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Julie Tolola
Sinopsis Capítulo 24
Capítulo 1 Capítulo 25
Capítulo 2 Capítulo 26
Capítulo 3 Capítulo 27
Capítulo 4 Capítulo 28
Capítulo 5 Capítulo 29
Capítulo 6 Capítulo 30
Capítulo 7 Capítulo 31
Capítulo 8 Capítulo 32
Capítulo 9 Capítulo 33
Capítulo 10 Capítulo 34
Capítulo 11 Capítulo 35
Capítulo 12 Capítulo 36
Capítulo 13 Capítulo 37
Capítulo 14 Capítulo 38
Capítulo 15 Capítulo 39
Capítulo 16 Capítulo 40
Capítulo 17 Capítulo 41
Capítulo 18 Capítulo 42
Capítulo 19 Capítulo 43
Capítulo 20 Capítulo 44
Capítulo 21 Life on the Level
Capítulo 22 Sobre la Autora
Capítulo 23
Sky Lopez pensó que lo tenía todo: el trabajo perfecto, la relación
perfecta, la vida perfecta… hasta que descubre que su no-tan-perfecto novio la
ha estado engañando. Así que cuando su tío le pide ayuda para organizar su
boda en los Hamptons, Sky aprovecha la oportunidad, abandonando sus
“perfectos” planes futuros en el espejo retrovisor.
La boda no resultó ser tan buena distracción como ella esperaba, porque
cuando sus parientes y amigos se dan cuenta de que está soltera, ponen a Sky
en su mira de casamenteros. No importa que tenga solo veinticuatro años. No
importa que no quiera conformarse con nadie más que con el Sr. Adecuado. Al
parecer todo el mundo en la vida de Sky quiere que ella se case y tenga bebés.
Tan pronto como ayer.
Así que cuando Hayden —un techador dulce y atractivo— se desploma
desde el techo y prácticamente cae en su regazo, ella no puede evitar pensar
que tal vez los chicos buenos simplemente caen del cielo.
Pronto Sky se encuentra haciendo malabarismos entre los planes de la
boda, el ex infiel que está tratando de recuperarla, el cirujano plástico lindo que
su familia piensa es perfecto para ella, y el techador atractivo que parece no
poder sacar de su mente.
A medida que la fecha de la boda se acerca, Sky tendrá que elegir a uno
—o ninguno— para evitar caer de la cornisa, y tal vez enamorarse.
On the Verge, #2
Traducido por Vane Black
Corregido por AmpaЯo
La felicidad viene con papas fritas y una Long Ireland súper fría, un tipo
de cerveza local. Tuvimos la suerte de conseguir una mesa antes de que llegara
la muchedumbre.
—¿Hablarás con ella o lo haré yo? —dice Leti en voz baja. Sumerge cinco
papas en mayonesa al mismo tiempo, luego en cátsup antes de comérselas. Está
hablando de River.
—Mira, no me importa si fuma —respondo—. Fumar significa que no
está haciendo otras cosas. Déjala por ahora. Cuando termine el verano, haré que
use el parche.
Leti no está de acuerdo, pero dejamos a River fumar sus cigarros baratos
en la esquina de la vergüenza. Todo lo que puedo pensar es que esta hermosa
chica no pertenece a ese grupo de hombres y mujeres viejos y curtidos que
parecen diez años mayores de lo que realmente son.
Cuando se une a nosotras, engancha sus delgados pero fuertes brazos
alrededor de nuestros cuellos y nos dice cuánto nos ama.
Las hago callarse. —Está comenzando.
Los conciertos de verano son bastante tranquilos. En su mayoría bandas
indie antiguas que tocan en pequeños espectáculos en la playa, e incluso
ciudades más pequeñas; sin embargo, son bastante geniales. Al crecer, las tres
gravitamos más hacia el rock y la música folk. Podría escuchar a Joni Mitchell y
Stevie Nicks durante día y noche.
Estoy tan perdida en la música, en la fresca brisa marina de la noche, en
el canto de una melodía que me hace cantar a pesar de que no sé la letra, que
casi no me doy cuenta de que Hayden me está mirando.
Una sacudida, como electricidad, me golpea y me hace sentar más recta.
River me mira con curiosidad, sonrío y señalo mi cerveza. Oculto mi rostro
detrás del borde de plástico y miro alrededor del lugar.
Las parejas bailan y se balancean al fácil rasgueo de la guitarra. Los niños
juegan con la arena que se amontona entre las tablas del piso. Leti mira de
forma soñadora al bajista que podría ser un clon de Clooney si Clooney fuera
clonado como un hippie.
Cuando lo miro de nuevo, todavía tiene su vista fija en mí. No lleva
camisa. ¿Por qué, en nombre de la dulce Virgen María, tiene que estar sin
camisa? Bien, estamos en la playa. La ropa mínima está bien en este entorno
social. Su sonrisa es brillante incluso en la noche. Su pelo rubio es grueso por el
agua salada. Sus pantalones cortos son negros, cubiertos con flores hawaianas
rosadas y azules.
Sus piernas están a horcajadas alrededor de un taburete de la barra, y por
primera vez noto cuán gruesas y poderosas son sus pantorrillas, como un
corredor o un jugador de fútbol.
Mi cara aún está enterrada en mi vaso, la cerveza, lentamente pero con
seguridad, baja por mi garganta, metabolizándose en un agradable zumbido a
través de mi piel.
Entonces recuerdo que no tiene camisa, y mis ojos bajan por el muy feliz
sendero de sus abdominales. Sus abdominales. Son algo tallado en oro. ¿Puedes
incluso tallar oro? No. Diamante. Un cristal duro como una roca que se formó a
partir del carbón y la presión y ¡oh, Dios mío!, mi cerveza se derrama por mi
barbilla.
Él me saluda con la mano, todavía sonriendo de esa forma ridícula suya.
Me limpio la barbilla y me golpeo ligeramente el pecho con una
servilleta. Leti mira lo que me tiene tan nerviosa y casi salta de su asiento.
Trata de susurrar: —Ese tipo te está mirando.
River gira, cien veces menos sutil que yo. —Parece familiar.
¿Dónde estaba? Los abdominales, cierto. Luego está su pecho. No es
demasiado exagerado como esos tipos que pasan horas bebiendo batidos de
proteína y presionándose en el banco de pesas. Es como si cada pectoral,
abdominal y bíceps hubieran sido cuidadosamente construidos a partir de
trabajo físico. Son músculos que nunca he visto en ningún chico con el que haya
salido. Bradley no sabría cómo hacer trabajos manuales así le golpearan en la
cabeza con un martillo.
Deja de pensar en Bradley.
Luego la música se detiene y todos aplauden. En tanto la primera banda
se desconecta y la siguiente se pone en marcha, Hayden salta de su taburete y
comienza a caminar hacia nosotras.
Leti salta y agita sus manos hacia mí. —Oh, Dios, viene a hablar con
nosotras. ¡Contigo!
River lo mira de reojo. —¿No parece familiar? ¿Es un actor? Espera...
¿Salió en Magic Mike?
—La última vez que lo viste, caía por un techo.
Leti grita y River se chupa los dientes y dice: —Sabía que había visto esos
abdominales antes.
—Shhh —les digo—. No sean raras.
—¿Cuándo hemos sido raras? —pregunta River.
Llevaría demasiado tiempo conmemorar la escuela secundaria en este
momento.
—Hola, señoritas —dice Hayden. Tiene un rebote en su paso.
—Te ves bien sin yeso y sangre encima —responde River.
Hayden se ríe. —Gracias por notarlo. Este es mi traje elegante después de
todo.
Leti lo observa. —¿Estás aquí solo? Soy Leti, por cierto. La prima
increíblemente disponible de Sky.
River levanta su vaso hacía él en forma de saludo. —River. Sí, ese es mi
verdadero nombre. Nada de bromas. Estoy segura de que recuerdas a Sky.
Aplaude y prácticamente lanza el puño al aire en son de triunfo. —Sabía
que averiguaría tu nombre.
Le doy a River mi mirada mortal.
Hayden extiende sus manos victoriosamente y me señala. —Sky.
—¿Qué? —Se encoge de hombros ella—. No sabía que lo mantenías en
secreto.
—No lo hacía. —Si estuviera usando pantalones, los suavizaría. Pero
como no, suavizo las arrugas imaginarias de mis piernas.
Hayden mira mi vaso vacío. —¿Puedo traerles otra ronda, señoritas?
Leti y River levantan sus vasos con sus sonrisas más encantadoras. —Por
favor y gracias, apuesto desconocido.
—Por favor, no hay desconocidos aquí —dice. Cuando habla, es difícil
quitarle los ojos de encima—. ¿Sky?
—Estoy bien —le respondo.
—No la escuches —dice Leti—. Está bebiendo Long Ireland.
Hayden me guiña un ojo. —Genial. Yo también.
Camina hacia la barra de madera, y nuestros ojos siguen los músculos de
su espalda.
—Si estuviera cubierto de tatuajes —dice Leti—, sería totalmente mi tipo.
—Silencio —dice River—, este es de Sky. Es un tonto. Un tonto atractivo
con un culo sólido como una roca, pero aun así. No podía dejar de mirarte.
—¿Podemos dejar esto en paz? —Hundo la cara en mis manos.
—Tú pediste esto —dice Leti—. No jodas con el Universo. Dijiste que el
hombre que querías no se caería del cielo. Y literalmente lo hizo. Uso apropiado
de la palabra literal, gracias.
—Mi vida no necesita asesoramiento —digo—. No estoy lista para nadie.
River guiña un ojo azul sensual. —¿Qué tal una aventura?
Puedo sentir que mi sangre se calienta por su sugestiva alegría, y por
Hayden mirando hacia atrás cada vez que tiene la oportunidad. —Vine a Los
Hampton para estar sola y tener espacio para pensar antes de que llegara la
boda loca. ¿Y qué obtengo? Familiares entrometidos y amigas que, se supone
deberían amarme, me empujan a la primera erección que ven.
—Técnicamente —dice Leti—, no tiene una erección. Pero si las cosas
funcionan, ¡podría! Y podría tener amigos para las amigas que amas.
Pongo los ojos en blanco.
River niega. —Mira, no estamos diciendo que te cases con él. Ni siquiera
que se lo hagas, aunque estoy segura de que podrías hacerlo si quisieras. Todo
lo que decimos es que se te presentó un chico súper sexy que claramente te
desea al grado de dar saltitos cuando le dijimos tu nombre. No dejes que tu
pasado de mierda recaiga sobre tu futuro. Esta es la sabiduría de River por la
noche. Ahora, ya viene, así que actúa como si no hubiéramos estado hablando
de él todo este tiempo.
Hayden toma asiento en nuestra mesa. —Aquí tienen, señoritas.
—¿Qué te hace pensar que somos señoritas? —le pregunta River.
Se encoge de hombros. —Bueno, mi madre me crio para tratar a todas las
mujeres como señoritas.
River toma la cerveza que le ofrece y sonríe. Es difícil hacer que River
sonría genuinamente. Contradice la personalidad ruda que ha cultivado a lo
largo de los años. —Es como si tomaras un giro equivocado de un cuento de
hadas. ¿Estás seguro de que eres de Nueva York?
—Nacido y criado en Long Island, con una pequeña estadía en el norte
del país —dice—. Pero esto está bastante lejos del este, Los Hampton son un
cuento de hadas tradicional para la gente de la ciudad.
—Oh, Dios mío, acabas de decir tradicional —expresa Leti.
Pone mi cerveza frente a mí y la golpea con la suya, inclinándose
ligeramente hacia mí.
—Gracias.
—Es un placer. —Mira hacia atrás cuando dos tipos gritan su nombre—.
Si me disculpan, voy a volver con mis amigos.
Veo que los ojos de Leti se abren como telescopios. River balancea su
cabeza hacia mí y bate esas abundantes pestañas oscuras. Extendiendo sus
manos en forma de súplica.
Uf, bien. El hecho de que quiera pensar y estar sola durante todo el
verano no significa que tenga que arrastrar a mis amigas a través de mi
cobardía. Hicimos un brindis. Un pacto.
—Sky —gimen mis mejores amigas. Me rindo.
—¡Hayden! Espera —digo.
Hayden gira sobre sus talones y esa sonrisa de un millón de vatios me
ciega. —¿Sí?
—Tú… deberías quedarte —le digo. Intentando no hacer una mueca de
dolor cuando las uñas emocionadas de River se clavan en mi pierna—. Aquí
hay mucho espacio.
Su sonrisa se tuerce en la más dulce y simpática expresión. —Pensé que
nunca lo pedirías.
