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Filogenia del sistema inmune

Chapter · January 2003

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Africa González-Fernández
University of Vigo
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16 FILOGENIA SISTEMA INMUNE
África González Fernández

Todos los organismos, ya sean uni- o pluri-celulares, y más o menos complejos, tienen
mecanismos para defenderse de posibles ataques de patógenos y de invasiones externas.
Estos mecanismos de defensa presentan diferencias significativas a lo largo de la escala
filogenética, tendiendo hacia una mayor complejidad y potencia de las respuestas de defensa y
hacia un reconocimiento específico de los patógenos, pero manteniendo los sistemas de
defensa presentes en especies menos evolucionadas.

El primer mecanismo de defensa, y el más efectivo, es el impedir la entrada de los


patógenos gracias al desarrollo de barreras físicas y/o químicas. Este tipo de barreras se
encuentran en todos los seres vivos, con características peculiares dependiendo de qué
organismo se trate. Así encontramos las cubiertas de las plantas, la pared en las bacterias, el
exoesqueleto en los insectos, la piel en los mamíferos, etc. (Figura 16.1).

Fig.:16.1

Junto a estas barreras, los animales, tanto invertebrados como vertebrados, presentan
un segundo nivel de complejidad, presentando ya un sistema inmunitario encargado de la
defensa. En el caso de los invertebrados, éstos poseen únicamente un Sistema Inmune Innato,
donde participan componentes celulares (células con capacidad fagocítica), y componentes
solubles o humorales.

Únicamente los animales vertebrados tienen un tercer nivel de complejidad, el


denominado Sistema Inmune Adaptativo o Adquirido, gracias a que poseen linfocitos T y B y
anticuerpos. Entre sus características fundamentales, que les diferencian de los animales
invertebrados, están la capacidad para reconocer de forma específica un antígeno (debido a la
gran diversidad de receptores distintos en la superficie de los linfocitos T y B); la posibilidad de
recordar exposiciones previas a un antígeno (memoria); y la de responder de forma más eficaz
después de ponerse de nuevo en contacto con ese mismo antígeno (maduración de la
respuesta inmune).

MECANISMOS DE DEFENSA DE LAS PLANTAS.

Las plantas no poseen un sistema inmunitario como los animales, pero sí que son
capaces de desarrollar reacciones de defensa contra patógenos invasores. Se sabe que las
plantas tienen un menor potencial de ser atacadas, dada su inmovilidad, y muchas de ellas
son resistentes al ataque de muchos patógenos (son inmunes). El daño producido a la planta
por agentes tales como hongos, bacterias, virus, micoplasmas, etc., dependerá del balance
entre dos fuerzas: de la resistencia natural de la planta a ese determinado patógeno y de la
virulencia del mismo.
Las plantas carecen de mecanismos específicos de resistencia, sin embargo como
mecanismos de defensa poseen barreras fisicoquímicas que, o bien están en la planta antes de
ser atacada (preexistentes), o bien son inducidas tras el contacto con el patógeno invasor
(inducidas) (Tabla 16.1).

TABLA 16.1
Mecanismos de resistencia de las plantas
Barreras Preexistentes Inducidas
Físicas · Pared celular · Lignificación
· Cutícula · Muerte de la célula huésped
· Lignina (necrosis)
· Otros (estomas, lenticelas) · Inducción de lipooxigenasa e
hidrolasas
· Formación de papilas
(callosidades)
· Oclusión de vasos
· Glicoproteínas ricas en
hidroxiprolina.
Bioquímicas ·Componentes antimicrobianos o ·Formación de fitoalexinas: fenoles,
metabolitos secundarios:Glucósidos terpenoides, poliacetilenos,
cianogénicos (ác. hidrociánico) derivados de ácidos grasos
· Terpenoide(saponinas, cucurbitacinas) ·Ácido salicílico (activación genes)
·Compuestos fenólicos (cumarinas, tanino, ·Proteínas relacionadas con la
flavonoides, ligninas) patogénesis: proteínas de
·Ácido hidroxámico resistencia sistémica (PRS)

