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Curitiba y Yanli

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marijf22 JesMN
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nElshIA
rihano
ஓ¥anliஓ

Recopilación y Revisión

Curitiba

Diseño

Jenn
Índice
Sinopsis Capítulo 12
Reglas de Rachel para Capítulo 13
Remmy
Capítulo 14
Capítulo 1
Capítulo 15
Capítulo 2
Capítulo 16
Capítulo 3
Capítulo 17
Capítulo 4
Capítulo 18
Capítulo 5
Capítulo 19
Capítulo 6
Capítulo 20
Capítulo 7
Capítulo 21
Capítulo 8
Epílogo
Capítulo 9
Sobre la autora
Capítulo 10
Portada próximo libro
Capítulo 11
Sinopsis próximo libro
Sinopsis
Rachel Fortier, de treinta-y-algo, consultora de diseño interior, se ha
enfadado con su novio. Ya es bastante malo que le diera un Ejercitador-de-
Muslos para el Día de San Valentín y un Video-de-Aeróbic para su
cumpleaños, y que su compromiso de cinco años no tenga un final a la 1
vista. ¡Pero se acaba de enterar de que él ha tenido una vasectomía!

Rachel empaca sus cosas y se dirige al sur para encontrarse con su tía
abuela Gizelle por primera vez y tomar unos días para reorganizarse. Se
imaginaba a una abuela Walton viviendo en una pintoresca casa rodeada
de una maravillosa naturaleza. Lo que encuentra es una cabaña sobre
profundos pilotes en el bayous, con caimanes y serpientes del tamaño de
postes telefónicos. En cuanto a la tía Gizelle, es una ex taxidermista quien
puede dar más repelús que Hannibal Lechter cualquier día de la semana.

Y si eso no es suficiente para hacer que una chica dé la vuelta y regrese


derechito con su ex, Gizelle se pelea con un chico malo cajún, Remy
LeDeux, un piloto de helicóptero y veterano de la Fuerza Aérea cuyo rostro
está marcado con una cicatriz de batalla. Remy quiere comprar un pedazo
de la propiedad de Gizelle, pero la luchadora anciana deja en claro que no
quiere tener nada que ver con ningún LeDeux. Pero en el momento en que
Remy ve a Rachel saliendo de una camioneta roja, es amor a primera vista
para el eterno soltero, a pesar de toda la confusión que ella trae a su vida,
con sus ideas de Feng Shui a su casa flotante y su ex persiguiéndola, sin
mencionar a su tía-abuela amenazando con dispararle en su trasero. Pero
conseguir que Rachel diga “sí, acepto” vale la pena. Después de todo, no
había conocido alguna vez a una mujer anteriormente que lo mirara como
si fuera una caja de bombones Whitmans y ella es una adicta al chocolate.
REGLAS DE RACHEL PARA REMY

Regla número uno: Nada de sexo.


Regla Dos: Nada de besos.
Regla Tres: Ningún toque deliberado. 2
Regla Cuatro: Ninguna traviesa conversación.
Regla Cinco: No hacer alarde de la piel desnuda.

¿La cosa con las reglas? Están hechas para ser rotas...
Capítulo 1
Traducido por ஓ¥anliஓ

Corregido por Curitiba

Cuando el rayo golpee, agáchate, bebé, agáchate. 3

—Feliz cumpleaños a ti...

La cabeza de Remy LeDeux se alzó de la taza de "asado quemado," el


espeso café cajún del que había estado alimentándose en la mesa de su
cocina. ¿Quién había venido al Bayou Black para visitarle en su casa
flotante?

—Feliz cumpleaños a ti...

¡Oh, no! ¡Oh, no, no, no! ¡Por favor, Dios, hoy no!

Los pasos se acercaban a su puerta.

Mejor que no sea Luc y René. No estoy de humor para sus juegos.

Espontáneamente, un recuerdo pasó por su mente de un cumpleaños hace


doce años, cuando sus hermanos Lucien y René se habían presentado en
el hospital de quemaduras en Virginia seguidos de una de sus numerosas
operaciones. Habían traído con ellos a Ronald McDonald, pero un Ronald
McDonald quién debajo del traje de payaso había estado medio desnudo,
de casi dos metros de altura, un imitador de mujeres de Bourbon Street
con un cuerpo que podría rivalizar con Marilyn Monroe, cantando
apropiadamente, "¡Feliz, feliz Cumpleaños, Bebé!" Hubo una gran cantidad
de pacientes veteranos militares alegres ese día cuando ella... él... lo que
sea... había repartido Cajitas Felices como recuerdos, todas conteniendo
condones habladores, vibradores de labios rojos y tangas comestibles.

—Feliz cumpleaños, querido Remy...

Remy miró a través de la penumbra de polvo promovido hacia la puerta


abierta. Sin duda no era Ronald McDonald, o una sexy stripper, ni
siquiera sus bromistas hermanos. Mucho peor. Era su setenta y nueve
años de edad, tía abuela Lulu, quien era toda metro y medio de alto, y
llevaba una torta del tamaño de una barca del bayou con una carga bestial
de velas en la parte superior.

—Feliz cumpleaños a ti —concluyó y utilizó su inexistente trasero para


mover con cuidado la puerta de pantalla de madera, abriéndola y entrando
de lado. Hoy en día su tía llevaba una camiseta de Madonna con conos
pintados en las cercanías de los inexistentes pechos, y una minifalda de
spandex rojo fuego. ¿Quién sabía que ellos fabricaban en tamaños enanos? 4
En sus pies había lo que sólo puede ser descrito como botas de cortesana
blancas. Su cabello era corto y hoy rizado y de color rosa, sin duda debido
a los esfuerzos de su media hermana Charmaine que dirigía un presumido
spa de belleza más arriba en Houma, Looks to Kill, así como un salón de
belleza regular, Kuts & Kurls, en Lafayette. Inseguro de si el color rosa era
en honor de su cumpleaños o un accidente, decidió no preguntar.

A pesar de su edad y apariencia siempre escandalosa, los servicios de su


tía como una notable traiteur o curandera todavía eran necesitados por
todas las pantanosas tierras.

Por desgracia, en los últimos tiempos ella creía que él era el que más
necesitaba de su cuidado.

Si hubiera podido, habría huido, pero ¿dónde podría esconderse un ex


oficial de la Fuerza Aérea de casi dos metros con una casa flotante?
Además, no podría jamás ser grosero con su tía, quien era querida para él.

—¡Tante Lulu! Bienvenida, chère, bienvenida.

Se levantó y vació su taza en el fregadero, y luego tomó el pastel de ella,


colocándolo sobre la mesa. En la cima blanca, mezclada con las treinta y
tres velas, estaba el mensaje, "Feliz cumpleaños, Remy," en letras azul
brillante.

Sentimiento típico. Pero en las esquinas había cuatro pequeñas estatuas


de plástico de San Judas, el santo patrón de los casos desesperados. San
Judas era el favorito de Tante Lulu.

Casi le preguntó, ¿qué su cumpleaños y los casos perdidos tenían en


común?, pero se contuvo a tiempo.
Ella le dio un beso en la mejilla luego, lo que implicó que ella se pusiera de
puntillas y él se agachara. Y no era como si su tía lo besara en su mejilla
mala, la tan desfigurada por ese accidente de helicóptero en la Tormenta
del Desierto hace, doce años. La mayoría de la gente por lo menos se
estremecía. Ella ni siquiera parpadeó.

—¿Crees que dejaría que te quedaras aquí solo como un ermitaño en tu


día especial? Mal asunto, eso, estar solo tanto. Perdiendo tu joie de vivre1,
que tienes. No tengas miedo, tengo el presentimiento de que este va a ser
tu año para el amor. ¿Qué es ese olor? ¡Pooak! Apesta como a quimbombó 5
quemado.

Él se dejó caer en el asiento y miró a su tía olisquear el café en la olla,


arrugando su nariz, luego volcar el contenido por su fregadero.

En cuestión de segundos, un nuevo recipiente fue puesto en la estufa.

—Tante Lulu, este no es mi año para el amor. No empieces a hablar de


eso. No estoy interesado en el amor.

—Chaca-chaca, eso es todo en lo que ustedes los hombres les interesa.


Puedo tener setenta, pero no soy ciega.

—Más bien como ochenta, arvejilla —le recordó—. Y ni por un minuto


creas que voy a discutir chaca-chaca contigo.

—No te preocupes, sin embargo, cariño —dijo su tía divagando—. Tengo


tiempo para concentrarme en ti ahora. ¡Voy a encontrarte una esposa ga-
ran-ti-zada! El amor te hace preguntarte si estás listo; sólo llega como un
rayo.

Sobre mi cadáver, juró en silencio.

—Eso está bien. —Decidió cambiar el tema—. ¿Cómo has llegado hasta
aquí?

—Tee-John me trajo en la pick-up de su papá. —Su tía se inclinó ahora, y,


sí, había estado en lo cierto acerca de ella sin tener nada más detrás. Ella
estaba tratando de empujar a un lado la silla que había dejado en el medio
de la habitación, un recuerdo de sus días de ganadería.

Pero las palabras de su tía le golpearon con retraso, como un mazo.

1
Joie de vivre: en francés, alegría de vivir.
—¿Tee-John? ¡Mon Dieu, Tante Lulu! Sólo tiene catorce años. Él no tiene
una licencia. —Tee-John era su medio hermano, el menor de muchos
hijos, legítimos o no, nacidos de Valcour LeDeux, su padre común.

Su tía se encogió de hombros.

—Mi T-bird2 está en el taller. Este lugar, necesita un poco de luz. Tal vez
deberías instalar una claraboya. Está tan oscuro y lúgubre. No me extraña
que estés siempre tan gruñón.
6
¿Una claraboya en una casa flotante que es tan vieja como yo?

—¿Sobre tu auto? —preguntó él malhumorado.

Ahora estaba mirando el correo en su escritorio.

—Alguien robó las bujías. ¿Puedes imaginarte eso?

Sí, podía imaginar eso. Probablemente fue uno de sus hermanos, tratando
de mantener a su tía fuera de las carreteras.

—¿Dónde está el mocoso?

—Fuera jugando con ese cocodrilo favorito tuyo, supongo. Deberías


conseguirte para ti mismo una esposa. Un hombre de tu edad debería
estar acariciando a su mujer, no a un baboso animal del bayou. Si no te
conociera mejor, pensaría que estás metido en una de esas pee-versi-ones
que he leído en una de las revistas Cosmo de Charmaine. ¿Tienes algo de
crema de leche para café au lait?

Él decidió ignorar el comentario de la esposa, y la observación de la


perversión, y, no, no guardaba crema de leche en la casa.

—¿Bueno para Nada? No acaricio a Bueno para Nada.

Había nombrado al viejo cocodrilo que vivía en su vecino bayou Bueno


para Nada porque era, bueno, un Bueno para Nada.

—Le lanzo los desechos ocasionalmente. Será mejor que Tee-John no lo


esté alimentando con pastel de Luna y RC Cola de nuevo. La última vez
que lo hizo, Bueno para Nada estaba tan acelerado que prácticamente
nadaba un maratón por todo el bayou. Un alto nivel de azúcar, sin duda.
—Tante Lulu estaba husmeando en sus armarios ahora. Lo más probable,

2
T-bird: Es el abreviado del Ford Thunderbird.
en busca de evidencia de perversiones—. Papá va a estar furioso con Tee-
John por conducir sin licencia, y tomando su vehículo.

—No se necesita mucho para hacer que la cara de Valcour se ponga roja...
que por lo general es por el licor de todos modos —dijo Tante Lulu
fríamente. Su tía abuela odiaba a su padre con una pasión, con buena
razón—. Ya le ha escupido como loco a Tee-John. El chico está confinado
por dos semanas.

Remy estaba a punto de señalar que traerla a su remota casa en el bayou 7


no cuenta como confinado, pero pensó que la lógica no era una parte de
cualquier conversación con su tía.

—¿Por qué está confinado?

—Fue a una fiesta de elección de ropa interior en Natchitoches. Ese


muchacho, él es una especie de salvaje. —Ella hizo un gesto negativo con
la espiral de color rosa batiendo de lado a lado y chasqueó la lengua para
mostrar su disgusto.

—¿Huh? —¿Una fiesta de lencería? ¿Un adolescente en una fiesta de ropa


interior? Eso no suena bien. Entonces, la comprensión llegó—. Oh. ¿Te
refieres a la ropa interior opcional?

—Eso es lo que dije, ¿no? Había un centenar de chicos y chicas


correteando por los alrededores con las colas desnudas ondeando al viento
cuando la policía llegó allí. ¡Dios mío, Dios mío!

Él empezó a sonreír.

Pero no por mucho tiempo.

Ella estaba de pie delante de su congelador abierto, vacío a excepción de


dos bandejas de cubitos de hielo. Por la forma en que estaba boquiabierta
habrías pensado que tenía un cuerpo muerto ahí, un pequeño cadáver,
teniendo en cuenta el tamaño minúsculo del compartimiento.

—No tienes nada en tu congelador —anunció, como si no supiera eso—.


¿Dónde está el helado? Seguro, Dios, que tenemos que tener helado con
una torta de cumpleaños.

—Tante Lulu, no necesito helado. —En realidad, la anciana sólo quiso


decir bien. Al menos, eso es lo que se dijo a sí mismo.
—Los pequeñajos lo hacen.

Su cuello se erizó con aprensión.

—¿Qué pequeñajos?

—Los hijos de Luc y de Sylvie, esos quiénes. No creerás que tendríamos


una fiesta para ti sin el resto de la familia, ¿no?

Por supuesto que no. ¿En qué estaba pensando? Habría puesto su cabeza
en la mesa si el pastel no ocupara todo el espacio. 8

—René no pudo venir porque está en Washington en ese asunto de


vestíbulo de peces, pero dijo que te deseaba "Feliz, feliz cumpleaños" y
espera una Cajita Feliz en el correo. ¿Sabes de lo que está hablando?

—No tengo ni idea —mintió.

Tee-John entró. ¡Qué término más inapropiado! Tee-John definitivamente


no era Pequeño-John. A los casi quince años, no había terminado de
crecer, no para un Louisiano ni de lejos, pero ya estaba cerca del metro
ochenta de altura. Y era un creído, como sólo un nacido-para-ser-malo,
bien parecido, canalla del bayou podría ser. Estaba empapado desde la
línea del cuello de su camiseta negra "Ragin Cajún" hasta la parte inferior
de sus pantalones cortos holgados. Él sonrió de oreja a oreja.

—Hey, Remy.

—Hey, Tee-John.

—Feliz cumpleaños, hermano.

—Gracias, hermano.

—¿Puedo ir a ver tu helicóptero arriba en la colina?

Buen intento, muchachito.

—¡No! —El chico probablemente decida tomar la pieza de equipo de medio


millón de dólares para dar una vuelta. No importa que fuera la columna
vertebral del empleo de Remy o que estuviera en deuda con el banco hasta
las pepas de los ojos. No importa que Tee-John no conociera la hélice de
una podadora.

Tee-John movió las cejas hacia él, como si dijera que acababa de vacilarlo
y Remy se había elevado a la carnada.
—Salta en esa pick-up, muchacho, y ve a comprarnos un poco de helado
en la Tienda Boudreaux General —ordenó Tante Lulu a Tee-John—.
¿Cómo es que llevaba esos viejos pantalones cortos holgados? ¿Tu papá
perdió todo su dinero y no puede permitirse el lujo de comprarte nuevos
pantalones?

—Ese es el estilo, tiita. —Él le tiró juguetonamente de la barbilla.

—¿Qué estilo? Eso no es ningún estilo, en lo absoluto. —Ella le dio un


manotazo en sus dedos burlones apartándolos—. Y no te pongas a 9
coquetear con esa chica del Boudreaux, tampoco. Tu papá dijo que va a
dispararte en el trasero con perdigones la próxima vez que vayas
husmeando.

—¿Yo? —dijo Tee-John, poniendo una mano sobre su corazón con


inocencia herida.

En el exterior, una puerta de coche se estrelló, seguido por el golpeteo de


pequeños pies en el muelle de madera. Los gritos de tres pequeñas niñas
sólo podían ser la de tres años de edad, Marie Blanche, de dos años de
edad Camille, y de un año, Jeanette. La advertencia de Luc y Sylvie se hizo
eco:

—No te atrevas a tocar a ese cocodrilo.

Remy escuchó un fuerte rugido de rabia animal, que prácticamente se


traducía como, "¡Ya basta!" luego un ruido de chapoteo ruidoso. Bueno
para Nada no era ningún tonto; se largaba de aquí.

Tee-John se dirigió a la puerta para comprar el helado, o para escapar del


inevitable caos que acompañaba a la familia de Luc.

—¿Adivinas lo que Luc esta considerando? —Él lanzo sobre su hombro.

—¿Ponerte en un programa de protección de imbéciles hasta que tengas,


oh, digamos veintiún años? —él ofreció. Luc era abogado, y de los buenos,
también. Si alguien podía derribar a Tee-John, ese era Luc. Mira lo que
había logrado con él y René.

Tee-John ignoró el sarcasmo de Remy.

—Luc está considerando castrarse.

—¡No me digas! —Fue la reacción inmediata de Remy.


—Bueno, besa mi maíz y llámame almuerzo —dijo Tante Lulu—. ¿Dónde
has oído una cosa así?

—Sylvie le dijo a su amiga Blanche quien se lo dijo a Charmaine quien se


lo dijo a todos en Houma que Luc fue a ver a un médico para una de esas
va-sec-to-mías. Luc y Sylvie recibieron un susto el mes pasado cuando
Sylvie pensó que podría estar embarazada de nuevo. No lo estaba, pero,
whoo, chico, estaban sudando por eso. Supongo que esos pequeños
garabatos suyos son demasiado potentes. —Él sonrió abiertamente
mientras transmitía los rumores. 10

Realmente, guardar un secreto en el bayou era como tratar de agarrar a


los "ni-se-ven" en una red de pesca. Los pequeños mosquitos eran
imposibles de contener.

Pensándolo mejor, Remy podía ver a Luc tomando una acción tan drástica.
Después de tener "trillizos irlandeses", un bebé recién nacido cada nueve
meses, él y Sylvie estaban ambos listos para cerrar la fábrica de bebés.
¿Pero una vasectomía? Se encogió ante la idea. ¿Y no es irónico que Luc
estuviera decidido a dejar de tener hijos cuando Remy nunca tendría
ninguno propio?

Justo antes de que Tee-John saliera por la puerta, su tía añadió:

—Tee-John, cuando vuelvas, recuerda traer el presente de cumpleaños de


Remy del camión. —Ella sonrió ampliamente a Remy—. Tu propio baúl del
ajuar.

—¿Un baúl de ajuar? ¿Un baúl de ajuar para un hombre? —Remy se


estremeció—. ¡De ninguna maldita manera! —exclamó, y luego
inmediatamente se castigó a sí mismo. No hablaba de esa manera frente a
las mujeres, especialmente Tante Lulu—. Lo siento, señora.

—Te sentirás mucho mejor, una vez que consigas llenar tu baúl del ajuar,
y te consigamos una buena esposa cajún. Hice una lista. —Ella agitó una
hoja de papel que tenía por lo menos veinte nombres en él. Remy gimió—.
Además, voy a dedicarle una novena a San Judas para arrancar con la
búsqueda de la novia. —Remy gimió de nuevo—. Estoy pensando que
deberíamos poner todo esto en marcha con una gran fais do do3, una fiesta
abajo en el bayou.

3
fais do do: Nombre de un baile cajún.
—¿Poner en marcha qué? —Remy se ahogó.

—La búsqueda de tu novia. ¿No estás escuchando, muchacho? Con todas


las mujeres ahí, tendrías la oportunidad de escoger de la lista.

—Mala idea, tía.

—Tal vez podríamos tenerla en casa de Luc y Sylvie. Tienen un gran patio
en el que podemos poner tiendas de campaña para la comida y una
plataforma de madera para los músicos y bailarines. René incluso podría
11
venir a tocar con su antigua banda.

Ella habló sobre él como si no estuviera ahí.

No debería estar sorprendido. Eso era un se fini pas, una cosa sin fin, la
forma en que su familia intervenía en la vida del otro.

Olvida el contrato con el gobierno que estaba a punto de emprender. Si


tenía algo de juicio, Remy se iría corriendo a alguna ciudad lejana, como
California, donde nadie lo pudiera encontrar, sobre todo su familia
entrometida. Pero primero, él le prendería fuego a todo aquí: la casa
flotante, el helicóptero, todas sus pertenencias, el baúl del ajuar.

Estaba sólo medio bromeando mientras jugaba con esta fantasía tentadora
en su cabeza.

Sería la mayor hoguera en la historia del bayou, sin embargo.

Entonces, él sería libre.

Sí, claro, dijo una voz interior.

Probablemente fue San Judas.


Capítulo 2
Traducido por Curitiba

Corregido por Nanis

12

Venga, nena, enciende mi... lo que sea...

—Esta va a ser la mejor maldita hoguera que alguien alguna vez ha visto
en el estacionamiento de La Cumbre, o voy a morir en el intento —dijo
Rachel Fortier cuando arrojó otra silla de madera en el fuego, y luego
movió sus manos arriba y abajo con fuerza.

El hecho de que había lágrimas en los ojos de Rachel mientras se dirigía de


nuevo hacia la puerta abierta de su casa en los suburbios de DC podría
atribuirse al humo. Esperaba.

—Al menos desde que cierta senadora, quien debe permanecer en el


anonimato, prendiera en llamas el Lexus de su marido mujeriego, hace
cinco años —declaró su vecina Laura Jones justo antes de añadir una silla
a la pila ardiente. Laura debía haberle visto llorar porque puso un brazo
sobre el hombro de Rachel y le dio un abrazo alentador mientras
caminaban por la acera juntas. De algún modo, Laura estaba más
indignada en nombre de Rachel que la mismísima Rachel, pero no por
mucho.

A mitad de camino se encontraron con Jill Sinclair. Ella llevaba la última


de las sillas de madera para la hoguera.

Rachel había comprado la mesa de la cocina de roble y las sillas en un


mercadillo por una miseria y no estaba tan molesta por su pérdida. Sin
embargo, lo que el fuego representaba la tenía al borde de los gritos, algo
que había hecho una gran parte de los dos últimos días.

Hill les dio un gesto de “ok”. Gracias a Hill, el departamento de bomberos


no había llegado aún, y probablemente no vendría, en gran parte debido a
que ella estaba casada con Hank Sinclair, el jefe. Además, había varias
mangueras de jardinería listas.

—Acabo de hablar por teléfono con Hank. Me debes uno de los grandes por
este favor —dijo con una sonrisa—.Tuve que prometer un montón de cosas
para hacer que Hank esperara una o dos horas para venir a comprobar
eso. —Jill, la madre de tres hijos adolescentes, amaba a su marido
apasionadamente. Siempre les estaba entreteniendo con historias de su
vistosa vida sexual. ¿Quién sabía que una pareja puede hacer eso con el
poste de bombero? 13

—¿Qué tipo de cosas? —Quiso saber Laura.

—No importa —dijo Jill con una sonrisa traviesa—. Esto probablemente
terminará en el noticiario de las seis. “Los Bomberos Tienen Grandes
Mangueras, o “Los Bomberos Pueden Encender su Fuego”, “Así Como lo
Sacan”, o algo por el estilo.

Todas se rieron.

—¿Crees que aún está lo suficientemente caliente la hoguera? —preguntó


Laura.

—El fuego está perfecto—dijo Rachel, limpiándose los ojos con el dorso de
una mano—. ¡Ahora las cosas buenas!

Durante los siguientes quince minutos, trabajando juntas, sacaran todo el


equipo de ejercicio del apartamento, y había un montón de ello.

—Ustedes saben, yo tengo 1,78 cm y un peso de 63 kg... ok, 65 —declaró


Rachel—. Estoy en buena forma para mi altura. Realmente, lo estoy.
Podría ser la chica del cartel para el tono muscular del cuerpo. ¿Por qué
habría de hacer que me sintiera como una hipopótamo? —Alzó las manos
en pregunta a las amigas.

—¡Hombres! Afirman querer la señorita Bountiful4, pero lo que realmente


quieren es la Srta. Anorexia —dijo Jill, y realmente no tenía ninguna razón
para preocuparse en ese sentido. Era de una perfecta talla 8, y siempre lo
había sido.

4Bountiful: abundante, generosa.


Empujando una escaladora Stairmasters5 en el fuego ardiente, Rachel
recordó:

—Este fue mi regalo de Navidad de hace dos años. ¡Dios, cómo odio esto!

—Yo vendí la mía en una venta de garaje el verano pasado —dijo Laura—.
Ellos dicen que se puede leer o ver la televisión mientras se ejercita en ella,
pero eso me dio mareos.

—Gané dos kilos después de usar la mía por un mes —añadió Jill—.
14
¿Piensan que son diseñados por hombres que odian a las mujeres?

—Por supuesto —coincidió Rachel.

—La Stairmasters hace un excelente perchero —ofreció Jill.

Estuvieron de acuerdo en eso, también.

—El día de San Valentín del año pasado —dijo Rachel y empujó hacia
adelante a su infame máquina Buster Butt. Le dio un fuerte empujón
sobre las llamas—. ¿Hay algo más romántico que un hombre insinuar que
el culo de su amante es demasiado grande?

—Sí, sería comparable a una mujer que le regala a un hombre un Weinie


Widener... ya sabes, algo para aumentar el hot dog. —Laura agitó sus
cejas perfectamente arqueadas mientras impartía esa observación
particular.

—Tuve una amiga una vez que el marido quería que ella consiguiera un
implante de las bubis. Cuando ella contestó que se comprara uno de esos
ampliadores de pene que se ven en anuncios de Internet, se divorció de
ella. No hubo segundas oportunidades. —Jill parecía como si todavía
estuviera ofendida en nombre de su amiga.

—Ustedes son taaan malas—dijo Rachel. Pero lo que pensaba era: Gracias
a Dios están aquí, mis buenas amigas. Necesito su apoyo para llevar a cabo
este final.

Luego vino la máquina Body by Jake, regalo de compromiso, hace un año;


Bow-Flex, otro regalo del día de San Valentín, una cinta de correr, regalo
del cumpleaños 32 el año pasado; y dos bicicletas de ejercicio, el suyo y el
mío, de la Navidad del año pasado.

5Stairmasters: es una compañía de EE.UU. especializada en el diseño y producción de


equipos de gimnasia para pequeños gimnasios, y de uso doméstico.
Todas se quedaron mirando fijamente el fuego durante un largo rato, como
si se tratara de una pira funeraria, lo que era en cierto modo. Rachel no
esperaba que todas las partes metálicas fueran a derretirse ni nada, pero
sí se quemaran más allá del uso.

—¿Eso es todo? —preguntó Jill.

Rachel se tocó la barbilla pensativamente con el dedo índice, y luego


sonrió:
15
—No exactamente. —En cuestión de segundos, había entrado en el
apartamento, y luego regresó con unos cuantos artículos más para echar
al fuego. Un lote con increíbles veintisiete clases diferentes de vitaminas,
además de varios juegos de zapatillas deportivas (hombres y mujeres), tres
correas de suspensorios (sólo para hombres), y dos botellas de Rogaine6.

—¡Aquí está un nuevo comienzo! —dijo Rachel. Ella y sus amigas se


sentaran en tres de las cinco piezas de equipaje Louis Vuitton emparejadas
apiladas afuera de su puerta frontal. Bebieron a sorbos la champán en
copas aflautadas que Jill había tenido la previsión de traer con ella.

Los inquilinos del elegante desarrollo aún permanecían de pie en sus


propiedades del tamaño de una estampilla de correos y se asomaban por
las cortinas de diseño en las ventanas. La mayoría de ellos estaban
sonriendo. Unos pocos dieron un disimulado puñetazo en el aire de
estímulo.

—Te voy a echar de menos —soltó Laura.

Las lágrimas aparecieran instantáneamente en sus ojos.

—Yo, también —dijo Rachel en un sollozo.

—Vas a volver, ¿no, Rach? —Jill tomó una de las manos de Rachel en las
suyas y apretó con fuerza.

—Por supuesto. —La jefa de Rachel en Serenity Designs, Daphne Fields,


amablemente le había dado una licencia de tres meses de ausencia, pero
Rachel esperaba estar de regreso en la ciudad en un mes o seis semanas
como máximo.

6Rogaine: marca comercial de un medicamento nuevo para el crecimiento de cabello.


—Necesitas un tiempo lejos de aquí —concluyó Jill, como si no hubieran
discutido el tema hasta quedaren exhaustas en los últimos días—. Y,
personalmente, creo que fue sincronismo que hubieras recibido esa carta
de tu abuela invitándote para ir de visita justo cuando todo empezó a
golpear el ventilador aquí.

La carta de Gizelle Fortier había, de hecho, llegado en el momento perfecto,


una cuerda salvavidas, en cierta forma. Rachel nunca había conocido a la
mujer, ni siquiera oído hablar de ella, hasta que había recibido la
invitación concisa tras la muerte de su madre biológica el mes pasado. 16
Al parecer, Gizelle era la madre de su padre, que había muerto antes del
nacimiento de Rachel.

Su abuela vivía en un lugar pintoresco llamado Bayou Black en


Terrebonne Parish, Louisiana. Rachel la imaginaba como una señora
bondadosa, de cabello blanco en una modesta casa de la plantación con
un amplio césped que conducía abajo al sinuoso arroyo. Una miniatura de
Tara7. Rachel necesitaba este tipo de ambiente tranquilo para hacer
algunas decisiones que le cambarían la vida. Fuera lo viejo, que venga lo
nuevo.

El ruido de neumáticos chillando la sacudió de sus pensamientos,


haciendo que su vaso medio lleno le salpicara encima de sus pantalones
vaqueros. Frotó la palma de la mano sobre el lugar, y luego se encogió de
hombros con indiferencia. Incluso antes de echar un vistazo ya sabía lo
que vería. Un sedán BMW gris plata entró en el estacionamiento a alta
velocidad apenas girando en la esquina. Se detuvo bruscamente en su
espacio de estacionamiento en el frente de la casa, su ocupante
prácticamente volando por la puerta antes de que el motor se hubiera
apagado.

Rachel se puso de pie, preparándose.

Era David Lloyd, su prometido. Bueno, ex novio, se recordó a sí misma al


imaginar el anillo de dos quilates de diamantes solitario sobre la mesa del
comedor al lado de su nota de despedida.

—Está bien, chica, es hora de irnos —informó Laura a Jill. Luego se dirigió
a Rachel—. Jill y yo vamos a ir a recoger tu carro de alquiler, Rach. —

7Tara:es la plantación en la que se desarrolla parte de la acción de la novela de Margaret


Mitchell de 1936 Lo que el viento se llevó y la película homónima. Está localizada cerca
de Jonesborough (actualmente Jonesboro), en Georgia.
Rachel había vendido el VW convertible que había tenido desde la
universidad hace dos años cuando empezó a utilizar un vehículo de la
compañía.

—¿Estás segura que no quieres que nos quedemos por aquí? —preguntó
Jill, de pie, también. La miraron con preocupación.

Rachel negó.

—Vamos a estar cerca, con Laura. Sólo tiene que llamar si nos necesitas —
17
dijo Jill mientras se marchaban.

Era tiempo para que Rachel afrontara la música. En realidad, este era el
momento para el hombre que acababa de llegar a hacer frente a la música.
El hombre al que la hoguera fue dedicada.

David debía haber escuchado su mensaje en su contestador automático.


Como uno de los más renombrados cirujanos plásticos de DC, había
estado fuera del país los últimos cinco días en una conferencia médica en
Suiza. Debía de haber venido directamente de Dulles, si su traje y corbata
aflojada fueran cualquier indicación de eso. David tenía trajes específicos
para fines específicos, los viajes, el consultorio, sociales, conferencias,
todas de Armani o Boss. Lo mismo con los zapatos de diseñador
excesivamente caros.

David se detuvo en medio del estacionamiento y estaba mirando,


prácticamente con los ojos desorbitados, su hoguera. Su rostro comenzó a
enrojecer y sus puños estaban apretados a los costados. Luego se volvió
para mirarla a través del césped. Un tic a un lado de su boca era la única
señal de lo enojado que estaba.

Caminando por la acera, esperó hasta que estuviera frente a ella. David
hace mucho tiempo había dominado el arte de la frescura y la civilidad y
de enmascarar los sentimientos. Por lo tanto, no era sorprendente que se
dirigió a ella en un tono uniforme de voz:

—¿Estás loca Rachel? ¿Has perdido tu maldita mente?

¿Se dan cuenta de lo extraño que suena para él para hacer esas preguntas,
de una manera tan tranquila?

—No —respondió ella con la misma compostura—. No he perdido mi


mente. Por fin la he encontrado.
—¡Idioteces! —Él hizo un gesto con la mano hacia el montón y señaló—:
Allí debe de haber unos 10 mil dólares en equipo de ejercicio sumido en
llamas. —Miró brevemente con disgusto al fuego, y luego volvió a mirar
más detalladamente—. Y otros mil dólares en vitaminas y suplementos
para la salud.

—¡Cómo te gusta comparar todo con el todopoderoso dólar! ¿Por qué los
hombres siempre miden todo en términos monetarios?

—¿Hombres? ¿Hombres?—El hecho de que él farfulló era una indicación 18


de hasta qué punto la furia lo tenía en jaque—. ¿Eso es algún tipo de femi-
Nazi, Sexi-and-the-City, una declaración de yo-odio-a-los-hombres?

—Sí.

—¿Por qué? Todo esto comenzó con aquellas amigas locas tuyas, ¿no? De
repente estás en esta patada de igualdad femenina. —Él pasó una mano
de un lado a otro de su cara como si estuviera borrando, como si nada de
eso fuera importante ahora, que no lo era. La miró durante un largo
momento, el tipo de silencio que a menudo utilizaba para manipular a su
personal y a los pacientes, y, sí, a ella, en el cumplimiento de sus deseos.

Pero ella no se doblaría ahora.

—Está bien, lo entiendo ahora. Vas por las paredes porque no he fijado
una fecha para la boda, ¿no? Te dije antes de irme que íbamos hablar de
esto cuando regresara.

—Eso es lo que siempre dices.

—No me presiones, cariño. No es atractivo, y no voy a permitirlo.

Ella se echó a reír. El hombre no tenía ni idea.

—David, hemos estado juntos durante cinco años, tres de esos años
viviendo juntos, y un año de estar prometidos. Si yo fuera a subirme por
las paredes debido a tu fobia por el matrimonio o tu agenda electrónica
organizadora de la vida, lo habría hecho hace mucho tiempo.

En ese momento, pareció darse cuenta, con horror, que tenían una
audiencia, observando y escuchando.
—¡Santo infierno! —murmuró, y la llevó enérgicamente al interior por la
puerta principal abierta. Luego repitió, mucho más fuerte—:¡Santo
infierno! —Cuando dio su primer vistazo a la casa medio vacía.

Rachel era una decoradora de interiores Feng Shui. Había amado a esta
casa y la había decorado con especial cuidado, creando un hogar con la
armonía y el equilibrio del espacio, utilizando colores, espejos, cristales y
plantas a un nivel de efecto óptimo, se había asegurado de que la fuerza de
vida de la vivienda o el chi fluyera libremente, sin obstáculos por el
desorden. Había sido su mejor trabajo. Incluso David, jamás un defensor 19
del Feng Shui, había admitido su experiencia cuando se trataba de su
propia morada. Muchos de sus amigos y compañeros de trabajo, después
de haberlos visitado, habían buscado sus servicios de decoración.

—¿Dónde están mi muebles? —exigió saber.

—Tus muebles todavía están aquí. Mis muebles se encuentran


almacenados donde permanecerán hasta que yo decida dónde quiero vivir.
Dejo las cortinas y las plantas.

Debido a los objetos que faltaban, un aura negativa se filtraba en la


vivienda. Los espacios se sentían fuera de balance, lo que estaban, por
supuesto. Ella los sentía fuera de equilibrio. Al oír algunas campanas de
viento sonando afuera, recordó que las había dejado para disipar las
fuerzas negativas. Sin embargo, se estremeció.

Mientras tanto, los ojos de David escaneaban los espacios mientras


caminaba con brío a través de la sala de estar, con sus alfombras persas,
la chimenea a gas, y ventanales de piso a techo arqueadas que dominaban
una pared, y luego en el desnivel con su suave sofá de cuero marroquí de
color amarillo mantequilla en forma de U. Todo el tiempo, parecía más
preocupado por hacer un inventario de su preciosa antigua colección de
cerámica Roseville que llenaba los estantes empotrados que recubrían la
mayor parte de las paredes de cada habitación. Ciento cincuenta y tres de
las piezas de colores vivos en el último recuento... o, mejor dicho, ciento
cincuenta y dos. David era obsesivo sobre su colección.

La primera cerámica Roseville fue producida en la década de 1890 en


Zanesville, Ohio, donde los padres de David crecieron y lo introdujeron en
el arte de coleccionar. La cerámica finamente trabajada incluía de todo,
desde soportes para paraguas a escupideras y floreros y era conocida por
sus colores vivos. En un dado momento, las piezas podrían ser compradas
en una tienda “cinco y diez centavos” por casi nada. Hoy en día, incluso
las piezas más baratas cuestan más de cien dólares y las raras, diez mil
dólares o más, sobre todo porque la empresa suspendió la producción hace
más de cincuenta años.

Cuando llegó al comedor con sus ornamentadas puertas francesas que


conducían hacia un diminuto pero vistoso patio, el mejor punto de venta
para Rachel cuando David había comprado el lugar, su atención se
enganchó en el anillo que reposaba sobre la mesa junto a su nota. Inclinó
la cabeza en cuestión. Y, para darle crédito, se notaba en sus ojos y en el 20
encogimiento de hombros que estaba herido. Tomó el papel y leyó la nota
rápidamente, luego lo arrojó sobre la mesa como si la rechazara.

—Realmente vas en serio acerca de irte, ¿no es así?

Bueno, caramba, creo que sí. ¿No te parece que la hoguera, los muebles
desaparecidos y el anillo serían suficientemente mensaje? Solamente
cabeceó.

—Pensé que me querías. —De David, eso era lo más cercano a suplicar.

—Lo hice.

La palabra se destacó en el silencio deslumbrante como una sirena.

—¿Y no lo haces ya?

Seguramente... ¿seguramente no era una grieta en el exterior más duro


que una piedra de David? Sintió su determinación vacilar, pero sólo por un
segundo.

—No lo creo.

—¡Cinco años, Rachel! Hemos estado juntos cinco años, y ¿sólo vamos a
tirarlo a la basura? —Él volvió a estar enojado, se notaba en la forma en
que cuidadosamente dobló su saco en el respaldo de una silla, luego
caminó lentamente de nuevo a la sala de estar, con ella detrás. Abrió el
armario con el bar incorporado y se sirvió un vaso de cristal tallado de
Chivas en las rocas, revolviéndolo cuidadosamente. Ella habría estado
mucho más impresionada si hubiera bebido directamente de la botella.

—No voy a tirarlo a la basura, David. Eres tú.

—¿Eh?
—Dijiste que han pasado cinco años, y preguntaste si sólo iba a tirar todo
por la borda. Bueno, tú eres el que lo hizo.

—¿Al no fijar una fecha para la boda con suficiente rapidez para
satisfacerte? —Había veneno en su voz ahora, y no el gramo de emoción
que había visto momentos atrás.

—No completamente. Algo más importante que eso.

—¿Y eso sería?


21
—Tu vasectomía. —¿Cómo es eso de contundente, baby?

David se veía como si le hubieran sacado todo el aire. En verdad, Rachel


sintió lo mismo y había sabido de eso desde hace dos días.

—¿Cómo... cómo te enteraste? —preguntó finalmente.

—El consultorio del Dr. Sylvester llamó para reprogramar tu cita de


seguimiento. Tienes una cita esta misma tarde.

Deslizó los dedos por el cabello, algo que rara vez hacía por su temor a un
retroceso del nacimiento de ellos, murmuró algo entre dientes que sonaba
a:

—¡Zorraperrademierda!

—¿Cómo pudiste, David? ¿Cómo tomaste una decisión tan importante que
afecta a los dos sin discutirlo primero?

—Tenía la intención de decirte…

—¿Cuándo?

—Es mi cuerpo. ¿No es lo que las mujeres siempre dicen? —Él estaba
tratando de bromear, pero vio de inmediato que ella había perdido el
sentido del humor—. ¿Cuál es el gran trato? Nunca has indicado ningún
deseo particular de reproducirte. ¿Ha desarrollado un repentino instinto
maternal? ¿El viejo reloj del tiempo para tener un bebé empezó a hacer
tictac?

—¡Hijo de puta! —Le dio un puñetazo en el estómago. Con fuerza.


Frotando una mano sobre los nudillos doloridos, se alejó de él, ni siquiera
tratando de detener las lágrimas que brotaban de sus ojos—. No sé si
quiero tener hijos. Esa es no es la cuestión. Deberías haberme dado una
opción.

El golpe no pareció haberle hecho daño, pero David se le quedó mirando


como si le hubieran crecido dos cabezas.

—¿Qué demonios te pasa? Sí, me hice una vasectomía. Sí, debería haber
hablado contigo primero. Pero lo hice por ti, ¡por amor de Dios! Algunas
mujeres estarían agradecidas.
22
—¿Por... por mí?

—Cariño, ya sabes el tiempo que nos ha llevado a conseguir que tu cuerpo


estuviera en forma. Dos años.

Sí, dos años de agonía. ¿Tiene alguna idea de lo mucho que odio hacer
ejercicio, gracias a ti? ¿Y qué es eso de, nosotros? Yo fui la que estuvo
jadeando y resoplando.

—Finalmente, lo tenemos casi perfecto.

“Nosotros” de nuevo. No quiero oír hablar de “casi” perfecto.

—Unos pocos kilos menos, un poco más de esculpir el cuerpo con las
pesas, tal vez una cirugía plástica en el trasero.

Menciona cirugía plástica y trasero en la misma frase una vez más, y sólo
podría pegarte otra vez, amigo.

—Seis meses más, un año como máximo, y tú me lo agradecerás, cariño.

Yo-no-lo-creo-tanto. Ella lo miró, pero ¿él se dio cuenta? ¡No! Él estaba en


su rollo, o pensaba que lo estaba.

—Pero si te quedaras embarazada... hombre, tus caderas se ampliarían y


tus nalgas probablemente se hincharían como malvaviscos gigantes. Y sé
mejor que cualquier otra persona que una vez que las mujeres se montan
en la celulitis, es imposible deshacerse de ella.

El idiota imbécil sólo comparó mi trasero con malvaviscos. Creo que voy
matarlo. Cruzó los brazos sobre el pecho para contenerse.

—Así que, mira, sólo estaba siendo considerado contigo. Siempre podemos
tener un perro, uno pequeño, si las hormonas maternales empiezan a
tararear de nuevo. Es decir, si realmente quieres uno. —David no era
aficionado a los animales; eso era una gran concesión para él. Con una
amplia sonrisa, abrió los brazos y los extendió como si realmente esperara
que ella lo aceptara y entrara en su abrazo.

Mientras tanto, Rachel se congeló en su lugar incrédula.

—En cuanto a la hoguera, incluso te perdono por eso. Digamos que


estamos en paz.

—No lo estamos —dijo, recuperando su voz—. Oye, David, tú y yo tenemos


23
demasiadas historias juntas para que no sienta algo de tristeza por
dejarte. Asido un largo tiempo viniendo, sin embargo. La vasectomía fue
solamente la gota que desbordó el vaso.

Él levantó las manos en señal de rendición, pero la pequeña sonrisa que


tiró de sus labios quería decir que pensaba que ella volvería.

—¿A dónde vas, entonces?

—No sé —mintió—. Un viaje por carretera, por ahora.

Frunció el ceño con confusión.

—¿Unas vacaciones?

En ese momento, una bocina sonó afuera. Una camioneta de color rojo
brillante estaba en el estacionamiento. Enormes sonrisas traviesas
estaban cubriendo los rostros de Laura y Jill, que se apoyaban en el
parachoques delantero. Se suponía que tenían que ir a recoger su coche de
alquiler, un sedán cómodo; este cambio de última hora fue, obviamente,
su idea de un arranque para la nueva vida de Rachel. Sonando del ruidoso
estéreo del vehículo, aunque adecuado a la situación, una canción de
música country.

¿Una camioneta? Esto es... sí, reconozco esa camioneta. Es de Hank... un


clásico que restauró el año pasado. Dios mío, ¿qué prometió Jill para
conseguir que me prestara su precioso bebé? ¡Oh, Dios mío! ¿Voy hacer un
viaje de miles de kilómetros de carretera en un camioneta, con mis maletas
Louis Vuitton en la parte trasera como sacos de harina, y escuchando malas
canciones que matan a mis tímpanos?

—No me lo digas. ¿Me vas a dejar en una camioneta? —Sonrió de una


manera impropia. Bueno, había tenido la misma reacción, pero ella no
estaba dispuesta a dejarlo mirarla con su nariz esculpida quirúrgicamente
en ella.

—Sí.

—Realmente has perdido la cabeza.

Puede ser. Rachel tomó su chaqueta denim vintage del gancho en el


pasillo, se inclinó y dio a David un rápido beso en los labios y dio gracias a
Dios por no haber sentido nada, y le palmeó por encima de su hombro.
24
—Hasta luego, cariño —dijo en voz alta.

Pero David no entendió el sarcasmo. Seguía pensando que volvería.

—Ten un buen tiempo.

—Es mi intención.
Capítulo 3
Traducido por Nelly Vanessa

Corregido por Meli Eli

25
Lanzando su vida por la borda

Había conducido sólo 130 km más o menos en la I- 95 Sur8 antes de que


Rachel empezara a tener dudas.

No era la figura de Elvis bamboleándose que sus amigos habían colocado


en el salpicadero. Si mueve su saquito a mí una vez más, sin embargo, creo
que podría vomitar.

No fue el ad nauseam de Dixie Chicks en la cinta tocándose, un regalo de


Jill quien compartía su entusiasmo por la música country. Si no matan a
Earl pronto, sin embargo, yo lo haré. Les ahorraría la molestia por el
cambio de cubierta de cinta de la estación de radio, una estación country,
naturalmente.

No era la forma en que las personas, especialmente los hombres, le daban


segunda miradas mientras iba por la carretera, una pelirroja en un camión
color lápiz labial. En caso de que los payasos no recibieran el mensaje
visual, la placa de la vanidad que sus amigas habían desenterrado
proclamaba, CANDENTE. Si un hombre más me llama “Roja”, sin embargo,
haré algo que nunca he hecho antes con mi dedo medio.

Ni siquiera era la pegatina, también un “regalo” de sus amigas, que decía,


LOS DECORADORES LO HACEN CON ESTILO. Espero que nadie que
conozca me vea, sin embargo. Ese mensaje no muy sutil, es demasiado
gráfico para mi gusto. No, lo que hacía a Rachel preguntarse si hacía lo
correcto eran las lágrimas haciendo caminos mojados por sus mejillas. No
abrigaba serias dudas, pero estaba triste de que una relación de cinco

8
I–95: Abreviación que refiere a la Interestatal 95, una de las autopistas más transitadas
y conocidas de Estados Unidos.
años hubiera llegado a esto. Había tenido dudas acerca de sí misma y de
David desde el principio, pero había sido halagador tener a un hombre
bien parecido, con éxito, enamorado de ella. Además, él le había ofrecido
una estabilidad que nunca había tenido, al estar en hogares de acogida
todos esos años antes de ser adoptada. Se decía a sí misma que era mejor
una cosa segura, que no había sido, por supuesto. Y resulta que él no
había sido una cosa segura, tampoco.

Oh, bueno, tal vez encontraría a alguien en Loo-zee-ann-ah. Algún alto


chico sureño con un acento sexy. Pensó un momento y rió. 26

—Por otra parte, tal vez no —dijo en voz alta.

En realidad, lo último que quería o necesitaba era un hombre en su vida


en algún momento pronto. Sólo faltaba un par de meses para asentarse y
relajarse. Sin complicaciones. Sólo mi hora de cambio.

El locutor interrumpió entonces:

―Y ahora, ¿qué tal al pequeño Toby Keith de su álbum “Pull My Chain”? —


Inmediatamente, una profunda voz masculina canturreó―: Quiero hablar
de mí.

—Injustamente, ¿los cantantes de country tenían una canción acerca


de todo? —murmuró—. Sí ―se respondió.

Rachel no era fan de música country a muerte, pero como que le gustaba
parte de ella: Garth Brooks, Alan Jackson, Bonnie Raitt, K.D. Lang. Sobre
todo, le gustaba la forma en que la música country la hacía sonreír. Sin
embargo, para el momento en que entró en el motel “Toc, toc” fuera de
Knoxville, cuatro horas más tarde, Rachel definitivamente no sonreía.
¿Quién sabía que había muchas canciones de música country cursis?

Conduciendo a través de Tennessee, casi ninguna otra cosa sonaba en la


radio. Oh, el tipo de grabaciones estándar de Garth y Reba tenían su cuota
justa, pero también había esas alucinantes canciones que aturdían el oído
como:

“Bubba Shot the Jukebox”.

“I Change Her Oil, She Change My Life”.

“Don’t Come Home A-Drinkin” with Lovin” on Your Mind”.


“It Ain’t Easy Being Easy”.

“She Offered Her Honor, He Honored Her Offer, and All Through the Night
It Was on Her and off Her”.

Si eso no fuera suficiente, una vez que se instaló en la habitación del


motel, decorado con colchas chic de terciopelo de Elvis, pinturas de
terciopelo y lámparas de lava, Rachel comprobó su celular, dándose
cuenta de que había estado apagado. Tres mensajes esperaban por ella.
27
El primero era apenas inteligible por el sureño acento pesado.

—¡Hola! Es una de las malditas contestadores, abuela. Hey, ¿Por qué me


abofeteas? De todos modos, ¿Eres tú, Rachel? Aquí tu adorable primo
Beauregard Fortier. Sólo llámame Beau. La abuela dice que te diga que ya
llegó tu carta y que te espera mañana o el día siguiente. Incluso lavó la
ropa de cama. Un enorme tazón te espera en la cocina. Ten cuidado con
las serpientes. ¡Ja, ja, ja! Deja de golpearme, abuela. Eso es todo.

El siguiente era una llamada de Beau, una vez más. Susurró:

—Dice la abuela que recojas una botella de Wild Turkey en tu camino


aquí.

Sí, claro. Sabemos quién quiere la bebida, muchachote.

La tercera llamada provenía de David. A pesar de todo, el corazón de


Rachel dio un vuelco. ¿Estaría llamándola para pedirle que volviera? ¿Para
disculparse profusamente? ¿Para decirle que la amaba?

No.

—Rachel, ¿dónde diablos está mi Delia Robbia9? Sabes que ese jarrón es
una de las piezas más raras de mi colección Roseville... vale diez mil
dólares. Lo quiero de vuelta, y lo quiero de vuelta ahora. Si no lo has
regresado para mañana, llamaré a la policía. ¿Dónde estás de todos
modos? No importa. La policía te rastreará por tu celular. —La línea se
cortó entonces.

Esto en cuanto a disculpas o sentimientos cálidos. Rachel debería haberlo


sabido. David se preocupaba más por su estúpida cerámica que por ella.
Las pistas habían estado allí todo el tiempo. Aun así, le dolía.

9
Della Robbia: fue un escultor famoso del Renacimiento.
Rachel miró fijamente su maleta más grande donde la infame pieza estaba
envuelta en una toalla de baño. Se había llevado el valioso jarrón porque
había podido... y porque se lo merecía, en su opinión. Principalmente,
representaba un símbolo de ella, de qué, aún no estaba muy segura.

Sin embargo, una cosa era tener confianza en sus derechos personalmente
y otra hacer alarde de la ley, no era que estuviera segura de que los
policías en realidad pudieran rastrear las llamadas de un celular. Pero no
se arriesgaría. Mientras se dirigía por la calle a un comedor donde
planeaba tener una cena a solas en un restaurante local, Rachel hizo una 28
llamada rápida, cancelando su servicio, y luego dejó caer su celular en el
contenedor del estacionamiento.

—Rastrea eso, David —murmuró en voz baja.

***

Mientras tanto, abajo en el bayou

—Esta es la idea más estúpida, de medio-cerebro, que has tenido —se


quejó su hermano Luc. Por aproximadamente quincuagésima vez.

—Te lo digo, Luc, tenemos que vernos como hombres de negocios.

Remy llevaba un sombrero de vaquero, chaleco, pantalones vaqueros y


botas, con un cinturón de pistola atado sobre sus caderas, sólo para dar
efecto. Quería verse formidable. Luc llevaba un rifle y vestía un chaleco
antibalas debajo de su camisa de mezclilla. Lo único que salvaba su
dignidad era que no habían viajado en caballos. En su lugar, habían
sacado un “Go Devil”10 del almacén de Remy y habían utilizado el pequeño
bote para deslizarse sobre el agua del pantano hacia la casa de su vecina
Gizelle Fortier, donde esperaban concluir un negocio de tierras.

La mujer tenía la intención de hablar con el que se conocía como “El


Malvado Brujo del Bayou Black”. La última vez que Remy se había
acercado a ella, le había dicho que deseaba que cayera muerto.

Go Devil: apodo que recibe el Willys L134 (jeep producido en la Segunda Guerra
10

Mundial).
—Nos vemos como Dumb and Dumber11 —continuó Luc graznando.

Sí, Hopalong Tweedle-Dee y su compañero, Tweedle-Dum12. Sin embargo,


no le iba a decir eso a su hermano.

—El calor del embalaje es una buena idea, sin importar lo que digas.

—¿El calor del embalaje? ¿Qué maldito programa de policías has estado
viendo en televisión? Llevo un rifle de caza, que no usaría ni para matar a
un ciervo si mi vida dependiera de ello. Y esas fundas de pistolas en mi
29
cadera probablemente no han sido disparadas desde 1952. ¡Rayos!
¡Hablando de ello!

—Tenemos que vernos como si pudiéramos defendernos. La vieja Sra.


Fortier es floja de cañón. Nunca se sabe lo que hará. Dispararte en el
trasero con perdigones, o lanzarte un hechizo vudú a tus partes íntimas.

—¡Uh-oh! Mantén las riendas, vaquero. No dijiste nada sobre vudú. Todo
lo que prometí fue interceder en tu nombre en una compra de tierras. Soy
abogado, por el amor de Dios, no Wyatt Earp.13

—Luc, necesito la tierra. La DEA14 me dará el contrato por vigilancia aérea


de droga si puedo ampliar mi helipuerto. No tengo suficiente tierra para
hacer eso. A menos que podamos hablar con Gizelle para que venda,
tendré fuera mi trasero. Francamente, si esto fracasa, me iré a Alaska a un
negocio de alquiler de aviones. —Esa era el último golpe bajo arrojado sin
culpa. Sabía lo mucho que su hermano quería que se quedara aquí.

Y, en realidad, Remy tenía otras razones para querer este contrato con el
gobierno. Había estado deambulando por el lugar durante años, como un
jerbo15 en una rueda. No había ningún propósito real en su vida, había
tomado todos los empleos que se le habían presentado. Quitar a unos
señores de la droga de la faz de la tierra restauraría algo de su muy
necesaria autoestima.

11
Dumb and Dumber: Película cómica norteamericana. En español es conocida como
Tonto y re tonto.
12
Hopalong Tweedle -Dee y Tweedle –Dum: personajes del cuento Alicia en el país de
las maravillas.
13
Wyatt Earp: figura legendaria del oeste estadounidense, cuya vida ha inspirado
numerosos westerns.
14
DEA: (en inglés) Drug Enforcement Administration. En español: Administración de
Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas
15
Jerbo: animal perteneciente a la familia de los roedores, parecido a un hámster.
Ahora que Luc no parecía tan ansioso por salir pitando, Remy sugirió:

—Rodemos esta roca y veremos lo que se arrastra hacia fuera.

Los dos comenzaron a caminar por la pendiente cubierta de hierba hacia


la casa de Gizelle.

—Están traspasando, muchachos —chilló Gizelle con voz aguda. Acababa


de salir al porche y llevaba un arma que desde aquí se veía como si fuera
una Uzi16, pero era probablemente una escopeta trucada.
30
Gizelle Fortier y su casa estaban un paso atrás, en otra época. Mejor Con
Casa Que Con Nada, pero entonces la Architectural Digest17 no estaría
golpeando a su puerta en algún momento pronto, tampoco. Podría ser de
ciento cincuenta años, y esta cabaña sobre pilotes debería caber directo
dentro del estilo construido a trote lento de los pioneros cajún, habría un
vestíbulo delantero que llevaría al centro de la parte posterior por
ventilación, con habitaciones a ambos lados, con un altillo en la parte
superior para dormir, y el requisito del amplio porche delantero.

A un lado de la casa, un tendedero se estiraría, lleno de ropa recién


lavada. La mayoría en todas partes tendría marcos de madera sobre las
que se estiraría piel de rata almizclera, zarigüeya, castor y visón. Pollos
pasearían por el patio a voluntad, picoteando la tierra seca para
alimentarse. Un cerdo haría oink en la parte trasera. Y un perro de caza de
aspecto feroz atado a un árbol al lado ladraría salvajemente mientras
tiraba de su cadena.

En cuanto a la ropa de Gizelle, de bruja-chic, vino a su mente. Sus faldas


largas hasta el tobillo, y sus blusas hasta la cadera, ceñidas a la cintura,
estaban hechas para andar por la casa, de algodón Acadian que estaba
incoloro después de tantas lavadas. Su largo cabello colgaba gris y
desordenado. En sus pies tenía botas de hombre. Tenía un bulto en su
mejilla, probablemente, un corte largo del tabaco y bigote de matrona. En
esencia, se veía mala como una fúlica común18. Una bruja, seguro.

—¿Cómo está hoy, señora Fortier? —Remy trató de ser cortés.

16
Uzi: fusil de origen israelí.
17
Architectural Digest: es la revista de arquitectura, diseño y estilo de vida más
prestigiosa en el mundo.
18
Fúlica común: ave nadadora que habita en lagos, ríos, etc. Su aspecto consta de
plumaje negro con reflejos grises, pico y frente blanco, alas anchas, cola corta y
redondeada y pies de color verdoso amarillento, con dedos largos y lobulados.
Ella disparó una bala en el suelo cerca de la punta de su bota.

¡Mierda! Esto en cuanto a cortesía.

—Ahora, señora Fortier, no querrá violar la ley —le aconsejó Luc.

Su siguiente bala con alas del cañón del rifle, le había pasado a Luc sobre
su hombro. Él saltó y murmuró:

—¡Jesús, María y José!


31
—Esta es mi propiedad. Ustedes son los que la invadieron. Así que, no
rompo nada, excepto tal vez esa cremallera en tu mono.

Luc miró hacia abajo a sus partes íntimas, y luego a Remy. Una cosa era
hacerse voluntariamente una vasectomía. Otra muy distinta que una bruja
cuidara del asunto.

—Señora Fortier, mi nombre es Remy LeDeux, y este es mi hermano,


Lucien LeDeux. Es abogado en Houma. Nosotros... yo... Sólo queremos
hablar con usted sobre comprar un poco de terreno —intentó Remy de
nuevo.

Ella entrecerró los ojos hacia él.

—Sé quiénes son. Los cachorros de Valcour LeDeux. ¿Qué? ¿Quieren


taladrar un poco de petróleo de mi tierra? ¿Arruinar algo más del bayou?

—No, señora —dijo Remy con tanta sinceridad como pudo poner en su
voz.

—¡Ese Valcour! ¡Tan torcido como un barril de serpientes! —Ella escupió


un chorro de tabaco sobre la barandilla del porche, su gesto revelaba su
desprecio por su padre, o tal vez por ellos—. Lo conozco desde que era
joven. Más loco que una cabra de tres puntas, sí que lo estaba. ¿Ustedes
son iguales, muchachos?

Oh, sí. Por supuesto. Todo el tiempo.

—No lo creo.

Luc ahogó una carcajada.

—Él apenas puede manejar una... eh, diente.


—¿Crees que soy graciosa, tú, cazador de ambulancias? —Ella apuntó su
arma cerca del diente de.... Luc. Él dejó de reír.

Justo en ese momento, el nieto de Gizelle, Beau entró deambulando


alrededor de la esquina de la casa. Llevaba un cuchillo de desollar de hoja
larga en una mano y un machete en la otra... bueno, está bien, una
guadaña de heno. Beau tenía más o menos unos veinte años y no se veía
para nada mal si, en primer lugar, no tenías en cuenta el extraño peinado
que llevaba, corto en la parte de arriba y a los costados y largo por atrás...
el Mullet, como lo llamaban algunos o "Ape Drape"19 y segundo si 32
ignorabas las manchas de sangre en sus jeans y en su pecho desnudo.

—¿Qué está pasando, abuela? —preguntó Beau perezosamente.

—Estos no-cuentan de los LeDeuxs quieren comprar un pedazo de mi


tierra. —Todavía tenía su arma en alto.

—Ahora, sea razonable, Sra. Fortier —dijo Luc—. Ni siquiera ha escuchado


la oferta de mi hermano todavía.

—¿Razonable? Te daré algo razonable, joven picapleitos completo-de-ti


mismo. ―Para Remy, añadió—: Sigue volando ese pájaro sobre mi
propiedad y transportaré ese cañón de la Guerra Civil desde la plaza del
pueblo hasta aquí y con una explosión te sacaré del cielo.

—La violencia no es la respuesta —dijo Remy.

—Das un paso más cerca y embelleceré el otro lado de tu fea cara. Mon
Dieu20, te ves como si te hubieras caído de lado en una mezcladora de
cemento.

—Eso está totalmente fuera de lugar —gritó Luc, yendo en su defensa


como un toro enojado—. Mi hermano se lesionó peleando por este país,
peleando por brujas ignorantes como usted. —Con la cara roja, comenzó a
ir hacia la casa, empeñado en golpear a la anciana.

Mientras tanto, ella gritó:

—No me hagas berrinche, tú... tú... tú LeDeux, tú —gritó entonces algo


que sopló las mollejas de todos ellos.

19
Mullet o Ape drape: es un peinado que se caracteriza por ser corto en la parte superior
del cráneo y largo en la zona de la nuca. Fue un peinado popular en hombres y mujeres
en la década de 1980.
20
Mon Dieu: Dios mío (en francés).
Y Beau se lanzó al combate cuerpo a cuerpo, dando un antiguo rebelde
grito de guerra y corriendo hacia adelante con el cuchillo levantado.

Todos fueron detenidos en sus pistas por una voz de mando procedente de
la parte trasera de la casa. Una voz femenina, que exigió:

—¡Dejen esa tontería, todos ustedes!

Para asombro de todos, un gran viejo caballo de granja llegó galopando


alrededor de la casa, llevando lo que tenía que ser la versión más antigua
33
del mundo de Dale Evans21. Era Tante Lulu, quien llevaba una falda
vaquera con flecos y una blusa y botas labradas de cuero. Un Stetson de
ala ancha, del tamaño de un chico, sostenía su cabello todavía rizado, que
era blanco hoy.

—¿Un caballo, tía? ¿Un caballo? —se ahogó Remy.

—Mi T-bird todavía está en la tienda. Bájame de la bestia antes de que


caiga en mi cara. Camino más rápido de lo que él trota.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Tante Lulu? —Ese fue Luc, lleno de
tacto.

—¡Santo Sac-au-lait22! Vine a salvar sus tontos traseros, eso es lo que


estoy haciendo aquí.

—¿Cómo supiste que estábamos aquí? —Quiso saber Luc.

—Sylvie me dijo que ustedes dos se dedicaban a algunos negocios ―Luego


se volvió a Remy y agitó un huesudo dedo en su cara—: ¿Para qué le
pediste a Luc que te ayudara con Gizelle? ¿Te estás volviendo tonto o
inútil? Soy mejor intermediario que Luc con la gente del bayou, y no lo
olvides.

—¿Estás diciendo que no puedo manejar un sencillo negocio por mi


cuenta?

A veces Remy no sabía cuándo cerrar la boca.

—A veces tú no sabes cuándo callarte —le susurró su hermano.


Efectivamente, su tía se la cerró por él.

21
Dale Evans: nombre artístico de Lucille Wood Smith, una escritora, estrella de cine y
cantautora estadounidense.
22
Sac au lait: bolsa de leche (en francés).
—Estoy diciendo que tienes tanta oportunidad con Gizelle, por tu cuenta,
como un hombre con una sola pierna de dar una patada en un concurso
de Hiney. —Entonces su tía se volvió a Gizelle, quien todavía estaba en el
porche, por suerte con el arma hacia abajo por ahora—. Ellie, chère23,
¿Cómo estás?

¿Ellie? ¿Gizelle es Ellie? ¿Una bruja llamada “Ellie”?

—Ven a sentar tu bonito ser aquí, Lulu —dijo Gizelle con una amplia
sonrisa, agitando una mano hacia un planeador en el porche ―. Eres tan 34
pequeña que los cuervos te van a llevar, chica. Conseguiré un tazón de
gumbo24, ¿no?

Él miró a Luc y Luc le devolvió la mirada. ¿Era esta la misma Gizelle


Fortier? ¿Sonriendo? ¿Con una actitud hospitalaria?

—Está caliente, caliente, caliente hoy. ¿Tienes algo de ese té dulce que
haces tan bueno? —le pregunta su tía a Gizelle.

—Por supuesto, cariño.

—Estoy pensando en vomitar —dijo Remy.

—Ditto25 —coincidió Luc.

Una bocina sonó y una camioneta roja como caramelo de manzana se


detuvo en la triturada calzada cubierta. Bonnie Raitt estaba cantando a
todo pulmón “Something to Talk About” en la radio del auto.

La mujer pelirroja en el asiento del conductor maniobró el vehículo en un


círculo, de manera que pudo estacionar a un lado. Abrió la puerta de la
camioneta y se paró en el estribo, estirándose, como si acabara de
completar un largo viaje, que debía haberlo hecho ya que el vehículo
llevaba licencia CC, además de una placa en el frente que decía,
CANDENTE, y una calcomanía que decía: LOS DECORADORES LO
HACEN CON ESTILO. Remy no podía empezar a reflexionar sobre las
tentadoras implicaciones de esos dos mensajes porque estaba demasiado
intrigado por la gruesa franja de sus cabellos de fuego, que se apartaban
de su cara en una coleta alta. Sólo entonces ella saltó abajo de la placa de
marcha.

23
Chère: cara, querida.
24
Gumbo: sopa muy popular entre los criollos de Luisiana, EE.UU.
25
Ditto: Ídem (en francés).
Remy se encontró, de forma involuntaria, dando un paso hacia adelante.
Los pelos finos se erizaron en todo su cuerpo y el aire abandonó sus
pulmones. El tiempo pareció detenerse, después se reinició en cámara
lenta mientras la mujer daba un paso hacia ellos. Hacia él. Era como si
sólo dos personas existieran en el mundo... él y Candente.

Ella era alta... de 1.75 cm. Y bien construida, muy bien. Una amplia boca
Julia Roberts, ojos marrones grandes. Senos que sobresalían, altos y
redondos. La grupa que llenaba sus vaqueros muy bien.
35
La única cosa inteligente que a Remy se le ocurrió decir fue:

—¡Mon Dieu!

Pero ella no estaba en mejor forma. Sus ojos inteligentes le dieron una
mirada igual, de la cabeza a los pies y viceversa. Él realmente tuvo miedo,
de que por primera vez en doce años, una mujer, ella en particular, lo
rechazara por su desfigurado rostro, pero tenía que saberlo de antemano,
de modo que, se volvió para darle una mejor visión de sí mismo, en toda su
gloria. Vio el hecho de que su destrozado rostro se registraba en ella, pero
no le importó. En cambio, lo miró con avidez, como si él fuera una muestra
de Whitman26 y ella fuera una adicta al chocolate. Alguna, parte interna de
su cuerpo en bruto se plagó de testosterona y él quiso decir: “¡Ven, nena,
ven!” Pero, por supuesto, no dijo nada, porque su lengua se congeló en el
techo de su boca.

—¡Santo humo! —susurró ella.

Él entendió completamente. Se sentía como si hubiera sido lechón


perforado, después, recibiendo un soplo de bendito oxígeno.

Ella preguntó la cosa más extraña entonces:

—¿Tienes algún equipo de ejercicio?

Él sacudió la cabeza lentamente de lado a lado. Te lo compraré si lo deseas,


sin embargo.

Pero, no, ella sólo sonrió su aprobación a él.

Y él le devolvió la sonrisa, la más lenta, más sexy sonrisa que pudo evocar.
Hubo un tiempo, antes del accidente, cuando podía encender el calor a

26
Whitman: marca de chocolates norteamericana altamente reconocida.
voluntad con una simple sonrisa. Había sido un dudoso talento que había
perfeccionado.

Ella gimió.

Él supuso que su sonrisa aún generaba algo de calor.

Algo muy extraño estaba sucediendo aquí. No estaba seguro de lo que era
esta química arremolinándose en ellos. No le importaba. Su vida estaba
cambiando ante sus propios ojos, y no daría nada maldita sea. ¿Quién lo
36
sabría? ¿Quién lo sabría?

En el fondo, oyó a Luc riendo y a Gizelle murmurando, y a Beau afilando


su cuchillo, y Bonnie Raitt aún lamentándose, pero lo único que realmente
atravesó su cerebro fue la difusa oración expresada en voz alta de Tante
Lulu:

—Gracias, San Judas.


Capítulo 4
Traducido por Nelly Vanessa

Corregido por Nanis

37

Y entonces sus hormonas empezaron a bailar.

Él se ve lo suficientemente bueno para comerlo.

Bueno, está bien, eso fue crudo y mal expresado, se reprendió Rachel.

Pero, en realidad, este tipo de pie ante ella en traje de vaquero honesto con
Dios tenía que ser el secreto mejor guardado del mundo, que hicieran
ejemplares machos como este debajo de la línea Mason-Dixon. Bellezas
sureñas del siglo pasado y medio tenía que haber hecho reír a sus
homólogos del Norte, sabiendo muy bien lo que escondían en la casa de la
plantación, o abajo del bayou.

Probablemente era mudo como un artilugio, un jinete de rodeo, o algo


igualmente no-solicitado por el cerebro que lo obligaba a usar ese atuendo.
Tal vez incluso era uno de esos jinetes de rodeo del Angola Prison Death
Row. De lo contrario, estaría mudo como una puerta si se vestía así por el
gusto de hacerlo.

Aunque, tengo que admitir que se ve bien.

Otro, “aunque”, él dijo que no tenía ningún equipo de ejercicio. Una ventaja
definitiva, esa.

Un último, “aunque”, es el primer hombre en poner en marcha mi motor, por


decir, en mucho, mucho tiempo. Y eso incluye a David. Poner mi “motor” es
una ventaja muy clara.

En pocas palabras: ¡Yee-haw!


El lado derecho del cerebro de Rachel le decía que redujera la velocidad,
que hasta hace dos días había estado comprometida, que lo último que
necesitaba en ese momento era a otro hombre en su vida.

Pero el lado izquierdo de su cerebro, el lado con una mente propia decía:
¡Whoo-ee! ¡A las carreras! Rachel mentalmente se abanicó, especialmente
cuando el hombre le sonrió, lento y fácil y tan condenadamente sexy que
los dedos de sus pies comenzaron a doblarse. Al menos, su motor se
estaba calentando. ¡Va-rooom!
38
Ya no era consciente de las personas que los rodeaban, ya fuera hablando
o moviéndose. Sólo estaba este hombre y ella.

Él era alto y musculoso, pero no con músculos demasiado marcados.


¡Gracias, Dios! Su color era marrón oscuro, su cabello casi negro no estaba
demasiado largo, pero lo había peinado hacia atrás de su cara. Ese rostro
era una obra escultórica de arte, tallada, con pómulos altos, nariz recta,
labios tan firmes y carnosos y sensuales que se mantenían atrayendo sus
ojos una y otra vez.

Uno de los lados de su cara había sido dañado gravemente, probablemente


por una quemadura, que probablemente significaba un accidente, no de
nacimiento. La piel en sí estaba arrugada y sin pigmento en algunos
lugares, pero aun así, sus ojos de ese lado y su boca estaban intactos, sin
daño a los nervios aparente. Por alguna razón, la destrozada piel no le
daba repulsión. Por el contrario, complementaba su belleza.

Sin ella, no habría sido piadosamente guapo, sino demasiado bonito para
ser masculino.

Y él era definitivamente masculino.

A pesar de todo el atractivo paquete, el largo y delgado, cuerpo queriendo


ser tocado y la gloriosa cara, estaban sus oscuros, seguramente cajún ojos
que la hacían jalar aliento. ¡Qué dolor! Si los ojos eran las ventanas del
alma, como decía el viejo cliché, su alma había estado en el infierno y
clamaba por ayuda para volver a la vida.

Se volvió para mirar a su alrededor, y se preguntó por qué nadie había


corrido en su ayuda. ¿Por qué no podía alguien más ver su angustia? La
breve respuesta quedó clara para ella. Sus ojos hablaban con ella, y sólo a
ella. ¡Qué gloriosa, aterradora perspectiva!
—Hola, soy Remy LeDeux —dijo, extendiendo una mano hacia ella—. Me
gustaría tener el placer de conocerla, señorita. —Su voz era baja e
inteligente, y sumamente educada.

Dio una oración silenciosa de agradecimiento por su inteligencia. Podría


haber muerto si él hubiera dicho algo estúpido y tonto, como: “¡Hola, nena!
¿Qué te estremece?” Y, sí, había sido tratada en esa forma en las primeras
reuniones de chicos en el pasado.

—Rachel Fortier —respondió, a pesar de cómo se las arregló para hablar 39


por encima de un gemido fue un milagro.

Las yemas de sus dedos, y luego su palma callosa, tocaron los suyos. Una
corriente eléctrica, o algo igual a una onda de erótico choque, viajaron
hasta sus brazos, a las puntas de sus pechos, debajo de sus pies, y luego
se presentaron en algún lugar importante entre sus piernas.

Se recordó a sí misma como un viejo cacharro que no se había utilizado en


años.

Puedes poner una llave en el contacto, ¿y eso no conjura un poco de


imágenes carnales?, pero eso no garantizaba una respuesta inmediata. No,
el motor traquetearía y traquetearía y vibraría y vibraría hasta que
finalmente encendiera. Ella se había estancado en la etapa de resoplar y
vibrar, pero el encendido estaba seguro por llegar.

Él parpadeó. Luego parpadeó de nuevo varias veces en sucesión rápida,


todo el tiempo mirando hacia abajo con sorpresa al lugar donde estaban
sus manos todavía unidas.

—¿Quién eres? —preguntaron ambos al mismo tiempo.

Su ensueño se rompió antes de que tuvieran la oportunidad de responder,


porque la voz de una mujer gritó:

—¡Rachel! —En realidad, sonaba más como un cacareo que un grito, una
sonora carcajada. Una extraña aparición del cuello a los pies, con tela de
lino blanqueada volando por las escaleras de una cabaña de madera en
relieve.

Por favor, Dios, no dejes que esta sea mi abuela.

Fuera de su visión periférica, vio decenas de pieles de animales y unas


pocas que parecían como si hubieran sido rellenadas. Un obsceno olor
impregnaba el aire, no dudaba que fuera debido a todos los animales que
habían mordido el polvo para producir todas esas pieles. Y, ¡oh, no!
¿Podría ser esa una letrina por allá?

Esta no podría ser la plantación de la familia. No podía ser, no podía ser, no


podía ser.

Pero, en el fondo, lo sabía. Había seguido las instrucciones exactamente


cómo se las había explicado el empleado de la gasolinera de Houma. Su
primera pista debió ser cuando él se había reído ante la pregunta de si era 40
una plantación de azúcar, y había dicho: “Es más como una plantación de
rata almizclera.

Sí, eso es todo. La versión Fortier de Tara. Creo que voy a vomitar.

—¿Abuela? ¿Gizelle? —finalmente se atragantó para decir a la mujer, con


el viscoso cabello gris que se acercó a ella.

—Esa soy yo, pero me llamarás Nana. Nana Gizelle. Todos lo hacen —
declaró la anciana. Puso sus manos sobre los hombros de Rachel y la
estudió con atención—. Te ves igual que tu papá, lo haces, incluyendo ese
feo cabello rojo.—La imagen escupió, y juró—. Él había sido el mejor chile
hasta que conoció a... bueno, no importa. —Con una pequeña aspiración,
presumiblemente por el recuerdo de su hijo muerto hace mucho tiempo, la
mujer jaló a Rachel en un cálido abrazo. Ella era alta y huesuda, pero
fuerte como un buey, no había escapatoria. La señora olía ligeramente a
lavanda y a tabaco, y Rachel pronto descubrió de donde emanaba el olor a
tabaco, era de su mejilla. Mi abuela... “Nana”... masticaba tabaco. ¿Podía la
vida ser peor que esto?

Su abuela, que le correspondía en altura, pasó un brazo alrededor de sus


hombros y comenzó a arrastrarla hacia la casa cuando la anciana advirtió
al hombre en vaqueros quien seguía de pie cerca.

—No te pongas toda caliente y molesta por ninguno de los LeDeuxs —le
advirtió Rachel.

—¿Caliente y molesta? ¿Yo? —¿Fui tan transparente? Debe pensar que soy
algún tipo de puta. Me siento como una puta. Como una puta Feng Shui. ¡Ja,
ja, ja! ¡Aaaarrgh! Mi cerebro está derritiéndose aquí. Debe ser la humedad.
O mi motor se está sobrecalentando.
—Esos LeDeuxs son todos unos sapos cachondos. Capaces de rodar con
los cerdos. Además, ese —apuntó directamente a Remy—, quiere robar mi
tierra. ¿Qué tipo de hombre intenta embaucar a una persona mayor? ¡Tsk,
tsk! —Ellos estaban fuera de su rango de audición, pero Rachel estaba
avergonzada de que su abuela hablara tan groseramente.

¿Un sapo cachondo? ¿Un ladrón? Rachel lo miró por encima del hombro
mientras ellas se dirigían a la casa. Él tenía el rostro entre las manos. Un
hombre caminó a su lado, claramente su hermano o un familiar, por su
parecido, y se rió tan fuerte que se inclinó por la cintura con las manos en 41
sus muslos. Si eso no era suficiente, una pequeña vieja señora vestida de
la manera más ridícula en cuero le dio a Rachel un pequeño saludo y una
gran sonrisa.

Si esto era Lo que el Viento se Llevó, Rachel esperaba un gran viento.

***

Y luego que cenaran Gumbo de Cocodrilo. ¡Yeech!

—¿Fui patético? —Remy le preguntó a Luc (que en sí mismo era una señal
de lo patético que era, que le hiciera una pregunta tan fuera de lugar a su
hermano).

Todo el mundo había entrado en la cabaña, con excepción de ellos tres. Su


tía se aseguró de subrayar eso pronto, sin embargo, juntaba todos los
chismes, y se metía en sus asuntos, sin duda.

—¡Ab-so-lu-tamente! —Luc tomó gran placer en contestar.

—Fue el rayo —diagnosticó Tante Lulu—. Eso pasa todo el tiempo. Hace a
los hombres quedarse mudos y bambolearse de rodillas. Todos vid y no
papas. Patético sobre todo.

—No fue el rayo —insistió Remy a su tía—. Sólo fui tomado un poco por
sorpresa, es todo. Tienes que admitir que es la mujer más guapa en llegar
al bayou en un siglo o así, incluso si tiene el cabello rojo. —Remy nunca
había sido muy favorecido por las mujeres con el cabello rojo. Lo era
ahora. ¡La placa de vanidad en el frente del tope de esa camioneta
estacionada allí acababa de agregarse a la total tentadora imagen de
¡CANDENTE! ¡Eso era malditamente seguro! ¡Whoo-ee! Después, estaba la
calcomanía en el parachoques, decorada con HAZLO CON ESTILO. Me
gustaría ver eso, follar con estilo. De hecho, me gustaría experimentarlo. ¡Por
supuesto!

Luc y su tía se le quedaron mirando, y luego sacudieron la cabeza y


chasquearon la lengua.
42
—¿Qué?

—Lo tienes mal, hermano. Y tan repentino.

—Será mejor que comience a coser.

Él tenía miedo de preguntar, pero Luc no temía y preguntó por él.

—¿Coser qué, tía?

—La colcha de novia para el ajuar de Remy, eso.

Remy gimió.

Luc sonrió.

Y Beau salió al porche a gritar:

—Hey, señorita Lulu, mi prima está vomitando hasta las entrañas, sólo
porque vio un hocico de cocodrilo en el gumbo. ¡Gente de ciudad!
¡Mariquitas, todos ellos! Nana dice que te pregunte si tienes cualquier
hierba estomacal en tus bolsas.

—Claro que sí —dijo su tía, ya transformándose en su modo traiteur27


mientras corría hacia el caballo, ocupado comiendo zanahorias del jardín
de Gizelle.

Si Gizelle conseguía una mirada del animal, probablemente estarían


sirviendo gumbo de caballo aquí mañana.

—Y algunos pavos salvajes —agregó Beau—. Nana necesita un poco de


pavo salvaje para resolver sus entrañas.

27Traiteur: Curandera.
—El único pavo que verás, muchacho, es el que anida en el Pantano
Atchafala —comentó Tante Lulu.

—Será mejor que vaya contigo... a ver si hay algo que pueda hacer para
ayudar —ofreció Remy.

A pesar de que ella estaba tirando de las pequeñas bolsas de plástico con
cierres de hierbas de su alforja, los días de las bolsas de arpillera cosidas a
mano se habían ido, él suponía, Tante Lulu lo miró.
43
—Si quieres ayudar, vete a casa. Te lo ruego. Necesito hablar con esta
chica Rachel y ver si es adecuada para ti.

—¡Qué quieres decir con adecuada! No te atrevas a conseguir una pareja


para mí. Puedo manejar mis propios amoríos.

—¡Hmpfh! En lo de los amoríos tienes razón. Has estado teniendo


demasiados amoríos. Es tiempo para algo grande, chico grande.

—¿Algo grande? —Se ahogó.

—No más trucos —explicó ella—. Se va la lujuria, entra el amor. Bueno, la


lujuria está bien, siempre y cuando haya amor primero. Y las campanas de
boda suenen.

—No te inmiscuyas —insistió Remy en un tono tan respetuoso como pudo


reunir. No quería ser descortés con su tía, pero tenía que poner el pie
abajo—. No me consigas pareja. Lo digo en serio. —Mon Dieu, eso era todo
lo que necesitaba en su vida. Una venta cajún.

—Lo que tú digas —acordó Tante Lulu con demasiada facilidad mientras
corría hacia la cabaña con sus hierbas para el estómago.

—El ganso se está cocinando —le dijo Luc a él cuando se quedaron solos
en el patio. El vaquero y el abogado encubierto, ellos y cerca de setenta
apestosas pieles de animales y un puma de peluche y dos lagartos reales
de los días de la taxidermia de Gizelle.

—Oh, sí.

***
Ser azul en un Bayou Negro.

—¿Eres taxidermista, abuela? —preguntó Rachel con más que un poco de


alarma.

