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Relatos
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Antología
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Eolronr,tl UNrvr,tsto¡¡ ot, Cll.».^s
Univcrsidad de Cald¿s, 201 |
Comité Editorial-
I
I-iteratura Cr¡krmbiana / I-iteratura Fr¿ncesa / Litcratura Inglesa /
Aprcciacilxr dc la lcc:tura / L6pcz Echeverrv, Mónica, cr¡autora ,/ Tit.
Contenido
Prólogo 9
Novela
Pelo de Zanahoria 15
Jules Renard
Cuentos
El pohcía y el himno 251
O. Flenry
Balclomero Lillo
OscarWilde
Émile Zola
Ensayos
La amorosa confidencia 313
Blanca Isaza
Voltaire
qué es lo que lecrán sin duda los jóvenes? No. hermano mayor está usando el Xbox, porqucr mamá
Por supuesto quc no. Pero proseguimos. La vida les ha mandado a hacer una fila en el banco que
no tenclría gracia si nos dctuviéramos sólo porque tarclará tres días, porque Ia fiesta en la casa del lado
como taparnos la cara para que no sepan que nos Toclos I os que trabaj amos en este libro terminamos
estamos burlando, o encontrar Llna buena carta de: por pensar que estos cuentos, cartas, ensayos...
amor para Iclárraga, que nos trae locos; hasta hacer son corno un comentario de un amigo cómplice,
avioncs de papcl, ¡y quó mcjor si el avión de papel que Ie dice a uno en el clescanso: "ya viste csto, está
lleva Ia carta para Iclárraga! buenísimo".
Así quc estos tcxtos están aquí con la iclea clc quc ¿Ya lcyeron esto?, está buenísimo.
nadie será obliga<lo a lccrlos, pero también con la
esperanza <ie quc lo hagan, pues fueron escogidos
El editor
para ustecles, sabiendo, eso sí, que no son tontos,
que pueclen le-er, si les da la gana, un buen cuento y
entencler sus ironías, slls chistes ocultos o su sabor
macabro. Que son capaces cle conversar con un
cnsayo y hasta decir: "bah, pura basura".
11
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?elo de Zanahoria"
Jules Renard
Prólogo
como tú?" Pelo de Zanahoria sc da cucnta de quc "aquí está lo que es un niño", dijo Renard de Pelo de
nunca había pensado en esto; se da cucnta de que, Zanahoria. Un niño que saca la lengua y que tiene
quizá, clla no es la única culpable.Y la idea de que los pies sucios, pero que también se Pasea y observa
precisamcntc su madre es desgraciada porque él el mundo.
no la quierc, hace que su "plan" cle abandonar los
estudios e irsc dc Ia casa cambie por el propósito cle
recuperar cn algo lo pcr«lido, al laclo de su familia.
En ese prólogo también quiso explicar que no
fue así de inf'eliz como su Personaie; y que una de
las razones para escribir Pelo de Zanahotia a sus hijos
cra mostrar quc no toclas las familias son perfectas
y que el único deber de un padre es educar a sus
hijos para que scan Personas honestas.
Rcnard confiaba en la opinión de sus hiios;
cuando estrenaba alguna de sus obras el juicio de
ellos era muy importante.Y es quc para él el niño
no t:s aquel que describen los poetas y románticos;
al contrario, es un ser real con clefectos, silencios y
crueldades, capaz incluso de ser más honesto que
un adulto y son los adultos, Ios padres, los que
muchas veces, como es el caso de Pelo de Zanahoria,
nos dcjan estas oscuras cualidades. Esta mezcla cle
pieclad y malda<l forma un Pcrsonaje entrañable,
l'¿!c ic 1,¿n¡¡h¡tia
A Fantec y Ba1'el -¡Pero por Dios, qué tonta soy! -dice la señora
Lepic. Cómo no lo había pensado. ¡Pelo de
Las gallinas Zanahoria, ve a encerrar a las gallinasl
-Apuesto -dice la señora Lepic- que Honorine Ella da ese nombre lleno de amor al menor de
ha olvidado otra vez enccrrar a las gallinas. sus hijos por tener el pelo rojo y la piel Pecosa.
Es vcrdacl. Sc pucde comprobar Por la ventana. Pelo de Zanahoria, QUe
juega a nada por debajo de
la mesa, se levanta y, con timidez, dice:
Allá, al fondo del gran patio, la puerta abierta
del corral de las gallinas recorta, en la noche, un -Pero mamá, yo también tengo miedo.
cuadraclo ncgro. -¿Cómo? -responde la señora Lepic. ¡Todo un
-Félix, ¿y si fueras a encerrarlas? - le pregunta la muchacho como tú! ¡Esto sí que es Para reírse!
señora Lepic al mayor de sus tres hijos. ¡Apúrate, por favor!
-Yo no estoy aquí para ocuParme cle las gallinas -Nosotros lo conocemos, es tan valiente como
-responde Félix, un muchacho pálido, indif.crente un león -dice Ernestine, la hcrmana.
y cobarde. -No le teme a nada ni a nadie dicc Félix, el
-¿Y tú, Ernestine? hermano mayor.
-¿Yo? ¡Oh, mamá! ¡Yo tendría mucho miedo! Estos elogios llenan de orgullo a Pelo de
Zanahoria que, avergonzado de resultar indigno
El hermano mayor, Félix, y 1a hermana, Ernestine,
apenas si levantan la cabezaPara resPonder. Los dos
de ellos, pelea contra su cobardía. Y' Para
animarlo definitivamente, la madre le promete
leen con los codos sobre la mesa, muy interesados,
una bofetada.
casi frente contra frentc.
-Al menos alúmbrenme el camino -dice.
' Cuanclo Renarrl publicó Pclo dc Zanahoria Fantec, su hijo mayor, tenia cinco
años, l3aie, la menor, tres. (N. dcl'['.)
l'. io J,: /,tntt!¡,¡tit¡
fr;1,: ll.:rrrr,1
La señora Lepic se encoge dc hombros, Félix orgulloso, al calor y a Ia luz, le Parece quc cambia
sonríe con desPrecio. La única que se apiada es unos harapos pesados por el barro y la lluvia, por
Ernestinc, c1ue agarra una vela y acomPaña a su una vestimenta nueva y ligera. Sonríe, se endercza
hermano menor justo hasta el final del corredor. con orgullo, espera las felicitaciones y, ya fuera de
peligro, busca en el rostro de sus familiares la huella
-Te espero aquí -le dice.
de Ia preocupación que seguro tuvieron.
Sin embargo, sale corriendo enseguida, Pues un
Pero Félix, el hermano mayor, y Ernestine, la
fuerte vicnto hace oscilar y aPagarlaluz.
hermana, continúan tranquilamente sus lecturas, y
Pelo cle Zanahoria, con las nalgas apretadas y los la señora Lepic le dice con esa voztannatural:
talones clavados al suclo, sc Pone a tcmblar cntre
- Pclo de Zanahoria, se guirás encerrándolas todas
Ias tinieblas. Son tan densas que se crce ciego. A
las noches.
veces una ráfaga de viento 1o envuelve como un
trapo helado que quisiera llevárselo. ¿No son los
zorros, incluso los lobos, los que le soplan en los Las perdices
declos y cn la mejilla? Lo mejor es lanzarse hacia las
Como dc costumbrc, cl scñor Lcpic Ponc
gallinas sin pensarlo mucho ,la cabeza por delante
sobre la mesa su morral cle caza. Adcntro vienen
para enfrentarse a la sombra. A tientas, agarra el dos perdices. Félix, el hermano mayor, las anota
pestillo de la puerta. Al ruido de sus pasos, las en el tablero de la pared; es su función. Cada hijr>
gallinas se espantan, se agitan cacareando sobre las
tiene la suya. Ernestine, la hermana, despelleja y
vigas. Pelo de Zanahoria les grita:
despluma la caza. En cuanto a Pelo de Zanahoria,
-¡Cállense, soy yo! está encargado de rematar las piezas heridas. Debe
Cierra la puerta y sale corriendo como si sus este privilegio a la dureza bien conocida cle su
piernas y sus brazos fueran alas. A1 volver, jadcante, corazbn seco.
l\'lc lr ¡t,it¡ i¡,:t i::
Las dos perdices se agitan, remueven el ¡Carajo! ¡Cómo que dos a la vez!
Pescuezo. Pelo de Zanahoria
Señora Lepic Es para hacerlo más rápido.
Eso no corresponde a los hombres. Lleno de rabia por terminar de una buena vez,)
las coge por las patas y las golpea en la cabeza con
Pelo de Zanahoria agarra las dos perdices.
Ia punta del zapato.
Amables, le dan las instruccioncs de uso:
-Apriétalas aquí, tú sabes bien dónde, en el -¡Oh, el verdugo, el verdugo! gritan Fólix, el
hermano mayor, y Ernestinc, la hermana.
pescuezo, separanclo las plumas.
-El hecho es que cacla vez se refina más -dice Ia
Con las manos en la espalda y una pieza en cada
señora Lepic. ¡Pobres animales! No quisicra estar
una, comienza.
en su lugar, entrc sus garras.
Señor Lepic
lll,¡,!L 1¡n¡hotia
/u/r: &,:ncr,l
El señor Lepic, aun siendo un viejo cazador, sale -¡Chh! -exclama el señor Lepic.
asqueado de ahí. Pyrame gruñe más fuerte.
-¡Listo! -dice Pelo de Zanahoria, poniendo las -¡lmbécil! -dice la señora Lepic.
perdices muertas sobre la mesa.
Pero Pyrame ladra con tal violencia que todos
La Señora Lcpic las voltea varias veces. De los se sobresaltan. La señora Lepic se lleva Ia mano al
pequeños cráneos quebrados corre sangre con un corazbn. El señor Lepic mira de reojo al perro, con
poco de sesos. Ios dientes apretados. Félix, el hermano mayor,
-Ya era hora dc quitárselas. ¿No les parece que empieza a maldecir. Luego, ya nadie se entiende
ha ensuciado suficiente? con nadie.
Félix, el hermano mayor, dice: -¿Quieres callarte de una vez, Perro mugriento?
-Lo cierto es que no lo ha hecho como las otras Que te calles, pedazo de...
veces. Pyrame duplica sus ladriclos. La señora Lepic le
manda unas cuantas palmadas. El scñor Lcpic le
Es el perro pega con su periódico, luego con cl pie. Pyrame
aúlla contra el suelo, con la nari't. agachacla por
El señor Lepic y Ernestine, la hermana, leen
miedo a los golpes. ! diríase que rabioso, con el
acodados bajo la lámpara; uno, el periódico, la
hocico raspando el tapete, su voz se romPc cn un
otra, el libro que ganó en la escuela Por sus buenas
solo escándalo.
calificaciones. La señora Lepic teje. Félix, el hermano
mayor, se calienta las piernas junto al fuego, y Pelo La cólera sofoca a los Lepic. Se ensañan, ya todos
de Zanahoria, en el suelo, recuerda cosas. de pie, contra el pcrro que, ahí echado, les hace
De repente Pyrame, eue duerme sobre el tapete,
frente.
Los vidrios rechinan, el tubo de la estuf'a tiembla Sólo teme estornudar <¡ toser. Aguanta la
y Lrasta la misma Ernestine ladra. respiración y, si mira hacia arriba, alcanza a ver
desde Lrna pequeña ventana que hay encima de Ia
Pelo de Zanahoria, sin que se lo ordenen, se
puerta tres o cuatro estrellas cuya reluciente Pureza
va de ahí a ver qué Pasa. Quizá un vago Pasa
lo estremece.
por Ia calle y vuelve tranquilamente a su casa;
Pero llega cl momento cle regresar. El juego n<r
a rnenos que esté escalando el muro del jar<lín
puede demorar demasiado. Dcspertaría sospcch¿rs.
para robar.
acostarse al lado de su madre. Y así, si dc día el -Sólo tiene una pesadilla -dice la señora Lcpic.
niño tiene todos los defectos, Por la noche tiene, Luego la madre canta suavcmente, como las
principalmcnte, el de roncar.Y lo hace a propósito, nodrizas, una canción que Parecc india.
sin duda.
Y es así como, con la frente y las rodillas
La gran habitación, helada incluso en agosto, empujando la pared como si quisiera clerribarla, y
contiene dos camas. [Ina es la del señor Lepic, con las manos pegaclas contra las nalgas para cvitar
la otra, que queda al fondo, es donde Pelo de el pellizco que llegará a Ia primera llamada de las
Zanahoria va descansar al lado de su madre. vibraciones sonoras, Pelo cleZanahoria se vuelve a
dormir en la gran cama que quccla al flondo, donde
Antes de dormirse tose bajo las sábanas para
descansa al lado cle su ma<lrc.
aclarar la garganta. Pero, ¿y si le da por roncar Por
lanariz? Con dulzura se limpia las fosas nasales para
cuchara de palo, ha diluido Poco, ¡oh!, muy Poco comiste, y toda cle la tuya, de la de ayer.
de eso. -Ya me 1o temía -responde Pelo de Zanahotia
Zanahoría con picardía, listos Para morirse de risa Estaba acostumbrado, y cuando uno se
a la primera señal. La señora Lepic, cucharadita tras acostumbra a algo, el asunto pierde toda la gracia.
cucharadita, Ie da de comer a su hijo. Por el rabillo
l',, !,,,!': / ¿¡¿lt,:r !o
tener la misma suerte para rnañana. Se anima para Pelo de Zanahoria se calma, cierra sus ojos con
que, durante dos días seguidos, la señora Lepic no total seguridad y, feliz, se queda dormido.2
le preste ningún cuidado; y (ron este sueño trata de II
dormirse.
Se despierta bruscamcnte y escucha su
Pero apenas cierra los ojos, siente un malestar estómago.
conocido. -¡Oh! ¡Oh! -dicc. ¡Esto pinta muy mal!
-Era inevitable -se dice Pclo de Zanahoria. Hacía un rato se consideraba libre pero la cosa no
Otro se levantaría. Pero l)elo de Zanahoria sabe podía ser tan afortunada. Ha pecado Por Perezoso
muy bien que no hay ninguna bacinilla debajo de ayer por la noche; ahora el vcrdadcro suplicio se
ella se olvida siempre de porrer una. Por otra parte, Sc sienta en la cama y trata cle reflexionar. La
¿para qué la bacinilla si Pelo de Zanahoria toma sus puerta está cerrada con llave. La vcntana tiene
precauciones? barrotes. Es imposible salir.
Se acuesta y sevuelve a levantar. Prefiere moverse, señora Lepic empuja la puerta haciendo muecas y
andar y patalear que dormir. Con sus puños aprieta respirando de lado.
el vientre que poco a poco se dilata. -¿Qué es ese olor tan raro? -dice.
-¡Mamá! ¡Mamál! exclama con voz suave, con -Buenos días, mamá -dice Pelo de Zanahoria.
miedo de que lo oigan, porque si la señora Lepic
La señora Lepic arranca las sátranas, cllfatea las
asomara y él apareciera todavía limpio, parecería
esquinas de la pieza y no clemora cn cncontrarla.
que estuviera burlándose de ella. El niño no quiere
sino poder decir rrnañana, sin mentir, que intentó -Estaba enfermo y no había bacinilla -se aPresura
avisar. a decir Pelo de Zanahoria, llüe luzga esta respuesta
Pero, ¿cómo podría gritar? Todas sus fuerzas como su mejor defensa.
se concentran en retrasar el desastre. Pronto, un -¡Mentiroso! ¡Mentiroso! -dice la señora Lepic.
dolor supremo pone a Pelo de Zanahoria a bailar. La madre busca salvarse, sale y vuelve con una
Se tira contra la pared y rebota. Se da un golpe
bacinilla que esconde y que desliza rápidamente
contra el hierro de la cama, contra la silla, contra
bajo la cama, sacude a Pelo de Zanahoria, alborota
la chimenea. Allí lcvanta con violencia la tapa y
a la familia y exclama:
se sienta entre la silla que forman los morillos,
retorcido, vencido, dichoso en medio de una -¿Qué le hice al cielo para merecer un hijo así?
-¡Miserable, has perdido laraz6n! ¡Te volviste un De todas formas, tú eres cotrto y«>, tampoco te
pedazos de col y de hojas de malva, les empieza a las desgracias aparecen-, Pclo <lt' Z¿nahoria recibe
dar las pepas del melón mientras él se toma el jugo: un golpe con el pico en la frcnte .
No, ya es muy tarde. Volvamos Para que mamá Al principio todo es eficaz, todo salc bien.
¡rucda preparar éste.Te lo regalo, grandísimo tonto'
l\,la,it 1¿n¡hati¡¡
/ull ll,:rrar,1
Ya el topo tiene las patas y la cabeza quebradas, la Y entre más lo golpea, furios«r, I"tlcttos lc parece
espalda vuelta pedazos; no Parece quc vaya a durar que muere.
mucho.
Félix, el hermano maYor con las manos y apartan con los pies las pequeñas
olas verdes, que tan fácil sc rompcn. Mucrtas, ya
Prefiero la alfalfa.
no volverán a aparecer.
Pelo de Zanahoria
-Las tengo hasta la garganta dicc Fólix, el
Está bien. ¡ Vamos ! hermano mayor.
Poco después el campo de alfalfa exhibe delante -Mira cómo avarrzo dice Pelo de Zanahoria.
de sus ojos su apetitoso verdor. Desde la entrada
Tienen que descansar, saborear con más calma
sc divierten arrastrando los zapatos, aplastando su felicidad.
los tallos débilcs, formando sendas delgadas quc
Acodados en el suelo, siguen con la mirada los
Iuego inquieten durante mucho tiempo y hagan
túneles que cavan los topos, que sc levantan como
preguntar: "Pero ¿qué animal pasó por aquí?"
hinchando la tierra y que zigzagluean sobre la
Una brisa corre a través de los pantalones y les
superficie, como las venas de los viejos. A veces los
llega hasta las pantorrillas, que Poco a Poco se
picrdcn de vista, a veces aparecen en un claro, donclc
cntumecen. Se detienen en mitad del campo y se
la cuscuta roedora, parásito maligno y enemiga clc:
dejan caer boca abajo.
l', l. .1. /,ta it,'t¡¡
Ia buena allálfa, extiende su barba de filamentos Pelo de Zanahoria se lo toma en serio y, más lino,
rojos. Allí, Ias madrigueras forman una minúscula no escoge sino las hojas más hermosas.
aldca de chozas levantadas al estilo indio. Con la punta de la nariz las dobla, las lleva hasta
-Esto no es todo, comamos dice Félix, el la boca y las mastica lentamente.
hermano mayor. Yo empiezo, y cuidado con coger ¿Para quó apurarse? La mesa no está reservada.
dc mi porción. Tiene todo el tiempo del mundo.
Con el brazo como radio, describc medio Y, con los dientes que rechinan,la lengua amarga,
círculo. el estómago revuelto, traga, goza.
el campo es atravesado por un escalofrío. Una mañana le clicc a la señora Lepic mientras
ésta le sirvc cl vino como de costumbre:
Félix, el hermano mayor, arranca un montón
de forraje, con él se envuelve la cabcza y finge -Gracias, mamá, no tengo sed.
cmbutirse, imita el ruido de las mandíbulas de Por la noche, en la comida, vuelve a decir:
un ternero inexperto que no para de comer. -Gracias, mamá, no tengo sed.
Y mientras que parece que se va a devorar todo,
-Te volvistc ahorrador -dice la señora Lcpic.
incluso las raíces, pues conoce mucho de la vida,
Mejor para los otros.
Pti,,,l¿ /.¡n¡lrrt¡
Así, sin tomar nada, pasa el primer día, pues Félix, el hermano mayor
para él la temperatura está bicn y simplemente no ¡Por favor! Si aguanta tres días, hasta el
domingo,
tiene sed. ya será mucho.
La mañana siguicnte la señora Lepic está poniendo Pero -dice Pelo de Zanahoria, que finalmentc
la mesa, le pregunta: sonríe-, no volveré a tomar nada si no me da sed.
-¿Hoy si tomarás algo, Pelo de Zanahoría? Miren los conejos y los conejillos de indias, ¿les
encuentran algún mórito?
-La pura verdad, no tengo idea.
-Un conejillo de indias y tú, suman dos -dice
-Como quieras dicc la señora Lepic. Si quieres
Félix, el hermano mayor.
tu vaso, tendrás que buscarlo en Ia alacena.
Pelo de Zanahoria, molesto, les mostrará de lo
Pelo de Zanahoria no va a buscarlo' ¿Será
que es caPaz.
capricho, olvido o tal vez miedo de servirsc solo?
La scñora Lepic sigue olvidando el vaso. Pelo <lc
Ya los otros cmpiezan a extrañarse .
Zanahoria se cuida bicn clc pcclírselo. Act:pta con
-Te estás perfeccionando -dice la señora Lepic. igual indiferencia las f'clicitacioncs irónicas y las
Ahí tienes una cualidad más. declaraciones sinceras de admiración.
no sabes lo duro que me toca para mantener esta ruidos y los cachetes llenos <lc manzanas cocidas,
casa. Tú te imaginas, como los hombres, que una se contiene; pero va a estallar si la sr:ñora Lcpic no
cocinera tiene todo gratis. Te da 1o mismo que la se va ya de la mesa, porque delantc rlc' las nariccs
mantequilla suba de precio o que los huevos sean de sus hijos y de su hija ¡la están tratan<lo c:<,mo lo
imposibles de pagar. peor de lo peor!
-Me gustaría más la pistola -contesta osado, En lo alto del armario, sobrc un montón de ropa
seguro de haber aclivinado. blanca, enrollada con sus trcs lrorlas roias y con
la cinta de franjas de oro, la tr<>tr-rpt'ta tlc: l)clo cle
Incluso va un Poco más allá Y agrega:
Zanahoriaespera quien la soplt , intot'abIt', invisible,
-No vale la pena esconderla, iya la vi! muda como la del Juicio Final.
-¡Ah! -clice confundido el señor Lepic. Prefieres
la pistola ¿Quieres decir que has cambiaclo El mechón
entonces?
Los domingos la señora Lcpic exige que sus hijos
De repente Pelo de Zanahoria sc corrige: vayan a misa. Los arregla muy bien y Ernestine, la
-¡Para nada pupá, era un chiste! Quédate hermana, se encarga ella misma del aseo de sus
tranquilo, yo odio las pistolas. Dame mejor mi hermanos, arriesganclo demorarse con el suyo.
trompeta y te muestro cómo me gusta soplarla' Les escoge las corbatas, les lima las uñas, reparte
Señora Lepic los misales y le entrega el más grueso a Pelo de
Zanahoria. Pero ante todo les unta cremas en el
¿Entonces por qué mientes? Sólo para
aPenar
pelo.
a tu paclre, ¿cierto? Cuanclo a uno le gustan las
Es un entusiasmo que tiene.
trompetas no dice quc prefiere las pistolas y, sobre
todo, uno no dice que ha visto una pistola cuando Mientras que Pclo de Zanal-toria sc clcia s<>bar
no ha visto nada. Así que Para que aprendas: te como un bobo, Félix, cl hermano mayor, lc a<lvit:rte
quedarás sin pistola y sin trompeta- Mírala bien: a su hermana quc él tcrminará cnfhtlántlosc. Ella Ic
tiene tres borlas rojas y una cinta con franjas de hace trampa:
oro. Ya, suficiente, la has visto demasiado. Ahora -Esta vez sc me olvidó dicc. No lo hice a
vete para la cocina; de prisa, trota y haz con los propósito.Te juro que apartir dcl próximo
declos como si tuvieras una flauta.
no tenclrás que soportarlo más.
l\'t, .:r /.1'¿ 11. :,i
Y así logra sicmpre ponerle las manos encima. -Brillas como un príncipc dice Ernestine, la
hermana-, sólo te falta la gorra. Vc a buscarla en el
-Esto terminará mal -dicc Fólix, el hermano
armario.
mayor.
Pero Félix, el hermano mayor, sc cquivoca. Pasa
Esta mañana, envuelto en su toalla, con la cabeza
delante del armario, corre hasta la alaccna, la abre,
agachada y con Ernestine todavia engatusándolo,
agarrauna jarra llena de agua ¡ tranquilo, se la echa
no sc da cucnta de nada.
encima de la cabeza.
-¿Ves que sí te obedczco? -dice ella. No vas a
-Te lo dije, hermanita -dice. No me gusta que
refunfuñar para nada, mira que el tarro está cerrado
la gente se burle de mí. Todavía estás muy pequeña
encima de la chimenea. ¿No soy muy querida?
para engañar a un viejo como yo. Si vuelves a
f)c todos modos el mérito no es mío. Con Pelo
intentar hacer esto, voy a dejar tus cremas en el
de Zanahoria lo que se necesita es cemento, pero
fondo del río.
contigo, cualquicr crema cs innccesaria. Tü cabcllo
se riza y se esponja solo. Tü cabeza se Parece a una Con elpelo todo aplastado, eI vestido del domingo
coliflor y esta raya tc clurará hasta la nochc. escurriendo, I completamente empapado, Félix, el
hermano mayor, espera a quc lo cambicn o a quc e[
-Te agradezco -dice Fólix, el hermano mayor. sol lo seque : 1o que sea, Ic <la igual.
Se levanta sin clesconfiar. No
se PreocuPa Por
"¡Qré hombre!" piensa Pclo tlc Zanahoria,
mirar cómo quedó pasánclose la mano por la cabeza'
que queda tieso cle la admiración. "No lc tcmc a
Ernestine, la hermana, termina de vestirlo; lo
nadie. Si yo tratara de imitarlo, se rcirían un buen
engalana y le pone unos guantes blancos de scda.
rato. Mejor hacerles creer qu<: no mc molcsta csta
-¿Listo? -pregunta Félix, el hermano mayor. crema".
t\ l,' .lt /,¡¡¡,tlt,t n¡
Sin embargo, mientras que Pelo de Zanahoria se Todavía debe hacer demasiado calor.
resigna y se acostumbra, sus cabellos lo vengan sin
Félix, el hermano maYor
que é1 Io sepa.
A mí me gusta cuando haY sol.
Siendo aplastados a la fuerza por la crema durante
Pelo de Zanahoria
un rato, se hacen los muertos; luego resucitan por
»
medio de un empujón invisible, deforman su ligero Y tú estarás mejor, PaPá, al lado del agua <¡ut'
molde brillante; lo resqucbrajan, lo revientan. aquí.Te acostarás sobre el Pasto.
Y pronto el primer mechón se levanta en el aire, Vayan adelante y con cuidado, que no les vaya a
un pequeño muro de piedras, y ahora el río aparece la envoltura. Espera un poco más.
bruscamente; corre ante é1. El momento para reír Félix, el hermano mayor, ya ha toma<lc¡ ltost'si<'rtr
ha pasado.
del río y Io domina como si fuera su clucño. Lr r
Reflejos cristalinos brillan sobre la superficie golpea con todas sus fuerzas, 1o patea, lc sil('.I
encantada. espuma ¡ terrible en medio del agua, emPuja hac'ia
la orilla un montón de olas furiosas.
El agua resucna como dientes que chasquean y
exhala un olor rancio. -¿Ya no quieres meterte, Pelo de Zanahoría?
pregunta el señor Lepic.
Se trata de entrar
y quedarse allí, de distraerse
mientras el señor Lepic cuenta con su reloj la -Me estaba secando -responcle Pelo de
desaparecc, chapotea y después asoma tosiendo, vc hacia ese sauce. No te mucvas.'li' a¡rut'st() a quc)
ahogaclo, ciego y aturdido. tc alcanzo en diez brazadas.
-Te hundes bien, mi muchacho le dice el señor -Yo cuento -dice Pelo de Zanah<>ria tnttt'rt«r tlt:
Lepic. frío, los hombros fuera del agua, quicto cr()nl() LlIl
gusta esto. El agua se mc mete en los oídos y me va De nuevo se agacha para nadar, Pero Félix, t:l
a dar dolor de cabeza. hermano mayor, se le sube por la espalda, se tira clt:
cabeza y le dice:
Busca un sitio dondc pueda aprender a nadar, es
decir, a mover los brazos mientras las rodillas se -Si quieres es tu turno, súbete a mi espalda.
arrastran sobre la arena. -Déjame practicar la lección tranquilo --dice
-Te e stás apurando mucho --1e dice el señor Lepic. Pelo de Zanahoria.
No agites los puños cerrados como si cstuvieras -¡Listo! --grita el señor Lepic. Salgan ya.Vengan
arrancánclote el pelo. Mueve las piernas, mira que a tomar un poco de ron.
no las estás usando para nada.
¿Ya?-dice Pclo de Zanahoria.
-Es más dificil nadar sin mover las piernas -dice Ahora ya no quisicra salirsc. No ha disfrutado
Pelo dc Zanahoria.
lo suficiente su baño. EI agua de la que hay que
Félix, el hermano mayor, Ie impide aplicarse y marcharse ya no le da miedo. Si hace un rato era cle
lo molesta. plomo, ahora es liviano como una pluma y se dcbattr
en una especie de arrojo frenético, desafiando t:l
-Pelo de Zanahoria, ven acá. Aquí es más hondo.
Ya no alcanzo a tocar el fondo, me hundo. Mira: peligro; dispuesto a arriesgar su vida para salvar
ahora me ves. Atención: ahora ya no me ves. Ahora,
al que sea, e incluso desaparece baio t'l agua
lt.!,,!t,/,tu,tlt+t,,
voluntariamente con el objetivo de experimentar ¡Bien! Ojalá que haga buen ticm¡ro.
la angustia de los que se ahogan. tlt'
Se seca cuidosamente usando las csclttittas l.r
-¡Apúrate! O tu hermano se tomará todo el ron toalla que Félix, el hermano mayor, no ha nlol.ttl«r y,
*exclama el scñor Lepic. con la cabeza pesada, la garganta carrasPosa, st' t'ít'
Aunque el ron no le gusta a Pelo de Zanahoria, a las carcajadas mientras Félix, el hermano m¿ly()r,
dice: y el señor Lepic se burlan alegremente de los dctlos
gordos de sus pies, que Parecen embutidos.
-No le doy mi parte a nadie.
¿Quiere que le diga una cosa, Honorine? Usted que sea. Si ustecl seca la vajilla como se debe, ¿por
morirá de repente. Un día, regresando del río, qué este plato está húmedo?
sentirá que su canasto Ia aplasta más de lo normal, Honorine
que su carretilla es más pesada de empujar que
Hay una humedad en la alacena.
las otras veces; caerá dc rodillas, dc narices sobre
la ropa mojada, y estará perdida. La recogerán Señora Lcpic
muerta.