Barreras Preexistentes

Las plantas presentan barreras estructurales que intentan impedir la entrada de


patógenos. Entre ellas se encuentran la pared celular, lignina, cutícula, y las aperturas
naturales de las plantas (estomas, lenticelas, etc...). Para superar estas barreras, los
patógenos necesitan de enzimas hidrolíticos que destruyan estas barreras estructurales, así
algunos producen peptinasa que afecta a la pared celular de las plantas, otros cutinasa que
altera la cutícula, etc... Además de estas barreras, las plantas acumulan metabolitos
secundarios, que en muchos casos poseen propiedades anti-microbianas, y que van a actuar
en el lugar de penetración del patógeno (Tabla 16.1).

Barreras Inducidas

Tras el ataque de los patógenos a la planta, ésta pone en marcha mecanismos de


respuesta local como son la lignificación, la formación de papilas, el enriquecimiento de la
pared celular en glicoproteínas ricas en hidroxiprolina, o la oclusión vascular. Junto al
desarrollo de estructuras locales para bloquear la entrada de los patógenos, también se
acumulan sustancias alrededor del lugar de la infección, conocidas como fitoalexinas, que
incluyen una gran cantidad de productos naturales, que se producen en mayor cantidad tras la
entrada de un patógeno y poseen capacidad antimicrobiana.

Además de la defensa local, la resistencia de las plantas puede extenderse hacia


regiones totalmente intactas de la misma que no han sido lesionadas por el patógeno. Esta
resistencia se ha denominado Sistémica Inducida o Adquirida. La respuesta tiene una duración
de semanas y no es específica, ya que actúa de forma semejante para una amplia variedad de
patógenos, o incluso tras lesiones mecánicas no causadas por patógenos invasores (la
producción de pequeñas lesiones a las plantas ha sido utilizada por agricultores desde antiguo
para inducir resistencias en las mismas frente a la invasión de diversos patógenos).
El mecanismo a través del cual las plantas reconocen a los patógenos no es del todo
conocido, pero parece que componentes que se liberan durante la interacción planta-patógeno,
conocidos como inductores (o “elicitors” en inglés), van a ser reconocidos por receptores
presentes en la planta. La interacción con estos receptores llevará a la activación de genes de
resistencia sistémica y a la síntesis de las proteínas antes comentadas denominadas proteínas
de resistencia sistémica (PRS).

MECANISMOS DE DEFENSA DE LOS INVERTEBRADOS.

Aunque los animales invertebrados representan más del 95% de todos los animales
terrestres, desde el punto de vista inmunológico son unos grandes desconocidos (Figura 16.2).

En primer lugar, el hecho de que se hayan estudiado sólo algunos invertebrados (como
algunos insectos y moluscos, por su repercusión económica y sanitaria), hace difícil establecer
una norma general de cómo son los mecanismos de defensa de los animales invertebrados. Si
a este desconocimiento de sus sistemas de defensa, se asocia la extraordinaria variedad
existente dentro de los invertebrados, se hace aún más difícil realizar una extrapolación global
de su comportamiento desde el punto de vista inmunológico. Sin embargo, se reconocen
características esenciales compartidas por todos ellos, como son la existencia de un Sistema
Inmunitario de Defensa Innato o Natural constituido por componentes celulares y humorales.
Este sistema inmunitario es de acción inmediata y con mecanismos de reconocimiento del
patógeno inespecíficos, llevando a cabo respuestas tales como fagocitosis, activación de la
coagulación, formación de nódulos, encapsulación de patógenos, aglutinación y opsonización
(Tabla 16.2).

TABLA 16.2
Mecanismos de defensa de los animales invertebrados
Barreras Exoesqueleto (artrópodos)
físico- Concha (moluscos)
químicas Secreción mucosa (anélidos, moluscos),
Quinonas, inhibidores de proteasas, glicoproteínas
Células fagocíticas Hemocitos / Celomocitos

Celular Funciones Fagocitosis.


