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6to de FILOSOFÍA

DERECHOS HUMANOS
2da PRUEBA PARCIAL

Introducción

En el presente documento se alude a la ruptura de los diversos derechos humanos, que se


da en el mundo.

La Declaración de los Derechos Humanos estipula la paz, dignidad e igualdad de todos los
seres humanos sin discriminar raza, etnia, sexo.

En torno de los llamados “derechos humanos” se ha hablado mucho en estos últimos


tiempos. Y no siempre se ha hecho con la debida claridad y precisión. Ello no es de
extrañar, porque en tales asuntos van envueltas muchas consideraciones e intereses,
fundamentalmente ideológicos y políticos, que en parte impiden ver el asunto con
objetividad y en parte sirven de pretexto para que dicha objetividad sea oscurecida.

Es por esto que resulta de interés el intentar una reflexión sobre tal tema, hecha por un
espíritu meramente filosófico, ajeno a posiciones políticas concretas y procurando,
solamente, acercarse lo más posible a la verdad ¿o que no es tarea sencilla y sí
bastante delicada. Pero tal es el ánimo que nos guía en este trabajo, sabiendo bien de
la dificultad del tema y de la excesiva bibliografía que alrededor de él se ha producido.

Puestos enfrente del problema, en un primer intento de aproximarnos a su verdad, se


nos presentan, al menos, tres interrogantes: ¿Qué son los derechos humanos?
¿Cuáles son esos derechos y sus límites? ¿Cómo deben ser considerados en la
legislación positiva?

Cada una de estas preguntas nos puede conducir a muchos y complejos aspectos que
exigirán una mayor explicitación. 1. ¿CUÁLES SON LOS DERECHOS HUMANOS?

1. ¿Por qué hablar de derechos humanos?

Para empezar debemos ponemos de acuerdo sobre la materia que vamos a estudiar. Y
ello nos enfrenta con la primera dificultad del tema que tenemos entre manos.

¿Por qué hablamos de “derechos humanos”? ¿Acaso hay derechos no humanos o,


aún, inhumanos? ¿Es que aquella realidad múltiple que denominamos como “derechos”
se da en otro grupo de seres que no sean los hombres? r ¿Podríamos hablar de los
“derechos animales”, de los “derechos vegetales” o de los “derechos minerales”? Si
dejamos de lado la ciencia ficción o la simple imaginación poética, parecería que con
plantear esta pregunta aparece de inmediato su evidente respuesta. Sólo hay derechos
entre los hombres, es decir, todo derecho es un derecho humano.

Lo anterior es satisfactorio dentro del mundo de los seres que actualmente conocemos,
porque es posible pensar que haya otros lugares habitados por entes de algún modo
racionales entre los cuales exista algo análogo a lo que entre nosotros llamamos el

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derecho. Pero, hecha esta salvedad nos quedamos, al parecer, sin necesidad de
recurrir a mayores explicaciones, con la respuesta antes formulada.

Si tal es la afirmación inmediata del sentido común, sentido que debemos mirar con
menos desprecio que el que suele usarse frente a él, aparece como una redundancia el
denominar a determinados derechos como ‘inhumanos”. La respuesta a esta duda se
ofrece también de inmediato. Los llamados “derechos humanos” son, simplemente, los
“derechos fundamentales del hombre”, aquellos que no deben ser conculcados nunca y
que, por el contrario, requieren de una adecuada protección legal. Esto resulta obvio, y
como prueba sería suficiente remitirnos a aquellos documentos históricos que en cierta
manera los han, sí no definido, al menos precisado. Pensemos, por ejemplo, en la
“Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano”, fruto de la Revolución
Francesa o en la declaración Universal de derechos del hombre”, aprobada por las
Naciones Unidas en 1948, como los más señeros.

Sin embargo, frente a lo anterior nos asaltan algunos escrúpulos. Ellos podríamos
resumirlos en las siguientes preguntas: ¿Por qué esos derechos y no otros han sido
objeto de tales declaraciones? ¿Podría aumentarse o disminuirse la nómina? ¿Estamos
seguros de que todos les dan el mismo significado?

Claro está que no podemos, en este momento de nuestro camino, ofrecer una
respuesta a tales interrogantes. Sucede en estas materias que una cuestión se enlaza
con otra y vamos así de retroceso en retroceso.. Porque si hay derechos
fundamentales, deben también existir otros que no lo son, lo que nos conduce a pensar
en la necesidad de poseer un criterio que nos permita distinguir entre ambos. Y Cuál es
la diferencia que separa dentro del vasto mundo del derecho a los derechos
fundamentales de los que no lo son? Y si requerimos del conocimiento de dicha
diferencia, con mayor razón necesitamos conocer lo que constituye al mismo derecho.

