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Ficha de cátedra

Evaluación del área socioemocional en la entrevista inicial con padres. Su importancia


en el proceso diagnóstico

Autor: Betina Lacunza


Cátedra Evaluación y Diagnóstico Psicológico Infantojuvenil. Facultad de Psicología. UNT
Año 2018

Introducción
La entrevista es una técnica psicológica de gran utilidad y es considerada una
herramienta esencial para lograr el diagnóstico (Wiens & Matarazzo, 1983). Según
Maganto y Cruz Sáez (2005) es el punto de partida de una relación psicológica, en la que se
orienta la demanda del o los consultantes y se concreta la forma y calidad de una posterior
intervención terapéutica.
Existen múltiples definiciones de entrevista, y particularmente de entrevista
psicológica. Sendín (2000) la conceptualiza como una relación interpersonal, con roles
prefijados y objetivos específicos, en la cual se analizan muchos tipos de información, entre
los que se destacan los datos derivados de la observación del campo de la interacción y en
el que tienen lugar casi todos los procesos comunicacionales. Estas y otras definiciones
(para mayor detalle véase Albajari, 1996; Buela-Casal y Sierra, 1997) plantean el carácter
reciproco que tiene toda entrevista psicológica, la definición de roles y objetivos, la
delimitación espacial y temporal de su realización como la flexibilidad en su desarrollo.
Así como existen múltiples definiciones de entrevista en el ámbito psicológico,
sucede lo mismo con su clasificación. Uriel, Scheinsohn, Becerra y D’Anna (2017),
retomando diversas teorizaciones, señalan que las entrevistas utilizadas en la evaluación
psicológica pueden ser: libres o no estructuradas, estructuradas y semiestructuradas.
Cuando el pedido de evaluación es por un niño o un adolescente, el proceso suele
iniciarse con una entrevista a los padres, aunque Contini (2011) aclara que cuando la
consulta es por un adolescente, el evaluador resolverá a quien entrevista primero según su
juicio clínico. Esta entrevista inicial con padres es una fase esencial del proceso diagnóstico
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y constituye la puerta de entrada a la vida del niño/adolescente, su historia como al


desenvolvimiento de los sistemas (familiar, escolar) en los que se haya inserto. La
entrevista inicial con padres presenta una modalidad semidirigida (Contini, 2011; Siquier
de Ocampo, García Arzano y col., 1976).
Esta entrevista suele iniciarse con la exploración del motivo de consulta, el que
constituye el principal orientador o “hilo conductor” de qué áreas indagar, como así
también permite formular hipótesis provisionales a medida que la entrevista se desarrolla.
A su vez, el qué preguntar y cómo hacerlo también está sostenido por el marco teórico y el
juicio clínico del evaluador, como por su estilo comunicacional y las características de la
familia consultante. Este rol del Psicólogo entrevistador supone una serie de habilidades y
experiencia respecto a cómo conducirla, considerando que su misma presencia es un
elemento clave en la dinámica de la entrevista. Qué preguntar y cómo sistematizar e
interpretar la gran cantidad de información que puede aportar un sujeto sobre sí mismo o
sobre otros en un breve periodo de tiempo es un aspecto muy importante del rol de
entrevistador.
Un área primordial a investigar en la entrevista inicial con padres o con el propio
niño/adolescente, es la denominada socioemocional. Esta área es frecuente por la consulta
por niños o adolescentes con déficits sociales ya sea por inhibición-aislamiento social o
comportamiento agresivo. Se demostrado que las denominadas habilidades sociales se
vinculan al éxito en la vida cotidiana en mayor medida que la inteligencia evaluada
mediante pruebas de CI (Contini, 2009). Considerando estas apreciaciones, los objetivos
del presente trabajo son: a) hacer referencia al constructo socioemocional y b) proporcionar
desde lo metodológico una guía de cómo indagar esta área en la entrevista inicial con
padres.

