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El documento narra un encuentro íntimo entre Agnes y William en la lavandería. William coquetea con Agnes y la besa apasionadamente. Aunque Agnes duda al principio, se deja llevar por la pasión del momento. Intercambian caricias íntimas y se besan repetidamente. Antes de ir más lejos, Agnes le pide a William que la visite esa noche en su habitación.
El documento narra un encuentro íntimo entre Agnes y William en la lavandería. William coquetea con Agnes y la besa apasionadamente. Aunque Agnes duda al principio, se deja llevar por la pasión del momento. Intercambian caricias íntimas y se besan repetidamente. Antes de ir más lejos, Agnes le pide a William que la visite esa noche en su habitación.
El documento narra un encuentro íntimo entre Agnes y William en la lavandería. William coquetea con Agnes y la besa apasionadamente. Aunque Agnes duda al principio, se deja llevar por la pasión del momento. Intercambian caricias íntimas y se besan repetidamente. Antes de ir más lejos, Agnes le pide a William que la visite esa noche en su habitación.
Me puse los auriculares y me senté en uno de los sillones de
espera para pasar el tiempo en lo que mis prendas salían del lavado. Estaba un poco cansada y el día, pese a ser largo, me gustó su resultado final.Creí que no terminaría los expedientes para hoy, sin embargo, los sujetos de entrenamiento agilizaron todo colaborándome con sus obediencias. Lo que me quedaba pendiente era llamar a George Clooney para felicitarlo.
Mi instructor de Anatomía Patológica en la academia estaba de
cumpleaños hoy y él era importante para mí, porque estuvo conmigo desde que entré en la Universidad, hasta mis últimos días allí. Se había convertido en un gran mentor para mí. Lo haría después del baño, apenas eran las cinco de la tarde y el tiempo sobraría para cuando eso. Después de todo el horario local estaba adelantado con el de allá.
Cuando levanté la vista me sobresalté de golpe al ver al
Supervisor William caminar por la estancia mirándome. No se detuvo deleitándome con su cuerpo alto y lleno de músculos como si fuese modelo de una de esas revistas masculinas. Abrió una de las lavadoras, tiró en ella su ropa sin ninguna delicadeza y la reprogramó sin dejar de mirarme. Me pareció tan simpático, que por un momento casi se me escapa una sonrisa ante su determinación desconocida para mí.
Comenzaba a pensar que lo que estaba haciendo es acosarme,
estaba segura de que había venido solo porque sabía que estaba yo aquí. No trajo más de dos pares de ropas. Para no ser maleducada, me saqué los auriculares y apagué el bluetooth pausando la canción.
— ¿Cansada? — su ronca voz me estremeció.
— Un poco — lo miré de vuelta temblando cuando se fue acercando.
— Te noto tensa — con su presencia no había como no. Esa
mirada intensa que podía brindar esos ojos azules no debería ser legal en esta galaxia, ni en otra.
— El cansancio de nuevo — levanté la cabeza cuando estuvo
frente a mí.
— Podría destensarte — me levanté de golpe sabiendo lo que
quería comenzar y tomé mis cosas dispuesta a irme.
— Regreso cuando acabe — comencé a caminar hacia salida,
pero no di más de dos pasos cuando su mano se posó en mi cintura pegándome a su cuerpo.
Mi corazón pareció dar un giro y la respiración se me atascó
cuando sus brazos cargados de músculos me apretaron contra él. Olía de maravilla, dándome a entender que él sí ya se había bañado. Ahora que lo tenía cerca podía notar su cabello rubio húmedo y el que su boca oliera a menta me daba vergüenza de yo estar sudorosa y normal.
— Relájate Agnes — me removí con fuerza de sus brazos, pero
ellos me aprisionaron más fuerte haciéndome soltar un suspiro pesado — si suspiraras así, te haría mía todas las noches del resto de tu vida — susurró en mi oído y lo miré atónita por sus palabras.
