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UNIVERSIDAD NACIONAL DE RIO CUARTO

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS


DEPARTAMENTO DE CIENCIAS POLÍTICAS JURÍDICAS Y SOCIALES
CATEDRA: HISTORIA POLÍTICA ARGENTINA II
APUNTE DE CÁTEDRA
Eduardo Hurtado1

LA INTERVENCIÓN ESTATAL (EL MODELO DE INDUSTRIA POR SUSTITUCIÓN DE


IMPORTACIONES 1930-1955)

Introducción
El periodo histórico comprendido entre 1930 y 1943 constituyó un periodo de transición, donde se
produjo la reformulación del accionar del Estado nación. Durante la transición comenzó a gestarse
un Estado interventor manejado por sectores dominantes de la sociedad; sin alcanzar una reforma
radical, en esta etapa se realizaron profundas transformaciones en las estructura estatales que se
consolidarían en la década siguiente.
En 1930 se produjo el golpe de Estado que inauguró el predominio del ejército en el campo político
argentino. El derrocamiento del presidente Yrigoyen tuvo entre otras motivaciones, modificar el
Estado liberal implementado a partir de 1880 y ordenar las supuestas desviaciones del mismo. La
crisis política de 1930 clausuró una etapa histórica y abrió un nuevo ciclo. Marcó el inicio de una
etapa de inestabilidad institucional, donde pendularmente se sucedieron:
-Gobiernos de regímenes militares, Uriburu (1930-1932), (Rawson (1943), Ramírez (1943-1944),
Farell (1944-1946).
-Gobiernos de regímenes democráticos fraudulentos Justo (1932-1938), Ortiz, Castillo (1938-1943).
-Gobiernos con regímenes democráticos de participación plena, Perón (1946-1952) (1952-1955).
La Sociedad civil se fue adecuando a los cambios y se reagrupó en instituciones para defender sus
posiciones frente al avance del Estado. Una sociedad que comenzó a ejercer cada vez menos la
ciudadanía y cada vez más se agrupaba en torno a intereses corporativos (Delich, 2002).
En el Mercado la crisis económica de 1929/30 puso de manifiesto la debilidad del modelo
dependiente de la exportación primaria, posibilitando el tránsito hacia el modelo de Industria por
Sustitución de Importaciones. Comenzando un largo ciclo de puja distributiva entre los sectores

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Profesor Adjunto Departamento de Historia y Ciencias Políticas, Jurídicas y Sociales. Magister en Desarrollo y
Gestión Territorial. Licenciado en Historia. Profesor de Historia. ehurtado@hum.unrc.edu.ar

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rurales y los sectores industriales, a partir de la década del cuarenta a esta puja se suman los
trabajadores. En el plano del comercio internacional se originaron dos cuestiones claves para el
futuro: a) El Comercio Triangular. Argentina exporta su producción primaria a Gran Bretaña (le
ingresan libras esterlinas) e importa insumos y bienes desde Estados Unidos (debe abonar en
dólares) b) El Deterioro de los Términos de Intercambio. La depreciación de la producción primaria
en relación a la producción industrial.

La intervención estatal y la política 1930-1943


La coalición política (encabezada por los generales Uriburu- Justo) que produjo la ruptura del orden
constitucional del seis de setiembre de 1930 tenía sus diferencias. El general Uriburu pretendió
imponer un nuevo modelo estatal, su programa buscaba introducir elementos corporativos en la
Constitución Nacional, la reforma proyectaba un cambio en la representación de la Sociedad civil.
Se pensó en la conformación de asociaciones patronales, obreras y culturales, se contempló
modificar la legislación electoral derogando Ley Sáenz Peña (8871) y su reemplazo por un sistema
de voto calificado. El proceso exigía, en consecuencia, la reorganización del país mediante un
régimen dictatorial, el presidente Uriburu explicó que los objetivos de la asonada militar no fueron
derrocar un gobierno ni se preparó contra un partido para reemplazarlo por otro, oportunamente
expresó: “la revolución fue hecha contra un sistema,… contra una demagogia, para que sea
sustituida por un régimen orgánico que garantice el orden y el equilibrio de las instituciones, las
libertades ciudadanas y la voluntad popular.” El uriburismo, que nucleaba a su alrededor a los
grupos más intransigentes de la derecha nacionalista y a sectores tradicionales del conservadurismo,
pretendía encabezar una revolución política a partir de la revisión de las disposiciones
institucionales sobre las que se asentaba el régimen derrocado: el sistema electoral con sus
mecanismos de representación y la misma Constitución Nacional. Los contenidos últimos del
proyecto no alcanzaron una definición precisa, ensombrecidos por las contradicciones de los
miembros del gabinete, la inexperiencia política del presidente y el rechazo de los actores
convocados para acompañar la gesta. En esta coalición hubo dos vertientes contradictorias:
A) Para el presidente Uriburu se debía realizar un proceso de reconstrucción de una democracia de
elite, a partir de la redefinición de la Ley Sáenz Peña que impedía el "gobierno de los mejores", el
hombre elegido para encabezar ese proceso era Lisandro de la Torre. Amigo personal de Uriburu,
De la Torre había compartido con él en años pasados la tentación por el voto calificado como
camino para evitar la demagogia y la manipulación del electorado; también la inquina contra el
gobierno radical y especialmente contra Yrigoyen. Sin embargo, a pesar de coincidir con los
septembrinos en un diagnóstico común del gobierno depuesto, sus prevenciones frente a las

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consecuencias de la intervención militar lo habían mantenido a prudente distancia del alzamiento.
Su experiencia política le permitió apreciar que, luego de casi dos décadas de democracia electoral,
la legitimidad de un gobierno sólo podía ganarse en ese terreno. No creía entonces De la Torre en la
posibilidad de conciliar legitimidad y democracia calificada; por lo tanto, se trataba de volver
cuanto antes al terreno electoral sin artilugios legales, tal vez con la certeza íntima de que la crisis
terminal del gobierno radical habría cumplido su función pedagógica, contribuyendo a la madurez
del electorado.
B) La otra vertiente del proyecto uriburista era promovida especialmente por los sectores
nacionalistas que rodeaban al presidente. A tono con los modelos que en Europa se ensayaban en
respuesta a la crisis del liberalismo, entendían necesario modificar radicalmente el sistema de
representación que descansaba en el individuo y los partidos, para dar lugar a las organizaciones
corporativas en las que la sociedad podría reconocerse como comunidad. Este modelo corporativo
no se apoyaba en un movimiento de masas como los fascismos, sino en el Ejército, última fuente
del orden jerárquico perdido en el mundo de la democracia liberal. La atracción de los grupos
nacionalistas por la experiencia de Primo de Rivera en España o por el fascismo italiano —que en
1930 gozaba de insospechadas simpatías en la Argentina. La presión social concentrada en el
espectro tradicional de fuerzas políticas conservadoras hizo imposible que el proyecto de Estado
corporativista se concretara.
La otra línea del golpe de Estado era representada por el general Justo y demandó el llamado a
elecciones que por otra parte había sido prometida en la proclama revolucionaria. La formación de
la Concordancia, integrada por la Unión Cívica Radical Anti-personalistas, Conservadores, y
Socialistas Independientes, se enfrentó electoralmente a la Alianza Civil, integrada por el Partido
Demócrata Progresista y el Partido Socialista, fraude mediante se impuso en las elecciones y el
General Justo inauguró una etapa caracterizada por el fraude electoral. La Unión Cívica Radical fue
proscripta en los comicios presidenciales y bajo la conducción de Alvear se inclinó por la
abstención hasta 1935. La Concordancia, el bloque político interpartidario con el que Justo controló
el poder político a lo largo de la década, nunca se conformó como una organización estable e
institucionalizada sino que funcionó como una coalición de hecho, que congregaba a fuerzas de
muy diferentes recursos como los distintos partidos conservadores provinciales (por entonces ya
reunidos en el Partido Demócrata Nacional), el anti-personalismo radical y el socialismo
independiente. La debilidad institucional de la Concordancia, que retendría el poder a lo largo de la
década y hasta 1943, contribuía a reforzar un tipo de liderazgo como el de Justo, que a la postre se
revelaría como una pieza fundamental de la coalición, dado que la completaba perfeccionando el
equilibrio inestable de sus componentes e impidiendo la activación de sus tendencias centrífugas.