Formación de nódulos y encapsulación.
Reconocimiento propio/no propio.
Sistema
· Cascadas: Cascada de profeniloxidasa.
inmune innato
Cascada de la coagulación
· Opsoninas (similar a proteína C reactiva)
· Aglutininas (lectinas)
Humoral · Lisinas (enzimas hidrolíticas, hemolisinas)
· Sustancias antimicrobianas: Péptidos cíclicos (defensinas,
drosomicina) y Péptidos lineales (cecropinas, ricos en glicina y
prolina)
· Otros: citocinas, C3

Barreras físico-químicas.

Las barreras físico-químicas intentan impedir la entrada de los posibles patógenos que
pueden atacar a los invertebrados y son muy variadas. Así, podemos encontrar desde barreras
muy consistentes como el exoesqueleto de los artrópodos, a otras gelatinosas como las
secreciones mucosas de anélidos y moluscos (Tabla 16.2).

Dentro de estas barreras también se engloban un conjunto de sustancias con papel en


la defensa como son los péptidos antimicrobianos de los insectos (péptidos cíclicos como
defensinas y drosomicina, y péptidos lineales como cecropinas, péptidos anti bacterias Gram-),
quinonas, glicoproteínas con capacidad aglutinante (aglutininas), inhibidores de proteasas,
etc...

Sistema inmune innato

Los mecanismos de defensa inespecíficos de los invertebrados están formados por dos
componentes claramente bien diferenciados: el celular, representado por células fagocíticas
(equivaldrían a los macrófagos en vertebrados), y componentes solubles o humorales (Tabla
16.2).

Celular
Fagocitosis: A finales del siglo XIX, Elie Metchnikoff, zoólogo
ruso, descubrió el proceso de fagocitosis en invertebrados
cuando examinaba larvas de estrella de mar. Observó que
introduciendo una espina de rosal en la cavidad del cuerpo de la
estrella, ésta era atacada por células móviles que se acercaban
a la espina e intentaban defender a la larva mediante la
ingestión del invasor en un proceso de fagocitosis.
Posteriormente se demostró que la fagocitosis constituye un
mecanismo fundamental mediante el cual los organismos de
todo el reino animal se defienden contra las infecciones. En el
caso de los animales invertebrados, presentan células con
capacidad fagocítica que se conocen como Celomocitos o
Hemocitos, dependiendo de si el invertebrado posee o no
cavidad celómica, respectivamente. El comportamiento de estas
células es similar a la fagocitosis de los macrófagos de los
vertebrados, ya que presentan procesos como quimiotaxis
(aproximación al patógeno), adherencia (reconocimiento y
contacto celular), ingestión (formación de un fagosoma) y
digestión (activación de hidrolasas lisosomales). Además de
esta capacidad fagocítica, dichas células pueden presentar otras
funciones como la de ser progenitora, nutritiva, con función en el
taponamiento de heridas (hemostática), etc.

Nódulos y Encapsulación: Junto a su capacidad fagocítica y su


papel en el taponamiento de heridas, los
hemocitos/celomocitos tienen también una participación
importante en la formación de nódulos y en la encapsulación
de patógenos. Cuando se ve superada su capacidad
fagocítica, bien por encontrarse los patógenos en cantidad
excesiva, o por su excesivo tamaño (en el caso de parásitos
grandes), los fagocitos rodean a los patógenos para impedir su
diseminación, constituyendo nódulos o encapsulándolos,
respectivamente. En ambos casos, se forma una envoltura
multicelular compuesta de células adelgazadas, con una masa
de células y patógenos secuestrados en su interior (lo que
recuerda en parte a los granulomas de los vertebrados), y
depósitos frecuentes de melanina. Esta melanina es generada
tras la activación de la cascada de la profeniloxidasa, y tiene
efectos tóxicos sobre gran parte de los parásitos que pueden
afectar a los animales invertebrados.

