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La función del sistema inmunitario es proteger al huésped contra la invasión por orga-
nismos extraños al distinguir lo propio de lo extraño. Dicho sistema es necesario para la su-
pervivencia. Un sistema inmunitario que funciona bien no sólo protege al organismo contra
factores externos como microorganismos o toxinas, sino que también evita y repele ataques
por factores endógenos como tumores o fenómenos autoinmunitarios. Una respuesta inmuni-
taria normal depende de la coordinación cuidadosa de una red compleja de factores biológi-
cos, células especializadas, tejido y órganos necesarios para el reconocimiento de agentes
patógenos y la eliminación subsiguiente de antígenos extraños.
La disfunción o deficiencia de componentes del sistema inmunitario conduce a diver-
sas enfermedades clínicas de expresión y gravedad variables, que varían desde enfermedad
atópica hasta artritis reumatoide, inmunodeficiencia combinada grave y cáncer.
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• Agentes extrínsecos no biológicos: sustancias químicas.
• Agentes intrínsecos anormales: células o tejidos tumorales.
• Agentes intrínsecos normales: en ocasiones el sistema inmune se equivoca e identifi-
ca como agente potencialmente dañino a células o tejidos propios, normales, del orga-
nismo.
Los recién nacidos tienen el sistema inmunitario aún inmaduro. Hasta los cuatro o cin-
co meses, el bebé está protegido por sus mecanismos inespecíficos, que aún no están com-
pletamente operativos, y por los anticuerpos que ha recibido de su madre, transmitidos a tra-
vés de la placenta, la leche y el calostro. A partir de los ocho meses comenzará a sintetizar
sus propios anticuerpos. Los niveles de inmunidad adquirida, específica para agentes con-
cretos, irán aumentando con el tiempo, a medida que el bebé vaya entrando en contacto con
distintos agentes. La vacunación proporcionará inmunidad específica contra agentes habitua-
les o especialmente peligrosos.
La piel.
La piel está recubierta externamente por una capa de queratina, que la hace imper-
meable. Además, su superficie, con un pH de 5,5 y una alta salinidad, es un ambiente hostil
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para los microorganismos. Como una barrera, la piel evita la desecación y la enfermedad al
mantener la humedad dentro y los agentes patógenos fuera.
La piel y las membranas mucosas forman una barrera mecánica continua de células
estrechamente agrupadas, que actúa como primera línea de defensa si no está dañada por
quemaduras u otro tipo de lesiones. Es impermeable a la gran mayoría de patógenos y pre-
senta otros mecanismos adicionales muy efectivos para impedir la supervivencia de los mis-
mos, como la descamación, el pH ácido que generan los ácidos grasos del sudor, secrecio-
nes sebáceas, el ácido láctico, o la competencia generada por los microorganismos comen-
sales propios.
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a) Neutrófilos
Tipo de leucocitos, granulocitos, constituyen el grupo de fagocitos más abundantes y
de mayor actividad fagocitaria. Ante la presencia de un agente extraño, los neutrófilos atra-
viesan la pared de los capilares sanguíneos para llegar hasta él. Este proceso está condicio-
nado por la liberación de histamina (liberada por mastocitos) y TNF-alfa (liberada por macró-
fagos). Una vez en los tejidos, los neutrófilos eliminan el microorganismo o la partícula por fa-
gocitosis. Los neutrófiolos seguidamente mueren, por lo que en la zona quedan restos del
agente y neutrófilos muertos, que conforman el pus.
b) Los macrófagos
Los monocitos de la sangre, igual que los neutrófilos, abandonan los vasos sanguí-
neos para actuar como células fagocíticas. La denominación común cuando están fuera de la
sangre es macrófago, aunque se usan denominaciones específicas en algunos tejidos, como
osteoclasto en el hueso. La función principal de los macrófagos es fagocitar microorganismos
o partículas extrañas que se introducen en el organismo, así como las sustancias de desecho
de los tejidos. Pero también realizan otras funciones relacionadas con la protección:
• Participan en la respuesta inflamatoria
• Participan en la respuesta inmunitaria específica
• Participan en el mantenimiento de la hemostasia, produciendo una serie de sustancias
que ayudan a la coagulación.
