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La experiencia de y con Françoise Dolto

Docente: Dra. Teresa Gelbert

Clase 1

Acerca de Françoise Dolto

Introducción

Mi acercamiento a F. Dolto fue fruto del azar y de mi curiosidad, era el año 1986 y yo estaba en plena
formación como psicoanalista, buscaba como todo analista novel, explicación en los textos a lo que mi
clínica me interrogaba. En aquel entonces yo recibía muchos niños en mi consultorio y me daba cuenta
que el modo de pensarlos y la técnica que utilizaba con ellos no me permitía entenderlos y “llegar” a
ellos. Recibí una invitación para colaborar en la venida de una psicoanalista francesa especialista en
niños, para mi desconocida. Y fue un descubrimiento.
Si hasta ese momento yo buscaba los motivos de las conductas en los niños desde una descripción e
interpretación ”sobre” el caso, comencé a trabajar en transferencia y descubrir a través del lenguaje del
paciente quien habla a través de su discurso, a quien se dirige el sujeto y quien resiste. Y así salir de la
idea de encontrar un sentido “en sí” cuando en psicoanálisis, como en todas las cosas, no hay sentido
sino compartido.
F. Dolto fue una psicoanalista que teorizó desde su práctica, proviniendo de la pediatría y de su trabajo
en las guardias pudo observar los trastornos del funcionalismo corporal en niños ante diversas
situaciones de su entorno lo que la llevó a definir su concepto de que “todo en el niño es lenguaje y
comunicación”. Todos sus desarrollos se inscriben en una tensión entre la parte más íntima de su
trabajo-su ética- y la más evidente -su práctica.
Por otro lado, su trabajo en instituciones asilares con niños muy pequeños le permitió abordar el tema
de la psicosis y el concepto de ”Imagen Inconsciente del Cuerpo”.
Tenía un profundo respeto por cada niño, fue una militante de la infancia. Una frase muy repetida por
ella era “se habla mucho de él pero a él no se le habla”. Desde los 7 años quiso ser “médico de
educación“, expresión rica de sentido, donde se combinaban, la idea de que un médico puede
preocuparse por la educación, que la misma educación puede tal vez ser sometida a tratamiento, y que
hay, en todo caso, entre el sufrimiento y la educación lazos a elucidar.

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En contacto con los niños permanecía alerta al misterio de las palabras, a la incertidumbre de su sentido,
a su polisemia, tan próxima al malentendido. Tenía un modo muy particular de llegar a “lo verdadero”
para cada niño, un modo singular creando palabras nuevas, para hacer “lo invisible, súbitamente visible,
palpable”.
Fue paciente de Rene Laforgue quien la estimuló para que se hiciera analista de niños. Fue en ese
espacio transferencial, en la interrogación de su trayecto analítico de la niña que había en ella, lo que le
permitió el acceso al universo de los pequeños pacientes que le encomendaban en el hospital.
Lo que procuró notoriedad a F. Dolto no fueron sus títulos universitarios sino su práctica. El público sabía
que “esa doctora” hacia “curaciones” que eran espectaculares, pero lo importante es que los pacientes
sabían que allí se les “hablaría en su propia lengua”. El trabajo de tesis de Dolto fue “psicoanálisis y
pediatría”. Donde se refleja su deseo, proviniendo de la medicina al igual que Winnicott, de aliviar el
sufrimiento, así como de contribuir a prevenir la eclosión de trastornos psicóticos en los niños pequeños,
cumpliendo una tarea educativa con los padres y pediatras.
Tomó de Freud la idea de utilizar el psicoanálisis con fines profilácticos. (Freud, 1925-Medicina y
psicoanálisis). Y si bien se mantuvo apartada de los debates teóricos dentro del psicoanálisis, no hizo
escuela, por el contrario eligió comprometerse en el terreno político y social. Con esto están
relacionadas sus intervenciones radiofónicas, la creación de la “Casa Verde”, su toma de posición por “la
causa de los niños”. Intentó advertir a la sociedad y a los padres acerca de los riesgos corridos por el niño
si las leyes del desarrollo del ser humano no son ni conocidas ni sostenidas por la ley, la organización
social, los padres. A cada uno que interviene junto al niño le recuerda sus deberes frente a la infancia y a
sí mismo. Educar, tratar, ayudar a un niño, no es ni dirigirlo ni ordenarlo, es sostenerlo en su deseo y
ante las pruebas de maduración que debe afrontar en el curso de su desarrollo. La sociedad no es para
Dolto el lugar de conflicto entre el grupo y el individuo, sino el espacio en donde el deseo de comunicar
de cada uno debe enfrentar las leyes comunes de la humanización.
Tenía una concepción propia acerca del niño: Tenía la certeza de que un niño no puede nacer más que
porque él mismo es un “deseante de vivir”, un “deseante de nacer”. Según esta concepción a los deseos
de los padres se une el del niño. Por su misma existencia carnal, el niño se afirma como un ser humano
de pleno derecho, sujeto deseante por esencia. Sostiene que el niño desde su concepción está
comprometido en un deseo de comunicación, en una búsqueda de intercambios sutiles y simbólicos con
otros seres humanos. Como “ser de lenguaje”, el niño posee, no importa cuál sea su edad, el
entendimiento de las palabras referidas a su realidad, en consecuencia a su verdad. No supone una
comprensión innata de todas las palabras sino que reconoce una comunicación de lenguaje que designa

