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Guns n' Boys Libro 9: Inquebrantable

KA Merikan

“Nunca podrás entender lo que este hombre hizo conmigo, por mí y junto a mí”.

Siete años.

Domenico y Seth han estado juntos durante siete años. Después de atravesar sangre, lágrimas,
peleas y compromisos dolorosos, finalmente llegaron a un punto en el que todos los días no
parecen ser los últimos.

Asentados en su cómoda vida, deciden irse de vacaciones a Singapur. Pero su ruptura romántica
se convierte en una pesadilla cuando aparece un viejo adversario, que tienta a Seth y Domenico
para alejarlos de la paz y la tranquilidad de su hogar en Argentina y llevarlos hacia un nuevo tipo
de futuro.

Lo que comienza como una persecución inútil podría ser su boleto de regreso a Italia, pero
cuando Seth y Domenico caen en las trampas que les han tendido, solo pueden contar el uno con
el otro para superar una realidad tan horrible que la muerte podría parecer una muestra de piedad.

Sin embargo, lo que sus enemigos no saben es que su vínculo es más fuerte que nunca, e intentar
separarlos traerá la destrucción a cualquiera que lo intente.

Por Domenico, Seth atravesaría el infierno y regresaría.

Por Seth, Domenico derribaría los cielos.

Cuando están juntos, mejor que nadie se atreva a joderlos.

POSIBLES SPOILERS:
Temas: mafia, cartel, asesino, crimen organizado, lazos familiares, traición, venganza, Singapur,
trata de personas, fantasmas del pasado, lazos inquebrantables, pareja establecida
Género: Romance erótico MM oscuro y retorcido / thriller criminal
Longitud: ~80,000 palabras (Libro 9 de la serie)
Inquebrantable - Libro 9

KA Merikan

Acerbi & Villani Ltda.


Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido de personajes con personas reales, vivas, muertas
o no muertas, eventos, lugares o nombres es pura coincidencia.

Copyright del texto © 2019 KA Merikan


Reservados todos los derechos
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Editado por No Stone Unturned


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Diseño de portada por


Natasha Snow
http://natashasnow.com

Traducción al español NO OFICIAL por fans y para fans sin fines de lucro. Por favor, apoyen al
autor comprando su historia en las plataformas oficiales y no difundan por redes sociales como
Instagram, TikTok, Twitter, etc.
Tabla de contenido

Agradecimientos
Capítulo 1 - Domenico
Capítulo 2 - Seth
Capítulo 3 - Domenico
Capítulo 4 - Seth
Capítulo 5 - Domenico
Capítulo 6 - Seth
Capítulo 7 - Seth
Capítulo 8 - Seth
Capítulo 9 – Domenico
Capítulo 10 - Seth
Capítulo 11 – Domenico
Capítulo 12 - Domenico
Capítulo 13 – Seth
Capítulo 14 - Seth
Capítulo 15 - Domenico
Capítulo 16 - Seth
Capítulo 17 - Domenico
Capítulo 18 - Domenico
Capítulo 19 - Seth
Capítulo 20 - Domenico
PATREON
BOLETIN INFORMATIVO
Sobre las Autoras
Escena Post-Créditos (Irena)
Agradecimientos

Dedicado a todos nuestros seguidores de Patreon. Sin ustedes, estos libros serían
imposibles de publicar. Gracias por amar a Dom y Seth tanto como nosotros.

-Kat y Agnes
Capítulo 1 - Domenico

Era como estar de vuelta en Europa. Debajo de un techo de vitrales, las paredes de piedra
caliza creaban la imagen de la grandeza del Viejo Mundo. Elegantes columnas y nichos, llenos
de plantas locales y esculturas de mármol que representaban dioses clásicos, enmarcaban la sala
de dos pisos de altura. Los pequeños balcones en el segundo piso servían como cabinas privadas
para el evento único en su tipo, pero si bien ofrecían más privacidad, Dom no se arrepintió de
haber logrado obtener dos asientos en una mesa redonda en la parte de atrás.
Las entradas para el concierto se habían agotado cuando Seth y Domenico llegaron a
Singapur, pero consiguieron asientos gracias a la suerte y a sus bolsillos. No estaban preparados
para una ocasión tan elegante, por lo que los dos habían pasado todo el día buscando ropa de
noche adecuada, pero después de consumir un festín de filete miñón, junto con numerosos platos
pequeños y buen vino italiano, Dom no tenía motivos para quejarse. Además, ¿por qué alguien se
quejaría de tener que comprar en boutiques exclusivas para escuchar una variedad de estrellas de
ópera de clase mundial interpretando arias italianas?
Había pasado un tiempo desde que él y Seth se habían atrevido a dejar la relativa
seguridad de Argentina, donde su familia mafiosa no tenía vínculos, pero extrañaba la alegría de
ver algo nuevo, y Singapur, con sus rascacielos, parques y edificios de arquitectura de última
moda era el tipo de centro moderno para enriquecer su vida.
Solo podría haber estado más feliz si hubieran estado haciendo lo mismo en Palermo.
—Por nosotros, —dijo, chocando su copa contra el de Seth, mientras deambulaban por la
galería de arte adjunta al lugar principal durante un descanso técnico.
La sonrisa despreocupada de Seth solidificó la confianza de Dom de que este viaje era un
descanso muy necesario de sus agitadas vidas. Durante las dos semanas que les esperaban, Seth
no se involucraría en ningún asunto de Secret Chef, y Domenico le había informado a su
asistente personal que no debían contactarlos a menos que el cielo se estuviera derrumbando.
El traje nuevo de Domenico no se había hecho a medida, pero le quedaba perfecto y
disfrutó de la oportunidad de exhibirlo frente a perfectos extraños. Puede que haya pasado
demasiado tiempo en la boutique de Armani, pero a Seth no le había importado, ya que le ofrecía
la oportunidad de probar comidas locales sin que Domenico lo molestara cada vez que le
preguntaba al vendedor sobre una nueva fruta o verdura.
Habían pasado más de dos años desde que se fueron de El Encanto y Domenico se había
adaptado a tener un esposo crecido en libertad, pero no sin dolores de crecimiento1. Lo que
entendía ahora era que sin darle a Seth espacio para respirar, Dom no tendría a Seth en absoluto,
así que hizo las paces con eso. Sin embargo, se aseguró de que entrenaran todos los días, en caso
de que Seth necesitara defenderse.
—Por nosotros, —respondió Seth y bebó un trago de su copa.
Domenico no pasó por alto la mirada de una atractiva mujer siguiendo discretamente la
impresionante figura de Seth. Por un lado, porque Seth era suyo y todo lo que ella podía hacer
era mirar, pero también porque había sido él quien había elegido el atuendo de Seth. Combinar
los suaves pantalones negros y una chaqueta burdeos había sido un golpe de genialidad y
transformó a Seth de un tipo muy sexy en una presunta celebridad que honraba a los simples
mortales con su presencia.
—He tenido un intenso deja vu2 toda la noche, —dijo Domenico, mirando la escultura
abstracta frente a ellos—. Es como si estuviéramos de vuelta en casa. Nunca tuvimos la
oportunidad de vivir este tipo de vida allí.
—En aquel entonces, habrías tenido que sobornarme con la mejor mamada para ir a un
evento como este. —La sonrisa de Seth se ensanchó, y las pequeñas arrugas de sus ojos hicieron
que el corazón de Dom diera un vuelco. Seth había sido fresco, caliente y jugoso cuando Dom
puso sus manos sobre él por primera vez, pero ahora era más grande, más fuerte, más
experimentado. Todo un hombre. Dom no tenía dudas de que sería igual de excitante dentro de
diez y veinte años, intenso y suave como el vino añejo.
Terminó su tinto seco para saciar la sed que lo golpeaba como un mazo. —¿Así que
finalmente te has acostumbrado a las cosas buenas de la vida? Ópera, seda, trajes a medida —
susurró, poniendo su mano abierta sobre la espalda de Seth y dejándola descender hacia ese
precioso trasero. No dejaría que descansara demasiado bajo. Sí, él era un turista, y sí, según los
informes, Singapur era laxo en la forma en que perseguía la actividad sexual gay, pero no tenía
sentido arruinar sus vacaciones con tales problemas.

1
Frase que se refiere a cuando en la adolescencia duele algo, pero eso significa que estás creciendo.
2
Es el nombre que se le da a la sensación de haber estado en un lugar o visto algo de la misma forma en
algún momento anterior, pero no recordar dónde ni qué.
Y la próxima vez, definitivamente se aseguraría de que el lugar al que viajaba por placer
fuera LGBT-friendly3 antes de comprar los boletos de avión.
Seth se mordió el labio con un brillo en los ojos. —Domenico Acerbi, —susurró,
añadiendo a la lista de lujos que disfrutaba.
Domenico sonrió, incapaz de apartar la mirada de la atracción magnética de los ojos
marrones de Seth, aunque una sombra se deslizó en su pecho cuando recordó las calles
empedradas de su ciudad natal. —Parece que serás el único pedazo de hogar que podré tener.
Seth resopló. —Entonces será mejor que me aprecies.
—¿No te aprecio lo suficiente? —preguntó Dom, luchando contra el impulso de llevar la
mano de Seth a sus labios.
—Lo haces, lo haces. Me cubres tanto de dulzura que me comerán las hormigas4.
Domenico contempló esto por un segundo. —Tuve un sueño recientemente. No te lo dije,
porque estabas fuera, y luego se me olvidó, pero fue uno de los buenos. Teníamos una hermosa
casa antigua en el campo, todo un huerto de limoneros, y veíamos la puesta de sol juntos. Pero
eso nunca va a suceder, porque ningún otro lugar huele a casa.
Seth tocó los dedos de Dom con su meñique. —Podríamos comprar una propiedad en el
campo de todos modos. También sería por el bien de Angelica. Diferente no siempre es peor. Las
pistas sobre Trópico se han secado, por lo que no tiene sentido insistir en lo que podría haber
sido.
Un ceño pasó por las facciones de Domenico. Santo no los aceptaría de nuevo en el redil
si no cumplieran con su parte del trato. Era una causa perdida.
Colocó su copa vacía en una bandeja que sostenía un camarero que pasaba. —Tal vez
regrese cuando sea tan viejo que ya no me importe si alguien me dispara en la cabeza.
Seth tomó otra copa de vino y habló cuando el camarero desapareció. —No digas eso.
Teniendo en cuenta quiénes somos, deberíamos estar felices de estar vivos. Mark tiene un futuro
brillante por delante, y Angelica también lo tendrá.
Domenico se mordió el labio. Había gastado miles de dólares en informantes, hackers,
incluso se arriesgó a comprobar algunas de las pistas él mismo, pero Trópico seguía siendo tan
escurridizo como un fantasma, y cada rastro que había dejado acababa como el borde de un
precipicio en la nada.
En algún momento, Santo había dejado de preguntar sobre el progreso en ese frente, lo
que solo profundizó el sentimiento de vergüenza de Domenico. Pero Seth tenía razón. No tenía
sentido castigarse a sí mismo por algo que no podía controlar.
3
Que no tenga ningún tipo de ley contra las personas LGBT.
4
La frase que usa Seth es “spoil me rotten” que juega con las palabras “spoil” que es “echar a perder”, pero
también “consentir”, y “rotten” es “podrido”. Literalmente sería “Me consentirás hasta que me pudra”, pero decidí
este cambio tomando el aprecio de Domenico como algo dulce.
—No puedo dejar de pensar en cómo fallé en llevarnos a casa. No puedo mostrarles a mis
hijos dónde crecí y no puedo ver a mi madre.
—Lo sé. Incluso si pudiéramos ir solo una vez. Por un mes. Durante una semana. Visitar
a los que son importantes para nosotros sin vigilar nuestras espaldas sería algo especial. ¿Quizás
algún día Mark llevará a Angelica y le mostrará los alrededores?
—Habría ido si no te tuviera, —dijo Domenico, frotando brevemente el centro de la
palma de la mano de Seth con las yemas de los dedos. La ternura lo hizo gravitar más cerca de
una manera de la que no estaba seguro en este lugar desconocido.
Seth debió haberlo malinterpretado, porque desvió la mirada. —Pero me tienes.
—Lo sé. Y mientras te tenga a ti, no correré riesgos innecesarios. La familia está antes
que todo lo demás.
Seth bebió su vino por un rato, pero finalmente se volvió hacia Dom, sus ojos cálidos
como dos ollas del chocolate más dulce y delicioso. —Sí, pero nos mantenemos en forma,
seguimos trabajando en nuestras habilidades de combate. Si es necesario, estoy listo. ¿Está bien?
El calor se encendió en el corazón de Domenico, como si Seth lo hubiera acariciado con
sus manos amorosas. —Lo sé.
Una serie de tintineos resonaron en el aire, atrayendo la atención de todos hacia la entrada
donde el maestro de ceremonias que había anunciado a los cantantes anteriores estaba de pie con
una copa de champán, que había golpeado con una cuchara diminuta.
—Damas y caballeros. Lamento mucho anunciar que el avión de Maria Cancio se retrasó,
por lo que llegará más tarde de lo esperado. El concierto se reanudará en media hora. Nos
disculpamos sinceramente por las molestias.
El calor le hizo cosquillas en el cuello a Domenico. —Media hora. Tiempo suficiente.
Los labios de Seth se torcieron. —No puedo creerte.
—Soy pragmático. Y estoy muy sediento.
—¿Crees que soy tan fácil? —Seth se bebió el resto de su vino.
Dom no creía que Seth fuera fácil. Él lo sabía.
—También eres audaz, y podrías haber hecho que alguien importante se sintiera muy
infeliz con tu comportamiento. Tan infeliz que posiblemente envíen a su guardaespaldas tras de
ti —dijo Domenico, capturando la mirada de Seth mientras los escalofríos bailaban por toda su
piel.
Las pupilas de Seth se dilataron como si hubiera esnifado una línea de cocaína. Picó el
anzuelo.
—Será mejor que lo pierda5, —susurró, alejándose.

5
Se refiere al guardaespaldas que posiblemente lo esté siguiendo (en esta fantasía sexual).
Una sonrisa maliciosa tiró de los labios de Domenico mientras seguía la forma magnífica
de Seth a través de la galería, hasta que desapareció en una de las puertas. Domenico optó por no
darle demasiada ventaja y lo siguió por el elegante pasillo que separaba la galería del bar. Se
preguntó si Seth le pondría las cosas difíciles, pero no, su esposo era fácil de identificar mientras
caminaba por la alfombra roja y movía las caderas un poco más de lo habitual. Qué
calientapollas.
Sin ser molestados por ningún otro invitado o personal, dejaron atrás la fiesta una vez que
Seth pasó por la recepción, sus zapatos rechinaron contra el piso de mármol. La breve mirada
que Seth lanzó sobre su hombro hizo que el corazón de Dom latiera más rápido, y se escondió
detrás de una planta en una gran maceta, ansioso por reforzar la noción de que era un depredador
acechando a su presa elegida hasta que surgiera la oportunidad.
Seth se ajustó la chaqueta del traje, haciendo que se le pegara brevemente al trasero, y
continuó por el pasillo antes de mirar por encima del hombro una vez más y atravesar una puerta,
como si recién entonces se hubiera dado cuenta de que lo seguían.
La sangre hervía a fuego lento en las venas de Domenico, y echó a correr. La entrada por
la que pasó Seth estaba marcada como solo para el uso de personal autorizado, aunque a
Domenico nunca le importaron esos detalles y bajó corriendo las escaleras básicas más allá. El
olor a comida le hizo cosquillas en los sentidos, pero su mirada permaneció en los hombros
vestidos de color burdeos, viéndolos desaparecer más allá de la curva del corredor.
El ruido de cubiertos y platos le dijo a Dom que estaban cerca de una cocina. Algo estaba
hirviendo más allá de la pared, y mientras Domenico seguía a Seth a través del laberinto
subterráneo de pasillos blancos idénticos, vislumbró a un chef usando un wok6 en la cocina
abierta. No esperó a que lo vieran y corrió, concentrándose en el ritmo familiar de los pasos de
Seth cada vez que no podía verlo.
Su corazón latía rápido, estimulado por la emoción de la persecución hasta el punto en
que ni siquiera le importaba recordar la salida. Necesitaba saciarse de la carne más tierna que
jamás había probado, y una vez que eso sucediera, el mundo entero podría acabarse si fuera por
él.
Empezó a trotar una vez que Seth se metió en una habitación justo al lado de un gran
salón con algunas sillas vacías, y lo siguió adentro, solo se dio cuenta de que era un baño cuando
se enfrentó a una fila de urinarios. Pero su mirada se arrastró más adentro, a una pequeña
habitación separada con varios cubículos.
Domenico se desabrochó la chaqueta, listo para la lucha. Estaban tan perfectamente
alineados en estos asuntos. Domenico era una cerilla. Seth: la superficie áspera que
6
El Wok es un tipo de sartén hondo, cóncavo y manejable, esto permite facilitar la técnica de cocción
conocida con el mismo nombre, wok.
proporcionaba la chispa y encendía su fuego. No importaba lo exhausto que estuviera Dom, Seth
siempre encontraría una manera de excitarlo.
Agarró la última puerta de la fila y la abrió de un tirón, totalmente preparado para lidiar
con el brazo que se balanceaba en su dirección. Empujó a Seth más profundamente en el
cubículo y cerró la puerta con un pestillo de la vieja escuela antes de observar el pequeño pero
limpio espacio. Esto era exactamente lo que necesitaban esta noche.
—Al Sr. Trópico no le gustó la forma en que le hablaste.
Las fosas nasales de Seth se ensancharon, y verlo ya emocionado fue aún más
combustible para el fuego de Domenico. —¿Así que envió a su perrito faldero?
Domenico se enderezó, dando un paso más hacia el espacio personal de Seth. Amaba la
forma en que los ojos de Seth ardían por él, y mantendría vivo ese fuego o moriría en el intento.
—Mi jefe me dijo que te diera una lección de humildad.
Seth empujó el pecho de Dom. —Puedes decirle a tu jefe que se vaya a la mierda.
Alto, ancho de hombros, con un hermoso tono de piel oscuro, Seth era todo lo que Dom
quería en un hombre, y ahora podría comérselo antes de un recital. ¿Podrían las cosas mejorar?
El juego de fuerza que disfrutaban sacaba a relucir los instintos más primarios de Dom. Cada vez
que Seth lo rechazaba, Dom lo deseaba más.
—Bájate los pantalones, —dijo Dom, moviéndose para interponerse en el camino de Seth
cuando trató de salir.
—Tienes que estar bromeando. —Seth lo empujó tan fuerte que Dom golpeó la puerta,
pero la excitación en su voz era inconfundible.
Dom había disfrutado siete años de una relación tumultuosa con este hombre volátil.
Sabía exactamente a lo que se enfrentaba y, de alguna manera, Seth siempre tenía una forma de
hacer que sus juegos se sintieran nuevos.
—Creo que no, —dijo y tiró del hombro de Seth, acercándolo lo suficiente como para
enganchar su brazo alrededor del grueso y cálido cuello. Se quedó sin aliento cuando el intenso
aroma de la loción para después del afeitado de Seth golpeó su nariz, y no pudo evitarlo. Lamió
el costado de la oreja de Seth y se aseguró de que su amante supiera a qué se refería al mecer sus
caderas contra el trasero de Seth.
—Pervertido, —se quejó Seth, pero su lucha fue solo para dar un espectáculo. Conocía
las técnicas para escapar de los estrangulamientos, y ninguna de ellas involucraba frotar su
trasero contra la entrepierna de Dom.
La necesidad de sentir el vello corporal de Seth contra su palma se estaba volviendo
imposible de ignorar, y Domenico aprovechó al máximo su posición empujando a Seth hacia
adelante y forzando sus pies a ambos lados del inodoro cerrado.
—Sí, lo soy. ¿Alguna vez te han metido una polla en el culo, bastardo arrogante?
¿Alguna vez alguien te puso en tu lugar de esa manera? —preguntó y, incapaz de resistir más la
tentación, lamió el sudor de la nuca de Seth. Era salado, con un regusto a colonia, pero tan
delicioso que deseaba que este aroma le diera sabor a cada uno de los vinos que probaba.
El temblor en los hombros de Seth era el cumplido que anhelaba. Volvió a mirar a Dom
con los párpados bajos, manteniéndose firme con las manos en las baldosas frente a él. —Por
supuesto que no, —se quejó Seth, jugando tan fácilmente con la fantasía que era la hierba gatera
de Domenico.
No importa cuán duros hayan sido los comienzos de su relación, Domenico nunca
olvidaría la vulnerabilidad en los ojos de Seth cuando tomó su polla por primera vez. A partir de
ese momento, Seth fue suyo, reclamado para siempre, para bien y para mal.
Agarró el cabello de Seth y lo hizo inclinarse hacia adelante, hasta que una de sus
mejillas quedó plana contra las baldosas blancas. —La tendrás esta noche. Eso te enseñará cómo
tratar a tus superiores. Quédate donde debías la próxima vez —dijo, dándole una fuerte nalgada a
través de los pantalones de Seth.
Le encantaba ver las nalgas de Seth tensarse, la satisfacción aumentó en él cuando notó
que las piernas de Seth se acercaban pero no podían tocar la taza del inodoro. Dom era el único
hombre que llegaría a saborear a Seth de esta manera, y ese pensamiento hizo que su polla se
pusiera firme sin importar cuántas veces hubieran tenido sexo.
—Estás loco, —susurró Seth—. Reportaré esto.
Domenico sonrió y llevó su mano al abdomen de Seth, desabrochándole el cinturón sin
prisa. —Adelante, traeré amigos la próxima vez. Pero primero te volveré obediente y aflojaré tu
culo para ellos —dijo, dejando que su mente volara libremente. Nunca se había involucrado en
ese tipo de sexo grupal, pero de todos modos disfrutaba de la fantasía.
Eso calló la personalidad agresiva de Seth.
—Yo… yo no quise ser grosero con tu jefe, —murmuró, mirando a Dom con esos ojos
suplicantes. Si hubieran tenido más tiempo, Dom habría hecho que Seth se la chupara primero,
pero esta iba a ser una follada rápida y dura que los dejaría a ambos satisfechos hasta que se
acomodaran para pasar la noche en el elegante ático que Dom había alquilado para su estadía en
Singapur.
—No lo serás la próxima vez, —dijo Dom antes de morder la cálida carne justo encima
del cuello de Seth. Su amante se puso rígido, pero Domenico no perdió el tiempo y le bajó los
pantalones, dejando al descubierto ese culo perfectamente redondeado.
Todo suyo. Para siempre.
Seth era más delgado y más musculoso hoy en día, pero sus nalgas mantenían la forma
que Dom adoraba. Ver su polla desaparecer entre esos globos una y otra vez sería pura felicidad.
Ver los pies de Seth separados a la fuerza por el inodoro fue una excitación inesperada, y
Dom agregaría esa imagen a su colección mental de perversiones. Y quién sabía, tal vez había
espacio para una barra separadora7 en su modesta colección de juguetes sexuales.
—Sé amable, por favor, —se quejó Seth, cambiando su peso de un pie al otro. Impaciente
y cachondo. Justo como le gustaba a Dom.
—No mereces amabilidad —siseó Domenico, bajándose la cremallera. Su cerebro estaba
en una sola pista en este punto, sus centros de placer listos para explotar en el momento en que se
sumergiera.
Seth se apoyó contra la pared, respirando aceleradamente. Excitarlo así era la mitad de la
diversión. Al bastardo pervertido le encantaba tomar la polla de Dom y provocar que Dom se la
diera fuerte y rápido.
Ya ni siquiera estaba peleando con Dom, demasiado excitado para preocuparse por el
juego de roles cuando su culo apretado estaba obscenamente expuesto entre una espalda vestida
y pantalones bajados. Una vista tan tentadora que Domenico casi se olvidó de aplicar lubricante,
pero una vez que se dio cuenta de su error, sacó el paquete de un solo uso y lo abrió con los
dientes tan rápido que parte de él salpicó la pared y la parte trasera de la chaqueta de Seth.
—Voy a llenarte de mi semen. Quién sabe, tal vez vuelvas por más.
—Puto bastardo arrogante, —se quejó Seth, pero el sonido se convirtió en un gemido
cuando Dom empujó su polla resbaladiza entre las nalgas de Seth y presionó la cabeza de su
polla contra el agujero que le daba la bienvenida.
Dom deslizó su otra mano debajo de la camisa de Seth y gimió profundamente cuando
los ásperos vellos se arrastraron entre sus dedos. —No creo que esta sea tu primera vez en
absoluto, —se rió entre dientes cuando la calidez apretada lo aceptó dentro—. Creo que tomas
una polla regularmente.
—Que te follen, —murmuró Seth, exponiendo más de su cuello a la boca de Dom.
—No. Tú eres el que está siendo follado por el culo, —siseó Dom antes de tocar fondo en
un solo empujón. Su amante emitió un gemido entrecortado y se quedó inmóvil, apoyado contra
la pared y tan a su merced que Domenico se tomó su tiempo para darse un festín con el cuello
expuesto, lamiendo a lo largo de la arteria que respondía con un latido furioso. El apretado agarre
que el cuerpo de Seth tenía sobre Dom era como una aspiradora que lo mantenía en su lugar,
pero esto no era suficiente, así que sacó su polla completamente y luego la volvió a clavar.
Los sonidos ahogados que hizo Seth demostraron que se estaba mordiendo los labios para
permanecer callado, pero Dom vio gemidos de éxtasis en cada escalofrío de los músculos del
estómago de Seth, la forma en que deslizó las manos arriba y abajo de las baldosas y se puso de
puntillas.
7
Se refiere a una barra que se coloca en ambos pies para impedir que se junten.
—Hostia puta, —susurró Seth cuando Dom lo embistió con su polla de nuevo.
Nada superaba el poder que tenía sobre Seth cuando follaba de esta manera. Eran
compañeros de vida. Esposos. Iguales. Y, sin embargo, Seth podía ser tan dócil para él, tan
sumiso a pesar de ser un gran hijo de puta malvado por sí mismo. Dom nunca hubiera elegido un
dulce ratón doméstico en lugar de él. Ni en un millón de años.
Seth era su hombre perfecto, la otra cara de su moneda.
—¿Debería ser más amable? —bromeó, antes de pellizcar el trasero de Seth y hacerlo
gemir. Aceleró sin esperar una respuesta, su polla arrastrándose sobre la próstata de Seth una y
otra vez.
—Joder. Ahí. Justo ahí, —gimió Seth, ya sin preocuparse por su personalidad. Cada vez
que las caderas de Dom golpeaban el trasero redondo, Seth se arqueaba hacia él, ofreciendo su
cuerpo para ser follar y frotando su nuca contra la nariz de Domenico.
No importaba que estuvieran en algún mugriento baño del personal, porque Seth olía
como el espíritu de la seducción, y tener tanto hombre en sus brazos estaba haciendo que las
bolas de Dom dolieran con la necesidad de llenar su trasero.
Sus labios se arquearon y agarró la polla de Seth con fuerza, temblando cuando los
músculos del esfínter de su amante se tensaron alrededor de él en respuesta, ordeñando a Dom
por semen fresco. —Cuando quieras, sucia zorra.
Seth ni siquiera tenía la capacidad cerebral para una respuesta y, en cambio, gimió,
porque cuando Dom pasó el pulgar sobre la cabeza suave de la polla de Seth, latía, liberando
semen. Se estremeció en los brazos de Dom, y eso era delicioso en sí mismo, pero la forma en
que chupó la polla de Dom con su cuerpo palpitante y caliente fue pura felicidad orgásmica.
Era cierto que Seth era un cabrón ansioso y cachondo. Pero él era solo de Dom, y estaría
goteando el semen de Dom en cualquier momento.
Domenico apretó sus brazos alrededor del cuerpo musculoso de su amante y lo folló con
golpes rápidos. Sus bolas se tensaron, su polla latía, y cuando se corrió, el aroma de los limones
en el huerto que un día serían suyos llenó su nariz. Era tan tangible como la realidad mundana de
dónde estaban en realidad.
—Oh, joder... sí, te sientes tan jodidamente bien.
Seth todavía jadeaba contra la pared, pero deslizó su mano hacia la de Dom debajo de la
camisa, entrelazando suavemente sus dedos sudorosos. —Me encanta cuando tu polla palpita en
mí así.
Las rodillas de Domenico se sentían débiles, pero tenía la sólida forma de Seth para
confiar y la aprovechó al máximo. —Me encanta lo caliente que estás alrededor de mi polla, —
susurró, presionando varios besos en el hombro de Seth—. Nunca me siento tan bien como
cuando estoy dentro de ti.
—Serán unas vacaciones para follar como conejos, —dijo Seth, y Dom no tuvo que verle
la cara para saber que estaba sonriendo.
—¿Tal vez deberíamos tomarnos libre el día de mañana entonces? Permanecer desnudos
todo el día y hacer lo que queramos, —susurró Domenico, saliéndose de Seth cuando su polla se
volvió demasiado blanda. Quería vestirse, pero el trasero redondo de Seth era demasiada
tentación, así que se inclinó y besó la parte superior de una nalga.
Seth miró por encima del hombro, el sudor brillando en su rostro sonrojado. —Sí. Las
visitas turísticas pueden esperar un día. —Respiró hondo varias veces y comenzó a limpiarse
cuando la puerta de los baños se cerró de golpe contra la pared—. Al menos no fue cuando
todavía estábamos follando, —le susurró al oído de Dom.
—¡No puedo soportar más a este gilipollas! ¿Es tan difícil ser amable de vez en cuando?
—dijo una joven con un pronunciado acento británico.
Otra voz femenina, de tono más bajo, dejó escapar un suspiro. —Te acostumbrarás. Es la
belleza del trabajo de servicio. Hay muchos imbéciles por ahí, pero todo se trata de las propinas,
cariño. Algunas de estas personas son tan increíblemente ricas que recibirás la paga de un mes si
están de humor.
Domenico miró a Seth con el ceño fruncido. ¿Habían entrado al baño equivocado, o
estaban las dos mujeres en un lugar al que ellos no pertenecían? De cualquier manera, optó por
esperar hasta que terminara la pequeña diatriba.
—¡Oh, Dios mío! Sí, —la otra chica habló de nuevo—. Sólo desearía no tener que
soportar a los idiotas. ¿Ese Trópico? Específicamente le dije que la cabina de arriba es solo para
dos personas, pero no, necesita tener tres guardaespaldas con él. ¿Qué carajo? ¿Cómo es que mi
trabaj…?
Continuó, pero el cerebro de Domenico se estancó, concentrado en un solo nombre que se
propagó por su cerebro como pólvora.
Trópico.
Cuando se volvió para mirar a Seth a los ojos, podría jurar que estaba mirando un espejo
de sus propios pensamientos.
Capítulo 2 - Seth

La cabeza de Seth dio un ruido sordo como si alguien tallara la palabra Trópico en un
bate de béisbol y luego lo golpeara con él.
¿Cómo?
¿Cómo, después de todos estos años de búsqueda, se toparon con el alias de este hombre
cuando habían renunciado a encontrarlo? El pánico que inesperadamente se apoderó del cuerpo
de Seth apretó sus dedos en su garganta y no le permitió emitir ningún sonido.
Seguramente, eran muchas las personas que iban como 'Trópico'. Seth lo sabía, porque
Domenico había comprobado varias de ellas, pero ¿y si no se trataba de una similitud
coincidente? ¿Y si el hombre que había hecho secuestrar a Seth por la Tríada8 y había sido el
desencadenante de su miseria, la razón por la que no pudieron regresar a Italia, estaba en el
mismo hotel en Singapur? Era una conclusión tan descabellada que bordeaba lo increíble. Pero
no era imposible.
Seth no necesitaba preguntar para saber que Domenico seguiría esta pista.
Si realmente era él, ¿entonces qué? Habían decidido no perseguirlo más y seguir
adelante.
¿Por qué no los dejaría en paz?
Domenico se giró para mirarlo, con los ojos muy abiertos por el reconocimiento, la
mandíbula ya dibujando una mueca que presagiaba una tormenta de proporciones épicas, una que
Seth no podría evitar.
Su mano elegante y bronceada tocó el pestillo, listo para saltar del cubículo y agarrar a
las mujeres para interrogarlas, pero mientras el corazón de Seth contaba fracciones de segundo,
el personal del hotel se fue. El silencio sordo en la habitación ya lo devoraba.

8
Eventos del Libro 1.
—Está aquí, —dijo Domenico en una voz extrañamente baja, como si temiera que su
adversario pudiera escucharlos de alguna manera desde el sótano.
En un instante, Domenico dejó de ser el hombre elegante con traje y corbata negra
delgada y se convirtió en un depredador al acecho. Seth conocía esa mirada en los ojos de
Domenico. Hablaba de un hambre de venganza y sangre, y él no la había extrañado.
—No sabemos si realmente es él.
Sus palabras dejaron una onda en la superficie de la atención de Domenico, pero Dom
negó con la cabeza después de un momento de pausa. —No lo mataré si no lo es.
Seth agarró la mano de Dom. —Tenemos que ser razonables sobre esto, Dom. Ni siquiera
tenemos armas encima. No estamos preparados para lidiar con esto.
Los ojos de Domenico ya pasaron del cobre al acero, tan afilados y tan oscuros que Seth
temió que pudiera terminar cortado accidentalmente. —Tendremos armas. Conozco gente. Pero
necesito ver su rostro. Vamos a sacar a ese hijo de puta.
—Es solo… ¿por qué ahora? ¿Sabes lo que quiero decir? —Seth gimió y subió la
cremallera de sus pantalones, luchando contra la creciente sensación de inquietud. Habían venido
aquí para disfrutar de un tiempo juntos, pero el peligro nunca había estado lejos. Los seguía en
las sombras, solo para levantar la cabeza cuando menos se lo esperaban. Sus vacaciones sin
preocupaciones terminaron, porque el nombre Trópico era como una bala en el aire, dirigiéndose
hacia ellos, y una parte de Seth se preguntaba si sería posible simplemente esquivarla y olvidarse
de su misterioso némesis.
Domenico le frunció el ceño y se peinó el cabello desordenado en una cola de caballo. —
¿Tal vez se ha estado escondiendo aquí todo este tiempo? Singapur es perfecto para eso, lejos del
alcance de los Villani. Dios todavía nos está cuidando, —dijo con un brillo peligroso en los ojos.
—¿De verdad lo está? —Seth dijo cuando una amarga mueca tiró de sus labios—.
¿Lanzándonos de nuevo al alquitrán hirviendo?
Los ojos de Domenico eran muy afilados cuando se encontraron con los de Seth. —¿Qué
estás diciendo?
Seth se tragó su incomodidad, sintiendo el juicio en la voz de Dom. —¿Que tal vez esto
no es algo bueno en absoluto? —Odiaba lo incierto que sonaba, pero la postura rígida de
Domenico ya le decía lo que Dom pensaba de sus palabras.
—No dejaremos pasar esto, —dijo, pinchando el esternón de Seth con su dedo índice—.
¿No quieres volver a casa?
Seth levantó las manos en señal de derrota. —Sí quiero, sí quiero.
¿Pero lo quería? ¿Era el pozo de serpientes en el que habían nacido realmente su hogar?
No. Habían pasado siete años, y cuando Seth pensaba en su lugar en el mundo hoy en día, se
imaginaba su lujoso penthouse en Argentina, Domenico mirándolo desde la terraza, caminando
hacia el parque con Angelica, no el extenso viñedo y la propiedad de Villani donde ambos
habían sufrido tanto.
Domenico exhaló por la nariz, agitado como un dragón a punto de lanzar fuego. —
Deshagámonos de esta sanguijuela, y dentro de una semana estaremos bebiendo vino local en
casa, —dijo con voz áspera y abrió la puerta, acercándose al lavabo como si fuera un paso más
en el camino para derramar la sangre de Trópico.
¿Pero aquí, de todos los lugares? En un hotel tan elegante como este tenía que haber
cámaras, y aunque Dom normalmente tomaba todo en cuenta, Seth no podía contar ciegamente
con ellas cuando su hombre estaba en tal estado de frenesí asesino. Lo había visto todo antes.
Domenico siempre tenía confianza, ya sea que estuviera en lo correcto en su evaluación de una
situación o no, y si Seth quería que estuvieran a salvo, necesitaba estar con Dom en cada paso del
camino. Seguiría a su hermoso esposo hasta los confines del mundo y cuidaría su espalda cuando
Domenico no pensara con claridad.
Cuando entró por primera vez en los pasillos del personal, Seth había estado tan
concentrado en su juego que apenas había notado el color de las paredes, pero ahora, se enfocaba
en cada pequeño detalle. A la mitad de él le molestaba que reconociera el extintor de incendios
como un arma potencial, o que la puerta de metal pudiera cerrarse de golpe en la cara de alguien.
No quería que esos instintos se activaran, pero podría no haber otra forma que dejarlos salir.
Los hombros de Domenico ya no tenían esa pendiente relajada que Seth había aprendido
a disfrutar. Estaban firmes, rígidos, a punto de derribar a cualquiera que se interpusiera en su
camino. Domenico pareció confundido por un momento cuando salieron del baño, pero luego
ambos escucharon el distintivo acento británico de antes, y Domenico se giró hacia allí como un
puma acechando a su presa. Ya no hizo preguntas y avanzó, esperando que Seth lo siguiera.
Reaccionar a las señales de Domenico era la segunda naturaleza de Seth, pero aún podía
sentir que sus músculos se calcificaban. El peligro ya no era un concepto abstracto: tocaba a su
puerta. Pero podrían alejarse en lugar de invitarlo a cenar como dos hombres que no tienen nada
que perder. Estaba contento de que estuvieran aquí solos, y no tenía que preocuparse por la
seguridad de Angelica. Pase lo que pase esta noche, su hija estaba a miles de millas de distancia
del derramamiento de sangre.
Pero no importaba cuánto le molestara a Seth esta situación, estaría mintiendo si afirmara
que ver a Domenico entrar rápidamente a la cocina, como si perteneciera allí, no hizo cosquillas
en el corazón amante de la adrenalina de Seth. Se había enamorado de Dom mucho antes de que
pudieran haber soñado con una vida pacífica juntos, y este recordatorio de quién era su esposo
bajo su elegante traje le dio a Seth un subidón que ni siquiera intentó combatir.
El personal estaba tan ocupado con sus tareas que apenas se dieron cuenta de que los
extraños entraban en su espacio, pero el aroma de las hierbas, la carne a la parrilla, las verduras
chisporroteando en aceite, era como una nube que confundió a Seth y lo hizo mirar a los
cocineros con trajes blancos esparcidos por todas partes de la cocina más grande que jamás había
visto.
Su mirada se detuvo en una mujer, cuya única tarea parecía ser freír pescado. Era algo
que había perfeccionado y podía repetir una y otra vez con confianza. Era un trabajo duro, pero
Seth, que estaba a punto de ser arrastrado por tormentas inesperadas y seguir a su esposo hacia
un tornado, anhelaba el consuelo de conocer tu lugar y propósito. Lo que para Domenico
significaba 'volver a casa', para él sonaba más como ser desarraigado de nuevo.
El vello de su cuerpo se erizó cuando una mujer vestida con un traje pantalón amarillo se
interpuso en el camino de Domenico, con la barbilla alta. —Señor, aquí no se permiten invitados,
—dijo, y en un momento horrible, Seth esperaba que Domenico la empujara fuera de su camino,
directo a una olla llena de aceite hirviendo.
Pero Dom también sabía cómo levantar la barbilla. —¿No sabes quién soy?
Seth sonrió a modo de disculpa a espaldas de Dom, pero ella no lo toleraría.
—Me temo que tiene que salir de aquí de cualquier forma.
Seth ahora estaba seguro de que ella era una de las mujeres que habían escuchado en el
baño, y Dom también tenía que saberlo, porque dio un paso más cerca, su cuerpo tan rígido que
Seth vio que ella se estremecía en respuesta, aunque fuera brevemente.
—Soy parte del séquito del Sr. Trópico, y él me dijo que hablara con usted y solo con
usted.
Juntó las manos y les ofreció una sonrisa cortés, pero Seth no tenía que ser un lector de
mentes para notar cuán forzada fue la expresión. —¿Y qué es lo que puedo hacer por usted? ¿No
hay suficiente champán? —Tenía que estar al límite de su ingenio para ser tan sarcástica con un
invitado.
—El vino es francés. Él lo pidió italiano. Obtener el origen correcto no debería ser un
proceso difícil, —dijo Domenico, y Seth notó que el personal de la cocina disminuía la velocidad
para escuchar el intercambio. Incluso vio una sonrisa en el rostro del cocinero, lo que significaba
que la gerente no era popular.
—Por supuesto. ¿Cuántas botellas? —preguntó la señora del traje pantalón y se dirigió a
una nevera para enfriar vino—. ¿Prefiere llevárselo con usted, o debo enviar a alguien?
La postura de Domenico se relajó un poco, algo que solo Seth podría notar después de
conocer a su hombre durante tanto tiempo. Para todos los demás, Domenico seguiría siendo la
imagen de una ira estoica, sin una fracción de duda o miedo en su actitud.
—El Sr. Trópico solicita la presencia de un sommelier9.
—Tendrá que esperar un tiempo entonces.
9
Encargado de la cava y de la selección y presentación de vinos en un restaurante.
Seth se acercó con el ceño fruncido. —Solo consigue a quien tengas a mano. ¿Parecemos
camareros?
La mujer lo miró con los labios fruncidos durante un total de cinco insoportables
segundos, pero luego sacó dos botellas de vino y chasqueó los dedos hacia una mujer joven con
un elegante uniforme marrón. —Lucy, por favor, lleva esto al puesto cinco.
La mesera, o cualquiera que sea el título de su trabajo, les ofreció una sonrisa rígida. Era
muy joven y aún no dominaba el arte de ocultar lo que sentía por los clientes. —Por supuesto, —
respondió ella con un prístino acento británico. Parecía que el gerente tenía la intención de hacer
que la joven trabajara con el cliente más odiado una vez más.
—Síganme, caballeros, —les dijo entonces, pero Seth apenas la escuchó por encima de
los latidos de su corazón.
Este truco podría salir muy, muy mal rápidamente. Confiaba en las habilidades de
Domenico, pero también sabía que su hombre era impulsivo cuando las cosas se volvían
personales. Cada vez que eso sucedía, su suerte era una moneda al aire.
Mientras subían las escaleras, Seth notó cada pequeño detalle en la postura de Dom. La
forma en que apretó los puños, o su manera de caminar detrás de la camarera, ese medio
centímetro demasiado cerca, hablaban de su impaciencia, y eso a su vez era lo último que Seth
quería ver. Dom no estaba pensando fríamente sobre esto en absoluto.
Si el Sr. Trópico, su Sr. Trópico, realmente estuviera en Singapur, ¿sería tan difícil
encontrarlo en un momento más conveniente? Dom mismo dijo que encontraría la manera de que
consiguieran armas. Podrían encontrar a este tipo a través de cualquier contacto que Dom tuviera
y alejarse de las personas y las cámaras. Necesitaban mantener la cabeza fría y planificar, no
tratar de apuñalar a un león con un lápiz.
Pero Seth no podía decir esto, nada de esto, con la chica presente, así que se concentró en
la espalda de su esposo mientras atravesaban la concurrida cocina y luego subían por una
escalera diferente que conducía a un corredor justo al lado de la galería. Ahora estaba vacío, y el
sonido de una soprano que venía del auditorio significaba que la artista estrella ya había llegado.
Los dedos de Dom temblaron, y miró brevemente hacia las puertas cerradas, como si
anhelara la relajación de escuchar música clásica con una copa de vino en la mano, pero
cualquier vacilación que pudiera haber tenido se evaporó cuando llegaron a otra escalera cubierta
por una espesa alfombra roja y comenzaron una caminata enérgica hacia arriba.
Domenico tocó la espalda de la mesera, haciéndola girar con un profundo rubor en su
rostro. Estaba a punto de explotar, pero Domenico habló antes de que pudiera avergonzarse.
—Nosotros lo llevaremos desde aquí.
—P-pero… —se calló, mirando a Domenico—. No hay problema, señor, —dijo ella al
final, le pasó las botellas y giró sobre sus talones, murmurando algo entre dientes.
Domenico reanudó su camino hacia otro tramo de escaleras con aún más determinación,
y los nervios de Seth estallaron.
—¿Qué estás haciendo? Sabemos dónde está ahora. También podríamos esperar afuera.
En su mente, Seth ya podía ver a Domenico rompiendo el cuello de Trópico sobre una
habitación llena de gente, los gritos de horror, la persecución a través de una ciudad desconocida,
y luego, Domenico finalmente siendo arrestado y pasando el resto de su vida en prisión, solo
porque no podía controlar su impaciencia.
Tal vez Seth no estaba tan entusiasmado con regresar a Italia como Dom, pero eso le
permitió dar un paso atrás y reconocer el riesgo involucrado en este loco truco. Domenico
siempre tenía esa confianza eterna sobre él. Era algo que atraía a Seth hacia él como hierba
gatera, pero tan útil como era en la mayoría de las situaciones, también creaba un punto ciego
que los había arrastrado a problemas innecesarios más de una vez.
Seth amaba a Dom y quería que fuera feliz. Y en este momento, la única forma en que
podía lograrlo era deteniéndolo.
—Estoy hablando contigo, —dijo Seth en voz baja y tiró del brazo de Dom. No podía
creer que habían vuelto a esta persecución inútil. En sus vacaciones, justo después de tener sexo.
Pero sobre todo, no podía creer que después de todo este tiempo, después de tantas duras
lecciones que los dejaron a ambos con cicatrices, Dom todavía estaba dispuesto a ser tan
imprudente cuando tenía una familia que considerar.
El cuerpo de Domenico estaba tan rígido que cambiar su dirección era como tratar de
girar alrededor de un tronco de madera, pero finalmente se enfrentó a Seth, con ojos duros en la
cara de mármol. —Está justo aquí. Podría entrar allí y romperle el cuello. Nadie se daría cuenta
—susurró, con ambas manos apretadas sobre las botellas de vino, como si tuviera la intención de
usarlas como bates de béisbol.
El corazón de Seth galopó cuando se encontró con la mirada resuelta de Domenico que lo
atravesó. Era como si su mente estuviera tan abrumada con visiones de asesinatos que no hubiera
lugar para evaluar las palabras de Seth.
—Solo sus tres guardaespaldas, —dijo Seth, pero cuando Dom comenzó a subir las
escaleras de nuevo, Seth lo siguió.
El techo del segundo piso era mucho más bajo, con menos adornos, lo que hacía que los
detectores de humo de plástico fueran demasiado obvios en contraste con el yeso blanco como la
nieve. Las paredes eran de la misma piedra caliza elegante que en el auditorio, pero la decoración
era mucho más escasa, aunque todavía de buen gusto. Cuando Domenico detuvo a Seth pensó
que tal vez reconsideraba sus acciones ante la escena, pero Dom solo se detuvo para dejar las dos
botellas de vino en el suelo. Él había hecho su elección.
La voz de la cantante era mucho más fuerte aquí arriba, como si estuviera detrás de una
gruesa cortina en lugar de detrás de una pared, algo que Seth entendió cuando caminaron por el
pasillo y vieron una fila de entradas oscurecidas por grueso terciopelo. El sudor comenzó a
acumularse en su espalda. La hermosa soprano ya no le producía placer, su chillido reforzaba la
sensación de peligro inminente.
Si Domenico irrumpía imprudentemente en la cabina, era casi imposible que los
espectadores no lo vieran desde los asientos privados del auditorio. Los dos volverían a
convertirse en fugitivos, su vida feliz arruinada, sus hijos empujados por la garganta del peligro.
¿Y para qué? Un solo momento de satisfacción, porque si la cara de Dom aparecía en el radar de
la Interpol, no había manera de que pudiera viajar de regreso a Europa de todos modos.
Dom ni siquiera se molestó en responderle a Seth sobre los guardaespaldas, lo que solo
podía significar que planeaba encargarse de todos ellos. Aunque en este punto, Seth dudaba que
el plan fuera más allá de romperle el cuello a Trópico y salir corriendo. Más tarde, cientos de
personas podrían reconocerlos a partir de las imágenes de las cámaras de seguridad. Los dos
italianos, uno con chaqueta burdeos, el otro con el pelo largo.
Estarían jodidos.
Frenético por la preocupación, Seth miró al techo y, mientras Dom avanzaba a un ritmo
cada vez mayor, se quedó atrás. No le quedaba tiempo para pensar, así que hizo lo primero que
se le ocurrió. Sacó su encendedor, se puso de puntillas y encendió el fuego justo debajo del
detector de humo.
Y… no pasó nada.
El corazón de Seth latía con furia mientras observaba a Dom arrastrarse hacia la cabina
número cinco, con los hombros bajos, concentrado como si sus vidas dependieran de la muerte
de Trópico, no de alejarse lo más posible del peligro. Los pulmones de Seth se contrajeron con
desesperación, pero justo cuando la mano de Dom rozó la cortina roja, y Seth estaba a punto de
perder la esperanza, la alarma contra incendios sonó tan fuerte que su tímpano podría haberse
roto.
Aturdido por la proximidad del ruido, se las arregló para tropezar hacia adelante y agarrar
la mano de Domenico, arrastrándolo por el pasillo y alejándolo de Trópico. Dom se dio la vuelta
y se dejó guiar, pero su mirada permaneció fija en la cortina que contenía el secreto que habían
estado esperando descubrir durante tantos años.
Seth se estremeció cuando la cortina más cercana a ellos se abrió y un grupo de personas
salió, encabezado por una anciana con un vestido de seda lleno de cristales.
La gente salía a raudales de cada cabina al ritmo del grito frenético de la alarma contra
incendios, pero cuando Seth se fue con la multitud, con la intención de dejar atrás el peligro real,
Dom se detuvo como si sus pies se convirtieran en uno con el suelo.
—Necesito ver su cara, —susurró Dom con los dientes apretados.
Seth fingió rascarse la frente para oscurecer su rostro. —¿Qué pasa si él nos ve primero?
—Déjalo. Le haremos saber al hijo de puta que es un hombre muerto andando.
Seth frunció el ceño ante la crueldad en la voz de Dom, pero no tenía sentido discutir
cuando Dom se ponía así.
Cuando sucedió lo inevitable, Seth se congeló.
Su corazón estaba en su garganta cuando la cortina se abrió, pero fue un guardaespaldas
alto quien salió primero de la cabina cinco. Un hombre mayor tropezó con Seth y oscureció su
visión, robándoles un vistazo a su escurridizo objetivo antes de alejarse, rodeado de
guardaespaldas. Seth vio la parte superior de una cabeza gris detrás de la pared de cuerpos altos y
fornidos de los hombres que supuso eran la seguridad personal de Trópico, pero no había visto su
cara.
—¿Lo viste? —le preguntó a Dom, apoyándose contra la pared para evitar ser empujado
de nuevo.
El ceño fruncido con dientes en el rostro de su hombre le dijo a Seth todo lo que quería
saber. —Vi cosas sobre sus guardias, —siseó Dom, empujando a través de la multitud que
gravitaba hacia la escalera—. La mayoría de ellos parecían del sur de Europa. Esa es otra pista.
Debe ser nuestro hombre.
—¿Alguien que hayas reconocido? —preguntó Seth, agarrando la mano de Dom, porque
nadie podía ver eso en una multitud tan densa.
Dom negó con la cabeza, su frente llena de arrugas de concentración. —No, pero iban
muy rápido. No creo que se queden hasta que todo esto pase. Tenemos que alcanzarlos, o estarán
fuera de nuestras manos.
El estómago de Seth se revolvió. En su mente, ya veía a Dom romperle el cuello a
Trópico en la calle, su cara en todos los canales de noticias. —No puedes hacerlo en la calle.
Piensa en mi. ¡En Angelica! —dijo, luchando por mantener su voz baja mientras seguía a Dom,
quien groseramente se abrió paso entre la gente, ignorando los gritos de enojo y las miradas
cortésmente agravadas.
Dom rechinó los dientes con tanta fuerza que Seth los habría oído crujir si no fuera por la
alarma. —Bien. Pero necesito ver su rostro, o al menos su auto.
Seth habría mentido si hubiera afirmado que no estaba desesperado por descubrir quién
los quería muertos hace tantos años. Su enemigo, alguien que había enviado a Dana tras ellos,
que había dado su dirección a los miembros de la Tríada en busca de venganza y que había
tenido un arreglo con Vincenzo.
Cualesquiera que hayan sido las razones de Trópico para cazarlos en el pasado, ahora los
creía muertos. A Seth le revolvió el estómago pensar que todo lo que se necesitaría sería que el
bastardo viera su rostro o el de Dom para reducir su cobertura a cenizas.
La seguridad de Angelica se vería comprometida. Porque Seth no tenía ninguna duda de
que un hombre como Trópico usaría cualquier ventaja que pudiera tener en sus manos para
acabar con ellos.
Salieron del edificio y se adentraron en la densa multitud de abajo, pero Seth logró ver al
grupo de guardaespaldas de Trópico. Uno de los hombres ya estaba abriendo la puerta de un
automóvil estacionado justo en frente de los grandes escalones que conducían al hotel.
Se le cortó la respiración cuando el hombre de cabello gris pasó entre los guardaespaldas
altos y viriles, pero tan pronto como se agachó y desapareció detrás de las ventanas polarizadas,
se hizo evidente que sus intentos por detectarlo habían sido en vano.
La alarma seguía sonando como una burla por su ineptitud, pero con la mayoría de los
elegantes invitados congregados fuera del edificio para volver pronto a entrar, moverse hacia el
auto se volvió cada vez más difícil.
Frustrado, Seth miró a su alrededor, solo para darse cuenta de que Dom no estaba y un
profundo escalofrío recorrió sus piernas.
Inmediatamente miró hacia el BMW de Trópico, y allí estaba Domenico, agachado en la
acera justo cuando el auto se alejaba. Seth sabía a ciencia cierta que Dom no llevaba explosivos
encima, entonces, ¿qué diablos estaba haciendo?
Seth se abrió paso a través de un grupo de mujeres jóvenes, jadeando por aire cuando
finalmente alcanzó a Dom, quien ya estaba levantado el brazo y haciendo señas a un taxi.
—¿Qué estás haciendo? —Seth se atragantó.
El triunfo brilló en los hermosos ojos de Domenico, que habían recuperado algo de su
calor junto con la agudeza de un hombre a punto de matar.
—Vamos a rastrear al bastardo. Ya es hombre muerto.
Domenico empujó a Seth al taxi, y Seth solo pudo echar un vistazo más al hotel antes de
que se pusieran en marcha. Sus vacaciones habían terminado.
Capítulo 3 - Domenico

El taxi aceleró cuando Domenico se inclinó hacia delante entre los dos asientos
delanteros hasta que el conductor le apretó las manos en el volante. La brillante carrocería de la
limusina negra de Trópico reflejaba las luces del centro de Singapur. Su conductor no se dio
cuenta de que se trataba de una persecución. Cambió de carril, sin intentar perderse de vista ni
salir corriendo. Era un antílope que caminaba tranquilamente alrededor del pozo de agua
mientras la pantera se acercaba sigilosamente, ya hambrienta de sangre fresca.
Hace unos minutos en el hotel, acercarse al coche y colocar el rastreador sin que lo vieran
parecía imposible, pero se las arregló. Hubo momentos en los que el estricto régimen de
entrenamiento que aún seguía se sintió como una tarea destinada solo a la vanidad. Tomó una
cantidad excesiva de tiempo, considerando que no necesitaba tanta fuerza y agilidad para acechar
a Seth, un hombre que quería ser atrapado, pero en ese momento de vacilación, confiar en el
instinto bien ejercitado había sido el boleto dorado de Dom.
En la limusina con ventanas oscuras estaba sentado el hombre cuya existencia Domenico
consideraba su fracaso personal. Podía disfrazarlo con palabras bonitas, fingir que ya no le
molestaba la búsqueda infructuosa, pero la verdad era que le encantaba ganar, y seguiría siendo
un perdedor hasta que le ofreciera la cabeza de Trópico a Santo.
Y lo peor de todo, si no podía poner sus manos alrededor de la garganta de Trópico, su
arma en la nuca del bastardo, toda su familia permanecería en el bando perdedor para siempre. Si
algún día fuera Trópico quien los encontrara por accidente, estarían jodidos. Esta era la
oportunidad de Dom para asegurarse de que eso nunca sucediera.
—Paseles discreto, pero no los pierda, —le dijo Dom al conductor, notando la gota de
sudor rodando por la sien del hombre. Seguramente esto no era algo habitual para él, por lo que
Domenico abrió su billetera y arrojó dos billetes en el asiento del pasajero. Eso debería endulzar
el trato.
Luego se recostó y le ofreció a Seth una amplia sonrisa. Había pasado mucho tiempo
desde que su sangre zumbaba tan intensamente, la emoción pura de la persecución lo tentaba con
la recompensa al final de la fila, y vivía para ello. —Ya no falta mucho, —dijo, cambiando al
italiano.
Seth gimió. —¿Que estamos haciendo?
Domenico se quedó inmóvil, pero a medida que pasaban los segundos, y observó la
forma en que Seth estaba sentado con los codos apoyados sobre sus muslos, las manos
entrelazadas, se le ocurrió que algo no estaba bien. Seth estaba tenso, o tal vez incluso asustado
de que sus planes hubieran dado un giro diferente al que esperaba. Era fácil olvidar que había un
lado suave escondido detrás del impresionante exterior de Seth, pero Dom estaba listo para estar
allí para él y apretó su mano para tranquilizarlo.
—¿Qué quieres decir? Lo encontramos. Podemos eliminarlo, enviarle a Santo su tarjeta
de crédito y oído, o lengua, y acabar con el exilio. Nos iremos a nuestro hogar.
Seth negó con la cabeza, su mirada se desvió de la de Dom. —¿Dónde esta nuestro
hogar? ¿Es eso realmente lo que queremos? Todo está sucediendo tan rápido que no hemos
tenido la oportunidad de hacer una pausa y pensar.
Domenico se quedó quieto, sus pensamientos apresurados se detuvieron abruptamente
cuando la resistencia vino de esta fuente inesperada. Las luces de neón pasaron sobre las
facciones de Seth mientras el auto se movía ágilmente por calles concurridas, pero todo lo que
Domenico escuchó fue que Seth no quería regresar.
—¿Qué quieres decir? —preguntó al final, su cuerpo agotando rápidamente la energía.
Seth inhaló una profunda bocanada de aire. —No hemos estado allí durante siete años.
No digo que no lo quiera, solo creo que debemos considerar nuestras opciones y elegir
sabiamente lo que es mejor para nuestra familia. Tenemos mucho dinero y una buena vida en
Argentina. ¿Por qué arriesgarlo todo? —Seth habló con cuidado, mirando a los ojos de
Domenico y apretando su mano, pero su cercanía solo hizo que el taxi se sintiera mal ventilado.
El suave agarre fue como un puño, calentándose más con cada segundo hasta que el toque
quemó, y Domenico se sintió obligado a retirar su mano. Domenico cerró los ojos y se obligó a
respirar profundamente, sofocando la ira, que floreció en su corazón a un ritmo alarmante.
—¿Y estás diciendo esto ahora? He estado esperando una oportunidad como esta, y lo
sabes. ¿No creíste que podría llegar a él al final, así que no te molestaste en decírmelo? —
preguntó con tanta dureza que le dolió la garganta.
—Pensé que te habías rendido. No es que hayamos hablado mucho de eso en los últimos
dos años.
—¡No había pistas! —Dom gritó tan inesperadamente que su grito asustó al conductor,
quien se desvió brevemente de su curso, pero no estaba dispuesto a disculparse—. Nunca dejaré
de buscar formas de volver a casa. Mi madre todavía está allí, y Federico la tiene. ¿O lo has
olvidado?
La mirada en el rostro de Seth le dijo a Dom que sí, y eso dolía como sal arrojada sobre
una herida abierta. Todo este tiempo, Dom había estado obsesionado por la perspectiva de volver
a Sicilia mientras que Seth había olvidado por qué lo necesitaban. O peor aún, ¿ya ni siquiera
quería ir?
—Lo lamento. Lo sé. —Seth golpeó su cabeza contra la ventana y cruzó los brazos sobre
su pecho—. Simplemente no puedo imaginar nuestra vida allí todavía. Todo lo que tenía para
seguir eran brillantes fantasías de vino italiano, tardes alrededor de limoneros y navegar en un
mar cristalino en un día soleado. Sabes que eso no será así cuando volvamos.
La realidad se coló en la parte posterior de la cabeza de Dom, pero asintió, exhalando
varias veces para calmarse. Seth tenía razón. Aparte de tener que lidiar con Federico, había
pensado principalmente en las cosas buenas, sus recuerdos de casa rodeados por una burbuja
teñida de rosa que solo contenía recuerdos agradables, mientras que lo malo permanecía en las
afueras de su mente, apenas allí. Regresar no sería un paseo por el parque, incluso sin Trópico.
—No, no lo será, —dijo, fijando su mirada en la parte trasera de la limusina de adelante.
—¿Estás de acuerdo con eso? Yo... estoy dispuesto a hacerlo, Dom, pero quiero
asegurarme de que no nos precipitamos en esto por las razones equivocadas.
Domenico respiró hondo, desgarrado ahora que Seth le había recordado amargas
verdades. Todos sabían que era gay después de su fuga. Muchos nuevos reclutas solo lo
reconocerían como un traidor, su rostro sería familiar por historias e imágenes. El mundo al que
volverían no era el mismo que habían dejado. —Podemos lidiar con Trópico y luego tomarnos
nuestro tiempo para decidir qué queremos hacer a continuación.
—Sí, al menos vale la pena saber quién es. Incluso si no lo matamos, sería una carta bajo
la manga.
La duda sobre la cooperación de Seth que había estado creciendo en el estómago de Dom
se alivió. Seth estaría con él en cada paso del camino. Simplemente no estaba tan desesperado
por obtener resultados rápidos como Dom, y tal vez eso no era algo malo.
Dom deslizó su mano sobre el asiento y la colocó sobre la de Seth, encontrando su
mirada. —Tendremos nuestro pastel y nos lo comeremos. De alguna manera. Encontraré una
manera.
Seth le sonrió. —¿Alguna suposición de quién es?
Pensamientos oscuros nublaron la mente de Dom, pero no eran del tipo desagradable,
más como el aroma de la carne ahumada a punto de provocar su paladar. —Podría ser Federico.
—Simplemente no cuadra, ¿sabes? Los lugares son contradictorios. Como cuando
tuvimos un rastro de Trópico en Sudamérica, por ejemplo, pero Santo nos aseguró que su padre
no se había ido de casa en un mes. Siempre existe la posibilidad de que Santo nos haya estado
engañando, que nos mantuvo cerca para que no se le escape nada de lo que sabemos.
Ahora bien, este era el tipo de pensamiento que Dom quería ver: Seth dejando atrás la
preocupación y poniendo su mente en uso para su propósito compartido. Confiaba en Santo, pero
solo hasta cierto punto. La confianza absoluta estaba restringida a su propia familia.
—Sí. Algo no está del todo bien en esto. O tal vez Federico está usando un representante
para quitarnos de en medio —dijo Dom, tragando saliva cuando la limusina giró hacia calles más
pequeñas con iluminación menos brillante. Dejaron atrás las tiendas de grandes marcas y
entraron en un área llena de restaurantes locales y pequeñas tiendas.
—Tienes que decirme lo que realmente estás planeando. ¿Vamos a matar si alguno de
nosotros tiene una oportunidad, o solo estamos explorando? —Los ojos de Seth se volvieron más
oscuros, mostrando un lado de su personalidad que Domenico no había visto por un tiempo.
Hace un tiempo en El Encanto, Seth había retrocedido a mantenerse alejado de cualquier
acción, pero ahora parecía tener un nuevo tipo de vapor que alimentaba su mente, y la confianza
que rezumaba de su cuerpo era una excitación inesperada que Domenico tendría que ignorar por
ahora.
Seth no había visto tanta acción como él, y la idea de que Seth resultara herido era como
una aguja clavada en su corazón palpitante. Pero eran compañeros, y Dom necesitaba depositar
su confianza en la única persona que no dudaría en seguirlo a través del fuego.
—Depende de la situación, —dijo mientras su mirada se deslizaba sobre una prostituta
callejera que se abrió la blusa demasiado para que fuera accidental—. Nada de riesgos
innecesario, pero si podemos deshacernos de él sin ser vistos, mucho mejor.
Seth asintió, pero su mirada volvió a perderse.
—¿Estás seguro de que estás bien? —preguntó Domenico después de un momento de
silencio.
Las patas de gallo superficiales junto a los ojos de Seth se hicieron más profundas cuando
sonrió, girando su rostro hacia las luces de neón. —Es extraño. Ni siquiera tengo miedo. Estoy
listo para hacer lo que sea necesario.
Domenico sonrió, a punto de reconocerlo con elogios, pero la limusina de Trópico se
detuvo a un lado de la carretera, justo en frente de un callejón angosto que empezaba con una
tienda de teléfonos celulares usados.
—Para ahora. No demasiado cerca —le dijo al conductor bruscamente, sus instintos de
cazador se activaron de inmediato.
La conversación con Seth lo había sacudido más de lo que esperaba. Dom nunca había
cambiado de opinión sobre Trópico. Ese hijo de puta definitivamente tenía que irse, pero las
visiones de su vida futura en Sicilia se estaban transformando de fantasías soleadas y oníricas a
una realidad de polvo, edificios desmoronados cubiertos de grafitis y un día gris de invierno.
Seth tenía razón. Santo podría decirles a sus hombres que retrocedieran, pero eso no
significaba que alguien más los quisiera de vuelta. ¿Quizás establecerse en otro lugar, lejos del
alcance de la Familia, sería el término medio tan necesario?
Pero el tiempo para pensamientos tan abstractos había terminado cuando uno de los
guardaespaldas salió del vehículo negro y le abrió la puerta a su jefe. La sangre hirvió en las
venas de Domenico con anticipación, pero aún era temprano, y entre el flujo constante de
lugareños y turistas, la escurridiza figura pasó por el pequeño callejón sin ser vista por el
enjambre de trajes negros y zapatos lustrados que lo seguían cada vez más desapareciendo de la
vista. también.
Domenico pasó junto a Seth y abrió el auto en la acera, instantáneamente golpeado por
olores de comida callejera picante. —Ataquemos cuando no lo espere.
Seth miró a su alrededor tan pronto como salieron del vehículo. —Al menos hay menos
cámaras en esta área. Podría ser la razón por la que vinieron aquí en primer lugar.
Seth hacía una figura impresionante con su chaqueta burdeos cuando se unió a la
multitud, pero su imponente estatura hizo que permanecer oculto fuera imposible.
Dom asintió pero no perdió tiempo y se abrió paso a través de un grupo de jóvenes
turistas, quienes expresaron su molestia con un zumbido de voces. A la mierda con ellos, sin
embargo. Si alguien se detenía en medio de una calle llena de gente o ocupaba todo el ancho de
una acera moviéndose a paso de tortuga, un codazo en la cara era lo mejor que podía esperar.
Inhaló una vez que entró al callejón, lo que podría terminar siendo una trampa o una
bendición disfrazada. Largo, colorido y brillante como el día con la luz blanca que salía de las
tiendas ubicadas a ambos lados, y los letreros colgaban de la estructura similar a un techo,
presentaba demasiados ojos y oídos para ser un lugar seguro para un asesinato.
Domenico no tenía ningún veneno sobre él, y no deseaba tanto la muerte de Trópico
como para poner en peligro su bienestar y el de su familia. Por supuesto, su reacción inicial en el
hotel había sido ir directamente a la garganta del bastardo, sin importarle las consecuencias, pero
el apoyo de Seth le dio espacio para respirar y pensar las cosas. Ya no era un niño, así que
planearía sus acciones como un hombre.
Pero al mismo tiempo, la multitud de personas, los compradores fuera de las tiendas y el
ruido constante del mercado ofrecían amplias oportunidades para el sigilo. Por lo que sabía, ni
Trópico ni sus guardias se habían dado cuenta todavía de que los seguían, y el objetivo de
Domenico era mantenerlos así hasta el último momento.
La emoción zumbaba en sus venas como en los viejos tiempos cuando aún no tenía una
familia de la que preocuparse, aparte de su madre. Todos esos momentos en los que había
acechado a sus objetivos destellaron en su mente con nueva intensidad, creando una extraña
dicotomía, porque él era ese hombre y ya no lo era. Ese hombre había sido un lobo solitario,
mientras ahora tenía una manada con él. Tener incluso a un miembro de él, Seth, a su lado
significaba que si resultaba herido, no estaría solo con las consecuencias.
Se sorprendió por sus propios pensamientos cuando las palabras de Seth desde el taxi
volvieron a su mente. ¿Valió la pena abrir esta vieja herida? El destino de su madre fue lo único
que lo hizo considerar necesario cazar a Trópico, pero todos los demás aspectos de su posible
regreso eran mucho más vagos. Vivir en Sicilia, estar rodeado de su lengua materna, las
tradiciones que conocía y entendía, o incluso la pequeña idea con la que jugaba a veces, la de
llegar a Sicilia como un rey que regresa para tomar su trono, eran cosas sin las que podía vivir
siempre y cuando tuviera a su propia familia elegida con él.
Sin embargo, todavía podía pensar en esos problemas. Él y Seth podrían sopesar los pros
y los contras en la privacidad del ático alquilado, pero una oportunidad como esta nunca se
repetiría. Trópico moriría o se convertiría en un objetivo marcado. Esta noche.
Era imposible pasar por alto la pared de espaldas vestidas con trajes, como un avispón
dentro de un nido de abejas, pero Domenico necesitaba más. Necesitaba ver el rostro del hombre
cuyas acciones habían alterado el curso de su vida, y la comezón por mirar a los ojos de la
serpiente se volvió tan insoportable como un dolor de muelas.
Sacó su teléfono celular y encendió la vista satelital del vecindario casi distraídamente.
Sabiendo que Seth podía manejarse solo, que estaban aquí solos, sin Angelica, Griffith ni Mark
de los que preocuparse, permitía a Dom cazar en paz. Recordó los callejones por los que podían
huir, e incluso la moto que un hombre había dejado fuera de una tienda con la llave puesta.
Las cosas podrían complicarse una vez que Trópico muriera, porque sus guardaespaldas
no dejarían que las cosas se desarrollaran. Un toque repentino en los dedos de Dom lo hizo
estremecerse, pero luego se dio cuenta de que Seth le había pasado un gran cuchillo de cocina.
Por un segundo, Dom estaba tan confundido que en realidad apartó los ojos de su
objetivo y miró a Seth, quien se humedeció los labios.
—Lo tomé de uno de los puestos cuando el cocinero no estaba mirando.
El calor se extendió por el pecho de Domenico, y le ofreció a Seth una sonrisa. No se
había equivocado al confiar en él. Ni ahora. Ni nunca. —Bien hecho, —dijo, pero una mirada al
mapa interactivo lo hizo acelerar hacia un pequeño callejón. Seth estaba justo detrás de él, sus
pasos resonaban entre las paredes oscuras iluminadas solo por el teléfono de Domenico y una
extraña lámpara que colgaba de una fachada.
Apestaba a orines y a verduras podridas, pero Domenico ya podía ver la enorme corriente
de personas que avanzaba rodando en luces brillantes, ignorantes de la persecución que se
desarrollaba en las sombras.
Si llegaba a la arteria principal del mercado nocturno antes de Trópico, podría ver quién
era el hombre y reagruparse.
—Los cortaremos aquí, —le gritó a Seth una vez que salieron del estrecho callejón hacia
la concurrida zona peatonal, pero tenía que haber un retraso entre su teléfono y la realidad
porque cuando se dio la vuelta, el grupo que contenía a Trópico en su centro como si fueran las
joyas de la corona, estaba a un par de pasos de distancia. Lo suficientemente cerca para que
finalmente vieran el rostro del hombre que los había perseguido sin piedad.
Sus ojos se encontraron y Domenico se quedó inmóvil con el cuchillo en la mano.
—¿Qué? —Seth susurró, igual de sorprendido.
Dino Villani. Vivo y coleando.
Capítulo 4 - Seth