Los neutrófilos son células maduras que pueden atacar y destruir bacterias incluso en
la sangre circulante. Por el contrario, los macrófagos tisulares comienzan su vida como mo-
nocitos sanguíneos, que son células inmaduras mientras están en la sangre y tienen poca
capacidad de luchar contra los microorganismos infecciosos en ese momento. Pero una vez
que entran en los tejidos, comienzan a aumentar de tamaño (en ocasiones hasta 5 veces)
hasta los 60-80 μm, un tamaño que casi puede verse a simple vista. Estas células se llaman
ahora macrófagos y son muy capaces de combatir los microorganismos que están en los teji-
dos.
Los neutrófilos y los monocitos pueden escurrirse a través de los poros de los capila-
res sanguíneos por diapédesis. Es decir, aunque el poro sea mucho menor que la célula, una
pequeña porción de esta se desliza a través del poro; esta porción se constriñe momentá-
neamente al tamaño del poro. Los neutrófilos y los macrófagos pueden moverse a través de
los tejidos por movimiento ameboide. Algunas células se mueven a velocidades de hasta 40
μm/min, una distancia tan grande como su longitud cada minuto. Los leucocitos son atraídos
a las zonas de tejido inflamado mediante quimiotaxia. Muchas sustancias químicas diferentes
en los tejidos hacen que los neutrófilos y los macrófagos se muevan hacia la fuente de las
sustancias químicas (quimiotaxia). Cuando un tejido se inflama, se forman al menos una do-
cena de productos diferentes que pueden producir quimiotaxia hacia la zona inflamada. Entre
ellas están:
• Algunas toxinas bacterianas o víricas.
• Productos degenerativos de los tejidos inflamados.
• Varios productos de reacción del «complejo del complemento» activados en los tejidos
inflamados.
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• Varios productos de reacción causados por la coagulación del plasma en la zona infla-
mada, así como otras sustancias.
1. En primer lugar, la mayoría de las estructuras naturales en los tejidos tiene superficies
lisas que se resisten a la fagocitosis. Sin embargo, si la superficie es rugosa, aumenta
la probabilidad de fagocitosis.
2. En segundo lugar, la mayoría de las sustancias naturales del cuerpo tiene cubiertas
proteicas protectoras que repelen a los fagocitos. En cambio, la mayoría de los tejidos
muertos y partículas extrañas no tiene cubiertas protectoras, lo que las hace suscepti-
bles a la fagocitosis.
3. En tercer lugar, el sistema inmunitario del cuerpo produce anticuerpos frente a los mi-
croorganismos infecciosos como las bacterias. Los anticuerpos se adhieren entonces
a las membranas bacterianas y por tanto hacen a las bacterias especialmente suscep-
tibles a la fagocitosis.
Los neutrófilos que entran en los tejidos son ya células maduras que pueden comen-
zar inmediatamente la fagocitosis. Al acercarse a una partícula que va a fagocitar, el neutrófi-
lo se une en primer lugar a la partícula y después proyecta seudópodos en todas las direccio-
nes alrededor de la partícula. Los seudópodos se encuentran entre sí en el lado opuesto y se
fusionan. Esta acción crea una cámara cerrada que contiene la partícula fagocitada.
Después la cámara se invagina hacia el interior de la cavidad citoplásmica y se separa
de la membrana celular externa para formar una vesícula fagocítica (también conocida como
fagosoma), que flota libremente dentro del citoplasma. Un solo neutrófilo puede fagocitar ha-
bitualmente de 3 a 20 bacterias antes de que el neutrófilo se inactive y muera.
Los macrófagos son el producto final de los monocitos que entran en los tejidos desde
la sangre. Cuando los activa el sistema inmunitario, son capaces de fagocitar hasta 100
bacterias. También pueden engullir partículas mucho más grandes, incluso eritrocitos com-
pletos o, en ocasiones, parásitos completos del paludismo, mientras que los neutrófilos no
son capaces de fagocitar partículas mucho mayores que las bacterias. Además, tras la diges-
tión de las partículas, los macrófagos pueden extruir los productos residuales y a menudo so-
breviven y funcionan durante muchos meses.
