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* El diálogo

analítico:
mundos posibles y transformaciones
en el campo analítico

** Antonino Ferro

"Dije ya que es importante hacer juegos psicoanolüicos dentro de la


revisión diaria del trabajo analítico; y un juego precioso consiste en
suponer cuáles iban a ser las interpretaciones y qué camino habría
podido coger el analista SI: el material hubiera sido categorizado de
manera completamente distinta respecto a las conjeturas e interpreta-
ciones efectivamente hechas por él" (Bion, 1965).

"La obra maestra de Freud fue probablemente el haberles permitido


a sus pacientes (Dora, el Hombre de los Lobos, el pequeño Hans) en-
señarle algo, y el habernos transmitido este conocimiento [...J. Tam-
bién hoy el progreso teórico del análisis es el resultado de la coopera-
ción entre un analista y sus pacientes" (M. y W. Baranger, 1966).

"Me aturde pensar en las cantidades de cambio profundo que he


impedido o retrasado ['..J debido a mi personal necesidad de interpre-
tar. Si sólo sabemos esperar, el paciente llega a comprender de mane-
ra creativa, y con inmensa alegria, y ahora yo disfruto de esta alegría
más de lo que solía disfrutar de la sensación de haber sido inteligen-
te" (Winnicott, 1961).

Premisas

Quisiera empezar por la constatación de que cada día consideramos a


una sesión, ya en su exacto comienzo, cómo abierta a infinitos desarro-

* Reelaboración del trabajo titulado "Il dialogo analitico: costituzione e trasformazione


di mondi possibili", Riuisti di Peicoanaliei, 1994, XL, 3.
** Dirección: Via Cardano 77, 27100, Pavía, Italia.
774 Antonino Ferro

110sposibles: según cómo interactúen analista y paciente, en su "decir-


se", y sobre todo en el juego de las emociones que activarán. Hay, por
así decirlo, infinitos cruces lingüísticos y emotivos que no pueden,
por un lado, no inducirnos a pensar en una sesión como "obra abierta"
(Eco, 1962), aunque por el otro es fundamental:
a] que haya en la dirección que se tome un gradiente ~ - a. positivo
a favor del paciente;
b] que el desarrollo de la sesión tenga como "límite" el tener que ver
con la transferencia entendida como repetición y entendida como pro-
yección de las fantasmatizaciones del paciente;
c] que permita el desarrollo de la "historia" útil al paciente y no a
la confirmación de las teorías del analista (o por lo menos que esta con-
firmación no impida demasiado el proceso ~ - u);
d] que se pueda aceptar el hecho de que son infinitas las posibili-
dades de "historias" que se pueden construir con el paciente, y que
cada modelo corresponde a una historia de un dialecto distinto: el de
la infancia, el del mundo interior, el de la relación actual, etc.
Creo además que la contestación del paciente es lo que permite
orientarse en el recorrido si se considera en la misma la presencia de
tres elementos:
1] una cuota de transferencia como repetición;
2] una cuota de transferencia como fantasmatización;
3] la organización de todo esto por parte del pensamiento onírico de
la vigilia (Bion, 1962) "que sueña" la respuesta al estímulo interpreta-
tivo en tiempo real. Creo además que sería importante que uno relati-
vice su propia teoría, no como la más verdadera, sino como la más ade-
cuada para el funcionamiento analítico del analista: siempre que la
mayoría del material a través del cual se construye proceda del pacien-
te, de su historia, de sus identificaciones proyectivas.

Me ayuda como activad ora de pensamientos la conceptualización na-


rratol6gica relativa a los "mundos posibles". Se trata de una noción
que se desarrolló en un principio dentro de la lógica modal, y que ex-
tendieron a la semiótica del texto autores como Petofi (1975),Van Dijk
(1976), Pavei (1976).
La definición de Platinga (1974) es "a way the world could have been",
Un ejemplo muy rico de estas conceptualizaciones lo encontramos en
la reciente película del director italiano Nichetti, Stefano quante sto-
rie, donde, según el prevalecer de una u otra historia emotiva, se
delinean y estructuran varias historias que habrían podido ser '.