¿Y en la alaccna hay también
cledos que se Pasen
Honorinc Honorine
¡Sólo falta que el señor Lepic se moleste también Las cosas marcharán bien así hasta mi rnuertc.
con la empleada! No tenía sino que decir y yo le Scñora Lepic
cambiaba el vaso.
¡Hasta su muerte! ¿Ese es su sueñ<.r, Honorine?
Señora Lepic
Usted es capaz de enterrarnos a todos, como cs mi
Es posible, Honorine, pero personas mucho más deseo. ¿Usted cree quc cuento con su muerte?
malas que usted no han hecho hablar al señor Lepic,
¡tr¡" ¿,' 7¡¡¡1¿!¡tt n
Honorine Honorine
Usted no puede tener la intenciónde despedirme Como quiera, señora Lepic, siéntase cómoda
por haber limpiado mal con un trapo. Además, yo para hacerlas. Hace un momento me veía en la calle;
no me voy de esta casa a no ser que rrsted me saque
ahora usted me ha tranquilizado. Por mi parte voy a
de aquí. Y, una vez en la calle, ¿quó otra cosa me
revisar mejor los platos, se 1o garantizo.
queda sino morir?
Señora Lepic
Señora Lcpic
Honorine, icluién habla de despedirla? Se ¿Es que acaso he pedidootra cosa? Soy mejor
ha
puesto toda roja. Estamos charlando como amigas. de lo que creen los otros, Honorine, ) no voy a
Después usted se enfada y dice más barbaridades privarme de sus servicios a no ser que me obligue
que la iglesia. a hacerlo.
Honorine Honorine
¿Y yo qué sé? En ese caso, no se diga más, Scñora Lepic.
Señora Lepic Todavía me siento útil y reclamaría justicia si usted
¿Y yo qué? Que usted ya no vea no es culpa suya me clespicliera. Pero el día en que sienta que me
ni mía. Espero que el médico la cure. Eso pasa. estoy volviendo una carga y ni siquiera sea caPaz
Mientras tanto, ¿cuál de las dos está más apenada? de calentar agua cn una olla, ese día me iré de
Usted ni siquiera sospecha que sus ojos están inmediato, yo sola, sin que nadie me empuje.
enfermos. El oficio de la casa se afecta por esto.
Señora Lepic
Yo le aviso por caridad, para evitar: accidentes, y
además porque tengo el derecho, rrne parece, de Sin olvidar, Honorine, que siempre tendrá un
hacerle delicadamente una observac.ión. plato de sopa en esta casa.
Pt!¡ J¿ /.¡r,¡htut
No, señora Lepic, nada de sopa; sólo pan. Desde admitirá. El pacto se acordará tácitarnente, y Pelo
que doña Maitte solamente come pan, no se quiere de Zanahoria deberá actuar sin que lo animen, sin
morir. esperar ninguna recomPensa.
Se decide.
Señora Lepic
Día y noche una olla cuelga de la cadena de la
¿Y sabe usted que ya tiene corrro cien años? ¿Sabe
otra cosa, Honorine? Los mendigos son más felices chimenea. Durante el invierno, cuando se necesita
tanta agua caliente, la llenan y desocupan con
que nosotros. Se lo digo.
frecuencia; hirviendo en medio de un gran fuego.
Honorine Durante el verano no la usan sino para lavar los
Si usted lo dice, yo también, Señora Lepic. platos dcspués de cada comida, y el resto del
tiempo hierve ahí inútilmente, con un silbido
La olla continuo, mientras, bajo su vientre resquebrajado,
dos troncos humean, casi apagaclos.
Son raras las ocasiones en que Pelo cle Zanahoria
A veces Honorine no escucha más el silbido. Se
le resulta útil familia. Agachado en un rincón, las
a la
agacha y para la oreja:
espera en el corredor. Puede escuchar sin ninguna
opinión preconcebida y, llegado el momento, salir -Se ha evaporado toda -dice.
de la sombra.Y como una persorra iuiciosa
-la única Echa entonces un balde de agua en la olla,
que mantiene la cabeza en su ltrgar en medio de Ia junta los troncos y remueve la ceniza. Pronto el
gente confundida por sus pasiones-, tomar en sus dulce tarareo vuelve a comenzar y Honorine, más
manos la dirección de las cosas. tranquila, se va a trabajar a otro lado.
Entonces se cla cuenta de que la señora Lepic Le dicen:
necesita un ayudante inteligente y seguro. Pero
l" 1,, .!t /,t»,t!¡¡¡ ¡t
-Honorine, ¿para qué calienta agua que no va -¡Dios mío! Pensé que el diablo salia tlt' la tit:rra
usar? Retire la olla y apague el fuego. Quema usted dice.
la madera como si no costara nada. Tántos pobres Con los ojos pegados e inflamados tantca
que se congelan cuando llega el frío. Y usted, que la oscuridad cle la chimenea con las manos
siempre es tan ahorradora. ennegrecidas.
Ella agitarála cabeza. -¡Ah, es eso! -dice estupefacta. La olla no está
Ella siempre ha visto una olla colgar de la aquí. Por Dios quc no me equivoco, Pero no
cadena. cntiendo. La olla estaba aquí hace un rato. Estoy
segura porque silbaba como una flauta.
Ella siempre ha escuchado hervir el agua ), así
llueva, trucnc o rclampaguee, la vuelvc a llenar. La debieron quitar mientras Honorine daba la
espalcla para sacudir por la ventana un delantal
Ahora no es necesario quc la toque ni la vea;
lleno de cáscaras.
la conoce de memoria. Le basta oírla y, si la olla
Pcro, ¿quién?
calla, Ie echa un balde de agua como si estuviera
enhebrando una perla. Así de acostumbrada está La señora Lcpic aParccc scria y trancluila cn trl
que, hasta el momento, nunca le ha fallado el tiro. tapete clel dormitorio.
¿Por qué se me llevan la olla sin avisar? ¿De ¿Cómo va saber ó1, semejante niño irresponsable?
pronto fue usted la que la cogió? No más con la olla. Acuérdese de lo que dijo ayer:
Señora Lepic "el día en que ni siquiera sea capaz de calentar agua
en una olla, ese día me iré de inmediato, yo sola, sin
La olla es de todos, Honorine. ¿Es necesario, de
que nadie me empuje". Es cierto que sabía que usted
casualidad, {ue Io, o el señor Lepic, o mis hijos, le
estaba mal de los ojos, pero no creía que estuviera
pidamos permiso para usarla?
tan desesperada. No digo nada más, Honorine;
Honorine
póngase en mi lugar. Está al corriente, como yo, de
Creo que diría barbaridades de lo enojada que la situación: juzgue y saque conclusiones. ¡Ah!Y no
estoy. vaya a enfadarse, mejor llore. Hay porqué.
Señora Lepic
Honorine?A Reticencia
¿De nosotros o de usted, mi valiente
ver, ¿de quién? Sin ser chismosa, me gustaría saber. -¡Mamá! ¡Honorine!
Usted me desconcierta. Baio el pretexto de que la
olla desapareció usted tira atrevidamente un balde
de agua en el fuego y, terca, lejos de reconocer su ¿Qué es 1o que quiere ahora Pelo de Zanahoria'?
Va a arruinar todo. Por suerte, ante la miratla fiía
torpeza,la coge contra los otros, ¡contra mí misma!
de la señora Lepic, se detiene en seco.
l',' /,t,', tl t' t t,t
1
"1,
Además habla muy rápido, ríe muy fuerte, tiene porción. Con el método del señor Lepic, empujan
demasiadas ganas de hacer las cosas bien. su plato hacia la bandeja.
La señora Lepic sirve clla misma a sus hijos. Por el contrario, la señora Lepic, más habladora
Primero a Félix, el hcrmano mayor, porque su en las comidas que una cotorra, manda en la mcsa
cstómago chilla del hambre; luego a Ernestine, Ia con gestos y movimientos de cabcza.
hermana, por ser la mayor; de último a Pelo de Ernestine, la hermana, mira hacia el techo.
Zanahoria, lue está en la punta cle la mesa. Félix, el hermano mayor, lc da formas a su
Nunca pide repetir, como si fuera algo prohibiclo. pedacito de pan y Pelo de Zanahoria, quc ya no
Una porción debe bastar. Si le ofrecen acepta ¡ sin tiene vaso, sólo se PreocuPa Por no terminar
tomar nada, se llena los cachetes de un arroz que con su plato demasiado pronto, por glotonería,
no Ie gusta, sólo para alegrar a la señora Lepic, que o demasiado tarde, por desgano. Para alcanzar su
es la única de la f'amilia que 1o disfruta. objetivo se entrega a cálculos muy complicados.
Más independientes, Félix, el hermano mayor, De repente el señor Lepic va a llenar una iarra
y Ernestine, Ia hermana, quieren una segunda <le agua.
t¿ ! L.' J¿',/. an ¿ Lr t l,¡
Jules Betorcl
-Hubiera ido yo -dice Agathe. para el jardín a fumar un cigarrillo; cuando termina
Como el señor Lepic termina su último bocado Perdón, pero soy yo el que va a la bodega.
de pan, Agathe se precipita a Ia alacena y trae un Desde el día en que puedo bajar las escaleras, tan
roscón de cinco libras, sin enrpezar, qlJe ofrece peligrosas que las mujeres se resbalan y arriesgan
dichosa con la alegría de haber adivinado los deseos
quebrarse el cuello en ellas, me volví el hombre
del patrón.
de confianza. Soy el que distingue las etiquetas de
Sin embargo el señor Lepic anuda su servilleta, los vinos.
se levanta de la mesa, se pone t:l sombrero y se va
l'ei,./,'/¡nrl¡rr,r
Vendo los barriles viejos y saco algún beneficio, Yo soy el que ayuda a armar Ios ovillos de hllo.
también las pieles de las liebres y luego le doy el Muelo el café.
dinero a mi mamá.
Cuando el señor Lepic se quita los zapatos sucios,
Entendámonos, por favor, para no molestar el soy yo cl que los lleva al corredor, y Ernestine, la
trabajo del otro. hermana, no cede a nadie el derecho de llevarle las
Por Ias mañanas Ie abro la puerta al perro y le pantuflas que ella misma bordó.
hago tomar su sopa. Por la noche Ie silbo para gue Me encargo de los mandados importantes, de las
venga a dormir. Cuando se queda en la calle y no largas caminatas, de ir a la farmacia o a donde el
llega, lo espero. médico.
Así mismo, mi mamá mc prometió que yo Por su parte, usted corre al pueblo para las
ccrraría siemprc la pucrta cle las gallinas. compras pequeñas.
Arranco las hicrbas, que antes se necesita conocer, Deberá, durante dos o tres horas al día, sin
sacudo la tierra con el pie para tapar el hueco que importar el clima, lavar en elrío. Eso va a ser 1o más
queda y luego se las doy a los animales. duro de su trabajo. Pobrecita; ahí no puedo hacer
Para hacer ejercicio, le ayudo a papá a cortar la nada. Sin embargo intcntaró de vez en cuando, si
madera. estoy libre, darle una mano para extender Ia ropa
Rcmato a las avcs que qucdan vivas después de Ia en los árboles.
caza y luego usted y mi hermana las despluman. Ahora que Io pienso, un consejo: nunca la
Destripo a los pescados, los vacío y les reviento extienda en los árboles frutales. El señor Lepic, sin
la vejiga con el pie. hacer alboroto, la tiraría al suelo de un papirotazo,
y la señora Lepic, por una mancha, se la haría lavar
Usted es la que les quita las escamas y la que saca
de nuevo.
el balde del pozo.
l\:l¡.b /.a»a!¡¡t¿
Le recorniendo los zapatos. Engrase muy bien Lepic, una manera de ser recta y justa, y la señora
ias botas de caza y échele muy poco betún a Ios Lepic, un raro ta\ento para la mejor cocina. Es
botines. Eso los quema. probable que usted me vea como el carácter más
difícil de la familia. En el fondo no valgo más o
No se angustie con los pantalones llenos de
menos que otro. Es sólo saberme llevar. De resto,
barro. El señor Lepic afirma que el barro los
corrijo; sin falsa modestia, cada
soy inteligente, me
conscrva. Camina en medio de la tierra labrada
vez mejoro y si usted Pone de su parte, seguro
sin recogérselos. Yo prefiero hacerlo con los míos
viviremos en armonía.
cuando el señor Lepic me lleva con é1 y le cargo el
morral. No, no me llame más señor, llámeme Pclo de
Zanahoria, como toclo el mundo. Es menos largo
"Pelo de Zanahoria dice mi padre-, así jamás te
que decir el hilo del señor Lepic. Solamente le
convertirás en un cazador serio".
pido que no me tutee como lo hacía su abuela
Y la señora Lepic mc dice: Honorine, a quien detestaba Porque siempre me
"Ay de tus orejas si te ensucias". estaba humillando.
Son estilos.
ercuentra la silla. EI cicgo se sienta y estira sus sin miedo de que la oigan-, ¿qué más quiere?
nranos congeladas hacia la estufa. Pero el ciego habla de política, primero con
El señor Lepic coge una moneda de diez centavos timidez y luego con confianza. Cuando no
Ile dice: encuentra las palabras, agita su bastón, se quema cl
puño con el tubo de la estufa, 1o retira rápidamente
-Aquí tiene.
¡ desconfiado, lleva el blanco de sus ojos al fondo
Luego ya no se ocuPa más de é1, siguc leyendo cle sus lágrimas interminablcs.
c[ periódico.
De vcz en cuando el señor Lepic, al volver la
Pelo de Zanah.oria se divierte. Agachado en
página, Ie dice:
una esquina mira cómo los zapatos del ciego
empiezan a descongelarse y a armar un regucro -Por supuesto, don Tissier, Por supuesto, Pero,
alrededor. ¿está seguro?
En ef'ecto, el ciego está muy cómodo. Cuenta la Se le cae el bastón. Eso era lo que estaba esperando
historia de su accidente, se estira y se descongela la señora Lepic. Se lanza al suelo, alcanza cl bastón
todo. Dentro de las venas tenía témpanos de hielo y se lo da sin dárselo- al ciego.
que se disuelven y circulan. Se podría decir que su Crce que 1o tiene, no, no lo tiene .
il
El día de año nuevo t tres entran a la cocina. El señor y la señora Lepic se
I
,l acaban de reunir allí, sin que lo parezca.
Nieva. Para que el clía de año nuevo salga bicn,
i
tienc que ncvar. ,l Ernestine, la hermana, Ies cla un beso y dice:
La señora Lepic ha cerrado prudcntemcnte Ia -Buenos días papá, buenos días mamá, les desc<r
puerta dcl patio con canclado. Unos niños mueven el un feliz año, una buena salud y el paraíso al final de
sus días.
picaportc. Lo golpean abajo, discretos al comienzo,
y luego hostiles, a punta de pataclas. Cansados clc Félix, el hermano mayor, dice lo mismo,
csperar se alejan caminando de espaldas, Ios ojos muy rápido, sin terminar las frases y los bcsa
,.
&
17:!,' J¡ /.a¡,¡lt'¡ t't
Y levanta [a mano en el aire, solemne, seguro Saltando desde la carroza y desde que alcanza a
de sí. La señora Lepic abre la alacena. Pelo cle ver a sus padres, Pelo deZanahoria se pregunta:
Zanahoria resopla. La madre mete el brazo hasta -¿Será el momento de correr hacia ellos?
el hombro y, lenta, misteriosa, saca envuelto en un
Duda.
papcl amarillo una pipa de dulce roja.
-Es demasiado pronto, me quedaría sin aliento,
Pelo dc Zanahoria, sin vacilar, brilla de Ia además, no es para exagerar.
dicha. Sabe qué le quccla por hacer. De inmcdiato
Discrepa todavía:
quiere fumar delante de sus paclres, bajo la mirada
envidiosa -¡no se puede tener toclo!- de Félix, el -Voy a correr desde aquí... ho, desde allá...
hermano mayor, y Ernestine, la hermana. Con Se pregunta:
la pipa roja de dulce entre dos cledos solamente, -¿Cuándo tendré que quitarme la gorra? ¿A cuál
se arquea e inclina la cabeza hacia la izquierda; de los <los le doy el beso primero?
redondca la boca, hunde las mejillas, y aspira con
Pero Félix, el hermano mayor, y Ernestine, la
frterza y hacicndo ruido.
hermana, se le adelantan y se rePartcn las caricias
Luego, después cle lanzar hasta el ciclo una familiares. Cuando Pelo de Zanahoria llega ya no
enorme bocanada, dice: quedan más.
-Está buena. Tira bien. -¿Cómo es que todavía a tu edad llamas "PuPá"
al señor Lepic? -pregunta la señora Lepic. Dile
"padre mlo" y dale un apretón de manos; es más de
Ida y Yuelta hombres.
Los hijos Lepic y la hija Lepic vienen de Enseguida le da un beso, uno solo, en la frente,
vacaciones. para no generar ningún celo.
l,l, .¡r /.!nrl)ú]rl
-¡Es verdad! -dice Pelo de Zanahoría. Si estaba Sumido cn estos tristes pensamientos, Pelo cle
pensando en alguien, seguro que no eras tú. Zanahoria contesta mal a las consultas del señor
-¿Tú piensas en mí cuando me ves? dice el señor Lepic, que le pregunta cómo va el griego:
Lepic. Pelo de Zanahoria
110 111
lr¡!r,,-!c l¿nahar¡¡
¿En qué puesto has quedado en la última De todas maneras, prefiero que entren.lntentaré
composición? Espero que no estés entre los quedarme hasta el domingo y nos desquitaremos.
últimos.
Ni la mala cara de Félix, el hermano mayor, ni
Pelo de Zanahoria el silencio triste de Pelo de Zanahoria retrasan los
AI menos uno tiene gue haber. adioses y el momento de separarse llega.
Justo esta mañana el profesor olvidó dejarnos -Vas a terminar por arrancarme un ojo con ese
tarea. portaplumas que tienes en la oreja. ¿No podrías
Señor Lepic ponerlo en otro lado cuando me vas a dar un beso?
Mira que yo me quito el cigarrillo.
Estudiarás mejor la lección.
Pelo de Zanahoria
Félix, el hermano mayor
¡Ah!Ya me la sé de memoria, papá.Es la misma ¡Oh!, querido papá,te pido perdón. Es cierto,
de ayer. algún día pasará una desgracia por mi culpa.Ya me
113
|'eil J.., /.r¡¡¡¡ti¡rr t¿
Io han dicho, pero el portaplumas está tan a gusto suavemente el gas de la lámpara. Enseguida, entre
entre mis orejas quc lo dejo ahí todo el tiempo y se vecinos, el cuclricheo comienza. De cama a cama
mc olvida. ¡Debería aunque sea quitarmc la pluma! se cruzan los murmullos y con los labios que se
mueven aumenta por todo el dormitorio un susurro
¡Ah!, pobrecito mi qucrido padre, estoy feliz de
saber que mi portaplumas tc claba miedo. conl-uso; por ratos, se distingue el silbido breve de
una consonante-
Señor Lepic
Es sordo, continuo, molesto al fin y al cabo
¡Pendejo!Te ríes porque no has podido dejarme
tuerto. y parece que en verdad todos esos balbuceos,
invisibles e inquietos como ratones, se empeñan en
Pelo de Zanahoria
roer cl silencio.
No, mi querido padre, me río por otra cosa: una
Violone se pone las chanclas, se pasea un rato
tonta idea que se me estaba metiendo otra vez en
entre las camas, aquí haciéndole cosquillas al pie
7a cabeza.
de un alumno, allá sacudiendo la borla del gorro
de dormir de otro, y se detienc cc:rca de Marscau,
Las mejillas rojas con el que, todas las nochcs, da el ejemplo de una
larga conversación, prolongada hasta bien tarde.
I
Lo más común es quc cuando los estudiantes han
Con su tradicional inspccción terminada, el terminado su charla -ahogada gradualmente como
señor Director del internado Saint-Marc sale dcl si poco a poco les hubieran puesto la sábana sobre
dormitorio. Cada estudiantc se ha escurrido entre la boca- y duermen, el supervisor esté todavía
las sábanas, como en un estuche, haciéndose muy inclinado sobre la cama de Marseau, con los codos
pequeños para no salirse de las cobijas. Violone, apoyados con fuerza sobre el hierro, insensible al
el supervisor, mira alrededor y se asegura de que entumecimiento de sus antebrazos y al ajetreo de
todo el mundo csté acostado ¡ empinándose, baja
115
l\:lo it /.on¿ho n
las hormigas que corren a flor de picl hasta la punta Candelita, Linterna, Mejilla Roja. Esta fhcultad
dc sus dedos para prenderse a voluntad le ha ganado uno que
Sc divierte con sus historias infantiles, y desvela a otro envidioso.
Marseau con sus confidencias íntimas y sus asuntos Pelo de Zanahoria, su vecino de cama, le envidia
del corazón. De repentc lc cogió cariño por la sobre todos. Un linfático y flacucho Pierrot,3
ternura y la transparente clariclad dc su rostro, con un rostro blanco como la harina, pellizca en
quc parccc iluminado clesde adentro. No es ya sólo vano su epidermis pálida hasta hacerse daño, no
piel sino una pulpa, dctrás clc la cual, a la menor más que para motivar, ¡y no siempre pasa!, algún
variación atmosférica, se enredan las venillas, punto dudosamente rojo. Arañaría encantado y
como las líncas de un atlas cuando se pone una con rencor, con sus propias uñas y pelaría como si
hoja de papel encima para calcarlas. Marseau tiene fueran naranjas las mejillas coloradas de Marseau.
adcmás una forma dc sonrojarse muy seductora, Intrigadísimo desde hace mucho tiempo, csa
sin sabcr por qué y súbitamente, que hace quc noche Pelo de Zanahoria se pone a escuchar
1o quieran como a una niña. A menudo algún desde la llegada de Violone, desconfiado -con
compañero presiona la punta del dedo contra una raz6n guizá-, y ansioso por saber la verdad sobre
de sus mejillas y Ia rctira con brusquedad, dejando los comportamientos misteriosos del supervisor.
una mancha blanca que pronto se recubrc con un Pone en juego toda su habilidad como pequeño
espía: finge un ronquido para reír, cambia de lado
hermoso color rojo que se exticnclc con rapidez,
con atención y teniendo cuidado en hacer la vuelta
como el vino en cl agua purai / que luego cambia
completa, y lanza un grito penetrante como si
y se matiza desde cl rosado cle la punta de la nariz
tuviera pesadillas, lo que clespierta atemorizado
hasta el lila de las orejas. Cada uno pueclc hacer
lo que quiera, Marseau se presta complaciente r Pierrot es un lamoso personaje teatral conocido también como Cara-
a las nuevas experiencias. Lo han bautizado blanca. (N. delT.)
tt6 117
lre!t'tlc /.anahar¡¡
11u
i'¿1,, Jr 1t¡¡¡hort¿
Zanahoriar lue no sc atreve a voltear, se acerca casi hace un ovillo en su cama, la cobija Ie tapa los ojos,
imperceptible, por medio de ligcros balanceos con aunque sigue bien despierto, entregado al recuerdo
las caderas, I Ia no oye nada. Su atención está tan de una aventura de la que no sabe qué pensar. No
alterada quc le parecc que, literalmente, sus orejas encuentra nada malo que pueda atormentarlo
se ahuecan y sc ensanchan como un cmbudo; pcro y sin embargo, en la oscuridad de las cobijas, la
ningún ruido cae cn ellas. imagen de Violone flota radiante, dulce como esas
Rccucrcla haber tenido una sernsación dc csfuerzo imágenes de mujeres que 1o han animado en más
parecicla escuchanclo detrás cle las puertas, pegando de un sueño.
el ojo al de Ia cerradura, con el desco cle agrandar
Pelo de Zanahoria se cansa de esperar. Sus
el agujero y de traer hacia é1, como con un gancho,
párpados, como empujados por un imán, se cierran.
lo que quería ver. Aún así Ie parece que Violone
Se aplica amirar fijamente el gas, que casi se apaga;
dice todavía:
y después de contar tres arranques de burbujas
-Sí, mi cariño es puro, puro, ¡y ese pequeño crepitantes y apuradas por salir del mechero, se
imbécil no 1o enticnde!
queda dormido.
Finalmente, el supcrvisor sc inclina con Ia
III
suavidad de una sombra sobre la frente de Marseau,
le da un beso, le acaricia la barbilla como si fuera A la mañana siguiente en el baño, mientras sc frota
un pincel, luego se endereza para irse, y Pelo dc ligcramente las mejillas con las puntas de la toalla,
Zanahoria lo sigue con los ojos mientras se desliza mojadas en un poco agua fría, Pelo de Zanahoria
entre las camas. Cuando la mano deViolone roza mira con malicia a Marseau f, esforzándosc cn
una almohada, el durmiente molestado se cambia ser bien feroz,lo insulta otra vez, con los dientcs
de lado con un fuerte sopliclo. apretados, siseando las sílabas:
Pelo de Zanahoria vigila clurante un buen rato. -
¡Mariquita! ¡ Mariquita!
Teme otra vuelta brusca deViolone. Marseau va se
120
1l ¿, .t, / )t nt1¡t t.l
Las mejillas de Marseau se ponen moradas, pero instala los principales hitos de Ia historia: aquí la
le responde sin rabia y lo mira casi suplicante: caída del Imperio romano; en la mitad, la toma dc
-¡Pcro si te he dicho que no es verdad lo que Constantinopla por parte de los turcos; más alejada,
crees !
la historia mc¡derna que comienza:no se sabe dónde
y que no termina aún.
El supervisor revisa las manos. Los cstudiantes,
cn clos filas, presentan automáticamcnte primero el Lleva una bata amplia cuyas cintas le envuelven
dorso y luego la palma de las manos, volteándolas el pecho inmenso, como las jarcias alrededor de
con rapidez y metiénclolas enseguicla en el calor de una columna. Este hombre come, evidentemente,
los bolsillos o en la tibieza del ropón más ccrcano. demasiado; sus rasgos son gruesos y un poco
Normalmente Violonc se abstiene de mirarlas. Sin cleslumbrantcs. Habla fuerte incluso con las
embargo esta vez, sin razón aparente, descubre que señoras, y los pliegues del cuello ondulan de una
las de Pelo de Zanahoria no están limpias. Pelo de manera lenta y rítmica sobrc la bata. Sobresale
Zanahoria, a quien sc le pide quc las vuelva a pasar también por la reclondez de sus ojos y el espesor
por la llave, se rebela. La verdad es que sc puede de su bigote.
observar una mancha azulosa pero él sostiene que Pelo de Zanahoria sc manticnc de pie clelante de
es una hinchazón por el frío. Se nota cuánto lo é1, la gorra entre las piernas para cuidar su libertad
quieren. de movimientos.
Violone tiene que llevarlo a donde el señor EI Director pregunta con una voz terrible:
Director.
-¿Qué pasa?
Éste, madrugador, prepara en su oficina de un
-Señor, el supervisor me manda a decirle que
color verde trasnochado una clase de historia que
tengo las manos sucias, ¡pero eso no es cierto!
da a los mayorcs en sus ratos libres. Clavando la
punta de sus dedos gruesos en el tapete de la mcsa, Y de nuevo, cuidaclosamente, Pelo de Zanahoría
muestra sus manos y las voltea: primero el dorso,
lll;, ,l¡: l,m,¡|¡»;.r
luego las palmas. Hace la demostración: primero -Señor dice Pelo de Zanahoria, realmente audaz
las palmas, luego el dorso. y feroz-, ¡el supervisor y Marseau hacen cosas!
-¡Ah! Sí es cierto dice cl Director. ¡Cuatro días De repente los ojos del Director se enturbian
de detención, pequeño! como si dos mosquitos se hubieran metido en ellos.
Apoya los puños cerrados al borcle de la mesa, se
-Señor -dice Pelo de Zanahoria-, ¡es el supervisor
levanta a medias, la cabcza hacia dclante, como
que no me quiere !
si fuera a golpear a Pclo dc Zanahoria cn todo el
-¡Ah,conquc no te quiere! ¡Ocho días,
pecho y pregunta con voz gutural:
pequeño!
-¿Qué cosas?
Pelo de Zanahoría conoce a ese hombre. Tánta
Pelo de Zanahoria parece cogido por sorprcsa.
dulzura no lo sorprende para nada. Está deciclido a
Esperaba -puede ser que sólo se aplace- el
enfrentarlo todo. Adopta una posición firme, cierra
Ias piernas ¡ sin importarle ganarse una bofetada,
lanzamiento de un tomo macizo del scñor Henri
clecide enfrentar al Director. Martin,a por ejemplo, arrojaclo por una mano
experta; pero ahora Io que le piden son detallcs.
El señor Director tiene la inocente manía
El director espera.Toclos los pliegues de su cuello
de tumbar, de vez en cuando, a un estudiante
sejuntan para formar una sola rosca, un grueso aro
desobediente con el revés de la mano: ¡taz! La
habilidad del estudiante pretendido por el golpe dc cuero donde se asienta, torcida, su cabeza.
consiste en prever el golpe y agacharse, y así Pelo de Zanahoria duda durante el momento
hacer perder el equilibrio al Director ante las que le toma convencerse de que las palabras no le
risas ahogadas de todos. Pero eso sí: no 1o vuelve a llegan; luego, confundido, la espalda encorvada y
intentar, su dignidad le impidc valerse de astucias. una disposición aparentemente torpe y apenacla,
Debe caer directamente sobre la mejilla escogida
o, de Io contrario, no entrometerse más. Historiador liancés famoso por su extensa Historia tle Francia. (N. detT.)
busca la gorL entre sus piernas, Ia saca aplastada, se cle la hoja improvisa una firma. Ésta, cae como una
encorva m ár rnás,se encoge, Ia levanta suavemente piedra en el agua, en una ondulación )/ un remolino
hasta la alta dcl mentó. y lentamente y con cle líneas a la vez regulares y caprichosas, que
disimulo, cü precaución casi púdica, escondc su fbrman el autógrafo, una pequeña obra maestra.
cabeza de nco en el forro acolchado de la gorra, La cola de la lirma se extravía, se pierde en la firma
sin decir unpalabra. misma.Toca mirar desde muy cerca, buscar durante
IV mucho tiempo para encontrarla. Inútil decir que
toda está hecha en solo trazo. LIna vez consiguió
Esc mirro día, despuós de una corta
hacer un amontonamiento de líneas llamaclo viñeta.
investigaci( ¡Violone es despedido! Es una
Durante mucho tiempo los pequeños sc quedaron
despedida crmovedora, casi una ceremonia.
maravillados.
