Está en la página 1de 161

Cole McCade Criminal Intentions #7

1
Cole McCade Criminal Intentions #7

2
Cole McCade Criminal Intentions #7

3
Cole McCade Criminal Intentions #7

Nota del staff


Esta traducción está hecha sin fines de lucro. Es un trabajo realizado de
lectoras a lectorxs a quienes les apasiona de igual manera la lectura MM.
Con esto no queremos desprestigiar a los autores que invierten su tiempo
creando estas obras que tanto amamos. Nuestro único fin es que la lectura
llegue a más personas.
Recuerden siempre apoyar a los autores comprando su material legal y
dejando reseñas en las plataformas como incentivo y demostrar lo mucho
que los amamos.

4
Cole McCade Criminal Intentions #7

Contenido
Sinopsis
Advertencia de contenido
Nota de lectura
0: El reflejo miente
1: Predicadores de la sombra
2: Si me amas, no me dejes ir
3: Lo que siempre eliges
4: Rezando por la lluvia
5: Perdido de nuevo
6: Para los muertos
7: En las calles de abajo
8: Movimientos bruscos
9: El chico siente algo extraño
10: Cuando los pájaros iluminan el cielo
11: Verdadero desastre
12: Algo siempre me hace volver a ti
X: Cuando todas tus promesas se han ido
Preguntas y respuestas con Cole
Notas
Agradecimientos
Sobre Cole

5
Cole McCade Criminal Intentions #7

Sinopsis
"Él me empujó".
Tres palabras convierten un presunto suicidio en un inquietante
asesinato, señalando a un asesino cuyos métodos y motivos amenazan con
sacar a la luz recuerdos enterrados del pasado de Seong-Jae.
Sin embargo, ni Malcolm ni Seong-Jae están preparados para los oscuros
secretos que podrían hacer añicos su tenue nueva relación, cuando una
presencia inquietante parece acecharlos a la vuelta de cada esquina,
observando su más mínimo movimiento, provocándolos y jugando justo
fuera de su alcance.
¿Será el asesino, que siempre está un paso por delante?
¿O un fantasma de ojos verdosos que atrae a Malcolm y a Seong-Jae hacia
el punto de no retorno?

6
Cole McCade Criminal Intentions #7

Advertencia de
Contenido
Considerando que Intenciones Criminales está serializada en forma de
novelas episódicas parecidas a una serie de televisión, creo que es seguro
calificarla usando los estándares de televisión de la FCC de Estados
Unidos1 y marcarla como TV-MA2. Intenciones Criminales sigue múltiples
investigaciones de homicidios y, a veces, puede representar gráficamente
el acto o las secuelas de un intento de asesinato o de un asesinato exitoso.

Si bien se da por sentado que una serie sobre investigaciones de


homicidios describirá homicidios reales, puede ser prudente revisar las
advertencias de contenido con respecto a los casos específicos
representados en cada episodio.
Las advertencias de contenido de la temporada 1, episodio 7, —
Culto of Personality —, incluyen:
 Intento de muerte por suicidio.

 Muerte por caída/salto desde gran altura.

 Muerte de una víctima femenina. (No soy partidario de hacer esto,


pero a veces en episodios que son básicamente comentarios sobre
la violencia masculina cishet3 blanca... sí).

 Muerte de un adolescente menor de edad.

 Discusiones sobre el consumo de drogas, la adicción/los antojos, la


rehabilitación y la recuperación, incluyendo vívidos recuerdos
personales del abuso de drogas.

1
La Comisión Federal de Comunicaciones es una agencia estatal independiente de Estados Unidos, bajo
responsabilidad directa del Congreso.
2
Contenido para adultos que puede ser inadecuado para audiencias menores de 17 años.
3
Cishet es una abreviación de las palabras “cisgénero” y “heterosexual”, la cual es muy usada en la
comunidad LGBTI.
7
Cole McCade Criminal Intentions #7

 Insinuaciones de gaslighting4, lavado de cerebro, grooming5 y


abuso psicológico, incluyendo percepciones condicionadas
delirantes/alucinatorias.

 Evidencia de abuso físico.

 Indicios de comportamiento de culto y adoctrinamiento religioso.

 Infantilización de la mujer de forma potencialmente sexual.

 Implicaciones del secuestro.

 Mención del TEPT6 y referencia a los sentimientos asociados a una


reacción de TEPT.

 Mención de autolesiones.

 Uso autorreferencial de los términos capacitistas 7.

 Representaciones de encarcelamiento en condiciones inhumanas.

 Representación de un delincuente en un episodio anterior en


confinamiento psiquiátrico, e implicaciones de los efectos de dicho
confinamiento a pesar de las condiciones humanas.

 Mención de la medicación psiquiátrica.

 Misoginia inherente al trato de las víctimas femeninas.

 Representaciones explícitas de una víctima con muerte cerebral


que agoniza en los cuidados intensivos del hospital, incluyendo una
discusión clínica detallada de la condición médica.

4
Los psicólogos utilizan el término "gaslighting" para referirse a un tipo específico de manipulación en el
que el manipulador intenta que otra persona (o un grupo de personas) cuestione su propia realidad,
memoria o percepciones. Y siempre es un problema grave, según los psicólogos.
5
El grooming es cuando alguien establece una relación, una confianza y una conexión emocional con un
niño o un joven para poder manipularlo, explotarlo y abusar de él. ... Los seductores también pueden
entablar una relación con la familia o los amigos del joven para hacerles parecer dignos de confianza o
con autoridad.
6
Trastorno de estrés post traumatico.
7
El capacitismo es una forma de discriminación o prejuicio social contra las personas con discapacidad.
También puede conocerse como discriminación de la discapacidad, capacitocentrismo, fisicalismo u
opresión de la discapacidad.
8
Cole McCade Criminal Intentions #7

 Discusiones sobre el comportamiento y los sentimientos


postraumáticos tanto de los supervivientes de las víctimas de
homicidio como de los detectives que llevan a cabo las
investigaciones.

 Recuerdo de la muerte paterna por suicidio.

 Discusión/recuerdo de un aborto espontáneo y de la pérdida de un


hijo.

 Discusión/recuerdo de la ruptura de un matrimonio y del divorcio.

 Mención del consumo social/recreativo ocasional de alcohol.

 Sexo cis masculino/cis masculino con penetración.

Por favor, lean a su discreción y tomen las decisiones que más les
convengan en cuanto al contenido que puede o no ser seguro para
ustedes.
Cuídense, amores.

9
Cole McCade Criminal Intentions #7

Notas
El personaje Sade Marcus utiliza los pronombres ellos 8 como sus
pronombres de género neutro preferidos para una persona de género
queer y de la nación Lumbee.9

Nota de traducción: como bien dice, Sade Marcus utiliza


pronombres sin género (personas no binarias). Los
pronombres en ingles se diferencian del español/castellano. Ya
que el inglés solo emplea los pronombres de género she,
he/her, his. Todos los demás se captan como neutro, tantos los
sustantivos como adjetivos y/o calificativos. En este caso, y
como se quiere respetar las creencias y la narración de Cole.
Estaremos empleando el lenguaje inclusivo elles,elle/ellxs,ellx.

Esto ha sido un debate en cuanto a la traducción, y como no


sabemos si todos están acostumbrados a la inclusión de la e; en
los pronombres. Hemos decidido utiliza la x, ya que creemos
que es algo globalmente más aceptado (nosotros respetamos
cualquier tipo de creencia en cuanto a los derechos
LGBTQIA+).

Por lo tanto encontraran partes donde los


adjetivos/sustantivos/pronombres llevaran la x.

Esperamos que esto no sea un inconveniente en cuanto a la


lectura, aunque no lo creemos ya que es una modalidad que no
se emplea demasiado en la historia.

Atentamente la administración.

8
they/them/their. Estos pronombres no se pueden traducir al español, ya que nuestra lengua la tercera
persona del plural mantiene la dualidad de género del singular.
9
Los lumbee (o lumbi) son un grupo de indígenas de Estados Unidos que residen principalmente en los
condados de Robeson, Hoke y Scotland (Carolina del Norte), formado por restos de otras tribus
extinguidas en la zona. Según el censo de 2000, había ese año 57 868 individuos.
10
Cole McCade Criminal Intentions #7

0: El reflejo miente
Anne se apoya en la barandilla del puente de Hanover Street y mira
el cielo nocturno reflejado en las agitadas y lentas aguas del río Patapsco.
A las tres de la madrugada, sólo hay unas pocas estrellas pequeñas y un
último y débil asomo de luna para convertir la ondulada sábana negra en
una cosa de cristales negros y luz resplandeciente. Le gusta más la luz del
día, el amanecer, cuando el cielo es azul pastel y dorado y rosa y ese
extraño tono brillante entre ambos, luminoso e indefinible.
Pero tiene que ser ahora.
Tiene que ser ahora, cuando no hay nadie que le impida hacerlo
bien. Tiene que hacerlo bien.
Tiene que hacerlo bien, o no será digna.
—¿Cómo te llamas? — susurra a su espalda. Sibilante10, sin tono,
pero las palabras se deslizan por su espina dorsal como un satén aceitado,
acariciando su piel, y ella endereza los hombros.
Él la toca, luego le toca la piel y su piel siente un canto, mientras le
acaricia el pelo hacia atrás con unos dedos que no tienen textura, ni
temperatura, pero que vibran contra su piel mientras él acomoda pétalos
helados contra su pelo. Una margarita. Una margarita, blanca para la
pureza y la inocencia, su tallo fresco rascando detrás de su oreja.
—¿Cómo te llamas? —, susurra de nuevo.
—E… — Se le cierra la garganta y tiene que volver a empezar. Todo
sabe y huele a sal, a sal y a ácido, y no sabe si es el aire del río o las
lágrimas que le brotan del fondo de la garganta, de las comisuras de los
ojos. —Eva.
—¿Lo eres?
Ella asiente rápidamente, flexionando los dedos, respirando
profundamente. Su equilibrio se tambalea, la barandilla del puente le
corta los pies descalzos, y ella dobla los dedos de los pies contra el metal
arenoso y se aferra para que el viento no la haga caer. El viento le corta el
pelo, es frío e invernal a través de su delgada camisa de lino, y el hielo y el
rocío golpean sus muslos desnudos, sus pantorrillas.
—Yo soy —, respira, extendiendo los brazos. —Soy Eva.
—¿Y qué debe hacer Eva?

10
Que es como un silbido suave.
11
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Volar —. Levanta la barbilla. Respira despacio. Respira despacio,


ha practicado esto tantas veces, y el agua parece tan poco profunda, pero
la atrapará, él la atrapará, esta criatura de la oscuridad divina de pie a su
espalda y susurrando la sombra en su oído. —Eva debe volar.
Y ella es Eva.
Ella será Eva, si sólo puede pasar esta prueba.
—Estoy lista —, susurra. —Estoy lista.
—¿Entonces por qué dudas?
Esa pregunta. Esa pregunta, como todas las preguntas de él, es
simple y sin embargo penetra en el corazón de su miedo. Algo la retiene.
Algo débil y frágil y humano, una duda que se posa en su otro hombro y le
tira del lóbulo de la oreja y pica, alto y protestando.
No lo hagas.
Pero si no lo hace, todo esto no significará nada.
Y ella necesita desesperadamente, desesperadamente, significar
algo.
Recuerda estar sentada en este mismo puente, mirando hacia las
nubes del amanecer, la forma en que se movían en el cielo. Recuerda que
pensó que era uno de ellos, cuando se sentó en la barandilla y rodeó su
mano con la suya.
Entonces, ella no lo sabía. No sabía quién y qué había venido a ella,
no sabía nada más que, la mañana era tan fría y la mano de él era tan
cálida, y cuando él le sonrió no se sintió tan sola.
Echa de menos esas mañanas. Antes de que empezara a llamarla
Eva; antes de que le costara recordar que su nombre era Anne, Anne,
Anne de Green Gables11, Anne con E, Iglesia de Santa Anne12, Anne de
Thousand Years13. Anne significa madre de la Virgen María, significa la
que tiene el favor de Dios, pero tiene que ser más que eso, más de lo que
Anne podría ser. Anne no es alguien a quien se pueda amar. Anne no es
alguien que pueda volar, caer, levantarse, volver a volar. Anne no tiene
alas, ni vida, ni amor, ni esperanza.

11
Ana la de Tejas Verdes, Anne la de Tejados Verdes o Ana de las Tejas Verdes es un libro escrito por la
canadiense Lucy Maud Montgomery y publicado por primera vez en 1908. En principio se escribió para
todas las edades, pero en décadas recientes se lo consideró un libro para niños. (Anne de Green Gables)
12
La iglesia de Santa Anne es una iglesia católica situada en el Barrio Musulmán de la Ciudad Vieja de
Jerusalén. La iglesia se encuentra en los alrededores de la Piscina de Bethesda. Actualmente pertenece
al grupo de "Territoires français de Jérusalem" por lo tanto administrada por el gobierno francés.
13
Serie.
12
Cole McCade Criminal Intentions #7

Tiene que matar a Anne, para que Eva pueda vivir.


Todavía esa vocecita tira de su cuerda, reteniéndola, diciéndole que
no, que se equivoca, que se detenga, que se despierte, que se despierte,
que se despierte. A su espalda, él está en silencio, la única conciencia de
su presencia es la forma en que ella puede sentirlo, esta cosa hirviente
como un enjambre insonoro de avispas lleno de presagio y furia y la
promesa de dolor. Cuando mira por encima de su hombro, él es sólo una
sombra amorfa, el rostro humano que adoptó se despoja para dejar la
hermosa y retorcida oscuridad de su núcleo. Aun así, ella quiere volver a
ver ese rostro de niño, esa sonrisa. Ella no puede leerlo, de esta manera.
No tiene ojos, no tiene alma. Mientras sea Anne, tendrá los ojos tapados y
los ojos vendados a la verdad de su esencia, y es esa solitaria y dolorosa
sensación de separación la que la hace decidirse.
Se gira hacia delante una vez más, cuadra los hombros, se echa la
camisa por encima de la cabeza y la arroja al agua. La brisa de finales de
octubre la atrapa con sus manos ávidas y la lanza y desgarra a través del
río, un lienzo blanco que flamea en la oscuridad, con su reflejo en el agua
tan pálido como la luna, con su flujo y su remolino como un lirio blanco
puro, que desciende para flotar en la superficie brillante del río. El frío
abraza su cuerpo, con los pezones a flor de piel, y ella se siente eléctrica,
viva, preparada, con punzadas por todas partes mientras los finos pelos de
la cabeza a los pies se erizan en dulce anticipación y la nuca le hormiguea.
Su próximo aliento no sabe a sal y lágrimas y salmuera y agua, sino a
sangre.
Como la sangre del nacimiento.
—Soy Eva—, respira, una afirmación, un voto, una promesa. —Soy
Eva.
Las palabras son alegría. Las palabras son la verdad. Las palabras
son una transformación, que la eleva, que la atraviesa hasta que siente
que Eva la posee desde la punta de las pestañas hasta la punta de los
dedos de los pies, desde el aleteo de su pulso acelerado hasta el apretado
pulso necesitado entre sus muslos, caliente y deseoso y listo para
convertirse en el primero, el único, la madre de todos. En este momento
es pura; rota y maltratada y con cicatrices, estropeada y quemada como
está, es pura, y su cuerpo es una hermosa bendición, un monumento a lo
que llegará a ser. Mira a la luna, la única madre verdadera que siempre
reclamará, y sonríe mientras extiende una vez más sus brazos para
abrazarlo todo en su interior.
—Soy E…

13
Cole McCade Criminal Intentions #7

Una mano la presiona en la espalda, una cosa fría e insustancial, y


la empuja.
Lo siente como gusanos en su piel, como gusanos que se retuercen
sobre ella, que la penetran, que la infectan.
Entonces sólo siente el viento, la atracción de la gravedad, el giro y
la caída en picada mientras su cuerpo corre hacia abajo y su estómago
intenta seguir el ritmo. No había estado preparada. No había estado
preparada, y el regocijo se convierte en miedo, y el miedo se convierte en
el sabor del sudor y el sabor de las lágrimas y el espesor creciente de un
grito en sus labios.
Soy Eva, intenta decir, pero todo lo que sale es un grito de terror y
pérdida y angustia y arrepentimiento. Despierta, despierta, despierta,
grita una vez más esa voz interior, un sueño que se disuelve, arrancado de
su vista por los dedos crueles y desgarradores del viento, por la oscuridad
que se abalanza sobre ella como si saltara para recibir su caída.
Justo antes de caer, ve la luna.
Entonces, sus ojos se vuelven agua y se llenan de lágrimas.
Y cuando las lágrimas se convierten en un río que se cierra sobre
ella como una seda helada, que la golpea con tanta fuerza que le quita el
aliento a sus pulmones, le quita el calor a su corazón y le quita el alma a
su cuerpo, mira a la luna a través de las profundidades ondulantes y
piensa en cuántas lágrimas deben haber caído para arrastrarla a esta
profundidad, a este nivel tan bajo, a una oscuridad que no sabe a nada en
absoluto.
Yo soy Anne, piensa, mientras el dolor le baja por la garganta y le
cierra los pulmones y la hace convulsionar como si todo su cuerpo fuera
un corazón agonizante y trabajoso; mientras se vuelve pesada con sangre
hecha de plomo y miedo y pena y pérdida; mientras la luna se escapa y
ella es lo único pálido en una noche interminable.
Soy Anne... y nunca más lo seré.

14
Cole McCade Criminal Intentions #7

1: Predicadores de la
sombra
Seong-Jae Yoon estaba desnudo, tenía el culo dolorido y
posiblemente acababa de tomar una de las peores decisiones de su vida
adulta.
Y teniendo en cuenta que tenía un largo historial de muy malas
decisiones, eso era decir bastante.
Sin embargo, en ese momento no parecía importarle, cuando se
encontraba tumbado en la cama de Malcolm Khalaji, arropado por su
brazo, con la cabeza apoyada en su hombro, con un brazo extendido sobre
el grueso y firme pecho, con los suaves mechones de pelo pectoral de
Malcolm burlándose de su antebrazo. El sudor se enfriaba en su piel,
uniendo su cuerpo al de Malcolm en una maraña inextricable, el calor y el
aroma del sexo salvaje y acalorado se mezclaban entre ellos en una nube
perezosa.
No estaba del todo seguro de cómo había llegado hasta aquí. Esta
noche, tras la exitosa resolución del caso de Tisha Jones, en su alivio y su
euforia al borde de la excitación, simplemente había necesitado
desahogarse con sus hábitos habituales, pero sin conocer Baltimore se
había quedado buscando en Google establecimientos con una política de
entrada para la noche de micrófono abierto. Y cuando había visto a
Malcolm entre la multitud, casi se había agachado detrás del escenario de
pura mortificación, cuando sus particulares aficiones y hábitos no eran
algo que esperara que nadie comprendiera, y mucho menos unos
endurecidos agentes de policía sin espacio para esas cosas frívolas en sus
vidas. El tipo de agente que intentaba aparentar ser, día tras día;
demasiado frío para tales indulgencias. Nadie en Los Ángeles, excepto sus
padres y su hermana pequeña, conocía sus pasatiempos.
Pero entonces Malcolm había sonreído, cálido y acogedor. Algo en
el interior de Seong-Jae se había retorcido, apretando y agarrando con
fuerza. Y cuando Malcolm lo había observado con tanta fijación,
mirándolo como si fuera la cosa más hermosa que Malcolm hubiera visto
jamás...
Todo lo que había estado reprimiendo e ignorando y rechazando
obstinadamente se había roto dentro de él como una burbuja que
estallaba.

15
Cole McCade Criminal Intentions #7

Aunque hubiera sabido que enamorarse de Malcolm Khalaji era lo


peor que podía hacer.
Se detuvo en la amplia llanura de músculos que se extendía frente a
él, curvando la mano para trazar ociosamente las yemas de los dedos
sobre las costillas de Malcolm; si era sincero consigo mismo, estaba
marginalmente preocupado, cuando Malcolm aún se estaba recuperando
de una fractura y no era prudente realizar actividades extenuantes.
Malcolm se arqueaba sobre él, con todo el cuerpo bañado en sudor, sus
poderosos tendones se agolpaban y ondulaban en estremecedoras
espirales bajo esa piel bronceada mientras volcaba toda su fuerza en
penetrar cada vez más profundamente en la carne de Seong-Jae, que
estaba ansioso, llenándolo hasta que sintió a Malcolm por todas partes,
resbalando y acariciándolo dentro de su cuerpo...
Eso contaba, pensó más bien, como "actividad extenuante".
Malcolm soltó un suspiro cuando las yemas de los dedos de Seong-
Jae se desviaron hacia los duros cinceles de su abdomen, y se rio
roncamente, sin aliento. —Ah-ah, eso hace cosquillas, todavía estoy muy
sensible... — Esa risa se convirtió en un gemido, sin embargo, cuando las
yemas de los dedos de Seong-Jae se desviaron hacia abajo, siguiendo el
rastro grueso y estrecho de pelo hacia la cintura de los pantalones de
Malcolm; Malcolm levantó las caderas, siseando entre los dientes. —Ah.
¿Ahora te pica la curiosidad?
—Alguien me estaba sujetando para que no pudiera tocarlo.
—No creo que te importara tanto—, replicó Malcolm con una
sonrisa perezosa, y justo por eso, Seong-Jae enroscó los dedos y clavó las
uñas en la sensible pendiente de músculo justo encima de la polla de
Malcolm. Malcolm se sacudió, echando la cabeza hacia atrás con un
gruñido. —¡Nnh-! — Después de unos segundos de jadeo, se calmó,
dirigiendo una mirada entrecerrada a Seong-Jae, con los ojos todavía
dilatados y oscuros y ahumados, brillando en azul pizarra en la tenue luz
que caía por las ventanas. —Si sigues así, te voy a inmovilizar de nuevo.
Seong-Jae arqueó una ceja, manteniendo los dedos en su sitio. —
¿Es eso una amenaza?
—Más bien una promesa—. La mirada de Malcolm se sumergió,
recorriendo la garganta y los hombros de Seong-Jae... y dondequiera que
esos ojos ardientes se posaban quemaban la piel de Seong-Jae como gotas
de cera caliente contra su carne, al tiempo que cada uno de los mordiscos
que Malcolm le había clavado parecía encenderse. Malcolm retumbó con
oscura satisfacción. —Todavía no he terminado de marcarte.

16
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Deberías haberme avisado de que eras un mordedor. Ten


cuidado—. Seong-Jae deslizó su mano desde el interior de los pantalones
de Malcolm y enredó sus dedos en su barba, tirando de él. —Yo muerdo.
Malcolm sonrió lentamente y pasó un brazo pesado por encima de
la cintura de Seong-Jae, atrayéndolo hacia sí. —Dios, eso espero—,
retumbó, y rozó sus labios con los de Seong-Jae.
Seong-Jae se dejó hundir en ese beso, dejó que lo amarrara a la
tierra con su suavidad, su tranquilidad, nada que ver con la cruda cosa de
lujuria y manos rastreras y dientes mordedores que lo habían llevado a
esa cama. Él no hacía cosas así... y la dulzura de ese beso calmó la
sensación de haber sido sacudido desde sus cimientos, sus muros
exteriores protectores desmoronados por el terremoto que era Malcolm
Khalaji.
¿Por qué tienes que ser tú?
Enroscó los dedos en el pecho de Malcolm y separó los labios para
dejar que se deslizaran y se mantuvieran cálidos contra los de Malcolm, su
boca hormigueaba y su lengua se calentaba con el persistente sabor de
ellos apresados tan cerca, derritiéndose en él y aliviando la sutil sensación
de autorrecriminación que siempre parecía perseguirlo después del sexo.
Como si de alguna manera hubiera traicionado sus propias
convicciones, al ser lo suficientemente débil como para ceder a esta rara y
a la vez irresistible atracción.
Sin embargo, Malcolm hizo que fuera fácil olvidar esa sensación,
olvidar el porqué de la misma, mientras intercambiaban caricia tras
caricia de labios con labios durante largos y prolongados momentos en los
que lo único en lo que Seong-Jae tenía que pensar era en la vertiginosa y
embriagadora sensación de ser deseado por alguien que lo volvía
completamente loco.
Exhaló suavemente, abriendo los ojos cuando sus labios se
separaron; Malcolm lo tenía tan cerca, esos ojos irresistibles ocupando su
visión, atrayéndolo. Malcolm le ofreció una sonrisa, casi demasiado dulce
para aquel rostro canoso, demasiado aniñada para aquella melena canosa
que caía por todas partes, demasiado desgarradora para un hombre que
trataba de fingir ser tan cínico.
—¿Te sientes bien? — preguntó Malcolm. —¿No te duele mucho?
Seong-Jae agachó la cabeza. —...sólo lo suficientemente dolorido.
Malcolm se rio; sus dedos hicieron círculos lentos y relajantes
contra la cadera de Seong-Jae, con la mano gruesa y muy cálida. —Nunca
habría imaginado que fueras de los de abajo.
17
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Soy lo que me conviene en cada momento—. Seong-Jae echó una


mirada de reojo a Malcolm; no podía mirarlo demasiado tiempo ahora,
cuando su corazón no parecía querer recordar su lugar apropiado dentro
de su pecho. —¿Qué habrías hecho si no hubiera sido tan adaptable?
—Ser un poco adaptable yo mismo—. El deseo se encendió en los
ojos de Malcolm, y su sonrisa se convirtió en algo totalmente perverso. —
No es algo que ocurra a menudo, pero... podrías haberme engatusado.
Oh.
Apenas Malcolm lo dijo, Seong-Jae pudo verlo: Malcolm debajo de
él, ese ancho y poderoso cuerpo tenso hasta que cada músculo se
destacaba en gruesos bloques, los dedos de Malcolm excavando surcos en
las sábanas y sus dientes apretados en un gruñido, boca abajo con el pelo
derramado por todas partes y los muslos separados firmemente, la piel
curtida brillando por el sudor mientras se empujaba para encontrar cada
empuje de Seong-Jae, esta bestia salvaje apenas se domaba a sí misma y...
Y Seong-Jae no tenía derecho a reprocharle a Malcolm su lascivia,
en este momento.
No cuando la sola idea de que Malcolm le entregara su cuerpo a
Seong-Jae de esa manera hacía que su sangre se calentara demasiado,
como si fuera a arder a través de su piel.
Volvió a agachar la cabeza, apartando la mirada de aquellos ojos
atentos que parecían saber, que brillaban con diversión. —Ya veo—, dijo
débilmente.
Otra risa retumbó entre ellos. —Ya ves—. Luego, unos nudillos
ásperos le rozaron la mejilla, antes de que unos dedos suaves le echaran
unos mechones de pelo hacia atrás, rozando la curva de su oreja con un
suave escalofrío. —Entonces, hicimos esto.
—Lo hicimos—, aceptó Seong-Jae, y se inclinó tímidamente hacia
ese contacto.
Malcolm lo recompensó con unos dedos que se entrelazaban con su
pelo, acariciando la parte posterior de su cabeza: el cariño en cada
contacto, algo que, si Seong-Jae no tenía cuidado, podría llegar a anhelar.
—¿Te molesta que hayamos hecho esto? — preguntó Malcolm con
cuidado.
Seong-Jae inspiró con fuerza y volvió a mirar a Malcolm. Pero el
viejo lobo sólo lo observó con una especie de cariño silencioso; Seong-Jae
buscó en sus ojos pero no pudo encontrar ningún juicio, ninguna
expectativa, ningún rechazo, ninguna tensión.

18
Cole McCade Criminal Intentions #7

Sólo calidez y tranquila curiosidad.


—No—, admitió después de un momento, y luego sonrió
ligeramente. — ¿Te molesta saber mi nombre?
Con una risa corta y aguda, Malcolm negó con la cabeza. —No, en
absoluto. Pero supongo que eso nos lleva a la pregunta de lo que
acabamos de hacer, ¿no?
—Si te sientes más cómodo fingiendo, de aquí a mañana, que esto
nunca ha sucedido...
—No—, respondió Malcolm con tanta rapidez que casi tropezó con
la palabra, sacudiendo la cabeza, borrando cualquier idea que Seong-Jae
pudiera tener de que Malcolm trataría esto como otra de sus aventuras. —
No, nunca. Sabiendo cómo es esto para ti... no lo habría hecho si... si yo...
— Inspiró con dificultad, y Seong-Jae se dio cuenta de que...
Malcolm estaba nervioso.
Incluso con esos dedos seguros y firmes acariciando el cabello de
Seong-Jae, con esa fachada canosa y estoica que Malcolm se esforzaba por
proyectar...
Ahora mismo, aquí con Seong-Jae, enredados en el cuerpo del otro
y con esos sentimientos igual de revueltos en el corazón de Seong-Jae...
Malcolm estaba nervioso.
—Y si no hubiera querido que esto significara algo—, terminó
Malcolm en voz baja, tan ronca y sincera.
Lo decía en serio.
Y Seong-Jae no sabía qué hacer con eso.
Malcolm era su compañero. Su subordinado. Diez años mayor que
él. Exasperante. Insufrible. Molesto. Testarudo. Cabeza de chorlito.
Obstinado en sus costumbres. Totalmente despilfarrador con las reglas de
su trabajo. Arrogante. Malhablado. A veces, totalmente juvenil.
Completamente descuidado con sus hábitos de alcoba... pero también
amable. Empático. Carismático. Inteligente. Intuitivo. Profundamente
honorable, aunque según su propio código. Valiente. Orgulloso. Dedicado.
Leal. Dulce, en sus propias y extrañas formas.
Y el único que se había tomado la molestia de intentar preguntar
quién era Seong-Jae, y no sólo había aceptado las respuestas... sino que
había intentado hacerle un hueco, y eso era tan nuevo y extraño que
Seong-Jae no sabía cómo afrontarlo ni qué decir al respecto.

19
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Realmente te gusto—, aventuró, y Malcolm sonrió, con los ojos


arrugados en las esquinas.
—Sí. Sí, me gustas.
—¿Por qué?
—Si intentara enumerar las razones, me darías un puñetazo antes
de llegar a las tres.
—No lo haría.
—Y te sonrojarías.
Seong-Jae frunció el ceño, con un calor irritado debajo de sus
mejillas. —No me sonrojo.
—Sigue diciéndote eso—. La risa baja de Malcolm se desvaneció en
un suspiro, y ese toque acariciante bajó para jugar sobre la parte posterior
del cuello de Seong-Jae, enviando pequeños y dulces escalofríos por su
columna vertebral. —No puedo explicarlo fácilmente, ni en pocas
palabras. Pero que no sepamos explicar la existencia de la gravedad no
significa que no exista por alguna razón.
—Así que esto es la gravitación.
—¿La sientes?
—...tal vez sí—, admitió Seong-Jae... y esas tres simples palabras se
sintieron casi condenatorias, pero no podía retirarlas.
Tampoco quería hacerlo.
—Un `tal vez' es un buen punto de partida—, dijo Malcolm. —
Algunas personas comienzan con las cosas pequeñas y se abren camino
hasta la profundidad. Algunas personas comienzan con la gravitación y
trabajan su camino de regreso.
—¿Por las cosas pequeñas?
—Sí. — Los dedos de Malcolm se afirmaron en su nuca, lo suficiente
como para pedirle a Seong-Jae que se acercara -y cuando Seong-Jae
accedió, inclinándose hacia el calor radiante del viejo lobo, Malcolm
deslizó un beso por su mejilla, todo labios cálidos y barba canosa y
rasposa y pequeños saltos suaves de su corazón. —Dime una pequeña cosa
por la que podamos empezar.
Seong-Jae refunfuñó. Viejo molesto, haciendo que su respiración se
entrecorte y su pecho se apriete de esa manera. Murmurando en voz baja,
se acomodó de nuevo en el hueco del cuerpo de Malcolm, arrimándose a
su costado y reclamando su hombro como almohada una vez más.

20
Cole McCade Criminal Intentions #7

—¿Cómo qué? —, preguntó.


—Una manía.
—¿Además de tu vida cotidiana?
—Ouch. — La risa insonora de Malcolm los sacudió a ambos. —
Tanto me odias, ¿eh?
—Siento algo con cierta intensidad.
Otra carcajada, antes de que Malcolm se sumara a un suspiro
divertido. —Dime esa pequeña cosa—. Entonces, un cálido aliento agitó el
cabello de Seong-Jae, mientras Malcolm se acurrucaba contra él. —Sólo
uno.
Seong-Jae pensó unos instantes, acompasando sus ociosas
cavilaciones al latido del corazón de Malcolm contra su mejilla, y luego
dijo: —Sonidos de besos de televisión.
Malcolm resopló. —¿Qué?
—Los odio—, dijo Seong-Jae con firmeza, y arrugó la nariz. —
Constantemente se golpean y manotean. Es muy desagradable, y prefiero
apagar la televisión antes que verla.
—Entonces, ¿cómo deberían sonar realmente los besos?
Seong-Jae inclinó la cabeza hacia atrás, captando esa mirada
diabólica fijada en él. —¿Estás pidiendo una demostración?
—Por supuesto.
Por supuesto que esa fue su respuesta. Por supuesto. Seong-Jae se
impulsó sobre un brazo, mirando a Malcolm. En la oscuridad,
semidesnudo, con la cabeza extendida sobre la almohada, todo su cuerpo
perezoso y casi resplandeciente de saciedad postcoital... era algo
primitivo, una fuerza profundamente primitiva que tiraba de algo
igualmente primitivo dentro de Seong-Jae; algo que añoraba por
Malcolm, y dejó que lo atrajera hacia abajo para trazar sus labios contra
los de Malcolm. Su propia boca estaba tan adolorida, tan sensible por los
besos profundos, los mordiscos, los piquetes, que hasta el más leve roce lo
hacía vibrar en pequeños y jadeantes trozos de sensaciones, y saboreó
cada uno de ellos mientras provocaba a Malcolm con besos suaves y
perezosos, sin apenas tocarlo, retrocediendo lo suficiente cuando Malcolm
se inclinaba hacia él, hasta que Malcolm gruñó, con los dedos apretados
en el cabello de Seong-Jae. Seong-Jae sonrió para sí mismo... y juntó sus
bocas, saboreando profunda y lánguidamente la boca de Malcolm,
entrelazando sus lenguas y saboreándolo hasta que sus labios se volvieron
tan resbaladizos, tan calientes, que cada vez que se separaban y volvían a
21
Cole McCade Criminal Intentions #7

juntarse los cuerpos se encontraban con el más silencioso de los sonidos


húmedos, dulcemente sugerente de otras cosas y apenas escuchado.
Y cuando Seong-Jae se retiró, trazó las yemas de sus dedos por la
mejilla de Malcolm, siguiendo el borde de su barba hasta tocar
ligeramente la boca de Malcolm. —Así—, susurró, —es como debe sonar
un beso.
—Tomo nota—, contestó Malcolm con voz ronca, abriendo los ojos
nublados. —Entonces, qué es lo que ves, ¿dónde realizan esos sonidos de
besos escurridizos?
—Películas de terror.
—¿Se besan mucho en las de terror?
—Constantemente—, murmuró Seong-Jae. —Suele ser la forma de
saber quién morirá primero.
—¿Cuál es la última que viste?
—The Haunting of Hill House. En Netflix—. Seong-Jae hizo una
mueca. —Fue terrible, y no la recomiendo. ¿Te gusta el terror?
—No me molesta—, dijo Malcolm lentamente, tras una larga
vacilación. —Puedo verlo solo para verlo contigo. Como... si quieres ir al
cine. En una cita.
Seong-Jae se quedó quieto. —¿Hablas en serio?
—Sí. Yo tengo... — El pecho de Malcolm se agitó con una
respiración lenta y profunda, pero no hubo ninguna vacilación, ninguna
duda cuando dijo: —Siento algo por ti, Seong-Jae. No estoy seguro de lo
que es. Es complicado y nuevo y me ha sorprendido de repente para que le
prestara atención, pero... está ahí—. Unos ojos azules escrutadores lo
atraparon, lo sostuvieron, le preguntaron tantas cosas. —Y... me gustaría
averiguarlas, si crees que puedes sentir algo por mí.
Demasiado directo. Malcolm siempre tenía que ser tan
irritantemente directo, lo suficiente como para dejar a Seong-Jae sin
aliento y hacer que su corazón tropezara.
Y, sin embargo, recordó a Gabrielle Leon-Khalaji, que le hizo saber
que, por muy directo que Malcolm pudiera ser, a menudo era para desviar
indirectamente la atención de sus verdaderos pensamientos y
sentimientos.
Y Seong-Jae se preguntó de qué se estaba desviando ahora.
Tal vez la misma emoción vívida y abrumadora que Seong-Jae se
negaba a nombrar, se negaba a contemplar directamente, al igual que se
22
Cole McCade Criminal Intentions #7

negaba a mirar a Malcolm directamente, cuando era demasiado intenso,


lo hacía sentir demasiado observado. Dejó caer su mirada hacia el pecho
de Malcolm y murmuró: —...si no lo hiciera, no estaría aquí.
—Entonces tal vez... ¿compañeros de día, citas de noche? — Y antes
de que Seong-Jae pudiera abrir la boca, Malcolm puso un grueso dedo
suavemente sobre sus labios, silenciándolo. —No. No te atrevas a señalar
que a veces tenemos que trabajar de noche. Te conozco.
Seong-Jae entrecerró los ojos.
Y enseguida mordió la punta del dedo de Malcolm.
Malcolm dio un grito, tiró hacia atrás y sacudió la mano con una
carcajada. —¡Ay! ¿Por qué fue eso?
—Ya sabes por qué—. Resoplando, Seong-Jae se acomodó de
nuevo... pero se mordió la lengua. No podía escapar a la enormidad de lo
que Malcolm le estaba pidiendo... y su primer instinto fue decir que no.
Con Sila persiguiéndolo... si Seong-Jae se involucraba en una relación con
Malcolm, bien podría crear consecuencias indebidas. La principal es que
Seong-Jae no sabía si podría proteger a Malcolm.
Pero tampoco sabía si podría resistirse a él.
O cómo sobreviviría cada día como compañero de Malcolm y nada
más, con este embriagador hilo de emociones que se enroscaba entre ellos
y los ataba cada vez más fuerte hasta que se hacía insoportable.
No era posible que Sila repitiera las tragedias del pasado... ¿o sí?
Seong-Jae era ya mayor, más atento, más consciente de los juegos de Sila.
Se había negado a dejarse engañar hasta ahora: las letras en las escenas
del crimen, la caja de música, la promesa que flotaba en el aire de que, de
un modo u otro, Sila intentaría doblegarlo.
Sólo a él.
Simplemente tenía que ser lo suficientemente fuerte para mantener
a Malcolm a salvo.
Y podía hacerlo. Ya no era el niño que había sido antes, solitario y
enfadado y fácil de guiar. Se había liberado de Sila por su propia voluntad,
y esa voluntad lo había sostenido desde entonces. Querer a Malcolm no
debilitaría esa voluntad.
Sólo le daría a Seong-Jae más razones para luchar por mantenerse
fuerte.
Sin embargo... ¿Malcolm lo querría de verdad, si realmente
conociera a Seong-Jae?

23
Cole McCade Criminal Intentions #7

Mierda.
Mierda.
Más le valía quitarse esto de encima ahora, antes de que ninguno de
los dos se hiciera ilusiones.
Suspiró fuertemente, cerrando los ojos, antes de prepararse para
alejarse de Malcolm, apoyando las manos en el pecho del viejo lobo. —En
algunos aspectos, me conoces—, dijo con cuidado. —En otros, no me
conoces en absoluto.
Las cejas de Malcolm se fruncieron mientras sus brazos caían hacia
atrás, con la confusión reflejada en la arruga de su frente. —¿No es eso
parte de lo que se trata?
—Tal vez—. El corazón de Seong-Jae se sintió enfermo mientras
miraba a Malcolm. —Si hablas en serio, hay algo que deberías saber sobre
mí.
Y antes de que pudiera disuadirse a sí mismo, antes de que pudiera
cuestionarse a sí mismo, antes de que pudiera decirse a sí mismo que
mintiera y enterrara esta parte de sí mismo como si no existiera, como si
pudiera ocultar eso, también, a Malcolm para siempre... se desenredó del
cuerpo de Malcolm, de su cama, y se deslizó de las sábanas para ponerse
de pie. Sus pantalones habían acabado en la mitad del apartamento,
colgando del respaldo del sofá, y se arrastró por las frías tablas del suelo
para extraer su cartera del bolsillo trasero.
El pequeño medallón del tamaño de una moneda estaba metido en
un compartimento, azul y negro y dorado, con un diamante en una de sus
caras y, inscrito sobre el mismo diamante en la otra, un simple XV.
Con el corazón estrangulado en la garganta y la respiración agitada
en el pecho, regresó a la cabecera; Malcolm lo observó con curiosidad
deliberada, mientras Seong-Jae se hundía en el borde de la cama y se
limitaba a pasarle el medallón.
Y se preparó para el disgusto, la reprobación, el alejamiento, el
repentino distanciamiento y las sonrisas fáciles y las razones por las que
tal vez esto debería ser algo casual, y luego nada en absoluto, la distancia
restaurada entre ellos.
Malcolm tomó el medallón lentamente; Seong-Jae pudo ver el
momento en que el reconocimiento hizo clic en sus ojos, y aun así
Malcolm preguntó suavemente: —... ¿qué es esto...?

