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Huaman

Robles Isaac
Defensas químicas en las plantas
Las plantas han desarrollado diversas estrategias de defensa contra condiciones de
estrés biótico y abiótico. Para defenderse del daño ocasionado por la herida y el
ataque por insectos o microrganismos patógenos, las plantas sintetizan enzimas que
degradan la pared celular de microrganismos o que tienen la capacidad de inactivar
tóxicos de origen microbiano. Las defensas químicas de las plantas son consideradas
como metabolitos secundarios debido a que a pesar de que son importantes para
interactuar con su entorno no son muy indispensables en cuanto a la vida de la planta.
Las plantas poseen unas defensas químicas constitutivas y unas inducidas; sin
embargo, en ciertas condiciones y en algunas plantas, un compuesto puede ser
producido constitutivamente, pero sus niveles se incrementan en respuesta a un
ataque externo. En algunos casos, un compuesto puede ser constitutivo en las raíces,
pero inducido en las hojas de la misma planta, o viceversa. Se considera que la
mayoría de las saponinas, los glicósidos cianogénicos y los ácidos hidroxámicos
cíclicos son defensas constitutivas de las plantas, mientras que las fitoalexínas
consideran defensas inducidas.
Saponinas: Son compuestos que se encuentran en muchas plantas y que pueden
actuar como tóxicos para los herbívoros y patógenos. Las saponinas también tienen
propiedades antimicrobianas y antitumorales. Están formadas por una aglicona de
origen terpénico, esteroidal o esteroidal alcaloide; al cual se une por el hidroxilo del
carbono-3 una cadena ramificada de azúcares, la cual puede ser de hasta cinco
moléculas, usualmente glucosa, arabinosa, nácido glucurónico, xilosa y ramnosa.
Terpenoides: Son compuestos orgánicos que se encuentran en muchas plantas y que
tienen una amplia variedad de funciones. Los terpenoides pueden actuar como
repelentes de herbívoros y patógenos, y también pueden tener propiedades
medicinales. Este sintetiza oleoresinas que se secretan y movilizan hasta los sitios de
herida o de infección.
Alcaloides: Son compuestos nitrogenados que se encuentran en muchas plantas. Los
alcaloides pueden actuar como tóxicos para los herbívoros y patógenos, y también
pueden tener propiedades medicinales. El efecto tóxico de los alcaloides radica en su
capacidad de bloquear neuroreceptores, intermediarios de la transducción de la señal
neuronal y canales iónicos de vertebrados e insectos.
Lo propio y lo ajeno
Ante la invasión de tejidos vegetales por un microorganismo foráneo, la respuesta
defensiva inducible más temprana es la muerte celular controlada. Esta “respuesta
hipersensible” de las células vegetales ocurre en aproximadamente 24 horas después
que la planta percibe un patógeno potencial. Se trata de un fenómeno conocido desde
hace varios decenios. Comparte características generales con la apoptosis, o muerte
celular programada. El objetivo de esta apoptosis en la zona en la que se ha detectado
la penetración de un microorganismo patogénico es el de aislar al invasor. En una
suerte de equivalente biológico a una estrategia de “tierra quemada”, el fenómeno
consiste en retirar los nutrientes al atacante, aislar el área por medio del refuerzo
mecánico de las paredes celulares de células circundantes y secretar fitoalexinas en la
zona aislada. Estos mecanismos resultan eficaces en el caso de fitopatógenos que no
son necrotróficos, es decir, aquellos cuyas toxinas propias provocan la
muerte celular, secretan enzimas digestivas que permiten al invasor aprovechar los
nutrimentos liberados del tejido muerto o producen ambos efectos. Los mecanismos
de defensa inducibles requieren sistemas de percepción de microorganismos
invasores que permitan activar los genes implicados en la respuesta defensiva. Lo
mismo que en nuestro sistema inmunitario, este sistema de percepción debe hallarse
capacitado para distinguir lo propio de lo ajeno. Tales equivalentes vegetales a los
antígenos del sistema inmunitario recibieron el nombre de “inductores”. El primer
inductor caracterizado en plantas fue una proteína de bajo peso molecular,
monilicolina A, aislada del hongo Monilinia fructicola por Cruickshank y Perrin en 1968.
Desde entonces se han identificado numerosos inductores de naturaleza química
diversa, con un denominador común: causan, de manera específica, la inducción de
genes implicados en reacciones de defensa. No hemos de olvidar, ciertamente, que
las plantas carecen de sistemas de inmunidad celular y humoral propios de células u
organismos animales; carecen también de los sistemas circulatorios que los harían
posibles. Ahora bien, de ahí a concluir que los animales y las plantas poseen
estrategias defensivas distintas media un abismo. Sea por procesos evolutivos de un
antepasado común, sea por evolución convergente, plantas y animales parecen
poseer mecanismos similares de “inmunidad intrínseca”, es decir, la primera línea de
reconocimiento de lo ajeno al organismo. Este mecanismo de defensa corresponde al
que en comienzo se llamó, en las plantas, resistencia anti huésped (“non-host
resistance”). Se trata de una respuesta defensiva de tipo general contra
microorganismos que no son patógenos específicos de la planta en cuestión. A estos
mecanismos intrínsecos hemos de añadir los de “inmunidad adaptativa” en animales o
los de “resistencia de gen por gen” en los vegetales. Los sistemas de inmunidad
intrínseca no se ordenan al reconocimiento específico de patógenos del organismo,
que poseen estrategias para poder evitar ser detectados por el organismo hospedante,
sino a la percepción de factores cuya naturaleza química indica la presencia de
microorganismos potencialmente nocivos por mecanismos oportunistas. Estos
factores, que representan la mayoría de los inductores aislados hasta el momento,
pueden ser polisacáridos, proteínas o peptidoglucanos, localizados extracelularmente
o en la superficie del hospedante; difieren poco entre grupos de patógenos. En la
terminología actual, los inductores se llamarían PAMP (de las siglas en inglés de
“patrones moleculares asociados a patógenos”). Los PAMP se unen a receptores de
reconocimiento de patrones (PRR), que operan en la transducción de la señal y en la
activación de genes de la célula vegetal comprometidos en las tareas de defensa. Esta
síntesis de las teorías de mecanismos defensivos esenciales en organismos
multicelulares nos ha permitido contemplar el campo de las defensas inducibles desde
una perspectiva unificada.
Relaciones benéficas entre plantas y otros organismos:

