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SANTILLANA
agricultura fue aun más rápido, ya que dependía directamente de las llu-
vias, de los ríos y de los manantiales que proveían el agua para el riego.
Los efectos del cambio climático fueron dramáticos en la población ti-
wanaku. Se produjo una dispersión generalizada de su población y se mo-
dificó el patrón de asentamiento, en busca de espacios de vida algo más
apropiados. Con el colapso de la agricultura, se incrementó el pastoreo, acti-
vidad que permitió reemplazar la fuente tradicional de alimentación.65 Pro-
liferaron los asentamientos en las partes más elevadas de las cuencas para
lograr un mejor aprovechamiento de la humedad existente. Solo unos 300
años después se recuperó la humedad en esta región sureña y se configura-
ron los llamados Reinos Altiplánicos que, en un número de doce entidades,
dominaron la cuenca del Titicaca, ya durante el Período Intermedio Tardío.
1. La costa norte
Lambayeque o Sicán
Ceramio Lambayeque.
Ceramio Chimú.
El Estado Chimú
ingenieros que solucionaban los problemas de “la pendiente crítica” del te-
rreno, que calculaban y hacían mediciones topográficas de las variaciones
del terreno, y que controlaban el flujo de agua en relieves cambiantes.
Los canales fueron considerados obras públicas y, como tales, debie-
ron construirse con el concurso de mano de obra masiva procedente de di-
ferentes aldeas. Los canales habrían sido también los referentes físicos que
sirvieron para organizar espacialmente la población del hinterland rural y
para controlar más eficazmente la producción. Los técnicos debieron, asi-
mismo, manejar el exceso de agua entre los meses de diciembre y marzo, así
como la sustantiva merma entre abril y noviembre de cada año. Otra obra
hidráulica importante corresponde al “sistema de canales Pampa Huancha-
co”, al norte de Chanchán en el valle de Moche, construido y manejado por
el Estado chimú.78
Las ventajas del sistema de agricultura de riego chimú fueron múlti-
ples. Gracias a este sistema, las chacras familiares o aldeanas producían bie-
nes de subsistencia a una escala mayor. Debido a este sistema se ampliaron
también los sembríos de plantas “industriales”, como el algodón de dife-
rentes colores, y de los cultivos de gran demanda por sus diferentes usos.
El registro arqueológico de la dieta alimenticia de aquellos tiempos
señala el consumo combinado de frejol, calabaza, ají, camote, maní, yuca,
caigua; de frutos como el ciruelo, el lúcumo, la guanábana, el pacae, etc., con
productos marinos como pescados y mariscos. El registro indica también
el consumo de carne de llama en un porcentaje considerable.
La expansión chimú incrementó el volumen de tierras agrícolas y, de
acuerdo a evidencias arqueológicas, se percibe una preferencia por desarro-
llar la agricultura intensiva y extensiva en los valles al norte del valle de
Moche. Sin embargo, parece que la agricultura enfrentaba algunos proble-
mas; v.g., las tierras ubicadas en las partes bajas de los valles se tornaban
salitrosas, debido al uso excesivo que se le daba, de manera que los agricul-
tores tenían que reconvertirlas en terrenos aptos para el cultivo.
El incremento de tierras y de bienes cultivados se habría logrado, so-
bre todo, al incorporarse los valles comprendidos entre Jequetepeque y La
Leche, como territorio productivo chimú. Los investigadores señalan, por
ejemplo, que la construcción civil chimú en dichos valles constaba de cen-
tros de almacenamiento temporal de productos agrícolas y de recursos
2. La costa central
La cultura Chancay
Si fuera cierto que la cuenca del Chillón correspondía a la frontera sur del
territorio chimú, tendríamos que aceptar que el valle de Chancay estaba
incluido en los dominios chimú. Quizá Chancay haya mantenido más bien
cierta independencia después de la conquista chimú, como parece sugerir la
secuencia de ocupación cultural en esta región, de acuerdo a investigacio-
nes arqueológicas.
El territorio de la cultura Chancay comprendía el valle de Huaura por
el norte hasta el valle bajo del Chillón por el sur, en Lima. Era una sociedad
con una densidad poblacional alta, lo que se observa en el gran número de
asentamientos habitacionales y de cementerios que existen en su área nu-
clear. Los arqueólogos polacos, que han hecho estudios sucesivos en la zona,
han identificado adicionalmente la presencia de centros residenciales de
elite, centros administrativos y centros ceremoniales, lo cual evidencia un
nivel de complejidad de su organización política. Algunos de los centros
administrativo-ceremoniales Chancay serían Pisquillo Chico y Lauri; mien-
tras que Pancha la Huaca sería un complejo residencial de elite.