1 En una historia, a Esteban le pasa ser un carabinero, pero si en un momento dado


hubiera prevalecido una tonalidad emotiva distinta, ésta habría llevado a unos desa-
rrollos que hacían que en la misma historia iba a ser un atracador, o si hubiera prevalecido
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Los "mundos posibles" se entienden también como todas las previ-


siones que el lector hace durante la lectura de un texto, y tienen mu-
cho que ver con las enciclopedias (las teorías de que dispone), enciclo-
pedias que a menudo distraen del texto y que hacen construir mundos
posibles que no tienen nada que ver con lo que el texto sugiere, mien-
tras que tendría que prevalecer el respeto por las categorías de "econo-
micidad" de la lectura y de "derecho del texto" (Eco, 1990). 2
La previsión desechable del lector se queda como esbozo de otras his-
torias posibles, y en la situación analítica podría activar el desarrollo
de otras historias determinadas por la teoría o diferentes categoriza-
ciones (Bion, 1965).
No es por 10 tanto indiferente la contestación del analista, y mucho
menos lo es la disponibilidad de su mente a recoger y dejarse transitar
por las identificaciones proyectivas; más bien es de ésta que pueden
generarse muchas historias posibles hasta las variantes extremas de
reacción terapéutica negativa, impasse, transferencias psicóticas, inte-
rrupciones (Barale y Ferro, 1992; Ferro. 1993a, 1993c), y menos dra-
máticamente las varias historias posibles dentro de un análisis que
funcione. Estas historias serán distintas según la interacción de las
dos mentes; y en esta óptica los personajes, más allá de la referencia
histórica o del mundo inter:ior, como "modalidades expresivas" de lo
que pasa en el campo, y qUf~necesita de "nudos narrativos" para ser
decible.

Antes de entrar en lo específico de nuestro tema, quisiera hacer una


breve puntualización de la evolución de los conceptos de identificación
proyectiva, de campo y de personajes de la sesión, por 10 menos en el
sentido en que los entiendo.
De concepto kleiniano que era (Klein, 1946), como subraya Ogden
(1979), el de identificación proyectiva se convirtió en uno de los concep-
tos que pertenecen a todo el psicoanálisis; además, de ser considerado
fundamentalmente un fenómeno patológico, se reconoció gradual-
mente, desde Bion en adelante, como una modalidad básica de comuni-
cación de la especie humana; y también la distinción entre formas
evacuativas y formas discretas se matizó hacia la consideración de la
calidad del contenedor (Bion, 1962, 1965).
Después de haber sido considerada casi un fenómeno unipersonal,
que podía a veces, al ser acogida, generar la contra identificación pro-

cierto comportamiento del padre o de la madre haría en la misma historia el papel


del piloto de aviación o del profesor de matemáticas cuya mujer, azafata, lo traiciona
con el piloto ...
2 Véase la lectura de Un dramma davvero parigino, propuesta por Eco en Lector in
fabula (1979).
776 Antonino Ferro

yectiva (Grinberg, 1957), la identificación proyectiva se valora cada vez


más en una acepción muy relacional: hay identificación proyectiva si
existe por un lado quien proyecta y por el otro quien asume dicha pro-
yección (Ogden, 1979).
y sobre todo, después de una conceptualización sustancialmente
unidireccional (del paciente al analista), cada vez más se reconoce que
las identificaciones proyectivas pueden viajar en las dos direcciones,
del paciente al analista, y del analista al paciente, y que en ellas se
funda la constitución conceptual de "campo", en las descripciones que
bien conocemos de los Baranger (1961-1962), de los mismos con Mom
(1983), y de Corrao (1986): siempre con tal que el gradiente de las
identificaciones proyectivas esté a favor del paciente: de otra forma se
realizan las antiterapéuticas en versión de flujo (Ferro, 1991a, 1991b).
Podemos por lo tanto decir que las identificaciones proyectivas cons-
tituyenel nivel profundo de los intercambios comunicativos presentes
en el consultorio, y que tal estatuto emotivo profundo está en espera
de ser contado.
Digo "contado" y no interpretado, porque creemos que con Bion cayó
la ilusión de poder encontrar siempre el punto de surgimiento de las
angustias, y por consiguiente creo también que se podrán dar interpre-
taciones "seis días ... seis meses ... seis años más tarde" (Bion, 1987),
cuando el paciente sea capaz de asumirlas.
Con Bion se da una cesura respecto a todo el concepto de interpre-
tación 3: cuanto más se trabaja con las partes primitivas de la persona-
lidad, tanto más se comprende lo importante que es trabajar con el
contenedor, antes que con los contenidos.
Esto cambia radicalmente la manera de aproximarse al paciente (y
con las partes primitivas de cada paciente), porque ya no estará en
juego el trabajo sobre la remoción (Freud), o sobre la escisión (Klein),
sino que será necesario un trabajo previo: sobre el lugar para pensar
los pensamientos.
Gaburri (1993) daba un ejemplo sugerente diciendo que si Freud
(1924) trabajaba sobre lo que había sido borrado en su pizarra mágica
Bion (1962) se plantea el problema del reacomodamiento, o, a veces,
de la parcial construcción de la misma pizarra, o sea del "aparato para
pensar los pensamientos", el cual se distingue sea de la función a, sea
de sus productos (elementos a).
Esta operación es, ante todo, emotivo-afectiva: la que se realiza en
la relación madre-niño a través de las operaciones de reverie, y con el