Tomó mi mandíbula con su mano y giró mi rostro acercando el
suyo a mi cuello. Aspiró con fuerza y pronto sentí la humedad de su lengua pasearse por todo mi cuello hasta llegar al lóbulo de mi oreja y morderlo levemente.
Me estremecí con fuerza y gemí cerrando los ojos.
— Quiero probar tus deliciosos labios de nuevo — murmuró entre dientes con una voz ronca impactante que revolvió todo en mí — ¿Por qué no te sueltas y me dejas enseñarte el placer? — tragué saliva y me removí al sentir la humedad en mi interior como aquella vez — Eres pequeña y toda mi grandeza te volvería loca.
Incliné mi cabeza hacia atrás por los espasmos que sentía en
partes de mi cuerpo. Sus promesas debilitaban mi resistencia y lejos de opacarme, mi imaginación nadaba en lo que podría hacerme.
— Quiero hundirme en ti y abrirte de una manera única y que
luego me ruegues por más — jadeó sobre mi boca cerrando los ojos — quiero probar todo de ti, Agnes. En las noches me torturo imaginando lo apretada que puedes estar con lo pequeña que eres. Imagino como mi tamaño no podría adherirse a tu cuerpo y me vuelvo loco.
Gemí con fuerza hundiendo mi entrecejo cuando sus dientes
tomaron mi labio inferior.
— William — jadeé subiendo mi mano hasta brazo.
— He escuchado en mi mente, a tu boca liberar mi nombre
gimiendo mientras te hago mía una y otra vez — temblé sin poder controlarme — No medites si está bien o mal entregarte a mí porque lo único que haces es perderte del placer que puedo darte.
Terminó de unir sus labios en un beso arrasador que me
descolocó por completo. Su mano se posó en mi nuca acercándome más él y su lengua entró en mi cavidad saboreándome a su antojo. Subí mi mano a su rostro y le correspondí sin poder retenerlo.
Sus palabras tenían un poder incontrolable. Tanta intensidad de lo
que deseaba me volvía loca. Sus toques, sus besos, nada era fable. Todos estaban cargados de deseo, pasión y determinación, con ganas de rebosar placer infinito. Una de sus manos fue bajando por mi espalda y llevé la mía sobre ella deteniéndola. Me separé de sus labios jadeando y lo miré. No nos estábamos controlando, pero... ni siquiera tenía justificación para lo que yo sentía, así que liberé su mano y la subí a su torso que tomaba y liberaba aire agitado.
No desearlo estaba mal, porque era la perdición de toda mujer. Su
cuerpo parecía esculpido por los Dioses, como si todos ellos se hubieran puesto de acuerdo por primera vez y crearon a uno de los seres más hermosos de toda la historia de la humanidad.
— Es mejor que después regrese por mi ropa — susurré cuando
pude controlar mi respiración — Alguien puede entrar...
— Nadie va a entrar — su mano terminó por bajar a mi trasero y
lo apretó con fuerza antes de agacharse y tomar mis piernas para rodear su cintura.
— William, estás siendo insens... — arrasó de vuelta con mi boca
comenzando a caminar hacia el fondo de la opacada estancia haciéndome ignorar por completo aquello cuando mi entrepierna cosquilleó al rozarse con su abdomen marcado y duro.
Llegamos a la esquina donde ya casi no llegaba la luz y las
lavadoras que iban una encima de la otra, nos cubrían por completo de la entrada. Estas estaban en forma de L, entonces a pesar de tener un reducido espacio entre la pared y ellas, era suficiente para los dos. Me bajó sin despegar su boca de la mía y me apretó contra la pared tomándome de la parte posterior del cuello otra vez para besarme con más desesperación.
Después de unos segundos, me separé en busca de aire sin poder
retenerlo. Estaba al límite y a punto de estallar.