Reconocimiento propio y no propio. Rechazo: Los animales


invertebrados son capaces de diferenciar componentes propios
de extraños, como se pone de manifiesto en el rechazo de
tejidos, aunque no se han descrito moléculas de
histocompatibilidad ni receptores específicos en estos
animales. Experimentos de transplantes realizados demuestran
que en todos los invertebrados estudiados existe el rechazo
xenogénico (entre individuos de distinta especie), y en muchos
de ellos puede producirse también el rechazo de transplante
alogénico (entre individuos de la misma especie), excepto en
los nemertinos, artrópodos y moluscos donde no se ha
observado dicho rechazo.

En algunos invertebrados (como los anélidos, nemertinos, equinodermos y tunicados)


se han encontrado células que compartirían características con los linfocitos T y B (similares
respuestas proliferativas a lipopolisacáridos, fitohemaglutinina y concanavalina A), que podrían
participar en el rechazo de los injertos y en la citotoxicidad alogénica. Asimismo, los
hemocitos/celomocitos jugarían también un papel en el rechazo de tejidos, mediando en el
reconocimiento del transplante a través de los receptores de membrana celulares antes
comentados.

Experimentos realizados utilizando ciertos tunicados que pueden vivir


de forma aislada o bien formando colonias, sugieren la presencia de un
complejo de genes de histocompatibilidad, con múltiples alelos. Estos genes
determinarán si un nuevo individuo puede ser aceptado o no en la colonia
parabiótica (con individuos unidos y compartiendo funciones vasculares y
nutritivas) (Figura 16.3).

Fig.:16.3

Citotoxicidad: La citotoxicidad es una forma de respuesta


celular bastante extendida en el mundo animal y ha sido
encontrada en la mayor parte de los invertebrados. Su función
principal es la eliminación de células transformadas, y está
llevada por células (hemocitos/celomocitos) que lisan de forma
natural o espontánea a las células diana. Dado que su
citotoxicidad no es específica, carece de memoria (es
independiente de la exposición previa al antígeno), y requiere
el contacto célula-célula, se asemeja mucho a la citotoxicidad
realizada por las células NK (“natural killer”) de los vertebrados.

Humoral.

Entre los factores solubles, los invertebrados no poseen


elementos específicos como los anticuerpos de los animales
vertebrados, pero presentan sustancias producidas en su
mayoría por los hemocitos/celomocitos como son las
opsoninas (proteínas con función opsonizante y que se
asemejan a las proteínas de fase aguda como la proteína C
reactiva), aglutininas (sustancias como capacidad aglutinante
como las lectinas), sustancias con actividad lítica directa
(hemolisinas o diversos enzimas) y factores similares a las
citocinas. En artrópodos se conocen también un gran número
de péptidos con función antimicrobiana o antifúngica, como
son los péptidos cíclicos y lineales (Tabla 16.2).

Entre los factores con capacidad lítica directa se han


encontrado la lisozima en moluscos, insectos y equinodermos
(capaz de hidrolizar los enlaces entre el ácido N-
acetilneuramínico y la N-acetil glucosamina de la pared
bacteriana). Asimismo se postula la existencia de un factor
como el C3 del complemento, que se activaría por un
mecanismo de activación alternativa.

Se han encontrado también en invertebrados elementos de la


familia de las pentraxinas similares a la proteína C reactiva,
que constituyen un sistema de reconocimiento primitivo, muy
conservados en la escala filogenética y que podrían suponer el
ancestro de las inmunoglobulinas de los vertebrados. Estas
proteínas ejercerían su acción al reconocer elementos en la
cubierta celular, pudiendo interactuar con componentes del
complemento y con otras moléculas inmunorreguladoras de
forma semejante a como lo hacen los anticuerpos de los
animales vertebrados.

