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Reah Lo que el silencio esconde: Débora&Marc

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Reah Lo que el silencio esconde: Débora&Marc

Copyright 2023

© 2023, “Lo que el silencio esconde” – Versión Débora y Marc.

Escrito, editado y maquetado por Reah.

Imagen extraída de internet y editada por Reah.

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o parcial de esta obra, ni su traducción ni su adaptación ni su difusión por
cualquier medio o formato sin autorización previa de los titulares de
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Reah Lo que el silencio esconde: Débora&Marc

Hay ocasiones en las que el silencio es la única manera que


encontramos para sobrevivir. Un silencio que creemos que nos protege
manteniendo lejos cualquier cosa que pueda quebrarnos por dentro. Pero
no nos damos cuenta de que esa protección solo nos deja por compañera
la más absoluta soledad. La soledad de una habitación cerrada a cal y
canto donde convivir con todas esas preguntas que no obtendrán
respuestas. Con todas esas declaraciones jamás pronunciadas pero mil
veces imaginadas. Con todos esos finales felices que quizá sucederían si
tuviéramos el valor de romper el silencio. Pero cuando no encuentras tu
voz, cuando no encuentras la manera, te terminas por convencer de que la
decisión de callar la tomaste de verdad. Que nadie te obligó. Que es lo
mejor. Y mientras, aunque no quieras verlo, sabes que tu alma se apaga.
La tristeza y la resignación observan como la desesperación por gritar
termina por convertirse, una vez más, en silencio.

Pero un día, sin entender cómo ha pasado, una fracción de segundo


da la vuelta por completo a tu vida. De repente vale la pena todo el
sufrimiento del mundo con tal de salir de esa habitación. Aunque lo que
pueda esperarte fuera sea el mismo infierno, será mejor que continuar un
instante más entre todo lo que silencias. Salga bien o salga mal, al menos
habrás encontrado tu voz. Y la libertad de escucharte oír lo que callas vale
todo lo demás.

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El sonido de cristal del vaporizador sonó contra la madera del


tocador. Una nube de perfume se extendía por la habitación avisando de
que el ritual había terminado. Estaba lista para salir. Ya de pie volvió a
revisar que el blanco de sus dientes no estuviera manchado de carmín. Se
ajustó el dobladillo de la falda tirando de él hacia abajo. Pasaría frío hasta
la tercera copa, pero valdría la pena. Los tacones resonaban por la casa
mientras se acercaba a la cocina. El muchacho se hacía una tortilla sin
mucho entusiasmo cuando recibió un rojo beso que se quedaría en su
mejilla un rato.

—Me voy ya, no me esperes despierto.

Se giró para admirar a su espectacular novia. Era preciosa, una


auténtica diosa de cabellos blancos y ojos azules que con determinada luz
parecían violetas. Dio una vuelta sobre sí misma con elegancia para que su
chico pudiera observarla desde todos los ángulos. Sonrió con una pose
sexy.

—¿De verdad no te quieres venir? Viene Andrea…

—Te recuerdo que Andrea te gusta a ti. —Dijo Marc con pereza.

—Por eso te lo digo. Igual esta noche le entro y me pone muchísimo


imaginarme que nos miras mientras le como la boca.

La chica se acercó provocativa. Lo apartó de los fogones para tocarle


el pecho y empezar a bajar la mano por su vientre.

—Brina, que se me quema la cena. —Sonrió. —Si te lo montas con


ella luego quiero que me lo cuentes con pelos y señales.

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—Vale. Pero por favor, móntatelo con Perfecto y déjame mirar. Te lo


suplico, te lo imploro.

Sabrina empezó a retorcerse juntando mucho las piernas como si


quisiera evitar que algo se escapase. Marc se reía incómodo mientras
apagaba el fuego y colocaba su cena en un plato. Su novia seguía haciendo
aspavientos y poniendo caras mientras él ponía la mesa para un solo
comensal. Estaban probando tener una relación abierta, pero únicamente
de manera homosexual. Ella tenía libertad para tener encuentros con
chicas y él con chicos, pero no con gente del sexo opuesto.

—Igual lo llamo esta noche y nos vamos a tomar unas birras. —


Mintió únicamente para ver la cara de su novia.

—Por favor. Y luego os acercáis a Cánovas. O no, mejor no vengas.


Que si traes a Perfecto, Andrea ya no me volverá a mirar en toda la noche.

Se despidieron entre risas hasta que finalmente salió por la puerta.


