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Auris & Julie

Vane Black IsCris Monse. C


Ma.Sol Julie Auris
Gesi Mely08610 Jeenn Ramírez
mimi_jm Chachii Dannygonzal
evanescita Miry MadHatter
Bells767 Valentine Rose Beatrix
AnnyR’ Val_17 Joselin
Anna Karol Maria Graterol Monse C.
Jadasa amaria.viana

AmpaЯo Daliam Gesi


Anna Karol Kish&Lim Ailed
Julie Jenny99 Vane Black

Julie Tolola
Sinopsis Capítulo 24
Capítulo 1 Capítulo 25
Capítulo 2 Capítulo 26
Capítulo 3 Capítulo 27
Capítulo 4 Capítulo 28
Capítulo 5 Capítulo 29
Capítulo 6 Capítulo 30
Capítulo 7 Capítulo 31
Capítulo 8 Capítulo 32
Capítulo 9 Capítulo 33
Capítulo 10 Capítulo 34
Capítulo 11 Capítulo 35
Capítulo 12 Capítulo 36
Capítulo 13 Capítulo 37
Capítulo 14 Capítulo 38
Capítulo 15 Capítulo 39
Capítulo 16 Capítulo 40
Capítulo 17 Capítulo 41
Capítulo 18 Capítulo 42
Capítulo 19 Capítulo 43
Capítulo 20 Capítulo 44
Capítulo 21 Life on the Level
Capítulo 22 Sobre la Autora
Capítulo 23
Sky Lopez pensó que lo tenía todo: el trabajo perfecto, la relación
perfecta, la vida perfecta… hasta que descubre que su no-tan-perfecto novio la
ha estado engañando. Así que cuando su tío le pide ayuda para organizar su
boda en los Hamptons, Sky aprovecha la oportunidad, abandonando sus
“perfectos” planes futuros en el espejo retrovisor.
La boda no resultó ser tan buena distracción como ella esperaba, porque
cuando sus parientes y amigos se dan cuenta de que está soltera, ponen a Sky
en su mira de casamenteros. No importa que tenga solo veinticuatro años. No
importa que no quiera conformarse con nadie más que con el Sr. Adecuado. Al
parecer todo el mundo en la vida de Sky quiere que ella se case y tenga bebés.
Tan pronto como ayer.
Así que cuando Hayden —un techador dulce y atractivo— se desploma
desde el techo y prácticamente cae en su regazo, ella no puede evitar pensar
que tal vez los chicos buenos simplemente caen del cielo.
Pronto Sky se encuentra haciendo malabarismos entre los planes de la
boda, el ex infiel que está tratando de recuperarla, el cirujano plástico lindo que
su familia piensa es perfecto para ella, y el techador atractivo que parece no
poder sacar de su mente.
A medida que la fecha de la boda se acerca, Sky tendrá que elegir a uno
—o ninguno— para evitar caer de la cornisa, y tal vez enamorarse.
On the Verge, #2
Traducido por Vane Black
Corregido por AmpaЯo

La primera vez que me ponga blanco en una boda, no seré la novia.


Me giro hacia el espejo de cuerpo entero, admirando la forma en la que el
suave satén blanco abraza mi piel dorada por el verano en los Hamptons.
Cuando me probé el vestido en abril, se ceñía a mis caderas. Luego, me hallaba
en Boston trabajando turnos de noche en un hospital que incluía un suministro
constante de pasteles, pizza fría y café. Cuando no trabajaba en el turno de
noche, me aferraba al brazo de mi novio perfecto con una mano y tomaba
cócteles con el otro. Diré una cosa sobre esta ruptura: es lo único que me hizo
perder peso en lugar de apilarlo.
Eso y la planificación de la boda.
Planificar bodas es un asunto estresante, especialmente cuando el novio
es tu tío, y toda tu familia puede ver cómo los planes de tu vida se desmoronan
espectacularmente.
Al menos puedo decir que mi vestido de dama de honor me queda.
Tal vez sea el vestido, pero empiezo a pensar en mí misma caminando
por el pasillo como la novia. Cómo el año que viene pude ser yo. Cómo habría
elegido la misma paleta de colores. Esa es una espiral que no quiero volver a
bajar. Así que, en cambio, me concentro en las cositas como las arrugas a lo
largo del dobladillo, las huellas dactilares en el espejo, las motas de polvo que
revolotean alrededor de la habitación. Paso mis dedos a través de ello. Me
pregunto cómo el polvo, sucio polvo que te hace estornudar puede verse tan
hermoso cuando un rayo de luz lo golpea. Supongo que cualquier cosa puede
ser bella en cierto ángulo, como los chicos perfectos que resultan no ser tan
perfectos.
—¡Sky! —Leti golpea la puerta—. ¿Ya estás vestida?
El pomo de la puerta se gira, un recordatorio de que puedo despedirme
de la privacidad (y el silencio). Durante dos meses completos, tuve la casa para
mí sola. Claro, pertenece a mis tíos, pero debido a que ambos son adictos al
trabajo, me sentía como si estuviera sola. Uno por uno, la familia comenzó a
llegar para el gran día. Antes de hoy, recibía una llamada diaria de mi madre
recordándome que no tengo novio, ni trabajo ni hogar. Solo dos por elección.
Bueno, en realidad todo por elección. Una cosa es que te molesten por teléfono.
Otra es ser molestada en persona.
Mi prima Leti irrumpe vestida con el mismo vestido que yo, solo que es
demasiado angosto sobre sus rodillas, así que hace un tambaleo extraño, como
una sirena que intenta caminar en tierra. Sus ojos marrones se abren cuando me
ve. Presiona una mano en su pecho gigante y suspira.
—Chiiiica, pareces la novia. Me siento como una ballena varada. Digo, es
mucho mejor que mis expectativas iniciales después de ver su colección de
primavera sobre un circo neón elegante, ¿pero en serio? ¿Por qué me hace esto?
—¿Porque nuestro tío es gay y no tiene idea de lo que es usar un vestido?
Se ríe en esa forma atronadora suya: retumbando desde el vientre. Una
estrellita dorada en su colmillo izquierdo brilla a la luz del polvo angelado que
entra por la ventana. Obtuvo la estrella en Suecia durante su semestre el año
pasado. Al parecer es una cosa popular allí. Ponerse brillantes en los dientes no
es algo común en nuestra familia, y recibió un montón de problemas de las
Viejas, las mayores, nuestras madres, tías y abuelas, el coro ecuatoriano para la
tragicomedia de nuestras vidas.
Debería haber ido con ella a Suecia cuando tuve la oportunidad, pero
elegí Boston para viajar. Ahora no es el momento de arrepentirse, pero los
remordimientos siempre tienen una forma de encontrar su camino hacia el
presente.
—No sé nada de Tony —dice—, pero el tío Pepe solía usar vestidos todo
el tiempo.
—Da igual —digo—. ¿Estamos seguras de que no podemos convencerlos
de algo con una cintura estilo imperio?
Un tercer vestido blanco, más parecido a segunda piel que a tela, entra a
mi habitación. Mi mejor amiga, River, se apoya contra el marco de la puerta.
Sus salvajes rizos color miel caen por su espalda. Puedo oler el océano en su
ropa. Su piel es incluso más bronceada que la mía, solo que la mía es por
genética y la suya está un paso más cerca del cáncer de piel. La mancha de
pecas doradas en sus pómulos altos hace que sus ojos azules sean mucho más
nítidos.
—¿Recuérdame de nuevo por qué vestimos de blanco? —pregunta River.
Entra de puntillas, el material se estira con tanta fuerza que me temo que las
costuras se romperán.
—Porque sí —dice Leti. Ella habla con sus manos. Las mueve por todos
lados. Desde que éramos pequeñas ha sido así, un ruidoso petardo suelto—.
Pepe y Tony se pondrán todo el color. ¿Viste los trajes? Azul marino con
turquesa y tonos blancos. Es más o menos lindo.
—Sabes —dice River con su voz de fumadora—, es un testimonio de mi
amor por Pepe y Tony que estoy aquí ahora. Estaba en la playa y casi no podía
separarme de los surfistas.
Se lame los labios de una manera que hace que Leti bata los ojos y diga:
—Oh, cómo te extrañé, River. No puedo esperar a que todos lleguen aquí.
Gimo. —¿Toda la familia, además de la familia del tío Tony que nunca
conocimos, además de todos sus presumidos y elitistas amigos? Me pregunto
cuál de los vecinos va a llamar primero a la policía.
—Es como mi gran boda griega —dice River—. Solo que el novio es
italiano, el otro es ecuatoriano, y los dos son homosexuales.
—Mi gran boda gay italo-ecuatoriana. —Leti se ríe—. Va a ser muy
romántico. Ojalá tuviéramos citas.
Tenía una cita. Trato de no dejar que mi cara se arrugue y llorar. Me
cansé de llorar. Me cansé de sentir pena por mí misma. En general. Me cansé de
dejar que otras personas me vean llorar y sientan pena por mí. Pero ellas no son
cualquier persona. Leti es mi prima hermana. River es mi mejor amiga. Son lo
más cercano que tengo a hermanas, y no puedo mentirles.
—Lo siento, Sky —dice Leti—. No quise decir…
Asiento. Odio ser así. Odio no poder ignorar la tristeza. Me usa como un
vestido feo al que no puedo desabrochar.
—Debería haberlo superado —digo—. Pero es Bradley, ¿saben? Fue todo
para mí durante tanto tiempo.
Tratamos de sentarnos, pero los vestidos son tan apretados que si lo
hacemos se nos corta el aliento. Así que nos quedamos paradas frente al amplio
espejo de cuerpo entero. Más partículas blancas se derrumban sobre nosotros.
Leti estornuda y se mete en una pelea con el polvo. El polvo gana.
—¿Qué es eso? —pregunta—. Suena como una estampida.
—Los techadores han estado dando vueltas durante dos días. Hubo un
pequeño agujero cuando cortaron el árbol para la boda, y luego encontraron
putrefacción. Justo lo que necesitamos.
—Oye —dice Leti—, si todos los números de River son callejones sin
salida, podemos pedirles a algunos de ellos que sean nuestras citas. Al menos
serán buenos con sus herramientas.
—Eres imposible —digo.
—Oh, vamos, Sky —anima—. Simplemente no quiero que estés triste.
—Escucha —me dice River—, si quieres sentirte triste, entonces deberías
sentirte triste. Bradley era una mierda que merece que le corten el pene, lo
muelan y se lo den de alimento. ¡Te engañó con una anciana!
Leti niega con la cabeza. No sé a quién le tiene más miedo, a River o a mí
con mi cara destrozada. —Dejé de ver el programa de cocina de Stella tan
pronto como me dijiste que se acostó con Bradley.
River se apoya contra la pared y se clava el dedo meñique en la oreja. Un
pequeño rastro de arena cae al piso. —Todo este tiempo creí que te preocupaba
la hija. ¿Cuál es su nombre? ¿Rainbow?
Me río. —Lucky. Y no, ella es genial. Ahora somos un poco amigas.
—Uf —dice ella—. Siempre la objetiva, tú.
—No quiero que estés triste nunca más, Sky —dice Leti—. Has hecho
mucho por la boda. Este es tu bebé. Debes disfrutarlo.
—No hay nada como planificar una boda de ensueño para otra persona
después de que te hayan abandonado.
—¡Oye! —exclama River—. Cierra la boca. No hables así de ti misma. Lo
dejaste.
—¿No es esa la parte de mierda? Incluso después de todo. Después de
que se arrastrara y prometiera que solo fue un error, que quería otra
oportunidad, que debía darle la chance de ser mejor. Después de que le dije que
no quería volver a verle, ¿todavía me siento como la que fue abandonada?
—A la mierda —espeta River—. No más abatimiento. Odio no poder
arreglar tu corazón roto. O no poder asesinar a Bradley con mis propias manos
en este momento. O que es probable esté en un yate divirtiéndose muchísimo
mientras tú estás triste. Pero puedo impedirte revolcarte en tu propia miseria.
—¿Cómo vas a hacer eso? —pregunto.
—No lo he descubierto —responde—. ¿No es suficiente que pueda
matarlo en mi mente?
Es curioso cómo las maldiciones y las amenazas de muerte contra un
hombre que me hizo mal pueden levantarme un poco el ánimo.
—Sin embargo —dice River—, has estado aquí durante dos meses desde
que dejaste Boston, y ni siquiera has tenido sexo por despecho. He estado aquí
durante una semana y ya he reunido un grupo de candidatos saludables.
—¿Para ti o para mí?
—Para todas. —Veo ese brillo en sus ojos. River siempre fue la salvaje, y
le encanta cada minuto de ello.
—El verano casi termina. Y tengo la boda. Y tengo que descubrir qué se
supone que debo hacer después de eso. Estoy considerando pasar el otoño y el
invierno escondida aquí. Fresh Direct hace entregas, y ese lugar de café está a
solo diez minutos a pie para mi adicción al chai.
River niega con la cabeza. —No.
—¿Qué quieres decir con no?
—No puedo tener esta conversación contigo —dice—. Eso es charla de
abandono. Los Thomas no se rinden.
Suelto una carcajada. —No soy una Thomas. Soy una López. Los López
renuncian todo el tiempo.
—Basta, Sky —dice River—. Voy a encontrarte un hombre tan bueno que
querrás sumergirlo en chocolate y lamer los dedos de sus pies.
—¿Puedo recibir eso también? —pregunta Leti.
—Antes que nada —le digo—, no me gusta el chocolate. En segundo
lugar, odio los pies. En tercer lugar, el tipo de hombre que necesito ahora no es
un rebote. No necesito ningún hombre. Necesito perspectiva. Solo quiero estar
sola. Mi cabeza es un desastre. Cualquier cosa que necesite mi atención debería
involucrar arreglos florales y servicio de comida.
—Cariño —comenta River—, te amo, pero necesitas un rebote. Un rebote
cubierto con tanto aceite de bronceado que podrás freírlo como tocino.
—En realidad no sé si tengo hambre o estoy cachonda —añade Leti—.
Mmm. Tal vez ambos.
—Entiendo lo que estás diciendo —le digo, bajando el cierre del vestido
blanco de dama de honor para poder respirar. Lo saco, y las chicas rechinan los
dientes cuando no tengo que moverlo más allá de las caderas—. Pero el tipo de
chico que quiero ahora mismo es un sueño. ¿Y sabes qué? Estoy bien con soñar.
Pensé que tuve eso con Bradley durante tres años enteros, y fue el mayor daño
de mi vida. No puedo hacerlo de nuevo. No sin volverme amargada, como
River.
—¡Oye!
Leti se encoge de hombros hacia ella.
River suspira. —Bueno, no te equivocas.
—Puede parecer estúpido e ingenuo. Solo quiero un buen tipo. Un
hombre muy, muy bueno.
River y Leti intercambian miradas como si fuera la cosa más desesperada
del mundo. A lo mejor sí lo soy.
—No me gusta decírtelo, nena —dice Leti—, pero los chicos buenos no
caen del cielo.
—Es por eso que no rezo por milagros.
Busco mi vestido de verano para cambiarme, pero un ruido fuerte me
hace retroceder. La luz del sol se filtra a través del techo, lo cual es extraño
porque no hay ninguna claraboya. River agarra a Leti y se retira justo cuando el
techo cede. Hay un grito, el chasquido y el crujido de la madera, el estallido del
vidrio, y un saco cae por el agujero en el techo. El polvo y la plancha de yeso
llenan la habitación con nubes diminutas. Toso cuando accidentalmente lo
inhalo. Eso no puede ser saludable.
—¿Están bien chicas? —pregunta River.
El saco gime en respuesta.
Retrocedo.
No es un saco.
Es un chico.
Un hombre muy hermoso, sin camisa e inconsciente.
Traducido por Ma.Sol
Corregido por AmpaЯo

Corro hacia el sujeto sobre la pila de yeso y tejas.


Detrás de mí, las chicas corren a buscar ayuda. Los otros trabajadores de
la construcción ya están llegando adentro, gritando detrás de su colega.
Presiono mis dedos sobre su pulso.
—Déjeme agarrarlo —dice un tipo, de pie a mi lado.
—No lo muevas —le digo.
—Está bien, cariño —contesta.
—¿Quién de nosotros es enfermera? —Me pongo de pie. Incluso sin mis
tacones, soy más alta que él. Su sudoroso rostro se arruga y retrocede un paso.
Un gemido doloroso proviene de la pila a nuestros pies.
—No trates de sentarte —le digo—. Posiblemente tienes una conmoción
cerebral.
Incluso tal vez algo peor, porque solo permanece ahí mirándome.
Contra su piel, dorada por días y días de trabajo sin camisa en la azotea o
tumbado al sol, sus ojos azules son unos deslumbrantes estallidos de luz.
Parpadea repetidamente. Hay sangre en el hombro donde se le ensartó
un clavo, pero no parece notarlo. Solo sigue mirando.
En la puerta, River y Leti están en un ataque de risitas.
Mi mamá, mi tía y mis tíos entran corriendo a la habitación. Un hombre
mayor con una barriga de cerveza los sigue a un ritmo pausado. Su camisa tiene
impresas en letras blancas Robertson Roofing & Co.
—¡Sky! —grita mi madre. Sus ojos marrones se encuentran frenéticos y
muy abiertos. Grita en español—: ¡Ponte decente!
—¿Qué?
Cuando miro hacia abajo, me doy cuenta de que estoy desnuda. O
mayormente desnuda. Tengo puesto un sujetador y un tanga. Puedo sentir mi
piel ponerse roja y caliente. Mierda. Mierda. Mierda.
Señalo con un dedo a mi tío Pepe. —Es su culpa. ¿Qué más se supone
que debemos usar cuando el vestido es prácticamente transparente?
—No culpes al artista, cariño —dice Pepe.
Salva las apariencias, pienso. Aunque mis manos tiemblan y trato de evitar
que mis amigas se burlen de mi situación, tomo mi camisa de pijama que cuelga
del pomo de la puerta (mi vestido está cubierto de yeso) y me la pongo. Cae
hasta mis rodillas. Trato de no pensar que esta camisa solía ser de Bradley. Que
me prometí que la tiraría.
—¿Alguien llamó a una ambulancia? —pregunto de manera uniforme.
El anciano se aclara la garganta, más enojado que asustado por su
empleado. —Oh, no te preocupes, querida. Se golpea la cabeza todo el tiempo.
Nunca se cayó de un techo antes. Esta es su primera vez.
—¿Soy la única que piensa que necesita atención médica?
Todos los espectadores se turnan para mirarse el uno al otro. Ese es el
problema con las personas. Nadie quiere tomar medidas a menos que sea
aprobado por alguien más. Lo veo todo el tiempo en el hospital. La gente
ingresaría a sus amigos heridos muy tarde, y cuando preguntamos por qué, nos
dicen que no estaban seguros. He estado rodeada de personas inseguras durante
demasiado tiempo.
El tipo herido en cuestión ahora gime un poco más. —Estoy bien —dice.
—Siéntate —le digo.
Pero me ignora. —No, de verdad. Mi papá tiene razón. Me golpeo
mucho la cabeza.
Murmurando su padre dice algo como: —Perdió el juicio hace mucho
tiempo.
No puedo creer que sea su padre. Si recibo un corte por papel, mi madre
insistiría en que vayamos a urgencias. Claro, es hipocondríaca al límite, y tal
vez su sofocación probablemente esté relacionada con mis relaciones fallidas,
pero al menos sé que ella se preocupa.
Cuando él se pone de pie, es la persona más alta de la sala. No es tan alto
como Bradley, que también era más delgado. Este sujeto, con su pelo rubio que
me recuerda al oro pulido, está construido como alguien que ha pasado toda su
vida trabajando duro. Su amplio pecho, cubierto con yeso, sudor y un poco de
sangre de los rasguños en su camino hacia abajo, no está construido en el
gimnasio, sino que transportando un montón de… bueno, lo que sea que
transporten los techadores, supongo.
—En serio, estoy bien —dice. Su voz es más clara de lo que pensaba.
¿Saben cuándo miras a un hombre y esperas que esta voz áspera y melancólica
salga de su boca? Este chico es todo lo contrario. Su voz es ligera si eso es
posible. No muy aguda ni nada. Simplemente alegre. Ligera. Despreocupada—.
Gracias a todos por su preocupación.
Mira a su padre, que ya se dio la vuelta y está en una charla con el tío
Tony, probablemente para convertir el trabajito en uno más grande. Pepe grita
cuando ve mi vestido de novia en el montón. Lo saca de los escombros.
El techador caído hace un gesto de dolor. —Lo siento por eso.
Pepe lo mira de arriba abajo. Intenta decir: está bien. Pero solo sacude la
cabeza y lo saca de la habitación.
—De acuerdo, se acabó la fiesta, gente —digo.
Cuando River, Leti y Las Viejas no se mueven, salto. —¡Salgan de mi
habitación!
Todos levantan sus manos a mi veneno y se alejan.
—Tú no —le digo al techador caído.
Se da la vuelta, masajeando su cuello. Arquea una ceja y señala su pecho
en una especia de ¿quién? ¿Yo?
—Si no vas a ir a que chequeen esa dura cabeza tuya, al menos déjame
ayudarte con el sangrado.
Se está alejando lentamente, girando y torciendo su torso. Sé que está
tratando de estirar los calambres, pero todo lo que hace es conseguir que los
músculos de su abdomen se contraigan. ¿Por qué los músculos son tan
deliciosos a la vista? Debajo de la piel solo hay tejido blando y células y… ¿de
qué estaba hablando?
Con esta luz, con esos ojos azules, piel dorada y exuberante, y cabello
rubio, es casi angelical. El tipo de ángel que cae del cielo por ser demasiado
hermoso. O cae por un techo. Da igual. Todo lo que sé es que estoy mirando sus
abdominales, estoy pensando que necesitaré una bolsa de hielo extra. Uno para
ponerla en su cuello y otra para golpearme. ¿Me estoy sonrojando?
—Claro que sí, doc. —Sus ojos azul violáceo como una vinca son del tipo
que siempre están sonriendo.
Voy al baño y saco el botiquín de primeros auxilios de debajo del
fregadero. —No soy doctora. Enfermera. Siéntate.
—¿Estás segura? —Señala el sofá blanco—. Estoy sucio.
—Solo siéntate, ¿de acuerdo? —digo con la voz que uso en mis pacientes
que no quieren que cambie sus vías y no quieren quedarse quietos.
—Sí, enfermera —dice enfermera de una manera que me hace cosquillas
en el estómago.
Entonces me doy cuenta de algo. —Sostén esto.
Corro al baño y me pongo los pantalones del pijama desechados en el
piso. Cuando vuelvo, se ve un poco decepcionado.
—Chica de Harvard —dice, mirando mi pijama de gran tamaño.
Esta vez, el rubor viene con un dolor sordo y una familiar jaqueca. Niego
con la cabeza. ¿Cómo puedo decir que estos no son mis pijamas sin parecer una
ex novia loca que todavía duerme en los viejos trapos de la universidad de su ex
novio?
—Fui a Stony Brook, en realidad —le digo.
—Chica local. —Mira cada paso que doy desde el baño a él.
Mi habitación es enorme. Más grande que el estudio que tuve en Boston.
Pero la forma en que me mira hace que se sienta pequeña. Es como si acaparara
todo con su pecho desnudo y su cabello dorado.
Sin decir una palabra, limpio la parte trasera de su hombro donde un
clavo consiguió hundirse bien. Tomo un par de pinzas y saco trocitos de yeso y
madera. Cuando abro una toalla antiséptica, se levanta de un salto.
—Estoy bien. Genial, en realidad. Estaré bien. Tengo que volver y ayudar
a los muchachos a cargar el camión.
—No seas un bebé.
Gime, haciéndose ver completamente como un niño de doce años. —Soy
un bebé de veinticinco años, muchas gracias.
Pero se sienta, y antes de que pueda saltar de nuevo, presiono el paño en
el corte. No puedo evitar reír.
—Me alegra que mi dolor sea gracioso para ti —dice.
—No me estoy riendo de ti. Me estoy riendo del hecho de que eres este
tipo grande que se cayó por un techo, pero con esto tienes un problema.
—Es un cierto tipo de dolor que no me gusta. Puedo soportar golpes. Son
solo esos pequeños dolores, como verter productos químicos en una herida
abierta o limón en un corte de papel o golpearte el dedo del pie cuando estás
buscando en la oscuridad el camino hacia el baño. Esos dolorcitos son los
peores.
Hago una cara que me alegro de que no pueda ver. Tomo una venda
cuadrada y la pego con cinta en la parte posterior de su hombro. —Entonces me
alegra que nunca hayas tenido fascitis necrosante.
—Yo también —dice, poniendo los ojos en blanco como si me entendiera
por completo—. Suena terrible.
—Bueno —le digo, caminando a su alrededor—. ¿Tienes vendas en casa?
Pon otra después de ducharte. Si se infecta, se te va a salir todo el hombro.
—Eres la enfermera más malvada de Villa Enfermera —me dice.
Contengo la sonrisa de mis labios y me alejo de él. —Estás despachado.
Se pone de pie y camina hacia la puerta. —¿Eso es todo? ¿No recibo una
piruleta, un beso o algo?
Beso. La palabra hace que mi estómago revolotee de una manera que
River diciendo sexo nunca podría. Me entretengo con volver a juntar el botiquín
de primeros auxilios. Se queda parado en la puerta esperando que yo diga algo.
Coqueteando. Está coqueteando. ¿Por qué no puedo, incluso si quiero?
—Puedes hacer que alguien limpie el desastre que hiciste —le digo.
Se rasca la parte posterior de la cabeza y se estremece ante el dolor que
descubre allí. —Por supuesto. Solo necesito tu nombre para poder completar
una orden de limpieza.
Le lanzo la mirada que perdona vidas. —Enfermera.
—Enfermera —dice—. ¿Es ese un apellido?
No me rio. Quiero decir, me estoy riendo, pero no dejo que la risa escape
de mis labios. Mi yo interna está pateando a mi yo externa. Él es hermoso. Está
sucio y probablemente amanecerá con moratones negros y azules mañana, pero
es absolutamente hermoso. Lo irradia desde su interior.
—Soy Tripp —dice—. Por si te lo preguntabas.
—Ese no es un nombre de verdad. Me niego a llamarte así.
Se ve ofendido y se para un poco más alto. —Hayden Robertson Tercero.
¿Tripp? ¿Algo así como triple?
Ahora no puedo evitar dejar salir la risa. —Pensé que podría ser Tripp
como un triple trago de café cargado. Tienes suficiente energía.
Él sonríe. Es una sonrisa encantadora. —Es una especie de súperpoder.
—El mío es la planificación de bodas.
Da un paso más cerca, lejos de la puerta. Mis sentidos están en alerta.
Debería dejar de ser encantador. Detener lo que hace porque logra que los pelos
de mis brazos se ericen. Hace que mi estómago dé saltos. Me da ganas de
quitarme estos estúpidos pijamas de Harvard, y no solo porque es hora, sino
porque es la criatura más hermosa que he visto en mucho tiempo, o tal vez
nunca.
Pero entonces su padre se para en la puerta y él se detiene a mitad de
camino.
—Tripp, vámonos. Hill y Sanders van a limpiar. Haz que tu lamentable
culo cargue el camión.
El viejo asiente hacia mí y sale como una tormenta de la casa.
—Te veo mañana, enfermera —dice Tripp, deteniéndose.
Me trago la risa nerviosa burbujeando dentro de mí y saludo con la
mano, esperando que no vea cuánto me ha sacudido.
Traducido por Gesi
Corregido por Anna Karol

Debido a que mi cuarto se ha convertido inmutablemente en un sitio de


construcción, consigo la bonita habitación con balcón en el piso de arriba. Pepe
la usaría previo a la boda para que el novio no viera al novio antes de la
ceremonia, pero ahora optaron por la casa de la piscina.
Lo bueno de mi nuevo alojamiento es que tengo vista directa al jardín y
la piscina. La desventaja es que es donde mis primos siempre toman el control,
y sus bocas ruidosas arruinan mi paz y tranquilidad.
Cuando tío Tony compró esta casa en sus veinte años, esta parte del
vecindario no era tan lujosa como lo es ahora. Los Hamptons son, por supuesto,
la escapada del verano para las celebridades y los más ricos de Nueva York. La
casa puede ser un ala más chica que una mansión, pero cuando la compró, se
hallaba abandonada, y con el tiempo la renovó a su gusto. Treinta años más
tarde, conoció al hombre de sus sueños, mi tío Pepe, el único miembro
abiertamente gay de nuestra familia inmigrante, católica y ecuatoriana.
Tony trabajó en acciones y se retiró a temprana edad. Pepe es un
diseñador de moda que tiene a todas las estrellas jóvenes usando sus vestidos
en las alfombras rojas. Son el sueño americano, y me tratan como la hija que
nunca tuvieron.
Incluso Pepe fue quien me nombró. Le debo una grande. Si no fuera por
él, yo sería Guadalupe López, y tuve suficiente mierda en la secundaria
oscilando entre “¿Eres la prima de JLo?” a “Cree que es demasiado buena para
nosotros porque tiene la piel clara”, y mi favorita: “Su culo ni siquiera es todo
eso”.
La desventaja de ser nombrada Sky es que en la universidad la gente
preguntaba: “Guau, ¿de dónde viene eso?”
“Es inglés, idiota” quería decir. Pero era su forma educada de preguntar
mi raza sin ser groseros. Piel bronceada y ojos claros parece confundir a la
gente.
Mis ojos, verde y avellana, y mi apellido son las únicas cosas que heredé
de mi padre antes de que nos abandonara. En momentos de soledad como este,
de pie en mi balcón bebiendo una taza de latte helado, me pregunto brevemente
donde estará.
La mañana después del famoso accidente en el techo, los trabajadores
vuelven a la carga. Estiro el cuello para ver a los chicos trabajando en la azotea.
Tres de ellos, y ninguno es Hayden Robertson III. No hay forma en el infierno
de que alguna vez lo llame Tripp, ni siquiera para mí misma.
Bradley era Bradley Edward Thorton IV. Antes de dejarme ir por ese
espiral, corro de regreso al interior donde el aire acondicionado es un dulce
respiro del fervor.
—¡Sky! —grita Leti desde el piso de abajo—. ¡Desayuno!
Antes de que todos comiencen a llegar para la boda, podría sentarme al
lado de la piscina sin tener que escuchar la charla en español de Las Viejas sobre
mi ruptura. Es genial que yo no lo hable, y solo lo entienda. Son peores que el
grupo chismoso de la cafetería en la escuela secundaria, porque después de
discutir mí fracaso en mantener un hombre, hacen la señal de la cruz y rezan
por mi alma.
—¡Voy! —grito desde las escaleras.
Le doy un beso de despedida a mis sueños de unas cuantas vueltas en la
piscina. Faltar al desayuno requeriría una explicación. Pensarían que me estoy
salteando comidas. Que me la paso llorando en mi habitación (de nuevo). Me
pongo un par de pantalones cortos escoceses y un polo de surf verde. Ato mi
cabello en una cola de caballo y paso de mis lentes de contacto a gafas. Más
tarde me cambiaré a un traje de baño.
Abajo en el comedor, Las Viejas, tío Pepe y Tony, Leti, y la prima María
ya están comiendo.
—Buenos días —digo tan alegremente como puedo.
María es maestra en una escuela secundaria católica en Bronx. Se viste
como si fuera una agente inmobiliaria de mediana edad, y actúa como una de
Las Viejas en vez de una mujer célibe de veinticinco años.
Solo cuando me saluda con la mano, se asegura que vea la piedra en su
dedo. Eso la hace una mujer célibe de veinticinco y comprometida.
—Entonces —dice—, ¿escuche que te estás tomando un tiempo?
Mi mamá hace una mueca. Toca el collar de oro que siempre usa, un dije
de oro de la Virgen María.
—Sí —respondo con una sonrisa. Tomo el jugo de naranja y me sirvo un
vaso—. Realmente no había oportunidad de crecimiento en la unidad. Estoy
considerando entrar a trabajo social.
—¿No tendrías que regresar a la escuela? —pregunta María.
En tu vida, hay personas que secretamente están apostando para que
falles. Se disfrazan con rostros sonrientes y falsos deseos de éxito. María es esa
persona en mi vida. Desde que era pequeña, estaba justo a mi lado compitiendo
por calificaciones, la atención del tío Pepe y la aprobación de abuela Gloria.
—Solo por un año o dos —digo—. Iba a obtener mi maestría sin importar
qué. Al menos estaré haciendo algo que realmente quiero esta vez.
Tío Pepe levanta su vaso. —Lo que sea que necesites, amor. Estaré allí
para ti si quieres diez maestrías.
Sonrío tímidamente, y el labio de María se aprieta como si hubiera
lamido un limón.
—¿No es aterrador? —pregunta María—. ¿Comenzar de nuevo?
—No estoy comenzando de nuevo —respondo, agregando queso crema
extra a mi bagel.
Se encoge de hombros y coloca una rebanada de queso y jamón en su
plato. Le pone la capa más delgada de mantequilla a su pan. —Nueva escuela,
nueva carrera. Difícilmente tendrás tiempo para tener una vida.
Mi ojo izquierdo se contrae nerviosamente. Es el tic María. Cada vez que
da un buen empujón, mi ojo hace un irritado cha-cha. —Me gusta pensar que es
una continuación del camino en el que estaba.
Leti bosteza ruidosamente. —Podrías venir conmigo a Ámsterdam.
Tienen escuelas de medicina allí. Mucho mejores que las de aquí, para que
sepas.
Le doy a Leti una mirada que espero la tranquilice. Las dos se han
odiado desde que María contó del piercing de Leti en la escuela secundaria. No
había nada que pudiéramos hacer para devolvérsela a María. Es como una
beata, además de ser una perra entrometida y prejuiciosa.
—¡Leti! —gime mi mamá—. No pongas ideas en su cabeza.
Sí, Dios prohíba que yo tenga ideas de viajar por el mundo.
Tía Salomé asiente. —Solo porque tú abandonaste a tu madre no significa
que Sky tenga que hacer lo mismo.
—Ma —dice Leti, dándole a su madre un abrazo sofocante—, no te
abandoné.
—¿Qué hay en Ámsterdam? —pregunta María.
—Putas y hierba —responde Leti, batiendo sus largas pestañas hacia
María.
La tía Salomé le da a Leti un golpe juguetón en el brazo. Pepe se ríe para
sí mismo. Mi mamá frunce los labios y corta su sándwich del desayuno por la
mitad. A veces, es difícil creer que son hermanos.
María refunfuña. —Sky no necesita eso en su vida por encima todo.
Mis orejas arden. Mamá dice que tus orejas arden cuando alguien está
hablando de ti a tus espaldas. Es una mierda supersticiosa; María no lo hace a
mis espaldas.
—¿Qué se supone que significa eso? —Dejo caer mi tenedor y resuena
contra mi plato. Siento a alguien colocar una mano encima de la mía, pero la
alejo.
—Me refiero a que tu vida es un desastre —dice—. Lo siento, pero
alguien tiene que decirlo. Tenías un buen trabajo, una relación. Ahora vives en
casa otra vez. Huir a una ciudad como Ámsterdam no te hará ningún favor.
Me pongo de pie tan rápido que mi silla cae hacia atrás en el piso y hace
eco en el silencioso comedor.
—Sky —me gritan—. Regresa.
Todos menos María.
Salgo a la parte posterior, donde el alboroto de martillos y madera
proporciona una barrera entre mi familia y yo. Paso la piscina de cristal azul y
el césped, donde será el escenario para la boda en unas pocas semanas, hasta
que alcanzo la línea de árboles que conduce a un pequeño bosque.
A la sombra de un árbol, me siento en la hierba e inclino mi cabeza
contra el tronco. Me pregunto si, si me quedo sentada aquí el tiempo suficiente,
un ciervo saldrá del bosque. Sería como Blancanieves de West Hampton Beach.
Cuando estábamos en secundaria, con Leti nos sentaríamos muy quietas y
esperaríamos a que un ciervo se escabullera al patio trasero para comer las
hojas de los elegantes arbustos del tío Tony.
El crujido detrás de mí me hace saltar. Espero ver un animal, pero en su
lugar, allí esta él.
Hayden Robertson Tercero.
Tripp.
No lo llames así, Sky. Me digo. Ese no es un nombre real.
Lleva una remera que cubre su glorioso torso, y esa encantadora sonrisa.
Hay un cinturón de herramientas alrededor de su cintura. Es como un Batman
de cuello azul.
—Enfermera —dice—, agradezco tanto que estés aquí. Me duele mucho,
quiero que le eches un vistazo.
Miro en dirección a la casa. Todos siguen desayunando. Nadie vendrá
por mí.
Sus ojos son tan azules. Más azules que el cielo de verano. Más azules
que la piscina. Tan azules que quiero saltar dentro de ellos y nadar tantas
vueltas como sean necesarias para perderse.
—¿Sí? —pregunto, riendo. Usualmente, cuando los chicos me dicen esto,
suena como algo equívoco. Cuando Hayden lo dice, sé que solo está siendo
lindo—. ¿Dónde?
Me encanta la forma en que me mira. Es como si asimilara cada parte de
mi cuerpo. Mi rostro, mi cuello, mis pechos, mis muslos. Persiste en cada parte.
Toma el lápiz metido detrás de su oreja y da un golpecito una, dos veces,
sobre su corazón.
Me río. —Eso es terrible. ¿Cómo sucedió?
Se encoge de hombros. —No me dices tu nombre.
Y justo así, toda la fealdad que sentía se evapora con la curva de su
sonrisa.
—Es bastante fácil de adivinar —digo—. Todo lo que tienes que hacer es
levantar la vista.
Frunce el ceño. Separa los labios para decir algo. Podría simplemente
decirle. No es gran cosa. Pero hay algo en él que me hace querer ser juguetona.
Algo que no he sentido en mucho tiempo. Es asombroso y ridículo.
—¡Tripp! —El señor Robertson camina hacia la línea de árboles y se
detiene cuando me ve—. Lamento que la molestara.
Sacudo la cabeza. —No me molesta. Solo daba un paseo.
Hayden golpea su cinturón de herramientas. Olvidé que está trabajando
y no apareció solo para alegrar mi día porque sigo pensando en él.
—Tengo las medidas, papá.
—Entonces hazlo. Deja de molestar a la señorita.
—No está molestándome —señalo.
El hombre viejo frunce el ceño y se da la vuelta como si yo no hubiera
dicho algo. —Vuelve a tus labores. Tienes mucho trabajo gratis que hacer.
Hayden lo sigue, pero no antes de guiñarme un ojo y plantar el extremo
de su lápiz en su pecho una vez más.
Pongo los ojos en blanco y finjo que no hace revolotear mi interior como
pétalos en una suave brisa. No quita su mirada de mí mientras caminamos
paralelamente uno al lado del otro a través del césped. Así que para
esconderme del sol ardiente, la quemazón de sus ojos azules, y las lenguas
chismosas de mi familia, hago la única cosa que he querido hacer desde que me
desperté… me zambullo de cabeza en la piscina, con ropa y todo.
Traducido por mimi_jm
Corregido por Anna Karol

Sostengo un lirio blanco en la nariz de mi madre. —Me gusta este.


—Parecen de funeral —dice mi madre, alejándolo. Estamos eligiendo
flores para la boda, e insistió en venir.
—¿No oíste? —le digo—. Para mi generación, eso es sinónimo de casarse.
Lo siento, Pepe.
—No tienes que decírmelo, nena. —Me da un empujón falso—. Soy la
última persona que pensé que alguna vez se engancharía.
—¿Porque todos tus ex novios podrían poblar Texas? —Se pasa la lengua
por los dientes, y mi madre no se ve divertida.
—No la animes —dice mi madre.
Pepe no es un tío común y corriente. La mayoría de mis tíos son de
mediana edad con bigotes y barrigas que revelan cuántas cervezas han tomado
a lo largo de los años. Pepe está en forma, por sus días como entrenador de
celebridades. Es de mediana edad, pero no actúa así. Es más como un hermano
que otra cosa. Por lo tanto, soy su dama de honor.
—Y no hables así, Sky —ordena mi madre, seguido de un suspiro
exasperado—. Te pasará a ti. Me casé tarde a los veintitrés.
Es difícil pensar que a mi edad mi madre ya tenía un esposo y un hijo en
camino. Esa vida está muy lejos de mis planes, sin embargo, aquí está, siendo
empujada en mi cara mientras planeo el felices para siempre de alguien más.
La cadera de Pepe comienza a parpadear. Su teléfono está programado
para hacerlo cuando suena, lo que provoca convulsiones. —Es París —dice
emocionado, luego pone su mano sobre el teléfono y agrega—: El país.
No suele ser tan jactancioso, pero la familia lo merece después de la
forma en que lo trataron al crecer.
Mi madre niega con la cabeza, y puedo ver cómo agarra el bolso con
fuerza, como lo hace cuando quiere persignarse y decir una oración. Pero no lo
hará. En cambio, toma toda la culpa de la familia reprimida y me la entrega. Soy
una gran ganadora.
—Hemos estado tratando de elegir flores para la boda durante horas. No
es tu boda, y ambos dijeron que les gustaban los girasoles —digo.
—Los girasoles no dicen casarse en la playa. Dicen boda en una granja.
—Ma, no, no es así. Además, la ceremonia es en su casa, no en la playa.
Solo confía en mí, ¿sí?
—¿Por qué tienes tanta prisa?
Tengo un flashback de mi madre parada en mi puerta de nuestro antiguo
departamento, cuando tenía dos trabajos y siempre parecía cansada. Antes de
que Pepe le dijera que la cuidaría de la misma manera que ella lo hizo por él
cuando era pequeño. Yo iba a la biblioteca y ella se enojaba. River nunca tuvo
ese problema. Pero si sus padres hubieran prestado más atención, River no se
habría metido en tantos problemas a lo largo de los años.
Mi madre no necesitaba decirme que me mantuviera alejada de los
chicos. Lo capté claro y fuerte al ver las lágrimas que derramaba todos los días
por las infidelidades de mi padre. Aun así, no dejó pasar un día sin insinuar que
hacía todo menos estudiar. En aquel entonces, lo peor que me podía haber
pasado era quedarme embarazada. ¿Por qué ha cambiado eso solo diez años
después? ¿Por qué es mala la ausencia de un hombre y la promesa de ese
mismo bebé, solo que de una manera diferente?
—No tengo prisa. Hemos estado aquí duranre horas. Estas sandalias me
están sacando ampollas. Hace mucho calor, incluso con el aire acondicionado, y
me estás volviendo loca.
—No me hables así, Sky Magdalena López. Te di a luz.
Ese argumento de “Te di a luz” va a seguirme por siempre. ¿Por qué a las
madres latinas, o tal vez a todas las madres, les gusta sacarnos en cara eso?
Te di a luz, lava los platos.
Te di a luz, saca un buen promedio.
Te di a luz, no voy a morir sin ser abuela.
—No es mi culpa —le digo, y recibo un golpe anticuado en la parte
posterior de la cabeza. Bien, me lo merezco. Pero estar cerca de ella me hace
volver a ser una adolescente, y esos fueron los peores años de mi vida.
—¿Estás viendo a alguien que no conocemos?
—¿Qué? No. —La cara de Hayden, su cara increíblemente hermosa,
destella en mi mente, y estoy segura de que un rubor se extiende por todo mi
cuerpo.
—Sky, me preocupas. —Se pellizca el puente de la nariz.
La tensión sale de mi cuerpo porque odio cuando está molesta. Pongo
una mano en su hombro.
—Lo sé, mamá.
—¿Estás segura de que no puedes resolver las cosas con Bradley?
Retiro mi mano de su hombro como si estuviera hecha de ácido.
—No seas dramática, Sky. Sabes a lo que me refiero. Los hombres son
débiles. No siempre puedes culparlos. A veces, no pueden obtener todo lo que
necesitan de ti, por lo que tienen que…
—Ni siquiera termines esa oración, mamá.
—Quiero que tengas estabilidad financiera. Si no le das a Bradley otra
oportunidad, entonces conozco a un buen joven médico. Puede que lo
recuerdes...
—¿Puedes parar? —Quiero arrancarme el pelo de la cabeza—. Puedo
cuidarme sola. No necesito el talonario de cheques de otra persona.
—Sky. —Trata de alcanzarme, pero doy un paso atrás, enviando un
delicado jarrón lleno de suaves flores rosadas al suelo, donde se rompe—.
Escúchame.
—No. No me importa cuánto valga Bradley en papel. Prefiero no tener
un centavo a mi nombre que dejar que me toque alguna vez. No soy como tú.
Me alejo de ella, apartando las lágrimas que pinchan en mis ojos y pongo
una sonrisa que no siento. La puerta de entrada suena.
Una vendedora sale corriendo de un cuarto de almacenamiento con un
ceño fruncido.
—Lo siento mucho —le digo, ahogándome en las palabras—. Estoy aquí
para la boda Vargas-Antonucci. Tomaremos una combinación de rosas blancas
y amoscadas para el pasillo. Girasoles para los centros de mesa. Mezclas de
blanco y girasol para los cuatro ramos. Y pagaré por ese jarrón por separado.
El ceño fruncido de la vendedora desaparece rápidamente cuando le
entrego mi tarjeta de crédito.
Ninguna cantidad de dinero arreglará mi corazón roto, pero al menos
pagará por este jarrón resquebrajado.

Después de llegar a casa de la floristería, me siento en el balcón tomando


una botella de agua, y mi corazón da un vuelco cuando veo a Hayden de pie en
el centro del campo, hacia la hilera de árboles, golpeando una plataforma. De
repente me doy cuenta de que casi todos los hombres con los que he salido han
sido rubios.
Mi papá era bajo, pero musculoso. Nunca se afeitó el bigote, y siempre
era de un negro brillante. Su piel era más oscura que la mía y nunca sonreía. No
era el tipo de hombre que rogaba. Era ese hombre enojado y silencioso que hacía
que las mujeres quisieran saber por qué era tan serio. Las atraía.
Me he asegurado de que todos los tipos con los que he salido no se
parezcan físicamente a él, y de alguna forma, terminé en la misma situación que
mi madre. Tal vez no tiene nada que ver con la etnicidad o la cultura. Tal vez mi
madre tiene razón, los hombres son débiles. Eso no significa que yo deba ser
débil también.
La única pareja que he admirado es la de Pepe y Tony.
Miro a Hayden levantarse y estirarse. Trabaja su hombro herido. El sol
de la tarde hace cosas maravillosas para resaltar sus bíceps.
Mi tía Cecy está cruzando la piscina hacia el césped donde trabaja
Hayden. Lleva un vaso lleno de limonada. Recientemente se practicó un nuevo
estiramiento facial, un trabajo de tetas y abdominoplastia. ¿Quién sabía que
unos pocos toques aquí y allá le darían el deseo sexual de una joven de veinte
años?
Lleva su nuevo trasero a Hayden y le ofrece la limonada. Como que
quiero gritar y decirle que podría haber una droga de violación en ese vaso,
pero nadie más que yo (y tal vez mis chicas) pensaría que es gracioso.
Hayden es todo sonrisas y agradecimientos. Lo bebe y dice algo que hace
que la tía Cecy se ría ruidosamente. Nunca conocí a alguien tan carismático
como él. Es como un faro de luz.
Bradley también me paralizaba cuando me sonreía.
Mi corazón me dice que retroceda. Pero me quedo en mi balcón y veo a
tía Cecy poner su mano en el hombro de Hayden, y Hayden se aparta de las
garras de su puma dando un paso atrás.
Cuando parece que no está llegando a ninguna parte, ella se pasea más
allá de la piscina donde su esposo, Peter, está desmayado en una silla con una
toalla sobre su vientre peludo y una cerveza en la mano.
Casi puedo escuchar la forma en que gruñe hacia él en su camino de
regreso a la casa.
¿Quién necesita televisión? Tengo drama más que suficiente en mi
propio patio trasero.
Cuando miro hacia atrás, hacia donde trabajaba Hayden, me doy cuenta
de que se ha ido.
—Oye, Rapunzel —dice una voz debajo de mí.
Mi corazón se apodera de mí y mi piel se calienta. Me siento atrapada,
aunque no hice nada. Bueno, fisgonear no es nada.
—¿Me estás construyendo un castillo? —le pregunto a Hayden. Me
inclino sobre el balcón para verlo mejor.
Su bronceado es más profundo, lo que hace que sus ojos parezcan mucho
más azules, incluso desde aquí arriba. Y sí, todavía está sin camisa. Dios
bendiga los veranos en Hamptons.
—Ya estás en el castillo —dice—. En realidad, estoy construyendo a tus
tíos un mirador de bodas.
—¿Qué? Eso es nuevo para mí.
—Sí, es parte de mi trabajo para devolver el vestido y el agujero que hice
en el techo.
—Eso no fue tu culpa.
Se encoge de hombros, y por primera vez desde que lo conocí, no sonríe.
Está bien, lo hace, pero es el tipo de sonrisa educada que realmente no debería
contar.
—Mi viejo no parece pensar eso. De cualquier manera, no soy solo un
techador.
—¿También surfeas?
Por el rabillo de mi ojo puedo ver a alguien mirándonos desde la ventana
de la cocina. Las persianas se abren a medias, y cuando me ven mirar, se
cierran.
—Eso también —dice—. Pero además soy genial con un martillo.
Me ahogo con mi agua. —Deberías dejar que otras personas te digan eso.
—¿Por qué crees que tus tíos me contrataron? —se ríe—. Soy
multifacético.
—Estoy segura de que sí.
—Pero en serio —dice—, me gusta construir cosas en mi tiempo libre. Me
hace sentir bien, ya sabes, tener algo tangible para mirar.
—¿Los techos no son tangibles?
—Sí —responde pensativo—, pero no son solo yo. Son media docena de
tipos vagando por una casa. Cuando construyo pequeños proyectos como este,
me hace sentir bien. Útil.
—Creo que lo entiendo. Es como tu propio tipo de arte, solo que con
martillos, sierras y uñas.
Mira por encima del hombro hacia donde el tío Peter comienza a roncar.
Se rasca la parte posterior de la cabeza.
—Entonces, ¿te llamo Rapunzel ahora, o debo quedarme con enfermera?
—Mi corazón se salta algunos latidos. Es debido a Hayden o a un caso poco
común de Fibrilación Auricular. No es que me haya preguntado si quiero
casarme con él. Pero puedo sentir que se acerca a otra cosa. Tal vez a tomar un
café en algún momento, aunque no parece beber café. Bradley bebe un galón
casi todos los días.
—Rapunzel es poco preciso —digo—. Mi cabello no es tan largo.
—¿Julieta? —sugiere.
Niego con la cabeza. —Mi prima se llama así. No querrás confundirnos.
—Eso es imposible —dice.
En la ventana de la cocina, las persianas vuelven a abrirse. ¿No tienen
una telenovela que ver? —Tenemos una audiencia —dice Hayden.
—Bienvenido a mi vida.
—Siento que debería bailar para ellos o algo así.
—No hagas enojar a la tía Cecy.
Se ríe, y podría escuchar su risa una y otra vez. Presiono una mano
contra mi estómago para evitar que esta sensación se propague.
—Tengo que ir a trabajar —me dice. Quiero decirle que se quede. Que
sus ojos, su sonrisa y él... solo... son mis vistas favoritas.
—Está bien. —Ondeo una mano, empezando a volver a mi habitación—.
Lo siento porque te hayas quedado atrapado aquí.
Se encoge de hombros. —No es tan malo. Hay una ventaja.
—¿La limonada?
Retrocede, manteniendo sus ojos en mí. —Iba a decir que al menos
puedo verte desde allá. Pero la limonada también es buena.
Traducido por evanescita
Corregido por Anna Karol

Leti, River y yo nos saltamos la cena familiar y al final nos dirigimos a


Dune Road para un concierto gratuito. Casi todo el mundo se va a la cama
después de la cena, y considerando el desayuno, no hay forma de que me quede
para otra ronda de discusión sobre “Las elecciones de vida de Sky”.
—Ignóralo —dice River, con respecto a María y mi madre. Conduce con
su rodilla mientras enciende un cigarrillo—. María solo intenta meterse bajo la
piel de todas para que parezca que su vida es más perfecta. Apuesto a que su
prometido es gay.
Leti se echa a reír. —No por la forma en que miraba a estas chicas en
Navidad. —Menea sus pechos, que se elevan con la ayuda de su bikini fucsia.
En el sol poniente, la luz atrapa la miga dorada en su diente, y desearía poder
recordar la última vez que me reí así.
Casi siento que pasé más tiempo tratando de arreglar las cosas con
Bradley, y tan poco haciendo las cosas primordiales. Las cosas felices. El cortejo,
las damas y el baile. No recuerdo cuándo cambió. Todo lo que sé es que nadie
debería ser infeliz por tanto tiempo. Si hubiera sido River o Leti, les habría
aconsejado que huyeran rápidamente. Es más fácil ver el defecto en las
relaciones de otras personas porque no crees que eso realmente te pueda pasar.
No quiero volver a ser esa chica.
Cuando llegamos al estacionamiento, mostramos nuestro pase de
residente y la chica aburrida en su teléfono nos hace señas para que sigamos
desde la cabina. Estacionamos y servimos en vasos el champán que técnicamente
se supone que es para el brindis de la boda. Saqué media docena que no se
perderá.
El estallar de las olas y la afinación de cuerdas llenan el aire al final del
verano. Son mis sonidos favoritos.
—De acuerdo —dice River, arrojando su cigarro al suelo y aplastándolo
con su sandalia—. Ha sido un año de mierda. Con mi problemita con la ley, la
deportación accidental de Leti de regreso a Suecia y la vida amorosa de Sky,
hemos tenido suficiente mala suerte como para durarnos muchísimo.
Levanta su champaña y, Leti y yo la seguimos.
—Este es un brindis para no permitir que la vida nos deprima. Somos
jóvenes y vamos a agarrarnos de la vida que ahora tiene las bolas peludas y nos
negaremos a ser nada menos que fantásticas.
—Amén, hermana. —Leti tintinea su vaso.
—¡Y a echar un polvo! —grita River, llamando la atención de algunos
surfistas de nuestra edad. Arroja sus rizos dorados sobre su hombro de esa
manera salvaje y despreocupada tan suya, y ellos lo notan.
Tomo mi champaña y disfruto el burbujeo bajando por mi garganta. Sé
que no debe contradecir un brindis. Y lo entiendo, es hora de seguir adelante.
Mientras terminamos nuestra champaña y subimos por la rampa a la playa,
respiro hondo y prometo reclamar mi felicidad.

