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Extra – William y Agnes.

Me puse los auriculares y me senté en uno de los sillones de


espera para pasar el tiempo en lo que mis prendas salían del
lavado. Estaba un poco cansada y el día, pese a ser largo, me
gustó su resultado final.Creí que no terminaría los expedientes
para hoy, sin embargo, los sujetos de entrenamiento agilizaron
todo colaborándome con sus obediencias. Lo que me quedaba
pendiente era llamar a George Clooney para felicitarlo.

Mi instructor de Anatomía Patológica en la academia estaba de


cumpleaños hoy y él era importante para mí, porque estuvo
conmigo desde que entré en la Universidad, hasta mis últimos
días allí. Se había convertido en un gran mentor para mí. Lo haría
después del baño, apenas eran las cinco de la tarde y el tiempo
sobraría para cuando eso. Después de todo el horario local estaba
adelantado con el de allá.

Cuando levanté la vista me sobresalté de golpe al ver al


Supervisor William caminar por la estancia mirándome. No se
detuvo deleitándome con su cuerpo alto y lleno de músculos
como si fuese modelo de una de esas revistas masculinas. Abrió
una de las lavadoras, tiró en ella su ropa sin ninguna delicadeza y
la reprogramó sin dejar de mirarme. Me pareció tan simpático,
que por un momento casi se me escapa una sonrisa ante su
determinación desconocida para mí.

Comenzaba a pensar que lo que estaba haciendo es acosarme,


estaba segura de que había venido solo porque sabía que estaba yo
aquí. No trajo más de dos pares de ropas. Para no ser maleducada,
me saqué los auriculares y apagué el bluetooth pausando la
canción.

— ¿Cansada? — su ronca voz me estremeció.


— Un poco — lo miré de vuelta temblando cuando se fue
acercando.

— Te noto tensa — con su presencia no había como no. Esa


mirada intensa que podía brindar esos ojos azules no debería ser
legal en esta galaxia, ni en otra.

— El cansancio de nuevo — levanté la cabeza cuando estuvo


frente a mí.

— Podría destensarte — me levanté de golpe sabiendo lo que


quería comenzar y tomé mis cosas dispuesta a irme.

— Regreso cuando acabe — comencé a caminar hacia salida,


pero no di más de dos pasos cuando su mano se posó en mi
cintura pegándome a su cuerpo.

Mi corazón pareció dar un giro y la respiración se me atascó


cuando sus brazos cargados de músculos me apretaron contra él.
Olía de maravilla, dándome a entender que él sí ya se había
bañado. Ahora que lo tenía cerca podía notar su cabello rubio
húmedo y el que su boca oliera a menta me daba vergüenza de yo
estar sudorosa y normal.

— Relájate Agnes — me removí con fuerza de sus brazos, pero


ellos me aprisionaron más fuerte haciéndome soltar un suspiro
pesado — si suspiraras así, te haría mía todas las noches del resto
de tu vida — susurró en mi oído y lo miré atónita por sus
palabras.

Tomó mi mandíbula con su mano y giró mi rostro acercando el


suyo a mi cuello. Aspiró con fuerza y pronto sentí la humedad de
su lengua pasearse por todo mi cuello hasta llegar al lóbulo de mi
oreja y morderlo levemente.

Me estremecí con fuerza y gemí cerrando los ojos.


— Quiero probar tus deliciosos labios de nuevo — murmuró entre
dientes con una voz ronca impactante que revolvió todo en mí —
¿Por qué no te sueltas y me dejas enseñarte el placer? — tragué
saliva y me removí al sentir la humedad en mi interior como
aquella vez — Eres pequeña y toda mi grandeza te volvería loca.

Incliné mi cabeza hacia atrás por los espasmos que sentía en


partes de mi cuerpo. Sus promesas debilitaban mi resistencia y
lejos de opacarme, mi imaginación nadaba en lo que podría
hacerme.

— Quiero hundirme en ti y abrirte de una manera única y que


luego me ruegues por más — jadeó sobre mi boca cerrando los
ojos — quiero probar todo de ti, Agnes. En las noches me torturo
imaginando lo apretada que puedes estar con lo pequeña que eres.
Imagino como mi tamaño no podría adherirse a tu cuerpo y me
vuelvo loco.

Gemí con fuerza hundiendo mi entrecejo cuando sus dientes


tomaron mi labio inferior.

— William — jadeé subiendo mi mano hasta brazo.

— He escuchado en mi mente, a tu boca liberar mi nombre


gimiendo mientras te hago mía una y otra vez — temblé sin poder
controlarme — No medites si está bien o mal entregarte a mí
porque lo único que haces es perderte del placer que puedo darte.