El cerebro de Seth no podía calcular el hecho de que estaba mirando el rostro de su padre
siete años después de su muerte. Su cráneo apretaba su cerebro con demasiada fuerza, su corazón
latía demasiado rápido.
Estaban en medio de la calle, frente a un fantasma, que parecía engañosamente real. Sólo
había una manera de que fuera posible. Después de todo, él y Domenico también habían fingido
sus propias muertes, pero ¿por qué papá habría hecho eso?
Donde habían sido acosados por la mafia, Dino había estado en la parte superior de la
cadena alimentaria y había dejado que escoria como Vincenzo se hiciera cargo del trabajo de su
vida. Preguntas y respuestas se enredaron en la mente de Seth en bucles interminables, creando
una carretera llena de vehículos demasiado rápidos para que los alcanzara y abordara.
El Sr. Trópico, el hombre cuyas acciones casi acabaron con su vida y la de Domenico, el
hombre que fue la razón por la que no podían regresar a Italia, el hombre que hizo girar la rueda
de los acontecimientos que los hizo pasar por la picadora de carne, estaba justo frente a ellos. Era
el propio padre de Seth, que había regresado de más allá de la tumba.
¿Cómo?
¿Cómo?
Se enfrentaron en medio de la corriente rápida de turistas y lugareños, iluminados por
luces de neón, con música pop china a todo volumen en la tienda cercana.
Era irreal, pero Seth no estaba soñando. Ningún sueño podría ser tan jodido.
Domenico levantando la mano fue la llamada de atención que Seth necesitaba.
El acero destelló a la luz rosada de un neón que anunciaba un sex shop, y fue como si el
tiempo se ralentizara. Los transeúntes aún no sabían lo que estaba pasando, comían su helado,
charlaban, felizmente inconscientes de que la sangre estaba a punto de manchar el cemento bajo
sus pies. Pero el rostro de Dino, desgastado por la edad hasta el punto en que era reconocible
pero claramente no era el hombre que Seth había visto por última vez, se tensó, y los cinco
hombres que crearon un muro a su alrededor buscaron debajo de sus chaquetas.
Seth tragó saliva, mareado por la conmoción. Dino seguía siendo su padre. Seth no había
tenido tiempo de procesar nada de esto. ¿Y si fuera un malentendido de algún tipo? ¿Y si no
tuvieran que hacer esto?
Actuó antes de que su cerebro pudiera tomar una decisión racional y apartó la mano de
Dom justo cuando estaba a punto de lanzar el enorme cuchillo y enviar a Dino de vuelta al
inframundo.
Dom tropezó. El cuchillo repiqueteó contra el asfalto. Se sacaron armas.
La gente gritó.
Pero todo lo que Seth podía ver era el rostro de Domenico retorciéndose de rabia. —¿Qué
co-
Su voz murió cuando uno de los hombres de Dino balanceó algo sobre la cabeza de Dom.
Los ojos color ámbar de Dom se agrandaron, trató de agarrar el garrote, pero fue demasiado
lento, y el matón alto lo tiró del cuello.
A pesar de la avalancha de violencia en el horizonte, Seth solo tenía más confianza en su
elección. No podía dejar que Dom matara a Dino en un lugar lleno de gente. Al menos ahora, lo
que sea que sucedió parecería defensa propia.
Cualquier vacilación sobre pelear desapareció cuando el garrote se clavó en la garganta
de Dom. Seth golpeó la cara del guardaespaldas, cauteloso de que otro se acercara demasiado
cuando la multitud se abrió. En el momento en que se aflojó el agarre del garrote, Dom respiró
hondo, se retorció y le dio un codazo al matón en la garganta.
El colorido mundo del mercado dio vueltas a su alrededor cuando algunos de los
espectadores echaron a correr, dejando a los que se quedaron helados ante la violencia
salpicando el lugar como estatuas vivientes que respiran. El matón cayó sobre su trasero,
agarrándose frenéticamente el cuello, pero esto no había terminado. Cuando su padre asintió con
la cabeza a sus otros hombres, quedó claro que no tenía la intención de resolver sus diferencias
con dim sum10.
—Corre, —dijo Dom con voz áspera y empujó a Seth para que se lanzara contra la
multitud, que se separó como si la violencia se propagara a través del tacto como un virus
malicioso.

10
El dim sum consiste en un método tradicional de comida china, popularizado actualmente en todo el
mundo. Se basa en porciones de alimentos pequeños, servidos en bandejas de bambú. Podríamos decir que son algo
así como el equivalente asiático a nuestros pinchos o tapas, con algunas excepciones.
Su voz era un cuerno que llamaba a las tropas a retirarse, y Seth se estrelló contra la
densa acumulación de personas, todos los escrúpulos por dar codazos y patadas a los transeúntes
se habían ido.
Sintiendo a Dom detrás de él, empujó a través de los cuerpos como un rompehielos. La
persecución fue una ola que se transformó en un tsunami de personas que corrieron presas del
pánico en un esfuerzo por huir del peligro. Se dejó caer comida y la gente gritó llamando a sus
amigos mientras el mar de carne se movía en un movimiento frenético para escapar de una
amenaza que no entendían.
El corazón de Seth era un tambor que lo instaba a moverse más rápido, pero Domenico,
con su forma ágil y piernas largas, lo alcanzó de inmediato. Seth lo vio con el rabillo del ojo,
acelerando a lo largo de una fachada cubierta con carteles de películas, pero tan pronto como sus
ojos se encontraron, luces brillantes apuñalaron la cara de Seth, y se hizo a un lado cuando un
pequeño camión se interpuso entre él y Dom. separando a la multitud en su laborioso avance por
la calle del mercado.
Con el vehículo ocupando tanto espacio, los cuerpos se apretaron más contra Seth,
haciéndolo gravitar hacia un puesto que vendía carne a la parrilla. El olor picante del aire
caliente sopló en la cara de Seth mientras miraba a una cocinera que preparaba la comida al aire
libre, pero una masa negra se cernía en algún lugar al borde de su visión, enviando tensión a sus
músculos.
No tuvo que pensar. La presencia desconocida y amenazante desencadenó una reacción
en cadena que hizo que Seth balanceara su brazo, golpeando la cabeza calva y empujándola hacia
abajo, directamente hacia la placa de metal acanalado.
La carne chisporroteó en el aceite caliente, pero incluso cuando Seth olió el cerdo asado,
incluso cuando la cocinera chilló y cayó hacia atrás, derribando su mesa auxiliar, no soltó la
cabeza del matón.
Seth no había lastimado, lastimado a nadie en mucho tiempo, y no se sentía bien, pero
tampoco lo molestaba particularmente. El hijo de puta tenía que ser eliminado, porque la
prioridad de Seth era permanecer cerca de Dom y deshacerse de los sabuesos de Dino Villani.
Tan pronto como el matón se quedó sin fuerzas, Seth dejó caer su cuerpo al suelo.
Miró hacia arriba para ver a Dom subiendo a la parte superior de la camioneta, seguido
de cerca por otro matón Terminator. Seth retrocedió, dejando espacio para Dom, y estaba
considerando qué usar como arma cuando la comprensión lo golpeó como una bolsa de ladrillos.
Conocía al tipo. El guardaespaldas era un viejo amigo de la escuela. Alguien con quien
Seth había crecido. Alguien con quien solía jugar al fútbol en el patio trasero.
Ya adulto, Arturo ya no era un rostro amistoso.
Dom saltó del vehículo, apretó el bíceps de Seth y se dirigieron al callejón más cercano.
La oscuridad se tragó a Seth tan pronto como dejaron atrás las luces brillantes, la
conmoción en sus ojos fue tan repentina que no notó un obstáculo bajo pero pesado en su camino
y lo golpeó con la espinilla. Tropezando hacia adelante, tomó una bocanada profunda del aire
con olor a basura, pero aterrizó con facilidad y continuó por el estrecho canal a toda velocidad,
con el aliento de Dom haciéndole cosquillas en la nuca.
Un escalofrío atravesó las tripas de Seth cuando un disparo fue seguido por la pared
demasiado cerca de su cabeza que estalló con pedazos de yeso y ladrillo. Pero el temor por su
vida lo llenó de nueva determinación. Los ojos ya acostumbrados a la escasa iluminación lo
guiaron fuera de los estrechos confines del callejón y a través de un mercado de alimentos
rebosante donde numerosos puestos servían delicias de todo el mundo. Antes de que pudiera
detenerse a pensar qué hacer a continuación, Dom cruzó frente a él, corriendo por la bulliciosa
plaza como si no lo estuviera siguiendo Arturo sino el mismo diablo.
—¡Vamos! —Dom lo instó, guiando a su manada de dos personas hacia un edificio que
tenía pintura cayendo de las paredes como viejas costras. Sus ventanas estaban oscuras y
bloqueadas en la admisión de que cualquier actividad que solía ocurrir dentro de su interior, se
había extinguido hacía mucho tiempo.
Seth obligó a sus músculos a trabajar aún más intensamente, pero era su cabeza la que
palpitaba de calor, cada neurona disparaba de un lado a otro con pensamientos que solo fluían
más rápido.
¿Qué sabía Dino realmente sobre él y Dom? ¿Cuándo se había enterado? ¿Cómo había
podido fingir su muerte sin que nadie descubriera la verdad durante tantos años? Pero la pregunta
más apremiante de todas, la que se clavaba en medio del pecho de Seth haciéndolo hincharse y
doler era: ¿por qué odiaba a su propio hijo?
Domenico se detuvo de manera tan abrupta que Seth casi choca contra él, pero cuando
vieron pedazos de tablones de madera en el asfalto, sus miradas se dirigieron a una ventana
abierta que se cernía sobre la pared. El contenedor de basura que estaba debajo reveló que
alguien debe haber quitado la obstrucción a propósito para entrar, y Domenico subió a la tapa y
se zambulló en el edificio abandonado.
Seth escuchó su propia respiración sibilante, pero una mirada hacia el mercado reveló que
Arturo avanzaba hacia él a gran velocidad, por lo que siguió a Domenico, saltando a través del
marco de la ventana, que afortunadamente no tenía vidrio.
El olor rancio del interior lo confundió por un segundo, pero Domenico emergió a su lado
como un fantasma y lo empujó hacia una escalera iluminada por una pared hecha de gruesos
cristales decorativos que dejaban pasar la luz de las lámparas del exterior.
—Cebo. Eres un cebo, —susurró Dom antes de retirarse a las sombras.
Seth absorbió el mensaje en medio segundo y redujo la velocidad para que Arturo lo
viera corriendo escaleras arriba, pero a pesar de la confianza que depositó en Domenico, su
corazón se aceleró cuando la figura alta y de hombros anchos llenó la ventana vacía.
Arturo levantó su arma, a punto de disparar cuando la bestia salvaje y despiadada a la que
Seth llamaba su esposo emergió de la inquietante construcción abandonada. Desde tan lejos, Seth
no pudo ver la confrontación en detalle, pero Arturo estaba de pie en un momento y yacía debajo
de Dom en el siguiente.
Dom dejó escapar una carcajada áspera, que fue seguida por un grito ahogado de Arturo y
el sonido del metal resonando. —Creo que tenemos un pequeño arsenal, cariño —dijo Domenico
y recogió el arma mientras seguía manteniendo su peso sobre su cautivo.
Arturo se retorció como una anguila debajo de Dom, pero no tuvo oportunidad de
escapar, y el grito que pronunció sugería que Dom no estaba bromeando. Seth recogió un viejo
cable que vio junto a la pared y corrió de regreso a la ventana. Si Dom quisiera matar a Arturo,
ya estaría muerto. Lo que necesitaban era información, y el cordón de goma debería ser
suficiente para atraparlo por ahora.
Arturo volvió a abrir la boca y pronunció una frase parcial, pero su vocalización se ahogó
cuando Dom empujó algo en su boca abierta y colocó su mano sobre él.
—Eso fue bastante fácil. Dino Villani tiene mal gusto con los empleados incluso más allá
de la tumba, —dijo, aceptando la ayuda de Seth.
—No tiene gracia, —murmuró Seth, y tan pronto como Arturo estuvo atado, lo arrastró
hacia las escaleras, lejos de la calle y la ventana.
Dom aseguró la mordaza improvisada con su corbata de seda y se unió a Seth,
ayudándolo a tirar del matón que luchaba con patadas y golpes, tratando de librarse de su agarre.
De ninguna manera.
Domenico exhaló y golpeó la entrepierna de Arturo de una manera tan viciosa, que las
propias bolas de Seth dolieron de simpatía sin importar quién fuera Arturo, pero funcionó.
Las paredes de la escalera mostraban un enorme grafiti de una mujer desnuda,
sorprendentemente elegante para el interior de un edificio abandonado, pero Seth sabía que esos
pensamientos eran solo su cerebro tratando de alejarlo de la violencia que se avecinaba.
Necesitaba aceptar el hecho de que la brutalidad sería inevitable esta noche.
El piso superior era un plan abierto de vida de oficina desaparecida hace mucho tiempo.
Escritorios rotos, lámparas halógenas que eran tan desagradables a la vista y partes de cubículos
yacían esparcidos por el enorme espacio plano, pero Dom no tenía ninguna duda de adónde
quería ir.
Una de las paredes estaba formada por ventanas del techo al piso, pero faltaban algunos
de los paneles de vidrio y, aunque se había colocado una lámina delgada de plástico sobre ella, el
viento o un visitante no invitado la había arrancado parcialmente. así ondeaba en la brisa como
una bandera.
Cuando se acercaron lo suficiente para que Seth sintiera el movimiento del aire
deslizándose a través de la abertura, Domenico empujó a Arturo hacia ella y, mientras su cautivo
luchaba por mantenerse erguido, notó el borde donde el piso fue reemplazado abruptamente por
aire.
La vida que Seth quería eran mañanas perezosas en la cama con Domenico, cocinando
panqueques con su hija y saltando en bungee de vez en cuando. Por encima de todo, quería una
vida en la que su familia estuviera a salvo, por lo que a pesar de no esperar la tortura que
Domenico seguramente infligiría a Arturo, Seth no tenía dudas sobre su necesidad. Se alegró de
que no tuviera que pasar por sus manos, pero habría hecho cualquier cosa para proteger a su
familia, incluso si estuviera más acostumbrado a destripar peces que personas.
Arturo no gritó cuando Domenico sacó la mordaza y se rió entre dientes, escupiendo un
poco de sangre en la camisa de Dom en el proceso. —Nunca pensé que tendría el honor de
volver a encontrarme con Domenico Acerbi.
Domenico miró con disgusto las manchas rojas en la parte delantera de su ropa. —Tal
vez Dios te ha guiado hacia mí, para que puedas mirar a un hombre de verdad por una vez, no al
perro faldero de alguien.
—Un maricón no puede enseñarme cómo ser un hombre. —Arturo trató de darle un
cabezazo a Dom, pero no fue lo suficientemente rápido y Domenico se puso fuera de su alcance.
Seth se apoyó contra una pared cercana, asqueado por los recuerdos de una vida que
habían dejado atrás. En esa vida, escuchar la palabra maricón había sido algo habitual, y un
hombre tenía que hacer todo lo posible para que no se lo arrojaran.
—Los 'maricones' te capturaron e incapacitaron a dos de tus amigos. Creo que sería
estúpido de tu parte no tomar nota, —dijo Domenico—. Pero quién sabe, tal vez mi débil
corazón de marica decida dejarte salir de aquí con vida si me dices lo que quiero saber.
Su rostro no albergaba rencores. Estaba enfocado. Calmado. La imagen de Domenico en
su elemento. Pero también recorrió un perímetro que impidió que Arturo saliera de la proximidad
de la ventana rota y del vacío que le quitaría la vida si se portaba mal.
Arturo no se iría de aquí con vida, Seth conocía demasiado bien a Domenico para tener
dudas al respecto.
—Empecemos de manera simple. ¿Dónde vive Trópico o el señor Dino Villani? —
preguntó Domenico.
La mandíbula de Arturo se crispó y miró a Seth. —No sé cómo lo encontrasteis, pero
deberíais haberos mantenido alejados. Incluso si os escondeis ahora, él no descansará hasta que
vea vuestros cadáveres a sus pies.
—¿Por qué? —Seth raspó pero se mordió el labio, dándose cuenta de que en el fondo
todavía pensaba en Dino como el padre benévolo que le había comprado costosos regalos de
Navidad, pagado sus lecciones de natación y financiado su vida en Estados Unidos. Lo que
necesitaba recordar era que Dino era el mismo hombre que había matado a tiros a su tío delante
de él, que había hecho matar hombres todos los días y que había humillado a Domenico en
público.
Arturo se rió, y cuando abrió la boca, la película rojiza en sus dientes llevó a Seth de
regreso a El Encanto y la brutalidad que había presenciado allí.
—¿No es obvio? Ningún padre quiere un maricón inútil por hijo. No podías disparar una
maldita pistola y hacías apicultura como pasatiempo. ¿Qué cojones era esa mierda? —preguntó
Arturo, respirando hondo para alimentar sus palabras.
Domenico mantuvo la calma. —Dino no lo sabía. Yo nunca se lo dije.
Arturo negó con la cabeza. —Yo estuve allí en Nueva York mucho antes de que llegaras.
¿De verdad crees que el Don dejaría que su hijo más blando vagara libremente por otro país sin
supervisión? Quería ver qué haría Seth cuando pensara que nadie estaba mirando, y le conseguí
su respuesta. Te lo aseguro, no le gustó nada.
El cuerpo de Seth se volvió caliente, frío y luego tembló. ¿Su padre lo había sabido todo
el tiempo? ¿Era la vida de Seth un juego que ni siquiera sabía que había estado jugando?
A pesar de estar felizmente casado con el hombre de su vida, la vieja vergüenza todavía
lo golpeaba como el fantasma de un pasado que creía que se había despojado. A los ojos de su
padre, había resultado ser el peor hijo que Dino podría haber imaginado. Incluso las prostitución,
el juego y la crueldad sin sentido de Vincenzo eran fallas menores en comparación con la mala
conducta de Seth.
—¿Me espiaste? ¿Qué carajo?
Arturo puso los ojos en blanco como si tuviera alguna seguridad aquí. —Supéralo. Tienes
suerte de estar vivo y fuiste estúpido al reaparecer.
—No reaparecimos. Hemos estado rastreando a Trópico todo este tiempo, y ahora lo
mataremos. No tienes idea de que el pez que Dino cree que puede freír no solo tiene veneno
corriendo por sus venas, sino que también tiene espinas por todas partes, —dijo Domenico,
dando pasos suaves y amenazantes hacia adelante.
—Yo… podría entregarle un mensaje vuestro, —dijo Arturo, pero Seth frunció el ceño
ante este cambio de tono.
Algo no estaba bien, y estaba seguro de que Domenico también podía sentir eso, pero
cuando las manos de Arturo, que habían sido atadas segundos antes, agarraron la chaqueta de
Dom, ninguno de los dos estaba preparado para el ataque.
Seth gritó y corrió hacia ellos cuando los pies de Dom se deslizaron sobre el piso
laminado. Arturo arrastró a Dom hacia la ventana abierta y el viento forzó la lámina de plástico
dentro del edificio como si invitara a los dos hombres a salir.
Dom se dio la vuelta en una ráfaga de cabello negro, con los ojos muy abiertos por la ira
mientras se aferraba al bastardo y luchaba con él, con la intención de derribarlo si iban a caer.
Cuando Arturo voló hacia la lámina de plástico que aleteaba, Seth agarró la muñeca de Dom y lo
apartó del acantilado mortal.
Un ceño temeroso fue lo último que vio de Arturo antes de que el bastardo cayera y
muriera.
Capítulo 5 - Domenico

El estómago de Domenico se revolvió cuando se alejó de Seth y se asomó por la fachada


mientras los gritos estallaban debajo de sus pies. La hoja de plástico crujió mientras aleteaba
frente a Dom, protegiendo su identidad de los espectadores, pero se había rasgado en la parte
inferior, ofreciendo una vista perfecta del cuerpo de Arturo tendido en la parte superior de un
automóvil, que aullaba alarmado, como si gritara por ayuda
Respiró hondo, luego otra vez antes de enfrentarse a las facciones con los ojos muy
abiertos de Seth. —¿Por qué me detuviste?
Seth tragó y se frotó la parte superior de la cabeza. —¿Qué? Casi te derribó con é-
—Ahora no. Con Dino. ¡Casi lo tenía! —Dom dijo mientras la ira reemplazaba
lentamente las manifestaciones físicas de miedo en su cuerpo.
Seth tragó saliva y abrió la boca, pero no salió nada hasta que se dirigieron hacia la
escalera. —Vamos a salir de aquí.
Domenico se humedeció los labios. Era solo cuestión de tiempo que llegara la policía y él
no quería más problemas. No esta noche. —Sé con certeza que puedes hablar y caminar al
mismo tiempo, —dijo al final, volviendo a las escaleras. Cuanto antes salieran por la ventana
rota, mejor.
No miró a Dom, pero sus hombros estaban rígidos y caminaba más rápido con cada paso.
—Me asusté, ¿de acuerdo? Él es... sigue siendo mi padre. Hay preguntas que quiero hacerle, y
yo... supongo que actué por instinto. No tengo idea de qué hacer ahora, sobre él y todas las
posibilidades que esto abre…
—Tu padre te quería muerto. ¿Por qué valdría la pena salvar su miserable vida? —
preguntó Dom, apresurándose por los escalones, su espalda rígida por la tensión.
Seth abrió los brazos, abriéndose paso entre los escombros como una excavadora. —No
sé. No sé nada ahora mismo. ¿Por qué me nombraría su sucesor, me casaría sabiendo que era gay
y luego trataría de matarme? Me siento enfermo en este momento.
Domenico consideró esto por un par de momentos, pero cuando llegaron al primer piso y
caminaron a través del desordenado espacio hacia su salida, tuvo una idea de qué se trataba. —
¿Quieres preguntarle?
La forma en que Seth lo miró antes de saltar por la ventana al contenedor de basura, le
dijo todo a Dom. Pero solo volvieron a hablar después de correr un rato por la calle vacía, una
vez que la escena de su crimen estuvo lo suficientemente lejos.
—¿Tú no? —preguntó Seth, disminuyendo la velocidad cuando llegaron a una arteria
más ancha de la ciudad, donde comenzaba la vida nocturna.
Estaban fuera de peligro inmediato, pero Dom todavía estaba contento de dejar atrás el
sonido de una sirena de policía mientras él y Seth seguían la corriente de personas a través del
vasto mercado nocturno. Sus sentidos le advirtieron que Dino aún podría estar aquí, esperando
un movimiento en falso de su parte, pero no tenía sentido. Había razones por las que el viejo
bastardo vivía su vida rodeado de guardaespaldas, y seguramente llegó a algún lugar seguro a
estas alturas.
—No. Solo lo quiero muerto.
Seth rozó sus dedos contra los de Dom, pero tomarse de las manos podría haber llamado
demasiado la atención. —No sé cómo viviría sin averiguarlo. Tal vez hay algo que no estamos
viendo, algo que es tan crucial que podría volver ymordernos.
Domenico exhaló y miró los edificios altos y modernos que se cernían sobre ellos. —De
todos modos, dudo que podamos encontrarlo esta noche. Lo que me molesta es por qué esperó
tanto tiempo si sabía que eras gay. Ni siquiera te confrontó al respecto, ¿verdad? —preguntó,
pero su atención permaneció dispersa. Las multitudes les permitieron desaparecer, pero también
podrían haber ofrecido al enemigo una amplia oportunidad para acercarse sigilosamente a ellos.
La sensación de vulnerabilidad que infundió en Dom hizo que escapar fuera su prioridad.
Las vacaciones de sus sueños se habían convertido inesperadamente en una amenaza que
les cambiaría la vida, pero Domenico estaba listo para enfrentarlas. Demonios, había estado listo
para enfrentarlo de frente y clavar un cuchillo en el corazón de Dino Villani, pero parecía que
Seth no estaba en la misma página que él. Ni siquiera estaban sosteniendo el mismo libro. Pero
Dom se había prometido a sí mismo ser más comprensivo, escuchar, y habían pasado por
demasiado como para tirar por la borda la armonía marital ganada con tanto esfuerzo en aras de
una solución rápida.
Seth negó con la cabeza, encorvado. —Nunca. Tal vez estaba esperando para hacerlo
después de que mi mamá muriera, pero cambió sus planes. Si me estaba espiando, sabía muy
bien que no era material para Don.
—No, —estuvo de acuerdo Dom y suavemente frotó la mano de Seth donde nadie podía
verla entre sus cuerpos—. ¿Tal vez por el matrimonio y la alianza? Pero no es que Vincenzo no
fuera soltero. Tiene poco sentido.
—Tengo que saber por qué. Literalmente me duele el estómago al pensar en ello. Hemos
sido marionetas en su obra y ni siquiera sabemos cuál es la trama.
Mientras caminaban por la concurrida calle, Domenico no pudo evitar reflexionar sobre
el hecho de que no había matado a nadie en años. Desde El Encanto, en realidad. No había
habido necesidad de usar la violencia durante tanto tiempo, pero cuando llegó el momento, sus
viejos reflejos se activaron sin fallar. Estaba más que listo para lidiar con Trópico. Todo lo que
necesitaba era a Seth a bordo. Lo cual podría resultar difícil si Seth no estuviera lo
suficientemente motivado para regresar a casa.
—¿Entonces primero hablamos y luego lo matamos? —preguntó Dom, deteniéndose al
ver una combinación familiar de colores reflejándose en el asfalto húmedo. Su mirada siguió el
brillo hasta las ventanas altas y un neón que representaba la bandera italiana. Más allá, un
puñado de personas se sentaba a comer en mesas elegantes y elegantes, mientras un camarero
con un uniforme blanco y negro recorría la sala con platos de comida humeante.
Todo dentro de él se detuvo, y gravitó más cerca de Seth hasta que sus hombros se
encontraron. Los ojos marrones se encontraron con los suyos con tanta ternura que Domenico
deseó arrastrarse bajo la piel de Seth y quedarse allí para siempre.
—No, primero comemos, —dijo Seth.
El estómago de Domenico gruñó, como si fuera una señal. —Me conoces tan bien, —dijo
y se acercó a las grandes macetas con plantas que estaban a ambos lados de la puerta.
Los aromas hogareños del interior y la atmósfera acogedora de un restaurante
contemporáneo calmaron sus preocupaciones y, cuando se sentaron en un cómodo reservado en
la parte trasera, sus hombros volvieron a relajarse. Él y Seth apenas hablaron mientras elegían y
pedían su comida, pero cuando una tabla de antipasti rodó sobre la mesa, Domenico por fin soltó
la lengua.
—Hiciste bien en detenerme. Mi cara habría estado en todas partes por la mañana, —dijo
al final, tomando una bocanada del vino. Una sensación de paz ardía en su corazón, como si
hubieran venido directamente del recital de ópera.
El pie de Seth empujó el de Dom debajo de la mesa. —No podemos dejarlo ir, pero
tenemos que ser inteligentes al respecto. No voy a perderte en prisión solo porque eres
impulsivo. Angelica necesita a su papá.
Dom rió y dejó caer su zapato. Deslizó los dedos de los pies contra el tobillo de Seth y se
hundió en la comida sin decir una palabra. El intenso sabor de la carne de res criada en pasto
llenó su boca con sus jugos, y el regusto a pimienta lo redondeó. Perfección. Justo lo que
necesitaba después del lío en el que se había convertido su agradable velada.
Se reclinó en el asiento de cuero y habló—: Este era el destino. Estábamos destinados a
comer esto.
—Deja de cambiar el tema. ¿Nunca te preocupas por las consecuencias si te atrapan y vas
a prisión? —Seth cortó su queso burrata del tamaño de un puño, que se veía tan divino que Dom
ni siquiera podía sentirse culpable por descuidar la comida local. Esta cosa era su hogar en un
plato, y calmó no solo su estómago sino también su corazón.
Carraspeó y golpeó la pantorrilla de Seth con el pie. —No voy a ir a prisión.
—¿Y si lo hicieras? ¿Y si los dos lo hiciéramos? Serías una carne de primera, pero no te
preocupes, te protegería si satisfaces mis necesidades. —La pequeña sonrisa de Seth hizo que
Dom parpadeara más rápido. ¿El hijo de puta lo estaba coqueteando con una violación en
prisión? Era un poco caliente, de una manera muy desagradable y horrible. Dom podría
profundizar en eso.
—Bien, ¿de qué otra manera tendrías una cara como la mía cerca de tu polla?
Seth se metió un enorme trozo de queso blando en la boca y masticó, su mirada se
encontró con la de Dom sobre la pequeña mesa. La comida fue servida de manera
contemporánea, con remolinos de salsa y tres hojas de ensalada, pero el ambiente del bar con su
tapicería de cuero menta y espejos en las paredes, transportó a Domenico a las noches solitarias
de Palermo. El viejo Domenico habría comido solo y luego se aventuraría en la ciudad para
satisfacer sus otras necesidades. El Domenico actual no tenía por qué hacerlo. Su presa favorita
estaba justo aquí, la piel bronceada de Seth, sus hermosos rasgos y la chaqueta burdeos eran el
envoltorio perfecto para el dulce interior que Domenico quería saborear por el resto de su vida.
—En prisión, nadie podría culparme por tomarte como mío.
El humor de Domenico se agrió un poco, y bebió un sorbo de vino entre bocado y
bocado. —¿Al contrario que en nuestro hogar?
Seth suspiró profundamente y bebió su propia copa antes de servirse un poco más de
vino. —Sé que es una estupidez pero no puedo dejar de pensar en lo que dijo Arturo. Vivimos en
nuestra propia burbuja, y él la destrozó con un martillo, recordándome exactamente lo que la
gente en nuestras vidas anteriores habría dicho sobre nosotros.
Domenico abrió la boca, queriendo contradecir a Seth, pero el pasado agarró sus hombros
con fuerza. Estuvo en silencio por varios momentos, ordenando sus pensamientos mientras
masticaba un trozo de carne fría. —Quiero decirte que no debería importarnos qué diablos
piensen los demás. Pero nunca hubiera dicho eso en mi vida pasada. Ni una sola vez. Casi como
si el mundo más allá de nuestro hogar no fuera tan real, como si mis acciones lejos del territorio
de la Familia no tuvieran consecuencias reales. Tal vez esa es la vida que sigo viviendo ahora —
dijo en voz baja.
—Al igual que solo me atrevía a perseguir chicos en Nueva York. No sé qué significa ser
gay en Sicilia.
Domenico deslizó los dedos de los pies en la pernera de los pantalones de Seth y frotó la
piel desnuda. El contacto físico lo hizo sentir más conectado a tierra, hizo que todo fuera más
real mientras la avalancha de recuerdos se arremolinaba alrededor de su mesa. —Oh no, yo
perseguí chicos, pero era algo secreto. Algo de lo que avergonzarse. Algo sucio, algo que
justificaba usar un desequilibrio de poder a veces —dijo, encontrándose con la mirada de Seth—.
Se trataba de correrse y, tal vez, algo de camaradería, porque cada vez que intentaba tener más,
terminaba mal. O estaban casados o no les podía confiar la verdad sobre mi vida. Para ser
honesto, no creo que te hayas perdido mucho.
Seth jugó con la comida en su plato, pero no ahorró vino. Era difícil creer que habían
estado peleando a muerte hace solo media hora. Este momento era una metáfora de sus vidas,
ambas limpias y desordenadas al mismo tiempo.
—No sé. Al menos estabas ganando experiencia. Yo era un adolescente tan frustrado. Ni
siquiera podías imaginar. Y, sin embargo, tenía demasiado miedo de pasarme de la raya por
culpa de papá, —susurró.
—Te lo apuesto. Pero tratar de sacar ese tipo de frustración de tu sistema puede llevarte a
la situación equivocada, llamar la atención de las personas equivocadas. Y entonces, estás
jodido. El mundo está lleno de depredadores que buscan exactamente eso: jóvenes que no saben
cuál es su lugar en el mundo y que pueden moldearse fácilmente.
El vino sabía agrio en la lengua de Domenico, así que dejó el vaso y robó un poco de
burrata de Seth. La mayoría de los días, desviaba recuerdos dolorosos a lo más profundo de su
mente, pero ahora lo vencían como una avalancha, hasta que podía jurar que sentía la colonia
favorita de Federico en el aire. Incluso la suave música de piano no podía calmar el dolor que se
extendía por su carne.
Seth se encogió de hombros. —Solo necesito atraer la atención del tipo correcto de
depredador. ¿No es eso lo que hice? Era débil, pero salí y me encontré con el tipo más grande y
malo que había para cuidarme.
En algunas circunstancias, Dom habría tomado esto como una carnada para coquetear,
pero algo andaba mal en el tono desinflado de Seth, y no dejaría que eso se le escapara. —No
soy el más grande, —dijo, mirando los musculosos hombros de Seth.
Una pequeña sonrisa estiró los labios de Seth. —Sabes lo que quiero decir. Pensé que me
había ido por debajo del radar. Qué tendría mi pastel y me lo comería, pero papá lo sabría. Tal
vez lo supo incluso antes de que me fuera a Nueva York, y por eso se dio por vencido conmigo y
se concentró en Vincenzo en su lugar. Podía oler la debilidad en mí.
—Dino no sabe una mierda sobre la gente. ¿Invertir tiempo y recursos en un idiota
testarudo como Vincenzo? Sería mejor que siguiera siendo un matón toda su vida con una cabeza
tan desprovista de pensamientos. Dino estaba ciego y no vio que no eres débil. Quiero decir,
nadie que sea débil podría haber sobrevivido a mí por más de un mes, y pasaste el récord de los
siete años.
Seth resopló y miró a Dom de una manera que todavía hacía que el corazón de Dom se
acelerara, incluso después de tanto tiempo juntos. El marrón oscuro de los iris de Seth era con lo
que Domenico quería despertar por el resto de su vida.
—Supongo que me hiciste más fuerte en más formas que las habilidades de combate. No
soy el mismo hombre que era cuando nos conocimos, pero también me siento cómodo con eso.
Si papá favoreció a Vincenzo porque yo era blando, entonces puso su dinero en el caballo
equivocado.
Domenico sonrió. —¿Ves? Él es un idiota también. Invertir en fuerza sobre cerebro para
una posición de liderazgo. ¿Quién en su sano juicio hace eso? No es que no tengas la fuerza
también —bromeó.
—Yo tampoco era exactamente 'el cerebro'. —Seth se rió a carcajadas y chocó su copa de
vino contra la de Dom antes de tomar otro trago—. Solo pienso en todas las veces que llevó a
Vincenzo a lugares sin ofrecerme la oportunidad. Comenzó a suceder cuando éramos
adolescentes, y no puedo evitar preguntarme si fue por algo que hice. Si estaba emitiendo una...
vibra.
Domenico se encogió de hombros. —¿Y si lo hiciste?
Seth se mordió el labio. —Ya sabes. Habría significado que me vio como un cobarde. Un
marica con el que no valía la pena esforzarse. ¿No es eso lo que tú pensaste cuando me conociste
después de todos esos años?
Las palabras de Seth atravesaron a Dom y lo hicieron bajar la mirada mientras la
vergüenza se aferraba a su garganta. —No soy el mismo hombre que solía ser cuando nos
conocimos. Y podría haber pensado que eras débil, porque no solo tomabas lo que querías sin
importar el costo, pero mirando hacia atrás, yo podría haber sido igual de débil. Dejé que otras
personas me usaran como una herramienta. No los enfrenté. Me hice sentir mejor de otras
maneras. Maneras de las que no estoy necesariamente orgulloso ahora. Fui un cobarde hasta que
tuve que elegir entre quedarme ahí o contigo.
Años atrás, nunca habría admitido tales cosas a otro ser humano, porque le habían
inculcado que compartir sentimientos significaba debilidad. Que amar incondicionalmente era
una debilidad.
Pero eso era un montón de mierda, ya lo sabía. Cuando miraba a los ojos de Seth, se
sentía escuchado y comprendido completamente. Lo volvía más fuerte. Como una hoja pulida a
la perfección con ternura y cuidado, y luego guardada en una funda cerca del corazón. Cálida,
querida, pero tan afilada como siempre y lista para derramar sangre.
Seth miró a los otros clientes antes de deslizar su mano sobre la mesa y agarrar los dedos
de Dom. Estaban en una cabina y no había nadie en la de enfrente. Nadie vería su cercanía. —
Supongo que ambos hemos cambiado, pero ahora tenemos que lidiar con el pasado que creíamos
que había quedado atrás y... eso me asusta.
Domenico respiró hondo y apretó los dedos en la mano de Seth. Tal vez habían sido
demasiado apresurados después de todo. —Sabe que ahora estamos vivos. Y nos estará
buscando.
—Y no podemos dejar que nos sorprenda un día cuando estemos con Angelica, —agregó
Seth.
Domenico respiró hondo. —No deberíamos haberlo seguido. Deberíamos haber esperado
y planeado esto cuidadosamente. —¿Pero ahora qué? Tenía muchas ideas. La pregunta real era
cuál era la posición real de Seth en este tema, y el corazón de Dom galopaba cuando vio a su
esposo terminar su vino.
Las fosas nasales de Seth se ensancharon. —Lo rastreamos. Tratamos de obtener
respuestas, pero si no lo hacemos, no lo hacemos. No te detendré si tienes una ventaja la próxima
vez.
Domenico agarró a Seth aún más fuerte mientras se inclinaba hacia adelante, mirándolo
directamente. En este momento, realmente compartían una mente. —¿Estás seguro de que eso es
lo que quieres? Puede que no sea bonito.
—No me importa lo 'bonito', puedo manejarlo. Todo lo que me importa es la seguridad de
nuestra familia. Dino debería haber muerto hace mucho tiempo de todos modos.
El brillo determinado en los ojos de Seth le dio escalofríos a Dom.
—Pero primero, comemos, —dijo, mientras el calor subía por su cuerpo. Cogió una
aceituna y se la metió en la boca a Seth.
Dino había sobrevivido a su propia muerte, pero era hora de corregir la historia.
Capítulo 6 - Seth

No pudieron volver al hermoso departamento que habían alquilado para su estadía en


Singapur, solo para estar seguros, y en su lugar, viajaron a las afueras de la ciudad. Pagaron su
habitación en efectivo y nadie preguntó sus nombres.
El cambio de lugar significó un cambio importante. Algo había terminado, y el tiempo de
paz había acabado hasta que lograran eliminar la nueva-vieja amenaza. Y para marcar el nuevo
comienzo, Seth había frito la cara de alguien, mientras que Dom había arrojado a un hombre por
la ventana. Para ser justos, Arturo se lo merecía.
Seth entró primero en su habitación e inhaló profundamente. —Ah, el olor de una
habitación de motel polvorienta. Qué recuerdos. —Trató de levantar el ánimo, aunque tampoco
estaba particularmente contento con nada de esto. No tenía sentido hacer su vida más miserable
de lo que tenía que ser.
—Si llegan al departamento, no encontrarán nada que lo relacione con Angelica o Mark,
—dijo Dom, observando la alfombra beige, las mantas beige que cubrían la cama y la pared que
podría haber sido beige también antes de que se convirtiera en un gris fangoso.
Aún así, a pesar del olor rancio en el aire, la habitación no parecía sucia del todo, lo que
significaba mucho, considerando el precio y las reseñas de TripAdvisor del motel. Aun así, el
ambiente general era tan sombrío que Seth se alegró de haber comprado una botella extra de vino
para endulzar el resto de la velada.
Estaba positivamente borracho cuando llegaron a su nuevo alojamiento, y tan pronto
como Dom cerró la puerta detrás de ellos, envolvió un brazo alrededor de la cintura de su esposo.
—No me gustaría que se quedara ni uno solo de tus cabellos.
Domenico resopló y lo miró. —Bien. ¿Y si me clonan? —preguntó y sacó su teléfono
celular.
Seth acarició el cabello de Dom, disfrutando de su suave textura. —Guau. Eso sería algo.
No sería infiel si fuera contigo y... contigo, ¿verdad?
—El sándwich de la perfección. Bromas aparte, ¿sabes qué hora es en Italia ahora
mismo? —preguntó Dom y tomó la botella abierta de manos de Seth para tomar varios tragos
directamente de su boca de vidrio.
Seth frunció el ceño pero no tenía idea de cómo contar la diferencia horaria. —Quiero
decir… estamos a unas pocas horas de distancia. La pregunta es en qué dirección.
Domenico frunció el ceño y bajó la cabeza, lo que hizo que su cabello negro y lacio se
separara, revelando una nuca deliciosamente sonrojada. —Internet no funciona, así que no puedo
comprobarlo. Santo tiene muchls contactos en Asia. Apuesto a que podría ofrecernos ayuda.
El nombre familiar puso serio a Seth. —¿Quieres llamar a Santo? ¿Cuánto quieres
decirle?
Dom frunció el ceño. —Él fue quien me pidió la cabeza de Trópico. Él sabe dónde
vivimos, y si quisiera traicionarnos, ya lo habría hecho.
Seth tomó las mejillas de Dom, en parte para que Dom se enfocara en él, en parte para
mantenerse estable. —Nos prometió que nos permitirá regresar a Italia, ¿verdad? Y eso es lo que
queremos. Si Trópico es nuestro boleto... ¿y si Santo llega a él primero cuando descubra la
ubicación de Trópico?
Las facciones de Domenico se tensaron y sus ojos se clavaron en la pared. —Puede que
en realidad no nos quiera de vuelta. ¿Eso es lo que quieres decir?
—Somos familia, pero sabes que él siempre consideraría la seguridad de los suyos
primero. Él y Lucrezia tienen tres hijos. No haría nada que pudiera ponerlos en riesgo. ¿Qué pasa
si mi regreso crea un problema, ya que solía estar casado con ella?
Domenico masticó las palabras de Seth por varios momentos antes de salir de debajo del
brazo de Seth y estacionar su trasero en la cama. La expresión rígida que antes ocupaba su rostro
fue reemplazada por un ceño cada vez más profundo. —Puede que estés borracho, pero tienes
razón. Incluso si confía en que no le quitaré el poder, aceptarnos de nuevo podría resultar ser un
movimiento extremadamente peligroso de su parte. Oficialmente, nosotros fuimos los que
mataron a Vincenzo y a los demás también. Dejar entrar a gente como nosotros no sentaría bien a
los otros jugadores. Joder…
Seth se sentó a su lado y le quitó los zapatos. —No estoy diciendo esto para desanimarte.
Prefiero evitar involucrarlo, si es posible.
Dom se masajeó las sienes. —Tal vez... tal vez él no cree que podamos rastrear a
Trópico. Por eso accedió a dejarnos entrar bajo esa condición. Pero si cumpliera con nuestro
acuerdo, podría volver a ver a mamá.
A Seth le rompió el corazón escuchar eso. Domenico vivía sabiendo que su madre ahora
estaba casada con Federico. Rara vez lo mencionaba, pero tenía que estar matándolo como una
herida enconada con gangrena. —Ella amaría a Angelica.
—Y a Mark. Se parece tanto a mí que a veces da miedo, —dijo Domenico con una leve
sonrisa—. Una gran familia. Lo que ella siempre quiso para mí.
—Cómo… hm… —Seth entrelazó sus dedos—. ¿Crees que ella alguna vez pueda
aceptarme?
Domenico lo miró y apretó la mano de Seth. —¿Por qué no lo haría? Ha tenido mucho
tiempo para acostumbrarse a la idea. Ella querrá que yo sea feliz.
—Mark estaría tan nervioso por conocerla. Debería venir con su pequeño twink bailarín.
—Seth rió y besó la sien de Dom, enterrando brevemente su rostro en el cabello fragante.
La mirada de Domenico permaneció clavada en la pared, y Seth solo podía imaginar lo
que estaba visualizando en su lugar. El mar chocando contra las rocas, el sol brillante acariciando
la piel, su ciudad natal. El reencuentro que tanto anhelaba.
Dom resopló y bebió más vino, descansando su cabeza en el hombro de Seth. —Solía
tener mucho miedo de que ella se enterara. Casi como si creyera que el mundo se acabaría si ella
lo supiera.
—Tú eras su hijo perfecto después de todo, —bromeó Seth y deslizó su mano debajo de
la elegante chaqueta Armani de Dom. Domenico había estado tan emocionado por comprar un
traje nuevo, y ahora estaba sucio después de la pelea en el edificio desierto. Incluso tenía un
desgarro en la costura trasera, pero Seth no tuvo el valor de mencionarlo.
Domenico exhaló, frotándose las palmas tan pronto como le devolvió la botella. —
Incluso si ella cambiara de opinión, muchas otras personas no lo harán. Era difícil aguantar todos
esos chistes gays sabiendo que los demás hablaban de gente como tú. Siempre el blanco de las
bromas, el debilucho. Yo no quería ser eso, aunque nadie supiera cuál era mi naturaleza. Tal
vez... tal vez me equivoqué. Tal vez no deberíamos intentar regresar o cazar a Trópico.
Podríamos pasar desapercibidos de nuevo si así lo decidiéramos. No quiero que te veas atrapado
en el fuego cruzado por algo que de todos modos no quieres.
Seth se tomó su tiempo para pensar mientras bebía el vino restante. Amaba la vida que
llevaban en Argentina. Le encantaba su contrato con el libro Secret Chef, le encantaba lo bien
que trabajaban juntos con Dom como su manager y le encantaba ver a su hija convertirse en una
personita, pero estaría mintiendo si afirmara que nunca pensó en Italia. No la dura realidad de
una familia mafiosa, sino la cultura que conocía, la comida, las vistas, olores y sabores que solía
dar por sentado y ahora extrañaba.
—No. Te quedarías siempre preguntándote 'qué pasaría si'. Y yo también lo haría. Me
siento muy cómodo en nuestra vida, pero no se puede negar quiénes somos. En todo caso, creo
que estamos más preparados que nunca para hacer esto juntos. Me hace desear que Vincenzo
estuviera vivo solo para romperle la cara de una manera que yo no pude en ese entonces.
Vincenzo con su puta actitud. Todos los mafiosos siempre tratando de compararse entre ellos
sobre cuántas vaginas metieron su polla. En serio. Eso es patético si me preguntas.
Domenico resopló y se masajeó la cara. —Realmente no soy mucho mejor. O no lo era,
supongo. Exactamente la misma actitud, diferente género. De alguna manera, tratar a los
hombres como carne era aún más fácil, porque creía que deberían poder defenderse. Y si no
podían, era su problema.
—Dios. Es cierto. Cerdo. Me dijiste que te follaste a doscientos tipos, o algo así. —Seth
negó con la cabeza y besó a su esposo a pesar de saber que solía ser un hijo de puta asqueroso.
—Y ahora estás casado con ese cerdo, —dijo Domenico, deslizando sus brazos alrededor
de la cintura de Seth y abrazándolo de una manera tan pura y amorosa que estaba haciendo que el
corazón de Seth se derritiera.
—Debe haber sido tan fácil para ti en todos esos viajes al extranjero. Chasquearías los
dedos y dejarías que algo bonito te chupara la polla.
Seth encendió la lámpara al lado de la cama para ver mejor a Dom, y el estallido de luz
roja que inundó la habitación lo hizo reír a carcajadas. ¿Era esto una especie de motel sexual?
Domenico se rió por lo bajo pero no se apartó, como si necesitara el calor corporal de
Seth para mantenerlo caliente. —Cada vez que salía de casa, me atiborraba de hombres
atractivos.
Seth se mordió el labio y empujó la chaqueta de Dom por sus hombros. La iluminación
carmesí hizo que Dom pareciera el demonio más sexy del primer anillo del infierno. —No te
merecías la virginidad de mi culo.
—No, no me la merecía, —dijo Dom, negando con la cabeza. Agarró la botella de nuevo
y la agitó, frunciendo el ceño cuando se dio cuenta de que estaba vacía—. Pero no la vas a
recuperar.
—Quiero decir, al menos hiciste de mí un hombre honesto cuando todo estuvo dicho y
hecho. —Seth sonrió y se ocupó de desabrochar la camisa de Dom.
Dom se centró en los dedos de Seth. —¿Qué es eso? ¿Crees que soy demasiado débil
para desvestirme para ir a la cama? —preguntó en un tono burlón. Sus ojos ámbar brillaron en la
luz roja, sus párpados pesados y enmarcados con pestañas oscuras.
Era una bestia tan sexy.
Seth no podía esperar para poder poner sus manos sobre Dom en paz, saborear el
momento de una manera muy diferente del disfrute que ambos habían tenido en el baño. La
rueda de la locura los alcanzaría mañana, pero mientras durara la noche, quería disfrutar de la
atención total de su esposo.
—Por supuesto que lo eres. La vida familiar te ha ablandado. Ni siquiera puedes
protegerte de mis manos sucias. —Seth sacó la camisa de los pantalones de Dom mientras se
inclinaba y mordisqueaba el cuello de Dom.
Domenico puso los ojos en blanco y empujó a Seth, pero la naturaleza débil del empujón
traicionó su ansiosa participación. —No estoy de humor. No estoy a tu entera disposición.
—Es tu deber marital como esposo. —Seth resopló y sujetó las muñecas de Dom al
colchón, poniendo todo su peso encima de Dom. Aquí, en esta burbuja de traviesa luz roja,
podrían ser ellos mismos sin armadura. Podían jugar y fingir que no habían encontrado a Trópico
ni matado a un hombre esta noche. Ninguna de esas cosas importaba cuando estaban en una
sincronización tan perfecta.
—Eso es algo tan anticuado para decir, —se quejó Dom en tono de burla, fingiendo
luchar contra el agarre de Seth. Él era el mejor luchador, letal en combate y podría haber
empujado a Seth si hubiera querido, pero en lugar de eso, estaba empujando hacia atrás con la
fuerza suficiente para hacer que Seth fuera un poco más agresivo—. No te debo nada.
Seth estaba más que feliz de seguirle el juego. —Por supuesto que sí. Me entrenaste, me
preparaste para circunstancias extremas. Has creado un monstruo y ahora tienes que vivir con él.
Con toda esta testosterona, tengo necesidades. —Se meció contra la entrepierna de Dom y una
vez más presionó sus muñecas, excitado por la sensación de poder que fluía por sus venas.
Aunque no fuera gracias a sus músculos, tenía el poder de hacer que Dom quisiera someterse a
su polla.
Los ojos de Domenico se cerraron y dejó escapar un sonido de protesta poco convincente.
Sabía exactamente cómo provocar que Seth entrara en acción. —Bájate, animal. Quiero dormir.
Córrete en otra cosa.
Con un gemido de emoción, Seth empujó sus piernas entre las de Dom y tiró de la
sensible oreja con los dientes. —Sabes que no puedes pelear conmigo cuando estoy tan borracho.
Estoy cachondo y te dejaré chorreando semen. —Solo decirlo en voz alta envió un escalofrío por
toda la columna de Seth y sus bolas, que se tensaron, exigiendo satisfacción. Oh, sí, pronto
estaría bombeando su semen dentro de Dom. El solo pensamiento de ese cuerpo apretado y
musculoso debajo de él hizo que el pulso de Seth se acelerara.
—Vete a la mierda, —dijo Dom y abofeteó la cara de Seth, moviendo sus piernas hacia
arriba para sacar a Seth de entre sus muslos. Su cabello largo creó una telaraña irregular en la
manta, parte de ella esparcida sobre el rostro de Dom mientras miraba a Seth, respirando con
dificultad por la emoción.
Los ojos de Seth se agrandaron. —¿Así es como quieres jugar? Oh, puedo dártelo. —
Como nadie más. Porque Domenico no dejaría que nadie más hiciera esto, viera esto o lo
supiera. Este era su propio pedazo de paraíso sucio, y Seth podía disfrutar de una gran rebanada.
Dejó que Dom lo empujara, solo para tirar de él, y con el impulso que creó el
movimiento, tiró a Dom al suelo. Sonó como un aterrizaje forzoso, pero bien que excitó a Seth.
Descendió sobre Dom como un buitre a punto de destrozar a su víctima moribunda. Justo
cuando Dom se estaba levantando, Seth lo empujó boca abajo sobre la alfombra sucia junto a la
cama.
—No puedes tomar las decisiones esta noche, —dijo con voz áspera.
—Ya veremos eso, —dijo Dom entre dientes. Respiró hondo y luego le devolvió el golpe
con el codo, lo suficientemente fuerte como para que le doliera pero no para derribar a Seth.
Estaba estresado y necesitaba la liberación del juego rudo. Seth lo conocía lo suficientemente
bien como para darle lo que quería.
—¡Quédate abajo, hijo de puta!
Una cosa que definitivamente no estaba abajo era la polla de Seth. Se puso firme, y Seth
no podía esperar para dejarla salir de sus confines. Todos los nervios reprimidos de hoy, podría
canalizarlos en esto. Tiró de la parte de atrás de los pantalones de Dom, frustrado porque estaban
atascados debido al cinturón y solo los bajó lo suficiente como para provocar a Seth con la raja
en la parte superior de las nalgas de Dom y la parte baja de su espalda.
Domenico se movió, retorciéndose como una anguila para crear un desafío que haría que
Seth usara más fuerza, empujara hacia abajo con su peso y tirara del cabello de Dom. Sus talones
se clavaron en la carne de Seth, pero la adrenalina hizo que el cerebro de Seth se acelerara hasta
que ya no tuvo la capacidad de pensar en nada más que en el cuerpo palpitante.
—¡Suéltame! —dijo, pero cuando Seth tiró de los pantalones con más fuerza, bajaron por
las caderas de Dom, lo que sugirió que Dom debe haber aflojado discretamente el cinturón.
La satisfacción era un ser vivo dentro de Seth, como un gorila de cien kilos despertado y
empujado a la violencia. —De ninguna manera. Solo una forma en que esta noche terminará. Yo
follando tu culo con mi polla. —Su aliento se sentía caliente cuando empujó su rostro contra los
sedosos mechones negros. Empujó su entrepierna contra el trasero desnudo de Dom—. ¿La
sientes? Tan gruesa y palpitante para ti. La amarás. Estarás gimiendo por más y agradeciéndome
una vez que termine. —La adrenalina convirtió a Seth en un animal, y no podía imaginar a otro
hombre lo suficientemente fuerte y resistente como para soportar toda su emoción que tenía
cuando estaba excitado.
Domenico gimió y empujó hacia atrás con el codo, pero el movimiento fue lo
suficientemente lento para que Seth agarrara su brazo y lo torciera, obligando al torso de Dom a
bajar. Esto dejó el culo musculoso listo para ser tomado, y Seth se dio un momento para mirar
hacia abajo y salivar por la forma en que temblaba. La deliciosa lucha estaba a punto de llegar a
su fin.
Todo lo que tenía que hacer era abrirse los pantalones y zambullirse. Se tomó su tiempo,
complacido de ver luchar a Dom. El cambio, los intentos de escapar despertaron su excitación, y
no le importaba si estaba bien o mal sentirse así. Cuando escupió en su mano y esparció la saliva
sobre su polla una y otra vez, se deleitó con los escalofríos que resonaban en el cuerpo de Dom.
Había suficiente tensión entre ellos para llenar toda la habitación, y a Seth le encantaba lo
ilícito que se sentía hacer que un hombre forcejeara en el suelo de un lúgubre motel con una
lámpara roja. Apretó la cabeza de su polla entre las nalgas tensas lentamente, solo para provocar
a Dom, pero cuando el calor de la carne de Dom se apretó alrededor de Seth, se volvió difícil
concentrarse en otra cosa que no fuera embestir. Todos los centros de placer en el cerebro de
Seth se iluminaron como si fuera Navidad.
—¿Cómo me llamaste antes? —Seth dijo con voz áspera, tirando más fuerte del brazo de
Dom—. ¿Animal?
Domenico se puso rígido, y sus talones se clavaron en la carne de Seth, pero ya no luchó,
su agujero se relajó alrededor de la circunferencia de Seth por segundos. Dejó escapar un gemido
entrecortado seguido de una serie de jadeos. —Sí, —susurró, rodando la cara contra la alfombra.
—Suena bien, —murmuró Seth, moviendo sus caderas y atornillando su polla dentro de
Dom hasta que no pudo empujar más profundo. El juego de pelea lo había dejado eufórico, y
ahora tendría su postre—. Me conviertes en un animal. Me haces perder la cabeza con ese culo
apretado y piernas largas. Es como una maldición, y sé que no me libraré de ella a menos que
entierre mi polla en ti. Oh, cómo amo verte tomarla, —susurró el último fragmento y mordió el
hombro de Dom.
Su hombre era tan elegante, tan inteligente, tan jodidamente musculoso y atractivo,
increíble. Seth lo amaba tanto que apenas podía soportarlo algunos días. Pero había momentos en
los que Domenico no quería mantener el control. Cuando quería desprenderse de su personalidad
dominante y entregarle las riendas a Seth.
Su cuerpo estaba tan apretado y caliente que Seth no solo no quería sino que tampoco
podía refrenar sus instintos y pronto se estrelló contra Dom con fuertes golpes que lo arrastraron
de un lado a otro sobre la alfombra. Domenico estaba casi en silencio, emitiendo suaves gruñidos
que sonaban como exhalaciones cada vez que Seth embestía, pero la sensación de ese cuerpo
abrasador aceptando su polla no fue suficiente, y Seth agarró un puñado del cabello de Dom,
obligándolo a girar la cabeza.
La profundidad del rubor de Domenico traicionó la excitación, y Seth se sintió inclinado
a saborear el sudor que goteaba sobre la piel rojiza. Realmente se sentía como un león
reclamando lo que se le debía. —No es tan malo, ¿verdad? —Seth murmuró y besó los labios
entreabiertos mientras embestía una y otra vez.
Domenico consiguió negar con la cabeza. Sus caderas se empujaron hacia arriba, las
nalgas se encontraron con la ingle de Seth, y el sonido inconfundible de la masturbación rápida
cosquilleó los sentidos de Seth, alimentándolo con más excitación.
Su emoción se volvió tan roja como la luz que los rodeaba, y aceleró sus movimientos,
sin soltar nunca los brazos de Dom. Muy pronto, ese apretado agujero estaría apretándose a su
alrededor y ordeñando su polla. Pero primero se aseguraría de que Dom experimentara el alcance
de su fuerza.
Tiró del cabello de Dom, primero sentándose, luego arrodillándose y jalando a Dom con
él para montarlo. La adrenalina bombeó en sus venas como un loco cuando observó la forma
sumisa de Dom. Su cabello esparcido. Su cara contra la alfombra. Su culo arriba y disponible
para follarlo.
Seth embistió más rápido, soltando el brazo de Domenico para separar las tentadoras
nalgas y mirar dónde estaban unidas. En la luz roja, todo se sentía más ilícito, pero la vista de su
polla chocando contra Dom nunca dejaba de emocionarlo.
El sexo se volvió borroso después de eso. Las embestidas de Seth eran terriblemente
duras, pero Dom no trató de detenerlo y se masturbó más frenéticamente, retorciéndose hasta que
se puso rígido, apretando alrededor de Seth como si quisiera mantener su polla allí para siempre.
—Joder, —dijo Dom con voz áspera, pero Seth estaba demasiado ido para responder y
persiguió su propia liberación.
—Eso es, —gimió—. Toma mi corrida. —Su visión se volvió borrosa alrededor del
hermoso hombre, que servía el placer de Seth de rodillas. Pero luego su enfoque se redujo aún
más, al apretado agujero estrangulando su polla hasta que se corrió, vaciando sus bolas en el
cuerpo de su amante.
Su mente se encendió con colores brillantes mientras se corría, llevándolo a un lugar más
allá de la realidad, hasta que su polla estuvo suave y se despertó sin pensar acariciando el cabello
de Domenico.
Domenico gruñó de satisfacción, sus dedos encontraron los de Seth mientras se posaban
sobre la alfombra, gastados y exhaustos. —Gracias.
Seth gimió, sintiéndose ahora más como un gato saciado que como un león. Se acurrucó
junto a Dom, abrazándolo con ambos brazos y piernas mientras le lamía el cuello. —¿Cómo eres
tan jodidamente sexy?
Domenico se apartó el pelo de la cara sonrojada y le ofreció a Seth una leve sonrisa.
Parecía soñoliento. —Me cuidas bien, obviamente.
Seth acarició la oreja de Dom, demasiado cansado para levantarse del suelo todavía. —
Porque te amo.
Domenico sostuvo su mirada por un momento más largo, entrelazando lentamente sus
dedos. —Yo también te amo. Es por eso que podría tener que hacer algo que no te gustará. Pero
necesitamos armas.
Seth gimió, pero solo apretó más fuerte a Dom. —¿Y sabes dónde conseguirlas?
Domenico sonrió, frotando el lugar donde solía estar el dedo de Seth. —De La Tríada.
Capítulo 7 - Seth

La Triada. Una palabra que le daba escalofríos a Seth incluso después de tantos años.
Hoy iban a reunirse con uno de sus jefes, y el lánguido viaje a la reunión se sintió como un paseo
glorificado hacia las fauces de un león.
A Seth no le gustó nada de esto, pero entendió que si tenían que lidiar con la amenaza del
Sr. Trópico antes de que él y sus hombres se reagruparan, abandonar su zona de confort podría
ser necesario. Tal como había sido cuando Domenico se lesionó en la ciudad de Nueva York, y
Seth tuvo que ser el se acercara a Elefante sobre sus pasaportes falsos11. No fueron tan buenos
tiempos, pero no había perdido nada aparte de un poco de dignidad personal... y un par de ropa
interior favorita. Podía lidiar con ese nivel de incomodidad si sus vidas estuvieran en juego.
Aunque no podía mentirse a sí mismo. Cuanto más se alejaban del centro de la ciudad y
menos gente veía en la calle, más inquieto estaba.
Domenico parecía tan tranquilo como siempre y comentó sobre las grandes villas que
pasaron conduciendo por el vecindario lleno de riqueza y exuberante vegetación. «Nuevos
ricos12», había dicho como si él mismo proviniera de la aristocracia siciliana.
Al menos juzgar a las personas sobre la base de sus hogares apartó la mente de Seth del
hecho de que iba a interactuar con la mafia china por voluntad propia. Domenico le había
asegurado que se trataba de personas diferentes, de ninguna manera asociadas con el grupo
criminal que había secuestrado a Seth, poniendo fin a su existencia feliz y despreocupada lejos
de la Familia, pero no pudo evitar la sensación de temor que se arrastraba por su columna
vertebral. Siete años después, y el lugar donde solía estar su dedo todavía hormigueaba cuando
recordaba el horror de perder el control ante personas para las que no había sido más que un
cargamento.
11
Eventos del libro 3.
12
Se les llama Nuevos ricos a las personas que no nacieron con mucho dinero y que cuando lo ganan a lo
largo de su vida, se compran con él cosas muy costosas y escandalosas solamente para mostrar que tienen dinero.
Seth no tenía ganas de comentar mucho sobre eso y puso una sonrisa, observando a Dom,
quien por una vez no estaba en modo pavo real, como si acercarse a viejos amigos del mundo del
crimen justificara un poco de humildad. Incluso se había recogido el pelo hacia atrás, como solía
hacerlo en los viejos tiempos, antes de que Seth le dijera cuánto le gustaba que lo tuviera suelto.
—¿Te trae recuerdos? —preguntó Dom, pasando frente a una fuente demasiado grande
para el tamaño de la calle.
—Sí, pero hoy en día puedo dispararle a un conejo, —dijo, refiriéndose a su fracaso en la
caza durante una reunión familiar poco después de su regreso de Berlín13.
—No tienes que ir conmigo.
Seth gimió. —Lo sé, pero no quiero que vayas allí solo. Hemos arriesgado demasiado
para llegar a este punto. Trabajamos juntos.
Los labios de Domenico palidecieron por un momento cuando los presionó, pero luego su
mano apretó la de Seth. —Estará bien. He trabajado con Daniel varias veces y me respeta.
Intenta relajarte y haz lo que yo hago.
Seth soltó la mano de Dom. —¿Estás diciendo que estoy tenso? Estoy bien. Estoy
controlado. ¿Y supongo que estaremos en el clóset durante todo esto?
El pecho de Domenico se hundió bajo la camisa blanca fresca que revelaba sus
antebrazos bronceados. —Sí. Ese es el problema con los viejos amigos. A veces, es mejor fingir
que nada ha cambiado.
Seth respiró hondo que llenó sus pulmones con el aroma del ambientador de limón. —
¿Quién soy yo para ti entonces?
Domenico se pasó los dientes por el labio. No se había preparado para esa pregunta. —
Ah… ¿un socio, supongo? Suena raro, ¿no crees? Seth, mi socio.
Seth sonrió. —Mejor que 'hermano'.
Domenico se encogió de hombros. —Eso en realidad no suena tan mal. Mi medio
hermano de la misma madre.
—Demasiado mal, —Seth golpeó el codo de Dom con el suyo.
Domenico se rió y soltó la mano de Seth cuando el sistema de navegación ofreció un
nuevo conjunto de direcciones, dirigiéndolos por un camino excavado en la flora selvática donde
un cuerpo podía esconderse tan fácilmente como la cocaína en una bolsa de harina. —Lo que él
no sabe no le hará daño. Casi estámos allí.
—Seré tus ojos y oídos adicionales, —dijo Seth, sorprendido de lo insensible que se
sentía por todo esto. Ya no temía por sí mismo sino por lo que pudiera pasarle a su familia—.
¿Deberíamos llamar a Mark antes de entrar?