Cuando se da la vuelta para llamar a sus amigos, Leti y River me llevan a
un abrazo de oso gigante. —Eres la mejor. Eres la reina. Tú mandas. Te lo
debemos.
Que no esté lista para hacer algo, no significa que no pueda dilucidar a la
hada madrina del sexo de verano para los demás.
Traducido por Bells767
Corregido por Anna Karol
River lo sigue, pero damos vueltas y vueltas sin señal del Mercedes
plateado. Ella me mira con un atisbo de preocupación en su rostro. La vi así la
última vez que tuvo problemas.
—Todos aquí tienen ese auto, Sky. ¿Su familia no va a Cape Cod durante
el verano?
Asiento, tomando mi bolso. —Tienes razón. Es como una analogía de
desorden de estrés postraumático por relación o algo así.
—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con él?
—El día que salí de Boston.
—Sky... —Aparta sus ojos de la carretera el tiempo suficiente para hacer
que la mire—. No te juzgaría.
—El mes pasado —digo—. Llamó solo para hablar. Para pedirme que
regresáramos. Dije que no. Llama de vez en cuando, pero yo no respondo. No
lo entiendo. Él puede mostrar su sonrisa y su Amex y conseguir cualquier chica.
Solo quiero que me deje en paz.
Cuando se detiene frente a nuestra casa, me muestra una sonrisa. —Esa
es la cosa. No eres cualquier chica, Sky.
Antes de que tenga la oportunidad de agradecerle por mantenerme
cuerda, mi madre sale corriendo por la puerta principal. Me saca del auto antes
de que River incluso golpee el freno.
Ma está usando su bonita blusa de seda, del tipo que solo se pone
cuando tenemos compañía para que no la vean en pantalones de terciopelo y
camisetas en casa.
—Ma, ¿qué estás haciendo?
Me lleva a la casa, pasa el vestíbulo, atraviesa la cocina y entra al
comedor donde todos comen.
Leti levanta la vista y me da una mirada de advertencia mientras muerde
un sándwich de bacon, lechuga y tomate. Niega con la cabeza. He visto esta
mirada antes, cuando estábamos en su fiesta de quince años y su madre nos
hizo bailar con “buenos chicos de su iglesia”. Leti me miró de reojo y murmuró:
—Corre —en voz baja.
Ahora puedo ver en su boca lo mismo: —Corre.
Excepto que no puedo. Todos me miran. La tía Cecy se está abanicando
con un abanillo metálico, María y Greg parecen contentos con sus refrescos, el
tío Peter quita la tapa de su cerveza con los dientes, y Las Viejas se llevan las
manos al corazón y suspiran como colegialas.
No. No. No. No.
Hay un extraño sentado en la mesa. Él no está comiendo. Es alto, moreno
y diabólicamente guapo de esa manera cuidada. Su vello facial está recortado
con tanta nitidez, apuesto a que tiene que darle forma profesional. Tiene el
cabello parado de la forma correcta en la parte delantera, sus cejas son gruesas y
largas, y no hay un cabello suelto a kilómetros de esa frente reluciente y suave.
Él mira por encima de su hombro, y puedo sentir sus ricos ojos marrones
observándome. Comienza con mis dedos de los pies. No me he hecho las uñas
en un par de semanas, pero el color no se ha ido. Rosa y feliz; el color que
siempre elijo cuando quiero hacerme sonreír.
Recuerdo la advertencia de mi madre esta mañana: —Usa algo bonito
hoy. Estoy cansada de verte en bikini y pantalones cortos.
Ella sabía.
Corre.
Es una trampa.
Luego mira mis piernas, recién lavadas, afeitadas y humectadas después
de mi carrera matutina. Me puse un vestido azul del color de los ojos de
Hayden.
Espera, ¿qué? El color de las flores de vinca, eso.
Debido a que mi madre quitó la banda de mi cabello cuando me sacó del
auto, mi pelo tiene ese extraño pliegue. Puedo sentir cómo lo suaviza y me tira
el pelo hacia atrás como si fuera un poodle muy querido.
—Xandro —dice mi madre—, recuerdas a Sky. Es enfermera. Te lo dije
antes.
Xandro se levanta de la mesa y oigo que alguien dice que es un caballero.
Es alto y musculoso. Su chaqueta es tan blanca que me recuerda el tiempo que
dejé mis tiras de blanqueamiento en mis dientes demasiado tiempo. Su camisa
debajo de un color salmón medio raro, lo que me hace pensar en mariscos, lo
que me hace pensar en Deep Blue Sea, lo que me recuerda que el restaurante
está cerrado y que tengo que contarle a todos.
Respiro profundamente.
—Mírala —susurra la abuela Gloria—, está nerviosa. Qué linda.
Vomito un poco en mi cabeza.
Xandro extiende sus dedos largos y delgados hacia mí. Podrían ser dedos
de un pianista o un violinista. Bradley tenía dedos largos y fuertes, pero
apestaba a cualquier entrenamiento musical de lujo que había recibido a lo
largo de los años. Sus manos eran buenas para cerveza pong, y bueno... otras
cosas.
Le estrecho la mano a Xandro, deseando poder protegerme de su mirada
oscura, y, oh sí, la otra docena de criaturas de mi familia que miran nuestro
intercambio.
—Sky —le digo—, pero estoy segura de que ya conoces mi tipo de sangre
gracias a esta multitud.
Él ríe. ¿Cómo es posible odiar la risa de alguien al instante? Bueno, lo es.
Hay algo que eriza mi piel. Es como si me estuviese persiguiendo, como “Oh,
eres linda”.
Mi mamá presiona sus manos en mi espalda. Puedo oír el tintineo de las
llaves en la entrada y los pies correteando escaleras arriba. River, esa perra
afortunada. Mi mamá me lleva dos pasos más cerca de Xandro para que pueda
oler su colonia de sacarina.
—Xandro es el hijo de Jimena —me dice—. ¿La recuerdas, no? Solían
vivir al lado de nosotros en Queens.
Recuerdo vagamente a un niño que era recogido y dejado por un
autobús escolar especial. Especial porque no era el de las escuelas públicas
amarillas a los que tenía que subirme. Los niños del vecindario se burlaban de
él cada vez que tenían la oportunidad debido a su uniforme recién planchado,
al peinado cuidadoso de su cabello. Un apodo viene a mis labios y se escapa:
—Fresa.
La sonrisa cortés de Xandro tambalea por un momento. —Nadie me ha
llamado así desde hace un tiempo.
Mis mejillas están rojas, pero no por la razón que todos sospechan. —Lo
siento, yo solo…
Él corrige su ceño fruncido y sonríe de nuevo. —Está bien. Fue hace
mucho tiempo. En realidad, estoy alquilando una casa en el vecindario.
Qué manera tan agradable de decir qué tan rico es sin decirlo realmente.
La cara de mi madre luce radiante, seguramente con la esperanza de que
me enamore locamente y pueda elegir cortinas para el alquiler. —Ve a lavarte
las manos y únete a nosotros para almorzar.
Doy un paso atrás, sonriendo cortésmente. —River y yo acabamos de
almorzar. Gracias.
Mi madre me mira y me dice que será mejor que me calle si sé lo que es
bueno para mí.
—Pero siempre hay espacio para la carne asada —digo, corriendo hacia
el baño de visitas. Salpico agua en mi rostro sudoroso. Mi mente ya es un
carrusel de pensamientos, y no necesito agregarle a Xandro. Por otra parte, vivir
con mi familia ya parece un circo interminable, ¿por qué no?
Cuando vuelvo al comedor, veo un par de billetes intercambiados entre
Leti y mis primos Yunior y Mike. Yunior me ve primero y mete el dinero en sus
bolsillos. ¡Están tomando apuestas! Con una familia como esta...
—No te recuerdo del barrio —le dice Yunior a Xandro.
—Eso es porque eres muy joven, mijo —dice mi madre. No la había visto
sonreír tanto en años—. Xandro, cuéntanos sobre tu práctica.
Xandro toma una servilleta y la coloca sobre su rodilla. No me quita los
ojos de encima cuando nos cuenta acerca de González y Gold, la operación
plástica de South Beach.
—Estaba pensando en hacer un poco de trabajo aquí —dice tía Cecy,
tirando de su cara ya estirada.
Xandro se inclina hacia adelante y dice: —Debería esperar al menos seis
meses para que esta cirugía se cure.
Mis primos sonríen y se ríen mientras la cara de la tía Cecy se pone roja.
—Ay, Cecilia —le dice mi mamá—. No necesitas eso.
Xandro se da cuenta del error que cometió, demasiado tarde. —Ella está
en lo correcto. No necesitas más trabajo. La belleza corre en su familia.
Oh, dulce Cristo. Apilo un montón de carne asada en mi pan. Mi madre
se acerca y agarra unas rebanadas. Mira a Xandro. Dios no quiera que me vea
comiendo. Tomo el frasco de mayonesa y le extiendo una saludable porción.
—Xandro —dice mi madre. Odio la forma en que dice su nombre, como
si estuviera a punto de convertirse en un Dios y ella estuviera buscando su
perdón. Por favor, Xandro, por favor lleva a mi hija desesperada a cambio de este
sándwich—. ¿Te gustaría algo más aparte de la ensalada?
—Claro —dice—. Esa carne asada se ve genial.
Doy un bocado y hablo con la boca llena: —Es muy buena.
Yunior pone un billete en la mano de Leti debajo de la mesa. En general,
tengo mejores modales en la mesa, pero esto es lo que obtienen por
emboscarme así.
—Sky. —Mi madre hace un gesto para que me mueva. Oh diablos, no.
Me río. —Oh, ¿quieres que haga el emparedado?
Leti se ríe a carcajadas en su mano. Le disparo una mirada que podría
matar.
Saco un cuchillo de la mesa y corto mi sándwich a la mitad. Tengo un
flashback de fiestas familiares donde las mujeres estarían en la cocina y los
hombres en la sala de estar. Incluso cuando era niña, me enseñaron a arreglar
un plato para mi padre, mis primos, mi tío. Como si no pudieran quitarse sus
pieles holgazanas y hacer uno para ellos mismos. Así que, corto mi sándwich y
dejo caer la mitad en el plato de Xandro.
—¡Sky! —me regaña María.
Sonrío a nuestro invitado. —Espero que te guste la mayonesa.
Él se ríe, como si fuera la chica más divertida del mundo. Entonces, para
sorpresa de todos, se lo come. El primo Mike le da a Leti más dinero. Será mejor
que vea la mitad de ese dinero ya que están apostando a mi humillación.
—Entonces —le digo—, ¿cómo es que estás en la ciudad?
—Busco una propiedad. Queremos expandirnos a Nueva York.
—Sky no está trabajando en este momento —dice María—. Tal vez pueda
laborar para ti. Si no, estoy segura de que apreciaría algunas referencias.
—Está bien —le digo—. No voy a regresar al hospital.
—¿Cuándo decidiste esto? —pregunta mi madre a través de unos dientes
educados y apretados.
Me encojo de hombros. —Justo ahora. Voy a conseguir mi maestría en
Psicología y Desarrollo Infantil.
Xandro parece abrumado. —Bueno, si cambias de opinión…
—Te lo haré saber. —Tomo la botella de vino abierta en un recipiente y
me sirvo un vaso. Prácticamente puedo sentir el vapor que sale de los oídos de
mi madre.
—¿Sabes qué sería bueno? —pregunta la tía Salomé—. Que todos
vayamos a una cena familiar antes de la boda. ¿Cuál es el lugar que está
haciendo el catering?
Derramo vino en la chaqueta de Xandro. —Oh, Dios. Lo siento mucho. Se
me resbaló.
Él sonríe entre dientes, pero la pequeña vena en su frente late. Toma la
docena de servilletas empujadas en su dirección. —Está bien. De todos modos,
tengo que ir al servicio de lavandería.
—¿Por qué no tenemos una barbacoa? —sugiero—. Ya sabes lo ruidosos
que podemos llegar a ser, y no están realmente equipados para un gran grupo.
O mejor aún, ¡una prueba de vinos!
—Cuenta conmigo —dice Leti.
—Genial. —¿Cómo es posible que mi corazón sienta que bombea en
todas las partes de mi cuerpo a la vez?
—Por supuesto que estás invitado, Xandro. Tú y Sky deberían ponerse al
día durante el almuerzo.
—Estamos almorzando ahora —señalo.
Xandro mira su reloj: un elegante Movado plateado. —En realidad, eso
sería genial. Tengo que irme, pero te recogeré mañana al mediodía.
—No puedo… —empiezo a decir, pero mi madre me interrumpe.
—A ella le encantaría.
Xandro toma mi mano y la presiona contra sus labios. —No puedo
esperar para verte de nuevo, Sky.