24
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Mi medallón de quince años—. No sabía cómo mantenía su voz


firme, tranquila, cuando estaba temblando por dentro. —Mi apadrinado
me lo dio cuando estaba en Los Ángeles.
Frunciendo el ceño, Malcolm hizo girar el medallón entre sus
dedos, con la mirada fija en él y no en Seong-Jae. —¿Qué era?
Mierda. Mierda, esto ya estaba doliendo, la cuidadosa neutralidad
de las respuestas de Malcolm. Seong-Jae apartó la mirada, fijándola en la
ventana, en la que la condensación de la nieve empezaba a acumularse en
el cristal, convirtiendo las lámparas de la calle en prismas.
¿Cuándo diablos había empezado a preocuparse tanto por la
aceptación del viejo lobo?
—Heroína—, respondió con dificultad. Odiaba incluso decir la
palabra en voz alta, recordando la sensación que tenía en su cuerpo, como
si flotara en un mar de hielo líquido. —Empecé cuando tenía dieciséis
años. Empezó como una presión de grupo, queriendo pertenecer... — Se
encogió de hombros con rigidez. —Se convirtió en algo peor.
—Por eso no bebes.
—Así es. Y por eso evito la mayoría de los estimulantes.
—Como la cafeína.
—Correcto. Eso, y que el café es aborreciblemente asqueroso—.
Seong-Jae bajó los ojos, apoyando los codos en los muslos y juntando las
manos. Era muy divertido estar sentado desnudo en el apartamento de
Malcolm mientras desnudaba también su alma. —Trabajaste en
narcóticos. Sabes tan bien como yo que algunas personalidades son
propensas a las tendencias adictivas. Lo veo en mí mismo. Lo reconozco
en mí mismo. Si no tengo cuidado puedo volverme adicto a las sustancias,
a los hábitos... a la gente.
El encanto de unos ojos pálidos, uno verde, otro azul, que lo
observaban con una posesión tan silenciosa mientras unas manos
delgadas lo sujetaban, deslizaban la aguja, y el suspiro lo acompañaba
mientras se elevaba fuera de su cuerpo y hacia el cielo...
—Así que—, terminó con tristeza, —intento practicar la disciplina y
la moderación.
Hubo un movimiento en su visión periférica. Su medallón, fue
colocado en su cadera con un cuidado casi reverencial, sus bordes dorados
brillaban en la tenue iluminación. —¿Así es como lo abandonaste?
¿Disciplina y moderación?

25
Cole McCade Criminal Intentions #7

—No. Lo dejé porque alguien se dio cuenta de que necesitaba ayuda,


aunque yo lo negara.
Nada. Malcolm no dijo nada, y Seong-Jae no se atrevió a devolverle
la mirada, a tratar de procesar lo que fuera que encontrara en esos ojos
azul pizarra, a lidiar con esto en absoluto. Pero el silencio le pedía que lo
llenara; que lo llevara hasta el final. Si iba a abrirse camino, también
podría desangrarse, hasta que su corazón estuviera seco.
Tan seco como sus ojos ardientes, calientes y punzantes y, sin
embargo, se negó a derramar otra lágrima sobre la vida que había luchado
por reclamar para sí.
—Tenía dieciocho años cuando uno de mis profesores del instituto
reconoció los signos—, dijo. Su propia voz sonaba sin tono, distante,
desprendiéndose de esto hasta pertenecer a otra persona. —Era una
antigua analista del comportamiento del FBI. La Sra. Feng—. Todavía
recordaba haber estado junto a ella en la playa de Los Ángeles, sólo su
presencia le daba estabilidad cuando ya había sentido que sus engranajes
giraban mientras Malcolm sacudía su mundo. —Lo dejó porque no podía
soportar la constante letanía de muerte, dolor, desesperación humana,
perversión... aunque a menudo decía que enseñar a estudiantes de
secundaria hormonales y enfadados no era muy diferente. Pero dijo que
no podía dejarme escapar, cuando podría hacer algo para salvarme.
Malcolm estaba tan silencioso a su espalda que bien podría no estar
allí, pero Seong-Jae podía sentirlo escuchando, procesando, esa calidez a
la que incluso ahora Seong-Jae quería acudir en busca de consuelo, pero
no se lo permitiría. Se controlaría a sí mismo en esto, también... aunque
sólo fuera para que no le doliera tanto ser apartado.
—Mis padres aún no saben que el verano que creyeron que estaba
en un campamento especial para estudiantes especialmente brillantes...
estuve en rehabilitación—, continuó. —Feng me puso en contacto con una
trabajadora social, que me ayudó a encontrar programas en los que podía
recuperar los créditos suspendidos que necesitaba para entrar en la
universidad. Me empujó a entrar en Narcóticos Anónimos y me presionó
para que recurriera a un consejero. Me pasé la mayor parte de la
universidad luchando contra el síndrome de abstinencia mirando los
libros de texto de psicología criminal—. Sonrió débilmente, sin humor, y
desenlazó los dedos para recoger el medallón, dejando que su peso
familiar lo aplastara mientras lo tocaba con los dedos, observando su
brillo. —Incluso fue ella quien me instó a seguir con el FBI. Me dijo que
sería mejor utilizar mi inteligencia y toda esa ira para defender la ley, en
vez de encontrar formas de eludirla. Que podría...

26
Cole McCade Criminal Intentions #7

Mierda, se le cerraba la garganta, se le hacía un nudo, y no lo haría,


no cedería en esto, no perdería su mierda delante de Malcolm como si se
avergonzara por lo que había luchado. Él tenía el control de esto; esto no
lo controlaba a él. Respiró varias veces de forma rápida y superficial,
hasta que esa sensación de espesura en su garganta se aflojó y sus ojos ya
no parecían aguados a la menor provocación.
—Que podía marcar la diferencia—, terminó con más firmeza. —
Incluso movió los hilos con antiguos contactos para que mis antecedentes
juveniles archivados no tuvieran tanto peso a la hora de optar a un
empleo, teniendo en cuenta que he perdido la cuenta del número de veces
que me arrestaron por conducta desordenada—. Detuvo el movimiento
del medallón en los nudillos, lo atrapó en la palma de la mano y lo apretó
con fuerza, con los nudillos tensos. —Han pasado quince años... pero lo
que me hice entonces me cambió para siempre, Malcolm. Y mentiría si
dijera que no vivo con el ansia cada día, y que es una parte ineludible de
mí.
Detrás de él, el colchón se movió, se hundió, las sábanas emitieron
un siseo cuando Malcolm se movió. —Y por eso te encierras, ¿es eso? —
preguntó Malcolm en voz baja. —Porque si relajas tú disciplina en alguna
cosa... podrías perder el control del ansia.
—Sí—. Seong-Jae miró fijamente a través del apartamento, sin verlo
realmente. —Exactamente así.
Sintió que el peso de Malcolm se movía de nuevo, cambiando la
gravedad de la cama, y se limitó a esperar que Malcolm se levantara,
abriera la puerta y le dijera que saliera. No sería la primera vez, y ésta era
una de las muchas razones por las que había dejado de salir. Demasiados
pensaban que no existía un adicto recuperado, y que en el momento en
que le dieran la espalda él les robaría sus objetos de valor y los vendería
para su próximo subidón.
Pero en lugar de eso, ese cálido bulto se apretaba contra su espalda,
envolviéndolo, protegiéndolo, los brazos de Malcolm lo rodeaban con
tanta fuerza, como si Malcolm pudiera percibir lo crudo y expuesto que se
sentía Seong-Jae sin sus defensas y hubiera decidido hacer un muro
protector de sí mismo para cobijar todos los lugares crudos de Seong-Jae.
Seong-Jae respiraba entrecortadamente, con el pecho tan apretado,
y se mantenía perfectamente quieto, paralizado por la confusión, mientras
Malcolm susurraba su nombre, crudo de emoción.
—Seong-Jae.

27
Cole McCade Criminal Intentions #7

Tentativamente, Seong-Jae se acercó para rozar con las yemas de


los dedos el antebrazo de Malcolm. No se atrevía a sentir esperanza, y sin
embargo... —¿A-ah...?
—Si pensabas que iba a rechazar esa parte de ti... — El agarre de
Malcolm se tensó, y apoyó su frente en la nuca de Seong-Jae, con el
aliento cálido y el pelo enmarañado deslizándose por su piel, por su
columna vertebral. —No. No lo haré. Puede que no tenga la experiencia
necesaria para entenderlo... pero si sientes que te resbalas, si necesitas
algo a lo que agarrarte... — Hizo un sonido áspero y ahogado en el fondo
de su garganta, uno que Seong-Jae apenas contuvo para no hacerse eco. —
Agárrate a mí. Está bien.
Seong-Jae se mantuvo temblorosamente quieto, sus labios tratando
de doblarse en lo que no dejaría que se convirtiera en algo tan emotivo
como un sollozo, y sin embargo todo su cuerpo se sentía como si se
retorciera y tratara de exprimir la humedad que ardía en sus ojos. Tragó
saliva y apretó la mano contra el antebrazo de Malcolm.
—Malcolm...
—Soy tu compañero—, susurró Malcolm con fervor. —Quiero ser
más que eso para ti, pero... — Se aferró a Seong-Jae con fuerza, como si
pudiera anclarlo lo suficiente para evitar que cayera en la oscuridad que
aguardaba en el fondo de su mente, siempre. —Soy tu compañero. No te
dejaré caer.
Maldito... este... este hombre demasiado noble y cabeza de chorlito.
Seong-Jae no sabía cómo Malcolm tenía espacio para una profundidad de
sentimientos tan puros y crudos, cuando tratar de soportar tanto en su
interior amenazaba con romperlo todos los días. No podía soportarlo. No
podía retenerlo en su interior, así que hizo lo único que podía:
Seong-Jae lo devolvió.
Dijo: —Malcolm—, mientras se retorcía en los brazos del viejo lobo,
rodeaba su cuello con los brazos y lo besaba.

28
Cole McCade Criminal Intentions #7

2: Si me amas, no me
dejes ir
De repente, Malcolm tuvo los brazos llenos de un torbellino que era
Seong-Jae, y gritó cuando el peso de su compañero lo hizo caer de nuevo
sobre la cama. Seong-Jae lo besó ferozmente y con fuerza, esa cosa sin
aliento de cuerpos enredados y manos que se agarraban, de labios que se
cerraban y se separaban y volvían a juntarse en un beso que era mitad
batalla, mitad fuego salvaje y calor de apareamiento, y aún más...
Era la pura intensidad cruda de ello, como si Seong-Jae imprimiera
en Malcolm las cosas que no podía decir con cada encuentro acalorado de
carne con carne.
Gimió, rodeando con sus brazos a Seong-Jae, arrastrando ese
cuerpo magníficamente ágil y poderoso sobre él, hundiéndose en la cama
bajo la deliciosa presión del peso de Seong-Jae. Mierda, esto era
demasiado. No había sido él quien había desnudado su alma, no esta vez...
pero oír a Seong-Jae luchando tanto por controlar sus emociones, por
mantenerse firme mientras le daba a Malcolm algo tan oscuramente
sagrado y que esperaba que lo aceptara o lo hiciera pedazos con sus
crueles manos...
Le había desgarrado el corazón, y no había conocido otra forma de
mostrarle a Seong-Jae lo hermoso que era que no fuera abrazándolo.
Plena y completamente, hasta la última parte de él.
Pero con Seong-Jae encima de él y la piel dorada y pálida
deslizándose contra él, los labios de fresa magullados por el beso contra
los suyos... ahora mismo, si Seong-Jae no tenía cuidado, iban a acabar
posponiendo una conversación muy necesaria durante al menos otra
media hora, porque con cada toque de esos largos dedos en su mandíbula
o sobre su garganta, cada roce de dientes burlones... Malcolm estaba
olvidando cada vez más cómo pensar con palabras coherentes.
Jadeando, se separó, separando los labios y mirando a Seong-Jae.
Su compañero -su amante, mierda, quería poder decir eso- jadeaba,
estaba sonrojado, y el negro de sus ojos parecía haberse expandido, esa
oscuridad consumidora en la que nadaban tantas cosas frágiles, ya no tan
secretas ni tan misteriosas.

29
Cole McCade Criminal Intentions #7

Malcolm sonrió y se acercó para acunar la mejilla de Seong-Jae con


la palma de la mano. —Tranquilízate—, bromeó suavemente. Me vas a
hacer ilusionar con el segundo asalto.
Seong-Jae parpadeó... y luego gimió, dejándose caer contra
Malcolm y enterrando la cara en su pecho. —¿Siempre has sido tan
imbécil y sobreexcitado, o has madurado con la edad?
Riendo, Malcolm pasó sus brazos por la espalda de Seong-Jae. —
Nací así.
—Me lo imagino.
Seong-Jae murmuró la palabra en su pecho, y la sonrisa de
Malcolm sólo se amplió cuando miró la parte superior de ese desordenado
mechón de pelo negro. ¿Ahora Seong-Jae se escondía de él?
—Oye—, murmuró, trazando ociosamente un círculo con la yema
del dedo sobre el omóplato de Seong-Jae. —Está bien. Lo está. Eres quien
eres, y no hay nada malo en ello.
Seong-Jae murmuró algo que Malcolm no pudo entender, tan
apagado que ni siquiera pudo saber en qué idioma hablaba Seong-Jae
antes de que gruñera: —No quiero hablar más de eso.
—Entonces no tienes que hacerlo—. Malcolm se rio. —Pero...
¿Seong-Jae?
Después de un momento, un ojo cauteloso se asomó por encima del
pelo de Seong-Jae. —... ¿sí?
—Gracias—, dijo Malcolm. —Por confiarme esa parte de ti.
Seong-Jae parpadeó de nuevo. Luego frunció el ceño.
Antes de que el único ojo visible desapareciera de nuevo, mientras
prácticamente aplastaba su cara contra el pecho de Malcolm.
—Mmph.
Suspirando con cariño, Malcolm se acercó para recoger las sábanas
y el edredón desordenados, y los arrastró sobre sus cuerpos enredados. —
Ciertamente—, dijo, y se contentó con dejar las cosas en paz por ahora.
Parecía casi surrealista estar tumbado en su cama con Seong-Jae
desnudo y agotado encima de él, dispuesto a envolverse cómodamente
con él; al cabo de unos minutos, Seong-Jae cambió de posición para
acolchar su mejilla contra el pecho de Malcolm, con un brazo alrededor de
su cuello y los dedos jugueteando con su pelo. En secreto, Malcolm se
preguntó si, tumbado así, los pies de Seong-Jae colgaban de los pies de la
cama, pero pensó que era más bien prudente mantener la boca cerrada.
30
Cole McCade Criminal Intentions #7

Aunque quizá tuviera que buscar una cama más grande.


Probablemente se estaba adelantando a los acontecimientos. Toda
la noche había sido un huracán emocional, entre encontrar a Tisha Jones,
descubrir que a Seong-Jae le gustaba cantar en los clubes nocturnos, y
luego, de alguna manera, los dos cayendo en la cama en esta combustión
de energía como dos galaxias chocando en una. Estaba más que agotado
físicamente; se sentía emocionalmente agotado, sentía que si cualquier
parte de él era tirada con demasiada fuerza, todo el conjunto se
desinflaría en un desastre.
Pero seguía cayendo en ese momento. Esa maravilla cuando vio a
Seong-Jae salir al escenario, y sintió ese apretón en su corazón que no
dejaba ninguna duda de que lo que sentía por Seong-Jae era algo más que
una simple atracción.
¿Cómo diablos había caído tan rápido, tan fuerte, por un hombre
tan espinoso y de bordes afilados?
Un hombre hecho de tantas contradicciones, y sin embargo, cuanto
más descubría Malcolm...
Más ansiaba saber.
Incluso si su cerebro todavía estaba un poco roto por el ruiseñor
Seong-Jae, en el escenario seduciendo a toda una sala con su voz.
Y sus muslos en esos ajustados pantalones de cuero.
No pudo evitar reírse para sí mismo. —No puedo creer que cantes—,
murmuró, rompiendo el perezoso silencio entre ellos. —Y se te da bien.
Me encanta tu voz.
Seong-Jae no se movió, prácticamente tumbado sobre Malcolm
como un gato sin huesos, con los ojos cerrados y la voz adormecida. —Por
favor, no me halagues.
—¿No puedo ser honesto?
—No.
—Es una pena—. Malcolm dejó que su mirada se desviara sobre las
vigas del techo, mientras seguía recorriendo patrones tranquilos y ociosos
sobre la espalda de Seong-Jae con las yemas de los dedos, siguiendo los
desniveles y las pendientes de los músculos fuertemente tonificados,
encontrando el cambio de textura con diferentes cicatrices, algunas largas
y estrechas y casi lisas como la cera, otras más ásperas e irregulares, una o
dos el particular fruncido hundido que reconoció como una herida de bala
curada. —Aun así. No me lo esperaba.

31
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Mm. — Sólo un suave murmullo afirmativo, antes de que el


cosquilleo de las pestañas de Seong-Jae contra su pecho desnudo hiciera
que Malcolm lo mirara mientras Seong-Jae abría los ojos. —Empecé en
rehabilitación—, admitió en voz baja. —Las noches de karaoke en el
centro. Era... algo para distraernos. Para ayudarnos a estrechar lazos con
algo que no fuera el sufrimiento de la abstinencia, los antojos y el
autodesprecio—. Esa voz normalmente plana y seca tenía un toque de
amargura... pero también de calidez. Una diversión autodespreciativa. —
Tuvieron que arrastrarme hasta allí la primera vez. Y la segunda vez. Y la
tercera.
—Pero lo disfrutaste—. Y Malcolm no pudo evitar sonreír; podía
imaginarlo, Seong-Jae joven y larguirucho y con el ceño fruncido mientras
alguien lo empujaba delante de todos y le ponía un micrófono en la mano.
—Puedo oírlo en tu voz.
—Lo hice. Más de lo que tenía derecho—. Seong-Jae se movió para
cruzar los brazos sobre los pectorales de Malcolm, y luego apoyó la
barbilla en las muñecas cruzadas, con los ojos medio cerrados mirando a
Malcolm con pereza. —Desde entonces se ha convertido en algo que me
centra. Si necesito calma, si necesito equilibrio, o incluso si simplemente
quiero desprenderme del bagaje de los mejores y los peores casos...
encuentro algún lugar con un micrófono abierto y un poco de tiempo
libre.
—Y da la casualidad de que tenemos los mismos gustos—. Malcolm
arrastró un nudillo curvado por la mejilla de Seong-Jae -y se deleitó en el
hecho de que Seong-Jae se lo permitiera, en lugar de sisear y apartarlo. —
Peggy Lee, ¿eh?
—Me gusta... — Seong-Jae frunció el ceño, oscureciendo su mirada.
—No sé cómo explicar lo que me gusta. Hay a la vez sensualidad y
pragmatismo, y...
Se interrumpió, pero Malcolm no podía dejar de observarlo cuando
el color subía por sus mejillas y convertía la piel de marfil y ámbar en oro
rosa.
—...y te estás sonrojando—, terminó. —Te estás sonrojando.
Unos ojos entrecerrados le lanzaron una mirada mortal. —
¿Malcolm?
—¿Sí?
—Cállate.
En cualquier otro momento, Malcolm habría hecho caso a la
advertencia de sacudir la cola de la serpiente de cascabel, pero ahora sólo
32
Cole McCade Criminal Intentions #7

sonreía más cuando tomaba cualquier veneno que Seong-Jae quisiera


darle.
—Esta vez no—, dijo. —¿Cuál es tu canción favorita para
interpretar?
Seong-Jae puso los ojos en blanco con un pequeño sonido de
ofensa. —¿En serio?
—Sí. Vamos. Smoke Gets in Your Eyes? ¿Es todo lo que hay?
Otra mirada de ojos rasgados, antes de que Seong-Jae gruñera,
mirara hacia otro lado y murmurara: —...A-YO.
—No creo que eso sea Peggy Lee.
—Es Lady Gaga—, resopló Seong-Jae en tono ofendido, y Malcolm
tuvo que morderse la lengua para no soltar una carcajada y posiblemente
recibir una bofetada por ello.
—Eres tan, tan gay.
—Sí, lo soy—. Seong-Jae le frunció el ceño. —¿Es eso un problema?
—En absoluto—, dijo Malcolm, y luego se inclinó para rozar sus
labios con los de Seong-Jae. No pudo evitarlo; Seong-Jae lo tentaba al
respirar, y ni siquiera se trataba de sexo; de deseo.
Sólo se trataba de... querer estar en contacto, de sentir el calor de la
piel con la piel.
Seong-Jae se inclinó hacia él durante unos instantes, con los labios
entreabiertos burlándose de los suyos, antes de retirarse con un suspiro
divertido. —No empieces. No hay segundo asalto.
Malcolm sonrió y colocó sus manos en las caderas de Seong-Jae. —
No estaba intentando nada, lo juro.
—No te creo.
—Estás encima de mí. Si estuviera duro, lo notarías.
Seong-Jae arrugó la nariz. —¿Tienes que ser tan grosero?
—Es sólo anatomía. Pero me abstendré por tu delicada sensibilidad.
—Te voy a herir.
Creo que es al revés, pensó Malcolm, con la memoria en alza:
Seong-Jae debajo de él, con los muslos agarrando sus caderas, y Malcolm
preguntando ¿Te estoy haciendo demasiado daño? Sólo para que Seong-
Jae jadeara: —No lo suficiente.

33
Cole McCade Criminal Intentions #7

Mierda. Ahí estaba. Esa creciente pulsación en su polla, caliente y


hambrienta, y trató de pensar en arcos iris y cachorros y gatitos, pero no
fue lo suficientemente rápido como para evitar que Seong-Jae se pusiera
tenso contra él, mirándole fijamente, y presionando la punta de un dedo
anguloso contra su nariz.
—No.
—No puedo evitarlo—. Malcolm chasqueó los dientes ante ese dedo.
—Me haces cosas.
—Tú no me haces cosas.
—Mentiroso.
—Verdad a medias—. Seong-Jae le dio un golpecito en la punta de
la nariz. —Sabes que para mí es más complejo que eso.
—Lo sé—, dijo Malcolm, y esta vez en lugar de intentar morder la
punta del dedo de Seong-Jae, la besó. —Lo sé. Y lo tengo presente.
Aunque es... es mucho para cargar. Saber que cada vez que tenemos sexo,
es...
Se interrumpió. No sabía cómo explicarlo, y tal vez no le
correspondía explicarlo cuando era la sexualidad de Seong-Jae, su
necesidad de inversión emocional para hacer posible cualquier forma de
atracción sexual.
Pero —No lo es—, dijo Seong-Jae con un suspiro pacientemente
exasperado; se levantó lo suficiente como para mirar a Malcolm, con el
pelo despeinado cayendo sobre sus ojos. —Soy capaz de tener sexo casual,
Malcolm. Pero no con parejas ocasionales. Es posible que te desee
simplemente por el hecho de desearte, sin requerir una gran expresión
emocional cada vez, siempre que seas tú. No es así como funciona la
demisexualidad gris.
—Lo siento. Lo siento, el sexo es... es... — Malcolm sonrió
tímidamente. —Lo hice casual. Necesitaba que fuera casual, siempre. He
tenido momentos en los que significaba algo, pero me he esforzado mucho
para que no tenga sentido.
Los ojos oscuros recorrieron su rostro, buscando. —¿Esto no tuvo
sentido?
—No. No, no lo ha sido—. Mierda, en todo caso esto era demasiado,
su peso casi aplastante, pero él no quería liberarse. —Dios, no. Yo... estoy
completamente jodido.
Inescrutable, casi alienígena, esos ojos ilegibles lo estudiaban; sin
embargo, eso era parte de lo que hacía a Seong-Jae tan seductor. Ese
34
Cole McCade Criminal Intentions #7

borde peligroso de algo impasible y extraño que lo convertía en una


criatura tan misteriosa... y sin embargo, cuando aprendías a mirar, las
pequeñas cosas lo delataban.
Como el hecho de que se mordía el interior del labio inferior,
atrayendo su jugosidad a la boca.
Y el hecho de que se sonrojaba.
Otra vez.
—¿Por mí? — Seong-Jae preguntó suavemente.
—Por encima de ti.
—Eso es casi un halago—. Seong-Jae arqueó una ceja, ladeando la
cabeza. —Malcolm... todo lo que significa mi sexualidad es que tengo poco
interés en el sexo fuera de unos parámetros específicos. Esos parámetros
implican a un hombre cisgénero o transgénero o a una persona no binaria
de apariencia masculina, un apego emocional a esa persona y,
eventualmente, una atracción sexual floreciente resultante. De modo que
incluso un... ¿cuál es la palabra en español? ¿Un rápido?
—Un rapidito—, corrigió Malcolm, riéndose en voz baja. —Deja de
fingir que no conoces palabras que no te gustan.
Seong-Jae arrugó la nariz. —Es una palabra desagradable y poco
elegante. Pero la cuestión es que incluso un 'rapidito' no carece de
sentido, pero tampoco requiere ninguna ceremonia especial.
—Entonces... — Malcolm arqueó ambas cejas. —Si te arrastro a una
oficina vacía y hago lo que quiero contigo sobre un escritorio y luego
seguimos nuestro día como si nada, está bien siempre que sea yo.
—Sí—. Los ojos negros parpadearon, con un chasquido. —Pero la
primera vez que intentes algo en el trabajo también será la última.
—¿Oh?
—No estoy por encima de la castración.
—Ouch. — Malcolm se limitó a sonreír. —Límites de trabajo
adecuados. Lo tengo.
—No lo tienes.
—Me conoces demasiado bien—. Malcolm dejó que su mirada
bajara, recorriendo la endurecida escultura del pecho de Seong-Jae, y
luego alargó la mano para tocar una cicatriz cortada y descolorida justo
debajo de un pezón. —No romperé la regla hasta que lo hagas. ¿Trato?

35
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Dices 'hasta' como si fuera una conclusión inevitable—, se burló


Seong-Jae, sólo para fruncir el ceño cuando Malcolm sólo sonrió. —
Malcolm.
—¡No voy a hacer nada! —, protestó. —...ni siquiera si tú quieres
que lo haga.
—Eres un imbécil arrogante.
—Mejor que una jot.
Seong-Jae parpadeó, ladeando la cabeza con curiosidad. —No. Jot.
A Malcolm no le sonó diferente, pero lo intentó de nuevo, más
despacio esta vez. —Jot.
—No—, insistió Seong-Jae. —Estás acentuando la sílaba
equivocada. Jot.
—¡Es sólo una sílaba!
—Y sigues acentuando mal. Jot—, repitió Seong-Jae con firmeza.
—Jot. Jot—, enfatizó Malcolm. —¿Mejor?
Seong-Jae lo miró fijamente.
Luego se deshizo en carcajadas, roncas y profundas y ondulantes,
esa cosa desenfrenada y silenciosa que transformaba todo su rostro,
iluminando sus ojos brillantes y convirtiendo sus labios en pura dulzura,
suavizando sus bordes afilados hasta que el corazón de Malcolm se
agarrotó sólo con mirarlo. Especialmente cuando agachaba la cabeza,
apretando la cara contra la palma de la mano y riendo en ella,
asomándose entre los dedos con su pelo oscuro enredado en mechones
alrededor de las yemas de los dedos.
Dios, Malcolm no quería que llegara la mañana.
Cuando esto tuviera que terminar, y tuvieran que ser fríos y lógicos
y concentrarse por completo en el trabajo una vez más.
—Nunca te había visto reír así—, murmuró.
Seong-Jae se calmó lentamente con un suspiro divertido, pero esa
risa perduró en el brillo de sus ojos y en los hoyuelos de las comisuras de
sus labios. —Estamos teniendo toda una conversación sobre la forma
correcta de pronunciar imbécil.
—Nosotros lo estamos haciendo—, coincidió Malcolm. —Pero hablo
en serio, Seong-Jae. Si tienes ciertos parámetros... si hay algo que
necesitas que haga para sentirte cómodo, dímelo.

36
Cole McCade Criminal Intentions #7

Seong-Jae se quedó extrañamente quieto, mirando a Malcolm con


extrañeza, antes de decir: —Pregúntame—. Hizo una pausa, antes de
continuar más dubitativo: —No me molestan los besos espontáneos, ni el
afecto físico ocioso, como un abrazo o un ligero roce. Pero antes de
tocarme con intención sexual deliberada, a menos que yo mismo lo haya
iniciado... pregúntame.
—Preguntaré incluso si tú has iniciado. Por si quieres tocar, pero no
quieres que te toquen—. Malcolm no podía dejar de sonreír. Estaba
viendo tantas facetas de Seong-Jae esta noche, y estaba jodidamente
hechizado. —Dime dónde está bien tocarte, Seong-Jae. O muéstrame.
Los labios de Seong-Jae se separaron; agachó la cabeza con un
sonido ronco. —Yo... lo haré.
—¿Estás bien?
—Esto es... nuevo—, confesó Seong-Jae. —Alguien me pregunta.
Yo... dejé de salir, principalmente porque esto se convirtió en una
conversación difícil de tener. Empecé a sentirme muy ajeno y... — Hizo un
sonido de frustración. —Ni una sola vez nadie me preguntó cuáles eran
mis límites con respecto a cuándo y cómo es bienvenido el contacto
sexual.
—Entonces eran unos imbéciles—, gruñó Malcolm. —Quiero decir
que soy un idiota, pero intentaré no serlo con eso—. Frunció el ceño. —
¿Me odiarías si persiguiera a cada uno de tus ex novios y les diera un
puñetazo en la cara?
Seong-Jae lo miró con los ojos ligeramente abiertos y luego sonrió,
hundiéndose contra él una vez más para rozar sus labios con los de
Malcolm. —Ese puede ser realmente un parámetro en el que el contacto
sexual es bienvenido.
Malcolm se rio y se entretuvo en rozar los labios de Seong-Jae para
saborearlos más profundamente, sólo por un momento, lo suficiente para
saciar ese creciente anhelo, antes de hundirse de nuevo en la cama,
exhalando lentamente.
—Así que... estos somos nosotros.
Seong-Jae se relajó sobre él una vez más, mirándolo con atención.
—Así es.
—Al menos eso... los dos queremos que haya un nosotros—.
Malcolm dudó. —¿Lo queremos?
—Sí queremos—. Los labios de Seong-Jae se curvaron en las
esquinas. —¿Te sientes inseguro conmigo, Malcolm?

37
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Todo el tiempo—, admitió. —Eres confuso y complejo y


completamente fascinante, y cada vez que creo que te conozco, me das la
vuelta por completo.
—Pero sí me conoces. Mejor que nadie en mucho tiempo.
—Pero no todo tú.
Seong-Jae inclinó la cabeza. —Podríamos trabajar en eso, con
tiempo.
—¿Tenemos tiempo?
—Sí—, dijo Seong-Jae después de un largo momento de
consideración. —Espero que lo tengamos.
Unas palabras tan sencillas... y sin embargo cimentaban algo. Que
por ahora, mientras exploraban tentativamente lo que era esto entre ellos,
Seong-Jae era de Malcolm... y Malcolm era de Seong-Jae, mientras
averiguaban a dónde querían ir con esto. Si es que querían llegar a alguna
parte. Aunque ahora mismo el único lugar al que Malcolm quería ir era a
los brazos de Seong-Jae, mientras se empujaba para robarle un beso
cuando no tenía palabras para la calidez que había en su interior, la
esperanza que había parecido tan difícil de aferrar durante tantos años,
ahora de repente estaba al alcance.
Pero incluso cuando Seong-Jae se inclinó hacia él, balanceándose
más cerca, sus labios casi tocándose...
Un fuerte zumbido vibratorio vino de la dirección de los pantalones
de cuero de Seong-Jae.
Seguido de un trino dolorosamente chirriante procedente del
bolsillo del pantalón de Malcolm.
Los dos gimieron a la vez, Malcolm se desplomó en la cama
mientras Seong-Jae golpeaba con su frente el esternón de Malcolm.
—Oh, Dios—, murmuró Malcolm.
—Por el amor de Dios—, siseó Seong-Jae. —No han pasado ni ocho
horas.
—La muerte no duerme, así que dormiremos cuando estemos
muertos—, suspiró Malcolm, metiendo una mano en la maraña de sus
cuerpos para intentar encontrar su bolsillo.
Seong-Jae se levantó, mirando hacia sus pantalones. —Sólo hay una
razón por la que nuestros dos teléfonos se sonarian al mismo tiempo.

38
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Lo sé. Lo sé—. Malcolm consiguió sacar su teléfono y miró la hora.


Justo después de las tres de la puta madrugada, y refunfuñó mientras
deslizaba la pantalla de bloqueo.
Nuevo caso, mujer blanca, 17 años, sacada del Patapsco.
Nos vemos en la oficina.
Qué raro. Frunció el ceño, dejó caer el teléfono y continuó: —No
estoy de humor para cadáveres sin vida ahora mismo cuando estoy más
interesado en el que está vivo en mi cama.
Seong-Jae se puso en pie con elegancia, con esa energía alerta y
peligrosa que ya le inundaba. —Tiraré del rango para que te pongas la
ropa.
—Eso es algo caliente.
—...Malcolm—. Seong-Jae hizo una pausa para alcanzar la camisa
arrugada en el suelo y le dirigió a Malcolm una mirada fulminante. —¿Así
es como vas a ser de aquí en adelante?
—Sí.
—Insufrible, y te odio.
Malcolm sonrió a medias, apoyándose en un codo y observando por
un momento cómo Seong-Jae volvía a encogerse en su camiseta y en ese
pañuelo que apenas calificaba como calzoncillos. —No, realmente creo
que no lo haces.
Seong-Jae se limitó a hacer un sonido desdeñoso, poniendo los ojos
en blanco, mientras Malcolm se levantaba cansado de la cama. Se sentía
más pesado, ahora mismo, y ni siquiera la ligereza de su corazón podía
aliviar el peso del agotamiento que lo hacía más lento mientras se
acomodaba, subía la cremallera y recogía su camiseta desechada de entre
las muchas pequeñas islas de ropa arrugada que había en el suelo. Se
vistieron en silencio y Malcolm se mordió la lengua al ver cómo Seong-Jae
volvía a meterse en esos pantalones, rebotando en las puntas de los pies
para forzar el cuero ajustado a las caderas, antes de subir la cremallera y
encogerse en la camisa de lino prestada de Malcolm.
Al menos, Malcolm se puso una nueva camisa abotonada, sacando
una del armario, antes de ponerse la chaqueta. Mientras se ajustaba los
gemelos y Seong-Jae se dejaba caer en el borde de la cama para meterse
los pies en las botas, Seong-Jae levantó la vista, llamando su atención.
—Deberíamos hablar más tarde—, murmuró.
—Deberíamos—. Malcolm se instaló junto a Seong-Jae, hombro con
hombro, para ponerse los zapatos de vestir. —No voy a pretender que esto
39
Cole McCade Criminal Intentions #7

no sea complicado. Encontrar mis límites, encontrar los tuyos, encontrar


los de ambos. Toda la parte del trabajo—. Se inclinó y le dio un codazo a
Seong-Jae con el hombro. —Nos sentaremos cuando tengamos un
momento para respirar.
—¿Alguna vez tenemos eso?
—...no—. Malcolm sonrió débilmente. —Haremos el tiempo de
todos modos.
Seong-Jae no dijo nada, sólo estudió a Malcolm detenidamente, con
un leve punto entre las cejas. Cuando levantó una mano para acercarse a
él, lo hizo con una vacilación que parecía pedirle permiso, y Malcolm se lo
dio de buen grado, inclinándose hacia el contacto de Seong-Jae cuando
aquellos dedos perfectos se enroscaron en su pelo, exuberante y relajante.
—¿Cuándo fue la última vez que dormiste de verdad? — Preguntó
Seong-Jae.
—No lo sé. ¿Y tú?
—Yo tampoco lo sé.
—Entonces yo conduzco—, dijo Seong-Jae con firmeza.
Malcolm había empezado a cerrar los ojos, pero ahora parpadeó. —
¿Qué? ¿Por qué?
—Porque al menos he dormido una siesta—. Seong-Jae se retiró con
una última caricia. —Y no me fío de ti al volante de un coche ahora
mismo.
—...es justo—. Malcolm se puso de pie, enderezando su abrigo y
corbata. —Ojalá hubiéramos tenido tiempo de ducharnos antes de salir.
—No lo creo—, replicó rotundamente Seong-Jae, y apartó las manos
de Malcolm para alisar su corbata. —Aunque sólo sea porque habrías
querido ducharte juntos, y eso nos habría hecho llegar muy tarde.
—¿Ves? Me conoces muy bien—. Sonrió y movió la cabeza hacia la
puerta. —Vamos. Vamos a ver qué quiere la capitana.

40
Cole McCade Criminal Intentions #7

La única razón por la que Malcolm no se durmió durante el viaje a


la oficina antes del amanecer fue porque Seong-Jae conducía como si
fuera un coche de huida y la policía les pisaba los talones.
Malcolm no creía que Seong-Jae se diera cuenta de que un Camaro
no era una Harley, y la única razón por la que no se puso nervioso durante
todo el maldito viaje fue porque las carreteras estaban vacías a esa hora de
la noche.
No respiró con tranquilidad hasta que aparcaron en el cuartel
general y subieron las escaleras hasta la sala de homicidios. No le
sorprendió ver las luces encendidas y a algunos otros en sus escritorios;
en su departamento no existían los horarios regulares de trabajo, sino que
iban donde y cuando los casos -y el café- los requerían.
Pero cuando entraron en su despacho, la capitana parecía haber
bebido demasiado café; estaba sentada de nuevo encima de su mesa, sin
zapatos, pasándose los dedos por el pelo corto hasta que parecía un reloj
de diente de león con pinchos negros que se extendía alrededor de su cara
de color marrón nuez. Tenía los ojos enrojecidos, llorosos, la nariz roja de
tanto restregarse. Ni siquiera levantó la vista cuando Malcolm llamó a la
puerta, sino que se limitó a mover dos dedos con impaciencia, con la
mirada recorriendo rápidamente las páginas que tenía en la mano.
—Dentro—, ordenó Anjulie Zárate y Salazar. —Cierren la puerta.
Malcolm intercambió una mirada con Seong-Jae, y luego entró
obligatoriamente, haciéndose a un lado para dejar espacio a Seong-Jae
antes de cerrar la puerta con un empujón. Anjulie levantó la cabeza,
echando una mirada por encima de ellos, antes de quedarse helada; sus
ojos se entrecerraron, y los miró penetrantemente durante unos instantes.
Luego se pasó una mano por la cara.
—Oh, maldita sea. Ustedes han jodido.
Malcolm se tensó. —¿Qué? No—. Ante su mirada plana, se encogió.
—...tal vez. ¿Cómo puedes saberlo?
—No eres el único policía en la habitación, Malcolm—. Ella resopló.
—Además, llevan semanas bailando el uno alrededor del otro, él sigue
llevando tu camisa y tu chaqueta, tú sigues llevando el mismo traje menos
la camisa, y prácticamente apestas a polvo, así que supongo que los dos
acaban de profanar tu cama, lo cual es conveniente ya que vives más cerca
de la oficina que él—. Lanzó una mirada fulminante a Seong-Jae. Más
concretamente, a la extensión de su cuello visible más allá del cuello de la
chaqueta negra.—Además, los chupones. Maldita sea.
41
Cole McCade Criminal Intentions #7

Totalmente implacable, de pie, tranquilamente, con las manos en


los bolsillos, Seong-Jae levantó ambas cejas. —Parece que hemos sido
totalmente obvios para todos menos para nosotros mismos.
—Pero no dejen que eso se interponga en el trabajo—, le espetó ella,
y...
—Te aseguro que no lo haremos—, replicó Seong-Jae con frialdad.
Aquella mirada casi asesina se trasladó a Malcolm, los ojos
marrones de Anjulie brillaron. —Malcolm.
—¿Qué? — Levantó ambas manos, conteniendo su irritación. ¿Por
qué su vida sexual seguía siendo asunto de todos? —No lo haré.
—Ajá—, dijo ella con escepticismo, y luego se interrumpió con un
fuerte estornudo, presionando el dorso de la mano sobre su boca y
cerrando los ojos antes de frotárselos con un sonido sombrío.
Malcolm la miró. —¿Estás bien?
Ella gruñó, abriendo un ojo, todavía frotándose el otro. —Anya me
devolvió mi maldito perro.
—... ¿por qué se lo llevó en primer lugar?
Seong-Jae lo miró. ¿Anya? dijo con la boca.
Ex-novia, respondió Malcolm, antes de que Anjulie gruñera.
—Eh. Pensamos que sería mejor teniendo en cuenta mis alergias y
sus problemas de separación—. Una sonrisa oscura curvó sus labios. —
Resulta que no es la única con problemas de separación. Se meó en todas
las cosas de ella.
—No pareces muy infeliz por eso—, dijo Malcolm secamente.
—...es un perro bonito. Cállate.
—El caso—, intervino Seong-Jae con firmeza. —¿Por qué nos
reunimos aquí y no en la escena del crimen?
—Porque aún no tenemos una escena del crimen específica, y quería
hablar cara a cara antes de enviarlos allí—, dijo Anjulie. —Este es un caso
delicado. La víctima no está muerta, pero tampoco tiene mucho tiempo.
Sus padres están básicamente en vigilia, pero serán la única ventana que
tengan a su vida, así que sean amables.
Malcolm se puso sobrio, cruzando los brazos sobre el pecho con el
ceño fruncido. —¿A qué nos enfrentamos?