13
Eventos del libro 2.
Domenico se quedó quieto, sus cejas bajaron, pero después de un par de segundos negó
con la cabeza. —No hay necesidad de preocuparlo. Ya sabes cómo es él. Querría subirse al
primer avión y unirse a nosotros. No quiero que interrumpa sus vacaciones sin una buena razón.
Seth asintió. Mark se había ido a París con Griffith, disfrutando de todo lo que la ciudad
tenía para ofrecer a quienes tenían mucho dinero para gastar. Seth solo podía esperar que el sugar
baby14 de Mark nunca tuviera que averiguar de dónde procedía ese dinero.
—¿Algo más que deba saber sobre Daniel?
Domenico suspiró cuando giraron, siguiendo un camino que no estaba incluido en el
mapa del sistema de navegación. Más adelante había una enorme puerta de metal. —¿Le gusta el
buen vino, pero prefiere el francés al italiano?
Seth resopló. —Qué bestia.
—Cierto, ¿eh?
—Te amo, —espetó Seth cuando su estómago se contrajo con los nervios repentinos.
Había pasado un tiempo desde que tuvo que luchar por su vida, y la perspectiva de hacerlo no
sonaba más atractiva solo porque se había vuelto más capaz.
Dom exhaló, y el auto aceleró brevemente como si hubiera pisado el acelerador
demasiado fuerte. —Yo también te amo. Estaremos dentro y fuera de allí. Reservé una mesa para
nosotros para el almuerzo. Cocina fusión15.
Eso tranquilizó a Seth por la razón más estúpida. Domenico nunca dejaba pasar una
reserva en un restaurante.
Condujeron hasta la puerta, que se abrió para ellos por cortesía de las cámaras montadas a
ambos lados y el acercamiento hacia la mansión moderna en expansión hizo que Seth se frotara
la frente con incredulidad.
—¿Eso es-? —Sí. Sí, lo era. Un tanque dorado. Bueno, lo más probable es que esté
pintado de dorado, pero aún así. Estaba parado en una pequeña isla creada en medio de un
estanque, y el agua brotaba del cañón, transformando el vehículo blindado en una fuente.
Domenico gimió pero asintió con la cabeza a dos guardias armados y continuó por el
camino de asfalto que conducía a través de un exuberante jardín lleno de flores de colores. —
Daniel y Vincenzo se chocarían los cinco por su gusto en decoración. Esa es la fuente más fea
que he visto en mi vida.
Seth resopló. —Me aseguraré de felicitarlo entonces.

14
Es una persona joven y atractiva, que recibe apoyo financiero de una pareja que generalmente
intercambia con favores sexuales.
15
La cocina fusión es un concepto general que se emplea en gastronomía para indicar tanto la mezcla de
estilos culinarios de diferentes culturas como la mezcla de ingredientes representativos de otros países, mezcla de
condimentos y/o especias, prácticas culinarias, etc.
Pero cuando se acercaron al frente del edificio, la decoración no mejoró. Los lados de la
casa eran todos de cristal, modernos y angulosos, pero la fachada frontal en sí le recordaba a Seth
una villa francesa del siglo XVII. Solo decorado con más pintura dorada.
Una mujer joven esperaba en los escalones que conducían a la puerta enmarcada por dos
cupidos dorados, y aunque Seth notó que había más hombres que portaban armas abiertamente,
trató de parecer tan relajado como siempre y asintió con la cabeza a la desconocida cuando
Domenico estacionó el auto junto a ella.
—Buenos días, —dijo Dom, saliendo del vehículo.
La mujer les ofreció una sonrisa profesional y le tendió la mano a Domenico, con la
palma hacia el cielo. Después de un momento de vacilación, colocó las llaves en el centro de su
palma.
—El señor Chao los está esperando en la piscina, —les dijo y señaló un lado de la
enorme casa—. Por favor síganme.
Seth se aseguró de tomar nota de puertas y ventanas, posibles puntos débiles y armas.
Estaba tan ocupado con la evaluación que casi pasa por alto a un perro pequeño. El pug salió
corriendo con un gemido cuando Seth tropezó en un intento de no patearlo, pero su anfitriona no
agradeció sus esfuerzos y frunció el ceño brevemente a pesar de la disculpa de Seth.
—Por favor tenga cuidado. Esos son de la señora Chao.
Domenico puso los ojos en blanco tan pronto como ella miró hacia otro lado. La mujer
los condujo más allá de un pequeño jardín de rosas, completo con bancos de aspecto delicado y
aspersores, que emitían un vapor que dispersaba un poco el calor del día. Sin embargo, muy
pronto cruzaron una valla de madera y entraron en una parte de la propiedad que tenía un
ambiente más moderno, con un par de esculturas abstractas que salpicaban el césped verde y una
piscina rodeada de tumbonas. Seth no podía pasar por alto la presencia de dos hombres armados
que rondaban por el borde del área de la piscina, pero se obligó a dedicar toda su atención a su
anfitrión.
Daniel Chao tenía un rostro sin edad que podría haber sido el resultado de un milagro
genético si no fuera por el hecho de que sus facciones apenas se movían cuando sonreía. Seth
supuso que la señora Chao era muy joven y bonita, y el viejo amigo de Domenico sintió que
necesitaba estar a la altura de su encanto. Los resultados fueron un poco mixtos.
—Estaba seguro de que estabas muerto, —dijo Chao a modo de saludo, y le tendió la
mano a Domenico.
Vestido con un par de pantalones casuales de lino y un chaleco blanco que dejaba al
descubierto su musculoso cuerpo, parecía relajado, aunque la botella de vino que estaba sobre
una mesa baja en medio de un círculo de sillas y sofás de bambú era cualquier cosa menos
casual. Seth no era un experto, pero no parecía una botella de quince dólares.
—Eso es lo que todos me dicen, —dijo Domenico antes de proceder a presentar a Seth
con un apellido falso que habían usado anteriormente.
Seth se sentó tan pronto como Chao les indicó que lo hicieran.
—Entonces, ¿qué te trae de vuelta de entre los muertos? —preguntó.
La emoción presente en su tono puso nervioso a Seth. No podía explicarlo, pero algo se
sentía mal. Tal vez era solo su ansiedad latente la que hablaba, pero no podía evitar la sensación
de que debería haber más personal doméstico y que la cantidad de hombres que portaban armas
abiertamente era desproporcionada para la agradable disposición de su anfitrión. Pero, ¿quién era
él para decir algo si Domenico consideraba todo esto lo suficientemente seguro? No había
necesidad de causar estragos innecesarios o perturbar las negociaciones.
Domenico aceptó un vaso de tinto y lo olió antes de volver a mirar a Chao. Necesito
armas.
—Muchas armas, —agregó Seth, pero nadie se rió de la referencia a Matrix, por lo que se
hundió en el sofá, escondiendo su rostro detrás de la copa.
Las cejas de Chao bajaron, pero ignoró la presencia de Seth, completamente concentrado
en Dom. —Espero que no las necesites para nada que pueda interferir con mi negocio. No
trabajas para las mismas personas que solías, ¿verdad?
Domenico exhaló y negó con la cabeza. —Es un... asunto privado.
Chao se inclinó hacia adelante. —Ahora has despertado mi interés. ¿Estás seguro de que
no necesitas ningún otro equipo? Recuerdo que eras bueno con los alicates.
Seth se obligó a fruncir el ceño. Él lo sabía, por supuesto. Sabía quién era su esposo, y el
propio Seth había hecho cosas terribles en los últimos años, comenzando con secuestros,
deshacerse de cuerpos y terminando con asesinatos y torturas. Solía pensar que todo eso estaba
en el pasado y ya no imaginaba sangre y tripas humanas cuando usaba cuchillos en la cocina,
pero el encuentro con los guardaespaldas de Trópico, su padre, demostró que todavía podía
manejar la violencia si estaba presionado entre una roca y un lugar duro
Domenico hizo rodar los hombros y bebió un poco más de vino. —Bien. Necesito esas
armas para matar a mi padre. Finalmente lo encontré, y voy a llevarle su cabeza a mi madre en
una bandeja de oro, —dijo, su voz resonando con una pasión que sorprendió a Seth. Sonaba
genuino incluso para él, como si, a pesar de saber la verdad, Domenico todavía considerara a
Dino Villani como su padre perdido hace mucho tiempo.
Chao aplaudió con alegría. —¡Oh sí! ¡Amo las venganzas! No tengo problemas con que
manejes asuntos personales en mi territorio. Vamos y escojamos algo apropiado. ¿Porque asumo
que el dinero no es un problema?
Domenico resopló. —Solo tomo lo mejor. Muéstrame lo que tienes.
Seth siguió a Chao y Dom en silencio. Trató de obligarse a olvidar el horror por el que
había pasado a manos de una organización muy similar a la de su anfitrión, pero parecía
imposible. A pesar del entorno encantador, a pesar del buen humor y el comportamiento
amistoso de Chao, el hecho de que después de ver guardias por todas partes, Seth no pudiera ver
a ninguno ahora lo estaba asustando. Cámaras montadas en puntos discretos en la fachada del
edificio se movían para seguir a su grupo de tres, y la sensación de ser espiado sin la oportunidad
de evaluar las fuerzas enemigas lo hizo tensarse aún más con cada paso. Hormigas heladas
recorrían su espalda arriba y abajo, mordiendo su carne en señal de advertencia, pero necesitaba
confiar en Domenico. Habían accedido a continuar con esto por el bien de su familia, y tenían
que llevarlo a cabo, a pesar del miedo paranoico de Seth hacia la Tríada.
Aceptó las señales de Dom, que era el que tenía más experiencia y que en realidad
conocía a Chao. Si estaba tranquilo, entonces Seth debería dejar de ver cosas que no estaban allí.
El interior de la villa de Chao era pura opulencia. Las columnas de mármol creaban un
gran círculo alrededor de un área llena de sofás, sillas y mesas de café, que claramente estaba
destinada al entretenimiento. Un candelabro de cristal del tamaño de un automóvil pequeño
colgaba de un techo abovedado dos pisos más arriba, al mismo nivel que una galería sostenida
por las columnas. Los pasajes con forma de balcón conectaban dos corredores a cada lado de la
cúpula, y dado que no había escaleras a la vista, Seth supuso que el segundo piso era más un
espacio privado para Chao y su familia. Solo pasaron por delante de una posible entrada a esa
sección de la casa cuando dejaron atrás el salón.
La multitud de plantas en macetas que ocupaban cada espacio decorativo enriquecía el
aire con un aroma fresco, y los delicados elementos decorativos que seguramente habían sido
elegidos por la Sra. Chao, no por su esposo amante de las fuentes de agua, creaban una sensación
de seguridad. Chao no los habría llevado a un espacio reclamado por su esposa si sus intenciones
no fueran civilizadas.
Pero la boca de Seth se secó cuando, después de un largo paseo por una casa demasiado
grande para dos personas, un par de perros y el personal, Chao levantó la tapa de un interruptor
de luz, que ocultaba un dispositivo pequeño y plano. Presionó con el pulgar el lector, que hizo
clic, y la pared, que antes parecía sólida, se movió lo suficiente para dejar espacio para los dedos.
Chao sonrió y lo apartó, revelando pasos, que desaparecieron en la oscuridad de abajo.
Seth se puso rígido, al darse cuenta de inmediato de que la Sra. Chao probablemente ni
siquiera había visto las paredes de concreto de la escalera que conducía al sótano. Desnudas,
grises, era una dimensión diferente, una Narnia sombría llena de armas y muerte.
Estremeciéndose cuando Chao encendió la luz, Seth permaneció congelado hasta que
Dom siguió a su anfitrión por los escalones. Respiró hondo e hizo que sus articulaciones se
movieran, luchando contra la sensación antinatural de calcificación que no tenía nada que ver
con su condición física.
Mientras descendían a un corredor desprovisto de adornos, no pudo evitar la sensación de
que todo esto era una trampa y que, por alguna razón, los instintos superiores de Domenico
habían sido engañados. No podía escuchar gritos de dolor de súplicas detrás de ninguna de las
puertas, no había sangre, no había montones de cocaína envasada en ninguna parte, pero sus
sentidos seguían gritando alarmados a pesar de todo. Era una rata atraída al medio del laberinto
con el cebo más sabroso. Y una vez que se sirviera un trozo de queso, la trampa colocada allí le
rompería el cuello.
Si algo malo sucedía, si sus instintos no lo engañaban debido a experiencias pasadas, las
empinadas escaleras que habían dejado atrás podrían ser la única salida.
El sótano era espacioso, pero solo se ramificaba una vez, en un pasillo corto que
presentaba un espacio de almacén abierto lleno de cajas de madera. El tamaño de este nivel no
era del todo comparable con la mansión de arriba, o eso pensó Seth, porque una vez que llegaron
a una puerta de metal que supuso que podría contener un pequeño arsenal, la habitación detrás se
extendía por aproximadamente veinticinco metros desde la entrada.
Las paredes desnudas y sin ventanas eran como una tumba, y la vista de objetivos con
forma humana en el otro extremo solo aumentó la presión que palpitaba bajo su cráneo. Si bien
los pisos superiores de la mansión podrían haber sido el reino de la Sra. Chao, el sótano era el
dominio de su esposo.
Pero Seth sabía con certeza que ninguna persona, independientemente de cuánto
disfrutara con las armas de fuego, necesitaba seis carriles de tiro para uso recreativo. Esto no era
solo una casa privada. Aquí abajo, Chao dirigía sus negocios y entrenaba a su gente.
Seth se sintió mareado y tropezó al entrar, luchando por no perder la batalla contra la
sensación de peligro que lo invadía. Necesitaba calmarse, o perdería esta oportunidad. El hecho
de que sus instintos de lucha o huida se hubieran activado no significaba que estuvieran
realmente en peligro. Estaban visitando a un criminal de carrera para comprar armas, por
supuesto que no estaban cien por ciento seguros. ¿Quién lo estaba de todos modos? Las personas
son atropelladas por autos en la calle o morían al caerse de los caballos. Nada en el mundo
proporcionaba una seguridad a toda prueba, por lo que su cuerpo entero gritando peligro no era
motivo para alertar a Domenico sobre sus preocupaciones insignificantes.
—Bonito lugar, —dijo Domenico, entrando en el campo de tiro con una amplia sonrisa.
—Es mi… bueno, llamémoslo mi cueva del hombre. Mi esposa odia los interiores
brutalistas, —dijo Chao, abriendo un armario empotrado en la pared. Luego miró su teléfono y
puso los ojos en blanco—. Sírvete a gusto. Necesito contestar esto.
Seth se quedó quieto, frente a las filas de relucientes armas negras que se exhibían detrás
de las endebles puertas de madera, pero su cerebro no le daba paz. El sonido de la puerta
cerrándose detrás de Chao fue como una sentencia de muerte, y no pudo quedarse quieto por más
tiempo, medio esperando que los pestillos se abrieran en las paredes, enviando gas letal a la
habitación.
—No se siente bien.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Domenico, eligiendo una de las pistolas y sopesándola
en su mano. Sus ojos traicionaron el enfoque cuando miró de nuevo al armario y tomó otra arma,
que le entregó a Seth—. Toma. Tu favorita.
Parecía completamente en paz con su situación, incluso sin nadie alrededor, y su
confianza hizo que el corazón de Seth latiera un poco más lento. —¿Entonces soy solo yo? Tal
vez estoy paranoico. —Seth suspiró y miró el arma familiar. Hubo un tiempo, hace años, cuando
se había negado a aprender a limpiar exactamente este modelo, pero ahora su peso le trajo una
sensación de calma en medio de la tormenta que lo había barrido una vez que Dino había
regresado a sus vidas.
Domenico movió la mano, como si quisiera apretar el hombro de Seth, pero la dejó caer y
eligió otra arma de fuego, curioseando como si estuviera eligiendo una corbata nueva. —Piensa
en la comida que tendremos para el almuerzo. El restaurante es famoso por su rendang de carne
Wagyu.
—Bien, bien. Entramos y salimos. Elige lo que necesitamos, confío en ti. —Seth se
mordió el labio, evaluando a Domenico de arriba a abajo mientras su esposo tomaba otra pistola
y comparaba las dos.
Con el pelo recogido hacia atrás, con una camisa blanca impecable que le quedaba a la
perfección, y su hermoso rostro tan concentrado, le recordó a Seth al hombre que solía ser
Domenico años atrás. La pálida cicatriz en su rostro era prueba de lo que habían pasado, así que
en lugar de preocuparse, ver a Dom así hizo que Seth se sintiera más seguro. Con Dom a su lado,
las cosas no podían salir mal.
Domenico Acerbi era invencible después de todo.
Y sus ojos eran del ámbar más brillante y puro, capturando la atención de Seth como dos
faros montados en un faro que lo conduciría a costas seguras.
Dom resopló. —Te quedaste mirándome. ¿Tengo algo en la cara?
—Te estoy mirando porque eres jodidamente caliente. Estaría mintiendo si dijera que
verte en este modo peligroso no es excitante.
Domenico sonrió y empujó el cañón contra el pecho de Seth. —Ahora estas hablando.
Podríamos llegar tarde a nuestro almuerzo si continúas así.
La actitud de Domenico hizo que Seth se relajara, pero el acero que tocaba su piel a
través de la ropa era un recordatorio de que el peligro era un trasfondo constante en sus vidas.
Habían caminado sobre tierra firme en los últimos años, pero la aparición de Dino fue el cambio
sísmico que sacudió su mundo hasta la médula, y cada tropiezo podría costarles la vida. La
sensación de asfixia en el pecho de Seth era extrañamente excitante cuando su mirada se posó en
la de Dom.
—Míranos, simplemente enfrentándonos a Trópico como si fuera un don nadie que
merece ser borrado de la faz del planeta.
Domenico se acercó más, empujando el borde invisible del espacio personal que dos
hombres heterosexuales no deberían cruzar. —Es como ese viejo chicle pegado a tu zapato. Lo
quemaremos.
Seth todavía tenía sentimientos encontrados sobre su propio padre, y todavía quería
respuestas, pero si no podía obtenerlas, matar a Trópico y seguir adelante con sus vidas era la
siguiente mejor opción.
—Necesitaremos balas para eso. —Seth sopesó el arma en su mano—. No tiene ninguna.
Domenico se rió. —Recordaste. Carguemos y probemos esos bebés, —dijo y abrió uno
de los cajones en la parte inferior del armario.
Estaba vacío.
Dom se quedó inmóvil durante esa fracción de segundo demasiado larga, y el calor brilló
en el cuerpo de Seth incluso antes de que Dom revisara los otros cajones, sin encontrar nada en
absoluto.
La tensión se volvió espesa en el aire cuando miraron a su alrededor y no encontraron
otro lugar de almacenamiento. —Joder, —susurró Dom, su voz como combustible para el fogón
del creciente estrés de Seth.
—¿Cuán jodida está la cosa? —Seth preguntó mientras su mirada gravitaba hacia la única
puerta.
Las fosas nasales de Dom se dilataron y los músculos de su mandíbula se contrajeron
mientras seguía el ejemplo de Seth. —Toma un rifle y úsalo como bate de béisbol, —dijo y tomó
uno él mismo. Todo sobre su lenguaje corporal cambió en un abrir y cerrar de ojos. El león
relajado se convirtió en un gato salvaje a punto de atacar, y habría sangre.
Seth no podía creer esta mierda.
Incluso los olores de la habitación se hicieron más intensos. Polvo. Metal. Lejía.
Seth agarró un rifle grande y una pistola por si acaso perdía el primero en una pelea.
Cuantas más cosas con las que pudiera golpear a la gente, mejor. No había tiempo para sus
anteriores sentimientos de incertidumbre, por lo que los moldeó a la fuerza en una determinación
que haría que sus músculos se endurecieran.
Domenico se llevó un dedo a los labios y se acercó a la puerta, indicándole a Seth que se
colocara en posición. La pared se sentía fría contra la espalda de Seth, incluso a través de la ropa
que vestía, pero esperó, congelado con la esperanza de que esto fuera solo una falsa alarma, y
que pronto se reirían.
Pero cuando Domenico presionó la manija de la puerta, quedó claro que los habían
encerrado adentro.
Dom respiró hondo y lo dejó escapar por los labios, mirando fijamente la puerta de
servicio pesado que ninguno de ellos podría derribar, y la mirada severa en sus ojos le dio a Seth
la clara sensación de que el piso se desmoronaba bajo sus pies.
Las hormigas heladas que habían corrido arriba y abajo de su cuerpo se convirtieron en
fuego cuando algo crujió al otro lado de la puerta. Se encontró con la mirada de Dom, aspirando
una bocanada de aire, pero los ojos claros que vio en ese hermoso rostro ya no eran los de su
amado esposo. Duros como diamantes, se ensancharon cuando Dom le hizo un gesto a Seth para
que levantara el rifle por encima de su cabeza.
Los segundos se alargaron, como si la adrenalina bombeando por las venas de Seth
pudiera alterar la realidad, pero el tiempo se aceleró en el momento en que la cerradura hizo clic.
Los pulmones de Seth se vaciaron, pero antes de que pudiera haber actuado por instinto y
salir a la fuerza, sus ojos se posaron en Dom una vez más, y se quedó inmóvil a pesar de su buen
juicio cuando Dom negó con la cabeza. Quería discutir, incluso sin palabras, pero se puso rígido
cuando la manija bajó y la puerta retrocedió hacia el corredor. Entre latidos frenéticos, Seth vio
que alguien entraba en el campo de tiro con el arma por delante.
Domenico volvió a la vida. En un abrir y cerrar de ojos, agarró la muñeca del hombre con
una mano, el cañón con la otra y le quitó el arma de las manos al hijo de puta en un movimiento
que había obligado a Mark y Seth a practicar tantas veces que podían hacerlo en su sueño.
El hombre de Chao dejó escapar un grito ahogado, pero cuando Dom lo arrastró más
adentro de la habitación, Seth golpeó la cabeza desprotegida con el rifle con tanta fuerza que
podría jurar que había escuchado un hueso romperse incluso antes de que el bastardo golpeara el
suelo.
Dom era una máquina. El puto Terminator hecho de carne y hueso, pero igual de rápido y
resistente. Atravesó la puerta abierta, como si no fuera capaz de sentir miedo, y disparó el arma
robada una vez. Dos veces. Tres veces antes de que Seth lo siguiera por el pasillo, pasando por
encima de hombres muertos cuyos ojos abiertos lo miraban desde abajo con agujeros abiertos en
sus frentes. El olor a sangre fresca empujó la nariz de Seth como un picahielo, pero no sintió
nada más allá de la urgencia de salir. Recogió una de las pistolas caídas y corrió tras Dom, quien
miró hacia atrás una vez, con la intención de salir del sótano antes de que se convirtiera en su
prisión.
Por lo que sabían, solo había una forma de salir de este búnker, y los gritos en un idioma
que Seth no podía entender ya venían de esa dirección.
Nunca había sido bueno para correr, favoreciendo el ejercicio basado en la fuerza, pero
con la amenaza a sus vidas tan clara, corrió tras Dom, quien corrió como si estuviera a punto de
batir el récord mundial.
Los muros de hormigón gris los oprimían, la garganta de un monstruo que podría
tragarlos de vuelta a su estómago ácido en cualquier segundo, pero las escaleras y la puerta en la
parte superior ya estaban a la vista: un destello de luz del día en el sótano oscuro. A solo
segundos de distancia.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro—
Una sombra apareció en la salida en el momento en que Dom llegó al final de los
escalones, pero no pudo lograr disparar. Acerbi fue más rápido. Siempre fue más rápido.
Seth siguió el ejemplo de Domenico, saltando de lado cuando el cadáver pasó rodando
junto a él, salió del sótano parecido a un búnker y entró en el opulento interior de la casa de
Chao. Confió en Domenico para encontrar la salida, y solo tenía ojos para amenazas potenciales,
pero en el momento en que llegaron a un cruce de dos corredores, una fuerte avalancha de balas
hizo que Dom retrocediera hacia Seth, y casi se caen cuando un gran jarrón de porcelana. explotó
en pequeños pedazos justo al lado de ellos.
Dom jadeó, agarrando la camisa de Seth cuando sus ojos se encontraron, caras tan
cercanas que podrían haberse besado hasta la muerte. Pero antes de que ninguno de ellos se
moviera, el ruido cesó y Chao levantó la voz en algún lugar adelante.
—¡Acerbi! Sólo diré esto una vez. ¡Ríndete o morirás
Domenico dejó escapar un gruñido áspero. La cabeza de Seth dio vueltas, ofreciendo
visiones de balas atravesando el cuerpo de Domenico y su sangre lloviendo por todas partes
cuando su hombre entró valientemente en la línea de fuego.
Dom disparó tres veces antes de que Seth lo detuviera. Su cálido cuerpo se estrelló contra
el de Seth cuando los paneles de madera en el borde de la pared sangraron astillas como si la
carne de Domenico hubiera explotado con pedazos de su carne y hueso si todavía estuviera allí.
—¿Qué carajo? —Seth se atragantó, pero Dom gruñó como si estuviera a punto de
precipitarse de regreso a la línea de fuego. Su olor era especiado ahora, como si la ira lo hubiera
hecho sudar capsaicina16.
16
La capsaicina es una sustancia que se encuentra en los chiles. Se usa para aliviar el dolor leve en los
músculos y las articulaciones.
—¡Chao, perro asqueroso! ¡Confié en ti!
Seth se puso rígido cuando Domenico se soltó de su abrazo, pero en lugar de atacar de
nuevo, Dom tiró del brazo de Seth y corrió hacia el sótano. La nueva dirección creó el caos en la
cabeza de Seth, pero cuando Dom giró en una escalera y aceleró escaleras arriba, lo siguió con
renovado vigor.
Saldrían de aquí. De alguna manera. Siempre lo hacían. Así no sería como terminara su
historia.
No prestó atención a los gritos, ignoró las balas que podrían destrozar su cuerpo si no era
lo suficientemente rápido. El pasillo del segundo piso tenía techos mucho más bajos y parecía
más hogareño, a pesar de su longitud o de los enormes jarrones con flores frescas colocados en
diminutas mesas auxiliares. Ladridos estridentes provenían de una de las habitaciones cerradas,
pero las escaleras que habían dejado atrás ya estaban tamborileando con pasos. Seth corrió detrás
de Domenico, hacia el enorme candelabro de cristal que habían visto desde abajo.
La esperanza floreció en el corazón de Seth cuando se dio cuenta de que con la mayoría
de los hombres de Chao siguiéndolos escaleras arriba, podrían intentar saltar por el balcón y
correr por el área de la piscina que ya conocían.
La visión de Seth se estrechó, su cerebro enfocándose únicamente en su objetivo. Apenas
sentía sus pies cuando golpeaban el suelo una y otra vez, mareado debido a que sus pulmones
solo aceptaban bocanadas de aire superficiales y rápidas. Domenico no iba tan adelante, con el
pelo suelto, la espalda rígida como si fuera de madera. Era el guía de Seth, su faro, así que
cuando llegó al espacio hueco debajo de la cúpula y saltó a la barandilla sin disminuir la
velocidad, Seth estaba listo para hacer lo mismo.
Ambos estaban sordos a los gritos a sus espaldas, como si las balas ya no pudieran
tocarlos, pero cuando Domenico saltó hacia adelante en lugar de intentar agarrarse a la barandilla
y agacharse, la confianza de Seth disminuyó y la duda se extendió como una gota de tinta en una
taza de leche.
Una bala pasó justo por encima de la cabeza de Seth, un recordatorio de que no era
inmortal, pero antes de que pudiera haber gritado a Domenico para que se salvara, Dom chocó
con el candelabro y se agarró a sus brazos. La enorme lámpara crujió bajo el peso adicional, pero
los pedazos que Dom había agarrado con tanta confianza se rompieron, enviándolo hacia abajo
como un pájaro que hubiera chocado con una línea eléctrica no asegurada.
Un chillido salió de los labios de Seth, su mente estaba tan entumecida que casi saltó de
la barandilla y fue directamente a la sala de estar de Chao.
El candelabro cargó contra él, balanceándose en el espacio abierto entre dos pisos y
burlándose de Seth con sus dientes brillantes, pero frente a la caída de Dom, ser golpeado por
una lámpara era el menor de los problemas de Seth. Domenico podría estar acostado allí con el
cuello roto, las costillas perforando sus pulmones y la vida filtrándose fuera de él por segundos.
Un gemido desde abajo le dijo a Seth que su hombre todavía estaba vivo. Sin ninguna
escalera que lo guiara hacia abajo, Seth subió la barandilla resbaladiza, su mente se encendió con
la necesidad de sostener a Dom, pero un arma hizo clic detrás de él y lentamente levantó las
manos, de vuelta a una realidad en la que estaban siendo perseguidos.
Volvió a mirar a un hombre mayor con un mono que gritaba algo por unos auriculares.
¿Cómo habían llegado aquí? ¿Cómo habían terminado las vacaciones de sus sueños en la
pesadilla que ahora era? Seth se mordió la lengua con tanta fuerza que sangró, por la pura
frustración con su posición. Hace apenas unos días se estaban despidiendo de Angelica,
deseándole a Mark un divertido viaje a París y discutiendo sobre llevar su propia sal marina para
el viaje. Ahora, Domenico podría estar muriendo solo, sin la oportunidad de despedirse.
—Me estoy rindiendo, ¿no lo ves? —Seth gritó de frustración, pero el tipo que sostenía el
arma apuntando a su cabeza ni siquiera se molestó en responder.
—Qué desastre, —la voz de Chao desde abajo heló los huesos de Seth y lo hizo
concentrarse en la escena de abajo, donde hombres armados rodearon un cuerpo tendido en el
piso de mármol que había golpeado después de la caída.
—¡No le hagas daño! —Seth gritó, pero tuvo suficiente sentido común para mantener las
manos en alto. La vista de Domenico gateando, indefenso como un gatito herido, hizo que Seth
se ahogara. Desde arriba, Seth podía verlo dejando un rastro de sangre en las baldosas
inmaculadas, pero al menos estaba vivo, aunque estaba aturdido.
Chao abrió los brazos con una sonrisa vil que Seth deseaba borrar de su cara. —Se
lastimó a si mismo. No fui yo quien lo empujó.
Domenico dijo algo con voz áspera, pero Seth no podía oírlo desde tan lejos.
—Me temo que lo que hayas pagado por las armas no puede igualar lo que me han
ofrecido por ti, —dijo Chao, acercándose poco a poco a Domenico y mirándolo como si Dom
fuera una rata de laboratorio para que la diseccionara.
—¿Qué estás diciendo? —Seth gritó. No se había dado cuenta antes de que había
apretado los puños.
Chao instó a dos guardaespaldas a acercarse con un gesto. —No le debo lealtad, y la
situación ha cambiado mientras él desapareció del radar. Y ahora me ofrecen buen dinero por
ustedes dos.
La furia quemó los huesos de Seth con una ferocidad que lo tuvo a punto de saltar
directamente sobre Chao y desgarrarle la garganta con los dientes, incluso a costa de su propia
vida.
Domenico se estremeció y miró hacia atrás desde detrás de una cortina de cabello
desordenado. —¡Vete a la mierda! Es Trópico, ¿no? ¡No sabes con quién estás tratando! —se
atragantó, pero sus palabras fueron seguidas por un grito cuando uno de los guardias le echó los
brazos hacia atrás para ponerle las esposas.
El impulso de masticar la carne cruda de Chao seguía siendo tan fuerte como antes, pero
el bastardo estaba demasiado lejos para que Seth lo alcanzara cuando había tantas armas
apuntándole. Seth no ayudaría a Domenico si hacía que le dispararan.
Chao encontró la mirada de Seth y trató de sonreír, pero sus mejillas rígidas solo
permitieron una mueca robótica. —Sé exactamente con quién estoy tratando. Trópico es un
hombre con bolsillos muy llenos. Al igual que mi otro cliente.
Capítulo 8 - Seth

Las esposas detrás de la espalda de Seth se clavaron en sus muñecas, demasiado


apretadas para intentar quitárselas a costa de huesos rotos y articulaciones dislocadas. Las barras
de apoyo de acero resistente pegadas a la pared eran los únicos muebles en la habitación vacía
que ni siquiera tenían un balde para usar como inodoro. El lugar había sido diseñado como una
celda, pero no estaban destinados a quedarse.
Estaban jodidos.
Respiró hondo y entrecortadamente mientras su mente recordaba el secuestro que le había
costado un dedo. No importaba lo mucho que lo intentara, no podía luchar contra la avalancha de
recuerdos. El sufrimiento, el hedor a curry, la desorientación. Pero esta vez lo que estaba en
juego era mucho más alto que los dedos, sus brazos o su vida, porque Domenico estaba atrapado
en la misma posición junto a él, y una parte de Seth se sintió responsable simplemente porque
había sido él quien se quejó con Domenico sobre querer ir de vacaciones a Asia.
Todos esos años atrás, incluso atrapado en una celda por la Tríada, había tenido
esperanza, la vaga idea de que alguien vendría por él, alguien lo salvaría. Ya no quedaba nada de
ese colchón de seguridad.
¿Cómo podía haber creído que su antigua vida nunca los alcanzaría?
—¿Sigues sangrando? —preguntó, desesperado por saber de Dom, quien se había
quedado quieto desde que los habían dejado aquí, con la mirada fija en la puerta como si el golpe
en la cabeza que inicialmente había causado confusión hubiera resultado en un daño aún mayor.
Domenico se estremeció, como si las palabras de Seth fueran un atizador caliente
pinchando su carne. Miró la sangre acumulada en su manga hecha jirones y negó con la cabeza
sin hablar. El cabello largo que tanto amaba Seth ahora era un obstáculo, oscureciendo las
facciones de Dom cuando una vez más se inclinó hacia adelante y apoyó la frente entre las
rodillas.
Seth tragó saliva mientras la preocupación subía por su garganta como bilis. El silencio
de Domenico era incluso peor que el cautiverio mismo. La caída había sido espantosa. Podría
haber resultado en un traumatismo craneal grave, y cuanto más tiempo Domenico se negaba a
hablar, más tiempo permanecía pasivo, y la ansiedad más profunda arraigaba en el estómago de
Seth.
Dom nunca estuvo tan quieto. Era ruidoso, confiado, más grande que la vida misma, y
verlo tan destrozado mientras el olor de su sangre flotaba en el aire se sentía como una prueba de
que cualquier vida que habían logrado forjar para su pequeña familia ahora había terminado.
—Saldremos de esto. Siempre lo hacemos —intentó Seth, aunque tener que tranquilizar a
Dom por cualquier cosa estaba tan fuera de su alcance que le producía calambres estomacales.
Porque, ¿y si no lo hicieran?
El aire cálido y húmedo sofocó los pensamientos de Seth, y le resultó difícil considerar
sus opciones cuando todo lo que podía pensar era en la sangre que manchaba la ropa de Dom. Ya
no goteaba al piso, pero las manchas oscuras en el concreto todavía hacían que Seth quisiera
gritar, enfurecerse y maldecir.
Domenico dejó escapar el suspiro más suave. —Lo siento.
El calor se extendió por el pecho de Seth como una esperanza líquida. Así que Dom no ha
estado en silencio por razones relacionadas con la caída. Simplemente no quería hablar. Seth
podría lidiar con eso.
Seth negó con la cabeza y tiró de las esposas de nuevo, con la vana esperanza de que no
estuvieran tan apretadas como pensaba, pero no cedió. —Hicimos lo que pudimos.
—Debería haberlo dejado pasar. Deberíamos haber dejado ese hotel, empacado y
abordado un avión de regreso a Argentina. Pero me arriesgueé, como siempre lo hago. A lo largo
de mi vida, siempre tomé riesgos, pero debería haber aprendido la lección. Ya no soy el hombre
que era. Tengo más que mi propia vida que perder, —gruñó Dom, sacudiendo la cabeza para
revelar la sangre manchada por toda la mitad inferior de su rostro.
La necesidad de cercanía se apoderó de Seth como una ola de frío, pero como no podían
abrazarse, hizo lo siguiente y frotó su cabeza contra la sien de Dom. —Ya no hay vuelta atrás.
Yo tampoco te detuve.
Domenico mostró los dientes, su rostro torcido mientras miraba hacia la puerta con una
ira impotente. —Debería haber sido más inteligente. Debería haber sabido que no podemos
confiar en nadie más que en nosotros mismos. Es mi puta culpa.
—Echarte la culpa no nos sacará de aquí. ¿Tienes alguna influencia sobre Chao? —Seth
tiró de la cadena entre sus muñecas y se puso de rodillas, pero la barra que lo mantenía en su
lugar no se movía.
Los ojos de Dom se cerraron y tomó una inhalación laboriosa que pareció durar una
eternidad. Docenas de emociones atravesaron su rostro más allá de la máscara de control, pero al
final encontró la mirada de Seth. —No. No debería haberte traído aquí. Por lo menos, debería
haberte escuchado cuando sugeriste que algo no estaba bien.
Seth se desinfló, sentándose en el piso de concreto, lo que hizo que su trasero se
entumeciera con su temperatura helada. —Sí, estamos en una situación de mierda. Pero esto no
es propio de ti, Dom. Tenemos que terminar con esta autoflagelación, porque no nos llevará a
ninguna parte.
—¿Qué puede llevarnos a alguna parte, eh? —Dom rompió y sacudió la cadena de sus
puños contra la otra barra—. Vamos a morir, y va a doler. ¡Nunca quise esto para ti!
Seth se quedó inmóvil, mirando a Domenico con un escalofrío que le recorría la espalda.
Hasta ahora, los había imaginado con alguna idea ingeniosa al estilo MacGyver17 que de alguna
manera terminaría con sus manos libres y las esposas como armas, pero la mirada resignada en el
rostro de Dom sugería que no tenía un plan para hacerlo.
—¿Recuerdas esa vez cuando estábamos rodeados por Vincenzo y sus hombres? Éramos
presa fácil, estabas tan seguro de que estábamos a punto de morir que me ofreciste veneno, pero
al final encontramos una salida. —Pero la esperanza era solo un parpadeo dentro del corazón de
Seth en este punto, porque las palabras de Domenico dejaron en claro la realidad de su situación.
La nuez de Adán de Domenico se balanceó, y miró a Seth, sus ojos extrañamente suaves.
—No quiero que te lastimen. Si pudiera asumirlo todo, lo haría. No esperaba mucho en mi vida,
siempre pensé que sería un lobo solitario luchando con uñas y dientes hasta que alguien más
inteligente o más fuerte apareciera y me matara, pero estar contigo lo cambió todo. Es una pena
que no haya aprendido la lección. Pero todavía siento que he sobrevivido más allá del tiempo que
me merecía.
Los hombros de Seth se hundieron. —No es como si mi padre necesitara información de
nosotros. Creo. Tal vez solo quiera atar este hilo suelto. Y una vez que Mark se dé cuenta de que
no estamos, seguramente irá con Angelica y la cuidará.
Domenico lamió la sangre seca de sus labios y movió su rodilla para descansar contra la
de Seth. Su toque era tan dulce que Seth tuvo que tragar para controlar la emoción que brotaba
de su interior.
—Prométeme que si por casualidad te liberan, no repetirás mis errores, irás a casa y
estarás a salvo. Domenico preguntó en voz baja y rodó su frente sobre el hombro de Seth. El olor
a cobre se adhería a él, mezclándose con el fantasma de su loción para después del afeitado

17
MacGyver es un agente importante de la Fundación Fénix, una agencia progresiva dedicada a corregir las
injusticias del mundo. MacGyver nunca carga un arma y siempre frustra al enemigo con su vasto conocimiento
científico.
almizclada, y de alguna manera eso creó una mezcla tan dulce que Seth quería drogarse mientras
tomaba fuerza del calor de su amante.
—Solo si me prometes lo mismo, —susurró Seth, aunque estaba seguro de que ambos
estarían mintiendo. No había ninguna puta manera de que ninguno de ellos dejara de buscar al
otro. Incluso si se trataba de un contratiempo, una retirada temporal para asegurarse de que
Angelica estuviera a salvo y oculta de las garras enemigas, nunca dejarían de buscarse. Porque
Seth no quería pensar en la venganza. La venganza significaba la muerte de Dom, y esa era una
perspectiva tan insoportable que Seth hubiera preferido ser comido vivo antes que sufrir la
angustia de un duelo sin fin.
Domenico se tomó su tiempo y asintió de una manera que hizo que su mentira fuera casi
creíble. —Pase lo que pase, al final estaremos juntos.
Seth miró fijamente su anillo de bodas como si pudiera proporcionarle los medios para
escapar, pero Domenico tenía razón. Estaban jodidos. Habían vivido una vida cómoda lejos del
terror y la violencia durante tanto tiempo que su posición actual parecía una falla temporal en
realidad, pero era hora de enfrentar la verdad.
La cerradura hizo clic, su sonido desgarrando su momento íntimo y haciendo que la bilis
subiera a la garganta de Seth.
Se separaron el uno del otro, ya no se permitirían el consuelo de expresar libremente sus
sentimientos, pero la escarcha heló los huesos de Seth cuando reconoció el paso del hombre que
estaba a punto de entrar incluso antes de verlo.
—Ustedes dos hacen una imagen tan lamentable, —dijo Dino Villani, entrando a la celda
con las manos entrelazadas casualmente detrás de la espalda.
Seth miró a su padre, incapaz de decidir si era real. Dino Villani. El Sr. Trópico. Su
Padre. Un hombre despiadado, grosero, pero que podía ser tan agradable y generoso. Pero Seth
sabía más de lo que solía y era muy consciente de que las sonrisas siempre habían escondido
colmillos venenosos. Dino, el propio padre de Seth, había estado tramando contra él incluso
cuando lo había felicitado por su boda, cuando lo había recibido de regreso a casa con vino de su
viñedo. Cada palabra cálida que podría haber tenido para Seth en el pasado había sido una
mentira.
—Y tú te ves bien para un hombre que está muerto, —se quejó Seth, tirando suavemente
de la cadena detrás de él, pero le ofrecía poco espacio para moverse. Por mucho que deseara
estrangular a su padre con la maldita cadena, estaba atrapado en una trampa.
Esta historia no tendría un final feliz.
Dino había envejecido, pero sus movimientos eran tan vivos como siempre. A pesar de su
cabello gris, no había perdido nada de su energía. En todo caso, incluso había perdido algo de
peso y se veía más saludable que hace siete años.
—Nunca ha estado mejor, —dijo Dino con una amplia sonrisa y se acercó a ellos. No, se
acercó a Domenico, quien levantó la cabeza hasta que el ex Don Villani quedó fuera del alcance
de sus pies—. Ustedes dos deberían haberse quedado en su cueva.
—¿Qué quieres? —Domenico preguntó bruscamente, la angustia de antes se había ido.
—Estoy aquí para encargarme de la basura que se me quedó por accidente.
Seth gruñó. —Eso es muy poético, pero ¿de qué se trata realmente? Arturo me dijo que
sabías que yo era gay. ¿Eso es todo? ¿Ese es el gran problema? —preguntó a pesar de saber que
Angelo fue asesinado por el mismo crimen. Corrección. Que él había matado a Angelo por ello.
Dino gruñó, sus rasgos afilándose en los de una víbora. —Pensé que matar a ese sucio
marica te habría enseñado una lección.
Domenico negó con la cabeza. —¿Decidiste darle otra oportunidad después de que la
Tríada no hubiera logrado matarlo?
Dino frunció el ceño. —¿De verdad crees que cambio de opinión por capricho, como una
mujer embarazada? No, tenía otros planes para Seth desde el principio. Al menos eso es hasta
que demostró ser irredimible. El ataque en Berlín fue obra de mi querido hermano. Siempre se ha
entrometido en mis asuntos, se lo pidiera o no.
Seth frunció el ceño. —¿Federico sabe de esto? —Por supuesto que sabía—. ¿Nos estás
diciendo que ustedes dos son 'Sr. Trópico'? —De repente, la información mixta y contradictoria
que habían estado recibiendo tuvo sentido. Trópico parecía operar en diferentes lugares porque
había estado en diferentes lugares.
Santo les había jurado una vez que su padre estaba en Italia en el momento en que
Trópico operaba desde algún lugar de América del Sur, porque había sido cierto. Ahora que Seth
sabía que Trópico no era solo una persona, toda la información se había colocado en su lugar.
Lo más repugnante de todo era que Seth podía ver por qué el Sr. Trópico le había
ordenado a Dana que matara a Seth pero que tratara de traer vivo a Domenico. El viejo lobo
todavía tenía los dientes afilados y chorreando saliva por Domenico.
—¿Así que estás bien con él usando tu alias? ¿El amor fraternal llega a tanto? —
Domenico preguntó en un tono venenoso.
—Tú sabes mejor que yo hasta dónde llega el amor fraternal —Dino escupió en la cara
de Seth, y la saliva deslizándose por la mejilla de Seth pareció contener todo el desprecio que su
padre sentía por él. Dino se paró sobre ellos como una hiena a punto de mordisquear sus
entrañas. Una parte de Seth quería acortar esta agonía, pero ansiaba respuestas. Las necesitaba
después de años de ser engañado.
—Si sabías que Seth era gay, ¿por qué llevarlo de vuelta? ¿Por qué prepararlo para el
fracaso y comenzar todo este ciclo de locura? —preguntó Domenico, negando con la cabeza, y
Dino se deslizó hacia abajo, aún manteniendo su distancia. A Seth le dio satisfacción escuchar el
chasquido de las viejas rodillas.
—Por ti. Todo fue por ti —le dijo a Domenico con un profundo suspiro que expresaba
decepción, pero que también atravesó el corazón de Seth—. Se suponía que debías mostrarme
que estás hambriento por más de lo que te han dado. Sabía que Seth era una causa perdida,
Vincenzo no habría sido un buen Don, así que eras el único hijo en el que puse todas mis
esperanzas. Tan pronto como murió la madre de Seth, lo convertí en tu objetivo. Se suponía que
deberías haberme demostrado que deseabas el trabajo lo suficiente como para deshacerte del
gusano inútil. Demostraría que desatarías el infierno y protegerías a la Familia de un sucesor
maricón inútil, pero en lugar de eso, ¿te fuiste a follarlo? ¿Qué mierda pasa contigo? —Dino
levantó la voz y alcanzó a Dom como si quisiera abofetearlo, pero retiró su mano en el último
momento. Se levantó y comenzó a pasearse por la celda.
Domenico se rió entre dientes sin ningún tipo de alegría en su voz. —Supongo que todo
fracasó cuando Vincenzo intentó hacerse con el poder.
Dino negó con la cabeza. —Federico debió haberlo ayudado, asumiendo que con un
idiota detrás del volante, él sería el que manejaría los hilos. Puedo verlo ahora. Con Domenico
perdido, pensé que también podría retirarme. Un hombre inteligente siempre tiene un plan de
contingencia y sabe cuándo es el momento de ponerlo en práctica. Federico jugaba un juego
conmigo pero siempre quiso demostrar que de todos nuestros hijos, Santo era el mejor candidato
para líder. Y tal vez lo era. Tu ex esposa ya le ha dado tres herederos mientras ustedes dos
hierven a fuego lento en su desviación.
Seth se burló, humillado por la saliva que se enfriaba en su rostro. Entonces esto fue todo.
Nunca lo habían elegido porque su padre creyera en él o considerara que sus habilidades
lingüísticas eran una ventaja. Dino lo había elegido solo para que pudiera averiguar cuál de sus
otros hijos tenía las agallas para aplastar a Seth. Se volvió intrascendente para su propio padre
porque era gay. Porque era blando.
Al menos Seth finalmente obtuvo lo que tanto había deseado. Respuestas. Lástima que no
le gustó ninguna de ellas.
—No habrá nietos para ti, papá —Seth negó con la cabeza. Las palabras eran su única
arma ahora, y escupir a Dino, la única cosa satisfactoria que podía hacer en su terrible posición.
Deseaba poder decirle a Dino que Domenico, a quien consideraba el mejor producto de sus
entrañas, ni siquiera era suyo, pero eso podría haber puesto en peligro a la madre de Dom, y
Domenico tenía que estar mordiéndose los labios por esa razón también.
Dino había jugado una partida de ajedrez vivo con Federico, y ellos habían sido los
peones.
Domenico levantó la mirada para encontrarse con la de Dino, sus ojos ya no estaban
apagados por la resignación. —¿Y si mato a Federico por ti? ¿No sería un trato justo? Padre…
no seguí el camino que me diste, pero podría hacerlo ahora que conozco tus planes. Quería hacer
lo correcto contigo. Solo decidí correr con Seth cuando Tassa me dijo que estabas muerto. ¿Pero
ahora? Podría volver. Podría recuperar todo a tu nombre. Piénsalo. Volvería tu propio linaje a lo
más alto, reemplazando a Santo y su sangre diluida. Podría tener bendición.
El corazón de Seth dio un vuelco cuando notó que los ojos de Dino se agrandaban. Estaba
mordiendo el anzuelo. Este podría ser su boleto de salida.
—Solo creería en tu convicción si matas a Seth. Porque nunca terminaste ese trabajo,
¿verdad? Preferiste asesinar a Tassa en su lugar, —dijo Dino—. Si realmente estás listo para
hacer lo que sea necesario, muéstramelo.
Domenico se quedó en silencio el tiempo suficiente para dejar en claro sus sentimientos.
Dino dio un profundo suspiro. —Es lo que pensaba. Eres un maricón, y por dentro
también eres blando. Solo estoy decepcionado conmigo mismo por no haberlo visto antes. Un
hombre como tú nunca sería aceptado como líder.
Domenico se burló. —Podría haber hecho un trabajo mucho mejor como Don que tú.
Dino se acercó. ¿Dom lo estaba provocando para que se acercara? —¡Eres una cucaracha
que simplemente no morirá! ¡Pero me ocuparé de eso ahora!
Chao abrió la puerta y entró con una camisa limpia. Su esposa ni siquiera sabría que él
había estado involucrado en una pelea si lo volviera a ver, siempre que la mantuviera alejada de
la casa durante las reparaciones necesarias.
—Puede que no entienda tu idioma, pero reconozco las amenazas cuando las escucho.
¿Te recuerdo nuestro acuerdo? —Le preguntó a Dino, cuya boca se cerró mientras miraba a
Domenico y Seth con el desprecio irradiando de todo su cuerpo.
Los músculos de Seth se convirtieron en plomo, pero se quedó quieto con los ojos fijos
en los rostros de los dos hombres que sostenían su vida y la de Dom en sus manos. Su propio
padre estaba feliz de empujarlo por un precipicio porque no había estado a la altura de la visión
de Dino de la masculinidad violenta. No tenía idea por lo que había pasado Seth y lo que había
hecho en los últimos siete años, pero Seth con gusto le mostraría lo que había aprendido, si
tuviera tan solo una pequeña oportunidad. Lejos del joven asustado que Dino había designado
como su sucesor, podría ser tan letal como Domenico.
Dino habló después de unos tensos segundos. —Me parece bien. Supongo que no tiene
sentido tirar carne que aún puede generar ganancias. —Su mirada se endureció—. Pero si alguna
vez los vuelvo a ver, me aseguraré de que te arrepientas de haber iniciado contacto conmigo.
La boca de Chao se estiró en una sonrisa y no se movió ni un centímetro cuando Dino
pasó junto a él. Seth escuchó los pasos cada vez más distantes, pero en lugar de alivio, sintió
pavor. ¿Carne? ¿Iban a ser vendidos por partes del cuerpo?
Se encontró con la mirada de Dom y, por un brevísimo momento, casi pareció que su
hombre sonreía.
Tal vez su final sería rápido e indoloro al menos. Sobre todo, ambos irían juntos.
Chao dejó escapar una risa suave, que hizo retroceder a Seth.
—Puedo ver que ya estás contento con tu destino. No esperaba nada más de dos sucios
chupapollas.
Junto a Seth, Domenico respiró hondo. —Chao. No seas estúpido. Tengo un montón de
dinero. Pague lo que él pague, puedo duplicarlo.
Pero Chao no los miró. Dando un paso atrás, hizo un gesto a alguien más allá de la
puerta, y tres hombres entraron, llevando pequeñas cajas en las manos protegidas por guantes de
látex. El corazón de Seth latía, su velocidad alcanzando un pico donde respirar era más que
imposible.
—Prepárenlos para el comprador, —dijo Chao y salió.
Una jeringa de metal brilló en una mano, pero antes de que Seth pudiera ahogarse,
Domenico salió corriendo de su lugar y pateó a uno de los hombres de Chao en la espinilla. El
bastardo cayó como un tronco y Dom lo agarró con los muslos. El hombre que se acercaba a
Seth se giró para ayudar a su compañero, pero Seth reaccionó por instinto y puso las piernas en
el camino, haciendo tropezar a su adversario.
Un grito espeluznante vino desde un costado, y el estómago de Seth se retorció cuando
vio sangre fresca en el rostro de Dom. Pero no era la suya. El hombre de Chao miró a su
alrededor desde arriba de un corte sangriento donde solía estar su nariz. Cuando Dom escupió el
trozo de carne que había mordido, el bastardo lo golpeó sin poder hacer nada.
Pero el tercer hombre se acercó y antes de que Seth pudiera advertir a Domenico, una
aguja se clavó en su cuello y dejó escapar un grito ahogado cuando los ojos claros que tanto
amaba se cerraron y el cuerpo de Dom se quedó sin fuerzas.
Capítulo 9 – Domenico

