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Africa González-Fernández
University of Vigo
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All content following this page was uploaded by Africa González-Fernández on 23 September 2014.
Todos los organismos, ya sean uni- o pluri-celulares, y más o menos complejos, tienen
mecanismos para defenderse de posibles ataques de patógenos y de invasiones externas.
Estos mecanismos de defensa presentan diferencias significativas a lo largo de la escala
filogenética, tendiendo hacia una mayor complejidad y potencia de las respuestas de defensa y
hacia un reconocimiento específico de los patógenos, pero manteniendo los sistemas de
defensa presentes en especies menos evolucionadas.
Fig.:16.1
Junto a estas barreras, los animales, tanto invertebrados como vertebrados, presentan
un segundo nivel de complejidad, presentando ya un sistema inmunitario encargado de la
defensa. En el caso de los invertebrados, éstos poseen únicamente un Sistema Inmune Innato,
donde participan componentes celulares (células con capacidad fagocítica), y componentes
solubles o humorales.
Las plantas no poseen un sistema inmunitario como los animales, pero sí que son
capaces de desarrollar reacciones de defensa contra patógenos invasores. Se sabe que las
plantas tienen un menor potencial de ser atacadas, dada su inmovilidad, y muchas de ellas
son resistentes al ataque de muchos patógenos (son inmunes). El daño producido a la planta
por agentes tales como hongos, bacterias, virus, micoplasmas, etc., dependerá del balance
entre dos fuerzas: de la resistencia natural de la planta a ese determinado patógeno y de la
virulencia del mismo.
Las plantas carecen de mecanismos específicos de resistencia, sin embargo como
mecanismos de defensa poseen barreras fisicoquímicas que, o bien están en la planta antes de
ser atacada (preexistentes), o bien son inducidas tras el contacto con el patógeno invasor
(inducidas) (Tabla 16.1).
TABLA 16.1
Mecanismos de resistencia de las plantas
Barreras Preexistentes Inducidas
Físicas · Pared celular · Lignificación
· Cutícula · Muerte de la célula huésped
· Lignina (necrosis)
· Otros (estomas, lenticelas) · Inducción de lipooxigenasa e
hidrolasas
· Formación de papilas
(callosidades)
· Oclusión de vasos
· Glicoproteínas ricas en
hidroxiprolina.
Bioquímicas ·Componentes antimicrobianos o ·Formación de fitoalexinas: fenoles,
metabolitos secundarios:Glucósidos terpenoides, poliacetilenos,
cianogénicos (ác. hidrociánico) derivados de ácidos grasos
· Terpenoide(saponinas, cucurbitacinas) ·Ácido salicílico (activación genes)
·Compuestos fenólicos (cumarinas, tanino, ·Proteínas relacionadas con la
flavonoides, ligninas) patogénesis: proteínas de
·Ácido hidroxámico resistencia sistémica (PRS)
Barreras Preexistentes
Barreras Inducidas
Aunque los animales invertebrados representan más del 95% de todos los animales
terrestres, desde el punto de vista inmunológico son unos grandes desconocidos (Figura 16.2).
En primer lugar, el hecho de que se hayan estudiado sólo algunos invertebrados (como
algunos insectos y moluscos, por su repercusión económica y sanitaria), hace difícil establecer
una norma general de cómo son los mecanismos de defensa de los animales invertebrados. Si
a este desconocimiento de sus sistemas de defensa, se asocia la extraordinaria variedad
existente dentro de los invertebrados, se hace aún más difícil realizar una extrapolación global
de su comportamiento desde el punto de vista inmunológico. Sin embargo, se reconocen
características esenciales compartidas por todos ellos, como son la existencia de un Sistema
Inmunitario de Defensa Innato o Natural constituido por componentes celulares y humorales.
Este sistema inmunitario es de acción inmediata y con mecanismos de reconocimiento del
patógeno inespecíficos, llevando a cabo respuestas tales como fagocitosis, activación de la
coagulación, formación de nódulos, encapsulación de patógenos, aglutinación y opsonización
(Tabla 16.2).
TABLA 16.2
Mecanismos de defensa de los animales invertebrados
Barreras Exoesqueleto (artrópodos)
físico- Concha (moluscos)
químicas Secreción mucosa (anélidos, moluscos),
Quinonas, inhibidores de proteasas, glicoproteínas
Células fagocíticas Hemocitos / Celomocitos
Barreras físico-químicas.
Las barreras físico-químicas intentan impedir la entrada de los posibles patógenos que
pueden atacar a los invertebrados y son muy variadas. Así, podemos encontrar desde barreras
muy consistentes como el exoesqueleto de los artrópodos, a otras gelatinosas como las
secreciones mucosas de anélidos y moluscos (Tabla 16.2).
Los mecanismos de defensa inespecíficos de los invertebrados están formados por dos
componentes claramente bien diferenciados: el celular, representado por células fagocíticas
(equivaldrían a los macrófagos en vertebrados), y componentes solubles o humorales (Tabla
16.2).
Celular
Fagocitosis: A finales del siglo XIX, Elie Metchnikoff, zoólogo
ruso, descubrió el proceso de fagocitosis en invertebrados
cuando examinaba larvas de estrella de mar. Observó que
introduciendo una espina de rosal en la cavidad del cuerpo de la
estrella, ésta era atacada por células móviles que se acercaban
a la espina e intentaban defender a la larva mediante la
ingestión del invasor en un proceso de fagocitosis.