-VolverédiceViolone-, es sólo una ausencia.
Su salida los apena mucho.
Pero no rnsigue que nadie le crea. El colegio
Se ponen de acuerdo en que clebcrán zumbarle
renueva su ersonal, como si tcmicra llenarse de
al Director a la primera ocasión, cs clccir, inflar
moho. Es r vaivén de supervisores. Éste sc va
Ios cachetes e imitar con l<¡s labios cl vuclo dc los
como los oos, y hasta mejor: sc va más rápido.
abejorros para expresar su dcscontcnto. Algún día
Casi todos quieren. No hay uno igual en el arte
lo harán y no fállarán.
de escribir ülos para los cuadernos, por ejemplo:
"Cuaderno e ejercicios de griego perteneciente Mientras tanto, se entristecen unos y otros.
a..." Molde las mayúsculas como las letras de un Violone, que se siente añorado, tiene la vaniclad de
cartel. Los ientos sc vacían. Se forma un círculo irse durante un rccrco. Cuanclo aparece en cl patio
alrededor c su escritorio. Su hermosa mano, cn seguido cle un niño que le lleva la maleta, todos
la que brillla piedra verde de un anillo, st: pasea los pequeños se lanzan hacia é1. Apricta manos, da
con elegana sobre el papel. En la parte inferior palmaditas en los rostros y se esfuerzapor soltar los
l\'1,' ,L ,t,n,tl¡'¡ ¡,t
faldones de su chaqueta sin desgarrarlos; se siente vista. Pasa la mano derecha por entre los restos del
cercado, invadido. Luego sonríe, emocionado. vidrio que lo muerden como si estuvieran vivos, y
[Jnos, colgados de la barra fija, se paran en medio aÍnerraza aViolone con su puño lleno de sangre.
de una pirueta y saltan a tierra, con la boca abierta,
-¡Pequeño imbécil! -exclama el supervisor. ¡Ya
la frente bañada en sudor, la camisa remangada puedes estar felizl
y los dedos separados por cstar untados con
-¡Maldición! grita Pelo dc Zanahoria mientras
colofonia. Otros, más tranquilos, que dan vueltas
rcsuelto rompc con un segunclo puño otro vidrio-
monótonamente por el patio, agitan las manos en
señal de despedida. El niño encorvado debajo de la ¿Por qué le dabas besos a él y no a mí?
maleta se detiene para mantener las distancias, lo Y agrega, embadurnándose la cara con la sangre
que aprovecha uno de los pequeños para poner en su que le corre por la mano cortada:
delantal blanco los cinco dedos mojados y llenos de -¡Yo también tengo las mejillas rojas! ¡Sólo que
arena. Las mejillas de Marseau están tan coloradas cuando quicro!
que parecen pintadas. Experimenta su primera
pena de amor seria; pero, confundido y obligado a
reconocer que extrañará al supervisor como a una Los piojos
primita, se aparta inquieto y casi avergonzado. Sin Apenas Félix, el hermano mayor, y Pelo de
ninguna timidezViolone se dirige hacia é1, cuando Zanahoria llegan del internado Saint-Marc, la
se oye un estruendo de vidrios. señora Lepic les hace lavar los pies. Lo necesitan
Todas las miradas se alzan hacia la ventanita con desde hace tres meses pues en el colegio nunca se
rejas del cuarto de detención. La desagradable y los lavan. Además, en ninguna partc del reglamento
salvaje cabeza de Pelo deZanahoria aparece. Hace prevén el caso.
muecas, pálida, pequeña y malvada bestia enjaulada, -¡Cómo deben estar los tuyos de negros, mi
con el pelo en la cara y los dientes blancos a la pobre Pelo de Zanahoria! 'clice la scñora Lepic.
TO 129
l', i,',i¿ l' ¡t,,tl',,t'¿
Adivina. Los de Pelo de Zanahoria están siempre La idea de quc Pelo cle Zanahoria se destaca
más negros que los de Félix, el hermano mayor. algunas veces divierte a la familia. En este
Pero, ¿por qué? Los dos viven juntos, bajo el momento, con los brazos cruzados sobre las
mismo régimen, con el mismo aire. Por supuesto, rodillas, el niño deja que sus pies se mojen y estén
al cabo de tres meses Félix, el hermano mayor, a gusto. Se siente obscrvado. Lo encuentran más
no puede mostrar un pie blanco, pero Pelo de bien feo debajo dcl pelo demasiado largo y de un
Zanahoriaconfiesa que los suyos son prácticamente rojo oscuro. El señor Lepic, reacio a las efusiones,
irreconocibles. no demuestra su alegría cle volvcrlo a vcr sino
Avergonzado, los mete en el agua con la habilidad molestándolo. Al ir, le da un papirotazo en la
de un ilusionista. No se ven salir de las medias y oreja. Al volver, lo empuja con el codo y Pelo de
mezclarse con los pies de Félix, el hermano mayor, Zanahoria ríe con ganas.
que ocupan ya todo el fondo de la tina; de repente Finalmente el señor Lepic le pasa la mano por la
una capa cle mugre se extiende como un trapo melena y hace chasquear las uñas como si estuvicra
sobre esos cuatro horrores. matando piojos. Es su broma favorita.
El señor Lepic pasea, según su costumbre, de una Pero ahora, al primer cnsayo, mata un<t.
ventana a otra. Relee las calificaciones trimestrales
-¡Ah! Qué buena puntería'-dice-, no he fallado.
de sus hijos, sobre todo las notas escritas por el
director de grupo. Dice cl de Félix, el hermano Y, micntras con algo dc asco se limpia en la
mayor: cabellera de Pe [o de Zanahoria, la señora Lepic alza
los brazos al cielo:
"Despistado pero inteligente. Lo logrará"
Y el de Pelo de Zanahoria:
-Lo sospechaba --dice, abrumada. ¡Dios mío!
¡Estamos listos! Ernestine, hija mía, corre a traer
"Se destaca cuando quiere, pero no siempre
una palangana; te tengo un trabajito.
quiere".
l';!" Jt /¡t,,tl"t
',¡
Ernestine, la hermana, trae la palangana, una AI primer paso de la peinilla, Pelo de Zanahoria
peinilla buena, vinagre en un plato y la cacería obtiene la ventaja. Ernestine, la hermana, cree que
comienza. ha llegado al nido, pero no ha hecho sino coger al
azar en un hormiguero.
¡Péiname a mí primero ! grita Felix, el hermano
-
mayor. Estoy seguro de que me los pegó. Rodean a Pelo de Zanahoria. Ernestine, la
hermana, se aplica. El señor Lepic, con las manos
Sc rasca furiosamente la cabeza con los dedos y
en la espalda, observa el trabajo como un extraño
pidc un balde de agua para ahogarlos a todos.
curioso. La señora Lepic lanza exclamaciones
-Félix, cálmate -dice Ernestine, la hermana, que lastimeras:
ama sacrificarse- No te voy a hacer daño.
-¡Oh! ¡Oh! Lo que se necesita es una pala y un
Le envuelve el cuello con una toalla y demuestra rastrillo.
una habilidad y una paciencia de madre. Separa Félix, el hermano mayor, agachado, remueve la
el pelo con una mano, sostiene delicadamente la palangana y recibe a los piojos. Éstos caen envucltos
peinilla con la otra y busca, sin hacer ningún gesto en caspa. Se alcanza a distinguir Ia agitación de
despectivo y sin miedo de atrapar a los habitantes. las patas, menudas como pestañas recortadas.
Cuando la hermana dice "¡Llno más!", Félix, el Obedecen al balancco de la palangana y rápidamente
hermano mayor, patalea en la tina y amenaza con el vinagre los mata.
el puño a Pelo de Zanahoria que, silencioso, espera Señora Lepic
su turno.
Pelo dc Zanahoria, d" verdad que no te
-Listo, Félix -dice Ernestine, la hermana. entendemos. A tú edad y ya tan grande debería
No tenías sino siete u ocho, cuéntalos. Después darte pena.Te paso la de los pies pues seguramente
contaremos los de Pelo de Zanahoria. sólo te los ves acá, pero los piojos te comcn y no
pides ni la supervisión de tus prol'esores ni los
TO
l\:!, ,! ,t,n,tl¡r t,¡
cuidados de tu familia. Explícanos, te lo ruego, qué Pelo de Zanahoria coge la palangana y sale. En
placer encuentras en dejarte devorar así, a carne cuanto la pone al sol, monta guardia cerca.
viva. Hay sangre en tus greñas. La vieja Marie-Nanette es la primera que se
Pelo de Zanahoria arrima. Cada vez que se encuentra con Pelo de
Zanahoria, se detiene y lo mira con sus pequeños
Es la peinilla, que me araña. ojos miopes y astutos y, movienclo su gorra ncgra,
Señora Lepic parece adivinar el asunto.
He terminado por ho¡ mamá. Solamente le quité -Y tú, ¿qué haces ahí haciendo mala cara y con
lo más gordo, mañana haré una segunda limpieza. los ojos vidriosos? Apucsto que te han regañado y
cstás castigado. Escucha, yo no soy tu abucla, Pero
Pero sé de alguien que se va a echar perfume.
pienso lo que pienso, y te compadezco; pobre
Señora Lepic
pequeño, me imagino que ellos te haccn la vida
En cuanto a ti, Pelo de Zanahoría, coge Ia difíci1.
palangana y dé;ala en el muro del jardín. Es necesario Pelo dc Zanahoría se asegura en un parpaclco
que todo el pueblo desfile delante de ella, para tu dc que su madre no 1o escuche y lc dice a la vicja
vergüenza. Marie-Nanette:
lr¿lo Llc /.analtottu
-¿Y qué? ¿Acaso es asunto suyo? ¡Métase en sus No, papá, me pides demasiado. No ganaré ni en
cosas y déjeme tranquilo! geografia ni en alemán, ni en fisica ni en química, en
donde los más buenos son dos o tres tipos incapaces
para el resto pues no más se dedican a esas dos materias.
Como Bruto Imposible alcanzarlos. Lo que sí quiero --cscucha,
Señor Lepic papá- es ser el mejor en francés ¡ si a pesar de mis
esfuerzos se me escapa, al menos no tendré nada que
Pelo de Zanahoria, el año pasado no has trabajado
como yo csperaba. Tus calificaciones dicen que reprocharme y podré exclamar como Bruto, con
orgullo: "¡Oh, virtud sólo eres un nombre!"s
podrías hacerlo mucho mejor. Sueñas despierto y
lees libros prohibidos. Dotado con una excelente Señor Lepic
memoria, obtienes notas bastante buenas en tus
¡Ah, hijo mío!Yo creo que lo dominarás.
lecciones, pero descuidas hacer las tareas. Pelo de
Félix, el hermano mayor
Zanahoría, tienes que pensar en volverte alguien
serio. ¿Qué es lo que dice, papá?
Pelo de Zanahoria Ernestine, la hermana
Pelo de Zanahoria t Palabras pronunciadas por Bruto, uno de los asesinos de Julio César, en el
momento en el que decide morir atravesándose una espada. (N. delT.)
lut:: l\ut*:l l'¿l¡ Jt /,nttlx'¡ u¡
¿Cómo? No decías nada pero e so sí: perorabas tan Bla, bla, bla, no rnás balbuceos. Te ruego que
fuerte, todo rojo y con el puño amenazante hacia repitas, sin cambiar una palabra, y con el mismo
el cielo, ¡que tu voz llcgaba hasta el otro lado del tono, la frase de hace un momento. Me Parece
pueblo! Repite esa frase para que todos podamos que no te estoy pidiendo algo imposible, y que lo
aprovecharla. puedes hacer bien por tu madre.
¡Sí! ¡lSí! Hablabas de alguien, ¿de quién No, primero, luego tú y después compararemos.
él
hablabas? Dale, Pelo de Zanahoria, apúrate.
Pclo de Zanahoria Pelo de Zanahoria (balbucea, con voz llorona)
Tú no lo conoces, mamá. Vi-irtu-ud só-oolo ere-ees un-nn nom-mmbre.
Señora Lepic Señora Lepic
Razón de más. No te pases de listo y obedece. Qué rabia. No podemos sacar nacla de este niño.
Pelo de Zanahoria Se dejaría moler a palos antes que ser amable con
su madre.
mi papá que me
Está bien, mamá. Charlaba con
estaba dando consejos como amigo y por casualidad, Félix, el hermano mayor
no sé por qué, una idea se me vino a la cabeza para Mira, mamá, mira como dilo: (Blanquea los ojos
agradecerle, y fue la de comprometerme como ese y lanza miradas de provocación) Si no soy el primero
romano que se llamaba Bruto, invocando Ia virtud... en clase de francés (lnfla los cachetes y golpea el suelo
lkttt*l l'¿l¿, J¿ l¿¡tohorut
Jdr:s
con el pie) exclamaré como Bruto: (Levanta los brazos Yo creía. De todas maneras te garantizo que Ia
hacia el techo) ¡Oh, virtud! (los deja caer sobre los profesora Sophie nos da una clase de histc¡ria tan
muslos) ¡sólo eres un nombre! Así.ue que dijo. buena como la de tu profesor del colegio.
Mis salidas a pescar durante las vacaciones siempre puedas estar saLisfecho de mí por
me han removido el genio. M€ han salido mi buena conducta y perseverancia.
unos granos gruesos en l-os muslos. Parecen
cfavos. Estoy en cama. Me qu3do acostado Tu afecEisimo hijo.
boca arriba y Ia señora enfernera me pone
Respuesta del señor Lepic
cataplasmas. Mientras que eI grano no
revienta me duele mucho. Después ya no pienso Mi querido Pefo de Zanahoria,
más en eso. Se multiplican como po11itos. Justo cuando a ti te sale una muela, una de
Por uno aliviado, tres nuevos aparecen. De fas mias empieza a moverse. Decidió caerse
todas maneras espero que no sea nada. ayer por la mañana. De manera que si tienes
Tu afectísimo hijo. un diente más, tu padre Liene uno menos. Es
por esto que nada ha cambiado y el número de
Respuesta del señor Lepic dientes de la familia es eI mismo.
Mi querido PeIo de Zanahoria,
Tu padre, eue te ama.
Ya que te preparas para t.u prirnera comunión
y que ves catequesis en el- colegio, debes De Pelo deZanahoria al señor Lepic
saber que la especie humana no te ha esperado Querido papá,
para que te den granos o clavos. Jesucristo
Ios tuvo en 1os pies y en l-as manos. No se Imagínate que ayer fue Ia fiesta del señor
que;ó y sin embargo los de é- si eran de Jáques, nuestro profesor de latín y que, de
verdad. común acuerdo, Ios estudiantes me eligieron
!.
para presentarle Ias feficitaciones por
i Anfmo I
toda fa cIase. Orgulloso de semejante honor,
Tu padre, eue te ama. preparo con tiempo ef discurso en ef que
incluyo a propósito alqunas citas lat-inas.
De Pelo deZanahoria al señor Lepic Sin falsa modestia, quedo satisfecho. Lo
paso en limpio en una gran hoja de tamaño
Querido papá, oficio y, llegado eI dia, animado por mis
Te anuncio con gusto que me a:aba de salir compañeros que murmuran: ";Ve, ve pues!",
una mueIa. Aunque no tengo l-os años, creo aprovecho un momento en el que ef señor
que es una muela del juicio. Me atrevo a Jáques no nos miraba y me dirijo hacia la
esperar que ésta no sea Ia única y que tarima. Pero apenas desenroll-aba mi hoja
!'cl, Jt lan*tottt
y pronunciaba con voz fuerte: "Venerado charlamos de una y otra cosa. Me drce que
maestro", el señor Jáques se fevanta furioso yo debería llevarme, si quisiera, el primer
y grita: premio de historia y geografia de fin de
año. Pero, ¿me creerías si te digo que me
-Diríjase a su puesto ¡Rápidol quedé parado durante todo el tiempo que duró
trntonces imagínate que me eslapo y corro nuestra entrevista y que eI señor Legris
a sentarme, mientras que mis amigos se euo, repito, aparte de esto fue muy amable¡
esconden detrás de sus libros y que e1 señor no me invitó siquiera a que me sentara?
Jáques me ordena, colérico:
¿Fue un olvido o mala educaciÓn?
-Traduzca e-L e j erc ic j o. Lo ignoro y tengo curi-osidad, querido
Querido papá, áeué dices al .:especto? papá, por saber tu opinión.
Respuesta del señor Lepic Respuesta del señor Lepic
Mi querido Pelo de Zanahorla, Mi querido PeIo de Zanahoria,
Cuando seas diputado te pasarán muchas Siempre te quejas. Te quejas porque eI
como esa.6 Cada persona tiene su función. Si señor Jáques te manda a sentar y te quej as
a tu profesor fo han puesto en una tarima porque el señor Legris te deló parado. Qutzá
es aparentemente para que é1 pronuncie los todavía eres demasiado Ioven para exigir
discursos y no para que escuch<: los tuyos. atenciones. Y si e1 señor Legris no te
De Pelo cle Zanahoria al señor Lepic ofreció una silla, excúsa1o: fue sin duda
eue, confundido por Lu baja estatura, t€
Querido papá, creía ya sentado.
Acabo de entregarle tu lrebre a1 señor
De Pelo deZanahoria al señor Lepic
Legris, nuestro profesor de historia y
geografia. La verdad es que me pareció Querido papá,
que ef regalo fe ha gustado. Te agradece Me entero de que debes ir a Paris. Comparto
sinceramente. Como habia entrado con mi 1a aleqria que tendrás por visitar fa capital
paraguas mojado, éf mismo me fo quitó de que yo quisiera conocer y en Ia que estaré
fas manos para llevarlo af vestibulo. Luego cont.igo de corazón. Entiendo que no pueda ir
a este viaje por mis obligaciones escolares,
Ef'ectivamcntr:, antcs cle ser alcalde,, Renard lue diputado. (N. delT.)
j',:lo Je /.analto n
J*it litnarrl
pero aprovecho la ocasión para preguntarte Eso es Io que me interesa. Hoy. no entiendo
si no me podrías comprar uno o dos fibros. nada. áQué tiene que ver/ si me explicas,
Los míos ya me fos sé de memoria. Escoge esta salida sobre la primavera si estamos
Ios que sea. En el fondo son iguales. Sin en invierno? ¿Qué quieres decir? ¿Necesitas
embargo quisiera especialmente La Henriada una bufanda? La carta no tiene fecha y no
de Erangois-Marie Arouet de Voltaire y La se sabe si está dirigida a mí o a1 perro. La
nueva Efoisa de Jean-Jacques Rousseau. Si forma misma de tu escritura me parece que
me los t.raes (los libros no cues:an nada en cambió y la disposición de los renglones, la
Paris), te juro que el supervisor no me los cantidad de mayúscuIas, me desconciertan.
va confiscar nunca. En resumen: parece que te estás burlado de
alguien. Supongo que de ti, y con esto no
Respuesta del señor Lepic acuso un crímen, pero sí una observación.
Mi querido Pelo de Zanahoria, Respuesta de Pelo de Zanahoria
Los escritores de los que me hablas fueron
hombres como tú y yo. Lo que ellos hicieron
Querido papá,
tú 1o puedes hacer. Escribe libros, después Unas palabras a fa carrera para explicarte
podrás leerfos. mi última carLa: no te diste cuenta de que
estaba escrita en verso.
Del señor Lepic a Pelo de Zanahoria
Mi querido Pelo de Zanahoria,
Tu carta de esta mañana me sorprende mucho. El corral
La releo en vano. No es tu estifo habitual y
Ese pequeño corral donde, unos tras otros, han
hablas de cosas extrañas que no me parecen
ni de tu competencia ni de l-a mia. vivido gallinas, conejos y cerdos y que está vacío
Normalmente, nos cuentas sobre tus ahora, pertenece a sus anchas a Pelo de Zanahoria
pequeños asuntos, los puestos que obtienes, durante las vacaciones. Entra allí cómodamente
fas cualidades y defectos que 1e encuentras
a cada profesor, los nombres de tus nuevos pues el corral no tiene Puerta. Algunas ortigas
compañeros, ef estado de Lu ropa/ si duermes delgadas adornan la entrada y si Pelo de Zanahoria
y comes bien. las mira acostado boca abajo le parecen un bosque.
xo
I'Llu ,lt /.a¡'¡ltt u
Una fina capa de polvo cubre el suelo. LLs piedras de Una cabeza se agacha y Pelo deZanahoria' hecho
las paredes brillan de humedad. Pelo & Zanahoria una bolita, se mete entre la tierra y la pared sin
roza el techo con su cabello. Allí está er su casa y se respirar, con la boca bien abierta, incluso con la
divierte, desdeñando esos juguetes rcluminosos, mirada inmovilizada y siente que unos ojos registran
dependiendo solamente de su imaginarión. en la oscuridad.
perturbaría. de silencio.
El agua para lavar los platos que carre no lejos Pero un estruendo llena sus oídos. En el techo,
de ahí, por el drenaje del lavadero, unas veces a un mosco queda atrapado en una telaraña, vibra y se
torrentes, otras gota a gota, le envh bocanadas debate.Y la araña se desliza a lo largo de un hilo. Su
@
l\:b Jc l¿n¿lt¿t t,t
Pronto, como un hilo de agua que la arena El gato vacía la taza, limpia el fondo, seca el
borde hasta que sólo Ie quedan por lamer sus labios
obstruye, sus fantasías, ya sin impulso, se detienen,
llenos de azúcar.
forman un charco y se estancan.
-¿Has terminado? ¿Todo, todo? -prcgunta Pelo
de Zanahoria acariciándolo. Sin duda te tomarías
El gato encantado otra tazal Pero no me pude robar sino
I esa. De todas maneras, tarde que temprano...
Pelo de Zanahoría lo ha oído decir: nada mejor Ante estas palabras le Pone el cañón en la frente
que la carne de gato para pescar cangrejos; ni las y hace fuego.
tripas de pollo, ni los restos de una carnicería. La detonación aturde a Pelo cle Zanahoria. Piensa
Entonces encuentra a un gato, despreciado por que el corral mismo ha saltado y cuando la nube se
lo viejo, enfermo ), por esto y 1o otro, pelado. Pelo disipa ve a sus pies al gato que lo mira con un ojo.
de Zanahoria 1o invita a venir a tomar una taza de Una mitad de la cabeza ha sido arrancada y la
leche en su casa, en su corral. Estarán solos. Puede sangre corre en la taza de leche .
pasar que una rata se aventure a entrar pero Pelo de -No parece muerto dice Pelo de Zanahoria.
Zanahoría sólo promete Ia taza de leche. La pone
¡Maldición! Pero si he apuntado donde era.
en una esquina. Empuja el gato hasta allí y dice:
&i
l)tla l¿ ¿'.¡¡¡Lth,¡r t¡
No se atreve a moverse. Tánto le preocupa el ojo -¿Quión diría que los gatos lloran cuanclcr
único, de un amarillo resplandeciente. mueren? - dice Pelo de Zanahoria.
El gato indica, a decir por el temblor de su Se impacienta. Todo es demasiado largo.
cuerpo, que todavía vive pero que no hace ningún Tira la carabina, rodea al gato con sus brazos y,
esfuerzo por moverse. Parcce sangrar a propósito exaltándose cuando las garras le penetran la piel,
en la taza, con el cuidado de que toclas las gotas con los dicntes apretados y las venas alborotadas,
caigan ahí. lo asfixia.
Pelo de Zanahoria no cs ningún principiante. Ha Pero también él se asfixia, se tambalca rendido y
matado pájaros silvestres, animales domésticos, un cae al suelo, sentado, su cara pegada a la del animal,
perro, por propio placer o por el de otro. Sabe cómo sus ojos fijos en el del gato.
proceder y si el animal se hace el difícil, sabe que
II
es necesario darse prisa, arriesgarse, si es preciso,
a una lucha cuerpo a cuerpo. Si no, un arrebato Pelo de Zanahoria está ahora acostado en su
de falsa sensibilidad nos puede sorprender. Nos cama de hierro.
volvemos cobardes. Perdemos tiempo; no llegamos Sus padres y los amigos de sus padres, mandados
a terminar nunca. a toda prisa, visitan, agachados bajo el techo del
Primero, ensaya algunas carantoñas prudentes. corral, el lugar del drama.
Luego 1o agarra por la cola y le asesta en Ia nuca -¡Ah! -dice su madre-Tuve que centuplicar mis
unos golpes con la carabina tan violentos que cada fuerzas para arrancarle el gato hecho pedazos de
uno parece el último, el golpe de gracia. su corazón. Les aseguro que a mí nunca mc ha
Con las patas moviéndose enloquecidas, el abrazaclo así.
moribundo gato araña el aire, se enrosca como una Y micntras que ella explica las huellas clc una
bola, se entrega y no chilla más. ferociclad que más tarde sería lcgenclaria cn las
t¡
l'¿ !,¡ .!¡ / ¡ n' ¡h,r i'.¡
reuniones familiares, Pelo de Zanahoria duerme y Se hacen más grandes y salcn del agua, erguidos,
suena: brillantes.
Se pasea a lo largo de una quebracla, clonde los Pelo de Zanahoría, abrumado Por la angustia, no
rayos de una luna inevitable se remueycn y se cruzan sabe cómo escapar.
como las agujas de una tejedora. Y los cangrejos lo envuelven.
Entrc las redes los pedazos del gato flamean a
Suben hacia Ia garganta.
través del agua transparente.
Crcpitan.
Brumas blancas se dcslizan sobre la pradera y
Abren ya sus cnormes pinzas
escondcn luizá lcves fantasmas.
cnseguida, propaga hasta el cielo el ruido de sus unas vagas bolas saltarinas. Lanzan unos chillidos
cuatro patas y se desvanece. ensordecedores y mezclados, como los niños
cuando juegan en el patio de la escuela- Una de las
Qué calma, si la quebrada habladora no cacarcara,
bolas se lanza a sus piernas y siente un leve malestar.
no murmurara, no exasperara tanto, ella sola, como
una rcunión de ancianas.
Otra brinca bajo la luz de la claraboya. Es un
corclero. Pelo cle Zanahoriasonríe por haber tenido
Pelo dc Zanahoria, como si quisicra golpearla
miedo. Sus ojos se acostumbran gradualmente a la
para hacerla callar, levanta suavcmente un palo de oscuridad y los detalles se vuelven precisos.
Ia red y en cse momento, entre las cañas, empiezan
a apare('er cangrejos gigantcs.
La época de los nacimientos ha comenzado.
Toclas las mañanas el granjero Pajol cuenta clos o
¡
!t,,1,¡,i¡ y';¡¡ah¡tit
tres cordcros de más. Los encuentra perdidos entre Igual eso no dura; la madre se conmuevc. Además
las maclrcs, torpes, {laqucando sobre sus patas uno les enseña.
rígidas: cuatro pedazos de madera de una escultura Pajol la cmpuja del lomo y la aísla en una iaula.
ordinaria. Le anuda una corbata de paja para reconocerla
Pclo cle Zanahoria todavía no se atreve a si se escapa. El cordero la ha seguido. La oveja
acariciarlcs. Más intrópidos que é1, los animales come y hace un ruido de rallador, y el corderito,
ya lc chupetean los zapatos o Ie poncn las patas tembloroso, se cndereza en sus blandos miembros,
delanteras encima con una de heno en la e intenta mamar, lastimoso, con su hocico envuelto
P izca
boca. en una gelatina pegajosa.
Los mas viejos, los que tienen una scmana, se -¿Y usted cree que la madre tendrá sentimientos
estiran con un violento esfuerzo de Ia parte de más humanos? -dice Pelo de Zanahoria.
atrás y ejecutan vn zigzag en el aire. Los de un -Sí, cuando su trasero se mejore dice Pajol.
día, flacos, cacn sobre sus rodillas angulosas para Tüvo un parto muy duro.
volverse a parar llenos de vida. Un pequeño que -lnsisto -dice Pelo de Zanahoria-r ipor qué no
acaba de nacer se arrastra, viscoso y sin amamantar. confiar por el momento el pequeño a los cuiclados
Su madre, irritada por su bolsa hinchada de agua de otra?
todavía palpitante, lo rechaza a cabezazos.
-Lo rechazaria -dice Pajol.
-¡Una mala madre! -dice Pelo de Zanahoria.
En efecto, desde las cuatro esquinas del establo
-Los animales son como los hombres -{ice Pajol. los balidos de las madres se cruzan, llaman a la hora
-Ella quisiera, sin duda, dejarla con una niñera. de amamantar, y aunque iguales a los oídos de Pelo
de Zanahoria, son dif'ercnciados por los corderos
-Casi dice Pajol. A más <le uno toca darle un sin confusión alguna y cada uno se precipita
tetero, uno como los que se compran en Ia farmacia. clirectamente a las ubres de Ia madre.
l'. !,,,lL /,tt¡, th¿r tt
-Aquí no hay ladrones de crías -dice Pajol. -Con mucho gusto dice Pelo de Zanahoria sin
saber. Gracias desde ya.
-Es raro dice Pclo de Zanahoria-, cse instinto
de familia entre estos bultos de lana. ¿Cómo Pajol escarba entre la lana gruesa de una de las
explicarlo? Quizá sea por la agudeza de su olfato. madres y atrapa con las uñas una garrapata amarilla,
reclonda, rechoncha, enormc. Según Pajol dos
Casi lc dan ganas de taparlc lanariz a una para vcr.
como esa dcvorarían la cabeza de un niño como a
Compara profundamente a los corclcros con una ciruela. La pone en la mano vacía dc Pelo dc
los hombres y quisiera saber el nornbrc de los Zanahoria y le aconseja, si sc quiere reír y divertir,
corderos.
que la meta en el cuello o en el pelo de su hermano
Mientras ellos chupan ávidos, sus mamás, a pesar o hermana.
de tener el costado abatido por los golpcs con el
La garrapata empie za atrabalar, atacala piel. Pelo
hocico, comen tranquilas, indiferentes. Pclo de de Zanahoria siente unos picotazos en los dedos
Zanahoria obscrva en el agua de una de las piletas
como si le caycra granizo. Pronto en el puño de la
rcstos de cadenas, llantas, una pala usada.
camisa, llega al codo. Parcccría quc la garrapata se
-¡Sí que tiene limpia la pileta! dice con un tono multiplica, ![ue va a roer cl brazo hasta cl hombro.
fino. ¡Seguramente ustecl enriquece la sangre de
Peor para ella. Pclo dc Zanahoria la aprieta; la
los animales con csta chatarra!
aplasta y se limpia la mano en la espalda de una
-Así mismo -dice Pajol. Tü tomas pastas, ¿no? oveja, sin que Pajol se dé cuenta.