De modo que para determinar lo que son los derechos fundamentales del hombre no
es preciso, previamente, esclarecer qué es el derecho.

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Ciencia y filosofía del derecho

El primer punto puede parecer un tanto obvio, aun cuando en él se encierra la razón de
ser de la filosofía del derecho. Hay quienes piensan que ésta no es más que un adorno,
una especulación que no pone ni quita frente al estudio científico del derecho; otros
sostienen que ella se identifica, simplemente, con el conocimiento del derecho natural,
entendiendo a este solo como el fundamento filosófico del derecho positivo, con lo que,
en cierto modo, al trazar entre ambos una clara y nítida línea divisoria, vienen a caer,
en último término, en lo mismo que afirma la primera posición.

Frente a esto pensamos que la filosofía del derecho tiene corno objeto determinar,
primera y fundamentalmente, en que consiste la realidad del del derecho en toda su
generalidad, de modo que sus resultados válidos sean aplicables tanto al derecho
natural cuanto al positivo. Es decir, ellos son derecho en la medida en que responden a
esa esencia que el esfuerzo filosófico intenta desvelar analizando la realidad. En esa
forma resultará logico el buscar luego qué es lo que caracteriza a ambos. Porque si se
determina filosóficamente lo que es el derecho se verA luego si se da, de acuerdo a tal
esencia, lo que llamamos derecho natural y en caso afirmativo podremos aceptar su
plena juridicidad.

No se nos escapa que una tal afirmación significa una aberración para aquellos que
parten de postulados kelsenianos como el siguiente: “Las normas del derecho positivo
valen (o lo que es lo mismo “deben ser”) no porque procedan como las del derecho
natural de la naturaleza, de Dios o de la razón, es decir de un principio de absoluta
bondad, acierto y razón, de un valor supremo absoluto, sino porque han sido
producidas de una cierta manera, legisladas por un cierto hombre. Sobre el valor de
ese metodo de producción no se ha dicho nada categórico con esto, pues se trata de
un valor hipotéticamente supuesto.

Sobre este valor hipotéticamente supuesto se fundamenta la construcción kelseniana


en que prohíbe toda investigación filosófica en estas materias, porque ella escapa de

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los cauces de la ciencia del derecho. Sin embargo, eso es, justamente, lo que nosotros
pensamos. Una investigacion no corresponde a la ciencia sino a la filosofía, con la
diferencia que los resultados de ella deben ser tomados en consideración, y en forma
muy seria por dicha ciencia. Así, este primer punto precisa con claridad el

enfoque mismo del problema.

La Ley no es el derecho

Y nos avocamos al segundo punto, igualmente debatido que el anterior. Deberíamos


limitarnos a explicar que entendemos que cuando Tomás de Aquino nos afirma que “la
ley no es el derecho sino una cierta razón del derecho".

La ley es una norma, una regla que dispone lo que debe, no debe o puede hacerse
dentro de un grupo social determinado. Esas normas pueden tener distintos orígenes y
fundamentos. Su adecuada estructuración y formulación constituye un sistema jurídico.
Pero dejando toda esta interesante y compleja problemática, nos fijamos en un sólo
punto: la ley establece lo que debe hacerse, lo que no debe hacerse, lo que puede
permitirse, las facultades para exigir que tales cosas se hagan o no se hagan, que tales
actos sean castigados o impedidos, etc. La ley tiene un contenido al que se refiere;
contempla actos que son debidos a otros y que deben realizarse. Hay “algo” que a
alguien le pertenece como “suyo”. Eso está en la raiz de la ley y hacia alla apunta ésta.
La ley no es eso “suyo” de cada cual sino una cierta razón de ello: su expresión en
forma de norma obligatoria y, en general, coactivas.

Si la, ley establece la obligación de pagar el precio de la cosa comprada. es porque al


vendedor se le debe como “suyo” ese precio; si la ley obliga a pagar determinados
impuestos es porque la sociedad necesita como lo ‘suyo” que los miembros de ella
contribuyan a la mantención de su existencia; si la ley determina un salario mínimo, es
porque el trabajador tiene como "suyo” ese dinero que se le debe en función de la labor
ejecutada; si la ley establece que dentro de un plazo de cinco días debe interponerse

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el recurso de apelación, es porque el apelante posee como “suya” la posibilidad de que
se revise una mala aplicación de la ley por parte del juez que conoció del caso.