—Lo fui. No más —dijo su abuela—. El trabajo es muy duro, y la paga es


demasiado pequeña. No se piden muchos bichos disecados estos días,
supongo.
44
Rachel había hecho la pregunta porque las criaturas que había visto sobre
el lugar parecían extrañamente vivas. Habría esperado tal ocupación de su
primo Beau al atrapar animales para ganarse la vida, vendiendo sus pieles
en la peletería local. Cuando le preguntó por qué había atrapado animales
para ganarse la vida, él había respondido: “Es mejor que recoger algodón”.
No podía discutir con eso. Sin embargo, una mujer haciendo taxidermia
sorprendía a Rachel. No era que su abuela fuera una dama. ¡Estaba lejos
de eso! A pesar de que sus delgados y agraciados dedos trabajaban los ejes
de un telar con la dulzura rítmica haciendo sonidos, clac, clac, clac,
aunque de vez en cuando escupía un chorro de jugo de tabaco sobre la
barandilla del porche hacia los arbustos de buganvillas.

Y ese vello post-menopáusico encima de su labio superior no cortaría en la


sociedad de la ciudad.

Era la tarde del día de su llegada, y Rachel estaba sentada en un


planeador en el porche mientras Nana trabajaba en la distancia, haciendo
una alfombra de trapo, en un gran telar de madera situado en el extremo
más alejado del amplio porche. Las alfombras de trapo eran
tradicionalmente hechas a mano por mujeres pobres de muchas culturas
como una forma práctica de usar la ropa o las cortinas desgastadas o de
otras telas. Pero la alfombra de la abuela era algo más que eso, era una
obra de arte en su máxima expresión folclórica. Trabajando en un patrón
que debía ser incrustado en su cerebro, transmitido a través de
generaciones de las mujeres Fortier, los huesudos dedos de la anciana
tejían amarillos con azul claros y profundos verdes y rojos ocasionales en
un estampado de flores que complacía los ojos, como un jardín de
primavera. En verdad, los colores eran tan vivos como la preciada alfarería
Roseville de David. Por cierto, Rachel tenía previsto escribirle a Laura, que
trabajaba para el museo de arte popular en Washington. Ella estaría
interesada en saber acerca de este arte que todavía se practicaba en los
bayous con un toque cajún.

—Háblame de la familia Fortier —invitó Rachel a la señora.

—No hay mucho que contar —dijo su abuela, sus dedos ágiles trabajaban
mientras hablaba—. Nosotros los Fortiers llegamos con los primeros
acadios de Canadá allá por los mil setecientos. Trabajamos la tierra desde
entonces. No es que nunca hubiéramos tenido asistencia, digo eso mucho.
No teníamos ni dos centavos para frotarlos juntos a veces, pero nuestra 45
familia nunca pidió caridad. Nosotros los cajúns somos un montón
orgulloso, por si aún no te das cuenta.

—¿Eran agricultores?

—Pues no. Bueno, sí, más o menos, yo lo era. Tengo cincuenta acres aquí
que tuvimos plantados de azúcar por generaciones hasta que Justin murió
quince años atrás, cuando le dio un ataque al corazón, justo en medio de
la cosecha de caña. Justin fue tu Nanalo.

—¿Caña de azúcar? Es difícil de imaginar eso. Todo es tan crecido aquí, a


excepción de este punto donde se encuentra la cabaña.

—No le toma mucho al pantano hacerse cargo de un campo despejado a lo


largo de él. Una temporada, dos como máximo, y el trabajo de un siglo se
ha ido.

—¿No había otros miembros de la familia que pudieran haberlo tomado


cuándo mi Nanalo murió?

Su abuela movió la cabeza.

—Tu padre, Clovis, murió cuando tenía sólo dieciocho. Corriendo esa moto
por la autopista a Nawleans a la medianoche. Él y tu madre apenas se
habían casado, y ya estaba embarazada y todo, pero no estaban viviendo
juntos. No toleramos a los niños nacidos fuera del matrimonio en la
familia, los Fortiers, no, pero Colvis no estaba enamorado de tu madre,
tampoco. Quiero decir, que no era irrespetuoso, pero Fiona O'Brien era
una salvaje, y tenía sólo quince años entonces. ¡Dios, Dios! Las cosas que
esa chica hizo para llamar la atención. Siguen hablando de ella bailando
en Bourbon Street durante el Mardi Gras, pero eso fue ni aquí ni allí.
Cuando Clovis murió, ella tomó el poco dinero del seguro que tenía y se
fue de Memphis. No escuchamos nada de ella ni de ti en muchos años.
Todos supusimos que había tenido un aborto. No sabía que Fiona te había
dado en adopción. Juro que no. Vergonzoso, eso. ¡Una vergüenza pecar! No
fue hasta que vi su obituario en el Times-Picayune que supe dónde
encontrarte.

Rachel parpadeó para contener las lágrimas, lo que la sorprendió. Había


pensado que eran lágrimas más allá de su niñez y el deseo perpetuo de
que algún día su ”familia” fuera a rescatarla. Pero su abuela le decía cosas
sobre su padre y su madre y ella misma, en realidad, que nunca había
sabido... ni siquiera cuando había encontrado a su madre biológica hace 46
un año en Chattanooga. Su madre, de sólo cuarenta y nueve años, ya
estaba muriendo de cáncer de útero, y era una mujer amargada, sin sentir
alegría por reunirse con la hija a la que había renunciado treinta años
antes, ni inclinada a compartir detalles sobre las familias O'Brien o Fortier.

En ese momento, un fuerte ruido estalló, un avión o algo así, volando muy
bajo. El rostro de su abuela se impregnó de color mientras alzaba un puño
hacia el cielo.

—¡Maldito LeDeuxs! Debo comprarme una ametralladora y disparar al


cabrón y tumbarlo.

—¿Eh?

—Remy LeDeux está volando sobre mi cabeza con su horrible pájaro. Lo


hace media docena de veces al día. Mis gallinas no ponen la mitad de sus
huevos desde que se mudó a la puerta de al lado, y te juro que los cerdos
han perdido tanto peso que son francamente escuálidos.

—¿Un horrible pájaro?

—Un helicóptero. Él es piloto o algo. Es por eso que quiere robar un poco
de mi tierra. Para construir un espacio de aterrizaje más grande. ¡Hah!
Tendrá que matarme primero.

—¿Remy LeDeux es piloto? —Ahora, eso era interesante—. Pensé que era
un vaquero o jinete de rodeo o algo por la ropa que llevaba puesta.
—Solía llevar ganado durante el día al rancho en el norte de Loo-zee-anna,
pero, no, llevaba el engranaje de vaquero hoy para darme bejeesus28 y que
le vendiera mi tierra para dividirla. No me engaña ni un poco.

—¿Tenías miedo?

—Diablos, no. —Se detuvo para escupir la bola de tabaco sobre la


barandilla del porche y se limpió la boca con el dorso de la mano—. Pero te
lo advierto ya, nena, quédate lejos de los LeDeuxs. Podrían encantar los
calzoncillos de una monja y que no pienses en nada de eso. Mala sangre, 47
eso fue lo que obtuvieron. Mala, mala sangre.

Rachel quiso cambiar de tema.

—¿No tuviste otros hijos que se hagan cargo de tu granja, o de lo que


llamaste... campos de azúcar... cuando tu marido murió?

—Los bebés no se aferraron a mí. Perdí algunos en abortos involuntarios.


Sólo tuve otro vivo que fue Merle, el papá de Beau. Era ocho años más
chico que Clovis. Él y su esposa Josette tenían una pequeña tienda de
cebos en Lafayette, pero se divorciaron hace unos años, y Beau se vino a
vivir conmigo. Demasiado duro, dijeron. Tenía diez años en ese momento.
¿Duro? ¡Pfff! ¡Hablando de eso! Él es un poco diferente, de todos. Merle
murió en un accidente de barco hace cinco años.

Rachel no sabía nada sobre ser diferente, excepto que no había sido feliz
cuando su abuela había insistido, a fin de no herir la sensibilidad de su
primo recién descubierta, que trasladaba todos sus bastidores de secado al
patio trasero, junto a un granero abandonado, justo al lado de una
,yeeech, pocilga.

—Hay una cosa que tengo que decirte, Nana. —Rachel estaba teniendo un
momento difícil llamando a su abuela de “Nana”. Prefería Gizelle, pero
cada vez que había usado ese nombre, su Abuela la había corregido.

—¿Qué es, querida? —Su abuela estaba atando los extremos de la


alfombra, presumiblemente terminando su trabajo del día.

—Sólo que estoy muy feliz de que me hubieras escrito. Y de que me


invitaras a que viniera de visita por un tiempo.

28Bejeesus: Es una deformación de la exclamación de sorpresa "by Jesus!", que se


considera de mal gusto en compañía decente. Podría significar, matarme de miedo.
Su abuela se encogió de hombros.

—No fue nada. Tengo que admitir que estuve un poco preocupada en un
primer momento, invitando a una chica de ciudad aquí. Casi esperaba que
fueras arrogante, pero somos lo que somos aquí en el Bayou. Beau me
recordó eso. Si las personas no pueden aceptar eso, entonces creo que
ellos son los perdedores.

—Aun así —insistió Rachel—. Fue generoso de tu parte emitir una


invitación a una perfecta desconocida. 48
Dando vueltas en el taburete para enfrentar directamente a Rachel, su
abuela chasqueó su lengua.

—¿Extraña? ¿Tú? ¡Hablando de eso, chica! No eres una extraña aquí.


Eres... —Suspiró profundamente, como si se atragantara por la emoción,
lo cual era extraño porque Gizelle Fortier era un pájaro viejo y duro.

—¿Soy qué, abuela? —Su voz era suave por la emoción, también.

—... familia.

Una palabra. Eso era todo. Y las cuidadosas y erigidas defensas de casi
treinta años se derrumbaron. Las mentiras que ella misma se había dicho.
Los sueños que había escondido tan bien que incluso no sabía que
quedaban. Las lágrimas llenaron sus ojos y puso una palma sobre su boca
para ahogar un sollozo. Una familia. Eso era todo lo que siempre había
querido.

Su abuela pareció entender, por instinto, e hizo una cosa que las Abuelas
tenían que hacer. Se puso de pie y se acercó a Rachel, atrayéndola hacia
sus pies. La abrazó y le acarició la espalda y le dijo calmantes palabras sin
sentido al oído.

—Calla, cosa dulce. No te asustes, chère. Todo estará bien. ¡Shhhhh!

No importaba que ella fuera una focha vieja y loca que vivía en lo más
lejano de una plantación del Sur. No importaba que oliera ligeramente a
tabaco.

No importaba que su cabello necesitara una gran reforma y la ropa una


visita a Goodwill, si querían aceptarla. No importaba que fuera la abuela
Waltonesque.
Su abuela, Gizelle Fortier, le dijo exactamente lo correcto.

—Bienvenida a casa, hija. Hemos estado esperando por ti desde hace


mucho, mucho tiempo.

***

49
¿Feng qué?

—Ella no es para ti.

Eran las siete y Remy acababa de salir de la ducha en su casa flotante.


Afortunadamente, tenía una toalla alrededor de su cintura.

—Tía, ¿qué estás haciendo aquí esta noche? Pensé que irías a casa de los
Fortiers. Por favor, no me digas que te trajiste ese armatoste pegado con
pegamento por aquí.

—Me fui a casa. ¿No puedes decirlo?

Sí, ella llevaba una faldita plisada con una blusa sin mangas a juego, tenis
y una venda alrededor de su cabello gris aún rizado. ¡Pourl'amour de
Dieu29! No era Venus Williams. Él miró por la ventana y por supuesto su
bebé azul clásico convertible T bird estaba estacionado allí.

—Beau Fortier puso el caballo en el granero. Lo llevara al establo en


Houma mañana. —Bajo su aliento, murmuró, como una idea de último
momento—: Si no le quita la piel, primero.

Rápidamente, Remy se metió de nuevo en el pequeño cuarto de baño y se


puso un par de pantalones cortos. Cuando salió, ella había acomodado dos
grandes vasos de plástico de fuerte café cajún de Boudreaux y un plato de
buñuelos con azúcar, que se veían deliciosos. Después de su fracaso de
reunión con Gizelle Fortier, había pasado el resto de la reunión de un día
con funcionarios de la DEA, incluso dándoles un recorrido en helicóptero
por la región de los bayous del golfo hacia el interior, obteniendo
estimaciones de los contratistas para instalar una pista de aterrizaje más

29Pour l'amour de Dieu: Por el amor de Dios.


grande, en caso de lograr comprar unas cuantas hectáreas de ese maldito
bayou versión Elvira, después había vuelto a casa hace una hora. Estaba
cansado y hambriento, se dio cuenta de repente.

Después de que había devorado tres de los dulces buñuelos y más de la


mitad de del café de su tía, se acordó de su comentario inicial, cuando
había salido de la ducha.

—¿Quién no es adecuada para mí?


50
—La nieta de Gizelle Fortier. Rachel Fortier. Esa es quién. Olvídate de ella,
amiguito.

¡Oh-oh! Huelo alguna interferencia aquí. La tía ha estado entrometiéndose


de nuevo. Debería haberlo sabido mejor, pero todavía preguntó:

—¿Por qué?

—Ha estado viendo al mismo hombre durante cinco años. Viviendo con él
tres años, sin casarse. ¡Habla! ¡Tsk, tsk- tsk! Comprometidos, eso era lo
que eran, pero no sería como algunos trucos, sin casarse. Ella no es lo
suficientemente buena para ti, no, no lo es. —Su tía le dio una mirada de
complicidad, como si debiera compartir la evaluación de la moral de esa
mujer.

Remy se enfocó en una palabra.

—¿Comprometidos? ¿Tiene novio? —Era francamente ridícula la forma en


que su corazón se hundió con la noticia relativa a una mujer a la que
acababa de conocer. Además, en las últimas cinco horas se había
convencido a sí mismo que el momento era malo para él. Incluso había
hecho una lista mental: 1) Si conseguía el contrato con el gobierno, podría
ser peligroso involucrar a alguien en su vida. 2) En caso de que no
consiguiera el contrato con el gobierno, se iría Alaska, y sería injusto
empezar algo, y después salir de la ciudad. 3) No se convertiría en un pene
caminante igual que su padre, que saltaba sobre los huesos de la primera
mujer, en realidad, de todas las mujeres que encendían su llama. De
hecho, él y sus hermanos a menudo bromeaban diciendo que su papá
tenía que tener un piloto perpetuo encendido en la ingle.

Una voz persistente en la cabeza de Remy hizo un bufido de incredulidad


con la idea de su lista de no “empezar” algo. Probablemente San Judas.

—Nunca más.
—¿Eh?

—Ella no está comprometida más.

Remy soltó el aire que no se había dado cuenta que sostenía. No está
comprometida. ¡Alabados sean Dios y el Gumbo! Eso todavía no significaba
que estuviera muy... interesado.

—Terminó antes de venir aquí. Botó al hombre, un médico y luego salió a


la carretera en esa camioneta roja como el diablo. Debe ser porque ella es
51
una tomadura de pelo por encima de todo lo demás.

—Tante Lulu, no debes hacer juicios sobre las mujeres sólo porque viven
con un hombre antes de que sea legal. ¿Cómo te sentirías si la gente dijera
que no soy lo suficientemente bueno, porque me comprometí por una
pequeña metida de mano?

—Eres suficientemente bueno para cualquiera —le espetó ella con su


habitual defensa enérgica de él y de sus hermanos—. Pero no es la única
razón por la que digo que tienes que ver a otro lugar. Piensa en esto,
muchacho, ella es una Fortier. Hay mala sangre allí, y es todo lo que diré
sobre el tema... acéptalo, ¿realmente quieres llamar a Gizelle de abuela?

Él se estremeció ante la idea. Morticia la suegra.

—Por supuesto, no es el caso de su prometido con un pene balanceándose.


No culpo a la chica por haberlo dejado por eso.

¿Tante Lulu realmente dijo la palabra “pene”? ¿Quiso decir lo que pienso
que quiso decir?

—Rachel, ¿la nieta de Gizelle hizo Bobbit30a algún tipo?

Su tía lo miró boquiabierta por un momento, sin comprender. Luego le


golpeó el brazo.

—¿Cuándo te volviste tan torpe? No, no se lo corto a nadie. Él tuvo una de


esas operaciones, ya sabes, del tipo que Luc está considerando, sin decirle.

¡Menos mal!

—Una cosa más —dijo su tía.

30Bobbit:Un hombre al que le ha cortado el pene su esposa. Acuñado en 1993 después


de que Lorena Bobbit castró a su marido cuando él estaba durmiendo.
¡Oh, hombre, no la “una cosa más”!

—Ella es decoradora de casas. —Lo miró fijamente, como si eso debiera


tener un significado particular.

—¿Y? —la pinchó.

—Ella practica con fungus way31 en sus negocios. —Asintió hacia él con
fuerza, como si eso la eliminara de la carrera de novias, sin duda—. Suena
como vudú o humpin32 para mí. Conocí a una Damballa33 una vez que
52
puso hongos en la casa de su antiguo amante, y murió al día siguiente, sí,
lo hizo. Todo lo que fue encontrado fue moho y el moho de los hongos es
venenoso.

Bueno, decidió morder.

—¿Qué demonios es eso del fungus way? Quiero decir, siento jurar, tía,
pero ¿qué es fungus way?

—¿Cómo voy a saberlo? Pero suena raro. No querrás a una mujer extraña,
especialmente una que lleva a los hombres dentro y vive con ellos en
pecado y todas esas... cosas, y luego los deja.

Él se echó a reír, sobre todo cuando se dio cuenta de que su tía se refería
al Feng Shui.

—Tante Lulu, se pronuncia feng shui, y no tiene nada que ver con los
hongos. —No tenía idea de qué era exactamente, sólo que no estaba
relacionado con ensuciar una casa, o matar a alguien con moho—. Es una
especie de mierda de filosofía china, son principios relacionados con la
forma en que los muebles y las plantas y los colores deben ser utilizados
en armonía en un espacio. —Creo. Eso es lo que una chica de bienes raíces
que había conocido hace un tiempo le había dicho.

—¡Hmpfh! —Fue la única respuesta de su tía a eso. Con un último


esfuerzo, lo intentó—. Ella es sólo mitad cajún.

—Eso no es importante.

31Fungus way: Se refiere a fung (hongo en inglés).


32Humpin: Versión vulgar de la palabra. Es más comúnmente utilizada en la frase
"humpin' sumpin' new" que se traduce como "interesado en sexo pervertido".
33Damballa es una deidad primitiva que se remonta a los orígenes del vudú en África.

Según la creencia popular se suele mover lentamente y con gracia, pero siempre con
dignidad, pero puede reaccionar con inusitada rapidez si es necesario.
—Sí lo es —insistió ella.

—Además, no debes preocuparte por mí o esta persona Rachel. Mi


atracción por ella es sólo un problema pasajero en la pantalla de radar de
la novia a distancia. Ya recuperé la cordura ahora.

—Bueno —dijo su tía.

Pero cuando ella se fue un poco más tarde, su locura regresó. ¿Por qué si
no estaría saltando en su Harley a las diez de la noche y conduciendo por
53
una carretera en el negro bayou con un ansia repentina de saber más
sobre el Feng Shui?
Capítulo 5
Traducido por MaryJane♥ y ஓ¥anliஓ

Corregido por Malu_12


54

En la quietud de la noche.

Eran las diez de la mañana, temprano para los estándares de DC, pero ya
todos dormían bien en la casa Fortier, excepto Rachel.

Su abuela y su primo habían llegado hacía una hora; sus dormitorios


estaban en el primer nivel. Rachel había subido al desván poco tiempo
después, luego de tomar una ducha rápida en el baño de abajo. Resulta
que, a pesar de tener una letrina, de hecho había agua corriente y
electricidad proporcionada por las bombas y generadores de gas y
baterías. ¡Gracias a Dios!

Agotada por el largo día, Rachel trató de conciliar el sueño en la almohada


de plumas, sobre un colchón casero y esponjoso que había sido atiborrado
con plumas suaves de ganso, todo rodeado de grandes extensiones de tela
mosquitera. Pero su mente seguía trabajando en todo lo que había visto y
oído en la reunión de su "familia". Por lo tanto, había bajado las escaleras
y se preparó una versión cajùn de té Sleepytime, con una cucharada de
miel. Al menos, eso es lo que pensó que había en el tarro que
había encontrado en el armario con la etiqueta "Para Dormir". Otros de los
remedios caseros a base de hierbas de té eran: "Para Calambres", "Para
Tos", "Para intestinos flojos", "Para la congestión", "Para el estreñimiento",
"Para los sofocos", "Para Depresión", " Para dolor de estómago" y "Para la
seducción". Rachel se comprometió a preguntarle a su abuela sobre ese
último, y se indagó ociosamente si estos brebajes procedían de la anciana
vaquera Lulu que habían irrumpido en la escena de hoy. Ella
era supuestamente una curandera en el área.
Con la taza en la mano, salió al porche, y luego hasta el último
escalón, para sentarse y pensar. No iba a ser capaz de mantenerse al
margen gracias a los numerosos mosquitos y moscas que salían en la
noche. El aire seguía siendo cálido y húmedo, a pesar de una lluvia rápida
esta tarde, luego secada por el sol, todo lo cual parecía ser la norma aquí
en esta región. Una brisa suave esa noche lo hacía todo agradable. La
brisa trajo consigo el no-desagradable olor metálico de la corriente y sus
peces, el olor de la vegetación muerta, mezclada con los olores acres de
árboles de hoja perenne y exuberantes flores: magnolias, buganvillas,
55
rosas silvestres, verbena. En todo el patio lleno de tierra, insectos
brillantes se movían aquí y allá, como joyas brillantes en terciopelo negro.

Un silencio engañoso envolvía el bayou por la noche. Al principio,


parecía un silencio sepulcral, pero luego se dio cuenta del murmullo suave
de la corriente lenta contra los bancos, el chasquido de los grillos, el grito
lastimero de una paloma por su compañera. Más difícil de detectar fue el
susurro de las hojas, ya sea por la brisa o un animal, lo que no podía decir
con seguridad. Y a lo lejos se oía el trueno del verano indio.

Este pantano la asustaba y le repelía. Pero al mismo tiempo, la tentaba


con su belleza exótica. ¿Cómo hubiera sido crecer aquí cuando era
niña? ¿Habría corrido descalza y sin educación? ¿Se habría convertido en
un artista de clase, al igual que su abuela? ¿Habría sido una niña feliz, en
vez de solitaria, abandonada, nunca lo suficientemente buena? ¿Habría
sido mejor que ser abandonada por su joven madre, arrastrando los pies
alrededor de una familia de acogida a otra hasta que tuvo catorce años y
finalmente fue adoptada por una buena pareja entrada en edad...
demasiado tarde para sentirse como si tuviera una familia real?

—Desearía... —murmuró en voz alta, sin saber exactamente lo que iba a


desear.

—Desearías... ¿Qué? —preguntó una voz desde la oscuridad.

Rachel se sobresaltó y dejó la taza por suerte vacía a su lado en el escalón


de madera.

—¿Quién está ahí? ¿Qué quieres? —Se puso de pie temblorosamente y se


aferró a la baranda de la galería por ayuda.
—Es sólo El Príncipe Azul, vengo a conceder tu deseo —dijo con una risa
mientras se acercaba—. No te emociones, cariño. No hay nada porqué
asustarse.

—Tengo un arma. —En realidad, las únicas armas de las que tenía
conocimiento eran la de la abuela que estaba en la cocina y la de Beau en
la habitación; no es que supiera cómo usarlas, pero este delincuente no
sabía eso.

Él se echó a reír. Al parecer, lo sabía. 56


—Yo también. En mi leal corcel.

—¿Corcel? —chilló ella.

—Harley. —Incluso antes de que el desconocido saliera de la


penumbra, Rachel le reconoció por su sexy-como-el-pecado voz
ronca. Remy LeDeux.

Había dejado su vestimenta de vaquero y en su lugar llevaba jeans que


abrazaban sus musculosas piernas kilométricas y lindas nalgas. Una
camisa de manga larga a cuadros cubriendo su parte superior, con los dos
primeros botones abiertos. El olor de alguna fragancia de menta flotó
hacia ella... probablemente su jabón de baño. Se había peinado el cabello
oscuro húmedamente de su cara. En esta penumbra, sus desfiguraciones
se desvanecían en nada, y lucía guapo.

Su corazón, que ya había estado latiendo rápidamente ante la


percepción de amenaza, se aceleró aún más. ¡Ker-pum, pum-ker, ker-
pum! Ella no tenía miedo ya... bueno, un poco de miedo, pero por una
razón completamente diferente. Años atrás, Rachel había leído un libro
acerca de una profesora universitaria que había dejado su vida
aparentemente racional detrás de un viaje no tan racional en carretera
donde había buscado “el amor de un vaquero caliente”. Olvídate de los
vaqueros. Rachel había empezado a ver mucho más atractivo a los
hombres cajún, bueno, a un cajún en especial. Y en cuanto a “caliente”,
¡de ninguna manera! Este cajún era muy caliente.

—¿Por qué estás abanicando tu cara? —preguntó.

¡Dios mío! ¿Hice realmente eso?

—Por la humedad.
—No está tan mal esta noche. Hay una brisa. Pero supongo que no estás
acostumbrada al clima aquí todavía. Infiern…quiero decir, diablos, la
humedad aquí por lo general se cierne alrededor de ochenta a noventa por
ciento y la temperatura cerca de los 33 grados C. Así, una noche como esta
es francamente suave y en realidad... —Sus palabras se desvanecieron
cuando se dio cuenta que había estado divagando. El hombre estaba
nervioso.

Rachel había perdido su virginidad hacía mucho tiempo, pero no poseía


prácticamente ninguna experiencia con los coquetos juegos de seducción 57
de hombres y mujeres. Mientras Remy la miraba acaloradamente,
reconoció que ella nadaba más allá de su profundidad aquí, nadando en el
medio de un océano testosterona.

—Mi abuela está dormida. —Bueno, eso fue sin duda inteligente.

—No he venido a verla. —Su voz era baja y ronca. Su mirada era directa e
implacable. Su intención era obvia.

Ella podría reclamar la inexperiencia en el juego sexual, pero su cuerpo,


el traidor, pensaba otra cosa. Sus pezones llamaron inmediatamente
la atención, y un líquido ardiente se agrupó en su ingle.

¡No, no, no!

La parte racional de su cerebro se lamentó interiormente. Era inaceptable


que ella, una mujer madura de treinta y tres años, reaccionara como
una adolescente en celo. Pero la parte insensible de su cerebro respondió
con: ¡Caliente cha-cha! Ella se estaba convirtiendo en un sapo cachondo
femenino.

—¿Cómo has pasado con el perro de caza de Beau? Me sorprende que


Chuck no esté ladrando hasta por los codos.

—Los animales me aman.

Ella arqueó las cejas con incredulidad.

—Además, le traje un puñado de galletas de jengibre de Bueno Para Nada.

—¿Bueno Para Nada?

—Mi cocodrilo mascota.

¡Aaarrgh!
—¿Cómo sabías que estaría despierta... o afuera?

—Tenía la esperanza.

—¿Y si no lo estaba?

—Supongo que habría tirado piedras contra tu ventana. Al igual que


Romeo en la obra. La verdad es, chère, que no estoy pensando mucho esta
noche.

—No creo que alguna vez Romeo lanzara piedras a la ventana de Julieta — 58
señaló.

—Tal vez él debería haberlo hecho.

—¿Y qué si hubieras golpeado la ventana de la abuela en lugar de la mía?

Él se echó a reír.

—Supongo que era un riesgo que estaba dispuesto a tomar. Ya sabes,


un hombre tiene que correr el riesgo de algunos rasguños espinosos si
quiere arrancar la rosa.

¿Arrancar? No va a haber ningún desplume aquí, amigo. Tiempo de que el


buen sentido volviera.

—¿Por qué has venido? —¡Otra pregunta brillante! Mi cerebro está en crisis
por la lujuria.

—Por ti.

—Te pido perdón —se ahogó, retrocedió un paso y se apoyó en la


barandilla de madera.

Él dio un paso adelante, de modo que la punta de sus botas tocó el


escalón. A pesar de la altura que ella ganaba por la escalera, él estaba al
nivel de sus ojos.

—Tenía que venir —explicó, lo que no fue una explicación en absoluto.


Ella no dijo nada, sobre todo porque entendía sin palabras lo
que significaba—. No debería haber venido, sobre todo a estas horas, pero
no podía dejar de pensar en ti. Esta mañana, había algo... un extraño tipo
de conexión a... —Se encogió de hombros—. No puedo explicarlo. Asuntos
pendientes, supongo. No podía estar lejos.
¿Asuntos pendientes? Esas palabras causaron que Rachel se endureciera
con el estado de alerta.

—El único asunto pendiente que se me ocurre implica a mi abuela, y ella


jura que va a llenar tu trasero de perdigones la próxima vez que entres
ilegalmente en su propiedad. Por lo tanto, es mejor que vayas.

Él no se movió.

—No tienes miedo —afirmó.


59
—No tengo miedo —estuvo de acuerdo—. Y el asunto pendiente no es con
tu abuela.

¡Uh-oh! Entró directo en eso.

—Mira, sé que no debería haber venido aquí esta noche. Es el momento


equivocado, nena. Lo siento. No debería haberte llamado nena aún... en
absoluto... supongo. ¡Oh, infierno, diablos! —Él respiró hondo y comenzó
de nuevo—. Sin ánimos de ofender, pero no quiero, no puedo, estar con
nadie en estos momentos. Y sin embargo, aquí estoy. —Él movió los
hombros sin poder hacer nada.

—¿El momento equivocado? ¡Dímelo a mí! Definitivamente no estoy lista


para este tipo de cosas. Acabo de salir de una relación larga y…

—Lo sé.

—¿Lo sabes? —¿Cómo iba a saberlo?

—Tante Lulu, mi tía abuela, me lo dijo.

—Oh. —Ella pensó por un segundo, recordando cómo su tía


descaradamente la había bombardeado por información esta tarde—. A
ella no le agrado. Me di cuenta. A pesar de que acabamos de conocernos.

—¿Es la hoguera?

—¿La hoguera?

Extendió una mano y tiró de un mechón de su pelo suelto.

—Aquí en el claro de luna, tu cabello parece una hoguera... gotas de fuego


líquido.
Rachel retrocedió otro paso, tirando por lo tanto del cabello fuera de su
agarre. Odiaba su cabello: el color rojo brillante, su salvajismo, sus rizos
siempre necesitando-ser-enderezados. Debería decirle que alagando su
melena no había manera de llegar a su lado bueno, pero no importaba, de
verdad. La química sexual que saltaba de ida y vuelta entre los dos era lo
suficientemente gruesa como para ser cortada.

No pienses en eso. Piensa en algo que vaya a tirarle un poco de agua sobre
su fuego. David. Eso es correcto. David es un perfecto extintor de lujuria.
60
—Quemé una propiedad que perteneció a mi ex-novio. —Eso debería
asustar a Remy, haciéndole tener unos segundos pensamientos sobre ella.

—¿Qué tipo de propiedad? —preguntó mientras casualmente se movió


sobre el primer escalón. No parecía en absoluto asustado. De hecho, sus
ojos parecían detenerse en el hecho de que ella sólo llevaba un camisón de
muslo-alto de Miss Piggy. Y podía jurar por la sonrisa sexy que se estaba
preguntando si llevaba algo debajo.

No lo estaba.

—Equipo de ejercicio. Mucho de ello. Odio el ejercicio. ¿Te gusta hacer


ejercicio?

—Depende de qué tipo, chère —dijo arrastrando las palabras.

El lugar caliente entre sus piernas dio un vuelco.

—El tipo que involucra sudor y dolor en los músculos. — Antes de que
tuviera la oportunidad de entender el doble sentido de las palabras,
agregó—: Stairmaster, Butt-Buster, Body by Jake, cinta de correr, bicicleta
estática... ese tipo de cosas.

—¿Quemaste todo eso? —Sus ojos se abrieron con sorpresa.

—Sí. En el estacionamiento de nuestro edificio de apartamentos. Eso,


y veintisiete tipos diferentes de vitaminas, y varios tubos de Rogaine.

Su rostro mostró un rápido destello de sorpresa que se convirtió


en diversión. Él le sonreía.

Oh, vaya, esta es una batalla perdida. Entre su buena apariencia, acento y
ahora su sonrisa, sólo llámame Puta Masilla Tonta.
En ese momento, un sonido como brill-brill-brill muy fuerte y persistente
estalló cerca de ellos.

—¿Qué es eso?

—Sólo una rana arbórea gris.

—¿Cómo lo sabes, quiero decir, ¿cómo sabes que es un tipo particular


de rana? —¿Puedo hacer una pregunta más irrelevante? Como si me
importaran las ranas viejas y apestosas. Quiero verte sonreír otra vez. O
61
escuchar tu risa. O verte mover la cadera. O...

—Hay cientos de ranas distintas, cada una con un sonido diferente.


El hum profundo es de la rana toro. El quonk-quonkes de la rana
verde. El sonajero es de un grillo o de la rana banjo. Viviendo aquí,
aprendes a diferenciarlos. —A la mención de cada tipo de rana, hizo una
imitación probablemente exacta de sus voces.

El sonido brill-brill-brill estridente rompió el silencio de nuevo.

—Bueno, nunca he oído hablar de un modo especial antes. Pensé que se


suponía que las ranas a hacían ribbit. —Tonta, tonta, tonta. Alguien por
favor engrape mi lengua al techo de mi boca. Después voy a estar hablando
sobre el clima. Oh, espera, ya lo hice.

—Sólo las ranas machos vocalizan, como una manera de atraer a las
hembras. Esta rana en particular está probablemente llamando a alguna
rana hembra difícil de conseguir aguas abajo. Algo así como: Hey, nena,
¿quieres venir y echarle un vistazo a mis verrugas?

Ella tuvo que sonreír ante eso. Y, de verdad, bien podría agitar la bandera
blanca de rendición. Buen aspecto, acento, sonrisa y sentido del humor.
¡Ay! Ya he terminado, terminado, terminado. Voltéame y pínchame con
un tenedor.

—Estábamos hablando de incendios. ¿Haces ese tipo de cosas todo


el tiempo?

Ella negó con la cabeza.

—No, era la primera vez para mí. Pero ¿cómo hemos llegado al tema de la
hoguera? —preguntó ella, desesperada por la necesidad de escapar del
magnetismo de este hombre.
—Estabas hablando acerca de cómo no le agradas a mi tía abuela, pero
todo eso no importa. Me gustas.

—No te puedo gustar. ¡Ni siquiera me conoces! —Incluso oía el pánico en


su propia voz.

—Hay una manera segura para remediar eso, cariño. —Como si lo hubiera
insinuado, él tiró de ella hacia adelante y su cabeza comenzó a bajar hacia
la suya con una intención que era imposible de pasar por alto, sobre todo
cuando sus labios ya estaban separándose y cerraba los ojos muy 62
lentamente.

Oh, hombre, ¿dónde está un salvavidas cuando una chica necesita uno?

—Esto no es una buena idea —protestó ella, incluso cuando se inclinó


para satisfacer su beso. Su suave gemido dio mentira a la protesta.

—Sin duda no es una buena idea —dijo él contra su boca. Rachel


podía haber jurado que él gimió, también.

—Tengo que darte un beso —dijo.

—No, no tienes.

—Está bien, quiero darte un beso.

—Oh, está bien.

Remy se sentía como si se estuviera ahogando en arenas movedizas y eso


se sintiera muy bien.

Esto está mal, mal, mal. No debería estar aquí. Debo ir a casa. No debería
empezar algo que no puedo terminar. Y este es sin duda un mal momento
para que empiece, o termine, algo. Si tuviera algo de sentido común, pondría
un trillón de millas entre yo y esta diosa en la camisa de Frederick de Plaza
Sésamo... que probablemente no tiene nada debajo.

Esa imagen volvió a su sangre ya caliente más caliente.

Ella sabía a miel. Tan dulce. Ese fue el primer pensamiento de Remy,
mientras él llevaba una mano debajo de la franja de pelo sedoso,
agarrándola por la nuca mientras acomodaba sus labios sobre los de
ella. Inicialmente, el beso no fue más que un suave, suave frote de su
carne en la suya, aprendiendo sus contornos.
No, de inmediato se corrigió a sí mismo. No hay nada simple en este beso,
en absoluto. Rapidez, allá voy.

Remy debía de haber besado a un millar de mujeres en su momento,


bueno, al menos a unas cien, pero nunca había besado o sido besado
realmente antes de este momento, decidió. Esto era lo que un beso estaba
destinado a ser. Una exploración suave. Persuadiendo. Degustando.
Burlándose.

Y luego más. 63
A medida que su mano libre se trasladó a la parte baja de su espalda y la
atrajo hacia sí, al ras con su cuerpo, y, sí, ella estaba desnuda bajo
el camisón, sus endebles besos se volvieron hambrientos, más fuertes, más
eróticos. Presionando. Pellizcando. Succionando. Hundiendo.

Y Rachel respondió a todas las pistas que le proporcionó. Eran como viejos
amantes que conocían los movimientos del otro en la pista de baile o en la
cama. Cuando él presionaba, ella presionaba de regreso. Cuando él le rozó
los labios hacia atrás y hacia adelante para encontrar la posición correcta,
ella le acomodó moviéndose en contrapunto. Cuando la punta de su
lengua le humedeció los labios, ella los separó sin preguntar y le permitió
entrar... no, más que eso. Le dio la bienvenida a su calor húmedo.

Remy se habría sentido avergonzado por su erección presionando su bajo


vientre, pero él sentía que ella estaba tan excitada como él. Acelerarse
de una no-erección a una mega-erección en dos segundos no era un record
del que un chico estuviera orgulloso, y Remy ciertamente no lo estaba,
pero, maldita sea, si tuviera el coraje de meter una mano bajo el dobladillo
de su camisa, apostaba a que ella estaba lista para él, también. Un
pensamiento embriagador. Que no pretendía hacer.

Se dio cuenta entonces de que su mente estaba recargando testosterona ya


que Rachel había envuelto sus brazos alrededor de su cuello y movía sus
caderas contra él, a la vez que lo besaba. Antes de que tuviera oportunidad
de reaccionar a ese ejercicio tentador, ella comenzó a chupar suavemente
su lengua, la que ahora estaba en su boca. Su cohete se puso en marcha,
antes de tiempo.

Orando por fuerza, él se apartó de ella ligeramente y apoyó la frente contra


la suya. Ambos jadeaban en busca de aire. Se dio cuenta de que ella no se
había resistido a romper el beso, probablemente por lo tan conmocionada
como estaba por su respuesta.

—Debería haberlo sabido —murmuró. Retiró una mano de su nuca y la


otra de su espalda, y luego usó las dos manos para abrazarla por
los brazos a un pie de distancia.

Tenía los labios hinchados por los besos y los ojos nublados por la pasión,
pero parecía aliviada de haber puesto fin a su beso fuera de control.
64
—¿Deberías haber sabido qué? —preguntó distraídamente.

—He venido aquí esta noche para ver si la atracción que sentí el primer
encuentro de esta mañana era un capricho pasajero o... algo más. —Remy
ya estaba retrocediendo un escalón hacia abajo y lejos del
porche. Necesitaba desesperadamente poner un poco de distancia entre él
y esa bruja... porque eso era lo que tenía que ser para ponerlo en trance
tan rápida y profundamente. O una hechicera. Todavía había vudú siendo
practicando en los pantanos remotos, pero ¿sabían acerca de todo eso del
vudú en la capital de la nación?

—Y ¿qué has decidido?

—Algo más, nena. ¡Garan-ti-zaa-do!

Y luego se fue.

Rachel se quedó mirándolo por un largo tiempo, insegura de que no


hubiera sido todo un sueño. Una cosa era segura, se sentía como si su
corazón hubiera dejado de latir, como si un enorme vacío creciera en su
pecho solo por su ausencia.

Y el ritmo sigue.

***

Increíblemente, Rachel aceptó decorar un salón de belleza con el Feng


Shui.

En realidad, el Looks to Kill en Houma era más un salón spa que un salón
de belleza, pero eso no es por lo que era tan increíble. El negocio era
propiedad de Charmaine LeDeux.

Bárbaro, ¿están todos relacionados entre sí aquí en el Sur?

Charmaine era la media hermana de Remy LeDeux, más conocido, para


ella al menos, como "El beso". Así era como había llegado a considerar el
evento que se había producido entre ellos hacía una semana; bueno, en
realidad hacían seis días y catorce horas con treinta minutos. No es que lo
estuviera contando. Rachel había hecho un buen trabajo de evitar al 65
pícaro durante toda la semana. O tal vez él la evitaba.

Incluso si no lo veía, él todavía estaba allí, por así decirlo.

¿Quién hubiera sabido que el simple contacto de los labios de un hombre


en los suyos podría cambiar su vida?

No podía dejar de pensar en él, su forma de hablar, la forma en que su


culo llenaba los jeans ajustados, la forma en que sonreía, la forma en que
lucía por completo incluyendo su rostro desfigurado, la forma en que la
miraba a ella. Por encima de todo, la forma en que la besó.

Pero estaba decidida a olvidarse de él. Tal como él lo había dicho de


manera tan concisamente, "tiempo equivocado, nena". Por lo tanto, había
decidido que el trabajo era la respuesta, sobre todo después de que su
primo Beau le había presentado a la rara Charmaine.

Beau había entrado al salón, el que, sorprendentemente, tenía una


clientela masculina también, para su peinado recortado adelante y largo
detrás. El factor decisivo llegó cuando Charmaine le había dicho a Rachel,
de paso, que rara vez veía a sus muchos medios hermanos y medias
hermanas. Al parecer, su padre, Valcour LeDeux, era un mujeriego
conocido en todo Louisiana y había engendrado hijos por todo el lugar,
legítimos e ilegítimos, lo que Charmaine era. Por lo menos, Rachel no se
encontraría con Remy aquí. Y probablemente no iba a pensar en "El beso"
más.

¡Sí, claro!

—Entonces, ¿qué te parece, hasta ahora? ―preguntó Charmaine.

Rachel había estado moviéndose por las distintas salas en el enorme


espacio que Charmaine alquilaba en una calle muy transitada en Houma.
Era el segundo establecimiento comercial de Charmaine, el otro se
encontraba en Lafayette. Con las manos extendidas, Rachel trató de tener
una idea de la energía que viajaba a través de los diversos espacios. Uno
pensaría que la gente la miraría divertida, comportándose de la forma que
estaba, pero la mayoría apenas le dio una segunda mirada. A veces, Rachel
se olvidaba que era la tierra del vudú, y las cosas místicas no les
perturban en absoluto. Flexionando sus dedos, se movió hasta una nueva
área. Un verdadero experto en Feng Shui puede ver, oír, oler, degustar y
sentir la energía con poco esfuerzo, y luego decidir qué correcciones eran
66
necesarias realizar para establecer la armonía de la zona. Rachel no era
tan buena todavía, pero tenía el don, hasta cierto punto.

Apartamentos y oficinas ocupaban los pisos superiores del descolorado


edificio histórico de ladrillo, pero el Looks to Kill tenía suficientes metros
cuadrados en la planta baja como para ser divididos en varias salas que
servían a una variedad de propósitos para el spa. El salón de belleza
habitual. Un salón de masajes. El emporio de la uñas. El salón de
maquillaje. Un gimnasio. La sala de depilado y depilación corporal,
incluyendo el paquete completo para aquellos que así lo hubieran
predispuesto. ¡Ouch!

Y había incluso una habitación designada específicamente para el peinado


de los hombres, el corte recortado adelante y largo detrás también
conocido como el "Kentucky", y un montón de otros nombres, muchos de
ellos despectivos, pero orgullosamente reivindicado por sus propietarios.
Ahí es donde Beau estaba ahora. Este estilo de corto-arriba-y-a-los-lados y
largo-en-la-parte-de-atrás, mostrado por Billy Ray Cyrus, fue tan popular
que incluso tenía su propio sitio web, lo que lo proclamó tanto un estilo de
vida como un estilo de peinado. De hecho, había más de mil sitios en la
autopista de información dedicada a este peinado barato.

—Bueno, definitivamente tengo algunas ideas, incluso tan temprano —


respondió Rachel—, pero primero me gustaría hacerte algunas preguntas.

Charmaine le indicó una pequeña sala de estar donde sirvió vasos de


helado té dulce antes de que ambas se sentaran.

—Dispara, querida —dijo—. Por cierto, no te ofendas, pero necesitas un


buen acondicionador, y más batido en tu cabello.

¿Batido? ¡Oh, no! Toda mi vida he estado luchando contra el batido.


Definitivamente ningún batido.
—Este sol abrasador aquí en Louisiana está cociendo al horno mi cabello.
Es sólo que no estoy acostumbrada.

Charmaine se encogió de hombros.

—No te preocupes, cariño. Vamos a solucionarlo en poco tiempo.

Eso es a lo que Rachel le tenía miedo. Charmaine era una mujer atractiva
de unos treinta años y de mediana altura. Sus sandalias de tacón alto la
hacían alta.
67
Llevaba pantalones blancos ceñidos y una camisa sin mangas con cuello
en V con el logo en lentejuelas, como a los peluqueros les gustaba
bromear. Su largo pelo negro era objeto de burlas del tipo mencionado a
menudo como "Cabello Estilo Texas". Por todo el salón, Rachel vio fotos
mostradas de Charmaine, quien había sido Miss Louisiana hace una
década, donde incluso entonces llevaba el Peinado Texas. También
mostraban fotos tomadas hace treinta o más años de la madre de
Charmaine a juego, presumiblemente rubia blanqueada de Cabello estilo
Texas, de sus días infames como estríper. ¡Dios mío, Dios mío!

Esta no era el look que Rachel veía para sí misma. Ya era bastante malo
que tuviera el cabello de un salvaje rojo. Elegante Bailarina Exótica la
convertiría en una Decoradora Decadente o, por lo menos, en la Prostituta
Feliz, o peor.

—¿Qué impresión quieres transmitir con tu spa? ¿Sofisticación?


¿Serenidad? ¿Diversión? ¿Sexy? ¿Moderado? ¿Caro? ¿Barato? ¿Saludable?
¿Exitoso? —Arqueó una ceja hacia Charmaine en pregunta.

—Todos esos —respondió ella, sin dudarlo.

—Algunos estarían en conflicto ―señaló Rachel con una sonrisa.

―¿Y?

—Vamos a empezar con lo que tienes ―sugirió Rachel. El spa sólo podía
ser descrito como una combinación de los libertinos baños Romanos y un
burdel, con suelos de imitación de mármol y paredes cortadas por
columnas falsas e intercaladas con una buena cantidad de cortinas de
terciopelo púrpura con flecos de lazos de oro. Fuentes de agua gorgoteaban
en prácticamente cada esquina―. ¿Quieres limpiar el lugar y empezar de
cero con un nuevo concepto? ¿O es que quieres que trabaje con lo que
tienes y hacer pequeños cambios?

Charmaine puso una larga y puntiaguda uña rosa en sus labios


impactantes y pensó durante un buen rato.

—Me inclino por lo último, pero dame todas tus ideas y veremos. —Suspiró
en una exhalación fuerte—. Me siento como si hubiera estado de pie
inmóvil durante mucho tiempo, tanto personal como profesionalmente.
Necesito algo para poner en marcha un cambio. —Ella se encogió de 68
hombros—. Tal vez eso es todo.

Rachel no debería preguntar, pero lo hizo.

—¿En lo personal?

—He estado casada y me he divorciado cuatro veces. Cuatro veces. Todos


ellos unos zorrillos. La peor parte es mi primer marido, Raoul Lanier, al
que le llamábamos Rusty, que ha estado husmeando por aquí
últimamente, y juro que está poderosamente bueno. Un canalla de clase
mundial, ese es Rusty, pero, merci, podría hacer que una mujer
ronroneara como un gato en celo entre las sábanas de la cama. Además,
todavía tiene un trasero que desafía la gravedad. ¡Whoo-ee!

Rachel nunca había esperado una respuesta tan detallada e íntima, pero
una cosa sobresalía. Sus ex maridos habían sido todos unos zorrillos.

—Dejé a mi ex esposo porque era un zorrillo, también.

—Lo sé —dijo Charmaine, estirándose para darle palmaditas en la mano


con simpatía.

—¿Lo sabes?

—Claro. No hay ningún secreto aquí. El bayou recoge todos los rumores.
Personalmente, creo que estás mejor sin el zorrillo. No es que yo sea
parcial a los bebés ni nada de eso, pero maldita sea, el hombre no tenía
derecho a tomar esa decisión por ti.

No puedo creerlo. Esta persona escandalosa, llamativa, totalmente diferente-


a-mí ha cortado derechito a lo rápido. Reconoce cómo me siento.

Las lágrimas ardían en los ojos de Rachel, que inmediatamente parpadeó.

—Gracias.
—No hay problema. —Charmaine parecía entender perfectamente cómo la
había tocado.

—El color es lo primero, entonces. Mi instinto me dice que hay que


deshacerse de todas las cortinas moradas y paredes de mármol falso, pero
dejar los pisos de mármol linóleo, las columnas y las fuentes. Voy a traer
una paleta de colores conmigo la próxima vez, pero estoy pensando que
rojo puede ser bueno para las paredes, y…

—¡Rojo! —exclamó Charmaine—. ¿No es ese el tipo de color infame y a lo 69


Bourbon Street?

Rachel sonrió. Las personas a menudo reaccionan al color rojo de esa


manera, especialmente cuando se utiliza en una oficina o en un elegante
comedor.

—No cuando se hace bien. El rojo es un color energético, vital. Puede


estimular la sexualidad e incluso atraer la felicidad.

—¿La sexualidad? Eso me gusta.

—Más importante, el rojo a veces puede ayudar a detener la disipación de


la energía en una habitación, y tengo que decirte que hay algo de seria
mala energía chi flotando por aquí. Lo sentí fuertemente mientras
caminaba por los alrededores con los brazos extendidos.

—¿En serio?

Ella asintió.

—Esto me hace preguntarme sobre la historia de este edificio. A menudo la


historia de los acontecimientos, acontecimientos especialmente
traumáticos, quedan incrustados en las paredes de un lugar.

—Este edificio fue un mercado en el siglo dieciocho —reveló Charmaine un


poco a regañadientes.

—Hmmm. Un mercado de granjero no debería hacer esto.

—No, un tipo diferente de mercado. ―Ella todavía parecía vacilante en su


respuesta.

—Ah, ¿sí?
Charmaine se sonrojó, lo que hizo que su lápiz de labios de color rosa
pareciera extrañamente atractivo.

—Un mercado de esclavos.

Rachel estaba en shock.

—Tenemos un trabajo serio que hacer aquí. Y definitivamente no usaremos


rojo. Necesitamos algo para absorber este mal chi. Tal vez verde o azul. Un
montón de plantas frondosas, también. No las artificiales o de seda, como
70
las que tienes ahora, sino las vivas, que pueden tener un efecto calmante.
Nada de fibras sintéticas. Además, tenemos que reorganizar algunos de tus
muebles y estaciones de trabajo, hay demasiadas esquinas.

—¿Las esquinas afiladas hacen un mal chi? —preguntó Charmaine.

—Definitivamente.

En ese momento, las campanas sobre la puerta principal sonaron.


Charmaine se levantó y miró a través del arco.

—Uh-oh —dijo—. Discúlpame por un momento.

Rachel la siguió mientras ella se dirigió hacia la parte delantera del spa y
hacia un espectáculo de lo más increíble. Una viejecita de rizos blancos
desordenados, con un abrigo de estar en casa y zapatillas, estaba de pie
allí. En el exterior, parado en una zona de estacionamiento, estaba un
convertible azul T-bird.

—Hola, Tante Lulu —saludó Charmaine a su recién llegada. Al parecer,


todos los LeDeuxs debían referirse a esta mujer como tía, a pesar de que
era pariente de sangre a través de la madre de sólo tres de los hombres.

—¿Escuché que estuviste haciendo el chaca-chaca con Rusty de nuevo?


¿Cuándo vas a aprender, niña?

—¡No lo hice! —dijo Charmaine indignada—. Por el amor de Pete, la fábrica


de chismes en esta ciudad está volviéndose increíble.

Tante Lulu rodó los ojos con incredulidad ante su lenguaje.

Charmaine apretó los dientes, inhaló y exhaló visiblemente; luego preguntó


de la manera más cariñosa posible:

—¿Qué puedo hacer por ti?


—Me desperté esta mañana y decidí que necesito un cambio de imagen. Vi
a Joan Collins en el programa Regis ayer, y ella dijo que las mujeres
maduras tienen que cambiar su maquillaje y pelo muy a menudo para
mantenerse al día con los tiempos. Así que, maquíllame, Charmaine.
Espero salir de aquí hoy luciendo veinte años más joven. Al igual que Joan
Collins, excepto que ella probablemente es de mi edad.

—¡Mon Dieu! ―dijo Charmaine en voz baja, pero en voz alta agregó—: Lo
que tú quieras, chère.
71
—¿Todavía estás aquí, muchachita? —Tante Lulu estaba mirando hacia
Rachel ahora—. Pensé que estarías de vuelta a la gran ciudad a estas
alturas.

—Sí, todavía estoy aquí, y hola a usted también.

—No seas irrespetuosa. ¿Cómo es que todavía estás aquí?

—Estoy visitando a mi abuela por un tiempo. Además, estoy a punto de


hacer un trabajo para Charmaine aquí en su spa.

Tante Lulu parecía disgustada por la noticia.

—¿Pusiste un hechizo sobre mi sobrino?

—¿Eh? ¿Qué sobrino?

—¿Eres un poco lenta como ese primo tuyo? Remy, ese e’ el único sobrino
de’ que estaría hablando. No deja de pensar en ti, el chico no puede.

—¿Él le dijo eso?

—Por supuesto que no. —En un aparte hacia Charmaine, con una mano
ahuecada en su boca, ella comentó—: Lenta, seguro. —Luego se dirigió de
nuevo a Rachel—. No, él no me dijo eso. Solo lo sé. Mis muchachos no
pueden esconde’ naa de su tía. —Rachel sintió como si hubiera caído en el
agujero de Alicia en el País de las Maravillas y sin tener ni idea de lo que
estaba pasando. Una cosa estaba clara, sin embargo, y era que le gustaba
la idea de Remy pensando en ella. Una sonrisa empezó a tirar de sus
labios. Tante Lulu dejó escapar un profundo suspiro dramático y dijo—:
Bueno, supongo que no hay nada que hacer, más que contratarte.

—¿Qué? —Rachel prácticamente chilló.

La anciana entornó los ojos hacia ella.


—Vas a trabajar pa’ Charmaine, ¿pero eres demasiado buena pa’ trabaja’
pa’ mí?

—No, no es eso en absoluto. ¿Qué quiere que haga?

—Fungusway34 a Remy.

—¡Tante Lulu! —amonestó Charmaine—. ¿Siquiera le has mencionado esto


a Remy?

—Es una sorpresa. Un regalo de cumpleaños. —La anciana lucía culpable 72


como el pecado.

—Pensé que su cumpleaños fue hace varias semanas.

—Es uno de esos regalos tardíos.

—Tengo la sensación de que viene una bomba Tante Lulu —dijo


Charmaine.

—Explota esto ―dijo Tante Lulu, y le sacó la lengua a Charmaine. Fue un


gesto absurdo de la autoproclamada diva mayor.

Charmaine se echó a reír.

—¿Quieres que perfore a ese bebé mientras estás aquí, tía? ¿Me estás
pidiendo un aro en la lengua?

Tante Lulu realmente pareció reflexionar sobre la cuestión.

—¿Qué es fungusway? —preguntó Rachel.

—Creo que ella se refiere al Feng Shui ―explicó Charmaine.

—Creo que no necesito que hagas de mi intérprete —espetó Tante Lulu—.


Si yo la quiero para fungusway a Remy, puedo hablar por mí misma. Así
que, ¿qué te parece, muchachita?

—Oh, no podría. Realmente. Además, pensé que yo no le gustaba.

—No es que no me gustes, pero eres un yanqui. Y llevas todas esas


maletas contigo.

34Fungusway: Feng Shui se pronuncia fungsuai de allí la confusión en la pronunciación


con Fungus-way.
—¿Eh? ¿Qué maletas? ―preguntó Rachel. ¿Alguien le había hablado
acerca de la cara maleta Louis Vuitton que había traído con ella?

—Creo que se refiere al equipaje. Como que llevas contigo una gran
cantidad de equipaje.

—Malaya sea, Charmaine. Puedo hablar’ por mí misma. Maleta, equipaje,


¿cuale la diferencia? En cuanto a ti, princesita, cuando el rayo golpea, una
persona sólo ha de conseguir ir con la corriente
73
—No preguntes ―advirtió Charmaine.

Pero era demasiado tarde.

—¿Qué rayo?

—El rayo de’ amor.

—Déjala en paz —le dijo Charmaine a Tante Lulu en un susurro


mortificado.

—Cállate, Charmaine, vete a comprar pa’ ti un cinturón de castidad. Va’ a


necesitar uno si ese Rusty está tras de ti de nuevo.

Charmaine estaba haciendo esa cosa de jadear con la boca abierta por la
osadía de Tante Lulu.

Rachel no tenía ni idea de lo que hablaba Tante Lulu sobre rayos de


amor, a menos que se refiriera a que ella y Remy habían sido alcanzados
por una cosa así. Eso era absurdo. Ridículo. Totalmente fuera de cuestión.
Era hora de ser asertivo.

—Estoy aquí de vacaciones —protestó Rachel—. Sólo accedí a redecorar el


spa porque es como un reto. Por lo general sólo lo hago con residencias
privadas, u oficinas.

—Remy sería un reto, ga-ran-ti-za-do.

¿Esta mujer nunca se rinde?

—No.

—Piensa en ello.

—No. —¡No, no, no! Lo último que necesito es ponerme muy cerca de ese
imán de sexo andante.
—La casa de Remy es una muy pequeña ―señaló Charmaine.

Tante Lulu la fulminó con la mirada.

—¿Quién te preguntó? —Se volvió hacia Rachel—. ¿Sólo hace’ grandes


lugares?

—Noooo —respondió tímidamente—. He hecho de todos los tamaños.

—Vite ―se cacareó Tante Lulu hacia Charmaine—. Ella puede hacerlo con
74
Remy.

¿Hacerlo con Remy? Bueno, eso hizo subir ideas que Rachel no iba a
contemplar, al menos no voluntariamente.

—No puedo tomar otro trabajo. No voy a estar haciéndolo con Remy. Y eso
es el final.

—Ya lo veremos —dijo Tante Lulu.

Rachel estaba segura de que había aterrizado en el caótico manicomio-


cajún.
Capítulo 6
Traducido en SOS por Curitiba,
ஓ¥anliஓ yNelshia
Corregido por Nanis
75
Jambalaya, pastel de cangrejo, archivo gumbo

Remy había invitado a Luc para almorzar en un restaurante del centro de


Houma, después de una mañana de reuniones con los de la DEA y un
extenso tour de helicóptero por el bayou. Estaba a mitad de su ostra
po'boy y Luc casi terminando con su Jambalaya rematado con un cálido
batido de galletas, y todavía no empezaban a hablar.

Comer bien: ¡no había nada igual! Especialmente para un cajún. Una
leyenda a menudo contada en Louisiana habla de un hombre que murió y
fue al cielo y decidió volver cuando San Pedro le dijo que no había Gumbo
en el otro lado.

—Así que, ¿realmente vas a hacerlo? —preguntó Luc mientras le indicó a


la camarera que le volviera a servir café.

La espesa poción cajún mantendría su adrenalina durante una hora, o


cinco.

—Mais oui. Me comprometí hace días, pero solamente hoy fue que pusimos
manos al meollo de la cuestión. No creerías en las operaciones que estos
capos colombianos ya han establecido. Y su objetivo son los adolescentes,
e incluso más jóvenes. Engancharlos de chicos.

—Escoria de la tierra —comentó Luc.

—Sí.

—Y los bayous casi parecen un paraíso para los señores de la droga.

—Eso hace mucho sentido cuando se piensa en ello. Hay mil diferentes
corrientes del bayou, muchos de ellos sin nombre. Algunos aparecen, otros
desaparecen con cada tormenta. Incluso los veteranos se pierden a veces.
¿Qué mejor lugar para llevar barcazas con pesadas cajas de plomo llenas
de cocaína o heroína, dejándolas caer en las oscuras profundidades para
recuperarlas después? Demonios, los bayous han sido refugio para los
chicos malos de todos los tiempos; era el camino de regreso de ese pirata
Jean Lafitte. Y los confederados que escondieron el oro allí durante la
Guerra Civil.

Luc asintió.
76
—Espera a que René reciba una bocanada de esto. Eso es todo lo que él
necesita, una cosa más contaminando el medio ambiente de su precioso
bayou, además de la industria del petróleo y la pesca deportiva.

Remy asintió ahora.

—¿Cuál será exactamente tu papel?

—Vigilancia, sobre todo por la noche. Localización de actividades


sospechosas. Transportando a los equipos SWAT. La descripción del
empleo es un trabajo en progreso.

—¿Ellos concordaran en el uso de tu pequeña pista? Supongo que no has


tenido suerte con la vieja señora Fortier.

—Asumes bien. No lo intenté nuevamente con la bruja aún. Y las


regulaciones del gobierno son una putada. Más papeleos que una tienda
de Hallmark en Navidad.

—¿Y qué?

—Tengo que usar la pista de aterrizaje del aeropuerto por el momento. Un


maldito fastidio. Por supuesto, voy continuar mi negocio desde casa, sólo
para mantener una cubierta, y para molestar a la mierda los bebés de
Gizelle con mis vuelos rasantes.

—Ten cuidado de que no recorte las plumas de tu cola, hermano, y no me


refiero a tu equipo de metal.

—Hablando de tener tus plumas de la cola recortadas, ¿ya has decidido si


vas siempre a pasar por el quirófano?

—Pues no. Estoy a favor de ello, pero Sylvie se resiste.


—¿En serio? —La noticia sorprendió a Remy. La mayoría de los chicos se
cruzarías las piernas con la indirecta de tal operación.

—Ella quiere darme un hijo. Sigo diciéndole que estoy bastante feliz con
mis tres hijas, pero ella tiene en la cabeza que todo hombre quiere un hijo.

¿Quiero un hijo?, se preguntó Remy.

¡No!, se respondió.

¡Sí!, otra voz en su cabeza contestó. Probablemente era el latoso de San 77


Judas. Estaba siendo un verdadero dolor de cabeza últimamente.

En realidad, Remy no había pensado mucho en niños absolutamente, ya


sea bebé niña o niño, sobre todo porque él mismo se había resignado a no
tener una familia. Se había dicho a lo largo de los años que no tenía
ninguna posibilidad real para producir un mini-yo, pero, en resumen,
había sido dado como estéril debido a todas sus operaciones, algunas de
ellas demasiado cerca de los genitales. Aun así...

La imagen de una niña con el cabello rizado de color rojo brilló en el


cerebro de Remy, y casi se atragantó con el café. ¿De dónde vino esa idea
viene? ¿Y por qué el cabello rojo?

¡Como si no lo supieras!, dijo esa voz fastidiosa en la cabeza.

¿Irónico, no, qué Rachel haya dejado a un hombre porque decidió solito no
tener hijos y se operó, que Luc esté pensando en operarse porque no quiere
más niños, y aquí estoy alto y seco, incapaz de tenerlos? Y, maldita sea,
Rachel realmente debe de querer una familia para haber dejado una
relación de cinco años debido a un pequeño tijerazo.

Nada en la vida es realmente desesperado, respondió la voz dentro de su


cerebro.

Casi le dijo a San Judas que hiciera algo que sería un sacrilegio.

—Estás soñando despierto —señaló Luc con una carcajada—. Sylvie ha


estado leyendo un montón de revistas sobre nuevos métodos para
predeterminar el sexo de un niño. La mayor parte es mentira, pero,
diablos, estoy dispuesto a intentarlo. —Movió las cejas hacia él en énfasis.
—Laissez les bon temps rouler35 —bromeó Remy con el famoso refrán
cajún.

—Oh, sí, voy a dejar que el buen tiempo ruede, sin duda.

—Mientras estás teniendo todos esos buenos momentos, guarda algunas


horas abiertas para el sábado. René está volando a Naw'lins esa mañana.
Uno de sus antiguos miembros de banda se casa el sábado por la tarde, y
él estará en la fiesta de bodas. Supongo que todos vamos a pasar un buen
rato en Swampy esa noche, por los viejos tiempos. Incluso el novio. 78
René, su hermano del medio, era un activista ambiental en D.C,
presionando con fuerza para proteger el ecosistema del bayou. En un dado
momento, había trabajado como pescador de camarones y había tocado
acordeón en una banda ruidosa llamada The Swamp Rats36. Debería ser
una noche de diversión, y siempre era bueno ver a su hermano.

Salieron por las puertas del restaurante al sol y vapor de Louisiana. Había
llovido hace media hora, fuerte y rápido, pero ahora ya estaba todo seco.

—¿Cómo está tu vida amorosa, hermano? —preguntó Luc.

—Inexistente.

—¿Tan malo como eso?

—Peor. —Una vez más, hubo una imagen parpadeante de cabello rojo en
su cabeza, pero esta vez no era de una niña, pero sí de toda una adulta.

—¿No hay perspectivas?

—Ninguna.

Mentiroso, dijo esa fastidiosa voz interior regañándolo.

Vete, San Judas. No estoy interesado en ella. Es el momento equivocado.


¿Recuerdas? No estoy involucrado con nadie. Cualquier persona. ¿Me
escuchas?

Ahora, hubo risas en su cabeza. Luego, silencio.

¡Oye, Judas! ¿Alguna vez Dios te ha mencionado que tienes un talento


especial para desarrollar una sordez a las horas más extrañas?

35Laissez les bon temps rouler: deja el buen tiempo rodar.


36The Swamp Rats: Las ratas del pantano.
—¿Has dicho algo? —Luc ya había girado hacia su oficina de abogados,
calle abajo, donde estaba tomando una declaración hoy. Remy había
estacionado su vehículo en el estacionamiento del fondo. Sin embargo,
ambos se detuvieron en seco al ver a un T-bird azul estacionado frente al
spa de belleza de Charmaine.

Hoy no. Por favor, Dios, no hoy.

Esa risa extraña estalló en su cabeza otra vez. Tal vez estaba teniendo una
reacción retrasada después de todos estos años a los eventos traumáticos 79
en su vida. Tal vez se estaba volviendo loco. Tal vez se convertiría en uno
de esos casos de babosos chiflados en un hospital psiquiátrico que
tropezaban por ahí hablando con voces en su cabeza.

Buena idea, esa.

—¡Tante Lulu! —anunció Remy innecesariamente.

—¡Oh, mierda! —aportó Luc.

Remy no había visto a su tía desde la semana pasada, y seguro como el


infierno que no estaba para sus interrogatorios habituales ahora.
Probablemente ella tenía una caja llena de ropas de cama en croché en el
asiento para su baúl de ajuar. ¡Dios! Tal vez podría colocarla sobre René,
comentando sobre el baúl de ajuar para su hermano, para desviar la
atención de sí mismo. ¡Nah! Eso no sería justo.

A pesar de sus dudas acerca de los métodos de su tía, ninguno de los dos
tenía el corazón para dar la vuelta. Luc entró por la puerta primero,
lanzando un “Uh-oh” sobre el hombro.

“Uh-oh” decía todo, concluyó Remy, cuando entró en el spa y vio no sólo a
su tía vestida sólo con un abata de casa y pantuflas, a su siempre
extravagante hermanastra Charmaine que tenía una boca que pondría de
azul a un marinero cuando le convenía. Pero allí estaba la astilla que se
había clavado en su cerebro durante la semana pasada, una astilla erótica,
para ser precisos. Había estado tratando durante seis días, quince horas y
sabe quién cuántos minutos para olvidar el impacto “del beso”. Y, sí, tan
falso como sonaba, eso es lo que había llegado a pensar, que aquel
ejercicio labial alucinante en el que habían participado, había aspirado la
sensatez de sus buenas intenciones y volvió a su mente sobre una pista.
¿Podría un hombre morir de pensar demasiado en sexo? Si es así, él había
muerto como un muñón del pantano.
Rachel Fortier se quedó mirándolo fijamente. Su cabello rojo estaba
elevado hoy en una especie de pequeño nudo encima de su cabeza,
dejando su largo cuello expuesto y extrañamente vulnerable. Llevaba un
vestido en un patrón floral verde y blanco que apenas le llegaba a las
rodillas. ¡Toda aquella piel! Remy se abanicó mentalmente. En sus pies las
puntas de las uñas color coral se asomaban en las sandalias blancas. Era
la cosa más sexy que había visto alguna vez.

¿Me estoy volviendo loco, o qué? ¡Todo excitado por los dedos del pie, por
Dios! No importa. Había una cosa que le quedó claro a Remy en un 80
instante. Rachel Fortier se veía lo suficientemente buena para comérsela. Y
quería decir en el peor de los caminos, de la mejor manera posible.

—Estás boquiabierto —le advirtió Luc en un susurro a un lado.

Remy se calmó, y se dio cuenta que todo el mundo estaba mirándolo


mientras él miraba a Rachel. Apretó los labios, sólo para asegurarse de
que su lengua no saliera. ¡Jesús, María y José! ¿Qué me está pasando?

Lo sé, lo sé, dijo esa voz molesta en su cabeza.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntaran él y Rachel uno al otro en el


mismo tiempo.

—Voy a redecorar Looks to Kill —dijo Rachel.

—¿Por qué?

—¿Por qué? ¿Crees que no soy lo suficientemente buena?

—Diablos, no, quiero decir, caramba, no. Sólo pensé que ibas a estar aquí
poco tiempo, y que te gustaría pasar ese tiempo con tu abuela. Además,
pensé que sólo decoraba lugares de clase alta. —Sueno como un idiota.

—¡Hey, hey, hey! —interrumpió Charmaine—. ¿Estás llamando a mi spa


clase-baja? ¿Con que derecho, tú presumido cajún imbécil? No sabes una
mierda cuando se trata de spa de belleza o de decoración.

Remy se encogió ante el lenguaje soez de Charmaine y su evaluación de lo


políticamente correcto de su conocimiento de esas áreas. Tenía ganas de
escabullirse por la puerta, si pudiera hacerlo discretamente. Pero fue
salvado por Tante Lulu. O no salvado, dependiendo de la perspectiva de
cada uno.
—¿Adivina qué? Te voy a da un regalo de cumpleaños —anunció Tante
Lulu.

—Ya me diste un regalo de cumpleaños. ¿No te acuerdas? —¡Mon Dieu!


¿Quién puso un motor en mi lengua? Sé exactamente lo siguiente que va a
decir.

—Un baúl para el ajuar. Claro que me acuerdo.

—¿Tienes un baúl de ajuar? —Los labios de Rachel lucharon con una


81
sonrisa.

—Sí —dijo a la defensiva—. ¿Nunca antes has oído hablar del baúl de
ajuar?

—No para un hombre.

—Bueno, empezamos una nueva tendencia en nuestra familia. Luc fue el


primero, ahora yo.

No podía creer que estaba defendiendo la práctica estúpida de su tía de


dar a sus sobrinos un baúl de ajuar.

—Nunca tuve un baúl de ajuar—se quejó Charmaine.

—Eso es porque has estado casada cuatro veces—comentó Luc con una
sonrisa.

Charmaine pinchó a Luc con el codo, con fuerza.

—Auch —gritó Luc—. No he dicho que estabas desesperada, Charmaine.


Tienes más expectativas que la mayoría de las mujeres que conozco.

—Sigue así, Luc. No necesitaras esa vasectomía de la que habla todo el


mundo.

—Me gusta la idea —dijo Rachel, poniendo un dedo en los labios con
especulación—. Un baúl de ajuar para los hombres, quiero decir. —Ella
probablemente estaba agregándolo a su repertorio de decoración. Martha
Stewart estará presentándolo en su revista. Buenos Días América haría un
segmento especial sobre costumbres cajún unisex. En esencia, se
convertiría en el hazmerreír del mundo.
Pero eso no era ni aquí ni allá. Ese dedo en sus labios sólo le recordaba "El
beso". Se avergonzaría a sí mismo delante de toda esta gente si no tenía
cuidado. Infierno, probablemente ya se había avergonzado a sí mismo.

—¿No quieres sabe cuáles mi segundo regalo de cumpleaños? —Tante


Lulu miró fijamente a Rachel e hizo todo excepto decir, “¡voila!”.

¿Eh?

—¿Me estás dando a Rachel como regalo de cumpleaños? —¡Y yo que


82
pensé que un baúl de ajuar era un regalo increíble!

—No es ella, so tonto. Ella sólo te va a hacer.

—¿Hacerme? —balbuceó Remy conmocionado. ¡Sí! Asombroso casi lo decía


todo.

—No, yo no —dijo Rachel, con la cara de un rojo brillante. Todo el mundo


estaba riendo histéricamente—. Ya te dije que no tengo tiempo.

—No te va a tomar mucho tiempo hacer a Remy, créanme —dijo Tante


Lulu.

Esta era absolutamente la conversación más loca en la que Remy había


participado alguna vez. Incluso para Tante Lulu, eso estaba en la parte
superior.

—Ella quiere que decore con Feng Shui tu casa, y no voy a hacerlo.

—Eso es lo que dije. Por un regalo de cumpleaños, la quiero para que te


fungus-way completamente.

Ah. Ahora lo entendía. Más o menos. Pero, hombre, oh, hombre, lo último
que necesitaba era a esta caliente pelirroja dentro de un kilómetro de su
bayou y el incesante, real, incordio de erección que tenía su nombre en él.
Sabiendo eso, se sorprendió a sí mismo en su total locura cuando le
preguntó a Rachel:

—¿Por qué no me haces? Quiero decir, ¿por qué no trabajar para mí?

En ese momento, un grupo de adolescentes pasaron cerca de ellos en el


gran vestíbulo.

Habían estado charlando y riendo como las niñas lo hacen, antes de que lo
vieran.
A la misma vez, se quedaron calladas. Una de ellas se quedó boquiabierta
ante su rostro desfigurado. Otra fingió vomitar pegando un dedo en su
boca. La tercera murmuró algo sobre "Monstruo".

Estaba acostumbrado a este tipo de reacción a la piel destrozada,


especialmente de aquellos que no saben lo suficiente para ocultar sus
respuestas. Su familia estaba acostumbrada a eso, también. Pero no
Rachel. Demasiado tarde, vio los puños apretados y su rostro pálido
revelando indignación. En mi nombre. Oh, caray, eso es lo que necesitaba-
una pitbull hembra apresurándose en mi defensa. 83

Ella se disparó por la puerta y salió enfurecida tras las adolescentes, con
la intención de hacer, qué, no tenía idea. O de pegarles o darles una
reprimenda.

Este último, esperaba. Agarrándola por la nuca, tiró de ella deteniéndola


en seco.

—Déjame ir —le espetó—. Esas niñas merecen una reprimenda.

—¿Por qué? Sólo están siendo honestas.

—¡No lo son! —Ella golpeó su mano, pero por suerte se quedó en su lugar,
mirando ceñuda a las chicas en retirada.

—Mírame, Rachel. Mírame bien de cerca aquí en la brillante luz del sol,
soy un monstruo.

—¡Qué disparate! —exclamó—. Eres maravilloso, y tú lo sabes.

—Te ruego me disculpes. —Ella se engañaba a sí misma si realmente creía


eso, pero no podía dejar de sonreír.

—Creo que eres el hombre más guapo que he conocido —susurró. Las
lágrimas empañaron sus ojos oscuros. ¡Lágrimas, por el amor de Dios!—.
Incluso con la piel quemada. —Extendió la mano y tocó ligeramente la
parte dañada de su cara.

Eso fue todo. Él se estaba hundiendo rápidamente sin salvavidas a la


vista. Remy hizo lo único que podía pensar. Preguntó:

—Entonces, ¿me vas a hacer?


***

¿Me quieres para hacer QUÉ?

—¿Una casa flotante? —exclamó Rachel dos días después. Su voz se hizo
eco de dos decibelios por encima de un grito—. ¿Quieres que decore con el
Feng Shui una casa flotante? 84

—No fue mi idea. Fue de mi tía. —Remy pasó de un pie a otro, nervioso.
Debería estar nervioso. ¡El inmoral! Haciendo que venga hasta aquí para
nada. Sin mencionar el tener que desafiar a su abuela, que prácticamente
echaba espuma por la boca ante la perspectiva de ella haciendo cualquier
cosa con un LeDeux masculino.

No es que estuviera demasiado preocupada por su nerviosismo. No, lo que


la preocupaba más era su aspecto. Remy llevaba sólo vaqueros recortados,
una camiseta blanca lisa y una gorra de béisbol de los Santos. Sin
zapatos. Sin afeitar. Se veía tan bien, la dejaba sin aliento.

Llevaba la gorra de béisbol, porque el viento soplaba con fuerza. Una


tormenta estaba prevista para esta tarde. Él había estado alimentando con
cheetos a un cocodrilo mascota, de todas las cosas, cuando ella llegó. Un
hombre que amaba a los animales, ¿había algo más conmovedor? Incluso
si era un reptil carnívoro tan viejo como Noé y no un lindo pequeño perrito.

—Bueno, eso es imposible —declaró.

—¿Porque es una casa flotante?

—No exactamente.

—Creo que esto sería un desafío, un desafío aún más grande que el spa del
Charmaine.

—¿Me estás desafiando?

Una lenta sonrisa sexy se extendió por sus labios. Fue exactamente esa
sonrisa suya que volvía su interior mantequilla, todo caliente y líquido.
¿Era consciente del efecto que tenía en ella? ¿Lo hacía deliberadamente?

Quitó la sonrisa de su cara.


—Nah. Nunca pensé que esto fuera una buena idea para empezar, pero me
dejé llevar por la emoción de ti enfrentándote como un pitbull en mi
defensa en contra de un par de adolescentes.

—¿Por qué? ¿Por qué no pensabas que fuera una buena idea? —¿Estoy
demente? Tiempo para Esquivar mientras el ánimo es bueno.

—¿Hablas en serio? Cariño, te deseo tanto que me duelen los dientes.


Estar en una habitación contigo durante más de diez minutos... bueno, no
puedo predecir lo que podría hacer. 85
Rachel cayó sentada en un banco de la mesa de la cocina y lo miró con
incredulidad.

—¿Le dices ese tipo de cosas a muchas mujeres?

Él movió la cabeza de lado a lado.

—No. En realidad nunca. —En un murmullo, no destinado a sus oídos,


añadió—: Y eso es lo que me saca el relleno del susto.

Cada pelo en el cuerpo de Rachel se puso en posición de firmes. Si sus


pezones se pusieran más duros, iba a necesitar un sostén muy grueso
para ocultar su excitación instantánea. Olvídate de eso. Mucho más de
esto e iba a necesitar ropa interior a prueba de fuego.

—Ciertamente sabes cómo hacer que una chica se sienta bien.

—¿Lo sientes también? ¿Está loca atracción? —Ella asintió, a


regañadientes—. Tal vez deberíamos despojarnos de nuestra ropa y hacer
el amor una docena de veces hasta que consigamos sacar esto de nuestros
sistemas.

¿Maratón de sexo? ¿Una docena de veces? ¡Caramba! Probablemente no


estaba hablando en serio, pero se tomó la sugerencia seriamente y sacudió
la cabeza vigorosamente.

—¡De ninguna manera! Acabo de terminar con una relación desastrosa, y


no estoy por iniciar otra. Además, a mi abuela le daría un ataque si
estuviera involucrada contigo, aunque sea por una breve relación. No
puedo hacerle eso a ella, no tras conocerla después de todos estos años.
¡Ni lo sueñes!

Para su disgusto, él ni siquiera discutió. Pero hizo una broma.


—Y aquí estaba yo, todo listo para lamer el esmalte de tus pies.

Estaba bromeando, por supuesto.

Esperaba.

No, no lo hacía. Le gustaba la idea de él chupando los dedos de sus pies.


Y, sí, una vez más, fue embestida por los pezones de torpedos y el fuego
líquido. Somos Zorras debería ser mi nuevo lema.

—Sólo le diré a Tante Lulu que cambiamos de idea, y que no fuiste capaz 86
de hacer el trabajo aquí.

—Hey, ¿cómo es que estás echándome la culpa a mí? ¿Por qué no decir
que tú decidiste que quieres tu casa flotante de la manera en que está?

—Ella nunca me creería.

—Y hay otra complicación. Tu tía ya me dio un anticipo de mil dólares.

—¡Mon Dieu! Ya está, entonces. Vamos a tener que hacerlo. Ella nunca va
a aceptar el dinero de vuelta una vez que ha pagado. Mi tía es más coda
que Scrooge con su dinero. Si renunció a tanto, significa que está
realmente decidida a que esto se haga.

—Suena como si estuvieras asustado de tu tía. ¿De una cosita pequeñita


como ella?

—Malditamente correcto que lo estoy. No hay quien detenga a mi tía


cuando está determinada sobre algo. Pregúntale a Luc. Está casado y tiene
tres hijas, a pesar de que se desenvolvía plácidamente, feliz como soltero.
Ella puede ser pequeña, pero es una apisonadora.

Los hombros de Rachel se desplomaron. No estaba completamente


decepcionada, a decir verdad. Había algo por ser dicho para tentar al fuego
y que quería decirlo, literalmente.

—Tendrías que estar de acuerdo en mantenerte alejado mientras estoy


trabajando aquí, para evitar cualquier contacto, siempre que sea posible.

—Puedo hacer eso. Estoy empezando un nuevo trabajo que me obligará a


estar fuera muchas horas. A veces, me habré ido a pasar la noche.
—Tal vez podamos hacer que funcione —dijo—. Hablemos acerca de lo que
quieres hacer, qué tipo de presupuesto estás pensando. Supongo que no
quieres que tu tía pague la renovación.

—¿Esto va a ser tan caro?

—Puede serlo.

—Dame algunas sugerencias, y te diré lo que me gusta y no me gusta.

—¿Te gustan los espejos? 87

—¿En el techo?

—No, no en el techo, tú lujurioso. —Ella se echó a reír, a pesar de sí


misma—. En las paredes, aunque en realidad no tienes mucho espacio en
la pared. —Ricos paneles de ciprés cubrían la mayor parte de las paredes y
los pisos, incluso el techo. Era precioso, pero abrumador—. El problema
es, que esta tan oscuro aquí, incluso con las ventanas. ¿Qué pensarías de
un tragaluz?

Él se iluminó.

—Mi tía sugirió lo mismo.

La idea de que ella y su tía loca tenían algo en común era alucinante.

—Normalmente, las claraboyas no son una buena idea, según el Feng


Shui, ya que permiten que demasiada energía positiva se escabulla, pero
en tu caso, la fuerte influencia del agua podría equilibrar eso. Pero nunca
un tragaluz en el dormitorio. —Habló en voz alta, sin realmente esperar
respuestas, mientras sacaba una libreta de su bolso y empezaba a
caminar alrededor de la casa flotante, haciendo dibujos y tomando notas
tan rápido como las ideas llegaron a ella.

La casa flotante de Remy era bastante grande. La gran sala combinaba un


salón, una cocina pequeña y un despacho/oficina alcoba. También había
un pequeño cuarto de baño y un dormitorio independiente. Lo más
importante, es que se habían utilizado los materiales de alta calidad para
construir la nave hace varias decenas de años. Los paneles de madera
estaban hechos de ciprés para resistir la humedad, con ventanas de triple
panel alrededor, con finas molduras de bronce y lámparas. La casa
flotante probablemente había sido un artículo bastante caro para su
época, una embarcación de lujo, seguramente. Adaptando el Feng Shui a
una casa flotante sería un desafío que disfrutaría, Rachel tuvo que
admitirlo.