¿Qué es el comportamiento socioemocional?


La denominación socioemocional aparece en la literatura como sinónimo de otros
términos, tales como conducta sociointeractiva, conducta interpersonal, relaciones
interpersonales, entre otros. Por ejemplo, Bar-On (2000) utiliza el término socioemocional
para definir a un tipo de inteligencia, entendida como el conjunto de competencias y
habilidades que determinan cuán efectivamente los sujetos comprenden los estados
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anímicos de los otros como de sí mismos, expresan sus emociones y afrontan las demandas
sociales de la vida cotidiana.
El comportamiento socioemocional hace referencia a la capacidad del niño para
experimentar y controlar las emociones como así también para establecer relaciones
interpersonales en todos los ámbitos significativos (familia y comunidad). Estas habilidades
serían la expresión comportamental de la inteligencia social, propuesta por Gardner (1995).
Si bien este autor retoma la caracterización de este tipo de inteligencia, el concepto de
inteligencia social fue introducido por Thorndike (1920) entendiéndolo como las
habilidades para las relaciones humanas.
El comportamiento socioemocional se relaciona a los estilos de apego y al
comportamiento social que dependen del proceso de socialización, y de allí la importancia
de profundizar la investigación de los mismos en la entrevista inicial con padres.
a. El apego
Algunos autores hacen referencia al concepto de apego para comprender los inicios
del desarrollo social ya que, si estas experiencias vinculares son internalizadas dará lugar a
modelos de comportamiento psicosocial (Ainsworth, 1974; Bowlby, 1983, 1986, 1989,
Casullo & Fernández Liporace, 2005). En el desarrollo normal, la conducta de apego lleva
al establecimiento de vínculos afectivos entre el niño y su cuidador, en un principio, y entre
el niño y otros adultos tiempo más tarde. Está comprobado que los tipos de apego de la
niñez son influenciados por las experiencias del grupo de pertenencia, y sobre todo, por el
macroecosistema sociocultural, el cual rige los comportamientos aceptables en cada grupo.
Estas pautas de relación entre el infante y su madre, sostenidas por un sustrato biológico,
son moldeadas a su vez por un contexto que delimita el cómo, cuándo, porqué del
establecimiento, mantenimiento y disolución de esta relación (Díaz Loving & Sánchez
Aragón, 2002).
Dado que los padres cumplen un papel primordial en el cuidado del niño y, por
ende, en el proceso de evaluación psicológica, resulta imprescindible dilucidar si éstos
presentan indicadores psicopatológicos que puedan tener efecto en el motivo de consulta.

b. El proceso de socialización
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Los comportamientos sociales se aprenden a lo largo del ciclo vital, por lo que gran
parte de las conductas de los niños o adolescentes para relacionarse con sus pares, ser
amable con los adultos o reaccionar agresivamente, entre otras, dependen del proceso de
socialización. Hoffman et al. (1995) definen la socialización como un proceso de
asimilación de actitudes, valores y costumbres de una sociedad. Este proceso da cuenta de
cómo los padres, los pares, los profesores u otros adultos como así también los medios de
comunicación influyen en la adopción de ciertos comportamientos y desalientan otros.
Desde la Psicología del Desarrollo se señala que el proceso de socialización se
inicia desde el nacimiento del niño. En la misma línea, Kaye (1977) realizó una
investigación y encontró indicios de una interacción social primaria ya en los primeros
meses de vida. El estudio de Kaye (1977) ha demostrado que durante el amamantamiento
se configura una especie de diálogo entre el comportamiento de la madre y el niño; las
madres tienden a interactuar con sus hijos siguiendo un modelo actividad-pausa de la
succión. Esta evidencia señala que la base de la interacción social primaria se produce en
relación a dos factores: a) el comportamiento espontáneo del niño, organizado
temporalmente según mecanismos endógenos y b) la sensibilidad de la madre para esta
periodicidad y su disponibilidad para adaptarse a este modelo (Schaffer, 1990). Por su
parte, las investigaciones longitudinales de Dunn (1988) en niños británicos muestran que
la comprensión social de aquellos se inicia antes de la adquisición plena del lenguaje. Esta
autora trata de mostrar cómo los niños van conformando capacidades cognitivas que hacen
posible experimentar y comprender posteriormente las situaciones sociales. Entre los dos y
tres años de vida, el niño vivencia una serie de situaciones que le permite organizar el
mundo social y comprender normas, prohibiciones tanto como la expresión de sus propios
derechos. Esto lo lleva a percibirse a sí mismo y a los otros y, por lo tanto, a adquirir una
competencia social (Delval, 1994).

