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El Banquete (Platón)

Discurso de Fedro
Fedro sostiene que el Amor el más antiguo de los dioses y el que más beneficios concede a los
hombres, porque no hay ventaja mayor para un joven que tener un amante virtuoso y para un
amante que amar un objeto virtuoso. Sólo el amor, según él, puede inspirar lo que es necesario para
llevar una vida honorable: la vergüenza de lo malo y la búsqueda del bien.

A modo de ejemplo, plante que, si un ejército pudiera estar compuesto solamente de amantes y de
amados, hombres así unidos, aunque fueran pocos, podrían vencer a cualquier rival. Porque ningún
amante toleraría que su ser amado lo viera arrojar las armas y huir de la batalla; preferiría morir mil
veces antes que abandonar en el peligro a su bienamado y dejarle sin auxilio. Por eso, es considerado
un héroe quien es capaz de dar su vida por el ser amado.

Discursos de Pausanias y Erixímaco


Pausanias comienza diferenciando dos tipos de amor, correspondientes a dos relatos diferentes
sobre el origen de Afrodita. El las distingue con los nombres de “Afrodita celeste” y “Afrodita vulgar”.

Afrodita vulgar, según su perspectiva, inspira azarosamente el sentimiento del amor. Por lo tanto,
no hay certeza de que ese vínculo llegue a buen puerto. Es un amor que se orienta más al cuerpo
del otro que a su alma, y que se dirige indistintamente a cualquier género.

Afrodita celeste, en cambio, inspira un amor dirigido a lo espiritual antes que a lo carnal. Entonces,
suele ser un amor dirigido a lo masculino, por estar asociado a la fortaleza y la sabiduría. En este
sentido, no es fruto del azar, sino de un proceso de conocimiento y “cultivo” del vínculo.

Hecha esta distinción, Pausanias aclara que el cortejo es considerado positivo cuando se dirige al
tipo de amor celeste, es decir, un cortejo intelectual, espiritual; sin embargo, es negativo cuando
sólo se dirige al placer corporal, a la seducción física. En relación a Afrodita, dirá que sólo es
venerable la celeste, por ser aquella que nos inspira a amar bellamente, rectamente.

Esta idea es retomada por Erixímaco, que explica más en detalle el amor bello y recto. Comienza
afirmando que el amor es una tendencia, es decir, un deseo. Y, en este sentido, toda actividad
implica amor. Pone como ejemplo la Medicina, y sostiene que “ama” lo saludable, y que en eso
reside su rectitud, mientras que el “amor” a lo insalubre sería ir en contra de su naturaleza

Luego, retomando la idea de diké e hybris, dice: “El amor que se manifiesta en el bien, unido a la
moderación y a la justicia, es el que posee el mayor poder y el que nos proporciona la felicidad
completa”.

Discurso de Aristófanes
Aristófanes quiere explicar el poder que concede el amor, y para ello recurre al “mito del
andrógino”. Relata que, originalmente, existían tres géneros: el masculino, el femenino, y el
andrógino. Estos seres primigenios tenían forma “redonda”. Esos seres eran poderosos, lo que los
volvió arrogantes, y Zeus los vio como una amenaza. Por eso, aceptando el consejo de los otros
dioses, decide cortarlos al medio, y separarlos.
Así, el mito explica que los actuales hombres, “mitades” de esos seres primigenios, se añoran entre
sí y quieren volver a fundirse en uno solo. Es el amor la fuerza que lleva a esa “fusión” que les
permite reunificarse y “curar” la naturaleza humana. Esa fusión amorosa se vivencia tanto en el
abrazo como en la sexualidad.

Aristófanes aclara que, cuando el amor es verdadero, no es el deseo afrodisíaco (vulgar, carnal) lo
que une a las personas, sino el deseo de fundirse en una sola alma. Retoma, así lo planteado en los
discursos previos sobre las dos Afroditas.

Discurso de Sócrates
Sócrates comienza diciendo que el amor siempre es amor “de algo”. Desea ese algo, porque es algo
de lo que está falto, o porque es algo que se posee y no se quiere dejar de poseer a futuro.

Relata otro mito sobre el origen del amor. Eros, según esta narración, es hijo de Poro (la abundancia,
los recursos) y Penía (la pobreza). Por eso, el amor siempre oscila entre la plenitud y la carencia, la
necesidad. Al ser Poro hijo de Metis (la prudencia), el amor debe regirse siempre según esta virtud.
De este modo, el deseo de cosas bellas y buenas es lo que permite al amor conducir a la felicidad.

Sócrates define, entonces, al amor como “el deseo de posesión constante de lo bueno”. En cuanto
a la finalidad del amor, justamente por la definición dada, dice Sócrates que es la trascendencia, ya
que esta sería lo que garantice la eternidad de lo bueno que se gesta en el amor. Esta trascendencia
puede venir dada tanto por la procreación (los hijos deben ser la continuidad de la bondad de sus
padres) como por los legados espirituales. Finalmente, sostiene que los “hijos espirituales” (el
legado cultural que uno puede dejar) es más importante que los “hijos carnales” porque son más
duraderos y más bellos.

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