Con respecto a factores con propiedades similares a las


citocinas de los vertebrados, en insectos, anélidos,
equinodermos y tunicados, se han encontrado sustancias que
asemejan a la citocinas IL-1 y TNF de vertebrados. La IL-1 de
estos invertebrados, además de compartir funciones con la
existente en vertebrados, (estimulación de la proliferación de
timocitos murinos), se ha observado que estimula la fagocitosis
de los hemocitos, y participa en la formación de nódulos y
encapsulación (favoreciendo la adhesión y agregación de los
hemocitos).

MECANISMOS DE DEFENSA DE ANIMALES VERTEBRADOS

Existen actualmente siete clases de vertebrados vivientes (Figura 16.4). Entre los
menos desarrollados se encuentran los agnatos o peces sin mandíbula (ciclóstomos como la
lamprea), seguidos de condrictios o peces cartilaginosos (como el tiburón) y osteíctios ó peces
óseos (como la trucha). Después se encuentran los anfibios: urodelos (como la salamandra) y
anuros (como las ranas); los reptiles: anapsidos (como las tortugas), euriapsidos (como las
serpientes) y los archosauros (como los cocodrilos); las aves y los mamiferos (monotremas,
marsupiales y placentarios).
Fig16.4

Esta extraordinaria diversidad de animales, junto al desconocimiento que existe sobre


el sistema inmunitario de cada uno de ellos, impide realizar una generalización del sistema
inmunitario de los animales vertebrados. Sin embargo, los datos existentes muestran un grado
de complejidad adicional al existente en los invertebrados ya que, además de presentar
barreras y respuestas innatas (con gran similitud a la de los invertebrados), los vertebrados son
los únicos animales que presentan una respuesta específica, tanto con componentes celulares
(linfocitos T y B) como humorales (anticuerpos) (Figura 16.5).

Fig.:16.5

Barreras

Los animales vertebrados presentan barreras físico-químicas, que al igual que el resto
de seres vivos, intentan impedir la entrada de patógenos. La variedad de vertebrados que
existe condiciona el tipo de barrera que se desarrolla, dependiendo de si es un pez, un anfibio,
un ave, o un mamífero. Entre las barreras, la más importante es la piel que recubre la mayor
parte del cuerpo del animal, revestida con escamas, con plumas, con pelos, etc... Alrededor de
los orificios naturales, también se van a constituir elementos de defensa, como son la
formación de moco, el reflejo de la tos y estornudo, cilios del epitelio respiratorio, compuestos
enzimáticos como la lisozima (presente en saliva y en lágrimas). Otros elementos que
participan en la defensa son sustancias antimicrobianas como la espermina del semen, el
establecimiento de flora microbiana intestinal, el pH ácido del estómago, etc...

Sistema Inmune Innato


Celular inespecífico

Los animales vertebrados mantienen el sistema inmune presente en invertebrados, con


células fagocíticas inespecíficas, pero incrementan la diversidad de este tipo celular, y están
mejor caracterizadas. De esta manera se encuentran no sólo macrófagos, sino también
neutrófilos, que van a jugar un papel fundamental también como células fagocíticas, junto a
eosinófilos, basófilos y mastocitos,

Junto a los macrófagos, como células fagocíticas y células presentadoras de antígeno,


los vertebrados poseen otras células accesorias como son las células dendríticas
interdigitantes y las células dendríticas foliculares. Dentro de la citotoxicidad natural, los
animales vertebrados poseen células “natural killer” (NK).

Humoral inespecífico

Con respecto al complemento, a partir de los ciclóstomos (que sólo poseen C3 y sólo
pueden activar la cascada por la vía alternativa), se han caracterizado otros factores que
participan en la activación de la cascada clásica en tiburones, peces, anfibios, aves y mamíferos.
Los vertebrados también poseen otras sustancias con capacidad opsonizante como las proteínas
de fase aguda (proteína C reactiva), similares a las descritas en invertebrados, lectinas solubles,
y gran cantidad de factores con actividad antimicrobiana.

