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Voces: ABORTO ~ CONCURSO DE LEYES ~ DAÑO MORAL ~ DAÑOS Y PERJUICIOS ~ DELITO ~

EJERCICIO ILEGAL DE LA MEDICINA ~ HOMICIDIO ~ HOMICIDIO CULPOSO ~ INDEMNIZACION ~


INDEMNIZACION POR FALLECIMIENTO ~ MUERTE DEL HIJO ~ PADRES ~ TENTATIVA
Tribunal: Cámara del Crimen Nro. 2 de Resistencia(CCrimResistencia)(Nro2)
Fecha: 22/03/2006
Partes: Bazán, María Cristina
Publicado en: LLLitoral 2006 (noviembre), 1305
Cita Online: AR/JUR/4575/2006
Hechos:
La Cámara Segunda en lo Criminal condenó a la imputada como autora del delito de aborto en grado de
tentativa seguido de muerte e hizo lugar a la demanda civil iniciada por el padre de la víctima, condenando a la
imputada a abonarle a éste, una suma de dinero por daño moral.
Sumarios:
1. Corresponde condenar a la imputada como autora del delito de aborto, en grado de tentativa —en el caso,
porque la muerte del feto se debió al fallecimiento de la madre y no a las maniobras practicadas—, seguido de la
muerte de la mujer, si se encuentra comprobado que el deceso ocurrió como directa consecuencia de la
administración, por parte de la acusada, de un inductor anestésico, que proporcionó sin contar con el ambiente
adecuado y sin tomar los recaudos que su uso controlado requiere, pues basta que se haya comprobado el
comienzo de ejecución del aborto, para que sea de aplicación el art. 85 inc. 2, última parte del Cód. Penal y la
muerte que opera como agravante puede haber sucedido, inclusive, de forma imprudente, siempre que se pueda
establecer una relación objetivamente imputable entre el fallecimiento y las acciones tendientes al aborto.
2. Debe calificarse como aborto en grado de tentativa —en el caso, porque la muerte del feto se debió al
fallecimiento de la madre y no a las maniobras practicadas—, seguido de la muerte de la mujer, y no como
homicidio culposo, si el fallecimiento fue producto de la aplicación de una droga, sin los elementos y cuidados
necesarios y mientras se practicaban las maniobras abortivas, pues se da un concurso aparente de leyes que debe
ser resuelto a favor de la aplicación del art. 85 inc. 2, última parte del Cód. Penal, ya que, existiendo el tipo legal
específico, por el principio de especialidad, debe ser aplicada esta norma y no el art. 84 del Cód. Penal.
3. No comete el delito de ejercicio ilegal de la medicina la enfermera que aplicó una droga anestésica a una
mujer para luego efectuar maniobras abortivas, lo que le produjo la muerte a aquélla, pues si bien se encuentra
acreditado que una persona que no es profesional de la medicina aplicó una droga, no se probó el elemento
"habitualidad" requerido por la figura contenida en el art. 208 del Cód. Penal.
4. La figura penal del aborto del art. 85 inc. 2 del Cód. Penal es una figura compleja, en la cual una acción
dolosa, la intención y voluntad del causar un aborto, se complementa con un resultado culposo, la muerte de la
madre previa o posterior al aborto —en el caso, la muerte de la madre fue causada por la aplicación imprudente
de una droga anestésica, quedando el aborto en grado de tentativa porque la muerte del feto se debió al
fallecimiento de la madre— y este resultado muerte, si bien no fue querido, tampoco se puede decir que es
preterintencional, sino que queda plenamente alcanzado por la culpa, por un actuar en evidente violación de los
deberes de cuidados mínimos y necesarios (del voto del doctor del Río).
5. Cuando el art. 85 del Cód. Penal hace referencia al "hecho" seguido de la muerte de la mujer se está
refiriendo al "aborto" como delito tentado o consumado y no solo a "maniobras abortivas" —en el caso, la
muerte de la madre fue causada por la aplicación imprudente de una droga anestésica, quedando el aborto en
grado de tentativa porque la muerte del feto se debió al fallecimiento de la madre y no a las maniobras
efectuadas—, pues si las maniobras abortivas se realizan pero no llegan a producir la muerte del feto, por
circunstancias extrañas a la voluntad del agente y, no obstante muere la mujer, la acción abortiva que causa la
muerte de éste encuadrará, del mismo modo, en la figura agravada que examinamos (del voto del doctor del
Río).
6. El delito de ejercicio ilegal de la medicina protege el bien jurídico seguridad pública y requiere, como
conducta típica, que se enuncie, prescriba, administre o aplique en forma habitual medicamentos o cualquier
medio destinado al tratamiento de las enfermedades de las personas, prohibiendo la realización de actos propios
de la ciencia médica y la habitualidad que requiere la norma penal se configura con una conducta que concurre
asiduamente, desplegada por el sujeto activo sobre varias personas y no solo sobre una (del voto del doctor del
Río).
7. El art. 85 inc. 2 del Cód. Penal, para el caso en que medie consentimiento de la mujer, morigera
sustancialmente la pena que corresponde al autor, precisamente por tener presente una especie de
responsabilidad compartida que se eleva en su máximo cuando de estas prácticas resulta la muerte de la mujer
—en el caso, se descartó que el consentimiento de la madre pueda exonerar de culpa a la imputada—, pues en
este último supuesto, si bien la víctima prestó su consentimiento para el aborto, no lo hizo respecto de su propia
muerte (del voto del doctor Yurkevich).
8. En un caso en donde la víctima del delito de aborto en grado de tentativa seguido de muerte tiene hijos —en
el caso, se rechazó la demanda iniciada por el abuelo en representación de éstos por no haberse acreditado,
adecuadamente, la representación invocada—, los padres sólo tienen derecho al resarcimiento por daño moral.

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Texto Completo:
2ª Instancia.— Resistencia, marzo 22 de 2006.
1ª ¿Se encuentra acreditado el hecho e individualizado su autor? 2ª ¿Es típicamente antijurídica la acción
llevada a cabo? 3ª ¿Es el autor culpable y en qué grado? 4ª ¿Qué pena corresponde aplicar y si debe cargar con
las costas? 5ª ¿Corresponde hacer lugar a la acción civil y en su caso cuánto es el monto?
1ª cuestión. — La doctora Lezcano de Urturi dijo:
Del caudal probatorio producido en el juicio y dado que como objeto de trabajo me toca verificar si A. R. O.
estaba embarazada, en su caso y si el feto estaba con vida, así como si la muerte del feto se produjo antes de la
muerte de la madre o luego de ella. Para ello es evidente que debo determinar el origen de la muerte de la
madre. Luego resuelto esas cuestiones verificar quién o quiénes, en su caso, provocaron esas muertes, me
refiero concretamente a la muerte de A. R. O. y el feto que estaba dentro de su seno materno.
Ya en esa tarea, rescato en primer lugar que se contó con el testimonio de S. O. R., concubino de A. R. O.
con quien compartían una hija de ellos y un hijo de ella. Luego él nos dijo que tenía un bebé más pequeño. Que
la nena de ambos se llama M. B. O. Que a M. C. B. la conoció el día del hecho. Respecto al mismo inició
sosteniendo que no sabía nada, que lo único que sabía era que la acompañó a Raquel hasta media cuadra antes
de la casa de B. Que R. le había dicho que era una amiga, que le pidió que la acompañara y el declarante lo hizo
hasta allí dejándola y llevándose a su nena, que luego el declarante pasaría a buscarla.
Hasta aquí un discurso confuso, amén de estar el testigo bastante nervioso.
Siguió relatando que en realidad era el único día de franco que tenía. Que después la pasó a buscar y se
enteró que falleció. Que como su concubina no volvía a su casa y como tampoco lo había llamado, buscó a su
suegro y fueron ambos a buscar a su concubina, A. O.. Que cuando llegaron al lugar había un montón de
policías afuera, que el padre de ella se bajó y tomó conocimiento que en el lugar había una chica muerta, que era
rubia. Nos cuenta el testigo que ese día se levantaron temprano y a eso de las nueve o nueve y media, luego de
desayunar, se fueron a la casa de B. Que el hijo varón se quedó con la abuela. Que normalmente la abuela se
quedaba con los chicos. Que su concubina trabajaba en un shopping, que de ello hacía unos tres o cuatro meses,
antes trabajaba en un video poker. Que ella ganaba $15 por día, que el trabajo era de ocho horas diarias. Que en
la actualidad los chicos estaban con la abuela. Que el chico sufrió mucho pero que en la actualidad estaba bien
en el mismo sentido la nena, claro que ella era muy chica cuando falleció la madre. Que el varón preguntaba por
su madre, era más que al declarante a veces cuando la ven le dicen que está en el cielo. El declarante se sigue
viendo con los suegros, quien se hizo cargo de sus nietos, tratan de ayudarse entre todos. O. si bien ahora se
encontraba bien, había sufrido mucho, había entrado en un estado depresivo, era empleado y tuvo que dejar de
trabajar. Que cuando ocurrió el hecho el declarante vivía en la casa del padre de su señora, la hermana de ella el
padre y la hermana, el hijo del declarante no vivía con ellos. Con A. O. no hablaron de tener más hijos y él dijo
que no sabía si estaba embarazada. Luego de algunos cambios de palabras con al Fiscal de Cámara subrogante
respecto a las diferencias entre la declaración vertida en el juicio y la efectuada ante la fiscalía de
investigaciones, se incorporó la misma por lectura y a medida que se iba leyendo párrafo a párrafo, sostuvo que
la verdad era que ellos no planeaban tener otro hijo y ella le dijo que se iba a colocar una inyección por un
atraso, pero lo cierto fue que el declarante intentaba dejar en claro que él tan solo sabía que se iba a colocar una
inyección y no sabía nada respecto al aborto.
Hago un alto aquí pues si fuera cierto ello, el declarante bien pudo esperarla y luego salir juntos a hacer las
diligencias que el sostuvo tenían que hacer. De allí es que si el declarante sostuvo que ese día la acompañó hasta
la casa de B., quedando A. O. allí y solo manifestándole al concubino que iba a llamar para que la buscara, eso
no tendría sentido (?). Menos aun cuando el testigo sostuvo que cuando hizo todo lo que tenía que hacer regresó
a la casa. Menos resultó creíble lo que dijo respecto a que su concubina tenía muchas amigas en el centro
porque trabajaba en el video poker y concluye sosteniendo que no sabía si era enfermera o amiga B. Luego
argumentó que su concubina tenía como motivo especial la enfermedad del gato —"toxoplasmosis"— que él
supo de ello porque le habían hecho un estudio y dio este resultado. Le dijeron que no podía tener más hijos a
consecuencia de esa enfermedad, y que dichos estudios lo hicieron en el Hospital Perrando. Que ella tomaba
pastillas pero después que tuvo la nena. Volvió a reiterar que la verdad era que ella no le había dicho nada, que
ese día antes de ir a la casa se levantaron temprano, a las 8 de la mañana; tomaron unos mates y después
salieron.
Ese fue su discurso en el juicio y para un mejor correlato me avocaré al discurso vertido a fs. 56/57 en donde
en esa oportunidad dijo que su concubina Ojeda le dijo que estaba con un atraso y que tenía que ponerse una
inyección y le comentó de esta enfermera y como él iba para la plaza 25 de Mayo, la llevó. Se fueron por la
calle Julio A. Roca al 400 aproximadamente, ahí quedó a las diez de la mañana más o menos. Que llegaron a la
vereda de la casa y R. le dijo que la busque al mediodía, (la pregunta es ¿para ponerse una inyección necesitaba
dos horas?). Siguió diciendo el concubino que como no tenía plata le dijo que le iba a avisar a su padre para que
la busque. Que el llamó al padre para que la busque. Volvió a su casa cerca de las once u once y media y
preguntó por R. y le dijeron que no había vuelto. Esperó a que llegara el padre, E. O., quien llegó cerca de la
una y ni bien llegó le dijo para ir a buscarla en la camioneta. Fuimos con los hijos y el padre y cuando llegaron

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al lugar había muchos policías, bajó el papá, quedando el declarante en la camioneta, al rato regresó el padre y
le dijo que R. tuvo un paro y falleció, por eso dejó a los chicos con su suegro y entró porque no creía. Que en
una pieza R. estaba tendida en una cama cubierta con una sábana todo el cuerpo, levantó la sábana y R. parecía
que estaba dormida, había varios policías, no recordaba si había médicos. Que R. no habló de embarazo,
solamente dijo que tenía un atraso y ese día le dijo que se iba a poner una inyección para que le bajara la
menstruación. Que R. no tenía nada en las manos y el bolso de la nena lo tenía el declarante, que tampoco
pasaron por alguna farmacia, él no sabía si llevó algún bolso. Ella le dijo que se iba a poner una inyección por
atraso. Que no pensaban tener más hijos, ya tenían dos. Que los padres de R. están separados, ellos vivían con el
padre de R., pero no le comentó nada del embarazo, él se imaginaba que el padre no sabía nada. Cuando levantó
la sábana tenía puesta una remera, no recordaba si tenía puesta pollera. Que ésa era la primera vez que se iba a
poner una inyección allí. Que nunca le dijo si conocía a la enfermera. La casa era casa de familia y no sabía si
R. tenía amigas porque estaba los domingos y lunes únicamente con ella.
Nótese que el discurso varió bastante entre lo vertido en la audiencia de debate y en la fiscalía. Pero lo cierto
es que analizando ambos entiendo que el concubino sabía para qué fue R. O. a lo de B. ese día. Surge
palmariamente que él, tenía miedo de vertir la versión real y completa. No otra cosa uno se puede imaginar dado
que pretende que el tribunal crea que se quedó allí para ponerse una inyección y luego la tenían que ir a buscar,
la pregunta es ¿por qué?
Hasta aquí ya no me caben dudas que A. R O. se fue con su concubino ese día a la casa de B. con
intenciones de provocar un aborto. Por ello él la acompañó y luego la iba a buscar.
Tres médicos comparecieron a juicio, para dar su versión de lo que pudieron visualizar ese día. En orden de
aparición en el teatro de los sucesos, analizaré en primer término, lo vertido por el doctor Monzón, quien fuera
el médico de la ambulancia que atendió a O.. Luego me dedicaré al testimonio del doctor Valenzuela, médico
policial que se constituyó en el lugar de los hechos y en tercer lugar, daré vistas al testimonio del doctor
Mambrín que es quien nos dio explicaciones acerca de la sustancia encontrada en el cuerpo de O., me estoy
refiriendo concretamente, al tiopental.
Así las cosas Roberto Carlos Dante Monzón médico desde el año 2000, sostuvo que B. la conoció en el
domicilio de ésta, en oportunidad en que se había solicitado la ambulancia para asistir a O.. Que además conocía
a B. como enfermera del hospital, de verla por lo pasillos desde hacía aproximadamente dos años al día de la
fecha. Respecto al día del hecho, dijo que no recordaba la hora pero, era entre las 11 y 12 del medio día. Cuando
llegaron al domicilio, vio una persona inconciente del sexo femenino. Que B. los recibió y se dirigieron al
dormitorio y se encontraron con la chica con un cuadro de paro cardiorrespiratorio. La chica tenía una vía; la
enfermera le dijo que había ingresado con fiebre, por le que le había colocado una dosis de novalgina (dipirona).
El declarante la evaluó y estaba en paro cardiorrespiratorio y como no sabía el tiempo transcurrido, y no
teniendo información que diera certeza de ello, procedieron a hacerle tareas de resucitamiento; pero que luego
de 20 minutos se suspendió todo, declarándose la muerte. Que cuando llegó, vio en O. una vía venosa con una
mascarita conectada a un nebulizador, que esa máscara no proporciona nada de oxígeno conforme es lo que
supuestamente una persona necesita. Cuando lo declara muerta, lo que hizo fue informar al 107 para que
comunique el 101. Que de ello el encargado es el enfermero. En cuanto a los insumos, por norma del servicio,
deben juntarse para llevárselos al hospital. Que desconoce si el enfermero le extrajo la vía periférica,
confirmando asimismo que, si la vía periférica no se le sacó fue porque estaba ya con ella. Se utilizaron
elementos en la reanimación, de los cuales, al momento de exhibírsele los secuestros, reconoció sólo algunos de
ellos. Al respecto dijo que uno de ellos era un tubo traqueal que ellos lo colocaron durante la tarea de
reanimación. En cuanto al tubo traqueal que se halló con una bolsita, el declarante lo indicó como de uso normal
en tareas de reanimación en los casos de paro cardiorrespiratorio. Además, manifestó que él creería que esas
cosas no debería tener una enfermera en su casa, porque no se le daría ningún tipo de utilidad. Respecto a la
novalgina manifestó que no vio elementos que le indicaran que existían esa drogas, que pudieran a su vez inferir
el cuadro de shock anafiláctico que pudiera llevar al paro cardiorrespiratorio. Dio referencias de que la
novalgina se coloca en forma intramuscular y por ello sostuvo que no era necesario poner al paciente en
determinada postura, reitera que la colocación puede ser por vía intramuscular o por vía endovenosa. Describió
también el lugar y expresó que a su entender, él sería o habría sido el primero en llegar al lugar. Que había una
sola vía endovenosa en el dorso de la mano y que esa situación le llamó la atención. Que cuando ingresaron a la
vivienda B. le dijo que la chica era una amiga. Que luego en el hospital escuchó los comentarios de que ella se
dedicaba a efectuar abortos.
Que después de ese día se enteró que en el cuerpo de la joven se localizó tyophental. Que el tiopental es una
droga anestésica y se utiliza en terapia intensiva y como anestesia, que es un barbitúrico. Que recordaba que el
tiopental fue la tipificada porque fue encontrada en el cuerpo de la chica, que no vio resto de esa droga. Solo la
situación fue lo que le llevó a pensar que allí se efectuaban maniobras abortivas, pues al ver la vía periférica,
vestida en ropa interior, todo ello no era necesario para colocar una novalgina. Respecto al tiopental sostuvo que
esa droga colocada en una situación precaria donde no se tiene los medios adecuados, crea una situación
peligrosa. Que un enfermero podría estar capacitado para aplicarla, pero aún así es necesario la presencia del
médico, de ninguna manera un enfermero debe hacer ese tipo de aplicación; lo puede hacer, pero no debe.