—Este barco no se mueve, ¿o lo hace? Quiero decir, no estás planeando


conducirlo a diferentes lugares, ¿verdad?

Él se echó a reír.

—No, está anclado de forma permanente. Si supieras todo el trabajo que


tuvimos moviendo esta cosa desde Houma hasta aquí, entenderías por qué
88
me estoy riendo. Se lo compré a un amigo de mi hermano René, en un
ataque de locura, supongo. O bien, estaba borracho. De cualquier manera,
me he encariñado con el viejo barco.

—¿Cuánto dinero quieres gastar? ¿Ves esto como una residencia


permanente, o algo temporal?

—No tengo idea de lo que voy a estar haciendo mañana, y mucho menos a
largo plazo. Pero ya que estoy viviendo aquí, estoy listo para renunciar a
un poco de dinero. Trae las ideas y los montos, y decidiré a partir de ahí.

—Lo primero es lo primero. Hay que deshacerse del desorden.

—¿Desorden? ¿Qué desorden?

Realmente, los hombres no tenían ni idea a veces.

—Como el papeleo que desborda el escritorio y los marcos de las ventanas


y la mesa de la cocina. Como el arte de pesca de toda la cubierta exterior.
Como las ropas esparcidas aquí y allá. Como la silla en el centro de la
habitación. Como el motor a un lado de tu cama, que supongo que es un
barco de motor. Como la colección de botellas de vino en los marcos de las
ventanas. El ajuar al lado del refrigerador.

—Eso no es desorden. Es un caos organizado.

—Desorden —repitió enfáticamente—. Hay un montón de chi negativo en


este lugar, y sospecho que la mayoría de la mala energía proviene del
desorden. Sabes lo que dicen sobre el desorden, ¿no?

—No puedo decir que he conversado sobre el desorden antes.

Ella le lanzó una mirada por su sarcasmo, luego continuó.


—El desorden no es más que una decisión aplazada. Y tienes un montón
de decisiones postergadas descansando por aquí.

—Ahórramelo, Señor. Estoy con una mujer hermosa, y estamos hablando


de desorden. —Rodó sus ojos desesperadamente.

Ella ignoró su comentario, bajo su cuaderno y empezó a caminar de nuevo


a través de las habitaciones, sus brazos extendidos, como una persona
ciega. A veces cerraba los ojos para obtener el efecto completo.
89
—¡Oh, mierda!, ¡quiero decir, oh, maldito! No estás en esas cosas de woo-
woo, ¿verdad? Creo que no quiero que traigas cualquier tontería vudú a mi
casa.

Sus ojos se abrieron de golpe.

—No, no estoy en woo-woo. Pero me sorprende de ti. Un niño grande como


tú asustado del vudú.

—Querida, cualquier persona con un poco de sentido tiene miedo de vudú.


Mejor que aprendas eso si vas a estar en el Sur por mucho tiempo.

Ya que ella no tenía la intención de estar aquí tanto tiempo, no dio a su


advertencia mucho peso.

—Bueno, creo que deberíamos tener algunos presupuestos de la claraboya.


Eso es lo que va a hacer la mayor diferencia. Luego, tenemos que traer a
un carpintero que limpie profundamente todo este ciprés. Tiene una pátina
maravillosa en él. Aun así, se verá mucho mejor cuando esté limpio. A la
cocina le vendría bien un poco de remodelación.

»Me gustan los aparatos vintage, pero si reemplazamos la mesa con una
cabina integrada en la esquina, le daría mucho más espacio. Finalmente,
creo que un poco de tela de color rojo en los asientos de los bancos y sobre
las ventanas haría maravillas, además de una alfombra oriental resistente
a la humedad. Originalmente, le dije a Charmaine que el rojo sería bueno
para su spa, pero creo que tú lo necesitas mucho más. Junto al negro, el
rojo es uno de los colores más poderosos.

—¿Rojo? ¿Rojo? —farfulló—. ¿Vas a convertir esto en un departamento de


soltero estilo Austin Powers?
—No. Voy a darte un hogar cómodo y con clase. Ahora, sobre el cuarto de
baño. Es lamentable. —Sólo había una cabina de ducha, lavabo e inodoro
en el espacio de 1m por 1m.

—Sabes, si vamos a estar gastando algunos billetes grandes aquí, me


gustaría una de esas super-duper, cabinas de ducha de alta tecnología. Ya
sabes, esas que tienen chorros de agua golpeándote desde todos los
ángulos. Y genial iluminación.

—En otras palabras, sexy —comentó ella secamente. 90


—Sí. —Él movió sus cejas hacia ella.

—¿Tienes suficiente presión de agua para algo como eso?

—Debería tenerla. Hay un enorme generador de gas para operarla y una


cisterna en la colina. No puedes verlos porque están protegidos por altos
arbustos de magnolias.

Ella asintió, luego se trasladó a la habitación.

—¿Estás satisfecho con esta cama?

—¿Qué si he sido complacido en esta cama? —Deliberadamente, la


malentendió, con una sonrisa perezosa arqueando sus labios.

Y, no, no, no, no estoy pensando en esos labios. Y, sí, sí me molesta que
tenga una cama aquí en la que podría haber dormido con otras mujeres. No
es que alguna vez vaya a dormir aquí. No es que este incluso pensando en
cómo sería. No es como si mi cerebro no esté en una importante crisis
hormonal.

—Lo que quise decir fue... esto es una cama matrimonial. Eres un hombre
grande. ¿No preferirías una king-size?

—¿Cabría?

—Bueno, sería un poco apretado, pero podría hacerse si quitamos los dos
vestidores y los reemplazamos con más muebles empotrados. Y si
quitamos el desorden.

Hizo una mueca, como si él captara su punto.

—Lo que sea que pienses.


—Otra cosa a considerar. La colocación de la cama puede ser importante.
Uno siempre quiere tener una visión clara de la puerta, pero aparte de eso,
si la cabecera apunta al norte, promueve el sueño de sonido. Si apunta al
oeste, promueve el letargo o la pereza. Si apunta al sur, promueve la
irritabilidad.

—¿A qué lado tiene que apuntar para promover el sexo sudoroso y
caliente?

Ella sacudió la cabeza ante sus bromas. 91


—En realidad, hay algunas cosas, pero podemos discutir eso más tarde.

—¡Oh, chico!

—Y, ahora que lo pienso, una cama king size podría ser mejor, situada en
esquina con los pies de la cama frente a la puerta. Por lo general se
recomienda que algún tipo de armario sea colocado en el fondo de la cama
para alentizar la energía, pero estoy pensando que tu ajuar se vería
hermoso allí.

—Hermoso. —Hizo una mueca—. ¿De quién fue la brillante idea de frenar
la energía en la cama, por cierto? No de un hombre sano, macho lleno de
sangre caliente, estaría dispuesto a apostarlo.

—¿Vas a discutir sobre todo lo que sugiero?

—Probablemente.

—En términos de mejora a tu vida amorosa, podríamos crear un rincón


romántico en la esquina suroeste de allí. Incluir algunas figuras de
enamorados o piedras en forma de corazón. Quizás algunos cristales,
también.

—No puedes estar hablando en serio. Eso suena demasiado chica-chica


para mí. Además, pones algún santuario al amor en la esquina y mi tía va
a quemarlo y poner algunas estatuas de San Judas, también.

—¿No es San Judas el santo patrón de las causas perdidas?

—Sí —admitió. Entonces—: Nada de esquinas románticas.

Regresaron a la zona del salón. Remy vertió soda fría en dos vasos y le hizo
señas para que se sentara en la mesa de cocina enfrente de él.
—Háblame de este asunto del Feng Shui y cómo funciona.

Tomó un sorbo de la bebida fría, que era refrescante, aunque la casa


flotante no estaba caliente, con la brisa fluyendo del bayou y el ventilador
de techo. El chapoteo del agua contra el barco, el canto de los pájaros por
todas partes, una serenidad que desafiaba cualquier descripción... de
verdad, Rachel sería una tonta al no reconocía el encanto de este lugar. De
hecho, uno de los activos más fuertes que tenía la guarida de Remy era su
colocación en el agua, que casi siempre traía un chi fresco.
92
Con suerte, sólo construiría sobre los activos que ya estaban ahí, no
debilitándolos.

Pero en cuanto a su pregunta.

—Cuando empecé a estudiar decoración en la universidad, estaba sólo


interesada en los métodos tradicionales. Pero hice mi pasantía con Daphne
Fields, una mujer interesante en D.C. que practica Feng Shui. Ahora,
trabajo con ella. Daphne me enseñó que el Feng Shui es un antiguo arte
con implicaciones modernas. Es una manera de rediseñar tu casa para
redirigir la energía, el objetivo es la armonía o el equilibrio. ¿Eso tiene
sentido?

—Todavía no. Continúa.

—Es todo sobre el yin y el yang, dos extremos opuestos del espectro de
energía y cómo unirlos. Claro y oscuro, activo y pasivo, duro y suave,
hombres y mujeres, todo es un acto de equilibrio.

—Hey, he oído hablar del yin y el yang. Son sexuales, ¿no es así?

Ella tuvo que sonreír ante su mente de una sola pista.

Remy le devolvió la sonrisa, y Rachel sintió que su mundo se inclinaba


sobre su eje. Temía que se estaba enamorando de este pícaro cajún.

¿Era esto lo que se conocía como amor a primera vista?

¿O amor a primera lujuria?

¿O acaso su loquita tía puso un hechizo sobre ella?

Lo que sea.
Rachel estaba tentando al diablo aquí, y en lugar de correr por su vida, le
dio un mental choca esos cinco.

93
Capítulo 7
Traducido en SOS por Curitiba, ஓ¥anliஓ y Nelshia

Corregido por ♫♪AMYYY♫♪

94
Pero entonces habló de su trasero

Remy miró a Rachel sentada frente a él, y tuvo que sonreír ante la forma
en que su mente trabajaba. Le encantaba burlarse de ella. Le encantaba la
forma en que se giraba hirsuta como un erizo con el menor insulto. Le
gustaba cómo hablaba con tanto entusiasmo de su trabajo. Le encantaba
la forma en que su camiseta rosa con mariposas le abrazaba el cuerpo y le
mostraba la cima de los pezones erectos. Realmente, realmente le
encantaba la curva de su trasero en esos pantalones de media pierna
blancos. Y, por supuesto, todavía le encantaba esas uñas del pie en color
coral.

La verdad sea dicha, le encantaban demasiadas cosas sobre ella.

—Deja de mirarme así —le ordenó.

—¿Así cómo? —¡Uh-oh! Apuesto que me veo como si quisiera saltar sobre
sus huesos, que es lo que quería.

—Como si fuera un banquete de nueve platos y ya estás afilando el


cuchillo y el tenedor.

Ella está en lo correcto.

—Sería una descripción adecuada —dijo con una sonrisa—. Siempre y


cuando no esté babeando.

Ella exhaló un sonido ahogado de disgusto.

—Sabes, no entiendo por qué dices esas cosas. No soy nada especial,
físicamente. Créeme, he tenido este desastre en mí desde hace algún
tiempo.
—¿Eh? ¿Quién ha estado golpeando ese tambor?

Una sombra ligera de color rojo floreció en sus mejillas.

—Mi ex-novio, David. Es un cirujano plástico, por lo que es un experto en


la perfección de la forma humana.

Más como un experto en estupidez.

—Creo que eres perfecta.


95
—¡Oh, por favor! Sólo quieres tener sexo.

Se estremeció ante su crudeza.

—Claro que sí —admitió—, pero eso no significa que estoy mintiendo


acerca de lo perfecta que eres.

—En primer lugar, tengo el cabello rojo. Cabello rojo rizado, cuando no lo
estiro químicamente. Esto es una desventaja definitiva en el departamento
de belleza. En mi libro, de todos modos. He luchado toda mi vida. Bromas
sobre la Pequeña Huérfana Annie37, chistes de pelirroja, lo que sea, lo he
oído.

—Tienes razón en eso —bromeó—, aunque yo voy admirar el cabello rojo


más y más.

—Pendejadas —ella respondió.

Más crudeza. ¿Él ocasionaba eso en ella?

—Si tienes que saberlo, mi mayor defecto es... oh, Dios, no puedo creer
que vaya a revelar esto. —Su cara se puso roja.

—¿Qué?

—Tengo un gran trasero.

Estiró el cuello como si tratara de ver alrededor de la mesa.

—Ponte de pie para que pueda comprobarlo.

37
Little Orphan Annie: Pequeña huérfana Annie, fue una tira de prensa diaria
estadounidense creada por Harold Gray y publicada por Tribune Media Services donde la
niña tenía cabello rizado rojo.
—Ni en un millón de años.

Él comenzó a reír entonces. Se dio cuenta de que a ella le gustaría cruzar


la mesa y darle una buena cachetada. Pero no podía detenerse.

—No es gracioso. David me compró una máquina de Buster Butt sólo para
ese propósito. Por no hablar de todos los otros equipos de ejercicio. Dios,
odio hacer ejercicio. ¿Te gusta hacer ejercicios?

—Depende de qué tipo —se las arregló para dejar escapar a través de su
96
constante risa. Su ex tiene que ser un infierno de hombre. Incluso él sabía
lo suficiente para no comprar a una mujer un Buster Butt, aunque ella
tuviera un culo del tamaño de una carroza de Mardi Gras38.

—David me dio un tipo diferente de equipo de ejercicio para cada vacación,


Navidad, cumpleaños, Día de San Valentín. Y tenía un horario pegado en
el refrigerador detallando las rutinas a hacer, todos los días. Según él, era
por mi propio bien.

Él se limpió los ojos y trató de contener la risa. ¿Por qué debería estar tan
contento con el despiste de otro hombre? Por otra parte, no, no lo estaba.
Él estaba feliz de que Rachel hubiera estado tan infeliz con este hombre.
No le gustaba la idea de que podría estar teniendo remordimientos, o estar
considerando volver con él. Hombre, oh, hombre, se dirigía por un camino
peligroso, y lo sabía. Finalmente se calmó y dijo tan serio como pudo:

—En serio, Rachel, tienes un muy buen trasero. Me di cuenta la primera


vez que te conocí.

—No lo hiciste. ¡Qué mentiroso!

—Lo hice. Pregúntale a Luc.

—¿Hablaste sobre mi trasero con otra persona? ¿Otro hombre?

—Él es mi hermano, así que no cuenta.

—¿Qué tipo de insana lógica masculina es esa?

Él se encogió de hombros.

—En pocas palabras: Tienes un trasero atrevido, audaz. Haz alarde de él,
nena. —Hey, si ella podía ser cruda, él también podría serlo.

38
Mardi Graz – Famoso carnaval de Nueva Orleans.
Ella prácticamente gorgoteó de indignación.

—¿No deberíamos regresar al negocio del Feng Shui?

—Absolutamente —dijo, obviamente encantada de cambiar de tema.


Realmente alegre. ¿Qué pasa con las mujeres y sus fijaciones en el tamaño
de sus traseros? Los hombres no se preocupan por esas cosas. Ahora el
tamaño de lo que colgaba del otro lado, eso era otra cosa, totalmente.

Lo que debería hacer era cortar esta pequeña conversación y enviarla por
97
su cuenta. Entonces debería: 1) Emborracharse, 2) Echarse un polvo,
o 3) Emborracharse y echarse un polvo. En un esfuerzo por frenar este
aumento progresivo de la obsesión que estaba desarrollando por esta
mujer. Entonces, ¿qué hizo? Le dijo:

—Quiero saber más sobre el Feng Shui. —¡Como si le importara el culo de


una rata como ella decoraría su casa flotante! Él sólo quería tenerla aquí
un poco más, para escuchar el sonido de su voz, para observar sus
pezones.

Pero ella lo compró y de inmediato se lanzó a su discurso sobre el Feng


Shui 101.

—Hay tantas cosas beneficiosas que el Feng Shui puede hacer por una
persona. Mejorar la salud. Mejorar el sueño. Cómo acelerar un negocio.
Relajarse. Un mayor control de la propia vida. Iniciar una nueva carrera.
Vender una casa. Conseguir un trabajo. Romance.

—¿Romance? ¿Cómo puede el Feng Shui ayudar a una persona con el


romance?

—Bueno, supongamos que tiene una mujer sentada en la posición


incorrecta en un cóctel, digamos, de espaldas a la puerta, y ella está
mirando hacia el este con el chico que está tratando de atraer hacia el
norte. Esto significa que ella está en la posición más agresiva, y él está en
la posición tranquila, lo que sería intimidante para la mayoría de los
hombres. Ella debe mirar hacia el norte, y el hombre debe enfrentarse al
oeste.

¿Eh? ¡Qué montón de ya-sabes-qué! Lo que la mujer debe hacer es usar


medias transparentes, tacones altos y una falda corta. A continuación,
sentarse y cruzar las piernas enseñando su coño. O abrir las piernas, al
estilo de Sharon Stone, si tiene coraje. Eso sí llamaría la atención del tipo,
ga-ran-ti-za-do. Pero lo que dijo Remy fue:

—¡Qué interesante! —No era ningún tonto.

En ese momento, sonó su teléfono celular. Una revisión rápida del


identificador de llamadas reveló que era su contacto en la DEA, Larry Ellis.

—Perdón por un minuto. Tengo que tomar esta llamada.

—Claro, tengo que tomar algunas medidas de todos modos. 98

Salió a la cubierta por un poco de privacidad.

—¿Qué pasa, Ellis?

—Un acuerdo se está formando esta noche. Una barcaza entrará en el


golfo cerca de la media noche, luego descargarán en barcazas más
pequeñas o balsas de río que viajarán a uno o varios bayous para
descargar, no estamos seguros. ¿Está instalado el equipo de visión
nocturna?

—Sí.

—Entiendes la forma en que vamos a ejecutar esta operación.


Permanecerás en el helicóptero en todo momento. Tú no vas a participar
en cualquier acción.

—Sí.

—¿Estarán en el aeropuerto antes de las mil horas?

—Sí.

—Una última cosa: Esto es un negocio peligroso, Remy, no te dejes


engañar pensando que estarás a salvo dentro de tu helicóptero o en
cualquier otro lugar si descubren tu identidad. Hagas lo que hagas,
mantén un perfil bajo. Sé consciente de la seguridad en todo momento.

—Sí.

Otra razón para no involucrarse con Rachel, o cualquier mujer, en este


momento. No sólo su seguridad, sino la de ella, podrían estar en peligro.

Pero luego entró nuevamente en la casa flotante y consiguió un buen


vistazo a lo que Rachel estaba haciendo. Usando un patrón plegable para
medir su oficina alcoba, ella estaba sobre sus manos y rodillas con el culo
al aire.

Si eso es un gran trasero, entonces, ¡whoo-ee, nena!

Su cerebro conscientemente seguro acaba de volar un fusible.

***
99

Serpientes, caimanes y cangrejos, oh mi…

Tres días más tarde, Nana despertó a Rachel y a Beau al amanecer para
una temprana expedición, de usos múltiples en los pantanos. Para recoger
los huevos de pato. Desenterrar endivia silvestre. Recoger moras. Y en caso
de Beau, para disparar a un conejo o dos para una adaptación especial de
un plato tradicional cajún, que habían nombrado "Jampalaya Saltarina.
¡Caray! Era el favorito de Beau, y hoy era su vigésimo primer cumpleaños.

Mirando furtivamente por la ventana, Rachel jadeó sobre lo que debía ser
un ritual de rutina para las personas que viven aquí, pero una
espectacular vista para un recién llegado como ella. El cielo oscuro antes
del amanecer comenzó a palidecer lentamente a un color gris azulado, y de
repente estallando con el azul brillante cuando el nuevo día llegó rápido,
como el flash de la lámpara de la cámara. Todas las aves
zancudas‒garcetas, ibis, garzas y muchos otras, surgían de sus refugios
en rápidas nubes, en busca de un lugar para alimentarse. Los sonidos de
la mañana en el bayou, especialmente la gran cantidad de cantos de
pájaros, llenaban el aire.

Rachel se duchó y logró abrir sus ojos con una taza de café au lait, el estilo
de Nana, que involucraba una taza de leche caliente, la mitad de lo que era
crema, rematada con una buena cantidad de fuerte café de achicoria. Si no
tenía cuidado, iba a tener que invertir en una máquina de ejercicios.

¡No!

Algo tendría que hacer, sin embargo, porque aquí venía Nana con platos de
la tan popular salchicha cajún, boudin, huevos escalfados, tostadas con
mantequilla y pan casero, y el reconstituido jugo de naranja. En el
fondo, "Jolé Blon" tocaba en una estación de radio local. Rachel reconoció
la canción, en este caso, cantada por el grupo popular de Beau Soleil,
debido a que su primo había estado enseñándole sobre la a veces ruidosa,
a veces conmovedora música cajún que era especial para esta región. Nana
puso un plato delante de Beau y otro frente a Rachel, pero se aseguró de
darle una palmadita en el hombro como si se hubiera convertido en su
costumbre, como si Rachel necesitaba tranquilidad de la continua
presencia de su abuela en su vida.
100
—Entonces, ¿qué vas a hacer en tu cumpleaños? —le preguntó Rachel a
Beau cuando había comido la mitad de su deliciosa comida. La abuela se
había sentado a la mesa con ellos, con porciones más pequeñas de todo.

—¿Te refieres a despué de que salga con nosotras esta mañana,


y despué de que se coma su cena de cumpleaños esta noche? —intervino
Nana antes de que Beau tuviera la oportunidad de responder.

—Quiero ir al Swamp Shack esta noche. Escuchar buena música cajún. —


Le dio a Rachel una mirada significativa de último—. Bailar un poco. Tener
mi primera bebida legal, ahora que tengo veintiuno.

—¿Swampy? ¿Ese honky-tonk más arriba en Houma? —exclamó Nana


indignada—. Tú no vas a ir de taberna en taberna. No, no señor.

—Bueno, abuela, no dije nada de ir de bar en bar. Sólo un lugar, y no es


un mal lugar, tampoco.

—No vas ir cavando en busca de oro en un cobertizo.

—¿Quién está en busca de oro? Yo no. Y no estoy buscando a ninguna


mujer tampoco, si es eso lo que insinúas.

—Nada más que problemas en esos clubes de alcohol.

—Rachel va conmigo.

—¿Yo?

—Sí, una especie de regalo de cumpleaños para mí —respondió con un


guiño hacia ella. Si supiera cuan ridículo lucía. Su peinado en la mañana
parecía un pajar que había sido atrapado en una tormenta de viento.
—Bueno, no lo sé —dijo Rachel—. Tengo que ir a la casa flotante de Remy
LeDeux esta tarde y reunirme con el contratista sobre la claraboya.
Además, Charmaine y yo tenemos que recoger algunas telas de tapicería
de su spa.

—No vamos a ir hasta las nueve. Tendrás un montón de tiempo —declaró


Beau.

—No me gusta que te asocies con esos LeDeuxs, no, no me gusta. Mala
compañía, seguro. Sobre todo ese Remy. Él es problemas, chica. Puedo 101
sentirlo en mis huesos.

—Estoy trabajando para ellos. Eso es todo lo que es. Trabajo —dijo Rachel,
aunque se sentía como una mentira—. Además, me gusta Charmaine.

—Su madre era una estríper —señaló Nana.

—¿Y qué? Mi madre no era mucho mejor.

Nana hizo un sonido de carraspeo, no una concesión, pero no en acuerdo,


tampoco.

—Nana, ni siquiera he visto aún a Remy desde que originalmente firmé el


contrato para hacer el trabajo hace tres días. Está fuera de la ciudad, creo.

Justo en ese momento, su helicóptero sobrevoló, verdaderamente bajito,


como anunciando su regreso, casi como si dijera, de cerca y en persona,
"Aquí estoy, listos o no."

Rachel gimió.

Su abuela arqueó las cejas de una forma presumida.

Beau soltó una carcajada.

Rachel probablemente debería haber cedido a los deseos de su Abuela


sobre los LeDeuxs, tan irracional como sus prejuicios en contra de ellos
parecían ser. Pero, maldita sea, toda su vida había tratado de ser buena, a
la altura de las expectativas de otras personas, de los potenciales padres
adoptivos, de David, todo el mundo, verdaderamente. Era tiempo para vivir
por sus propias normas. Para ser fiel a su propio ser, para variar.

A las siete de la mañana, la temperatura y la humedad ya se disparaban.


La blusa de manga larga de Rachel se pegaba a su espalda y riachuelos de
sudor corrían por detrás de los muslos en sus vaqueros calientes mientras
ella y Beau seguían a su abuela por un camino. Rachel era demasiado
cobarde para usar pantalones cortos en un área donde los mosquitos del
tamaño de pelotas de golf, adoraban nada más que representar una
maniobra kamikaze en la carne virgen. Nana aseguraba que el jabón de La
Piel Suave de Avon en el baño era un repelente bastante bueno para
cualquiera. Tal vez sea así. Rachel recordó haber escuchado hace años que
la Piel Suave, que originalmente era apenas un aceite de baño, se hizo más
conocido por el boca en boca como un insecticida que como un producto
de belleza, e incluso los cazadores y pescadores lo aplican en abundancia.
102
En lugar de estar horrorizado, Avon se subió al tren y empezó a
comercializar ese activo, también.

La vestimenta de Rachel fue pensada como protección contra los insectos,


pero también albergaba un temor floreciente a las serpientes apareciendo
de la nada, dando un vistazo a su piel desnuda, y anunciando en voz alta
en el idioma reptil, ¡Fiesta!

Su abuela llevaba una gran cesta en un brazo, Rachel lleva un cubo de


esmalte azul y blanco, y Beau llevaba un rifle. El camino en el que
anduvieron era bastante amplio y despejado, pero a veces un arbusto o
árbol tuvo que ser rodeado. El vapor se levantaba de la exuberante
vegetación como el comienzo un nuevo día.

En realidad, era otro mundo aquí, otro mundo siempre cambiante. Arriba
las nubes se arremolinaban y se retorcían sin cesar de la alta humedad,
un hermoso fenómeno característico de la región. Aquí, los colores, los
olores, los sabores, el ambiente, todo era a la enésima potencia. Nunca un
simple rojo, sino un color rojo brillante. Ni el azul, sino un azul intenso o
de un azul cristalino o azul oscuro como la medianoche. Un jardín del
Edén en muchos aspectos.

Curiosamente, sin esfuerzo, la propiedad de nana caía en perfecta


conformidad con los principios del Feng Shui, sobre todo porque nadie
había interferido con la flora y fauna natural. La naturaleza proporcionó
su propio balance de elementos contrastantes. Incluso dentro de su casa
rústica, marrones terrosos, beige y bronceados siempre una armonía que
los decoradores trabajaron duro para lograr.

Llegaron a su destino.

La mamá y papá patos nadaban en medio de la corriente, picoteando las


delicias acuáticas, pequeños puntos verdes que flotaban sobre el
agua, cuando se metieron sigilosamente en el nido. Nana rápidamente
hurtó cinco de los huevos, dejando uno "para la suerte", y los colocó
cuidadosamente alineados en su cesta trenzada. Ella había desenterrado
los racimos de la achicoria con una herramienta de punta especial. Beau
montaba guardia todo el tiempo.

Las serpientes y otros animales aparentemente ansiaban huevos.

—Los huevos de pato hacen la más mejor torta de vinagre —anunció Nana,
relamiéndose los labios. 103
Luego, recogieron moras hasta que sus estómagos estaban llenos, con las
manos manchadas, y el cubo desbordándose. Luego se sentaron en varias
grandes rocas por la corriente ante la insistencia de Nana porque ella
estaba sin aliento.

Cerca, una zarigüeya cavaba en la tierra húmeda de la orilla, en busca de


larvas, Rachel supuso.

—¿Vas a hacer un pastel con esto? —preguntó Rachel, mirando hacia


abajo el cubo de las bayas.

—Pues no. Voy a hacer conserva esta vez. Tengo que reponer mi reserva.
Nada como mermelada de bayas en el pan caliente en un día ventoso de
frío invierno.

Rachel no podía imaginar un día en Louisiana, aunque invierno, siendo


frío. En cuanto a los suministros de su abuela, bueno, ¡santa vaca! Ella
había mostrado a Rachel su sótano hace unos días donde tenía estanterías
del suelo al techo bajo llenas con frascos de todo, desde frutas en conserva
hasta chow-chow de patas de cerdo en escabeche para gumbo, lotes de
gumbo. Además de eso, una cava congelador de batería estaba medio llena
con peces del lugar envueltos en papel blanco, caza silvestre, carne de
cerdo en cada variedad, chuletas, asados, jamones, tocino, scrapple,
souse-pavo, pollos, incluso cocodrilo y serpiente. Sí, serpiente, Nany dijo
que sabía como a pollo cuando se saltea con mantequilla, a la que Rachel
había respondido:

—Nunca lo sabré.

Una repentina pregunta se le ocurrió.


—Nana, ¿Tú y Beau son capaces de sobrevivir con su propio cultivo, los
animales, complementada por la caza, la pesca, huevos de caza y la
recolección de bayas?

Nana se encogió de hombros.

—Más o menos. Tengo un pequeño cheque del Seguro Social del Tío Sam
como de Justin y me gusta vender azúcar a la cooperativa, y eso saca los
impuestos. Eso es suficiente para que nosotros salgamos adelante, junto
con las ventas de pieles de Beau. Además, él les vende la carne a sus 104
presumidos restaurantes en Naw'lins donde la gente paga grandes
cantidades de dinero para comer tales carnes como la zarigüeya y la
ardilla.

—No te he visto salir a poner trampas últimamente —dijo Rachel a Beau.

—La captura es mejor en el invierno cuando las pieles son más gruesas —
respondió.

—No comenzara de nuevo hasta dentro de dos meses más o menos.

¡Gracias a Dios! Yo estaré lejos para entonces.

Al principio, Rachel había compadecido a su abuela y Beau, por estar


viviendo de una manera tan primitiva, en lo que parecía un mero nivel de
subsistencia para ella, pero se dio cuenta que se había equivocado. Se
ocuparon de sus propias necesidades mediante el trabajo duro. Tomaron
de la tierra, pero la trataron con respeto. A excepción de unas pocas
extravagancias, como la televisión y antena parabólica para que la abuela
pudiera ver sus programas y Emeril Live, y Beau podía ver las carreras
Nascar, algo que debe hacerse aquí en el Sur, tenían todo para que ser
felices, o al menos contentos. No era una mala vida. Realmente.

Y eso hizo a Rachel preguntarse acerca de su propia vida. Había trabajado


muy duro desde que se graduó de la universidad hace una década. ¿Para
qué? ¿Dinero? ¿Éxito? ¿Autosatisfacción?

¿Era feliz?

Bueno, sí, hasta cierto punto. Disfrutaba decorando, en especial de los


aspectos del Feng Shui de la misma. Y se sentía orgullosa de su trabajo.
¿En cuanto al éxito? Si el dinero fuera un indicador, era muy exitosa.

En pocas palabras, ¿Soy realmente feliz?


No totalmente, fue su respuesta inmediata.

Fue sólo ahora que empezaba a darse cuenta de por qué. Era la familia,
pura y simple. Oh, no familia tal como se define por los bebés y todo eso.
Ella dejó a David por su autocrática toma de decisiones, no por el tema del
bebé en sí mismo. Pero echaba de menos ser parte de una familia, sus
padres adoptivos habían muerto con seis meses de diferencia cuando
estaba en el último año de universidad. Nunca había experimentado la
vida familiar mientras era niña. Eso le hizo preguntarse si realmente
anhelaba tener una familia propia, incluyendo bebés. Hmmm. Algo en qué 105
pensar.

Lo más curioso sucedió entonces. En su cabeza brilló una imagen de un


niño con el pelo negro y los ojos oscuros Cajún, jugando con, de todas las
cosas, un cocodrilo de mascota.

Rápidamente, Rachel sacudió su cabeza de un lado a otro para librarse de


la ridícula, extravagante, noción fuera-de-cuestión. Porque no había duda
en su mente en absoluto. El niño que acababa de ver pertenecía a Remy
LeDeux.

—¿Cuál es el problema? ¿Tienes un insecto en tu oído? —preguntó Beau.

Rachel se dio cuenta de que todavía estaba sacudiendo la cabeza.

—No, simplemente soñando despierta.

—Sobre Remy LeDeux, sin duda —se quejó la abuela.

—Estaba imaginando muestras de tela en mi cabeza —mintió Rachel.

No podía engañar a la abuela.

—¿A dónde a llegao el mundo cuando un Fortier va todo patizambo y con


la cabeza lanosa por un LeDeux?

¿Yo? ¿Patizambo y con cabeza lanosa? Simplemente perfecto.

—Es hora de ir a cazarnos algo de cenar —dijo Beau, levantándose y


extendiéndose por su rifle.

Oh, Dios, ¿voy realmente va a ver a alguien matar a un pequeño conejito?


¡Jah! ¡No si puedo evitarlo!
—Un momento, Beau. Me preguntaba, uh, vamos a hacer un trato. Si
renuncias a la caza de conejo hoy, voy a hacerte los mejores macarrones
con cinco quesos que has probado en toda tu vida, coronada con un flan
de caramelo de postre.

Beau parecía interesado, pero vaciló.

—Supongo que no estarías de acuerdo en ir al The Swamp Shack conmigo


esta noche, como un pequeño lagniappe añadido.
106
Rachel sabía incluso antes de venir a Louisiana que lagniappe era la
antigua costumbre francesa de los comerciantes de lanzar en un poco de
algo extra para un cliente. Al igual que un panadero que da un patrón de
trece donas, en lugar de una docena.

—¿Cuántos quesos dijiste había en ese plato? —preguntó la abuela.

—Nunca fui parcial al queso. Y caramelo.

—Rachel miró a Beau, quien prácticamente se regodeaba.

—Swampy será —ella estuvo de acuerdo. Rachel podía jurar que oyó una
risa en la cabeza.

***

Un ángel de garito, o lo que sea

Remy estaba de humor para un buen rato esta noche.

Se sentó en una mesa redonda en la primera fila con Luc, Sylvie,


Charmaine y uno de sus nuevos amigos de la DEA, Larry Ellis, que no
podía dejar de mirar embobado al pecho de Charmaine en una corte-bajo,
brillos-en-la-oscuridad, destellante camiseta que mostraba un logotipo
sugerente de peluquería, ¡Voltea eso! Uno pensaría que Larry nunca había
sido testigo de los efectos de un sostén push-up antes.

Remy había trabajado duro toda la semana, y necesitaba un poco de


relajación y descanso. La cerveza descendió suave y fría, la compañía le
calentaba el alma y la música... bueno, ¿Quién no sería feliz cuando la
buena música Cajún se tocaba en la máquina de discos?
René estaría aquí pronto con su grupo para ofrecer algo de entretenimiento
en vivo. No podía esperar. The Swamp Rats eran una leyenda local. El
lugar estaba lleno de gente, especialmente esta noche, anticipando una
repetición de la reconocida música cajún de The Swamp Rats, mezclada
con un poco de zydeco. René debería haber llegado hace horas, pero la
fiesta de la boda se había alargado por la lluvia en la sesión de fotos. Su
hermano había pedido a Remy ir a su apartamento y coger una muda de
ropa y su acordeón.

Una versión lenta de "Cajún Born" estaba sonando ahora, y Luc se levantó, 107
extendiendo una mano a Sylvie. Habían estado casados desde hace cuatro
años, pero nunca lo sabrías por la forma en que se miraron entre sí. Sylvie
enlazó sus brazos alrededor del cuello de Luc. Luc curvó sus manos
alrededor de su cintura y tiró con fuerza, así que estaban pegados el uno
contra la otra. Su baile era poco más que un balanceo de un lado a otro,
pero, hombre, oh, hombre, era el mejor baile que Remy había visto en su
vida. Durante todo el tiempo ellos sólo se quedaron mirando a los ojos, con
una pequeña sonrisa en sus labios.

Las paredes del pecho de Remy se apretaron con un feroz anhelo.

Si tan sólo...

¿Y si...

¿Son almas gemelas destinadas...

Esos medio pensamientos flotaban por la mente de Remy mientras trataba


de entender sus emociones. Le había llevado tres días limpiar una bruja
pelirroja de su mente, y él había tenido éxito, maldita sea. ¡Suficiente! Era
sábado por la noche. No hay tiempo para ser cursi.

En ese momento, alguien tiró del enchufe en la máquina de discos. En


silencio asombrado, todos se volvieron hacia la puerta principal, donde un
hombre con un esmoquin, Clarence Dubois, dejó escapar un grito rebelde
salvaje, luego jaló a su novia a través de la puerta con él, él cargaba una
guitarra en la otra mano. Sus acompañantes, que también pasaron a ser
antiguos miembros de la banda, siguieron, bailando de una forma
serpenteante hasta el pequeño escenario, ya cantando y tocando sus
instrumentos- violines, acordeones, trompetas, frottoirs, que eran tablas de
lavar sobre-el-hombro. Una fuerte y ruidosa versión de "Sugar Bee" llenó el
aire. René, todavía en un esmoquin, como el resto de la fiesta, tocaba un
acordeón medio. Ondeando mientras se escabullía.

Una vez en el escenario, uno de los miembros de la banda se hundió en el


taburete de piano.

De inmediato se hizo la transición a "Colinda ", que el novio le cantó a su


novia, a quien había traído al escenario con él. Era una vieja canción, y
sólo una coincidencia que el nombre de la novia resultara ser Colinda,
también. Cuando cantó "Mi Colinda," era como si se hubiera escrito la 108
canción él mismo para su propia novia.

La multitud cantó junto con la banda, aplaudiendo al ritmo de la música.

Remy se inclinó hacia atrás en su silla, tomó un trago de su bebida botella


de cuello largo de cerveza sureña, y escaneó la gran sala. Siempre era una
buena idea mantener un ojo en los extraños, personajes sospechosos que
podrían estar en la zona vendiendo drogas, en busca de conexiones, ese
tipo de cosas. El pantano tiene una extensa vid y sus habitantes estaban
al tanto de cualquier recién llegado a la zona. Sin embargo, era mejor estar
sobre sus dedos de los pies, teniendo en cuenta su trabajo.

Mientras rápidamente escudriñaba la habitación, su búsqueda visual se


enganchó a una mujer en un vestido rojo, de pie cerca de la barra. Luego
se disparó hacia atrás en una toma doble de enorme magnitud.

Era Rachel Fortier, con su primo Beau, quien estaba insinuándose a una
chica en jeans ajustados y un sujetador push-up, el atuendo de moda esta
noche, al parecer. Pero las damas del sujetador push-up no tenían nada de
Rachel, que llevaba un vestido corto, más caliente-que-el-pecado rojo con
tirantes delgados sólo lo sostenía. Su pelo rojo en una masa nebulosa a su
alrededor, por la espalda y por encima de sus hombros al descubierto,
sostenido fuera de su rostro ligeramente por pasadores a cada lado. Sus
sandalias de tacón alto la hacían más alta de lo normal. Ella era
demasiado elegante para esta gente por una milla yanqui, pero a quién
infiernos le importaba. Se veía como la pura tentación, la representación
de Eva en el Jardín del Edén. Él no era Adam, pero malditamente
sospechaba que estaba a punto de morder la manzana.

Rachel se veía como si quisiera hundirse en el suelo avergonzada por toda


la atención que atraía. De hecho, se volvió sobre sus talones y se disponía
a huir cuando la agarró del brazo y tiró de ella para detenerla.
—Whoa, querida. ¿A dónde vas con tanta prisa?

—Tengo que salir de aquí.

Si él fuera un hombre inteligente, la acompañaría a su coche y diría “Hasta


la vista, azúcar”. Si fuera un hombre inteligente, dejaría de comerse con
los ojos toda su piel desnuda. Si fuera un hombre inteligente, su corazón
se desaceleraría a un rugido suave. Si fuera un hombre inteligente, no
estaría tan malditamente contento de ver a esta mujer, que era o una
bruja enviada por Satanás para acosarlo, o un ángel enviado por Dios o 109
San Judas como recompensa por alguna buena acción.

Remy, obviamente no era un hombre inteligente, dijo con una voz tan
ronca que apenas reconocía a sí mismo

—No te vayas, ángel.


Capítulo 8
Traducido por Marijf22

Corregido por ♫♪AMYYY♫♪

110
¿En qué estaba pensando?

Rachel se quedó congelada en su lugar, mortificada, mientras la banda


tocaba "La dama de rojo" y todo el mundo la miraba. Incluso Remy parecía
estar en estado de shock total.

El vestido, que se aferraba a su cuerpo como la electricidad estática, ni


siquiera le pertenecía. Era uno de los del elenco de Jill que debía haberlo
colocado en su maleta como una broma, para que combinara junto con la
camioneta roja emprestada de su marido. Rachel nunca usaba prendas
rojas, debido a su cabello rojo, llamaba demasiado la atención. Y nunca,
nunca usaba una ropa tan reveladora, no con las cosas que albergaba su
cuerpo bajo el régimen de ejercicio de David. Su única excusa era que se
había estado sintiendo más independiente en los últimos tiempos,
rompiendo con su viejo modo de complacer a todos excepto a sí misma.
Llevar el vestido había sido un acto de rebeldía, en cierto modo. O
estupidez.

Remy finalmente se sacudió de su estupor y tiró de su brazo,


conduciéndola a un pasillo más silencioso, lo que los llevó a una sala de
billar. Mientras tanto, la banda siguió tocando esa canción horrible.

—Los extraterrestres deben haber invadido mi cerebro —dijo ella gimiendo


de disgusto. Se apoyó en la pared y Remy se inclinó sobre ella apoyando
un brazo por encima de su cabeza, colocando su cara demasiado cerca de
la de ella en un intento de escuchar sus palabras.

—¿Por qué es eso?

—Este vestido. —Ella hizo un gesto con la mano hacia abajo para
enfatizar.

—Cariño, te ves caliente con ese vestido. 111

Ni siquiera pretendió malinterpretar sus palabras.

—Espero que no creas que eso es un cumplido.

Él le pasó un dedo por debajo de una de las finas correas, desde el hombro
hasta el corpiño y dijo:

—Sin duda es un cumplido.

Ella no debería haberse sentido satisfecha. No debería encontrar el mero


roce del dorso de la yema de su dedo tan erótica. No debería estar aquí,
pegada a la pared como una imbécil extasiada, pero parecía incapaz de
moverse.

—El vestido está genial, pero es lo que hay dentro lo que hace volar mi
mente.

¡Oh, mi Dios!

—No me pertenece, el vestido quiero decir. —Esa fue una pequeña


irrelevancia brillante, Sra. Imbécil.

—Hueles como el cielo.

—Es el jabón de la abuela “Piel tan suave”. Repele los insectos. —¿Cuándo
me quedé sin cerebro? Imbécil, imbécil, imbécil.

Él sonrió.
—Estás haciendo un pésimo trabajo en repelerme. —Entonces
inmediatamente se puso serio—. ¿Qué vamos a hacer, nena?

—¿Sobre qué? —Como si yo no lo supiera.

—Nosotros.

¡Oh, mi Dios! De nuevo.


112
—No hay un “nosotros”, Remy.

—Pensé que te había olvidado.

Yo también.

—No había nada que olvidar.

—Tres días atrás, estaba totalmente curado, entonces te echo un vistazo a


ti en ese vestido de rojo que dice bésame rápidamente, soy un caso
perdido. ¿Qué me estás haciendo?

—¿Que qué te estoy haciendo? ¡Esa es una buena! ¿Qué me estás


haciendo tú a mí?

Él sonrió con esa sonrisa lenta y sexy suya para mostrar su satisfacción
masculina que le provocaba cosas. Debía quitarle esa sonrisa de
inmediato. O besarlo hasta que se desvaneciera.

La conversación se detuvo un momento, con el paso de tres mujeres de


alrededor de los veinticinco años que se dirigían a la sala de billar. Tenían
grandes peinados, grandes pechos y estaban ceñidas en sus pantalones
vaqueros. Cada una de ellas le dio a Remy un repaso visual de interés,
pero sus rostros se pusieron de inmediato en blanco cuando se volvió
ligeramente y vieron el otro lado de su cara.

—No te atrevas a compadecerme. No te atrevas. —Remy prácticamente


siseó una vez que ellas pasaron.
—Son ciegas. ¿Por qué no pueden ver lo que yo veo?

—Tal vez tú eres la que está ciega. —La voz de Remy era ronca mientras le
limpiaba sus lágrimas a punto de desbordarse de sus ojos.

En ese momento, la banda terminó abruptamente "La dama de rojo" y


alguien en la banda comenzó a cantar fuerte y claro.

—¡Reeeeemmmmy! ¡Oh, Remy! —En el fondo, la banda tocó una versión 113
suave instrumental de esa vieja canción de Hank Williams, "Jambalaya".

—¿Eh? —Rachel frunció el ceño. ¿Quién estaría llamando a Remy, y de


parte de la banda, nada menos? Ellos ni siquiera podían verlo aquí.

—Ooooh, Remy. Ven aquí, vaquero. Y trae a la dama de rojo contigo. Es


hora para el primer baile “La dama del vestido rojo” conoce al “Hombre de
Louisiana”. Es hora de que un viejo chico cajún le muestre a la chica de la
ciudad como se hace. ¿Qué piensan ustedes, amigos?

—Es mi hermano René —dijo Remy en un gemido—. Él tiene un retorcido


sentido del humor.

—Por supuesto.

La multitud aplaudió y vitoreó, ¡Remy, Remy, Remy! junto con el hombre


que lo había empezado todo, alternando con “La dama de rojo, El hombre
de Louisiana”... Remy, La dama, Remy, La dama...

—Voy a matarlo —dijo Remy.

—¿Puedo ayudarte?

—Será mejor que vayamos ahí, o él seguirá con ello. —Remy se apartó y
ella enseguida echó de menos el calor de su cuerpo.

—¿No podemos simplemente escaparnos?


—No sin ser vistos.

Le tomó la mano y tiró de ella hacia el final del pasillo que se adentraba en
la propia taberna.

Caminó delante de Remy, pero echaba vistazos hacia atrás por encima de
su hombro para asegurarse de que él no estaba mirando su trasero en el
vestido ajustado.
114
Sí, él estaba mirando su culo en el vestido ajustado.

Cuando se dio la vuelta, un gran hombre calvo con bigote y un pendiente


circular de oro les cerró el paso. Sostenía una bandeja con vasos de
chupitos.

Algunos de ellos tenían ostras crudas, una por cada vaso, los demás algún
tipo de licor.

—Oye, Gator, ¿qué pasa? —preguntó Remy, mirando fijamente al gran


hombre con la bandeja de bebidas, quien presumiblemente era el
camarero.

—Luc las envió para ustedes. Dijo que probablemente los necesitaban ya
que René está de un humor extraño esta noche.

—¿Chupitos de ostras?

—Sí, dijo que funcionaron para él y Sylvie. Sé que es un hecho que lo hizo.
Estuve allí esa noche. —Él hizo rodar los ojos hacia Rachel para ilustrar su
punto, el cual ella no entendió.

—¿Te gustan las ostras crudas? —preguntó Remy.

—Ellas están bien.

—Estas tienen un ingrediente cajún sobre ellas. Salsa Tabasco. Están tan
picantes que necesitarán un chupito mojado, en este caso es bourbon puro
al cien. —Lo terminó demostrando inclinando la cabeza hacia atrás,
sumergiendo la ostra, entonces inmediatamente le siguió el chupito de
bourbon—. ¡Whoo! —dijo, sacudiendo la cabeza con energía de lado a lado.

Con vacilación, Rachel hizo lo mismo, y, por el humo sagrado, debía de


haber escuchado la advertencia de Remy. Se sentía como fuego líquido
bajando por su garganta, hasta su estómago, y a todas sus extremidades,
tanto el tabasco como el bourbon. 115

Ella dijo:

—¡Whoo! —también, y tuvo que agarrarse del brazo de Remy porque de


repente se sintió mareada.

—Ahí están —le gritó René a la multitud, que comenzó a aplaudir—.


Vamos, ustedes dos. No pueden esconderse de nosotros.

No se había dado cuenta de que eran visibles en ese lugar desde el


escenario.

—Creo que necesito más fortaleza. —Rachel cogió otra ronda de chupito.

Remy hizo lo mismo.

—Oh, Dios mío —se atragantó. Si un chupito de ostras tenía sus entrañas
hirviendo, este segundo hizo que cada pelo de su cuerpo se erizara. Ella
podía jurar que todos los músculos de sus piernas se habían convertido en
gelatina, también.

—¡Que mierda caliente! —fue la respuesta de Remy para la segunda ronda


de bebidas. Luego dijo—: Terminemos con esto.

—Está bien, pero ve tú primero. Así no te comerás con los ojos mi trasero.

—¡Oh, diablos! —Él sonrió de oreja a oreja.


En el momento en que llegaron a la pequeña pista de baile, la banda
estaba bien entrado en la canción "El hombre de Louisiana."

René no se saltó ni una nota cuando dijo en el micrófono:

—Hola, Remy.

Rachel podía jurar que Remy le dijo a su hermano que se hiciera algo muy
vulgar a sí mismo con su acordeón, que no era típico de Remy. Por lo 116
general, irradiaba excesiva cortesía con las mujeres. Probablemente pensó
que ella no podría oírle bajo el zumbido de la bebida que la asaltaba.

Remy se volvió hacia ella, abriendo los brazos en invitación. La mayoría de


los hombres en su experiencia, o bien no podían bailar o no lo hacían bien,
y definitivamente no le gustaban bailar, ya que consideraban que era un
ejercicio inútil.

—¿Puedes bailar? —preguntó ella.

—Cariño, soy cajún —dijo, como si eso fuera suficiente respuesta.

Puso las manos en sus hombros. Él puso las manos en su cintura. Y Remy
enseguida demostró que cajún y baile van de la mano. Oh, no era
extravagante ni nada. Sólo suave. Tan suave que ni siquiera fue consciente
de su aspecto o la gente que los miraba o de las carcajadas que le daban
aliento a Remy o si su trasero parecía un furgón de cola en el vestido de
puta. Lo único de lo que era consciente era en el movimiento suave de sus
caderas, de esa calidez intensa que cubría su cuerpo, que tenía casi nada
que ver con el licor, y la claridad absoluta de su ser en su abrazo. Ni había
notado a la novia y el novio, a Luc y su esposa, a Charmaine y un hombre
que seguía mirando embobado al pecho de Charmaine y un montón de
otras personas que se unieron a ellos en la pista de baile.

—No estabas mintiendo. Tú eres un buen bailarín —dijo ella, inclinando la


cabeza hacia atrás para verlo mejor.
Remy se echó a reír.

—No hemos empezado a bailar aún, sin embargo, chère.

—¿Cómo le llamas a esto?

Él lo pensó por un momento, como si no supiera si debía decir lo que


realmente pensaba. Luego sacó una de esas lentas y sexy sonrisas suyas.
117
—Preludio.

Ella tropezó con sus pies. Probablemente por el zumbido del alcohol. O el
zumbido de Remy.

—Entonces, me atiborraste con licor para seducirme.

—¡Oh, no! Tú no me culparás por eso. Tú eres la que me está seduciendo.

Su boca se abrió de indignación, pero nunca tuvo la oportunidad de


balbucear una respuesta porque el pícaro tiró de ella más cerca, le tomó la
mano derecha en su izquierda, y la hizo girar, saliendo en un animado
paso cajún de dos ritmos con otras parejas en la habitación.

Remy era un hombre grande, por lo menos medía casi un metro noventa,
pero era ligero de pies. Y tenía ritmo. Por qué eso la excitaba era un
rompecabezas. Pero lo hacía.

Cuando "EL hombre de Louisiana" terminó y la banda hizo la transición


sin problemas hacia "Cochon de Lait," Remy sonrió, como si le preguntara
si quería continuar.

Le devolvió la sonrisa. Cuando se inclinó para poner su mejilla contra la de


ella, volvió la cara en el último momento para que su mejilla desfigurada
se presionara contra la suya.

Él jadeó en voz baja ante su acción, se puso rígido y luego se relajó.


—¿Alguna vez has oído hablar de San Judas? —murmuró en su oído—. Te
lo juro, ustedes dos están conspirando contra mí.

Después de eso, bailaron varias piezas más seguidas. “Mamou grande”.


“Zydeco Gris Gris”. “Louisiana Saturday Night”. “Je Veux Me Marier”. A
veces bailaban sin tocar sus cuerpos, pero generalmente, Remy la
mantenía presionada contra él desde los hombros hasta la ingle. Rachel
sintió su corazón latiendo contra el suyo y saboreado la dulzura de la vida. 118
Estaba viva y en este tiempo y lugar con este hombre, este
hombre saludable si su ritmo cardíaco acelerado era alguna indicación.

—¿Vas a bailar a menudo? —preguntó ella sin aliento.

—No.

Bueno, eso fue directo.

—¿Cuándo fue la última vez?

—No me acuerdo.

—¿En serio?

—Yo no salgo mucho, Rachel. Sólo estoy aquí esta noche porque mi
hermano René está de vuelta en la ciudad por el fin de semana. Es un
activista de un grupo de presión ambiental en Washington.

Bueno, eso era interesante y sorprendente, que el enormemente atractivo


hombre en el escenario con el sentido del humor salvaje trabajara en una
profesión tan sobria. Pero eso no venía al caso.

—Vamos, Remy, no puedo imaginarte quedándote en casa, célibe y


solitario. Me imagino que sales con un montón de mujeres. Y por la forma
en que bailas, debes tener mucha práctica.
—No he dicho nada acerca de ser célibe —dijo, levantando la barbilla en
defensa—. Pero no he tenido una cita en meses, y esa es la verdad.

Rachel se acurrucó contra él y luego, se sintió satisfecha, por alguna


extraña razón, de que él no saliera mucho. Remy se lo devolvió
acariciándola con las palmas de sus dos manos hacia arriba y abajo de la
espalda antes de dejarlas en sus caderas.
119
Le encantaba que él fuera más alto que ella, incluso usando tacones.
Amaba la forma en que encajaban tan bien juntos. Le encantaba la forma
en que su cabello negro se rizaba en su nuca, el cual necesitaba un corte.
Le encantaba el olor de su piel, un olor masculino único en Remy,
perceptible incluso a través de su jabón y loción de afeitar. Le encantaba la
forma en que era tan educado cuando se topaba con otra pareja. Amaba la
forma en que sus ojos oscuros alternaban entre sombríos y brillantes
cuando la contemplaba a ella. Le encantaba la forma en que sus largos
dedos mantenían los suyos firmes y de forma posesiva. Amaba su rostro
desfigurado... y el dolor que él trataba de ocultar. Le encantaba la forma
en que estaba muerto de miedo por lo que estaba pasando entre ellos.

De hecho, estaba empezando a amar demasiadas cosas acerca de este


hombre. Y, a decir verdad, ella tenía miedo, también.

La banda se tomó un descanso en ese momento, y Remy la condujo, con


los dedos entrelazados, hacia una mesa redonda en el borde de la pista de
baile. Luc y su media hermana Charmaine la saludaron calurosamente.
Remy presentó a Rachel la esposa de Luc, Sylvie, quien tenía el cabello
oscuro, era adorable, y claramente estaba enamorada de su marido,
¿quién no lo estaría con esos ojos provocadores?, y a un hombre llamado
Larry Ellis de DC, un cliente del negocio de alquiler de helicópteros de
Remy, o algo así. Entonces, también, su otro hermano, René, se acercó,
enrolló un brazo alrededor de ella y los hombros de Remy y dijo:
—¿No vas a presentarme a esta dama, hermano?

—Esta rata es mi hermano, René —dijo Remy con renuencia fingida—. Y


esta es mi, eh, amiga, Rachel Fortier.

—Rachel está “haciéndoselo” a Remy —anunció Charmaine—. Y a mí


también.

—No me importaría que ella nos lo hiciera a nosotros, también — 120


interrumpió Luc, e hizo una mueca de exageración cuando Sylvie le dio un
codazo.

—Disculpe —escupió René—. ¿Es usted una... puta?

¡Aah! ¡No es de extrañar que él piense eso, conmigo en este vestido de puta!

—Charmaine está siendo deliberadamente cruda —explicó Remy—. Rachel


es una decoradora. Ella va a remodelar mi casa flotante según el Feng
Shui y el spa de Charmaine. Por lo tanto, cuida tu boca, René.

René le dio a Rachel una mirada más de cerca, sus ojos negros bailando
con picardía.

—Mis disculpas por llegar a esas conclusiones —dijo René. Luego volvió su
atención a Remy—. ¿Feng Shui? ¿Una casa flotante? ¿No es el Feng Shui
esa basura loca de decoración? Mon Dieu, he estado fuera demasiado
tiempo.

Rachel se enfadó ante la descripción grosera de René de su profesión, pero


luego decidió que un bar no era el lugar para discutir.

Remy colocó una muda de ropa en las manos de René que aún llevaba los
pantalones de esmoquin con tiradores y faja. René se fue a la habitación
de los hombres y pronto regresó con una camisa a cuadros, chaleco de
cuero, pantalones vaqueros, un alegre sombrero de copa baja palmetto y
botas de vaquero. Lucía devastadoramente guapo en ambos conjuntos
tuvo que admitir Rachel, pero no tan bueno como Remy, por supuesto.

Todos se sentaron alrededor de la mesa charlando entonces. Rachel


escuchó, bebiendo de una copa de vino blanco que alguien había colocado
frente a ella. Los hombres bebían de botellas de cerveza de cuello largo.

En su mesa y en todas a su alrededor, Rachel saboreó el dialecto único


121
cajún que acribillaba gran parte de la conversación. Era francés arcaico
mezclado con español, Inglés, Alemán, Africano y Americanos nativos,
todos se combinaban para dar una cadencia musical al discurso. Rachel
había leído que en una ocasión, el pueblo cajún había prohibido hablar su
idioma en las escuelas públicas. Gracias a Dios que no habían perdido su
patrimonio totalmente.

En un primer momento, Rachel se quedó quieta mientras los tres


hermanos y Charmaine se ponían al día con todas las novedades. Al
parecer, René no había vuelto a la ciudad desde hacía varios meses. Él los
puso al día sobre sus preocupaciones ambientales y lo que se estaba
haciendo al respecto.

—Tu madre está siendo sorprendentemente útil —le dijo René a Sylvie—.
Sin duda debido a tu ayuda, cariño.

Inez Breaux-Fontaine, la madre de Sylvie, era un congresista de EE.UU. de


Louisiana, que por lo general se hacía amiga de los grandes intereses
petroleros, no de los "amantes de los árboles." Remy habló prudentemente
sobre un nuevo contrato emocionante que acababa de firmar, aunque ni
por su vida Rachel pudo entender exactamente de qué se trataba. Luc
habló de algunos casos interesantes que había representado en el tribunal
recientemente, incluyendo el hecho de que había presentado una demanda
colectiva en nombre de algunos caimanes contra una autoridad de
residuos industriales y ganado. Sylvie, que parecía un poco tímida, agregó
que en su trabajo como química seguía involucrada con los estudios de
una poción de amor, de todas las cosas. Y Charmaine les obsequió con
historias de sus cuatro ex maridos y de un hombre que llegó a su centro
de rehabilitación esta semana, pidiendo una limpieza de colon. “¡Sí, cómo
no!”, en sus palabras.

¡Qué grupo interesante de gente!


122
Pensó Rachel. Un piloto, un abogado, un ecologista/músico, la dueña de
un spa y una química en una sola familia.

Y eso es lo que la intrigaba más que nada.

La familia.

Incluso mientras hablaban uno sobre el otro, bromeando, provocando, y


argumentando, estaba claro que sentían un cariño profundo entre ellos,
especialmente los tres hermanos. Rachel sintió envidia con ferocidad por
esa experiencia.

Su atención se volvió hacia Rachel. La mano de Remy todavía sostenía la


de ella, y él la apretó ligeramente.

—No te dejes intimidar por mi familia. Yo te protegeré —susurró en su


oído.

Su aliento en su oído le provocó hondas de dardos eróticos rebotando por


todo su cuerpo, y Rachel se preguntó quién iba a protegerla de Remy.
Cuando sus ojos se encontraron con los suyos, le guiñó un ojo, y Rachel
sintió el guiño en todo el camión desde su cabeza hasta los dedos de los
pies. Él sabía exactamente qué efecto tenía sobre ella, y le gustaba. Bueno,
a ella le gustaba, también. Mucho.

Levantó la vista para ver a todos sonriéndole a ella y a Remy, a excepción


del tipo de DC que estaba mirando el pecho de Charmaine.
Luc dijo:

—Tante Lulu le dio a Remy un baúl de ajuar —como si eso tuviera algo
que ver con ellos.

Todos asintieron.

—Dum-dum-dee-dum —tarareó René.


123
Eso hizo que Rachel se sentara derecha, entendía Dum-dum-dum
dee. Estas personas no podían estar pensando que ella y Remy tenían un
matrimonio en el horizonte. ¡Hablando acerca de cosas precoces! Ni
siquiera habían hecho... bueno, nada.

Aún. Y tal vez nunca lo harían. Pero, mierda caliente, la posibilidad de


hacer cualquier cosa con Remy enviaba escalofríos por su columna
vertebral, y otros lugares, también.

—¿Tienes frío? —Remy la acercó más a su calor corporal.

—¿Eh?

—Estabas temblando.

—No es por el frío.

Él sonrió ante eso. El canalla.

Beau se acercó entonces con una Barbie rubia riendo pegada a su cadera,
con sus brazos sobre el hombro del otro.

—Mary Sue y yo vamos a ir a un club al otro lado de la ciudad. ¿Alguna


posibilidad de que puedas llevar a mi prima hasta casa en tu camioneta?
—preguntó Beau a Remy, todo el tiempo batiendo sus pestañas a Rachel
implorante—. Rachel me condujo hasta aquí, pero no estoy seguro de que
conozca el camino a casa en la oscuridad.
—Claro que sí —respondió Remy demasiado rápido antes de que Rachel
pudiera incluso llegar a contestar.

—Oh, no creo que sea una buena idea.

—Gracias, Remy, te debo una, amigo —dijo Beau y salió corriendo antes
de que ella le pudiera tomar del pelo y retorcerle el cuello—. Eres la mejor,
prima —le gritó él a Rachel.
124
Mary Sue simplemente se rió en despedida al partir.

Rachel gimió para sus adentros. Una cosa era temblar alrededor Remy en
la seguridad de una habitación llena de gente, y otra muy distinta temblar
a solas con él en el ambiente acogedor y privado de un coche, uh,
camioneta.

Como si fuera una señal, René tarareó una vez más.

—¡Dum-dum-dee-dum!

***

Dulce tentación

Remy condujo el largo camino a casa.

¡Sorpresa, sorpresa!

Iba a disfrutar de la vista, el sonido, el olor de Rachel Fortier sentada a su


lado durante todo el tiempo que pudiera. Olvida el hecho de que estaba
sentada tiesa como una tabla lo más lejos posible en el asiento de su
camioneta.
—Relájate Rachel, no voy a saltar sobre tus huesos. —Todavía no, de todos
modos. En verdad, él era el único sintiéndose tan candente como el
chapado de su vehículo.

Ella se volvió lentamente para mirarlo

—¿Qué pasa si yo lo quisiera? —Inmediatamente, ella puso una mano


sobre su boca con horror—. Tengo que estar más borracha de lo que
125
pensaba.

Bueno, tal vez ella está un poco candente, también. Si tengo suerte.

—No estás borracha, bebé. Sólo un poco achispada. Ten, respira un poco
de este aire fresco —dijo, bajando las ventanas eléctricamente. Lo que
pensó fue: Laissez les bon temps rouler. Deja que los buenos tiempos
rueden.

Ella así lo hizo, cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el descansillo del
asiento, que a su vez hizo que sus pechos se arquearan hacia afuera
mientras respiraba profundamente, dentro y fuera.

Él se sentía como si le hubieran dado una descarga eléctrica en su ingle,


una deliciosa descarga eléctrica. Ese dentro y fuera le estaba dando ideas.
Dentro y fuera. Dentro y fuera.

Dios, me estoy convirtiendo en un baboso con estas duras erecciones


disparadas.

—¿Lo qué es duro? —murmuró ella, con los ojos todavía cerrados.

¡Por el amor de San Judas! Debo haber estado pensando en voz alta.

—Nada, cariño. Nada.

Durante un rato permanecieron en silencio, disfrutando de la brisa fresca


a través de las ventanas abiertas y el silencio de la noche. Las carreteras
secundarias de Louisiana eran como un viaje en el tiempo. Pasaron por
delante de restaurantes en carretera y las estaciones de gas antiguas y de
época. Algunos graneros todavía tenían pintado signos publicitarios de
soda pop. Algunos de ellos incluso estaban en francés.

—Tienes una familia agradable, Remy —comentó Rachel de repente—.


Deberías estar agradecido.
126
—No sé si es agradable. La mayoría de las veces ellos son unos dolores
reales en el culo.

—Es obvio lo mucho que todos se preocupan por los demás.

—Supongo. Pero entonces, teníamos que mantenernos unidos, creciendo


con el padre que tuvimos. Nuestra madre murió cuando éramos muy
jóvenes, y Luc, siendo el mayor, prácticamente nos crió a mí y a René.

Ella abrió los ojos y se volvió hacia él, con la cara contra el descansillo

—¿Por qué tu padre no asumió ese papel?

—Porque él era un alcohólico, codicioso, puto, abusivo, cabrón.

Por una vez, no se retractó de sus palabras groseras.

Rachel se posó en una palabra,

—¿Abusivo?

—En su mayoría hacia Luc. Nuestro hermano nos mantuvo escondidos, y


aceptó las palizas cada vez que papá se encontraba con él.

—La abuela dijo que Valcour LeDeux era un hombre del petróleo.

Remy asintió.
—Sí, más tarde fue cuando se descubrió petróleo en algunas propiedades
de la familia. Antes de eso, vivimos en un remolque oxidado tras otro. Pero
basta de mí. ¿Has hablado con tu ex, desde que estás aquí?

Remy no tenía la intención de preguntarle a Rachel sobre su antiguo


amante. Había preguntado, pero no habría hecho la pregunta si no
estuviera un poco bebido. Bajó la velocidad de la camioneta, por si acaso.
127
—En realidad, hablé con David. Hoy, de hecho. Él ha estado molestando a
dos de mis mejores amigas allá en casa. Así que llamé para decirle que se
dejara de joder.

Eso fue todo lo que dijo. Nada más. Como si eso fuera alguna clase de
respuesta.

—¿Y? —él insistió.

—¿Y? —ella respondió.

—Entonces, ¿qué le dijiste, y que te dijo?

Ella sonrió de una manera que dijo que realmente no era de su


incumbencia. No lo era. Por otro lado, infiernos, sí, lo era. Casi esperaba
que no respondiera, pero ella lo hizo.

—Me dijo que lo sentía, que por favor volviera, y me asegurara de llevar de
vuelta un, um, un objeto que por error me traje conmigo.

—¿Eso fue todo?

—Sí.

—¿Ni siquiera te dijo que te amaba?

Sus ojos se abrieron con sorpresa. Pudo ver eso incluso en la penumbra
del coche, con la única luz que venía de la luna llena y los faros.
—No, Remy, no lo hizo, ahora que lo dices.

—Idiota. —Remy no se disculpó por esa palabra, tampoco.

—El contratista va a instalar el tragaluz la próxima semana —le informó a


él, claramente queriendo cambiar de tema. Eso estaba bien. Había
aprendido lo que necesitaba saber.

—Eso es bueno. Estaré fuera casi toda la semana, pero espero que eso no 128
importe.

—No. En algún momento, necesito mostrarte algunas muestras de tejido


para las cortinas y cojines y colchas, pero podemos esperar a ver cómo se
ve la claraboya primero. Dejé las muestras en la cómoda de tu habitación
si quieres echarles un vistazo en algún momento.

—Por otro lado, ¿te gustaría ver la casa flotante ahora? —él preguntó,
conteniendo la respiración.

Ella se sentó más recta, dándole toda su atención.

Pensó que nunca contestaría. Se preparó para su decepcionante


respuesta. Oró tan duro como un católico no practicante podría orar en
tres segundos.

—Sí.

La voz en su cabeza dijo: Me debes una grande, muchachote.


Capítulo 9
Traducido por Mir

Corregido por Meli Eli

129

Mueve el bote, nena

Remy detuvo la camioneta en la carretera y la besó justo después de que


ella dijo:

—Sí. —Suavemente.

Y la besó cuando detuvo la camioneta junto a su casa flotante. No tan


suavemente.

La besó un poco más sobre la cubierta antes de abrir la puerta. Más


fuerte.

Y la besó mucho más una vez que entraron en la casa flotante, antes
incluso de encender las luces. Vorazmente.

Probablemente él aprovechó su ventaja, pensando que ella podría cambiar


de opinión.

¡De ninguna manera, bebé!

Esta era la nueva Rachel Fortier, la que tomaba las decisiones en base a lo
que ella quería. La que valoraba su propia opinión de sí misma sobre la de
los demás, la que ya no se esforzaba por ser la “buena chica” de todos. De
hecho, iba a tratar muy duro esta noche de ser una chica mala.

Sin preámbulos, la llevó a su dormitorio. Todas las cómodas y muebles


sueltos habían sido removidos, excepto la cama, dejando más espacio
ahora.

—¿Estás segura? —preguntó con ternura.


¡Cómo le gusta este hombre demasiado sensible, darle una segunda
oportunidad de cambiar de opinión, incluso cuando era evidente que
quería que se quedara!

—Estoy segura.

Él asintió con la cabeza.

—¿Y tú? ¿Estás seguro?

Él sonrió, esa sonrisa lenta y sexy que había llegado a amar. 130

—¡Ga-ran-ti-za-do!

Llegó a su espalda para tirar hacia abajo la cremallera cuando él levantó


una mano para detenerla.

—Déjame —exhortó con voz ronca.

¿Había algo más excitante para una mujer que ser capaz de volver la voz
de un hombre ronca de esa manera? Tal vez era un talento aprendido que
algunos machos cultivaban. No lo creía en el caso de Remy, pero si es así,
que Dios bendiga al hombre experimentado.

—Sólo quédate quieta y déjame —dijo, sacando los finos tirantes de su


vestido hacia abajo para que yacieran sueltos sobre sus brazos.

Entonces, usó sus dedos para trazar la línea de sus hombros, desde sus
orejas, por los costados de su cuello y sobre sus clavículas. Luego trazó la
línea a través de su corpiño, sólo por encima de la curva de sus pechos.

Ella se podría haber desmayado por las dulces sensaciones.

—Tienes una piel hermosa. Como satén.

Eso era un tramo, pero ¿quién era ella para discutir?

—Pon tus manos detrás de tu cuello. Por favor.

¡Oh, muchacho! Qué posición vulnerable y completamente erótica para


ponerme.

Creo que me gusta.

Él se movió un poco para que sus rostros quedaran al mismo nivel, y


lentamente puso sus labios contra los de ella, explorando suavemente al
principio, luego más audaz cuando su lengua se deslizó entre sus labios
entreabiertos. Él sabía a whisky, cerveza y ardiente excitación caliente.
Mientras la besaba, alcanzó su espalda y abrió la cremallera de su vestido,
deshaciendo su sujetador de encaje sin tirantes.

Cuando se apartó para mirarla, su vestido cayó hasta la cintura, y él


apartó el sostén del resto del camino, tirándolo sobre su hombro. Luego
jadeó.

Ella todavía tenía las manos entrelazadas detrás de la nuca. ¡Tenía que 131
sostenerse de algo, por amor de Dios! Rachel no estaba sorprendida por el
jadeo. Mientras que ella tenía un montón de conflictos acerca de su
cuerpo, sus pechos nunca habían sido motivo de preocupación. Ellos eran
más grandes que los promedio, y sorprendentemente levantados y firmes,
teniendo en cuenta su peso. Probablemente debido, en parte, a los años de
ejercicio físico y buenos genes.

—Creo que he muerto he ido al cielo —murmuró Remy mientras los


ahuecaba por debajo y los levantaba aún más alto. Todavía sosteniéndolos
en sus palmas, apretó sus pezones convirtiéndolos en picos puntiagudos.

Ella gimió suavemente en el instante en que las vetas de placer rebotaban


de ellos y se dirigían a todas las zonas eróticas importantes de su cuerpo.
Había un montón de ellas, descubrió.

—¿Te gusta eso, chère? —susurró mientras seguía acariciando los brotes
erectos, ahora pellizcando y tirando de ellos.

Ella abrió los ojos soñolientos, sin saber que incluso los había cerrado.

En lugar de responder su pregunta, dijo:

—Quítate la camisa. Quiero verte, también.

Negó con la cabeza.

—Todavía no. —Se inclinó hacia delante y tomó un pezón en su boca,


chupándolo fuerte.

Líquido caliente se agrupó entre sus piernas, y ella temía que pudiera
correrse. Por suerte, le dio a sus pechos un alivio temporal y meneó su
vestido por las caderas hasta que cayó al suelo. Sólo llevaba un bikini con
cordones y las sandalias de tacón alto.
—Te ves como una esas chicas de calendario de Vargas que solían formar
parte de las viejas revistas de Playboy. Casi demasiado perfecta.

—Remy, no soy perfecta. Mis caderas son demasiado amplias, y mi…

—Lo sé, tu trasero es demasiado grande —terminó por ella, sonriendo todo
el tiempo.

—Exactamente.

—Las mujeres no ven sus cuerpos como lo hacen los hombres —dijo, 132
tirando de sus bragas para unirlas con su vestido a sus pies—. Créeme,
desde mi punto de vista, tu cuerpo es la perfección. —Su voz no podía
estar más ronca si lo intentara.

—David no pensaba…

Puso los dedos de una mano en sus labios.

—David era un estúpido ciego.

Ella habría respondido a la observación, excepto que Remy se había


puesto de rodillas frente a ella y estaba examinando los rizos apretados
entre sus piernas, sólo con las puntas de los dedos.

—Rojos, también —murmuró.

—Sí, y lo odio —dijo ella con fiereza.

Él se echó a reír, y ella sintió su aliento allí.

¡Oh-mi-Dios!

—No tienes idea de lo mucho que estoy empezando a apreciar el cabello


rojo. —Entonces, dijo lo más escandalosamente excitante:

―Ábrete, cariño. Veamos cuánto combustible hay en este fuego.

Y ella así lo hizo. Cuando tuvo el valor, no tenía ni idea, pero extendió sus
piernas lo suficiente como para darle acceso. Cuando sus dedos
descubrieron lo resbaladiza que estaba de deseo por él, hizo un gruñido, el
sonido masculino de satisfacción.

Remy insertó un largo dedo dentro de ella, y ella lanzó un grito de


sorpresa, dando un paso atrás. La parte posterior de sus rodillas golpeó la
cama y cayó hacia atrás, bruscamente sobre el colchón. El dedo de Remy
ya no estaba dentro de ella, pero él permaneció de rodillas, plantado
firmemente entre sus piernas, por lo que procedió a abrirla aún más.

Durante la siguiente hora, o lo que pareció una hora, aunque fueron


probablemente sólo minutos, Remy usó sus dedos, lengua y dientes para
llevarla al borde del orgasmo. Cada vez, se detuvo y le susurró frases
tranquilizadoras, prometiendo satisfacción si podía dejarle hacer una cosa
más. Mientras tanto, ella moría de necesidad y se retorcía de lado a lado.

Finalmente él usó su pulgar para hacerlo vibrar con rapidez sobre esa 133
carne hinchada donde ella ansiaba más su toque. Una y otra, y otra y otra
vez. Hacia adelante y atrás, hacia adelante y atrás, hacia adelante y atrás
hasta que su cuerpo estaba rígido con tensión, y sus caderas levantadas
de la cama.

Remy susurró:

—Shhhh. Relájate. Deja que venga. —Quería golpearlo, o saltar sobre él, o
algo. Pero entonces la tensión se rompió y ella montó las ondas de placer
en cascada que se elevaban más alto y más alto antes de romperse, y luego
hacia abajo y abajo.

Se quedó tumbada en el colchón como una muñeca de trapo, las piernas


abiertas, el cuerpo saciado. Cuándo se las arregló para abrir los ojos una
rendija, vio que él estaba parado sobre ella, sólo observándola.

¡Ay! Debo parecer una lasciva. Y allí está, completamente vestido.

—Será mejor que te quites esa ropa en dos segundos, tío, o me voy de
aquí.

Él empezó a desabrocharse la camisa, poco a poco, mientras ella miraba.

—Cariño, no te vas ahora, vamos contra viento y marea. Eres mía hasta el
amanecer.

¿Hasta el amanecer? ¡Oh, mi Dios!

—¿Es un hecho?

—Es un hecho.

***
Ojo por ojo

¿Cómo podría un hombre que había luchado en una guerra, sufrido


diecisiete operaciones, vivido peligrosamente cada vez que se metía en su
helicóptero, estar tan malditamente asustado?

Remy estaba desabrochando su camisa lentamente. Muy lentamente. Él 134


deseaba tanto apagar las luces, pero sabía que Rachel no aceptaría eso
después de haber expuesto su cuerpo, con todas sus inseguridades fuera
de lugar.

Inseguridades.

Sí, eso es exactamente lo que él tenía, también, pero mucho más que ella,
y con más razón. Rachel había aceptado su rostro desfigurado, eso era
cierto, pero la mitad de su pecho, cadera, vientre, nalgas y muslos se veían
como carne cruda. Repulsivo, eso es lo que era. No es que él nunca había
mostrado su cuerpo desnudo a otras mujeres en los últimos doce años.
Por supuesto, él lo había hecho. Pero Remy no se había preocupado en lo
más mínimo por ninguna de ellas, y mucho menos por sus opiniones.
Podían tomarlo o dejarlo, y viceversa, por lo que a él le concernía. Rachel
era diferente. Él no quería arruinarlo con ella. No tan temprano en el
juego.

Con un largo suspiro, quitó la camisa abierta de sus pantalones y se


encogió de hombros.

Rachel había estado apoyada en sus codos, mirándolo con una pequeña
sonrisa de Mona Lisa en su rostro. Ante la primera vista de las cicatrices y
la carne torcida sobre su pecho, ella se enderezó. La sonrisa desapareció.

—No creo que me dejaras atenuar las luces.

Ella sacudió la cabeza lentamente de lado a lado.

Se quitó las botas, se inclinó para quitarse los calcetines, y luego se


enderezó, desabrochó el cinturón y abrió la cremallera.

—Es muy malo, Rachel.

Muy malo.
—Hazlo —demandó ella en voz baja.

—Hey, nena, tengo que advertirte. Este espectáculo definitivamente no es


una de las diecisiete cosas más calientes de todos los tiempos de Playboy
—trató de bromear—. De hecho, es posible que digas que es un mata
pasiones.

Ella lucía furiosa de repente y salió suavemente fuera de la cama para


ponerse de pie delante de él.
135
—Si puedo someter mi cuerpo menos-que-perfecto a tu escrutinio, puedes
hacer lo mismo por mí. ¿Fue mi gran trasero un mata pasiones para ti?

—No, pero…

Con un suave gruñido de impaciencia, ella alcanzó la pretina y comenzó a


tirar de ambos, pantalones y calzoncillos abajo sobre sus caderas para que
quedaran en un charco a sus pies. Por suerte, o no tanto, su pene, que
había estado a media asta, estaba desinflado en ese momento. No había
sorpresas para ella allí.

Remy no era un cobarde. Cruzó los brazos sobre su pecho y le permitió


examinar su cuerpo en detalle, caminando alrededor, tocando. En el
exterior, probablemente parecía tranquilo, aunque distante, pero por
dentro se revolvía con aprensión.

Esperaba que ella no vomitara. Una mujer había hecho eso en realidad
una vez. Probablemente había estado borracha, también, pero eso no venía
al caso. Su cuerpo había sido la última gota que le había causado vomitar.

Rachel completó su examen y se puso justo delante de él, esperando hasta


que él hizo contacto visual con ella. Sólo entonces fue lo que dijo:

—No es para tanto, Remy.

Las lágrimas empañaron los ojos de él de inmediato, que las parpadeó.

Rachel vio su cuerpo gravemente mutilado, no había tratado de ocultar ese


hecho, gracias a Dios. Pero ella optó por darle a la grotesca carne, poca o
ninguna importancia. ¿Cómo podía ser eso?

—Es un gran problema, Rachel. Para la mayoría de la gente.

—Yo no soy la mayoría de la gente, y es hora de que entiendas eso. Tienes


algunas cicatrices y decoloración. ¿Y qué? —Antes de que pudiera
responder a esa ridícula declaración, ella miró fijamente hacia su pene.
Acariciándolo ligeramente con el dedo índice desde la cabeza hasta la base,
le preguntó:

―¿Algún daño aquí?

Su pene se flexionó y de inmediato comenzó a crecer. Negó con la cabeza.

—No, en absoluto.

Ella arqueó las cejas hacia él. 136

—Entonces, ¿qué está esperando, marinero? Vamos a oscilar este barco.

***

Barco de los sueños

Rachel no podía creer su osadía.

Nunca había sido descarada antes. Nunca probaba en el dormitorio.


Nunca había utilizado lenguaje sugestivo. Nunca expuso su cuerpo
desnudo por ningún periodo de tiempo. Nunca había tomado la iniciativa
en el sexo. En esencia, siempre había sido un poco mojigata.

Ya no más.

Remy había sido el catalizador que la obligó a perder sus inhibiciones.

Mi Dios, ¡el dolor que debe haber pasado para haber sufrido toda esa carne
destrozada! Le había tomado todo lo que tenía para evitar que su cara se
pusiera pálida y sus manos temblaran mientras había examinado las
cicatrices en detalle. Ella sabía que él la observaba para detectar señales
de lástima, algo que él parecía desaprobar. ¡Hombre tonto! Cuidar de él y
su sufrimiento no era lástima.

Ante su burlón desafío de oscilar el barco, ¿Cómo pude decir una cosa tan
cruda? Remy se la quedó mirando con la boca abierta durante varios
segundos, aturdido. Entonces esa sonrisa lenta y sexy se extendió por sus
labios y dijo:
—Sostente a los remos, nena. Aquí viene una ola.

Antes de que pudiera decir “A los botes salvavidas”. Remy se abalanzó


sobre ella, tomándola por la cintura, levantándola del piso, y luego
tirándola de espaldas al colchón. Él la siguió, aterrizando encima de ella.

—Tu tabla de surf está atrapada en un banco de arena —bromeó ella.

De hecho, había un objeto duro presionando contra su hendidura.

—No por mucho tiempo, cariño —dijo, moviendo sus caderas de lado a 137
lado para que su “tabla de surf” se ajustara mejor entre sus piernas. Él se
puso serio—. Gracias, Rachel.

—¿Por qué? Yo no he hecho nada todavía.

Él tiró de ella juguetonamente por debajo de la barbilla.

—Por no vomitar.

—¿Eh? —Por favor, Dios, no me digas que una idiota vomitó cuando miró su
cuerpo. No es de extrañar que él fuera tan reticente a sacarse la ropa.

—No importa. —Apoyó su parte superior del cuerpo sobre los codos, tomó
su cara entre sus manos, y luego puso sus labios sobre los de ella con
suavidad, probando y ajustando para conseguir el ajuste perfecto.

Obviamente, el hombre se tomaba en serio sus besos.

—Eres un muy buen besador —dijo ella contra su boca, cuando él


retrocedió por apenas un mero cabello.

—¿Cómo lo sabes? Apenas nos hemos besado en absoluto. —Pasó su boca


hasta la mandíbula, al oído y viceversa.

