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Los inconquistables Panches

Por Ángel Martínez

500 años atrás Guananí (América) estaba poblada de aborígenes, de los


cuales hoy en día muy pocas de estas vidas quedan. Cuando América es
visitada oficialmente por primera vez en 1.492, el territorio que hoy
comprende Colombia estaba poblado por un basto número de sociedades
aborígenes y a pesar de poseer características similares, cada comunidad
contaba con su propia cultura. Entre las más conocidas y estudiadas
tenemos: Los Nariño y Tumaco quienes habitaron una amplia zona
correspondiente a la parte andina y a la vertiente oriental amazónica del
actual departamento de Nariño y zonas aledañas al Ecuador; los
Quimbaya que poblaron la región del Viejo Caldas, parte de lo que hoy
corresponde a los departamentos del Valle, Quindío, Risaralda, Caldas y
Antioquia; los Tairona en la majestuosa Sierra Nevada de Santa Marta y
parte de la costa Caribe, actual departamento del Magdalena; los Calima
que ocuparon los valles del río del mismo nombre; poblaron la presente
jurisdicción del Valle del Cauca, siendo este uno de los territorios más
fértiles de todo el país.

Los Sinú se asentaron en las productivas tierras bañadas por los ríos Sinú
y San Jorge, hoy los departamentos de Bolívar, Sucre, Córdoba y parte de
Antioquia en donde vive su descendiente pueblo Zenú; los Muiscas (de la
macro familia lingüística Chibcha) habitaron la fértil altiplanicie andina de
la cordillera Oriental, comprendida en los actuales distritos de Boyacá,
Cundinamarca y un extremo de Santander; la cultura de San Agustín que
se situó al oriente del macizo colombiano en la región del Alto Magdalena
departamento del Huila; los Tierradentro en las estribaciones orientales de
la Cordillera Central lo que comprende hoy día la zona del Cauca y por
último tenemos a los Tolima, habitantes de este territorio que por los
principales y más numerosos hallazgos del llamado arte Tolima es, en
términos generales, el mismo de esta sección del país.

Forman parte de los Tolima Pijaos, Pantágoras, Yaporoges y Panches,


principalmente, quienes además pertenecieron a la familia lingüística
Caribe. A estas comunidades forjadoras de aquel arte que reúnen ciertas
similitudes por su lengua, altivez y rebeldía, los académicos las
denominaron Cultura Tolima. La palabra Tolima proviene de Tulima;
nombre dado a una deidad protectora femenina, que según la saga era el
espíritu de los nevados. Tulima significa que surge de las nieves.
Los nombres de las culturas anteriormente señaladas, sin embargo, no son
del todo sustentables, ya que corresponden a los de ciertas tribus que para
la época de la conquista se encontraban asentadas en las regiones de
donde aparentemente procedían los objetos en oro y cerámica. Eran
grupos muy organizados que ocupaban territorios relativamente
pequeños, pero a los llamados estilos o culturas se les ha querido
reconocer una zona mucho más amplia. Así que estas culturas están
denominadas según zonas geográficas y no tribales.

La cultura Tolima, específicamente, no corresponde al nombre de ningún


grupo étnico. Al hacer este señalamiento a un grupo de piezas y vestigios
arqueológicos con bastantes cosas en común, hay que entender que
pertenecen cultural y cronológicamente a diferentes etapas.

Se ha hablado de la singular belleza orfebre del Tolima precolombino, de


sus obras en cerámica de gran refinamiento artístico con formas exóticas,
de la fuerza y carácter de estas gentes para hacer frente a sus enemigos
y cientos de historias fantasiosas contadas por quienes quisieron abrir más
la brecha entre esos dos mundos inventados por occidente, “el salvaje y el
civilizado”.

Esta orgullosa comunidad de pescadores y artesanos contrarios a la


desidia, a la falta de sensibilidad, la irresponsabilidad, la mentira, el mal
humor, el derroche, la falta de respeto, y la traición; ejerció dominio total
sobre las tierras del alto Magdalena productivas para la agricultura, con
innumerables riquezas naturales y minerales.

Los Panches, después de una aguda y prolongada resistencia fueron


exterminados por tropas peninsulares, sus prisioneros desterrados o
esclavizados, sus tierras explotadas hasta el cansancio en la minería y
su cultura sumida en el más degradante de los insultos y la difamación
histórica. En el norte del Tolima el elemento autóctono nativo se perdió en
la inmensidad del tiempo y la desidia. La política de violencia introducida a
nuestras relativas nuevas sociedades hace ya más de 500 años,
increíblemente a comienzos al siglo XXI no ha cesado.

El convencimiento del valor de este grupo aborigen en su aspecto


sociocultural, la admiración por sus manifestaciones espirituales y
materiales, vale decir vida y pensamiento Panche, su procedencia,
conformación social, vivienda, cocina, costumbres, cerámica, joyería,
tejido, escultura, métodos agrícolas, enfoque teológico, lengua, expansión
territorial, narradores conquistadores que no simpatizaron con ellos como
Gonzalo Jiménez de Quesada; escribanos como Humboldt, que admiró
su cultura y el costo que tuvieron al enfrentar la conquista y falsedad
española, entre otras, crean una expresión cultural especial motivando
interés para estudiar y comprometernos con esta extinta cultura.

En el curso de estos últimos años, la arqueología, el replanteamiento que


se le ha dado a la historia y el afán de personas inquietas por conocer la
verdad, han logrado sacar de la sombra todo un pasado que se desconocía
y cuyas líneas se trazan para determinar el carácter antropófago en que
injustamente se encuentra encasillado el hombre Panche. Al hablar sobre
ellos es necesario involucrar temas que hasta hace algunos años nadie
quería comentar; como cuestionar la postura europea post-feudal
específicamente en esta parte del mundo, impugnar el poder desmesurado
de la Iglesia y el atraso social, cultural y científico en que mantuvo a
nuestro continente y el grado de responsabilidad en la aculturación y
posterior genocidio de esta y otras culturas en América por parte de la
España colonialista y altos prelados de la Iglesia Católica de la época.

La historia de América en el periodo de la conquista y la colonia constituye


una crónica singular de la barbarie. Contrario a lo usualmente imaginado,
una crueldad ejercida por el llamado mundo civilizado. La típica sociedad
colonialista en España, la realeza, nobleza, iglesia, milicia, comerciantes,
conquistadores y colonizadores, se caracterizó como pocas veces antes
lo habían hecho, por posiciones desenfrenadas, atrocidades sangrientas,
intrigas, traiciones y crímenes sin precedente; acompañado esto y a pesar
de todo de un sentido eminentemente “cristiano, magno y a su vez
abnegado”.

La dominación comienza con la invasión de las tierras, quebranto de la


voluntad y el posterior sometimiento por la fuerza de sus pobladores,
siendo la tierra y la mano de obra el botín de la conquista. Para mantener
la ocupación, América es sembrada de violación, tortura, esclavitud,
saqueo, muerte y desinformación. Tan sólo algunos años después del
descubrimiento, ya el hombre americano estaba desposeído hasta de su
alma y se transformó forzosamente en un renegado, encontrándose desde
entonces en la última condición de esta escala social. Desde
la conquista de nuestro paraíso, la estrecha relación entre hombre y
naturaleza sufrió una gran transformación. Con la presencia de la codicia
europea se destruyó el equilibrio preservado por los nativos americanos.
Las religiones o creencias aborígenes, veían el vínculo entre el hombre y
el universo y no sus diferencias. El miedo, apego y sumisión al bosque era
una función reguladora de respeto, creada por el mismo indígena para
proteger su entorno que lo era todo. El nuevo orden impuesto por los
colonizadores se orientó a una forma irreverente, brutal y despiadada en
la búsqueda de enriquecimiento, representado en oro,
plata, piedras preciosas, tierras y esclavos.

Siendo una cultura del agua, cerca a ella creaban sitios sagrados por ser
morada de los espíritus y por consiguiente había que respetarla. Si el río
se enmugraba era entendible que los enmugraría. El río era el bosque, el
bosque era también el río y sus pueblos tenían sus orígenes en el río y el
bosque. La selva era para los Panches como el útero es para el embrión,
de importancia suprema. Eran criaturas de la madre agua. Allí, en aquel
elemento, se encontraba no solamente la fuerza vital sino todo comienzo
de vida, relación esta conciliadora con la naturaleza. Siendo una cultura de
la Madre Tierra comprendieron cómo tratarla y sacar beneficios mutuos sin
que las planicies y laderas sufrieran, como padecen manejadas por el
hombre actual. Eran guardianes de ese equilibrio que se rompió y seguirá
así hasta que el hombre contemporáneo sienta con profundidad y asuma
con respeto los trazos dejados por estas culturas negadas, descifre los
mensajes sobre conservación, aprenda a conocer y apreciar su talento
artístico y cultive su habilidad de sobrevivir sin destruir.

Cronología de la cultura Panche

En el 1.000 a. n. e., hubo un éxodo importante de pueblos de habla Carib,


que se extendieron por toda la Costa Atlántica alcanzando vastos sectores
del interior de Colombia provenientes quizás de Brasil. Conocidos con el
nombre genérico de Caribes penetraron a Colombia por varios ríos, siendo
uno de los más importantes el Magdalena. Los Caribes inician un
desarrollo expansionista que por medio de conquistas militares o
adhesiones voluntarias los llevaría a alcanzar, si bien con fronteras poco
definidas y sin una extensión territorial continua y aparentemente, pero sin
ser concientes de estar creando un gran imperio. Ejercían un amplio
dominio político social del centro de Colombia, el norte de Sudamérica,
hasta la mayor parte del sector del mar Caribe, al grado que su avanzada
llegó por el sur al Orinoco y Amazonas, llanos Venezolanos y Guayanas,
y por el norte a Puerto Rico, acercándose a las costas de Norteamérica.
En el interior de Colombia, los Panches desarrollaron la cultura más
representativa y gracias a ello se convirtieron, junto con los Pijaos, “Los
Inconquistables”, en los mayores exponentes de la familia lingüística
Caribe del Magdalena Medio y alto.
Para facilitar su estudio y entender quiénes, cómo, de dónde y por qué
llegaron a los valles del Magdalena, hemos dividido el desarrollo de
la cultura Panche en tres estadios o períodos de los cinco existentes. No
hemos tenido en cuenta los dos primeros períodos, el Lítico y Arcaico, ya
que estas etapas fueron desarrolladas por estas gentes como Caribes y
no como Panches y tampoco tomaron auge en territorio Tolimense, sino
fuera de él. También debemos aclarar que las tres etapas usadas en este
trabajo de periodización de la cultura Panche; éstos social y culturalmente
no cumplen del todo con las características propias de estos estadios:

Preclásico o formativo: Del 400 al 200 a. n. e., Se presume que por este
espacio de tiempo se inicia el arribo de hordas Caribes provenientes de la
Costa Atlántica a zonas del centro de Colombia utilizando el río
Magdalena. Sectores estos ya habitados por tribus, algunas sedentarias,
otras nómadas y cuya condición era la de recolectores de raíces,
pescadores y cazadores que dependían de la migración animal. Se cree
que algunas de estas familias que habitaban los valles y laderas del río
Magdalena y algunos afluentes, eran de procedencia de una
antigua cultura denominada Herrera quienes habitaban territorios después
ocupados por los Muiscas, familias que comenzaban a sembrar el algodón
para ser elaborado y utilizado en el frío altiplano. En el mismo periodo se
desarrolla una aculturación entre estos grupos humanos (Familias
nómadas con grupos procedentes del Caribe). Se afianza
la agricultura con el cultivo del maíz, la yuca y algunos cereales. Se logra
un excedente permanente de alimentos, abastos que habría atado a estas
gentes a este único lugar alentándola a renunciar a su nomadismo y así
someterse al control de quien gobernaba el campamento. Se organiza la
convivencia entre estos clanes y desarrollan una sociedad más compleja.