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justamente los afectos, las emociones o los hechos de su historia. Hace una apuesta a la
“responsabilidad” ya desde el lactante que le permite ayudarlo a superar el sufrimiento. Todo puede y
debe ser dicho en palabras al niño, en tanto se trate de un “hablar verdadero”, “lo verdadero tal como
los adultos lo comunican a los niños que no solo lo desean inconscientemente, sino que tienen necesidad
de la verdad y derecho a ella, aun si su deseo consiente cuando se expresan con palabras, invitados a ello
por los adultos, prefiere el silencio engañoso que genera la angustia de la verdad a menudo dolorosa de
escuchar, pero que si es hablada y dicha por una y otra parte, permite al sujeto construirse y
humanizarse”.
Leyendo los textos de Dolto uno nota que lo que los caracteriza es que el material clínico eclipsa a la
teoría, ella hace un relato ejemplar de sus aventuras con sus pacientes, restituye al lector la “lengua
ordinaria” y comunica el texto de sus propias intervenciones. Ubicaba a la teoría como “metáfora o
ficción”, tal como Freud decía de la metapsicología que era “nuestro mito”.
En cuanto a la técnica se dedicó a desarrollar y legitimar la especificidad del psicoanálisis de niños. La
atención prestada por ella al “contexto” y a la “lengua hablada” por el paciente son el eje a partir del
cual se ordenan sus intervenciones. Sustituye la interpretación por la escucha del decir del pequeño
paciente y de su familia y de lo que de ello aparece repetido en la transferencia.
F. Dolto investiga sobre la psicosis infantil, la relación madre-hijo antes de los 6 meses. Tiene un
desarrollo propio y diferente del de Lacan en lo que respecta al estadio del espejo. Es importante
entender la teoría de Dolto como un conjunto original y homogéneo distinto del corpus lacaniano.
Estuvo muy ligada a Lacan en los cambios y escisiones dentro de la sociedad psicoanalítica francesa. Y
por supuesto alejada de Winnicott por diferencias personales, aunque ambos tenían modos muy
semejantes de ser analistas.

Una manera de ser


Dolto era “atípica”, según su propia definición, tenía una combinación de gravedad, frescura,
profundidad e ingenuidad, debidas en parte a la salvaguarda de una parte de su infancia, eso la hacía
“ligera para vivir”, como la recuerda su hija Catherine.
Una anécdota personal pone de manifiesto su modo particular de ser. Cuando llega a la Argentina, me
acerco a ella para presentarme, la persona de mi equipo que viene caminando con ella le menciona que
yo estaba en aquel entonces embarazada de mi primer hijo cursando recién el segundo mes de
gestación. Me saluda, yo me presento e instantáneamente baja la mirada dirigiéndola a mi abdomen y