—Todo lo que se necesité fue “El beso” para saber lo buen besador que
eres. —Ella arqueó el cuello hacia un lado para darle mejor acceso.

—¿Piensas en él como “El beso”, también? —preguntó él con sorpresa—.


¿Nuestro primer beso, me refiero? —Volvió a rozar sus labios suavemente
sobre los de ella.

Ella asintió con la cabeza.

—¡Whoo-ee, sí!
Él sólo sonrió contra sus labios.

Un beso-sonrisa. Entonces ella dejó de pensar en absoluto.

La besó y besó y besó... de todas las formas imaginables y algunas que


Rachel nunca había imaginado. Los hombres simplemente no entienden
hasta qué punto las mujeres gozan de los prolongados episodios de besos.
Por lo menos, la mayoría de los hombres no lo sabían. Ellos preferían
saltarse a las cosas buenas. Para Rachel y para tropecientas mujeres a
través de la historia, los besos eran las cosas buenas, también. 138
Cuando Remy finalmente comenzó a mover su atención por su cuerpo,
Rachel dijo:

—¡No! —Ella apretó con fuerza contra su pecho para enfatizar que quería
decir lo que dijo.

—¿No? —Sus labios estaban flojos y los ojos vidriosos de pasión.

—Rueda sobre tu espalda. Quiero hacerte el amor esta vez.

Exhaló visiblemente aliviado. Al parecer, había pensado que había


cambiado de opinión sobre hacer el amor. ¡De ninguna manera!

—Déjame. Sólo esta vez, chère. Necesito comenzar suavemente antes que
alguien, tú, toque mi cuerpo.

Él todavía está preocupado sobre si rechazo su cuerpo. ¡Hombre tonto!

—Está bien, pero no me iré de aquí esta noche sin tocarte… por todas
partes.

Sonrió.

—No te irás de aquí esta noche, y punto.

Ahora esa una perspectiva tentadora.

—Tienes unos pechos hermosos —murmuró Remy mientras se movía a su


lado y se levantaba sobre un codo. Casi con reverencia, trazó sus
contornos, observando cómo se volvían más firmes bajo su escrutinio y los
pezones se extendían ante el menor contacto. Cuando se inclinó para
mamar, ella gimió y puso una mano en su nuca, sosteniéndolo en su
lugar. Con cada tirón rítmico de sus labios, ella sentía un tirón de
respuesta entre sus piernas. Su mano derecha estaba tendida sobre su
vientre, y ella presentía que él podía sentir el pulso que había instalado en
su interior. Luego él se movió a su otro pecho, que succionó también,
alternando la succión con lametones de su lengua.

Cuando él empezó a bajar sobre ella de nuevo, Rachel deslizó sus caderas
bajo las de él, tomándolo por sorpresa. Antes de que él pudiera
comprender su intención, ella capturó su pene y lo estaba guiando hacia
ella.

—Basta, Remy. Te deseo. Ahora. 139


Rebelándose, Remy se sentó sobre los talones entre sus piernas.

—Tenía la esperanza de prolongar el juego previo, para hacer este primer


momento especial para ti.

—Oh, Remy. Será especial... porque eres tú.

Ella llevó su mano a su húmeda hendidura para mostrarle que estaba lista
para él. Le pasó un dedo varias veces en la dura protuberancia de carne, lo
que provocó que Rachel casi saliera disparada de la cama con el placer
casi demasiado intenso.

Riéndose, él retiró los dedos de ella de su erección de venas azules y


comenzó a guiarse en su cuerpo. A Rachel le hubiera gustado ver su cara,
tocarle el pecho, o preguntarse sobre el increíble éxtasis que parecía estar
barriéndose sobre ella, pero no hizo nada de eso. Toda su concentración
estaba centrada en una cosa: Remy a punto de llenar su cuerpo.

Él se detuvo de repente y movió la cabeza en diferentes direcciones


alrededor el dormitorio, como si buscara algo.

¿Ahora qué?

—¿Dónde pusiste mi mesita de noche? Necesito un condón. Rápido.

Ella se echó a reír, o lo más cercano a una risa que podía llegar a elaborar
teniendo en cuenta el pulso que él había encendido entre sus piernas.

—No te preocupes. Estoy tomando la píldora.

—Bueno, algunas mujeres se preocupan acerca de las enfermedades y


otras cosas. Estoy bien, sin embargo. Nada de qué preocuparse.
—Remy, no estoy preocupada —dijo, obviamente divertida por su nervioso
balbuceo—. En serio.

—¡Gracias a Dios! —Se hundió en su interior sin esfuerzo. Por un largo


momento, un completo silencio llenó la habitación, excepto por sus suaves
respiraciones, el zumbido del ventilador de techo, y el chapoteo rítmico de
la corriente contra la casa flotante. La vida se detuvo, excepto por el
movimiento de sus músculos internos, mientras se ajustaban en espasmos
rápidos al tamaño de Remy, permitiéndole moverse lentamente incluso
aún más a fondo. Ella saboreó la sensación de plenitud, de estar llena casi 140
más allá de lo que era cómodo. Ella más que saboreó la sensación de
plenitud que su unión le trajo, como si fueran las únicas dos personas en
el mundo que podrían encajar así de bien… como si estuvieran destinados
a ser.

Remy percibió su estado de ánimo.

—Esto no se trata sólo de sexo, Rachel.

—Lo sé —dijo—. Lo sé.

Luego se movió.

¡Y, por encima de Dios! Ella había oído hablar a gente antes sobre cómo se
movía el mundo cuando tenían relaciones sexuales, pero realmente nunca
lo había creído. Ella lo hacía ahora.

Cuando él se retiró, y entonces la llenó tan lentamente otra vez, sintió las
ondas de intoxicación. Algo importante estaba ocurriendo aquí, le decía su
cuerpo. Ella dobló las rodillas y abrió las piernas más amplias para
aceptarlo con mayor profundidad.

Él gruñó en aprobación.

Rachel se apoyó sobre sus codos, con ganas de ver todo. Todo. La forma en
que él se apoyaba con los brazos extendidos a ambos lados de sus
hombros, brazos destacados por acordonadas venas de tensión. La forma
en que su boca estaba cerrada en concentración. La forma en que sus ojos
sostenían los suyos. La forma en que movía sus caderas contra las suyas
de forma experta en un ritmo que crecía progresivamente más rápido.

Ella levantó las nalgas del colchón y entró en la danza, emparejándolo


punto por contrapunto. Ya sus músculos internos convulsionaban a su
alrededor, en preparación para el cataclismo final… para el placer de
Remy, estaba segura, como lo indicaba su intensa respiración.

—Oh, oh, oh... —gimió ella.

—Uh, uh, uh... —gimió él.

Entonces se detuvo y se sentó sobre los talones entre sus piernas, su pene
sólo parcialmente dentro de ella.

—Nooooo —gimió ella, tratando de obligarlo a reanudar el ritmo, 141


sacudiendo sus caderas contra él.

—Shhh —dijo. Antes de que tuviera oportunidad de protestar, le levantó


las piernas sobre sus hombros y comenzó a golpear a ella en serio…
fuertes estocadas dentro y fuera que la hicieron gritar de felicidad.

Estaba perdiendo el control. En realidad, esta posición se había llevado


totalmente su control, si es que lo hubiera tenido en algún momento. Al
estar así expuesta, tenía que permitir que Remy hiciera todo el trabajo.

Cuando él colocó su pulgar sobre su clítoris y comenzó a acariciarlo, al


mismo tiempo que bombeaba rápidamente en su cuerpo, ella se perdió.
Gimiendo, llorando, gritando, ella subía en la cima del orgasmo más
increíble de su vida. ¿Quién sabía, quién sabía, que el cuerpo de la mujer
podía sentir tantas sensaciones agonizantes y maravillosas al mismo
tiempo? ¿Quién sabía que el placer explotando en sus partes femeninas
podría causar un efecto en cadena con tal intensidad hacia cada una de
las otras partes de su cuerpo? Incluso su cabello y uñas de los pies se
sentían cargadas eróticamente.

Y luego se estrelló.

Su respiración se asentó un poco y sus ojos quedaron opacos. Sólo


entonces ella levantó la mirada para ver Remy observándola de cerca. Aún
no había llegado. Cuando vio que estaba finalmente saciada, bombeó en su
cuerpo una última vez, con tanta fuerza que la movió por el colchón unos
cuantos centímetros. Y dulce, dulce, dulce era la mirada de pura
satisfacción masculina en su rostro cuando echó hacia atrás su cabeza y
hombros y dijo con los dientes apretados:

—¡Síííííí!
Parecieron horas después que Remy salió de encima de Rachel para
colocarse sobre su espalda, metiéndola bajo el brazo. Le besó la parte
superior de la cabeza con suavidad.

—Creo que te amo.

—Probablemente estés diciendo eso porque no vomité.

Él se rió y le pellizcó el trasero por burlarse en un momento tan serio.


Diablos, que estaba siendo juguetona porque tenía un miedo de muerte.
142
Miedo a la intensidad de sus sentimientos, miedo de estar entrando en
otra relación tan pronto después de su desastre anterior, miedo de que ella
pudiera estar cayendo bajo la influencia de una bonanza de lujuria, miedo
de que él sólo le acabara de dar una frase hecha... miedo de que todo
estaba sucediendo demasiado condenadamente rápido.

Por encima de todo, ella tenía miedo de decirle cuáles eran sus verdaderos
sentimientos. Pero entonces, lo hizo.

—Creo que te amo, también.

Podía jurar que oyó una voz en su cabeza diciendo: ¡Uf!

***

Me encanta la forma en que me amas, bebé

Remy nunca le había dicho esas palabras a una mujer antes. “Te amo”
simplemente no estaba en su vocabulario.

Así que ¿por qué se las digo a Rachel?

¡Maldición si lo supiera!

¡Bueno, duh! Porque las querías decir, tonto, ofreció San Judas, o quien
quiera que fuera que hablaba en su cabeza.

A decir verdad, las palabras se le habían escapado. No es que él lamentaba


haberlas dicho, exactamente, sobre todo porque Rachel había
correspondido. Pero ¿y si había confundido lujuria con amor? ¿Y ahora se
había atado a sí mismo de alguna manera? ¿Había hecho un compromiso
de algún tipo? ¿Era este el comienzo de algo? ¿E importaba?

No, decidió casi inmediatamente, no importaba. Había sido honesto en


expresar ese sentimiento.

Pero hombre, oh hombre, ¡estaba temblando en sus botas!

Entonces recordó que no llevaba botas.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Rachel, levantando la cabeza de su 143


agitado pecho.

—Nada, cariño, nada en absoluto. —Le besó la parte superior de la cabeza.

Por supuesto, eso encendió su motor de nuevo. Podía decirlo por la forma
en que ella estaba mirando su cuerpo y recorriendo sus pezones con una
palma y viendo con interés, como se ponían de pie como buenos soldados.
Bueno, para ser sinceros, su motor comenzó a tararear otra vez, también,
lo que era increíble, realmente, teniendo en cuenta lo que acababan de
hacer.

En el exterior, le pareció oír el golpe de la cola de Bueno para Nada contra


la casa flotante un par de veces, como si dijera: “¡Bien hecho,
muchachote”. Tal vez mañana intentaría encontrarle una novia a Bueno
para Nada… para compartir la alegría sexual.

Entonces, Remy dejó de pensar cuando Rachel comenzó una lenta y


maravillosa adoración tortuosa de su cuerpo, la carne deforme y todo.

Si no pensaba antes que la amaba, lo hacía ahora.


Capítulo 10
Traducido por Nelly Vanessa

Corregido por Curitiba

144

Después de que la fiesta terminó

Rachel entró de puntillas en la casa de su abuela antes del amanecer. Se


sentía como una adolescente llegando a escondidas en la casa después del
toque de queda, no como una mujer de treinta y tres años, por su cuenta.

Por suerte, la abuela y Beau aún dormían, y Remy había usado algunos
talentos especiales con el perro guardián, Chuck, que, obviamente, no
tenía mucho de perro guardián, previniendo que ladrara. Probablemente
involucraba un gran número de galletas de jengibre, la comida favorita de
su mascota cocodrilo, sólo superada por ganchitos, aunque Remy
apostaría a que el silencio del perro se debía a sus “talentos especiales”. Y,
whoo-ee, sabía mejor que nadie hasta qué punto el astuto cajún tenía
muchos “talentos especiales”.

Mientras se arrastraba hasta las escaleras al desván, las rodillas le


temblaron, y una maravillosa abrasión entre sus piernas le recordó lo
increíble de las cuatro veces que habían hecho el amor. La última vez
había ocurrido en la minúscula ducha de Remy donde ella había
intentado mostrarle al famoso cajún el lugar-C, que era según se decía
mucho mejor que el tradicional punto G. Habían estado riendo tan duro, y
amándose con tanta fuerza, que rompieron la puerta de la ducha y casi se
rompieron el cuello en las resbaladizas baldosas. Habían terminado en la
mesa de la cocina, que afortunadamente, estaba atornillada al suelo.
Después, habían comido helado de chocolate de la caja de cartón. Era casi
la única comida en la nevera de Remy. Le había explicado que eran restos
del helado de cumpleaños. Ella le había preguntado si quería que le
cantara “Feliz Cumpleaños”, y él respondió:
—Sólo si estás desnuda y vistiendo un traje Ronald McDonald. —¡Lo que
sea que eso significara!

¡Y hablaron! Durante toda la noche, habían hablado en medio de sus


combates de hacer el amor. Ella quería saber todo sobre él: lo que había
hecho en el pasado, su trabajo, sus aficiones, sus sueños, todo lo que la
ayudara a conocer a este extraño que había llegado a amar. Y viceversa.

—Remy, me lastimó terriblemente un hombre con el que estuve por cinco


años, y, obviamente, no conocía en absoluto. Guardó secretos de mí, 145
bueno, un gran secreto, que yo sepa. Tú y yo no nos conocemos de mucho
tiempo, pero siento como si nos conociéramos desde siempre. ¿Puedo
confiar en ti?

Su respuesta había sido un beso derretidor-de-mente.

Ahora, agotada más allá de la creencia, Rachel se sentó en el colchón de


plumas. En cuestión de minutos, se quedó dormida con una sonrisa en su
rostro. No quería pensar en las tres ominosas palabras que habían colgado
entre ella y Remy como un letrero de neón parpadeante, nunca repetidas
después de aquella vez. Era la más feliz de lo que había sido en mucho,
mucho tiempo. Y eso tenía que contar para algo.

Horas más tarde, se despertó con el sonido de su abuela llamándola.

—Rachel, tienes compañía. Ven por aquí, dormilona.

Rachel se sentó. ¿Sería Remy? No, él le había dicho que tenía que volar a
alguna parte hoy. Tal vez había cambiado de opinión. Oh, Dios, sería
mejor que se diera prisa. Abuela le serviría avena con veneno, si tenía la
oportunidad.

Tardó diez minutos para ponerse presentable con un par de pantalones


vaqueros y camiseta, con zapatos atléticos. Se recogió el pelo en una cola
de caballo. Cuando entró en la cocina, se llevó el susto de su vida.
Definitivamente no era Remy. Era su tía abuela, Tante Lulu, charlando
amigablemente con un café y oreilles de Cochran, u “orejas de cerdo” con
su abuela. Una confección cajún de nada más que aros fritos de masa,
rociados con azúcar de caña y con nueces picadas. Bien, había una gracia
salvadora en esta situación: si abuela estaba haciendo cosas dulces, no
debía saber que Rachel se había quedado con Remy toda la noche, o no
estaría en un estado de ánimo tan agradable.
—Me encontré con Lulu en la misa esta mañana. Ella vino a verte —
anunció la abuela.

—¿A mí? —chilló Rachel, tratando de alcanzar la taza de café negro que su
abuela le sirvió.

—Sí. Te llevará a los pantanos con ella. Te mostrará cómo debes recoger
hierbas curativas y tal. Te llevará a algunas de sus rondas de pacientes.

¿A los pantanos? ¿Con ella? Oh, mierda, tal vez me quiere matar, o algo.
146
Darme como comida a los caimanes o empujarme a las arenas movedizas.
Bueno, al menos sé por qué se vistió tan... raro. Para una caminata en la
selva. Hoy, Tante Lulu llevaba una camisa estilo safari y pantalones con
salacot. Su cabello estaba normal, rizado y gris. No, Rachel estaba
equivocada acerca de eso. Estaba rizado y era gris púrpura con rayas.
¡Dios, Dios!

—La Dra. Livingstone, supongo —bromeó Rachel.

—¿Eh? —respondió Tante Lulu. Entonces—: Pensé que ya que estabas en


esas cosas de hongos, deberías aprender cómo hacemos la gente del bayou
para encontrar el equilibrio en nuestras vidas. De la manera antigua. No
necesitamos del hongo mumbo jumbo39.

—No puedo ir contigo —dijo Rachel, pensando rápido—. Tengo una cita
con Charmaine para ver algunas muestras de pinturas.

—Es domingo, chica. Es día de descanso. El spa, está cerrado. Charmaine


no vendrá a encontrarte, de todos modos. Nosirree. Esa chica, se está
escondiendo de Rusty.

—¿De su ex marido? —preguntó Rachel.

—Sí. Se casó cuatro veces, pero él fue el primero, y me imagino que espera
ser el quinto.

—Pensé que Rusty estaba en la cárcel —dijo la abuela.

—Salió la semana pasada —le informó Tante Lulu—. Y es tan listo como
una liebre en que a Charmaine concierne.

—¿Por qué Charmaine no puede decirle que se pierda?

39Mumgo Jumgo: palabrería que no lleva a ninguna parte, puro bla,bla,bla.


—¿Eh? —dijeran al mismo tiempo Tante Lulu y abuela.

—Él es cajún —explicó la abuela, como si eso lo dijera todo.

—Es difícil para cualquier mujer resistirse a un hombre cajún cuando se


recuesta en su encanto —estuvo de acuerdo Tante Lulu.

Y yo que lo diga.

Todas sus excusas fueron infructuosas, y pronto estaba afuera con Tante
Lulu, a punto de embarcarse en su caminata por el pantano con la 147
traiteur. Abuela le hizo un último comentario, sin embargo, refutando así
la teoría de Rachel de que su abuela no se había dado cuenta de sus
actividades nocturnas.

—No estés pensando que voy a organizar una boda para ti y ese chico
LeDeux. Estás por propia cuenta en eso, si es que no quieres tomar mi
consejo de ese tipo.

—Ten cuidado con lo que dices acerca de mi pariente, Gizelle —le advirtió
Tante Lulu.

—Somos gente orgullosa igual que tú.

Rachel se quedó sin aliento.

—¿Quién dijo algo de una boda? Definitivamente no hay boda en ciernes.


Olvídate de eso. ¡Santo Cielo!

—No te preocupes —dijo Tante Lulu, dándole palmaditas en el brazo—. Yo


me encargaré de la boda. Tengo que trabajar en la colcha de la novia
primero, sin embargo, y un poco más en los tapetes de crochet para el
baúl de ajuar de Remy. ¿Quiénes serán tus damas de honor? Conozco a
una costurera en Houma que puede hacer vestidos de tafetán en poco
tiempo. Sin ánimo de ofender querida, pero ¿no planeas vestirte de blanco?

Nana resopló con disgusto y escupió un chorro de jugo de tabaco sobre la


barandilla del porche.

—No habrá boda —insistió Rachel.

Nadie la escuchó.
—Será mejor no estar enredada, sin embargo. No podemos precipitar una
buena boda y arruinarla, que es exactamente lo que sucederá si tenemos
una gran barriga en los servicios de la iglesia.

—¡Ah! —les gritó abuela mientras caminaban por el sendero—. Ya hay un


desastre de relaciones sospechosas, si adivino correctamente.

—¿En serio? —Tante Lulu le dio a Rachel un ¡tsk-tsk! antes de cambiar de


camino—. Bueno, creo que lo mejor será que vaya sacando mis agujas. Tal
vez pueda pedirles ayuda a las señoras de la Iglesia de Nuestra Señora de 148
Bayou. Hmmm.

—No habrá boda, y no se atrevan a hacer la colcha de novia. —Rachel


soltó un suspiro de angustia—. Pensé que ni siquiera le gustaba.

—Qué tiene que ver con eso. Pensé que no eras la correcta para Remy, él
es el chico sensible del condado y todo eso. Pero, cuando el rayo golpea,
no habrá amor que lo detenga. —Le dio a Rachel una mirada de soslayo
examinándola—. Ese pelo rojo tuyo es desagradable al principio. No es que
haya nada malo en ser un cabeza de zanahoria, no. Es sólo que a una
chica cajún no le queda tener el pelo rojo.

—Sólo soy medio cajún.

—Ves.

—Y hubieras preferido una novia cajún pura sangre para Remy, ¿no?

Tante Lulu se encogió de hombros.

—Lo que hubiera querido, deseado, añorado no haría al gumbo hervir.

Tener una conversación con Tante Lulu era como hablar en un idioma
extranjero. Se necesitaba un intérprete.

Se metieron en el T-bird azul de Tante Lulu, con la capota bajada. Gracias


a Dios Rachel tuvo la previsión de ajustarse el cinturón de seguridad, ya
que la anciana arrancó como alma que lleva el diablo, con la grava
disparándose a su paso.

—Lo bueno es que recogiste a tu cabello en una cola de caballo. De lo


contrario, tendríamos cabello rojo moviéndose por todo el lugar. Es por lo
que me pongo este casco aquí.
Por supuesto, ¿por qué no pensé en eso? Un casco en un convertible para
sostenerse el cabello.

—¿Tiene que conducir tan rápido? —gritó Rachel por encima del rugido del
motor y del viento de nuevo. Era sólo una estrecha carretera de un solo
carril.

—Puedes apostarlo. Tenemos cosas que hacer y lugares para visitar, chica.

Eso era justamente de lo que Rachel tenía miedo.


149
Primero, se detuvieron en la casa de Tante Lulu para recoger algunos
suministros. Estaba a sólo diez minutos de la casa de su abuela, pero
Rachel no estaba segura de si era debido a la distancia corta o a la Sra.
Maníaca-de-Nascar.

Igual que muchas casas cajún, Tante Lulu tenía un acabado exterior
hecho de bousillage, un extraño lodo mezclado con musgo español y
conchas de almejas machacadas para producir un acabado similar al
cemento. En su caso, sin embargo, el estuco se había cubierto de manera
encantadora con troncos acentuados por un tintineo encalado. La casa
estaba arriba de un lugar de pasto bien cortado que daba a un gran río
más estrecho que el de su abuela. A diferencia de la casa de su abuela, no
tenía zancos, pero tenía el gran porche de requisito con varios postes de
madera y una estatua de plástico de tamaño natural de San Judas. En el
centro del césped había una higuera extendida cargada de fruta. Macizos
de flores afiladas rodeaban la casa por todos lados, ofreciendo una gran
variedad de colores y fragancias.

Un gallo cantó en el pequeño gallinero en la parte trasera. Hileras de


verduras estaban dispuestas en un parche rodeado por cercas de malla de
alambre para mantener lejos a los animales hambrientos.

Entraron y Tante Lulu comprobó el contestador automático del celular


adjuntado a su cinturón. Después de escuchar la media docena de
mensajes, todos de pacientes describiendo síntomas o deseando establecer
citas, la traiteur comenzó a responder a sus llamadas. En medio, le dijo a
Rachel que descansara un momento mientras terminaba con sus asuntos
del teléfono y luego recogerían sus materiales.

Rachel decidió husmear en su lugar. Las habitaciones eran pequeñas y los


techos bajos en deferencia a la diminuta señora, supuso. Las vivas
habitaciones tenían muebles tapizados y confortables, con blondas en
todos los brazos y la espalda.

Había fotografías enmarcadas de los miembros de la familia en todas


partes. Una de una atractiva joven con tres chicos jóvenes le llamó la
atención. Debía ser la sobrina de Lulu y la madre de los tres niños
LeDeux. Rachel sonrió mientras veía a Remy, con cerca de cuatro años en
ese momento, con sus dos dientes de leche frontales faltantes. En ninguna
parte visible estaba Valcour LeDeux, el padre malhechor del que tanto
había oído. Una imagen preciosa de la boda de Luc y Sylvie tenía 150
prominencia.

Charmaine se veía bonita en un vestido de fiesta, con un gran peinado y


una tiara en una foto tomada hace unos diez años, cuando había sido
electa Miss Louisiana. También estaban las fotos de la escuela de Luc y
Remy y René. Y una de Remy viéndose increíblemente hermoso en un
uniforme de la Fuerza Aérea, antes de su accidente.

Detrás de la sala de estar estaba la cocina con sus gabinetes de ciprés y


lavabo de porcelana blanca. Cortinas rojas y negras a cuadros hacían
juego con el paño en la mesa del esmalte de estilo1940. Dos habitaciones
daban a la sala que estaban de adelante hacia atrás. Una de ellas contenía
una vieja cama con dosel cubierta con un tejido a mano cajún y cortinas
sin blanquear. Una pequeña alcoba con una capilla a la Bienaventurada
Virgen María y a San Judas estaba en el pasillo, y por todo la casa había
crucifijos e imágenes sagradas, indicativo de la fe católica de allí.

Al final del pasillo había una habitación con un conjunto de literas y una
cuna, sin duda, la pista de aterrizaje para los tres muchachos cuando
venían de visita. Sobre las paredes había gallardetes de los New Orleans
Saints y de la Universidad de Tulane, junto con algunos carteles de rock,
una de Richard Petty en una carrera de Nascar, y un pin de Heather
Locklear. En una estantería descansaban tres fotografías enmarcadas de
lado a lado de los chicos en sus respectivos primeros días de comunión,
vestidos con lindos trajes de tres piezas, rosarios al cuello, y las manos
juntas en oración. Cada uno tenía un brillo en sus ojos, aún entonces.
¡Pequeños santos bellacos!

Rachel encontró la casa meticulosamente limpia y acogedora. Por qué


debería estar sorprendida por eso, no lo sabía. Probablemente porque la
anciana era tan excéntrica en su apariencia física y escandalosa en sus
acciones. Medio había esperado encontrar periódicos y revistas apilados
por todas partes y platos sucios en el fregadero con alguna parafernalia
vudú colgando del techo.

Rachel descubrió a Tante Lulu en una despensa grande detrás de la


cocina, donde estaba llenando bolsas de plástico con cremallera con
hierbas de los frascos etiquetados que llenaban las estanterías de piso a
techo. Decenas de contenedores tenían las hierbas de costumbre, cuyo
olor acre llenaba la habitación, pero de cosas extrañas, también, como
grasa de cocodrilo, corazón de paloma, sangre seca de conejo, cascabeles
de serpiente, estiércol de pollo, placentas de cordero y anos de cerdo. 151

—¡Grasa de cocodrilo! —exclamó Rachel. No podía imaginar cómo se


podría en realidad obtener una cosa así.

—Oh, sí —dijo Tante Lulu, sin levantar la vista—. Lo mejor para el asma y
la dificultad para respirar. Mezclado con miel y añadiendo un poco de jugo
de naranja. Muy bueno.

Yo-no-lo-creo.

Una tabla de bloque de carnicero bien nacido estaba de pie en medio de la


despensa. En ella había varios cuchillos, cuencos de madera hechos a
manos, y un libro antiguo con notas escritas a mano de remedios
curativos, con sus hojas de color marrón por la edad. Varias jarras de
aceite y agua bendita estaban a un lado.

—Tienes una casa muy bonita.

—Gracias. Perteneció a mis padres. Yo y mi hermana mayor Clarice


crecimos aquí. Clarice era la abuela de Luc y Remy y René.

—¿Alguna vez te casaste?

Ella negó.

—Mis padres y Clarice se ahogaron en un accidente de barco frente a


Grand Isle cuando tenía sólo dieciséis años, benditas sus almas. Tuve que
criar a Adèle, que tenía sólo diez. Entonces, después de que ella se casó,
tuve que cuidar a los pequeños cada vez que huían del cinturón de su
papá. Dios, Dios, él era medio hijo de puta. Todavía lo es.

Rachel comenzó a obtener una clara y no agradable, imagen de cómo debió


haber sido la infancia de Remy.
—Entonces Adèle murió también, y mis chicos me necesitaron. —Se
encogió de hombros como si fuera a decir que no había tenido elección.

Bueno, Rachel sabía mucho de viejas mujeres a-las-que-les-importaba-su-


carrera que hubieran puesto en primer lugar sus propios intereses.

—Tuvieron suerte de tenerte.

En vez de fingir falsa modestia, Tante Lulu dijo:

—¡Mais oui! —Pero por supuesto. 152

Tante Lulu garabateó notas en una libretita, explicándole lo que estaba


bajo algunas hierbas. Antes de hacer algunas paradas para tratar a los
pacientes, entrarían en el bayou y recogerían plantas.

—¿Te importa? —le preguntó la anciana.

—Me estoy divirtiendo. —Y esa era la verdad.

Por costumbre, Rachel agarró su bolso de cuero y siguió a Tante Lulu por
la puerta, escaleras abajo, luego hacia el arroyo, donde estaba un pequeño
bote con motor fuera de borda. El humo del calor estaba sobre el agua y
las nubes se arremolinaban encima. Tante Lulu le indicó a Rachel que se
subiera primero.

—¡Whoa! no dijiste nada acerca de que iríamos por agua.

—Entra tú, y deja de ser un gato miedoso.

Eso fue ciertamente contundente. Rachel bajó su camino a la barca, dejó


el bolso en la parte inferior y, después, agarró inmediatamente los lados en
puños de nudillos blancos. Tante Lulu se rió entre dientes y se puso detrás
de ella, sacudiendo el barco deliberadamente burlándose de ella.

—Sabes nadar, ¿no?

—Sí, pero nunca he nadado en un pantano.

—Siempre hay una primera vez para todo. —Tante Lulu se rió un poco
más—. Asegúrate de aferrarte a ese remo en el fondo. Si nos volteamos,
serán lo mejor para golpear a los cocodrilos. ¡Ji, ji, ji—¡ Con un fuerte tirón
del motor fuera de borda, salieran.
—Eso no es gracioso. —Quizás a Tante Lulu no le gustaba, después de
todo. Tal vez por eso la había atraído a los bayous para que Rachel
desapareciera para siempre.

—Tienes quemaduras de barba en un lado de tu cuello y por el otro,


¿sabías eso? —comentó Tante Lulu de la nada, mientras dirigía las
pequeñas embarcaciones por el estrecho de vapor que luego se bifurcó en
uno mucho más amplio—. En tus brazos, también. Si conozco a Remy,
probamente te dio más de un chupetón, también.
153
Rachel se quedó sin aliento al oír las palabras de la anciana. No era que no
eran ciertas. De hecho, ella tenía marcas de Remy en algunos otros
lugares, colocados demasiado íntimo para mencionarlos. Y ella lo había
marcado, también.

Antes de que pudiera decirle a Tante Lulu que se metiera en sus propios
asuntos, por lo que ella dijo de nuevo.

—No te preocupes. Tengo un poco de ungüento que curan las abrasiones,


cortes, picores, mordeduras de serpientes, sarna, cangrejos y artilugios,
en un santiamén.

Eso es justo lo que necesito, un cangrejo de usos múltiples / una crema para
chupetones. Aceite de-pantano-ay. ¡Yeech!

—Baba de cerdo mezclada con caca de vaca.

La mandíbula de Rachel cayó de asombro. ¿La gente realmente le permitía


poner una mezcla como esa en la piel?

—Es broma. Eres muy ingenua, ¿no es así?

—¿Te dije antes que me estaba divirtiendo? Mentí.

Un fuerte estruendo, seguido de un silbido causó que Rachel saltara en su


asiento, lo que causó que el barco se balanceara.

—Relájate, baja si quieres unirte a los lagartos de allí.

Rachel la miró, rodando los ojos. En las aguas poco profundas cerca de la
orilla había una plataforma de dos metros de ancho, se levantaba
alrededor de 1.20cm, compuesta por un pasado desastre de barro y
vegetación. Un par de docenas de huevos estaban en el centro de la
circunferencia como huevos de gallina regulares pero mucho más largos.
A punto de tumbarse en este nido había una mamá cocodrilo del tamaño
de una minivan, de al menos dos metros de largo. Masticaba ruidosamente
en algunas cañas y barro que llevaba en la boca y luego escupió lo
masticado en los huevos y pronto se extendió sobre ellos retorciendo su
pesado cuerpo sobre toda la gran cantidad de huevos. Era la Futura-
señora-equipaje quien estaba haciendo todos los silbidos.

Peor aún era su esposo, el Sr. Futuro-equipaje, un buen cincuenta por


ciento más grande y más feo, que hacía guardia en el agua, rugiendo su
indignación hacia ellos. 154

Probablemente le hablaba a su esposa, en charla de cocodrilos, “Hey,


cariño, echa un vistazo a estos idiotas”.

¿Tienes un anhelo de carne de gente para la cena de esta noche? Yum-


yum.

—Quiero volver. Ahora mismo —exigió Rachel.

—Los cocodrilos son inofensivos, siempre y cuando no molestes a sus


hijos, o decidas hacerte la flaca, en su patio trasero. Además, los
cocodrilos son los reyes del bayou, y mejor te acostumbras a ellos, estarás
viviendo aquí después de la boda.

Rachel apretó los dientes, contó hasta diez en silencio, entonces dijo en un
tono tan planto como pudo:

—No habrá boda.

Para entonces, Tante Lulu ya había maniobrado su barco a cierta


distancia pasando el nido de los caimanes; así, su insistencia en volver era
un punto discutible, ella supuso.

Por supuesto, ahora tenía otras cosas de qué preocuparse. En el sur de


Louisiana, el sistema bayou presentaba una intrincada red de vías de
intersección divididas, volviendo sobre sí misma, desapareciendo un día,
reapareciendo otro.

A veces eran anchos como un río, otras veces eran tan estrechos como
para ser navegables. Ahora Tante Lulu fue hacia arriba, abajo, alrededor, a
la izquierda, a la derecha al punto en el que Rachel nunca podría
encontrar el camino de vuelta si la anciana tenía un ataque al corazón o
algo así. Finalmente, las llevó a una remota zona sombría donde los
árboles formaban un dosel, como manos que oraban, y la luz pasaba a
través en ejes puntuales donde había una ruptura en las hojas. Nunca se
sabía que habría en la mañana. El agua, que en un primer momento
parecía ser negra, marrón muy oscura era un examen más minucioso,
manchada por el tanino de siglos de árboles hundidos. En algunos
lugares, la corriente se arremolinaba y se juntaba, en otras, no parecía
moverse en absoluto. Vampiros y hombres lobo estarían en casa en este
ambiente misterioso.

—Llegamos—anunció Tante Lulu alegremente.


155
Rachel sintió como si su cabeza fuera golpeada con un remo.

—Aquí. —Tante Lulu se movió acomodando su pequeño bote en un banco


de barro y atándolo a una cerca de arbustos, que probablemente contenía
un tropecientos de serpientes o de arañas gigantes.

Tante Lulu bajó de la barca y comenzó a andar con un paso pesado fuera,
ajena al hecho de que Rachel seguía sentada en la barca. En un primer
momento, Rachel se reincorporó, pero pronto cambió de opinión después
de escuchar un ruido extraño como de un gato salvaje, o más
probablemente de un pájaro grande, y después de dar un buen vistazo al
antiguo ciprés con su base y raíces fuera se empujó a sí misma fuera del
agua a cierta distancia de la base como trolls, buscando precioso aire
para su supervivencia... o gente como alimento. Era un pensamiento de
fantasía, pero en este triste ambiente, con el musgo español colgando
espeluznante en grupos de los árboles como monstruosas telarañas, bien,
cualquier cosa parecía posible.

Ella agarró su bolso y se la echó sobre los hombros, luego saltó fuera de la
barca, en seguida se hundió en el barro lechoso, hasta los tobillos.
Emitiendo algunas malas palabras que no había usado en mucho tiempo,
Rachel pisoteó tras Tante Lulu.

—Espérame, bruja sangrienta. Me traes a los pantanos y me abandonas,


¿no? ¡Ja! ¡Llámame gata miedosa! ¡Ja! Veremos quién grita lobo primero.
¡Ja! Me comprarás un nuevo par de zapatos, eso es seguro, Sra. Indiana
Imbécil —murmuró ella. A lo largo del camino, con los brazos contra las
numerosas balsaminas del camino, que brotaban inmediatamente con
flores anaranjadas brillantes cuando se tocaban. Las balsaminas también
eran conocidas como “No-me-olvides” por razones obvias.
Tante Lulu se inclinó sobre un arbusto, recogiendo montones de pequeño
frutos verdes de un árbol que ella identificó como fresno espinoso, o “El
árbol del dolor de muelas”.

Rachel estaba demasiado enojada para pedir una explicación. Y,


francamente, podría haberle preocupado menos, incluso cuando Tante
Lulu le informó que esas bayas se podían utilizar para aliviar el dolor de
muelas.

Rachel arrojó otra bolsa y ordenó: 156


—Y que lo digas. Elije un poco de ese musgo español.

—¿Para qué? —le pregunto de manera hosca, incluso cuando ella cambia
su bolso de hombro, luego extiende la mano y la rellena con cautela
algunas de las bolsas de lona con franjas grises. El musgo estaba
probablemente lleno de bichos.

—Los indios usta vestían a sus hijos en ella, o cubrían a un enfermo con
ella durante el ejercicio de sudoración. Algunas personas todavía lo
utilizan para rellenar colchones. Me gusta hervirla y usarla contra la
fiebre.

—Mira ese árbol inusual de allá —dijo Rachel, señalando al árbol de hoja
grande, que se destacaba de algunos de los otros aquí en el pantano.

—Es un árbol de Sacrificio. Bueno para los resfriados, pero tienes que
recoger las hojas en la primera luna llena.

Mientras Tante Lulu continuaba escogiendo y eligiendo entre las diferentes


plantas, incluso sacando un cuchillo para cortar algunas raíces mamou
que serían utilizadas para la neumonía, Rachel le hizo preguntas sobre su
trabajo de traiteur. La curadora de la Gente era el nombre popular de hoy,
o de la medicina alternativa.

—¿Quién te enseñó todas esas cosas?

—Mi tía era una traiteur. Más tarde, me enteré de que había otros
curanderos en la zona. Pero debes tener el don para empezar, o no podrás
nunca ser enseñada en las formas.

Rachel notó que la anciana hacía la señal de la cruz a menudo cuando


recogía sus hierbas. Cuando le preguntó por qué lo hacía, Tante Lulu dijo:
—Sanar es un regalo del Señor. No puedes olvidar eso nunca, o el regalo
desaparecerá.

—¿A cuántas personas has tratado?

—Ya son como doscientas, más o menos. Oh, no todos a la vez. Tal vez a
una docena durante la semana en estos días. Muchos más, cuando era
más joven.

De repente se oyó el sonido de voces de hombres a una corta distancia.


157
Rachel se puso rígida con atención, y Tante Lulu se puso el dedo índice en
los labios, pidiendo silencio. Levantándose en silencio, Tante Lulu dejó su
bolsa y comenzó a arrastrarse hacia las voces de los hombres, que Rachel
podía ahora oír eran bruscas y mezcladas con español. Rachel colocó
cuidadosamente su bolso y la bolsa de lona en el suelo, también.
Entonces, la siguió. ¿Qué otra cosa podía hacer?

¿Estamos locas? Deberíamos salir de aquí. A menos que Tante Lulu piense
que es alguien que conoce. Pero, no, no tomaría esa atención a estar callada,
si ese fuera el caso. Dios, siento que esta es una mala rutina Lucy y Ethel.

Cuando llegaron al punto donde estaban a tres o cuatro metros de


distancia y ocultas por los arbustos, se detuvieron. Mirando a través del
follaje, vieron a cuatro hombres que maldecían en inglés y español
mientras intentaban maniobrar una gran balsa con una caja de metal en
la parte superior, moviendo largos palos en la corriente con la parte
inferior. Poderosos cinturones industriales se envolvían alrededor de ella,
con una de las longitudes conectadas a un árbol de roble en la orilla.

—¿Es un ataúd? —le susurró ella a Tante Lulu.

—No es como ningún ataúd que haya visto —le susurró Tante Lulu—. Es
muy grande.

—Tal vez tenga dos cuerpos.

—Tal vez.

—¡Armas! —murmuró Rachel, al darse cuenta de las armas que los cuatro
llevaban. Rifles y pistolas en fundas de hombro y cadera.

—Ahí viene de nuevo, Carlos. El helicóptero —dijo uno de los hombres.


Sí, en la distancia, estaba el zumbido un helicóptero que se hizo más
fuerte mientras se acercaba. Parecía estar bajo y en movimiento lento.
¿Sería Remy?

Podría ser cualquiera, supuso ella, Louisiana era un estado turístico.

—Por el amor de Dios, Juan, estás demasiado malditamente nervioso.


Brincas por cada pequeña cosa.

—Te lo digo, Carlos, donde quiera que vayamos, últimamente, sigo


158
escuchando un helicóptero. Creo que está siguiéndonos.

—Creo que estás lleno de mierda. Hagamos este trabajo y salgamos de


aquí. Soonier, ¿tienes el mapa para poder salir de este infierno? No sé
cómo habríamos encontrado este lugar sin ti como guía.

Sonnier, quien estaba sin afeitar como el resto y era el menor alrededor
veinticinco años, asintió mientras doblaba el papel en su bolsillo.

—Valdez, ven aquí y ayúdanos a empujar esta caja por la borda. Es pesada
como el infierno. —Metiendo una rodilla profundamente en el agua
fangosa, los cuatro hombres resoplaron y juraron mientras empujaban la
caja de metal por la borda. Debido a su peso, inmediatamente se hundió
hasta el fondo. Luego, hicieron lo mismo con la propia balsa. Lo único
visible, excepto si estabas buscando por él, era el cinturón de tela que
llevaba a la base del árbol en la corriente. Los cuatro hombres se
prepararon para abordar un barco que se parecía al de Tante Lulu,
excepto que era más grande.

Fue entonces cuando el móvil de Tante Lulu eligió el momento perfecto


para sonar con un fuerte ¡brrrr-iiing, brrrr-iiing, brrrr-iiing!

—¿Qué fue eso? —preguntó Carlos.

—Jesús H. ¡Cristo! Alguien está vigilándonos —exclamó Sonnier.

—Te dije que ese helicóptero era sospechoso —añadió Carlos.

—Vamos por ellos —gritó Valdez, sacando su pistola.

Rachel miró a Tante Lulu y Tante Lulu la miró, ambas horrorizadas.

Entonces, Tante Lulu se volvió rápidamente y corrió en la dirección por


donde habían venido. Rachel pasó justo tras ella. No había ningún camino,
así que, simplemente empujaron las ramas y los arbustos a un lado de su
camino. Las No-me-Olvides florecían en todo el maldito lugar. Dios bendiga
a la anciana por estar en tan buena forma. Estuvo rápido en el barco,
revolucionando el motor, y Rachel deslizó en el banco detrás de ella. Eran
unos seis metros de distancia antes de que los hombres llegaran a la orilla
del río y comenzaran a disparar contra ellas.

—Agáchate —gritó Tante Lulu con equivocada alegría.

¡Como si Rachel no estuviera ya aterrizando cerca de la parte inferior de la


embarcación como pudo! Cuando pasaron el nido del cocodrilo en su 159
camino de regreso, Rachel ni siquiera tuvo miedo.

—¿Crees que estaban enterrando un cuerpo o algunos? —preguntó Rachel


una vez pudo hablar sobre el sordo ruido de su corazón.

—Debe ser.

—¿Pero por qué?

—Chicos malos sería mi suposición.

—¿Tiene mafia en Louisiana? Tal vez fue un golpe de la Mafia.

—¿Igual que El Padrino, quieres decir? ¿Cómo nadando con los peces? No
se parecían mucho a Marlon Brando, si me lo preguntas, pero lo supongo.
¡Mon Dieu! No puedo esperar a decirles a las señoras de la iglesia acerca de
esto. No había tenido tanta emoción desde que los de la petrolera
intentaron matar a Luc y a Sylvie, o la vez que fui con la señora vudú y…

—¿Los de la petrolera trataron de...? ¿Voodoo...? No importa.


Probablemente deberíamos ir a la policía. Llamemos al nueve uno uno, o
algo así.

Tante Lulu negó.

—No habrá policía. Todavía no. Voy a hablar con Luc al respecto. Es
abogado. Él sabrá qué hacer. Tal vez sean algunos cazadores tratando de
ocultar sus capturas ilegales.

—En realidad no crees eso, ¿verdad?

—Pues no. No muchos cajúns hablan español así. Además, los tramperos
no se meterían en tantos problemas para ocultar sus pieles de la ley. En
su mayoría, sólo voltean al ave del guardabosque cuando viene a husmear.
¿Le dan la vuelta al pájaro? Esta anciana continuamente me sorprende.

—¡Oh, Dios mío! Dejé mi bolso allí. Dejamos las bolsas, también. ¿Sabes
cómo volver a ese lugar?

Habían llegado sanas y salvas a la casa de Tante Lulu por ahora, y la


anciana ató el barco a un pequeño muelle.

Cuando terminó, le dio a Rachel una mueca de incredulidad.

—¿Quieres arriesgarte a volver allí? 160

—Supongo que no. No pareces preocupada por todo esto, ahora que nos
escapamos del peligro.

—Por supuesto, estoy preocupada. A nosotros los cajúns no nos gusta que
extraños lleguen al bayou, que estén por ahí.

—Enterrando ataúdes con muertos —añadió Rachel con sarcasmo.

Tante Lulu perdió el sarcasmo totalmente.

—Eso también. Pero tienes que saber, Rachel, que los cajúns tenemos
nuestros secretos. No. No iré a la policía hasta que hable con Luc primero.

—Y ¿qué hay de Remy? ¿Hablarás con él, también?

—¡Diablos, no! Él es demasiado recto, por la mitad. Iría directamente a la


policía.

—¡Aaarrgh!

Como para satisfacer a Rachel, Tante Lulu marcó el número de las oficinas
de Luc en su celular.

—No está. Tengo su contestador automático —le dijo a Rachel. Luego


habló por su teléfono—: Luc, llámame —fue todo lo que dijo. Notando la
mirada furiosa de Rachel, añadió—: Es muy importante.

Rachel tomó el teléfono de las manos de Tante Lulu y marcó el número de


Remy. Ella también tenía un contestador automático. Repitió el mensaje
de Tante Lulu:

—Remy, llámame. Es importante.


Ella y Tante Lulu se miraron. La vieja testaruda rompió contacto con sus
ojos primero. Ella dijo:

—Bueno, sigamos en movimiento, chica. Tengo trabajo qué hacer.

—Llévame a casa primero —le ordenó Rachel, mientras caminaba a su


lado hacia el coche.

Sin nunca obedecer órdenes, Tante Lulu se dobló en el asiento del


conductor del T-bird, se ajustó el casco, esperó a que Rachel entrara, y de
161
nuevo despegó como un murciélago salido del infierno.

—¿Me oíste? ¡Me quiero ir a casa!

—Te oí, te oí, pero tengo que sacarle humo a un bebé primero.

¿Cómo podría resistir Rachel tal tentadora perspectiva…?


Capítulo 11
Traducido por nelshia & ஓ¥anliஓ

Corregido por Malu_12


162

Aquí vienen los problemas

Remy estaba en una reunión con la gente de la DEA en una oficina oculta
detrás de un almacén en Lafayette.

Hasta ahora, tenían los nombres de algunos de los culpables de bajo nivel
envueltos, incluyendo un compañero de Louisiana llamado George "Sonny"
Sonnier, junto con algunos otros patanes locales que probablemente le
dieron al cartel Romero todas las clases de geografía que necesitaban para
esconder las drogas. Toda la mañana, habían explorado desde el aire los
diversos escondites sospechosos del bayou siendo contemplados por los
capos de la droga colombianos. Ahora estaban haciendo correcciones y
adiciones a los mapas extendidos delante de ellos y que cubrían las cuatro
paredes. De forma alarmante, habían descubierto que uno de los
escondites estaba en su propia región del Bayou Black.

Hasta este punto, había sido un juego de investigación, estudiando y


esperando. No querían salir a matar, por así decirlo, hasta que hubieran
identificado a todas las personas involucradas, así como los lugares
escondidos. Pero no podían esperar demasiado tiempo.

En medio de todo este asunto serio, Remy seguía pensando en Rachel.

Cuán dulce había olido.

Cuán sedosa había sido su piel.

Cómo se había quitado sus inhibiciones y ropa, sólo para él.

Cómo su inocente experiencia de hacer el amor tocó su alma.


Cómo había permitido que le hiciera lo que él quería, no importa cuán
escandaloso fuera.

Cómo la memoria de sus suaves gemidos lo excitaban, incluso ahora.

Cómo había tocado su piel deformada sin pestañear.

Cómo su cuerpo de otra manera en buena forma física le dolía en ciertos


lugares por hacer demasiado el amor, si es que había tal cosa.

Cómo le había dicho esas dos aterradoras palabras a ella. 163

Cómo se las había dicho de vuelta a él.

—Tierra a LeDeux. Tierra a LeDeux —dijo Larry Ellis.

Remy volvió al presente con un golpe mental. Mon Dieu, estaba dejando a
Rachel y a una parte importante de su anatomía gobernar su vida. Él tenía
que enderezarse y volar derecho.

—¿Qué estabas diciendo?

—Sólo que el tiempo lo es todo —explicó el jefe de la operación, Shelton


Peters, o "Pete", como era conocido—. Sí, no podemos apresurar las cosas
haciendo los arrestos antes de tiempo, pero, por otro lado, si esperamos
demasiado tiempo con la esperanza de atrapar a las grandes manzanas,
podemos terminar sin manzanas en absoluto.

—Así que, ¿cuál es la respuesta?

—Digo que fijemos un plazo —ofreció Ellis.

Los otros asintieron.

—El lunes, una semana a partir de mañana, será el día D —dijo Pete.

Más aprobaciones.

—Vamos a traer más agentes de campo y hacer todos los arrestos ese día
—dijo Pete—. Además, tendremos que confiscar todas las drogas inmersas,
al mismo tiempo.

—Estamos hablando de una malditamente gran cantidad de mano de obra


—señaló Ellis.

—Sí, y un montón de sincronización. El tiempo lo es todo —concluyó Pete.


Otro hombre llamado Frank Porter miró hacia Remy.

—¿Vas a estar dándole instrucciones a nuestros pilotos esta semana?

—Sí, seis de ellos estarán volando el miércoles —respondió Remy—. Vamos


a pasar al menos dos días en el aire, revisando todos los sitios en cuestión.
El día D, uno de nosotros será asignado a cada uno de los lugares
escondidos. Usaremos helicópteros para la vigilancia pero hidroaviones
para aterrizar en el pantano y descargar a los buzos que sacarán las cajas
de metal. 164
—Los barcos entrarán también, después del poder aéreo; barcos lo
suficientemente pequeños como para maniobrar estas corrientes, pero lo
suficientemente grandes como para soportar el peso cuando dirijan los
ataúdes de plomo hacia fuera —elaboró Pete.

—Tú sabes, esta operación es sólo el principio —señaló Ellis—. La punta


del iceberg.

Todos estuvieron de acuerdo con que el problema de las drogas era más
generalizado que ésta operación.

—Tienes que conseguir una pista de aterrizaje más grande si vas a seguir
trabajando con nosotros —dijo Pete a Remy—. He torcido todas las reglas
en el libro hasta el momento, pero no puedo continuar para siempre.

—¿Por qué el tamaño de mi pista importa tanto? Es ilógico —sostuvo


Remy.

Algunos de los hombres rodaron sus ojos.

—No conoces al tío Sam, muchacho —dijo Pete con una sonrisa—. La
lógica no es una palabra reconocida por el gobierno de los Estados Unidos,
sobre todo cuando se trata de la elaboración de normas. Lo juro, hay
algunos idiotas en la capital de este país que deben tener doctorados en
trabajo de relleno. Si algo puede ser dicho en cinco palabras, ellos utilizan
quinientas. El sentido común no es parte de su vocabulario.

—¿Recuerdas el momento en que hicieron que Baldwin volara desde


Washington D.C. a Baltimore porque su camioneta no tenía autorización?
—recordó Pete.

—¿Y qué hay de Louis y los cinco miles de dólares en mapa de ruta? —
señaló otro chico, Matt Landeau.
—Luego estuvo ese momento en el que algunos palurdos con la cabeza en
su culo decidieron que sería genial si los agentes llevaran gas lacrimógeno
en vez de pistolas. Eso funcionó en grande —dijo Pete—. Amenazó a un
millar de cargos antes de que la condenada norma fuera retirada.

Remy levantó las manos en señal de rendición.

—Los escucho, los escucho. Haré mi mejor esfuerzo para ampliar la


plataforma en los próximos meses. Lo prometo. —Eso significa otro
encuentro con la Bruja Mala del Sur. Por otro lado, también significa otro 165
encuentro con la deliciosa nieta de la Bruja Mala.

—Me encantaría saber lo que significa esa sonrisa tuya —le susurró Ellis.

—Olvídalo —dijo Remy.

La reunión terminó después de una hora. Pete gritó:

—¡Buena suerte a todos!

Mientras Remy se iba, comprobó su teléfono celular. Sólo había una


llamada, y era de Rachel. Yum- yum, pensó para sí.

Su mensaje decía: "Remy, llámame. Es importante."

Probablemente lo echaba de menos. Eso era importante, ¿no? O su abuela


la había encerrado en su casa de pan de jengibre y estaba encendiendo los
hornos. Eso era importante, también.

Dándose un silencioso regaño por estar en el medio del estacionamiento


soñando despierto, Remy marcó el número de la casa de Gizelle, rezando
para que Rachel fuera la que respondiera.

No hubo suerte.

—¡Hola! —chilló la vieja bruja.

—¿Está Rachel ahí?

—¿Quién es?

Dudó por un largo momento.

—Remy LeDeux.

—Ella no está aquí.


—¿No está allí para mí, o no está allí en general?

—Estúpido cacareo —dijo ella, sin siquiera molestarse en decirlo en voz


baja—. Esa chica no está aquí de cualquier manera. Se fue con tu tía
Abuela hace mucho tiempo.

¡Uh-oh!

—¿Hace cuánto tiempo?

—Salieron de aquí sobre las diez, creo. 166

—Eso fue hace cinco horas. —¿Qué podría estar haciendo su tía con
Rachel durante cinco malditas horas? Eso aturdió su mente y lo asustó
como el infierno.

—Si debes saberlo, Beau llevó un cambio de ropa pa’ ella a casa de Lulu
hace poco. Pero, sí, se fue desde las diez en punto.

—¡Hace cinco horas! —prácticamente le gritó.

—Usted no tiene que gritarme —dijo Gizelle, y colgó con un golpe el


auricular del teléfono.

—La vieja bruja me colgó —se dijo, no realmente sorprendido. Después,


trató con su tía, quién le dijo que había dejado a Rachel con Charmaine
hacía una hora.

—Dios, Dios, esa chica es una nerviosa y miedosa.

—Uh, Tante Lulu, ¿qué estabas haciendo para que Rachel hubiera estado
nerviosa?

—¿Yo? ¿Por qué todo el mundo me culpa a mí? No fui yo. Fue todo por los
chicos malos en el pantano. ¡Cou! ¡Cosa más fea que jamás he visto!
¿Sabías que Rachel tiene un chupetón? Tsk, tsk. Mejor cepilla tu traje de
voy-a-casarme realmente rápido, chico. ¡Dum-dum-dee-dum! ¡Oops! No
puedo hablar ahora. Aquí viene Luc, y está tan enojado como un toro con
su trasero capturado en alambre de púas, nomás porque tengo otra multa
por velocidad. Adiós.

Remy se quedó mirando a su teléfono celular. Otra anciana acababa de


colgarle.

Luego, algunas otras preocupaciones le asaltaron.


¿Chicos malos? ¿Qué chicos malos?

¡Otra multa por velocidad! Le van a sacar su licencia con seguridad esta
vez.

Me pregunto si Tante Lulu ha hablado de bodas con Rachel. ¡Ja! Sé que


Tante Lulu ha estado hablando con Rachel sobre bodas. Ella no se perdería
una oportunidad como ésta ni aunque su vida dependiera de ello.

¿Chicos malos? ¿Qué podría haber querido decir con eso?


167
Remy exhaló con disgusto.

¿Puede mi día ponerse peor?

Sí, dijo ya, sabes, quien en su cabeza.

***

Una vez no es suficiente. De seguro, nena

Rachel literalmente tembló al entrar en el spa de Charmaine a media


tarde.

Mataría a Tante Lulu si pasaba un minuto más en su compañía, y ella le


había dicho lo mismo. Caminaría todo el camino hasta el Bayou Black
antes de meterse en un coche con esa gilipollas de nuevo. Incluso el policía
que detuvo el T-bird por exceso de velocidad había mirado hacia Rachel y
le había dicho:

—¿Tienes deseos de morir, señorita, metiéndote en un vehículo en


movimiento con Louise Rivard? —Ese era el nombre completo de Tante
Lulu—. Ella es una leyenda viva entre la patrulla de caminos. —El policía
del Estado había estado riendo mientras hablaba. Rachel no lo hacía.

La puerta principal del spa exhibía un cartel de cerrado, pero Rachel


encontró a Charmaine en una oficina trasera, haciendo la nómina. Caray,
el peinado habitual bouffanty40 de Charmaine destacaba hoy, incluso en
un día de descanso. Su pelo largo iba perfecto con sus pantalones capri
negros y una camiseta recortada que decía “Hago flecos. ¡La máxima
bimbo!”

Le echó un vistazo a Rachel y dijo:

—Has estado con Tante Lulu. Ven, siéntate, chère, y deja que te sirva una
taza de té de manzanilla. Si quieres, puedo darte un Prozac, también.
168
Después de que Rachel le dijo a Charmaine acerca de sus terribles
experiencias del día, Charmaine la divirtió con sus propias historias sobre
la escandalosa Tante Lulu, incluyendo el momento en que ella tenía
setenta y cinco años y Charmaine tenía veintiocho, justo después de su
último divorcio, y la pájara chiflada las inscribió a ambas en un concurso
de danza de vientre en Opoulousa; Tante Lulu ganó.

—En su defensa, diré que Tante Lulu estuvo impresionante hoy en el


tratamiento de sus pacientes. —En la primera visita a sus pacientes,
Rachel había aprendido lo que significaba “fumar al bebé”. Había sido un
pequeño bebé fuera de Houma que sufría de un caso severo de cólicos.
Tante Lulu había cortado algunos trozos de ropa de embarazo de la madre
y un trozo de tela del pañal del bebé. Los había colocado en una placa de
aluminio junto con varios recortes de cabello de la madre y del niño.
Después de que habían sido incendiados y comenzaron a humear, Tante
Lulu se mantuvo pasando el brebaje humeante sobre y alrededor de la
cabeza del bebé, obligándolo a respirar un poco de humo. Para sorpresa de
Rachel, el bebé inmediatamente se calmó y se durmió, su cólico
presumiblemente curado.

Entonces, también, Tante Lulu había dado remedios herbales de una


manera muy profesional a otros pacientes con fiebre, náuseas y diarrea.
Incluso había utilizado un remedio del que Rachel había oído hablar
cuando era niña para curar las verrugas. El niño cajún les había
mostrado sus verrugas en toda su mano. Tante Lulu había frotado una
papa cruda sobre todas ellas, y luego le dijo a la madre que la enterrara en
el patio donde un chorro de agua se vertía desde la azotea. Cuando la papa
finalmente se pudriera, las verrugas se habrían ido, prometió Tante Lulu.

40
Bouffant: Es un tipo de peinado que se caracteriza por una masa de cabello apilada
sobre la sección coronal del cráneo, la cual suele ser acompañada de secciones de cabello
que cuelgan libremente en determinadas secciones alrededor de la cabeza,
ocasionalmente en forma de alas laterales o flequillo.
En todos los casos, Tante Lulu había hecho la señal de la cruz y dijo una
breve oración antes de empezar.

Cuando Rachel había expresado sorpresa por algunos de sus trabajos,


Tante Lulu le había dicho:

—A veces las viejas maneras siguen siendo las mejores.

Ahora, después de beber dos tazas de té y de paso el Prozac, Rachel se


preparaba para discutir el proyecto de remodelación del spa. Charmaine
169
sacó algunos de los libros de papel tapiz que Rachel había dejado con ella.
Pasaron la siguiente hora decidiendo sobre la pintura y los colores del
piso, así como algunos fondos para las paredes. Rachel estaba
entusiasmada con el papel de nubes que pondrían en la sala de masajes,
con murales de riachuelos del bayou en las cuatro paredes.

Cuando terminaron, Charmaine agitó sus manos, le dio una mirada


evaluadora a Rachel, y entonces anunció:

—Ahora vamos a concentrarnos en ti, chica.

—Oh, no, no vas a batir mi pelo.

Charmaine se echó a reír.

—No. Pero después del día que has tenido, un poco de tiernos y amorosos
cuidados están en la agenda.

Y Charmaine estaba en lo cierto. Una media hora más tarde, después de


un caliente acondicionado en su pelo, una cálida cera en sus manos y pies
para el relajamiento y un peeling facial de miel, Rachel estaba floja como
un ganso. Estaba tumbada boca abajo, cubierta sólo con una toalla
gruesa, en una de las tablas en la sauna del spa para "limpiar sus poros".
Otra toalla estaba envuelta al estilo turbante alrededor de su cabello
húmedo.

Más tarde, Charmaine iba a darle un masaje de cuerpo completo.

—No creo que vaya a necesitar un masaje después de todo, Charmaine —


dijo, al oír la puerta hacer clic abriéndose—. Estoy tan relajada ahora
mismo que mis huesos están a punto de derretirse.

—Oh, definitivamente necesitas un masaje —dijo una voz ronca.


Absolutamente no Charmaine.
Los ojos de Rachel se abrieron para ver a Remy de pie dentro de la puerta
ahora cerrada.

Y no estaba usando una toalla.

¡Oooh, muchacho! Él le da un nuevo significado a "Alto, Oscuro, y Cajún".


Más bien, "Embravecido Cajún".

Remy observó divertido cómo Rachel evaluó su cuerpo y su ya rabiosa


erección, y luego se sentó, tirando de la toalla aún más fuerte alrededor de
170
sus pechos. ¿Cómo podía ser tan modesta después de su comportamiento
de anoche? Pero así es como las mujeres tendían a ser, según su
experiencia. Madonna en la noche, Madre Teresa a la luz del día.

Le tomó la mano y la jaló hasta ponerla de pie, asegurándose de que


ambas toallas cayeran en el proceso. Estaba a unos doscientos grados
dentro de esta caja de sudor, y las toallas eran innecesarias.

—Te extrañé —dijo, justo antes de besarla profundamente. Si no estaba ya


derretida, como ella había mencionado, él tenía previsto ponerla de esa
manera o morir en el intento.

Remy pasó las palmas de sus manos por la transpiración resbaladiza de


su espalda, desde sus hombros hasta sus nalgas, las cuales acunó en sus
manos. Él la atrajo contra el centro de su cuerpo. Ella se puso de puntillas
para alinearlos a la perfección. Mujer complaciente, eso es Rachel. Me gusta
eso en una mujer.

—Estoy sudando —dijo ella.

—También yo lo estaré en un minuto... pero no por el sauna.

Ella se rió contra su boca.

A él le gustaba eso.

—¿De verdad me extrañaste? —preguntó en broma.

—¿Cómo puedes preguntarlo, querida? —bromeó de vuelta mientras se


sentaba suavemente en uno de los bancos, obligándola a sentarse en su
regazo a horcajadas. Podía ser suave cuando quería serlo.

—Tanto, ¿eh? —Ella movió sus caderas contra esa parte de su anatomía
que mostraba lo mucho que la había echado de menos.
Casi vio las estrellas con tan intenso que era el placer de su frotamiento
sobre su pene. Y, malditamente caliente, ella sabía el efecto que tenía en
él... porque la bruja lo hizo de nuevo, y sonrió.

Se recostó hacia atrás y estiró las piernas en el largo banco con ella aun
cabalgando su centro.

—¿No tienes miedo de que Charmaine entre?

Negó con la cabeza.


171
—Le dije que se perdiera.

—¿Y te escuchó? Eso no suena como Charmaine. —Ella arqueó las cejas
hacia él, sin creerle.

—Bueno, le dije que vi a Rusty dirigirse hacia aquí, y él llevaba un


sombrero de vaquero, botas y jeans ajustados. Charmaine no puedo
resistirse a un vaquero, de ninguna manera. Estaba fuera de aquí más
rápido que un cerdo en día de mercado.

Apoyada en sus brazos enderezados, ella le sonrió.

—A mí me gustan los vaqueros también, vaquero. Y las vaqueras, de paso.


Sin embargo, nunca he montado un caballo antes. ¿Podrías darme una
lección?

—¡Ga-ran-ti-za-do! —Él levantó sus caderas, arriba y luego abajo, de modo


que se empaló a sí misma con él. Sus ojos se abrieron como platillos
mientras se extendía en torno a él. Y creció hasta tener aproximadamente
unos veinticinco centímetros de largo y unos quince centímetros de grosor,
quita o pon dos o cinco centímetros… la exageración masculina era un
derecho dado por Dios en momentos como estos.

—¡Oh!

—¿Eso es todo lo que puedes decir, cariño? —Estaba malditamente


impresionado consigo mismo. Lo mismo ella. Y estaba impresionado con
ella también, por supuesto. Toda ondulante y flexible; él tendría que ser
un maldito santo para no apreciar eso.

Pero ella realmente, realmente lo impresionó con su respuesta perfecta.

—¡Arre!
Y así lo hizo él.

Y ella también.

***

Define pervertida, por favor 172

Rachel se tumbó sobre la mesa de masajes del spa completamente


desnuda, con una máscara de gel sobre sus ojos, y, sin duda, un par de
ojos oscuros cajún examinándola detalladamente de pies a cabeza.

¿Cuándo había dejado de ser inhibida sobre las imperfecciones de su


cuerpo?

¿Cuándo había decidido darle una oportunidad a la conducta lasciva?

¿Cuándo se había convertido en un bombón?

Nunca había sido así con David o con cualquiera de los otros pocos
hombres con los que había estado involucrada. Probablemente era la
máscara la que le daba coraje, decidió. O un gen mutante que de repente
llevó al frente a un gen de zorra.

—¿Es esto lo más pervertido que has hecho? —preguntó, sin saber
exactamente dónde permanecía Remy. Cómo había dejado que la
convenciera para esto, no tenía ni idea. Bueno, sí, la tenía. La había
convencido suavemente de este "experimento" cuando había estado
relajada después de un orgasmo quita-sentidos.

—Define pervertido —respondió él con una sonrisa. Estaba de pie a su


lado—. Caray, tienes los pechos más bellos del mundo.

—Ya habías dicho eso antes.

—Vale la pena repetirlo, cariño. Créeme, vale la pena repetirlo.

—No sé sobre esto, Remy. Se siente muy raro.

—¿Raro bueno o raro malo?


—No lo sé. Raro en una forma estremecida hasta el fondo de mi estómago.

—Eso es un buen raro —concluyó él.

—¿Cómo te sentirías recostado aquí, con la visión disminuida, mientras


que yo soy el Personaje Dr. Siéntete-Bien?

—Más tarde, nena. Más tarde. —Su voz llegó desde otra dirección ahora.

—¿Qué estás haciendo?


173
—Registrando el alijo de aceites para el cuerpo de Charmaine. Cielos,
¿quién querría untarse en aceite de serpiente?

¿Quéééééé?

—Sólo estaba bromeando. ¿Qué aroma prefieres, lavanda, rosas o limón?


Oooh, oooh, oooh, detén el tren. Acabo de divisar algo mejor. Aceites
comestibles.

Ella tuvo que reírse de eso.

—¿Quién escoge el sabor? ¿Tú o yo?

—Definitivamente yo. Primero. Tú consigues la segunda vez. Hmmm. Creo


que me gusta el de banana. No, he cambiado de opinión. Coco.

—Eso no es justo.

—Sí, lo es. El lamedor tiene que elegir lo que él o ella va a lamer.

¿Lamer? Oh, Dios mío, puedo sentir mis pezones cada vez más duros.
Espero que no lo note.

—¿Te he dicho lo mucho que me gustan tus pechos?

Sí, lo ha notado.

—Pensé que esto iba a ser un masaje, no una... cosa de lamer.

Él se rió entre dientes.

—Cariño, nosotros los cajúns hacemos las cosas a nuestra manera. No


hay nada malo en mezclar las dos. Un masaje lamiendo suena muy bueno
para mí.

Lo hacía para ella, también.


Se sacudió repentinamente al sentir una llovizna fría en su vello púbico.

—Parece un rocío derritiéndose contra esas llamas, Rachel. ¿Sabías eso?

—Por supuesto que no lo sé. ¿Crees que me pongo aceite comestible a mí


misma y me miro al espejo?

—Algunas mujeres lo hacen —respondió—. Lo que me da una idea.


Supongo que no...

—¿Qué? —pinchó cuando él no llegó a terminar. 174

—¿Estarías dispuesta a hacer algo para mí que es un poco, um...

—¿Pervertido?

—Diferente.

—¿Cómo qué? —¡Como si esto no fuera lo suficientemente pervertido o


diferente!

Él roció el aceite sobre sus pechos.

—Levántalos, y tócalos. Tu misma.

—Remy, no puedo.

—Por favor.

—Esto va mucho más allá de los límites de todo lo que he hecho en mi


vida.

—Yo también.

—Mentiroso.

—De verdad.

Ella inhaló profundamente y exhaló, luego preguntó:

—¿Qué quieres que haga?

—Tócalos de la forma en que desearías que lo haga yo. Hazte el amor a ti


misma, pero pretende que soy yo.

Y Rachel lo hizo. Que Dios la ayudara, pero lo hizo. Y no sólo con sus
pechos. Al cabo de quince minutos, los que parecieron quince horas,
Rachel estuvo completamente saciada por su propia mano y las roncas
palabras maliciosas de ánimo de Remy. Y ella olía a piña colada.

Llevarse a sí misma al orgasmo mientras un hombre sexy como de infarto


observaba la experiencia era alucinante para Rachel, algo que hacía
apenas dos semanas nunca habría esperado aceptar. Bueno, nunca olería
el coco nuevamente sin recordar esto, y probablemente ruborizarse.

Luego fue el turno de Remy, completamente desnudo, enmascarado y


sobre la mesa de masajes, a su insistencia. 175
—Puedes hacer lo que quieras, nena —ofreció con la típica magnanimidad
masculina.

—Un masaje —decidió, optando por lo más inofensivo de todas las


posibilidades que cualquier cosa abarcaba. Ella no estaba segura de poder
ver a Remy tocarse sin estallar en llamas por la vergüenza, o simplemente
estallar en llamas y punto.

—Cobarde —dijo muy divertido Remy—. No te lo pienses, querida.

Ella le dio un masaje a cada bendito centímetro de él, con aceite de


chocolate.

El chocolate "Fudgesicle" lo reservó para el plato final. Masajeó y lamió,


causando que Remy gimiera un largo:

—¡Oooooooooohhh!

Cuando terminó, y él estuvo saciado también, ella dijo, riendo:

—Los dos olemos como a un Mounds Bar41 de chocolate y coco. Lo único


que falta son las nueces. Entonces, seríamos un Almond Joy.

—Hey, yo tengo las nueces —señaló él, tocando juguetonamente debajo de


su barbilla.

—¡Como si no lo supiera! —Ella se echó a reír de nuevo.

Estaban sentados uno al lado del otro, desnudos en la mesa de masaje con
el brazo de Remy entorno a sus hombros y Rachel metida bajo su brazo,
con la mejilla apoyada en su pecho aceitoso.

41Mounds bar: es un caramelo en barra fabricado por Hershey's que está hecho de
chocolate negro relleno de coco; su producto hermano es el Almond Joy, las diferencia es
que éste último lleva nueces.
—Lo que necesitamos es una ducha, nena. Asumo que este spa tiene una
ducha.

—No voy a entrar en una ducha contigo. Sé a dónde nos llevaría.

—¿A dónde? —preguntó con fingida inocencia, todo el tiempo comiéndose


sus pechos con los ojos.

—Me estoy convirtiendo en una zorra —dijo en un gemido, al darse cuenta


de lo mucho que le gustaba el hecho de que a él le gustaran sus pechos.
176
—Me gustan las zorras.

—¡Aaarrgh!

—Bueno, es tu elección en cuanto a la ducha, Sra. Zorra, pero le dije a Luc


y a Sylvie que llegaríamos para el hervido de cangrejos en casa de su
madre esta noche, si estabas de acuerdo. Su madre es un pez gordo de la
política, y tendrá algún tipo de recaudación de fondos para el refugio de la
familia Breaux. ¿Quieres ir oliendo como a sexo y caramelos de bar?

—No.

—Bueno, ¿entonces?

—Voy por el jabón. Tú consigue las toallas —dijo, deslizándose de la mesa


de masajes y dirigiéndose hacia las duchas.

—Eso es lo que me gusta, una mujer relajada. —Remy le dio una palmada
en el trasero cuando la alcanzó.

Sí, Rachel se sentía muy relajada.

Y le gustaba.

Al abrir la puerta de la ducha, ella le dijo:

—Nada de tocar.

Él se limitó a sonreír, lento y sexy.

Rachel se preguntó dónde podría encontrar un programa de doce pasos


para las zorrerías.

***
El fulgor de la tormenta

Una hora más tarde, cuando se dirigían hacia las afueras de Houma para
la fiesta de Inez Breaux-Fontaine, y, sí, pasaron una hora en la ducha,
Remy recordó algo.

Miró hacia Rachel en el asiento de su Jeep, muy cerca. Todavía olía 177
ligeramente a coco, y probablemente él todavía olía a chocolate, a pesar de
haberse frotado entre sí enérgicamente... y de enroscarse enérgicamente
entre sí, también.

Llevaba una falda de mezclilla sobre la rodilla con una pequeña abertura
en el centro y un elástico, una camiseta blanca que, sin duda, ella moriría
si lo supiera, mostraba sus pezones, más hinchados gracias a sus
atenciones entusiastas en las últimas dos horas. Sandalias reveladoras
cubrían sus pies principalmente descalzos. Se sentaba recatadamente con
las manos cruzadas en su regazo, pero él pensó que lucía sexy como el
pecado.

Pero ese no era el punto. Había olvidado por completo la llamada que
Rachel le había hecho a su celular hoy. ¿Podría un hombre morir de
exceso de testosterona? Lo dudaba, pero, amigo, ¡vaya forma de terminar!

—Nunca me dijiste por qué me habías llamado esta tarde. ¿Qué era esa
cosa importante que necesitabas discutir? —preguntó.

—Oh, no puedo creer que lo olvidé. Realmente me revuelves la cabeza,


Remy. Tengo que dejar de permitirte que me hagas eso. —A Remy como
que le gustaba la idea de ser capaz de revolverle la cabeza a Rachel—. Tu
tía me llevó a los bayous para recoger algunas hierbas y nos encontramos
con algunos tipos hundiendo un gran ataúd en la corriente. Su celular
sonó, lo que les alertó de que estábamos allí, y fue entonces cuando nos
dispararon. Escapamos justo a tiempo. ¡Uf! ¿Quién hubiera pensado que
tu tía podía correr tan rápido? ¿Quién hubiera pensado que yo podía
correr tan rápido? Ni siquiera tuve miedo de los cocodrilos después de eso.

Remy pisó el freno y se detuvo a un lado de la carretera. Las bocinas de los


coches sonaron detrás de él, y un pueblerino en una camioneta oxidada, el
cual pasó volando, le saco el dedo mientras le gritaba obscenidades sobre
su madre y sus habilidades de conducción. Pero Remy no podía estar
preocupado por eso.

¿El bayou? ¿Un ataúd? ¿Disparando? ¿Cocodrilos? No debería


sorprenderse. A los lugares a los que su tía iba, los problemas parecían
seguirla. Pero ahora había involucrado a Rachel, y no podía permitir eso.

—Empieza desde el principio —ordenó—. ¿Por qué andabas con mi tía,


para empezar?
178
—¡Demonios si lo sé! Ella llegó a la casa de mi abuela y me insistió en que
la acompañara a sus rondas, pero primero tenía que ir a buscar unas
hierbas en el pantano.

—¿Por qué quería que tú fueras con ella?

—¡No tengo ni la más mínima idea! Creo que me estaba probando. Ella
tiene esta idea escandalosa de que tú y yo nos casaremos.

¿Qué es tan escandaloso sobre eso? No es que esté interesado en casarme.


¿Pero por qué es el matrimonio conmigo tan escandaloso?

—Ignora su charla de matrimonio. Lo hace con todos. Lo que no puedo


entender es por qué te irías con ella.

—Tuve esta idea de que tal vez podría incorporar algo de sus
conocimientos a base de hierbas en mi decoración Feng Shui. No me mires
así. Es posible.

No podía imaginarse a Rachel y a su tía trabajando juntas, pero supuso


que cosas extrañas sucedían.

—Así que, entraste en los bayous con ella, ¿y...? Por favor, no me digas
que fuiste en bote.

—Sí, un pequeño bote a motor fuera de borda. Santo Cielos, era tan
pequeño que podría haber sido comida con bote y todo por los caimanes
que custodiaban el nido. Eran grandes como camionetas, lo juro por Dios.

Remy puso su rostro entre sus manos. Los cocodrilos no eran a menudo
agresivos, excepto cuando se veían amenazados por alguien entrando en
su territorio. Un nido de cocodrilo era sin duda su territorio. En cuanto a
ellos siendo tan grandes como camionetas, bueno, los cocodrilos vivían
treinta o más años y podrían alcanzar fácilmente de tres a cuatro metros y
medio.

Ella podría no estar exagerando.

—Continúa —dijo cuando su presión arterial bajó una muesca.

—Fuimos a este bayou verdaderamente alejado-del-camino. Bueno,


pareció alejado-del-camino para mí. Tu tía estaba recogiendo hierbas y
musgo y esas cosas, y yo estaba evitando las serpientes y las arañas y esas
cosas, cuando escuchamos voces de hombres. Algunos de ellos hablaban 179
español, pero al menos un tipo parecía ser cajún de acuerdo con tu tía, en
especial ya que fue llamado por su nombre, Sonnier. Ese es un nombre
cajún, ¿no? De todos modos, nos arrastramos para acercarnos y los vimos
bajar esta caja grande de metal en la corriente del pantano con una correa
todavía unida a un árbol en la orilla. Parecía un ataúd gigante, el doble de
tamaño de lo habitual.

¡Pour l'amour de Dieu! Sus divagaciones suenan justo como lo harían las de
Tante Lulu. ¿Está mi atolondrada tía haciéndole perder las fuerzas a
Rachel?

Pero entonces, el cuerpo de Remy se puso frío y sus manos literalmente


temblaron cuando todo el impacto de sus palabras lo golpeó. ¿Un ataúd de
metal? ¿Sonnier?

Aparentemente, su tía y su amante habían capturado accidentalmente a


empleados del cartel en el acto de ocultar drogas en territorio de EE.UU. Y
Rachel se había referido a un gran ataúd de metal. Ese fue el primer
indicio que había tenido en cuanto al tamaño. Estos escondites podían
valer varios millones de dólares cada uno, lo que significaba que iban a
matar a cualquiera que se atreviera a interferir con sus planes, incluyendo
a dos mujeres idiotas recogiendo flores.

—¿Qué te dijo la policía cuando reportaste esto?

—Bueno, no lo informamos aún, exactamente.

—¿Qué? —Rachel miró a todos lados menos a él. Bueno, campanas del
infierno, ella debía sentirse culpable. Remy exhaló con una mezcla de
exasperación y de alivio. Exasperación porque se habían colocado a sí
mismas en peligro y no habían buscado ayuda. Alivio porque esa era una
cuestión que era mejor que manejara la DEA. Tendría que llamar a Pete a
la primera oportunidad con privacidad que consiguiera—. ¿Por qué no lo
denunciaste, aún?

—Tu tía pensó que sería mejor decirle a tu hermano Luc primero, y
permitirle decidir qué curso de acción tomar. Él es un abogado y todo eso,
y es de suponer que tiene contactos con la policía.

Él asintió. Buena idea. Mantenerlo en secreto tanto como sea posible.


Aunque Tante Lulu probablemente ya le ha dicho a la mitad de la
congregación de la Iglesia Nuestra Señora del Bayou. Con suerte, lo 180
descartarán como los desvaríos de la mente confundida de una persona
mayor.

—Hablaré con Luc sobre eso esta noche. —Y con mi tía, también.

—Por supuesto, eso fue antes de que tu tía consiguiera una multa por
exceso de velocidad. Luc realmente estaba enojado por eso. Buen Señor,
Remy, ¿tus hermanos y tú se dan cuenta de que es una maníaca tras el
volante?

Definitivamente voy a hablando con Tante Lulu. Ella está totalmente fuera
de control.

Él coloco sus manos a cada lado de su rostro y la besó suavemente.

—Podrías haber salido herida.

—Lo sé. Nunca voy a ir con ella en un bote o en un auto nuevamente, y así
se lo dije también.

Me refería al peligro del cartel. Sí, la escamosa de mi tía debe estar


haciéndote perder las fuerzas.

—Una loca de atar, eso es lo que es. Y tuvo el descaro de decirme que
nunca había delirado en su vida. ¡Hablando de buscar la palabra más
irrelevante! Te lo juro, tuve que contenerme de hacerle daño físico, y no
soy una persona violenta.

Él sonrió ante la vehemencia de su respuesta. Le hubiera gustado estar allí


cuando ella había estado sermoneando a su tía.

—¿Y sabes lo que la boba de tu tía dijo cuando terminé con mi diatriba
contra ella?

No preguntes.
—¿Qué?

—¡Me preguntó que colores quería para mi colcha de novia!

No fue divertido. En serio. Sin embargo, Remy tuvo que presionar los
labios para no echarse a reír.

—¿Sabes que llevaba un casco hoy? —Su mandíbula cayó abierta, luego se
cerró con un chasquido—. ¿Por qué tu tía sigue cambiando de trajes y de
colores de pelo? 181
Ni idea.

—Creo que está tratando de encontrarse a sí misma.

—¿Crees que esos hombres eran de la Mafia?

Eso eliminó por completo su impulso de reír.

—¿Mafia? —Se ahogó. ¿De dónde sacó esa idea descabellada?

¡Hah! Probablemente de su tía.

—Sí. Ya sabes, asesinos a sueldo deshaciéndose de sus asesinatos.

—Tal vez. —Nena, has estado viendo mucho a Los Sopranos. Lo mejor es
dejar que piense eso, sin embargo. Desviar la atención de los verdaderos
culpables.

—Remy, fue una experiencia desgarradora la de hoy, pero estoy segura de


que Luc o tú, o la policía se encargará de ello. Estoy más preocupada por
algunos problemas personales que me molestan en este momento, cosas
que necesitamos discutir.

¡Uyy!

Rachel se volvió en el asiento así estuvo mirándolo directamente. Su


expresión sobria presagiaba lo que probablemente será un tema incómodo
para él.

—¿Tenemos que hablar de esto ahora?

—Sí. Sí, tenemos.

Él suspiró, reconociendo que nada la detendría. Cuando las mujeres


lograban meter algo entre sus dientes, nunca lo dejaban ir.
—Tenemos que frenar esta relación, Remy.

No puedo discutir con eso, pero ¿cómo detener un tren fuera de control? Así
es justo como me siento, fuera de control y dirigiéndome hacia una colisión.