Domenico era un peón en un tablero de ajedrez tan grande que no podía ver los bordes
más allá de los mosaicos blancos y negros alcanzados por la luz tenue. Los hombres a ambos
lados de él eran manifestaciones físicas de la sombra. ¿Sus oponentes? Figuras sin rostro de
acero. Su corazón latió más rápido cuando el aire rozó su piel desnuda, fluyendo hacia el otro
extremo del tablero. El zumbido que siguió fue tan bajo que no sonó ni remotamente humano,
pero cuando Domenico levantó la vista, los dardos helados perforaron su piel y lo mantuvieron
en su lugar.
No podía escapar de la mirada de Federico. Ni aquí, ni nunca.
El gigante que se alzaba sobre Domenico podría aplastarlo con un movimiento de su
mano, pero en lugar de eso, Federico acarició el pecho desnudo de Dom con la punta de su dedo.
La repugnancia hizo que la náusea subiera a su garganta, pero no hubo tiempo para pensar en
nada de eso cuando Seth estaba cerca, desnudo excepto por la corona en su cabeza. Miró
alrededor del tablero de ajedrez gigante confundido.
La sonrisa de Federico se hizo más amplia, hasta mostrarle hasta las encías, y jugó no
uno, sino varios peones, empujándolos hacia adelante. En lugar de atacar a Domenico, se unieron
contra Seth, y cuando Domenico los vio a la luz que irradiaba la corona de Seth, entendió
quiénes eran. La Tríada.
Quería saltar directamente y proteger a Seth, pero no pudo moverse hasta que la otra
figura sombría de arriba no lo empujó hacia adelante con los dedos adornados con sellos.
Dino se inclinó sobre el tablero de ajedrez, su rostro oscureciendo la luz, pero Domenico
podía leer cada movimiento, escuchar cada respiración tomada por el enemigo. Las armas
aparecieron en sus manos de la nada, y cuando apretó ambos gatillos a la vez, los cuerpos
comenzaron a acumularse hasta que la sangre llegó a sus pies en riachuelos de color rojo
brillante.
Seth capturó su mirada, todavía asustado, aún inseguro de dónde estaba parado, pero
antes de que Domenico pudiera unirse a él, Dino chasqueó los dedos haciendo que Dom cayera a
través de las baldosas negras y a la nada.
—Ahí tienes. Te has ido demasiado tiempo, cuando hay tanto por lo que luchar en casa
—dijo la más suave de las voces mientras levantaba la cabeza de una cubierta de hierba caliente.
Domenico reconoció a su madre incluso antes de verla y se arrodilló en la fragante
oscuridad de su jardín. Vestida de amarillo, ella le sonreía desde el porche de su casa, sin
molestarse en absoluto por la desnudez de Domenico, como si todavía fuera un niño pequeño que
no necesitaba pudor.
La ropa de Domenico colgaba de un tendedero y ella las quitó una por una. Sus tacones
altos resonaron contra las baldosas de piedra cuando se acercó y le entregó el montón de tela.
—Siempre supe que lograrías cosas asombrosas, —dijo con una sonrisa tan brillante
como el sol que él nunca volvería a ver.
El aroma fresco de su detergente en polvo favorito era tan visceral que Domenico casi
podía tocarlo. Todo en el jardín parecía más tangible de lo que recordaba. Los limones eran del
tamaño de dos puños, colgando del árbol y haciéndolo doblar con su peso, las flores, grandes
como cabezas.
La madre de Domenico se acercó y puso sus suaves dedos sobre sus hombros. El perfume
suave y floral que llevaba era la esencia del hogar e hizo que el jardín detrás de ella se volviera
borroso cuando todo lo que podía enfocar era su rostro.
—¿Tienes hambre? —preguntó, pero había una intensidad en sus ojos que comunicaba
algo mucho menos mundano que la cena.
Una motocicleta tocando la bocina justo afuera del jardín hizo que Domenico se
estremeciera, pero mamá le dio unas palmaditas en el pecho. —Ve, pero no llegues tarde —dijo,
y los pies de Domenico se movieron por sí solos por el caminito empedrado que salía del jardín.
Seth estaba sentado en su motocicleta deportiva, guapo y confiado cuando sonrió con
aprecio. —Te ves tan sexy con el traje, —susurró cuando Dom se sentó detrás de él, pero no
esperó una respuesta y se alejó tan rápido que Dom enterró la cara en la amplia espalda.
El polvo salió disparado de debajo de las ruedas e hizo que Dom cerrara los ojos. Volvió
a abrirlos cuando el aire se llenó del aroma del mar. La motocicleta no estaba, pero Seth tomó su
mano y lo condujo a través del viñedo de la casa Villani mientras la luna brillaba sobre sus
cabezas.
El estómago de Dom se contrajo cuando se dio cuenta de que se dirigían al pozo donde
había pasado los peores y más aterradores momentos de su vida, después de que Dino lo arrojara
allí como castigo por lastimar a Seth. Quería pedirle a Seth que eligiera una ruta diferente hacia
la villa, pero nada salió de su boca.
Podría jurar que una sombra se movió a lo largo de las hileras de vides, pero no pudo
identificar qué era. Cuando llegaron al pozo, Seth se sentó en el borde de piedra y abrió las
piernas, invitando a Domenico con una sonrisa y los brazos abiertos.
Pero las sombras se oscurecieron a su alrededor, el olor a uvas dulces y enfermizas se
volvió nauseabundo, y cuando Domenico dio un paso más cerca, alguien le puso una mano en el
hombro.
—Sabes qué hacer, —susurró Tassa, e incluso sin mirar atrás, Domenico supo que su
padre había sido el que los persiguió antes.
Alcanzó a ver el rostro familiar cuando Tassa le entregó un cuchillo. —Si quieres tomar
el control, como estabas destinado a hacerlo, haz lo que sea necesario.
Matar a Seth. Sacarlo del tablero de ajedrez para siempre.
Seth observó a Dom con ojos infinitamente tristes. Estaba resignado a su destino,
cualquiera que fuera.
Tassa palmeó el hombro de Domenico. —Eres mejor. Más fuerte. Más inteligente. Eres
mi sangre, y es tu destino tener éxito.
Domenico clavó el cuchillo directamente en el corazón de su padre.
El rostro conmocionado desapareció, arrastrado por una ráfaga de viento, como si nunca
hubiera estado allí. Domenico se giró para sonreírle a su rey, pero Seth ya no estaba, solo su
corona en el borde del pozo. Pero el corazón de Domenico supo todo antes de preocuparse.
Abrazó lo que había que hacer y saltó al pozo sin dudarlo.
Ni el olor a humedad, ni los ratones muertos en el túnel pudieron repelerlo o desviarlo de
su camino. A través de telarañas, a través del polvo, Domenico se dirigió a la bodega debajo de
la mansión Villani. A su verdadero objetivo: Santo.
El corazón de Dom latía como loco e imaginó formas en las que podría sacar al joven
Don del trono que por derecho le pertenecía. Pero cuando se acercó a las escaleras que conducían
a la superficie, vio una puerta abierta que no pertenecía al sótano.
Un aguamarina brillante con tallas florales. La puerta de la casa de Federico Villani.
Domenico no dudó y entró.
—Por fin, —dijo Federico desde las sombras. Cuando encendió su encendedor, todas las
velas de la habitación se encendieron, revelando a Seth de pie junto a un sillón vacío frente a
Federico.
En una mesita en el centro descansaba un tablero de ajedrez antiguo y Domenico supo
que era en el que había estado antes, diminuto, sin sentido, solo un peón.
Seth encontró la mirada de Domenico y sacó el sillón vacío para que se sentara.
Cuando Dom ocupó su lugar frente a Federico y las manos de Seth apretaron sus
hombros, supo exactamente qué hacer.
*

La cabeza de Domenico rodó hasta su hombro y dejó escapar un gemido ahogado. Al


principio sintió como si estuviera flotando dentro de un tanque de privación sensorial, pero una
vez que reconoció la solidez del piso frío y el peso de su propio cuerpo, la conciencia comenzó a
desgarrar el capullo de paz. Su cuerpo dolía, latiendo como si bolsas de ácido estuvieran a punto
de estallar en su torso y quemar el tejido, pero cuando su mente se puso más alerta, la extraña
sensación de picazón en toda su piel pasó a primer plano.
Abrió los ojos, medio esperando que todo el viaje a Singapur fuera parte del extraño
sueño, pero las paredes de hormigón desnudo le devolvieron la mirada. Tomó una bocanada de
aire, como si se hubiera estado ahogando sin la presencia de agua, pero cuando intentó
levantarse, las esposas tiraron de su espalda desnuda hacia la gruesa barra.
Una rigidez penetró en sus músculos cuando fue arrastrado de regreso a una realidad en
la que estaba desnudo, y donde su cuerpo se sentía con picazón y en carne viva no solo porque se
estaban formando moretones en sus costillas sino también porque su piel estaba desnuda.
Desnuda, como si le hubieran arrancado todo el vello.
Luchando contra la fuerza que le oprimía el pecho, respiró hondo y miró entre sus
muslos, donde el área de su entrepierna también estaba igual desprovista de vello, su polla
expuesta de una manera que hizo que sus testículos se encogieran.
Ahora que lo pensaba, su región anal también se sentía extraña, y cuando el calor estalló
en su cabeza, trayendo las posibilidades de lo que eso significaba, su mirada se arrastró hacia un
lado, donde Seth estaba sentado contra la pared en la misma posición que él antes, pero él
también estaba desnudo, su espeso vello corporal había desaparecido para dejar un lienzo
desnudo manchado con un puñado de cicatrices y hematomas que brotaban. Estaba dormido, con
la boca abierta, como lo había estado cuando los extraños lo desnudaron y lo tocaron en los
lugares más íntimos. Al igual que le habían a Dom.
La furia floreció profundamente en el pecho de Dom, y dejó escapar un grito hueco,
golpeando las esposas contra la barra de acero que lo mantenía en su lugar. Golpeó hasta que sus
articulaciones estuvieron a punto de romperse como ramitas, pero la tubería no se movió.
—¡Oh, maldito seas, Chao! —Domenico gritó, pero la lucha no hizo más que someter su
cuerpo a más tensión, así que respiró hondo y miró a su alrededor. No podía perder la cabeza por
la ira o el pánico, pero la naturaleza desnuda de la habitación y el pesado acero alrededor de sus
muñecas dejaban muy poco espacio para la creatividad.
De hecho, estaban jodidos, y las posibilidades que flotaban en la cabeza de Domenico
eran como minas a punto de destrozar su mente. Chao los había vendido como si fueran ganado
y, como carne preparada para envasar, los habían despojado de las partes indeseables para
entregárselos a quien estuviera dispuesto a pagar.
Y eso jodidamente asustó a Dom.
Había conocido gente cruel en su vida. Había conocido a personas sin moral ni
remordimientos, pero aquellos que sentían que los hombres y las mujeres podían ser tomados
como propiedad, ser despojados de su humanidad, eran los peores de todos. Y ahora había
presentado sus propias manos para que lo esposaran y se había llevado a Seth con él.
¿Qué diablos había estado pensando? Después de años de vivir la vida pacífica de un
civil, ya no estaba en la cima de su juego. Sí, mantenía su rendimiento físico a un nivel óptimo,
pero entrenar, aunque fuera duro, no era lo mismo que enfrentarse a un peligro real. Disparar en
un campo de tiro o jugar a la lucha libre con Seth tenía poco en común con enfrentarse a un
oponente real en una situación de vida o muerte.
Pero había sido demasiado orgulloso, demasiado confiado, como cada vez que se hundió
en una profunda mierda en el pasado. Ya debería haber aprendido la lección, claramente no
estaba hecho para liderar, sin importar lo que Dino le hubiera dicho.
Dino. La puta serpiente. Listo para dejar que sus propios hijos se devoren unos a otros
solo para probar un punto. Por primera vez en su vida, Domenico se alegró de no compartir nada
de su ADN con ese reptil. Si no temiera por la seguridad de su madre, le habría escupido la
verdad en la cara a Dino. El bastardo podría ser viejo, pero había una cosa que no había
aprendido en su vida desperdiciada. La sangre no significaba nada cuando se trataba de la
familia. Tanto Mark como Angelica eran tan suyos como si fueran su carne, y Domenico los
amaba a ambos más de lo que Dino había amado jamás a sus propios hijos.
Un suave gemido lo sacó del pozo de sus sombríos pensamientos, y su corazón una vez
más se estremeció al ver a Seth desnudo. Dom ni siquiera sabía si alguien ya había violado a
Seth cuando estaba inconsciente. El pensamiento en sí era tan repugnante que las náuseas
subieron por su garganta.
Seth era suyo y solo suyo. Suyo para tocarlo. Su para adorarlo.
Y, sin embargo, no había sido capaz de proteger a Seth de las manos de los extraños
cuando manipularon el cuerpo de Seth como si fuera un césped para cortar. Todo el vello
corporal que tanto amaba Dom se había ido. Tuvieron suerte de que sus cabezas estuvieran a
salvo, pero Dom supuso que la preferencia del comprador era la única razón para ello.
—¿Q-qué? —Seth murmuró, todavía aturdido, y levantó las piernas hasta el pecho.
—Estoy aquí. Estábamos sedados, —dijo Domenico y movió su pie para descansar sobre
la espinilla de Seth, porque no podía tomar su mano como deseaba desesperadamente.
Seth miró su pierna con el ceño fruncido, su respiración ahora más rápida. —¿Qué
mierda, Dom? ¿Qué mierda? ¿Nos afeitaron?
La mandíbula de Domenico se apretó con tanta fuerza que tuvo que abrirla para
deshacerse del dolor en los costados de su cabeza. —Nos venderán.
La tensión en el rostro de Seth era como navajas cortando el alma de Dom. Todo lo que
quería era pararse frente a Seth y esconderlo de lo que estaba por venir, pero no podía huir de la
realidad.
—¿Juntos? —La voz de Seth era apenas audible, pero su pregunta reflejaba uno de los
mayores temores de Domenico. Si fueran vendidos a otras personas, es posible que Domenico
nunca lo vuelva a encontrar, incluso si sobreviven a lo que les espera.
—No lo sé, —dijo después de un momento de vacilación. No tenía sentido tratar de
encantar la realidad en lo que no era, sin importar cuán afilada fuera la verdad cuando se
hundiera en su pecho—. Pase lo que pase, volveremos a estar juntos. Recuerda eso.
Seth asintió, pero encorvó los hombros y, con las manos esposadas hacia atrás, no tenía
forma de ocultar las lágrimas que rodaban por su rostro como manifestaciones físicas del fracaso
de Domenico. —¿Tienes alguna… indicación de lo que sucederá? ¿Conoces a Chao? Supongo
que no nos afeitaron porque nos necesitan como luchadores enjaulados.
Domenico se había negado a reconocer sus preocupaciones antes, pero ahora que había
expresado la pregunta, no tenía más remedio que enfrentarla, sin importar cuán violentamente su
cerebro luchara por no hacerlo. —Él dijo algo acerca de que éramos gays.
—Mierda. ¡Mierda! ¿Cómo es que nos está pasando esto? ¿Qué... qué es lo mejor que se
puede hacer? ¿Debo seguir con lo que sea que nos arrojen?
Domenico se negó a apartar la mirada sin importar cuánto lo apuñalara la angustia de
Seth, porque Seth estaba desesperado por orientación y apoyo.
Tenía respuestas para Seth, incluso si lo hacían sentir enfermo. —El orgullo es inútil a
veces. Mientras vivas, tienes la oportunidad de sobrevivir. Seguir adelante. Olvidar —susurró,
obligándose a capturar la mirada de Seth, sin importar cuánto dolor le causara saber que había
arrastrado al hombre que amaba a esta trampa.
No sería capaz de protegerlo de lo que vendría.
La violación era casi un hecho en este punto. La única pregunta era qué clase de
monstruo había pagado por su carne, porque eso podría alterar dramáticamente su resultado.
Seth tomó grandes bocanadas de aire por la boca una y otra vez. —No quiero perderte.
El dolor atravesó a Dom con tal fuerza que era como si su corazón se rompiera
físicamente por la pena, pero la sensación de asfixia, la tensión, el conocimiento de que no había
nada que pudiera hacer no lo mataría. —Yo tampoco quiero perderte. Pero tenemos que ser
inteligentes. Harás lo que tengas que hacer y sobrevivirás.
Seth asintió lentamente, sus ojos se secaron. —Y si nos obligan a separarnos, haré todo lo
que esté a mi alcance para encontrarte, pero tú tampoco puedes hacer ninguna estupidez, ¿de
acuerdo? No te volverás loco solo porque algo me está pasando.
—Esto solía ser más fácil cuando era más joven, —dijo Domenico a pesar de ahogarse—.
Pero puedo hacerlo. Puedo mantener la calma por el bien de ambos.
Seth soltó la risa más triste que Dom jamás había escuchado. —¿Era más fácil? Solías ser
el psicópata más celoso del mundo. Me echaste de la casa y cambiaste las cerraduras porque salí
a tomar un café con un amigo18.
Domenico se rió y frotó los dedos de los pies a lo largo de la pierna de Seth en apoyo
silencioso. Tal vez todo lo que Seth necesitaba era un poco de humor. —Yo no era un ángel.
Elegiste a un hombre con una personalidad terrible.
—Supongo que eso dice más sobre mí que sobre ti, —dijo Seth, mirando directamente a
los ojos de Dom con una expresión de ternura que vio a Domenico como nadie más podría. Todo
de él. Seth sabía lo bueno, lo malo, lo terrible, y todavía quería a Domenico. Habían pasado por
enfermedades, salud, extremidades rotas, narices rotas, discusiones que terminaron en lágrimas y
debilidades demasiado vergonzosas para admitirlas ante los demás.
Y todavía amaba a Domenico.
—Sí. Que eres el mejor hombre que conozco, —susurró Dom, su pecho llenándose de
emoción que se reflejó en él en esos cálidos ojos marrones.
La cerradura se abrió y él se apartó de Seth, listo para protegerlo de cualquier manera que
pudiera. El latido del corazón de Dom era lo único que podía escuchar cuando entró Chao,
seguido por un extraño alto y bien formado con pantalones grises y una camisa azul ordenada.
No había nada fuera de lo común en sus rasgos atractivos o cabello rubio hasta que se
quedó sin aliento ante la vista frente a él como si le hubieran presentado un automóvil hecho a
medida. —Te has superado a ti mismo, —le dijo a Chao, quien sonrió.
Hijo. De. Puta.
Esta vez fue algo no dicho al final de esa frase. Pasara lo que pasara con las compras de
ese psicópata rubio después de que dejaran de ser útiles para él, Domenico tendría que asegurarse
de actuar antes de que ese también fuera su destino.
El comprador levantó la mano, moviendo dos anillos de metal con algunos dispositivos
adheridos en el lado interior. Verlos fue tan impactante que el cerebro de Dom no reconoció de
inmediato los artículos como collares. Pero eso era lo que eran. Domenico no podría haber
odiado más al bastardo. O al menos eso fue lo que pensó hasta que el hijo de puta se acercó a
Seth. Sus manos bien cuidadas pero tan sucias ni siquiera habían tocado a Seth, pero el mero

18
Eventos del libro 2.
hecho de que estaba cerca del hombre de Dom con la intención de poseerlo, hizo hervir la sangre
de Dom. Su propio consejo sobre ser flexible podría resultar imposible de seguir.
—Entonces, ¿estás diciendo que son pareja? ¿Él es el macho19? —preguntó el comprador,
inclinándose sobre Seth con gran interés brillando en su mirada verde. De ninguna manera era
pequeño, pero si Seth hubiera tenido libertad para moverse, podría haber aplastado la cabeza del
bastardo con sus propias manos. Y si Domenico hubiera podido alcanzarlo, también le habría
comido la nariz.
—Yo no hago esas preguntas, —dijo Chao, evitando la mirada de Dom cuando el calor
subió por el cuerpo de Domenico ante la indignidad de todo. No podía creer que había terminado
en esta patética posición. Este no era el lugar al que pertenecía. Su lugar estaba con un arma en la
mano, en la línea de fuego, no con collar como un perro.
Su destino era liderar, no someterse.
El comprador se puso un par de guantes de látex, y por un momento desconcertó a Dom,
pero cuando el hombre tocó la barbilla de Seth, el vello corporal de Domenico se habría erizado
si le quedara algo. —Puedes llamarme Amo, y te pondré el collar ahora. Si te portas mal, habrá
consecuencias. ¿Comprendido?
Seth evitó la mirada del comprador, pero asintió con la cabeza, manteniendo la expresión
tan inexpresiva que Domenico no pudo reconocer si estaba triste o furioso. Pensar que este
patético hombre ahora era libre para sacar a Seth de aquí, violarlo, ultrajarlo, jugar con él,
llenaba a Domenico con la furia de mil volcanes, pero frenaba a la bestia que llevaba dentro. Por
el bien de Seth y por el suyo propio.
El collar no era una simple baratija, y cuando Domenico vio la pequeña caja negra
adherida a la banda, el temor se apoderó de su carne.
Era un maldito collar eléctrico, y se cerró alrededor del cuello de Seth.
Su respiración se convirtió en un silbido cuando Domenico vio los dedos de su nuevo
dueño deslizarse por el suave pecho bronceado de Seth y ahuecar un pectoral como si fuera suyo
para tocarlo. La ira salió a la superficie como lava justo antes de una explosión.
—Él no es un perro, —gruñó Dom, la furia manteniendo su mandíbula cerrada a medias.
Seth le dirigió una mueca que decía cállate, pero ¿cómo podía Domenico permanecer en
silencio cuando el asqueroso pedazo de mierda con forma humana rozaba la cicatriz donde había
estado el pezón de Seth?
—No, es mucho más que eso. —El dueño se volvió hacia Chao—. Espero un descuento
por esta imperfección.

19
Se refiere a quien es el activo de una forma vulgar.
Domenico balanceó su pierna y pateó la cadera del hijo de puta lo suficientemente fuerte
como para hacerlo caer. El calor llenó su cráneo, expandiéndose hasta que cada pedacito de su
piel ardió. —¡Quítale tus jodidas manos de encima!
La conmoción se reflejó en los ojos verdes del bastardo, pero antes de que Dom pudiera
sentir satisfacción, Seth soltó un gemido ahogado, sacudiéndose en el lugar con dolor retorciendo
sus facciones.
—¿Decías algo? —preguntó el comprador con voz fría y soltó un botón que estaba
sosteniendo en un pequeño control remoto que Dom no había notado inicialmente. Solo entonces
el cuerpo de Seth cayó al suelo.
Bastardo.
Maldito bastardo.
Las venas de Dom se llenaron de odio en lugar de sangre. La bestia en él exigía
satisfacción. Quería gritar y mutilar la piel bronceada del hombre, pero una mirada a Seth, quien
todavía temblaba, recuperándose de la descarga eléctrica, fue suficiente para ponerle un bozal a
Dom.
Él no dijo nada.
Su nuevo dueño ladeó la cabeza, sus labios bien formados casi formaron un puchero. —
¿Acaso esto no amerita una disculpa? —Señaló el control remoto conectado a su muñeca como
un reloj, y mientras Domenico estaba completamente enfocado en el monstruo que los había
comprado como dos perros para jugar, vio el pie de Seth estremecerse en el borde de su visión.
La templanza nunca había sido un lado fuerte suyo, pero tendría que ejercitarla si quería
acercarse lo suficiente a este imbécil. A su debido tiempo, le daría de comer su propia polla, pero
ese momento no era ahora.
—Me disculpo.
El dueño enarcó las cejas.
—Me disculpo, Amo, —dijo Domenico, deseando poder lavarse la boca con lejía para
borrar ese título de su lengua.
La boca del hombre se estiró en una sonrisa y volvió a su posición original. —Eso es. Ese
es el comportamiento que espero de mis mascotas. Incluso las más rebeldes eventualmente
aprenden su lugar.
El hijo de puta estaba equivocado. Nadie podía enjaular a Domenico Acerbi. Ni la
policía, ni el Don, ni Federico. Ni siquiera su madre. Este rico sádico no tenía idea de con quién
estaba tratando. ¿Y Chao? Domenico se negó a mirar en su dirección ahora, pero si esperaba
deshacerse de Domenico vendiéndolo como esclavo en lugar de ponerle una bala en la cabeza,
bien podría esperar lo peor. Dejaría que el cabrón codicioso disfrute de su dinero sucio, pero un
día Domenico regresaría para tomar la cabeza de Chao y convertirla en comida para perros.
El propietario se acercó al cabello de Domenico para acariciarlo, y la forma en que los
dedos se tensaron a pesar del control remoto en su otra mano le dio a Dom una pizca de
satisfacción. —Aprecio tu devoción, no me malinterpretes. Es por eso que los compré a ustedes
dos. No es lo mismo juntar a dos extraños, no puedes esperar química real de esa manera.
Domenico tragó saliva, tirando de hilos invisibles con la esperanza de poder torcer la
situación a su favor. —¿Supongo que esperas un espectáculo? —preguntó, un poco más
tranquilo ahora que sabía que los dos iban a permanecer juntos. Por repugnante que fuera la idea
de actuar para el placer de otro hombre, al menos significaba que podían apoyarse mutuamente a
través de ello. Domenico estaba listo para calmarse y enfrentarse a lo que este extraño les
desatara.
El hombre de Chao se acercó para desabrochar las esposas de Seth de la barra de metal,
incitándolo a ponerse de rodillas con un gesto. Su nuevo dueño asintió y sus pupilas se
agrandaron, como si atormentar a las parejas fuera su droga preferida. —Aprendes rápido,
cariño. ¿Qué tal un beso entonces?
Los músculos de la mandíbula de Seth se contrajeron mientras se giraba hacia Dom,
desnudo y vulnerable a pesar de esa expresión melancólica que Domenico habría encontrado
sexy en otras circunstancias. En este momento, podía leer la rabia y la desesperación de Seth,
pero también el entendimiento de que ambos tenían que someterse si querían salir de aquí juntos.
Si no actuaban como pareja, este enfermo no los necesitaba como pareja.
Tragó saliva y se encontró con la mirada de Seth, invitándolo sin palabras a acercarse, a
pesar de que la náusea ya estaba subiendo por su garganta. No tenía sentido dudar, así que Seth
presionó sus bocas juntas en el beso más rígido en la historia de su relación.
Domenico entendió. Ninguno de los dos accedía a vender su intimidad, pero el hecho de
que pudieran tocarse le trajo un consuelo que no esperaba de esta pesadilla. Podrían intentar
hacer uso de sus habilidades y apoyarse mutuamente, como siempre lo habían hecho. En el gran
esquema de las cosas, un hijo de puta excitado por parejas no era una maldición sino una
bendición, y si su nuevo dueño y Chao no veían eso, entonces todavía no habían visto el amor
verdadero. Pase lo que pase, Domenico y Seth prevalecerán. Uno para el otro. Por su familia.
Con el más suave de los gemidos, Domenico bromeó con su camino hacia la boca de
Seth, comunicando promesas de un futuro mejor de la mejor manera que sabía.
Capítulo 10 - Seth

A Seth todavía le dolía el cuello después del golpe del collar, como si se hubiera caído y
frotado ese lugar en carne viva contra el asfalto, pero el toque del muslo de Domenico contra el
suyo alivió el dolor. Respiró hondo, aspirando el aroma de varios tipos de lociones para después
del afeitado en el vehículo en movimiento. Tenía los ojos vendados, pero la luz se habría filtrado
a través de la tela si hubiera alguna, por lo que era probable que los estuvieran trasladando a la
casa de su nuevo Amo en la parte trasera de una camioneta.
No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado, y tenía poco para evaluar la distancia,
pero como el vehículo apenas se detenía, supuso que no regresarían al centro de la ciudad.
Dom estaba tan cerca. Sus hombros y rodillas se tocaron lo suficientemente cerca sin
mucho esfuerzo, y desde que las puertas se cerraron, había experimentado una intensa necesidad
de hacer uso de esa proximidad y hablar con él. El espacio se ahogó en silencio, y el aroma del
perfume masculino podría ser un remanente de algún viaje anterior, pero justo cuando estaba a
punto de abrir la boca y susurrar, alguien se movió demasiado cerca, congelando a Seth en el
acto.
Nunca en su vida se había imaginado en tal posición, y había pasado por un montón de
mierda. Tal vez fue su punto ciego asumir que un hombre como él, de su tamaño, de su habilidad
para pelear, no sería de interés para el tráfico sexual. Había imaginado niños menores de edad o
bellas jovencitas robadas de sus hogares, pero mientras hubiera un comprador, cualquiera podía
ser un objetivo. Debería haber aprendido esa lección en Louisiana, donde encontraron todo tipo
de personas bajo llave.
¿Ser secuestrado por un rescate, torturado para obtener información o chantajeado, eso lo
había imaginado, pero ser acariciado por otro hombre? ¿Uno más pequeño y de voz suave? Lo
hizo sentir incómodo en tantos niveles que ni siquiera sabía por dónde empezar.
¿Debería aprovechar la primera oportunidad para morder la yugular del comprador? No
cuando no estaba solo, porque la seguridad de Dom era como un bozal hecho de carne y hueso.
Él nunca correría tal riesgo.
Los pelos de su nuca se erizaron cuando el vehículo se detuvo brevemente, pero el viaje
continuó durante uno o dos minutos más antes de que el motor se detuviera. Por una fracción de
segundo, Seth solo pudo escuchar su propia respiración, pero luego el hombre que los
acompañaba en la parte de atrás se movió y abrió la puerta, dejando entrar un aire húmedo
perfumado con flores y pasto cortado.
La camioneta tembló cuando saltó al ritmo de una conversación que se desarrollaba más
allá de las paredes de metal, y Seth giró rápidamente la cabeza hacia Dom, con ganas de hablar,
pero su boca se encontró con los labios familiares, y curvó los dedos de los pies cuando la
dulzura de su conexión lloviznó por su cuerpo, calmando todos los miedos, aunque solo fuera
por un momento.
—Haremos lo que él diga, —pronunció Domenico en el más suave de los susurros,
soplando aire cálido en la piel de Seth mientras hablaba.
Asentir fue todo lo que Seth pudo lograr, porque su garganta estaba apretada tanto por el
miedo como por una furia tan absoluta que podría haber incendiado ciudades. Le robó otro beso,
uno dado en la oscuridad, solo para ellos.
Cuando Seth se giró para enfrentar el ruido de los zapatos golpeando el piso de la
camioneta nuevamente, una luz brillante atravesó la venda de tela, pero antes de que pudiera
hacer algo al respecto, el matón lo jaló bruscamente hacia las puertas por el brazo. El
movimiento forzado fue tan brusco que Seth tropezó afuera y tuvo que agacharse con las piernas
abiertas para recuperar el equilibrio y evitar lastimarse en el asfalto que ardía bajo sus pies.
Su cabeza latía con preocupación mientras tomaba el rico aroma del jardín, la brisa
refrescando la piel que ya se sentía caliente por el sol. El aire le recordó a Seth unas vacaciones
exóticas, pero las esposas en sus muñecas y los guijarros clavándose en su talón le recordaron
que no estaba aquí para su propio placer, y que no tenía sentido mentirse a sí mismo, él y Dom
estarían bien. Pero todavía necesitaban sobrevivir.
—Cuidado con la mercancía. ¿Hubieras apreciado que manejara tus cosas de esta
manera? No lo creo, —dijo la suave voz que Seth reconoció como la de su dueño—. Descubre
sus ojos. Quiero mostrarles su nuevo hogar.
Detrás de Seth, Domenico también debió haber sido sacado de la camioneta, pero
mientras dedos ásperos tiraban de la venda de los ojos, tirando de su cabello en lo que no parecía
exactamente un accidente, Seth enfocó la vista frente a él.
La casa parecía dos vitrinas planas intercaladas entre losas de hormigón, con elementos
de madera incorporados y un juego de cortinas que oscurecían una sección en el segundo piso. El
interior moderno, o al menos lo que Seth podía ver a través de las paredes de cristal, estaba tan
inmaculado como una casa meticulosamente construida de Los Sims20.
Un apretón en su trasero lo hizo estremecerse, y se giró para mirar directamente a la
agradable cara del comprador. El hombre no retrocedió y siguió amasando el trasero desnudo de
Seth con su mano cubierta de látex, su mirada enfocada, como si fuera una prueba. Seth no era
bueno para controlar sus emociones, pero se quedó quieto, muy consciente del hecho de que
había cuatro guardias armados observando. Era humillante, sí, pero en este momento estaba más
preocupado por las posibles consecuencias de las acciones precipitadas que por su espacio
personal.
Su mente no estaba de acuerdo con tal tratamiento en un nivel tan visceral, el toque
intrusivo hizo que su garganta se llenara de náuseas, pero era hora de enfrentar la realidad. Esto
no era un juego. El hombre estaba deslizando sus dedos desde el trasero de Seth hasta su espalda
porque podía, y Seth era incapaz de detenerlo.
El hombre encontró la mirada de Seth con una sonrisa, el lunar oscuro sobre su labio
distraía tanto a Seth que luchaba por mantener el contacto visual. —Ambos son buenos
especímenes, —dijo, mirando detrás de Seth, donde supuestamente Domenico estaba parado,
obligado a ver a Seth siendo acariciado por otra persona. En cualquier otro momento, Domenico
habría desatado el caos. Habría roto extremidades y cortado orejas, pero ahora se quedó quieto,
lo que era otra señal de lo realmente jodidos que Dom creía que estaban.
Seth tragó saliva.
—Es una linda casa, —dijo Domenico con voz incolora, pero el cumplido debió
complacer a su dueño, ya que sonrió, mostrando una dentadura demasiado pálida para su rostro.
—Ah, es donde descanso. El ático en el centro de la ciudad tiene un carácter mucho más
representativo. Uno tiene que ponerse su traje de persona a veces, ¿verdad? —preguntó, como si
alguno de ellos preguntara por la historia de su vida. Pero el tipo era vanidoso, sabían eso al
menos.
Uno de los guardias, joven pero de rostro tosco, dio un paso adelante después de mirar su
teléfono. —Señor. Anderson, yo sólo…
Uno de los otros, un pícaro alto con ojos oscuros y un corte rapado, intervino y lo agarró
del hombro, pero la sonrisa del dueño se desvaneció y se alejó de Seth para mirar al idiota
balbuceante. Por supuesto, Anderson no quería que se supiera su nombre. Pero antes de que Seth
pudiera pensar mucho en ello, su dueño de voz suave sacó un arma y disparó directamente a la
cabeza del joven guardia, haciendo que los oídos de Seth zumbaran.

20
Videojuego donde se construyen casas, se diseña su interior y se hace una vida dentro con uno o varios
personajes también diseñados.
Una parte de la mandíbula del hombre estalló con hueso y carne, y cayó con un gorgoteo
de pánico, agarrándose la cara sin poder hacer nada. Nadie se movió para ayudarlo, pero cuando
se retorció, tratando de ponerse de rodillas, Anderson disparó de nuevo, empacando el proyectil
en la nuca del pobre bastardo.
El cuerpo cayó hacia adelante, ya no se movía.
Anderson frunció el ceño ante su camisa pálida. —¿Tengo sangre en mí? ¿Luke?
El matón negó con la cabeza sin pestañear, aparentemente acostumbrado a ese tipo de
preguntas. Maldición, le tenían que pagar muy bien para aguantar esto. —No señor.
Anderson todavía se tomó su tiempo para mirar su cuerpo, pero finalmente colocó el
arma en el suelo y se quitó los guantes de látex de las manos antes de dejarlos caer sobre el
cadáver. Tenía otro par en el bolsillo delantero de sus pantalones y se los puso mientras se
deslizaba hacia abajo con un pequeño paquete de pañuelos desinfectantes en la mano. —
Supongo que no puedo venderlos ahora, así que será mejor que sean útiles. Luke, haz que
alguien limpie esto, —le dijo al matón de cabello oscuro y volvió a poner su arma en la funda tan
pronto como terminó de limpiarla.
¡¿Quién. Cojones. Era. Este. Tipo?!
Seth había asumido que era un expatriado adinerado, un director ejecutivo o un consultor
muy caro, que también resultó ser un psicópata sin alma, pero la facilidad con la que Anderson
había manejado un arma de fuego y la absoluta falta de remordimiento o vacilación cuando llegó
matar a alguien sugería una profesión demasiado cercana a la que Seth había estado huyendo
desde la niñez.
Entumecido por la preocupación, miró a Dom, quien capturó su mirada, rostro
inexpresivo solo para aquellos que no lo conocían. Él también estaba preocupado, pero siguió a
Anderson sin necesidad de que se lo pidieran.
Cuando se acercaron a las puertas de cristal, Seth vio una figura menuda en el piso
superior. Vestida con un traje de sirvienta, estaba limpiando el polvo, pero un collar de metal en
su cuello, el mismo que Anderson le había puesto a Seth y Dom, demostraba que no necesitaba
que le pagaran por su discreción. Ni triste ni emocionada por los recién llegados, los siguió con
la mirada en blanco, como si fuera un robot vestido de carne humana, que ya no sabía mucho
sobre su entorno.
—Solo para dejar de lado lo básico, —dijo Anderson mientras caminaban, flanqueado
por Luke y un segundo matón, que tenía un color contrastante, con cabello rubio y piel
bronceada, y una gran cicatriz en la barbilla. Su nombre era Trey, un hecho que Seth estaba
desesperado por recordar. Cualquier información podría ser útil una vez que se presentara la
oportunidad de huir. Porque eventualmente sucedería. Tenía que suceder.
Anderson continuó a través del enorme espacio minimalista de su sala de estar. Todas las
superficies eran lisas, fáciles de limpiar en caso de que alguien muriera y dejara feas manchas
rojas. —La casa está bajo vigilancia las 24 horas del día, los 7 días de la semana, tengo guardias
en lugares que no esperarías, y si realmente me molestan, los collares eléctricos pueden ser
suficientes para matarlos. Todos mis hombres tienen dispositivos apropiados para usarlos contra
ustedes. ¿Se entiende eso?
—Sí, —dijo Seth, pero cuando Anderson miró por encima del hombro, Seth agregó—:
Amo.
Estos fueron, sin duda, los momentos más humillantes de su vida. Sus bolas podrían
haber estado unidas a su cuerpo, pero se sentía como un eunuco. Quería vomitar.
El interior seguramente costó millones de dólares pero carecía de estilo, con sus pisos de
madera básicos, sofás de cuero básicos, mesas de café de vidrio y arte moderno a gran escala que
de alguna manera se sentía sin inspiración. Sin fotos familiares. Sin toques personales. La casa
debe haber sido comprada recientemente o tratada como un hotel. Pero con esclavos sexuales.
Seth se estremeció ante la idea, preguntándose si habría más hombres atrapados aquí. ¿Se
verían obligados a actuar junto a ellos? Su mirada lamió cada superficie a la vista, pero aparte de
las cámaras en cada habitación, no encontró nada distintivo, nada que pudiera ayudarlos a
escapar.
El primer piso era enorme, pero Anderson abrió la marcha por un pasillo que atravesaba
el centro del edificio, hacia la parte trasera de la casa, donde las paredes de cristal revelaban un
exuberante jardín de espesos arbustos, lo que garantizaba la privacidad. La habitación en la que
entraron parecía más personalizada que el frente de la casa, con algunas prendas de vestir en un
armario abierto y un cartel de película firmado colgado detrás de un gran escritorio moderno,
pero antes de que Seth pudiera haber cuestionado su presencia en una oficina en casa, Anderson
se acercó a una enorme pintura de estilo cubista en una de las paredes.
Un breve toque en el costado del marco fue seguido por un pitido, y la imagen se movió,
revelándose como una puerta oculta. Por supuesto. No puedes tener a tus esclavos sexuales al
aire libre. ¿Y si mami hiciera una visita?
—¿Cómo se conocieron? Quiero todos los detalles jugosos, —dijo Anderson, guiando el
camino hacia abajo, hacia otro sótano. Dios, Seth odiaba los sótanos. Odiaba en el que estuvo
cuando lo obligaron a matar a Angelo y el de la casa de Toro donde presenció una ejecución.
Había odiado el de Chao y algo le dijo que odiaría este más que al resto.
El ancho del pasaje obligó a Seth a estar tan cerca de Dom que se frotaron los hombros.
No importaba cuántas veces Seth se enfrentara a su posición actual como realidad, de alguna
manera se sentía como ver la vida de otra persona. Como si no pudiera haberle pasado a él.
Trey cerró la sombría procesión, bloqueando el camino de Seth, pero la puerta de arriba
permaneció abierta, ofreciendo un atisbo de esperanza, aunque Seth sabía que no era el momento
de rebelarse. Ambos estaban esposados y sus captores todavía estaban en el proceso de evaluar
quiénes eran él y Dom.
Aquí estaba la esperanza de que Chao no le hubiera dado a Anderson ningún detalle
sobre el pasado de Dom.
Anderson entró en una habitación grande con techos sorprendentemente altos sostenidos
por pilares lisos. El interior era elegante, aunque algo aburrido debido a las paredes de color
tierra y una gran variedad de sillas, sofás y divanes tapizados en cuero reunidos alrededor de una
sólida mesa de café. Había un bar a un lado, cerca del televisor de pantalla plana más grande que
Seth había visto en su vida. Ocupaba la mayor parte de la pared y mostraba una vista del jardín,
como si imitara una ventana, pero en lugar del aroma de las flores, el aire estaba cargado con el
olor de los productos de limpieza. Al principio, el espacio parecía estar dedicado a entretener a
los invitados, pero su verdadero propósito quedó claro cuando Seth notó que los gabinetes de
vidrio empotrados en la pared no contenían baratijas ni botellas de alcohol, sino lubricantes y
juguetes sexuales. Los ganchos y las gruesas barras adheridas a las paredes en varios lugares
tampoco estaban allí con fines decorativos.
—¿Necesitan que hable más alto? —preguntó Anderson.
Seth se aclaró la garganta. ¿Qué esperaba escuchar Anderson? ¿Estaba esperando la
verdad o la excitación? —En un crucero. Nos conocimos en un crucero.
Anderson gimió, girándose para mirarlos. —Sí, pero ¿cómo?
—E-en el gimnasio, —murmuró Seth cuando su cerebro se negó a cooperar, preocupado
por la falta de perspectivas simbolizadas por este espacio—. Me acerqué a Gian y elogié su
cabello. —Miró a Dom en busca de ayuda. Como si estar desnudo frente a toda esa gente no
fuera lo suficientemente malo, hablar de alguna manera se sentía aún peor.
Anderson asintió, su mirada se desvió hacia Dom. —Me gusta también su pelo. Menos
mal que lo conservé, ¿verdad? —Le guiñó un ojo a Seth como si su apreciación compartida por
la belleza de Domenico justificara algún tipo de camaradería.
—Tú tampoco estás tan mal, —dijo Domenico, uniéndose a Seth en el sofá mientras
ambos observaban a su captor acercarse al área del bar. Por un breve momento, la nuca de Seth
hormigueó con la tentación de dar la vuelta y correr escaleras arriba, pero la presencia
amenazante de Trey era tangible incluso cuando no podían verlo.
Anderson se rió. —Los cumplidos no te llevarán a ninguna parte, pero gracias, —dijo,
colocando cubitos de hielo en un vaso transparente. No era vanidoso acerca de su apariencia
entonces, solo acerca de las cosas que poseía.
Seth no se atrevió a mirar en dirección a Domenico, pero su mente estaba trabajando
horas extras. No podía decidir si Anderson había elegido una pareja porque quería disfrutar de su
intimidad o porque disfrutaba rompiendo el amor y quitándoles la intimidad, pero el hecho de
que eligiera comprar hombres gays, no cualquiera que le gustara, le proporcionó algunos
respuestas
Domenico inhaló ruidosamente. —Lo que quiero decir es… que no hay necesidad de
esposas. Creo que ambos te encontramos atractivo.
Anderson se sirvió un poco de whisky y bebió un sorbo, fijando sus ojos en ambos.
—Lo sé. Pero si los suelto, las normas sociales habría exigido que no solo hablara sino
que también escuchara. Y tendría que asegurarme de que se divirtieran. De esta forma, se trata de
mí —dijo en voz baja y se sentó en una de las sillas—. Me gusta así, verlos ensuciarse sin tener
que hacerlo yo mismo.
Una gota de sudor rodó por la columna de Seth mientras luchaba con la explosión de
furia en lo profundo de su pecho. —¿Entonces nos mantendrás esposados?
—Oh, no, soltaré sus manos. Solo necesito asegurarme de que entiendan que cualquier
violencia contra mí no ayudará a su posición antes de que eso suceda. Hay una regla más:
ustedes dos deben ducharse al menos dos veces al día. Lo oleré si no lo hacen.
Trey les recordó a todos su presencia recargando su arma. El frío se arrastró por la
espalda desnuda de Seth cuando sintió que la mirada de Anderson se movía sobre su cuerpo,
amasándolo con dedos invisibles. No quería darle ninguna idea al bastardo, por lo que no miró
los gabinetes de juguetes sexuales, pero se sintió aliviado al saber que nada almacenado allí
sugería una preferencia por causar dolor.
Anderson sonrió, mirándolo como si de alguna manera pudiera leer los pensamientos de
Seth. —¿Cuándo follaron por primera vez? ¿Fue en ese gimnasio donde se conocieron?
Domenico exhaló. —Sí. Nos llevamos bien rápido y nos fuimos a mi camarote, —dijo,
claramente tratando de alimentar la fantasía de Anderson sin dejar al descubierto la verdadera
naturaleza de su relación. Seth escuchó, con la intención de recordar cada detalle de la historia
falsa.
—Y ahora están casados, —dijo Anderson con una sonrisa, asintiendo hacia sus manos
—. Qué adorable para dos sementales de primera. No puedo esperar a verlos a los dos en acción.
Una oleada de calor subió por el cuello de Seth como una bala que no pudiera quitarse de
encima. La humillación de este extraño mirándolos con los ojos como si fueran muñecos
inflables para encajar juntos lo llenó de tanta ira que apretó los puños.
Volvió a pensar en las palabras de Domenico. Superarían esto sin importar cuánto
doliera. Al menos no tenían que interactuar con nadie más. Todavía.
—¿Quieres casarte? —preguntó Domenico, apelando una vez más a la parte humana de
ese monstruo, pero Anderson se rió.
—¿Por qué me metería en todos esos problemas? No, los dejaré a ustedes vivir la vida de
casados y miraré. —Se inclinó hacia adelante, mirándolos como un niño ávido de historias—.
¿Cómo follaron la primera vez? ¿Usaron condones?
—Sí, —dijo Dom.
Pero Seth dijo “no”, al mismo tiempo. En el momento en que se dio cuenta de lo que
había hecho, su piel se puso aún más caliente. —Tal vez no me acuerdo.
—Siempre uso condones, —agregó Domenico, la mentira saliendo de su lengua con la
misma facilidad con la que golpeaba a la gente—. Pero la primera vez solo hicimos oral, así que
no lo usamos.
—Hombres responsables. Me gusta eso. Espero que sus pruebas salgan bien, —les dijo
Anderson antes de centrar su atención en el cuerpo desnudo de Domenico—. No parece que te
hayas pasado la vida en un escritorio.
Seth sintió que se le hundía el estómago. Dudaba que Chao hubiera revelado quiénes
eran, porque entonces Anderson podría haber considerado arriesgarse demasiado al comprarlos.
Lo último que necesitaban era que él supiera qué realidad se escondía detrás de las muchas
cicatrices de Dom. Pero su esposo no perdió la calma.
—Fuimos víctimas de un crimen de odio. Una pandilla de personas irrumpió en nuestra
casa y nos torturó.
Lo mejor de esa mentira era que también explicaba la falta de pezones de Seth.
Anderson mordió el anzuelo y frunció el ceño. —Salvajes.
Como si Anderson no acabara de dispararle a un hombre frente a su propia casa.
Seth se humedeció los labios, cada vez más consciente de su posición y entorno. Desde la
suave alfombra bajo sus pies descalzos hasta el suave aroma de jazmín en el aire, este lugar se
volvió más real por momentos, y tanto él como Dom estaban desnudos frente a este psicópata.
Cualquier cosa podía pasar, y tenían que ser inteligentes si querían vivir y no contar la
historia.
—Pero sobrevivimos. Ambos somos entrenadores personales ahora, —dijo Seth.
Anderson asintió, su grueso lunar hizo que su sonrisa fuera algo torcida. —Eso es
caliente. Apuesto a que muchas personas se les propondrán. ¿Su relación es abierta? —preguntó
como si no acabara de abrirla, listo para mover las cosas como quisiera.
Domenico se aclaró la garganta. —Ocasionalmente.
La reacción de Seth fue tan visceral que casi se estremeció, pero sabía que esto era un
juego y logró morderse la lengua. Miró los dedos de sus pies como si fuera tímido. —Para las
personas adecuada. Esto... debes saber que estamos asustados, pero no queremos que nos
lastimen, ¿de acuerdo? —Respiró hondo y dejó que las lágrimas de furia impotente rodaran por
sus mejillas, imitando las de un hombre al borde de un colapso. No dejaría que este hombre los
jodiera.
Las cejas de Anderson se juntaron. —No hay necesidad de tener miedo, siempre y
cuando sigan mis órdenes. No entiendo toda la mierda del BDSM.
Domenico se acercó y apoyó la mejilla en el hombro de Seth, lo que hizo que su suave
cabello negro rodara por la piel de Seth. El gesto de apoyo bombeó calidez en el sistema de Seth,
pero pareció funcionar también en Anderson, ya que la sonrisa del bastardo se amplió. —Vamos
a divertirnos un poco entonces. Quiero ver vuestros cuerpos en acción. Sean buenos y no rompan
las reglas.
Seth fingió resignación y sacudió la cabeza. —No lo haremos, —susurró.
Anderson respiró hondo y sus ojos se abrieron más cuando se desabrochó el cinturón. —
¿A quién me gustaría ver ser follado primero? —Reflexionó en voz alta, y Seth luchó contra la
necesidad de estrangular al hijo de puta. Anderson no tenía idea de con quién estaba tratando.
Pero a pesar del disgusto que palpitaba en su garganta, Seth sabía que sufrir por esto sería
mucho más difícil para Dom, así que dijo—: Yo soy el pasivo.
Anderson apretó su entrepierna a través de la ropa interior negra ahora visible en sus
pantalones abiertos y se rió. —Sé que te pregunté qué hacen y les gusta en su vida privada, pero
están aquí para mi placer. Así que eso es irrelevante.
El estómago de Seth se retorció cuando Domenico se quedó quieto, probablemente
sabiendo que sugerir cualquier cosa en este punto podría resultar contraproducente, un hecho que
Seth debería haber considerado antes de abrir la boca.
La frente de Anderson se arrugó mientras se hundía en pensamientos lujuriosos, pero la
sonrisa diabólica que florecía en su rostro no era una buena señal. —Creo que me gustaría que
cambiaran las cosas. Es visualmente agradable ver a un hombre tan grande como tú arriba.
¿Visualmente agradable?
¿Qué mierda se suponía que significaba eso? Así que esto era de lo que se trataba
Anderson: usar a los hombres como juguetes sexuales avanzados. Su puto porno personal, hecho
por encargo. La garganta de Seth se apretó tan fuerte que no podía hablar. Dom odiaría cada
segundo de esto cien veces más que Seth. A Domenico le encantaba estar a cargo, le encantaba
tomar las decisiones. Le encantaba controlar todas las situaciones y escenarios en los que se
encontraba. Ni siquiera se sentía cómodo siendo visto como alguien pasivo, y el hecho de
permitir que Seth estuviera arriba era algo muy íntimo, que se mantenía solo entre ellos dos. Sin
mencionar el juego de violación del que nunca hablaban, pero simplemente hacían.
Si Anderson estaba molestando a Seth, Domenico tenía que estar a punto de tirar a su
captor sobre vidrio triturado, hervirlo vivo y luego prender fuego a su maldita casa.
Seth estaba demasiado humillado por todo esto como para siquiera mirar a su hombre.
—Tendrías que quitarnos las esposas, —dijo Domenico después de varios segundos que
se estiraron tan dolorosamente que cada uno de ellos se sintió como una gota de líquido
hirviendo cayendo sobre la nuca de Seth.
—Trey. Quítale las esposas al grande, —dijo Anderson—. Y tú... Gian, ¿verdad? —
preguntó, señalando con el dedo a Dom—. Chúpasela un poco primero.
Seth sintió una sensación fría en los hombros cuando el guardia se acercó y sacudió un
manojo de llaves. El collar yacía pesadamente alrededor del cuello de Seth, y por un breve
momento esperó que tal vez pudiera pedir que se quitara el collar o de alguna manera arrebatarle
las llaves al guardia una vez que tuviera las manos libres, pero con Anderson también armado, él
y Dom estaban en una desventaja.
Necesitaba ceñirse al plan.
Necesitaba obedecer y participar en esta humillación.
Pero su cerebro dejó de funcionar cuando Domenico se paró frente a él y cayó, su cara
justo en frente de la entrepierna de Seth. Su piel tenía un tinte ceniciento ahora, y verlo tan
obediente tenía a Seth en un estado de repugnancia. Había algo tan increíblemente equivocado en
que Domenico obedeciera a alguien cuando ni siquiera decía lo que quería la mayor parte del
tiempo, sino que empujaba a Seth a juegos de fuerza.
Cómo se suponía que Seth se pusiera duro en esta situación era la gran pregunta, pero si
no lo hacía, si se derrumbaba, si no podía actuar... ¿terminarían ambos muertos?
—Eso es, —susurró Anderson cuando Domenico tomó la polla de Seth en su boca.
Se sentó lo suficientemente lejos para activar el collar si Seth intentara un ataque con
furia ciega. Pero también podría estar evitando la proximidad para no mancharse con ningún
fluido corporal. Tal vez esto era algo bueno. Si tuviera demasiado fobia a los gérmenes para
tener sexo, tal vez no los tocaría mucho al menos. Pero si ese era el caso, ¿por qué había
mencionado algún tipo de prueba?
La boca de Dom estaba tan cálida como siempre, pero no levantó la vista, mantuvo los
ojos cerrados mientras chupaba la suave polla de Seth hasta la mitad, como si no pudiera
soportar la presión de reconocer que estaba haciendo esto frente a otra persona. Las esposas
temblaron cuando se abrieron, pero incluso cuando el guardia se las quitó, Seth no estaba seguro
de qué hacer con la libertad de movimiento. Temía que Domenico no quisiera ser tocado, pero
luego los ojos ámbar se abrieron y encontraron la mirada de Seth, trazó el pómulo de Dom con
su pulgar, aunque solo fuera en un gesto de disculpa.
Ambos sabían lo terrible que era esto, pero prolongar el sufrimiento negándole a
Anderson un espectáculo no los llevaría a ninguna parte. Cuanto antes terminara, mejor.
Seth respiró hondo y se concentró en el hombre que amaba, desterrando la verdad sobre
este encuentro a los confines de su mente.
—Pon todo tu cuerpo en ello. Fóllalo, —dijo Anderson desde el sofá, y un vistazo de él
acariciando su propia polla tuvo a Seth al borde de las arcadas.
Y, sin embargo, movió las caderas como se le ordenó, como le había prometido a
Domenico. Esto podría haber sido mucho peor. No tenían dolor. No habían sido cortados en
pedazos y cocinados. No les habían dicho que se comieran sus dedos, ni fueron quemados vivos,
ni metieran en un burdel para follar con veinte hombres seguidos.
Esto era aún mejor que muchas alternativas. Solo necesitaba seguir adelante con lo que se
esperaba de él.
Y Dom lo sabía también, porque se apartó para acariciar la polla de Seth con la lengua,
con los ojos muy abiertos, hambriento mientras dejaba escapar un ronroneo vibrante. Era como si
alguien hubiera accionado un interruptor dentro de su cabeza, convirtiéndolo de nuevo en el
hombre sexual que era.
Los dedos de Seth se deslizaron en la melena suave de Dom, y empujó suavemente su
polla más profundamente, observando cómo se deslizaba por la lengua de Dom mientras la piel
oliva ganaba un tono rosado, de la misma manera que lo hacía durante el sexo real. Si esto era
actuar o si Dom había decidido fingir que estaban solos, Seth no tenía idea, pero si eso era lo que
quería, entonces Seth seguiría su ejemplo.
Él siempre lo haría.
—Eso es todo. Seréis mis favoritos durante bastante tiempo, ya puedo verlo —dijo
Anderson con voz áspera, acariciando su repugnante polla de violador.
Seth cerró los ojos y aceleró sus embestidas. Tal vez si se corriera ahora, no tendría que
follar con Dom frente a Anderson. Al menos no hoy. ¿Sería mucho pedir?
Pero justo cuando la polla de Seth se puso dura como una roca, sus bolas latiendo con una
excitación no deseada gracias a la habilidad de la lengua de Dom, Anderson los detuvo.
—Eso es suficiente. Boca abajo, culo arriba, Gian.
Seth gruñó a pesar de su buen juicio y miró a Anderson con una mirada asesina, pero su
maestro solo le ofreció una sonrisa desagradable. —¿Hay algo que quieras decir? No tengo
mucha paciencia cuando me masturbo.
Seth quería, realmente lo deseaba, pero Dom presionó su rostro contra su polla,
interponiéndola entre su mejilla y el muslo de Seth, y entendió que era una petición para que lo
dejara así.
—No, —susurró y vio a Domenico moverse, su cuerpo musculoso tenso, como cuando
luchaban. Anderson no notaría la diferencia, pero Seth sí. Estaba tan concentrado en la forma en
que Dom dejaba caer su cabello alrededor de su rostro para que permaneciera oculto que casi no
vio el momento en que Anderson le arrojó una botella de lubricante.
—Sigue. Estoy listo —dijo, respirando más rápido ahora mientras se frotaba el pecho con
algodón.
Algo acerca de Domenico arrodillado flexiblemente con las piernas abiertas estaba tan
equivocado que Seth ya ni siquiera podía apreciar la belleza física de su amante. Esto no se
parecía en nada a la forma en que follaban cuando Seth era el activo. Dom era un hombre
dinámico y mostraba más energía durante los polvos mañaneros más perezosos.
Pero si Seth quería mantener su erección, tenía que hacer que las cosas funcionaran
rápido. Lubricó su polla y vertió una generosa cantidad entre las nalgas de Dom. Era algo que
rara vez hacían, porque a Domenico le gustaba lo duro y rudo cuando era el pasivo, pero Seth
haría que Dom se retorciera lo menos posible frente a Anderson, quien se humedeció los labios
como si sus prisioneros fueran dos donas glaseadas.
—Sí , agarra sus caderas y embiste esa gruesa polla dentro de él. Quiero que lo folles tan
rápido que no pueda recuperar el aliento, —dijo Anderson, masturbándose a un ritmo frenético
—. Sigue. Estoy cerca.
El cráneo de Seth se sentía como si se hubiera apretado alrededor de su cerebro,
afectando su vista y provocándole náuseas, pero mientras vacilaba, conmocionado por la
repulsión que le hacía sentir, Domenico abrió las piernas a modo de invitación y movió la cabeza
contra la alfombra hasta que uno de los mechones oscuros se movió, revelando uno de sus ojos y
los labios abiertos, que estaban oscuros por las marcas de los mordiscos.
—Fóllame, Bastian. Adelante. Quiero tu gran polla dentro de mí.
Sonaba tan real. Tan honesto que Seth era el único que sabía que el verdadero Domenico
nunca habría hablado así. Pero fue su señal para ser hombre y pensar en su objetivo común, no
en sus propios sentimientos. O de Domenico, para el caso.
Frotó la parte baja de la espalda de Dom sin pensar y estabilizó su polla, con los ojos fijos
en el rostro de Dom, para mostrarle que no importaba lo humillante que fuera este momento,
Seth estaba allí para él y que haría lo que Dom quisiera de él para asegurarles su supervivencia.
Estaban juntos en esto.
Domenico dejó escapar un gemido ahogado cuando la polla de Seth entró. Estaba
apretado, tenso, pero empujó sus caderas hacia atrás en lugar de escapar de la intrusión, así que
Seth lo hizo y empujó su mano entre los muslos de Domenico. Su polla también estaba dura,
pero Seth no tenía ninguna duda de que ambos querían terminar de follar, así que empujó su
polla una y otra vez, sujetando las caderas de Dom y masturbándolo al mismo tiempo.
La mente de Seth era un caos de odio, rabia insatisfecha y excitación resentida. Porque
siempre estuvo cachondo por Domenico. Simplemente no así. No frente a este repugnante
extraño. No cuando Dom claramente odiaba cada segundo.
Se sentía como robar el pastel que mamá hizo para el almuerzo del domingo, disfrutar el
sabor y odiarse a sí mismo por tomarlo.
Anderson se deslizó hasta el borde del sofá para alcanzar el cabello de Dom con su
zapato y apartó los mechones del rostro sonrojado. El gesto tenía a Seth tan agitado que quería
abofetear la pierna del hijo de puta sin importar las consecuencias. Eso tenía que esperar por
ahora, pero si tuviera la oportunidad en el futuro, le rompería todos los huesos a Anderson.
Estimulado por su ira, folló a Dom rápido y duro, pero Anderson se les adelantó y se
corrió con un largo gemido, con los ojos en blanco entre la cara de Dom y la polla de Seth
entrando en el culo de Dom.
Seth se quedó sin aliento cuando se dio cuenta de que un poco de la esperma repugnante
de Anderson había aterrizado en el cabello de Dom, y clavó sus uñas en la cadera de Dom con
tanta fuerza que solo se dio cuenta de lo que había hecho cuando Dom hizo una mueca. Su
mirada se posó en las muñecas todavía esposadas de Domenico, en los dedos sonrojados que se
apretaban con cada uno de los embistes de Seth, y cerró los ojos, volviendo a la primera vez que
Domenico había dejado que Seth lo follara21. Ambos habían estado tan malditamente cachondos
en ese entonces, y la experiencia se había grabado en la memoria de Seth con letras doradas,
desde la presión del suelo duro y frío de la iglesia bajo sus rodillas, hasta el calor del culo de
Dom ordeñando la polla de Seth.
El vistazo al pasado empujó a Seth al límite, y enterró su rostro entre los omóplatos de
Dom, todavía masturbándolo mientras llenaba el cuerpo de Dom con su semen.
Fue un momento agridulce, de placer tomado a su pesar, pero él quería desesperadamente
terminar con eso.
Inhaló el aroma de su amante, casi olvidando dónde estaban, pero cuando abrió los ojos,
Anderson todavía estaba mirando, comiéndoselos con los ojos como si fueran dos pedazos de
carne, una construcción imaginaria de dos entrenadores personales que se habían casado después
de conocerse en un crucero. Para él, eran visualmente agradables.
Incluso cuando Domenico se corrió, Seth solo podía pensar en hacer que Anderson se
arrepintiera de haber nacido, vengarse de Chao y asesinar al hijo de puta de su propio padre.
Pero primero, necesitaba asegurarse de que Domenico estaba bien.