42
Cole McCade Criminal Intentions #7

Anjulie se inclinó para rebuscar en una pila de carpetas bajo el


tobillo hasta que extrajo una y se la pasó. Malcolm la abrió y se inclinó
hacia Seong-Jae para que ambos pudieran mirar. El informe preliminar
era sólo el registro de los paramédicos que encontraron su cuerpo en el río
después de que un conductor que pasaba por allí se diera cuenta de que
estaba flotando y avisara, logrando reanimarla pero sin devolverle la
conciencia. Unas cuantas fotos del lugar de los hechos aparecían
recortadas en las escuetas páginas: una muchacha de complexión delgada,
con un largo y ondulado cabello castaño pálido, la piel blanca como la
muerte con un matiz azul en los labios, las venas visibles serpenteando
por un rostro algo hundido. Su cuerpo estaba cubierto de varias heridas,
que parecían cortes y rasguños, pero con su palidez y las rápidas y torpes
fotografías de alta definición sobre un fondo oscuro era difícil saber si se
habían producido antes de que se ahogara o si eran el resultado de chocar
con los restos de las corrientes del río.
—Su nombre es Keri Anne Newton—, dijo Anjulie con crudeza. —Se
llama Anne. Tiene diecisiete años. Se escapó de casa hace tres meses, o
eso creían sus padres; se llevó cosas, ropa y objetos personales y su
teléfono, y borró todas sus redes sociales, así que supusieron que se había
ido por voluntad propia y que no quería que la encontraran, aunque
nunca dejaron de buscarla. Ahora no estamos tan seguros de que su gran
huida fuera voluntaria—. Sacó otra carpeta y se la pasó; Seong-Jae la
tomó esta vez, y Malcolm le echó un vistazo mientras la abría y la hojeaba.
—Aquí está el expediente del caso de personas desaparecidas. No
encontraron nada hasta que los socorristas la sacaron del río hace una
hora. Pensaron que era un suicidio, hasta que habló.
Malcolm levantó la cabeza. —¿Qué dijo ella?
—'Él me empujó'—, dijo Anjulie con gravedad.
Nadie dijo nada. Malcolm y Seong-Jae se miraron una vez más,
antes de que Seong-Jae rompiera el silencio. —¿Nada más?
—No—. Anjulie negó con la cabeza. —Según los paramédicos, volvió
a desmayarse poco después, y en el Mercy Medical declararon su muerte
cerebral sin suficiente función recuperable para tener calidad de vida.
Está pendiendo de un hilo, pero a veces todavía lo dice sin despertarse. Él
me empujó'. Eso es todo.
Malcolm juró. —A menos que sea capaz de decir más que eso, no sé
qué tenemos para seguir. ¿Ni siquiera sabemos desde dónde la
empujaron?
—No. La mejor suposición es un puente, pero...

43
Cole McCade Criminal Intentions #7

—...podría haber sido el Hannover, el Thomas, o el Francis Scott


Key—, terminó Malcolm sombríamente. —Depende de lo lejos que la
corriente la arrastrara, y eso suponiendo que no fuera empujada desde la
orilla.
—Exactamente—. Anjulie suspiró. —Sé que es una posibilidad
remota, pero hará que los padres se sientan mejor al saber que estamos
haciendo algo. Así que me gustaría que los dos fueran al menos al
hospital, hablaran con ellos, a ver si aparece algo útil. ¿Pueden hacerlo?
Seong-Jae asintió, cerrando bruscamente la carpeta. —Por
supuesto.
—Sí—, repitió Malcolm. —Ya tenemos esto. ¿Tienes algo más para
nosotros?
—Sólo que sus nombres son Patricia y Scott Newton. Los
encontrarán en la UCC.
Malcolm no sabía cómo mantenía la cara seria. —...Scott, eh.
—Te asesinare mientras duermes—, siseó Seong-Jae en voz baja.
Anjulie los miró. —¿Esto? — Pasó sus dedos entre ellos. —No quiero
saber de qué se trata. Salgan de mi oficina.
Malcolm saludó cansado, mientras Seong-Jae se limitaba a mirar.
—Sí, señora—, dijo Malcolm.
—Vete a la mierda y lárgate.
Malcolm se guardó el informe del caso bajo el brazo, se dio la vuelta
y salió con Seong-Jae pisándole los talones.
—Hasta la capitana te encuentra insufrible—, murmuró Seong-Jae a
su espalda mientras bajaban las escaleras.
—Es parte de mi encanto—, respondió Malcolm, tratando de
encontrar la energía para sonreír y sin lograrlo.
Ni siquiera una noche.
Ni siquiera una noche para... disfrutar de la luz del día.
Y el hecho de que Seong-Jae caminara con una pequeña pizca de
cojera.
Se acomodaron de nuevo en el Camaro, pero antes de que Seong-
Jae pudiera arrancar el coche, Malcolm se acercó y apoyó la mano en su
muñeca.

44
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Oye—, le preguntó. —Antes de que tengamos que salir y ser


policías... ¿puedo besarte?
Seong-Jae lo miró. —Con esa pregunta es cómo empezó la
desacertada escapada de esta noche.
—Seré bueno—, prometió Malcolm. —Es que tengo muchas ganas
de besarte.
No recordaba que fuera tan fácil hacer que Seong-Jae se sonrojara,
aunque ese ceño fruncido volviera a ser tan negro y gruñón como siempre.
—¿Por qué?
—Porque sí—. Malcolm sonrió. —Porque puedo.
Seong-Jae parecía estar a dos segundos de morderlo.
Antes de agarrar la corbata de Malcolm, envolverla en su puño y
arrastrarlo para besarlo.
Rápido, ardiente, necesitado, una cosa afilada llena de aspereza y
pasión y una frustración casi vengativa, como si Seong-Jae pudiera
castigar a Malcolm por ser tan insufrible besándolo directamente,
envolviéndolo en un torrente de sensaciones y placer y, debajo de todo
ello, un profundo y maravilloso torrente de emociones. Seong-Jae sabía a
perfección, su boca era una cosa exuberante y acaramelada que Malcolm
no podía evitar morder hasta la madurez, y se habría quedado felizmente
así durante horas si Seong-Jae no le hubiera soltado la corbata y le
hubiera empujado firmemente hacia atrás.
—Ya está—, gruñó Seong-Jae, mirándolo con los labios rojos y
húmedos, antes de resoplar y encajar la llave en el contacto con tanta
fuerza que fue un milagro que no se rompiera.
Malcolm se limitó a sonreír y se acomodó en el asiento del copiloto,
apoyando la cabeza en la ventanilla.
No es una mala manera de empezar el día.
En absoluto, no era malo.

45
Cole McCade Criminal Intentions #7

3: Lo que siempre eliges


Lo que menos le gustaba era volver a entrar en ese hospital del que
Malcolm apenas había salido hacía unas horas, con otro cuerpo y la vida
de otra chica en juego.
Sólo que esta vez, por el informe médico...
Había pocas esperanzas de un resultado positivo.
Dejó que Seong-Jae guiara el camino esta vez, cuando parecía que
no podía mover su cuerpo de plomo más que un paso lento a la vez,
caminando con dificultad tras la estela de su compañero mientras subían
las escaleras hacia la UCC. Las luces seguían siendo tenues, el amanecer
aún estaba a una hora de distancia, y él caminó en silencio mientras se
dirigía al escritorio de las enfermeras, sólo para detenerse cuando Seong-
Jae lo agarró de la manga, tirando suavemente hacia atrás.
—Malcolm. Mira.
Malcolm se detuvo. Seong-Jae se había detenido frente a una
habitación conocida: la de Trae Rogers. Sólo que su habitación individual
se había convertido en una doble... y en otra cama que ocupaba la otra
mitad de la habitación, Tisha Jones dormía profundamente, con una vía
intravenosa en el brazo y vendajes cubriendo su cuerpo. Su madre dormía
igual de profundamente, acurrucada en una silla junto a la cama de Tisha
y agarrando con fuerza su mano mientras dormía. En otra silla, junto a la
cama de Trae, su padre estaba sentado como centinela, un guardián tenso
y silencioso que levantaba la vista, observándolos a través de las
persianas, para luego levantar la barbilla hacia ellos en un gesto de
reconocimiento y respeto a regañadientes.
Malcolm le devolvió el gesto y tomó la mano de Seong-Jae,
apretándola con tanta fuerza como los dolores de su pecho; Seong-Jae le
devolvió el apretón con la misma fuerza, uniendo sus dedos.
—Necesitaba ver eso ahora mismo—, susurró Malcolm.
Y cómo, incluso mientras dormían, ambos adolescentes habían
conseguido girarse ligeramente el uno hacia el otro, con las cabezas
giradas sobre sus almohadas, hasta que debieron quedarse dormidos
mirándose.
Mierda. Aquellos dos chicos estaban vivos gracias a su propia
valentía, y Malcolm y Seong-Jae habían conseguido formar parte de ella.

46
Cole McCade Criminal Intentions #7

No podía olvidarse de eso, lo llevaría consigo en los días en que el


cansancio fuera demasiado.
Aunque el sonido de una voz tranquila e irritada rompió ese
ensueño, suspirando a sus espaldas. —¿Ustedes dos otra vez? — Dijo la
enfermera Díaz. —¿No los acabo de echar de aquí?
Malcolm miró por encima del hombro. Díaz estaba de pie con las
manos en las caderas, observándolos con las cejas arqueadas, con su corta
y curvilínea estructura plantada como si fuera a echarlo más allá de la
línea del patio si daba un paso en la dirección equivocada.
—Caso diferente—, murmuró Seong-Jae. —Keri Anne Newton.
—¿La flotante?
Malcolm se estremeció, mientras Seong-Jae fruncía el ceño. —No la
llames así.
—Sensible—. Enarcó las cejas burlonamente, y luego dejó escapar
un suspiro de disgusto que parecía más dirigido a sí misma que a ellos;
apartó la vista, fijándola en la habitación de Rogers y Jones, mientras
alzaba la mano para apartar su pelo castaño desordenado y pasar los
dedos por él antes de volver a atarlo rápidamente. —Lo siento. En serio.
Usamos mucha taquigrafía por aquí para ahorrar tiempo y no dar
explicaciones cuando podríamos estar salvando la vida de alguien, pero
entiendo que suena bastante insensible si no estás acostumbrado—. Su
aguda mirada bajó de repente a sus manos entrelazadas. —¿Ese es el
protocolo policial estándar?
Como uno solo, Malcolm y Seong-Jae se separaron, poniendo unos
centímetros de distancia entre ellos. —¿Podemos verla? — preguntó
Malcolm, aclarándose la garganta.
—Es una menor—, replicó Díaz.
Seong-Jae frunció el ceño. —¿Dónde están sus padres?
—En la sala de espera—. Hizo un gesto con el pulgar por encima del
hombro. —Al final del pasillo. Tuvimos que sacarlos de la UCC. Estaban a
punto de romperse y estorbaban.
Malcolm se acercó y la miró a los ojos. —Llamaron al BPD—,
suplicó en voz baja. —Ya tenemos el consentimiento. Iremos a hablar con
ellos justo después, sólo... déjanos verla.
Díaz le dio esa mirada que decía que ella estaba al tanto de su
mierda, pero luego suspiró y sacudió la cabeza hacia el pasillo. —Por
aquí—, dijo, dándose la vuelta para salir corriendo.

47
Cole McCade Criminal Intentions #7

Antes de que Malcolm pudiera seguirla, Seong-Jae le puso una


mano en el brazo y lo miró con extrañeza. —¿Por qué te empeñas en verla
antes de ver a sus padres?
—No quiero que mi percepción de ellos influya en lo que veo
cuando la vea a ella.
Seong-Jae siguió mirándolo con extrañeza, antes de asentir. —
Entendido.
Siguieron a Díaz por el pasillo hasta una habitación que estaba a la
vuelta de la esquina de la de Trae y Tisha. Las persianas de esta
habitación estaban cerradas, la puerta bajada, y Díaz les dirigió una
silenciosa mirada de advertencia antes de abrir la puerta y asomarse al
interior. Sin embargo, tras un momento de escrutinio, suspiró, sacudió la
cabeza y la abrió del todo.
—No pueden molestarla—, dijo, haciéndose a un lado para
permitirles entrar. —Así que traten de no hacerlo de todos modos.
Seong-Jae asintió con firmeza. Malcolm mantuvo su propio consejo
y siguió a su compañero al interior de la habitación, donde una pequeña
estructura casi se desvanecía en la cama que la rodeaba, esa cosa diminuta
consagrada en una oscura habitación de hospital que, con sus paredes de
color azul intenso y el olor enfermizo de la muerte persistente, le hizo
pensar en un mausoleo con la parca rondando sus rincones y aleros. La
habitación estaba llena de sonidos de maquinaria, jadeos y sibilancias que
hacían que su pecho subiera y bajara a un ritmo mecánico, la máscara
sobre su cara empañada por la condensación de la respiración, una vía
intravenosa que bombeaba nutrientes a través de su codo interior y hacia
sus venas.
Y sus ojos estaban abiertos.
Sus ojos estaban abiertos, mirando fijamente al techo, vidriosos y
vacíos como caparazones azules. Mármoles, transparentes, sin nada
detrás, grandes, bonitos y con largas pestañas en un rostro frágil que tenía
ese aspecto particular de niña sin desarrollar que aún no había dejado de
ser niña para convertirse en mujer. Era delgada, tan delgada como un
sauce, pero parecía natural y no resultado de la hambruna, y su pelo era
un revoltijo de ondas castañas pálidas que caían sobre la almohada y se
enredaban alrededor de sus extremidades.
Como si la maleza surgiera del fondo del río para arrastrarla de
nuevo al abrazo acuático del que había sido arrancada una vez, pero del
que nunca había escapado realmente.

48
Cole McCade Criminal Intentions #7

A primera vista, uno casi podría pensar que estaba consciente, pero
en estado de shock, pero su palidez cerosa lo desmentía, su piel del color
como la leche descremada con los mismos matices azules en los bordes, el
monitor del corazón apenas a un suspiro de desplomarse. Lo único que la
mantenía aquí eran esas máquinas; si le cortaban la corriente, se quedaría
a oscuras como si le hubieran quitado las pilas.
Era grotesco. Macabro, ver a esta chica reducida a un muñeco de sí
misma, un maniquí de carne que se mantenía sin degradarse en la nada
gracias al bombeo artificial y el silbido del respirador, la bomba de sangre.
Y cuando sus labios se movían, cuando su voz surgía en un susurro
sonoro como el viento entre los juncos...
Parecía más bien una muñeca a la que se le hubiera tirado de la
cuerda, que se enrollaba una y otra vez mientras repetía la misma frase.
—Él me empujó. Él me empujó. Él me empujó.
Se acercó a la cama, obligándose a mirarla, a mirar fijamente esos
ojos inquietantes y desgarradoramente vacíos, cuando no podían
devolverle la mirada.
—Anne—, intentó. —Anne, ¿puedes decirnos quién te ha empujado?
—No puede oírte—, dijo Díaz en voz baja, moviéndose para
apoyarse justo en la puerta, cruzando los brazos sobre el pecho. —
Tenemos que hacer unos cuantos escáneres más para confirmarlo, pero su
cerebro estuvo privado de oxígeno durante tanto tiempo que es un
milagro que hayamos podido reanimarla. Lo más probable es que haya
estado sumergida durante mucho más tiempo que unos pocos minutos. El
frío tampoco ayudó. Estamos a mediados de octubre y el agua está como
hojas de afeitar congeladas. Su tronco cerebral es probablemente la única
parte que sobrevivió a la muerte celular—. Apretó los labios. —Y cualquier
parte que se aferre a ese fragmento.
Malcolm frunció el ceño, observando las formas fantasmales de sus
labios moviéndose a través de la máscara empañada. Él me empujó. Él me
empujó. Él me empujó. —¿Hay alguna posibilidad de que salga de esto?
—Probablemente no—. Díaz se apartó de la pared y señaló hacia
uno de los aparatos que rodeaban la cama, una serie de líneas dentadas y
lo que parecían gráficos de calor en los colores del arco iris que se movían
lentamente a través de dos pantallas unidas, ambas conducían a núcleos
de plástico contra las sienes de la chica. —Monitor de funciones
cerebrales. El único movimiento que estamos recibiendo es cuando su
cerebro se dispara para responder a las bombas de oxígeno, y pequeñas
partes en el control motor de sus labios. Nada más está funcionando. Ni

49
Cole McCade Criminal Intentions #7

siquiera el procesamiento del lenguaje. No es consciente de que está


hablando, detective. Esas líneas planas no mienten.
Seong-Jae se llevó los nudillos a la boca y se acercó a los pies de la
cama. Apenas se elevaban sus estrechas extremidades bajo las mantas,
como si ya se estuviera derritiendo.
—Así que todo lo que tenemos para seguir—, dijo, —es: él me
empujó.
Díaz negó con la cabeza. —Tienes que entender que eso puede no
significar nada. No tenemos ni idea de a qué parte de su cerebro o de sus
recuerdos almacenados se está accediendo ahora mismo, ni de lo
degradadas que están esas pocas células que funcionan. Podría estar
recordando una pelea en el patio cuando tenía tres años, o una
alucinación mientras se desmayaba.
Malcolm pensó que eso no era mucho para seguir adelante. Esto
empezaba a sonar como un caso en el que su único trabajo era descartar
cualquier posibilidad de homicidio, para luego dar el visto bueno y dejar
que la familia se lamentara, sin poder hacer nada más.
—Entonces, ¿crees definitivamente que fue un suicidio? —,
preguntó.
—Es la respuesta más probable—, contestó Díaz con gravedad. —
Pero si quieren seguirlo como un posible homicidio, les daremos lo que
podamos en cuanto a pruebas médicas. Podemos hacer que nuestra gente
haga un examen médico para ver si hay algo significativo, o podemos
llamar a su gente.
—Déjeme pensarlo—, dijo Malcolm, mordiéndose el pulgar, dejando
que su mirada se desviara de nuevo hacia ella.
Aquellas heridas, que salpicaban los brazos tendidos sobre las
sábanas, las delgadas marcas que sobresalían de la bata de hospital...
parecían casi marcas de quemaduras. Ligeras, superficiales... le hicieron
pensar en algunos casos de abuso doméstico que había visto. Hombres a
los que les gustaba quemar a las mujeres con planchas y rizadores de pelo
calientes; dejaban un patrón bastante característico de quemaduras poco
profundas a nivel de la superficie con una consistencia casi de rozadura,
freída y arrugada. Con el anegamiento y la descamación de la piel, muchas
de las heridas estaban expuestas, sin coser, ni siquiera sangraban;
simplemente había algo raro en ellas, algo que no podía ubicar del todo
pero que no quería dejar pasar.

50
Cole McCade Criminal Intentions #7

Pero se detuvo cuando su mirada volvió a recorrer la cabeza de la


niña y se fijó en un trozo de blanco que no pertenecía a los nódulos
pegados a las sienes.
Una flor.
Una margarita, su tallo enredado y casi anudado en su pelo, sus
pétalos blancos magullados y marrones y arrugados, muchos arrancados...
pero aguantando valientemente.
—¿Qué pasa con la flor? —, preguntó él.
—No sé—, respondió ella. —Estaba allí cuando la sacaron del agua.
Sus padres dijeron que la dejara porque le gustaban las flores.
Malcolm levantó la cabeza para mirar a Seong-Jae. —¿Las
probabilidades de que sus padres sean los que la empujaron?
—Pocas—, dijo Seong-Jae con firmeza. —Pero necesitaría
conocerlos.
—Lo dudo—, replicó Díaz, apoyando su cadera en el borde de la
cama. —Mira, he visto a mucha gente por aquí. Afligida, esperanzada,
asustada... y luego esa gente a la que le importa un bledo y que se pasa por
el forro porque no quiere parecer insensible, o porque simplemente está
esperando que alguien le dé una patada. Los Newtons... a menos que sean
Jekyll y Hyde14 en esto, su dolor es real. Demasiado real para que sean
ellos los que lo hicieron.
—Gracias, doctora Watson—, murmuró Seong-Jae, y ella le lanzó
una mirada mordaz.
—Sé lo que digo.
—Oye—, interrumpió Malcolm. —¿Podemos no...?
El siguiente resoplido agudo y profundo de Anne los cortó a todos
en seco, todos los ojos se dirigieron a ella. Sus ojos se abrieron aún más,
sus pestañas temblorosas, su constante letanía de fondo de él me empujó
cayendo en silencio.
Sólo para ser reemplazada por un solitario y escalofriante susurro.
—Eva—, respiró sin ton ni son. —Me llamo Eva.
Antes de que se quedara quieta, sin decir otra palabra... mientras
esos sutiles golpes y saltos en las líneas que se desplazaban por el monitor

14
La definición de Jekyll y Hyde en el diccionario es una persona con dos personalidades distintas, una
buena, la otra malvada. Esto es una referencia a, El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, a
veces titulado simplemente El doctor Jekyll y el señor Hyde, es una novela corta escrita por Robert Louis
Stevenson.
51
Cole McCade Criminal Intentions #7

de actividad cerebral se ralentizaban, suavizándose aún más. No emitió


ningún otro sonido, sólo el respirador ronco y jadeante hablaba por ella,
con los ojos todavía muy vacíos.
Díaz rompió el tenso y tembloroso silencio con un tenso murmullo.
—...eso es nuevo.
—¿Está consciente? — preguntó Malcolm. —¿Está volviendo en sí?
—No sé... — Ella escaneó rápidamente los monitores: el ritmo
cardíaco, la presión arterial, la actividad cerebral, más cosas que Malcolm
no podía reconocer, pero todos estaban tan silenciosos, los números tan
bajos. Apretó los labios y apoyó los dedos en la parte inferior de la
muñeca de la chica, y se inclinó para mirar sus ojos dilatados e inmóviles
antes de negar con la cabeza.
—No lo creo—, terminó. —Ni una sola de sus señales vitales se
disparó como lo haría si estuviera en transición a la conciencia. No quiero
ser grosera, pero... — Retiró su mano de la muñeca de Anne. —Su cerebro
es como un disco duro que falla. Es un montón de sectores defectuosos y
unos pocos pedacitos de datos que tienen sentido para nosotros, pero que
no están conectados a nada más para formar un dispositivo que funcione.
Nunca va a arrancar y funcionar de nuevo.
Seong-Jae dejó escapar unas cuantas palabrotas suaves, y luego
preguntó: —¿Estás cien por cien seguro de eso?
—Noventa y cinco—, respondió Díaz con inquietud. —Ahora mismo,
mantenerla con soporte vital es simplemente cruel. Lo que sea que quede
de ella probablemente no esté lo suficientemente consciente como para
sufrir, pero no podemos saberlo. Esto podría ser insoportable para ella.
Cada vez más oscuro, cada vez más desesperado. Malcolm se obligó
a apartar la mirada de la chica y captó la de Seong-Jae. —Entonces, ¿qué
pasa?
Díaz reflexionó. —Sus padres deciden si la sacan y cuándo.
Malcolm gruñó. —Más vale que estés cien por cien seguro antes de
recomendar eso.
—Sé cómo hacer mi trabajo—, espetó ella, con los ojos oscuros
encendidos. —La someteremos a todas las pruebas que podamos para
comprobar la función cerebral, siempre que tengamos el consentimiento
de los padres.
—Gracias—, dijo Malcolm a regañadientes, y luego suspiró, tirando
de su barba, enredando los dedos en ella. —Lo siento. Me pongo irritable.
No era mi intención insultarte.

52
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Estoy acostumbrada. La gente de aquí es muy maleducada—. Ella


miró a Malcolm, antes de que con un resoplido mirara hacia otro lado. —
Te daré un pase libre ya que estás siendo un imbécil porque estás
preocupado por la chica.
Seong-Jae arqueó una ceja. —No es por eso que está siendo un
imbécil. Es simplemente su estado natural.
Díaz sonrió con desgana. —Me gusta tu compañero—, dijo, y luego
miró hacia la puerta. —¿Necesitas algo más aquí, o quieres conocer a sus
padres?
—No puedo seguir aquí dentro—. El aire estéril era frío, asfixiante, y
le parecía respirar partículas de la muerte que emanaba de la chica con
cada respiración. —Vamos a ver a los padres.

Malcolm no se había dado cuenta de lo mucho que había llegado a


depender de la presencia de Seong-Jae hasta que tuvo que contenerse
para no alcanzar su mano a la vista de la gente apiñada en pequeños y
miserables grupos en la sala de espera. Malcolm no debería sentir esto tan
fuerte, pero ahora mismo no le quedaban defensas, ni tiempo para volver
a construirlas.
Al menos, incluso cuando intentaba recordar frases profesionales
en público...
Tener a Seong-Jae cerca lo ayudaba, especialmente cuando podía
ver su propio cansancio y dolor reflejados en los ojos negros y saber que
Seong-Jae lo entendía.
Y se quedaron unos instantes, codeándose, intercambiando
silenciosas miradas de reojo antes de que Malcolm se asomara a la puerta,
golpeando ligeramente cuando su mirada se posó en la pareja que Díaz
había señalado antes de volver a sus rondas.

53
Cole McCade Criminal Intentions #7

—¿Patricia y Scott Newton? —, preguntó, bajando el tono de voz por


respeto a los otros grupos de personas llorosas y ansiosas que los
observaban con curiosidad.
Los Newton alzaron la vista; ambos eran tan delgados y con las
mismas características que su hija, personas delgadas con rostros amables
y aburridos, el Sr. Newton calvo y con las gafas resbalando por su nariz
enrojecida, la Sra. Newton agarrando su cárdigan de lunares rojos y
blancos con manos delgadas como garras, con el pelo negro pegado a sus
mejillas húmedas. Los dos los miraron a él y a Seong-Jae casi con temor,
claramente recelosos de los extraños que no estaban vestidos como
médicos o enfermeras.
Malcolm sintió que sería una falta de respeto sonreír cuando no
había nada, en este momento, que mereciera la pena sonreír, pero trató
de mantener un tono amable cuando preguntó: —¿Podemos hablar con
ustedes fuera, por favor?
Los dos se miraron, con una comunicación sin palabras mientras se
agarraban las manos, antes de levantarse, ayudándose mutuamente y
arrastrándose entre las sillas y mesas amontonadas hasta la puerta.
Malcolm se retiró para dejarles espacio, mientras que Seong-Jae se apoyó
en la pared a su lado, un recordatorio silencioso y vigilante de que no
estaba solo.
Los Newton se colocaron al otro lado de la puerta, como si fuera un
límite tácito entre ellos, y ambos los miraron a él y a Seong-Jae antes de
que la señora Newton moqueara y hablara, con la voz rasgada y cansada.
—Ustedes no son médicos.
—No, señora—, dijo Seong-Jae con suavidad. —Somos del BPD…—
y a Malcolm no se le escapó que omitió con tacto la división de
homicidios, —y estamos investigando lo que le pasó a su hija. Detective
Yoon—. Se dio un golpecito en el pecho y luego señaló hacia Malcolm. —
Detective Khalaji.
El alivio transformó el rostro del Sr. Newton, mientras la Sra.
Newton permanecía cerrada, observándolos dudosamente; era el Sr.
Newton lo que más interesaba a Malcolm, cuando era el primer
sospechoso en la proximidad de Anne. Pero su ansiosa esperanza parecía
genuina, sin ninguno de esos pequeños tics que delataban cuando alguien
cambiaba la máscara de una emoción por otra tras seleccionar la que le
parecía más apropiada y fijarla en su sitio.
—¿Puedes encontrarlo? — preguntó el señor Newton sin aliento. —
No paraba de decir...

54
Cole McCade Criminal Intentions #7

—'Él me empujó'—, terminó Malcolm. —De eso es de lo que


tenemos que hablar con usted. Sabemos que se escapó de casa hace unos
meses, antes de que la encontraran esta noche. ¿Puede hablarnos de sus
amigos? ¿Un novio, una novia, una pareja? ¿Alguien con quien pudiera
haberse quedado? ¿Alguien que pudiera haber sido el motivo de su huida,
o incluso alguien que pudiera haberla secuestrado?
Tras un momento de incertidumbre, la señora Newton negó con la
cabeza. —No... no tenía realmente ningún amigo. Nunca pareció quererlos
o necesitarlos.
—Siempre fue feliz sola—, añadió el señor Newton. Palabras gruesas
y ásperas, cálidas con cariño y dolor a la vez. —Aislada en sus
ensoñaciones, dulce y sonriente, con la nariz metida en sus cuadernos de
dibujo.
—Estaba su grupo de oración—, añadió la Sra. Newton. —Pasaba
tiempo con ellos. Eran las únicas personas que realmente veía, a menos
que tuviera amigos en la escuela de los que no sabíamos.
—¿Eres religioso? — preguntó Seong-Jae.
El Sr. Newton se encogió de hombros. —Tanto como cualquiera lo
es hoy en día. Somos metodistas. Vamos a los servicios de vacaciones, el
domingo ocasional. No es gran cosa—. Frunció el ceño, apareciendo
arrugas en su pálido ceño. —Excepto Anne. Hace unos tres o cuatro
meses, empezó a interesarse por ello. Iba al grupo de oración de la
hermandad de jóvenes, hacía servicios los fines de semana con ellos—. Su
mirada se desvió entre Malcolm y Seong-Jae, desconcertada,
interrogante. —No vimos nada malo en ello. Era un entorno seguro y ella
ayudaba a la gente.
—¿Empezó a cambiar su comportamiento en esa época? — Malcolm
preguntó. —¿Se volvió más reservada? ¿A la defensiva?
—Un poco—, dijo la señora Newton, frunciendo el ceño. —Es difícil
de explicar. No era grosera ni antipática. Seguía siendo nuestra chica
dulce y brillante. No nos rechazaba y seguía siendo tan feliz—. Sacudió la
cabeza. —Pero de repente estaba... inaccesible. Como si la estuviéramos
alcanzando a través de un cristal. Y empezó a cubrirse con varias capas de
ropa de la cabeza a los pies. Cuello alto, jerséis, vaqueros. Incluso cuando
hacía calor.
Eso fue revelador. Malcolm se calmó, dándole vueltas a eso,
mientras Seong-Jae entraba sin problemas.
—Sra. y Sr. Newton—, dijo. —¿Les importaría que viéramos el
dormitorio de Anne en su casa? Podría ayudarnos a entender su psique

55
Cole McCade Criminal Intentions #7

antes de que se fuera, y darnos una idea de los acontecimientos que la


llevaron a este punto.
Los dos dudaron, pareciendo actuar como extensiones el uno del
otro, como si estuvieran unidos en una silenciosa longitud de onda
construida con el tiempo y la familiaridad. Malcolm se preguntó si esa
vacilación ocultaba algo, que no querían que se descubriera en su casa...
pero después de un momento, el señor Newton asintió.
—Yo conduciré—, dijo. —Puedo llevarlos hasta allí, si me siguen.
—Scott... — La señora Newton miró a su marido con ojos
suplicantes, apoyando la mano en su brazo.
Él le acarició la mano con una sonrisa trémula y llorosa. —Estarás
bien—, dijo él, en voz baja y con el corazón. —Quédate con ella. Quédate
con nuestra niña.

Malcolm y Seong-Jae se mantuvieron en sus propios pensamientos,


mientras seguían los cuadrados rojos de las luces traseras de Newton a
través de la creciente oscuridad de la mañana, siguiendo a su Toyota lejos
del Mercy Medical; sin embargo, el silencio de Seong-Jae era extraño,
extrañamente erizado, y Malcolm lo observó de reojo, manteniendo un
ojo en el comienzo del tráfico matutino.
—Oye—, preguntó en voz baja. —¿Estás bien?
—No lo sé—. respondió Seong-Jae, sin apartar su mirada pensativa
de la ventana. —Hay algo en este caso que me incomoda. Esa chica en esa
cama, dejada así...
—Sí. A mí también—. Suspiró profundamente. —Ella comenzó a
cubrirse.
—Porque alguien la estaba lastimando. Repetidamente, y dejando
esas marcas. Y ella no quería que sus padres lo vieran.

56
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Exactamente—, dijo Malcolm. —Si fue un suicidio, dudo que fuera


voluntario.
—Eso plantea muchas complicaciones.
—Sí... sí, lo hace.
Pero entonces Newton se detuvo frente a una pequeña y pulcra casa
de dos pisos en la avenida Rolling, con su pequeño parche de césped
vallado bien cuidado y su revestimiento de un beige sencillo e inofensivo.
Se sintió como una procesión sombría, mientras todos salían de sus
vehículos y Newton los guiaba por el camino hasta la casa. Estuvo
hurgando con las llaves durante un momento, y luego los dejó entrar en
un espacio aireado con ventanas llenas de luz que contrastaban con la
madera oscura. Subieron las escaleras, atravesaron un estrecho pasillo... y
entonces Newton se detuvo frente a una puerta abierta, señalando con un
gesto de desgana el interior.
—Ella es—, dijo débilmente.
Malcolm entró y se giró lentamente, para ver el interior. Paredes de
color verde azulado, muy diferentes de los colores neutros del resto de la
casa; calcomanías de ramas de sakura rosas garabateadas en las paredes.
Dibujos clavados por todas partes, fotogramas dibujados a lápiz y
carboncillo, efectos de luces que caían a raudales por las habitaciones y
creaban juegos de sombras con manos cada vez más capacitadas. La cama
estaba deshecha, con las sábanas y el edredón arrugados en tonos azules y
florales; el escritorio era un desorden de cuadernos y libros escolares
maltratados; la ropa se extendía por las sillas y el umbral de la ventana, y
la estantería estaba llena de juegos de mesa y juguetes viejos. Toda la
habitación olía a tenues rastros de brillo de labios con sabor a caramelo,
cremoso y dulce.
Era una niña, en el sentido en que las niñas suelen serlo cuando se
les enseña que su juventud es algo que hay que valorar, que hay que
mercantilizar, que hay que sexualizar, que hay que vender.
Limpio y sano en la superficie, pasteles inocentes...
Pero algo en ello dejó un sabor agrio en la boca de Malcolm.
Seong-Jae entró en la habitación tras él. —¿No has tocado nada
desde que se fue?
—Sólo para ver lo que se llevó—, dijo Newton. Tenía la costumbre
de restregarse las manos, como si las estuviera lavando en seco, y lo hacía
incesantemente mientras hablaba. —Sobre todo ropa interior, poca ropa
de vestir. Su teléfono, algunas pequeñas cosas personales como su
cuaderno de dibujo. Aunque sólo se llevó pocas cosas. Dejó la mayoría—.
57
Cole McCade Criminal Intentions #7

Sacudió la cabeza, con la voz temblorosa. —No puedo imaginar por qué
ella no... yo...
—¿Sr. Newton...? — preguntó Seong-Jae, y el señor Newton sonrió,
con los ojos húmedos, brillando bajo la luz del sol que se colaba por las
cortinas blancas de la ventana.
—Le encantaba dibujar—, dijo. —Si miras sus cuadernos de clase,
dibujaba más que tomaba notas. Las flores se derraman por todos los
márgenes. Respiró entrecortadamente. —Si se fue porque quiso... ¿no se
habría llevado todos sus cuadernos de dibujo? ¿Las cosas que más
amaba?
—Crees que fue secuestrada—, dijo Malcolm.
—Secuestrada, coaccionada, algo—, dijo Newton con amargura. —
Esto no era propio de ella.
Malcolm tarareó pensativo en el fondo de su garganta, volviéndose
a tomar la habitación, barriendo en busca de más detalles. —¿Podríamos
ver la habitación a solas, por favor?
—Por supuesto—. Newton movió la cabeza rápidamente. —Por
supuesto, sí. Estaré en la cocina.
Malcolm esperó a que Newton se excusara para hablar, y se volvió
hacia Seong-Jae. —Esto me da muy mala espina—, gruñó. —O tenemos
unos padres que no entienden en absoluto a su hija y se trata de un
suicidio, y no vieron las señales...
—...o ella fue influenciada de alguna manera—. Seong-Jae se acercó
al escritorio y pasó las yemas de sus dedos por la superficie de un libro de
texto de Historia Universal sin llegar a tocarlo. —Incluso puede haber sido
influenciada para saltar.
—Sí. Eso es un problema.
—No se puede procesar a alguien por una sugerencia o provocación
si la persona pareció actuar por su propia voluntad.
—Ha habido precedentes, gente acusada de intimidar a otros para
que se suiciden o intención comprobable con adultos que preparan o
solicitan a menores, pero... — Malcolm negó con la cabeza. —Es difícil de
probar, más difícil de vender a un jurado, y un área gris importante
cuando se trata de lo que debe ser procesado y lo que no. Incluso si hay
capacidad legal para presentar cargos, hacerlos sólidos es...
—No es fácil.
—Sí.

58
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Antes de preocuparnos por ese punto...


Seong-Jae metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y luego
frunció el ceño, rebuscando antes de soltar un suspiro exasperado.
Malcolm rebuscó en su propio bolsillo con una sonrisa cansada y sacó un
puñado de guantes de vinilo arrugados, y le lanzó un par a Seong-Jae
antes de ponerse un par él mismo.
Seong-Jae, tomó los guantes y los sacudió, antes de deslizar sus
largas manos con nudillos de cresta en ellos y terminar: —Deberíamos
tratar de averiguar quién estaba influyendo en ella.
—Veamos si esta habitación puede decirnos algo, entonces.
Se separaron, cada uno rodeando la habitación en direcciones
opuestas, solapándose entre sí; Malcolm empezó por las estanterías,
hojeando mangas que en su mayoría parecían ser historias de chicas
delicadas que se enamoraban de chicos gélidos y distantes con problemas
de actitud. Nada fuera de lo común, las típicas fantasías románticas que
intentaban explicar el comportamiento cruel de los chicos de su edad, con
unos cuantos libros de tapa dura sacados directamente de las listas de
lecturas recomendadas del instituto y colocados a un lado. Un desgastado
ejemplar encuadernado en cuero de la Biblia King James. Libros de texto
con las páginas arrugadas en lugar de marcadores; ninguna nota doblada
escondida entre las páginas, más extraño que si hubieran encontrado
algún trozo de papel rayado escrito a mano. Tal y como había dicho su
padre, sus cuadernos eran mitad apuntes, mitad murales de flores
dibujados a bolígrafo en cascada que ocupaban todos los espacios.
Pero en las páginas posteriores de cada cuaderno, las margaritas
eran cada vez más llamativas entre los florecientes jardines de tinta.
Hm.
En el armario no había más que vaqueros y camisetas, la mitad en
perchas y la otra mitad tirada en el suelo en un desorden ordinario.
Malcolm se asomó y luego levantó la cabeza cuando Seong-Jae lo llamó
desde la estantería.
—Malcolm—, dijo, frunciendo el ceño ante la biblia abierta que
tenía en la mano, hojeando las páginas en silenciosos murmullos.
Malcolm cruzó la habitación y se inclinó sobre el hombro de Seong-
Jae, observando cómo éste hojeaba rápidamente, deteniéndose cada vez
que encontraba marcas en el libro.
Nombres.
Rodeados de tinta azul.

59
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Adán—, se dio cuenta Malcolm. —Y Eva. Ha rodeado todos los


registros.
Seong-Jae se detuvo en una página, levantando la cabeza, mirando
a Malcolm de reojo. —Ella dijo que su nombre era Eva.
—Entonces debe haber un Adán.
—¿El grupo de la iglesia?
—Es un lugar para empezar.
Seong-Jae pasó unas cuantas páginas más. Malcolm se apartó, y
luego se detuvo al vislumbrar un color más brillante, una pizca de
rotulador en todo un pasaje; Seong-Jae también se detuvo, frunciendo el
ceño, moviendo los labios sin sonido mientras sus ojos recorrían la
página.
—¿Qué es eso? — preguntó Malcolm.
—Éxodo 33:20. 'No podrás ver mi rostro, porque ningún hombre
me verá y vivirá'.
—Huh—, dijo Malcolm. —Eso es siniestro.
—Completamente. Pero aún peor... — Seong-Jae frunció el ceño. —
Implica un motivo.

No encontraron nada más que les indicara la existencia de un


Adam: ni notas de amor, ni iniciales rodeadas de corazones, nada más que
los restos de la infancia acumulados en trozos rotos de joyas de plástico y
un maltrecho oso de peluche que había visto días mejores. Después de
otra revisión exhaustiva de la habitación, bajaron las escaleras y
encontraron al señor Newton en la cocina, con la mirada fija en sus manos
mientras limpiaba la encimera impecable.
Lo que sea que lo reconforte. Algunas personas volvían a caer en las
tareas rutinarias.
60
Cole McCade Criminal Intentions #7

Sin embargo, levantó la vista cuando Malcolm y Seong-Jae se


detuvieron en la puerta de la cocina. —¿Algo?
—Puede que tengamos una pista—, dijo Malcolm con cuidado. En
realidad, ni siquiera lo llamaría una pista, sino un pensamiento
persistente, y no quería que Newton hiciera ninguna promesa definitiva al
respecto. —¿Su línea telefónica sigue funcionando?
Newton asintió, tirando del fajo de toallas de papel entre sus
manos. —Sí. Seguimos pagando la factura por si quería llamar a casa.
Hemos enviado muchos mensajes de texto, y llamado y llamado y
llamado—. Su cara cayó. —El buzón de voz está lleno desde hace un mes.
—Lo siento—, dijo Malcolm en voz baja. —¿Puede darnos el
número? Si hizo alguna otra llamada, quizá podamos seguir su rastro en
los últimos meses. También nos gustaría comprobar la iglesia y su grupo
de jóvenes.
—Yo... sí—. De nuevo ese movimiento de cabeza rápido, casi
demasiado ansioso, y Malcolm empezaba a pensar que tendrían que
confiar en los instintos de Díaz en esto. Newton no tenía el lenguaje
corporal de un hombre que podría matar a su propia hija y
compartimentarlo para experimentar el dolor. —Déjame buscarte una
hoja adhesiva.
Se marcharon con el número de Anne y la dirección de la Iglesia
Metodista New Revival garabateados en un Post-It rosa doblado, y con
una sensación de malestar persiguiendo a Malcolm. No podía evitar la
sensación de que estaba pasando algo por alto; su cerebro se sentía como
si estuviera tratando de forzarlo a través de los diminutos agujeros de un
colador para sacar cada palabra, cada pensamiento luchando entre el
algodón, y un dolor de cabeza se acumulaba en la base de su cráneo. Sin
embargo, miró a Seong-Jae mientras se deslizaban en el Camaro, y Seong-
Jae volvió a ocupar el asiento del conductor.
Malcolm se desplomó en el asiento del copiloto y se guardó el Post-
It en el bolsillo interior del pecho. —Vamos a darle el número de teléfono
a Sade. Los padres de Anne han estado pagando la factura, así que debería
estar aún activo. Si ha hecho alguna llamada, al menos podrían contactar
con su compañía para obtener las coordenadas GPS en el momento de
cada llamada. Podemos reducir los lugares comunes para rastrear sus
localizaciones en un radio geográfico durante los últimos meses—.
Frunció el ceño y se frotó las sienes. —Pasaremos por la iglesia y veremos
quién es el coordinador del grupo de oración. Luego podemos comprobar
su escuela, ver cuántos chicos de su clase se llaman Adam, construir una
lista de posibles sospechosos...