Cuando él se va, me hundo en mi silla. Las Viejas hablan entre ellas y se
preguntan cómo se verán nuestros hijos. Comentan lo agradable que es, y que
no es agradable lo que hizo de sí mismo. Nadie, ni una sola persona pregunta
mi opinión.
Leti viene y toma asiento a mi lado. —Apostaron que estarías de acuerdo
en salir con él.
Yunior sonríe con aire de suficiencia y extiende su mano hacia Leti. Ella
coloca veinte dólares. Los agarro.
—¡Oye!
—Tranquilo. Leti ganó. —Cuento cien dólares y los divido entre ella y
yo—. Técnicamente, técnicamente, no fui yo quien estuvo de acuerdo.
Traducido por Vane Black
Corregido por Julie
Naturalmente, cuelgo.
Mi corazón está martillando contra mi pecho, y me dejo caer sobre mi
cama como la gran y fuerte chica que soy.
Cuando él me llama de vuelta casi salto de mi propio cuerpo, pero por
supuesto, está devolviendo la llamada. Y si no contesto, va a pensar que soy
una rara. Pero no soy rara, solamente cobarde.
—¡Hola! —digo, un poco aguda.
—¿Hola? Acabo de tener una llamada perdida de este número. —Estoy
un poco decepcionada de que no reconozca mi voz. Pero hago a un lado toda
mi vergüenza.
—Oye, Hayden, soy Sky, Le diste a River una galleta. —Ahí está, una
frase que nunca pensé diría en voz alta.
Él se ríe. —Estoy bromeando Sky, sé que eres tú.
Me atraganto con mis propias palabras. —¿Cómo?
—En realidad River se acercó a mí esta mañana mientras trabajaba en la
glorieta. Me dio tu número.
Esa perra. —¿Cómo es que no me has llamado?
—Tenía el presentimiento de que no querías eso.
Me deslizo por mi cama. Mi corazón late fuertemente en mi pecho. No,
no, no. —Lo siento.
—No tienes porqué disculparte, está bien. Solo pensé que si querías
hablar conmigo llamarías cuando tú quisieras. Estoy gratamente sorprendido
de que solo hayas tardado doce horas.
—¿Estabas contando?
Puedo escuchar un sofá crujiendo por su movimiento. El sonido de la
televisión desaparece por completo. Se está acomodando para hablar conmigo.
—Oh, he estado mirando mi teléfono todo el día. Inclusive hice que mi
amigo me llamara para asegurarme de que mi teléfono todavía estuviera activo.
Pero ya es suficiente de mí. ¿Cómo estuvo tu día, Sky?
Me alegra que no pueda ver la sonrisa en mi rostro. Me gusta la manera
en la que dice mi nombre, la forma en que lo repite una y otra vez, a pesar de
que no hay nadie más con quien pueda estar hablando, excepto yo.
—Evité que una potencial calamidad sucediera.
—¿Apareció otro agujero en el techo? —Se ríe—. Esta vez no era yo. Lo
juro.
Le cuento sobre River y los perros calientes de Luke, y el problema de la
restauración. —Es una cosa más por la que me tengo que preocupar.
—¿Qué más hay ahí?
—Bueno, ahora está la glorieta que este tipo está tardando una eternidad
en construir.
—Oye, esa es una excelente artesanía. Estará lista antes de que lo sepas.
Me recuesto en mi cama; las voces de la sala de estar de arriba ahora se
están filtrando.
—¿Cómo acabaste trabajando con la madera? —Me doy cuenta de la
forma en que suena en el instante, pero ya es tarde para arrepentirme—. Ya
sabes, en construir cosas, en la carpintería.
Y ahí está esa risa de nuevo. —Cuando era niño vivíamos cerca de un
almacén de madera. Eso estaba al norte del estado antes de que nos mudáramos
a la isla. Un viejo que trabajaba allí solía verme caminar por ahí solo. Pensaba
que yo era perezoso y un vagabundo, naturalmente. Solo quería salir de la casa
cuando mis padres se peleaban. Así que me puso a trabajar, tallando madera
para crear lápices. Puedo hacer lápices, si alguna vez los necesitas. No soy solo
un techador que construye glorietas y tiene un pelo estupendo.
—No, eres todo eso y también llevas galletas de mar en el bolsillo.
—A veces me olvido de cambiarme los pantalones cortos de la playa. Mi
padre odia eso. Estoy seguro de que es un peligro para la seguridad, pero crucé
esa línea cuando… —Silva y hace un sonido como si fuera un dibujo animado
cayendo en picado—… caí justo a tus pies, Sky. Además, las galletas de mar son
la forma perfecta de hacer nuevos amigos. Así es como los delfines pagan por
todo lo que necesitan.
—Estás loco.
—Gracias, eso significa mucho.
No, de verdad. Hayden está loco. ¿Cómo es que logra ser tan inocente y
sexy a la vez? —¿Por qué eres tan feliz?
Él está en silencio por un momento y siento que lo llegué a molestar. ¿A
quién le gusta escuchar por qué son felices?
—Escucha, si supieras la mierda que hay en mi vida… Digamos que, si
no veo algo positivo en, por ejemplo, caerme de un techo y abrir mis ojos para
encontrar al ser humano más perfecto que he visto, o ser despedido por mi
padre para que me vuelva a contratar para construir una glorieta donde puedo
ver tu balcón y echar un vistazo a tu triste sonrisa cuando te bebes el café.
Cierro los ojos. Mi cuerpo me hace sentir muchas cosas extrañas. Mi
corazón salta y cae. Me duelen los conductos lagrimales, pero se mantienen
secos. Mi estómago revolotea, y mi piel se estremece por sus palabras y la brisa
fresca que viene del balcón abierto.
—Trato de mirar el vaso medio lleno de las cosas. De lo contrario, ¿qué
sentido tiene ser miserable?
—No eres parte de algún culto, ¿verdad?
Me lo imagino negando con la cabeza. Esos ojos azules. Esa boca tan
llena. —Créeme, no soy un boy scout. Quiero decir, literalmente fui uno, con las
insignias para demostrar que puedo hacer nudos, encender fuegos y todo eso.
Pero no soy feliz solo por el hecho de serlo. Estoy cansado de ver las partes
tristes de la vida. ¿Tú no?
—Sí —digo suavemente—. La verdad es que sí.
Caemos en un silencio, pero no es incómodo. Me imagino sentándome a
su lado, viéndonos mutuamente encontrando consuelo en un poco de silencio.
—¿Por qué me llamaste, Sky?
Entonces la parte cómoda desaparece y un millón de cosas pasan por mi
cabeza otra vez. La boda. El pastel. El fotógrafo. Bradley. Stella. Bradley y Stella.
María poniendo los ojos en blanco. River fumando. La margarita de Xandro.
Los centros de mesa. Hayden. Hayden. Hayden.
—Honestamente no lo sé. —Me rió nerviosamente.
—Oye, eso también está bien. No necesito que tengas una razón, solo
pregunté.
Alejo todos los pensamientos que no son sobre Hayden, yo y el presente.
Me concentro en este momento y en su llamada telefónica y detengo mi paseo
por el pasado o de asustarme con el futuro.
No seas idiota, me dijo River.
—Supongo que solo quería hablar contigo.
—Supongo que eso servirá —dice en tono de broma. En el momento de
quedarnos callados, me imagino que se lame sus labios y mis pensamientos se
centran en eso, en su perfecta boca de labios llenos. Los labios más completos y
besables que he visto en un hombre—. Sé que alguien te hizo mucho daño, Sky.
Los latidos de mi corazón se escuchan a través de toda la habitación.
—Nadie me lo dijo, solo lo sé. No quiero ser el tipo que persigue a una
chica con el corazón roto.
Mi decepción me dice que eso es exactamente lo que quería, y me siento
un poco egoísta. —Está bien.
—Así que déjame ser tu amigo.
Me hundo en mis almohadas, conformándome por la suavidad en su
voz. —¿Mi amigo?
—Sí, es decir, dos amigos que no se atraen mutuamente.
—Oh.
—Solo bromeo. Me siento completamente atraído por ti.
Esta es la parte donde le digo que yo también. —Hayden…
—Mira, quiero conocerte. No puedo negar que eres la persona más
hermosa que he visto en toda mi vida. Incluyendo a Adriana Lima y Giselle
Bundchen, pero están dobladas en catálogos bajo mi colchón así que no cuenta.
—Así que quieres ser mi amigo, pero también quieres hacerme saber que
crees que soy bonita.
—Sky, “bonita” ni siquiera empieza a describir lo que eres —me dice y
decido que me encanta el sonido de su voz—. Así que ser amigos parece algo
bastante simple. Además, escuché a las ancianas hablando de ti y dijeron que
volverías a Boston al final del verano. No me apetece que me destrocen el
corazón. Ya soy un peligro para mí mismo. Simple, ¿verdad?
—No creo que yo lo llamaría “simple” —digo, mientras clavo los dedos
de mis pies en mi edredón. No sé por qué tengo una repentina urgencia de
estirarme, como si mi piel estuviera demasiado tensa. Quiero decirle que no voy
a volver a Boston, pero todavía no estoy segura. Tengo un trabajo esperándome
si lo quiero. O puedo empezar de nuevo en un nuevo lugar aquí en Nueva
York. Quiero volver a la escuela, pero están pasando muchas cosas. Incluso
puedo decir “a la mierda” todo y mudarme a Sudáfrica—. Eres una persona
extraña —murmuro.
—Gracias. Me gusta pensar que soy poco común.
—¿No sería eso extraordinario?
—No, no. No soy extraordinario. Todavía no. Solo que no soy normal.
Me gustaría pensar que hay una diferencia, pero tal vez mi cerebro está frito.
Me doy cuenta de lo tarde que es ya.
—Hablando de eso —me dice—. Tengo que levantarme para estar en el
trabajo a las cinco en punto.
—Es medianoche. Te dejaré ir.
—Si insistes. Pero si no tuviera que dormir, créeme que me quedaría en
el teléfono todo el tiempo que me permitieras.
—O, podríamos hablar en persona.
—Acabas de robarme mi frase. —Se ríe. Me encanta el sonido—. Quería
invitarte a una fogata en la playa Tiana por la noche. Ya sabes, ahora que somos
amigos.
—Me encantaría.
—Bien. Te veo pronto.
—Buenas noches, Hayden.
—Te veo en casa, Sky.
Esta noche no necesito champaña. Ya me siento ebria con sus palabras.
Traducido por AnnyR’
Corregido por Kish&Lim
Cuanto más se acerca la boda, llegan más entregas. Debido a que todos
en la casa están demasiado ocupados limándose las uñas o deambulando por
las tiendas y playas por los Hamptons, y como los novios son igual de adictos al
trabajo, firmo al recibir otro paquete.
Docenas y docenas de cajas de alcohol. Leti es la única que mueve su
trasero y me ayuda a hacer un inventario. Tenemos un frigorífico gigante donde
van las cajas de champán y vino blanco.
Leti toma una botella de champaña como pago por sus servicios, y llevo
uno a la recientemente convertida en oficina y antigua casa de la piscina. Las
formas de busto semidesnudos me hacen sentir como si estuviera caminando a
través de un cuento de hadas donde todas las mujeres se han quedado calvas y
están congeladas, pero aún usan sus mejores vestidos.
Dos de las aprendices de Pepe, chicas recién llegadas de FIT, quienes
desean desesperadamente trabajar en la moda, me saludan con chillidos
agudos. Levanto el champán y lo abren. Me pregunto cómo es trabajar para
Pepe. Tuve la oportunidad de ser uno de estos empleados, pero a pesar de que
amo la ropa, mi corazón nunca estuvo en el mundo de los diseñadores. No
puedo superar los besos falsos y los desfiles en las pasarelas, las modelos que
hacen todo lo posible para morirse de hambre. Especialmente después de que
he cuidado a tantas chicas bulímicas y anoréxicas en mi viejo hospital. Lo único
que le hice prometer a Pepe fue que utilizaría modelos que no se veían
demacradas.
—Está bien, nena —dice Pepe, tirando de la cinta métrica alrededor de su
cuello. Su camisa está desabrochada en el medio de su pecho, y las mangas
enrolladas hasta los codos. De alguna forma, desafía la ciencia de las arrugas—.
Probemos esto de nuevo.
Me pongo el vestido y pellizca la tela, clavándole alfileres plateados
hasta que comienza a tomar forma.
—Oí que te divertiste mucho en la playa anoche —dice.
Me desánimo, dejando caer mis manos. Me arrepiento cuando un alfiler
se clava en mi piel.
—No pasó nada terrible —le digo—. Espera, ¿qué dijo María?
