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Trabajo Práctico N° 2

Parte I - Resolución Grupal


Asignatura: Historia Social Argentina
Aula Nro.: 1010
Profesora: Patricia Sepúlveda
Estudiantes: Chalela, Ana Laura
Chiappa, Solange Marisel
Guinder, Cecilia
Consignas:
1-Caracterice los principales aspectos y problemas vinculados con la ciudadanía política en el
período 1916-1943. Para ello identifique:
A-Los alcances y límites de la cultura política republicana basada en el sufragio universal.
B-Opciones alternativas al régimen republicano de gobierno, alcances y actores que las
reivindicaban.
C-El rol del ejército en el desarrollo de la política nacional. (Extensión total de la consigna 1, 3
carillas times new roman 12 interlineado 1,5)

2-Describa la situación de los sectores populares durante el período estudiado (1916-1943)


poniendo especial énfasis en la situación de los trabajadores y las agrupaciones sindicales
(Extensión máxima 2 carillas times new roman 12 interlineado 1,5)

3.- Resuma la tesis principal del capítulo seleccionado del libro de Sánchez Román, José Los
argentino y los impuestos. Lazos frágiles entre la sociedad y el fisco en el siglo XX cap2 pp.
69-115 (Extensión máxima 1 carilla times new roman 12 interlineado 1,5)