Le dice a Pelo de Zanahoria que pruebe el agua. Dirá que se le perdió.
Con tal de que se vuelva más alimenticia, le echa
Pelo de Zanahoria escucha todavía Por un
Io que sea.
instante, recogido, los balidos que Poco a Poco se
158
l',,! t¡ .!,: /¿Lt¿i¡a¡)a
Dentro de un rato no se escuchará más que el sus relaciones. Cuando dice "sl" quiere dccir "n{)" y
murmullo sordo del heno desmenuzado entre las viceversa. La cuestión es no equivocarse.
mandíbulas lentas. Si eso 1o divierte, a mí no me molesta, piensa
Colgada de una barra de pesebre, una capa de Pelo de Zanahoria.
lana cle rayas descoloridas parece, sola, cuidar a los Y así sigucn siendo buenos amigos.
corderos.
El padrino, que normalmente no cocina sino una
vez por semana, pone al fuego, en honor de Pelo
El padrino de Zanahoria, una gran olla de fríjoles con un buen
peclazo de tocineta y, para comenzar la jornada, Icr
Algunas veces la señora Lepic deia que Pelo de
obliga a tomarse un vaso de vino.
Zanahoria vaya a vcr a su padrino e incluso que
duerma doncle é1. Es un hombre viejo, huraño y Lucgo se van a pescar.
solitario que pasa los días pescando o en la viña. No EI padrino se sienta a la orilla y desenrolla
quiere a nadie y sólo soporta a Pelo de Zanahoria metódicamente su sedal. Asegura con urlas piedras
-¡Patito, aquí estás! pcsadas sus impresionantcs cañas y sólo pcsca los
peces más gordos, a los quc cnrolla en una toalla
-Así es, Padrino -dice Pelo de Zanahoria sin
para que así permanezcan frescos y envueltos como
abrazarlo. ¿Me has preparado mi caña?
bebós.
-Tendremos bastante con una para los dos -dice
-Ante todo le dice a Pelo de Zanahoria-, no
el padrino.
levantes tu caña hasta que cl flotaclor no sc haya
Pelo de Zanahoria abre la puerta del granero y hundido trcs veces.
ve su caña lista. Así 1o molesta siempre su padrino,
Pelo de Zanahoria
pero Pelo de Zanahoría, prevenido, ya no se
molesta y esta manía del viejo apenas si complica ¿Por qué tres?
160
l\' !,: /,t n,t i¡,'r ¡ ¡t
1,
"
Pelo de Zanahoria prefiere pescar gobios.T Se Patito, me encanta verte comer. Apuesto a quc
descalza, entra en el río y con sus pies agita el fbnclo no comes en donde tu mamá toclo lo que quieras.
arenoso para enturbiar el agua. Los tontos gobios Pelo de Zanahoria
acuden y Pelo d.e Zanahoria saca uno cada vez que
Todo depenclc de su apetito. Si ticne hambre,
tira de Ia caña. Apenas si tiene tiempo para gritarle
yo como hasta que no le queden ganas. Al
al padrino:
servirse, ella me sirve también. Si ella termina,
-
¡Dieciséis, diecisietc, dieciocho !
yo también.
Cuando el padrino mira el sol encima de su Paclrinc>
cabeza, se devuelven para alrnorzar.Atiborra a Pelo
Se pide más, tonto.
deZanahoria con fríjoles blancos.
Pelo de Zanahoria
-No conozco algo mejor-1e dice- pero me gustan
Es fácil decirlo, querido. Además, siempre es
cocidos y aplastados. Prefiero morder el hierro
melor quedarse con hambre.
de un pico que comerme unos fríjoles que crujan
entre los dientes, como el sonido de un balín en el Padrino
Terminan Ia 1'ornada en la viña donde Pelo de que con los golpes no se hace nada y quc óstos sc
Zanahoría unas veccs mira cavar a su paclrino y le aplican mejor a mí.
sigue paso a paso, y otras, acostado sobre un montón
Padrino
de sarmientos y con los ojos al ciclo, mastica una
rama dc mimbre. Deberías ensayar con la escoba, Pelo de
Zanahoria.
Pelo de Zanahoria
La fuente
No cluerme con su padrino por el placer de ¡Ah, si sólo me atreviera! A veces, Félix y yo nos
pegamos de mentiras o en serio. Yo soy tan fuerte
dormir. Si el cuarto está frío, el colchón de plumas
como é1. Me defendería como é1pero, al contrario
da demasiado calor y las plumas, suaves para las
de mi hcrmano, con una escoba en Ia mano me
viejas extremidades del padrino, hacen qu€ cl
vería armado contra mamá. Ella creería que se Ia
ahijado pronto quede empapado en su<lor. Pero al
llevo, pasaría de mis manos a las suyas y quizás me
mcnos duerme lejos dc su madre.
diría "gracias" antes de pcgarmc.
-¿Te da tanto miedo de ella?
-dice el padrino.
Padrino
Pelo de Zanahoria
¡Ja! Duerme patito, mejor duermc.
Más bien soy yo el que no le da tanto miedo.
Cuando quiere corregir a mi hermano, él de un
Ninguno de los dos pucde dormir. Pelo de
Zanahoria da vueltas, se ahoga y busca airc; su viejo
salto agarra un palo de escoba, se planta delante de
ella y te juro que ella se deticnc de inmediato. Por padrino siente pena.
eso prefiere corregirlo desde los sentimientos. Ella De repente, justo cuando Pelo de Zanahc¡ria
dice que la naturaleza de Félix es tan susceptible se está quedando dormido, el padrino le cogc cl
brazo.
t', 1¡,1t /,tt¡,tlt,t'l
Pelo de Zanahoria
-¿Estás ahí, patito?-pregunta. Estaba soñando,
te crcía todavía en la fuente. ¿Te acuerdas de Ia Sí, me picaba, me rascaba. ¿Ese vestido era de
fucnte? crin?
Pclo de Zanahr¡ria Padrino
Como si estuvicra ahí, padrino. No tc lo reprocho,
No, pero el pequ eño Bernard no tenía una
pero me hablas de ella muy a menudo.
camisa limpia para prestarte. Hoy día me rlo,
Paclrincr
pero un minuto, un segundo más, y te sacaba
Mi pobre patito, cuando pienso en eso me tiembla muerto.
todo el cuerpo.Yo me había dormido sobrc el pasto. Pelo de Zanahoria
Tú jugabas en el borde de la fuente, te resbalaste,
te caíste, gritaste, luchastc, y yo., miserable, no oía Estaría lejos.
peluda que es imposible dormir cuando me toca. Ten cuidado de no caminar encima de ellas -le
dice a Pelo de Zanahoria. Anda lcntamente. Si
no tuviera miedo de agriparme me pondría unas
Las ciruelas chanclas. Al menor ruido, la lombriz se vuelve a
Inquietos durante un rato, dan vueltas en la cama meter en su agujero. Sólo es posible atraparlas si
y el padrino dice: cstán lo suficientemente alejadas de sus túneles.
Toca cogerlas con fuerza y apretarlas un Poco
-¿Duermes, patito?
para que no se escurran. Si la lombriz se alcanza
Pelo de Zanahoria
a devolver un poco, suéltala: la partirías. Y una
No, padrino. lombriz partida no vale nada. Además, pudre
Paclrino a las otras y los peces delicados las rechazan.
Algunos pescadores economizan sus lombrices; se
Yo tampoco. Tengo ganas de levantarme. Si
equivocan. Solamente se Pescan Peces hermosos
quieres vamos a buscar lombrices.
con lombrices enteras, inquietas y que se retuerzan
-Buena idea -dice Pclo de Zanahoria. en el fondo del agua. El pez piensa que se están
Saltan de la cama, sc visten, prenden una linterna cscapando y nada a devorarlas con toda confiarrza.
y salen al jardín. -Yo las dejo ir casi siemPre -murmura Pelo
Pelo de Zanahoria lleva Ia linterna y el padrino de Zanahoria-, 1, tengo los dedos untados de su
una caja de hojalata medio llena dc tierra húmeda. asquerosa baba.
l'tlo Jc /-¡n,¡h,:rit
todavía juega al novio y la novia con la pequeña que se abren, aquí y allá, amapolas, bolitas rojas
Mathilde en el pasto. Félix, el hermano mayor, de espino y un diente de león amarillo para poder
cs el que los viste. Si no me cquivoco, eso está distinguirlo de Mathilde. No tiene ganas de reír y
prohibiclo. Ios tres permanecen serios. Saben cuál es cl tono
que conviene a cada ceremonia. Se debe cstar triste
En efecto, en el pasto la pequeña Mathilde se
en los entierros, desde el comienzo hasta el final,
manticne inmóvil y rígida bajo su vestido con
y solemne en los matrimonios, hasta después de la
clcmátides silvestres de flores blancas.n Toda
misa. Si no, ya no resulta diverticlo el juego.
adornacla, parece rcalmente una novia cubierta de
azahar.Y tiene tantas como para aliviar los cólicos -Tómense de Ia mano -dice Félix, el hermano
de toda su vida. mayor. ¡Adelante, dcspacio!
Las clemátides, trenzadas en forma de corona Avanzan lcntos, separados. Cuando Mathilde se
sobre la cabeza,caen en bucles bajo el mentón, sobre enreda, recoge la cola del vestido y la sostiene con
la espalda, a lo largo de los brazos; caprichosas, los declos. Pelo de Zanahoria la esPera como un
enguirnaldan la cintura y forman en cl suelo una caballero con la pierna lcvantada.
cola rampantc que Félix, el hermano mayor, no st:
Félix, el hermano mayor, los lleva por el pasto-
cansa de alargar.
Camina hacia atrás y balanceando los brazos les
Retrocede y dice: indica la cadencia del movimiento. Se cree el
-¡No te muevas! Es tu turno, Pclo de señor alcalde y los saluda, Iuego el señor cura y los
Zanahoria. bendice, Iuego el amigo que felicita y los aplaude,
luego el violinista y raspa, con un palo, otro palo.
A su vez, Pelo de Zana\toria está vestido de joven
novio, cubierto también de clemátides entre las Los pasea de un lado a otro.
Con el tiempo para aplanar de una palmada Ia Félix, el hermano mayor, les enseña los
corona de Mathilde, retoma el cortejo. cuernos
-¡Ay! --exclama Mathilde haciendo una mueca. -¡Están rojos! ¡Están rojos!
Un zarcillo de la clemátide le jala cl pelo. Félix, Se frota dos dedos, uno contra otro, patalea y
hace sonidos con la boca.
cl hermano mayor, arranca todo Continúan.
-¡Sí serán bobos! ¡Creen que pasó de verdad!
-[.isto -dice-, ahora son mariclo y mujer.
Bésense. -Primero -dice Pelo de Zanahoria-, yo no estoy
rojo, y segundo, pues búrlate todo lo que quieras;
Al ver que dudan:
no serás tú quicn me impida que me case con
-¡Entonces! Dense un beso. Cuanclo uno se casa Mathilde, si mamá quiere.
se da besos. Coqueteen, declárcnse. Parecen unos Y justo ahí, mamá acaba de responder que no
petardos. quiere. Empuja la veria que cla al pasto. Entra
Superior, se burla de su incapacidacl, é1que, qrtizá, seguida clc Ernestine, la sapa. Al pasar ccrca cle
unos matorrales, rompe una rama, lc quita las hojas
yaha pronunciado palabras de arnor. Da ejemplo y
y deja las espinas.
besa de primero, con esfuerzo, a Mathilde.
Llega directa, inevitable como la tormenta.
Pelo de Zanahoria se atreve, busca a través de la
planta trepadora el rostro de Mathilde y la besa en -Cuidado con los latigazos -dice Félix, el
hermano mayor.
la mejilla.
Sele vc huir hacia el fondo de la praclera. Tiene
-No es una broma, yo me casaría en serio contigo
refugioyalcanzaaver.
--dice é1.
Pelo de Zanahoria nunca se salva. Aunque por lo
Mathilde, como lo ha recibido, devuelve el beso.
general es un cobarde, prefiere terminar rápido, y
Enseguida, torpes, incómodos, se sonrojan.
hoy se siente valiente.
1,1.,,1,) t]))l')'¡11
Mathilde, temblorosa, llora c¡mo viuda entre La señora Lcpic se acerca. Los ticne. 'l'ienc
hipos. tiempo. Baja el ritmo. Está tan cerca que Ernestine,
Pelo de Zanaho'ia la hcrmana, temiendo algún golpc de vuelta, se
detiene al borde <lcl círculo donclc se conccntrará
No temas. Yo conozco a manú, viene sólo por
Ia acción.
mí.Yo aguantaré todo.
Mathilde Pelo de Zanahoria se planta dclantc de "su
mujer", que solloza más f'uerte.
Sí, pero tu mamá lc va a dccira mi mamá, y me
va a Pegar. Las clemátitlcs silvestrcs se enredan con sus
florcs blancas. La rama cle la señora Lepic se
Pclo de Zanahoria
eleva lista para azc>tar. Pelo cle Zanahoria, pálido,
Corregir; sc dice corregir, corro con las tarcas
cruzado cle brazos, la nuca cncogida, Ios riñones
de vacaciones. ¿Tü mamá te corrlge?
quc ya le queman y las pantorrillas quc le cuecen
Mathilde por adelantaclo, ticne cl orgullo cle gritar:
A veces. Depende. -iQué más da, la hemos pasaclo muy bien!
Pelo de Zanahoria
178 179
Julr; r.rrutr.! l\' l,',1,: /.t t,tl t,r t, t
Ni la busques, sería inútil. Te la diré cuando Mathil<le se queda mirando a Pelo de Zanahoria.
estemos casados con la condición cle que me No entiende muy bien. Entrecierra sus ojos grises
cle pícara. Ahora tiene dos curiosidades en vez de
prometas que nunca la vas a repetir.
una.
Mathilde
-Di Ia palabra antes, Pelo de Zanahoría.
Dímela ahora. Te prometo que nunca la voy a
repetir. Pelo de Zanahoria
-Escucha, Mathilde, no has adivinado nada. Pero que me inventé. Además, el de verdad no me lo
me confbrmo con tu palabra dc honor. La palabra sé.
que mi papá pronuncia antes de abrir la caja fuerte Pierre
es "Lustucru". Ahora puedo tocarte donde yo
Cálmatc, Pelo <le Zanahoria. Me río de Lustucru
quiera.
y cle eso no le hablaré a tu madre. Le diré el rcsto.
-¡Lustucru! ¡Lustucru! -dice Mathildc, que se
Pelo de Zanahoria
echa hacia atrás con el placer de conocer un secreto
y con el miedo de que no valga nada. ¿En serio que ¿El resto?
no te estás burlando de mí? Pierre
Mientras Pelo de Zanahoria ayanza sin responder Sí, el resto. Te vi, te vi, Pelo de Zanahoria;
nada, decidido y con la mano estirada, Mathilde atrévete a decir que no te he visto. ¡Ah! Vas bien
escapa.Y Pelo de Zanahoria oye su carcajada seca. para tu edad. ¡Pero está noche se te alargarán las
Ha desaparccido. Pero ahora oye que alguicn se
orejas!
ríe burlonamente detrás de é1. Pelo de Zanahoríano sabe qué responder. Su cara
trabajador de la ciudadela saca la cabeza y muestra Y se aleja, las manos cn los bolsillos, saltando como
los dientes. un sapo y tragándose los mocos.
amigo Rémy aparece. Es un muchacho dc su misma nada y se miran indecisos. Pero la señora Lc¡rit'agita
edad que cojea y siempre quiere correr, de manera la cabeza y hace claramente señas cle quc no.
que su pierna izquierda impedida se arrastra detrás -No quiere - clice Pelo clc Zanahoria. Seguro crr
de la otra y nunca Ia alcanza. Lleva un canasto y un rato me nccesitará.
dice:
Rómy
-¿Vienes, Pelo de Zanahoria? Mi papá va a meter
Lástima, nos hubiéramos divertido mucho. N«;
el cáñamo en el río. Nosotros lo ayudaremos y
quicre, no quicrc. . .
pescaremos renacuajos con los canastos.
Pelo de Zanahoria
-Pregúntale a mi mamá -dice Pelo de
Zanahoria Quédate. Jugaremos aquí.
Rémy Rémy
La señora Lepic pega la oreja al vidrio. Rémy Plantados los dos con las manos en los bolsillos,
repite con un grito. La señora Lepic ha entendido. observan disimuladamente la escalera y enseguida
Se ve que mueve la boca. Los dos amigos no oyen Pelo de Zanahc¡ria Ie da con el codo a Rémy.
l7,lo J¿ L¡n¡hqit
que esPerara. Rémy huye hacia el río. Tiota tan rápido que su
Señora Lepic pie izquierdo, siempre retrasado, raya el polvo del
camino, baila y suena como una cacerola.
¿Eso es cierto, Pelo de Zanahoria?
Con el día perdido, Pelo de Zanahoria ya no
Pelo de Zanahoria no dice ni sí ni no.Ya no sabe.
intenta divertirse.
Conoce a la señora Lepic perfectamente. Había
adivinado una vez más. Pero como el imbécil de Se ha perdido una buena salida.
Rémy enredó todo y 1o arruinó, Pelo de Zanahoria Las penas están en camino.
pierde interés por el desenlace. Aplasta el pasto Las espera.
con el pie y mira para otro lado.
Solitario, sin defensas, deja llegar al aburrimiento
Sin embargo, me parece -dice la señora Lepic-
y que el castigo se aplique por sí mismo.
que no tengo la costumbre de retractarme.
l¿lo ,!c /¿n,th¿ ¡,t
(Siempre tiene la precaución de escuchar tras las Si el señor Lepic mata una liebre al comienzo de
puertas para oír mejor) ¡Pobrecitol (Zalameru,le pasa la caza, dice:
la mano por el pelo ¡, 1o jala) Míralo, sólo lágrimas -¿Prefieres dejarla en la primera finca que
porque su padre . .. (fi[ira de reojo al señor Lepic) lo encontremos o esconderla detrás de algún arbusto
quería llevar a pesar de que él no quería. No será y recogerla por la tarde?
tu madre la quc te atormcnte con estas crueldacles.
-No, papá dice Pelo de Zanahoria-, prefiero
(I-os Lepic, padre y madre, se dan la espalda).
quedarme con ella.
EscenaV
Llega a pasar que durante todo el día carga
Pelo de Zanahoria dos liebres y cinco perdices. Desliza la mano o su
(En fondo de un armario. En su boco dos dedos,
el pañuelo por debajo de la correa del morral para
en la nariz, uno). No todo el mundo puede ser descansar su hombro adolorido. Si se encuentra
huérfano. con alguien, le muestra su espalda con arrogancia y
olvida por un momento su carga.
De caza Pero se cansa mucho, sobre todrt cuancl<¡ no han
El señor Lepic lleva hijos a cazar por turnos.
a sus cazado nada y Ia vanidad deja de sostcnerlo.
Caminan detrás clc é1, un poco a su derecha debido -Espérame aquí -dice a veces el señor Lepic.Voy
a la posición de la escopeta, y cargan el morral de
a revisar este cultivo.
caza. El señor Lepic es un caminante infatigable.
Pelo de Zanahoria siente una ofuscación apasionada Pelo de Zanahoria, irritado, se qucda parado bajo
por seguirlo sin quejarse. Sus zapatos lo lastiman el sol. Mira a su padre examinar el camPo, surco
pero no dice una palabra y sus dedos se tuercen; la por surco, matorral por matorral, pisoteando Por
punta del dedo gordo se le inflama y adquiere una aquí, nivelándolo como con un rastrillo por allá,
forma de martillo. golpeando con la escopeta los arbustos, las matas,
./u/tr Artar,l li l', ,1, t,,t, ¡l' t t t
los cardos, mientras que incluso Pyrame, que no punta de los pies el señor Lepic se acerca lt, ,¡tt.'
puede más, busca la sombra, se acuesta y jadea con más puede, con la culata en el hombro. Pcl<¡ tlt'
la lengua afuera. Zanahoria se queda quieto y un primer rayo «lt'
Pero si no hay nada allá, piensa Pelo de Zanahoria. emoción le quita el aliento.
Eso, golpea, daña las ortigas, el forraje. Si yo fuera Se levanta la gorra,y algunas perdices salen o salta
una liebre oculta en una cuneta y bajo las hojas, ¡yo una liebre. Y según Pelo de Zanahoria deie caer la
misma me abstendría de moverme con este calor!
Borra ofnja un saludo, el señor Lepic falla o mata.
Y en vozbaja maldice al señor Lepic y le manda Pelo de Zanahoría lo admite; el sistema no es
insultos menores. infalible. Si el gesto se repite muchas veces ya no
EI señor Lepic salta otra cerca para examinar produce ningún efecto, como si la fortuna se cansara
un cultivo de alfalfa vecino donde, esta vez, le de responder a la misma seña. Pelo de Zanahoria
sorprendería mucho no encontrar alguna libre. las reparte con discreción y bajo esta condición casi
siempre funciona.
-Me dice que Io espere -murmura Pelo de
Zanahoria-, pero ahora me toca correr detrás de -¿Has visto ese tiro?pregunta el señor Lepic,
é1. Un día que comienza mal, termina mal. Tiota que tantea una liebre todavía tibia y a Ia que le
aprieta el rubio vientre para que haga sus últimas
y suda, papá, revienta al perro, agótame, da lo
necesidades. ¿Por qué te ríes?
mismo si nos sentamos. Esta noche volveremos con
las manos vacías. -Porque la has matado gracias a mí -dice Pelo de
Zanahoria.
Y es que Pelo de Zanahoria es ingenuamente
supersticioso. Yorgulloso de este nuevo éxito, explica su
método con seriedad.
Cada vez que toca el boúe de su gorra, Pyrame se
detiene con el pelo erizado y la cola tiesa. En la -¿Estás hablando en serio? -dice el señor Lepic
Ptlo lc 1.t¡¡,1¡¡,n¿
-Papá, ya no oigo el mosco. Debe haber muerto; al frente, apuntó, hizo fuego y dejó sobrc Ia tierra
pero se lo ha tomado todo. la bolita gris. No pudo encontrar de su codorniz
pulverizada y desaparecida más que algunas plumas
y un pico ensangrentado.
197
l'.'la,!" /¿n,th¡rt,t
Sin embargo Io que consagra el prestigio de su cabeza y, con la culata de la escopeta contra el
un joven cazador es clar mucrte a un gallinago, y vientre, dispara al azar, al aire.
csta tarde tcndrá que marcar la vida de Pclo de Uno de los gallinagos cae con el pico por delante
Zanahoria. y el eco dispersa Ia fbrmidable detonación en las
Como se sabe, el crepúsculo engaña. Es la hora cuatro esquinas del bosque.
en que las cosas cercanas se alejan. El vuelo de Pelo de Zanahoria recoge el gallinago, al que se
un mosquito inquieta tanto como la cercanía del le ha roto un ala, lo agita lleno de gloria y aspira el
trucno. Pelo de Zanahoria, cmocionado, quisicra olor de la pólvora.
que todo hubiera pasado ya. Pyramc acudc preccdiendo al señor Lepic, que
Los tordos, de vuclta cle los prados, se lanzan ni se retrasa ni se apura más de lo normal.
como llamas entre los robles. Les apunta para "No se la va a creer" -piensa Pelo de Zanahoria,
entrenar la vista. Con la manga de la camisa frota listo para los elogios.
el vaho que empaña el cañón del fusil. Se oyen caer
Sin embargo el señor Lepic scpara las ramas,
hojas secas por aquí y por allá.
aparece y con una voz calmacla le dice a su hijo,
Por fin dos gallinagos, cuyos largos picos les todavía llcno de humo:
hacen pesado el vuelo, se elevan, se persiguen,
-¿Y por qué no mataste a los dos?
amorosos, y dan vueltas por encima del bosque que
se estremece.
Zanahoria duda que vengan hacia é1. Sus ojos se sus pescados: hay gobios, albures e incluso Percas.
mueven rápidamente. Ve pasar dos sombras sobre Los raspa con un cuchillo, les abre el vientrc y
199
P¿ I a,le /,.t¡¡ t t h,L ¡ i d
con el tacón del zapato estalla las dobles vesículas El señor Lepic intenta quitárselo.
transparentes. Junta los sobrados para el gato. -¡Ah, no, así no! -dice la señora Lepic con voz
Tiabaja, se apresura, absorto, inclinado sobre
aguda.
el balde lleno de espuma, y tiene cuidado de no
mojarse. En efecto, el anzuelo está atascado de un lado
por la punta y por el otro por la curva.
La señora Lepic viene a echar un vistazo.
El señor Lepic se pone las gafas.
-iQué maravilla! -dice. Nos has pescado una
buena fritanga para hoy. Cuando quieres no eres -¡Carajo! -dice. ¡Toca romPer el anzuelo!
tan torpe.
¡Pcro cómo romperlo! Al menor esfuerzo de su
Le acaricia el cuello y los hombros, pero cuando marido, que no tiene de dónde cogerlo, la señora
quita la mano lanza gritos de dolor. Lepic salta y aúlla. ¿Pero acaso le están arrancando
el coraz6n, la vida? Además, el anzuelo es de un
Tiene un anzuelo clavado en la punta del dedo.
acero de buena calidad.
Ernestine, la hermana, llega, Félix, el hermano -Va a tocar cortar la carnc --dicc el scñor Lepic-
mayor, la sigue y pronto el mismísimo señor Lepic
Se acomoda bien las gafas, saca su navaja y
se presenta.
comienza a pasar Ia hoja mal afilada sobre el dedo,
-Deja ver -le dicen. tan débilmente que no lo penetra. Aprieta, suda.
Pero ella se aprieta el dedo en la falda, entre Sale sangre.
las rodillas, y el anzuelo se hunde cada vez más. -¡Ah! ¡Ah! -grita la señora Lepic. Todo el grupo
Mientras que Félix, el hermano mayor y Ernestine, tiembla.
la hermana, la sostienen, el señor Lepic Ie coge el -¡Más rápido, papá! dice Ernestine, Iu
brazo,lo levanta y todos pueden ver el dedo. EI hermana.
anzuelo lo ha atravesado.
fulir llrrar.l l\'lo ,it ./,tn'tl¡,'t t.t
- iNo seas tan cansona! -le dice Félix, el hermano t Unos vecinos son atraídos Por el ruido y lc:
mayor, a su madre. I
preguntan:
f
*
El señor Lepic pierde la paciencia. La navaja i
-¿Y ahora qué pasó, Pelo de Zanahoria?
4
I
desgarra, corta al azar y la señora Lepic, después de 4
La seÍiora Lepic se inclina. Él hu"" el gesto -¡Ah, no!dice Félix, el hermano mayor'Yo I<r
habitual de protegerse con el codo. Pero, generosa, guardo. Quiero Pescar con ó1. ¡Upa! Un anzuelo
ella lo besa dclante de todo el mundo. con sangre de mamá, ¡eso sí que va estar bueno!
van a ser gordos como
No entiende nada, el niño se echa a llorar. ¡Los peces que voy a sacar
un muslol
-¡Te digo que ya pasó, que te perdono! ¿Me crees
así de malvada?
Y sacude a Pelo deZanahoría 9ue, todavía
cstupefacto por haber escapado al castigo, exagera
Los sollozos cle Pelo de Zanahoria aumentan.
su arrepentimiento, lanza por la garganta unos
-¿Será que es bobo? Cualquiera diría que 1o están
gemidos roncos y lava con abundante agua las pecas
degollando -le dice la señora Lepic a los vecinos,
de su fea cara, tan apropiada para golpear'
conmovidos por su bondad.
Les pasa el anzuelo, que examinan con curiosidad.
Uno de ellos afirma que es un anzuelo número ocho.
La moneda de plata
Poco a poco la señora Lepic vuelve a encontrar su I
facilidad para las palabras y,locuaz, le cuenta su Señora Lepic
drama al público.
¿Has perdido algo, Pelo de Zanahoria?
-¡Ah! Si no lo amara tanto, en el momento lo
habría matado. ¡Sí que puede ser maligno un Pelo de Zanahoría
&
l\.i,' h /,t¡t,tl,,', t,'
(Se 1os voltea y los miru colgar como orejas de asno.) ¿Qué cuchillo? ¿Quién te dio un cuchillo?
¡Sí, mamá! Devuélvemela. Pelo de Zanahoria
Señora Lepic
Nadie.
¿Devolverte qué? ¿O sea que sí perdiste algo? ¡Te Señora Lepic
pregunté porque sí y aclivinó! ¿Qué has perdido?
Pobre hijo mío, así no vamos poder. Cualquiera
a
Pelo de Zanahoria
diría que yo te perturbo. Sin embargo estamos
No sé. solos. Yo te pregunto con toda suavidad. Un hijo
Imaginemos, mamá, llue me gasté la moneda cn que la señora Lepic ha desaparecido, no busca más.
Sigue caminando, como se debe, con la nariz hacia
lo que quise. ¿Me tocaba cntonces vigilarla toda mi
vicla?
arriba.
Y te prohíbo decir "sí, mamá" y hacerte el Zanahoría se da por vencido y decide volver a casa
gracioso. Y mucho cuidado si te escucho cantar, para ver cómo está su madrc. Quizá se calme ¡ si la
silbar entre dientes, o hablar sin preocupaciones moneda sigue perdida, renuncie a seguir buscando.
como el carretero. Esas cosas no van conmigo. No ve a la señora Lepic. Tímiclo, la llama:
il -¡Mamá! ¡Eh, mamá!