El estudio realizado en cementerios Chancay y el posterior análisis del
material recuperado señalan que fue una sociedad que se regía por un com-
plejo sistema religioso y una práctica ritual esencialmente orientada al cul-
to de sus muertos. La muy lograda producción artesanal especializada
estaba vinculada al sistema de creencias. Los materiales cerámicos analiza-
dos indican que los Chancay eran diestros alfareros que producían vasijas
de formas diversas, entre las que sobresalen los llamados “chinos”, que eran
vasijas elegantes y sobrias, con representaciones antropomorfas y decora-
ción geométrica.
También descollaron por su sofisticada producción textil. Se les consi-
dera innovadores en esta tecnología y en su representación artística. La
producción de gasas es la más reconocida. Combinaron en muchos casos el
algodón y la lana; también pintaron telas. Los fardos funerarios Chancay
contienen réplicas de cabezas, de caras enlucidas de pintura, máscaras,
muñecas, además de ofrendas.
hoja muy cotizada por sus usos ceremoniales. Uno de estos enclaves cocale-
ros habría sido la zona donde hoy se asienta Santa Rosa de Quives. Dada la
importancia de este medio ambiente, se dice, que diversos curacazgos se dis-
putaban su control.
La trascendencia de estas tierras en tiempos prehispánicos se evidencia
aun más durante el Horizonte Tardío, porque cuando los incas dominaron
la región, trasplantaron mitmas para el cultivo especializado de coca; algu-
nas de estas chacras parecen inclusive haber sido propiedad de los reyes
incas.
El señorío Ichma
3. La costa sur
El Curacazgo de Huarco
complejos excavados (B y C), mientras que las sardinas fueron más abun-
dantes en los niveles superiores. Esto significaría un cambio de régimen de
pesca de anchoveta de clima frío al régimen de pesca de sardina de ambien-
te más templado entre los 1480 d.C. y el 1540 d.C., y se descarta así que el
cambio se haya debido a un asunto tecnológico.
El Señorío de Chincha
Atahuallpa que se trataba de un amigo suyo, del mayor Señor de los Lla-
nos, y que disponía de cien mil balsas en la mar”.99
4. La sierra central
La sociedad huanca
medio Tardío (Wanka II, 1350-140 d.C.). Indican que la guerra permanente
entre dichos curacazgos determinó que los asentamientos fueran fortifica-
dos o que se construyeran en lugares protegidos naturalmente. Asimismo,
señalan que, durante el período Wanka II, los signos de estratificación so-
cial eran muy claros y se modificaron a raíz de la ocupación inca; además,
los símbolos de referencia de la elite durante el Período Intermedio Tardío
cambiaron posteriormente al modo inca. Igualmente, han observado cam-
bios en las actividades económicas y en el acceso a los variados recursos de
gran valía económica y ritual.
Durante el período Wanka II, los asentamientos centrales de cada cu-
racazgo se distinguieron por sus plazas públicas y edificios usados en cere-
monias religiosas y políticas. Asimismo, las unidades domésticas de elite
destinaron mayores áreas para el almacenamiento y para celebraciones de
fiestas, mientras que en el período Wanka III disminuyeron estas áreas. Las
diferencias entre nobles y comunes también se redujeron porque el “Estado
Inca absorbió las prerrogativas del estatus y poder de la elite local”.101
Parece ser que la densidad poblacional fue elevada, sobre todo, en las
épocas finales del Período Intermedio Tardío. La población de los curacaz-
gos fluctuaba entre los 12 mil y 17 mil habitantes, estimaciones que proce-
den de prospecciones arqueológicas realizadas en la región. La población
habría crecido porque, de acuerdo a estudios climatológicos, el área atra-
vesaba por un tiempo de estabilidad climática y porque se habría incremen-
tado la humedad y, en consecuencia, se habría elevado la producción agrícola
en las extensas tierras aluviales del valle.102
Entre los sitios representativos de este período, por su extensión y den-
sidad demográfica, destacan: Hatunmarca de 130 hectáreas y con una po-
blación estimada en 12 mil habitantes; Tunanmarca de 32 hectáreas y con
8 mil habitantes. Podrían ser —de acuerdo a los citados investigadores—
sitios que desempeñaron roles administrativos sobre otros asentamientos
pequeños dentro de un modelo de jerarquía de sitios. Y, Unpamalca, un si-
tio menor en la estructura jerárquica, con una población aproximada de
3,500 habitantes. En Hatumnarca se han identificado algunas “estructuras
públicas” que señalarían que el sitio, además de ser una aldea esencialmen-
te residencial, albergó en sus épocas finales algunos recintos en los que se
ejercían funciones políticas algo especializadas.
yéndose las tierras agrícolas, las pasturas, los cotos de caza y los productos
artesanales.104
Los Asto
Al sur del valle del Mantaro —aún en el curso medio y bajo del río Mantaro,
que viene a ser la parte nororiental de Huancavelica—, se asentaron los Asto,
una formación política que tuvo el nivel de curacazgo, de acuerdo a los es-
tudios de un equipo arqueológico francés.105 En la parte occidental de Huan-
cavelica y los límites con los departamentos de Junín y Lima se encontraban
también los Chunku y Laraw.