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dice con total espontaneidad “mucho gusto, yo soy Mme. Dolto”, quedando todos muy sorprendidos.
Tenía una especie de elegancia para decir lo esencial sin solemnidad ni pesadez.
Como una niña Dolto parecía descubrir el mundo a cada instante, y lo reconocía, decía que había
“pasado la vida asombrándose”, no se trataba de que era ingenua o inocente, “el asombro” provenía de
su “razonamiento a-lógico y fantasmático” según ella misma decía, a diferencia del resto de la gente.
Estudió violín, sabía pintar y dibujar, pensaba que habría sido ceramista si no hubiese sido psicoanalista.
Pero fue la escritura su medio de expresión privilegiado. Sostenía en este acto su convicción de que los
sufrimientos y penas no son traumatizantes si logran expresarse.
No estaba comprometida en una búsqueda narcisista del saber, sino que sólo quería comprender.
Solía tomar lo positivo de cada situación y de cada individuo, así sus interpretaciones siempre en forma
interrogativa, ofrecían una construcción que sirviera como soporte al narcisismo herido para relanzar
desde allí el deseo de comunicación de todo sujeto.
En este sentido, si bien daba mucho valor a los hechos en tanto acontecimientos, y decía “los hechos son
los hechos”, lo que hacía era “jugar” con ellos, como “jugar al que pierde gana”, añadiéndoles un poco
de su estilo “mágico” los inscribía en un “relato mítico” que operaba como organizador. De eso se
trataba el trabajo de un análisis para ella. Construir a partir de cada historia, la huella del cuento, lo
mismo que la de los mitos organizadores de lo inconsciente.
El rasgo esencial de Dolto fue estar siempre a la escucha y a la espera del otro, convencida de que allí
siempre hay alguien dispuesto a la comunicación si uno está dispuesto a escuchar. Sostenía que “el niño
persigue una capacidad de encontrar, no busca un objeto”, por lo tanto el análisis lo que le restituye es
una “capacidad de creación”. El sujeto puede reencontrar esta capacidad a partir de una experiencia de
“reciprocidad”, que supone un analista capaz de hacer frente a lo imprevisto, sin dejar de ponerse al
alcance del paciente. La cura psicoanalítica no es para ella solo un procedimiento terapéutico, es en
primer lugar un encuentro, ética fundada sobre el mutuo reconocimiento del otro como sujeto.
F. Dolto, escribió su tesis de pediatría en el año 1939, había estudiado a Freud, estimulada por su
analista, conoció a M. Klein con la que no acordó teóricamente. En aquel entonces proponía a los
médicos, ya que a ellos iba dirigida su tesis, que los conflictos afectivos podían ocasionar graves
problemas en la salud corporal e indicaba el psicoanálisis como modo directo de abordaje de los niños.
Ya en ese trabajo plantea la noción del concepto de “castración simboligena”, refiriéndose a la tarea de
desinteresar al niño de la pulsión para que los efectos vinculados con ella puedan ser utilizados con fines
sustitutivos de interés social.