21
Eventos del libro 2.
Capítulo 11 – Domenico

La cabeza de Domenico estaba tan vacía que cada sonido creaba un eco, dejándolo
aislado del mundo de los azulejos blancos inmaculados en el baño grande y moderno con una
puerta de metal reforzado. Retrocedió contra la pared y se fijó en la bañera con forma de huevo,
la ducha de lluvia, la absoluta falta de carácter, pero no importaba dónde estuvieran. En este
momento, muy poco parecía importar en absoluto.
Seth pateó la puerta, tragando una maldición, y se movió a lo largo de la pared, su mirada
buscando algo que pudiera usarse como arma, pero a menos que lograran arrancar los grifos
pulidos sin herramientas, no había nada. La jaula para polla unida a las partes íntimas de Seth
enfureció aún más a Dom. Incluso en cautiverio, Anderson necesitaba apostar su reclamo.
La última vez que había visto la polla de Seth en una jaula, había sido un poco
emocionante, pero todo se trataba del control que otra persona tenía sobre el hombre que amaba.
—Te digo esto, —gruñó Seth, acercándose a la bañera—. ¡Se va a arrepentir del día en
que nació! —Abrió el grifo y Domenico tardó un momento en darse cuenta de que, en efecto,
estaba tratando de arrancarlo todo.
Por un momento, Domenico observó a Seth expresar su ira, pero su cerebro pronto se dio
cuenta de las cosas que realmente importaban y se echó el cabello hacia atrás, ignorando el dolor
y la incomodidad que se aferraban a cada parte de su cuerpo. —Detente.
—¿Cómo se supone que voy a 'detenerme'? —Seth se volvió hacia él con el ceño
fruncido—. Necesitamos putas armas para la próxima vez. Voy a borrarlo de la faz de la tierra.
Es suficiente.
Domenico respiró hondo, incapaz de resonar con la cruda furia reflejada en las facciones
de Seth. Sabía que debería, ¿no era él el enojado en esta relación? Pero su mente se negó a
cooperar, enterrándose más profundamente en su cuerpo mientras los latidos de su corazón se
ralentizaban gradualmente, convirtiéndose en bombas perezosas pero poderosas que hacían que
su pecho se contrajera y doliera.
Había entrado en este lugar con la esperanza de poder manipular a Anderson, pero el
bastardo sabía lo que quería y no aceptaría menos. Había tomado a dos hombres y los había
colocado juntos, como si fueran juguetes. ¿Su relación? Solo era importante mientras
proporcionara un contexto para el entretenimiento del bastardo, y las jaulas de castidad en sus
pollas eran una señal de que la vida sexual que era tan importante para ellos ya no era la suya.
Domenico se llevó un dedo a los labios, pidiendo silencio. Lo último que quería era que
los guardias se dieran cuenta de que él y Seth eran potencialmente peligrosos.
Seth gruñó de frustración y soltó el grifo, dejando huellas dactilares en su superficie
prístina. Se acercó a Dom y, mientras se acercaba, sus pies descalzos chirriaban contra el piso
blanqueado, Domenico se estremeció.
—¿Cuánto tiempo nos mantendrá? —Seth susurró—. No puede vendernos, conocemos su
rostro y su nombre. ¿Y si... y si acabamos atrapados aquí durante años? ¿Qué carajo?
—Entonces apretamos los dientes y esperamos el momento adecuado para atacar, —dijo
Domenico en voz baja y entró en la gran cabina de ducha sin puerta. Normalmente disfrutaba de
la pegajosidad post-sexual. Le gustaba oler el semen de Seth, su sudor. Disfrutaba de la
sensación de ardor entre sus nalgas después de ser pasivo. Pero hoy, lo necesitaba eliminar todo,
como si no fuera Seth quien lo hubiera follado sino alguien más.
Seth se quedó en silencio, pero lo siguió al cubículo. Esta vez, no intentó atrapar la
mirada de Dom, y cuando el agua cayó sobre ellos, ni siquiera se inmutó ante la frialdad inicial.
La nuca de Domenico se estremeció como si estuviera en la proximidad de un depredador
que podría atacarlo sin previo aviso. Se estremeció ante el toque de las gotas frías, luchando por
hacer que su pecho se sintiera menos pesado, pero cada bocanada era como melaza quemada,
hasta que incluso su garganta se atragantó con su amargura y sus ojos escocían por el humo
invisible.
Todos esos años atrás había luchado para salir de la sumisión, la humillación y una vida
de servidumbre, solo para volver a estar a los pies de alguien. Esto no era justo.
—¿Dom? —Seth susurró—. Lo lamento.
Los labios de Domenico se torcieron, pero no se volvió hacia Seth hasta que logró
controlar sus músculos faciales. —No es tu culpa, —dijo y se metió en la cálida lluvia,
exhalando cuando la humedad se hundió en su cabello y las gotas de grasa golpearon los
músculos acalambrados de sus hombros.
Amaba a Seth. Lo amaba hasta el punto en que podía compartir con él lo que ni siquiera
podía imaginar compartir con nadie más, y ahora ese bastardo de Anderson lo había torcido,
masticado hasta la mitad y luego lo había escupido. La cabeza de Dom sabía que lo que había
sucedido no era culpa de ellos, pero su cuerpo no escuchaba, como si esas dos partes de él ya no
estuvieran sincronizadas.
Seth frunció el ceño y negó con la cabeza, una forma oscura y musculosa más allá del
agua que caía alrededor de Domenico. —Sí, pero todavía es jodido, y ahora estoy pensando que
tal vez hemos tomado la decisión equivocada. Tal vez deberíamos haber luchado contra él con
uñas y dientes. Tal vez hubiera querido algo más entonces. O deberíamos haber creado
personajes que lo aburrieran. No sé.
—Si lo aburrimos, morimos, —dijo Domenico. El agua creó una barrera a su alrededor,
cálida y agradable: la única amiga que podría conocer sus verdaderos sentimientos—. Y ninguno
de nosotros es un bebé inocente. Podemos sobrevivir a esto.
Seth asintió y miró hacia otro lado. La barrera invisible entre ellos era como celofán.
Delgado, transparente, pero definitivamente allí. Los hombros caídos de Seth contaban una
historia, pero la vena abultada en su frente, otra muy distinta.
Domenico exhaló, echando hacia atrás su cabello mojado. —La gente pasa por cosas
mucho peores. Tenemos experiencia. Somos adultos. Esto no nos romperá —dijo, aunque las
dudas que sentía acerca de agarrar la mano de Seth en este momento arañaron el fondo de su
mente y lo hicieron sangrar.
Seth cruzó la pared inexistente por él y le apretó los dedos. —Tienes razón.
Domenico se puso rígido por solo medio segundo, pero Seth lo notó, sus ojos se
agrandaron. Antes de que pudiera haber retrocedido, Domenico enredó sus dedos con tanta
fuerza que le dolieron las articulaciones. Sus miradas se encontraron y la hipersensible burbuja
de espacio personal que rodeaba a Domenico se rompió. Sus pulmones se expandieron, como si
la proximidad de Seth lograra relajarlo por dentro y por fuera. Agarró la otra mano de su amante
y lo acercó tanto que apenas quedó espacio entre ellos.
En el agua que caía, Seth lo abrazó con tanta fuerza que dolió, pero Dom dejó que
sucediera porque el abrazo lo hizo sentir más él mismo. Su mente había estado a punto de
retroceder a una época de su vida en la que Federico había tomado tanto control que Dom ni
siquiera estaba seguro de quién era.
—No pueden quebrarnos, pero tampoco quiero que nos cambien, —dijo Seth, tan cerca
de la oreja de Dom que rozaba sus labios contra ella.
Domenico suspiró, pero sus brazos también se apretaron alrededor de Seth mientras
estaban de pie en su pequeño mundo, rodeados de agua. Estaba avergonzado de lo que Seth había
visto en la sala de entretenimiento. Había sido una parte de Domenico que había cortado en carne
viva y dejado los bordes irregulares, un atisbo de un pasado que Domenico había esperado
enterrar, pero que seguía acosándolo.
—Te tengo conmigo ahora. Eso solo hace que las cosas sean mucho más fáciles, aunque
no lo parezca.
—No soy de ayuda. En todo caso, el hecho de que nos tengamos el uno al otro nos
obstaculiza. Podría haber tomado riesgos si fuera solo yo, pero no haré nada que pueda resultar
contraproducente para ti.
El peso de Seth era seguro, y Domenico exhaló de placer cuando su hombre se apoyó
contra él, con los brazos sueltos alrededor del cuello de Dom. Su presencia fue un recordatorio
de en quién se había convertido Domenico. Ya no era un peón bajo el control de personas como
Federico o Dino, sino un hombre de familia y un líder por derecho propio.
—No tenía con quién hablar cuando Federico me tomó bajo su protección, —dijo
Domenico, estremeciéndose cuando el nombre flotó entre ellos como el hedor de una rata muerta
—. Y aún así sobreviví.
Seth se tensó, pero besó un lado de la cabeza de Domenico de la manera más gentil. Este
encarcelamiento realmente podría haber sido mucho peor. Podría haber estado atrapado aquí con
un extraño, pero Seth estaba allí para sostener su mano cuando le dolía el alma.
—Porque eres fuerte.
Domenico tragó, frotando su rostro contra el cálido pecho de Seth. Su largo tiempo con
Federico a veces parecía un mal sueño, pero siempre estuvo ahí, listo para volver a su mente
cuando estaba más vulnerable. —Él era, en muchos sentidos, como Anderson. Le gusta el hecho
de que controla a la gente. Entonces él me pondría a prueba. Me trataría como una mierda y me
haría sentir como una mierda, como si ser su chico me hiciera inútil. Así que me esforcé mucho
por ser el mejor en cualquier otra forma.
Nunca le había confesado esto a nadie. Ni siquiera a Seth. Nunca había querido ser una
víctima, pero mirando hacia atrás sabiendo lo que era una buena relación, no podía negar que
Federico había abusado de él. Tenía quince años, y no importa lo inteligente que pensó que era
en ese momento, había sido un pequeño estúpido de mierda hambriento de ascender en las filas.
Y Federico había jugado con ese hambre, tirándole bocados cada vez que Domenico se ponía
demasiado rebelde.
Seth acarició el cabello de Domenico de una manera tan tranquilizadora que Domenico se
fundió con él. —Le haremos pagar algún día. No merece vivir.
Domenico cerró los ojos y apretó los dientes al recordar que el bastardo se había casado
con su madre solo para fastidiarlo. —Ojalá pudiera humillarlo como él me humilló a mí. Haría
que se bajara los pantalones y lo follara con un consolador en mi maldita hora del almuerzo, y
luego le diría que se fuera. Lo aislaría de todos los que ama. Pero no quiero que piense que
todavía me importa. Quiero que piense que no es nada para mí. Menos que polvo. Me gusta saber
que eso le molesta, —dijo con un movimiento de cabeza—. Si él fuera una persona normal,
hubiera querido hacerlo llorar, pero él no lo haría. No, a menos que lo destroce por completo.
Seth era el que mejor escuchaba, y la forma en que acarició suavemente el brazo de Dom
demostró que entendía todo el dolor que Domenico intentaba comunicar.
—Debes haberte sentido tan solo, lo siento, Dom. Nunca debería haberte pasado a ti.
Domenico cerró los ojos, respirando el olor débil y diluido del cuerpo de Seth, enojado
porque pensar en algo que había sucedido hace tantos años todavía lo agitaba hasta el punto en
que necesitaba controlar el temblor de su mandíbula. —Sé que siempre actué como si no me
importara, como si me hubiera endurecido, pero fue horrible. Seth, es un completo psicópata. A
veces, juro que me obligaba a hacer cosas solo porque sabía que yo no quería. Me hacía dormir
en el suelo de un hotel, como si fuera un perro, alegando que tenía que estar preparado para
cualquier circunstancia. Jodió mi actitud hacia el sexo durante años, hasta que lo vi solo como
una forma de demostrar poder y de correrme. Incluso manchó nuestra relación, porque cuando
nos conocimos de adultos, eso era todo lo que podía ver en ti. Una oportunidad para dominar. Un
buen cuerpo. Lo odio. Lo odio. Se llevó cinco años de mi vida. Durante cinco años estuve
siempre de guardia, como un perro con correa. Y odio a Anderson. Pero sé a lo que me enfrento
y me las arreglaré, incluso si es difícil.
Dejó escapar un suave suspiro y se alejó para encontrarse con la mirada de Seth, todavía
sosteniendo sus manos. —Tengo una… máscara que hace las cosas más fáciles. Me permite salir
de mi propia cabeza y estar ahí sin estarlo, si eso tiene sentido. Ese no fui yo, ¿de acuerdo? —
preguntó, dolorosamente avergonzado.
—Ambos haremos lo que tengamos que hacer. Yo solo… desearía haber sido yo, porque
siento que es más difícil para ti. —Seth era un libro abierto para él cuando sus ojos se
encontraron. La culpa y la preocupación pintadas en todo su rostro hicieron que Dom le diera un
pequeño beso en los labios.
—Esto no es fácil para nadie. Pero nos tenemos el uno al otro —dijo y se hundió en otro
beso, disfrutando del alivio de la cercanía. No había muchas cosas que pudieran quebrantarlo,
pero si estuviera atrapado aquí solo, inseguro sobre el destino de Seth, podría haber perdido la
cabeza.
Seth se rió entre dientes. —Y mira, volvemos a que eres tú me conforta.
Sus palabras tranquilizaron a Domenico, y deslizó sus manos por la forma robusta de
Seth, simplemente disfrutando de la cercanía. —Ya me hace sentir más yo mismo.
El celofán se había ido. Tal vez nunca había estado realmente allí después de todo.
Seth le dio a Domenico un beso suave que era solo de ellos, no para mostrar. —Ese eres
tú. Fuerte, siempre ahí para mí, dondequiera que me lleves, te sigo, sí, —dijo mientras Dom abría
la boca para hablar—, incluso aquí. Elegí seguirte, así que no te disculpes.
Domenico lo miró en silencio. Sus vidas habían estado entrelazadas desde el principio,
desde los comienzos más humildes de Dom, pero cuando volvieron a chocar en sus caminos hace
siete años, los dos destinos que todos habían tratado de separar se unieron, hasta que nadie pudo
distinguir uno del otro. Estaban tan cerca. A todos los efectos, uno, pero en dos cuerpos. Para
siempre.
—No lo haré. Se me ocurrirá una forma de sacarnos de aquí —dijo Domenico, frotando
su nariz contra la de Seth. La humillación de antes aún estaba fresca, pero la presencia de Seth
hizo que se desvaneciera en el fondo. El capullo de agua tibia hizo más fácil fingir que no
estaban encarcelados, así que decidió engañarse a sí mismo por ahora.
—Tenemos que hacerlo. No solo por nosotros, sino también por Mark y Angelica. Nunca
sabrían lo que nos pasó, lo cual ya es bastante malo, pero ya conoces a Mark. Él piensa que es el
mejor. Vendría aquí a buscarnos. Sabe que fuimos a Singapur. Podría terminar enredado en esto
cuando todo lo que queremos para él es una vida en la que no tenga que dormir con un ojo
abierto.
La mandíbula de Domenico se tensó. Seth tenía toda la razón. Sabía que Mark los habría
buscado hasta meterse en problemas. Su impulso era tan fuerte como el de Dom, pero ¿sus
instintos y contactos? No tanto. No podía permitir que su hijo se metiera en problemas por eso.
—No llegará a eso. Somos hombres de familia. Esa será nuestra prioridad.
Seth deslizó sus dedos a lo largo de la mandíbula de Dom. Por un momento pareció como
si quisiera decir algo, pero luego volvió a besar a Domenico, y esta vez no le provocó ansiedad.
Después de la nauseabunda actuación de Anderson, Dom casi esperaba querer evitar el toque de
Seth inmediatamente después, pero no lo hizo. Seth era y sería siempre su consuelo.
Solo se alejó cuando escuchó ruidos metálicos fuera de la ducha. Cerró la lluvia de agua
y esperó, mirando la puerta de acero con la cautela llenando sus huesos. En su mente, ya podía
ver las picanas para ganado en su futuro, pero cuando la cerradura hizo clic, alguien inesperado
entró, obligándolo a cubrir sus partes íntimas enjauladas con ambas manos.
Una joven asiática con el pelo largo y liso recogido en un moño bajo entró en el baño y
bajó la mirada en el momento en que se dio cuenta de que ambos estaban desnudos. Era joven,
vulnerable, pero Domenico no era buena persona y no se frenaría en usarla a ella como su
trampolín si fuera necesario. A menos que pudieran resolver algo más, ya que el collar en su
cuello demostraba que ella también era prisionera de Anderson.
Señaló un taburete junto a la bañera. —Traje toallas. La comida se servirá en el
dormitorio.
Domenico deseó que se fuera, pero sabía que ella también podría ser una aliada perfecta,
así que en lugar de esperar, se acercó al taburete y se envolvió la toalla alrededor de las caderas.
—Gracias. Soy gian. Y este es Bastian, —dijo, manteniéndose alejado, para ser lo menos
amenazador posible mientras estaba desnudo. Le tiró a Seth la otra toalla.
—Mi nombre es Isla. Estoy aquí para todas sus necesidades, —dijo en un tono apagado y
no miró a Dom a los ojos. Llevaba muy poco maquillaje y era bajita, menuda. Con un rostro
como el suyo, redondo, con nariz y ojos pequeños, su edad podría haber oscilado entre los
dieciséis y los veinticinco años.
Seth se movió hacia ella, pero ella retrocedió de inmediato. —Está bien, todos estamos en
el mismo barco, ¿eh? —dijo y señaló su cuello.
—No estoy segura, —dijo después de un momento de vacilación. Su lenguaje corporal
hablaba de miedo e incomodidad extrema, y Domenico lamió eso como el néctar más dulce. La
información, incluso trivial, podría ser su boleto para salir de aquí.
—¿Cuanto tiempo llevas aqui? —él susurró
Sus labios carnosos se apretaron. —Tres meses. —La vacilación la hizo detenerse,
atrapada entre la necesidad de acercarse y salir corriendo del baño, pero su expresión se
endureció y pasó junto a Seth para abrir la ducha. Bajó la voz a un susurro—. Por favor, no
hagan esto más difícil para ustedes. No hay forma de salir de aquí.
La mandíbula de Domenico se apretó, pero el hecho de que ella estuviera dispuesta a
hablar con ellos ya era una ventaja. —Tenemos hijos que debemos cuidar. Tenemos que
intentarlo —dijo, decidiendo apelar a sus instintos femeninos.
Isla se mordió el labio y apartó la mirada. —Creo que los collares tienen un rango. Si
alguna vez llegas a los jardines, lo mejor que pueden hacer es correr, pero no les prometo nada.
Un golpe en la puerta la hizo estremecerse y casi salió corriendo, pero Domenico ya
había obtenido algunas de las respuestas que quería.
No se quedaría esclavo de los caprichos de nadie.
Capítulo 12 - Domenico

Los días y las noches se convirtieron en conceptos abstractos. Domenico había tratado de
confiar en su reloj interior, seguro de que sabía qué hora era, pero estar encerrado en una
habitación sin ventanas le había pasado factura. No sabía cuántos días habían pasado desde su
encarcelamiento, pero podría haber sido hasta una semana. La última vez que Anderson hizo que
los dejaran salir del sótano, Domenico estaba seguro de que era tarde en la noche, ya que tenía
mucho sueño, pero cuando lo llevaron arriba una vez, la brillante luz del sol asaltó sus sentidos.
Y luego estaba ese momento en que Anderson los puso a dormir por Dios sabe cuánto
tiempo. Se despertaron mareados, con dolores en los músculos e inyecciones vendadas en la
parte interna de los codos. Domenico no quería saber qué les pasaba cuando estaban
inconscientes.
Deseaba nunca tener que averiguarlo. Ya no importaba.
Lo que ocupaba la mente de Dom cuando no podía dormir era la seguridad de su familia,
y cuanto menos supieran sobre el destino de Domenico y Seth, mejor. Esperaba que Mark
actuara como de costumbre y estuviera demasiado preocupado por su novio para llamarlos sin
que se lo pidieran. Esperaba que Giulia les diera espacio y que tampoco se diera cuenta de la
curiosa ausencia de sus jefes, pero la desaparición de Seth y la de él solo podían pasar
desapercibidas por un tiempo limitado. Y una vez que Mark se enterara del silencio, vendría
aquí, insistiría y también encontraría su perdición.
Necesitaban salir de aquí, y rápido.
Domenico vio que los dedos de sus pies se curvaban contra el suelo laminado de la celda
de su dormitorio. Parecía una habitación de hotel estándar, completa con una mini nevera para
bebidas y un televisor que solo ponía porno gay. A fin de cuentas, Anderson los mantenía en
relativa comodidad, lo que le permitió la regeneración mental y física después de las humillantes
interacciones con su captor.
Se preguntó dónde estaban sus cosas, pero el hecho de que a ninguno de ellos se les
hubiera pedido que desbloquearan sus teléfonos con sus huellas dactilares sugería que podrían
haberse deshecho de todo.
Tal vez era para mejor.
Seth se quedó mirando una gran planta en maceta escondida detrás de una pared de
plexiglás. Desde el otro lado del plástico transparente, la luz fluorescente le dio al interior un
brillo de otro mundo.
—¿Crees que Dana intervendría como madre si nunca volviéramos? —Seth preguntó
desde la cama con una voz suave que le dio escalofríos a Dom, porque la pregunta sonaba
demasiado como una sugerencia de que Seth se había dado por vencido.
—Volveremos. De lo contrario, es mejor que nos matemos ya, —le dijo Domenico,
mirando la pantalla de televisión en blanco.
Desde que estaban encerrados, los pensamientos oscuros eran una amenaza constante,
esperando a que Domenico detuviera un breve momento de bromas con Seth para invadir su paz,
metiéndose debajo del edredón cuando se disponía a dormir y pellizcando su carne, como para
recordarle que él ya no era suyo.
Siempre se había considerado fuerte, pero la esclavitud lo golpeó fuerte y no dejó
ninguna duda de que sus habilidades, sus emociones, sus pensamientos no importaban mientras
Anderson disfrutara viéndolo follar. Era como si ya no fuera Domenico Acerbi, porque
Domenico Acerbi no lo habría aceptado.
Para mostrarle al mundo quién era, tendría que luchar con uñas y dientes, hasta quedar
magullado, sangrando y roto, pero no podía arriesgar su vida y rebelarse, porque eso significaría
la tortura de Seth.
Estaba atrapado con la más vil de las amenazas: la vida de un ser querido. Ambos lo
estaban.
Seth habló después de una larga pausa. —Sin embargo, solo hipotéticamente. Sería una
madre horrible. Arruinaría la vida de Angelica.
Domenico cerró los ojos y se deslizó fuera de la cama para pasearse por la única zona que
proporcionaba espacio suficiente para un simulacro de paseo. Era irónico que Seth, a quien
Domenico solía considerar mentalmente débil, estuviera tomando su situación mucho mejor que
él.
—Si sucede lo peor, espero que Giulia haga lo correcto y la lleve con Mark. Pero creo
que no tienes que preocuparte. Si ya no estoy, Dana ni siquiera tendrá que fingir que está
interesada en su hija.
—¿Cuánto tiempo pasará hasta que decidamos rendirnos? ¿Un año? ¿Dos? ¿Cómo
sabríamos cuánto tiempo pasó? ¿O no importará, porque simplemente nos deprimiremos y
querremos suicidarnos por la falta de vitamina D? —Seth gimió y se frotó la nuca.
—¿Es esa una pregunta real, o es tu forma de quejarte sin quejarte realmente? —preguntó
Dom, acelerando en su ruta alrededor de la pequeña mesa, que Isla limpiaba meticulosamente
para ellos todos los días. Necesitaba mantenerse activo. Eso era lo único que mantenía a raya los
oscuros pensamientos.
—Supongo que lo último fue exagerado, pero ¿honestamente? No es como si fuéramos a
envejecer aquí. —Seth golpeó la pared sin mucha fuerza.
Domenico se rió, sacudiendo la cabeza. —No. No desea lo viejo, —dijo y se acercó a
Seth, ahuecando su rostro con ambas manos.
Una sensación de desesperación se enroscó en sus hombros cuando se dio cuenta de que
si no jugaban bien sus cartas, nunca vería las arrugas superficiales de Seth profundizarse, su
cabello encanecer, que nunca tendrían que ayudarse mutuamente a levantarse de la cama. Así
que aguantó, mirando a los hermosos ojos marrones que eran su hogar.
Seth suspiró y acarició el cabello de Domenico. —Podríamos tener algunos meses, tal
vez años si no lo aburrimos. ¿Puedes siquiera creer que esto está sucediendo? Se siente como un
sueño del que no puedo despertar. Como si no estuviera completamente en mi cuerpo.
Domenico exhaló, dejando caer sus hombros mientras se dejaba caer al lado de Seth y se
apoyaba en él. Las jaulas de pollas que atrapaban sus genitales provocaron que se formara una
bola de ira en sus entrañas. Anderson no los había separado, pero tomó el control del lado sexual
de su matrimonio, despojándolos del tipo de intimidad que había impedido que su relación se
rompiera en los peores momentos.
Pero si Dom era honesto, su libido había caído casi a cero desde que habían estado
encerrados, como si el solo hecho de que le hubieran quitado la libertad lo castrara sin necesidad
de un cuchillo. Porque ¿dónde estaban sus bolas si no podía mantener a salvo a su esposo?
Domenico se estremeció cuando la puerta se abrió y Seth miró al guardia que conocían
como Trey. En las raras ocasiones en que lo habían oído hablar, hablaba con un acento sureño, lo
que al menos lo ubicaba en algún lugar del mapa en la cabeza de Domenico, pero no había nada
particularmente memorable en él aparte del hecho de que tenía el exterior de un hombre del
ejército y una cicatriz en la barbilla.
Trey ni siquiera se molestó en abrir la boca y les hizo un gesto para que lo siguieran
como si fueran perros entrenados. Domenico le habría roto el cuello al hijo de puta si le hubieran
dado la oportunidad, pero el riesgo era demasiado grande cuando el mando a distancia que
controlaba sus collares eléctricos estaba listo para usar en la mano de Trey.
Cuando los encerraron por primera vez, Domenico temía que el personal de seguridad
pudiera entretenerse burlándose de los esclavos de su jefe, pero Trey, Luke y los demás han sido,
a falta de una palabra mejor, profesionales al respecto. Casi nunca hablaban con Domenico y
Seth, y no habían usado los collares eléctricos ni una sola vez. No es que Domenico los hubiera
provocado.
En una vida diferente, Domenico podría haber estado en su lugar. Tal vez. Pero lo habían
visto en su momento más vulnerable. Lo mantuvieron en cautiverio, y por lo tanto tenían que
morir. Todos esos hombres terminaron aquí debido a las decisiones que tomaron, por lo que
Dom no tendría remordimientos una vez que tuviera en sus manos un arma.
Trey se alejó de la puerta y esperó a que Domenico y Seth pasaran, el control remoto
levantado en una amenaza silenciosa, como si quisiera recordarle a Domenico cómo el impacto
en casa de Chao había hecho que Seth casi se desmayara.
Las manos de Dom anhelaban la garganta del hijo de puta, pero este no era el momento
adecuado para buscar venganza, así que exhaló y siguió a Seth a la sala de entretenimiento donde
Anderson ya estaba sentado junto a una mesa con un prístino día de verano en la pantalla del
tamaño de una pared detrás de él. Se habría visto sereno contra el fondo de los cerezos en flor si
no hubiera sido un maldito asesino psicópata violador que de alguna manera también tenía una
obsesión enfermiza con los gérmenes.
Isla también estaba allí, su mirada solo se desvió brevemente de la dirección de
Domenico mientras colocaba una comida frente a su amo y se alejaba como si tuviera miedo de
que la abofetearan por no pulir los cubiertos lo suficientemente bien. Pero después de un breve
examen de los utensilios, Anderson parecía satisfecho con el nivel del servicio.
—Amo, —dijo Trey e hizo una reverencia. Era una farsa, ya que habían conocido el
apellido de su dueño el primer día. La forma seca en que Trey habló con Anderson sugirió sus
pensamientos reales sobre tener que dirigirse a su jefe de esa manera, pero probablemente le
pagaban lo suficiente como para no quejarse.
—Puedes irte, —le dijo Anderson a Isla, quien se escabulló, casi corriendo escaleras
arriba mientras Trey la seguía con una mirada que le decía a Domenico que prefería unirse a ella
que ver otra ronda de entretenimiento gay. Por otra parte, esta no era la primera vez que
Domenico notaba el interés de Trey en la joven criada y, a juzgar por la distancia que ella
siempre trataba de poner entre ellos, dudaba que Trey dejara su interés para sí mismo.
Pobre chica.
El chirrido del cuchillo al rozar el plato hizo que Domenico se estremeciera, pero se
quedó quieto y vio comer a Anderson. En sus sueños, había matado al bastardo tantas veces. Le
había cortado todos los dedos. Desollado su polla. Aplastado sus bolas con los pies, pero
Anderson estaba de buen humor, y ese hecho era humillante para Domenico por su propia
naturaleza.
—Gian, arrodíllate. Me gusta verte de rodillas, —dijo Anderson con la boca llena, sin
siquiera mirar a Domenico. Una voz obstinada en el fondo de la mente de Domenico le dijo que
debería protestar y luchar, pero no tenía influencia, y no tenía sentido causarse dolor sin obtener
ganancias.
Se arrodilló y se sentó sobre sus talones, la mirada pasó brevemente sobre los zapatos de
Anderson. Parecían caros. Marroquinería fina. Domenico los habría apreciado en sus propios
pies, pero todo lo que llevaba puesto era la maldita jaula para la polla.
Deseaba prender fuego a esos zapatos mientras estaban en los pies de Anderson.
Anderson negó con la cabeza. —Hace mucho calor aquí hoy. ¿Ven? Los cuido hasta el
punto de mantenerles la temperatura adecuada. —Se apartó de la mesa y se quitó la camisa. Por
primera vez desde que llegaron, Domenico pudo ver más de la piel de Anderson, y se quedó
mirando, sorprendido por la larga cicatriz roja que recorría el pecho del hombre.
Anderson arrojó la prenda a un lado y llamó a Seth con un gesto, olvidando su cena. Seth
no dudó y se movió hasta que su entrepierna quedó frente a su captor, quien la miró como un
niño a punto de desenvolver su regalo. Y luego, con los dedos cubiertos de látex blanco, abrió la
jaula de la polla de Seth. Eso solo significaba una cosa: Anderson quería la polla de Seth en
acción. ¿Qué sería esta vez? Domenico ya lo temía y se odiaba un poco por eso porque el sexo
con Seth nunca debería haber estado manchado por el resentimiento.
Anderson sonrió y palmeó el trasero de Seth antes de tirar los guantes al suelo. Se limpió
las manos, esperó un par de segundos y se puso un par nuevo antes de clavar un hongo con el
tenedor. —Veo que ambos notaron la cicatriz. Es por eso que la gente piensa que no tengo
corazón. Pero no es verdad, yo tengo uno. Nuevo, saludable y joven.
Domenico no tenía idea de hacia dónde se dirigía este monólogo de villanos, pero
escucharía cualquier cosa que pudiera resultar ser un apalancamiento futuro. —¿Trasplante,
Amo?
Anderson asintió. —El roce con la muerte me hizo ver que no tiene sentido contenerse.
Que si quieres algo lo suficiente, debes tomarlo. Solo tenemos una vida. No quería morir a los
treinta y cinco, así que decidí ser egoísta y contacté a las personas adecuadas. Ahora finalmente
puedo vivir la vida que merezco, y decidí llenar un vacío en el mercado. Hay muy buen dinero en
órganos de calidad.
La mandíbula de Domenico se apretó mientras observaba cada movimiento del bastardo,
pero se volvió extremadamente difícil cuando Anderson extendió la mano para rozar con sus
dedos la polla de Seth.
—Solía trabajar muy duro, solo para obtener sobras de lo que otros consideraban
desechable. —Anderson frunció el ceño y su atención se centró en el cuerpo de Seth, haciendo
que las venas de Domenico se llenaran de celos tan viscerales que temblaba—. ¿Te imaginas que
ni siquiera tuve sexo hasta los veintisiete años? ¡Veintisiete! Solo porno, siempre tratando de
seguir la línea, preocupado por lo que otros cuerpos podrían contagiarme. Pero una vez que la
crucé, entendí que podía tener lo que quería si solo tenía las pelotas para alcanzarlo. No tengo
que preocuparme de que alguien pregunte por los guantes, porque soy mi propio amo.
Anderson sonrió y ya ni siquiera tenía mucho interés en su comida, en su lugar giró su
silla hacia Seth. —Me encanta que no estés circuncidado, es tan caoiente. —Su mano gravitó
hacia adelante, pero antes de que Domenico pudiera explotar de celos, Seth dio un paso atrás,
sacando su polla fuera del alcance de Anderson.
El repentino silencio fue un gran peso en el aire, y Domenico se estremeció cuando
Anderson levantó el control remoto en su mano, con ojos fríos como los de una serpiente. —No
quieres hacer eso, Bastian. Si tengo ganas de tocar tu polla, puedes estar seguro de que la tocaré.
—Sus rasgos se relajaron y se rió, mirando a Seth como si encontrara entretenida toda la
situación—. ¿O debería electrocutar a tu esposo esta vez? No querrías eso, ¿verdad?
La boca de Domenico se secó y sus entrañas se retorcieron, como si todos sus órganos
comenzaran a pudrirse, liberando ácido pútrido que eventualmente quemaría su piel y se hundiría
en el piso, lejos del disgusto que sintió al ver a Anderson tocar a Seth. Pero incluso en la ira,
sabía que esta era una oportunidad.
—Pensé que solo te gustaba mirar, —dijo. Domenico preferiría ser el pasivo, frente a
Anderson, en cualquier jodida posición que se le ocurriera a su captor, que tener que ver a Seth
siendo tocado por ese maníaco.
Seth era suyo. Solo suyo.
—He visto a Bastian en acción un par de veces, ahora quiero un poco. Un pedazo de culo
tan excelente. —Anderson sonrió y apretó el trasero redondo de Seth con ambas manos mientras
bajaba la cabeza y soplaba aire en la punta de la polla de Seth.
Domenico podría haber jurado que se le reventó una vena en la cabeza. Era una palpitante
bola de furia y agonía todo en uno. Reacio a mirar a Seth a los ojos, fijó su mirada en el pecho
desnudo de Seth, que se agitaba una y otra vez.
—¿Qué hay de mí? Estoy cachondo —dijo en voz baja, luchando por llenar sus
pulmones. Tal vez Anderson lo tomaría a él en lugar de a Seth hoy. Dom haría lo que fuera
necesario para detener el contacto. Dejaría que una mujer lo follara con un cinturón con dildo.
Lo. Que. Fuera.
Anderson se mordió el labio y se volvió hacia Dom, como si estuviera pasando por un
acertijo dramático. —Maldición. Tú también eres caliente…
Y, sin embargo, todavía tenía las manos en el trasero de Seth, con guantes, como si ni
siquiera quisiera comprometerse con lo que estaba haciendo, y estaba volviendo loco a Dom.
Pensar en el panorama general, en Angelica, en Mark, en la posibilidad de salir si se mantenían
dóciles, fue increíblemente difícil cuando vio a Anderson apretar, amasar e incluso deslizar sus
malditos dedos por la raja de Seth.
Dom se atrevió a mirar el rostro de Seth pero estaba tallado en piedra. Mientras
Domenico estaba perdiendo la cabeza, Seth aceptó el toque no deseado sin una palabra. No
debería tener que hacerlo. No debería estar en esta situación y dejar que un asqueroso extraño lo
masajee como si fuera un trozo de carne a punto de ir a la barbacoa.
—¿Entonces qué hago? ¿Puedes quitarme esto? —preguntó Domenico, golpeando su
jaula de polla, desesperado por desviar la atención de Anderson de Seth. Esta era la primera vez
que el psicópata los había tocado tan íntimamente, y una vez que se había cruzado esa barrera,
las cosas podrían cambiar muy rápido.
Más rápido de lo que Domenico podía manejar.
Trató de razonar con la voz oscura en el fondo de su mente. Tenían una familia
esperándolos, y un paso en falso podría quitarles la oportunidad de regresar, pero ver a Seth
siendo tocado justo en frente de él cuando se prometieron el uno al otro para siempre estaba
desmoronando lentamente su determinación.
—Tal vez la próxima vez, —dijo Anderson y deslizó sus dedos arriba y abajo del
abdomen ya sin vello de Seth, manchándolo con su toque incluso a través de esos malditos
guantes—. Quiero probar la habilidad de Bastian hoy. Quiero que me cabalgue con el mismo
tipo de fuego con el que te clava la polla.
Seth miró en dirección a Domenico, ya no estaba hecho de piedra.
Domenico se puso de pie, con el pecho hundido. —No. Es mío —dijo, acercándose, pero
un repentino ardor alrededor de su cuello lo hizo detenerse. Anderson lo miró, impasible, con el
pulgar tocando apenas uno de los botones del control remoto.
—Nadie te pidió tu opinión, Gian. Siéntate o te freiré el cerebro.
Seth extendió la mano como si quisiera acariciar el brazo de Anderson, su nuez de Adán
se balanceaba mientras la realidad se salía de control. —No. Por favor. Haremos lo que quieras,
es todo muy nuevo, ¿de acuerdo? Te daré la montada de tu vida, no te preocupes por eso.
Anderson se levantó y abrió su cremallera con una mano. Estaba demasiado cerca del
esposo de Domenico, entrando en su espacio personal como si fuera su dueño, y cuando se bajó
los pantalones, el cerebro de Domenico empezó a chisporrotear sin la ayuda del cuello. El
gusano en forma de hombre era más bajo que cualquiera de ellos, una ramita al lado de la forma
impresionante de Seth, sin embargo, Anderson estaba allí con la barbilla alta y la polla como si
hubiera sido nombrado rey de Singapur por el mismo Jesucristo.
No podía creerlo. ¿Realmente esperaba que se sentara allí y observara a su hombre follar
con otra persona? Las emociones se hincharon a través de él como una ola creciente, sus aguas
gravitando hacia arriba, todo el camino hasta su cabeza.
Anderson agitó su mano hacia Dom. —Gian, lo que sea que quieras decir, aguanta. No
estoy aquí por tu triste historia.
Fue como si un cable hiciera un cortocircuito en la mente de Dom, dejándolo libre de
inhibiciones. A los dos pasos estaba junto a la mesa, agarró el cuchillo y lo levantó, a punto de
clavarlo en el ojo de Anderson cuando sus piernas se aflojaron debajo de él. Su cabeza golpeó la
mesa, y luego el suelo mientras caía, su visión se volvió borrosa cuando un dolor agudo apuñaló
su cuello y le quitó el aliento. Estaba temblando, sus labios sabían a sangre y no podía respirar
hasta que cesaron las conmociones.
Cuando volvió en sí, su visión todavía era borrosa, le dolía el cuello y alguien hizo rodar
su cuerpo inerte antes de forzarle las manos con esposas de acero. No muy lejos, Seth suplicaba
por la vida de Domenico. Desnudo, de rodillas, besaba esos malditos zapatos de cuero.
Domenico solo lo vio con el rabillo del ojo, porque Trey comenzó a arrastrarlo.
—Mantén a ese maldito perro encerrado hasta que aprenda modales. ¡Estoy demasiado
ocupado para esta mierda hoy! —Anderson gritó como si Domenico hubiera escupido en su vino
y no hubiera intentado matarlo.
El suelo rozaba la carne desnuda de Domenico, pero estaba entumecido, su cerebro
concentrado en Seth, que estaba más y más lejos a cada momento. ¿Quizás su corazón sangrante
fue el verdadero origen del sabor que sintió en su lengua?
Su primer amor le había sido arrebatado hacía años, y ahora Seth también estaba siendo
arrancado de sus brazos. Quería quedarse, pelear, pero sus músculos estaban demasiado débiles
para moverse, y sus dedos solo temblaban cuando Trey lo sacó de la sala de entretenimiento y lo
llevó al pasillo. Domenico apenas podía escuchar la voz de Seth.
La cabeza le daba vueltas y no estaba seguro de adónde lo llevaban, pero cuando Trey lo
llevó rodando a una habitación oscura y le pateó las costillas por si acaso, Domenico dejó
escapar un grito de angustia cuando se dio cuenta de que yacía sobre una alfombra.
Esta no era su celda.
Trey no se molestó en quitarle las esposas y cerró la puerta, encerrando a Domenico en
completa oscuridad. Sus miembros eran de madera, y el dolor se convirtió en un dolor sordo. Esa
imagen final de Seth suplicando misericordia a Anderson se convirtió en su único objetivo. El
dolor de saber que Seth aceptaría cualquier cosa que Anderson exigiera lo cortó por dentro y le
causó más sufrimiento que el que podrían causarle las descargas eléctricas y, sin embargo, no lo
mataría.
Su vida había cambiado mucho en los últimos años. De un lobo solitario que no dudaba
en arriesgar su vida, se había convertido en un hombre de familia, y proteger a los que estaban
cerca de él era lo único que importaba. Y ahora les había fallado a todos. Esposado y encerrado,
no pudo salvar a Seth. Ni siquiera se le permitió morir en el intento.
Un sollozo salió de su boca y se acurrucó, temblando mientras las imágenes de las manos
de Anderson sobre la carne de Seth pasaban por su mente, burlándose de él mientras lloraba. No
merecía el alivio de las lágrimas, pero su cuerpo no le dejaba otra opción.
Domenico estaba de vuelta en el pozo profundo y oscuro cerca de la mansión Villani.
Once años, con un disparo, sangrando, bajo un cielo tan nublado que no había estrellas que
disiparan su miedo u ofrecieran esperanza. Todo lo que había construido, todo lo que le
importaba se estaba desmoronando porque había buscado venganza, demasiado confiado en sus
habilidades.
Siempre se había creído invencible. Incluso cuando todavía era un niño y atacó con un
cuchillo a Seth con una rabia ciega. La conciencia de la propia falibilidad de uno podría salvar la
vida de un hombre, pero no había aprendido nada y actuaba como un perro rabioso a pesar de
que había mucho en juego. Le había dicho a Seth que deberían pasar desapercibidos, dejar que la
mierda sucediera hasta que fuera el momento adecuado para actuar, ¿y qué hizo? Le mostró a
Anderson sus garras en lugar de fingir ser un gatito asustado.
Le había fallado a Seth. Le había fallado a su familia. Y se había fallado a sí mismo.
Acurrucado en la alfombra, esperó a que pasara lo peor del dolor y las náuseas. Le dolía
la cabeza como si le hubieran abierto el cráneo, pero su imaginación aún era implacable y lo
atormentaba con pensamientos sobre el semen de Anderson en la cara de Seth. Abrir o cerrar los
ojos no ayudó, porque la oscuridad lo rodeaba en todo momento, pero las imágenes que
detestaba estaban con él, independientemente.
No tenía idea si había pasado un minuto o una hora, pero sabía con cada fibra de su ser
que Seth estaba siendo abusado sexualmente en este momento y no podía hacer nada al respecto.
Podía sentirlo como si fueran gemelos. Todos sus pensamientos de arrancar los tendones de
Anderson de su cuerpo eran inútiles para Seth.
El dolor de Domenico fue mucho más allá de los celos mezquinos, porque lo que Seth
tenía que soportar fue una violación y no tenía nada que ver con el engaño. Su vínculo, incluso
en este lugar dejado de la mano de Dios, había sido tan fuerte como siempre, pero podría
erosionarse con el tiempo si este aislamiento continuaba. Anderson podría enviar lejos a
Domenico como castigo, mantenerlos separados hasta que la vida se sintiera sin sentido y
demasiado dolorosa de soportar.
Pero Domenico nunca se suicidaría si tuviera la oportunidad, no hasta que hubiera la más
mínima posibilidad de que su Seth todavía estuviera vivo. Y así, su sufrimiento continuaría hasta
que Anderson se aburriera de ellos.
Los pensamientos eran dardos envenenados que penetraban en la cabeza de Domenico, y
gritaba para amortiguar el sonido de los jadeos de dolor de Seth que resonaban en su cabeza.
Gritó hasta que su garganta no pudo más.
Eventualmente cayó en un estupor insomne que no le trajo descanso pero lo dejó
concentrado en los dolores de su cuerpo y el aire viciado en lugar de la angustia mental de estar
separado de su esposo.
Su mundo permaneció aburrido y oscuro, hasta que un rayo de luz apuñaló sus ojos a
través de los párpados cerrados. Domenico levantó la vista justo a tiempo para ver a Isla
deslizándose junto a él con su uniforme blanco y negro.
—No tengo mucho tiempo. Bebe —susurró y lo instó a sentarse para que él pudiera
tomar un poco de agua de una taza en su mano.
Domenico quería negarse al principio, torturar su cuerpo, castigarse a sí mismo por no
haber protegido a su hombre, por haberlos puesto a ambos en esta situación en primer lugar, pero
nunca podría cambiar las tornas si perdía su fuerza. Así que bebió, luchando contra la apatía que
se había apoderado de su mente y cuerpo. —¿Seth? ¿El está bien? —preguntó entre un trago y
otro. Fue solo cuando el líquido empapó su lengua y garganta resecas que se dio cuenta de
cuánto tiempo debió haber pasado.
—¿Quién?
—Bastian. Bastian. ¿Todavía está en el edificio?
Isla asintió, sus cejas bajando con preocupación. —Ahora está de vuelta en tu habitación.
Toma, come.
A Domenico le costó un esfuerzo enorme darse la vuelta y ponerse de rodillas, pero la
miró a los ojos tan pronto como estuvo de pie, con una nueva determinación ardiendo en lo más
profundo de sus entrañas. Anderson solo podía ser engañado por un tiempo, y si Dom iba a hacer
su movimiento, tenía que suceder pronto. —Tienes que ayudarnos, Isla. Por favor. Te lo ruego, y
yo nunca ruego. Tenemos que salir. O Bastian al menos. ¿Puedes ayudar a Bastian?
Toda la cara de Isla se arrugó, como si este momento de honestidad le recordara a la niña
que solía ser antes de que Anderson le pusiera un collar. —No hay manera de salir de aquí. Ni
con los collares, ni con los guardias. Es muy-
Pero Domenico no se rendiría esta vez. Tendría una oportunidad más de sacar a Seth y a
él de allí, y si iba a ejecutar el plan que ya estaba arraigado en su mente, no podía dejar nada al
azar.
—Entonces dime todo lo que sepas sobre este lugar. Cada detalle. Encontrare una
manera.
Capítulo 13 – Seth

Seth no podía dormir. Había tratado de descansar lo más que podía, hundiéndose en
siestas cortas desde que Anderson lo encerró de nuevo, pero no importaba lo cansado que
estuviera, el espacio vacío en la cama a su lado seguía jalándolo hacia la realidad donde
Domenico estaba desaparecido.
Hace unos años, cuando él y Dom se pelearon, Domenico se negó a dormir en una cama
diferente, alegando que no podía descansar a menos que escuchara a Seth respirar a su lado.
Parecía un movimiento tan estúpido en ese entonces, pero solo en la celda sin ventanas, obligado
a soportar el silencio absoluto de un espacio sepultado en concreto, Seth entendió lo que Dom
había querido decir.
Estaba acostumbrado al cálido aliento haciéndole cosquillas en el cuello. Al peso del
cuerpo familiar justo a su lado, al sudor caliente donde su piel se tocaba debajo de las sábanas.
Sin Dom, la cama era como una isla en medio de un vacío oscuro.
La violación, por repugnante que hubiera sido, no era nada en comparación con el miedo
que sentía cada vez que miraba el vacío a su alrededor. Cuando Anderson amenazó a Seth con la
seguridad de Dom, se sintió como si el bastardo hubiera puesto anteojeras en la cabeza de Seth.
Nada más importaba en ese momento. Entonces Seth actuó para Anderson como un mono sexual
entrenado, y se sintió demasiado insensible para preocuparse por sí mismo cuando Dom estaba
en algún lugar, lastimado.
Ninguna cantidad de tortura podría ser tan terrible como la creciente incertidumbre en su
corazón. Por lo que Seth sabía, Anderson ya podría haber hecho matar a Domenico y ahora
estaba haciendo cumplir su voluntad con una amenaza vacía. El dolor punzante en el estómago
de Seth ante la sola idea de que la vida de Dom se extinguiera en tales circunstancias le
provocaba demasiadas náuseas para comer o beber. En su mente, podía ver las consecuencias del
ataque de Dom a Anderson una y otra vez con detalles insoportables: la forma violenta en que
había caído a los pies de Anderson, los dientes rojos de sangre, el cuerpo temblando como si
estuviera teniendo un ataque epiléptico. Imágenes tan vívidas y frescas como si hubieran
sucedido hace unos momentos. Tener que experimentarlas repetidamente no dolía menos que
estar allí para presenciar el castigo de Dom.
Ni siquiera podía culpar a Domenico por actuar porque no tenía idea de lo que habría
hecho si los papeles se hubieran invertido. Si Anderson tocara a Dom, Seth también podría haber
perdido la cabeza.
Se aferró a la esperanza de que Dom estuviera bien, incluso si le dolía, porque de lo
contrario podría haberse ahorcado en la sábana. Solo eso evitaba que sus pensamientos se
desviaran hacia lugares demasiado oscuros para regresar.
Miró sus manos y las apretó en puños, preguntándose si la pura fuerza de su puñetazo
noquearía a Anderson antes de que pudiera presionar el maldito botón. Con el collar de metal
alrededor de su cuello, se sentía impotente. Era un recordatorio constante de su posición, y el
hecho de que cada momento de rebelión podría ser el último le revolvía el estómago. Todavía no
estaba listo para renunciar a la pelea, pero hacer planes era insoportablemente difícil cuando no
tenía voz sobre dónde, cuándo y en compañía de quién se encontraría con Anderson a
continuación.
Su captor no era tan estúpido como para arriesgarse a quedarse solo con ellos, por lo que
siempre había un guardia para respaldarlo. Incluso si por casualidad Seth lograba retorcerle el
cuello al hijo de puta, aún podría terminar muerto.
Esa garganta vulnerable había sido una gran tentación unas horas antes, cuando Seth se
había cernido sobre el cuerpo sudoroso de Anderson, hasta las bolas dentro de él, sin esposas que
restringieran el movimiento de sus manos y solo un condón entre ellos. Anderson se metió tanto
en el sexo que había olvidado su miedo a los gérmenes y se arqueó hacia Seth, rogando por una
polla como un animal lujurioso. Seth podría haber intentado acabar con él con un fuerte giro en
el cuello, podría haber matado al asqueroso bastardo antes de que Trey lograra intervenir, pero la
amenaza a la vida de Domenico lo tenía atrapado en la impotencia.
Seth odiaba a Anderson desde el fondo de su negro corazón. Más que a Vincenzo, más
que a Dino, incluso más que a Federico, porque mientras Federico, a pesar de todos sus
crímenes, era solo una nube negra que se cernía en el horizonte, Anderson era el granizo del
tamaño de un puño que se precipitaba hacia su rostro. Sin embargo, por ahora, hasta que supiera
cómo estaba Domenico, Seth necesitaba controlar el ritmo y comer, sin importar el poco apetito
que tuviera.
Domenico le había enseñado muchas cosas a Seth, pero había una regla que enfatizaba
por encima de todas las demás: estar siempre listo. Ser fuerte. Estar atento. Mantenerse en forma,
porque el peligro llegará en el momento que menos te lo esperes.
Dom se había ido ahora, desconocía su destino, pero aunque a Seth no le importaba tanto
el entrenamiento y, a veces, lo saltaba cuando sabía que Dom no se enteraría, la importancia de
la preparación era clara como el día. Así que comía para mantener la fuerza. Se estiraba y repetía
movimientos útiles para aumentar su memoria muscular, hasta que estaba preparado para actuar
según sus instintos en el momento en que apareciera la más pequeña abertura.
Estaba a la mitad de una serie de ejercicios de respiración destinados a calmarlo cuando
la puerta se abrió, revelando el rostro sombrío de Trey. Al igual que los otros matones, era un
tipo militar común y corriente, con poca personalidad que Seth podía detectar durante sus breves
interacciones, y la única emoción que Seth albergaba hacia él era la necesidad de ver su cadáver
apilado encima de Anderson.
—Vamos, —dijo Trey sin hacer contacto visual, e instó a Seth a levantarse con un breve
gesto antes de inclinarse para abrir la jaula de polla. Seth cerró los ojos, incapaz de soportar la
incomodidad de ello. Aun así, expresó la única pregunta en su mente.
—Por favor, solo dime que Gian está bien.
Trey frunció el ceño, como si le sorprendiera que el pedazo de carne vivo y respirando
pudiera hablar. —No te diré ni una mierda.
Seth se calló con resignación y mantuvo la calma cuando Trey emitió el más mínimo
zumbido con el collar, como si se hubiera excitado con el poder que tenía sobre otro ser humano.
Cabrón.
Seth ni siquiera se inmutó y sostuvo la mirada de Trey mientras pasaba junto a él. El
labio superior del matón tembló, pero no aumentó la conmoción y, en cambio, hizo que Seth se
enfrentara a la pared para golpearlo. La sangre corrió más rápido en las venas de Seth cuando se
dio cuenta de que este podría ser su momento para llevar a cabo uno de los vagos planes de
escape con los que había jugado desde que Anderson lo había vuelto a poner en la celda. Pero se
quedó quieto, demasiado temeroso del destino de Dom para correr el riesgo de ponerlos más en
peligro a ambos.
El corazón de Seth latía más rápido mientras seguía el único camino que había recorrido
en el pasado: ¿Una semana? ¿Dos? Había perdido la cuenta del tiempo desde la última vez que
vio el sol. El suelo laminado estaba frío bajo sus pies, pero el sonido de una partitura musical sin
voces le puso la piel de gallina. Esa era la primera vez. Anderson nunca había puesto música
durante sus interacciones, y la melodía era rítmica, un tanto tribal, como la que podría haber sido
utilizada durante una escena de batalla en una película.
No tenía idea de lo que le esperaba, y aunque siempre había afirmado que le encantaban
las sorpresas, esta lo asustaba hasta que entró en la sala de juegos de Anderson y vio una
cabellera negra y larga.
Domenico.
Las lágrimas nublaron la visión de Seth y rodaron por su rostro. El alivio de verlo con
vida fue tan inmenso que no pudo controlar las emociones explosivas, por lo que se desbordaron
como el agua a través de una presa rota.
—Estoy hablando contigo. Joder, Dios mío —gimió Trey y empujó a Seth de rodillas,
justo al lado de Domenico, que también tenía las manos esposadas por la espalda.
—¿Eh? —Seth miró hacia arriba, aturdido cuando sus rodillas golpearon las baldosas.
Debió haber pasado por alto las tonterías que dijo Trey, pero a pesar de reconocer al matón
ahora, estaba demasiado concentrado en la presencia de Domenico para importarle lo que Trey
había comunicado.
Dom tenía moretones en el cuello y las costillas, pero su mirada estaba tan alerta como
siempre cuando se apoyó suavemente contra Seth con un hombro. El toque desencadenó
explosiones de ternura en lo profundo del pecho de Seth, y no podía esperar para comunicar su
alegría por más tiempo. Sin importarle la presencia de Trey, aprovechó la oportunidad que le
ofrecía la proximidad de su hombre y le dio un beso rápido pero que hablaba de su amor.
Trey gimió. —Dios. Les hubiera dicho que se busquen una habitación, pero
lamentablemente estoy atrapado con ustedes dos, así que quédense quietos.
Domenico se apartó, con la espalda dócilmente encorvada. —Por favor, no nos
sorprendas de nuevo.
Seth contuvo el aliento, la sangre ardía en sus venas mientras bajaba la cabeza, tratando
de mantener la calma frente al engaño de Dom. Porque Domenico no fue derrotado. Estaba
planeando algo: un buen actor empeñado en causar la impresión adecuada. Corrigiendo el error
precipitado de la última vez.
Dom siempre había sido capaz de mantenerse bajo control bajo presión. Esa era una de
las muchas razones por las que Seth lo admiraba incluso en los momentos en que su relación
había estado a punto de romperse.
Seth se quedó quieto, pero cuando Trey se movió para pararse detrás de ellos, se atrevió a
mirar el rostro de Dom, solo para recibir una pequeña sonrisa a cambio.
¿Qué diablos estaba planeando Dom?
No llegaría a averiguarlo, porque la puerta en la parte superior de las escaleras se abrió, y
el estómago de Seth dio un vuelco de disgusto cuando reconoció los pasos lánguidos como los de
su captor.
Anderson entró en la sala de juegos con un vaso de whisky con hielo, vestido con un polo
casual y pantalones beige que se ajustaban a sus musculosas piernas. Seth apostó a que había
tomado CrossFit después de pasar por su gran viaje de trasplantes y crimen. Y probablemente
también meditó en una de esas esterillas de acupresión, siempre que se desinfectaran
completamente antes y después de cada uso.
—Espero que hayas aprendido de esa lección, —dijo Anderson, metiendo una mano en
su bolsillo delantero mientras desfilaba frente a Domenico y Seth, engreído hasta el punto del
ridículo.
Domenico exhaló, las emociones pasando por su rostro como si fuera un caleidoscopio.
Parecían tan desprotegidas que Seth sabía que eran falsas. —Lo siento, Amo.
—Ahí tienes. No es tan difícil, ¿verdad? Soy la última persona en decir que nunca tomes
algo que no te pertenece, o que no debes atacar a la gente, pero no estás en posición de hacer
ninguna de las dos cosas. Me pregunto qué le hicieron ustedes dos a Chao para que decidiera
pasarlos a mí, —reflexionó, golpeando el vidrio con los dedos enguantados.
Domenico inhaló una gran bocanada de aire. —Podría haber bebido demasiado y dicho
algunas cosas desagradables sobre su esposa.
Anderson chasqueó la lengua con desaprobación. —Ah, entonces tú eres el rebelde.
Debería haberlo adivinado por el pelo largo.
Domenico negó con la cabeza rápidamente. —Ya no. Lo siento mucho, Amo.
—¿En serio? ¿Entiendes que ambos sois de mi propiedad y que puedo hacer lo que quiera
con vosotros?
Seth apretó los dientes, pero Domenico se apresuró a asentir. —Sí, estuve fuera de lugar.
Por favor, no nos hagas daño.
La sonrisa de Anderson hizo hervir la ira bajo la piel de Seth. Entendió el juego que
Domenico estaba jugando, ya que no tenía dudas de cuáles eran los verdaderos pensamientos de
Dom, pero aún así lo incomodaba ver a su despiadado esposo actuar de manera tan dócil.
Anderson suspiró y se deslizó hacia abajo para acariciar el cabello de Dom. —Fuiste
travieso y te lo perdiste. Podrías haberte quedado y mirar al menos, o tal vez unirte si yo quisiera.
Pero no, tuviste que estropear nuestra diversión. Tan bonito, pero tan rebelde.
Domenico suspiró y giró la cabeza, emitiendo un sonido parecido a un ronroneo. Un
gancho frío se hundió debajo de las costillas de Seth, dejándolo sin aliento cuando vio a su
hombre apoyarse en la palma de Anderson, largas pestañas descansando contra sus mejillas,
abriendo la boca para chupar brevemente la punta del pulgar de Anderson.
Sabía que era un juego, pero verlo suceder todavía sacudió a Seth hasta el punto en que
luchó por mantenerse quieto, y la boca de Anderson se torció cuando se dio cuenta.
—¿También eres del tipo celoso?
Seth inclinó la cabeza y miró los azulejos, pero sus habilidades de actuación ni siquiera se
acercaron a la misma liga que las de Domenico, por lo que sus hombros permanecieron rígidos,
los dedos cerrados en puños. —Lo siento, Amo.
Anderson se rió. —Supongo que disfruto un poco que tengas que soportarlo. Es por eso
que compré dos sementales llenos de testosterona.
Un fuerte golpe vino desde arriba, y Anderson puso los ojos en blanco, empujando su
pulgar en la boca de Dom. —Trey, ve a ver qué quiere, —dijo, demasiado concentrado en los
labios suaves y cálidos que le prometían placer para mirar a su matón.
Trey dejó escapar un gruñido suave pero impaciente, pero se acercó a las escaleras y
subió mientras los golpes resonaban en los escalones de nuevo.
Esposados y con los collares eléctricos alrededor del cuello, Seth no se sentía lo
suficientemente seguro como para tomar el asunto en sus manos solo porque el matón se había
ido por un par de momentos, por lo que se quedó quieto, hirviendo por dentro.
—Nunca me consideré del tipo romántico, pero tus ojos son como ámbar fundido. —
Anderson continuó con su insoportable monólogo—. Debería haberme deshecho de ti después
del incidente de ayer, pero ahora te comportarás por el bien de tu esposo, ¿verdad?
Seth hubiera preferido follar a Anderson cien veces que tener que ver al hijo de puta
acariciarle el cabello a Dom, pero Domenico asintió y se inclinó hacia adelante, metiendo todo el
pulgar de Anderson en su boca antes de chuparlo lo suficientemente fuerte como para poner la
piel de gallina a Seth.
El gruñido que escapó de los labios de Anderson podría haber sido aún peor. Arriba, la
puerta se cerró de nuevo, pero a Seth no le importó algo tan insignificante cuando vio que el
rostro de su captor se sonrojaba de emoción por su hombre.
Anderson se rió. —¿Qué, quieres compensarme?
Domenico asintió, soltando el pulgar de Anderson solo para lamer el dedo húmedo en
una promesa silenciosa. —Podría haber necesitado la llamada de atención de ayer. Entiendo
ahora. No quiero pasar tiempo encerrado y con gusto pagaré el privilegio de volver a nuestra
habitación.
—¿Supongo que no te gustó tu nuevo alojamiento? —Anderson se rió, pero ya se estaba
desabrochando los pantalones, los ojos fijos en Dom como si estuviera hipnotizado.
¿Quizás habían muerto y esto era un infierno? Seth podía ver cómo todo lo que habían
hecho en la vida podría haberlo llevado aquí, abusado y torturado por tener que presenciar la
violación del hombre que amaba sin la oportunidad de hacer nada al respecto por toda la
eternidad.
Domenico levantó la vista y se lamió los labios cuando se encontró con la mirada de
Seth. —Lo siento.
El momento de drama de la relación pareció agravar la excitación de Anderson, ya que se
desabrochó el cinturón con más fuerza y jaló a Dom por el cabello, frotando su entrepierna
contra su hermoso rostro.
Si estuvieran haciendo este tipo de cosas entre ellos, jugando con esposas, fingiendo
fuerza, Seth habría estado muy cachondo por todo eso, pero verlo desarrollarse en la realidad, ver
a su tan orgulloso, hasta el punto de la arrogancia, Domenico ser tan degradado tenía a Seth a
punto de gritar. A Anderson no se le debería haber permitido ni lustrar los zapatos de Dom, y
mucho menos ser agraciado con la atención de Dom.
Pero Seth se quedó sentado allí mientras su corazón moría lentamente.
El instinto le hizo concentrarse en las partes vulnerables de Anderson, esperar una
oportunidad, pero se quedó quieto, no porque tuviera miedo de recibir una nueva descarga
eléctrica, sino porque conocía a Domenico y comprendía que nunca se habría involucrado en este
tipo de juego a menos que hubiera un razón detrás de esto.
Anderson gimió y se bajó los pantalones en un movimiento abrupto que liberó su dura
polla. Esta se balanceó frente a la cara de Dom, como un arma a punto de ser disparada, y Seth
sintió un poco de consuelo cuando Anderson se puso frenéticamente un condón. La polla entró
directamente en la boca abierta de Dom tan pronto como Anderson dejó caer el paquete vacío.
Seth lo vio pasar, entumecido, ahogándose con el aire, pero entonces las mandíbulas de
Domenico se cerraron de golpe, y la sangre fresca rodó por su barbilla antes de gotear hacia su
pecho.
Por un momento, Seth no pudo escuchar nada, y solo miró fijamente el trozo de carne
cruda al final del corto muñón de la polla de Anderson. Su captor se tambaleó, pálido como una
sábana, y miró la sangre que le rodaba por la ingle y los muslos, como si no pudiera creer lo que
estaba viendo. Seth tampoco, pero cuando Domenico escupió ocho centímetros de su verga
ensangrentada aún envuelta en restos de goma, la realidad los golpeó a toda velocidad.
—¿Qué hiciste? —Seth gimió, pero ya se estaba levantando. No había tiempo que perder,
porque Trey podía regresar en cualquier segundo, y Seth ya anticipaba un anillo de dolor
alrededor de su garganta.
Anderson debe haber estado demasiado fuera de sí para presionar el botón, pero en el
momento en que su mirada se encontró con la de Seth, gritó como un alma en pena, volviendo a
la realidad. La descarga eléctrica cegó a Seth, pero aun así se las arregló para lanzarse sobre
Anderson y derribar al hijo de puta con su peso.
Su visión se puso roja cuando el dolor se arrastró debajo de su cráneo y se clavó en su
cerebro, pero no se movió, apretando los dientes hasta que le dolió la mandíbula. Un destello de
piel desnuda descendió sobre la cabeza de Anderson, provocando un crujido sordo, pero no pudo
comprender lo que sucedió hasta que la conmoción se calmó. Abrió los ojos a tiempo para ver a
Dom agarrar la cabeza ensangrentada de Anderson con los muslos y rodar por el suelo,
retorciéndola hasta que el cuello de su captor se rompió.
—Estamos muertos, —dijo Seth con voz áspera, todavía con tanto dolor que le resultaba
difícil hablar—. Estamos muertos, y tú nos mataste. Cuando Trey regrese, habremos terminado.
Domenico levantó la vista, sus ojos más dorados que el ámbar, como los de una pantera
perturbada en medio de su comida. La sangre goteaba por la columna de su cuello desde la
mancha roja alrededor de su boca, y su cabello, generalmente tan suave, ahora parecía haber
adquirido una textura salvaje, como si se hubiera enredado por el sabor cobrizo en su lengua.
—No. Somos libres. Ven, —dijo Dom, poniéndose de pie y gravitando hacia las escaleras
en una serie de movimientos impacientes.
Seth lo siguió aturdido, observando la espalda de Dom, sus hombros rígidos y sus manos
esposadas. —Has planeado esto, —dijo en lugar de preguntar, y su corazón se estabilizó cuando
se dio cuenta de eso—. ¿Qué hacemos? —Seth preguntó con nueva determinación.
—Trey tiene las llaves. Vayamos a él ahora, —susurró Domenico, con una sonrisa
maliciosa torciendo su rostro mientras aceleraba, confiado en la victoria a pesar de las esposas en
sus muñecas. Incluso desnudo, víctima de la humillación, no dejaría que nadie aplastara su
espíritu, y el fuego en sus ojos fue suficiente para reavivar la esperanza en el pecho de Seth.
Seth casi esperaba que tuvieran que esperar en la puerta y atacar a Trey una vez que
entrara, pero se abrió cuando Domenico la empujó con el hombro. Sin embargo, Domenico había
convencido a Isla de arriesgar su vida, ahora quedó claro que el ataque anterior de Dom a
Anderson no había sido una acción espontánea. Él tenía un plan.
Seth confiaba en Dom con todo su corazón. Si Dom le hubiera dicho que saltara al fuego,
y que las llamas en realidad estaban frías al tacto, Seth habría corrido ese riesgo, pero las esposas
en las muñecas de Seth lo tenían con los nervios de punta a pesar de todo. Ningún plan era
infalible, y sin la libertad de usar sus manos, estarían indefensos si tropezaran con uno de los
guardias de arriba.
El terror se arraigó en su pecho cuando entraron a la oficina, a pesar de la normalidad de
la escena. La luz del sol entraba a raudales por los grandes ventanales, creando manchas
brillantes en el suelo y en el pesado escritorio de madera, pero para Seth todo era una decepción.
Una cortina pintada que oscurecía la sangre, los collares de eléctricos y las cadenas.
Sus labios temblaron cuando se dio cuenta de que la puerta no estaba completamente
cerrada, dejándolos vulnerables a la detección, pero Domenico entró directamente y cayó de
rodillas antes de rodar sobre su trasero con una expresión determinada. Seth no entendió el
propósito detrás de esto hasta que escuchó un traqueteo metálico.
—Ven aquí, te quitaré las esposas, —susurró Dom mientras se ponía de pie.
Trey no habría dejado caer casualmente las llaves de sus esposas, lo que significaba que
Isla debía haberlas dejado aquí a propósito, y el hecho de que Domenico supiera dónde
encontrarlas hizo que la confianza de Seth en él creciera por segundos.
De repente, la sangre que se le secaba en la cara y el cuello no lo hacía parecer un salvaje.
Domenico no solo había usado la fuerza bruta para deshacerse de Anderson. Era un depredador
frío y calculador, y Trey pronto sangraría en el altar de la determinación de Domenico.
Tomó varios intentos hasta que Dom logró clavar la pequeña llave en las esposas
mientras estaban de espaldas, pero una vez que las cadenas cayeron al suelo, una energía
candente estalló en las extremidades de Seth y alimentó su fuerza natural. El collar todavía
estaba alrededor de su cuello, un recordatorio de su humillación, pero una vez más se sintió
dueño de su propio cuerpo. Como si ya no hubiera sido completamente suyo, pero ahora su
conciencia estaba goteando de nuevo en su carne.
No había sido él mismo desde que habían entrado en el sótano de los horrores de
Anderson, pero su voluntad había vuelto, ya no estaba nublada por el miedo. Lo que Anderson
había hecho no mataría a Seth. Ni siquiera le importaba toda la sangre de su polla que manchaba
la piel de Dom, y tan pronto como sus manos estuvieron libres, se dio la vuelta y besó los labios
rojos como la sangre, aunque sabía que no había tiempo para el amor hasta que estuvieran a
salvo.
La boca de Domenico se abrió para él, y el regusto cobrizo en su lengua fue una especia
que Seth aprendió a apreciar.
—Te amo, —susurró Domenico tan pronto como sus labios se separaron, sus ojos eran
cálidos a pesar de su agudeza—. Vamos a salir de aquí.
Seth esperaba encontrar algo para desbloquear sus collares en el manojo de llaves, pero
fue en vano. No importaba cuánto anhelara liberarse del horrible dispositivo, las llaves
probablemente estaban escondidas en alguna caja fuerte y ahora no tenían tiempo de buscarlas.
Dom sostuvo la mano de Seth mientras salían de la oficina, y su toque confiado hizo que
el corazón de Seth latiera con calidez. Una parte de Seth tenía miedo de que lo atraparan, le
dispararan, lastimaran o violaran, pero al menos se estaban moviendo, al menos tenían un
propósito. Ser asesinados mientras intentaba huir, después de eliminar a Anderson de la faz de la
tierra, era preferible a que un día le dispararan como a un perro viejo porque Anderson decidió
que necesitaba juguetes nuevos.
Sus pies descalzos se movían sin hacer ruido sobre las duras baldosas, pero donde el
primer instinto de Seth fue ir a la salida más cercana, Domenico estaba decidido a guiarlo por el
pasillo, deteniéndose cada vez que pasaban por una puerta abierta. Parecía que no había nadie en
casa, pero cuando se acercaron a la cocina, un golpeteo rítmico llegó a los oídos de Seth, su
sonido parejo estropeado por un gruñido que sonaba demasiado familiar.
Seth miró en dirección a Dom con una pregunta no formulada, y Dom se llevó un dedo a
los labios. Seth asintió y lo vio avanzar poco a poco hacia la cocina. Seth solo tomó dos pasos
más para presenciar lo que estaba pasando allí.
Trey estaba de espaldas a ellos mientras Isla se sentaba en la mesa, gimiendo mientras él
la embestía con golpes rápidos. Su mirada se agudizó cuando vio a Domenico entrar, silencioso
como una pantera al acecho. La más pequeña de las sonrisas estiró su boca cuando sacó un gran
cuchillo de cocina de su soporte de madera.
Había algo primitivo en ver a Domenico empuñar el arma mientras estaba completamente
desnudo con sangre seca como pintura de guerra. Se movió con determinación, ejecutando sus
planes en lugar de precipitarse en las cosas como lo habría hecho alguien con menos experiencia.
Trey no tuvo oportunidad. Domenico agarró el pelo del hijo de puta, tiró de su cabeza
hacia atrás y cortó la garganta de Trey en un golpe que acabó con su vida.
La boca de Isla se abrió mucho, pero logró sofocar su grito cuando la sangre bañó su
rostro y uniforme limpio en cantidades que una persona normal consideraría fantasía de película
gore. Trey no tuvo la oportunidad de luchar por su vida y cayó como un montón de extremidades
sangrantes en el suelo, su polla de alguna manera aún estaba dura cuando Seth se paró sobre él.
Isla dejó escapar un sonido ahogado, jadeando después de que Seth la levantó del
mostrador y usó un paño de cocina para limpiar la sangre fresca de su piel. Su olor se aferró a
ella como si se hubiera originado en heridas en su propio cuerpo, y cuando Dom se deslizó junto
al matón muerto, registrando sus bolsillos, Seth intervino, sacudiendo a Isla por los hombros
cuando ella no respondió a sus atenciones.
—Escúchame. Tienes que mantener la calma ahora. Sé que es difícil, pero tienes que
mostrarnos el camino para salir de aquí.
Isla se estremeció, sus dientes chasquearon rápidamente mientras salía del shock y se
subía las bragas. —É-Él prometió que me llevarían con ustedes, —se atragantó, mirando a Dom
en busca de orientación. Seth esperaba que este plan tuviera una continuación más allá de matar,
o estarían jodidos—. La mayoría de los g-guardiass están comiendo su almuerzo ahora.
El inconfundible clic del metal hizo que Seth mirara por encima del hombro justo a
tiempo para ver a Dom revisar el cargador del arma que le había quitado a Trey. —Lo hiciste
bien, —dijo y asintió hacia ella, poniéndose de pie.
Isla profirió un sollozo ahogado y abrazó a Seth, pero tanto él como Dom sabían que no
era un momento para llorar la inocencia perdida.
—¿Adónde debemos ir, Isla? Conoces este lugar mejor que nosotros. Piensa, —dijo
Dom, acercándose.
Se bajó la falda con torpeza y se aclaró la garganta, manteniendo la mirada baja, como si
no quisiera mirarlos a los ojos. —Los collares tienen un rango. Lo sé porque Luke intentó
electrocutarme una vez, y cuando estaba... no sé, a cincuenta metros de él, no funcionó. Así que
tenemos que alejarnos lo suficiente de ellos y del principal de la casa. Síganme.
A pesar de sus manos temblorosas, caminó con determinación cuando se acercó a las
paredes de vidrio que conducían a un jardín lleno de sol.
Seth miró a Dom. —¿Solo una pistola?
—Es lo único. Debería ser suficiente si nadie nos ve.
—Podrían venir aquí para el postre. Necesitamos ser rápidos, —dijo Isla y abrió la puerta
de vidrio, dejando entrar el aroma de las flores que crecían más allá. La piel de Seth se erizó
cuando se dio cuenta de la poca cobertura que tendrían una vez que salieran de la casa, pero el
tiempo era su único amigo ahora. Su única ventaja. Por eso tampoco buscaron ropa.
—Vamos, —dijo Dom, saliendo al sol por primera vez en días. La luz se reflejaba en su
cabello liso, pero si bien había belleza en su forma desnuda, ahora era de naturaleza utilitaria: sus
miembros fuertes y ágiles eran una forma de salir de su horrible situación.
Isla abrió el camino y echó a correr tan pronto como se dio cuenta de que la costa estaba
despejada. Como dos toros y un ternero que huyen del matadero, se lanzaron a través de
pequeños arbustos, pasaron un estanque donde alguien había dejado una bebida sin terminar
junto a una tumbona y se alejaron lo más posible.
En la distancia, un auto comenzó a tocar la bocina una y otra vez, y el corazón de Seth se
congeló en su pecho, medio esperando dolor, pero Isla parecía haber leído sus pensamientos.
—Estamos fuera del alcance de los collares eléctricos, —dijo, pero no disminuyó la
velocidad a pesar de que sus palabras salieron entre jadeos. En todo caso, aceleró, prácticamente
volando por el césped y hacia los árboles y arbustos plantados para tener privacidad a lo largo
del perímetro de la propiedad.
El sol que a Seth le había gustado tanto ver minutos antes era su enemigo ahora,
revelando su posición en los vastos terrenos que rodeaban la casa de Anderson. La suave hierba
estaba salpicada de diminutas banderas blancas y pendientes artificiales, pero solo cuando Seth
estuvo a punto de tropezar con un agujero en el suelo, se dio cuenta del hecho de que estaban en
un campo de golf privado.
—Joder, —gruñó momentos antes de que la tierra explotara, como si hubiera un topo con
energía atómica acercándose a sus pies. Les estaban disparando.
La mente de Seth se descontroló con imágenes de tortura, de castigo por el asesinato de
Anderson, o de la misma muerte arañando la piel desnuda de Domenico.
—¡Corre, me encargaré! —Dom gritó, capturando brevemente la mirada de Seth antes de
darse la vuelta.
Seth dudó por un segundo, pero luego instó a Isla a seguir. Su presencia no ayudaría a la
puntería de Dom. Las balas que Dom envió hacia sus perseguidores no llegaron a un ritmo
rápido ni fueron disparadas deliberadamente. Ninguna podría desperdiciarse.
Cuando los pasos de Domenico resonaron en el suelo detrás de ellos cuando los alcanzó,
el alivio se apoderó de Seth. Confiaba en la habilidad de Dom, pero permanecer juntos era igual
de importante. Dejarlo atrás habría sido como arrancarle los tendones de su cuerpo.
Un muro alto se alzaba frente a ellos, apenas visible detrás de los árboles, e Isla lo señaló
a pesar de jadear como si ya no pudiera respirar. —Detrás... de eso... podemos... escondernos.
—¿Escondernos? No hay escondite. Tenemos que estar fuera de aquí. Ahora, —dijo Dom
y maldijo cuando una bala cayó tan cerca de Isla que se tambaleó hacia Seth con un chillido
agudo—. Me quedan tres balas.
La determinación echó raíces en el cerebro de Seth. Agarró la muñeca de Isla y la arrastró
hacia los espesos arbustos, que golpearon su piel desnuda, pero no le importó, se concentró solo
en encontrar un camino más allá de ese maldito muro. Dom estaba justo detrás de ellos, y cuando
sus ojos se encontraron en las sombras, le mostró a Seth la pistola. —Sube a ese árbol si tienes
que hacerlo, pero ve al otro lado. Si se acercan más, estamos todos fritos —dijo, el surco en el
medio de su frente hablaba de enfoque.
El rugido de un vehículo que se acercaba fue su señal para ceñirse a las acciones en lugar
de a la conversación, y Dom disparó, solo para agacharse cuando las balas atravesaron su
escondite verde y golpearon la pared. No se podía perder ni un segundo.
Isla ya estaba trepando a un árbol, por lo que Seth fue por el que estaba al lado, saltando
para agarrar una rama gruesa. La libertad estaba al alcance de la mano, pero no sería capaz de
calmarse hasta que estuvieran todos del otro lado.
La corteza le raspó las palmas de las manos, pero el dolor fue combustible para su
determinación. Ignoró el peligro de las balas, porque confiaba en que Domenico se encargaría de
eso por ellos. Sus disparos precisos detuvieron el asalto enemigo por ahora, pero cuando Dom
disparó su tercer y último proyectil, la sangre se apresuró a la cabeza de Seth, porque ese auto
todavía estaba fuerte.
La libertad tentó a Seth cuando llegó a la cima del muro, la jungla más allá era una
promesa de paso seguro, pero cuando Isla gritó, su mirada se desvió hacia ella a tiempo para
verla perder el equilibrio y rodar por el árbol. Sus ojos se encontraron por un breve momento,
pero cuando su cuerpo se balanceó hacia abajo, no pudo sostenerse y cayó al suelo como una
fruta demasiado madura para permanecer en el árbol.
Domenico apareció por el rabillo del ojo de Seth, sus músculos trabajando bajo la piel
desnuda mientras trepaba al árbol que Seth había usado sin pestañear ante la caída de Isla. Con
las mejillas sonrojadas, se levantó y luego se encorvó para hacer que la rama se hundiera bajo su
peso, solo para saltar a lo alto de la pared como el primo más guapo de Tarzán.
Seth estaba atrapado en el limbo, dividido entre saltar al otro lado para dejar atrás la
pesadilla y ayudar a la chica a la que le había hecho una promesa. Una chica que había
arriesgado tanto para sacarlos en primer lugar.
—Déjala, vámonos —susurró Domenico, pero su voz le recordó a Seth quién era.
No podían huir, no podían dejarla con el sufrimiento del que todos estaban desesperados
por escapar. Ella había estado viviendo este infierno durante meses, y no tenía dudas de que si no
la ayudaban ahora, la sentenciaría a un destino tan cruel que no sería capaz de vivir consigo
mismo.
—Dos segundos, —dijo Seth y se deslizó por la cerca de concreto y luego se dejó caer
sobre la hierba, ignorando el dolor en sus espinillas o los rasguños que se hizo en el proceso.
Isla era un animal aterrorizado que sollozaba mientras intentaba trepar de nuevo, por lo
que Seth la subió con facilidad a una rama más alta y resistente.
Un escalofrío recorrió su espalda cuando el motor del coche se detuvo. Domenico dejó
escapar un grito ahogado y Seth supo lo que venía incluso antes de que la electricidad lo
apuñalara en el cuello, creando un anillo de fuego que trepó por su cráneo, poniendo su mundo
patas arriba. Un cuerpo cayó junto a él cuando cayó, pero todo lo que podía ver era el cielo azul
brillante rodando como una pelota más allá de las copas de los árboles.
—Detente. Luke dijo que los necesitamos vivos, —ladró alguien, pero el dolor punzante
continuó, haciendo que sus dientes castañetearan y convirtiendo sus extremidades en tablas de
madera doloridas.
—Ahí va mi maldito cheque de pago… —se quejó el otro tipo, pero el mundo se volvió
borroso.
Capítulo 14