Las cuevas son tomadas como resguardo, centros ceremoniales, lugares


sagrados y sus paredes plasman el hoy misterioso arte rupestre. Nace la
práctica de las urnas funerarias con insípidos elementos de cocina. Se
cree que la cerámica Panche se inició en sitios cercanos al río Magdalena
y su primera fase formativa que puede provenir de Méndez Tolima (fase
Méndez) tiene dibujos incisos, sencillos y de un sólo color. En el mismo
tiempo aparecen la cerámica figurativa, infinidad de figurillas modeladas a
mano con decoración incisa y pintura negativa, sellos de barro cilíndricos
y planos. Las copas rituales, aunque sencillas con color rojizo y decoración
incisa, marcan una característica muy propia. Las viviendas se construían
sobre terrazas. Sus muertos eran sepultados con ofrendas bajo el piso de
sus chozas. Esta etapa especialmente formada por importantes cambios
en la organización social, se convierte quizás en la más destacada ya que
alrededor de ella prácticamente se define toda la cultura de
los Panches (Cultura Tolima).

Clásico: Del 200 a. n. e. al 900 d. n. e. Comienza en los primeros años de


nuestra era, marcan características claras y manifiestan estilos y
costumbres propias en orfebrería y alfarería. Los pectorales se estilizan
sin perder su forma particular, y su uso se generaliza entre Chamanes y
Sacerdotes. El sello característico de esta época es la evolución de la
cerámica policromada en las riveras del Magdalena y sus afluentes que es
donde se encuentra la mejor elaborada. Continúa el desarrollo y
perfeccionamiento de la base trípode en vasijas y vertederas. Las copas
ceremoniales con dibujos de pintura resistente y gran enriquecimiento,
mantienen gran variación en sus formas. Dominan algunos pueblos que,
sometidos, tenían que tributarles hombres para sus labores agrícolas,
mineras y milicia. Prosigue la migración de más pueblos Caribes desde la
Costa Atlántica por la abundancia de alimentos, la riqueza de los suelos y
la estabilidad del clima. Continúa el propósito de expansión a otros pisos
térmicos como el altiplano, quizás por el crecimiento de su pueblo.
Evolucionan sus sepulturas o prácticas fúnebres, los entierros primarios y
secundarios con ofrendas se generalizan. Aparece la convivencia en
aldeas bien establecidas. El uso de las fibras los convierte en excelentes
textileros. Desarrollan un impresionante mercado de intercambio con gran
variedad de productos y una marcada influencia regional que tiene como
consecuencia la difusión de elementos nuevos, los cuales enriquecieron
la cultura local. Se crea la conciencia de la necesidad de buenas
relaciones con vecinos para mantener ese intercambio de productos que
conviene a todos. Los artículos de mayor oferta hacia las frías tierras de la
sabana eran el algodón, oro, mantas, cereales y carnes tratadas. Crece su
reputación como grandes navegantes, pescadores y artesanos. Se avanza
en la domesticación de animales y se consolidan como sociedad.

Esta etapa tiene como una de las características más importantes la


aparición del Cacicazgo, señoríos o feudos (elección de una persona para
que oriente y ejerza autoridad sobre otras que le siguen). En los
Cacicazgos se tenía unidad social entre el mismo país, es decir se
compartía la misma lengua, religión y costumbres pero no se alcanzó la
unidad política para congregar todo el estado bajo el mando de un único
jefe supremo. Las aldeas podían tener dos características, nucleada o
dispersa. Las aldeas dispersas se desarrollaron en aquellas regiones
donde se practicaba la agricultura de roza. La mayoría de los trabajadores
del campo movían sus chozas hacia las cercanías de campos cultivados
que rotaban continuamente. El Cacique o Síquima y funcionarios, en
cambio, moraban en un sector permanente. En las selvas del Magdalena
alto – medio, los Panches no alcanzaron la estructura de una civilización
en este periodo, característico por el surgimiento de los primeros Estados
en América.

Posclásico Panche o desarrollos sociales: Del 900 al 1.539 d. n. e. Se


enriquece la cultura por la penetración y aceptación de otras civilizaciones
provenientes del Sur y Mesoamérica. La influencia de Mayas y Mexicas,
sobre todo la de estos últimos, destacada en algunos comportamientos
sociales como en la guerra, el arte y ciertos cultos. Se consolida la religión,
la organización social, el sistema de parentesco, la política, el comercio, la
guerra y demás instituciones se definen y estructuran. Surgen centros
ceremoniales en lo alto de las caprichosas formaciones montañosas y los
conceptos religiosos revisten mayor complejidad. Sus entierros han
evolucionado al máximo estado artístico, reflejado en el esplendoroso
legado de urnas, copas funerarias y orfebrería. Se incrementa la técnica
de cerámica policromada con sentido ritual. La cerámica de este periodo
muestra un acabado terso cuidadosamente modelado y excelente técnica
que da la impresión de un grupo de artesanos talentoso, competente y bien
organizado. La cerámica altamente refinada que representa este periodo
(copas, botellones y duhos) se encuentra en el municipio del Espinal,
Tolima y la he nombrado fase Espinal. Quizás este lugar tuvo la mayor
actividad y preponderancia de toda la zona al comienzo de esta etapa.
Posiblemente al finalizar este período, Honda se convierte en el centro
cultural y artístico, y el sistema montañoso de las Vegas del río Sabandija
en el corazón ceremonial de esta nación. Con las invasiones a sus vecinos
se da comienzo a las guerras crónicas, creando desajustes en el
importante comercio de intercambio. Aunque en este período
los Panches hacen parte de un grupo expansivo, el de los Caribe, estos
no contaban con una estructura política fuertemente centralizada. A falta
de un imperio y gran líder que los congregara, no alcanzaron a desarrollar
el Posclásico plenamente. Sin embargo, contaban con estructuras de
clases sociales definidas y diferenciadas. No se alcanzó lo que se
denomina la alta cultura, ya que la sociedad de los Panches no desarrolló
grandes centros urbanos, ni una sociedad sofisticada regida por un sólo
soberano. Las civilizaciones desarrolladas en este periodo fueron
sucediendo a través de contactos de intercambio, sofisticación en las artes
y arquitectura, procesos sociales evolutivos, colonización o expansión
religiosa y ejercían influencia sobre otros pueblos que entendían sus ideas
y tecnologías. Pueblos que pudieron desarrollar un Estado y por ende, una
Civilización. Así fueron sucediendo las Civilizaciones hasta caer en el
empuje guerrero de aztecas o Incas, los dos grandes imperios de nuestro
continente, representantes del periodo Posclásico.

El sistema social para los Panches toma cambios que se acomodan a la


invasión europea. Entre los más destacados se encuentra el del urbanismo
defensivo, la vinculación activa de la mujer en la guerra, adopción de la
emboscada como único método eficiente de combate y la aparición de la
unidad política o alianza entre los cacicazgos. Esta etapa culmina con el
advenimiento español, la implantación definitiva tanto en lo político como
en lo económico del sistema colonial, la práctica etnocida contra este
pueblo y la posterior hecatombe demográfica. Algunas fases
anteriormente elegidas para realizar este trabajo cronológico, son las
mismas escogidas por científicos y académicos para estudiar las culturas
de Mesoamérica con algunas variaciones respecto a las fechas y grandes
diferencias con relación a desarrollos sociales y urbanos que tomaron
forma en Centroamérica. Se trabajó también con la norma adoptada en
Colombia que siendo diferente a la de México coincide en términos
corrientes por ser general en este hemisferio el proceso cultural nativo.

La periodización adoptada en Colombia se mueve en sentido unilineal de


lo más rudimentario a lo más complejo. Pero el sistema para muchos en
vez de simplificar conduce a confusiones técnicas. En la práctica no se ha
encontrado sitio arqueológico en Colombia donde se presenten las cuatro
etapas estratigráficamente representadas. Uribe (1.987) lo plantea de la
siguiente forma: “En la Costa Atlántica, el formativo no se desarrolló a partir
de una etapa lítica y en la Sabana de Bogotá, la etapa lítica no dio lugar a
un formativo constituido como el de la costa Atlántica. Lo anterior, está
indicando un desarrollo procesual, temporal y especialmente desigual.
Hablar de procesos generalizados para todo el país es, a nivel del material
empírico existente, una simple hipótesis”.

Origen del vocablo Panche

Sobre el significado de su nombre sólo conocemos lo que fray Pedro


Simón relató “Caminando por donde ya se había andado conquistando,
cargándose diez y ocho leguas de la ciudad de Ibagué, al noroeste, todo
en la tierra de los Panches, por una y otra banda del río grande y varias
provincias debajo de este nombre de Panches. Nombre que tomó de cierto
pescado que se coge en el río grande que por otro nombre llaman bagre
en más común vocablo se llama Panche”

En un documento del cronista Castellanos, en sostenido un dialogo por un


guerrero Panche y un oficial del conquistador Quesada, notamos que el
guerrero se refiere a su pueblo con el nombre de PANCEA, y que tal vez
los españoles escucharon como Panche, “vi con temor cobarde gente
Pancea que nunca de tal manera tuvo nota” (Juan de Castellanos). No se
sabe si esta subcultura Caribe se hacía llamar por ellos mismos Panches o
fue un calificativo dado por los españoles. Independientemente de esto, el
nombre pudo tener origen a raíz de la intensa explotación y
comercialización del bagre por este pueblo, o bien por ciertas similitudes
en los rasgos fenotípicos entre uno y otro. Se cree que algunas familias
entre la nación de los Panches, tenían como costumbre (catalogada por
algunos como estética) la deformación craneal, creando la posibilidad de
relacionarlos con la cabeza del pez que es aplastada. Colocaban dos
tablillas fuertemente amarradas en torno al cráneo, en la parte de la frente
y atrás, consiguiendo de esta forma deformar la cabeza en los recién
nacidos. Así mismo, en torno a los brazos y piernas ataban ligaduras en
las partes superior e inferior, ocasionando visibles deformaciones que
correspondían en principio a sus formas de ver la estética, agregando con
esto una impresión secundaria de producir temor frente a sus adversarios.
El acto de lucir físicamente diferente hacía parte del ritual de bajar el
atractivo corporal para así evitar que los malos espíritus o fuerzas
negativas se interesaran en ellos y robaran su energía vital. Sin embargo,
se cree que la deformación craneal correspondía solamente a una casta
sacerdotal, quienes se preparaban desde su nacimiento deformando el
cráneo para lograr ejercer presión sobre el lóbulo frontal y así acceder a
ciertos estados mentales y psicológicos especiales.

Provenientes de la gran familia lingüística Caribe (nombre genérico dado


por los españoles), palabra que según fray Juan de Torquemada,
compañero de orden de fray Pedro Simón, se derivaba de Carith que en
latín significa Ocursus Ignus y al traducir al español quiere decir llama de
fuego, que todo lo abrasa por donde pasa, aunque el significado práctico
para los españoles fue el de ser cruel e inhumano.

Existía otro término importante en este contexto que antes de ser


españolizado se pronunciaba CANIBA o CANIMA. Caniba en el lenguaje
Taíno (grupo aborigen de las Bahamas), significa gente mandioca o gente
del clan mandioca, y es la raíz de una palabra muy controvertida, CANIBAL
que fue el nombre dado a los antiguos Caribes por los españoles y significa
que se come a otros de su misma especie, cruel, feroz, antropófago. Para
otros autores la palabra Caribe a diferencia de lo que Torquemada planteó,
también tiene origen en el término Caniba o Canima. Esta gran familia fue
conquistando y colonizando las tierras aledañas a los ríos Orinoco y el río
grande de la Magdalena y la mayoría de sus vertientes tributarias. El
importante afluente era llamado en toda la zona de este valle GUACA-
CAYO, expresión que se relaciona con agua, lugar encantado o sitio
peligroso, aunque algunos traducen el término como Río de las Tumbas o
Río de Agua y Tierra. El significado de la palabra Guaca tiene origen
peruano. Los Incas observaban una manifestación divina en toda cosa
creada, veían un milagro en todo fenómeno y tenían por sagradas las
Huacas, término con que designaban todo lo que salía de lo común. Los
Muiscas en su lengua Chibcha llamaban al río Magdalena Yuma, que
curiosamente traduce Río del país amigo. Los Tahamies lo llamaban Arli,
Río del Bocachico, pero fue Rodrigo de Bastidas por haberlo conocido el
1 de abril, fecha conmemorativa de la conversión de María Magdalena
(Acevedo 1981), quien le dio el nombre de Río Grande de la Magdalena,
dada la magnitud de su cauce y por su importancia para la comunicación
y transporte entre el interior con la Costa Atlántica. El país de
los Panches estaba compuesto por pequeños feudos o señoríos aliados
entre sí, quienes compartían la misma lengua y costumbres pero cada uno
de estos gobernados con total independencia y autonomía. Ni entre
los Panches ni en ninguna otra nación Caribe existía un gran soberano,
pero sí formaban una especie de consejo entre estos estados que era la
máxima autoridad en caso de que el país y su existencia estuviera
severamente amenazada. Tenemos el caso de las alianzas entre la
fragmentada organización de esta nación para hacer frente a la amenaza
castellana a su arribo.