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Cuando se habla de una vía periférica se refiere a que se debe conectar a la vena y se necesita avocap-agujas de
plásticos, y luego se utiliza el suero. Que ese día el declarante vio el suero, además de las fotografías obrante a
fs. 342/348, las correspondientes a los números 6 a 11 y manifestó que O. no estaba en esa posición cuando él
llegó. Que con relación a la fotografía número diez probablemente la espumas en la boca, es resto de saliva,
pero en realidad no sabe, es más podría ser flema o secreción, ya que es normal.
Es evidente que este médico ha dado una buena descripción de lo visto ese día en la casa de B., fue el
primero, al menos como funcionario público, en el caso, él era médico del hospital Perrando, a cargo de una
ambulancia. Fue claro en lo que hizo y en las impresiones que tuvo respecto al caso. Si a ello se suman los otros
testimonios es evidente que tenemos la existencia de actos preparatorios para un aborto, cuando por la anestesia
se produce un paro cardiorrespiratorio y la paciente muere.
Completa el relato de lo acontecido por el conductor de la ambulancia Oscar Alcides Guillen, chofer del
servicio de emergencia del hospital, quien dijo no conocer a B., así como tampoco a A. R. O.. Respecto al hecho
recordaba que se iba con Monzón y el licenciado en enfermería Hugo Fernández. Que normalmente y
dependiendo del servicio él colabora con el profesional bajando algunos equipos de la ambulancia por ejemplo
el cardioversor, el equipo de vía aérea. El declarante vio una persona chica que estaba en la cama se quedó a
colaborar en lo que se podía. Monzón trató de reanimarla, para ello pidió tubos, el RCP básico, se refería
concretamente a reanimación cardiopulmonar. Que el kit de vía aérea, es el equipo de tubos de distintos
tamaños, aclaró que él sólo se encarga de pasar los kit, ya que desconoce para qué sirven pero que en la
ambulancia hay un kit de vías aéreas y kit de félulas. El declarante vio que la joven tenía una vía periférica en la
mano derecha.
Este testigo si bien no aportó mayores respuestas técnicas, curiosamente en la función de chofer no sólo
corroboró lo relatado por el médico Monzón sino además explicó qué instrumentales se le solicitó para ser
utilizado ese día.
El médico policial doctor Anastacio Valenzuela sostuvo conocer a B. porque él en su función de médico
policial estuvo a cargo de la parte médica del centro de detención en Fontana, no conoció en vida a O..
Específicamente habló de la autopsia, pero que su intervención se inició un día como a las 13,30 cuando le
avisaron de una muerte sobre la calle Julio A. Roca, que esperaron el patrullero de la seccional segunda y fue en
esa oportunidad que conoció a B. y constató la presencia de un cadáver en ese domicilio. Que previo a ingresar
a la vivienda solicitó se le notificara al Fiscal de Turno para que concurriera al lugar, que vino y luego se
procedió a ingresar a la propiedad. Que en ese lugar ordenó el fiscal que se hiciera una constatación, en la
habitación, baño, patio, living y sobre esos lugares se inspeccionó por personal que lo acompañaba. Que se
ordenó la autopsia. Que en esa oportunidad preguntó a B. sobre la fallecida, a lo cual ella respondió que le había
colocado dipirona intramuscular, ante estos dichos, solicitó le mostrara la ampolla, pero ella manifestó que se la
habían llevado los del servicio de emergencia del hospital. Recordaba además el testigo, que en ese lugar se
encontraron elementos de reanimación por parte del personal del 107, el cadáver estaba con ropas y presentaba
una venocultura con suero a medio terminar, ella estaba en ropas íntimas y apoyada en la cama a medio cuerpo,
las piernas estaban colgando, en las cercanías se encontraron gasas de enfermeras, medias, sello de un
profesional, doctora del hospital Patricia Bacou. Ya en sanidad procedieron a convocar al doctor Rath, Médico
Forense y realizaron la autopsia, constataron e hicieron tomas fotográficas donde no se encontraron signos de
medicación intramuscular, no había signos de haberse realizado una lesión típica cuando se coloca ese tipo de
medicamento. No recordaba bien pero constató que tenía signos asfícticos, buscaban signos de un proceso de
shock anafiláctico que se produce cuando una persona es alérgica; y la dipirona, produce alergia. No
encontraron signos macroscópicos, porque en edema de glotis se puede verificar con un examen
anatomopatológico. Tampoco se constataron signos que hicieran suponer una reacción alérgica. Llamó la
atención la conjuntiva como derrame conjuntival. Siguieron examinando el cuerpo y sacaron muestras para
estudios anatomopatológicos, constataron la presencia de un feto, bien formado, lo midieron, estaba intacto,
constataron lesiones en el cuello del útero, lo fotografiaron y tomaron material para estudios tóxicos o
sustancias volátiles o psicofármacos y solicitaron la colaboración de la UNNE Corrientes para derivarlo, allí
llamaron a un testigo se confeccionó la muestra y se cerró y se remitió a Corrientes. Comenta este profesional
que no tuvo acceso al resultado, creía que se fue directamente a Fiscalía. Respecto a la parte inductora de la
anestesia el declarante no podía dar respuestas certeras por lo que aconsejó que se diera intervención al doctor
Mambrín para que deponga sobre ese aspecto. Creía que la droga encontrada era pentotal. Explicó además que
esas lesiones encontradas no afectaron al feto, pues éste muere por la muerte de la madre. Que hubo lesiones
que puede corresponderse a procesos traumáticos, pero no puede determinar de qué tipo. En cuanto al resultado
de patología no lo tuvo en su poder pero se informó que sí hubo un proceso alérgico pero el cuerpo no mostraba
eso. Agregó que el doctor Monzón le dijo que utilizó la misma vía que tenía la persona porque aparentemente
estaban tratando de reanimarla, se refiere a la venocultura, que sólo había en ambas manos y creía que en el
codo. Que había quedado suero, creía que estaba colocado cuando el llegó. Que la dipirona es por excelencia un
antitérmico y analgésico, se utiliza para la fiebre y la administración es por vía de suero o endovenosa, e
intramuscular en la zona glútea. La dipirona es la droga de la novalgina. Que las lesiones escoriativas en el
cuello uterino él no podía asegurar con qué instrumento se produjeron, descarta proceso patológico. En

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principio puede corresponder a un elemento extraño y a una pinza o zonda pero el no vio los elementos que se
usa para realizar maniobras abortivas tales como espéculos, etc.
Este médico es un testigo más que acredita la presencia de O. en la casa de B. Que describe el cuerpo de la
paciente y establece las lesiones que surgen en el informe de la autopsia.
Mientras que Osvaldo Mambrín sostuvo que su participación radicaba en dar explicaciones específicas
respecto a un fármaco que se había encontrado, thiopental, que ese fármaco es un psicofármaco que actúa en el
sistema nervioso central. Psico-Psiquis Trofic sistema de depresiones en forma gradual hasta llegar al coma
farmacológico. La administración es endovenosa, así como la aplicación debería ser solamente por prescripción
médica y controlado su uso, que ello se realiza a través de Fiscalización Sanitaria mediante formulario especial,
de uso en terapia intensiva y como anestesia, pero lo cierto es que no se debe usar en consultorios, es más existe
una resolución, la 431 de fiscalización sanitaria, que habla de estas características, y de las precauciones que se
deben respetar respecto a este médicamente, desde la dosis a aplicar, como de los efectos de la dosis y el efecto
que va desde una somnolencia hasta el coma farmacológico. Las características fundamentales producen
depresión respiratoria y que se la utiliza como inductor anestésico. La alta dosis de depresión circulatoria, obliga
a tomar precauciones como la de mantener la vía respiratoria con una fuente oxígena externa o una respiración
mecánica, es un fármaco reversible en sus efectos el paciente recupera su estado. En todas las personas ocasiona
este tipo de reacción, lo único que varía es según la dosis. La dosis clínica es de 5 a 7 mg., se evalúa qué efecto
con esas dosis se produce el sueño, no recuerda el valor pero le dijo que era un rango de coma farmacológico.
Se utiliza como anestésico. De esta forma la anestesia tiene 3 pilares o estadíos: 1) sueño, 2) relajación y 3) la
analgesia, ese producto se lo utiliza sólo para el sueño. En terapia intensiva y en anestesia. Bajo receta
reservada. Talonario enumerado de fiscalización sanitaria. Los hospitales y sanatorios tienen cantidades, ignora
cómo está reglamentado en el Hospital Perrando pero en el Garraham existen auxiliares que trabajan con los
psicofármacos pero normalmente debería ser el médico. Cualquier fármaco puede controlarlo el médico. Todos
los medicamentos tienen que tener prescripción médica, hay medicamentos de venta libre y otros que no lo son.
Que tiene mucha relación con asistencia respiratoria, porque todo aquel que pasa por una anestesia general
seguramente pasó por los efectos del pentotal, existe un efecto deseado que no tiene complicaciones, siempre
que fuera la dosis correcta. Que una vez que ingresa al organismo va al cerebro y produce la somnolencia, se va
a los músculos y puede afectar los otros tejidos, una vez que se distribuye todo el paciente recupera la lucidez,
en ese tiempo puede provocar una depresión respiratoria, falta de oxígeno, falta de irrigación cerebral y asfixia,
que es el resultado letal. A través de un respirador o una máscara para ayudar la respiración es normalmente
controlable. La dosis normal produce ese resultado. Mayor dosis, mayor posibilidad de paro cardiorrespiratorio.
Luego refiriéndose a los secuestros y en particular a las gomas allí encontradas, mencionó que esas gomas se
pueden utilizar para hacer una vía de acceso venoso y también pueden ser utilizadas para transportar aire. Ello
se coloca a una válvula y a un tubo de oxígeno, eso está para asistencia respiratoria mecánica. Que un legrado se
hace con anestesia. El ambiente tiene que tener como cuidado la provisión de oxígeno y la asistencia de
respiración mecánica.
El testimonio de Patricia Edith Bacuou de fs. 105/106 que fuera incorporado por lectura, acredita
efectivamente que esa profesional perdió su sello que fuera encontrado en la vivienda de B., es más lo acredita
con una exposición de denuncia de fecha 14/08/02 siendo la misma años anteriores al hecho.
Así las cosas resulta ser que del informe de la autopsia obrante a fs. 43 cuando analizan los órganos
genitales, más precisamente el útero de A. R. O., se verifica la existencia de un feto de 10 cm. de longitud que lo
que les permite sostener que tenía una gestación, de 12 semanas, vale decir tres meses.
Bien, siguiendo con el análisis de la autopsia y en esa zona pudieron observar los médicos intervinientes que
a nivel del cuello uterino por detrás y a la izquierda del orificio cervical externo se visualizaba una lesión de tipo
equimótica escoriativa de 20 mm. de longitud que podría corresponder a un tipo de maniobra instrumental.
Más allá que los médicos que declararon en el juicio en forma extensa, no dieron una respuesta certera
respecto a esas maniobras, en el caso el doctor Valenzuela, porque no vio los instrumentos, en igual situación el
testimonio del doctor Monzón, sostuvo que no podía afirmar que esas maniobras eran abortivas. Es por ello que
debo recurrir la propia lógica para poder determinar si esas lesiones eran o no maniobras abortivas. Resulta ser
que esas lesiones estaban ubicadas en la zona del útero, alguien inició maniobras de tipo instrumental, pero aun
cuando los médicos no respondieron si esas maniobras podían ser maniobras abortivas, entiendo que
efectivamente lo eran.
Considero ello porque, es evidente que O. fue a realizarse un aborto. Tal circunstancia la infiero tanto por el
relato de su concubino S. O. R. como lo sostenido por el propio querellante y actor civil, quien en la etapa de la
discusión final, de manera alguna puso en duda tal situación.
Pero lo cierto es que quedó claramente establecido que el feto padeciera los efectos de esas maniobras, sino
que su muerte devino de la muerte de la madre, de ello dieron testimonio coincidente el doctor Valenzuela y
Monzón. Así como de la misma autopsia se lo puede inferir.
Establecida la existencia de un feto, que éste estaba con vida y que su muerte no se produjo en forma

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espontánea ni a raíz de maniobras abortivas, sino que fallece a raíz de la muerte de la madre, queda por verificar
cuál fue el motivo de la muerte de O..
Siguiendo con el análisis de la autopsia, me avocaré tan solo a esas partes del cuerpo que registra lesiones
así destaco que en la zona del cuello de O., más precisamente la "laringe" se detectaron lesiones de mucosa que
correspondería a maniobras de resucitación. En la zona de la tráquea también se constató lesión en este caso de
tipo escoriativa equimótica, además mucosa congestiva, argumentándose también en este caso, que podrían
devenir de maniobras de resucitación. En el tórax, a la altura de "Mediatino" constataron la presencia de líquido
transparente color amarronado inundando ambos hemitórax. La pleura derecha también presentaba hemorragia
subpleurales interlobares. En el mismo sentido la Pleura Izquierda, que también se detectaba hemorragia
interlobares. Así como los pulmones derecho e izquierdo que estaban aumentado su tamaño y en el que fluían
líquido espumoso sanguinoliento. El pericardio presentaba líquido transparente de color marrón transparente de
100 cc3 aproximadamente. Del estómago, hígado, páncreas, bazo, si bien estaban sanos se tomó muestras de sus
contenidos para periciarlos. También la vejiga fue objeto de análisis toxicológico. Esa autopsia para ser
completa dependía de estudios toxicológicos y anátomo patológicos.
Y ello es así ya que desde el punto de vista médico legal la necropsia permitió constatar 1. Signos de
venopuntura en dorso de la mano izquierda, dorso de la mano derecha y pliegue del codo derecho (ello indica a
clara luces que se le colocó elementos para pasar suero, y unas de las modalidades de pasar anestesia es de esa
manera, resultando poco creíble que fuera para pasar la novalgina). 2. Lesiones a nivel de tráquea y faringe que
podría corresponder a maniobras de resucitación (intubación endotraqueal). 3. Salida de "hongo de espuma"
sanguinolento por boca y nariz proceso observado en patologías como edema agudo de pulmón. 4. Cavidad
toráxica y cavidad pericárdica presenta líquido de color amarronado transparente siendo abundante en ambos
hemitórax. 5. Pulmones congestivos aumentado de tamaño que presenta a distintos cortes incisivos salida de
líquido espumoso. 6. A nivel de los espacios interlobares subpleurales manchas equimóticas. 7. Hemorragia
subconjuntival bilateral. 8. Cianosis faciocervico toráxica. 9. Por lo expresado en punto 3, 4, 5, 6, 7 y 8 se llega
a la conclusión que la misma sufrió un proceso pulmonar agudo. 10. Utero gestante de un embarazo de tres
meses de gestación aproximadamente. 11. Lesión escoriativa equimótica en región posterior de cuello uterino
que podría corresponder a maniobra de tipo instrumental.
Estas conclusiones son importantes porque se compatibiliza con los testimonios de los médicos, tal como el
doctor Valenzuela por parte de medicina legal, el doctor Monzón el médico de la ambulancia, Mambrín y Rath
médicos forenses. Este último estuvo integrando la autopsia y el primero declaró sobre los efectos de la
anestesia. Todos ellos, sostuvieron que esas secuelas devienen del suero colocado y ello es para pasar una droga
que sólo de esa manera se lo inyecta, me refiero al tyophental. Que esos recaudos no se toman para colocar una
novalgina que fue lo que adujo la ahora imputada.
Conclusión: La muerte de O., A. R. fue producida por paro cardiorrespiratorio de etiología a determinar por
estudios toxicológicos y anátomo-patológicos.
Esa autopsia se complementa con los estudios del informe del Laboratorio Químico Forense del que se
rescata como importante lo obrante a fs. 50 pues es el que da el dato referencial de la existencia de tyophental.
Al solo efecto ilustrativo destaco los informes obrantes de fs. 47 a 53 el que recepta una serie de resultados
así se tiene que 1) En las muestras POOL 1, POOL 2, POOL 3, sangre, orina y humor vítreo comportamiento
compatible con los testigos indubitados de Barbitúricos y (-) negativo para Hidantoínas, Glutetimidas,
Metrobamato, Salicilatos y otros Antipiréticos. En la muestra de contenido gástrico (-) negativo para
Barbitúricos, Hidantoínas, Glutetimidas, Meprobamato, Salicilados y otros Antipiréticos. 2) En el Misoprostol:
muestra de útero (03) se procedió al estudio sistemático y resolutivo por CCD utilizándose a tal efecto
cromatoplacas de silica GF 254 y las sig. condiciones de trabajo cuyo resultado arrojó: comportamiento no
compatible (entre los extractos de útero con el testigo de misoprostol); 3) en cuanto a los Analgésicos
antipiréticos: POOL 1, POOL 2, POOL 3 sangre, orina, humor vítreo y contenido gástrico. (-) negativo para
Dipirona, Aminopirina, Salicilatos, Fenilbutazona, Fenazona en todas las muestras analizadas. 4) Respecto a los
Tóxicos minerales (TM): en muestras arrojó que el Ensayo de Reinsch: (-) negativo para arsénico, mercurio,
selenio y bismuto en todas las muestras, y el Ensayo de Kovarin-Mouche modificado por Pompei: (-) negativo
para talio en todas las muestras. 5) Con referencia a los Tóxicos volátiles se utilizó sangre, humor vítreo, orina y
el resultado fue: que no se detectó la presencia de alcohol etílico en las muestras. No se detectaron otros tóxicos
volátiles. 6) Respecto a los Tóxicos gaseosos: se utilizó sangre, arrojando el resultado de: porcentaje de
carboxihemoglobina 1,4 %.
El informe de Sanidad Policial de fs. 76 de fecha 22/03/05 donde se informa: a) Determinación del grupo
sanguíneo y factor RH: grupo "0" (cero) y factor RH Positivo (+); b) Dosaje de alcohol etílico: se obtuvo el sig.
resultado: 1. Método de conway: Negativo (-). La muestra 2 no contiene sustancias volátiles reductoras (alcohol
etílico).
En definitiva el resultado de los análisis se pueden resumir en dos consecuencias, la primera que la
novalgina invocada como que se le colocara a A. R. O. no fue así, pues el resultado de la sustancia dipirona fue
negativo.

