Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Los Sinú se asentaron en las productivas tierras bañadas por los ríos Sinú
y San Jorge, hoy los departamentos de Bolívar, Sucre, Córdoba y parte de
Antioquia en donde vive su descendiente pueblo Zenú; los Muiscas (de la
macro familia lingüística Chibcha) habitaron la fértil altiplanicie andina de
la cordillera Oriental, comprendida en los actuales distritos de Boyacá,
Cundinamarca y un extremo de Santander; la cultura de San Agustín que
se situó al oriente del macizo colombiano en la región del Alto Magdalena
departamento del Huila; los Tierradentro en las estribaciones orientales de
la Cordillera Central lo que comprende hoy día la zona del Cauca y por
último tenemos a los Tolima, habitantes de este territorio que por los
principales y más numerosos hallazgos del llamado arte Tolima es, en
términos generales, el mismo de esta sección del país.
Siendo una cultura del agua, cerca a ella creaban sitios sagrados por ser
morada de los espíritus y por consiguiente había que respetarla. Si el río
se enmugraba era entendible que los enmugraría. El río era el bosque, el
bosque era también el río y sus pueblos tenían sus orígenes en el río y el
bosque. La selva era para los Panches como el útero es para el embrión,
de importancia suprema. Eran criaturas de la madre agua. Allí, en aquel
elemento, se encontraba no solamente la fuerza vital sino todo comienzo
de vida, relación esta conciliadora con la naturaleza. Siendo una cultura de
la Madre Tierra comprendieron cómo tratarla y sacar beneficios mutuos sin
que las planicies y laderas sufrieran, como padecen manejadas por el
hombre actual. Eran guardianes de ese equilibrio que se rompió y seguirá
así hasta que el hombre contemporáneo sienta con profundidad y asuma
con respeto los trazos dejados por estas culturas negadas, descifre los
mensajes sobre conservación, aprenda a conocer y apreciar su talento
artístico y cultive su habilidad de sobrevivir sin destruir.
Preclásico o formativo: Del 400 al 200 a. n. e., Se presume que por este
espacio de tiempo se inicia el arribo de hordas Caribes provenientes de la
Costa Atlántica a zonas del centro de Colombia utilizando el río
Magdalena. Sectores estos ya habitados por tribus, algunas sedentarias,
otras nómadas y cuya condición era la de recolectores de raíces,
pescadores y cazadores que dependían de la migración animal. Se cree
que algunas de estas familias que habitaban los valles y laderas del río
Magdalena y algunos afluentes, eran de procedencia de una
antigua cultura denominada Herrera quienes habitaban territorios después
ocupados por los Muiscas, familias que comenzaban a sembrar el algodón
para ser elaborado y utilizado en el frío altiplano. En el mismo periodo se
desarrolla una aculturación entre estos grupos humanos (Familias
nómadas con grupos procedentes del Caribe). Se afianza
la agricultura con el cultivo del maíz, la yuca y algunos cereales. Se logra
un excedente permanente de alimentos, abastos que habría atado a estas
gentes a este único lugar alentándola a renunciar a su nomadismo y así
someterse al control de quien gobernaba el campamento. Se organiza la
convivencia entre estos clanes y desarrollan una sociedad más compleja.
Para dar una idea de este ordenamiento territorial, puedo citar todas las
agrupaciones que se han podido encontrar en el sector dominado por los
indómitos Panches. De igual forma la parte toponímica, consistente en la
evaluación del nombre de un lugar, resulta reiterativo en el sufijo IMA,
reflejando claro que esta nación fue dominada por gente de origen
típicamente caribeño. La mayoría de los nombres a continuación
presentados, coinciden inequívocamente con este examen que refuerza
de alguna forma la búsqueda dentro de la zona limítrofe enmarcada
anteriormente de los principales pueblos del país de los Panches:
Anolaimas, Ambalemas, Anaimes, Anca-Abea-Ujiate, Anapoimas, Bledos,
Bituimas Bocanemes, Bulundaimas, Combeimas, Calamoimas,
Conquimas, Condimas, Conchimas, Caimas, Colimas, Calaimas,
Calandaimas, Doimas, Herbes, Guacanes, Gualíes, Guataquíes,
Guasquias, Chapaimas, Chapaimillos, Iqueimas, Iquimas, Lumbíes,
Luchimíes, Luchutas, Lutaimas, Mátias, Manoas, Marquetones, Mátimas,
Metaimas, Nataimas, Nimaimas, Nocaimas, Onimas, Ondamas,
Panchiguas, Pascas, Síquimas, Sasaimas, Sutaimas, Tocaremas,
Tocaimas, Taimas y Taquimas.