Desarrollo:
1) A-B) La Ley de Reforma Electoral o Ley Sáenz Peña, sancionada en 1912, estableció el
voto secreto y obligatorio para todos los ciudadanos varones mayores de edad (estaban
excluidos los extranjeros y las mujeres). Fue ideada como un mecanismo de saneamiento del
sistema político y neutralización de las corrientes más revolucionarias, integrando la
oposición radical y socialista.
Esta ley “tenía como objetivo de formar al ciudadano ‘desde arriba’, es decir, no fue
resultado de la presión de la población por participar políticamente sino que puede
considerarse una decisión pragmática del gobierno” (Calvo, 2013, Pág 147). Se sostiene que
la ley creó la ciudadanía pero se discute que si la amplió. Las restricciones continuaron para
las mujeres y extranjeros, que constituían un número considerable de la población.
Los primeros resultados de la aplicación de la nueva ley, aunque no representaron un fracaso,
presagiaron inconvenientes. En las elecciones de 1912, los partidos conservadores se
impusieron en algunas provincias, pero en Santa Fe y Capital triunfaron los radicales. Esto
anunciaba lo que ocurriría algunos años después: la victoria de Hipólito Yrigoyen como
presidente.
Con la llegada del radicalismo al gobierno, el voto ciudadano fue respetado, continuó siendo
secreto y dejó de utilizarse el fraude. El Estado (sus instituciones y sus funcionarios) actuaron
de otra forma. En algunas oportunidades, los trabajadores y sectores sociales más necesitados
pudieron acercarle sus reclamos. Este proceso se trató en cierta forma de una democracia
ampliada.
Durante la primer presidencia de Yrigoyen (1916- 1922) el gobierno emprendió una política
democratizadora que se manifestó en diferentes proyectos de ley, que en su mayoría fueron
bloqueados en el Congreso Nacional por la oposición conservadora. Aunque Yrigoyen
siempre dejó en claro su profundo respeto por la causa de la nación, su gobierno era
intolerable para las élites dirigentes. El clima político cambió con la llegada del segundo
presidente radical entre 1922 y 1928: Marcelo T. De Alvear. Las medidas adoptadas por
Alvear contemplaron los gustos de la clase conservadora, de la que el mismo presidente
procedía.
En 1924, un sector antiyrigoyenista fundó la Unión Cívica Radical Antipersonalista (en
oposición al radicalismo yrigoyenista). De esta manera se fracturó el radicalismo entre el
sector que respaldaban a Yrigoyen, llamado “personalista”, y los comités que respondía a
Alvear. En realidad, se evidencian en la ruptura dos estilos que respondía a diferencias
metodológicas y hasta de origen social: el yrigoyenismo, con su inserción más popular, con
nuevos nombres, y el alvearismo aristocrático conservador más vinculado al pasado.
Aunque esta fractura contentó a la clase dirigente, la manera en que se desarrollaron los
acontecimientos desencantaría esas expectativas. La división del partido hizo más innegable
la popularidad de Yrigoyen, que permitiría presentarse a elecciones con el fin de regresar al
gobierno.
En 1928, el radicalismo dividido concurrió a los comicios. Yrigoyen derrotó a sus rivales
Antipersonalista aunque su capacidad política ya no era la misma que antes. Esto se vio en la
elección de su entorno, mucho de los cuales cometieron actos de corrupción. Su corta gestión
se llevó a cabo en un contexto económico alarmante y complicado para Argentina. “La crisis
económica iniciada con la caída de la bolsa de Wall Street provocó dificultades en la
economía argentina que el gobierno no lograba resolver. La lentitud política que acompañó
el segundo gobierno de Yrigoyen y la recurrencia a los elementos más criticados del primero
[…], crearon un clima de oposición donde comenzó a plantearse como única alternativa la
destitución del presidente” (Calvo, 2013, Pág 164). En este contexto, algunos sectores
dirigentes militares de Argentina comenzaron a pensar que las democracias liberales no
garantizaban el orden y no correspondía seguir confiando en ellas. Por lo que concluirán que
la forma de derrocar al radicalismo del Gobierno era el Ejército.
C) Calvo, Faberman y Ratto afirman que “la recurrencia a […] intervenciones cívico-
militares constituye uno de los rasgos salientes del proceso político argentino a lo largo del
siglo xx” (Calvo, Faberman, Ratto; 172; 2013). En el período 1930-1943, las Fuerzas
Armadas mantuvieron una fuerte presencia en la escena política que se fue incrementando a
lo largo de los años, produciendo en el período mencionado dos Golpes de Estado.
El primero fue en 1930, realizado por los generales Justo y Uriburu al gobierno de Yrigoyen,
electo en 1928. Este atravesaba ciertas dificultades económicas producidas por la crisis
internacional que no lograba sobrepasar. El ejército había comenzado la oposición dos años
antes del golpe, con reuniones civiles y militares realizadas en los salones del Círculo de las
armas. Dicha oposición se debía a los cambios realizados por Yrigoyen en la promoción de
oficiales introduciendo criterios políticos en favor de los radicales y además, a una tendencia
a considerar al ejército como una corporación de tradición patria y unidad nacional,
rechazando su intervención en el contexto exterior. En la primera parte de la década de 30,
Justo impulsó una “profesionalización” de las fuerzas armadas, destinando más presupuesto y
modernizando el equipamiento y las instalaciones. Ante esto, los militares tuvieron una
actitud pasiva, que se comienza a revertir por las nuevas problemáticas del mundo de entre
guerras y la aparición de las tendencias nacionalistas. Ya en la segunda mitad de la década, se
visibilizaron los límites del desarrollo industrial y el desabastecimiento de armas y equipos de
las Fuerzas Armadas, gracias a las concepciones nacionalistas vigentes en el Ejército.
El segundo golpe fue realizado en 1943 por el GOU. Ante la muerte de Alvear y Justo la
política atravesaba un vacío de referentes. Los conservadores tenían la intención postular a