Terminó de unir sus labios en un beso arrasador que me


descolocó por completo. Su mano se posó en mi nuca
acercándome más él y su lengua entró en mi cavidad
saboreándome a su antojo. Subí mi mano a su rostro y le
correspondí sin poder retenerlo.

Sus palabras tenían un poder incontrolable. Tanta intensidad de lo


que deseaba me volvía loca. Sus toques, sus besos, nada era fable.
Todos estaban cargados de deseo, pasión y determinación, con
ganas de rebosar placer infinito.
Una de sus manos fue bajando por mi espalda y llevé la mía sobre
ella deteniéndola. Me separé de sus labios jadeando y lo miré. No
nos estábamos controlando, pero... ni siquiera tenía justificación
para lo que yo sentía, así que liberé su mano y la subí a su torso
que tomaba y liberaba aire agitado.

No desearlo estaba mal, porque era la perdición de toda mujer. Su


cuerpo parecía esculpido por los Dioses, como si todos ellos se
hubieran puesto de acuerdo por primera vez y crearon a uno de
los seres más hermosos de toda la historia de la humanidad.

— Es mejor que después regrese por mi ropa — susurré cuando


pude controlar mi respiración — Alguien puede entrar...

— Nadie va a entrar — su mano terminó por bajar a mi trasero y


lo apretó con fuerza antes de agacharse y tomar mis piernas para
rodear su cintura.

— William, estás siendo insens... — arrasó de vuelta con mi boca


comenzando a caminar hacia el fondo de la opacada estancia
haciéndome ignorar por completo aquello cuando mi entrepierna
cosquilleó al rozarse con su abdomen marcado y duro.

Llegamos a la esquina donde ya casi no llegaba la luz y las


lavadoras que iban una encima de la otra, nos cubrían por
completo de la entrada. Estas estaban en forma de L, entonces a
pesar de tener un reducido espacio entre la pared y ellas, era
suficiente para los dos. Me bajó sin despegar su boca de la mía y
me apretó contra la pared tomándome de la parte posterior del
cuello otra vez para besarme con más desesperación.

Después de unos segundos, me separé en busca de aire sin poder


retenerlo. Estaba al límite y a punto de estallar.

Su boca sin descansar bajó a mi cuello chupándolo y mordiéndolo


como si mi piel fuera la cosa más dulce y hermosa que él haya
probado antes. Levanté mi mano a su cabello pasando con
cuidado mis dedos entre sus hebras doradas, deseando más de su
tacto, de su cuerpo, de su persona.

— Eres tan hermosa que es difícil creer que existes — sus


palabras lejos de ser bonitas parecían ser morbosas, como si aquel
cumplido fuera más hacia su deseo por mí — Tócame todo lo que
desees — tomó mi mano y llevó mi dedo pulgar a su boca
chupándolo — Hazlo hermosa — dejó un corto beso en mis
labios viéndome directo a los ojos.

Su mirada seria y singular en él, era exigente, llena de deseo y


poder, capaz de obligarte a caer en su encanto feroz y candente.
Traté de controlar mi respiración y cerré los ojos.

Liberé mi mano de la suya y la guie hasta su abdomen, tragué


saliva con dureza para darme valentía y la metí debajo de su
camiseta acariciando su abdomen tan perfectamente marcado.
Todo dentro de mí se removió cuando mis dedos tantearon la
suavidad de su piel sobre aquellos músculos.

— Ahhh... — gimió inclinando la cabeza levemente hacia el techo


cerrando los ojos.

La imagen en aquel ángulo de su rostro fue maravillosa. Su


mandíbula cuadrada sobre su cuello donde la manzana de Adán
subía y bajaba tras tragar saliva, me encantó. Este caliente y serio
William era otro mundo al que conocía. Él mismo tomó el borde
de su camiseta y se la sacó para mí complaciendo a mis ojos.

Fue suficiente.

Mis ojos recorrieron cada parte de su torso negándose a la cordura


y le di permiso a todo tomándolo de la nuca para besarlo de
nuevo. No me importo nada más. Me correspondió el beso
descontroladamente fundiéndonos dentro de una nube donde el
exterior dejó de verse, escucharse y sentirse. Todo desapareció a
excepción de nosotros.
Retiró mi básica blanca junto a mi sostén exponiéndome a él sin
ningún pudor.

— Por Dios — su mirada se dirigió a mis senos y al detallar mis


rosados pezones, su boca no tardo en intentar tomarlos, pero
como yo era muy pequeña para él la dificultad fue
presente. Entonces me volvió a cargar alrededor de su cintura
devorándolos sin compasión. Gemí sintiendo todo esto como
antes no.

