América Central fue creada hace 15 millones de años por actividades
tectónicas, cuando la placa Cocos pasó por debajo de la placa América Central. Como resultado, una cordillera volcánica creció, incluyendo varios dentro del mismo El Salvador. Los primeros humanos cruzaron el puente de tierra de Bering para llegar a las Américas al menos 15,000 años antes del presente. La evidencia arqueológica indica que cazadores/recolectores migraron rápidamente desde Alaska hasta el sur de Sudamérica en unos miles de años, cruzando el istmo de América Central. Los asentamientos del Preclásico Temprano que se han descubierto en El Salvador fueron interpretados como campamentos y aldeas. Sus habitantes explotaban recursos marinos y terrestres, y practicaban la agricultura a pequeña escala. Parecen haberse dedicado, además, a actividades comerciales. En todo caso, participaron en vastas redes de intercambios de tejidos entre México y Costa Rica. Un modesto montículo, ubicado en la costa del departamento de Ahuachapán, El Salvador, señala al yacimiento arqueológico más antiguo que se conozca actualmente en el país. Se trata del sitio El Carmen, al que sus dataciones por radiocarbono remontan sus ocupaciones hasta el siglo XVIII a. C., o sea, al Preclásico Temprano (1800-900 a. C.). En el país, este periodo ha sido identificado en cinco sitios más, localizados en los departamentos de Santa Ana y Usulután. Se caracteriza por la aparición de la cerámica (recipientes, figurillas y silbatos). Obviamente, estas poblaciones, que ya estaban bien organizadas y adaptadas a su medio ambiente, no eran las primeras en haberse establecido en el actual territorio de El Salvador. Fueron precedidas por grupos nómadas del Arcaico (7500-1800 a. C.) y el Paleoindio (el periodo de la colonización inicial de las Américas, comenzada hace más de 15 mil años, durante la última glaciación). Como podemos notar, en El Salvador, el pasado Paleoindio y Arcaico está envuelto en una espesa niebla. No cabe duda de que nuevos descubrimientos favorecerán su exploración. Es cierto que en El Salvador las abundantes capas de ceniza volcánica no facilitan las investigaciones, pero como lo recordó Sheets en su “resumen interpretativo” de la Prehistoria de El Salvador (1984), la ceniza volcánica tiene también la ventaja de conservar muy bien los vestigios arqueológicos. Los primeros habitantes permanentes del territorio actual de El Salvador colonizaron la planicie costera del Pacífico durante el Arcaico. Allí podrían haber aprovechado la abundancia de animales y plantas silvestres en las montañas y los recursos marinos en la franja litoral. La planicie es suficientemente estrecha como para que los habitantes de un asentamiento ubicado en esta zona aprovecharan la variedad amplia de alimentos sin tener que pasar largos periodos en campamentos estacionales, alejados del asentamiento principal. La organización social de los primeros agricultores no debió haber sido muy distinta de las bandas de cazadores-recolectores que les precedieron. En esa etapa inicial del desarrollo de las comunidades agrícolas, la unidad básica de producción habría sido la familia nuclear: la pareja con sus hijos solteros, y solo ocasionalmente la familia extendida integrada, adicionalmente, por parientes afines (nueras y yernos, mayormente). Las aldeas que se formaron en esta primera etapa fueron de tamaño muy pequeño. A medida que se producían excedentes, aumentó el intercambio de bienes, se reforzó el comercio a larga distancia y aparecieron los mercados. Una que otra de las pequeñas aldeas creció en población y se convirtió entonces en el centro de su región, donde se estableció el binomio mercado- templo. De esa forma se creó el espacio único donde se satisfacían las necesidades impuestas por una economía cada vez más especializada y se desarrollaba un ceremonial asociado a la vida religiosa. También emergió una élite que asumió y monopolizó funciones claves para