No han sido suficientes los esfuerzos que se han realizado para determinar
si entre los Panches existía al igual que los Caribes de las Antillas o
Kalinagos, dos dialectos, ya que no se ha encontrado prueba histórica que
sustente este comportamiento, el de hablar dos idiomas “el de los hombres
y el de las mujeres”. El padre Raymond Breton, quien estuvo por espacio
de varios años entre los Caribes de las Antillas en la primera mitad del
siglo XVII, sostuvo que este sistema de lengua dual fue el resultado de una
invasión a las islas antillanas por hombres de habla Caribe provenientes
del Sur de América, quienes tomaron posesión de las islas y de sus
habitantes de habla Arawaco. Pese a las sugerencias del padre Breton,
estudios de expertos lingüistas como Berend Hoff de la Universidad de
Leiden, o trabajos más recientes como los de Douglas Taylor, contradicen
estas hipótesis. Tales científicos sostienen que la lengua hablada por los
hombres de estas islas es nativa; una lengua que guarda extenso léxico y
una gramática altamente simplificada. Si la lengua hablada por los
hombres es como otras jergas nativas, ello reflejaría más que una
intervención forzosa, una acción pacífica entre Caribes americanos y
Arawacos antillanos.
Volviendo al Tolima de los Panches, se ha encontrado apoyado por
crónicas españolas y el investigador Pedro José Ramírez Sandoya
(Diccionario Indio del Gran Tolima) que además del Caribe, en esta zona
también existen muestras de palabras en otras lenguas como el Tucano,
quechua, y el Chibcha. Otro punto destacable es la interferencia lingüística
de los Panches que con su idioma, mezcla del Caribe y otros dialectos, se
extiende hasta el día de hoy y es así como aún usamos palabras en
nuestro vocabulario cotidiano. Para dar algunos ejemplos citamos las
siguientes: Arepa, ahuyama, bagre, batata, barbacoa, batea, bohío,
bejuco, cacique carey, cabuya, canoa, caney, guayaba, guácimo, guarapo,
guayacán, guaca, guambito, guacharaca, guácimo, guarapo, guama,
hamaca, huracán, iguana, igua, iraca, morrocoy, mamey, maíz, nigua,
Síquima, Tolima, totuma, tabaco, y yuca, entre otros. Actualmente aquí en
Colombia la lengua Caribe sólo se habla entre los indígenas Motilones y
los Chocoes.
Demografía y territorio
Ellas tenían una inmensa responsabilidad social, ya que hacían todos los
trabajos dentro de la comunidad cuando los hombres se dedicaban a la
tarea de defender su estado o invadir nuevas tierras. Sin embargo, la
presencia constante de las mujeres en el combate contra los invasores
castellanos, no necesariamente caracteriza una comunidad bélica; por el
contrario, se presume que es la respuesta masiva de un estado agredido,
asumiendo un papel serio en defensa de su pueblo. Valientes, osadas e
inteligentes mujeres tomaron parte en la defensa de sus aldeas contra la
provocación española y eran señoras de grandes y potentes ejércitos que
lucharon contra la vileza a que sus pueblos habían sido sometidos. Entre
los relatos más publicados por los cronistas tenemos el de la Cacica Madre
Gaitana, que con su triste historia nos transporta a los horrores y posturas
inmoderadas de la conquista española de aquellos tiempos. Sus acciones
de guerra en defensa de sus tierras han sido continuo motivo
de leyendas y de símbolo nacionalista. Pero junto a esta intrépida Cacica
Yalcona, tenemos cientos de heroínas, que poco o nunca han sido
nombradas en las remembranzas de la historia Colombiana. Aliada de los
Paeces, nación nunca vencida, y de los Pijaos, combatieron juntos con
coraje y sorprendieron a los conquistadores en múltiples ocasiones.