Los asentamientos Asto se encuentran entre los 3,600 msnm y los 4,400
msnm; espacio altitudinal que fue el preferido por los grupos serranos del
Período Intermedio Tardío. Durante el Horizonte Tardío, sin embargo, hay
una modificación en el uso del espacio altitudinal, por lo que muchos asen-
tamientos locales se trasladaron a zonas de vida más templadas, ubicadas
en las partes bajas de las cuencas.
Se han ubicado once (11) sitios por encima de los 4,000 msnm; catorce
(14) se encuentran entre los 3,500 y los 3,900 msnm; y dos (2) por debajo de
los 3,500 msnm. La información etnohistórica que señala a los Asto con-
centrados en las partes bajas de los valles corresponde más bien a reasen-
tamientos, producto de las reducciones toledanas de tiempos virreinales
tempranos. En este tiempo, se abandonaron los asentamientos prehispáni-
cos y solamente volvían a ellos cuando tenían que enterrar a sus muertos o
realizar alguna actividad ritual, precisan las investigadoras citadas.
Los fechados radiocarbónicos obtenidos en distintas aldeas Asto seña-
lan ocupaciones que van desde el 900 d.C. hasta el 1200 d.C. Los sitios ca-
racterísticos son: Olluta de 5 hectáreas, con una población aproximada de
800 habitantes; Aukimarka de 5 hectáreas y unos 800 pobladores; Asomara
de 32 hectáreas y una población estimada en unos 5,000 habitantes; Chun-
tamarca de 3 hectáreas y 500 pobladores; y, finalmente, Cunaire de 9 hectá-
reas y unos 1,400 habitantes.
En algunas aldeas, sobre todo en aquellas ubicadas en las cumbres,
se han identificado construcciones circulares levantadas en el interior de
recintos, ubicados en sectores más protegidos del sitio. Parecen ser depó-
sitos de alimentos para uso colectivo, según unos arqueólogos; o pozas de
agua, al parecer de otros.
Los asentamientos por encima de los 4,000 msnm correspondían a uni-
dades domésticas pastoriles, asociadas a corrales de pirca de forma ova-
lada o rectangular. Las casas excavadas indican haber tenido funciones
múltiples: en algunas partes se guardaban instrumentos para labores agrí-
colas, algunas pequeñas armas, instrumentos para el cuidado del ganado y
herramientas para tejer, hilar y coser. Otros espacios se usaban para guar-
dar alimentos y también se han ubicado espacios con evidencias de fogo-
nes, fragmentos de vasijas utilitarias y desperdicios de alimentos.
Quizá, en las épocas finales del Período Intermedio Tardío, los Asto
conformaron un curacazgo de unos 15,000 habitantes, con una economía
agropecuaria básicamente de subsistencia que complementaron con el apro-
vechamiento de recursos de zonas de vida más templadas.106
5. La sierra sur
se levantaron en zonas ecológicas entre los 4,000 msnm y los 4,500 msnm,
evidentemente, en un escenario esencialmente de pasturas.
Fuentes etnohistóricas y arqueológicas señalan que las etnias más im-
portantes durante la etapa más tardía de este periodo fueron los lupacas,
pacajes y los collas. Hatuncolla, ubicado en las proximidades del lago
Umayo, habría sido la capital del reino colla; y Chucuito, la capital lupaqa.
En términos políticos, todos aquellos grupos representaban pequeños cu-
racazgos liderados por dos jefes paralelos, como podría ser el caso de los
lupaqa —repetimos, en épocas más tardías— gobernado por dos reyes lla-
mados Cari y Cusi, mismos que quizá representaran a los Anansaya y Urin-
saya, en el marco de un sistema político dual.
La riqueza de estos gobernantes, como la de la sociedad en general, se
centraba la ganadería de altura. Ellos manejaban inmensos rebaños, com-
puestos por docenas de miles de llamas y de alpacas en las extensas alti-
planicies cubiertas de pastos. Mientras que las tierras agrícolas de altura
producían recursos de consumo básicos, como tubérculos y ciertas gramí-
neas. Complementaron su subsistencia y ampliaron su esfera económica y
política acudiendo, una vez más, al “control vertical de múltiples pisos eco-
lógicos”. Este sistema les permitía tener acceso a diferentes bienes, proce-
dentes de Arequipa, Moquegua y de las sierras templadas de Cochabamba,
y de coca de las yungas húmedas orientales. Todo ello fue posible gracias a
caravanas de llamas que transportaban una variedad considerable de pro-
ductos ceremoniales, suntuarios y de subsistencia. Cuando los incas con-
quistaron la región, no alteraron las tradicionales formas de vida económica
de los pobladores de la región.
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