Cuando se quedó solo un pensamiento intruso apareció en su mente.
Perfecto se le acercaba con cara de lascivo a unos niveles difíciles de
soportar. Marc se movió incómodo en el sofá. Aunque sentía que podía
tener sexo con cualquier persona, no se sentía genuinamente atraído por
los hombres. Y Perfecto lo intimidaba muchísimo. Mientras pensaba en
que quizá lo llamaría, su teléfono sonó.

Era Anatema, la amiga rara de Débora. Pero bueno, él también lo era.


Por un momento pensó que había pasado algo pero en seguida notó la voz
amigable de la chica. Una invitación a una fiesta. Los pensamientos del
muchacho iban a toda velocidad. ¿Por qué le había llamado Anatema en
lugar de Débora? La escuchaba de fondo pero no la entendía bien. De
repente lo comprendió. Débora estaba montando una fiesta, estaban
avisando a amigos comunes y no quería invitarle. Anatema, por el tono
juguetón, lo llamaba para molestar a Débora. Y la voz de fondo de ella, por
como sonaba, completaba la narrativa. Reaccionó de la única manera que
sabía.

—¿Qué dice esa cerda, que no vaya? Pues ahora voy.


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De repente la conversación terminó y el teléfono se colgó. Cuando se


dio cuenta de lo que acababa de pasar se levantó como si le hubieran
pinchado en una nalga. El plato retumbó en la mesilla de café con la
tortilla a medio comer. Los sueños con ella eran cada vez más intensos. La
tensión que sentía a su lado cada vez era mayor. Hacía tiempo que podía
controlar lo que surgía en su interior cuando la miraba, pero después de
verla en peligro y sentir que podría perderla para siempre… Un incendió
sin control se desató. Y ahora se iba de fiesta con ella.

Llegó al destrozado Nevernight con el gerente poniendo música. Un


montón de gente de todo tipo estaba por allí casi tan fuera de lugar como
lo estaba él. O eso creía. Empezó a observar a los asistentes y encontró
algunas caras que ya conocía. Se sentía tan diferente de todos los demás
que no se animó a acercarse a nadie, así que se quedó en una esquina
observando a Débora, que parecía estar en su salsa. Reía con sus amigas,
visiblemente borracha, mientras gritaba cosas sin mucho sentido. Ni
siquiera se había percatado de su presencia. Era obvio que en realidad no
quería que él estuviera allí. Primero se lanzó a por una chica con el pelo
rosa, coqueteándole sin parar. Luego a un chaval con pintas del típico
guaperas, pelo alborotado, labios carnosos y ojos azules. Desde la otra
punta se le escuchó decir “Anatema, Anatema, se la puedo arrancar yo
con la boca” haciendo alusión a su camisa, seguido de risas y bromas. Reía
con complicidad con ellas hasta que se giró y sus miradas se encontraron.
Su cara cambió automáticamente. Miró a las demás como si les estuviera
pidiendo ayuda y al final se resignó a acercarse a la esquina. El lenguaje
corporal, su cara y hasta su voz habían cambiado mientras se acercaba
lentamente. No necesitaba más pruebas.

—¿Y esa cara mustia?

La chica intentó justificarse torpemente para pedirle que abrazase a


su amiga. Qué rápido necesitaba marcar límites. Percibió que le estaba
mandando señales y él sintió ganas de huir. ¿Qué hacía allí? Y disoció.
Preguntas sin mucha profundidad. Respuestas igual de sosas. Y luego una
propuesta de baile. No entendía nada y la tensión crecía. Hasta que al final

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le cogió de la mano y lo apartó de la fiesta para quedar solos en un


almacén. Débora intentó iniciar una conversación incómoda que no
terminaba de hacerse realidad. La mente de Marc intentaba analizar
cualquier pequeño gesto mientras la chica trataba de encontrar las
palabras para expresarse. ¿Se iba a declarar? ¿Ella también sentía algo y
por eso lo evitaba? ¿Le iba a proponer no verse nunca más? Y finalmente
dijo que quería dejar de trabajar con él.