3 Como por otra parte respecto a toda la estructura teórica: ¿por qué convertirlo en
un continuador de KIein, como Bott Spillius (1983), en vez de asumir el cambio catas-
trófico, que radica en la consideración de la aportación de la vida mental y de la estructural
defensiva del analista en la sesión, igualmente fundamental que la del paciente?
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paciente mediante el estar con él al unísono, lo cual significa no estar


con él en búsqueda de verdades objetivas o históricas, sino en la
misma tonalidad emotiva: ofreciéndole un modelo de relación mental
que pueda introyectar, y que no pasa por la adquisición de datos, sino
por la adquisición de "calidades" (paciencia, pasión, etc.) y que permi-
ta la adquisición de una función (Bon de Matte y Zavattini, 1988).
No encontramos en Bion la idea de algo por descubrir o interpretar,
sino de algo que tiene que construirse en la relación y a través de ese
"unísono" que permite una expansión de la mente y de la pensabilidad
(Tagliacozzo, 1982).
Por lo que concierne la técnica del análisis, E. T. de Bianchedi (1991)
subrayaba hace poco que Bion "propone una actitud disciplinada donde
la capacidad de aguantar lo desconocido va unida a la confianza en
algo que va desarrollándose a través del contacto emotivo con el pa-
ciente, y que este algo podrá ser traducido en palabras, produciendo
la posibilidad de un cambio catastrófico en el paciente". Cambio catas-
trófico que implica un salto brusco en el crecimiento mental.
Creo que mucha persecución de los pacientes nace de interpretacio-
nes correctas por lo que a contenido se refiere pero que fuerzan, o has-
ta rompen, el contenedor mental en que se colocan; si miramos las se-
siones del caso Richard, encontramos -naturalmente al lado de las
geniales intuiciones de M.. Klein- una serie increíble de estas situa-
ciones: interpretaciones absolutamente "verdaderas" que generan ale-
jamiento y persecución por ser inadecuadas, excesivas respecto a las
capacidades de acogida y metabolización de Richard.
Recuerdo que una niña apreciaba el cuidado que ponía para hacer
adecuada y doméstica una interpretación, hablándome de un viaje
reciente a la China hecho con su padre, y contándome que la había
asombrado constatar que, a pesar de ser China una gran potencia, do-
tada de armas y misiles, en las tiendas las vendedoras envolvían las
mercancías con mucho cuidado, con el papel grueso y fuerte de antaño,
con una cuerda bien puesta, que permitía luego asir y transportar
fácilmente los paquetes.

El concepto de campo tiene precedentes en la psicología de la Gestalt,


que volverá a elaborar Merleau-Ponty con el intento de fundar una
psicología del hombre "en situación", capaz de observar y comprender
los hechos psíquicos por el sentido que los mismos tienen en el contex-
to de las relaciones intersubjetivas.
Este concepto lo conjugan los Baranger, y los mismos con Mom
(1961-62, 1983), con los conceptos básicos del psicoanálisis kleiniano.
Dichos autores definirán la situación del análisis como un campo bi-
personal, donde se puede conocer solamente la "fantasía inconscien-
778 Antonino Perro