La felicidad viene con papas fritas y una Long Ireland súper fría, un tipo
de cerveza local. Tuvimos la suerte de conseguir una mesa antes de que llegara
la muchedumbre.
—¿Hablarás con ella o lo haré yo? —dice Leti en voz baja. Sumerge cinco
papas en mayonesa al mismo tiempo, luego en cátsup antes de comérselas. Está
hablando de River.
—Mira, no me importa si fuma —respondo—. Fumar significa que no
está haciendo otras cosas. Déjala por ahora. Cuando termine el verano, haré que
use el parche.
Leti no está de acuerdo, pero dejamos a River fumar sus cigarros baratos
en la esquina de la vergüenza. Todo lo que puedo pensar es que esta hermosa
chica no pertenece a ese grupo de hombres y mujeres viejos y curtidos que
parecen diez años mayores de lo que realmente son.
Cuando se une a nosotras, engancha sus delgados pero fuertes brazos
alrededor de nuestros cuellos y nos dice cuánto nos ama.
Las hago callarse. —Está comenzando.
Los conciertos de verano son bastante tranquilos. En su mayoría bandas
indie antiguas que tocan en pequeños espectáculos en la playa, e incluso
ciudades más pequeñas; sin embargo, son bastante geniales. Al crecer, las tres
gravitamos más hacia el rock y la música folk. Podría escuchar a Joni Mitchell y
Stevie Nicks durante día y noche.
Estoy tan perdida en la música, en la fresca brisa marina de la noche, en
el canto de una melodía que me hace cantar a pesar de que no sé la letra, que
casi no me doy cuenta de que Hayden me está mirando.
Una sacudida, como electricidad, me golpea y me hace sentar más recta.
River me mira con curiosidad, sonrío y señalo mi cerveza. Oculto mi rostro
detrás del borde de plástico y miro alrededor del lugar.
Las parejas bailan y se balancean al fácil rasgueo de la guitarra. Los niños
juegan con la arena que se amontona entre las tablas del piso. Leti mira de
forma soñadora al bajista que podría ser un clon de Clooney si Clooney fuera
clonado como un hippie.
Cuando lo miro de nuevo, todavía tiene su vista fija en mí. No lleva
camisa. ¿Por qué, en nombre de la dulce Virgen María, tiene que estar sin
camisa? Bien, estamos en la playa. La ropa mínima está bien en este entorno
social. Su sonrisa es brillante incluso en la noche. Su pelo rubio es grueso por el
agua salada. Sus pantalones cortos son negros, cubiertos con flores hawaianas
rosadas y azules.
Sus piernas están a horcajadas alrededor de un taburete de la barra, y por
primera vez noto cuán gruesas y poderosas son sus pantorrillas, como un
corredor o un jugador de fútbol.
Mi cara aún está enterrada en mi vaso, la cerveza, lentamente pero con
seguridad, baja por mi garganta, metabolizándose en un agradable zumbido a
través de mi piel.
Entonces recuerdo que no tiene camisa, y mis ojos bajan por el muy feliz
sendero de sus abdominales. Sus abdominales. Son algo tallado en oro. ¿Puedes
incluso tallar oro? No. Diamante. Un cristal duro como una roca que se formó a
partir del carbón y la presión y ¡oh, Dios mío!, mi cerveza se derrama por mi
barbilla.
Él me saluda con la mano, todavía sonriendo de esa forma ridícula suya.
Me limpio la barbilla y me golpeo ligeramente el pecho con una
servilleta. Leti mira lo que me tiene tan nerviosa y casi salta de su asiento.
Trata de susurrar: —Ese tipo te está mirando.
River gira, cien veces menos sutil que yo. —Parece familiar.
¿Dónde estaba? Los abdominales, cierto. Luego está su pecho. No es
demasiado exagerado como esos tipos que pasan horas bebiendo batidos de
proteína y presionándose en el banco de pesas. Es como si cada pectoral,
abdominal y bíceps hubieran sido cuidadosamente construidos a partir de
trabajo físico. Son músculos que nunca he visto en ningún chico con el que haya
salido. Bradley no sabría cómo hacer trabajos manuales así le golpearan en la
cabeza con un martillo.
Deja de pensar en Bradley.
Luego la música se detiene y todos aplauden. En tanto la primera banda
se desconecta y la siguiente se pone en marcha, Hayden salta de su taburete y
comienza a caminar hacia nosotras.
Leti salta y agita sus manos hacia mí. —Oh, Dios, viene a hablar con
nosotras. ¡Contigo!
River lo mira de reojo. —¿No parece familiar? ¿Es un actor? Espera...
¿Salió en Magic Mike?
—La última vez que lo viste, caía por un techo.
Leti grita y River se chupa los dientes y dice: —Sabía que había visto esos
abdominales antes.
—Shhh —les digo—. No sean raras.
—¿Cuándo hemos sido raras? —pregunta River.
Llevaría demasiado tiempo conmemorar la escuela secundaria en este
momento.
—Hola, señoritas —dice Hayden. Tiene un rebote en su paso.
—Te ves bien sin yeso y sangre encima —responde River.
Hayden se ríe. —Gracias por notarlo. Este es mi traje elegante después de
todo.
Leti lo observa. —¿Estás aquí solo? Soy Leti, por cierto. La prima
increíblemente disponible de Sky.
River levanta su vaso hacía él en forma de saludo. —River. Sí, ese es mi
verdadero nombre. Nada de bromas. Estoy segura de que recuerdas a Sky.
Aplaude y prácticamente lanza el puño al aire en son de triunfo. —Sabía
que averiguaría tu nombre.
Le doy a River mi mirada mortal.
Hayden extiende sus manos victoriosamente y me señala. —Sky.
—¿Qué? —Se encoge de hombros ella—. No sabía que lo mantenías en
secreto.
—No lo hacía. —Si estuviera usando pantalones, los suavizaría. Pero
como no, suavizo las arrugas imaginarias de mis piernas.
Hayden mira mi vaso vacío. —¿Puedo traerles otra ronda, señoritas?
Leti y River levantan sus vasos con sus sonrisas más encantadoras. —Por
favor y gracias, apuesto desconocido.
—Por favor, no hay desconocidos aquí —dice. Cuando habla, es difícil
quitarle los ojos de encima—. ¿Sky?
—Estoy bien —le respondo.
—No la escuches —dice Leti—. Está bebiendo Long Ireland.
Hayden me guiña un ojo. —Genial. Yo también.
Camina hacia la barra de madera, y nuestros ojos siguen los músculos de
su espalda.
—Si estuviera cubierto de tatuajes —dice Leti—, sería totalmente mi tipo.
—Silencio —dice River—, este es de Sky. Es un tonto. Un tonto atractivo
con un culo sólido como una roca, pero aun así. No podía dejar de mirarte.
—¿Podemos dejar esto en paz? —Hundo la cara en mis manos.
—Tú pediste esto —dice Leti—. No jodas con el Universo. Dijiste que el
hombre que querías no se caería del cielo. Y literalmente lo hizo. Uso apropiado
de la palabra literal, gracias.
—Mi vida no necesita asesoramiento —digo—. No estoy lista para nadie.
River guiña un ojo azul sensual. —¿Qué tal una aventura?
Puedo sentir que mi sangre se calienta por su sugestiva alegría, y por
Hayden mirando hacia atrás cada vez que tiene la oportunidad. —Vine a Los
Hampton para estar sola y tener espacio para pensar antes de que llegara la
boda loca. ¿Y qué obtengo? Familiares entrometidos y amigas que, se supone
deberían amarme, me empujan a la primera erección que ven.
—Técnicamente —dice Leti—, no tiene una erección. Pero si las cosas
funcionan, ¡podría! Y podría tener amigos para las amigas que amas.
Pongo los ojos en blanco.
River niega. —Mira, no estamos diciendo que te cases con él. Ni siquiera
que se lo hagas, aunque estoy segura de que podrías hacerlo si quisieras. Todo
lo que decimos es que se te presentó un chico súper sexy que claramente te
desea al grado de dar saltitos cuando le dijimos tu nombre. No dejes que tu
pasado de mierda recaiga sobre tu futuro. Esta es la sabiduría de River por la
noche. Ahora, ya viene, así que actúa como si no hubiéramos estado hablando
de él todo este tiempo.
Hayden toma asiento en nuestra mesa. —Aquí tienen, señoritas.
—¿Qué te hace pensar que somos señoritas? —le pregunta River.
Se encoge de hombros. —Bueno, mi madre me crio para tratar a todas las
mujeres como señoritas.
River toma la cerveza que le ofrece y sonríe. Es difícil hacer que River
sonría genuinamente. Contradice la personalidad ruda que ha cultivado a lo
largo de los años. —Es como si tomaras un giro equivocado de un cuento de
hadas. ¿Estás seguro de que eres de Nueva York?
—Nacido y criado en Long Island, con una pequeña estadía en el norte
del país —dice—. Pero esto está bastante lejos del este, Los Hampton son un
cuento de hadas tradicional para la gente de la ciudad.
—Oh, Dios mío, acabas de decir tradicional —expresa Leti.
Pone mi cerveza frente a mí y la golpea con la suya, inclinándose
ligeramente hacia mí.
—Gracias.
—Es un placer. —Mira hacia atrás cuando dos tipos gritan su nombre—.
Si me disculpan, voy a volver con mis amigos.
Veo que los ojos de Leti se abren como telescopios. River balancea su
cabeza hacia mí y bate esas abundantes pestañas oscuras. Extendiendo sus
manos en forma de súplica.
Uf, bien. El hecho de que quiera pensar y estar sola durante todo el
verano no significa que tenga que arrastrar a mis amigas a través de mi
cobardía. Hicimos un brindis. Un pacto.
—Sky —gimen mis mejores amigas. Me rindo.
—¡Hayden! Espera —digo.
Hayden gira sobre sus talones y esa sonrisa de un millón de vatios me
ciega. —¿Sí?
—Tú… deberías quedarte —le digo. Intentando no hacer una mueca de
dolor cuando las uñas emocionadas de River se clavan en mi pierna—. Aquí
hay mucho espacio.
Su sonrisa se tuerce en la más dulce y simpática expresión. —Pensé que
nunca lo pedirías.
Cuando se da la vuelta para llamar a sus amigos, Leti y River me llevan a
un abrazo de oso gigante. —Eres la mejor. Eres la reina. Tú mandas. Te lo
debemos.
Que no esté lista para hacer algo, no significa que no pueda dilucidar a la
hada madrina del sexo de verano para los demás.
Traducido por Bells767
Corregido por Anna Karol

A medida que avanza la noche, las bandas se vuelven más ruidosas al


igual que el público. Leti está muy metida en una conversación con Beca de
Fútbol. Es alto y tiene el pecho muy inflado, pero también tiene una sonrisa
amable y los ojos pesados por la cerveza y la facilidad de conversar con Leti.
Puede hablar sobre casi cualquier parte del mundo con quien sea. La mayoría
de sus historias parten con “Entonces, me encontraba muy borracha en…”. Esta
vez es en Irlanda: —Estaba con estas personas de las Naciones Unidas en este
tour literario, más que nada eran cosas de James Joyce. Yo era la chica americana
que todos odiaban porque era ruidosa y sabía todas las respuestas.
River estalla en risas. —Estuve ahí y, según recuerdo, teníamos la ayuda
de nuestros celulares súper inteligentes.
El brazo de Hayden roza el mío. Hay tanta gente alrededor de nosotros
que repentinamente nuestra gran mesa se siente pequeña. Pareciera que sin
importar cuánto quiera evitar su mirada, está justo ahí, esperando que lo mire
yo también.
—¿Siquiera seguimos teniendo esa camiseta? —pregunto, mojando mis
labios con mi cálida cerveza.
—¿Ganaron una camiseta? —pregunta Hayden.
—¡Síp! —responde Leti, levantando su puño en el aire—. ¡Campeonas
literarias! Tenía un trébol en ella. Íbamos a hacer algo a lo Hermandad de las
Ropas Viajeras, pero creo que está en la ropa sucia en mi casa.
—Nunca siquiera pude usarla —dice River.
—Yo tampoco —comento.
Beca de Fútbol extiende su mano hacia Leti y le pide ir a bailar. La
canción es sexy, con puros bajos y voces sensuales como sirena. Ni siquiera nos
mira antes de tomar su mano y unirse a las otras parejas.
El otro amigo de Hayden, sargento Pepper —y solo lo llamo así porque
ese es, de hecho, su título en la armada— ve su oportunidad en el espacio vacío
junto a River. Por fuera puede parecer que no está interesada en el chico de la
armada, pero la conozco bien. Algo que la delata es cuán poco interesada
parece.
—Mierda, Sam —dice Hayden—, ¿cuándo fue la última vez que estuviste
en casa?
Sargento Pepper baja la mirada hacia la lata de cerveza en sus manos y
luego mira a River, que está ocupada lamiendo el borde de su copa de
margarita.
—Hace un tiempo. Aunque es bueno estar en casa.
—Sam se suponía que se dedicaría a las finanzas —dice Hayden—, pero
un día nos sorprendió a todos cuando tomó sus cosas y dijo que se había
enlistado.
—Creo que todos menos este chico y yo estaban sorprendidos —dice—.
Tú no, ¿cierto, Tripp?
—Me habría sorprendido si no lo hubieses hecho —contesta Hayden—.
Pero está la guerra y está tu papá.
La ceja de sargento Pepper se mueve solo un poco cuando escucha eso.
—Ambos son una guerra en su propia forma.
Algo en la forma en que lo dice hace que River mire hacia arriba. Es casi
como si una parte de ella hubiese comenzado a vagar y acabase de volver.
—Creo que la próxima banda hace covers de Blink 182 —dice Hayden—.
¿Quieres caminar por la playa?
—¿Cómo sabes que no disfrutaría Blink 182? —Tomo un trago de mi
cerveza.
Apoya el mentón en su puño, viéndose cada vez más y más como un
príncipe de cuento. La parte de mí que está tan hastiada que no puede ver bien,
me urge a decir no, que vaya al baño o espere en el carro o que simplemente
camine de vuelta a casa, aunque esté oscuro y no sea seguro. Cualquier cosa es
más segura a que me rompan el corazón en un millón de piezas microscópicas y
luego les prendan fuego. Otra vez.
Pero algo me golpea en las costillas. O debería decir, River me golpea en
las costillas.
—¿Irán a caminar? —pregunta de una forma en la que es tan obvio que
me está tendiendo una trampa.
¿Quién necesita enemigos cuando tienes amigos que van a empujarte en
una implacable vergüenza?
Hayden ríe con su hermosa risa. —Espero que Sky me dé el placer de su
compañía. No es que ustedes no sean geniales.
—Vamos todos —dice River, golpeándome entre los omóplatos.
Sigo sonriendo y deslizo mi brazo alrededor de ella. La golpeo en el
sensible punto en su costado solo para ver cuánto le gusta.
—¿Qué hay con Leti? —pregunto.
Hayden apunta a la pareja besándose felizmente entre las otras parejas
besuconas de la pista.
—Bien —digo, siguiéndolos por los escalones hacia la playa.
No es que no me guste besar. No es que haya acabado con los hombres
para siempre y finja que preferiría ser lesbiana. Es solo que quiero tiempo para
mí misma. El problema con necesitar un respiro para mi salud mental es que
todos lo toman como su tarea el intentar arreglar algo que no se arregla tan
fácilmente.
Pero Hayden es un buen chico y no ha hecho nada para, efectivamente,
sugerir que está tratando de meterse en mi bikini. Todo lo que hace es mirarme.
No hay nada malo con mirar, supongo.

La arena húmeda está fría. River y sargento Pepper caminan delante de


nosotros, él apunta hacia algunas constelaciones y ella finge escuchar mientras
mira a sus labios.
—No le digas a tu amiga —me susurra Hayden—, pero Sam no sabe
verdaderamente si las constelaciones a las que está apuntando son las correctas.
—¿Qué? —pregunto, fingiendo sorpresa—. ¿Un chico que miente para
impresionar a una chica? Nunca había escuchado eso.
Así de lejos en Long Island, donde la contaminación se disipa, hay tantas
estrellas. Es fácil olvidar que estás rodeado por cosas hermosas cuando no te
preocupas por mirar hacia arriba.
—Yo tampoco las conozco —dice—, pero al menos no finjo. A veces, si
diviso una forma o figura, la nombro en honor a mí.
—¿Cuál es la gracia de descubrir cosas si no podemos nombrarlas en
honor a nosotros, no?
—Me gustaría haber vivido en la época de Cristóbal Colón.
—¿Así podrías haber saqueado entre los natales y extender la viruela?
—No. —Roza mi brazo con el suyo. Aspiro aire al sentir el calor de su
piel—. Así podría nombrar todo en mi honor. Haydenlandia, un lugar para
todos.
—Eso es muy generoso de tu parte.
—¿Qué hay de ti? —pregunta, acercándose a donde las olas llegan y la
espuma es como champaña alrededor de nuestros tobillos—. ¿El mundo de
Sky? ¿Skylandia? ¿La misteriosa isla de Sky?
—No tan misteriosa —digo—. Y no necesitaría todo un país. Solo un
pequeño terreno con un castillo y un carrito de tacos abierto las veinticuatro
horas del día.
—Te dejaría vivir en Haydenlandia si consiguiera algo de ese carrito de
tacos.
—Perfecto, pero necesitaría una reducción en mis impuestos.
—¿Impuestos? Esto es Haydenlandia, es como el paraíso. Los impuestos
no existen en el paraíso, solo cosas buenas.
Regreso mi cabello a su coleta. Quiero pensar en algo ingenioso qué
decir, quiero que piense que soy muy inteligente y graciosa. En vez de ello, una
parte de mi cerebro se cierra. Tal vez es instinto de supervivencia. Tal vez solo
estoy agotada. Pero me quedo ahí, con el mar de champaña en mis pies y un
chico hermoso esperando mis siguientes palabras, que se han ido como los
mensajes en las botellas proverbiales.
—No te lo tomes mal —digo. Me preparo para lo que voy a decirle,
porque una partecita de mí no quiere hacerlo. Pero así es como me siento
ahora—. Eres muy agradable… pero realmente me gustaría estar sola.
Una creería que eso lo haría dejar de sonreír, pero no, tiene una sonrisa
más pequeña, triste.
Se agacha y barre la arena húmeda. Toma una perfecta mitad de concha.
Tengo un jarro lleno de ellas en mi armario.
—Toma —dice.
—¿Por qué es esto?
Se rasca la parte trasera de la cabeza. —Bueno, quiero que tengas algo
para recordarme que no involucre tejas o clavos oxidados enterrados en mi
espalda. Además, estoy bastante seguro de que cuesta un millón de dólares.
—Me gustaría creer que los patrones de las conchas son tan únicos como
los copos de nieve, pero no creo que eso sea cierto.
—Puede ser un hecho de Sky. Esos son todos los hechos que necesito.
—Gracias, Hayden.
Comienzo a caminar por donde vinimos y salgo a correr hasta que llego
al coche. No estoy haciéndome la difícil. Esa es la cosa, no estoy jugando a nada.
Tengo casi veinticuatro años y estoy volviendo a empezar. Estoy insegura sobre
muchas cosas, excepto de que sí quiero a Hayden. Pienso en sus hermosos ojos,
su sonrisa de ensueño y la forma cariñosa en la que me habla. Tiene sentido
huir antes de que me deje caer en los brazos de otro corazón roto.
Traducido por AnnyR’
Corregido por Julie

—Sky López —gime River. Retiro la cortina de su habitación—. Es una


hora impía de la mañana, así que, ¿qué mierda crees que estás haciendo?
—Es la una de la tarde —le digo—. He ido a nadar, desayuné con la
familia. Además, Greg toca-traseros está aquí, y preguntó si vendrías a la boda.
—Ug —dice, volteándose y enredándose más en sus sábanas con esencia
de cigarrillos—. Es mi menos favorito de tus primos.
—Quiero ir a hablar con los proveedores de catering. No han devuelto
mis correos electrónicos. El tío Tony tiene todas estas llamadas telefónicas
alineadas y Pepe tiene este escaparate.
—Uno pensaría que con una boda de doscientas personas, que no incluye
a los intrusos locales, se tomarían un descanso del trabajo. No lo entiendo. Son
demasiado perfectos. Hiere mi alma hastiada.
—Tal vez es por eso que funciona. Ambos son adictos al trabajo, así que
el momento en que llegan a verse es precioso.
—O tal vez los dos tienen muy grandes…
Me tapo los oídos con los dedos y grito “laalalalala” a todo pulmón.
Su risa es como fuego crepitante, y es seguido por una tos alarida.
—Vámonos —le digo—. Si no vienes a la empresa de catering conmigo,
mi madre me obligará a dejarla acompañarme. Si le digo que vienes, se quedará
en casa.
—Tu madre me odió desde la escuela secundaria. Debería ganar un
premio.
Es una parte triste de nuestra relación, pero sí, mi madre cree que River
es (¿cómo lo dice un buen ecuatoriano católico?) floja e inmoral. Y pensó eso
incluso antes de que River perdiera su virginidad.
—Entrará en razón —le digo.
—Mi propia madre no me quiere, no espero que otras madres lo hagan.
Además, choqué mi auto contra su cocina esa vez. Y prendí fuego a sus cortinas
cuando me dormí con mi cigarrillo.
—Fumar es un peligro.
Levanta la cabeza de la almohada, pero es demasiado pesada. —Lleva a
Leti.
Muevo una ceja hacia ella. —Leti no llegó a casa anoche, y si señalo eso
Las Viejas van a tener derrames cerebrales. Perdón, campeona. Ayúdame, Obi-
Wan. Eres mi única esperanza.
—Bien, me levanto. Esto significa que me debes una, ¿verdad?
Niego con la cabeza y le doy una palmada en el muslo mientras sus ojos
vuelven a cerrarse. —Nop. Todavía me debes por otras veinte veces.
—¿Jesús, estás haciendo el seguimiento?
Me encojo de hombros. —Alguien tiene que hacerlo.

Manejamos hasta Deep Blue Sea, un mercado de pescados cerca de


Riverhead que funciona como un restaurante sin refinar. Tienen dos langostas
que rivalizan con algunos de mis sitios favoritos de langosta en Boston.
—Me encanta estar aquí —dice—. Me recuerda a cuando éramos niñas.
River es un miembro honorario de mi familia. Recuerdo que estuvo allí
por más de mis Navidades que la suya.
—¿Qué le pasó a ese último tipo con el que estabas saliendo?
Se encoge de hombros y gira para ir hacia la derecha. —Un perdedor. No
es que estés sorprendida. A él no le gustó que dejara la abstinencia.
Muerdo una cutícula rota. —¿Sigues bien con eso?
—A veces mi mente se inquieta, ¿sabes? Los primeros días pensé que, si
al menos no apostaba por el clima, mi cabeza explotaría.
—Si quieres —le digo—, conozco personas con las que podrías hablar.
Hay retiros…
—No, Sky —dice firmemente—. Las únicas personas que necesito son tú
y Leti. No seas charlatana, pequeña hobbit, sé que retiro es una buena forma de
decir centro de rehabilitación.
—No soy un hobbit —le digo—, soy más alta que tú.
Alarga la mano y desarregla mi pelo. —Ahora la verdadera pregunta.
¿Por qué diablos robaste mi auto y dejaste en la estacada al dulce y sexy
Hayden?
Pongo los ojos en blanco. —Regla #1: Si River Thomas está demasiado
ebria para conducir, toma las llaves.
Niega con la cabeza, y sus rizos de medusa bailan con vida propia. —Lo
que sea. Hayden estaba muy triste cuando te fuiste, por cierto. Creo que
realmente le gustas.
—Él no me conoce.
—Ese es el punto —dice, encendiendo su intermitente para cortarle el
paso a un tipo que maneja demasiado despacio—. Él llega a conocerte y luego
hacen las partes de besarse y crear bebés sin los bebés de verdad.
—Siento que entre ustedes y mi madre, estoy hablando con una jodida
pared. —Cruzo los brazos sobre mi pecho para que sepa que estoy hablando en
serio—. Cuando quiera estar con alguien, lo estaré.
—Entonces dime directamente que no has estado babeando por ese chico
desde que se cayó a tus pies. Dime que ustedes dos no se miran el uno al otro
desde su balcón y el césped.
—Mierda —digo—. ¿Tú eras la que mirabas a través de las persianas?
Sonríe con sus labios rosados. —Conozco la atracción, y ustedes dos la
tienen. No mientas.
—Creo que este es el giro. —Señalo la salida, y dobla hacia la izquierda—
. Vinimos aquí el mes pasado y fue tan bueno —le digo, obligando al cambio de
tema—. Deberíamos pedir una langosta de macarrones con queso para llevar.
Cuando salgo del auto, mi corazón martilla en mi garganta y mis piernas
se debilitan un poco. Están cerrados.
—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ellos? —pregunta River,
apoyándose en el capó de su auto.
—¡En julio! ¡Abastecieron la fiesta del Cuatro de julio de Pepe! Fue
entonces cuando los contratamos y pusimos un depósito. Alguien me llamó
hace tres semanas para confirmar, y enviamos el cheque. Dios mío, esto es
horrible… ¿qué les diré a los tíos? Están tan ocupados. ¿Cómo voy a encontrar
un nuevo lugar?
River sostiene su mano contra el vidrio. —¿Tal vez están cerrados por
hoy?
Señalo el letrero que dice “Cerrado por el resto del verano”.
—¡Esto es horrible! —Comienzo a pasear—. ¿Qué hacemos? La mayoría
de los lugares requieren meses de anticipación para completar pedidos tan
grandes.
—Sky, relájate —dice River.
—¿Que me relaje? Es fácil para ti decirlo.
—¿Porque odio la responsabilidad? Es cierto, pero también porque
encontraremos algo.
—¿Qué? —pregunto, golpeando mis manos a los lados—. La boda es en
tres semanas. ¿Qué les voy a decir a Pepe y Tony?
River enciende su cigarrillo y se encoge de hombros. —¿Has considerado
no decírselo?
—¿Qué?
Ella sopla humo y el viento se lo lleva. —Antes de volar esa pequeña
cabeza tuya en mil pedazos, vamos a la ciudad y preguntamos por ahí.
—Pero…
—Sé que apesta, pero confía en mí. ¿Bueno? No hay necesidad de
molestar a los tíos si no es necesario.
Asiento y la sigo de vuelta al automóvil.
Eso es lo que ocurre con River: puede que rehúya la responsabilidad,
pero nunca te dejará colgando.

Continuamos manejando por la ciudad y nos detenemos en nuestros


restaurantes favoritos. Cada gerente con el que hablo me da una cara
comprensiva con un aviso de que están completos. La razón por la que Pepe y
Tony eligieron Deep Blue Sea fue porque les encantan los mariscos. El único
otro lugar de mariscos en la ciudad está sólidamente reservado para cada otra
boda en los Hamptons.
—¿Qué pasa con este lugar? —River pasa junto a Margarita Grill—. ¿No
vienes aquí para comer sola?
Listilla, listilla, listilla.
—Vengo a almorzar —le digo.
—Sola.
—Sabes —le digo—, tú también sales sola. No hay nada malo con eso.
—Nunca salgo sola —dice con expresión de pesadumbre.
—Eres imposible.
Se inclina y me besa en la mejilla. —¿Qué pasa con este lugar?
—No hay nada malo con él, pero es monótono.
—Estás bromeando, López. ¿Es esta tu boda o la de ellos? Estoy segura
de que los tíos estarán felices con lo que sea mientras alguien cocine para
doscientos.
Miro hacia abajo a mi regazo. Tiene razón. Tal vez he estado tratando
esto como mi boda. No es que quiera casarme ahora. No es como si Bradley y
yo estuviéramos comprometidos.
—Es difícil de explicar —digo—. Es como si todo lo que he estado
haciendo me ha llevado a esto. Ahora que se ha ido, he perdido más que mi
camino. Perdí mi objetivo. Mierda, no tengo un objetivo.
—Mira —dice—, encontraremos algo. Vamos a Internet y hagamos una
lista de lugares cercanos y luego visitémoslos esta semana.
River gira la llave y enciende el motor. Familias lindas cruzan la calle.
Los autos conducen con la suficiente lentitud para que nadie se moleste en
mirar hacia ambos lados. Entonces, mi corazón casi salta de mi pecho cuando
veo un Mercedes plateado que se acerca por la calle. Casi choca a una mujer con
un cochecito, lo que hace que todos griten detrás del auto. Me siento y trato de
ver el número de la matrícula, pero ya pasó.
—¿Qué pasa?
—Nada —digo. En realidad, todo. Pasa todo—. Creo que acabo de ver un
fantasma.
Tal vez no fue un fantasma. Tal vez fue solo mi ex novio.
Traducido por Anna Karol
Corregido por Julie

River lo sigue, pero damos vueltas y vueltas sin señal del Mercedes
plateado. Ella me mira con un atisbo de preocupación en su rostro. La vi así la
última vez que tuvo problemas.
—Todos aquí tienen ese auto, Sky. ¿Su familia no va a Cape Cod durante
el verano?
Asiento, tomando mi bolso. —Tienes razón. Es como una analogía de
desorden de estrés postraumático por relación o algo así.
—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con él?
—El día que salí de Boston.
—Sky... —Aparta sus ojos de la carretera el tiempo suficiente para hacer
que la mire—. No te juzgaría.
—El mes pasado —digo—. Llamó solo para hablar. Para pedirme que
regresáramos. Dije que no. Llama de vez en cuando, pero yo no respondo. No
lo entiendo. Él puede mostrar su sonrisa y su Amex y conseguir cualquier chica.
Solo quiero que me deje en paz.
Cuando se detiene frente a nuestra casa, me muestra una sonrisa. —Esa
es la cosa. No eres cualquier chica, Sky.
Antes de que tenga la oportunidad de agradecerle por mantenerme
cuerda, mi madre sale corriendo por la puerta principal. Me saca del auto antes
de que River incluso golpee el freno.
Ma está usando su bonita blusa de seda, del tipo que solo se pone
cuando tenemos compañía para que no la vean en pantalones de terciopelo y
camisetas en casa.
—Ma, ¿qué estás haciendo?
Me lleva a la casa, pasa el vestíbulo, atraviesa la cocina y entra al
comedor donde todos comen.
Leti levanta la vista y me da una mirada de advertencia mientras muerde
un sándwich de bacon, lechuga y tomate. Niega con la cabeza. He visto esta
mirada antes, cuando estábamos en su fiesta de quince años y su madre nos
hizo bailar con “buenos chicos de su iglesia”. Leti me miró de reojo y murmuró:
—Corre —en voz baja.
Ahora puedo ver en su boca lo mismo: —Corre.
Excepto que no puedo. Todos me miran. La tía Cecy se está abanicando
con un abanillo metálico, María y Greg parecen contentos con sus refrescos, el
tío Peter quita la tapa de su cerveza con los dientes, y Las Viejas se llevan las
manos al corazón y suspiran como colegialas.
No. No. No. No.
Hay un extraño sentado en la mesa. Él no está comiendo. Es alto, moreno
y diabólicamente guapo de esa manera cuidada. Su vello facial está recortado
con tanta nitidez, apuesto a que tiene que darle forma profesional. Tiene el
cabello parado de la forma correcta en la parte delantera, sus cejas son gruesas y
largas, y no hay un cabello suelto a kilómetros de esa frente reluciente y suave.
Él mira por encima de su hombro, y puedo sentir sus ricos ojos marrones
observándome. Comienza con mis dedos de los pies. No me he hecho las uñas
en un par de semanas, pero el color no se ha ido. Rosa y feliz; el color que
siempre elijo cuando quiero hacerme sonreír.
Recuerdo la advertencia de mi madre esta mañana: —Usa algo bonito
hoy. Estoy cansada de verte en bikini y pantalones cortos.
Ella sabía.
Corre.
Es una trampa.
Luego mira mis piernas, recién lavadas, afeitadas y humectadas después
de mi carrera matutina. Me puse un vestido azul del color de los ojos de
Hayden.
Espera, ¿qué? El color de las flores de vinca, eso.
Debido a que mi madre quitó la banda de mi cabello cuando me sacó del
auto, mi pelo tiene ese extraño pliegue. Puedo sentir cómo lo suaviza y me tira
el pelo hacia atrás como si fuera un poodle muy querido.
—Xandro —dice mi madre—, recuerdas a Sky. Es enfermera. Te lo dije
antes.
Xandro se levanta de la mesa y oigo que alguien dice que es un caballero.
Es alto y musculoso. Su chaqueta es tan blanca que me recuerda el tiempo que
dejé mis tiras de blanqueamiento en mis dientes demasiado tiempo. Su camisa
debajo de un color salmón medio raro, lo que me hace pensar en mariscos, lo
que me hace pensar en Deep Blue Sea, lo que me recuerda que el restaurante
está cerrado y que tengo que contarle a todos.
Respiro profundamente.
—Mírala —susurra la abuela Gloria—, está nerviosa. Qué linda.
Vomito un poco en mi cabeza.
Xandro extiende sus dedos largos y delgados hacia mí. Podrían ser dedos
de un pianista o un violinista. Bradley tenía dedos largos y fuertes, pero
apestaba a cualquier entrenamiento musical de lujo que había recibido a lo
largo de los años. Sus manos eran buenas para cerveza pong, y bueno... otras
cosas.
Le estrecho la mano a Xandro, deseando poder protegerme de su mirada
oscura, y, oh sí, la otra docena de criaturas de mi familia que miran nuestro
intercambio.
—Sky —le digo—, pero estoy segura de que ya conoces mi tipo de sangre
gracias a esta multitud.
Él ríe. ¿Cómo es posible odiar la risa de alguien al instante? Bueno, lo es.
Hay algo que eriza mi piel. Es como si me estuviese persiguiendo, como “Oh,
eres linda”.
Mi mamá presiona sus manos en mi espalda. Puedo oír el tintineo de las
llaves en la entrada y los pies correteando escaleras arriba. River, esa perra
afortunada. Mi mamá me lleva dos pasos más cerca de Xandro para que pueda
oler su colonia de sacarina.
—Xandro es el hijo de Jimena —me dice—. ¿La recuerdas, no? Solían
vivir al lado de nosotros en Queens.
Recuerdo vagamente a un niño que era recogido y dejado por un
autobús escolar especial. Especial porque no era el de las escuelas públicas
amarillas a los que tenía que subirme. Los niños del vecindario se burlaban de
él cada vez que tenían la oportunidad debido a su uniforme recién planchado,
al peinado cuidadoso de su cabello. Un apodo viene a mis labios y se escapa:
—Fresa.
La sonrisa cortés de Xandro tambalea por un momento. —Nadie me ha
llamado así desde hace un tiempo.
Mis mejillas están rojas, pero no por la razón que todos sospechan. —Lo
siento, yo solo…
Él corrige su ceño fruncido y sonríe de nuevo. —Está bien. Fue hace
mucho tiempo. En realidad, estoy alquilando una casa en el vecindario.
Qué manera tan agradable de decir qué tan rico es sin decirlo realmente.
La cara de mi madre luce radiante, seguramente con la esperanza de que
me enamore locamente y pueda elegir cortinas para el alquiler. —Ve a lavarte
las manos y únete a nosotros para almorzar.
Doy un paso atrás, sonriendo cortésmente. —River y yo acabamos de
almorzar. Gracias.
Mi madre me mira y me dice que será mejor que me calle si sé lo que es
bueno para mí.
—Pero siempre hay espacio para la carne asada —digo, corriendo hacia
el baño de visitas. Salpico agua en mi rostro sudoroso. Mi mente ya es un
carrusel de pensamientos, y no necesito agregarle a Xandro. Por otra parte, vivir
con mi familia ya parece un circo interminable, ¿por qué no?
Cuando vuelvo al comedor, veo un par de billetes intercambiados entre
Leti y mis primos Yunior y Mike. Yunior me ve primero y mete el dinero en sus
bolsillos. ¡Están tomando apuestas! Con una familia como esta...
—No te recuerdo del barrio —le dice Yunior a Xandro.
—Eso es porque eres muy joven, mijo —dice mi madre. No la había visto
sonreír tanto en años—. Xandro, cuéntanos sobre tu práctica.
Xandro toma una servilleta y la coloca sobre su rodilla. No me quita los
ojos de encima cuando nos cuenta acerca de González y Gold, la operación
plástica de South Beach.
—Estaba pensando en hacer un poco de trabajo aquí —dice tía Cecy,
tirando de su cara ya estirada.
Xandro se inclina hacia adelante y dice: —Debería esperar al menos seis
meses para que esta cirugía se cure.
Mis primos sonríen y se ríen mientras la cara de la tía Cecy se pone roja.
—Ay, Cecilia —le dice mi mamá—. No necesitas eso.
Xandro se da cuenta del error que cometió, demasiado tarde. —Ella está
en lo correcto. No necesitas más trabajo. La belleza corre en su familia.
Oh, dulce Cristo. Apilo un montón de carne asada en mi pan. Mi madre
se acerca y agarra unas rebanadas. Mira a Xandro. Dios no quiera que me vea
comiendo. Tomo el frasco de mayonesa y le extiendo una saludable porción.
—Xandro —dice mi madre. Odio la forma en que dice su nombre, como
si estuviera a punto de convertirse en un Dios y ella estuviera buscando su
perdón. Por favor, Xandro, por favor lleva a mi hija desesperada a cambio de este
sándwich—. ¿Te gustaría algo más aparte de la ensalada?
—Claro —dice—. Esa carne asada se ve genial.
Doy un bocado y hablo con la boca llena: —Es muy buena.
Yunior pone un billete en la mano de Leti debajo de la mesa. En general,
tengo mejores modales en la mesa, pero esto es lo que obtienen por
emboscarme así.
—Sky. —Mi madre hace un gesto para que me mueva. Oh diablos, no.
Me río. —Oh, ¿quieres que haga el emparedado?
Leti se ríe a carcajadas en su mano. Le disparo una mirada que podría
matar.
Saco un cuchillo de la mesa y corto mi sándwich a la mitad. Tengo un
flashback de fiestas familiares donde las mujeres estarían en la cocina y los
hombres en la sala de estar. Incluso cuando era niña, me enseñaron a arreglar
un plato para mi padre, mis primos, mi tío. Como si no pudieran quitarse sus
pieles holgazanas y hacer uno para ellos mismos. Así que, corto mi sándwich y
dejo caer la mitad en el plato de Xandro.
—¡Sky! —me regaña María.
Sonrío a nuestro invitado. —Espero que te guste la mayonesa.
Él se ríe, como si fuera la chica más divertida del mundo. Entonces, para
sorpresa de todos, se lo come. El primo Mike le da a Leti más dinero. Será mejor
que vea la mitad de ese dinero ya que están apostando a mi humillación.
—Entonces —le digo—, ¿cómo es que estás en la ciudad?
—Busco una propiedad. Queremos expandirnos a Nueva York.
—Sky no está trabajando en este momento —dice María—. Tal vez pueda
laborar para ti. Si no, estoy segura de que apreciaría algunas referencias.
—Está bien —le digo—. No voy a regresar al hospital.
—¿Cuándo decidiste esto? —pregunta mi madre a través de unos dientes
educados y apretados.
Me encojo de hombros. —Justo ahora. Voy a conseguir mi maestría en
Psicología y Desarrollo Infantil.
Xandro parece abrumado. —Bueno, si cambias de opinión…
—Te lo haré saber. —Tomo la botella de vino abierta en un recipiente y
me sirvo un vaso. Prácticamente puedo sentir el vapor que sale de los oídos de
mi madre.
—¿Sabes qué sería bueno? —pregunta la tía Salomé—. Que todos
vayamos a una cena familiar antes de la boda. ¿Cuál es el lugar que está
haciendo el catering?
Derramo vino en la chaqueta de Xandro. —Oh, Dios. Lo siento mucho. Se
me resbaló.
Él sonríe entre dientes, pero la pequeña vena en su frente late. Toma la
docena de servilletas empujadas en su dirección. —Está bien. De todos modos,
tengo que ir al servicio de lavandería.
—¿Por qué no tenemos una barbacoa? —sugiero—. Ya sabes lo ruidosos
que podemos llegar a ser, y no están realmente equipados para un gran grupo.
O mejor aún, ¡una prueba de vinos!
—Cuenta conmigo —dice Leti.
—Genial. —¿Cómo es posible que mi corazón sienta que bombea en
todas las partes de mi cuerpo a la vez?
—Por supuesto que estás invitado, Xandro. Tú y Sky deberían ponerse al
día durante el almuerzo.
—Estamos almorzando ahora —señalo.
Xandro mira su reloj: un elegante Movado plateado. —En realidad, eso
sería genial. Tengo que irme, pero te recogeré mañana al mediodía.
—No puedo… —empiezo a decir, pero mi madre me interrumpe.
—A ella le encantaría.
Xandro toma mi mano y la presiona contra sus labios. —No puedo
esperar para verte de nuevo, Sky.
Cuando él se va, me hundo en mi silla. Las Viejas hablan entre ellas y se
preguntan cómo se verán nuestros hijos. Comentan lo agradable que es, y que
no es agradable lo que hizo de sí mismo. Nadie, ni una sola persona pregunta
mi opinión.
Leti viene y toma asiento a mi lado. —Apostaron que estarías de acuerdo
en salir con él.
Yunior sonríe con aire de suficiencia y extiende su mano hacia Leti. Ella
coloca veinte dólares. Los agarro.
—¡Oye!
—Tranquilo. Leti ganó. —Cuento cien dólares y los divido entre ella y
yo—. Técnicamente, técnicamente, no fui yo quien estuvo de acuerdo.
Traducido por Vane Black
Corregido por Julie

Más tarde esa noche, suena mi teléfono. Cuando veo el número, me da


uno de esos sofocos que cubren tu cuerpo desde los dedos de los pies hasta la
coronilla de la cabeza. Odio que su nombre todavía tenga ese efecto sobre mí.
Bradley.
Bueno, es solo su número. Aunque lo borré, todavía lo sé de memoria.
Cambié la vieja canción que estaba unida a él: “Born to be My Baby”. Lo
sé, ¿demasiado cursi? Pero esa era nuestra canción. La primera vez que la cantó
fue en un viaje a la cabaña de sus padres en New Hampshire. El camino se
encontraba lluvioso, y todo lo que teníamos era un cielo gris y una radio
estática. Así que lo apagó y me miró con esos ojos azules y comenzó a cantar.
Ahora su número suena con el sonido genérico del teléfono.
A veces, quiero ser un poco débil. Quiero levantar el teléfono o devolver
el mensaje de texto. No hay nada malo con una pequeña debilidad. Significa
que mi corazón aún funciona, aunque me gustaría pensar que estoy muerta por
dentro, que estoy hecha de acero. No lo estoy. Soy de carne y hueso, y una
partecita de mí siempre querrá a Bradley porque el dolor no puede borrar por
completo lo bueno.
Pero esta noche, dejo que el champán elimine la debilidad. Me reclino en
mi silla y abrazo la solitaria noche. Opto por un poco de acero y dejo que el
teléfono suene hasta que se detiene.
Traducido por Jadasa
Corregido por Daliam

Me salto el desayuno y me quedo en la cama con el sol entrando por mi


ventana, reviviendo los últimos días. La única imagen que sigue resurgiendo es
el rostro de Hayden cuando lo dejé en la playa. También podría ser porque los
techadores están aquí. Puedo oír sus botas sobre el techo, sus martillos contra
los clavos. Sé que si miro por la ventana, veré a Hayden trabajando en la
glorieta. Todos los días, mis tías y primos le traen limonada a cambio de una de
sus brillantes sonrisas.
Eso rápidamente es reemplazado por la químicamente blanca de Xandro
cuando recuerdo que hoy tenemos un almuerzo. Si me obligaran a salir con
alguien que no me interesa, ¿por qué no salgo con alguien que me atrae mucho?
Sky Lopez, te hiciste esto tú sola, pienso. Me doy la vuelta en mi cama y meto mi
cabeza en una almohada.
—¡Despierta, despierta!
Me doy la vuelta para atrapar una bola de cabello rubio que me dispara.
—Ah, idiota. —Me doy la vuelta, sosteniéndome el costado.
—Ves, no te gusta cuando alguien te despierta, ¿verdad? —pregunta.
River sube al mullido colchón y se acurruca a mi lado. Sus largas piernas son
doradas y suaves. River tiene una forma de sentirse cómoda realmente rápido.
—Tu alarma no está programada para estar apagada hasta dentro de
otras cinco horas.
—Nunca me fui a dormir —dice. Presiona su cabeza contra la almohada
para evitar la pregunta. Ahí es cuando le huelo los cigarrillos y el whisky—.
Hice algo por lo que me amarás.
Gimo y coloco la manta sobre mi cabeza. —River —digo a modo de
advertencia—. ¿Qué hiciste?
—¡Oye! —Toma su almohada y me golpea la cabeza con ella—. Hago
grandes cosas por ti. Pasaba el rato en una fiesta y conocí a un tipo que es chef.
Le dije que iríamos a su restaurante y lo veríamos para la boda.
—Eso es increíble. Maldición, pero tengo que almorzar con Xandro. Solo
quiero acabar de una vez con esto. Gracias por rescatarme ayer, por cierto.
River levanta sus manos defensivamente. —Escucha, no había forma de
que me involucrara en ese lío. Ya estoy en el servicio de catering. Iremos
después de tu almuerzo.
Abro mi clóset y saco un maxi vestido que no requiere ningún esfuerzo.
Los maxi vestidos básicamente son flojos con las mejores telas y colores.
River bate sus sensuales pestañas. —También me encontraba afuera
cuando un hombre fornido y con el torso desnudo me dio esto, y me pidió que
se lo entregara a la Bella Durmiente, quien tiene el sueño tan profundo que no
escuchó las piedras que golpearon su ventana anoche.
—Espera, ¿qué?
Me agarra por los hombros. —Sky, no seas idiota. Te amo, pero no voy a
ver que te torturas por el resto del verano. Me has ayudado cuando más te
necesitaba. Ahora haré lo mismo por ti, de una manera diferente.
Mete la cosa redonda y blanca en mis manos, presiona un beso en mi
mejilla y corre antes de que tenga tiempo de reaccionar. Sostengo el disco
blanco en mi mano y le doy la vuelta. Es una galleta de mar. Suave y blanco; le
garabatearon con marcador negro en la superficie. Al principio, no sé muy bien
qué estoy viendo. Pero mi corazón reacciona antes que mi mente. Me revolotea
el estómago y siento en el pecho un pequeño apretón. El marcador negro
deletrea Hayden y su número de teléfono.
Traducido por IsCris
Corregido por Kish&Lim

Margarita Grill es mi lugar favorito fuera de temporada. Tienen bandas


que vienen a tocar, y los lugareños salen de su escondite después de que los
habitantes de Manhattan y las estrellas de televisión se van. Si la camarera no
me hubiese reconocido por mis almuerzos solitarios, hubiésemos tenido que
esperar una hora por una mesa. Ella valora a Xandro y me da dos pulgares
hacia arriba.
Saco mi silla y me siento frente a Xandro viéndolo escanear el menú.
Debido a lo abarrotado que está durante el verano, agregan mesas adicionales,
lo que me pone de espaldas con la persona que está sentada detrás de mí.
—¿Qué hay de bueno aquí? —pregunta Xandro.
—El maíz callejero mexicano es genial. En realidad, no es igual a uno de la
calle, pero hacen lo mejor que pueden.
Sonríe cortésmente y asiente. —No como maíz ni queso.
Me río porque creo que está bromeando, pero cuando se ve confundido,
me doy cuenta de que no es broma. Ni un poco. En cambio, soy el chiste. Soy la
chica emboscada a una “cita de almuerzo” con un tipo que probablemente me
recuerde del tiempo en que usaba frenillos.
Pido un vaso de vino tinto y agua de grifo.
Xandro pide una margarita y cambia el agua del grifo por agua mineral
embotellada.
—El vino tinto no es muy bueno para tus dientes —dice en broma.
Lamo la parte delantera de mis dientes y tomo el grueso vaso de vino
tinto que la camarera coloca delante de mí. —Nada de eso es realmente bueno
para ti. Ese no es el punto de beber alcohol.
—¿Cuál es el punto? —Se echa hacia atrás, con los brazos languideciendo
en los reposabrazos con la margarita en la mano.
—El punto es emborracharte.
Se encoge de hombros, sin estar de acuerdo o en desacuerdo. Por la
forma en que mira sus cutículas, luego suaviza las arrugas de sus pantalones, y
la forma en que deposita sus humeantes ojos oscuros sobre mí, sé que hay algo
cocinando en su copete cuidadosamente diseñado.
—Entonces, ¿cómo has estado desde que te vi ayer? —digo, colocando la
servilleta sobre mis piernas, sentándome hacia atrás—. ¿Te está gustando el
vecindario?
Sonríe ante mi descaro. —Estoy genial, en realidad. Siempre he querido
alquilar una casa aquí durante el verano. Paso la mayoría de los veranos en mi
casa de Florida, pero se la di a mi madre hace dos años.
—Sí, debe ser un dolor llevar a chicas cuando tu madre está en casa.
Se ríe en su bebida, casi inhalando tequila. —Te has vuelto muy directa.
—¿Cómo sabes que no lo era?
Gira la cabeza de un lado a otro. —Recuerdo a una niña con frenillos que
brillaban desde el otro lado del pasillo. Llevaba una larga trenza en la espalda,
y los niños en el edificio la llamaban Pocahontas. Usaba camisetas y mallas para
hombres antes de que fuera genial usar mallas.
Entonces me recuerda. Tomo un largo sorbo de mi copa de vino. —Aún
no puedo obligarme a mirar Pocahontas por culpa de esos niños.
—No me atrevo a comer fresas —dice en voz baja.
—¿Por qué te llamaban así? —pregunto—. Siento haberlo mencionado,
pero eso fue lo primero que se me vino a la cabeza.
—No, lo he superado —dice, sin levantar la vista de su regazo durante
unos segundos—. Mi mamá puso algo rojo en mis uniformes blancos. Salieron
rosa. Ya sabes cómo era el tipo de niños con los que crecimos. Me perseguían
todos los días y me llamaban fresa. Mi madre no pudo permitirse calcetines o
pantalones nuevos hasta el próximo cheque de pago, pero el daño ya estaba
hecho.
—Los niños en el edificio eran bastante terribles.
—Odiaba ese lugar —dice—. Me prometí a mí mismo que nunca dejaría
que mis hijos crecieran así.
—Saliste bien parado —añado—. Yo también. A veces puedes tener todo
el dinero del mundo, ir a la mejor escuela, vivir en el mejor vecindario, y la
gente puede ser tan mala como el lado pobre de la ciudad.
Se encoge de hombros. —No duele no pasar hambre.
Respondo con un sorbo de vino: —Bueno, ahora somos los adultos. Es
nuestro turno de cuidar a nuestras madres.
—La mayoría de las mujeres que conozco no entienden eso de mí. Pero
tú no eres así. Venimos del mismo lugar, y logramos salir de eso. Pero suficiente
del pasado. En este momento, quiero que me cuentes sobre ti. Dijiste que eras
enfermera.
Asiento, jugando con la esquina del menú. —Sí. Hice un año en el
Hospital Brigham and Women's en Boston.
Me pregunto qué más le dijo mi madre. La idea de que este extraño,
prácticamente extraño, sepa todo sobre mi vida me hace sentir mal. Dejo que las
últimas gotas de vino cubran mi lengua. La mesera viene y toma nuestro
pedido.
Otra ronda de bebidas. Ordeno tacos de guacamole y bistec con queso
extra, y él pide una ensalada de camarones, los cuscurros, el queso, y el
aderezo.
—Tengo un par de compañeros de clase que estudiaron medicina. Es el
mejor tipo de trabajo porque siempre habrá personas enfermas.
Intento ser educada, pero no puedo evitar hacer una mueca. —O, ya
sabes, es una buena manera de ayudar a la gente.
Se ríe, y luego recuerdo que odio su risa. —Oh, eres una de esos.
—¿Disculpa?
—Relájate. Solo quiero decir que todos tienen sus razones para elegir una
carrera en medicina. Las horas son largas, tan largas que casi no tiene sentido
tener una familia porque es más probable que haya un divorcio.
Pienso en los padres de Bradley. Ambos eran doctores. También podrían
estar divorciados, ya que ambos tienen amoríos y duermen en habitaciones
separadas. ¿De verdad creía que Bradley y yo podríamos tener algo teniendo en
cuenta de dónde venía?
—Debe encantarte ser doctor.
Sonríe. —Me encanta ser cirujano plástico.
Por supuesto que sí.
—Aprendí de los mejores médicos de Florida, pero todos quieren ir allí
para hacer su trabajo. A principios de año, decidí abrir mi propia oficina en la
ciudad con mi compañero de habitación de la universidad, el doctor Gold.
Gonzales y Gold tienen sentido, ¿no crees? Él se especializa en implantes para
ambos sexos. Y yo me especializo en caras.
Tan repugnante como me parecen las cirugías cosméticas, me encuentro
extrañamente interesada en la forma en que habla sobre esto. — Eso es lo más
extraño que he escuchado en todo el día.
La camarera deja mi guacamole sobre la mesa, y Xandro toma una
tortilla sin preguntar. Quiero recordarle que están hechas de maíz, pero decido
no hacerlo.
—Desde que era pequeño me encantaba dibujar rostros perfectos.
Llevo una cucharada del cremoso guacamole a mi boca.
—No estoy hablando de la Proporción Áurea1 o esa mierda de simetría,
sino más bien por la línea de ayudar a la gente a alcanzar a la persona que
quieren ver cuando se miran en un espejo. Todos tienen esa persona. Aunque
hay excepciones.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, rechazo a las personas cuando pienso que no necesitan
trabajo. Por ejemplo, si entras a mi oficina y quieres cambiar algo sobre tu
rostro, declinaré.
Conocí a cirujanos que me dijeron que podían quitar un centímetro de la
parte superior de mi nariz para arreglarla, y tal vez por un momento lo creí. De
una manera extraña, Xandro me está haciendo un cumplido.
—Bien, gracias por no tomar mi dinero duramente ganado por algo tan
frívolo.
Él sonríe. —Lo digo en serio, Sky. Eres excepcionalmente bella. Tengo
clientes que matarían por tus ojos. Es un tono particular de verde y dorado. Tu
frente no es demasiado grande ni pequeña. Tus pómulos son la perfección y tu
línea de la mandíbula está increíblemente definida. Luego están tus labios.
Podría intentarlo mil veces y no podría llegar a inyectar unos labios para
hacerlos ver como los tuyos. Tu madre tenía razón, eres tan hermosa como
recuerdo.
Una parte de mí quiere tomar mi cara y poner una bolsa de papel sobre
ella. No es que no crea que sea atractiva. Es que odio que me analicen. Sin
embargo, desde que me privé de una pizca de romance todo el verano, no
puedo evitar revolotear por todas partes. No tiene nada que ver con él. Las
palabras tienen poder propio.
—Gracias —digo.
—Solo estoy diciendo la verdad. Mis ojos están fijos en ti.
—¿Por qué?
—Eres hermosa. Venimos del mismo sitio. Tenemos familias similares.
Parece el destino.
—No estoy buscando nada en este momento.
Se inclina y coloca su mano sobre la mía. —Podrías pensar eso ahora,
pero creo que cambiarás de opinión.
Nuestra comida llega justo a tiempo porque el revoloteo simplemente se
convirtió en pánico. Xandro me mira comer con esa sonrisa exasperante en su
rostro.
—Al menos estás haciendo algo que te gusta —digo, tratando de llevar la
conversación a las carreras.