En síntesis, hay algo previo a la ley, que es el derecho, Io suyo de cada cual, que esa
ley reconoce en determinada forma, vale decir, da una razón y expresa esa razón en la
forma de una disposición normativa obligatoria.

Este punto es bastante serio y no puede darse por resuelto en forma muy ligera. Nadie
puede quedar conforme con la afirmación de que la ley obliga solo porque ha sido
dictada en cierta forma por un determinado funcionario u organismo. ¿Podría, en ese
caso, ese funcionario o ese organismo legislar sobre cualquier cosa sin más límites que
su personal arbitrio? ¿Qué ocurriría si se renovara la ley dictada por Herodes, que
ordenaba asesinar a todos los niños menores de tres años de una determinada región?
¿Y qué ocurrió cuando se ordenó, o cuando se supo que se había ordenado, el
asesinato de millones de personas por pertenecer a determinada raza? ¿Habría que
cruzarse de brazos y decir: si esas leyes fueron dictadas por funcionarios competentes,
de acuerdo con los procedimientos establecidos para ello, son plenamente
obligatorias? Y agregar muy filosóficamente: ésa es la ley, ése es el derecho.

Estos ejemplos pueden parécer demasiado burdos; desgraciadamente son demasiado


reales. Y cualquier persona, ignorante de todas las sutilezas de la ciencia jurídica,
exclamará: pero esas leyes, por muy bien dictadas que estén, son injustas. Seria, nos
dirá alguien, la mera reacción del sentido común. Pero, ¿No es que: el hombre de
derecho debe dejar el sentido común esperándolo a la entrada de su oficina? ¿Por qué
tales leyes no son justas? No por razones de forma, sino porque no cumplen con
aquello en lo cual consiste la justicia: dar a cada uno lo suyo. Con esto valuemos a lo
que antes indicamos: hay algo previo a la ley, que es el derecho, lo suyo a cada uno. La
ley debe ser la expresión, la razón, la norma que reconoce, garantiza, desenvuelve,
limita, relaciona lo suyo de cada uno dentro del grupo social, y el orden que así también
viene a ser un complejo tejido que también puede llamarse “derecho” pero, por decirlo
en alguna forma, de segundo grado. Es el orden jurídico, derivado de la ley que es la

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razón del dereclio considerado en su aspecto primario o fundamental. Por ello, se ha
podido decir que, hablando en rigor, una ley injusta no es ley, porque al decir “injusta”
estamos señalando que no respeta al derecho. Sí una ley es “injusta” por consiguiente,
no cumple con su finalidad esencia.

El derecho es el objeto de la justicia

Con lo que hemos dicho se ha explicado en buena parte lo que señalamos en nuestra
tercera consideración, al sostener que el derecho es el objeto de la justicia. Esta
afirmación provoca, también, muchos equívocos. Porque los términos se entrecruzan y
se producen insensibles deslizamientos de sentido entre ellos.

Es corriente el pensar que ocurre todo lo contrario de lo que afirmamos, es decir, que la
justicia es el objeto del derecho. Y la razón de esto parece muy Iógica: el derecho tiene
por objeto realizar en la sociedad ese valor que se denomina la justicia. Para
enclaracer el equívoco. Lo primera está en precisar que en tal proposición se usa el
término “derecho” no como lo “suyo” de cada cual sino como sinónimo de ley; lo
segundo es que el término “justicia” se toma como equivalente al “orden jurídico”.
Resultaría más claro si hacemos algunas sustituciones y decimos, por ejemplo, que la
ley tiene por fin la realización del bien común, porque, y aquí está el tercer equívoco de
la afirmación que comentamos, cuando sostenemos que el derecho es el objeto de la
justicia estamos diciendo o entendiendo que la materia propia de la justicia, aquello
sobre lo que ella versa, es el derecho, tomado en su acepción primera de lo “suyo” de
cada cual; en cambio, en la fórmula comentada el término “objéto” se entiende como
“finalidad”, lo que es algo diferente.

En efecto, si partimos de la afirmación tradicional de que la justicia consiste en dar a


cada uno lo suyo debemos reconocer que previamente debe haber algo que dar y una
razón para hacerlo. Vale decir, que la justicia no es un acto primero sino segundo:
porque hay algo “suyo” de cada uno es porque ese algo hay que darlo. O sea, y

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volviendo a lo mismo, porque hay un “derecho” es que reconocerlo es “justo”. Y los
actos con que tal obligación ‘se cumple, son, normalmente, los que la ley establece. La
ley elabora un orden entre las relaciones jurídicas y ese orden es un elemento
fundamental del orden social entero que denominamos el bien común.