te de pareja" así como la estructura la aportación de las vidas men-


tales de paciente y analista, vehiculizada también por identificaciones
proyectivas.
La patología del paciente como tal entra en el campo sólo en relación
con la persona del analista, quien contribuye activamente a su vez (se
espera que de manera menor) a la constitución de aquella patología
del campo que será el concreto objeto de la elaboración psicoanalítica.
Del que analista y paciente formen una pareja inextricablemente
unida y complementaria, se deduce que los miembros de esta pareja
se pueden comprender solamente de manera conjunta.
Por lo tanto se tiene en máxima cuenta el funcionamiento mental del
analista, que tendrá que dejarse llevar, casi capturar, por las fuerzas
del campo, para recuperar después su ser "tercero" a través de la in-
terpretación, y esa "segunda mirada" que permitirá considerar con dis-
tanciamiento ese proceso que el analista contribuye a constituir, y del
cual tiene que saber asir y describir la especificidad.
Si la identificación proyectiva no es sólo la fantasía todopoderosa de
un individuo, sino "algo que realmente acontece entre dos personas"
(Bion, 1980), "no es de extrañar que su importancia sea decisiva para
la estructuración de cada pareja" (M. y W. Baranger, 1961-62).
La asunción de este modelo radicalmente bipersonal de la identifi-
cación proyectiva produce cambios importantes también en la concep-
ción de las dinámicas de transferencia y contratransferencia. Según
los Baranger, lo que clásicamente se define como neurosis (o psicosis)
de transferencia, tendrá que ser considerado, en términos de campo,
como neurosis (o psicosis) de transferencia-contratransferencia, es
decir como función de la pareja.
En la situación analítica el insight se da cuando analista y paciente
adquieren una comprensión común de las fantasías inconscientes que
en ese momento están activas en el campo.
Esto coincide con una remodelación del campo mismo, pues la posi-
bilidad de pensamiento y comunicación -a la vez afectiva y cognitiva-
se extiende a áreas que anteriormente estaban ocupadas por los "ba-
luartes" (es decir áreas de resistencia de la pareja) que por lo tanto son
movilizados y disueltos.
El campo bipersonal del análisis, pues, es la sede de un proceso di-
námico caracterizado por la tendencia de la pareja a constituir baluar-
tes, o sea enlaces de tipo simbiótico (en el sentido de Bleger), y del tra-
bajo que pretende transformar estas experiencias en términos de
auténtica relación de objeto. Esta dialéctica inagotable le otorga al
proceso analítico una marcha que los Baranger, siguiendo a Pichon-
Riviere, describen como "de espiral" (Bezoari y Ferro, 1991; Ferro,
1993b).
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Hace falta una última y breve premisa sobre la modalidad de observa-


ción de los personajes que brotan en el diálogo analítico, como ya su-
geríamos.
En un primer modelo de escucha, los personajes se entienden funda-
mentalmente como nudos en una red de relaciones históricas; los he-
chos narrativos son, a su vez, ocasión de sentimientos, conflictos, es-
trategias emotivas, siempre respecto a esos personajes o hechos que
incluso actualizados en la dinámica intrapsíquica recibirán casi el cré-
dito de una existencia "propia". Por otra parte, es lo que pasa en los
estudios sobre los personajes en literatura antes de la revolución pro-
ppiana.
En un segundo modelo (que encontramos en su máximo de claridad
en M. Klein y sus continuadores), los personajes son nudos de una red
de relaciones intrapsíquicas; los hechos, narrativos al fin y al cabo, son
un disfraz comunicable de la realidad interior del paciente, considera-
da sin embargo como ya "dada", a la espera de un intérprete que aclare
su funcionamiento, encontrando su raíz en las fantasías inconscientes.
De gran interés es estudiar, por ejemplo en el análisis de Richard, el
modo en que M. Klein entendía los personajes que toman cuerpo en
la sesión, o los hechos narrados, siempre relacionables con fantasías
inconscientes del pequeño paciente.
En el tercer modelo, los personajes son también nudos de una red na-
rrativa interpersonal, o mejor dicho inter-grupal, que nacen como
"hologramas" de la interrelación emotiva actual analista-paciente
(Ferro, 1992b) dentro del setting.

La construcción de historias

En el momento mismo en el que el campo toma forma a través de la


constitución del setting, se convierte en el espacio-tiempo de intensas
turbulencias emotivas, de torbellinos de elementos ~ que, urgiendo y
activando la función a, empiezan a ser transformados en elementos a
-dotados sobre todo de cualidades visuales- que constituyen, como
pequeños ladrillos pictográ.ficos, las subunidades compositivas del
pensamiento onírico de la vigilia (Meltzer, 1982a, 1982b, 1982c), del
cual podemos tener noticias no sólo a través de los flash visuales sino
también gracias a los derivados narrativos (Bezoarí y Ferro, 1993,
1994).
Voy a tratar de describir unas situaciones clínicas que, partiendo de
identificaciones proyectivas de emociones todavía no pensables, llegan
a una posible textura transformativa de dichas protoemociones.
780 Antonino Perro

Mario y el pirata

La madre de Mario, cuando me describe las dificultades escolares del


hijo, que a los seis años todavía no consigue leer y escribir bien, me
dice que deja siempre "huecos" de algunas letras en las palabras, sea
cuando lee, sea cuando escribe.
Mario es descrito como un niño tranquilo, remiso, dócil, que se en-
cuentra a gusto con los demás niños, y que no muestra un especial ma-
lestar por la situación familiar, bastante complicada y particular, en
la que vive.
Cuando Mario entra en el consultorio, le enseño que he puesto a su
disposición papel y lápices. En seguida hace un dibujo (fig. 1):

las dos profesoras CRISNAy SNOME:son los nombres que, intuyo, van
por Cristina y Simone. No digo nada sobre la forma en que los escribió,
y comento que me parecen dos personas con las piernas muy largas:
"¿Quizá las ve muy altas o demasiado grandes para él?"; asiente
diciendo que prefiere estar con los compañeros que con las profesoras,
y a continuación hace otro dibujo (fig. 2):