Pelo de Zanahoria se pasea a pasos cortos por las No contesta. Acaba de salir y ha dejado abierto
alamedas del jardín. Gime. Busca un poco y resopla el cajón de su costurero. Y entre las lanas, las
con frecuencia. Cuanclo siente que su madre lo agujas, los carretes blancos, rojos o negros, Pclo de
observa, se queda quieto o se tira al suelo y hurga Zanahoria ve algunas monedas de plata.
l\'lt J, l,tn,¡1,,'¡ t.t
Parecen cnvejecer ahí. Aparentan dormir, dirige cl juego, inocente, se pega en las pantorrillas
monedas rara yez despertadas, empujadas de ansiosamente y exclama:
una esquina a la otra, mezcladas y sin saber su
-¡Caliente! ¡Caliente! ¡Se quemó!
cantidad.
III
Puede haber bien tres o cuatro, o también ocho.
Contarlas sería dificil. Tocaría voltear el cajón, Pelo de Zanahoria
sacudir los ovillos de lana. ¿Pero luego cómo ¡Mamá, mamá, la tengo!
demostrarlo?
Señora Lepic
Con esa presencia de ánimo que sólo lo abandona
Yo también.
en los grandes momentos, Pelo de Zanahoria,
resuelto, estira el brazo, coge una moneda y Pelo de Zanahoría
se acuesta boca abajo y, con la hierba que le hace Mejor deja ver tú.
cosquillas en la nariz, se arrastra por el suelo como
Pelo de Zanahoria
en su fantasía, describe unos círculos irregulares,
(Muestra su moneda. La señora Lepic muestra la suya.
como cuando uno da vueltas con los ojos tapados
alrededor de un objeto escondido, y Ia persona que
Pelo de Zanahoria las coge, las compara I PrePara sus
l'.:lt, Jt Lanohor¡¿
palabras.) Qué raro. ¿Dónde la encontraste, mamá? Claro. Diviértete ahora que estás joven. Llévate
Yo la encontré por ese sendero, al pie del peral. tus dos monedas.
Pasé por encima de ella veinte veces antes de Pelo de Zanahoria
verla. Brillaba. Al comienz,o creí que era un pedazo
de papel o una violeta blanca. No me atreví a ¡Oh, mamá! Con una tengo. Incluso te ruego
recogerla. Seguro que se me salió del bolsillo algún que me la guardes hasta cuando Ia necesite' ¿Serías
día en que daba vueltas por el pasto como un loco. tan gentil?
Agáchate, mamá, mira dónde se escondía la muy Señora Lepic
pícara, mira su guari<la. Puedc jactarsc dc haberme
No, señor; las cuentas claras y el chocolate
preocupado.
espeso. Guarda tus monedas. Las dos son tuyas, la
Señora Lepic de tu padrino y la del peral. A no ser que el dueño
No digo que no.Yo, la encontré en tu otro saco. la reclame. ¿Quién será? Le doy vueltas y vueltas
A pesar de mis advertencias, todavía se te olvida en la cabeza y no se me ocurre nadie.Y tú,, ¿alguna
vaciar los bolsillos cuando te cambias de ropa. idea?
Quería darte una lección de orden. Te dejé ir a Pelo «lc Zanah<>ria
buscarla para que aprendas. Habrá que creer que
el que busca siemprc encuentra, pues ahora tienes La verdad, no, pero me da igual. Mañana pensaró
dos monedas de plata en lugar de una sola. Estás en ello. Hasta luego, mamá, y gracias.
bañado en oro. Bien está Io que bien acaba, pero te Señora Lepic
advierto que el dinero no compra la felicidacl.
¡Espera! ¿Y si es del jardinero?
Pelo de Zanahoria
Pelo de Zanahoria
Entonces, ¿me puedo ir a jugar, mamá?
Mejor quédate aquí, querido. Reflexionemos. (La mano derecha, levantada, amenaza) Te sabía
No podríamos sospechar de tu padre, a su edacl, mentiroso, pero no creía que tanto. Ahora mientes
por negligentc. Tü hermana guarda sus ahorros en el doble. Así es. Comienzan robando un huevo y
su alcancía. Tü hermano no tiene tiempo de perder terminan robando un buey. Y al final asesinan a la
su dinero; apenas tienc un centavo sc lc derrite maclre.
-iAh! _-responde el señor Lepic. de 1o que parece. Pero este af'ecto, en vez de ser
-¿Y yo? ¿Y yo? -preguntan Félix, el hermano banal, instintivo y rutinario, es deseado, razonable,
mayor, y Ernestine, la hermana. es lógico. Lógico, esa es la palabra que buscaba.
-Es la misma cosa -dice Pclo de Zanahoria. La -¿Cuándo dejarás la manía de usar palabras que
sucrte los ha hecho mi hermano y mi hermana. no sabes qué significan? *dice el señor Lepic, que
se levanta para irse a acostar- ¿Y de querer, a tu
¿Por qué habría dc agradecerle? ¿A quién culpar, si
los tres somos de los Lepic? No poclían impcdirlo. edad, mostrarte superior a los demás? Si tu dif'unto
Es inútil que esté agradecido por una paternidad abuelo me hubiera escuchado decir la cuarta parte
involuntaria. Solamente agradezco, a ti, hermano, de tus tonterías, me habría probado rápidamente
por protegerme, y a ti, hermana, por tus juiciosos con una patada y una cachetada que yo he sido
siempre su hijo.
cuidados.
-A tu servicio dice Félix, el hermano mayor. -Huy que charlar para pasar el rato dice Pelo de
Zanahoria, ya inquieto.
-¿De dóndc sacará estas rcflexiones de otro
-Es mejor que te calles dicc cl scñor Lepic con
mundo? dice Ernestine , la hcrmana.
una vela en la mano.
-Y esto que digo añade Pelo de Zanahoria-, 1o
El padre desaparece. Félix, el hermano mayor,
afirmo de manera general, sin individualizar, y si
1o sigue.
mamá estuviera aquí Io repetiría en su presencia.
-¡Hasta la vista, compañero! -le dice a Pelo de
-No lo repctirías dos veces dice Félix, el
Tanahoría.
hermano mayor.
Después Ernestine, la hermana, se levanta y dice
-¿Qué de malo ves en mis palabras? responde
con seriedad:
Pelo de Zanahoria. ¡Cuidado con desvirtuar mis
-¡Buenas noches, querido amigo!
ideas! Lejos de ser un insensiblc, los quiero más
2tl
l',:l L' l': I ¿ n ci¡L'r t ¡t
Pelo de Zanahoria se queda solo, confundido. tenido la precaución de ordenar sus botas allá arriba
219
l',:la L!t l¡tohott¿t
Indif.erente al árbol, parece que la hoja viviera como una alverja cruda; a la tórtola, que Pelo de
aparte, sola, sin tallo, libre. Zanahoria veía hacía un rato extender a sacudidas
Todos los días se broncea con el primer y último el arrullo de su garganta pintada; y alainsoportable
Después del medioclía conserva una inmovilidad Luego ponen sus grandes tentáculos en
cle muerta, más una mancha que una hoja, movimiento para asustar al cnemigo.
y Pelo
de Zanahoria pierde la paciencia, se molcsta hasta La nube, lívida, continúa su lcnta invasión.
que, al fin, hace una seña. Poco a poco, le da al cielo Ia fbrma de una
Debajo de ella una hoja cercana hace la misma bóveda. Reprime el azul, cubre los agujeros que
seña. Otras hojas la rcpiten, cnteran a las hojas dejarían penetrar el aire, prePara el ahogo de Pelo
'vecinas, que la transmiten con rapidez. de Zanahoria. A veces parece que se debilitara bajo
su propio peso y que fuera a caer sobre cl pueblo;
Y es una señal cle alarma porque, en el horizonte ,
220
l',:io tit ltn¡horit
temerosas, entregadas y tratan de agarrarse. Las Se mueve, Pelo de'Zanahoria lo sabe ; se desliza
de la acacia, tan finas, suspiran; las del abedul y, hecha de nubes move<lizas, huirá: se volverá a ver
desollado se lamentan; las del castaño silban; y las el sol. Sin embargo, aunque cubra el cielo entero,
aristoloquias trepadoras chapotexn persiguiéndose Ie oprime la cabeza,la frente. Cierra los ojos y la
por el muro. tormenta le venda dolorosamente los párpados.
Más abajo, los manzanos enrnos sacuden sus Se metc los dedos en las orejas. Pero la tormenta
frutos golpeando el suelo con gopes sordos. entra en él desde afucra, con sus gritos y su
rcmolino.
Más abajo, los groselleros sangran gotas rojas y
Ios casise gotas de tinta. Levanta su corazón como a un PaPel de la calle.
Y más abajo, las coles ebrias agitan sus orejas de Lo arruga, 1o marchita, 1o pone a rodar, 1o
Ahora, la gran nube se desplicga por completo Mi pequeño Pelo de Zanahoria, querido, te lo
bajo el sol escondido. ruego, ¿serías tan amable de traerme una libra
cle mantequilla del molino? Corre, rápiclo. Te
csperamos para sentarnos a Ia mesa.
Arbusto conocido también como groscllero ne€ro. (N. delT.)
223
I tr, rl¡ / L¡¡)Ll1r¡¡ 1\l
padre y también con Agathe. Nadie sobrará. -Cuiclado, que no te pase una desgracia. Obcdece,
Incluso los escasos caminantes que van por la escucha a tu hermana quc te quiere.
calle se pueden detener y ver. Félix, el hermano mayor, piensa que está en un
Pelo dc Zanahoria se queda en medio dcl patio, a espectáculo. No [e cedcría su puesto a nadie. En Io
distancia, sorprendido de afianzarse ante el peligro único que piensa es en quc si de ahora en adelantc
Pelo de Zanahoria se esfuma, una parte cle los
y más asombrado aún porque su madre ha olvidado
mandados lc corresponclerá a ó1. Por esto, mejor
t\ l,' ,i¡ t,¡nti'¡t t.t
y con una yoz ahogada, pues todavía le falta por la carretera vieja?
acostumbrarse- si me exiges que vaya a buscar al Pclo cle Zanahoria entiende que el señor Lepic
molino esa libra de mantequilla, iría por ti, pero ha escogido esta manera para invitarlo. Se levanta
sólo por ti. Me niego a ir por mi madre. tambión, acomoda su silla contra la pared como
Parece que el señor Lepic está más bien disgustado siempre y sigue obcclicntcmcntc a su paclrc.
que halagado por esta preferencia. Así le molesta
Al principio caminan cn silt.r'rc'i«r. [.a prcgunta
más ejercer su autoridad: porque el público 1o
incvitable toclavía dcmora. Hn su tnt:ntc: I)clcr
sugiera y por una libra de mantequilla.
de Zanahoria intenta adivinarla y r('sp()n«lcrla.
Incómodo, da algunos pasos en el pasto, encoge
Está listo. Estremccido, no scr arrc¡lic'ntc clc
los hombros, cla la espalda y entra en la casa.
nacla. Ha tenido durante el día una cmo(:ión tan
Por el momento así queda cl asunto. grandc quc ya no teme una más futlrtc. lncluso
la voz del señor Lepic, que se ciecidc a hablar, 1o
tranquiliza.
1',1¡ .t /,¡¡t¿!',,ru
¿Qué cstás esperando para explicarme el Me indigna que digan que me pongo bravo.
comportamiento que apena a tu madre? Naturalmente, Pelo de Zanahoriano puede guardar
Pelo de Zanahoria
un rencor serio. Se pone bravo. Déjenlo. Cuando
haya terminado, saldrá de su rincón, calmado,
Qucrido, papá, durante mucho tiempo lo dudé, alcgre. Sobre todo que no vaya a Parcccr que se
pero es necesario terminar con esto. Lo confieso:
preocupan por é1. No ticne importancia.
ya no quiero a mamá.
Te pido perdón, pupá, esto sólo es importante
Señor Lepic
para el padre, la madre y los extraños. Algunas
¡Ah! ¿Por qué? ¿Dcsde cuándo? vcces me pongo bravo, de acuer<lo, para guardar las
@
llnur,l l',:1,' t!, /¡nah¡t t,¡
fu&'s
o
l\'1.,'.1 t t ¡n¿!¡ ¡t t, t
"' En la adaptación teatral de Pelo de Zanahorid es en estc momento t--uanclo el Resígnate, blíndate hasta que seas grancle y dueño
scñor Lepic le hace ver a su hijo <1ue no todas las thmilias son perf'ectas, y quc
si ól t:s desgraciado, "¿no [o scrá también tu madrc?". (N. delT.) de ti mismo, hasta quc puedas independizarte,
o 23s
]ult; RtnorJ t', 1,. l, /' ü¡,¡lt, , t )
renegar de nosotros y cambiar de familia, o al Después cierra el puño, arnenaza al puctrlo c¡rrt'
menos de carácter y humor. Hasta entonces hazte se adormece allá abajo en las tinieblas y grita con
fuerte, extingue tu sensibilidad y observa a los intensidad:
otros, incluso a los que viven más cerca de ti; te
-¡Mala mujer! ¿Estás satisfecha?'le detesto.
divertirás; te garantizo sorpresas consoladoras.
-Cállate -dice el señor Lepic. Después de todo
Pelo de Zanahoria
es tu madre.
Sin duda que los otros tienen sus penas. Pero me
-¡Oh! -responde Pelo de Zanahoria, de nuevo
lamentaré por ellos mañana. Hoy reclamo la justicia
sencillo y prudente. No lo digo Porque sea mi
por mi cuenta. ¿Qué suerte no será preferible a la madre.
mía?Gngo una madre. Ésta no me quiere y yo no
la quiero...
El álbum de Pelo de Zanahoria
-¿Y yo? ¿Crees que yo la quiero?-dice impaciente
el señor Lepic con brusquedad. I
Ante estas palabras Pelo de Zanahoria levanta la Si un desconocido hojea el álbum clc fotografías
mirada hacia su padre. Se queda mirando su rostro de los Lepic, no dejará de sorprenderse. Verá
duro, su barba espesa en la que la boca se ha metido a Ernestine, la hermana, y a Félix, cl hermano
como avergonzada por haber dicho demasiado, su mayor, bajo dif'ercntes figuras: parados, sentados,
frente plegada, sus arrugas y sus párpados caídos bicn vestidos o a meclio vestir, alegres o de mala
que le dan el aspecto de dormir despierto. cara, en medio de ricos decorados.
callado. Tiene miedo de que su alegría secreta y -Tenía fotos <le él pequeño responde la scñora
esta mano que ahora coge con todas sus fuerzas Lepic- pcro aparecía tan bello que me las arrancaban
desaparezcan. y no pude conscrvar una sola.
0 ¡,
]ul* Rt:rnr.l l\:lo Jt /anahut¿
La verdad es que nunca le tomaron una foto a Pelo de Zanahoria se chuPa la nieve y la derrite
Pelo de Zanahoria. bajo Ia lengua.
Fara todos es tan indiscutible que se llama Pelo y lo hace tan mal que lo creen jorobado.
de Zanahoria, que la familia duda antes de recordar El cuello de Pelo de Zanahoria se tiñe de una
su nombre de bautismo. mugre azul como si llevara un collar.
-¿Por qué le dicen Pelo de Zanahoria? ¿Es por su En fin, Pelo de Zanahoria tiene un sabor raro y
cabellera amarilla? no huele precisamente a Perfume.
-Su alma es aún más amarilla dice la señora IV
Lepic.1l Se levanta de primero, a la misma hora que la
III empleada.
239
l',:lo,lc l,n,th,,¡it
Julcs Attar,í
VII x
No puede evitar meterse las manos en los Se divierten en medio de juegos inocentes.
bolsillos.Y por más rápido que las saque cuando la
La señorita Berthe está en el banquillo de los
señora Lepic se acerca, siempre las saca demasiado
acusados, pero, ¿por qué?
tarde. La madre termina un día por coser los
bolsillos... con las manos. -Porque tiene los ojos azules -dice Pelo de
VIII Zanaltoria.
0
!'¿lo,l¡'l¡naltort¿
-¡Ahora esto es entre los dos! -le dice. ¿No te parecen muy largas mis orejas?
XIV Mathilde
-¿Mimar? ¿Y eso qué significa? le pregunta Pelo Me parecen chistosas. ¿Me las prestas? Tengo
de Zanahoria al pequeño Pierre, tan mimado por ganas de usarlas como molde para haccr un castillo
su mamá. de arena.
Tras ser inlormado más o menos, exclama: Pelo dc Zanahoria
-Lo quc yo quisiera scría picar papas fritas dc Y la arena se volvería vidrio si mamá me las
la bandeja con los dedos y chupar la mitad dcl
hubiera calentado antes.
mclocotón, donde está la pepa.
XVII
Reflexiona:
Si la señora Lepic me comiera a -¡Quieres parar! iQue te vuelva a oír decir! ¿O
caricias,
comenzaría por la nariz. sea que quieres más a tu padre que a mí? -dice, por
Otras veces le gusta reconocer que si los cerdos -¿Y es que necesito tus órdenes, payaso?
no se 1o comen, llegará a scr más tarde un tipo Aún así coge su costurero y cose el botón.
encopetado.
XXVII
XKV aquí
exclama Ia señora
-Si tu padre no estuviera
-Si alguna vez sueña Pelo dc Zanahoria-, me Lepic-, hacía años que me habrías hecho algo malo,
dan un caballo de palo como a Félix, el hermano clavado ese cuchillo en el coraz'6n y dejado en la
mayor, me subo en él y salgo volando. miseria.
xxv XXVIII
Afuera, para probarse que nada le importa, Pelo -Suénate la nariz -clice la señora Lepic a ca<la
de Zanahoria silba. Pero al ver a la señora Lepic, rato.
que lo seguía, se le corta el silbido. Es tan doloroso Pelo de Zanahoriase suena, incansable, con elborde
como si ella Ic hubiera roto entre los dientes un de la ropa.Y si se equivoca, se vuelvc a limpiar.
pito de juguete.
Por supuesto, cuando le da gripa, la scñora
Sin embargo, hay que reconocer que apenas le
Lepic 1o engrasa con cera y lo enrl¡arlurna hasta
da hipo, con solo verla aparecer se le quita.
poner celosos a Ernestine, la hermana, y a Fólix, cl
XXVI hermano mayor.Y agrega exPresamentc para él:
Pelo de Zanahoria sirve de puente entre sus -Es más un bien que un mal. Esto despeja la
padres. El señor Lepic dice: mente.
-Pclo de Zanahoria, le falta un botón a esta xIx
camisa.
Como el señor Lepic lo ha estado molestando
Pelo de Zanahoria le lleva la camisa a la señora durante tocla Ia mañana, esta barbaridad se le sale a
Lepic, que dice: Pelo de Zanahoria:
2+9
,iulr's l1r'r,rr,l l',,1¡ <lt /antlx»t.t
- ¡
Déjame tranquilo, imbécil! -¡Nunca nadie me amará!
Enseguida le parece que el aire alrededor de él En ese mismo instante la señora Lepic, que no es
se congela y que tiene dos manantiales ardientes en sorda, se levanta detrás del muro, con una sonrisa
los ojos.
en los labios, terrible.
Pelo de Zanahoria balbucea, listo para meterse
Y Pelo de Zanahoria, arrebatado, agrega:
cn la tierra a Ia mínima señal.
-Excepto mamá.
Pero el señor Lepic lo mira larga, largamentc y
no hace ninguna señal.
XXX
Dentro de poco Ernestine, Ia hermana, se va a
casar. La señora Lcpic autoriza que se pasee con
su novio, pero bajo la supervisión de Pelo de
Zanahoria.
-Vc adelante dice-, ¡y brinca!
L¡
#
El policía f ,l himno*
O. Henry
r
( I / 1,:rrr.¡ l:l ¡oltic _r c) h;mnt
con los habitantes del Madison Square; sicmprc para su tránsito anual a Ia Is[a.Y la hora había llegado.
advierte a tiernpo su visita anual. En las esquinas La noche anterior tres periódicos sabatinos repartidos
dc cuatro calles le entrcga sus tarjetones al Viento bajo su abrigo, alrededor de los tobillos y sobre su
del Norte, empleado de la mansión del Aire Libre, regazo, habían resultado inútiles para alejar el frío
para que sus rcsidentes vayan preparánclose. mientras dormía en su banco, cerca del surtidor
Soapy se dio cuenta de quc la hora dc conformar de la fuente de la vieja plaza. Así fue como la Isla
un Comité de Mcdios y Maneras había llegado, apareció, grande y oportuna, en la cabeza de Soapy.
para así proveersc en contra del rigor inminente. Desdeñaba toda disposición municipal que buscara
Por cso sc rcmovía inquieto en su banco. la caridad. Para Soapy la Ley era más benigna que
la Filantropía. Existían un montón de instituciones,
Las ambiciones cle hibcrnación cle Soapy no
municipales y privadas, en las que podría quedarse
podrían consiclcrarse entre las más grandes.
y recibir alojamiento y comida acordes con una vida
Dentro de ellas no cabía considerar un crucero por
sencilla. Sin embargo, para un espíritu orgulloscr
cl mediterránco, algún cielo tranquilo del sur, o
como el cle Soap¡ los rcgalos por caridad no eran
navegar a la deriva por Ia bahía del Vesubio. Ties
sino un estorbo. Si no cn cfcctivo, sí en humillación
meses en la Isla era todo 1o que quería. Para Soap/,
del espíritu se dcbe pagar por cada beneficio
tres meses de alojamiento y comidas, de compañía
recibiclo de las manos de la Filantropía. Así como
agradable, a salvo del Bóreas y de los policías, le
Julio César tuvo su Bruto, cada cama entregada por
parecían la esencia de cuanto pucliera desear.
la caridad trae como peaje un baño, cada pedazo de
Por años, la acogedora cárcel de Blackwell había pan [a compcnsación de una inquisición personal y
sido su cuartel para el invierno. Así como sus más privada. Así las cosas, es preferible ser un huésped
afortunados conciudadanos compraban cada invierno de la ley que, aunque regida por normas, no comete
sus tiquetes para ir
a Palm Beach y la Riviera, así la imprudencia cle meterse clemasiaclo en la vida
mismo Soapy emprendía los humildes preparativos privacla de un caballero.
o
i ). 1l,r¡¡¡ l:.1
¡roluía.r c| hnt»t'
Una vez decidido a ir a la Isla, Soapy se dedicó Chablis, y luego pedir queso Camembert, un caféy
a cumplir su deseo. Existían muchas y sencillas un cigarrillo dólar por éste sería suficiente. La
-un
maneras de lograrlo. La más agradable cra llegar a cuenta no sería tan alta como Para Provocar alguna
comer suntuosamente en algún restaurante caro, y exagerada manifestación de venganza por parte
después, una ve z declarada la insolvencia, entregarse de la administración del café; y además la carne lo
en silencio y sin mucho alboroto a un policía. Un dejaría lleno y contento Para el viaje a su refugio
juez complacientc se encargaría clel resto. invernal.
Soapy dejó su banco y salió de Ia plaza, atravcsó eI Pero en cuanto Soapy Puso un Pi" en el
liso mar de asfalto hasta dclnde confluyen Broadway restaurante,los ojos del mesero jefe apuntaron sobre
y la Quinta Avenida. En Broadrvay voltcó y se sus pantalones harapientos y sus zapatos raídos.
detuvo al frente cle un café resplandeciente, donde De inmecliato, unas manos fuertes y dispuestas le
se reunían cacla noche los más selectos productos hicieron dar la vuelta, y en silencio y casi con prisa
de la uva, el gusano dc seda y el protoplasma. lo llevaron hasta el andén, salvando así al pato de su
innoblc destino.
Soapy confiaba en sí mismo dcsde el último
botón de su chalcco hacia arriba. Estaba afeitado, Soapy dcjó atrás Broadway. Parecía que el camino
Soapy se quedó quieto, las manos en los bolsillos, donas y un pastel. Luego reveló al mesero que la
saludando con una sonrisa los botones dorados. más mínima moneda y él eran desconocidos.
-¿Dónde está el que ha hecho esto? -preguntó -Ahora apúrese y llame a un policía dijo Soapy.
alterado el oficial. No deje esperando a un caballero.
-¿No le parece que tal vez yo haya tenido algo Nacla de policías para usú --dlio el mesero con
-
que ver? respondió Soapy no sin sarcasmo, casi una voz tan dulce como un pastcl y unos ojos que
amistoso, como recibiendo la bucna fortuna.
parccían cerezas de un coctel-. ¡H"y, Conrad!
Pcro para el juicio del policía Soapy no aparecía Dos meseros tiraron a Soapy. Aterriz| con
siquiera como una pista. Alguien que rompe una todo cuidado sobre su oreja izquierda en el duro
vitrina no se queda a charlar con los empleados pavimento. Se lcvantó articulación por articulación,
de la le¡
sino que se apura a escapar. El agente como se abre una regla de carpintero, y se sacudió
alcanzí a ver a media cuadra a un hombre tratando el polvo de la ropa. El arresto no parecía ahora
de alcanzar un carro. Bolillo en mano se unió a Ia sino un sueño optimista. La Isla sc vcía muy lcj«rs.
persecución. Soap¡ lleno de indignación, dos veccs Un policía que estaba a dos ¡rut'rtas, ¿rl lrt'rllt' tlt'
fracasado, siguió su camino.
una droguería, soltó una car(laiatla y sigtri<'t ¡1,,r' t'l
Al otro lado cle Ia calle vio un restaurante sin andén.
muchas pretensiones, de esos que atienden desde Pasaron cinco cuadras antes quc clánimo volvicra
grandes apetitos hasta bolsillos modestos. La y le permitiera a Soapy retomar su objctivo. Esta
vajilla y la atmósfera eran pesadas, la sopa y la vezlaoportunidad se presentó como lo que él con
mantelería, acaso muy claras. En este sitio Soapy vanidad llamaba "pan comido". t-Ina muchacha de
entró sin problema con sus pantalones delatores y apariencia sencilla y atractiva estaba pararla ante
Ia evidencia de sus zapatos. Se sentó en una mesa una vitrina, mostrando gran intcrés en la exhibición
y se comió un filete de res, varios pancakes, unas de tazas de afeitar y tinteros, ) a dos metros de ahí
t ) t l.nt.t, Í'.1 r¡f¡,it t L'l lt¡tu'
un policía de aspecto severo se apoyaba contra un prácticamente en camino hacia su paraíso insular.
hidrante. Ya imaginaba sentir el calor acogedor de la estación
La intención de Soapy era asumir el rol del de policía. La muchacha lo encaró y estirando Ia
de spreciable y repugnante"acosador". La apariencia mano, cogió Ia manga clel abrigo del pretendiente.
refinada y elegante de su víctima, y la cercanía del
-Claro, Mike -respondió dichosa-, Pero si me
juicioso agente, lo animaron a creer que muy pronto invitas primero a unas cervczas. Te hubiera hablado
sentiría el agradable apretón oficial bajo su lxaz,o, antes, pero el policía estaba mirando.
y que así aseguraría su cuartel para el invierno; su
Con la muchacha pegada a él como la hiedra
lugar en la pequeña y acogedora Isla.
al roble, Soapy pasó al lado clel policía con Ia
Soapy se enderezb la corbata cle la misionera, más profuncla melancolía. Parecía condenado a la
estiró los puños de su camisa, inclinó su sombrero libertad.
con estilo, y se acercó a la joven. Se quecló miránclola,
En la esquina siguiente sc deshizo cle su
tuvo repentinos ataques de tos y de "ejems", soltó
compañía y salió corriendo. Se detuvo en el barrio
una sonrisita y con todo el descaro se lanzó con la
donde por las noches se cncuentran las callcs y
desvergon zada y despreciable letanía del "acosador".
los corazones más arrebatados, las Promesas y los
Con el rabillo del ojo Soapy veía que el policía lo
libretos más encendidos. Mujcres envueltas en
miraba fijamente. La muchacha se alejó unos pasos
pielcs y hombres con sus abrigc)s se movían felices
y de nuevo dedicó su atención a las tazas de afeitar.
con el aire invernal. De repente lo asaltó el micdo
Soapy la siguió ¡ haciéndosele atrevidamente al
de que alguna terrible maldición lo hubiera vuelto
lado, levantó su sombrero y le dijo:
inmunc al arresto. El pensamiento lo envolvió en
-¡Vamos, Bedelia! ¿No quieres venir a jugar a algo cercano al pánico, y cuando se encontró con
mi casa? otro policíaholgazaneando dclante de uno de esos
El agente seguía mirando. La víctima no tenía magníficos teatros, sc aferró como último recurso
sino que hacer una seña y Soapy se encontraría a la "alteración del orden público".
( j ll,\¡.r t:l ytit,;,' r tl |'tnt,,
En medio del andén, Soapy comenzó a gritar llama un policía? ¡Yo cogí su paraguas! A ver, ¿por
a
despropósitos como un borracho. Bailó, dio qué no llama a un agente? Justo allá hay uno en la
alaridos, cleliró e intentó cuanta cosa pudiera esquina.
perturbar a la autoridad.
EI ducño del paraguas aminoró el Paso. Soapy
El policía balanceó el bolillo, se volvió y le dio la hizo 1o mismo, con el presentimiento dc que la
espalda a Soapy mientras ilustraba a un transeúnte: suerte iba a ponérsele otravez en contra. El policía
--.Es solo uno de los muchachos clc Yaic observaba a los dos hombres con curiosidad.
celebrando la paliza que le dieron a los de Hartford.
-Por supuesto que lo es -dijo el hombre. Es
Escandalosos pero inofensivos. Tenemos la orclen
que... bueno, usted sabe cómo pueden pasar este
de dejarlos tranquilos.
tipo de equivocaciones... yo... si ustcd dice que
Desconsolado, Soapy se dio cucnta dc lo inútil es su paraguas, espero me disculpe. Lo cncontré
de su alboroto. ¿Acaso no iba a llegar un policía esta mañana cn un restaurantc, pero si usted lo
para llevárselo? En su imaginación ahora la Isla reconocc, esPcro que. . .