La responsabilidad de elegir al gobernante en caso de faltar, estaba a


cargo de los chamanes, ancianos y los famosos Acaymas, quienes
convocaban y actuaban en nombre del pueblo para que eligieran a su
próximo sucesor entre un grupo de notables por su dedicación, inteligencia
y gran valor. Una vez investido, el Cacique gobernaba de por vida y tanto
su pueblo como la zona de influencia que manejaba llevaría su nombre.
Entre el estamento de nobles y gente del común debió existir una clase
importante como la de los comerciantes y artistas de objetos fastuosos,
que por su jerarquía, dentro de la comunidad, se hicieron a su propia
escala social. El estamento dominado comprendía la inmensa mayoría
quienes se agrupaban en unidades provinciales que contaban con tierras
y oficios asignados diferenciadamente entre sus integrantes.

Posición territorial e idioma de la nación Panche

Resulta importante señalar que la nación de los Caribes del interior, en


términos modernos, fue un estado segmentado, sin fronteras bien
definidas por los continuos cambios sociales, políticos y militares que en
su periferia mantenían sucediendo. Sin embargo, los reinos de cada una
de estos pequeños señoríos se extendían a las zonas geográficas de los
otros, lo que manifestaba la existencia de un entreveramiento de territorios,
que a su vez implicaba un enlace de las unidades políticas, sociales,
religiosas, de funcionabilidad y gobernabilidad, que regían en cada
dominio.

La posición territorial de la nación Panche se hallaba, en una buena parte,


al norte de la sección política y administrativa de lo que hoy día forma el
departamento del Tolima, margen occidental del río de la Magdalena y se
extendía al oriente del mismo río en las tierras cálidas del departamento
de Cundinamarca. Con el Huila, estos tres departamentos fueron tierra de
otras naciones, algunas de procedencia Caribe, hogar de Coyaimas,
Natagaimas, Andaquíes, Timanes, Tamas, Yalcones, Paeces, Dujos,
Manipos, Babadujos, Yaporoges, Cundayes, Pijaos y Pantágoras. Se ha
establecido con algo de exactitud, teniendo en cuenta que las zonas
limítrofes fluctuaban por diversos motivos y que el dato aquí expuesto es
para crear una idea somera sobre los linderos o el alcance territorial del
país Panche, que por el norte llegaba hasta los ríos Guarinó y Gualí
colindando con sus hermanos de origen e idioma, los Pantágoras o
Palenques. Hacia el occidente habitaron parte de la cordillera central,
según el profesor Edgar Torres fundador y director del también tristemente
desaparecido Instituto Carlos Roberto Darwin en la tragedia del 13 de
noviembre de 1985 en Armero. Se trata de los pueblos que hoy
conocemos como Fresno, Falan, Palocabildo, Líbano y Anzoátegui que
eran zona limítrofe con otros países. El profesor Torres advierte que en la
zona limítrofe hacia el oeste y sudoeste existen grandes dudas,
especialmente en el caso de Ibagué, ya que algunos autores afirman que
esta ciudad se encuentra en territorio Panche y otros aseguran que es
Pijao. La respuesta a este dilema, sin embargo, se debe a que Ibagué en
principio fue fundada en el sitio que hoy se encuentra Cajamarca, terrenos
que sin duda alguna pertenecían a la nación de los Pijaos, pero meses
después la ciudad de Ibagué fue trasladada al sitio que hoy ocupa, a la
meseta, que según la mayoría de cronistas la adjudican como territorio
Panche. Dominaron y habitaron las tierras actualmente ocupadas por los
pueblos de Rovira, Valles de San Juan y San Luís, Guamo y Espinal.

Partiendo entonces de esta base deducimos que el río Combeima y


el Coello eran límite fluctuante entre estos dos pueblos también hermanos.
Por el oriente ha sido posible establecer que la frontera entre Panches y
Muiscas pasaba por entre los municipios de Anolaima y Zipacón, La Mesa
y Tena, tomando la parte alta de la cordillera de Subia hasta Tibacuy. Al
sudeste ocuparon los hoy valles de Melgar y Cármen de Apicalá, frontera
que compartían con los Sutagaos. Hacia el noroeste,
los Panches habitaron los pueblos de Nimaima, Nocaima y la Vega,
siguiendo la serranía del Tablazo hasta Pacho, donde empezaba la
comarca de los Colimas o Muzos. A Partir de estos puntos concluimos que
son netamente Panches los pueblos de Villeta, Guaduas, Sasaima, Vianí,
Guayabal de Síquima, El Peñón y Útica.

Uno de los principales centros comerciales y culturales fue la


célebre Honda, Tolima, por los trabajos especiales de orfebrería y alfarería
donde se nota concentración de los mejores artistas de la zona. Por su
situación geográfica, era paso de varios caminos de mercaderes indígenas
que se comunicaban con distintas regiones del país por el mismo río
Magdalena, arteria vital durante todo el proceso histórico de Colombia y
por la continua interrelación con culturas vecinas, lo que hacían de la
ancestral ciudad sitio privilegiado. Centros de importancia que comparten
similitud con Honda se hallan en el municipio del Espinal, Tolima, donde
se han encontrado esplendorosas copas ceremoniales, duhos y botellones
decorados con pintura positiva sobre baño rojo. Otro sector se encuentra
en las Vegas del Sabandija y el sistema montañoso que rodea el mismo
río en el municipio de Armero, Tolima, donde se ha descubierto evidencia
de gente importante, quienes escogieron este hermoso lugar para ser
sepultados. Se han hallado, en este mismo municipio, otros lugares donde
hubo gran actividad social, zonas de marcada función ceremonial, sitios
de avanzadas prácticas agrícolas y vastos centros de desarrollo
comunitario (excavaciones arqueológicas en diversos depósitos o
basureros de cerámica y desperdicios de cocina). Describiendo el mapa
político prehispánico del territorio habitado por los Panches, abordamos su
componente fundamental, la aldea. Señorío independiente, blanco de
conquistas sucesivas, perduró en la Nueva Granada bajo el modelo
colectivo de pueblo de indios. Un procedimiento de atomización y
simplificación lo derogó como cuerpo político, aunque en el municipio
moderno sobreviven los topónimos y linderos que le dieron identidad. El
gobierno efectivo de la colonia se ejercía a través de esas jurisdicciones
en su mayor parte corregimientos o partidos. El mapa político de la Nueva
Granada refleja lo que existe detrás de ellos, un gobierno ramificado con
una burocracia dispersa y una administración descentralizada. Las
jurisdicciones coloniales no fueron invención española, fueron copiadas
con ciertos ajustes de los señoríos precatólicos, respetando en lo esencial
su organización y linderos. La forma como se encontraban organizados
estos señoríos y su estructura se consideró esencial para la buena marcha
del sistema colonial.

Para dar una idea de este ordenamiento territorial, puedo citar todas las
agrupaciones que se han podido encontrar en el sector dominado por los
indómitos Panches. De igual forma la parte toponímica, consistente en la
evaluación del nombre de un lugar, resulta reiterativo en el sufijo IMA,
reflejando claro que esta nación fue dominada por gente de origen
típicamente caribeño. La mayoría de los nombres a continuación
presentados, coinciden inequívocamente con este examen que refuerza
de alguna forma la búsqueda dentro de la zona limítrofe enmarcada
anteriormente de los principales pueblos del país de los Panches:
Anolaimas, Ambalemas, Anaimes, Anca-Abea-Ujiate, Anapoimas, Bledos,
Bituimas Bocanemes, Bulundaimas, Combeimas, Calamoimas,
Conquimas, Condimas, Conchimas, Caimas, Colimas, Calaimas,
Calandaimas, Doimas, Herbes, Guacanes, Gualíes, Guataquíes,
Guasquias, Chapaimas, Chapaimillos, Iqueimas, Iquimas, Lumbíes,
Luchimíes, Luchutas, Lutaimas, Mátias, Manoas, Marquetones, Mátimas,
Metaimas, Nataimas, Nimaimas, Nocaimas, Onimas, Ondamas,
Panchiguas, Pascas, Síquimas, Sasaimas, Sutaimas, Tocaremas,
Tocaimas, Taimas y Taquimas.

Los Españoles cronistas documentaron, en su lengua, los sonidos que


escuchaban. Es por ello que encontramos muchas veces la misma palabra
escrita en formas diferentes, lo que por supuesto impide mayor
comprensión y estudio de estas lenguas precolombinas. Es de anotar el
hecho de que muchos pueblos y lugares del Tolima y Cundinamarca
conservan los nombres originales del lenguaje Panche (mezcla del idioma
Caribe con dialectos locales). Nombres tomados de héroes y gobernantes,
siendo su pronunciación algunas veces parecida y otras incorrecta, ya que
por el transcurso del tiempo, la pérdida de fonética a la traducción de las
palabras, la imposición de otra lengua única como el castellano y poco o
nada de interés por quienes habitaron posteriormente estos pueblos, dio
como resultado el nombre de estos municipios, que sin duda provienen del
lenguaje Caribe.

Idioma Panche. ¿Mezcla de lenguas?

Hablo de idioma Panche porque la lengua Caribe, la que estos usaban,


sufrió interferencia lingüística de los pueblos locales que precedieron a
la conquista Caribe, invasión que supongo debió haber tenido
características poco comunes en la época. Algunas de las conquistas
realizadas por los Caribes fueron pacíficas. Los Panches, además de su
idioma, manejaban con propiedad las lenguas habladas por sus vecinos,
lo que se dio gracias a la intensidad del intercambio comercial y porque
con seguridad estaban socialmente más cerca de sus vecinos de lo que
hoy día podemos imaginar. Antes de imponer su habla o arrasar
una cultura como era característico en otro tipo de conquistas, mezclaban
su idioma nativo ampliando su léxico sin perder su gramática simplificada.
Este fenómeno no sólo se dio con los Caribes del interior, sino también lo
vemos en las Antillas del navegante Colón donde, igualmente, se refleja
una interacción pacífica entre Caribes continentales y Arawacos que vivían
en estas islas.

No han sido suficientes los esfuerzos que se han realizado para determinar
si entre los Panches existía al igual que los Caribes de las Antillas o
Kalinagos, dos dialectos, ya que no se ha encontrado prueba histórica que
sustente este comportamiento, el de hablar dos idiomas “el de los hombres
y el de las mujeres”. El padre Raymond Breton, quien estuvo por espacio
de varios años entre los Caribes de las Antillas en la primera mitad del
siglo XVII, sostuvo que este sistema de lengua dual fue el resultado de una
invasión a las islas antillanas por hombres de habla Caribe provenientes
del Sur de América, quienes tomaron posesión de las islas y de sus
habitantes de habla Arawaco. Pese a las sugerencias del padre Breton,
estudios de expertos lingüistas como Berend Hoff de la Universidad de
Leiden, o trabajos más recientes como los de Douglas Taylor, contradicen
estas hipótesis. Tales científicos sostienen que la lengua hablada por los
hombres de estas islas es nativa; una lengua que guarda extenso léxico y
una gramática altamente simplificada. Si la lengua hablada por los
hombres es como otras jergas nativas, ello reflejaría más que una
intervención forzosa, una acción pacífica entre Caribes americanos y
Arawacos antillanos.
Volviendo al Tolima de los Panches, se ha encontrado apoyado por
crónicas españolas y el investigador Pedro José Ramírez Sandoya
(Diccionario Indio del Gran Tolima) que además del Caribe, en esta zona
también existen muestras de palabras en otras lenguas como el Tucano,
quechua, y el Chibcha. Otro punto destacable es la interferencia lingüística
de los Panches que con su idioma, mezcla del Caribe y otros dialectos, se
extiende hasta el día de hoy y es así como aún usamos palabras en
nuestro vocabulario cotidiano. Para dar algunos ejemplos citamos las
siguientes: Arepa, ahuyama, bagre, batata, barbacoa, batea, bohío,
bejuco, cacique carey, cabuya, canoa, caney, guayaba, guácimo, guarapo,
guayacán, guaca, guambito, guacharaca, guácimo, guarapo, guama,
hamaca, huracán, iguana, igua, iraca, morrocoy, mamey, maíz, nigua,
Síquima, Tolima, totuma, tabaco, y yuca, entre otros. Actualmente aquí en
Colombia la lengua Caribe sólo se habla entre los indígenas Motilones y
los Chocoes.