© Thomson La Ley 6
En segundo lugar, sí se detectó la existencia de la sustancia de tyophental que es una sustancia analgésica, y
de cuyas explicaciones en forma exhaustiva fueron aportadas por el doctor Mambrín.
Pero lo cierto es que, luego de las claras explicaciones respecto a la droga que se le detectara a A. R. O., me
refiero al tyophental, quedó certeramente acreditado que a la paciente se le colocó la droga y en ese tramo, ya
realizando maniobras instrumentales, las mismas quedaron en forma inconclusa, dado que se produce los
efectos colaterales que informa el doctor Mambrín y de allí fue que no se concluyó con los objetivos propuestos,
aun cuando infructuosamente atendiera esa reacción a la sustancia anestésica y lamentablemente le provocara la
muerte.
Respecto al feto también quedó en claro que esas lesiones provenientes de maniobras instrumentales, no
fueron la causal de la muerte del feto, sino que al morir la madre éste, por lógica consecuencia fallece.
En definitiva tenemos 1° acto, A. O. se dirige junto a su esposo a la casa de B., quedó en claro que a
efectuarse un aborto. Que A. O. estaba embarazada de tres meses. Que en el útero, donde estaba ubicado el feto,
se observaron lesiones productos de maniobras instrumentales. Que el feto no tenía lesiones estaba en buen
estado físico. Que B. le colocó una droga anestésica tyophental. Que como consecuencia de ello A. O. fallece.
Luego B. llama a emergencia pero fue inútil toda tarea de resucitación por ellos practicada.
Lo cierto es que del caudal probatorio analizado puedo concluir sin hesitación alguna que "... en fecha 28 de
febrero de 2005, en horas de la mañana, aproximadamente las nueve horas, en el domicilio sito en calle Julio A.
Roca 422, de Resistencia M. C. B. procedió a administrar a A. R. O. la droga Tyophental por vía endovenosa,
para proceder a realizar maniobras abortivas provocándole el deceso de A. R. O., producto de un paro
cardiorrespiratorio...". Es decir M. C. B., es autor del hecho que está debidamente acreditado. Así voto.
El doctor del Río dijo:
Coincido con la conclusión a la cual arriba la Juez que me precede en el orden de votación. No obstante
entiendo necesario asentar algunas valoraciones propias con respecto al análisis del material de convicción.
Parto estableciendo que entiendo probado que M. C. B., dirigió su acción intentando producir un aborto,
para lo cual realizó las maniobras pertinentes sobre el útero de la ciudadana A. R. O., como inicio del
procedimiento que llevaría a la expulsión o extracción, o simple destrucción sin expulsión, por consiguiente
conseguir la muerte del feto que ésta gestaba en su seno materno. Para lograrlo inyectó la droga Tiopental, a fin
de anestesiar a la circunstancial paciente, como analgésico, adormecerla o anestesiarla, y así poder realizar las
maniobras referidas. La droga así inyectada, colocada sin tomar los debidos recaudos, pues su suministro
supone la necesidad de contar con equipos auxiliares que puedan sortear problemas respiratorios que son de
probable consecuencia del psicofármaco.
Esto es lo que sucedió, la droga tipopental inyectada en forma endovenosa a la ciudadana A. R. O. le
produjo un paro cardiorrespiratorio, que al no contar la imputada con medios apropiados para su resucitación,
dado el lugar donde éste se realizó, hizo inevitable la muerte de la damnificada, produciéndose el desenlace fatal
antes de que lograra concluir el proceso abortivo. La muerte de la madre produjo la consecuente muerte del feto
en gestación.
Analizaré las declaraciones testimoniales en el orden señalado por la doctora Urturi, para seguir la misma
línea de valoración de la prueba aquí aportada.
El concubino de la occisa, el ciudadano Sergio Omar Ramírez, en audiencia pretendió dar una incongruente
e irrazonable versión de lo ocurrido, la cual se advirtió que tenía como único objetivo escabullir su
responsabilidad, y el conocimiento pleno de lo que su compañera estaba por realizar. En un primer momento
intentó establecer que sólo acompañó a su mujer hasta cercanías de la vivienda de la imputada B.,
desconociendo si se trataba de una amiga o compañera de trabajo esta mujer. Se excusó estableciendo que él
llevó a pasear a la hija a la plaza, y que al mediodía debía buscarla nuevamente a su concubina por el lugar.
Pretendió desconocer las razones de la concurrencia de su mujer en dicho lugar, inclusive negó conocer si su
mujer se encontraba embarazada.
Desde allí su versión fue incurriendo en mayores contradicciones y se advirtió por parte del Ministerio
Público Fiscal las diferencias que presentaba con la declaración prestada anteriormente en sede de Fiscalía de
Investigación, que se encuentra a fs. 56/57, por lo cual dispuesta su incorporación, y reconocida las firmas por el
testigo, reconoció lo que allí estaba asentado, y seguidamente su deposición giró sustancialmente. Recién a
partir de allí nos dijo parcialmente la verdad.
Nos dijo que no había planeado tener un hijo más, y que su concubina le manifestó que se colocaría una
inyección porque tenía un atraso (embarazo), que él conocía esta circunstancia. Que habían convenido que una
vez que se la coloquen ella lo llamaría y pasaría a buscarla. Es cierto en este aspecto lo que sostiene la doctora
Urturi, en cuanto a que es incomprensible que conociendo que estaba por colocarse una inyección para
interrumpir el embarazo, teniendo en cuenta que dejó sola a su concubina para realizar esta maniobra en un
domicilio particular, y que al no recibir el llamado de la misma haya regresado a su domicilio para preguntar a
su padre si había llegado.

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La conducta desplegada por el concubino, me permite establecer que se trata de una persona que ha actuado
irresponsablemente, no sólo en abandonar a su suerte a su pareja y madre de sus hijos —uno vivo y el otro
gestante—, para que ella afronte sola y descuidadamente, en un domicilio donde se le practicaría una
interrupción de su embarazo. La misma actitud que pretendió continuar con su relato primero en la audiencia de
debate, donde pretendió cubrir su conducta de posibles consecuencias legales, sin prestarse a dar en plenitud la
verdad.
Sus respuestas no fueron seguras, dijo que no sabía con precisión si la señora donde quedó su concubina era
una amiga o enfermera. Pero sí nos dejó claro luego, que él conocía a qué iba su pareja allí, evitar tener un hijo
más, pues sostuvo que no querían tener más hijos porque su esposa tenía una enfermedad transmitida por los
gatos. Aclaró que por ello su mujer tomaba pastillas para cuidarse de no quedar embarazada.
Esta declaración es esencial y nos colocó ante una persona que se evidenció como temerosa, que contestó las
preguntas protegiéndose para evitar consecuencias legales, por su posible participación o no en el hecho. Pero se
vio acorralado ante el peso de sus propias contradicciones, y tuvo que admitir que junto a su concubina
concurrieron al domicilio de la imputada B. para realizarle una interrupción del embarazo, ya que ambos no
querían tener más hijos. Que inclusive conocía que le aplicarían una inyección para lograr ello.
Aquí surge la razón central por la cual la víctima A. R. O. concurre al domicilio de la imputada B., esta es la
razón que la movilizó hasta ese lugar, y esta razón no fue otra que la interrupción de su embarazo. Y esto
significa el deseo y voluntad de lograr un aborto, motivándola que no deseaban tener más hijos. Por ello
podemos determinar que sabía que estaba embarazada, ello en virtud del atraso en su ciclo menstrual, y se
traslada hasta el domicilio de una enfermera para interrumpir el mismo. Esta es la conclusión principal de la
causa, del cual se derivan todas las demás consecuencias legales.
Los médicos que declararon, nos permitieron reconstruir la escena de los momentos posteriores al hecho, la
ubicación donde la práctica se llevó a cabo, como así el procedimiento que se utilizó sobre la víctima O., que
fue en definitiva el que llevó a la muerte de la misma.
El médico Roberto Carlos Dante Monzón, profesional que intervino como respuesta al servicio de
emergencias 107 del Hospital Perrando, quien concurrió primero al lugar, siendo atendido por la imputada B.,
encontrando a la damnificada en un dormitorio con signos directos de paro cardiorrespiratorio, tenía colocada
una vía periférica con un suero, una mascarita conectada a un nebulizador. Este testigo nos dijo que la misma B.
le manifestó que esa persona había ingresado con fiebre y que por ello le había suministrado una dipirona,
novalgina.
Dijo el profesional que cuando llegaron al lugar auscultó a la paciente quien ya se encontraba muerta, pero
como no sabía el tiempo que llevaba así —pues la imputada B. no le suministraba muchas respuestas—,
intentaron una resucitación cardiopulmonar por un lapso de 25 minutos, luego se suspendió la misma y se
declaró su muerte.
Describió la ubicación en que encontró a la víctima, en ropa interior, y como la colocaron en la cama para
realizar la reanimación, señalando la ubicación en base a las tomas fotográficas agregadas y foliadas en el
expediente.
Nos dijo que para realizar la reanimación, utilizó una vía que la joven ya tenía colocada.
Luego de exhibírsele los secuestros manifestó que ese tipo de elementos no los tendría que tener una
enfermera, pues no son para utilizar en un dormitorio, sólo puede disponer un médico su uso, y no se encuentra
permitido hacerlo en la casa de un enfermero. Por lo que advirtió que los elementos hallados sólo debían ser
utilizados bajo exclusiva decisión de un médico.
No encontró ningún indicio de ampolla de dipirona. Agregó que no es normal ni necesario, para aplicar una
vía intramuscular, ni tampoco una vía endovenosa, colocar al paciente en la posición que encontró a la víctima,
esto es en ropa interior y con la vía colocada. Por ello concluyó que la vía encontrada no lo fue para colocar una
dipirona, sino que se correspondería con la droga que se le mencionó como Tiopental. Descalificó que el
nebulizador pueda servir para rehabilitar a una persona.
B. le manifestó al citado profesional que la joven era una amiga, pero no le supo decir cómo se llamaba, y
que el marido la iba a pasar a buscar.
El testigo conocía a B. por prestar servicios en neonatología del Hospital Perrando, lugar donde algunas
personas le habían comentado que B. habría realizado abortos en otras oportunidades. Cabe acotar que salvo
esta declaración no existe probanza alguna que permita concluir en tal sentido.
Este profesional nos dio espontáneamente esta versión recepcionada en el Hospital, dado que lo relacionó
con la impresión que le causó la escena de los hechos al constituirse en el lugar. Nos dijo que entendió que se
trataba de una situación abortiva, ese fue el pensamiento que tuvo al observar la escena tal como se le presentó,
como si estuviera a punto de realizar una maniobra abortiva.
Este testigo no le creyó a B. que el cuadro respondiera a una situación de fiebre, "tanta situación para bajar
la fiebre de una persona" no le era normal, sino que era suficientemente sospechosa. Seguramente ello fue lo

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que motivó que rápidamente convocara a la policía al lugar.
De su conocimiento específico, sabe que el tiopental es una droga anestésica que sólo es de aplicación
hospitalaria, ya que se trata de un barbitúrico.
Posteriormente otro profesional de la medicina concurrió al lugar, en este caso, lo hizo como médico de
Sanidad Policial, así contamos con la versión del doctor Anastacio Valenzuela, profesional de larga experiencia
en práctica forense, quien concurrió ante el llamado del hecho ilícito.
Este testigo nos dijo que en el lugar la imputada B. le manifestó que utilizó o suministró dipirona en forma
intramuscular a la joven, por lo cual le solicitó la exhibición de la ampolla, contestándole que la habían llevado
la gente de emergencias, por lo que no tenía para mostrársela. Encontraron en el lugar elementos de reanimación
utilizados por el servicio de emergencias 107, presentando el cadáver una venocultura con un suero a medio
terminar.
Podemos apreciar que ambos médicos coinciden en que la occisa fue encontrada con un suero colocado,
tanto Monzón quien llega primero al lugar y luego el médico policial, Valenzuela, confirman este hallazgo.
Que luego en la autopsia descartaron que se hubiera realizado una medicación intramuscular en la zona de
los glúteos, por lo cual la primera versión de la mencionada B. es evidentemente falsa.
Este suministro de dipirona es descartado en el estudio encarado por la Facultad de Ciencias Exactas de la
U.N.E., de fs. 51 donde se establece que no se halló dipirona en las muestras extraídas a la occisa.
Valenzuela descarta este supuesto, al establecer por el contrario, que lo constatado fueron signos de un
proceso asfíctico, rechazando que tuviera por origen un proceso anafiláctico, que pudiera provenir de una
reacción o shock a la dipirona, ni de un proceso alérgico, pues no encontraron un edema de glotis o edema
generalizado. Si verificaron la existencia de un proceso hemorrágico propio de procesos afícticos. Analizaron el
útero, encontrando un feto totalmente formado, intacto, tomando material para sus respectivos estudios.
Que las lesiones encontradas en el útero no afectaron al feto, ya que este muere por la muerte de la madre y
no por las maniobras realizadas sobre ella.
Describe que las lesiones escoriativas del cuello del útero no eran producto de un proceso patológico,
estimando que las mismas podían responder a una lesión de maniobra abortiva, aunque ello no lo pudo asegurar,
pero sí que en esa lesión había manifestación de un proceso traumático, sin poder determinar con qué objeto se
ocasionaron.
Que las herramientas que se utilizan en este tipo de maniobras abortivas son espéculo, pinza erina, pinza de
restro, y la curetra, etc., que ninguno de estos elementos fueron encontrados en el lugar.
El doctor Valenzuela dijo que la droga tiopental es un medicamento preanestésico, cuyo objeto es lograr la
sedación, con efectos colaterales que pueden producir acnea, o sea el paro cardiorrespiratorio. Que esta
medicación sólo puede ser suministrada por un anestesista o médico anestesista.
Completando la explicación de las razones que llevaron a la muerte de O., se aportó el testimonio del doctor
Osvaldo Mambrin, médico forense de Tribunales, quien nos ilustró sobre su especialidad como médico legista y
anestesiólogo. Por lo cual sus explicaciones técnicas permiten concluir acabadamente sobre los temas
abordados, ya que es un especialista posgraduado en ambas áreas de la medicina.
Se refirió a las características del tiopental sódico, fármaco que actúa a nivel del sistema nervioso central,
siendo un psicotrópico que produce depresión en forma gradual, estupor, y en el último estadio puede llegar a
producir el coma farmacológico. Su administración es por vía endovenosa, debe ser suministrado bajo
prescripción controlada por fiscalización sanitaria, porque se controla a través de formulario especial. No es un
fármaco que se utilice en consultorio médico o en forma indiscriminada.
Las precauciones para su suministro van desde la dosis, ya que de ello depende el efecto, ya que puede ir
desde una somnolencia hasta el coma farmacológico. Sus efectos son el producir depresión respiratoria, o como
inductor al sueño. La dosis es la que marca la afectación, siendo ella en general igual para todos los pacientes.
Que en el caso concreto el informe de la dosis suministrada, donde el químico refiere a un coma
farmacológico. La droga utilizada era para la inducción al sueño, así se utiliza en todas las anestesias, pero que
sólo puede ser utilizado en terapia intensiva o en urgencias. Que sólo un médico especialista conoce las dosis
adecuadas, aunque reconoció que un auxiliar de enfermería podría tener conocimiento sobre su aplicación.
Explicó que ese tipo de droga cuando se distribuye bien, a los quince o treinta minutos de ser suministrada
permite que el paciente se recupere normalmente, pero en ese tiempo hay que controlarlo, pues la falta de
respiración puede llevarlo a una asfixia y ocasionarle la muerte, ya que su uso es peligroso, la muerte es lo más
probable.
El testigo estableció una previsión de la cual no nos podemos apartar, y debemos relacionar con el resto del
material de convicción. Así sostuvo el doctor Mambrin que un aborto siempre requiere anestesia. Ello me
permite concluir que si la razón por la cual O. concurría a dicho lugar, era para practicarse un aborto, la