Seth flotaba en un mar helado lleno de rocas. Sus olas oscuras lo empujaron de un lado a
otro, aplastándolo contra la orilla irregular una y otra vez. No tenía nada a lo que agarrarse, el
horizonte era el mismo vacío brumoso hacia donde mirara, y estaba completamente solo.
La siguiente ola se lo tragó y abrió un ojo a medias, incapaz de moverse más allá de
frotar las puntas de sus dedos contra el acolchado de cuero. A pesar del entumecimiento de su
cuerpo, el olor a químicos mucho más potentes que los que se usaban para limpiar la casa de
Anderson lo golpeó como un ladrillo en la cara. Por un momento, se preguntó si el olor no se
había quedado después de que sacaron el cuerpo de Anderson, pero las pequeñas baldosas
blancas bajo sus pies no se parecían en nada a las de la sala de “entretenimiento”.
Fue entonces cuando notó algo más. Ya no estaba desnudo. La ropa no le sentaba bien,
pero estaba allí. Tenía tan poco sentido como el extraño brillo blanco verdoso que se reflejaba en
el suelo brillante.
Su nuca y hombros ardían, como si hubiera estado encorvado durante horas, pero antes de
que pudiera cuestionar su situación o moverse, su mirada recorrió su muñeca y el grueso
brazalete que la unía al brazo acolchado de una silla de metal. El aliento se atascó en su garganta
cuando miró a su otra mano, solo para encontrarla atrapada también. Pero cuando tragó, quedó
claro que, a pesar del dolor en la garganta, el collar ya no estaba.
¿Dónde diablos estaba?
Y lo que es más importante, ¿Domenico también estaba aquí?
Un sollozo silencioso resonó en sus oídos, pero no lo reconoció hasta que Isla habló.
—Mis padres pagarán más de lo que podrías haber recibido por mi corazón. Sabrán que
no fuiste tú quien me llevó sino tu jefe. Solo llámalos para pedir un rescate, por favor, —dijo
entre un grito ahogado y otro.
Seth se congeló cuando su cerebro despierto entendió la conexión entre el corazón de Isla
y el dinero. Mierda, ¿era este lugar la otra parte de la operación de Anderson? ¿La picadora de
carne que trafica con órganos? Tratando de permanecer lo más discreto posible, Seth miró en su
dirección sin cambiar de posición. Todavía vestida con su uniforme empapado de sangre, estaba
sentada en una silla similar, encorvada mientras lloraba, indefensa contra las esposas.
—¿No te callas? —dijo un hombre, acercándose con un poderoso pisotón destinado a
intimidarla. Y lo consiguió, porque Isla dejó escapar un sollozo ahogado. Seth reconoció la voz
como la de Luke, y se le erizó el vello de la nuca cuando el matón pasó junto a él y se dirigió a
Isla.
—Por favor... solo quiero irme a casa, —gimió, pero su voz se ahogó cuando Luke le
agarró la cara y le clavó los dedos en la carne de las mejillas.
—Debería haber pensado en eso antes de que tú y la carne asesinaran a Trey. Tenía todo
preparado para ti, ¿lo sabías, estúpida idiota? Estaba ahorrando para comprarte a Anderson.
Bueno, ahora terminarás en el tajo como ese pobre hijo de puta allí, al que le extirparon el riñón.
Tiene suerte. Lo mantendrán con vida por sus otras piezas de repuesto. Ese no será tu caso
cuando te quiten el corazón.
El cerebro de Seth se incendió. Apenas podía respirar, pero el instinto le decía que se
agachara, que aprovechara el hecho de que aún no se habían dado cuenta de que despertó. Aún
así, cuando Luke abofeteó a Isla y caminó hacia una mesa cubierta con bocadillos en envoltorios
de colores, Seth levantó la vista y se enfrentó a la fuente de la luz verde-blanca en el espacio por
lo demás oscuro. Dos pasos más allá había una pared con una gran ventana que se abría a un
quirófano.
Un cuerpo bronceado yacía estirado de lado, su línea doblada debido a una almohada
verde que descansaba debajo de la cintura. Parcialmente cubierto con una cinta que mantenía la
forma esbelta pero musculosa en su posición, estaba rodeado por el feo tono verde que prevalecía
en los hospitales y, a pesar de la gorra que cubría la cabeza del hombre, en el resplandor
espeluznante de la gran lámpara de arriba, Seth reconoció ese cuerpo. Había cubierto cada
centímetro con besos, había masajeado los músculos y sabía todas las cicatrices de memoria.
Todas ellas con la excepción de un corte reciente que había sido acabado de cerrar por el médico
que todavía se movía en el quirófano detrás del vidrio.
Las lágrimas se derramaron por las mejillas de Seth, pero permaneció en silencio, atónito
e incrédulo, a pesar de querer gemir como un animal herido. Cuando un médico acarició la
cicatriz reciente con un algodón empapado en algún tipo de líquido marrón, el costado de Seth
escoció como si fuera su propio cuerpo, no el de Domenico, el que había sido violado de manera
tan horrible, cortado y despojado de un órgano.
Tuvo que luchar con todos los músculos de su cuerpo para quedarse quieto cuando todo
lo que quería era atravesar el cristal y arrastrarse sobre los fragmentos para estar allí y aliviar el
dolor de Dom.
Todos sus esfuerzos por escapar habían sido en vano, y el cuerpo de su esposo había sido
abusado una vez más mientras estuvo sentado aquí todo el tiempo. ¿Cuánto tiempo ha pasado
desde su captura de todos modos? Ni siquiera sabía si sus hijos aún estaban a salvo.
La furia ciega hizo que su mandíbula se apretara, pero cuando escuchó a Luke abrir una
lata de refresco, su fuerza de voluntad venció a la desesperación, y cerró los ojos, fingiendo
dormir una vez más.
Una puerta se abrió cerca, provocando aún más gemidos de Isla. —¡Doctora, por favor!
¡Por favor, por favor! Quiero ir a casa. Mis padres te pagarán, sé que ellos…
Sus gritos fueron interrumpidos por otra bofetada, pero la atención de Seth ahora estaba
completamente enfocada en la persona que entró. Temeroso de traicionar el hecho de que estaba
consciente, mantuvo los ojos cerrados y escuchó el constante clic de los tacones altos.
—¿Por qué están todos aquí? —preguntó una mujer con voz suave y acentuada.
—Cambio de planes, doctora —dijo Luke, sorbiendo de su lata—. Ha habido un
problema importante y nos estamos concentrando en exprimir todo lo que podamos de la carga
que tenemos. El lugar en el que los habíamos retenido hasta ahora debe quemarse, y deben
quedarse en algún lugar antes de que podamos encontrar clientes adecuados para sus piezas.
La médico exhaló. —Bueno, no podemos mantenerlos aquí indefinidamente. Eso no era
lo que habíamos acordado. ¿Por qué Anderson no está aquí contigo? Intenté llamarlo pero…
—Está lidiando con las consecuencias. Estoy seguro de que se pondrá en contacto tan
pronto como pueda. Es mejor si no sabes más de lo que necesitas, —dijo Luke.
Así que estaba tratando de sacar todo el dinero que pudiera antes de que los socios de
Anderson descubrieran que estaba muerto. Seth se quedó quieto mientras Luke tiraba la lata a la
basura.
La mujer exhaló. —Pueden quedarse aquí hasta mañana, pero necesitan ser trasladados a
un lugar más seguro.
Luke murmuró 'bien' y se acercó a Seth. El calor explotó en las extremidades de Seth
cuando el bastardo le quitó las esposas primero a una de sus manos, luego a la otra.
El tiempo se ralentizó. Cada cabello en el cuerpo de Seth se erizó, cuando miró hacia
arriba para ver a Luke girar su cabeza hacia un matón vagamente familiar sentado en la esquina
con sus botas sobre una mesa de café.
—Vamos, ayúdame a cargarlo. No tengo toda la noche para esto —ladró Luke.
Seth ni siquiera pensó cuando agarró el arma enfundada en la cadera de Luke, le quitó el
seguro y disparó, apuñalando el cañón en la parte inferior de la mandíbula del bastardo. La bala
atravesó la barbilla de Luke, atravesó el cráneo y golpeó el techo, junto con una salpicadura de
sangre y cerebro.
Seth se puso de pie, mareado por el repentino cambio de posición, pero no le dio al otro
matón la oportunidad de sacar un arma. Seth podría haber fallado la frente del bastardo por unas
pocas pulgadas, pero eso no importaba, porque la herida en el cuello envió un chorro rojo por
toda la pared blanca y arrastró al hombre que se retorcía sobre sus rodillas.
El tipo se agarró la garganta en un intento de detener la violenta hemorragia, pero la
sangre se filtró entre sus dedos y dejó escapar un gorgoteo final, todavía sorprendido por su
propia muerte.
Seth habría visto felizmente morir la luz en sus ojos si no tuviera asuntos más urgentes
que atender. Impulsado por la necesidad de vivir, se giró para apuntar con el cañón de su arma a
la doctora, y necesitó una fuerza de voluntad infinita para no dispararle a ella también.
—Si gritas o corres, mueres, ¿entendido?
A sus cuarenta y tantos años, con el pelo negro y corto y gafas de montura gruesa, parecía
normal, pero la bata blanca de médico y los ojos amables escondían a un monstruo que se
alimentaba de los débiles. No estaba vestida para la cirugía, pero de todos modos era parte de
esta espeluznante operación.
Seth notó movimiento en el quirófano y habló lo más fuerte que pudo para que el médico
que había visto antes, así como cualquier otro personal médico, si se les podía llamar así, que
todavía trabajaban alrededor de Domenico no corrieran. —¡Pónselo de nuevo o mueres!
Isla sollozó en el fondo, pero todo lo que pudo ver fue la sorpresa en los ojos de la
médico cuando presionó el cañón contra su frente. —Pón-se-lo.
Sus labios temblaron, pero a pesar del balanceo de sus hombros, no trató de retroceder.
Inteligente. —No podemos.
—No. Me. Mientas, —dijo Seth arrastrando las palabras, empujándola con fuerza contra
el cristal que separaba la habitación del quirófano.
Un hombre, a quien Seth había visto limpiando la herida de Domenico, se acercó con las
manos enguantadas en alto, todavía con una bata verde y una máscara facial. —Es cierto, —dijo
en un tono frenético— está en camino hacia el destinatario. En un helicóptero. ¡Por favor, no le
hagas daño a mi esposa!
Seth hubiera desgarrado gustosamente sus vientres y utilizado sus riñones para fregar el
suelo, pero ni él ni Dom estaban a salvo.
Asintió hacia Isla con una mueca. —Quítale las esposas. Tu vida ahora depende de una
sola cosa: el cuidado que puedas brindarle al hombre que acabas de cortar. —Se había
despertado frío como el hielo, pero ahora el sudor hacía que sus dedos estuvieran resbaladizos
alrededor del arma.
Las lágrimas se acumularon en los ojos de la doctora mientras recuperaba las llaves de las
esposas de Isla del cadáver de Luke. —Nosotros no tuvimos otra opción, —pronunció—. No
entiendes lo que estas personas son capaces-
—¡No te pedí la maldita historia de tu vida! —Seth gritó—. Isla, toma el arma del otro
tipo.
La chica empujó al médico hacia atrás tan pronto como estuvo libre, se puso de pie y
corrió hacia el arma que probablemente no sabía cómo usar. Pero eso no importaba ahora. —Lo
acaban de abrir, Bastian. ¡Oh, dios mío!
Sus palabras apuñalaron el pecho de Seth, y miró al cirujano, con la mandíbula apretada.
—¿Quieres a tu esposa viva? Bien. Asegúralo. Cúbrelo, para que podamos sacarlo de aquí.
Los ojos del hombre se abrieron por encima de la máscara y vaciló demasiado, por lo que
Seth agarró el hombro de la doctora y la sacudió violentamente. —¿No acabo de hablar inglés?
Cuando volvió a poner el arma contra su cabeza, el cirujano rompió a llorar y levantó las
manos en señal de súplica, pero a Seth no podía importarle menos este hijo de puta.
—Tú acabas de tomar el riñón de mi esposo. La única razón por la que no he matado a
ninguno de ustedes todavía es porque necesito su ayuda. Ayúdame a transportarlo a un lugar
seguro, bríndenle el tipo de cuidado que le darías a tu esposa y te prometo que nadie más morirá.
—Por mucho que Seth quisiera que todos se desangraran a sus pies, su deseo de venganza no
importaba frente a la seguridad de Domenico—. Isla, cuídame la espalda en caso de que haya
más de ellos.
Seth sabía que debía haber más personal presente para la cirugía antes, y que algunos
podrían haber huido, pero no le importaba. No era como si pudieran llamar a la policía cuando
participaban en una operación de órganos del mercado negro. Centrado en el cirujano y su
esposa, se mantuvo alerta en caso de que llegaran más hombres de Anderson, pero nada
interrumpió el largo proceso de sacar a Domenico, junto con el equipo necesario, del quirófano y
llevarlo a un enorme ascensor.
Sus dos rehenes le suplicaron, sollozando y temblando de miedo, pero podían llorar todo
lo que quisieran. Seth ya no estaba hecho de algodón de azúcar, y los habría asesinado a ambos a
sangre fría si eso significaba la supervivencia de Domenico. Agarró a la doctora y la empujó
hacia el ascensor antes de seguirla con Isla y Domenico.
Cuando las puertas de metal se cerraron y sintió que la gravedad trabajaba contra el piso
en movimiento, solo podía esperar que nadie llamara a la policía al ver a un hombre de su
tamaño, descalzo, con una bata que no le quedaba bien y un arma que ocultó con un delantal que
arrojó sobre su mano.
Al menos a diferencia del momento en que le dispararon a Domenico y perdió la
memoria, Seth no necesitaba cargar a Domenico a través de una alcantarilla apestosa. Por otra
parte, se sintió extraño darse cuenta de cuánto había cambiado y, sin embargo, seguía siendo el
mismo hombre, el Seth que haría cualquier cosa por Domenico Acerbi.
El suave tintineo del ascensor que llegaba a la planta baja de cualquier edificio sonaba
bastante surrealista, pero cuando las puertas se abrieron, revelando un ajetreado pasillo del
hospital, Seth se sintió como si hubieran visitado el infierno y ahora hubieran regresado a la
Tierra. Habían luchado contra demonios para volver a donde pertenecían, pero el médico empujó
la cama del hospital que llevaba a Domenico sedado fuera del ascensor, con el rostro tan relajado
como podía estar, dadas las circunstancias.
La presencia de extraños era garantía de seguridad, pero cada vez que Seth miraba hacia
abajo y veía a su hombre inconsciente, pálido, vulnerable y más frágil que nunca, algo dentro de
Seth se resquebrajaba. Quería subirse encima de Dom y protegerlo de cualquier peligro que se
les presentara, pero se mantuvo concentrado. Todavía no era el momento de dejar de estar alerta.
Podía llorar y sucumbir a la emoción una vez que Domenico estuviera a salvo, fuera de la
engañosa normalidad de este lugar.
El personal médico se ocupaba de sus asuntos, los niños corrían o eran sostenidos por los
padres, y los carteles, los animales de dibujos animados pintados en las paredes y las canastas de
juguetes de peluche sugerían que se trataba de una clínica pediátrica.
Discreto. La tapadera perfecta para los tratos que se dan bajo la superficie.
Se puso rígido cuando Isla pasó corriendo junto a él, pero cuando estuvo seguro de que
ella había huido en busca de su libertad, se detuvo frente a una pareja joven con un bebé dormido
varios pasos más adelante. El cerebro de Seth latió con preocupación, pero cuando la mujer le
ofreció a Isla su teléfono, los hombros del doctor se tensaron y le apretó el hombro en señal de
advertencia.
En el salón lleno de niños que gritaban, junto a la forma inconsciente de Domenico, Seth
estaba cada vez más nervioso, preocupado por su pareja, pero cuando Isla se echó a llorar
mientras hablaba con alguien por teléfono, la sensación de urgencia en el corazón de Seth se
calmó.
Habían llegado a un lugar seguro.
Capítulo 15 - Domenico

La cabeza de Domenico daba vueltas, como si estuviera flotando en una nube de


malvaviscos, aunque sus labios sabían a todo lo contrario. Tenía una extraña molestia en el
costado, como si hubiera dormido en una posición incómoda durante demasiado tiempo, pero
aparte de eso y de la acidez en la lengua, se sentía bien descansado.
Como si no lo hubiera hecho desde...
Se levantó de un salto, pero los cables y la cinta lo devolvieron a las almohadas. Un
fuerte pitido llenó su cabeza, pero mientras miraba su cuerpo, frenético y confundido, Seth puso
sus manos sobre los hombros de Dom, sus ojos muy abiertos por la preocupación.
—Dom. Estas despierto.
Domenico respiró hondo, su mirada en busca de guardias armados, pero no había nada
siniestro en la habitación luminosa y limpia, el enorme televisor colgado en la pared o una mesa
entera llena de arreglos florales de aspecto caro, cajas de bombones y globos.
—Qué-
—Te lo contaré todo, recuéstate.
O realmente estaba muerto, porque seguro que Seth no era un enfermero, sin embargo, en
esta realidad, vestía una bata.
—Nos vamos, —dijo Seth y agarró la mano de Dom—. Hice... hice todo lo que pude, e
Isla ayudó... —Pero a pesar de ser una gran noticia, Seth ahogó un sollozo y bajó la cabeza como
si le avergonzara mostrarle a Domenico sus lágrimas.
Dom apretó los dedos de Seth con tanta firmeza como lo permitían sus músculos
debilitados. Si esto era real, si de alguna manera lograron matar a los guardias y Dom aún no lo
recordaba, todavía estaba bien. Estarían bien.
—No veo esposas en mí, —dijo, todavía vergonzosamente débil. Pasaría con el tiempo,
pero el hecho de que su lengua se sintiera pesada y espesa en su boca lo agravó casi tanto como
el punto ciego en su memoria. Y ahora era tan inútil que necesitaba un pequeño tubo que le
soplara aire por la nariz. Su lengua estaba seca como un trozo de madera. Seth notó su
incomodidad y le ofreció unos sorbos de agua de su vaso.
El alivio fue instantáneo, y Domenico se apoyó en las almohadas, agradecido de que de
alguna manera sus problemas hubieran desaparecido mientras él dormía. Pero Seth lo miró, los
labios apretados con tanta fuerza que se pusieron pálidos, los ojos brillando hasta que las
lágrimas se derramaron por sus bronceadas mejillas. —Dom, te quitaron el riñón. Nos
transportaron a las instalaciones donde hacen toda esa mierda de robo de órganos. Logré matar a
Luke y al otro bastardo, pero ya era demasiado tarde. Ya tenían un receptor en fila para tu riñón
y…
El leve dolor que Dom había atribuido a los músculos o a un pequeño apretón de nervios
se volvió sordo y abarcó una gran área, primero en la superficie de la piel, luego dentro de él,
hasta que sintió un espacio hueco en lo profundo. —No... ¿qué? —preguntó impotente, pero ya
sabía la respuesta, a pesar de estar algo drogado con lo que supuso que eran fuertes analgésicos.
Seth no le habría mentido sobre esto, así que tenía que ser verdad.
Con una sensación de hundimiento en el pecho, retiró la sábana blanca. El vendaje grande
en su costado probó lo que ya sabía pero que de alguna manera no quería aceptar. Como si el
cautiverio no lo hubiera destrozado lo suficiente.
Seth se encorvó junto a Dom y no lo miró, como si él fuera el culpable, no el salvador de
Domenico. Porque una cosa estaba clara: si no fuera por la determinación de Seth, Domenico no
habría sobrevivido a su terrible experiencia. —¿Estamos a salvo?
Seth asintió. —Resulta que los padres de Isla son jodidamente ricos. La policía no ha
estado involucrada porque cualquier trato que hayan tenido con Chao no fue legal, así que
estamos a salvo y bastante bien escondidos. Solo puedo especular, pero Chao podría haberla
vendido a Anderson como una especie de venganza enfermiza. Se lo está tomando muy mal y no
quiere vernos ahora, pero me dijo que te lo agradeciera.
Los pulmones de Domenico se contrajeron y apretó los cálidos dedos de Seth con tanta
fuerza que debió doler a pesar de que Seth no estaba apartando la mano. —Ese hijo de puta. Esa
serpiente mentirosa. ¿No solo nosotros, sino una niña así? ¡Debería haberle disparado a su padre,
si es con quien tenía problemas!
Pero su ira se disipó después de observar el rostro lloroso de Seth por un poco más de
tiempo. Todavía no podía creer que estaba fuera de ese maldito sótano. La luz del sol afuera y la
suavidad de las sábanas eran como un sueño del que no quería despertar. —Pero te ocupaste de
eso. Nos salvaste.
El hecho de que Dom no recordara nada acerca de haber sido sedado o secuestrado era un
terror que se desarrollaba lentamente en el fondo de su mente, uno que logró pasar por alto su
estricta necesidad de control, y podría haber terminado de manera diferente si no fuera por la
valentía de su esposo. Sin embargo, no podía permitirse pensar demasiado en ello.
—No lo hice. Perdiste tu riñón. Esto es una mierda. Debería haber dejado a Isla en esa
pared como me dijiste, pero no pude, tenía que ser el héroe. —Seth respiró hondo y sacudió la
cabeza, hundiendo la cabeza hacia abajo en un gesto de impotencia.
Domenico había dicho eso, y tal vez debería estar enojado con Seth por tener una brújula
moral que a veces permanecía opuesta a la suya, pero no sintió ningún enojo en absoluto.
Estaban a salvo por fin, y eso era lo que contaba. —Los tres estamos vivos gracias a ti. No
espero que siempre sigas órdenes. Hablemos de las cosas importantes. ¿Te dijeron cuál es mi
pronóstico? —preguntó, luchando por mantener el nivel de su voz, porque en el momento en que
expresó esa pregunta, las sombras se derramaron en su corazón, en desacuerdo con la sensación
de alivio que le impedía enfurecerse por la violación de su cuerpo.
Seth miró hacia arriba con el más leve atisbo de una sonrisa. —Bien, estás bien, Dom.
Estás muy saludable, por lo que deberías sanar bien.
La exhalación de Domenico tembló y frunció el ceño, cada vez más molesto por no haber
logrado sacar a todos lo suficientemente rápido. —Sí. Y luego rastrearé al hijo de puta que
decidió comprar mi riñón en el mercado negro, se lo arrancaré y lo veré morir. Qué repugnante
ser humano.
Seth se acercó más a la silla. —Mientras te lo tomes con calma en este momento.
Hablando de seres humanos repugnantes... Esa fue una mordida impresionante a Anderson.
El rostro de Domenico se contrajo. Pensar en el peso de la polla de Anderson en su boca
le dio ganas de vomitar, incluso si hubiera estado en un condón. —Lo lamento. Pero lo hice por
un propósito superior, —dijo, encontrándose con la mirada de Seth.
—¿Perdón por qué? Los dos... hicimos lo que teníamos que hacer. —Seth se encogió de
hombros, pero evitó la mirada de Dom, solo recordándole a Dom que Anderson había logrado
poner sus sucios dedos sobre Seth—. Llamé a Giulia. Angelica está bien, aunque nos echa
mucho de menos. Ahora está dormida, pero creo que deberíamos llamar a Mark. Decirle que el
viaje... va a llevar más tiempo de lo esperado.
Pero el cerebro de Domenico se demoró en la expresión desolada de Seth. Frotó
suavemente la mano de Seth con el pulgar, luchando contra la furia que rugía a través de su
cuerpo debilitado. El hecho de que al final hubiera logrado matar a Anderson era su único
consuelo. —Cuando te quedaste a solas con él... ¿qué pasó?
Seth se encogió de hombros. —¿Importa? Lo que me importa es que no fuiste tú en su
lugar.
—¿En serio? ¿En serio? Preferiría que fuera yo, pero ahora no tiene polla y está muerto
de todos modos —dijo Domenico, un poco más tranquilo. Se sentía culpable por no poder
proteger a su hombre, pero tal vez era hora de aceptar que no era un dios. No siempre podía
terminar en la cima, sin importar cuánto lo creyera a veces.
Seth resopló. —Sin polla.
Domenico dejó escapar una risa tonta. Su mirada se posó en la boca de Seth y tiró de su
mano. —¿Puedes besarme o está prohibido hasta que me recupere?
Seth sonrió y se inclinó. —Puedes tener todos los besos que quieras.
La calidez floreció en el corazón de Dom, y atrajo a Seth, exigiendo lo que le
correspondía. Tal vez Seth tenía razón. Tal vez era mejor que no supiera lo que había sucedido,
que no hubiera tenido que presenciarlo. Ambos querían olvidar cada cosa que había sucedido
desde su captura. —Esto es lo que cuenta. Solo tú y nuestra familia.
El beso que Seth le dio fue fuerte y gentil, hambriento y tierno. Seth deslizó sus dedos
por la mandíbula de Dom y la masajeó mientras se tomaban su tiempo para no hablar entre ellos
y decir tanto.
—¿Estás listo para llamar a Mark? —preguntó Seth.
Si la cama no hubiera sido demasiado estrecha, Dom le habría pedido a Seth que se
uniera a él debajo de la sábana, pero por ahora tenía que estar feliz de saber que ambos estaban
vivos y a salvo sin importar el horror que sobrevivieron ni las repercusiones que todo podría
todavía tener.
—Sí, hagámoslo. ¿Cuánto tiempo estuvimos fuera? —preguntó, pasando por su mente
para buscar todas las cosas que necesitaba cuidar debido a su repentina desaparición. Pero él se
ocuparía de eso tan pronto como se recuperara.
—Poco más de una semana. ¿Puedes imaginarlo? Se sintió como un mes. Cuando no
estabas conmigo, el tiempo se extendió aún más —dijo Seth, pero ya estaba llamando a Mark y
puso el teléfono entre ellos sobre la cama.
Domenico se relajó contra las almohadas y miró el teléfono. —¿De dónde has sacado
eso? No es el de emergencia —dijo, inclinándose más cerca de Seth. Trató de no pensar en las
implicaciones potenciales de su nueva condición, pero era imposible olvidar que alguien abrió su
cuerpo y lo trató como una fuente de repuestos. ¿Valía la pena pensar en ello cuando no tenía
forma de devolver el golpe?
—Te dije que Isla es rica. Ella y su familia están muy agradecidos por lo que hicimos por
ella, así que nos consiguieron todo lo que pedí.
Domenico levantó las cejas ante los uniformes médicos de Seth.
Seth gimió. —No tuve tiempo de ir a comprar ropa…
—¿Por qué llaman tan tarde? ¿Todo bien? —Mark preguntó, sonando aturdido, y una vez
que apareció el video, vieron su cabello despeinado y sus ojos hinchados. Cuando Domenico lo
saludó con la mano, el reconocimiento pareció activarse y Mark parpadeó para quitarse el sueño
de los ojos—. ¿Qué pasó?
Domenico suspiró. —Nada serio. Tuve un encuentro cercano con un coche. Tendré que
quedarme en observación unos días, pero estoy bien.
—¿Tu papá tuvo un accidente? —Llegó la voz de Griff desde más lejos, pero Mark ya se
estaba levantando.
—Dice que está bien, te lo diré más tarde, —dijo Mark, caminando por el pasillo.l—.
¿Estás bien? ¿Qué demonios? ¿Qué pasó? ¿Estuvo involucrada la policía? ¿Seth está bien?
Por un brevísimo momento, ante la preocupación de Mark, Domenico estuvo tentado de
revelar al menos una versión parcial de la verdad, pero no tenía sentido preocupar a Mark e
involucrarlo en algo tan siniestro. —Ambos estamos bien. El tipo que me atropelló era súper
rico, así que pagó por esta linda habitación de hospital, —dijo Dom. Seth actuó siguiendo su
señal y movió el teléfono para presentar el espacio grande y elegante—. Nunca me habían
regalado tantas flores.
Mark frunció el ceño. —¿Por qué estás en bata?
Seth puso los ojos en blanco. —Es una larga historia, Mark. Solo... solo queríamos saber
de ti, han sido unos días horribles.
La subestimación del puto siglo.
—No queríamos preocuparte, pero todo está bien ahora, —agregó Domenico con una
sonrisa. El rostro de Mark estaba empezando a torcerse en una mueca, por lo que habló antes de
que su hijo pudiera haber rugido como el león que le recordaba a él mismo en momentos de ira
—. ¿Cómo está tu bella durmiente?
Uno siempre podría traer una sonrisa a la cara de Mark al mencionar a Griffith. —
Tuvimos los mejores días en París. Hicimos toda la mierda romántica, hicimos un picnic en
Versalles, nos empapamos cerca de la torre Eiffel, Griff se compró un bolso Louis Vuitton. Y
comí tantos croissants.
Seth escuchó con una sonrisa, una vez más enredando los dedos con Domenico. La
normalidad de escuchar a Mark trajo tanto alivio que Domenico se relajó en las sábanas, a gusto
a pesar de la punzada sorda en su costado.
Ellos, a su vez, le contaron sobre el recital de ópera italiana al que habían asistido, pero ni
Dino, ni Anderson, ni Chao aparecieron en la historia. La verdad era de ellos, y Domenico
deseaba no tener que compartirla con nadie más que con Seth.
Estaba extrañamente entumecido cuando terminaron la llamada, y su mirada se centró en
Seth. —Entonces ya acabó.
—¿Qué pasa? —Seth besó la mano de Dom, y su barba arañó la piel de Dom. Dom
apostaría su otro riñón a que Seth solo se había levantado del lado de su cama para usar el baño
desde que llegaron aquí.
A Domenico se le hizo un nudo en la garganta. Tal vez era su estado físico el que
hablaba, pero lo único que quería era irse. Recuperarse, empacar y abordar un avión de regreso a
casa. Incluso Chao, ese asqueroso y traicionero cerdo, no le inspiró la necesidad de venganza en
este momento. Fue por el ego y la naturaleza vengativa de Dom que Seth había terminado en las
sucias manos de Anderson, y si alguna vez quería perdonarse a sí mismo, primero tenía que
empezar por pensar en la seguridad de su esposo.
—Podemos volver a Argentina tan pronto como los médicos lo permitan.
Los profundos ojos marrones de Seth se encontraron con los suyos. —¿Qué pasa con mi
padre?
Domenico frunció el ceño. —¿Qué pasa con él? No querías ir tras él en primer lugar. Te
presioné, y ahora solo tengo un riñón. Tal vez sea hora de dejar esto atrás.
Seth negó con la cabeza. —No, lo siento. Tú tenías razón.
¿En qué había tenido razón Dom? ¿Estaba entendiendo a Seth correctamente? ¿Estaba
sugiriendo Seth que aún deberían ir tras Dino, incluso después de todo esto?
—¿Cambiaste de opinión, o algo así? No hay nada que deteste más que dejes de decirme
lo que realmente piensas y luego trates de actuar a mis espaldas —dijo Domenico con un
gemido, viendo las emociones pasar por el rostro de Seth.
Seth respiró hondo y volvió a mirar a Dom. —Lo sé. Al igual que sé que debería querer
empacar e ir a esconderme debajo de alguna roca, pero no puedo evitarlo. Estoy tan harto de todo
esto. Lo odio tanto que es insoportable. Quería dejarlo ir, realmente quería. Tenía miedo, no
sabía si era buena idea rascarme las viejas costras, pero ahora lo quiero muerto. Nos dejó
pudrirnos en las manos de Chao. Él piensa que soy sucio. No tiene idea de quién soy ahora, y me
considera el mismo debilucho que era hace tantos años. Jugó con nuestras vidas, me empujó a un
nido de serpientes solo para verme retorcerme. Solo porque odia tanto que yo sea gay. Quiero
mostrarle en lo que me he convertido. Clavar un cuchillo en sus tripas y girarlo.
Seth apretó la otra mano sobre la sábana y miró a Dom con una intensidad abrumadora.
—Pero tú estás más que herido… Ambos hemos pasado por mucho. Tal vez sea egoísta de mi
parte querer esto.
Domenico tomó aire, agitado ahora que la ira de Seth hizo que su sangre hierva a fuego
lento. —No estoy más que herido. Estaré como nuevo en unas pocas semanas, y si quieres
enfrentarte a él, yo también. Quiero decirle a la cara que no soy de su sangre. ¡Que soy de Tassa
y que ha rechazado al único hijo de su sangre, que en realidad vale!
Seth se inclinó para darle un beso que abrasó los labios de Dom con su intensidad.
No importaba lo jodido que estuviera su cuerpo, nunca se había sentido tan alineado con
Seth como ahora.
Capítulo 16 – Seth

Domenico era el hombre más fuerte y resistente que Seth conocía. Apenas seis semanas
después de la tortura, de que le robaran el riñón, estaba de nuevo en pie, entrenando más de lo
que le permitía el médico, y como una pantera al acecho. La debilidad y el dolor moderado no
pudieron impedir que Domenico fuera a cazar. Desde el momento en que decidieron que Dino
tenía que ser eliminado, Domenico vio un objetivo claro, y cuando eso sucedió, el esposo de Seth
era el equivalente humano de una excavadora.
Domenico reabrió contactos con un hacker en Canadá, se puso en contacto con un
detective de la Interpol que le debía un favor y accedió a algunas cuentas europeas antiguas a
pesar de la pequeña posibilidad de que Federico las rastreara. Sabiendo que Federico era el Sr.
Trópico número dos, significaba que él también tendría que morir, así que tarde o temprano el
bastardo se enfrentaría al cañón de un arma.
Solo les tomó una semana localizar a Dino después de que Dom dejó el hospital, pero una
vez que supieron a quién estaban buscando y dónde, la tarea de seguir sus movimientos no fue
tan difícil. Para estar seguros, no espiaron a Dino personalmente, pero Dana, que había venido a
Singapur tan pronto como Dom se lo pidió, afirmó que apenas salía de su ático.
Dino aprobó que su propia carne y sangre fuera vendida como ganado, porque todavía no
tenía idea de que Domenico no era su hijo. Sin embargo, aquí estaban vivos, aunque con
cicatrices, y con un rencor que superaba con creces al de antes.
La familia de Isla se aseguró de que pudieran recuperarse en paz y con estilo, y les
ofreció una casa cómoda con piscina y jardín. La niña llamó a su padre un hombre de negocios,
pero Seth había conocido a demasiados delincuentes profesionales con guantes blancos como
para perder las pistas sutiles. El horario de trabajo irregular, la forma de un arma debajo de la
chaqueta del traje, la forma en que parecía hiperconsciente de su entorno, o el hecho de que él y
Dom se llevaban bien de inmediato.
Seth no necesitaba saber en qué línea de negocios exacta estaba el padre de Isla, no le
importaba, aunque había chocado con el interés de Chao. Aparentemente, no había habido un
conflicto previo, por lo que no había razón para sospechar de Chao por la desaparición de Isla.
Lo que importaba era que los tres habían regresado de la pesadilla en lo de Anderson en
una sola pieza y que los padres de Isla estarían en deuda con ellos para siempre. Como había
dicho Dom, tener a alguien en deuda contigo era el capital más preciado que uno podía tener.
Por ahora, Seth y Dom descansaban en la lujosa casa en los suburbios, y Seth se relajó
volviendo a su actividad favorita, cocinar, de la que Domenico también se beneficiaba.
Domenico había salido con Sanjit, el padre de Isla, y Seth tenía la intención de darle la
bienvenida a casa con un delicioso postre. La espaciosa cocina con alacenas blancas brillantes y
encimeras de mármol parecía sacada de una película futurista. Sus formas limpias pero
redondeadas y su diseño minimalista hicieron que Seth se sintiera como si estuviera viviendo en
un episodio de Los Supersónicos22. No era muy hogareño, pero ofrecía todo lo que Seth
necesitaba para continuar con el trabajo que tenía entre manos. Y a Seth le gustaba bastante el sol
de la tarde que entraba por los enormes ventanales.
—¿Alguna vez harás algo que no contenga gluten?
El vello corporal de Seth se erizó, y luchó por no saltar cuando sintió una presencia
demasiado cerca detrás de su espalda. ¿Por qué Dana nunca podía anunciarse a sí misma?
Seth no se sentía particularmente inclinado a servirle comida, pero supuso que vendría a
Singapur en cualquier momento. —Una vez que Dino esté muerto, haré un festín sin gluten, solo
para ti. ¿Qué tal suena?
Dana se acercó, observando el montón de migas mantecosas como si su presencia fuera
una ofensa personal para ella. —Supongo. Como un caniche de exhibición, necesito dar un salto
mortal antes de recibir mi premio, —dijo, apoyándose contra el mostrador. Vestida con coloridos
pantalones cortos y una camiseta sin mangas que dejaba al descubierto la curva de sus senos, no
parecía amenazadora, la chica perfecta para presentarles a los padres, pero escondía colmillos
venenosos tan afilados que uno podría morir solo por estar cerca de ella.
Seth puso los ojos en blanco. —Nadie te debe el postre.
—¿Ah, de verdad? Pensé que podría habérmelo ganado por sacar a tu hija fuera de mi
vagina.
Seth se quedó quieto con el ceño fruncido. Le gustaba olvidarse de ese pequeño detalle.
Como si nunca hubiera sucedido y Angelica simplemente les hubiera sido otorgada por los
cielos.
—¿No tienes un lugar donde estar?