La punzada en la boca del estómago se sintió como una puñalada


helada. La perdía. Mientras intentaba entender la situación una extraña
sensación empezó a inundar su alma. Nunca le habían permitido sentir
tristeza. Era un hombre. Era Hades, el dios del inframundo. Y lo que surgió
en su interior fue enfado en su lugar. Recuerdos empezaron a brotar sin
control como si fueran pruebas de que la ira que sentía estaba justificada.
Eran felices. Estaban bien. Y de repente se marchó con vagas
explicaciones. Cortó toda comunicación con él. ¿De verdad no podía
hablarle, o había decidido alejarse haciéndole ghosting? Volvió mucho
tiempo después con marcas. Nunca se las explicó bien. Llegó a pensar que
se había enamorado de alguien más, que había huido con esa persona
olvidándose de él y que quizá la relación había terminado en muy malos
términos. Con esa terrible herida en su espalda y con muchas ganas de
olvidar. Él también había tenido muchas ganas de olvidar. Y ya estaba
Sabrina en su vida. Entonces era pronto, podía dar marcha atrás. Le contó
que tenía novia. Si aún sentía algo por él vería algo en su mirada. Celos.
Tristeza. Algo. Simplemente sonrió dándole la enhorabuena por haber
encontrado a su Perséfone y se ofreció a tatuarle a ella ese símbolo.
Aquello que era de ellos. Solo de ellos. Y le tatuó a Hades y Perséfone en el
pecho. Recuerdos de cómo Débora se ponía coqueta pidiendo que
abrieran la relación. Bromas y risas sobre hacer un trío. Insistiéndole que
lo comentara con su novia. Y ahora, con vagas explicaciones otra vez, se
volvía a marchar después de sembrar en él la larga sombra de la duda.
¿Qué había hecho para merecer aquella tortura?

La miraba atónito mientras ella intentaba huir. Quería hablar, quería


decirle que había aparecido en su vida para ponerlo todo del revés y luego
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desparecer. Que lo había hecho ya dos veces. Que no le abandonase una


vez más. Y luego Sabrina aparecería como un pensamiento culpable. Todo
ello pasaba a toda velocidad por su mente sin poder hablar, totalmente
bloqueado, en silencio.

—No sé cómo decirte esto pero… no puedo… Necesito un tiempo.


Para recuperarme. Un tiempo para poner en orden todo lo que me está
pasando y entonces… reengancharme contigo…

“En el local” terminó, pero él no llegó a escuchar. Su cabeza le dejaba


escuchar a medias. Débora decía que quería irse para luego
reengancharse con él. ¿Qué le estaba queriendo decir? Sentía como la
presión le oprimía el pecho pensando que quizá ella se estaba intentando
apartar de él porque… ¿sentía cosas? Pero hacía un momento le había
mirado sin mucho interés mientras ligaba con otros. Marc sentía que la
incertidumbre lo iba a matar y preguntó.

—Em, que me… Débora por favor, habla claro porque no sé que me
estás queriendo decir. —Suplicó.

De nuevo, explicaciones a medias. La chica hablaba sin decir nada. Su


expresión no era la de alguien declarando su amor. Obviamente que no. El
chico le preguntó si quería unas vacaciones y ella sentenció que no quería
seguir tatuando. Y entonces lo entendió. Otra vez ella no quería estar a su
lado y quería marcharse. Como lo había hecho hacía unos años. Y ya nada
importaba. Se lo dijo, reventó. Le recriminó que volviera a marcharse y
ella repitió el relato inconexo de antaño.

La confusión lo invadía y las miles de preguntas que se había hecho le


asfixiaban con fuerza. No podía hablar. Y entonces Débora, en medio de
toda la vorágine de sufrimiento, le hizo explotar del todo.

—Te lo quiero contar todo para que lo putoentiendas. Porque no hay


nadie en esta vida con quien quiera compartir esto con más ganas que
contigo.

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“No hay nadie en esta vida con quien quiera compartirla con más
ganas que contigo” pensó Marc, pero lo que llegó a pronunciar fueron
todos los reproches que calló durante tanto tiempo. Aunque eso
significara poner en palabras su mayor temor y su mayor culpa al mismo
tiempo.

—¿Qué hubieras querido que hiciese? ¿Qué me lanzase a tus brazos?


¿Era eso lo que querías? ¿Y qué pasa con ella?