c. Los comportamientos sociales y sus déficits


Los comportamientos sociales, o las llamadas habilidades sociales, han sido objeto
de estudio reiterado durante las últimas décadas, lo que ha dado lugar a múltiples
teorizaciones y modalidades de evaluación (para más detalle véase capitulo 1 y 3 de
Contini, 2015). El repertorio de comportamientos sociales se organiza en estilos, los que
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pueden ser más o menos adaptativos a situaciones sociales específicas. La literatura


remarca dos estilos de interacción deficitarios: el inhibido y el agresivo (Caballo, 2005). El
estilo de interacción social inhibido o pasivo ha sido asociado a ciertas características de
personalidad, tal como la introversión y evitación, mientras que el estilo de interacción
agresivo (ya sea explícita o implícita) se relaciona a variables como impulsividad y baja
tolerancia a la frustración. A su vez, estos estilos inhibido y agresivo (Caballo, 2005)
tienen correspondencia con las descripciones que realiza Achenbach (1992, 2008) respecto
a su modelo taxonómico de psicopatología infanto-juvenil. Se trata de un modelo de base
empírica y clínica en el que identifica patrones amplios de problemas infantiles
denominados externalizantes e internalizantes. La polaridad externalizante, según
Achenbach (1996), se caracteriza por peleas, búsqueda de atención, desobediencia,
destrucción, agresividad verbal y hasta delincuencia. Esta polaridad también se denominó
problemas de conducta (Peterson, 1961) y agresión (Miller, 1967). En el otro extremo, la
polaridad internalizante (Achenchach, 1996) se caracteriza por inseguridad, retraimiento,
timidez, depresión, quejas somáticas y problemas de relación; estos trastornos también se
señalaron como problemas de personalidad (Peterson, 1961) (para mayor detalle véase
cap.1 Contini, 2015).

Área socioemocional en la entrevista inicial con padres


Tomando en cuenta las definiciones precedentes se entiende que el área
socioemocional explorada en la entrevista inicial con padres tiene que ver con la capacidad
del niño o adolescente para establecer relaciones interpersonales eficaces, comprendiendo y
regulando sus propias emociones así como expresándolas de modo adecuado en las
relaciones con los demás. De esta manera, el área socioemocional incluye tanto la
exploración de indicadores sociales como emocionales esperados según el momento del
desarrollo y de acuerdo a parámetros socioculturales.
Contini (2011) destaca que esta área del desarrollo debe explorarse en toda
entrevista inicial a padres, indagándose las modalidades de vinculación emocional del niño
con la madre, padre y/o cuidadores, como asimismo con los pares y otros actores de su red
social. Por su parte, Uriel et al. (2017) señalan que los principales indicadores sociales y
emocionales a explorar en la Entrevista para la Evaluación Diagnóstica Infantil (EEDI)
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(herramienta de diagnóstico, aplicable a padres de niños entre 4 a 12 años) son las