1 La proporción áurea menciona que un cuerpo o un rostro es matemáticamente perfecto


cuando conserva las proporciones del número áureo en todas sus dimensiones.
—Es lo mejor de ambos mundos.
No puedo imaginar cómo quitar la piel de alguien y sus propios huesos o
inyectar grasa en los labios es algo que se pueda amar, pero cada quien con sus
cosas.
Luego, dice lo único que he temido desde que mi madre nos metió en su
Maserati rojo. —Tu familia me dijo que estás recientemente soltera.
Mastico mi taco de bistec, imaginando las formas en que podría
vengarme de ellos. ¿Diurético en sus mimosas de desayuno?
—Sí —contesto, sentándome más recta, como si una mejor postura fuera
lo que me hiciera parecer como si llevara bien esta conversación. Repaso mi
catálogo de cosas para decir, pero él es un extraño. No me importa si cruzamos
caminos en el día. No me importa que mi madre y mi familia piensen que es lo
mejor desde el pan rebanado. El pan rebanado ni siquiera es tan bueno—. Las
cosas terminan.
—Eso es sombrío. Bueno, ahora que somos vecinos nuevamente,
podemos salir y ponernos al día.
No hay nada que poner al día porque nunca fuimos realmente amigos.
—Voy a estar muy ocupada planeando la boda y todo.
—Estoy seguro de que tendrás un tiempo de inactividad ahora que no
estás trabajando —dice. Su confianza en invitarme me pone la piel de gallina—.
Además, ¿no te enteraste? Estoy invitado.
Quiero pedir un poco más de vino, pero puedo sentir el dolor de cabeza
floreciendo en mis sienes, y eso solo le haría ordenar otra bebida también.
—Tu mamá dice que no tienes un acompañante, así que estoy ofreciendo
mis servicios. No soy solo un cirujano. —Su voz baja una octava y sus ojos
tienen esa mirada perezosa, como si estuviera listo para arrojarse a la cama—.
Soy una excelente cita.
Le hago señas a la camarera para pedir la cuenta. Es como si mi cerebro
estuviera lanzando bengalas que escriben “no-no-no” en el cielo. Busco mi
bolso.
—Detén eso —dice sacando una brillante tarjeta negra que hace tintinear
sobre la mesa de cristal. La mesera la toma y la trae de vuelta. Él firma con su
propio bolígrafo. Su letra es redonda y, a diferencia de la firma de cualquier
otro médico que he visto, increíblemente ordenadas—. Te llevaré a casa.
Niego con la cabeza. —Estoy bien, tengo algunas cosas de la boda de las
que ocuparme mientras estoy aquí.
—¿Necesitas compañía?
—Algunas de las otras damas de honor me ayudarán. —Menciono tantas
actividades relacionadas con la boda como sea posible para asegurarme de que
no quiera quedarse.
Me abraza y deja que sus manos se deslicen por mi cintura. —Me alegro
de que volvamos a ser vecinos, Sky. No puedo esperar para ver más de tu
hermosa cara.
Traducido por Julie
Corregido por Kish&Lim

Leti y River me recogen. Estoy sosteniendo una bandeja de cafés helados.


Mi teléfono vibra con un mensaje de texto. Es Lucky Pierce diciéndome que se
encuentra en la ciudad. Mis manos están demasiado ocupadas para responder,
así que hago una nota mental para enviarle un mensaje de texto más tarde.
—¿Cómo estuvo tu cita? —pregunta Leti con picardía.
—Él dijo que nunca me cortaría la cara porque soy muy hermosa. —Les
doy sus cafés.
River se retira y comienza a conducir. —Bueno, si eso no es romance,
entonces no sé lo que es.
Agito el hielo en mi café antes de tomar un sorbo. —¿Dónde está este
restaurante?
Tomamos un desvío de la carretera y viajamos por aproximadamente
ocho kilómetros. Pasamos una vieja caravana y nada más que árboles.
—¿River?
Ella levanta su teléfono y sostiene la pantalla hacia la cara de Leti.
—Lee eso.
—Lo pasamos de largo.
River gira a la derecha en la siguiente salida y damos la vuelta. Viajamos
en círculo y todavía no hay nada.
—Esa no es una dirección, River —digo, con el pánico ya inundándome
las venas.
Hacemos otra ronda, esta vez bajando la velocidad un poco. Me doy
cuenta de algo.
—¿Cuál es el nombre del restaurante?
—Simplemente su nombre. Luke.
—¿Te refieres a los perros calientes de Luke? —Señalo a la caravana
estacionada en la carretera. Hay unos pocos autos estacionados al lado y un
grupo de nadadores haciendo una fila en una ventana.
—¡Ese es Luke! —grita River.
—¿Qué estabas haciendo cuando te dijo que era chef?
Se encoge de hombros. —No sé... me pidió mi número o algo así.
—¡River!
—¡Lo siento! Él no tiene el aspecto de vender perros calientes al costado
de la carretera. —River aprieta el acelerador y pasamos junto al puesto. Con las
ventanas hacia abajo, estallamos en carcajadas.
Cuando volvemos a estar calladas, excepto por el sonido del viento que
sopla a través del automóvil, me doy cuenta de que todavía no tenemos una
solución al problema de la comida.
—Me gustaría señalar —añado—, que esto solo nos sucede a nosotras.
—Vamos —dice Leti—. Tenemos mejor suerte que eso. Tienes que situar
tus deseos en el Universo y éste responderá. Solo tienes que ser específica.
Como con Hayden. ¿Ya lo llamaste?
River atrapa mis ojos en el espejo retrovisor. —Lo siento, Sky. Lo intenté.
—Lo sé, cariño. —Miro por la ventana. El viento hace que mis ojos se
sientan secos, pero incluso nuestra misión fallida me levanta el ánimo de una
manera en la que el almuerzo con Xandro no pudo—. Voy a encontrar una
solución.
—Déjame ver la caracola —dice Leti.
Pongo mis pies en el reposabrazos entre ellas y muevo los dedos de mis
pies. —Es una galleta de mar, y no voy a decir ni una palabra.
—¿Qué vas a hacer al respecto?
Tomo un sorbo de mi café amargo. —Eso es entre el Universo y yo.

Después de que el servicio de comidas de River fracasó de manera


espectacular, regresamos a casa para reunirnos con mi familia en la piscina.
River me dice que mantenga la calma. Vamos a encontrar algo, incluso si eso
significa comprar doscientas cenas congeladas en Costco. Es tranquilizador, de
verdad.
Tío Tony se encuentra en la parrilla haciendo hamburguesas y perritos
calientes mientras todos los demás aprovechan los últimos rayos del día. Está
usando la ropa de playa masculina de Pepe. Los pantalones cortos de neón no
se adaptan a la vibra de Wall Street de la que todavía no puede deshacerse. Así
es como sabes que es Amor Verdadero.
—¿Cómo estuvo tu cita con Cortes y Puntadas? —pregunta el primo
Steve. Ha crecido unos treinta centímetros desde la última vez que lo vi. Por
mucho que me queje de mi familia, me encanta verlos a todos juntos. Eso es,
hasta que comienzan a molestarme.
Le tiro mi botella de protector solar. Lo golpea directamente en el
estómago, gime y casi se cae del sillón.
—Deja en paz a Sky —dice el tío Tony, usando pinzas de metal para
agarrar una hamburguesa jugosa.
Entro en la piscina y tiemblo cuando el agua fría me rodea hasta la
cintura. Me agarro a un flotador púrpura y me dirijo hacia el extremo profundo
donde nadie más va. Entre toda mi familia, soy la única que sabe nadar
correctamente, algo por lo que debo agradecerle a Bradley.
Me doy cuenta de que hay tantas cositas que Bradley me enseñó o me
mostró mientras estuvimos juntos. Cosas como nadar, aprender a disfrutar el
sabor del whisky, atar un nudo de pescador adecuado, cómo ofrecer un servicio
asesino. Me pregunto si aprenderé a olvidarme de él.
—¿Cuánto tiempo hace que mi mamá tiene a Xandro bajo la manga? —
pregunto, inclinando mi rostro hacia el delicioso sol.
—Siempre piensas lo peor de la gente —dice María—. Se pasó a darle un
mensaje a tu madre de parte de la suya. Al parecer, Xandro acaba de salir de
una relación de cinco años, y está en la búsqueda.
—Bueno, pueden ahorrar su dinero —digo a mis primos, alzando mis
ojos a cada uno de ellos—. Este es un poni por el que no apostarán.
Leti y River se hacen las inocentes, como si no hubiese visto el dinero
pasando por la mano de la primera. Seguramente ella metió a River en esto, que
es lo último que necesita.
—Digo que terminan saliendo antes de que acabe el verano —dice
María—. Nunca has estado sin una relación, Sky. Eres una monógama en serie.
Es como si tuvieras que estar con alguien o no puedes funcionar.
Escuchar eso de parte de María de todas las personas me pone bastante
molesta.
—Considerando que pasé todos mis años universitarios en la escuela, no
veo cómo puedes saber eso.
Ella frunce los labios y se baja las gafas de sol sobre los ojos a pesar de
que éste se está poniendo.
—Bueno, aposté mi dinero en otra persona —dice Leti.
Levanto mis ojos en su dirección. Ella no puede contenerse cuando está
cerca de todos. Mis primos son una mini fábrica de chismes. Cuando nuestra
prima Margie quedó embarazada, fue como un teléfono descompuesto que,
para cuando llegó a mí, terminó en una historia de cómo Margie estaba
embarazada de trillizos y uno de ellos era asiático.
—¿Quién? —pregunta Yunior—. Espero que no sea médico, porque
Cortes y Puntadas va a tener una competencia seria.
Él grita cuando los flotadores púrpuras lo golpean en la cara.
—Chicos, tienen que conseguir sus propias vidas —les digo, salpicándole
agua a todos.
Hay un coro de: —Ahh, vuelve, Sky.
Pero ya me estoy alejando, mis pies mojados golpean los cálidos azulejos
que crean un camino de regreso a la casa. Tomo una botella de vino blanco
medio vacía de la nevera y una taza de plástico. Así de elegante me siento. Abro
la puerta de mi balcón y dejo entrar la brisa que anuncia el atardecer.
Me han malinterpretado. Pero eso está bien. He decidido que este verano
podría sorprender a todos, incluyéndome a mí misma.
Doy vuelta a la cerradura de mi puerta y pongo la galleta de mar en mi
cama. Me paseo de un lado a otro, sopesando mis opciones. ¿Qué digo? No
estoy buscando una aventura de una noche, pero tampoco quiero una relación.
Claro, eso no suena psicótico en absoluto. Después de todo, el chico solo quería
caminar conmigo en la playa, pero me di la vuelta y escapé.
Me gustaría tener la dulzura de Leti, el encanto de River y el entusiasmo
de Lucky.
¿Qué es lo que tengo? Un intento insípido de amistad. Un corazón roto
en el que tengo que trabajar antes de permitir que alguien más ponga sus
manos mugrientas sobre él, de forma figurativa, por supuesto.
Tengo una galleta de mar, eso es lo que tengo.
Presiono el número y espero.
—¿Hola? —dice.
Traducido por Mely08610
Corregido por Kish&Lim

Naturalmente, cuelgo.
Mi corazón está martillando contra mi pecho, y me dejo caer sobre mi
cama como la gran y fuerte chica que soy.
Cuando él me llama de vuelta casi salto de mi propio cuerpo, pero por
supuesto, está devolviendo la llamada. Y si no contesto, va a pensar que soy
una rara. Pero no soy rara, solamente cobarde.
—¡Hola! —digo, un poco aguda.
—¿Hola? Acabo de tener una llamada perdida de este número. —Estoy
un poco decepcionada de que no reconozca mi voz. Pero hago a un lado toda
mi vergüenza.
—Oye, Hayden, soy Sky, Le diste a River una galleta. —Ahí está, una
frase que nunca pensé diría en voz alta.
Él se ríe. —Estoy bromeando Sky, sé que eres tú.
Me atraganto con mis propias palabras. —¿Cómo?
—En realidad River se acercó a mí esta mañana mientras trabajaba en la
glorieta. Me dio tu número.
Esa perra. —¿Cómo es que no me has llamado?
—Tenía el presentimiento de que no querías eso.
Me deslizo por mi cama. Mi corazón late fuertemente en mi pecho. No,
no, no. —Lo siento.
—No tienes porqué disculparte, está bien. Solo pensé que si querías
hablar conmigo llamarías cuando tú quisieras. Estoy gratamente sorprendido
de que solo hayas tardado doce horas.
—¿Estabas contando?
Puedo escuchar un sofá crujiendo por su movimiento. El sonido de la
televisión desaparece por completo. Se está acomodando para hablar conmigo.
—Oh, he estado mirando mi teléfono todo el día. Inclusive hice que mi
amigo me llamara para asegurarme de que mi teléfono todavía estuviera activo.
Pero ya es suficiente de mí. ¿Cómo estuvo tu día, Sky?
Me alegra que no pueda ver la sonrisa en mi rostro. Me gusta la manera
en la que dice mi nombre, la forma en que lo repite una y otra vez, a pesar de
que no hay nadie más con quien pueda estar hablando, excepto yo.
—Evité que una potencial calamidad sucediera.
—¿Apareció otro agujero en el techo? —Se ríe—. Esta vez no era yo. Lo
juro.
Le cuento sobre River y los perros calientes de Luke, y el problema de la
restauración. —Es una cosa más por la que me tengo que preocupar.
—¿Qué más hay ahí?
—Bueno, ahora está la glorieta que este tipo está tardando una eternidad
en construir.
—Oye, esa es una excelente artesanía. Estará lista antes de que lo sepas.
Me recuesto en mi cama; las voces de la sala de estar de arriba ahora se
están filtrando.
—¿Cómo acabaste trabajando con la madera? —Me doy cuenta de la
forma en que suena en el instante, pero ya es tarde para arrepentirme—. Ya
sabes, en construir cosas, en la carpintería.
Y ahí está esa risa de nuevo. —Cuando era niño vivíamos cerca de un
almacén de madera. Eso estaba al norte del estado antes de que nos mudáramos
a la isla. Un viejo que trabajaba allí solía verme caminar por ahí solo. Pensaba
que yo era perezoso y un vagabundo, naturalmente. Solo quería salir de la casa
cuando mis padres se peleaban. Así que me puso a trabajar, tallando madera
para crear lápices. Puedo hacer lápices, si alguna vez los necesitas. No soy solo
un techador que construye glorietas y tiene un pelo estupendo.
—No, eres todo eso y también llevas galletas de mar en el bolsillo.
—A veces me olvido de cambiarme los pantalones cortos de la playa. Mi
padre odia eso. Estoy seguro de que es un peligro para la seguridad, pero crucé
esa línea cuando… —Silva y hace un sonido como si fuera un dibujo animado
cayendo en picado—… caí justo a tus pies, Sky. Además, las galletas de mar son
la forma perfecta de hacer nuevos amigos. Así es como los delfines pagan por
todo lo que necesitan.
—Estás loco.
—Gracias, eso significa mucho.
No, de verdad. Hayden está loco. ¿Cómo es que logra ser tan inocente y
sexy a la vez? —¿Por qué eres tan feliz?
Él está en silencio por un momento y siento que lo llegué a molestar. ¿A
quién le gusta escuchar por qué son felices?
—Escucha, si supieras la mierda que hay en mi vida… Digamos que, si
no veo algo positivo en, por ejemplo, caerme de un techo y abrir mis ojos para
encontrar al ser humano más perfecto que he visto, o ser despedido por mi
padre para que me vuelva a contratar para construir una glorieta donde puedo
ver tu balcón y echar un vistazo a tu triste sonrisa cuando te bebes el café.
Cierro los ojos. Mi cuerpo me hace sentir muchas cosas extrañas. Mi
corazón salta y cae. Me duelen los conductos lagrimales, pero se mantienen
secos. Mi estómago revolotea, y mi piel se estremece por sus palabras y la brisa
fresca que viene del balcón abierto.
—Trato de mirar el vaso medio lleno de las cosas. De lo contrario, ¿qué
sentido tiene ser miserable?
—No eres parte de algún culto, ¿verdad?
Me lo imagino negando con la cabeza. Esos ojos azules. Esa boca tan
llena. —Créeme, no soy un boy scout. Quiero decir, literalmente fui uno, con las
insignias para demostrar que puedo hacer nudos, encender fuegos y todo eso.
Pero no soy feliz solo por el hecho de serlo. Estoy cansado de ver las partes
tristes de la vida. ¿Tú no?
—Sí —digo suavemente—. La verdad es que sí.
Caemos en un silencio, pero no es incómodo. Me imagino sentándome a
su lado, viéndonos mutuamente encontrando consuelo en un poco de silencio.
—¿Por qué me llamaste, Sky?
Entonces la parte cómoda desaparece y un millón de cosas pasan por mi
cabeza otra vez. La boda. El pastel. El fotógrafo. Bradley. Stella. Bradley y Stella.
María poniendo los ojos en blanco. River fumando. La margarita de Xandro.
Los centros de mesa. Hayden. Hayden. Hayden.
—Honestamente no lo sé. —Me rió nerviosamente.
—Oye, eso también está bien. No necesito que tengas una razón, solo
pregunté.
Alejo todos los pensamientos que no son sobre Hayden, yo y el presente.
Me concentro en este momento y en su llamada telefónica y detengo mi paseo
por el pasado o de asustarme con el futuro.
No seas idiota, me dijo River.
—Supongo que solo quería hablar contigo.
—Supongo que eso servirá —dice en tono de broma. En el momento de
quedarnos callados, me imagino que se lame sus labios y mis pensamientos se
centran en eso, en su perfecta boca de labios llenos. Los labios más completos y
besables que he visto en un hombre—. Sé que alguien te hizo mucho daño, Sky.
Los latidos de mi corazón se escuchan a través de toda la habitación.
—Nadie me lo dijo, solo lo sé. No quiero ser el tipo que persigue a una
chica con el corazón roto.
Mi decepción me dice que eso es exactamente lo que quería, y me siento
un poco egoísta. —Está bien.
—Así que déjame ser tu amigo.
Me hundo en mis almohadas, conformándome por la suavidad en su
voz. —¿Mi amigo?
—Sí, es decir, dos amigos que no se atraen mutuamente.
—Oh.
—Solo bromeo. Me siento completamente atraído por ti.
Esta es la parte donde le digo que yo también. —Hayden…
—Mira, quiero conocerte. No puedo negar que eres la persona más
hermosa que he visto en toda mi vida. Incluyendo a Adriana Lima y Giselle
Bundchen, pero están dobladas en catálogos bajo mi colchón así que no cuenta.
—Así que quieres ser mi amigo, pero también quieres hacerme saber que
crees que soy bonita.
—Sky, “bonita” ni siquiera empieza a describir lo que eres —me dice y
decido que me encanta el sonido de su voz—. Así que ser amigos parece algo
bastante simple. Además, escuché a las ancianas hablando de ti y dijeron que
volverías a Boston al final del verano. No me apetece que me destrocen el
corazón. Ya soy un peligro para mí mismo. Simple, ¿verdad?
—No creo que yo lo llamaría “simple” —digo, mientras clavo los dedos
de mis pies en mi edredón. No sé por qué tengo una repentina urgencia de
estirarme, como si mi piel estuviera demasiado tensa. Quiero decirle que no voy
a volver a Boston, pero todavía no estoy segura. Tengo un trabajo esperándome
si lo quiero. O puedo empezar de nuevo en un nuevo lugar aquí en Nueva
York. Quiero volver a la escuela, pero están pasando muchas cosas. Incluso
puedo decir “a la mierda” todo y mudarme a Sudáfrica—. Eres una persona
extraña —murmuro.
—Gracias. Me gusta pensar que soy poco común.
—¿No sería eso extraordinario?
—No, no. No soy extraordinario. Todavía no. Solo que no soy normal.
Me gustaría pensar que hay una diferencia, pero tal vez mi cerebro está frito.
Me doy cuenta de lo tarde que es ya.
—Hablando de eso —me dice—. Tengo que levantarme para estar en el
trabajo a las cinco en punto.
—Es medianoche. Te dejaré ir.
—Si insistes. Pero si no tuviera que dormir, créeme que me quedaría en
el teléfono todo el tiempo que me permitieras.
—O, podríamos hablar en persona.
—Acabas de robarme mi frase. —Se ríe. Me encanta el sonido—. Quería
invitarte a una fogata en la playa Tiana por la noche. Ya sabes, ahora que somos
amigos.
—Me encantaría.
—Bien. Te veo pronto.
—Buenas noches, Hayden.
—Te veo en casa, Sky.
Esta noche no necesito champaña. Ya me siento ebria con sus palabras.
Traducido por AnnyR’
Corregido por Kish&Lim

Pero no lo veo en la mañana.


Me olvidé de configurar mi despertador y me dormí durante todos sus
martilleos en el otro lado de la casa. Cerré la puerta para que nadie (ejem, River
Thomas) saltara encima mío por la mañana. Reviso rápidamente mi correo
electrónico y veo un nuevo mensaje del DJ. Me ha estado molestando para que
haga un depósito más grande después de obtener una lista de reproducción
mayoritariamente de los ochenta. Lo marco como importante y decido contestar
después de tomar un café.
Cuando bajo las escaleras, mi madre me acorrala junto a la cafetera. Mi
cabeza todavía está borrosa de sueño.
—Sky —dice—. El primo Felipe y su esposa están aquí con su hija, Daisy.
Les dije que Daisy podría quedarse en tu habitación hasta que el techo de la
habitación de invitados esté arreglado.
—¿Disculpa?
Acorralada ya no es la palabra que usaría. Es más, como emboscada.
Tomo la taza de café y la coloco en la ranura de la máquina. Se ilumina y pide
agua. Por supuesto, hay seiscientas personas en la casa y nadie puede volver a
llenarla. Mientras mi madre me mira y la cafetera hace todo tipo de ruidos
sexuales robóticos, me froto la mugre de mi ojo con la manga de mi bata.
—Daisy puede quedarse en tu habitación.
—No —digo.
Tomo la taza humeante y la sostengo en mi nariz.
—¿Qué quieres decir con qué no?
—Ma, el tío Tony renovó el sótano precisamente para que la gente
tuviera lugares para dormir. Hay seis camas abajo.
—No puedes pedirle a una niña que duerma sola en el sótano.
—No estará sola —digo—. Todos los niños están allí. Tal vez si dejaras
de pensar mal, verás que no se trata de Daisy. Solo no quieres que permanezca
sola durante dos segundos.
Se recupera, apoyando las manos sobre su pecho. —No veo cuál es el
problema.
—El problema es que, si Daisy está allí, no podré entretener a todos los
muchachos que entran por mi ventana, ma.
Es el comentario incorrecto en el momento equivocado porque es cuando
Maria, Yunior, el tío Felipe, su esposa y Daisy doblan la esquina hacia la cocina.
Mi madre luce avergonzada. Todavía estoy bastante bien.
—Buenos días, a todos —digo, dándoles mi mejor sonrisa. No debería
enojar a mi familia, pero lo hacen tan fácil—. Voy a nadar.

Antes de nadar, dejo un mensaje para que el fotógrafo me llame. Le pido


al panadero que nos envíe un correo electrónico con el diseño final del pastel.
Recibo la confirmación de envío para los muñequitos de boda hechos a mano,
cada uno modelado según los novios.
Nado hasta que lo único que puedo pensar es en la quemadura en mis
brazos, al contrario del hecho de que dos de mis primas más jóvenes han
terminado en el patio tratando de coquetear con Hayden, llevándole limonada
y sándwiches de jamón y queso.
Salgo de la piscina y gimo cuando veo que Xandro está aquí, en una
profunda conversación con la esposa del tío Felipe. Ella está agarrando su grasa
en la cintura e imagino que él le está dando una cotización. Tenemos nuestro
propio carnicero familiar… qué lindo.
—Si quieres estar a solas con el hombre —dice Leti desde la silla de la
piscina detrás de mí—, solo tienes que decirlo.
Señala con el dedo al Dios del Sol que es Hayden Robertson. Mi nuevo
amigo.
Le tiro el fideo de la piscina y ella derrama su margarita.
—Vamos, Sky. María trae a su prometido a la boda. Va a ser insufrible.
Todos los demás tienen citas. Me estoy acercando bastante, solo tengo que
asegurarme de que pueda manejar su licor.
Me sumerjo de nuevo en la piscina. Aunque estoy cansada, necesito un
alivio de todos ellos. Incluso de Leti. Pero esta piscina no es lo suficientemente
profunda. Voy a necesitar zambullirme en el océano.
Cuando emerjo de nuevo, sacudiendo el agua con cloro de mis ojos,
Hayden está sentado en el borde de la piscina, charlando con Leti. Nado hacia
ellos, mi aliento más desigual de lo que me gustaría.
—Oye —digo.
Su rostro se ilumina con una sonrisa. Está rojo por el sol. Su camisa está
arrugada en sus manos. La usa como una toalla.
—Deberías saltar y refrescarte —dice Leti sugestivamente.
—Probablemente necesitaría una buena ducha para enjuagar la mugre.
—Se ríe.
Salgo de la piscina y me siento al lado de él. Soy muy consciente de la
forma en que mi cuerpo se tensa cuando está cerca. Quiero extender la mano y
ver cómo la barba de varios días en su rostro se siente contra mi mano.
—La glorieta se ve genial —digo.
—Créeme —dice—, tengo algunas sorpresas por delante. Será mi mejor
trabajo. Especialmente después de arruinar tu vestido.
—¡No te preocupes por eso! —Leti le pega en la espalda. Él casi cae hacia
adelante, pero pongo mi mano sobre su pecho. Sus pectorales se tensan. Mira
mi mano pegada a su torso duro.
Aparto la mano e intento ignorar la forma en que me sonríe.
—Lo bueno de que uno de los novios sea un diseñador elegante es que
puede coser un vestido nuevo.
Yo no lo diría tan a la ligera. Pepe estaba furioso, pero Tony lo calmó.
Tony es un buen equilibrio para las emociones revoltosas de Pepe.
—¿Sigue en pie lo de verte esta noche en la hoguera?
Puedo sentir el calor de su mirada en mi rostro. Solo parpadea hacia mis
pechos una vez. Los amigos hacen eso, ¿verdad?
—Estaremos allí —dice Leti.
Hayden se para, y seca los vaqueros. —No puedo esperar.

Mientras pongo delineador de ojos a prueba de agua en los párpados de


Leti y River revolotea su cabello para obtener un volumen loco, mis primas
María, Elena y Juliet están de pie en la puerta.
—¿Cuándo se van a la hoguera? —pregunta María. Está usando un
vestido negro y rojo.
River cambia su peso a una pierna. —¿Por qué?
—¿Porque nosotras también vamos? —dice Elena, poniendo los ojos en
blanco. Diecinueve y ya se inyecta los labios, Elena parece más lista para ir a un
club nocturno que a una hoguera casual.
—¿Quién dice que van? —pregunta Leti.
—Um, Tripp lo hizo —dice Juliet, tirando de su top de lentejuelas hacia
arriba para que se pueda ver el tatuaje en su cadera. Apuesto a que su madre no
tiene ni idea de eso, sobre todo porque todavía continúa viva. Nuestras madres
nos amenazan con asesinarnos cuando se trata de piercings, tatuajes y sexo
prematrimonial. Es un milagro que Leti siga viva ya que es culpable de los tres.
—¿Tripp? —Quiero vomitar un poco. Solo la idea de que mis primitas lo
llamen así me da escalofríos.
—No cabemos todas en mi auto —dice River. El subtexto: ustedes no se
suben a mi auto, perras.
—Lo sabemos —contesta Juliet, sonriendo—. Xandro nos va a llevar.
Odio esto. Odio sentirme como si estuviera en la escuela secundaria de
nuevo con cada miembro de la familia en mis asuntos. Odio que todo lo que
hago se lo comuniquen a mi madre, que estoy al borde de una crisis de los
cuartos de vida y que empeora porque, incluso en una mansión, no tengo
privacidad.
—¿Saben qué? —espeto, sosteniendo el borde de la puerta de mi
habitación—. No me importa. Vayan con Xandro. Las veré allí.
Cierro la puerta.
—Ahora que estamos infiltradas con un grupo de ratas —enuncia
River—, supongo que será mejor que nos comportemos bien.
Leti y River intercambian una sonrisa secreta. Una que dice que no hay
ninguna posibilidad de que eso suceda.
Traducido por Chachii
Corregido por Kish&Lim

La playa Tiana es solo una extensión del tramo de playas pertenecientes


a Dune Road. Detrás nuestro, una hilera de casas flaquea el océano. Siempre me
he preguntado cómo sería vivir frente a la playa de esta manera. Ver cómo se
asoman las tormentas, la alta y baja marea. Me imagino que se vuelve solitario
durante el invierno, pero teniendo en cuenta que los meses de verano son los
más odiados por los lugareños, no debe ser tan malo.
La hoguera está frente a una casa erosionada por la sal marina y los
fuertes vientos. Siluetas de personas se agrupan en el porche con vasos de
plástico rojos. Hay música, pero realmente no llega hasta la playa. El sargento
Sam Pepper se encuentra en una profunda conversación con Hayden y un
puñado de los otros chicos sentados alrededor de la gigantesca fogata. Más
cerca del agua, la gente está jugando al voleibol. Usan muñequeras que brillan
en la oscuridad para distinguir a los equipos. La pelota es de un brillante color
neón que revota de puño a puño.
Mis primas y Xandro están sentados en troncos alrededor del fuego,
demasiado bien vestidos para su propio bien. Xandro está hablando con María
cuando me ve y la calla poniéndose de pie y acercándose a mí. Sus mocasines
arrojan arena en dirección a María.
—Sky, pudiste venir.
Leti y River me abandonan porque son terribles amigas. River se sienta
en el regazo de Pepper sin preguntar, y Leti se va por una cerveza fría.
—Sí, me invitaron.
Comienzo a caminar hacia la hoguera, pero él se queda pegado a mí.
Saludo a todos. Cuando Hayden me ve, me convierto en un charco de Sky. No
quiero que mi corazón baile descontrolado. No quiero que mis mejillas se
ruboricen y quemen. No quiero que mis manos sean incapaces de permanecer
quietas.
—Chicos, ella es Sky —dice Hayden—. Sky, estos son los chicos. Conoces
a tu familia, por supuesto.
—Desafortunadamente —dice Juliet. Su top brilla a la luz del fuego. Ya
está borracha. Genial.
—Siéntate aquí, Sky —dice Xandro empujando un poco a María. No hay
mucho espacio allí. Pero sí hay mucho en el tronco donde Hayden está sentado.
Voy hasta el refrigerador y tomo una cerveza. —Estoy bien por ahora. He
estado sentada al teléfono durante todo el día.
—Sky está planeado la boda de su tío —cuenta Hayden a sus amigos.
—Algo así —respondo.
—Sí bueno, no está trabajando ahora —dice María.
—Me estoy tomando un descanso.
—¿Qué estabas haciendo antes? —pregunta una de las chicas. Su cabello
es tan largo que estoy segura de que, si se pusiera de pie, llegaría por debajo de
sus caderas.
—Soy enfermera. Solía vivir en Boston. Estoy intentando elegir entre
ingresar a los hospitales de allí, los de aquí o volver a la escuela. No me decido.
—Eso es increíble —dice la chica.
—Tengo un montón de amigos en el centro médico de Long Island
—cuenta Xandro—. Podría hacerte entrar.
Eso me recuerda a la forma en que a Bradley le gustaba mostrar sus
conexiones en todo, desde la práctica de su padre a el City Hall y su amigo de
un amigo quien conoce a uno de los príncipes millonarios de los Emiratos
Árabe.
Tomo el asiento vacío junto a Hayden. Choca su cerveza con la mía.
—Hola —dice.
—Hola.
No le quito la mirada mientras ambos bebemos nuestras cervezas. Algo
en Hayden hace que quiera sonreír para siempre.
—¿De quién es esta casa? —pregunta Leti.
—Nuestra —contesta uno de los chicos. Su nombre es Jacob y está casado
con la chica de cabello tipo Rapunzel—. Solía ser de mis padres. Eran abogados.
Yo también casi me convierto en uno, pero entonces Suzy aquí me metió en la
fabricación de cerveza. Esa que bebes es nuestra.
—De verdad está muy buena —alago honestamente—. Me encanta la
cerveza.
—Yo realmente no bebo —dice María, sorbiendo del vaso.
Leti y yo intercambiamos la misma mirada molesta.
—Chicos, es increíble esto que se montaron —le digo a Suzy. Son tan
jóvenes y libres. Ella lo mira y sus ojos brillan con amor. Es lindo saber que
todavía hay gente ahí afuera que logra hacerlo funcionar.
—Antes de mí, Jake no tomaba otra cosa que no fuera Corona Light,
pobre de su corazón. Yo estuve haciendo licores con mi papá desde que pude
caminar. Es una vida distinta, pero es divertido. Tienes que hacer lo que amas,
ya sabes.
—Desearía haber crecido con ese tipo de pensamiento —digo—. O haber
sido un poco más rebelde como ésta de aquí.
Leti hace una reverencia y toma otra de las dulces cervezas.
—No hay nada de malo con la forma en que creciste —dice María—.
Nuestras madres trabajaron duro. Teníamos de todo.
—Ya lo sé —digo a la defensiva—. Pero hubiese sido lindo si, en lugar de
obligarme a ir al colegio de enfermeras, mi mamá me hubiera permitido hacer
lo que me gusta. Mira a Elena. Es una artista fantástica y está siendo miserable
al intentar convertirse en contadora.
Elena suspira. Sabe que está perdiendo la batalla y lo triste es que ni
siquiera lo intenta. —El arte no paga las cuentas.
—¿Qué harías distinto? —pregunta María—. ¿Cuál es esta pasión que
tienes y te hace estar tan resentida con tu madre?
Uno de los chicos alrededor de la fogata hace un ruido de gato.
—Creo que ya hablamos suficiente de mí por una noche —digo—.
¿Quién quiere ir a nadar?
Las olas no eran tan fuertes y la verdad es que solo quería alejarme de
todos ellos.
Me pongo de pie, pero la mano de Xandro agarra mi muñeca. —No
deberías. Hace frío y está oscuro.
—No iré lejos. —Lo alejo.
—¡Yo también voy! —grita Elena.
—Sí, será divertido —dice Suzy quitándose el suéter.
Me quito la remera y todos los demás se ponen en sus bañadores. Entro
primera, zambulléndome de cabeza en una ola. La fuerza de la misma me hace
retroceder con fuerza. Me da vuelta y, por un momento, me permito flotar en la
profundidad oscura del océano.
Creo que esto es lo que se necesita para estar solo. Bucear en el mar.
Cuando no puedo aguantar más la respiración, salgo a la superficie.
Una cabeza rubia se acerca nadando hacia mí. —Sky, regresa. Te estás
alejando mucho.
—¿Tienes miedo?
Saboreo el agua salada en mis labios. No puedo tocar la arena. Esa es mi
sensación favorita, flotar en el agua. Lo agarro de sus hombros y él me pasa la
mano por la cintura.
Se ríe. —Tengo miedo de que te conviertas en una sirena y te alejes
nadando.
Lo empujo y me vuelvo a zambullir. Soy una sirena. Dejo que mi cuerpo
flote en el agua. Desde aquí no hay nada sino el cielo nocturno y las brillantes
estrellas. La cálida mano de Hayden me agarra del tobillo, como si fuera mi
ancla.
—Tengo que disculparme con tus amigos por mi prima —digo—. No sé
qué le pasa. Cada oportunidad que tiene para meterse conmigo, lo hace.
—Yo diría que está celosa.
—¿Celosa? Ella es la señorita perfecta. Tan creída. No sé por qué no se
convirtió en una monja como había planeado originalmente.
La risa de Hayden llena todo el cielo. Elena grita mientras su hermana la
persigue por la playa. María se encuentra de pie en la orilla, observándonos,
probablemente. La pelota que brilla en la oscuridad sigue yendo de un lado a
otro entre puños. Es una noche bastante perfecta.
—Sé lo que es hacer algo solo porque tus padres quieren. Pero tú, Sky,
todavía tienes una oportunidad. Muestras tu libertad al tomarte un tiempo
libre. Lo haces dándote una oportunidad de empezar de nuevo.
—No lo había pensado de esa manera.
—Y no tienes que disculparte con mis amigos. Ninguno de nosotros es
ajeno a familias locas. La mitad de la de Jacob está ahora mismo en su casa.
Créeme, eres perfecta.
Descanso mis manos detrás de mi cabeza. Él suelta mi pie y pone una
mano en mi espalda. Me recuerda a mi primera lección de nado. Bradley me
hizo flotar mientras se quedaba de pie en la piscina y colocaba sus manos bajo
mi espalda. —Relájate, ¿No confías en mí?
No recuerdo si respondí, pero hice lo que me pidió. Y entonces me soltó,
me hundí y empecé a sacudirme. —Oh, vamos. Es solo una broma, nena. No te
enojes.
No estaba enojada. Esa era la peor parte. Sonreí y lo besé. Todo lo que
hacía, incluso cuando estaba siendo cruel, todavía me daba ganas de besarlo.
Ahora, Hayden no me pide que confíe en él. Me sostiene porque no
confía en que no me aleje nadando. Me balanceo en el agua y estiro mis brazos.
—Esto es perfecto —digo.
Hayden no sonríe. Se ve tan desgarrado como se siente mi corazón. Sus
dedos tocan mi mejilla y juro que desvanece el frío. Se humedece los labios.
—Sky.
Estoy a punto de decir su nombre. Joder, estoy a punto de mandar todo
nuestro acuerdo de ser amigos a la mierda. No sé dónde voy a estar al final del
verano, y no sé qué es lo que quiero de él. En este momento no me importa si
nuestros corazones se enredan y son un desastre. No me importa que la familia
de Xandro nos esté mirando, o si tendré que responder por el impulso del
momento.
No me importa.
Solo quiero probar la sal de sus labios.
Pongo mis brazos alrededor de su cuello y lo acerco más a mí. Cede
fácilmente, uniendo mis labios a los suyos. Imaginé esto desde el momento en
que lo conocí. Imaginé besarlo mientras estaba allí recostado, caído desde el
cielo. Imaginé besarlo cuando me entregó aquella concha marina. Me imaginé
besándolo en todas mis ensoñaciones. Pero besar a Hayden es más maravilloso
que cualquier cosa que haya soñado. Besa con una confianza que me dice que
esto es lo correcto. Besa como si también hubiera estado soñando conmigo.
Me rodea con un brazo, me saca del agua y me pega a su pecho.
Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, con mi ancla todavía en el oscuro
mar. Siento que una parte de mí se aleja flotando. Es la parte que me impidió
hacer esto antes. Algo de lo que había estado muy asustada de dejar atrás, pero
ahora, en la libertad del mar nocturno, finalmente puedo. Y en su lugar, está
Hayden.
Hayden. Ahora puedo admitir que lo he querido desde el principio.
Ahora me puedo dejar llevar y tenerlo.
Sus labios son tan cálidos mientras el resto de nuestros cuerpos tiemblan
con el aire frío. Quiero que sus labios borren el frío de mi cuerpo. Me alejo para
recuperar la respiración incluso aunque no me molestaría ahogarme con su
boca contra la mía. Él está sonriendo. Por supuesto que está sonriendo. Es algo
hermoso. Recorre mi pómulo con su pulgar húmedo.
—Sky —dice. Nunca me cansaré de escuchar mi nombre en sus labios.
Pero entonces alguien grita nuestros nombres. Me sobresalto, salpicando
agua. En la oscuridad de la noche no vemos la ola, sentimos la fuerza de ella
cuando choca contra nuestras cabezas.
No tengo oportunidad de contener la respiración. Respiro el agua salada.
Me esfuerzo por llegar a la superficie, pero la ola presiona mi cabeza. Doy una,
dos vueltas en la oscuridad. Algo golpea mi cabeza.
Entonces, su mano envuelve las mías. Me saca y yo me atraganto,
tosiendo e intentando respirar. Hayden me rodea la cintura con un brazo y me
arrastra hasta la arena.
—Sé hacer RCP —dice Xandro, corriendo hacia nosotros.
Alzo mis brazos y toso hasta que mi garganta está en carne viva y puedo
respirar apropiadamente. Hayden coloca su sudadera sobre mis hombros
mientras un coro de preocupación me llueve.
—Estoy bien, chicos —aseguro con voz ronca. Hayden extiende su mano
para ayudarme a poner de pie, pero Xandro la aparta.
—Haz hecho suficiente —dice Xandro.
—Guau —digo—. Espera un minuto, Hayden no ha hecho nada.
—La dejas ir ahí afuera incluso cuando no es seguro —dice él.
—¿La dejo ir? —repite Hayden. Me doy cuenta que esta es la primera vez
que no lo veo sonreír desde el día en que lo conocí cuando acababa de caerse
del techo.
River y Leti vienen a mi lado. Suzy entra a la casa para traer una manta.
¿Cómo se volvió todo tan feo, tan rápido?
Pongo mis manos entre Xandro y Hayden. —Retrocedan ambos. Nada
de esto es culpa de Hayden. Si van a culpar a alguien, culpen al océano. Él es
quien me tragó. Yo soy quien quería nadar. ¿Lo entienden? Yo quería nadar.
—Típico —murmura María.
De repente, estoy muy cansada para discutir. Dejo que River me lleve
hasta la fogata y Suzy me envuelva en una gruesa manta.
—Nos vamos —dice Xandro. Elena y Juliet se volvieron a colocar su ropa
y están temblando con sus manos cercanas al fuego. Se quejan, pero María las
silencia con una sola mirada—. ¿Sky?
—Estoy bien —digo—. Me voy con River.
—No seas tonta, Sky. Te vas a resfriar.
—De alguna forma —digo sonriendo—, me las arreglaré para cuidarme.
Traducido por evanescita
Corregido por Jenny99