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La fortaleza del liderazgo de Justo residió en su orientación bifronte: hacia el frente militar y hacia
el frente civil. El liderazgo de Justo en las fuerzas armadas, construido metódicamente desde
lugares clave como la dirección del Colegio Militar y el Ministerio de Guerra, alcanzó su madurez
en la dictadura de Uriburu. Este núcleo estrictamente militar del liderazgo entre los hombres de
armas fue reforzado por la proyección alcanzada por Justo en la sociedad política, más allá de las
fronteras de la institución. A la vez, esa proyección en los círculos políticos era deudora de su
jerarquía en el ámbito castrense. Si a partir de 1930 toda solución política en la Argentina debía dar
cuenta de la ecuación militar, que asignaba a la institución armada un rol tutelar, la ascendencia en
el campo castrense se transformaba en un valor agregado para la construcción de un liderazgo en el
campo civil. Con el vigor de su ascendencia militar, Justo construyó un liderazgo político que le
permitió controlar la Concordancia y, con ella, el poder nacional casi toda la década.
Los presidentes que continuaron a Justo fueron Ortiz y Castillo que representaron a la concordancia.
El complejo manejo político de la década, ligado al fraude y el peculado, sumado al aislamiento y
debilidad del gobierno en momentos de grave tensión internacional, debido a la segunda guerra
mundial, proporcionaron las razones para que las fuerzas armadas promovieran un nuevo golpe de
Estado en junio de 1943.

La sociedad civil
En el ámbito de la Sociedad civil, la intervención estatal, en el corto periodo de dictadura de
Uriburu, se caracterizó por la densidad de su autoritarismo; la represión se desencadenó sobre
militantes obreros y de la Unión Cívica Radical, incluido ex presidente Yrigoyen que estuvo en
prisión. Los dirigentes anarquistas Severino di Giovanni y Paulino Scarfó, fueron fusilados a
comienzos de 1931. Como era de esperar la oposición de la Sociedad civil fue muy cautelosa ya que
la violencia del régimen fue extrema. Con el correr de la década la represión disminuyó pero la
intervención del Estado en la Sociedad civil se profundizó, también en ésta se venían desarrollando
profundos cambios ya desde las décadas anteriores. En la segunda mitad de la década del treinta, la
prensa opositora circulaba con intensidad, los debates públicos eran intensos, y los intentos
insurreccionales del radicalismo se debilitaron para incorporarse a ese convulsivo clima de
discusión. En la Unión Cívica Radical existieron expresiones que rechazaron la incorporación
partidaria a las contiendas electorales, por la persistencia del sistema fraudulento, hubo grupos que
desearon revitalizar una posición de confrontación más manifiesta. Uno de ellos se estructuró en el
año 1935, bajo la inspiración de Arturo Jauretche, Gabriel del Mazo y Luis Dellepiane. Con el
nombre de Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), a la cual se acercaría

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más tarde Raúl Scalabrini Ortiz. Su prédica se encaminó a denunciar el gobierno de Justo y los
acuerdos con la corona Británica.
Los propietarios rurales, principales exponentes del modelo agro exportador, buscaron
reacomodarse a la nueva situación del mercado y a través del Estado mantener privilegios
relacionados a su situación de clase dominante. En ese sentido trasladaron la crisis económica a los
asalariados, esto se reflejó en la contracción de los ingresos de los salarios. La clase dominante
nucleada en sus entidades referenciales siguió defendiendo sus intereses particulares por sobre los
colectivos; en la Sociedad Rural estaban los ganaderos, muchos invernadores poderosos vinculados
a los frigoríficos, en la Unión Industrial Argentina se organizaron los empresarios industriales. Los
miembros de esta clase intentó organizase en torno al Partido Demócrata Nacional. La clase media
sostuvo sus aspiraciones de ascenso social a través de la educación y los puestos de trabajo en el
Estado; en el ámbito rural, mediano y pequeños productores, enfrentados a la Sociedad Rural,
formaron un sector menos influyente en el Estado. Los arrendatarios y otros productores agrícolas
medios formaron parte de una clase media rural, siempre en dificultades para colocar su producción,
ante la intermediación de los grandes cerealistas. Se habían organizado en la Federación Agraria
Argentina, mientras que los criadores originaron la Confederación de Asociaciones Rurales de
Buenos Aires y la Pampa (CARBAP), entre ellos fue posible la difusión de las actitudes
nacionalistas de la época. Para los trabajadores, referenciados como sectores populares, una de las
más graves consecuencias de la crisis de 1930 fue la desocupación, en especial esto se notó en las
provincias, obligando a sus pobladores a trasladarse hacia la ciudad de Buenos Aires. La mayoría de
la población soportó una difícil situación relacionada con el desempleo y la caída de salarios; las
industrias instaladas en las ciudades demandaron mano de obra que en parte fue aportada por
quienes migraban del campo o de las ciudades más pequeñas a los grandes conglomerados urbanos.
En la décadas de 1930 y 1940 el fenómeno migratorio se vinculó al ámbito nacional, durante el
periodo se produjo una explosión urbana y la incorporación de las masas populares en la
participación política. La ciudad de Buenos Aires y su entorno recibieron una gran cantidad de
migrantes que se radicaron como pudieron, si en la coyuntura del siglo XIX a siglo XX el paisaje
urbano tuvo el esplendor de Barrio Norte y la contraparte fue el conventillo. En estos años surgieron
las llamadas villas de emergencia o villas miserias. La ciudad capital contaba con el privilegio de la
concentración del poder económico y político; hacia allí se dirigieron las migraciones internas
porque allí comenzaba la industrialización sustitutiva, allí se expandían los servicios, allí se ofrecía
mejor salud y educación, allí estaban las oportunidades.
Un dato diferente al periodo anterior (1880 -1930) lo constituyó la disminución del arribo masivo
de inmigrantes de europeos, en la tercera década del siglo XX la tendencia descendente comenzó a

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ser notoria y en la década del ‘30 su tamaño pasó a ser intrascendente. La crisis económica no
provocó números catastróficos de desocupación, pero en esos años se presentaron los índices más
elevados de desocupación; el punto más bajo de ocupación de la década fue el año 1932. Como
respuesta a la crisis entre desocupados e infortunados se generalizaron las denominadas ollas
populares, reunión que aprovechaba la generosidad de algunos y los pequeños aportes de alimentos
de los mismos trabajadores. En cuanto a las organizaciones gremiales, durante la década del veinte
existieron dos centrales la Unión Sindical Argentina (USA), de orientación sindicalista y la
Confederación Obrera Argentina (COA) socialista. Estas entidades más algunos gremios autónomos
se unieron para formar la Confederación General del Trabajo (CGT). La fundación de esta entidad,
que se venía deliberando desde hacía más de un año, se concretó poco días después del golpe. Fue
necesario acelerar los inacabables cabildeos que acompañaron a esas tratativas para poder enfrentar
con una política unificada al gobierno militar.
Otra institución que recuperó terreno en la Sociedad civil y en su relación con el Estado, a partir de
1930, fue la Iglesia católica; la realización del Congreso Eucarístico de 1934 le ofreció una
oportunidad para movilizar a sus fieles y así ganar las calles revelando una nueva presencia de la
iglesia en la Sociedad civil, a partir de allí también se posicionó nuevamente en el sistema educativo
y en el ejército. El sistema educativo, que hasta 1930 mostró significativos progresos en la lucha
contra el analfabetismo, tuvo un estancamiento de la matrícula, quizás producto de la crisis y de las
migraciones internas. En esta década desde diferentes ámbitos se desarrollaron propuestas para
disminuir los índices de analfabetismo, la primera Campaña Nacional de Alfabetización del diario
La Prensa; el Congreso Nacional de Analfabetismo, organizado por el Ministerio de Educación
Nacional y la escuela de Puerto Nuevo destinada a los numerosos grupos de migrantes que allí se
instalaban. Otro cambio importante fue el excesivo control; el gobierno persiguió a los docentes que
tuvieron posturas laicistas, se ordenó la enseñanza privada estableciendo el régimen de
incorporación de los establecimientos particulares a los estatales. En 1937 se estableció la
enseñanza religiosa obligatoria en la provincia de Buenos Aires, se extendió al resto de los colegios
nacionales estatales de las provincias y a todos los niveles por el decreto 18.411/43, gobierno de
Ramírez. La coyuntura histórica de 1930 modificó el comportamiento del Estado, el mismo cobró
protagonismo, expandió sus funciones en relación al compromiso con la Sociedad civil, paso del
control represivo a la búsqueda de transformación de la lucha de clases en la armonización de las
mismas; garantizando derechos a la Sociedad civil. La configuración social de la Argentina cambió
entre las décadas del treinta y el cincuenta, la Sociedad civil ordeno la defensa de sus intereses
expresándolos a través de corporaciones gremiales, laborales y empresariales.