—Estoy de acuerdo, nena, pero, santo infierno, ¿cómo vamos a hacer eso?
Es como si una prostituta decidiera que se va a volver virgen de nuevo.
Hay algunas cosas que no se pueden deshacer.

—No sé si me gusta tu analogía.


182
—Sabes lo que quiero decir.

—No estoy pidiendo deshacer lo que ha pasado con nosotros hasta el


momento, a pesar de que es demasiado y muy rápido. Ha sido hermoso,
Remy, para mí, de todos modos, y no borraría el recuerdo de nada de eso.

—¿Pero...?

—Pero me haces quedar sin aliento cada vez que te miro —admitió.

¡Maldición!

Él sonrió.

—¿Y eso es malo?

—Sí, es malo. Quiero decir, es bueno, pero no puedo pensar cuando andas
cerca. Mi cerebro se vuelve un pudin con sobrecarga hormonal. No sé si
estoy tomando decisiones lógicas o no. Y deja de estar sonriéndome así.

No deberías decirme estas cosas, cariño. Voy a utilizarlo en tu contra,


seguro como un rayo en el verano. Whoo-ee, veo más "perversiones" en la
pantalla de mi radar masculino. Te voy a mostrar lo apasionante, cariño. Lo
apasionante en Loui-zee-anna.

—Tal vez es sólo el calor. Algunas personas reaccionan de manera extraña


a la alta humedad. —Dieu, apenas puedo contener la risa.

Ella le lanzó una mirada que por poco lo puso en la misma clase que la de
los de cerebro deficiente.

—Por supuesto, me estoy convirtiendo en una zorra —concluyó con un


gran suspiro.

¿Qué hay de malo con las putas?


—Tú no eres una zorra.

—Lo soy en lo que a ti concierne. ¿Dónde están mis costumbres? ¿Dónde


está mi buen sentido? Remy, te he conocido por poco más de una semana,
y he saltado al saco contigo cualquier número de veces.

—Siete para ser exactos, no es que lo esté contando. Eso es suponiendo


que cuentes el sexo oral como sexo, lo cual yo hago, así como Bill Clinton.
—Él le sonrió, con la esperanza de romper el estado de ánimo.
183
Pero ella sombríamente carecía de alicientes.

—Tengo problemas de confianza, Remy. Difícil de ocultar ese hecho.


Probablemente comenzaron mucho antes de David. Muchas personas me
han defraudado, empezando por mi madre.

—¿Por qué buscas problemas, cariño? Deberías estar feliz de haberme


encontrado —bromeó.

—Es que es tan fuera de lugar para mí, y estoy asustada de estar tomando
decisiones por las razones equivocadas.

Él tenía miedo, también, de que se apresuraran a toda velocidad hacia una


relación, ¡una relación comprometida, por el amor de San Judas! Pero
tenía más miedo de que ella fuera a terminar la relación, comprometida o
no, antes de que incluso comenzara. Rápidamente, tomó ambas manos
entre las suyas y trató todo lo posible por exponer su caso.

—Los hombres no analizan las cosas de la forma en que las mujeres lo


hacen. Si tenemos la suerte de echar un polvo… quiero decir, de tener
buen sexo, damos gracias a los dioses por eso, incluso si el buen sexo
ocurre en la primera noche. Infiernos, especialmente si ocurre en la
primera noche… lo cual no hizo con nosotros —se apresuró a añadir—. El
amor a primera vista es algo que sucede en los libros o en las revistas de
mujer, no en la vida real. Al menos, eso es lo que pensaba antes de
conocerte.

Rachel ladeó la cabeza y estudió su rostro.

—¿Qué quieres decir?

—Nos han entregado un regalo, Rachel, como una flor especial. No sólo me
refiero al sexo. Tú y yo sabemos que esto es mucho más que sexo. Creo
que debemos manejar este regalo con cuidado, dejar de cuestionar el por
qué ocurrió y si deberíamos echar atrás el regalo, y sólo ver si florece o se
marchita en la vid.

Ella meditó sus palabras por lo que pareció una eternidad.

—Entonces, ¿no crees que deberíamos dar un paso atrás para un respiro?
Dejar de vernos por un tiempo.

—Definitivamente no.

—¿Qué tal si nos vemos, pero sin sexo? Llegar a conocernos el uno al otro 184
sin toda esa materia extraña nublando nuestros cerebros.

¿Materias extrañas? Es una nueva forma de referirse al viejo buen revolcón


sudoroso y caliente en el heno.

—Tienes que estar bromeando. Te deseo muchísimo, nena.

—Lo mismo digo.

¡Menos mal! Entonces, ¿por qué estamos hablando tanto de esto?

—¿Qué quieres, Rachel?

—Confianza —dijo, e inmediatamente lo modificó a—: Amor y confianza.

—En resumen, depende de ti. No puedo hacer ninguna promesa sobre


mañana o la próxima semana, todavía no. Tal vez nunca. Pero estoy
dispuesto a asumir un riesgo. ¿Y tú?

Sin dudarlo, ella asintió.

¡Gracias a Dios! Él le dio un suave beso en los labios y luego le sonrió.

—Bueno, entonces, señorita, vamos a la fiesta. Si hay una cosa que


nosotros los cajúns sabemos cómo hacer, es una fiesta. Laissez les bon
temps rouler. Que comiencen los buenos tiempos.

—Puedo pensar en otras cosas que ustedes los cajúns hacen bien.

Él sólo sonrió hacia ella.


Capítulo 12
Traducido por electra
Corregido por Nanis

Y entonces el tú-ya-sabes-qué golpeo el ventilador 185

Rachel se quedó atónita ante la opulencia de la “familia de Inez Breaux-


Fontaine” como Remy lo había llamado, en las afueras de Houma.

La madre de Sylvie provenía de una antigua familia criolla de Louisiana,


los Breauxs y ella era, después de todo, una congresista de los Estados
Unidos. Sin embargo, a excepción del centenar de coches alineados en la
gran vía del acceso semicircular y de la calle abajo, era como retroceder en
el tiempo. A pesar de que no contaba con los enormes jardines que pudo
haber tenido Tara, este monumento al exceso no obstante fue una gran
casa de la plantación, con columnas y suntuoso paisaje.

Era difícil de creer que una mujer en la tierra como Sylvie, había crecido
en un lugar como este. Y ella era una mujer que trabajaba, además, un
químico, o eso había le dijo a Rachel, no era una mimada de Southern
Belle.

—Es algo más ¿no es así? —comentó Remy mientras enrollaba su brazo en
el de ella y comenzaron la caminata por el camino.

—Vas a decirlo.

—No me hubieran invitado ni a un kilómetro de este lugar si no fuera por


Sylvie. Mis hermanos tampoco.

Rachel levantó su ceja ante su declaración.

—Ustedes tres son hombres profesionales, nada de sentirse menos.

—Nosotros no nacimos en alta sociedad. Ni tenemos el dinero ni la


influencia que le importa a Inez, lo cual contrarresta nuestro bajo nivel
social. Ya verás a qué me refiero. Te juro, esa mujer podría congelar a una
persona con sólo una mirada condescendiente por encima de su nariz. Es
por eso que a las mujeres de su familia las llaman “Breaux hielo”.

—¿Por qué estamos aquí si ella los trata a todos tan groseramente?

—Familia —respondió con una sola palabra—. Estamos aquí para apoyar a
mi hermano y su esposa.

Luc y Sylvie debían haber estado mirándolos porque surgieron de la


terraza delantera y bajaban los escalones de mármol para saludarlos.
186
Luc parecía caminar con cautela. Sus tres niñas con sus delantales que
hacían juego con sus zapatos jugaban alrededor de todo el mobiliario de
mimbre, una niñera parada al fondo supervisando el juego. En realidad la
más pequeña de todas, de sólo un año de edad, se aferraba al brazo de la
silla de mimbre, chillando deliciosamente de las payasadas de sus
hermanas.

Luc usaba unos vaqueros y una suave camisa a cuadros. Con su cabello
negro y sus bailarines ojos, era casi demasiado bueno para ser hombre. Y
Sylvie no se quedaba atrás, tampoco. Llevaba una camisa sin mangas,
vestido de gasa sobre una figura agradablemente redondeada. Sus rasgos
criollos oscuros eran siempre un complemento maravilloso para la
apariencia de su marido.

Pero lo único que le importaba a Rachel era el alivio de no estar mal


vestida. Remy le había asegurado que no lo estaba, que incluso la famosa
Inez sabía cómo organizar algo vil, un asunto casual, pero ¿qué sabían los
hombres de esas cosas? Una vez, David la había invitado a una fiesta en el
jardín, que resultó ser una fiesta en el jardín de la casa Blanca, elegante
en su máxima potencia.

—Estoy muy contenta que hayas venido —le dijo Sylvie, dándole a Rachel
un abrazo rápido y un beso en la mejilla. Luc hizo lo mismo.

—¿Dónde diablos has estado todo este tiempo? —le preguntó Luc a
Remy—. Hablé contigo hace dos horas, y me dijiste que estabas de camino
a recoger... —Luc paró a la mitad de la frase y sonrió. Entonces, resopló de
forma exagerada—. Huelo a chocolate.

—No, es coco —estuvo en desacuerdo Sylvie.

—Ah, huelo a s-e-x-o —deletreó Luc en deferencia a sus hijas, sin dejar de
sonreír a su hermano.
—Luc —dijo Remy en tono de advertencia.

—Luc —dijo Sylvie, en tono de regaño.

Rachel sintió como si se estuviera hundiendo en la entrada y


desapareciendo.

—Preocúpate de tus asuntos —dijo Remy, asiendo a su hermano por el


cuello, ya que comenzó a subir las escaleras. Por encima del hombro, le
dio a Rachel una mirada de disculpa. En un momento dado, parecía que
187
más que agarrar a su hermano necesitaba su apoyo. Vio a Remy mirando
divertido a Luc y hacerle una pregunta.

—¿Que te puedo decir? Mi marido tiene una vena cruda —dijo Sylvie a
Rachel, despreocupadamente—. Él no hace ningún daño.

Mientras seguían a los dos hombres por las escaleras, Rachel dijo:

—Me he acostumbrado a la brusquedad de la gente de aquí. Después de


todo pasé la mañana con Tante Lulu. Nada me puede sorprender ahora.

—Pobre muchacha. —Sylvie rió amigablemente con ella—. ¿Ha comenzado


con las cosas de ajuar de novia contigo todavía?

—Dios mío, sí.

—Hizo lo mismo conmigo, y no me dejaba en paz hasta que Luc y yo


estuvimos casados.

—Remy y yo acabamos de conocernos —apuntó Rachel rápidamente. No


había manera de que quisiera dar la impresión que ella y Remy estuvieran
comprometidos o algo parecido a eso.

—¿De verdad?

—De verdad. No hay planes de casamiento. No nos conocemos bien el uno


al otro. De hecho, yo estoy... —Rachel dejo sus palabras sin terminar y se
dio cuenta de que estaba protestando mucho, y Sylvie no estaba
comprando nada de eso.

—¿Tan malo es? —preguntó Sylvie con simpatía.

—Es peor —admitió Rachel en un gemido de consternación—. Y casi no lo


conozco.
—Hey, conozco a Luc de toda mi vida, pero se sintió como amor a primera
vista, cuando volvió a llegar a mi vida de nuevo.

—Pareces muy feliz.

—Lo somos. Hemos estado casados por cuatro años, y lo quiero más cada
día. —La cara de Sylvie brillaba cuando hablaba de su esposo, y Rachel no
podía dejar de envidiarla por ese tipo de relación.

Con el rabillo del ojo vio a Remy abajo al final de la terraza en una seria
188
conversación en su teléfono celular. Luc estaba sentado en una de las
sillas con la niña más pequeña en su regazo y las otras dos a ambos lados
de él. Parecía estar contándoles una historia divertida si las risas de ellas
eran una indicación. Las mayores decían “Oh, papi” pero la más pequeña
podía gesticular sólo “Pa—pa”.

Mientras esperaban que Remy terminara la llamada, las dos mujeres se


inclinaron contra la balaustrada. Rachel observó a Sylvie.

—Tienes una hermosa familia.

—Sí, pero este es el final. Tres es suficiente para nosotros para manejarlas.
Luc se hizo una vasectomía esta mañana.

Bueno eso explicaba su tensión al caminar por las escaleras.

—¿En domingo?

Sylvie asintió.

—Tiene un doctor amigo quien lo hizo fuera de la hora de atención en su


oficina. Tú sabes, los hombres y hospitales. Y la verdad que era un
procedimiento menor.

Rachel se sintió un poco incomoda hablando de esto con una persona


relativamente desconocida.

Sólo había visto una vez antes a Sylvie.

—No debes sorprenderte porque te dije algo tan íntimo. Luc les dirá a
todos esta noche, algo de piedad.

—Son muy jóvenes para tomar tan drástica decisión.

—No en realidad. Ambos tenemos treinta y siete. Y francamente quiero


compartir más tiempo con mi marido del que podrimos si tuviéramos más
niños. Luc se ofreció, lo que me liberó de tener que ligarme las trompas. Lo
amo por estar dispuesto a hacer eso por mí. Increíble, no puedo creer que
esté confiando todas estas cosas a ti. Solía ser tan tímida.

Rachel sonrió. No se podía imaginar a esa cálida y amorosa mujer siendo


tímida. Quizás por casarse con un pícaro como Luc hizo que saliera de su
caparazón.

—Oí que dejaste a un hombre por tener una vasectomía —dijo Sylvie
vacilante. 189
Rachel puso los ojos en blanco.

—¿Hay algún secreto aquí en el bayou?

—No. —Sylvie palmeó su hombro—. Espero no haberte ofendido por haber


traído este tema doloroso.

Rachel negó.

—Se acabó todo. Y no dejé a David porque se hizo una vasectomía. Me fui
porque se hizo la operación sin decirme primero. Eso es una gran
diferencia.

—Por supuesto que lo es.

—Es una cuestión de confianza.

—Jesús. Algunos hombres nacen sin tener idea, y luego se ponen más
tontos mientras se hacen viejos. Cuando se trata de entender a las
mujeres, en todo caso.

—Somos un buen par, ¿verdad? —lo dijo Rachel con una sonrisa triste—.
Una mujer que echa a un hombre por hacerse la gran V y una mujer que
ama a un hombre por la misma razón.

Sylvie se acercó y abrazó a Rachel.

—Me alegra que hayas venido a Louisiana. Creo que vamos a ser grandes
amigas.

—Hey a todos. El cangrejo está listo —llamó Luc—. Tómenlos antes de que
se acaben.

Dos de las niñas ya estaban corriendo hacia la casa adelante de su niñera,


que llevaba a la más pequeña. Las tres iban gritando de alegría.
Remy se acercó a Rachel, después de haber terminado su llamada. Puso
su brazo alrededor se sus hombros, atrayéndola a su lado, y presionó sus
labios contra la parte superior de su cabeza. Rachel se di cuenta que Luc y
Sylvie estaban viendo el gesto de cerca, parecían darle cierta importancia.

—¿Está todo bien? —le preguntó a Remy referente a la llamada de teléfono

—Lo está ahora. Lo siento por dejarte por negocios.

—Está bien. Sylvie y yo tuvimos una agradable conversación.


190
Mientras los cuatro caminaban por el amplio pasillo central de la casa y al
patio de atrás, el cual equivalía casi a un paseo a través de un museo, Luc
anuncio sin previo aviso.

—Hoy me corté.

Sylvie puso los ojos en blanco a Rachel como si dijera “Te lo dije”.

—Pensé que te veías distinto —bromeó Remy.

—¿Sí? —preguntó Luc con repentina alarma y pretendió cruzar sus


piernas en forma afeminada—. Bueno, no me extraña. ¿Alguna vez
tomaste una aguja en las joyas de la familia? Ouch.

—¿Deberías estar fuera? —Remy le dio una palmadita a su hermano en el


hombro.

—He tenido una bolsa de hielo todo el día en mis joyas de la familia.
Mucha diversión esto. Y llevo un soporte escrotal. —Luc miró a Rachel
tímidamente, como si supiera que estaba empujando los límites de una
conversación educada en su compañía.

—Se supone que debe evitar caminar en exceso y levantar objetos pesados
—dijo con el ceño fruncido en desaprobación a su marido—. Y sí, debería
quedarse en casa.

—Probablemente tenga miedo de que puedas huir con un diablo hermoso


si te deja fuera de su vista —comentó Remy.

—Muérdeme —le dijo Luc con una sonrisa enorme.

Remy se limitó a sacudir la cabeza ante la tosquedad de su hermano.

—Paren, los dos —advirtió Sylvie—. Aquí viene mi madre. Y el resto de las
mujeres guerreras Breaux. —Empujó a Luc a una silla cubierta de madera
en el patio y se dejó caer sobre sus brazos, la gallina madre que protegía
su gallo herido. Remy y Rachel estaban a cada lado de la silla, mirando al
grupo acercarse.

En primer plano había una mujer elegante que debía tener casi sesenta
años, pero podría pasar por cincuenta o menos, sin duda debido a las
numerosas cirugías plásticas, inyecciones de colágeno y expertos en
maquillaje. Llevaba el cabello oscuro corto y su cuerpo estaba cubierto de
un ajustado vestido de seda verde muy elegante, ceñido a la cintura. Las
esmeraldas que llevaba en sus orejas tal vez costaran más que el salario 191
anual de Rachel del año pasado.

—Sylvie cariño no te vi llegar —dijo su madre, dándole un beso en el aire y


un abrazo que no incluía tocar. Luego hizo lo mismo con Luc que les guiño
un ojo por encima del hombro, justo en el momento en que ella dijo—: Luc
que bueno verte de nuevo.

—Madre, recuerdas al hermano de Luc, Remy.

Se asintieron el uno al otro, civilizadamente. Inez inclinó su nariz


perfectamente con un poco de disgusto mientras evitaba mirar el lado
desfigurado de la cara de Remy.

Rachel hizo un sonido reflejo de un profundo gruñido en su garganta y


Remy se acercó a ella y la agarró del brazo como si la restringiera.

Rachel vio que Luc y Sylvie se habían dado cuenta de todo el intercambio
entre ella y Remy, miraban a Remy y después a ella, antes de sonreír.

—Y ella es su amiga Rachel Fortier de Washington D.C. Es decoradora.

Inez extendió una mano inerte a Rachel en una sacudida a medias.

—Yo uso exclusivamente a N´awlins —dijo ella como si Rachel quisiera


hacer negocios con ella en el lugar—. Tengo una casa en Georgetown
cuando el congreso está en sesión. ¿Has hecho alguna casa de los
diputados o senadores?

—No, no todavía —dijo Rachel

—¿Alguien que conozca?

—Probablemente no. —Podía sentir su cara en llamas.


Inez inmediatamente se dio vueltas, como si Rachel no podía ser tan
buena si no había hecho nada para la gente importante de la nación.

Fue Remy quien hizo un bajo gruñido profundo en su garganta ahora y


Rachel fue la que lo agarró de sus brazos restringiéndolo para que no
hiciera algo imprudente, como abofetear a la condescendiente y grosera
mujer.

Las otras tres damas fueron presentadas rápidamente también. En primer


lugar, estaban las tías de Sylvie, Margo y Madeline, quienes eran dueñas 192
de una empresa de té de pedidos por correo y aparentemente les
disgustaba Luc incluso más que a Inez, si sus hostiles miradas eran una
indicación. Luego vino la anciana abuela de Sylvie, Dixie Breaux con su
impecable cabello blanco peinado. Ella debía visitar el mismo cirujano
plástico que Inez porque su cara estaba sin ninguna línea o mancha
cutánea a la vista. Incluso para su avanzada edad, Dixie aun trabajaba
como un grupo de presión contra las compañías petroleras locales.

Las cuatro damas se preparaban para alejarse después de tener una


educada y corta conversación, y no tan amable cuando Inez regañó a
Sylvie por no mantener un mejor ojo en las niñas, que estaban cerca del
dip de aguacate que escarbaban sin miramientos, mientras la niñera las
miraba con indulgencia.

Luc hizo un gruñido ahora, y Sylvie lo retuvo de reñir a su suegra,


poniendo una mano enérgica en su nuca. Pero Luc les devolvió a las
damas su desaprobación a su manera.

—¿Les he dicho que tuve una vasectomía hoy? —preguntó con una sonrisa
inocente en su hermoso rostro—. ¿Quieren escuchar acerca de la
operación? Fue muy interesante.

Las cuatro mujeres hicieron ruidosos gorgoteos por la impresión,


volviéndose sobre sus zapatos de diseño para alejarse de la presencia de
Luc lo antes posible.

—Tu familia es muy...interesante —dijo Rachel al silencio que siguió.

Sylvie, Luc y Remy se volvieron con la boca abierta, y luego se echaron a


reír.
—No tienes que ser educada —dijo Luc—. Son un montón de snob
pedantes. Y estaba a punto de bajar mis pantalones y mostrar mi cicatriz
también.

—¿Tienes una cicatriz, cariño? —preguntó Sylvie a Luc.

—Solo una muy pequeñita y desaparecerá en dos o tres semanas, pero


ellas no saben eso. —Le sonrió con picardía a su esposa—. ¿Quieres ver?

—Creo que podríamos servirnos un margarita de sandía —dijo Sylvie


193
llamando a uno de los camareros que flotaban circulando a través de la
multitud de doscientos amigos cercanos de Inez, en otras palabras,
personas que podrían ayudar en su carrera.

—Con el debido respeto cariño, creo que Remy y yo preferiríamos una


cerveza fría.

—Con todo el debido respeto, cariño —dijo Sylvie de vuelta a su marido—.


Tú no vas a tener alcohol con todas esas pastillas para el dolor aún en tu
sistema.

Luc le hizo una mueca su mujer, luego tomó un cuello largo para Remy y
una limonada para él. Sylvie y Rachel tomaron unos vasos con
incrustaciones de sal en sus bordes.

—Salud —dijeron todos.

—He aquí por una vida larga sin condones. —Luc levantó su copa.

—Eres tan crudo —dijo Sylvie.

—Y amas eso —contestó Luc, levantando una ceja lascivamente a su


esposa.

Rachel y Remy miraban el juego con diversión, mientras que Remy tomó
un largo trago de cerveza y Rachel tomó un sorbo de la deliciosa bebida.
Justo en ese momento, tenían más visitantes no deseados a su pequeño
círculo. El infame Valcour Ledeux y su mujer ninfa, Jolie, quien era unos
buenos veinticinco años más joven que él, entraron.

—Primero la suegra del infierno, luego las tías y abuela del infierno.
Finalmente el padre del infierno. ¿Puede ser la vida peor que esto? —gruñó
Luc, tomándose el resto de la limonada.
—Sólo si Satanás decide dejarse caer —agregó Remy. Vaciando también su
cuello largo.

Él y Luc tomaron unas segundas bebidas de un camarero que pasaba


cuando su padre se acercó.

—Siempre es mejor mantener las manos ocupadas cuando mi papá está


cerca, para evitar pegarle —explicó Remy a Rachel.

Papá Ledeux estaba en la segunda mitad de sus cincuenta, mientras que


194
Jolie en sus mediados veinte, era apenas una joven. Siendo la madre de
Tee-John de catorce años de edad, debía haberse involucrado con Valcour
por primera vez con apenas quince años. Ilegal, por seguro.

Vestido con pantalón Boss, una camisa de golf de Armani, zapatos de


cocodrilo de diseño, y un reloj Rolex, Valcour era claramente un hombre
rico. Debía ser unos de los muchos invitados que podían ayudar a Inez con
sus ambiciones políticas, si no con su influencia, sí a través de sus
contribuciones en dinero. Hilos de plata eran visibles en su cabello negro y
quizás ya no era del color de antes pero todavía era un hombre guapo, al
igual que sus hijos. La mayor imperfección era su cara enrojecida, debido
a los años de exceso con el alcohol.

—¿Cómo están muchachos? —dijo Valcour levantando su copa de Martini


hacia cada uno de sus hijos.

—Muy bien —dijo Remy.

—Muy pero muy bien —agregó Luc.

—Me encanta tu vestido —le dijo Jolie a Sylvie.

—Gracias —respondió Sylvie—. Tú también estás encantadora. —Y lo


estaba, Rachel lo reconoció y ¿por qué no? Era joven delgada y atractiva en
ese vestido de Donna Karan que probablemente costaba un dineral. Ella
habría parecido una gamin42 si no fuera por el largo y rubio cabello tejano
que parecía ser muy popular entre el circuito de bellezas que desfilaban.
No es que Rachel supiera que Jolie pensara eso.

Valcour le pregunto a Remy:

—¿Quién es tu amiga?

42Gamin: Palabra francesa, originalmente significa erizo, niño abandonado o niño


juguetón, travieso. Fue utilizado en inglés desde aproximadamente el siglo 19.
Remy alteró su atención. El idiota se debió haber olvidado de ella.

—Esta es Rachel Fortier, de Washington D.C. Es decoradora. Y Rachel.


Este es mi padre Valcour Ledeux y su esposa, Jolie.

Todo el mundo se dio la mano.

—¿Una decoradora? Vamos a rehacer nuestra guarida. Tal vez podría


llamarte —dijo Jolie.

—Rachel es una experta en Feng Shui —se jactó Remy, para sorpresa de 195
Rachel.

—¿Qué diablos es fung sway? —preguntó Valcour con una sonrisa.

En vez de responder a Valcour, Rachel se dirigió a Jolie.

—Feng Shui es un tipo de decoración. Estaría encantada de ver tu


guarida, pero me temo que no voy a tener tiempo. Sólo estoy visitando
Louisiana, y ya estoy haciendo el spa de belleza de Charmaine y la casa
flotante de Remy.

—Tú —dijo Valcour, agitando un dedo borracho a su esposa, sin tener en


nada en cuenta las palabras de Rachel—. Gastas mucho dinero en
malditas cosas como esta. No necesitamos ningún decorador de pacotilla
que nos diga que necesitamos un sofá de diez mil dólares.

Jolie agachó la cabeza con vergüenza. Luego, para darle crédito, le disparó
de vuelta:

—No me hables como a los trabajadores de tu planta de petróleo.

—Por el amor de Dios, Remy… —La atención de Valcour se dirigió de uno a


otro lado sin lógica alguna. Debía estar más borracho de lo que parecía—.
¿Para que necesitas un decorador de interiores para una casa flotante? —
Le dio a Rachel una lenta mirada lujuriosa una vez más de la cabeza a los
pies y se paró en sus pechos. Se rió.

¡Qué hombre tan desagradable!

Rachel clavó sus uñas en el antebrazo de Remy para que no saltara sobre
su padre. Él y Luc estaban resoplando sobre sus bebidas como
vagabundos en el desierto, probablemente para fortalecerse.
—Oí que Tee-John salió con Lulu de tu casa la semana pasada —dijo
Valcour a Remy—. Es mejor mantener a esa perra lejos de mi muchacho.
Ella es una mala influencia.

—Mala influencia —farfulló Luc, aún sentado—. La única mala influencia


para Tee-John eres tú. ¿Por qué no saltas de un carro y resuelves esto?
Después de todos estos años, le estarías haciendo al mundo y a tu familia
un favor.

—Te gustaría que te hiciera algunos favores, ¿verdad muchacho? Reforzar 196
esa muy variada practica de las leyes tuya. Hacerte algo más que el
abogado del pantano.

El rostro de Luc se puso rojo de furia. Ahora fue Sylvie la que clavó sus
uñas en el antebrazo de Luc para detenerlo de hacerle daño corporal.

—Una vez un bastardo, siempre lo será —gruñó Remy.

—Hablando de bastardos, dile a ese hermano tuyo, René, que si oigo una
vez más sobre otra legislación sobre la polución de petróleo en el bayou, él
va a hallar su culo en cabestrillo y yo voy a estar apretando el nudo. No
creas que no recuerdo cómo vencer a la mierda de cualquier de ustedes
muchachos.

Con eso, Valcour giró sobre sus talones y se tambaleó fuera, tirando de
Jolie con él.

—Bueno, eso fue sin duda agradable —dijo Sylvie con una risa temblorosa.

—No se derramó sangre. Eso es un alivio —añadió Rachel.

Todos se miraron y luego se echaron a reír.

—Tienes razón querida. Absolutamente razón. No sangre y mi padre es un


gran logro —dijo Remy dándole un abrazo con un sólo brazo.

Luc se paró, quitándose la ayuda de Sylvie.

—Deja de mimarme, Sylv. No estoy inválido.

—¿Alguien ha visto a Charmaine?

Todos se dieron vueltas para ver a un hombre alto de pie justo detrás de
ellos con el ceño fruncido. Era un vaquero, por su aspecto, completo con
sus jeans de pierna recta, botas, camisa de mezclilla y un Stetson. Una
chaqueta de pana color camel que había añadido para vestirse. Era de un
metro noventa, de cabello oscuro, delgado, y absolutamente magnifico.
Además, estaba muy enojado.

—¿Dónde está Charmaine? —preguntó a Remy—. La he estado buscando


por tres días.

—Bueno. Hola para ti también, Rusty —dijo Remy.

—Hola —añadió Luc. Entonces hizo una mueca cuando Sylvie le dio un
197
codazo en el costado.

Rusty hizo un ruido de gruñido que probablemente estaba destinado a ser


un hola para todos ellos.

—¿Por qué quieres encontrar a Charmaine? —preguntó Remy.

—Tengo una propuesta que discutir con ella.

Remy se echó a reír.

—No creo que ella esté interesada en casarse de nuevo, Rusty.

—¿Casarme? ¿Estás loco? ¿Eso es lo que piensan? ¿Es eso lo que


Charmaine piensa? Santo infierno sangriento, he estado en la cárcel, no en
el manicomio.

¡Oh, Dios mío! Este debía ser Raoul Lenier, el ex marido. De alguna
manera Rachel se había imaginado algún campesino sureño, tipo casa de
remolque, posiblemente con un salmonete y una bola de tabaco en la
mejilla, no este delicioso espécimen de la madurez quien en realidad podía
poner palabras juntas de una manera inteligente.

—No sé dónde está Charmaine —dijo Remy—. Trata de dejarle un mensaje


en su contestadora, diciéndolo lo que quieres. O haz una cita para un
masaje. Eso funciona conmigo.

Rachel le dio un codazo a Remy en las costillas, siguiendo el ejemplo de


Sylvie.

—Dios, ella es rara —dijo Rusty refiriéndose a Charmaine por supuesto—.


¿Por qué no sólo habla conmigo?

—Creo que tiene miedo que le guiñes y termine aterrizando de espalda en


tu saco —le comunicó Luc graciosamente.
—O en una mesa de masaje —agregó Remy en voz baja.

Rachel le dio un codazo de nuevo, y él pretendió estar herido.

—Sí, claro —dijo Rusty, pero sonrió también. Luego se dio vuelta sobre los
talones de sus botas y pisoteó lejos, murmurando algo acerca de retorcerle
su bonito y pequeño cuello.

—¿Por qué esta vestido como vaquero? —preguntó Rachel a Sylvie, todavía
un poco aturdida por el atractivo ex marido de Charmaine.
198
—Porque es un vaquero. Su padre era dueño de un rancho en Loo-zee-
anna, que heredó el año pasado.

—Pensé que estaba en la cárcel.

—Lo estaba, pero… —Luc nunca llegó a terminar su explicación porque el


estridente sonido de tres risas desde las inmediaciones de la piscina los
sacudió tanto a él como a Sylvie por atención. Sylvie corrió a reunirse con
sus hijas con Luc siguiéndola a un ritmo más lento. Parecía como si sus
tres pequeñas fueran demasiado para una sola niñera.

—¿Qué me dices de comer algunos mudbugs, querida? —Remy le acarició


su oreja mientras le hablaba.

—¿Mudbugs? No lo creo. Me quedo con papa fritas y salsa, muchas


gracias. —En realidad habían mesas alrededor de la propiedad cargadas
de una gran variedad de bocadillos, desde caviar sobre tostadas hasta
chips y salsas.

—Mudbugs son cangrejos, tonta —le informó Remy con una sonrisa—.
Deben su nombre porque sus madrigueras están en los lechos de los
arroyos fangosos, pero créeme, son lavados tres veces, impecablemente
limpios antes de ser lanzados al bote. Vamos cariño. Te gustaran. Son
como langostas en miniatura.

Poco tiempo después, estaban sentados uno al lado del otro, en largas
mesas alineadas con papel blanco en el extremo de la parte trasera del
césped, junto a alrededor de otras cientos de personas que estaban
comiendo las diminutas criaturas con gusto. A un lado, enormes calderos
estaban hirviendo sobre el fuego en los cuales de los sacos de arpillera
estaban siendo arrojados cangrejos, papas peladas y maíz en mazorca,
junto con un montón de especies.
—Es un arte comer el cangrejo —le dijo Remy mientras vertía una buena
cantidad para cada uno—. Primero se rompe la cabeza de la cola y se
chupa el jugo de la cabeza. Así —le explicó demostrándole—. Luego extraes
la grasa de la cabeza con un dedo o con un cuchillo si quieres, y lo comes,
también, si lo quieres. Algunas personas no les gustan la grasa. Por otro
lado, algunas personas dicen que es lo que hacen que los hombres cajún
sean tan suaves y viriles. Nos ayuda a encantar con los pantalones a las
mujeres. —Le guiñó un ojo.

—¿Qué hay sobre las mujeres cajún? ¿Qué pasa cuando comen la grasa 199
del cangrejo?

—Las convierte en algo más calientes.

—Soy lo suficiente caliente. Muchas gracias.

—De todos modos, a continuación, pelas los primero dos segmentos del
caparazón de la cola, tomas ese pequeño trozo de carne entre los dientes
fuera de la cola. Se desliza por la derecha. ¡Yami! —Le demostró con varios
cangrejos, en un momento tenía el bocado, que era de hecho muy rico.
Luego dijo—: Bien, te toca, chere.

Rachel tuvo problemas con la primera pareja de cangrejos, prácticamente


no consiguió ni carne ni jugo, pero con el tiempo obtuvo el don. Estaba
chupando y pellizcando y mordiendo como la mejor de ellos, hasta que se
dio cuenta que Remy había permanecido en silencio a su lado durante
algún tiempo. Cuando se volvió, vio que había dejado de comer y la miraba
fijamente.

—¿Qué? —preguntó mientras se terminaba su margarita y lamia la sal de


sus labios.

—Jesús, María y José —rezó—. Haz eso otra vez y vamos a tener sexo bajo
la mesa.

—¿Hacer qué?

—Chupar y lamer. Chupar y lamer. Tienes una lengua que podría convertir
a un monje en pecador, nena.

—Me gusta verte comer también —confesó y lamió un poco más la sal de
su boca.
—¿Ahora? —Puso un codo sobre la mesa y apoyó la barbilla en su puño—.
Estoy cayendo rápido y fuerte por ti, Rachel, lo sabes ¿verdad?

—¿Debido a mi chupar y lamer? —bromeó ella.

Él uso un dedo para limpiar un poco de sal del labio superior de ella, luego
puso ese dedo en su boca para probarlo. Por último negó.

—No. Gracias a ti.

—Tal vez la grasa de estos cangrejos está funcionando después de todo. 200

—¿Estás pensando en sacarme los pantalones?

—Tal vez.

Se puso de pie y la ayudó a pararse a su lado.

—Es hora de bailar, cariño, antes de que me seduzcas hasta el infierno. —


La banda de jazz de Trebel Paul estaba tocando en el patio, donde las
parejas habían ido para empezar a bailar.

—¿Qué te hace pensar que no puedo seducirte mientras estamos


bailando? —le preguntó con coquetería.

—Sé que puedes. Pero, hey, estoy dispuesto si tú lo estás.

Bailaron varias veces un jazz suave. Tal vez era la ubicación, la hermosa
casa de la plantación, la piscina, que parecía una laguna, el olor de cientos
de diferentes lirios que llenaban el formal jardín, pero Rachel se sintió
soñadora mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Remy y bailó lento,
igualando su ritmo perfectamente.

—Te amo —susurró en el oído de Remy.

Su única respuesta fue un abrazo con más fuerza, casi con desesperación.

Ella entendió perfectamente. Quería abrazarlo apretado también, y nunca


dejarlo ir.

—Hey, hermano, ¿qué tal si miras a las niñas por unos minutos y así
Sylvie y yo podemos bailar? —le dijo Luc, tocando a Remy en el hombro.

—Seguro —dijo. Remy y Rachel se acercaron a la zona de la piscina y se


sentaron sobre la hierba, donde las tres niñas estaban rodando y riendo
junto a su madre.
Luc y Sylvie pasearon cogidos del brazo hacia la pista de baile. Se podía
escuchar a Sylvie diciendo:

—¿Estás seguro que puedes bailar con tu herida?

—Confío que me sostendrás, nena —contestó Luc mientras pellizcaba a su


esposa por detrás y ella gritó. Entonces Luc dio la vuelta detrás de ella e
hizo un pequeño baile, una danza sucia contra su trasero mientras
continuaba hacia la pista de baile. Estaba haciendo muecas de dolor todo
el tiempo pero exagerando. Sylvie sólo reía de sus travesuras. 201
Cerca, Inez Breaux de pie se dio una palmada sobre el pecho por la
impresión, observando toda la escena. Las bocas de sus tías estaban
abiertas. Pero la abuela Dixie sonrió.

—El tío Remy va a jugar con nosotras —dijo la niña mayor a sus
hermanas.

—Yupi. —Las otras dos vitorearon.

Remy ya estaba rodeado por las niñas que obviamente lo adoraban.

—Bien, ¿qué vamos hacer, cangrejos?

—Esconderse y buscar.

—Corriendo.

—Patty-pastel —ofreció la más pequeña en su lenguaje de bebé mutilado, y


las otras dos gimieron.

—Chicas, quiero que conozcan a mi amiga, Rachel. Rachel, la niña grande


es Blanche Marie, tiene tres años. —La niña miraba con admiración a
Remy por referirse a ella como “grande”.

—¿Cómo estás? —Rachel le acercó una mano a la pequeña y se la sacudió.


Blanche parecía impresionada de que alguien quisiera darle la mano.

Remy se dio vuelta a la siguiente niña.

—Esta belleza que le escurre la nariz es Camille. Cammie tiene dos y va


para los tres. Cuando sea grande quiere estar en Plaza Sésamo. —Un
desgreñado cabello negro lo miró como si la hubiera herido por mencionar
que la nariz le moqueaba, la cual Remy se la limpiaba con una servilleta,
pero le dirigió una sonrisa adorable cuando comentó de sus aspiraciones
de marioneta.

Rachel también le dio la mano.

—Luego, está la bebé de la familia, la pequeña Jeanette; Jeanie Beanie le


gusta dar a su tío Remy besos jugosos, y al tío le gusta darle besitos
soplados.

Con eso tiró de ella sobre su espalda, le levantó la camisa y le sopló sobre
202
la piel desnuda de su estómago.

—Yo también, yo también —chillaban las otras dos.

Empezaron a jugar “veo, veo” y luego Remy mencionó objetos que había en
el terreno, y que tenían que adivinar qué eran.

—Veo algo grande y verde. Veo un animal pequeño y rojo. Veo algo azul y
húmedo. Veo algo caliente y sexy. —Hizo un guiño a Rachel—. Opss, me
refería caliente y picante.

Después de eso tomaron sus turnos para andar en caballito, que por
supuesto era Remy. Luego, bailó con cada una de ellas, terminando con
un baile que involucraba a las tres niñas en sus brazos a la vez.

Cuando Luc y Sylvie finalmente volvieron, Remy pretendió estar exhausto


por el duro trabajo de cuidarlas. Luc que se veía blanco como una
branquia, y su tribu fueron en busca de un baño para las pequeñas
vejigas que estaban sin duda desbordantes, incluida a la que tenía pañal
de entrenamiento. Él probablemente se iba a poner una bolsa de hielo en
la ingle, también.

Remy y Rachel echados para atrás sobre sus codos, disfrutaban del
ambiente.

—Eres realmente bueno con los niños —le comentó Rachel—. ¿Tienes
planeado tener muchos de ellos algún día?

Había sido una pregunta ociosa, pero el silencio de Remy la alertó de que
algo andaba mal. Cuando se volvió, vio que estaba mirando hacia adelante,
con cara de piedra.

—¿Remy? —Un escalofrío de aprensión la sacudió.


Él se volvió hacia ella con una expresión sombría en su rostro. En lugar de
contestarle, le respondió con otra pregunta.

—Tener niños... es realmente importante para ti, ¿no es así?

—Sí. No... En realidad no lo sé. Nunca antes había pensado en eso, pero
últimamente lo he estado pensando, sí, me gustaría tener niños. Bueno al
menos uno. —En su mente de pronto estaba la foto de un niño cajún de
cabello negro, la misma imagen que había visto antes.
203
Parecía herido con sus palabras, lo cual era extraño.

Rígida con aprehensión le preguntó:

—¿Y tú?

Al principio él se limitó a sacudir la cabeza. Finalmente la miró muy serio y


confesó.

—Rachel, no puedo tener hijos.

—¿No puedes? —Frunció el ceño con confusión—. ¿O no quieres? —Una


sofocante sensación le apretaba la garganta.

—No puedo, me dañé ahí con el fuego. —Trabajosamente apuntó a su


ingle—. Oh, el equipo está en buenas condiciones, como bien sabes, pero
dispara en blanco.

Rachel se dobló hasta quedar sentada. Remy se sentó también.

—Déjame ver si entiendo. Sabías que acabo de terminar una relación


porque el hombre no pudo decirme que tomó medidas para impedir tener
hijos, y comienzas una relación conmigo, pero no consideraste importante
decirme que no puedes tener hijos.

—Sospechaba que podía ser importante, pero esperaba... —Se encogió de


hombros—. Supongo que sólo esperaba.

—Déjame ver si lo entiendo. ¿Suponías que podía ser un problema, pero


esperabas dejarlo pasar si nunca era mencionado?

—Algo así. Maldición, Rachel no sabía que los niños eran tan importantes
para ti. —Sus ojos eran pozos oscuros de reclamo.

Ella tomó su propio cabello con las dos manos y se lo tiró con frustración.
—Dios, los hombres no tienen idea. No se trata de los hijos, zopenco. Es
sobre que fallaste en informarme a tiempo, darme la opción.

—Rachel pero si sólo nos conocemos hace dos semanas.

—No te atrevas... ni se te ocurra…—Tenía que parar un momento para


calmarse—. Tú y yo sabemos desde el primer momento que nos conocimos
que algo estaba sucediendo.

—¿Esperabas que te lo escupiera la primera tarde en el patio de Gizelle?


204
—No seas sarcástico conmigo. Estas dos semanas han pasado a la
velocidad de la luz en términos de relaciones normales. Y había un montón
de oportunidades para contarme.

—¿Como cuándo?

—Como la noche anterior, cuando hablamos toda la noche. Pensé que te


estaba conociendo. Luego hoy, en la camioneta, cuando veníamos aquí, te
dije, te dije, cómo era de importante la confianza para mí. Ese fue el
perfecto comienzo. ¿Por qué...? —Lágrimas la ahogaron y no pudo
continuar.

—Rachel, déjame explicarte.

—¿Explicarme?¿Alguna vez me lo ibas a decir?

—Tal vez.

—¿Tal vez? —prácticamente chilló.

—Si nuestra relación hubiera progresado, sí, te lo hubiera dicho.

—Nuestra relación ya ha progresado, en caso de que no te hubieras dado


cuenta. Sexo, te quieros, más sexo, más te quieros. Llámame tonta, pero
pensé que éramos una pareja, una nueva pareja quizás, pero pareja al fin.

—¿No crees que estas siendo demasiado sensible?

—¡Palabra equivocada! Eres realmente un caso Ledeux.

Trato de tomarla en sus brazos, pero ella le dio una bofetada y se alejó de
él.

—Quizás sea demasiado sensible, pero sabías que la confianza es un


problema para mí. Esto es igual que con David, de nuevo, sólo que con él
me tomó cinco años para que me lo dijera el maldito. A ti sólo dos
semanas.

—Eso no es justo. No soy nada parecido a ese imbécil.

—Se ve como un tarado y se siente como un tarado...

—Te quiero Rachel. Dijiste que me amabas.

—Lástima que el amor no sea suficiente.


205
—Lo siento. Siento que no pueda tener hijos.

—Dios mío. ¿No has oído ni una palabra de lo que dije? No se trata de
hacer bebés. Se trata de la confianza.

—Infiernos Rachel. Te lo estoy diciendo ahora. ¿Por qué eso no es


suficiente?

—Nunca ofreciste voluntariamente la información. Prácticamente te


obligué a ello haciéndote una pregunta de improviso. A decir verdad
probablemente no me hubiera importado si me lo hubieras dicho ayer por
la noche, o el día de hoy. Pero ahora...

—¿Ahora?

Se puso de pie temblorosamente y miró Remy. Casi sintió pena por él


mientras la miraba desesperadamente, casi pero no del todo.

—Ahora se acabó.

Con eso, pisando fuerte se fue, lágrimas corrían por su rostro. Traicionada
de nuevo. ¿Cuándo voy a aprender? Sabía que era demasiado bueno para
ser verdad. Sabía que estaba encabezado por un desastre. ¡Oh, Dios mío!
¡Traicionada de nuevo!
Capítulo 13
Traducido por rihano

Corregido por Nanis

206

Los hombres y el salón de la fama de los despistados

Rachel se quedó enterrada en su cama capullo en el loft hasta el mediodía,


tratando de dormir, o de no pensar. Ni trabajar.

Todo en lo que podía pensar era, se acabó.

Por último, su abuela se lanzó a una campaña para obligarla a bajar las
escaleras. Después de subir los escalones con sus rodillas artríticas,
jadeando y resoplando bastante fuerte como para despertar a los muertos,
la abuela se inclinó sobre ella y le preguntó:

—¿Estás enferma, chica?

—No.

—Entonces, sal de detrás de esa cama y deja de sentir pena por ti misma.

—No estoy sintiendo lástima de mí misma.

—Oh, sí, lo estás, y esto va a parar ahora. Tú, una Fortier. Nosotras las
mujeres Fortier somos fuertes. No permitimos que nuestros hombres
lancen todo nosotras, no señorrr.

Está terminado.

—Ningún hombre, nadie, lanzó nada sobre mí.

—¡Ja! Ese Remy LeDeux lo hizo, yo apostaría. Beau vio que eras un caso
de lástima cuando él te recogió anoche en Houma. Llorando y temblando
como si fuera el fin del mundo. Te dije que no te metieras con ellos, los
LeDeuxs. Problemas de hombre, seguro como un tiro.
Se ha acabado.

—¿Qué te hace pensar que tengo problemas de hombre?

Nana le dirigió una mirada que casi dijo que era una imbécil sin cerebro si
trataba de convencerla de lo contrario.

—Entonces, ¿qué hizo el bicho? Te golpeó con fuerza, ¿verdad? Si lo hizo,


voy a cortar su corazón sin valor con mi juego de cuchillo, lo voy a hacer.

—No, no me golpeó. ¡Por amor de Dios! 207

—¿Qué hizo entonces?

—No es lo que hizo, es lo que dijo.

—¿Qué?

—No te puedo decir.

Su abuela lanzó las manos al aire con exasperación.

—¿Cómo es que hueles a coco?

¡Oh, cielos! ¿Aún?

—Debe ser protector solar.

—¿En la cama?

¡Santo cielo! ¡Hablando de la persistencia!

—Nana, déjame en paz. Bajaré en un minuto.

—Sal de la cama.

—Oh, está bien —se quejó.

A medida que se deslizó fuera de la cama, su camisón de seda cabalgó


hasta prácticamente su entrepierna y los tirantes se deslizaron hasta sus
pechos.

Su abuela exclamó:

—¡Por el amor de María! ¿Qué has estado haciendo con ese hombre?
Pareciera como si hubieras estado luchando con un oso.
Rachel bajó la mirada, temerosa de lo que vería. Luego, deseó poder
hundirse de regreso bajo el colchón de plumas.

Había marcas de bigotes en todo su pecho.

Una marca de mordedura se destacó en la cara interna de su muslo.

El esmalte de uñas había sido chupado de tres de sus dedos del pie.

Las huellas digitales marcaban los muslos exteriores de Rachel, donde


Remy había agarrado sus piernas y las había levantado alto. Menos mal 208
que su abuela no sabía eso.

—Tsk, tsk, tsk —dijo la abuela, mirando esas mismas impresiones.

Sí, ella lo sabía.

—Esto es peor de los que pensé —dijo la abuela—. Yo, nunca te tomé por
ese tipo de chica.

—Lo amo, nana, o creo que lo hacía. —Pero, maldita sea, maldita sea,
maldita sea. Está terminado.

—El amor no hace los moretones, y seguro que no justifica pecar.

Rachel abrió la boca para argumentar que los tiempos eran diferentes y
que no era inmoral tener relaciones sexuales con un hombre con quien se
ha comprometido una mujer.

Pero entonces se detuvo. Nunca había habido ningún tipo de compromiso


entre ella y Remy, aunque había pensado que estaban llegando a eso.
¿Qué tipo de compromiso podría ser sin confianza? Y al parecer él no
había confiado en ella lo suficiente con su secreto. Ahora nunca podría
confiar en él de nuevo, debido a su gran mentira por omisión.

Se ha acabado.

—Parece que vas a llorar otra vez. ¿Quieres que ponga un gris en él?

Con un suspiro de simpatía, nana se hundió en el colchón y tomó una de


las manos de Rachel en la suya nudosa.

—Yo soy la tonta, supongo, pero si lo quieres tanto, tal vez las cosas
pueden ser enderezadas. Tal vez pueda mantener mi nariz alejada cada vez
que él esté cerca, fingir que no es un apestoso LeDeux. Tal vez puedo
tomar mi escopeta y obligarlo por ti.
¿Un casamiento a la fuerza? ¡Oh, Dios mío! Rachel sonrió a pesar de su
estado de ánimo triste.

—No hay nada que arreglar en este, nana, pero Dios te bendiga por estar
dispuesto a dejar de lado tus prejuicios.

—¿Prejuicios? ¿Prejuicios? Tengo todo el derecho a mis opiniones.

—¿Por qué? ¿Qué pasa con los LeDeux que los encuentras tan
repugnantes?
209
—Te voy a decir lo que es. Es ese Valcour LeDeux y su padre antes que él.
Fue por la época cuando Valcour andaba con Josette, la mamá de Beau,
antes del divorcio. No es que él se preocupara por ella. Era sólo una de
una camada de jóvenes con las que él estaba fornicando en ese tiempo, y
el Señor lo sabe, Josette además era una frívola. Rompió un matrimonio,
Valcour lo hizo, y dejó a Beau sin un padre o una madre que valieran un
centavo. Todo lo que hicieron fue beber y luchar después de eso. Ahí fue
cuando Beau vino a vivir conmigo.

Así que esa era la razón de toda su hostilidad.

—Son gatos machos, esos LeDeux, además buscando nuevas gatas


callejeras con las que meterse.

—¡Nana! —exclamó Rachel—. No puedes condenar a todos los LeDeux por


una manzana podrida.

—¡Puedo y lo hago!—Su abuela le apretó la mano—. ¿Significa esto que vas


a salir pitando de regreso a Washington, acortando nuestra visita?

—No. No, no voy a hacer eso —dijo Rachel, tomando la mano de su abuela
entre las suyas y apretándola—. Todo el punto de mi venida aquí fue llegar
a conocerte, mi única familia. Solo me desvié un poco.

Nana asintió.

—Sólo una cosa más, chica, vas a terminar con un gran vientre a menos
que dejes este enredo con ese Remy. Eso es todo lo que diré sobre el tema.

—No, no lo haré —gimió Rachel y se echó a llorar, porque Remy no puede


tener hijos. A Rachel le dolía tanto, y no sabía cómo hacer que el dolor
parara. Se ha acabado.
Su abuela se acercó y la tomó en sus brazos, acariciando su espalda como
sólo una madre o abuela podían hacer.

—¡Vamos, vamos! Cálmate, cariño. No puede ser así tan malo.

El problema era, que era así.

Se acabó.

210
***

Más consejos de Querida Abby

Rachel se las arregló para reducir la hinchazón en sus ojos con algunos
paños fríos y finalmente bajó las escaleras una media hora más tarde, sólo
para ser confrontada con café negro espeso y un plato lleno de tocino frito
fresco de la despensa, huevos revueltos y sémola de maíz con dos
rebanadas de pan tostado con mantequilla. Comida casera, pensó
probablemente su abuela. Pero a Rachel sólo le pareció como una
monumental cantidad de alimentos para pasar por el nudo en su garganta.

Mientras mordisqueaba y tragaba, la abuela le dijo:

—Me olvidé de decirte, Remy te llamó cinco veces esta mañana.

—¿Se te olvidó? —Rachel arqueó las cejas con incredulidad.

Su abuela ni siquiera la miró. Estaba ocupada en el fregadero, agitando los


granos que habían estado cocinándose lentamente en la estufa toda la
mañana.

—¿Qué estás haciendo, abuela?

—Frijoles negros y arroz. Igual que todos los lunes.

—¿Todos los lunes?

Nana asintió.
—Frijoles negros y arroz es una comida tradicional del Cajún. La razón de
que es servido cada lunes es porque los lunes es día de lavado. Los frijoles
duros llevan mucho tiempo para cocinarse, pero no necesitan cuidados.
Así, el ama de casa hace la lavada de la ropa semanal sin preocuparse por
la cena.

Mirando por la ventana, Rachel vio la ropa recién lavada en el tendedero


en el patio lateral.

—Voy a cocinar un poco de col rizada con esta grasa de tocino sobrante, 211
también. Y hornear algunos panes de maíz. A Beau le gusta absorber la
grasa con su pan de maíz.

—Suena delicioso.

—Regresando a ese Remy Le Apestoso —dijo la abuela, reanudando su


anterior conversación—. Le dije que estabas “indispuesta”. Eso significa
demasiado ocupada para venir al teléfono, en caso de que no lo sepas.
Aprendí esa palabra de mis novelas. Riva en The Guiding Light está
indispuesta todo el tiempo.

¡La abuela y sus novelas! ¡Diccionario de sinónimos del ama de casa!

—Sigue diciendo que estoy “indispuesta” si vuelve a llamar —aconsejó


Rachel. Era una palabra tan buena como cualquier otra para el corazón
roto.

Nana también le informó que sus dos amigas de Washington, Laura y Jill,
había llamado en diferentes momentos de la noche anterior, mientras
Rachel había estado fuera.

—Les dije que estabas enredada con Beau. Ellas estaban realmente
sorprendidas por eso. Supongo que no te enredas mucho en la ciudad,
¿no?

Rachel gimió.

—¿Tenías que decirles eso? ¿No podías simplemente decirles que estaba
fuera?

—¿O indispuesta? —Su abuela le sonrió tímidamente, y luego arruinó el


bonito efecto al escupir un chorro de tabaco en el desagüe del fregadero.
Ahora sus amigas estarían procesando su información, pensando que
estaba pasando un buen rato salvaje aquí en el bayou. No iba a devolver
las llamadas si tenía que aparecer alegre y feliz cuando cada vez que
respiraba le recordaba que, se acabó.

—Al menos no les dije que estabas brincando con un lujurioso LeDeux.

Prácticamente atragantándose con el café, Rachel respondió:

—Sí. Gracias a Dios por eso.


212
Decidiendo que el trabajo era el mejor antídoto para la depresión, llamó a
Charmaine para discutir una agenda para los contratistas de papel tapiz y
pintura.

Charlaron sobre otras ideas que Rachel tenía para el spa. Cuando
mencionó haber visto a Rusty la noche anterior y él haber estado
buscando a su ex esposa, Charmaine preguntó tímidamente:

—¿Qué piensas de él?

—Encantador.

—Sí, lo es, ¿verdad? —Su largo suspiro se pudo escuchar a través del
teléfono—. Cuando empecé a salir con él, era un chico universitario, y yo
acababa de ganar el concurso de Miss Louisiana. Éramos tan jóvenes.

—Suena como que todavía tienes sentimientos por él.

—Oh, tengo sentimientos, es verdad. ¡El lagarto bueno para nada! Me dejó
cuando fui a la universidad. Dijo que lo siguiente, es que yo estaría
desnudándome como mi mamá. Dijo que era una tonta de pocas luces
para pensar que podría conseguirlo sólo por mi aspecto. Bueno, le
demostré. Soy dueña de dos empresas exitosas y de mi propia casa. ¿Cuán
pocas luces es eso? Y nunca me desnudé por dinero en toda mi vida, te lo
juro.

—Puedo ver por qué no empezarías algo con él, de nuevo. —La vehemencia
de Charmaine era desalentadora.

—Él es un diablo hermoso, sin embargo, tengo que admitir eso. Pero eso es
agua pasada. ¿Cómo están las cosas entre tú y Remy?

—Ya no son.
—¿Oh? ¿Qué hizo?

—Él no hizo nada. Sólo me dijo algo... algo personal, que lo cambió todo.

—¿No es eso un hombre? Son como bombas de tiempo, los hombres. En el


momento más perfecto, cuando las mujeres están brillando con amor, ellos
van a decir o hacer algo para arruinar la magia. Sucede cada vez.

Sí.

—No quiero hablar más de eso. Sólo basta con decir que se ha terminado, 213
antes de que empezara.

Después de colgar con Charmaine, Rachel llamó al contratista que iba a


instalar la claraboya de Remy, al artesano que iba a construir algunos de
los vestidores incorporados y las áreas de almacenamiento, al plomero que
instalaría los accesorios de baño, al hombre de los azulejos haciendo las
paredes del baño y el piso y a la costurera que estaba trabajando en las
cortinas. Una vez que supo sus horarios, tomó una respiración profunda y
marcó el número de Remy, esperando contra toda esperanza que no
estuviera en casa.

No estaba.

Dejó un mensaje expresado con frialdad en su máquina informándole


cuándo la gente estaría allí para trabajar e insistiendo en que no estuviera
en ningún lugar a la vista cuando ella llegara a comprobar los resultados
finales. Si él se presentaba, juró que zanjaría el proyecto por completo.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Rachel cuando colgó el teléfono. En


realidad no había hablado con Remy nada nuevo de lo que había ocurrido,
pero se sentía como si hubiera golpeado un clavo más en el ataúd que
representaba su relación, o no relación.

Cuando salió al porche, secándose los ojos con un pañuelo, notó que la
abuela y Beau trabajaban en la huerta. Sus azadas y rastrillos estaban
aflojando el suelo que había sido humedecido por un aguacero de lluvia
fuerte una hora antes. Un terrón se deshizo, mientras Nana se refería a las
fuertes lluvias que llegaron de repente en este clima húmedo, luego se
secaba con la misma rapidez.

—¿Necesitas un poco de ayuda? —le preguntó Rachel mientras se


acercaba al área encerrada.
Nana se apoyó en el mango de un rastrillo y jadeó por sus esfuerzos.

—¿Puedes levantar una azada?

Una ola de culpa onduló sobre Rachel que no se había dado cuenta de lo
duro que trabajaba la abuela, no sólo hoy en la cocina, la lavandería y la
jardinería, sino cada día. Tampoco Rachel se había ofrecido a ayudar
antes. Se sentía especialmente culpable cuando se dio cuenta de las
manchas que marcaban la piel en las manos y brazos desnudos en su
vestido de casa de manga corta, “Flores de la Muerte”, los llamaban 214
algunas personas. ¿Cuándo se había olvidado de que el objetivo principal
de su viaje a Louisiana había sido vincularse con su Abuela? ¿Qué mejor
manera de relacionarse que ayudarla a levantar su carga de trabajo?

—Puedo aprender —dijo Rachel con determinación.

—Te arrepentirás —se quejó Beau—. Muy pronto la abuela va a estar


envolviéndote en otros trabajos. Como descuartizar cerdos y desplumar
pollos muertos.

—Oh, cállate, muchacho —dijo la abuela, escupiendo en el suelo—. No


tienes tanto exceso de trabajo como crees.

—Me gustaría que Rachel se quedara aquí por un tiempo más largo, hasta
Navidad por lo menos así yo podría ir a Florida y hacer un poco de mis
cosas. No puedo dejarte aquí sola, Nanalita.

—No necesito niñera —le gruñó nana a Beau, justo antes de que le
advirtiera a Rachel—: No preguntes.

—¿Florida? —preguntó Rachel, haciendo caso omiso de la advertencia.

—Sí, ahí es donde algunas de las mejores escuelas de lucha libre


profesional están. El Conservatorio del Miedo. Rompe Hueso. El Palacio del
Perro Loco. Aplastadores de Cráneo. Yo, mi sueño es participar con la
WWE, la World Wrestling Entertainment, y, maldita sea, sé que sería
bueno.—Beau hoy llevaba una camiseta sin mangas metida en los
pantalones vaqueros apretados. Ni un cabello fuera de lugar en su mullet.

Sus brazos y hombros ondeaban con los músculos de todo el duro trabajo
físico a que se dedicaba. Para algunas personas, él podría ser considerado
un hombre atractivo. Suponía que esos eran algunos de los requisitos para
un luchador profesional.
Rachel frunció el ceño, pensando en lo que él había dicho.

—Pensé que se llamaba WWF.

—¡Ja! Esos abraza árboles en la Federación Mundial para la Naturaleza los


llevaron a juicio y ganaron. Dijeron que poseían las primeras opciones.
¿Eso no estropeó todo?

—Pero la lucha libre. De todas las carreras para seguir, ¿por qué la lucha
libre?
215
Beau levantó la barbilla con altivez.

—No es como que un citadino Yankee nos mirara por encima del hombro a
nosotros, la gente común. El fútbol es fino y elegante, pero la lucha libre es
de clase baja. Recuerdo a esta señora, una Yankee de seguro, entrando en
un comedero en Houma un día. Cuando el camarero le preguntó si quería
mantequilla en su croissant, levantó la nariz justo así. —Beau lo demostró
inclinando su rostro hacia el sol—. Dijo, que no, que prefería tener miel.
Bueno, ya sabes lo que el camarero le dijo, ¿no? Dijo, mierda de abeja,
viene enseguida.

¡Santo Dios! ¿Qué dije para conseguir este sermón?

—Beau, ¿lo único que hice fue preguntarte por qué la lucha? No he dicho
nada de mirarte por encima del hombre. Ilumíname.

Él bajó la cabeza avergonzado, dándose cuenta de que había reaccionada


exageradamente.

—Háblame de la lucha libre —lo alentó.

—Me encanta, pura y simple. Mi héroe es La Roca, por supuesto. Ya tengo


mi personaje escogido.

—No preguntes —advirtió abuela de nuevo.

Pero Rachel no pudo resistirse.

—¿Qué personaje?

—El Monstruo del Bayou. O incluso tal vez El Cocodrilo Roca, pero
supongo que eso sería muy parecido al verdadero Roca. Voy a usar una
piel de cocodrilo sobre mis hombros y la música cajún será mi tema. Voy a
mantener mi peinado mullet, por supuesto, pero tal vez voy a usar un
sombrero tipo Daniel Boone. No estoy seguro acerca de eso todavía. ¿No es
eso lo más infernal de lo que alguna vez has oído hablar?

—Claro que lo es —estuvieron de acuerdo Nanalita y Rachel al mismo


tiempo.

—Ya tomé algunos cursos en las escuelas de lucha de Louisiana. Ahora,


estoy listo para el gran momento.

—¿Y tú apruebas esto? —le preguntó Rachel a la abuela.


216
—¡Diablos, no!

—Es mejor que ser trampero. —Beau levantó la barbilla desafiante.

—Tienes razón en eso —dijo Rachel.

—No, no lo es. —Abuela sacudió la cabeza con decisión hacia Beau—.


Consigues un ingreso fijo de ser trampero. Ese negocio de la lucha es
demasiado arriesgado. Además, probablemente caerías sobre tu cabeza y
terminarías incluso más chiflado de lo que estás ahora.

—No estoy chiflado —argumentó Beau.

—Beau, cariño, el año pasado querías ser un tallador. Ahora, quieres ser
un luchador. ¿Qué va a ser el próximo año, un tirolés?

—¿Un silbador? ¿Qué tipo de trabajo puede ser el de un silbador? —Rachel


estaba teniendo problemas para seguir la conversación.

—Un tallador, no un silbador —respondió Beau con disgusto—. ¡Dios


todopoderoso! ¡Lo que debes pensar de mí para imaginar que quiero
trabajar como un silbador! ¿Crees que soy gay o cacho?

Correcto. La lucha libre está bien, silbar no está bien. ¿Y qué tiene que ver la
homosexualidad con silbar? Creo que he aterrizado en una versión bayou de
Alguien voló sobre el nido del cucú.

Todo el tiempo que hablaron, también trabajaron, y fue agotador trabajar,


en eso. La parcela de jardín debía ser de al menos veinte por veinte, y las
filas ordenadas se desbordaban con exuberantes tomates amarrados,
judías verdes y guisantes colgando, berza, varias calabazas, cebollas, ajo,
brócoli, pepinos, espárragos y más okra que cualquier otra persona tuviera
derecho a cultivar.
—¿Por qué estás cultivando tanto okra? —preguntó Rachel.

—Por qué, cariño, no puedes vivir en Louisiana y no utilizar okra en todos


los platos. Le añade sabor y actúa como un espesante. Por qué, nos damos
por vencidos tan pronto con la okra como con nuestros rouxs o file. —
Rachel ya sabía que los Cajúns eran famosos por sus rouxs, salsas
marrones, las cuales eran añadidas a casi cualquier cosa cocida en
líquido. File o sasafrás de tierra también se utilizaba como un espesante;
era un ingrediente pasado de los nativos americanos que habían vivido
aquí en un tiempo. ¿Pero la okra? ¡No puede ser! Debe ser un gusto 217
adquirido.

Como si le leyera el pensamiento, Beau la miró y le guiñó un ojo.

—Sueles acostumbrarte al okra después de un tiempo, especialmente si


tienes algún Wild Turkey para pasarlo.

La abuela se acercó y le dio un manotazo en el brazo.

—¡Te voy a dar Wild Turkey, muchacho!

El teléfono sonó dentro de la casa y todos se irguieron en estado de alerta,


apoyándose en los mangos de sus azadas y rastrillos. Abuela y Beau se
quedaron mirando a Rachel, como si en silencio le preguntaran qué
deberían hacer. El corazón de Rachel simplemente dejó de latir por un
momento, y una opresión persistió en su pecho incluso luego de este
reanudar su rápido ritmo. Ella no podía hablar.

Beau hizo un sonido áspero de asco y corrió dentro, diciendo que podría
ser Mary Sue llamando sobre su cita de esa noche. Mary Sue era la chica
que había conocido en el Swamp Shack la noche del sábado.

En cuestión de segundos Beau regresó al porche y gritó:

—Rachel, son esas dos amigas tuyas. Laura y Jill. Están en una
conferencia telefónica para ti. ¿Estás aquí?

Tendría que estar, ahora que Beau había anunciado su presencia lo


suficientemente alto para que ellas oyeran.

—Se suponía que dijeras que estaba indispuesta. —Nana negó con la
cabeza e hizo un sonido desaprobatorio hacia Beau.

—¿Eh? —dijo Beau.


Rachel tomó la llamada en el salón de la abuela.

—¡Hola, chicas!

—Bueno, hola, extraña —saludó Laura.

—¿Qué hay de nuevo, gatita? —preguntó Jill.

—No mucho. Estaba justo fuera ayudando a mi abuela y a mi primo Beau


a hacer un poco de jardinería.
218
—¿Jardinería? ¿Tú? —Jill se echó a reír.

—Sí. Y estoy pensando en enviarle un bushel de okra a cada una de


ustedes.

—¡Asco! —dijeron las dos al mismo tiempo.

—Te echamos de menos —declaró Jill tristemente.

—¿Hank quiere su camioneta de vuelta antes? —preguntó Rachel.

—No. Él ni siquiera sabe que le falta, difícilmente —respondió Jill—. Tiene


un nuevo pasatiempo. Motocicletas.

—¡Oh, oh! Toda esa maquinaria vibrante y esas cosas. Apuesto que tu vida
amorosa está interesante en estos días. —Rachel sonrió para sus adentros.

—¡Interesante! —interrumpió Laura—. No vas a creer lo que Jill me dijo


que hicieron después de una reunión de motociclistas durante el fin de
semana. Lo llaman Sexo Puerco, y…

—Eso será suficiente, Laura. Dejemos algunos secretos para atraer a


Rachel de nuevo a casa. ¿Vas a venir pronto, cariño?

—En octubre, lo mismo que antes. Realmente necesito este tiempo con mi
abuela. Si no fuera por ella, créanme, estaría de regreso hoy.

—Rachel, ¿qué pasa? —La voz de Jill se levantó con alarma.

—Nada. ¿Qué quieres decir?

—No puedes ocultar nada de nosotras —dijo Laura—. Hemos sido amigas
por siempre. Podemos saber cuando algo está mal. Suenas como si
estuvieras a punto de llorar, y tú casi nunca lloras.
—¡Oh, hombre! —Rachel respiró hondo para reprimir un sollozo, y luego se
dejó caer en la mecedora tapizada de la abuela—. Estoy en una mala
situación.

—Es un hombre, ¿no es así? —Resopló Jill, como si acabara de adivinar la


respuesta a algún gran rompecabezas.

—¿Cuál es su nombre? —Quería saber Laura.

—Remy LeDeux.
219
—¡Oh, Dios mío! Estoy mojando mis bragas con sólo escuchar un nombre
tan sexy —dijo Jill.

—Jill, tú mojas las bragas ante el guiño de un ojo de tu marido —comentó


Laura.

—¡No lo hago! —respondió Jill—. Sin embargo, Rachel, va a contarlo. ¿Por


qué estás tan triste si tienes a este trozo de cajún, Remy como-se-llame?

—No lo tengo —respondió Rachel, intentando prepararse a sí misma para


la ola de llanto que sentía acercarse. Fue incapaz de contener las lágrimas
de su voz, sin embargo, cuando añadió—: Se acabó.

—¿Se acabó? —gritó Laura—. ¿Cómo puede estar terminado cuando ni


siquiera nos dijiste, a tus mejores amigas, que había comenzado?

Rachel nunca le diría a nadie aquí en Luisiana lo que Remy le había


confiado, pero de alguna manera no se sentía como una traición decirle a
estas amigas que vivían muy lejos y nunca lo conocerían.

—Él no puede tener hijos —soltó Rachel.

—Te pido perdón —dijo Laura—. ¿Desde cuándo tener hijos es tan
importante para ti?

—¿Lo amas? —Jill cortó directo al grano.

—Lo hacía. No sé cómo me siento ahora.—Hizo una pausa, luego admitió—


: Sí, amo al imbécil, pero lo voy a superar.

—Empieza de nuevo y cuéntanos todo —la instó Laura.

Y Rachel lo hizo.

Cuando terminó, y estaba llorando audiblemente, Laura dijo:


—Esto es increíble. Sólo has conocido al hombre por dos semanas. ¿Cómo
puedes enamorarte tan rápido?

—Sé exactamente cómo —intervino Jill antes de que Rachel pudiera


responder—. Una cita con Hank, y yo era un caso perdido. Estábamos
casamos tres meses después. Algunas cosas suceden de esa manera,
Laura.

—Él parece delicioso —admitió Laura—, incluso con la cara desfigurada


que tú has mencionado. Un piloto. Un cajún. Un buen bailarín, por amor 220
de Dios. ¿Dónde vas a encontrar eso?

—Y un buen amante, si estoy leyendo entre líneas —comentó Jill con una
risita.

—¿Quieres que vayamos allá? —ofreció Laura.

—Definitivamente no —dijo Rachel—. Estoy un poco sensible porque acaba


de pasar ayer por la noche, pero voy a estar bien. —Espero.

—Bueno, puedo ver por qué estabas tan devastada —continuó Laura—.
Llegar justo encima de la falta de reconocimiento de David, debe sentirse
como un doble golpe de traición.

—Sí, se siente.

—Pero, en su defensa —comenzó Jill—, aunque Dios sabe que el hombre


no necesita mi defensa, piensa en cómo se debe sentir. Los hombres son
tan orgullosos, especialmente cuando su precioso ya sabes qué está
involucrado. Probablemente considera su esterilidad una marca contra su
masculinidad. Se siente menos hombre. Sé que Hank lo haría, sin
importar cuán ilógico sería eso.

—No puedo creer que estés defendiendo idiota —dijo Laura.

—No lo estoy defendiendo. Sólo trato de explicar por qué habría actuado de
la forma en que lo hizo. Estoy apostando a que Rachel es la única persona
a la que él alguna vez le habló de esto.

—Nada de eso importa. Él no me lo dijo, y ahora se acabó —dijo Rachel


con firmeza.

—Bueno, es algo en lo que pensar —insistió Jill.

—No voy a pensar en tal cosa —dijo Rachel rotundamente.


Pero podría jurar que oyó una voz en su cabeza que insistía: Piensa en eso.

***

Hotel Corazón Roto, o mejor dicho, casa flotante del desamor

221
Remy estaba tan solo que podía llorar.

Se terminó.

¿Cómo podrían las cosas ir tan mal en tan poco tiempo? Era martes en la
mañana, treinta y seis horas desde que Rachel se había alejado de él en la
fiesta del domingo en la noche. Y no había hablado con ella desde
entonces, a excepción de ese mensaje tan frío como un pescado muerto
que ella había dejado en su contestador automático ayer.

Se acabó.

A él le encantaría ir a una juerga en toda regla. Encerrarse en la casa


flotante. Ocultar las llaves del coche de sí mismo. Y beber hasta la
inconsciencia. Pero tenía obligaciones con la DEA esta semana, muchos
trabajos que hacer, lo que requería total concentración. Tenía que entrenar
a los pilotos del gobierno por dos días, a partir de mañana. Reuniones de
estrategia en abundancia. Y el Día D estaba a sólo unos días de descanso.

Sin embargo, no dejaba de pensar, se acabó.

Las cosas no podían seguir así.

Como con otras de las injusticias en su vida, Remy decidió que, primero,
se permitiría sentir dolor. Luego, se enojaría. Por último, dejaría que su
determinación saliera. Iba en la tercera etapa ahora.

A través de los años, Remy había aprendido a guardar sus defensas. Casi
nunca mostraba a nadie su cuerpo desnudo porque en el fondo creía que
todo el mundo lo rechazaba en un cierto nivel. En ocasiones, lo hacía
revelarse, cuando la necesidad sexual llegaba a ser demasiado
abrumadora, como la tuvo con Rachel.
Pero nunca, nunca le había dicho a nadie acerca de su esterilidad. Ni
siquiera a su familia. Rachel era la única, y mira lo que había conseguido,
una patada en las bolas.

¿Cómo se atrevía a darle el viejo jalón sólo porque no podía darle un


montón de mini-yo? Oh, sabía lo que ella había dicho acerca del asunto de
la traición. ¡Bazofia! No lo había engañado. Su reloj de bebé marcando
había chocado con su cerrada esterilidad. En el fondo, ella tenía que estar
repelida por su incapacidad para disparar el esperma adecuado. Podría no
haber vomitado cuando miró su cuerpo destrozado la primera vez, pero de 222
una manera eso es lo que casi había hecho por su incapacidad para
reproducirse. ¡Dieu, qué tonto había sido! Bueno, nunca más.

C'est la vie.

Remy había intentado ayer por la mañana llegar a Rachel, para


disculparse, por el amor de Dios. Pero ya no más. Aunque Rachel le rogara
que volviera, lo que no haría, nunca podría confiar en ella de nuevo. Había
puesto su corazón en la línea, su secreto más íntimo, y ella lo dejó. Luego,
se negó a tomar sus llamadas al día siguiente. No hay segundas
oportunidades. Nada.

Bueno, adiós, señorita. Este vaquero se dirige hacia el ocaso.

Su resolución fue probada más rápido de lo que había imaginado. Hubo


un golpe en la puerta. Su corazón dio un vuelco, pero no porque pensara
que podría ser Rachel. Sabía que no sería. Pero estaba sorprendido, no
obstante.

La abuela de Rachel, Gizelle Fortier, se paró en su cubierta, viéndose más


bruja de lo habitual hoy con el cabello desordenado y la ropa desaliñada.
¿Era esa la arpillera que llevaba todo el tiempo? ¿O simplemente elegante
bayou?

—¿A qué debo el placer? —dijo a través de la puerta mosquitera.

—Corta el rollo, chico. No estoy aquí para complacerte.

—¿Va a poner una maldición vudú sobre mí, señora?

—¿Crees que no puedo? Pero no es por eso que estoy aquí.


—¿No? ¿Por qué, entonces? Me muero por saber. —Demasiado tarde, se
dio cuenta de lo grosero que parecía, sin siquiera invitándola a entrar—.
¿Quiere entrar y tomar una copa, o algo así?

Ella sólo se rió, o más bien cocleo. En realidad, la mujer le ponía los pelos
de punta. Lo bueno es que entre él y Rachel no habían funcionado las
cosas. Difícil de imaginar estar relacionado con este viejo carcamán.

—Está bien, Gizelle, ¿qué es lo que quiere?


223
—Sra. Fortier para ti.

—Sra. Fortier entonces. —Él se apoyó contra el marco de la puerta y


esperó a que le diera a conocer el motivo de su paso a la propiedad del
odiado LeDeux.

—Sé lo que has estado haciendo con mi nieta.

—¿En serio?

Ella asintió.

—Fornicando como un macho cabrío, tú polla del gallo, pero no más. Vine
a asegurarme de ello. Es hora de poner ese pipi tuyo fuera de servicio.

—¿En serio? ¿Qué va a hacer, señora? ¡Cortar mi pipi! Yo no lo pondría


delante de usted. O ¿poner una maldición vudú sobre otras partes del
cuerpo?

—Ahora, he ahí una idea.

—¿Sabe Rachel que está aquí?

—Diablos, no, está en donde Charmaine escogiendo colores o texturas. —


Entrecerró los ojos con astucia hacia él—. O tal vez ella y Charmaine están
fuera levantando hombres, hombres mejores que tú.

Tuvo que reírse de la estratagema transparente de Gizelle para darle celos.

—¡Suficiente tontería! Usted todavía quiere comprar un pedazo de mi


propiedad, ¿no?

Él asintió lentamente, de pronto alerta. Nombró una suma muy generosa


que estaría dispuesto a pagar.

Ella hizo un gesto con la mano como si la cantidad no fuera importante.


—Te voy a vender la tierra con una condición.

Sabía que habría una trampa.

—¿Y cuál es?

—Que accedas a dejar de ver a mi nieta.

Remy respiró hondo, como si le hubieran dado una patada en el estómago.


No había estado esperando esto. Hace dos días, demonios, hace un día, se
habría reído en su cara. Ningún pedazo de tierra era digno de su 224
integridad. Si quería a una mujer, no habría dejado que dinero o tierra o
cualquier otra cosa se interpusiese en su camino.

Pero, a la luz de sus recientes reflexiones, su firme convicción de que las


cosas estaban terminadas con Rachel, le dio una consideración a la
propuesta de Gizelle. Había acabado con Rachel de todos modos. Quizás
Gizelle no se dio cuenta de eso. Él nunca perdonaría a Rachel por la
expresión en su cara cuando le contó su vergonzoso secreto. Nunca.

—Es un trato —dijo él—. Te veré en la oficina de Luc el jueves para que
sea legal.

Ella se rió como un pollo mientras se alejaba.

Remy debería haber estado jubiloso. La tierra finalmente sería suya. Pero,
en cambio, su cuerpo se sentía como plomo y pesado.

Y esa voz terrible en su cabeza dijo:¡Qué tonto!


Capítulo 14

Traducido por Malu_12

Corregido por Curitiba


225

No puedo conseguir ninguna…

Para el jueves, Remy estaba caliente como el infierno.

Había estado ocupado con la formación de los pilotos, dedicado a las


reuniones, al estudio de mapas, yendo una y otra vez sobre el plan de
acción para el Día D, tomando duchas frías. Él no debería haber tenido
tiempo de pensar en sexo, o en Rachel, que eran la misma cosa en su
vívida imaginación.

Además de eso, cuanto más lejos de la noche del domingo se encontraba,


más se convencía de que ella era la culpable, no él. Lo único que había
hecho mal fue ser derribado por una bomba iraquí que destrozó su cuerpo
y arrugó su fábrica de bebés. Bueno, él no se lo había dicho de
inmediato. ¡Gran cosa! Así que, ¡que me demanden! ¿Esperaba que gritara
sus imperfecciones varoniles al mundo?

Entonces, ¿por qué seguía pensando en ella? En cómo de sexy se veía,


vestida y sin ropa. La forma en que olía, antes y después del sexo. El suave
gemido que hizo cuando se vino una y otra vez. Cómo lo había mirado
cuando le dijo “Te amo”. La curva de su trasero, visto desde atrás,
preferentemente desnudo, que era más allá de hermoso, no importa lo que
ella pensara.

Él ya no se preocupaba por ella nunca más, y mucho menos la amaba,


pero sin duda, Dios, quería saltar a sus huesos otra vez. Lujuria, pura y
simple, eso es todo. Por lo menos, eso es lo que se decía a sí mismo.

Había pensado en ir al Swampy y recoger a una chica para un combate de


satisfacción mutua. Wham-bam-gracias-chère, una cosa de una sola
ocasión. Pero eso no tenía ningún atractivo. Sabía de algunas mujeres que
él podría llamar y hacer una cita para la cena y lo que sea, pero eso no
tenía ningún atractivo, tampoco. O podía conectar de nuevo con Claudia
Casale, una IP y ex policía detective de Dallas, con quien había tenido una
breve aventura hacía unos años y de alguna manera habían conseguido
terminar como amigos. Eso no tenía ningún atractivo tampoco. ¿Por qué
arruinar una buena amistad por satisfacer temporal lujuria y
locura? Incluso había pensado en ir al Bourbon Street por su peculiar tipo
de acción. ¡Hablando acerca de no tener ningún recurso!
226
Sólo iba a tomar tiempo.

Así que, Remy enrolló los mapas en su escritorio y optó por el mejor
antídoto para la calentura que se le ocurrió. Mejor que una ducha de agua
fría en cualquier momento.

Iba a visitar a Tante Lulu, ¡bendita su alma caliente!

***

¿Quién dijo que las chicas grandes no lloran?

Cada vez que Rachel pensaba que había terminado de llorar, ella
comenzaba todo de nuevo. La menor cosa la partía. La memoria del cuerpo
desfigurado de Remy y su auto-conciencia de ello. La forma en que su piel
olía. La forma en que sonreía, lento y sexy. La forma en que hablaba con
un acento sureño. La forma en que lucía, todo serio y concentrado, cuando
estaba dentro de ella. La forma en la que decía “Te amo”, poniendo énfasis
en cada palabra por separado.

Va a tomar tiempo, por fin concluyó. Y mantenerse ocupada era la


respuesta.

El trabajo había comenzado con en la redecoración de Charmaine, y


Rachel se complacía con el progreso hasta el momento. Esta mañana,
había ido a la casa flotante de Remy.
La claraboya se había instalado ayer, y lucía maravilloso. Asombrosa era la
diferencia que hacía, no sólo en iluminar el interior, sino en hacer que
pareciera mucho más grande. El carpintero seguía trabajando en
construcciones complementarias y lijaría y acabaría los pisos y paredes
hoy. La costurera no instalaría las cortinas o traería la nueva colcha y los
cojines hasta la semana que viene. Lo mismo con el fontanero y el hombre
de los azulejos.

Rachel había añadido un toque irónico a la decoración del hogar de Remy.