R.P. Costa, con posturas pro aliadas como candidato. El GOU no vio con buenos ojos esta
candidatura, ya que este era un grupo de conspiradores nacionalistas con una posición neutral
ante la guerra. Estos se habían acercado al poder gracias al Gral. Ramírez, ministro de guerra.
El apartamiento de éste fue la excusa que encontró el Ejército para realizar el Golpe. En
principio, el general Rawson se colocó como presidente. Sin embargo, los coroneles del GOU
organizaron un “golpe dentro del golpe” y en su lugar designaron a Ramírez. Con estas
acciones, el GOU dio por finalizado el ciclo de los gobiernos conservadores en el poder.
2) En 1916, el contexto internacional era definido por el desarrollo de la Primera Guerra
Mundial, el cual produjo una fuerte inestabilidad que terminó con el período de expansión del
comercio internacional, la caída de los precios de los productos primarios y el comienzo del
auge del proteccionismo económico. A nivel local, Hipólito Yrigoyen asumía como
presidente en medio de una oposición política oligàrquica que no aceptaba que éste gobernara
pensando en el pueblo.
La sociedad de la época estaba atravesando un proceso de modernización, urbanización
propiciado por una bonanza económica, que se había iniciado antes de la guerra, juntamente
con el fenómeno de la inmigración, dando origen a “…un sector relativamente nuevo: el del
comercio y de los servicios. Este sector terciario se convirtió en la vía de ascenso social”
(Calvo, Farberman, & Rato, 2013, pág. 156).
Si bien el mercado laboral se había perfeccionado, aumentando la demanda de trabajadores
calificados, la situación de los trabajadores no era tan prometedora; a pesar de que las
industrias habían acaparado mano de obra en las ciudades, las formas de trabajo precario se
mantenían. En el campo la situación era aún menos propicia que en la ciudad.
El aumento de los precios de los alimentos incidió directamente sobre los ingresos de los
trabajadores, desatando diferentes sucesos de reclamos por parte de éstos. A partir de 1917 el
nivel de conflictividad social se acentuó, y sumado a éste, el nivel de violencia, tanto por
parte de los huelguistas como de la patronal y el estado. Episodios como La Semana Trágica
(1919), La Forestal (1920), lo ocurrido en la Patagonia (1921), etc, ilustraron de sobre manera
los reclamos de los obreros y la actitud de los industriales y el estado quienes no duraron en
reprimir, encarcelar, asesinar, a los manifestantes. Hubo ciertos “logros”, que se tradujeron en
la sanción de leyes que reglamentaban la explotación infantil, el trabajo nocturno, la jornada
de trabajo, el régimen jubilatorio. El gobierno de Yrigoyen mostró un cambio de actitud ante
los episodios de violencia, adoptó el papel de mediador de los conflictos entre el sector
obrero y la patronal, situación que sin duda se vio beneficiada por una incipiente
recuperación económica.
El perfeccionamiento de las actividades económicas se vio reflejado también en las
organizaciones de trabajadores que comenzaron a agrupar cada vez más seguidores, todos
reunidos en torno a un mismo pedido, mejoras en las condiciones de trabajo, reducción de la
jornada laboral, aumento de salarios, etc; además se fueron politizando sus ideas, con
tendencias anarquista, socialista y sindicalista, tal cual lo apunta la Carpeta de Trabajo. Es así
que para finales de la década de 1920, ya eran cuatro las asociaciones gremiales (USA, COA,
FORA, CUSC), de las cuales dos (USA y COA) terminaron conformando en el año 1929 la
Confederación General del Trabajo (CGT).
Alejandro Cattaruzza, expone muy claramente cómo se fue puliendo la organización del
movimiento obrero, sobre todo en el período comprendido durante las presidencias de
Yrigoyen y Alvear, cumpliendo el pasaje de un movimiento con “ …fuerte base artesanal y
perspectivas anarquistas o anarcosindicalistas […] a un movimiento cuya organización más
importante era un sindicato grande, centralizado, capaz de obtener mejoras notorias para
sus trabajadores por la vía de la negociación con la patronal y el estado” (Cattaruzza, 2009,
pág. 106-107).
En 1929, Argentina no se mantuvo ajena a la crisis de la Bolsa de New York y la caída del
comercio internacional; debido a la crisis del sector externo, comenzaron a desarrollarse
industrias locales, las cuales atrajeron hacia las ciudades, trabajadores rurales que se hallaban
desocupados.
La década de 1930 trajo en el país una economía basada en la industria sustitutiva, a modo de
respuesta al contexto económico internacional poco favorable. En cuanto a las luchas obreras,
el gobierno conservador asumió un papel activo en la persecución y represión de los
huelguistas; la inmigración extranjera se detuvo y a partir de 1935 se dio un fenómeno de
inmigración interna, es decir, del campo a la ciudad, propiciado por una incipiente
recuperación del sector industrial. A raíz de estos cambios, tanto el sector obrero como los
sindicatos fueron cambiando su morfología e intereses; los primeros, fueron reafirmando un
sentimiento de identidad popular que había comenzado a gestarse en las décadas anteriores,
sostenido por los procesos de movilidad social ascendente y crecimiento de los sectores
medios, favorecidos por el aumento de la demanda de mano de obra calificada de aquellos
momentos, los segundos, comenzaron a inclinarse hacia ideas socialistas y comunistas. El
Estado conservador y las organizaciones sindicales iniciaron un diálogo para negociar
mejoras laborales, ejemplo de esto resultó la creación del Departamento Nacional del
Trabajo, para “amortiguar los conflictos laborales” (Calvo, Farberman, & Rato, 2013, pág.
180).
El clima político de los `30 marcó un debilitamiento de la actividad sindical. Esta situación se
vio alterada cuando en el año 1942, el Estado intenta poner en marcha una reforma impositiva
para poder dar pelea a los problemas del fisco.

