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No rechaces a tu hermano en Cristo

8 abril, 2015 | Josué Barrios

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”, Juan 13:35

La verdad es gloriosa. Jesús es esa verdad (Juan 14:6). Pero nosotros somos pecadores a los que falta
mucho en su crecimiento, hasta llegar a la imagen de Cristo (Efesios 4:13). Es por eso que “en nombre de la
verdad” podemos pecar y traicionar lo que significa esa verdad. Eso es algo sobre lo que he estado pensando.
Específicamente, en relación a la división entre personas que aman a Cristo.

Es fácil rechazar a alguien, aun si realmente conTa en Cristo y lo ama, porque Uene algunas fallas
doctrinales y carece de mayor madurez espiritual. Pero es más triste porque un hermano en la fe (sea maduro
o no) es alguien que no fue rechazado por Cristo, y por tanto rechazarlo es una forma de rechazar a Cristo. Es
como decir “mírame Dios, soy mejor que tú a la hora de escoger a quien recibir como hermano y a quien no”.
Recordemos que Jesús dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, yo no le echo fuera”
(Juan 6:37).

Ni ecumenismo ni rela.vismo

Las afirmaciones anteriores pueden lucir ecuménicas a primera vista. Como si dijera que todas las
denominaciones que dicen ser crisUanas o mencionan a Jesús están bien y debemos considerar a sus
miembros como nuestros hermanos. Sin embargo, fui específico al referirme a los que realmente conTan en
Cristo y lo aman.

Aquí no hay relaUvismo. Alguien que no conTa en el Jesucristo de la Biblia como su Señor y Salvador es
nuestro prójimo, pero no es nuestro hermano en la fe. Y ciertamente hay muchas personas (e “iglesias”,
organizaciones, denominaciones y sectas) que dicen ser crisUanas pero en verdad no aman ni creen en el Jesús
de la Biblia.

Por ejemplo, los TesUgos de Jehová niegan la suficiencia de Cristo y la salvación solo por fe. Pablo llama
a los que así proceden “anatemas” (Gálatas 1:9). Por su parte, en el movimiento del evangelio de la
prosperidad, aunque varios líderes dicen creer en una salvación solo por fe y amar a Jesús, en realidad aman el
dinero y ven a Jesús como un medio para algo más y no como el hijo de Dios, más valioso que todas las cosas
(Filipenses 3:8, Apocalipsis 5:13). No aman a Cristo, lo ven como insuficiente para sus vidas y Pablo los llama
también anatemas (1 CorinUos 16:22).

El ecumenismo, como lo conocemos hoy, es pretender que están bien las discrepancias en puntos
esenciales de nuestra fe. No apoyo eso. Hay doctrinas no negociables, como son las Cinco Solas. Lo que
planteo en este areculo es algo disUnto y que no debe ser confundido con el relaUvismo: invitarte a que
seamos más como Pablo.

Debería llamar nuestra atención que el apóstol Pablo en casi todas sus cartas daba gracias a Dios por
los hermanos a los que él escribía. Entre ellos:
• La iglesia en CorinUos, que tenía un serio problema con el uso de los dones espirituales, caían en
disputas ridículas y aún tenían muy poco amor entre ellos.
• La iglesia en tesalonicenses, que aunque eran crisUanos tenían un entendimiento del fin del mundo
alejado de la verdad.
• Los hermanos en Roma, que necesitaban ser confirmados y aprender mucho más sobre lo esencial de
nuestra fe (Romanos 1:11).
A todos ellos, Pablo los llamó crisUanos.

Se trata del evangelio

Lo que aquí escribo no Uene que ver con ecumenismo, sino con entender realmente el evangelio. Si
para ser salvos necesitamos mucha madurez espiritual y tener una teología 100% perfecta, entonces
seguramente todos nos perderíamos. Sí, es cierto que necesitamos adentrarnos en la Palabra de Dios y crecer
en nuestra fe, pero no para ser más salvos, sino porque por fe lo somos.