EVGJ...p..-
un barco que se llama VELA,un barco pesquero, aunque observo algo
como rostros de nave en el mástil; pienso que tengo que considerar lo
El diálogo analítico: mundos posibles y transformaciones [...] 781

que digo, mis palabras podrían ser el viento que podría mover el barco
hacia no sabemos qué dirección. Pregunto qué hacen los dos marine-
ros: "Atrapan peces y después se los comen". El clima con Mario me
parece bueno, pero de repente advierto una angustia súbita que me
sube dentro, y que se podría definir mejor como sentimiento de moles-
tia, de irritación, de rabia, como si hubiera recibido un golpe. Siento
un dolor, un peso "en el estómago" y me digo: "Clima sereno sí, pero
no me oriento, y luego todo me parece tan fingido, falso; ¿y por qué me
siento tan molesto, antes francamente a disgusto y enfadado, justo
mientras parece que todo marcha tranquilamente?" Tengo la tentación
de una interpretación sobre las ansias de devoración o sobre la avidez,
pero apenas tengo el tiempo de detenerme sobre las emociones que he
probado, de relacionarlas dentro de mí con lo que pasa en el cuarto,
y de empezar un comentario diciendo: "Todo me parece tan tranqui-
lo..." que Mario interrumpe: "Éstos parecen pescadores, es un truco:
son piratas. Yo juego siempre a los piratas, construyo barcos y hago
las batallas, en particular me gusta el cañón con que el pirata dispara
bolas que hacen huecos en los barcos enemigos, y después me gusta
jugar con la catapulta de Robin Hood que hace huecos en el castillo",
y rápidamente me dibuja cañón y catapulta (fig. 3).

catapulta de
cal\6nde O Robin Hood

,\\
-
los piratas

La angustia y la rabia en mi interior desaparecen por completo. Cojo


un enlace entre las bolas (verdaderas identificaciones proyectivas de
emociones que todavía no tienen acceso a la pensabilidad y que me
habían golpeado tan violenta y somáticamente) y los huecos en las
palabras que escribe o que lee: lo que me golpeó a mí, en ausencia de
un contenedor disponible que acoja y transforme esta rabia, golpea y
"hace agujeros" en las palabras que lee y que escribe; Mario no tiene
conciencia de estas mociones, que son por otra parte las que se le ac-
tivan en la especialísima condición familiar en la que vive, y donde to-
dos fingen un bienestar que no advierten.
Formulo esta hipótesis en mí; siendo sólo una consulta, me limito a
preguntarle por sus otros jUE!gOS.Y me habla de muchos juegos de míe-
782 Antonino Ferro

do, que hace con el ordenador: Drácula, Batman, Invaders ... (fig. 4):
pienso que para Mario son fantasmas muy primitivos, que pueden ser
tratados quitándoles afectividad con el "ordenador", tomando distan-
cia de los mismos; pero las energías que se quedan libres por el campo
se convierten en las "bolas" de cañón y catapulta.

Doy sólo indicaciones mínimas que dejan insatisfecho a Mario, quien,


como contestación, tristemente dibuja un niño que monta solo en bici
en el patio (fig. 5).

Le digo que pronto, a lo mejor, llegará para el niño que ha dibujado


alguien con quien jugar, y que me parecería una buena idea si el juego
que acabamos de empezar pudiera continuarlo con otro, y que hablaré
de ello con su madre.
"Sí, con tal que sea alguien a quien le gusten los piratas", es la con-
testación de Mario, "y sobre todo que no les tenga demasiado miedo".
Nos parece evidente que la renuncia a explicitaciones interpretati-
vas, basadas en una lectura de los contenidos o los símbolos de los di-
bujos, permite enlazar entre sí representaciones pictográficas y emo-
tivas, aparecidas éstas a nivel contratransferencial, en un desarrollo
transformativo que permite la aparición de un sentido compartible
hasta tomar conciencia de la realidad emotiva del "pirata" y de sus
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necesidades de encontrar un contenedor (y no un blanco) para su rabia


y sus turbulencias emotivas.