61
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Malcolm. — Seong-Jae lo interrumpió, y entonces unas manos


cálidas se enroscaron en sus mejillas, enredándose en su barba,
atrayéndolo firmemente para que mirara a Seong-Jae y a una mirada
severa y preocupada, de ojos negros tormentosos. —No.
Malcolm parpadeó. —¿No?
—No has dormido en dos días mientras estabas bajo extrema
presión—, dijo Seong-Jae. —Empezarás a cometer errores en tu estado
actual. Posiblemente muy graves.
—Pero el caso...
—Puede esperar—. La dureza de la voz de Seong-Jae se suavizó y
acarició con un pulgar la mejilla de Malcolm. —Sé que no es lo ideal, pero
es cuestión de elegir las pérdidas. Podríamos perder mucho más tiempo
recuperándonos de los errores cometidos mientras estamos agotados—.
Esos ojos oscuros suplicaron. —Cuatro horas. Sólo cuatro horas. Envía el
número a Sade Marcus, y luego vete a casa a descansar. Por favor.
El orgullo de Malcolm se rebeló, gruñendo internamente que no
necesitaba descansar, que no estaba tan débil... pero la cabeza le palpitaba
y los ojos estaban arenosos y calientes y Seong-Jae tenía la maldita razón.
Suspiró, hundiéndose con una sonrisa de cansancio.
—Está bien. Sólo porque eres tú quien lo pide—. Se apoyó en una de
esas manos de dedos largos y ásperos, presionando su mejilla contra la
palma de Seong-Jae. —¿Te quedarás conmigo?
Esperaba un desvío; una negativa, cuando esto era todavía tan
nuevo entre ellos y preguntar parecía algo tan tenso y preocupante.
Pero Seong-Jae dudó sólo brevemente... y luego se inclinó y besó a
Malcolm, suave y ligero, siendo todo lo que necesitaba.
—Sí—, dijo, así de simple.

62
Cole McCade Criminal Intentions #7

Malcolm apenas aguantó el trayecto de vuelta a su apartamento con


los ojos intentando cerrarse por voluntad propia. Era como si en el
momento en que Seong-Jae le sugería que durmiera, su cuerpo lo tomaba
menos como una recomendación y más como una exigencia, y se
empeñaba en llevarlo allí lo antes posible.
Cuanto antes durmiera, al menos, antes podría volver al caso.
Arriba, en el espacio abierto de la vivienda, Seong-Jae se encogió de
hombros para quitarse la chaqueta y se quitó las botas de motorista, y se
dejó caer en la cama desarreglada de Malcolm como si fuera su lugar,
apoyándose en el cabecero y cruzando las piernas por los tobillos,
acariciando su regazo. Era una señal de lo cansado que estaba Malcolm,
que aquella tentadora imagen de Seong-Jae despatarrado con esos
pantalones de cuero apenas podía despertar un fantasma de calor. Sólo
consiguió dejar caer su traje, despojarse de sus pistolas, acercarse a la
cama y dejarse caer sobre ella con el suficiente peso como para hacerla
gemir.
—Aquí—, dijo Seong-Jae, tirando de la manga de la camisa de
Malcolm. —Acuéstate.
Malcolm se dejó arrastrar hacia abajo, cayendo cansado para
apoyar la cabeza en los muslos de Seong-Jae. Sus ojos se cerraron de
inmediato y se le escapó un gemido que parecía desinflarse. —Mejor que
una almohada.
—Shh—. Sintió un suave tirón en su pelo, y luego los dedos de
Seong-Jae liberando su elástico. —Duerme.
—No me estás dando muchas opciones—, suspiró Malcolm,
mientras ese toque le acariciaba el pelo; y se frotó la mejilla contra el
cuero resbaladizo. —Ah... Seong-Jae.
—¿Hm?
—Nada—, murmuró Malcolm, y trató de no ronronear
prácticamente cuando Seong-Jae enhebró sus dedos más profundamente
en su cabello. —Nada en absoluto.
El silencio, entonces, era cómodo y reconfortante... y, sin embargo,
Malcolm no podía acallar sus pensamientos acelerados, ni siquiera
cuando esa caricia constante de dedos cálidos lo relajaba hasta convertirlo
en un charco. Seong-Jae era su único consuelo, ahora mismo... pero
seguía imaginando a esa chica, muerta salvo por un tecnicismo y, sin
embargo, su voz seguía gritando, exigiendo que se hiciera algo para cerrar
su muerte; para encontrar y exponer al culpable a la luz.

63
Cole McCade Criminal Intentions #7

Gimió, volviendo la cara hacia el muslo de Seong-Jae. —...No puedo


dormir.
—Eres imposible—, dijo Seong-Jae con un suspiro de cariño. —
Quédate quieto.
Su mano acariciadora se quedó quieta, enroscándose cálidamente
contra la nuca de Malcolm; éste abrió un ojo. —¿Seong-Jae?
—Shh—, insistió Seong-Jae.
Y entonces empezó a cantar.
Suave, cadencioso, no era una canción de cuna, pero sí era
relajante, una suavidad hechizante y ronca que incitaba a Malcolm a
relajarse, a rendirse, a caer bajo su hechizo y a dejarse llevar. Cerró los
ojos, escuchando una letra que no conocía pero que prometía que tal vez
esta vez duraría y nunca tendrías que preguntar, una canción que
reconocía vagamente de la radio pero que Seong-Jae hizo toda suya.
Completamente suyo... y de Malcolm, burlándose de cosas
aterradoras y maravillosas en su corazón mientras la canción volvía a la
misma línea una y otra vez, palabras silenciosas que lo perseguían en un
sueño profundo e ininterrumpido.
Y voy a amarte...
...voy a amarte.

64
Cole McCade Criminal Intentions #7

4: Rezando por la
lluvia
Seong-Jae vio dormir a Malcolm, el viejo lobo en calma, tranquilo y
perfectamente relajado, pero sólo tardó en programar una alarma en su
teléfono antes de que él mismo se quedara dormido, cediendo al
cansancio y cayendo, apoyado en la cabecera de la cama con Malcolm
arropado en su regazo.
Pero le pareció que no había pasado nada de tiempo antes de que
sonara la suave campanilla, arrastrándolo de un sueño que no quería
abandonar cuando estaba cansado hasta los huesos. Debió de moverse
mientras dormía, ya que ahora estaba tumbado de lado... y cuando abrió
un ojo para tantear y encontrar su teléfono, fue recibido por un par de
cálidos y somnolientos ojos de color azul pizarra que estaban casi pegados
a su nariz, observándolo atentamente y haciendo que su corazón diera un
vuelco, y la vigilia lo golpeara como un soplo al darse cuenta de que estaba
en la cama de Malcolm, enredado con él, y eran... eran...
Ellos.
Eso era lo más sencillo que podía ser.
—Hola—, dijo Malcolm en voz baja.
Seong-Jae encontró su teléfono entre la maraña de las sábanas,
tanteando sin ver, y pulsó para silenciarlo. —Hola.
Una lenta sonrisa se dibujó en los labios de Malcolm. —Es
agradable despertarse así.
—Tampoco puedo decir que me moleste especialmente.
Malcolm se rio, con una voz somnolienta y pesada. —¿No puedes
decir que te gusta?
—Eso sería alimentar tu ego—. Seong-Jae se inclinó para capturar la
boca de Malcolm para un beso perezoso y ocioso, y luego murmuró: —...
pero me gusta.
Casi demasiado.
—Eres tan terco.
—No voy a mentir y fingir que no lo soy—. Seong-Jae se movió para
apoyar la cabeza en su brazo, observando a Malcolm a través del pequeño
espacio que los separaba. —¿Te sientes mejor?
65
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Sí. Podría estar dispuesto a admitir que necesitaba dormir.


—¿Podría? — Seong-Jae arqueó una ceja. —Estuve a medio segundo
de amenazarte para que lo hicieras.
—Tu versión de las amenazas normalmente implica besarme. No
me quejo.
—Por favor, recuerda que también te he amenazado con la
castración.
—No lo dices en serio—. Los ojos azul pizarra se suavizaron. —Oye,
¿estás bien?
—He dormido bastante.
—No me refiero a dormir—. Malcolm se movió para sentarse,
apoyándose en la cabecera, y luego tiró de la parte trasera de la camisa de
Seong-Jae. —Pareces un poco apagado desde que empezamos a analizar
los detalles de este caso.
—Yo... mnngh—. Refunfuñando, Seong-Jae se dejó arrastrar para
acurrucarse en el pliegue del brazo de Malcolm, con la cabeza apoyada en
su hombro. —Supongo que simplemente me recuerda cosas de una época
muy mala de mi vida. Hay algo en este caso que me resulta
perturbadoramente familiar, pero no puedo determinar qué.
Malcolm permaneció en silencio durante largos momentos, y luego
preguntó suavemente: —La presión de los compañeros, ¿eh?
—Sí—, respondió Seong-Jae.
Luego se movió para deslizarse hacia abajo, maniobrando hasta que
pudo meter la cabeza bajo la barbilla de Malcolm, arrimándose a él y
poniéndose cómodo.
Malcolm se calmó, antes de que sus brazos se acomodaran
lentamente a su alrededor. —¿Seong-Jae...?
—Cállate—, murmuró Seong-Jae, pasándole un brazo por el pecho.
—Sólo cállate.
Malcolm, a su favor...
Se calló.
Se quedaron así en silencio, y a Seong-Jae le costó todo lo que tenía
para no volver a dormirse. Para dejarse recomponer hasta que ya no
sintiera que iba a desmoronarse cada vez que se movía. Para, al menos...
Tener al menos algo más que unos escasos segundos para saborear
esta nueva sensación, el terror en caída libre y la maravilla y el desenfreno
66
Cole McCade Criminal Intentions #7

de entregarse a estos sentimientos por Malcolm en lugar de negarlos a


cada momento.
—¿Malcolm? —, susurró en el silencio.
La somnolencia en la voz de Malcolm indicaba que él también había
empezado a quedarse dormido. —¿Hm?
—¿Puedo decirte algo?
—Por supuesto, Seong-Jae.
—Cuando fuiste herido... — Seong-Jae se sintió casi ridículo al
confesar esto... y sin embargo, se sintió como un secreto que debía ser
compartido, también. —Me molestó más de lo debido que tu ex esposa te
cuidara.
Malcolm retumbó pensativo, con suavidad. —¿Estabas celoso de
ella?
—No exactamente—, admitió. —Sólo... quería ser yo quien te
cuidara.
—...Seong-Jae—. Cuando Malcolm dijo su nombre de esa manera, lo
desgarró con demasiadas pequeñas intimidades, incrustándose en su
corazón. —Tienes que dejar de decir esa mierda.
—¿Por qué?
—Porque—. Unos dedos ásperos le rozaron la barbilla, rozando su
piel en lentas chispas, recorriendo su mandíbula. —Sólo consigue que me
joda más y más por ti.
Seong-Jae respiró con dificultad. —...Quiero eso. Quiero que te
sientas así. —¿Por qué?
—Para saber que no soy sólo yo.
—Oye... ¿mírame un segundo?
Seong-Jae abrió los ojos, mirando a Malcolm más allá de la maraña
de su propio pelo. Unos cálidos ojos azules lo atraparon, lo sostuvieron, lo
retuvieron... mientras Malcolm sonreía con esa sonrisa que le dejaba sin
aliento y tocaba suavemente los labios de Seong-Jae.
—No eres sólo tú—, susurró.
Seong-Jae no estaba seguro de quién besó a quién primero. Sólo
que, de repente, estaban enredados, con las respiraciones entrecortadas,
las lenguas entrelazadas y burlonas, y los dedos de él enterrados en un
puñado de pelo del viejo lobo, mientras aquellas manos pesadas le
agarraban las caderas y le mantenían en su sitio, haciéndole sentir
67
Cole McCade Criminal Intentions #7

poseído. Tan poseído como la presión caliente de los labios de Malcolm, la


forma en que besaba como si pudiera imprimirse para siempre en la carne
de Seong-Jae; tan poseído como los temblores que lo recorrieron cuando
Malcolm gimió, el sonido totalmente crudo y sensual y acalorado,
convirtiendo a Seong-Jae en un completo y total desastre de escalofríos
mientras esa voz áspera y rasposa raspaba su piel.
—Mierda—, susurró Malcolm contra su boca, con sus gruesos dedos
amasando círculos inquietos y hambrientos contra las caderas de Seong-
Jae. —Esta es la parte en la que pregunto si está bien tocarte, ¿verdad?
—Tócame—, suplicó Seong-Jae. —Por favor.
La habitación pasó como un torbellino, y luego, cuando Malcolm lo
puso de espaldas, se apoderó de su boca de nuevo, se apoderó de su
cuerpo con manos errantes, con una rodilla metida entre sus muslos para
separarlo y hacer que el ajuste fuera mucho más perfecto, mientras el
grueso y voluminoso peso de Malcolm bajaba sobre él, aplastándolo
contra la cama. Nunca se cansaría de esa sensación, de la pura fuerza
bruta de Malcolm que lo agobiaba, que lo atrapaba y lo enjaulaba para
que no pudiera salir volando. Y se estremeció con un calor pecaminoso,
mientras sus cuerpos se movían juntos en un ritmo que coincidía con la
penetración y el duelo de lenguas ásperas; mientras se impulsaba hacia
Malcolm y éste le respondía con el rechinar de las caderas y una dureza
gemela a la suya y ese puto aroma, ese aroma caliente y goteante de la
anticipación, ese aroma de una profunda mierda animal que sería todo lo
que necesitaba para olvidarse de todo menos de Malcolm.
Sin embargo, cada empuje y roce en tándem, cada gemido sordo y
retumbante entre sus labios... la urgencia por salir a la calle, en busca de
pistas, intentaba aferrarse a él y sacarlo de ese calor. La culpa, la
vergüenza, de que los Newton estuvieran esperando noticias sobre el
agresor de su hija y, sin embargo, Seong-Jae se complaciera, envuelto en
esa magnífica bestia salvaje de hombre con esa maraña de pelo gris hierro
y plateado y castaño lloviendo sobre él, el pecho desnudo expuesto
centímetro de los dedos exploradores de Seong-Jae. Y perdió por
completo la concentración, cuando Malcolm se inclinó para darle otro
beso y Seong-Jae se encontró con él a mitad de camino, sólo para chocar
entre sí, incapaces de encajar, las bocas torpes antes de separarse.
Seong-Jae maldijo y se desplomó contra la cama, abriendo los ojos.
Se sentía a la vez acalorado y mal, y suspiró, mirando a Malcolm y
sacudiendo la cabeza con pesar.
Respirando con dificultad, Malcolm lo miró con una mirada
abrasadora, con rasgos descarnados e incomprensibles, antes de que el

68
Cole McCade Criminal Intentions #7

fuego de esa mirada se suavizara hasta convertirse en una calidez


vacilante.
—Oye—, dijo Malcolm con voz ronca, ahuecando su mejilla. —Oye,
si no estás en el lugar adecuado para ello, no tenemos que hacer nada.
Hablaba en serio. Lo único que tienes que hacer es decir que no.
—No es eso—, dijo Seong-Jae de mala gana. —Te deseo, pero...
siento que no se me permite tener esto—. Sea lo que sea esto. Este
momento, toda esta incipiente relación. —Como si no se me permitieran
estas indulgencias humanas, considerando los casos en los que
trabajamos cada día. Que es... injusto, de alguna manera, que debamos
enfrentarnos a la gente en la tragedia y la pérdida, y sin embargo salir con
nuestras vidas intactas.
—¿Por qué? — Malcolm se levantó sobre un codo, con el pelo
cayendo en una cortina a un lado y acumulándose contra las sábanas en el
hombro de Seong-Jae. Los nudillos ásperos se curvaron contra su mejilla.
—Nosotros no matamos a esa gente, Seong-Jae. Puede que tengamos el
deber de llevar ese mensaje a los parientes más cercanos, pero sigue sin
ser nuestra culpa. Privarnos de la felicidad no los traerá de vuelta. Todo lo
que podemos hacer es esforzarnos y encontrar justicia para ellos al
encontrar a sus asesinos—. Malcolm sonrió débilmente. —Y entonces
vivimos, en honor a ellos. Vivimos, por todos los que no tuvieron esa
oportunidad.
—¿No es eso una falta de respeto a sus recuerdos?
—No. Es honrar sus recuerdos. Honrarlos—. Inclinándose, Malcolm
apoyó su frente en la de Seong-Jae, acercando ese calor, la barba canosa, a
las mejillas de Seong-Jae. —Además... tenemos que tener algo fuera de
esto, Seong-Jae. O nos romperá, y entonces no podremos ayudar a nadie.
El beso que le dio fue casto, lento, y provocó mucho más en el corazón
furioso de Seong-Jae que lo que cualquiera podría hacer en su cuerpo. —
Esto no nos deja indiferentes—, susurró Malcolm contra su boca. —Sólo
tenemos que encontrar la manera de aferrarnos a nuestra humanidad.
Seong-Jae suspiró, dejándose derretir por Malcolm durante otro
momento robado, y se dijo que estaba permitido. —¿Y esto te permite
hacerlo? —, preguntó, besando suavemente las palabras en los labios de
Malcolm.
—Sí. Es diferente para todos, pero para mí... es esto.
Seong-Jae esbozó una media sonrisa. —Así que esa es tu razón para
despertarte junto a un hombre diferente cada mañana.

69
Cole McCade Criminal Intentions #7

—No hace daño. Eso, y que me gusta el sexo—. Los hombros de


Malcolm se agitaron con una risa no expresada. —Pero no creo que vaya a
despertarme al lado de alguien nuevo pronto. Al menos, espero que no—.
Su sonrisa se desvaneció, con un toque de incertidumbre parpadeando en
sus ojos. —Nunca hemos hablado de la exclusividad.
—No hemos tenido tiempo de discutir casi nada.
—Bueno... tenemos un minuto ahora, ya que estamos en el tema—.
Observándolo atentamente, Malcolm preguntó: —¿Te molestaría que
siguiera queriendo acostarme con otras personas?
La vehemente y casi nauseabunda sensación de emoción visceral
que se despertó en el interior de Seong-Jae ante la idea fue la respuesta
incluso antes de que forzara un —...sí.
—No quiero—, dijo Malcolm rápidamente. —Sólo quería saber cómo
te sentías.
Seong-Jae arrugó la nariz. Aquella era una forma indirecta de
preguntar.
—Yo... — Le costó articular sus pensamientos, sus sentimientos,
antes de conseguirlo: —No estoy objetivamente en contra de las relaciones
poliamorosas o de los acuerdos sexuales abiertos... pero debido a lo que
siento sobre el coito, me resulta muy difícil que sea sólo sexo, compartido
libremente con otros. La propia naturaleza de esto lo convierte en
poliamor para mí, y no creo que esté cómodamente preparado para ello,
especialmente cuando mi pareja se siente de manera diferente sobre el
sexo y probablemente encontraría sus propios encuentros sexuales mucho
más casuales que yo.
—Está bien—, se tranquilizó Malcolm. —Tal vez nunca fui
realmente honesto conmigo mismo, pero... el sexo casual era una forma
de llenar el espacio. No hay nada malo en sentirse cómodo con el sexo a
un nivel casual, pero lo hice deliberadamente de una manera que no
requería inversión emocional porque no estaba listo para la inversión
emocional. — Hizo un silencio, escudriñando el rostro de Seong-Jae, y
luego continuó más suavemente: —...ahora lo estoy. Y, francamente, sólo
tengo energía emocional para una persona en concreto—. Curvó una
mano para golpear con sus nudillos el pecho de Seong-Jae. —Tú.
Malcolm suspiró, pero una sonrisa cálida, casi tierna, permaneció
en sus labios. —Estoy muy cansado, Seong-Jae. Me siento más viejo de lo
que soy. Es que... ya no tengo energía para moldear mi vida en torno a
otra persona para un compromiso serio—. Sacudió la cabeza. —Pero vale
la pena encontrar esa energía. Tú me das esa energía. Vale la pena hacer
el esfuerzo contigo, cuando antes ni siquiera me interesaba intentarlo—.
70
Cole McCade Criminal Intentions #7

Agarró la barbilla de Seong-Jae, sujetándolo firmemente entre el pulgar y


el índice, hasta que Seong-Jae no pudo apartar la vista de esa intensa
mirada aunque quisiera. —¿Está suficientemente claro?
Demasiado claro. Demasiado claro. Demasiado abierto, demasiado
honesto, demasiada emoción; Malcolm siempre era demasiado.
Y Seong-Jae no lo aceptaría de otra manera.
—Sí—, dijo él, y se impulsó para recuperar ese beso que le habían
robado sus pensamientos perturbadores.
Esta vez, cuando se juntaron, fue una fiebre bajo la piel de Seong-
Jae, mientras dejaba que todo cayera para sentir y nada más. Sentir,
saborear, envolver cada uno de sus sentidos en Malcolm hasta que su
mundo era el embriagador aroma de la masculinidad y el sabor mientras
se enredaba y luchaba con Malcolm por cada gemido y jadeo de presión
que hacía que su boca hormigueara caliente e hinchada; la presión casi
obscena del peso de Malcolm sobre él, la sensación perfecta de separar los
muslos y envolverlos contra las caderas de Malcolm y levantarlos en cada
empuje que le permitía sentir el grosor de la polla de Malcolm, recordar
cómo se sentía al penetrar en su interior y derretirlo desde dentro hasta
que no era más que calor líquido y un deseo irrefrenable de más.
—Malcolm—, respiró, enroscando los dedos contra los hombros de
Malcolm, hurgando hasta que el viejo lobo siseó, y lo recompensó con
dientes afilados mordiendo su boca, su mandíbula, corriendo contra su
piel y dejándolo encendido en patrones y estelas que convertían su cuerpo
en un arte del placer y lo dejaban arqueado, moviéndose bajo Malcolm,
esforzándose contra su peso. No estaba seguro de lo que pedía, sólo de
que cada mordisco lo acercaba un poco más; su ropa le resultaba
demasiado apretada de repente, impidiéndole salirse de su piel con el
torrente y el subidón de sensaciones que lo invadían cada vez que sus
caderas chocaban y se entregaba a ese calor.
Le encantaba lo pesado que era Malcolm. La única vez que Seong-
Jae tuvo que luchar contra esa fuerza y se retorció sólo para sentir ese
volumen que lo sujetaba, las caderas de Malcolm se movieron contra el
interior de sus muslos y Seong-Jae clavó las uñas en la espalda de
Malcolm, y luego echó la cabeza hacia atrás cuando, con un gruñido,
Malcolm se sacudió, arqueando la espalda y haciendo chocar las caderas
hacia adelante, con esa presión que empujaba hasta el punto de un dolor
insoportable.
—Seong-Jae—, respiró Malcolm entrecortadamente, empujándose
sobre él, mirando hacia abajo con ojos que ardían como un fuego salvaje

71
Cole McCade Criminal Intentions #7

en el cielo, encendidos con una dominación consumidora y posesiva. —


Desnúdate.
En cualquier otro momento, Seong-Jae podría haber discutido.
Podría haber luchado contra Malcolm por esa orden en su voz... pero
ahora estaba demasiado perdido, nadando en esta sensación
embriagadora, la demanda, el control. Miró a Malcolm durante unos
instantes, aturdido, y luego se agarró la camisa y se la arrancó,
arrojándola al otro lado de la cama para que cayera al suelo. A
continuación, los pantalones, los calzoncillos enganchados en ellos... y
entonces fue todo piel sensible y la sensación de los ásperos pantalones
besando y provocando y raspando el suave pliegue en el que el interior del
muslo se unía a la ingle mientras Malcolm nunca, nunca, dejaba de
moverse, negándose a darle un momento de alivio de la fricción en llamas
y, sin embargo, nunca le daba lo que realmente ansiaba.
Y estaba dispuesto a matar a Malcolm, cuando el viejo lobo se
detuvo bruscamente dándole un último mordisco en el pico de la barbilla.
Se detuvo y retrocedió, descansando con los poderosos muslos
abiertos contra la cama, con la camisa de botones abierta sobre su pecho
tenso y de grueso pelaje. Su mirada se encendió, mientras recorría a
Seong-Jae con una mirada que lo hacía sentir más desnudo aún, su polla
palpitando y goteando contra su estómago, pareciendo palpitar con más
fuerza y derramar más gruesos y necesitados chorros de presemen con
cada mirada abrasadora.
—Arriba—, susurró Malcolm. —De rodillas.
Arrogante, pero sólo para Malcolm, Seong-Jae obedeció y se puso
de rodillas. Abriendo los muslos, se giró para darle la espalda a Malcolm,
mirándolo por encima del hombro, sólo para descubrir que Malcolm lo
observaba paralizado, con la polla dejando una marca oscura y húmeda
contra sus pantalones, empujando con fuerza. Seong-Jae se lamió los
labios, con la boca y el cuerpo luchando por el deseo de ser llenado... pero
su cuerpo ganó cuando Malcolm destapó el lubricante de la mesita de
noche, se untó los dedos y se deslizó dentro de Seong-Jae con una rudeza
que le hizo echar la cabeza hacia atrás y gruñir.
Instintivamente se apretó, y cada contracción apretada de sus
paredes internas le hizo sentir tanto, cada cresta de los nudillos de
Malcolm, cada temblor errático que recorría a Malcolm y se expresaba en
respiraciones estremecedoras y empujes irregulares que perdían tanto
control que Seong-Jae sólo podía encorvarse hacia delante, jadeando
entre los dientes, un gemido bajo que se unía a un gruñido en el fondo de
su garganta. Mierda... mierda, le encantaba esa sensación, a la vez áspera
y espesa y sedosamente líquida, entrando y saliendo de él y controlando el
72
Cole McCade Criminal Intentions #7

ritmo de su respiración, su pulso, todo su cuerpo. Respiró al sentir esos


gruesos dedos dentro de él, empujando con crudeza, empujando con
profundidad, enroscándose y listos para estallar.
Y cuando Malcolm separó sus dedos, lo estiró, haciendo más
espacio dentro de él...
—Todavía no—, le ronroneó aquella voz de seda retumbante,
mientras Malcolm retiraba suavemente los dedos. —No me gusta que te
corras demasiado pronto... y eres muy sensible, ¿verdad, Seong-Jae?
Se sonrojó. ¿Y qué si era cierto que el más mínimo contacto, una vez
que se había rendido, podía volverlo radiactivo de deseo?
Y esa barba contra su garganta, esa voz contra su oído...
Se estaba derrumbando, por las cosas que Malcolm y sólo Malcolm
podía hacerle.
Y Malcolm, y sólo Malcolm, conocería el sonido de la voz de Seong-
Jae, que se elevó en un grito desgarrador, cuando esos dedos fueron
sustituidos por el grueso resplandor de la cabeza de la polla de Malcolm,
el pesado peso del eje pulsando y presionando contra él. Seong-Jae se
agarró al cabecero, preparándose, pero nada podía prepararlo para el
ardor, el estiramiento y el desgarro de la polla de Malcolm hundiéndose
en él.
El lubricante sólo lo ensuciaba más; no hacía que doliera menos,
sino que volvía el cuerpo de Seong-Jae resbaladizo y goteante hasta que la
polla de Malcolm se sintió como una enorme y húmeda lengua que
exploraba dentro de él, recorriendo cada lugar caliente y sensible de su
interior, mientras los chorros de presemen y lubricante que brotaban de
esa longitud hinchada y palpitante goteaban sobre Seong-Jae y lo hacían
sentir sucio por dentro.
Gimiendo, arqueó la espalda, pero se quedó quieto con un siseo,
apretando los dientes mientras Malcolm le agarraba las caderas. Aquel
peso musculoso presionaba su espalda; los gruesos muslos acompañaban
a los suyos y, de repente, se vio atrapado, dominado por la presencia de
Malcolm, por su enorme volumen, que aprisionaba a Seong-Jae contra el
cabecero y lo envolvía en calor. Jadeando superficialmente, se ahogó en
un grito cuando Malcolm utilizó ese agarre para sacudirlo hacia atrás... y
lo empaló en esos últimos centímetros, llenándolo completamente con la
ardiente y perfecta sensación de ser estirado, tomado, follado.
A la vez placer y sobreestimulación insoportable, perdiéndose en
Malcolm de esta manera... y sin embargo Malcolm sólo estaba
empezando. Su boca recorrió los hombros de Seong-Jae, su espalda,

73
Cole McCade Criminal Intentions #7

provocando escalofríos mientras Malcolm acariciaba con dedos largos y


toscos la parte superior de los muslos abiertos de Seong-Jae.
—Anoche dijiste que no te hacía suficiente daño—, susurró
Malcolm, con un filo oscuro en su lengua; atrapó el lóbulo de la oreja de
Seong-Jae entre sus dientes, jugando con él. —¿Cuánto deseas que te
hagan daño, Seong-Jae?
Y Seong-Jae sólo pudo responder con un grito ronco, sin palabras,
de puro placer erótico, mientras Malcolm enroscaba sus manos hacia el
interior, las palmas contra los muslos internos de Seong-Jae.
Y presionando hacia fuera, lo estiró de forma imposible.
Seong-Jae se sacudió, estremeciéndose, arrastrando las uñas contra
el cabecero de la cama y emitiendo sonidos entrecortados cuando
Malcolm estiró más sus muslos, y el dolor se disparó dulcemente por los
músculos del interior de sus muslos, tirando de su ingle, con la polla
sacudiéndose y amenazando con desbordarse; cuanto más lo abría
Malcolm, exponiéndolo a su vez... el culo de Seong-Jae se apretaba más
involuntariamente contra la polla de Malcolm, hasta que Seong-Jae no
pudo dejar de rechinar y girar las caderas sólo para hacer que se moviera
y lo empujara más allá de este ardor luchador e insoportable que
amenazaba con devorarlo por completo.
—Malcolm—, susurró, temblando mientras presionaba sus caderas
hacia él, y Malcolm se estremeció, gruñendo.
—Dilo otra vez.
—Malcolm.
Como si su nombre hubiera roto la correa, Malcolm soltó un
gruñido profundo y emocionante, apoyó una mano sobre la de Seong-Jae
en el cabecero de la cama, presionó su otra mano sobre el estómago de
Seong-Jae, tirando de él...
...y luego lo sujetó y se lo folló sin miramientos.
Seong-Jae estaba atrapado entre el cabecero y el cuerpo de
Malcolm, atrapado, sacudido de un lado a otro mientras los desgarradores
y brutales empujones entraban y salían de él, golpeando su carne hasta
que se sintió tan hinchado por dentro, tan suave, líquido y ardiente, dulce
y jodido, que se estaba perdiendo, perdiéndose, cayendo en Malcolm y
negándose a salir a respirar. Malcolm le besó los hombros una y otra vez,
con adoración, con suavidad, con una chispa de dulzura que suavizaba
incluso el dolor más duro mientras se ensañaba con Seong-Jae como un
animal salvaje y le proporcionaba todo el dolor, el placer y la locura que
deseaba.
74
Cole McCade Criminal Intentions #7

Y mientras Seong-Jae se tocaba a sí mismo, mientras se entregaba a


esa última chispa perfecta, los dedos de Malcolm se enlazaban con los
suyos, moviéndose sobre su polla con una urgencia tan exigente, diciendo
sin palabras por mí, por mí, vente conmigo, por mí.
La ruptura de Seong-Jae se produjo tan repentinamente como el
estallido de un cristal.
El nombre de Malcolm flotaba en sus labios, la polla de Malcolm se
hinchaba en su interior para llenarlo de esa deliciosa y sucia sensación de
estar mojado, usado y dolorido por dentro...
Seong-Jae se rindió a una batalla que no se había dado cuenta de
que estaba librando, hasta que estuvo dispuesto a entregarse por
completo al placer, a la sensación, al tacto.
A Malcolm.

Seong-Jae supuso que debería sentirse culpable por el tiempo extra


que pasaron en la cama, enredados desnudos y recuperando el aliento...
...pero necesitaba esto para poder funcionar, tanto como el sueño.
Finalmente, sin embargo, se obligó a liberarse de Malcolm,
haciendo una mueca de dolor cuando se levantó y su cuerpo dolorido
protestó. Se estiró, arqueando la espalda, y luego bostezó y se desplomó
contra el cabecero, observando a Malcolm mientras se daba la vuelta y se
estiraba, la sinuosa inclinación de su columna vertebral fluyendo entre los
amplios riscos y las paredes en forma de cañón de su espalda, tentando a
Seong-Jae a extender la mano y tocarlo.
—¿Te sientes lo suficientemente bien como para volver a trabajar en
el caso? —, preguntó.
—Sí—. Malcolm murmuró somnoliento, apoyando la barbilla en sus
antebrazos doblados. —Pero voy a dormir dos días seguidos después de
esto.
75
Cole McCade Criminal Intentions #7

—No deberías necesitarlo—, reprendió Seong-Jae con suavidad. —


Sabes que este tipo de ritmo no es normal. Aunque a veces sea urgente
perseguir a un asesino antes de que pueda escapar... nunca estuvimos
destinados a hacer esto día tras día, sin un momento de descanso.
—Lo sé. — Malcolm jugueteó ociosamente con sus dedos en las
sábanas, arrancando crestas. —No sé por qué siento tanta urgencia en
esto cuando probablemente se va a frustrar, y no llamaría a nada de lo que
hemos encontrado una pista—. Suspiró, con sus enormes hombros
encogidos como montañas. —No es como Tisha Jones. Sabemos dónde
está Anne... y sabemos lo que le va a pasar, una vez que sus padres se den
cuenta o las máquinas simplemente... dejen de ser suficientes—. Sonrió
con amargura. —Quizás soy supersticioso. Una parte de mí cree que si
encontramos a quien la empujó, se despertará y estará bien. Luego
empezaré a creer en el hada de los dientes.
—La esperanza no es algo terrible de tener. Tú me lo dijiste—.
Seong-Jae trazó la curva de dolor de los labios de Malcolm, y se ganó un
beso en la punta de los dedos por ello. —Pero no puedes dejar que te lleve
a tales extremos que no puedas funcionar—. Levantó uno de los gruesos
brazos de Malcolm, tratando de levantarlo, sólo para que volviera a caer
pesadamente sobre la cama. —El desayuno. Tu mente y tu cuerpo
necesitan comida. El caso puede esperar hasta que comas—. Torció los
labios y se movió con cautela, y luego hizo una mueca de dolor cuando se
le agudizó. —Y hasta que pueda caminar.
Malcolm se levantó sobre los codos y, con una sonrisa diabólica, y
se inclinó para robarle un beso que era todo labios suaves y barba rasposa.
—...si se supone que debo sentirme mal por eso, no lo hago.
—No lo hagas nunca—. Seong-Jae arrastró sus dedos por el pecho
de Malcolm. —...pero pronto me desquitaré con tu pellejo.
—¿Sí? — La sonrisa de Malcolm no hizo más que ampliarse, antes
de salir de la cama, una cosa de poder y belleza, sensualidad y pura
energía bestial vibrando de él en oleadas. —Creo que lo esperaré con
ansias—, dijo, y Seong-Jae sonrió para sí mismo, hundiéndose de nuevo
contra las almohadas para ver a Malcolm moverse por la cocina.
Viejo lobo ridículo.
Ridículo, terco, frustrante...
...y todo lo que Seong-Jae necesitaba en ese momento.

76
Cole McCade Criminal Intentions #7

5: Perdido de nuevo
Malcolm podría sentirse infinitamente mejor después de haber
dormido -y de haber pasado tiempo con Seong-Jae-, pero no creía que
una siesta fuera suficiente para prepararlo para entrar en la gran iglesia
de ladrillos con estructura en forma de A que indicaba la dirección del
post-it.
Teniendo en cuenta el tiempo que hacía que no iba al templo, le
pareció que entrar en una iglesia cristiana podría hacer que alguna parte
de él se incendiara.
Aun así, se arrastró fuera del Camaro -su Camaro de nuevo, el
asiento del conductor recuperado de la aterradora conducción de Seong-
Jae- y arrugó la nariz ante la gigantesca cruz colocada contra la llamativa
pirámide de ladrillo.
Mmm...
—¿Problemas? — Preguntó Seong-Jae suavemente.
—Sólo pienso que si mi padre se enterara de que he puesto un pie
aquí cuando nuestro rabino me preguntó si estaba muerto la semana
pasada, nunca oiría el final del asunto.
—Tu padre parece un personaje bastante interesante.
—Esa es una forma de describirlo—. Sonrió y se acercó al paseo. —
Vamos. Vamos a pinchar a algunos cristianos.
La iglesia estaba muy iluminada por dentro, incluso con el sol de las
primeras horas de la tarde, y en el momento en que Malcolm entró en el
cavernoso vestíbulo de azulejos, sintió un escalofrío que no tenía nada que
ver con el hecho de que unos cuantos gentiles pasaran por encima de su
tumba. Este espacio -todo blanco y beige, de colores suaves y agradables,
pero completamente vacío de cualquier cosa, desde estantes hasta
decoraciones- era simplemente...
Equivocado.
Y no podía precisarlo, hasta que miró el suelo de baldosas blancas y
su propio reflejo le devolvió la mirada con una claridad casi especular.
Ladeó la cabeza y su reflejo se hizo eco, como si le hiciera una pregunta
silenciosa e inquisitiva.
—Así que—, dijo, —¿sabes cómo a veces las cosas están demasiado
limpias?

77
Cole McCade Criminal Intentions #7

Seong-Jae estaba de pie justo en el umbral de la puerta, apenas


traspasando el umbral y manteniéndose en la punta de los pies como si
alguien hubiera puesto una línea de sal que no podía cruzar, el cuervo a
punto de levantar el vuelo.
—Veo películas de terror, Malcolm—, dijo con fuerza. —Esto es
prácticamente una lección de señales visuales que utilizan los extremos
del comportamiento normal para indicar disfunción y anormalidad—.
Señaló con la cabeza una única puerta que salía de la habitación, en el
lado más alejado, al final de un pasillo que se estrechaba y en el que las
luces superiores se cortaban de repente para dejarlo en sombra. —Al otro
lado de esa puerta es probable que haya un asesino con una máscara
hecha de piel humana.
—Una mierda de panorama extraño—. No ayudó el hecho de que el
techo alto y puntiagudo captara sus voces y las devolviera en un eco
metálico. —Dejando de lado las bromas, hay algo que no encaja aquí. La
mayoría de las iglesias intentan que sus entradas sean acogedoras.
Bienvenidos todos los peregrinos y demás.
—El problema es que, quien haya salido de esta esterilidad se
sintiera acogido, y eso es lo que es tan perturbador—. Seong-Jae dio un
paso cuidadoso hacia el interior. —¿Exploramos más?
—Si alguien sale con una motosierra, huyo.
—Si alguien sale con una motosierra—, replicó Seong-Jae con
suavidad, —te haré tropezar.
—...así que sigues enfadado conmigo por haberme puesto
demasiado duro.
—Malcolm—, dijo Seong-Jae, deslizándose junto a él y rozando su
brazo con una mirada desafiante de reojo, —ni siquiera has empezado a
imaginar lo que podría ser demasiado duro para mí.
Malcolm se quedó mirando a su novio -¿podía llamarlo así ahora?-
con los ojos muy abiertos y el estómago hecho un nudo.
Bueno.
Maldita sea.
Conteniendo la sonrisa, siguió a Seong-Jae por el estrecho pasillo y
empujó la alta puerta de madera; el chillido que siguió fue recogido por
las altas vigas de la iglesia y la acústica diseñada para los órganos para
convertir el ruido en un chillido resonante que resonó en la capilla
escalonada más allá de la puerta.

78
Cole McCade Criminal Intentions #7

Todos los presentes en la capilla -lo que parecía el personal de la


iglesia, ocupado en limpiar los bancos y el púlpito15- se quedaron
paralizados, mirando. Malcolm hizo una mueca de disgusto y levantó una
mano incómoda.
—Busco al grupo de jóvenes—, dijo.
El grupo parpadeó un momento más, antes de que una mujer se
enderezara y sonriera alegremente, señalando el camino curvo que corría
detrás de la última fila de bancos y alrededor del lado de la sala hasta otra
puerta que llevaba al exterior. —¡Están limpiando el gimnasio! Puedes
encontrarlo justo por ahí.
—Gracias—, dijo Malcolm, y se giró para bordear la pared con
Seong-Jae siguiéndolo. —.... eso fue positivamente el maldito Stepford16.
—¿Estás seguro de que no te sientes incómodo por estar en una
iglesia cristiana?
—No estoy esperando que caiga un rayo, si eso es lo que preguntas.
—No he dicho nada.
—No tenías que hacerlo—, murmuró Malcolm. —Mira, las iglesias
me hacen pensar en la familia de Gabrielle. Todas las putas Navidades, de
pie en uno de esos agujeros infernales mientras me miraban como si fuera
una mierda en su zapato.
—¿Malcolm? — Dijo Seong-Jae suavemente.
—¿Sí?
—Me gustaría recordarte que cuanto más menciones a tu ex mujer,
más frecuentemente te amenazaré con asesinarte.
—Pensé que habías dicho que no eras celoso.
—Mentí—, replicó Seong-Jae, y lo empujó para abrir la puerta.
Malcolm se rio y lo siguió.
La puerta los hizo entrar -más silenciosamente esta vez- en un
pequeño gimnasio con una cancha de baloncesto de tamaño medio, un
escenario elevado y gradas pegadas a la pared. Varios adolescentes
estaban agrupados en varias zonas, chicos y chicas barriendo la cancha,

15
Púlpito, palabra proveniente del Latín pulpitum, es la plataforma elevada en las iglesias desde la que
se predica. Cuando se usan para proclamar las Lecturas se llaman también ambones. Se sitúan próximos
al altar, generalmente adosados a uno de los soportes de la nave principal del templo.
16
Completamente obediente, y que hace lo que los demás quieren sin cuestionar ni criticar.
79
Cole McCade Criminal Intentions #7

golpeando la cortina del escenario para quitarle el polvo, de rodillas


encerando el suelo del escenario.
Sin embargo, una vez más, esa sensación de malestar volvió a
golpear...
...cuando se dio cuenta de que todas las chicas estaban vestidas de
forma idéntica.
Todas ellas delgadas, pálidas, con un largo y ondulado pelo castaño
claro y ojos pálidos. Todas llevaban vestidos de lino endebles y con
volantes de varios diseños.
Todas llevaban margaritas frescas en el pelo, recogidas detrás de las
orejas.
Se inclinó para murmurar a Seong-Jae. —Mira eso—, susurró. —Las
flores en el pelo. ¿Recuerdas cuando dije que las flores siempre me hacen
pensar en la muerte?
—Sí.
—Estoy recibiendo algunas vibraciones serias de Koresh17 aquí—.
Frunció el ceño, escudriñando la habitación. —Todas las chicas se
parecen.
—Como Anne—, dijo Seong-Jae, su expresión se oscureció,
desconcertada. —Y los vestidos. Los uniformes.
—Pero sólo las chicas.
Hasta el último de los chicos -ya fuera de pie, charlando, trabajando
o lanzando ociosamente una pelota de baloncesto entre ellos- era
diferente, con su propio estilo. Ya fueran vaqueros o pantalones cortos o
caquis, con el pelo tupido o desgreñado, bajos o altos, gruesos o delgados,
con polos o camisas abotonadas... todos vestían de forma natural, cada
uno distinto del otro.
—Los chicos son individuales—, dijo Seong-Jae. —Las chicas son...
¿qué?
—Intercambiables—, respondió Malcolm en voz baja. —Eso es lo
que dice esto. Que son intercambiables.
—¿Pero por qué?