Una vez que se ha fagocitado una partícula extraña, los lisosomas y otros gránulos ci-
toplasmáticos del neutrófilo y del macrófago entran de inmediato en contacto con la vesícula
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fagocítica, y sus membranas se fusionan, con lo que se vierten muchas enzimas digestivas y
sustancias bactericidas en la vesícula. De este modo, la vesícula fagocítica se convierte en
una vesícula digestiva, y comienza de inmediato la digestión de la partícula fagocitada. Los
neutrófilos y los macrófagos contienen una abundancia de lisosomas llenos de enzimas pro-
teolíticas, especialmente equipadas para digerir bacterias y otras proteínas extrañas. Los li-
sosomas de los macrófagos (pero no de los neutrófilos) también contienen grandes cantida-
des de lipasas, que digieren las membranas lipídicas gruesas que tienen algunas bacterias,
como el bacilo de la tuberculosis
Además de la digestión de las bacterias ingeridas en los fagosomas, los neutrófilos y
los macrófagos contienen sustancias bactericidas que matan a la mayoría de las bacterias in-
cluso cuando las enzimas lisosómicas no las digieren. Esta característica es especialmente
importante porque algunas bacterias tienen cubiertas protectoras u otros factores que evitan
su destrucción por las enzimas digestivas. Gran parte del efecto microbicida se debe a varias
sustancias oxidantes poderosas formadas por enzimas presentes en la membrana del fago-
soma o por un orgánulo especial llamado peroxisoma. Entre estas sustancias oxidantes es-
tán grandes cantidades de superóxido (O2 –), peróxido de hidrógeno (H2O2) e iones hidroxi-
lo (OH–), que son mortales para la mayoría de las bacterias, incluso en pequeñas cantida-
des. Además, una de las enzimas lisosómicos, la mieloperoxidasa, cataliza la reacción entre
el H2O2 y los iones cloro para formar hipoclorito, que es muy bactericida.
Sin embargo, algunas bacterias tienen cubiertas que son resistentes a la digestión li-
sosómica y también secretan sustancias que resisten parcialmente los efectos microbicidas
de los neutrófilos y los macrófagos. Estas bacterias son responsables de muchas enfermeda-
des crónicas.
Cuando los neutrófilos y los macrófagos engullen un gran número de bacterias y tejido
necrótico, prácticamente todos los neutrófilos y muchos, si no la mayoría, de los macrófagos
mueren. Después de varios días, se excava a menudo una cavidad en los tejidos inflamados.
Esta cavidad contiene porciones variables de tejido necrótico, neutrófilos muertos, macrófa-
gos muertos y líquido tisular. Esta mezcla se llama habitualmente pus. Cuando la infección se
ha suprimido, las células muertas y el tejido necrótico del pus se autolisan gradualmente a lo
largo de un período de días, y los productos finales son finalmente absorbidos por los tejidos
vecinos y por la linfa hasta que la mayoría de los signos de lesión tisular desaparecen.
Los mastocitos
Los mastocitos se forman en la médula ósea a partir de la misma célula progenitora
que los basófilos. Los basófilos completan su maduración en la médula, mientras que los
mastocitos circulan en su forma inmadura hasta el tejido conjuntivo. Se encuentran práctica-
mente en todo el organismo, especialmente por debajo de las superficies epiteliales y de las
cavidades serosas, y alrededor de los vasos sanguíneos. Los mastocitos contienen gránulos
ricos en histamina y heparina. La heparina inhibe la coagulación sanguínea y la histamina di-
lata los vasos para aumentar el flujo de sangre.
Ante un agente extraño, liberan estas sustancias, que atraen a otras células del siste-
ma inmunitario, como los neutrófiolos, y potencian la respuesta inflamatoria del organismo.
Las células NK
Son un tipo de linfocitos. Son componentes importantes en la defensa inmunitaria no
específica frente a células infectadas o que puedan ser cancerígenas. Al contrario que los
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neutrófilos y los macrófagos, no son células fagocíticas. Destruyen las células atacando su
membrana plasmática, lo que ocasiona una difusión de iones y agua hacia el interior de la
célula, un aumento del volumen interno y, finalmente la lisis celular.