Cuando se van, el ambiente se vuelve menos tenso. Todo el mundo


todavía me adora. Jacob me hace un ponche caliente con el whisky familiar de
Suzy.
—¿Estás seguro de que esto no me adormecerá? —pregunto, agradecida
por la taza caliente. El aire no es tan frío, y la fogata arde casi tan alta como yo,
sin embargo, la ola aún se siente como si tratara de clavarse en mis huesos.
—Esto es moonshine —me corrige Suzy—. Y estarás bien.
Hayden no regresa a la fogata. Juega voleibol y luego se para en la orilla.
Ahora que saben que no estoy en peligro, River y Leti desafían a los chicos a un
juego de “vamos a perseguirnos y a besarnos”. Al menos, así es como se ve
desde aquí.
Cuando Jacob entra a la casa para asegurarse de que sus amigos no
rompan nada, Suzy se sienta a mi lado.
—Realmente lo siento por esta noche —le digo.
—¡No lo sientas! —Se mete el pelo detrás de la oreja—. Es agradable
tener gente cerca. Nadie nos visita en invierno, a excepción de Hayden. Es un
muy buen amigo.
Eso me hace sonreír. —Estoy empezando a ver eso.
—Nunca lo había visto tan enojado. Odia a los hombres mandones.
Considerando la relación con su padre, no me sorprende.
—Oh, lo he visto —digo, pensando en la forma en que el anciano parecía
más preocupado por perder un prospecto laboral que por su propio hijo herido.
—¿Puedo decirte una cosa? —pregunta—. Conozco a Hayden desde que
me mudé aquí desde Tennessee. Es ferozmente leal. No hay un hueso malicioso
en el cuerpo de este chico. Está ansioso por amar, incluso si eso significa salir
lastimado.
—Me dijo que quería que fuéramos amigos.
Ella niega. —Dije que era leal, no inteligente. No siempre. Él sólo quiere
estar contigo, Sky. Sabía de ti desde el momento en que llegó a casa del trabajo,
después de su pequeño accidente. Y en ese beso que compartieron no hubo
nada que dijera que eran solo amigos.
Es raro cuando un extraño admite que sabe mucho sobre ti, sin embargo,
me gusta Suzy. Su acento es dulce, o tal vez es el whisky.
—¿Por qué sigues sentada aquí conmigo? Ve a hablar con ese chico.
Y lo hago. Creo que todo lo que necesitaba era un empujoncito de una
extraña para hacer algo que parece ser completamente natural, ¿por qué?
Tomo su mano. Él no parece sorprendido. Me mira y sonríe. Las olas son
tempestuosas ahora. Hay una luz blanca brillante al final de la playa que me
hace sentir como si estuviera caminando en un sueño.
—Gracias por salvarme —digo.
—Sky —responde, medio sonriendo, medio sacudiendo la cabeza—. Me
asustaste. Pude sentir como te arrancaban de mi mano.
—Bueno, el océano me probó y me escupió.
Me acomoda el pelo detrás de la oreja y me cubre con su capucha,
inclinándose muy cerca. —Lo dudo. Sabes increíble.
Fuego. Cierro los ojos y pienso en el fuego que se enciende dentro de mí.
—Los amigos no le dicen eso a otros amigos —le recuerdo. Pero supongo
que nunca tuvimos una oportunidad. No realmente—. Ellos tampoco se besan.
—Eso es muy cierto. Pero antes de que la ola se estrellara sobre nosotros,
iba a besarte hasta que la marea se retirara.
Sonríe confiado, porque sabe que no voy a corregirlo. Aun así, el
momento se fue y la idea de todas las repercusiones de mis impulsos vienen a
mi mente.
—Creo que todavía estoy conmocionada —digo—. No sé de lo que estás
hablando.
Se ríe, y su calidez hace que quiera enterrarme en sus brazos. Lo único
que me detiene soy yo. Lo sé.
—Tenemos que irnos —digo—. Pero te veré mañana.
—En realidad, mañana es domingo.
—Aún podrías venir. No tienes que hacer ningún trabajo.
—Tengo una idea. Pero tenemos que esperar hasta que esté oscuro.
Cuando acomoda mi cabello obstinado, una vez más, tomo su mano y la
sostengo.
—¿Sí? ¿Y cuál es?
—Será una sorpresa —dice, sonriendo amplia y brillantemente solo para
mí. Inclina la cabeza hacia abajo y deja que su rostro permanezca frente al mío.
Está esperando a que decida qué es lo que quiero. Me está dando espacio.
Presiona un beso en la punta de mi nariz—. No te preocupes. No iremos lejos.
Traducido por Jadasa
Corregido por Julie

Cuanto más se acerca la boda, llegan más entregas. Debido a que todos
en la casa están demasiado ocupados limándose las uñas o deambulando por
las tiendas y playas por los Hamptons, y como los novios son igual de adictos al
trabajo, firmo al recibir otro paquete.
Docenas y docenas de cajas de alcohol. Leti es la única que mueve su
trasero y me ayuda a hacer un inventario. Tenemos un frigorífico gigante donde
van las cajas de champán y vino blanco.
Leti toma una botella de champaña como pago por sus servicios, y llevo
uno a la recientemente convertida en oficina y antigua casa de la piscina. Las
formas de busto semidesnudos me hacen sentir como si estuviera caminando a
través de un cuento de hadas donde todas las mujeres se han quedado calvas y
están congeladas, pero aún usan sus mejores vestidos.
Dos de las aprendices de Pepe, chicas recién llegadas de FIT, quienes
desean desesperadamente trabajar en la moda, me saludan con chillidos
agudos. Levanto el champán y lo abren. Me pregunto cómo es trabajar para
Pepe. Tuve la oportunidad de ser uno de estos empleados, pero a pesar de que
amo la ropa, mi corazón nunca estuvo en el mundo de los diseñadores. No
puedo superar los besos falsos y los desfiles en las pasarelas, las modelos que
hacen todo lo posible para morirse de hambre. Especialmente después de que
he cuidado a tantas chicas bulímicas y anoréxicas en mi viejo hospital. Lo único
que le hice prometer a Pepe fue que utilizaría modelos que no se veían
demacradas.
—Está bien, nena —dice Pepe, tirando de la cinta métrica alrededor de su
cuello. Su camisa está desabrochada en el medio de su pecho, y las mangas
enrolladas hasta los codos. De alguna forma, desafía la ciencia de las arrugas—.
Probemos esto de nuevo.
Me pongo el vestido y pellizca la tela, clavándole alfileres plateados
hasta que comienza a tomar forma.
—Oí que te divertiste mucho en la playa anoche —dice.
Me desánimo, dejando caer mis manos. Me arrepiento cuando un alfiler
se clava en mi piel.
—No pasó nada terrible —le digo—. Espera, ¿qué dijo María?
Pepe frunce los labios y se rasca la cabeza. Incluso si conoce todos los
detalles, no me lo dirá. Pepe es excelente guardando secretos. No le contó a la
familia que es gay hasta cuando cursaba el último año de la escuela secundaria,
a pesar de que sus elecciones de ropa en los años ochenta fueron un claro
indicio.
—Solo que el chico del techo casi hace que te ahogues, e ignoraste a ese
tipo que usa demasiado gel y botas de gamuza en el verano...
—Xandro. —Sonrío.
No es que Pepe juzgue a las personas por sus elecciones al vestirse... es
que... en realidad, sí, es lo que hace. Pero definitivamente se nota cuando no le
gusta alguien, y estoy encantada de que no mire a Xandro como todos los
demás en la casa.
—Eso no fue lo que sucedió —digo—. Decidí ir a nadar y una ola casi me
sacó. —Puedo sentir mi piel cálida ante el recuerdo de nuestro beso—. Hayden
me agarró justo a tiempo y me llevó de vuelta a la orilla. No sé quién se cree
que es Xandro, pero es muy mandón. Me recuerda a...
No lo digo. Me recuerda a mi papá. Cuando él estaba cerca, las veces que
llegaba a casa en lugar de pasar la noche en una casa extraña, nos daba órdenes.
Me decía cuándo ir a la cama. Hacía que me cambiara de ropa si pensaba que
era demasiado provocativa. Debido a que nada era más provocativo que unos
vaqueros y camisetas que me quedaban pequeños, pero no tenía dinero para
reemplazarlos. Es por eso que me puse a usar las prendas que Pepe hacía a
mano. Si a mi papá no le gustaba la comida, la arrojaba a la basura y le decía a
mi madre que él lo habría hecho mejor. Si Pepe miraba televisión, lo reprendía y
lo llamaba perezoso, aunque sabía muy bien que Pepe iba a la escuela nocturna
después de sus turnos en el restaurante.
Claro, Xandro es alto, guapo y refinado. Pero hay algo en el tono
sobrevalorado de sus palabras, la exigencia, la necesidad de someter a otras
personas a su voluntad. Así era mi padre. Solía alejarme de los chicos latinos
por esta razón exactamente. Pero Bradley también tenía algunas de las mismas
cualidades. No tiene nada que ver con ser castaño o blanco, es algo que corre en
lo profundo de sus corazones.
—Te diré una cosa —dice Pepe—. Xandro no irá a ninguna parte. No por
la manera en que tiene sus ojos sobre ti.
—Si no lo quieres —Emily, una chica pequeña y pechugona, me guiña un
ojo— me quedó con él.
—Quédatelo —digo, tirando del vestido sobre mi cabeza. Me pongo de
nuevo mi vestido de verano y salgo de la cortina.
—No quieres eso —le dice Vera a Emily—. Los hombres que tardan
demasiado en vestirse ocultan algo.
—Sí —añade Pepe—, sus novios.
—Pepe —digo—, ¿cómo estás tan tranquilo en este momento?
Toma la tira de tela y la dobla cuidadosamente sobre la mesa. —Créeme,
no lo estoy. Estoy tan nervioso que podría cagarme del miedo.
—Por favor no —dice Vera, inexpresiva—. La alfombra Ze es blanca.
—¿Recuerdas cómo era yo antes de conocer a Tony?
—Ciertamente llevabas menos colores satinados —digo.
Emily se ríe y el champán sale por su nariz. Vera hace una mueca y
empuja una caja de pañuelos en su dirección.
—Me obsesioné. Fue justo después de que obtuve las clases en Valerio
Guzmán.
—Oh, Dios mío, amo sus bolsos —cuenta Emily—. No tanto como los
tuyos, Pepe.
—Esa es mi chica. De todos modos, era feliz. Me lancé a mi trabajo. Caí
en una rutina de ir y venir. Pero había algo que faltaba. Era como si una parte
de mí todavía estuviera durmiendo, a pesar de ya tenerlo asumido, claro y
orgulloso. Cuando lo vi, no tenía idea de si era homosexual o heterosexual, de
repente me desperté. Todo de mí. Había dejado caer un montón de archivos al
salir del ascensor, normalmente utilizaba las escaleras, pero por alguna razón
decidí no hacerlo ese día. Y él no solía almorzar a esa hora, pero se entretuvo.
—¿Fue amor a primera vista? —pregunta Emily.
—Sí —responde Pepe—, y no. Sabía que necesitaba saber más sobre ese
hombre. Lo necesitaba en mi vida. Pero tenía demasiado miedo de que él no
sintiera lo mismo. No existe tal cosa como radar gay. A la gente le gusta pensar
que es real, pero cuando tantos hombres y mujeres pasan sus vidas tratando de
ocultar una parte preciosa de sí mismos, no hay ningún tipo de radar que lo
detecte si no quiere ser detectado.
—Entonces ¿qué hiciste? —pregunta Vera.
—Entré en el ascensor, por supuesto. Se disculpó y nos fuimos por
caminos separados. Pero luego... —Sonríe abiertamente—. Me aseguré de estar
abajo en el ascensor todos los días. No fue hasta que empezamos a salir que
Tony me dijo que no iría a ninguna parte. Él bajaba a verme, luego, cuando yo
subía al ascensor, volvía a su oficina.
—Eso es muy dulce —dice Emily.
Es mi historia favorita. Pepe y Tony son la única pareja que conozco que
realmente encajan. Si alguien puede convencerme de que el amor es algo real y
el matrimonio no es solo una tradición obsoleta, son ellos.
—¿Quién hizo el primer movimiento? —pregunta Emily.
Pepe se ríe, y regresa su personalidad fresca como una lechuga. —Él, por
supuesto.
—¿Cuándo lo supiste? —le pregunto tras un largo silencio—. ¿Que Tony
era el indicado?
Pepe toma una aguja de entre sus labios y la clava en el cojín de alfileres
que tiene al lado.
—No lo supe —dice—. Estuve en el armario por tanto tiempo, no pensé
que fuera una opción para mí. Ahora es diferente. Pero en aquel entonces,
pensé que me sofocaría sintiéndome solo. Cuando conocí a Tony, cuando
fuimos a nuestra primera cita, todavía no lo sabía. Éramos completamente
opuestos. Él es un whiskey con hielo y yo soy un Kir Royal. Él fumaba cigarros
y guardaba un peinecito de bigotes en el bolsillo de su chaqueta. Yo me había
afeitado el costado de la cabeza y pasaba por mi fase de rayas finas.
»Excepto que estaba la chispa. La que va más allá del género. Es como
estrellas en tus ojos, una galaxia enorme en tu cuerpo que sabe que algo está
cambiando, que algo va a ser diferente. Hay una diferencia entre el amor a
primera vista y el amor que perdura. A veces uno se disfraza del otro. Un amor
que perdura, del tipo que se acerca sigilosamente. Ese es el tipo de amor que
quiero para ti, Sky.
Siento mis ojos llenos de lágrimas tristes. Parpadeo una y otra vez hasta
que las controlo y me queda en las entrañas una gran pelota de incertidumbre.
—Sky, quiero que hagas algo por mí. Piensa en ello como un regalo de
bodas.
Ahogo la risa. —¿Quieres decir, aparte de planear tu boda?
—Perra —dice.
—De acuerdo, de acuerdo. ¿Qué deseas?
—Como regalo para nosotros, quiero que hagas algo lindo por ti misma.
Siempre has hecho lo correcto para hacer feliz a tu mamá. Eres una buena hija,
pero tienes que tomar decisiones solo pensando en ti, no en todos los demás.
No somos nosotros los que tenemos que vivir con tus decisiones. Tú tienes que
hacerlo.
Asiento.
—No solo asientas y luego me ignores. Hablo en serio. Por el resto del
verano, a la mierda con todos. Sé lo que es estar al otro extremo de su juicio y
míralos ahora, viviendo en mi casa, comiendo mi comida, disfrutando de mi
vida. La que no querían que tuviera. No te estoy pidiendo nada a cambio, no.
Pero imagina si esa parte de mí nunca hubiera despertado.
Él se estremece. Tampoco quiero pensar en eso.
—Prométemelo, Sky.
—Lo prometo.
Me dejo caer de nuevo en la comodidad del sofá y él sigue cosiendo.
Cuando mi teléfono suena, mi corazón salta ante el nombre de Hayden.
Hayden: ¿Sigues esperando tu sorpresa?
Yo: Suena sospechoso.
Hayden: Es algo bueno que seas una sirena.
Yo: ¿Puedes darme una pista?
Hayden: ¿Tienes miedo a las alturas?
Yo: Quizás. ¿Vamos a saltar de un avión?
Hayden: No...
Hayden: Esta noche a la medianoche. No te preocupes, voy a cuidarte.
Traducido por Miry & Chachii
Corregido por Kish&Lim

Cuando el reloj marca la medianoche y Hayden no aparece, empiezo a


revolcarme en mi decepción. Mi cabello se encuentra peinado hacia atrás en una
cola de caballo. Me aplico bronceador con brillo, lo que hace que me resalten los
pómulos. Me coloco máscara que alarga mis pestañas como dramáticas alas
coquetas. Mis labios, bueno, dejo mis labios desnudos.
Aseguro la puerta de mi dormitorio y rechazo todas las invitaciones para
salir de Xandro, sus amigos tienen una fiesta con la “crema y nata” y todos en la
casa están invitados. River y Leti, ven una película en la playa. Mi mamá y Las
Viejas quieren ver una telenovela y vigilarme.
Espero, espero y espero. Cuando empiezo a sentirme tonta, me suelto el
cabello, sin molestarme en cepillar el pliegue de la cinta. Me olvido de las
pestañas y empiezo a frotarme el ojo.
Decido revisar mi teléfono y mi corazón se sobresalta cuando veo tres
llamadas perdidas de Hayden, marcadas a las 11:59, 12:00 y 12:01.
Son las doce y cuarto. Presiono el botón de un costado y me doy cuenta
de que lo puse en silencio.
Cuando lo llamo, responde al primer timbrazo.
—Ahí estas —dice. Incluso a través del teléfono, puedo decir que sonríe.
—Lo siento, dificultades técnicas. Mi teléfono es un idiota.
—Mi teléfono es un dinosaurio, así que, es lo que tengo.
—¿Tú... eh... te fuiste?
Se ríe. —Mira por tu ventana.
Abro la puerta del balcón y salgo a la fresca noche de verano. Las luces
alrededor de la piscina brillan en azul. Los insectos agregan su coro al sonido
distante de los compañeros nocturnos.
Y entonces ahí se encuentra Hayden, parado debajo de mi balcón. Tiene
un bolso en la mano. Está demasiado oscuro para ver las cosas que sobresalen
de este.
—Bajo enseguida —digo.
—No, espera. —Se acerca y agarra una escalera que ha sido apoyada
contra el costado de la casa. Termina en el techo.
¿Tienes miedo a las alturas?, me había preguntado.
¿Ahora mismo? Sí, ciertamente le temo.
—La sostendré, tú escalas. El techo es plano, pero no te levantes. Solo
siéntate.
Ante mi vacilación, se para en el primer escalón de la escalera y mira
hacia arriba. —Te tengo, Sky. Lo prometo.
Incluso si le creía, es difícil para mí renunciar a ese control. Me cambio
las sandalias a unos tenis que se sienten un poco más seguros. La última vez
que subí por una escalera trataba de cambiar una bombilla en mi apartamento.
El único inconveniente de los techos altos. No es tanto el temor a las alturas si
no el temor a caer. La sensación de tener tanto espacio entre tierra firme y yo
hace que mi estómago dé vueltas, y una sensación de vértigo me supera. Luego
del cambio de la primera bombilla, decidí comprar un montón de lámparas.
Agarro el costado del balcón y paso un pie a la escalera, uno a la vez.
Cuando suena, doy un chillido. Se enciende una luz en la casa. Shhh hago en
dirección a Hayden.
Cuando la luz se apaga, subo un paso a la vez.
—Me encuentro justo tras de ti —dice Hayden.
Cuando me giro, ahí está él. Sigo subiendo hasta que llego al techo. Me
siento tan sorprendida que casi me suelto y caigo.
—Bien —dice Hayden.
Hay una gran manta extendida. Una lámpara de camping portátil reposa
en la esquina e ilumina nuestro pequeño sitio de picnic de medianoche. Hay
pan, quesos y una botella de vino.
Medio gateo, medio me mantengo agachada hasta sentarme. Hayden se
ríe detrás de mí. Se pone de pie, en gran medida el rey de Haydenland, porque
ahora estamos en Haydenland.
—¿Qué hay en la bolsa? —pregunto.
Se sienta a mi lado. Al igual que cuando flotaba con él en la playa, se
siente como un ancla.
—Olvidé las copas. —Me da una de las de plástico transparente—. Como
no respondías, pensé que habías cambiado de opinión o que te quedaste
dormida, pensé que no las necesitaría. Pero en caso de que tuviese éxito, decidí
seguir adelante con el plan.
Gira la tapa del vino y vierte un poco para mí primero.
—No sé cómo puse mi teléfono en silencio. Sentí que me dejaron
plantada, mientras que era yo quien llegaba tarde.
Choca su copa contra la mía. —Bueno, estás aquí ahora.
Bebo el dulce rojo, dejando que cubra la lengua antes de tragar. —Esto es
delicioso.
—Es de los viñedos de Goose Walk aquí. No soy muy vinícola, pero hice
un trabajo para ellos el verano pasado. Me dieron una caja de estos para
llevármela a casa.
—Tienes muchos amigos geniales —digo.
—Soy hijo único, pero no quería serlo. Hacer amigos fue algo natural
para mí porque no quería jugar solo. En este momento, mis amigos son las
únicas personas en mi vida con las que siento que realmente puedo contar.
—¿Más que la familia?
Toma un rollo y lo parte a la mitad, dándome la mitad más grande.
—Sí. Cuando era niño, hacía todo lo posible para mantenerme alejado de mi
hogar por la forma en que peleaban mis padres. Se separaron el año pasado.
Ojalá no hubieran esperado tanto tiempo. Al crecer, las personas que estuvieron
ahí para mí no estaban relacionadas por sangre. A veces es la familia que eliges
la que te hace sentir que perteneces a algo.
—De alguna manera lo entiendo. —Tomo un triángulo de queso. No
tengo idea de qué es ni de qué animal proviene, pero es salado y se derrite en
mi boca—. En las familias, las personas tienen ciertos roles que jugar. Madre,
padre, tíos y primos. Pero para mí, mi madre fue ambos padres. Mi tío, Pepe, es
diez años mayor que yo. Pero cuando papá se fue, incluso antes de eso, él se
ocupó de mí más de lo que lo hizo mi padre.
—Es por eso, que eres la dama de honor.
Me río suavemente. —Y porque soy la primera a la que se lo dijo.
Nunca se lo dije a nadie, ni siquiera a Leti. Todos supusieron que Pepe
salió ante todos, esa misma noche, en la misma cena. Trajo a Tony y dijo: Él es
mi novio.
Nadie pestañeó, solo le dieron la bienvenida a Tony y le hicieron comer
tres porciones de comida. Cuando miro a Hayden, quiero decirle todo lo que
estoy pensando. Quiero decirle que sus ojos azules me recuerdan a las estrellas.
Que su pelo es el más suave que he tocado, y me siento tanto celosa como
asombrada. Quiero decirle que me gusta su camisa, incluso si es la primera vez
desde que nos conocimos que no está con el pecho desnudo.
Quiero decirle que no es el vino, es otra cosa lo que me hace recostarme y
sentirme totalmente a gusto con alguien a quien conozco desde hace unos días.
Pero no digo ninguna de esas cosas.
Por un momento, permanecemos callados. Es un silencio similar al de
nuestra llamada telefónica. Excepto que ahora, mi cuerpo está vivo con su
cercanía.
Puedo oler su detergente y jabón, y debajo, el aroma que he llegado a
identificar como él. No puedo seguir fingiendo que no sé lo que significa este
sentimiento. Significa que me gusta Hayden, a pesar de cualquier razón que
pueda darme a mí misma, con él tan cerca, no puedo parar.
—¿A dónde fuiste, Sky? —me pregunta, volviendo a llenar su copa.
Comienza a extender su mano hacia mi rostro, a colocar mi cabello hacia atrás,
pero se detiene.
—Pensaba en que esto no es lo que hacen los amigos.
—¿No bebes vino y queso con tus amigos? —Es tímido, como si no
supiera ya que este baile que bailamos es solo por una razón: averiguar a dónde
vamos desde aquí.
—Sí, pero…
—¿Pero? —Se relaja en la manta con una mano detrás de su
cabeza—. Sky, hay un gran “pero” en nuestro camino.
—Es un pero necesario.
—¿Estás segura?
—Eso es lo que trato de averiguar.
—Está bien, me explicas tu “pero”, y yo te explico el mío. —Sonríe, y esa
sonrisa es tan hermosa, quiero abalanzarme sobre su rostro y hacerla mía.
Me deja conducir este auto, y es aterrador y liberador de nuevas
maneras.
—Pero… —He perdido todas las razones—. Los amigos no deberían
sentirse atraídos el uno por el otro.
—Los amigos no deberían tener picnics a la luz de la luna en los techos.
—Los amigos no deberían mirarse el uno al otro como me miras.
—En mi defensa, tengo que mirarte de esa manera. Es la forma en que las
personas deben mirar a mujeres hermosas.
Hermosa. Parece cursi, pero calienta mi interior. Es el comentario más
obvio, pero algunos chicos nunca lo dicen. Bradley nunca me dijo hermosa.
Caliente. Sexy. Ardiente. En los días que sintió que salir con una chica morena
lo hacía sentir fanfarrón, me decía “bien”. Busco un recuerdo en el que mi novio
de tantos años me dijera hermosa, y no puedo encontrarlo.
De repente, el techo se siente demasiado alto, mis pies demasiado cerca
de colgar por la cornisa. Salto y mi copa escapa de mi mano. El plástico cae
ruidosamente y aterriza con un crujido.
Hayden coloca una mano segura alrededor de mi cintura y me agarra
fuerte.
Me relajo contra él, justo contra su pecho. Puedo sentir su corazón latir a
través de mi cuerpo. O tal vez el mío a través del suyo.
—Si vas a saltar al océano y desde los techos cuando te hago un
cumplido, tendré que parar.
Elevo la mirada sobre mi hombro. Su rostro está muy cerca.
—No es eso. Me encuentro bastante dentro de mi cabeza.
—Yo no. Quizá debería estarlo. Probablemente me meta en muchos
menos problemas.
—Hayden, estoy asustada. Mi última relación duró tres años, y no acabó
bien. No quiero que seas el tipo rebote. No quiero una aventura de verano.
Tampoco creo que esté lista para siquiera pensar en algo a largo plazo.
—Guoa, Guoa —bromea—. ¿Qué pasa con toda la presión?
—Vamos, Hayden.
—Lo entiendo. Tampoco quiero ninguna de esas cosas. Soy descuidado
con mi cuerpo, pero soy muy protector de mis entrañas. He sido el rebote y he
sido el novio felpudo. He sido el amigo. Y créeme, me alegraría ser tu amigo. La
amistad no es un premio de consuelo por no poder meterme en tus pantalones.
Niego con la cabeza, incapaz de evitar una sonrisa en mi rostro.
—Hayden.
—¿Ves? Eso. Te culpo por esto. Cuando dices mi nombre, es como si me
llamaras desde muy lejos y solo yo puedo contactarte. Escucho todo lo que
dices. Soy el Chico Amable, Sky. Estoy acostumbrado al territorio que viene con
eso.
—¿El Chico Amable?
—Sí. Cada chica que alguna vez me rompió el corazón me ha dicho que
soy muy amable. Apesta cuando las chicas prefieren a los chicos que actúan como
si no les importara una mierda, o las tratan como basura, o son lo opuesto a lo
bueno. Mi padre era uno de esos tipos. Mis amigas se han casado con esos tipos.
Eso no es lo que quiero ser.
Miro a mis manos sosteniendo las suyas, y sus manos sosteniéndome.
Bradley era un tipo malo. A veces se volvía malvado, y siempre sentía que lo
hacía, así yo sabía dónde estaban nuestros lugares. Pero cuando él me sonreía,
era como un hechizo. Olvidaba y lo atribuiría a un mal día.
—Entonces, ¿a dónde vamos desde aquí? —pregunta Hayden—. Hemos
establecido que somos más que amigos. Pero es demasiado pronto para lo de a
largo plazo. Además, te mudas…
—Tal vez.
—Además del estado desconocido de la ubicación. Eso nos deja como
amigos con beneficios. Solo que eso suena malicioso. No puedo hacer eso.
Me da un pequeño apretón.
—Nunca podrías ser malicioso.
—En mi experiencia, algunas chicas quieren eso.
—Yo no.
—Entonces, solo acordaremos que dejaremos de definir o etiquetar
cualquier cosa.
—Es una pena. Tengo un gran etiquetador para las invitaciones de boda.
Sus fuertes dedos cavan juguetonamente en mi estómago. Con mi copa
desaparecida, él me da la suya.
—Solo sé que quiero pasar tiempo contigo y posiblemente saber lo que se
siente besar tu boca perfecta otra vez.
Tengo ganas de abandonar mi cuerpo. Pero me abraza más fuerte. La
parte superior de mi cabeza descansa debajo de su barbilla, en el rincón entre su
cuello y su hombro. Nunca encajé en el rincón de Bradley. Era demasiado alto
y, a pesar de todos los deportes que hizo, le costó mucho trabajo construir
músculos. Hayden no. Hayden es todo músculo, y cuando me recuesto, es como
si su cuerpo estuviera hecho para moldear el mío.
—No creo que esté lista para involucrarme.
—No nos estamos involucrando, Sky. Eso suena como una etiqueta.
Estamos explorando. Cuando las personas exploran, se trata del viaje, la
necesidad de viajar.
Sus manos viajan a lo largo de mis brazos, rozando el frío en mi piel.
—La necesidad de descubrir la posibilidad de algo que cambie la vida.
Presiona un beso en mi sien. Cierro los ojos y escucho el tamborileo de
mi corazón.
—Dices muchas tonterías en este momento —indico, sentándome y
liberándome de su agarre. La brisa se levanta y empuja mi cabello por el rostro.
Se apoya en su codo, y tomo una imagen mental de cómo se ve aquí y ahora.
Las voces intentan dominar mis pensamientos.
No seas idiota
Hazte feliz.
Fue solo una vez...
Sé todas estas cosas, pero es mucho pedir que te arriesgues a algo nuevo,
cuando tu pasado todavía tiene un control sobre tu presente.
—Todo lo que pido es que, si por alguna razón no te hago feliz —dice—,
o si decides que no te quedarás, seas honesta conmigo. La gente infravalora la
honestidad en estos días.
Asiento, acercándome más a él.
—Amigos —digo.
—Amigos —repite.
No besas a tus amigos. No sueñas con que acaricien el interior de tus
muslos. No te imaginas cómo sería tu vida si fueran eso.
Hayden y yo no podemos ser amigos. La amistad no es un premio de
consolación si una relación no funciona.
Pero por ahora... estoy bien sin la etiqueta, la definición. Por ahora quiero
sentarme bajo la noche estrellada con un chico demasiado bueno para ser real.
—Sky.
Respondo con un beso. Sus labios son un aleteo contra los míos. No se
mueve. Me deja besarlo, me deja establecer el ritmo de mi boca en la suya.
Besar a Hayden por segunda vez es diferente de lo que pensé que sería.
Es sorprendente. Es suave, más suave aún. Todo en él, sus callosidades, sus
pectorales, la afilada mandíbula, es un contraste directo con sus suaves y
hermosos labios.
Me jala contra su pecho, una mano sobre mi espalda baja. Su piel contra
la mía provoca una serie de minas terrestres en mi mente. Soy consciente de la
ropa interior que me puse esta mañana, del vino en mi aliento, soy consciente
de que no sé dónde debo poner las manos porque quiero ponerlas en todos
lados. Sobre todo su cuerpo. Soy consciente del gemido que se escapa de mis
labios cuando me devuelve el beso.
Me da vuelta perfectamente, de modo que descanso sobre la manta,
presionada contra el techo. Es bueno que hayamos terminado encima de mi
habitación. Mi pie patea los restos de nuestro festín al suelo.
—Eres un desastre —dice.
—No tienes idea.
Tiro de su camiseta de nuevo colocándolo encima de mí. Amo su peso, lo
sólido que se siente. Me hace cosquillas en los labios con su lengua y me abro a
él. Su sabor es dulce vino tinto.
Levanto mis caderas para encontrarme con las de él y sonrío cuando
siento que su pene se endurece contra mi muslo. Con respiraciones rápidas y
roncas, dice mi nombre, como una oración, un deseo.
El calor de su cuerpo responde al mío. Muevo la pierna para permitirle
presionarse contra mí, mis manos levantan su camisa por la cintura, siguiendo
la ondulación de sus tensos músculos. Quiero perderme en la sensación de él.
Gime contra mi boca.
—Lo siento —susurro.
—No lo sientas. —Se lame el labio donde lo mordí. En la luz dorada de
nuestra lámpara, se hallan rojos e hinchados.
Hayden se pone de rodillas, y desearía que no lo hiciera. La noche fría
llena el espacio vacío que acaba de dejar. Tomo los lazos del cinturón de sus
pantalones, pero no se mueve. Sonríe, algo perverso y hermoso. Levanta su
camisa sobre su cabeza, y mi aliento se detiene. Es como si llenara el cielo
entero, con un halo de luz soñadora. Vuelve a mí. Presiono mis manos sobre sus
hombros, pero las toma y las sujeta contra el techo, sobre mi cabeza.
Beso cada centímetro de su mandíbula de la forma en que siempre quise
mientras envuelvo mis piernas alrededor de su esbelta cintura. Mi vestido
arrugado cae hasta mis caderas, dándole acceso completo a mis bragas
empapadas.
Presiona una mano entre mis piernas. Presiona su frente contra la mía y
puedo ver la lucha que se está librando en su rostro.
Mis sentidos están al límite. Quiero que mueva la mano. Quiero que me
arranque la tanga. Quiero que se entierre en mi interior y nunca salga.
Gruñe contra la piel de mi cuello, nuestros pulsos acelerándose hasta una
línea de meta que no podemos ver.
—Oh, Dios, Sky.
Quita su mano de mi humedad. Levanta mi rostro con sus manos y me
mira. Me siento tan desnuda bajo sus brillantes ojos azules. Besa mis mejillas,
nariz y mandíbula. Está a punto de volver a besar mis labios, pero un auto
acelera a nuestro lado.
Las puertas se abren y el canto de borrachos se abre paso por el camino.
—¡Vamos a nadar! —dice Juliet.
Alguien la calla y hacen un terrible trabajo en mantenerse en silencio.
Hayden y yo nos quedamos perfectamente quietos. Él se ríe contra mi hombro.
Desde aquí podemos ver a mis primas ir hasta el patio trasero. Todo lo que
tienen que hacer es levantar la mirada y me verán con mis piernas envueltas en
la cintura de Hayden, su torso al desnudo presionado contra mí.
Desearía que todos se fueran. Vuelvo a empujar mis caderas contra la de
él.
Hayden suspira contra mi cuello, dando pequeños besos en su camino.
Su voz susurra: —Eres malas noticias.
—Vamos —dice Yunior—. Vamos a despertar a todos.
—Sky es tan aburrida por no venirse.
Sí, Sky no se vino. Y va a ser culpa de todos ellos.
—No entiendo qué ve Xandro en ella —dice María, dando tumbos y
acercándose a la piscina.
Me congelo al igual que Hayden.
—Cállate —dice Elena—. Simplemente estás celosa.
—¡¿Perdón?! —susurra María audiblemente—. Estoy comprometida. No
necesito estar celosa. Ella no está haciendo las cosas bien si su hombre la
abandonó así. Ahora tiene a Xandro encadenado como un cachorrito.
—Eres tan perra —dice Elena, girándose y dejándolos.
Hayden me mira. No sé qué es más vergonzoso. El hecho de que mi
prima esté ventilando mis ropas sucias a mis espaldas, o el hecho de que
Hayden esté aquí para escucharlo.
No soporto la tristeza y las preguntas en su mirada por lo que miro a
otro lado. Estoy a punto de arrojar la botella de vino vacía en dirección de la
piscina, pero no es necesario.
—¡Chicos! —dice Yunior, tropezándose contra una maceta—. Ayúdenme
a subir a Andrea. Está vomitando por todo mi auto.
—Tú encárgate de ello —dice María—. Eso es lo que se gana por tomarse
tantos chupitos.
Parte de mí quiere ir y ayudarlos, pero la otra parte quiere ir a su
habitación y lamerse las heridas.
—Vamos —sisea Yunior.
Juliet es la primera en ir a ayudar. María se queda de pie a un lado de la
piscina y observa cómo se agita el agua azul. Recoge una pelota que nada en su
superficie, le da vueltas con sus manos y la arroja tan fuerte como puede.
Cuando todos se han ido, Hayden besa mis mejillas. Deseo pedirle que
entre, pero no quiero hablar de lo que acaba de escuchar. Era algo que le tenía
que contar cuando me sintiera lista.
Hayden dobla la manta y la arroja sobre el techo del balcón. Pone la
basura y la lámpara en una bolsa y comienza a bajar primero. Me concentro en
mis pies durante cada paso en las escaleras hasta que llego a mi balcón. Decido
quedarme con la bolsa de provisiones para la próxima vez. De verdad quiero
que haya una próxima vez.
Mi corazón martillea contra mi garganta. Todavía no quiero que se
marche. Me inclino un poco y le doy un beso.
—La pasé muy bien —digo, acariciando mi nariz contra su hombro.
Sus dedos recorren mi brazo de arriba abajo. —Sky.
Sonrío y me repongo. Mis labios se sienten hinchados, mis bragas son
ciertamente incómodas y estoy segura de que mi máscara de pestañas me hace
lucir como un mapache.
Hayden toma mi mano y la besa. —Te veo mañana.
Lo veo bajar la escalera con la facilidad de un gato. Apoya el peso en sus
hombros como si estuviera levantando una pila de almohadas. Tiene que volver
al otro lado de la casa donde se está dando la construcción. El metal suena, pero
después del alboroto que provocó mi familia, estoy segura de que nadie se dará
cuenta.
Después de ducharme y dejarme llevar por el sueño, cierro los ojos y lo
único en lo que pienso es en su rostro. No sé si fue amor a primera vista. Pero
ahora no puedo negar que, con seguridad, es algo.
Traducido por Mely08610
Corregido por Kish&Lim

Lo único que puede bajarme de la Nube Nueve que son los labios de
Hayden es sentarme a desayunar con mi familia. Mi madre me mira con
curiosidad. Recorro mis correos electrónicos y trato de evitarlo.
—¿A qué hora te acostaste? —me pregunta
—Mucho antes de que estos payasos llegaran a casa —respondo. Uno
pensaría que porque soy la que se quedó en casa, estaría libre de culpa. Se
equivocaría.
Las Viejas me miran de reojo, y María sostiene su cabeza con resaca con
ambas manos. Su piel es verde pálido, pero no tan verde como la de Andrea y
Juliet. La única que no se ve peor por el desgaste es Elena. La recuerdo
defendiéndome, más o menos, contra las palabras de María. Ella recibe una
sonrisa de mi parte.
Algunos de los techadores caminan por el patio trasero, y mi corazón
salta cuando espero la cabeza rubia de Hayden. Entonces recuerdo que está
desterrado a la construcción de la glorieta de la boda.
Mi madre me mira fijamente y me llama la atención. —Tienes que dejar
de ser tan grosera con Xandro. Es un viejo amigo de la familia
—Solo porque vivimos en el mismo edificio juntos —digo, hablando con
mi boca llena—, no significa que seamos amigos.
—Escúchame Sky —dice mi madre—. No te eduqué para que seas así de
grosera. Dale al chico una oportunidad. Es de buena familia. Va a la iglesia. Es
guapo. Es médico.
Todos están asintiendo.
—Lo siento, pensé que estábamos desayunando, no discutiendo mi vida
amorosa. No es asunto de nadie.
—No le hables a tu madre de esa manera —dice María
La ira me llena la boca y amenaza con convertir mi fantástico estado de
ánimo en leña. Entonces lo veo, a Hayden, atravesando las puertas de cristal
que llevan al patio trasero. No puede verme a través del reflejo en el cristal.
Mira su propia imagen y se peina el pelo hacia atrás. Su cuerpo gotea de sudor
mientras lleva una pila de tablas sobre su hombro.
Mi madre sigue mis ojos hasta Hayden. Él se da la vuelta y regresa a su
estación.
—Sky, dale a María una de tus pastillas para el dolor de cabeza.
Tengo el tipo bueno de analgésicos. Es un beneficio de ser enfermera.
Nada de esa medicina de venta libre recubierta de azúcar. Miro a María y
recuerdo sus palabras. No se están muriendo. Necesitan una bebida deportiva y
dormir un poco. Mi familia no se da cuenta de que ser enfermera no significa
que sea una fábrica de pastillas. Tampoco se dan cuenta de que tratar una
resaca no es la razón por la que me metí en medicina.
Recojo mi plato y decido llevar mi comida a mi habitación.
—Oh, lo siento —digo con una voz enfermizamente dulce para que
sepan que estoy mintiendo—. Ya se acabaron.

Después de comer mi desayuno, Leti toca mi puerta.


—Te ves completamente jodida —digo.
Se sienta a mi lado y come los restos de mi tostada. —Deberías probarlo.
—¿Dónde está River?
—No vino a casa anoche.
Niego con la cabeza.
—¿Crees que se está metiendo en problemas otra vez?
Leti y yo nos quedamos viéndonos como si tratáramos de convencernos
que todo está bien. Una hoja naranja aterriza a mis pies. Esa es la primera señal
que el verano está llegando a su fin pronto, y por primera vez en tres meses, no
estoy lista.
—No, creo que solo quería salir de la casa. —La verdad es, y espero que
River no esté metiéndose en ningún problema. La última vez que toco fondo fue
muy difícil sacarla de ahí. Estaré a su lado sin importar qué, pero ella nunca ha
sido de las que piden ayuda.
—Nos diría si tuviera problemas, ¿verdad?
Niego con la cabeza. —Probablemente no. Bueno… —digo recogiendo
mi plato vacío—. No podemos esperarla. Tenemos que conseguir las conchas
marinas para los centros de mesa.
Leti pone los ojos en blanco y murmura: —Apuesto que es por eso, que
River no está aquí. Se está escondiendo de las tareas de su boda.
—Cállate, es lindo.
—¿Por qué no podemos simplemente comprar un montón de conchas
marinas?
—Porque no serían especiales.
No le digo que cuando concebí esta idea, me estaba ahogando en
Pinterest. Nada te hace revolcarte en la sensación de ser abandonada tanto
como mirar cosas bonitas en Internet. Cosas de boda. Cosas de boda que nunca
tendrás con el tipo que te rompió el corazón. Pero cosas de boda que puedes
regalar a tus tíos favoritos.
Reviso mi correo electrónico para encontrar la foto que quiero, pero mi
bandeja de entrada está llena de cosas de boda. Recuerdo que marqué el email
del DJ y lo leo.
Me levanto de la cama, olvidando que mi plato está en mi regazo. Se cae
al suelo y se rompe por la mitad. Cierro los ojos y espero estar leyendo
correctamente.
—Sky, me estás asustando.
Le doy mi teléfono y espero a que lea el correo.
—Esa mierda —grita.
—¿Puede hacer eso? —pregunto—. Pagamos el depósito.
Leti niega con la cabeza. —Voy a ponerle una estrella en el culo. ¿Quién
se nombra a sí mismo DJ Dee Troyt?
—Creo que voy a tener un ataque al corazón.
Leti me mira no muy convencida. —No, no es así.
Presiono mi mano en mi acelerado ritmo cardíaco. Puedo escuchar mi
voz subiendo de tono. —Primero, hay un hoyo en la habitación de huéspedes,
así que todos se meten en un sótano. Luego, el proveedor de comida no nos dice
que van a cerrar el negocio. Ahora, el DJ nos está cancelando. Se supone que yo
debería estar organizando esto, Leti. ¡Todo esto es culpa mía! ¿Qué voy a hacer
cuando Pepe y Tony se enteren? Oh, dulce Madre María, voy a tener que
decirles lo del catering ahora mismo, ¿no?
—¿Sky?
—Esto es horrible. Soy la peor organizadora de bodas del mundo. No,
no. Soy la peor sobrina del mundo.
—¡Sky!
La mano de Leti me golpea la cara.
—Gracias, necesitaba eso.
El suelo cruje fuera de mi puerta. Corro y saco la cabeza para ver quién
es, pero el pasillo está vacío. Cierro la puerta y presiono mi cuerpo contra ella.
—Contrólate —dice Leti—. No podemos entrar en pánico.
—Es fácil para ti decirlo. Puedes ir y venir cuando quieras.
Ella me reprende con un movimiento de su cabeza y un puchero de sus
labios. —Disculpa, Pepe y Tony son mis tíos también. ¿Te has parado a pensar
que la razón por la que terminaste planeando todo esto tú sola es porque no
dejaste que nadie te ayudara realmente?
Me dejo caer al suelo. —He estado bastante loca, ¿no?
Leti asiente. —Eres algo así como Noviazilla, excepto que ni siquiera eres
la novia.
—Tienes razón. —Respiro profundo—. ¿Conoces algún Dj?
—En realidad, unos cuantos. Aunque todos están en Suecia. Voy a enviar
un correo electrónico a mis contactos porque sabemos que de todos en esta casa,
tengo el mejor gusto en música. Arreglaremos todo. Ten un poco de esperanza.
—Bien —digo, porque en realidad, no hay mucho más que pueda hacer.
Siempre he sido el tipo de persona que necesitaba ser capaz de arreglar las
cosas, y cuando no puedo, me deprimo mucho. Pero ahora, tengo a River y a
Leti.
Leti está furiosamente escribiendo mensajes en su teléfono. Cuando me
ve mirando fijamente, espeta: —Vamos, ahora. Consigue que nos lleven a la
playa para que aunque no tengamos una cena con catering o música, al menos
tengamos los centros de mesa de conchas marinas más bonitos y rentables de
los Hampton.
Traducido por Ma.Sol
Corregido por Daliam

Hayden: Estoy afuera cuando estés lista.


Yo: ¡Ya voy!
Hayden: No tienes idea de lo que eso me acaba de hacer…
Leti mira bien la sonrisa en mi cara y jadea. —Perra. Me lo has estado
ocultando.
—No beso y cuento.
Sacude la cabeza. —Mentiras.
—Voy a buscar algunas botellas de agua para irme —le digo.
—Iré a comerme con los ojos a tu hombre en el auto.
Cuando coloco tres botellas en mi cesta y cierro la puerta de la nevera, mi
madre da un paso adelante desde el pasillo. Pongo una mano sobre mi pecho.
—Jesús.
—¿A dónde vas?
—Conchas marinas. Playa. Centros de mesa.
—¿Con ese chico, Sky?
—Ma, su nombre es Hayden.
—No me gusta —dice, cruzando los brazos sobre su pecho como si fuera
asunto suyo—. Los chicos como ese solo quieren meterse en tu cama.
Estoy contando con ello. Sí, me he decidido. Probablemente.
—Siempre piensas lo peor de la gente —le digo—. Y estás equivocada. El
hecho de que un hombre sea brillante por fuera no significa que sea una buena
persona.
—Pero… —Me agarra la mano para traerme de vuelta desde la puerta
principal. No está escuchando ni una sola palabra de lo que le digo—. Hoy
Xandro viene de visita. Deberías darle una oportunidad, Sky. Todavía puedes
ser la esposa de un médico si juegas bien tus cartas.
Me libero de su agarre tan rápido que me golpeo contra una mesa
auxiliar. Una de las fotos se cae y el vidrio se parte. Es mi foto de graduación de
secundaria. Dios, mira ese cabello. La acomodo bien y sigo hacia la puerta de
entrada. Ella me llama y grita mi nombre. A mi madre no le importa si un tipo
me engaña o es controlador, siempre y cuando tenga un doctorado en medicina
enlucido sobre su frente.
—A la mierda mi vida —le digo.
Me desinflo cuando veo el brillante convertible de Xandro aparcado al
frente. Amo los autos, pero no cuando tienen forma de cohetes de pene. Xandro
ya está en la mitad de su camino hacia la casa con una camiseta azul que abraza
sus delgados músculos. Detrás de él, Leti y Hayden me están esperando en su
camioneta. Si tan solo pudiera llegar a ellos evitando al cirujano plástico con los
pantalones de lino blanco.
—¡Sky! Justo a la chica a la que venía a ver. —Tira de mis hombros y me
abraza con fuerza.
—Auch. No puedo respirar.
Me suelta y sonríe. —Te perdiste una fiesta increíble anoche.
—Sí, estaba molida. —No debería sentirme mal por perderme su fiesta.
Me encantó estar con Hayden. Pero incluso desde aquí puedo sentir la presión
de mi madre sobre mí. En realidad, eso deben ser sus ojos espiando a través de
las cortinas.
—No te preocupes, cariño. Voy a estar lanzando mi propia fiesta bastante
pronto. Ya les he contado a mis amigos sobre ti y tu situación. Conozco al
doctor Claremont, el jefe de trauma en Beth Israel.
—Estoy en pediatría.
Se encoge de hombros, descartando algo que específicamente elegí para
mí. Bradley era de la misma manera. No entendía por qué me importaba cuidar
de los niños. Él quería que cambiara a Emergencias una vez que terminara la
escuela de medicina. Para él, eso no importaba mientras le pagaran.
—Realmente tengo que irme. —Saludo con la mano y me zambullo hacia
la derecha.
Él agarra mi mano y me tira hacia atrás así estoy enfrentándolo. Para un
tipo tan delgado, es muy fuerte. Oigo la puerta de un auto abrirse y unas botas
golpeando el suelo. Xandro mira por encima de mi hombro, como si estuviera
desafiando a Hayden para que venga.
—¿A dónde vas? —pregunta.
—Tengo recados de la boda.
—Puedo llevarte si quieres. No vas a arruinar tu vestido en ese camión
viejo y sucio.
No es viejo. La única parte sucia de la camioneta de Hayden está en el
fondo, donde pisotea el barro y la arena. Pero Xandro no necesita una
explicación.
Es la segunda persona hoy que no escucha mis palabras. Solo para seguir
hablando como si ni siquiera estuviera aquí.
—Estamos bien. Además, tus zapatos de punta podrían ensuciarse con
arena —le digo, haciendo un gesto hacia las botas de cuero blanco. Me muevo
de nuevo para irme, pero esta vez se para frente a mí como una barricada. Algo
en mi vientre se retuerce en una señal de advertencia. No me gusta Xandro.
Su sonrisa es engreída y sus dientes son tan rectos y blancos. Es como
una ilusión y no quiero ver qué es lo que hay debajo. —Vamos, Sky. Estoy
seguro de que a tu madre no le gusta tu elección de compañía últimamente.
Retrocedo varios pasos. ¿Quién se cree que es? Sonrío y le doy una
palmadita en el hombro. —No seas tan duro contigo mismo, Xan. Estoy segura
de que mi madre se preocupa mucho por ti.
Con eso, me subo al asiento pasajero del camión, y cuando nos vamos,
Xandro todavía está en la puerta principal, rascándose la cabeza.
Traducido por Valentine Rose
Corregido por Kish&Lim

—Este lugar es sensacional —dice Leti, enterrando los pies en la arena—.


