a dejar de insistir respecto
a esto, y en parte lo entendía bastante. Seguramente él también había
tenido dudas de su seguridad, seguramente también habría pasado
miedo.
Llevó su mirada a Fionn. —Eres un torpe, Fi. —Simplemente dijo,
sorprendiendo al último nombrado. El diablo silbó. —Casi haces que me
dé un infarto, y he perdido el hábito de dormir. Por favor, si no estás
seguro de algo, no lo digas. —Pidió con amabilidad a pesar de lo que
estaba diciendo, parpadeando suavemente.
Nadie podría enojarse con él hablando tan suave y luciendo de esa forma.
—Lo siento, Harry. No volverá a pasar, lo prometo. —Dirigió su mirada
hacia Louis. —Y lo siento, Louis.
—Conmigo no te disculpes. La próxima que lo hagas, te arranco las bolas.
—El diablo ni siquiera se giró a verlo, tenía sus ojos entrecerrados,
vigilando a su hijo mayor, el cual estaba entre todos sus otros
compañeros.
Fionn alzó ambas cejas, sorprendido mientras veía a Harry de reojo, el
cual negó. Definitivamente no quería volver a pasar por algo así.
—"No tienen autos, porque nos pueden hacer viajar con sus
poderes." —Siguió la mujer mientras Viktor asentía, estando de acuerdo
con su propia escritura. —"Uno trabaja castigando malos, y el otro
los"..."los mata". —La mujer alzó la mirada, buscando a los padres del
niño entre las personas. Ninguno dijo ni una palabra, tan solo
permanecieron viendo al frente. —"Pero yo los amo igual, y más
ahora, que nos regalaron a mi hermanito a mí un gato que se había
muerto en nuestro patio." Cariño. —La mujer vio al niño, el cual
continuaba con una sonrisita en sus labios. —¿Dónde están tus papás?
—N-No, no. Está bien. De todas formas, así termina el ensayo de Viktor.
—Una sonrisa -esta vez, falsa- creció en sus labios, viendo al frente
mientras acariciaba el cabello rubio del niño. —Un aplauso para Viktor y
su ensayo.
—¡Papi! —El niño corrió hacia los brazos de Muerte, el cual lo envolvió de
inmediato, besándole cariñosamente la mejilla. —¿Te gustó mi ensayo?
—Llevó sus pequeñas manos al rostro de Harry y lo observó con ojos
brillantes y mejillas sonrojadas. —¿Estás feliz?
—Me encantó. Te amo tanto, tanto. —Lo cargó en brazos, dejando besos
en su cabello y olfateando un poco. Amaba el aroma de sus bebés. —Eres
increíble, Vik. Todo lo que haces me llena de amor.
Viktor parecía estar a punto de decir algo, pero sus ojos se agrandaron al
ver a La Parca detrás de su padre, sosteniendo a su hermano menor, el
cual dormía cómodamente en el hombro del adulto.
—¡Tío Fionn, viniste! —Se sacudió un poco en los brazos de Harry, y éste
último lo acercó a su mejor amigo, entregándoselo. Ahora Fionn cargaba
a ambos niños. —¿Viste que lindo mi ensayo?
Harry sentía que su mandíbula iba a golpear el suelo. Justo cuando estuvo
a punto de decir algo, Louis apareció a su lado, con una hoja mediana en
una de sus manos.
—¡Papá! ¡Mi dibujo! —Exclamó el niño cuando notó lo que Louis sostenía.
—¿Nos lo llevamos a casa? ¿Al refrigerador?
—Al refrigerador. —Repitió el rey del inframundo, llevando su mirada a su
esposo. —Son sus disculpas por el interrogatorio en medio del ensayo.