Pepe frunce los labios y se rasca la cabeza. Incluso si conoce todos los
detalles, no me lo dirá. Pepe es excelente guardando secretos. No le contó a la
familia que es gay hasta cuando cursaba el último año de la escuela secundaria,
a pesar de que sus elecciones de ropa en los años ochenta fueron un claro
indicio.
—Solo que el chico del techo casi hace que te ahogues, e ignoraste a ese
tipo que usa demasiado gel y botas de gamuza en el verano...
—Xandro. —Sonrío.
No es que Pepe juzgue a las personas por sus elecciones al vestirse... es
que... en realidad, sí, es lo que hace. Pero definitivamente se nota cuando no le
gusta alguien, y estoy encantada de que no mire a Xandro como todos los
demás en la casa.
—Eso no fue lo que sucedió —digo—. Decidí ir a nadar y una ola casi me
sacó. —Puedo sentir mi piel cálida ante el recuerdo de nuestro beso—. Hayden
me agarró justo a tiempo y me llevó de vuelta a la orilla. No sé quién se cree
que es Xandro, pero es muy mandón. Me recuerda a...
No lo digo. Me recuerda a mi papá. Cuando él estaba cerca, las veces que
llegaba a casa en lugar de pasar la noche en una casa extraña, nos daba órdenes.
Me decía cuándo ir a la cama. Hacía que me cambiara de ropa si pensaba que
era demasiado provocativa. Debido a que nada era más provocativo que unos
vaqueros y camisetas que me quedaban pequeños, pero no tenía dinero para
reemplazarlos. Es por eso que me puse a usar las prendas que Pepe hacía a
mano. Si a mi papá no le gustaba la comida, la arrojaba a la basura y le decía a
mi madre que él lo habría hecho mejor. Si Pepe miraba televisión, lo reprendía y
lo llamaba perezoso, aunque sabía muy bien que Pepe iba a la escuela nocturna
después de sus turnos en el restaurante.
Claro, Xandro es alto, guapo y refinado. Pero hay algo en el tono
sobrevalorado de sus palabras, la exigencia, la necesidad de someter a otras
personas a su voluntad. Así era mi padre. Solía alejarme de los chicos latinos
por esta razón exactamente. Pero Bradley también tenía algunas de las mismas
cualidades. No tiene nada que ver con ser castaño o blanco, es algo que corre en
lo profundo de sus corazones.
—Te diré una cosa —dice Pepe—. Xandro no irá a ninguna parte. No por
la manera en que tiene sus ojos sobre ti.
—Si no lo quieres —Emily, una chica pequeña y pechugona, me guiña un
ojo— me quedó con él.
—Quédatelo —digo, tirando del vestido sobre mi cabeza. Me pongo de
nuevo mi vestido de verano y salgo de la cortina.
—No quieres eso —le dice Vera a Emily—. Los hombres que tardan
demasiado en vestirse ocultan algo.
—Sí —añade Pepe—, sus novios.
—Pepe —digo—, ¿cómo estás tan tranquilo en este momento?
Toma la tira de tela y la dobla cuidadosamente sobre la mesa. —Créeme,
no lo estoy. Estoy tan nervioso que podría cagarme del miedo.
—Por favor no —dice Vera, inexpresiva—. La alfombra Ze es blanca.
—¿Recuerdas cómo era yo antes de conocer a Tony?
—Ciertamente llevabas menos colores satinados —digo.
Emily se ríe y el champán sale por su nariz. Vera hace una mueca y
empuja una caja de pañuelos en su dirección.
—Me obsesioné. Fue justo después de que obtuve las clases en Valerio
Guzmán.
—Oh, Dios mío, amo sus bolsos —cuenta Emily—. No tanto como los
tuyos, Pepe.
—Esa es mi chica. De todos modos, era feliz. Me lancé a mi trabajo. Caí
en una rutina de ir y venir. Pero había algo que faltaba. Era como si una parte
de mí todavía estuviera durmiendo, a pesar de ya tenerlo asumido, claro y
orgulloso. Cuando lo vi, no tenía idea de si era homosexual o heterosexual, de
repente me desperté. Todo de mí. Había dejado caer un montón de archivos al
salir del ascensor, normalmente utilizaba las escaleras, pero por alguna razón
decidí no hacerlo ese día. Y él no solía almorzar a esa hora, pero se entretuvo.
—¿Fue amor a primera vista? —pregunta Emily.
—Sí —responde Pepe—, y no. Sabía que necesitaba saber más sobre ese
hombre. Lo necesitaba en mi vida. Pero tenía demasiado miedo de que él no
sintiera lo mismo. No existe tal cosa como radar gay. A la gente le gusta pensar
que es real, pero cuando tantos hombres y mujeres pasan sus vidas tratando de
ocultar una parte preciosa de sí mismos, no hay ningún tipo de radar que lo
detecte si no quiere ser detectado.
—Entonces ¿qué hiciste? —pregunta Vera.
—Entré en el ascensor, por supuesto. Se disculpó y nos fuimos por
caminos separados. Pero luego... —Sonríe abiertamente—. Me aseguré de estar
abajo en el ascensor todos los días. No fue hasta que empezamos a salir que
Tony me dijo que no iría a ninguna parte. Él bajaba a verme, luego, cuando yo
subía al ascensor, volvía a su oficina.
—Eso es muy dulce —dice Emily.
Es mi historia favorita. Pepe y Tony son la única pareja que conozco que
realmente encajan. Si alguien puede convencerme de que el amor es algo real y
el matrimonio no es solo una tradición obsoleta, son ellos.
—¿Quién hizo el primer movimiento? —pregunta Emily.
Pepe se ríe, y regresa su personalidad fresca como una lechuga. —Él, por
supuesto.
—¿Cuándo lo supiste? —le pregunto tras un largo silencio—. ¿Que Tony
era el indicado?
Pepe toma una aguja de entre sus labios y la clava en el cojín de alfileres
que tiene al lado.
—No lo supe —dice—. Estuve en el armario por tanto tiempo, no pensé
que fuera una opción para mí. Ahora es diferente. Pero en aquel entonces,
pensé que me sofocaría sintiéndome solo. Cuando conocí a Tony, cuando
fuimos a nuestra primera cita, todavía no lo sabía. Éramos completamente
opuestos. Él es un whiskey con hielo y yo soy un Kir Royal. Él fumaba cigarros
y guardaba un peinecito de bigotes en el bolsillo de su chaqueta. Yo me había
afeitado el costado de la cabeza y pasaba por mi fase de rayas finas.
»Excepto que estaba la chispa. La que va más allá del género. Es como
estrellas en tus ojos, una galaxia enorme en tu cuerpo que sabe que algo está
cambiando, que algo va a ser diferente. Hay una diferencia entre el amor a
primera vista y el amor que perdura. A veces uno se disfraza del otro. Un amor
que perdura, del tipo que se acerca sigilosamente. Ese es el tipo de amor que
quiero para ti, Sky.
Siento mis ojos llenos de lágrimas tristes. Parpadeo una y otra vez hasta
que las controlo y me queda en las entrañas una gran pelota de incertidumbre.
—Sky, quiero que hagas algo por mí. Piensa en ello como un regalo de
bodas.
Ahogo la risa. —¿Quieres decir, aparte de planear tu boda?
—Perra —dice.
—De acuerdo, de acuerdo. ¿Qué deseas?
—Como regalo para nosotros, quiero que hagas algo lindo por ti misma.
Siempre has hecho lo correcto para hacer feliz a tu mamá. Eres una buena hija,
pero tienes que tomar decisiones solo pensando en ti, no en todos los demás.
No somos nosotros los que tenemos que vivir con tus decisiones. Tú tienes que
hacerlo.
Asiento.
—No solo asientas y luego me ignores. Hablo en serio. Por el resto del
verano, a la mierda con todos. Sé lo que es estar al otro extremo de su juicio y
míralos ahora, viviendo en mi casa, comiendo mi comida, disfrutando de mi
vida. La que no querían que tuviera. No te estoy pidiendo nada a cambio, no.
Pero imagina si esa parte de mí nunca hubiera despertado.
Él se estremece. Tampoco quiero pensar en eso.
—Prométemelo, Sky.
—Lo prometo.
Me dejo caer de nuevo en la comodidad del sofá y él sigue cosiendo.
Cuando mi teléfono suena, mi corazón salta ante el nombre de Hayden.
Hayden: ¿Sigues esperando tu sorpresa?
Yo: Suena sospechoso.
Hayden: Es algo bueno que seas una sirena.
Yo: ¿Puedes darme una pista?
Hayden: ¿Tienes miedo a las alturas?
Yo: Quizás. ¿Vamos a saltar de un avión?
Hayden: No...
Hayden: Esta noche a la medianoche. No te preocupes, voy a cuidarte.
Traducido por Miry & Chachii
Corregido por Kish&Lim
Lo único que puede bajarme de la Nube Nueve que son los labios de
Hayden es sentarme a desayunar con mi familia. Mi madre me mira con
curiosidad. Recorro mis correos electrónicos y trato de evitarlo.
—¿A qué hora te acostaste? —me pregunta
—Mucho antes de que estos payasos llegaran a casa —respondo. Uno
pensaría que porque soy la que se quedó en casa, estaría libre de culpa. Se
equivocaría.
Las Viejas me miran de reojo, y María sostiene su cabeza con resaca con
ambas manos. Su piel es verde pálido, pero no tan verde como la de Andrea y
Juliet. La única que no se ve peor por el desgaste es Elena. La recuerdo
defendiéndome, más o menos, contra las palabras de María. Ella recibe una
sonrisa de mi parte.
Algunos de los techadores caminan por el patio trasero, y mi corazón
salta cuando espero la cabeza rubia de Hayden. Entonces recuerdo que está
desterrado a la construcción de la glorieta de la boda.
Mi madre me mira fijamente y me llama la atención. —Tienes que dejar
de ser tan grosera con Xandro. Es un viejo amigo de la familia
—Solo porque vivimos en el mismo edificio juntos —digo, hablando con
mi boca llena—, no significa que seamos amigos.
—Escúchame Sky —dice mi madre—. No te eduqué para que seas así de
grosera. Dale al chico una oportunidad. Es de buena familia. Va a la iglesia. Es
guapo. Es médico.
Todos están asintiendo.
—Lo siento, pensé que estábamos desayunando, no discutiendo mi vida
amorosa. No es asunto de nadie.
—No le hables a tu madre de esa manera —dice María
La ira me llena la boca y amenaza con convertir mi fantástico estado de
ánimo en leña. Entonces lo veo, a Hayden, atravesando las puertas de cristal
que llevan al patio trasero. No puede verme a través del reflejo en el cristal.
Mira su propia imagen y se peina el pelo hacia atrás. Su cuerpo gotea de sudor
mientras lleva una pila de tablas sobre su hombro.
Mi madre sigue mis ojos hasta Hayden. Él se da la vuelta y regresa a su
estación.
—Sky, dale a María una de tus pastillas para el dolor de cabeza.
Tengo el tipo bueno de analgésicos. Es un beneficio de ser enfermera.
Nada de esa medicina de venta libre recubierta de azúcar. Miro a María y
recuerdo sus palabras. No se están muriendo. Necesitan una bebida deportiva y
dormir un poco. Mi familia no se da cuenta de que ser enfermera no significa
que sea una fábrica de pastillas. Tampoco se dan cuenta de que tratar una
resaca no es la razón por la que me metí en medicina.
Recojo mi plato y decido llevar mi comida a mi habitación.
—Oh, lo siento —digo con una voz enfermizamente dulce para que
sepan que estoy mintiendo—. Ya se acabaron.
2 Referencia a la película Mean Girls, conocida también como chicas pesadas en Latinoamérica.
Ahora que tengo el auto de River estancado en frente de una casa que
pertenece a la mujer que terminó con mi relación. Me recuerdo que entre más
envejeces, tienes diferentes tipos de miedos y problemas que enfrentar. Este
miedo es que nunca sea capaz de superar a Bradley. Que no sea lo suficiente
buena para seguir adelante. Que mi pequeño acero está disminuyendo con cada
segundo en que el pasado está en neutral, y terminaré siendo el tipo de persona
que odio.
Mis nudillos son blancos alrededor del volante. Respiro hondo y suelto el
aire lentamente. Es solo una casa, me digo.
—No seas una idiota —me había dicho River.
Tal vez la advertencia que buscaba no era “enfrenta tus miedos”, en vez
de esa “no seas una idiota”.
Tal vez la vida podría ser mucho más simple, si todos colectivamente
dejáramos de ser idiotas. ¿No sería eso grandioso?
Apago el motor y busco en mi cartera. Encuentro la concha marina azul
que Hayden encontró para mí en la playa. Trazo la superficie pulida por el mar,
como un talismán de buena suerte. De algún modo lo es, solo mirarla me hace
sonreír. La dejo en el tablero y camino a la entrada.