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Plantea también la idea de una “acción educativa” del trabajo de un psicoanalista. Y la técnica del dibujo
como ”mediador simbólico” entre el terapeuta y el niño.
Realizó gran parte de su práctica en hospitales y las psicoterapias de niños eran en presencia de un
público formado por médicos y analistas en formación. De esta situación singular extrae gran parte de
los casos que publica en sus seminarios. Daba a este modo de participación colectiva en el tratamiento
de un niño, el carácter de introducción de una “terceridad” en la relación especular entre ella y el niño
en cuestión, y hacia intervenir con preguntas a los colegas, que participaban de este modo de la
intimidad de su trabajo con el niño y su familia. Establecía un “área de seguridad” a partir de la cual el
paciente podía decir “su verdad”.
Un ejemplo ilustrará lo dicho:
- “Me duele la cabeza”, decía un niño de 3 años que no podía dormir y por tanto no iba al jardín de
infantes. Dolto le pregunta: “¿Quién dice eso?”, y el niño repite “me duele la cabeza”. Dolto le pregunta:
“¿Dónde? Mostrarme dónde te duele la cabeza”, pregunta que nunca le habían hecho, “Aquí” y señala el
muslo cerca de la ingle. Dolto le dice: “¿Y esto es la cabeza de quién?”, “de mama” dice el niño.
Esta respuesta en presencia de los padres, los dejo sorprendidos. La madre era una mujer que padecía
jaquecas, muy sobreprotegida por un esposo muy mayor, este hijo único contribuía a su actitud
dependiente y fóbica. El encuentro con un analista permitió al niño dejar de alienarse en la identificación
con esa pareja.
Luego de su venida a la Argentina hubo un intento de trabajo similar en un hospital público de Buenos
Aires que no prosperó. Probablemente el lugar transferencial que tenía Dolto era también determinante
de la posibilidad de la tarea bajo esas condiciones.
En el año 1967 y participando del movimiento anti psiquiátrico expone el célebre ”caso Dominique”,
donde le reconoce el derecho a estar “tocado” a un adolescente psicótico de 14 años.
A partir del año 1978 interrumpe su práctica como analista y se dedica a la trasmisión del psicoanálisis.
Da supervisiones, conferencias, publica la mayor parte de su obra, realiza los programas de radio y crea
la “Casa Verde”.
Fue muy cuestionada por sus programas de radio por algunos psicoanalistas franceses.

Un recorrido conceptual
Empecemos por la conceptualización de sujeto. Si bien el psicoanálisis, no es un humanismo, Dolto
afirmaba que un psicoanalista necesita tener una concepción del ser humano.

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El psicoanálisis debe definir una ética si quiere evitar el aplanamiento dentro de lo psicológico o la moral,
debe apuntar al sujeto en el individuo y no al yo. “La moral es un código de comportamiento; la ética
sostiene una intención en su objetivo, es el deseo y el sentido que derivan de ella. La moral sea como sea
proviene de las pulsiones. La ética es asunto del sujeto, la moral es asunto del yo; el sujeto se funda
sobre lo simbólico, mientras que el yo está en lo imaginario, está al servicio del funcionamiento”.
Adhiere a las tesis de Lacan en relación al sujeto y al deseo. “No hay en el ser humano instinto, en el
sentido que se lo entiende en los animales, hay deseo sexuado, es decir, relación imaginaria simbólica y
creadora de sentido, que informa y orienta al cuerpo mediante el encuentro o el no-encuentro del
complemento de ese deseo, más allá de la relación sensorial de las necesidades saciables. Si por su
cuerpo, el ser humano es la sede de necesidades que lo religan al mundo, es por el deseo de una imagen
de sí mismo, gracias a la experiencia de incompletud sexual en relación con otro, que estructura su
verdad y sostiene su deseo”.
Es la expresión del sujeto deseante lo que el analista tiene que apoyar, en la transferencia, mediante la
interpretación de los fantasmas, de los síntomas, “de las dificultades de vivir”, confrontar al sujeto con su
deseo es revelarle su determinismo, su inscripción en el deseo de otros, su radical incompletud.
Dice: “Si pienso que el deseo de los padres, induce a su niño por efecto de lenguaje, pienso que todo ser
humano es desde su origen fuente autónoma de deseo. Su aparición viviente (su nacimiento), es
simbólica del deseo autónomo de asumirse sujeto tercero de la escena primaria, significante único del
deseo genital de sus padres”.
Por tanto ella propone la existencia de un sujeto desde la concepción, posición como psicoanalista que
da sentido y convalida su práctica con bebes, niños pequeños y con psicóticos. Es esto lo que le permitió
defender que siempre es posible entrar en comunicación con un niño.
No niega la realidad de la locura, sino que trabaja con la convicción de que siempre es posible rearticular
todo comportamiento, por más arcaico e insensato que sea, en un sentido para el sujeto. Es así que
cuando concluye sus reflexiones acerca del análisis de Dominique, dice: “Dominique y yo somos dos
representantes de dos mundos que han llegado a comunicarse. Dotados ambos de lenguaje, yo más
adaptada al lenguaje de la mayoría, el menos, yo menos desconfiada de él que él de mí; al pensar yo que
su hábito, denominado psicótico, le impediría cumplir su vocación creadora humana, trataba mediante
mi comprensión, de hacer que la alcanzara”.
Para entender la teoría de Dolto hay que hacer algunas aclaraciones. En primer lugar no hay un texto
donde esté desarrollada toda su teorización, sino que ésta se halla dispersa en toda su obra.
Y, por otro lado, cada concepto se comprende sólo en relación con los otros conceptos.