La vigilancia inmunitaria es un fenómeno en que los linfocitos citolíticos naturales (NK)
patrullan de manera continua el cuerpo en busca de patógenos o células anfitrionas enfer-
mas. Atacan y destruyen células de órganos y tejidos trasplantados, células infectadas con
virus o células cancerosas. Después del reconocimiento de una célula enemiga, el linfocito
NK se fija a ella y libera proteínas llamadas perforinas, que se polimerizan en un anillo y
crean un agujero en su membrana plasmática. Éste es el “beso de la muerte”, porque el agu-
jero permite un rápido flujo de agua y sales. Por sí solo, esto puede matar a la célula de des-
tino, pero el linfocito NK también secreta un grupo de enzimas que degradan proteínas cono-
cidas como granzimas. Éstas entran en el poro hecho por las perforinas, destruyen las enzi-
mas de la célula de destino e inducen la apoptosis (muerte celular programada).
Los eosinófilos
Los eosinófilos también pueden salir de los vasos sanguíneos para participar en la res-
puesta inmune. Tienen función fagocítica, aunque sus principales funciones son:
• Destruir microorganismos no fagocitables, gracias a la acción citotóxica de las proteí-
nas que contienen sus gránulos.
• Participar en la regulación de la respuesta inmunitaria, gracias a unas proteínas regu-
ladoras que libera. Estas proteínas forman parte del grupo de las citocinas, que vere-
mos más adelante.
• Participar en la reparación y remodelación de tejidos.
Los eosinófilos también tienden a acumularse en los tejidos en que se producen reac-
ciones alérgicas, como los tejidos peribronquiales de los pulmones en las personas con asma
y en la piel después de las reacciones alérgicas cutáneas. Esta acción se debe, al menos en
parte, al hecho de que muchos mastocitos y basófilos participan en las reacciones alérgicas
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1.1.3 Proteínas
Una vez activado, el complemento incrementa las defensas microbianas, facilita la fa-
gocitosis mediante proteínas denominadas opsoninas, las cuales cubren a los microorganis-
mos invasores, lo que los hace susceptibles a fagocitosis, y a destrucción por neutrófilos y
macrófagos.
El complejo de ataque de membrana derivado del complemento se inserta en la mem-
brana de un microorganismo blanco (diana), lo que lleva a aumento de permeabilidad y lisis
subsiguiente de la célula. El complemento forma un agujero en la célula de destino de hasta
10 nm de ancho. La célula ya no puede mantener la homeostasis; los electrólitos se fugan, el
agua entra con rapidez y la célula se rompe.
El complemento también actúa de modo indirecto por medio de producción de sustan-
cias quimiotácticas para leucocitos y mediante promoción de respuesta inflamatoria.
Los trastornos del complemento hereditarios muestra vínculos con incremento del ries-
go de infección bacteriana.
Interferón
En el caso de que el agente patógeno sea un virus, existe un mecanismo específico
diferenciado: el interferón (IFN). Cuando es infectada por un virus, una célula sintetiza, junto
con algunos leucocitos, unas pequeñas proteínas del grupo de las citosinas, conocidas como
interferón.
El interferón se une a receptores específicos de membrana de células no infectadas, y
las induce a sintetizar enzimas antivíricos que inhiben la síntesis de proteínas víricas. La pre-
sencia del interferón también provoca que los leucocitos proporcionen una respuesta inmuni-
taria específica.
El interferón:
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• Solo es activo en infecciones víricas
• No actúa directamente contra los virus, sino que estimula la secreción de enzimas an-
tivíricos.
• No es específico para el virus que ha causado su síntesis.
• Tienen poco beneficio para la célula que los secreta, pero son como sus “últimas pala-
bras” lo que alerta a las células vecinas y las protege de la infección
• Los interferones también activan linfocitos citolíticos naturales (NK) y macrófagos, que
destruyen células infectadas antes de que liberen una nube de virus recién duplicados.
Los interferones también confieren resistencia al cáncer, porque los linfocitos NK acti-
vados destruyen a las células malignas.
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en las inflamaciones crónicas se trata de parar esa respuesta, y para ayudar a conseguirlo se
aplica frío. La inflamación puede ocurrir en cualquier parte del cuerpo, pero es más común y
observable en la piel, la cual está sujeta a más traumatismos que cualquier otro órgano.
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b) Mediadores de origen plasmático
Estas proteínas tienen propiedades proteasas (rompen otras proteínas) y actúan en
cascada. Pertenecen a tres sistemas interrelacionados.