Mi paraguas reclamó con severidad. por los arreglos y arroií con furia el paraguas a una
zanja. Se fuc refilnfuñando en contra de los sujetos
-¿Oh, es este? -contestó Soapy burlándose, que llevan casco y cargan un bolillo.Y ahora que él
añadiendo ofensas al hurto. Pues bien, ipor qué no
( I l/¡r¡rl ¡tl"t)tt \-tt,tttn
quería caer en sus garras, a ellos les parccía un rey tocando. Soapy se quedó pegado a los barrotes.
al que no podían hacer claño. Conocía bien ese himno de los días en los que
Al final Soapy llegó a una dc las avcnidas dcl en su vida aparecían madres, rosas, ambiciones y
amigos, días de pensamientos y cuellos de camisa
este donde las luces y el caos casi desaparecen. Se
impecables.
dirigió hacia el Madison Square, demostrando que
el instinto por el hogar sobrevive incluso cuando La combinación de esta actitud serena y la
domingo. Entonces en los oídos de Soapy todo se con emoción a esta nueva situación. Un instantánccr
y fuerte impulso 1o animó a pelear contra su clestino
transformó en música. Una música que lo atrapó y
desgraciado. Él mismo saldría clel pantano, scría un
le impidió hacer cualquier movimiento; se quedó
hombre clc nuevo, dominaría a ese diablo quc llevaba
pegado contra los arabescos de la reja de hierro.
adentro y que lo poseía. Había tiempo: todavía
La luna se dibujaba arriba, serena y brillante. podía considerarse joven, todavía podía revivir sus
Se alcanzaban a ver muy pocos carros, casi ningún
viejos entusiasmos y perseguirlos sin descanso. Esas
caminante. Los gorriones cantaban en su sueño solemnes pero tan dulces notas del órgano habían
desde los aleros. Por un momento la escena recorcló
iniciado una rcvolución en é1. Mañana entraría en
el cementerio de un pueblo. El organista seguía
it. Í icnr_l
-Nada -respondió Soapy. este tiempo contrajo matrimonio y se desempeñó como cajero
clel Fi¡s¿ I'lational BonÉ, en donde un año después fue acusaclo
Entonces acompáñeme *dijo el policía.
cle desfálco y conclenado a cinco años de prisión. Decridilr
Ties meses en Ia Isla, -scntenció el juez del abandonar su país y rcfugiarse en F:londuras. Sin et-nbargo,
tribunal, Ia mañana siguiente. luego de siete meses clc fuga sc cntcra <ltrl rn¡l t'sta<lo «lt' salu<l
por lo quc rlcci<lc regrcsar y ircont¡tairarla cn su
cle su esposa,
o
Murió en 1910 de cirrosis, y luego de
habitación amueblada.
haberse casado por segunda vcz. Hasta su muerte entregó
semanalmente un relato al NewYorkWorld, que le publicaba
desde 1903.
\0
lt¡iti¡¿ur<¡ !.¡lit¡ Iil u¡ro,icL t'i
Una noche que descansaba en su cámara tuvo un que hirió vuestros oídos es la voz de la soberbia.
cnigmático sucño. Soñó que se encontraba al borde Guardaos de seguir sus conseios Porque su influjo
de un estanque profundísimo, en cuyas aguas, de una os será fatal.
diafánidad imponderable , vio un extraordinario pcz
Calló el mago, y de las pupilas del rey brotó un
que parecía de oro. En derredor de é1 y bañados por
resplandor sombrío.Aquello que acababa de oír hizo
el mágico fulgor que irradiaban sus áureas cscamas,
nacer en su espíritu una idea que' vaga al principio,
pululaban una infinidad de seres: peces rojos quc
fue redondeándose y tomando cuerPo como la bola
parecían teñiclos de púrpura, crustáceos de todas
de nieve de lamontaña. Con ademánterrible se echó
formas y colorcs, rarísimas algas c imperceptibles
sobre los hombros el manto púrpura, y llevando
vivientes. De pronto, oyó una gran voz que dccía:
pintada en el rostro Ia demt:ncia de la ira, subió a
-¡Apoderaos dcl radiante pez y todo en torno una cle las torres de su maravilloso alcázar. Era una
suyo perecerá! tibia mañana de primavera. El cielo azul,la verdc
El rey se despertó sobresaltado e hizo llamar campiña con sus bosques y sLls hon<lonadas, los
a
los astrólogos y nigromantes para que explicasen el valles cubiertos de florcs y los arr<,yos st:rpt't'ttt'atl«l<r
extraño sueño. Muchos exprcsaron su opinión, mas en los claros y espesuras, hacían <lt' .r<1trt'l ¡laisait'
ninguna satisfacía al monarca hasta que, llegando el un conjunto de una belleza incom¡rar-¿rblt" M¿rs cl
turno al más joven de ellos, se adelantó y dijo: monarca nada vio: ningún matiz, ninguna línca,
ningún detalle atrajo Ia atención dc sus ojos dc
-iOh, divino y poderoso príncipe! La solución
milano clavaclos como dos ardientes llamas en el
de tu sueño es ésta: El pez de oro es el sol que
glorioso disco del sol. De súbito, un águila surgió
desparrama sus dones indistintamente entre
del valle y flotó en los aires, bañándose cn la luz. El
todos los seres. Los peces rojos son los reyes y
rey miró el ave, y en seguida, su mirada descendió
los grandes de la tierra. Los otros son la multitud
a la campiña, donde un gruPo de esclavos recibían,
de los hombres, los csclavos y los siervos. La voz
inmóviles como ídolos, el beso del fúlgido luminar.
Baltio¡t¡¡ {.illa
Apartó los ojos, y por todas partes vio esparcirse le parece una antorcha vil, digna aPenas de ocupar
en torrentes inagotables aquel resplandor. En el un sitio en un rincón de su regia alcoba. El delito
espacio, en la tierra y las aguas miríadas de seres del orgullo lo posee. El vértigo se apodera de é1, su
vivientes saludaban la esplendorosa antorcha en su pecho se hincha, sus sienes laten y de sus ojos brotan
marcha por el azul. rayos tan intensos como los del astro hacia el que
Durante un momento el rey permaneció inmóvil, alarga la diestra, queriendo asirle y detenerle en su
contemplando el astro ¡ vislumbrando por primera carrera triunfal. Por un momento Permanece oyendo
yez, ante tal magnificencia, la mezquindad de su
resonar aquella voz que le hablara en sueños:
gloria lo efimero de su poder. Mas aquella sensación
y -Apoderaos de esa antorcha y todo lo que existe
fue ahogada bien pronto por una ola de infinito perecerá.
orgullo. rey cle los reyes, el conquistador de
¡É1, "l ¿Qué son ante tal empresa sus hechos y los de sus
cien naciones, puesto en parangón y en el mismo
antecesores en la noche pavorosa de los tiempos?
nivel que el pá1aro, el siervo y el gusano!
Menos que el olvido y que la nada. Y sin apartar
I-Ina sonrisa sarcástica se dibujó en su boca de sus miradas del disco centelleante, invocó a Raa, el
esfinge, y sus ejércitos y flotas cubriendo la tierra, genio dominador de los espacios y de los astros.
sus incontables tesoros, las ciudades magníficas
Obediente al conjuro, acudió el gcnio cnvuclt<r
desafiando las nubes con sus almenados muros y
en una tempestuosa nubc: prt:ña<la tlt, rayos y <lc
soberbias torres, sus palacio sy alcázares, donde desde
relámpagos y dijo al rey con una v«rz st'nrt'iantc al
sus cimientos hasta la flecha de sus cúpulas no hay
redoble del truen«¡:
otros materiales que oro, marfil y piedras preciosas,
acuden en tropel a su memoria con un brillo tal de -¿Qué me quicres, oh tú, a quicn ht' t'trsalzatlo y
poderío y grandeza que cierra los ojos deslumbrado. puesto sobre todos los tronos de la ticrra?
La visión de lo que le rodea se empequeñece, el sol Y el monarca contestó:
P,alJ¡¡¡to l.¡iil
-Quiero ser el dueño del sol y que él sea mi deshacerse de un rival! Mas, a pesar de que el
esclavo. Calló Raa, y el rey dijo: heraldo repitió por tres vt:ces su intimación, todos
-¿Pido, talvez, algo que está fuera del alcancc de guardaron un temeroso silencio.
tu poder? El enano del rey, una horrible y monstruosa
-¡No!i pero para complacerte ncccsito cl corazón criatura, echado como un Perro a los pies de su
del hombre más egoísta, el del más fanático, el del amo, lanz6, al ver la consternación pintada en los
más ignorante y vil, y el que guarde en sus fibras semblantes:' una estridente carcajada, 1o que le
más odio y más hiel. valió un puntapié clel monarca que le echó a rodar
por las gradas del trono hasta el sitio donde estaba
-Hoy mismo 1o tendrás -dijo el re¡ y el denso
el príncipe heredero, quien lo rechazó, a su vez, del
nubarrón que cubría el alcázar se desvaneció como
mismo modo, entre las risas de los cortesanos.
nubecilla de verano.
Por un instante se oyeron los rabiosos aullidos del
Después de una brevc entrevista con el capitán
inlernal aborto hasta que, dc pronto, enderezando
de su guardia, el rey se dirigió a la sala del trono,
su desmedrada pcrsonilla, gritó con un acento
donde ya 1o aguardaban de rodillas y con las f,rentes
que hizo correr un escalofrío dc miedo por los
inclinadas todos los magnates y grandcs de su
circunstantes:
imperio. Colocado el monarca bajo la púrpura del
dosel, proclamó unheraldo que, bajo pena de la vida, -Si aseguras a mi cabeza su Permanencia sobre
los allí presentes debían designar al rey al hombre los hombros, yo, ¡oh, excelso príncipe!, te señalaré
más ignorante, al más fanático, al más egoísta y vil a ésos que tus reales oios desean conocer.
y al que albergase más odio en el corazbn. El rey hizo Lln signo de asentimiento y el
Los favoritos, los dignatarios y los más nobles repugnante engendro continuó:
señores se miraron los unos a los otros con recelosa -Nada más fácil que complacerte, ¡oh, rey!
desconfianza. iQué magnífica oportuniclad para ¿Deseas saber cuál de tus vasallos posce el corazón
fio
lialdorut l¡!lt,
más vil? Pues no sólo te presentaré uno sino toda Calló un instante y luego, con voz ronca,
una legión. prolirió:
Y mostrando con la diestra a los favoritos que le -Sólo me falta mostrarte dónde se halla el último.
escuchaban espantados, prosiguió : Ér" el mío y, golpeándose el pecho con fuerza,
",
-¡Ved ahí a ésos que sacó de la nada tu exclamó: ¡Aquí está, oh, príncipe! Con odio y hiel
omnipotencia! En sus corazones de cieno anidan fue fabricado. Si pudicra desbordarso, os ahogaría
todas las vilezas. La ingratitud y la envidia están tras a todos con el acíbar y ponzoña dc sus rencores.
la máscara hipócrita de sus bajas adulaciones. En el Anídanse en él más cóleras que las qut' tlesataron,
fondo te odian. Son como las víboras; se arrastran, clesatan yfulminarán los cielos y los abismos
pero saltan y muerden al menor desliz. del mar. Una sola gota del veneno qut' t'ncierra,
En seguida, volviénclose hacia el Sumo Sacerdotc, bastaría para exterminar todo lo que sc lllucv() y
y señalándolo j unto con los magos y los nigromantes, alienta bajo el sol.
dijo: Lavozsilbante del enano vibraba aún en t'l r'¿sl<r
alzando el pesado cetro de oro, lo descargó sobre su morada nocturna, roce la cresta más alta para
la desnuda y juvenil cabeza con la celeridad del lanzarlela red mágica, cuyos pliegues 1o envolverán
relámpago. Apenas el cuerpo se desplomó sobre las aprisionándolo como dentro de una coraza de
gradas, un esclavo le sacó el corazón. diamante. Desde ese momento será tu esclavo y
El enano al ver que un soldado avanzabahacia él podrás hacer de él Io que quieras.
con el alfánje en a[to, gritó: ***
¡Oh, rc¡ has prometido... ! éáTies veces vio pasar el sol por encima de su
Y una voz, en la que vibraba un acento de
cabeza. Cruzb sin detenerse, irreverente, con la
lerocidad implacable, resonó en lo alto del soberbio excelsa majestad de un dios. Le asaeteó con sus rayos
trono: y fundiendo las nieves desató, Para que le salieran
al paso con más ímpetus los torrentes. Aquel reto
¡Arrancadle, vivo, el corazón! del astro exacerbó su furor y arncnazand<¡ con la
*** diestra al flamígero viajcro profirió:
-Aquí tienes 1o convenido. Esta malla, tejida -¡Oh, tú, ascua crrantc, lut:go latu«>, gue un
con la fibra de los corazones cuya esencia era el soplo de Raa enciende y aPaga cacla <lía, en breve te
egoísmo y el odio, el fanatismo y la ignorancia, es arrancaré las insolentes alas! ¡Aherrojado como un
impenetrable a laluz. Los rayos del sol se romperán esclavo yacerás eternamente tras los muros de oro
contra ella, sin que logren atravesarla jamás. Aunque de mis alcázares!
su volumen es tan pequeño que puede ocultarse
Y confortado con esta idea, venció los últimos
en el hueco de la mano, sus pliegues, distendidos,
obstáculos y se encontró por fin en la cima más
cubrirían toda la tierra. Oy" y graba en tu memoria
encumbrada de Ia inaccesible montaña, más arriba
1oque has de hacer: subirás a la montaña que se alza
de las nubes y de los nidos de las águilas.
sobre el abismo y esperarás que el sol, al salir de
f,alLlon,:ro l.illa
nieve de las montañas se hubiese trasladado allí. Baldomero Lillo Figuero a (1867 -1923)
Sube, entonces, a la ventana y se precipita al vacío,
Cuentista chileno nacido en Lota, considerado el maestro
en el cual, como si alas invisibles le sostuviesen,
clel realismo social en su país. Aunquc su cducación fue
desciende blandamente hasta que toca con sus pies la
escasa, pues sólo estudió hasta segundo dc humanidadcs
tierra. La campiña está helada como un ventisquero - equivalente a octavo , su clecisión y curiosidad
grado
y envuelto en tinieblas impenetrables, camina a la lo llevaron a educars.' por su propia cucnta, sintiendo gran
ventura con los brazos extendidos, huyendo como interés por la reali<la<l quc lo rodeaba, particularmente por
medroso fantasma de la agonía del Universo. el mundo de la mincría, cn cl cual estuv<t inmerso desde su
NINCZ
0
y, tras una fugaz incursión en la poesía, participó en un
certamen literario organizado por la Revista Católica. Balo
el seudónimo de "Ars" envi6 Juan Fariña, relato que recibe
el primer premio y que lo lanza de manera definitiva en su
carrera literaria. Luego publicó los libros de cuentos SubTerra
( 904), en el que se encuentra incluido_.¡lu an Fariña, y
1 Sub Sole
(1e07).
El rapto del sol, cuento que presentamos en esta antología, "Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa
hace parte de Sub Sole que es el segundo de sus libros. En éste roja", gritaba el joven estudiantc. "¡Pero no hay cn
se muestra la vida bajo el sol, tal vez menos miserable que la toclo mi jardín una sola rosa rola!" Desdc su ni(l()
existencia de los mineros, pero no menos paupérrima y lalta en la encina, el ruiseñor lo escuchó micntras l<,r
de esperanzas.
obscrvaba a través de las hojas.
míos... ¡Pero el deseo de una rosa hace de mi vida maravillosa, en verdad: es más Precioso que las
una desdicha!" esmeraldas y más querido que el fino ópalo. Las
"He aquí, al fin, a un verdadero amante", dijo el perlas y las granadas no pueden comprarlo y no se
ruiseñor. "Noche tras noche le he cantado aunque consigue en el mercado. No puede ser vendido Por
no lo conozco; noche tras noche le he contado su un negociante ni puede ser puesto en una balanza
historia a las estrellas, y por fin lo veo. Su pelo es para ser comprado con oro".
oscuro como el capullo de un jacinto y sus labios "Los músicos tomarán sus lugares", dijo el joven
son tan rojos como la rosa de sus deseos; pero la estudiante, "y harán sonar sus cuerdas mientras mi
pasión ha hecho que su cara sea tan pálida como el amor baila al ritmo del arpa y del violín. Bailará
marfil y el dolor ha puesto su sello en su frente". con tal delicadeza que sus pies no tocaran el suelo,
"El príncipe dará un gran baile mañana en la y todos en la corte, con sus alegres vestidos, se
noche", murmuró el estudiante, "y mi amada estará aglomerarán ¡Pero no bailará
a su alrededor.
allí. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta conmigo, pues no tengo ninguna rosa roja para
el amanecer. Si Ie llevo esa rosa roja, la tendré darle!"Y echándose en el césped, se cubrió la cara
entre mis brazos, posará su cabeza en mi hombro con sus manos y lloró.
y tomará mi mano entre las de ella. Pero no hay "¿Por qué llora?", prcguntó una pequeña
ninguna rosa roja en mi jardín, así que me sentaré
Iagartija verde mientras pasaba a su lado con la cola
solo y ella me ignorará. ¡No me necesitará y se
levantada.
romperá mi corazón!"
"Sí, ¿por qué llora?", d¡o una mariPosa que
"He aquí a un verdadero amante", dijo el
revoloteaba alrededor de un haz deluz.
ruiseñor.
"Sí, lo mismo pregunto yo", susurró una margarita
"Cuando yo canto él sufre. Lo que es alegría
a su vecina con una voz suave.
para mí es para él dolor. El amor es una cosa
t
jyt¡rlYildt l:l tut¡tr,'t r lt t¡',,t
"Llora por una rosa roja", dijo el ruiseñor. cabeza. "Mis rosas son amarillas", respondió. "Tán
amarillas como el pelo de la sirena que se sienta en
"¡¿Por una rosa rola?|.", gritaron todos, "¡qr"
su trono ambarino, ) más amarillas que el narciso
ridículo!"Y la pequeña lagartija, algo cínica, soltó
que florece en la pradera antes de que el iardinero
una sonora carcajada. Pero el ruiseñor entendía
llegue con su guadaña. Pero ve donde mi hermano,
el secreto del dolor del estudiante, y se sentó
el que crece bajo la ventana del estudiante, y quizás
silencioso en la encina mientras pensaba en los
é1 te dé 1o que quieres".
misterios del amor.
EI ruiseñor voló hasta el rosal que crecía bajo la
De repente, el ruiseñor abrió sus alas oscuras
ventana del joven estudiante. "¡Dame una rosa roja" ,
y alzb el vuelo. Atravesó el bosquecillo como una
le gritó, "y t" cantaré mi más dulce canción!" Pero
sombra y como una sombra surcó el jardín.
el árbol se negó. "Mis rosas son rojas", respondió,
En el centro del jardín había un hermoso rosal, y
"tan rojas como los pies de una paloma y más rojas
cuando el ruiseñor lo vio voló hacia é1 y se posó en
que los grandes abanicos de coral que ondean y
una de sus ramas.
ondean en las cavernas del océano. Pero el invierno
"¡Dame una rosa ro)a",le gritó, "y t" cantaré mi ha congelado mis venas y cl hielo ha devastado mis
más dulce canción!" Pero el rosal se negó sacudiendo capullos y la tormcnta ha roto mis ramas y no daré
su cabeza. "Mis rosas son blancas", respondió. "Tán ninguna rosa este año". "l-Ina sola rosa roia es lo
blancas como la espuma del mar y más blancas que que quiero", dijo el ruiseñor, "¡sólo una rosa roja!
la nieve que cubre la montaña. Pero ve donde mi ¿lHay algún modo de poder conseguirla?" "Existe
hermano que crece cerca del viejo reloj de sol y quizá un modo", respondió el rosal, "pe.o es tan terrible
te dé lo que necesitas". Así que el ruiseñor voló hacia que no me atrevo a decírtelo". "Dímelo", dijo el
el rosal que crecía cerca del viejo reloj de sol. ruiseñor, "no tengo miedo". "Si quieres una rosa
"¡Dame una rosa ro1a", gritó, "y t" cantaré mi roja", dijo el rosal, "debes hacer que brote por la
más dulce canción!" Pero el rosal negó con su música y a la luz de la luna y teñirla con la sangre de
no
ü¡«¡rll'tlJt t..! ,ttx:i:t,r.¡ ta :t;t
tu propio corazírr. Debes cantarme con tu pecho propio corazbn. Todo lo que tc pido a cambio es
puesto contra una de mis espinas. Durante toda la que seas un verdadero amante, pues el Amor es
noche debes cantarme mientras la espina perfora más sabio que la Filosofía -aunque ella es sabia-y
tu corazbn y mientras la sangre que te da vida corre más poderoso que el mismo Poder -aunque éste es
por mis venas y se vuelve mla". "La muerte es un poderoso. Su cuerpo y sus alas tienen el color del
gran precio por una rosa ro1a", di;o el ruiseñor, fuego. Sus labios son tan dulces como la miel y su
"y lu vida es lo más querido por todos. ¡Es tan aliento es como el incienso".
placentero sentarse en los verdes bosques y ver el
El joven levantó su mirada del suelo y escuchó,
sol en su carruaje dorado y la luna en su coche de
pero no podía cntender lo que el ruiseñor le decía;
perla! Dulce es el aroma del espino y dulces son
porque él sólo entendía lo que cstaba cscrito en
los jacintos que se esconden en el valle y el brezo
los libros. Pero la encina entendió al ruiseñor y se
que mece el viento en la colina. Pero el Amor
entristeció, pues amaba a la pequeña avecilla que
es mejor que la Vida y ¿qué es el corazín de un
había construido su nido entre sus ramas. "Cántame
pájaro comparado con el corazón de un hombre?'Y
una última canción"le susurró. "Cuando tc hayas ido
desplegó sus oscuras alas y voló. Atravesó el jardín
me sentiré muy solo". Así que el ruiscñor le cantó a
como una sombra, y como una sombra surcó el
la encina, y su voz parccía agua quc salpicaba en un
bosquecillo.
jarrón de plata.
El joven estudiante yacíaaún en el césped, donde
Cuando la avecilla terminó su canción, el
el ruiseñor lo había dejado. Sus lágrimas aún no
estudiante se Ievantó y sacó de su bolsillo un
abandonaban sus hermosos ojos.
pequeño cuaderno y un Iápiz.
"Alégrate", le gritó el ruiseño., "sé feliz.Tendrás
"No puecle negarsc que tiene su belleza -se decía
tu rosa roja. Yo la haré brotar por mi música a la
así mismo mientras caminaba por la arbolcda-,
luz de la luna y le daré color con la sangre de mi
pero ¿tcndrá sentimientos? Me temo que no. Dc
t).n¡fl¡ ,!,.
Il ru¡r¡¡rr _r /¡ ¡,,,,r
hecho, como muchos artistas, es todo cstilo y nada las alas del alba. Como la sombra de una rosa en
de sinceridad. No se sacrificaría por otros. Piensa un espejo de plata, como la sombra de una rosa en
sólo en su música... Y todo el mundo sabe que las el agua; así era Ia rosa que florecía en la punta del
artes son egoístas. Pero se debe admitir que su voz rosal.
toca bellas notas. .. iQué lástima que no signifiquen Pero el rosal pidió al ruiseñor que presionara más
nada, o quc no tengan ningún bien práctico!"Y se su corazón contra la espina. "Acércate más, pequeño
fue a su alcoba, se acostó en su pequeña cama y ruiseñor", clijo el rosal, "o la mañana llegará antes
comenzó a pensar en su amor, y al rato se quedó de que la rosa haya florecido por completo". Así
dormido. que el ruiseñor presionó aún más su Pecho contra
cuando la luna brilló cn cl cielo, cl ruiseñor voló la espina mientras su canción se volvía más fuerte,
hasta el rosal y puso su pecho contra una de sus pues cantaba por el nacimiento de la pasión en el
espinas. Toda la noche cantó con su pecho contra la alma de un joven y una señorita.
cspina mientras la luna dc cristal frío se acercaba y Y así, un delicado toque de rosaclo llegó a los
escuchaba. Cantó toda la noche mientras la espina
pétalos de la flor, comi> cl rulror t:n las mcjillas tlc
sc hundía más y más en su pecho, y su vital sangre un novio cuando bcsa los labios <lc su promt'titla.
lo abandonaba. Pero la espina aún no llegaba al cc>raz,6n rlcl ruiscñor
Primcro cantó sobre el nacimiento dcl amor en y la rosa permaneció blanca, pues sólo la sangre
los corazones dc un joven y una muchacha; en ese del corazón de un ruiseñor podría llenar cle rojo el
momento, en la rama más alta del rosal, floreció una coraz6n de una rosa.
maravillosa rosa: un pétalo seguía a otro mientras a El rosal Ie pedía al ruiseñor quc presionara
una canción seguía otra; al principio, la rosa estaba su pecho contra la espina. "Más ccrca pcqueño
tan pálida como la neblina quc flota sobre el río, ruiseñor", gritaba el rosal, "o la mañana llegará
pálida como el inicio de la mañana, plateada como antes de quc la rosa esté lista". El ruiseñor empujó
L)tL orll'tllc f:,i nu;tit't r h,".,,
su pecho aún más contra la espina, la espina tocó "¡Mira! ¡Mira!", gritó el rosal, "¡ya la rosa está
su corazón y una ferozpunzada de dolor la sacudió. terminacla!" Pero el ruiseñor no respondió, pues
Amargo, muy amargo era su dolor, pero su canción yacía muerto en el vasto césped con la espina en su
se hacía más y más fuerte, pues cantaba que el amor corazín.
se hace másperfecto con la muerte y que el amor
En la tarcle, el joven estudiante abrió la ventana
no muere en la tumba.
y miró. "¡Qré gran golpe de suerte!", gritó. "¡H"
La maravillosa rosa se tornó carmesí, como la aquí una rosa roja! ¡No había visto una rosa como
rosa del cielo del este. Roja era la capa de pétalos, ésta en toda mi vida! Es tan hermosa que de seguro
y carmesí como un rubí era su coraz6n. Pero la debe tener un largo nombre en latín". Se inclinó
voz del ruiseñor se debilitaba, sus pequeñas alas y la arrancó. Luego se puso su sombrero y corrió
comenzaron a sacudirse y una cortina cayó sobre hasta la casa del profesor con la rosa en su mano.
sus ojos. Su canción era cada vez más frágil, hasta
La hija del profesor cstaba sentada cerca clc la
que la avecilla sintió que algo ahogaba su garganta.
puerta, enrollando scda azul en un carrctc micntras
Luego su música lanz6 sus últimas notas; la
su pequeño perro descansaba a sus pics.
luna blanca las escuchó y se olvidó del amanecer,
quedándose por otro instante en el cielo. La "Dijiste que bailarías c<¡nmigo si tt' traía tttra rosa
rosa roja las escuchó tambié, y el éxtasis que ro1a", dijo el estudiantc. "l'ur,s hicn, tc traig<> [a rosa
le provocó la melodía la hizo estremecer por más roja de todo el mun<lo. [-a usarás csta noche y
completo, mostrando sus pétalos alafría mañana. la pondrás cerca de tu cctraz.(tn,y mientras bailamos
El eco replicó el canto en las cuevas púrpura de las juntos te dirá cuánto tc amo". Pero la mujercita se
i@
()t:a¡ll ¡ll,:
crees?Tán sólo eres un estudiante. Ni siquiera creo estreno ese año de una opereta en los Estaclos Unidos
llamada Paciencia,en donde se ridiculizaba a él y a sus amigos,
que tengas hebillas de plata en tus zapatos como sí
lo que le trajo el reconocimiento mundial. Esta burla lue
las tiene el sobrino del chambelán". Diciendo esto,
Ia que deciclió que Oscar Wilde visitara el Nuevo Mundo:
se levantó de su silla y entró a su casa.
para atraer más público a lcls teatros, varios empresarios
"iQré estúpido dijo el estudiante
es el amor!", decidieron pagarle para que dictara unas conf-crerncias ptlr
mientras se alejaba. "No es ni la mitad de útil que toda Norteamérica. Apenas se baió tlcl l>uc¡uc Ariz'ona en
la lógica; porque no prueba nada, y siempre te dice NuevaYork, el funcionaric¡ de la aduana le preguntó si tcnía
cosas que no van a suceder, y te hace creer cosas que algo para declarar, Wildc responclió que na<la, excepto su
no son verdad. De hecho es muy poco práctico, y genio.
en estos tiempos ser práctico lo es todo. Volveré a Para Wilde, conversar era todo un juego. Por ejcmplo,
la Filosofía y estudiaré Metafísica". cuando en una ocasión fue rechazado por una mujer, contestó:
El estudiante volvió a su alcoba, tomó uno de sus "Charlotte, siento mucho su decisión' Con su dinero y mi
grandes libros polvorientos y comenzó a leer. inteligencia hubiéramos llegado muy lejos". Dijo frases
i1
como: "Más vale ser hermoso que ser bueno, pero más vale
ser bueno que scr feo", o "No deberíamos conliar nunca en
,ll
una mujer que confiesa su edad real. Sería capaz de decir
cualquier cosa".
Víctima de la publicidad.
Émile Zola
partir de ese día, Claude tomó los anuncios de los Ilevaron tranquilamente en la espalcla una bella
periódicos y los afiches como código de su vida. noche de invierno.
Éstos se convirtieron en la guía infalible que clecidía
El desdichado Claude no sufría solamente en sus
todo; no compró nada, no emprendió nada que no
propiedades, sufría también en su Persona.
le hubiera sido recomendado por Ia grar.voz de Ia
Su ropa se rompía en plena calle. La compraba
publicidad.
en casas que anunciaban un considerable descuento
Fue así como el dcsdichado vivió en un auténtico
por liquidación.
infierno.
Un día 1o encontré completamente calvo.
Claude había adquirido un campo de tierras
Había tenido la idea dc cambiar su cabello rubio
movedizas, donde no podía construir sino sobre
por cabello negro, guiado siempre Por su amor al
pilotes. La casa, fabricada según un sistema nuevo,
progreso. El agua que acababa de usar había hecho
temblaba con el viento y se deshacía con las lluvias
caer su cabello rubio y cstaba encantado Porque,
de tormenta.
según decía, ahora potlía usar una pomacla quc, con
Adentro, las chimeneas, equipadas con extractores toda scgurida<l, Ie daría una cal>cllt'ra ncgra <lc¡s
de humo, humeaban hasta asfixiar a la gente; los veces más espesa quc su antigua t'abt'llt'ra rubia.
timbres eléctricos se obstinaban a guardar silencio; No hablaré de todas las drogas quc tomdr. [)c tencr
los baños, construidos sobre un modelo excelente, una figura robusta pasó a ser escuálido y dóbil. Fue
se habían convertido en horribles cloacas; los entonces cuando la publicidad comenzó a ascsinarlo.
muebles, que debían obedecer a mecanismos Creyó estar cnfermo y se trató según las excelcntes
particulares, se rehusaban a abrir y cerrar. recetas dc los anuncios ), para que Ia medicina fuera
Había sobre todo un piano mecánico que no más ef.ectiva, siguió todos los tratamicntos alavez,
era más que un mal organillo, y una caja fuerte al encontrarse clesconcertado por Ia iguai canti<lad
inviolable e incombustible, que los ladrones se de elogios quc recibía cada droga.