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Un concepto esencial en su obra es el de sujeto. Este es para ella un concepto tanto filosófico-metafísico,
como psicoanalítico. Este doble valor del concepto se articula en su primer sentido en un campo ético y
en el segundo en el estrictamente psicoanalítico. Es necesario entonces ir bordeando este concepto con
toda la ambigüedad que lo trae Dolto.
Funda la noción de sujeto desde el punto de vista filosófico sobre la convicción de su existencia desde la
concepción, para Dolto si hay vida esto implica que el sujeto está ahí.
No lo designa como una “entidad” dotada de una intencionalidad sino el punto de articulación de lo
simbólico llevado por el orden de los seres humanos que porta el hombre cuando se trata de existir.
Plantea que es simbólica de un encuentro de tres deseos humanos. Mito de los orígenes, fundador por
un lado del individuo y de su sistema teórico por otro. Lo que propone no es que el sujeto encuentra allí
su origen, sino que es mediante esta compleja operación del encuentro de tres deseos, que el sujeto se
cruza con lo real del cuerpo. Su teorización por tanto no plantea una ontogénesis del desarrollo, sino los
avatares del cruce entre un puro sujeto de lenguaje y su cuerpo, donde se anudarían la palabra, lo real
del cuerpo y las primeras representaciones imaginarias. En esta “encarnadura” del sujeto comienzan a
jugar también las dimensiones de lo temporal y de lo espacial. En toda su obra ella trabaja estos
entrecruzamientos en particular en momentos críticos de la primera infancia, y de su eventual patológica
resolución. No establece diferencias entre feto, niño y adulto, sino que se maneja con la ecuación:
sujeto-cuerpo-representación a lo largo de una vida. No se interesa tanto por el origen del sujeto como
Lacan, la preocupa el anudamiento del sujeto con su cuerpo.
La noción de sujeto para Lacan es diferente que la de Dolto. Para Lacan el sujeto no es nunca un dato
primario. No es ni localizable, ni designable fuera de una operación que implique significantes con otros
significantes. Lacan define al sujeto al mismo tiempo que a la experiencia que lo constituye, la del
“estadio del espejo”. Experiencia mítica, sin connotación histórica.
Dolto acuerda con Lacan en otorgarle a la experiencia del espejo una función estructurante esencial en
los tres registros, imaginario-simbólico y real, pero considera que es la asunción de un proceso
comprometido desde la concepción en una dinámica pre-especular.
Esta orientación determina también otra diferencia con Lacan. Según éste, en la etapa del espejo el
lactante parece salir de lo imaginario y Dolto, por el contrario, considera que el hecho de que un niño
exista ya es en sí mismo simbólico de su búsqueda del otro. Lo que para ella marca la experiencia del
espejo es el descubrimiento de que “el otro” es en primer lugar “otro cuerpo”, singularmente el de su
madre. Lo que se juega en ese momento no es la emergencia del sujeto sino su inscripción definitiva en
un cuerpo biológico visualmente dado.

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Por tanto, sus teorizaciones son construcciones que permitan pensar las etapas pre-especulares,
arcaicas, del desarrollo del niño. Cuando ya es por esencia sujeto, pero sujeto no reflexivo, que está
inscripto en un cuerpo, cuyos límites reales todavía no percibe, que es ya presa de sus fantasmas pero a
los que no puede identificar como tales. Este concepto organizador es el de Imagen Inconsciente del
Cuerpo, matriz de la identidad. Mito organizador, ya que es la huella temporalizada y espacializada del
momento fundador que es la concepción.

Dra. Teresa Gelbert

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