Poner el acento sobre las transformaciones narrativas (Corrao, 1991)


me llevó a considerar toda la parte dialogada de una sesión como cada
vez más asimilable a un dibujo con claras peculiaridades: una conti-
nua movilidad de todos los componentes, como en un cuadro viviente.
Es muy sugerente, desde esta perspectiva, seguir la salida a la se-
sión de un "personaje", SU8 movimientos, transformación, entrada
entre los bastidores, para ver en su lugar otro personaje (de una anéc-
dota, de un recuerdo, de una historia, de un sueño ...) que se le susti-
tuye o se le añade, pero siempre para dar formas y color a lo que acon-
tece en el funcionamiento mental de la pareja en ese momento.
Modelos distintos interactúan de manera muy diferente respecto a
los "cuadros vivientes" de las sesiones; también los que tienen preten-
siones de mayor neutralidad entran en la construcción del campo, en
consideración también del hecho de que a menudo las interpretaciones
se ponen como defensas de la mente del analista, respecto a la cuota
de dolor mental no asimilable ni transformable (Ferro, 1993c).

Modulación de las tensiones del campo y pictogramas emotivos

En las situaciones clínicas donde hay una integridad de la función a,


con la capacidad del paciente de constituir elementos a, y por lo tanto
de soñar y tener un pensamiento onírico de la vigilia (Bion, 1962),
puede existir una inadecuación del "aparato para pensar los pensa-
mientos", los cuales se pueden tratar como elementos P y por consi-
guiente evacuar (Bion, 1962). Pasa lo mismo con las interpretaciones
del analista todas las veces que provocan la función a del paciente y
su aparato para pensar más allá del umbral de la tolerabilidad: con
dichos pacientes es entonces importante la dosificación de las interpre-
taciones según su capacidad de asumirlas. El siguiente caso clínico nos
ayuda a enfocar estos puntos,

La lavadora de Claudia: ¿qué programa?

Claudia es una paciente difícil, presenta una patología de tipo narci-


sista, que la lleva a negar su :sufrimiento y a enmascarar su necesidad
de análisis bajo el interés profesional, como doctoranda en psiquiatría.
784 Antonino Ferro

Desde el comienzo se trata de un análisis con graves riesgos de in-


terrupción, acting, asomos de reacciones terapéuticas negativas, antes
de que yo comprenda, como sugirió un sueño, "que no podía permitirse
pagar intervenciones demasiado caras" (en el plano emotivo).
Advierto la necesidad de Claudia de negar su propio sufrimiento sin
hacerlo explícito, y me golpea el interés que ella me comunica a conti-
nuación por el mundo árabe: en vez de estudiar medicina, iba a estu-
diar idiomas orientales, le encanta el mundo árabe, las enormes rique-
zas y la gran pobreza.
A continuación de una labor interpretativa, recuerdo que en algunas
oportunidades salía a escena el "niño visto en cuidados intensivos
porque había tragado clavos", o, siempre después de interpretaciones
que a mí me parecía que se podían dar de modo directo, surgía "una
niña que se había quedado casi ciega por el exceso de oxígeno recibido
en la incubadora"; en cambio, si yo retenía la sobredosis de inter-
pretación, y regulaba las intervenciones, esto se percibía y señalaba a
través de la mención de "un oculista que con intervenciones no intru-
sivas había ayudado a la niña, con buenas posibilidades de recupera-
ción de la vista". 0, más todavía, si se me percibía como demasiado efi-
ciente, me hablaba en seguida del "director de clínica que, habiendo
hecho el curso de ejecutivo, utilizaba siempre el cerebro electrónico".
Añado que para mí fue especialmente importante una sesión en que,
después de una interpretación directa en la que yo conectaba la rabia
muy fuerte, que después de haber aparecido en los sueños podía vivir,
a algo que la había hecho sufrir mucho, una herida profunda siempre
negada, fui interrumpido por Claudia, quien, muy asustada, dijo:
"¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Veo la máscara del cuadro de enfrente que se
levanta ..."
Huelga decir que en el cuadro en la pared de enfrente no había nin-
guna máscara que se moviera, y ni siquiera había una máscara.
Comprendo que mis interpretaciones rompían el "contenedor" y gene-
raban una persecución extrema, dando lugar a unos fotogramas oníri ..
cos de la vigilia (Meltzer, 1982a, 1982b, 1982c; Ferro, 1993a). Sí
después interpretaba esta persecución o los sentimientos que mis
intervenciones generaban (envidia, celos, dificultad en depender) se-
guían saltos de sesiones, cuentos de riñas furiosas, o aparecía la terri-
ble relación con el hermano, fundada en el RECHAZO que él tenía por
todo lo que procedía de ella, rechazo y desprecio. Comprendo que es
imposible interpretar todo esto en la transferencia y que tengo que
modificar mi técnica acostumbrada, si quiero evitar una interrupción
del análisis. Aparece así "Luis", el nuevo novio, "que se deja guiar por
ella, que es detallista y disponible".
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La sigo con interpretaciones muy dosadas en esta historia de amor