Su boca sin descansar bajó a mi cuello chupándolo y mordiéndolo
como si mi piel fuera la cosa más dulce y hermosa que él haya probado antes. Levanté mi mano a su cabello pasando con cuidado mis dedos entre sus hebras doradas, deseando más de su tacto, de su cuerpo, de su persona.
— Eres tan hermosa que es difícil creer que existes — sus
palabras lejos de ser bonitas parecían ser morbosas, como si aquel cumplido fuera más hacia su deseo por mí — Tócame todo lo que desees — tomó mi mano y llevó mi dedo pulgar a su boca chupándolo — Hazlo hermosa — dejó un corto beso en mis labios viéndome directo a los ojos.
Su mirada seria y singular en él, era exigente, llena de deseo y
poder, capaz de obligarte a caer en su encanto feroz y candente. Traté de controlar mi respiración y cerré los ojos.
Liberé mi mano de la suya y la guie hasta su abdomen, tragué
saliva con dureza para darme valentía y la metí debajo de su camiseta acariciando su abdomen tan perfectamente marcado. Todo dentro de mí se removió cuando mis dedos tantearon la suavidad de su piel sobre aquellos músculos.
— Ahhh... — gimió inclinando la cabeza levemente hacia el techo
cerrando los ojos.
La imagen en aquel ángulo de su rostro fue maravillosa. Su
mandíbula cuadrada sobre su cuello donde la manzana de Adán subía y bajaba tras tragar saliva, me encantó. Este caliente y serio William era otro mundo al que conocía. Él mismo tomó el borde de su camiseta y se la sacó para mí complaciendo a mis ojos.
Fue suficiente.
Mis ojos recorrieron cada parte de su torso negándose a la cordura
y le di permiso a todo tomándolo de la nuca para besarlo de nuevo. No me importo nada más. Me correspondió el beso descontroladamente fundiéndonos dentro de una nube donde el exterior dejó de verse, escucharse y sentirse. Todo desapareció a excepción de nosotros. Retiró mi básica blanca junto a mi sostén exponiéndome a él sin ningún pudor.
— Por Dios — su mirada se dirigió a mis senos y al detallar mis
rosados pezones, su boca no tardo en intentar tomarlos, pero como yo era muy pequeña para él la dificultad fue presente. Entonces me volvió a cargar alrededor de su cintura devorándolos sin compasión. Gemí sintiendo todo esto como antes no.
Mis pechos terminaron rojos y húmedos cuando decidió
abandonarlos y besarme en la boca. Me bajó y tomó el borde de mi pantalón blanco bajándolo completamente. Desde abajo miró mis braguitas y luego a mis ojos, exigiendo en silencio que le permitiera desnudarme. Levanté las piernas cumpliendo su pedido silencioso.
— William — susurré cuando sus labios fuera a mi cuello y sus
dedos a mi intimidad
— Nos vemos esta noche en tu habitación — abrí los ojos ¿no va
a seguir? — Dímelo, me dejarás la puerta sin seguro — hizo a un lado mi ropa interior y resbaló su dedo por mi humedad. Gemí pegando mi frente a su torso — Responde — me penetró.
— Oh Dios — mis uñas se clavaron en su hombro — Sí, la dejaré
abierta — solté entrecortadamente cuando movió sus dedos en mi interior.
Bajó su mano a la entrepierna asustándome un poco ante la
rapidez de la liberación de su hombría y la acarició soltando un leve jadeo. Esa cosa no va a entrar en mí. Retrocedí un paso hasta que él me sujetó de la muñeca sin dejar de pasar su mano desde la base hasta la corona de la blanca, enrojecida y dura polla.
Ladeó la cabeza con una sonrisa y me besó acorralándome a la
pared otra vez al ver mi intento de huida. — William — lo llamé — no creo que seas conveniente para mí — me mordí el labio inferior cuando chupó mi cuello.
— Soy perfecto para ti — susurró.