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El mercado
En cuanto al Mercado la crisis de 1929 desató una recesión a nivel mundial que estuvo
caracterizada por procesos deflacionarios, bajas de precios y salarios y el retroceso de las
actividades económicas. La actividad industrial cayó, y por consiguiente se demandaron menos
materias primas, lo que hizo que sus precios bajaran drásticamente. Consecuentemente, los países
productores de materias primas, como la Argentina, se encontraron perdiendo valor relativo de sus
exportaciones contra sus importaciones y, por consiguiente, se vieron obligados a reducir sus
compras de manufacturas y maquinarias, al mismo tiempo que se vieron con serias dificultades para
poder cubrir las obligaciones adquiridas anteriormente. La intervención del Estado través de
aranceles aduaneros, Juntas reguladoras, control de cambios, Banco Central, políticas que
protegieron la producción industrial y beneficiaron al capital nacional, al tiempo que decrecieron las
inversiones extranjeras. De esta manera el Estado asumió un papel protagónico ocupando el centro
de la escena; se crearon nuevos impuestos como el de los réditos, se devaluó el peso y hubo una
gran intervención en el comercio exterior y el movimiento de capitales con el control de cambios.
El accionar del Estado se constató en la creación de nuevos organismos como la Junta Nacional de
Carnes y la Junta Reguladoras de Cereales; también las producciones regionales tuvieron sus
respectivas juntas reguladoras: de algodón, de azúcar, de vino, de yerba mate y de la industria
lechera. También se produjo la creación del Banco Central y el Instituto Movilizador de
Inversiones. Por otra parte en el plano impositivo se sancionó la ley nº 12.139 de unificación de
impuestos internos significó en la práctica una poderosa contribución al aniquilamiento del régimen
federal y de las autonomías municipales. El Estado interventor necesitó contar con mayores
recursos y la posibilidad de disponer centralizadamente de los mismos. La esfera de participación
se expandió hacia otros ámbitos, a las áreas de control estatal de educación y seguridad, se añadió el
área de servicios de transportes, en relación al mismo se creó la Dirección Nacional de Vialidad, en
correlato con la importante expansión de rutas y caminos. La administración del Estado creció y
demandó la incorporación de nuevo personal, numerosos ciudadanos fueron incorporados como
empleados al Estado. No obstante la delineación del modelo de intervención estatal, estuvo signada
por las disputas entre los dirigentes conservadores y los sectores socioeconómicos predominantes.
La coyuntura histórica posibilitó la confluencia de intereses, esa convergencia se sintetizó en la
presencia de hombres de empresa en los aparatos de dirección de la economía, pero los dirigentes
políticos no tuvieron igual actitud aperturista cuando se trataba de ocupar cargos en las provincias y
legislaturas.
El sistema capitalista pareció desmoronarse ante el impacto que le provocó la crisis económica de
1929; en Argentina a fines de le década del 20, el modelo agro exportador comenzó a mostrar sus

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restricciones para asegurar la continuidad del desarrollo económico. Ya no había nuevas tierras para
ser incorporadas a la actividad agropecuaria y el mercado interno consumía una parte cada vez
mayor de lo producción lo que provocaba la disminución del saldo exportable. Ante la crisis el
Mercado debió adaptarse a la nueva realidad, si bien las exportaciones agropecuarias siguieron
teniendo relevancia en el ámbito de la producción, comenzó a crecer la actividad industrial para
abastecer al Mercado interno de aquellos bienes que no se pudieron importar. La intervención del
Estado fue muy importante, la defensa de la producción agrícola ganadera se combinó con la
elaboración en el país de una variedad de bienes industriales anteriormente importados. La
habilidad de la dirigencia política consistió en armar un complejo diseño económico para atraer las
demandas de los industriales mientras se reservó para sí la conducción del proceso de sustitución de
importaciones. No estuvo en los planes de las autoridades económicas asegurar el desarrollo de un
sector industrial integrado; realizar una transformación económica de esta naturaleza requería
adecuar la asignación de los recursos y quizás, hubiese cimentado las condiciones necesarias para la
aparición de un grupo económico capaz de desafiar en algún momento la posición de privilegio de
la clase dominante. La ausencia de un proyecto industrialista se sostenía en que superada la crisis se
podría volver al viejo modelo exportador; en esa dirección se propiciaron políticas para sostener los
precios agrícolas y también la disposición más significativa del gobierno de Justo, la firma del
conocido tratado Roca –Runciman (1933). El vicepresidente, Julio A. Roca (h), fue a Londres y
llegó a concertar un acuerdo aprovechando la importante posición de la Argentina como mercado
para la producción británica. Al registrarse una restricción en la disponibilidad de divisas y una
disminución del nivel de actividad económica se hizo notorio el descenso de la capacidad
importadora, por tanto se volvió ineludible invertir todas las iniciativas y esfuerzos en el mercado
interno con la clara tarea de producir en el país los variados productos manufacturados que
procedían de ultramar, algunas ramas de la industria crecieron en función de la ausencia de
productos importados. El propósito del proyecto buscó que la industria sirviera como una válvula de
seguridad del sistema existente, solucionando el problema generado por la reducción de compra en
el exterior. La demanda de determinados productos favoreció el despegue de la actividad
manufacturera; al amparo de la intervención del Estado se produjo un incipiente crecimiento
industrial; el mismo tuvo como consecuencias que los empresarios dedicados a la misma tuvieran
una mayor participación en la generación de riqueza. El ingreso de estos nuevos sectores en la
actividad política y económica del país, estuvo relacionada con la afirmación de una estrategia
industrial asentada en la expansión de la industria liviana y la producción de aquellos bienes de
consumo destinados al mercado interno, el mercado paulatinamente fue adquiriendo una nueva
fisonomía. El Estado se fue convirtiendo en un activo integrante del mercado a través de la

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producción; la actividad industrial recibió el impulso de parte de entes estatales; quien desempeñó
un rol decisivo en este proceso fue especialmente el ejército que procuró el autoabastecimiento de
materiales y equipos bélicos. La aparición en el escenario del sector castrense gravitó en el
desarrollo industrial, pero también reflejó la reafirmación de las preferencias a favor de esta
actividad en el interior de las fuerzas armadas y del propio Estado. Como consecuencia de este
accionar sufrió un retroceso la estrategia de desarrollo basada en la política de exportaciones
industriales, derivadas de la actividad primaria. A pesar de los intentos por restablecer el orden
anterior, la industrialización se transformaba en una realidad en el país. A pesar de no contar con
ciertos elementos claves como el carbón y el hierro, la Argentina se estaba convirtiendo en el país
más industrializado después de Brasil en Sudamérica. Este desarrollo industrial ya no estaba
limitado, como en épocas anteriores, a frigoríficos, molinos, ingenios, bodegas; era el momento de
la aparición de las industrias manufactureras para satisfacer el consumo interno, textiles, vidrio,
papel, caucho y aparatos eléctricos fueron reemplazando poco a poco lo que ya no entraba al país
por medio de importaciones. Este momento históricamente es reconocido como el inicio de la
industrialización sustitutiva de importaciones, que es posible caracterizar como industrialización sin
revolución industrial; en Argentina, puede dividirse en dos sub etapas en virtud de las
características especiales que presenta. La primera etapa se prolongó hasta mediados de la década
de 1950 y se orientó, de manera preponderante, a los rubros de menor complejidad técnico –
productiva, que rápidamente demostraron un claro desarrollo en las ramas industriales consideradas
como sencillas.