La pregunta de Débora lo hizo bloquearse de nuevo. No sabía bien


que quería o qué esperaba. Quizá solo quería ver algo en ella, algún tipo
de sentimiento por él, alguna señal que le diera fuerzas para romper con
Sabrina. Pero no ocurrió así y ahora ya era tarde. La tensión se sentía
como un fino hilo a punto de romperse, y con él, el mundo entero. Al
menos su mundo entero estaba a punto de quebrarse para siempre. Y sin
saber cómo ni por qué, se lo dijo. Le dijo, con rabia y con pasión, que si la
probaba una vez más no podría alejarse de ella. Que no podía soportar
más la situación. Se sentía en una prisión de dolor y sufrimiento, tanto del
suyo propio como del que podría llegar a provocar. Derrotado entendió lo
que hasta ese momento no había querido admitir. Nunca la recuperaría.
Así que lo mejor era precisamente eso, que se alejaran el uno del otro.

Débora empezó a hablar y Marc creyó caer en un abismo sin control.


Lo quería. No había dejado de hacerlo. Durante todo este tiempo ninguno
de los dos había dicho nada y se amaban en silencio. Se volvió a bloquear.
Su corazón le pedía no separarse jamás de ella. Estaba ahí mismo, lo que
llevaba tantos años deseando. Pero su cabeza le recordaba que Sabrina no
se merecía esa traición. También la quería. Su mente empezó a sopesar
muchísimas posibilidades y ninguna tenía un final feliz, hasta que la chica
lo abrazó. Sentía que se iba a desmayar. El corazón le tronaba con fuerza
en los oídos. Le faltaba el aire y sentía que su cuerpo se movía sin que él
pudiera hacer nada por evitarlo. La abrazó y hundió su nariz en el pelo de
ella. Su aroma era como un dulce veneno que lo empujaba a la locura. La
locura de sus brazos, de sus ojos, de su boca. Le sujetó la cara para mirarla

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y encontrar allí el templo donde quería morir. Pegó su frente a la de ella


luchando con todas sus fuerzas por no perderse.

—Empújame. Apártame de ti. —Le rogó.

—¿Y si no quiero? Porque nunca he querido apartarte de mí. Nunca.

La chica siguió hablando rota de dolor. El muchacho apretaba los ojos


con fuerza en un intento de no ver la cara decepcionada de Sabrina. Se
imaginaba apartándose de Débora, volviendo a casa y encontrarla vacía.
Esperar a que Sabrina volviera de fiesta, probablemente borracha, para
decirle que seguía enamorado de Débora. Después de todo aquello no
podría simplemente volver y actuar como si nada le importase. En su
corazón ya la había traicionado. Vio la cara de Sabrina sumida en la
tristeza por no haberle entregado lo que se merecía. Su corazón sin
reservas. Y entonces, exhausto, se dejó arrastrar por la corriente.

—Perdóname, Brina.

Y la besó como si se terminase el mundo. La culpabilidad se desdibujó


cuando notó su sabor. Lo ansiaba como si fuera el aire después de estar
años bajo el agua. Avanzó hacia ella en un intento de pegarse a su cuerpo
lo máximo posible. Nadie volvería a separarlos. Su mente volvió a conectar
cuando se encontró con una pared. Queriendo poner distancia separó los
labios de los suyos pero un impulso casi animal le obligó a mordisquearle
el cuello y la mandíbula. Sus cuerpos estaban totalmente pegados y
notaba como su ansia se empezaba a hinchar. Sabía que no podría parar.

—Me estoy volviendo loco… No está bien… —Dijo respirando


entrecortadamente mientras no podía evitar volver a mordisquearla.

Sus dedos se perdían entre el cabello de ella mientras le seguía


sujetando la cabeza. Sus labios volvían a encontrarse haciendo que la
desesperación se apoderase de él. Quería hablarle pero apenas alcanzaba
a respirar. Instantes después notó que su erección entraba en contacto
con el cuerpo de Débora y se separó de ella para mirarla a los ojos. Le
pidió mentalmente que lo deseara, que no le dejara escapar y como si lo

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hubiera entendido se abalanzó sobre él besándolo con pasión. La chica lo


besaba con tanta ansia que le mordía los labios como si quisiera devorarlo.
Mientras le mordía el cuello le arrancaba la camiseta. Marc sentía su
cuerpo resbalando por una pendiente sin frenos y se entregó a la pasión.
Desabrochándose los pantalones con rapidez pasó sus manos a los
pantalones de ella. Solo podía pensar en deshacerse de todas las barreras
que le impedían amar a Débora. La amaría de todas las formas posibles
todo el tiempo que ella le dejase. Toda la noche. Toda la vida.