Me acostó sobre una de las colchonetas de gimnasio que se
guardaban aquí, y se subió encima mío abriéndome las piernas para él. Sus labios no tardaron en rodear mis pezones succionándolos, acompañado de mordidas y láminas candentes que me estremecieron todo el cuerpo.
Sonreí pasando mis dedos por su cabello mientras devoraba mis
pechos con vehemencia. Le gustaban mis senos porque no paraba de lamerlos, mientras acariciaba sus hombros con mis manos y subía de nuevo a su cabeza. Su maravillosa y excitante lengua me estaba llevando al borde de la explosión y tampoco quería que parara.
— Ahhh... — un leve jadeo abandonó mi boca cuando me removí
debajo suyo rozándome con él.
— Quiero escucharte, muñeca — subió a mi boca — ¿Me has
entendido? — asentí.
— Sí — susurré abriendo los ojos.
Su mano bajó al falo e hizo a un lado mis bragas para acariciar
mis pliegues con su corona. Temblé y volvió a hacerlo resbalándose con el néctar de mi excitación, lubricándose conmigo, de un momento a otro, se impulsó hacia adelante y me quedé sin aliento arqueando mi espalda. La plenitud fue sensacional, el cosquilleo de su grandeza abriendo mi interior con dolor me estremeció y un gemido suave me abandonó escuchándose en ecos para mis oídos.
— Por Dios — unió su frente a la mía — tan deliciosamente
estrecha — su respiración se volvió más irregular que la mía, esperando pacientemente que me acostumbrara a su tamaño. Mis paredes lo apretaban tanto, que podía sentir la corona y sus palpitaciones en mí.
Entonces salió lentamente y entró de golpe cerrando los ojos con
fuerza, repitiéndolo una y otra vez, donde las estocadas me hacían vibrar y yo jadear en su oído lo mucho que me gustaba ¡Dios! El dolor se sentía... difícil de explicar.
— Que delicia — gemí tomando su rostro para unir mi frente a la
suya.
Estaba volviéndome loca.
Mi aliento se mezcló con el suyo gracia a nuestros labios
entreabiertos, nuestros cuerpos temblaron, la plenitud fue insaciable y cada vez era más fuerte, más rápido, más duro. Su grandeza siendo un pecado mortal para mi cuerpo parecía ser todo lo bueno ente mundo. Me fundí en algo único.
asentí cuando profundizó su estocada de golpe — ¿Quieres que pare? — negué. Por Dios no quiero que pare nunca — Respóndeme joder que no te he mordido la lengua.
— No quiero que pares — jadeé — Me encantas William — me
embistió más rápido — Me encantas — susurré estremeciéndome con fuerza bajo su salvajismo.
— Y tú a mí — susurró en mi oído y me tapó la boca quedándose
quieto de golpe.
— En ese entonces había visto a los supervisores tomar nota... —
abrí los ojos desmesuradamente al escuchar a asistentes en la estancia.
Me soltó y llevó su dedo índice a su boca indicándome silencio.
Asentí desesperada y me quedé mirando al techo aterrorizada, con la respiración hecha un asco y con su polla aún en mi interior. Ahora quietos podía sentir palpitaciones en toda mi vagina tras ser forzada por esa bestia. Cuando mis ojos fueron a los suyos, encontré diversión en ellos.
Quise pegarle un guantazo porque la excitación permanecía
creciente en mí, bajo la situación posiblemente de un desastre a punto de pasar.
Se acercó a mi boca y me besó lentamente tranquilizando a mi
corazón martilleante dispuesto a romper mis costillas y abandonar mi cuerpo. Tenía mucho miedo de que nos descubriesen y la prueba de ellos es que comenzaba a temblar. Le devolví el gesto clavando mis uñas en su cuello intentando calmar mi calentura y bajar mi nerviosismo.