El preludio a la década peronista


El 4 de junio de 1943 el ejército puso fin al gobierno de Castillo, este cambio se produce en el
marco de la segunda guerra mundial, en nuestro país las simpatías oscilaban entre las democracias
liberales, el neutralismo y el nazi-fascismo. En los años treinta la sociedad argentina comenzó un
lento proceso de cambio, fue acunando una serie sueños relacionados con un rol más activo del
Estado, mayor justicia social, recuperación de la legitimidad política, defensa de una posición
internacional digna para el país, estas aspiraciones eran suscriptas por grupos heterogéneos de la
vida nacional. La diversidad comprendió desde militantes socialistas hasta católicos, de militares a
pequeños empresarios, de peones rurales hasta obreros industriales urbanos, el amplio arco opositor
al régimen conservador lejos estuvo de imaginar la situación política que se generaría a partir de la
clausura del ciclo conservador. La pérdida de legitimidad del sistema político, fue aprovechada por
un sector de coroneles del ejército, de ideas nacionalistas. La intromisión militar abrió un cauce que
desembocó en un nuevo movimiento político.

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Dentro del ejército, comenzó a tener mayor peso una logia secreta formada por oficiales de alta
jerarquía de tendencias nacionalista, denominada GOU (grupo de oficiales unidos). Los miembros
del GOU fueron escalando posiciones dentro del gobierno, Edelmiro Farrell fue designado
vicepresidente y el coronel Juan D. Perón, un militar de segunda línea, ocupó la Secretaría del
Ministerio de Guerra y en octubre de ese mismo año fue designado director del Departamento
Nacional de Trabajo, transformado en Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Desde su puesto
Perón comenzó una política de acercamiento a los jefes de los sindicatos obreros con el fin de
encontrar apoyo a su estrategia social. Su accionar tuvo como eje medidas que mostraban signos de
una nueva sensibilidad política, destacamos: la ley de despidos, creación de tribunales de trabajo,
mejoras salariales, seguro social, jubilaciones, el estatuto del peón rural, el reconocimiento de las
asociaciones profesionales, cláusulas sobre accidentes de trabajo. En este contexto, las leyes
laborales que habían sido promovidas por socialistas como Alfredo Palacios encontraron mejores
condiciones de recepción y comenzaron a asentar las bases de un Estado social. Estas decisiones
hicieron que los sectores patronales se pusieran en contra de Perón y así la Sociedad Rural y la
Unión Industrial Argentina se convertirían en los férreos contrincantes de Perón. La aparición en
escena del entonces coronel Perón provocó malestar en los grupos que se sintieron desplazados,
esto tuvo como consecuencia la reproducción de un conflicto de legitimidad, de una polarización
política que renovó y exteriorizo los antagonismos sociales. En 1945 los sectores opositores a Perón
ejercieron presión, junto con algunos sectores militares, y esto derivo en su renuncia y su posterior
detención en la isla Martín García. En ese momento se produjo uno de los hechos que marco la
historia del peronismo. El 17 de octubre se hicieron presentes en plaza de mayo un número inmenso
de personas de los barrios obreros de la ciudad de Buenos Aires, pidiendo la liberación de Perón. La
alianza entre Perón y los trabajadores quedaría sellada en esa movilización de octubre.
Cuando se abrió la campaña electoral había dos bloques definidos: por un lado una heterogénea
alianza de sectores que apoyaban a Perón, sindicatos, segmentos dispersos del radicalismo, y
algunos dirigentes socialistas y del conservadurismo del interior. Por otro lado, la Unión
Democrática, aglutinante de los partidos políticos tradicionales y los grupos económicos
empresariales.

El tiempo histórico del gobierno peronista


La cuestión política
Luego de ser liberado Perón se lanzó inmediatamente a organizar la campaña para las elecciones de
1946, con el apoyo del Partido Laborista-Unión Cívica Radical Junta Renovadora (sindicatos,
segmentos dispersos del radicalismo, y algunos dirigentes socialistas y del conservadurismo de las

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provincias) se enfrentó electoralmente a la Unión Democrática (Unión Cívica Radical, Partido
Comunista, Partido Socialista, Democracia Progresista) que recibió el apoyo del embajador
norteamericano Branden por eso el eslogan de la campaña fue “Branden o Perón”.
El Partido Laborista triunfo de manera incuestionable y Perón llego a la presidencia. El nuevo
presidente buscó constituir un partido político homogéneo diluyendo a las formaciones partidarias
que lo apoyaron -especialmente al Partido Laborista- primero designó a su nuevo partido como
Partido Único de la Revolución Nacional y luego como Partido Peronista.
En los años cuarenta el nacimiento del peronismo, su posterior consolidación y su tumultuoso
devenir en las décadas siguientes signaron los tiempos de la relación entre el Estado, la Nación, la
Sociedad civil y el Mercado, su participación en la vida política del país originó diversas
interpretaciones y relatos. Una mirada sostiene que el peronismo es un fenómeno histórico y social
de una singularidad extraordinaria, reacio a las clasificaciones y marcos teóricos de las ciencias
sociales. Constructor de una trama cultural que encarnó una ruptura histórica con el pasado y
emergió como algo nuevo en el escenario político y en la configuración social del país. Desde otra
mirada su singularidad es discutida, pues se parece a los populismos que recorrieron la historia de
América latina, “el mito originario del peronismo repite de modo riguroso todos los elementos de
las construcciones fundacionales del populismo. En términos elementales, un pueblo al que no se le
reconocen clivaje de clases y un líder que es portador de una promesa mítica.” (Tcach, 2002) El
propio relato peronista sostuvo la puesta en marcha de un nuevo tiempo histórico en nuestro país, se
presentó a sí mismo como transformador de la realidad, sin anclaje alguno en el pasado,
diferenciándose de otros grupos políticos que han usado la historia como instrumento para legitimar
sus propias aspiraciones. El supuesto que sostuvo esta idea era que se estaba en una revolución: en
el orden político, al haber cambiado las clases que controlan el Estado, y en el económico al haberse
desplazado la burguesía extranjera de su propiedad e influencia sobre los principales instrumentos
productores de riqueza, ahora en manos del gobierno peronista.
El discurso peronista integró las demandas sociales, incluyéndolas dentro de un proyecto político
más amplio, con la convicción de que el poder se ejerce a través de un proceso de construcción y
recomposición permanente.
Perón aludiendo a la profunda oposición entre las fuerzas en pugna sostenía “en nuestra patria no se
debate un problema entre libertad o tiranía, entre Rosas y Urquiza, entre democracia y totalitarismo.
Lo que en el fondo del drama argentino se debate es, simplemente un partido de campeonato entre
la justicia social y la injustica social.” 2 En ese sentido la discordancia estuvo planteada en términos

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Discurso de Perón en Milciades Peña