22
Es una serie animada, en inglés es “The Jetsons”
Dana recogió el tazón de crema pastelera de limón que Seth había terminado de preparar.
—¿Esto es con azúcar o agave, o…? —Ella lo miró, ignorando la pregunta anterior.
¿Dónde estaba Domenico cuando su esbirra necesitaba hablar con él? Porque Seth no
lidiaría con eso.
Seth respiró hondo. —Azúcar y miel.
Dana frunció el ceño y dejó el cuenco como si estuviera lleno de veneno y gusanos. —
Creo que será mejor que me vaya entonces.
—Dana… aprecio lo que estás haciendo aquí, ¿de acuerdo? Realmente no veo la
necesidad de mala sangre entre nosotros.
Dana lo miró a los ojos con una sonrisa tan educada como falsa. —No hay ninguna.
Seth negó con la cabeza y volvió a mezclar la masa de tarta de queso, el siguiente
componente del postre que tenía en mente. No sabía por qué se molestaba con ella. A sus ojos, él
siempre sería el sidecar innecesario de la moto deportiva que era Domenico.
El sonido de sus pasos, que ella no intentó ocultar por una vez, fue un alivio, y cuando la
puerta se cerró, se permitió fumar un cigarrillo en el jardín antes de volver a cocinar.
Seth veía a Dana tan pocas veces que se olvidaba de lo terrible que era. Domenico se
reunía con ella para entrenar y cualquier otra cosa que hicieran juntos, pero siempre en algún
lugar de la ciudad, para mantenerla alejada de Seth. Y aunque Seth no podía negar que a veces
era útil, su presencia causaba trastornos que le hacían desear que tuviera algún terrible accidente,
pero nadie necesitaba saber que él pensaba eso.
Después de todo, cuando llegaba el momento, ella podía ser un salvavidas.
Seth revisó el sorbete de limón y puso la masa de tarta de queso en el refrigerador, pero
una vez que terminó el trabajo, la ausencia de Domenico se convirtió en un hambre creciente que
no podía silenciar. Tenían que confiar el uno en el otro, no había otra manera, pero los
acontecimientos recientes dificultaban mantenerse separados. Su calvario a manos de Anderson
había sido un recordatorio necesario de que no eran invencibles, que el peligro aún podría
acecharles.
En casa, tendría una amplia gama de actividades para elegir, muchas cosas para distraerse
de la espera, pero una vez que terminó con la preparación de la comida, la vista del sol
cambiando de color afuera le recordó que habían sido horas desde la última vez que supo de
Domenico.
Pero eso estaba bien. Una llamada era todo lo que necesitaba para asegurarse de que su
hombre estaba bien.
Seth se sentó en el sofá de cuero de la sala de estar que ofrecía una vista despejada de la
modesta piscina exterior y eligió el número de Domenico.
Pero no hubo respuesta.
De repente, la buena calidad del hogar que los padres de Isla les habían brindado parecía
lo suficientemente fuerte como para cortarlo. Así que Seth volvió a llamar. Y otra vez. Luego
envió un mensaje de texto, en caso de que Domenico no estuviera en condiciones de contestar el
teléfono en ese momento, pero ¿qué podría haber justificado la necesidad de permanecer en
silencio en primer lugar?
El pecho de Seth explotó con un calor entumecedor, que subió por su cuello y llenó su
cráneo de preocupación. ¿Dom había ido a sus espaldas y había intentado acabar con la vida de
Dino? No, él no podría haber hecho eso. Habían acordado planear su ataque juntos, y si Dom
hubiera querido ir a espaldas de Seth a pesar de su acuerdo, habría tenido a Dana con él todo el
tiempo. Pero, ¿y si surgiera la oportunidad de eliminar a Dino y Dom decidiera probar suerte
después de todo?
Seth una vez más gravitó hacia la cocina donde las grandes ventanas se abrían al frente de
la casa y al camino de entrada. Podía ver los árboles más allá de la puerta y estaba a punto de
subir al segundo piso para ver qué estaba pasando detrás de la cerca cuando la puerta se encendió
y se abrió hacia adentro, revelando el auto deportivo negro, que también les había sido
proporcionado por los padres de Isla.
El corazón de Seth latió con fuerza, sus labios se secaron, pero cuando Domenico aparcó
frente al porche, no sabía si salir corriendo a saludarlo o actuar como si nada hubiera pasado.
Domenico salió del vehículo con un nuevo traje verde oliva pálido que complementaba
su tez, con el pelo largo recogido en una cola de caballo. Parecía como si nada hubiera pasado.
Como si no le hubieran extirpado el riñón hace apenas un par de semanas y solo llevado la vida
ordinaria de un hombre rico de vacaciones.
Ganó el ansia de tocarlo, y Seth corrió afuera, saludando a su hombre con una sonrisa que
salió directamente del corazón. —¿Así que tuviste suficiente tiempo para comprarte un traje
nuevo pero no para contestar mis llamadas?
Tal vez debería haber sido más severo al respecto, considerando la dificultad de su
situación, pero ¿cómo podía permanecer enojado cuando Domenico no solo había regresado sino
que también estaba alcanzando nuevos picos de sensualidad con su elegancia informal?
—Tuve un pequeño accidente y tuve que cambiarme, —dijo Dom, empujando sus dedos
en el cabello en la parte posterior de la cabeza de Seth y tirando de él para besarlo. Su boca sabía
a menta y era tan tentador que Seth agarró la cintura de Domenico y lo levantó del suelo, ávido
de cercanía ahora que el estrés de la última hora se derretía bajo la luz del sol de la presencia de
Dom.
—Eres increíble. ¿Qué tipo de accidente? —Seth dijo en los sabrosos labios.
Domenico golpeó a Seth debajo de la rodilla con el dedo del pie, creando una ligera
tensión que hizo que lo soltara.
—Te lo contaré todo, solo necesito una ducha primero, —dijo Domenico, aterrizando con
la gracia de un gato. Cualquiera que haya sido el accidente, no parecía disgustado en lo más
mínimo.
—Bien. Supongo que esperaré un poco más para que me honres con tu presencia. —Seth
suspiró, pero siguió a Domenico al luminoso vestíbulo decorado con una gran variedad de
exuberantes plantas en macetas—. ¿Alguien derramó su café sobre ti?
—Definitivamente hubo un derrame, —dijo Dom, girando mientras huía de las garras de
Seth, su mirada burlona, como si quisiera que Seth lo siguiera—. Ya te dije que necesito
ducharme primero.
Seth sonrió. —Oh. Así es como es. —Alcanzó el trasero de Dom mientras la emoción
subía por su espalda. La recuperación de Dom los había obligado a tomárselo con calma en la
cama. Se habían apegado a las mamadas y otros placeres que requerían menos esfuerzo desde la
cirugía, pero si Dom se sentía listo para más, Seth no lo haría esperar. No quería que el tiempo en
casa de Anderson manchara su relación más de lo que ya lo había hecho.
Pero Domenico negó con la cabeza y lo empujó, la expresión burlona desapareció de su
rostro. —Lo digo en serio. Pero te prometo que estaré fuera de la ducha cuando nos hagas café.
¿De acuerdo?
Seth gimió, pero se quedó quieto como un buen cachorro y se separaron. Si Domenico
necesitaba café, entonces se lo prepararía, y luego, una vez que el estado de ánimo fuera el
adecuado, tal vez Seth recibiría algo más.
Su sangre zumbaba con la promesa de cercanía, por lo que se concentró en la tarea que
tenía entre manos. El sonido distante del agua corriendo fue un recordatorio de que necesitaba
terminar de preparar la bebida para cuando Dom se uniera a él, así que molió los granos tostados
y luego encendió el fuego debajo de la cafetera moka. El aroma del café profundo y afrutado
bromeó con sus sentidos mientras esperaba, pero logró servirse cuando los pies descalzos bajaron
las escaleras.
Domenico estaba vestido con los mismos pantalones de traje claros, pero se deshizo de la
chaqueta y solo vestía una camiseta blanca que ya se estaba mojando por el cabello que le
goteaba. El algodón era ajustado, pero Seth hubiera preferido que nada ocultara el pecho de
Dom, incluso si eso significaba que la cicatriz reciente en el costado de Dom estaría a la vista.
—No puedo resistirme a ese aroma, —dijo Domenico, acercándose a Seth con una
amplia sonrisa. El agua todavía brillaba en su piel donde estaba descubierta, pero cuando
Domenico fue a besarlo, Seth vio algo en su mano. Algo que Dom rápidamente ocultó detrás de
su espalda.
Seth sonrió, disfrutando de otro beso. —¿Qué es eso? No hay postre hasta que me lo
muestres.
El rostro de Domenico se torció en una mueca falsa, pero le presentó un joyero de tamaño
mediano a Seth. Era cuadrado y estaba decorado con un lazo verde, del tamaño que se suele usar
para los collares.
—Bien. Te compré algo.
Seth enarcó las cejas, pero tiró ansiosamente de la cinta para desabrochar el lazo. —
¿Alguna ocasión?
Los labios de Domenico se estiraron, revelando las puntas de sus dientes superiores de
una manera tan atractiva que Seth quiso sumergirse directamente en el beso. Pero la curiosidad
ganó. Esperó a que su hombre respondiera.
Dom empujó sus dedos en sus largos y húmedos mechones. —Sí. Estoy oficialmente de
regreso.
Seth frunció el ceño. —¿Que se supone que significa eso? —preguntó, pero supo que
obtuvo respuesta en el momento en que abrió la caja.
Sobre un lecho de terciopelo negro yacía una oreja, y el olor de la sangre golpeó a Seth
como un perfume rociado en su rostro.
—¿Quién? —Seth susurró, incapaz de apartar los ojos de la parte del cuerpo. Años atrás,
cuando recibió un regalo como este, se asustó, ahora solo le provocó curiosidad. Realmente era
un hombre cambiado.
Domenico sonrió y se acercó, hasta que las puntas de los dedos de sus pies tocaron los de
Seth. —Chao.
Los labios de Seth se ensancharon en una sonrisa, su pecho se llenó de alegría infinita. —
¿Muerto?
Las manos de Domenico descansaron en sus caderas y golpeó la punta de su nariz contra
la de Seth, mirándolo con esos hermosos ojos ardientes. —Y enterrado. Me temo que mi viejo
traje no va a volver después de todo eso.
Seth guardó la caja y deslizó sus manos a la barbilla sin afeitar de Dom, su corazón ya se
aceleraba. —Eso es tan caliente. Se merece pudrirse en el infierno. —Ahora podía ver lo que
Domenico quería decir con estar de vuelta. No importaba la cantidad de mierda por la que habían
pasado, o qué tipo de costo había tenido en el cuerpo de Dom. Su voluntad seguía siendo tan letal
como el día en que conoció a Seth.
—Listo uno. Solo faltan dos. Los apilaré a tus pies —dijo Domenico, y no tuvo que decir
los nombres de los dos Trópico para que Seth los entendiera. Sus dedos subieron por el pecho de
Seth, todo el camino hasta su cuello, para descansar allí, ofreciendo el consuelo del calor.
Dom era un hombre de acción y no le gustaba estar acostado en la cama durante días, así
que verlo así, tan lleno de sed de sangre y fuego, era lo que Seth necesitaba para saber que su
esposo volvía a ser él mismo.
Acarició el cabello mojado de Dom. Negro y grueso, era como la seda más cara que el
dinero podía comprar, y nadie más podía acariciarlo excepto él. El recuerdo de los sucios dedos
de Anderson deslizándose en los mechones de Dom hizo que Seth resoplara de frustración.
—Sé que no debería decirlo, porque te empuja a hacer cosas peligrosas, pero te amo así.
Confiado y letal. —Las polillas en el estómago de Seth revolotearon, y con mucho gusto habrían
volado hacia la llama de Dom cualquier día, incluso si eso significaba su perdición.
Un suave gruñido salió de los labios de Domenico cuando se inclinó, frotando su pecho
contra el de Seth. El aroma del champú de menta hizo que la cabeza de Seth diera vueltas y se
tambaleó hacia atrás, directo a la encimera de mármol. —Y tú me gustas así. Me gusta cuando
tus ojos brillan de orgullo por lo que hice. Y por eso les cortaré la cabeza y te las ofreceré.
Era solo una forma de hablar, pero las palabras de Dom aún le dieron un escalofrío a
Seth, y envolvió sus brazos alrededor del cuello de Dom. Le había brindado a Domenico una
atención y un afecto infinitos en las últimas semanas, pero algo estaba cambiando entre ellos
nuevamente. Algo que no pudo identificar, pero que sintió en la forma en que Dom lo tocó.
Domenico era una bestia, siempre lo había sido, pero incluso el depredador superior
sufría heridas. Se sentía como si las garras de Dom hubieran sido cortadas en cautiverio, y solo
ahora, solo hoy, se dio cuenta de que habían vuelto a crecer.
—Es solo cuestión de tiempo entonces, ¿no? —Seth susurró entre un beso y otro.
Después de tantos años juntos, Dom todavía hacía que su corazón latiera más rápido. Y mientras
Seth solía buscar la perfección en las parejas, con cada nueva cicatriz en el cuerpo de Domenico,
con cada pequeña imperfección que descubría a medida que sus cuerpos y personalidades
maduraban, su esposo solo parecía más atractivo. Se había vuelto más suave, más dulce, como el
mejor vino tinto que el dinero pudiera comprar.
Domenico tarareó de acuerdo y deslizó las yemas de los dedos debajo de la camiseta de
Seth, para inmediatamente comenzar a tirar del vello corporal allí. —Sí. Primero Dino, luego
Federico. Ya se están pudriendo, simplemente no lo saben todavía. Es mi deber enterrarlos, para
que el hedor no ofenda a mi esposo.
—¿Qué tan jodido es que considere eso romántico? —Seth se arqueó al tocarlo, tan
contento de no estar afeitado por todas partes. Afeitarse el cuerpo nunca se había sentido
agradable, pero también sabía cuánto lo amaba Domenico al natural y estaba feliz de
complacerlo.
La boca de Domenico se torció y capturó la mirada de Seth antes de desabrochar su
cinturón en un movimiento decisivo que dejó a Seth derritiéndose contra el mostrador. —
Bastante jodido. Pero también preciso.
Un escalofrío recorrió la columna de Seth, y la densidad de la excitación entre ellos
pareció espesarse con la creciente oscuridad en los ojos de Dom. La cocina ahora estaba
anaranjada con la luz del sol poniente, pero pronto el color desaparecería, dejando que ambos se
reconocieran al tocarse.
El aroma de la cuajada de limón, que aún flotaba en el aire, le recordó a Seth una época
que ahora se sentía como otra vida. Sus pensamientos se remontaron a ese polvo memorable en
la isla de la cocina en Nueva York mientras esperaban que lps cupcakes se enfriaran. Esa tarde,
Domenico le había dado a Seth otra primicia y lo lamió hasta que Seth no pudo evitar su deseo
de polla. Solo pensar en eso hizo que el calor subiera por el cuello de Seth. No se había atrevido
a decirle a Dom que deseaba follar en caso de que Dom no estuviera listo y se esforzó por probar
un punto, pero ahora estaba claramente ansioso por dar ese paso.
—Fue tan salvaje cuando mordiste la polla de Anderson, —susurró Seth pasando los
dedos por los hombros firmes de Dom—. La mirada en su rostro… —Había estado lleno de
terror y furia. Seth pensaba en ello con cariño.
Los músculos de Domenico se pusieron algo rígidos al tacto, pero besó la oreja de Seth,
atrayéndolo en un abrazo más fuerte. —¿Te folló con esa polla antes de que se la mordiera?
Seth se puso rígido. No habían vuelto a hablar del tema, y Seth había dado por cerrado
ese tema, pero desde que Domenico preguntó, merecía saber las respuestas a las preguntas que lo
atormentaban. La herida ya no estaba tan fresca, y pensar en la brutal muerte de Anderson era el
bálsamo perfecto para calmar cualquier resto de dolor.
—No, él quería que yo fuera activo. Todavía soy solo tuyo, —susurró Seth, y su
respiración se aceleró cuando Dom deslizó sus manos por la espalda de Seth y directamente
dentro de los jeans de Seth, debajo de sus calzoncillos para apretar su trasero.
Domenico tarareó y se movió contra Seth. Sus mejillas se tocaron, luego sus bocas, y una
vez que la lengua de Dom penetró los labios de Seth, la sensación de ingravidez que creó hizo
que las rodillas de Seth se debilitaran.
—Mío, —susurró Dom, juntando sus caderas hasta que ninguno de los dos pudo negar la
creciente excitación.
—Pero incluso si él quisiera tenerme, y no al revés, seguiría siendo tuyo. ¿Lo sabes bien?
—La respiración de Seth ya se estaba acelerando, y la forma en que Dom apretaba sus nalgas una
y otra vez hizo que su sangre corriera más rápido. Solo ahora se le ocurrió lo amable que había
sido Dom en las últimas semanas, y no podía haber sido solo por la recuperación. Era como si su
intimidad se hubiera visto obstaculizada por preguntas no formuladas, y expresar las respuestas
finalmente aclararía el aire.
Seguramente Domenico se había sentido débil después de su terrible experiencia,
avergonzado de la ineptitud a la que se había visto obligado, pero tal vez matar a Chao abrió un
nuevo capítulo para él.
Domenico había estado moviendo su boca a lo largo de la mandíbula de Seth, bañándola
con besos húmedos, pero se detuvo para encontrarse con la mirada de Seth por un momento de
silencio. —Sí. No habría cambiado nada entre nosotros. Solo quería saber, —dijo y desabrochó
los pantalones de Seth. Su sed se estaba mostrando, y la energía hambrienta que irradiaba era
fuego para la propia lujuria de Seth.
—¿Puedo…? —Seth preguntó, tirando de la parte delantera de la camiseta de Dom, pero
la pregunta hizo que Domenico sonriera.
—¿Desde cuándo eres tan tímido? —Se quitó la parte superior de una manera que mostró
su pecho y estómago, pero la mirada de Seth todavía se desvió hacia la cicatriz de color rojo
oscuro. Otra que se sumaba al mapa del sufrimiento pasado de Dom, sus orígenes siniestros
como una advertencia de lo que sucedió cuando actuaron imprudentemente.
—No sé cómo, pero a veces me haces sentir así. No importa cuántas veces me has follado
brutalmente, todavía me domina esa sensación de aleteo cuando tú controlas.
Su mirada siguió las líneas de los músculos del pecho de Domenico, que se expandieron
cuando Dom respiró hondo y agarró el dobladillo de la camiseta de Seth, quitándosela de un solo
tirón. —Ahora me tienes intrigado, porque me encanta cuando te sonrojas. —Se quitó la
camiseta de Seth con un rápido movimiento.
Seth sonrió y empujó el hombro de Dom. —Porque eres un cabrón sucio, y no creo que
nunca supere lo mucho que me excita eso.
—¿Qué tan sucio? —preguntó Domenico, de repente agarrando el cabello de Seth y
tirando de su cabeza hacia atrás para exponer su garganta. La polla de Seth latía con anticipación
incluso antes de que el calor del aliento de Domenico hiciera que se le pusiera la piel de gallina.
Jadeó cuando la otra mano de Dom subió por su estómago, todo el camino hasta el plexo
solar. —Mucho. Eres una fuerza a tener en cuenta, y yo estoy indefenso contra ti. —Para
enfatizar sus palabras, Seth meció su dura polla contra la cadera de Dom.
El toque de los dientes de Domenico en su nuez de Adán hizo que Seth jadeara por aire.
Una autopista de calor descendió desde su cuello hasta sus bolas, y se sentía como si Domenico
ya le estuviera apretando la polla.
—¿Entonces harás todo lo que te diga? —susurró y empujó su rodilla entre los muslos de
Seth. Su toque era tan caliente como el contacto de la piel desnuda.
—Lo sabes, —dijo Seth con voz áspera, y cuando sus ojos se encontraron, no pudo
apartar la mirada. Esa mirada ámbar atravesó su carne y hueso, llegando a su corazón. Habían
estado casados durante tanto tiempo, pero en momentos como este todavía sentía que se estaban
conociendo de nuevo. Seth ya no era un cordero temblando frente a un lobo, sino un oponente
digno, un compañero depredador listo para jugar duro.
Dom sonrió y tiró de los pantalones de Seth hacia abajo, descendiendo sobre sus rodillas
para encontrarse con la polla de Seth que se balanceaba cuando emergió. La expresión de
Domenico de pura satisfacción hizo que el corazón de Seth latiera más rápido, y tomó la cara de
Domenico, ofreciéndole un beso rápido pero intenso, pero Dom lo rechazó con una bofetada
juguetona.
—¡Estás jodiendo mi concentración!
—¿Por qué? ¿Necesitas concentrarte para no volverte demasiado codicioso y morderla?
Domenico 'Mordedor' Acerbi. —Seth resopló, pero aún se estremeció cuando Domenico arrastró
sus dientes a lo largo del eje de su polla.
—No me provoques, o lo haré. ¿Mamá no te ha enseñado a no molestar a un león? —
Domenico susurró, sosteniendo la polla de Seth cerca de sus labios, tan cerca que el toque de aire
cálido hizo que Seth se pusiera de puntillas en un intento de embestir, pero Domenico no cedía el
control una vez que lo tenía.
Dom amaba demasiado la polla de Seth como para morderla, pero la visión de la sangre
cayendo por su barbilla aún era difícil de combatir. El hecho de que Dom fuera un hombre que
no había dudado en arrancarle la polla a alguien con los dientes para salvarlo, solo hizo que Seth
se pusiera más duro por él.
—Lo siento. Seré bueno, —dijo, a pesar de no tener absolutamente ninguna intención de
hacerlo. Estaba podrido de principio a fin, al igual que Dom. Se discutía si había nacido así o si
las circunstancias lo hicieron así, pero eso no cambiaba el hecho de que ya no era el niño que
vomitaba porque no quería mirar un cadáver.
—Mentiroso, —dijo Domenico, pero cuando acunó las bolas de Seth en su otra mano, la
mente de Seth se purgó de ideas tontas. El estado de ánimo se puso serio al instante cuando las
pestañas de Dom bajaron sobre sus mejillas y lamió la polla de Seth, dejando un rastro húmedo
que se enfriaba con cada latido que pasaba—. Pero eres mi mentiroso, —dijo, mirando por
encima de la cabeza de su polla.
Seth asintió, hipnotizado por la luz naranja que hacía que uno de los ojos de Dom brillara
más. Había estado pensando en que la oscuridad se los tragaría antes, pero prefería encender la
luz artificial pronto para poder ver cada detalle de Dom chupando su polla en esa boca perfecta.
Sus pensamientos se convirtieron en un lío enredado cuando Domenico hundió las
mejillas, chupándolo más sin cerrar los ojos. Había una carga eléctrica corriendo a través de sus
cuerpos, y las chispas violentas que creó entre ellos hicieron que Seth se friera ante el resplandor
de la atención de su esposo. La cálida mano de Dom empujó entre sus piernas y subió y bajó,
jugueteando con la piel sensible mientras chupaba.
Seth presionó su trasero contra el cálido mármol, abriendo un poco más las piernas, feliz
de darle a Dom, el hombre que estaba listo para matar por él, todo el acceso que deseaba. Había
pertenecido a Dom durante años, pero las terribles circunstancias de las últimas semanas habían
sido un recordatorio de cuánto tenían que perder ambos.
Deslizó sus dedos en el cabello húmedo de Dom, ansioso por darle a su esposo todo lo
que pudiera desear. Anderson podría haber torturado sus cuerpos y mentes, pero eran demasiado
fuertes para dejar que eso los cambiara a ellos o al amor que tenían el uno por el otro. Habían
sobrevivido de una pieza, contra todo pronóstico.
Dom gimió de placer mientras chupaba la polla de Seth, pero su interés ya estaba
gravitando en otra parte, y Seth reprimió una sonrisa cuando las hábiles manos de su hombre
subieron por la parte posterior de sus muslos, y uno de sus cálidos dedos frotó en su agujero,
creando una sensación de urgencia que lo hizo buscar algo que pudiera usarse como lubricante.
La respiración de Seth era frenética cuando se arqueó sobre el mostrador para alcanzar
una botella de aceite de oliva y se la pasó a Dom, mirando la imagen perfecta de su polla
entrando y saliendo de esa boca lujuriosa. Su polla dura como una roca latía en el calor
resbaladizo y tentador, pero estaba suave como masilla en las manos de Dom. Lo que Dom
quisiera, lo obtendría.
—Te extrañé —susurró Seth. Habían pasado demasiadas semanas sin la polla de
Domenico dentro de él. Ni siquiera se había dado cuenta de cuánto lo anhelaba, pero la necesidad
ahora lo golpeó con nueva urgencia.
Dom apretó los labios sobre la polla de Seth pero se apartó, creando una sensación de
placer que bordeaba el dolor, pero Seth no lo detuvo, gruñendo cuando su polla salió de esa boca
caliente.
—Te lo compensaré todo. Date la vuelta, —dijo Dom, sus ojos brillantes brillaron cuando
dejó la botella, todavía hipnotizado por el balanceo de la polla de Seth justo en frente de él.
Seth no podría haber seguido la orden más rápido. Puso sus manos sobre el mostrador,
sin vergüenza por su desnudez o la posición vulnerable. Él era todo lo que Domenico quería, era
adorado, deseado, y una vez que Domenico lo follara hasta el cansancio, los pensamientos de los
enemigos que habían muerto y morirían en las hábiles manos de Dom lo mantendrían en pie
hasta que no quedara semen en sus bolas.
No pudo contener el gemido que escapó de sus labios cuando el aire tibio bailó contra su
raja, seguido por el suave y suave deslizamiento de las yemas de los dedos de Dom. Se movieron
hacia arriba y hacia abajo, desde la parte baja de su espalda hasta la mitad de sus muslos, y la
carne se calentó con cada golpe hasta que la espalda de Seth se sintió fría en comparación, y la
necesidad de un toque intenso lo llevó a estirarse y separar sus nalgas.
Domenico gimió. —No tienes idea de cuánto amo que te abras así para mí.
Seth se estabilizó apoyando su frente en el mostrador, porque los escalofríos que bajaban
por sus rodillas cada vez que los dedos de Dom se hundían en su agujero amenazaban con
enviarlo al suelo. —Te deseo —susurró, presionando su frente abrasadora contra el mármol—.
Te quiero encima de mí. Dentro de mí.
Domenico golpeó su trasero con tanta fuerza que Seth estuvo a punto de soltarlo, pero
cuando Dom se zambulló y lamió alrededor del agujero, dejándolo húmedo e hipersensible,
mantener su trasero abierto se convirtió en el único objetivo de Seth en un mundo que no
importaba más allá de dónde sus manos podían alcanzar. Gimió, rodando su cara contra la
superficie de piedra mientras su imaginación producía visiones de las hermosas facciones de su
hombre enterradas entre los globos de Seth. Vio sus propios dedos, los nudillos blancos por el
esfuerzo de sujetar, y la carne enrojecida de las mejillas de Domenico mientras le comía el culo a
Seth, hambriento por el sabor terroso de su cuerpo.
Dom era tan caliente, tan fuerte, tan decisivo que estar con él se sentía como una
recompensa, una que la mayoría de la gente no merecía. Pero Seth sí. Solo Seth podría tenerla
ahora.
El dolor atravesó el pecho de Seth cuando el recuerdo de Anderson tocando a Dom
atravesó su mente nublada por el placer, pero esa lengua ágil y maravillosa estaba allí para
calmarlo y provocar a Seth con su toque resbaladizo hasta que no pudo recordar nada antes de
este momento.
—Tan bueno, —gimió, los dedos de sus pies se curvaron mientras Dom frotaba sus
manos sobre los muslos de Seth, iniciando fuegos que no podían hacerles daño a ninguno de los
dos.
Se tomaron su tiempo con placer y, a pesar del trasfondo de impaciencia que zumbaba en
la sangre de Seth, optó por complacer a Domenico y esperó, aceptando cualquier cosa que su
esposo quisiera desatar. Estaba a punto de rogar por su polla cuando los dedos resbaladizos de
aceite de oliva de Domenico frotaron su agujero relajado de nuevo.
—Tan maduro. Voy a tenerte todos los días a partir de ahora. Eres el hombre más sexy
que he conocido, —susurró Domenico, haciendo rodar sus dos dedos contra su agujero, como si
quisiera perforarlo.
Seth empujó hacia atrás, cansado de ser paciente. —Dom, ¿cuánto tiempo más se supone
que debo esperar? —gimió, ya fantaseaba con la gruesa polla de su esposo embistiéndolo, pero
Domenico le impidió hablar con una fuerte nalgada que envió oleadas de calor por todo su
trasero.
—Hasta que yo decida. ¿Pensé que querías que yo tuviera el control? —preguntó y
presionó tan cerca que su miembro duro como una roca empujó entre las nalgas de Seth.
Seth inhaló profundamente. El enigma de conseguir lo que querías y al mismo tiempo no
conseguirlo. —Sí, —siseó en respuesta a otra nalgada. Nunca había habido otro hombre al que
hubiera querido someterse. Bajo el cuidado de Domenico, estaba seguro e ingrávido. Su amor, el
placer que se ofrecían, iba más allá del tiempo, y en esa burbuja de felicidad, él solo tenía un
propósito: poner cachondo a su hombre y tomar su semilla.
Así que tensó la espalda para mostrar los músculos que tanto amaba Domenico.
Cálidas manos se aferraron a sus pectorales mientras Dom empujaba sus caderas juntas,
pero antes de que Seth pudiera pedir más de nuevo, dos dedos empujaron directamente en su
agujero en el momento en que Domenico retrocedió, dándose acceso al trasero de Seth.
La repentina penetración quemó, pero fue una sensación placentera, y Seth se agarró al
borde del mostrador, ahogando un grito en el mármol.
—Siempre estás tan estrecho para mí. Podría hacer esto todo el tiempo si tuviera más
semen para darte, —susurró Domenico, mordiendo inesperadamente el omóplato de Seth.
Seth gimió, arqueándose para frotarse contra el pecho de Dom. Por una vez tuvieron
tiempo para disfrutarse el uno al otro, y a Dom le encantaba provocarlo, le encantaba verlo
retorcerse. Seth no tuvo reparos en darle todo lo que quería, por lo que le apretó el culo con los
dedos dentro, explícito en su ofrecimiento.
—Estuvo sin tocar durante semanas, —dijo Seth y miró por encima del hombro para
absorber la expresión de deseo que florecía en el hermoso rostro de Domenico.
El aliento de Domenico tembló, su calidez hizo que la piel del cuello de Seth se erizara,
pero aún no había terminado, y justo cuando Seth se adaptaba a la presencia dentro de él, un
nuevo dedo empujó, dilatándolo más. —Y no hay nadie aquí para molestarnos. Solo tú y yo,
como en los viejos tiempos.
Seth jadeó, apuñalándose a sí mismo en los dedos. Solía avergonzarse de lo ansioso que
estaba por ser follado, pero ahora la perspectiva de ofrecer su cuerpo a Domenico le traía alegría.
Hacía mucho que habían superado los prejuicios o la timidez. —Incluso... huele a limón. —Seth
casi podía verlos encima de esa isla de cocina en Nueva York, sudorosos y desesperados por
respirar después de la intensa follada. Solo había estado aprendiendo sobre ser pasivo en ese
entonces, y en ese momento había sido una de sus experiencias sexuales más intensas. Todavía
era un recuerdo al que se aferraba: un momento de paz, sin preocupaciones y empapado en la
alegría del amor floreciente.
Domenico frotó su cara arriba y abajo de la columna de Seth y siguió el toque con más
besos, pero él también parecía haberse impacientado y movía sus dedos en el agujero de Seth con
menos delicadeza. —Lo recuerdo. Me alimentaste. Y te follé. Un intercambio justo, —dijo y
quitó sus dígitos antes de que Seth pudiera haber respondido. La amplia cabeza de su polla
presionó la abertura de Seth tan rápidamente que su inhalación se convirtió en un gemido
entrecortado.
Seth alcanzó la mano que aún amasaba su pectoral y entrelazó sus dedos con los de Dom.
El cabello húmedo le hacía cosquillas en la espalda y cuando se mecieron juntos, encontrando el
ritmo familiar después de un descanso tan largo, sus pensamientos se evaporaron, dejando solo la
necesidad y el sentido de pertenencia.
—Fóllame bien, y te daré postre. —Se rió entre dientes, pero luego gimió cuando
Domenico embistió completamente y sus bolas golpearon las de Seth.
—¿Esto es lo suficientemente bueno para tu trasero codicioso?
—¡S!
Domenico dejó escapar una risa complacida y movió sus caderas contra las de Seth,
completamente enterrado dentro de él. Empujó su mano libre por la espalda de Seth para que
descansara sobre su nuca y besó su hombro de nuevo, tirando hacia atrás lentamente, hasta que
Seth temió que pudiera retractarse por completo. Pero no, Domenico no le haría eso. Embistió de
nuevo, haciendo que Seth se estremeciera por el fuego que encendió en su interior.
Era de Dom, y el mero hecho de ser tomado le daba una sensación de satisfacción, pero la
forma en que Domenico usaba su polla los hacía volar a ambos cada vez que tenían sexo.
—Sólo mío. Mi zorra codiciosa que tengo como esposo.
Las mejillas de Seth ardían ante la idea, pero no podía negar lo que era cierto. Ellos eran
versátiles y a él le encantaba follarse a Dom, siempre ansioso por correrse por cualquier medio
que pudiera, pero se había vuelto adicto a la sensación de la polla de Dom bombeando su agujero
y al calor del semen de su hombre dentro.
Este momento, con Seth doblado y ofreciéndose mientras Dom lo embestía una y otra
vez, era perfecto. Así que gimió, se retorció y movió sus caderas mientras Domenico lo follaba,
amasando y acariciando cada parte de la carne de Seth que podía alcanzar.
—No hables tanto y fóllame más, —dijo Seth para agitar a Dom, porque claro que le
encantaba hablar sucio. Podría ser el amado y dócil esposo de Dom, pero eso no lo hacía menos
interesado en un viaje difícil a merced de Dom.
Se entendían sin necesidad de decir esas cosas explícitamente. Seth sonrió cuando
Domenico apoyó más su peso sobre él y abrió más las piernas antes de comenzar un ritmo feroz
que prendió fuego al trasero de Seth. Pero no era el tipo de calor del que uno querría mantenerse
alejado. No, esta era la quemadura por la que vivía, y que solo podía obtener de su esposo.
Los brazos de Domenico se deslizaron alrededor de él, medio sosteniéndolo, medio
abrazando a Seth mientras lo cabalgaba a un ritmo frenético, con la dura polla embistiendo
dentro de él una y otra vez hasta que su polla latía con necesidad, y Seth tuvo que apretarla para
aliviarse.
Sus cuerpos se mecieron juntos, húmedos de sudor, y ni siquiera hablaron más, en lugar
de eso, llenaron la cocina con sus gemidos. Seth se masturbó con un movimiento frenético que
rivalizaba con la velocidad con la que Dom bombeaba su polla dentro de él. No había nada mejor
que este tipo de conexión, y Seth no podía esperar a sentir a Dom correrse. Su cuerpo tan
robusto, tan pesado como estaba sobre el de Seth, presionándolo contra el mostrador, y el vello
que había vuelto a crecer en el pecho de Dom le hacía cosquillas en la espalda, provocándolo una
y otra vez.
Dejó escapar un ruido extraño y animal cuando Domenico forzó su cabeza hacia un lado
para darle un beso rudo, pero cuando los dientes afilados de su hombre mordieron la lengua de
Seth y el calor líquido se extendió profundamente dentro de él, la sangre corrió a través de sus
arterias, latiendo en su cráneo y polla. Necesitaba correrse. Ahora.
Domenico empujó repetidamente su polla contra la próstata de Seth, sin contener más a la
bestia dentro de él, la misma bestia que había reclamado a Seth desde su primera follada. El
monstruo al que no le importaba si estaba bien o mal. El monstruo que tomaba lo que quería.
Ahora mismo, ese monstruo reclamaba el orgasmo de Seth con la ferocidad de un lobo sediento
de sangre.
—No puedo… —Seth gimió incoherentemente, cerrando los ojos y montando la ola
iniciada por el rápido movimiento de las caderas de Domenico.
Domenico retorció los brazos de Seth hasta el punto del dolor y lo penetró unas cuantas
veces finales, prolongando el orgasmo de Seth.
Seth ni siquiera intentó mantenerse erguido una vez que la polla de Dom se salió y lo
dejó sin huesos. Se derrumbó, estremeciéndose cuando las frías baldosas tocaron su piel
abrasadora, pero Domenico se tumbó detrás de él y lo apretó contra su pecho como el más dulce
de los novios.
—Extrañé esto, —dijo Domenico después de unos segundos, con la cara enterrada en el
cabello de Seth.
Seth apenas podía recuperar el aliento, con el culo y la cabeza en llamas, pero le
encantaba. Jodidamente le encantaba.
Se giró para besar a Dom a pesar de no tener energía ni siquiera para abrir los ojos. —Yo
también.

—Esto es lo que yo llamo un regalo, —dijo Domenico, enterrando su cuchara larga en el


postre que Seth creó para él con los ingredientes que había preparado antes. En el brillo íntimo
de las diminutas lámparas sobre el mostrador, el utensilio perforó la espesa pero esponjosa crema
de merengue y recogió un poco de cada capa que formaba el postre (las migas, la crema
pastelera, el sorbete de limón y el pastel de queso) antes de rellenarlo. en la boca de Dom—.
Definitivamente necesito intensificar mis habilidades en el sexo si te inspira a hacer esto.
Seth sonrió, mirando la caja que contenía la oreja de Chao. Era un trofeo del que tendrían
que deshacerse, pero aun así un bonito gesto. Su presencia hacía que la muerte de Chao fuera
más tangible, a pesar de que Seth no había estado allí para presenciarla.
Se sentaron desnudos en el sofá, sin tener que preocuparse de que alguien los
sorprendiera. Domenico estiró las piernas a lo largo del asiento, con la espalda apoyada en el
regazo de Seth.
—Tus habilidades para follar están justo donde debería estar. Mejor dime cómo lo
conseguiste.
Dom sonrió y se llenó la boca con la comida, los ojos brillantes centellearon cuando se
inclinó hacia atrás para ver a Seth. —Fue bastante fácil. El padre de Isla sabía dónde están las
cámaras, así que le bloqueamos el camino mientras conducía a casa desde un negocio al que
asistía. Tomé a Chao, los demás se ocuparon del auto y todo terminó en un par de minutos.
Supongo que el resto de él se está licuando en un barril en alguna parte. La señora Chao tiene
suerte. Tendrá todo ese dinero sin necesidad de pasar más tiempo con ese imbécil. Se podría
decir que le hice un favor.
Dom era tan sexy cuando se relajaba así. Desnudo, confiado, con el cabello un poco
enredado, Seth podía devorarlo desde los dedos de los pies hasta la punta de la nariz perfecta.
—Bien, estaba preocupado por esos pobres pugs huérfanos.
Domenico sonrió y rodó hacia un lado, golpeando su frente contra el pecho de Seth. Su
cabello estaba prácticamente seco ahora y colgaba en mechones gruesos y rebeldes. —No soy
tan cruel. Si Dino tiene un perro, le encontraremos un buen hogar.
Los pensamientos de Seth se volvieron un poco más oscuros cuando escuchó el nombre
de su padre, así que los endulzó con pastel de queso y merengue. —Dijiste que también matarías
a Federico. ¿Qué quieres decir con eso? Ambos sabemos que debería morir, pero siendo
realistas... ¿es eso lo que vamos a hacer?
La sonrisa de Domenico se desvaneció y empujó una gran cucharada de postre entre sus
labios, masticando la cálida luz de arriba. —Debería morir. No tiene sentido dejarlo con vida si
vamos a matar a Dino. Honestamente, si hay una persona a la que quiero muerta, es a él, —dijo
al final, mirando la pared con una expresión severa.
—Hemos hablado mucho de ver a tu madre, una casa en Sicilia junto al mar con un gran
huerto de limoneros, pero esas son fantasías. —Seth pasó la mano por el muslo de Domenico,
observando cómo la carne se hundió bajo su toque—. ¿Qué vamos a hacer realmente? Si nos
deshacemos de Dino y abrimos un pasaje seguro a Italia, ¿qué pasa con todos los viejos
demonios que nos esperan allí? ¿Seguro que quieres volver a entrar en ese nido de serpientes?
La mandíbula de Domenico se tensó, pero encontró la mirada de Seth y asintió. —
Necesito salvarla de él. Y después de eso… ya veremos. Pero puedo decirte que quiero ese
huerto, y esa casa, y el mar —dijo en el más suave de los susurros, pero sus ojos ardían como si
estuvieran en llamas.
—Hace años, Santo dijo que quiere a Trópico muerto, aunque sea su padre. ¿Y si ha
cambiado de opinión? Pasaron muchas cosas desde entonces, y ya sabes lo bueno que es
Federico clavando las garras en la gente. No solo es el padre de Santo, sino también su
consigliere23.
Domenico suspiró. —Santo hará lo mejor para su familia, y Trópico sigue trabajando en
la sombra, demasiado cerca del negocio de los Villani. Espero que todavía vea a Trópico como
una amenaza, independientemente de quién sea. ¿Pero qué hay de ti? ¿Has cambiado de opinión
sobre esto? —preguntó, guardando el postre sin terminar para enfocarse en Seth.
—No, —fue la simple respuesta—. Quiero que ambos paguen por lo que nos hicieron.
Todavía no sé cuál será nuestro lugar cuando regresemos. Pero supongo que tendremos que
averiguarlo. Todo se está volviendo real ahora de formas que nunca imaginé.
Los dedos de Domenico se insertaron entre los suyos, cálidos y reconfortantes en su
toque. —No te sacrificaré para llegar a él. No te preocupes.
—¿Deberíamos decirle a Mark ya? —Seth apretó la mano de Dom, pero al ver que el
sorbete se derretía, hundió la cuchara en el postre y le dio de comer a Dom.
Domenico resopló, lamiéndose los labios donde la cuchara había dejado un poco de
crema. —No.
—Solo sería otra persona de quien preocuparse. Le prometí que viviría como una persona
normal y no quiero romper esa promesa si puedo evitarlo.
—Qué buen papá. —Seth resopló—. Solo esperemos que Angelica al menos recuerde
nuestras caras para cuando regresemos. Aparentemente, su nuevo pasatiempo es el slime24.
Domenico resopló. —Yo también pasé por esa fase. Cuando volvamos, le enseñaré todo
lo que sé. Solo tenemos que ocuparnos de Dino primero, —dijo y frotó sus nudillos contra la
mejilla de Seth.
Seth no estaba seguro de querer abordar ese tema, pero eran demasiado cercanos a Dom
para guardar silencio al respecto. —Sigo pensando que tu padre creyó en ti, incluso si no supiste
la verdad hasta que fue demasiado tarde. Te envidio, a pesar de que trató de matarme. Sabiendo
lo que sé ahora, desearía nunca haber recibido mis respuestas.
La cálida mano de Domenico apretó la de Seth, el apoyo para mantenerlo por encima de
las aguas turbias. —Tu madre creía en ti. ¿No es eso suficiente?

23
Es una posición dentro de la estructura de liderazgo de la Mafia siciliana, significa "asesor" en italiano, y
este se encarga de aconsejar al Don sobre todas sus acciones y movimientos. Es su mano derecha no militar.
24
Se trata de un material hecho principalmente con goma guar, viscoso, blando y no tóxico.
Seth tragó saliva y no miró a Dom a los ojos. —Ella pensó que me podía enseñar a hacer
pasteles, no que pudiera lograr algo dentro de la Familia.
Domenico se encogió de hombros. —Entonces fuiste mucho más allá de lo que ella
esperaba. ¿Por qué querrías la aprobación del tipo de hombre que resultó ser tu padre? Yo amaba
al mío, pero aun así lo maté cuando era necesario. Ahora es el momento de matar al tuyo.
El tono práctico hizo que Seth se estremeciera, pero Dom tenía razón. El hombre que solo
había mostrado su cuidado con regalos y dinero nunca había sido lo que Seth hubiera querido en
un padre. Dino había resultado ser peor de lo que Seth podía sospechar. —Gracias. Por estar
siempre ahí para mí.
Domenico sonrió, aceptando el dulce beso azucarado de Seth. —De nada. Pero tengo
algo más. Dana me llamó justo antes de que llegara, —dijo, observando a Seth con los ojos
intensos que excitaban y calmaban a Seth.
—¿Qué? —preguntó Seth, ignorando la ira porque Dana lo dejó al margen
deliberadamente de nuevo. Si quería su postre sin gluten, mejor que cambiara sus formas.
—Ella podría haber encontrado una manera de acercarnos a Dino.
Capítulo 17 - Domenico

El café era terrible. Pero eso fue lo que Domenico obtuvo por desviarse del camino
correcto de patrocinar tiendas pequeñas e independientes que se preocupaban por su producto.
Las grandes cadenas solo eran buenas en tiempos desesperados, cuando un ansia de cafeína
confundía su cerebro tanto que características como el sabor o la calidad ya no importaban tanto.
Así que tomó un sorbo del café que claramente se había preparado durante demasiado tiempo,
creando un regusto a quemado, y maldijo a los baristas que eligieron su trabajo como una forma
de ganar dinero, no por su pasión por el café.
—Esto es repugnante, —le dijo a Seth, viendo pasar a los compradores por el vestíbulo
principal del enorme centro comercial. El sol entraba a raudales a través del techo de cristal en
forma de ola en lo alto, pero ni el buen tiempo ni la multitud de gente guapa podían mejorar su
estado de ánimo.
Seth se encogió de hombros. —Te dije que consiguieras el té de burbujas matcha. —
Llevaba una camiseta blanca combinada con jeans y tenis, y lograba parecer casual e irresistible.
Dana les había dicho que se vistieran más informales para esta reunión, y la ropa que usaba Dom
podría haber sido una de las razones de su malestar general con el mundo. Las camisetas eran
buenas para descansar en casa y nada más. Le gustaba una en la forma musculosa de Seth, pero
la mayoría de la gente usaba el patético tipo holgado que sin falta creaba una apariencia sin
forma y descuidada que decía no-me-folles-soy-un-vago.
¿Qué sentido tenía esconder unos cuantos rollos de grasa detrás de algo que al final te
hacía parecer más grande? No es que hubiera algo malo en unos cuantos kilos de más, como lo
demostraba lo delicioso que había estado Seth en su forma más grande durante su recuperación
en Luisiana.
—Té de burbujas. ¿A quién se le ocurrió la estúpida idea de comer té en lugar de
beberlo? Esas bolas de tapioca son como babosas, —dijo Domenico y bebió su café malo antes
de tirar la taza a la basura.
Seth resopló. El hipócrita ni siquiera había comprado uno y en su lugar bebía el moka
menos inspirado que Domenico había visto jamás. —No me culpes por su existencia. ¿Por qué
me estas mirando?
Domenico sofocó el impulso de rozar con los dedos los labios carnosos y tentadores de
Seth. Habían estado alrededor de la polla de Dom hace solo un par de horas, y cuando tocaron el
borde del vaso de papel de Seth, el recuerdo fluyó de regreso, bromeando con la mente de Dom.
—¿No se me permite mirar a mi esposo ahora? Estaba pensando en cuan oso25 eras cuando nos
quedábamos en los pantanos.
Seth frunció el ceño. —¿Por qué? ¿Desde cuándo fantaseas con osos?
Domenico se encogió de hombros, notando la forma en que la tela pálida se pegaba al
cuerpo de Seth. La que llevaba no parecía tan buena. No había empacado ninguna camiseta y hoy
recurrió a pedir prestada una de Seth, que era tan grande para Dom que se sentía como un niño
subdesarrollado con la ropa de su padre. —Eras un oso muy delicioso. Súper cálido y suave.
Seth puso los ojos en blanco y desvió la mirada con el rubor más dulce. —Eres tan tonto.
El vello de mi cuerpo ha vuelto a crecer más grueso, así que vas a tener tu oso.
Domenico estaba tan, tan tentado de abrazarlo, pero estaban aquí por negocios, no por
placer, y no quería estropear la reunión con la persona que Dana reclutó para acercarlos a Dino.
—¿Tonto? ¿Por pensar que siempre eres caliente?
—Nadie es siempre caliente.
—Me permito estar en desacuerdo. Eres caliente incluso cuando tienes resaca, —dijo
Dom, acercándose, en contra de su buen juicio. Los ojos marrones de Seth lo tenían enganchado,
y no podía resistir su llamada.
La sonrisita que obtuvo compensó el mal sabor del café. —¿Ah, de verdad? ¿Cómo?
¿Porque me vuelve fácil? —Seth guiñó un ojo.
Esto era una tortura. —Lo juro por Dios, te voy a follar tan duro una vez que estemos
fuera de aquí.
La sonrisa de Seth calentó el corazón de Domenico más de lo que podría hacerlo el sol
siciliano más brillante. —No me verás quejándome.
El coqueteo despreocupado se cortó en un instante cuando sonó el teléfono de Dom.
Estaba esperando a Dana, pero se sorprendió al ver el nombre de Mark en la pantalla.
—Juro que tiene algún tipo de sexto sentido, —dijo Domenico, mostrándole la pantalla a
Seth antes de contestar la llamada.
25
Es el argot gay para referirse a hombres musculosos y con mucho vello corporal.
—¿Cómo te trata la realidad postvacacional? —preguntó, refiriéndose al final de las
vacaciones de Mark en Francia.
—Todo está bien. Pero, ¿qué pasa con ustedes dos? Acabo de recibir una llamada de
Santo. ¿Está todo bien? Solo me llamó una vez antes, para preguntarme sobre una cámara, pero
supongo que en ese momento solo quería verificar si el número de teléfono era real.
Seth se inclinó más cerca para escuchar a escondidas.
Una sensación fría recorrió el rostro de Domenico, y escuchó la sangre golpeando
furiosamente contra sus tímpanos. —¿Preguntó por una cámara? ¿De verdad? ¿Nada más? —
preguntó, acercándose a un banco junto a una fuente en el borde del vestíbulo.
—Esa fue la última vez. Esta vez, dijo que tus teléfonos no funcionaban, así que le dije
que podría ser porque estabas de vacaciones en Singapur, y ahora estoy pensando que no debería
haberlo hecho. Creo que estaba buscando información sobre tu paradero, ¡y se lo dije! Jaja…
—Maldita sea, —dijo Domenico, cerrando los ojos. La ira hervía a fuego lento bajo su
piel, pero al menos había obtenido su respuesta sobre el mérito de no compartir sus actividades
actuales con Mark. El chico había pasado demasiado tiempo entre ciudadanos comunes y sus
instintos no eran tan agudos como antes. Contó hasta tres y dijo—: Me pondré en contacto con
él. No te preocupes.
Mark exhaló. —Dom, si pasa algo, necesito saberlo. Todo sobre este viaje tuyo está
empezando a apestar. ¿De verdad te atropelló un coche?
—¿Por qué lo preguntas? Por supuesto que me atropelló un coche —dijo Dom,
apoyándose en el respaldo de la banca y dejando que su pie tocara el de Seth en una discreta
caricia que ninguno de los transeúntes notaría.
—Pero debes prometerme que me dirás si algo anda mal. Tienes que pensar en Angelica.
—El mocoso tenía veintitrés años, pero a veces actuaba como un anciano. Por otra parte, cuando
Dom tenía su edad, también pensaba que lo sabía todo. Los dos eran demasiado similares en
algunos aspectos.
—Preocúpate por tu propio hijo. Estoy seguro de que si el coche nos hubiera matado a los
dos, tú te habrías ocupado de ella —dijo Domenico en tono burlón para evitar más preguntas.
Tenía que terminar esta conversación y contactar a Santo lo antes posible. Lo último que
necesitaban era que un tercero interfiriera en sus planes.
—Lo haría, —dijo Mark como si realmente le hubieran preguntado—. No sería un
problema. Griffith se ha vuelto más cómodo con los niños. Ojalá pudieras verlo bailar en vivo
algún día. Tiene una gran actuación próximamente…
Santo Dios.
Domenico puso los ojos en blanco hacia Seth. Le gustaba el ballet, y Griffith parecía
bastante bueno en los videos caseros que Mark les había enviado, pero eso no era algo que
quisiera discutir en este momento. —¿Tal vez debería actuar en América del Sur en algún
momento? Le regalaría un ramo de flores vergonzosamente grande en el escenario. Tengo que
colgar, pero por favor no le digas a Santo dónde vivimos o los números de nuestras cuentas
bancarias la próxima vez que hables con él, ¿de acuerdo?
Mark gimió y colgó sin despedirse.
Domenico miró a Seth y tomó el moka de él. No sabía a café, pero al menos era dulce. —
Tan delicado, ¿verdad?
Seth gimió. —Él vive en el mundo de arcoiris y algodón de azúcar. Con suerte, esto le
dará una lección. ¿Qué hace Santo husmeando a nuestro alrededor de todos modos? No me
gusta.
Domenico miró su teléfono celular y encontró el número correcto. —Bueno, tendremos
que averiguarlo, cariño. ¿Algo que quieras decirle a tu querido primo?
Seth entrecerró los ojos. —Pregúntale cómo están sus hijos. Las amenazas sutiles pueden
hacer maravillas.
La boca de Domenico se estiró en una sonrisa. Había encontrado una pareja tan perfecta
en el hombre que solía odiar con pasión. —Te amo.
—¿Quién es? —preguntó Santo, pero Seth aún le lanzó un beso a Dom en el aire.
—Domenico. Lo siento, acabo de cambiar mi número y aún no te lo había dicho. ¿Mark
dijo que me estabas buscando? —preguntó, deslizando su mano libre a la espalda de Seth.
—Pensé que acordamos mantenernos en contacto, —dijo Santo con dureza.
¿De qué carajo se trataba esa actitud? ¿Pensó que era el jefe de Dom solo porque ahora
dirigía el negocio de Villani?
—No me gusta tu tono, —dijo Dom—. ¿Por qué estás tan agitado? Espero que tus hijos
estén bien.
Seth sonrió y Dom disfrutó de la pausa al otro lado de la línea.
—Lo están. Gracias. Quería asegurarme porque mi padre, que nunca había tenido interés
en visitar Asia, está hablando de un viaje a Singapur. Y luego descubro que estás allí. ¿De qué se
trata esto? No creeré que sea una coincidencia.
Por un breve momento, Domenico consideró compartir la verdad, pero Santo no era su
guardián, y las preocupaciones de Seth sobre la posibilidad de que intentara eliminar a Trópico
por su cuenta no estaban más allá del ámbito de las posibilidades. —Estamos de vacaciones.
Tuve un accidente menor, así que tal vez algo llegó a él a través de los registros del hospital.
—¡Mierda! —La voz elevada de Santo sorprendió a Dom. Por lo general, el hombre
estaba mucho más contenido, y escucharlo tan alterado hizo que Domenico estuviera más alerta
—. Solo salgan de ahí, ¿de acuerdo? No dejen rastro.
El corazón de Domenico latió con fuerza, desacelerándose junto con los engranajes en la
cabeza de Dom. —¿Hay algo que deba saber? —preguntó mientras el ruido a su alrededor
parecía atenuarse, creando un agujero negro que podía absorber tanto a él como a Seth.
—No quiero que se entere de ti, o de nuestro arreglo para el caso.
Dom frunció el ceño. —Pero lo hará. Una vez que volvamos.
—Si eso sucede, hablaré con él primero. Ahora no es un buen momento. Y no tienes
ninguna pista nueva, ¿verdad? —Santo sonaba tan seguro de que Domenico no podía localizar a
Trópico que a Dom le resultó difícil aflojar la mandíbula para hablar.
—Sin pistas, —tuvo que decir—. Pero un dia…
—Un día, —confirmó Santo.
Seth tocó el pie de Dom y señaló a Dana, quien se les acercó con una pequeña dama
asiática caminando a su lado.
Domenico apretó el teléfono con tanta fuerza que crujió en señal de protesta. —Tengo
que colgar ahora. Hablamos pronto, —dijo y terminó la llamada en el momento en que Santo
terminó su propia despedida.
Se levantó cuando las dos mujeres se acercaron, ambas vestidas con lo que seguramente
consideraban elegantes atuendos de día, que en el caso de Dana significaba un pequeño vestido
negro, mientras que la forma de su acompañante estaba vestida de color rosa caramelo, completa
con enormes tacones altos, aretes de oro gigantes y un diminuto bolso Gucci. Su rostro simétrico
parecía sacado directamente de un anuncio de cirugía plástica.
—Dios, —dijo Domenico, y sus pensamientos volvieron a la forma en que la camiseta
azul de Seth colgaba de su forma más delgada. ¿Por qué Dana le diría que fuera 'super casuales'
cuando ni ella ni la dama rosa se adhirieron al mismo código de vestimenta?
La mujer hizo un puchero y levantó su barbilla inusualmente puntiaguda incluso antes de
que las presentaran. —Oh, no, no, Dan-dan, esto no funcionará, —dijo, su acento era una mezcla
de mandarín y británico.
Dom tardó cinco segundos en darse cuenta de quién era 'Dan-dan', pero Dana habló antes
de que pudiera haberse burlado de ella de forma velada.
—Dijiste que te encanta un buen proyecto, Maya, y tengo dos para que elijas. —Dana
señaló a Seth y Dom con un dedo con manicura.
—No lo sé… —Maya puso los ojos en blanco, mirando a Dom de arriba abajo—. Pero,
¿son realmente italianos al menos?
Dom no tenía idea de por qué esta mujer estaba tan empeñada en conocer italianos, pero
aceptaría de cualquier manera. —Sí, señorita, directamente desde Napoli, —dijo Domenico,
haciendo su acento lo más exagerado posible.
Sus palabras llamaron la atención de Maya y aplaudió. —¡Oh! Como la pizza. —Ella
sonrió mientras Domenico hervía por dentro. No se arriesgó a mirar a Dana, pero no estaba
seguro de si esta mujer era realmente su mejor apuesta para llegar a la proximidad de Dino, o si
esta era su venganza por mantenerla a distancia la mayor parte del tiempo.
Maya negó con la cabeza y señaló a Seth. —Este es demasiado grande para mí.
Estaríamos fuera de proporción. Me quedo con este, —dijo, dando un paso hacia Domenico—.
¿Cómo te llamas? Wow, podrías ser modelo si no fuera por esa cicatriz en tu cara. Pero no te
preocupes, te da carácter. Y tu piel es tan suave que realmente no necesitarás maquillaje.
Lo cual era para mejor, porque de ninguna manera Domenico dejaría que alguien se
aplicara base de maquillaje, o incluso polvos, en la piel. Seriamente sentía pena por todos los
hombres heterosexuales que tenían que lidiar con esa mierda apestosa que se les pegaba solo
porque la mayoría de las mujeres no tenían una piel tan bonita como la de él.
—¿Puedes decirnos de qué se trata esto? —le preguntó a Dana, desviando la mirada de
las enormes perlas incrustadas en los aretes de Maya.
Dana se llevó la mano a los labios con fingida sorpresa. —¡Oh, mierda! ¿No te lo dije?
Maya necesita una cita para un evento más tarde esta noche.
Domenico frunció el ceño. —Eso es una sorpresa. ¿Una dama tan encantadora como tú
necesita pedir prestado al amigo de alguien? —preguntó pescando información haciéndole
cosquillas en el ego.
Un suave rubor floreció en las mejillas de Maya. —Es una fiesta de temática veneciana.
Ahí es donde entras tú. Y mi ex estará allí, así que no puedo llegar sola, o él pensará que todavía
lo extraño.
Domenico parpadeó, mirándola en silencio. ¿Eso era todo? ¿Iba a ser carne de celos y un
accesorio italiano, todo en uno?
—¿Es esta una gran fiesta?
Dana le sonrió ampliamente a Domenico y se interpuso entre él y Seth. —Mucha gente
estará en la fiesta. Será en un yate. Incluso he oído que asistirán algunas celebridades
escurridizas. Del tipo que normalmente ni siquiera se mezcla con la población en general. Del
tipo que simplemente lleva limusinas y jets privados de un lugar a otro. —Ella dio un suspiro de
anhelo.
Domenico captó el mensaje alto y claro. Maya era su boleto de entrada a una fiesta en un
yate, a la que también asistiría Dino. No era una oportunidad para perderse ahora que Federico y
Santo husmeaban a su alrededor como dos perros salvajes. Tendrían que atacar esta noche, tomar
su trofeo e irse.
—Entonces, ¿cuál es el código de vestimenta? Podría recogerte en tu casa por la noche —
dijo Domenico, ofreciéndole a Maya una sonrisa cortés pero —esperaba— tentadora.
Maya sacudió la cabeza con un pequeño ceño fruncido que no hizo que su frente se
arrugara en absoluto. —Oh no, este es un asunto muy serio, no podemos arriesgarnos. Te llevaré
de compras ahora.
Dana intervino. —Sí, no te preocupes por eso, Gian, Maya entiende tu situación. Es por
eso que incluso dijo que elegirá a la persona adecuada y conseguirá que quien no eligió tenga un
pequeño trabajo en la cocina. La paga es asombrosa.
Oh. Así que por eso les había dicho que se vistieran más informales. Iban a jugar al
europeo pobre y basura que necesitaba ayuda para elegir trajes. Si Maya no fuera una
oportunidad tan fantástica, Domenico ya le habría dado a la princesa mimada un pedazo de su
mente.
—Dan-dan, siempre piensas en todo, —dijo con un veneno que Maya no notó, demasiado
emocionada para vestir a su muñeco Ken de tamaño natural.
—Te verás tan bien una vez que termine contigo. Y puedes quedarte con el conjunto, por
supuesto. Nosotros, la gente hermosa, tenemos que mantenernos unidos, —dijo con un guiño,
agarrando el brazo de Domenico y llevándolo a través del atestado vestíbulo. Dom miró por
encima del hombro, tratando de atrapar la mirada de Seth, pero en lugar de simpatía encontró a
su hombre sonriéndole como un loco. Por supuesto. Él disfrutaría viendo a Domenico sufrir esta
indignidad.
—Maya, eso es muy amable de tu parte. Tengo algo de experiencia en la cocina, pero
nunca he trabajado en un yate. Debes tener algunas conexiones increíbles, —dijo Seth, siguiendo
su ejemplo.
Danna asintió. —Maya tiene dos millones de seguidores en Insta.
Dom no tenía idea de qué era 'insta', pero dos millones parecían una gran cantidad. —
Muy impresionante. Ingresé a Myspace hace unos años, pero nunca me volví tan popular, —dijo,
tratando de iniciar una conexión con su boleto en la proximidad de Dino.
Su rostro se congeló por medio segundo, solo para iluminarse con una sonrisa
sorprendentemente honesta. —¡Eres demasiado divertido, Gian! Lo pasaremos tan bien.
Capítulo 18 - Domenico

—Toma unas cuantos más, —instó Maya a Domenico mientras adoptaba otra pose
intrincada junto a un pastel gigante con forma de góndola y cubierto con una versión en
miniatura de la basílica de San Marcos recreada en azúcar. Siguió colocando sus pies y caderas
de formas intrincadas a lo largo de la sesión de fotos improvisada para crear la ilusión óptica de
una delgadez aún mayor. Si Domenico estuviera interesado en el mercado de las mujeres, le
habría dicho que lo dejara ya que ya era huesuda más allá de los pocos lugares que mostraban
curvas obtenidas quirúrgicamente, pero quería hablar con ella lo menos posible. Fue una
bendición que el yate no ofreciera suficiente espacio para bailar, porque tener que tocarla
constantemente podría haber sido demasiado para soportar.
Como los meseros estaban todos disfrazados de gondoleros, solo era cuestión de tiempo
que Maya sacara uno de su trabajo para usarlo como accesorio en la interminable búsqueda del
ángulo perfecto. El traje del pobre tipo se veía tan patético como la decoración de temática
veneciana, que, como la propia Maya, era demasiado falsa y exagerada. Los organizadores de la
fiesta deben haber comprado cada lata de pintura dorada en el mercado para crear la sensación de
adornos horteras que rodeaban a los invitados. Pero para Domenico, la gran sala llena de árboles
dorados falsos, flores doradas falsas y esculturas doradas falsas era su infierno personal.
Y dado que la decoración móvil no era suficiente para satisfacer el gusto del anfitrión por
la idea burguesa de la elegancia, se colocó una moldura en el techo cómicamente bajo de la
cabina principal del yate y se colocaron cannoli rellenos con un queso que no era ricotta. a la luz
de los candelabros eléctricos. Y para colmo de males, Domenico tuvo que poner un falso acento
italiano en este patético escenario acompañado de caprichosa música pseudo-italiana interpretada
por varios músicos que empuñaban organettos y otros instrumentos.
—¿Cuántas más? —preguntó, ya sin dudar en ponerse de rodillas y apoyar la parte
delantera de su cuerpo en los codos para capturar el tipo de foto que Maya quería. Hasta ahora,
ser su paparazzi personal parecía ser el único propósito de su presencia, y lo único que le
impedía abandonarla era el hecho de que la máscara veneciana falsa que usaba ocultaba su
identidad de otros invitados—. No soy fotógrafo.
—¡Oh, Dios mío, Gian! Haz tu mejor esfuerzo, no es tan difícil. Muéstrame.
Domenico se puso de pie, ya temiendo el significado detrás del ceño fruncido en el rostro
de Maya.
—¡Me diste doble papada! —susurró con tanto veneno que él saldría corriendo a buscar
un ramo de disculpas si estuviera de alguna manera apegado a ella y a su terrible personalidad.
—No soy responsable de tu peso, —dijo él, pisando la cola de su vestido, que se aferraba
a su busto y cintura ceñida antes de arrastrarse más abajo en pesadas ondas de brocado.
Domenico se sintió aliviado de que tuviera la sensatez de comprarle un traje en lugar de ponerle
una especie de tonto disfraz de temática italiana, aunque el hecho de que su nacionalidad fuera
otro accesorio lo ofendió más allá de las palabras. Si Dino no se revelaba pronto, Dom podría
perder los estribos y clavar la pequeña jeringa de veneno destinada a Trópico en el pecho de
Maya.
La fiesta solo estaba comenzando, según los estándares de cualquiera, pero el hecho de
que Domenico aún no hubiera visto a nadie que le recordara a Dino lo mantuvo de los nervios. El
hecho de que el flujo interminable de invitados usara máscaras, atuendos extravagantes y
envolviera la sala principal en una cacofonía de diferentes perfumes hizo que su tarea fuera aún
más difícil. Dino habría sido más fácil de detectar si no fuera por el hecho de que la multitud era
tan diversa, pero al menos también significaba que Domenico tampoco se destacaba.
A diferencia de él, Seth trabajaba en la cocina, por lo que no tenía máscara para ocultar
su identidad. Si él, por un conjunto de circunstancias horribles, terminaba descubierto por su
padre o cualquiera de sus hombres, podría suceder una mierda terrible.
La aguja unida a la jeringa era tan delgada que su picadura podría confundirse con la de
un insecto, y aunque Domenico le guardaba rencor, también sabía que Dino no estaría solo, y lo
que realmente quería era que el bastardo muriera. Si se daba cuenta de lo que lo golpeó o no ya
no importaba tanto. Así que esperó y observó a la multitud cada vez que Maya le daba un
momento de paz para charlar con uno de sus infinitos amigos.
Debió haberse distraído por un momento, porque cuando se dio cuenta de que ella lo
estaba mirando desde detrás de su delicada máscara púrpura, se sintió confundido al principio.
—No es mi culpa que seas ciego y no puedas tomar una buena foto. Recuerda quién te
invitó aquí antes de hacer más comentarios sarcásticos, —dijo Maya en un tono mordaz antes de
darse la vuelta y deslizar su mano alrededor del brazo de Dom como si estuvieran felizmente
enamorados. Tuvo que obligarse a sí mismo a no estremecerse ante el toque—. ¡Zoé! Cloe!
¡Esperaba verte aquí! —ella chirrió.
Dos mujeres se acercaron con vestidos idénticos de raso brillante que funcionaban en el
escenario, en la ópera, pero no en primeros planos. Sus pelucas grises y maquillaje estilo siglo
XVIII con rostros empolvados y grandes manchas de colorete en las mejillas, mostraban más
compromiso con el tema de la fiesta que el elegante conjunto de Maya.
Se quedó quieto, contento de haber sido relevado de sus deberes en las redes sociales por
el momento, pero antes de que pudiera quedarse atrás para tomar una copa de vino de una mesa
en la esquina, la mano de Maya se apretó alrededor de su codo como un ancla no deseada.
—No has conocido a Gian, ¿verdad? ¡Es de Nápoles!
Domenico ofreció una sonrisa a las dos mujeres idénticas. —Buonasera26, —dijo,
sabiendo que en este momento solo estaba aquí por su italianidad.
Las gemelas chillaron de alegría, pero su alegría le recordó por qué no le gustaba pasar
tiempo con nuevos ricos idiotas cuya idea del trabajo consistía en visitar tiendas y salones de
belleza.
—¿Puedes cantar una serenata, Gian? —preguntó Zoe/Chloe.
Los ojos de la otra Zoe/Chloe se abrieron como platos. —¡Por favor por favor, por favor!
Dom se rió entre dientes a pesar de tener ganas de gritar en su lugar. —Serenatas solo
después de la medianoche, esa es la tradición.
La mano de Maya se sumergió en su espalda, sorprendiéndolo con un pellizco.
Qué. Mierda. Fue. Eso.
Domenico no tenía paciencia con las mujeres quisquillosas en general y se oponía a que
alguien lo tratara como un accesorio personal en sus mejores días. Ahora, deseaba llevar a Maya
al baño, bajo la excusa de sexo, y ahogarla en la taza del inodoro.
—Me temo que, contrariamente a la creencia popular, no todos los italianos tienen buena
voz para cantar. Soy una de esas almas desafortunadas.
Zoe/Chloe a la izquierda se mordió el labio, acercándose un poco más y usando un
ventilador de nailon para refrescarse. —¿Quizás decir algo en italiano entonces?
Aquí vamos.
—¿Qué quieres que te diga? —dijo Domenico, bordeando los límites de su paciencia por
esta mierda. ¿Valía la pena la oportunidad de acabar con Dino por todo el sufrimiento que Maya
le estaba haciendo pasar?
Zoe/Chloe vacilaron, incapaces de pensar en una oración que ambas estuvieran de
acuerdo en querer, así que al final Maya obligó a Domenico a enseñarles algunas introducciones
básicas. Domenico ni siquiera podía arriesgarse a enseñarles malas palabras, ya que algunos
miembros del personal eran italianos y podrían reaccionar.

