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Escucharon alguna vez la frase "ver todo rojo" cómo sinónimo de furia?

Bueno, yo puedo afirmarles que


en mi caso, al menos, no fue así. Sentí como si mi mente estuviera cubierta por una espesa niebla, algo
que me confundía y adormecía mis sentidos. Mi cuerpo ya no parecía mío y algo que empezó como un
vago calor comenzó a cubrirlo hasta que surgieron llamas que amanazaban por consumirme. Pero aún
dentro de ese fuego prevalecía la insensibilidad. Ya no existían las palabras, no era capaz de llegar a
ellas. Tampoco el sonido. Es como si la niebla se uniera extendido y devorado todo. Todo menos a la
figura que se encontraba en frente de mi, la causante de mi estado...

Cuando la niebla se disipó yo estaba jadeando. Parte de mis cabellos se habían soltado de mi coleta y
estaban pegados en a mi cara por la profusa transpiración que la cubría. Mis manos también estaban
umedas, sudadas. Sentí que tenía algo entre mis dedos. Baje la mirada para saber que es lo que
sostenía. Mi sorpresa fue grande cuando ví entre mis dedos unas tijeras. Entonces pude comprobar que
no era transpiración lo que cubría mis manos, sino una espesa y tibia sangre, de un rojo tan profundo
que parecía negro.

La conmoción de ese descubrimiento me hizo soltar las tijeras y dar un paso atrás. Con cuidado escaneé
la habitación en busca de... De algo, cualquier cosa que pudiera explicar mi actual situación. Intenté
aguzar mis oídos para captar algún sonido, pero lo único que podía escuchar era el brutal tamborileo de
mi corazón, quien latía a un ritmo frenético, cómo queriendo escapar de mi pecho. Mi cuerpo se hizo
eco de ese latido y comenzó a temblar. Mientras miraba por la habitación un detalle llamo mi atención.
No fue gran cosa, solo un destello dorado sobre un almohadón en el piso. Me acerque a él y Vi un anillo.
Mire mi mano izquierda y encontré a mi dedo anular desnudo. Aquel que estaba sobre la almohada era
mi anillo de matrimonio.

Me arrodille en el piso y lo tome con una mano sangrienta y en el proceso manche tanto a la almohada
como al anillo. Todavía de rodillas mire más allá de la habitación, hacia el baño. Algo allí me llamaba,
algo allí me asustaba, algo allí necesitaba que yo le prestará atención.

Me arrastre caminando a gatas, aprisionando al anillo en mi mano, no sé por qué no me levanté, algo en
mi sabía que solo mis pies no podrían sostenerme. Cuando llegue a la puerta lo ví. Tendido sobre el piso,
al lado del inodoro estaba él.

Él, quien fuera mi marido yacia encogido, sin moverse, sin advertir mi presencia, en silencio y sin vida.

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