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de libertades públicas y justicia social, fue sin dudas uno de los debates entre el Partido Peronista y
la Unión Cívica Radical por lo menos hasta mediados de 1955. Durante la experiencia peronista se
redefinieron las formas de ejercitar la política y el establecimiento de nuevos códigos en la relación
del Estado con determinados sectores de la sociedad. Durante la gestión se conservaron las
instituciones republicanas del país, el Congreso y el poder Judicial no dejaron de funcionar, pero el
incremento de poder del peronismo y la escasa representación de la oposición en el Congreso
fueron relativizando su accionar y fortaleciendo la acción de las entidades corporativas.
El estilo de comunicación directo entre las masas y el líder señaló la aparición de un nuevo estilo
político. El recurso discursivo a la noción de pueblo debe entenderse, en primer lugar y en este nivel
de análisis, a través de las necesidades políticas de supervivencia del líder. Su presencia exige la
existencia de un tercero, siempre impreciso, que permite darle una realidad social a un conjunto de
individuos atravesados por una debilidad identitaria. Asimismo, un factor determinante de esta
polarización fue también la aceleración de la lógica social igualitaria, producto de la política
económica y social del primer peronismo, que desembocaría en una reducción de las distancias
económicas entre las clases medias y las clases populares.
El gobierno peronista convoco a elecciones para designar una convención constituyente con el
propósito de reformar la constitución nacional. La Constitución de 1949, resistida por la oposición
que veía en ella el afán de Perón de permanecer en el poder, tuvo vigencia hasta su caída en 1955.
Allí se incorporaron los derechos sociales conquistados por el movimiento obrero, la legalización de
la política de nacionalización del comercio exterior, de los combustibles y del transporte. En el
orden político se estableció la reelección presidencial y el voto directo en las elecciones nacionales.
En el año 1951 hubo una revuelta militar que intento poner fin al gobierno peronista, pero fracasó.
A pesar que el intento de golpe de Menéndez llevó a la prisión a los oficiales comprometidos,3
entre 1952 y 1954 las relaciones entre el gobierno y los militares no sufrieron perturbaciones serias.
Es posible, de todas maneras, que el clima político, que se tornaba más tenso, terminara impactando
en la institución castrense.
Perón accedió a un segundo mandato, en el mismo desarrollo una vertiente más autoritaria que
podría resumirse en la búsqueda incansable de la reducción a la unidad y en la constante
deslegitimación del discurso del otro. El relato peronista recorrió dos senderos: a) la recurrencia de
imágenes del presidente Perón y Eva, así como los logros de su gobierno. b) El control de la prensa
radial, televisiva y grafica intentando cercenar los ámbitos de expresión de la oposición política.
Antes del comienzo de la segunda presidencia, en 1951, el gobierno había expropiado el diario

3
Uno de esos oficiales fue Lanusse, que siendo presidente en 1971-1973 protagoniza un “duelo” con Perón en torno al
retorno al país del líder peronista.

12
capitalino La Prensa, que fue traspasado a la CGT. Los rasgos autoritarios del gobierno fueron
relativizados en función de los logros alcanzados, un diputado peronista expresó que “Perón ejerció
la presidencia como Jefe Supremo de la Nación, que es la primera atribución que le confiere el
artículo 86 de la Constitución. Y, por hacerlo, fue odioso tirano.”4
La presencia de Evita tuvo un papel significativo en el ámbito político, su figura encarnaba una
versión del liderazgo peronista más extremista, menos sometida al protocolo, de relación más
directa con sus partidarios y, en especial, con los sectores más desprotegidos, y más hostil a lo que
denunciaba como la oligarquía.
La interpelación de Perón se prolongó también al componente católico de la sociedad argentina,
invocando la doctrina social de la iglesia. La jerarquía religiosa había optado por el peronismo en
1946, sin embargo, las relaciones entre el peronismo y el catolicismo no fueron idílicas. Perón y
Eva Duarte practicaron un sutil anticlericalismo: aquel que considera que verdadero cristianismo
está mal representado en las instituciones religiosas. En 1954 la tensión se convirtió en conflicto,
cuando algunos sacerdotes y obispos cuestionaron al gobierno, la respuesta oficial fue la
eliminación de la educación religiosa en las escuelas públicas, la sanción de la ley de divorcio
vincular y la intención de separar Iglesia de Estado. La crisis con la iglesia conmocionó al país y en
especial a las Fuerzas Armadas, donde anidaban, desde hacía mucho tiempo, sectores hostiles al
peronismo. Los militares, en su mayoría católicos, se vieron conmovidos por la virulencia del
conflicto y comenzaron a planear un golpe de Estado. A su vez, la oposición, cuyos canales de
expresión e institucionales estaban seriamente cercenados, aprovechó el conflicto para retomar la
iniciativa perdida. El conflicto con la Iglesia produjo en el liderazgo de Perón un fenomenal proceso
de pérdida de poder político. Un punto crucial de este conflicto tuvo lugar en la procesión de
Corpus Cristi, el 11 de junio de 1955. Buena parte de la población había encontrado en el conflicto
del Gobierno con la Iglesia el vehículo para canalizar el descontento con el peronismo. Salieron a
las calles varios cientos de miles de personas, que superan con creces los activos militantes
católicos. Todas las corrientes políticas opositoras confluyeron aquel día en la movilización en
Plaza de Mayo. Al momento de la desconcentración, una columna se dirigió al Congreso donde se
producen gritos e insultos contra Perón. Al finalizar la jornada tuvo lugar el triste y confuso
episodio de la quema de la bandera, un suceso que permanece rodeado de misterio: el Gobierno
diría que fueron elementos católicos opositores quienes producen los desmanes mientras que la
oposición, por el contrario, diría que se trató de "infiltrados" enviados por el propio oficialismo. Lo
cierto es que al día siguiente –domingo 12- se produjeron nuevos incidentes en la Catedral durante

4
Albrieu, Oscar. Diputado en el periodo 1946 -1952 y Ministro del Interior en 1955

13
la misa, a la que asistió, entre otros, el ministro de la Corte Suprema Tomás Casares, un ferviente
católico. Un grupo de manifestantes, adictos al gobierno, atacaron a los feligreses, en un clima de
crispación político que parecía no tener fin. El 16 de junio, al mando del contraalmirante Samuel
Toranzo Calderón, un grupo de oficiales de la Marina y la Fuerza Aérea activaron una rebelión
contra el gobierno protagonizando un frustrado golpe de estado contra el gobierno peronista. Al
mediodía, se produjo un bestial bombardeo sobre la Plaza de Mayo causando varios cientos de
civiles heridos y varias decenas muertos. Por su parte, advertido desde temprano de que la intención
de los sublevados era terminar con su vida, Perón se refugió en el Ministerio de Guerra. Durante la
mañana, había recibido en su despacho al embajador norteamericano. A las 14.30 se produjo un
segundo bombardeo y a las 17.40 un tercero. Se estima que ese día se produjeron doscientas
muertes. En el plan hubo participación de civiles Miguel Ángel Zavala Ortiz, Adolfo Vicchi,
Américo Ghioldi y Luis María de Pablo Pardo, dirigentes que más tarde cumplirían importantes
funciones en administraciones posteriores. Algunos insurgentes lograron refugiarse en el Uruguay.
Otros quedaron detenidos como Mariano Grondona, Carlos Burundarena, Santiago de Estrada,
Rosendo Fraga, Felipe Yofre y Marcelo Sánchez Sorondo, pero confirmando una regla histórica
permanente en la vida política de Perón, el líder decidió no decretar condenas a muerte. Por la
noche, grupos peronistas exaltados incendian la Curia Eclesiástica y las iglesias de San Francisco,
San Ignacio, Santo Domingo, San Miguel, La Merced, La Piedad, San Juan y Nuestra Señora del
Socorro. Estas acciones contribuyeron a enrarecer aún más el clima que se vivía en el país a
mediados de 1955. Los días que siguieron no fueron ajenos al clima enrarecido. Días más tarde,
Frondizi se dirigió por radio al país en su carácter de presidente del Comité Nacional de la UCR
haciendo un llamado a la apertura política. Más tarde reconoció que "no sabía si saldría libre o
detenido". Aquel día, hasta Radio Belgrano, en Posadas y Ayacucho, a Frondizi lo acompañaron
varios jóvenes militantes de la línea intransigente del radicalismo. Perón, por su parte, ofrece
palabras conciliatorias el 5 de julio cuando desde la Casa de Gobierno afirma: "Dejo de ser el jefe
de una revolución para ser el presidente de todos los argentinos, amigos o adversarios (...) he
llegado a la conclusión de que en este momento es necesaria la pacificación". Numerosos
observadores llegaron a la conclusión, sin embargo, de que se trataba de gestos escasos y en todo
caso, tardíos. En agosto, la tensión retorno al país, Perón ofreció renunciar ante las autoridades del
Partido Peronista. El día 31 de agosto se produjo una movilización de magnitud frente a la Casa de
Gobierno. La multitud desde la plaza pidió a Perón que retire su renuncia. El presidente habló por
última vez desde los balcones. En su discurso, pronunció violentas palabras que aceleraron la de la
crisis: "La consigna para todo peronista, este aislado o dentro de una organización, es contestar una
acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de