17
David Koresh, nacido con el nombre de Vernon Wayne Howell, fue un músico, predicador y líder
sectario estadounidense. Era el líder de los Davidianos de la Rama, una secta religiosa, quienes lo
consideraban su profeta final. Howell cambió legalmente su nombre a David Koresh el 15 de mayo de
1990.
80
Cole McCade Criminal Intentions #7

Antes de que Malcolm pudiera siquiera especular, uno de los chicos


-un poco más alto que los demás, con una capa apretada de rizos castaños
oscuros, casi grecianos, y una piel rojiza que hablaba de la vida al aire
libre- se dirigió hacia la puerta, agarrando el mango de su escoba con
ambas manos antes de levantarla, colgándola detrás de él mientras se
dirigía hacia ellos con paso seguro y una sonrisa fácil, tranquila y
acogedora que parecía ser el corazón de todo lo que estaba tan sutilmente
mal aquí.
—Caballeros—, dijo, hablando con la suave claridad de un orador;
habló con el tipo de autoridad que los políticos practicaban con tanta
frecuencia, esa suavidad que decía que se podía confiar en su liderazgo.
Y a Malcolm no le gustó nada.
Tampoco le gustaba la forma en que el chico se posicionaba
sutilmente como si fuera a bloquearlos, ni la forma en que esa sonrisa
demasiado amistosa no se reflejaba en los sagaces ojos grises que se
movían entre ellos, situados en lo más profundo de un rostro cuadrado y
bastante terrenal.
Este chico no podía tener más de veinte, veintiún años, y le estaba
dando a Malcolm unos malditos escalofríos.
Y esa sensación no cesaba, con dedos fríos recorriendo la piel de
Malcolm, mientras el chico preguntaba: —¿Puedo ayudarlos en algo?
Seong-Jae miró al chico de frente, con una ceja alzada. —Estamos
buscando al coordinador del grupo de jóvenes.
—Ese sería yo—, dijo el chico, y ofreció su mano, ampliando la
sonrisa. —Adam. Es un placer.
Malcolm dudó. También lo hizo Seong-Jae. Mierda. Uno de ellos
iba a tener que estrechar esa mano extendida.
Malcolm no quería que fuera él, cuando el nombre de Adam
despertaba una aguda e inquietante alarma.
Pero tras un momento de reticencia, Malcolm tomó la mano de
Adam en un rápido apretón, mientras el chico bombeaba la suya con un
apretón de Dale Carnegie18 perfectamente practicado. Reafirmar la
autoridad. Asegurar el control. Sólo un apretón lo suficientemente fuerte
como para mostrar que era fuerte, tomando la iniciativa en la interacción.
Esto... esto era surrealista.

18
Dale Carnegie fue un empresario y escritor estadounidense de libros que tratan sobre relaciones
humanas y comunicación eficaz. Carnegie fue promotor de lo que en la actualidad se conoce como
asunción de responsabilidades, aunque esto solo aparece puntualmente en sus escritos.
81
Cole McCade Criminal Intentions #7

Este chico era un perfil psicológico criminal andante, prácticamente


de libro de texto, pero por la forma en que sonreía y los miraba realmente
pensó que no era total y absolutamente obvio. Como si con una pregunta,
un apretón de manos, hubiera afirmado un dominio total sobre esta
situación sin siquiera saber quiénes eran, qué querían, o si era siquiera
necesario.
Narcisismo, pensó Malcolm; su pelo estaba casi perfectamente
arreglado, de plástico, mientras que su camisa abotonada y sus
pantalones no tenían ni un solo hilo fuera de su sitio ni una sola arruga, a
pesar de que había estado limpiando. Tal vez tendencias maquiavélicas.
Algo de carisma, y una personalidad contundente para compensar lo que
le faltaba. Pero nada de psicopatía. Un cortocircuito de la Tríada Oscura,
que lo dejaba alimentando su narcisismo a través de la adulación de los
demás, manipulándolos cuando algún núcleo interno de miedo lo hacía
evitar los riesgos que tomaría un psicópata, buscando su extremismo en el
pensamiento más que en la acción. Eso era suficiente para darle lo que
necesitaba, siempre y cuando siguiera reuniendo más y más atención para
sí mismo.
Tal vez Malcolm estaba leyendo demasiado en un saludo y un
apretón de manos, pero tenía la sensación de que acababa de entrar en la
primera secta de adolescentes que había visto en su vida.
—¿Tienes un apellido, Adam? —, preguntó con cuidado.
La agradable sonrisa de Adam no vaciló. —¿Tienes alguna razón
para necesitarlo?
—Pareces un poco joven para ser coordinador de jóvenes.
—Dios elige cuando elige—, respondió Adam con absoluta
seguridad. —Tengo diecinueve años. Lo suficientemente mayor para todo
lo necesario para ayudar a nuestra gente. Lo suficientemente mayor para
responder a Su llamada.
—Correcto—, dijo Malcolm. —¿Estabas ayudando a Keri Anne
Newton?
Unos ojos confusos miraron entre Malcolm y Seong-Jae. —Anne es
un miembro de nuestro grupo, sí. ¿Por qué?
Seong-Jae cruzó los brazos sobre el pecho, mirando a Adam con esa
máscara de impasibilidad en su sitio, aunque esta vez había algo
diferente. Más frío. Y sus palabras, articuladas con precisión y recortadas,
bajaron prácticamente a bajo cero cuando dijo con rotundidad: —
Actualmente se encuentra en estado vegetativo en el hospital después de
haber sido rescatada, muerta, en el río Patapsco y reanimada. Su cerebro

82
Cole McCade Criminal Intentions #7

ha sufrido una muerte celular casi completa. Está conectada a un sistema


de respiración artificial y sigue repitiendo "él me empujó" sin cesar.
Los ojos de Adam se abrieron de par en par; sus dedos se apretaron
en el palo de la escoba, y respiró con fuerza. Todo ocurrió con un segundo
de diferencia, espaciado, cronometrado, elegido, tan calculado como la
pesada pausa y el temblor en la voz de Adam cuando dijo: —Eso... eso es
terrible. Yo... — Sacudió la cabeza. —Anne es muy querida entre nuestro
grupo. Estarán destrozados, pero no sorprendidos.
—¿Por qué no se sorprenderán? — sondeó Malcolm.
Adam le dirigió una mirada larga y afligida. Y cinco... cuatro... tres...
dos... Justo a tiempo, Adam dejó caer su mirada después de mantenerla el
tiempo suficiente para impresionar a Malcolm con la gravedad y el peso
de sus sentimientos.
—Anne era una chica problemática—, dijo solemnemente. —Su vida
familiar era idílica en apariencia, pero sus padres a menudo no la
comprendían. Ella era un espíritu libre, usted entiende. No encajaba en
los moldes tradicionales, pero a menudo intentaban forzarla a entrar en
ellos. Intentando apagar su luz.
Malcolm miró a Seong-Jae de forma rotunda. Seong-Jae le devolvió
la mirada, con los labios fruncidos por el desagrado.
Mentira, pensó Malcolm, pero se limitó a decir: —Mientras tú
alentabas esa luz.
Sonrisa tímida. Humildad escenificada. La mano se agitó hacia el
pecho. —No me atrevería a ir tan lejos, pero ciertamente nos esforzamos
por ofrecerle un entorno seguro—. Un profundo y dramático suspiro. —
Sólo lamento que no hayamos podido hacer lo suficiente.
—Así que crees que ella saltó—, dijo Seong-Jae.
—Ella... — Adam volvió a negar con la cabeza, pero se incorporó,
cuadrando los hombros. —No estoy obligado a mantener el honor en el
confesionario como un sacerdote, pero siento que estaría violando un
juramento al romper su confesión, sin embargo.
Esta actuación podría ser casi divertida si no fuera tan extraña, y si
no estuviera centrada en una chica que estaba casi muerta.
—Ya veo—, dijo Malcolm lentamente. —Así que ustedes dos eran
cercanos.
—Intento estar aquí para todos, detectives.
—No te hemos dicho que estamos con la policía.

83
Cole McCade Criminal Intentions #7

—No hacía falta. Es un aire en ti—. Un pequeño gesto de triunfo en


las comisuras de los labios, ese pequeño ¡ja! ¡Lo tengo! Ese momento. —
¿Y quién más iba a hacer preguntas sobre Anne?
Malcolm miró fijamente a Adam y trató de imaginárselo matando a
alguien. Definitivamente tenía un tipo de personalidad de líder de culto,
pero era demasiado joven, todavía estaba desarrollando y refinando sus
habilidades de manipulación, no era ni de lejos tan inteligente o sutil
como creía. Podría ser capaz de manipular a alguien para que le hiciera el
trabajo sucio, pero sólo a alguien tan joven e impresionable como él. O
más joven.
Pero acercarse sigilosamente a una chica indefensa y empujarla al
agua...
Tal vez.
Un experimento, para sentir la emoción mientras trataba de
descubrirse a sí mismo. Para averiguar si tenía gusto por la sangre, o si la
adoración era suficiente para conseguir sus poderes.
Podría encajar en el rompecabezas emergente, pero...
No estaba seguro.
Seong-Jae rompió el silencio expectante sacando una tarjeta del
bolsillo de su chaqueta y tendiéndosela a Adam entre dos dedos. —En
caso de que de repente sientas el impulso de compartir—, dijo con
frialdad. —La confesión, beneficiaría enormemente a sus padres; incluso
su "confesión", como usted la llama, les aliviaría y los ayudaría a
comprender.
—Por supuesto—. Adam tomó la tarjeta con una sonrisa superficial
y la guardó en el bolsillo del pecho. —Rezaré por ella para que me guíe, y
lo buscaré a usted si considero que hablar sería lo mejor.
Malcolm hizo una mueca y luego miró a las chicas, muchas de las
cuales habían dejado de limpiar y estaban reunidas, inclinándose para
murmurar, con los ojos muy abiertos hacia ellas. —¿Qué pasa con las
flores? —, preguntó.
Adam miró por encima de su hombro como si se diera cuenta de las
flores en el pelo de las chicas. —La margarita es el símbolo de la inocencia
y la pureza—, dijo plácidamente. —Cada una de las chicas de nuestro
grupo se ha comprometido a la pureza, a limpiar el pecado original de
Eva.
Sí. Ahí estaba el ambiente de la secta. Malcolm suspiró.

84
Cole McCade Criminal Intentions #7

—¿Y qué pasa con los chicos de tu grupo? ¿También se


comprometen?
Adam se encogió de hombros con indiferencia. —Esa es su elección
individual.
—¿Y la tuya? — preguntó Seong-Jae.
Adam inclinó la cabeza. —Siento que si Dios desea que procreemos,
me regalará lo mismo que a María, y tendré un hijo de la mujer que elija
como pareja. Ese niño estará impregnado de mi esencia, sin el pecado de
la fornicación.
Con una ceja arqueada, Malcolm preguntó: —¿Crees que la
fornicación es un pecado?
—Ciertamente no es un acto limpio. Y un sutil filo entró en la voz de
Adam a pesar de esa sonrisa persistentemente agradable cuando
continuó: —¿Son ustedes pecadores, detectives?
—Repetidamente y entre nosotros—, replicó Malcolm.
—Malcolm—, siseó Seong-Jae.
Malcolm se disculparía más tarde. Sólo quería ver algún tipo de
reacción genuina por parte de Adam, y se vio recompensado con un sutil
apretón de la mandíbula, el más leve tic de un ojo, la curvatura de sus
labios formando una mueca.
—Bueno—, dijo. —Hay espacio en el corazón de Dios incluso para
los caídos. Rezaré por ti.
Malcolm lo miró. —Te das cuenta de que podemos percibir el
sarcasmo.
—No sé a qué se refieren, detectives—, respondió Adam con
suavidad, con una sonrisa que se iluminaba. —¿Cómo se llamaban?
—Malcolm Khalaji—, respondió Malcolm de mala gana, aunque
fuera de memoria y por obligación.
—Seong-Jae Yoon.
—Ah. — Adam asintió. —Malcolm. Y creo, siendo respetuoso, que
usted es Yoon—. Miradas medidas, empleando la misma cantidad de
tiempo en cada una de ellas, mientras Adam daba un paso atrás. —Ha
sido un placer conocerte, pero tenemos que irnos ya.
—¿Adónde? — Preguntó Malcolm.
—Al comedor social. Tan sospechoso—, se burló Adam. —Vivimos
del servicio.
85
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Admirable en las intenciones, al menos—, respondió Seong-Jae


en ese mismo tono burlón.
—¿Supongo que no eres creyente? —, preguntó el chico.
—Soy judío. Judío agnóstico.
—Ateo—, dijo Seong-Jae.
—Y sin embargo, de alguna manera pones un pie en estas puertas—,
dijo Adam. —Dios realmente trabaja de manera misteriosa.
—...así que sobre ese sarcasmo.
—Tienes mis disculpas—, dijo Adam, sin arrepentirse. —Estoy
seguro de que entiendes que estoy bastante cansado de la gente que me
mira exactamente como tú lo haces ahora. La gente que ve nuestra
reunión, y tacha de extremismo un retorno fundamentalista a las raíces
religiosas, cuando es simplemente una pureza de fe que se dedica a la
bondad. Jamás haríamos daño a un alma, y me molestan sus
insinuaciones, nada sutiles, de que podemos haber tenido alguna
previsión o mano en la pérdida de Anne—. Sus labios se apretaron. —Y
espero que no sea inoportuno llamar a los padres de Anne para ofrecerles
oraciones y consuelo en su dolor.
—Tendrás que hablarlo con ellos—, dijo Malcolm. —Eso no es
asunto nuestro.
—Entonces lo haré—. Adam hizo una breve reverencia. —Buenos
días, caballeros.
Se dio la vuelta y se alejó de ellos, entonces. Seguía buscando el
control de la situación controlando cómo empezaba y terminaba. Malcolm
suspiró, captó la mirada de Seong-Jae e inclinó la cabeza hacia la puerta.
No hablaron hasta que estuvieron en el coche; Malcolm se apoyó en
el volante, limitándose a mirar sus manos contra el cuero de grano fino. —
Eso... acaba de ocurrir, ¿verdad? ¿Acabamos de interrogar de soslayo al
líder de una secta de bebés?
Seong-Jae emitió un sonido exasperado, echándose el pelo hacia
atrás e inclinando la cabeza contra el asiento. —Creo que el objetivo era
hacernos dudar si lo hacía o no.
—¿Seong-Jae? ¿Has oído alguna vez el término agradable-
desagradable?
—Fui criado por padres asiáticos.
—Buen punto—. Malcolm frunció el ceño, luego se sacudió y
arrancó el motor. —Ese chico.
86
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Es un imbécil—, dijo Seong-Jae con vehemencia.


—¿No un jot?
—Esa me la guardo para ti—. Seong-Jae gimió, frotando una palma
contra su cara. —Así que tenemos un Adam que habla de la impureza de
Eva, y una chica hospitalizada que dice que es Eva.
—Sí. — Malcolm salió a la estrecha calle que lo llevaría de vuelta
hacia las carreteras centrales de la ciudad. —Pero teniendo en cuenta lo
habituales que son Adam y Eva en los círculos religiosos e incluso fuera de
ellos... son la iconografía cristiana original de las relaciones entre
hombres y mujeres—. Apretó los labios. —Es algo para pensar. Una pista.
No estoy seguro de que las tendencias narcisistas de ese chico hayan
madurado lo suficiente como para hacerlo capaz de asesinar, a menos que
haya sido un momento de impulso. De cualquier manera, no podemos
dejarnos llevar por las implicaciones.
—La implicación es la clave aquí.
—¿Sí?
—Conozco a los de su tipo—, dijo Seong-Jae con gravedad, mirando
por la ventana. —Es lo que hacen. Insinúan sin decir nunca lo que quieren
que se deduzca. Luego, cuando te llevan a su punto... se convierte en tu
conclusión, tu culpa, si alguna vez se descubre que es errónea. Ellos nunca
afirmaron nada definitivamente, y tú debes haber entendido mal.
—...me di cuenta de eso. Desviando las preguntas hacia nosotros,
también, para que tuviéramos que responderle. Lo estaba perfilando para
cuando terminó de darme la mano, y no me demostró que estuviera
equivocado. La forma en que hablaba... era educada, pero desagradable—.
Curvó el labio superior. —Se desliza directamente sobre ti, pero aún te
deja sucio.
—La forma en que preguntó nuestros nombres, y luego los repitió...
Seong-Jae arrugó la nariz. —Es una táctica común para hacer que cada
cosa que dice nos parezca personal.
—Tiene un talento natural para el gaslighting19, pero no lo ha
refinado. Todavía se siente raro. Y no me creí esa mierda de los padres de
Anne.
—Yo tampoco.
—Y todo ese discurso de que la fornicación es un pecado...

19
El gaslighting o hacer «luz de gas» a una persona es una forma de abuso psicológico que consiste en
manipular la percepción de la realidad del otro.
87
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Antes de que preguntes—, dijo Seong-Jae con irritación,


señalándole con un dedo, —eso no es asexualidad. ¿Eso? Eso es
simplemente raro.
—Lo he adivinado—. Malcolm suspiró. —Todo es simplemente raro.
Apuesto a que le da a todos en esa iglesia escalofríos. Y la forma en que se
apresuró a plantar las semillas de esta narrativa de Anne como
problemática... — Sacudió la cabeza. —No me gusta.
Seong-Jae no dijo nada durante varias manzanas, con la mirada
oscura y preocupada, hasta que finalmente añadió: —Si cuenta la historia
primero, controla todo lo demás como reacciones a su relato. Ahora hay
que refutar su historia, en lugar de buscar los hechos de forma
independiente.
—No juguemos a ese juego—, dijo Malcolm. —Pongamos un alfiler
en el hijo de Dios y su incipiente secta por ahora. Todo lo que tenemos
son malas vibraciones e ideas inconclusas cuando necesitamos hechos
reales. Así que el siguiente paso...
Seong-Jae gimió. —...no lo digas.
—Archivos de casos sin resolver.
—Me lo temía—. Seong-Jae suspiró. —No, lo sé. Tiene sentido. Si
alguien la empujó, puede tener un precedente. Los casos de ahogamiento
no resueltos pueden revelar puntos en común con Anne que apuntan a la
victimología, y a un perfil de autor. — Se hundió más en el asiento del
pasajero del Camaro. —Esto llevará horas.
Malcolm se rio. —¿No es glamuroso el trabajo policial?
La única respuesta de Seong-Jae fue un bufido de disgusto.
Malcolm se limitó a sonreír para sí mismo, y se concentró en luchar
contra el tráfico de la hora del almuerzo en el camino de vuelta a la sede
central. Una parte de él quería simplemente... acercarse, tomar la mano
de Seong-Jae, sostenerla mientras conducía sólo porque podía... pero aún
se sentía muy inseguro sobre dónde estaban las líneas de esta cosa.
Eso, y que Seong-Jae probablemente le gruñiría por no mantener
ambas manos en el volante.
En la oficina, entró en el aparcamiento y salió; Seong-Jae le siguió,
cerrando de golpe la puerta del Camaro, pero luego dio un paso atrás. —
Nos vemos aquí dentro de unas horas.
Malcolm parpadeó. —¿Te vas a ir?
—Mi moto sigue en el club desde anoche. Me gustaría recuperarla y
llevarla a casa—. Seong-Jae arqueó una ceja. —También me gustaría
88
Cole McCade Criminal Intentions #7

ponerme algo más profesional que unos pantalones de cuero si


pretendemos seguir con las pistas.
—Eso es una decepción.
—Tranquilo, Malcolm.
Sonrió. —Seré un buen perro.
—Jot.
—El único. ¿Quieres que te lleve? Puedo dejarte en el club.
—Tienes esos fascinantes archivos de casos sin resolver para
empezar—. Las comisuras de la boca de Seong-Jae se crisparon. —Volveré
esta tarde para ayudar.
—Me siento tan abandonado.
—Vivimos prácticamente unidos por la cadera. Sobrevivirás.
—Apenas—. Malcolm sonrió. —¿Un beso antes de irte?
Seong-Jae siseó, echando un vistazo al aparcamiento, donde varios
otros agentes estaban aparcados, saliendo de sus coches, de vuelta de la
comida... y varios los miraban subrepticiamente o incluso abiertamente.
—Estamos en la oficina—, dijo Seong-Jae.
—Lo sé—, dijo Malcolm, y se acercó para introducir la punta de un
dedo en el cuello de la camisa de Seong-Jae, tirando de él, inclinándose
más cerca, deteniéndose justo antes de besar a Seong-Jae, con sus bocas
tan cerca, con sus respiraciones entrelazadas. —Hazlo de todos modos.
Seong-Jae hizo ese suave sonido de "tch"... pero luego aplastó su
boca contra la de Malcolm. Rápido y lo suficientemente caliente como
para dejar a Malcolm sin aliento, una cosa de irritación y venganza y calor
chocante, y él gimió mientras se dejaba abrumar, respirando ese aroma a
diésel y humo mientras Seong-Jae prácticamente lo castigaba con
mordiscos y caricias despiadadas por el crimen de realmente desearlo.
Pero se acabó demasiado pronto, Seong-Jae se echó atrás,
respirando un poco más rápido mientras miraba a Malcolm con el ceño
fruncido. —Querías eso para hacer un punto, ¿no es así?
—Culpable—, rumió Malcolm, deteniéndose en el enrojecimiento de
la boca de Seong-Jae con un toque de placer. —Alguien va a empezar a
meterse contigo tarde o temprano, Seong-Jae. Te cubrí las espaldas como
compañero... pero quiero que todos sepan lo mal que los voy a joder si
tocan a mi novio.

89
Cole McCade Criminal Intentions #7

Los ojos de Seong-Jae se abrieron brevemente, una ráfaga de color


se derramó por sus mejillas, antes de fruncir el ceño. —¿Malcolm?
—¿Sí?
—Las apariencias no te sientan bien, novio. Deja de hacerlo—. Se
balanceó, provocando a Malcolm con la cercanía de sus labios, una
promesa que luego negó al detenerse antes de que el calor se cruzara y
susurrar: —Vuelvo pronto.
Y dejó a Malcolm allí, de pie, sorprendido y sonriendo.
Y no pudo moverse hasta que vio por última vez a Seong-Jae, que
desapareció del garaje cubierto y se adentró en el brillo de la luz de la
tarde.
Novio.

90
Cole McCade Criminal Intentions #7

6: Para los muertos


Malcolm Khalaji se estaba divirtiendo demasiado con Seong Jae.
Esa era la única razón que podía explicar del porque estaba parado
en la puerta del Johns Hopkins y a punto de entrar en la sala de
psiquiatría por razones totalmente personales.
Razones por las que había mentido a Malcolm... pero había sido
necesario.
Si tenía cuidado, Malcolm nunca tendría que saber la verdad.
Y Seong-Jae podría mantenerlo a salvo.
Sin embargo, no sabía qué era más cuestionable desde el punto de
vista moral: mentirle a Malcolm sobre dónde estaba o mentirle a los
padres de Sarah Sutterly para que llamaran al personal del hospital y le
concedieran acceso de visita como detective investigador en un caso aún
en curso.
Cuando sus razones para visitar a Sarah eran totalmente
personales, y podrían descubrir cosas que no quería saber.
Entrar, al menos, fue sorprendentemente fácil. Un destello de su
placa, una comprobación de su nombre con respecto a los visitantes
permitidos registrados por los padres de Sutterly, su nombre en el
registro, y estaba siendo guiado a través de pasillos cerrados y estériles
con puertas de cierre automático, pero con una decoración que decía que
todavía estaban tratando de fingir que este lugar era mitad centro de
rehabilitación, mitad prisión, con las mismas luces blancas y frías que le
traían demasiados recuerdos de acurrucarse en un catre y temblar
mientras perdía la mitad de su peso corporal en sudor frío y doloroso.
Apartó el recuerdo.
Eso, ahora mismo, no lo necesitaba.
Esa herida podía permanecer sellada, mientras él se rascaba otra
vieja cicatriz hasta que sangrara.
Si fuera sincero consigo mismo, debería haber hecho esto hace
tiempo. Pero el acceso a la manipulación era una cosa; enfrentarse a los
malditos flashbacks del TEPT era algo completamente diferente. Pero
Anne Newton, silenciosa e inmóvil como estaba, no le daba opción.
Ella exigía con esos ojos en blanco, sin parpadear.

91
Cole McCade Criminal Intentions #7

Esos ojos que habían mirado a Adam, y que habían sido atraídos
por el mismo encanto superficial y la misma oferta sutil de control, de
abandono del libre albedrío, que una vez había funcionado tan bien en
Seong-Jae, que el mero hecho de verlo de nuevo, reflejado en alguien
como Adam, casi le había hecho enfermar en el acto cuando había estado
de pie en ese gimnasio de la iglesia y se había encontrado con esos fríos y
sabios ojos grises.
Y aquí estaba.
De pie en la sala de psiquiatría, mientras un voluminoso celador
con bata blanca abría la puerta de la habitación de Sarah y le dirigía una
mirada de desconfianza.
—Treinta minutos—, gruñó el camillero. —Ese es el tiempo límite.
Llama cuando estés listo para salir.
Seong-Jae respondió con un movimiento de cabeza. —Entiendo—,
dijo, y entró.
La puerta se cerró detrás de él, con un pestillo, y se cerró con una
oscura finalidad.
La habitación en la que se encontraba era grande, limpia, pero
modesta, con muebles sencillos de plástico blanco redondeado de lados
suaves, sin bordes afilados ni partes rompibles o desmontables, un
escritorio, una silla y una mesita de comedor, una estantería llena de
libros de bolsillo, la cama hecha de tubos redondeados e inofensivos
pintados de blanco con un fino colchón institucional. Le resultaba
familiar; demasiado familiar, salvo que recordaba las paredes pintadas de
color verde agua, mientras que éstas eran de un azul celeste apagado, soso
e inofensivo.
Sarah Sutterly estaba acurrucada en la cama, en un rincón; no
parecía haber sido maltratada, pero seguía pareciendo miserable,
cansada, abatida, y se apretó más sobre sí misma y lo miró con recelo por
encima de la novela de fantasía de tapa blanda que sujetaba con ambas
manos. Su cabello negro y lacio caía sobre sus pálidos y vivos ojos verdes,
cuyas raíces empezaban a mostrar un color marrón rojizo; sus ojos
estaban hundidos, ensombrecidos.
Seong-Jae se mantuvo perfectamente quieto, con las manos a la
vista, y permaneció cerca de la puerta para que ella no se sintiera
amenazada con él encerrado en su espacio. —Hola, Sarah—, dijo con
cuidado. —¿Te acuerdas de mí?
—Eres ese policía—, respondió ella inmediatamente, un ronco
graznido. —Estabas allí, tú... tú... — Se le quebró la voz. Apretó los ojos,

92
Cole McCade Criminal Intentions #7

sacudiendo la cabeza rápidamente, antes de tomar aire, lentamente y sus


labios se movieron en los esquemas de los números, tres-cuatro-cinco,
seis-siete-ocho antes de abrir los ojos de nuevo, más firmes, más claros. —
¿Qué quieres?
—No estoy aquí para hacerte daño ni para empeorar las cosas—,
dijo Seong-Jae, y casi se odiaba a sí mismo por sentir ese enfermizo tirón
de empatía en la boca del estómago al ver lo desolada que se veía,
encerrada así en su ropa blanca institucional, cuando después de lo que
había hecho a tantos chicos queer, los pedazos en que los había dejado...
Se obligó a apartar sus pensamientos, luchando por mantenerse distante.
—Sólo quiero hacerle unas preguntas. ¿Puedo sentarme?
Ella asintió con la cabeza, pero siguió mirándole con recelo. Seong-
Jae retiró la silla del escritorio y se sentó en ella, manteniendo el espacio
entre ambos, y se inclinó hacia delante con los codos apoyados en las
rodillas, mirándola fijamente.
—Tus padres me han dado permiso para hablar contigo—, dijo. —
Con la condición de que no te angustiara y no intentara obligarte a
incriminarte más.
Sus dedos apretaron el libro. — ¿Puedo hacerlo? — Ella bajó los
ojos, mirando las páginas. —Quiero decir... que dijeron que estoy loca y
me encerraron en el manicomio. 'Mentalmente no apta para ser juzgada',
creo que fueron las palabras.
—No estás loca—, dijo Seong-Jae con firmeza. —Simplemente
necesitas la ayuda que no recibiste antes—. La estudió con más
detenimiento, buscando señales reveladoras: marcas, sobresaltos. —¿Te
tratan mal aquí?
—No—. Ella se mordió el labio, moviendo la cara hacia un lado,
mirando pensativamente a la pared. —Son muy amables conmigo. Más
amables de lo que merezco, después de lo que le hice a Nathan y... y... a
Darian y a Zack y a los demás, yo... yo...
Su voz subió de tono, se quebró, cayó en un medio sollozo que tragó
y selló con los labios comprimidos, mirando fijamente a la pared con los
ojos húmedos y todo su delgado cuerpo temblando. Seong-Jae esperó,
dándole un momento para sí misma, antes de continuar.
—Sarah—. Pronunció su nombre con la suficiente firmeza como
para llamar su atención; lo suficiente como para que su mirada volviera a
dirigirse a él. Le sostuvo los ojos con firmeza. —No puedo absolverte por
lo que hiciste. No puedo minimizar las consecuencias de las vidas
perdidas, ni la terrible naturaleza de los crímenes cometidos contra ellas—

93
Cole McCade Criminal Intentions #7

, dijo lentamente. —Pero eso no significa que no merezcas ayuda. Que no


merecieras ayuda mucho antes de esto.
Le temblaron los labios; le miró fijamente. —Sí, bueno... recibir
ayuda ahora no devuelve la vida a nadie, ¿verdad?
—No. No lo hace.
—Al menos estoy encerrada donde no puedo hacer daño a nadie
más. Con paredes acolchadas y todo—. Le dirigió una sonrisa
mordazmente sarcástica, antes de moquear y volver a mirar hacia otro
lado. Todo en ella parecía apagado, desganado y sin color. —¿Qué querías
saber?
Seong-Jae dudó, y luego preguntó: —¿Recuerdas lo que me dijiste
mientras te arrestaban?
—Más o menos—. Sus cejas se juntaron. —Las medicinas me alteran
un poco la memoria, pero... recuerdo haberte reconocido.
¿Reconocerlo?
¿El día que la habían detenido con Nathan McAllister encerrado en
su sótano?
—¿Cómo? —, preguntó. —No nos habíamos visto antes de eso.
—Me enseñó tu foto—. Acentuó ese pronombre singular, pero su
peso era más que un simple énfasis; era casi reverente, pero en esa
reverencia había un miedo agudo y cortante que bordeaba su mirada
atormentada. —Uno verde, otro azul. Sus ojos.
Lo dijo como una oración.
Y a Seong-Jae se le cayó el estómago.
—¿Lo conociste? —, preguntó sin aliento. —Dime. ¿Cómo lo
conociste?
Ella se pasó la lengua nerviosamente por los labios, negando con la
cabeza. —Empezó a venir a los conciertos de Nathan hace poco más de un
año. Simplemente apareció.
Hace poco más de un año.
Trece meses antes de mudarse, Seong-Jae había presentado su
solicitud de traslado desde la policía de Los Ángeles. El papeleo había
tardado una eternidad en procesarse, por no hablar de cerrar sus casos
abiertos o transferirlos a otros detectives. Había pasado un largo año
empaquetando su vida para llevarla al otro lado del país sin dejar ningún
cabo suelto.

94
Cole McCade Criminal Intentions #7

¿Sila lo había anticipado?


¿Realmente había llegado con antelación para esperar a Seong-
Jae en Baltimore?
¿Cómo lo había sabido?
Su respiración era demasiado rápida, demasiado superficial, y tragó
con dificultad, tratando de calmarse. En el fondo, se sentía tan pequeño y
acurrucado como Sarah, congelado, receloso y tenso. —¿Te dijo su
nombre?
—No. Era muy raro—. Cerró el libro y lo abrazó contra su pecho. —
Muy bonito, como... tan bonito que casi no parecía humano. Su piel era
pálida como la de un vampiro y tenía el pelo largo y rubio, casi blanco... y
esos ojos raros. Y dijo...
—'El viento no debe tener nombre'—, terminó Seong-Jae, con la
garganta seca. —'Sólo un susurro, conocido por unos pocos'.
Sus ojos se iluminaron, una extraña y lenta sonrisa en sus labios. —
Sí lo conoces.
—Mejor de lo que tú podrías saber—, susurró Seong-Jae,
inclinándose hacia ella con atención. —Cuéntame más.
—Él sólo... — Sus dedos se apretaron sobre el libro, su rostro
prácticamente brillaba, todo el miedo y la amargura desaparecieron. —Me
hablaba. Era lento y silencioso, pero cuanto más hablaba, más sentido
tenía. Sobre cómo algunas personas te quieren de verdad, pero otras... —
La boca se torció en las esquinas, su voz se oscureció. —Sólo te utilizan.
Eres invisible para ellos hasta que necesitan algo de ti, y cuando terminan
contigo te tiran después de haber tomado todo tu amor y todo tu
corazón—. Ella inclinó la cabeza, el pelo cayendo para cubrir su cara. —Me
dijo que Nathan me estaba haciendo eso. Que me utilizaba para
gratificarse, que lo amaba y acudía a todos sus conciertos...., pero que
siempre me relegaba a un segundo plano cuando tenía un nuevo chico al
que entregar su amor.
Apretó los labios y se quedó callada, con los ojos sin ver, mirándose
las rodillas de forma vidriosa; Seong-Jae pensó que había terminado,
hasta que sus hombros se pusieron rígidos y las palabras se redujeron a
un susurro.
—El hombre pálido... tenía esa forma de desbaratar las cosas
normales hasta hacerlas parecer realmente malas. Hasta que el hecho de
que yo estuviera en la vida de Nathan como su amiga cuando sus novios
estaban allí para otra cosa... simplemente... se convirtió en esa cosa
horrible de que yo nunca era suficiente. Y entonces, de alguna manera, me
95
Cole McCade Criminal Intentions #7

bastaba con amarlo correctamente—. Ella hizo un sonido ahogado. —Ni


siquiera sé cuándo empecé a pensarlo. Que si los novios de Nathan no
estaban, yo sería suficiente... y si no podía ser suficiente, haría a alguien
que lo fuera. Sus dedos se clavaban ahora en la cubierta del libro, con los
nudillos blancos. —Para cuando llegué a ese punto, simplemente... se
sentía tan natural. Tan bien. Como si todo tuviera sentido, mientras que
ahora ni siquiera sé quién era.
Seong-Jae se sintió como si estuviera mirando una imagen
deformada de sí mismo; de lo que podría haber llegado a ser. —Lo sé—,
murmuró, y las palabras se sintieron tan crudas como una confesión,
desollándolo. —Así es como trabaja.
— ¿Pero cómo trabajas tú? —, susurró ella. —Él dijo que eso es lo
que haces tú también. Eres la libélula, ¿no?
Seong-Jae cerró los ojos, su corazón, su pecho, todo su cuerpo
pesaba. —...sí. Lo soy.
—Dijo que lo usaste y lo tiraste y lo dejaste para que sufriera solo—.
Y aunque esa era la voz de Sarah Sutterly, la nota acusadora en ella le
pertenecía a él, hablando a través de sus labios. —Que tú entraste en la luz
y lo dejaste en la oscuridad.
—No es incorrecto.
—Dijo que deberías saber que está bien—. Su respiración se
estremeció fuertemente. —Le gusta más la oscuridad.
Seong-Jae abrió los ojos, mirando a Sarah. ¿Qué le había hecho Sila
a esta chica? ¿Había pasado todo su tiempo trabajando en ella sólo para
que un día entregara este mensaje?
¿O simplemente había sido un daño colateral, algo para
entretenerse mientras él movía sus hilos y jugaba sus juegos?
¿La ruina en la que se había convertido la vida de Sarah era
enteramente culpa de Seong-Jae?
—Sarah... ¿ha venido a verte desde que te encarcelaron?
—No—, dijo ella rápidamente. —No quiero verlo—. Se encogió de
nuevo, encajándose en la esquina. —Me da miedo. Hace que me asuste de
mí misma.
—Aquí estás a salvo—, aseguró Seong-Jae. —Nadie puede verte sin
el permiso de tus padres. Pero si lo intenta... — Se mojó los labios. —Por
favor, dile al personal de la institución que se ponga en contacto conmigo.
Dejaré mis datos en el mostrador.

96
Cole McCade Criminal Intentions #7

—De acuerdo—, aceptó con una pequeña inclinación de cabeza. —Si


me hacen caso.
Seong-Jae no sabía qué decir. Se sentía a la vez entumecido y
completamente desnudo para exponer todas las partes dolorosas de él que
había mantenido protegidas de la luz.
Y no podía quedarse aquí.
—Gracias, Sarah. Esto ha sido muy esclarecedor—, dijo, poniéndose
en pie. —Por favor, cuídate.
Golpeó la puerta y se colocó delante de la ventana que había en la
puerta para que el celador pudiera verlo. Pero la voz de Sarah flotó a su
espalda, tirando de él como si se tratara de la cola de su camisa.
—¿Sr. Libélula?
—Yoon—, corrigió en voz baja. —Me llamo Seong-Jae Yoon.
Aunque se preguntaba si lo era, de verdad. Si Seong-Jae Yoon era
sólo una máscara...
Y en el fondo era la libélula, revoloteando indefensa con sus alas
aprisionadas en los dedos que la agarraban.
—Señor Yoon—, repitió lentamente, con la voz pequeña. —¿Me
odia? ¿Por lo que hice? — Volvió a moquear, tragando fuerte. —Dijo que
eras gay... y... maté a muchos gays, fue... fue horrible, me odio...
Seong-Jae se obligó a mirarla. Se obligó a dejar de lado sus
sentimientos para procesar a la chica que tenía delante, acurrucada, con
los ojos desorbitados y la boca con un giro amargo de autodesprecio. No
tenía una respuesta fácil. No sabía si alguna vez podría contentarse con
una respuesta fácil, cuando tanto lo que le ocurrió a Sarah Sutterly como
lo que ella hizo fueron tragedias que nunca debieron ocurrir.
Y sólo negó con la cabeza, y dio la única respuesta que podía.
—Odio lo que hiciste—, dijo. —No te odio.
Ella sólo le miró fijamente, con los ojos muy abiertos. La puerta
zumbó, se abrió de golpe... y Seong-Jae salió, de vuelta al mundo real, al
presente, al ahora que lo esperaba para lidiar con él cuando ni siquiera
podía lidiar con su propio pasado... y mucho menos limpiar a una chica de
sus pecados.
Pero tampoco puedo perdonarla.

97
Cole McCade Criminal Intentions #7

7: En las calles de abajo


Malcolm se reclinó en la silla de su escritorio y se desplazó por los
interminables listados de chicas ahogadas en el Patapsco en los últimos
dos o tres años, pero incluso reduciendo los parámetros de búsqueda a la
altura, el peso, el color del pelo, la edad estimada y otras características,
seguía teniendo docenas de listados, la mayoría de ellos de desconocidas,
y nada que le diera una pista.
Nada que relacionara a ninguna de las chicas con Anne Newton por
victimología, algún factor común que le diera una ventana al perfil del
sospechoso.
Frunció el ceño, golpeando un lápiz contra su labio inferior, y luego
se inclinó hacia delante para tomar su teléfono y enviarle un mensaje a
Sten. Hola. ¿Hay alguna forma de limitar la búsqueda en la base de datos
de víctimas por tipos de heridas incidentales y marcas en el cuerpo?
Si pudiera cotejar esas marcas, tal vez... solo tal vez podrían
encontrar un patrón.
Si Anne no era la primera del perpetrador.
Una prueba que falló, y ahora tendría que ser más sutil y más
seguro en el método del asesinato. No era una teoría que le gustara a
Malcolm, cuando el perpetrador podría estar oculto durante años
mientras perfeccionaba su método para buscar otra víctima sin ser
descubierto. De todos modos, podría no ser un asesino en serie.
Suicidio o crimen pasional.
Pero eso hacía que los informes de las víctimas fueran
completamente inútiles.
Suspiró, mirando su teléfono mientras sonaba. ¿Qué, crees que
tenemos presupuesto para operar en este siglo?
Genial.
Se tensó cuando unos brazos le rodearon por detrás y, por un
momento, respiró con la esperanza de que fuera Seong-Jae... pero los
delgados brazos eran demasiado finos, demasiado ligeros, su forma era
incorrecta, el peso contra su espalda demasiado pequeño y ligero.
—Hola—, dijo Sade.