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I:n»1,: /.'i,t t i.¡:¡t,:,1' l,t ¡'t,i'!,.,'!',1
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Émile Zola ( 1340- l9O2) las reacciones, dramas y pasiones cle los seres humanos. Fue
esto lo que llamó Zolá naturalismo.
Escritor Francés, nacido en 1 840, firndador clel naturalismo
Émile se hizo popular Por su scrie de 20 novelas, más
en la literatura, movimiento que intenta dar una mirada de
conocidas como: Les Rougon-Macquart (1871 a 1893).
la rcalidad a través del comportamiento gue tienen Ios seres
Novelas que se caracterizaban Por su fianqueza al describir
humanos cn las situaciones límite, esto, con el propósito
las cosas y detalles que causaron muchas polémicas en su
der estudiar sus reacciones y dcmostrar que los factores
vida. Yo acuso, fue una carta abierta dirlgida al presidente
fisiológicos y socialcs influyc'n clc manera significativa en la
de la república, carta con la que generalmente se relaciona
conducta humana.
la imagen de Emile Zolá, y en la que ataca abiertamente una
La infancia de estc reconocido escritor tuvo grandes acción injusta, cometida por el gobierno francés en contra
dificultades económicas debido a la muerte dc su patlrc, del entonces capitán Alfred Dreyfus. El Yo acuso generó
cuand<¡ apenas tcnía siete años de edad. Su madrc y él vivieron un movimiento en el que intervinieron intelectuales como
enAix en-Provcnce, dondc pasó su infancia y su juventud, Anatole France, Marcel Proust y León BIum. A causa de
y en cuyo colegio cursó sus estuclios primarios. En esta la carta, Zolá fre acusado de traición a la patria, huyó a
institución estableció un lazo de amistad con el reconociclo Inglaterra, y tiempo después fue absuelto Por el gobierno
pintor Paul Cézannc. Años clcspués se traslacló a París, donde francés.
gracias a una beca empczó sus estudios secundarios, que
En 1902 Émile muerc por emanaciones de la chimenea
nunca terminó.
mientras se encontraba dormido. Aunque fue declarado como
primer trabajo fue como dependiente de una editorial
Su un accidente, se sospecha que este pudo ser provocado.
llamada Hachette, donde inició sus primeros escritos y se
Su cuento, Una víctima de Ia publicidad, fue publicado en
solventaba económicamcnte con la venta cle estos. Cuando
el libro L' Inundationel autres nouvelles.
dcja esta editorial se dcdica exclusivamente al periodismo y
la literratura, aunque con poca suerte durante los primeros
años. Continuó como crítico literario en un periódico,
donde defendió la literatura científica, que cleja a un lado la
imaginación y se centra en observar el entorno, para plasmar
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La amorosa co nf dencia
Blanca lsaza
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tarde las leerás con una suave nostalgia, con una oye a cada paso. Lo importante es saber envejecer
amable sorpresa; ya sus frases trivialcs y hasta sus con dignidad; conservar Ia juventud del espíritu
errores ortográficos no te harán llorar como ahora, por encima de todos los tropiezos. Recuerdo un
sino que tc pondrán antc los ojos todo el pasado, apólogo leído hace tiempo; alguien preguntó al
toda la juventud que habrás perclido, toda la dulzura sembrador que a medio día aventaba la semilla al
de las primeras ilusiones. Su simplicidad será como surco recién abierto: ¿Qué harías si supieras que
un remanso cmocional a cuyo fondo gustarás de
-
habrías de morir esta noche?Y ó1 con una serenidad
asomarte como a una agua traslucicla. magnifica respondió' Acabaría de sembrar mi
-
campo de trigo. Eso es lo que hacemos los poetas;
Has tenido una manera fina y sutil de decirme
*
vieja; no me enoja tu apreciación; ya llegarás a mis cultivar nuestros jardines de ensueño hasta cuando
años y comprenderás que desde esta cima de la ya la tarde apague sus últimas lámparas.
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l.r .:¡¿,,rcrr¡ ,,,r,f,!' tt t,t
a muchas aburridoras liestas de sociedad en las Quizás tú, mi dulce amiga, me has acomodado
cuales a veces el traje de etiqueta no alcanza a más años de los que tengo; pero no te guardo
disimular la chabacanería; ya bien pueden dejarse rencor; he logrado que olvides tu pequeña Pena de
en el olvido los regímencs para adelgazar; ya amor y que te rías con mis divagaciones en torno
podemos libertarnos de la tiranía de la línea; ya a las vejez; ya eso es un triunfo; eso te prueba lo
se nos disculpa que gustemos de clavar el alfiler trascendente que es mantener el corazín joven;
clel epigrama sobrc los prestigios de opereta; ya me has escuchado con atención y vas a seguir mi
se nos cede el sillón en las reuniones prolongadas; consejo de no romper esas cartas en las cuales sc
ya quizás con un poco de compasión que en todcr adivina una sensibilidad de poeta; ya verás que él
caso nos es favorable, se nos abre campo entre los vuelve y juntos las leerán otra vez.
tumultos y se nos trata con respeto.
te Io dije; lo que importa es saber envejecer
Ya
con dignidad; nada más lamentable que esas
mujeres macluras que siguen vistiéndose como las
jovencitasi <lue se prenden collares y pulseras y
broches y anillos en un inútil empeño por atajar el
paso inexorable de los años; que se pasan los días en
los salones de belleza cuando pudieran dedicarse a
más nobles labores; que se apasionan por los perros
cuando hay tanto chiquillo proletario que se muere
de hambre y que sería sencillamente feliz el día en
que pudiera comerse un pedazo de la carne que se
compra para el pekinés de turno.
u0 i¡Lr
317
Blanca lsaza ( 1 S98- 1967) Uno de los más grades legados que ha dejado Blanca Isaza a
Manizales y a la litcratura, se encuentra en el trabajo realizado
DcAbejorral (Antioquía), nacida el06 de enero cle 1898,
en la fundación y dirección de la llevis¿a Manizales. Creada
hi;a de Félix Isaza Arango y Carmen Rosa Loncl<¡ño, Blanca
en octubre de 1940, la conocida también como "ventana al
Isaza fue conocida como la mejor poetisa caldense, y una
munrlo", ccrró sus páginas con el volumen XLV, número 733
cle las más insignes poetisas de Colombia. Su matrimonio
de noviembre-diciembre de 2004, bajo la dirección de su
con el poeta Juan Bautista Jaramillo Meza ancló su vida
laboriosa hija Aida Jaramillo Isaza.
a Manizales, momcnto a partir del cual la pareja se dio
a la tarera cle hacer dc esta ciudacl rcfercnte cultural y Blanca Isaza muere el 1 3 de septiembre de 1967 . Sin antes
literario en el ámbito nacional y extranjero. En 1961 la advertir que su vida y obra estuvieron por entero cledicadas a
Asociación de Periodistas de Manizales le otorgó a Blanca "encontrar la belleza en las pequeñas cosas".
lsaza la Medalla del Peri<¡dismo; el 22 de julio de 1961,
en el sesquicentenario cle Abejorral, su tierra nativa, fuc
condecorada con la Medalla Francisco de Paula Santander,
que le concedió el Gobierno Nacional, mediantc decreto
flrmado por el cntonces presidente Dr. Alberto Lleras
Camargo.
3
! ¡1t¿rr¡ l'e1uci.r,ll1r,r.;orr
como sólo los Quinze-Vingts podían haccrlo. rojo en los Quinze-Vingts. Se burlaron de ellos
Desgraciadamentc uno de sus profesores pretendía más que nunca. Hubo nuevas quejas por parte
tener nociones claras sobrc el scntido de Ia vista; de la comunidad. EI dictador entró en furor, los
intrigó, formó entusiastas: en fin, se lc
se hizo oír, demás ciegos también: se pelearon largo tiempo
reconoció como jefe dc la comunidad. Comenzó y Ia concordia sóIo fue restablecida cuando se les
a juzgar de forma sobcrana los colores, y todo se permitió a todos los Quinze-Vingts suspender el
echó a peruler. juicio sobre el color de su ropa.
Este primer dictador de Ios Quinze-Vingts Un sordo, leyendo esta pequeña historia,
creó primcro un pequeño conscjo, con el cual reconoció que los ciegos se habían equivocado al
se hizo dueño de todas las clonaciones. De este juzgar los colores; sin embargo su opinión era muy
modo, nadie osaba resistírsele. Resolvió que firme sobre a que no les corresPonde sino a los
toda la ropa cle los Quinze-Vingts era blanca: sordos juzgar la música.
los ciegos le creyeron, sólo hablaban de sus
hermosos hábitos blancos aún si ninguno dc
ellos fuera de ese color. Todo el mundo se burló
de ellos, así que fueron a presentar sus quejas
al dictador, quien las recibió bastante mal, los
trató de innovadores, de espíritus fuertes, de
rebeldes que se dejaban seducir por opiniones
erróneas de aquellos que tenían ojos y que se
atrevían a dudar de la inf'alibilidad de su maestro.
Esta querella formó dos partidos. El dictador,
para aplacarlos, rindió un fallo por el cual todos
los hábitos eran ro;'os. No había un solo hábito
It
32+
Critón o el deber.
Platón
Sócrates - Critón
Sócrates
aún
¿Cómo vienes tan temprano, Critón? ¿No es
muy de madrugada?
Critón
Es cierto.
Sócrates
Sócrates Critón
¿Cuál es? ¿Ha llegado de Delos el buque cuya Por lo menos es eso 1o que dicen aquellos de
vuelta ha de marcar el momento dc mi muerte?
quicnes depenclc la ejccución.
Critón Sócrates
No, pero llegará sin duda ho¡ según lo que
El buque no llegará hoy, sino mañana, como 1o
refieren los que viencn dc Sunio,l donde le han
deduzco cle un sucño que he tenido esta noche, no
dejado; y siendo así, no puede menos de llegar
hac,e unmomentoi ), es una fortuna, a mi parecer,
hoy aquí, y mañana, Sócrates, tendrás que dejar de
que no me hayas despertado.
existir.
Critón
Sócrates
Enhorabuena, Critón, sea así, puesto quc tal es ¿Cuál es ese sucño?
la voluntad de los dioses. Sin embargo no creo que Sócrates
lleguc hoy el buque.
Me ha parcciclo vcr ccrca <lc mí una muier
Critón hermosa y bien fbrmacla, vcstitla <lc, blanco, quc mc
¿De dónde sacas esa conjetura? llamaba y me decía: Sócrates: Dcntro clc tres clías
estarás en Ia fértil Phtia.
Sócrates
Sócrates
personas más racionales, las únicas quc dcbemos y a tus demás amigos, acusánclonos de haberte
tener en cuenta, sepan de qué manera han pasado sustraído, y que Por este hecho nos veamos
las cosas? obligados a abandonar nuestros bienes o Pagar
crecidas multas o sufrir Penas mayores? Si éste es
Critón
el temor, Sócrates, destiérrale <le tu alma. ¿No es
Yo veo sin embargo que es muy necesario no justo quc por salvarte nos cxPongamos a todos e stos
despreciar la opinión del pueblo, y tu ejemplo nos peligros y aún mayores, si es necesario? Repito, mi
It ¡t,\r¡ ,, ¿l ,ltltr
querido Sócrates, no resistas; toma el partido que detenerte. A cualquier parte del mundo a donde
te aconsejo. tú vayas, serás siempre querido. Si quieres ir a
Sócrates Thesalia, tengo allí amigos que te obsequiarán como
tú mereces, que te pondrán a cubierto de tocla
I
Es cierto. Critón, tengo esos temores y aun molestia. Además, Sócrates, cometes una acción
muchos más.
injusta entregándote tú mismo, cuando puedes
Critón salvarte, y trabajando en que se realice en ti lo que
Tranquilízate, pues, porque en primer lugar tus enemigos más desean en su ardor por perderte.
la suma, que se pide por sacarte de aquí, no es Faltas también a tus hijos, Porque los abandonas,
de gran consideración. Por otra parte, sabcs la cuando hay un medio de que pueclas alimentarlos
situación mísera que rodea a los que podrían y educarlos. ¡Qué horrible suerte esPera a estos
acusarnos y el poco sacrificio que habría de hacerse infelices huérfanos! Es preciso o no tener hijos cl
para cerrarles la boca; y mis bienes, que son tuyos, exponerse a todos los cuidados y Penalidades que
son harto suficientes. Si tienes alguna dificultad exige su educación. Mc parece en verdad, que
en aceptar mi ofrecimiento, hay aquí un buen has tomado el partido del más indolente de los
número de extranjeros dispuestos a suministrar lo hombres, cuando deberías tomar cl de un hombre
necesario; sólo Sunmias de Tébas ha presentado la de corazón; tú, sobre todo, que haccs profesión de
suma suficiente; Cebes está en posición de hacer lo no haber seguido en toda tu vida otro camino que
mismo y aún hay muchos más. el de la virtud. Te confieso, Sócratcs, cluc me da
Táles temores, por consiguiente, no deben vergüenza por ti y Por nosotros tus amigos, que se
ahogar en ti el deseo de salvarte, y en cuanto a lo crea que todo lo que está sucediendo se ha debido
que decías uno de estos días delante de los jueces, a nuestra cobardía. Se nos acriminará, en primer
de que si hubieras salido desterrado, no hubieras Iugar, por tu comparecencia ante el tribunal, cuando
sabido dónde fijar tu residencia, esta idea no debe puclo evitarsc; lucgo por el curso de tu Proceso;
!'l at,t ¡t {-rit,)¡:,' ¡l Jd¡,:r
y en fin, como término cle este lastimoso drama, detenidamente. Aunque la fbrtuna me sea adversa,
por haberte abandonado por temor o por cobardía, no puedo abandonar las máximas de que siempre
puesto que no te hemos salvado; y se dirá también, he hecho profesión; ellas me Parecen siempre las
que tú mismo no te has salvado por culpa nuestra, mismas, y como las mismas las estimo igualmente.
cuando podías hacerlo con sólo que nosotros te Si no me das razones más fuertes, debes persuadirte
hubiéramos prestado un pequeño auxilio. Piénsalo dc que yo no cedcré, aunque todo el poder del
bien, mi querido Sócrates; con la desgracia que te pueblo se armase contra mí, I para aterrarme como
va a suceder tendrás también una parte en el baldón a un niño, me amenazase con sufrimientos más
que va a caer sobre todos nosotros. Consúltate a duros que los que me rodean, cadenas,la miseria,la
ti mismo, pero ya no es tiempo de consultas; es muerte. Paro ¿cómo se verifica este examen de una
preciso tomar un partido, y no hay que escoger; manera convenientc? Recordando nuestras antiguas
es preciso aprovechar Ia noche próxima. Todos mis conversaciones, a saber: de si ha habido raz6n
planes se desgracian, si aguardamos un momento para decir que hay ciertas opiniones que clebemos
más. Créeme, Sócrates, y hazlo que te digo. respetar y otras que clcbcmos dcsprt:ciar. ¿O cs
Sócrates que esto se pudo dccir antcs <lc scr yo con<lcnado
a muerte,, y ahora <lc rcpcntc hctnos clcscubicrto,
Mi querido Critón, tu solicitud es muy laudable,
que si se dijo cntonccs, fue como una conversación
si es que concuerda con la justicia; pero por lo
al aire, no siendo cn cl fbndo más que una necedad
contrario, si se aleja de ella, cuanto más grande es,
o un juego de niños? Deseo, Pues, examinar aquí
se hace más reprensible. Es preciso examinar, ante
contigo en mi nucva situación, si este principio me
todo, si deberemos hacer lo que tú dices o si no
parece distinto cl si lc encuentro siempre el mismo,
deberemos; porque no es de ahora, ya lo sabes, la
para abandonarle o seguirle.
costumbre que tengo de sólo ceder por razones que
me parezcan justas, después de haberlas examinado Es cierto, si yo no me engaño, que aquí hemos
dicho muchas vcces, y creíamos hablar con
{.rit}t,.,:l Je!¡c¡
formalidad, que entre las opiniones de los hombres ¿Las opiniones buenas no son las de los sabios, y
las hay que son dignas de la más alta estimación y las malas las de los nccios?
otras que no merecen ninguna. Critón, en nombre Critón
de los dioses, ¿te parece esto bien dicho? Porque,
No pucde ser de otra manera
según todas las apariencias humanas, tú no estás
Sócrates
en peligro de morir mañana, y el temor de un
peligro presente no te hará variar en tus juicios; Vamos a sentar nuestro principio. ¿Un hombre
piénsalo, pues, bien. ¿No encuentras que con raz6n que se ejercita en la gimnasia podrá ser alabado o
hemos sentado, que no es preciso estimar todas las reprendido por un cualquiera que llegue, o sólo
opiniones de los hombres sino tan sólo algunas, y por el que sea médico o macstro cle gimnasia?
Critón
¿En este concepto, no es preciso estimar sólo las
opiniones buenas y desechar las malas? Sin duda.
Critón Sócrates
fio
l rtrin o ¿l,lcber
esta parte, cualquiera que ella sea, donde residen la Así es, pero, mi querido Critón, esto no podrá
justicia y la injusticia? variar la natural eza de lo que acabamos de decir.
Critón Y si no respóndeme: ¿no es un principio sentado,
que el hombre no debe desear tanto cl vivir como
Nada de eso.
el vivir bien?
Sócrates
Critdrn
¿No es más preciosa?
Estoy cle acucrcl<>.
Critón
Sócrates
Mucho más.
¿No admitcs igualmentc, que vivir bien no es
Sócrates
otra cosa que vivir como lo reclaman la probidad y
Nosotros, mi querido Critón, no debemos la justicia?
curarnos de 1o que diga el pueblo, sino sólo de lo
Plato¡ { rir.j.r rr r/.i.¡.r
Critón Sócrates
Sócrates Critón
Sócratcs Crit(rn
cxponme los motivos; pero si permaneccs fiel a tus Veamos si de estamaneralo entiendes mejor. En cl
primeras opiniones, escucha Io que te voy a clecir. momento de la huida, o si te agrada más, de nuestra
Critón salida, si Ia ley y la república misma se Presentasen
clelante de nosotros y nos dijesen: Sócrates, ¿qué
Permanezco liel y pienso como tú; habla, ya te
vas a hacer? ¿La acción que PreParas no tiende a
escucho.
trastornar, en cuanto de ti depende, a nosotros y al
Sócrates Estado entero? Porque ¿qué Estado puede subsistir,
Prosigo pues, o más bien te pregunto: ¿un hombre si los fallos dados no tienen ninguna fuerza y son
que ha prometido una cosa justa, debe cumplirla o eludidos por los particulares? ¿Qué podríamos
faltar a ella? responder, Critón, a este cargo y otros semejantes
Illt,'¡n i. ritrta t ,:l.ltbL:r
que se nos podían dirigir? Porque ¿qué no diría, y educación de los hijos, a cuya sombra tú has sido
especialmente un orador, sobre esta infracción de la educado, no te parecen justas en el hecho dc haber
le¡ que ordena que los fallos dados sean cumplidos ordenado a tu padre que te educara en todos los
y ejecutados? ¿Responderemos nosotros, que ejercicios del espíritu y del cuerpo?» Exactamente,
la Rcpublica nos ha hecho injusticia y que no ha diría yo. <<Y siendo esto así, puesto que has naciclo
juzgado bien? ¿Es esto lo que responderíamos? y has sido mantenido y educado gracias a mí, ¿te
Critón atreverás a sostener que no eres hijo y servidor
nuestro lo mismo que tus padres?Y sí así es, ¿piensas
Sí, sin duda, se lo diríamos.
tener derechos iguales a la ley misma, y que te sea
Sócrates permitido devolver sufrimientos por sufrimientos,
«¡Qué! dirá la l"y
ateniense, Sócrates, ¿no por los que yo pudiera hacerte pasar? Este derecho,
habíamos convenido en que tú te someterías al;uicio que jamás podrían tener contra un padre o contra
de la república?>> Y si nos manifestáramos como una madre, de devolver mal por mal, injuria por
sorprendidos de este lenguaje, ella nos diría injuria, golpe por golpe, ¿crees tú tenerlo contra tu
luizá:
<<no te sorprendas, Sócrates, y respóndeme, puesto patria y contra la ley?Y si tratáramos de perderte,
que tienes costumbre de proceder por preguntas creyendo que era justo, ¿querrías aclclantarte y
y respuestas. Dime, pues, ¿qué motivo de queja perder las leyes y tu patria? ¿Llamarías esto justicia,
tienes tú contra la república y contra mí cuando tú, que haces prof'esión de no separarte del camino
tantos esfuerzos haces para destruirme? ¿No soy yo de la virtud? ¿Tü sabiduría te impide ignorar que
a la que debes la vida? ¿No tomó bajo mis auspicios la patria es digna de más respeto y más veneración
tu padre por esposa ala que te ha dado aluz? ¿Qué delante de los dioscs y de los hombres, que un
encuentras de reprensible en estas leyes que hemos padre, una madre y que todos los parientes juntos?
establecido sobre el matrimonio?>>Yo la responderé Es preciso respetar la patria en su cólera, tener
sin dudar: nada. «¿Y las que miran al sostenimiento con ella la sumisión y miramientos que se tienen
P! ¡t l¡¡ t.ttt,)¡¡ ¡.'l itl¡,.v
a un padre, atraerla por la persuasión u obedecer todo el bien de que he sido capaz. Sin embargo, no
sus órdenes, sufrir sin murmurar todo lo que me canso dc decir públicamente que es permitido a
quiera que se sufra, aun cuando sea verse azotado cada uno en particular, clespués de haber examinado
o cargado de cadenas, y que si nos envía a la guerra las leyes y las costumbres de la república, si no
para ser allí heridos o muertos) es preciso marchar está satisfecho, retirarse a donde guste con todos
allá; porque allí está el deber, y no es permitido sus bienes; y si huy alguno que no pudiendo
ni retroceder, ni echar pie atrás, ni abandonar el acomodarse a nuestros usos, quiere irse a una
puesto; y que lo mismo en los campos de batalla, colonia o a cualquiera otro punto, no hay uno entre
que ante los tribunales, que en todas las situaciones, vosotros que se oponga a ello y puede libremente
es preciso obedecer lo que quiere la república, o marcharse a donde lc acomode. Pero también los
emplear para con ella los medios de persuasión que que permanecen, después de haber considerado
la ley concede; y, en fin, que si es una impiedad detenidamente de qué manera ejercemos la justicia
hacer violencia un padre o a una rnadre, es mucho
a y qué policía hacemos observar en la república, yo
mayor hacerla a la patria?». ¿Qué responderemos les digo que están obligados a haccr todo lo que
a esto, Critón? ¿Reconoceremos que la ley dice les mandemos, y si desobedecen, yo los declaro
verdad? injustos por tres infracciones: Porque nc¡ obcclccen
Critón a quien les ha hecho nacer; Porqucr, <k:sprecian a
quien los ha alimentado; Porqucr, cstanclo obligados
Así me parece.
a obedecerme, violan la fe jurada, y no se toman
Sócrates el trabajo de convenccrme si se les obliga a alguna
ves, Sócrates, continuaría la le¡ cosa injusta; y bien que no haga más que ProPoner
<<Ya que si tengo
razbn, eso que intentas contra mí es injusto. yo te sencillamente las cosas sin usar de violencia para
he hecho nacer, te he alimentado, te he educado; hacerme obedccer, ) clue les dé la elección entre
en fin, te he hecho, como a los deneás ciudadanos, obedecer o convencernos de injusticia, ellos no
{ ¡ir,i¡r ¡ ,'/ .1'h'r
hacen ni lo uno ni lo otro. He aquí, Sócrates, la testimonio patente de que vivías complacido en
acusación de que te harás acreedor si ejecutas ella. En fin, durante tu proceso podías condenarte
tu designio, I tú serás mucho más culpable que a destierro, si hubieras querido, y hacer entonces,
cualquiera otro ciudadano.>> Y si yo le pidiese con asentimiento de la república, lo que intentas
Ia raz6n, la l"y me cerraría sin duda la boca hacer ahora a pesar suyo. Tú que te alababas de ver
diciénclome, que yo estoy más que todos los «lemás venir la muerte con indiferencia, y que pretendías
ciudadanos someticlo a todas estas condiciones. preferirla al destierro, ahora, sin miramiento a estas
<<Yotengo, me diría, grandes pruebas de que la ley magníficas palabras, sin respeto a las leyes, puesto
y Ia república han sido de tu agrado, porque no que quieres abatirlas, haces lo que haría el más vil
hubieras permanecido en la ciudad como los demás esclavo, tratando de salvarte contra las condiciones
atenienses, si la estancia en ella no te hubiera sido del tratado que te obliga a vivir según nuestras
más satisfactoria que en todas las demás ciudades. reglas. Respóndenos, pues, como buen ciudadano;
Jamás ha habido espectáculo que te haya obligado ¿no decimos Ia verdad, cuando sostenemos que
a salir de esta ciudad, salvo una vez cuando fuiste I
tú estás sometido a este trataclo, no con palabras,
ri
a Corinto para ver los juego;2 jamás has salido que I
,] sino de hecho y a todas sus concliciones?>>. ¿Qué
l.
no sea a expediciones militares; jamás emprendiste diríamos a esto? ¿Y qué partido podríamos tomar
viajes, como es costumbre entre los ciudadanos; más que confesarlo?
jamás has tenido la curiosidad de visitar otras
Critón
ciudades, ni de conocer otras leyes; tan apasionado
Sería preciso hacerlo, Sócrates.
has sido por esta ciudacl, y tan decidido a vivir
según nuestras máximas, que aquí has tenido hijos, Sócrates
por la fuerza, ni por la sorpresa, ni tampoco te ciudad vecina, aTebas o Megara, como son ciuclades
ha fbltado tiempo para pensarlo. Setenta años han muy bien gobernadas, serás mirado allí como un
pasado, durante los cuales has podido retirarte, si enemigo; porque todos los que tienen amor Por
no mí, y si las condiciones
estabas satisfecho de su patria te mirarán con desconfianza como un
que te proponía no te parecían justas. Tú no has corruptor de las leyes. Les confirmarás igualmente
preferido ni a Lacedemonia, ni a Creta, cuyas leycs en la justicia del fallo que recayó contra ti, porque
han sido constantemente un objeto de alabanza en todo corruptor de las leyes pasará fácilmente y
tu boca, ni tampoco has dado esta preferencia a siempre por corruptor de la juventud y del pueblo
ninguna de las otras ciudades de Grecia o de los ignorante. ¿Evitarás todo roce en esas ciudades
países extranjeros. Tú, como los cojos, los cicgos cultas y en csas sociedades compuestas de hombres
y todos los estropcados, jamás has salido de la justos? Pero entonces, ¿qué placer puedes tener en
ciudad, lo que es una prueba invencible de que vivir? ¿O tendrás valor para aProximarte a ellos, y
te ha complacido vivir en ella más que a ningún decirles, como haces aquí, que la virtud, la justicia,
otro ateniense; y bajo nuestra influencia, por las leyes y las costumbres deben estar por cima de
consiguiente, porque sin leyes ¿qué ciudad puede todo y ser objeto dcl culto y de la veneración de los
ser aceptable? ¡Y ahora te rebelas y no quieres ser hombres? ¿Y no conoces que esto sería altamente
fiel a este pacto! Pero si me crees, Sócrates, tú le 1:
{
vergonzoso? No pucclcs ncgarlo, Sócrates. Tcndrías
ia
placer referir el dislraz con que habías salido de la este cuidado que tus amigos tomarán en tu ausencia,
prisión, vestido de harapos o cubierto con una piel, ¿no 1o tomarán igualmente después de tu muerte?
o, en fin, disfrazado de cualquier manera como Pcrsuádete dc que los que se dicen tus amigos te
acostumbran a hacer todos los fugitivos. ¿Pero no prestarán los mismos servicios, si es cierto que
se encontrará uno que diga: he aquí un anciano, que pueclcs contar con ellos. En fin, Sócrates, ríndete
no pudiendo ya alargar su existencia naturalmente, a mis razones, sigue los consejos de la que tc ha
tan ciego está por el ansia de vivir, que no ha daclo el sustento, y no te fijes ni en tus hijos, ni
dudado, por conservar la vida, echar por tierra las cn tu vida, ni en ninguna otra cosa, sea la que sca,
leyes más santas? Quizá no lo oirás, si no ofendes más quc en la justicia, y cuando vayas al infierno,
a nadie; pero al menor motivo dc queja te dirían tcndrás con qué defcndertc delante de los jueces.
estas y otras mil cosas indignas de ti; vivirás esclavo Porque desengáñate, si haces 1o que has resuelto, si
y víctima de todos los demás hombres, porque ¿qué faltas a las leyes, no harás tu causa ni la de ninguno
remedio te queda? Estarás en Tesalia entregado a de los tuyos ni mejor, ni más justa, ni más santa,
perpetuos festines, como si sólo te hubiera atraído sea durante tu vida, sea después de tu muerte. Pero
allí un generoso hospedaje. Pero entonces ¿a dónde si mueres, morirás víctima dc la injusticia, no de
han ido a parar tus magníficos discursos sobre la las leyes, sino de los hombrcs; en lugar clc que si
justicia y sobre la virtud? ¿Quieres de esta manera
sales dc aquí vergonzosamcnte, volviendo injusticia
conservarte quizá para dar sustento y educación a
por injusticia, mal por mal, faltarás al pacto quc te
tus hijos? ¡Qué! ¿Será en Tesalia donde los has de
liga a mí, dañarás a una porción de gentes que no
educar? ¿Creerás hacerles un bien convirtiéndolos
debían esperar esto de ti; te clañarás a ti mismo, a
en extranjeros y alejándolos de su patria? ¿O bien
mí, a tus amigos, a tu patria. Yo seré tu enemigo
no quieres llevarlos contigo, y crees que, ausente
mientras vivas, y cuando hayas muerto, nuestras
tú de Atenas, serán mejor educados viviendo tú?
hermanas las leyes que rigen en los infiernos no
Sin duda tus amigos tendrán cuidado de ellos. pero
te recibirán indudablemente con mucho favor,
sabiendo que has hecho todos los esfuerzos posibles Platón (427-327 a. de C.)
para arruinarme. No sigas, pues, los consejos de
Nace en una importante fhmilia cle Atenas. Su verdadero
Critón y sí los míos.>>
nombre es Aristocles y su sobrenombre se debe a la anchura
Me parcce, mi quericlo Critón, oír estos dc sus hombros.
acentos, como los inspirados por Cibelcs crcen Su vocación era la política, pero cuando tenía veinte años
oír las flautas sagradas. El sonido cle estas palabras de erlad, c()noce a Sltcrates, quien se convirtió en su macstro.
resucna cn mi alma, y me haccn insensible a Platón, bajo esta influcncia, decide dedicarse por completo a
cualquiera otro discurso, y has dc sabcr que, por lo la filosofía, especialmente cuando su maestro fuc conclenado
al dcstierro o a la pena clc muerte, acusado de corrupción a
menos en mi disposición prescnte, cuanto pueclas
la juventud de Atenas.
decirme en contra será inútil. Sin embargo, si crces
Cuando muere Sócrates, por elección suya, Platón inicia
convcncerme, habla.
una serie de viajes en los que busca crear una doctrina o
Critón teoría del Estado.