Había colocado el antiguo florero Roseville de David en una pequeña mesa 227
en la sala, cerca de la puerta; había comprado la mesa en una venta de
garaje por la que había pasado ayer en el camino de regreso de la casa de
Charmaine. Sorprendentemente, la hermosa cerámica, con en el raro
patrón de Delia Robbia, parecía casi hecho para ajustarse a este lugar.

Sus colores vivos y motivos florales proporcionaban un gran contraste con


los colores oscuros de los paneles y el suelo.

Además, David iba a estar tan molesto de que ella tan sólo hubiera dado la
obra de inmediato. Irritar a David le daba una gran satisfacción.

Dos semanas habían pasado desde que había visto a David, y sólo había
hablado con él por teléfono desde entonces. Se maravilló que no hubiera
dolor por su ruptura, sólo tristeza y un poco de necesidad de venganza,
como lo demuestra su alegría sobre lo del jarrón Roseville.

Gracias a Dios, Remy había estado ausente mientras ella trabajaba en su


casa flotante, como había exigido. Sin embargo, una pequeña parte de ella
lamentó su ausencia. Tal vez esperaba en alguna parte imaginaria de su
alma que hubiera aparecido, suplicado su perdón, y de alguna manera las
cosas habrían funcionado.

Todas las chicas creían en el príncipe azul, en cierta medida,


supuso. Incluso las chicas grandes. Pero las mujeres modernas,
desgraciadamente, tenían que aceptar que con mayor frecuencia el
príncipe era un dolor tamaño realeza.

También había salido a correr hoy, por primera vez en semanas, como
parte de su plan “mantenerse ocupada”, por no hablar de su plan de "huir-
de-la-comida-de-la-abuela”. Al mirar hacia abajo a su sujetador deportivo
cubierto de polvo y pantalones cortos de nylon, hizo una mueca. El lento
correr en un camino de tierra no era lo mismo que trotar en la ciudad, eso
seguro.

De todos modos, Rachel tenía otros problemas hoy. Su bolso perdido, el


que había perdido en la jungla del bayou, cuando ella y Tante Lulu habían
huido para salvar sus vidas, estaba demostrando ser un dolor más grande
que el otro gran dolor en su trasero. Dado que el robo no era un problema,
sólo la pérdida, ella había pensado erróneamente que sería un asunto fácil
cancelar las tarjetas de crédito y obtener una nueva licencia de
conducir. No era así. Al estar lejos de casa y todos sus documentos 228
almacenados, estaba teniendo problemas para la realización de las
transacciones por teléfono. No sería imposible, se le dijo una y otra vez,
sólo muy difícil.

—¿No puede tratar de encontrar el bolso que falta? —más de una persona
le había preguntado.

Finalmente, eso es lo que Rachel decidió hacer. Saltó en su camioneta roja


con la placa de CANDENTE, probablemente con la cara roja de agravación,
y condujo a la casa de Tante Lulu. Ni siquiera se molestó en cambiarse de
ropa por miedo a que pudiera dar marcha atrás. ¡Qué tontería! Después de
todo, ella era una mujer adulta. Necesitaba su bolso. ¿Qué puede ser tan
duro sobre ir en un barco con la anciana de nuevo?

Esa pequeña voz extraña que había estado escuchando en su cabeza, le


dijo:

—¡Uh-oh!

***

¿Quieres hacer QUÉ?

Remy estaba sentado con Tante Lulu en su mesa de la cocina con un gran
mapa desplegado delante de ellos, tratando de determinar exactamente
dónde había visto ella la parte sumergida del "ataúd". Explicaciones como
"justo después delincienso43 torcido, giras a la izquierda, o era la derecha,
no, la izquierda, luego a la derecha, hasta que notas el tronco medio
hundido que se parece a un hombre muy-muy, entonces la Reina de
Ciprés con todas sus damas te espera, luego a la derecha otra vez..."
simplemente no ayudaban mucho.

Él no había llamado, pero Tante Lulu le dio una cálida bienvenida, como
siempre, e insistió en servir una comida para él de sopa de bagre batida
con galletas recién hechas rociadas con mantequilla, a un lado de couche-
couche, fritos de maíz con papilla de harina cubiertos con azúcar y crema, 229
y varias tazas de espeso café negro. Todo esto, a pesar de que él la había
atrapado en medio de su teñida de cabello, que era de un mágico negro
carbón hoy, un cambio desde el gris de ayer con rayas de color púrpura. El
proceso la había alcanzado con sus coletas envueltas con papel de
aluminio y untadas con pegote blanco en toda su negra cabeza rizada. Sus
flores muu-muu y zapatillas de entre casa planas completaban el cuadro
ridículo.

Había que amar a una mujer que tenía tanta confianza en sí misma como
para poder andar por ahí como una bola vibrante y ni siquiera palidecer
por la vergüenza.

—Así que, ¿cuál es el problema contigo y Rachel? He estado trabajando en


el edredón de novia —señaló a la estructura establecida en un rincón de la
sala de estar—, pero Charmaine me dih’o que está todo terminao con
ustedes dos. ¡Kaput!

—Charmaine habla demasiado.

—Tu ‘iempre ha sido un hombre orgulloso. No deje’ que tu orgullo se


interponga en el camino del verdadero amor, muchacho.

—¿Quién dijo algo sobre amor verdadero?

—¿Es esta una cuestión de orgullo?

—Sí —admitió—, pero eso no quiere decir que sea poco importante. Hay
algunas cosas que un hombre necesita para ser un hombre, y las mujeres
simplemente no lo entienden.

—¿Eh? Eso es claro como el barro del bayou.

Incienso: Es una especie de pinos, científicamente llamado Pinus Taeda, nativo del
43

sureste de Estado Unidos.


—Olvídalo.

—Ah, Remy, ¿qué pasó? Veo en tu’ ojos que toavía te preocupa’. ¿No se
puee soluciona, cariño?

—No ves nada en mis ojos, tía, y, no, no se puede solucionar. Así que,
olvídalo. Una topadora y mil oraciones a San Judas no van a cambiar las
cosas ahora.

La voz en su cabeza dijo: ¿Quieres apostar?


230
Una voz gritó fuera:

—¡Yoo-hoo! ¿Hay alguien en casa?

—Eso te enseñará a dejar a San Judas en paz —dijo Tante Lulu, dándole
palmadas en el brazo.

Remy puso su rostro entre las manos por un segundo antes de pararse y
mirar por la ventana. Era Rachel en su brillante camioneta pickup roja
parpadeante con la placa de prostituta al rojo vivo. Ella probablemente no
se había dado cuenta de que él estaba aquí ya que había impulsado su
pequeño barco por el bayou, en lugar de usar su Harley.

—Entra —invitó Tante Lulu a Rachel alegremente por la puerta


mosquitera. Para Remy, agregó—: Compotate como tú mimo y tal vez, so’o
tal vez, tenga’ sexo de reconciliación al caer la noche.

¿Sexo de reconciliación? ¿De dónde saca este disparate? Mejor que no se lo


mencione a Rachel.

—No te atrevas a hacer o decir nada. Se acabó conmigo y Rachel. Acabado.

Su tía sólo le ignoró, como siempre.

Rachel entró por la puerta, y todo lo que puso decir entonces fue:

—¡Mierda!

Tenía el cabello muy rizado y salvaje hoy por la humedad, por lo que lo
había tirado para arriba en un alto cachivache encima de su cabeza con
mechones sueltos detrás. Ella no parecía estar usando cualquier
maquillaje, pero nunca se sabía, las mujeres de hoy tenían una manera de
engañar a los hombres con invisibles trucos de maquillaje. En cualquier
caso, parecía recién fregada y deliciosa, si esa era una palabra que podría
ser utilizada por un hombre para describir a una mujer.

Sí, decidió, para chuparse los dedos es un perfecto término para ella.

Llevaba un sujetador del tipo elástico y pantalones cortos de ejercicio que


contenían metros de piernas torneadas hasta zapatos deportivos blancos
con medio calcetín asomándose. Había un montón de piel cremosa al
descubierto entre el sujetador y los pantalones cortos. Se preguntó con
una irrelevancia inducida por la testosterona si todavía olía a coco. Si su 231
tía no estuviera aquí, podría verse tentado a tirar a Rachel sobre su
hombro y llevarla por el pasillo hasta su habitación de niñez donde
tendrían sexo salvaje con Richard Petty y Heather Locklear
mirando. Demonios, incluso con su tía aquí, él estaba tentado.

Y entonces, ¿qué fue lo que dijo, como el tipo brillante que era?

—¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz, que al parecer tenía una mente
propia, apestaba con hosquedad.

—¡Remy! ¡Qué vergüenza! —le reprendió su tía.

—Yo no sabía que estabas aquí —le dijo Rachel, un poco demasiado a la
defensiva para su gusto.

—Obviamente. Pero ahora que sabes que estoy, ¡lárgate! —Dieu, ¿que está
poniendo estas palabras en mi boca?

—Remy —repitió su tía.

—Vine a ver a tu tía, no a ti. Así que, ¿por qué no te largas tú? —Ella
levantó su bonita nariz para arriba, tan en el aire que era un milagro que
no tuviera una hemorragia nasal.

—¿Es esta una pelea de enamorados? —quiso saber su tía.

—¡No! —respondieron ambos al mismo tiempo.

—¿Por qué has venido a ver a mi tía?

—Eso no es asunto tuyo.

—Creo que voy a ir a hacer un poco de té dulce y lavar la mierda de mi


cabello. —Su tía se contoneó hacia la cocina, dejándolos solos.

Rachel estaba de pie con las manos en las caderas, mirándolo beligerante.
—Fui grosero. Lo siento —dijo. Te ves como el sexo de pie, nena.

—También yo. —Pero no dijo que lo sentía. Y lo miraba como si fuera algo
en pie, todo bien, pero no sexo.

—Traje mapas con la esperanza de que Tante Lulu pudiera determinar


exactamente dónde vieron ustedes dos a esos hombres el domingo —
explicó a regañadientes—. Entonces puedo darles esa información a las
autoridades. —Él no dijo a qué autoridades, por lo que en realidad no fue
una mentira. 232
Ella asintió.

—Es por eso que he venido, también, en cierto modo.

Levantó las cejas en muda pregunta.

—Perdí mi bolso ese día, con mi licencia y tarjetas de crédito. Quiero que
tu tía me lleve allí para encontrarlo.

—¿Quieres hacer QUÈ? —casi gritó. Escuchó a su tía, que obviamente


estaba oyéndolos, dejar caer unos cubitos de hielo en el suelo de la cocina.
Rachel saltó por la sorpresa, también.

—Mira, no me entusiasma la idea de entrar en un barco con tu tía de


nuevo, pero los hombres se han ido, estoy segura, y realmente necesito mi
bolso.

—¡No!

—¿No? ¿Me estás diciendo que no? ¿Tú estás suponiendo que tienes el
derecho de dictar alguna cosa sobre mi vida?

Tomó una respiración profunda en busca de paciencia.

—Es peligroso. No puedo permitirlo.

—Ooooh, me estás empujando, LeDeux. Permitir es una palabra que nunca


he aceptado de ti cuando nosotros estábamos... cuando estábamos...

—¿Sacándole el cerebro uno al otro?

Ella le lanzó una mirada que hubiera hecho cuajar la leche.


—Cuando estábamos juntos. —Le corrigió ella—, pero eso está
definitivamente fuera de cuestión ahora. ¿No lo permitirás? Bueno,
¡permite esto, señor! —Le mostró el dedo a continuación.

Él se sorprendió. Realmente lo hizo. Oh, sabía que algunas chicas y


mujeres accionaban al pájaro hoy en día, pero no las mujeres que él
conocía. No Rachel.

Las lágrimas subieron a sus ojos, que ella limpió inmediatamente.


233
Se sentía inferior a las manchas en el vientre de una serpiente por hacerla
llorar.

—¡Mira! ¡Mira lo que me hiciste hacer! —le espetó—. Nunca he hecho un


gesto obsceno en toda mi vida. Sacas lo peor de mí.

El espíritu de Remy subió, aprendiendo que está era una cosa de primera
vez, y se enorgullecían perversamente del hecho de que podía sacarla tanto
de quicio.

—Yo también saco lo mejor de ti a veces, querida —dijo con una voz un
poco más que un susurro.

—Oh, correcto. Recuérdame eso ahora. —Giró sobre sus talones, a punto
de salir por la puerta.

—¿A dónde vas? —Ahora que ella se iba, se sentía desesperado por hacerla
quedarse. ¿Cómo podía odiar estar en su presencia, y odiar su ausencia
también? ¡La mujer me está haciendo trepar las paredes!

Se volvió lentamente hacia él. La ira enrojeció su cara bonita.

—Voy a ir a buscar a Beau y a su piragua. Luego vamos a recorrer de


arriba a abajo este maldito pantano hasta que encuentre el lugar donde
perdí mi bolso. ¿Tienes alguna objeción?

—Sí, la tengo —dijo con un suspiro de resignación, alzando sus manos


para impedir que hablara de nuevo—. Yo las llevaré a ti y a Tante Lulu.
¡Dios me ayude!

Lo hará, dijo San Judas.

***
Algo ha sido pescado en el bayou y no fue una trucha.

Todo lo que Rachel quería era conseguir su bolso de vuelta. ¿Era tan
difícil? Ella no esperaba que un “grupo” viniera a su rescate.

—¿Qué está pasando aquí, Remy? —exigió saber, no por primera vez desde
que había entrado en un barco con él.

Él sólo gruñó, igual que antes. ¡El idiota! 234

Sí, Remy había acordado que la llevaría a ella y a Tante Lulu a buscar su
bolso.

Lo que había olvidado decirle era que tenía que hacer una llamada primero
para "despejar el viaje" lo que diablos significara eso. Tampoco le informó
que otros cuatro hombres vendrían con ellos: dos en el primer barco con
Tante Lulu, y dos en el barco detrás con ella y Remy, incluyendo a Larry
Ellis, el hombre al que había conocido en La Taberna del Pantano. Todos
ellos vestían chalecos antibalas y portaban armas, rifles, pistolas en
fundas de hombro y grandes cosas que eran probablemente Uzis. Incluso
Rachel y Tante Lulu se habían visto obligadas a ponerse ropa
protectora. Tante Lulu llevaba su muu-muu, y sobre su cabeza había una
capucha para la lluvia hecha de plástico transparente que estaba atado
bajo su barbilla porque decía que iba a llover, a pesar del sol brillante y
cielo azul con nubes arremolinadas.

—He vivido en DC demasiado tiempo como para no reconocer a los


federales cuando los veo —dijo al silencioso Remy—. Apostaría mi manual
de Feng-Shui a que estos erguidos respaldos, estos chicos-sin-sonrisa
trabajan para alguna agencia gubernamental, si no la CIA o el FBI, alguna
otra división de control. Ellos no son la policía local, por supuesto.

Remy se rió.

—Esto no es divertido para mí, Remy.

—Sí, lo es —dijo malhumorado—. ¿Tienes ropa interior en virtud de ese


traje?

—Por supuesto que estoy usando ropa interior. —No es que siguiera
siendo de su incumbencia—. ¿Por qué?
—Simplemente disfrutando de la vista, nena.

Volvió la cabeza para mirar hacia él sin mover el resto del cuerpo, sobre
todo porque sus manos estaban agarrando los lados de la embarcación
bajo ella a la que él llamaba un "Go-Devil"44 mientras pasaba rozando
sobre la superficie del agua. Ella se quedó sin aliento cuando lo vio
mirándola detrás, a los cortos y frágiles pantalones de nylon, su gran
trasero, el cual se sentaba en el pequeño asiento de madera,
probablemente con la mitad colgando fuera.
235
—¡No te atrevas a mirarme allí!

—¿Dónde prefieres que mire? ¿A tus pezones, que son claramente visibles
en ese pequeño trozo de Victoria Secret?

—¿Victoria Secret? Más bien Viejo por Ejercicio Deportivo Extremo. —Ella
miró hacia su sujetador deportivo muy recatadamente y no vio nada fuera,
ciertamente no sus pezones—. No se puede ver nada.

—Me lo puedo imaginar... de memoria.

Rachel se giró con mucho cuidado en el asiento para que se enfrentara a


Remy. Llevaba pantalones caqui plisados, mocasines y una camisa de golf
blanca, con el cuello abierto. En la luz brillante del sol, sus ojos le
traspasaron con su oscuridad. ¿Cómo podía un hombre con sus cicatrices
lucir tan hermoso como para morirse? Tenía una buena razón para estar
molesta con él, pero se derretía con sólo mirarlo. ¿Estaba Jill en lo
correcto? ¿Estaba siendo demasiado dura con Remy? En caso de que ella
le diera la oportunidad de explicarse, si es que había una explicación,
¿querría él que se explicara?

—¿Por qué eres tan malo conmigo? —preguntó finalmente.

—¿Admirar tu trasero es ser malo?

—Sabes lo que quiero decir. Has sido más que desagradable desde que
llegué a lo de tu tía. No he hecho nada para merecer este tipo de trato.

—¿Es eso lo que piensas? ¿Qué me puedes tan sólo botar porque no puedo
tener hijos y que entonces diré tan sólo “Hola'” la próxima vez que te vea?
Bueno, lo siento, dulzura, pero tengo un poco más de orgullo que eso. Y
date la vuelta si no quieres que me quede mirando tus tetas.

44Go-Devil: Es un tipo de barco a motor especialmente diseñado para cazar.


Ella se quedó sin aliento. No pudo evitarlo. Remy quería hacerle daño, y
estaba haciendo un buen maldito trabajo en lograr su objetivo.

—Ni siquiera sabes cómo hacerlo bien vulgar, Remy, ¿y sabes qué? Estás
todo avergonzado sobre ser crudo, y no te atrevas a negarlo. Más
importante aún, no te dejé porque no puedes tener hijos. ¿Cuántas veces
tengo que decirte eso?

—Olvídalo. Es agua pasada.


236
El corazón de Rachel estaba rompiéndose por la terquedad de
Remy. Parecía que no quería explicarse, o reconciliarse. Tal vez sus
argumentos le habían dado una excusa para romper su relación antes de
que fuera demasiado lejos.

Es mejor cambiar de tema, decidió, antes de que se echara a llorar, y le


rogara que volviera a ella, independientemente de sus transgresiones.

—Remy, ¿qué haces para ganarte la vida?

—¿Eh?

—Pensé que ejecutabas un servicio de helicópteros para turistas y


agrimensores y cosas por el estilo, pero por la compañía que tienes...
bueno, estoy empezando a dudar eso.

—No es de tu incumbencia, Rachel. Qué te importa lo que hago con mi


tiempo, de negocios o de otro modo.

Ella se limitó a mirarlo, golpeada por la firmeza de sus palabras.

—Tú y yo —se encogió de hombros—, se acabó.

No podía ser más claro que eso.

—Sí, se acabó —estuvo de acuerdo ella.

Por otro lado, vio la forma en que la miraba con tristeza y añoranza
mientras escupía las palabras de odio, y se preguntó:

¿Está realmente terminado?

¿Quiero que lo esté?

¿Quiere él que lo esté?


***

Llueven gatos y perros, y Federales.

Una vez que llegaron al lugar designado, todos los barcos se detuvieron y 237
dejaron caer las anclas.

En el momento justo, los cielos se abrieron con un aguacero del furor de


una fuerte lluvia. Truenos rugieron a lo lejos. Rayo agrietaron el cielo. Una
desgraciada tarde típica en Luisiana. Un remojo del suelo que, sin duda,
habría terminado en cuestión de minutos. Pero no antes de que empapara
todo y a todos en el proceso.

Su tía sacó su paraguas y se sentó sonriendo con autosuficiencia en su


barco, mientras que los agentes de la DEA saltaron a la orilla de barro y se
enterraron hasta los tobillos, maldiciendo entre dientes.

—Dios debe ha’er estado pensando en el infierno cuando creó Luisiana—se


quejó Larry Ellis, a lo que Tante Lulu respondió:

—¿Cuando hizo un paraguas roto sobre tu gruesa cabeza?

Frank Porter agregó:

—¿Has visto a los malditos cocodrilos de allí? Por el amor de Dios, tenemos
serpientes en Alabama, donde crecí, pero las prefiero a ellas que a estos
hijos de puta grandes.

—Cuida e’a boca, señor. Hay damas presentes —advirtió Tante Lulu.

—Todo el mundo quédese aquí hasta que aseguremos la zona —gritó


Shelton Peters por encima del estruendo de las bolitas duras que
golpeaban el agua y la vegetación—. Remy, ¿puedes montar guardia?

Él asintió, sacando su pistola de la sobaquera. Los otros hombres se


distribuyeron en cuatro direcciones.

—¿Por qué no voy simplemente a buscar mi bolso mientras ellos hacen


eso? —dijo Rachel mientras se levantaba, haciendo olas. Estaba calada
hasta los huesos. Su cabello se había soltado de su goma elástica encima
de su cabeza y se asentar desordenadamente sobre su rostro. El sujetador
y los pantalones cortos estaban pegados a su cuerpo, haciéndola parecer
casi desnuda ante Remy. No importa si él había mentido antes, ahora sus
pezones sin duda destacaba gracias a la lluvia fría, como malditas bayas.

Mientras tanto, una parte muy importante del cuerpo mojado de Remy
llegó inmediatamente a la vida. A él nada le gustaría más que tomarla
contra aquel árbol de allí en un tiembla-rodillas que vencería a todos los
tiembla-rodillas que existieran, dando paso a un sexo en vertical con un 238
nuevo significado. ¡O al cuatro patas en el barro, hablando de sexo
sucio! Tal vez incluso podría mover el bote, literalmente.

Eso es en lo que pensaba en su cerebro, su fantasía-empapada. Lo que


dijo en voz alta fue:

—¿Por qué no sientas tu bonito culo bastante abajo?

Por nada en este mundo iba a ponerse de pie y empujarla de vuelta a su


asiento, no con su embarazosa erección.

Soy lamentable, lamentable, lamentable. Excitarme por una mujer que odia
mis agallas.

Rachel estaba a punto de gruñirle algo de vuelta; algo que sería, sin duda,
desagradable, cuando miró hacia abajo a su entrepierna. Por qué tuvo
alguna inclinación a leer esa zona de su cuerpo en un momento como éste,
en cualquier momento, en realidad, desafiaba toda explicación, pero sus
ojos se agrandaron cuando lo hizo. Entonces lo sorprendió como el
infierno.

Ella sonrió.

—Todo bien —dijo Pete, llegando hasta los barcos—. No parece haber
nadie alrededor. ¿Quiere mostrarnos donde vio el ataúd, señora Renaud?

Tante Lulu estaba cuidadosamente doblando su paraguas ya que la lluvia


había cesado. Lo usó como un bastón cuando salió a la orilla en sus
zapatillas de entre casa flexibles.

Mientras tanto, Remy se dio cuenta de que los cuatro agentes estaban
mirando con ojos desorbitados a Rachel y sus pezones.
Hizo un gruñido bajo, lo que hizo que los cuatro hombres se alejaban con
culpabilidad y Rachel sonriera un poco más.

Ella va a pagar por esa sonrisa, se prometió a sí mismo.

Después de apenas quince minutos, varios hechos se hicieron evidentes.

El contenedor de drogas había desaparecido, como lo demostraba la correa


cortada colgando de un árbol a los cauces del río y que uno de los agentes
se había quitado la ropa hasta quedar en bóxer para sumergirse bajo el
239
agua a hacer un buceo que no descubrió nada. Lo más importante, para
Remy por lo menos, era que el bolso de Rachel se había ido.

¿Cómo podría haber desaparecido? se preguntó Remy.

***

¿Quieres jugar al escondite conmigo y buscar a quién?

Rachel no podía creer que su bolso había desaparecido en el aire.

—¿Podría algún animal haber huido con él? —le preguntó a Pete.

—Podría ser, supongo —dijo dubitativo—. ¿Con qué dirección estaba tu


licencia? ¿Hay alguien viviendo allí ahora?

Rachel miró a Remy, luego de nuevo a Pete.

—Sí, mi ex prometido, David Lloyd.

Vio que Remy se inmutó ante su mención de David. Por qué podría estar
molesto por su antiguo amante, no tenía idea. Bueno, sí, la tenía. A pesar
de que su breve aventura había terminado, probablemente ella estaría
celosa si el nombre de una de sus antiguas amantes aparecía.

Pete le entregó su teléfono celular y le exigió:

—Llámenlo.
¡Eh! Durante dos semanas he estado evitando cualquier contacto con
David. Estoy decidida a no iniciar una llamada con él ahora.

—No.

Varios hombres rodaron los ojos en lo que debían considerar un


comportamiento irracional. Uno de los agentes le había entregado a Rachel
su camisa hacía poco, ya que había estado temblando. Gracias a Dios,
porque ella había estado muy incómoda con todos ellos mirando sus
prendas reveladoras. A excepción de Remy. Había estado contenta de ver 240
que todavía podía encenderlo.

—Señorita, voy a tener que insistir en que haga esa llamada y le pregunte
al Sr. Lloyd si alguien inusual ha ido allí, preguntando por usted.

—¿Sobre qué autoridad usted insiste?

Pete exhaló ruidosamente con exasperación, luego sacó una billetera de


cuero y le mostró sus credenciales.

—¿La DEA? —exclamó ella—. ¿Por qué está la DEA aquí?

—¿Qué es un DEA? —quiso saber Tante Lulu.

—Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas45, señora —


explicó Pete.

Tante Lulu estaba recogiendo algunos tallos de plantas y poniéndolos en


los bolsillos de su muu-muu, pensando que no sería un viaje perdido si
recogía algunas hierbas mientras estaba aquí. Abrió la boca para hacer
más preguntas.

—No importa —dijo Remy a su tía—. Te lo explicaré más tarde.

Bueno, quería que se lo explicara a ella ahora.

—¿Eres un agente de la DEA? —le preguntó a Remy.

Él parpadeó con sorpresa.

—Diablos, no.

45- Drug Enforcement Administration (D.E.A. en sus siglas en inglés;


en español: Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas) es la agencia
del Departamento de Justicia de los Estados Unidos dedicada a la lucha contra
el contrabando y el consumo de drogas en los Estados Unidos.
—Entonces, ¿qué haces con ellos? —¿Y no es algo peligroso? ¡Qué pregunta
más estúpida! Por supuesto que es peligroso. ¿Por qué eso me molesta
tanto? No me importa lo que le pase. Bueno, me importa si él es asesinado o
herido o algo así. Es sólo que no me importa lo demás. ¡Aaarrgh!

—¿Señorita? —dijo Pete, extendiendo su teléfono hacia ella.

—Probablemente no va a estar en casa al medio día de todos modos —


murmuró Rachel. Marcó el número y esperó unos segundos mientras
sonaba, entonces prácticamente saltó cuando David respondió. 241
—David, ¿qué haces en casa durante las horas de oficina?

Ella apartó el teléfono de su oreja mientras él gritaba tan fuerte que los
demás en el claro probablemente lo escucharon, también.

—¿Rachel? ¿Has perdido tu maldita mente? Algunos de tus amigos se


detuvieron para golpearme como la mierda. Es por eso que estoy en casa
después de estar en la sala de emergencias toda la noche.

—¿Qué? ¿Qué amigos? ¿Estás bien?

—No, no estoy bien. Tengo un ojo negro, un diente roto, costillas


magulladas, posibles lesiones internas, y dos piezas de Roseville rotas.

—¿Quién lo hizo?

—Tú dime. Todo lo que sé es que dos matones se presentaron ayer a


buscarte. Cuando les dije que no tenía idea de dónde estabas, al parecer
no me creyeron, así que intentaron golpear la información fuera de mí.

—Oh, David, lamento haberte involucrado en esto. Es todo por mi bolso


perdido. Un error.

—¿Un error? —gritó él—. Una multa de estacionamiento es un error. Una


cita olvidada es un error. Una liposucción estropeada es un error.
Criminales en mi casa no es un error.

—Aquí, déjame hablar con él —dijo Pete, y tomó el teléfono de ella. Habló
durante unos instantes, tratando de explicar de una manera superficial lo
que había pasado y la promesa de que dos agentes del gobierno estarían
en su lugar dentro de una hora para tomar su declaración y darle
protección. Cuando colgó el teléfono, Pete la miró sombríamente y le dijo—:
Eso es suficiente. Necesitamos trasladarla a un lugar seguro hasta que la
operación se haya completado, señorita Fortier.

—¿Eh? ¿Qué operación? Usted no puede obligarme a ir a la


clandestinidad. ¿Puede?

Pete se volvió hacia Remy.

—Entiendes que pueden ser capaces de rastrearla hasta aquí, que su vida
podría estar en peligro.
242
Remy asintió con gravedad, con el rostro ceniciento.

—¿Puedes manejar esto? —preguntó Pete a Remy—. No tengo ningún


agente libre en este momento. Esto sería de gran ayuda…

—¿Manejar qué? —quiso saber Rachel.

—Su protección —explicó Pete—. Sólo hasta principios de la próxima


semana. Seis días como mucho.

—¿Remy? ¿Quiere que Remy me esconda? —Rachel se estremeció ante la


estridencia de su voz.

Pete asintió.

—¡No! —dijeron Remy y ella al mismo tiempo.

Pete alzó las cejas, no divertido con sus rechazos vehementes.

—Sabes lo importante que es esta misión, Remy.

—¡No! —insistió Remy.

—¡NO! —insistió Rachel aún más fuerte.

—¿Hay alguna razón de vida o muerte por la cual no puedes ayudarnos a


proporcionar un refugio temporal para la señorita Fortier? —preguntó Pete
a Remy.

Rachel vio el músculo en la mandíbula de Remy apretarse con una


contracción. Vio que sus ojos brillaban con enojo. Lo vio apretar y aflojar
sus puños. Ella vio lo mucho que él no quería ir a ninguna parte con ella,
y mucho menos a algún lugar escondido donde estarían solos.
Se sentía de la misma manera, pero maldita sea, ella tenía derecho a esas
emociones.

Él no lo hacía.

Tante Lulu habló:

—Sé del lugar justo ‘onde pueden pasar a la clandestinidad. —Todo el


mundo se sacudió con sorpresa, sin darse cuenta de que había estado
siguiendo la conversación—. La vieja cabaña de Luc. Es tan aislada, que
243
incluso Luc tiene problemas para ‘contrarla a veces.

Remy gimió.

Rachel gimió.

Y Pete dijo:

—Perfecto.
Capítulo 15
Traducido por MaryJane♥ y Mere
Corregido por Meli Eli

Mordiendo la bala46
244
Muy bien, ¿tan difícil puede ser llamar a Gizelle Fortier y decir:
Hey, Gizelle, nena, parece que no voy a ser capaz de ir a la reunión de esta
tarde?

Remy tenía treinta y tres años. Gizelle tenía por lo menos setenta años,
podría adivinar. O noventa. ¿Por qué dudaba sobre llamar a la mujer?

Debido a que era una bruja, por eso. Y ella probablemente pondría
una maldición vudú sobre él y algunas partes esenciales de su cuerpo.

Él no quería, no quería, no quería alejarse a un refugio seguro con Rachel.

Pero tenía que hacerlo, tenía que hacerlo, tenía que hacerlo, si esperaba
mantener alguna credibilidad con la DEA para esto, o futuros, contratos.

¡Hablando de un Catch-22!47 Maldito si lo hacía, maldito si no lo


hacía. ¿Cómo podría alguna vez poner a Rachel detrás de él si se dejaba
caer sobre su trasero delante de él por cinco malditos días?

Por último, mordió la bala y marcó el número.

—Hola. ¿Sra. Fortier? Es Remy LeDeux.

—Bueno, pincha mi trasero y llámame pepino. ¿Debo estar bailando


con alegría o qué?

Remy apretó los dientes y contó hasta cinco.

46
Bite the bullet: (Morder la bala) es una expresión inglesa que significa soportar con
fortaleza una situación desagradable o dolorosa que es vista como inminente e inevitable.
47
Catch 22: es una sátira antibelicista de historia ficción escrita por Joseph Heller y
publicada en 1961. La novela trata del caso de un bombardero de las fuerzas aéreas del
ejército americano, que desea ser excusado de realizar un vuelo del combate. Para ser
excusado de tal deber, tiene que someterse a una diagnosis médica oficial del cirujano de
vuelo de su escuadrilla, demostrando que no sirve porque está loco.
—Rachel no está aquí. No es que ella quiera hablar contigo de todas
maneras, tu bicho baboso. La hiciste llorar.

Remy no quería pensar en haber hecho a Rachel llorar ahora. Y, por


supuesto, sabía que Rachel no estaba allí. Ella estaba lanzándole una
rabieta a Tante Lulu donde dos agentes de la DEA la custodiaban. En el
último minuto, llamaría a su abuela y diría que llamaba por una
emergencia, pero que volvería en una semana más o menos. Los federales
no quisieron dejar que Rachel volviera a la casa de Gizelle hoy y planteara
sospechas, por si acaso los delincuentes de droga se presentaran en su 245
domicilio. Mejor que ella no supiera nada. Gizelle sería sospechosa de que
Rachel ni siquiera hiciera una maleta, o que Remy podría estar con ella,
pero Rachel tenía sus instrucciones. Asegurarse de que su abuela
aceptaba la historia de la abrupta salida.

—No he llamado para hablar con Rachel. Quiero hablar con usted.

—¡Alegría, alegría! —dijo la vieja bruja.

Su sarcasmo realmente crispaba los nervios.

—Tengo que cancelar nuestra reunión de hoy.

Hubo un silencio en el otro extremo.

—Tal vez podríamos reprogramarla por la próxima semana.

—¿Estás echándote atrás, muchacho?

Vaciló por un breve segundo.

—No.

—Sabes, este acuerdo no es definitivo, hasta la firma de los documentos.


Incluso si vas a hacer el tonto, tal vez seré yo quien cancele.

—Tiene todo el derecho —le aseguró—. Sólo sé que no estaría cancelando


hoy si no fuera imprescindible.

—Imprescindible, ¿eh? Debería ser realmente importante para el avaro


LeDeux renunciar a un estúpido acuerdo.

Dieu, la mujer estaba soportable. Era intolerable. Si fuera una hombre, y


se levantaba frente a él, la golpearía por insultar. No es que su padre no
supiera aprovechar cada oportunidad para hacer dinero fácil, pero él no
era su padre, y maldita sea, ella no tenía ningún derecho a pintarlos
a todos con un solo movimiento de su cepillo de condena.

Aspiró profundamente buscando paciencia y le dijo:

—¿Qué tal una semana a partir de mañana, el próximo viernes? ¿Le


gustaría encontrarnos entonces, en la oficina de Luc, digamos a las tres en
punto?

Hubo una breve pausa, y luego:


246
—Tal vez. —Con eso, se colgó.

Mirando el teléfono muerto, Remy preguntó a nadie en particular:

—¿Estoy haciendo lo correcto?

La temida voz dijo, Tal vez.

***

Depende de tu definición de “eso” es

—Abuela, una situación de emergencia ha llegado y tengo que irme por


unos pocos días —dijo Rachel en el teléfono, mientras que Remy, Tante
Lulu y los federales miraban. Había sido acorralada en una esquina de ese
pronto-escondite negocio, pero ella no era feliz. Ni un poco. Y olvidándose
de que ellos “ofrecieran” su “refugio seguro” en lugar de que la obligaran a
esconderse.

Así es como veía la situación. Sin elección.

—¿Ahora mismo?

—Sí.

—¿Hay alguien herido?


—En realidad, David fue golpeado bastante. Incluso tuvo que ir a la sala
de urgencias. —Ella no había dicho realmente que iba a Washington para
ver a David, pero sabía que la abuela tenía que pensar en eso.

—Mira. Eso es porque vives en la ciudad. Asaltantes y mafiosos y cosas así


en todo el lugar.

—Uh-huh —dijo Rachel sin comprometerse.

—¿David? ¿Es el borracho que tenía los cables en cortocircuito?


247
Rachel se echó a reír, lo que provocó que todos en la cocina de Tante Lulu
levantaran sus cejas, a excepción de Pete que estaba escuchando su
llamada.

—Se podría decir que sí.

—No vas a regresar con él, ¿verdad? Los hombres tienen una forma de
juego con el afecto de una mujer cuando están heridos.

—De ninguna manera David y yo arreglaremos las cosas. Sólo estoy


preocupada por él, eso es todo.

—¿Vas a volver? —preguntó la abuela con un ligero temblor en la voz.

—Por supuesto. Seguramente el martes.

—Bueno, ¿te puedo ayudar empacando algo?

—No, tengo que irme de inmediato. Mi vuelo sale en menos de una hora.

Lo cual no era realmente una mentira dado que había un hidroavión en el


pantano de Tante Lulu que Remy volaría a sólo Dios sabía-donde para
mantenerla en la clandestinidad. Ella no podía pensar tan lejos o se
arrodillaría y escondería bajo la cama de Tante Lulu.

—¿Estás segura de que esto no se trata de Remy LeDeux? No planeas ir a


algún lugar y hacerlo con él, ¿verdad?

Pete puso su mano sobre su boca para ahogar una carcajada.

—Por supuesto que no. No va a pasar, te lo prometo. —Ella miró a Remy


que se apoyó en el fregadero de la cocina, con los brazos cruzados sobre su
pecho, los tobillos cruzados, pareciendo más sexy de lo que un hombre
tenía derecho a verse. Él le devolvía la mirada, probablemente para
averiguar qué hablaban al final de la conversación. Para darle crédito,
Remy no estaba más feliz sobre la situación en la que había sido colocado
de lo que ella estaba.

—Ten cuidado, cariño.

—Lo tendré.

—Cuando regreses, tengo algo importante que decirte acerca de Remy. Eso
lo pondrá en tu lista de estiércol para siempre, incluso si ya no está allí.

Rachel miró a Remy y le dijo: 248

—Oh, ya está en mi lista de estiércol, ga-ran-ti-za-do.

***

Arriba, arriba y lejos en mi hermoso hidroavión

Remy miró a Rachel, sentada a su lado en el pequeña avión Piper, tiesa


como una virgen antes del sacrificio.

Toda esta situación imposible era su culpa, maldita sea. Si ella no se


hubiera ido a los bayous con su tía, no estaría aquí ahora, maldita sea. Si
no hubiera optado por llevar una bolsa con ella. ¡Dios mío! ¿Esperaba
encontrar un mall48 en medio de una selva bayou? Él no podía llevarla a
una casa de seguridad ahora, maldita sea. Si ella no hubiera hablado
sobre su “problema”, este pequeño viaje podría ser al cielo, en lugar del
infierno, maldita sea. Sí, sólo ella tenía la culpa, maldita sea.

Aun así, pudo ver que ella se sentaba rígida como una tabla a su
lado. Como piloto, como hombre, no podía ignorarlo. Él, Luc y René, una
vez se habían referido a sí mismos como Los Caballeros Cajún debido a
esta tendencia innata hacia la caballerosidad que todos tenían, sin duda
debido a sus intentos de ser lo contrario a su padre muy poco
caballeroso. Por lo tanto, mejor aplacar su ira, y ser un caballero.

—¿Tienes miedo?

48
Mall: centro comercial.
—¿De volar?

—Por supuesto, volar. ¿Qué más?

—Mi vida, tal vez. No, no tengo miedo de volar. —Ella volvió a su rutina
zombie de no hablar que había estado haciendo desde que habían entrado
en el avión hace media hora.

¡En cuanto a la caballería!

—Rachel, van a ser unos largos cinco días si no hablas conmigo. ¿No 249
podemos hacer una tregua aquí, al menos, hasta el martes?
—¿Y qué? ¿Saltamos en la cama, para pasar el tiempo?

Ese era un pensamiento. Los caballeros merecen alguna muestra de sus


buenas obras.

—Estoy sólo haciendo una pequeña charla. Trato de ser agradable.

—¿Estás insinuando que soy desagradable?

¡Bingo!

—¿Quién, yo?

—No estás comportándote como Guinevere49, enamorada. Mejor ponte en


forma o Lancelot se irá de aquí. No es que seas mi amor, nunca más, lady o
de otro modo. Y, a decir verdad, no soy muy Lancelot.

—¿Qué haces para ganarte la vida, Remy? Pensé que llevabas turistas
sobre el bayou o alquilabas vuelos para los desarrolladores de bienes
raíces comerciales. Cosas por el estilo.

—Lo hice. Todavía lo hago, a veces.

¡Genial! Ahora vamos a la charla. ¿Cómo está el tiempo? ¿Qué piensas de


las elecciones? ¿Piensas que los Santos les ganarán a los Buccaneers? Ho-
hum.

—¿Por qué exponerse a este tipo de peligro?

49
Guinevere: (Ginebra) Según las leyendas asociadas al mito artúrico, Ginebra fue infiel
al Rey Arturo con Lancelot uno de los caballeros de la Mesa Redonda. El mito cuenta que
el rey Arturo envía a Lancelot a que la traiga a Camelot para casarse con ella, y en el viaje
ambos se enamoran.
—Porque es lo que hay que hacer. Porque odio los narcotraficantes,
especialmente los que se ocupan de los niños. Porque, finalmente, da un
poco de sentido a mi maldita vida vacía. Debido a que el dinero es
bueno. Porque estaba aburrido. Elije uno.

La caballerosidad es una mierda.

—No me gusta el sarcasmo. No soy la mala de la película.

—¿Y yo lo soy?
250
El hecho de que ella no contestara le dio su respuesta.

—¿Qué voy a hacer por ropa?

Al menos había cambiado de tema.

—Tante Lulu lanzó algunas de las cosas viejas de Charmaine en mi bolsa


de viaje para ti. —La última vez que Charmaine se había hospedado en
Tante Lulu probablemente fue cuando tenía catorce años y había huido de
casa, pero Rachel no necesitaba saber eso.

—Oh, genial. Llevaré una camisa Hooters y ropa interior sin entrepierna.

Remy sonrió. Podría ser. Charmaine era salvaje, incluso entonces.

Sin mirarlo, le dijo:

—Deja de sonreír.

—¿Por qué estás tan enojada conmigo? No soy el que sugirió el ir en un


refugio a salvo conmigo. —Remy se dio un golpe mental en la cabeza.
Rachel había cambiado de tema. Ahora él lo cambiaba de nuevo. Tonto,
tonto, tonto.

—Podrías haberte negado.

—Es mi trabajo, Rachel.

—Estás tomando tu trabajo demasiado en serio. Si te hubieras negado,


uno de los agentes de la DEA probablemente habría pasado a la
clandestinidad conmigo.

—¡Ah! Estás loca si crees que permitiría uno de esos perros estuviera a
solas contigo durante cinco días. Si alguien iba a ser necesario para
quedarse contigo, sería yo. ¿Has visto la forma en que los chicos miraban
embobados tus pezones? —Se dio cuenta tan pronto como las palabras
salieron de su boca lo mal que había sonado.

Se volvió de lado y le lanzó con una mirada sucia.

—¿Vas a darme el dedo otra vez?

—No, pero podría darte una palmada en la cabeza.

No te molestes. Yo ya lo he hecho a mí mismo mentalmente.


251
Rachel llevaba el mismo traje para correr que había llevado en esta
mañana, con la excepción de que se había secado. ¡Maldita sea! Sin
maquillaje. Su cabello iba en unas cincuenta diferentes direcciones, se
veía como si se hubiera parado en un túnel de viento, de espaldas.
No era uno de sus mejores momentos. Sin embargo, para mostrar cómo de
lejos estaba, se veía bastante bien para él.

¿Estima mi aprecio por ella, sin embargo?

No.

—Es tan difícil para mí estar cerca de ti, como es para ti estar cerca mí —
señaló con pura idiotez—. Puedes tener esto en consideración cuando
estás jugando tu juego víctima.

—¿Juego? ¿Juego? ¿Crees que estoy jugando? —Su voz temblaba


de indignación.

—Ya casi estamos ahí —le dijo alegremente, sin esperar a que
continuara su Remy-es-un-idiota diatriba—. Apóyate en tu asiento,
cariño. Va a ser un duro aterrizaje.

—¡Allí! ¿Estamos allí? ¿Estás loco? Esto es la nada —gritó ella, mirando
por la ventana de su lado a lo que tenía que parecerle como un espeso
pantano selva. Lo que era.

—Aquí viene el foso, nena —advirtió con una sonrisa.

—¿Foso? ¿Qué foso? No veo ningún foso.

—Estoy bromeando. —Realmente, Remy era un experto a la hora de volar,


y él sabía exactamente dónde estaba y lo que estaba haciendo. Soy un
Caballero Volador, tanto como un Caballero Cajún, se dijo. También soy un
Caballero Idiota. Ella no tenía que saberlo, sin embargo. Por lo tanto,
sacudió el avión de un lado a otro, arriba, a continuación, abajo,
finalmente aterrizó en un pequeño arroyo con una gran
sensación. Alrededor, cientos de garzas y otras aves acuáticas tomaron
vuelo en una ola nublada. La trucha nativa Bluegill, y un solitario
cocodrilo nadaron a cubierta. Incluso los mosquitos, dijeron: “¡Mierda!” y
se fueron volando. Lo bueno es que Rachel no sabía que lo había hecho
deliberadamente como una forma de venganza patética a todas las
angustias y dolores de cabeza, por no hablar de molestias, que le
causó. Además, esto debía enseñarle a apreciar un buen caballero.
252
En un primer momento, el silencio prevaleció. Entonces, Rachel, con la
cara blanca ahora, se desabrochó el cinturón de seguridad y cogió una
pequeña, bolsa de malla del suelo que Tante Lulu había insistido en traer
a su jardín. Sin previo aviso, lo golpeó en la cabeza.

Al parecer, ella sabía exactamente lo patético que era, después de todo.

***

Esto no es el Club Med50

Lo primero que vio cuando entró en la cabaña fue la


serpiente. Ellos probablemente la oyeron gritar todo el camino a Big
Mamou51.

Remy se precipitó junto a ella, levantó la serpiente en espiral con un palo


de escoba y procedió a llevarlo hacia el exterior.

—No te preocupes. Es sólo una serpiente negra. No es venenosa. Cálmate.


—También dijo algo acerca de ser un buen caballero y proteger “mi
señora”, pero podría estar equivocada acerca de eso, su cerebro estaba tan
entumecido de miedo.

—¿Calmarme? —chilló—. Hay una serpiente en la casa de seguridad


donde se supone que estoy para sentirme segura. Y es mejor que no

50 Club Med: (Club del Mediterráneo) es una compañía francesa que posee complejos
turísticos en varios lugares del mundo.
51 Big Mamou: (Gran Mamou) es un famoso restaurant.
aparezca eso en el patio del frente, tampoco. No quiero que la criatura
viscosa se deslice y vuelva a entrar.

—Te lo prometo, voy a llevar a la criatura viscosa al agua. Por Dios,


Rachel, deja de gritar. Estás asustando a la serpiente.

—Y no mates la serpiente, tampoco —gritó tras él—. Matar a una


serpiente es un mal chi.

Él le dirigió una mirada que casi la puso en la misma categoría de chicas


253
sin cerebro, y luego se volvió y salió de la casa.

—Estoy muy preocupado por la energía negativa de la serpiente —le gritó


de regreso desde el porche, sin girarse.

—No tienes que ser sarcástico.

Luego dijo una palabra realmente horrible.

Por Dios, sólo trataba de ayudar.

Mientras él estaba a fuera, oyó encenderse un motor, seguido por el sonido


del refrigerador de la cocina que comenzaba a zumbar. Supuso que había
encendido el generador de gasolina en alguna parte allá fuera.

Cuando el regresó y trató de tomar su tembloroso cuerpo en sus brazos,


ella lo empujó.

—No lo hagas.

Él levantó su barbilla orgulloso.

—Solo trataba de ayudarte. No estaba tratando de ponerte un dedo


encima.

¿Ponerme un dedo?

—Entre más tiempo te conozco, más grosero te vuelves.

—Tú sacas lo mejor de mí, nena.

—Y no me llames nena, tampoco.

—Deja de darme ordenes, nena.


Remy inhaló y exhaló visiblemente varias veces, peinando su cabello con
sus dedos con frustración.

—Mira, esta es una situación imposible. A menos que tú y yo encontremos


una manera de vivir juntos en paz, se convertirá aún más insoportable.

—Tienes razón —aceptó finalmente ella.

—Tal vez si nosotros fijamos algunas reglas básicas, podemos declarar una
tregua, una tregua temporal. 254

El entrecerró los ojos a ella sospechosamente.

—¿Cuáles?

—Como, no sexo.

—Define sexo.

—Nada que implique manos, lenguas, labios, o partes íntimas del cuerpo.
De hecho nada de miradas o hablar sexy, tampoco.

—No estoy seguro de que pueda controlar mis miradas ardientes —dijo él.

Rachel no estaba seguro si él bromeaba o no, pero no le importaba. Todo lo


que él necesitaba hacer era mirarla de una manera determinada y sus
huesos se fundían. No quería correr ningún riesgo.

—Está bien, no miradas ardientes —aceptó él—. Pero tengo condiciones,


también.

—Uh-oh! ¿Cuáles?

—Como, que no vas a preguntarme nada acerca de mi esterilidad de


ninguna manera.

—Pero…

Él puso su mano vacilante.

—Lo digo en serio, Rachel. No vas a preguntarme cuándo fue la última vez
que fui examinado por un doctor. No vas a preguntarme exactamente lo
que dijo el doctor. No vas a preguntarme si podría tener más operaciones.
No vas a preguntarme si he considerado adoptar niños. Y diablos, no me
preguntarás lo que siento por no haber tenido hijos de mi propia sangre.
En pocas palabras, he aceptado mis limitaciones físicas. Tu no vas a
tenerme lástima ni a psicoanalizarme. Ya no es de tu incumbencia. Esa es
mi condición. La tomas o la dejas.

Bueno, él ciertamente la había puesto en su lugar con esas reglas. Y sí,


ella probablemente buscaba discutir cada una de esas cosas… aún lo
hacía.
255
—Además, nunca debí habértelo dicho del todo, porque francamente, no
debería haberme permitido preocuparme tanto. De este modo, si todavía
estás buscando sangre en el camino de las disculpas, olvídate de eso. La
única cosa que lamento es haber conseguido involucrarnos tanto en
primer lugar. Pero, de los errores es que se aprende.

Las palabras de Remy la cortaron rápidamente. Al principio no podía


hablar por la opresión en su pecho. Al final, lo único que se le ocurrió decir
fue:

—Eres un cerdo.

—Sí. —Él levantó la barbilla desafiante—. ¿Así que es un trato? Nada de


sexo a cambio del silencio sobre mi… uh, condición.

Ella estuvo de acuerdo. ¿Qué otra cosa podía hacer?

La expresión del rostro de Remy se volvió tan sombría que ella se preguntó
si estaba mal en no profundizar más. Pero él había dibujado el límite.
Además, ella se sentía muy triste, también.

—¿Qué tal si limpio un poco este lugar, y tú compruebas meticulosamente


que no hay serpientes? —ofreció ella como una forma de cambiar de tema.

El asintió con la cabeza.

—Además, podrías traer todas las bolsas de comida que tu tía envió.

Él gimió.

Tante Lulu se había excedido un poco al embalar los suministros de


comida para ellos. Todo tipo de alimentos básicos como arroz hasta
productos perecederos, como la mantequilla. Suficiente para durar un
mes, en lugar de cinco días.
Era una encantadora cabaña al estilo cajún, con una habitación grande
abajo, combinando una sala de estar, alcoba, cocina y baño, con una
escalera que conduce a un dormitorio tipo ático, pero el lugar no debería
haber sido utilizado durante años, ya que una gruesa capa de polvo lo
cubría todo.

—Lo más probable es que fuese esa sola. Las serpientes no suelen entrar.

—Yo no estoy durmiendo en este lugar hasta que sepa que está libre de
serpientes. Santo cielo, si eso era la serpiente papá, probablemente haya 256
toda una manda de serpientes allá afuera: la mamá serpiente, los bebés
serpientes, los primos serpientes, el tío y la tía serpientes. —Ella se
estremeció dramáticamente.

—Una manada de serpientes, ¿huh? Supongo que podría enlazar algunas


antes de que anochezca.

—¿Te estás burlando de mi?

—Sólo un poco.

—Bueno, voy al baño. Después de ese milagroso aterrizaje, es una


sorpresa que no me haya orinado en los pantalones. Mi vejiga está a
punto de explotar.

Él sonrió tímidamente, pero no reconoció lo que ella ya sabía: había


deliberadamente puesto el movimiento kamikaze52 en el avión.

—Voy a empezar a traer los suministros —ofreció él.

Ella estaba a punto de entrar en el baño cuando el agrego:

—Deja correr durante un tiempo el agua antes de beberla. Tenemos una


cisterna que recoge el agua de lluvia, pero no habido nadie en mucho
tiempo. Probablemente será salobre al principio.

Ella asintió con la cabeza, sin mirarlo siquiera.

—Y Rachel…

52 Kamikaze: fue utilizado originalmente por los traductores estadounidenses para


referirse a los ataques suicidas efectuados por pilotos. Con esta finalidad, aviones
cargados con bombas de 250 kilogramos impactaban deliberadamente contra sus
objetivos con el afán de hundirlos o averiarlos tan gravemente que no pudieran regresar a
la batalla.
Ella se dio la vuelta entonces.

—Voy hacer todo lo que pueda en los próximos días para que estés a salvo.

—Nunca dudé de eso.

—Y no voy a molestarte, lo prometo.

Eso era exactamente lo que ella quería oír.

Así que ¿por qué tenía ganas de llorar? 257

***

Una pequeña tregua

El anochecer se filtraba en el escondite para el momento en que Remy


había completado su búsqueda de serpientes. No hay más serpientes
sorpresa, sorpresa.

Mientras tanto Rachel había quitado el polvo y barrido la pequeña cabaña,


puso la alfombra tejida a mano de azul brillante y blanco, que había sido
enrollada con hojas de tabaco para protegerla contra el moho y las polillas,
en el suelo. Había sábanas frescas y mosquiteros en las camas, y toallas
limpias en el baño.

Ahora, los dos juntos estaban preparando la cena. Rachel cocinaba de la


misma forma que hacía el amor, concentrada, entusiasta y de buen
humor. Remy decidió que su ganso sería cocinado si él continuaba
pensando en ese sentido.

Ellos recalentaron algunas jambalaya53 que la Tante Lulu había enviado


congelada en un recipiente Tupperware54, pero Remy había hecho "arroz
sucio" y ensalada fresca de hojas de mostaza y semillas de león, los cuales
había encontrado fuera, donde hace algunos años había existido un
pequeño jardín. El colocó en la ensalada un aderezo de tocino caliente que

53 Jambalaya: es un plato muy típico de la gastronomía cajun. Su base es el arroz y sus


principales ingredientes son pollo, jamón crudo, langostinos y mucha pimienta.
54
Tupperware: Marca registrada de recipientes plásticos.
había aprendido de su tía cuando era joven. Rachel había transformado el
pan francés hecho en casa de la Tante Lulu, en un cálido pan de ajo
relleno rebosante de aceitunas, tomates y queso provolone. Para la
bebida, tenían vino de dientes de león casero que Remy había descubierto
en los estantes.

Hasta ahora, no habían discutido ni una vez. Pero la noche aún era joven.
Repleto de buena comida y aparente paz, él echó la silla hacia atrás,
contra la pared, bebió un sorbo de vino y dijo:
258
—Háblame de ti.

—¿Es que es una línea de hokey o qué? —Rió alegremente Rachel, y el


corazón de él dio un vuelco. Probablemente era un poco de acidez
estomacal o algo así.

Él se encogió de hombros.

—Tú lo sabes todo acerca de mí, y yo no sé nada acerca de ti, excepto que
hasta hace poco estabas comprometida y que eres decoradora de Feng
Shui. ¿Dónde creciste? ¿Eras una niña luchadora con coletas rojas? ¿Una
chica que hacía cosas de chicos o una delicada niñita? ¿Fuiste a la
universidad o a la escuela de decoración? Ese tipo de cosas. —En otras
palabras, una conversación en territorio seguro. No sexo. No esterilidad.

El rostro de ella se puso repentinamente serio.

—¿Luchadora? Apenas. Siempre he sido una buena chica, siempre me


comportaba bien. Mi madre me abandonó cuando tenía cuatro años. La
siguiente década viví en una docena de hogares de acogida, con la
esperanza de que alguien me adopte. Siempre fui alta para mi edad.
Incluso cuando tenía cuatro años, parecía mayor. La gente quiere adoptar
pequeños niños, preferiblemente bebés, pero si no son bebés, niños de
unos dos o tres años, niños chiquitos. Nunca fui de esos. No fue mi culpa,
pero créeme en ese momento, sentía que fracasé. Traté siempre de ser una
buena chica, una estudiante excelente, bonita, delgada, todas las cosas
que pensé me hacían adoptable.

—¡Rachel! —Remy estaba sorprendido por su miserable infancia y


horrorizado de que había traído un tema doloroso.

—Ahora vez —dijo ella. —No me gusta la piedad más que a ti. Entonces, la
cortamos.
Ella habló con tanta fuerza que Remy no pudo evitar sonreír y levantar la
mano en señal de rendición.

—Para que no pienses que estaba equivocada en ese momento, déjame


decirte acerca de las fiestas y los días de campo que los servicios de niños
utilizaban. Nunca los llamaron exámenes de adopción, pero eso era lo que
eran. Ganado de niños pequeños y grandes desfilaran antes las parejas
interesadas. Tengo un montón de consejos que me dieron tantas veces.
“Tal vez si te agachas un poco”, ¿puedes imaginarte decirle a una niña de
ocho años de edad que era gorda? Y no saberlo… Aunque lo sé ahora. 259
Luego estaba “vístete como una niña más pequeña”. Y una vez mi
consejero me sugirió que me tiñera el cabello porque el rojo no era popular
para la adopción.

A Remy no le importó lo que Rachel dijo acerca de la piedad, él se inclinó


sobre la mesa, tomó ambas manos entre las suyas y las apretó. Ella no se
apartó, no de inmediato, de todas maneras.

—De todos modos, fui adoptada cuando tenía catorce años por una pareja
mayor sin hijos, profesores de una universidad de antropología.
Probablemente un experimento de alguna clase a considerar. Pero ellos
estaban muy bien y eran amorosos conmigo, aunque tarde, por supuestos
mis sueños ya se habían ido para entonces y era demasiado mayor para
los abrazos de todas maneras. Fiel a mi patrón de mala suerte, ellos
murieron en un terremoto en Brasil cuando tenía veinte años, y me dejo
una vez más sin familia.

—Lo has tenido difícil nena, a su manera, tan malo como Luc, René y yo lo
tuvimos con papá después que nuestra madre muriera. Éramos muy
pequeños, pero nos teníamos unos a los otros. ¡Gracias a Dios!

Rachel lo miró pensativa por un momento.

—Oh, tú no tienes idea de cómo me hubiera gustado tener hermanos y


hermanas aunque sea uno. Incluso, solía tener una fantasía de que tenía
un hermano y una hermana. Hermanos que mi madre había abandonado,
igual que a mí, y un día ellos aparecerían ante mi puerta y me darían la
bienvenida en su amorosa familia.

El corazón de Remy se hundió. Rachel no podría darse cuenta, pero el


tener una familia propia es muy importante para ella. Si él no lo sabía
antes, ahora lo sabía: no había ninguna posibilidad de un futuro juntos.
—Así que, ¿cómo contactaste con tu abuela, después de todos estos años?

—No me preguntes por qué me tomó tanto tiempo, pero el año pasado
finalmente fui a uno de esos sitios de internet donde se localizan a los
padres biológicos. Pocas semanas después tuve su nombre, dirección y
teléfono. Ella estaba viviendo en Biloxi.

—¿Y? —insistió él pero parecía que ella no iba a decir más.

—Y ella fue una decepción total. Si yo hubiera esperado una alegre


260
reunión, hombre, era el duro despertar. En su defensa, mi madre se
estaba muriendo de cáncer, para ella lo único que importaba eran sus
necesidades y sueños y todas esas cosas. No había una palabra de
arrepentimiento. No creo que hubiera sido diferente si la hubiera
encontrado antes del cáncer. De todas maneras, todo terminó. Ella murió
sin decirme que tenía familia viva, por cierto. Para ella, ellos hace mucho
tiempo que estaban muertos, supongo. O tal vez fue egoísta hasta el final.
En cualquier caso, su obituario salió tanto en los periódicos de Biloxi,
Houma y New Orleans, idea mía, como ella no me dijo nada, y yo aparecía
como su única sobreviviente. Fue entonces cuando mi abuela me contactó.

—Bueno, los malos tiempos han pasado, y tu eres feliz ahora ¿cierto? —
Fue estúpido preguntarle si ella era feliz. Ambos éramos miserables, eso era
obvio—. Quiero decir, tienes una buena vida en D.C., ¿no es así?

—Puse los sueños imposibles fuera de mi camino hace mucho, pero mi


presente es realmente bastante bueno, en mi opinión. Una abuela y un
primo que nunca supe que tenía, a los cuales estoy conociendo día a día.
No está mal.

Era una historia incompleta la que Rachel le dijo a él. Faltaban todos esos
detalles y las emociones que debieron haber llenado todos esos años desde
sus cuatro años hasta sus treinta y tantos años.

—¿Estás pensando que tú y yo tenemos mucho en común, no es así? —


pregunto ella con un deje de diversión en su voz y sus ojos brillantes.

—Sí, lo hago —confeso él, dando un último apretón a sus manos y


liberándolas—. Pero eso lo que nos hace más fuertes, ¿no es así?

Ella consideró sus palabras por un momento, luego asintió.

—Me alegra que podamos seguir siendo amigos, Remy —dijo ella—. ¿Tú
no?
—Oh, sí. —Pero amigos y amantes sería mucho mejor. Hablando de sueños
imposibles.

261
Capítulo 16
Traducido por Nelly Vanessa.

Corregido por ♫♪Amyyy♪♫.

262

Cuando eres caliente, eres caliente

Rachel despertó a la mañana siguiente con el sonido de un silbido. Se dio


cuenta de la altísima humedad y del olor a rosas.

Se estiró de los dobleces de su maravilloso sueño de por lo menos diez


horas y se acercó a la pequeña ventana del dormitorio loft. Afuera vio a
Remy podando los rosales trepadores rosados y blancos, que tenían
maleza en los dos lados de la casa y el techo, y colocando las ramas en un
barril con una hoguera en el patio lateral. Silbaba mientras trabajaba.
¿Silbaba?

Si no hubiera estado bien despierta ya, estaría viendo ahora lo que


contemplaba. A Remy. ¡Misericordia! Qué cuadro tan caliente era el pícaro
cajún, vestido con bajos pantalones cortos de nylon negro, zapatos
atléticos con calcetines, una gorra de béisbol de Tulane y guantes de
trabajo. Y nada más. El sudor rodaba en brillantes riachuelos sobre su piel
desnuda. Y, Dios, Dios, había una gran cantidad de piel expuesta. Piel
suave, piel sexy, piel destrozada, piel bronceada, musculosa piel, sexy,
masculina piel, piel sexy. Cada par de minutos, pasaba un antebrazo por
su frente para contener la marea, un ejercicio inútil con ese calor,
agravado aún más por el fuego que estaba alimentando.

A decir verdad, el miserable alimentaba un fuego en ella, también. Estaba


caliente, caliente, caliente por el hombre. La cuestión era cómo calmar las
brasas antes de que hicieran implosión, o hicieran erupción o algo, como
ofrecerse a limpiárselo.

Bueno, Rachel siempre había sido una elaboradora de listas. Una vez que
terminó con su ducha y desayuno, decidió buscar un lápiz y una tabla y
comenzar a hacer algunas listas. Una lista de verificación de los trabajos a
completar en la casa flotante de Remy y en el Spa de Charmaine. Las
cosas que quería hacer con su abuela antes de regresar a Washington el
próximo mes. Pros y contras de su carrera: ¿En caso de que se quedara
con la empresa de Daphne en DC, o fuera por su cuenta? Una lista de
compra de regalos a adquirir para Nana, Beau y sus amigos en casa.
Finalmente, y más importante en el corto plazo, una nueva y revisada lista
de condiciones para vivir con Remy durante su forzada estancia. En
particular, no más reveladoras, o inexistentes prendas de vestir, lo que
263
podría conducir a su seducción.

En honor a la verdad, el problema era de ella, no de Remy. Tenía que


recuperar su autocontrol, no situar la responsabilidad en él para detener
su efecto en ella. Aun así, podría al menos cubrirse más, añadió eso a su
Lista de Remy.

Sólo había una pega con todo ese emprendimiento de la lista de decisiones
cuando Remy llegó. ¿Qué compensación le pediría a cambio?

Oh, bueno, un día menos. Sólo cuatro más para ir.

***

Estamos teniendo una ola de calor

Remy ejecutó una inmersión poco profunda en la corriente de un metro de


profundidad y nadó tres vueltas circulares bajo el agua durante un minuto
y medio.

Hacía más calor que en el infierno hoy. No era día para estar haciendo
ejercicio físico duro trabajando en el patio, pero era necesario para él con
el fin de apagar el fuego de otro incendio dentro que no tenía
absolutamente nada que ver con la temperatura del aire o la humedad.

Salió de las aguas con un ostentoso silbido, lanzando su cabello atrás de


su cara. De pie hasta la cintura en la corriente fría cerca de la orilla, miró
hacia la cabaña. Entonces miró de nuevo.
Allí estaba, la pesadilla de su existencia, en una antigua mecedora. Sus
pies descalzos estaban apoyados en el porche, pies descalzos que
acompañaban un quilómetro de pierna desnuda a un par de viejos
pantalones cortos de porrista de Charmaine. Sus piernas estaban
dobladas en las rodillas, con los muslos que servían como escritorio para
la tabla en la que escribía rápidamente. Además, llevaba una corta
camiseta con un logotipo, LAS CHICAS SÓLO QUIEREN DIVERTIRSE,
entre corchetes con dos caras sonrientes en dos, oh-chico, en lugares
estratégicos. Eso trajo una sonrisa a sus labios. Ese poco escandaloso
264
algodón era lo que él y sus hermanos siempre habían llamado camisas de
cebo para el sexo cuando eran adolescentes.

No tenía derecho a tentarlo. Sin duda, podría haber encontrado algo


menos sugerente en la bolsa que Tante Lulu había preparado para ella,
igual que una de sus tías muu-muu.

Aún profundamente concentrada, Rachel puso la punta de su lápiz en su


boca y chupó. Esa inocente acción de su parte lanzó la iniciativa de
golpear a su propio lápiz.

Llámame LeDeux #2.

Murmurando una palabrota, Remy se lanzó de nuevo al agua. Y nadó, y


nadó y nadó.

Oh, bueno, un día menos. Sólo cuatro más para ir.

Remy se preguntaba si sobreviviría.

No, dijo la voz en su cabeza.

Esta vez, cuando terminó sus vueltas y empezó a caminar hacia la orilla, y
sus dedos quitaron su cabello mojado de su cara, se dio cuenta de que
Rachel ya no estaba garabateando. De hecho, lo miraba fijamente, con los
labios entreabiertos de asombro, o algo.

Bueno, ¡Infiernos! Echó un vistazo a sus pantalones empapados para


asegurarse de que estaba decente. Ah, bien ahí. No había “lápices” que
sobresalieran, por lo que sabía, aunque el paquete se indicaba claramente.
Nada que no hubiera visto antes. Inclinando la cabeza a un lado, volvió a
mirar a Rachel. Sí, lo miraba como si fuera una paleta fría en un día de
verano a la que le gustaría lamerle un lado y el otro.

Él sonrió.
Rápidamente, ella enmascaró la expresión más hambrienta en su cara,
sustituyéndola con una de suave desinterés. Pero no le pudo engañar. Ya
la había visto. Malditamente caliente, la había visto.

Rachel lo deseaba.

Mucho.

La pregunta era: ¿Qué debo hacer con esa información?

Más mudo que la tierra, como el buen viejo Judas proclamaría. 265

***

¿No lo teníamos casi todo?

Rachel cerró la mandíbula, pero no podía dejar de mirar fijamente a Remy


mientras se dirigía hacia el porche.

Sólo llevaba un par de pantalones cortos mojados que se aferraban a sus


caderas y vientre y genitales. Podía también haber estado desnudo. Su
paso era lento y seguro, pero Rachel vio bajo la superficie. No le gustaba
que nadie, especialmente ella, mirara su cuerpo desfigurado. Oh, ¡si
supiera cómo lo veía! Es cierto que la piel de un lado era color rosado en
algunos lugares, con cicatrices en otros, otros francamente destrozados,
pero su aparición superaba todo lo que su imaginación había considerado
viril, o guapo o sexy. En esencia, era hermoso. Todo lo que tenía que hacer
era mirarla, y se quedaba sin aliento. Y no era sólo química sexual,
tampoco, aunque había un montón de esa. Le tocaba el alma de una
manera que ningún otro hombre había hecho.

Pero todo había terminado. Él lo había dejado claro. Rayos, ella lo había
dejado claro. Había terminado. La había traicionado con la deliberada
omisión de su esterilidad. No había sido del todo honesto sobre su trabajo
tampoco. En ninguno de los casos le había mentido, precisamente. En
pocas palabras, nunca podría confiar en un hombre con todos esos
secretos. ¿Quién sabía cuántos más tendría?
Sin embargo, volvía a lo mismo de siempre. ¿No había alguna manera de
que pudieran resolver las cosas? Casi habían tenido el amor perfecto, o al
menos eso había parecido. Pero no era de fiar, y ella estaba demasiado
vulnerable después de su experiencia con David. Si se comprometía a ser
totalmente honesto en el futuro, ¿Podría confiar en él? No en este
momento. Su orgullo masculino, su lealtad al trabajo, a su familia, a su
honor, cualquier número de cosas se situaría en su camino. Sabía en su
corazón que lo haría. Incluso ahora, se negaba a discutir el problema de su
esterilidad, un tema tabú, un secreto de alguna clase para él.
266
En el lado positivo, era un hombre supremamente bueno. Sería un
fiel amante o marido. La familia siempre le importaba. La protegería con su
vida. La amaría profundamente.

Pero ella siempre estaría esperando que el otro zapato cayera.

Con un suspiro de resignación, pensó, No lo podemos tener casi todo.

Por desgracia, eso no era suficiente.

***

¿No te parece que soy sexy?

—Sigue viéndome de esa manera, pastelito, y nuestro pacto será cenizas.

—¿Pacto? —tartamudeó, nerviosa porque la había sorprendido en el acto


de comérselo con los ojos. Sabía a qué pacto se refería, sin duda. Lo sabía
muy bien.

—Sí. Sin sexo, sin preguntas. ¿Recuerdas? —Dios, era divertido ponerle la
cara de color rojo. Inmediatamente, se corrigió con eso, hombre, soy
patético, ¡Divirtiéndome avergonzando a una mujer!

—Bueno, qué tal si dejas de sabotear nuestro pacto, amigo.

—¿Sabotear? ¿Yo? ¿Cómo? —Tenía problemas para seguir su


pensamiento, pero luego no estaba pensando claramente él mismo.
—Brincando medio desnudo, en esos diminutos, pantalones cortos sexys
que prácticamente gritan: “Aquí estoy. Tómame, nena”.

—Tienen quince años, son los pantalones cortos raídos de mis días de
entrenamiento de campo, los cuales no son de ninguna manera escasos. Y
nunca he brincado un día en mi vida —declaró indignado, con las manos
en las caderas. Entonces pensó un segundo en lo que había dicho, y una
mueca grande se apoderó de su boca, lenta, tipo floja que sentía que ella
amaba/odiaba—. ¿Crees que soy sexy?
267
—Búscate una vida. —Su rostro se puso aún más rojo.

—Crees que soy sexy —la acusó, llegando al porche para estar frente a
frente. De hecho, puso una mano en cada uno de los brazos de la
mecedora y se inclinó. Las gotas de agua seguían por toda su piel, y
goteaban cayendo en ella, pero le quitaban el calor como de un horno, de
un horno carnal.

Ella puso la lista a un lado, pasó por debajo de sus brazos, y se puso
delante de él.

Muy cerca.

—No te hagas ilusiones.

Oh, tengo ideas, muy buenas, cariño. Es difícil no tenerlas con esa camiseta
cebo-diversión-sexo intermitente frente a mi cara como un letrero de neón,
diciendo “Atrápame si me puedes tomar”. No es que le diría eso. No me
gustaría que escondiera toda esa diversión.

—Te estás riendo de mí.

No puedo evitarlo. Crees que soy sexy.

—No lo estoy.

—Deja de ser tan inmaduro.

¿Quieres hablar de inmaduros? Imagínate la situación desde mi perspectiva.


Tratar de mantener una conversación sensata con una mujer adulta de pie
golpeando cerca de mí con una camisa tentadora-de-sexo adolescente.

—Cariño, tenemos un pacto —dijo con exagerada paciencia. —¿Qué te


hace pensar que haría algo para poner en peligro ese pacto? —Mira, yo
puedo ser toda dulzura e inocencia, también.
—Tú lo haces.

—¿Usando pantalones cortos? —Hombre, ¿Qué pensaría si me quitara los


pantalones y le mostrara el verdadero peligro?

—Y nada más.

Esto es increíble. Teníamos un acuerdo. Nada de sexo a cambio de que


no preguntara por mi esterilidad. Y cree que estoy poniendo en peligro todo
el asunto. ¿Piensa que estoy tratando deliberadamente de tentarla? Eso es
268
lo que piensa. ¿Eso significa que puede ser tentada? Hmmm.

—Crees que soy sexy.

—Aquí —dijo ella, quitando una de las hojas de su cuaderno y dándosela.

—Reglas de Remy —leyó en voz alta. ¿Estaba loca? ¿Estaba aquí haciendo
listas de reglas para mí? ¿Mientras mi cerebro y otras partes del cuerpo,
están a punto de hacer explosión con una sobrecarga de testosterona? No
tenía idea de lo que las otras listas todavía unidas a su cuaderno
detallaban, pero seguro que no le haría gracia que hiciera una lista para él,
como si fuera un niño pequeño.

—Regla número uno. Nada de sexo, incluyendo manos, lengua, labios,


partes íntimas del cuerpo, miradas calientes o hablar sexy. A cambio,
ninguna discusión sobre la esterilidad de Remy. —Hizo una mueca de
dolor con su mención verbal de su condición. Se veía tan negro y blanco e
insignificante en el papel, cuando sabía que era monumentalmente
importante—. Regla dos, no habrá deliberada tentación de ambos lados,
incluyendo falta de ropa, hablar sexy, miradas calientes, toques, etc. —
Miró a Rachel, que esperaba con expectación hasta que volvió a la lectura,
y le preguntó:

—¿Esto es real?

—¿Qué, no estás de acuerdo con mis reglas?

—Sí, estoy de acuerdo. Mucho. Tienes este acuerdo formateado todo mal, y
no sólo porque no puedo poner un elemento de compensación al lado de tu
última regla.

Tomó el lápiz y el cuaderno, buscó una página en blanco y comenzó a


escribir. Luego arrancó la hoja y se la entregó de nuevo junto con la tabla.
Ella leyó en voz alta:

—Regla número uno. No tener sexo. A cambio, no discusión de esterilidad.

—Regla Dos. Nada de besos. A cambio, hasta que se decida.

—Regla Tres. No habrá toques deliberados. A cambio, ya se decidirá.

—Regla Cuatro. No habrá conversaciones eróticas. A cambio, se decidirá.

—Regla Cinco. No hacer alarde deliberado de piel desnuda, o mostrar las 269
nalgas ni los pezones. A cambio, se decidirá. —Miró a Rachel y le
preguntó:

—Entonces, ¿qué te parece?

Parecía como si le gustaría golpearlo en la cabeza con el cuaderno.

—Nunca he ostentado deliberadamente las cosas que mencionaste.

—¿Te refieres a los pezones y a las nalgas? —preguntó él inocentemente.

—Sí, a eso. —Ella tomó una respiración profunda que provocó que dos
partes de su cuerpo llamaran su atención—. Mira, ya acordamos el
intercambio. ¿Qué te hace pensar que tienes cuatro más, cuando todo lo
que agregué fue una norma más?

—Tu primera regla era demasiado amplia. Las mejores son flexibles a
medida que las revisas cuando es necesario. Tus reglas necesitan una
importante modernización.

Entrecerró los ojos hacia él.

—Entonces, ¿en qué tipo de concesiones estuviste pensando?

—Hmmm. No había pensado tan lejos. —Mon Dieu, es todo lo que puedo
pensar—. Está bien, a cambio de no hacer deliberado alarde de piel
desnuda, a menos que una persona dé aviso con antelación, como, “Hey,
Rachel, estoy a punto de ir a nadar ahora. Es posible que desees cerrar los
ojos”. O: “Estoy en la ducha y olvidé la toalla, podrías darme una... y no es
justo que mires a escondidas”. Ese tipo de cosas. Pues bien, en
compensación de eso.

—No estás tomando esto en serio en absoluto.

Soy muy serio cuando se trata de piel desnuda. Sobre todo la tuya, nena.
—Sí, lo estoy. De todos modos, la compensación por la cosa de la piel
desnuda podría ser un baile.

—¿Eh? ¿Qué clase de baile? ¿Dónde? ¿Cómo?

—Hay un viejo reproductor de cintas en el interior con cassettes de René.


Suponiendo que funcione, una canción de mi elección. Un baile.

—¿Puedo suponer que sería un baile lento?

—Exactamente. —Reeaaalmente lento. 270

—Eres imposible —se rió ella, pero luego añadió—: De acuerdo.

Hombre, esto es más fácil que quitarle un caramelo a un bebé.

—En la regla de no deliberado toque, que no sea en el baile, por supuesto,


¿Qué tal, estás de acuerdo en que te dé un masaje? Doy buenos masajes,
cariño. Aprendí durante mis días de terapia física en el hospital.

—Ya me diste un masaje en el spa de Charmaine. ¿Recuerdas?

¿Era una broma? Nunca lo olvidaría.

—Este es otro tipo de masaje. Este es uno normal, masaje terapéutico.

Hombre, estoy en una buena racha.

—¿Totalmente vestida?

—Por supuesto. —Aquí, nena. Aquí, nena. Aquí, nena—. Sin plática sexy.
Hmmm. Eso no debería ser demasiado difícil. Por lo general no hablo sexy
a menos que el sexo esté involucrado, o a la vuelta de la esquina. ¿Y tú?

Ella pareció sin palabras por un momento.

Quedarse sin palabras era bueno. Muy bueno.

—De todos modos, te daré eso como regalo de promoción. ¿Ves lo fácil que
soy para llevarse bien conmigo?

Se quedó rígida como una tabla y suspicaz como el infierno. Debería


estarlo. Él la mataría ahora.

—En cuanto a la regla de no besar, bueno, intercambiaremos un beso para


sellar el acuerdo. Sólo un beso. —Acredite en eso y tengo un puente para
vender—. No vayas a fruncir la boca como si tragaras un limón. No estoy
tratando de engañarte. —Mucho—. Honestamente. Sólo un beso. Después
de todo, me lo merezco por el regalo de promoción que te acabo de dar. —
Se detuvo cuando se dio cuenta de que estaba sobre vendiendo ese último
trato comercial.

—Estoy de acuerdo. Sólo así podremos llevarnos bien y sobrevivir los


próximos cuatro días. Pero tengo que decir que estoy sorprendida por ti.
Dejaste claro, igual que yo, que las cosas habían terminado entre nosotros,
que no tenemos futuro. ¿Por qué pides cualquiera de esas cosas de mí,
esas compensaciones, cuando sabes que es pura tentación? 271

Podría haber dado una respuesta ligera, pero no lo hizo. En su lugar, se


fue por la honestidad.

—No te quiero por esposa... como tú no me quieres por esposo. —


Rápidamente añadió eso último cuando vio el flash de dolor en su rostro—.
Pero estoy seguro, Dios, que quiero tener sexo alucinante contigo. Tengo
una poderosa, muy poderosa, necesidad que no puedo discutir con lógica.
Por lo tanto, me imagino que es como tirarle un caramelo a un adicto al
azúcar. Tal vez pueda aplacar el hambre por un tiempo.

—Oh, Remy. —Las lágrimas empañaron sus ojos, y él entendió su


silencioso mensaje. Compartía su hambre.

—Si fuera por mí, arruinaríamos el cerebro del otro a lo largo de los
próximos cuatro días, lo sacaríamos de nuestro sistema, y luego nos
iríamos por caminos separados después de eso. Sexo, pero sin
compromiso, sin condiciones, sólo sexo.

—Los hombres ven el sexo de forma diferente que las mujeres, Remy. No
podemos separar el sexo de la emoción. Echar un polvo es cosa de
hombres. Hacer el amor es cosa de mujeres.

—Lo sé. Es por eso que estuve de acuerdo con tus estúpidas reglas.

Ambos se miraron a los ojos, conscientes de la inutilidad de su situación.

Luego le sonrió a ella. Una débil sonrisa, pero una sonrisa no obstante.

—Hablando de hambre —dijo él, tratando de aligerar sus dos estados de


ánimo —, ¿cómo te sientes acerca de gusanos?
—¿De comerlos? —preguntó con horror—. Ustedes los cajúns están locos,
lo juro. Las cosas que comen. La okra es bastante mala. Me niego a comer
gusanos.

—No, no comeremos gusanos —respondió con una sonrisa, levantando su


barbilla—. Dijiste que los del Feng Shui piensan que es de mala suerte
matar una serpiente. ¿Qué hay de los gusanos? ¿Se puede matar los
gusanos?

—Supongo que sí —respondió tímidamente, sin saber a dónde iba con esa 272
conversación—. Nunca he visto gusanos en el manual del Feng- Shui.

—Bien, porque hay algo que me gustaría hacer contigo. Puede ponerte
húmeda y resbaladiza, y francamente sucia a veces, y en un día como hoy,
caliente como el infierno, pero también puede ser muy gratificante y muy
divertido.

—Reeemy —le advierte ella.

—Tsk, tsk, Rachel. Saca tu mente de la cuneta. Lo que quiero que


hagas conmigo es... —Hizo una pausa con un final ta-da.

—¿Qué?

—Pescar.

***

Ir a pescar

—¡Tengo uno, tengo uno! —gritó Rachel de alegría, casi tocando la gorra de
béisbol Vanderbilt en su cabeza. Vanderbilt era la secundaria católica de
Houma.

—Y probablemente asustaste a cada uno de los peces alejándolos con tus


gritos —gruñó Remy, pero con una sonrisa en su rostro.

Ante su insistencia, él se había puesto la misma camiseta, gorra Tulane y


zapatos deportivos que había usado antes, para cumplir con las nuevas y
revisadas normas, pero seguía siendo muy tentador como estaba. Ese era
el punto. Rachel tenía un pez capturado, y Remy se quedó allí en el borde
del agua, red en mano, a la espera de que lo sacara.

—¿Qué hago ahora? —preguntó—. ¡Demonios! Mira cuán tensa está la


línea. Mira la forma en que la varilla se inclina. Atrapé un pescado.
¡Yippee!

—Lo que harás es perder al pez si no dejas de chillar y empiezas a


trabajar, cariño —dijo Remy, sacudiendo la cabeza ante su entusiasmo. 273
—Dime qué hacer, señor sarcástico.

—Ajusta el gancho.

—¿Eh?

—Tira hacia atrás con fuerza. Más duro. Vamos, sé lo fuerte que eres,
Rachel. Tengo contusiones en la cabeza de tu collar de okra para
demostrar eso.

Ella le lanzó una mirada, luego jaló de la varilla de nuevo lo más fuerte que
pudo.