La obligación de respetar el derecho

Llegamos al cuarto punto, igualmente importante que los anteriores: dar a cada uno lo
suyo constituye un deber, una obligacion, y no porque la ley lo establece; más bien
ocurre lo contrario, que la ley lo establece porque es una obligación. Si nos
preguntamos por qué se da tal obligación quizá lleguemos hasta el punto final de
nuestra inquisición. Porque como lo que ya hemos dicho se ha dejado de lado toda
posición positivista o meramente formalista. Al otro se le “debe” lo que es “suyo”
simplemente porque le pertenece; por eso, incluso, nace en aquel la “facultad” de
exigirlo, con lo que, de paso, también afirmamos que el sentido primario del derecho no
es la facultad subjetiva; ella se deduce inmediatamente, pero se deduce, del hecho de
que algo es suyo y, por lo tanto le es debido:. Y volviendo al punto en cuestión: ¿Por
qué algo es “suyo” de alguien?, yendo de la superficie al fondo: o porque la ley se lo
concede; o porque es una persona humana.

El positivismo, egregiamente representado por Kelsen, se queda en la primera de


nuestras afirmaciones: porque la ley se lo concede, y se prohíbe dar todo paso más
allá, por el riesgo de enturbiar la pureza de la ciencia del derecho y de caer en
ideologías o juicios de valor extraños a lo jurídico.

Se puede pensar por el contrario, que precisamente en este punto, en que la ciencia
del derecho instituido o positivo parece llegar a su limite, es donde nos topamos con el
necesario recurso a la filosofía. No nos satisfacen los postulados hipotéticos de Kelsen
porque buscamos una razón, de ser de algo tan importante como es la obligatoriedad
del derecho, o lo que es lo mismo, el fundamento del deber jurídico. Si la sentencia

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judicial nos lleva a la ley y la ley a la constitución y la constitución al primer
constituyente, creemos que ya se ha dado un paso en falso dentro de la impecable
lógica jurídica kelseniana. Entre la sentencia y la constitución hay una gradación
bastante irreprochable y esclarecedora para la ciencia del derecho. Pero de ahí al
primer constituyente o al pruner usurpador, aparte su amargo sabor roussauniano, hay
un salto no ,hacía la filosofía sino, casi diríamos, hacia la ciencia-ficción.

La posición que sostenemos, en cambio, da el paso en otra forma: de la ley a la razón


de la ley; de la obligación o deber al sujeto portador de facultad; de la facultad a la
naturaleza de ese sujeto en quien ella reside. Y ese sujeto es la persona humana, que
no es una entelequia ni una idea platónica sino un hombre concreto; en su cuerpo y en
su espíritu, en su dignidad de ser razonable y libre, en su fidelidad propia y
trascendente, estriba el fundamento de que haya algo “suyo” que como tal puede
reclamar, que le es debido, que hay la obligación de darle.

En este punto nos hemos salido ya de la ciencia jurídica parece algo cierto, pero no
ocurre lo mismo en todas las ciencias humanas.

No se sale de la Biología el sabio que se pregunta sobre lo que es ia vida, o de la


Física el que se interroga por la materia, el tiempo o el espacio. Hemos visto a los
grandes hombres de ciencia embarcados justamente en problemas filosóficos, no por
vocación de metafísicos sino por el dinamismo de su propio campo del saber, que los
impulsa más allá de las fronteras de lo meramente sensible u observable por los
sentidos? ¿Por qué, entonces, esoandalizarnos de, este paso que da el jurista

en la búsqueda de las razones últimas del objeto de su propio conocimiento?

Lo único que hay que tener presente es que, en este caso, entramos al terreno de la
reflexión filosófica y que, por consiguiente, debemos sujetarnos a sus exigencias. Lo
grave es la inconsecuencia de que suelen adolecer ciertas afirmaciones. Si se parte de
la aceptación dogmática de que el derecho no tiene otra realidad ni otro fundamento
que el texto de la ley, entonces ocurre que debemos acatar el fatalismo de la

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arbitrariedad. Pero si no deseamos esto, y pretendemos encontrar el fundamenta último
del derecho y del deber de esa ley que los expresa, necesariamente debemos avanzar
más alla de ella. No se nos diga, en ese momento, que nuestra reflexión no es válida
porque nos hemos salido del campo del derecho. Tal objeción no pasaría de ser un
círculo vicioso.