el desarrollo de estas comunidades: la redistribución de los productos que se intercambiaban con regiones vecinas y el ritual religioso y todo el conocimiento asociado con él. Se pasó de esta manera del nivel de la integración social de tribu a la de cacicazgo. El crecimiento de la población de agricultores fue notorio a partir del año 900 a. de C. Nuevos asentamientos aparecieron en el occidente y en la parte central del país: San Nicolás, Jayaque, Barranco Tovar, El Perical y Antiguo Cuscatlán. Chalchuapa contaba entonces con una importante estructura de función ceremonial localizada en la zona del sitio conocido como El Trapiche; parece haber tenido forma cónica y una altura de 20 metros. Para esa época, fue uno de los edificios más grandes de Mesoamérica En su interior se encontró el entierro de un niño de alrededor de 10 años, posiblemente parte de una ceremonia propiciatoria en el momento de la construcción o de la inauguración del edificio. Se cree que El Trapiche fue una necrópolis prehispánica, debido a la cantidad de cuerpos y ofrendas encontradas en el sitio. A partir del año 500 a. de C., se produjo en El Salvador una fuerte expansión demográfica, en especial en las tierras por debajo de los 1,000 metros de altura. En el occidente, además de Chalchuapa, se desarrollaron las poblaciones de Santa Leticia, Cara Sucia, Tacuscalco , Atiquizaya y Acajutla ; en la región central, Los Flores, Río Grande, El Campanario (en el valle del Paraíso), El Cambio (en el valle de Zapotitán) y Cerro del Zapote y Loma del Tacuazín (en el valle de Cuscatlán). En uno de los montículos de El Trapiche, en Chalchuapa, se encontró un conjunto de entierros de 33 esqueletos en posición boca abajo con manos y pies atados, unos decapitados, otros mutilados, sin ofrendas; el análisis de los restos permite fecharlos alrededor de 100 a. de C. Todos los esqueletos para los que se pudo determinar el sexo son de hombres y la mayoría corresponde a personas bastante jóvenes. Otro sitio importante de esta época es Santa Leticia. Ubicado en las faldas del cerro de Apaneca, a 1,400 metros de altura, cubre alrededor de 15 hectáreas de tierras muy fértiles. Su ocupación se inició alrededor del 500 a. de C. Además de haber sido asentamiento de agricultores, llegó a ser un importante centro ceremonial; sobre una gran terraza artificial se levantaron tres edificios asociados al culto y se colocaron tres esculturas monumentales de “gordinflones” que pesan entre 7 y 12 toneladascada una. De Santa Leticia proviene la mayor parte de la información disponible para reconstruir la vida cotidiana de las comunidades de este periodo. El maíz que se cultivaba era la de variedad conocida como “dzil bacal,” muy frecuente en el clásico maya y que en Tamaulipas (México) y Belice se ha encontrado en depósitos asociados con el Preclásico. En Santa Leticia, se sembraba en las laderas de los cerros que los habitantes habían terraceado para impedir la erosión; asimismo, utilizaban árboles como el chichipinco como retenes, técnica que se emplea todavía con el mismo propósito. Alrededor de las casas del sitio se han encontrado agujeros en la tierra en forma de campana que en otras partes del área maya se conocen como “chultunes” y que debieron haber sido utilizados para almacenar los granos, para acumular la basura y en otros casos, con paredes revestidas, para almacenar agua. Distribuidos entre las casas y en los campos de cultivo se encontraba una gran variedad de árboles frutales como mamey, jocote, capulín, aguacate y jícara. La dieta proveniente de estos cultivos se complementaba con productos de la caza. En el oriente de El Salvador operó otro sistema o esfera cultural, a la cual perteneció Quelepa. Este sitio se encuentra en el valle del Río Grande de San Miguel y ocupa un área de medio kilómetro cuadrado. En la época prehispánica el área debió de haber sido muy fértil y con condiciones que favorecían, además del maíz y el frijol, el