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explicación lógica era que la imputada hizo aquello que era de esperar, esto es colocar una anestesia, ya sea para
inhibir el dolor, para sedar o causar somnolencia y así llevar adelante el aborto.
El doctor Mambrin estableció además que el ambiente en que se suministra esta droga debe contar con la
asistencia, esto es producción artificial de oxígeno y una asistencia respiratoria mecánica, lo cual únicamente se
encuentra en quirófanos o en terapia intensiva.
Esta declaración es una clara explicación de un especialista en el área, que conjugado con el informe de la
Facultad de Ciencias Exactas de la U.N.E., el cual a fs. 50 establece que el estudio de las muestras arrojó el
hallazgo de tiopental en el orden de los 30 ppm (30mg./l), nos permite establecer razonablemente que esta droga
fue utilizada para llevar adelante el proceso de aborto en la ciudadana O..
Confirmada que esta droga fue la suministrada a la occisa O., y ante la ausencia de la novalgina-dipirona, se
acredita acabadamente que la versión dada por la imputada B. era una mentira, que sólo pretendía ocultar el tipo
de droga suministrada.
Ello me permite concluir que esta negación de la administración de este psicofármaco, por parte de la
imputada, radica en que esta última conocía las implicancias que acarreaba el administrar una droga no
permitida. Ello me permite aseverar que B. conocía que la droga sólo puede ser aplicada por médicos
especializados, que ello suponía que aplicarlo sin las debidas autorizaciones, y sin el respaldo de medios que
auxilien una descompensación respiratoria, acarrearía un peligro.
Por lo tanto le eran conocidos y previsibles los riesgos que significaban el lugar y la forma en que se llevó a
cabo su administración, conocía los peligros para la salud de la paciente en caso de su aplicación. Creo que su
experiencia práctica de muchos años como auxiliar de enfermería le permitía conocer los efectos que tal droga
produce, y comprendió que se le presentó un cuadro de asfixia de quien oficiaba de una cuasi-paciente; sólo así
se entiende su intento inútil de colocar una mascarilla con un nebulizador, que era ineficaz para auxiliar un
proceso de paro cardiorrespiratorio que presentó A. R. O., producto de la medicación suministrada.
La imputada sabía que era un cuadro de asfixia, y supo que era producto de la droga inyectada, por ello lo
ocultó desde un comienzo, y evidentemente borró todo rastro de la medicación utilizada. Cabe decir que contó
con tiempo suficiente como para hacerlo, sólo ocultarlo o hacer desaparecer los envases en que se presentara, ya
que ella misma fue quien llamó al servicio de emergencia, y lo fue muchas horas después de que el concubino
de Ojeda la dejara en su domicilio.
Esta valoración racional, en base a los hallazgos encontrados en los restos mortales de A. O., la declaración
de los médicos, sumado a la declaración del concubino de la imputada, nos permite tener por acreditado que A.
O. se presentó en el domicilio de la encartada B., al solo efecto de interrumpir su embarazo —descripción más
leve para definir una palabra más grave—, esto es realizarse un aborto. Fue esta la razón de su presencia allí, y
ello nos permite, no desde una apreciación intuitiva concluir esto, sino desde la sana crítica racional, esto es
utilizando la lógica y experiencia común, para establecer que lo que se estaba realizando en el domicilio de la
imputada B., era el comienzo de un aborto en el cuerpo de la joven O., y que para hacerlo la imputada le
suministró una droga que normalmente producía los efectos de anestesia, pero que evidentemente llevó a una
complicación que por no contar con asistencia especial llevó a la muerte de la mencionada mujer.
No puedo obviar en esta valoración el resultado de la autopsia realizada en conjunto por el doctor Anastasio
Valenzuela médico policial y el doctor Walter Aníbal Rath médico forense de tribunales. En fs. 43 se detalla los
signos constatados en el útero, en el cual se precisa que el "útero y anexo que se muestra aumentado de tamaño,
siendo la media uterina de 18 cm. de longitud por 12 cm. de diámetro tranverso y de 5 cm. de anteroposterior...
A nivel del cuello uterino por detrás y a la izquierda del orificio cervical externo presenta una lesión de tipo
equimótica escoriativa de 20 mm. de longitud, que podría corresponder a maniobra de tipo instrumental. El
orificio cervical externa y orificio cervical interno no presenta signos lesionales como así tampoco tercio
superior de vagina. Estas son las lesiones que he referido más arriba, las cuales fueron de carácter instrumental y
no patológico. Por lo cual no se puede desconocer que estamos ante un proceso lesivo, del cuello uterino, de una
persona embarazada, que ingresa a un lugar para realizarse un aborto, que no se llega a consumar por la muerte
súbita de la embarazada al suministrársele una droga en forma incorrecta o sin la asistencia debida.
Me pregunto, ¿Puede caber alguna duda de que tal lesiones eran el comienzo de ejecución de la acción
tendiente a lograr el aborto? Creo que no, estas lesiones han sido por la acción humana, no biológica, es decir
por medio de un instrumento, sea cual fuese, con el cual se ha ocasionado una lesión en dicha zona a quien
estaba embarazada.
Ello sólo nos permite concluir que tal lesión no puede obedecer a otra razón que no sea el pretender llegar
hasta el bebé o feto en gestación.
Precisamente eso fue lo constatado por los médicos actuantes, la presencia de un feto dentro de la bolsa
amniótica con líquido conservando su integridad, extrayéndose de él un feto de 10 cm. de longitud que
correspondería a 12 semanas de gestación, es decir aproximadamente de tres meses. Coincidiendo con lo
sostenido por el testigo Ramírez, quien nos dijo que tres meses de atraso presentaba su concubina.

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Según lo aportado por Ramírez su pareja llegó caminado hasta el domicilio particular de la imputada no
padeciendo ningún otro supuesto de afección, sino que sólo deseaba interrumpir su embarazo. Domicilio al cual
ingresó sola, y en la cual luego fue encontrada muerta, con la supuesta atención reconocida por la misma
imputada, que argumentó falsamente que la atendió sólo para colocarle una dipirona para bajarle la fiebre.
Creo que estas son las pruebas fundamentales en las cuales puedo basar mi conclusión sostenida al
comienzo de la cuestión, no obstante he de admitir el valor de las demás pruebas ya referidas por la colega que
me precede en el orden de votación, donde ha considerado y merituado suficientemente sobre ellas. Así voto.
El doctor Yurkevich dijo:
Comparto el análisis de la prueba y el resultado a que arriban los jueces que me preceden en la votación.
Puedo agregar —con el afán de despejar cualquier duda— por qué nos decidimos por confirmar que B.
suministró Tiopental a la O. y no Dipirona, en razón que la defensa apuntó que tanto no se encontró ningún
envase de uno como de otro medicamento. La prueba fundamental la otorga el informe técnico según el cual la
existencia de Tiopental fue positiva y la de Dipirona negativa en el cuerpo de la víctima. Pero además, tuvimos
en cuenta que no se halló ningún indicio adicional en el cuerpo de la víctima —como podría ser el rastro de la
aplicación intramuscular de la Novalgina— que pudiera sostener esa primera versión dada por la imputada a los
médicos que arribaron al lugar. Por el contrario, respaldando el hecho que la B. suministró Tiopental a O. se
agregan a la circunstancia objetiva de haber hallado dentro de su organismo esa droga, la existencia en la
víctima de una vía periférica que es el medio apto para suministrarla, el reconocimiento de su concubino que
había acudido allí para realizar un aborto y la circunstancia de que el Tiopental es un inductor del sueño y
anestésico, es decir, un fármaco utilizado para intervenciones quirúrgicas en forma habitual. De modo que
asegurar que la B. suministró Tiopental a la O., no es más que la conclusión razonada de la prueba según las
reglas de la sana crítica.
Otro de los puntos que quiero dejar en claro, es el referente a que se encuentra claramente demostrado que la
O. fue a la casa de la B. a practicarse un aborto. Luego de un rodeo y ante la lectura de su declaración anterior,
R., el concubino, reconoció que ambos decidieron que la O. abortara y justificó el accionar en que la chica
padecía de toxoplasmosis (enfermedad del gato, dijo). El escenario que vio el médico Monzón al llegar al lugar
—dijo— era el preparado para practicar un aborto y de ninguna manera el escenario médico habitual cuando se
coloca una inofensiva dipirona; y explicó: la chica sólo con su bombacha y una vía periférica con suero, la cual
incluso se ocupó para intentar las maniobras de resucitación. La lesión traumática que tenía la O. en el útero,
que si bien el médico Valenzuela no pudo asegurar que se tratara de la producida por un elemento de los
comúnmente utilizados para provocar un aborto, tampoco lo descartó.
En definitiva, A. R. O. fue ese día a la casa de M. C. B. a practicarse un aborto. La imputada le colocó una
vía periférica a través de la cual le suministró un anestésico —Tiopental— a fin de comenzar con la práctica
abortiva; deslizó el instrumental pertinente causando una lesión en el útero de la "paciente", cuando se produjo
el paro cardiorrespiratorio que le provocó la muerte. A consecuencia de la muerte de la O., se produjo la muerte
del feto de 12 semanas de gestación. Así voto.
2ª cuestión. — La doctora Lezcano de Urturi dijo:
Tal como quedara fijado el hecho en la cuestión precedente, entiendo que la conducta de M. C. B., encuadra
en el tipo penal descripto en el art. 85 inc. 2, última parte en relación con el art. 42 del Código Penal, es decir
aborto consentido en grado de tentativa, seguido de muerte.
Ello es así pues se ha podido establecer la relación de imputación objetiva de la siguiente forma; la imputada
generó con la acción de inyectar tyophental a la víctima, un peligro jurídicamente desaprobado para el bien
jurídico integridad personal, a la par que lo hizo con el contexto de la práctica de un aborto, que comenzó a
ejecutar, generando así un peligro jurídicamente desaprobado para el bien en cuestión: vida del feto. En ambos
momentos, la imputada obró dentro del ámbito del riesgo no permitido; al inyectar la sustancia mencionada, por
tratarse de una droga cuya administración debe estar exclusivamente en manos de un profesional médico
rodeado de las precauciones que su uso, dentro de la lex artis, exige.
Cabe recordar que B. no está habilitada para ejercer la medicina, careciendo del título universitario
respectivo, por lo que, siendo una enfermera, asumió la conducta riesgosa al inyectar a O. tal medicamento. Por
otra parte la imputada inoculó esa sustancia a la víctima con el fin de practicar un aborto, es decir, comenzó a
ejecutar ya con esa inyección, el aborto, además del signo externo que permite afirmar que hubo alguna clase de
maniobras instrumentales, en ese sentido (conforme constancias de fs. 43, —lesión uterina—).
El primer riesgo generado fue la inyección de tyophental colocada, en las condiciones ya apuntadas y sin el
debido cuidado; para luego actuar en forma tal que sería necesaria para generar el segundo riesgo, consistentes
en maniobras abortivas. En realidad, la imputada buscaba con sus acciones, practicar el aborto.
Debe descartarse desde ya, que el consentimiento de la mujer encinta, para la práctica abortiva, haya
cumplido un rol tan relevante como para imputar el resultado muerte a su propia competencia. Ello es así
porque si bien la víctima asumió el riesgo propio a esta clase de intervención, relativo a su propia integridad
personal, ya que queda, por ahora, fuera de la discusión, el riesgo asumido para un tercero, el feto; al ponerse en

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manos de una enfermera no pudo conocer todos los riesgos a que se sometía. Entre ellos —y aquí es
fundamental—, el riesgo que conllevaba la administración de una sustancia anestésica como el tyophental. Se
puede afirmar que de haberse sometido a ésta clase de intervención practicada por un profesional médico, éste le
habría informado adecuadamente de las posibles consecuencias de la administración de esta sustancia y así O.
hubiera podido prestar su consentimiento, informada con efectos sobre la tipicidad o eventualmente, la
antijuricidad.
La imputada no es médico, sino enfermera y más allá del conocimiento que hubiera podido tener de ésta
sustancia, es evidente que no contaba con el conocimiento integral completo de lo que podía ocurrir con el uso,
o de las precauciones que deberá tomarse al momento de su administración. Esto impide que se pueda aseverar
que la víctima haya prestado un consentimiento pleno, más allá de aquel dado para el aborto en sí, en relación
con el uso de una sustancia anestésica cuyos efectos no podría conocer, en su totalidad.
Administrar una sustancia como tyophental no es, en sí, un riesgo no permitido, puesto que si se lo utiliza
conforme a las especificaciones y en la dosis correcta por médico habilitado para ello y observando las
precauciones pertinentes, su uso está dentro del ámbito del riesgo permitido. El caso es que la imputada no
estaba habilitada para suministrar, por sí sola, esta clase de droga, por lo que su conducta generó el riesgo no
permitido. Así, la víctima no tenía posibilidad de conocer, con la suficiente claridad, cuales eran los riesgos a
los que se sometía al serle inyectada esta sustancia con las posibles consecuencias de ello.
Por lo que O. no asumió el riesgo sabiendo lo que podía sucederle, de lo que surge que su competencia en
relación con su muerte, no tiene la relevancia suficiente para generar la atipicidad de la conducta de la imputada.
Entonces, reiterando la ya dicho hay un consentimiento válido respecto del aborto, aunque no puede afirmarse
lo mismo respecto de su muerte.
Sintetizando, puede válidamente imputarse objetivamente la tentativa de aborto y la muerte de O., a las
acciones riesgosas de M. C. B., dentro del riesgo no permitido. El tipo de aborto consentido requiere una mujer
en cinta un feto vivo y que se realice prácticas tendientes a matar el feto, interrumpiendo así la gestación. En el
caso concreto, conforme las constancias de la causa en lo atinente a la autopsia, O., estaba embarazada de 12
semanas (tres meses de gestación) Así mismo, presentaba lesiones en el útero, las que no habían todavía llegado
a afectar el feto; esas lesiones eran el producto de uso de instrumental dirigido a ese efecto.
También está probado el consentimiento para que ese aborto sea llevado adelante, por lo que están dados los
elementos del tipo objetivo comunes a las distintas figuras de aborto consentido.
Desde ya que esos actos llevados adelante por la imputada M. C. B. deben ser considerados actos ejecutorios
para llevar adelante el aborto consentido por la mujer. Que esos actos han quedado en el grado de tentativa
inacabada, no me caben dudas y es por ello que entiendo que se está en presencia de una tentativa de aborto (art.
42 en relación con el art. 85 segunda parte Código Penal)
Por otra parte, el inc. 2 última parte del art. 85 del Código Penal, agrava la pena si el aborto fuere seguido de
la muerte de la mujer, respecto a ello cabe destacarse en primer lugar —tal como ya lo señalara—, que es
necesario tener presente que el aborto quedó en grado de tentativa, puesto que la imputada comenzó a ejecutar
actos propios del aborto —maniobras abortivas— ya que primero le colocó el tyophental, (lo cual es común a
esa clase de procedimientos), y aquí valga la siguiente mención: (que como quedó probado con las testimoniales
del doctor Mambrín en concordancia con el doctor Monzón) el tyophental presenta tres etapas a saber: 1°
somnolencia; 2° la relajación y 3° la analgésia, cuya consecuencia puede ser el coma terapéutico. Es esta etapa,
la última en la que se deben tomar precauciones para evitar el paro respiratorio. Además, esta sustancia debe ser
administrada teniendo en cuenta el peso del paciente y la finalidad del uso. De allí es que no pudo completar las
maniobras abortivas por una causa ajena a su voluntad final, como fue el paro respiratorio de O.. Por ello, el
aborto ha quedado en una etapa de ejecución, en la que aún faltaban pasos a seguir para llegar a la consumación,
por lo que estamos ante una tentativa inacabada. Téngase presente que el feto muere como consecuencia de la
muerte de la madre y no, por las maniobras abortivas iniciadas.
Es preciso analizar ahora si puede encuadrar en el tipo en cuestión, el aborto en grado de tentativa seguida
de muerte de la mujer. No encuentro objeciones para considerar esta cuestión en forma afirmativa. Basta con
que se haya comprobado el comienzo de ejecución del aborto, para que sea de aplicación el tipo penal del art. 85
inc. 2, última parte. La muerte que opera como un agravante por el resultado diferente a aquél perseguido según
la finalidad del autor, puede haber sucedido, inclusive, de forma imprudente, siempre que se pueda establecer
una relación objetivamente imputable entre el fallecimiento y las acciones tendientes al aborto. Entiendo que en
el caso, se ha comprobado que la muerte ocurre como directa consecuencia de la administración, por parte de la
imputada, de una sustancia llamada tyophental, (conforme constancia de fs. 50 —Informe Bioquímico—), a la
víctima, inductor anestésico éste, que le fue proporcionado sin contar con el ambiente adecuado y sin tomarse
los recaudos que su uso controlado requiere. Esa sustancia fue administrada a Ojeda para practicarle un aborto,
por lo que su muerte ocurre en ocasión de llevar adelante un procedimiento de esta naturaleza. Así acreditado
con el informe de autopsia de fs. 47, además del informe bioquímico ya mencionado.
M. C. B. conocía que estaba realizando actividades tendientes a provocar la muerte de un feto, en la mujer