Sócrates, nada tengo que clecir. Cuando regresa a Atcnas, tltrcirlc crcar la Aca<lctmia en
compañia dc su principal disc'í¡tukr, Aristótt:lcs, <¡tticn trabaja
allí clurante veinte años. En csta sc estu<liaban todas las
ciencias: las matemáticas, la astronomía, la física, además dc
la filosofía.
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i
John Keats
Carta a FannSr*
Wentworth Place, febrero, ¡1820?
Mi dulce amor,
¡Cuánto más tc amo por el resultado general! En palabras <<Buenas noches» para ponerlas bajo mi
mi estado de salud actual me siento muy lejos de ti almohada.
y bien podría decirte las palabras que el Fantasma
Querida Fanny,
de Lorenzo susurra a Isabella:2
De tu af'ectuoso
Tú Belleza se desplaza inmensa sobre mí y siento
que un amor más grande aún me roba toda mi ri,) ./¡ rt
esencia.
I|{q,,- lt-|ft'f:f-
Desde quc te conozco mi mayor tormento ha
sido que te inclines hacia el lado de Crésida;r pero
disipo totalmente este temor y perman ezco feliz
en la seguri<lad de tu Amor, que es para mí
1o aseguro -telas
milagro y una dicha. Envíame
Keats hace ref'crenr:ia al poema lsabcll.t,or the pot oJ'Basil. Éste pocma, escrito
por el propio Keats, cuenta la historia de un;r joven cuya lámilia intenta casar
con un hombre rico, a quicn ella no ama. lsabella está enamr¡rad¿ dc Lt¡ren-
zo, siervo de uno de sus hcrmanos. Cuanrlo los hermanr¡s sc cnteran de este
amor, ascsinan a Lorenzo v enticrran su cuerpo. El tántasnra de Lorenzo lt:
revr:la el crirnen a Isabella en un sucño. Ésta cxhuma cl catlávcr y guarda en
un frasco dc albahaca la cabcza ile su amadr¡. Isabella pierde t,l y tcrmi-
iuicio
na sus días r¡bsesionada con la cabt:za muerta de Lorcnzo. La misma historia
pucde lct'rse en el Dccameró, (IY 5) de Giovanni lJoccaccio. (N. delT.¡
Kcats se rcfiere a Crésida, pcrsonaje qu(.Jparecc r.n las obras de varios cs-
critr¡res del Medioevo y del Rcnacimientr¡. Crésida es una hermosa mujcr
griega c¡ue, en medio dc la gucrra de Troya, es tomada prisioncra por los
troyanos. Crésida se enamora dcl príncipe troyanoTioilo, a quien
iura amor
ctcrno. Sin embargo, despuós de scr libera<la por las tropas griegas se con-
vierte en amante de Diomc<les. (N del1.)
/,rir i,rrl
i
me espera para acogermc como un sepulcro, Ia
pasión, créeme, me domina por completo; en ese
;
i
momcnto no mc gustaría que vieras los raptos de
éxtasis a los que, algunas veces, pensé imposible
i
i entregarme y de los que, otras, me rio, por miedo
t
a que me consideres o bien un desdichado o bien
{
I
un Poco loco.
I
Carta a Francesca* I
t En este momento estoy baj o una vcntana, mirando
I
Newport, Julio 3, 1819 el hermoso paisaje montañoso por el quc sc cntrcvé
II
el mar; la mañana está perf.ecta. No só cuánto
Shanklin, Isla deWight, Jueves. I podría expandirse mi espíritu, no sé qué placeres
Mi querida Dama, provocaría en mí el vivir aquí, cl rcspirar, el pasear
tan libre como un vcnado en esta hermosa costa
si el recuerdo tuyo no pesara tanto sobre mí. No
Me alegra no haber podido enviarte la carta he conocido la felicidad ininterrumpida: la muerte
que te escribí el jueves en la noche; parecía sacada o la enfermedad de alguien sicmprc ha cstropcado
de la Eloísa de Rousseau.' Amanecí más razonable mis horas. Y ahora quc ningun«r <k' cs«ls males me
hoy. La mañana es el único tiempo propicio para oprime, dcbcs confcsar, p()r muy <luro quc sea, que
escribirle a esa mujer hermosa que tanto quiero: otra clasc dc pcna mr' ¡rt't'sigut'.
por Ia noche, cuando el día solitario ya termina Pregúntate a ti misma, amor, si no eres harto
y la desolada, silenciosa y nada musical recamara cruel por habcrme aprisionado, por habcr
destruido mi libertad. Confiesa esto en la carta que
taclucción
debes escribirme de inmcdiato, y dime todo lo que
<lel inglés por Christian Camilo Lt¡ndoño.
Se rellere a una novcla romántica epistolar con el titulo /u lia o la nueva Lloisa,
sea necesario para consolarme; hazla sustanciosa,
publicada por Jcan Jacques Rousseau en 1 76 I . (N. del T. ) como un trago dc amapolas, para que me intoxique;
,'
escribe las palabras más dulces y bésalas, para Ver esos ojos que aprecio más que los míos
que así mis labios por lo menos puedan rozar el
f¡ar susjavores en ofto.
lugar donde estuvieron los tuyos. Por mi parte
no sé cómo expresar mi devoción a una criatura Y a esos dulces lab¡os (imprcgnados del néctat inmortal)
tan bella: necesito una palabra más perf'ecta que presionados dulcemente Por cualquiera aParte de mi.
perfecta, una palabra más hermosa que hermosa.
Imagina, imagina, Francesca,
Casi quisiera quc fuéramos mariposas y viviéramos
apenas tres días dc estío: tres días efímcros contigo ¡qué inejable mald¡c¡ón sería!
pueclen contener más felicidad que cincuenta años
J
ordinarios. Pero por más egoísta que parcrzca, cstoy
seguro de que nunca podría actuar egoístamentc: Escríbeme en seguida. No hay servicio dc correo
como te lo dije uno o dos antes de dejar Hampstead, hasta donde estol, por tanto debes dirigir la carta
nunca regresaré a Londrcs si el destino no me otorga a la oficina dc corrcos dc Newport, Isla de Wight.
una carta ganadora. Aunque podría cifrar toda mi Estoy seguro de que antes del anochccer voy a
f.elicidad en ti, no puedo pretcncler adueñarme maldecirme por habcrte escrito una carta tan fría;
por completo de tu corazín -en efecto, si en este sin embargo, es mejor que quede así antcs cle quc
momento percibo quc tú sientes lo mismo quc pierda los cabalcs. Sé tan bucna como tc lo permita
yo siento por ti, no creo que pudiera refrenar el la distancia.
deseo de verte de nucvo mañana, por Ia sola dicha j
tu madre , mi amor
Por fávor, clale mis saluclos a a
de abrazarte. Pero no. Tengo que vivir a fuerza de
Margaret y mis mciorcs rccuerdos a tu hermano.
esperanza y azar. En caso de que Io peor ocurra, te
seguiré amando, ¡pero cuánto odio scntiré por el
otro! tlr) {¡ /
El otro día leí unos versos quc continúan
rt'{q
;
,t t'tr- r'lfli'
resonando en mis oídos:
I
1921 .Tenia 26 aitos. Sobre su tumba se gravó el epitafio: a clerramar , si el estaclo de agitación en que me
separé de ti -agitación que debiste percibir a través
AQUÍ YACE UN HOMBRE CUYO NOMBRE FUE
de todo este nervioso ffiire* no emPezaron hasta
ESCRITO SOBRE ELAGUA
que el momento cle dcjartc se acercó; si todo 1o quc
En el 2009 Ia directora inglesa Jane Campic¡n realizó una
he dicho y hecho y aún estoy dispuesto a decir y
conmove<lora película (Bright Srar) sobre la dlfícil rclación
a hacer no ha demostrado suficientemcnte cuáles
entre John Keats y Fanny Brown.
;
l
son y serán mis sentimientos hacia.ti, amor mío, no Ias causas adecuadas y nunca dejes de sentir todo
I
tengo otra prueba que ofrecer. I eso de 1o quc fuiste testigo y todo 1o que sólo mi
Dios sabe que deseo tu felicidacl, y cuando deje { corazín sabe y acaso el tuyo también.
fI
dc verte, o mejor: cuando tú, atcfrdiendo al deber L
I Que Dios te proteja, te perdonc y tc bcndiga
para con tu esposo y tu mad¡s dejes de verme, l por siempre y para siemprc.
tendrás que admitir la verdad d¿ aquello que de $
Tú afectuoso,
nuevo te prometo y juro: que nadic, dc palabra o I
I
tiempo?Y no menos feliz ahora que entonces, pero
!
Estoy a punto de partir, con sl corazín cargado '?
más que nunca en estc momento. Sabes que con
f;
de pesar porque mi aparición erta tarde frenará placer renunciaría a todo lo clc este mundo y a lo
I
cualquier historia absurda que lo§ eventos de hoy T
I del más allá; y por abstenermc de ello, ¿tienen
pudieran suscitar. Sigues pensadd que soy frío y \j
't que ser malinterpretados mis motivos? No me
severo y artificioso; los demás peilsarán lo mismo, ü
, importa quién los sepa o qué uso le puedan dar,
i
también tu madre, esa madre pof la que tuvimos sólo eres tú y es a ti a quien se deben. Fui y soy
que sacrificar tanto, pero más, mucho más yo, tuyo, principalmente , para complacerte, honrarte,
mucho más de lo que ella jamás püeda imaginarse.
amarte ... y para escapar en el momento y lugar
"Él promcte no amarte".Ah, Caioline, eso va más que tú fijes.
allá del prometer. Atribuye todas as concesiones a
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'¿,¡¡i,:
t irt d,¡rt lJ¡rtt¡
I
mismo año da a la luz Don Juan, Ia que cs Para muchos su
proclucto del derroche clesmedidr¡ dcl clinero de su f-amilia. *
f mejor obra.
George Gor<lon Byron se clistinguió cn su etapa educativa
En 1823 lo clcsignan miembro del comité de Londres
como dcportista, a pesar de tcner un pie <lefbrme <lesde su
para la Indepenclcncia dc Grecia, allí escribió su últirna obra
nacirniento, lo cual le causaba amarguras.
tituladaA mis treinta y seis años.
Cuandc¡ apenas tenía diecir¡cho años, publicó su primer t
x
I Este mismo año sufrió un ataque epiléptico y se enfermó
libro de poemas titulado Horas de Ocio, editaclo en la
gravemente. El 19 de abril mucrre sin haber cumplido su
prestigiosa revista Edinburgh Review, y una sátira titulaila t deseo de indepcndencia griega.
Bardos ingleses y críticos escoceses, con la que alcanzó cierto
re cono cimi entr¡.
II
I
En 1809, al scr declarado mayor de edad, emprencle
un viaje cle dos años por España, donde escribe un pocma
dedicaclo a la belleza de las españolas, titulado La chica de
Cádiz. Durantc sus viajes por Grecia, Albania y Portugal,
escribe La maldición de Minerva.
con quien tuvo una hija llamada Augusta y cuya relación solo
Francisco José de Caldas
idea de las sensaciones, de los dulces recuerdos, de un recuerdo de mi adorada, de mi dulce Manuelita.
los torrentes de;úbilo en que se inunda mi alma con Una sonrisa, una mirada halagüeña, una simple
su memoria? Mi memoria es la fuente inagotable palabra de usted haría mi gloria y mi felicidad.
de mis placeres. La memoria de mi Manuelita me Viva usted segura que es amada con vehemencia y
produce preciosos y dulces momentos. ¡Qué largos con vercla<l. Manuelita, amiga, compañera, esPosa,
se me hacen los días que separan los
correos! iQué mitad de mi ser, objeto único de mis amores,
dilatadas las semanas que deben correr antes de señora, dueña, imperiosa, yo ruego a usted quc me
vernos y de estrecharnos! ¡Ah! ¡Mornento deseado, ame como la ama Caldas.
momento venturoso, momento f'eliz! Acelere ustcd
Remito a usted un cajoncito que contiene un
este momento por mi f'elicidad. Mi corazón, es
sombrerito de paja para el camino. Es de coPa un
verdad, descansa sabiendo que usted quiere ser mi
poco grande para ustecl; pero como se lo ha de
esposa; pero se agita al considerar que tiene que
poner sobre mantilla, o sobrc paño, Ie aiustará
devorar muchos mescs de ausencia, de suspiros y
bien. La copa de este sombrcrito la hc llcnadcr
de deseos. Mi dulce Manuelita, venga usted cuanto
con un pañuelo grande de musclincrta para que se
antes al seno de su Caldas, al scnc del amor, del
cobije en el camino; de dos pañuclos arrengados
respeto y de la estimación. Un coraz\n amoroso,
para el pecho; clc seis pañuclos para las narices;
un tierno amante, un idólatra la espera , f la espera
de tres pares cle guantcs dc camino. A más va un
con inquietud y con ansia. ¡Cuántos suspiros ha
par de guantes dc sc<la para que se despida usted,
arrancado usted a mi pecho!Yo no puedo olvidar
tres cortes de zapatos bordados de seda para lo
un momento a mi Manuelita, y esta memoria me mismo, un anillo clc csmcraldas, otro de un rubí
acompaña a todos los lugares. ¿Usted se acordará con esmeraldas, y cn fin, otro de un diamantico y
de mí? ¿Viviré en su pecho inocente como usted esmeraldas.
vive en el mío? ¿Seré amado como es amada usted?
Necesito y espcro que usted me mande la
Dichoso mil veces feliz si he merecido un suspiro,
medida del largo dc su pie y del grueso tomado
382
l::*nt.oto J,t:;i lt ( tlJ*
en el empeine en unas dos tiritas de papel para dulces delicias en hacer algo para usted, en hablar
prepararle los zapatos que deben servirle para de usted, en cscribir a mi adorada Manuelita. ¿Qué
presentarse al Virrey y Virreina. Esta ya le ama recelos puede usted tener cn un corazín en que
a usted, me pregunta por mi Manuelita y me ha usted tiene el impcrio, el mando, en que es señora,
mandado que la salude a su nombre y que desea y que es amada con entusiasmo?
conocerla.
Adiós, mi dulcc Manuelita, adiós. Reciba ustecl
Supuesto que usted posee rni coraz6n, supuesto eI coraz6n del quc besa amorosamente sus pies.
que usted está segura de mi amor, supuesto que
ya, tal vez, es mi esposa, 1lo voy a pedir a usted una
confianzade esposo. Quiero que usted, deponiendo Francisco José de Caldas
todo embarazo y todo rubor, propio de su sexo,
me abra la puerta de su corazín y sin valerse de
nadie me diga qué le falta en vestido, en muebles
para su viaje, qué desea, qué quiere; usted me
dará así una prueba de confianza y de esposa. Sí,
mi Manuelita, sí, ábreme ese corazón que idolatro,
manifiéstemelo sin empacho. Acuérdese usted que
habla con su amigo, con su compañero, con su
esposo, con su amante, con este amante enérgico y
vehemente que la adora. El mayor placer que puede
usted proporcionarme será seguramente tratarme
con confianza. Sí, téngala usted conmigo; no tenga
dudas, deseche usted todo temor y toda timidez.
Mi corazón es franco, sincero y siente las más
f
i
De regreso en Santa Fe, y como incentivo por su Sostuvo un inusual noviazgo Por correspondencia con
trabajo expedicionario, y por los clescubrimientos y María Manuela Barahona, a quien no conocía en Persona
revelaciones que dio a conocer a la sociedad capitalina, y y que posteriormente sería su esPosa. El matrimonio fue
gracias a la intervención clel sabio Mutis, fue nombracio también inusual, pues debido a las múltiples ocupaciones del
director del Observatorio astronómico. Allí fundó el sabio, éste no pudo asistir a su propia boda; encargando su
Semanario de la Nueva Granada, publicación destinada a la representación, por medio de un poder, a su amigo Antonio
difusión cle las artes, la cultura y el comercio. Habiéndose Arboleda. La carta que está incluida en esta antología
hecho una figura pública, y gracias a la relación que había corresponde a la extensa colección epistolar que hubo entre
comenzado a tener con la intelectualidacl santafereña, Caldas y su esposa.
Caldas rápidamente se vinculó al proyecto libertario de la
nación. Sus amplios conocimientos en ingenieria hicieron
que lo nombraran capitán de ingenieros y posteriormente
tfi'i
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Simón Bolívar
Cuando tú eras mía yo te amaba más por tu genio Simón Bolívar (1783-1830)
encantador que por tus atractivos deliciosos. Pero
Nace en Caracas, en el año de 1783. Perteneció;r tlrr¡
ahora ya me parece que ura eternidad nos separa
fámilia adinerada proveniente de España, Pero que resiclió t'rr
porque mi propia determinación me ha puesto en el
Venezuela. Sus padres murieron cuando era un niño, p<'r' l<'
tormento de arrancarme ce tu amor, y tu corazón
<1uequcdó en custodia de su abuelo, clon Feliciano Pal,rcit's,
justo nos separa de nosotros mismos, puesto que
quien por dificultades de salucl cntrega la custoclia a str títr
nos arrancamos el alma que nos daba existencia, Esteban Palacio y Blanco.
dándonos el placer de vivir.
Para seguir los pasos de su padre' en la milicia, Sinrirn
En lo futuro tú estarás srla aunque al lado de tu Bolivar se traslada a Europa Para cursar sus estudios, allí
marido. contrae matrimonio con María Téresa Rodríguez clel Ti¡rr',
Yo estaré solo en mediodel mundo. quien muere en 1803 por fiebre Amarilla.
El deber nos dice que ya ro somos más culpables! ! diapasón de los aJ'ecto.s. . .; sus proclamas'-fulgurantes de poesía épita;
No, no lo seremos más. sus discursos persuasivos, sus documentos, a menudo de una armonítt
Napoleón Bonaparte
Cata a Josephine*
Niza, 10 germinal [30 cle marzo]r
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{ No hc pasado un día sin amartc; no hc pasado
I
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t
una noche sin tencrtc c:ntrc mis braz<)s; no he
,!ii
Josephine es la única en mi coraz6n; ocupa mi que me inspira sentimientos tiernos que mc llaman
mente, absorbe mi pensamiento. Si me alejo de a la Naturaleza, y movimientos impetuosos tan
ti con la velocidad del Ródano, es para volver a volcánicos como el trueno. No te pido ni amor
verte más pronto. Si, en medio de la noche, me eterno ni fidelidad, sino solamente... la verdad,
levanto a trabajar, es para adelantar algunos días franqueza sin límites. El día en que digas "te amo
la llegada de mi dulce amiga sin embargo, en tu menos" será el último de mi vida. Si mi corazín
I,
carta del 2 3 aI 26 ventoso, me tratas de "usted". fuera tan vil para amarte sin ser correspondido,
¡Tú misma me tratas de "usted"! ¡Ah, malvada! lo cortaría con los dientes. ¡Josephine, Josephine!
¿Cómo has podido escribir esta carta? ¡Es tan fría! Acuérdate de 1o que te he clicho algunas veces: Ia
Y luego, del 23 aI 26, hay cuatro días; ¿qué has Naturaleza me ha dado un alma fuerte y clecidida.
hecho, ya que no le escribiste a tu marido?... Ella te ha hecho de encaje y clc gasa. ¿Has dejado
¡Ah,
mi amiga, lo que ese "usted" y estos cuatro días me de amarme? Perdón, alma dc mi vida, mi espíritu
han hecho lamentar mi antigua indiferencia! está tendido sobre vastas combinaciones. Mi
¡Ay
de aquel que fuera la causa! ¡Y puede, por castigo corazbn,, enteramente ocupaclcl Por ti, tiene
y tortura, probar aquello que la convicción y la miedos que me llenan de desgracia... Me molesta
evidencia (que sirvieron a tu amigo) me hicieran no llamarte por tu nombrc. Espcro que me 1o
probar! ¡El Infierno no es tortura! ¡Ni las Furias escribas. ¡Adiós! ¡Ah! Si llegaras a amarme menos,
ni las serpientes! ¡"Usted"! ¡"tlsted"! ¡Ah! ¿Qué es que no mc has amado nunca. Y scría entonces
pasará en quince días?... Mi alma está triste, mi digno de lástima.
corazín es esclavo y mi imaginación me asusta... PD: Este año, Ia guerra ya no cs reconocible. He
Si me amas menos serás consolada. Un día, ya ordenado dar carne, pan y forrajes; mi caballería
no me amarás más, dímelo y sabré merecer la armada se pondrá en marcha pronto. Mis soldados
desgracia... Adiós, mujer, tormento, fortuna, me muestran una confianza inexpresable; sólo tú
esperanza y alma de mi vida, que amo, que temo, me desasosiegas, sólo tú, el placer y el tormento de
NayoLu',n Bonoytrti,
I
mi vida. Un beso a tus hijos, de quienes no hablas.
¡Pues claro! ¡Eso alargaría tus cartas a la mitad! Los
visitantes, a las diez de la mañana, no tendrían el
placer de verte. ¡Mujer!
Carta a Josephine*
.*)
t
,\a¡r,llrlo li,,lrr¡;,rr,.,
parar una llama viva y ardiente en mi corazbn y mis Napoleón Bonaparte (1769-1 821 )
sentidos. ¿Cuándo podré, libre de toda inquietud, de
Nació cn Ajaccio, en la capital rlc- lo que actualmente
todo asunto, pasar todos mis instantes cerca de ti,
se conoce como Córcega, la cuarta isla más grande del
sólo amándote y pensando cn la suerte de dccírtelo
mediterráneo.
y probártclo? Tc enviaré tu caballo y espero quc
En su juventud se destacó en el ejercicio de las matemáticas,
puedas acompañarme pronto. Creía amarte hace
lo que le f'acilitó cn 1784 en la Escuela Militar
su ingreso
algunos días pero, clcsdc que tc vi, siento que te
de Brienne, de dondc salió a los 16 años con el cargo de
amo mil veccs más. Desdc quc te conozco te acloro
subteniente. Un año clespués terminó sus cstudios en la
cacla día más: esto prueba cuán lalsa es la máxima Escuela Militar de París.
de La Bruyére: el amor vienc de rcpente. Todo en
A sus apenas 24 años, y gracias a los numerosos éxitos en
la naturalcza tiene su curso y difcrentes niveles de
las campañas militares en las que participó, fue nombrado
crecimicnto. ¡Ah! Te rucgo, dójame ver algunos cle
general de brigada. Su vertiginoso acenso no se cletuvo. En
tus defectos, sé menos bclla, mcnos graciosa, menos 1796 frc nombrado general en jef'c del ciército de Italia,
tierna, menos buena y sobre todo, jamás seas cclosa, mismo año en el que se casaría con Josclina dc Beauharnais, a
jamás llores, pues tus lágrimas mc quitan la raz6n y quien le dedica las cartas contenidas en esta antología. A pesar
hacen hervir mi sangre. Cree firmemente en que ya de algunos reveses militares como jefe máximo, su prestigio
no está en mi pocler pcnsar en algo que no seas tú, o como hombre de guerra y como estratega, no disminuyó. En
en una idea que no te sea sumisa. 1799 se toma el poder de forma violenta a través de un golpe
de estado, se autoclenomina emperador, ejerce un gobierno
I) e scansa. Re cupérate pronto Ven a acompañarm e
dictatorial y cmprende una exitosa campaña de conquista
y al menos, antes de morir, podremos decir: ¡Fuimos por toda Europa y parte d. Áf.i.o.
felices tantos días! Millones de besos, incluso a la
En 1809 Napoleón anula su matrimonio con Josefina
Fortuna, a pesar de su maldad.
y contrae matrimonio con la archiduquesa María Luisa cle
Austria, hija del emperraclor Francisco I.
Bonaparte
400
A partir de l8obrevienen una serie de fracasos
militares, como polo lainlructuosa campaña a Rusia.
Decide abdicar ccrperador del Imperio francés y
se refugia en la Isha. Sin embargo, un año después
regresa y retoma er. Los gobrernos de diferentes
naciones europeasn conformar una coalición para
defenderse del pr expansionista francés, y logran
derrotar a Napolea lamosa batalla de Waterloo. Es
apresado y confinar isla afiicana de Santa Helena, en Gustave Flaubert
clonde moriría.
- -fraciucción
del (rancés por Ircne Calle
<iustt¡re ]:!aub¿l
r
de arreglar, solo y bajo llave, todo 1o que me has pie cuando las llenaba y las calentaba. '. tu pañuelo
dado; tus dos cartas están en 1¿ bolsita bordada; está adentro...
las releeré al haber sellado la mía. No he querido Mi madre me cspcraba junto a los rieles y lloró al
utilizar mi papel de cartas para cscribirte; tiene el verme regresar.Tú lloraste al verme partir. ¡Nuestra
borde negro. iQue nada triste v¿ya de mí hacia ti! miseria es tal que no podemos desplazarnos de un
No quiero causarte más que dicha y rodearte de sitio sin que cucste lágrimas de ambos lados! Es de
una felicidad tranquila y conti¡¡ua para pagartc un un grotesco sombrí<¡. Aquí he encontrado los prados
Poco de todo lo que me has dado a manos llenas verdes,los árbolcs grandes y el agua corriendo como
con la generosidad de tu amor. Temo ser frío, seco, cuando partí. Mis libros están abiertos en el mismo
egoísta, y Dios sabe, sin embargo, aquello que sitio; nada ha cambiado. La naturaleza exterior nos
:
+o+
{in¡uy¿ l:l¡ub¡r¡
r
leído casi todo un libro. Me han conmovido varios
pasajes.Te hablaré de ello con más detenimiento.Ya
ves que no estoy suficientemente concentrado, la
crítica me falta del todo esta noche. Sólo he querido
enviarte un beso más antes de dormir, decirte que
te amo. Tán pronto te dejé, y a medida que me
alejaba mi pensamiento regresaba hacia ti. Corría
más rápido que el humo de la locomotora que huía Carta a Louise Colet*
detrás de nosotro5 ihay fuego en la comparación,
perdón por el chiste). Vamos, un beso, rápido, tú
sabes cómo, de esos que dice Ariosto, y uno más, Miércoles por la noche. 12 de agosto, 18+6
i
¡
I
I
ti*qat l:!,flbút
¡Adoro el plan de la fiesta que me propones! Mis Gustave Flaubert (1 821 -1 880)
ojos se humedecieron de ternura. ¡Oh, sí que me
amas! Dudarlo sería un crimen.Y yo, si no te amo Escritor Francés nacido en 1821. Gran parte dc su vida
la pasó en una casa de camPo cn Croissct , baja Normandia,
¿cómo llamar a 1o que siento por ti? Cada carta que
pucs su estado cle salud le obligaba a llevar una vida tranquila,
me envías me entra más en el corazón.
ya que paclecia un desorden de tipo nervioso.
Sobre todo la de esta mañana, tenía un encanto En su juventud cursó cstudios clc derecho en París, y
exquisito. Era feliz, buena, bella como tú. ¡Sí! aunque a causa de su delicado estaclo de salud se vio obligado
Amémonos, amémonos porque naclie nos ha a rergrcsar a su lugar de clrigen, su Paso por París le ayudó
amado. a involucrarsc encl mundo dc la literatura. Conoció allí a
Víctor Hugo, cscritor francés rcconocido Por su escritura
Llegaré a Paris a las cuatro o cuatro y cuarto.
romántica, y a Louisc Colct, quien posteriormente sería su
Así que a las cuatro y media estaré en tu casa. Ya importante archivrr
musa y amante. De su relación resultó un
me siento subiendo tus escaleras, oigo el ruido del de cartas que dan cuenta de sus intimidades-
timbre " ¿Lu señora está?" "Entre" ¡Ah! Saboreo
...
Maclamc Bovary, su novela más reconocida, fue publicada
de antemano esas veinticuatro horas allá. ¿Pero por
en 1856, pero su cditor y él fueron acusados por inmoralidad,
qué cada felicidad me trae una pena?Ya pienso en al hacer una supuesta ofensa a la moral pública y a la religión.
nuestra separación, en tu tristeza. Te portarás bien Ambos lueron absueltos, pero cl libro sicmpre estuvo
¿verdad? Porque siento que será más triste que la acompañado por el cscándalo.
primera vez. Otras de sus obras más destacadas fueron La eclucación
No estoy de acuerdo con aquellos que dicen que la scntimental, trcs cuentos y Salambó.
posesión mata al amor, al contrario, lo enciende. Flaubert mucrc a los 5B años clc edad, por una hemorragia
ccrebral, y fuc cntcrrado en el pante ón fámiliar clcl cementerio
dc Ruan. En 1890 se inaugura un monumcnto cn el museo
cle Ruan cn hotror a Gustavc Flaubert.
40r.t
1. El derecho a nt: leer.
2. EI derecho a saltarnos
páginas.
4. EI derecho a releer.
5. El derecho a leer cualquier
COSA.
6. El derecho al bovarismo.
7. El clerecho a leer en
cualquier sitio.
I-
o
+-J
B. El derecho a hojear.
E *PENNAC, Daniel.
qE!
O Como una novela. Norma. 2004
U
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Este libro se terminó de imprimir
co
s
en el mes de julio de 201 1