• Sistema del complemento: produce tres tipos de efectos: inflamación (reclutan y acti-
van leucocitos), fagocitosis (opsonizan bacterias) y lisis celular (abren los poros de la
membrana plasmática)
• Sistema de coagulación: una serie de proteínas que dan lugar a la formación de fibrina
a partir de fibrinógeno del plasma. La fibrina es insoluble y precipita formando una red
que da lugar al coágulo. Al mismo tiempo que sucede esto, se activa también la vía fi-
brinolítica para romper el coágulo.
• Sistema de las cininas: otra cascada que da lugar a la bradicinina, que aumenta la
permeabilidad vascular y provoca dolor.
Modificaciones morfológicas
Los tejidos sometidos a inflamación se reconocen por cambios morfológicos, que des-
aparecen al cabo de unos días. Los cambios se deben principalmente a las modificaciones
en los vasos sanguíneos y en los leucocitos.
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b) Modificaciones en los leucocitos
Los leucocitos actúan en los mecanismos inmunitarios. Pero para poder actuar prime-
ro deben llegar hasta el lugar de la infección y activarse para combatirla, lo cual efectúan me-
diante diversos procesos:
• Reclutamiento: es la salida de los leucocitos desde los vasos hasta el tejido conjuntivo
subyacente. Está mediado por la estasis vascular y por receptores presentes en el en-
dotelio vascular.
• Diapédesis o migración a través del endotelio. Los leucocitos pasan a través de los es-
pacios interendoteliales siguiendo un gradiente de quimiocinas y atraviesan la mem-
brana basal.
• Quimiotaxis. Es el movimiento de las células siguiendo un gradiente de sustancias quí-
micas. En este caso, los leucocitos siguen el gradiente de proteínas y lípidos bacteria-
nos, y de mediadores de la inflamación.
La activación de la respuesta
La activación comprende dos acciones sucesivas
a) Reconocimiento de los microorganismos y tejidos muertos. Se lleva a cabo por medio de
una serie de receptores.
b) Eliminación de los agentes lesivos. Los leucocitos se unen a los receptores que producen
una respuesta celular, que puede ser la fagocitos, la cual implica tres pasos:
1. Reconocimiento del agente y unión a él.
2. Formación de una vacuola fagocítica en la que encierra al agente, dando lugar a un fa-
gosoma
3. Los lisosomas del leucocito se fusionan con el fagosoma y las sustancias que contie-
nen destruyen al agente.
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vocar daños colaterales al tejido sano, como ocurre en enfermedades autoinmunitarias o
alérgicas, o en infecciones difíciles de erradicar como la tuberculosis.
Manifestaciones clínicas
Los mediadores causan una serie de manifestaciones clínicas típicas de las inflama-
ciones en fase aguda:
a) Fiebre: está producida por el efecto de las prostaglandinas sobre neuronas del hipotálamo.
b) Variaciones en los parámetros sanguíneos:
• Proteínas de fase aguda: son un grupo de proteínas que se sintetizan principalmente
en el hígado y que varían su concentración plasmática al menos un 25% en respuesta
al estímulo de ciertas citocinas.
• VSG (velocidad de sedimentación globular): aumenta debido a la presencia de fibrinó-
geno unido a hematíes.
• Leucocitosis: aumento de los leucocitos en sangre, aunque algunas infecciones produ-
cen leucopenia. El aumento puede ser neutrofilia (en una infección bacteriana), linfoci-
tosis (en una infección vírica) o eosinófila (en una infección por parásitos).
c) Otras: aumento del pulso y de la presión arterial, reducción del sudor, escalofríos, somno-
lencia, etc.
La circulación linfática aumentará para evacuar el líquido extravascular, así como leu-
cocitos y restos celulares. Si hay una inflamación severa de origen microbiano, pueden inclu-
so transportar al microorganismo. Puede darse inflamación secundaria en los vasos linfáticos
denominándose linfangitis y también puede producirse en los ganglios llamándose en este
caso linfadenitis.
La inflamación crónica tiene una duración de semanas o meses y junto a ella aparecen
lesiones tisulares e intentos de reparación. Las causas son:
• Infecciones persistentes: como la tuberculosis. La inflamación sigue un proceso típico
que se llama inflamación granulomatosa.
• Enfermedades inmunitarias: alergias y autoinmunidad.
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• Exposición prolongada a tóxicos, como a ateroesclerosis.
La inflamación granulomatosa
Es un tipo de inflamación crónica en la que se forman granulomas para intentar aislar
al agente lesivo, que no se ha podido eliminar mediante la respuesta inflamatoria.