En el transcurso del proceso evolutivo todos los seres vivos han desarrollado mecanismos
adaptativos de defensa para sobrevivir ante la trasgresión del medio. A diferencia de los
animales, las plantas se establecen en un nicho fijo y permanecen estáticas en un mismo sitio,
por lo que deben tener un sistema inmune que les permita responder de manera eficiente al
estrés biótico (insectos, nemátodos, virus, bacterias, hongos, oomycetos) y abiótico (sequías,
altas y bajas temperaturas, heridas, toxicidad por metales pesados, estrés salino). Un grupo de
bacterias conocidas como rizobacterias promotoras del crecimiento vegetal (RPCV) se asocia
de manera simbiótica a las plantas para cumplir funciones muy importantes que van desde la
fijación biológica de nitrógeno, la solubilización de fosfatos y la síntesis de fitohormonas, hasta
la inhibición del desarrollo de microorganismos fitopatógenos mediante la síntesis de
sustancias químicas antimicrobianas, antibióticos (sustancias antifúngicas) o sideróforos que
estimulan las defensas de las plantas mediante mecanismos de biocontrol. Como parte de este
grupo de bacterias se ha reportado una amplia gama de géneros, entre ellos: Agrobacterium,
Azospirillum, Azotobacter, Bacillus y Rhizobium.

Sistema inmunológico en plantas:

La resistencia de las plantas frente a diversos patógenos se basa en efectos combinados de


barreras físicas (directas) y bioquímicas (indirectas); su combinación les otorga un espectro
amplio de protección frente a los organismos patógenos. Los dos tipos de defensas principales
producidas por el sistema inmune de las plantas se clasifican en: defensas constitutivas, que se
encuentran activas todo el tiempo, y defensas inducidas, que se activan exclusivamente
cuando la planta percibe un ataque. Sin necesidad de ningún tipo de estímulo, las defensas
constitutivas implican una modificación morfológica o estructural, como en pared celular,
tricomas, espinas, ceras e incluso compuestos químicos repelentes, antinutritivos o toxinas.
Por otra parte, las defensas inducidas representan un gasto energético para el organismo que
podría ser empleado para el crecimiento o la reproducción; por lo tanto, sólo son activadas en

casos muy específicos, como el ataque de patógenos (Laredo y cols., 2017). De entre la
cantidad enorme de respuestas inducidas que poseen las plantas destacan la codificación de
genes, la síntesis de proteínas especiales, las alteraciones en la señalización hormonal, así
como la producción de proteasas digestivas y metabolitos secundarios (flavonoides, fenoles).
La producción de metabolitos secundarios está intrínsecamente relacionada con la resistencia;
éstos son compuestos orgánicos de bajo peso molecular que se presentan en diversos grupos
de organismos (plantas, hongos, bacterias, líquenes, entre otros) y su síntesis está restringida
principalmente a fases de estrés (no son esenciales para el crecimiento o la reproducción).
Además de los metabolitos secundarios, las hormonas vegetales son compuestos que cumplen
una relevante función en el proceso de defensa. Éstas son moléculas químicas de diversa
composición que se encargan de permitir la adaptación de las plantas a cualquier condición
ambiental desfavorable que se presente; además, regulan funciones muy importantes, que van
desde el crecimiento y desarrollo hasta la respuesta mediante señales frente al estrés biótico y
abiótico. El proceso de defensa está controlado sobre todo por las interacciones sinérgicas y
antagónicas de tres fitohormonas: los jasmonatos (JA), el ácido salicílico (AS) y el etileno (ET)
Referencias bibliográficas:

Puentes, L. (diciembre 2009). Interacciones moleculares entre plantas y microorganismos:


saponinas como defensas químicas de las plantas y su tolerancia a los microorganismos. Una
revisión. Recuperado 29 de mayo de 2023.
https://www.redalyc.org/pdf/1792/179214945004.pdf
Sepúlveda-Jiménez, G., Porta-Ducoing, H., y Rocha-Sosa, M. (2003). La participación de los
metabolitos secundarios en la defensa de las plantas. Recuperado 29 de mayo de 2023.
https://www.redalyc.org/pdf/612/61221317.pdf

Jorge M. Vivanco, Eric Cosio, Víctor M. Loyola-Vargas y Héctor E. Flores (2005).


Mecanismos de defensa de las plantas.
https://www.uv.mx/personal/tcarmona/files/2010/08/vivanco-et-al-2005.pdf

Morales Santos, T. M., & Sánchez Hernández, H. (29 del agosto del 2022). Mecanismos
inmunológicos en las plantas. ciencia. Obtenido de

https://www.revistaciencia.amc.edu.mx/images/revista/73_4/PDF/
13_73_4_1348_MecanismosInmunologicos.pdf

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