cultivo del cacao y el algodón, los cuales demandan agua en abundancia. La ocupación más antigua en Quelepa data igualmente de alrededor de 500 a. de C. Durante el Preclásico la población de Quelepa mantuvo relaciones con el occidente de El Salvador: un altar con la cabeza de jaguar encontrado en el sitio es muy parecida a otro hallado en Cara Sucia en el occidente. También se encontró en Quelepa cerámica del tipo Usulután, seguramente proveniente de la región de Chalchuapa. Pero la mayor cantidad de rasgos culturales son semejantes a las que se encuentran en diversos sitios hondureños, situación que por cierto ha inducido a pensar que Quelepa fue poblada por lencas que pudieron haber ocupado el sur de Honduras y el oriente de El Salvador desde fechas muy tempranas. El desarrollo de estas sociedades del occidente y centro del país se vio seriamente afectado por la erupción del volcán de Ilopango alrededor del año 250, que depositó grandes cantidades de ceniza volcánica sobre un área de 10,000 km, cuadrados, obligando a la población en esa área a reubicarse. Solo la zona oriental no se vio afectada por la erupción. Muchos centros grandes y pequeños quedaron abandonados. Sin embargo, es probable que la mayoría de la población del área impactada solamente se trasladara a terrenos cercanos más altos para evitar las inundaciones causadas por la gran cantidad de ceniza que atoraba los cauces de los ríos. Durante los más de 600 años que duró el llamado Periodo Clásico, toda Mesoamérica experimentó una explosión demográfica que dio lugar al desarrollo de importantes ciudades y a la formación de estados bajo élites gobernantes que ejercían su dominio sobre extensos territorios. Fue en estos tiempos cuando se organizaron las civilizaciones mesoamericanas y se dieron los grandes avances en diversas ramas de la ciencia, el arte y la artesanía. En el territorio de lo que es hoy El Salvador, el Periodo Clásico comenzó dificultosamente en los siglos posteriores a la erupción del volcán Ilopango. Como respuesta al desastre ecológico que produjo la erupción, los habitantes de Chalchuapa se reorganizaron en pequeñas comunidades sobre las laderas y las alturas de la sierra de Apaneca. Con el tiempo, Chalchuapa se volvió a poblar, concretamente en las localidades de Casa Blanca y Tazumal, pero jamás recuperó el poder que tenía en el Preclásico Por el contrario, Cara Sucia, ubicada en la planicie costera del occidente y estrechamente relacionado con la cultura de Cotzumalhuapa de la costa del Pacífico de Guatemala, alcanzó su máximo desarrollo durante su recuperación entre los años de 650-950; sus principales edificios, incluidos dos juegos de pelota, se construyeron justamente en esas fechas. Cara Sucia pudo haber debido parte de su resurgimiento al comercio de la sal que se extraía de un conjunto de salinas próximas. En la región central, el valle de Zapotitán fue abandonado completamente a raíz de la erupción del volcán Ilopango, y no se volvió a habitar sino hasta 150 a 200 años después. La población se distribuyó entonces en una serie de pueblos de los cuales, con el tiempo, emergió San Andrés como cabecera. Ubicado cerca de la confluencia de los ríos Sucio y Agua Caliente, este sitio alcanzó su auge durante los años del 650 al 1000, cuando se calcula que la población total del valle era de aproximadamente 40,000 habitantes. El sitio arqueológico de Joya de Cerén tipifica lo que debió haber sido, en esa época, una de las aldeas pequeñas del valle de Zapotitán que pagaban tributo a San Andrés. En el año 600, el área donde se encontraba el pueblo quedó cubierta por la ceniza de un volcán cercano. La ceniza de la erupción conservó buena parte de las construcciones del pueblo, por lo que ha sido posible recuperar de este sitio una gran cantidad de información sobre la vida de los habitantes. Una amplia variedad de fauna fue preservada, incluyendo un diente de perro, dos especies de hormigas comiendo