Henos, pues, frente a la realidad de la persona humana como fundamento del derecho.
Un cierto analisis de ella nos será necesario más adelante. La primera capa encontrada
la compartimos con todos los juristas: la ley como fuente de derechos; la segunda con
todos aquellos que no se satisfacen con la posición positivista y reconocen la dignidad
trascendente de la persona humana; la tercera con aquellos que se inquietan por
encontrar la fuente última explicativa, y que racionalmente aceptan la realidad del Ser
del cual depende la existencia de todos los otros seres.

Preámbulo

Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento
de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la
familia humana;

Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han


originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha
proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que
los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de
la libertad de creencias;

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Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho,
a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y
la opresión;

Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas entre las


naciones;

Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los
derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la
igualdad de derechos de hombres y mujeres, y se han declarado resueltos a promover el
progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad;

Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en cooperación con
la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y
libertades fundamentales del hombre, y

Considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor


importancia para el pleno cumplimiento de dicho compromiso;

Ahora, por tanto,

La Asamblea General, Proclama la presente Declaración Universal de los Derechos Humanos


como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto
los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan,
mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren,
por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación

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universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los
territorios colocados bajo su jurisdicción.

Artículo 1

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están
de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Artículo 2

Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra
índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional
del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país
independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a
cualquier otra limitación de soberanía.

Artículo 3

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

Artículo 4

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Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están
prohibidas en todas sus formas.

Artículo 5

Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Artículo 6

Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica.

Artículo 7

Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos
tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y
contra toda provocación a tal discriminación.

Artículo 8

Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes,
que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la
constitución o por la ley.

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Artículo 9

Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

Artículo 10

Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con
justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y
obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.

Artículo 11

1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado
todas las garantías necesarias para su defensa.
2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron
delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave
que la aplicable en el momento de la comisión del delito.

Artículo 12

Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su


correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la
protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

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Artículo 13

1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un


Estado.
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su
país.

Artículo 14

1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en
cualquier país.
2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por
delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 15

1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.


2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de
nacionalidad.

Artículo 16

1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna
por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de
iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del
matrimonio.

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2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el
matrimonio.
3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la
protección de la sociedad y del Estado.

Artículo 17

1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.


2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.

Artículo 18

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este


derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de
manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en
privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

Artículo 19

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de
no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones,
y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Artículo 20

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1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.
2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

Artículo 21

1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio
de representantes libremente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones
públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se
expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por
sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la
libertad del voto.

Artículo 22

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener,
mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización
y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y
culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

Artículo 23

1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones


equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le

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asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será
completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus
intereses.

Artículo 24

Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable
de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

Artículo 25

1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia
médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de
desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de
subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los
niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.

Artículo 26

1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo
concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria.
La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios
superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el

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fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales;
favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los
grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones
Unidas para el mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a
sus hijos.

Artículo 27

1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a
gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.
2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le
correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.

Artículo 28

Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los
derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos.

Artículo 29

1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede
desarrollar libre y plenamente su personalidad.
2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará
solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el
reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las
justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad

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democrática.
3. Estos derechos y libertades no podrán, en ningún caso, ser ejercidos en oposición a los
propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 30

Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al
Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos
tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta
Declaración.

FUNDAMENTACIÓN ESCRITA DEL VIDEO

El artículo que tome para realizar la grabación adjunta fue el artículo número cinco de la
Declaración universal de los derechos humanos, el cuál estipula: Nadie será sometido a
torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Me pareció importante destacar este artículo en particular por las condiciones en que
muchos niños se crían, al vivir en un ambiente no apto sanitariamente o en este caso en el
que la convivencia se torna degradante a nivel emocional.

Esta realidad es difícil de aceptar pues existe en grandes porcentajes sin distinción del nivel
económico de la familia del violentado. Estos tratos degradantes pueden escalar desde los
gritos a los golpes y en muchas ocasiones a situaciones que provocan repulsión en el
violentado y generalmente traumas. Es habitual encontrar familias de bajos recursos
económicos que se dedican a procrear con la esperanza de vivir del estado por las ayudas
económicas que esté ofrece.

En el vídeo se puede apreciar como una persona es obligada a realizar un trabajo contra su
voluntad y al este no resultar como el ostigador desea recibe una respuesta violenta.

La violencia se ejerce en la relación de ambas partes, de forma verbal y física.

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