Posteriormente se demostró que la fagocitosis constituye un
mecanismo fundamental mediante el cual los organismos de
todo el reino animal se defienden contra las infecciones. En el
caso de los animales invertebrados, presentan células con
capacidad fagocítica que se conocen como Celomocitos o
Hemocitos, dependiendo de si el invertebrado posee o no
cavidad celómica, respectivamente. El comportamiento de estas
células es similar a la fagocitosis de los macrófagos de los
vertebrados, ya que presentan procesos como quimiotaxis
(aproximación al patógeno), adherencia (reconocimiento y
contacto celular), ingestión (formación de un fagosoma) y
digestión (activación de hidrolasas lisosomales). Además de
esta capacidad fagocítica, dichas células pueden presentar otras
funciones como la de ser progenitora, nutritiva, con función en el
taponamiento de heridas (hemostática), etc.
Fig.:16.3
Humoral.
Existen actualmente siete clases de vertebrados vivientes (Figura 16.4). Entre los
menos desarrollados se encuentran los agnatos o peces sin mandíbula (ciclóstomos como la
lamprea), seguidos de condrictios o peces cartilaginosos (como el tiburón) y osteíctios ó peces
óseos (como la trucha). Después se encuentran los anfibios: urodelos (como la salamandra) y
anuros (como las ranas); los reptiles: anapsidos (como las tortugas), euriapsidos (como las
serpientes) y los archosauros (como los cocodrilos); las aves y los mamiferos (monotremas,
marsupiales y placentarios).
Fig16.4
Fig.:16.5
Barreras
Los animales vertebrados presentan barreras físico-químicas, que al igual que el resto
de seres vivos, intentan impedir la entrada de patógenos. La variedad de vertebrados que
existe condiciona el tipo de barrera que se desarrolla, dependiendo de si es un pez, un anfibio,
un ave, o un mamífero. Entre las barreras, la más importante es la piel que recubre la mayor
parte del cuerpo del animal, revestida con escamas, con plumas, con pelos, etc... Alrededor de
los orificios naturales, también se van a constituir elementos de defensa, como son la
formación de moco, el reflejo de la tos y estornudo, cilios del epitelio respiratorio, compuestos
enzimáticos como la lisozima (presente en saliva y en lágrimas). Otros elementos que
participan en la defensa son sustancias antimicrobianas como la espermina del semen, el
establecimiento de flora microbiana intestinal, el pH ácido del estómago, etc...
Humoral inespecífico
Con respecto al complemento, a partir de los ciclóstomos (que sólo poseen C3 y sólo
pueden activar la cascada por la vía alternativa), se han caracterizado otros factores que
participan en la activación de la cascada clásica en tiburones, peces, anfibios, aves y mamíferos.
Los vertebrados también poseen otras sustancias con capacidad opsonizante como las proteínas
de fase aguda (proteína C reactiva), similares a las descritas en invertebrados, lectinas solubles,
y gran cantidad de factores con actividad antimicrobiana.
Dentro del Sistema Inmune Innato de los vertebrados, se han caracterizado distintas
familias proteicas que intervienen en el reconocimiento de patógenos, interactuando con
sustancias presentes en una gran variedad de patógenos, lo que se ha denominado como
“Reconocimiento de patrones” (Tabla 16.3).
TABLA 16.3
Moléculas implicadas en el reconocimiento de “Patrones” comunes a muchos patógenos
Los vertebrados son los únicos animales que poseen el sistema inmune adquirido o
específico. Excepto los agnatos (como la lamprea), el resto de animales vertebrados a partir de
los peces cartilaginosos (representados por el tiburón) poseen linfocitos T, B, expresan
moléculas de clase I y II del Complejo Principal de Histocompatibilidad y producen anticuerpos.
Fig.:16.6
Con respecto a las células progenitoras, se ha visto que se necesita una correcta
estructura ósea para el desarrollo de la médula ósea y ésta no apareció hasta que los
vertebrados se adaptaron al medio terrestre. Así los peces no tienen médula ósea, mientras
que los anfibios tienen ya restos de tejido linfoide en sus huesos, siendo la médula ya
totalmente funcional en anfibios (anuros), reptiles, aves y mamíferos. El riñón, en la porción del
pronefros o riñón anterior, se comporta como órgano linfoide primario en peces y algunos
anfibios, supliendo la carencia de médula ósea y nódulos linfoides en estos animales. La
médula ósea también ejerce de órgano linfoide primario de linfocitos B en gran parte de los
animales vertebrados. Como excepciones se encuentran las aves, cuyo órgano linfoide
primario para células B es la Bolsa de Fabricio (área especializada de tejido linfoide intestinal),
y en ovejas y cerdos, donde además de la médula ósea, se han implicado a las placas de
Peyer del intestino.
Los animales vertebrados son los únicos animales capaces de generar anticuerpos
específicos frente a una gran diversidad de patógenos. Con respecto al número y tipo de
inmunoglobulinas que se encuentran en ellos, se observa una evolución hacia una mayor
variedad y complejidad de los anticuerpos en la escala filogenética, siendo los mamíferos los
que mayor variedad de clases de inmunoglobulinas poseen (Figura 16.7).
Fig.:16.7
Fig.:16.8