Dentro del Sistema Inmune Innato de los vertebrados, se han caracterizado distintas
familias proteicas que intervienen en el reconocimiento de patógenos, interactuando con
sustancias presentes en una gran variedad de patógenos, lo que se ha denominado como
“Reconocimiento de patrones” (Tabla 16.3).

TABLA 16.3
Moléculas implicadas en el reconocimiento de “Patrones” comunes a muchos patógenos

Familia Expresión Ejemplo Ligandos Funciones


Lectinas tipo Plasma Collectinas Carbohidratos de Opsonización,
C bacterias y virus Activación de C´
Lectinas tipo M, CD, NK Receptor de Carbohidratos Fagocitosis
C manosa Función citolítica

Rica en M, B, C.ep CD14, TOLL LPS Señalización


leucina homol. Activación
Rec. M RS, Marco Paredes bacterianas Fagocitosis
Scavenger
Integrinas M,CD, NK CD11b,c/CD18 LPS Señalización,
yT fagocitosis
Pentraxinas Plasma Proteína C Fosfatidil colina Opsonización y
reactiva activación C´.
Tranf. de Plasma LBP LPS Une LPS
Lípidos
M: macrófagos.; CD: células dendríticas; C´: complemento; LPS: lipopolisacárido; NK: células
NK;
LBP: proteína transportadora de lípidos; T y B: linfocitos T y B. C.ep: células epiteliales.
También se han encontrado en vertebrados, sobre todo en ratones y humanos, gran
cantidad de citocinas como las interleucinas y las quimiocinas, producidas en su mayoría por
linfocitos y macrófagos, que participan en las respuestas inmunitarias (induciendo
diferenciación celular, proliferación, inhibición, actividad quimiotáctica, etc.), y también sobre
otros sistemas (hematológicos, nervioso, endocrino).

Sistema Inmune Específico o Adquirido.

Los vertebrados son los únicos animales que poseen el sistema inmune adquirido o
específico. Excepto los agnatos (como la lamprea), el resto de animales vertebrados a partir de
los peces cartilaginosos (representados por el tiburón) poseen linfocitos T, B, expresan
moléculas de clase I y II del Complejo Principal de Histocompatibilidad y producen anticuerpos.

Componente celular específico

Los animales vertebrados presentan elementos celulares más evolucionados (linfocitos


T y B), con receptores específicos en su membrana, que van a permitir el reconocimiento de
una gran diversidad de estructuras antigénicas, con capacidad para recordar exposiciones
previas (memoria) y de responder de forma más efectiva en segundas o posteriores
exposiciones al mismo antígeno (maduración de la respuesta).

Evolución de órganos linfoides. La existencia de linfocitos T y B en los animales


vertebrados, está asociado con la presencia de órganos linfoides dedicados a la producción o
diferenciación de estas células. Sin embargo, aunque se encuentran tejidos y órganos linfoides
en todos los vertebrados, éstos sufren una gran evolución desde los peces hasta los
mamíferos, tendiendo hacia un mayor grado de complejidad. Mientras que se han encontrado
agregados linfoides asociados al intestino en todos los animales vertebrados, el timo se
encuentra únicamente a partir de los tiburones, y se mantiene ya a lo largo de toda la escala
filogenética como órgano linfoide primario de linfocitos T. Lo mismo ocurre con el bazo, que se
encuentra en todos los animales vertebrados, excepto en los agnatos (Figura 16.6).