No es la casa más grande en los Hamptons, pero es hermosa. Palmeras
de miniatura se alinean en el camino delantero, con un tipo de diseños
modernos que la hacen lucir más acorde a Marte cerca del año 3199. No sé por
qué, pero me da un poquito de placer saber que la propietaria de la casa y yo
somos polos opuestos.
—Me preguntaba cuánto ibas a durar en el auto —dice Lucky. Está de
pie, un poco más pequeña que yo. Su largo cabello negro está anudado en un
moño desordenado. Sus fríos ojos grises escondidos detrás de un par de lentes
de sol. Sus hombros son rojos donde su piel se revela contra el sol del verano.
—¿Es tan obvio? —pregunto.
Me jala en un abrazo, su bikini negro se siente caliente, como si acabara
de levantarse de su silla. Si me hubieran dicho hace un par de meses que estaría
abrazando a Lucky Pierce y de hecho me alegraría verla, los hubiese llamado
locos.
—Te ves bien —le digo.
—Sí, todo el estrés del restaurante me deja cero momentos para comer.
—Me guía a la parte trasera, pasa una puerta que nos lleva a la gigante piscina
en forma de riñón. Hay un jacuzzi gigante y, por supuesto, más de una parrilla,
una de propano y un horno de ladrillo con una losa. Los setos bloquean la vista
de los vecinos de ambos lados. Me pregunto si Bradley alguna vez se quedó
aquí.
Me torturo a mí misma con ese tren de pensamiento, entonces me fuerzo
a dejarlo ir cuando James Hughes, un chef extraordinario, termina su vuelta de
nado. El hombre que sale a flote del agua ocupa mi cerebro por completo.
Desde los fuertes músculos que brillan con el agua, a los abdominales que se
ondulan mientras se impulsa para salir de la piscina. Se peina su cabello negro
hacia atrás e incluso desde esta distancia puedo ver cuán verdes son sus ojos.
Le echo una mirada a Lucky, que lo mira fijamente. Reconozco la mirada
de amor en sus ojos. Lucky mira a James con completa y total adoración.
Cuando me ve mirarla con una sonrisa en mi cara, trata de cubrirlo frunciendo
el entrecejo. ¿Por qué la gente es tan deseosa de ocultar lo feliz que los hace el
amor?
—Cállate.
Sostengo mis manos en alto, inocentemente. —No he dicho nada.
Pero no impide que esa mirada vuelva a su rostro. James se acerca, su
cuerpo mojado. Toma el rostro de Lucky y la atrae para un beso húmedo. Ella
no se queja cuando sus manos se envuelven alrededor de su pequeño cuerpo y
agarran su formidable trasero. Cuando se separan, se toman un minuto para
sonreír el uno al otro. Algo dentro de mí duele.
—Ustedes son asquerosos —les digo.
James camina a la nevera y Lucky me muestra el dedo. Tomo su mano.
—¿Está convirtiéndote al lado tatuado de la vida? —Froto mi dedo, sobre
la piel en su mano, sobre un brillante trébol de cuatro hojas que está tatuado
justo debajo de su pulgar.
Saca su mano y toma la cerveza que James le ofrece, tomo una también.
—Trataba de convencerla de que se tatuara “Sí, chef” en su frente, pero
no me fue muy bien.
Lucky hace una mueca. —No creo que la frente haya sido el lugar
original que propusiste.
Doy la vuelta a la cerveza, una Boston Lager, por supuesto, y los sigo
hasta un lujoso salón junto a la piscina. Una palmera grande crea la cantidad
perfecta de sombra. El agua ondula en un tono de azul perfecto, y por un
momento pienso en la galleta de mar en mi tablero y en el chico cuyo número
está escrito en él.
—¿Qué hay de nuevo, Sky? —pregunta Lucky amablemente. Puedo
sentir que quiere llegar al centro del porqué me pidió venir, pero parece
nerviosa al respecto—. Te fuiste y me dejaste cuando finalmente tuve un amigo
en Boston.
—Oye —protesta James, resentido ante eso.
—Eres mi novio —responde—, es diferente, no puedo hablarte acerca de
las estupideces que dices.
—¿Por qué no? —Picha su pierna—. ¿Cómo se supone que sepa qué
cosas no debería decir de nuevo?
—El hombre tiene razón —le digo, permitiéndome relajarme en el
cómodo gran espaldar del sillón de mimbre. Hay una variedad de quesos,
tostadas y aderezos caseros.
—¿Cómo van los preparativos de la boda? —pregunta Lucky.
Hago un trabajo de mierda al ocultar mi estrés. —Es una mierda.
—¿Por qué? —Lucky se inclina y James parece que no sabe si quedarse o
correr.
—Es una cadenita de pequeñas cosas que comenzaron a salir mal. El
techo se derrumbó en una de las habitaciones de invitados.
—¿Qué diablos? —expresa James.
—Todos estaban bien —les digo. Siento que mis mejillas se calientan. Mi
cabeza está pensando HaydenHaydenHayden, pero me detengo de profundizar
en la historia.
En su mayoría.
—Uno de los techadores se cayó.
—Oh, por Dios —dice Lucky—. ¿Está bien?
—En su mayoría. Curé uno de sus cortes. Es, eh, interesante. —Tomo de
mi cerveza y me meto un hummus picante en la boca para darme un respiro—.
De todos modos, el DJ nos canceló, y al proveedor se le olvidó decirnos que
están dejando el negocio.
Lucky coloca una mano sobre su boca. —Cállate. Eso está…
—¿A menos de dos semanas? —Presiono mi mano sobre mi estómago y
coloco el pedazo de tostada que estoy a punto de comer. Realmente dejé caer la
bomba—. La peor parte es que traté de mantenerlo en secreto porque no quería
que nadie se preocupara. Solo que no he podido encontrar a nadie. Oh... Oh, creo
que voy a vomitar. Es mi culpa, no tu comida, James. Lo siento mucho.
James y Lucky intercambian una mirada preocupada.
—¿Qué?
—Si no se lo dices —dice James—, lo voy a hacer yo.
—¿Decirme qué? —comento.
Lucky me mira con sus grandes ojos grises. —Bradley está en la ciudad.
Las náuseas en mi estómago llegan a un pico. Corro hacia la casa y oigo a
Lucky gritar: —¡A la izquierda! —Empujo contra la primera puerta que veo y
agradezco a los dioses que haya un lavabo. Vomito mi café de la mañana, mi
estómago pesa dolorosamente. Casi había olvidado cuánto bebí anoche.
Me siento en la fría porcelana del baño y repito lo que Lucky dijo. No
debería ser una sorpresa. Sabía que era su Mercedes plateado el que vi el otro
día. Puedo escuchar a Lucky y a James discutir en la cocina. Bien, técnicamente
incluso en sus conversaciones normales suenan como si estuvieran discutiendo,
así que es bueno saber que ellos van en serio.
Cuando decido que estoy lista para componerme, me enjuago la boca,
limpio mi desorden y regreso.
—Siento eso —digo, uniéndome a Lucky afuera.
Nos sentamos en silencio, disfrutando del sol brillante y la cálida brisa.
—Pensé que debías saberlo —me dice—. Bradley es un desastre total. En
realidad no lo he visto, y no se ha acercado a mi familia desde que James lo
noqueó, pero deja mensajes enloquecidos pidiéndome que le ayude a
recuperarte. Me dijo que vendría.
—¿Por qué me estás diciendo esto?
—Porque necesitas saberlo. También necesitas saber que no hay manera
en el infierno en que pueda ayudarlo. Es una traición única y definitiva.
—Bien. —Pienso en mi madre y cada vez que traía a papá de regreso—.
Gracias, Lucky.
Se encoge de hombros como si no fuera gran cosa. —Me siento mal por la
forma en que todo terminó, pero al menos tú y yo llegamos a ser amigas.
James regresa con una botella de agua mineral y algo de hielo. Asiente
hacia Lucky una vez. Es increíble la forma en que se comunican. No es muy
hablador, pero con una sola mirada, Lucky parece saber exactamente lo que
quiere decir. Creo que los agregaré a mi lista de parejas favoritas después de
Pepe y Tony.
—Mientras estabas vomitando… —dice Lucky.
—Gracias —murmuro.
—Hablábamos de cómo en lugar de regresar a Boston podríamos
quedarnos aquí, en los Hamptons, por un tiempo.
James se inclina. Es difícil no mirar sus bíceps, pero es aún más difícil
mantener el verde feroz de su mirada. —Solo íbamos a quedarnos el fin de
semana después de la filmación de Foodie TV.
—¡Pero ahora —dice Lucky, impaciente con la forma calmada en que
James habla— queremos atender la boda!
—¿Qué? —Casi tiro el agua sobre mí—. ¿De verdad?
—No sería un menú tan complejo —añade James. Se pasa una mano por
su pelo y puedo verlo tratando de hacer algún tipo de matemática—. Pero
garantizo que se hará y se hará bien.
—No sé qué decir.
—James y yo hemos pasado por ello —me explica Lucky—. Todo se
derrumbaba a nuestro alrededor. Es nuestro deber kármico ayudar.
—¿Cuántos invitados? —pregunta James.
—Doscientos.
—Dame un segundo —dice—. Estoy tratando de pensar.
Lucky se dirige a mí. —Esto llevará un tiempo.
Él la aprieta de nuevo y chilla. Nunca he visto a Lucky así de relajada y
juguetona con alguien. Es como si la nube oscura sobre su cabeza hubiera
desaparecido.
Mi estómago se convierte en nudos mientras esperamos que James
piense. Lucky estira los pies y los coloca sobre sus muslos. Él masajea un pie
con una mano y se desplaza a través de su teléfono con la otra.
—No voy a mentir, Sky —dice—, tendré que traer algunos amigos.
¿Puedo ver el menú que planeaste originalmente?
Saco mi teléfono y dejo que lo lea. Su cara va desde fruncir el ceño, un
agradable asentimiento con la cabeza, a un sorprendente: —Eso suena bien, en
realidad. —Cuando termina, se lo pasa a Lucky.
—Está bien, aquí está el problema —dice—. Lo haría al cien por cien,
pero añadiré o quitaré algunas cosas. Sería más reducido. Hay demasiados
platos de pasta.
—Esta boda es mitad italiana —digo.
—Ese es el mayor problema, desde que no tendré mi cocina. Tengo un
amigo que tiene un restaurante, pero está en la ciudad. No están equipados
para un transporte tan grande.
—Voy a alquilar una camioneta —le digo. Tony y Pepe han hecho mucho
por mí a lo largo de los años. Pagaron por mis brackets. Pagaron por la escuela
de enfermería. Me enviaron de mochilera en verano con River y Leti por toda
Europa. Lo menos que puedo hacer es devolver algo de eso con esta boda.
Lucky aprieta su mano, y él la mira, realmente la mira. James no me
conoce. Está haciendo esto por Lucky, porque no quiere verla molesta. Si
alguien me hubiera dicho que Lucky Pierce me estaría salvando justo ahora, no
le habría creído. Pero está llena de sorpresas y desearía haberle dado más
oportunidades desde el principio.
—Será mejor que vaya a hacer algunas llamadas telefónicas —dice James.
—James… —Estoy por comenzar a besar el suelo bajo sus pies. Es como
si mil kilos se levantaran de mis hombros.
—No te atrevas a dar las malditas gracias —dice—. Estoy feliz de hacer
esto.
Entra a la casa para hacer sus llamadas.
—No tienes idea de lo aliviada que me siento en este momento —le
digo—. Pepe y Tony van amarlo. Les encanta ver su nuevo programa en la
televisión.
Nos trae más agua. —Hola, abrí un restaurante con una pequeña crisis
emocional. Creo que sé por lo que estás pasando.
Mientras dejo que el alivio me recorra, mi cerebro empieza a recordar
otras cosas que hacer. El DJ. Terminar los centros de mesa. Decirle a mi familia
que todo va a estar bien.
—Entonces —dice Lucky—, ¿quién es el chico?
Me siento. Todos los pensamientos sobre la planificación de la boda son
reemplazados por uno solo. El chico. —¿Qué chico?
—No te hagas la tonta. Conozco esa mirada. El chico que denominaste
interesante. Suéltalo.
Lucky se sienta en la silla frente a mí. Está en modo interrogación. Me
pregunto si me lanzará a la piscina si trato de huir.