Última frontera
Los castigos corrieron horrorosos para que fueran tomados como escarnio
y ejemplo. Fueron, aperreados, de la palabra aperrear (cautivos indios
entregados a los feroces perros mastines para que fueran despedazados
vivos), ahorcados, decapitados, muertos a garrote, azote o a piedra,
tormento de quema de pies y cuerda al cuello, quemados vivos; sus
cuerpos destrozados y colocados en sitios públicos hasta que los restos
quedaran hechos polvo, para que no quedara memoria y los demás
entendieran que este castigo se daría a otros que cometieren el mismo
delito. A algunos sobrevivientes se les amputaba un pie para que no
huyeran, muchos hombres ancianos y niños terminaban castrados como
consecuencia de los experimentados perros de guerra, otros fueron
entregados a los soldados Muiscas quienes los descuartizaron, a no pocos
se les obligó a establecerse en sitios determinados, condenaron a pena de
muerte a quienes salieran de estos lugares o se les encontrara algún tipo
de arma y a pagar los gastos de la pacificación. Los combates van de un
lado a otro de la frontera, la resistencia era férrea, casi inquebrantable y
se prolongaría por espacio de 70 años, la cual culminaría con la creación
de fortines militares y la fundación de villas, doctrinas, encomiendas,
curatos, pueblos de indios, pueblos de blancos, resguardos etc.
Finalmente con la guerra pacificadora, bajo la dirección del presidente de
la Real Audiencia Juan de Borja, su gestión debería acabar por completo
con todos los levantamientos indígenas del Nuevo Reino. Esta presión
militar, religiosa, política y económica ejercida por Borja, duró desde 1605
a 1611 y fue llamada guerra sistemática.
Rodeados por caseríos españoles, que no eran más que fuertes militares
de dominación y represión; (al norte Mariquita y Honda, al sur por Ibagué
y Venadillo, al occidente con Frías y Santa Ana de los Caballeros,- Falan),
los Panches fueron lentamente sometidos. Con toda evidencia, el
pensamiento de los conquistadores y las ordenanzas reales iban
encaminados a desplegar fortines defensivos y ofensivos ejecutados por
personal militar con claras preocupaciones estratégicas.
En 1594, una Cédula Real estableció que las tierras baldías o realengas
se debían adjudicar mediante subasta pública, generando inmensas
ganancias a España, quien también autorizó la concesión de tierras
comunales y creó los ejidos. La mayor parte de las tierras de los Caribes
del interior de Colombia fueron muy productivas en la minería, pero sobre
todo en la agricultura, siendo el tabaco uno de los productos más
destacados. En 1627 por exigencia del visitador don Lesmes de Espinosa
Saravia, oidor de la Real Audiencia, se fundan alrededor de las doctrinas
los primeros pueblos llamados en sus inicios Pueblos de Indios. Es así
como nacen los poblados de Sabandija o Angosturas del Sabandija,
Guayabal, Santísima Trinidad de Coello (Coello), Coloya, San Sebastián
de las Piedras (Piedras), Santa Lucia de Ambalema (Ambalema)
y Venadillo. Luego de estas fundaciones, don Lesmes pide a
encomenderos y curas doctrineros la introducción de indios traídos de
otras partes y negros para fundar a Guayabal y la aldea de Méndez. La
encomienda establece por obligación crear la doctrina y la doctrina
una iglesia, generando el caso que donde quiera se encontrara una
concentración indígena; los curas Franciscanos y Dominicos, los primeros
en el interior de Colombia, fueron seguidos por Jesuitas, Mercedarios y
Agustinos, en su propósito de evangelizar. De esta forma se anticipaban a
la autoridad civil en cuanto a organización social. Sin embargo, estos
códigos de disciplina estaban sujetos a las normas morales de
la Iglesia Católica. Los curas recibían para adoctrinar lo que sus militares
dejaban y fueron estos sacerdotes doctrineros, sin duda alguna, la
avanzada civilizadora de la España colonialista.
