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El estudio de Dunedin en Nueva Zelanda demostró que el nivel de autocontrol mostrado por los niños predecía su éxito social y profesional de adultos, incluyendo su salud, riqueza y probabilidad de cometer delitos. Los niños con mayor autocontrol tendían a tener mejores resultados en estas áreas como adultos, mientras que los niños con menos autocontrol tendían a tener peores resultados.
El estudio de Dunedin en Nueva Zelanda demostró que el nivel de autocontrol mostrado por los niños predecía su éxito social y profesional de adultos, incluyendo su salud, riqueza y probabilidad de cometer delitos. Los niños con mayor autocontrol tendían a tener mejores resultados en estas áreas como adultos, mientras que los niños con menos autocontrol tendían a tener peores resultados.
El estudio de Dunedin en Nueva Zelanda demostró que el nivel de autocontrol mostrado por los niños predecía su éxito social y profesional de adultos, incluyendo su salud, riqueza y probabilidad de cometer delitos. Los niños con mayor autocontrol tendían a tener mejores resultados en estas áreas como adultos, mientras que los niños con menos autocontrol tendían a tener peores resultados.
nivel de autocontrol y aplazamiento de recompensas está directamente relacionado con el éxito social y profesional de un grupo de niños. Un estudio demostró como el control ejecutivo en los niños predecía su éxito en su vida personal y profesional. Nuestras madres solían llamarlo paciencia, y nuestra abuela solía decir: “hijo, quien siembra recoge”. Nos lo decían en los momentos en los que se acercaba o era inminente un fracaso, o la recompensa podía tardar en llegar. Ahora sabemos, gracias a estudios como el de Dunedine, que esto era bueno para todos. Enseñarnos a esperar era la base de una de las habilidades/funciones mas importante de la inteligencia ejecutiva: el autocontrol y el aplazamiento de la recompensa. Esperar y saber controlar el beneficio del ahora en pro de un proyecto mas complejo o una recompensa mayor pero lejana.
Dunedin, en Nueva Zelanda, posee una de las universidades mas
importantes del país. Su población no supera los 100.000, por lo que es un entorno idóneo para el estudio más importante sobre los ingredientes del éxito en la vida realizado desde los anales de la ciencia.
El secreto del estudio: 10037 niños en una localización con
una población muy estable Se estudió intensivamente, durante la infancia a un total de 1037 niños (todos los bebes nacidos en un lapso de 12 meses). Se siguió además su desarrollo a lo largo de varias décadas por un equipo distribuido en varios países. Especialistas de disciplinas muy diferentes, y con una visión propia sobre el autocontrol, al que consideraron clave de la autoconciencia, formaron el equipo de investigación.
Durante su crecimiento estos niños se sometieron a multitud de
pruebas centradas en la determinación de su grado de tolerancia a la frustración, entre otras muchas.
Un par de décadas más tarde, todos los niños (exceptuando un 4%)
fueron estudiados de nuevo. La estabilidad y la poca tendencia a emigrar de la población permitieron que el grupo permaneciera en el país. Se valoraron las siguientes variables:
Varios factores a medir agrupados en tres categorías:
salud, riqueza y delicuencia Salud: pruebas físicas y de laboratorio que determinaron su estado cardiovascular, metabólico, psiquiátrico, respiratorio, dental e inflamatorio. Riqueza: ahorros, estado civil, si habían educado u hijo, si eran propietarios de la casa, si tenían problemas de crédito, inversiones o planes de jubilación. Delincuencia: lo que incluía el rastreo de todos los registros judiciales de Australia y Nueva Zelanda, para ver si habían sido declarados culpables de algún delito.
Los resultados dieron puntos a favor de lo que esperáis, y de lo que
trato en ocasiones en este blog: el control ejecutivo tiene premio. Los niños de Dunedin que más autocontrol mostraron en la infancia, fueron también los que mejor se desenvolvían al entrar en la treintena. Eran los que mejor salud, más éxito económico y menos problemas legales tenían.
Del mismo modo, aquellos que mostraron índices bajos en las
funciones ejecutivas, y por lo tanto una peor gestión de sus impulsos durante su infancia, peor salud tenían, y mayor probabilidad de haber sido declarados culpables de algún delito.
Sorprendente ¿verdad? No deja de llamarme la atención que el
análisis estadístico muestre una realidad, como es la de evidenciar que el nivel de autocontrol de un niño puede ser un predictor tan poderoso de su éxito financiero adulto, su salud y de su historial delictivo como pueden serlo la clase social, la riqueza de la familia o el CI.
“La voluntad emerge como una fuerza independiente y determinante
del éxito de la vida. Por más económicamente privilegiada que sea su infancia, si el niño no llega a dominar la demora de la gratificación en la búsqueda de sus objetivos, esa ventaja de partida acaba desvaneciéndose, en el curso de la vida. La facilidad para seguir los dictados de la propia conciencia parece ser considerada a largo plazo, un acicate tan importante como las escuelas elegantes, los profesores particulares y los costosos campamentos educativos. Así pues, no deberíamos subestimar la importancia de la práctica de la guitarra, o cumplir con la promesa de alimentar un hámster o limpiar su jaula”.