¿Cómo es que nunca hemos venido aquí?
Hayden mete sus manos en los bolsillos. —Hay demasiadas franjas de
playa como esta. A la mayoría no le molesta porque no se interponen en el
camino.
Extiendo los brazos y dejo que la brisa marina gire a mi alrededor. Tras
caminar una colina arenosa cubierta de pasto alto y piedras pulcras, llegamos a
Hart Beach. Sin importar donde mire, es como si fuéramos los únicos en el
lugar. La única excepción es una diminuta casucha que parece demasiado
pequeña como para que alguien viva allí.
—¿Esa es una casa? —pregunto.
—Es un bungaló —contesta Hayden—. El verano pasado trabajé allí. Los
Sander lo construyeron cuando se casaron hace dos años, pero se divorciaron
este verano. Ella se quedó con la casa en South Beach y él se compró un
departamento para solteros en Hell’s Kitchen.
—Vaya —digo—. Un romance para la historia.
Leti está tumbada en la arena con el teléfono en el aire, mensajeando.
—Gary viene en camino. No es posible que sea la tercera rueda con
ustedes dos mirándose con corazones en los ojos.
Le arrojo arena con el pie. Cuando giro hacia Hayden, mi respiración se
contrae un tanto. Se quita la camiseta. Es como si el corte de sus músculos
fueran flechas direccionales apuntando hacia su entrepierna. Mirar a Hayden
desvestirse es mi nuevo pasatiempo favorito. Dobla la camiseta al voleo y la
coloca en un terreno de césped. Cuando camina hacia mí, se siente como si el
espacio entre nosotros se alargara más. Como si fuese uno de esos asfaltos con
movimientos y camina en dirección contraria, pero no me interesa porque
puedo mirarlo un poquito más de tiempo.
—¿Estás bien? —pregunta.
¿Yo? Tan solo estoy babeando un poco. No hay problema.
Agarra mi cesta. Es lo más ridículo y adorable ver a Hayden sostener un
canasto de mimbre.
—¿Lista?
Asiento, y abandonamos el trasero poco servicial de Leti esperando a
Gary.
Durante unos minutos, caminamos en silencio. Recojo las conchas más
notorias. Las grandes que no tienen demasiadas astillas. Hayden se acerca más
al agua. Enrolla sus pantalones hasta el tobillo. Introduce su mano y saca una
brillante colección de conchas. Mi favorita es una azul diminuta que se tuerce
en ambos extremos. Son del color de sus ojos.
—Este pequeño no pertenece aquí —dice Hayden. Toma la concha y la
sitúa en mi mano—. Vino de una tierra mágica desde muy, muy lejos. Toma.
No tengo ningún bolsillo así que la guardo en uno de los suyos. Es una
excusa endeble para tocarlo, pero a nadie parece importarle. —Guárdalo por
mí.
—Sky —llama Hayden.
Arrojo un puñado de conchas blancas a la cesta, e intento emparejar la
severidad en su tono.
—Hayden.
Suelta un suspiro. —Necesito preguntarte algo sin sonar como un idiota.
Mi estómago se llena de nudos nerviosos. —Está bien.
—¿Qué fue eso con Enrique Iglesias hace rato?
Suelto una carcajada tan fuerte, que siento como si hubiese expulsado un
demonio. —Oh, Dios mío, sí que se parece a Enrique Iglesias.
—Es flagrante.
—Es un viejo amigo de la familia. Mi mamá se convenció que teníamos
que salir. —Debería decir que mi mamá se convenció de que deberíamos
casarnos en una gran ceremonia en la iglesia y tener un montón de hijos así me
quedo en casa a criarlos.
—¿Pero tú no?
Miro su rostro para asegurarme que de verdad está preguntándome algo
así. —¡Por supuesto que no!
—Lo siento —dice—. Puedes hacer lo que se te plazca. Obviamente no
eres de mi propiedad. Es solo que… no me gusta cómo te mira. Como si fueras
un premio en lugar de una persona.
—Ahhh, estás celoso.
—Cincuenta por ciento celoso, cincuenta por ciento indignado por ti.
Tomo la mano de Hayden y entrelazo nuestros dedos. Cuando nuestras
palmas se tocan, parece como si estuvieran destinadas a tocarse, e incluso
cuando me agacho para tomar una concha, no suelta mi mano.
—Lo agradezco. Pero no necesito a otra persona preocupándose de lo
que estoy haciendo.
—No es eso, dulce Sky. —Besa mis nudillos—. Es que… ah, a la mierda.
Estoy celoso. Estoy celoso en un sesenta y cinco por ciento. No esperaba estarlo.
Quería ser el tipo relajado, pero cuando no paraba de tocarte, todo lo que quería
hacer era arrancarle la cabeza y arrojarlo en la cama de mi camioneta.
Me río. —Eso sería un desastre. Además, he pasado dieciocho años
cuidándome.
—¿Te han coqueteado desde los cinco años?
—Oh, sí. El pequeño Elijah Stintson. Solía pararse al final de las escaleras
y mirar bajo las faldas de las niñas. Luego de que los padres se quejaron,
hicieron que las niñas usaran pantalones.
—Vaya manera de resolverlo. No dudo que puedes cuidarte sola, Sky.
Pero si se convierte en un problema, ya sabes que puedes acudir a mí.
Noto que nos hemos detenido. La cesta está llena de conchas de todos los
colores y formas. En donde dejamos a Leti, vemos que se le ha unido un chico
que siempre será conocido por mí como Beca de Fútbol.
He pasado muchos veranos paseando por la playa, y siempre sentía
soledad. Por supuesto, a menudo estaba literalmente sola. Era como si el sonido
de las olas y gritos de las gaviotas imitaban la tristeza de mi propio corazón.
Ahora, las olas se rompen y las aves aletean a un ritmo diferente, como si
mi corazón estuviera cambiando.
—De verdad me gustas, Sky.
—Ni siquiera me conoces. —No suelto su mano.
—Sé lo suficiente —replica con indignación—. Puede que no sepa cómo
eras en la secundaria o toda la historia sobre el chico que te rompió el corazón.
Pero sé que amas a tu familia. Que has trabajado demasiado en esta boda
cuando el resto lo toma como vacaciones. Te encargas de los asuntos porque
sabes que nadie más lo hará. No caes por trucos baratos y sonrisas brillantes. Lo
que es bueno para mí, supongo.
Sí caí por trucos baratos y sonrisas brillantes. Es la forma más breve de
resumir a Bradley. Pero no se trataba de sus autos o ropa, o a los restaurantes
que me llevaba. Era el modo en que me miraba, como si fuera la única en el
mundo.
Y luego ya no lo fui.
—¿Dónde fuiste? —Hayden traza con su dedo lo largo de mi mejilla.
—Aquí estoy —aseguro.
—¿Quieres ver el bungaló en ruinas?
—¿Sabes cómo entrar?
—Cuando se fue, el señor S. me dio las llaves. Quiere que se la compre,
pero vale más que mi propia casa.
—¿Tienes una casa?
Hayden sonríe. —Fue lo único que tuvo mi Nana, y me lo dejó a mí. Mi
papá se enfadó muchísimo. Tenía dieciocho y no tuve que trabajar por ello. Eso
no quiere decir que no trabajo duro.
—Sé que es así. —Luego mi rostro enrojece al admitirle que lo observo
trabajar. Deja de sonrojarte, Sky. Ya se han besado y jugueteado.
Aun así, Hayden es más que una provocación. Si no tengo cuidado,
puede que me prenda fuego por lo ardiente que mi cuerpo se convierte por su
toque.
—Sí.
Me guía por un gran terreno de césped. Puedo imaginarme cómo luciría
si cuidaran de esto. El bungaló es una caja rectangular. La fachada es una
ventana gigantesca que enfrenta el océano. La puerta está por la parte trasera.
Hayden saca su llavero. Hay una docena de llaves doradas y plateadas. Me
pregunto cómo monitorea el orden de las llaves. O quizás no sabe cuál abre cual
e intenta una a la vez.
Agarra una llave de la sección del medio y abre la puerta.
La casa es genial, pese a que se cuece al sol todo el día. Hay una cocinita.
La encimera tiene una cafetera y una bolsa de papas. ¿Cómo un muchacho, con
un cuerpo así, sobrevive con solo café y papas?
Una cama pequeña está frente a la ventana. Aparte de eso y un buró con
una antigua lampara verde, la casa está vacía. Hay ganchos y clavos en la pared
donde debió haber fotografías colgadas. Es como si hubiesen tomado todo lo
importante y partieron.
Así lucía mi apartamento luego de que lanzase mis cosas en el pickup del
auto de River y lo llevase de vuelta a Nueva York.
—Es como la casa de un hobbit —digo, recorriendo la encimera con mi
mano.
—¿Cierto? Pienso que parte del encanto es hacerte sentir como un
gigante.
Rodeo la cama y me sitúo frente a la ventana.
Mi cerebro grita: camacamacama.
Mi corazón grita: HaydenHaydenHayden.
—No lo sé —digo—. La vista es suficiente atracción. ¿Te quedas mucho
aquí?
Asiente. Está al otro lado de la cama. Muy lejos, pienso.
—Mi mamá ha estado viviendo conmigo desde el divorcio.
—Ah —digo.
—Tan solo quiero darle espacio. Además, no creo que ayude mucho. Le
ofrecí este lugar, pero la ventana le asusta.
—Observar el océano cuando estás deprimido no es de mucha ayuda.
—¿Alguna sugerencia en cómo ayudar a sonreír a una mujer divorciada?
Sacudo la cabeza. —Le ocurrió a mi mamá, y no creo que haya sonreído
desde entonces. No de verdad.
—Nunca quiero terminar así.
—No es posible. —Tomo asiento en la mesa.
Se sienta junto a mí. La brisa marina se aferra a su piel. Su cabello ondea
más en la cima.
—¿Por qué sonríes? —pregunto.
—Simplemente pensaba que te ves hermosa con el mar rodeándote.
Ojalá alguien me hubiese dicho hace mucho tiempo que los chicos como
Hayden existen. Tal vez siempre lo supe. Tal vez, en algún lugar entre los
príncipes de Disney y los corazones rotos, me olvidé de este chico. El muchacho
con cabello dorado y brillantes ojos azules, cuyas caricias son suficientes para
asustarme demasiado y huir por protección, pues temo de qué significaría si me
quedara.
Estoy cansada de estar triste. Cansada de sentirme sola. En su mayoría,
estoy cansada de tener miedo. Me excomulgué a la playa. Era el descanso que
necesitaba. Pero, ahora mismo, lo que necesitaba más que nada era besar otra
vez a Hayden Robertson.
Pero me gana.
Sus labios, salados y carnosos, cubren los míos. Sostiene mi rostro y me
jala hacia sí. Cierro la distancia al arrojarme hacia él y caemos a la cama. No me
interesa si se ve desesperado. No me importa si es notorio lo mucho que me
atrae. He decidido que la mejor forma de lidiar con mis sentimientos hacia
Hayden es tomar acción.
Ríe suavemente contra mis labios. Puedo sentir la vibración de su risa
por mi cuerpo.
—Me alegra que tu reacción no fuera huir.
Lo silencio con un beso. Sin pensar. Solo besar. Ese debería ser la
consigna de la vida del resto. Si lo fuera, habría menos problemas en el mundo.
O quizás más, quién sabe.
Me subo a ahorcajadas. La cama es de felpa y se amolda a mis rodillas.
Sus manos jalan el dobladillo de mi vestido, rastrillando mis muslos con sus
uñas. Se detiene para ahuecar mi trasero y apretar.
Su pene pulsa contra sus vaqueros.
—Oh, cielos —dice.
Gracias, Pilates.
Presiono rápidos besos en su boca. Tengo una necesidad desesperada de
tocarlo por completo a la vez. Lo hago. Beso su cuello. Dejo un camino de besos
bajando hacia su pecho, lamiéndolo hasta sus abdominales. Oh, santo cielo. Sus
abdominales. Deberían ser un monumento. Deberían ser un holograma en el
cielo. Nunca más deberían estar escondidos por ropa.
Desabrocho el botón.
Sostengo la cima del cierre.
Hayden gruñe, y es tan sexy que mis bragas están humedecidas en un
instante.
Toma mi mano y me detiene. Se sienta y me gira, dejándome de espaldas
tan rápido que reboto un par de veces.
—Sky —dice—. Dulce Sky.
Presiona las manos contra mis rodillas y abre mis piernas. Es lo más
exigente que ha sido conmigo. Mi corazón se acelera. Me siento apoyándome en
mis codos para observarlo.
Besa cada rodilla, luego coloca un beso húmedo en la parte interna de mi
muslo. Hace un círculo a lamidas y succiona la piel. Una excitación recorre todo
mi cuerpo, concentrándose en mi centro. Estoy segura de que voy a tener un
chupetón allí, y no me importa si es así.
No puedo recordar si me depilé esta mañana. Pero, de repente, Hayden
hace algo tan delicioso, que hace que me olvide de todo.
Pasa sus brazos bajo mis piernas. Aseguro estas sobre sus hombros. Alza
la vista hacia mí con aquellos hermosos ojos azules. Y luego me besa. Presiona
sus labios en mi entrepierna, contra la húmeda fábrica de mi tanga.
Un, dos, tres besos que envían chispas a mi piel.
Gimo y me aferro a su cabello. Sonríe en respuesta, complacido consigo
mismo. Sabe que está volviéndome loca. Sabe que deseo más.
Hayden hace a un lado mi tanga. Su respiración es fría contra mi calidez.
Me provoca con un lamido en mi clítoris. Cuando coloca su boca contra mí, mi
cuerpo arde en deliciosas llamas.
Leti tenía razón, ha pasado mucho tiempo desde que alguien me tocó así.
Pero ha pasado mucho más tiempo desde que un chico me ha hecho sexo oral
como Hayden. Como si quisiera hacerlo. Como si estuviera saboreando mi
humedad. Como si quiera sentir mi interior tensarse por él.
Respondo todos los lamidos de Hayden con un gemido. Cuando va entre
lamer y succionar, alzo mi pelvis justo contra su cara. Agarra mi trasero y me
jala más cerca. Mis muslos laten al rápido latido de mi corazón. Arqueo mi
espalda. Tiro de su cabello. Quiero perderme en el momento en Hayden, el mar
y el cielo que nos rodea.
Cuando llego al orgasmo, es como una ola estrellándome. Es intenso y a
carne viva, y sigue fluyendo por mi cuerpo hasta que ya no hay nada en él para
entregar, y colapso en la cama.
Hayden besa el cosquilleo de la piel en mis caderas. Se sienta en sus
rodillas. Lame sus labios. Me mira fijamente como si pronto fuera a volver a
devorarme. Y quiero que lo haga.
Bajo mi vestido. Le indico que se acerque con mi dedo índice. Se acuesta
de espaldas y me jala hacia el hueco. Sitúo mi mano en su pecho. Su corazón
late más rápido que el mío.
Arrojo una pierna sobre él, y me enderezo para besarlo. Puedo
saborearme en sus labios.
—Eres increíble —dice.
Lo que sea que voy a decirle se pierde cuando grito. Salto de la cama tan
rápido, que caigo. Hayden estira los brazos y me agarra justo cuando caigo por
el costado.
Leti golpea la ventana del bungaló.
Hayden suelta una risa.
—Oh, Dios. ¿Y si vieron? —siseo.
—No es posible. Nosotros podemos verlos, pero ellos a nosotros no.
Nunca te pondría en esa posición, Sky. No cuando hay otras muchas posiciones
en las que preferiría que estuvieras.
Me besa profundamente. Sé que sigue excitado.
—¡Sé que están ahí, chicos! —grita Leti.
Hayden colapsa encima de mí. Se ríe a carcajadas. —Deberías ir tú
primero. Necesito un minuto.
Lo beso. —Vale. Pero solo un minuto.
Traducido por Bells767
Corregido por Kish&Lim

Hayden se acomoda en el camino de regreso a casa. Gary y Leti terminan


recogiendo más conchas que nosotros. Él promete ver a Leti esa noche y se va
en su propio carro. Sé que, si vuelvo a casa sin ella, ninguna de nosotras
sobrevivirá al reto que nos llegará.
—Entonces —dice Leti en el carro—, ¿Sky ya te invitó a la boda?
Me giro en mi asiento y le pego.
Hayden ríe.
—Cuidado, señoritas. Ya me es suficientemente difícil concentrarme en el
camino.
Leti explota en una risa tonta.
—Gary ya dijo que sí. Creo que River eventualmente se animará a invitar
a sargento Pepper. Entonces solo queda la dama de honor.
Hayden pasa la curva de nuestra casa. Cuando estamos en el lado
correcto del camino, se gira y me mira.
—Estoy seguro de que, siempre y cuando Sky quiera llevarme a la boda,
me preguntará. Sin presiones, eso sí. Mi traje de la boda de Jaky y Suzy todavía
me queda.
Pero cuando llegamos a la casa y el carro de Xandro sigue en la entrada,
la hermosa sonrisa de Hayden cae.
Leti se baja del carro primero y se lleva las conchas. Desabrocho mi
cinturón y me vuelvo hacia él, preparándome para un beso de despedida.
—Gracias por hoy.
Asiente. —No tienes que agradecerme.
Debería decirle que hoy fue increíble, que no me había sentido de esa
forma en demasiado tiempo. Pero todo lo que hace es mirar al carro de Xandro.
—¿A dónde te fuiste, Hayden? —Intento usar sus palabras con él. Paso
mi dedo por su mandíbula y giro su cara para que solo me vea a mí.
Sea lo que sea, no quiere decirlo.
—¿Quieres ir a la playa mañana? —pregunto.
—De hecho, voy a estar aquí —dice—. Trabajo en la glorieta.
—Entonces esperaré. Podemos ir a cenar o algo.
Es como si algo hubiese cambiado en su cerebro entre nuestros felices
momentos en la playa y ahora.
—Tal vez, Sky. Yo solo… —Baja la mirada a su regazo, luego al carro de
Xandro y luego a mí—. Ese tipo sigue en tu casa.
—Hayden, no es mi casa. No tengo control sobre a quién invita mi
familia.
—Mira, he estado en esta situación antes y, al final, soy el que pierde.
—¿Qué vas a perder, Hayden? No hay nada que perder. Xandro es
solo… —dudo.
—Él es el tipo con el que tu madre preferiría verte. Yo soy el que hizo un
agujero en el techo de tu tío.
Duele escuchar que esas palabras vengan de él. Hayden es hermoso por
dentro y por fuera y quiero que todos lo vean.
Xandro es el tipo con el que mi familia me está presionando porque no
confían en mi criterio. Porque no creen que soy capaz de encontrar a alguien
que pueda encajar en su lista detallada. Pero puedo hacerlo. Creo que lo hice.
—Él no es nadie.
—Lo siento. —Aprieta el volante y sacude la cabeza—. No me debes una
explicación. Tengo que irme.
Lo repentino de ello me deja sin palabras. No hay besos ni miradas
nostálgicas. Solo un adiós, la aceleración de su carro y sus luces traseras girando
en mi calle.

En la casa, Leti salta en frente de mí y empieza a empujarme hacia


afuera.
—Aborten, aborten, aborten. Da la vuelta.
Tomo mis llaves y comienzo a irme, pero mi madre aparece corriendo
desde el salón.
—Sky, ven aquí.
Mi montaña rusa emocional me está matando. Solo quiero meterme en
mi cama e intentar entender qué acaba de pasar con Hayden. ¿Cómo pasamos
del mejor sexo oral de mi vida a celos incómodos?
—¿Qué? —Me paro en la puerta hacia el salón, donde mis primos chicos
están amontonados viendo una película.
—Sky —dice mi mamá, empujándome a una esquina—. ¿Qué te tomó
tanto tiempo?
Me alejo de ella y me sigue a la cocina. Estoy roja de enojo. Roja de la
emoción que viene con el recuerdo de la boca de Hayden entre mis piernas.
—Ya te dije.
—Xandro ha estado esperando aquí para llevarte a salir.
—Ma, no quiero salir con él. Estoy segura de que es una persona
perfectamente agradable, pero no va a pasar. Por favor, por favor, respeta mis
deseos.
Mi madre cruza los brazos. Su ceño se profundiza. Cuando le dije a
Hayden que mi madre no ha sonreído en mucho tiempo, no estaba exagerando.
Tal vez por eso es por lo que se las arregla para verse tan joven y sin arrugas.
Puedo ver cuerpos moviéndose en la puerta de la cocina, donde la mitad
de mi familia está espiándonos.
—No estás pensando bien, nena. No estás pensando en tu futuro. Has
pasado los últimos tres meses holgazaneando en esta casa. Ahora estás
haciendo Dios sabe qué con ese chico.
—¿Ese chico? ¿Te refieres a Hayden?
—No seas tonta, Sky.
No seas idiota, Sky. No seas tonta, Sky. No dejes que tu pasado arruine tu
futuro, Sky. Mi cabeza late con un gran dolor de cabeza.
—No puedo lidiar con esto. —Me giro para alejarme, pero no se mueve.
—¿Cuándo vas a decidir ordenar tu vida? Renunciaste a tu trabajo. Ni
siquiera has intentado buscar uno nuevo.
—¿Esto se trata sobre que no quiero salir con Xandro o que no esté
intentando encontrar un nuevo trabajo?
—Es sobre todo. No vine a este país para que termines sin nada.
Eso es. La presión de la primera generación. Mi madre tuvo que trabajar
en líneas de producción, en cocinas sucias y limpiar casas asquerosas para
poner comida en nuestra mesa. Logré ir a la escuela para nunca tener esa vida.
Tengo que tener un trabajo que pague bien hasta que encuentre un esposo que
haga incluso más dinero que yo.
Puedo tener toda mi vida planeada por alguien más porque ella no vino
a este país para que yo pueda malgastar mis oportunidades. Es demasiada
presión.
—¡Para! —grito. Nunca le he gritado a mi madre, ni siquiera cuando
pensé que explotaría de enojo—. Deja de intentar arreglarme, ma. No estoy rota.
No hay nada malo con mis decisiones. Esta es mi vida, mi vida, no tuya.
Se queda parada tan derecha que quiero sacudirla para asegurarme de
que está bien. Se ve tan pequeña, triste y en cualquier otro día, rodearía mis
brazos a su alrededor y le diría que dejara de preocuparse por mí. Pero esto va
más allá que la preocupación.
Finalmente, mi familia deja de fingir que no está espiando y todos se
paran en la puerta. Algunos nos miran como diciendo: —Diablos, chica, estás
en problemas. —Y está la cara de María, que dice lo mucho que desaprueba mi
tono.
Que lo desaprueben.
—¿Qué están mirando? —ladro.
Yunior y Elena toman el camino inteligente y se alejan.
—¿No basta con que estés arruinando tu propia vida? —me pregunta
María—. ¿Ahora tienes que arrastrar a la ruina la boda también?
—¿A qué te refieres? —pregunta mi mamá.
Mi corazón se detiene. Los ojos de María están fijos en mí mientras dice:
—Diles, Sky. Diles a todos cómo no hay catering ni DJ. Dios sabe qué más está
mal. Se lo ha estado guardando todo. No te atrevas a mentir. Las escuché a ti y a
Leti.
—Estoy segura de que eso te hizo muy feliz, ¿no? —pregunto. Sabía que
había escuchado a alguien fuera de la puerta.
—¿Qué voy a hacer contigo? —pregunta mi mamá, como si fuese una
causa perdida.
—Tal vez por una vez todos van a dejarme en paz.
Xandro se para al frente de todos. —Sky, creo que deberías disculparte
con tu madre.
Me río. Leti se adelanta, como si quisiera venir a abrazarme. ¿Me veo así
de perdida? ¿Cuándo mi verano de reflexión se convirtió en mi verano de
juicio?
—Es algo bueno que me importe una mierda lo que pienses.
Las Viejas toman aliento tan fuerte que creo que entre todas absorbieron
todo el oxígeno en la habitación. Incluso la tía Salomé se cruza de brazos y la
abuela Gloria sacude su cabeza hacia mí. Creo que es la primera vez que me
han mirado de esta forma.
Tomo de la puerta las llaves de un carro y me voy. Por primera vez en mi
vida, voy a darle la espalda a mi familia y es liberador hasta cierto punto. Por
otro lado, siento que he empezado a cruzar una línea de la cual podría nunca
volver.
Traducido por Val_17
Corregido por Julie

—¿Me equivoqué? —le pregunto a Leti.


Estamos acurrucadas en el bar atestado y poco iluminado de Montauk
Highway. En el exterior se ve como una choza que está a punto de caerse. En el
interior, bueno, se ve más o menos igual. Pero es el único bar auténtico por aquí
que no se encuentra infiltrado con turistas de verano.
Motocicletas Harleys se alinean en el frente como una barricada. No es el
bar más acogedor, pero la camarera no hace preguntas ni finge una sonrisa. Ella
deja cervezas frente a ti y arroja una bolsa de patatas con sal y vinagre en tu
dirección.
—Nunca te he visto tan enojada —dice Leti—. Por lo general eres la
buena.
—Es solo que ya es demasiado. Están empujando a Xandro en mi cara. Y
luego María. Por qué ella es tan… y por qué él es tan…
—Lo sé —dice Leti—. Debería estrangular a uno y tú estrangulas al otro.
—Ahora Pepe y Tony van a saber que lo arruiné.
Leti inclina la cabeza hacia atrás y bebe profundamente. —Sí, y todavía
van a amarte. No hay nada que puedas hacer para que eso cambie. Incluso si le
prendes fuego al lugar.
Niego con la cabeza. —No puedo regresar. No hasta que lo arregle.
—Hemos tratado de arreglarlo. Tú, River y yo. ¿Cómo le llamas a eso?
Me río. —Las Chicas Perdidas. Somos como una banda grunge de chicas.
—Somos más que eso.
—Lo sé. Pero últimamente he estado tan envuelta en mi propio desastre,
que he puesto las cosas de la boda en segundo plano.
Leti sonríe, y la bombilla colgando sobre su cabeza hace que la estrella
dorada en su diente brille. —Está bien que tengas una vida.
—Leti, dime la verdad. ¿Crees que estoy cometiendo un error al tomarme
tanto tiempo del trabajo?
Bebe su cerveza y le queda una capa de espuma en el labio superior.
—Creo que debes hacer todo lo que necesites para aclarar tu cabeza.
—Eso no es lo que piensa María.
—Ella es una hipócrita. Virgen, mi trasero.
Brindamos por eso.
—Mira —dice—, todo va a ser olvidado. Xandro volverá a Miami o se
unirá a una banda de chicos o lo que sea que quiera hacer consigo mismo. Tú
vas a aplicar a alguna parte. Vamos a lograr que Pepe y Tony tengan la mejor
boda de la historia, porque podríamos arruinarlo a lo largo del camino, pero
siempre lo logramos al final. Y vas a decirme lo que tú y Hayden hicieron en esa
acogedora casita en la playa.
Menea las cejas y sacude sus pechos doble D.
Le cuento exactamente lo que hicimos Hayden y yo. Ella se abanica
cuando llego a la parte del orgasmo devastador.
—Bradley nunca me hizo venir cuando me hacía sexo oral. Cerraba los
ojos y lamía todo excepto mi clítoris durante diez minutos, luego iba directo al
sexo.
—Si vuelvo a ver a ese tipo otra vez… —dice.
La interrumpo: —Te vas a poner sangrienta con su existencia.
No le cuento que él me ha llamado una docena de veces en las últimas
semanas.
—Con Hayden fue increíble. Siempre pensé que tenía que estar, ya sabes,
enamorada de alguien para tener ese tipo de sentimiento. Pero me encontraba
enamorada de ya-sabes-quién, y en las ocasiones que me corrí, pensé que eso
era lo mejor que iba a conseguir.
—Mi dulce chica sexualmente privada.
—Solo he tenido sexo con tres chicos. Estuvo Señor-Vibra-Un-Montón
Smith, Jack-Conejo-Jeff y Bradley…
—Bueno, si y cuando hagas el dulce, dulce amor con Hayden, espero que
él sea mejor de lo esperado.
—Sabes, eso apesta, joder. El sexo debería ser mejor para las mujeres. Es
como si los chicos entraran ahí lo más rápido que pueden y salieran. No les
importa si llegas al clímax o si incluso se siente bien.
La camarera, que ha estado limpiando el vaso durante toda nuestra
conversación, me sonríe. Vuelve a llenar mi cerveza sin siquiera preguntar y la
tomo con gratitud.
—Cariño —dice, arrojando su melena rubia de los años ochenta sobre el
hombro—, si esperas que un hombre te complazca, será mejor que estés lista
para esperar durante mucho tiempo.
Un viejo motociclista junto a nosotras da un pulgar en alto en dirección a
la camarera. —Mad tiene razón. Mi esposa me utiliza como un pene ambulante,
me acuesto allí y lo acepto.
Luego regresa a su whisky y a la televisión.
Me río en mi cerveza. —Voy a hacerlo. Con Hayden, quiero decir.
Leti me da una palmada en la espalda con tanta fuerza que me ahogo un
poco con la cerveza. —Así se habla, chica.
—El asunto es que creo que Hayden está enojado conmigo.
Se ve confundida. —¿Cómo puede estar enojado cuando consiguió tocar
tu gatito mayormente prístino?
—¡Leti! —Sabe que odio cuando lo llama “gatito”. Es tan raro.
—Cuando vio el auto de Xandro, se cerró. Fue lo más extraño.
Ella rueda los ojos. —Odio cuando los chicos se ponen celosos. No es
culpa nuestra que seamos jodidamente calientes y todos quieran un pedazo de
esto.
—Bradley nunca se puso celoso —digo. Mad coloca otra cerveza frente a
mí. Cada sorbo espumoso derrite mi tensión y disuelve los nudos de ira en mi
pecho.
Leti me golpea en la cabeza. —¿Sabes lo que estás haciendo?
—¿Qué?
—Estás comparando al chico más prometedor que has conocido este
verano con el imbécil que te engañó.
Miro el líquido ámbar en mi vaso alto. —Eso es lo que hago, ¿verdad?
—Eso es lo que haces cuando no has terminado con alguien.
—Lo hice.
Leti se encoge de hombros. —Repítelo hasta que lo creas, porque ese es el
tipo de dolor que no quieres volver a tener, niña.
Todo esto gira en torno a mi corazón. ¿Sigue roto? El día que descubrí
que Bradley me engañaba fue en un club nocturno. Él había estado ausente
durante tanto tiempo que fui a buscarlo. Entonces lo vi bajar de una escalera
con su brazo alrededor de la cintura de una chica, y todo dentro de mí se
destrozó a la vez. Corrí, y él no fue tras de mí. No hasta el día siguiente cuando
estuvo sobrio.
—¿Conoces esa sensación cuándo sabes que tu relación se ha terminado
pero una parte de ti todavía se aferra a ella?
Leti niega con la cabeza. Ella nunca tuvo una relación a largo plazo.
Nunca quiso. Es difícil correr por todo el mundo cuando tienes el corazón
anclado a una persona que no quiere unirse a ti.
—Bueno, así es como era. Trataba de aferrarme porque no sabía lo que
significaría si lo dejaba ir. No quiero recuperar a Bradley. Ni siquiera un
poquito. Pero quiero lo que él me quitó. Se llevó mi amor.
Eructo, fuerte y largo. Un chico lindo en el otro extremo de la barra me
mira como si no pudiera creer que eso vino de mí. Me encojo de hombros. ¿Qué
me importa?
—No digas eso —dice Leti—. Nadie puede quitarte tu amor. Eso es tuyo,
total y verdaderamente tuyo. A la mierda Bradley. A la mierda Xandro. A la
mierda cualquiera que piense que puede tener un pedazo de ti sin ganárselo
primero.
—Tienes razón. Hay que ganar el amor.
—¿Por qué no podemos tener relaciones como la de Pepe y Tony? Son
perfectos. ¿Qué los hace tan diferente a nosotras?
Resoplo a través de la cerveza. —¿Son gays?
—Son honestos.
—Aceptan su locura.
—Se aman.
—No tratan de eclipsarse entre sí.
—Sí —dice Leti—. Odio cuando los hombres son como: “Mira todo mi
oro y rubíes. Espero que estés cegada e impresionada”.
Me río. —Debería llamar a Hayden.
—Escucha, me gusta él para ti. Es un chico genial. Pero si comienza a
sacar esa mierda de los celos, tienes que largarte de allí.
—Te amo —le digo.
—Te amo.
Leti se ha ganado mi amor. Desde el momento en que golpeó a las chicas
que me atormentaban en la escuela, hasta el momento en que me explicó que no
me iba a morir, que solo me había llegado mi período, Leti ha sido más que
familia. Es mi hermana del alma.
Sí es familia, pero incluso si no fuera de sangre, todavía la elegiría. Al
igual que a River.
River, quien sale tropezando de una puerta en la esquina trasera del bar.
Parpadeo para asegurarme de que es ella. Que no soy solo una borracha
alucinando con las personas que amo.
Pero definitivamente esos son sus rizos rubios, sus diminutos pantalones
cortos de mezclilla, su camiseta favorita de Coney Island. Vestía eso cuando la
vi hace dos días.
Tropieza desde la parte posterior con un tipo enorme pisándole los
talones. La agarra por la cintura. No puede soportar su propio peso por lo que
él la sostiene, tocándola donde sea que alcancen sus grandes manos.
—¡Oye! —Salto de mi asiento y me apresuro hacia ella. Agarro a River y
la aparto de las manos del tipo.
—¡Sky! ¡Es mi Sky! —El olor a cigarrillos y alcohol me golpea con fuerza.
Sus ojos están rodeados de círculos oscuros. Su nariz roja en las fosas nasales. Y
sus pupilas dilatadas.
Oh, Dios. River.
—Vete de aquí. —El tipo intenta empujarme hacia un lado.
—Tú vete de aquí —dice Leti, apareciendo al otro lado de él.
El miedo estalla en la boca de mi estómago. Este chico es enorme. Tiene
el tipo de manos que podrían romper un cuello a la mitad. Hay una cicatriz
nacarada a lo largo de su mandíbula, el único lugar donde no crece el vello en
su barba irregular.
Sus dientes se están pudriendo, y me sonríe. —Solo estoy cobrando.
Cobrando. River. Ella está apostando otra vez.
—Sky —dice River—, lo siento. Lo perdí todo.
—Ella no tiene nada de dinero —le digo.
Él se encoge de hombros. —Hay otras maneras de cobrar el pago.
Pasa un dedo gordo por la piel cremosa de River. Ella lo aparta, pero
apenas tiene fuerzas para mantenerse en pie.
La adrenalina corre por mis venas, poniéndome sobria. Todos mis
sentidos están en alerta con señales de advertencia apuntando hacia este tipo.
Tomo la mano de River y tiro. —Apártate de ella.
Me tiembla todo el cuerpo. No sueno amenazante ni convincente. Sueno
asustada. Lo cual hace que él sonría. Hace que me agarre a mí en su lugar.
Retrocedo varios pasos. —Voy a llamar a la policía.
—Inténtalo —me desafía—. Tu amiga tiene un par de golosinas en sus
bolsillos.
Baja mi camiseta. Sus ojos se agrandan y se desenfocan. Sus manos
carnosas se estiran hacia mí. Leti salta entre nosotros y lo empuja hacia atrás.
Él golpea la pared y gruñe. Pretende venir por nosotras, lastimarnos,
ponernos en nuestro lugar.
Entonces, el viejo motociclista que se encontraba sentado a mi lado
aparece. Se queda de pie allí, mirándonos. No hace ningún movimiento para
ayudar. Sus pequeños ojos oscuros se asoman por detrás de cejas pobladas y
blancas. Gira la cabeza de un lado a otro.
—Te dije que no volvieras aquí, Will.
Will se para más derecho. —Ella me debe trescientos dólares.
—Deberías elegir mejor a tus clientes.
Will quiere gruñir. El bar se ha quedado en silencio. La televisión
reproduce un canal de deportes, y el grifo gotea pesadas gotas de cerveza en la
barra.
Cuando me doy la vuelta, cada motociclista y trabajador está de pie. Con
las manos en sus bolsillos traseros o en el interior de sus chaquetas de mezclilla.
—Vamos, vete —dice el viejo motociclista—. Ni siquiera quiero verte en
una postal, ¿quedó claro?
Will asiente una vez y sale del bar.
Con Leti ayudamos a River a ponerse de pie. Su cabeza cuelga hacia
atrás. Tomo su cara en mis manos y la miro a los ojos. Es como si las luces
estuvieran encendidas pero no hubiera nadie en casa.
Intenta hablar, pero sus palabras son absurdas y su aliento es agrio.
—Ustedes también —nos dice el viejo.
Pero ya nos dirigíamos a la puerta. El sol ya se está poniendo. Nuestro
auto se halla aparcado en el estacionamiento, pero ninguna de nosotras se
encuentra en condiciones para conducir.
—¿Deberíamos llevarla al hospital? —pregunta Leti. No puede decidir
dónde quiere pararse así que camina en círculos.
Si la llevamos al hospital, encontrarán drogas en su sistema.
—Estoy bien —dice River.
La lógica borracha es una cosa divertida. Solo una persona que utiliza a
otro ser humano para soportar su peso podría afirmar que se encuentra bien.
—Necesita dormir. —Su cuerpo se vuelve más pesado a cada segundo.
—No —dice—. A casa no.
Me suelta y se arrastra por el piso del cemento. No sé a dónde va a ir,
pero tiene razón. De ninguna manera podemos presentarnos en la casa de esta
manera.
—¿A quién llamas? —me pregunta Leti, persiguiendo a River. Ella ha
renunciado a su propósito y da vueltas en el suelo. Cae sobre su espalda y
cierra los ojos, murmurando algo que no puedo entender.
Encuentro su número rápidamente. Tarda un par de tonos para que él
responda. Por favor, por favor, responde.
—Hola —dice.
—Lo siento. Algo anda mal. Necesito que me recojas.
Puedo escucharlo apartando las sábanas de la cama. —Estaré allí en
cinco minutos.
Voy hacia River. Está fuera de combate. Levanto su cabeza, la coloco
sobre mi regazo y me preparo para los cinco minutos más largos de toda mi
vida.
Traducido por Maria Graterol
Corregido por Gesi

Hayden tarda cuatro minutos en llegar. Mi corazón se acelera cuando


veo la silueta de su camioneta subiendo por la calle. Alivio. Felicidad. Todos los
sentimientos sobre los que Leti y yo hablábamos antes de ver a River.
—Se desmayó —le digo—. No puedo llevarla a casa. Aún no está en el
punto de que tengamos que llevarla al hospital.
El pulso de River es fuerte, y de vez en cuando abre los ojos para
decirnos que lo siente. Qué nos ama. Qué no volverá a hacerlo.
Lo mismo de siempre.
—Está bien —me dice, apoyando una mano en mi hombro. Me levanta la
barbilla para mirarme a los ojos—. Me alegra poder ayudar.
Recoge a River en brazos como si fuera un bebé. Ella se acurruca contra
su pecho. Abro la puerta trasera de su camioneta. Leti entra por la otra y
colocamos la cabeza de River en sus piernas. Es como la peor pesadilla de un
contorsionista, pero funcionará.
Me subo al asiento del pasajero y miro a Hayden. No sonríe, pero toma
mi mano y me besa los nudillos. Inclino mi cabeza hacia atrás, mareada por el
alcohol y temblando por las amenazas de Will. Entre el estacionamiento y la
casa de Hayden, docenas de escenarios pasan por mis pensamientos. ¿Y si no
hubiéramos estado allí? ¿Y si Will hubiera herido a River? ¿Y si River nunca
hubiera regresado? Todo es demasiado familiar, y tengo que cerrar los ojos y
respirar hondo para calmarme.
En el asiento trasero, River está despierta y llorando en el regazo de Leti
mientras ésta le peina el cabello e intenta calmarla.
Cuando llegamos a la casa de Hayden, me suelta la mano para poder
estacionar. Es una casa de dos pisos pintada de blanco con persianas azules. La
hierba está cuidadosamente cortada en comparación con las de las enormes
mansiones alrededor.
Estacionamos fuera. Hay una larga mesa de picnic y una parrilla. Eso es
todo lo que puedo ver en la oscuridad antes de que Hayden ponga las llaves en
mis manos. Abro la puerta trasera y lo seguimos, haciendo crujir con nuestros
pasos los pisos de madera.
La lleva hasta lo que asumo es la habitación de invitados. Se encuentra
desocupada y la cama está perfectamente hecha.
—Iré a buscar un tacho de basura —susurra.
Leti pasa detrás de mí, examinando cada centímetro de la habitación.
—¿Vive solo?
Sacudo la cabeza. —Su mamá también vive aquí.
River se ha desmayado. Aprovecho la oportunidad para revisar sus
bolsillos. Encuentro dos pequeñas bolsas de plástico transparente, un paquete
de cigarrillos aplastado y doscientos dólares en fichas. Leti suspira y maldice en
voz baja.
—Maldición, maldición, maldición.
Coloco todo en la mesa de noche, pero tomo las bolsitas, las llevo al baño
adjunto y tiro el contenido en el inodoro. Ahí se van trecientos dólares.
Cuando vuelvo a la habitación, Hayden está sosteniendo tres Gatorade,
una botella de analgésicos y una cubeta. —No es la primera vez que me hago
cargo de un amigo ebrio. Deberías preguntarle a Gary sobre el fiasco del verano
pasado —le dice a Leti.
—¿Está bien que estemos aquí? —pregunto—. Tu madre…
—Ha visto peores. —No entra en detalles, y no curioseo—. Hay algunas
remeras y pijamas en el closet.
—Me quedaré con ella —dice Leti—. Es mi turno.
No puedo evitar reír. —Correcto.
—Puedo llevarte a casa si quieres —me dice Hayden.
Sacudo la cabeza. Sé lo que significa. Leti y River se quedan con la cama.
Lo que me deja con Hayden.
—No voy a ninguna parte.

La habitación de Hayden no es para nada como la imaginé. De todas las


habitaciones de chicos en las que he estado, la suya es la más limpia. Hay una
cama tamaño king con las sábanas desordenadas, como si hubiese salido
corriendo. Una pila de historietas sobre la mesa de noche y una lámpara
metálica.
El mobiliario es lo más llamativo. La mesa de noche, el respaldo de la
cama, incluso el escritorio de la computadora en la esquina, lucen especiales.
Trazo con mis dedos la madera tallada.
—¿Tú hiciste esto?
—¿Cómo lo notaste? —Está justo detrás de mí, enmarcando mi cuerpo
con el suyo.
Me encojo de hombros. —Es el mismo diseño de la glorieta.
Camina a mi alrededor hacia una cómoda alta. Todo aún tiene olor a
madera dulce. Toma una camiseta y me la entrega.
—Probablemente todos mis pantalones sean muy grandes para ti.
Se mete los pulgares en la cintura de sus pantalones de pijama. Al
principio, pienso que se los quitará, pero luego me doy cuenta de que no tienen
bolsillos y que no sabe qué hacer con las manos.
Está nervioso, y es la cosa más adorable que he visto. No sé porque, pero
que esté nervioso calma mis nervios.
—Ya vuelvo. —Tomo la camiseta y me dirijo al baño. Peino mi cabello un
par de veces. Mi nariz está roja en un punto donde olvidé colocarme protector
solar. Mis ojos están enrojecidos por todo el alcohol que consumí. Busco en el
botiquín. En su mayoría hay píldoras para la ansiedad con el nombre de su
madre: Regina Robertson. Agarro las gotas para los ojos y me coloco dos en
cada uno. Inclino la cabeza hacia atrás y los cierro por un minuto.
Salpico agua en mi cara y uso un poco de la crema facial de su madre. Es
del mismo tipo que usa mi mamá. Aplico una línea de dentífrico en mi dedo
para usarlo como cepillo de dientes. Me doy una última mirada en el espejo. La
camisa de Hayden es del mismo azul que sus ojos. Es como si estuviera usando
una carpa, y se siente maravillosa.
Me apuro a volver a su habitación donde está vestido con una camiseta y
pantalones de pijama. Está hojeando una historieta, pero la deja cuando me ve
entrar.
—Guau —dice, sus ojos recorren mi cuerpo desde los dedos de mis pies,
subiendo por las piernas y quedándose en mi rostro—. Um, puedo quedarme
en el sofá. Solo quería asegurarme de que no necesitaras nada más.
Mi corazón entra en modo pánico. ¿Qué excusa le puedo dar para que se
quede? Oh, ya sé. —No te vayas.
Me relajo cuando su sonrisa regresa.
—¿Estás segura?
—Hayden, siento que en el día de hoy he vivido cien años. Solo quiero
acostarme. Por favor, acuéstate conmigo.
Me sostiene en sus brazos y subimos a la cama. —Compartiré la cama
contigo dos veces en un día. Soy el chico más afortunado del mundo, o estoy
soñando.
Meto las piernas bajo las sábanas y me recuesto contra su pecho. Tal vez
yo soy la afortunada. —Gracias por venir.
—No tienes que agradecerme. ¿Esto sucede a menudo?
Asiento. —No desde hace mucho. River tiene un pasado difícil. Su madre
se fue cuando era pequeña. Su padre no podía mirarla porque es la viva imagen
de su madre. Eso fue lo que él le dijo una vez.
—Mi madre me dijo lo mismo una vez. ¿Por qué los padres dicen eso?
Como si fuera nuestra culpa compartir sus genes.
Mi mamá nunca me lo dijo, aun cuando tengo los mismos ojos que mi
padre. Sin embargo, puedo sentirlo en la forma en que me mira, como si
eventualmente tuviera que apartar la mirada.
—Me pregunto que la hizo recaer —digo—. Ha estado limpia durante un
año. La llevé a rehabilitación cuando su padre murió. No me habló durante
meses, pero luego un día me llamó pidiéndome Oreos. Así es como sé que me
perdona. Me pide que le lleve Oreos y las comemos juntas.
—Eres una gran amiga. Esa es una parte muy importante de alguien.
—Solo espero poder ayudarla esta vez. River es como de la familia. —Me
hundo en la comodidad de su cuerpo. Es como si hubiésemos estado haciendo
esto por años. Me pregunto porque algunas veces es más fácil encontrar esa
sensación de familiaridad con unas personas que con otras. Cuando empecé a
salir con Bradley, me tomó un mes sentirme a gusto en su casa.
Detente, me digo. Mi voz interna suena muy parecida a Leti diciéndome
que deje de comparar a Hayden con Bradley. Pero no puedo evitarlo. Se
parecen. Rubios con ojos azules, aunque juro que no tengo un tipo. Mientras
que Bradley es un privilegiado, Hayden se esfuerza para conseguir las cosas.
Donde Bradley es hiriente, Hayden es comprensivo y dulce. Cuando a Bradley
nunca le importó con quién estaba o si no lo llamaba por veinticuatro horas,
Hayden ya está celoso de un tipo que ni siquiera me importa. Ese es el único
problema. Los celos destruyen. Lo sé de primera mano. Te devoran el corazón.
—Me alegra que llamaras —dice—. Quería regresar tan pronto como me
fui, pero no estaba seguro de cómo explicarme. Me siento como un idiota por la
forma en que te dejé.
—Mi tío Tony dice que la mejor forma de explicarse es empezar desde el
principio. —Levanto la mirada hacia él. Su piel es un imán para mi mano. Trazo
los músculos de su brazo, adorando la forma en que su piel se calienta con mi
toque—. ¿Qué sucedió?
Inclina la cabeza hacia atrás contra la cabecera y suspira. —Tal vez es
muy pronto, pero siento que el fin del verano se acerca demasiado rápido. Así
que, aquí va. Mi última novia y yo rompimos en muy malos términos. ¿Ves esta
cicatriz? —Apunta a la diminuta marca en su frente. Está cubierta por su
cabello—. Me lanzó un martillo a la cabeza.
—¿Qué demonios?
Ríe. —¿Verdad? Estuve trabajando sin parar durante algunas semanas.
Quería ahorrar algo de dinero para llevarla a uno de esos viajes de mochileros
por Europa. Pero fui un idiota. Quería que fuera una sorpresa. Luego empezó a
actuar muy raro por un tiempo. No devolvía mis llamadas o simplemente me
dejaba plantado cada vez que hacíamos planes. Fue Gary el que me dijo que la
vio subiéndose en el Camaro anaranjado de un tipo. Cuando le pregunté, le dio
un ataque de rabia. Dijo que no confiaba en ella. Que no la amaba. Que no
consideraba sus sentimientos.
Presiono la mano en su pecho para sentir la forma en que su corazón se
acelera.
—Le dije que terminábamos. Y agarró la cosa más cercana que encontró.
—Tu martillo.
—Sip. Lo bueno es que tiene una puntería terrible, o estaría terriblemente
desfigurado en este momento.
—Hayden. —Sé que está intentado bromear, pero he estado es su lugar.
Sé que está escondiendo dolor detrás de esa sonrisa—. No tienes que hacer eso.
—Fue durante la primavera.
—¿Fueron al viaje de mochilero?
Sacude la cabeza. —Nunca le dije sobre el viaje. No hubiera cambiado
nada. Continúa viendo a ese tipo. Algunas veces los veo recorriendo la ciudad
en ese estúpido auto. ¿Quién pinta un auto de color naranja?
—Alguien a quién verdaderamente le gustan las naranjas —digo.
Esta vez se ríe en serio. —Así que cuando vi que ese tipo aún estaba en tu
casa, fue como revivir todo eso. Mi frente aún palpita, soy como el maldito
Harry Potter y toda esa mierda.
Me siento para mirarlo mejor. Su cabello es suave y huele a champú.
Todavía tiene una pequeña hendidura en la frente. Beso la pequeña cicatriz. Su
frente. Su nariz. Sus labios.
—Lamento haber sido un idiota. Soy más protector de mis sentimientos
de lo que pensé.
—Sabes —digo—, eres el primer chico al que he querido besar desde mi
última relación.
Su sonrisa crece un poco más. —Espera, ¿eso significa que no soy el
primero?
Cubro su rostro con mi mano y lo empujo hacia atrás. —No seas idiota.
—Lamento romper tu burbuja, pero tener un pene viene con idiotez
instantánea. Está ahí esperando para salir. Es por eso que nos masturbamos
tanto, pero es un suministro infinito.
—Asqueroso.
—Esto está sucediendo muy rápido —dice—. Pero cada vez que te miro,
me es más difícil mantenerme alejado.
No sé qué decirle. Hoy ha sido un día lleno de altibajos, y todo lo que
quiero es hacerme una bola y dormir. —¿Puedes solo abrazarme?
—Durante el tiempo que me lo pidas.
Traducido por Gesi
Corregido por Kish&Lim

Nos infiltramos en la casa al amanecer, antes de que alguien se levante.


Hayden se queda para terminar el mirador. Me acerca para un suave y dulce
beso que amenaza con curvar los dedos de mis pies. Dormí acurrucada contra
su pecho toda la noche, y probablemente babeé un poco sobre él. Si la alarma no
me hubiera despertado, seguramente hubiera permanecido en la dicha del
sueño.
—¿Puedo llevarte a almorzar más tarde?
—No puedo —digo—. Tengo que hacer mucha limpieza.
—¿Mañana?
—Estamos yendo a los viñedos con la familia.
—¿A cuál?
—Goose Walk y luego a la destilería Long Ireland. —Antes de que tenga
una oportunidad de verse decepcionado, pregunto—: ¿Quieres venir?
Hace una mueca, mitad avergonzado y mitad tentado.
—No creo que le guste a tu familia. Estoy seguro de que preferirían verte
con alguien como Xandro. No estoy siendo celoso. Solo indicando un hecho.
Pongo los ojos en blanco.
—No me importa. Quiero que vengas. Probablemente ayudará a la parte
femenina si estás sin camisa. En realidad, probablemente también a mitad de la
masculina.
Aprieta mi cintura y me da escalofríos.
—Las camisas son muy incomodas, las sacaré.
—No tengo dudas. —Recibo el beso que presiona en mi mano y quiero
acercarlo de nuevo, llevarlo a mi habitación.
En cambio, lo dejo trabajando y voy hacia el dormitorio de River, donde
ella y Leti están tumbadas en la cama.
—No estoy lista para un sermón —dice River.
—No iba a darte uno. Pero traje galletas.
Se sienta instantáneamente. Lanzo el paquete de Oreos. Es el último,
pero lo necesita más que yo.
—¿Leche?
Suspiro y voy hacia la cocina para agarrar leche y tres vasos. Me hacen
lugar. River sumerge su galleta, espera unos segundos, y luego la come. A Leti
le gusta que estén secas, luego las baja con leche. A mí me gusta comer primero
la crema, y después las galletas.
—River —digo. No me importa si la estoy presionando un poco. Necesita
un buen empujón—. River, por favor.
Termina su leche. Se sienta con las piernas presionadas contra su pecho.
—No sé qué sucedió. Es algo en mi interior que a veces solo se rompe.
Conocí a un chico en la playa la otra noche y quería divertirse. Así que lo hice.
Me llevó a la habitación detrás de Smitty’s.
—¿Estuvieron allí toda la noche cuando te encontramos?
Asiente.
—Quería irme, pero entonces me tocó una muy buena mano. Y solo
seguí mejorando y mejorando hasta que perdí todo. Estaba arriba de los diez
mil. Diez mil, Sky. ¿Sabes lo que podría hacer con eso?
Asiento. Conseguiría un auto nuevo. Dejaría de ser camarera. Haría algo
con su vida. Es la misma vieja canción de River.
—River —dice Leti—. ¿Puedes detenerte por un segundo y pensar en lo
que habría sucedido si no hubiéramos estado allí?
Sacude la cabeza. River siempre se acerca al borde de las situaciones. Tan
cerca, que creo que quiere sentir lo que podría ser llegar hasta el final. He
estado en el auto cuando pisa el acelerador hasta llegar a la máxima velocidad,
solo para ver cómo se siente. Cuando estábamos en Ireland, se paró al borde de
un acantilado con los brazos extendidos y la cara inclinada hacia el vacío. Tuve
miedo de que saltara. Pero así es ella. Le gusta vivir al límite. Mi preocupación
es que incluso si no quiere, un día se acercará tanto que no habrá regreso.
Cava en sus bolsillos, pero no puede encontrar lo que está buscando.
—No está allí —le digo—. Se ha ido.
—¡Sky! Le debo dinero a Will.
—Entregué las fichas. Te daré el resto.
—No puedo seguir tomando tu dinero.
—Sí, bueno —digo, enojándome—. Tienes qué. No siempre tendrás que
hacerlo, pero ahora mismo sí. Preferiría perder un dólar que perderte a ti, ¿está
bien?
Se inclina hacia atrás. Con las últimas manchas de su maquillaje, sus
labios hinchados y su cabello sin lavar, se ve como una niña que intenta
parecerse a una adulta. Lo siento por ella. Tenemos veintitrés, pero incluso si la
secundaria y la universidad se han acabado, aún no acabamos de convertirnos
en lo que se supone que seamos. Sé que yo no lo he hecho.
—Conseguiré ayuda —dice—. Solo… después de la boda. Quiero
disfrutar del verano con ustedes. Me portaré bien.
Esa es la cosa con River, no puedo enfadarme con ella. No puedo decirle
que no. Todo lo que quiero es envolver mis brazos a su alrededor y hacer que el
mundo sea mejor, pero eso no es favorable.
—Está bien, perra —dice afablemente Leti—. Pero no puedes venir
mañana a la cata.
Rueda los ojos.
—El alcohol no es el problema. Es todo lo demás. Una vez que la fichas
empiezan a bajar, no sé cómo salir.
—River…
—No pueden dejarme sola en esta casa. Todos me dan miradas sucias.
¿Por qué no podemos ser solo nosotras?
Le froto la pierna.
—Está bien.
—Bien —dice, sintiéndose como si hubiera ganado.
—Escucha —dice Leti—. Si no te vas a cuidar por ti, hazlo por nosotras.
Sabes que te amamos sin importar qué, es por eso por lo que estamos aquí. Para
ti.
Asiente, pero no nos mira. Cierra los ojos. Aprieta ambas manos y,
eventualmente, nos dormimos. Aun así, sé cómo se ve una promesa falsa, y
River no tiene intención de mantener la suya.
Traducido por amaria.viana & Maria Graterol
Corregido por Anna Karol

Me voy antes de que alguien en la casa pueda notarlo.