Así que le cuento. Le digo que su nombre es Hayden Robertson Tercero,
que algunas personas lo llaman Tripp. Tiene la misma reacción desagradable
que tuve yo y está de acuerdo en nunca llamarlo así. Le digo que su perfecto
cuerpo cayó a mis pies y me vio en nada más que una tanga y sostén. Le digo
que cada vez que lo miro me encuentro con sus increíbles ojos azules
observándome. No solo observándome… admirándome. Le digo sobre la
concha de mar y nuestra cita en el techo. Sobre el bungaló y sobre salvar a
River.
—Eso es tan asqueroso que es lindo. No parece real.
—No creo que sea real. Creo que mi mente está tan desesperada en
pensar que existen los chicos buenos en este mundo, que lo idealizo. Y la ilusión
es tan fuerte que todo el mundo lo puede ver también.
Toma un trago de su cerveza y se limpia los labios con el dorso de la
mano. —Estás predicando al cielo, Sky. Quiero decir, conoces mi vida amorosa
tan bien como yo.
Bradey siempre me ha mantenido actualizada sobre Lucky. No tengo que
decírselo. Estoy segura que lo sabe.
—James no es perfecto —dice—. Es obstinado como el infierno, pero yo
también. Dios sabe que tiene sus demonios. La diferencia es que por primera
vez en mi vida, estoy con alguien en quien confío completamente, no solo con
mi cuerpo sino con mi corazón.
—Pensaba que tenía eso —digo. Odio la manera en que mi voz suena,
pero se siente bien decirlo en voz alta. Cuando estoy en casa tengo que esconder
el dolor. Tengo que ponerme una máscara que le muestra al mundo que estoy
bien. Pero nadie entiende realmente. Quieren que este bien, que lo “supere”
porque eso los hace sentir que pueden dejar de caminar sobre cascaras de
huevo a mi alrededor. Creo que es difícil dejar que las personas vean salir tu
lado vulnerable por miedo a ser juzgada
Lucky no me juzgara, eso lo sé.
—Lo tendrás de nuevo —dice—. Tal vez tome un tiempo pero no hay
nada que te detenga de encontrarlo.
—¿Sabes cuál es la peor parte? —pregunto—. En serio me gusta Hayden.
Quiero decir, me siento atraída. Hasta una persona ciega se sentiría atraída por
él. Y no es solo eso. Es hermoso. Tiene el cabello tan suave y siempre dorado. Y
su cuerpo me hace querer tomar una ducha fría. Pero es lo que está debajo de
eso. Tengo este presentimiento que me dice que es bueno, ¿me entiendes?
—¿Qué hay de malo con eso? —pregunta—. Suena como un pastel para
mí.
Sí, un delicioso pastel con cobertura de miel.
—No quiero que me guste tanto como lo hace. Es muy rápido y muy
pronto. No estoy lista, pero saber que está tan cerca, me hace olvidar que no
estoy lista, y que me mire de esa manera, la manera en que James te mira…
Lucky se lleva un trozo de queso a la boca y lo baja con la cerveza. Todo
el tiempo evaluándome con sus ojos grises.
—Estás jodida —dice.
—Gracias.
—Lo digo en serio, Sky. Te vas a perder en tus pensamientos. Eso no es
bueno. Sé que te asusta salir lastimada. Pero yo nunca te diría que estés con un
chico solo como un rebote. Eso está mal, y nadie debería involucrarse con otra
persona cuando aún tiene sentimientos por su ex.
—Ya no tengo sentimientos por Bradley.
Levanta una de sus cejas, como si no creyera lo que digo. ¿Acaso yo lo
creo?
—Genial —dice—. Pero no eres la única que está confundida. No debes
avergonzarte de tus sentimientos. Eres una persona real con sentimientos reales.
—Gracias, Lucky.
—Oh, no he terminado —continúa—. No te niegues a sentir lo que
sientes solo porque te asuste que te lastimen de nuevo.
—Sabes —le digo—. La única cosa buena que salió de que mi ex novio
me engañara con tu madre es que ahora tú y yo podemos ser amigas de verdad.
Sonríe a medias. —Tengo que confesar que secretamente te odiaba por
ser tan hermosa. Es desagradable.
—Cállate.
—Ahora, vayamos al grano. Ya que James se encargará del banquete de
la boda, significa que estoy invitada. ¿Qué debo usar?
—Esperen. —James regresa con su teléfono en la mano—. Antes de que
empiecen con todo el estrógeno. Podemos hacer una degustación del menú para
tu familia en dos días.
—Es perfecto.
James vuelve al teléfono y empieza a dictar una lista a la otra persona en
la línea.
—Todo va tan rápido —digo.
Lucky se inclina en el respaldo de su silla. —Síp. Deberías disfrutarlo
mientras puedas.
Traducido por Jadasa
Corregido por Gesi
Por dos horas, bebemos vino. Pepe y Tony están bañados en champaña
(literalmente) cuando la chica tras la barra accidentalmente agita demasiado la
botella y pierde el agarre que tenía sobre el corcho. Sale volando y Yunior lo
atrapa, gritando: —¡Soy el siguiente! —como si hubiese atrapado el ramo.
Hayden no bebe y permanece cerca de River, quien tiene los brazos
cruzados sobre su hombro porque tiene que tomar agua.
—Si tomo algo —dice—, puede que vomite. Pero lo merezco.
Hayden toma una botella de agua gasificada y llena su copa. —Al menos
así tenemos un poco de burbujas.
María toma asiento con Las Viejas en la barra. Cuestionan todo, aunque
ninguna sabe algo de vinos. Casi muero cuando la tía Cecy pide un poco de
azúcar para ponerle a su vintage rosé.
—Manteniéndolo con clase en 2014 —brindo, sosteniendo mi vaso hacia
Leti, quien choca las copas.
—Creo que son geniales —dice Hayden.
—No tienes que verlas todos los días —comenta Leti—. Bueno, casi. Pero
tienes a todas las chicas tratando de traerte bocadillos las veinticuatro horas.
—A todos excepto por tu madre —susurra en mi oído.
Ahora que no es un secreto que hay algo entre Hayden y yo, lo encamino
hacia el lugar en el que se encuentra mi madre haciéndole muecas a su vaso de
cabernet.
—Ma, él es Hayden. Ya lo conoces, pero quería presentártelo de nuevo.
Él extiende su mano. Y reto a mi madre a mirarlo a los ojos y no caer
rendida. La reto.
Sonríe muy a su pesar. —Gracias por esto. No era necesario.
—No, creo que sí lo era —le contesta él.
—Lindo —dice en español la tía Salomé, pellizcándole la mejilla, luego
resopla—. Esos ojos.
—¿Verdad? —concuerdo.
Hayden parece confundido así que le traduzco.
—¡Oh, muchas gracias! —Asiente, y cuando siento que hemos pasado
mucho tiempo parados frentes a ella, me lo llevo a otro lado.
—No te preocupes por ella —le digo—. Ya cambiará.
Se muerde el labio. Le molesta que mi madre no lo adulara como todos
los demás, pero es difícil de convencer. Estoy seguro de que la única persona
que le gustaría al instante es el Papa, y solo porque tendría miedo de ir al
infierno si no lo hiciera.
—Tenemos un acuerdo muy poco tradicional —dice—. Así que supongo
que tendré que esperar.
—Mira a mi familia —le digo—. Por mucho que traten de apegarse a las
tradiciones, no dura mucho. Tienes a Leti, que viaja por el mundo y tiene gemas
en los dientes. A Elena y Juliet, que serán las primeras en la familia en ir a la
escuela fuera del estado. Mi tío, que se casará con su pareja de años. Y luego me
tienes a mí…
Me alcanza y miro su mano como si estuviera en cámara lenta. Las
grandes y callosas manos de Hayden son lo único que quiero justo ahora.
Enrolla un mechón de mi cabello alrededor de un dedo.
—Sí —dice—. Te tengo.
La forma en la que me mira hace que quiera olvidar que estoy rodeada
por mi familia. Luego me doy cuenta de que mamá nos observa. Le brindo mi
más encantadora sonrisa.
—Somos la familia moderna —le digo
Una carcajada llama nuestra atención hacia la gran ventana frente al
viñedo. Los primos más jóvenes se han dirigido hacia las filas y filas de uvas.
Han sido advertidos de no cortar ni una, pero estoy segura de que uno o dos de
ellos han robado uvas del vino. La asquerosa sorpresa será para ellos cuando
muerdan y no obtengan más que un sabor amargo.
Sobre el césped, Steven y Elena se toman selfies, luego se turnan para
balancear vasos con sus cabezas.
—No los puedes sacar a ningún lado —digo
Por mucho que quiera estar avergonzada, o enojarme con ellos la mayor
parte del tiempo, los amo. A todos. Incluso a María. Bueno, algunas veces a
María.
—Me alegra que se estén divirtiendo —dice, acariciando mi mejilla. No
ha parado de tocarme desde que entramos al auto. Nunca he mostrado tanto
afecto delante de todos, y mucho menos con parientes cerca.
—Estamos pasándola excelente —le dice tío Tony. Él y Pepe llegan de su
tour por el viñedo. Tienen las mejillas rosadas por la cantidad de vino tinto que
han probado. Tony abraza a Pepe por la cintura. Verlos juntos siempre entibia
mi corazón.
Pepe toma la mano de Hayden. —Eres una persona diferente cuando no
estás cubierto en sudor. No sé a cuál prefiero más.
—Pepe.
—Si alguna vez quieres probar el modelaje, serías perfecto para la línea
de primavera del próximo año. Un estilo muy trabajador de la construcción se
encuentra con un surfista popular.
Observo a Hayden. ¿Cuándo pasamos de escondernos en un tejado a
tomarnos de la mano delante de mi familia? Una parte de mí me está
advirtiendo que esto es demasiado rápido. Pero una gran parte de mí, el lado
ermitaño que se escondió todo el verano, está feliz de estar al sol. No importa
cuánto tiempo dure.
—Estoy bien —dice—. Me gusta trabajar con mis manos.
—Espero que sigas haciendo trabajos con madera —comenta Tony—. La
glorieta está quedando bellísima.
—Solo esperen. Casi lo termino. Quiero que quede perfecto.
Tony y Pepe se miran e intercambian un besito. —Bueno, estamos felices
de que hayas llegado a nuestras vidas, aunque hayas tenido que caer del techo
para hacerlo.
—Lo haría nuevamente. —Y aprieta mi mano.
—Estoy tan feliz de ver a nuestra Sky sonreír así. —Brindan por Hayden.
Me siento como si estuviera en un sueño. Y si lo estoy, no quiero
despertarme nunca.
Las dos horas pasan volando. Es extraño presentar a un chico que no es
mi novio a mi familia, pero recibe el tratamiento de novio, lo cual es confuso. O
sería confuso si Hayden no pareciera estar disfrutando tanto. No hay nada de
esa incomodidad porque él sabe exactamente qué decir. Habla de los Yankees
con mis primos y le ofrece al tío Félix consejos sobre la mejor manera de poner
un apartadero en su casa en Florida. Deja que mis tías le toquen el pelo. Está
haciendo todo lo que humanamente puede para complacer a mi familia. La
verdad es que no tiene que hacerlo. Se lo dije. Pero lo hace de todas formas, y
eso provoca que mis sentimientos por él se profundicen mucho.
Cuando nuestras dos horas terminan, y Sean y Clara nos despiden con
una caja extra de vino burbujeante para el brindis de la boda (están invitados
ahora), River y Leti y yo nos amontonamos en el coche de Hayden.
—Amigo —le dice Lety—, has logrado caerle bien a todos en la familia
en dos horas. Ningún novio o novia lo había logrado en la historia de nuestra
familia.
—Un poco de vino ayuda mucho —contesta Hayden.
—Eso —comenta Leti—, y estoy muy segura de que todos han estado
desnudándote mentalmente durante semanas. Eso ayuda. Guau, nuestra familia
es terrible. ¿No es así, River?
Leti codea a River en las costillas. No tomó ni una gota. No fumó ni una
vez. Sonríe débilmente y mira por la ventana.
—Una cara bonita también ayuda. —Su sonrisa es forzada y está
destinada a aplacarnos. Hablará cuando esté lista. Siempre lo hace.
Antes de entrar, Hayden me besa. Sostiene mi cara en sus manos y
explora mis labios con los suyos. Sus dedos se abren paso a través de la maraña
de mi cabello. Me jala y me acerca aún más. Respondo a sus besos con un
movimiento de mi lengua. Dejo que mis manos se deslicen desde su pecho
hasta su entrepierna. Su pene se tensa a través de sus vaqueros.
Si damos la vuelta al coche y vamos a su casa, todo el mundo se dará
cuenta. Puede que a mi familia le guste ahora, pero el sexo no es un tema que
traigamos a menos que estemos chismorreando.
Me alejo de él. Es lo más difícil que he hecho en todo el día. —Gracias
otra vez.