Fig.:16.6

Con respecto a las células progenitoras, se ha visto que se necesita una correcta
estructura ósea para el desarrollo de la médula ósea y ésta no apareció hasta que los
vertebrados se adaptaron al medio terrestre. Así los peces no tienen médula ósea, mientras
que los anfibios tienen ya restos de tejido linfoide en sus huesos, siendo la médula ya
totalmente funcional en anfibios (anuros), reptiles, aves y mamíferos. El riñón, en la porción del
pronefros o riñón anterior, se comporta como órgano linfoide primario en peces y algunos
anfibios, supliendo la carencia de médula ósea y nódulos linfoides en estos animales. La
médula ósea también ejerce de órgano linfoide primario de linfocitos B en gran parte de los
animales vertebrados. Como excepciones se encuentran las aves, cuyo órgano linfoide
primario para células B es la Bolsa de Fabricio (área especializada de tejido linfoide intestinal),
y en ovejas y cerdos, donde además de la médula ósea, se han implicado a las placas de
Peyer del intestino.

Como estructuras linfoides más organizadas aparecen más tarde en la escala


filogenética los ganglios linfáticos, constituidos por folículos primarios de células B, rodeadas
de linfocitos T. Aparecen ya bien definidos a partir de los anfibios anuros, y se encuentran en el
resto de animales vertebrados, aunque con ciertas diferencias entre ellos. Mientras que los
anfibios presentan linfocitos alrededor de capilares sinusoides, los reptiles tienen primitivos
nódulos linfoides alrededor de grandes vasos como aorta y cava, y las aves presentan unas
formaciones linfoides equivalentes a los nódulos pero que carecen de cápsula.

Únicamente en aves y mamíferos, animales homeotermos de sangre caliente, surgen


los centros germinales o folículos linfoides secundarios en los órganos linfoides (Figura 16.6).
Como bacterias y virus se multiplican bien a esas temperaturas, es probable que haya sido
necesario el desarrollo de una estructura que permita la eliminación más efectiva y rápida de
estos patógenos en estos animales. En estos centros germinales se produce una correcta
cooperación entre linfocitos T y B, la generación de linfocitos de memoria, y la incorporación de
mutaciones en los genes de las inmunoglobulinas por un mecanismo denominado
Hipermutación Somática, que incrementa la afinidad del anticuerpo por el antígeno. En la tabla
16.4 se muestra la afinidad de los anticuerpos por un antígeno específico, comparando
aquellos animales vertebrados de sangre fría (con afinidad baja) con los de sangre caliente
(que incrementan la afinidad de sus anticuerpos en 100 ó 1000 veces).

Componente humoral específico: Anticuerpos.

Los animales vertebrados son los únicos animales capaces de generar anticuerpos
específicos frente a una gran diversidad de patógenos. Con respecto al número y tipo de
inmunoglobulinas que se encuentran en ellos, se observa una evolución hacia una mayor
variedad y complejidad de los anticuerpos en la escala filogenética, siendo los mamíferos los
que mayor variedad de clases de inmunoglobulinas poseen (Figura 16.7).

Fig.:16.7

Los peces agnatos, los más primitivos en la escala filogenética, no presentan


anticuerpos como los descritos para el resto de vertebrados (con dos cadenas pesadas y dos
cadenas ligeras iguales dos a dos), sino que presentan anticuerpos atípicos con cadena
pesada m sin puentes disulfuro (tienen enlaces tioéster), y carecen de cadena ligera. Esto
también se ha descrito para algunas subclases de Igs de camélidos (camellos) que carecen
también de cadena ligera. El resto de vertebrados presentan todos ellos inmunoglobulina M,
que se siendo en muchos de ellos la única inmunoglobulina que producen.
La inmunoglobulina Y, que aparece en peces pulmonados y se mantiene en anfibios,
reptiles y aves, se considera precursora de las IgE e IgG de los mamíferos por compartir
algunas de sus funciones como su participación en infecciones parasitarias y en la memoria
antigénica, respectivamente. Carece de región bisagra y aparece tanto de forma íntegra como
truncada (sin porción Fc). La IgA es producida por vez primera en las aves y se mantiene
también en mamíferos. El mayor número de Igs diferentes aparecen ya en mamíferos, donde
surgen otras clases como la IgG, la IgE y la IgD, con algunas excepciones (conejos y cerdos
carecen de IgD).