habilidades sociales, el humor en las relaciones sociales y el desarrollo emocional. Estas
autoras, de la Universidad de Buenos Aires, plantean que estos indicadores forman parte de
la denominada área adaptativa del niño. Es importante recordar que el comportamiento
adaptativo supone una serie de habilidades sociales y prácticas que le permiten funcionar
satisfactoriamente a un niño en su vida cotidiana.
Por lo expresado, es importante recopilar en la entrevista inicial con padres toda
aquella información que apunte a identificar tanto las habilidades sociales saludables como
aspectos disfuncionales. Por ejemplo, si la consulta es por un niño de 7 años por problemas
de conducta en el ámbito escolar será muy importante indagar no solo desde cuando se
presentan estos comportamientos disfuncionales sino también antecedentes de su
comportamiento social: el vínculo con su madre o cuidador principal en los primeros meses
de vida, los vínculos con las figuras parentales, las relaciones con pares en maternales o
jardín de infantes o la existencia o no de un amigo cercano.
Puesto que el proceso de evaluación apunta no solo a los aspectos disfuncionales
sino también a los salugénicos, Contini (2011) propone indagar en la entrevista inicial con
padres si las modalidades de interacción del niño/adolescente se sitúan en el polo de la alta
sociabilidad (modalidad asertiva) o en la baja sociabilidad (inhibición-retraimiento o
agresividad), polaridades que muestran congruencia con el Modelo Jerárquico de la
Socialización (Silva y Martorell, 1991) y el Modelo de Orientación Interpersonal (Silva,
Moro y Ortet, 1994) (para mayor descripción de estos modelos remitirse al cap. 1, libro de
Contini (Comp.), 2015). Siguiendo con el ejemplo anterior, si en la entrevista inicial con
padres se identificaran comportamientos disfuncionales que tiendan a la polaridad
externalizante, el Psicólogo integrará estos hallazgos con datos obtenidos en otras pruebas
diagnósticas, lo que le permitirá establecer recurrencias y/o convergencias que confirmen
las hipótesis iniciales. Sin embargo, ese mismo niño podrá presentar un vínculo muy
cercano con su abuelo materno (con quién convive) y ser un indicador salugénico
importante tanto para el diagnóstico como para las posteriores intervenciones terapéuticas.

¿Qué preguntar?: indicadores del área socioemocional según la edad del consultante
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Si bien la conducción de una entrevista inicial con padres es única y está orientada
según el motivo de consulta, se presenta a continuación una guía sobre indicadores del área
socioemocional. Se sistematizan indicadores clave según la edad del niño/adolescente, que
se formulan como interrogantes que faciliten su uso por parte del psicólogo evaluador con
menos experiencia. Asimismo se enuncian otras pruebas psicológicas que pueden
emplearse en el proceso de evaluación para corroborar y/o complementar la información
obtenida en esta entrevista inicial. Los datos obtenidos por los padres deberán corroborarse
con otros instrumentos de evaluación, siguiendo el enfoque de la evaluación pluritécnica y
multimétodo. Mientras más pequeño sea el niño mayor será la participación de los padres y
cuidadores significativos.
Se debe tener en cuenta que estos indicadores sólo son orientativos y deberán
ajustarse a las particularidades y los modismos del lenguaje de la familia consultante. Otra
premisa es considerar la edad del niño/adolescente al momento de la evaluación, a fin de
adecuar las preguntas al momento del ciclo vital. Aunque esto es un planteo básico, vale
recordar que el psicólogo evaluador debe tener un amplio conocimiento sobre Psicología
del Desarrollo y Psicopatología del Desarrollo, para identificar, cuando sea oportuno, si se
trata de un comportamiento esperable o de un comportamiento que por su intensidad,
frecuencia y duración puede catalogarse como disfuncional o psicopatológico (Jiménez
Hernández, 1995).

a. Bebés hasta los dos años:


-¿El niño reacciona a la voz de su madre o su cuidador?
-¿El niño muestra sensibilidad al contacto físico de su madre o cuidador? (por ejemplo llora, se
tranquiliza, se inquieta)
-¿El niño sigue con la mirada a su madre o cuidador?
-¿El niño responde cuando lo llaman por su nombre?. ¿De qué modo? (sonríe, extiende los brazos,
mira al interlocutor)
-¿El niño saluda a otros niños cuando el adulto se lo recuerda?