Bajo las ventanas del auto de River para tratar de sacar el hedor del
cigarrillo, entonces paro en una gasolinera para comprar un ambientador.
Alguien da un bocinazo detrás de mí, pero lo ignoro y sigo conduciendo hacia
la ciudad donde toco la puerta de La Vie est Belle hasta que me digan que sí van
a cocinar para mí.
Mi teléfono suena y lo mando al correo de voz. Parqueo y consigo un
café. El restaurante no va a abrir hasta otra hora así que tengo tiempo de sobra.
Mi teléfono empieza a vibrar, lo que me dice que ni familia sabe que no
estoy en casa.
Pepe: Nena… por favor vuelve a casa.
María: Estás siendo egoísta.
Mamá: No me hables.
Yunior: ¿Podrías traerme un latte grande helado y una rosquilla?
Tony: Sky, lo que sea que haya pasado. Podemos hablar de ello. Nunca
debimos poner esta carga sobre ti.
Ese es el mensaje que rompe mi corazón. No es una carga. Es algo que
quería, empiezo a escribir respuestas, pero mi teléfono suena con un nombre
que no esperaba.
—¿Lucky? —respondo.
—Santa mierda, eres difícil de atrapar —dice—, te mandé un texto hace
un par de días, para hacerte saber que me encontraba en la ciudad. ¿Me estás
bloqueando por mi mamá y Bradley? Pensé que empezábamos a ser mejores
amigas.
—Nunca me llegó, ¡lo juro! —Tomo un sorbo de mi café. Es mejor que
decirle que había olvidado completamente su mensaje—. ¿Espera, eras tú la que
me pitabas esta mañana?
Responde con una risa. —¿Estás ocupada? Como que tengo que hablar
contigo.
Solo hay una cosa (o persona) que Lucky y yo tenemos en común. Paso la
sequedad en mi lengua —¿Qué está pasando?
—Es sobre Bradley.

Mi mamá solía decirme que no importaba de qué tuviera miedo en la


vida, tenía que confrontarlo. En ese entonces hablaba sobre Heaven Moreno,
una niña con una nariz como de cerdo, que le creía a sus padres cuando le
decían que era la niña más linda en el mundo entero. Heaven era la chica
pesada antes de que las chicas pesadas usaran rosa los miércoles2, y por alguna
razón me odiaba. Jalaba mi cabello cuando los profesores no veían. Empapaba
su leche achocolatada en mi camisa blanca. Empezó un rumor de que no usaba
sujetador de entrenamiento (para nada un rumor, más una verdad).
Traté en lo posible de evitarla, pero me encontraba cada vez. Cuando le
pedí a mi mamá que me cambiara de clase, se negó. —Tienes que enfrentarla —
dijo. Y un día puso pegamento en mi silla (nuestros uniformes eran pantalones
azul marino). Exploté.
—¿Cuál es tu problema? —exigí. No fue tanto una pregunta, más como
que le susurré al suelo.
Sorbió a través de sus dientes, llena con la confianza porque tenía el
apoyo de las chicas de la clase. —Tú eres mi problema.
No sabía que decir a eso, y todos se rieron.
—Crees que eres una mierda importante. —Para una niña de diez años,
decir groserías te hacía ruda, era una princesa, pero quería ser ruda. Estaba
callada y quería que me dejara sola—. Bien, no lo eres.
—Tampoco tú.
Eso fue todo. Estoy segura que esa fue la primera vez, que alguien le
había dicho algo así. Lágrimas se acumularon en sus ojos y tan pronto el
profesor entró, las dejó brotar con libertad.
De repente, no era la chica mala, solo una chica mala. Hice a la princesa
llorar. Mi mamá de todas formas tuvo que ir a la escuela porque fui acusada de
molestar a otra niña. Mientras tanto, todavía usaba pantalones con el trasero
cubierto en pegamento y ahí fue cuando me di cuenta de que el mundo no era
justo. Algunas veces confrontar los problemas no era la mejor solución, pero
por lo menos Heaven me dejó de molestar durante el resto del año.

2 Referencia a la película Mean Girls, conocida también como chicas pesadas en Latinoamérica.
Ahora que tengo el auto de River estancado en frente de una casa que
pertenece a la mujer que terminó con mi relación. Me recuerdo que entre más
envejeces, tienes diferentes tipos de miedos y problemas que enfrentar. Este
miedo es que nunca sea capaz de superar a Bradley. Que no sea lo suficiente
buena para seguir adelante. Que mi pequeño acero está disminuyendo con cada
segundo en que el pasado está en neutral, y terminaré siendo el tipo de persona
que odio.
Mis nudillos son blancos alrededor del volante. Respiro hondo y suelto el
aire lentamente. Es solo una casa, me digo.
—No seas una idiota —me había dicho River.
Tal vez la advertencia que buscaba no era “enfrenta tus miedos”, en vez
de esa “no seas una idiota”.
Tal vez la vida podría ser mucho más simple, si todos colectivamente
dejáramos de ser idiotas. ¿No sería eso grandioso?
Apago el motor y busco en mi cartera. Encuentro la concha marina azul
que Hayden encontró para mí en la playa. Trazo la superficie pulida por el mar,
como un talismán de buena suerte. De algún modo lo es, solo mirarla me hace
sonreír. La dejo en el tablero y camino a la entrada.
No es la casa más grande en los Hamptons, pero es hermosa. Palmeras
de miniatura se alinean en el camino delantero, con un tipo de diseños
modernos que la hacen lucir más acorde a Marte cerca del año 3199. No sé por
qué, pero me da un poquito de placer saber que la propietaria de la casa y yo
somos polos opuestos.
—Me preguntaba cuánto ibas a durar en el auto —dice Lucky. Está de
pie, un poco más pequeña que yo. Su largo cabello negro está anudado en un
moño desordenado. Sus fríos ojos grises escondidos detrás de un par de lentes
de sol. Sus hombros son rojos donde su piel se revela contra el sol del verano.
—¿Es tan obvio? —pregunto.
Me jala en un abrazo, su bikini negro se siente caliente, como si acabara
de levantarse de su silla. Si me hubieran dicho hace un par de meses que estaría
abrazando a Lucky Pierce y de hecho me alegraría verla, los hubiese llamado
locos.
—Te ves bien —le digo.
—Sí, todo el estrés del restaurante me deja cero momentos para comer.
—Me guía a la parte trasera, pasa una puerta que nos lleva a la gigante piscina
en forma de riñón. Hay un jacuzzi gigante y, por supuesto, más de una parrilla,
una de propano y un horno de ladrillo con una losa. Los setos bloquean la vista
de los vecinos de ambos lados. Me pregunto si Bradley alguna vez se quedó
aquí.
Me torturo a mí misma con ese tren de pensamiento, entonces me fuerzo
a dejarlo ir cuando James Hughes, un chef extraordinario, termina su vuelta de
nado. El hombre que sale a flote del agua ocupa mi cerebro por completo.
Desde los fuertes músculos que brillan con el agua, a los abdominales que se
ondulan mientras se impulsa para salir de la piscina. Se peina su cabello negro
hacia atrás e incluso desde esta distancia puedo ver cuán verdes son sus ojos.
Le echo una mirada a Lucky, que lo mira fijamente. Reconozco la mirada
de amor en sus ojos. Lucky mira a James con completa y total adoración.
Cuando me ve mirarla con una sonrisa en mi cara, trata de cubrirlo frunciendo
el entrecejo. ¿Por qué la gente es tan deseosa de ocultar lo feliz que los hace el
amor?
—Cállate.
Sostengo mis manos en alto, inocentemente. —No he dicho nada.
Pero no impide que esa mirada vuelva a su rostro. James se acerca, su
cuerpo mojado. Toma el rostro de Lucky y la atrae para un beso húmedo. Ella
no se queja cuando sus manos se envuelven alrededor de su pequeño cuerpo y
agarran su formidable trasero. Cuando se separan, se toman un minuto para
sonreír el uno al otro. Algo dentro de mí duele.
—Ustedes son asquerosos —les digo.
James camina a la nevera y Lucky me muestra el dedo. Tomo su mano.
—¿Está convirtiéndote al lado tatuado de la vida? —Froto mi dedo, sobre
la piel en su mano, sobre un brillante trébol de cuatro hojas que está tatuado
justo debajo de su pulgar.
Saca su mano y toma la cerveza que James le ofrece, tomo una también.
—Trataba de convencerla de que se tatuara “Sí, chef” en su frente, pero
no me fue muy bien.
Lucky hace una mueca. —No creo que la frente haya sido el lugar
original que propusiste.
Doy la vuelta a la cerveza, una Boston Lager, por supuesto, y los sigo
hasta un lujoso salón junto a la piscina. Una palmera grande crea la cantidad
perfecta de sombra. El agua ondula en un tono de azul perfecto, y por un
momento pienso en la galleta de mar en mi tablero y en el chico cuyo número
está escrito en él.
—¿Qué hay de nuevo, Sky? —pregunta Lucky amablemente. Puedo
sentir que quiere llegar al centro del porqué me pidió venir, pero parece
nerviosa al respecto—. Te fuiste y me dejaste cuando finalmente tuve un amigo
en Boston.
—Oye —protesta James, resentido ante eso.
—Eres mi novio —responde—, es diferente, no puedo hablarte acerca de
las estupideces que dices.
—¿Por qué no? —Picha su pierna—. ¿Cómo se supone que sepa qué
cosas no debería decir de nuevo?
—El hombre tiene razón —le digo, permitiéndome relajarme en el
cómodo gran espaldar del sillón de mimbre. Hay una variedad de quesos,
tostadas y aderezos caseros.
—¿Cómo van los preparativos de la boda? —pregunta Lucky.
Hago un trabajo de mierda al ocultar mi estrés. —Es una mierda.
—¿Por qué? —Lucky se inclina y James parece que no sabe si quedarse o
correr.
—Es una cadenita de pequeñas cosas que comenzaron a salir mal. El
techo se derrumbó en una de las habitaciones de invitados.
—¿Qué diablos? —expresa James.
—Todos estaban bien —les digo. Siento que mis mejillas se calientan. Mi
cabeza está pensando HaydenHaydenHayden, pero me detengo de profundizar
en la historia.
En su mayoría.
—Uno de los techadores se cayó.
—Oh, por Dios —dice Lucky—. ¿Está bien?
—En su mayoría. Curé uno de sus cortes. Es, eh, interesante. —Tomo de
mi cerveza y me meto un hummus picante en la boca para darme un respiro—.
De todos modos, el DJ nos canceló, y al proveedor se le olvidó decirnos que
están dejando el negocio.
Lucky coloca una mano sobre su boca. —Cállate. Eso está…
—¿A menos de dos semanas? —Presiono mi mano sobre mi estómago y
coloco el pedazo de tostada que estoy a punto de comer. Realmente dejé caer la
bomba—. La peor parte es que traté de mantenerlo en secreto porque no quería
que nadie se preocupara. Solo que no he podido encontrar a nadie. Oh... Oh, creo
que voy a vomitar. Es mi culpa, no tu comida, James. Lo siento mucho.
James y Lucky intercambian una mirada preocupada.
—¿Qué?
—Si no se lo dices —dice James—, lo voy a hacer yo.
—¿Decirme qué? —comento.
Lucky me mira con sus grandes ojos grises. —Bradley está en la ciudad.
Las náuseas en mi estómago llegan a un pico. Corro hacia la casa y oigo a
Lucky gritar: —¡A la izquierda! —Empujo contra la primera puerta que veo y
agradezco a los dioses que haya un lavabo. Vomito mi café de la mañana, mi
estómago pesa dolorosamente. Casi había olvidado cuánto bebí anoche.
Me siento en la fría porcelana del baño y repito lo que Lucky dijo. No
debería ser una sorpresa. Sabía que era su Mercedes plateado el que vi el otro
día. Puedo escuchar a Lucky y a James discutir en la cocina. Bien, técnicamente
incluso en sus conversaciones normales suenan como si estuvieran discutiendo,
así que es bueno saber que ellos van en serio.
Cuando decido que estoy lista para componerme, me enjuago la boca,
limpio mi desorden y regreso.
—Siento eso —digo, uniéndome a Lucky afuera.
Nos sentamos en silencio, disfrutando del sol brillante y la cálida brisa.
—Pensé que debías saberlo —me dice—. Bradley es un desastre total. En
realidad no lo he visto, y no se ha acercado a mi familia desde que James lo
noqueó, pero deja mensajes enloquecidos pidiéndome que le ayude a
recuperarte. Me dijo que vendría.
—¿Por qué me estás diciendo esto?
—Porque necesitas saberlo. También necesitas saber que no hay manera
en el infierno en que pueda ayudarlo. Es una traición única y definitiva.
—Bien. —Pienso en mi madre y cada vez que traía a papá de regreso—.
Gracias, Lucky.
Se encoge de hombros como si no fuera gran cosa. —Me siento mal por la
forma en que todo terminó, pero al menos tú y yo llegamos a ser amigas.
James regresa con una botella de agua mineral y algo de hielo. Asiente
hacia Lucky una vez. Es increíble la forma en que se comunican. No es muy
hablador, pero con una sola mirada, Lucky parece saber exactamente lo que
quiere decir. Creo que los agregaré a mi lista de parejas favoritas después de
Pepe y Tony.
—Mientras estabas vomitando… —dice Lucky.
—Gracias —murmuro.
—Hablábamos de cómo en lugar de regresar a Boston podríamos
quedarnos aquí, en los Hamptons, por un tiempo.
James se inclina. Es difícil no mirar sus bíceps, pero es aún más difícil
mantener el verde feroz de su mirada. —Solo íbamos a quedarnos el fin de
semana después de la filmación de Foodie TV.
—¡Pero ahora —dice Lucky, impaciente con la forma calmada en que
James habla— queremos atender la boda!
—¿Qué? —Casi tiro el agua sobre mí—. ¿De verdad?
—No sería un menú tan complejo —añade James. Se pasa una mano por
su pelo y puedo verlo tratando de hacer algún tipo de matemática—. Pero
garantizo que se hará y se hará bien.
—No sé qué decir.
—James y yo hemos pasado por ello —me explica Lucky—. Todo se
derrumbaba a nuestro alrededor. Es nuestro deber kármico ayudar.
—¿Cuántos invitados? —pregunta James.
—Doscientos.
—Dame un segundo —dice—. Estoy tratando de pensar.
Lucky se dirige a mí. —Esto llevará un tiempo.
Él la aprieta de nuevo y chilla. Nunca he visto a Lucky así de relajada y
juguetona con alguien. Es como si la nube oscura sobre su cabeza hubiera
desaparecido.
Mi estómago se convierte en nudos mientras esperamos que James
piense. Lucky estira los pies y los coloca sobre sus muslos. Él masajea un pie
con una mano y se desplaza a través de su teléfono con la otra.
—No voy a mentir, Sky —dice—, tendré que traer algunos amigos.
¿Puedo ver el menú que planeaste originalmente?
Saco mi teléfono y dejo que lo lea. Su cara va desde fruncir el ceño, un
agradable asentimiento con la cabeza, a un sorprendente: —Eso suena bien, en
realidad. —Cuando termina, se lo pasa a Lucky.
—Está bien, aquí está el problema —dice—. Lo haría al cien por cien,
pero añadiré o quitaré algunas cosas. Sería más reducido. Hay demasiados
platos de pasta.
—Esta boda es mitad italiana —digo.
—Ese es el mayor problema, desde que no tendré mi cocina. Tengo un
amigo que tiene un restaurante, pero está en la ciudad. No están equipados
para un transporte tan grande.
—Voy a alquilar una camioneta —le digo. Tony y Pepe han hecho mucho
por mí a lo largo de los años. Pagaron por mis brackets. Pagaron por la escuela
de enfermería. Me enviaron de mochilera en verano con River y Leti por toda
Europa. Lo menos que puedo hacer es devolver algo de eso con esta boda.
Lucky aprieta su mano, y él la mira, realmente la mira. James no me
conoce. Está haciendo esto por Lucky, porque no quiere verla molesta. Si
alguien me hubiera dicho que Lucky Pierce me estaría salvando justo ahora, no
le habría creído. Pero está llena de sorpresas y desearía haberle dado más
oportunidades desde el principio.
—Será mejor que vaya a hacer algunas llamadas telefónicas —dice James.
—James… —Estoy por comenzar a besar el suelo bajo sus pies. Es como
si mil kilos se levantaran de mis hombros.
—No te atrevas a dar las malditas gracias —dice—. Estoy feliz de hacer
esto.
Entra a la casa para hacer sus llamadas.
—No tienes idea de lo aliviada que me siento en este momento —le
digo—. Pepe y Tony van amarlo. Les encanta ver su nuevo programa en la
televisión.
Nos trae más agua. —Hola, abrí un restaurante con una pequeña crisis
emocional. Creo que sé por lo que estás pasando.
Mientras dejo que el alivio me recorra, mi cerebro empieza a recordar
otras cosas que hacer. El DJ. Terminar los centros de mesa. Decirle a mi familia
que todo va a estar bien.
—Entonces —dice Lucky—, ¿quién es el chico?
Me siento. Todos los pensamientos sobre la planificación de la boda son
reemplazados por uno solo. El chico. —¿Qué chico?
—No te hagas la tonta. Conozco esa mirada. El chico que denominaste
interesante. Suéltalo.
Lucky se sienta en la silla frente a mí. Está en modo interrogación. Me
pregunto si me lanzará a la piscina si trato de huir.
Así que le cuento. Le digo que su nombre es Hayden Robertson Tercero,
que algunas personas lo llaman Tripp. Tiene la misma reacción desagradable
que tuve yo y está de acuerdo en nunca llamarlo así. Le digo que su perfecto
cuerpo cayó a mis pies y me vio en nada más que una tanga y sostén. Le digo
que cada vez que lo miro me encuentro con sus increíbles ojos azules
observándome. No solo observándome… admirándome. Le digo sobre la
concha de mar y nuestra cita en el techo. Sobre el bungaló y sobre salvar a
River.
—Eso es tan asqueroso que es lindo. No parece real.
—No creo que sea real. Creo que mi mente está tan desesperada en
pensar que existen los chicos buenos en este mundo, que lo idealizo. Y la ilusión
es tan fuerte que todo el mundo lo puede ver también.
Toma un trago de su cerveza y se limpia los labios con el dorso de la
mano. —Estás predicando al cielo, Sky. Quiero decir, conoces mi vida amorosa
tan bien como yo.
Bradey siempre me ha mantenido actualizada sobre Lucky. No tengo que
decírselo. Estoy segura que lo sabe.
—James no es perfecto —dice—. Es obstinado como el infierno, pero yo
también. Dios sabe que tiene sus demonios. La diferencia es que por primera
vez en mi vida, estoy con alguien en quien confío completamente, no solo con
mi cuerpo sino con mi corazón.
—Pensaba que tenía eso —digo. Odio la manera en que mi voz suena,
pero se siente bien decirlo en voz alta. Cuando estoy en casa tengo que esconder
el dolor. Tengo que ponerme una máscara que le muestra al mundo que estoy
bien. Pero nadie entiende realmente. Quieren que este bien, que lo “supere”
porque eso los hace sentir que pueden dejar de caminar sobre cascaras de
huevo a mi alrededor. Creo que es difícil dejar que las personas vean salir tu
lado vulnerable por miedo a ser juzgada
Lucky no me juzgara, eso lo sé.
—Lo tendrás de nuevo —dice—. Tal vez tome un tiempo pero no hay
nada que te detenga de encontrarlo.
—¿Sabes cuál es la peor parte? —pregunto—. En serio me gusta Hayden.
Quiero decir, me siento atraída. Hasta una persona ciega se sentiría atraída por
él. Y no es solo eso. Es hermoso. Tiene el cabello tan suave y siempre dorado. Y
su cuerpo me hace querer tomar una ducha fría. Pero es lo que está debajo de
eso. Tengo este presentimiento que me dice que es bueno, ¿me entiendes?
—¿Qué hay de malo con eso? —pregunta—. Suena como un pastel para
mí.
Sí, un delicioso pastel con cobertura de miel.
—No quiero que me guste tanto como lo hace. Es muy rápido y muy
pronto. No estoy lista, pero saber que está tan cerca, me hace olvidar que no
estoy lista, y que me mire de esa manera, la manera en que James te mira…
Lucky se lleva un trozo de queso a la boca y lo baja con la cerveza. Todo
el tiempo evaluándome con sus ojos grises.
—Estás jodida —dice.
—Gracias.
—Lo digo en serio, Sky. Te vas a perder en tus pensamientos. Eso no es
bueno. Sé que te asusta salir lastimada. Pero yo nunca te diría que estés con un
chico solo como un rebote. Eso está mal, y nadie debería involucrarse con otra
persona cuando aún tiene sentimientos por su ex.
—Ya no tengo sentimientos por Bradley.
Levanta una de sus cejas, como si no creyera lo que digo. ¿Acaso yo lo
creo?
—Genial —dice—. Pero no eres la única que está confundida. No debes
avergonzarte de tus sentimientos. Eres una persona real con sentimientos reales.
—Gracias, Lucky.
—Oh, no he terminado —continúa—. No te niegues a sentir lo que
sientes solo porque te asuste que te lastimen de nuevo.
—Sabes —le digo—. La única cosa buena que salió de que mi ex novio
me engañara con tu madre es que ahora tú y yo podemos ser amigas de verdad.
Sonríe a medias. —Tengo que confesar que secretamente te odiaba por
ser tan hermosa. Es desagradable.
—Cállate.
—Ahora, vayamos al grano. Ya que James se encargará del banquete de
la boda, significa que estoy invitada. ¿Qué debo usar?
—Esperen. —James regresa con su teléfono en la mano—. Antes de que
empiecen con todo el estrógeno. Podemos hacer una degustación del menú para
tu familia en dos días.
—Es perfecto.
James vuelve al teléfono y empieza a dictar una lista a la otra persona en
la línea.
—Todo va tan rápido —digo.
Lucky se inclina en el respaldo de su silla. —Síp. Deberías disfrutarlo
mientras puedas.
Traducido por Jadasa
Corregido por Gesi

—¿Dónde has estado? —Mi madre se ve como que podría desmayarse.


Jamás dejaba el apartamento a menos que fuera por la escuela o la biblioteca.
Ahora que tengo veintitantos años, soy licenciada y ya no vivo en casa, se
asusta.
—Afuera —digo. Estoy comenzando a sentir el temor que conlleva
intentar guardar secretos.
—Sky. —Pepe y Tony se apresuran a la sala desde la cocina.
Leti y River salen de sus habitaciones. María, Yunior y todos mis primos
se alejan del televisor.
—Bien, tengo algunas cosas que decir.
—Tú realmente… —comienza a decir María.
—Y tú, ante todo, tienes que callarte. —Levanto mi dedo para
silenciarla—. Sé que debería haberles contado sobre la empresa de catering, solo
que no quería molestarlos. Quería que estas próximas semanas fueran perfectas,
pero parece que cada vez que me giro algo va mal.
—Oh, nena —dice Pepe, acercándose a mí—. Sabes que puedes compartir
la carga de trabajo. No tienes que hacerlo todo sola.
Miro a mi mamá. Aprendí de la mejor. No lo digo en una mala manera,
pero al crecer, ella hizo todo sola. Cuidó de mí, de Pepe, e incluso de la tía
Salomé cuando murió el padre de Leti.
—Ma, me disculpo por haberte gritado. Pero tienes que dejarme tomar
mis propias decisiones.
Ella no se queda a oír el resto. Sale de la sala de estar y sube las escaleras
hacia su habitación.
—Me merezco eso —digo.
—Tendremos que hallar una solución —dice Tony, sosteniendo a Pepe
por la cintura.
River levanta las manos. —¿Qué les parece perritos calientes?
Tony solo dice: —Uh...
—Chicos. —Levanto las manos—. Ya está solucionado. Tengo a alguien.
—¿Quién? —pregunta Pepe.
Es difícil escucharlos sobre María chillando algo acerca de lo afortunada
que soy, Daisy llorando sobre cómo le pica el vestido, la abuela Gloria diciendo
que es mejor que al menos sepan hacer arroz y frijoles, y River pareciendo
indignada como si le hubiera robado el protagonismo.
—Es una sorpresa —digo. Antes de que puedan amotinarse y protestar,
continúo—: Lo descubrirán en dos días. Valdrá la pena. Sé que he estado un
poco loca los últimos meses, pero ya verán. Les daré la boda perfecta.
—Tenemos fe en ti —dice Tony—. No podemos esperar.
—¿Qué hay del DJ? —pregunta María.
Me muerdo la lengua.
—Ya me encargué de eso —responde Leti—. No preocupes a tu cabecita
de perra.

Salgo al aire fresco de la noche, dejando a mi familia con algo sobre lo


que chismosear. La tarde es cálida, y ahora que puedo tachar una cosa de mi
lista, mi mente vagabundea hasta anoche. Me imagino en los brazos de Hayden,
y mi piel se cubre inmediatamente de un delicioso calor. Saco mi teléfono de mi
bolsillo trasero para llamarlo.
La llamada es interrumpida antes de que pueda presionar el simbolito de
teléfono color verde. El dispositivo casi cae de mis manos. Da vueltas como un
pez intentando liberarse de mi control. Pero no es un pez. Es un teléfono. Y la
persona que me está llamando es Bradley.
Mi corazón retumba en mi pecho. Pienso en lo que dijo Lucky, en que
todavía podría sentir algo por Bradley. Sigo pensando en él, eso está claro. Sé
que cuando alguien es parte de tu vida, deja una marca, ya sea buena o mala. Sé
que no puedo seguir eternamente comparando a los hombres con Bradley. A
veces, el dolor tiene que debilitarse, incluso si no desaparece.
—¿Hola? —respondo.
—¡Sky!
Es extraño escuchar su voz. Ni siquiera me he permitido escuchar los
mensajes de voz que me deja. Es como un recuerdo que se está desvaneciendo,
y me esfuerzo por recordar los detalles de su rostro.
—Bradley.
Hay silencio. No pensó que atendería la llamada. Yo tampoco pensé que
lo haría. Ahora no estamos seguros de qué decir, porque ambos estamos
sorprendidos. Al menos, todavía sé cómo funciona su mente.
—Escuché que estás en la ciudad.
—Supongo que Luck todavía está enojada conmigo.
Mi ojo tiembla un poco. Puedo imaginarlo echándose hacia atrás y
sonriendo mientras habla.
—Supongo que sí.
—Nena…
—No. —Suspiro. Algo en mi interior duele otra vez. Sé que los hombres
engañan. Sé que las mujeres lo hacen. Sé que no es una ciencia, y que esperas
que no te suceda. Sé que cuando ocurre, te da más vergüenza que no lo hayas
notado o que no quisiste verlo. Estoy avergonzada de sentirme avergonzada.
No debería sentirme así porque no hice nada malo.
—Te he extrañado mucho. Me estoy volviendo loco sin ti.
—Estoy segura de que has sobrevivido lo suficiente. —Me río. Las
primeras semanas lo extrañé tanto que pensé en hacer un cambio de sentido en
el puente de Queensborough y regresar a Boston. Pero no lo hice—. Necesito
que… —comienzo a decir.
—También te necesito, nena.
—No, Brad. Necesito que me escuches.
Se ríe.
—Necesito que dejes de llamarme. Necesito que regreses a casa.
—Sky, Sky, Sky. ¿Por qué no puedes simplemente perdonarme? ¿Por qué
no podemos volver a como eran las cosas?
—¡Porque te vi! Porque vi la manera en la que estabas con ella. Durante
semanas no pude entender qué te ocurría. Pensé que no te hacía feliz. ¿Sabes
cómo es eso? Y por supuesto que eras feliz. Simplemente que no conmigo.
Puedo oír la frustración en su voz. —Cometí un error. Tú y yo nos
pertenecemos, Sky. Lo sé. Hemos invertido demasiado tiempo en nuestra
relación como para tirarla a la basura.
—Estás hablando de nosotros como si fuéramos acciones.
—Eres diferente, Sky.
A lo mejor lo soy. Me quedé con él por esa razón... la inversión. No me
quedé por amor. Y no lo haré ahora.
—Soy diferente —digo. Estoy dejando una carrera atrás. No me asusta el
no saber mi próximo paso. Es broma, estoy aterrorizada. Pero al menos estoy
segura de que quiero lo que sea que me traigan los próximos pasos—. ¿Pero
sabes qué? Soy la única de los dos que necesita estar bien con eso.
—No hemos terminado —dice—. Te amo. Aún te amo.
—¿No lo entiendes? Ya habíamos terminado mucho tiempo antes de
irme. Tú lo hiciste.
—Pero…
He tenido suficiente. Algo en mi pecho empieza a hincharse, y sé que
tengo que dejarlo ir. —Adiós, Bradley.
Cuelgo y sostengo el teléfono contra mi pecho. Tengo un susto tremendo
cuando siento que alguien está detrás de mí. River exhala su cigarrillo. No dice
nada, solo asiente, como si estuviera orgullosa de mí.
También lo estoy. Corro a mi habitación y me pongo cómoda. Encuentro
el número que buscaba antes de ser interrumpida. Siento mariposas observando
al teléfono llamar, y decido que me encanta la sensación.
Atiende en el segundo tono. —Justo estaba pensando en ti…
Traducido por Monse. C
Corregido por Anna Karol

Cuando todos están ya acomodados en la camioneta de Pepe y Tony,


Hayden aparece en la entrada del camino. Había lavado su camioneta, así que
uno podía ver la mitad inferior de esta. Leti y River silban cuando lo ven salir
del carro y caminar hacia nosotros.
Lleva una pulcra camisa blanca y pantalones de mezclilla azul oscuro. El
aroma de su loción de rasurar hace cosquillear mi nariz cuando él me besa la
mejilla. Se acomoda el cabello una, otra y otra vez.
—Carajo, chico —dice Leti—. Te vez muy bien arreglado.
—Tú también —le responde.
Ella toma el dobladillo de su vestido con estampado de flores y hace una
reverencia.
River se siente ignorada. —¿Y qué hay de mí?
—Tú, River Thomas, estás deslumbrante.
Ella le lanza una sonrisa sardónica, como si no le creyera. River es River,
y nunca deja de usar una camisa negra de alguna banda con pantalones cortos
rotos. Sus aviadores esconden las oscuras ojeras bajo sus ojos, y las gruesas
pulseras de cuero, el moretón dónde el imbécil de Will la agarró.
—Sky. —Hayden se voltea hacia mí—. Te ves…
Los carros, hasta el tope con mi familia, nos pitan. —¡Dense prisa!
—El vino no irá a ningún sitio —grita Leti.
Nos metemos a la camioneta de Hayden. Se echa de reversa, y porque es
más local que cualquiera de nosotros, guía el camino. Miro su rostro todo el
tiempo. Es decepcionante verlo usar una camisa, pero la tela le sienta bien a sus
músculos. Es como un dulce esperando a ser desenvuelto y lamido hasta el
centro.
—¡Dios, estás enferma de amor! —comenta River cuando me ve
observándolo.
—¡Cállate! —Es lo mejor que se me ocurre contestarle en el momento,
porque es cierto. Estoy enferma. Enferma de sentimientos por un chico que es
demasiado bueno para ser verdad. Un chico al que podría no ver después de
este verano.
En el viñedo hay, sorpresivamente, cero carros en el estacionamiento. Es
un perfecto y bello día de verano y aún es temporada de turistas.
—¿Está abierto? —pregunta Leti corriendo hacia la entrada principal.
Pepe y Tony caminan tomados de la mano.
—Llamé anoche —responde Tony—, para decirles que vendría un grupo
numeroso.
Hayden se dirige al frente de donde mi familia parece una multitud lista
para asaltar el viñedo. No se me pasa por alto la forma en que los ojos de María
se quedan en el culo de Hayden. No puedo culparla. Todas las partes de su
cuerpo deberían ser inmortalizadas en una estatua. En mi habitación.
—¡Oigan! —les dice Hayden, colocándose directamente frente a las
puertas dobles—. Oigan, chicos. Soy Hayden. La mayoría de ustedes me
recuerdan de cuando me caí por el techo.
La mitad de mi familia ríe.
Pepe me mira de reojo y guiña un ojo.
—¿Trata de morir? —murmura River.
—¿Qué haces? —le siseo.
Luego, sale una pareja mayor. Abrazan a Hayden como si fuesen viejos
amigos. La mujer cuelga una señal en la puerta que dice: “Cerrado por evento
privado”.
—¡Están aquí! —anuncia el hombre mayor—. Bienvenidos… entren. Los
esperábamos. Ustedes deben ser Pepe y Tony. —Camina hacia mis tíos y les
estrecha las manos—. Hayden me ha contado que ustedes son los que hicieron
la reservación para la boda. Ella es Clara, mi esposa. Estamos felices de tenerlos
aquí, aún con tan poca anticipación. Hayden es como el hijo que nunca tuvimos.
Haríamos lo que fuera por este chico.
El tío Tony nunca había lucido tan perplejo en toda su vida. —Muchas
gracias, pero estoy confundido.
Hayden está justo a su lado. —Lo lamento, Sean. Quería que fuera una
sorpresa.
Los ojos de Sean se abren. —Así que ninguno de ustedes sabe lo que está
pasando.
Tony rodea con los brazos a Pepe. Ambos sueltan una risita. —No, pero
nos gustan las sorpresas.
—Hayden, ¿quieres decirles?
Hayden sonríe. El viento juega con su cabello. El cielo lo enmarca
perfectamente, y en este momento me siento caer.
—Feliz semana de bodas —les dice. Luego me mira cuando añade—: Sé
que no ha sido todo tan fácil como hubieran querido, pero espero que esto
ayude. Tienen el lugar por las siguientes dos horas.
Pepe y Tony jalan a Hayden para darle un abrazo masivo. Todo el
mundo aplaude un poco, incluso María.
Uno a uno siguen a Clara y Sean dentro de la casa. River y Leti tras ellos,
alzando los pulgares hacia Hayden.
—No puedo creer que hicieras eso —le digo, alcanzándolo—. ¿Cómo lo
lograste?
Se encoje de hombros, como si no fuese la gran cosa. —Conozco a todos,
y ellos me aman.
—Ya lo veo.
—No, de verdad. Sean contrató la compañía de mi padre durante años.
En ese tiempo, él y Clara me tomaron cariño.
—Eres increíble. —Le doy un beso en la mejilla. Él me presiona más cerca
de modo que pueda sentir su semi erección contra mi cadera.
—Tú eres increíble. —Toma mi mano y me guía dentro—. ¿Vamos?

Por dos horas, bebemos vino. Pepe y Tony están bañados en champaña
(literalmente) cuando la chica tras la barra accidentalmente agita demasiado la
botella y pierde el agarre que tenía sobre el corcho. Sale volando y Yunior lo
atrapa, gritando: —¡Soy el siguiente! —como si hubiese atrapado el ramo.
Hayden no bebe y permanece cerca de River, quien tiene los brazos
cruzados sobre su hombro porque tiene que tomar agua.
—Si tomo algo —dice—, puede que vomite. Pero lo merezco.
Hayden toma una botella de agua gasificada y llena su copa. —Al menos
así tenemos un poco de burbujas.
María toma asiento con Las Viejas en la barra. Cuestionan todo, aunque
ninguna sabe algo de vinos. Casi muero cuando la tía Cecy pide un poco de
azúcar para ponerle a su vintage rosé.
—Manteniéndolo con clase en 2014 —brindo, sosteniendo mi vaso hacia
Leti, quien choca las copas.
—Creo que son geniales —dice Hayden.
—No tienes que verlas todos los días —comenta Leti—. Bueno, casi. Pero
tienes a todas las chicas tratando de traerte bocadillos las veinticuatro horas.
—A todos excepto por tu madre —susurra en mi oído.
Ahora que no es un secreto que hay algo entre Hayden y yo, lo encamino
hacia el lugar en el que se encuentra mi madre haciéndole muecas a su vaso de
cabernet.
—Ma, él es Hayden. Ya lo conoces, pero quería presentártelo de nuevo.
Él extiende su mano. Y reto a mi madre a mirarlo a los ojos y no caer
rendida. La reto.
Sonríe muy a su pesar. —Gracias por esto. No era necesario.
—No, creo que sí lo era —le contesta él.
—Lindo —dice en español la tía Salomé, pellizcándole la mejilla, luego
resopla—. Esos ojos.
—¿Verdad? —concuerdo.
Hayden parece confundido así que le traduzco.
—¡Oh, muchas gracias! —Asiente, y cuando siento que hemos pasado
mucho tiempo parados frentes a ella, me lo llevo a otro lado.
—No te preocupes por ella —le digo—. Ya cambiará.
Se muerde el labio. Le molesta que mi madre no lo adulara como todos
los demás, pero es difícil de convencer. Estoy seguro de que la única persona
que le gustaría al instante es el Papa, y solo porque tendría miedo de ir al
infierno si no lo hiciera.
—Tenemos un acuerdo muy poco tradicional —dice—. Así que supongo
que tendré que esperar.
—Mira a mi familia —le digo—. Por mucho que traten de apegarse a las
tradiciones, no dura mucho. Tienes a Leti, que viaja por el mundo y tiene gemas
en los dientes. A Elena y Juliet, que serán las primeras en la familia en ir a la
escuela fuera del estado. Mi tío, que se casará con su pareja de años. Y luego me
tienes a mí…
Me alcanza y miro su mano como si estuviera en cámara lenta. Las
grandes y callosas manos de Hayden son lo único que quiero justo ahora.
Enrolla un mechón de mi cabello alrededor de un dedo.
—Sí —dice—. Te tengo.
La forma en la que me mira hace que quiera olvidar que estoy rodeada
por mi familia. Luego me doy cuenta de que mamá nos observa. Le brindo mi
más encantadora sonrisa.
—Somos la familia moderna —le digo
Una carcajada llama nuestra atención hacia la gran ventana frente al
viñedo. Los primos más jóvenes se han dirigido hacia las filas y filas de uvas.
Han sido advertidos de no cortar ni una, pero estoy segura de que uno o dos de
ellos han robado uvas del vino. La asquerosa sorpresa será para ellos cuando
muerdan y no obtengan más que un sabor amargo.
Sobre el césped, Steven y Elena se toman selfies, luego se turnan para
balancear vasos con sus cabezas.
—No los puedes sacar a ningún lado —digo
Por mucho que quiera estar avergonzada, o enojarme con ellos la mayor
parte del tiempo, los amo. A todos. Incluso a María. Bueno, algunas veces a
María.
—Me alegra que se estén divirtiendo —dice, acariciando mi mejilla. No
ha parado de tocarme desde que entramos al auto. Nunca he mostrado tanto
afecto delante de todos, y mucho menos con parientes cerca.
—Estamos pasándola excelente —le dice tío Tony. Él y Pepe llegan de su
tour por el viñedo. Tienen las mejillas rosadas por la cantidad de vino tinto que
han probado. Tony abraza a Pepe por la cintura. Verlos juntos siempre entibia
mi corazón.
Pepe toma la mano de Hayden. —Eres una persona diferente cuando no
estás cubierto en sudor. No sé a cuál prefiero más.
—Pepe.
—Si alguna vez quieres probar el modelaje, serías perfecto para la línea
de primavera del próximo año. Un estilo muy trabajador de la construcción se
encuentra con un surfista popular.
Observo a Hayden. ¿Cuándo pasamos de escondernos en un tejado a
tomarnos de la mano delante de mi familia? Una parte de mí me está
advirtiendo que esto es demasiado rápido. Pero una gran parte de mí, el lado
ermitaño que se escondió todo el verano, está feliz de estar al sol. No importa
cuánto tiempo dure.
—Estoy bien —dice—. Me gusta trabajar con mis manos.
—Espero que sigas haciendo trabajos con madera —comenta Tony—. La
glorieta está quedando bellísima.
—Solo esperen. Casi lo termino. Quiero que quede perfecto.
Tony y Pepe se miran e intercambian un besito. —Bueno, estamos felices
de que hayas llegado a nuestras vidas, aunque hayas tenido que caer del techo
para hacerlo.
—Lo haría nuevamente. —Y aprieta mi mano.
—Estoy tan feliz de ver a nuestra Sky sonreír así. —Brindan por Hayden.
Me siento como si estuviera en un sueño. Y si lo estoy, no quiero
despertarme nunca.
Las dos horas pasan volando. Es extraño presentar a un chico que no es
mi novio a mi familia, pero recibe el tratamiento de novio, lo cual es confuso. O
sería confuso si Hayden no pareciera estar disfrutando tanto. No hay nada de
esa incomodidad porque él sabe exactamente qué decir. Habla de los Yankees
con mis primos y le ofrece al tío Félix consejos sobre la mejor manera de poner
un apartadero en su casa en Florida. Deja que mis tías le toquen el pelo. Está
haciendo todo lo que humanamente puede para complacer a mi familia. La
verdad es que no tiene que hacerlo. Se lo dije. Pero lo hace de todas formas, y
eso provoca que mis sentimientos por él se profundicen mucho.
Cuando nuestras dos horas terminan, y Sean y Clara nos despiden con
una caja extra de vino burbujeante para el brindis de la boda (están invitados
ahora), River y Leti y yo nos amontonamos en el coche de Hayden.
—Amigo —le dice Lety—, has logrado caerle bien a todos en la familia
en dos horas. Ningún novio o novia lo había logrado en la historia de nuestra
familia.
—Un poco de vino ayuda mucho —contesta Hayden.
—Eso —comenta Leti—, y estoy muy segura de que todos han estado
desnudándote mentalmente durante semanas. Eso ayuda. Guau, nuestra familia
es terrible. ¿No es así, River?
Leti codea a River en las costillas. No tomó ni una gota. No fumó ni una
vez. Sonríe débilmente y mira por la ventana.
—Una cara bonita también ayuda. —Su sonrisa es forzada y está
destinada a aplacarnos. Hablará cuando esté lista. Siempre lo hace.
Antes de entrar, Hayden me besa. Sostiene mi cara en sus manos y
explora mis labios con los suyos. Sus dedos se abren paso a través de la maraña
de mi cabello. Me jala y me acerca aún más. Respondo a sus besos con un
movimiento de mi lengua. Dejo que mis manos se deslicen desde su pecho
hasta su entrepierna. Su pene se tensa a través de sus vaqueros.
Si damos la vuelta al coche y vamos a su casa, todo el mundo se dará
cuenta. Puede que a mi familia le guste ahora, pero el sexo no es un tema que
traigamos a menos que estemos chismorreando.
Me alejo de él. Es lo más difícil que he hecho en todo el día. —Gracias
otra vez.
—No tienes que agradecerme, Sky. No sé cuánto tiempo tenemos juntos,
así que solo quiero que cada momento dure.
—Si no estás cuidando tus calorías —le digo—, mañana el chef va a hacer
una pequeña degustación para la familia.
Se inclina hacia mi cuello y me besa una y otra vez. —Hay una cosa que
se me antoja desde que lo probé.
Alcanzo sus pantalones. La tensión de su pene responde a la humedad
entre mis piernas. —¿O… puedes venir esta noche?
—¿Escabullirme? —Me guiña el ojo. Toma mi mano y enlaza nuestros
dedos.
—Sí
Suspira, largo y tendido. —Tengo que estar en un trabajo mañana. Está
un poco lejos en la isla. Pero volveré por la noche.
Trato de no hacer pucheros. Besa mis labios suavemente. Me deja
flotando tan alto en las nubes que estoy segura de que nada puede hacerme
bajar. Ni siquiera los celos de María o la mirada reprobatoria de mi madre. Ni
los gritos de los jóvenes mientras corren alrededor de la piscina, o las quejas de
Leti de que Gary no la ha llamado en veinticuatro horas.
Ni siquiera el mensaje de Bradley que dice: No lo decías en serio. Te
extraño.
Traducido por Julie
Corregido por Gesi

—No creo haber hecho suficiente comida —nos susurra James a Lucky y
a mí.
Los treinta miembros de mi familia que se quedan en la casa miran a
James. Con su chaqueta blanca de cocinero y Lucky como una sustituta de
ayudante, se ve como el milagro que es.
—No hay problema —le digo—. Compartirán.
—Tony, Pepe, este es el chef James Hughes.
Le dan la mano con entusiasmo.
—Por supuesto que ya lo sabemos —dice Pepe, apretando sus propias
mejillas—. ¡No puedo creer que estés haciendo esto! Sky, este es el mejor regalo
de bodas.
Cuando les dije que James Hughes había aceptado hacer la comida en la
boda, fue como si les hubiera dado con un desfibrilador. Ahora que lo están
viendo, creo que literalmente podría necesitar ese desfibrilador.
Lucky se sienta sobre la encimera, provocando la ira de algunas de Las
Viejas, pero en este punto, podría prender fuego a la casa y estaré de acuerdo
con eso, siempre que James saque esto adelante.
Él desenvuelve una bandeja a la vez. Primero están los filetes fritos con
salsa de pepinillos dulce.
—Sky me dijo que tienen más de doscientas personas. Mi idea es que
hagamos muchos platos pequeños centrados en mucha proteína.
Todos se encuentran demasiado ocupados asintiendo y haciendo ruidos
deliciosos para formar oraciones coherentes. —¿Qué proteína? —pregunta
Pepe.
—Estaba pensando en hacer muslo, estilo latino. Todos adoran el cerdo
asado. Cuarenta y ocho horas de adobo. Ya tienen el asador en el patio trasero.
Mi amigo puede conseguirme dos de esos, y bam. Estamos listos.
Pepe sopla uno de los filetes. —¡Podemos hacer que los cantineros hagan
Mai Tais! Tengo ganas de una fiesta hawaiana. Todavía es algo playero, pero
más tropical. ¿Qué más tienes allí debajo?
James retira el papel de aluminio en su famosa paleta de cordero.
Esos casi se evaporan. Los corderos son seguidos por los pasteles de
cangrejo más sabrosos que he probado. La carne se desprende con la cantidad
justa de crujido. Pero debo decir que lo mejor es la bandeja de taquitos de
langosta.
—Sky dijo que querían un plato italiano, así que tengo unas albóndigas
de ternera que los dejarán boquiabiertos. Si no es así, entonces digamos que la
receta vino de mi segundo chef, Nunzio.
Las albóndigas desaparecen en segundos.
—¿Están felices? —les pregunto a Pepe y Tony.
Tomo como respuesta sus caras sonrientes y sus bocas llenas. Creo que la
respuesta para mantener a mi familia feliz es buena comida y buen vino. ¿Por
qué me tomó tanto tiempo averiguarlo? Aniquilan la comida como si no
hubieran sido alimentados en una semana.
Mientras James firma un par de autógrafos, Lucky me lleva a la sala de
estar.
—¿Y? —pregunta.
—¿Y? —digo.
Me da una palmada en el brazo. —¿Cómo van las cosas con el techador
sexy?
—No es solo techador —digo—. También es carpintero.
—Me encanta un hombre que trabaja con sus manos. Eso les hace saber
un poco mejor cómo abrazarte.
—Dímelo a mí.
—Tráelo esta noche. James hará la cena, obvio. ¿Puedes traer un poco de
ese vino Goose Walk? Lo probé el otro día, y digamos que ya no queda nada.
—Lo que quieras —le digo—. Me salvaste.
Sus ojos grises son brillantes y felices. —¿Para qué están los amigos?