—No tienes que agradecerme, Sky. No sé cuánto tiempo tenemos juntos,
así que solo quiero que cada momento dure.
—Si no estás cuidando tus calorías —le digo—, mañana el chef va a hacer
una pequeña degustación para la familia.
Se inclina hacia mi cuello y me besa una y otra vez. —Hay una cosa que
se me antoja desde que lo probé.
Alcanzo sus pantalones. La tensión de su pene responde a la humedad
entre mis piernas. —¿O… puedes venir esta noche?
—¿Escabullirme? —Me guiña el ojo. Toma mi mano y enlaza nuestros
dedos.
—Sí
Suspira, largo y tendido. —Tengo que estar en un trabajo mañana. Está
un poco lejos en la isla. Pero volveré por la noche.
Trato de no hacer pucheros. Besa mis labios suavemente. Me deja
flotando tan alto en las nubes que estoy segura de que nada puede hacerme
bajar. Ni siquiera los celos de María o la mirada reprobatoria de mi madre. Ni
los gritos de los jóvenes mientras corren alrededor de la piscina, o las quejas de
Leti de que Gary no la ha llamado en veinticuatro horas.
Ni siquiera el mensaje de Bradley que dice: No lo decías en serio. Te
extraño.
Traducido por Julie
Corregido por Gesi
—No creo haber hecho suficiente comida —nos susurra James a Lucky y
a mí.
Los treinta miembros de mi familia que se quedan en la casa miran a
James. Con su chaqueta blanca de cocinero y Lucky como una sustituta de
ayudante, se ve como el milagro que es.
—No hay problema —le digo—. Compartirán.
—Tony, Pepe, este es el chef James Hughes.
Le dan la mano con entusiasmo.
—Por supuesto que ya lo sabemos —dice Pepe, apretando sus propias
mejillas—. ¡No puedo creer que estés haciendo esto! Sky, este es el mejor regalo
de bodas.
Cuando les dije que James Hughes había aceptado hacer la comida en la
boda, fue como si les hubiera dado con un desfibrilador. Ahora que lo están
viendo, creo que literalmente podría necesitar ese desfibrilador.
Lucky se sienta sobre la encimera, provocando la ira de algunas de Las
Viejas, pero en este punto, podría prender fuego a la casa y estaré de acuerdo
con eso, siempre que James saque esto adelante.
Él desenvuelve una bandeja a la vez. Primero están los filetes fritos con
salsa de pepinillos dulce.
—Sky me dijo que tienen más de doscientas personas. Mi idea es que
hagamos muchos platos pequeños centrados en mucha proteína.
Todos se encuentran demasiado ocupados asintiendo y haciendo ruidos
deliciosos para formar oraciones coherentes. —¿Qué proteína? —pregunta
Pepe.
—Estaba pensando en hacer muslo, estilo latino. Todos adoran el cerdo
asado. Cuarenta y ocho horas de adobo. Ya tienen el asador en el patio trasero.
Mi amigo puede conseguirme dos de esos, y bam. Estamos listos.
Pepe sopla uno de los filetes. —¡Podemos hacer que los cantineros hagan
Mai Tais! Tengo ganas de una fiesta hawaiana. Todavía es algo playero, pero
más tropical. ¿Qué más tienes allí debajo?
James retira el papel de aluminio en su famosa paleta de cordero.
Esos casi se evaporan. Los corderos son seguidos por los pasteles de
cangrejo más sabrosos que he probado. La carne se desprende con la cantidad
justa de crujido. Pero debo decir que lo mejor es la bandeja de taquitos de
langosta.
—Sky dijo que querían un plato italiano, así que tengo unas albóndigas
de ternera que los dejarán boquiabiertos. Si no es así, entonces digamos que la
receta vino de mi segundo chef, Nunzio.
Las albóndigas desaparecen en segundos.
—¿Están felices? —les pregunto a Pepe y Tony.
Tomo como respuesta sus caras sonrientes y sus bocas llenas. Creo que la
respuesta para mantener a mi familia feliz es buena comida y buen vino. ¿Por
qué me tomó tanto tiempo averiguarlo? Aniquilan la comida como si no
hubieran sido alimentados en una semana.
Mientras James firma un par de autógrafos, Lucky me lleva a la sala de
estar.
—¿Y? —pregunta.
—¿Y? —digo.
Me da una palmada en el brazo. —¿Cómo van las cosas con el techador
sexy?
—No es solo techador —digo—. También es carpintero.
—Me encanta un hombre que trabaja con sus manos. Eso les hace saber
un poco mejor cómo abrazarte.
—Dímelo a mí.
—Tráelo esta noche. James hará la cena, obvio. ¿Puedes traer un poco de
ese vino Goose Walk? Lo probé el otro día, y digamos que ya no queda nada.
—Lo que quieras —le digo—. Me salvaste.
Sus ojos grises son brillantes y felices. —¿Para qué están los amigos?
Más tarde esa noche, cuando la familia se reúne para cenar, voy a mi
habitación a cambiarme el traje de baño. Mientras ato mi bikini, la puerta de mi
habitación se abre y Xandro se queda parado en la puerta.
—¿Disculpa? —siseo.
Se para derecho. —Oye, Sky. Lo siento. Estaba buscando el baño.
Agarro el vestido en mi cama y me lo pongo, sabiendo que es inútil. Ya
me ha visto.
—No seas tímida, nena. —Se inclina contra el marco de mi puerta—. Te
he visto en tu bikini cuando vas a nadar. Es como la ropa interior, pero la
puedes mojar.
Sus palabras me ponen la piel de gallina. —Bueno, no estamos en la
piscina. Estás en mi habitación. Vete.
—¿A dónde vas a ir esta noche? La cena está casi lista. Me perdí el
almuerzo elegante del chef. Estaba en el bote de mi compañero.
—Vete, Xandro.
—Escuché que tu pequeño techador llevó a todos a probar el vino.
Pongo ropa extra en una mochila. Todo sobre esto está mal. Xandro de
pie en mi habitación está mal. Xandro, en esta casa. Sus ojos lucen borrachos de
lujuria y me hacen sentir más que desnuda, me hacen sentir expuesta.
—Es bueno que esté tratando de agradarle a tu mamá. Pero nunca va a
funcionar. Nuestras madres no son así.
—No sabes nada de mi familia. —Alzo la voz—. ¿Crees que porque me
conociste cuando éramos niños tienes derecho a invadir mi vida? Estás
delirante.
—Te equivocas, Sky. Sé mucho sobre tu familia. Sé que cuando tu madre
no podía comprar comida, bajaba por el pasillo y mi madre le daba un plato
para ti. Sé que tu tío solía meter a escondidas hombres en el apartamento
cuando ninguno de ustedes prestaba atención. Todos hablaban de eso.
—¿Intentas llegar a algo? —Me acerco a él con los puños cerrados—. ¿O
solamente tratas de enojarme?
—Estoy tratando de hacerte ver que tú y yo tenemos historia. ¿No te
cansas de pasar por relaciones que nunca irán a ninguna parte? Tu mamá me
contó cómo te engañó tu último novio. ¿Crees que este tipo es diferente?
Me río en su cara. Vibra mi teléfono. Hayden probablemente esté abajo.
—¿No tienes una modelo que necesita operarse las tetas?
—Sky, ¿sabes por qué me molesto contigo?
Pongo los ojos en blanco. —¿Por qué?
—Porque ya eres perfecta. Todo sobre tu cara, tu cuerpo, no necesita
ningún trabajo. Conmigo, tendrías todo. No tendrías que trabajar. Podríamos
comprar una casa para tu mamá. Oye, nuestras madres podrían incluso vivir
juntas.
—¿Así es como hablas con las mujeres? —pregunto—. Porque no te está
llevando a ninguna parte.
Doy un paso atrás. Él me sigue. Agarra mi brazo, apretando demasiado
fuerte. Con mi mano libre, le doy una bofetada y me suelta.
—Xandro, no estoy interesada en ti.
—Eso es inaceptable, Sky.
Intenta alcanzarme, pero lo golpeo con mi bolsa. —No me toques.
Nunca.
Justo en ese momento, River cruza el pasillo de camino al baño. Nota mi
puerta abierta y me ve. Hace un giro de ciento ochenta grados y entra
directamente. —Oye, Ricky Martin. ¿Qué pasa?
No escucho su respuesta porque mi corazón se siente como si estuviera
martilleando en mis oídos. Me sopla un beso y baja las escaleras.
—¿Qué fue eso? —pregunta ella.
—Eso es un problema.
—Tenemos que decir algo. —Se da vuelta, pero la detengo.
—Ahora no.
—Sky, el pervertido se encontraba en tu habitación. A menos que me
digas que lo invitaste aquí, tenemos que decirle a alguien para que deje de
intentar cortejarte o lo que sea que crea que está haciendo.
—Voy a hablar con mi madre, pero no cuando él está en la casa. Ella no
entiende cómo es. Solo es así cuando no hay nadie cerca.
—¿Ha hecho esto antes?
Niego con la cabeza. —Así no. Esto es extremo. Pero me dice cosas, como
si pensara que lo nuestro se halla escrito en las estrellas o algo así. Está muy
desquiciado.
Estudia mi cara. Temo que no va a escuchar. Temo que corra escaleras
abajo y le rompa la cabeza con algo. —De acuerdo. Pero si vuelve a hacer algo
como esto, lo destrozaré.
Y sé que lo dice en serio.
Traducido por IsCris
Corregido por Julie
Me despierta un grito.
Las puertas se abren en ambos pisos. Mis primos, tías y tíos sacan las
cabezas por las puertas, se quitan la legaña de los ojos y bostezan con su aliento
matinal en el pasillo.
—¿Qué pasó? —pregunta Leti.
Elena se encoge de hombros. —Parece que vino de abajo.
—El mayordomo lo hizo —bromea Yunior.
Conduzco a las tropas abajo, donde Pepe se encuentra sentado en la sala
de estar con las manos sobre los ojos. Hay un paquete desenvuelto en la mesa
de café. Frutos secos ensucian el vidrio y el piso.
El tío Tony corre hacia él, con una larga bata de baño azul marino
arrastrándose en el suelo. —Cariño, ¿qué pasa?
Todos nos reunimos a su alrededor. Cuando ven que nadie está muerto,
la mitad de la familia vuelve a sus habitaciones para dormir.
—Esto acaba de ser entregado.
—¿Qué? —pregunto, con un sobresalto en mi voz. Corro alrededor del
sofá y me siento a su otro lado. Allí, en el centro del paquete, hay dos adornos
de pastel. Son cosas muy bellas. El novio tiene el cabello blanco con gafas
diminutas como las que usa el tío Tony. Tiene un esmoquin azul marino como
el que van a usar. Es de una compañía que se especializa en hacer que los
muñecos se vean lo más parecidos posible a la pareja.
Pepe comienza a sollozar.
El problema es que el segundo adorno del pastel es una chica. Es morena
como Pepe, con un brillante cabello oscuro y un hermoso vestido de novia.
—Lo hicieron a propósito —llora Pepe.
Escucho a Leti decir que le preparará un poco de té, como si se supusiera
que el té lo fuera a calmar.
—Oh, mi amor —dice Tony, acariciándole la espalda—. Eso es una
locura.
—No me digas que estoy loco. ¡Los ordenamos juntos! Viste que diseñé
dos hombres con dos esmóquines. No a esta perra estúpida. —Me quita a la
novia y la arroja a la chimenea.
Tony niega con la cabeza. Esta es una de esas situaciones en las que no
sabe qué hacer, incluso aunque siempre sabe qué hacer.
Apoyo la cabeza sobre el hombro de Pepe. Tiembla por el llanto.
El primo Steve se hunde en el sofá frente a nosotros y enciende el
televisor. —¿Cuál es el problema? Solo consigue uno nuevo.
Le quito el control remoto de la mano y lo golpeo en la parte de atrás de
la cabeza. —Ve a tu maldita habitación.
—¿Qué diablos?
—No bromeo. Todos. Si no van a ser útiles, váyanse a otro lugar. —Uno
por uno regresan a sus habitaciones, maldiciéndome en voz baja. Leti regresa
con té para Tony y Pepe, con terrones de azúcar en cada taza.
—Conseguiré nuevos —digo—. Mejores. Lo prometo.
Tony toma mi mano y aprieta. —Gracias, cariño.
—Todo va mal —anuncia Pepe—. Nada va según lo planeado.
—Es un proceso de aprendizaje —dice Tony, frotando los hombros de
Pepe—. Va a estar bien.
—No, no lo va a estar. Es como tratar de arreglar un hermoso vestido con
retazos.
Tony lo calla suavemente. —Amor, no lo dices en serio.