Daniel Goleman
El estudio muestra que mejorar el autocontrol, es decir,
que seamos menos impulsivos, es clave en la determinación del éxito de quien lo desarrolle Este es uno de mis retos personales, estudiar, investigar y documentarme cómo las personas tenemos control o conciencia sobre lo que hay alrededor, cómo somos capaces de elegir, de ser libres ante un estímulo poderoso y cautivador, al fin y al cabo cómo trabaja la inteligencia ejecutiva, para orquestar la armonía del cerebro.
A mi parecer, dentro de la serenidad, algo a lo que todos aspiramos,
hay mucho de control ejecutivo. La serenidad la percibo como el amor a lo que digo, a la vez que amo a lo que siento, y amo lo que soy sobre una determinada situación.
Y, ¿cómo poner de acuerdo estas tres dimensiones sin el «director de
orquesta»?
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entrada! ¡Gracias! Durante miles de años, sabios, científicos y filósofos de todo el mundo se han preguntado qué determina nuestra personalidad, salud, riqueza y felicidad futuras. Si es algo predefinido en nuestros genes al nacer o si es el resultado de nuestras experiencias en la infancia. ¿Qué me hace ser como soy? ¿Cómo serán mis hijos de mayores?
No seré yo, un humilde economista, futbolista amateur retirado
y aprendiz de plumilla, quien vaya a encontrar una respuesta a esas preguntas. Es obvio que los primeros años, la niñez, son decisivos en lo que puede ser la vida de una persona. Intervenir en esa fase puede resultar trascendental y muy beneficioso.
Gracias a un amigo descubrí un interesante trabajo que ha
descubierto las respuestas. Se trata del Estudio Dunedin, un estudio longitudinal realizado por la Facultad de Medicina de la ciudad de Dunedin, Nueva Zelanda. Llevan desde 1972 monitorizando y estudiando las vidas, historial médico, personalidad, relaciones, absolutamente todo, de 1.037 niños nacidos ese año. Más de 40 años examinando la vida de esas personas.
Los resultados son sensacionales. Partiendo de la existencia de
una serie de factores que predeterminan, en cierta medida, cómo puede ser el futuro de un bebé -genética, clase social, coeficiente intelectual o esfuerzo-, determinaron que la clave realmente es la intervención de los padres en la crianza y en la educación de los niños.
El autocontrol es el principal rasgo
que permite anticipar el éxito futuro de una persona Los investigadores advirtieron que a los 3 años podías dividir a los niños en cinco grupos según su personalidad y que esa personalidad se mantenía hasta la vida adulta. Ese perfil determina ciertos patrones de comportamiento, influyendo en la salud física y mental, así como en el bienestar social y económico del individuo.
El 83% de los niños estudiados se pueden incluir dentro de las
tres categorías que podríamos llamar sanas. El 17% engloba las dos categorías insanas. Estos últimos sufren más problemas en sus relaciones sociales, laborales y de pareja, más períodos de desempleo, peores empleos, más problemas de salud y mayor propensión a la delincuencia.
Otra conclusión muy interesante es descubrir cuál es el
principal rasgo o característica que nos permite anticipar el éxito futuro de una persona. No es ninguno de los mencionados anteriormente: clase social, inteligencia, etcétera. Es el autocontrol.
A los 3 años es fácil medir el autocontrol de un niño gracias a
una prueba ideada por la Universidad de Stanford. Consiste en sentar a un niño en una sala con una golosina encima de la mesa. Si es capaz de esperar quince minutos sin comerla le darán otra.
Con este simple experimento, se puede determinar si un niño a
los 3 años disfruta de autocontrol. Un elevado grado de autocontrol incrementa la probabilidad de disfrutar 30 años después de una relación sentimental duradera, un buen historial laboral e incluso buena salud, mientras que un bajo nivel de autocontrol puede facilitar la tendencia a la obesidad, colesterol, hipertensión, adicciones a tabaco, alcohol o drogas y enfermedades cardiacas o, incluso, de transmisión sexual.
Un mayor autocontrol puede tener
efectos muy beneficiosos a nivel del Estado y la economía Un mayor autocontrol podría tener unos efectos muy beneficiosos no sólo individualmente, sino a nivel colectivo. La sociedad, el estado, la economía pueden favorecerse indirectamente de unos individuos con mejor salud y bienestar laboral ya que se requerirá menor gasto público.
La buena noticia es que el autocontrol puede desarrollarse
trabajándolo desde la infancia. El papel de los progenitores es fundamental, dando una respuesta sensible a los problemas de los niños, imponiendo unos límites adecuados para su edad, estableciendo retos que les motiven a esforzarse y premios no inmediatos. Siendo concretos, controlar las horas de televisión o la rutina del sueño puede ser vital en el desarrollo futuro del adulto en potencia que es el niño. Extraordinario. Suerte.