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embarazada. Sabía también que para hacerlo en la forma por ella establecida, estaba suministrando una droga
cuyo objetivo era esencialmente analgésico y lo hizo sin tomar las precauciones necesarias para ello. Conocía
los elementos del tipo objetivo del aborto y estaba en vías de practicar ello a pedido de la víctima, por lo que
obró con dolo directo. No pudo consumar el aborto por una causa ajena a su voluntad; el colapso y la muerte de
la mujer, que acaece como una consecuencia no querida de la acción que estaba realizando. La muerte ocurre
por su obrar imprudente.
Ahora bien, debe descartarse la aplicación de la figura del homicidio imprudente (art. 84 C.P.) puesto que,
en tal caso, podría darse un concurso aparente de leyes (con la tentativa de aborto), que debe ser resuelto con la
aplicación del art. 85, inc. 2, última parte, que prevé, justamente, un aborto consentido y la muerte de la mujer
como consecuencia de éste. El primero es doloso, el segundo admite también la imprudencia. Existiendo el tipo
legal específico, por el principio de especialidad, debe ser aplicada la norma del aborto consentido seguido de
muerte y no la norma del homicidio culposo.
Debe destacarse también, que la muerte de la mujer, sea atípica, quedando el remanente, de la tentativa de
aborto, puesto que el tipo penal prevé que la muerte que sigue al aborto (consumado o tentado), agrava la pena.
No se advierte que existan motivos para considerar que la muerte de la mujer deba ser dejada fuera del tipo
(atipicidad), por las razones que desarrollé precedentemente.
Esta conducta típica, dolosa de aborto tentado e imprudente respecto de la muerte, es además, antijurídica,
por no estar bajo alguna de las causas de justificación previstas en el orden jurídico, por lo que se configura el
injusto penal.
M. C. B. es la autora directa tanto del aborto, en grado de tentativa, como de la muerte, no querida, de la
mujer, pues era quien tenía en sus manos el dominio del hecho. Justamente fue ella quien, al darse cuenta de la
crisis, llamó a la ambulancia para que asistan a la víctima.
Ahora bien, en cuanto al tipo penal previsto en el art. 208 del Código Penal, destaco que ese delito se ubica
dentro del título séptimo "Delitos contra la seguridad Pública en el capítulo cuarto 'Delitos contra la salud
pública' donde se protege la salud pública". Es éste además un delito de peligro y en el caso, cuando interviene
una persona que no es profesional de la medicina, aun cuando se trata de una enfermera, para aplicar la droga
tyophental necesita estar autorizada. Ocurre que si bien varios de los elementos del tipo penal se ven
corroborados, no lo es tan así con relación al elemento "habitualidad" aquí requerido, pues en el caso no está
probada esa situación. De allí es que deviene atípica la conducta desplegada por B. en tal sentido, ya que falta
de este elemento del tipo objetivo así lo requiere. En definitiva, ni en el carácter de concurso ideal (art. 54
Código Penal) es procedente la aplicación del tipo penal del "ejercicio ilegal de la medicina" art. 208 del Código
Penal por los fundamentos dados.
En conclusión, la conducta de M. C. B. encuadra en el tipo penal descripto como Aborto consentido en
grado de tentativa seguido de muerte, arts. 85 inc. 2, última parte en relación con el art. 42 ambos del Código
Penal. Esa conducta es típica, antijurídica y no está amparada en causal de justificación alguna, por lo que se
torna además injusta. Así voto.
El doctor del Río dijo:
En esta cuestión comparto lo sostenido por la doctora Urturi, con respecto a la verificación en la cuestión
anterior, de aquello que comprendemos como relación de imputación objetiva, en la cual se ha logrado
demostrar que fue la acción de la imputada M. C. B., al inyectar una droga peligrosa en el cuerpo de la
ciudadana O., como para con ella adormecer o anestesiar a la misma, para con ello llevar adelante un aborto. Es
la imputada la que genera el peligro jurídicamente desaprobado para el bien jurídico que protege la vida y su
integridad corporal, actuando claramente dentro una acción que estaba más allá del riesgo permitido, y no le era
facultativo realizar, pues no se encontraba calificada para su realización; pero que además se realizó violando
todos los deberes de cuidado al realizarse en el lugar y forma en que se hizo.
Sólo me resta agregar a lo ya sostenido en la primera cuestión, sobre la forma y falta de cuidados
desplegados por la imputada, actuando ilegal e irregularmente en un domicilio particular, en una cama tipo
dormitorio, para allí llevar adelante un aborto, se vuelve aún más complejo cuando advertimos que la imputada
ni siquiera es enfermera matriculada como tal, sino sólo auxiliar de enfermería según constancia de fs. 113,
donde sólo tiene acreditada la asistencia a mil trescientas horas de clases, habilitándola para trabajar como tal,
pero "bajo la supervisión de enfermera o médico", tal como reza la autorización referida.
Para realizar un aborto legal o terapéutico, previsto en el art. 86 segundo párrafo en sus dos supuestos, se
requiere título habilitante para el ejercicio de la medicina y esta tarea debe ser llevada adelante en lugares
habilitados para el ejercicio de la medicina.
Comparto con la Juez que me precede, que el suministrar la dosis de tiopental ha sido la primer conducta de
alto grado de riesgo, realizada sin el más mínimo recaudo o cuidado, tanto por el lugar donde se suministró
como por la ausencia de medios que permitan sortear y acompañar las consecuencias de la droga. La intención
ha quedado acreditada, al existir comienzo de ejecución del acto abortivo, comprobado por las lesiones en el
cuello del útero de la víctima e inyectar una droga lo suficientemente peligrosa que solo puede ser dispuesta por

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médico matriculado y autorizado para actuar en tal sentido.
Ello permite afirmar que es imposible de realizar este tipo de prácticas fuera de la forma hospitalaria o
sanatorial, en establecimientos reconocidos por autoridad sanitaria competente, bajo la exclusiva dirección de
un profesional médico. Por lo que podemos determinar que nos encontramos ante un intento de aborto
clandestino.
Nos ha quedado suficientemente claro que la muerte del embrión ha sido como consecuencia de aquella de
quien dependía, y no producto de las maniobras abortivas.
Pero advierto que existió un comienzo de la ejecución del aborto, no sólo con las lesiones en el cuello
uterino, sino con el primer paso, la acción de inyectarle una anestesia o calmante a la madre gestante. Por lo
tanto debo concluir que estas también constituyen las maniobras requeridas por la figura penal del aborto del art.
85 inc. 2 del Código Penal; ya que debemos recordar que se trata de una figura compleja, en la cual una acción
dolosa, la intención y voluntad de causar un aborto, se complementa con un resultado culposo, la muerte de la
madre previa o posterior al aborto. Y digo que este resultado muerte si bien no fue querido, tampoco se puede
decir que es preterintencional, sino que queda plenamente alcanzado por la culpa, por un actuar en evidente
violación de los deberes de cuidado mínimos y necesarios.
Ya que la muerte no fue un resultado imposible o impensable, sino que era altamente probable y posible de
evitar tomando los cuidados requeridos.
Así claramente nos encontramos ante un acción que tendía a lograr un aborto, que no se vio concretada por
una causa ajena a la voluntad del autor, esto es la muerte de la paciente O., por lo que el aborto queda en grado
de conato, es decir como tentativa, siendo alcanzado no obstante el tipo penal, porque el mismo describe en su
norma la consecuencia culposa de la muerte de la madre.
El doctor Nelson Pessoa sostiene ('"La Tentativa Distinción entre actos impunes y actos de ejecución de
delitos". Ed. Hammurabi. 1987, ps. 94/95) que "La tentativa se configurará cuando el sujeto activo realiza la
conducta tendiente a producir la finalidad en cuestión (interrupción del embarazo), así, tendremos tentativa de
aborto, cuando, por ejemplo se introduce en el cuerpo de la mujer algún elemento con la finalidad apuntada o
cuando se suministra o la mujer toma una sustancia con calidad abortiva".
Cuando el delito básico constituido por la acción dolosa ha sido tentado y a dicha tentativa se une un
resultado culposo, alguna parte de la doctrina sostiene que es preterintencional, me inclino en mi caso por la
posición que ve en la muerte un delito imprudente, entre ambos producen una conducta que queda así
subsumida en el tipo penal analizado. Así la tentativa de aborto fue seguida por la muerte de la mujer, la cual ha
sido provocada por la exclusiva práctica que estuvo guiada y enderezada a lograr interrumpir el embarazo.
La conducta endilgada en la primera cuestión, se adecua correctamente a la figura penal elegida, donde la
intención de abortar causa un resultado no deseado, pero al cual se ha llegado por una acción desplegada por
negligencia, impericia e imprudencia, que convierte a la conducta en culposa, al no haber arbitrado los debidos
cuidados que la situación amerita. Claramente se ha observado del análisis de las pruebas el descuido en que se
llevó adelante la práctica, en un lugar no apto, con ausencia de materiales adecuados, sin medios mecánicos o de
otro tipo que permitan la reanimación al colocar una inyección peligrosa.
Actuó sin capacitación técnica o profesional que lo habilite o a cargo de profesional que lo permita. Actuó
fuera de las causas permitidas, o fuera del riesgo permitido, sin una causa de permiso legal —aborto terapéutico
o legal—, que le autorice a tal acción.
Pero también ha quedado claro que no era la intención del sujeto activo, el sesgar la muerte en la ciudadana
O., no existe prueba alguna que nos permita concluir que actuó con dolo de homicidio o un dolo que le hubiera
permitido tener una previsibilidad tal de lo que iba a indefectiblemente ocurrir, que permita descubrir un dolo
eventual, por los cuales deba responder por el delito de Homicidio Simple. Existe un margen de duda suficiente
como para determinar si realmente hizo algo para intentar algún curso de acción de salvamento.
Así queda marcada la diferencia entre la intención y acción direccionada hacia el aborto, cuyo dolo era
suprimir la vida del hijo por nacer, pero sin dar muerte a la madre. Que se llega a la muerte por la errónea
elección de los medios utilizados para desarrollar la conducta primigenia.
Con respecto a lo sostenido por la Defensa Técnica de la imputada, no obstante la claridad de los conceptos
técnicos que ha brindado, entiendo que no asiste razón al planteamiento de la responsabilidad de la víctima en el
hecho de la imputada; al sostener que el resultado sería competencia de la víctima, pretendiendo excluir la
competencia en el hecho de su autora, en la cual la misma víctima sería la única y exclusiva responsable en la
realización del resultado.
En esto debo compartir las acertadas apreciaciones efectuadas por la doctora Urturi al respecto donde ha
explicado fundadamente las razones del rechazo de tal planteamiento.
Pues resulta irrazonable pretender que esta joven conociera la totalidad de riesgos reprobados que le podrían
ocurrir de acudir a interrumpir su embarazo. No se puede sostener que esta joven mujer, con una familia
constituida, con dos hijos más, quien sólo pretendía evitar las complicaciones que le significaba este embarazo

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especialmente para su salud, o sus consecuencias motivadas, (supuestamente por el padecimiento de una
enfermedad —estimamos que sería toxoplasmosis— según lo manifestado por la pareja de O., R., de que tendría
una enfermedad de los gatos), conociera los riesgos de una medicación o droga que sólo algunos médicos
especializados conocen plenamente en sus consecuencias desfavorables.
No puede sostenerse válidamente que A. O. comprendiera el riesgo que una droga como el tiopental podría
causar a su vida, ni que comprendiera que administrada sin equipos que permitan su resucitación, fuera de
ambientes sanitarios u hospitalarios preparados para tal circunstancia, todo ello le podría ocasionar su muerte.
Este no fue el riesgo asumido por ella, sino sólo el de interrumpir su embarazo, pero no con este plus de
mayor riesgo aportado y atribuible sólo a la imputada. Es ilógico que de haber conocido la víctima todas estas
circunstancias se hubiera prestado a tal consentimiento.
Entiendo siguiendo la postura del doctor Marcelo Sancinetti, que el tipo subjetivo tanto del dolo como de la
imprudencia se debe distinguir por condiciones de riesgo objetivas. Por ello entiendo que de las única dos
personas que intervinieron en este resultado, B. y O., sólo la primera conocía o debía conocer todas las
condiciones de riesgo que se le representaban en su conocimiento, y por ello sólo ella debe responsabilizarse de
que este riesgo se haya realizado en el resultado.
La conducta de la imputada ha configurado la característica que define el delito imprudente, en la cual
hemos comprobado que el resultado muerte de la ciudadana O. no se hubiera realizado si B. hubiera arbitrado
un comportamiento correcto y sin peligros. Este plus de elevación de riesgo en que la imputada colocó a su
víctima es lo que ocasionó el resultado muerte.
La experiencia común nos pone en conocimiento de una variedad de hechos similares de aborto, que
escapan a la posibilidad de ser perseguidos o detectados por las agencias de control del estado. Pero es de
conocimiento de cualquier ciudadano común de nuestra ciudad o provincia, la existencia de gran cantidad de
abortos que suceden a diario, que no son aprehendidos o identificados sus autores materiales.
Ello se logra, precisamente por tratarse de una actividad que desplegada en forma oculta e ilegal, no sólo es
efectuada por profesionales médicos al margen de la ley, sino también por personas medianamente instruidas;
inclusive conocemos casos de abortos causados por la misma madre gestante, con los más variados objetos. Por
otra parte existen fármacos que posibilitan la destrucción del óvulo fecundado, o permiten la expulsión del
mismo.
Todo ello se convierte en un campo propicio, para que una gran parte de la población, no conozca o
dimensione en su contexto real, los riesgos que este tipo de acciones ocasionan a quienes acuden a él.
Comparto que el consentimiento de la víctima para que se le realice el aborto se encuentra debidamente
acreditado, es decir sabía y comprendía que B. le realizaría maniobras abortivas con el permiso de la víctima,
pero ello no le dio permiso para arriesgar su vida al extremo, sino sólo para que interrumpa la gestación en
curso. Este consentimiento entiendo ha sido válido y libremente prestado, ya que la víctima voluntariamente
concurrió al lugar, y no se acreditó que lo fuera bajo coacción o engaño, por lo cual su consentimiento puede
haber sido explícito o implícito, o aún tácito, constituido por actos que implicaron la voluntad de la mujer de
someterse a la práctica abortiva.
La acción típica que requería la existencia de un feto vivo, ha quedado demostrada, así acreditado el estado
de embarazo y no existiendo elemento alguna que permita afirmar que el feto no estuviera con vida al momento
de realizarse las maniobras abortivas, corresponde el juicio de reproche por el delito de aborto seguido de
muerte.
El aborto afecta esencialmente la vida del feto, aunque también se tiene en cuenta el riesgo que la maniobra
abortiva implica para la vida de la madre.
Seguiré el pensamiento del doctor Buompadre en su obra "Curso de Derecho Penal (Parte Especial)", ps.
146/147, en la cual se refiere muy claramente a la problemática planteada cuando la muerte de la mujer
sobreviene en oportunidad de realización de maniobras abortivas, previa a la muerte del feto.
Comparto lo sostenido por el doctor Buompadre, quien al respecto, no obstante disentir con la opinión de
Núñez, en la cual sostiene este último, que al establecer la ley "si el hecho fuere seguido de la muerte de la
mujer", la palabra hecho debe ser interpretada, no como aborto consumado sino como maniobras abortivas (que
pueden abarcar sólo la tentativa). Ello permitiría concluir que la agravante no puede ser referida sólo al delito
consumado, sino que también comprende al delito tentado, ya que lo definitivo es la finalidad del autor, a quien
ha guiado el dolo de aborto.
Al respecto sostengo algo que comparto con Núñez que si ese fue el dolo que guió la acción, es esta
intención y voluntad que la relaciona al resultado previsto en la norma, sea este consecuencia de un aborto
consumado o de actos de ejecución o comienzo de ejecución de un aborto, que es precisamente la tentativa.
Así pretendo sostener que el delito queda consumado con el resultado culposo, ya que el mismo tipo
objetivo prevé este resultado no querido como conformante de la figura penal. El doctor Buompadre
fundamenta acabadamente la posición que tomo como propia, al decir que "cuando el art. 85 C.P. hace