Demografía y territorio

Fue desastroso para los nativos colonizados el efecto inmediato de


la conquista y la posterior colonización de regiones densamente pobladas
en América. Una combinación de enfermedades epidémicas, de trabajos
forzados y excesivos, suicidios colectivos, guerras de exterminio,
destierros, rompimiento del núcleo familiar por la separación de sus
integrantes y el aborto voluntario entre muchas causas más, produjo a
finales del siglo XVI uno de los descensos demográficos más catastróficos
y menos documentados en la historia universal. Los datos de la época son
contradictorios sin impedir por supuesto un desvergonzado empleo de las
cifras para la propaganda que más conviniera. No obstante, estudios
actuales basados en investigaciones de campo proporcionan datos
importantes como puntos de referencia para determinar el tipo y tamaño
de la población en cuestión. Un cúmulo de depósitos arqueológicos bien
analizados, da pie para calcular épocas cronológicas y el tamaño
aproximado de la población que los almacenó. Con estos datos y el trabajo
estadísticamente tratable que se encuentra en los archivos, guardan
importantes puntos para los cálculos demográficos, siendo así como estos
nuevos investigadores estiman una población precolombina a la llegada
de las primeras tropas europeas a nuestro territorio de más o menos 12
millones de habitantes.
Cuando se empiezan a relatar estos temas en el siglo XVIII, sobre
los Panches no se hablaba de cifras específicas, sólo de la cantidad de
indios que iban quedando, aunque se sabe, gracias a la arqueología, que
la nación de los Panches estaba densamente poblada y altamente
cultivada. Las Reales Cédulas dan testimonio de abusos y atropellos
contra la población sobreviviente Panche, disponiendo la sustitución de los
indios de esta zona por negros esclavos provenientes de una populosa e
inhumana migración. El fraile Pedro Simón da algunos datos que siendo
veraces o no, ayudan a tener una idea sobre los cambios demográficos
sufridos por los Panches en esta región “...de millón y medio que habitaban
las márgenes del Magdalena ahora quedaban solo quinientos mil...” pero
más adelante el sacerdote escribe,” …que de una basta población vinieron
a quedar solo mil quinientos...” Siendo mayor o menor, la cifra concuerda
con estudios arqueológicos de población, los cuales advierten la presencia
de gran actividad poblacional en la zona y sus alrededores. En efecto, sólo
un pueblo de alta densidad demográfica y características sedentarias pudo
dejar esta gran cantidad de vestigios esparcidos por todo el norte y sur del
departamento del Tolima.

Según el doctor Woodrow W. Borah, cuidadoso analista de documentos


en el periodo de la conquista y partiendo de detallados estudios
monográficos sobre regiones y períodos determinados, advierte sobre una
población en todo el continente americano aproximada de 100 millones de
habitantes al desembarco de los primeros galeones europeos. Lo cierto es
que la población del país de los Panches, cualquiera que se hubiese
registrado, se diluyó por la fuerza de la colonia, absorbiéndose en la
guerra, la inmolación, el mestizaje, odio, destierro y olvido, alcanzando
tristemente el límite de la extinción. Los desplazamientos poblacionales
caribeños al interior de Colombia, fueron no sólo la fórmula de expansión
Caribe, sino también un vehículo para la dispersión de formas e ideas que
darían vida a nuevas subculturas. Para que ese flujo humano y de rasgos
culturales pudiera darse, era necesario un clima de permisividad y de
disposición a la aceptación. Fue, bajo este ambiente, que los viejos
asentamientos y los nuevos colonos se entendieron, relacionaron y
crecieron, creando nuevos pueblos bajo reglas entremezcladas.
Frecuentemente se aliaban con otros grupos y comunidades de filiación
Caribe, Chibcha, Quimbaya o Calima.

En este estudio existe un marcado e importante comportamiento que el


pueblo Panche empezaba a adoptar de la sociedad Azteca. Aspectos
admitidos en su comercio, en el arte, en lo religioso y en lo militar.
Aceptación que se aleja mucho de ser igual pero ya se empezaban a
encontrar marcas del interés de los Panches por este complejo y
grandioso Imperio. Un proceso inverso se presentó, según el historiador
Hugh Thomas, descrito en su magnifica obra (La Conquista de México),
con esta última gran cultura precolombina allí asentada. Comenta el
historiador que el manejo del arte orfebre de los Mexicas o Aztecas estaba
muy influenciado por comunidades aborígenes del interior de Colombia.
Este aporte en el arte comprendía técnicas del vaciado y fundición del oro,
martillado, alambrado en frío y cera perdida. También proveían a los
aztecas del oro extraído de yacimientos auríferos de minas locales,
necesario para la elaboración de las joyas para los grandes señores del
imperio de los Mexicas. Se advierte con gran interés que las
manifestaciones artísticas de los Panches y en general de
la cultura Tolima, se halla dispersa en la mayoría de comunidades vecinas
como en el caso de las zonas habitadas por Muiscas, Quimbayas,
Tierradentro y Calimas, donde se han encontrado objetos con el distintivo
estilo Tolima.

Esa dinámica y ese ambiente de relativa tolerancia prolongados por


muchos años, dejó escapar un poco común intercambio comercial y
cultural entre diversas comunidades en un perímetro más bien reducido.
En el registro arqueológico hay datos como los nombrados anteriormente
que lo confirman, pero quizás el ejemplo que estamos más acostumbrados
a ver es la cantidad de volantes de uso o torteros de otros pueblos
encontrados en áreas de fronteras, aunque si bien en menos cantidad,
también es posible encontrarlos en zonas residenciales ubicadas mas al
interior del país Panche. Tomando tres centros comunitarios y comerciales
de importancia en territorio Panche como es Calambata cerca a Guaduas,
Cundinamarca, que comparte al igual que con las Vegas del Sabandija
y Espinal, Tolima, similitudes extraordinarias en los volantes de uso
mostrando asimismo una gran variedad en dimensiones, diseño y
elementos decorativos especialmente llamativos e instructivos, algunos
como debería ser, no pierden su estilo Caribe, aunque otros, por sus
expresiones y manufactura, no tienen duda que son de procedencia del
altiplano Muisca. Con bastantes ejemplos más para anotar, no se deja de
pensar en que dada la proliferación de artefactos de diferentes culturas, el
territorio de los Panches haya funcionado también como país integrado,
en gran medida por grupos relativamente autónomos, quizás de origen
diverso.

La conquista del Nuevo Reino de Granada.


La conquista de los nuevos territorios se caracterizó por estar
comprendido entre el tercer periodo del proceso de urbanización europea
en nuestro país, etapa que comienza en el año de 1.535, precisamente
cuando los conquistadores rompen el cerco de la resistencia de pueblos
del litoral Atlántico como los Taironas. Seguidamente marchan varias
columnas militares que penetran en el interior de Colombia, siguiendo unos
patrones naturales de sentido norte - sur, los valles de los ríos Magdalena
y Cauca, e historias de tesoros fabulosos que alimentaban sus obsesiones
de lucro y grandeza.

Hubo dos ciudades, o mejor dicho pueblos, desde donde se organizaron


largas jornadas de conquista, Cartagena y la desventurada Santa Marta,
pero la última está considerada como laboratorio de expediciones de
donde salió mucha gente europea a la conquista de estos territorios y al
encuentro de fortuna. De los primeros europeos que se tiene noticia
estuvieron en la región norte del departamento del Tolima fue el
descubridor, conquistador y hombre de leyes don Gonzalo Jiménez de
Quesada y su tropa (La Santa Compañía) en 1.537, quienes comisionados
por el adelantado de Canarias y gobernador de Santa Marta don Pedro
Fernández de Lugo tenían como designio encontrar el nacimiento del río
Magdalena.

Las sociedades precolombinas, en especial los Caribes, Chibchas,


Arawacos y Quimbayas, disponían de una extensa red de centros urbanos
unidos por cientos de caminos que sirvieron a los conquistadores como las
primeras vías para transitar su cultura y continuar extendiendo sus
dominios. El área descubierta por el teniente general don Gonzalo, fue
llamada el Nuevo Reino de Granada y comprendía más o menos lo que
hoy en día serían los departamentos de Santander, Boyacá,
Cundinamarca, Tolima y Huila. Estos territorios de la Nueva Granada
estaban bajo el gobierno de Santa Marta e incluían también los territorios
del Río del hacha, hoy Riohacha y los de Cartagena y a su vez estos
dependían de la Real Audiencia de Santo Domingo en la isla Española.

El licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada salió de Santa Marta el 5 o 6


de abril de 1.536 con cerca de 700 conquistadores españoles, divididos en
pequeñas compañías de unos 50 hombres. Quesada probablemente
llevaba algunos indios caribeños de gran ayuda, que entre otras cosas
fueron sus sirvientes, guías, preparaban sus alimentos y cargaban
equipos, víveres, vituallas, municiones, tiraban de la artillería y, tras ellos,
algunas niñas indias de placer. El grueso de la expedición lo hacían las
bestias de carga y cerrando el desfile venían cerdos, gallinas, cabras,
algunas reces y varios esclavos africanos que al igual que los indígenas y
animales llevaban la carga y a algunos españoles a cuestas. La correría
del comandante Quesada, contaba con cañones de hierro forjado de poco
más de un metro de largo capaces de disparar balas o piedras. La
expedición o legión de mercenarios, además llevaba caballos reservados
para los capitanes, numerosos perros de fundamental ayuda, pues eran
diestros para la lucha y las sangrientas aperreadas o emperradas, término
que significa azuzar perros de presa contra la población indígena, casi
siempre indefensa.

El 12 de marzo de 1537 llegaron a Guachetá (Cundinamarca), enclave de


la grandiosa sociedad Chibcha, ante quienes alegaron ser embajadores
de un Rey muy lejano. Con esta maniobra habían iniciado la conquista de
las zonas altas de los Andes Centrales. Pero lo que no sabían sus
pobladores, por supuesto, era que dicho rey, Carlos V, no tenía idea de lo
que Jiménez de Quesada estaba haciendo, que ni siquiera sabía quién
era, y que no le había encargado ninguna misión. Ya descubiertos y
conquistados estos territorios y los antropocéntricos Muiscas, fueron
tristemente sometidos a la caída de Saquexazipa (Sapiga), último Zipa
sucesor de Tisquesusa quien murió asesinado, humillado y destrozado
durante el tomento a que fue sometido directamente por los capitanes
García Zorro, Fernán Pérez y Suárez Rendón en cumplimiento de un fallo
tan rápido como el juicio y cuyo veredicto lo dio quien además de ejecutar
la sentencia actuaba como máxima autoridad del jurado, el capitán García
Zorro. Gonzalo Jiménez de Quesada, por la autoridad que le concedía la
Corte Española, y en calidad de Comandante General y gobernador en
ese momento por no haber otra autoridad distinta, permitía la condena a
muerte al valiente Zipa por encontrarlo culpable del robo al tesoro de
España, a la voluntad de Dios y al Emperador. Con hechos desafortunados
y lo que marcaría lo que habría de venir, se fundaría la ciudad de Santa
Fe y se crearía el Nuevo Reino de Granada. Sin actuar en forma diferente
a otros conquistadores que deseaban gloria y riqueza, la actitud de don
Gonzalo durante estos dos años de rastreo en los Andes, lo coloca en un
nivel privilegiado de despiadado saqueador.

Marcha hacia la nación Panche

Pasado el invierno de 1.537, Gonzalo Jiménez de Quesada que se


encontraba ya en Bacatá, hoy Funza, da la orden al capitán Juan de
Céspedes de explorar nuevas tierras. El oficial es conducido por guías
Muiscas a Tibacuy, entra por dominios del Cacique Cónchima a territorio
de los Panches donde se mostró poco amigable, arrogante y hostil. Sus
comentarios y los de sus cronistas son de intrepidez, vigor y disciplina que
hace contraste con las observaciones hechas sobre los Panches,
desordenados, belicosos, vengativos y antropófagos. Fue la primera
expedición castellana en suelo Panche. Durante este mismo año, Jiménez
de Quesada personalmente se dirigió por las ásperas montañas de
Tocarema para hostigar a sus pobladores con el ánimo de intimidarlos y,
así, que les entregaran su oro y abandonaran sus tierras. Los Panches de
este sector no cedieron a estas presiones y en respuesta declararon la
guerra a los invasores y a sus resignados aliados. La evidente decisión de
los Panches de luchar hasta la muerte convenció a Jiménez de Quesada
de amargas realidades que él, sus capitanes y camaradas, no dispondrían
de estas tierras y sus riquezas hasta no poner una cuota de sacrificio muy
alta. La toma de estas tierras en posesión de los orgullosos Caribes no
sería tan relativamente fácil como fue la toma de la sabana de Bogotá. Sin
embargo, la astucia del conquistador hace que los primeros sacrificados
en estos interminables combates sean por supuesto las huestes de los
Zipas Muiscas.