Uno de los cronistas que mayor esfuerzo hizo para acercarnos al hombre
indígena fue Fray Pedro Simón, gran narrador no sólo para hablar de la
grandeza de sus acompañantes conquistadores, sino para deslegitimar a
grupos Caribes como Panches, Pantágoras y Pijaos. Poniéndolo de
alguna forma, Simón era un corresponsal de guerra que no solamente
interpretaba de la mejor forma los intereses del sistema eclesiástico al que
pertenecía y la corona a la que servia, sino que escribía lo que en Europa
estaban acostumbrados a escuchar. Por eso, su trabajo Noticias
Historiales y otros por citar algunas como Elegías de Juan de Castellanos
quienes defendían la llamada “guerra justa” como una salvaguardia de los
llamados justos títulos y como un aterrador castigo para el pueblo que
osara oponerse al vasallaje del pueblo conquistador español; deberían
cuestionarse al menos cuando hacen referencia a estas gentes.
Urbanismo y vivienda
Como vemos, los poblados aborígenes desaparecen para dar paso a una
nueva sociedad edificada en medio de numerosos antagonismos, bajo la
más completa corrupción e inmoralidad. Aunque se encontraban bien
establecidos en aldeas; por circunstancias de la migración de animales de
caza, pesca y por condiciones de estado de guerra, su movilidad era
impresionante. Haciendo referencia a la habitación de los antiguos
pobladores del norte del Tolima, encontramos que los Panches solían
construir sus casas en lo alto de zonas escarpadas, a manera de fortalezas
naturales. Tal parece que este concepto urbanístico fue adoptado
precipitadamente en defensa al arribo peligroso de los españoles.
Los Panches introdujeron en los últimos 70 años de guerra contra los
españoles una forma desesperada de urbanística defensiva. Sin embargo,
se ha encontrado evidencia de grandes centros habitacionales con mayor
antigüedad, en zonas planas, bajas y fértiles, pueblos no fortificados,
abiertos, con gran vocación agrícola; esencialmente armoniosos y
pacíficos. Los materiales más frecuentes fueron la hoja de diferentes
palmas, bejucos, tallos de caña de chonta y guadua. Usaban diferentes
fibras de hojas y tallos para el amarre. La planta era circular con techo en
forma de cono. Los elementos para el acabado de los techos más
frecuentes fueron la hoja de la palma real, calicá, nolí y una serie de pajas
nativas. Las vigas, tirantes, varillones y otros componentes para la
construcción, salían del espeso bosque que les proporcionaba todos los
materiales para ejecutar estas sencillas viviendas. Entre estas casas,
bohíos o caneyes como solían llamarlas, se realizaban varias actividades;
se hallaban las cocinas con sus fogones en piedra en donde se preparaban
los alimentos; se encontraban los utensilios de cocinas encima de
barbacoas de mediana altura y piedras de moler dispuestas en sitios cerca
a la pared; estaban dentro de la habitación también sus coloridas
hamacas, recogidas durante el día para facilitar el ejercicio de otras
actividades y se ejercían algunas labores manuales como la realización de
trabajos en pequeños talleres para la talla de piedra o para hilar y tejer
Cocina panche
Al igual que otras religiones, los Panches adoraban un ser supremo con
una personalidad compleja, seguido por dioses menores o deidades a las
cuales atribuían la maldad o la benevolencia. Su dios central representaba
dos mitades irreconciliables y opositoras. Arbitrariamente dividido, ejercía
el bien entre los hombres, siendo a su vez aterrador y despiadado.