Mientras se despojaban de toda la ropa pasaron al suelo. A ratos


abría los ojos para comprobar que era su Perséfone de cabellos purpúreos
quien estaba debajo de él. Todavía no podía creérselo. Y aunque la
culpabilidad asomaba fugazmente, el amor por Débora hacía que todo el
sufrimiento valiese la pena. La impaciencia se apoderaba de él mientras le
quitaba los tirantes del sujetador. Pequeños mordiscos viajaban por allá
donde hasta hacía un momento cubría la tela. Contuvo el aliento al
descubrir el pecho de Débora. Como si una correa tirase de su cuello, se
lanzó hacia ella cubriendo el piercing del pezón con sus labios. El piercing
de la lengua del chico chocaba con los de ella haciéndolos vibrar. Un
gemido contenido se escapó de entre los labios de Débora que empezaba
a respirar con fuerza. Mientras Marc cubría de húmedos besos sus pechos,
otra mano descendía por la línea alba de ella hasta llegar más abajo del
pubis. La abundante humedad sorprendió al chico que no pudo evitar
parar de besarla para buscar su mirada. Una sonrojada Débora miraba a
los ojos de su Hades mientras este le preguntaba sin hablar el motivo de
aquello. Abrió la boca para tratar de justificarse pero dos dedos separaron
también sus labios y empezaron a dibujar fantasías.

La chica dejó caer su cabeza hacia atrás sin tratar de reprimir el


placer que sentía. Pero rápidamente volvió a mirarlo. Sus ojos se
encontraron en una expresión de reto mutuo. Sin llegar a introducir nada,
Marc seguía dibujando por el exterior mientras observaba cada gesto de
su amada, buscando el placer entre todos sus pliegues. Pero de repente
Débora cambió la expresión. Con un movimiento brusco se separó de
Marc empujándolo y haciéndolo caer hacia atrás con las piernas
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separadas. La chica, gateando hacia él, empezó a deslizar su ropa interior


hasta los tobillos.

—No sabía que tuvieras sueños premonitorios, Hades. Porque pienso


devorarte hasta quedarme saciada.

Apenas pudo resoplar ante lo que venía, que Débora ya había


comenzado su amenaza. La chica no dejaba de mirarle a los ojos mientras
subía y bajaba su cabeza de manera rítmica. Marc observaba la escena
como si quisiera grabarla a fuego en su memoria. El placer le producía
calambres por todo el cuerpo mientras no podía apartar su mirada de ella.
Tenía entre sus piernas al ser más bello del puto universo. Quería dárselo
todo, incluso su vida si fuera preciso. Y entonces fue él quien cambió el
gesto. Cerró los ojos con fuerza intentando contener lo que venía y se
apartó. Buscó rápidamente la boca de Débora para besarla con pasión
mientras la devolvía al suelo para colocarse encima de ella. Sus cuerpos
entraron en contacto mientras se seguían besando pidiéndose
mutuamente que por favor, sucediera.

Marc acomodó la cadera para rozarla de arriba a abajo con su


miembro. Débora lo miraba sin darse cuenta de que le clavaba las uñas en
la espalda a modo de súplica. Con una mano lo acomodó en su entrada y
se detuvo. El tiempo se congeló. El mundo desapareció. Solo estaban ellos
dos. Marc empezó a empujar con sumo cuidado y lentitud mirando
profundamente a los ojos de Débora. Ella, suplicante, los cerró. No hacían
falta más señales para que Marc terminara por fundirse en el amor de su
vida.

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¡Muchísimas gracias por haber leído este relato!

Espero que hayas disfrutado de este relato basado en el universo de


“Amor de Otro Mundo”, que tiene como protagonista a Débora y Marc. Si no
conoces el universo de #adom #adome, te invito a que te pongas al día
en mi canal de twitch y en mi canal de youtube que te dejo más abajo.

Amor de Otro Mundo: Éxtasis es una partida de rol mastereada por mi


y jugada por cinco compañeras streamers. Este relato narra otro punto de
vista de escenas no vistas en partida, pero que se puede considerar
totalmente canon y fiel a la trama que se ha visto y que está por venir.

Si has obtenido este relato de forma gratuita, me gustaría que, si te ha


gustado, te pasases por mi cuenta de ko-fi para regalarme un café y que
así siga escribiendo más relatos como este.

De nuevo, ¡muchas gracias!

Twitch: https://www.twitch.tv/reahofi

Amor de Otro Mundo: Éxtasis:


https://www.youtube.com/playlist?list=PLoYdPqRxkadMeUas-598Gw3U2h6M4qXzN

Ko-fi: https://ko-fi.com/mastereah

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