Digo esto porque muchas personas parecen no creer en una salvación solo por fe, sino en una por “fe +
mayor conocimiento del necesario para ser salvo” o “fe + madurez espiritual”. Se evidencia eso en la forma en
que tratan a otros crisUanos como si no lo fuesen. Según lo que creen estas personas, ¡Me pregunto como
hacían para ser salvos muchos crisUanos cuando no tenían la Biblia completa y no podían entender mejor
muchas verdades! Pero gracias a Dios, somos jusUficados por la fe y nada más (Romanos 1:5).

Agradecimiento, humildad y paciencia

Es por eso que quiero tres cosas:

• Que seamos más agradecidos: Pablo sabía que habían cosas que estaban mal en esas iglesias a las que
Él escribía, y les exhortó al respecto, pero siempre buscaba algo por lo cual agradecer.
• Que seamos más humildes: El apóstol Pablo no solo esperaba ir a Roma para confirmar en la fe a los
crisUanos de allí, sino también para aprender de ellos (Rom 1:12). En la iglesia no hay persona tan
carente de dones que no pueda contribuir a tu progreso espiritual.
• Que seamos pacientes: Pablo nunca perdió la esperanza con respecto a personas que, aunque eran
crisUanos de verdad, necesitaban mucho por aprender y crecer. Y es que Pablo reconocía que Dios
había sido paciente con Él.

No rechacemos a nuestros hermanos en Cristo. Recordemos que tenemos al mismo Padre.


Unas breves palabras sobre el ecumenismo
20 marzo, 2013 | Miguel Núñez

La palabra ecumenismo deriva del griego oikouemene, que significa “lugar habitado por la humanidad”. Este
término fue usado en el imperio romano para referirse a la totalidad de las ?erras conquistadas. Dentro del ámbito
cris?ano, la palabra ha sido usada más bien para referirse a un movimiento emprendido por diversas iglesias, con la
intención de unificar las diferentes denominaciones cris?anas; y algunos más liberales han querido unir diferentes
religiones en un mismo movimiento ecuménico. A simple vista, el ecumenismo presentaría aparentes ventajas. Pero las
consecuencias serían tan devastadoras que los posibles beneficios se esfumarían rápidamente. El problema ha estado en
que las iglesias interesadas en crear tal movimiento han tratado de enfa?zar una unión en base al amor de Cristo, pero a
expensas de la verdad. Lo que queremos decir con esto es que diferentes denominaciones cris?anas, enfa?zando
exclusivamente el llamado a amarnos unos a otros, y dejando a un lado verdades cardinales de la fe, han intentado crear
alianzas estratégicas de trabajo entre personas que a veces difieren enormemente en lo que creen. Algunas iglesias y/o
denominaciones que se han desviado de manera significa?va de la verdad han pretendido unirse con otras de corte
ortodoxo, bajo una misma sombrilla, lo cual es una imposibilidad.

Si bien es cierto que Cristo oró en Juan 17:21, horas antes de su crucifixión, “para que todos sean uno. Como tú,
oh Padre, estás en mí y yo en ?…”, no es menos cierto que Cristo no estaba pretendiendo con eso unir a los cris?anos a
expensas de lo que es su verdad. En esa misma oración, en Juan 17:17, Cristo dijo: “San?Ucalos en la verdad; tu palabra
es verdad”. De manera que para lograr una verdadera unificación de las iglesias tendríamos primero que ponernos de
acuerdo primordialmente en lo que es la verdad. El movimiento ecuménico ha logrado avanzar basado en un liberalismo,
donde cualquiera que profese ser cris?ano pudiera formar parte del mismo y ser aceptado, sin sen?rse juzgado por
nadie. Estamos de acuerdo con que no debemos vivir juzgando al otro, pero es la Palabra que juzga nuestras acciones. Y
cuando la Palabra de Dios descalifica a un grupo para ser llamado cris?ano por haber abandonado la verdad, entonces
no podemos estrechar los lazos con aquellas personas que dicen ser discípulos de Cristo sin abrazar Su verdad. El apóstol
Pablo lo explicó muy claramente en Gálatas 1:6-9:

“Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un
evangelio diferente; que en realidad no es otro evangelio, sólo que hay algunos que os perturban y quieren perver?r el
evangelio de Cristo. Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos
anunciado, sea anatema. Como hemos dicho antes, también repito ahora: Si alguno os anuncia un evangelio contrario al
que recibisteis, sea anatema”.

Quisiéramos hacer la salvedad de que es frecuente ver una iglesia que no cree exactamente, cien por ciento
igual, cada una de las cosas que otra iglesia cree; pero esto no implica que estas dos iglesias no pudieran tener
comunión, hermandad, trabajar juntas, amarse y admirarse la una a la otra. The Gospel Coali?on y Coalición por el
Evangelio son muestras de esto que estamos diciendo. Lo que sí estamos tratando de comunicar es que hay verdades
fundamentales del evangelio que no pueden ser negociadas. Y cuando iglesias llamadas cris?anas negocian las verdades
fundamentales del evangelio, lamentablemente no nos queda otro camino que no sea el de divorciarnos de la asociación
con ellas, y pedirle a Dios que pueda restaurar la verdad en el seno de las mismas. A manera de conclusión, podemos
ilustrar esto úl?mo de la manera siguiente. Las verdades resumidas por el movimiento de la Reforma en las Cinco Solas
(con todas sus implicaciones) son innegociables: Sola Escritura: la Biblia como la suprema fuente de autoridad; Salvación
solo por Gracia; Salvación solo por medio de la fe; Salvación solo en Cristo y; Salvación solo para la gloria de Dios

Lo mismo podemos decir de las verdades relacionadas a la encarnación de Cristo, su vida sin pecado, su muerte
sus?tu?va, su resurrección corporal y otras que forman parte de la columna vertebral de la fe cris?ana. Sin embargo, hay
otras verdades, por ejemplo, aquellas relacionadas a ciertos aspectos de la escatología, que son de segundo orden, como
las posiciones premilenialista, aminenialista y posmilenialista, que no ?enen por qué mantenernos separados. Hay otras
similares, pero estas sirven de ilustración. Con esta reseña queremos dejar un entendimiento breve de algunos de los
problemas con el ecumenismo por el que abogan muchos. Negociar las verdades fundamentales implicaría la
destrucción del movimiento cris?ano, y de ahí nuestra resistencia a formar parte de un movimiento ecuménico como
muchos otros lo han hecho.
El valor y el papel de los credos y las confesiones
Carl R. Trueman

Los credos y las confesiones son importantes como documentos históricos, compuestos y adoptados por las iglesias
para dar expresión autorita?va a sus creencias teológicas.

Las declaraciones resumidas de la fe cris?ana ?enen su origen tanto en los preceptos como en los principios del
Nuevo Testamento. En la iglesia primi?va, el consenso general sobre el contenido de la fe se formalizó en el siglo IV a
través de formas específicas de palabras adoptadas por la iglesia a las que se les dio una autoridad general, más
par?cularmente en el Credo de Nicea (325/81) y su elaboración por los concilios ecuménicos. En la Reforma, el
catolicismo y el protestan?smo se definieron tanto a través de la tradición del credo de la Iglesia primi?va como por la
producción de confesiones y catecismos más elaborados y completos. Si bien los siglos más recientes han visto menos
producción confesional y muchas iglesias protestantes contemporáneas han abandonado la estricta adhesión a sus
confesiones o han adoptado breves declaraciones de fe de su composición, la rica herencia de credos y confesiones aún
ofrece mucho de vital importancia para la salud y el bienestar de la iglesia contemporánea.