98
Cole McCade Criminal Intentions #7

Malcolm arqueó una ceja, girando la cabeza para mirarlos por


encima del hombro, pero la cabeza de Sade estaba inclinada, la larga
sábana de su cabello castaño oscuro ocultando su rostro.
—¿Así que ahora me estás hablando tú a mí? — preguntó Malcolm.
—Lo siento—. Los brazos de Sade se tensaron y apoyaron su frente
en la nuca de Malcolm. —Te echo de menos. Echo de menos a mi amigo.
La nota lastimera en la voz de Sade casi hizo que Malcolm se
quebrara en ese momento, pero ahora mismo estaba más que nada
condenadamente confundido. —Pero dijiste que no lo éramos.
—Sé lo que dije—. La voz de Sade se quebró. —Se supone que eres lo
suficientemente inteligente como para saber cuándo estoy mintiendo,
maldito zoquete.
Mierda. Que le den a Malcolm por ser blando, pero no podía
escuchar ese tono en la voz de Sade y simplemente ignorarlo.
—Sade—. Apoyó la mano en un antebrazo delgado como una
ramita; la piel de Sade estaba fría, con punzadas en la palma. —Sade,
¿estás bien?
Sade sacudió la cabeza, el pelo temblando contra los hombros y el
cuello de Malcolm. —No. No, no lo estoy, y ni siquiera puedo decirte por
qué.
—¿Es Huang? ¿Te está haciendo daño? ¿Te está extorsionando?
—No... no, no lo hace—. Pudo escuchar la sonrisa triste en la voz de
Sade. —He conocido a Jason toda mi vida, Mal.
—Oh. — Aquella era una información nueva, que lo estremecía:
aquellas marañas de telas de araña que lo rodeaban, y con cada cosa
nueva que aprendía esas marañas empezaban a sentirse como una soga
que se cerraba. —Entonces... ya sabes...
—Sí—, murmuró Sade miserablemente. —No puedo... no puedo
decírtelo más. No quiero que te hagan daño.
—No te preocupes por mí—. Apretó su brazo con suavidad. —Estoy
preocupado por ti.
—Es curioso... yo estaba pensando lo mismo sobre ti.
—¿Por qué?
—Mal... Yoon es... — Sade lanzó un profundo suspiro. —Hay cosas
que no sabes de él. Cosas que no puedo contarte por las mismas razones
que no puedo contarte sobre Jason.

99
Cole McCade Criminal Intentions #7

Malcolm se puso rígido y apenas se contuvo para no arremeter, con


palabras afiladas en la punta de la lengua, a la defensiva. Se mantuvo
callado hasta que pudo encontrar algo neutral, algo que no demandara
que Sade mantuviera sus asuntos con Yoon para sí mismo porque...
porque...
Porque Malcolm estaba de cabeza, y siendo irracional.
—¿Por qué parece que todo el mundo lo sabe todo menos yo?
—Porque a pesar de lo corrupto que intentas aparentar ser... en
realidad eres bastante noble, Mal-Mal—. Sade se apartó y rodeó la silla de
Malcolm para enfrentarse a él, apoyando las caderas en su escritorio y
mirándolo con un fantasma de sonrisa cansada. —Eres un poco
demasiado brillante para el mundo en el que vivimos los demás.
—¿Así que ahora te crees que eres oscuro y desafiante?
—No te hagas el listo—. Su sonrisa se fortaleció. —Ese es mi
trabajo—. Los ojos leonados se demoraron en Mal, pareciendo hurgar en
él, metiéndose en él con dedos pequeños y suaves. —...estás realmente
enamorado de él, ¿verdad?
—Sí—, admitió Malcolm. —Supongo que lo estoy. Parece que todo el
mundo nos ha estado viendo como la telenovela de la oficina durante
semanas.
—Los dos estaban siendo bastante... — Sade puso los ojos en blanco
y movió los dedos. —Además, escuché a Anjulie gritándote que olías a
mierda. Así que... supongo que no vas a escuchar si te digo que te alejes de
él.
—No, probablemente no—. Malcolm se acomodó en su silla,
observando atentamente a Sade, jugueteando con su lápiz entre los dedos.
—¿Cómo sabes esas cosas sobre Seong-Jae, Sade?
—No estoy siendo demasiado socarrón cuando digo que se trata de
información clasificada—, respondió con gravedad.
—¿Cuál es tu autorización de seguridad?
Un encogimiento de hombros autodespreciativo. —Lo
suficientemente alta como para que ni siquiera entiendas lo que significan
las siglas.
Malcolm guardó silencio, aunque sólo fuera porque no sabía qué
decir. No cuando aquel brillante y dulce trozo de araña estaba de pie
frente a él y le decía que tenía toda una vida secreta clasificada que Mal
nunca había adivinado, de alto secreto y que probablemente implicaba
cosas que Malcolm no quería saber. Cosas que podrían cambiar la forma
100
Cole McCade Criminal Intentions #7

en que veía a Sade para siempre, o entender lo que había pensado que era
una relación de amistad y trabajo bastante sencilla.
—Sade... ¿realmente te conozco?
—Conoces la parte de mí que importa—. La sonrisa de Sade era más
bien una hoz de dolor. —La parte de mí que se preocupa por mi amigo. La
parte de mí que te necesita.
—¿Para qué me necesitas?
Sade se inclinó y arrancó el lápiz de las manos de Malcolm, lo dejó
caer sobre el escritorio, y luego tomó la mano de Malcolm con las suyas,
con sus pequeños dedos agarrados con fuerza.
—Sólo esto, aquí mismo—, dijo suavemente. —Sólo una relación
sencilla y sin complicaciones con un amigo al que sé que le importo—. Se
rio temblorosamente, espeso y cargado de humedad, con los ojos
brillantes. —Si todavía lo haces, de todos modos.
—Nunca dejé de hacerlo—, dijo Malcolm, aunque le doliera ver a
Sade así, no poder hacer nada al respecto, y apretó sus manos. —Tratabas
de protegerme, ¿verdad? Alejándome.
—Llevabas mucho tiempo intentando protegerme—. Se encogió de
hombros con pesar. —Soy una mierda devolviendo el favor.
Malcolm lanzó un profundo suspiro. —Así que esto es de verdad.
Volvemos a ser amigos, pero con todas estas cosas crípticas que se supone
que no debo cuestionar.
—Lo siento. Pero tiene que ser así—. Sacudió la cabeza, con el pelo
cayendo en ondas líquidas sobre su pecho. —A veces los secretos hacen
que la gente muera. No puedo dejar que te hagan daño por mi culpa,
grandísimo zoquete.
—Pero tampoco me dejas tomar esa decisión por mí mismo—,
señaló Malcolm. —Y no me dirás lo que necesito saber para decidir, sobre
Seong-Jae.
Aunque se preguntaba si se trataba de los antecedentes juveniles
sellados de Seong-Jae. Sobre ese verano en rehabilitación...
...o si había más cosas de Seong-Jae que no había descubierto, cosas
oscuras y condenatorias, tan secretas como podía ser Seong-Jae.
No le gustaba esta sensación de duda.
—No creo que nada de lo que pueda decir te haga cambiar de
opinión—, dijo Sade con tristeza. —Amas demasiado, Mal. Aunque los
rompa a los dos.
101
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Gabi también dijo algo así una vez.


—Sólo... trata de no romperte demasiado fuerte, ¿de acuerdo? —
Sade retiró su mano-enderezamiento, tomando una respiración profunda,
una sonrisa brillante forzada mientras que cayó rápidamente con: —
Tengo algo para ti sobre Newton.
Malcolm miró a Sade, luego suspiró y simplemente... lo dejó pasar.
Está bien.
Por ahora, jugaría a fingir.
Al menos estaban hablando de nuevo, y eso no era poca cosa.
— ¿Apareció algo en los registros de la compañía telefónica? —,
preguntó.
—Sí, pero no hubo mucho. La compañía Verizon sólo muestra una
llamada en un período de setenta y dos días—. Se enderezó y sacó un fino
rollo de papel de copia de la parte trasera de sus vaqueros raídos y
garabateados con rotulador. —Sin embargo, tengo esto. ¿Esa llamada? —
Le ofrecieron los papeles a Malcolm. —Era para nosotros.
Malcolm desenrolló las hojas y arqueó una ceja ante el informe del
incidente. —¿Llamó al 911?
—Y colgó en cuanto la operadora contestó, pero quedó registrado en
el sistema. La central consiguió una localización y envió un coche, pero
encontraron una casa vacía y a nadie que llamara.
—Ahora me vas a decir que tienes la dirección archivada de la
llamada, y un nombre.
Sade metió dos dedos en el bolsillo del pecho de su camisa y sacó un
trozo doblado de papel cuadriculado de color púrpura con un gesto de
alegría, tendiéndoselo a Malcolm. —Geordan Ivers, cuarenta y tres años,
residente en la calle Montpelier.
—Demasiado para Adam. Por otra parte, el nombre de Anne no es
Eve—. Frunció el ceño ante el informe del incidente. —Supongo que no...
Malcolm ni siquiera estaba seguro de dónde había sacado Sade el
siguiente papel, ofreciéndoselo con grandilocuencia. —Orden de registro.
—No quiero saber dónde escondías eso.
Sade movió las cejas. —¿No lo quieres?
Con un paciente suspiro, Malcolm arrancó la orden de sus dedos. —
No tienes que andar besando culos para compensar nuestra pelea.

102
Cole McCade Criminal Intentions #7

Sade les levantó la barbilla y les presionó la palma de la mano sobre


el corazón. —Que sepas que siempre voy más allá del deber.
—...odias mover los hilos con los jueces.
—Eh, el rastro de la llamada al 911 hizo que se discutiera menos.
Frunciendo el ceño, Malcolm volvió a hojear el informe del
incidente. —¿No se notificó la llamada a sus padres? ¿Personas
Desaparecidas se olvidó del asunto?
—Por lo que sé, nunca llegó a personas desaparecidas. Se quedó
atascado en los datos pendientes. Podrían haber pasado meses antes de
que recibieran el aviso.
—Hay que amar el sistema—. Barajó las páginas y el papel de las
notas y se puso en pie. —Tengo que...
—Ve a buscar a Yoon, lo sé—. Sade cerró el puño y golpeó el brazo
de Malcolm. —Ve por él, Tigre20.
Él resopló. —No te voy a llamar MJ21.
—Y dejar que se note mi nerd interior—. Chasqueando los dedos,
Sade hizo un pequeño movimiento de espantada. —Ve. Atrapa a otro
asesino. Folla con tu novio.
—Hasta luego, arañita—. Malcolm se enganchó el abrigo y se
encogió de hombros en él; luego agarró un mechón de pelo de Sade y lo
acarició ligeramente. —Me alegro de volver a hablar contigo.
—Sí, Mal—, dijo Sade en voz baja. —Sí.
Se miraron durante unos instantes y Malcolm se preguntó si algo
volvería a ser realmente lo mismo.
Pero se obligó a separarse, alejándose de Sade y sacando su teléfono
mientras se dirigía a las escaleras.
Seong-Jae contestó después de apenas un timbre. —Sí.
—Todavía no te he preguntado nada.
—Deja de ser un imbécil.
Malcolm estalló en carcajadas y bajó con estrépito hacia el
aparcamiento. —¿Estás cerca del departamento?
—Estaba saliendo de mi casa.

20
Referencia a Spider Man.
21
Mary Jane.
103
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Bien. Sade tiene algo para nosotros.


—¿Y eso sería...?
—Una pista, una dirección y una orden de registro—, respondió
Malcolm. —Puedo recogerte o reunirme contigo allí.
Seong-Jae dudó. Cuando habló... Malcolm juraría que escuchó algo
raro en su voz, pero no pudo precisar qué. —Encuéntrame en tu casa—,
dijo. —Dejaré mi moto allí y podrás explicarme por el camino.
—Me parece bien. Nos vemos en un rato.
—Ah—, respondió Seong-Jae. —Como tú digas.
Como yo diga.
Malcolm sonrió y colgó la llamada, luego saltó la barandilla del
último tramo de escaleras y se dirigió a su coche.

104
Cole McCade Criminal Intentions #7

8: Movimientos
bruscos
Seong-Jae había esperado que una ducha y un cambio de ropa le
ayudaran a despejar su mente y a poner sus pensamientos en su sitio.
Por desgracia, lo único que había hecho era darle más tiempo para
reflexionar.
Simplemente había reflexionado mientras estaba mojado, lo que en
realidad no suponía una gran diferencia.
Sólo que ahora tenía mucho, mucho frío en el aire de octubre,
cuando no se había molestado en secarse el pelo.
Se sentó a horcajadas en su Harley, apoyando los brazos cruzados
en el manillar y con la mirada perdida en la calle, observando el coche de
Malcolm.
Mierda. Malcolm.
Seong-Jae ya tenía dudas. ¿Podía realmente hacer esto, sabiendo
que Sila estaba jugando algún tipo de juego retorcido que podría
involucrar a Malcolm?
¿Tenía alguna opción, cuando la única forma de mantener a
Malcolm a salvo era estar lo más cerca posible de él?
El viejo lobo en cuestión hizo su aparición, entonces, el Camaro
doblando en la esquina, reluciendo en negro y pulido bajo la brillante luz.
Malcolm aparcó y se bajó en una ágil flexión de músculos poderosos y
bestiales que sus impecables trajes no podían ni siquiera esperar enjaular;
Seong-Jae se levantó de la moto, apoyando el casco en el asiento, y se
acercó a Malcolm. Abrió la boca para hablar, pero Malcolm lo detuvo con
una mirada feroz, con los ojos azul pizarra oscuros.
—Oye—, dijo, acercándose, capturando el rostro de Seong-Jae en el
calor ardiente de sus palmas, acunándolo suavemente mientras esos ojos
vivos lo escudriñaban. —Oye. Tienes un aspecto horrible. ¿Qué ha
pasado?
—Nada—, mintió Seong-Jae, enroscando su mano contra la muñeca
de Malcolm. —Casi me encuentro con un conductor imprudente en un
camión muy grande. Todavía estoy un poco conmocionado.

105
Cole McCade Criminal Intentions #7

Malcolm, maldito sea por ser tan confiable, tan amable, pareció
aceptarlo al pie de la letra, con sus gruesas cejas fruncidas. —Mierda. Ten
más cuidado con esa máquina de la muerte.
Seong-Jae sonrió débilmente. —Suenas muy viejo ahora, Malcolm.
—¿Sí? La preocupación por tu seguridad me hace viejo, entonces
soy viejo.
Seong-Jae sólo negó con la cabeza, inclinándose y apretando un
beso en la comisura de la boca de Malcolm, en esa barba canosa que le
hacía cosquillas en la boca. Ese beso se sintió casi como una disculpa, y
Malcolm le ofreció una sonrisa desconcertada mientras se retiraba.
—Oye, ¿por qué fue eso?
—Por favor, no me hagas explicar mi lógica cada vez que siento el
impulso de besarte.
—Te tomo la palabra.
—¿El caso?
—Sí. — Malcolm hizo un gesto con el pulgar hacia el coche y, una
vez que se hubieron acomodado y él volvió a poner en marcha el motor,
continuó: —Sade sólo recibió una llamada de los registros de Verizon en
los últimos meses... pero fue una llamada perdida al 911 rastreada y
registrada en la dirección de un tal Geordan Ivers. No había nadie allí
cuando una patrulla apareció, pero se supone que vive allí—. Malcolm
sonrió. —También tenemos una orden judicial.
Seong-Jae levantó las cejas. —¿Significa eso que podríamos tener
un registro involuntario fácil?
—No existe un registro involuntario fácil—, dijo Malcolm
secamente. —Pero quién sabe, tal vez nos invite a tomar el té.

Geordan Ivers no les invitó a pasar a tomar el té.


106
Cole McCade Criminal Intentions #7

Estaba de pie en la puerta de su casa -una cosa extrañamente


diseñada en forma de V, dos torres de listones de madera de color azul
pastel conectadas por un porche triangular- con su bulto llenando la
puerta de lado a lado, un gran oso de hombre con un cultivo de pelo
castaño oscuro rizado y una barba marrón oscura igualmente rizada. Su
vientre firme y generoso sobresalía por encima de su cinturón, y su
camisa de franela a cuadros estaba perfectamente guardada bajo los
vaqueros. Los miraba a ambos con una especie de retraimiento
desinteresado.
—Sea lo que sea lo que vendes—, dijo con firmeza, —lo siento, pero
no me interesa.
Seong-Jae contuvo el impulso de poner los ojos en blanco y sacó su
placa del bolsillo interior, levantándola. —Placa. Orden de arresto. Chica
en coma. Llamada al 911 rastreada hasta su ubicación. Si es usted
Geordan Ivers, tenemos autoridad legal para registrar su propiedad.
Ivers parpadeó, con la mirada perdida. —Sólo dos de ellas tienen
sentido en el contexto de cada una, y voy a necesitar que me lo expliques.
Malcolm ofreció una fina sonrisa. —Podemos empezar por el hecho
de que somos de Homicidios BPD. Yo soy Khalaji, él es Yoon. ¿Podemos
hacer el resto dentro?
Ivers los miró con recelo, y algo pinchó en el fondo de la mente de
Seong-Jae... pero entonces Ivers dio un paso atrás con un asentimiento a
regañadientes. —Claro.
Malcolm cruzó el umbral.
Pero Seong-Jae se quedó, siguiendo el movimiento del viento y las
cabeceras de los centenares de margaritas blancas que aún florecían y que
deberían haberse marchitado y muerto con el frío, esparcidas por todo el
patio cubierto de vegetación.
Dejó de mirar y siguió a Malcolm e Ivers al interior.
La casa era íntima y oscura, y estaba completamente limpia. Todo
estaba ordenado en su sitio, ordenado en estanterías y alineado con
precisión rigurosa, desde las estanterías repletas de libros en el salón
hasta las tres cruces espaciadas con precisión colgadas en la pared del
comedor al que Ivers los condujo. La mesa brillaba con un resplandor
reflectante, la madera de cerezo oscuro era casi líquida en su brillo. No
había ni una mota de polvo en ninguna parte; no había pelusas ni restos
en el suelo.
Demasiado limpio.

107
Cole McCade Criminal Intentions #7

Y esa sensación de malestar golpeó con fuerza a Seong-Jae,


haciendo que todo su cuerpo se tensara con el mismo instinto de lucha o
huida que lo había golpeado en la iglesia y que algún sexto sentido, alguna
intuición, le advirtiera de que estaba a punto de entrar en el paisaje
infernal surrealista de un manipulador aficionado.
Esa misma sensación estaba aquí, y permaneció junto a la puerta,
atento y vigilante, incluso cuando Malcolm se sentó en la mesa del
comedor frente a Ivers.
—Eres muy devoto, ¿verdad? —, murmuró Malcolm.
Ivers gruñó, cruzando los brazos sobre la mesa. —Dios es la
Palabra, y la Palabra es Dios.
—Ajá—. Malcolm juntó las manos. —Keri Anne Newton. ¿Te suena
el nombre?
Ivers sostuvo la mirada de Malcolm con firmeza. Sus ojos marrones
oscuros estaban tranquilos, impasibles, sólo un poco confundidos. —No
puedo decir que me suene. ¿Quiere decirme de qué se trata y por qué
quiere registrar mi casa?
—¿Yoon? — preguntó Malcolm, y sólo eso le dijo a Seong-Jae que
Malcolm también lo sentía. Esa sensación de incomodidad retorcida y
mareada.
Normalmente llamaba a Seong-Jae "Yoon" delante de personas que
no merecían oír o decir su nombre.
Seong-Jae quería salir de esta casa antes de que se le aplastara el
pecho.
Pero se obligó a hablar cuando se lo pidieron, recitando con rigidez:
—Hace casi tres meses, Keri Anne Newton desapareció de la casa de sus
padres; se presume que se fugó considerando que también se llevó sus
pertenencias. Anoche la sacaron del río Patapsco, y es probable que esté
muerta por la mañana. Ella afirma que alguien la empujó. Y la última vez
que alguien tuvo alguna señal de que estaba viva... estaba haciendo una
llamada al 911 desde esta casa.
La propia falta de reacción de Ivers, aparte de esa perplejidad vacía,
era inquietante. Sacudió la cabeza. —No conozco a ninguna chica con ese
nombre. Podría haber hecho la llamada desde fuera, en la acera.
—Es posible—, convino Malcolm con suavidad. —No es probable.
Pero si quieres demostrar que estoy equivocado, puedes sentarte aquí
tranquilamente. Vamos a poner esta casa patas arriba. Y si encontramos
aunque sea una pizca de evidencia de que Anne estuvo aquí...

108
Cole McCade Criminal Intentions #7

—No entiendo por qué estás haciendo esto—, dijo Ivers. —No tengo
ninguna conexión con esa chica, ¿y ahora intentan hacerme culpable de
algo?
—Sólo estamos tratando de averiguar si alguien realmente la
empujó—. Malcolm tamborileó ociosamente con los dedos sobre la mesa,
y luego preguntó bruscamente: —¿Tiene usted esposa, señor Ivers?
Ivers ladeó la cabeza con una mirada extraña. —No.
—Es interesante que tenga un hijo, entonces—. La mirada de
Malcolm se dirigió a un marco de fotos en la mesa de acento sobre el
hombro de Ivers. —Y creo que ese hijo se llama Adam.
La transformación que se produjo en el rostro de Ivers fue
instantánea y terrible: los ojos se oscurecieron hasta volverse casi negros,
planos y absorbiendo toda la luz, sin parpadear y enfocados en Malcolm
con una mirada ajena. Seong-Jae tuvo que apartar la mirada, fijándola en
la foto, donde Adam -Adam Ivers- estaba con el señor Ivers, sosteniendo
un pez suspendido del hilo de pescar.
Ninguno de los dos sonreía.
Simplemente miraban a la cámara con idéntica expresión de espera.
—¿Qué tiene que ver todo esto con Adam? — preguntó Ivers sin ton
ni son.
Malcolm se sentó de nuevo en su silla, mirándole con esa mirada
fija y lobuna. —Ya veo de dónde lo saca—, dijo. —¿Por qué no nos habla
un poco de Adam, señor Ivers?
—No tengo nada que decir.
—Tienes algo que decir—, respondió Seong-Jae, masticando cada
palabra. —Hicimos una visita a Adam hoy, Sr. Ivers. Simplemente basado
en su conexión con ella a través de la iglesia. Fue muy conciliador con
respecto a la pérdida de los Newton, pero insistió en que no había
conexión alguna entre ellos y el delito. Sin embargo, rastreamos una
llamada al 911 desde el teléfono de Anne a esta casa... y descubrimos nada
menos que al padre de Adam Ivers. Una chica está casi muerta, Sr. Ivers.
Y cada vez parece más probable que o bien Adam lo hizo... o usted lo hizo.
Ivers endureció su columna vertebral, con la mirada vidriosa al
frente, y recitó: —Adam es el hijo de Dios, hecho por su mano.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Seong-Jae. —¿Estás
diciendo que eres Dios?

109
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Estoy diciendo que no tienes derecho a cuestionarme—,


respondió Ivers.
Malcolm sacó una hoja de papel doblada del bolsillo interior del
pecho y la alisó sobre la mesa, pasándosela a Ivers. —Esta orden dice que
sí. O podemos hacer esto en la comisaría, donde habrá mucha gente para
informarle de sus derechos.
Silencio. Silencio que ahogaba la habitación, llenando tan
espesamente desde la pared a la otra como el abrumador olor a pachuli 22
que impregnaba la habitación, y Seong-Jae no podía respirar. No debería
tener una reacción tan fuerte, pero después de hablar con Sarah Sutterly...
Demasiado.
Era demasiado, demasiado familiar, y recordaba muy bien lo rápido
que unos ojos cálidos y adoradores podían volverse planos y vacíos,
mirándolo fríamente.
Y eso despertaba una ira oscura y acalorada en su interior, algo que
no podía permitir que se le escapara de las manos.
Se apartó de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho,
como si pudiera contenerse. —Le hemos hecho una pregunta, señor
Ivers—, gruñó. —Háblenos de su hijo. O háblenos de Anne. ¿Estaba ella
aquí?
No hubo respuesta. Entonces, robótico, escueto, —Ella se quedó
aquí por un tiempo.
—¿Por qué dijiste que no la conocías? — Malcolm preguntó.
—Porque me estás interrogando con mala intención—. La voz de
Ivers se levantó de repente, bruscamente, un timbre de juicio que se hizo
aún más inquietante por la expresión mortecina de su rostro. Sin
embargo, un momento después cambió, un interruptor se encendió, una
vez más sin tono y vacío. —Se escapó de casa y necesitaba un lugar donde
quedarse. Habría sido poco piadoso por mi parte rechazar a una inocente
perdida.
—Inocente perdida. ¿Es eso lo que era para ti? — Preguntó Seong-
Jae. —¿Por qué huyó, Sr. Ivers? ¿Por qué corrió hacia usted?
—Adam era su guía espiritual en la iglesia. Era natural que ella
recurriera a él al huir de un hogar abusivo.

22
Es la planta conocida comúnmente como pachulí o pachuli. Es una planta y aceite esencial obtenido
de las hojas de la planta del mismo nombre. La esencia de pachulí es fuerte e intensa. Se la ha usado
durante cientos de años en perfumes, y crece en el oeste y este de la India.
110
Cole McCade Criminal Intentions #7

Era desconcertante ver los patrones de lenguaje de Adam reflejados


en su padre, sólo que con ese extraño vacío, como si Ivers se hubiera
desangrado de su cuerpo y se hubiera encerrado para dejar sólo una parte
de su cerebro activa para recitar respuestas secas.
—Es interesante, señor Ivers—, dijo Seong-Jae, y por un momento
los hombros de Ivers se pusieron rígidos. Su mirada se movió un
milímetro en dirección a Seong-Jae antes de volver a mirar al frente.
Seong-Jae levantó una ceja. —¿Qué? ¿No te gusta que diga tu nombre? Tú
le enseñaste a Adam ese truco, ¿no? Cómo influir en la gente creando un
vínculo artificialmente personal con ellos—. Seong-Jae se acercó a la
mesa, apoyó una mano en ella y se inclinó sobre ella, asomándose al
espacio de Ivers. —Ahora estoy siendo personal contigo. Te estoy
invadiendo físicamente. Amenazando tu libertad. Amenazando a tu hijo.
¿Cómo te hace sentir eso?
—No siento nada—, contestó Ivers de manera uniforme, antes de
que esa mirada oscura y feroz se dirigiera a Seong-Jae, fijándose en él
como una mira. —Pero no me toques.
—¿Por qué iba a hacerlo, señor Ivers? — Preguntó Seong-Jae en voz
baja. Se negó a dejar que esa mirada ajena lo acobardara, se negó a
apartar la vista. —Conozco sus derechos. No le pondré una mano encima.
Pero alguien le puso la mano encima a Anne Newton. Muchas manos.
Alguien la cortó. La quemaron. Heridas recientes. ¿Ella obtuvo esas
heridas aquí, Sr. Ivers?
—Ya se lo dije. Sus padres abusaron de ella.
—Verá, no creo que lo hicieran—. Ese tranquilo, casi sardónico,
rugido, contrapunto a las afiladas facetas de Seong-Jae, esa dinámica que
surgió entre ellos hasta que se abalanzó sobre el sospechoso como si fuese
un gato con un ratón particularmente malicioso. —No creo que vayamos a
descubrir que la huidiza Anne estuvo en el sótano de los Newton, siendo
torturada por sus sádicos padres, sólo para conseguir escapar una noche,
correr hacia ti, y volverse a ir. Así que creo que estuvo aquí. Siendo
torturada por ti.
La boca de Ivers se torció. —Nunca toqué a esa chica.
—¿Lo hizo Adam? — Preguntó Seong-Jae. —¿Quizás cortó
suficientes pedazos de ella hasta que encajara en la forma de Eva?
Una palabra, Eva... y la máscara vacía de Ivers se desprendió para
dejar una cosa retorcida y odiosa, un rostro cruel lleno de rabia y
aborrecimiento, su presencia como una fuerza física empujando hacia
ellos con pura intención violenta.

111
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Eva era una puta.


Ni Seong-Jae ni Malcolm dijeron nada mientras se limitaban a
mirar a Ivers por lo que era, mientras asentaba lentamente sus agitadas
respiraciones, con una mirada fulgurante que pasaba entre ellos. Cuando
se dio cuenta, el rostro de Ivers se suavizó de nuevo, y esa coraza vidriosa
e inexpresiva volvió a cubrir sus ojos.
—Se te dan muy bien las respuestas evasivas e incendiarias—,
señaló Seong-Jae. —Casi se podría pensar que quieres mantenernos
desequilibrados.
—Se equivocan de personas—, insistió Ivers con sílabas lentas y
espaciadas. —Servimos a Dios en toda su bondad. Mi hijo está destinado a
la grandeza en el servicio de su palabra.
—¿Le dices eso todos los días? — preguntó Malcolm. —Que es la
encarnación de Dios. Destinado a la grandeza—. Se acarició la barba,
pensativo. —Creo que ha jodido a su hijo, señor Ivers.
De la quietud al movimiento en medio segundo, la silla de Ivers se
echó hacia atrás en un grito mientras se lanzaba a ponerse de pie, y luego
se congeló cuando Malcolm y Seong-Jae se separaron para flanquearlo,
bloqueándolo detrás de la mesa.
—No lo creo—. Malcolm chasqueó la lengua y buscó en su abrigo las
esposas. —Esta parece una mesa bastante sólida, ¿no es así, Yoon?
—Bastante sólida, sí.
—Entonces, señor Ivers. Se va a dar la vuelta y se va a arrodillar, y
yo lo voy a esposar a esta mesa. Vamos a buscar en esta casa, y en los
terrenos. Si no encontramos nada, puede que no le arrestemos.
—Si no estoy arrestado, no pueden esposarme.
—Podemos hacerlo si supones un peligro para ti y para los demás—.
Malcolm abrió las esposas con un chasquido. —Ahora mismo corres el
peligro de violar una orden de registro legalmente autorizada, así que
ponte de rodillas.
Lentamente, a regañadientes y con dificultad, Ivers obedeció,
llevando los brazos hacia atrás... pero se puso rígido cuando su teléfono
vibró en el bolsillo trasero.
—¿Es Adam? — Seong-Jae preguntó. —¿Dónde está?
—Haciendo un servicio para el Señor—, gruñó Ivers. —¿Cómo se
supone que voy a saber quién es con las manos en la espalda?
—Sácalo—, ordenó Malcolm. —Déjame ver.
112
Cole McCade Criminal Intentions #7

Moviéndose con rigidez, Ivers sacó su teléfono del bolsillo trasero;


un toque de resentimiento rompió su calma cuando pasó la pantalla y la
levantó, mirando a Malcolm.
—'Pronto en casa, ¿necesitamos leche? ' — Malcolm leyó, luego
ladeó la cabeza hacia Ivers. —Adelante. Dile que no necesitas leche. No le
avises. Sin palabras clave, nada. Deja que piense que todo es normal.
Ivers estornudó -de forma extraña y plana, como una imitación de
una mueca real- y pasó el dedo por la pantalla, luego se lo mostró a
Malcolm de forma amotinada. —¿Cómo pueden vivir con ustedes mismos,
persiguiendo a los elegidos de Dios?
Una extraña expresión pasó por el rostro de Malcolm. Abrió la boca,
luego la volvió a cerrar, antes de decir: —...voy a arriesgarme a decir que
no tenías ni idea de que yo era judío y que eso suena ridículo viniendo de
ti. Cuando Ivers empezó a abrir la boca, torciendo la cara una vez más,
Malcolm levantó un dedo grueso. —No. No. Ni un solo comentario
antisemita por tu parte. Cierra la boca. Manos.
Seong-Jae observó insensiblemente mientras Ivers presentaba de
mala gana las manos a la espalda, y Malcolm se arrodilló para esposar una
muñeca, hacer un bucle con la cadena alrededor del travesaño que se
extendía entre las patas de la mesa, y luego esposar la otra muñeca.
Enderezándose, Seong-Jae se retiró hacia la puerta.
No podía seguir en la habitación con Ivers.
Se sentía como si respirara veneno.
—Tengo que salir—, dijo.
Malcolm se puso de pie, quitando el polvo de las rodillas de sus
pantalones. —¿Estás bien?
—Sí. Sólo necesito aire. Puedo empezar con el barrido exterior, si
quieres, mientras tú buscas dentro.
—Eso funciona—, dijo Malcolm. —Llámame si me necesitas.
Seong-Jae asintió y salió al aire fresco y claro, sacudiendo la cabeza
e inspirando profundamente hasta que ya no pudo oler el pachulí. Sólo a
margaritas, aunque eso no era mejor. Se quitó el pelo de la cara.
No podía quebrarse así.
No cuando cada vez que surgía esta oscura y horrible sensación de
malestar, de maldad...

113
Cole McCade Criminal Intentions #7

Solo hacía que necesitara algo, que ansiara algo que borrara el
mundo y que hiciera desaparecer todos los sentimientos asfixiantes,
claustrofóbicos y equivocados.
Después de tomarse unos momentos para tranquilizarse, volvió a
salir al césped y se dirigió al cobertizo del patio trasero. El patio estaba
casi vacío, salvo por ese cobertizo y unos cuantos utensilios de jardinería
apilados contra la pared trasera de la casa; el cobertizo también podía ser
un buen lugar para empezar, y el viejo y pesado candado de hierro de la
puerta no impidió en absoluto que Seong-Jae la abriera en cuestión de
segundos con un rápido giro. Abrió las puertas dobles del cobertizo,
dejando entrar la luz del día.
Y dejando salir el hedor de la ocupación humana.
El olor de un cuerpo confinado en un espacio reducido, sudor y piel
desprendida y fluidos corporales y necesidades físicas, un cubo apestoso
en la esquina que desprendía la mayor parte, pero el olor de lo humano
parecía impregnar la madera del suelo, la tela de un andrajoso jergón 23,
restos de tela por todas partes. No había nadie dentro, pero el hedor era
tan abrumador que constituía una presencia propia, que picaba los ojos
de Seong-Jae y lo obligaba a girar la cara, tosiendo sobre su antebrazo.
Pero no antes de vislumbrar algo en la pared interior de madera.
Un dibujo de una flor, rayado con líneas torpes, los bordes de la
madera pálida manchados de rojo oscuro y oxidado.
Atónito, con el malestar burbujeando en su estómago, retrocedió,
alzando la voz y lanzándose hacia la casa. —¿Malcolm? —, llamó, y rompió
a toser, antes de volver a intentarlo. —¡Malcolm!
En cuestión de segundos, los pasos de Malcolm se estrellaron en el
porche mientras la puerta se abría de golpe, y Malcolm se lanzó al césped
y hacia Seong-Jae.
—¿Seong-Jae? ¿Qué pasa? —, preguntó sin aliento. —¿Estás bien?
Antes de que Seong-Jae pudiera responder, el sonido de un portazo
de coche llegó desde la entrada, y ambos levantaron la vista.
Adam Ivers salía de un pequeño coche compacto azul y los miraba
con cautela y retraimiento, pero con un toque de comprensión. Y la
mandíbula de Malcolm se puso sombría, mientras miraba hacia el interior
del cobertizo, luego a Adam, y Seong-Jae no creyó que Malcolm se diera

23
Colchón relleno de paja, hierba o esparto sin puntadas o bastas que mantengan repartido y sujeto el
relleno.
114
Cole McCade Criminal Intentions #7

cuenta de que se había colocado protectoramente frente a Seong-Jae,


haciendo una pared con su cuerpo.
—Bueno, entonces—, dijo Malcolm, su tono agradable casi
burlándose del de Adam. —Hola de nuevo, Adam.

115
Cole McCade Criminal Intentions #7

9: El chico siente algo


extraño
Al menos Adam Ivers no había intentado huir.
Si lo hubiera hecho, Malcolm no habría confiado en el resultado.
No después de ver aquella celdilla mugrienta y escuálida en aquel
cobertizo de almacenamiento, las moscas arrastrándose sobre la comida
podrida, el rizador de pelo tirado en un rincón con la varilla de metal
manchada de escarlata oscuro.
Si Adam hubiera corrido...
No.
Malcolm no quería pensar en lo que habría hecho. En cómo habría
expulsado el asco y la decepción enfermiza por la humanidad que
persistían en él incluso ahora, mientras estaba de pie en el pasillo fuera de
las salas de interrogatorio adyacentes y miraba dentro a Ivers el mayor y a
Ivers el menor, ambos retratos de estudios de disociación autoinducida
deliberada, incluso si Adam se retorcía significativamente más.
Sin embargo, su padre no era tan amable. El hombre tenía un poco
más de experiencia al respecto y esta vez no creía que fueran a romper a
Ivers hijo por ir detrás de Ivers padre.
—Tengo un déjà vu—, murmuró Seong-Jae a su lado, con los brazos
apretados a su alrededor. — ¿Es algo en el aire en esta época del año?
—No. Es sólo la vida. Tal vez los Sterling necesitan malditos
compañeros de celda—. Malcolm suspiró. —Todavía no podemos probar
nada más que alguien estuvo en esa choza. Un dibujo de una flor hecho
por una chica que amaba las flores no es concluyente.
—Que venga Cara—, dijo Seong-Jae. Sus ojos estaban extraños y
vidriosos y planos y un poco demasiado dilatados. —Sangre. Huellas. Hay
muchas pruebas de ADN para demostrar que Anne fue torturada allí.
—Sí. Pero aun así, lo único que prueba es que ella estuvo allí y se
lastimó. Podrían afirmar fácilmente que se hirió a sí misma. No que la
encarcelaron; no que la torturaron; no que Adam Ivers la empujó de un
puente—. Malcolm odiaba cada palabra. La fea realidad de ello. —Todo es
circunstancial, Seong-Jae. Tenemos hipótesis y un par de imbéciles con
problemas de actitud y ninguna prueba sólida.

116
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Si tratamos de maniobrar una confesión, puede ser desechada por


ser forzada.
—Entonces intentemos hablar con él—, dijo Malcolm. —Sólo con
Adam. Volveremos a hablar con el padre si es necesario.
—Sí—, asintió débilmente Seong-Jae.
Malcolm frunció el ceño y se acercó, lo suficiente como para
apoyarse en él sin romper la regla de no hacerlo en la oficina. —Oye, tú—.
Observó a Seong-Jae de reojo. —¿Cómo lo llevas?
Seong-Jae se sacudió sutilmente y pareció que iba a protestar, antes
de suspirar, con su peso apoyado en Malcolm, cálido y pesado. —
Vacilante.
—¿Hablamos?
—Más tarde— dijo Seong-Jae. —No tengo las palabras, por el
momento.
—Está bien—. Malcolm le robó la mano entre el espacio sombreado
y blindado que había entre ellos y la apretó brevemente antes de soltarla.
—Vamos a ver si nos hablan a nosotros, en cambio.
Malcolm se apartó de la pared, pero Seong-Jae no lo siguió. Sólo
siguió mirando hacia la sala de interrogatorios donde Adam esperaba,
esposado a la silla. Malcolm miró hacia atrás.
—¿Seong-Jae...? — Esa mirada hueca en los ojos de Seong-Jae le
preocupaba.
Pero era mejor que no fuera allí. Seong-Jae sólo tenía ojos para
Adam, mirándolo fijamente a través del cristal de seguridad, su
respiración se hacía cada vez más superficial hasta que abruptamente
soltó,
—Tiene un tipo.
—¿Un tipo?
—Todas esas chicas de la iglesia no se parecían simplemente—, dijo
Seong-Jae con estrépito. —Tenían un cierto aire infantil. Inocencia
sexualizada—.
Malcolm emitió un sonido nauseabundo en el fondo de su garganta,
el desgarro aumentó. —¿No crees que es...?
—No quiero pensar en ello—. Seong-Jae negó con la cabeza y luego
hizo un gesto de dolor, presionando el borde de la palma de la mano entre

117
Cole McCade Criminal Intentions #7

los ojos, cerrándolos. —Pero él no quiere tocarlas, o eso dice. Algo lo


repele.
—Pecado y tentación en uno—, concluyó Malcolm. —Pone lo que
quiere frente a sí mismo para probar su propia voluntad, pero las condena
por tentarlo. Y la que más lo tienta... la castiga.
—No. — Seong-Jae negó con la cabeza. —Él la prepara. Dijimos que
los chicos son todos individuales, pero las chicas son todas
intercambiables. No. Eso no es así en absoluto—. Abrió los ojos, mirando
fijamente a la habitación una vez más, con su mirada plana y negra de
odio. —Las chicas son todas Eva.

118
Cole McCade Criminal Intentions #7

10: Cuando los pájaros


iluminan el cielo
Seong-Jae no confiaba en su propia percepción de la realidad en
este momento.
No cuando a veces, al mirar en esa habitación, veía a Adam Ivers.
Y a veces veía una larga y sedosa cabellera rubia, un ojo verde y otro
azul, fijamente mirando hacia él con una sonrisa cómplice que parecía
decir "lo sé".
Sé lo que quieres.
Lo que piensas, lo que sientes.
Te conozco por dentro... y puedo ponerte del revés.
La cabeza lo estaba matando. Pero se obligó a seguir a Malcolm a la
sala de interrogatorios y se situó cerca de la puerta, como siempre,
dejando que Malcolm hablara mientras Seong-Jae se limitaba a añadir el
peso de su presencia.
No creía que pudiera soportar mucho más, en este momento.
Malcolm se dejó caer en la silla frente a Adam. Adam se limitó a
mirarlo con una sonrisa insípida, mientras Malcolm decía: —Es de muy
mala educación para una cita hacer cagar a una chica en un cubo y luego
empujarla por un puente.
Los ojos de Adam brillaron. —Lo sería, sí. ¿Es eso lo que le pasó a
Anne?
—Dímelo tú—, dijo Malcolm. —Vamos a enviar a los forenses a tu
casa, Adam. Van a encontrar sangre, materia biológica y huellas dactilares
de Anne. Y entonces vas a ir a la cárcel por asesinato.
—Excepto que sin el testimonio real de los testigos, no puedes decir
que empujé a nadie, Malcolm—. Adam estaba casi engreído, muy
convencido de su posición. —Le dimos a Anne un lugar para vivir. No
podemos evitar que ella eligiera vivir en la miseria. Nuestro único crimen
fue no limpiar el lugar inmediatamente después de que ella se fuera.
—No me mientas—, dijo Malcolm. —Es difícil limpiar después
cuando estás cautivo. Realmente me hace preguntarme cómo fueron los
últimos meses de su vida. ¿Por qué las quemaduras? ¿Qué hicieron?