Contrario al diablo en el cristianismo, éste no representa un ser
independiente que sólo actúa a favor del mal, sino aquí pertenecía a esa
misma esencia divina. La maldad para los Panches era parte del carácter
de ese mismo dios benévolo y celestial y por lo tanto, para poder adorar el
mundo en su totalidad, había que establecer junto al culto inmaculado, un
culto a la maldad, o digámoslo de otra forma, un culto al castigo divino. Es
un hecho seguro que la organización social es paralela al dogma y
descubre una unidad fundamental, siendo considerados los hechos
naturales como un gesto de fuerza divina; en los valles del Magdalena el
Panche adoraba la fuerza de la naturaleza y, ante todo, las aguas, las
montañas, el monte, el sol y la luna. Los Panches tenían como dios central
un ser tutelar, poderoso y único llamado Nanuco o Nacuco. Dominaba y
regía las cosas de este y otros mundos, tenía el poder de hacer tanto el
bien como el mal, era supremo; por lo tanto sus actos y naturaleza iban
acompañados de doble contenido. Este temido dios era evocado con un
nombre diferente de acuerdo a su estado de ánimo y de los sucesos
ocurridos en el mundo y así mismo podía ser visto de diferente manera.
Aunque era el dios de dioses, siempre estaba representado con una
sexualidad femenina. Tenía igualmente este pueblo un conjunto de dioses
mayores como el sol, la luna llamada Quinini, el agua y el monte. Existían
también dioses menores iguales a los de la etnia Pijao como la princesa
diosa Tulima y otros de importancia como Lulomoy, dios grande con
múltiples extremidades, Locoombo, dios del tiempo, benévolo y creador de
todas las cosas existentes y Eliani, dios de las cosas no buenas, pero su
poder fue mal interpretado por los conquistadores dándole el mismo
calificativo del demonio cristiano. Por la abundancia y proximidad con las
aguas, algunas de estas deidades debieron ser habitantes de las mismas,
otras aparecían y se transformaban en la noche, como la luna por quien
sentían gran respeto y atracción.
Las obligaciones de un solo dios variaban y también la actitud hacia él; por
lo tanto cambiaba el modo de reverenciarlo. Si la dicha de unos puede ser
la desgracia para otros, así mismo el dios podía ser visto premiando o
castigando, exigiendo o dando, haciendo el bien o el mal. Si pudiéramos
entender los infinitos matices de detalles y situaciones comprenderíamos
la variedad de tributos que veían en cada dios, la cantidad de aspectos
que asumían y aun la mayor cantidad de nombres que les daban en
humildad; por reverencia, gratitud, o por temor. El ser supremo era dios
madre, quien tenía el poder de reproducir, cuidar alimentar y estar al final
de la vida para recibirla de nuevo en su seno. La naturaleza se encontraba
siempre allí cuando se necesitaba, como una madre. Por ello adoraban
muchas formas, facetas y manifestaciones naturales a las que siempre se
referían con los respetuosos términos de Madre Tierra, Madre Agua,
Madre Monte etc. En cuanto a la alfarería Panche, el más valioso
documento con que cuenta el arqueólogo para aproximarse a esta cultura,
pertenece tanto al ámbito de lo utilitario como a la producción destinada a
servir de ofrendas y a los ritos funerarios. Fue también un trabajo orientado
a la producción de figuras y estatuillas, con la representación de imágenes
de algunas deidades.
BIBLIOGRAFÍA.
Recopilación Historial.
Bogotá - 1946.
Editorial Kelly.
Friede, Juan.
Los Andakí.
Su Época y su Obra.
Arqueología Colombiana.
Circulo de Lectores S. A.
Reichel - Dolmatoff, G.
Orfebrería y Chamanismo.
Editorial Colina.
(El Carnero).
Torres, Edgar.
Monarquía Indiana.
Thomas, Hugh.
La Conquista de México.
Traducción de Víctor Alba y C. Boune. 1.994.
Vidart, Daniel.