En un acontecimiento histórico difícil de repetir, Jiménez de Quesada,


Nicolás de Federmán y Sebastián de Belalcázar, concurrieron a un mismo
tiempo y un mismo sitio, por lo que cada uno de ellos reclamaba
la conquista de un nuevo reino, originándose una disputa territorial. Los
tres altos oficiales convinieron el regreso a Europa para que la corte
española decidiera sobre tan complicados litigios. Fue así, entonces, que
el 12 de mayo de 1.539, los tres generales expedicionistas salieron rumbo
a Guataquí (Cundinamarca), una de las primeras poblaciones de origen
Panche en ser tomada por europeos y primer puerto de embarque sobre
el alto Magdalena. Es de anotar que la población de Tocaima
(Cundinamarca) frente a Guataquí, también de origen Panche, fue sitio
estratégico para la explotación de las minas de La
Sabandija, Venadillo y Mariquita en el norte del departamento del Tolima
(Fernández de Piedrahita). Entrando por Zipacón encontró gran ayuda por
parte del Síquima para pasar al lado occidental de la nación donde se
encontraban estas magníficas minas. Pero esta relación amistosa no duró
mucho. Los españoles empezaron una guerra que tardó 11 años, de 1.540
a 1.551, para someter por la fuerza a los Panches del Cacique Tocaima.
El 20 de marzo de 1.544, el capitán Vanegas Carrillo fundó la ciudad de
Tocaima.
Para Europa el evento de la conquista les abrió un horizonte inesperado.
Propició cambios profundos en lo político, cultural, teológico y económico.
Según informes oficiales de la administración colonial española,
aproximadamente un siglo después de iniciada la conquista en América,
se transportaron a la península Ibérica 181 toneladas de oro y 16.000
toneladas de plata. Estas cifras no tienen en cuenta que tanto los oficiales,
soldados, frailes, recaudadores, adelantados etc., se quedaban con la
mayor parte del oro, plata y piedras preciosas que robaban, explotaban,
encontraban o recaudaban. El intenso comercio de América hacia Europa
creó unas figuras que hoy día aun están vigentes. En Europa circuló por
espacio de quince años diez veces más oro del que normalmente
circulaba, produciendo una gran expansión mercantilista, animando de
esta forma el nacimiento del capitalismo entre España y Portugal quienes
a su vez gastaban y guardaban ese oro en Holanda e Inglaterra.

En dos bergantines, el uno para Jiménez de Quesada y para el alemán


Federmán y el otro para Belalcázar, por espacio de 17 kilómetros
navegaron sumidos y distraídos por sus disputas jurisdiccionales, sin
percatarse nunca de estar en pleno corazón de la nación Panche.
Tampoco estos imaginaron que aquellos extraños serían los nuevos
propietarios de sus tierras, destructores de sueños y verdugos de sus
cuerpos y sus almas. En este recorrido, los conquistadores se encontraron
con el que se considera uno de los pilares de la cultura Panche, Honda,
Tolima. Los conquistadores y sus problemas siguieron rumbo a Europa
pero el pueblo Panche quedó expuesto al amargo y demoledor orden
colonial.

Diplomáticas de armas tomar

Las mujeres que para algunos conquistadores e historiadores eran


de “atractiva presencia, hermosas y de varonil aspecto”, participaban en
forma directa tanto en el ámbito político y religioso como en los encuentros
bélicos. Eran de bellas facciones, extremadamente limpias y delicadas, de
cuerpos sanos, bien tenidos y esbeltos. Tal vez el mayor reconocimiento
que se le daba a la mujer en la escena de la contienda bélica, (extraña
conducta para los europeos) era el de conciliadora y artífice de los tratados
de paz. Este carácter de diplomáticas en asuntos de estado, coloca a
la mujer Panche en uno de los estratos más importantes en esta sociedad
sin trazo alguno de discriminación sexual. Estas hábiles, apuestas y
trabajadoras mujeres para ejercer tan delicada labor plenipotenciaria,
desde luego se capacitaban en asuntos como la política, religión, lenguas,
danza, música y sobre todo el conocimiento absoluto de su oponente.

A continuación lo que Gonzalo Jiménez de Quesada decía sobre


ellas: “Tienen estos Panches una costumbre en la guerra también extraña,
nunca envían a pedir paz ni tratan de acuerdo con sus enemigos si no por
vía de mujeres, pareciéndoles que a ellas no se les puede negar cosa y
que para poner en paz los hombres, tienen ellas más fuerzas para que se
hagan sus ruegos”.

Ellas tenían una inmensa responsabilidad social, ya que hacían todos los
trabajos dentro de la comunidad cuando los hombres se dedicaban a la
tarea de defender su estado o invadir nuevas tierras. Sin embargo, la
presencia constante de las mujeres en el combate contra los invasores
castellanos, no necesariamente caracteriza una comunidad bélica; por el
contrario, se presume que es la respuesta masiva de un estado agredido,
asumiendo un papel serio en defensa de su pueblo. Valientes, osadas e
inteligentes mujeres tomaron parte en la defensa de sus aldeas contra la
provocación española y eran señoras de grandes y potentes ejércitos que
lucharon contra la vileza a que sus pueblos habían sido sometidos. Entre
los relatos más publicados por los cronistas tenemos el de la Cacica Madre
Gaitana, que con su triste historia nos transporta a los horrores y posturas
inmoderadas de la conquista española de aquellos tiempos. Sus acciones
de guerra en defensa de sus tierras han sido continuo motivo
de leyendas y de símbolo nacionalista. Pero junto a esta intrépida Cacica
Yalcona, tenemos cientos de heroínas, que poco o nunca han sido
nombradas en las remembranzas de la historia Colombiana. Aliada de los
Paeces, nación nunca vencida, y de los Pijaos, combatieron juntos con
coraje y sorprendieron a los conquistadores en múltiples ocasiones.

Última frontera

A finales del mes de abril de 1.544, los conquistadores comandados por el


capitán Hernán Venegas, a nombre del emperador Carlos V, tomaron
posesión de las tierras de Tocaima, gobernadas por el Guacana, que era
el más poderoso y respetado de todos los Caciques Panches de ese lado
del Magdalena (lado oriental del río). Lachimi fue hecho prisionero y
posteriormente asesinado después de haber sido derrotado tras una
sangrienta guerra. Calandaima, Cacique de Anapoima, también fue
sometido por la fuerza. Cónchima, se presentó voluntariamente pero se
desconoce su suerte. Iqueima, cuyos dominios se encontraban en la
margen izquierda del río Fusagasuga, fue vencido en un asalto sorpresa.
Yuldama, Gran Señor de un basto sector del norte del Tolima, valeroso
líder de los Gualíes, organizó otras parcialidades de la nación Panche
como los Guasquias, Onimas, Abeas, Marquitones e importantes líderes
menores para hacer frente a la desenfrenada y arrogante intervención
española. Sustentador de la rebelde trama, Jiménez de Quesada ordena
a su capitán Juan Esteban confrontarlo con un poderoso ejército. Según
la historia colonial, fue muerto en combate por la lanza del oficial español
que le atravesó su tórax. Pompomá, Síquima de una extensa zona,
margen occidental del río Magdalena, tío del Cacique Cirircua, aliado y
colaborador incondicional de los cacicazgos Gualí y los Onima, tuvo a su
heredero secuestrado por el comandante Gonzalo Jiménez de Quesada
para poderlo doblegar. Cirircua, Cacique hijo de Yuldama “mozo soberbio,
de valiente brío, que a la muerte de su padre Yuldama, llama al indio
Pompomá que era su tío”, batalló a los españoles hasta que no pudo más.
Su voluntad fue quebrantada y finalmente en acto desesperado acató el
yugo español. Guastía, Cacique principal que gobernaba tierras próximas
a Bogotá, se destacó cuando intervino en la batalla contra Gonzalo
Jiménez de Quesada y su sobrino Jerónimo Hurtado de Mendoza, quien
muere en la refriega contra los Panches en la zona de Mariquita.
Niquiatepa, Síquima que con determinación defendió su gente de la
esclavitud, logró reunirse con otros Caciques para enfrentarse contra
la conquista de la destrucción y colaboró en la alianza con los Gualíes
Abea, Avea o Anea, Cacique “de gente robusta y en su trato desenvuelta”,
fue el principal autor de la revuelta y colaborador de los Gualíes. Su zona
de gobierno fue el de las tierras al rededor de la población de Guayabal
Tolima. Se entrega a los españoles afirmando ser libre y exento de
cualquier culpa. No obstante su entrega, fue detenido y encadenado.
Cimarra, Cacique menor, colaborador de los Gualíes, fue bautizado con el
nombre de Pedro. Nunca entendió la injusticia contra su pueblo y a pesar
de colaborar y ser obediente, decidió luchar contra el régimen que no pudo
comprender, contra el imperio que practicaba una doble moral y sólo
buscaba el exterminio para su gente. Totor, Síquima que acompañó y dio
obediencia a Yuldama en alianza fallida para vencer a los españoles.
Uniatepa entregó su mando y obediencia al pacto con los Gualíes. Uniguá,
dedicó su vida a la expulsión de los españoles de sus tierras e hizo parte
de la alianza con los Gualíes. Ujiaté, Cacique menor que se revela y forma
parte de la agrupación con los Gualíes contra el yugo español. Terminada
una refriega, el teniente general Gonzalo Jiménez lo manda llamar para
buscar la paz porque no hay otro camino, pero Ujiaté, en gesto de buena
voluntad, envía a su hijo quien fue secuestrado y encadenado por Jiménez
de Quesada junto con otros importantes jefes traicionados. Ondama,
Señor de Honda, “mañoso y esforzado”, gobernó el sector que hoy día
lleva su nombre. Acompaño a sus hermanos en la coalición de los Gualíes
y otras etnias para luchar contra los castellanos en la liberación de su
nación.

Estos doce últimos Síquimas bizarros y montaraces, a partir de Yuldama,


conformaron una de las últimas resistencias serias que se le hacía a la
colonización europea en el norte del Tolima. Esta confederación de
señoríos logró acertar un duro golpe moral y militar, ocasionando gran
dolor tanto al ejército español como a la sociedad colonial de la época;
cuando en combate los Panches dan muerte al Capitán Jerónimo Hurtado
de Mendoza, sobrino muy apreciado del adelantado don Gonzalo Jiménez
de Quesada. Estos exaltados en armas contra el nuevo orden fueron
llamados por los españoles “Sustentadores de la Rebelde Trama”. El
levantamiento de estos cacicazgos, más que todo tuvo como centro de
acción el norte de Tolima y sus protagonistas fueron Panches, algunos de
ellos mestizos y convertidos.

Otro grupo de capitanes que llamaron la atención de cronistas castellanos


por su poder de mando, corpulencia física y astucia, fueron Antar, Chires,
Ibicora, Imibi, Tupa y Tartapo.

Derrotados y sometidos estos importantes señores, su pueblo fue cayendo


lentamente al consiguiente repartimiento tributario y el trato fue el de
menos que esclavos por los encomenderos. El lado oriental del río
Magdalena fue tomado y los hijos de esta vigorosa nación fueron
aniquilados en gran parte por el excesivo trabajo en las minas. En el año
1549, el visitador y juez de residencia, licenciado Miguel Díaz de
Armendáriz, comisionó al capitán Francisco Núñez Pedroso para marchar
a la conquista y pacificación de los Panches al lado occidental del río
Magdalena. El 28 de agosto de 1551 se funda San Sebastián
de Mariquita por el capitán Núñez Pedroso para que sirviera de base para
la explotación de las minas y para hacer frente a quienes se proclamaban
como únicos dueños de estas tierras, misión que ya por este tiempo fue
encomendada por los oidores Juan López de Galarza y Beltrán de
Góngora desde Santa Fe. Entretanto y por muchos años, las tropas
españolas comandando grandes ejércitos de mercenarios Muiscas,
intervinieron violentamente ocupando población tras población, arrasando,
quemando, saqueando, ahorcando, destrozando casas, sembrados, y
cautivando a quienes se dejaban capturar vivos con sus familias para ser
esclavizados y bautizados.