granos dentro de las vasijas de cerámica, un pato, caracoles y algunos huesos, probablemente de un ciervo, convertidos en instrumentos similares a espátulas. La flora incluye una palmera de unos 12 metros, semillas de ujushte, chiles, frijoles y numerosos artículos diversos. En Joya de Cerén se encontraron troncos de yuca, lo que permite suponer que los mayas del periodo clásico la cultivaron obteniendo de ella mucho más calorías en cada metro cuadrado de cultivo que el maíz o los frijoles. La arquitectura muestra el uso sofisticado de adobe reforzado y macizo. Los constructores pudieron edificar paredes verticales de adobe sólido, de más de 3 metros de altura y plataformas de hasta 5x8 metros. A partir del año 800, se dio un proceso de desestabilización en el área maya, durante el cual los grandes centros fueron abandonados. Este fenómeno, conocido como el colapso de la civilización clásica maya, terminó alrededor del año 1000, habiéndose producido una reorganización de la sociedad. Nuevas comunidades aparecieron, ahora más pequeñas, más aisladas y más autónomas. El proceso debió haber producido un fuerte impacto en los grupos localizados en el occidente y el centro de El Salvador, los cuales estaban integrados a la cultura maya. Al igual que en la región de los grandes ríos del Petén y posteriormente en Chichén Itzá en Yucatán, a partir del año 900 se observa en El Salvador una presencia creciente de rasgos culturales asociados a los grupos nahuas. Aquí sobresale la llegada de los toltecas los cuales probablemente eran nahuaparlantes. La cultura del hoy territorio salvadoreño durante el periodo Postclásico destaca un gran número de rasgos nahuas que debe su presencia a las migraciones procedente del centro y el sur de México. La evidencia arqueológica sugiere que las primeras migraciones pipiles a El Salvador se dieron entre 900-1200, durante lo que se ha llamado el periodo postclásico temprano. El valle Chalchuapa, la porción central del país, parte baja del río Lempa, la parte superior de la cuenca del río Acelhuate, la región Metapán- Lago de Güija, el valle de Sonsonate, la planicie costera alrededor de Acajutla y la Costa del Bálsamo, presentan sin excepción fuerte evidencia de ocupación de grupos nahuas identificados en El Salvador como pipiles. La población de Chalchuapa en este periodo se concentraba en el sector de Tazumal. El estilo constructivo de tablero-talud, la escultura cerámica de Xipe Totec, el juego de pelota en forma de I y los Chacmool que se han encontrado, así como la presencia de obsidiana verde procedente del centro de México y cerámicas asociadas al comercio, son indicadores de una fuerte influencia nahua. Los asentamientos más importantes que se conocen hasta ahora del Postclásico Temprano son Cihuatán, cerca de Aguilares, y Santa María, un sitio más pequeño en el valle del Paraíso (en la zona del Cerrón Grande), los cuales han sido reconocidos como centros de claro origen mexicano por sus arreglos arquitectónicos tipo acrópolis, edifícios con talud-tablero y juegos de pelota en forma de I. La parte central de Cihuatán consiste de dos recintos ceremoniales adyacentes, el centro oriental y el occidental. Alrededor de estos se encuentran las casas agrupadas entorno a patios y organizadas en grupos en las terrazas. El sitio es muy grande; en el área que ha sido estudiada hasta ahora se han encontrado alrededor de 900 estructuras que incluyen casas, paredes de terrazas, edificios cívicos o ceremoniales y estructuras para almacenamiento de alimentos. Cihuatán fue destruido y abandonado alrededor del año 1200 sin conocerse hasta ahora las causas de su destrucción. Para la época de la conquista española los asentamientos pipiles se encontraban distribuidos por todo el occidente y centro de El Salvador, llegando hasta el río Lempa. Más allá del Lempa, la zona del oriente fue ocupada mayormente por los lencas. Se cree que los lencas son descendientes de los mayas. FIN