Orígenes bíblicos
La Biblia ofrece numerosas indicaciones de que una confesión verbal de fe acordada es una parte importante de su
concepción del pueblo de Dios. En el An?guo Testamento, el Shema fundamenta la iden?dad del pueblo de Dios en la
iden?dad de Dios mismo ( Dt 6:4). Lo hace de una manera que es confesional en ambos sen?dos de la palabra: en lo
doctrinal, como una declaración de verdad y en lo litúrgico, como una declaración pública de fe. El Nuevo Testamento da
tes?monio de una con?nuación de este patrón, con la referencia de Pablo a dichos que son verdaderos y dignos de toda
aceptación por parte de la iglesia y, de hecho, su uso de declaraciones que ?enen una cualidad similar a la de un credo
(p. ej., 1 Ti 1:15; 3:16; Fil 2:5-11). El énfasis de Pablo en la adhesión fiel a la forma de enseñanza apostólica también
refleja esa prác?ca (1 Ti 1:13).

La regla de la fe
Los teólogos del segundo siglo, Ireneo y Tertuliano, se refieren en puntos de sus escritos a la regla o Canon de la fe.
Este es un resumen de los puntos cardinales de la doctrina cris?ana, desde la unidad y unicidad de Dios hasta el juicio
final. El hecho de que aparezca en diferentes formas lingüís?cas sugiere que no se trataba de un credo formal, en el
sen?do de una fórmula verbal establecida y norma?va, sino más bien de un conjunto acordado de conceptos.

Credos de la Iglesia primi6va


El credo más importante de la Iglesia primi?va fue el formulado inicialmente en el Concilio de Nicea en 325 y luego
revisado y ampliado en el Primer Concilio de Constan?nopla en 381. La principal causa inicial del Concilio de Nicea fue la
necesidad de tratar con la enseñanza de un presbítero, Arrio, quien argumentaba que la unidad e impasibilidad de Dios
significaba que el Hijo necesitaba ser entendido como algo menos que Dios. Aunque Arrio fue condenado como hereje
en Nicea, el tema de la relación del Padre y el Hijo (y luego, a par?r de los años 360, el Espíritu Santo) siguió perturbando
a la iglesia hasta el año 381, cuando se acordó un vocabulario conceptual finamente elaborado para expresar tanto la
unidad («una sustancia») y la trinidad («tres hipóstasis, o subsistencias»). Entre los años 325 y 381, también había
surgido el concepto de un concilio ecuménico, una reunión de líderes de la iglesia para tomar decisiones vinculantes para
toda la iglesia, destacando que el tema de los credos y el de la eclesiología están ín?mamente relacionadas, tanto
teológica como históricamente.

La resolución de Nicea sobre el asunto trinitario proporcionó la base para el debate cristológico posterior. Una vez
establecidos los conceptos norma?vos para discu?r el ser y las subsistencias de Dios en Sí mismo, se volvió apremiante el
tema de cómo Dios se relacionaba con Cristo. Luego se llevaron a cabo una serie de concilios adicionales, de los cuales se
consideró que el más importante tenía un estatus católico ecuménico.

• Éfeso I (431) que rechazó el nestorianismo.


• Calcedonia (451) que rechazó el eu?quianismo y estableció el lenguaje de una persona/dos naturalezas
como norma?va para la cristología.
• Constan?nopla II (553) que amplió la condena del nestorianismo y adoptó la fórmula teopasquita.
• Constan?nopla III (680-81) que repudió el monoenergismo y el monotelismo.
• Nicea II (787) restauró la veneración de los iconos después de su prohibición anterior.
• Cada uno de los úl?mos seis concilios tuvo cuidado de proclamar sus declaraciones como consistentes con el
Concilio de Nicea original.