Los castigos corrieron horrorosos para que fueran tomados como escarnio
y ejemplo. Fueron, aperreados, de la palabra aperrear (cautivos indios
entregados a los feroces perros mastines para que fueran despedazados
vivos), ahorcados, decapitados, muertos a garrote, azote o a piedra,
tormento de quema de pies y cuerda al cuello, quemados vivos; sus
cuerpos destrozados y colocados en sitios públicos hasta que los restos
quedaran hechos polvo, para que no quedara memoria y los demás
entendieran que este castigo se daría a otros que cometieren el mismo
delito. A algunos sobrevivientes se les amputaba un pie para que no
huyeran, muchos hombres ancianos y niños terminaban castrados como
consecuencia de los experimentados perros de guerra, otros fueron
entregados a los soldados Muiscas quienes los descuartizaron, a no pocos
se les obligó a establecerse en sitios determinados, condenaron a pena de
muerte a quienes salieran de estos lugares o se les encontrara algún tipo
de arma y a pagar los gastos de la pacificación. Los combates van de un
lado a otro de la frontera, la resistencia era férrea, casi inquebrantable y
se prolongaría por espacio de 70 años, la cual culminaría con la creación
de fortines militares y la fundación de villas, doctrinas, encomiendas,
curatos, pueblos de indios, pueblos de blancos, resguardos etc.
Finalmente con la guerra pacificadora, bajo la dirección del presidente de
la Real Audiencia Juan de Borja, su gestión debería acabar por completo
con todos los levantamientos indígenas del Nuevo Reino. Esta presión
militar, religiosa, política y económica ejercida por Borja, duró desde 1605
a 1611 y fue llamada guerra sistemática.

Rodeados por caseríos españoles, que no eran más que fuertes militares
de dominación y represión; (al norte Mariquita y Honda, al sur por Ibagué
y Venadillo, al occidente con Frías y Santa Ana de los Caballeros,- Falan),
los Panches fueron lentamente sometidos. Con toda evidencia, el
pensamiento de los conquistadores y las ordenanzas reales iban
encaminados a desplegar fortines defensivos y ofensivos ejecutados por
personal militar con claras preocupaciones estratégicas.

Al despoblar las riberas del Magdalena y sus afluentes, los Panches se


quedaron sin su gran recurso del pescado, y al quemar sus maizales y
cultivos de pan coger se perdió la base de su alimentación. Los grandes y
bastos centros poblados en los cuales habitaban los Panches y vecinos
perdieron así la posibilidad de sobrevivir. Los sometieron, asesinaron y
dispersaron por todos lados, los aislaron hasta convertirlos en forajidos y
cimarrones “indios del monte”, sin cultura alguna; perdiendo la noción de
haber sido impetuosos.

Sin educación, patria, ley y cultura, se transformaron en seres violentos,


atrevidos e incultos. No tuvieron otra alternativa que la de sobrevivir
desarrollando su agresividad, crueldad y astucia. Su condición física
también se afectó a causa de una pésima dieta porque no se les permitía
cosechar ni comer por una endogamia excesiva, ya que no tuvieron con
quién más mezclarse que con los de su mismo grupo o entre sus propias
familias, acto que desencadenó problemas y desórdenes de índole
genética. A raíz de estas causas, sus hijos ya no lucirían grandes, fuertes
ni esbeltos, ni sus mujeres hermosas e inteligentes y las tierras de
los Panches entraron a la órbita del repartimiento diseñado por la
monarquía. El Papa Alejandro VI por medio de una bula, reconocía la
propiedad sobre tierras y habitantes de nuevos territorios descubiertos a
la corona, y a su vez, los Reyes Españoles por ser propietarios del Nuevo
Mundo, concedieron las tierras a conquistadores y colonos por medio de
una gracia o Merced Real.

En 1594, una Cédula Real estableció que las tierras baldías o realengas
se debían adjudicar mediante subasta pública, generando inmensas
ganancias a España, quien también autorizó la concesión de tierras
comunales y creó los ejidos. La mayor parte de las tierras de los Caribes
del interior de Colombia fueron muy productivas en la minería, pero sobre
todo en la agricultura, siendo el tabaco uno de los productos más
destacados. En 1627 por exigencia del visitador don Lesmes de Espinosa
Saravia, oidor de la Real Audiencia, se fundan alrededor de las doctrinas
los primeros pueblos llamados en sus inicios Pueblos de Indios. Es así
como nacen los poblados de Sabandija o Angosturas del Sabandija,
Guayabal, Santísima Trinidad de Coello (Coello), Coloya, San Sebastián
de las Piedras (Piedras), Santa Lucia de Ambalema (Ambalema)
y Venadillo. Luego de estas fundaciones, don Lesmes pide a
encomenderos y curas doctrineros la introducción de indios traídos de
otras partes y negros para fundar a Guayabal y la aldea de Méndez. La
encomienda establece por obligación crear la doctrina y la doctrina
una iglesia, generando el caso que donde quiera se encontrara una
concentración indígena; los curas Franciscanos y Dominicos, los primeros
en el interior de Colombia, fueron seguidos por Jesuitas, Mercedarios y
Agustinos, en su propósito de evangelizar. De esta forma se anticipaban a
la autoridad civil en cuanto a organización social. Sin embargo, estos
códigos de disciplina estaban sujetos a las normas morales de
la Iglesia Católica. Los curas recibían para adoctrinar lo que sus militares
dejaban y fueron estos sacerdotes doctrineros, sin duda alguna, la
avanzada civilizadora de la España colonialista.

Los pueblos de indios no garantizaron la permanencia de indígenas


desposeídos de sus tierras en estas nuevas fundaciones que empezaron
a constituirse a partir de 1593, cuando entró en vigencia el nombramiento
de Corregidores de Indios, pero sí en cambio se fomentó el reemplazo de
los naturales por una nutrida y creciente población de mestizos y blancos
pobres. Dentro de ese proceso la región del Sabandija pasó a ser la
despensa de alimentos más importante para la Villa
de Honda y Mariquita y a vivir una era de gran productividad agrícola,
tecnología minera primitiva pero eficiente, habilidades manuales y fuerza
de trabajo aborigen, los que pudieron haber asegurado el éxito de la
empresa minera española en esta zona.

Daño histórico por los relatores de la conquista.

Uno de los cronistas que mayor esfuerzo hizo para acercarnos al hombre
indígena fue Fray Pedro Simón, gran narrador no sólo para hablar de la
grandeza de sus acompañantes conquistadores, sino para deslegitimar a
grupos Caribes como Panches, Pantágoras y Pijaos. Poniéndolo de
alguna forma, Simón era un corresponsal de guerra que no solamente
interpretaba de la mejor forma los intereses del sistema eclesiástico al que
pertenecía y la corona a la que servia, sino que escribía lo que en Europa
estaban acostumbrados a escuchar. Por eso, su trabajo Noticias
Historiales y otros por citar algunas como Elegías de Juan de Castellanos
quienes defendían la llamada “guerra justa” como una salvaguardia de los
llamados justos títulos y como un aterrador castigo para el pueblo que
osara oponerse al vasallaje del pueblo conquistador español; deberían
cuestionarse al menos cuando hacen referencia a estas gentes.

No podemos desconocer que fue una época de censura, excomunión,


persecución y muerte impuesta a aquellos que se atrevieran a desafiar,
criticar o trataran de cambiar ese orden. Escribir coherentemente con ese
tipo de presiones es imposible. Sin embargo, no es pretexto válido y
precisamente es otro argumento más para no fiarnos de todo lo que estos
escritos dicen. Mencionados cronistas se afianzaron en el supuesto deber
de un pueblo civilizado sobre otro que no lo era. Los Pijaos, al igual que
los Panches, también sufrieron este maltrato histórico coincidencialmente
por los mismos cronistas de esa época pero como los Pijaos aun no han
desaparecido, el tema sigue generando obras literarias polarizadas que
persisten con el señalamiento y comentarios en detrimento del indígena y
como si fuera poco, sugiere la llegada de los españoles a estas tierras
como hecho afortunado.

Finalmente nos deja muy preocupados que esta fijación de maltratar el


aborigen y las crónicas mal intencionadas, hallan pasado de generación
en generación y hoy en día se conviertan en la causa principal del
problema de violencia que viven países como el nuestro. Para algunos
historiadores, sociólogos y sicólogos, el comportamiento violento, la
promiscuidad y la desvergüenza, una inclinación congénita al robo y a la
agresión, una propensión a la ebriedad, incapacidad congénita a obrar de
acuerdo con la ley y el orden, la descomposición social, la desobediencia
o desacato a las leyes y otros males, tienen origen en la contribución étnica
indígena. Los cronistas relataron hechos contradictorios con magistral
inconciencia, y algunos historiadores actuales los trascriben sin
comentarios con la mayor desaprensión. Unos relatores declaran, por
ejemplo, que los indios no tienen fe, y más adelante escriben sobre
rituales, costumbres religiosas y nombre de dioses. Otros nos presentan
estas tribus como bárbaras y comentan después sobre su organización
social, arte y métodos de cultivo. Las sociedades dominantes permiten en
su interior todo tipo de aberraciones, pero esas mismas son implacables,
intolerables e incisivamente críticas cuando ven hacia otras más débiles o
subyugadas.

Urbanismo y vivienda

Las ciudades americanas no aparecieron con la llegada de los europeos


puesto que ya existían grandes y bien desarrollados centros urbanos que
los asombraron. Cuando se celebra la fundación de un pueblo o ciudad,
se está tomando la fecha en que los españoles llegaron a estas urbes, más
no la fecha real de establecida por sus fundadores originales. Esto por
supuesto contribuye para imponer la idea que la historia urbana del país
empieza tardíamente y comienza con el arribo europeo. La ciudad
americana prehispánica, como la totalidad de la sabiduría precolombina,
fue negada. Los poblados indígenas mostraban una determinada
conformación urbanística, extensos caminos principales que comunicaban
sociedades enteras con otras, trochas secundarias que unían unos
poblados con otros, calles que acercaban casas con vecindarios, los ríos
y arroyos secos desempeñaban el mismo papel que los caminos. Las
casas de los jerarcas, de sus nobles y las del pueblo en general, los
templos, cementerios, talleres o sitios de trabajo, las huertas, y la crianza
de animales alrededor de sus casas, nos manifiestan la existencia de un
orden social urbanístico activo y en desarrollo.

Los núcleos de las viviendas se levantaban cerca a centros ceremoniales


y funerarios. Esta agrupación de viviendas era llamada aldea y una
agrupación de aldeas era llamada señorío. Cada señorío era un pequeño
estado teniendo su propia forma de designarse así mismo y cada uno de
estos feudos contaba con su propia expresión territorial, teniendo su
cabeza visible en un Síquima que equivale a un rey o señor quien no
pertenecía a una línea de sucesión.

Las construcciones se agrupaban una junto a otra, de manera nucleada.


Algunas de estas increíblemente extensas, otras más pequeñas. Los
grandes centros poblados estaban distribuidos según el reparto jerárquico,
representando una estructura interna completa donde se desarrollaban
actividades vitales que caracterizan un hábitat urbano como residencia,
acopio, comercialización, intercambio y la centralización del aparato
administrativo, religioso, político y militar. De otro lado existían pequeñas
poblaciones en sitios estratégicos donde en menor escala se ejercía el
comercio, pero cumplían funciones también de urbanismo como
residencia, producción e intercambio. Otro sector de la población se
encontraba disperso en todo el territorio, reunido en pequeños núcleos
familiares o de parentesco, importantes para el sostenimiento de los
medianos y grandes poblados que en ocasiones no eran autosuficientes.
Existía una característica en la estructura de estos pueblos aborígenes,
eran abiertos, sin fortificaciones, siendo este otro motivo para creer que
sus habitantes eran esencialmente pacíficos. Los primeros
pueblos Panches fueron fácilmente tomados y desbastados, pero ya en el
transcurso de la guerra se trasladaron a sitios escarpados de difícil acceso.