Los macrófagos se sitúan en la zona afectada y se convierten en células epiteliodes,
que la delimitan y aíslan. Las células epitelioides se van fusionando entre sí y dan lugar a cé-
lulas gigantes con 20 o más núcleos en la periferia celular. Con el tiempo, todo el conjunto
se rodea de una cápsula de conjuntivo.
Existen dos tipos de granulomas:
• Granulomas inmunitarios. Los macrófagos fagocitan microorganismos, procesan sus
proteínas (antígenos) y las presentan a los linfocitos T que activan a otros linfocitos,
secretan interferón gamma que transforma los macrófagos en células epitelioides. Es
típico de la tuberculosis, donde el granuloma se llama tubérculo y presenta una necro-
sis central.
• Granulomas de cuerpo extraño. Se forman alrededor de materiales exógenos como
suturas o talco.
La reparación del daño tisular se superpone a los procesos de inflamación que hemos
explicado. Se lleva a cabo mediante una combinación de procesos de proliferación celular y
de fibrosis. Cuando se trata de una lesión traumática se produce una cicatrización.
a) Proliferación celular
Es la reparación mediante la formación de células. Según su capacidad de prolifera-
ción celular, los tejidos se dividen en:
• Tejidos lábiles: las células se dividen continuamente para sustituir a las que se destru-
yen. Derivan de células madre que pueden diferenciarse en varios tipos celulares. Es
el caso de las células de los tejidos epiteliales: piel, mucosa oral, vagina, útero, muco-
sa digestiva, glándulas, etc, y las del tejido hematopoyético.
• Tejidos quiescentes. Las células permanecen estables pero pueden dividirse en res-
puesta a estímulos. Es el caso de las células hepáticas, renales y pancreáticas, los fi-
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broblastos, las células endoteliales, las células musculares lisas, los condrocitos, los
osteocitos, etc.
• Tejidos permanentes. Sus células están en G0 y no sufren mitosis, son las neuronas y
las células musculares estriadas (las musculares esqueléticas pueden renovarse a
partir de las células satélites). La lesión cardíaca deriva en sustitución por tejido cica-
tricial y algunas neuronas implicadas en el aprendizaje conservan capacidad mitótica.
b) Fibrosis
Es el desarrollo en exceso de tejido conectivo fibroso en un órgano o tejido como con-
secuencia de un proceso reparativo. La fibrosis se produce por un proceso inflamatorio cróni-
co, lo que desencadena un aumento en la producción y deposición de matriz extracelular. En
este mecanismo, el órgano o el tejido pierden parte de su funcionalidad, ya que el tejido nor-
mal se ve sustituido por tejido fibroso.
c) Cicatrización.
En las heridas cutáneas se produce un mecanismo denominado cicatrización. En este
caso también hay una reparación de los tejidos mediante el depósito de tejido conjuntivo,
pero no tiene las consecuencias funcionales que tiene la fibrosis, ya que se produce sobre la
piel o sobre las mucosas. Tras la muerte de células epiteliales y fibroblastos y la destrucción
de la membrana basal, tiene lugar el cierre de la herida. Primero se forma una costra, luego
queda una cicatriz.
En el proceso de cicatrización se dan los siguientes pasos:
1- Inflamación, que elimina el agente causal y los tejidos muertos.
2- Angiogenia, para formar los nuevos vasos sanguíneos.
3- Migración y proliferación de fibroblastos a la zona lesionada.
4- Formación de la cicatriz y remodelación del tejido conjuntivo.
La formación de un coágulo permite detener la hemorragia y sirve como base para que
las células migren. Las acciones de las distintas células son:
• Los neutrófilos limpian la zona.
• Los macrófagos llegan más tarde e inducen la reparación.
• Las células endoteliales forman nuevos vasos, que son muy permeables y permiten la
formación de infiltrados y edemas que desaparecen durante la segunda semana.
• Los fibroblastos proliferan y depositan colágeno para formar el tejido de granulación,
que rellena la zona a los 5-7 días. En aproximadamente un mes solo quedará la cica-
triz, formada por tejido conjuntivo acelular y recubierta de epidermis.
• Las células basales del epitelio proliferan. Primero regeneran la membrana basal de-
bajo de la costra dejada por el coágulo y después originan un nuevo epitelio.
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