Además del Credo de Nicea formal y sus posteriores aplicaciones a la cristología en los concilios posteriores, otros
dos credos también son de procedencia patrís?ca: el Credo de los Apóstoles y el de Atanasio. Si bien ninguno ?ene un
estatus ecuménico formal, ambos han sido influyentes a nivel litúrgico y teológico.

El Credo de los Apóstoles —a pesar de su nombre— no fue escrito por los apóstoles de Cristo, sino que surgió a
finales del siglo IV. El Credo de Atanasio no puede haber sido escrito por Atanasio ya que es un credo la?no, no griego y,
más decisivamente, aborda temas cristológicos del siglo V que solo surgieron después del primer Concilio de
Constan?nopla en 381. Un autor más probable es el teólogo Vincent de Lérins. Sin embargo, a pesar de la procedencia
incierta de estos dos credos, ambos (en par?cular el de los Apóstoles) han disfrutado de una aceptación amplia y uso
litúrgico dentro de las diversas ramas del cris?anismo.

Siglos dieciséis y diecisiete


Los siglos dieciséis y diecisiete representan la gran era de las confesiones, documentos que ofrecían declaraciones
mucho más completas de la fe cris?ana que los credos de la Iglesia primi?va, tenían un enfoque más estrecho y también
cubrían algunos asuntos que no pertenecían a la sustancia de la fe (p. ej., el papel del magistrado civil en los asuntos
eclesiás?cos). A medida que el cris?anismo se fragmentó en catolicismo romano y protestan?smo, y este úl?mo en
reformado, luterano, anglicano y luego en una plétora de otras sectas, la necesidad de tales declaraciones integrales se
volvió necesaria tanto a nivel polí?co —puesto que los estados emergentes se definieron uno contra el otro en términos
teológicos— como a nivel eclesiás?co, ya que diferentes iglesias se definieron a sí mismas en relación unas con otras. La
confesionalización protestante se evidenció al principio de la Reforma, por ejemplo, en la Confesión de Augsburgo
(1530). Sin embargo, se aceleró de manera drás?ca en la década de 1560, después de que el Concilio de Trento
impulsara un resurgimiento del catolicismo romano y produjera cánones y decretos que encerraron a la iglesia en
posiciones claras sobre asuntos como la jus?ficación y los sacramentos.

La Iglesia luterana se definió en lo confesional por medio de los documentos recogidos en el Libro de la Concordia
(1580). Las iglesias reformadas con?nentales se definieron a sí mismas por medio de las Tres Formas de Unidad: la
Confesión Belga (1561); el Catecismo de Heidelberg (1563) y los Cánones de Dort (1619). Los tres fueron adoptados de
manera formal como estándares subordinados de las iglesias reformadas en el Sínodo de Dordrecht (1618-19). La Iglesia
anglicana se definió a sí misma en términos de los Treinta y Nueve (originalmente cuarenta y dos) Artculos (1552/1571),
coordinados con el Libro de Oración Común y los dos Libros de Homilías. Las iglesias presbiterianas se definieron a sí
mismas en términos de los documentos producidos por la Asamblea de Westminster: la Confesión de Westminster (y
también los Catecismos Mayor y Menor, aunque los úl?mos dos documentos originalmente no tenían la intención de ser
documentos confesionales formales. Generalizaciones sobre las iglesias independientes (congregacionalistas, bau?stas,
etc.) son inevitablemente más diUciles de hacer, pero los documentos confesionales importantes incluyen la Declaración
de Saboya (1658, congregacionalista) y la Segunda Confesión de Londres (1677/1689, bau?sta). Además, otros grupos
protestantes también produjeron documentos confesionales, como la Confesión de Schleitheim (1527, anabap?sta-
suizo) y el Catecismo Racoviano (1605, sociniano).

Si bien las confesiones protestantes presentaban declaraciones autorizadas de las creencias de las diversas iglesias,
los documentos se consideraban subordinados a las Escrituras y, por lo tanto, corregibles por ellas. La expresión técnica
para esto era que la Escritura era la «norma norma?va» y las confesiones eran las «normas normadas».