119
Cole McCade Criminal Intentions #7

—No sé a qué te refieres—, dijo Adam. —¿Se quemó ella misma?


—Yo sé por qué—, dijo Seong-Jae, y sintió un cierto placer perverso
en el toque de miedo muy real en la mirada escudada de Adam cuando se
dirigió a él. —Tú eres Adam, buscando a tu Eva. La primera madre. Como
la madre que te abandonó, y que necesita ser castigada por ello—. Levantó
las cejas. —Después de todo, ¿qué mujer indigna dejaría al hijo de Dios?
Adam vaciló, y luego se encogió de hombros con desparpajo. —He
oído que Jesús estaba realmente casado, en vez de la idea común de que
era célibe.
—¿En serio? — preguntó Malcolm con sorna. —¿Con eso te quedas?
—Porque no tiene otra cosa—, dijo Seong-Jae. Parecía no poder
contenerse más de lo que parecía poder apartar su mirada de Adam; algo
vicioso se estaba gestando en su interior, algo que conocía demasiado bien
el castigo. —Él lo sabe. Sabe que lo vemos como lo que es. Que quemó,
atormentó y mutiló a esa chica porque quiere quemar, atormentar y
mutilar a la madre que lo abandonó. Si la hiere lo suficiente, podrá
perdonarla. Purificarla. Y luego... ¿qué? ¿Una nueva tierra con sus
adherentes, como las caras frescas de Adam y Eva?
Adam se rio amablemente. —Creo que tienes una idea equivocada
sobre el Nuevo Renacimiento.
—No—, siseó Seong-Jae. —Tengo la idea correcta sobre ti. Sé lo de
tu madre, Adam.
Tanto los ojos de Adam como los de Malcolm se abrieron de par en
par hacia él. Malcolm lo miró con extrañeza, mientras Adam lo miraba
con la primera emoción sincera que había mostrado hasta entonces.
Un terror profundo y satisfactorio, con gotas húmedas formándose
en su frente.
Seong-Jae se había tirado un farol... pero se lo había tirado bien.
Y mantuvo esa mirada descarnada y asustada, devolviendo lo único
en lo que era realmente bueno.
El dolor.
—Ella quería escapar de tu padre, ¿no es así? —, preguntó
suavemente. —Ella quería salir. Él la asustaba. Pero también la
controlaba, y sólo había una forma de escapar. Una noche, sola,
simplemente... saltó. Y más tarde la encontraron en el agua, dejándote
solo con él. Te dejó atrás.
—Cállate—, susurró Adam.

120
Cole McCade Criminal Intentions #7

Seong-Jae no se calló. —¿Por eso la empujaste? ¿Esperabas que, si


sobrevivía, fuera tu Eva? ¿Que probaría que es digna?
—¡Cállate! — Adam gritó.
—¿Por qué? — Preguntó Seong-Jae. —Dime... ¿es Anne tu primera?
¿O hubo otras Evas? ¿Todas te fallaron como lo hizo tu madre?
—No—, gritó Adam entre grandes jadeos, con los ojos húmedos y la
cara roja y manchada. —¡Yo no la empujé! No la empujé.
Seong-Jae sólo lo miró fríamente. La violencia latente temblaba en
su interior, y no podía quedarse aquí. Lanzó otra mirada fulminante a
Malcolm, luego abrió de un tirón la puerta de la sala de interrogatorios y
salió al pasillo.
Se paseó de un lado a otro, pasándose los dedos por el pelo,
tratando de respirar. Malcolm le siguió unos instantes después,
alcanzándolo y tirando de él en sus brazos, envolviéndolo por detrás y
deteniendo a Seong-Jae en su camino.
—No estás bien—, murmuró Malcolm contra la espalda de su
hombro.
Seong-Jae se descolgó del agarre de Malcolm, mirando fijamente a
la nada. —Aléjalo de mí—, roncó.
—¿Seong-Jae...?
—Lo siento—. Respiró entrecortadamente. —Me recuerda
demasiado a alguien. Creo que voy a necesitar que completes el
interrogatorio solo.
—No puedo. No puedo hacerlo sin ti. La forma en que trabajamos
juntos... — Malcolm sacudió la cabeza contra el hombro de Seong-Jae. —
¿Cómo sabías eso de su madre?
—Conjeturas y perfiles—, dijo Seong-Jae débilmente. —Los asesinos
suelen repetir los incidentes formativos que los traumatizaron, intentando
diseñar un resultado mejor.
—Fue brillante. Aterrador y perturbador, pero brillante—. Los
brazos de Malcolm se apretaron a su alrededor, cobijándolo con fuerza y
calor. —¿Fue esto lo que dijo la Sra. Feng sobre el uso de su ira?
—Es probable.
—Pues úsala—, le instó Malcolm en voz baja. —No sabrá qué hacer
con la ira cuando no pueda controlar la situación. Una vez que tenga
tiempo para recuperarse volverá a la distracción. Sigue siendo engreído,
esperando que pueda ser más hábil que nosotros. Es un juego para él en el
121
Cole McCade Criminal Intentions #7

que sabe que es culpable, nosotros sabemos que es culpable, pero él


consigue sonreír y reírse porque no podemos demostrarlo. Así que lo que
sea que te enoja tanto... úsalo. Úsalo con él.
—Yo... — Seong-Jae cerró los ojos, apoyándose en el bulto de
Malcolm. —Puede que me pase de la raya, Malcolm.
—No lo harás. Porque tienes disciplina. Tienes autocontrol—.
Malcolm alisó una amplia palma sobre el estómago de Seong-Jae, como si
pudiera retenerlo dentro de sí. —Y me tienes a mí. Estaré allí para
mantener las cosas en orden. Y si te molesta demasiado... — Malcolm
acarició la espalda de Seong-Jae. —Nos detendremos. Me haré cargo.
Ah. Seong-Jae supuso que eso tenía sentido, pero la idea de volver
allí...
Pero —Cómo tú digas—, fue todo lo que dijo.
—Entonces, ¿cuál es el plan de juego?
—Como dijiste—, respondió Seong-Jae. —Usar sus propias tácticas
contra él... y dejarlo libre.
—¿Dejarlo ir? ¿Por qué?
—Porque no lo esperará. Entonces se preguntará por qué, y su
curiosidad será su perdición. Tendrá que meterse en la investigación, y
eso hará que lo atrapen.
Malcolm emitió un sonido pensativo. —¿Así que vamos a seguirlo?
—No—, dijo Seong-Jae. —No tendremos que hacerlo. Él vendrá a
nosotros.
Porque no podía volver a entrar allí. No podía mirar a Adam Ivers a
la cara y ver a Sila una y otra vez, o Seong-Jae se quebraría.
No importaba la fe de Malcolm en él...
Seong-Jae no tenía esa fe en sí mismo.

122
Cole McCade Criminal Intentions #7

Sin embargo, no esperaba tener tanta razón tan pronto.


Los Ivers se habían sentido satisfechos por haber sido liberados,
aunque esa satisfacción fuera más bien una pantomima, esa constante
sensación de algo raro que hacía que cada una de sus respuestas emotivas
fuera tan incómoda de presenciar. Casi había sido una pena dejarlos ir,
pero tenían razón; no había pruebas para presentar un caso convincente
que no fuera una especulación, y retenerlos durante el máximo de
cuarenta y ocho permitido no tenía sentido.
Así que Seong-Jae y Malcolm volvieron a esperar arriba,
compartiendo el escritorio de Malcolm en silencio. Malcolm seguía
lanzándole extrañas miradas de reojo, pero parecía contentarse con callar
mientras ellos buscaban en los registros más antiguos.
Registros que demostraban que Seong-Jae había tenido toda la
razón sobre la madre de Adam, casi al pie de la letra.
Katerina Ivers.
—No sé cómo lo haces—, murmuró Malcolm. —Es extraño.
A costa de mí mismo, pensó Seong-Jae, pero mantuvo su silencio
cuando su dolor de cabeza no hizo más que empeorar.
Sin embargo, al cabo de unas horas, Sade se asomó a su despacho,
frunciendo el ceño a Seong-Jae y a Malcolm antes de hacerles una seña
con un brazo agitado.
—Tengo algo que creo que quieren.
Seong-Jae y Malcolm se miraron, luego se levantaron y se
agolparon en el desorden iluminado por el arco iris de la guarida de Sade,
con las luces del servidor parpadeando por todas partes. Sade se sentó en
su silla con las piernas levantadas, frunciendo el ceño ante lo que parecía
un correo electrónico.
—Así que—, dijo, balanceando su silla de lado a lado. —¿Adivina
quién recibe todos los correos electrónicos de la línea de denuncia
anónima?
Malcolm enarcó una ceja. —¿Supongo que tienes algo bueno?
—Sí. — Sade extendió el brazo hacia un monitor de pantalla plana
más grande montado en la pared más alejada. —Si quieren dirigir su
atención a la pantalla grande, señores y señoras.

123
Cole McCade Criminal Intentions #7

La pantalla parpadeó, antes de que el monitor más pequeño se


reflejara y el correo electrónico se convirtiera en un texto más grande que
la realidad, fácilmente legible.

Asunto: A LOS SEÑORES DETECTIVES SOBRE ANNE


Remitente: NICOLE DERWIN
<nderwin@newlifeoutreach.church>
SÉ A QUIÉN BUSCAN
SÉ QUIÉN MATÓ A ANNE.
PUEDO MOSTRÁRSELO ESTA NOCHE EN EL PUENTE DE
HANNOVER.
POR FAVOR, VENGA A LAS 3 DE LA MAÑANA.
NO SE LO DIGAS A ADAM.
ME HARÁ DAÑO.

VENGA SOLO
N.D24.

Malcolm silbó. —Eso parece más una nota de rescate que una pista.
¿Quién es ella?
Sade accedió a una página web y a una serie de fotos, de chicas casi
intercambiables con margaritas blancas en el pelo. —He comprobado la
página web de New Life. Uno de los miembros del grupo de jóvenes.
Parece una especie de extraño...
—Culto, sí—, dijo Malcolm.
—El correo electrónico no es de la chica—, dijo Seong-Jae,
frotándose los dedos en las sienes.
—Arruina mi gran anuncio—, dijo Sade, haciendo un mohín, y luego
volvió a pulsar el correo electrónico. —Así que echa un vistazo a las
cabeceras del mensaje.

24
La abreviatura n.d. significa sin fecha. Se utiliza para una fuente que no tiene fecha de copyright o de
publicación.
124
Cole McCade Criminal Intentions #7

Unos cuantos clics más, y más información se expandió en la parte


superior del correo electrónico. La mayor parte parecía un sinsentido,
pero había algo que saltaba a la vista en un texto azul brillante:
Un campo que decía aivers@newlifeoutreach.church.
Malcolm frunció el ceño y se acarició la barba. —Eso... no es lo que
dice la dirección de correo electrónico.
—No, no lo es—. Sade rebotó en su asiento. —Así que aquí está la
cosa, cuando se utiliza un programa de correo electrónico de escritorio ...
tienes que configurar tanto las credenciales del servidor de entrada para
recibir el correo, y las credenciales del servidor de salida para enviar el
correo. Tiene que autenticarse para cada transacción de mensajes, en
cualquiera de los dos sentidos. Pero... — Sonríen alegremente. —Si tienes
varias cuentas en el mismo servidor, es posible que si añades una nueva
cuenta a tu programa de correo electrónico, pueda seguir utilizando las
mismas credenciales de salida para enviar con tu dirección de correo
original en los campos de autenticación—. Su sonrisa se amplió hasta
convertirse en una sonrisa diabólica. —Al parecer no lo sabía cuándo
tomó prestada la dirección de correo electrónico de Nicole para enviar
esto. A menos que estén en un ordenador compartido, lo cual dudo.
—Eso fue rápido—, murmuró Malcolm.
—El interrogatorio golpeó su ego—, señaló Seong-Jae. —Se arriesga
a colapsar como narcisista si no restablece su superioridad una vez más.
—Así que se hace pasar por una de las chicas del grupo de jóvenes
para avisarnos—, dijo Malcolm. —Ella encaja en el perfil. Se parece mucho
a Anne. ¿Cuál es el propósito?
—Una trampa—. Seong-Jae sacudió la cabeza. —Ni siquiera lo
intentó. El tono es incorrecto. Sus inflexiones lingüísticas. Es demasiado
deliberado, demasiado agresivo.
—Genial. Ahora tenemos un asesino sin pruebas que podamos usar
contra él, y está loco, gruñó Malcolm.
—Él—, dijo Seong-Jae, —nos está dando la oportunidad que
necesitamos. Esto es un cebo. Quiere que lo captemos. Vayan al puente
esta noche. Ser los héroes. Salvar a la chica, cuando en realidad tiene la
intención de engañar o deshacerse de nosotros.
—Divertido. Pero no habrá una chica, ¿verdad?
—No—. Seong-Jae negó con la cabeza. —Sólo él, y los juegos que
quiera hacer con nosotros.

125
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Entonces supongo—, dijo Malcolm, —esta noche vamos a 'salvar a


la chica'.

Tres de la mañana
Fue entonces cuando la llegada del invierno empezó a ser realmente
evidente, cuando Seong-Jae pudo saborear la helada y la promesa de
nieve en su aliento. Se puso de pie y miró el agua negra y ondulada del río,
muy por debajo de la extensión del puente, oscura a través de los hilos de
humo que salían de sus labios. A su lado, Malcolm emitió un sonido suave
y tembloroso, apretando más su abrigo, pero no dijo nada.
Había estado inusualmente silencioso desde la tarde, sobre todo
después de que Seong-Jae se negara a volver al apartamento de Malcolm
para esperar hasta la hora señalada. Malcolm no parecía demasiado
ofendido.
Sólo parecía preocupado, pero al menos había accedido a dormir en
ausencia de Seong-Jae.
Seong-Jae había intentado dormir también, pero había fracasado, y
no creía que pudiera volver a descansar tranquilo hasta que hubiera
desenredado la maraña que había creado Sila. Primero, sin embargo...
Adam Ivers.
Y erradicar cualquier recuerdo que pudiera poner a Seong-Jae tan
fuera de sí mismo que ni siquiera reconociera quién era.
Esta noche había necesitado estar a solas con eso, aunque sólo fuera
para que Malcolm no tuviera que cargar con él si Seong-Jae estallaba.
Malcolm consultó su reloj y emitió un sonido medio divertido,
medio disgustado. —Creo que nos han dejado plantados.
—Espera—, dijo Seong-Jae en voz baja.
—Mientras esperamos...

126
Cole McCade Criminal Intentions #7

Seong-Jae miró y encontró a Malcolm ofreciéndole una mano, con


esos gruesos nudillos erizados de una oscura capa de pelo. Después de un
momento de incertidumbre, Seong-Jae deslizó una mano fría en la de
Malcolm y dejó que se calentaran mutuamente mientras miraba de nuevo
el agua.
Y se dijo a sí mismo que no se sentía particularmente mejor, ante
ese pequeño y simple contacto.
Aunque esa sensación de vacío en su interior ya no se sentía tan
vacía.
—Sabes—, dijo Malcolm, —si esto fuera algo más que una vigilancia,
sería casi romántico. Como nuestra primera cita.
Seong-Jae sonrió débilmente. —Podemos mejorar...
La voz se le escapó cuando un gran peso se estrelló contra su
espalda, empujándolo con fuerza; se dobló, golpeándose contra la
barandilla del puente, con el aliento expulsado de sus pulmones.
Mientras estaba a su lado, Malcolm soltó un duro grito.
Y cayó sobre la barandilla, su pesado bulto cayendo en picado
mientras Seong-Jae se levantaba para lanzarse tras él.
—¡Malcolm!

127
Cole McCade Criminal Intentions #7

11: Verdadero desastre


En un momento, Malcolm pensó en besar a Seong-Jae, en robarle
un momento en esta noche fría e implacable.
Y en el siguiente, su nombre se desgarraba de los labios de Seong-
Jae, mientras su corazón y su estómago se invertían y el mundo se
inclinaba, daba vueltas y caía en picado cuando la barandilla del puente lo
golpeaba con fuerza en el estómago, antes de caer sin tener nada a sus
espaldas y el río parecía bostezar abriendo una boca negra y hambrienta
bajo él.
—¡Malcolm!
Se sacudió con tanta fuerza que el brazo casi se le sale de la órbita,
mientras los dedos enredados en el suyo se aferraban, se clavaban con
suficiente fuerza como para sentir que la carne se desgarraba. Jadeando,
con el corazón golpeando el interior de su pecho, se balanceó en salvajes
movimientos, mirando el agua que de repente había dejado de correr
hacia él mientras su cerebro intentaba procesar lo que había sucedido,
con el viento frío cortándole el paso.
Y Seong-Jae se aferraba a él con una mano desesperada, estirada
por encima de la barandilla y mirándolo fijamente con ojos negros
descarnados y fieros mientras se aferraba con mucha fuerza.
Su agarre se deslizaba centímetro a centímetro, los dedos
esculpiendo surcos en la mano de Malcolm.
—Malcolm—, repitió Seong-Jae de nuevo, sin aliento y en carne
viva, y cambió de posición; luego inclinó todo el cuerpo, bajando el otro
brazo, con la mano firme agarrando a Malcolm por la muñeca. Aquel
lento avance se detuvo y Malcolm inspiró con un aliento agitado que sabía
a miedo y a viento invernal.
Era demasiado pesado.
Era demasiado pesado y arrastraría a Seong-Jae.
—No...
—Cállate. Cállate—, gritó Seong-Jae, y se agitó.
Malcolm se tambaleó hacia arriba, sólo para caer de nuevo hacia
abajo, con el estómago sacudido mientras Seong-Jae se lanzaba de nuevo
hacia adelante... luego gruñó, apoyó un pie en la barandilla y se tiró hacia
atrás, con todo el cuerpo tensándose en una silueta descarnada contra la
noche. Malcolm arrastró su brazo libre hacia arriba, buscando, agarrando
128
Cole McCade Criminal Intentions #7

cualquier cosa a la que pudiera agarrarse mientras Seong-Jae tiraba de él


hacia arriba un centímetro cada vez, los segundos pasaban como
eternidades hasta que de repente estaba arañando el cemento. Los dedos
de Seong-Jae se clavaron en la espalda de su abrigo y lo empujaron por
encima de la barandilla, y dejó escapar un sonido ronco y roto mientras se
desplomaba sobre el pavimento del puente.
—Mierda—, jadeó. —¡Mierda!
Seong-Jae lo abrazó con fuerza, acercándolo, con la voz temblorosa
mientras enterraba su cara contra el pelo de Malcolm. —Yo también soy
tu compañero—, susurró. —Y tampoco te dejaré caer.
—Seong-Jae—, ahogó Malcolm, sólo para que el sonido de los pies
sobre el pavimento llamara su atención. —Adam.
Levantó la cabeza y se inclinó hacia el sonido, viendo cómo una
figura alta con capucha se alejaba corriendo hacia el pie del puente. No
era Adam. La figura era demasiado alta, demasiado cuadrada, y su
marcha era más pesada.
—No es Adán—, dijo Seong-Jae. —Geordan.
—No va a ninguna parte—, gruñó Malcolm, y se puso en pie
tambaleándose.
Justo cuando los neumáticos chirriaban. Las sirenas sonaron.
Y los coches de patrulla que habían estado esperando a la espera,
ocultos a la vista, llegaron a toda velocidad para bloquear los extremos del
puente, con las luces rojas y azules girando.
Geordan se detuvo. Miró frenéticamente hacia arriba y hacia abajo
a lo largo del puente, dejando entrever su rostro ensombrecido bajo la
capucha. Malcolm miró a Seong-Jae y luego echó a correr, dejando que la
adrenalina del terror cercano a la muerte lo empujara mientras corría
hacia Geordan, dejando caer una de sus Glocks en la palma de su mano.
Geordan se estremeció, volviéndose completamente para mirarlos...
y luego retrocedió hacia el borde de la barandilla. Apoyó la espalda en ella
y extendió las manos.
Malcolm se congeló al darse cuenta de lo que pretendía. Lo que
significaba esa expresión casi beatífica de aceptación en el rostro de
Geordan. Deteniéndose en seco, Malcolm apuntó con su Glock hacia él,
apuntando hacia su brazo. Si le daba en la pantorrilla, lo dejaba caer al
pavimento antes de que pudiera saltar...

129
Cole McCade Criminal Intentions #7

—No lo hagas—, advirtió, mientras Seong-Jae permanecía en línea


con él, con la pistola de servicio levantada, con la respiración
entrecortada. Pero Geordan se echó hacia atrás, inclinando su peso, sólo
para detenerse cuando Malcolm gruñó: —No lo hagas.
Los ojos de Geordan eran extrañamente claros, mientras los miraba
fijamente. —Pero quiero esto—, dijo. —Siempre he querido esto. Desde
Katerina.
—No es así como funciona—, dijo Malcolm. —¿Quieres jugar a ser
Dios? ¿Llamar a tu primera creación? ¿El hijo al que vas a dejar solo?
Entonces recuerda que el suicidio no es un martirio, y que no hay sitio a la
derecha del trono si mueres así.
La duda parpadeó en los ojos de Geordan, antes de que una
brillante y ardiente luz de fervor la eclipsara. —¿Qué sabes de Él? —,
preguntó. —Yo soy su voz. Hablo en su nombre.
—No creo que él te diga que hagas esto—, replicó Malcolm. —
¿Quieres morir de la misma manera que mataste a Anne?
—Eva era una puta—, gruñó Geordan. Esas cuatro palabras
parecían casi un mantra, su expresión se contorsionaba y era enfermiza y
furiosa. —Ella hizo a Adam impuro.
—No puede purificarlo si está muerto—. Malcolm apretó el dedo en
el gatillo. Por favor, por favor no dejes que tenga que disparar a este
hombre para salvar su vida. —Tu hijo te necesita.
—¿Como si hubiera una vida para mí después de esto? — Geordan
replicó. —Como si tuviera que entregar a mi hijo a otro que...
Un fuerte crujido se disparó sobre la noche. Un arco eléctrico y un
rayo Taser atravesaron el puente de la espalda de Geordan. Le dio de lleno
en las costillas, disparado por el uniformado que se había acercado a él
mientras gruñía y siseaba y susurraba su fe perdida y rota. Se desplomó
en el suelo, retorciéndose, sacudiéndose.
Pero fuera de peligro, por ahora.
Se desplomó, dejando caer su arma de fuego para que colgara suelta
de sus dedos mientras se encorvaba hacia delante, apretando los dedos
contra su pecho, su corazón tenso y dolorido. Mierda. A la mierda esta
noche, pensó, cerrando los ojos y escuchando el suave sonido de Seong-
Jae enfundando su arma.
—Se llamaba Anne—, murmuró Seong-Jae. —No puta.

130
Cole McCade Criminal Intentions #7

Observaron en un silencio agotador cómo los agentes uniformados


y los primeros auxilios se agolpaban en el puente desde ambos extremos.
Una rápida comprobación médica y Geordan Ivers estaba esposado,
todavía retorciéndose, maldiciendo y escupiendo mientras lo ponían en
pie.
Malcolm observó con cansancio cómo lo arrastraban hacia los
coches patrulla que esperaban para llevárselo. Pero cuando Ivers pasó,
curvó el labio superior, inclinando la cabeza hacia ellos.
—No sabes tanto como crees—, escupió. —Prepárate.
Malcolm se frotó un ojo cansado. —Bueno, eso fue espeluznante.
—Engreído—, murmuró Seong-Jae, sonando tan agotado como se
sentía Malcolm. —Su ego no puede admitir la derrota o se haría añicos.
Debe seguir manteniendo la ilusión de control.
—Sí—. Malcolm se soltó el pelo de la ligadura, arrastrando los dedos
por él. —Alguien va a tener que traer al hijo. Tenemos al padre por agredir
a un oficial. Eso es una ventaja para conseguir una confesión sobre
Anne... pero su hijo es un cómplice. Y está preparando a la gente en esa
pequeña secta suya. Prefiero sacarlo de la calle.
—Puede huir—, señaló Seong-Jae.
—Realmente preferiría que no lo hiciera.
—Necesitas atención médica.
—Estoy bien.
Seong-Jae dejó escapar un suspiro exasperado. —¿Lo llamo
entonces?
—Sí—, dijo Malcolm, y dejó que su mano se deslizara para
entrelazar ligeramente sus dedos con los de Seong-Jae, rozando sólo las
puntas. —Llámalo, compañero.

131
Cole McCade Criminal Intentions #7

Las unidades de la Patrulla se adelantaron a la casa de los Ivers y,


para cuando Malcolm arrancó el Camaro a lo largo de la acera, la calle ya
estaba iluminada en azul y rojo de pesadilla, mientras unos cuantos
uniformes hacían caminar a Adam, a trompicones, por el paseo delantero
y hacia un coche.
Malcolm apoyó el codo en la ventanilla y se apretó los nudillos
contra la mejilla. —Es mejor que ni siquiera salgamos del coche.
—Me parece bien—, replicó secamente Seong-Jae. —Parece que es
la única manera de evitar que casi te maten.
—Esta vez no fue mi culpa—, señaló Malcolm. —Él me empujó. Yo
no salté.
—¿Así que admites que fue tu culpa la última vez?
—No. — Suspiró, viendo como la puerta del coche patrulla se
cerraba de golpe, y Adam era sólo la silueta de su cabeza contra el cristal.
—Tengo que decir que no esperaba cómo resultó esto.
—Geordan Ivers le llena la cabeza a su hijo con delirios de
grandeza... pero él mismo se los cree. Que incluso cuando Adam actuó en
su complejo de dios para empezar a amasar un culto, Geordan se molesta
en que este hijo puro de Dios que ha creado podría ser tocado por una Eva
impura—. Seong-Jae frunció el ceño. —Así que cuando Adam encuentra y
da forma a su Eva...
—Su padre intenta matarla para mantenerlo puro.
—Exactamente así.
—Me pregunto si eso era lo que quería decir el pasaje. Que ver su
rostro significaba la muerte.
—Si se creía el avatar de Dios, bien podría ser así—. El suspiro de
Seong-Jae y sus movimientos cambiantes fueron el único aviso antes de

132
Cole McCade Criminal Intentions #7

que se inclinara sobre los asientos del coche, apoyándose en el costado de


Malcolm en una colección de impresiones y colores cálidos. Su cabeza
cayó pesadamente sobre el hombro de Malcolm. —Aun así... se ha
acabado. Pero no me siento satisfecho.
—A veces atrapar a un asesino es tan mundano que duele. Excepto
la parte en la que casi muero. Otra vez—. Sonrió irónicamente y se movió
para rodear con su brazo los hombros de Seong-Jae. —Es parte del horror
adormecedor. Que son gente corriente en la superficie, viviendo vidas
ordinarias. Son tan aburridos y banales, hasta el momento en que
asesinan a alguien—. Abrazó a Seong-Jae con más fuerza por un
momento, pasando la mano por su brazo. —La muerte nunca debería ser
emocionante. Pero la pura planitud mundana de la misma, el final
anticlimático de la misma... — Sacudió la cabeza. —Es una falta de respeto
a la enormidad de las vidas perdidas.
Seong-Jae emitió un sonido casi lastimero, enterrándose en él. —Al
menos no harán daño a nadie más.
—Sí—, murmuró Malcolm. —Aunque a veces los casos silenciosos
son los que más duelen.
—¿Quieres ir al hospital a verla?
—No. — Malcolm negó con la cabeza. —Deja que su familia lo haga.
Que sea algo sagrado y personal, después de que se les haya arrebatado
algo tan profundamente íntimo. No necesitan que estemos allí rondando.
Recordándoles.
—Ah—, susurró Seong-Jae. —Como tú digas.
Malcolm no podía precisarlo... pero Seong-Jae parecía
extrañamente frágil en ese momento, de una manera que Malcolm no
estaba seguro de cómo preguntar. Así que, en lugar de eso, preguntó: —
¿Vuelves a casa conmigo esta noche...? No tenemos que hacer nada si no
quieres. Sólo... quédate. Quédate hasta la mañana—. Se mordió el interior
de la mejilla y añadió tímidamente: —Estoy preocupado por ti.
Seong-Jae inclinó la cabeza para mirarlo, con sus ojos negros
reflejando las luces de los coches de patrulla, pero más aún, haciendo eco
de un cansancio profundo que Malcolm sentía hasta en su alma.
—Sí—, dijo Seong-Jae. —Me quedaré.

133
Cole McCade Criminal Intentions #7

Patricia Newton agarró con fuerza la mano de su marido y cerró los


ojos. No podía ver esto. No podía mirar mientras la enfermera apagaba
lentamente un aparato tras otro, cada sonido agonizante era un dolor que
le atravesaba el corazón.
Pero lo peor era saber que su hija estaba sufriendo. Había sufrido,
por las actualizaciones que la capitana de la policía les había dado en una
llamada telefónica tranquila y suave, pero aun así devastadora. Nada
como esto debería ocurrirle a una madre.
Nada como esto debería ocurrirle a una hija.
A nadie.
—Está bien, Patti—, susurró Scott. —Ella puede descansar ahora—.
—No puedo... no puedo...
No necesitaba oírlo para saber que su marido también estaba
llorando, sus lágrimas empapando su pelo, calientes contra su cuero
cabelludo. Se acurrucó contra él, y supo cuando llegó el momento en que
el ventilador dio su último suspiro... y la respiración de Anne no se elevó
para reemplazarlo. No había nada. Nada en absoluto.
Sólo un último susurro de —...Anne...yo...soy...Anne.
Antes de que el monitor cardíaco se uniera al llanto de Patricia,
emitiendo un único pitido largo y constante.

134
Cole McCade Criminal Intentions #7

Cuando regresaron a su apartamento, Malcolm sintió una extraña


sensación de pérdida. No podía explicarlo. No quería analizarlo
demasiado, cuando todavía le daba vueltas a lo cerca que había estado de
morir esta noche; su mente se había dado cuenta de que estaba a salvo,
pero su cuerpo no se había dado cuenta.
Pero el único recordatorio que quería, que necesitaba, de que estaba
vivo era subir los escalones con él de la mano, lo suficientemente cerca
como para que sus brazos se rozaran.
Y cuando entraron, cuando Seong-Jae cerró la puerta de una
patada, cuando Malcolm le rodeó la cintura con sus brazos y lo acercó...
Su corazón acelerado latió por todas las razones correctas, mientras
besaba a Seong-Jae con toda la emoción contenida en su interior y
susurraba: —... ¿sí o no?
—Sí—, dijo Seong-Jae, sin dudar un instante.
Y tomó su mano, y lo llevó a la cama.

135
Cole McCade Criminal Intentions #7

12: Algo siempre me


hace volver a ti
Lunes por la mañana, Gabrielle Leon-Khalaji se enderezó en el
espejo la chaqueta recortada de su traje de pantalón gris acero, alisó la
blusa de seda azul pálido que llevaba debajo y se giró para mirarse
obsesivamente a sí misma en busca de un solo pelo rojo y blanco. Desde
que aquella pequeña molestia de ojos saltones -Anya, la había llamado
Anjulie- había dejado aquel pomerania en la puerta, el pequeño monstruo
naranja había decidido que la tintorería de Gabrielle era su cama favorita.
Y aunque Gabrielle no podía evitar reírse cada vez que pillaba a
Roscoe y éste la miraba con el rabo meneando y la lengua soltando y esa
sonrisa de cachorro de ojos brillantes y comemierda...
Si quería este trabajo, no podía presentarse de otra manera que no
fuera perfecta y perfectamente arreglada.
Roscoe se arremolinó alrededor de sus tobillos y ella lo esquivó,
levantando los talones con cuidado y agitando las manos. —Shoo, boo.
Acabo de usar el último pegamento de mi rodillo de pelusa.
—Roscoe, llamó Anjulie desde la puerta de la habitación de
Gabrielle, con ese tono agudo y a la vez suave que podía hacer que el
pomerania se pusiera inmediatamente panza arriba con el deseo de
complacer a su ama. —Abajo.
El monstruo estaba bien entrenado y, al oír esa orden, se alejó de
Gabrielle con un aullido, rebotando hacia la puerta y deteniéndose para
que Anjulie le rascara entre las orejas antes de salir trotando de la
habitación. Anjulie se enderezó, con su aguda mirada de halcón
observando a Gabrielle en el espejo mientras se acercaba.
—¿Estás lista? —, preguntó.
—Más lista que nunca.
Gabrielle respiró entrecortadamente y se acomodó el pelo. Había
pensado en alisarlo, incluso en atarlo hacia atrás y alisarlo en un nudo
apretado, pero llevaba demasiado tiempo haciendo cosas así, cambiando
el código de lo que se consideraba "apropiado" cuando no había nada
inapropiado en su maldito pelo natural.
Probablemente se estaba arriesgando a jugarse un trabajo como
ayudante del fiscal por un peinado, pero si estaba empezando una nueva
136
Cole McCade Criminal Intentions #7

vida y tomando decisiones conscientes para hacer las cosas de forma


diferente...
De todos modos, no quería trabajar en ningún sitio que tratara de
forzarla a esa imagen específica de asimilación pasajera.
Sonriendo, Anjulie se detuvo detrás y justo a un lado de ella,
cruzando los brazos sobre su estrecho pecho y ladeando una cadera
huesuda. —Estás a punto de hiperventilar.
—No lo estoy.
—Lo estás. No te he visto tan nerviosa presentándote ante un gran
jurado—. Entonces Anjulie se apoyó en su espalda, colocando los brazos
perezosamente sobre los hombros de Gabrielle, con las manos colgando,
mientras apoyaba la barbilla en el hombro de Gabrielle y se encontraba
con sus ojos en el espejo. —Mira, Matheson es una sombra patética
comparado contigo. No es un buen abogado, y no ha sido un buen hombre
durante mucho tiempo. Es sólo un peldaño en tu camino hacia la Fiscalía.
No dejes que te intimide.
Gabrielle se apoyó en Anjulie, dejando que su calor actuara como
fuerza de apoyo para calmar las mariposas de su estómago. Anjulie
siempre había sabido cómo tranquilizarla, incluso cuando eran
estudiantes de posgrado nerviosas y drogadas con Mountain Dew y pizza
del día anterior, metidas hasta las orejas en la biblioteca de derecho.
Cuando todo lo demás en la vida de Gabrielle se había desmoronado, una
y otra vez...
Su amistad con Anjulie siempre había sido la única fuerza
estabilizadora.
Suspirando, sonrió con ironía ante la reflexión de Anjulie. —Ese es
el problema. No es sólo un peldaño. Es un obstáculo. Y si sabe que estoy
apuntando a su puesto...
—...correrá con el rabo entre las piernas como el patético pendejo
que es.
—Y me hará la vida imposible en el proceso. Si es que me contrata
en primer lugar.
—¿Con tu currículum? — La sonrisa de Anjulie era una cuchilla
feroz y salvaje. —No se dispararía en el pie de esa manera. Sólo ten
cuidado de no dejar que te utilice para avanzar.
—Dime cómo se supone que voy a evitar eso en este sistema—, dijo
Gabrielle secamente, y luego suspiró, enroscando la mano contra uno de

137
Cole McCade Criminal Intentions #7

los huesudos brazos de Anjulie. —Es muy raro. Hemos cerrado el círculo,
pero estamos en lugares tan diferentes.
—¿Cómo es eso?
—Aquí estamos, viviendo juntas de nuevo—. Ella sonrió, inclinando
su cabeza contra la de Anjulie, sien a sien. —Pero ahora, en lugar de
compañeras de universidad desordenadas, tú eres una capitana de policía
y yo estoy a punto de ir a una entrevista para asistente del fiscal. Hemos
recorrido un largo camino.
Anjulie resopló. —Creo que nuestras dos familias son demasiado
ricas para la película de sentimientos de 'chicas negras desaliñadas que
luchan por salir adelante desde abajo', y si me pones un pijama parezco la
hermana pequeña flaca de alguien con las rodillas cubiertas de ceniza25.
—Hillary Swank26 se sentirá muy decepcionada—. Gabrielle se rio.
—Aun así. Es mucho.
—Sí—, coincidió Anjulie. —Lo es.
—¿Es lo que querías?
—No lo sé. Pregúntame después de que sobreviva a mi primer
aneurisma, probablemente causado por tu maldito ex marido—. Pero a
pesar de la dureza de su voz, el agarre de Anjulie fue suave al apretar sus
brazos en un abrazo. —¿Tú?
—Yo tampoco lo sé. La vida nunca va según el plan—. Con un
encogimiento de hombros, Gabrielle se soltó suavemente del abrazo de
Anjulie, enderezando su chaqueta y apartándose del espejo. —Me gustan
los planes.
—Los planes sólo hacen que las cosas sean predecibles. Lo
predecible es aburrido—. Anjulie comprobó el pesado reloj que llevaba en
la muñeca y luego se alisó su impecable y utilitaria camisa blanca de
botones y sus pantalones negros de pierna recta, con una tensión de
espera que la recorría. Gabrielle siempre había pensado que era su cara de
guerra, la que ponía antes de los exámenes o de los casos difíciles o de las
reuniones con hombres que querían ponerla en su sitio. Hizo que
Gabrielle sonriera al ver que esa máscara de guerrera se asentaba en ella,

25
Supongo que esto es algún tipo de referencia a Hillary Swank, pero no logro comprender. Aunque no
creo que se algo relevante tampoco.
26
Hilary Ann Swank es una actriz estadounidense. Ganadora de dos premios Óscar, dos Globos de Oro y
un Premio del Sindicato de actores, sus apariciones en películas como Boys Don't Cry o Million Dollar
Baby le han reportado tanto buenas críticas como reconocimiento.
138
Cole McCade Criminal Intentions #7

mientras Anjulie echaba la cabeza hacia la puerta. —Y vas a llegar tarde.


Vamos. Te dejaré de camino al trabajo.
Gabrielle hizo una mueca y tomó su bolso de los pies de la cama. —
Realmente debería conseguir un coche—, dijo, siguiendo a Anjulie fuera
de la habitación.
—Tú... — Anjulie hizo una pausa y soltó un medio estornudo que
ahogó rápidamente, con los ojos brevemente llorosos antes de frotárselos;
su nariz estaba cada vez más roja. —Mierda. Odias conducir.
—Sí, pero... — Nuevo día, nuevo yo, supongo... —No importa.
Al detenerse en la cabecera de las escaleras de la casa, Anjulie miró
hacia atrás, con la mirada afilada. —Vuelves a pensar en Mal, ¿verdad?
—Un poco—, admitió Gabrielle. —Es que he estado pensando
mucho.
—¿En qué?
—En cómo el dolor y la culpa cambian a la gente—. Gabrielle se
cruzó de brazos contra la barandilla superior, mirando hacia abajo, hacia
el elegante y minimalista salón en todos sus tonos tierra y acentos
oscuros. —Cómo de repente una noche terrible nos convirtió en extraños,
en lugar de las personas que se casaron.
Anjulie se volvió hacia ella, apoyando la cadera en la barandilla. —
¿Crees que tú también has cambiado tanto?
—Sé que lo hice—, dijo ella. —Me culpaba a mí misma como si mi
cuerpo se hubiera vuelto deliberadamente contra nuestro hijo... y nunca
pude hablar con él de ello, porque estaba demasiado ocupado culpándose
por no haber estado allí cuando ocurrió que tampoco estaba cuando lo
busqué. Y no quiso hablarme de eso, junto con muchas otras cosas.
—¿Crees que si hubieras hablado podrías haber salvado tu
matrimonio?
Gabrielle frunció el ceño, dudando. Se lo había preguntado una y
otra vez; se lo había planteado una y otra vez, sobre todo después de
aquellos días que pasó viviendo con Mal y viendo a alguien que le
recordaba tanto al hombre que había amado y que, sin embargo, seguía
siendo tan completamente diferente.
El hombre que Mal era ahora, pensó, no se habría cerrado como lo
había hecho, en lugar de que los dos se hubieran tendido la mano para
sostenerse mutuamente. El hombre que era Mal ahora habría hablado con
ella, al menos.

139
Cole McCade Criminal Intentions #7

Pero el hombre que Mal era ahora tampoco era alguien que pudiera
amarla, y sacudió la cabeza.
—No me gusta pensar en preguntas como ésa.
—¿Por qué no?
—Porque jamás ocurrirá, así que no tiene sentido—. Con otro
encogimiento de hombros, se enderezó. —Siento que he estado atascada
en esa noche durante seis años. Estoy lista para avanzar.
—Avanzar es bueno—. Anjulie pellizcó el dobladillo de la chaqueta
de Gabrielle, tirando. —Un nuevo trabajo ayudará.
—Lo que significa que no debería llegar tarde. Entendido.
Gabrielle dejó que ese tirón la llevara escaleras abajo, teniendo
cuidado con los tacones en los peldaños hasta que cayó estrepitosamente
sobre la alfombra del salón. Sin embargo, mientras recogía su abrigo del
perchero del vestíbulo, miró a Anjulie, observando cómo la mujer alta y de
huesos crudos se encogía dentro de su gabardina, de corte afilado y
elegante como siempre, moviéndose con una especie de confianza
agresiva que formaba parte de su atractivo. Anjulie era una fuerza a tener
en cuenta, y estar cerca de ella significaba ser arrastrada por la ola de su
feroz certeza... o ser arrollada si te interponías en su camino.
—¿Anji...?
Anjulie levantó la vista, sacando sus llaves del bolsillo. —¿Hm?
—¿Recuerdas la conversación que tuvimos la otra noche, a la salida
del bar?
Anjulie resopló. —Ni siquiera recuerdo haber salido del bar. Lo
siguiente que recuerdo es que me he despertado en el sofá con resaca y sin
saber dónde estás—. Estudió a Gabrielle con atención. —¿Por qué?
Gabrielle dudó, preguntándose por qué se entretenía en esto.
Anjulie estresada, molesta, cansada, borracha, cayendo contra ella
mientras Gabrielle la llevaba a casa, y entonces...
...¿cómo es que nunca salimos?
Si Anjulie no se acordaba de esa pregunta... quizá fuera lo mejor.
Mal. Mal es el motivo.
Puso su mejor sonrisa. —Por nada—, dijo, sacudiendo la cabeza, y
abrió la puerta. —Vamos a conseguirme un trabajo.