Llega la conquista y la posterior colonización, el español destruye, quema,


arrasa conjuntos urbanos de mayor importancia en cuanto a forma y
estructura se refiere, sin dejarnos desafortunadamente evidencia física de
la ciudad americana. De ahí en adelante, se establecen las fundaciones,
caseríos o aldeas españolas con base en una especie de código muy
rígido, elaborado en Sevilla, España. Estos pueblos españoles recién
erigidos, se caracterizaban por tener un urbanismo militar. Quedaban al
mando de un oficial gobernador que se destacaba por su brutalidad y por
lo general eran comandantes con problemas de insubordinación a quienes
se castigaba con el destierro. Su tropa era un puñado de mercenarios o
buscadores de fortuna jóvenes, generalmente incultos, de baja extracción
social, iletrados y supersticiosos; quienes a su vez tenían a su cargo
esclavos africanos y cautivos indígenas a quienes les hacían pelear las
guerras por ellos. Sus guías espirituales eran sacerdotes pobres que
venían con el ánimo de buscar fortuna y fueron estos quienes en busca de
enriquecimiento crearon el acto sacrílego de usurpar las tumbas sagradas
de los pueblos aborígenes, siendo este suceso comúnmente conocido en
nuestro medio con el nombre de guaquería. Lo practicaba un cuerpo de
funcionarios de la Hacienda Real que eran particularmente deshonestos,
proxenetas que traficaban con jóvenes y niñas indígenas raptadas y
prostitutas españolas que serian las primeras esposas de soldados y
colonos.

Como vemos, los poblados aborígenes desaparecen para dar paso a una
nueva sociedad edificada en medio de numerosos antagonismos, bajo la
más completa corrupción e inmoralidad. Aunque se encontraban bien
establecidos en aldeas; por circunstancias de la migración de animales de
caza, pesca y por condiciones de estado de guerra, su movilidad era
impresionante. Haciendo referencia a la habitación de los antiguos
pobladores del norte del Tolima, encontramos que los Panches solían
construir sus casas en lo alto de zonas escarpadas, a manera de fortalezas
naturales. Tal parece que este concepto urbanístico fue adoptado
precipitadamente en defensa al arribo peligroso de los españoles.
Los Panches introdujeron en los últimos 70 años de guerra contra los
españoles una forma desesperada de urbanística defensiva. Sin embargo,
se ha encontrado evidencia de grandes centros habitacionales con mayor
antigüedad, en zonas planas, bajas y fértiles, pueblos no fortificados,
abiertos, con gran vocación agrícola; esencialmente armoniosos y
pacíficos. Los materiales más frecuentes fueron la hoja de diferentes
palmas, bejucos, tallos de caña de chonta y guadua. Usaban diferentes
fibras de hojas y tallos para el amarre. La planta era circular con techo en
forma de cono. Los elementos para el acabado de los techos más
frecuentes fueron la hoja de la palma real, calicá, nolí y una serie de pajas
nativas. Las vigas, tirantes, varillones y otros componentes para la
construcción, salían del espeso bosque que les proporcionaba todos los
materiales para ejecutar estas sencillas viviendas. Entre estas casas,
bohíos o caneyes como solían llamarlas, se realizaban varias actividades;
se hallaban las cocinas con sus fogones en piedra en donde se preparaban
los alimentos; se encontraban los utensilios de cocinas encima de
barbacoas de mediana altura y piedras de moler dispuestas en sitios cerca
a la pared; estaban dentro de la habitación también sus coloridas
hamacas, recogidas durante el día para facilitar el ejercicio de otras
actividades y se ejercían algunas labores manuales como la realización de
trabajos en pequeños talleres para la talla de piedra o para hilar y tejer

Antropofagia, mito o realidad

A diferencia de estas y muchas otras crónicas españolas que relatan cómo


se comían unos a otros para saciar su hambre, no se ha encontrado
evidencia arqueológica que sustente estos escritos. En excavaciones
arqueológicas realizadas en diferentes puntos al norte del departamento
del Tolima, algunas de ellas basureros de cocinas precolombinas (rellenos
sanitarios) se han encontrado muestras suficientes para creer que todo lo
anteriormente expuesto sobre los Panches es pura retórica colonialista.
Estos importantes hallazgos indican gran variedad en su dieta alimenticia
que van desde restos óseos de diferentes tipos de animales como
venados, cerdos de monte, tortugas, roedores, simios, reptiles, aves,
diferentes tipos de peces, hasta caracoles, restos de nueces, cereales,
huevos, tubérculos, semillas de frutas. De acuerdo a estas crónicas o
relatos pensaba encontrar entre todos los desperdicios restos óseos
humanos, pero para nuestra sorpresa durante los ocho años de trabajos
en estos yacimientos arqueológicos, no se ha descubierto prueba que
indique una práctica generalizada de antropofagia en ellos. Los mitos que
conducen a que creamos que los Panches eran tremendas máquinas
devoradoras de carne humana han perdido validez.

En toda el área de este estudio no hay constancia de hambres colectivas,


al menos no antes de la época prehispánica, aunque pudo haber alguna
escasez temporal. La pesca y la caza eran abundantes, la agricultura se
adaptaba eficientemente a las necesidades de cada región geográfica y el
intercambio comercial suministraba los alimentos que no se producían en
la zona. No hubo pues la necesidad de apelar al consumo rutinario de
carne humana por falta de otros alimentos, como insistentemente algunos
historiadores del siglo XX han tratado de hacernos creer. Eventuales
fueron los casos comprobados de antropofagia famélica por ausencia
forzosa de alimentos, inducida como medidas de guerra auspiciadas tanto
por españoles como indígenas en el Nuevo Reino de Granada. Esta
medida se adoptó con el ánimo de expulsar de estos territorios tanto a
unos como a otros, cosa que desde luego no sucedió. Sin embargo, las
hambrunas se generalizaron llegando al triste hecho conocido por todos,
a la antropofagia por física hambre.
Los despojos humanos que hemos encontrado en urnas funerarias y
entierros primarios, aunque representan zonas arqueológicas y periodos
cronológicos muy diversos, nos dan a conocer una nueva y real visión de
cómo el cuerpo humano no era una fuente importante de proteína, sino un
hecho primordial de respeto, rito y alabanza por lo complejo y riguroso del
acto. Los huesos humanos están depositados con delicadeza en sitios
predeterminados, escogidos con cautela, acompañados por una serie de
elementos decorativos espirituales y de uso personal; los restos animales
simplemente se sitúan entre un montón de desperdicios y desechos. No
me aparto que a nivel ritual o ceremonial en asocio con la guerra se
hubiese adoptado esta tendencia, consumir la carne o beber la sangre de
ese enemigo regio a quien vencían en combate, lo que les daría el poder
de quedarse no sólo con el coraje y valentía sino también con el alma de
su adversario, pero incluso en este caso se trataba de una figura dirigida
al culto. Era una especie de sacramento sanguíneo donde la sangre del
adversario capturado en estos combates rituales era el medio de
comunicación más potente entre los humanos y el universo sobrenatural.

Estudios hechos por la universidad de Berkeley, contradicen las teorías


según las cuales el canibalismo surgió en el planeta en forma aislada y
generalmente como recurso extremo. Sostiene que la costumbre humana
de comerse a los de su misma especie fue más generalizada de lo que se
creía hasta ahora. Según planteamientos revelados a comienzos de 1998
en Europa, la antropofagia fue común durante toda la edad de piedra. El
canibalismo en estos antecesores del hombre moderno, cuyos restos se
estiman en miles de años de antigüedad y que constituyen entre los más
antiguos de Europa, era un comportamiento continuo en las comunidades
de homínidos, constituyéndose la carne humana en un ingrediente
importante en la dieta del hombre primitivo europeo. Que el hombre en
general haya tenido que pasar por lo que hoy se ve como una práctica
repudiable e inaceptable, verifica dos puntos de vista incuestionables, el
funesto o reprochable y la humanitaria o compasiva del comportamiento
humano, incluso en periodos tan antiguos como en la etapa prehistórica
del hombre.

Cocina panche

No todo lo que se ha dicho del indígena americano es cierto y dentro de


este marco, por supuesto, entra lo que se dejó dicho sobre los Panches.
Tenemos el caso del naturista Bernabé Cobo quien sostenía que para el
hombre precolombino no existía la discriminación en materia alimenticia,
pues el indio comía desde piojo y sabandija hasta hombre, aunque desde
luego esta observación tiene la inconsistencia de todas las
generalizaciones. El naturista hoy día es severamente cuestionado por no
tener en cuenta la herencia cultural del indígena sobre la cual estas
comunidades se apoyaban. Hipotéticamente el hombre americano podía
comer de todo; pero en la práctica no ocurrió así, sencillamente porque
tanto algunas plantas como animales fueron objeto de prohibición para el
consumo o sacrificio por motivos mágicos, culturales y religiosos.
Saludables y robustos por que conocían la importancia de una dieta
variada, rica en proteínas, gustosa, bien presentada y fácil de cultivar y
capturar, los Panches fueron un pueblo que aprovechó esta grandiosa
riqueza natural. Estos alimentos iban desde plantas y vegetales como el
tomate, girasol, maní, ahuyama y la calabaza hasta "frutas..." (Simón, 111,
Pág.42) como la piñuela, lulos, guayaba, maracuyá, marañón, guanábana,
chirimoya, mamey, ciruela, papaya, dátiles, piña (muy usada por estos
para la elaboración de chicha, (Zamora 1.945), guama, nueces, cuescos,
corazones y cogollos de diferentes palmas, guaduas. Consumían las hojas
tiernas de plantas como la yuca, ciruelo, matarratón, papayos, ají y tabaco.
De las plantas de coca y tabaco no sólo se extraían poderosos
estimulantes de uso religioso, ofrendario y energético para largas jornadas
de trabajo, sino también obedecieron a una riqueza potencial como
alimentos.

Alimentos exóticos como la carne de tortuga (Patiño, 1.966), iguana,


gallineta o gallina de monte, los caracoles, cangrejos, y ostras de agua
dulce, ranas, larvas, se criaban hormigas para comer (Cuervo, 1.892),
achiote o bija, cacao, miel tanto de abejas como de avispas, flores usadas
como hortalizas, pimentón, lulo, gulupa, hojas de ciertas plantas y demás,
hacían parte de este extenso menú. Hierbas y aliños deliciosos como la
vainilla, yerbabuena, mastranto, el ají y otros poco conocidos como el
bledo y la verdolaga, ricos en hierro y proteínas, daban aromas y exquisitos
sabores. La práctica de domesticación de animales fue bastante utilizada
entre los Panches. El venado, una fuente importante de proteína en su
dieta alimenticia, fue criado en grandes rebaños, aunque su consumo sólo
se permitía a las clases dominantes. Se encuentran una muy variada gama
de tubérculos que entre los más afamados está la yuca, el ñame, la batata
o papa dulce y diferentes variedades de papas que eran introducidas a la
zona desde tierras mas frías por el vigoroso intercambio de productos.
También contaban con cereales como el maíz y el fríjol que ahora tienen
la excelente reputación junto con la papa de haber alimentado y de seguir
alimentando el mundo. Es muy posible que los Caribe hayan introducido
la yuca de cazabe a esta región del país. El origen del tubérculo al parecer
proviene del Brasil donde la yuca dulce para consumir fresca la llaman
Macaxeira. Posteriormente fue llevada a la costa Atlántica y luego
introducida al interior de Colombia vía Magdalena por los Caribe que
emigraron a estas tierras. El Cazabe o también llamado Mandioca es la
más predominante y es de donde provienen todas las variedades y clones
de las más cultivadas. El uso por los Panches no difiere de la forma como
otras parcialidades o grupos aborígenes la preparaban.