Cuando se movió me separé de él instantáneamente rogándole con
la mirada que parase. No me hizo caso, con los ojos lleno de determinación salió y entró lentamente torturándome sin compasión alguna de su parte, haciéndome sentir cada detalle mínimo de su penetración bestial. Negué frenéticamente intento empujarlo, pero no funcionó cuando inmovilizó mis muñecas encima de mi cabeza.
— Basta — le susurré tan bajo que casi fue inaudible —
terminémoslo en mi cuarto — negó determinado con la diversión y excitación palpable. No se detendrá — te lo prometo ¿sí? Por favor, William — cerré los ojos con fuerza cuando se hundió completamente en mí.
— No hagas ruido mi muñequita hermosa — mi corazón saltó
cuando su peso calló sobre mí tras sus dulces palabras pervertidas y comenzó a penetrarme profundo y con un ritmo constante.
La desesperación y el deseo fue una combinación explosiva. Me
tapó la boca siguiendo mientras su boca se dirigía a mi oído mordiendo el lóbulo de mi oreja, antes de susurrarme: — Puedo sentir tu jugo empapar toda mi polla — gruñó en mi oído — tu humedad está alcanzando mis testículos — ladeé la cabeza sintiendo el dolor placentero que producía cada vez que llegaba al fondo tocando lo prohibido — mójame por completo — su lengua se deslizó por mi rostro aplastándome más con su cuerpo. Sin darme cuenta ya estaba completamente sometida a él cuando su mano no liberaba mis muñecas, la otra me tapaba la boca y su cuerpo me aprisionaba contra el colchón y piso.
— Có-orrete — murmuró entre dientes aplicando más fuerza
contra mi cuerpo. Aumentó de velocidad arrugando levemente el entrecejo pareciendo querer correrse y mi interior explotó bajo su cuerpo junto a él cuando no se contuvo.
Se enderezó soltando mis muñecas y me embistió con fuerza
rodeando mi cuello para apretarla y evitar que gimiera. Salió completamente y entró de golpe repitiéndola varias veces prolongando mi orgasmo.
Ladeé la cabeza cerrando los ojos cuando se detuvo sin salir de
mí, desplomándose encima mío sin lastimarme. Su respiración irregular acarició mi mejilla en alientos fuertes y pausados, intentando recuperarse. Un suave beso descanso en mi piel mientras escuchábamos el murmullo de las chicas a lado nuestro a lo lejos. Dejó otro más en mi mandíbula y así sucesivamente hasta llegar a mi cuello.
Tomó mi mandíbula y me obligó a mirarlo, para sellar sus labios
con los míos en un beso lento y reconfortante. Le seguí atontada por toda la sensación explosiva aún a mi alrededor, su polla en mi interior no ayudaba mucho a la causa de mi cordura, pero se sentía tan bien. Se sentía muy bien estar aún en esa nube de éxtasis y placer incomparable.
Subí mi mano a su rostro sin querer parar el beso. Salió
lentamente torturándome y luego se impulsó hacia adelante de nuevo. Jadeé en su boca mientras salía de nuevo y entraba lentamente. — Esto es para que me esperes con más fervor en tu habitación — susurró en mi oído, antes de abandonarme completamente y bajar a uno de mis senos para mordisquearlo por última vez, con una sonrisa plasmada en el rostro.
Me estremecí deseando más, sabiendo que claramente me había
dejado así para que no me saciara de él.
Nos vestimos en completo silencio escuchando como las mujeres
que parecían ser dos, se marchaban irónicamente cuando ya habíamos terminado, Su mirada la podía sentir así no lo mirase y me replanteaba con ello todo lo que habíamos hecho. Este hombre al que tenía enfrente era todo lo que prometía y más. Sus caricias, sus besos, Dios todo de él era extravagante a su manera.
Me tomó de la cintura y me pegó a él con lentitud. Ladee la
cabeza cerrando los ojos cuando su rostro se acercó al mío. Sonrió dejó un beso en mis labios y salimos de allí en total silencio…