que les corta el paso a otros posibles pretendientes: "Ulixes", que desea
sobre todo el sexo (aparece siempre que me acerco excesivamente con
interpretaciones de transferencia), y "Esteban", capaz sólo de una
tierna amistad (aparece cuando resulto demasiado reservado y lejano).
Luis parece el término medio correcto, y pronto se llega a la boda.
Al poco tiempo espera una niña: el embarazo enriquece la vida
emotiva de Claudia, que empieza a ser vivida y narrada a través de
las emociones que gradualmente se activan y que descubre en la
"nena".
La angustia de separación propia durante mucho tiempo fue contada
como "la angustia de la hija Marina que lloraba y se desesperaba siem-
pre que la madre se alejaba"; sus propios celos los llamó "los celos de
Marina cuando se anunció la llegada de otro hermanito"; sus nece-
sidades fueron "el hambre insaciable, hasta los límites de la voracidad,
de Andrés".
Por lo tanto hubo que permanecer largo tiempo en la historia tal
como se contaba (obviamente con mi convicción absoluta de que se ha-
blaba y se trabajaba exclusivamente con hechos emotivos y mentales
del consultorio), antes de qUE~ fuera posible más explícitamente encon-
trar la modalidad de permitirle a Claudia aproximarse a emociones re-
conocibles como propias.
Faltaron las "muchas medallas" de un sueño de los primeros tiempos
del análisis, dejando lugar a los "muchos huecos/necesidades" que en
un sueño siguiente estaban cubiertos precisamente por medallas-pró-
tesis.
Empezó después el período de reapropiación de áreas geográficas es-
cindidas de su mente: los sueños empezaron a poblarse de gitanos, de
"vu-cumprá" ., de árabes a veces furiosos como "Marina" -que cuando
estaba enfadada parecía que hablaba en árabe por lo incomprensible-,
y todos estos a veces pedían asilo ... Apareció después "Lassy", con su
fidelidad y capacidad de encontrar el camino a casa.
Salieron los niños muy enfermos que empieza a seguir en el consulto-
rio, cada uno de los cuales era justo también el representante del pro-
blema de que teníamos que ocuparnos (y también aquí hubo que rea-
lizar una larga vuelta interpretativa).
Aparecía "Stella", con la fobia del colegio, por el miedo a una profe-
sora demasiado exigente (siempre que volvía a aumentar mi dosifica-
ción interpretativa), o tenía la fobia (hacia el final de las sesiones) de
la fruta, porque era señal de que la comida estaba terminando y el
padre se marchaba; "Marcela", quien quería mucho al novio, que no se

4Término coloquial italiano con el cual se indican los numerosos vendedores ambulantes
de baratijas que recorren el país, y son en su mayoría árabes.
786 Antonino Ferro

ocupaba de ella como ella habría querido ... y así muchos otros perso-
najes, cada uno con su "tema".
Pero esta forma de trabajar, que por otra parte me parece que con-
tribuyó a poder elaborar, meta balizar , transformar emociones muy
primitivas de Claudia, me es señalada en cierto punto como insufi-
ciente por la misma paciente en la sesión que refiero a continuación.

Tuve que aplazar una hora la sesión de Claudias. Al comienzo, mien-


tras ella empieza a hablar, me encuentro distraído por la gran rabia
que advierto pensando en el mal funcionamiento del servicio de co-
rreos, por cuya culpa no recibo con puntualidad las cartas, que incluso
corren el riesgo de perderse.
Recupero después la escucha de la paciente, que mientras tanto me
cuenta que ha visto una película en color y otra en blanco y negro. En
la primera, una niña no querida en una casa se mataba, y el herma-
no la vengaba matando a todos los que habían producido su muerte.
En la segunda, había una historia triste que se desarrollaba en Pavía,
la historia de una chica, mujer de un médico, que se moría dando a
luz a una niña que, por su parte, se salvaba.
Dentro de mí no me resultó dificil pensar en una interpretación de
contenido satisfactoria y completa (o sea recoger la presencia en el pri-
mer sueño de emociones en "PS", relativas a la pérdida de la sesión:
rabia, desesperación y venganza; y que en el segundo aparece en cam-
bio una reelaboración en "D" de la sesión perdida, pero también a la
vez la esperanza por la nueva sesión), pero recordando que la paciente
había demostrado "no tener todavía el lugar" donde poner las interpre-
taciones que nacen de mí, hago una intervención no saturante 6, de las
que con Bezoari (1989) habíamos llamado interpretaciones "débiles",
considerando solamente la distinta tonalidad afectiva de las dos pelí-
culas.
La paciente, después de un breve silencio, dice: "Se me ocurre un
sueño: me lavaba unos jerseys con el programa 'extrasuave', que fun-
ciona muy bien para la lana muy delicada; pero puesto que también
la centrífuga funciona según el programa 'extra-delicado', los jerseys
estaban empapados de agua y temía que pesaran demasiado en el ten-
dedor".
Pregunto si piensa que el lavado normal podría estropear esos jer-
seys, dice que no porque ya se han lavado más veces con el extrasuave