3) El impuesto al rédito[i], decretado por Uriburu y sancionado, luego, por el Congreso en


abril de 1932 fue una manera de hacer frente a la crisis producida por la depresión
económica. Sánchez Román propone que para que un impuesto a los réditos sea exitoso es
condición necesaria la cooperación de los ciudadanos, producto de la confianza de estos en el
Estado. Fue este el caso del impuesto argentino de la década del 30, que funcionó gracias a la
colaboración “semivoluntaria” de las elites económicas.
La confianza en el impuesto atravesó un problema: el haber sido heredado del gobierno
provisional. El Gobierno de Justo buscó diferenciarse de su predecesor y franqueó el peligro
de pérdida de legitimidad presentando el impuesto al rédito como una herramienta de
distribución de la riqueza y, por lo tanto, de justicia social.
Finalmente, la confianza para que las elites contribuyan se generó a partir de ciertos factores.
Por un lado, se crea una Comisión Honoraria de Contribuyentes (compuesta por
contribuyentes independientes) y un Tribunal Administrativo. Estas ayudaron a mantener una
imagen de neutralidad estatal en la aplicación de los impuestos. A su vez, el impuesto
contaba con alícuotas que al principio de la aplicación no aumentaban, y que cuando lo
hicieron, fue sutilmente. Esto beneficiaba a tanto a empresarios industriales como rurales,
frente a otros sistemas de recaudación fiscal.
Por otro lado, el éxito de la aplicación del impuesto se debió a la creación de la DGIR en
1932, que tenía como objetivo crear un equipo de inspectores para controlar el pago del
gravamen. La eficacia de ésta se consolidó gracias a la creación de un programa de
modernización del impuesto. La crisis abrió una puerta para realizar reformas y un grupo de
economistas liderado por Raúl Prebisch formó un grupo de investigación dentro del Banco
Nación que se ocupó tanto de diseñar nuevos impuestos, como de hacerlos funcionar.
Esta contribución “semivoluntaria” de las elites económicas se debió entonces a un
tratamiento impositivo favorable y benevolente con ellas. Sánchez Román postula que la
reforma fiscal no tuvo ningún impacto en la distribución del ingreso y que la concentración
del mismo creció entre los sectores capitalistas al final de la década. Entonces, define la
relación entre el Gobierno y los empresarios en este período como una “luna de miel” que se
contrapone a relación que mantuvieron durante los gobiernos radicales. Sin embargo, el autor
afirma que este “viaje de novios” termina empezada la década del ´40, cuando el Gobierno
quiere implementar una nueva reforma impositiva para hacerle frente a los problemas fiscales
causados por la Segunda Guerra Mundial.

[i] El impuesto a los réditos sancionado en 1932 fue ideado como un instrumento progresivo que se dividía en un gravamen
por cédulas (ingresos rurales, activos de capital, ingresos derivados de la actividad comercial e industrial y los derivados del
trabajo personal) y una sobretasa progresiva para ingresos superiores a 25 mil pesos.
Bibliografía:
CALVO, Nancy y otros. (2013). “Los gobiernos radicales (1916-1930)” y “La crisis de un
modelo (1930- 1943)” en Historia Argentina. Universidad Virtual de Quilmes, Bernal,
Buenos Aires.

CATTARUZZA, A. (2009). Historia de la Argentina 1916-1955. Buenos Aires: Siglo XXI.

SÁNCHEZ ROMÁN, José. (2013). “Elites económicas, legitimidad e impuestos progresivos


(1932-1945)” en Los argentinos y los impuestos. Lazos frágiles entre la sociedad y el fisco en
el siglo XX. Siglo XXI, Buenos Aires.

SEPÚLVEDA, P. (2018). Historia Argentina- Clase Nº 10. Bernal: Universidad Virtual de


Quilmes.

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