Más tarde esa noche, cuando la familia se reúne para cenar, voy a mi
habitación a cambiarme el traje de baño. Mientras ato mi bikini, la puerta de mi
habitación se abre y Xandro se queda parado en la puerta.
—¿Disculpa? —siseo.
Se para derecho. —Oye, Sky. Lo siento. Estaba buscando el baño.
Agarro el vestido en mi cama y me lo pongo, sabiendo que es inútil. Ya
me ha visto.
—No seas tímida, nena. —Se inclina contra el marco de mi puerta—. Te
he visto en tu bikini cuando vas a nadar. Es como la ropa interior, pero la
puedes mojar.
Sus palabras me ponen la piel de gallina. —Bueno, no estamos en la
piscina. Estás en mi habitación. Vete.
—¿A dónde vas a ir esta noche? La cena está casi lista. Me perdí el
almuerzo elegante del chef. Estaba en el bote de mi compañero.
—Vete, Xandro.
—Escuché que tu pequeño techador llevó a todos a probar el vino.
Pongo ropa extra en una mochila. Todo sobre esto está mal. Xandro de
pie en mi habitación está mal. Xandro, en esta casa. Sus ojos lucen borrachos de
lujuria y me hacen sentir más que desnuda, me hacen sentir expuesta.
—Es bueno que esté tratando de agradarle a tu mamá. Pero nunca va a
funcionar. Nuestras madres no son así.
—No sabes nada de mi familia. —Alzo la voz—. ¿Crees que porque me
conociste cuando éramos niños tienes derecho a invadir mi vida? Estás
delirante.
—Te equivocas, Sky. Sé mucho sobre tu familia. Sé que cuando tu madre
no podía comprar comida, bajaba por el pasillo y mi madre le daba un plato
para ti. Sé que tu tío solía meter a escondidas hombres en el apartamento
cuando ninguno de ustedes prestaba atención. Todos hablaban de eso.
—¿Intentas llegar a algo? —Me acerco a él con los puños cerrados—. ¿O
solamente tratas de enojarme?
—Estoy tratando de hacerte ver que tú y yo tenemos historia. ¿No te
cansas de pasar por relaciones que nunca irán a ninguna parte? Tu mamá me
contó cómo te engañó tu último novio. ¿Crees que este tipo es diferente?
Me río en su cara. Vibra mi teléfono. Hayden probablemente esté abajo.
—¿No tienes una modelo que necesita operarse las tetas?
—Sky, ¿sabes por qué me molesto contigo?
Pongo los ojos en blanco. —¿Por qué?
—Porque ya eres perfecta. Todo sobre tu cara, tu cuerpo, no necesita
ningún trabajo. Conmigo, tendrías todo. No tendrías que trabajar. Podríamos
comprar una casa para tu mamá. Oye, nuestras madres podrían incluso vivir
juntas.
—¿Así es como hablas con las mujeres? —pregunto—. Porque no te está
llevando a ninguna parte.
Doy un paso atrás. Él me sigue. Agarra mi brazo, apretando demasiado
fuerte. Con mi mano libre, le doy una bofetada y me suelta.
—Xandro, no estoy interesada en ti.
—Eso es inaceptable, Sky.
Intenta alcanzarme, pero lo golpeo con mi bolsa. —No me toques.
Nunca.
Justo en ese momento, River cruza el pasillo de camino al baño. Nota mi
puerta abierta y me ve. Hace un giro de ciento ochenta grados y entra
directamente. —Oye, Ricky Martin. ¿Qué pasa?
No escucho su respuesta porque mi corazón se siente como si estuviera
martilleando en mis oídos. Me sopla un beso y baja las escaleras.
—¿Qué fue eso? —pregunta ella.
—Eso es un problema.
—Tenemos que decir algo. —Se da vuelta, pero la detengo.
—Ahora no.
—Sky, el pervertido se encontraba en tu habitación. A menos que me
digas que lo invitaste aquí, tenemos que decirle a alguien para que deje de
intentar cortejarte o lo que sea que crea que está haciendo.
—Voy a hablar con mi madre, pero no cuando él está en la casa. Ella no
entiende cómo es. Solo es así cuando no hay nadie cerca.
—¿Ha hecho esto antes?
Niego con la cabeza. —Así no. Esto es extremo. Pero me dice cosas, como
si pensara que lo nuestro se halla escrito en las estrellas o algo así. Está muy
desquiciado.
Estudia mi cara. Temo que no va a escuchar. Temo que corra escaleras
abajo y le rompa la cabeza con algo. —De acuerdo. Pero si vuelve a hacer algo
como esto, lo destrozaré.
Y sé que lo dice en serio.
Traducido por IsCris
Corregido por Julie

—¿Estás bien? —pregunta Hayden cuando estamos en el auto—. Te ves


decaída.
Sonrío y beso su cara en respuesta. No me cree al cien por ciento, pero de
igual manera nos dirigimos al sitio de Lucky. Hayden y yo nos ponemos
nuestros trajes de baño y los acompañamos en el jacuzzi.
—¿Qué huele tan bien? —pregunta Hayden.
—Costillas —responde James. Se inclina hacia atrás y coloca un brazo
alrededor de Lucky.
Hayden intenta acercarme más a él, pero mi cuerpo está rígido. Xandro
realmente me descolocó. Eso, y me duele el antebrazo donde me agarró. Lo
mantengo sumergido en las burbujas.
Lucky me observa fijamente, lo que confirma mis sospechas de que, de
hecho, estoy actuando de forma extraña.
—He oído mucho sobre como cocinas —le dice Hayden a James—. Mi
madre se vuelve loca cada vez que apareces en la televisión.
James se ríe, pero no le da importancia. —Hacen que todo parezca más
duro con cortes muy ajustados. Como en el último episodio cuando estaba al
límite, todavía tenía dos minutos en el reloj, pero lo hicieron parecer como cinco
segundos.
Lucky le da un golpe en la parte posterior de la cabeza. —¡Deja de
arruinar la magia de la televisión!
—Cierra tu boca bonita.
—Tú cierra tu linda boca.
Ambos se callan al mismo tiempo con un beso.
—No pensarías lo mismo que ahora si los hubieses conocido antes —le
digo a Hayden—. Estos dos no tuvieron un buen comienzo.
—La gente te sorprende —dice, mirándome.
—El Chef Cabezota fue quien me rechazó primero.
James hace una mueca. —Parece que recuerdo a alguien robando mi café.
—Ni siquiera era tuyo.
—¿Ves? —le digo a Hayden.
Comparten una risa cuando suena el temporizador. James sale del
jacuzzi. —Espero que tengan hambre.
Lucky me guiña un ojo. —Iré a buscar otra ronda. Hay toallas en el
banco.
—Son geniales —me dice Hayden.
—¿Ves? Conozco personas, también —digo.
Me muerde la oreja. Respiro hondo y aparto la cara de Xandro de mi
mente.
—Fue extraño no verte durante todo el día —dice—. Estoy acostumbrado
a verte beber tu café en tu balcón. Eres como una princesa y yo soy el granjero.
—¿Esto significa que puedo darte órdenes?
Asiente, y esta vez dejo que me ponga en su regazo. Toca su nariz con la
mía. —Como desees.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y presiono mis pechos contra
su pecho. Me aparta el pelo, gotas de agua caen por mi cara.
—Eres tan hermosa.
—Gracias, granjero.
Se ríe y me suelta por un momento. —Te tengo algo.
—¿De verdad?
Se inclina hacia dónde están sus pantalones vaqueros doblados en la silla
junto a nosotros. —De verdad. Te lo iba a dar más tarde, pero estos dos son tan
amorosos que siento la necesidad de intensificar mi juego.
Salpico un poco. —Bueno. Dámelo.
—No te emociones tanto. No es mucho.
Saca una pulsera de plata con cuencas de color turquesa.
—Oh, Hayden.
Agarra mi mano suavemente y sujeta la pulsera alrededor de mi muñeca.
—Usas mucho azul, así que…
Le aparto el pelo de la cara y lo miro a los ojos. —Es mi color favorito.
Toma mi mano y besa el interior de mi muñeca. Uno, dos, tres, arrastra
esos besos por mi brazo. Cierro los ojos, disfrutando la sensación de su boca en
mi piel, el agua burbujeando a nuestro alrededor, el fuego crepitando en el
centro del patio. Luego se detiene y me veo obligada a abrir los ojos.
—¿Qué pasa?
Su pulgar traza la marca del pulgar en mi antebrazo. —¿Que pasó aquí?
Me sostiene como si estuviera hecha de vidrio. Mi boca se seca de
repente.
—Sky …
Llevo mi mano hacia mi pecho. Hayden me saca de su regazo para que
quedemos de frente. Entre el jacuzzi y su mirada, estoy más caliente de lo que
debería ser cómodo. No quiero mentirle, pero este es también un problema que
debo solucionar. Entonces le cuento.
—Ya le advertí que tiene que detenerse.
—Me dijiste, Sky —dice Hayden—, me dijiste que, si este tipo se volvía
agresivo, me lo dirías.
Comienza a pararse. Agarro su muñeca. —¿A dónde vas?
—Voy a hacerle un moretón a juego.
—Hayden —grito—, por favor. Esta noche es perfecta. Mañana hablaré
con mi madre y le diré que ya no lo invite a la boda. Por favor, no vayas.
Mira mi mano sobre la suya. Sale del jacuzzi y mira hacia el cielo
nocturno con las manos en las caderas, como si pidiera paciencia.
Luego se vuelve hacia mí. —¿Es eso lo que quieres?
Asiento. —Quiero disfrutar de ti. Cada minuto.
Extiende su mano para que la tome y me ayuda a salir de la piscina. Besa
cada una de mis manos. —Entonces me quedaré. Soy tuyo, Sky.
Es la primera vez que alguien me dice eso. Por lo general, se siente como
un tira y afloja, como si tratara de hacer que un tipo mirase, besara, me hablara
como lo hace Hayden. En su beso, es como si se estuviera entregando a mí sin
tener que pelear. Cuando alguien te da su corazón tan voluntariamente, bueno,
es mucha presión. Ahora que estoy del otro lado, lo sé. Pero también sé que me
estoy entregando a mí misma a cambio.
En mi beso, quiero que sepa que yo también soy suya.
Traducido por Auris
Corregido por Julie

Me despierta un grito.
Las puertas se abren en ambos pisos. Mis primos, tías y tíos sacan las
cabezas por las puertas, se quitan la legaña de los ojos y bostezan con su aliento
matinal en el pasillo.
—¿Qué pasó? —pregunta Leti.
Elena se encoge de hombros. —Parece que vino de abajo.
—El mayordomo lo hizo —bromea Yunior.
Conduzco a las tropas abajo, donde Pepe se encuentra sentado en la sala
de estar con las manos sobre los ojos. Hay un paquete desenvuelto en la mesa
de café. Frutos secos ensucian el vidrio y el piso.
El tío Tony corre hacia él, con una larga bata de baño azul marino
arrastrándose en el suelo. —Cariño, ¿qué pasa?
Todos nos reunimos a su alrededor. Cuando ven que nadie está muerto,
la mitad de la familia vuelve a sus habitaciones para dormir.
—Esto acaba de ser entregado.
—¿Qué? —pregunto, con un sobresalto en mi voz. Corro alrededor del
sofá y me siento a su otro lado. Allí, en el centro del paquete, hay dos adornos
de pastel. Son cosas muy bellas. El novio tiene el cabello blanco con gafas
diminutas como las que usa el tío Tony. Tiene un esmoquin azul marino como
el que van a usar. Es de una compañía que se especializa en hacer que los
muñecos se vean lo más parecidos posible a la pareja.
Pepe comienza a sollozar.
El problema es que el segundo adorno del pastel es una chica. Es morena
como Pepe, con un brillante cabello oscuro y un hermoso vestido de novia.
—Lo hicieron a propósito —llora Pepe.
Escucho a Leti decir que le preparará un poco de té, como si se supusiera
que el té lo fuera a calmar.
—Oh, mi amor —dice Tony, acariciándole la espalda—. Eso es una
locura.
—No me digas que estoy loco. ¡Los ordenamos juntos! Viste que diseñé
dos hombres con dos esmóquines. No a esta perra estúpida. —Me quita a la
novia y la arroja a la chimenea.
Tony niega con la cabeza. Esta es una de esas situaciones en las que no
sabe qué hacer, incluso aunque siempre sabe qué hacer.
Apoyo la cabeza sobre el hombro de Pepe. Tiembla por el llanto.
El primo Steve se hunde en el sofá frente a nosotros y enciende el
televisor. —¿Cuál es el problema? Solo consigue uno nuevo.
Le quito el control remoto de la mano y lo golpeo en la parte de atrás de
la cabeza. —Ve a tu maldita habitación.
—¿Qué diablos?
—No bromeo. Todos. Si no van a ser útiles, váyanse a otro lugar. —Uno
por uno regresan a sus habitaciones, maldiciéndome en voz baja. Leti regresa
con té para Tony y Pepe, con terrones de azúcar en cada taza.
—Conseguiré nuevos —digo—. Mejores. Lo prometo.
Tony toma mi mano y aprieta. —Gracias, cariño.
—Todo va mal —anuncia Pepe—. Nada va según lo planeado.
—Es un proceso de aprendizaje —dice Tony, frotando los hombros de
Pepe—. Va a estar bien.
—No, no lo va a estar. Es como tratar de arreglar un hermoso vestido con
retazos.
Tony lo calla suavemente. —Amor, no lo dices en serio.
Me duele el corazón por ellos. Esto es mi culpa. Si no les ocultara los
secretos, Pepe no se sentiría así.
—Arreglaré esto. —Enciendo la chimenea y tiro el otro adorno. Algo
sobre verlos derretirse y arder en el fuego hace que Pepe se calme—. ¿Ves?
Todo desapareció.
Después del desayuno me visto, con la intención de ir a la ciudad a
buscar reemplazos. Después de eso voy a ir a hablar con mi madre sobre
Xandro. Después de eso, voy a asegurarme de que Leti tenga un DJ. Después de
eso, voy a hacer que mi ejército de primos comience con los centros de mesa.
Después, mi prueba final del vestido, el ensayo de la boda y luego bum. Boda.
Pero cuando bajo, Xandro ya está hablando con mi madre.
—Sky, Xandro se dirige a la ciudad. Le dije que ibas a hacer un
mandado.
Mis sentidos entran en modo de pánico. —No, estoy bien.
Me desestima con un gesto de su mano. —Tus primos se llevaron todos
los autos a los puntos de venta.
—River puede llevarme.
—River se ha ido.
La maldigo en mi cabeza. —Caminaré.
—Sky, estás siendo grosera.
Le diré qué es grosero. Grosero es entrar de golpe a mi habitación sin
tocar. Grosero es obligarme a tener a un hombre que no quiero en mi vida.
Grosero es despreciar al hombre por el que tengo sentimientos.
Pero sé cuándo estoy atrapada. —Bien.
Salgo de prisa de la casa y me meto en el auto de Xandro.

—No tienes que lucir tan enojada —dice Xandro—. Lamento lo de ayer.
Estaba bebido.
—¿Esa es tu respuesta?
Xandro niega con la cabeza mientras aparca frente a la panadería.
—¿Qué quieres que te diga?
—Quiero que detengas lo que sea que haces y admitas que nunca va a
pasar nada entre tú y yo.
Cuando cierro de un portazo su auto, me sigue rápidamente por la calle.
—Mira, Sky. Te dije que lo sentía. Déjame hacerlo bien.
Me rodea con su brazo. Parejas y adolescentes caminan con grandes
sonrisas en sus rostros. El sol brilla y un camión de helados anuncia que el
verano aún no ha terminado. Mientras tanto, Xandro me obliga a caminar con
él. ¿Por qué es que prefiero no hacer una escena que admitir que me siento
amenazada? ¿Qué debo gritar? ¡Ayuda! ¡Un apuesto cirujano plástico trata de
llevarme a almorzar! La mitad de las transeúntes mataría para intercambiar
lugares conmigo.
—Vamos a buscar algo para comer. —Me lleva a un pequeño pero
elegante lugar italiano en la cuadra. La camarera rápidamente nos da un asiento
en la parte de atrás.
Mi corazón retumba en mi pecho y no puedo evitar que tiemblen mis
pies. —Xandro, ¿qué puedo hacer para que te vayas?
Toma el menú y lo examina como si no hubiera dicho nada. Le pide a la
camarera una botella de agua con gas, una ensalada Caprese para mí y
carpacho de ternera para él, y dos vasos de su mejor vino sauvignon blanc.
—No voy a beber —le digo a la camarera.
—Solo tráelo —dice él.
La camarera no sabe qué hacer. Me mira con miedo en sus ojos. De
cualquier forma, se verá mal frente a su jefe. Es joven, nueva, y acostumbrada a
recibir órdenes. Me resigno. Le digo que lo traiga, pero no hay forma de que lo
beba.
—Sky —dice Xandro—. ¿Sabes cuán vergonzoso es que hayas elegido a
un obrero antes que a mí?
—No es un obrero, y aunque lo fuera, no es asunto tuyo.
—Eres increíble, sabes. Te ofrezco el mundo, y aquí estás. Esto hace que
nuestro arreglo sea un poco difícil.
Me inclino hacia adelante. Decido que no me importa si hago una escena.
No me importa si todos los Hampton puede oírme. —No tenemos un arreglo.
No eres nada para mí. En realidad... eres algo.
Una sonrisa irrumpe en su rostro.
—Eres un gran dolor en mi trasero, y te interpones en el camino de mis
mandados.
—No seas estúpida, Sky. Tu madre nunca aprobará tu elección en
hombres. ¿Qué preferirías llevar a casa, un cirujano o un cabeza hueca con un
martillo?
La mesera y su ayudante traen nuestra comida. Ella coloca las copas en la
mesa tan rápido que el vino se cae por los lados. Ardo de ira. Lo peor es que sé
que Xandro no me quiere, no realmente. Quiere la idea de mí, una chica que
viene del mismo lugar que él. Alguien a quien su madre aprobará, porque
apuesto mi alma a que a su amable madre católica no le gusta ninguna de las
chicas que lleva a casa. Soy su solución. Pero también lo estoy rechazando. Y su
ego, su necesidad de verse bien, es más grande que su necesidad de complacer
a su madre.
—Prefiero llevar a cualquiera menos a ti a casa —digo, sonriendo.
Se ríe de mí en mi rostro y toma un largo sorbo de su vino. —No es de
extrañar que tu ex te haya engañado. No sabes cómo mostrarle a un hombre lo
que vale.
Es como si mi mano tuviera el control del resto de mí, y la miro arrojar
mi copa de vino al rostro de Xandro. Dejo mi copa vacía sobre la mesa y tomo el
tenedor. Lo coloco sobre su mano y presiono hacia abajo, lo suficiente como
para que chille, pero no lo suficiente como para extraer sangre.
—Necesito que me escuches, porque hasta ahora, no lo has hecho. Te vas
a mantener alejado de mí. Vas a abandonar la idea de salir conmigo. Vas a
decirle a mi madre que conociste a alguien más. Di lo que quieras, no me
importa. Pero si alguna vez tratas de tocarme, otra vez, recuerda: tú podrás
saber cómo cortar a la gente. Pero yo sé cómo ponerte en un largo sueño y hacer
que parezca un accidente. ¿Nos entendemos?
Se lame las gotas de vino de los labios y finalmente asiente. Levanto el
tenedor y lo vuelvo a colocar en su lugar al lado de mi plato. Tomo mi servilleta
y la tiro en su regazo. Todos en el restaurante nos miran, pero nadie se mueve.
Nadie pregunta si estoy bien. Nadie me habla al salir. Saco un billete de mi
bolso y se lo entrego a la anfitriona. —Lamento el desastre.
Mientras salgo, sé que no lo lamento en absoluto.
Traducido por Anna Karol
Corregido por Ailed

Voy a todas las tiendas de manualidades, panaderías e incluso a la única


tienda de segunda mano a poca distancia, pero no encuentro un adorno para el
pastel de bodas. Cuando termino, llamo a River para que venga a buscarme. No
dice dónde está, pero viene aun así. Si llamo a Hayden, tendré que decirle lo
que acaba de pasar, y todavía estoy demasiado conmocionada.
River no es mejor. —¿Es una puta broma? Regresaré. Voy a romperle las
ventanas.
Pongo mi mano sobre la suya en el volante. —Detente. Se acabó. No será
un problema.
De repente rompe en una risa maníaca. —¿Realmente amenazaste con
matarlo?
—Técnicamente, dije un largo, largo sueño. No mentía. Sé cómo.
Niega con la cabeza. —Nunca podrías lastimar a nadie.
—Tienes razón. Pero en ese momento, realmente sentí que podía. Me
sentí bien defendiéndome.
Pone una mano en mi hombro y su rodilla al volante. —Esa es mi chica.
—Ahora, el verdadero problema es que no sé qué hacer con esta cosa del
pastel.
—¿El verdadero problema? —pregunta River—. Chica, si esa es tu peor
preocupación en este momento, te diría que contaras tus bendiciones.

Pero he hablado demasiado pronto.


Cuando volvemos a casa, todos están dispersos fingiendo no escuchar a
Pepe y Tony gritándose el uno al otro.
Camino hacia su habitación donde la puerta está entreabierta. Mi madre
está allí con los brazos cruzados. Niega con la cabeza cuando me ve y se aleja,
sugiriendo que haga lo mismo.
¿Pero cómo puedo mantenerme alejada cuando nunca los he visto pelear
así? Tony y Pepe son mi pareja ideal. Son todo lo que siempre he querido para
mí. Amor, comprensión y felicidad. No es lo que tienen el tío Félix y su esposa
trofeo. No es lo que tiene la tía Cecy. No es lo que mi madre y mi padre tenían.
—Estás haciendo un gran asunto por nada —dice Tony a Pepe.
Todavía puedo escuchar a Pepe llorando. —No entiendes. ¿Cómo no
puedes entender?
—Lo intento, pero no tiene ningún sentido.
River y yo nos miramos. Nos sentamos en el piso con nuestras cabezas
presionadas contra la pared. Me trae recuerdos de encerrarme en el baño,
escuchando pelear a mis padres. Antes de irse para siempre con la otra mujer
parada en el umbral masticando su chicle y mirando su reflejo en el espejo de la
puerta, mi mamá y mi papá peleaban todos los días. Ella le decía que él era un
marido terrible, pero que aún podría ser un buen padre.
Sin embargo, no quería ser un padre. Quería la clase de vida que soñó en
Ecuador. Quería que las mujeres lo adoraran. Quería ganar un sueldo y luego
gastarlo en sí mismo. Quería ser libre.
—Déjenme en paz3. —Fue lo último que nos gritó. Déjenme en paz.
Así que lo dejamos en paz, y él nos dejó en pedazos.
River sostiene mi mano mientras escuchamos a Pepe gritar: —¡Tengo
razón! Se suponía que éramos nosotros. Y está arruinado. No podremos
conseguir otro set con tan poco tiempo de aviso.
—Sí podemos. Podemos intentarlo.
—Si no ves por qué es tan importante todo esto, entonces ¿por qué nos
casamos siquiera?
—No lo dices en serio.
Luego hay silencio, y no creo poder escuchar más. Sé que es egoísta, pero
si Pepe y Tony no pueden hacer que funcione, entonces me temo que no hay
mucha esperanza para el resto de nosotros.

3 En español en el original.
Traducido por Julie
Corregido por Ailed

Yo: ¿Puedes pasarte por aquí?


Hayden: En dos minutos.
Yo: ¿Puede ser uno?
Hayden: Encendiendo el jet.
Es la mitad de la noche, y por primera vez en días, la casa está en
silencio. No es el tipo de paz y tranquilidad que quería. Se siente estático y
triste, y me gustaría que todos volvieran a hacer un alboroto. Necesito una
distracción. Mientras espero a Hayden, creo que él es más que una distracción.
Es una necesidad que no sabía que me estaba perdiendo.
Hayden sube por mi balcón y se detiene allí. Estoy acostada con un
camisón de encaje blanco que contrasta con mi piel bronceada. Le hice ondas a
mi cabello para que los extremos reboten cuando me apoyo en la cama.
Hay un ramo de flores en su mano. —Guau.
Aliso la tela, a pesar de que es de encaje y no se arruga. Me siento un
poco rara usando esto. Me lo puse porque quería sentirme sexy. Originalmente,
lo había comprado cuando Bradley y yo seguíamos juntos. Recién le quité la
etiqueta. Era demasiado hermoso, demasiado caro para tirarlo. Además, tendría
un recuerdo nuevo, no el anterior.
Esperaba.
—Te ves increíble. —Hayden camina hacia mí lentamente, como si
estuviera andando sobre el agua—. ¿Recuérdame de nuevo lo que hice para
merecerte?
Se agacha en mi cama y me besa los labios. Lo jalo por su camisa. Pierde
el equilibrio y cae sobre mí, recuperándose igual de rápido. Tironeo para
sacársela por sus hombros. Estoy tan cansada de sentirme triste. Quiero sentir
algo que me haga feliz, y estar con Hayden me hace feliz.
Se me sube encima y apoya sus codos a cada lado de mi cabeza. Pega mi
cintura a la suya. La luz que entra por la ventana hace que sus ojos brillen. Es
como mirar a un ángel, el que cayó justo a mis pies.
—Hayden —susurro. Levanto mis caderas para que pueda sentir cuánto
lo deseo sin tener que decirlo—. Hayden.
Parpadeo mientras me besa las mejillas. —Dulce Sky. ¿Qué es todo esto?
Sonrío contra sus besos. —¿No te gusta?
Se desliza hacia abajo para besarme la parte superior de mis pechos. Sus
manos agarran mi cintura y me aprietan de esa manera que me vuelve loca.
Puedo sentir sus besos a través del encaje blanco. Él separa mis piernas con sus
manos y besa el interior de mis muslos. Se cierne sobre mí, y me encanta lo
grande que es su cuerpo en comparación con el mío. Presiono mis manos sobre
sus abdominales duros. Desprendo el botón de sus vaqueros y se los quito.
Agarro la pretina de sus boxers con los dientes y tironeo. Gime cuando meto la
mano y agarro su pene, lo saco y lo acaricio.
Quiero recordar cómo es ver a Hayden desnudo por primera vez. Es
como si cada centímetro de su cuerpo estuviera cuidadosamente diseñado a la
perfección. Un fino vello rubio se arrastra desde su ombligo, una flecha que me
muestra a dónde debo ir. Cuando presiono un beso en la cabeza de su pene, se
alarga. Tengo una necesidad desesperada de saber a qué sabe Hayden, y
cuando dice mi nombre, como si mendigara, no puedo soportarlo más.
Lo llevo a la boca. Me pongo de rodillas en la cama para tener un mejor
ángulo. Agarro su eje y chupo la punta. Él gime, y aparto la boca. Presiono un
dedo en mis labios. Sus ojos se ven lejanos y soñadores. Su mano se enreda en
mi cabello y lo tira, guiándome de regreso hacia él.
Agarro su dureza y lo masajeo con ambas manos, dejando que la punta
repose sobre mi lengua.
—Mierda —susurra.
Me encanta la forma en que reacciona a mí. Me encanta que jale un poco
mi pelo. Adoro la humedad que sigue a sus gruñidos. Su líquido pre seminal
sabe dulce. Leti dice que eso es lo que sucede cuando los chicos comen mucha
fruta. Lamo el camino húmedo y tomo todo lo que puedo. Relajo la parte
posterior de mi garganta para que no me dé arcadas.
Él tira de mi pelo tan fuerte que gimo. El gemido vibra contra su piel
tierna y su pene palpita en mi boca. Me humedezco el dedo con la lengua y
trazo circulitos alrededor de la sensible piel de su cabeza.
—Sky, me estás volviendo loco.
—Ese es el propósito.
Se muerde el labio y me agarra, empujándome sobre mi espalda.
Encuentra los broches que mantienen unido mi camisón y los abre.
—Sky —susurra en mi oído. Su aliento cálido me hace estremecer—.
Quiero saber cómo te sientes.
Su dedo traza una línea a través de mi humedad hasta que encuentra mi
clítoris. Cuando arqueo la espalda, presiona hacia abajo en círculos lentos y
deliciosos.
—Hayden —digo—, te necesito ahora.
Acaricia mi cuello. —Como desees.
Su dedo grueso y fuerte se desliza en mi coño. Mis paredes se aprietan
alrededor de él. Pido más e inserta otro dedo. Me trago un gemido. Agarro el
colchón con una mano y su pene con la otra. Muevo mi mano hacia arriba y
hacia abajo. Presiona más fuerte contra mi cuerpo, deslizando un tercer dedo
adentro.
Me muerde la oreja y en respuesta, lo masturbo más rápido. Él engancha
sus dedos dentro de mí. No sé si es la combinación de darnos placer
mutuamente, o si encontró el mítico punto G, pero empiezo a deshacerme. Mi
centro palpita mientras me vengo, mojada, por toda su mano.
—Sky —dice—, Sky…
—Córrete —susurro. Cierro los ojos, perdida en la sensación de sus
dedos dentro de mí, tocando una parte de mí que está despertando. Él gime
contra mi oído, y lo agarro cuando se libera sobre mi vientre. Trazo la parte
resbaladiza de su cabeza y miro sus ojos desearme. Llevo el dedo a mis labios y
lo pruebo.
—Eres tan sexy. —Se derrumba a mi lado.
Me río, y me estiro hacia la deliciosa sensación de su cuerpo en mi cama.
—Tú lo eres.
Él se estira sobre mí para agarrar algo en mi mesita de noche. —Traje
esto para ti. Parecías molesta.
Me río en silencio. —¿Cómo te diste cuenta? Estuvimos enviándonos
mensajes de texto.
—Me doy cuenta.
Tomo las dos rosas y las huelo. Son de un rojo intenso y florecieron por
completo. Trazo a lo largo de su piel con los pétalos. Siento algo que va más allá
del orgasmo que acaba de darme. Es una chispa que temo encender, pero está
tratando desesperadamente de ser vista.
—¿Hayden?
Comenzó a quedarse dormido. —¿Hmm?
—¿Serás mi cita para la boda?
Traducido por Jeenn Ramírez
Corregido por Vane Black

En la mañana miro a Hayden dormir.


Si es hermoso mirarlo cuando está despierto, entonces no sé cómo llamar
a esto. Su cara está completamente tranquila. Su boca está un poco abierta. Su
labio inferior es tan besable que me inclino y lo hago. Cuando me levanto, mi
príncipe encantador me responde con un pequeño ronquido. Dios, incluso eso
es lindo. Estira todo su cuerpo. Mi delgada sábana blanca hace poco para cubrir
su erección matutina.
Hay un golpe en mi puerta. Salto para alcanzar mi bata. Peino mi cabello
un poco. La abro solo apenas. Es Leti.
—Hola, perra. Todos van a ir a la playa. Queremos airear la mala vibra
de la casa.
—Oh. No me siento muy caliente. Te veo después. —Empiezo a cerrar la
puerta en su cara, pero alcanza a ver un poco del dios durmiente en mi cama.
Sacude los puños y se emociona.
—Shh —susurro.
—Está bien, Sky —dice dramáticamente—. Qué te sientas mejor.
Sutil. Cierro la puerta detrás de mí y vuelvo a la cama. Apenas y puedo
dormir con él solo recostado en mi cama. Es como dejar una rebanada de pastel
y esperar que no la coma.
Trazo un dedo a lo largo de su erección. Una sonrisa se extiende sobre su
cara. Toma mi mano y la lleva hacia su cara para besarla. —Hola, tú.
Recuesto la cabeza en su hombro. —Excelentes noticias. Todos se van a la
playa, por lo que tenemos toda la casa para nosotros.
—Es un interesante desarrollo de los hechos. —Se gira perezosamente
hacia mí y me jala hacia un fuerte abrazo—. ¿Por qué?
—Creo que después del fiasco de ayer, todos necesitan estar fuera de la
casa.
Levanta su cabeza para encontrarse con mis ojos. —¿Qué pasó?
¿Qué no pasó? —La decoración del pastel llegó pero era de una pareja
heterosexual. Pepe pensó que fue un ataque personal. Creo que cuando llenaron
el formulario en línea, no cambiaron el sexo de la segunda persona, pero no hay
manera de averiguarlo. Ayer salí para conseguir uno, pero nada. ¿No es este un
gran pueblo de bodas?
—Principio de temporada, creo. —Besa mi hombro. El camisón blanco de
encaje está en el piso, pero aún estoy usando el sujetador a juego. Sus manos
encuentran mis pechos y los estruja—. Entonces ¿hoy te tengo toda para mí?
Me presiono a mí misma contra él, colocando una pierna sobre su
costado para acercarlo. —Sí. ¿Tienes algo que hacer hoy?
—Nada en lo que pueda pensar, pero no estoy en plena capacidad
mental ahora. —Sus manos se arrastran hacia mi espina y sostiene mi trasero—.
Oh, espera.
—No, nada de espera.
Se ríe entre dientes. —Esto es bueno, te lo prometo.
—Está bien.
—Tengo una sorpresa para ti esta noche. En la glorieta a las nueve.
Asiento, pero no estoy pensando tan lejos. Estoy más interesada en la
forma en la que me gira sobre mi espalda y coloca mis manos por encima de mi
cabeza. Su peso me dificulta respirar. Amo cuán sólido se siente. Presiona su
cuerpo contra el mío. Separo las piernas para darle un mejor acceso.
—Cielos, eres fantástica. —Su dureza se presiona contra mi humedad,
probándome.
—Y aún ni siquiera estás dentro de mí. —Río.
Esto se siente bien, ser capaz de quitarle importancia algo que significa
mucho para mí. Nunca he sido capaz de solo tener sexo con cualquier chico que
encontrara atractivo. River me dice que es un desperdicio de mi juventud, que
un día estaré casada y atascada con el mismo tipo. Leti quiere poder decir que
se acostó con un chico en cada país al que viajó.
¿Yo? Necesito sentir la chispa. Con Hayden, es más que eso. Está lleno de
fuegos artificiales. Cuando me mira, sé que no quiere estar en ningún otro
lugar. Cuando me mira, siento que guarda este momento en su memoria,
porque estoy haciendo lo mismo.
Por lo cual, por mucho que odie arruinar este momento, tengo que
retirarme de su beso.
—Tomo anticonceptivos —digo.
—Yo también —responde.
—Hayden…
Envuelve sus abrazos a mi alrededor y nos voltea para que él esté sobre
la cama y yo encima. Me siento a horcadas en él. Me recuesto sobre su cuerpo
de tal forma que la punta de mi cabello le hace cosquillas en el pecho. Se estira
para tocar mis pechos.
—Sky, eres la primera chica en meses. Después de enterarme que mi ex
me engañaba, me hice los análisis. Estoy limpio. ¿Y tú?
El minuto en el que vi a Brady y a Stella juntos, fui a mi unidad y me hice
los estudios. —Yo también. Palabra de enfermera.
Presiono mis pechos contra el suyo y lo beso. Después, nuestros
estómagos rugen en unísono.
—Estaría avergonzado —dice—, si el gruñido de tu estómago no hubiera
sido más ruidoso que el mío.
—¿Por qué no te pones cómodo mientras hago el desayuno?
Agarra mi mano y me jala fuertemente hacia sus labios. —Apúrate o iré
por ti.
Me desenredo del Adonis en mi cama, me pongo mi bata de nuevo, y me
dirijo hacia abajo.
Definitivamente hay un saltito en mis pasos. Voy a tener sexo con
Hayden Robertson. El pensamiento me marea y me pone mojada. Seguro, he
estado caliente antes, pero no es nada que una botella de vino y un aparato con
batería no pueda quitar. Estar con Hayden, alivia partes de mí que creí dañadas
permanentemente.
Mientras rompo unos huevos en un sartén y les pongo sal, pimienta y un
poco de adobo, me doy cuenta de que no puedes dejar a alguien más dañarte.
Incluso aunque tu corazón se rompa, aún te pertenece. Tienes que recuperarlo y
enmendarlo tú mismo, porque nadie lo hará por ti. Permitirme acercarme a
Hayden me hace sentir despierta, como si el sol fuera un poco más brillante.
Espero a que el pan se tueste, y que los huevos revueltos se revuelvan.
Tomo el jugo de naranja y le pongo un toque de vino espumoso, porque así es
como me siento, como una botella burbujeante lista para explotar.
El timbre suena. Es temprano para la correspondencia, pero las cosas han
estado llegando sin parar todo el verano. Cierro mi bata, así no le daré al
mensajero un espectáculo. Quito los huevos del fuego, sintiéndome tan intensa
como James Hughes.
Cuando abro la puerta, siento que aún estoy soñando. No, esto no es un
sueño. Es una pesadilla. El susto al verlo me hace saltar. Tiro mi vaso y mancha
el azulejo de cerámica del piso. Trato de cerrar la puerta, para empujarlo y
golpearlo en la cara, pero no se va. Es más fuerte.
—Sky, escúchame —dice Bradley—. Solo dame una oportunidad.
Cuando doy un paso hacia atrás, el dolor sube y baja por mi pierna. Veo
sangre, pero tengo que seguir caminando.
—Largo.
Se ve igual, pero no. Su cabello es más largo de lo usual. Le ha crecido
vello facial, lo que lo hace lucir más viejo. Su ropa está arrugada, como si
hubiera dormido con ella y después manejado las cinco horas para llegar aquí.
—Sky, nena, sé que no quieres verme, pero te prometo, te prometo que
no estoy con nadie. Perderte ha sido el más grande error que pude cometer. Te
amo, Sky. Te amo.
Camino hacia atrás, arrastrando vidrios y sangre, dejando un rastro en
zigzag. El dolor en mi pie se vuelve tan agudo que me dejo caer. Todo lo que
trataba de mantener dentro, toda la felicidad que he encontrado en los últimos
meses, se viene abajo, deshaciéndome.
Bradly me alcanza. Olvidé como se siente su toque. Es algo que he
empujado tan lejos que bien él podría ser un extraño.
—Sky, estás herida.
Aparto sus manos. —No tienes derecho de estar aquí. ¡Lárgate!
—¿Sky? —grita Hayden desde las escaleras. Los escalones truenan con su
peso. Está corriendo. Se detiene al final de los escalones, mirándonos. Ve el
vidrio. La sangre. Tiene una toalla alrededor de su cintura.
—¿Quién demonios es ese? —pregunta Bradley.
—¡Lárgate Bradley! —Estoy en modo repetición, pero me encuentro muy
estupefacta para decir algo.
—¡No hasta que me digas quien es él!
Hayden mira de mí a Bradley. Hayden es mío. Eso es lo que debería
decir. Es mío. En cambio, me fuerzo a mí misma a levantarme, balanceándome
en mi pie bueno.
—Eres todo un personaje, Sky —dice Bradley—. Me dijiste que perdiste
la fe en nosotros, que nos destrocé, pero mírate, avanzando perfectamente.
Me río en su cara. —¿Pensaste que solo me sentaría por el resto de mi
vida a esperarte? Nos destrozaste, Bradley. Nunca en un millón de años,
aunque fueras el último hombre en la Tierra, querría tener algo contigo.
Da un paso hacia atrás, como si mis palabras lo hubieran abofeteado.
—No quisiste decir eso.
—¿Por qué? —pregunto, no al él, sino al cielo—. ¿Por qué no puedes
aceptar un no como respuesta? Eres tú y es Xandro. Es como si no fueras feliz si
no eres tú quien termina las cosas, joder. Bueno, no conseguirás eso, ¿está bien?
Yo las termino. Yo las termino.
—Estás histérica —me dice Bradley.
Hayden me mira como si no me reconociera. Sé que si se lo pidiera,
alejaría a Bradley físicamente. Pero Hayden no es mi lacayo. Es mi… ¿amor?
¿Cómo puedo amar a alguien cuando mi vida es un desastre?
—Largo. —Es el final, y lo escucha. Se gira y azota la puerta detrás de sí.
Traducido por Auris
Corregido por Julie

Hayden me atrapa antes de que caiga de nuevo al suelo.


—Mi kit está en mi habitación.
Sube los escalones conmigo cargada y me pone suavemente en la cama.
Nuestro desayuno romántico está frío, pero ya no tengo hambre. Hayden
regresa con el kit y lo abre para mí. Doblo el pie para poder ver el daño.
—Necesito una toalla tibia y las pinzas sobre el lavabo.
Gimoteo cuando saco el pedazo de vidrio más grande. Aplico una toallita
antiséptica, tal como lo hice con Hayden la primera vez que nos vimos. Le he
hecho esto a mucha gente diciéndoles que solo duele por un segundo. Me siento
como una perra porque duele por más de un segundo. Arde muchísimo.
Hayden regresa con las otras cosas que necesito. Acerco el pie a mi
rostro. Normalmente, me gustaría que le impresionara que sea tan flexible, pero
por la seriedad de su rostro, ni siquiera empiezo a adivinar lo que piensa.
—Servilleta, por favor.
Va y me trae una. Saco dos fragmentos más pequeños de vidrio con
sangre y los coloco en la servilleta.
—¿Puedo hacer algo más?
Sacudo la cabeza. —No es tan malo.
—¿Por qué los pies sangran tanto? —pegunta.
—Los vasos sanguíneos se encuentran más cerca de la piel.
—Oh.
Cuando estoy satisfecha de que no hay más vidrio allí, lo lavo con un
paño húmedo y me pongo un vendaje en el pie. Guardo todo y tiro todo lo que
tiene sangre. Saco las sábanas de la cama. Probablemente no les pueda quitar
las manchas, pero lo intentaré.
Hayden se para contra la pared y yo me siento en el borde del colchón.
—¿Vamos a hablar de eso? —pregunta.
Me siento cansada. Un dolor sordo comienza a llenar mi cabeza, mi
corazón. Pude que haya vendado mi pie con demasiada fuerza porque siento
como si mi corazón palpitara en la planta.
—¿Recuerdas al ex del que hablé? ¿El de Boston?
—¿Era él?
Asiento. —Ha estado llamando y enviando mensajes de texto, razón por
la cual tengo mi teléfono apagado la mayor parte del tiempo.
—Sky, ¿por qué no dijiste nada?
—¡Porque no! —grito a la defensiva—. No pensé que iba a aparecer aquí.
Se queda en silencio por un rato. Quiero estar sola. No, necesito estar
sola.
—¿Qué quisiste decir... sobre Xandro?
Suspiro. —Cuando fui a buscar los adornos del pastel, mi madre me
obligó a ir con él. Me llevó a un restaurante. Me sentía atrapada. ¿Qué se
suponía que debía hacer?, ¿gritar que quería llevarme a almorzar?
—Sí —dice Hayden—. Deberías haberlo hecho. Nadie debería obligarte a
hacer algo que no quieres hacer.
—Bueno, después de escuchar un sermón sobre cómo no tengo derecho a
rechazarlo, le arrojé mi vino al rostro y lo puse en su lugar. Ya no me va a
molestar más.
—Me lo prometiste, Sky. Prometiste que si él se te salía de las manos me
lo contarías o buscarías ayuda. Ahora hay chicos saliendo de la nada.
Me levanto para enfrentarlo, pero cojeo. Me ayuda a ponerme de pie,
pero no quiero que me toquen. No quiero nada. —Haces que parezca que hay
un jodido ejército llamando a mi puerta. No pedí a Xandro, ¿de acuerdo? No le
pedí a Bradley que viniera aquí. Solo quiero estar sola.
Hayden se pone derecho. No sabe qué hacer con las manos, así que
mantiene una agarrando su toalla y otra sobre su pecho donde mis marcas de
mordeduras han dejado una huella. Mi corazón late rápido en mi pecho y mis
pensamientos vuelan por todos lados. Necesito tiempo para pensar. Esta casa es
tan grande y, sin embargo, se siente tan pequeña.
—Esto es mi culpa —digo—. Debería haber estado concentrada en la
boda, y no en estar tonteando.
—¿Tonteando? —pregunta—. ¿Es eso lo que soy para ti? ¿Solo tonteas
con el empleado?
Mi corazón se rompe de nuevo. —No quise decirlo así.
—Sí, quisiste.
—No me digas lo que quise decir, Hayden. Irrumpes en mi vida diciendo
todas estas cosas que me hacen sentir que no hay nada malo en mí. Luego te
pones celoso...
—Te dije por qué.
—Sí, y he estado allí. Sé cómo es.
—Lo siento, Sky. ¿No debería tratarte de la manera en que lo hago? ¿He
sido demasiado bueno contigo? De eso es de lo que te quejas, ¿no? Que debe
haber algo mal conmigo porque no soy tu ex novio infiel o un imbécil que trata
de imponerse ante ti. Tal vez si fuera más así, encontrarías en tu corazón la
forma de amarme.
—Yo…
Te amo. Lo tengo en la punta de la lengua. Mirar a Hayden, herirlo, me
desgarra por dentro. Quiero tragarme todas las palabras. No decir nada. Quiero
decirle que lo amo. Qué, más allá del tiempo y la razón, se ha hecho un lugar en
mi corazón. No porque se impusiera a la fuerza allí, sino porque se lo ganó.
—Hayden.
Levanta su ropa del piso. Se va a ir. Se va a ir y sé que, si lo dejo, no
regresará.
Las palabras se hallan atrapadas en mi garganta. No puedo respirar. Tal
vez es lo mejor. Tal vez no me he dado el tiempo suficiente para estar sola. Tal
vez he superado a Bradley, pero verlo de nuevo trajo todo ese dolor a la
superficie. No quiero sentirme así nunca más.
Hayde se queda en la puerta. Me está dando la oportunidad de pedirle
que se quede. Cuando no lo hago, sacude la cabeza y se gira.
Dice: —Adiós, Sky.
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Julie

Por los siguientes dos días, no oigo de Hayden.


Cuando Steven y Yunior piensan que sería divertido patinar por el techo
cayendo en la piscina, solo para quitar un par de tejas y torcerse el meñique y
un tobillo respectivamente, Robertson Roofers envía dos chicos que nunca antes
había visto.
Me siento cerca de la piscina con mi teléfono en la mano y un montón de
órdenes de compra. Leti sigue evitándome acerca del DJ.
—Estará aquí. Lo prometo. —Me besa en la mejilla.
—¿Ya está agendado?
—¡Sí! Ya el tío Tony hizo el cheque.
—Sí, tienes que tener fe en tu familia —me dice Yunior.
—Lo siento si no tomo el consejo de vida de un chico que se torció el
tobillo patinando en el techo. Tienes suerte de que aún puedas caminar en la
ceremonia.
Yunior presiona un dedo en mi hombro y refunfuña. —¡Jesús! Ni lo
digas. Mantente alejada de eso.
—¿Se pueden callar? —pregunta Pepe—. No puedo oírme pensar.
Pepe se pasea alrededor de la piscina, mordiéndose la uña del pulgar. Su
bata de seda es como una cola siguiéndolo mientras gira en círculos.
—Relájate, Pepe —le digo.
Sobre el césped, el tío Tony dirige a los chicos de la entrega hacia donde
poner las mesas y sillas alquiladas.
—Elena, Juliet —digo—. Sean útiles y vayan a ayudar al tío Tony a
desplegar algunas sillas.
—Pero nos estamos aplicando crema de sol —dice Juliet.
—Oh, bien, no las quemará el sol mientras ayudan. —Las ahuyento.
María deja claro que no va a mover un dedo. Abre su revista y me mira
por encima.
—¿Qué? —digo de golpe.
Se encoge de hombros. —Solo que no he visto a tu techador desde que
terminó su trabajo. Debió haber conseguido lo que necesitaba.
Ante la mención de Hayden, intento esconder mi tristeza mostrándole el
dedo medio. Cuando mi teléfono vibra, todo mi ser se encuentra en alerta
esperando que su nombre aparezca en mi pantalla. Es Lucky.
—Hola —digo.
—¿Puedo ir? James y Chris están en modo cocina y no existo mucho.
—Si quieres ayudar a arreglar conchas de mar, entonces ven.

—Estás demasiado pensativa, Sky —dice Lucky. Su largo cabello negro


está atado en una cola de caballo y lleva una camiseta de David Bowie. River y
Leti también se hallan en la tarea de los centros de mesa, pero pegando más que
todo sus dedos a las conchas y no a las velas.
—Sí, ha estado demasiado callada —dice River—. Incluso para ella.
Mirando sus ojos, ya no puedo esconderlo.
—Tengo algo que contarles. —Así que les cuento sobre la visita sorpresa
de Bradley. Cómo Hayden se encontraba allí. Cómo me corté el pie. Cómo le
dije a Hayden que solo estábamos tonteando.
—Eres una idiota —me dice River. Eso duele.
—¡Eres una gran mentirosa! —grita Leti—. Dijiste que pisaste un clavo
cerca de la piscina.
Me encojo de hombros. —Lo siento.
Lucky se para, sosteniendo una pistola de silicona, viéndose como si
fuera a sellar mis labios así dejo de cometer errores. —¿Por qué no me dijiste?
Podría hablar con él. Estoy segura de que se está quedando en la fraternidad de
su hermano. No es tan lejos.
—No —digo—. No vamos a salir detrás de Bradley. Lo dejé claro.
—Algunos chicos no saben cómo aceptar un no por respuesta —dice
River, presionando una concha grande alrededor de la base de la vela.
Odio la forma en la que lo dice. Como si lo supiera de primera mano. La
miro, retándola a mirarme a los ojos, pero continúa pegando conchas.
—Voy a decírtelo por conocimiento de causa —dice Lucky, señalándome
con el dedo—. Los chicos como Hayden, como James, no se encuentran seguido.
Tienes que escarbar en demasiada basura.
—¡Amén! —dice Leti.
—Pero no sé dónde voy a estar al final del verano. No sé si debo
quedarme en Nueva York. Estoy muy segura de que no quiero seguir siendo
enfermera. Solo siento que algo falta en mi vida, y no tiene nada que ver con un
novio. Quiero hacer algo que ame, y amo ayudar a las personas. Además, me
volví enfermera porque mi madre me dijo que lo hiciera.
—Tienes que dejar de vivir la vida por tu mamá —me dice Leti—. Yo lo
hago, y a mi mamá no le gusta, pero ella quiere que sea feliz.
—Sí, pero siempre has hecho lo que quieres. —Sostengo una concha de
mar azul, la especial que Hayden recogió. La dejo en mi palma. Esta no va ir a
un centro de mesa. Tiene un hueco natural en la cima. Me quito el brazalete y la
deslizo en él. Queda perfecto—. Lo acabo de conocer —digo—. Tal vez es una
de esas cosas en donde sigues en la fase de la luna de miel. Tal vez no puedo
ver que solo es hormonal.
—Estás siendo idiota —dice River—. ¿No le dije que estaba siendo
idiota? Sky, estoy jodida. En este momento, ni siquiera puedo manejar mi
propia mierda. Así que me voy a enfocar en la tuya. Si nunca quieres volver a
ver a Hayden, entonces no lo hagas. Pero créeme, no te he visto así de feliz o
sonriendo tanto como lo has hecho desde que él apareció. Si ese chico no fue un
milagro enviado por los dioses, entonces no sé qué es.
Mirándolas a las tres, sé que no puedo mentirme a mí misma. Todo lo
que sentí con Hayden fue real. —Debí haberle dicho cuando tuve la
oportunidad.
—¿Decirle qué?
—Que lo amo.
Leti chilla. —Chica, te lo dije. ¿No?
—Estaba tan dolido. —Sacudo la cabeza.
—Entonces cúralo —dice River.
Pienso en Bradley rogándome que lo acepte de nuevo. Nada de lo que
dijo me haría cambiar de opinión. ¿Hayden cambiaría la suya?
—Incluso si dice que no —dice Lucky—, al menos hiciste un esfuerzo.
River saca un cigarrillo y se recuesta. Lo enciende, suelta un camino de
humo. —Ya sabes qué voy a decir.
—¿Qué soy una idiota?
—No. —Sonríe secamente—. Que te amo y quiero que seas feliz.
—Sé feliz —dice Lucky como si la felicidad fuera algo para ser
examinada y analizada—. Una vez saques los juegos y el drama, ¿podría ser así
de simple?
No sé, pero voy a tener que darle una oportunidad.
Traducido por MadHatter
Corregido por Julie

Yo: Te extraño. ¿Podemos hablar?