—Mantén la presión ahora, cariño. Agradable y fácil. Querrás mantener la


línea tensa al mismo tiempo que la devanas. Como una mujer, te burlas
un poco, tiras un poco, tiras de tu cabello un poco…

—Recibí el mensaje —le espetó.

Él sonrió, lento y sexy. El miserable. Le había estado tomando el pelo.

—Recuerda, sin miradas calientes —le recordó.

—No era una mirada caliente. Lo sabrías si te diera una mirada caliente,
cree en mí. Eso fue sólo algo tibio.

—Lo que sea. —Comenzó a entrar en pánico entonces—. La línea se está


alejando, incluso aunque estoy tambaleándome.

—Eso es resistencia. Algo bueno. Relájate. Este maldito jugará un buen


momento.

—Mis brazos están empezando a dolerme. Tal vez deberías tirar.

—¿Tirar? —dijo él con una risa. Entonces—, oh-oh, dulce, esos son peces.
Tú harás el trabajo.

—Lo veo, lo veo —le gritó.

Remy puso sus manos sobre sus oídos, pretendiendo que sus gritos
estaban perforándole los tímpanos. Mientras tanto, se metió en el agua.
Justo cuando ella pensaba que el pez escapaba, él se abalanzó con su red
y capturó un gran pez.

—¿Qué es?
274
—Un pez rojo. De cerca de cinco libras. No es muy grande para un pez
rojo, pero por lo general no se encuentran tan lejos tierra adentro. Lo
hiciste bien, nena —dijo, y pareció como si estuviera a punto de darle un
abrazo, y luego lo pensó mejor, probablemente por las reglas en las que
ella había insistido. Maldita sea. No, la verdad maldita sea. Bueno, más o
menos maldita sea. ¡Aaarrgh!

A Rachel le encantó ver Remy pescar, y le encantó la paciencia gentil que


había puesto en enseñarle a poner el cebo en un gancho y en sostener la
varilla. Amaba sus bromas con sentido del humor cuando perdía el balón y
cometía errores tontos. Era un hombre moreno con un lado más ligero
enterrado y luchando por salir. Sería un padre maravilloso. Pero, no,
Rachel le había prometido a Remy que no sacaría ese tema, y,
francamente, le dolía demasiado como para pensar en todo lo que nunca
tendría. Era una verdadera lástima que este gentil hombre nunca tuviera
hijos propios. Y era una verdadera lástima que ella nunca tuviera niños, o
cualquier otra cosa con él.

Rachel negó rápidamente para deshacerse de esos taciturnos


pensamientos. Se negaba a permitir que la energía negativa estropeara
este bonito día.

Después de eso, Remy atrapó un salpicado de truchas, una Bream, y un


tambor negro, todos los cuales se consideraban demasiado pequeños y los
echó de regreso. Una garza estaba encaramada en una rama cercana se
abalanzó y atrapó al pez, incluso antes de que cayera al agua, y se fue a su
nido, supuso, donde él y la garza hembra y los pajaritos compartirían una
sabrosa cena. Remy tomó un par de Sac-a-lait, un pez conocido como
bolsa de leche, debido a su carne de textura fina. Estos eran una maldita
versión local, le dijo, y, aunque más pequeña que los otros peces que había
rechazado, se quedó con los tres.
—No creo que quiera comer algo con basura en su nombre —dijo Rachel.

—Te van a encantar —le prometió Remy—, fritos en mantequilla y ajo.


Yum.

Estaba dudosa, pero aplazó su mejor juicio al respecto.

Entonces, Rachel tomó lo que tenía que ser el pez más feo del mundo.

—Es un pez gato, Rachel. No se supone que es bonito —la regañó Remy.
275
—Tiene bigotes. ¡Yeech!

—No hay nada mejor para el desayuno que una rebanada de bagre frito
caliente sobre un trozo de pan crujiente —le dijo Remy—. Luc, René y yo
los comíamos todo el tiempo cuando estábamos creciendo. Hacíamos un
buen fuego de leña junto al arroyo, y cocinábamos los pescados después
de que los atrapábamos.

No lo dijo, pero Rachel sospechaba que era todo lo que habían comido a
veces. Se imaginó a los tres pequeños niños a su suerte solos cuando su
padre se iba a una borrachera o hacía un alboroto, corriendo a esconderse
en algún arroyo, o bayou, acampando, alimentándose de lo que la
naturaleza les ofrecía.

—¿Tú y tus hermanos venían aquí, a esta cabaña, cuando estaban


creciendo?

—No mucho. Estaba demasiado lejos cuando éramos más chicos, a unas
dos horas en barco, pero veníamos en ocasiones cuando éramos
adolescentes y mayores. La cabaña es de Luc, por ser el mayor, heredada
de la familia de mi madre, pero siempre la compartía con nosotros. No creo
que haya estado aquí en los últimos años, sin embargo, a juzgar por los
arbustos crecidos y el polvoriento interior.

—Sé que lo dije antes, pero eres muy afortunado de tener a tu familia.

Él asintió, dándole una mirada extraña, casi sombría.

—La familia es importante para ti, ¿no es así? —No era la primera vez que
le hacía esa pregunta.

—¿No lo es para todo el mundo?

Se encogió de hombros.
Rachel sospechaba que había algo más en su pregunta de lo que se veía,
pero no tuvo tiempo de preguntárselo porque hubo otro tirón en su línea.
Lo que la detuvo y la llevó a tener un ataque al corazón. A la primera vista
de su última captura, gritó, arrojó su vara al suelo, y saltó de vuelta unos
tres metros.

—¡Oh, Dios mío! Atrapé una serpiente, una grande, gorda, viscosa
serpiente, no me dijiste que podría atrapar una serpiente. ¿Por qué no me
avisaste? ¡Oh, Dios mío! ¿Es venenosa? ¿Qué es? Apuesto que es un
mocasín de agua. ¡Oh, Dios mío! 276

Remy tomó su vara y empezó a desenrollar la serpiente.

—No es una serpiente, Rachel. Es una anguila.

—¡Ah! Se parece una serpiente, y se desliza como una serpiente, así que
debe ser una serpiente.

—Es una anguila.

—Sea lo que sea, déjala ir.

—¿Por qué? ¿Nunca has comido anguila? Es una verdadera delicia. —Se
rió Remy.

Ella le dirigió su mirada furiosa y fiera.

—¿Vas a enseñarme el dedo otra vez?

—No.

—¿Qué? ¿Atrapar una anguila no es digno de tus dedos?

—Remy —le advirtió ella a través de sus dientes apretados—. Déjala ir.

Él lo hizo, más lentamente de lo necesario, si su constante risa era alguna


indicación.

A pesar de la anguila, Rachel realmente disfrutó su día con Remy. Incluso


sin sexo, o la perspectiva de género, pronto quedó claro que disfrutaba de
su compañía.

En otras circunstancias, podía ser que incluso se hubieran convertido en


buenos amigos. No, eso no era cierto. Demasiado chisporroteo existía entre
ellos para ser sólo amigos.
Sin embargo, había sido una tarde agradable, lo que le recordó a Rachel
algo que no había considerado antes. Ella y Remy habían saltado directo a
una relación sexual sin llegar a conocerse uno al otro. Menos salido en las
habituales citas rituales, ella y Remy eran desconocidos de muchas
maneras.

El problema era que, cuanto más llegaba a conocer a Remy, más le


gustaba.

277
Capítulo 17
Traducido por Nelly Vanessa

Corregido por Malu_12

278

Esa cosita loca llamada amor…deseo…, lo que sea

Remy se sentó a la mesa con Rachel para una comida que habría
complacido el paladar del mejor restaurante en Nueva Orleans.

Gallinita nórdica, que había preparado sobre un fuego de leña en el


exterior, no queriendo que el humo viajara hasta el interior de la cabaña.
Empanadas fritas de pescado con improvisadas verduras como cebolla y
setas silvestres, maíz enlatado y pimientos verdes congelados de los
suministros de Tante Lulu, todo esto servido sobre arroz blanco. Remy
había copiado la receta de Sylvie después de muchas de sus cenas. Y su
cajún tour deforce, un pecaminosamente rico budín de pan hecho con
sobrantes de pan francés añejo con salsa de whisky y media taza del licor
dejado en una botella debajo del fregadero.

Ambos se habían dado duchas cortas para conservar agua. La humedad


seguía siendo terriblemente alta, pero la lluvia no había llegado todavía. A
él le preocupaba agotar los recursos de la cisterna.

Y ahora, Rachel estaba sentada frente a él con una muy respetable Daisy
Mae, una especie de camisa de manga corta abultada con un escote
elástico, que probablemente se tiraba hacia abajo muy fácil y se convertía
al instante en no respetable. Su cabello, que estaba inusualmente muy
rizado en un modo lindo debido a la humedad, estaba retirado de su cara
con una banda, pero eso sólo hacía que sus orejas y la dulce curva de su
cuello se destacaran como una invitación... de qué, ni siquiera quería
pensarlo. Por el amor de Dios, ella se veía como Anita La Huerfanita con
pechos. En su parte inferior, llevaba algo que llamaba calzas empuja-
pedales, que le recordaban que le gustaría empujar su pedal, de eso estaba
absolutamente seguro. Los pantalones la cubrían hasta sus pantorrillas.
No había piel desnuda, pero ¿tenía una idea de cuán bien encajaba su
trasero y de la vista de todos los matices que su trasero le daba cada vez
que se daba la vuelta?

Ella dijo ooh, aah y ed-ed sobre su destreza culinaria, cuando él no quería
nada más que mostrarle un tipo diferente de destreza. Era una locura, este
juego de Ping-Pong que jugaban entre sí. Lunáticas reglas. Pretensiones
insanas de no querer saltar sobre los huesos del otro. Una prueba de
demencia con corrientes eróticas que zigzagueaban entre ellos. Un tipo
loco de cambio constante de línea que se había dibujado en la arena entre 279
ellos.

¿Estoy loco?

¿Ella está loca?

Ambos están locos, pronunció San Judas con decidido disgusto.

—¿Quién está loco? —dijo Rachel, sorbiendo lo último de su agua helada.

Remy estaría realmente volviéndose loco si decía sus pensamientos en voz


alta.

—Nada. Es sólo el calor afectándome, supongo.

—Está terriblemente húmedo. ¿Crees que lloverá pronto?

Él se encogió de hombros y se bebió lo último de su propia agua helada.


Necesitaba hielo, y no sólo en la boca.

—Con suerte, tendremos un verdadero remojo en algún momento durante


la noche, pero hay momentos en que se necesitan un día o dos para que se
dé rienda suelta.

—Gracias por la comida, Remy. Todo estuvo delicioso. Mañana es mi turno


de cocinar.

Baladas suaves cajún tocaban en el fondo en el reproductor de cintas de


René, que, efectivamente, funcionaba muy bien. Dos velas iguales en la
mesa daban una iluminación suave, a pesar de que todavía no estaba
demasiado oscuro. El ambiente era perfecto. Demasiado perfecto.

Remy se removió en su asiento y trató de pensar en una normal


conversación de todos los días, algo para quitarse de la cabeza esa otra
cosa.
—¿Crees que puedes hacer una comida con las excéntricas cosas que mi
tía envió y lo que fue dejado en el armario de aquí? —¡Como si me
importara!

—Claro. Si puedes hacerlo tú, yo también puedo. No soy gran cosa en la


cocina, pero tengo algunas especialidades. —Ella le sonrió tímidamente,
como si lo retara a contradecir su autoevaluación.

Él nunca haría eso. Infiernos, ya conocía algo de sus especialidades y


seguro como Dios se destacaba en ellas. 280
—Bien, Martha, mañana por la noche mi cocina será tuya. —Mi cama
podría ser tuya también, si tan sólo la pidieras. ¡No, no, no! No quiero eso.
Bueno, sí, lo sé, pero no sería una buena idea. Sería una mala idea. La
mejor mala idea que hubiera tenido. Dios, me siento como si tuviera un
incendio en la ingle que sólo ella pudiera apagar.

—¿Por qué no sales y apagas el fuego, mientras yo lavo los platos?

—¿Qué? —él se ahogó. ¿Estaba pensando en voz alta otra vez? Geesh, esto
se está poniendo vergonzoso.

—El fuego de leña. ¿No deberías apagar las brasas? —Ella ladeó la cabeza
en pregunta y lo miró como si tuviera unos tornillos sueltos.

Los tenía. Y estaban traqueteando directo donde sus muslos se


encontraban con su, umm, destornillador.

—Oh, sí. Claro.

Él apartó la silla y estaba a punto de hacer precisamente eso cuando ella


le preguntó tímidamente:

—¿Vamos a bailar esta noche?

Su destornillador se puso como loco. ¿Estás loca?

—Eh, no esta noche. Estoy un poco cansado y tendría que trabajar en él.

—¿Necesitas trabajar en un baile?

—Oh, sí.

—¿Practicar los pasos de baile?

—Eso y algunas otras cosas.


—¿Cómo?

—Autocontrol.

Ella sonrió y luego, finalmente, comprendió.

—Pero mañana por la noche, el baile es seguro —le prometió él.

Estoy perdiendo mi maldita mente.

281
***

La calma antes de la tormenta

Al día siguiente, el día tres de cinco en su estancia forzada, todavía no


había llovido. La humedad colgaba en aproximadamente el noventa y
nueve por ciento.

Remy manejaba el exceso de calor ocupándose en trabajos de jardinería y


en reparaciones en la cabaña, alternándolo con largas conversaciones en
su celular presumiblemente con contactos de la DEA y frecuentes caídas
en las corrientes.

Era sábado. Se suponía que alguna gran cosa con la DEA y los señores de
las drogas pasaría el lunes. Entonces, ella y Remy podían irse a casa el
martes. Ese era el plan, de todos modos.

Ella había pasado la mañana trabajando en sus listas. En realidad, había


sido sorprendentemente productiva, escribiendo algunas ideas nuevas.

—¿Qué pensarías de un cristal de acuario para el spa de Charmaine? —le


preguntó a Remy cuando él vino por un desayuno tardío de un sándwich
de bagre frito, que resultó ser tan delicioso como le había prometido.

—¿Qué es un cristal de acuario?

—Toda la ventana es en realidad un estrecho acuario, digamos de 3m por


3m, y alrededor de unos 30cm de ancho. Se crea una interesante
dimensión y, obviamente, atrae mucha atención. Podríamos poner peces
de agua dulce o salada en el tanque. Cualquieras serían hermosos.
—Suena muy bien. No estoy seguro de lo que tiene que ver con un spa de
belleza, pero llamaría mi atención.

—Hey, incluso las sirenas tienen que ser petrificadas alguna vez.

A lo que él había sonreído, y su corazón había temblado.

Cuando él se fue, ella empezó una limpieza más completa de la cabaña.

Remy entró para conseguir un martillo y clavos para fijar una de las
persianas cuando la vio sobre sus manos y rodillas tratando de meter un 282
trapeador bajo el sofá. Él dijo algo así como: “¡Señor, ten piedad!” Mientras
la miraba desde atrás, pero cuando ella le preguntó lo que había dicho, él
respondió:

—¿Qué estás haciendo ahí abajo?

—Limpiando.

—No tienes que limpiar este lugar, no tan bien de todos modos.
Demonios… Quiero decir, diablos… No creo que nadie haya estado bajo el
sofá en diez años.

—Sé que no tengo que hacerlo. Pero quiero hacerlo. Tengo que
mantenerme ocupada, o me volveré loca con este calor. Odiaba limpiar con
pasión, pero ahora como que me gusta.

Él levantó una ceja en pregunta hacia ella.

—Una de las casas de acogida que me alojó cuando tenía unos diez años
insistió en la limpieza obsesiva. Baños, azulejos y grifos tenían que ser
limpiados semanalmente con un cepillo de dientes y Lysol. Las motas de
polvo debajo de la cama se consideraban un anatema. Mi cama tenía que
estar hecha perfectamente como para dejar caer una moneda en ella y que
no se distendiera. El piso de la cocina tenía que ser barrido con escoba,
después aspirado, luego, ¡se fregaba a mano con agua dos, tres veces a la
semana!

—¿Qué pasaba si no lo hacías todo a la perfección?

—Recibías una nalgada —respondió ella de manera casual.

—Oh, Rachel.
—No te pongas sensiblero por mí. Eso fue hace mucho tiempo, y no soy
exagerada con la limpieza ahora.

—¿Quién es la especial? —bromeó él. Sus palabras fueron dichas con


humor, pero su tristeza por ella permaneció en sus ojos.

—Ve a jugar al carpintero y déjame en paz —le aconsejó ella, tocada.

Ella se dio cuenta de que él esperó hasta que ella estuvo de vuelta en sus
manos y rodillas y pudo darle otro vistazo a su trasero antes de salir. Esta
283
vez estaba segura de que él murmuró algo acerca de “misericordia”.

Después de eso, Rachel comenzó su lista de regalos. Para Jill, a quien le


encantaba cocinar, le compraría varios libros de cocina cajún y un
conjunto de especias que se vendían en tiendas de regalos en todo
Louisiana. Para Laura, era una obviedad: una colcha cajún.

Hank se merecía algo por haberle prestado su camioneta, así que él


tendría una botella de un bourbon de cien años con instrucciones para
hacer Ostras Shooters. A Beau le compraría un video de la película Joe
Dirt, en la que el cómico David Spade le rendía homenaje a los méritos del
salmonete peinado. Finalmente, pensó y pensó, pero no pudo llegar a nada
que su abuela necesitara o deseara. Entonces, decidió que un cambio de
imagen en el spa de Charmaine sería la cosa, un nuevo corte de pelo,
manicura y pedicura, un tratamiento facial y sin duda cera en el bigote.

Por la tarde, decidió ir en busca de arándanos y de fresas silvestres, para


hacer una tarta para el postre. Se puso pantalones vaqueros, calcetines,
tenis y una camiseta sin mangas. No quería correr riesgos con las
serpientes que mordían la piel desnuda, asumiendo que no podrían saltar
y morder sus brazos o cuello. Antes de salir con su cubo en la mano,
mezcló en una jarra leche en polvo con agua y la puso en la nevera para
que estuviera fría para la cena.

Remy estaba hablando por teléfono de nuevo, en una discusión por el


sonido alto de su voz, y no se dio cuenta de su salida. Al otro lado de la
casa ella había notado la cisterna y el generador, y tuvo que sonreír ante lo
que se interponía entre ellos: una antigua estatua de plástico de San
Judas, que era de unos cinco metros de altura.

Suponía que Tante Lulu debió haberla colocado aquí hace años. Dios
bendiga a la anciana que había sentido la necesidad de contar con el santo
patrón de las causas perdidas para velar por sus sobrinos, incluso aquí en
este remoto bayou.

También había una hamaca de cuerda colgada entre dos árboles de goma
de tupelo en el frente, que planeaba probar uno de estos días. Se imaginó
tomando una siesta ahí. Las serpientes no se arrastraban hasta las
hamacas, ¿verdad?

Después de una media hora en el bosque, tenía la mitad de un cubo que


consideró suficiente para los dos. Había tenido la suerte de no haberse 284
encontrado con ninguna serpiente o animal feroz, pero hacía tanto calor
que el sudor salía de ella.

Cuando regresó al claro delante de la casa, vio que Remy todavía estaba en
el teléfono. Ni siquiera se había dado cuenta de su ausencia.

Bueno, ya era suficiente. Dejó la cubeta de bayas y pisoteó hacia el arroyo.


¡Que las serpientes y anguilas y peces de dientes afilados se fueran al
infierno! Ella nadaría, o moriría de un golpe de calor.

—Rachel ¿Qué estás haciendo? —oyó a Remy llamarla, pero lo ignoró y


caminó con la ropa a la corriente, con zapatos y todo. Una deliberada
elección. Rayos, tenía calor, pero no estaba loca. No pisaría una anguila o
serpiente con sus pies descalzos. Caminó todo el camino hasta el centro,
que le daba hasta la cintura, y luego se sentó hasta que estuvo totalmente
sumergida. El agua estaba felizmente fresca, casi era orgásmica por el
alivio que le proporcionaba a su piel caliente.

Cuando salió, incapaz de aguantar la respiración mucho tiempo, Remy


estaba en el agua junto a ella, también con su ropa, incluyendo la gorra de
Tulane.

—Rachel, ¿estás bien? —Quitó algunos mechones húmedos de cabello de


su cara.

La preocupación en su voz era entrañable. Probablemente pensaba que


ella estaba teniendo una crisis de algún tipo. Así era, más o menos.

—Estoy bien. Simplemente tengo calor más allá de lo posible. ¿Podría ser
mordida por una serpiente o algo así, incluso con esta ropa?

—Cariño, asustaste a cada serpiente o algo con todas las salpicaduras que
hiciste al entrar. Probablemente tienen miedo de que tú las vayas a
morder.
—Muy gracioso. Deja de mirar mis pechos.

Él sonrió.

Y mariposas del tamaño de pelotas de béisbol aceleraron sus alas en su


estómago y más abajo.

—No sonrías, tampoco —le ordenó irracionalmente.

Él siguió sonriendo, por supuesto.


285
—Sigue y nada por un tiempo. Yo vigilaré a las serpientes y a los
feroces algo mientras te refrescas —le ofreció él—. Incluso puedes quitarte
los zapatos y pantalones vaqueros y no lo contaré como contra ‘Las
Reglas’. De hecho, puedes quitarte toda la ropa y hacer tu inmersión, y ni
siquiera te veré. —El brillo travieso en sus ojos no tenía precio.

—¡Ah! Estoy en más peligro contigo que con las serpientes, creo. Vete. —
Ella le dio un empujón en el pecho para que empezara a moverse.

Él resbaló y se agarró a ella. Ambos fueron abajo y se acercaron riendo. Su


gorra estaba flotando río abajo; él nadó tras ella y la arrojó sobre el banco.
Dado que ambos estaban mojados, y razonablemente bien cubiertos para
‘Las Reglas’, continuaron nadando juntos, flotando boca arriba y pisando
en el agua, salpicando, riendo. Si ella no lo hubiera pensado antes, lo hizo
ahora. Me gusta este hombre.

Finalmente, ambos se levantaron, y se dirigieron hacia la orilla. Sin


pensarlo, Remy pasó un brazo por encima de su hombro y tiró de ella
hacia sí. Él saltó del agua primero, y luego levantó una mano para tirar de
ella. Cuando lo hizo, jaló más duro para que aterrizara en su contra. Con
ella de pie en la punta de sus dedos de los pies, estaban pecho contra
pecho, estómago contra estómago, genitales contra genitales. Y no le
importaba ni un poco que estuvieran empapados hasta los huesos, sintió
su calor... y le quitó un montón del suyo.

Ella miró sus ojos oscuros, que la miraban bajo sus pestañas mojadas con
el agua, como si le transmitieran algún mensaje oculto. Durante varios
largos momentos, se quedaron simplemente de pie, sin hablar.

Finalmente, él preguntó:

—Si te besara ahora, ¿estaría violando “Las Reglas”?


A regañadientes, ella asintió.

—Si te diera un beso ahora, ¿estaría cometiendo un gran error?

A regañadientes, ella asintió.

—Entonces vete, antes de que haga algo que ambos lamentemos.

Ella se fue, pero estaba arrepentida de todos modos.

286
***

Hazle una oferta que no pueda rechazar

Esa noche, la lluvia aún no había llegado, y la tensión en el aire era tan
gruesa que podía ser cortada con un cuchillo. Por supuesto, algo de la
tensión podría haberse atribuido a los resortes de anhelo sexual a los que
él y Rachel contribuían cada hora.

Como si eso no fuera suficientemente malo, todo el infierno se había


soltado en Houma.

Él había estado en el teléfono la mayor parte del día con Pete y Larry.
Parecía que la operación de drogas era más grande de lo que habían
esperado y más sitios necesitaban ser reconocidos y manejados en la
preparación de la sacudida del lunes. Y aquí estaba él sentado, haciendo
girar sus pulgares con su trabajo de proyectos de garaje, de niñera de la
mujer más sexy del mundo.

Lo que era una ridícula evaluación con respecto a Rachel, teniendo en


cuenta el hecho de que llevaba una gran camiseta con el número 33 de
fútbol de la Houma High School, y un par de calzoncillos negros y blancos
con lunares que había sido popular allá cuando Charmaine era
adolescente. Ella estaba descalza. Dieu, me encantan sus pies. ¿Cuán
patético es eso?

Hablando de adolescentes, no quería pensar sobre cómo Charmaine había


conseguido la camiseta de fútbol Número 33 de Jake Doucet en ese
entonces, cuando Jake, conocido como Jake Suertudo por obvias razones,
había sido cuatro años mayor que ella a los catorce años.

Con un suspiro de rendición, se sentó para cenar lo que Rachel había


preparado de los ingredientes que probablemente habían dejado por ahí.
Lo que debía hacer es presionar el saco temprano y orar por un sueño de
tres días hasta que dejaran este lugar el martes. En cambio, preguntó
alegremente:

—Entonces, ¿qué tenemos aquí, señorita Crocker? 287


No es que ella se pareciera a Betty Crocker, estaba como a un quilómetro
de Loo-zee-anna de hacerlo. ¿Quién hubiera sabido que un jersey y unos
no-reveladores bóxers de fútbol sueltos podrían ser tan condenadamente
tentadores?

¿Quién hubiera sabido que un arreglo central de rosas rojas y blancas en


un tarro de Mason podría convertir una comida diaria en un
acontecimiento romántico?

—Hamburguesas sorpresa, vinagre y aceite en ensalada de escarola,


tomates verdes fritos, galletas y un pastel surtido de fruta mezclada.

—¿Hamburguesas sorpresa? Eso no es como Ayudante de Hamburguesa,


¿verdad? ¿Con todo ese tipo de relleno de aserrín?

—No, son de carne molida. Al menos, espero que eso sea lo que había en el
congelador y en el papel blanco que Tante Lulu envió. Mejor que no sea
cocodrilo de tierra… o marmota de tierra, o peor, ¡serpiente de tierra! De
todos modos, es carne picada, cebolla frita, macarrones con salsa de
tomate de lata y queso suizo derretido. Está bueno. En serio. Aprendí a
hacerlo en la universidad cuando los platos baratos eran de la alta cocina.
—Ella le sonrió expectante, esperando que diera el primer bocado.

Estaba bueno, muy bueno. Pero no estaba sorprendido por eso. Todo en
Rachel era bueno, su decoración Feng Shui para su cocina también, todo.

—Y las galletas son batidas. Eso es thang cajún, dulzura. Apuesto a que
no aprendiste a hacer eso en la universidad.

—No, mi abuela me enseñó la semana pasada. Las suyas eran ligeras


como el aire. Las mías probablemente son como lastres de plomo.

Él le dio un mordisco, untado con mantequilla. No estaba mal. Le dijo:


—Muy bueno. ¿Acaso la vieja Gizelle te enseñó cómo hacer tomates verdes
fritos, también? No parece apropiado que un Yankee haga tal plato sureño.

—No, mi abuela no me enseñó eso. —Ella le dio un juguetón golpe en el


antebrazo con una espátula—. Hay algunas cosas sureñas que aprendí yo
misma.

Ella sonrió, y su estómago dio esta cosa rara de revolverse un poco, como
si mariposas estuvieran rumbando en su interior.
288
Mientras acomodaban los platos juntos, él se lavó, se secó… y un trueno
retumbó en la distancia. Lluvia, finalmente.

—Pete me dijo esta tarde que una gran tormenta se estaba formando en el
Golfo, probablemente esta noche. Será mejor cerrar las escotillas del avión,
sólo por si acaso.

—Ve ahora. Yo terminaré aquí.

Le tomó más de una hora asegurar la aeronave, que flotaba con el agua un
poco más abajo de la cabina, con un anclaje extra pesado, cuerdas
elásticas, y cuerdas con potencia industrial. Ató los cordones y cuerdas
alrededor de los árboles en ambos bancos. Ahora bien, si sólo los árboles
no lo desprotegieran, estaría bien.

Mientras el trueno aumentaba en volumen y parecía estar cada vez más


cerca, Remy marcó el número del móvil de Luc, pensando que no estaría
de más tener un día más de pronóstico del tiempo. Lo único que consiguió
fue estática. Al parecer, el tiempo había arruinado las ondas, lo que podría
ocurrir en una pequeña tormenta, también. Aun así, decidió cerrar las
persianas y atar los artículos flojos en la bodega al primer piso. Sólo por
precaución, se repitió a sí mismo.

Cuando dio un paso atrás fuera de la bodega, el cabello se levantó en la


parte posterior de su cuello, y comprendió por qué su intuición bayou le
había pateado sin advertencia. Un extraño silencio lo invadió. No había
canto de pájaros. No había ranas. Ni brisa. Los cielos eran grises con un
delineado evidente. Las hojas de los árboles esperaban. Toda señal de
tormenta estaba en espera.

—Remy, ¿qué sucede? —preguntó Rachel. Había salido al porche—. ¿Por


qué está todo tan callado?

—Por la tormenta que viene.


—¿Por qué te ves tan gracioso?

Él se encogió de hombros y le sonrió mientras subía las escaleras.

—Supongo que soy un tipo divertido.

—No me trates con condescendencia. No soy una niña.

Él le dio una palmadita en el hombro.

Ella golpeó su mano a un lado. 289


—Dime.

—Te lo dije, se acerca una tormenta. —Hizo una pausa, y luego añadió—:
Una gran tormenta.

—¿Qué tan grande?

—¿Cómo diablos voy a saberlo? —Casi de inmediato se arrepintió de sacar


su preocupación con ella—. Lo siento. Podría ser un huracán. Esperemos
que sea una tormenta tropical, pero los huracanes son un hecho de la vida
aquí. Tienes que estar preparada.

Una gran garza azul voló por encima de ellos, como si estuviera en una
carrera por llegar a casa y esconderse.

Ambos la miraron hasta que se perdió de vista.

—¿No puedes llamar a alguien, a tu tía o a tu hermano, y descubrirlo con


seguridad?

—El teléfono está muerto.

—¿Qué debemos hacer?

Él la miró, muy nervioso y asustado, y le dijo algo muy estúpido.

—¿Qué te parece el baile que me prometiste?

***

Alguien dijo una vez que el baile es una forma de juego previo. ¡Sí!
Una vez que los platos estuvieron lavados y las mesas empujadas hacia un
lado, Rachel le preguntó a Remy:

—¿Debo ponerme los zapatos?

—Nah, no voy a pisarte los pies —respondió él con absoluta tranquilidad.


Estaba hojeando algunos cassettes junto a la grabadora—. Por cierto, ¿qué
pasa con el aspecto de tus uñas sin esmalte?
290
—¿Eh? —Ella se miró los pies descalzos.

—Siempre usas esmalte de uñas en tus dedos. Rosa, melocotón, ya sabes.


No en las uñas de tus manos, sólo en las de tus pies.

—¿Notaste el esmalte de uñas de mis pies?

Él la miró y le guiñó un ojo.

—¡Oh, sí!

¡Increíble! Ni siquiera hemos empezado a bailar y ya se volteó hacia mí con


su charla de los dedos de los pies, ¡y me da un guiño!

Un trueno rugió en la distancia y un relámpago iluminó el calor del claro


dónde estaba la cabaña durante unos segundos. La humedad estaba cerca
del cien por ciento. En el exterior, se oía el inicio del viento, sólo una ligera
brisa refrescante. No había nada que temer, sin embargo.

Remy siguió examinando las cintas, buscando sólo la canción correcta


para su baile. No se imaginaba que pudiera importar menos la música.
Sólo quería sentir sus manos sobre ella y el ritmo de su cuerpo.

—¿Qué es exactamente lo que buscas? —preguntó ella, aún de pie al otro


lado de la habitación, de repente tímida.

—No creerías estas cintas. Pertenecen a René desde aproximadamente


unos diez años. Solía traer a sus novias aquí para pequeñas aventuras de
fin de semana. Estos dan la idea de música de fondo.

Rachel apenas registró sus palabras. Estaba más interesada en estudiar a


Remy mientras tenía la oportunidad y no se daba cuenta su escrutinio.

Él llevaba un antiguo par de jeans lavados con ácido, con agujeros en las
rodillas y una camiseta negra con el logotipo: “Háblame sucio de frente y
con veneno por detrás”. Ella había sido fan de ese grupo de música a
finales de los años ochenta, también, pero el título de la canción parecía
extrañamente apropiado o inapropiado en este contexto. Ropa que se
había quedado en uno de los cajones aquí desde que era adolescente.

Remy estaba descalzo, también, y sus estrechos pies con arco elevado eran
extrañamente atractivos para Rachel. Tal vez tenía un fetiche por los pies
igual que Remy. Bueno, no era un fetiche, sino una apreciación. Sí, una
apreciación de pies. Eso no era tan malo, ¿No?
291
—¿Por qué sonríes? —preguntó Remy, parándose en un fluido
movimiento.

—Estaba pensando en perversiones —dijo ella.

—¿En serio? —La sonrisa en su rostro mostró decidido interés—. ¿Te


interesaría compartirlas?

—No.

Un sonido lento, ultra áspero de Barry White, salió de la grabadora, una


canción de amor sexy y lenta. Remy extendió los brazos e hizo un baile
lento de invitación hacia ella que implicó rodar sus caderas de un lado al
otro mientras caminaba.

—¡Dios, Dios!

—¿Qué dijiste? —preguntó Remy mientras la tomaba en sus brazos, con


sus manos yendo vagamente detrás de su cintura.

Ella puso las manos sobre sus hombros y respondió con sinceridad:

—Dije que estoy en un gran problema aquí.

Él sonrió.

—Seguro… Dios, eso espero.

Él la atrajo hacia sí y ella pudo sentir cuán grande era el problema. Puso
sus manos detrás de su cuello y apoyó la cabeza en su hombro.

Siguiendo su ejemplo, dejó que la música y el dulce ritmo de Remy


penetraran en su interior.

No había necesidad de hablar. Sus cuerpos hablaban por ellos.


Momentos como estos eran especiales. Constructores de recuerdos.
Cuando algo extraordinario le sucedía a una persona, el tipo de cosa que
siempre recordaba después, no tenía que ser un cambio de vida como una
graduación o un matrimonio o el nacimiento de un hijo. Era más frecuente
que fueran las pequeñas cosas. La alegría de la luz del sol del verano era
una flor fragante. La risa de un niño. El roce del alcance de un amante. Y
la persona marcaba el momento con la idea de parpadear, esto es especial.
Debo recordar eso. Había habido sólo unos pocos de esos eventos en la
memoria de Rachel, pero reconoció con lágrimas en sus ojos que esta
292
imagen de su lento baile en brazos de Remy en una cálida tarde de
septiembre se quedaría por siempre grabada en su mente.

Se balancearon, se volvieron, incluso bajaron, siempre a un ritmo lento y


suave.

Remy era un excelente bailarín. No hubo extravagantes movimientos. Sin


embargo, tenía un buen sentido del ritmo. Él bailaba como hacía el amor,
con tranquila experiencia.

Una canción llevó a otra y a otra y Rachel no tuvo el corazón ni la


inclinación para protestar. Ni siquiera cuando Remy puso las manos en
sus nalgas y tiró de ella de puntillas para que su núcleo quedara más que
perfectamente alineado con el suyo.

Ahora, ella montó la cresta de su erección mientras bailaban.

Él gimió suavemente y murmuró:

—¡Dulce, dulce, dulce!

Ella mantuvo su propio gemido para sí misma. En verdad, probablemente


no podía hablar por el increíble y blanco calor agrupándose en ella con un
pulso que desafiaba cualquier descripción.

Un impulso erótico, por amor de Dios.

—Es hora de otra disyuntiva, chère —dijo él con una voz tan áspera como
la de Barry—. El beso. —Sin esperar su consentimiento, él medio bailó,
medio se movió a través del cuarto hasta su espalda estuvo contra la
pared, con los dedos de sus pies colgando justo por encima del suelo.
Girando su pelvis contra su vientre en emulación del acto sexual, comenzó
lo que sólo podía ser descrito como un asalto a su boca, un asalto de lo
más delicioso, amablemente agonizante.
—Abre —dijo ella sobre sus labios, que habían estado presionando atrás y
adelante, ajustándose y dándoles forma a los de ella—. Abre para mí,
Remy. —Él lo hizo, y fue cuando Rachel le asaltó luego con mordidas
suaves y estocadas profundas de su lengua que fueron recibidas por la
succión de Remy y por las húmedas, devoradoras lamidas de sus labios en
los suyos. En un momento, se hizo poco claro quién besaba a quién. El
corazón de Rachel corrió y ese pulso entre sus piernas se convirtió en una
serie continua de espasmos con pleno derecho.

De repente, Remy se apartó y cayó de rodillas. Se sentó en el suelo y puso 293


su rostro entre las rodillas, jadeando en busca de aire.

Ella se sentó en el suelo junto a él, alternativamente humillada de que él


fuera el que le había puesto fin a su beso, y preocupada de que algo no
estuviera bien.

Al final, su bienestar importaba más que su ego, decidió. Poniendo una


mano sobre sus jadeantes hombros, le preguntó:

—¿Remy? ¿Qué pasa?

—¿Qué pasa? Te diré lo que pasa. Sólo un beso tuyo y estaba a punto de
venirme en mis pantalones, como un adolescente con su primer acostón.

Ella pensó en lo que había dicho, incluyendo la crudeza de la forma en que


se había expresado a sí mismo, y decidió perdonarlo.

—¿Y qué? Yo me vine. ¿Por qué no habrías de hacerlo tú?

Sus hombros todavía tiraron, pero en cuestión de segundos Rachel se dio


cuenta de que se reía ahora. De ella. El miserable.

Ella trató de ponerse en pie, pero él la agarró, luchando para regresarla al


suelo. Después de un poco de empujones, ella terminó clavada en el piso
por su cuerpo.

—Te estabas riendo de mí —lo acusó.

—No, no lo hacía. Me estaba riendo de mí. Soy tan patético por no poder
siquiera controlarme a mí mismo por un beso contigo.

—No pude controlarme, tampoco. ¿Soy patética?

—No, cariño, pero es diferente para un hombre.


—Qué cosa machista y ridícula para decir —declaró ella, empujando su
pecho duramente.

Él no se movió ni un centímetro.

Cualquier otra discusión sobre el tema se vio interrumpida por el sonido


de un rayo, que golpeó muy cerca en el exterior, seguido inmediatamente
por el fuerte aplauso de un trueno. Todas las luces de la cabaña se
apagaron, junto con el refrigerador y el ventilador de techo.
294
—¡Oh-oh! —dijo Remy, levantándose de encima de ella—. Parece que
estamos en una grande. —Ayudó a Rachel a levantarse.

Cuando el siguiente trueno realmente sacudió la casa, Rachel bromeó:

—He oído hablar de algunos hombres que hacen mover el mundo de su


amante, pero esto es algo exagerado. ¿No es así?

—Ah, no cuando el hombre es un cajún, chère —se jactó él, golpeando su


buen trasero. Tenía buena puntería, incluso en la oscuridad.

En ese momento, un rayo cayó cerca de la casa de nuevo, el viento empezó


a soplar y la lluvia comenzó a bajar con fuerza.

Remy dijo la cosa más extraña entonces:

—Muy bien, ya, Judas. Capté el mensaje.


Capítulo 18
Traducido por Mokona y Nelly Vanessa

Corregido por JesMN

295

Los planes mejor trazados de…

Remy se quedó en la puerta de pantalla, contemplando la corriente


turbulenta del bayou. El viento había cesado completamente después de
su primera ráfaga, pero sólo por quince minutos o algo así. Este nuevo era
más fuerte, causando que las ramas se estrecharan y el musgo cayera de
los árboles, volando alrededor como siniestros fantasmas.

Vio todo a través del haz de luz de su linterna. Seguirían sin luz,
probablemente hasta mañana, o hasta que la tormenta cesara, cuando
podría salir a revisar el generador. Incluso con linternas, el rango de
visibilidad no era más que de unos metros debido a la lluvia cayendo a
cantaros.

Los vientos huracanados podían ser brutales, por encima de trescientos


kilómetros por hora, pero nunca tocaban tierra en lo absoluto. En lugar de
eso, generalmente soplaban hacia el mar, o cambiaban su rumbo varias
veces en un día. Por otra parte, la mayoría de los huracanes golpeaban en
las zonas costeras bajas, no tan lejos tierra adentro. Aun así, la temporada
oficial en Louisiana, era de Junio a mediados de Septiembre, que era el
mes de mayor actividad, y ya que estaban a mediados de Septiembre era
una verdadera posibilidad. Además, esta tormenta no era nada para los
estándares de Louisiana, por ahora. Era apenas una tormenta tropical.
Esperaba que permaneciera de esa manera.

Había urgido a Rachel para que subiera y tratara de dormir. Tal vez en la
mañana, cuando despertara, todo habría terminado. Asumiendo que
lograría dormir, con este viento que rugía. No le había dicho, pero no
podían hacer nada en este punto, excepto esperar a que la tormenta
pasara. No había sótano contra huracanes o un protegido refugio. Lo más
importante, esta cabaña había resistido a más de ciento cincuenta
tormentas bayous y aún permanecía prácticamente igual a como fue
construida antes de la Guerra Civil por la familia de tramperos Rivard. De
hecho, en un momento dado había sido usada como lugar de paso para
esclavos fugitivos que iban al norte. Irónico que fuera una “casa segura”
una vez más, aunque para propósitos completamente diferentes.

Cuando un relámpago cruzó el cielo, iluminando brevemente el claro frente


a la cabaña, vio algo dorado de pie al otro lado del arroyo. Un puma. Raros
hasta el punto de estar casi extintos en los bayous en estos días. Remy se 296
sintió privilegiado de verlo, aunque fuese sólo por un momento.

Como magia, la lluvia repentinamente se detuvo. Se asomó y vio que el


puma había huido. Era de esperarse. Una inquietante calma se difundía.
El bayou estaba tan silencioso como vacío. Era el ojo de la tormenta.

Bloqueó lo puerta. Usando la linterna, caminó suavemente por la


habitación y subió por las escaleras. La apagó y en puntas de pie fue hacia
el borde de la cama, queriendo saber que Rachel estaba bien, pero no
pretendía despertarla si ya estaba dormida.

—Estoy despierta —dijo.

—Sólo revisaba.

—¿Cómo está todo?

—Una tormenta tropical en este punto.

—¿En este punto?

—No voy a mentirte Rachel. Esto podría empeorar. O esquivarnos por


completo.

—¿Es un huracán?

—Aquí no. No aún. Tal vez no completamente.

—Eres de mucha ayuda —dijo ella con una risa temblorosa—. ¿No
deberíamos irnos al sótano o algo así?

Él sacudió su cabeza.

—Si esto alcanza cierto nivel, nos resguardaremos en el baño. No en el


sótano. Se podría inundar.
—¡Oh, cielos! —Su voz tembló con angustia.

Remy había pasado por muchas tormentas en Louisiana, desde pequeños


genera charcos hasta grandes huracanes. Mientras que él nunca había
sido indiferente a su devastador potencial, nunca se había aterrorizado de
la forma en la que obviamente estaba Rachel.

Tenía que hacer algo para desviar su atención. No, no estaba pensando en
sexo, pero sí en algo que la distraería de igual manera. Aah! Tal vez…
297
—Hey, nena, creo que es momento de nuestra compensación final —
anuncio de repente.

—¿Y que sería eso?

—Un masaje. —Dios, espero no estar cometiendo un error.

Esa exasperante voz en su cabeza se reía.

—¿Ahora? ¿Estás loco?

—Sí, pero eso no viene al caso. —Honestamente, esperaba ayudarla a


relajarse y alejar su mente de lo que podría suceder. Valía la pena
intentarlo, ¿verdad? Los vientos estaban levantándose de nuevo, casi
ensordeciendo en su ferocidad. Ella iba a tener los vivos rayos del sol
asustándola en unos minutos si simplemente se quedaba recostada allí
escuchando la tormenta.

—Gira sobre tu vientre, cariño. Estas dentro para un tratamiento especial.

—¿Necesitas luz?

—Tengo una linterna por si la necesito, pero no, un masaje es todo sobre
tacto e instinto y habilidades aprendidas. Relájate. Y disfruta.

—No creo que pueda relajarme.

—Lo harás, Rachel. Créeme —dijo con total confianza. No estoy seguro de
mí, pero te tendré sin huesos en un santiamén, ga-ran-ti-za-do.

Hey, ángeles por aquí, Michael, Rafael, ¿tiene palomitas de maíz? Esto será
un gran espectáculo. Algunas veces, Judas tenía una retorcida mentalidad
bromista.

—No me quitaré la ropa. Te lo digo desde ahora.


Se rió.

—No quiero que te la quites. —No soy alguien tan masoquista. Además,
estaba usando una camiseta de futbol y bragas. Eso era todo. Suficiente
castigo para él—. Yo estoy completamente vestido, así que, no te
preocupes.

—¡Ah! —A pesar de su escepticismo, Rachel rodó hacia el frente, con su


cabeza en la almohada y brazos levantados por encima.
298
—Y otra cosa, sólo te daré un masaje en la espalda —dijo el arrodillándose
en la cama, luego montó a horcajadas su cuerpo cerca de sus caderas.
Colocó sus pulgares en el hueco en la base de su cráneo, presionando, con
los dedos medios girando.

—¡Oh, mi Dios! Eso ya se siente maravilloso. —Como una idea tardía, ella
preguntó—: ¿Por qué solamente un masaje en la espalda?

—Porque yo podría disfrutar demasiado un masaje frontal.

Infiernos, prácticamente me corrí en mi ropa interior con sólo un beso. No


voy a tomar ningún otro riesgo como ese.

—Oh —fue todo lo que dijo, aparentemente entendiendo perfecto. Pero


entonces, creyó ver que sonreía. Su rostro estaba girado hacia él sobre la
almohada, y estaba oscuro; pudo haberse equivocado.

Desde su cuello a sus hombros, fue el lugar en que se enfocó ya que allí es
donde la mayoría de la tensión del cuerpo se aloja.

—¿Utilizas algún método de masaje en particular? —preguntó


perezosamente.

—Um, es más como una combinación de varias técnicas. Las aprendí por
sus letras. EMPA, que es empapar, martillear, presionar y amasar. Luego,
las tres C’s, también, que son caricias, círculos y curvas.

¡Qué tontería! Nunca había dado un masaje real en toda mi vida. Yo mismo
tuve suficientes en mi terapia física. ¿Qué tan difícil podía ser?

—Eso se siente tan bien —dijo mientras el continuó trabajando los


músculos de su cuello y hombros—. No me di cuenta de lo tensa que
estaba. Bien, para ser honesta, estaba tensa aun antes de esta tormenta.
No le preguntó a que se refería. Lo sabía. La tensión sexual era tan potente
como cualquier otro tipo de estrés para el cuerpo.

Trabajó en sus manos después, tuvo especial cuidado de ser gentil en las
palmas, un lugar especialmente sensitivo. Luego amasó cada uno de sus
dedos, entre ellos, sus nudillos, las muñecas, la parte de atrás de las
manos.

Bordeando su cuerpo desde los hombros a sus piernas, se movió a sus


pies. 299
Tenía la rodilla curvada así que su pie estaba levantado.

—Oh, no sabía de esto, Remy. Mis pies son realmente cosquillosos y… oh,
buen señor, ¿qué estás haciendo?

—Sólo estoy amasando tu empeine, nena.

—Sentí como si me hubieras lamido.

¿Quién? ¿Yo?

—Un buen masajista tiene que tener dedos como plumas en algunas
ocasiones. —Soy un buen hombre, ¡soy bueno!

—¿En serio? No había escuchado eso antes.

Tampoco yo.

Cuando terminó de amasar y masajear sus tobillos, tendón de Aquiles,


dedos y planta del pie, trabajó abriéndose camino por sus piernas. Él las
adoraba y le mostró su admiración alternando entre martillear y acariciar
hasta que ella estuvo prácticamente sin huesos y gimiendo de placer. Su
camiseta de futbol se le había subido a la cintura así que sus bragas
blancas estaban expuestas.

¿Debería decirle?

No.

Ya había visto bastante para entonces, cada vez que los relámpagos
iluminaban la habitación.

Hey, esto era parte de ser un masajista, supuso. Cintura estrecha. La


curva de las caderas. La dulce hinchazón de dos globos. Tan ensimismado
estaba en la seductora vista que al principio no se dio cuenta que las
paredes estaban temblando.

—¿Acabas de sacudir la cama? —preguntó ella, luego jadeó—. Oh, ¡no! Es


la tormenta ¿verdad?

Hizo la única cosa que se le ocurrió para contener sus miedos. Dirigió los
dedos justo por el pliegue de los glúteos donde se encontraban los muslos
con las nalgas, y su división. El cuerpo de ella inmediatamente se puso
rígido. Sabía muy bien que una mujer odiaba ser tocada allí, excepto en el 300
estado de excitación extrema en el sexo caliente, pero al menos había
conmocionado al miedo. Antes que tuviera tiempo de reaccionar, trabajó
de rodillas entre sus piernas y extendió sus muslos.

Inmediatamente, comenzó a amasar su trasero con sus pulgares


firmemente colocados entre sus piernas.

—Tú… tú dijiste que esto no sería sexual —lo acusó ella.

—Esto no es sexual.

—Se siente sexual.

Con sus palabras, la semi erección en sus pantalones se volvió una


completa a toda velocidad. Dejó que sus pulgares se desviaran un poco a
lo largo de la entrepierna de sus bragas y descubrió humedad allí. Todas
las campanas y silbatos de su pinball enloquecieron. Por un minuto,
incluso en la oscuridad, vio estrellas de un brillante rojo, blanco, y azul.
Finalmente, cuando pudo recuperar el aliento, preguntó:

—¿Quieres que pare… de masajear?

—No —hubo un poco de duda en su voz.

Rachel se quedó en silencio, mientras él presionaba y amasaba los


profundos músculos de su espina dorsal. Dibujó ligeros círculos con sus
índices. Delineó los huesos de sus hombros. Martilleó con el bordé de
ambas manos, luego calmó presionando profundamente con sus dedos. Al
mismo tiempo que el viento azotaba la cabaña.

Repentinamente, ella se giró sobre su espalda y miró fijamente hacia él.

—Está bien, eso es todo.

—¿Eh? —Se sentó en cuclillas, todavía a horcajadas de ella.


—Si voy a morir, quiero tener sexo contigo una vez más.

—¿Cómo? —¡Hablando de invitaciones ambiguas!

Se movió hasta quedar sentada, con las piernas hacia afuera, ahora él se
encontraba sobre la parte de sus rodillas.

—Esto es tonto, Remy. Olvídate de la tormenta. Lo que debe ser será. Pero
tú y yo somos adultos maduros quienes se han estado comportando de
manera absurda. Odio tus secretos. Tú odias mi reacción a uno de ellos en
301
particular. Pero nada de eso cambia el hecho que nos queremos,
sexualmente, al menos.

—Rachel, ya hemos tenido esta conversación antes —remarcó con fatigada


paciencia—. ¿Cuál es tu punto?

—El punto es. Quiero hacer el amor contigo. Probablemente más de una
vez… antes que dejemos este lugar.

—Creí que ya habíamos establecido que eres una chica de sexo con
compromiso, y no harás nada menos.

Ella se encogió de hombros.

—Voy a resultar herida de todas formas, Remy. Eso es un hecho.

Comenzó a discutir, pero se detuvo. Tenía razón. Ambos iban a resultar


heridos de todas formas.

—Rachel, cariño, yo no tengo mucho auto control en lo que estas


interesada. No me tientes así. Estoy tratando de ser caballeroso.

—Esta dama no está buscando un caballero de brillante armadura. Me di


por vencida con eso hace mucho tiempo.

Levantó las cejas hacia ella.

—¿Un caballero de armadura deslustrada, entonces? —Rió, tratando de


bromear con ella alejándola de esa ridícula pero seductora idea—. En
serio, Luc, René y yo solíamos llamarnos los Caballeros Cajún o algunas
veces Caballeros del Bayou, siendo a nuestro modo una especie de
hombres honorables, exactamente lo opuesto de nuestro padre. Allí
probablemente haya una razón psicológica, pero… —Remy se dio cuenta
que estaba divagando pero parecía que no podía detenerse.
Hubo un breve momento de silencio. Luego Rachel dijo, en una baja,
amorosa voz:

—Remy, el foso afuera es peligroso. Tú ya has cruzado el puente levadizo.


¿Vas a entrar a mi castillo o no?

Con un suave gemido de rendición, Remy contestó:

—Sí, mi lady.

302

***

Lográndolo atravesar, con el largo, duro caballero

La tormenta continuó golpeando salvajemente, pero Rachel no estaba


asustada de morir o de una catástrofe. No realmente. Mientras Remy
estuviese con ella, podría enfrentar cualquier cosa. Tal vez se había vuelto
fatalista, dispuesta a dejar que el destino siguiera su curso. Mientas Remy
estuviese con ella.

Remy dejo de quitarse la ropa en la oscuridad. Sabía que él pensaba que


su súbita decisión de hacer el amor era basada en la tormenta y su miedo
a la muerte. Muchos libros han sido escritos sobre enemigos de principio
volviéndose amigos bajo ataque, era el descuidado comportamiento de la
gente en momentos de peligro. No era su caso. En algún momento entre su
beso en la planta baja y Remy viniendo a revisarla, subconscientemente se
había rendido a la llamada de su corazón. Nada había cambiado. En
realidad, todavía no confiaba en él, y en realidad, él aún estaba enojado
con ella. Pero aquí no habría revisiones de realidad. Sólo por esta noche
dejarían sus diferencias a un lado. Sin compromisos. Sin recriminaciones.
Sin promesas. Sólo por estos pocos días que les quedaban, ella se
entregaría a él. Un regalo de amor.

Se contoneó fuera de sus bragas y lanzó la camiseta de futbol sobre su


cabeza, luego esperó por Remy.

Él se deslizó sobre el colchón junto a ella.


Ambos permanecieron en silencio mientras reflexionaban sobre lo que
estaban por hacer. Inseguros de sí mismo, de una manera extraña.

Tenía la más urgente necesidad de tener a Remy dentro de ella. Ahora. Sin
preliminares. Sólo uniéndose con ella. Antes que pudiera darle voz a esa
necesidad, Remy dijo:

—Te deseo demasiado, Rachel. Me temo que voy a lastimarte.

—Me siento de la misma manera.


303
Él se echó a reír.

—No puedes lastimarme.

—¿Ah, sí? —Lo empujó sobre su espalda, y antes de que pudiera


preguntarle qué estaba haciendo, pasó una pierna por encima de sus
caderas, tomó su muy dura erección en su mano y lo guió dentro de ella.

—¡Oh, dulce Jesús! —dijo entre dientes. Luego, con una sonrisa
autocrítica, añadió—: Me equivoqué. Puedes lastimarme.

Rachel se sentó inmóvil, con las rodillas a cada lado de sus caderas, su
trasero estaba en sus muslos, y su pene incrustado en ella hasta su
empuñadura.

—¿Te estoy lastimando? —preguntó alarmada, preparada para retirarse.

Él puso sus manos en su cintura para sostenerla en su lugar.

—En la mejor forma, cariño. Deliciosa agonía.

—Te necesito dentro de mí, en este momento —confesó—. ¿Eso es


cachondo de mi parte?

—Muy cachondo.

—Quiero decir, por lo general los hombres quieren renunciar a los juegos
preliminares, no las mujeres. Esta vez no necesito todo eso. De hecho,
tenía que tenerte de esta manera. ¿Eso tiene sentido? —Todavía estaba
sentada sobre él, sin moverse, y fue la sensación de plenitud más
maravillosa. Dos partes vitales conectadas.

—Necesito algo, también. ¿Puedes dármelo?

—No lo sé. ¿Es otra perversión?


Él se rió o trató de hacerlo, pero salió tenso, como si a fuera a doler
cuando tenía un pene duro como una roca plantada en una muy dispuesta
vagina.

—Sólo siéntate quieta y no te muevas, sin importar qué —le ordenó.


Poniendo las manos en sus rodillas, se las extendió más ampliamente, lo
que causó que sus pliegues exteriores se abrieran y los interiores quedaran
más apretados. Él se quedó sin aliento. Luego, hizo lo más indignante.
Puso tres dedos en su boca y utilizó la humedad para humedecerla a ella,
como si no estuviera ya lo suficientemente mojada—. Recuerda, no te 304
muevas. —Todavía tenía una mano en su cintura.

—Remy, tengo que moverme.

—¡No! No, no lo hagas. Quiero ver cómo se siente cuando te vengas a mi


alrededor, en mí, sin moverte. Además, me temo que voy a lastimarte si me
empujo en este momento. Vamos, puedes hacerlo. Pon las manos atrás, y
aférrate a mis rodillas. De esa manera, cariño. Justo así.

Él comenzó a tocar su parte más resbaladiza, luego con un dedo medio: un


constante movimiento rápido que apenas rozaba la superficie. Casi de
inmediato, sus músculos internos empezaron a convulsionarse alrededor
de su eje. No sólo una vez o dos veces. Un continuo movimiento de
liberación, un continuo movimiento de liberación que hacía juego con su
toque. Ella podía jurar que su ya enorme erección se había hecho más
grande. Un profundo gemido comenzó en su garganta y se convirtió en un
largo y continuo “¡Ohhhhhhhhhhhhh!” Trató de moverse, de ondular sus
caderas contra él, pero tenía sus dos manos en sus caderas ahora, sus
dedos se clavaban en su piel.

—Móntame, chère. Relájate y permítete venir. Te sientes tan bien. Tan


bien. Como un millón de dedos tentándome.

Rachel echó la cabeza hacia atrás y disfruto de un orgasmo increíble.


Finalmente, su cuerpo quedó inerte.

Remy era cualquier cosa menos un blando.

Estaba tan saciada, quería acurrucarse en sus brazos y quedarse dormida.

Remy tenía otros planes.

—Ahora, querida, un regalo especial —anunció sin aliento—. ¿Sabes que


solía ser un vaquero?
—Uh-huh —respondió tímidamente.

—Bueno, te voy a enseñar a montar.

—¿Un caballo?

—No, tonta. A un cajún.

Y, chico, ¡v que lo hizo!

305
***

Házmelo una vez más, o dos, o tres

Remy golpeaba contra su cuerpo, sin descanso.

La tormenta afuera había cesado a una lluvia constante. No más truenos,


ni relámpagos, ni vientos fuertes. Lo peor había pasado.

Pero la tormenta dentro de Remy todavía hacía estragos. El sudor le corría


por encima. Cordones de músculos tensos se destacaban en sus brazos y
cuello. Sus rodillas tendrían quemaduras, seguro. Infiernos, su pene sería
carne cruda antes de que hubiera terminado. ¡Y la pobre Rachel! Estaría
negra y azul si él seguía con esto, con seguridad, pero también sus pechos,
sus muslos, su trasero, todas partes.

Pero él no podía tener suficiente de ella y, por mucho que quisiera, no


podía terminar el exquisito tormento en su centro. Incluso cuando ella lo
había montado para su propio orgasmo hace media hora, no se podía
venir. Era como si inconscientemente supiera que este tenue vínculo entre
ellos duraría uno o dos días más, y entonces ella se habría ido. Una parte
de su desquiciada psique imponía que si no se venía, podría evitar el final.

Alguien gimió. Supuso que era él.

Rachel acunó su mandíbula en sus manos y dijo:

—Remy, ¿me oíste?

—¿Eh? —preguntó a través del aturdimiento de su excitación.


—Dije despacio.

Él lo hizo, inmediatamente.

—Te amo.

Él gimió de nuevo.

—No te esfuerces tanto. No importa lo que pase, te amo.

¡Oh, Dios mío! Ella lo entiende. Sabe cuán maldito miserable soy. ¡Oh, Dios 306
mío!

En esta inusual oscuridad, donde la visibilidad era casi nula, Remy se


había sentido completo.

Podía fingir que su cuerpo estaba en buen estado, no que era una bestia.
Pero sus palabras lo habían traído de nuevo al presente y al hecho de que
incluso un apagón no podía ocultar sus defectos.

Sus movimientos eran largos y exquisitamente lentos ahora, acompañados


por sus manos suaves moviéndose desde sus hombros hasta sus nalgas, y
luego de vuelta de nuevo. Una y otra vez. Con cada movimiento, ella
susurraba:

—Te amo.

Él lo dijo también, pero sólo a sí mismo, porque las palabras estaban más
allá de su poder en estos momentos.

Cuando ella arqueó las caderas fuera de la cama, una poderosa exhibición
de fuerza y una ondulación en contrapunto con el ritmo lento, él lo perdió.
¡Por fin! ¡Benditos santos! Con un rugido gutural, golpeó contra ella una
vez más y se derramó a sí mismo en borbotones caliente en su acogedor
interior. Con sus sentidos intensificados casi al punto del dolor, se
preguntó si algo en el mundo podía compararse a este alucinante orgasmo.
Llegó más allá de su pene, de su sangre corriendo, de los latidos
acelerados de su corazón, en lo más profundo de su alma, sacudiéndolo,
después poniéndolo en libertad en menos dichosas potentes ondas de
choque satisfactorias. Al final, se echó encima de Rachel con la cara entre
sus pechos, ella acaricio sus hombros con sus manos y se quedó dormido,
o tal vez se desmayó.
Minutos más tarde, se despertó por las continuas caricias suaves de
Rachel. Se apoyó sobre sus brazos enderezándose y la miró, sin ver nada
en la oscuridad, pero detectando la sonrisa en su cara. Sabía con certeza
que sonrió con sus siguientes palabras.

—¿Eso fue bueno para ti? —preguntó ella.

Él se echó a reír, rió, y rió.

La vida era buena... por ahora.


307

***

Simplemente me sorprende

—Esta cama huele a sudor y sexo —dijo Rachel un poco más tarde.

—¡Aaah! El macho afrodisíaco. Fragancia de sexo sudoroso.

Rachel le dio un puñetazo a la proximidad de su vientre y dijo:

—¡Ay! —A pesar de que probablemente no lo había lastimado.

Entonces, el precioso hombre hizo la cosa más preciosa. Sintió su forma


en la oscuridad para ir al baño de abajo, donde consiguió toallas y algún
tipo de crema rosa con olor a antiséptico, algo inventado por Tante Lulu,
sin duda.

Cuando regresó y comenzó a poner las toallas sobre la cama húmeda, se


mantuvo disculpándose:

—Lo siento, Rachel. —Una y otra vez. Entonces, la obligó a echarse hacia
atrás y frotó la crema en su cuello, pechos, vientre, nalgas y muy
especialmente, ¡Santo Dios!, entre sus piernas. Se podría pensar que tenía
heridas de guerra.

—Deja de decir que lo sientes. ¿Por qué, por amor de Dios?

—Te lastimé. Sé que lo hice.


—Si me hubieras lastimado, sería un buen tipo de dolor. —¿Cuál era el
nombre de esa canción? "Hurt So Good", o algo por el estilo.

—¿En serio? —Ella podía oír la sonrisa en su voz. ¡El desvergonzado!

—Y, francamente, apuesto a que te lastimé, también.

—Oh, sí —estuvo de acuerdo—. Black 'n Blue 'R Us.

—Ven a la cama —dijo con un gran bostezo, con los brazos abiertos para
él. 308

—Ahora no, cariño. Tengo que bajar y comprobar el daño causado por la
tormenta. Duérmete. Ya vuelvo. —Se inclinó, le dio un beso rápido, luego
tomó la linterna y se fue. En el momento en que regresó una hora más
tarde, ella ya se había dormido, de espaldas, con los brazos y piernas
extendidas, probablemente babeando.

—Despierta, Rachel, tengo una sorpresa para ti.

—Reeeemy. Ya he tenido suficiente de tus sorpresas por una noche. —Se


dio la vuelta de su lado, lejos de él, y fingió estar todavía dormida.

—No es ese tipo de sorpresa —dijo con fingida indignación. Ella podía
sentir el colchón de su lado hundirse mientras se sentaba—.
Hamburguesas sorpresa. ¿No tienes hambre?

Ella se dio la vuelta y olió. Sí, él había traído la cazuela con los restos de la
cena.

—¿Y qué más?

—Pan y una jarra de agua.

—Bebida —le suplicó—. Me muero de sed.

Puso la botella en su boca y ella bebió con avidez. Luego, apoyados en las
almohadas en la oscuridad, utilizaron dos cucharas para comerse las
hamburguesas sorpresa en la cama. Las sábanas ya eran un desastre, y
ahora las toallas, probablemente lo serían también. Oh, bueno.

—¿Está todo bien afuera? —preguntó cuando él dejó el plato y la botella a


un lado en el suelo.

Remy se deslizó en la cama a su lado, todavía desnudo, ahuecó las


almohadas y pasó una sábana por encima de ellos antes de contestar:
—Es difícil decirlo con una linterna y cuando continua lloviendo. Por lo
menos, habrá una gran cantidad de ramas rotas, pero mi mayor
preocupación, las serpientes, resultaron no ser ningún problema. —De
repente se quedó en silencio, como si lamentara su última revelación.

Rachel se puso rígida.

—¿Cuáles serpientes?

—Ahora, no vayas a enfadarte, pero a veces en una tormenta los bayou


309
inundan las orillas, lo que hace que las serpientes busquen un terreno
más alto. No había serpientes en el porche que podía ver.

—Podría matarte por plantar esa idea en mi cabeza.

—Te lo dije, no es un problema.

—Pero podría haber sido un problema, y no me lo dijiste.

—¿Vamos a tener una discusión?

—¿Qué piensas tú?

—Creo que es posible que me estés levantando el dedo.

—¿Quieres olvidar el asunto del dedo? —Rachel empezó a oler de nuevo—.


¿Qué es ese olor en tu cabello? ¿Pino? ¡Oh, rata! Tomaste una ducha
mientras estabas abajo, ¿no?

—Sólo una pequeña.

—Oh, eso es tan injusto. Ahora yo apesto, y tú no.

—Me gusta tu olor, querida —dijo, riendo entretanto la forzaba a tenderse


de lado mientras él se acurrucaba detrás y fingía estar oliendo su hombro.
Luego besó suavemente un lado de su cuello—. Relájate, cariño, y duerme
un poco más. Hay algo que quiero mostrarte mañana.

—Oh, bien, no puedo esperar. ¿Es largo, duro y púrpura?

—¡Púrpura!

—Mi visión nocturna no es tan buena.

—¡Púrpura!
Mientras ambos se movían y arrastraban sus cuerpos de forma más
cómoda, ella tendida de lado y él acurrucado detrás bloqueando su cintura
con sus brazos, Rachel dijo en voz baja:

—¿Remy?

—¿Hmmm?

—Te amo.

Él vaciló sólo un segundo, lo suficiente para que Rachel pensara que 310
podría estar durmiendo. Pero entonces, dijo:

—Te amo, también.


Capítulo 19
Traducido por Nelshia
Corregido por JesMN

311
En tiempos remotos, cuando los caballeros eran despistados

—Así que, ¿has tomado un voto de celibato?

Remy casi se cayó de la hamaca con su pregunta, ya sea por la impresión


o por ser bruscamente despertado de su sueño, no podía decirlo.

—¿Q... qué?

—Me has oído. No has hecho el amor conmigo desde la mitad de la noche
anterior. Ahora son las tres de la tarde.

—¿Diez horas completas? —bromeó.

—Conozco tu apetito sexual. Ya sea que, o te has vuelto célibe o tu trasero


se cayó. ¿Cuál es el problema?

—¿Mi trasero? —balbuceó, tratando de estabilizar la hamaca. Cuando lo


hizo, flexionó los brazos bajo su cuello, cruzó un tobillo sobre el otro, y le
sonrió. Llevaba unos viejos pantalones vaqueros que se habían desteñido
hasta casi blanco, y eso era todo. Su pelo estaba todavía húmedo de una
ducha reciente, después de haber pasado toda la mañana y parte de la
tarde arreglando el generador, despejando todos los escombros que dejó la
tormenta, buscando serpientes ocultas, a insistencia de Rachel, y hablar
hasta la saciedad en su ahora utilizable teléfono celular con Luc, Tante
Lulu, y con cada arrogante y pomposo agente de la DEA. ¿Pero había
tenido tiempo para ella? De ninguna manera, José. La estaba evitando
como la maldita peste. Y sabía por qué. Una noche de amor, y Remy ya
estaba arrastrándose de nuevo dentro de su caparazón, dejándola fuera.
O si no, estaba sacando el acto de Caballero Cajún, protegiéndola, de sí
mismo, o de ella misma, no estaba segura.
¡Ya era suficiente! Ella se había puesto su armadura: un atuendo
adolescente de Charmaine en toda regla. Endemoniadamente, debe haber
sido un infierno sobre ruedas a los catorce años, si lucía cosas como esas.
En la parte superior, llevaba una blusa tipo bustier55 ceñida al cuerpo que
se ataba en la parte delantera incorporada a un sostén push-up. Más
abajo, llevaba pantalones cortos de mezclilla tan ajustados que había
tenido que recostarse en el suelo para cerrarlos, y cuando se levantó, se
subieron tan alto que el borde inferior de sus nalgas se asomaba.

¿Y qué hizo Remy mientras sus ojos hacían una rápida inspección de su 312
atuendo de adolescente prostituta? Sonrió aún más.

—¿Vas a algún lado? —preguntó—. ¿Cómo a un bar de motociclistas?

—Lo haría, si hubiera alguno cerca. Y escogería a un caliente chico


motociclista, también... alguien que estuviera más interesado en mí de lo
que aparentemente estás tú. —Parpadeó y se dio la vuelta, porque no
quería que él viera las lágrimas en sus ojos. ¿Cómo podía Remy haber
estado tan caliente con ella anoche, y ahora tan frío?

¿Cómo podía haberle dicho que la amaba luego, y ni una sola vez hasta
entonces?

¿Y cómo se atrevía a lanzarle esa sonrisa lenta y sexy?

—Rachel, fui muy duro contigo anoche —dijo, su sonrisa desapareció—.


Estoy tratando de ser considerado, para permitir que tu cuerpo sane,
antes de que te ataque de nuevo.

Bueno, no había pensado que esa era la razón para evitarla.

—¿Estás herido? —preguntó, mirando su entrepierna—. ¿Está roto?

—¡No! —dijo con lo que comenzó como una risa y se convirtió en un ataque
de asfixia.

No sentía pena por él.

—Tengo treinta y tres años, soy perfectamente capaz de cuidar de mí


misma. Así que corta la mierda de la caballerosidad, LeDeux —le ordenó
en términos directos—. Esta señora no lo aprecia ni un poco.

Bustier: es similar a un corsé, pero más corto, más flexible, y no modifica la silueta.
55
—¿Groserías, Rachel? ¡Tsk, tsk! ¿Qué tiene a mi señora como una real
gruñona?

Oh, eso lo hizo. La sonrisa y ahora una actitud condescendiente. Hizo lo


que cualquier mujer que se respete haría a continuación. No, no le levantó
el dedo de nuevo, eso le daría mucho placer. Levantó la barbilla, giró sobre
sus talones y pisoteó alejándose.

Lo oyó enderezarse en la hamaca y maldecir, probablemente después de


haber sido tirado de rodillas. Pronto, se estaba acercando a ella. 313
—¿Dónde vas, Rachel?

—Voy a caminar de regreso a Houma.

—¿En tus pies descalzos? —No respondió, pero era un buen punto. Podía
haber serpientes u otras cosas escurridizas. Yeech.

—Además, vas por el camino equivocado.

Sin perder un segundo, dio un giro brusco.

—Dejar de sonreír. —No podía verlo, pero sabía que probablemente estaba
disfrutando de sus payasadas.

—¡Malditamente caliente!

Se negó a mirar hacia atrás y ver lo que había traído esa respuesta.
Incluso si fuera una serpiente, no iba a mirar.

—Cariño, ¿tienes alguna idea de lo cortos que son esos pantalones?

¡Uh-oh! Echó un rápido vistazo por encima del hombro y por supuesto
Remy estaba comiéndose con los ojos su gran parte trasera. Se detuvo
bruscamente y él casi se tropieza con ella, de tan fuerte que se concentró
en su botín.

—Lo siento —dijo.

—¿Por qué? ¿Por estar mirando lujuriosamente mi trasero?

Sus labios temblaron mientras reprimía otra sonrisa.

—Nunca estaría disculpándome por eso. No, lo siento por herirte anoche, y
lo siento si he herido tus sentimientos hoy.
—Y yo siento que lo lamentes. No, no lo siento. Estoy harta de tus lo
siento. Supéralo.

Tenía mucho más que decirle al patán, pero nunca llegó a hacerlo.

Remy la levantó y comenzó a llevarla de vuelta a la cabaña. Al principio,


estaba demasiado sorprendida para protestar, pero luego pateó y chilló.

—No voy a hacer el amor contigo ahora, después de haber tenido que
prácticamente forzarte. Olvídate del sexo, gran chico. Perdiste tu
314
oportunidad. —Estaba pateando y golpeando pero no la soltaba. De hecho,
se estaba riendo.

—Ahora, Rachel, cálmate. Tengo una sorpresa para ti.

—He tenido hamburguesas sorpresa hasta mis ojos. No creo puedas


tentarme con comida.

—Es otro tipo de sorpresa —dijo con los labios presionados contra su
oreja—. Pero involucra comer.

***

Aquí viene el terrible problema

El resto del día fue absolutamente perfecto.

Remy estaba casi asustado de respirar por miedo a que algo saliera mal,
pero no tenía que estarlo... no por ese día, de todos modos. El amor entre
él y Rachel era irrefutable. Pero el vínculo que los unía era frágil como un
pañuelo de papel y podía arder en llamas en un instante de una palabra
mal dicha, un acto descuidado o un recuerdo de las reclamaciones en el
pasado.

Como consecuencia, ambos se trataron con extremo cuidado, golpeando


mentalmente la madera.

Todo el día, habían hecho el amor dulcemente, pescado, comido lo que


atraparon, hecho el amor dulcemente, le había mostrado un hermoso
espectáculo del bayou, dos garzas azules teniendo relaciones sexuales de
una manera que había involucrado entre otras cosas, al macho y la
hembra girando el cuello alrededor del otro durante largos periodos de
tiempo, después, por lo cual, habían hecho el amor dulcemente otra vez...
Rachel y él, así es. No las garzas. Bueno, en realidad, las garzas, también.

Ahora, yacían en la cama de la alcoba en la planta baja viendo el atardecer


del bayou, todo naranja y azul brillante. Su brazo le acarició el hombro. Su
rostro estaba presionado contra su pecho, sus dedos trazaban el contorno
del cabello que rodeaba un pezón. No había nada sensual en sus acciones 315
o en su postura en la cama. Era un momento de tranquilidad, de paz en el
mundo y su relación. Se encontró rezando de repente, algo que no había
hecho en serio en mucho tiempo.

Por favor, Dios, ayúdame a encontrar una manera de hacer que esto
funcione.

Remy no le había dicho a Rachel todavía, pero tenía que irse a Houma
mañana, al amanecer, sin ella. Era sólo una situación temporal, una
emergencia de la DEA que requería su presencia y habilidades de vuelo
para la operación Día D. Iría, pero de ninguna manera arriesgaría su vida
por llevarla con él. No. Luc y Tee-John llegarían aquí para hacerse cargo de
sus funciones como “niñera” de Rachel hasta su regreso. No es que alguna
vez usaría el término “niñera” alrededor de Rachel.

—Rachel… —comenzó.

—Remy —dijo ella al mismo tiempo.

—Tengo algo que discutir contigo.

—Yo también.

—Tú primero —ofreció, queriendo evitar lo más posible la discusión que


seguro iban a tener.

—¿Recuerdas cuando te dije sobre todos los años que pasé en el casa de
acogida? —dijo tentativamente.

—Uh-uh.

—Bueno, he experimentado de primera mano cuántos niños hay por ahí


con la necesidad de madres y padres...
Se puso rígido de repente desconfiado. No lo haría. Lo prometió.
Seguramente, no lo haría.

—Niños de todas las edades... incluso bebés. Yo no necesito dar a luz para
sentirme madre, y tú no necesitas fertilizar un óvulo con tu esperma para
ser padre.

Se soltó de su abrazo y salió disparado de la cama.

—¡¿Cómo te atreves?! Teníamos un pacto.


316
—A la mierda ese ridículo pacto. Tú y yo somos adultos. Tenemos que
hablar de esto si alguna vez vamos a tener un futuro. Por favor,
escúchame.

—No, tú escúchame. No voy a hablar de mi esterilidad contigo o cualquier


otra persona. Es un tema muerto. Sólo porque hemos hecho el amor no te
da ese derecho.

—No es sólo porque hicimos el amor, sino porque nos amamos el uno al
otro. Eso me da el derecho. —Había salido de la cama y permanecía
delante de él ahora, inquebrantable.

—Vamos a aclarar esto de una vez por todas. Nunca seré padre, de mi
propio hijo o de un raro fenómeno no deseado de un hogar de acogida.

¡Oh, Dios mío! Inmediatamente se arrepintió de sus palabras. Pero ya era


demasiado tarde. Se apartó como si él fuera el fenómeno. Lo era. ¿Qué
clase de hombre podría decir tal cosa, incluso con el calor de la
indignación?

—Rachel, en verdad, lo siento mucho. No quise decir eso.

Hizo un gesto con la mano delante de ella como si su disculpa no


importara. Lágrimas se reunieron en sus ojos y comenzaron a deslizarse, a
pesar de que parpadeo.

—Este fenómeno no quiere o necesita tus disculpas. A veces las personas


dicen lo que realmente piensan cuando están enojadas, y tal vez realmente
eso es lo que sientes. Muchas personas lo hacen.

—No lo hago. Maldita sea, no. Dios, ¿cómo llegó esto a retorcerse tanto?
Simplemente no quiero hablar de mi esterilidad. —Podía sentir las
lágrimas ardiendo en sus ojos, también.
¡Lágrimas, por Dios! No había llorado desde el accidente.

Ella se dio cuenta y ofendida como estaba, su expresión se suavizó. No


quería su compasión.

—Perdóname por mi comentario estúpido, Rachel, pero olvídate de mí. Los


niños son obviamente importantes para ti, o no habrías sacado el tema, en
contra de mis deseos. Acéptalo. No habrá ningún hijo conmigo.

—Pero…
317
—No hay peros. —Se apartó de ella. Tal vez un paseo le despejaría la
cabeza. No veía ninguna forma de salir de este desastre, sin embargo,
cabeza despejada o no.

—Oh, Remy, es sólo que Jill me sugirió que repensara mi resentimiento


hacia ti por no decirme acerca de tu esterilidad. Me dijo que podrías ser
demasiado orgulloso, que el orgullo masculino es algo muy poderoso. O
estar pensando que te hacía menos hombre, lo cual es absurdo, por
supuesto. Así que, por eso he sacado el tema. Tenía que intentarlo. ¿No
puedes verlo?

Remy se puso rígido como una tabla. La sangre se le fue a la cabeza y


cogió una silla para mantener a su cuerpo de repente mareado. Cuando se
dio la vuelta, todavía estaba rígido, pero furioso ahora.

—¿Le dijiste a alguien sobre mi esterilidad?

—Sólo a Jill y Laura, mis dos amigas en casa.

—¡Dos personas! ¿Discutiste mi secreto con dos malditas extrañas?

—No extrañas. Mis mejores amigas. Probablemente nunca las conocerás.


¿Por qué te importa?

—Me importa.

Retorcía sus manos angustiada. Las lágrimas corrían por su rostro.

Estaba muy, muy molesta.

Pero a Remy no le importaba. Ella no estaba ni la mitad de molesta de lo


que él estaba. ¡Hablando de traición!
—¿Quién sigue, Rachel? ¿Tu abuela? ¿Mi tía? ¿Charmaine? ¿Tu ex? ¿Por
qué no difundirlo en la estación de radio local? “Remy LeDeux no es el
hombre que crees que es. ¡Opina!”

—Nunca le diría a nadie más —dijo indignada.

—Sí, lo harías. Eres una mujer. Eres tan terca como una mula. ¿Crees que
sabes lo que es mejor para mí? Si pensarás en tu crédula mente que
hablar de mi esterilidad con ellos me ayudaría, lo harías en un minuto.
318
La mano que levantó y luego bajó por la derrota, le dijo que había hecho
una evaluación precisa.

—Te amo, Remy —dijo desesperadamente.

—Lástima que el amor no sea suficiente. —Con eso, salió de la cabaña,


armándose de valor contra el sonido de sus sollozos. La puerta de pantalla
se cerró de golpe con un ruido detrás de él. Una vez afuera, miró al cielo y
preguntó con desesperación—: ¿Qué hago ahora?

Trata de orar.

***

¡Oh, Hermano!

Luc estaba en un helicóptero volando hacia su cabaña en el bayou con


Tee-John, preguntándose por qué en nombre de Dios alguna vez le había
permitido a su hermano acompañarlo.

Incluso el piloto, el amigo de Remy, John Pitre, no podía dejar de sonreír.


Como siempre, las preguntas de Tee-John eran exageradas e íntimas, con
la intención de provocar y sorprender.

—¿Cómo se sintió cuando te lo cortaron?

—Magnifico.

—¿Te dolió?
—No.

—¿Puedes levantarlo aún, igual que antes?

—¡Tee-John!

—¿Cómo voy a saber estas cosas si nadie me dice?

—Lee un libro.

—¿Tienen libros sobre vasectomías? 319


—Estoy seguro de que lo hacen.

—Dieu, ¿qué crees que la señora Arsenault, la bibliotecaria, vaya a pensar


cuando le pregunte sobre libros de vasectomía? Oh. Siempre puedo decirle
que es para que pueda aprender sobre tu operación. Fuiste a la escuela
con la señora Arsenault, ¿no es así?

—¡No te atrevas!

Hubo un momento de bendito silencio mientras contemplaban el sol


saliendo por el horizonte, siempre una vista espectacular en el bayou.
Nunca salía lentamente. Siempre era una explosión de luz, sol y nubes que
parecían fuegos artificiales amarillos perseguidos por humo blanco
ondulante.

—¿Necesitas que regrese por ti? —preguntó John.

—Nah —respondió Luc—. Remy se irá en su hidroplano, una vez que


lleguemos allí, volverá por Rachel, y nosotros, mañana. Espero. —Luc
estaba preocupado por Remy y su implicación en este proyecto DEA, pero
era el negocio de su hermano. Lo único que podía hacer era ofrecerse para
ayudar. Aun así, su rol como hermano mayor nunca acabaría, y le
gustaría poder hacer más para protegerlo.

A veces incluso se sentía responsable cuando no lo hizo en el choque en la


Tormenta del Desierto, lo que era ridículo, por supuesto. Al menos, eso es
lo que Sylvie le decía todo el tiempo.

—Tengo otra pregunta —dijo Tee-John.

Luc gimió y John sonrió.

—¿Alguna vez usaste uno de esos anillos para el pene?


—¿QUÉ? —John y él exclamaron al mismo tiempo. John inmediatamente
se echó a reír por lo bajo.

—Un anillo para el pene. Ya sabes, una de esas cosas que pones en la base
que aprieta más y más duro cuando tu polla se vuelve más gruesa, si
sabes lo que quiero decir.

¿Polla? ¡Polla, por todos los cielos!

—¡Eres imposible! —Luc se estaba riendo—. ¿Dónde has oído hablar de tal
320
cosa?

—Vi uno en un sex shop en la calle Bourbon.

—¿Y qué hacías en un sex shop en la calle Bourbon? Espera, no me lo


digas. No quiero saberlo.