140
Cole McCade Criminal Intentions #7

Gabrielle se paró frente a las columnas de piedra gris pálido y


bronceado del edificio en el que mucha gente descubría si sus vidas tal y
como las conocían habían terminado... o si podían tener alguna esperanza
de futuro. Cuando trabajaba en la práctica privada en Baltimore, antes de
marcharse... había entrado y salido de este edificio muchas veces, tanto en
la acusación como en la defensa, pero siempre se había sentido como un
escudo aislante que la separaba de la gente cansada que estaba aquí para
hacer un alegato por sus propias vidas.
Ahora se sentía como una de ellas, a punto de cruzar ese umbral y
tomar una decisión que podría cambiar toda su vida.
Enderezó los hombros, se armó de valor y entró con la cabeza alta.
No necesitó que los carteles le indicaran la zona de recepción y los
despachos privados de Matheson, que estaban decorados, como era de
esperar, con plantas, banderas americanas y placas, todo ello iluminado
por las soleadas ventanas que entraban en el espacio beige y gris. No
había nadie más en la recepción, salvo un joven sentado detrás del
escritorio; la puerta del despacho de Matheson estaba cerrada. Gabrielle
se acercó al mostrador y le ofreció una sonrisa cortés.
—Hola. Vengo a mi entrevista para el puesto de ayudante del fiscal.
El joven sonrió distraídamente, terminando lo que estaba
escribiendo, sus dedos delgados y pálidos traqueteando con una velocidad
frenética sobre el teclado, como si sus manos estuvieran enfadadas con la
calma más bien agradable de su rostro. Era realmente llamativo, y atraía
una segunda mirada sólo por la forma en que destacaba sobre el aburrido
telón de fondo profesional de la oficina, esa cosa pálida y brillante que no
pertenecía a ella. Su camisa abotonada y sus pantalones de vestir le
sentaban incómodamente a su estrecha figura, y se había recogido el largo
y pálido pelo platino en un moño, sujetándolo con un par de pinzas y
dejando varios mechones sueltos. Casi parecía demasiado joven para
trabajar en la oficina del fiscal... pero había algo en el conjunto de su boca,

141
Cole McCade Criminal Intentions #7

de una mandíbula delicada y obstinada, que insinuaba a alguien mayor de


lo que parecía.
Terminó lo que estaba tecleando y se acomodó un mechón de pelo
suelto detrás de una oreja. —Un momento, déjame comprobar el
horario—, murmuró, con un suave acento británico. Tecleó algunas cosas
más y luego la miró. — ¿Señorita Leon-Khalaji, verdad?
Gabrielle parpadeó cuando él la miró. Uno de sus ojos era de un
verde pálido y luminoso, frío y casi invernal... mientras que el otro era
azul como el cielo, vivo y cálido, hasta que con su pálida coloración
parecía un gato persa.
Y ella miraba fijamente.
Como un imbécil maleducado.
Se aclaró la garganta y sonrió. —Sí, soy yo. ¿Llego pronto? Lo
siento.
—No es ningún problema. El Sr. Matheson estará libre en breve.
Por favor, tome asiento—, dijo agradablemente, poniéndose de pie y
señalando la fila de sillas contra la pared. —Soy Lucas. ¿Puedo ofrecerle
algo? ¿Quizás un café? ¿Té?
—No, estoy bien, gracias.
Gabrielle se acomodó en una de las sillas con su bolso en el regazo,
y comprobó dentro su carpeta con su currículum una última vez
paranoica antes de mirar hacia Lucas. Había algo... raro en él. Algo que le
erizaba la piel de la nuca, y no eran sus extraños ojos. No podía explicarlo,
pero era el tipo de cosa que hacía que las mujeres levantaran la vista en
una esquina oscura y se dieran cuenta de que el hombre de enfrente las
observaba atentamente, aunque no hiciera ningún ruido. El tipo de cosa
que advertía a las mujeres que debían evitar a éste en el bar, por muy
guapo o encantador que fuera; algo que decía no tocar.
No podía entender por qué esta cosita tan delgada hacía saltar todas
sus alarmas, sentada aquí, en este despacho anodino y tranquilo, a la luz
del día.
Lo estudió mientras él se acomodaba en su asiento y seguía
tecleando, antes de aventurarse con cuidado: —Si me disculpa por
decirlo... sus ojos son fascinantes. Heterocromía, ¿no es así?
—Correcto—, dijo él, tecleando otra vez y terminando con una
floritura de una mano. —Un efecto secundario del quimerismo—.
Entonces levantó la vista hacia ella y la sensación de incomodidad se
duplicó. Sonrió, pero no llegó a sus ojos; sus ojos eran firmes, fríos y

142
Cole McCade Criminal Intentions #7

extraños, fijos en ella con total absorción. —Al parecer, prácticamente


devoré a mi gemelo en el vientre materno, y ahora los dos somos uno—.
Su voz sedosa y cadenciosa bajó, como si compartiera un secreto. —Es
como si algunas personas hubieran nacido para ser caníbales.
La cara de Gabrielle se sintió rígida, con la sonrisa esculpida en el
rostro. —De verdad.
Parpadeó antes de que aquella intensa mirada se desvaneciera con
una facilidad tan sencilla e impecable que tenía que ser practicada,
sustituida por una sonrisa desarmante. —¿Te he molestado? —, preguntó
con pesar. —Mis disculpas. Muy poca gente me pregunta por mis ojos.
Supongo que piensan que es de mala educación, pero cuando alguien lo
hace me dejo llevar.
Eso era lo que la inquietaba, se dio cuenta. Observarlo era como ver
un carrusel giratorio de máscaras, incluso cuando estaba tranquilo y
concentrado en la pantalla del ordenador; esa pantomima constante de
estados emocionales cambiantes y reacciones que se ponían y quitaban
con la misma facilidad con la que se quitaban una pieza de joyería y la
sustituían por otra que se adaptara mejor a un atuendo. No era psicóloga,
pero había visto ese tipo de comportamiento deliberadamente
automanipulador cuando se trataba de perfiles criminales. No se trata de
un trastorno de identidad, sino más bien de probar varias llaves en las
cerraduras de la psique de otras personas para encontrar su camino hacia
el interior, y aunque en algunos era inofensivo...
En otros era desmesuradamente peligroso, y se preguntó qué cara
había puesto Lucas para pasar la prueba de empleo de Matheson.
—Está bien—, dijo con cuidado, manteniendo la voz neutra. —Es lo
que eres, y deberías sentirte libre de hablar de ello.
—Qué amable de tu parte—. Siempre tan amable... pero siempre tan
sutilmente burlón, incluso cuando sonrió dulcemente. —Me gusta usted,
Sra. Leon-Khalaji. Espero que consiga el trabajo—. Arqueó una ceja, una
cosa oscura que contrastaba con su pelo platino. —Sería bueno verte un
poco más por aquí.
Si eso no era un no rotundo, no sabía qué era.
Pero se aferró a su sonrisa, ofreciendo un débil "Gracias", y se
sintió agradecida cuando la puerta del despacho de Matheson se abrió y el
propio Matheson se asomó. Gabrielle no lo había visto desde hacía años,
pero seguía siendo el mismo bulto de energía inquieta enjaulado en un
traje impecable, sus ojos oscuros eran inteligentes, impacientes y
escrutadores.

143
Cole McCade Criminal Intentions #7

—¿Gabrielle? —, dijo, clavando sus ojos en los de ella; una mirada


dura, ya sentenciosa, y mierda, ella sabía que era parcial, pero ya se daba
cuenta de que esto la iba a dejar seca. La señaló imperiosamente con dos
dedos. —Estoy listo para ti.
Ella asintió, poniéndose en pie sin decir nada, y se enderezó el traje
una vez más antes de cruzar la habitación con una sonrisa y ofrecer su
mano.
Ignorando de forma puntual los ojos azules y verdes que la seguían,
haciendo que se le erizara la piel con el intenso e inquietante peso de un
interés que parecía querer devorarla de la misma forma que él había
devorado a su supuesto gemelo.

Anjulie levantó la vista de su correo electrónico cuando una bolsa


de plástico cayó sobre su escritorio.
Parpadeó, frotándose los ojos cansados. Un día largo. Un puto día
largo, en el que tal vez se avanzaba un centímetro en cualquier caso o
enredo burocrático mientras que en otros la empujaban kilómetros en la
dirección equivocada, y ahora mismo no necesitaba más lío cuando le
llegaban rumores de que algo estaba pasando con Huang en narcóticos,
algo que podría implicar a sus dos niños problemáticos más y menos
favoritos. Odiaba admitirlo, pero...
Este trabajo no era nada de lo que ella esperaba, cuando había sido
ambiciosa y hambrienta de progreso.
Pero estaría jodida si renunciaba.
Sin embargo, ahora mismo miraba la bolsa del CVS27 y luego a la
persona que la había traído, mientras Gabrielle se asomaba a la puerta; se

27
Cadena de farmacia multifunción.
144
Cole McCade Criminal Intentions #7

había desabrochado la chaqueta, más suelta e informal ahora, y miraba a


Anjulie con una sonrisa de aspecto cansado.
—Bienvenida a la Tierra—, dijo.
Anjulie le hizo una mueca. —Qué curioso. ¿Cómo has llegado hasta
aquí?
—Los Uber son unos inventos modernos extraordinarios. Quizá
hayas oído hablar de ellos.
—Te arrancaré la cabeza calva.
—Toca mi pelo y muere—. Gabrielle se apartó de la puerta y se sentó
en una de las sillas del despacho, inclinándose hacia delante y apoyando
los codos en las rodillas primorosamente abrochadas. En el pequeño
espacio, el sutil aroma que llevaba -algo ligero y cítrico, apenas presente
pero tentador- se extendió hasta llenar el despacho. —Dime que no vomite
el costoso almuerzo que me acabo de comer.
—Vomita en mi oficina y realmente te afeitaré la cabeza mientras
duermes. Ese olor es un infierno para sacar de la alfombra—. Anjulie se
asomó a la bolsa. —¿Qué es esto?
—Kleenex con loción y aloe. Visine. Y Benadryl no somnoliento—.
Gabrielle la señaló con un dedo severo. —Te ocupas de ese maldito perro,
y no de ti.
Anjulie hizo una pausa, mirando los paquetitos dentro de la bolsa.
Gabrielle. Gabrielle y esa maldita necesidad de cuidar de la gente, incluso
si eso significaba sacrificarse a sí misma. Anjulie lo apreciaba, pero...
Esperaba que esto no fuera el comienzo de una tendencia, cuando
ya había visto lo que ocurría cuando Gabi anteponía el bienestar
emocional de otra persona al suyo propio. Era casi una necesidad
compulsiva con esa mujer, como si no supiera qué hacer consigo misma si
no caía en el modo cuidador con alguien, pero Anjulie no podía ser esa
persona si eso significaba volver a empujar a Gabrielle a los mismos malos
patrones de siempre.
O...
O podría estar pensando demasiado en una amiga que se preocupa
por ella y por su alergia a la pelusa de las mascotas, todo porque esta
mañana...
Esta mañana, ella había mentido.
Se acordó.

145
Cole McCade Criminal Intentions #7

Y no estaba dispuesta a hacer ese maldito lío, ahora mismo.


Así que —Gracias—, dijo, sacando la caja de Benadryl y abriéndola.
—¿Cómo te fue?
—Estuvo bien, aparte de que me hizo una novatada tan mala que
pensé que después tendría que hacer una parada de barriles desnudos en
el vestíbulo mientras me golpeaba con tornos de bambú. Sólo... — Gabi se
desinfló, dejando caer la cabeza entre las manos. —Nada. Sólo que el
recepcionista era un poco raro, y creo que me dejó descolocada, así que
ahora todo me parece mal. Pero creo que la cosa pinta bien.
Probablemente he conseguido el trabajo. Tal vez porque nadie más lo
quiere.
—Tienes que ser un masoquista o un humano completamente
jodido para querer trabajar en derecho en Baltimore, y como no eres un
humano completamente jodido...
—Deja mi vida sexual fuera de esto.
—Tú eras la que tenía los escenarios de dolor kink exhibicionista en
el vestíbulo del edificio del condado.
—...gracias, ahora me estoy imaginando a mi posible futuro jefe de
formas que no quiero ver.
—He oído que la lavandina cerebral es una cosa que los niños dicen
ahora—. Anjulie abrió un blíster y derramó una píldora en su mano, luego
buscó su taza de café, sólo para fruncir el ceño en el fondo de la misma.
Estaba vacía. ¿Cuándo fue su última recarga? Mierda, ¿qué hora era? —
Matheson se estaría disparando en el pie si no te contratara.
—Salvo que sabe que soy tu amiga y la ex esposa de Malcolm, y que
los odia a ambos.
—Eh. — Anjulie hizo volar la píldora en la parte posterior de su
garganta y la tomó en seco, tragando un par de veces para humedecer su
boca después. —Sólo juega con lo de divorciada amargada, di que odias a
Mal, y Matheson será tu mejor amigo.
—Eres terrible—. Enderezándose, Gabrielle se inclinó sobre su
hombro, mirando la oficina. La oficina mayormente vacía, se dio cuenta
Anjulie, junto con el hecho de que el sol se estaba poniendo, oscureciendo
el espacio abandonado. —¿Dónde está? ¿Y Yoon?
—No—, dijo Anjulie con firmeza. —Vas a dejar de buscarlo cuando
entres aquí. Estás aquí para verme a mí—. Ella tragó un par de veces más
para aliviar el regusto amargo de la píldora, luego hizo sonar sus dedos
sobre el acceso directo del teclado para bloquear la pantalla de su

146
Cole McCade Criminal Intentions #7

escritorio. —Pero los dos se han tomado un par de días por enfermedad.
Los imbéciles pasaron de un caso a otro sin dormir. Están trabajando
hasta los huesos.
Gabrielle hizo una mueca, cerrando los ojos y frotándose las sienes.
—Y ahora pienso en el hecho de que probablemente no estén durmiendo
ahora mismo. No puedo dejar de ver eso. Necesito ahogarlo—. Con una
sonrisa brillante y forzada, dio una palmada, poniéndose de pie. —
Bebidas. ¿Quieres ir a tomar algo?
Anjulie la observó con una especie de cariño inquietante. No podía
evitar preocuparse, pero no podía hacer mucho más que dejar que
Gabrielle resolviera las cosas a su tiempo, a su manera. Era como verla
tener respuestas retardadas al divorcio, como si estuvieran frescas, y ella
había estado posponiendo el procesamiento hasta ahora y el momento en
que se asentara que realmente era definitivo, terminado, hecho. En este
momento estaba en la fase de "obsesión por el ex", pero un poco más de
tiempo, unas cuantas distracciones más, el alboroto de empezar un nuevo
trabajo, y encontraría su camino, pensó Anjulie.
Lo único que podía hacer Anjulie era ser otra de esas distracciones.
Así que sonrió, empujó su silla hacia atrás y se puso de pie,
alcanzando su abrigo. —Pensé que nunca lo pedirías.

Malcolm levantó la vista de una cansada relectura de Atwood -


incluso después de dos días sin más que dormir y Seong-Jae, no tenía
cerebro para nuevas palabras- cuando oyó que llamaban a su puerta.
Y sonrió antes de poder contenerse, cuando reconoció ese ritmo tan
característico.
Podía forzar la cerradura, ya sabe.
No le importaba ni de lejos lo que pretendía.

147
Cole McCade Criminal Intentions #7

Y no le importaba una visita no anunciada, cuando había estado


sintiendo la ausencia de Seong-Jae desde que se separaron de los brazos
del otro y de la cama de Malcolm en algún momento de la noche anterior.
Sinceramente, no recordaba mucho de los dos últimos días. Recordaba un
beso, un calor apretado, un placer explosivo y un dolor más dulce que
cualquier otro que hubiera conocido...
...y luego ambos se desmayaron durante veinticuatro horas.
El resto eran vagas impresiones de medio segundo. Despertar
durante diez minutos para comer e hidratarse y usar el baño, y luego
desmayarse de nuevo. Cambiando de posición cuando el peso de Seong-
Jae empezó a entumecer su brazo. Unos pocos momentos de somnolencia
y de alerta, viendo a Seong-Jae dormir con los labios relajados y sus
rasgos suavizados y aniñados, mientras el corazón de Malcolm latía con
un ritmo cálido y somnoliento.
El resto había sido que sus cuerpos se habían rendido por completo
después del estrés que habían sufrido, y luego, cuando se despertaron, se
las arreglaron para preparar un puñado de paninis antes de que Seong-
Jae saliera rezagado, murmurando algo acerca de que quería una muda de
ropa y su propio maldito cepillo de dientes mientras se frotaba las costras
de sueño de los ojos y se mantenía sombríamente quieto el tiempo
suficiente para que Malcolm le besara la mejilla en la puerta. Su aspecto
era un maldito desastre, con el pelo suelto por todas partes, la ropa
arrugada como una pesadilla, la cara llena de sueño y los ojos
semicerrados.
Y para Malcolm nunca había sido tan adorable, que incluso dejara
que Malcolm lo viera así.
Aunque el momento en que Malcolm abrió la puerta y encontró a
Seong-Jae de pie, con el ceño fruncido y la bolsa de la tintorería colgando
de su mano, fue un fuerte competidor para el premio.
—Tu camisa—, murmuró Seong-Jae con brusquedad, y le empujó la
bolsa. —La he llevado a la tintorería.
Malcolm se apoyó en la puerta, cruzando los brazos y sin coger la
camisa. —Te dije que podías quedártela—. Sonrió. —No necesitas inventar
excusas para venir a verme.
Seong-Jae frunció el ceño. —He venido a darte tu camisa—, dijo.
Luego la empujó contra el pecho de Malcolm, la soltó y pasó por
delante de él para entrar en el apartamento.

148
Cole McCade Criminal Intentions #7

Malcolm agachó la cabeza cuando captó el crujido de la espalda y


siguió los pasos de su novio con un suspiro divertido. Parecía... mejor
ahora, al menos. Como si el descanso y un poco de tiempo para sí mismo
hubieran restablecido el equilibrio que el caso Ivers había sacudido.
—De acuerdo—, dijo Malcolm, apartándose de la puerta y colocando
la bolsa sobre su brazo. —Gracias.
Se dirigió al armario para colgar la camisa y observó de reojo a
Seong-Jae mientras su compañero se dejaba caer en el sofá, consiguiendo
de alguna manera que sentarse pareciera un acto de rebeldía. Malcolm
sonrió para sí mismo.
—Oye, me apetece hornear un poco. ¿Quieres ayudarme?
—No sé hacer magdalenas.
—Haremos otra cosa. Brioche. Brioche de queso crema. Probé unos
de Whole Foods el otro día y quiero ver si puedo hacerlos.
—...tampoco sé cómo hacer eso.
—Te enseñaré—. Malcolm sonrió. —No me importa si lo único que
haces es revolver la masa. Sólo quiero compañía en la cocina.
Seong-Jae se giró para apoyar el brazo en el respaldo del sofá,
mirando a Malcolm pensativo. —¿Malcolm?
—¿Sí?
—...tampoco tienes que poner excusas poco disimuladas para pasar
tiempo conmigo.
Ouch. Atrapado. Malcolm hizo un gesto de dolor y se apartó del
armario para cruzar el espacio abierto y acomodarse en el sofá al lado de
Seong-Jae. En silencio, le ofreció su mano, extendida, pidiéndole... y
después de un momento, Seong-Jae depositó su propia mano en ella,
uniendo sus manos cálidamente.
Malcolm miró sus dedos entrelazados. —Yo... — Se humedeció los
labios. —Esto es nuevo, Seong-Jae. Realmente nuevo. Siento como si
hubiéramos estado huyendo el uno del otro mientras este resorte de acero
que se extiende entre nosotros tira hasta su límite y luego nos vuelve a
juntar. Sacudió la cabeza. —Me está costando acostumbrarme. Que tú ya
no huyas... y yo tampoco.
—Así que no lo estamos—, aceptó Seong-Jae en voz baja. —Aunque
no sé hacia dónde estamos huyendo, ahora que ya no lo hacemos.
—Me parece bien ver a dónde va esto, y descubrirlo por el camino.

149
Cole McCade Criminal Intentions #7

—Puedo trabajar con eso—. Seong-Jae esbozó una de esas raras


sonrisas, débiles y cansadas, pero llenas de genuina calidez. —Pero puedes
pedirme que me quede sin razones artificiales, Malcolm.
—Si te lo pido ahora, ¿te quedarás?
Los ojos negros brillaron bajo el abanico de pestañas oscuras. —Tal
vez—, dijo, y Malcolm sonrió, apretando su mano.
—Quédate, entonces.
—Eso no es una petición.
—Lo es—, dijo Malcolm, y se inclinó para capturar los labios de
Seong-Jae en un beso necesitado, casi suplicante. Como si, si
simplemente le diera a Seong-Jae las emociones desbordantes que
brotaban dentro de él con cada beso, cada toque, que de algún modo
podrían obligar a Seong-Jae a quedarse para siempre, un hechizo de
calidez y dulzura y reverencia. Lo entregó todo y más a la unión y la
separación, a los suspiros y a las caricias, a los mordiscos de sus labios,
apoyándose cada vez más en el cuerpo ágil de Seong-Jae, en su calor, en
su fuerza, en su hermosa y rota perfección.
Y quédate, pedía con cada toque de sus labios.
Sólo... quédate.
Mientras Malcolm entrelazaba sus dedos en el pelo de Seong-Jae,
mientras lo atraía más profundamente, marcando su reclamo con
mordiscos más profundos, burlándose de esa boca exuberante hasta que
se sintiera simplemente madura contra la suya... —...Creo que puedo estar
convencido—, susurró Seong-Jae, empujándose hacia arriba.
Y se deslizó por el regazo de Malcolm, agarrando fuertemente los
muslos que flanqueaban sus caderas mientras Seong-Jae se ponía a
horcajadas sobre él, se quitó la chaqueta y la camisa para revelar los
cinceles marcados por las cicatrices de su pecho. Con un gemido, Malcolm
arrastró los labios por el surco entre los pectorales de Seong-Jae,
lamiendo el sabor de su piel, tan perfecta, cruda y masculina.
—Dime—, respiró, mientras desviaba sus labios hacia un pezón
marrón pálido, manteniéndose a sí mismo con una correa temblorosa. —
Dime que pare... o dime que me quieres.
—No te quiero—, dijo Seong-Jae, y Malcolm se armó de valor,
preparándose ya para refrenarse. —Te necesito.
En el medio segundo de confusión que Malcolm tardó en procesar,
Seong-Jae le arrebató otro beso y lo hizo entrar en un miasma de calor, de

150
Cole McCade Criminal Intentions #7

cuerpos que rechinan y necesidad que arde lentamente, de manos que


acarician y exploraciones lentas y suaves. Tocó a Seong-Jae por todas
partes, empezando por las yemas de los dedos, acariciando su cuello, sus
hombros, su espalda, deteniéndose en cada pequeño detalle que quería
recordar con perfecta memoria táctil una y otra vez. Luego su boca,
descubriendo la aspereza de su pezón, cómo se endurecía, cómo Seong-
Jae se arqueaba y hacía chocar sus caderas, su polla endurecida, contra la
de Malcolm, haciéndole gemir incluso mientras encontraba nuevos
lugares para saborearlo. El hueco en la base de su garganta. El surco entre
sus abdominales. El pico de su barbilla, la curva de su hombro, hasta que
los labios de Malcolm sólo conocían a Seong-Jae, un mapa de su cuerpo
impreso en la boca de Malcolm.
Y cuando Seong-Jae le devolvió el toque, apoderándose de su boca y
aturdiendo sus sentidos mientras unos dedos largos y ágiles le acariciaban
las costillas, le quitaban la ropa, recorrían una delicada línea a lo largo de
la cresta y descendían...
Levantó las caderas, y susurró, susurró el nombre de Seong-Jae con
total rendición mientras unos dedos cálidos lo rodeaban, lo acariciaban, lo
sumergían en un calor que amenazaba con quemar su cuerpo para dejar
que su fuerte corazón fuera lo único que quedara en pie.
Esto era demasiado. Demasiado intenso. Todo lo que había tratado
de evitar con el sexo casual, y sin embargo lo era todo, todo lo que tenía
que ver con Seong-Jae, esa compulsión y ese deseo del que no podía
desprenderse. Vivía para el charco de luz que fluía sobre las hendiduras
del cuerpo de Seong-Jae como la miel, mientras Seong-Jae se retorcía
contra él. Sólo respiraba por el aliento de Seong-Jae y por el sonido que
hacía cuando Malcolm deslizaba sus dedos lubricados dentro de él.
Y moriría por el momento ardiente y oscuro en el que Seong-Jae se
levantó sobre él, alzándose sobre los muslos temblorosos... y gritó el
nombre de Malcolm en tonos quebrados y desgarrados mientras llevaba el
calor apretado a la dureza tensa, ondulando las caderas, tomándolo con
un abandono tan dispuesto que Malcolm estuvo a punto de romperse. Los
dientes del placer eran afilados... pero los dientes de esta emoción eran
más afilados, cuchillas que lo salvaban y desgarraban y convertían el
placer en la más dulce angustia.
Ni en mil años habría imaginado que el hombre frío y cerrado que
había conocido en aquel callejón se abriría a él tan completamente. Que se
entregaría tan plenamente. Que tomaría a Malcolm por completo.
Y cuando Malcolm se corrió, empujando hacia arriba en ese cuerpo
arqueado, que se movía con gracia...

151
Cole McCade Criminal Intentions #7

Sintió como si hubiera arrancado un pedazo de su corazón, para


lograrlo.
Arrancó un pedazo de su corazón y se lo dio a Seong-Jae para que lo
tuviera, para que lo sostuviera, para que lo conservara.
Un trozo que le pertenecería para siempre, y que nunca volvería a
caber dentro de Malcolm de la misma manera.

152
Cole McCade Criminal Intentions #7

X: Cuando todas tus


promesas se han ido
Sila se sentó en el tejado del edificio de Malcolm Khalaji y dejó que
sus pies desnudos colgaran sobre el borde, balanceándose y
balanceándose y balanceándose. Si sus piernas fueran sólo quince
centímetros más largas, lo verían: sólo un par de zapatos de tacón y diez
dedos de los pies enroscados, balanceándose en el aire sobre la ventana de
Malcolm, jugando al escondite con los amantes como un pequeño mirón.
No quiso mirar... no, no quiso mirar, pero no tenía que mirar para
saberlo. Todos esos pequeños botones presionados, y realmente les había
llevado mucho tiempo, pero entonces pero entonces pero entonces...
Más bien había roto su Jamjali, ¿no?
Había sostenido su pequeña libélula en la palma de la mano y había
apretado y apretado y apretado hasta que esas alas de diamante
translúcido se arrugaron y aplastaron y se hicieron polvo, y aún así...
Aun así, su Jamjali intentó volar.
Echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír, y luego se detuvo, se tapó
la boca con una mano y silenció la risa. Aún ahora le parecería que
respiraban apresuradamente y se agarraban las manos y suspiraban por lo
bajo y perdidos, completamente absortos el uno en el otro, su propio
mundo de piel como dos serpientes que se enroscan y enroscan y
enroscan el uno en el otro, fuertes y encantadores y brillantes. Él no podía
interrumpir, no les dejaría parar, tenía que estar callado, callado como un
ratón.
Se preguntaba, ahora, como se preguntaba muchas cosas, y
escuchaba el agudo canto del viento sobre los tejados y pensaba para sí
mismo en muchos pensamientos. En su Jamjali, feroz, siseando y
escupiendo con la cola en punta, lanzando todas sus garras contra una
mano que lo acariciaba, sólo para exigirle enfurruñadamente que se la
devolviera cuando la retiraba. ¿Creía que iba a ser una pequeña y gentil
mascota, calmada y domesticada, para Malcolm Khalaji?
¿Creía que Malcolm Khalaji lo arreglaría?
¿Que lo doblaría en todas las formas equivocadas y lo forzaría a
entrar en el esquema que el mundo había creado para él hasta que no

153
Cole McCade Criminal Intentions #7

hubiera espacio para todos sus hermosos, fragmentados y sangrantes


bordes?
Eso no podía suceder.
Eso no podía ocurrir en absoluto.
Su Jamjali era más hermoso cuando estaba roto. Todos los lugares
en los que había sido lijado hasta que se había vuelto suave y liso eran
simplemente aburridos, el brillo y el lustre de él habían desaparecido. Era
hermoso cuando brillaba como un cristal roto, cuando brillaba como el
fuego, cuando brillaba como la sangre derramada, cuando brillaba como
mil lágrimas que nunca se detienen.
Y Sila lo haría brillar de nuevo. Lo haría bueno de nuevo, y le
enseñaría a Jamjali una vez más quién era realmente, realmente.
Volvería a hacer que el impuro estuviera limpio, lavado en un río de
sangre.
Sonriendo, balanceó los pies una vez más, pateando los talones
contra la piedra, y luego se puso de pie, extendiendo los brazos y
abrazando el viento, el cielo, la alta luna de octubre, mientras dejaba que
la noche le acariciara el pelo y descendiera por la nuca y se deslizara
dentro de su ropa para lamer y acariciar su cuerpo hambriento.
—Toma, gatito, gatito—, susurró.
Y se rio.

154
Cole McCade Criminal Intentions #7

Preguntas y respuestas
con Cole

HOLA, soy Cole. Recibo muchas preguntas sobre la serie, ¡así que vamos a
responder a algunas de las más frecuentes!

Todas las demás preguntas volvieron a desaparecer.


Sí, estoy tratando de hacer sólo preguntas puntuales por episodio a partir
de ahora, y probablemente volveré a los episodios uno a cinco y los editaré
también para que cada pregunta ofrezca algo nuevo con contenido
relevante para ese episodio. Así que las he vuelto a borrar. Sin embargo,
creo que voy a empezar a añadir trozos de información sobre los
personajes. Pequeñas cosas aquí y allá que probablemente no formen
parte de la narración principal, pero que de todos modos son divertidas de
conocer.

Ok, pero qué mierda fue esa escena numerada X otra vez, no
pudiste dejarme disfrutar de las emociones felices, omg, ¿por
qué?
Lo sé. Lo sé. Soy un hombre malo. Lo siento. Vuelve a leer los capítulos 4
y 12 y recupera la sensación de felicidad, y finge que el capítulo X no está
colgado prometiendo que algo muy malo va a pasar. *(No, en serio, tuve
que hacerlo. No puedo ignorar a Sila durante todo un episodio. Es un
personaje muy extraño en el sentido de que le gusta ser invisible, pero no
le gusta ser ignorado).

Bueno, pero Gabrielle


¿Sí?
155
Cole McCade Criminal Intentions #7

¿Y el tipo de la oficina del fiscal?


Mmhm...

Rubio
Sí.

Acento británico
Ya lo está consiguiendo.

UN OJO VERDE Y OTRO AZUL


Bingo.

ljkamedklfjskljfklsd
Lo sé.

Muy bien, volvamos a ponernos serios. ¿Por qué nunca


hacemos un seguimiento de las secuelas de la mayoría de los
casos que Malcolm y Seong-Jae resuelven?
Eso entorpecería mucho la historia y se volvería muy repetitivo. Aunque
los crímenes y los caminos para investigarlos dejan mucho espacio para la
variedad, al final un juicio es un juicio y si seguimos cada caso hasta el
juicio y la condena, eso es mucho aburrimiento con los mismos procesos
una y otra vez. Queda suponer que los culpables fueron a la cárcel o
fueron institucionalizados si se les consideró mentalmente incapaces de
cumplir condena, e incluso podemos visitarlos en algún momento (como
la visita de este episodio a Sarah Sutterly, y puedes esperar ver a Edmund
Bishop de nuevo pronto). Aunque si hay algún caso significativo en el que
salgan libres y eso tenga un impacto en la trama, nos ocuparemos de ello.
También puede haber casos dudosos en los que Malcolm y Seong-Jae
tengan que testificar y sean prácticamente juzgados por sí mismos, pero
de nuevo, eso es sólo si mueve la trama o el desarrollo de los personajes.

156
Cole McCade Criminal Intentions #7

Notas
Quizá notes un hilo conductor en los episodios sexto y séptimo (más allá
de la intimidad de Malcolm y Seong-Jae):
Perpetradores cuya disfunción comenzó con sus padres, transmitida a
través de una especie de herencia nacida no de la genética, sino del tipo de
masculinidad tóxica que los padres suelen enseñar a sus hijos.
La sociedad y la cultura suelen reforzar la masculinidad tóxica, pero gran
parte de ese fortalecimiento comienza en el hogar y se inicia a una edad
temprana. Comienza cuando los hombres les dicen a sus hijas que se
mantengan puras y virginales para ellos, pero les dicen a sus hijos que
tienen que marcar para ser hombres de verdad. Es criticar cualquier cosa
que hagan sus hijos que pueda ser considerada blanda, femenina, marica
o cualquier otra cosa que no sea de hombre alfa. Es ridiculizar a los chicos
por su expresividad emocional, y exigir en su lugar la represión
emocional. Es enseñar a los niños que están por encima de todo y que
tienen derecho a todo lo que quieran, de la manera que quieran, y que el
mundo se lo dará si lo exigen, y si no lo hace, han sido despreciados y
deben vengarse.
Es todo sobre cómo definimos la hombría hoy en día.
Tengo un hermano menor, dieciocho años menor que yo. Él... mierda,
ahora tiene veinte años. Soy jodidamente viejo. Ayudé a criarlo durante
un largo período de su infancia y su niñez. Lo quiero más que a la vida
misma, como si fuera mi propio hijo.
Y ya no puedo hablar con él.
En parte se debe a las divisiones familiares con mi madrastra, etc.
Pero en parte se debe a que, a medida que el Alzheimer de mi padre
empeoraba antes de su muerte, los terribles rasgos de masculinidad tóxica
que aprendió en el cuerpo de policía se amplificaron y se deformaron aún
más por su enfermedad hasta que se convirtió en alguien a quien no
reconocí. Alguien muy parecido al padre de Adam; alguien que educó a mi
hermano pequeño para que creyera literalmente que era el puto
Jesucristo hasta que fue preadolescente. Mi hermano pequeño ya se ha
desprendido de esa creencia, pero el ego y el complejo de dios
permanecen, y ha pasado de ser el mierdecilla precoz que solía subirse a
mis hombros y tirarme del pelo a uno de los ejemplos de masculinidad
tóxica con más autoridad que he visto nunca.

157
Cole McCade Criminal Intentions #7

Y me duele, porque intenté con todas mis fuerzas romper ese ciclo con él y
ahora todo lo que puedo hacer es mirar desde la distancia y esperar que se
dé cuenta, porque ya no formamos parte de la vida del otro.
Aunque sé (espero) que mi hermano pequeño no hará daño a la gente
como lo hicieron Derek Sterling y Adam Ivers, eso no cambia que esté
haciendo daño a la gente de otras maneras. No cambia el hecho de que las
situaciones que crean personas como Derek, como Adam, como mi propio
hermano pequeño, son demasiado reales, y aunque eso no absuelve a esos
chicos de la culpa por lo que hacen... sí que señala con el dedo que esta
mierda empieza con sus padres, cuando sus padres podrían haber tomado
la decisión consciente de hacerlo mejor. Ser mejores.
Romper ese maldito ciclo.
A menudo me pregunto cómo puedo restablecer mi relación con mi
hermano y quizás influir en él para que mejore antes de que sea mayor y
tenga sus propios hijos, y les transmita esta toxicidad. Pero todo el mundo
debería preguntarse eso; no, tú no. No las mujeres y las feministas. No es
tu responsabilidad educar a tus opresores, aunque si decides hacerlo será
mejor que te agradezcan el favor.
Me refiero a otros hombres.
Somos nosotros los que tenemos que romper ese ciclo. En nosotros
mismos, en nuestros hermanos, en nuestros hijos, en nuestros amigos. Es
nuestra responsabilidad hacer esa elección consciente, y usar esa elección
consciente para influir en otros para que despierten y vean el daño que
están haciendo también.
Porque esto no sólo crea a Derek Sterlings28 o a Adam Ivers29 -personajes
de ficción que llevan el rostro de la masculinidad tóxica-.
Creó a Dylan Roof. Creó a Elliot Rodger. Seguirá creando hombres que se
sienten con derecho a los cuerpos, el espacio, el tiempo y las vidas de los
demás.
Y mientras seamos complacientes al respecto, eso es cosa nuestra.

28
El supremacista blanco Dylann Roof, mató a nueve personas de una iglesia negra de Charleston en un
tiroteo en 2015. Durante una rutina de estudio bíblico en la iglesia, un hombre blanco de unos 21 años,
más tarde identificado como Dylann Roof, abrió fuego con un arma y mató a nueve personas. Fue una
acción racialmente motivada.
29
Elliot Rodger, fue un youtuber que asesinó seis personas por ser rechazado por las mujeres. La
masacre de Isla Vista de 2014 ocurrió el 23 de mayo por parte de Elliot Rodger, de 22 años de edad, que
perpetró una matanza en Isla Vista, California, cerca del campus de la Universidad de California en Santa
Bárbara. Siete personas murieron, incluyendo el asesino. El joven de 22 años decidió abrir fuego al azar
como parte de su 'venganza' por todas las mujeres que lo habían rechazado durante su estancia en la
Universidad de California, lamentando nunca haber tenido relaciones sexuales.
158
Cole McCade Criminal Intentions #7

Tengo más que decir sobre las relaciones abusivas y la mentalidad de


culto tóxico que puede deformar completamente tu realidad y cambiar lo
que eres... pero eso está demasiado cerca de casa para mí, ahora mismo. Y
demasiado cerca de casa para algunas de las personas que conozco que
leen estos libros. No quiero profundizar demasiado en el tema, así que
sólo voy a decir una cosa:
Si alguna vez has sido víctima de este tipo de relación tóxica...
No es tu culpa.
Los maltratadores son maestros en el uso del gaslighting para hacernos
dudar de nuestras percepciones, de nuestras propias verdades; para
hacernos cuestionar los hechos y perder de vista lo que es la realidad. No
es un defecto fatal o una debilidad en ti el que hayan sido capaces de
hacerte eso. Es su comprensión de la psique humana y de cómo
presionarte gradualmente para que no te des cuenta de lo lejos que estás
de la realidad hasta que estás a kilómetros de la costa y te hundes sin
esperanza de poder nadar. Si alguien te hace daño de esa manera, no te
hace débil.
Los hace crueles, y terribles.
Y eso nunca es culpa tuya.
Si has estado en una relación así, ya sea platónica, romántica o familiar,
espero que estés a salvo ahora. Espero que encuentres tu camino hacia
algo que se sienta como un hogar. Y si todavía estás en esa posición, si
todavía te sientes en peligro...
Extiende la mano, si puedes.
Hay manos esperando para agarrar la tuya y sacarte de la oscuridad.
RAINN.org es un buen lugar para empezar.
Pero también lo son los familiares y amigos que se preocupan por ti y
quieren verte sanx y salvx.

159
Cole McCade Criminal Intentions #7

Agradecimientos
Saben que siempre doy las gracias a mi familia elegida, las hermanas de
mi corazón; al Club de la Lucha, las personas que siempre me motivan y a
las que me enorgullece animar en sus empeños; y a Amanda, mi
violentamente asesina pero siempre talentosa editora. Eso nunca
cambiará.
Pero para este episodio... también quiero dar las gracias a los amigos que
estuvieron a mi lado, hace años, al final de mi matrimonio abusivo. Los
que me escucharon describir situaciones que había normalizado mientras
procesaba la disolución de la relación, y me ayudaron a abrir los ojos para
ver que lo que estaba describiendo no era normal; era abuso, y yo había
sido condicionadx a aceptarlo. Esa comprensión fue un paso enorme para
volver a ser yo mismx, después de ese desastre. Fue una parte enorme
para poder encontrarme debajo de la persona en la que me había
convertido durante una época extremadamente difícil.
Y fue fundamental para poder seguir adelante y rehacer mi vida en mis
propios términos.
Puede que mi ex nunca llegara a los extremos que Seong-Jae ha insinuado
que Sila llegó con él; puede que nunca llegara tan lejos como lo hizo Adam
con Anne. Pero aun así me han dañado profundamente, me han hecho
perder el control sobre mí mismx, han roto mi capacidad de amarme y de
tener fe en mí mismx.
La única razón por la que estoy aquí ahora, escribiendo estos libros,
hablándoles a ustedes, es por los amigos que tuvieron fe en mí cuando yo
no pude.
Estos libros no existirían sin esos amigos.
Yo no existiría sin esos amigos.
Gracias, con todo lo que tengo.
Gracias.

160
Cole McCade Criminal Intentions #7

Sobre el autor
Cole Mccade es una persona sureñx nacidx en Nueva Orleans pero sin
acento sureño, que actualmente reside en algún lugar de Seattle. Pasa sus
días como consultxrx corporativo de traje y corbata y escritor de negocios,
y sus noches escribiendo romance contemporáneo y erótica que coquetea
con el borde del tabú - cuando no está siendo abordado por dos gatos
hiperactivos.
También escribe ciencia ficción y fantasía con un toque de terror y con las
influencias de su origen multiétnico, multicultural y multilingüe como
Xen. Vacila entre llamarse a sí mismo bisexual, llamarse a sí mismo
"queer" y tratar de averiguar dónde encaja el "demi" en todo el lío, pero
independientemente de la palabra que utilice es un firme defensxrx de la
representación y la visibilidad de los LGBTQIA y los POC en la ficción de
género.

161

También podría gustarte