La era moderna
El estudio de los credos y confesiones en la era moderna es complicado. Si bien la ortodoxia oriental sigue
comprome?da con considerar solo los primeros Siete Concilios Ecuménicos como autoritarios, el catolicismo ha seguido
desarrollándose, definiendo numerosos dogmas con estatus de autoridad, más significa?vamente la inmaculada
concepción de la virgen María (1854) y la infalibilidad papal (1870). Los documentos aprobados por el Concilio Va?cano II
(1962-65) y el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) son los documentos confesionales más importantes de la historia
reciente.

El protestan?smo, debido a su naturaleza muy variada y fragmentada, no puede describirse fácilmente en relación
con los credos y las confesiones. Los documentos originales de la era de la Reforma siguen siendo el estándar para
muchas denominaciones, pero los términos de suscripción varían mucho, desde muy estrictos hasta muy flexibles.
Además, la gran can?dad de iglesias independientes significa que muchas congregaciones protestantes han compuesto
sus propias confesiones par?culares o (más a menudo) breves declaraciones de fe que no ?enen una conexión formal
necesaria con credos y confesiones históricas. Esto hace que las generalizaciones sobre el contenido de los mismos sean
imposibles y se han producido pocos documentos confesionales de más que un interés local en los úl?mos dos siglos.
Aunque las exigencias polí?cas significaron que la Declaración de Barmen (1934) y la Confesión de Belhar (1986), ambos
gozaron de cierta importancia, pero más por las situaciones polí?cas a las que respondían (nazismo y apartheid
respec?vamente) que por la importancia intrínseca de su aporte teológico.

La u6lidad contemporánea de los credos y las confesiones


Si bien a menudo existe una sospecha ins?n?va hacia los credos y confesiones entre los protestantes,
par?cularmente los evangélicos, con el argumento de que parecen subver?r un compromiso con la autoridad exclusiva
de las Escrituras, debe quedar claro a par?r de la historia y —lo que es más importante— del texto bíblico citado
anteriormente, que los credos y las confesiones deben jugar un papel vital en cualquier iglesia. Los siguientes cinco
puntos son solo los más significa?vos de las riquezas que los credos y las confesiones traen a las iglesias de hoy:

• Primero, los credos y las confesiones dan tes?monio del hecho de que ningún cris?ano simplemente cree en
la Biblia; todos creen que la Biblia realmente significa algo, y los elementos básicos de lo que significa
pueden sinte?zarse en declaraciones de fe. Afirmar, por lo tanto, que uno no ?ene credo o confesión sino la
Biblia es, en el mejor de los casos, engañoso.

• Segundo, los credos y las confesiones ofrecen resúmenes concisos de lo que creen las iglesias, tanto para sus
miembros como para los de afuera. Por lo tanto, pueden funcionar como herramientas pedagógicas en el
discipulado y como herramientas apologé?cas en el evangelismo.

• Tercero, los credos y las confesiones enfocan a los cris?anos en asuntos de importancia no negociable para la
fe (como la Trinidad y la Encarnación) y en asuntos de importancia para el bienestar y la buena prác?ca de la
iglesia visible (como el modo y los temas del bau?smo). A su vez, respetan la libertad cris?ana en los asuntos
de los que no hablan. En consecuencia, también brindan una guía clara en cuanto al límite del poder de la
iglesia y la esfera de la disciplina legí?ma de la iglesia.

• Cuarto, los credos y las confesiones dan tes?monio de la naturaleza histórica y ecuménica del cris?anismo,
conectando a la iglesia contemporánea, tanto de forma confesional como litúrgica con la iglesia del pasado y,
de hecho, con la iglesia actual en otras ?erras.

• Quinto, los credos y las confesiones cumplen propósitos litúrgicos y doxológicos al proporcionar contenido e
incluso palabras para la alabanza y la oración.

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