Mis pechos terminaron rojos y húmedos cuando decidió


abandonarlos y besarme en la boca. Me bajó y tomó el borde de
mi pantalón blanco bajándolo completamente. Desde abajo miró
mis braguitas y luego a mis ojos, exigiendo en silencio que le
permitiera desnudarme. Levanté las piernas cumpliendo su pedido
silencioso.

— William — susurré cuando sus labios fuera a mi cuello y sus


dedos a mi intimidad

— Nos vemos esta noche en tu habitación — abrí los ojos ¿no va


a seguir? — Dímelo, me dejarás la puerta sin seguro — hizo a un
lado mi ropa interior y resbaló su dedo por mi humedad. Gemí
pegando mi frente a su torso — Responde — me penetró.

— Oh Dios — mis uñas se clavaron en su hombro — Sí, la dejaré


abierta — solté entrecortadamente cuando movió sus dedos en mi
interior.

Bajó su mano a la entrepierna asustándome un poco ante la


rapidez de la liberación de su hombría y la acarició soltando un
leve jadeo. Esa cosa no va a entrar en mí. Retrocedí un paso hasta
que él me sujetó de la muñeca sin dejar de pasar su mano desde la
base hasta la corona de la blanca, enrojecida y dura polla.

Ladeó la cabeza con una sonrisa y me besó acorralándome a la


pared otra vez al ver mi intento de huida.
— William — lo llamé — no creo que seas conveniente para mí
— me mordí el labio inferior cuando chupó mi cuello.

— Soy perfecto para ti — susurró.

Me acostó sobre una de las colchonetas de gimnasio que se


guardaban aquí, y se subió encima mío abriéndome las piernas
para él. Sus labios no tardaron en rodear mis pezones
succionándolos, acompañado de mordidas y láminas candentes
que me estremecieron todo el cuerpo.

Sonreí pasando mis dedos por su cabello mientras devoraba mis


pechos con vehemencia. Le gustaban mis senos porque no paraba
de lamerlos, mientras acariciaba sus hombros con mis manos y
subía de nuevo a su cabeza. Su maravillosa y excitante lengua me
estaba llevando al borde de la explosión y tampoco quería que
parara.

— Ahhh... — un leve jadeo abandonó mi boca cuando me removí


debajo suyo rozándome con él.

— Quiero escucharte, muñeca — subió a mi boca — ¿Me has


entendido? — asentí.

— Sí — susurré abriendo los ojos.

Su mano bajó al falo e hizo a un lado mis bragas para acariciar


mis pliegues con su corona. Temblé y volvió a hacerlo
resbalándose con el néctar de mi excitación, lubricándose
conmigo, de un momento a otro, se impulsó hacia adelante y me
quedé sin aliento arqueando mi espalda. La plenitud fue
sensacional, el cosquilleo de su grandeza abriendo mi interior con
dolor me estremeció y un gemido suave me abandonó
escuchándose en ecos para mis oídos.

— Por Dios — unió su frente a la mía — tan deliciosamente


estrecha — su respiración se volvió más irregular que la mía,
esperando pacientemente que me acostumbrara a su tamaño.
Mis paredes lo apretaban tanto, que podía sentir la corona y sus
palpitaciones en mí.

Entonces salió lentamente y entró de golpe cerrando los ojos con


fuerza, repitiéndolo una y otra vez, donde las estocadas me hacían
vibrar y yo jadear en su oído lo mucho que me gustaba ¡Dios! El
dolor se sentía... difícil de explicar.

— Que delicia — gemí tomando su rostro para unir mi frente a la


suya.

Estaba volviéndome loca.

Mi aliento se mezcló con el suyo gracia a nuestros labios


entreabiertos, nuestros cuerpos temblaron, la plenitud fue
insaciable y cada vez era más fuerte, más rápido, más duro. Su
grandeza siendo un pecado mortal para mi cuerpo parecía ser todo
lo bueno ente mundo. Me fundí en algo único.

— ¿Te hago daño? — negué frenéticamente — ¿Te duele? —


asentí cuando profundizó su estocada de golpe — ¿Quieres que
pare? — negué. Por Dios no quiero que pare nunca —
Respóndeme joder que no te he mordido la lengua.

— No quiero que pares — jadeé — Me encantas William — me


embistió más rápido — Me encantas — susurré estremeciéndome
con fuerza bajo su salvajismo.

— Y tú a mí — susurró en mi oído y me tapó la boca quedándose


quieto de golpe.

— En ese entonces había visto a los supervisores tomar nota... —


abrí los ojos desmesuradamente al escuchar a asistentes en la
estancia.

Me soltó y llevó su dedo índice a su boca indicándome silencio.


Asentí desesperada y me quedé mirando al techo aterrorizada, con
la respiración hecha un asco y con su polla aún en mi interior.
Ahora quietos podía sentir palpitaciones en toda mi vagina tras
ser forzada por esa bestia. Cuando mis ojos fueron a los suyos,
encontré diversión en ellos.