Me duele el corazón por ellos. Esto es mi culpa. Si no les ocultara los
secretos, Pepe no se sentiría así.
—Arreglaré esto. —Enciendo la chimenea y tiro el otro adorno. Algo
sobre verlos derretirse y arder en el fuego hace que Pepe se calme—. ¿Ves?
Todo desapareció.
Después del desayuno me visto, con la intención de ir a la ciudad a
buscar reemplazos. Después de eso voy a ir a hablar con mi madre sobre
Xandro. Después de eso, voy a asegurarme de que Leti tenga un DJ. Después de
eso, voy a hacer que mi ejército de primos comience con los centros de mesa.
Después, mi prueba final del vestido, el ensayo de la boda y luego bum. Boda.
Pero cuando bajo, Xandro ya está hablando con mi madre.
—Sky, Xandro se dirige a la ciudad. Le dije que ibas a hacer un
mandado.
Mis sentidos entran en modo de pánico. —No, estoy bien.
Me desestima con un gesto de su mano. —Tus primos se llevaron todos
los autos a los puntos de venta.
—River puede llevarme.
—River se ha ido.
La maldigo en mi cabeza. —Caminaré.
—Sky, estás siendo grosera.
Le diré qué es grosero. Grosero es entrar de golpe a mi habitación sin
tocar. Grosero es obligarme a tener a un hombre que no quiero en mi vida.
Grosero es despreciar al hombre por el que tengo sentimientos.
Pero sé cuándo estoy atrapada. —Bien.
Salgo de prisa de la casa y me meto en el auto de Xandro.
—No tienes que lucir tan enojada —dice Xandro—. Lamento lo de ayer.
Estaba bebido.
—¿Esa es tu respuesta?
Xandro niega con la cabeza mientras aparca frente a la panadería.
—¿Qué quieres que te diga?
—Quiero que detengas lo que sea que haces y admitas que nunca va a
pasar nada entre tú y yo.
Cuando cierro de un portazo su auto, me sigue rápidamente por la calle.
—Mira, Sky. Te dije que lo sentía. Déjame hacerlo bien.
Me rodea con su brazo. Parejas y adolescentes caminan con grandes
sonrisas en sus rostros. El sol brilla y un camión de helados anuncia que el
verano aún no ha terminado. Mientras tanto, Xandro me obliga a caminar con
él. ¿Por qué es que prefiero no hacer una escena que admitir que me siento
amenazada? ¿Qué debo gritar? ¡Ayuda! ¡Un apuesto cirujano plástico trata de
llevarme a almorzar! La mitad de las transeúntes mataría para intercambiar
lugares conmigo.
—Vamos a buscar algo para comer. —Me lleva a un pequeño pero
elegante lugar italiano en la cuadra. La camarera rápidamente nos da un asiento
en la parte de atrás.
Mi corazón retumba en mi pecho y no puedo evitar que tiemblen mis
pies. —Xandro, ¿qué puedo hacer para que te vayas?
Toma el menú y lo examina como si no hubiera dicho nada. Le pide a la
camarera una botella de agua con gas, una ensalada Caprese para mí y
carpacho de ternera para él, y dos vasos de su mejor vino sauvignon blanc.
—No voy a beber —le digo a la camarera.
—Solo tráelo —dice él.
La camarera no sabe qué hacer. Me mira con miedo en sus ojos. De
cualquier forma, se verá mal frente a su jefe. Es joven, nueva, y acostumbrada a
recibir órdenes. Me resigno. Le digo que lo traiga, pero no hay forma de que lo
beba.
—Sky —dice Xandro—. ¿Sabes cuán vergonzoso es que hayas elegido a
un obrero antes que a mí?
—No es un obrero, y aunque lo fuera, no es asunto tuyo.
—Eres increíble, sabes. Te ofrezco el mundo, y aquí estás. Esto hace que
nuestro arreglo sea un poco difícil.
Me inclino hacia adelante. Decido que no me importa si hago una escena.
No me importa si todos los Hampton puede oírme. —No tenemos un arreglo.
No eres nada para mí. En realidad... eres algo.
Una sonrisa irrumpe en su rostro.
—Eres un gran dolor en mi trasero, y te interpones en el camino de mis
mandados.
—No seas estúpida, Sky. Tu madre nunca aprobará tu elección en
hombres. ¿Qué preferirías llevar a casa, un cirujano o un cabeza hueca con un
martillo?
La mesera y su ayudante traen nuestra comida. Ella coloca las copas en la
mesa tan rápido que el vino se cae por los lados. Ardo de ira. Lo peor es que sé
que Xandro no me quiere, no realmente. Quiere la idea de mí, una chica que
viene del mismo lugar que él. Alguien a quien su madre aprobará, porque
apuesto mi alma a que a su amable madre católica no le gusta ninguna de las
chicas que lleva a casa. Soy su solución. Pero también lo estoy rechazando. Y su
ego, su necesidad de verse bien, es más grande que su necesidad de complacer
a su madre.
—Prefiero llevar a cualquiera menos a ti a casa —digo, sonriendo.
Se ríe de mí en mi rostro y toma un largo sorbo de su vino. —No es de
extrañar que tu ex te haya engañado. No sabes cómo mostrarle a un hombre lo
que vale.
Es como si mi mano tuviera el control del resto de mí, y la miro arrojar
mi copa de vino al rostro de Xandro. Dejo mi copa vacía sobre la mesa y tomo el
tenedor. Lo coloco sobre su mano y presiono hacia abajo, lo suficiente como
para que chille, pero no lo suficiente como para extraer sangre.
—Necesito que me escuches, porque hasta ahora, no lo has hecho. Te vas
a mantener alejado de mí. Vas a abandonar la idea de salir conmigo. Vas a
decirle a mi madre que conociste a alguien más. Di lo que quieras, no me
importa. Pero si alguna vez tratas de tocarme, otra vez, recuerda: tú podrás
saber cómo cortar a la gente. Pero yo sé cómo ponerte en un largo sueño y hacer
que parezca un accidente. ¿Nos entendemos?
Se lame las gotas de vino de los labios y finalmente asiente. Levanto el
tenedor y lo vuelvo a colocar en su lugar al lado de mi plato. Tomo mi servilleta
y la tiro en su regazo. Todos en el restaurante nos miran, pero nadie se mueve.
Nadie pregunta si estoy bien. Nadie me habla al salir. Saco un billete de mi
bolso y se lo entrego a la anfitriona. —Lamento el desastre.
Mientras salgo, sé que no lo lamento en absoluto.
Traducido por Anna Karol
Corregido por Ailed
3 En español en el original.
Traducido por Julie
Corregido por Ailed
Guío a Hayden hacia las escaleras, dentro del baño, apurándolo a pasar
por la puerta cuando escucho pasos en el pasillo.
—Ni siquiera has visto el regalo para tus tíos —dice.
—Estoy ocupada. —Es verdad. Estoy ocupada. Estoy ocupada pasando
su camisa sobre su cabeza. Tocando cada musculo que se flexiona bajo mi piel.
Atrapa mi labio inferior — Sky.
Me alejo lo suficiente para sentir el aire frío entre nosotros. —¿Sí?
—Es importante para ti. —Sostiene la caja de madera entre nosotros.
Preferiría tener su madera entre nosotros—. Después de eso, puedes hacer lo
que quieras conmigo.
—¿Me lo prometes?
Muerde mi hombro como respuesta.
Ahora que está aquí y que me ha perdonado, no puedo pensar en nada
más. Tiene que levantarme de su regazo y sentarme sobre la cama. Trato de
protestar pero ahora estoy interesada en qué es lo que hay dentro de la caja.
Reconozco las hermosas esculturas de Hayden. Hay una P y una T en letras
elegantes. Amo la idea de Hayden sentado allí, trabajando con sus manos para
hacer esto. Lucky tiene razón, los hombres que trabajan con las manos seguro
que saben cómo usarlas.
La abro para hallar dos figuras envueltas en una tela azul. Al principio,
no sé qué se supone que debería estar viendo. La primera mide cerca de siete
centímetros y está hecha de madera clara. La segunda es un poco más pequeña
y está hecha de caoba. Cada una tiene gravadas las iniciales en el corazón, la T y
la P.
—Son ellos —digo, girándome para besarlo, pero ya está a mitad de
camino—. Gracias.
—Quería tu aprobación. ¿Deberíamos dárselos en el ensayo o guardarlos
y darles la sorpresa?
Sonrío contra sus labios por lo que nuestros dientes chocan. Me alejo en
un ataque de risas. —El día de la boda. Les encantarán.
—Shhh. Vas hacer que nos atrapen.
Ruedo los ojos. —La mitad de la casa está fuera de fiesta.
—Acabo de lograr agradarle a tu mamá.
Lo miro sospechosamente. —Sí, ¿cómo hiciste eso?
Se recuesta en mi cama, extendiendo su glorioso cuerpo para mí.
—Puedo ser encantador cuando quiero serlo.
—Hayden.
—Le dije que te amo. Que solo quiero que seas feliz, incluso si no es
conmigo.
Pongo los adornos del pastel en mi armario y cierro la puerta. En la
oscuridad de mi habitación con la suave luz azul proveniente del balcón, sé que
solo hay una cosa que quiero. Saco las mangas de mi vestido por los hombros.
Realmente adoro verlo cuando lo hacen en las películas, y dejo que el vestido
caiga al suelo. Hayden sigue la mirada a la tela. Se arrastra hacia mis pechos,
debajo de mi cintura, caderas y aterriza en el suelo, en el charco de ropa.
Desabrocha su cinturón.
Agarro mis pechos para hacer que se endurezcan, después exploro mi
propio cuerpo con las manos. Rodeo mi cintura con mis manos, haciendo trazos
hacia mis caderas. Pongo mis pulgares en la orilla de mi tanga.
Hayden deshace el botón y se quita sus vaqueros.
Bajo mis bragas, contoneo mis caderas. Doy dos pasos hacia adelante,
dejando mi ropa atrás. Intenta alcanzarme, pero agito mis dedos hacia él. Tomo
coraje del deseo en sus ojos. Lo observo viendo como masajeo mi clítoris.
—Ven aquí —dice.
—Oblígame.
Se pone de pie de inmediato. Me deja sin aliento. Me levanta en el aire.
Rodeo su cintura con las piernas. Su pene se levanta. Se desliza dentro y fuera
de mi humedad. La punta se presiona sobre mí y yo me quedo sin aliento.
Hundo mis uñas en su espalda para que espere. Se retira.
—Dios, estás tan apretada.
Grito cuando me levanta más en la pared. Me vuelve loca con la manera
en que muerde mi cuello y gime en mi oído.
—Hayden, te necesito.
—Te necesito.
—Te quiero dentro de mí.
Mueve su pelvis hacia arriba. Atrapa mi grito con sus labios. Es un tanto
agradable que trate de ser silencioso cuando todo lo que quiero es gritar. Lo
siento dentro de mí. Se desliza lenta y dolorosamente, haciendo espacio para él.
Me duele un poco, en la más deliciosa forma.
—Bebé —susurra—, bebé, te sientes tan bien.
Me aparta de la pared y me avienta a la cama. Sus manos sostienen las
mías arriba de mi cabeza. Me abro salvajemente y él aumenta el ritmo. Está tan
resbaladizo que se desliza fuera una vez más. Por un momento, desaparece. Me
deja extendida en la cama.
—¿Hayden?
Sus manos agarran mis caderas, y luego esa boca, esa hermosa boca está
cubriendo mi vagina. Es solo una probada, porque vuelve a estar encima de mí.
—No podía contenerme. Necesitaba probarte una vez más.
Me besa, levantando una de mis piernas sobre su hombro. Su pene se
desliza en mí de nuevo, y esta vez lo mantiene ahí tanto como puede. Me borra
el dolor con besos, y en este momento, no quiero a nadie más el resto de mi
vida. Se gira dentro de mí, y siento su dureza en el estómago.
—Mírame, mi amor. —Sus ojos son tan azules—. Te amo, Sky.
Le respondo con un beso. En ese beso quiero cubrir todo el amor que
siento por él. Viene con rapidez, como las últimas semanas. Me detengo. —Ya
me corro.
Mi interior pulsa alrededor de su longitud. Murmura en mi oído: —Lo
sé, bebé. Córrete para mí.
Se mueve dentro de mí hasta que mi orgasmo me hace caer. Lo aprieto
más profundo dentro de mí, presionando mi pie contra su trasero.
Cuando Hayden se viene, cierra los ojos. Incluso sin mirar, encuentra mis
labios. Estamos sudorosos y exhaustos. Pero por primera vez en mucho tiempo,
se siente muy muy bien.
Traducido por Beatrix
Corregido por Ailed