Medicina, magia, arte y realidad

Padres de un legado de inmensa riqueza cultural, los Panches alcanzaron


un alto grado de desarrollo mágico, ecológico, espiritual y artístico. Si bien
el hombre contemporáneo tiene la tendencia a dar respuestas por lo
general de orientación religiosa a aquellas cosas incomprensibles sobre
las sociedades antiguas, hay que aceptar que sabían cosas que los
hombres de hoy ignoramos completamente y por supuesto, aunque fuera
muy importante, no todo estaba enmarcado en este esquema. En el campo
de lo mágico lograron traspasar las fronteras de lo material, conociendo el
poder interno de las cosas. Manipulaban la energía para curar
enfermedades, predecían buenas o malas cosechas y mantenían
comunicación con el más allá. A lo largo de muchos años de observación
y experiencia obtuvieron supuestos poderes, que no era otra cosa sino la
aplicación práctica y repetida de ciencias de ámbitos metafísicos hoy
desconocidos, las cuales se fueron transformando en disciplinas
interrelacionadas, al final ejercitadas sobre quienes las necesitaban. En
este ambiente tan receptivo, no es de extrañar que esta costumbre tan
antigua, lejos de ser marginal, es el mismo soberano, místico, conocedor
y sabio junto con sus sacerdotes, el primero en utilizarla para proteger su
territorio de peligros internos y externos, mantener el equilibrio de todas
las cosas, sostener la fertilidad de los ríos y campos y afianzar la estrecha
relación con el cosmos. Dada la importancia, la fuerza era interpretada
como un don de los dioses al servicio de la humanidad. La magia vendría
a ser lo mismo que la religión, pues ambas descansan en la teoría de que
pueden influir en los dioses mediante ciertos ritos, para obligarles a
disponer de las fuerzas de la naturaleza en favor de su pueblo.
Dios del bien, aterrador y despiadado

Al igual que otras religiones, los Panches adoraban un ser supremo con
una personalidad compleja, seguido por dioses menores o deidades a las
cuales atribuían la maldad o la benevolencia. Su dios central representaba
dos mitades irreconciliables y opositoras. Arbitrariamente dividido, ejercía
el bien entre los hombres, siendo a su vez aterrador y despiadado.
Contrario al diablo en el cristianismo, éste no representa un ser
independiente que sólo actúa a favor del mal, sino aquí pertenecía a esa
misma esencia divina. La maldad para los Panches era parte del carácter
de ese mismo dios benévolo y celestial y por lo tanto, para poder adorar el
mundo en su totalidad, había que establecer junto al culto inmaculado, un
culto a la maldad, o digámoslo de otra forma, un culto al castigo divino. Es
un hecho seguro que la organización social es paralela al dogma y
descubre una unidad fundamental, siendo considerados los hechos
naturales como un gesto de fuerza divina; en los valles del Magdalena el
Panche adoraba la fuerza de la naturaleza y, ante todo, las aguas, las
montañas, el monte, el sol y la luna. Los Panches tenían como dios central
un ser tutelar, poderoso y único llamado Nanuco o Nacuco. Dominaba y
regía las cosas de este y otros mundos, tenía el poder de hacer tanto el
bien como el mal, era supremo; por lo tanto sus actos y naturaleza iban
acompañados de doble contenido. Este temido dios era evocado con un
nombre diferente de acuerdo a su estado de ánimo y de los sucesos
ocurridos en el mundo y así mismo podía ser visto de diferente manera.
Aunque era el dios de dioses, siempre estaba representado con una
sexualidad femenina. Tenía igualmente este pueblo un conjunto de dioses
mayores como el sol, la luna llamada Quinini, el agua y el monte. Existían
también dioses menores iguales a los de la etnia Pijao como la princesa
diosa Tulima y otros de importancia como Lulomoy, dios grande con
múltiples extremidades, Locoombo, dios del tiempo, benévolo y creador de
todas las cosas existentes y Eliani, dios de las cosas no buenas, pero su
poder fue mal interpretado por los conquistadores dándole el mismo
calificativo del demonio cristiano. Por la abundancia y proximidad con las
aguas, algunas de estas deidades debieron ser habitantes de las mismas,
otras aparecían y se transformaban en la noche, como la luna por quien
sentían gran respeto y atracción.

Las obligaciones de un solo dios variaban y también la actitud hacia él; por
lo tanto cambiaba el modo de reverenciarlo. Si la dicha de unos puede ser
la desgracia para otros, así mismo el dios podía ser visto premiando o
castigando, exigiendo o dando, haciendo el bien o el mal. Si pudiéramos
entender los infinitos matices de detalles y situaciones comprenderíamos
la variedad de tributos que veían en cada dios, la cantidad de aspectos
que asumían y aun la mayor cantidad de nombres que les daban en
humildad; por reverencia, gratitud, o por temor. El ser supremo era dios
madre, quien tenía el poder de reproducir, cuidar alimentar y estar al final
de la vida para recibirla de nuevo en su seno. La naturaleza se encontraba
siempre allí cuando se necesitaba, como una madre. Por ello adoraban
muchas formas, facetas y manifestaciones naturales a las que siempre se
referían con los respetuosos términos de Madre Tierra, Madre Agua,
Madre Monte etc. En cuanto a la alfarería Panche, el más valioso
documento con que cuenta el arqueólogo para aproximarse a esta cultura,
pertenece tanto al ámbito de lo utilitario como a la producción destinada a
servir de ofrendas y a los ritos funerarios. Fue también un trabajo orientado
a la producción de figuras y estatuillas, con la representación de imágenes
de algunas deidades.

Magna mater, la Venus del sabandija

El hallazgo de pequeñas esculturas femeninas, de senos reducidos y


amplias caderas encontradas elaboradas en arcilla, delicadamente
decoradas para uso ofrendario que usaron los Panches en ritos de
fertilidad y ceremonias religiosas, representando los ciclos de la vida
sugieren una excelente actitud hacia el tema de la fecundidad y
proliferación. Pasado el culto de veneración, la sacerdotisa y demás
mujeres devotas rompían ofrendas y deidades para luego ser enterradas
permanentemente en el mismo templo, asegurando así el ritual de
guardianas de la fecundidad y protectoras de la tierra. En la cosmogonía
Panche, abunda el mito sobre el origen del mundo como acto genésico en
que la Madre Tierra fue fecundada por el Padre Cielo. La tierra en
oposición al cielo recibe el atributo de femenina y pasiva, de aquí su
vínculo con la matriz. Aunque la madre tierra no es sólo la matriz donde
todo se engendra, también es el sitio a donde todo regresa, paso definitivo
a otros estados en la evolución. Estas ceremonias eran practicadas y
conducidas sólo por mujeres, quienes hacían parte del propósito de
procrear y proteger, naturaleza del ritual. Es de anotar que en esta
preocupación por la fertilidad encontramos los orígenes de todas las
religiones. En las sociedades antiguas las mujeres eran adoradas como
creadoras de la vida. El hombre prehistórico rendía culto a figuras
femeninas de terracota, marfil o piedra. La figura femenina de mayor
antigüedad, 31 mil años, fue hallada en Galgenberg, en la baja Austria, y
esta elaborada de piedra verde o nefrita. En la antigua Grecia las mujeres
de Lesbos, hoy Mitilene, practicaban un culto dedicado a un dios femenino,
posiblemente a la diosa Deméter quien personificaba a la tierra. Miles de
mujeres se reunían a adorar y rendir culto (enterrando pequeñas estatuillas
de barro con rasgos femeninos). Estas diosas no eran más que la
supremacía femenina en las religiones de los primeros tiempos y
representaban sus vínculos con el orden divino de la naturaleza. La
veneración a deidades femeninas ha llegado hasta el mismo cristianismo
bajo la forma de la virgen María, inmaculada, madre de Jesús, reina del
cielo. La escasa importancia que el cristianismo dio a la mujer, tratando de
acabar resquemores de las abundantes deidades femeninas de la
antigüedad, fue enmendada en parte con la instauración del dogma de
María y el culto Mariano, aunque con reticencias sin terminar de admitir la
igualdad entre hombres y mujeres. En el ámbito cultural de occidente y por
derivación, hay otro personaje de suprema importancia. Eva, quien
también sustituye y simboliza a la gran madre o magna mater, procreadora
y objeto de culto permanente (madre matriarcado) cuyas primeras
manifestaciones datan de 31.000 años a. n. e. aproximadamente, hoy
conocidas como estatuillas, llamadas Venus, halladas en cavernas casi
por toda Europa.

Oro, chamanismo y coca

El aurífice Panche era el mismo gobernante o mago y el mago era el mismo


chaman o mohán. Este mismo personaje transformaba el oro natural y
profano en joya preciosa y sagrada. El oro fue símbolo de la inmortalidad,
seductor y alucinante, inducía a la reverencia y temor, era sacrificante y
ofrendario, era por excelencia el elemento más grato a los dioses, era
resplandor y fertilizante, era con su infinita gama de tonalidades quien
interfería en el estado, salud, ánimo y comportamiento del hombre. El sol,
secundado por el Gran Más Allá, representaba en la tierra la máxima
autoridad y su condición era la de divinidad celeste. El sol que con el calor
de sus rayos sobre la tierra infundía vida y esperanza. El Sol y el soberano
por consiguiente, tenían una misión cósmica, la de mantener en marcha la
máquina del mundo y velar porque el cielo no se desplome sobre la tierra.
El oro, el sol y el poder, fueron una constante del pensamiento
precolombino. El oro elemento vital, simboliza fuerza para gobernar, curar
y representar creencias. Identifica lo inalterable, lo eterno y lo perfecto. Por
ser el más noble de los metales, dúctil, maleable y brillante y por su color,
representaba al padre sol. El que cargara oro, cargaba para sí parte del
sol.
Las connotaciones negativas, desde el punto de vista moral fueron
introducidas por los europeos en la conquista de América, fijándose en la
función del oro como bien material y mostrándose con excesivo apego a
las cosas de este mundo. El sol, padre impulsador de vida otorgaba a la
madre tierra el oro que hay en ella. Y el poder, quien tuviese oro tenia
poder para tener acceso directo al padre sol y a la madre tierra. En
conclusión, el oro simbolizaba el conocimiento sobre lo esotérico y unía a
los chamanes y personajes reales con el secreto más íntimo y sagrado de
la tierra. Vemos entonces que alguno de los dos, el Síquima o el Chamán
representaban al sol y, en el sistema dualista Panche, que recuerda al
mexicano, peruano y chino, se encuentra, consecuentemente, del lado
masculino, diurno, celeste, cálido, en oposición complementaria a lo que
es femenino, terrestre, lunar, nocturno, frío. Pero si pasamos este primer
plano al código animal, nos lleva con toda seguridad a uno de los seres
más significativos para la cosmovisión Panche, al lado del águila celeste
diurna, opuesta al jaguar terrestre nocturno.

Las piezas en oro que reposan en grandes museos y colecciones


particulares encontradas en la región Tolima, son generalmente en oro
argentífero (oro con contenido de plata) de altos quilates. Las piezas
artísticas como pectorales que para los españoles no fueron sino objetos
blasfemos, parecen ser diseñadas más por dibujantes que por escultores
y que aparentemente fueran usadas más para estampar textiles que para
uso sacerdotal, son de altísima calidad y elaboración. Se distinguen por
ser figuras esquemáticas con marcada vocación geométrica; corte de
perfiles siguiendo líneas rectas, quebradas en ángulo a escuadra, salvo
las bases que suelen ser alunadas, ancoriformes o bifurcadas; motivos
antropomorfos y zoomorfos o de manifestaciones combinadas en una
misma pieza con cabezas en cuadro y siluetas en oro laminar martillado
con diseños geométricos, sobrios y reiterados.

Son obras de alta abstracción, ligadas a una compleja cosmogonía como


complicados pectorales de figuras humanas aladas con predominio de la
línea recta de trazo firme, con superficies lisas o caladas, cabezas
antropomorfas cuadradas y colas bifurcadas o semilunares. Cuentas de
collar en diseños estilizados, de hombres y animales, son la temática
predominante en estas comunidades de artistas, poseedoras de ricos
yacimientos auríferos. Hay que resaltar el sentido del ritmo y proporciones,
ya que no rompen la elegancia ni obstaculizan la dinámica de la pieza y en
particular hay que tener en cuenta el conocimiento y la pericia que el
artífice Panche necesitaba para dominar los problemas técnicos
superando con maestría las dificultades del dibujo o diseño. Cualquier
definición dada a este tipo de procedimiento artístico, el resultado será
siempre igual, notable, preciso, rítmico, objetivo, dinámico, profundo,
matemático, como pasado previamente por un diseño que culminó con un
prodigioso resultado geométrico. Tan hermosas, misteriosas, poderosas e
inquietantes son estas joyas que han logrado transmitir de épocas tan
remotas la convicción de oro sagrado y su estrecho vínculo con el sol.
Todos los tesoros o piezas halladas siguen teniendo una presencia
sublime. Así mismo, estos objetos no son como otros; son fragmentos
sagrados de templos precolombinos.

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