14
ellos", el discurso presidencial clausuró el plan de pacificación buscado. El 7 de septiembre, la CGT
ofreció al Ejército la propuesta de sumarse a la resistencia armada en defensa de las instituciones y
el gobierno peronista. La idea de "milicias populares" generó alarma en las Fuerzas Armadas, el
discurso de Perón del día 31 y la propuesta de la CGT de formar milicias sindicales parecieron ser
el disparador del cambio de actitud en las fuerzas armadas respecto de la necesidad de derrocar al
régimen peronista. Este estallido selló el destino de su segunda presidencia. El 16 de setiembre el
general retirado Eduardo Lonardi encabezó desde Córdoba el alzamiento militar, por su parte, el
general Pedro Eugenio Aramburu, había desistido de iniciar el movimiento pocos días antes, se
sumó a la conspiración. Pese a la oferta de armar milicias populares en defensa del Gobierno, los
sindicatos no se movilizaron. Perón pareció tomar conciencia de la gravedad de la situación el día
18 cuando buques de la armada bloquearon la costa bonaerense y amenazaron volar la destilería de
petróleo de La Plata. El presidente decidió entonces renunciar y el día 20 se informó a la población
que se había aceptado la renuncia de Perón y dos días más tarde asumió la presidencia el general
Lonardi. Durante este tiempo histórico, dentro de la Unión Cívica Radical, se destacaron dos
dirigentes Arturo Frondizi y Ricardo Balbín, de importante protagonismo en las décadas del sesenta
y setenta.

La tercera posición y las interpretaciones del peronismo


En un mundo dividido en dos bloques antagónicos: El Capitalismo liderado por Estados Unidos y el
Socialismo liderado por la Unión Soviética, el peronismo propone una tercera posición, equidistante
de los dos bloques. El justo medio dinámico que debe trazarse entre el idealismo/materialismo y el
individualismo/materialismo, reproduce en el contexto argentino una variante peculiar de resolver la
antiquísima ley entre libertad y autoridad, inclinándose entonces por el fortalecimiento de los
mecanismos represivos del estado. A la vez pretende utilizar éste como regulador del conflicto
social entre clases antagónicas, para que haya “menos ricos y menos pobres”.
De esta manera para una interpretación del justicialismo existen cuatro fuerzas conflictivas en la
sociedad: idealismo, materialismo, individualismo y colectivismo. Cada una de ellas tiene un papel
importante que cumplir, en conjunción con las tres restantes, pero jamás en forma excluyente.
El idealismo es “legitimo en la medida que conduce al hombre a su destino”, pero también lo es el
materialismo, “en la medida que brinda al hombre los recursos terrenales para el cumplimientos de
los objetivos del idealismo”.
El individualismo “es legítimo en la medida que permite al hombre alcanzar la felicidad mediante el
conocimiento de su persona como diferente de otra gente “, pero “el hombre tiene necesidad de la
sociedad o de la comunidad, la cual está representada en el justicialismo por la cuarta fuerza “, el

15
colectivismo. Esta mirada fue escrita Raúl A. Mendé (ministro de asuntos técnicos). Mendé explica
que, históricamente, se dieron cuatro soluciones a los problemas del hombre; el individualismo
idealista, tal como en la edad media; el individualismo materialista, o sea el capitalismo al que
bautiza como “capital deshumanizado”; el colectivismo materialista o sea el comunismo
contemporáneo y el colectivismo idealista, donde ubica al nazismo y al fascismo. Habiendo
descartado cada uno de esos modelos, Mendé recae en una solución intermedia y equilibrada la
tercera posición. Se trata de llevar a la práctica de la vida diaria el cristianismo autentico, para
lograr un “cristianismo de hombres y no de ángeles”. La definición del justicialismo es clara
“doctrina cuyo objetivo es la felicidad del hombre en la sociedad humana por la armonía de las
fuerzas materiales y espirituales, individuales y colectivas, cristianamente valorizadas.
Eduardo B. Astesano, por su parte, intentó un análisis del “a la luz del materialismo histórico “ y las
ideas expuestas en su obra volverían a ponerse de moda en las décadas del sesenta y setenta, cuando
surge lo que genéricamente dio en llamarse peronismo de izquierda. Las principales tesis parten del
supuesto de que en Argentina se “está viviendo una revolución” en el orden político, al haber
cambiado las clases que controlan el estado, y en el económico al haberse desplazado la burguesía
extranjera de su propiedad e influencia sobre los principales instrumentos productores de riqueza,
ahora en manos del gobierno peronista. Por tanto la revolución justicialista debe considerarse aliada
del frente revolucionario socialista mundial, y no del frente contra revolucionario capitalista. Tiende
hacia una “república de nueva democracia” – alianza de todas las clases que luchan por la liberación
nacional -, tercera forma que aparece en los países coloniales en revolución, entre las dictaduras
burguesas de los países imperialistas y la dictadura proletaria de los que marchan hacia socialismo.
La influencia de Mao Tse Tung5 es visible en estos conceptos, tan lejanos a los de Mendé.

La Sociedad civil
¿Era posible modificar las estructuras sociales del país sin afectar algunos de los intereses de
quienes formaban la alianza social del peronismo gobernante?
Socialmente en la década del cuarenta continuó el fenómeno de migraciones rurales hacia las
ciudades y la novedad fue la incorporación de las masas populares en la participación política. Por
primera vez estos fueron considerados ciudadanos de la república con derechos civiles.
En relación a los derechos de ciudadanía, el peronismo impulsó la ley que habilitaba el sufragio
femenino, sancionada en 1947 y aplicada por primera vez en las elecciones presidenciales de 1951.
Se trataba de una vieja reivindicación de distintas agrupaciones femeninas, pero que al estar