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referencia al 'hecho' seguido de la muerte de la mujer", creemos con Fontán Balestra que se está refiriendo al
"aborto" —como delito tentado o consumado— y no sólo a "maniobras abortivas". Claro está que la redacción
empleada por la ley no ha sido del todo feliz, pero de tal imperfección no puede inferirse que no ha querido
hacer referencia al tipo consumado o tentado de aborto, más aun cuando la propia circunstancia agravante se
encuentra tipificada en la misma disposición de la figura básica. El aborto agravado por el resultado muerte será
de aplicación cuando el autor haya cometido el tipo de aborto consumado, con todos sus elementos, y, como
consecuencia del mismo, muera la mujer. Si las maniobras abortivas se realizan pero no llegan a producir la
muerte del feto, por circunstancias extrañas a la voluntad del agente y, no obstante muere la mujer, la acción
abortiva que causa la muerte de ésta encuadrará, del mismo modo, en la figura agravada que estamos
examinando. Si falta un elemento del tipo básico (embarazo en la mujer o feto inexistente), la acción abortiva
que causa la muerte de la mujer encuadrará en la figura del homicidio culposo del art. 84 C.P. Pensamos que
estamos frente a una clara hipótesis de culpa por imprudencia o impericia —según cuales hayan sido las
circunstancias particulares del caso—. La acción abortiva implica, por sí misma, un acto temerario, arriesgado y
peligroso para la incolumnidad física de la persona, por lo que la muerte consecuente de ese obrar imprudente o
inhábil debe ser atribuido al agente a título de culpa" (obra citada).
Cabe además merituar si la conducta de la imputada se encuentra subsumida en el delito de Ejercicio Ilegal
de la medicina, previsto en el art. 208 inc. 1 del C.P. al cual tangencialmente se ha referido el representante
legal del actor civil y querellante particular y por el cual ha formulado acusación la Fiscal de Cámara
Subrogante.
Al respecto creo que corresponde hacer lugar al planteo de la Defensa Técnica de la imputada B., quien ha
sostenido que no se ha logrado demostrar con el grado de certeza requerido para este tipo de resolución, que esta
práctica de realizar abortos en forma clandestina cuente con la habitualidad requerida por la norma penal
peticionada.
El delito atribuido protege el bien jurídico seguridad pública, y requiere como conducta típica que se
enuncie, prescriba, administre o aplique en forma habitual medicamentos o cualquier medio destinado al
tratamiento de las enfermedades de las personas, prohibiendo la realización de actos propios de las ciencias
médicas. Ha quedado comprobado que la imputada carecía de título para el ejercicio del arte de curar a las
personas, no contaba con autorización para hacerlo, pues sólo se encontraba autorizada para la actividad de
auxiliar de medicina, por lo que obró incapacitada en el arte específico de curar.
En este caso el tipo objetivo prevé la conducta de administrar que deviene de la acción de suministrar un
medicamento u otro medio. Así se comprende que aplica quien emplea el medio sobre el paciente, haciéndolo
ingerir o incorporándolo al cuerpo de cualquier otra forma, como es el caso de inyecciones.
Si bien se configuran los demás elementos objetivos del tipo, es requisito del mismo que las acciones
descriptas se realicen con habitualidad. Para Fontan Balestra y Soler, la habitualidad requiere la pluralidad de
actos, mientras que para Ricardo Núñez es suficiente que el autor se proponga ejercerlo habitualmente con lo
que alcanzaría la realización de un solo acto. Creus coincide con la postura de los primeros autores citados, pero
distingue la habitualidad de la profesionalidad, señalando que esta última se conforma con realizar un solo acto
profesional, pero que la habitualidad requiere la repetición de actos.
Así entiendo, compartiendo el pensamiento mayoritario de la doctrina, que la habitualidad que regula la
norma penal, se configura con una conducta que concurre asiduamente, desplegada por el sujeto activo sobre
varias personas y no solo sobre una, en la cual se haya comprobado que existe una continuidad en el tiempo y en
el lugar donde se realizan las actividades reprobadas y sancionadas por la figura penal.
Por lo cual la conducta endilgada es atípica por no reunir los elementos del tipo objetivo del delito por el
cual fuera acusada y en consecuencia debe ser absuelta de culpa y cargo de dicha imputación.
Por ello concluyo esta cuestión sosteniendo que debe aplicarse la figura de aborto seguido de muerte,
previsto en el art. 85 inc. 2 del Código Penal a la conducta de la imputada M. C. B. Así voto.
El doctor Yurkevich dijo:
Comparto el análisis jurídico que formulan los jueces que me preceden en la votación. Adhiero a la postura
del doctor del Río respecto al encuadramiento legal correcto cuando se trata de un aborto seguido de muerte y
—como él— me conforma que la acción que provoca la muerte de la madre sea atribuible al autor a título de
culpa y no como un homicidio preterintencional.
Estimo que lo dicho respecto al planteo formulado por la defensa técnica en orden a la competencia de la
víctima, es claro y contundente. Nótese que el art. 85 inc. 2 C.P. para el caso en que medie consentimiento de la
mujer morigera sustancialmente la pena que corresponde al autor, precisamente —a mi entender— por tener
presente una especie de "responsabilidad compartida" que se eleva en su máximo cuando de estas prácticas
resulta la muerte de la mujer. La O. prestó su conformidad y consentimiento para realizarse un aborto y hasta
allí su responsabilidad en el hecho especialmente prevista (la responsabilidad) en la norma mencionada. Pero de
ninguna manera prestó su conformidad para que le administren un anestésico que la podría llevar —y de hecho
la llevó— a la muerte, simplemente por desconocimiento. Nadie puede conformar lo desconocido. Tampoco

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conformó su consentimiento para que de administrarse algún anestésico, no se tomaran las mínimas
precauciones aconsejadas para tal fin.
Por el otro lado tenemos a una auxiliar de enfermería con 11 años de antigüedad, con práctica diaria en un
medio hospitalario lo cual le proporcionaba la ocasión de como mínimo, tomar los resguardos esenciales para
evitar el resultado muerte. B. prefirió asumir ese riesgo reprobado y respecto al suministro del Tiopental no
arbitrar los mínimos cuidados que el suministro de cualquier fármaco conlleva.
Por último, también adhiero a la postura según la cual no es posible endilgarle a la imputada el ejercicio
ilegal de la medicina por falta del elemento de habitualidad, que no fue acreditado, y que es exigencia del tipo
penal en cuestión. Así voto.
3ª cuestión. — la doctora Lezcano de Urturi dijo:
Que M. C. B. no sólo cuenta con informes médicos forenses que acreditan su estado normal, sino que
además de la manera en que respondió en la audiencia las preguntas acerca de sus datos personales, así como de
su comportamiento en el juicio, se advierte claramente que ella está ubicada en tiempo y espacio. En definitiva
tuvo pleno conocimientos de sus actos, de tal manera que pudo dirigir sus acciones, por ello es que la considero
Imputable.
Asimismo ella actuó dentro del marco de autodeterminación de su voluntad, y lo cierto es que pudiendo
realizar una conducta alternativa conforme a derecho no lo hizo. Con su actuar ella lesionó varios bienes
jurídicos, tales como la integridad física de quien en vida fuera A. O., como la del feto que ésta llevaba en su
seno. Ella sabía lo que estaba haciendo e hizo lo que se propuso; ella tenía el pleno manejo de su conducta,
quería hacer lo que hizo. Ella es responsable por sus acciones. Es por ello que su conducta es disvaliosa
penalmente, es culpable. Esa culpabilidad esta despejada de todo tipo de error, porque ella es responsable de ese
accionar. Tuvo la posibilidad de realizar una conducta alternativa y pudiéndolo hacer no lo hizo. Es por ello que
dada la clase de hecho de que se trata, la imputada conocía la desaprobación jurídico penal, pues no podía
ignorar (por su nivel de estudios, situación laboral y nivel cultural) que hacer ingresar a su casa a A. O. y
suministrarle la droga tyophental para efectuar maniobras abortivas, eran conductas prohibidas.
Por ello es que estoy en condiciones de afirmar que conocía la prohibición y no estaba bajo alguna situación
de coacción o de reducción de su ámbito de libertad que le impidiera motivarse en la norma. Por lo que le era
exigible motivarse en la misma y actuar, de manera alternativa, de conformidad al derecho. En consecuencia, le
es reprochable el injusto penal y es culpable. Así voto.
El doctor del Río dijo:
Que atento a lo examinado, entiendo que M. C. B., actuó dentro del marco de autodeterminación, en cuanto
a la decisión que tomó, de interrumpir el embarazo que cursaba la ciudadana M. C. O., y para hacerlo suministró
una droga tiopental la cual le produjo un paro cardiorrespiratorio, inclusive cuando ya habría iniciado maniobras
en el cuello del útero de la occisa. Actuó con conocimiento de la prohibición contenida en la norma explícita en
el tipo penal, es decir conocía que estaba prohibido interrumpir un embarazo, más aún realizar dicho práctica en
forma clandestina, con lo cual incrementaba aún más los riesgos que este tipo de acción requiere. Aumentó aún
más los riesgos al colocar una droga que requiere asistencia respiratoria por las muy probables consecuencias
que ocasiona su suministro. Sumado a que no estaba facultada para realizar este tipo de prácticas que son de
incumbencia exclusiva de los profesionales del arte de curar, en este último supuesto, me refiero al
conocimiento que tenía la imputada de su accionar, no a la adecuación o no tipo penal ya analizado. Conocía
que todo ello estaba reprimido, por lo cual no obstante exigírsele que se motivara en razón de la norma y actuara
conforme a derecho, no lo hizo.
En el momento del hecho tenía aptitud personal, como acto interior susceptible de reproche, ya que esta
supone disposición y capacidad para comprender y ejecutar determinados actos, desempeñar o realizar
determinadas funciones. M. C. B. a la fecha del hecho contaba con 42 años de edad. Evidentemente se trata de
una persona mayor, con capacitación específica en el campo de la medicina auxiliar, empleada del Hospital
Perrando donde cumplía diversas tareas, persona que ha sido examinada por el Instituto Médico Forense,
determinándose que es capaz de comprender la criminalidad de sus actos y de dirigir sus acciones. Por lo cual
todo lo dicho con respecto a la comprensión del hecho, desde el ámbito penal, le es exigible a su edad, una
conducta acorde a derecho, como aptitud para admitir su culpabilidad como forma de reproche.
Se advierte de lo que se pudo percibir durante las audiencias de Debate, en cuanto a sus comportamientos y
modalidad, es una persona capaz de comprender lo que sucedía en su entorno. Dada la clase de hecho de que se
trata, la imputada conocía la desaprobación jurídico penal, pues no podían ignorar que realizar la conducta
descripta, está prohibida. Por ello al conocer la prohibición y no estar bajo alguna situación de coacción o de
reducción de su ámbito de libertad, que le impidiera motivarse en la norma, tal conducta le es atribuible. Ya que
le era exigible motivarse en la norma y actuar, de manera alternativa, de conformidad al derecho.
Es culpable ya que el resultado fue querido, y el resultado fue alcanzado por el riesgo en que desarrollo su
acción, y por ello debió asumir en plenitud los riesgos propios de un accionar ilícito que decidió u optó por
llevar adelante. Su accionar estuvo guiado y orientado por el dolo requerido por la norma penal en cuanto al

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aborto, y por la falta de cuidado en la imprudencia de la muerte, tal como la describiera en la cuestión anterior.
Por lo cual el injusto le es reprochable y es culpable, al darse los requisitos de libertad, conocimiento de la
prohibición y exigibilidad de motivación en dicha libertad. Así voto. Voto.
El doctor Yurkevich dijo:
Comparto lo dicho por los jueces que me preceden en el voto. Así voto.
4ª cuestión. — La doctora Lezcano de Urturi dijo:
Luego de haber analizado las cuestiones precedentes y habiendo calificado la conducta de M. C. B. en la
figura de la tentativa de Aborto consentido, seguida de la muerte de la mujer (arts. 85 segundo y último párrafo
en relación con el 42 ambos C.P.) ya en uso de la palabra el Querellante Particular y Actor civil, el mismo
sostuvo que pedía pena en suspenso para la imputada B., mientras que el Defensor Oficial 4, doctor G. J. M.,
sostuvo que no correspondía aplicarle pena pero que, en todo caso una decidirse en sentido contrario, debía
recordarse que él, tan solo daba por acreditado las maniobras abortivas con lo cual subsidiariamente, pedía el
mínimo de pena en suspenso.
Así la cuestión, me toca definir si corresponde imponérsele pena y, en caso de ser positivo en qué forma.
Para ello parto de la base que el hecho está acreditado así como la autoría por parte de la imputada M. C. B.,
destaco los bienes jurídicos en juego, pues en el caso se han perdido dos vidas humanas, la de A. R. O. y la de el
feto que en ella se gestaba; por ello es que, en lo que hace a la determinación judicial de la pena destaco que me
ajustaré a lo apuntado en los arts. 40, 41 del Código Penal y estando comprobadas ambas lesiones contra la vida
de las personas, esas lesiones son graves desde el momento en que se interrumpió la vida de la madre y la otra
que se gestaba, estaba creciendo dentro del seno materno. Tengo presente ello pues tienen que ver con la
naturaleza de la acción, y esa pluralidad de resultados, es motivo también como para agravar la pena. Pero lo
cierto es que M. C. B., si bien actuaba con la intención de interrumpir la vida del feto, la droga utilizada para
llevar adelante tales maniobras, es una droga que tiene un alto potencial de riesgo, tal es así que concluyó con la
vida de A. R. O..
Tengo presente además que la muerte del O. truncó toda posibilidad de poder contar con la presencia de ella
como hija y como madre. Ello es así, dado que tenía dos hijos menores, ellos son los que perdieron con ese
accionar, ellos son los que sufren las consecuencias, al igual que el padre de ella O.. Son todos esos elementos
que si bien los tengo en cuenta, no me puedo olvidar que fue la propia A. R. O. quien voluntariamente se colocó
en situación de riesgo, de allí que por más dolorosa que sea esa muerte, debo medirla en atención a la conducta
desplegada por B. independientemente de lo doloroso de su ausencia en el grupo familiar. Tengo presente
además que al imputada se mostró correcta en las audiencias de debate que se llevaron a cabo, que ella es madre
y tiene hijas y una adolescente a cargo.
Entonces el cuestionamiento en el caso, y aún teniendo presente la gravedad del hecho, no puedo olvidar
que A. R. O. fue a requerir los servicios de B. en forma voluntaria y aun cuando el resultado es gravoso, dos
muertes, el marco penal por el que tengo que dimensionar la pena es de 1 a 6 años de prisión. En ese sentido
cabe destacar que de conformidad a las condiciones personales de M. C. B., de como se sucedieron los hechos
entiendo que la pena para ser justa a imponerle sería tres años de prisión. Ahora bien, la pregunta es ¿en el caso
concreto debo colocarla en forma efectiva o la misma puede imponerse en suspenso? Entiendo que sería más
beneficioso, desde el punto de vista de prevención especial condenarla en forma suspensiva e imponerle reglas
de conductas. Por otra parte entiendo que corresponde imponerle además pena de inhabilitación especial. Cabe
destacar que el art. 20 bis del Código Penal se refiere a la inhabilitación especial y en su inc. 3 justamente hace
referencia a "la incompetencia o por abuso en su profesión de enfermera, por el aborto" en esos casos la
inhabilitación especial prevista para esa actividad ronda entre los 6 meses a 10 años. Cabe destacar que, si bien
este tipo de pena implica un mayor sentido asegurativo, pues significa una específica prevención en ciertos
ámbitos de conducta vinculados el delito cometido, tal es el caso, de una enfermera que en forma incompetente
suministra una droga que sólo puede ordenarla un médico y bajo su específico control, sumado a ello las
prácticas abortivas en grado de tentativa inacabada, entiendo que es procedente su aplicación como pena
accesoria. Así la jurisprudencia señalada por Eugenio Zaffaroni comentando el artículo de referencia en p. 250
del Código Penal Comentado editado en julio del año 1997 sostuvo que: "... La pena de inhabilitación como
pena accesoria debe necesariamente puesta en firme pese tener presente las reservas constitucionales. Si bien la
Cámara declaró en una oportunidad procedente el beneficio lo fue durante la vigencia de la Ley 20.509 en cuyo
art. 26 no se mencionaban las penas de multa e inhabilitación, pero en la actual redacción el art. 26 del Código
Penal ley 23.077 (como ocurría en la 23.338, que a su vez retomó la letra de lo estipulado en la ley 17.567) lo
cual no deja otra alternativa al sentenciante más que aplicarlas en firme, aun cuando sea como pena conjunta
con otra de aplicación en suspenso (Cámara Penal de Santa Fe Sala III, 30/12/87, juis 8388...". Sabido es que la
suscripta respecto a la aplicación de la pena en suspenso tiene la interpretación en sentido amplio, tan es así que
aún en los casos en que el tipo penal prevé una pena de inhabilitación considera que es aplicable la condena de
Ejecución Condicional.
Ello es así pues si bien el art. 26 del Código Penal en tercer párrafo establece que no procederá la
condenación condicional respecto de las penas de multa o inhabilitación, el caso es que la inhabilitación