Quise pegarle un guantazo porque la excitación permanecía


creciente en mí, bajo la situación posiblemente de un desastre a
punto de pasar.

Se acercó a mi boca y me besó lentamente tranquilizando a mi


corazón martilleante dispuesto a romper mis costillas y abandonar
mi cuerpo. Tenía mucho miedo de que nos descubriesen y la
prueba de ellos es que comenzaba a temblar. Le devolví el gesto
clavando mis uñas en su cuello intentando calmar mi calentura y
bajar mi nerviosismo.

Cuando se movió me separé de él instantáneamente rogándole con


la mirada que parase. No me hizo caso, con los ojos lleno de
determinación salió y entró lentamente torturándome sin
compasión alguna de su parte, haciéndome sentir cada detalle
mínimo de su penetración bestial. Negué frenéticamente intento
empujarlo, pero no funcionó cuando inmovilizó mis muñecas
encima de mi cabeza.

— Basta — le susurré tan bajo que casi fue inaudible —


terminémoslo en mi cuarto — negó determinado con la diversión
y excitación palpable. No se detendrá — te lo prometo ¿sí? Por
favor, William — cerré los ojos con fuerza cuando se hundió
completamente en mí.

— No hagas ruido mi muñequita hermosa — mi corazón saltó


cuando su peso calló sobre mí tras sus dulces palabras pervertidas
y comenzó a penetrarme profundo y con un ritmo constante.

La desesperación y el deseo fue una combinación explosiva. Me


tapó la boca siguiendo mientras su boca se dirigía a mi oído
mordiendo el lóbulo de mi oreja, antes de susurrarme:
— Puedo sentir tu jugo empapar toda mi polla — gruñó en mi
oído — tu humedad está alcanzando mis testículos — ladeé la
cabeza sintiendo el dolor placentero que producía cada vez que
llegaba al fondo tocando lo prohibido — mójame por completo —
su lengua se deslizó por mi rostro aplastándome más con su
cuerpo. Sin darme cuenta ya estaba completamente sometida a él
cuando su mano no liberaba mis muñecas, la otra me tapaba la
boca y su cuerpo me aprisionaba contra el colchón y piso.

— Có-orrete — murmuró entre dientes aplicando más fuerza


contra mi cuerpo. Aumentó de velocidad arrugando levemente el
entrecejo pareciendo querer correrse y mi interior explotó bajo su
cuerpo junto a él cuando no se contuvo.

Se enderezó soltando mis muñecas y me embistió con fuerza


rodeando mi cuello para apretarla y evitar que gimiera. Salió
completamente y entró de golpe repitiéndola varias veces
prolongando mi orgasmo.

Ladeé la cabeza cerrando los ojos cuando se detuvo sin salir de


mí, desplomándose encima mío sin lastimarme. Su respiración
irregular acarició mi mejilla en alientos fuertes y pausados,
intentando recuperarse. Un suave beso descanso en mi piel
mientras escuchábamos el murmullo de las chicas a lado nuestro a
lo lejos. Dejó otro más en mi mandíbula y así sucesivamente hasta
llegar a mi cuello.

Tomó mi mandíbula y me obligó a mirarlo, para sellar sus labios


con los míos en un beso lento y reconfortante. Le seguí atontada
por toda la sensación explosiva aún a mi alrededor, su polla en mi
interior no ayudaba mucho a la causa de mi cordura, pero se
sentía tan bien. Se sentía muy bien estar aún en esa nube de
éxtasis y placer incomparable.

Subí mi mano a su rostro sin querer parar el beso. Salió


lentamente torturándome y luego se impulsó hacia adelante de
nuevo. Jadeé en su boca mientras salía de nuevo y entraba
lentamente.
— Esto es para que me esperes con más fervor en tu habitación —
susurró en mi oído, antes de abandonarme completamente y bajar
a uno de mis senos para mordisquearlo por última vez, con una
sonrisa plasmada en el rostro.

Me estremecí deseando más, sabiendo que claramente me había


dejado así para que no me saciara de él.

Nos vestimos en completo silencio escuchando como las mujeres


que parecían ser dos, se marchaban irónicamente cuando ya
habíamos terminado, Su mirada la podía sentir así no lo mirase y
me replanteaba con ello todo lo que habíamos hecho. Este hombre
al que tenía enfrente era todo lo que prometía y más. Sus caricias,
sus besos, Dios todo de él era extravagante a su manera.

Me tomó de la cintura y me pegó a él con lentitud. Ladee la


cabeza cerrando los ojos cuando su rostro se acercó al mío. Sonrió
dejó un beso en mis labios y salimos de allí en total silencio…

Continuará…

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