26
“Buenas noches” en italiano.
—Gian, ¿podrías tomarnos una foto a las tres? —preguntó Zoe/Chloe, ya entregándole a
Dom su teléfono con incrustaciones de cristal Svarovski27.
La cabeza de Domenico era un horno en este momento, pero Maya parpadeó y le arrebató
el dispositivo de las manos de una manera que se consideraría grosera bajo cualquier
circunstancia. —¡Dan-dan! ¿Puedes tomarnos una foto, por favor? Gian no tiene mucha
sensibilidad artística.
Domenico dio un paso atrás, más ofendido de lo que lógicamente debería estar, y la
media sonrisa que Dana le ofreció cuando dejó al hombre de mediana edad con el que había
estado hablando lo hizo hervir. Necesitaba cinco minutos para calmarse, o terminaría
arrancándole la cabeza a la perra.
Maya le sonrió como si fueran perfectos amigos. —Sé un amor y tráenos un poco de
vino, Gian.
Esa fue la señal de Domenico. Su escapada.
Él le dio el más genérico de los asentimientos y se deslizó hacia la pared, maniobrando a
través de la densa multitud de hombres y mujeres con máscaras de diversa calidad, opulencia y
mérito artístico. Habían pasado dos horas desde que habían llegado, y no había visto a una sola
persona que se pareciera ni remotamente a Dino. De acuerdo, tal vez tenía una habitación
privada a bordo, o sin darse cuenta había obstaculizado los planes de Domenico al decidir que no
tenía ganas de asistir a la fiesta de esta noche, pero a Domenico le agitó muchísimo que donde
había esperado mucho tiempo para explorar el yate y buscar a su objetivo, se quedó con la perra
rica, que pensó que le estaba haciendo un favor comprándole un traje de mala calidad.
Necesitaba un trago. Y fumar. Técnicamente debería evitar la nicotina y el alcohol ahora
que había perdido uno de sus riñones, pero una noche no lo mataría.
Caminó hacia la cubierta inferior, pasó el letrero que decía Solo personal autorizado con
la esperanza de irrumpir en la cocina y sacar a Seth para una charla rápida, pero Seth debe haber
tenido el mismo plan, porque Dom lo encontró apoyado contra la barandilla, era una mota de
polvo blanco con su uniforme sobre el fondo del cielo estrellado y el agua oscura.
Seth miró en su dirección tan pronto como notó pasos, y su cautela inicial se convirtió en
una sonrisa alrededor de un cigarrillo que sostenía entre sus dientes en el momento en que Dom
se quitó la máscara.
El corazón de Domenico se tranquilizó instantáneamente cuando vio que los rasgos
familiares se relajaban.
—Ey. ¿Cómo está el trabajo? Espero que no estés escupiendo en la comida —dijo,
deslizando la palma de la mano por la ancha espalda de Seth mientras se unía a él, oliendo la
brisa del mar.
27
Son diamantes de imitación, también es el nombre de una marca de joyería.
Las luces de la ciudad crearon una imagen mágica más allá de la extensión oscura del
agua e iluminaron el cielo también, oscureciendo las estrellas con su brillante luz.
Seth resopló, exhalando humo. —No, me gusta demasiado la comida. ¿Qué pasa contigo?
Usas una máscara te protege, pero apuesto a que hace que sea casi imposible detectar a Dino.
Domenico apoyó los codos en el borde de la barandilla y agachó la cabeza, sin decir
palabra, pidiéndole a Seth un cigarrillo. —Es una puta pesadilla. Ella sólo me quería aquí porque
soy más italiano que esta fiesta. No puedo creer que tenga que seguirle el juego a esta tontería.
Me hizo presentarme en italiano y tuve que tomar cientos de fotos, pero ella ve fallas en cada
una. ¿Qué tipo de trabajo es influencer de todos modos?
—Venden espacios publicitarios en sus perfiles en línea y les pagan para presentarse en
fiestas porque les da publicidad…
—Sé lo que es, lo he buscado. Solo digo que no es un trabajo real.
Seth sonrió y le pasó un cigarrillo a Domenico. —Ah, lo sé. Deberían conseguir trabajos
de verdad, como médicos, abogados o asesinos. Esos son trabajos serios, ¿verdad?
Domenico dejó escapar un gemido y encendió la punta del cigarrillo, contento de que casi
no hubiera viento esta noche. El alivio inundó sus sentidos una vez que dio la primera calada, y
se inclinó más cerca de Seth, necesitando su calor para mantener la cabeza despejada. El agua
olía a sal y su suave susurro era un agradable recordatorio de que había vida más allá de la
bulliciosa ciudad que ocupaba todo el horizonte.
—Crees que eres tan inteligente, ¿eh?
—Sí. Si no estuviéramos atrapados en el modo de incógnito para siempre, nos haría un
par de cuentas en Instagram y solo ganaría el dinero por las apariciones. Publicaría fotos sexys,
rutinas de gimnasia y recetas. Es el triángulo del éxito en Internet. Ah, y citas inspiradoras. —
Seth chocó el hombro de Dom con el suyo, sorprendentemente alegre teniendo en cuenta para
qué estaban allí.
Domenico frunció el ceño. —No vivo para que las mujeres puedan comerse con los ojos
a mí y a mi hombre.
—¿Y los chicos? —Seth bromeó y Domenico tarareó, jugando con los cigarrillos
mientras miraba a los ojos amorosos de Seth—. Supongo que podría deshacerme fácilmente de
los acosadores de todos modos.
Seth se rió a carcajadas. Miraron hacia los edificios altos, absorbiendo la atmósfera
pacífica mientras la música a todo volumen en la fiesta era apenas el fantasma de una presencia,
y en ese momento casi se sintió como si esto no fuera una escapada de asesinato sino una cita. —
Tendrías tantos.
—Su número se reducía cada vez que uno decidía acercarse a mí, —dijo Domenico sin
quitarse el cigarrillo de entre los labios. Le guiñó un ojo a Seth, ya más tranquilo. Después de la
tensión de tener que adherirse a los deseos de un extraño por el bien común, la compañía de Seth
fue el alivio que necesitaba desesperadamente. Y si todo iba bien, mañana estarían de camino a
casa, con nuevas perspectivas.
O muertos.
Pero no le gustaba considerar esa posibilidad, incluso si se cernía justo debajo de la
superficie, como manos listas para invitarlos al frío océano. Porque ahí era donde probablemente
terminarían, comidos por los peces, si morían esta noche.
Domenico tomó una bocanada de humo tibio y miró hacia el agua oscura de abajo. Su
mente estaba igualmente negra debajo de la superficie, escondiendo tortura, dolor y decepción. A
pesar del sufrimiento a manos de Anderson, a pesar de la pérdida de su riñón, ambos siendo
heridas aún frescas, Domenico quería creer que no había cambiado, pero la verdad era que esas
experiencias recientes habían sacudido su confianza. Le habían mostrado lo humano que era, que
su cuerpo sangraba como el de cualquier otra persona.
Seth puso su brazo sobre los hombros de Dom sin decir una palabra, como si quisiera
mostrar su apoyo.
¿Había leído los pensamientos de Domenico?
Inclinarse en el abrazo se sintió tan natural como respirar. No importaba lo frágil que toda
la experiencia había hecho sentir a Domenico, Seth todavía creía en él, y eso era lo que
finalmente importaba. Su esposo lo conocía mejor que nadie, así que si pensaba que Domenico
podría poner fin a sus problemas para siempre, entonces él podría hacerlo. Todo lo que
necesitaba era una gota de humildad para no descuidar el peligro cuando se acercaba
sigilosamente a él.
—Si está aquí, lo encontraré. Es una promesa.
Seth arrojó la colilla de su cigarrillo al mar y se giró para besar a Dom. Lejos de miradas
indiscretas, a la sombra de la cubierta superior, podían permitirse este pequeño momento de
intimidad, y Dom se sumergió en él con todo su ser. Tenía que creer que este truco funcionaría,
pero si este era su último beso, haría que valiera la pena.
—¡No puedo creer esta mierda! ¿Y si Maya te viera? —Dana preguntó, de la nada, y la
proximidad de su voz envió un escalofrío por la espalda de Domenico. La perra estaba
mejorando en su trabajo cada año, y a él no le gustaba que lo engañaran.
—Dile a Maya que estoy indispuesto, —dijo, girándose para mirarla.
Dana frunció el ceño. —No le voy a decir una mierda. Tienes que volver. He oído que
han llegado algunos barcos más con invitados. No hay tiempo para… besos —terminó con tanto
disgusto que Domenico se habría reído si no estuviera tan molesto.
—No es mi problema que tu corazón sea tan frío como ese agujero entre tus piernas, —
gruñó pero finalmente se echó hacia atrás con un apretón final en la mano de Seth. Dana tenía
razón. Si llegaban nuevos invitados, Domenico necesitaba estar allí.
Matarían a Dino y luego huirían. Muy pronto, serían libres. Libres para volver a casa y
viajar a donde quisieran. La necesidad de enfrentarse a Federico una vez que eso sucediera ni
siquiera estaba en su mente todavía.
Tiró su cigarrillo y le dio a Seth un beso más en los labios solo para dejar claro que hacía
lo que quería.
—Estaré alerta en la proa28 del yate, —dijo Dana y se alejó con su vestido brillante
mientras Domenico subía las escaleras hacia el susurro de voces y música. Estuvo tentado de
regresar, pasar unos minutos más en la paz de la compañía de Seth, pero por mucho que lo
odiara, sabía que Dana tenía razón. Estaban aquí por negocios, y cuanto antes terminara con eso,
mejor.
El breve paseo desde la zona de personal hasta la bulliciosa terraza, donde algunos de los
invitados buscaban aire fresco y un entorno más privado para conversar, fue suficiente para que
se recompusiera y se pusiera la máscara que Maya le exigía.
Para cuando entró en la gran sala principal, donde estaba dispuesta la comida, estaba
mentalmente preparado para lidiar con la molesta personalidad de la chica. La vio de inmediato,
todavía hablando con Zoe y Chloe, y fue entonces cuando se dio cuenta de que, de hecho, no
estaba mentalmente preparado y tomó un desvío hacia el mostrador de vinos. Tal vez un trago o
dos calmarían su temperamento si hubiera notado su larga ausencia.
Pero cuando se acercó con tres copas rebosantes de vino, su postura combativa, con los
brazos cruzados sobre el pecho, lo alarmó incluso antes de ver a un hombre guapo, que le parecía
vagamente familiar.
Entonces golpeó a Dom. Dana le había mostrado una foto del tipo. El infame ex. Por un
brevísimo momento, Domenico estuvo a punto de salir corriendo a buscar a Dino, pero no podía
deshacerse de Maya en medio de la fiesta, porque ella conocía al dueño del yate y podría hacer
que los echara tanto a él como a Seth si se enfadaba lo suficiente. Con una respiración profunda
para alimentar sus neuronas agonizantes, Domenico le entregó a Maya, Zoe y Chloe sus copas.
—Aquí tienes, cariño —dijo, como si no hubiera notado la tensión que incendiaba el aire.
Solo le echó una mirada al hombre cuando Maya lo miró fijamente con los labios apretados con
tanta fuerza que parecía que se iban a romper.
El hombre tenía cuarenta y tantos años, con algunas canas en las sienes, pero el rubor en
su rostro no le hacía ningún favor.
—Maya, ¿quién es? —exigió el ex.
28
Así se conoce en náutica a la parte delantera de una embarcación.
Aceptó el vino y agarró el brazo de Domenico, presionando sus pechos contra su codo de
una manera tan exigente que anhelaba alejarse de la suavidad de su carne y zambullirse en la
multitud enmascarada. —¿Quién crees que es? Su nombre es Gian.
Excelente. Así que ahora no era solo una mascota, sino también un novio falso para poner
celoso al ex. Sabía que esto vendría, pero de alguna manera esperaba poder evitar la vergüenza
de ser su caballero de brillante armadura.
—¿Y quién es exactamente este Gian?
—Él es mi novio. Obviamente.
Domenico se repetía a sí mismo que había sobrevivido a indignidades mucho mayores,
pero había algo insoportable en ser un mono bailarín para gente tan insignificante.
El ex frunció el ceño. —Oh, ¿y es tan feo que tienes que esconderlo debajo de una
máscara?
—Es una fiesta de máscaras, —dijo Domenico, mirando al extraño con creciente
molestia. ¿Por qué era él el que se ocupaba de esta mierda?—. Eres tú quien no está siguiendo el
código de vestimenta, —dijo, tratando de mantener la voz baja, porque llamar la atención sobre
sí mismo era lo último en la lista de tareas pendientes de un depredador cuando buscaba una
presa muy especial.
—Ya he tenido suficiente de esto. Vas a venir conmigo ahora mismo, y hablaremos sobre
esta tontería, —gruñó el ex, pero cuando alcanzó el brazo de Maya, lo agarró tan abruptamente
que la copa en su mano se volcó, haciéndola derramar el vino sobre su escote y todo el camino
hasta el frente de su vestido.
Durante dos segundos, miró hacia abajo con incredulidad, pero luego dejó escapar un
gemido insoportable, como si la estuvieran desollando viva mientras le sacaban los dientes. —
¡Este es un Alexander McQueen29!
Domenico frunció el ceño, atravesando al ex con su mirada. Increíble. Él mismo a veces
era culpable de dañar trajes caros, pero nunca por razones insignificantes. —¡Acabas de dañar
una obra de arte textil! ¡Discúlpate, ahora mismo!
El ex negó con la cabeza y con la audacia de un hombre confiado más allá de sus
capacidades, empujó a Dom hacia atrás. —¡Ella hizo esto ella misma! No me disculparé por
nada. ¡Ni por ti, punk, ni por ella!
Domenico siguió su primer instinto y salpicó su propio vino en la cara del hijo de puta. El
bastardo dio un gruñido patético y movió su brazo en dirección a Dom. Echarse hacia atrás era
un juego de niños, pero Domenico olvidó que su máscara tenía un fondo que sobresalía, y
cuando los dedos tocaron el papel maché, todo salió volando por los aires, dejando sus facciones
29
Alexander McQueen fue un diseñador de moda inglés. Es conocido por haber trabajado como diseñador
jefe en Givenchy desde 1996 a 2001 y por fundar su propio sello, Alexander McQueen.
descubiertas. El aire fresco le hizo cosquillas en la piel sudorosa cuando se zambulló hacia
adelante y golpeó con el costado de la mano debajo de las costillas del ex de una manera que
parecía inofensiva pero que habría dejado a cualquiera en un mundo de dolor.
Solo cuando el tipo cayó de rodillas, agarrándose el estómago, Domenico se dio cuenta
de que debía haberse excedido. Limpiándose las lágrimas, Maya lo miró con asombro, como si él
fuera su Señor y Salvador, pero la atención de Dom se desvió por encima del hombro, hacia una
multitud congelada en estado de shock por el estallido de violencia. Pero entre la gente parada en
su lugar como maniquíes excesivamente vestidos había un hombre que se tambaleó hacia atrás.
Se miraron directamente el uno al otro.
El extraño enmascarado era más bien fornido, no demasiado alto pero bien formado para
alguien con cabello gris. Pero la forma en que su mirada marrón atravesó el pecho de Domenico
fue nada menos que furiosa. Como si él hubiera sido el que sufrió un desaire personal, no el ex
de Maya.
Domenico no necesitaba ver la cara de Dino Villani para saber que era él.
Tomando aire, se hundió más, preparado para correr tras su presa, pero antes de que
pudiera moverse, una figura alta con una máscara negra barata apareció al lado de Dino, y ambos
salieron disparados.
Por supuesto que sí.
Domenico ya ni siquiera escuchaba las amenazas de Maya o de su ex. Era una serpiente,
deslizándose entre espectadores sorprendidos y asistentes a la fiesta riéndose con máscaras. No
arruinaría su oportunidad de derrotar a Dino Villani.
Todas esas veces que Dino lo había humillado, usado como una herramienta o lastimado
a pesar de la lealtad de Dom, regresaron, inundando su mente con odio y convirtiéndose en
veneno dentro de él. Domenico no lo dejaría escapar y esconderse en algún agujero donde nunca
encontrarían a Dino.
La jeringa en el bolsillo de Dom tenía el nombre de Dino.
Nadie vendía a Domenico Acerbi. Nadie humillaba a Domenico Acerbi y vivía para
contarlo.
Con la música a todo volumen aún sonando, los invitados y el personal que se habían
mantenido más alejados de la confrontación de Domenico con el ex de Maya, no se habían dado
cuenta de que había sucedido algo digno de mención. Sus cuerpos, vestidos con finas ropas, eran
un estorbo para Domenico, pero maniobraba entre grupos de personas, tratando de ignorar sus
sonrisas, disparadas desde detrás de las máscaras, cuando pasaban por los bordes de su campo de
visión.
La espalda de Dino era su único objetivo, y dejó que la mancha de color marrón lo guiara
a través de la multitud, como si fuera una flecha que bordea el bosque para golpear el corazón de
un oso.
El guardaespaldas estaba justo detrás de Dino, pero Dom apretó la pequeña jeringa, listo
para actuar en el momento en que tuviera una oportunidad. Todo lo que necesitaba era clavar la
aguja en el cuello de Dino, porque incluso si tuviera que deshacerse del guardaespaldas después,
su objetivo moriría de todos modos.
Su cabeza latía con calor, la necesidad de venganza reemplazaba la sangre en sus venas,
pero mientras Dino y su hombre corrían escaleras abajo, Dom se dio cuenta de que se dirigían a
la cocina.
El aire húmedo entró en sus pulmones cuando pasó a toda velocidad junto a una mujer
que el hombre de Dino había empujado fuera del camino unos segundos antes, pero en este punto
otras personas eran marionetas. Domenico ya no reconoció sus rasgos mientras volaba por el
aire, sus pies golpeaban el suelo cuando la gravedad lo empujaba hacia abajo. Una vez más,
ignoró el cartel que prohibía a los invitados ir a la cubierta inferior y bajó los escalones de un
salto, acortando un par de metros la distancia con los dos hombres que corrían delante.
Su velocidad no fue suficiente para alcanzarlos, y Dino se zambulló por la primera puerta
en su camino. Domenico estaba justo detrás de él y solo logró evitar que la madera se estrellara
contra su frente cuando la puerta se abrió hacia atrás extendiendo su codo.
La cocina vivía y respiraba caos cuando irrumpió. El estrecho espacio era un laberinto
lleno de objetos afilados, planchas calientes y aceite, y a pesar de que la ventilación zumbaba
como si un helicóptero estuviera a punto de aterrizar sobre sus cabezas, el aire denso hizo que los
ojos de Dom se humedecieran. Los cocineros y el resto del personal se apartaron del camino de
Dino, sin siquiera intentar enfrentarse a los dos hombres, que atravesaron su espacio de trabajo
como balas y no dudarían en destrozar cualquier cosa que se interpusiera en su camino.
Domenico estaba sin aliento, con la cabeza liviana por la persecución, pero su mirada se
vio instantáneamente atraída por la forma familiar vestida de blanco.
Los ojos de Seth se abrieron cuando se congeló por un segundo de más. Llegó a su
mostrador, a punto de agarrar algún tipo de herramienta cuando las puertas batientes detrás de su
espalda se abrieron de golpe, y un hombre alto y calvo entró disparado, su mirada se centró en el
brazo de Seth.
Domenico gritó el nombre de Seth, frenético por alcanzarlo antes de que el matón pudiera
hacerlo, pero cuando Seth cayó hacia adelante luego de un golpe en la cabeza, la escarcha se
apoderó de las venas de Dom y entró en su corazón.
—No, —dijo con voz ahogada, su mano apretada alrededor de la pequeña jeringa
mientras miraba a través de la habitación, incapaz de hacer frente al hecho de que habían sido
frustrados. De nuevo.
Dino y su otro matón corrieron otros tres pasos, pero cuando el recién llegado tiró del
brazo de Seth hacia atrás y le apuntó con una pistola en la nuca, el juego terminó. El personal de
la cocina se dispersó como cucarachas alcanzadas por el haz de luz de una linterna, y los que no
pudieron llegar a la puerta, se agazaparon detrás de los mostradores y debajo de las mesas presas
del pánico.
—Suelta tu arma, Acerbi, —dijo Dino en italiano, con confianza, como si no hubiera
estado huyendo al ver a Domenico minutos antes.
Las aletas de la nariz de Domenico se ensancharon, sus ojos aún buscaban una salida a la
situación, pero lo superaban en número, y con la vida de Seth tan obviamente en peligro, no
podía permitirse correr riesgos.
Usó su dedo medio para empujar la pequeña jeringa debajo del puño de su camisa antes
de sacar su arma. El hombre que había seguido a Dino durante la persecución luchaba por
respirar, pero se acercó a Dom de todos modos, alcanzando el arma de fuego. A Domenico le
dolió físicamente entregar su nueva Beretta, pero no había forma de evitarlo. Lo giró en su mano
y se la ofreció al matón con el agarre primero.
—Buen perro. Solo sigues vivo porque no quiero cuerpos ni preguntas, —dijo Dino
desde detrás de la máscara, la dureza en sus ojos marrones despertando a los viejos demonios
que aún se alimentaban del alma de Dom en secreto. Todos esos años de sumisión sin esperanza
de convertirse en algo más que un asesino para la Familia se le subieron por la garganta como la
bilis. Sin embargo, por el bien de la seguridad de Seth no haría nada, y lo sabía—. Espósalo, —
dijo Dino al final, cimentando su destino.
Domenico detestaba tener que presentarle las manos al matón con todo su corazón, pero
aun así lo hizo, mirando a Seth en silencio. Tenían una posibilidad de sobrevivir mientras
estuvieran vivos, pero sabía que esa posibilidad era tan pequeña como las muñecas de Maya.
La mirada de Seth estaba húmeda cuando le devolvió la mirada desde más allá de un wok
lleno de aceite y articuló—: Lo siento.
Capítulo 19 – Seth

El agua estaba tan oscura como la tierra, así que tal vez no importaba si su cuerpo
terminaba enterrado en sus profundidades.
Seth se había aferrado a la esperanza por más tiempo del que debería, pero la realidad de
su situación era que él y Dom estaban solos. Es probable que Dana se hubiera perdido toda la
persecución, de lo contrario, participaría en el otro lado del yate, y los invitados no pensarían
mucho en ello, ya que no habían visto armas. Por unos momentos, Seth había esperado que el
personal de la cocina alertara a la policía, o a alguien, pero todos desviaron la mirada, con
expresiones en los rostros que evocaban ciertos banquetes en la finca de la familia Villani.
La muerte estaba a un tiro de piedra.
La gran lancha los llevó más lejos del enorme yate, sus luces, música alta y gente rica y
despreocupada. Más lejos incluso de la ilusión de seguridad que proporciona la compañía de
extraños. Más lejos de los ojos humanos, donde las bestias como Dino Villani podían hundir
libremente sus dientes en la carne ensangrentada.
Seth no podía dejar de pensar en todas las oportunidades que había perdido en esa cocina
y las formas en que podría haber desatado el caos en Dino y sus hombres, pero esas posibilidades
estaban fuera de su alcance en el momento en que el matón de Padre le puso una pistola en su
cráneo. Incluso al borde de la muerte, Seth nunca habría puesto en peligro a Domenico con un
comportamiento imprudente.
Una brisa llena de agua salada roció el rostro de Seth mientras el bote avanzaba a toda
velocidad por la costa, pero las diminutas gotas no pudieron aliviarlo cuando las llamas del
infierno ya lamían las plantas de sus pies, las puertas del inframundo estaban listas para abrirse
para ellos.
Aún así, Seth no estaba listo para darse por vencido y discretamente evaluó la situación a
pesar de la quemadura en su cráneo. Dino tenía tres hombres con él. Uno dirigía la lancha
motora, otro se paraba junto a donde habían atado a Domenico a la barandilla con bridas
resistentes, y luego estaba el que todavía apuntaba con una pistola a la cabeza de Seth. Su boca
de acero no podría haberse sentido más caliente, como si la explosión que iba a matarlo ya
estuviera hirviendo a fuego lento en la punta del arma.
—Veo que tendré que hacerle una visita a Chao, —dijo Dino cuando el motor se quedó
en silencio y se detuvieron en aguas tranquilas. Era lo suficientemente brillante como para evitar
el uso de luces artificiales, otra desventaja más del lado de Dom y Seth. A esta hora, nadie
prestaría atención a un barco solitario que se alejaba de la ciudad. Un lugar singular en el agujero
negro del mar.
—No queda nadie para visitar, —dijo Domenico. Se había puesto pálido, pero sus ojos
brillantes todavía albergaban el espíritu de lucha al que Seth quería aferrarse desesperadamente.
Dino sonrió, observándolos mientras la enorme luna llena colgaba sobre su hombro como
un foco. —¿Quién hubiera pensado que después de todos estos años todavía estarías haciendo mi
trabajo sucio?
La boca de Domenico se torció. No apartó la mirada, como si todavía tuviera cartas bajo
la manga. —Siempre ato los cabos sueltos, sin importar cuántos años hayan pasado.
No necesitaba alzar la voz cuando el susurro de la ciudad y las olas eran tan distantes,
pero cada palabra era un puto golpe en la cara de Dino. Todos los matones permanecieron en
silencio, atentos a cada movimiento de Domenico. Seth también se concentró en él, a pesar de
que sus sentidos le recordaban constantemente la presión del metal en la parte posterior de su
cabeza. La situación parecía desesperada, pero quería creer en Dom, necesitaba creer que todavía
tenían una oportunidad y no terminarían hundiéndose en el fondo del mar.
Dino se rió entre dientes. —Esa es la sangre Villani. Muy de acuerdo, Acerbi. Es por eso
que no puedo dejar que ninguno de ustedes dos salga de aquí. No importa lo que pensé hace años
sobre tu potencial, has elegido tu camino.
La sangre de Seth hirvió cuando su padre lo ignoró una vez más. A los ojos de Dino, ni
siquiera era digno de unas palabras de despedida, pero Seth se obligó a bajar su ego y miró a su
alrededor, buscando frenéticamente una grieta en el plan de Dino. Había un manojo de cuerdas a
unos metros de distancia, un balde lleno de pescado podrido que podía oler desde el otro lado del
barco, pero la única forma de salir de esto estaba tan atrapado como Seth.
Domenico resopló y sacudió la cabeza, como si la Muerte fuera un amigo tan cercano que
no temiera tener que enfrentarse a él. La mirada de Seth se desvió hacia las gruesas bridas, y su
respiración se hizo más superficial una vez más. Domenico le había mostrado tres formas de salir
de ellas, pero la posición de sus manos, la forma en que el plástico se clavaba en su piel y el
hecho de que no podía moverlas libremente hacía que los tres métodos fueran imposibles. Pero
incluso si, por alguna casualidad, Domenico lograba liberarse, había dos hombres a cada lado de
él, listos para detener cualquier ataque contra su jefe.
Pero a pesar de la desesperanza de su situación, una cosa mantuvo la pequeña luz de
esperanza ardiendo en el lugar más profundo y oscuro del pecho de Seth. El olor del mar apenas
enmascaraba el fuerte olor del miedo. Ambos hombres brillaban de sudor, sus dedos rígidos
sobre sus armas de fuego, labios finos, como si estuvieran flanqueando una bomba de relojería,
no a un hombre. En sus mentes, Dom había sido el que mató a sus tres predecesores hace solo
unas semanas. Ninguno de ellos sabía que el bote estaba lleno de depredadores, y su otro
prisionero también lo era.
—Podría decir lo mismo de ti. ¿Cuántos años hace que no te ensucias las manos? Toda
esta charla acerca de que Seth es un cobarde, y todavía tienes a tus hombres lidiando con él.
Dino frunció el ceño y su mirada se dirigió a Seth por primera vez desde que abordaron.
El sudor perló la espalda de Seth cuando se dio cuenta de la intención de Domenico. Dino no
tenía idea de cuánto había cambiado Seth en los últimos siete años. Para él, Seth seguía siendo el
hijo blando y alegre que solía esconderse detrás de las faldas de su madre y huía de la violencia.
Tan modesto como una cuchilla escondida dentro de una sombrilla y clavada en la pantorrilla de
alguien en la calle, pero igual de letal. La única arma que Domenico aún podía usar.
Dino mordió el anzuelo, y cuando se volvió hacia Seth, fue como enfrentarse al fantasma
de un pasado del que Seth había huido toda su vida. —Todavía podría romperle el cuello con mis
propias manos. Vincenzo era tonto como una roca, pero al menos no era un marica.
El corazón de Seth dio un vuelco, enviando cálidas oleadas de ira por todo su cuerpo. —
Pruébame. ¿O tienes tanto miedo incluso de tu 'hijo maricón' que necesitas un guardaespaldas
que me dispare en la nuca para que puedas sentirte seguro de nuevo? ¿Te ha ablandado la vejez?
Dino soltó una carcajada, pero sonó tan rígida como su sonrisa. La brisa echó hacia atrás
su corto cabello plateado cuando le ofreció a Seth una sonrisa llena de dientes artificiales. —
¿Quieres morir por mi mano, hijo? Bien. Te enviaré de vuelta con tu madre. Siempre has sido un
niño de mamá. Tienes suerte de que tuviera debilidad por ella, porque te habría llevado de
regreso a Italia mucho antes. Cuando la vuelvas a ver, recuerda que ella es la única razón por la
que viviste tanto tiempo.
Las palabras de Dino cortaron como navajas, pero Seth no podía permitirse desangrarse.
No cuando la vida de Domenico estaba en juego. Habían pasado por demasiado para permitir que
este último obstáculo los dañara.
Así que Seth sofocó los sentimientos de inadecuación, la humillación del odio de su
padre, y se atrevió a pararse en la cubierta tambaleante, desconfiando del matón que todavía le
apuntaba con el arma al cráneo.
—Retrocede, Matteo, yo me encargo. —dijo Dino, sacudiendo la cabeza mientras sacaba
una pequeña navaja, que brillaba como una sonrisa llena de dientes—. Te destriparé con esto,
gusano.
Domenico abrió la boca, con la intención de burlarse de Dino de nuevo, pero su mirada se
encontró brevemente con la de Seth, y ese momento de conexión sin palabras lo calló. Tragó
saliva, la elegante sonrisa desapareciendo de sus labios. Desarmado y atrapado, no estaba en
condiciones de luchar, reducido a un prisionero. Seth era su única esperanza, y ambos lo sabían.
La mirada de Seth se posó en la hoja con mayor concentración. Sin un arma, su
oportunidad residía en forzar la navaja de la mano de Dino para igualar las probabilidades. Casi
podía saborear la sangre arterial de Dino en sus mejillas, deseando terminar con este juego del
gato y el ratón de toda la vida. Dino Villani, El Sr. Trópico, ya ni siquiera se sentía como su
padre. El hombre frente a Seth era un objetivo, un obstáculo, un saco de carne y huesos que
convertir en un cadáver para que él y Domenico pudieran regresar a casa.
La satisfacción llenó las venas de Seth cuando Dino instó al matón a retroceder aún más.
Seth levantó sus manos atadas, mirando a Dino, extrañamente sereno una vez que el
cañón de acero ya no tocó su piel, prometiendo besos de bala. —¿Vas a pelear conmigo con un
cuchillo mientras mis manos están atadas?
El matón calvo, que estaba al lado de Domenico, se aclaró la garganta. —Jefe. ¿Quizás es
mejor que saquemos la basura y nos vayamos a casa?
El rostro de Dino se torció y miró por encima del hombro, enseñando los dientes, como si
fuera un desaire personal. —¡Cierra la boca, Tonio! Este es un asunto de familia. Le mostraré a
este marica lo que vale. —Su mirada volvió a posarse en Seth—. Todos estos años traté de
convertirte en un hombre, ¿y para qué? Para que vayas a servirle la polla a otro hombre. Estoy
avergonzado de ti, pero no lo estaré más una vez que seas comida para peces. Será como si nunca
hubieras existido.
Sus labios estaban tan apretados mientras hablaba, la saliva cayó en la cara de Seth, pero
en este punto era un juego de espera, y el enfoque de Seth se redujo a la hoja que finalmente
estuvo a su alcance cuando Dino se acercó para cortar las ataduras de las muñecas de Seth. Las
cucarachas y sus bebés bailaban por la espalda de Seth cuando su mirada se encontró con la de
Dino.
El tiempo se detuvo y ninguno de los dos se movió.
La boca de Seth se estremeció, ya ansiando sangre, sus hombros bajaron, sus rodillas se
relajaron mientras se preparaba para actuar. Pero los interminables pozos de oscuridad que Dino
tenía por ojos se entrecerraron, su mano apretó el cuchillo como si de repente entendiera que uno
de los depredadores que había atrapado había estado escondiendo sus garras todo el tiempo.
Los oídos de Seth tamborilearon un grito de batalla, pero mientras inhalaba, inclinándose
hacia adelante sin siquiera una pizca de miedo en su corazón, Dino retrocedió.
—No, tienes razón, Tonio. No tiene sentido… —Los ojos de Dino se precipitaron por
encima del hombro de Seth, al matón que había mantenido el arma en la cabeza de Seth, pero
antes de que el hombre pudiera haber seguido la orden tácita de su jefe, el cuerpo de Domenico
se sacudió en el otro extremo de la lancha motora, y uno de los hombres que lo vigilaban se
derrumbó por la borda con un fuerte chapoteo.
Esa fue la señal de Seth.
El cerebro de Seth gritó que su hombre todavía estaba en peligro al lado de Tonio, pero si
iba a ayudarlo contra los perros, primero necesitaba derrotar al líder de la manada. Si Dino no le
daba la oportunidad de pelear, Seth la tomaría él mismo.
Cargó contra Dino, agarrando su mano derecha tan fuerte como lo permitía la brida, y la
retorció para que la hoja apuntara al pecho de Dino. Sus miradas se encontraron, y en la fracción
de segundo entre ese momento y el cuchillo hundiéndose en la carne vulnerable cuando Seth
empujó, su mente brilló con imágenes de un pasado lejano.
Para cuando la afilada navaja se hundió en el cuerpo de Dino por tercera vez, los
recuerdos de los buenos momentos juntos se habían desvanecido, reemplazados por todas las
razones por las que este bastardo tenía que morir.
Seth solo se dio cuenta de que gritó con furia cuando reconoció el aullido salvaje que
resonaba en el agua como su propia voz.
El agarre de Dino sobre el cuchillo se aflojó lo suficiente como para que Seth se lo
arrebatara, y con las manos aún esposadas, avanzó hacia su padre, perforando el estómago
innumerables veces hasta que Dino cayó hacia atrás con un grito de impotencia. La alegría sádica
inundó las venas de Seth, y levantó las manos antes de golpearlas hacia abajo en uno de los
movimientos que Dom le había enseñado. El lazo de plástico se rompió, dejándole las manos
libres.
Pero no hubo tiempo para regodearse cuando Matteo avanzó hacia él por detrás,
probablemente temeroso de usar el arma de fuego porque Dino estaba demasiado cerca. Su
mundo dio vueltas cuando el bote se balanceó demasiado abruptamente y se cayeron sobre la
cubierta. Entre el doloroso aterrizaje y un puñetazo que le cerró la mandíbula con tanta fuerza
que sintió como si sus dientes estuvieran a punto de romperse, Seth vio a Tonio y Domenico
enfrascados en una lucha. Las largas piernas de Dom se envolvieron alrededor de la cintura de
Tonio mientras la lancha se balanceaba, salpicando agua en el aire.
Un grito rasgó el aire, pero Seth no pudo ver a Domenico. Respiró profunda y
profundamente mientras el mayor peso de Matteo lo inmovilizaba. El bastardo clavó sus manos
en la muñeca de Seth con tanta fuerza que sujetar el cuchillo se convirtió en un desafío mayor
con cada segundo que pasaba, pero cuando Matteo se agachó y escupió en la cara de Seth, Seth
golpeó su frente contra la de Matteo con tanta fuerza que ambos debieron sentir el impacto.
La visión de Seth se volvió borrosa, pero Matteo era lo suficientemente grande como para
apuñalar sin necesidad de apuntar. Gritó de furia mientras clavaba el cuchillo en la carne, pero
Matteo se movió en el último momento, lo que clavó el cuchillo en el hombro del hombre en
lugar de en la garganta. Antes de que Seth pudiera haber sacado su arma, Matteo se alejó
rodando, quitándola del alcance de Seth.
Seth abandonó el cuchillo y agarró el cabello de Matteo. Pateó el estómago del hombre,
dispuesto a incapacitarlo durante el tiempo suficiente para hacer tiempo para su próximo
movimiento. La cubierta era tan inestable que Seth ni siquiera trató de levantarse, pero cuando se
arrodilló, aún sosteniendo a Matteo por el cabello, su mirada se posó en el balde lleno de agua
sin gas y pescado.
Matteo luchó contra el agarre, pero Seth le golpeó la nuca una y otra vez, hasta que la
resolución del matón se debilitó. Apenas aferrándose a la conciencia, no pudo resistirse cuando
Seth lo arrastró hacia el balde y hundió su cabeza entre el maloliente pescado. Aturdido por el
asalto, Matteo solo reanudó su lucha una vez que su rostro quedó bajo el agua.
El cerebro de Seth daba vueltas, ebrio de sangre y violencia, pero mientras descansaba su
peso sobre el cuerpo tembloroso, la mirada oculta pasó por delante de las manos de Matteo
golpeando frenéticamente todo lo que tenía a su alcance. Dino yacía inmóvil, agarrándose la
camisa manchada de sangre, pero la atención de Seth se dirigió a Domenico.
Agotado y aún atado a la barandilla, Domenico sostuvo la pequeña jeringa entre los
dientes pero le ofreció a Seth una sonrisa cansada detrás de una cortina de cabello despeinado.
Tonio yacía tendido a su lado, muerto a pesar de las bridas, las armas y todas las demás ventajas
que Dino y sus hombres tenían sobre Domenico y Seth. Dom todavía había triunfado, mortal
incluso atado.
El calor llenó la cabeza de Seth con la picazón de unirse a su hombre, pero cuando el
agua salpicó directamente hacia él y una mano agarró el borde del bote, soltó a Matteo y recogió
el arma caída. Tan pronto como la cabeza calva emergió, jadeando por aire, Seth envió dos balas
entre los ojos del último guardaespaldas.
En un momento surrealista, se preguntó si habría tiburones en estas aguas, pero con la ira
asesina en sus venas, sintió que era el depredador más peligroso de allí.
Matteo estaba perfectamente quieto cuando Seth regresó con él, pero Seth le cortó la
garganta, para estar seguro. La sangre se derramó tanto en la cubierta como en el balde,
mezclándose con los peces muertos como si Matteo fuera solo otra captura del día.
El cuchillo se sintió como una extensión de la mano de Seth cuando miró a su padre a
continuación. El hecho de que Dino siguiera con vida le dio un impulso y, por primera vez en su
vida, era Dino quien le temía, y no al revés.
Intentó arrastrarse hasta sentarse, pero con la sangre cayéndole por la barbilla y
empapando su ropa a gran velocidad, fue en vano. Sin embargo, como una rata que lucha por
alejarse nadando de un barco que se ahoga en el océano, se encontró con la mirada de Seth,
ahogándose mientras hablaba. —Seth… todavía eres mi hijo. Esta fue una prueba, y la pasaste
con gran éxito. Eres mi sangre después de todo...
Seth se deslizó junto a él, jugando con la navaja. Ahora que la vida se escapaba de Dino a
un ritmo rápido, su edad era imposible de pasar por alto en las arrugas superficiales y el temblor
de sus manos. Pero Seth no sintió lástima por este hombre que les había causado tanto
sufrimiento a él como a Dom. —¿Sabes que Domenico y yo estamos casados?
Los ojos de Dino se abrieron, pero su padre no se atrevió a decir una palabra más.
Seth continuó, porque nada de lo que Dino pudiera haber dicho significaba nada más. —
Nunca podrás entender lo que este hombre hizo conmigo, por mí y junto a mí. No puedes porque
tienes el corazón de un cocodrilo, por lo que no puedes amar a nadie. —Presionó la punta del
cuchillo en una herida abierta en el vientre de Dino, haciéndolo gritar. Cuando sus ojos se
encontraron, Dino debió haber entendido que no sobreviviría esta noche—. Cometiste un gran
error al subestimarme. ¿Y sabes qué más? Domenico es hijo de Tassa, no tuyo.
Dino giró la cabeza para mirar a Dom, con el pecho agitado. —¿Qué? La puta de tu
madre… —Pero Seth no permitiría que ese bastardo hablara mal de la madre de Domenico.
Desgarró la garganta de Dino con la hoja, abrumado por una sensación de paz que nunca había
esperado sentir.
Los ojos oscuros del hombre al que solía amar y temer se disiparon y, en cuestión de
segundos, Dino se había ido.
El repentino silencio aguijoneó a Seth, y mientras los olores de la sangre y el mar se
mezclaban, se quedó mirando las manchas rojas en sus manos pegajosas, sorprendido de que
todo hubiera terminado.
Dino estaba muerto.
Domenico se rió, empujándose para sentarse, lo que hizo que Tonio se deslizara fuera de
él hacia la cubierta sucia. —¡Lo hiciste!
A pesar de que la realidad aún se estaba hundiendo, a pesar de que acababa de asesinar a
tres personas, se acercó a Dom con una certeza que lo abandonaba. —… ¿Ahora qué? —dijo con
voz áspera, cortando las esposas de plástico en las muñecas de Domenico.
Dom tiró de él en un fuerte abrazo tan pronto como estuvo libre, su cara encajando en el
hueco del cuello de Seth. Su respiración seguía siendo errática, pero cuanto más lo abrazaba
Seth, más seguro estaba de que, a pesar de la naturaleza precaria de su situación, saldrían ilesos
de Singapur. Aspiró el aroma de Domenico y permaneció en silencio, derritiéndose en el
apretado abrazo mientras su sangre se enfriaba.
—Dana es inútil, —dijo Domenico después de un rato, todavía aguantando como si le
preocupara que Seth pudiera dispersarse como la niebla—. Apuesto a que estaba con una amiga
en el baño, comparando sus barras de labios, y se perdió todo.
Seth resopló, incapaz de comprender cómo, incluso en un momento como este, Dom
podría ser un puto misógino. Sin embargo, Seth lo amaba. Su amante. Su esposo. Su único
propósito verdadero. Apretó a Dom, luchando contra el ataque de opresión en su garganta.
—Lo logramos de todos modos. Él está muerto.
—Sí. Ahora ambos somos asesinos de papás, —dijo Domenico, relajándose contra Seth
mientras miraba más allá de él, al cuerpo de Dino. Su cabello le hizo cosquillas en la mejilla a
Seth, trayendo consigo una sensación de paz y familiaridad que tranquilizó a Seth lo suficiente
como para sentarse junto a Dom y observar la sangrienta escena.
El olor a sangre se mezcló con el hedor a pescado, por lo que Seth giró la cabeza para
inhalar profundamente el champú de Dom. —Por lo menos no somos folladores de hermanos.
Domenico se rió entre dientes y acarició la mejilla de Seth como si se le acabara de
proponer, no participar en un asesinato. Pero el sentimiento por los enemigos muertos nunca
había estado en la naturaleza de Domenico.
—Estuviste tan caliente cuando finalmente le dijiste lo que piensas. Fue como si lo
hubieras aplastado con el pulgar.
Seth sonrió ante el cosquilleo en su ego y besó a Dom en los labios, dejando que el
cansancio se hiciera cargo. Entrelazó sus dedos. No importa cuán empapada de sangre estuviera
su ropa, no podría haberse sentido más justo. La venganza sabía más dulce que cualquier cassata.
—He aprendido del mejor.
—Bien. Ambos podemos ser los héroes del otro, —dijo Domenico, apoyando la cabeza
en el hombro de Seth. Pateó la jeringa más lejos y metió la mano en el bolsillo trasero de Tonio,
donde había escondido algunas de las pertenencias de Seth y Dom antes.
—¿No pierdes el tiempo? —preguntó Seth, y Dom negó con la cabeza cuando volvió a
encender su teléfono.
Domenico ya había elegido el número de Santo en su celular. Captó la mirada de Seth
mientras la ponía en el altavoz, y ambos se quedaron quietos, escuchando el pitido en el otro
extremo de la línea mientras el bote se balanceaba suavemente sobre las olas. Cuando Santo
atendió la llamada, Seth no pudo evitar el escalofrío que recorrió su cuerpo.
Esta llamada lo cambiaría todo. Pero estaban listos.
—Más vale que esto sea bueno, Domenico.
La boca de Dom se torció en una sonrisa y chocó su frente contra la de Seth. —Lo
encontré, y estamos listos para visitarte, primo.
La falta de respuesta instó a Seth a hablar. —¿Quieres una prueba?
El silencio interminable se prolongó, pero Santo finalmente habló. —No, confío en
ustedes y espero volver a verlos.
Hablarían con más detalle a través de una conexión encriptada, pero por ahora esta
conversación tendría que ser suficiente. La mirada de Seth se centró en el cadáver de su padre.
No había forma de fingir esta muerte.
Una vez que terminaron con la breve llamada telefónica, los músculos de Seth se
relajaron aún más y miró las estrellas mientras Domenico se comunicaba con el padre de Isla y
usaba algunas palabras clave para pedir ayuda con el desastre que habían hecho.
Seth apoyó su mejilla ensangrentada sobre el hombro de Dom, sus manos entrelazadas y
cálidas, aunque pegajosas.
—Te dije que era una buena idea ayudar a Isla, —dijo, halagando juguetonamente su
elección.
Domenico resopló y pateó el cadáver de Tonio para hacerles más espacio. —Lo siento,
amor, pero fuiste tú quien apareció en la televisión nacional con un cerdo cuando éramos
fugitivos.
Capítulo 20 - Domenico

Domenico exhaló cuando partes del sillón de masaje se movieron debajo del cuero
artificial, rodando contra su cuello en dos agradables círculos. Seth estaba sentado al otro lado
del pasillo, sus facciones flojas, como si no hubiera matado a su propio padre la noche anterior.
Domenico observó cómo el fuerte pecho subía y bajaba, los pies de Seth se estiraban de placer,
pero su propio cerebro seguía inquieto, por muy agradable que fuera el masaje.
Dino estaba muerto por fin. Su búsqueda de siete años de Trópico finalmente había
terminado, solo para descubrir que había dos cucarachas en lugar de una. Debería haberse
sentido más contento por haber exterminado a uno, y tal vez lo habría estado si esto no hubiera
tenido un costo tan alto. Pero pasaría el tiempo y él seguiría adelante, alejándose de la
humillación que habían sufrido a manos de Anderson. Mientras nadie se entere de nada de eso.
Dana estaba molesta por perderse toda la acción, pero ella fue la culpable, por lo que la
dejó supervisando la limpieza de los cuerpos mientras él y Seth regresaban a casa. La enorme y
mullida cama había sido una tentación, pero Domenico no podía soportar la idea de retrasar más
su regreso a casa. Compró boletos de primera clase en línea, empaquetó sus cosas y llegó al hotel
del aeropuerto cuando salió el sol.
El sueño se apoderó de él en el momento en que apoyó la cabeza en la almohada, y
cuando se despertó por la tarde, la decoración genérica le hizo sentir que ya estaba en otro lugar,
no en la ciudad donde había sido brutalizado no hace tanto tiempo. Él y Seth perdieron el tiempo
en el complejo comercial del aeropuerto, mirando la enorme cascada interior en el centro y
caminando por los jardines hasta que se hartaron y se fueron a cenar.
El masaje previo al vuelo fue una despedida apropiada de Singapur.
Los dedos de Dom se apretaron en los reposabrazos mientras los rollos se arrastraban a lo
largo de su columna, rozando la cicatriz fresca en su cuerpo. Dolía aunque sabía que ya no
debería, y se arqueó hacia adelante, escapando de las partes móviles mientras el dolor se extendía
por la parte inferior de su cuerpo. ¿Había valido la pena el riñón por la muerte de Dino? ¿La
tortura? ¿La humillación del abuso sexual?
Necesitaba creer que sí, porque ya no había vuelta atrás. Una vez que estuviera
completamente curado, podría ver a su madre. Ir a casa. Él y Seth eventualmente olvidarían toda
esa mierda. Después de todo, esta vez no tendría que sufrir en soledad.
Cuando abrió los ojos, Seth estaba a su lado, tomando helado como si se estuviera dando
un gusto por el trabajo bien hecho de la noche anterior. Dom había quedado tan impresionado
con la falta de vacilación de Seth. Cuando llegó el momento de la verdad, Seth actuó con la
crueldad de un asesino a sangre fría, y eso hizo que Domenico se diera cuenta de lo bien
alineados que estaban. Seth no buscaba el peligro, pero actuaría si lo encontraba a él o a su
familia. Significaba que Dom podía dormir un poco más profundamente.
—¿Aún no has terminado? —preguntó Seth.
Domenico exhaló y agarró su mano, deslizándose de la silla, que debió haberse apagado
después de que Dom se durmiera. —He terminado. ¿Me dejaste aquí para comprar el helado?
¿Ni un poco para mí? —bromeó mientras salían del área de relajación rodeada de plexiglás mate.
Más allá, el ajetreo y el bullicio habituales de un gran aeropuerto asaltaron sus sentidos como un
arado que lo atravesara.
—Es tuyo, en realidad, pero se estaba derritiendo, así que comencé a comer. —Seth
sonrió pero le pasó a Dom el cono de waffle—. No es tan bueno. ¿Recuerdas el gelato30 de
Serafina en casa? Ninguno que haya probado había sido tan bueno.
Domenico gruñó. —Una semana después de volver a casa, seré un treinta por ciento
gelato de pistacho, —dijo, lamiendo el postre cremoso que sabía a azúcar con aún más azúcar.
¿Y el sabor 'pistacho'? Sabía más a esencia de almendras. Alguien debería demandar a los
productores, pero en este momento no le importaba lo suficiente.
Los labios de Seth se apretaron. —Sabes que deberías-
La ira hierve a fuego lento en Domenico tan abruptamente que no pudo controlar sus
emociones. —Sí, sí, ahora solo tengo un riñón, bla, bla. Me lo tomaré con calma. ¿No me dejarás
soñar?
Seth suspiró pero palmeó el hombro de Dom. No deberían besarse en público para evitar
atención innecesaria, así que esto tenía que funcionar. —Lo siento, solo… quiero que estés
saludable. Angelica no tiene ni cinco años todavía, oh, mira. Un vuelo desde Roma. —Seth
señaló una de las grandes pantallas que mostraban los arribos.
Domenico suspiró. —Vamos a llegar. Pero no mentiré, nuestro hogar suena tentador,
pero nuestro hogar es lo que realmente necesito después de todo esto. ¿Tal vez podríamos invitar

30
El gelato es un postre helado Italiano, parecido y antecesor del helado.
a Mark y Griffith por un par de semanas, pasar un tiempo juntos antes de entrar en el ojo de la
tormenta?
—Sí y sí. Necesito relajarme antes de tener que zambullirme en ese foso de serpientes.
Haremos planes, nos daremos tiempo para evaluar la situación. ¿Quizás enviar espías? —Seth
movió las cejas como si fuera una broma, pero no era tan mala idea. ¿Quizás Dana podría
realmente ser útil esta vez?
—Tu forma de pensar es tan similar a la mía que a veces me asusta, —dijo Domenico y
le dio un codazo a Seth mientras caminaban. Casi había terminado con el dulce y ya anhelaba
visitar su heladería favorita en Buenos Aires. La tristeza de tener que dejar su tierra natal hace
mucho tiempo todavía estaba allí, pero él y Seth habían hecho suyo un nuevo lugar, y después de
la larga estadía en Singapur, extrañaba la rutina familiar de su vida diaria. Extrañaba a su hija.
—¿Has pensado en lo que le dirás a tu madre? —preguntó Seth, guiando a Dom a lo
largo de varias tiendas, y Domenico ya podía sentir que se dirigían a otro café. Tenían un largo
vuelo por delante, y con mucho gusto recibiría más cafeína en su sistema antes de abordar.
Preferiría tomar un café con leche enlatado que beber la orina marrón que sirven en los aviones.
Esa cosa siempre tenía un regusto extraño que se negaba a dejar su lengua durante horas.
Los hombros de Domenico cayeron, y por un breve momento se concentró en una niña
que lo miraba desde los brazos de su padre. Tenía la edad de Angelica. Había muchas cosas que
a Domenico le gustaría decirle a su madre. Que Federico no era el hombre con el que debería
haberse casado, que la había extrañado, pero sobre todo, quería que ella conociera a su familia y
reparara el agujero que su separación abrió en su corazón.
—Solo quiero verla por ahora. Es demasiado difícil poner todo lo que pienso en palabras.
—Me preocupa que hayamos dejado atrás a muchas personas con rencores, y que vuelvan
a morderte… —Los ojos de Seth se abrieron de par en par, y tiró del brazo de Dom tan
abruptamente que su bolsa de viaje cayó de su hombro. Pero Seth no lo soltó hasta que
estuvieron detrás de una palmera—. Federico. Federico está aquí —pronunció en un susurro sin
aliento.
Cada movimiento fue un trabajo duro, y mientras Seth logró colocar a Dom detrás de un
muro cubierto de enredaderas, la mirada de Dom aún logró encontrar la silueta familiar en la
multitud de extraños. La sangre bombeaba a través de su cuerpo a un ritmo impactante, pero
parecía acumularse en sus piernas, haciéndolas pesadas y difíciles de mover.
Allí estaba él, el fantasma del pasado de Domenico. Ahora con el cabello completamente
gris, Federico seguía siendo una presencia imponente mientras caminaba adelante con un traje a
la medida, la barbilla levantada, los ojos fríos como cuando habían visto a Domenico desvestirse
para él. Había envejecido, eso era obvio, pero aún parecía fuerte. No, poderoso.
De hecho, tan poderoso que probablemente no vería venir el peligro. Y tampoco lo haría
el apuesto joven que llevaba dos maletas de equipaje. Domenico no necesitaba imaginarse cuál
era su relación, y la sensación de injusticia que causó lo hizo dar un paso adelante, apretando la
mano alrededor del cono de helado con tanta fuerza que lo aplastó, llenándose el puño con una
baba fría.
Seth apretó los dedos alrededor de su brazo. —No. A menos que tengas un plan.
Tenemos que mantener la calma.
Domenico se atragantó cuando trató de tragarse la piedra que tenía en la garganta. Había
visto a Federico tantas veces después de que terminara su relación, pero esto no era lo mismo.
Estaba por encima del bastardo. Estaba en la treintena, lejos del joven enojado que haría
cualquier cosa para ascender en las filas, pero la necesidad de igualar los puntajes era tan visceral
que le costaba mucho hacer caso a la razón.
Era casi como si su cautiverio a manos de Anderson hubiera abierto las viejas heridas que
Federico había dejado en su alma, dejándolas sangrar. El dolor que Domenico había olvidado
una vez más llegó a la superficie de su mente, y permanecería allí hasta que probara la sangre de
Federico.
—Yo-yo solo...
—Lo sé. No podemos permitirnos una escena. Has esperado tanto que le pondrás las
manos encima en mejores circunstancias. Aquí no, Dom.
Las palabras de Seth tenían sentido sobre el papel, pero el corazón de Domenico latía tan
rápido que apenas podía quedarse quieto. El joven vestía un traje tan inmaculado como el de
Federico, pero su rostro, de tersa piel aceitunada y grandes ojos oscuros, no aparentaba tener más
de dieciséis años.
—¿Qué pasa con el chico? —preguntó Domenico, pero el impulso de avanzar, seguir a
Federico y romperle el cuello a toda costa —en el escenario tan público del aeropuerto— iba en
declive, y se apoyó en Seth, necesitando el apoyo. Él era un desastre.
—No podemos ayudarlo. No sabemos quién es ni cómo es. Podría ser un aliado, pero
podría ser un oportunista al que le gusta el dinero. Nos vamos a casa para reagruparnos, y
Federico no encontrará nada en Singapur —dijo Seth, tan firme y decidido como lo había sido la
noche anterior cuando apuñaló a Dino Villani una y otra vez.
Y tenía razón. Si ver a Federico después de todos estos años afectaba tanto a Domenico,
entonces aún no estaba listo para enfrentarlo.
Domenico cerró los ojos y exhaló. Necesitaba priorizar a su familia. La venganza podía
esperar. —Solo quiero abordar el maldito avión, para ser físicamente incapaz de seguir a ese
bastardo. —Desesperado por alejarse de Federico, se acercó a un bote de basura y usó un
pañuelo para quitarse el helado y el cono de waffle de su mano, todavía demasiado agitado para
pensar con claridad.
No tener la oportunidad de vengarse era una cosa, pero tenerla y dejarla ir lo llenaba de
una ira irracional, hacia Seth, hacia Federico, pero sobre todo hacia sí mismo.
—Vamos a nuestra puerta, —dijo Seth, pero incluso mientras intentaba guiar a Domenico
por el camino correcto, seguía mirando por encima del hombro, como si temiera que Federico
pudiera seguirlos a Buenos Aires.
Ninguno de los dos habló mientras caminaban por las tiendas, y Domenico trató de
decirse a sí mismo que Federico viajó hasta aquí en vano. Ni siquiera llegaría a conocer a Chao o
al Sr. Trópico no.1. Era difícil decir qué tipo de relación tenían los hermanos Villani entre ellos,
pero si Federico no hubiera venido a Singapur poco después de su captura, entonces Dino no
podría haberle dicho sobre su presencia. Porque lo haría, todavía lo suficientemente obsesionado
con Dom como para casarse con su madre.
Pero ahora Federico estaba aquí. Por él, y el hecho de que en lugar de enfrentarse al
fantasma maligno del pasado que parecía peligrosamente real, Domenico eligiera correr, era
como una cuchilla atrapada en lo profundo de su pecho. Seth caminó a su lado, su rostro serio,
sus ojos enfocados en amenazas potenciales. Estaba a horcajadas sobre ambos mundos con
valentía, y no flaquearía al lado de Dom.
Cuando sonó el teléfono de Domenico, inicialmente lo descartó como otra llamada de
marketing, o como una bagatela para tratar más tarde. Pero cuando, a medio camino de su puerta,
su teléfono tembló contra su cuerpo por tercera vez, lo sacó y miró la pantalla.
Serpientes se retorcieron en sus entrañas cuando vio el nombre de Mark, y esta vez
respondió sin dudarlo. Se dio la vuelta cuando Seth frunció el ceño y sacó su propio teléfono
celular. —¿Sí?
—Dios, Dom. ¿Qué está sucediendo? Tengo tres bolsas de basura en mi coche. ¡Griff
está aquí! ¿Qué debo hacer?
El corazón de Domenico se desplomó y se apoyó contra la pared, escuchando la
respiración frenética de Mark. La noticia fue tan impactante que le pidió a Mark que repitiera y
se dio la vuelta para mirar a Seth, quien se puso pálido, como si ya supiera de qué se trataba la
llamada.
Tres cuerpos. Tres hombres habían atacado a su hijo durante todo el camino en Inglaterra.
Y Griffith, que no tenía idea de qué tipo de familia eran, lo había visto todo.
Mierda.
—Joder, —dijo, mirando a Seth, quien tragó saliva, escuchando a alguien al otro lado de
su propia llamada.
Solo Federico podría haber ordenado un ataque a Mark, y Domenico lo había dejado ir.
Era hora de reagruparse y poner en marcha su plan de contingencia. Tal vez el peligro no era tan
grave como parecía ahora, pero no había lugar en sus vidas para no reconocer el peligro que se
avecinaba.
Seth agarró el hombro de Dom en un apretón como de tornillo, con los ojos muy abiertos.
—Se han llevado a Angelica, —dijo, sin quitarse nunca el teléfono de la oreja. Sus ojos estaban
llorosos, pero la determinación cruda en su mirada atrapó el corazón de Domenico y lo apretó.
No.
La mandíbula de Domenico se apretó con tanta fuerza que le resultó difícil hablar, pero
una vez que su teléfono crujió por el firme apretón, habló en su código para 'huye y escóndete'.
—Escúchame Mark, quédate quieto. ¿Me entiendes?
—¿Qué tan malo es? —La voz de Mark pasó de frenética a determinada.
—Muy malo, así que haz lo que te digo. Quédate quieto.
Mark debe haberlo entendido alto y claro, porque colgó. Dom no tenía idea de cuán
comprometidos estaban, pero Dom confiaba en Mark para manejar su lado de las cosas. Hasta
que pudieran volver a ponerse en contacto, Mark tenía los medios y la capacidad si solo se
apegaba a sus protocolos de emergencia.
Una gruesa lágrima se deslizó por la mejilla de Seth mientras escuchaba los gritos de
Giulia. Parpadeó para evitar otra cuando Domenico le apretó el brazo.
—La recuperaremos, —susurró Domenico y suavemente tomó el teléfono de la mano de
Seth.
Necesitaban toda la información que pudieran obtener.

La historia continuará en Guns n' Boys Libro 10: Black Lies


(¡Psst…! Escena post-créditos más adelante)
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KA Merikan es un equipo de escritoras siempre ansiosos por explorar las turbias aguas de lo
extraño y maravilloso, KA Merikan no sigue fórmulas fijas y quiere que cada uno de sus libros
sea una sorpresa para aquellos que deciden subirse al viaje.
KA Merikan también tiene algunos romances M/M más dulces, pero se especializan en el lado
oscuro, sucio y peligroso de M/M, lleno de motociclistas, chicos malos, mafiosos y un romance
abrasador.
¡HECHOS GRACIOSOS!
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Wrong Way Home
KA Merikan
—Un giro incorrecto. Un hombre correcto.—

Colin. Seguidor de reglas. Futuro médico. Testigo de asesinato. Cautivo.


Taron. Superviviente. Silencioso. Asesino. Apresador.

Como cualquier otro fin de semana, Colin está de camino a casa desde la universidad, pero se
burla de la idea de que nunca se arriesga en la vida y siempre sigue los caminos trillados.
Siguiendo un impulso, decide tomar una ruta diferente. Solo esta vez. De lo que no se da cuenta
es que es la última vez que tiene una opción.
Termina tomando un desvío hacia el pozo más oscuro del horror, secuestrado por un hombre
silencioso e imponente con un hacha manchada de sangre. Pero lo que parece su peor pesadilla
podría resultar ser un camino hacia el tipo de libertad que Colin nunca supo que existía.

Taron ha vivido solo durante años. Su tierra, sus reglas. Había renunciado a la compañía hacía
mucho tiempo. Después de todo, el apego es una responsabilidad. Se ocupa de sus problemas por
su cuenta, pero la noche en que necesita deshacerse de un enemigo, termina con un testigo de su
crimen.
Lo último que necesita Taron es una molestia de cautivo. Colin no merece la muerte por poner
un pie en la tierra de Taron, pero mantenerlo tampoco es lo óptimo. Solo cuando descubre que el
chico de la ciudad es gay surge una opción completamente diferente. Una que no está bien, pero
que lo tienta cada vez que los bonitos ojos de Colin lo miran desde la jaula.
*

“Cuando Taron colocó el pesado collar de metal alrededor del delgado cuello y cerró el
candado, su cuerpo latía con la emoción de saber que era el dueño de este chico.
¿Estaba mal? Sí, sí lo estaba.
¿Era tan, tan bueno? Definitivamente.”

POSIBLES SPOILERS:
Temas: preparación, estilo de vida alternativo, discapacidad, crimen, soledad, enemigos de los
amantes, proximidad forzada, peces fuera del agua, los opuestos se atraen, secuestro, síndrome
de Estocolmo, problemas familiares.
Género: Romance oscuro, thriller M/M
Contenido erótico: Escenas abrasadoras, emotivas y explícitas.
Longitud: ~70 000 palabras (novela independiente)
Escena Post-Créditos (Irena)

Irena levantó la vista de su revista cuando Federico apareció en la puerta, vestido con un
traje inmaculado, su cuerpo recto y fuerte como el de un hombre mucho más joven. En
momentos como estos, él le recordaba tanto a Domenico que creaba un dolor físico en lo
profundo de su pecho.
Andrea, el joven secretario de su esposo, pasó detrás de él, arrastrando el maletín de viaje
favorito de Federico. Era encomiable cómo él hacía de mentor de niños que no tenían otro apoyo
en la vida. También había hecho mucho por Domenico cuando tenía la edad de Andrea.
—¿Me vas a dejar otra vez? —preguntó ella, doblando la revista en su regazo mientras él
se acercaba a ella a través de su elegante sala de estar.
—Un viaje que no esperaba, —dijo.
Ella le sonrió, tocándole el brazo. —¡Siempre tan ocupado! ¿Adónde vas esta vez? —
preguntó mientras él le daba un beso en la mejilla.
—Singapur. Planeo irme solo por un par de días, pero te avisaré si algo cambia. Siempre
es más difícil negociar con socios extranjeros, —dijo Federico, alejándose cuando ella le apretó
la mano. No envidiaba la forma en que él tenía que cambiar constantemente de planes.
—Solo asegúrate de avisarme cuando regreses, —dijo, pero la verdad era que disfrutaba
de la libertad que le daba Federico.
Cuando se casaron, le preocupaba que un hombre como él pudiera ser autoritario, pero no
había sido más que un caballero, y nunca dejó de regresar con un regalo. A veces, eran joyas
caras, perfumes y, a veces, una baratija o un dulce que no podía probar en casa. Era considerado
de su parte. Ella siempre terminaba extrañando su presencia cuando él estaba fuera por mucho
tiempo, incluso si su matrimonio no se basaba en la pasión.
Había demostrado que los Villani cuidaban de los suyos.
—Lo haré, —dijo y le dio un beso final antes de seguir a Andrea afuera.
Irena se recostó en el sillón y escuchó cómo el motor se encendía y luego se desvanecía
mientras el conductor llevaba a Federico y Andrea al aeropuerto.
Trató de seguir leyendo el artículo que había comenzado antes, pero el vacío de la
enorme villa resonaba en sus oídos hasta que no pudo soportarlo más.
Se puso los zapatos planos y caminó hasta el garaje donde tenía cinco autos para elegir.
Irena tenía sus sospechas de que todos los regalos eran disculpas por asuntos que ella no conocía
o prostitutas visitadas en todos esos viajes al extranjero, pero a Irena le gustaba el statu quo y
nunca soñaría con alterarlo cuando Federico la cuidaba tan generosamente. Ella no era posesiva
con él, no como su ex cónyuge, y no repetiría los errores de esa mujer.
El viaje a su antigua casa en la ciudad fue puro placer infundido con la sal del aire
costero. Federico no tenía ningún problema en dejar que ella se quedara con el lugar y, a veces,
cuando él no estaba, ella se quedaba allí, cuidaba el jardín, salía a tomar un café con amigas y
hacía sus propias compras. Pero lo cierto es que Irena tenía alma sentimental, y la casa siempre
sería el lugar donde había crecido su hijito y donde había pasado tantas penurias antes de que
Federico Villani se la llevara, como si no pudiera soportar verla tan sola después de la prematura
muerte de Domenico. A veces, creía que ambos habían estado de luto en ese momento.
Había venido aquí en busca de consuelo, pero parecía que la pequeña casa estaba aún más
tranquila que la villa. Oscura, algo sombría, sin productos frescos a la vista.
Solía tener siempre algún tipo de tarta en la nevera, o bollería recién hecha por si
Domenico volvía de improviso. Él solía hacer eso, sorprenderla.
Pero ya no tenía sentido hacer esperar más el postre, porque su Mimmo33 nunca volvería
a visitarla.
No podía soportar mirar la cocina vacía y se dirigió a la antigua habitación de Domenico.
Habían pasado tantos años, pero ella no se atrevía a cambiar nada, por lo que seguía siendo un
santuario, o una tumba, de un hombre que había tenido tanto por delante, pero nunca había
llegado a lograr la grandeza que deseaba y para la que había sido destinado.
Se acostó en su cama, sobre sábanas que no habían sido cambiadas desde su última visita,
y miró la colección de libros sobre el escritorio de Domenico. Ya era un adulto cuando la dejó
para siempre, pero no volvió a decorar una vez que cumplió los dieciséis y dejó de pasar mucho
tiempo allí.
Y si no fuera por Seth Villani, su Mimmo todavía estaría aquí con ella.

33
Es el diminutivo de Domenico.

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