—¿Eso quiere decir que nunca has probado uno?

—Podrías decirlo así.

—¿Crees que Remy este conviviendo con esta persona Rachel?

—Creo que eso no es asunto tuyo.

—¿Crees que alguna vez haya usado un anillo para el pene?

—Creo que deberías preguntárselo. Ahí está.

Mirando por las ventanas laterales del helicóptero, a través de la luz del
amanecer todavía tenue, lo vieron de pie en la orilla cerca del hidroplano.
Justo en ese momento, el móvil de Luc sonó. Era Remy.

—Hey, Luc, tengo que salir de aquí ahora mismo. Rachel todavía está
dormida. Voy a despegar. John podrá poner el helicóptero cerca de mi
lugar y colocar una escalera de cuerda para que Tee-John y tú
desembarquen.

—Ten cuidado, Remy.

—Lo haré. Y gracias, Luc. Te debo una.

—No hay problema.

Dieron vueltas alrededor, mirando como Remy se adentraba en el arroyo, y


luego saltaba a su avión, que ya estaba en marcha. En cuestión de
minutos, estaba en el aire y ellos en el suelo, viendo a John alejarse
volando, también.

—¿Crees que los peces estén picando? —preguntó Tee-John.

—¡Ah! Habrá bagre para el desayuno.

***
321

Los problemas siempre vienen de a dos

El sonido de un motor en marcha despertó a Rachel poco después del


amanecer. Tratando de ignorarlo, tiró la sábana sobre su cabeza. Pero
continuó, seguido por otro de un motor diferente, un zumbido.

Al principio, se olvidó de dónde estaba e imaginó que un coche dejaba el


estacionamiento de su casa, en los suburbios de vuelta en D.C. Pero el
zumbido no encajaba con la imagen. Pronto la realidad comenzó a filtrarse
en su conciencia. Recordó la horrible discusión con Remy y cómo había
intentado durante toda la noche, hasta las dos de la mañana conseguir
que hable con ella. Se había negado, no sólo a discutir su desacuerdo, sino
a hablar en lo absoluto. Cada vez que se acercó, él se alejó. Finalmente,
alrededor de las tres de la mañana, se arrastró para dormir.

Por lo tanto, eso que oía no podían ser coches. Debían ser aviones.
Entonces oyó voces.

¡Oh, Dios mío! ¿Podrían los narcotraficantes habernos encontrado? No, eso
no podía ser. La conversación no era acalorada. Y, además, las dos voces
tienen un acento cajún. Espera, sé quién es. Es el hermano de Remy, Luc.

No quería ser atrapada usando el baby-doll de Charmaine como pijama,


así que, rápidamente saltó de la cama, luego se tambaleó hacia atrás por el
despreciable dolor de cabeza que la asaltó. Más cautelosamente, se levantó
entonces, se vistió con unos pantalones cortos y una camiseta, y se
apresuró escaleras abajo.

Era Luc, correcto, y un chico de unos catorce años que se parecía a él.
—Luc —dijo, entrando en la sala de estar, donde se encontraban con
bolsas de lona.

—Rachel —dijo a su vez, luego presentó al chico—. Este es mi hermano,


Tee-John. Tee-John, Rachel.

Asintieron con la cabeza entre sí.

—¿Dónde está Remy? —preguntó, dándose cuenta de su ausencia.

Luc y Tee-John se miraron con sorpresa, luego la miraron de regreso con 322
aire de culpabilidad.

—¿No te lo dijo? —Luc se movió nerviosamente de un pie a otro.

—¿Decirme qué?

—Que tenía que volver a Houma esta mañana. Una emergencia.

Inclinó la cabeza hacia un lado, sin entender completamente todavía.

—¿Remy se fue, sin decirme?

—Dijo que estabas durmiendo —explicó Tee-John—. Probablemente no


quería molestarte.

Le lanzó una mirada que claramente decía que no era razón suficiente.

—Uh-oh —dijo Tee-John—. Alguien está en problemas, y por una vez no


soy yo.

—Cállate —Luc dijo a su hermano—. Volverá esta noche, o mañana a más


tardar —explicó, sintiendo su angustia.

—¿Dijo eso?

—Sí. Sí, lo hizo.

No importaba si volvía o no. Rachel sintió como si un cuchillo hubiera sido


clavado en su espalda. Se fue, se fue, se fue. Ahora nunca tendría la
oportunidad de arreglar sus diferencias. Lo sabía.

—¿Cuándo arregló Remy contigo que vinieras? —preguntó mientras una


constante sospecha la golpeó.

—Ayer por la mañana —respondió.


Inspiró profundamente por el dolor que la traición causó. Antes de que
incluso hubieran discutido, tenía la intención de irse y no decírselo. Así
era lo poco confiaba en ella, incluso antes de romper su pacto.

—De modo que tú eres ella, ¿eh? —preguntó Tee-John entonces, sonriendo
de oreja a oreja. Dios del cielo, ¿eran todos los varones LeDeux tan bien
parecidos? Aparentemente. Éste debe tener la selección de todas las cajún
adolescentes locales.

—No preguntes —le advirtió Luc. 323


Demasiado tarde.

—¿Qué ella?

—Ella, de la que Remy está locamente enamorado.

—Ya no más —afirmó rotundamente.

***

A veces se gana, a veces se pierde

Durante once horas seguidas, Remy no pensó en Rachel o el desastre en


que se había convertido su vida. No había tenido un momento para sí
mismo hasta ahora, a las seis de la tarde.

Al final, volvió a su casa flotante. Su hombro le dolía por la herida de bala


que había sufrido esta tarde, la cual fue tratada y vendada en el hospital
local. Aparte de eso, estaba bien.

Bueno, no, no estaba bien. El dolor en el hombro no era nada comparado


con el dolor de su corazón. Le dolía tanto, y no había nada que pudiera
hacer para mejorarlo. Todo el día había sido capaz de empujar los
pensamientos de Rachel a un lado, pero ahora tenía que enfrentarse a los
hechos. Estaba total y completamente, terminado.

Él había puesto el punto final con su comentario sobre los niños de


acogida siendo fenómenos, ella lo había puesto al hablar de su esterilidad
con otras personas. Eso no quería decir que todavía no le importara. Por
supuesto, la amaba, pero como había dicho, el amor no era suficiente.

Durante doce años, Remy había tenido que vivir con las cicatrices externas
de ser mitad hombre, mitad bestia. Las personas veían su cuerpo mutilado
y lo compadecían, no podían controlarse. Pero no soportaría que supieran
que era mitad hombre en su interior, también. El tipo de lástima que le
tendrían sería insoportable.

¡Suficiente! No podía seguir repitiendo ello una y otra vez en su mente. Y 324
tampoco seguir evitando la llamada que tenía que hacer. Movió la tapa en
su teléfono celular abriéndolo y llamó a Luc.

Contestó al instante.

—¿Dónde diablos has estado?

—Siento no haber llamado antes, Luc. Tuve que hacer un pequeño viaje a
la sala de emergencias.

—¡El hospital! ¿Estás herido?

¡Como no lo podrías creer!

—Estoy bien. Sólo una herida en el hombro.

—¿Cómo fue la operación de la DEA?

—Exitosa. Seis arrestos, uno de los cuales resultó gravemente herido, y


dos muertos. Larry Ellis tiene una muy mala conmoción cerebral, y se
encuentra en cuidados intensivos. Por nuestra parte, hubo otros dos con
heridas leves. Cerca de seis millones de dólares en drogas confiscados.

—¡Santa mierda! Así que, ¿se acabó?

—Por ahora. No conseguimos los peces gordos del cartel, pero tal vez
algunos de los detenidos puedan derramar sus entrañas.

—Vas a seguir trabajando para la DEA, ¿no es así? —preguntó con un


suspiro.

—Espero.

—Rachel no va a estar feliz por eso.


Su silencio lo decía alto y claro. Pero entonces, tuvo que tragar saliva
varias veces antes de que pudiera hablar.

—¿Cómo está ella?

—Alternando, entre tan devastada que apenas puede mantenerse en pie, y


tan enojada, que maldice hasta por los codos.

—¿Rachel? ¿Maldiciendo?

—¡Oh, sí! Creo que Tee-John ha estado tomando nota. 325

Tuvo que sonreír ante eso, pero apenas.

—Está afuera con él en este momento, dando un paseo. Ha estado


interrogándola exhaustivamente con cosas estilo Sex and the City.

—Estas bromeando.

—No.

—¿Sabías que ella hizo una hoguera con el equipo de ejercicio de su ex, y
que él toma veintisiete tipos diferentes de vitaminas y potenciadores
musculares? Tee-John ha estado devorando todo lo que dice. Ella no nos
va a decir qué le hiciste, sin embargo.

Gracias a Dios por eso.

—¿Has tenido alguna vez un anillo para el pene, por cierto?

—¿QUÉ?

—No te sorprendas si Tee-John te pregunta sobre ello. De todos modos,


veo a Rachel al frente ahora. ¿Quieres que vaya a buscarla?

—No —dijo rápidamente—. Sólo dile... sólo dile que un helicóptero estará
allí en la mañana para recogerlos a todos.

—¿Puedo suponer que no serás el piloto?

—Correcto.

—Oh, Remy, no hagas esto. Si quieres mi opinión…

—No doy ni culo de una rata por tu opinión. No en este tema. —Él inhaló y
exhaló para calmarse. No era culpa de Luc que su vida estuviera
desmoronándose—. De todos modos, ¿le puedes dar a Rachel un mensaje
de mi parte?

Luc vaciló. Finalmente dijo:

—Está bien. Dispara.

—Dile que lo siento.

—Eres un estúpido idiota.


326
Ídem, dijo la voz en su cabeza.

***

Sorpresa, Sorpresa

Rachel arribó de regreso al pequeño aeropuerto de Houma a la mañana


siguiente.

En realidad no esperaba encontrar a Remy esperándola allí. Si no había


sentido la necesidad de decirle que se iba, llamarla y hacerle saber que
estaba herido pero bien, o la necesidad de ir por ella, él mismo... bueno,
habría estado sorprendida de verlo allí.

Sería poco honesta, sin embargo, si no admitía estar herida por su


ausencia.

Sentía como si hubiera sido herida ella mientras salió del helicóptero y
comenzó a caminar por la pista. No quería nada más que volver a casa de
la abuela antes de quebrarse. Levantó la vista, entonces abrió
ampliamente los ojos dos veces ante la persona que vio salir de la sala de
espera de la terminal. No era Remy, por supuesto. Ni siquiera Beau, la
abuela, o Charmaine.

Era David.

No tenía ni idea como la había encontrado, o por qué estaba allí. En ese
momento, no importaba. Representaba una cara familiar en un mundo
que estaba colapsando a su alrededor. Sin pensarlo, se encontró corriendo
a sus brazos abiertos.

***

Lo que ves no siempre es lo que parece


327

Remy dio la vuelta por la parte lateral del edificio y se detuvo en seco.

Rachel. ¡En los brazos de otro hombre! Un desconocido. Él sabía,


simplemente lo sabía, sin nunca haberlo conocido o incluso ver su foto,
era el infame ex-prometido.

Si su corazón le dolía antes, se sentía como si estuviera siendo arrancado


directamente de su pecho ahora. Rachel, su Rachel, dejando que otro
hombre la sostuviera. ¿Cómo podía?

¿Había llamado al imbécil?

¿Iba a regresar con el imbécil?

¿Qué pasó con el amor que me profesaba?

Casi de inmediato, Remy se retractó.

Debería haberle dicho que me iba.

Debería haberla llamado.

Debería haber ido a recogerla.

Debería haber venido antes.

Remy estaba tan confundido que no sabía qué hacer. Tal vez debería
esperar y pensar antes de acercarse a ella, estar seguro de lo que quería, o
más exactamente, estaba dispuesto a ceder para quedarse con ella.

El que se duerme, pierde, la voz en su cabeza aconsejó.

—¡Cállate!
—Hey, ni siquiera hemos dicho nada —dijo Luc, caminando hacia él, con
Tee-John a su lado.

—Hola a ti también —dijo Remy malhumorado.

—Ve tras ella —dijo Luc, asintiendo con la cabeza hacia donde Rachel
estaba caminando dentro de la terminal con el brazo del tipo por encima
de su hombro. Quería arrancar el brazo del tipo de sus articulaciones por
tomarse tantas libertades, pero no tenía ningún derecho. Negó con la
cabeza. 328
—Quieres hacerlo. Hazlo, por todos los cielos.

—¡No!

—Ella es muy agradable —intervino Tee-John—. La hiciste llorar mucho.


Trató de esconderlo, pero nos dimos cuenta.

No podía aguantar mucho más de esto.

—Gracias por ayudarme —les dijo a ambos y se volvió hacia el


estacionamiento. Deseaba que Luc y Tee-John simplemente se fueran a
casa y lo dejaran solo. Necesitaba estar solo, preferiblemente con una
botella de alcohol. Dos días de borrachera aparecieron en la agenda. Pero,
no, las dos espinas en el culo cayeron a su lado.

—¿Sabías que puedes tener relaciones sexuales con una chica cuando ella
está en sus días? —anunció Tee-John de repente.

Él y Luc se volvieron boquiabiertos para mirar a su hermano.

—¿Qué? Es cierto. Rachel lo dijo.

—No puedo imaginar una conversación en el mundo en la que ese tema


podría haber surgido. —Luc estaba sacudiendo la cabeza sin remedio
hacia Tee-John, quien se limitó a sonreír.

—Le pregunté. ¿Qué hay de malo en eso? Nadie me dice nada.

—Eres increíble —fue lo único que Remy se le ocurrió decir.

Entonces Tee-John comenzó:

—Remy, ¿has tenido alguna vez…

—No preguntes. No preguntes —aconsejó Luc estallando de risa.


Remy no había tomado en cuenta otros consejos de Luc. ¿Por qué debería
empezar ahora?

—¿He tenido alguna vez qué?

—¿Un anillo para el pene?

Remy estalló en una risa histérica entonces. Y no se detuvo hasta que las
lágrimas llenaron sus ojos y rodaron por sus mejillas.

Luc entendió, sin embargo, como siempre. Serpenteó su brazo alrededor de 329
su hombro y apretó.

—Puedes arreglar esto, Remy. Mañana.

Desafortunadamente, sabía que para algunos chicos, el mañana nunca


llegaba.
Capítulo 20
Traducido por ஓ¥anliஓ

Corregido por AriannysG


330
A veces, la rana se convierte en príncipe, y a veces...

―¿Por qué has venido aquí, David?

Rachel se apoyó contra el reposacabezas, inhalando el rico aroma del


cuero suave como mantequilla, color platino del BMW de David mientras
se dirigían hacia Houma. El auto se deslizaba como la seda, nunca se
sentía un bache de la carretera, o se escuchaba un ruido de tráfico del
exterior.

Después de semanas de vivir prácticamente a la intemperie con todos los


sonidos y los olores de la naturaleza asaltándola a cada paso, el lujo del
auto de David la golpeaba de la manera más extraña. Pronto se dio cuenta
de lo que era. Se sentía como si estuviera en un ataúd.

―Vine porque te amo ―dijo la cuestión con total naturalidad.

Bueno eso sorprendió a Rachel. Ella se enderezó y lo miró con interés. A


decir verdad, había estado esperando que él preguntara por su precioso
jarrón de Roseville.

―Nunca dudé de que me amaras, David.

―Sí, bueno, me he comportado como un idiota. Me di cuenta de eso poco


después de que te fuiste. Espero que me perdones y vuelvas.

¡Sorpresa, sorpresa!

David llevaba una camisa de golf Ralph Lauren y pantalones Boss con
pliegues perfectamente planchados y mocasines de diseñador, vestimenta
casual para él. Su cabello estaba perfectamente peinado. Su loción para
después del afeitado era sutil y costosa. Era un hombre de buen aspecto.
En buena forma física. Inteligente. Un médico, por amor de Dios.

Pero Rachel no sintió nada cuando lo miró, y eso la hizo sentirse bien.

―Estás sonriendo ―dijo―. Lo tomo como una buena señal.

―David… ―empezó a decir. Debió haber habido algo en su voz que le


alertó de posibles malas noticias.

―No digas nada ahora. ―Puso una mano sobre la de ella en el asiento, y la 331
mantuvo allí―. Has pasado por un calvario, cariño. Necesitas descansar y
recuperarte. Vamos a ver cómo van las cosas mientras estoy aquí. Vamos a
ir a cenar. Ver algunos lugares. Luego, podemos hablar. ¿De acuerdo?

―Te vas a quedar aquí, en Louisiana? ―Por su vida, que no podía


imaginarse a David bajando al bayou―. ¿Por cuánto tiempo?

―Tres días, máximo.

Máximo significaba que él esperaba que capitulara antes de esa fecha.


Rachel no tenía el corazón para discutir con él sobre eso ahora mismo.
Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Y había pasado por un calvario,
seguro.

―Gira aquí ―dijo, y luego le dio la dirección de la casa de su abuela―.


¿Cómo me has encontrado, por cierto?

Él le guiñó un ojo.

¿Cómo era posible que un guiño de Remy hiciera que sus huesos se
derritieran, y el guiño de David no le hiciera nada? ¿Cómo era que David
fuera un espécimen físico casi perfecto, excepto por la calvicie en
crecimiento, mientras que Remy tenía la piel medio destrozada, y sin
embargo, no había ninguna duda en su mente de que era el hombre más
atractivo?

―En realidad, le hice una cirugía en la nariz a la esposa de un funcionario


de la DEA la semana pasada. Le di un descuento en el precio, y él me dio
un poco de información privilegiada. No me mires así. Es el Club de
variantes de Trueques, bebé. Esa es la manera de hacer las cosas en la
capital.
―Bueno, todo el lío de las drogas ha terminado. Es increíble cómo me
involucré desde el principio. Un caso puro de estar en el lugar equivocado
en el momento equivocado.

Él asintió.

―Me puedes dar los detalles más adelante. Háblame de tu abuela. ¿Estás
disfrutando de tu visita? ¿Cómo es ella?

―Lo sabrás muy pronto. Ese es el camino correcto allí. Ve a la izquierda,


332
luego, un giro de 90° a la derecha en el camino de entrada. ―El camión
rojo de Hank seguía estacionado junto a la casa.

David se quedó con la boca abierta.

―¡Eso es una cabaña, una maldita cabaña salida justo de una caricatura
de Dogpatch! ―No se dio cuenta cuán ofensivas fueron sus palabras.

―¿Y? ―dijo, erizándose.

Debió de darse cuenta de su error, porque se apresuró a añadir:

―¡Cuan pintoresca!

Su abuela ya estaba bajando las escaleras, y Beau estaba parado en el


porche.

Ella escuchó activarse la cerradura eléctrica de las puertas.

—Ten cuidado, Rachel. Esa vieja arpía parece peligrosa, y ese tipo de
peinado barato con el rifle no parece nada mejor.

―¡David! Esa es mi abuela y mi primo.

Su mandíbula prácticamente cayó hasta el borde de su Polo.

—¡Ni hablar! ―Luego―. ¡Oh, Rach! Pobrecita has pasado por un calvario
en más de una forma.

Ella apretó el botón para bajar la ventanilla y gritó:

―¡Nana! Estoy en casa. ―Ella no iba a permitir que David estropeara su


regreso a casa.

Su abuela sonrió ampliamente mientras cojeaba rápidamente hacia ella. Al


cruzar el patio, escupió un chorro de jugo de tabaco en la hierba.
David gimió y puso su rostro contra el volante.

Rachel sonrió ante la incomodidad de él. Sólo podía imaginar lo


horrorizado que debía estar. En su defensa, ella recordó estando un poco
consternada por sí misma, al principio.

―Abre la puerta, David.

Lo hizo, después de levantar la cabeza y quedarse mirándola tristemente.

Sintió pena por él, pero sólo por un segundo. Porque entonces, justo antes 333
de que ella saliera de su vehículo, dijo la única cosa ajustó todo para ella.

―Sólo por curiosidad, ¿dónde está mi jarrón Roseville? ―Y si eso no fuera


suficiente, cuando empezó a salir del auto, observó con alarma―. Cariño,
¿has ganado peso? ―Él estaba mirando fijamente su trasero.

***

Sólo el solitario

Dos semanas después, Remy era tan miserable que apenas podía
funcionar. Había intentado beber, leer, trabajar, incluso los bolos, ¿si eso
no fuera patético, que era? Pero nada podía quitarle de la cabeza a Rachel.

Había escuchado que el amigo doctor había dejado la ciudad, pero no


estaba seguro de si era o no significativo, porque él también había oído que
Rachel estaba haciendo planes para irse por sí misma. De hecho,
Charmaine se había esmerado en desocuparse e informarle de que ella y
Rachel habían ido juntas de compras para los regalos de despedida. Todo
el tiempo Charmaine transmitía esta información, fulminándolo con la
mirada y murmuraba:

―¡Hablando de hombres tontos!

―¿Qué demonios estás haciendo? ―dijo Luc mientras entraba a su casa


flotante y se resbalaba en una de las docenas de pelotas de ping pong que
cubrían el suelo.
¡Genial! Eso es lo que necesito en el estado de ánimo que me encuentro.
Compañía.

―Jugando ping-pong en canasta. ¿No es obvio? ―Remy estaba recostado


en una silla al otro lado de la habitación, tirando las bolitas de plástico en
el florero de cerámica sobre la mesa junto a la puerta. Se estaba volviendo
muy bueno en eso, también. Algunos de ellos se sumergieron en grandes
tiros de arco frente a la habitación. Algunos los hacía rebotar en la pared
primero. Era una señal de su extremo aburrimiento o la depresión, así él
conseguía su diversión―. ¿Qué estás haciendo aquí, en un día de trabajo 334
todavía?

―Tante Lulu y Sylvie me hicieron venir. ―Él arqueó una ceja ante esa
noticia―. Están preocupadas por ti. Yo también.

―Dejen de preocuparse. Soy un niño grande.

―En ocasiones no actúas como tal. ―Luc se acercó a la nevera y sacó una
botella de cuello largo.

―Mon Dieu, viniste a darme una lección de hermano mayor, ¿verdad?

―¡Has dado en el clavo! ―Luc tomó un largo trago de cerveza y miró


alrededor de la sala, como si la notara por primera vez―. Hey, la casa
flotante se ve muy bien, aparte de las pelotas de ping pong. Rachel te Feng
Shuizó muy bien. ―Caminó alrededor de la sala examinando la claraboya,
los cojines de felpa en los asientos de ventana, las cortinas, el área de la
cocina. Luego inclinó la cabeza en el dormitorio y le sonrió―. Muuuy
agradable. Me gusta especialmente el santuario con todas esas cositas de
corazones, y esa vieja planta grande que se parece a las condenadas
lenguas rojas que sobresalen hacia ti.

―Eso último probablemente fue un gesto simbólico de Rachel.

―Por supuesto. ―Volviendo a la zona principal Luc se asomó al cuarto de


baño y le dijo―: ¡Que desgraciado! Yo quiero uno de esos. ―Se refería a la
ducha de alta tecnología, por supuesto―. No hay mucho espacio para
orinar o lavarse los dientes, pero ¿a quién diablos le importa con esa meca
del masaje.

―Rachel hizo un buen trabajo ―admitió Remy.


Luc acercó una silla para sentarse a su lado y trató unos pocos disparos
de ping-pong, la mayoría de las cuales rebotaron en el florero.

—Espero que la cosa no sea cara.

Remy se encogió de hombros.

―Estoy seguro de que no lo es o Rachel me lo hubiera facturado.

―¿Has hablado con ella? ―Remy sacudió la cabeza―. ¿La has llamado?
335
―Llamé ayer... cinco veces. Ella se negó a hablar conmigo.

―¿Cuántas veces has llamado antes de eso? ―Remy se negó a


responder―. ¿Cuántas veces has ido por ahí? ―Remy todavía se negó a
responder―. Oh, por favor, no me digas que esperaste dos malditas
semanas y ¿luego hiciste algo tan impersonal como llamarla por teléfono?
¡Qué vergüenza! ¿No te he enseñado nada sobre las mujeres?

―Aparentemente no. Además, su novio estaba allí, en primer lugar.

―Dame un respiro, hermano. Nunca has tenido miedo de la competencia


ni un día en tu vida. Tiene que haber alguna otra razón. Has tenido una
discusión. ¡Gran cosa! ¿Qué puede ser tan importante que metiste la cola
entre las patas y saliste corriendo?

Luc estaba realmente empezando a molestarlo.

―Ni siquiera me conoces. Así que no trates de psicoanalizarme.

Aturdido, Luc se volvió en su asiento para mirarlo directamente.

―¿No te conozco? ¿Estás loco? Te conozco por dentro y por fuera.

―No, no lo haces.

―Cuéntame, Remy. Por el amor de Dios, puedo ver que eso te está
comiendo vivo. ¿Qué es lo que pasa?

―No puedo tener hijos. ―Inmediatamente, cerró los ojos y se pellizcó el


puente de su nariz. ¿Cómo podía haber soltado su secreto después de
todos estos años?

―¿No puedes o no quieres?


―No puedo.

―¿Nunca?

―Jamás.

El silencio reinó por un instante que pareció un año. Cuando abrió los
ojos, Luc estaba de pie frente a él con lágrimas en los ojos. ¡Lágrimas, por
el amor de Dios! Antes de que tuviera la oportunidad de empujarlo a un
lado, su hermano le detuvo y lo metió entre sus brazos, dándole un fuerte
336
abrazo.

―¡Por los clavos de Jesucristo, Remy! ¿Por qué no me lo dijiste?

―Porque sabía que ibas a comportarte así ―dijo Remy, poniendo a su


hermano a un lado, con suavidad―. Lo que no necesito más en mi vida es
lástima.

―No me compadezco de ti, estúpido. Siento tu dolor de la misma forma en


que lo harías por mí. Pero, maldita sea, no es el fin del mundo.

―Es fácil para ti decirlo, con tres hijos y una vasectomía.

Luc contuvo el aliento ante el insulto. Probablemente lo golpearía si no


fueran hermanos.

―Así que, Rachel te dejó porque no puedes tener hijos, ¿no?

―Diablos, no.

―¿Entonces qué? Es obvio que la ames, y viceversa.

―Al principio, estaba furiosa porque no le dije. Luego me enojé con ella
porque fue y discutió mi esterilidad con dos de sus amigas, un gran abuso
de confianza. Luego se sintió herida por mí, porque hice un comentario
idiota sobre nunca querer adoptar niños monstruos no deseados de
familias de acogidas.

―Déjame adivinar. ¿Rachel estuvo en familia de acogida un tiempo?

―Bingo.

Luc sacudió la cabeza ante su desesperación.


―Y luego te fuiste sin decirle, ni llamaste para decirle que estabas bien, y
no volviste para recogerla por ti mismo. ¿Eso lo resume aproximadamente?

―Sí.

―Yo diría que la pizarra de agravios está más o menos nivelada, pero
perdiste la gran marca, cuando no te pusiste en contacto con ella durante
dos estúpidas semanas. ¿Por qué no vas allí?

―Gizelle probablemente me habría recibido con una pistola.


337
―Hablando de Gizelle...

―La reunión de la semana pasada se reprogramó para mañana en tu


oficina, como sabrías si hubieras consultado el calendario de tu secretaria.

―Oh, Remy, ¿qué voy a hacer contigo? ¿Tener hijos es tan importante para
ti?

―Sí, creo que sí.

―Tú y Rachel solos... ¿Eso no sería suficiente?

―Lo sería para mí. No estoy seguro acerca de ella. La familia está muy
arriba en su lista de prioridades. Ella envidia a nuestra familia, si no lo
puedes creer.

―¿Qué pasa con la adopción?

―Eso es lo que dijo. Pero, Luc, si adopto niños, la gente sabría de otro de
mis defectos.

―Estás bien jodido si eso te molesta tanto.

―¿Qué se supone que significa eso?

―¿Amas a Rachel?

―Sí.

―¿Eres miserable sin ella? ―Remy miró fijamente a las pelotas de ping
pong rodeándolos―. Entonces, ¿por qué das la cola de un cerdo a lo que
piensen los demás, si la adopción de un niño les hace felices a ambos? Y,
además, todo este desastre no se trata de niños, y tú lo sabes. Si tú y
Rachel se amaban, el resto podría ser resuelto de alguna manera... con o
sin niños.

―Probablemente sea demasiado tarde.

―¿Cómo lo sabes si realmente no lo intentas?

***
338

Hola y Adiós

Rachel tenía la intención de partir la próxima semana para Washington.

Probablemente regresaría a Louisiana de nuevo algún día para otra visita,


pero no por mucho, mucho tiempo. Ella había invitado a su abuela y a
Beau para que la fueran a visitar en Navidad, estaría instalada en su
propia casa en ese entonces, y, aunque Nana había puesto reparos al
principio, no había realmente dicho que no.

David finalmente había regresado a la ciudad después de sus "tres días


máximo." Le había tomado todo este tiempo convencerlo de que su relación
estaba verdadera y finalmente terminada. No tenía ninguna intención de
volver a verlo. Tal vez él realmente la amaba. Por otra parte, sus últimas
palabras para ella, una vez que aceptó su decisión, fueron las preguntas
sobre su desaparecido florero y una sugerencia no-tan-sutil de que
invirtiera en una nueva máquina Buster Butt. Además de eso, estaba
bastante segura de que el amor de David no podía soportar una abuela-
política quien podría escupir jugo de tabaco en sus zapatos de cuero de
diseño.

Ya había llamado a Daphne y le dijo cuando iba a volver a trabajar.

Ya les había dado a su abuela y a Beau sus regalos de despedida. Ya había


terminado su trabajo en el spa de Charmaine y en la casa flotante de
Remy. Por supuesto había supervisado el trabajo final en la casa flotante,
pero siempre cuando Remy estaba lejos. No tenía ni idea de cómo Remy se
sentía por las reformas porque ella sólo le había enviado un recibo.
Charmaine, por otra parte, estaba en éxtasis durante el trabajo, pero muy
especialmente la ventana acuario que había sido instalada hace dos días.
El periódico local, incluso hizo una historia sobre eso, lo que debería
aumentar aún más los ingresos del spa.

A lo largo de todo esto, Rachel funcionó como un zombi. Entumecida era la


única manera de describir sus sentimientos. No se permitiría a si misma
pensar sobre Remy en absoluto o se vendría abajo. Había tantas cosas que
él había hecho que no podía perdonar, pero lo más importante fueron las
cosas que no había hecho. Él no le había dicho acerca de su esterilidad
hasta después de que estuvieron involucrados. No le había informado que 339
él trabajaba con la DEA. No le había dicho que se iba de la cabaña. No la
había llamado para decirle que estaba herido, pero a salvo. No había
venido a buscarla. Y, lo más doloroso de todo, no había intentado ponerse
en contacto con ella durante dos semanas enteras. ¡El muy idiota! ¡Como
si fuera a hablar con él después de tanto tiempo!

―Rachel, cariño, voy a la ciudad. Beau me va a llevar ―dijo Nana. Rachel


estaba sentada en el porche tejiendo un tapete, realizando algunos
ejercicios rudimentarios que su abuela le había enseñado. Con sus dedos
torpes, probablemente no será más que una agarradera―. ¿Hay algo que
quieres que recoja?

Levantó la vista para ver a su abuela más vestida de lo habitual. Llevaba


una falda negra larga y una blusa túnica a juego con cinturón, ambos
ribeteados con finos bordados, multicolores. En sus pies llevaba zapatillas
de deporte negras que hacían juego con su traje. Su pelo gris estaba
recogido en una especie de moño en el cuello. Y no había ningún bulto de
tabaco en sus mejillas. Caramba, casi parecía una abuela real.

―No, estoy bien. Este tapete no va a ninguna parte para mí, sin embargo.
Supongo que me iré dentro y copiare algunas recetas más. Tratare con el
jambalaya esta noche. ―Rachel había estado copiando las recetas de la
familia Fortier de un viejo diario que había sido transmitido en la familia
de Nana. Algunos de los comentarios de Nana, o de sus predecesores, en el
diario eran políticamente incorrectos por lo menos. Por ejemplo, Rachel
había aprendido que cada plato cajún comenzaba con una Roux (Salsa
Rubia), La mejor Roux está hecha con manteca de cerdo y cocido a la
temperatura exacta. En el diario, se declaraba que el Roux debía ser "Color
caramelo como el trasero de un indio".
Rachel había estado experimentando con la cocina real, también, sobre
todo, con buenos resultados.

Nana asintió, pero dudó, a pesar de que Beau ya la estaba esperando en


su sedán oxidado.

―Cariño, no quiero que te aflijas más por ese Remy LeDeux. Lo superaras
con el tiempo. Me voy a asegurar de eso hoy mismo.

Rachel se giró en su taburete para obtener una mejor visión de su abuela.


340
―¿Qué quieres decir?

―Voy a venderle al zorrillo esos diez acres de tierra que quiere tanto.
Tengo una reunión en la oficina de su leguleyo hermano en una hora para
firmar los papeles. No tengas ninguna preocupación, sin embargo, no
necesito eso pedazo de pantano de todas formas. Todavía tengo cuarenta
acres restantes.

―¿Por qué? No lo entiendo. ¿Cómo vender tus tierras haría que lo supere?

―Bueno, verás, cariño, estuve de acuerdo en venderle la tierra con una


condición. Que él nunca te volvería a ver.

¿Puede mi corazón romperse algo más? ¡Oh, Dios mío!

―¿Y él estuvo de acuerdo?

―Oh, sí.

―¿Cuándo? ¿Cuándo estuvo de acuerdo con esto?

―Como hace dos semanas, antes de que te fueras a esa emergencia, pero
seguimos teniendo que posponer el arreglo.

La cabeza de Rachel de repente se quedó drenada de sangre y temblores


sacudieron su cuerpo.

Tuvo que aferrarse a la barandilla del porche para evitar caerse. Remy hizo
este acuerdo antes de que fuéramos a la cabaña. Él me hizo el amor allí,
sabiendo que iba a firmar este acuerdo cuando volviéramos. ¿Cuándo voy a
aprender a no confiar en un hombre?

―Bueno, cariño, no estés molesta. Tal vez no debería haberte dicho esto,
pero yo pensaba que tenías derecho a saber.
―No, Nana, tenías razón. ―Acerca de todo, incluyendo el zorrillo.

Bueno, esto tenía que ser el último clavo en el ataúd de su relación. El


cadáver había estado muerto por semanas, sólo que ella no había estado
dispuesta a admitir el hecho.

El ataúd estaba sellado y todo el lío enterrado, de una vez por todas.

Eso es lo que Rachel se dijo.

341

***

Si que tienes algo de osadía, hombre

Remy tenía un plan.

Cuídate de hombres con planes.

―Cállate, Judas. Esto va a funcionar. ―Por favor, Dios, permite que


funcione.

Dios está ocupado en este momento con un recital del coro celestial... o era
un encuentre entre los Angels Contra los Flyers Wild? En todo caso, él me
envió en su lugar.

―Estoy condenado.

Ha, ha, ha.

―Tu sarcasmo no es bienvenido. Un poco de aliento sería de gran ayuda,


sin embargo.

¡Ve tras ella, niño grande!

―¿Es eso lo mejor que puedes hacer?

Estoy rezando, estoy rezando.

La buena vieja Gizelle y Beau el Hombre con el corte raro estaban de


vuelta en la oficina de Luc en Houma recibiendo la noticia de que Remy
había cambiado de opinión sobre el negocio de la tierra. Remy calculó que
tenía una hora máximo para conseguir a Rachel sola y defender su caso
antes de que esos dos llegaran al galope de vuelta aquí para su rescate.
Esperaba que Rachel y él estuvieran cabalgando hacia la puesta de sol
para entonces, o al menos hacia su casa flotante.

Llamó suavemente a la puerta con tela metálica de Gizelle que estaba


abierta a la zona de cocina / sala de estar. Rachel estaba en el fregadero,
pelando verduras o algo así. ¡Santo Cielos! ¿Podría ser gumbo lo que
estaba a punto de cocinar? Ella odiaba el gumbo.
342
Rachel volvió la cabeza, y su boca se abrió. Con conmoción por su osadía,
o consternación por su atrevimiento, o asombro ante su buena apariencia,
no estaba seguro. Pero antes de que ella pudiera decir una palabra, él
entró.

―Rachel... ¿Cariño?

―Piérdete.

―Necesito hablar contigo.

―Yo diría que has perdido esa oportunidad de oro hace unas dos semanas,
más o menos uno o dos días. ―Continuó preparando el gumbo, ignorando
su presencia detrás de ella, al otro lado de la mesa.

―Tu ex-prometido estaba aquí. Quería darte la oportunidad de hacer las


paces con él, si eso es lo que querías.

―Patrañas! ―Ella estaba pelando la verdura sin dejar casi nada. Después
estaría pelándose el dedo índice.

Acercándose a su lado, tomó el cuchillo y la verdura de sus manos y las


puso en el fregadero.

―Mírame a mí, por favor.

―Remy, no hay nada más que decir. ―Ella lo miró entonces, pero había tal
dolor y rabia en sus ojos—. Por cierto, ¿por qué no estás en Houma firmar
los documentos legales para conseguir tu preciosa tierra?

Él contuvo el aliento. Así que, lo sabe. Tenía la esperanza de contárselo yo.

―No voy a firmar los papeles.

―¿Oh? ¿Una súbita explosión de culpa?


Ella no va a hacerlo tan fácil.

―No creo que tuve alguna vez la intención de firmarlos, no si eso


significaba aceptar que nunca te vuelva a ver.

―Bueno, peor para ti, porque me marcho, y no nos veremos el uno al otro
de nuevo. Así que también podría quedarte con la tierra. Si te das prisa,
todavía podrías llegar antes de que Nana se vaya.

Él hizo un gesto negativo.


343
―No quiero su tierra. Ni siquiera si no puedo tenerte. Siempre
representaría algo para mí que era, bueno, menos que honorable.

―En primer lugar, ya no hay ninguna cuestión relativa de "si no puedo


tenerte." No puedes. Segundo, estoy harta de tus decisiones honorables
porque, francamente, estoy siempre en el blanco de esa ética masculina
estúpida tuya.

―¿Qué se supone que significa eso? ―Él se enfadó ante el insulto


implícito.

―Significa que no me podías decir que estaba involucrado con la DEA


porque estabas éticamente obligado a guardar el secreto. Esto significa que
nadie en el sangriento mundo puede saber que tú tienes una escasez de
espermatozoides, porque, Dios no lo quiera, sería menos que honorables
no poder clonarte a ti mismo. Significa que tú pensabas que era honorable
hacerte a un lado por David, sin darme opción al respecto. Estos son sólo
algunos ejemplos. Habida cuenta del tiempo, probablemente podría
encontrar una docena más. En pocas palabras: tu orgullo masculino es
monumental, y tú estás demasiado ciego para ver que eso está afectando
completamente tu triste vida.

Bueno, cuando lo ves así...

―Te amo, Rachel.

―Bueno, como un no-tan-sabio hombre, tu… ―dijo una vez―. Lástima que
el amor no es suficiente.

―Yo puedo cambiar.

―Los azulejos pueden bailar la polca.


―¿Estás diciendo que no puedo cambiar?

―Estoy diciendo que no está en ti. Por ejemplo, ¿te molestaría si discuto
nuestros problemas con Tante Lulu, incluyendo tu esterilidad?

―¡Oh, no!

―Fíjate, no estás listo para cambiar.

―¿Tengo que dar saltos voladores de un solo golpe? ¿Qué tal unos pasos
de bebé en primer lugar? 344

―Remy, los pequeños pasos no van a hacerlo en este punto.

―Hablando de bebés ―dijo, y tragó saliva un par de veces sobre el


repentino nudo en la garganta―, yo estaría dispuesto a adoptar un bebé...
o niños grandes... si eso es lo que querías.

Eso llamó su atención. Se dio la vuelta y se apoyó en el fregadero, los


brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Serías un padre para los monstruos?

—Rachel, sabes que no quise decir eso.

Ella le lanzó una mirada de consideración.

—Sé que no lo hiciste —admitió ella―, pero también sé que no sería la


primera opción con ti. ¿Qué hay de la inseminación artificial? ¿Lo harías?

—¿Te refieres a, desahogarme en una botella y hacer que lo inserten en


ti?—Él se encogió ante la idea, pero con valor ofreció―. Sí, probablemente
lo haría.

—Me gustaría ver eso —dijo con una sonrisa.

—¿Te gustaría verme desahogándome en una botella? Hey, cualquier cosa


hala tu cadena, bebé.

—Eres todo un personaje, LeDeux. —Ella estaba más seria.

Al parecer, el humor no estaba funcionando.

—Dame una oportunidad de hacer las paces contigo, Rachel? ―Alargó la


mano hacia ella, pero ella retrocedió y se trasladó al otro lado de la mesa.
¿Era una buena o mala señal que necesitara mucho espacio entre ellos?
—Remy, soy sumamente frágil en este momento, y no puedo aguantar
mucho más. Ahora me doy cuenta de que estaba caminando con un
corazón de cristal cuando llegué aquí. Nunca debería haberme involucrado
con otro hombre tan pronto. Era una locura.

—La locura no es siempre una mala cosa, chère.

Ella sacudió la cabeza con tristeza hacia él.

—He sido lastimada mucho en los últimos meses... sobre todo por ti. Ni
345
siquiera sabía con seguridad si quiero tener hijos. Yo simplemente no
confío en ti. Nunca lo hice, en realidad. Se acabó. Realmente lo es.

—No, no voy a aceptar eso.

―Vas a tener que aceptarlo. Me voy el lunes.

Era martes. Eso significaba que tenía sólo seis días como máximo para
lograr reconquistarla. ¿Podría hacerlo? Con un poco de ayuda, tal vez. ¡Oh,
no! ¿De verdad iba a... pedirle ayuda a su familia?

Ella se acercó a él y le dio un suave beso en los labios.

―Adiós, Remy.

De ninguna manera iba a aceptar eso. Él la tiró de vuelta, le dio un beso


de verdad en los labios, uno que la dejó sin aliento y abierta para él. ¡Serán
condenados los corazones de cristal! Luego, él le dedico esa sonrisa lenta y
perezosa que amaba/odiaba.

―Hasta luego, cariño. Mejor levanta el puente levadizo, mi lady, porque


este caballero se prepara para la batalla.
Capítulo 21
Traducido por Curitiba
Corregido por Nanis

Un asunto de familia
346

—Tante Lulu, siéntate un minuto. Hay algo que tengo que hablar contigo.
—Era el día siguiente de su reunión con Rachel, y Remy no había hecho
muchos progresos hasta ahora.

Su tía levantó la vista de la olla de jambalaya que estaba revolviendo en la


estufa. Al ver la expresión seria en su rostro, inmediatamente puso a un
lado su cuchara de madera y se sentó a la mesa con él.

Afuera, Luc y Tee-John armaban las mesas para una comida estilo picnic.
Charmaine extendía los manteles. Sylvie estaba buscando a las tres nenas
por la corriente abajo. René, que pasaba en casa esta semana, estaba
tumbado en una hamaca, tomando el sol.

—No puedo tener hijos —le dijo sin preámbulos. De alguna manera, en las
últimas veinticuatro horas se había convencido a sí mismo que tenía que
revelar su secreto a su familia por lo menos. Fue liberador, de verdad.

—¿Entonces?

—¿Entonces? ¿Qué quiere decir “entonces”? —Se sorprendió Remy de que


su tía no estuviera boca abierta, pasmada.

—Eso ya lo sabía.

—¿Eh?

—Acorralé a tu médico después de tu décima operación, ¿o era la


undécima?, y le pregunté si esas quemaduras cerca de tus soldados iban
impedirte de tener bebés.

—¡Tante Lulu! ¿Lo sabes desde hace más de diez años y nunca ha dicho
nada?
Ella se encogió de hombros.

—¿Qué había que decir? —Le acarició la mano con suavidad—. Es´o no es
la peor cosa en el mundo, cariño. Cásate con una agradable chica cajún
que tenga chillones. O adopte algunos pequeños. O no tengas ninguno.
Estás vivo. Tienes todos tus miembros. Eres saludable. ¡Alabado sea el
Señor!

Él suspiró profundamente.
347
—Bueno, ¿por qué estás tan triste, muchacho? Apuesto que implica a esa
Yankee. ¡Oh, bueno! Cuéntame todo.

Lo hizo. Le dijo. Todo, incluyendo sus muchos errores con Rachel.

—¡Tsk, tsk-tsk-tsk! Nunca pensé crear a un tonto. Bueno, no hay nada


más que hacer, a no ser traerla de vuelta.

¡Como si no lo quisiera!

—Pero, ¿cómo?

—Vamos todos a unir nuestras mentes.

—¡No, no, no! No transforme esto en un gran asunto de familia.

—Cariño, ya es un asunto de familia. Lo que le sucede a uno de nosotros


sucede a todos.

A veces, su tía iba directamente el meollo del asunto. Familia. Aun así, no
necesitaba a su familia luchando en su nombre.

—No creo que…

—Shhhh. No te preocupes más. Ayúdame a llevar esta olla afuera.


La comida está lista. Vamos llenar nuestros estómagos. Nunca es bueno
hacer planes con el estómago vacío, es´o es lo que dicen algunos.

¿Planes? ¡Ooooh, muchacho!

Después que la cena ya había terminado y todos holgazanearan en las


mesas afuera, y las niñas estaban adentro tomando una siesta, y ellos ya
habían discutido demasiado los detalles de las lamentables acciones de
Remy con respecto a Rachel, Charmaine se levantó y dijo:

—Tengo una idea.


Todos la miraron con suspicacia. Las ideas de Charmaine generalmente
oscilaban desde vergonzosas a bizarras.

—¿Han visto la película, An Officer and a Gentleman56?—


Todo el mundo asintió vacilante, excepto Tante Lulu quien preguntó:

—¿Esa es con aquel muchacho Richard Gere? Incluso muestra su trasero


desnudo en esa película. ¡Quuué muchacho, él estaba caliente!

—¡Tante Lulu!—dijo Tee-John, como sorprendido, aunque sonrió.


348
—¿Cuál es tu punto, Charmaine?

—Todavía tienes el uniforme de gala de la Fuerza Aérea, ¿no?

—Sí —contestó Remy lentamente.

—¡Oh, Charmaine! Sé dónde quieres llegar con esto —dijo Sylvie—. Creo
que es una idea maravillosa.

—Como que hay que explicar a nosotros, tontos hombres —gruñó Luc.

—Bueno, ¿recuerdas esa escena final en la que Richard Gere llega a la


fábrica por Debra Winger? Él lleva su uniforme de la Fuerza Aérea, y…

—Era un uniforme de la Marina —señaló Remy.

Charmaine agitó su mano en el aire con desdén.

—Marina, Fuerzas Aéreas, ¿cuál es la diferencia? Las mujeres van como


moscas a la miel sobre los hombres de uniforme. —Charmaine siempre
tuvo una habilidad con las palabras.

Luc, Tee-John y René le sonrieran.

Como que hubiera alguna manera en este mundo de que estuviera


poniéndome ese uniforme lleno de bolas de naftalina. ¡Olvídate de eso!

—De todos modos, Richard Gere entra caminando a través de esta fábrica
para ir a buscar a su chica, y esa canción, “Up Where We
Belong57”tocando en el fondo... ya saben, “Love lifts us up where we

56
An Officer and a Gentleman: Una oficial y un Caballero: película estadounidense de
1982, dirigida por Taylor Hackford. Protagonizada por Richard Gere, Debra Winger, Louis
Gossett, Jr., David Keith y Lisa Blounten los papeles principales.
57Up Where We Belong: Encima de Donde Pertenecemos.
belong58…”la letra. Bueno, la toma en su brazos y la lleva hacia afuera,
mientras cada uno está cantando,Way to go, Paula'59. ¿Qué les parece?

—Tienes que estar bromeando —dijo Remy, con la boca abierta.

—Hmmmm —dijo Tante Lulu.

—Tiene posibilidades —dijo Sylvie.

—No puedo esperar para ver esto. ¿Puedo ser uno de los cantantes?—dijo
Tee- John. 349

—Como mosca para miel ¿eh, Charmaine? Quizá debería comprarme un


uniforme —dijo Luc, guiñando un ojo a su esposa.

—Eres lo suficientemente sexy sin uniforme —le dijo Sylvie.

—Buena respuesta —le indicó Luc con un beso rápido en los labios de su
esposa.

—Creo que están locos —dijo René.

—Gracias a Dios, alguien aquí está de acuerdo conmigo. —Remy posó la


mano en el brazo alrededor del hombro de René y lo apretó.

—No, lo que necesitamos aquí es un renacimiento de los Cajún Men.


¿Recuerdas, Luc, cuando hicimos una versión cajún de los Village People
para que pudiera reconquistar a Sylvie? Nos llamábamos The Village
People del sur de Louisiana.

—Recuerdo —dijo Luc con un gemido.

—Lo recuerdo, también —dijo Sylvie nostálgica.

—¡No! —dijo Remy enérgicamente.

Nadie siquiera lo miró.

—¿Puedo estar en el acto? —preguntó Tee-John—. Quiero ser el tipo


Carpintero. El que lleva un cinturón de herramientas. —Meneó las cejas
tan lascivamente como un chico de catorce años de edad, podría hacer.

—¡No! —repitió Remy.

58Lovelifts us up where we belong: El amor nos alza a la cima de donde pertenecemos.


Way to go, Paula: Así se hace, Paula.
59
—Tal vez podría usar mi acordeón y nada más —dijo René. Miró a Tante
Lulu, a continuación, añadió—:Tal vez no.

—¿Tengo que hacer un striptease con mi traje de abogado otra vez? —


preguntó Luc, con otro astuto guiño a su esposa—. ¡A Sylvie le encanta
cuando hago un striptease para ella!

Sylvie le clavó en las costillas, pero se ruborizó.

Hombre, oh, hombre, tengo una familia loca. Entonces se acordó de decir:
350
—¡No! —De nuevo. Pensó en algo que podría hacerlos cambiar de opinión—
. Ustedes saben que The Village People eran gays, ¿verdad?

Eso les dio una pausa a sus tres hermanos. Pero sólo por un segundo.
Luc le sonrió.

—Seremos los no-gays Village People.

—Silvia y yo podríamos ser las azafatas de la ceremonia —intervino


Charmaine—. Todavía tengo mi vestido corto ceñido de la última vez.
¿Conservaste el tuyo, Sylvie?

Al parecer, Sylvie sí lo hizo, lo que pareció sorprender a Luc.

—Lo mejor de todo, Remy saldrá vestido con su uniforme de la Fuerza


Aérea —anunció Charmaine de manera tajante.

Todos aplaudieran. Tontos imbéciles, todos ellos, incluyendo a Tante Lulu.

—¡No! —gritó Remy. Aunque eso no los detuvo.

—¿Dónde haríamos este evento? —preguntó René.

—Swampy sería demasiado obvio, y su tamaño no es lo suficientemente


grande.

—Lo sé —dijo Tante Lulu—. La iglesia de Nuestra Señora del Bayou tendrá
un día de campo este domingo. Puedes hacerlo allí como parte del
entretenimiento.

—Uh, no lo creo —declaró Luc—. Somos demasiado subidos de tono para


ellos.

¿Subido de tono? No soy subido de tono. Ni siquiera por Rachel. Bueno, en


privado, hasta podría, pero no en público.
—Lo sé, lo sé. —Charmaine saltaba de alegría, que era algo para ver con
ella en una camiseta ceñida que proclamaba, YO SOY PELO. Los vaqueros
sujetos a su cadera desafiaban la gravedad—. El Club de Mujeres de Dixie
tendrá una subasta de solteros y solteras el sábado. Estoy segura de que
ellos nos aplaudirían como entretenimiento adicional.

—Me parece bien —dijo René.

Traidor.
351
—No hay manera en el mundo que consigan hacer a Rachel ir a ese
programa.

—Bueno, en realidad, existe —proclamó el traidor de René—. Beau la


traerá.

—¿Y por qué él nos haría algún favor? —Quiso saber Luc.

—Porque sé que quiere ser un luchador profesional…

—¡Un luchador profesional! —exclamaron todos.

—…y resulta que conozco a un agente que representa a luchadores


profesionales.

—¿De dónde conoces a esta gente? —le preguntó Sylvie con asombro.

—Sobre todo de los bares, sospecho —dijo Luc a su esposa.

René ignoró el comentario de Luc y continuó:

—Me parece que un poco negociación al estilo bayou debe convencer a


Beau. —René se pavoneaba como si acabara de inventar los cangrejos.

Todos asintieron a la brillantez de René, excepto Remy, que puso su


rostro en las manos y gimió.

—Voy a decir una novena a San Judas para que este plan funcione—
añadió Tante Lulu al final como su contribución.

Te escucho, te escucho, ya saben quién lo dijo.

***
Macho, Macho Men

Rachel se sentó en una mesa del fondo con Beau en el Club de Mujeres de
Dixie en la subasta de solteros y solteras. Por lo menos quinientos
hombres y mujeres abarrotaban el salón de un hotel donde se celebraba el
evento con todas las entradas agotadas.
352
No quería venir, pero Beau le convenció. Su novia, Mary Sue, era una de
las solteras, y él dijo que se sentía incómodo llegando a un acontecimiento
tan presumido, solo. En realidad, se veía bastante agradable en un traje y
corbata con su mullet impecablemente peinado para la noche.

Además, Charmaine y Sylvie participaron en el programa de alguna


manera, y no le importaría verlas por una última vez antes de irse.
Charmaine había asegurado que Remy estaba fuera de la ciudad, así que,
no había posibilidad de encontrarse con él aquí.

En verdad, Rachel estaba disfrutando de un buen momento. Las melodías


de jazz suave tocadas por una banda local, proporcionaban un ambiente
adecuado. Al parecer, habría un programa de entretenimiento corto,
seguido de la subasta. Mientras tanto, a pesar de que Beau se quejaba de
vez en cuando que él preferiría tener una cerveza, bebió a sorbos una copa
de vino blanco, justo como ella lo hizo en el relajante ambiente.

Y relajarse era justo lo que necesitaba. Había estado en un estado horrible,


después de que había echado a Remy hace cuatro días. Al verlo
personalmente había tenido un efecto devastador en ella, pero estaba
segura de que había hecho lo correcto. Difícil, pero correcto. No había
estado mintiendo cuando le describió su fragilidad. Sus emociones
realmente necesitaban un poco de tranquilidad, sin-hombres-alrededor.

Tante Lulu se unió a ellos. Por una vez, parecía normal, llevaba un vestido
negro hasta las rodillas y zapatos y bolso a juego. Un collar de perlas
adornando un recatado escote. Su cabello era una masa de encantadoras
ondas grises.

—Rachel —dijo ella—. ¡Qué bueno verte de nuevo.

Rachel entrecerró los ojos hacia la anciana. Tante Lulu rara vez era
agradable con ella. No la quería. Algo estaba pasando.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Rachel.

—¿Qué? ¿No puedo hacer una oferta por un soltero?

Rachel arqueó las cejas incrédula.

—¿Está en busca de un hombre?

—¿Y por qué no? No estoy muerta.

Hmmmm. 353
—Acerca de Remy… —comenzó Tante Lulu.

Uh-oh.

—Por favor, no hable de Remy.

—No es su culpa, y no debes culparlo por eso.

—¿De qué?

—Ya lo sabes. —Ella rodó los ojos en forma significativa.

—¿Usted sabe de eso?

—Por supuesto que sé de eso. Lo he sabido desde hace mucho tiempo.

—Es una lástima que él nunca supo que usted lo sabía. —Rayos, se
trataba de una conversación inútil.

—Él lo hace ahora.

Quería preguntarle por la reacción de Remy ante esa revelación. Eso


probablemente debe ser el por qué estaba fuera de la ciudad, en algún
lugar lamiendo sus heridas.

Pero eso ya no era asunto de ella. Aun así, eso fue un avance si lo discutió
con su tía. Lástima que no voy a estar aquí para ver su gran progreso.
Bueno, no, no es tan malo. Eso es bueno. Aaarrgh!

—Camarero —llamó Tante Lulu al hombre con una bandeja que pasaba
por ellos—. Dele a esta señora otra copa. —Rachel pensó que ella había
añadido en voz baja—. Lo va a necesitar. —Pero ella sólo sonrió y se alejó.

—Eso fue muy extraño —comentó Beau.


—¿No fue así?

Entonces Charmaine y Sylvie pasaron, cada una dándole un cálido abrazo.


Los ojos de Rachel pareciera que iban salir de sus orbitas por sus
vestimentas, y la mandíbula de Beau estaba a punto de presionar el clip
de la corbata. Llevaban vestidos muy cortos de spandex con redondeados
escotes que bajaban hasta el final de sus espaldas. Sylvie estaba de rojo
fuego, y Charmaine de color rosa chocante. Llevaban medias negras y
tacón de aguja.
354
—Impresionante vestidos —dijo Rachel con humor seco.

—¿No lo son? —contestaran ambas mujeres lo que sorprendió a Rachel.


No de Charmaine pues las ropas escandalosas eran su norma. Pero Sylvie
usualmente se vestía de manera mucho más sutil.

—Los trajes son parte de nuestro vestuario —explicó Sylvie.

Oh, bueno, eso lo explica.

—Uh, Rachel, quería llamarte, pero no sabía muy bien cómo decirte esto,
—comenzó Sylvie—. Realmente deberías dar Remy otra oportunidad. El,
uh, problema que tiene... —Ella miró fijamente a Beau, como midiendo sus
palabras— …bueno, es comprensible el por qué iba a ser tan sensible al
respecto de eso.

—Sí, Remy es un tonto tarado un montón de veces. Todos los hombres lo


son, pero eso no debe ser una razón para una ruptura. —Charmaine
coqueteó con un chico de la mesa de al lado, mientras hablaba.

—¿Ustedes dos saben de eso, también? —Rachel realmente se


sorprendió—. ¿Remy repentinamente decidió divulgar su secreto al
mundo?

—¡No! Sólo a su familia —dijo Sylvie.

—Hey, camarero, ¿puede traer a esta señora otra copa de vino? —Ondeó
Charmaine por otro camarero que pasaba, al igual que Tante Lulu había
hecho.

¿Están todos tratando de emborracharme?

No tuvo tiempo para reflexionar sobre eso porque la banda de repente dejó
de tocar y la presidenta del evento apareció en el escenario. Ese debía ser
la señal de Charmaine y Sylvie para prepararse, también, porque se
alejaran, prometiendo hablar con ella más tarde.

Incluso mientras miraba a una nueva banda que se instalaba,


probablemente, una banda de rock por sus fachas, así como a la
presidenta pidiendo silencio en la sala para poder hablar, Rachel ponderó
las noticias que había oído. Remy finalmente había hablado de su
esterilidad con su familia. ¿Estaba haciendo eso debido a su insistencia?
¿Estaba dando esos gigantescos pasos que ella había mencionado?
¿Estaba tratando de demostrarle que podría, en efecto, cambiar? ¿Pensaba 355
que esto la haría cambiar de opinión? ¿Esto le haría cambiar de opinión?
No tenía ni idea. Era todo tan inesperado.

—Damas y caballeros, bienvenidos a la tercera edición anual de la


subasta de Solteros/Solteras del Dixie Club. Tenemos quince bellas
damas y quince magníficos hombres que se han ofrecido a participar en el
evento de este año. ¡Que todos se diviertan y hagan sus mejores ofertas!

Todo el mundo aplaudió.

—Tenemos variedad aquí hoy, gente, si nada más. Todo desde un modelo
de ropa interior, y él es un hombre, a un agente de bienes raíces... y ella es
una mujer. Tenemos un mecánico de automóviles, un piloto, un maestro,
un conductor de limusinas, una estrella de béisbol, un bailarín, un
músico, un médico, una enfermera, una stripper ... bueno, lo que quieran,
lo tenemos.

La gente se reía y ululaba sus opiniones.

—Todo el mundo consiguió sus tarjetas de puja cuando entraron.


Ténganlas a la mano para facilitar la subasta una vez que nos pongamos
en ello. Los corredores estarán estacionados alrededor la habitación.
Recuerden, también, que todo esto es por una buena causa, el Proyecto de
Concientización del Cáncer de Mama. Como pueden ver, tenemos una
pasarela de desfile que se extiende a través de la audiencia. Así que, si
todo el mundo permanece sentado, todos deben ser capaces de ver.

Rachel se dio cuenta por primera vez lo que la presidenta había señalado.
La pasarela estilo de moda y del espectáculo, entraba por el centro de la
habitación, perpendicular al escenario.

—Pero primero, tenemos un poco de entretenimiento de última hora para


ofrecerle antes de comenzar la subasta. El acto desafía la descripción.
Permítanme presentarles a ustedes a las azafatas, nuestras damas
Houma, Charmaine LeDeux y Sylvie LeDeux.

El público aplaudió cuando Charmaine y Sylvie salieran al escenario


juntas. Sylvie comenzó primero:

—Sólo quiero decir que los hombres cajún, o más bien The Village People
de Louisiana del Sur, hicieron un programa hace cuatro años en un evento
en beneficio de la Asociación de Camaroneros de Louisiana del Sur.
Fueran un gran éxito. —Puso los ojos en forma significativa a la audiencia 356
que silbó su apreciación.

—Han accedido a revivir su acto por segunda vez, sólo para nosotros —
añadió Charmaine—. Juran que será la última vez.

Las personas en la sala que al parecer recordaran la actuación anterior se


reían histéricamente. Rachel escuchó a una mujer en la mesa de al lado
cuando dijo:

—¡No vas a creer esto!

—Sin más —dijo Charmaine, y tanto ella como Sylvie gritaran en el


micrófono—: ¡The Cajún Men!

Las luces se atenuaron ligeramente en el público y los focos alumbraran a


la banda en el escenario que ya estaba tocando esa vieja canción, “Macho
Man”, excepto que los miembros de la banda habían cambiado la letra a,
“Cajún Man”. Y entonces, Rachel no podía creer lo que veía.

Salieran bailando René, que llevaba un chaleco sin camisa, jeans


ajustados y su acordeón. ¡Hable sobre el ritmo! Siguiéndole, estaba Tee-
John en un casco, nada de camisa, jeans ajustados y un cinturón de
herramientas. ¡Quién sabía que esos muchachos podrían menearse así! Luc
llevaba un traje con corbata floja y tirantes, lo cual Rachel sospecha iban a
caer en algún momento. Ya no veo nada de seriedad en el brillo de los ojos
de Luc.

El ex marido de Charmaine, Rusty Lanier, salió en un traje de vaquero. No


bailó en absoluto. De hecho, él golpeó Charmaine en el trasero mientras
pasaba y prácticamente miró airadamente a la audiencia. Rachel imaginó
que René lo debía haber estafado a participar, y no estaba muy feliz por
eso. Pero, ¡Dios mío, Charmaine! ¿Estás loca? Este tipo es precioso.
También había un bombero en pantalones de goma y una chaqueta y un
sombrero que se mantuvo agitando sus tirantes mientras bailaba y
cantaba.

Un policía hizo cosas escandalosas con su bastón de mando cuando guiñó


a las mujeres en la primera fila. Un jugador de fútbol de los New Orleans
Saints parecía que no tenía ropa interior por debajo de su uniforme,
aunque nadie se quejó, sobre todo cuando les dio la espalda y sacudió su
trasero. Un motociclista en cuero negro sacudió sus cadenas para ellas de
una manera muy interesante. Un nativo americano que llevaba el atuendo
tradicional indio de Louisiana giró su tomahawk60 de una manera que hizo 357
que algunas mujeres quisieran ser sus prisioneras.

Y un piloto, el mismo que había volado de regreso a Houma desde la


cabaña, llevaba una chaqueta de aviador y gafas de sol y parecía arrogante
y lo suficientemente caliente como para hacer a algunas mujeres del
público volar. A la música de “Macho Man”, todos bailaron y menearon y
en el caso de Luc y algunos otros, se quitaran algunas piezas de ropa, todo
el tiempo cantando a todo pulmón: “Ca-jun, Ca-jun Men. Quiero ser un
Ca-jun Men.” Bailaron y cantaron en el escenario, subiendo y bajando de
la pasarela, incluso tuvieran unos cuantos billetes metidos en el cinturón,
para la caridad.

Se portaron de maravilla. Rachel no podía creer que estos hombres, en su


mayoría los LeDeuxs o sus amigos, estaban tan seguros de sí mismos en
su masculinidad que podrían reírse de sí mismos de esta manera y que los
demás se rieran de ellos, también. Faltó, por supuesto, Remy. De hecho,
era una omisión evidente. Obviamente, sus inseguridades no podían
soportar este tipo de escrutinio. ¡Qué triste!

El número de baile se terminó y Rachel pensó que había acabado la


actuación, y que empezaría la subasta, pero, no, los Cajún Men se
pusieron a un lado, cinco de cada lado en una especie de camino.
Entonces Charmaine y Sylvie se aproximaran al micrófono.

—Dado que la subasta de hoy tiene que ver con el romance o la posibilidad
de eso, pensamos en dar un impulso adicional —dijo Sylvie.

60
Tomahawk: es un tipo de hacha originaria de Norteamérica. Los tomahawks fueron
originalmente herramientas usadas por los nativos americanos y los colonos europeos, y a
menudo eran usadas como armas de cuerpo a cuerpo o arrojadizas.
—Tú sabes, Sylv, las mujeres entienden del amor y el romance, pero los
hombres solamente no lo hacen —contribuyó Charmaine.

—Ellos se refieren a las películas románticas como películas para mujeres


—dijo Sylvie. Las mujeres en el público estuvieran de acuerdo con un
rotundo:

—¡Sí!

—Ellos piensan que pueden aprender sobre el romance en una revista


358
Playboy. —Charmaine se enganchó una mano en la cadera mientras
transmitía esa opinión.

Una gran cantidad de hombres del público se quejó, y uno gritó:

—¿Qué hay de malo en eso?

—Pregunte a cualquier mujer si puede nombrar las diez películas más


románticas, de esas que las hacen derretirse y suspirar, no tienen ningún
problema en absoluto —explicó Sylvie.

—Pregunte a un chico y él dirá “bah” o Duro de Matar. —Más gemidos


masculinos estallaran con la observación de Charmaine.

—Por ejemplo —dijo Sylvie—: Tome la película, An Officer and a


Gentleman... —De inmediato, la banda comenzó a tocar la trilla sonora
suavemente en el fondo. Era esa canción memorable, “Up Where We
Belong”.

A Rachel le encantó esa película.

—¿Hay una mujer en el mundo que haya visto esa película que no ha
derramado una lágrima o suspiró en la escena final en la que Richard Gere
en su uniforme militar llega y atrapa a Debra Winger en sus brazos, y todo
el tiempo la música resuena desde los altavoces? —El público se quedó en
silencio y Rachel podría jurar que escuchó un suspiro colectivo.

De repente, la luz se atenuó sobre Charmaine y Sylvie y brilló en cambio


sobre un hombre en la parte posterior del escenario vestido con un
uniforme blanco completado con sombrero. La banda, que había estado
tocando suavemente cogió ritmo y resonó la música. Charmaine y Sylvie
comenzaran a cantar, y el público se unió:

—El amor nos eleva a donde pertenecemos...


El oficial era precioso. Alto, moreno, y obviamente cajún. Él era Remy, por
supuesto.

Rachel había sido atrapada.

Pero no podía pensar en eso ahora. Remy estaba caminando con


determinación por el escenario, hacia la pasarela, al igual que el
condenado Richard Gere había hecho. Esto no era una fábrica, sino un
salón exclusivo de baile. ¡Ninguna diferencia! Rachel pronto se dio cuenta
de lo que se trataba todo esto. ¡Yo, por amor de Dios! Empezó a ponerse de 359
pie, con la intención de correr por su vida. Beau le puso una mano en el
hombro y la hizo retroceder.

—Siéntate —ordenó. Rachel habría protestado por su sorprendente acción,


pero no había tiempo.

Esto fue increíble. No sabía qué pensar. Sí, lo hizo. Remy había dejado de
lado su reticencia a dar la cara en público como este por ella. Él tomó la
gorra cuando llegó a la final de la pista y saltó. Todo el mundo tenía que
ver la piel destrozada con las luces sobre él. Él ni siquiera tembló. Su
concentración se centraba no en sí mismo, sino en ella.

¿Cómo podía no se sentirse halagada?

Él la amaba. Estaba dispuesto a cambiar. Ya había dado un primer paso


hablando con su familia. Ahora estaba diciendo de una manera muy
pública que no le importaba lo que pensaban los demás de sus
deformidades. Lo único que le importaba era ella.

Rachel parpadeó para contener las lágrimas y lo miró cuando se detuvo


junto a su mesa. Por un segundo, se limitó a mirar inquisitivamente a ella.

Ella asintió. Por supuesto, que asintió.

Él sonrió abiertamente, esa lenta sonrisa sexy que tanto amaba, y la atrajo
a sus brazos, sacándola de la habitación. Mientras que la multitud
aclamaba: “Way to go, Rachel” por iniciativa de Charmaine, y Remy puso
su gorra en la cabeza y le susurró:

—Ellos me obligaron a hacerlo. —Y Rachel empezó a creer que tal vez


había esperanza para ellos después de todo.

Por encima del hombro, vio a Luc, René, Tee-John, Sylvie y Charmaine,
todos sonriendo felices para ellos. Y vio Tante Lulu con su las manos
juntas, probablemente orando en agradecimiento a San Judas. Familia.
Eso es lo que Remy le ofreció aquí... no sólo amor, que es abrumador en su
desinterés, pero familia.

De repente, Rachel se dio cuenta de algo importante. No se iba a casa a


Washington. Ya estaba en casa.

***
360

A veces los hombres tontos hacen cosas inteligentes

Remy tomó a Raquel en el atrio de los jardines del hotel. Literalmente.

La había sacado del salón de baile y llevado por el pasillo y jardines del
hotel, en un sueño, aún conmocionado con el deleite de que Rachel no
estaba luchando en contra de su abrazo, sino, en cambio, le acariciaba con
el rostro en su cuello. Cuando la puso de pie detrás de un enorme árbol de
magnolia, comenzó inmediatamente a besarla con toda el hambre
acumulada en las últimas dos semanas. Y le devolvió los besos, igual de
ávida.

—Te quiero, Rachel. Juro por Dios que lo hago.

—Yo también te quiero, Remy. Nunca dejé de hacerlo.

—Perdóname, por favor. Me comporté mal.

Ella se llevó los dedos a sus labios.

—Yo reaccioné de forma exagerada y me comporté mal, también.

Se besaron un poco más, mucho más. Bajó la cabeza y abarcó a su pezón


a través de la seda de su vestido, chupándolo húmedamente. Ella gimió y
pasó la mano sobre la cresta de su erección. Él gimió entonces y comenzó
a subir su corto vestido hasta sus caderas. Ella gimió y le desabrochó el
cinturón.

Esto iba demasiado rápido en un lugar demasiado público. Aunque


estaban resguardados del resto del jardín por las ramas de magnolia,
seguía siendo público.
Él se retiró con una disciplina sobrehumana y le dijo:

—Rachel, vamos conseguir una habitación y subir hasta ella. Voy a salir
de este uniforme y hacer el amor contigo en una cama.

—¡Nunca en la vida, señor! —Ella se rió—. No te quitarás este uniforme


por un largo tiempo.

Él se echó a reír también. Al parecer, Charmaine había tenido razón. Las


mujeres iban como moscas a la miel sobre los uniformes. Se hizo una
361
promesa a sí mismo para no guardar el uniforme en bolas de naftalina
nuevamente. Lo usaría en ocasiones especiales, en muchas ocasiones
especiales.

Pero, espera, cuando Rachel desabrochó sus pantalones e insertó las


palmas en la parte posterior de sus boxeadores, ahuecando su trasero.
¡Santo caballo! Whooo!

Tuvo mucho trabajo para mantener el ritmo. Él levantó su vestido el resto


del camino, más allá de su cintura, y deslizó sus bragas. Ella empujó sus
pantalones y calzoncillos hasta sus caderas antes de que él pudiera decir:

—¡Bien hecho, Rachel! —Y justo ya estaba dentro de su vagina caliente,


con la espalda en la pared y las rodillas temblando como un loco. Un
verdadero muro, seguro.

Al principio, no podía moverse, demasiado sorprendido y emocionado en la


posición que se encontraba. Si Luc estuviera aquí, ¡qué idea!, iba a decirle
que alabara a Dios y moviera las municiones. Cosa que hizo.

—Rachel, cariño —dijo casi al final cuando pudo sentir su clímax y el suyo
inminente—. ¿Quieres casarte conmigo?

—Sí, claro —dijo sin aliento—, esperaste hasta que estuviera débil antes de
hacerme ese pedido.

—¿Está débil, cariño?

—Huesos fusionados, de infarto, muriendo-lentamente-de-amor.

—Bien —dijo, y puso sus manos bajo su trasero, levantándola más alto
para que pudiera hundirse en ella una vez más. Ambos veían estrellas
entonces, el mejor tipo de estrellas eróticas.
Momentos más tarde, se hundieron en el suelo y se ajustaron la ropa. Ella
se sentó junto a él, con la cabeza sobre sus hombros. Los únicos sonidos
provenían del gorgoteo de la fuente y su respiración agitada. A lo lejos, se
podía escuchar un subastador rifando a los solteros y solteras.

—He estado tan miserable sin ti las últimas dos semanas —dijo ella—.
¿Qué has estado haciendo?

—Jugar al baloncesto con bolas de ping-pong con ese florero estúpido que
pusiste en mi casa flotante. 362
—¿Qué? —prácticamente gritó, volviéndose a mirarlo—. Remy, ese vaso
Roseville es una antigüedad, vale cerca de diez mil dólares. Robé, uh, lo
obtuve de David.

Eso lo sorprendió. No es que fuera una antigüedad, pero que lo hubiera


conseguido de su ex-novio, y luego puesto en su casa. Probablemente
hubo algún tipo de lógica macabra de venganza femenina involucrada.

—Hey, tal vez voy a jugar al baloncesto con bolas de ping-pong con él
cuando regrese a casa.

—No, tú no —aseveró—. Vamos a dárselo a David como un regalo de boda.

—¿David va a casar?

—No, nosotros lo haremos.

Y lo hicieron.

***

Una especie de amor cajún

La boda de Rachel Fortier y Remy LeDeux fue una especie de cosa tipo
cajún.

Padre Philippe realizó la tradicional ceremonia en la iglesia de Nuestra


Señora del Bayou, completa con esmóquines y vestidos formales, nada
más para satisfacer a Tante Lulu. Luc fue el padrino, con René, Beau y
Tee-John lo respaldaron como escoltas. Más de unas cuantas mujeres
suspiraban cuando estos pícaros cajúns caminaron por el pasillo.
Charmaine se pavoneaba feliz como madrina de honor con Jill, Laura y
Daphne por detrás de ella como damas de honor. Blanche, Camille y
Jeanette abrían el desfile de la novia en la iglesia cargando y regando las
flores, excepto la pequeña Jeanette que fue rescatada en el último minuto
por su timidez y tuvo que ser conducida hasta el altar por su padre.

El servicio de la iglesia pudo haber sido refinado y conservador. La


recepción fue todo lo contrario. La fiesta después de la iglesia era casual, 363
estilo el bajo cajún celebrado bajo las carpas sobre el Bayou Black en la
propiedad de Remy. Mesas plegables gimieran con la cantidad de los platos
habituales cajún servidos con mucha cerveza, Tiradores de Ostra y
limonada. Incluso Bueno para Nada llevaba una cinta roja alrededor de su
cuello escamoso en honor del evento; esto le tomó a Beau Fortier sólo
cinco horas de lucha con el lagarto para lograr esa hazaña. Beau iba a
comenzar su gira de lucha libre profesional la próxima semana como El
Monstruo del Pantano, gracias a la influencia de René, y afirmó que la
lucha contra el lagarto se sumaría a su acto. A lo que la mayoría de la
gente respondió:

—¡Conversemos acerca de eso!

Abuela Fortier robó el día, después de haberse sometido a un cambio de


imagen en el spa de Charmaine. Llevaba un traje de pantalón de seda gris,
pendientes de perlas, y zapatos de charol negro con tacones bajo. Su
desordenado cabello había sido cortado y con un elegante permanente. El
bigote había sido depilado, y lo mejor de todo, sin tabaco, al menos,
ninguno que alguien pudiera ver. Una reacia participante en las
festividades, Gizelle fue escuchada advirtiendo al novio:

—Dañas a mi nieta y pongo un gris-gris en tus partes de hombre. ¿Queda


claro? ¡Ya tengo la muñeca hecha... con un diminuto pipi de adolecente.

La respuesta de Remy fue tirar su cabeza hacia atrás y reírse, y luego


bailar con su abuelastra por el césped con la melodía de “Louisiana
Saturday Night” hasta que por fin ella se echó a reír también. Que un
LeDeux consiguiera sacar una sonrisa de un Fortier era considerado por
todos como una cosa notable.
Tante Lulu se comportó en la iglesia, pero llegó a la recepción vestida como
lo que algunos describieron como un traje de prostituta de calle Bourbon,
probablemente tomado de Charmaine.

—Ahora que Remy está resuelto, ¡tengo que buscarme un hombre —


explicó a unos ruborizados Luc y René. Tenía el ojo puesto en Santiago
Boudreaux, que tenía por lo menos ochenta y cinco años, pero todavía con
el brillo cajún en sus ojos. Probablemente sólo estaba bromeando con
ellos. Eso esperaban.
364
Y Tante Lulu se transformó a su modo de casamentera habitual cuando
vio a René danzando cinco veces consecutivas con Laura la amiga de
Washington de Rachel. Laura parecía bastante sorprendida por la atención
del guapo sinvergüenza con obvias malas intenciones, sobre todo cuando
bailó lento hacia a un lado y le robó un beso.

—Tal vez tengo que conseguir a alguien un baúl de ajuar —murmuró


Tante Lulu sin dirigirse a nadie en particular.

Valcour y Jolie LeDeux habían sido invitados, pero no se presentaron.


Todo el mundo dio un suspiro de alivio por eso.

La novia y el novio se quedaron en su ropa de boda, excepto que Remy se


quitó el saco, la corbata y faja.

—¿Hay algo más sexy que un hombre fornido de tirantes? —le preguntó su
novia, fingiendo desmayarse.

Rachel se quitó el velo y la cola desmontable y la capa para que quedara


en un vestido de color crema, hasta la rodilla, sin tirantes. La respuesta de
su novio a esta transformación fue una sonrisa lenta y sexy.

A medida que avanzaba la noche y la fiesta terminó, Remy y Rachel


caminaran hasta el bayou para estar solos por un rato.

—Te amaré por siempre, Rachel.

Y Rachel respondió de la única forma en que una chica cajún podría.

—Demuéstralo.
***

En algún lugar de la esfera celeste

—¡Lo hicimos! —le dijo San Judas a Dios, chocando los cinco.

—Remy fue algo difícil, pero finalmente le dimos la vuelta. Los buenos
siempre lo hacen —dijo Dios—. ¿Quién sigue?
365
—Bueno, esa Charmaine ha estado prevista para una buena sacudida
hace ya algún tiempo. Y René... ese chico necesita un ancla en su vida. A
quien quieras.

Dios suspiró.

—El trabajo de Dios nunca termina.


Epílogo
Traducido por Curitiba
Corregido por Nanis

366
Cinco años y seis hijos después

Remy y Rachel estaban tirados sobre una manta en el césped fuera de su


casa en el Bayou Black, una casa de madera de dos pisos, ocho
dormitorios. La casa flotante todavía estaba atracada colina abajo, pero se
utilizaba sólo para invitados ahora. Su abuelastra Gizelle no le había
vendido diez, pero sí veinte hectáreas para poder construir la casa y la
pista de aterrizaje.

Miraban a sus seis hijos jugar y pescar y tirar galletas de jengibre a Bueno
Para Nada. Sí, seis hijos. Se habían ido un poco por la borda en el negocio
de adopción, pero ¿cómo podían resistir a todos esos jóvenes necesitados
que habían descubierto, perdidos en el sistema de adopción?

Rashid de once años de edad, un huérfano negro de Baton Rouge


con dificultades de aprendizaje, pero con un talento musical que lo
colocaba en la categoría de prodigio, con diez años de edad, Maggie, una
niña con Síndrome de Down de Chicago, que siempre estaba sonriendo,
Andrew, un refugiado rumano de nueve años de edad, que podía lanzar
una pelota de fútbol como un mariscal de campo en principios, a pesar de
que habían llegado a ellos desnutridos y con la mitad del tamaño normal,
los gemelos, Evan y Stephan, quien se referían como Even-Steven, dos
pícaros de huesos ya, a la edad de trece años, y Suzanne, su querida cajún
de dos años de edad. Todos ellos habían sido considerados niños "difíciles
de colocar", al igual que Rachel había sido.

Su vida era un caos, pero Remy nunca había sido tan feliz. Este era su
destino, Rachel y estos niños.

—¿Te sientes bien, chère? —le preguntó. Con la cabeza apoyada en su


codo mientras estaba a su lado frente a ella, Remy le puso una mano en el
enorme bulto en su estómago.
Ella asintió alegremente.

Su hijo iba a nacer en un poco más de un mes, gracias al milagro de


la medicina moderna. Pero a veces, en medio de la noche, se preguntaba si
San Judas pudo haber jugado una parte.

¡Por supuesto!

367

FIN
368

Sobre la Autora

Sandra Hill vive con su marido y sus cuatro hijos. Aunque adora escribir,
Sandra confiesa que odiaba los trabajos de escritura en el colegio. Tras
varios años ejerciendo de periodista encontró su verdadera vocación,
escribir novelas románticas. Le encanta, y práctica, todo tipo de deportes
en sus ratos libres. Y si hay algo que destaque por encima de todo, en sus
libros, es su humor chispeante. Publicó su primera novela en 1994, y
desde entonces ha publicado más de veinte libros, consiguiendo un gran
éxito, sobre todo con sus series de "vikingos".

Sus libros tienen una característica común; todos ellos, de una manera o
de otra son un nuevo comienzo para sus protagonistas, ya sea por un
divorcio, por soledad, aburrimiento, insatisfacción, o viajes en el tiempo...
Según Sandra los lectores quieren saber que hay oportunidades.... para
nuevos comienzos.
369
Sinopsis
Charmaine LeDeux, quien posee no uno sino dos salones de belleza en el
bayou de Louisiana, tiene a un tiburón del préstamo en su cola. ¡Como si
eso no fuera suficientemente malo, Raoul Lanier, de quien creía haberse
divorciado hace unos años, le dice que todavía están casados! Además, 370
juntos han heredado el deteriorado rancho de ganado de su padre. Raoul
promete darle un verdadero divorcio honesto por Dios esta vez, sí le vende
su mitad del rancho. Pero ella decide que el rancho es el lugar perfecto
para ella, después de todo, es decir, el escondite perfecto para una mujer
que necesita tener un perfil bajo por un tiempo.

La última cosa que quiere Raoul es que Charmaine viva con él, pero ella
siempre ha sido terca. Pronto se apodera de la casa, añadiendo toques
femeninos en todas partes y teniendo a sus tres peones comiendo de su
mano. Cuando su tía abuela baila la danza del vientre y el resto del clan
LeDeux ven a cenar por Acción de Gracias, Raoul sabe que ha perdido la
pelea. Bien podría ceder a la tentación que aún despierta en él. Ahora
bien, si sólo pudiera mantenerla a salvo de la mafia Dixie que la busca y
convencerla de que vale la pena una segunda oportunidad en el amor.
371

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