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especial del art. 20 bis es una pena complementaria de la pena principal. Y tal como quedara señalada "ut
supra", la incompetencia a que se refiere ese artículo en relación con la conducta de la imputada B. fue la falta
de habilidad, de capacidad; lo que implica que actuó con torpeza e ineptitud. Se trata en este caso de la actitud
de la imputada quien teniendo los conocimientos en virtud del empleo, utilizó esos conocimientos en forma
abusiva lo que justamente me llevó a concluir en la segunda cuestión que la misma actuó dolosamente, en
exceso de ese accionar doloso, sobre todo porque en la extralimitación en el ejercicio de la práctica abortiva, B.
fue conciente en su accionar. De allí es que entiendo que es justa aplicarle en forma accesoria la pena de 5 años
de inhabilitación especial en el ejercicio de su profesión como enfermera.
Dije que la prisión de tres años en suspenso requiere además de la necesidad de que M. C. B. sea sometida a
las reglas de conducta previstas en el art. 27 bis todo ello en relación con el art. 26, ambos de Código Penal.
Así las reglas a la que debe ser sometida son las siguientes a saber: 1) Fijar Residencia y someterse al
cuidado del Patronato; 2) Abstenerse de ejercer en forma particular servicios de enfermera; 3) Abstenerse de
usar estupefacientes y/ de ingerir bebidas alcohólicas; 4) Realizar estudios para su capacitación laboral o
profesional, adoptando oficio o arte industria o profesional adecuada a su capacidad y no relacionados con la
salud en cualquiera de su manifestaciones; 5) Realizar un curso de Derechos Humanos; 6) Realizar trabajos no
remunerados en favor del Estado o de Instituciones de bien público, fuera de sus horarios habituales de trabajo,
tareas a asignarse por la Juez de Ejecución Penal. Así voto.
El doctor del Río dijo:
Que atento a las pautas establecidas por el art. 40 y 41 del C.P., en lo que respecta a la mensuración de la
pena, que corresponde por el accionar de la imputada debe tenerse en cuenta varios de los aspectos referidos en
los anteriores puntos.
M. C. B., actualmente con 43 años de edad, con estudios secundarios completos, casada, con tres hijos y un
menor bajo su cuidado, quien cumplía tareas como empleada pública en el Hospital Perrando como auxiliar de
enfermería, aunque el informe del Hospital de fs. 114 nos señala que allí no obra constancia de su matriculación
como tal, pero que se encontraba con dicha función; por la cual se le abonaba ochocientos pesos por mes. Nos
dijo que no consume alcohol ni drogas. La misma no registra antecedentes en su contra, por lo cual nos
encontramos ante una persona primaria en la comisión delictiva.
Según las pautas de mensuración que estimo como correctas, la cual no es partir del mínimo de la escala
penal establecida para cada delito, sino por el contrario, desde la mitad entre el máximo y el mínimo de dicha
escala. Ese es mi criterio ya sostenido en distintos fallos de esta Cámara.
Creo que en el presente caso, y en razón de las circunstancias particulares del imputado, la pena solicitada
debe ser acorde al grado de disvalor de su acción, por la cual la entiendo como justa y equitativa en relación con
el grado de culpabilidad y reprochabilidad de su conducta.
Atento al análisis efectuado tanto por el querellante con respecto a que la pena sea de cumplimiento
condicional, y teniendo en cuenta la conducta posterior del imputado, en cuanto a su falta de antecedentes desde
la fecha del hecho, entiendo que valorando lo establecido por el art. 26 del Código Penal, el cual se encuentra
inspirado en principios humanitarios que impregna todas nuestras leyes penales de fondo y de forma, y que
especialmente tiene en cuenta los delincuentes primarios, en especial para aquellos de buena prognosis.
Entiendo que desde una concepción de prevención especial de la pena, a fin de que la imputada entienda la
dimensión del daño causado por la comisión de su delito, y pueda aceptar su responsabilidad en el mismo; para
con ello poder lograr su reinserción a la sociedad, ameritan en este caso no aplicar una pena gravosa, ni de
cumplimiento efectivo, sino en su justo medio.
La pena oscila entre el año de prisión como mínimo y un máximo de seis años. Así concebida la pena, a fin
de que le permita lograr —mediante la prevención especial—, reordenar su conducta, entendiendo el disvalor de
su accionar y apreciando la necesidad de reinsertarse en la sociedad aceptando las reglas que esta impone para
vivir civilizadamente.
Creo que en el presente caso, y en razón de las circunstancias particulares de la imputada, la pena propuesta
es acorde al grado de disvalor de su acción, por la cual la entiendo como justa y equitativa en relación con el
grado de culpabilidad y reprochabilidad de su conducta.
Si bien existe como elemento a considerar de la mensuración de la pena su falta de antecedentes penales, no
puedo obviar la naturaleza grave del hecho endilgado, donde no sólo se ha sesgado la vida de una joven mujer y
de su hijo no nato consecuencia del primero.
En relación a la extensión del daño, debe consignarse el desamparo y sentido de pérdida afectiva de los hijos
de A. R. O., quienes con la acción desplegada por la imputada han perdido el acompañamiento, educación y
amor que le debía seguir prodigando su madre. También comprensible en igual medida la afectación de los
restantes familiares de la víctima, padre, concubino y demás deudos.
Además debe merituar que la misma es empleada del Estado provincial, y cumplía sus tareas como auxiliar
de enfermería, lo que la diferencia de un mero curandero o persona cualquiera que pretendiera llevar adelante

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esta acción disvaliosa. Ella contaba con mejores medios para ganarse la confianza de las personas, por su
condición dependiente del nosocomio público hospitalario, en la cual desempeñaba tareas de capacitación
auxiliando a los profesionales médicos. Pero es cierto que pare el resto de la población poca diferencia puede
encontrar entre una auxiliar de enfermería y una enfermera matriculada como tal. Pero esto le permitió mantener
el contacto con los profesionales, como así con materiales de uso hospitalario.
Por lo cual entiendo que corresponde aplicar la pena de tres años de prisión de cumplimiento en suspenso (3
años de prisión), ya que precisamente es la condena condicional la que sirve como una especie de advertencia al
delincuente que no tiene por único fin evitar la pena privativa de libertad, sino en inflingir el menor mal posible
cuando de éste se puede esperar los efectos de prevención especial.
Debe cargar la imputada B. con las costas del juicio, y con el pago de la tasa de justicia correspondiente (ley
4182).
Propongo que la imputada cumpla las siguientes reglas de conducta, a los fines de generar respeto y espíritu
de convivencia social, y la posibilidad cierta de reinsertarse en la sociedad, administrando su libertad con
responsabilidad, por la cual comprenda la dimensión del daño causado por su accionar delictivo, entiendo
apropiado fijar el cumplimiento de pautas de conducta, en virtud de lo establecido por el art. 27 bis. Por lo cual
M. C. B. deberá cumplir por el término de dos años desde el dictado de la presente, las siguientes reglas de
conducta, bajo apercibimiento de lo dispuesto en la norma mencionado in fine. En tal sentido 1) Fijar
Residencia y someterse al cuidado del Patronato; 2) Deberá abstenerse de concurrir a lugares de expendio de
bebidas alcohólicas. 3) Deberá abstenerse de usar cualquier tipo de sustancia alucinógena o estupefaciente,
como así del consumo de bebidas alcohólicas; 4) Realizar estudios para su capacitación laboral o profesional,
adoptando oficio o arte industria o profesional adecuada a su capacidad y no relacionados con la salud en
cualquiera de su manifestaciones; 5) Realizar un curso de Derechos Humanos. 6) Prestar 100 horas de trabajo
no remunerativo en una institución de orden público, exceptuadas aquellas que se relacionen con la salud
pública.
Pese a no estar especialmente prevista en las figuras penales aplicadas, corresponde en este caso imponer la
sanción que, en forma facultativa, contempla el art. 20 bis, inc. 1 del C.P., ya que B. se desempeñaba como
empleada de la Administración Pública Central, en este caso dependiente del Ministerio de Salud Público, bajo
cuya órbita se encuentra el Hospital Perrando donde la misma prestaba tareas como auxiliar de enfermería. Por
lo cual entiendo que dicha inhabilitación debe ser cercana al máximo, por lo cual deberá inhabilitarla para el
ejercicio de tareas en la Administración pública por el término de ocho años. Así voto.
El doctor Yurkevich dijo:
Comparto en todo lo expresado por el Juez que me antecedió. Así voto.
5ª cuestión. — La doctora Lezcano dijo:
Me toca ahora analizar el reclamo civil, el que se fundamentó en el daño que significa perder una hija y
dejar a los menores sin su madre. En su cálculo el accionante argumentó que la pérdida material estaba probado
con el testimonio de su concubino quien sostuvo que ganaba 15 pesos diarios en un video poker, cuando luego
manifestó que había dejado de trabajar allí para dedicarse a trabajar en un shopping.
Párrafo aparte merece lo sostenido por la defensa de B. al responder como demandada civil, quien en su
escueto discurso sostuvo que nada tenía que decir.
Cabe destacar que es cierto que la demandada no está obligada a alegar en la etapa conclusiva, es más la
falta de alegación no trae consecuencia jurídica alguna, pero lo cierto es que nada obstaba que dijera algo
respecto a la demanda civil. Es así que el argumento de que la falta de concreción del monto le impedía alegar
porque sino era obligada a hacer futurismo es una falacia. Bien pudo tratar la defensa el tema de la
representación, es más pudo argumentar sobre la procedencia o no de la demanda en cuanto a los distintos
rubros que se reclamaba, pudo decir algo sobre el sueldo que invocaba haber perdido de ganar con la muerte de
O. el padre de ella y éste en representación de los nietos, hijos de su hija. En definitiva la falta discurso no
debería ser de manera alguna atribuible a la falta de concreción de la demanda.
Antes de ingresar al análisis del tema en concreto, destaco que el art. 29 del Código Penal establece que la
sentencia condenatoria podrá ordenar la reposición al estado anterior, a la comisión del delito, en cuanto sea
posible, disponiendo a ese fin las restituciones y demás medidas necesarias.
La reposición al estado anterior, esa es la idea que rige todo la pretensión reparatoria y que de ella fluye el
sentido, el carácter y hasta el monto de las indemnizaciones que habrán de fijarse en la sentencia cuando no es
posible una total reposición o restitución de la cosa obtenida por el delito.
Este inciso primero supedita la reposición de las cosas a que ello sea posible, por lo tanto se encuentra
condicionado a que no resulta materialmente o jurídicamente imposible, caso contrario se impone la
indemnización en dinero.
Prescribe el art. 29 inc. 2 que la sentencia condenatoria podrá ordenar la indemnización del daño material y
moral causado a la víctima, a su familia o a un tercero, fijándose el monto prudencialmente por el Juez en

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defecto de plena prueba.
En esta hipótesis el resarcimiento mediante indemnización significa traducir en términos de moneda el bien
de lucrum cessans. En cuanto al Daño material que es el perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria,
causado directamente en las cosas del propio dominio o posesión, por su privación, destrucción o menoscabo y
el perjuicio causado indirectamente por el mal hecho a la propia persona o a sus facultades. Puede consistir en
una disminución del activo patrimonial de la víctima o en un aumento de su pasivo (daño emergente) o bien
puede consistir en la privación de alguna ganancia.
El daño moral se mantiene en terreno de lo subjetivo, en el mundo de las afecciones, y su consecuencia más
notable es el dolor. Es daño moral todo sufrimiento o dolor que se padece, se han considerado como tal a los
sufrimientos físicos, la pena moral, las inquietudes o cualquiera otras dificultades o molestias que pueden ser la
consecuencia del hecho perjudicial. El agravio moral es una afectación del espíritu en el desenvolvimiento de su
capacidad de entender, querer o sentir, que también se traduce en un modo de estar de la persona diferente de
aquel en que se encontraba antes del hecho y anímicamente perjudicial como consecuencia de éste.
Es jurisprudencia reiterada que el damnificado debe indicar en su demanda cuales son los ítems que reclama
y los montos solicitados para cada uno de ellos. La exigencia se funda en que el responsable sólo puede ejercer
adecuadamente su derecho de defensa si sabe de qué y por cuánto habrá de defenderse. Sólo cuando existe una
imposibilidad de calcular ab initio, la estimación puede estar condicionada a lo que en definitiva resulte del
arbitrio judicial.
La ley dice que el monto de la indemnización del daño material y moral será fijado prudencialmente por el
Juez en defecto de plena prueba, no es la existencia del daño a lo que se refiere la norma, sino a su monto. Si su
prueba esta producida en el proceso y es plena, el juez no podrá desconocerla para fijar los valores que se
desprenden de ella, con argumentos basados en sus prudenciales facultades. El daño moral, el principio de
reparación integral significa que la responsabilidad se extiende a todo el daño que se halla en relación causal
adecuada con el acto ilícito. En tal sentido, el actual art. 29 inc. 2 del CP, contempla que la sentencia
condenatoria también podrá ordenar la indemnización del daño moral causado a la víctima.
Al respecto el art. 1078 del Cód. Civil, limita la titularidad del derecho a ser indemnizado por daño moral al
damnificado directo o sea a la víctima del delito o a la persona física lesionada en sus afecciones legítimas.
En respuesta al interrogante de cuales serían los elementos que han de tomarse en cuenta para estimar el
pretium doloris, al respecto Carreras enumera: a) gravedad del delito, b) grado de sensibilidad del ofendido, c)
las relaciones parentales, d) edad y sexo del ofendido, e) situación económica del obligado a indemnizar, f)
equivalencia racional entre la cuantía del resarcimiento del daño no patrimonial y la entidad del perjuicio
económico patrimonial sufrido por el damnificado.
Aclaro que efectué este comentario en forma previa para centrar y fundar lo motivos que me llevan
dimensionar el monto indemnizatorio, cuales son las pautas sobre la que me basaré para ello.
Bien hechas las consideraciones generales del tema ya ingresando al tratamiento de la causa del tema civil,
resulta ser que conforme las constancias de autos la representación invocada por el doctor S. M. al referirse a su
poderdante E. O., lo fue como ofendido de la muerte de su hija y damnificado en ese carácter de padre de la
fallecida A. R. O., hija soltera de 26 años de edad, quien dejara además dos hijos menores. Respecto a esos
hijos, S. B. M. O., el abuelo G. O. invocó la representación de ellos, pero resulta ser que no existe constancia de
que el abuelo detentara la representación judicial. Es decir que invocó doble carácter de mandato, el primero
como padre de quien en vida fuera A. R. O., y en segundo lugar representando a sus nietos como ofendidos
también por la pérdida de la madre. Es en este último caso, si bien los menores están legitimados no están sin
embargo adecuadamente representado. Falta la representación judicial; a lo concreto, faltó en todo momento la
promiscua representación del Ministerio Pupilar, quien en ningún momento, a lo largo del trámite incluso, se
concretó.
Otro tema que tan solo lo señalaré al pasar se refiere al monto calculado, e invocado por el accionante,
partiendo de la base de los $15 pesos que supuestamente ganaba en forma diaria, adelantando desde ya que no
es viable porque si bien es cierto que la accionante puede probar por cualquier medio las sumas como daño
material, lo cierto es que sólo el concubino habló de esa cifra, por un trabajo en el que ya no estaba. Nótese que
en el juicio nos dijo que su concubina ganaba 15 pesos diarios en el video poker, cuando en realidad el propio
declarante sostuvo que O. trabajaba en un shopping, la pregunta es ¿cuánto ganaba, si ganaba en el shopping?
ya en tren de resolver analizaré en primer lugar el tema de la representación y en segundo lugar la
indemnización.
Tengo presente que la jurisprudencia y la doctrina son contestes que los padres, en un caso como el presente
tienen derecho al resarcimiento del daño moral solamente.
De allí es que el monto indemnizatoria propuesto por la defensa no es plausible. En consecuencia debo
dimensionar el valor de una vida humana, partiendo de la idea de que no comparto la posición de que la vida de
un ser humano sea tasada. Sin embargo no obstante ello, si bien la misma no se puede tasar o medir con valores
económicos, adversario tal sentido que tal como lo manifiesta una especialista en este tema la doctora Zabala de