5
Fundador de la República Popular China. Líder del Partido Comunista Chino.

16
vinculadas con los partidos opositores, vieron con recelo su aprobación. Era la figura de Eva Duarte
(Evita), la que la había promovido, y que a través de su activa participación política se había
ubicado en el centro del escenario nacional. Su tarea a cargo de la Fundación Eva Perón, que
desplegaba actividades de asistencia social en todo el país, contribuyó a crear una liturgia en torno
de su figura, a través de un conjunto de rótulos y ceremonias casi religiosas que la designaban
como “la abanderada de los humildes” y “jefa espiritual de la nación”.
El Estado dejó de concebirse como gendarme y exclusivo protector de derechos individuales para
convertirse en garante de derechos sociales. En este terreno se impulsó a través de la legislación
laboral el reconocimiento de los derechos sociales que consolidó valores como la justicia social y la
dignidad del trabajo. La resolución del conflicto entre capital – trabajo dejó de ser considerada
como resultado del mercado o asunto policial, de derecho privado y sujeto a la exclusiva
determinación de un contrato. Se trató de transformar la lucha de clases en términos de
armonización de intereses de los actores, y la propuesta de una comunidad organizada apuntó a esta
búsqueda. Vinculado con lo anterior se asignaron recursos para la educación, la salud y la vivienda.
El aumento de salarios permitió responder a las demandas de los sectores populares y ampliar un
mercado interno necesario para la burguesía. Con este accionar se trató de alcanzar la integración
social, afirmando a los trabajadores como fuerza social nacional y garantizando a la burguesía la
acumulación de capital.
El Estado adicionó a sus funciones tradicionales el papel de reformador de estructuras sociales, a
través de la elevación del nivel de vida de la población mediante una redistribución del ingreso y un
plan general de obras y servicios públicos referidos a sanidad, educación y viviendas.
Paulatinamente se fue estructurando un modelo de Estado de compromiso, que fue garantizando
estabilidad a las diversas entidades representativas de la Sociedad civil y construyendo una red de
asociaciones, paulatinamente se iba formando la “comunidad organizada”. La participación del
Estado tutelando la acción de las asociaciones representativas libres para limitar, lo que entendía el
presidente llevaba a un excesivo faccionalismo. El modelo inauguró un tipo de vinculación orgánica
entre los sindicatos y el sistema político que apuntó a la participación organizada de aquellos. La
característica principal fue la subordinación de los actores sociales al sistema político y del sistema
político al líder. No obstante los sindicatos buscaron retener, a pesar de su sumisión política, la
capacidad para defender los intereses económicos de sus representados. También debemos decir
que Perón le preocupaba quedar prisionero de un solo sector social. De allí que conformara el
Partido Peronista clausurando el laborismo.
A través de la legislación laboral se buscó el reconocimiento de los derechos sociales, la actividad
estatal provocó realineamientos de acuerdo a su posición en el entramado social. En el caso de la

17
clase dominante causo malestar la profundización de la intervención del Estado, especialmente la
intromisión en las relaciones laborales establecidas en el ámbito rural (Estatuto del Peón Rural:
1944).
Es necesario tener en cuenta que desde una perspectiva económica la acción de gobierno del primer
peronismo (1946-1955) no sólo beneficio directamente a vastos sectores de la clase obrera
industrial, sino también a amplios sectores medio dependiente del Estado, que fueron comprendidos
por el incremento salarial, “sin embargo, hacia los años 50…las clases medias argentinas habían
asumido de manera incompleta el rol modernizador, a lo que se sumaba, suerte de constante, una
posición política conservadora” (Svampa, 2004). El peronismo lesionó a las clases medias a través
de sus pautas de comportamiento y sus modelos culturales. Así, fueron sus rasgos plebeyos e
iconoclastas, estigmatizados como formas de barbarie e incultura, los que más fastidiaban y
afectaban la tranquilidad de las clases medias, más que nunca identificadas con los patrones
culturales y estéticos de la cultura oficial, con el buen gusto, con la cultura decente. Por otro lado, la
oposición de las clases medias se vio acentuada por el carácter autoritario que tomó el régimen
peronista, respecto del mundo reconocido de la cultura y por la no inclusión simbólica dentro del
discurso oficialista.
El Estado peronista asumió un papel de árbitro entre las clases sociales, con este accionar se trató de
alcanzar la integración social, afirmando a los trabajadores como fuerza social nacional y
garantizando a los empresarios la acumulación de capital. La política de articulación entre
asociaciones patronales, sindicales, profesionales, culturales y religiosas, cada una con acceso a
recursos e influencias propios, sin tener una representación directa en los órganos legislativos, como
en el corporativismo clásico, pero no obstante esta cuestión, Perón no expresó la intención de volver
a discutir una reformulación de un proyecto de Estado corporativo, como lo propusiera Uriburu en
1930, sino que diseñó su estrategia a partir de la idea de “comunidad organizada”, en su perspectiva
era necesaria la presencia estatal para la creación de una identidad colectiva nacional a partir de un
concepto de armonía de clases. La creación de los consejos socio-económicos que “desempeñan un
papel fundamental en la mayoría de los sistemas corporativos… Perón lo tuvo en cuenta, sin
embargo, estuvo muy lejos de crear el tipo de instituciones que son comunes en otros estados
corporativos… Perón jamás creó un Estado corporativo” (Wynia, 1986).

18
El mercado
El peronismo impulsó una política de distribución del ingreso que aumentó la participación
económica de los trabajadores a través del aumento real de los salarios o mediante asignaciones
familiares y sociales. El acrecentamiento de salarios permitió responder a las demandas de los
sectores populares, “la participación del sector asalariado en el ingreso nacional que alcanzó su
punto máximo hacia 1950 con el 46%.” (Martuccelli-Svampa, 1997) esto posibilitó ampliar el
mercado interno necesario para los empresarios. El modelo económico propuesto por el gobierno de
Perón estuvo vinculado a la etapa de sustitución de importaciones y su propósito apuntó a la
consolidación del mercado interno. Desde el gobierno se proyectó el primer plan quinquenal (1947 -
1951) que buscó apuntalar la expansión de la industria liviana y de aquellos bienes de consumo
destinados al comercio local, lavarropas, cocinas a gas, heladeras.
En la aspiración de ser un movimiento nacional que iniciaba un nuevo ciclo histórico en la
celebración del centésimo trigésimo primer aniversario la declaración de la independencia y en un
contexto económicamente favorable el gobierno impulso el 9 de julio de 1947 la declaración de la
independencia económica.6 Las tres banderas que enarboló como lema el peronismo fueron
“Independencia económica, Soberanía política y Justicia social” posicionándolas en un mismo
plano de simultaneidad, para algunas interpretaciones históricas allí estuvo el error; para consolidar
la justicia social y la soberanía política primero se debía alcanzar la independencia económica.

¿Por qué naufragó la alternativa de romper con la histórica dependencia económica del país?
Entre los objetivos del gobierno estuvo la profundización del desarrollo industrial, para ello aplicó
la protección arancelaria, la transferencia de divisas que recibía del sector agrícola y de la política
crediticia; la decisión de favorecer a los empresarios industriales no suscitó el apoyo incondicional
de los mismos, el accionar de la Unión Industrial Argentina se caracterizó por su oposición al
gobierno. La corporación empresarial tuvo actitudes contradictorias, la entidad fabril se alineó junto
a la oposición peronista, posiblemente su anti peronismo, se vio ampliado por la existencia de los
conflictos “internos que dividían a sus miembros y a pesar de que fue sólo una minoría la que
adhirió al nuevo movimiento político, en la dinámica intracorporativa esta división sirvió para
radicalizar las posiciones de los adversarios del gobierno” (Sidicaro, 2002). Entre los años 1952 y
1953 se organizó y constituyó la Confederación General Económica, esta nueva entidad adhirió a

6
Preámbulo Declaración de la Independencia 1947. Romper los vínculos dominadores del capitalismo foráneo
enclavado en el país y recuperar los derechos al gobierno propio de las fuentes económicas nacionales. La nación
alcanza su libertad económica para quedar, en consecuencia, de hecho y de derecho, con el amplio y pleno poder para
darse las formas que exijan la justicia y la economía universal, en defensa de la solidaridad humana.