Genes de Igs, del TCR y del CMH.


La manera en que las moléculas de inmunoglobulinas y el receptor de la célula T están
codificadas por segmentos génicos, así como el tipo y estructura de estos segmentos, se
encuentran conservados en los vertebrados en toda la escala filogenética. Los vertebrados
(excepto los agnatos) presentan segmentos génicos V, (D), J y C, que deben de reagruparse
para dar lugar finalmente al gen de la cadena pesada (Figura 16.8) o ligera de las
inmunoglobulinas, o a cada una de las cadenas del receptor del linfocito T.

El gran salto cualitativo en la escala filogenética, con respecto a los anticuerpos y a su


organización genómica, se produce en los peces cartilaginosos, donde ya aparecen los
anticuerpos y el receptor del linfocito T, aunque la estructura genómica de ambos se organiza
en múltiples clusters del tipo VDJC-VDJC-VDJC- a lo largo de diversos cromosomas (Figura
16.8). Los reptiles parece que también tienen una organización génica de los anticuerpos en
grupos, de forma similar a los tiburones. Sin embargo, los peces óseos ya presentan una
mayor diversificación de los genes variables, permitiendo un mayor repertorio de anticuerpos
distintos, para posteriormente diversificarse también los genes constantes. Los peces óseos,
anfibios y mamíferos presentan una distribución de los segmentos en un único cromosoma
para cada una de las cadenas pesadas y ligeras de las inmunoglobulinas y para cada una de
las cadenas del receptor del linfocito T. La distribución de los segmentos agrupa a los genes V,
seguidos de un grupo de genes D, luego de genes J, y seguido por los segmentos constantes
(V1-n, D1-n, J1-n, C). Las aves en cambio presentan un único gen V funcional y diversos
pseudogenes, que reagrupan por el mecanismo de conversión génica para aumentar la
diversidad de los anticuerpos.

Fig.:16.8

El siguiente salto, que va a permitir un incremento de la afinidad de los anticuerpos, es


la aparición en aves y mamíferos de centros germinales en los órganos linfoides secundarios.
Los mamíferos son los animales vertebrados que presentan una mayor variedad de clases de
anticuerpos distintos y los que pueden realizar mejor una adecuada maduración de las
respuestas inmunitarias (Figura 16.9).
Fig.:16.9

Moléculas de Histocompatibilidad. Los genes que codifican las moléculas del


complejo principal de histocompatibilidad (CPH) se han encontrado en todos los
vertebrados, sugiriendo que evolucionaron antes de la emergencia de los peces
cartilaginosos. Se ha conservado la estructura básica de las moléculas del CPH, así
como la organización de sus genes, tanto para las Moléculas de Histocompatiblidad de
Clase I, II como para las de clase III (factores de complemento).

Gen ancestral común. El grado de conservación de la estructura en segmentos


génicos V, D, J, C, en los animales vertebrados a lo largo de la escala filogenética, así
como la existencia de diversas proteínas que comparten homología estructural con el
dominio plegado de las inmunogloblinas (forman parte de la “superfamilia de las
inmunoglobulinas”), sugieren la existencia de un gen ancestral que pudiera dar orígen a
los diversos miembros de la superfamilia. En cuanto al origen de los genes de los
anticuerpos y del receptor del linfocito T, podrían haberse originado a partir de la
segmentación de un exón que codificaba un único dominio V, en elementos separados
V y J para dar lugar a una proteína tipo cadena ligera(Figura 16.10). Esto pudo ser
seguido por una segunda segmentación que originase las regiones D, y posteriores
diversificaciones y participación de trasposones o mecanismos de recombinación
intragénica, permitiría originar la variedad de segmentos génicos de las Igs y de los
receptores de los linfocitos T.
Fig.:16.10
BIBLIOGRAFÍA

1. Litman, G.W. (1997). “Origen de la inmunidad de los vertebrados”.


Investigación y Ciencia, Enero,
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