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González, al decir que a propósito de los valores y consecuencia comprometidas en caso de pérdidas de la vida
humana, no debe olvidarse que nos encontramos en el derecho de daños y ante un perjuicio ya consumado. En
tal sentido se trata de un daño sufrido por personas diferentes del titular de la vida extinguida. Estos son
damnificados indirectos del evento dañoso, y la persona fallecida es sólo la víctima inmediata de tal hecho, que
por su desaparición no permite invocar daño resarcible alguno. En conclusión el fallecido constituye el elemento
pasivo de la lesión que representa en la muerte —homicidio—, pero no es el titular del perjuicio indemnizable.
Lo que aquí es relevante para el derecho, es la posibilidad del goce material de la vida ajena, así como las
posibles consecuencias que del menoscabo de tales derechos resulten para personas distintas del muerto. Por eso
lo que se tiene en cuenta es el derecho al goce de compartir de la vida ajena, que ha sido frustrado por el hecho
dañoso, en este caso criminal, siendo este el bien jurídico lesionado. De ello se desprende que las consecuencias
concretas que de tal lesión derivan, es lo que constituye el daño resarcible. Bustamante Alsina señala al
respecto, diciendo: "el acto ilícito que destruye la existencia del hombre (homicidio) o menoscaba la integridad
del cuerpo o la salud (lesiones) causa un daño". En este orden de ideas Orgaz admite que la vida humana, ya sea
desde el punto de vista de su existencia misma, o desde el de la salud o aptitudes personales tiene "un valor
económico, consideradas como fuente de ventajas patrimoniales para el propio sujeto o para otros pero no lo
tiene por sí misma, con independencia de lo que produzca o pueda producir" ("Resarcimiento de daños",
2b-"Daños a las personas" 2° edición, Hammurabi, ps. 21/22 y 45/46).
Ello, sin olvidar que "si bien la vida tiene o puede tener" de por sí "un valor económico y moral para su
titular o dueño puede ocurrir que su tronchamiento o producción anticipada (de la muerte) no incida ni
económica ni moralmente sobre otras personas, que no apareje daño de ninguna especie y en consecuencia, que
se declare improcedente el resarcimiento peticionado" (Mosset Iturraspe, J., "Responsabilidad por Daños, I."
Parte General, N° 68, p. 171... citado en mismo autor, obra "El valor de la vida humana". Ed. Rubinzal-Culzoni,
ps. 51. 2ª edición).
Por ello para cuantificar dicho daño, entiendo que no obstante que se ha destacado por algunos tribunales
que el mismo debe quedar librado a la prudencia de los jueces, ello no puede depender de una valoración
absolutamente libre, solo guiada o delimitada por una posición subjetiva del juzgador; ni por otro lado una mera
suma de cuantificaciones aritméticas, sin precisar el modo de aplicación o mensuración a que se arribe.
Debe estar entonces, así lo entiendo, basado en el razonamiento exteriorizado en la sentencia, sobre bases
que sean objetivas, las cuales admitan un control desde la óptica de la sana crítica racional; sin construcciones
artificiales, o meramente enunciadas y no probadas. En tal sentido los tribunales han construido una práctica de
fijación del monto indemnizatorio que facilite el control de las partes, como así del público en general, sobre el
modo y elementos tenidos en cuenta para arribar a la fijación del monto estimado como correcto. En tal sentido
la Corte Suprema de la Nación exige una cuantificación cierta de las variables analizadas al establecer un monto
indemnizatorio, lo cual supone alguna forma de cálculo matemático de la determinación por daño a la persona.
Así nos encontramos que N. S. O. contaba a la fecha de su deceso con la edad de 26 años, es decir la pérdida
de la hija para el padre, representando un dolor inconmensurable, dolor que se dimensiona aun en forma mayor
cuando se está en presencia de niños menores, que reclaman al abuelo por su madre. Que a raíz de la muerte de
la madre se debe afrontar la manutención de los niños, la educación pero lo más doloroso a respuestas de estos
niños ante el reclamo lo debo dimensionar en un porcentaje que va a partir de la base hipotética del daño
material y las chances de vida. Es decir en este ítem debe abarcar desde entonces y proyectarse 55 años sobre
dicha edad, lo cual nos da un cálculo de 29 años, monto que aunque se podría haber estimado hasta los 75 años
de edad, como una estimación probable de la vida útil de una persona en este país, no obstante sólo se mensura
lo peticionado, 55 años sobre la edad del fallecida, que es la edad probable de trabajar en relación de
dependencia.
La base debería estar conformada por los ingresos que recibía N. S. O. a la fecha de su deceso, pero resulta
ser que examinados los elementos probatorios incorporados en la causa sobre la acreditación de cuanto
realmente era lo que lograba ganar con su trabajo tal monto no es un monto realmente probado, solo son los
dichos del concubino en forma contradictoria e informal.
Lo cierto que no existe algún dato concreto, o prueba acabada que hayan aportado los accionantes sobre un
monto real que fuera determinable cuánticamente. Solo se ha argumentado para calcular el monto en un testigo
parcial, sin ningún otro elemental que pudiera acreditar algún dato comprobable fehacientemente que los
ingresos sean de una cantidad determinada.
En tal sentido Mosset Iturraspe, en la obra ya citada, precisa que: "El derecho a la responsabilidad por daños
no puede perder de vista que el perjuicio, detrimento o menoscabo está en el centro de la construcción jurídica;
que no existiendo daño nada debe repararse y que, por último, ese presupuesto esencial debe ser demostrado, en
su existencia y entidad, por quien lo alega. Como regla los daños no se presumen y menos aún de una manera
irrefutable. Cuando la norma, por excepción como en el caso de los arts. 1084 y 1085, establece una presunción
juris de perjuicio, lo hace admitiendo que ella se puede destruir con la prueba en contrario. Y vimos ya que aún
el daño moral, que aparece como indudable, tratándose de la pérdida de un familiar, puede, ante la mera
invocación por los herederos, demostrarse que en el caso concreto no ha existido. No parece que sea más

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humano, justo o solidario, que se pretenda una reparación de la pérdida de una vida como una fuente exclusiva
de renta o ganancia, por lo cual lo aquí probado debe ser analizado justamente, más allá de lo que las partes
sostienen como cierto.
Por ello debemos avocarnos al análisis de qué caudal probatorio es el que han tenido en cuenta el
peticionante para efectuar su planteo. Y como lo he resaltado, giró exclusivamente alrededor de un testigo. En
tal sentido, su concubino describió el trabajo como una tarea a la que concurría diariamente y estableció como
monto de ganancia la suma de quince pesos diarios ($15).
La justicia nos manda a dar a cada uno lo suyo, y a quien se ve menoscabado en algunos de sus bienes, o en
la pérdida de la indemnidad psicofísica, otorgarle una compensación que repare aquello. Pero también ello
supone no dar a la víctima más de lo necesario para con ello pretender hacerle borrar tal perjuicio, para no llegar
a un enriquecimiento ilícito. El equilibrio supone que tampoco se le de menos, que suponga una reparación
meramente ilusoria o simbólica, ambos extremos son equivocados.
No obstante entiendo que al no contar con monto cierto tomo la base de la tasa por una vida en el fuero civil,
suma que oscila entre los $120.0000 sobre esa base calcularé el daño moral.
Con referencia al rubro pérdida de chance entiendo que es un perjuicio indemnizable, pero solo para los
menores y dado que el padre no acreditó los gastos que la mantención de los menores le irroga, no encuentro
parámetro para calcularlos., ello porque siempre se necesita que esa pérdida de chance aparezca como
consecuencia probable del acto, siendo necesario que el daño sea demostrable, y no meramente eventual o
hipotético.
Esta pérdida de chance tiende a resarcir la incidencia de la privación de vida que un hijo tiene en relación a
sus progenitores, y esta ponderación de la proyección patrimonial de estos en él, es decir de las ganancias o
aporte que se vieron frustrados y la razonable posibilidad de ayuda que el hijo víctima podría haber
proporcionado justamente a sus padres o familiares más cercanos. Para ello debe computarse todas las
circunstancias, en especial teniendo en consideración, la ocupación, edad y condición social, no solo de la
víctima, sino también de quien o quienes reclamen la reparación. Lo que se indemniza no es el valor que la vida
tenía para el occiso, ni el daño que representó para él la propia muerte, sino el perjuicio económico sufrido por
el reclamante a raíz de la muerte de su hija, que se estima en dinero y se sustenta en la frustración, no sólo de la
posibilidad de ayuda patrimonial en la vejez, sino también en el apoyo, el sostén de todos los días, el ser
solución en la vejez.
Por ello, estimo que al no haberse tratado esas situaciones no corresponde hacer lugar a ese rubro.
Con respecto al "lucro cesante", como la frustración que importa un empobrecimiento patrimonial en valores
actuales, se puede apreciar que tampoco se dieron pautas que permitan establecer la veracidad la certidumbre
del perjuicio. Como decía más arriba la vida humana no tiene un valor económico por sí misma, sino que lo es
en consideración con lo que produce o puede producir, por ello la indemnización por la pérdida de la vida
humana no se debe a título de lucro cesante sino de reparación del daño emergente que el hecho produce al
damnificado, al privarlos de la compañía de quien contribuía al sostén familiar y atendía a las necesidades
morales y materiales de la vida en común.
En la muerte de una persona, aunque el perjuicio el padre lo experimenten en su propio patrimonio como
consecuencia de la muerte de su hija sea quien sea el que reclame un resarcimiento, no lo podrá hacer aduciendo
que la vida tiene de por sí un valor económico, sino que deberá legitimar su acción invocando y probando su
interés legítimo afectado por el hecho ilícito, es decir el daño cierto que la muerte de la víctima le hubiere
ocasionado en su propio patrimonio, como una consecuencia previsible que ese hecho, daño este que se mide
por la cuantificación del deterioro patrimonial que sufre el reclamante con prescindencia de un supuesto valor
autónomo de la vida ajena.
En tal sentido es aceptado mayoritariamente que no causa un daño emergente en el patrimonio damnificado;
esto es, no produce empobrecimiento o disminución de sus bienes, exclusión hecha de los gastos de asistencia y
funerarios que el art. 1085 del Código Civil no puedo imponerle a la imputada la obligación de pagar a quien
quiera que hubiese hecho esos gastos, porque se ignora si esos gastos existieron.
En base a lo precedentemente señalado entiendo que el monto total hipotético del valor vida ronda en la
suma de $120.000 suma que tal como lo señalara tan solo lo tomo para contar con una base porcentual a fin de
determina el monto como Daño Moral, considerando que lo esencial para determinarlo es el resultado de la
violación del derecho y de la frustración del interés vinculado al bien protegido, las derivaciones anímicamente
perjudiciales de un hecho que engendra responsabilidad civil. En tal sentido el daño moral es una modificación
disvaliosa del espíritu en su capacidad de entender, querer y sentir, que se refiere precisamente al modo de estar
de la persona, diferente al que se encontraba antes del hecho, y que ahora surge como consecuencia de este, y es
anímicamente perjudicial.
Para medirse esto, no sólo lo fundo en la gravedad de la ofensa causada por el hecho, sino el daño mismo.
Es precisamente la peculariedad y extensión de este sufrimiento lo que deviene esencial si no se quiere divorciar
la reparación de su destinatario, y con ellos a los intereses que debe servir. Este sufrimiento entendido desde el

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aspecto jurídico, no equivalente a sufrimiento psíquico, lo que supone un daño espiritual, que trasciende la
órbita de las efectivas sensaciones afectivos de las personas.
Esta afección legítima del padre que vio fallecida a su hija, que sufre el dolor moral de la pérdida de un
integrante de su hogar, esta pérdida que bien se puede considerar temprana y las características como se
producen el hecho, revisten entidad suficiente como para justificar un monto igual a ya fijado como respecto de
daño, y en consecuencia estimo justo y equitativo fijar la suma en concepto de Daño Moral en la suma de
$50.000.
Respecto a lo reclamado en concepto de daño psicológico a O. no quedó acreditado por prueba alguna, en
particular —informe médico, pericias psiquiátricas o psicológicas— la existencia de tal daño, por lo cual
rechazo la estipulación de indemnización alguna por este concepto.
En consecuencia se hace lugar a la demanda de acción civil, en forma parcial en una suma total de $50.000
en concepto de daño moral a cargo de la demandada civil, imputada B. Así voto.
El doctor del Río dijo:
Adhiero al voto que me precede, con respecto a la indemnización del daño moral. A lo cual quiero reafirmar
lo sostenido por la Juez que me antecede, en cuanto a que el actor civil y se representante legal nada han
fundado sobre la acreditación que permita su legitimación para actuar en representación de los hijos menores de
edad, de la occisa O.. Ya que uno de los niños cuenta con su padre vivo, aunque no figura el mismo en la partida
de nacimiento; no obstante el ciudadano S. O. Ramírez reconoció en audiencia de debate su paternidad sobre la
menor S. B. O., esta última persona fue quien manifestó que el hijo varón no era suyo.
Sobre la admisibilidad de la acción civil, en base a que la misma necesitaba del debate para poder
determinar el monto del daño. No obstante la argumentación efectuada por el representante legal del actor civil
en su escrito de interposición donde sostuvo que no se podía expedir sobre ella por encontrarse impedido de
conocer todos los supuestos en cual basaba su pretensión la demanda. En tal sentido ratificó la posición tomada
por el Tribunal, entendiendo que para la admisibilidad de la presentación ello era suficiente, ya que manifestó
los daños que le comprendía, dejando constancia de los montos ya que ello surgiría del juicio.
Que se admita la acción, no supone desconocer, que le era debido a la demandante poder probar debida y
acabadamente los daños, no solo formular en forma generalizada en oportunidad de argumentar sobre ellos en la
discusión final. No es la mera enunciación de las normas civiles o procesales solamente las que permiten
comprobar el daño, sino su análisis en relación con las pruebas que se han aportado. Así voto.
El doctor Yurkevich dijo:
Comparto lo dicho por el Juez que me precede. Así voto.
Vistos: Los fundamentos expuestos en el acuerdo que antecede, esta Cámara Segunda en lo Criminal,
dictando sentencia, en única instancia y Falla: I. Condenando a B. M. C., cuyos datos de identidad obran "ut
supra", como autor penalmente responsable de los delitos de "tentativa de Aborto seguido de muerte" arts. 85
párrafo segundo en relación con el art. 42 ambos del Código Penal, hecho por el que viniera requerido a juicio y
calificado por el Juez de Garantías en su auto de elevación a juicio, a sufrir la pena de tres años de prisión en
suspenso, más accesorias legales (arts. 12 y 26 C.P.). Asimismo aplicarle en forma accesoria la pena de 8 años
de inhabilitación especial en el ejercicio de su profesión como enfermera. II. Disponiendo como cargas, las
reglas a la que debe ser sometida son las siguientes a saber: 1) Fijar Residencia y someterse al cuidado del
Patronato; 2) Abstenerse de ejercer en forma particular servicios como enfermera; 3) Abstenerse de usar
estupefacientes y/o de ingerir bebidas alcohólicas; 4) Realizar estudios para su capacitación laboral o
profesional, adoptando oficio o arte industria o profesional adecuada a su capacidad y no relacionados con la
salud en cualquiera de sus manifestaciones; 5) Realizar curso sobre Derechos Humanos. 6) Realizar trabajos no
remunerados en favor del Estado o de Instituciones de bien público, fuera de sus horarios habituales de trabajo,
tareas a asignarse por la Juez de Ejecución Penal. III. Haciendo lugar parcialmente a la acción civil instaurada
por Eduardo Ojeda. Condenando a M. C. B. a abonar la suma de $50.000 en concepto de Daño Moral.
Desestimando la acción Civil instaurada por Eduardo Ojeda en representación de los menores S. B. M. y G.
ambos de apellido O. en virtud de los argumentos vertidos en la quinta cuestión a los que nos remitimos
brevitatis causam. IV. Regulando los honorarios de los profesionales actuantes en la presente causa del siguiente
modo: los doctores M. L. G. y A. B., en la suma de $700 para ambos profesionales y en forma conjunta, a cargo
de B.; los de los doctores R. S. M. y N. C. Q., como representantes de Querellantes y Actores Civiles en la suma
de $8500, para ambos en forma conjunta y a cargo de M. C. B. de conformidad a la ley de aranceles
profesionales 2011 y su mod. 2385; debiendo los citados profesionales efectuar en legal tiempo y forma los
aportes de ley que el ejercicio libre de la profesión les generen. V. Imponiendo a M. C. B., el pago de $500, en
concepto de tasa de justicia, de conformidad a lo normado por la Ley Provincial 4182, en el término de cinco
días de quedar firme este pronunciamiento, bajo apercibimiento de ley. VI. Ordenar el decomiso y posterior
destrucción de los secuestros obrantes en la causa; un par de guantes de latex, un frasco transparente sellado con
cuatro trozos de vidrio, aparentemente de ampollas, una pulsera color gris cortada, cuatro jeringas sin uso de 20
ml. cada una, un sello con inscripción doctora Vacou MP 2602, dos tijeras médicas, dos trozos de gomas, dos

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agujas sin uso, ocho tapas de abocap, 4 largas y 4 cortas s/uso, una llave de tres vías sin uso, un short color azul
con flores, un par de sandalias negras y una hebilla celeste, un embase chico vacío c/inscripción Lidocaína 2%,
una bolsa de gasas c/respectivos sobres, un tubo endotraqueal para reanimación. — Lidia Lezcano de Urturi. —
Víctor E. del Río. — Raúl A. Yurkevich.

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