Esa noche, Hayden nunca responde, así que me ocupo de las cosas que
tienen que hacerse. La boda es en dos días y la casa se encuentra más ruidosa
que nunca. Me las arreglé para pasar la noche haciendo un simple adorno de
boda que creo que Pepe y Tony no odiarán.
Es difícil no pensar en Hayden cuando la “suite” de las damas de honor
es la misma habitación en donde se cayó. Nuestros vestidos están colgados y
etiquetados en el armario. Me aseguro de que la plancha funcione. Reviso el
baño en busca de artículos de tocador y bolsas de maquillaje. Apilo las cajas de
centros de mesa, una encima de la otra.
Hago una lista de verificación mental:
Cadena de luces y linternas en todo el patio.
Terminar los centros de mesa.
Finalizar para cuando llegue el DJ y el fotógrafo.
Hacer un nuevo adorno.
James y su equipo llegarán tan temprano como les sea humanamente
posible, tal y como lo prometió Lucky.
Los esmóquines están todos en el extremo opuesto de la casa.
La piscina y la casa de la piscina se encuentran limpias y listas.
La mesa y las sillas están dispuestas y decoradas con guirnaldas.
La glorieta...
La ceremonia tendrá lugar en la glorieta que Hayden construyó. Tengo
que ir a la tienda por la mañana y comprar una cadena adicional de luces para
decorarla.
Reviso mi teléfono por centésima vez y aún nada. Quería que me dejaran
sola y conseguí mi deseo. Leti sí me advirtió acerca de lo que le decía al
Universo.
Saco el vestido con mi nombre y me lo pruebo una vez más. Claro, no es
mi boda, pero definitivamente es un vestido blanco. Dejo que mi cabello caiga
del moño enredado en la cima de mi cabeza. He estado planeando mi boda
desde que tenía cinco años y decidí casarme con John Smith de Pocahontas de
Disney. Ella es la princesa de Disney que se parece más a mí, después de todo.
En aquel entonces yo no sabía que la verdadera Pocahontas era una adolescente
y John Smith no era rubio. Y también era un humano horrible. Pero por un
tiempo, esa fue mi fantasía.
Las niñas pasamos tanto tiempo fantaseando que nadie se acuerda de
decirnos que llegará el día en que no puedes separar a los príncipes de las
ranas. Que incluso cuando haces todo bien y sigues los pasos correctos, puedes
terminar empezando de nuevo. Nos dicen tan a menudo que no debemos
cometer errores. Los errores arruinan tu vida, desde un embarazo accidental
hasta besar a muchos chicos hasta sacar la nota equivocada o vestirte con la
ropa incorrecta.
Más que nada, quiero decirles a estas chicas que está bien joderla. Está
bien comenzar de nuevo. Y tengo un mejor entendimiento de lo que quiero
hacer con mi vida.
—Luces preciosa.
Salto cuando escucho a mi madre y me vuelvo para verla de pie en la
puerta. Anda en pijama, con el cabello recogido.
—Tu vestido también está aquí.
—Shh. Él me ha hecho probar esa cosa cientos de veces.
—Simplemente se siente nervioso. Quiere que todo sea perfecto.
—Todos lo queremos. Tan perfecto como podamos, con esta familia...
nunca se sabe, nena.
—Solo voy a cambiarme y me iré a la cama.
—Sky, espera. —Se para frente a mí. Mi mamá es muy pequeña. También
mi papá. No sé de dónde saqué mi estatura. Sostiene mi cara en sus manos—.
Lo siento, mija.
—¿Por qué?
—No estaba feliz cuando me dijiste que dejaste tu trabajo.
Pongo los ojos en blanco.
—Escúchame, Sky. No estaba feliz. Pero no tiene nada que ver conmigo.
Sentí miedo por ti. No quiero que tengas el tipo de vida que yo tuve. No quiero
que vuelvas a casa todas las noches con las manos agrietadas y sangrando
porque la fábrica es muy agotadora. No quiero que te quedes hasta tarde,
preguntándote en dónde está tu marido. Pensé que Xandro era un buen chico,
un chico de familia.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?
—Me dijo que derramaste una bebida en su cara.
Asiento. —Él no se equivoca.
—No siempre estoy de acuerdo contigo —dice—. Pero sé que te crié bien.
Nunca hubieras hecho eso en público a menos que estuviera siendo un idiota.
Descarado.
—Está bien, ma.
Hace una mueca, como si aún no estuviera contenta. —¿Esto significa
que pronto volverás a trabajar?
—En realidad —digo—. Iba a unirme al circo. Ya casi estoy allí, rodeada
de ustedes.
—Ahora ten cuidado —dice, frunciendo los labios—. Ve a la piscina.
Algo acaba de llegar para ti.
—¿Para mí? ¿Tan tarde?
Se chupa los dientes, a pesar de que cada vez que yo lo hacía, me
golpeaban en la cabeza. —Ay, ve. Ándale. Piensas demasiado, mi Sky.

Me cambio el vestido y corro hacia la parte de atrás. Mi pulso se acelera


con mis pasos mientras abro las puertas traseras.
—Oye —digo, sin aliento.
Hayden se encuentra al borde de la piscina vistiendo una camiseta
blanca y pantalones azules. En sus manos hay una cajita de madera. La brisa de
la noche me impulsa a acercarme a él. Mi interior se siente como una máquina
de pinball, con mi corazón como la bola de metal siendo golpeada de esquina a
esquina. En este momento, está en la parte posterior de mi caja torácica.
—Tengo un regalo de bodas para tus tíos. Simplemente no sabía si era
apropiado dárselos.
—Oh —digo. Puedo ser genial e informal. Puedo ignorar que mi corazón
ahora ha rebotado en mi estómago y que todas las luces de mi máquina de
pinball se están volviendo locas por su cercanía—. Gracias. Puedo dárselos.
Extiendo mi mano, pero no me lo entrega.
—Sky —dice, desinflándose un poco—, esto es estúpido. Te extraño.
Debería haberte enviado un mensaje de texto, pero quería sorprenderte. Luego,
en el camino hacia allí, me di cuenta de que mi falta de respuesta pudo ser vista
como que no quería hablar contigo.
Respiro profundo, recuperando el control sobre mi cuerpo y mi corazón.
Cierro la distancia entre nosotros y lo rodeo con mis brazos. Entierro mi cara en
su pecho. Presiono mi mano sobre su espalda. Me siento aliviada cuando me
abraza en respuesta.
—Fueron días bastante terribles sin ti.
Asiento contra su pecho. Dios, extrañé su olor. Extrañaba el olor a
madera, jabón y a tierra. Eché de menos la forma en que es mi ancla.
—Ven —dice, sosteniendo mi mano y llevándome hacia la glorieta—. La
sorpresa aún no ha terminado.
Caminamos sobre la hierba húmeda en donde los grillos cantan sus
llamadas de apareamiento. Me lleva a través de la oscuridad, subiendo los
escalones de la glorieta. Huele a barniz fresco. Paso la mano por la madera lisa,
los intrincados diseños que la hacen única en su tipo.
—Es hermosa —le digo.
Cuando giro, él no está allí. Me encuentro en el centro de la glorieta en el
medio de la noche. La mayoría de las luces de la casa están apagadas. Solo veo
la luna y el resplandor azul de la piscina.
—¿Hayden?
—Espera —grita, su voz desde algún lugar en la oscuridad. Puedo
escucharlo hurgando en algo. Grita, como si se hubiese cortado. Luego—: Aquí
va.
Las luces se encienden. Docenas de luces diminutas cuelgan alrededor de
la parte superior de la glorieta. Hace que el patio parezca estar listo para una
boda de cuento de hadas.
Hayden vuelve a mí. —¿Te gusta?
—Es asombroso. Digo, no me voy a casar aquí, pero lo haría. Quiero
decir, sabes a lo que me refiero.
—Sí. —Me agarra por la cintura y me acerca a él, presionando sus labios
contra los míos. Maldita sea, los he extrañado. Cada centímetro de ellos.
—Hayden, lamento lo que te dije. No lo dije en serio.
—Yo lo siento por alejarme de ti. —Me agarra la cara. Me encanta la
forma en la que me mira. Puedo sentir su adoración. No tengo que adivinar—.
Hice que todo se tratara de mí cuando tú eres a la que le coquetean todos los
hombres en Long Island.
—No todos los hombres —digo.
—De cualquier manera. ¿Puedes perdonarme por irme?
—¿Puedes perdonarme por no decirte en ese mismo momento como me
siento por ti hasta ahora?
—Depende. ¿Cómo te sientes? —Me inclina hacia atrás para exponer la
tierna piel de mi cuello.
Mi cuerpo responde a él de inmediato, con una sensación de hormigueo
y se humedece. —Que eres mío y yo soy tuya. Que alegras mi día con la forma
en la que me sonríes. Que quiero que me beses todos los días durante el tiempo
que sea humanamente posible.
Y lo hace. Me besa desde el cuello, hasta mi mandíbula, a mi boca. Huele
dulce, como si hubiera comido dulces antes de llegar aquí. —¿Eso es todo?
Golpeo su pecho. —¿Qué quieres decir? Ahora es tu turno.
Me doy cuenta que, en todo este tiempo, nos hemos estado balanceando.
La música es algo simple: la brisa contra los árboles, los grillos, el murmullo de
la piscina, los latidos rápidos de nuestros corazones.
—Me siento muy feliz de no haber renunciado a la compañía de mi
padre como dije que lo haría. Se suponía que no debía estar en el trabajo ese día.
Si no hubiera sido así, nunca te habría conocido. No soy fanático de las cosas
que están destinadas a ser. Pero si esto es todo, entonces me convierto en un
creyente. Creo que eres fuerte e independiente. Creo que nunca he conocido a
alguien como tú. Creo que te amo, y solo eso hace que quiera ser un mejor
hombre.
Hayden me ama.
Amo a Hayden.
Es más fácil que la ciencia.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. —Qué bien. Porque yo
también te amo.
Traducido por Jeenn Ramírez
Corregido por Ailed

Guío a Hayden hacia las escaleras, dentro del baño, apurándolo a pasar
por la puerta cuando escucho pasos en el pasillo.
—Ni siquiera has visto el regalo para tus tíos —dice.
—Estoy ocupada. —Es verdad. Estoy ocupada. Estoy ocupada pasando
su camisa sobre su cabeza. Tocando cada musculo que se flexiona bajo mi piel.
Atrapa mi labio inferior — Sky.
Me alejo lo suficiente para sentir el aire frío entre nosotros. —¿Sí?
—Es importante para ti. —Sostiene la caja de madera entre nosotros.
Preferiría tener su madera entre nosotros—. Después de eso, puedes hacer lo
que quieras conmigo.
—¿Me lo prometes?
Muerde mi hombro como respuesta.
Ahora que está aquí y que me ha perdonado, no puedo pensar en nada
más. Tiene que levantarme de su regazo y sentarme sobre la cama. Trato de
protestar pero ahora estoy interesada en qué es lo que hay dentro de la caja.
Reconozco las hermosas esculturas de Hayden. Hay una P y una T en letras
elegantes. Amo la idea de Hayden sentado allí, trabajando con sus manos para
hacer esto. Lucky tiene razón, los hombres que trabajan con las manos seguro
que saben cómo usarlas.
La abro para hallar dos figuras envueltas en una tela azul. Al principio,
no sé qué se supone que debería estar viendo. La primera mide cerca de siete
centímetros y está hecha de madera clara. La segunda es un poco más pequeña
y está hecha de caoba. Cada una tiene gravadas las iniciales en el corazón, la T y
la P.
—Son ellos —digo, girándome para besarlo, pero ya está a mitad de
camino—. Gracias.
—Quería tu aprobación. ¿Deberíamos dárselos en el ensayo o guardarlos
y darles la sorpresa?
Sonrío contra sus labios por lo que nuestros dientes chocan. Me alejo en
un ataque de risas. —El día de la boda. Les encantarán.
—Shhh. Vas hacer que nos atrapen.
Ruedo los ojos. —La mitad de la casa está fuera de fiesta.
—Acabo de lograr agradarle a tu mamá.
Lo miro sospechosamente. —Sí, ¿cómo hiciste eso?
Se recuesta en mi cama, extendiendo su glorioso cuerpo para mí.
—Puedo ser encantador cuando quiero serlo.
—Hayden.
—Le dije que te amo. Que solo quiero que seas feliz, incluso si no es
conmigo.
Pongo los adornos del pastel en mi armario y cierro la puerta. En la
oscuridad de mi habitación con la suave luz azul proveniente del balcón, sé que
solo hay una cosa que quiero. Saco las mangas de mi vestido por los hombros.
Realmente adoro verlo cuando lo hacen en las películas, y dejo que el vestido
caiga al suelo. Hayden sigue la mirada a la tela. Se arrastra hacia mis pechos,
debajo de mi cintura, caderas y aterriza en el suelo, en el charco de ropa.
Desabrocha su cinturón.
Agarro mis pechos para hacer que se endurezcan, después exploro mi
propio cuerpo con las manos. Rodeo mi cintura con mis manos, haciendo trazos
hacia mis caderas. Pongo mis pulgares en la orilla de mi tanga.
Hayden deshace el botón y se quita sus vaqueros.
Bajo mis bragas, contoneo mis caderas. Doy dos pasos hacia adelante,
dejando mi ropa atrás. Intenta alcanzarme, pero agito mis dedos hacia él. Tomo
coraje del deseo en sus ojos. Lo observo viendo como masajeo mi clítoris.
—Ven aquí —dice.
—Oblígame.
Se pone de pie de inmediato. Me deja sin aliento. Me levanta en el aire.
Rodeo su cintura con las piernas. Su pene se levanta. Se desliza dentro y fuera
de mi humedad. La punta se presiona sobre mí y yo me quedo sin aliento.
Hundo mis uñas en su espalda para que espere. Se retira.
—Dios, estás tan apretada.
Grito cuando me levanta más en la pared. Me vuelve loca con la manera
en que muerde mi cuello y gime en mi oído.
—Hayden, te necesito.
—Te necesito.
—Te quiero dentro de mí.
Mueve su pelvis hacia arriba. Atrapa mi grito con sus labios. Es un tanto
agradable que trate de ser silencioso cuando todo lo que quiero es gritar. Lo
siento dentro de mí. Se desliza lenta y dolorosamente, haciendo espacio para él.
Me duele un poco, en la más deliciosa forma.
—Bebé —susurra—, bebé, te sientes tan bien.
Me aparta de la pared y me avienta a la cama. Sus manos sostienen las
mías arriba de mi cabeza. Me abro salvajemente y él aumenta el ritmo. Está tan
resbaladizo que se desliza fuera una vez más. Por un momento, desaparece. Me
deja extendida en la cama.
—¿Hayden?
Sus manos agarran mis caderas, y luego esa boca, esa hermosa boca está
cubriendo mi vagina. Es solo una probada, porque vuelve a estar encima de mí.
—No podía contenerme. Necesitaba probarte una vez más.
Me besa, levantando una de mis piernas sobre su hombro. Su pene se
desliza en mí de nuevo, y esta vez lo mantiene ahí tanto como puede. Me borra
el dolor con besos, y en este momento, no quiero a nadie más el resto de mi
vida. Se gira dentro de mí, y siento su dureza en el estómago.
—Mírame, mi amor. —Sus ojos son tan azules—. Te amo, Sky.
Le respondo con un beso. En ese beso quiero cubrir todo el amor que
siento por él. Viene con rapidez, como las últimas semanas. Me detengo. —Ya
me corro.
Mi interior pulsa alrededor de su longitud. Murmura en mi oído: —Lo
sé, bebé. Córrete para mí.
Se mueve dentro de mí hasta que mi orgasmo me hace caer. Lo aprieto
más profundo dentro de mí, presionando mi pie contra su trasero.
Cuando Hayden se viene, cierra los ojos. Incluso sin mirar, encuentra mis
labios. Estamos sudorosos y exhaustos. Pero por primera vez en mucho tiempo,
se siente muy muy bien.
Traducido por Beatrix
Corregido por Ailed

Hayden se va en medio de la noche.


Me despierto con una nota que dice. Nos vemos en el ensayo, amor.
Puede que mi madre esté aceptándolo, pero ver a Hayden salir de mi
habitación por la mañana con una sonrisa post-coital pegada a su cara no nos
hará ningún favor.
Mientras me cepillo los dientes, River entra y se sienta en el inodoro.
—Resulta que me desperté esta mañana —dice—, y vi a Hayden sin
camisa salir furtivamente de la casa. No le va muy bien en las misiones
encubiertas. ¿Alguna vez usa una camisa?
Me enjuago y escupo. —¡Sí! Pero no le duran mucho tiempo.
—Supongo que lo han arreglado.
—Eso y más.
—Bien por ti, cariño. Te saliste con la tuya.
Pongo mi cepillo de dientes nuevamente en el portavasos y me siento en
el borde de la bañera. —¿Qué pasa?
Ella se aferra a los costados del inodoro y baja la vista a su regazo.
—Necesito tu ayuda.
Me preparo para lo que River ha estado ocultando desde que llegó aquí.
Se lame los labios. Bajo la luz blanca del baño, parece una muñeca rota.
Sus rizos cuelgan enredados y sus labios están secos.
—La jodí —dice ella. Su pie comienza a temblar. Pongo mi mano sobre
su rodilla para que se detenga—. Es Will.
—River —digo—. ¿Le pagaste?
—Lo intenté. Fui a Smitty. No pudieron cobrar mis fichas.
—¿Por qué no?
—Como que le dije al vendedor que se fuera a follar a su madre la última
vez que estuve allí. De todos modos, Mad me dejó jugar de nuevo, y recuperé
los trescientos, pero Will no lo aceptó. Dijo “invita la casa”. Sky, ¿y si me mata?
—No te hará daño, River.
—Tengo que irme. No sé a dónde, pero tengo que irme.
Fuera del baño, Elena y María pelean por un secador de pelo. Pepe está
tocando puertas para asegurarse de que todos se acuerden de vestirse de forma
adecuada esta noche porque habrá fotos. Nadie sabe qué está pasando aquí, qué
está pasando con River. Es como el día y la noche.
—¿Él sabe dónde te estás quedando?
—No lo creo. Pero es una ciudad pequeña. No es difícil de suponer.
Me preocupa que River nunca pueda dejar de apostar. Más que eso, que
conozca a alguien peor que Will. He tenido miedo por River desde el día en que
puso una bomba de cereza en el buzón de Frankie Morales porque él tocó mis
tetas en el gimnasio.
—Nadie vendrá por ti.
—Encontré esta cosa. —Se echa el cabello hacia atrás—. Es un centro de
rehabilitación en West Bumblefuck, Montana. Todavía no he tocado el dinero
del seguro de vida de mi padre...
Me ahogo. ¿Cuándo dejé de notar que River estaba tan perdida? —Lo
siento, Riv. He estado tan metida en mi mierda que no he estado cuidando de ti.
River toma mis manos. —Ese nunca fue tu trabajo.
—Lo sé. Pero eres mi hermana.
—Además, todos saben que soy el puño, Leti es la furia, y tú eres el
corazón.
La estrecho en un abrazo. Puedo sentirla temblar, como si un frío hondo
le hubiese llegado hasta los huesos.
—Voy a hablar con Hayden. Él parece conocer a todos por aquí. Tal vez
pueda ayudar a quitarte a Will de encima.
—Te digo todo el tiempo que no seas idiota —dice ella—. Simplemente
no supe cómo seguir mi propio consejo.
Agarro su cara y beso su frente. —Todo va a estar bien.
Intenta sonreír. —He extrañado tu optimismo.
La dejo en la ducha. Me digo a mí misma que todo va a estar bien. River
siempre se ha cuidado sola. Ella nos deja entrar cuando tiene miedo, pero no
siempre acepta ayuda. Es la primera vez que la busca de esta manera. No puedo
evitar la sensación de que no está pidiendo ayuda, sino que se está preparando
para huir.
Traducido por Joselin
Corregido por Vane Black

Para la cena de ensayo, enciendo velas largas y blancas en el comedor.


Agregamos dos mesas más para acomodar a toda la familia. Pepe no deja de
juguetear con su traje de tres piezas mientras Tony intenta hablarle en español a
nuestra tía abuela Victoria. La familia de Tony es más pequeña que la nuestra.
Tiene un par de primos que llegarán mañana, pero eso es todo.
—Escucha esta mezcla —dice Yunior—. He estado trabajando en algunas
cosas con mis amigos.
Es una mezcla de algunas canciones de la vieja escuela y techno. —¿Esto
es lo que te enseñan en la escuela de negocios?
Pone un dedo sobre sus labios. —No dejes que mi madre te escuche. Se
volvería loca si supiera que hacía otra cosa que no fuera la tarea.
—Algunas cosas nunca cambian —le digo, prometiendo mantener su
secreto.
Yunior se proclama a sí mismo como el DJ de esta noche y conecta su
iPod al estéreo. Le recuerdo que Pitbull no es exactamente música para cenar,
pero actúa como si no pudiera oírme.
James y Lucky llegan al mismo tiempo que Hayden. James y Hayden
usan botas y pantalones vaqueros con un estilo de “No lo estoy intentando,
pero todavía me veo bien”. Lucky opta por un pantalón corto y una túnica azul
marino.
—Mañana usaré un vestido, lo juro —dice.
—Se ven geniales. —Ya estoy mirando más allá de ellos, hacia Hayden.
Pienso en lo que pasó anoche con él y me emociono. Sostiene mis brazos y me
mira de arriba abajo, inclinándose para que solo yo pueda escucharlo.
—Extraño el encaje blanco.
Me siento sonrojarme. —¿Puedo confiar en que te portes bien?
—No te preocupes por mí. Hago amigos rápidamente.
Lo dejo hablando con mis primos y James. River y Lucky se sienten
atraídas una por la otra naturalmente. Lucky ha hecho bastantes viajes, por lo
que River le hace preguntas. Una alarma suena en mi cabeza, pero luego Daisy
y dos de los otros niños corren hacia la mesa con toda la cristalería. Cuando una
docena de copas se estrellan contra el suelo, mi madre los lleva a su mesa
designada y me ayuda a traer una caja con otras nuevas.
—Tienes suficiente aquí para comenzar tu propio restaurante —le dice
James a Pepe.
Pepe sonríe ampliamente. —Solo quería estar preparado.
—Steven —le grito—. ¿Dónde está la caja de champaña?
Se saca un auricular de su oreja.
—Sé que me escuchaste —le digo.
Pone los ojos en blanco y va a hacer lo que le pido.
Leti rodea el rincón de la cocina con una botella de vino en la mano.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto.
Se encoge de hombros. —Este es mío.
Le quito la botella y me sirvo un vaso. —Hasta ahora, solo unas pocas
copas están hechas añicos.
—Deja de esperar lo peor.
—¿No nos conoces?
Sonríe, y la luz atrapa la estrella en su canino. —¿Has hablado con River?
Asiento y bebo mi champaña. —Estará bien.
—Busqué el lugar en Montana. Tienen caballos. Es un programa de
sesenta días.
—¿Cuándo se irá?
—No dijo nada. Siento que debería ir con ella. O sea, llevarla allá.
Leti niega con la cabeza. —Ojalá pudiera. Voy a estar en Puerto Rico la
próxima semana.
—¿Para qué diablos vas a ir allí?
Guiña un ojo. —Gary me invitó.
Choco mi copa con la de ella. Desde aquí, observamos a nuestra familia
sentarse y beber. Las Viejas hicieron bandejas de empanadas y camarones fritos
para aperitivos. Tony habla con uno de sus primos, su mano alrededor de Pepe.
Éste toma largos sorbos de su bebida. María está mirándose las uñas, todavía
amargada de que no le pidieran ser dama de honor. Mi madre apila cinco
empanadas en el plato de Hayden. River echa la cabeza hacia atrás y se ríe de
algo que dice Lucky.
—Lo lograste, chica —me dice Leti.
—La boda es mañana —le recuerdo.
—Date un respiro. —Me saca a empujones de la cocina para llevarme al
comedor—. ¡Sky dará un discurso!
No tiene sentido estar enojada con ella, ni siquiera por un minuto. Claro,
no me gusta hablar en público, pero amo a Pepe y Tony, y si he aprendido algo
estas últimas semanas es que cuando amas a alguien tienes que decírselo.
Incluso si crees que ya lo saben. “Te amo” son las palabras más hermosas que
puedes decirle a alguien cuando realmente significan algo para ti.
—Tenía mis dudas al comienzo del verano —digo—. No sobre la boda,
sino de que pudieran acomodar a toda la familia en una casa y que todos
puedan sobrevivir.
Tía Cecy levanta su vaso. —Todavía es temprano, ¡eh! —La noche todavía es
joven.
—Como dama de honor, realmente quería hacer un gran trabajo. Cuando
era pequeña, Pepe fue quien me ayudaba a hacer mi tarea. Me ayudó a arreglar
mi cabello cuando alguien decidió hacerme un flequillo.
—¡Yo también! —grita Leti.
—Eso es porque tú fuiste quien lo cortó, Leti. —Todos ríen, lo que me da
un poco de confianza—. Saben, mi mamá fue muy trabajadora. Tenía dos
trabajos y nunca se quejó por no dormir. Es la mujer más fuerte que conozco,
pero incluso una súper mujer necesita un poco de ayuda. Ahí es donde siempre
entró Pepe.
Me vuelvo hacia él y levanto mi copa. —Pepe, has sido más que un tío
para mí. Eres mi padre, mi hermano y mi mejor amigo. Verte a ti y a tío Tony
finalmente casarse es un sueño. Tony, has cambiado nuestras vidas haciendo
que Pepe sea tan feliz. De ustedes, podemos aprender que el amor es realmente
inesperado. Son mi mejor ejemplo de un feliz para siempre. Por Pepe y Tony.
—Por Pepe y Tony. —Todos brindan.
Pepe toma su servilleta y frota las esquinas de sus ojos.
Tony se pone de pie. —Gracias a todos por venir y ser parte de nuestro,
bueno, mes de bodas, realmente. Sky, fuiste fantástica en todo lo que hiciste.
Gracias por traer a James, Lucky y Hayden a nuestras vidas.
Hayden aprieta mi mano debajo de la mesa.
—Es una sensación fantástica —agrega Tony—, encontrar a la persona
que es tu alma gemela entre todas las personas en este planeta. Solo me llevó
cincuenta años y muchos almuerzos perdidos, pero Pepe, mi amor, no puedo
esperar para compartir mi vida contigo para siempre.
Brindamos de nuevo y tintineamos con los tenedores contra las copas
hasta que se besan.
Durante horas, comemos y bebemos y bebemos y comemos.
Luego, solo bebemos. La fiesta se extiende al patio trasero, a pesar de que
Pepe amenaza de asesinato a cualquiera que estropee los arreglos de la boda.
Los novios están durmiendo en habitaciones separadas. Pepe en la casa
de la piscina y Tony en la casa normal. Ya saben, porque quieren seguir la
tradición o algo así.
River se queda con su bikini y agarra una de las camas de la piscina.
Viene con un portavasos para su champaña. Daisy y los niños más pequeños se
lanzan como balas de cañón en el otro extremo. Es como si todos hubieran
asimilado el romance de la noche. La glorieta se encuentra iluminada, y las
luces alrededor de la piscina están configuradas para que cambien de color. Veo
cómo el azul se desvanece a púrpura, a rosado a rojo y luego vuelve a empezar.
Pepe pasa corriendo a nuestro lado con prisa.
—¡Oye! —Lo llamo. Se da vuelta en una ráfaga.
—Oye, bebé. —Gira los dedos como lo hace momentos antes de que su
fuga comience—. Me estoy yendo. Tengo un dolor de cabeza por la champaña.
—Sí, mañana no es un buen día para tener resaca —le digo—. No es que
alguien me escuche.
Mira de mí a Hayden y luego de vuelta a mí. Pepe me atrapa en un
abrazo abrumador. Puedo sentir su corazón acelerado.
—¿Estás bien?
Asiente. —Sabes que te amo, ¿verdad?
—Sí, lo sé.
—Sabes que pase lo que pase, siempre estaré aquí para ti. Y para Leti y
River. Todas ustedes. Son mis bebés.
Acaricio su mejilla con mi mano. —Lo sé. Ve a dormir un poco. Te
despertaré para el desayuno.
Besa mi mejilla y va a la casa de la piscina. Las luces se apagan en unos
minutos.
—Entonces —dice Hayden, acomodándose en mi silla de piscina—, ¿qué
tan difícil sería tenerte toda para mí solo?
Toco mi mentón con un dedo. —Hmmm. Muy difícil.
Se inclina a mi oído, su aliento me hace cosquillas en la piel. —Quiero
probarte ahora.
Su mano se desliza por mi vestido y aprieta mi muslo. Yunior camina
por allí y dice: —Veo eso.
Hayden lo saluda con la mano. —Eh, ¿cómo te va?
Suspiro. —Creo que tendremos que esperar hasta que todos los niños
estén durmiendo.
Hayden vuelve mi rostro hacia el suyo con su dedo. —Esperaré tanto
como sea necesario.
Traducido por Beatrix
Corregido por Julie

Cuando la mayor parte de la familia se ha ido a dormir, con la excepción


de un puñado de personas que piensan que están en la parte de natación de las
Olimpiadas, le doy un codazo a Hayden para que se reúna conmigo en mi
habitación.
Leti ronronea en mi dirección. Me tira un poco de agua.
—Es mejor que no haya vómito en la piscina cuando me despierte —le
advierto.
—Lo prometo, queridísima mami.
—¡Te amo! —grita River desde la cama de su piscina.
En mi habitación, Hayden está tendido en mi cama totalmente desnudo y
erecto. Sonríe con los brazos detrás de la cabeza. Me deslizo hacia la cama y me
arrastro sobre el colchón. Recorro con mis uñas sus gruesas y musculosas
piernas. En esta posición, bajo esta luz, parece una escultura de bronce. Es un
dios que sostiene el peso del mundo. No quiero volver a verlo vestido.
—Estás listo para mí —le digo, colocándome entre sus piernas. Dejo que
mis manos vaguen por su abdomen sin tocar su pene ni una vez.
Lo lamo una vez desde el eje hasta la punta, amando la forma en que se
mueve en mi dirección.
—Ah, cariño, me estás matando.
—Dijiste que esperarías todo el tiempo que tuvieras que hacerlo.
Gime. Sé que estoy siendo un poco malvada, pero quiero saborear este
momento. Me lo he imaginado mientras lo veía trabajando sin camisa. Me
pongo de rodillas y me bajo los pantalones. Pero esto es diferente. Hayden está
en mi cama como mi propio buffet personal.
Agarro la base de su eje y cubro la cabeza con mi boca. Lo lamo en
círculos lentos, una y otra vez hasta que una gota de pre-semen burbujea hacia
la superficie. Arquea su espalda, empujando su pene más adentro de mi boca.
Me retuerzo y jadeo, moviendo mi mano hacia arriba y hacia abajo.
Alcanza mi rostro, traza un pulgar sobre mis labios húmedos. —Mierda,
eres tan hermosa.
Le doy un apretón, luego lo llevo a mi boca otra vez. Hacer una mamada
a Hayden es una sensación completamente nueva para mí. Me encanta cómo se
siente su piel en mi lengua. La forma en que se vuelve más grueso y más duro
cada vez que lo lamo. La forma en que sus piernas tiemblan cuando elevo mi
velocidad y agrego rápidos movimientos de mi lengua en la parte inferior de su
cabeza rosada. Es como el comienzo de un terremoto debido a la forma en que
tiembla, empuja hacia arriba su pelvis, me agarra del pelo y tira de él.
Nunca me cansaré de escuchar a Hayden decir mi nombre.
—Me voy a venir —me advierte. Me da la oportunidad de apartarme.
Niego con la cabeza. Dejo que mi gemido vibre contra su cabeza mientras
su calor llena mi boca.
—Te amo —dice entre respiraciones superficiales—. Te amo, Sky.
Trago saliva y coloco un beso húmedo sobre su pene agotado. —Míralo,
se volverá a dormir.
Hayden se ríe. —No mientras estás cerca.
—Hace mucho calor aquí. —Me levanto para abrir las puertas del balcón.
Nadie puede ver la habitación, afortunadamente. Todos han desertado de la
piscina excepto River, que fuma en una de las sillas de playa, Leti, que está
dormida con una copa de champaña en la mano, y un primo no identificado se
desmayó en un lecho de tulipanes.
Antes de volver con mi delicioso hombre, noto algo raro. La luz de la
casa de la piscina está encendida. Pepe debería estar durmiendo.
—Creo que debería ir a hablar con mi tío —le digo a Hayden—. ¿Qué
clase de dama de honor sería si le dejo sufriendo de nervios?
Hayden se para y me abraza. Su dulce sudor es embriagador. Lamo la
piel de su pecho y prometo regresar.
Antes de bajar corriendo, corro al baño para enjuagarme con enjuague
bucal y rociar un poco de perfume. Pepe podría ser genial como un hermano,
pero no puedo aparecerme apestando a sexo oral.
—Hola —dice River—. ¿Terminaste con los quejidos y gemidos?
—Cállate. Voy a ver cómo está Pepe.
—Estoy segura de que está bien. Probablemente esté planchando el traje
por milésima vez.
Aun así, algo no me sienta bien, y no solo porque tragué... bueno...
Voy a llamar a la puerta de la casa de la piscina, pero está entreabierta.
Me giro para regresar. Tal vez él y Tony están allí haciéndolo antes de la boda.
Pero cuando todo lo que oigo son grillos, decido entrar. Todo está impecable.
La cama está hecha. El esmoquin está colgado. Hay un vaso lleno de agua en el
escritorio de trabajo de Pepe junto con un pedazo de papel y un marcador
destapado.
LO SIENTO.
Ahí está el comienzo de otra palabra. Yo... algo. Pero el marcador sangra,
como si lo hubiese mantenido presionado al papel y luego nunca terminara. Mi
corazón retumba en mi pecho. Levanto el papel y salgo corriendo.
—River —susurro grito. Se asusta tanto que se resbala de su cama
inflable y salpica en la piscina. Leti comienza a despertarse.
—¿Qué?
River escupe agua mientras nada hasta el borde de la piscina. —¿Qué
mierda pasa?
Me inclino y trato de susurrar con tanto pánico como sea posible. —Pepe
se ha ido.
—¡No! —grita Leti y River se tapa la boca con una mano.
—Nadie puede saberlo. —Les muestro el pedazo de papel.
—No lo puedo creer. —River lo rompe en pedacitos y lo quema en el
cenicero. Lo veo arder en llamas, luego cenizas, luego zarcillos de humo que se
retuercen en el aire.
—Vamos —digo—. Tenemos que ir a buscarlo.
Traducido por MadHatter
Corregido por Julie

—¿Estás segura de que se fue? —Hayden se viste tan pronto como ve mi


cara cuando regreso.
—Acabo de asomarme a la habitación de Tony. Está noqueado.
—¿A dónde crees que fue?
—No lo sé, pero no muy lejos. Todos los autos siguen afuera.
—Tomaremos el mío.
—No. No quiero que nadie se despierte si escuchan un motor. River y
Leti ya están abajo.
No espero a que me siga, solo sé que tengo que traer a Pepe de regreso
antes del amanecer. Tan silenciosamente como podemos, salimos por la puerta.
—Dividámonos —digo—. Ustedes dos, vayan a la derecha y nosotros
iremos a la izquierda.
Salimos corriendo como caballos de carrera. Las carreteras se encuentran
completamente oscuras, y casi todas las casas que pasamos están en silencio. No
hay muchas farolas, así que enciendo la linterna de mi teléfono. No es mucho,
pero al menos no nos atropellarán.
—Oh Dios —digo, entrando en pánico—. ¿Qué pasa si lo atropellaron?
¿Qué pasa si no lo encuentro?
—Lo encontraremos —dice Hayden—. Mira, hagámoslo bien. Este es el
camino a la playa.
—No puedo creer que haya hecho esto. —De repente, empiezo a llorar.
No me gusta cuando la gente me ve llorar, así que me alegra que sea de noche—
. Quería que fueran la pareja que lo lograba, ¿sabes? Creo que eso es bastante
egoísta.
—Eso no es egoísta en absoluto. —Me agarra y me abraza. Algo se clava
en mi espalda. Él sostiene la caja con la tapa de madera—. Oh, lo siento. Solo
pensé que esto podría ayudar.
Después de unos minutos de andar por el camino sin ver nada, enfoco la
luz en una chaqueta. Quiero gritar al pensar que pudieron haberlo atropellado.
Hayden la levanta y empiezo a correr. Me duele el pecho y los pies. Encuentro
su corbata. Corro rápido. Arriba, en donde el camino se convierte en una colina
está Pepe.
Intenta desabrocharse la camisa. Puedo escucharlo llorar mientras me
acerco. Pega un salto cuando lo toco.
—Soy yo —le digo—. Es Sky.
Golpea sus manos frente a su cara y niega. Lágrimas de cristal corren por
su rostro. No puede respirar.
—Mírame —le pido, obligándolo a enfocar sus ojos en mí—. Pepe,
mírame por favor.
Traga el aire y asiente.
—Necesito que respires. —Me le acerco y froto círculos en su espalda—.
Poco a poco, ¿de acuerdo? Estoy aquí.
Lentamente, inhala.
—Lo estás haciendo genial. Tómate tu tiempo.
Extiendo mi mano, y silenciosamente le pido a Hayden que espere. Lo
último que necesita es otra sorpresa.
—Ven a sentarte.
En la acera llena de grava y arena, Pepe se sienta con su traje favorito.
Sus respiraciones son largas y constantes ahora.
—Lo siento.
Le froto la espalda. —¿Qué pasó?
—Solo… —comienza a llorar nuevamente—. Simplemente me quedé allí
acostado pensando en todo lo que se dijo. Amo a Tony, tanto que físicamente
me duele pensar que algo salga mal. Mi papá nos abandonó cuando éramos
niños. Tu papá. El padre de María. Somos una familia a la que abandonan, Sky.
¿Qué pasa si Tony me deja?
—No lo hará. —Es algo que no tengo autoridad para prometerle, pero
tengo que creer en esto.
—Tal vez no sea así, pero ¿y si muere? ¿Qué pasa si algo le sucede y no
puedo ayudarlo? ¿Qué pasa si hago algo mal? ¿Qué pasa si no termina como
pensé? ¿Qué pasa si amar a alguien no es suficiente para que funcione?
Un automóvil pasa por el lado opuesto de la carretera. Me pregunto
dónde están River y Leti. Me pregunto si alguien en la casa ha notado que nos
hemos ido.
—Tú nunca te fuiste —le digo.
Me mira con ojos hinchados y oscuros.
—Nunca me dejaste. Yo no te dejé. Las personas que nos abandonaron,
no eran familia. Sé que tienes miedo de que te hagan daño, pero ¿no es ese el
objetivo de casarte? Estás confiando literalmente en que otra persona no te
rompa el corazón, para siempre.
Su risa está llena de mocos y húmeda, pero al menos se ríe. —Tengo
miedo, nena.
—Me dijiste que tenía que hacer lo que me hace feliz. ¿Tony te hace feliz?
—Sí —dice sin dudarlo.
—Entonces olvídate de las cosas que no puedes controlar. De todo lo que
tienes que preocuparte es caminar por ese pasillo y mirar al hombre que amas y
comenzar su vida juntos. Lo único que debería evitar que te cases mañana es
que no quieras hacerlo.
—Sí quiero —chilla.
—Entonces, como a River le gusta decirme, deja de ser un idiota.
—Oh, nena. —Me abraza—. Estoy tan agradecido de que me hayas
encontrado. Simplemente perdí el control.
Hayden se aclara la garganta. Pepe salta y se pone en pie.
—Es solo Hayden —digo.
Pepe se frota la cara con las manos. —Oh Dios. No. Estoy tan
avergonzado.
—¿Supongo que no es un buen momento para decirte que Leti y River
también te están buscando? Eso es todo, lo prometo.
—Íbamos a esperar hasta mañana —le dice Hayden—. Pero pensé que
querrías ver esto ahora para aclarar tu mente.
Pepe agarra la caja de madera y la abre lentamente. Enciendo la luz del
teléfono para que pueda verlo bien. Se cubre la boca y comienza a llorar de
nuevo.
Hayden parece aterrorizado. —Lamento si no te gusta. No tienes que
usarlos.
—¡No, no! —Cierra la caja y la aprieta contra su pecho—. Son hermosos.
Somos nosotros.
Traducido por Beatrix
Corregido por Ailed

La orquesta de la boda lleva a los invitados a sentarse. La orquesta fue el


regalo sorpresa de Tony para Pepe.
Un pianista alto y esbelto, un rubio con un arpa y un violinista pequeño
que me recuerda al Capitán Jack Sparrow comienzan a tocar un popurrí de los
Beatles.
Más de doscientos invitados se alinean en hileras ordenadas, esperando
que el cortejo nupcial pase por la piscina, por el sendero de adoquines y la
glorieta alumbrada. Si estiro el cuello, puedo ver la nuca de Hayden sentado
junto a Lucky y James. Agarro mi ramo y respiro el dulce aroma de las rosas.
—¿No te sientes un poco rara vistiendo de blanco? —pregunta Steve.
Me giro y lo callo con un gruñido.
Detrás de mí, Leti se mueve nerviosamente con los botones en la parte
posterior de su vestido. —Algo me pica.
—Tal vez tienes ladillas —dice Yunior.
Lo terrible de tener a tus primos como compañeros de boda es escuchar
sus interminables comentarios. Lo mejor de todo es tener a tus primos allí.
—Ahí no es donde obtienes ladillas, idiota —contesta, abofeteándolo.
Detrás de ellos hay incluso más risitas. Me doy la vuelta. —¿Todos se
callarán por una vez?
Le tomo el brazo a Steve cuando la banda desacelera sus instrumentos y
comienza el principio de “All of My Love” de Led Zepplin.
—Escogí esto —susurra River desde la parte posterior.
—Gracias, cariño —escucho decir a Tony.
Mientras camino por el pasillo, preparando mi sonrisa para las fotos,
suelto un suspiro de alivio. Incluso sonrío a Xandro, quien trajo una cita que
podría estar en la portada de Maxim. Bien por ti, hermano.
Doy los primeros pasos hacia el mirador. Tengo que admirar la forma en
que Hayden lo diseñó con la fiesta de bodas en mente. Le sonrío al ministro,
tomo mi lugar y miro al resto entrar. Leti es Leti, y saluda como si estuviera en
medio de un desfile triunfal. Yunior lanza un signo de paz, del cual el fotógrafo
toma veinte fotos. River me da su sonrisa naturalmente traviesa y suelta el
brazo de su compañero lo antes posible. Ella se quedó atrapada con el primo
del tío de Tony, que huele a ajo. Luego están Elena y Juliet, que se toman selfies
a medida que avanzan por el pasillo.
—Jesús. —Suspiro, atrayendo la ira del oficiante.
El arpista deja su instrumento a un lado y saca un ukelele. Alguien en la
multitud se ríe. Comienza “Over the Rainbow” de Israel Kamakawiwo'ole con un
rápido rasgueo. Luego el Capitán Jack se une al violín, balanceándose al ritmo.
Tony comienza su procesión en el brazo de su prima Isabella. Levanta la cabeza
mientras la música va aumentando. Su sonrisa es tan amplia que sé que, si hice
algo bien este verano, fue ayudar a salvar a mi tío Pepe de cometer el mayor
error de su vida.
Tony me besa la mejilla y toma su lugar en el altar.
Pepe comienza a caminar por el pasillo con mi madre a su lado. Cuando
los miro, me doy cuenta de que quizás no haya crecido con una madre y un
padre tradicionales, pero aun así fueron bastante perfectos. El vestido de mi
mamá es de un hermoso color salmón que complementa su piel oscura. Ambos
tienen los mismos ojos oscuros y labios carnosos. Las mismas amplias sonrisas.
Mi mamá besa a Tony en ambas mejillas y toma asiento en la primera fila.
Cuando se incorpora al altar, Pepe me toma de la mano y le doy un
apretón de aliento.
Luego se enfrentan y dicen sus: —Sí, quiero.

Después de la ceremonia, viene el baile. Las botellas de champaña que se


desbordan como fuentes. Mis primos adulan a los modelos que han venido por
parte de Pepe. Las Viejas opinan de los minúsculos vestidos de verano que no
aprueban para una boda. Porque ahora es el momento de ser conservador.
—Señoras y señores —dice una voz familiar por el micrófono. Yunior se
encuentra de pie en la tienda de DJ. Tiene unos audífonos gigantes con Y
personalizadas y deslumbrantes en cada oreja. Echo un vistazo a Leti. Supongo
que conoció el secreto de Yunior antes que yo—. ¿Puedo tener su atención por
favor? Vamos a dar la bienvenida a la más asombrosa pareja de este lado de
Nueva York para su primer baile como marido y mujer.
El disco salta, y Yunior golpea el micrófono. —Error mío.
Pepe y Tony sacuden la cabeza en su dirección. Nada como la familia.
—Voy a matarlo —le digo, comenzando a marchar hacia la tienda del DJ,
pero Hayden me detiene.
—Tranquila, tigre —dice River. Toma un asiento cómodo donde puede
fumar sin que la gente se queje.
Tony y Pepe comienzan a bailar “You Are So Beautiful”. Uno por uno,
todos empiezan a bailar. Hayden me atrae hacia sus grandes y fuertes brazos, y
nos balanceamos en las baladas, salsas, merengues y canciones de hip hop. No
noto el atardecer hasta que el patio se llena de vida con luces.
—Sky —dice Hayden, retrocediendo para inspeccionarme. Me he vuelto
rígida—. ¿Qué pasa?
Lentamente, todos los invitados se giran a la glorieta, donde comienza
un incendio. Todos comienzan a gritar.
—¡Fuego! —gritan.
Hayden ya está en su teléfono llamando al 911. Tony corre dentro de la
casa, buscando un extintor de incendios. Leti se zambulle a por la manguera de
jardín, pero se enreda y cae en la piscina. Algunos de mis primos están detrás
del mirador, demasiado asustados para caminar alrededor del fuego.
—¡Sky, vuelve!
Corro hacia la glorieta donde están los niños y los llevo a un lugar
seguro.
—¡Todos vuelvan! —grito. Luego vuelvo para asegurarme de que no
olvidé a nadie.
El vello de mi espalda me pica como si alguien estuviera detrás de mí.
Me giro, pero no hay nadie allí. Me vuelvo para correr hacia el frente de la casa,
pero tropiezo con algo. Una botella de fluido para encendedores.
Tenía razón. Hay alguien detrás de mí. Lo veo corriendo hacia el bosque,
pero no veo nada excepto una cabeza calva y una barba.
Unas manos me agarran por la espalda y grito.
—¡Soy yo! —dice Hayden—. Nena, soy yo.
Me sostiene mientras media docena de bomberos rocían la glorieta. En el
momento en que está hecho, no es más que astillas y un montón de cenizas.
Afortunadamente, nada más fue dañado.
Miro los rostros sorprendidos de los invitados a la boda, pero no la veo.
Hayden intenta detenerme, pero me alejo. No hay tiempo para explicar. Corro
al frente de la casa. Hay un lugar vacío en el camino de la entrada. El auto de
River ya no está.
River se ha ido.
Traducido por Monse C.
Corregido por Ailed

Le digo a la policía lo que vi, un hombre viejo y calvo corriendo a través


del bosque. Toman el bote de líquido inflamable, pero no prometen mucho. No
les menciono que River estuvo aquí. No les digo que la buscaba a ella. Ni
siquiera sé cuándo se fue, pero espero que ya esté lejos.
Porque nada más fue arruinado, Tony y Pepe continúan con la fiesta. La
única forma de hacerle cara a algo tan terrible es con una celebración. Pepe dijo
que quería dar una boda de la que hablaran, y ni siquiera un pequeño incendio
había acabado con la felicidad inducida por el alcohol.
Rodeo con mis brazos la cintura de Hayden. —Lamento que tu obra de
arte haya ardido en llamas.
Él niega con la cabeza. —¿Esto? Mi obra de arte aún está por venir, bebé.
Frota mis manos, atrayéndome para un profundo beso. Me tomo un
minuto para ir a mi habitación a cambiarme. Mi teléfono está en mi cargador.
Tengo tres mensajes de Bradley. Con todas las cosas que han pasado, él es lo
último que necesito, Así que aprieto eliminar.
Hay uno de River. La hora dice que fue enviado mucho antes del fuego.
Dice: Me voy en solitario.
Le quiero contar lo que pasó, pero ella necesita un nuevo comienzo. Así
que lo único que le digo es: Te amo. Cuando vuelvo escaleras abajo, abrazo a mi
madre. Abrazo a Tony y Pepe. Y hasta abrazo a María.
Llevo a Hayden al medio de la ocupada pista de baile. El aroma de las
antorchas del patio trasero se mezcla con el aroma a quemado de la madera,
pero a nadie parece importarle.
—Esta va para mi prima favorita, Sky —dice Yunior y comienza a tocar
“Burning Down the House” de Talking Heads.
Le muestro mi pulgar arriba. Mi abuela gira con la asistente de Pepe,
Vera, y Lucky jala a James lejos del bufet, hacia la pista de baile. Leti grita
cuando se da cuenta de que la estrella de su diente se ha caído durante la
conmoción, aunque sospecho que Gary se la pudo haber tragado.
—Te amo —digo. Las palabras se sienten reales, y quiero decirlas una y
otra y otra vez.
—¿Quiere decir que te quedarás? —pregunta Hayden mientras me carga
y me da vueltas en el aire. Mi estómago se llena de esa sensación de un amor
nuevo.
No he tomado una decisión. Aún no. Pero sé que voy a querer regresar a
la escuela y he arruinado mi oportunidad del semestre de otoño. Pero llegará la
primavera. Sé que quiero ayudar a chicas como yo, como River, como mis
primas. Quiero que sepan que estarán bien.
Ser enfermera cambió mi vida, aunque no fuese lo que quisiera hacer con
la misma. Sé cómo vendar heridas, y he ayudado a traer niños al mundo tantas
veces como he curado heridas de balas. Me he interesado más en las heridas
que la gente no puede ver.
—Sí y no —digo—. Estaba pensando en ir de viaje. Quizás a Grecia, y
luego ¿quién sabe? Mi pasaporte tristemente carece de estampas.
Él entrelaza sus dedos con los míos. —Oh.
—¿Vienes conmigo?
Me besa. —Qué bueno que lo preguntas. Estaba pensando en formas de
colarme en tu maleta. Te amo, Sky.
Lo abrazo fuertemente. No sé dónde terminaremos, pero un beso es un
buen lugar para comenzar.
Nunca apuestes más de lo que puedas permitirte
perder.
River Thomas nació como un comodín. Su padre
la miró y decidió que su hija tendría la mejor cara
de póquer de la ciudad.
Pero cuando él muere inesperadamente, la ya
peligrosa vida de River se sale de control.
Después de seis meses sin apostar, alejándose de
las mesas donde gana y pierde su fortuna, recae, y
pronto debe huir de un tipo que busca ajustar
cuentas.
Quiere ser mejor, necesita ser mejor, antes de
terminar como su padre. El camino la lleva a la
rehabilitación en Sun Valley, Montana. Pero
primero, un último hurra, y el guapo desconocido en el bar es justo lo que
recetó el doctor. Ella se va antes del amanecer todavía pensando en su cara.
Pero su último hurra con el tipo de sus sueños es también su consejero durante
los próximos noventa días...
La atracción, sin embargo, es un señuelo demasiado fuerte para
ignorarlo, y pronto River se encuentra jugando con lo único que nunca pensó
que apostaría: su corazón.
Zoraida Córdova nació en Ecuador y creció en
Queens, Nueva York. Estudió en Hunter College
y la Universidad de Montana antes de encontrar
un hogar en el brillante (un poco) mundo de la
vida nocturna de la ciudad de Nueva York.
Prefiere su whisky puro, el tocino crujiente y sus
hombres con un lado de caballería. Es la autora
de la trilogía juvenil The Vicious Deep.

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