"Había renunciado a la modalidad normal de comunicación de la imposibilidad de tener


una sesión esperando la eventual petición de aplazarla por parte del paciente, petición
a la que habría contestado negativa o afirmativamente según las reales posibilidades,
sabiendo ya que desea "recuperar" la sesión, cuando es posible; y yo mismo le había
propuesto el cambio de hora.
fi En italiano, insatura. (N. de R.)
El diálogo analítico: mundos posibles y transformaciones [...] 787

y por lo tanto ya no hay riesgo de que se estropeen. Y añade que


estaba pensando en su hermana Carmen, a quien una vez le habían
lavado una manta, tendida allí, pero no podía utilizarla antes de que
secara, y por esto había llorado mucho.
A este punto siento que puedo hacerle el lavado normal (que es es-
perado y deseado), y vuelvo a colocar en la transferencia los sentimien-
tos relativos a la primera película y a la segunda, y lo vivido por la
"hermana" que no puede esperar, y la nueva capacidad de poder con-
tener sus emociones.
La paciente comenta diciendo: "Ahora entiendo toda la rabia que
había advertido ayer, riñendo con todo el mundo ..."; y en cuanto a mí,
la rabia que había advertido por los carteros que no entregan puntual-
mente el correo había sido mi forma de asumir las identificaciones
proyectivas de la paciente.
Más tiempo hubiera sido necesario antes de poder elaborar plena-
mente las heridas narcisistas y las defensas relacionadas con las
mismas.

Conclusiones

1. Estoy interesado en las formas lingüísticas-pictóricas que permi-


ten darle cuerpo, descriptibilidad, evolución transformativa a las
emociones que viven en el campo analítico.
2. El campo emotivo se estructura desde las emociones de la Historia
y del Mundo Interior: los personajes de la sesión se pueden ver desde
cumbres distintas: histórico-referenciales, habitantes del mundo in-
terior, "agregados funcional.es".
3. Los hologramas afectivos, los personajes entendidos como expre-
sión tridimensional del funcionamiento del campo, nos parece que
constituyen una cumbre importante de comprensión de la sesión: es-
ta cumbre no puede ser ni única ni constante.
4. El diálogo se aprecia en su característica de consentir operaciones
transformativas, cuyo lugar privilegiado consideramos que es la
mente del analista.
5. Hilo conductor es el "pensamiento onírico de la vigilia", del que po-
demos tomar los derivados próximos en las asociaciones libres, que
tienen la característica de todos modos de vehiculizar algún gradien-
te de oniricidad.
6. El sueño, justo por su alto tenor de elementos e, es una comuni-
cación "ya" lista, sea para una función de monitoreo en el campo, sea
788 Antonino Ferro

para señalar las nuevas soluciones que el campo activa: el sueño es


el elemento que se encuentra más listo y preparado para crear na-
rraciones ulteriormente transformativas.
7. La permeabilidad de la mente del analista y del campo son pre-
rrequisitos indispensables para que puedan transformarse las áreas
primitivas de la mente.
8. La activación de mundos oscila continuamente entre infinitas
aperturas de sentido y la necesidad de respetar los derechos del texto
emotivo del paciente, vehiculizados por la transferencia y las identi-
ficaciones proyectivas.

Resumen

Los autores, después de precisados los conceptos de identificación proyectiva y campo,


utilizan la conceptualización narratológica relativa a los mundos posibles como acti-
vadora de hipótesis sobre las transformaciones que se realizan en el campo analítico.
Mediante ejemplos clínicos se documentan la construcción de historias y la modulación
de las tensiones emotivas del campo con referencia al pensamiento onírico de la vigilia.

Summary

THE ANALYTIC DIALOGUE: POSSIBLE WORLDS AND TRANSFORMATIONS


IN THE ANALYTIC FIELD

The authors begin by defining the concepts of projective identification and field, They
go on to use the narratological conceptualization regarding possible worlds in order
to stimulate hypotheses on the transformations which take place in the analytic field.
They use clinical examples to document the construction of histories and the modu-
lation of emotional tensions in the field, with reference to dream thought during the
waking state.

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