19
las iniciativas del gobierno y buscó convertirse en el vocero del mismo, el diseño de esta nueva
institución involucraba a distintas federaciones representativas de diversas fracciones del capital,
comercial, financiero, industrial, para articular los intereses de estos últimos el gobierno delineó la
Confederación General Industrial (CGI), en su objetivo de aumentar la productividad, mejorar los
equipos instalados, adquirir maquinarías y fomentar la radicación de capitales extranjeros. Podemos
observar que a partir de los años cincuenta la política económica del peronismo produjo un viraje en
relación al capital internacional. Cereijo, funcionario del gobierno expresó: “Estamos seguros que la
incorporación del capital extranjero constituye un factor cooperador de gran importancia en el
desarrollo de nuestros planes para la consolidación y las mejoras de nuestra industria, la
mecanización de la agricultura.” Los empresarios en la etapa final del gobierno peronista
mantuvieron un discurso público pro industrial y hasta su último informe económico anual,
publicado a mediados de 1955, expresaron críticas a la ineficiencia de los grandes propietarios
rurales.
El Estado durante la experiencia peronista añadió la tarea de empresario en ciertas actividades
básicas mediante la nacionalización de los servicios públicos y la creación de aquellos inexistentes.
La compra de los ferrocarriles, teléfonos, gas y el apoyo a un programa de desarrollo de
infraestructura que se estaba en marcha. A través del plan quinquenal de inversiones se fueron
realizando diversas obras, “se construyó una flota mercante, se organizó una aerolínea nacional y se
apoyaron los planes para la construcción de un importante complejo siderúrgico” (Wynia, 1986).
Un esfuerzo significativo se realizó en materia energética buscando acrecentar la actividad de la
empresa petrolera nacional. A través de la construcción centrales hidroeléctricas y lograr la
explotación de las reservas de carbón en Rio Turbio, con la intención de sustituir el carbón que se
importaba de Inglaterra. Colocó a los servicios públicos a cargo del Estado, como la compañía
primitiva de gas que era de capitales británicos paso a manos de la Dirección Nacional de Gas del
estado, esta adquisición se completó con la construcción de un gasoducto desde Comodoro
Rivadavia. No obstante la producción de energía fue un problema insoluble para el gobierno
peronista, las dificultades buscaron ser superadas con la firma del contrato de exploración y
explotación petrolera con la California Standard Oil en abril de 1955.
Al mismo tiempo, el Estado invirtió en obras de infraestructuras y nacionalizo importantes sectores
de la economía: adquirió los ferrocarriles a las empresas británicas, lo que constituyó una compra
bastante cara y en moneda extranjera, y los teléfonos a la empresa norteamericana ITT. También se
creó la empresa de Agua y Energía eléctrica, que absorbió algunas empresas extranjeras: puso bajo
su responsabilidad directa a las empresas de navegación fluvial y marítima y al transporte aéreo. El

20
control de la economía por parte del Estado, se incrementó con la nacionalización del Banco
Central, utilizado en adelante como una importante herramienta financiera.
La intervención en la economía regulando la producción produjo que los grandes productores
rurales se sintieron sumamente perjudicados. Si bien la gestión de gobierno peronista no tuvo como
objetivo modificar la tenencia jurídica de la tierra y por tanto la estructura de distribución de la
propiedad, la continuidad del congelamiento del precio de los arriendos solicitado por los
arrendatarios y otorgamiento de créditos posibilitó que muchos lograran ser propietarios. No
obstante Perón no buscó movilizar a los pequeños y medianos agricultores integrantes de la
Federación Agraria, para formar una base de apoyo organizada para oponerla a la Sociedad Rural.
Desde el Estado se desplegó un conjunto de políticas destinadas a realizar una transferencia de
ingresos de la actividad agropecuaria hacia otros sectores de la producción. Para ello el gobierno
creo el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (I.A.P.I.), por medio del cual controló
el comercio exterior fijando los precios de los productos agrícolas y comprando a los productores a
precios bajos para después transferirlos a precios internacionales. La acción del IAPI le permitió al
estado obtener un importante caudal de recursos, que derivó hacia la industria, mediante la
concesión de líneas de créditos muy accesibles, y hacia la inversión social, llevando adelante planes
de construcción de viviendas, escuelas y hospitales públicos, al tiempo que daba satisfacción a las
necesidades básicas de amplios sectores sociales. “Sin una propuesta de modificación de la
estructura agraria, el gobierno peronista osciló entre ofrecer compensaciones para incrementar la
producción y formular amenazas de expropiación” (Sidicaro, 2002). Los productores agrarios
agrupados en la Sociedad Rural Argentina, no adhirieron a la gestión del peronismo y la Federación
Agraria adhirió a las protestas contra los controles de precios y el cuestionamiento a la falta de
incentivos para el campo.
La decisión de construir un nuevo ciclo histórico genera expectativas positivas en la sociedad que se
esperanza en el futuro, pero no es cuestión sencilla determinar la clausura de una etapa y el
nacimiento de otra; el proceso socio histórico “es abierto, secuencial y acumulativo: en cada estadio
las acciones se acometen bajo condiciones dadas (posibilidades) producidas en el pasado que a
cambio remodelan las circunstancias para el futuro.” (Sztompka, 1995) La posibilidad de éxito
estuvo vinculadas al cumplimiento de determinadas variables, entre las ellas era menester que el
sector agropecuario mantuviera la producción de manera sostenida y no la redujera por los controles
sobre sus productos básicos; la continuidad en el tiempo de los precios internacionales elevados
para los productos agrícolas y que la actividad industrial fuera disminuyendo la dependencia de las
exportaciones de productos agropecuarios. Durante la década de 1946 a 1955, el gobierno peronista
redimensionó y recompuso la actividad intervencionista del Estado; se buscó respetar la iniciativa

21
privada en el mundo de los negocios, pero se propuso afirmar su autoridad orientando la producción
y multiplicando los controles, en especial sobre financiación y formación de precios. 7 Alcanzar la
independencia económica significaba romper con algunas estructuras del pasado en que se anclaba
la dependencia y promover nuevos ejes de estructuración económica. Los productores agrarios
debido a la incertidumbre de la política peronista hacia el sector no acrecentaron la producción y
factores climáticos complicaron la situación. A esto se sumó que el consumo interno absorbió una
proporción mayor que la prevista de la producción de alimentos. En este escenario los objetivos
enunciados no pudieron alcanzarse. Superar la alternativa que imponía la relación comercial
triangular, Argentina- Estado Unidos –Inglaterra y el deterioro permanente de los términos del
intercambio, obligaba necesariamente a producir un cambio en el modelo productivo. La promoción
de la llamada industria de base o pesada y romper con la dependencia del sector agroexportador
para conseguir las divisas necesarias eran una opción posible para lograr el objetivo anunciado. Si
bien el gobierno de Perón fue de valiosas realizaciones, pudo recuperar títulos de deuda, pero el
producto nacional se escapaba de las manos por la brecha cada vez más ancha de la balanza de
pagos, al no modificar algunas estructuras no logró superar la dependencia de la economía
Argentina del sector agroexportador. En 1952 cuando se promueve en el segundo plan quinquenal
la industria de base las condiciones históricas habían cambiado, la política económica del
peronismo quedó aprisionada en los límites del statu quo tradicional, Perón visualizó cual era el
camino para transformar las estructuras económicas del país pero no pudo concretar el cambio
efectivo de la estructura productiva que sostuvo la dependencia.
Heredero de la industrialización y la urbanización producto de las transformaciones de la década del
treinta consolidaría la extensión de la sociedad salarial, que adhirió a la propuesta de un Estado
interventor y empresarial. El afianzamiento de una política industrialista, la expansión y
consolidación de un mercado interno permitió la transformación socio - económica del país. El
Estado peronista asumió un papel de árbitro entre las clases sociales, intervino en la economía
regulando la producción, desarrollando la industria a partir de la transferencia de recursos que
recibía del sector agrícola, de la protección arancelaria y de la política crediticia, siguió una política

7
Oscar Albrieu expresó: Alcanzar los objetivos propuestos, constituir una Nación socialmente justa, económicamente
libre y políticamente soberana, bases insustituibles de la liberación nacional, exigía variar el concepto sobre funciones
del Estado, vertebrado hasta entonces en la doctrina liberal –individualista. Al Estado neutral del laissez faire debía
sustituirlo un Estado dinámico, conductor del cambio social, promotor y parte determinante del desarrollo nacional.
Esto, a su vez, hizo necesario planificar la actividad del Estado, por lo que se implementaron los llamados Planes
Quinquenales del gobierno peronista. Poner el acento en lo social significa, de alguna manera, restringir derechos
individuales, especialmente el de la propiedad, en el sentido lato de las doctrinas liberales, ocasionando una gran
resistencia en los intereses comprometidos.

22
de distribución del ingreso que aumentó la participación económica de los trabajadores a través del
aumento real de los salarios o mediante asignaciones familiares y sociales.

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