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Reseña
Son muchas las personas que sufren ante la posibilidad de hablar en público.
Convence y vencerás ofrece una serie de herramientas para mejorar la persuasión y
comunicar con mayor eficacia a públicos diversos. Estas técnicas son adecuadas para
la preparación de presentaciones, debates, discursos o charlas, por lo que contribuyen
a hacer de una persona un gran comunicador. getAbstract recomienda este libro a
quienes reconocen que el pánico escénico les impide comunicar sus ideas, pero
también a quienes, sin tener problemas para expresarse en público, desean mejorar sus
dotes como oradores.
Ideas fundamentales
Un buen orador se hace mediante la práctica, la dedicación, el esfuerzo y la paciencia.
Un orador eficaz maneja habilidades y técnicas para lograr que su audiencia reaccione de
acuerdo con su plan.
Antes de preparar cualquier mensaje, es necesario considerar las características del público y
las circunstancias en que se va a exponer.
Los argumentos sólidos, razonados y bien construidos son clave para que un mensaje sea
convincente.
Una estrategia eficaz para comunicar su mensaje particular incluye anticiparlo, exponerlo y
resumirlo.
El ideal de un orador es que lo que quiere decir, lo que dice y lo que su interlocutor entiende,
sean lo mismo.
El miedo y los nervios nunca desaparecen, pero es posible aprender a controlarlos.
Las diapositivas son un buen apoyo para una presentación, pero no deben desplazar al
mensaje como centro de atención.
El estilo personal de un orador depende de su autoconocimiento.
Las historias ayudan a transmitir un mensaje, generan empatía e interés.
Resumen
Un buen comunicador
Nadie nace con todo lo necesario para ser un buen orador. Nadie. Es posible tener
algunas características innatas, pero incluso esas hay que desarrollarlas. Además,
siempre hay otros aspectos que hay que aprender y perfeccionar. La base de la
formación de un orador es la dedicación, la práctica, las ganas, el esfuerzo. Todo
aderezado con paciencia, porque nada sucede de un día para otro. Hablar en público
no tiene que ver con trucos ni con recetas mágicas, sino con entrenamiento.
La buena oratoria consiste en una serie de factores bien integrados que generan
persuasión. No se trata solo de iniciar o terminar bien una charla. Un comunicador
eficaz logra que, la mayoría de las veces, su público o a quien se dirija, entienda su
mensaje y actúe en consecuencia. Hablar bien en público tiene que ver con conseguir
la reacción deseada en el interlocutor. Para lograrlo, hay que desarrollar paulatina y
plenamente algunas habilidades y técnicas.
Cuatro competencias
El psicólogo Noel Burch elaboró una lista de cuatro fases para desarrollar un
aprendizaje:
El mensaje
Todo mensaje está dirigido a cierto público y está vinculado con determinado
contexto, ambos factores alteran el discurso. Por eso es indispensable considerar las
características del público al que va dirigido, su edad, perfil cultural, nivel de estudios
y cantidad de personas. Es preciso valorar también la motivación de los asistentes, si
van por gusto o por obligación, sus expectativas, posibles prejuicios hacia el expositor
o el tema y qué conocimientos tienen respecto a éste. En cuanto al contexto hay que
contemplar las condiciones físicas del lugar en que se emitirá el discurso y los
pormenores del evento.
Es fundamental tener claro el objetivo del mensaje. Para ello, debe considerar qué es
lo mejor que puede llevarse el público al terminar la sesión, qué marca debe dejar el
mensaje, qué acción deben realizar las personas después de escuchar el discurso. Una
vez que se tiene el objetivo este debe estar presente a lo largo del mensaje. Todas las
acciones del orador durante su exposición, cada palabra, deben estar orientadas a la
consecución del objetivo.
La ejecución
Lo ideal es que lo que uno quiere decir, lo que dice y lo que otros escuchan, sean
exactamente lo mismo. Ese debe ser el fin último de un orador. Para conseguirlo es
necesario considerar todos los elementos que afectan el desempeño de una persona al
emitir un mensaje. Aspectos como la postura, gestos, movimientos y el uso de la voz,
además de los nervios y el miedo, influyen directamente en el mensaje.
Tal vez los nervios y el miedo jamás desaparezcan, pero es posible aprender a
controlarlos. El miedo a hablar en público es muy común porque esta situación genera
tensión, hace tambalear al ego y asusta no cumplir con las expectativas de la gente.
Sin embargo, es posible disminuirlo o mantenerlo bajo control. Para ello hay que
empezar por concentrarse en servir al público, hay que mantener el foco en la
generación de valor con el mensaje.
Los nervios son importantes porque indican que a la persona le importa el público y el
mensaje que va a exponer. El hambre y la sed son malas compañías para una
exposición, así que hay que evitarlas. Beber agua durante la presentación ayuda a
realizar pausas en momentos claves y combate la resequedad en la garganta. Es
recomendable no realizar movimientos que pongan en evidencia temblor en manos o
brazos y elevar el volumen de la voz si esta se vuelve insegura, temblorosa.
Perfeccionar
Todo lo que se puede decir acerca de ser un buen orador puede y debe
complementarse con el apoyo de los recursos tecnológicos. Las diapositivas son
básicas, como referente de pésimas presentaciones, o como pilares de una gran
exposición. La clave es saber cuándo no emplearlas y cuándo ayudan a la
comprensión del mensaje. De usarlas, hay que incluir texto breve y directo, colores
sobrios y solo los efectos que sean indispensables. Las dispositivas son un apoyo, no
deben restar atención al mensaje.
Los videos pueden ser de gran ayuda, pero es recomendable que no sean demasiado
largos y que sean lo suficientemente ágiles para no perder la atención e interés del
público. De esta manera, pueden dar realce y valor al mensaje. Otra opción es incluir
algún objeto para el desarrollo de un segmento o incluso de toda la presentación.
Asimismo, es importante que el objeto no cancele la interacción con el público, que
debe ser constante. No hay que olvidar que algún apoyo puede fallar; por esta razón,
es necesario asegurarse de siempre tener preparada una segunda opción, que pueda
sacarlo del aprieto en una emergencia.
Consejos útiles
Existen algunas técnicas para desarrollar un estilo propio en un orador. Con ellas, se
logra un sello particular que mejora la impresión en el público. Por otra parte, hay
técnicas que gestionan al público, su objetivo es mejorar y hacer más dinámica la
vinculación entre el orador y su audiencia. Estas técnicas parten de una valoración del
público para adecuar el discurso a sus reacciones, también generan estrategias para
fomentar interacción constante, lo que mantiene la atención en un nivel alto.
El valor de las historias y de las anécdotas, es muy alto. El ser humano siempre ha
recurrido a ellas para muchos fines. Los elementos básicos de un relato son claros;
personajes interesantes, bien construidos, una trama que atrapa la atención y la
intención de generar una reacción en quien escucha. Incluir anécdotas o historias en
un mensaje puede generar interés y empatía, pero deben ser breves, sencillas y fáciles
de comprender.
Si el mensaje tiene que ver con un llamado a la acción, es de gran ayuda conseguir
que el público se identifique con los personajes de una historia. También es buena
opción incluir una anécdota para hacer evidente la conclusión de la presentación y
adaptar el contexto de la historia al de la audiencia.