A esta edad, pueden emplearse pruebas como la Escala de Observación del vinculo
madre-hijo (Oiberman, 2001) o pruebas del desarrollo como la Escala Bayley (Bayley,
1977) y la Prueba Nacional de Pesquisa (PRUNAPE) (Lejarraga, Kelmansky, Pascucci y
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Salamanco, 2013) que incluyen la exploración del área personal-social. Cabe destacar que
estas pruebas han sido desarrolladas en el ámbito local, siendo la PRUNAPE por ejemplo,
utilizada en el control pediátrico de niños en los Centros de Atención Primaria de la Salud
de Tucumán.
b. Niños preescolares (2-5 años):
-¿El niño puede acercase a otros niños no conocidos?
-¿El niño suele utilizar frases como “gracias”, “por favor”?
-¿El niño comparte sus juguetes u otras pertenencias con pares?
-¿Qué suele hacer su niño cuando ve a otro niño llorar?
-¿El niño comprende y acepta las indicaciones de los adultos? (padres o docentes)
-¿El niño puede identificar y verbalizar sus emociones? (mencionar en qué ocasiones está triste,
alegre, enojado)

El ingreso del niño a la escolarización temprana posibilita que amplíe su ámbito de


relaciones sociales, por lo que hermanos, pares y otros adultos comienzan a desempeñar un
papel cada vez más importante. Información relacionada con estas nuevas relaciones deben
recabarse en la entrevista inicial con padres.
Otros instrumentos que pueden complementar la información son la Escala de
Habilidades Sociales para niños preescolares (Lacunza, Castro Solano y Contini, 2009), el
Registro de observación de habilidades sociales (Lacunza, 2009) que han sido validadas
con niños preescolares de Tucumán. La Escala de Comportamiento Preescolar y Jardín
Infantil de Merrell (adaptación Reyna y Brussino, 2009) fue adaptada para población
infantil de Córdoba.

c. Niños en edad escolar (6-9 años)


-¿El niño participa en actividades grupales? (colegio, club, barrio, otras organizaciones)
-¿El niño ayuda a pares cuando éste se encuentra en una situación problemática?
-¿El niño suele expresar desacuerdo ante las normas que señalan los adultos?
-¿El niño presenta buen humor? (indicar si es una característica distintiva)
-¿El niño suele mostrarse calmado aunque se perciba con dificultades?
-¿El niño resuelve sus conflictos con pares utilizando gritos y/o golpes? (indicar la frecuencia)
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En este periodo el niño se percibe con una visión más realista de sus capacidades,
por lo que puede aportar mayor información sobre sí mismo. Los estudios sobre
psicopatología del desarrollo plantean que los niños suelen describir con mayor exactitud
cómo se sienten (miedos, ansiedad, soledad, entre otros) mientras que los padres y docentes
suelen prestar mayor atención a las dificultades comportamentales (Molina Moreno, 2004).
De este modo, los trastornos externalizantes, es decir las problemáticas de conducta, suelen
ser más visibles en el contexto familiar y escolar mientras que los indicadores de posibles
alteraciones internalizantes, es decir las relacionadas al aislamiento y la inhibición, pueden
pasar desapercibidas y no ser motivo de consulta psicológica (López, Alcantará, Fernández,
Castro y López, 2010).
La información generada en la entrevista inicial puede complementarse con otros
instrumentos diagnósticos como la Entrevista para la Evaluación Diagnóstica Infantil
(EEDI) (Uriel et al., 2017) validada con población infantil de Buenos Aires, la Escala de
Comportamiento Asertivo (CABS) de Michelson et al (1983), utilizado satisfactoriamente
en distintos estudios con niños de Tucumán (Lacunza, 2014) y el Cuestionario Infantil de
Emociones Positivas (Oros, 2014), que cuenta con una validación en distintas regiones del
país.

d. Adolescentes (10-19 años):


-¿El adolescente tiene amigos de su edad? (indagar la presencia de un mejor amigo)
-¿El adolescente utiliza redes sociales virtuales (Instagram, Snapchat, Tinder, Twitter, Facebook) o
servicios de mensajería instantánea (Whatsapp)? (indicar frecuencia, medios de acceso)
-¿El adolescente se encuentra en pareja actualmente? ¿Es su primera pareja?¿Tuvo otras? (registrar
frecuencia de cambio de pareja).
-¿El adolescente consigue controlar su rabia cuando un par (hermano, amigo) lo irrita? (indicar la
frecuencia)
-¿El adolescente suele percibir los sentimientos (miedo, rabia, vergüenza, tristeza, entre otros) de
un amigo en dificultades?
-¿El adolescente hace pequeños favores a sus pares sin que se lo soliciten?
-¿El adolescente participa en alguna organización comunitaria? (club, ONG, iglesia, etc.)
-¿El adolescente participa en alguna organización de su ámbito escolar? (Centro de Estudiantes,
Voluntariado escolar, tutoría con pares menos, etc.)
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El periodo adolescente supone una serie de cambios que abarcan desde lo físico
hasta lo psicosocial. Este último es de gran importancia puesto que contribuye a la
consolidación de la identidad. De allí que en la entrevista inicial con padres sea necesario
indagar aspectos como la pertenencia a grupos de diversos ámbitos (escuela, club, barrio)
como también virtuales, su modalidad para establecer relaciones y la expresión de
emociones en dichas relaciones. Si bien la percepción del adolescente puede diferir de la
información suministrada por los padres, estas diversas fuentes podrían aportar
convergencias que ayuden a comprender el comportamiento del adolescente en distintos
ámbitos significativos.
La información recabada en la entrevista inicial con padres podrá ser
complementada con el aporte de autoinformes y heteroinformes, tales la Batería de
Socialización para adolescentes BAS-3 (Silva y Martorell, 1989) que cuenta con baremos
para población de Tucumán, el Cuestionario de Aislamiento y Soledad (Casullo, 1998) y el
Cuestionario de Comportamiento Antisocial (Martorell, González, Ordóñez y Gómez,
2011), entre otros.

Consideraciones finales
La variedad de objetivos, funciones y ámbitos en los que se realiza una entrevista
convierte a esta en una técnica flexible. Sin embargo, esta flexibilidad supone dominio en
cómo administrarla, particularmente cuando se la incluye en un proceso de evaluación
psicológica a niños o adolescentes. Dentro de este proceso se la considera una instancia
fundamental.
Es por ello que este trabajo tuvo como propósito facilitar una guía, en forma
sistematizada, de diversos comportamientos que componen el área socioemocional y
pueden indagarse en la entrevista inicial con padres.
Se analizó el concepto de área socioemocional y su vinculación a conceptos como
proceso de socialización, apego y comportamiento social. Se plantearon brevemente
modelos sobre el comportamiento social y su utilidad al momento de conducir una
entrevista inicial con padres. Se puntualizaron indicadores socioemocionales que se
consideran centrales (en forma de preguntas orientativas) que se sugiere indagar cuando la
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consulta se realiza por un bebé, un niño o un adolescente. La descripción de dichos


indicadores fue orientativa, por lo que en la práctica de la administración no podrían
realizarse todas las preguntas de un modo mecánico.
Cabe recordar que el qué preguntar y cómo hacerlo estará orientado por el motivo
de consulta y las características de la familia consultante como del evaluador
particularmente su formación, su experiencia y juicio clínico. De allí la importancia que
tiene, para el evaluador, adquirir habilidades que permitan utilizar esta técnica de un modo
más riguroso.
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