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Staff
Traducción
Anubis
Hera
Huitzilopochtli
Nyx
Némesis
Corrección
Amalur
Artemisa
Circe
Coatlicue
Hades
Moira
Revisión final
Astartea
Perséfone
Diseño
Hades
Pdf y Epub/Mobi
Iris
Huitzilopochtli
Contenido
Sinopsis Capítulo 20 Capítulo 40
Capítulo 1 Capítulo 21 Capítulo 41
Capítulo 2 Capítulo 22 Capítulo 42
Capítulo 3 Capítulo 23 Capítulo 43
Capítulo 4 Capítulo 24 Capítulo 44
Capítulo 5 Capítulo 25 Capítulo 45
Capítulo 6 Capítulo 26 Capítulo 46
Capítulo 7 Capítulo 27 Capítulo 47
Capítulo 8 Capítulo 28 Capítulo 48
Capítulo 9 Capítulo 29 Capítulo 49
Capítulo 10 Capítulo 30 Capítulo 50
Capítulo 11 Capítulo 31 Capítulo 51
Capítulo 12 Capítulo 32 Capítulo 52
Capítulo 13 Capítulo 33 Capítulo 53
Capítulo 14 Capítulo 34 Capítulo 54
Capítulo 15 Capítulo 35 Capítulo 55
Capítulo 16 Capítulo 36 Epílogo
Capítulo 17 Capítulo 37 Sobre la Autora
Capítulo 18 Capítulo 38 Únete a nuestra
Capítulo 19 Capítulo 39 comunidad
Sinopsis
Jameson Taylor es nómada. Una vagabunda. Una coleccionista de recuerdos.
O, al menos, eso es lo que ha sido de su vida desde que se vio obligada a dejar
atrás pedazos de su corazón fracturado.
“Esta es la culpa de nuestro destino, nuestra única perdición: Todo lo que siempre
ha querido es mi felicidad, incluso cuando le cuesta lo suyo”.
Destrozado por la chica que lo dejó, lucha por encontrar el perdón en el órgano
que una vez rompió.
Cuando una tragedia los obliga a enfrentar las consecuencias, Jamie busca
aceptación, mientras que Holden busca respuestas.
Fragmentos de siempre.
Pieces Duet #2
Capítulo 1
Jamie
—Holden… —Puedo verlo debajo del camión, tumbado de lado, con sus ojos
cerrados, y la sangre rezumando de su boca, su nariz, su pecho apenas se mueve.
—Holden —sollozo, y encuentro las pocas fuerzas que tengo y me arrastro
hacia él.
A lo lejos, suenan sirenas.
—Holden —grito, tosiendo sangre. Levanto su brazo cuando llego a él, pero
no se mueve. No por voluntad propia—. ¡Holden, despierta! —Me acuesto a su lado,
pongo su brazo sobre mí y lo abrazo.
—Jamie —susurra, y yo lloro en su pecho, el alivio se apodera de mí cuando
su brazo me rodea con fuerza—. Está bien, cariño. Estás a salvo.
Me despierto jadeando, sentada en una cama y una habitación desconocida.
El sudor cubre cada centímetro desnudo de mí, acumulándose en la línea del
cabello mientras lucho por respirar. Me estremezco ante la cálida mano que se posa
en mi hombro, mientras el colchón se mueve a mi lado.
—¿Otra pesadilla?
Parpadeando para contener las lágrimas, fuerzo el aire en mis pulmones, y
lucho por volver a realidad.
—¿Jamie?
Me trago el dolor de garganta y me giro hacia el hombre que está sentado a
mi lado.
—¿Estás bien? —pregunta, con sus grandes ojos marrones parpadeando por
el cansancio.
—Sí, Dean —murmuro, levantándome de la cama y llevándome las mantas
conmigo para ocultar mi vergüenza—. Estoy bien.
No son más de cinco pasos desde la cama hasta el baño, pero cada esos
pasos se siente como si una pesada ancla me estuviera agobiando, tratando de
arrastrarme hacia abajo. Con la manta envuelta a mi alrededor, llego al lavabo, mi
visión se nubla cuando abro el grifo, rápidamente me echo agua en la cara antes de
frotar la frescura contra mi nuca. El oxígeno quema contra mi garganta, crea un
fuego en mi pecho.
El toque de Dean es como el hielo contra mi carne ardiente, y por un
momento... solo uno, quiero sumergirme en el contacto, ahogarme en él.
—Has tenido una cada noche desde que volviste... —dice, mientras las
yemas de sus dedos se deslizan por mi frente y baja sus ojos a los míos,
sosteniendo mi mirada por más tiempo del que me siento cómoda. Con la palma de
la mano apoyada en mi mandíbula, acaricia el arrepentimiento líquido que recorre
mi mejilla.
Me alejo de su tacto, del dolor y la compasión que se reflejan en sus ojos de
piedra.
—Creo que ese es el problema... —murmuro, haciendo una pausa para
respirar a través de la agonía que atraviesa mi sangre—. Estar de vuelta aquí...
El único asentimiento de Dean es lento mientras se mueve detrás de mí,
poniendo una mano en mi cadera y dejando caer un suave beso en mi hombro
desnudo.
—¿Puedo hacer algo?
Mantengo la cabeza baja, negándome a verlo, pero puedo sentir su mirada
como pequeños pinchazos a lo largo de cada centímetro de mi carne, exponiéndole
lentamente mis secretos internos. Solo que en realidad no son secretos, al menos
no entre nosotros.
Él no dice una palabra. Sabe que decir algo ahora mismo significaría
alejarme, y ya estoy tan lejos como puedo llegar.
—Solo necesito un minuto —le digo.
Parece que pasa una eternidad antes de que él hable.
—Te espero en la cama entonces. —Espera una respuesta, y cuando no
llega nada, añade—: Deberías tratar de dormir un poco. Tienes un gran día mañana.
—Y luego se va, cerrando la puerta del baño entre nosotros.
Respiro por primera vez desde que me desperté sobresaltada y me concentro
en mis manos, las veo temblar bajo la dura luz del baño. Entonces me concentro en
el cristal en mi mano, grande, intrusivo y oscuro, tan oscuro que es casi negro, como
los recuerdos que me mantienen despierta por la noche, burlándose de mí,
provocándome.
No sé cuánto tiempo permanezco en el baño esperando que mi respiración
se nivele hasta sentirme segura para hacer algo tan básico como moverme. Tan
silenciosamente cómo es posible, me dirijo de nuevo al dormitorio donde Dean está
profundamente dormido, roncando suavemente mientras está tumbado boca abajo,
con una mano debajo de la almohada.
Lo dejo allí y me dirijo a la sala de estar, donde las cortinas transparentes se
mueven, provocadas por la ligera brisa que sopla a través de la puerta abierta del
balcón. Con velocidad y mientras la alfombra de felpa agita mis pies me dirijo hacia
el carrito de las bebidas junto al tocadiscos de época. Ni siquiera tiene discos.
Su apartamento es de nueva construcción, comprado según los planos, y
decorado como una casa de exhibición. Yo estaba en la ciudad cuando lo
inspeccionó. Es una de las muchas “inversiones” que piensa “añadir a su cartera”
según dice. Todos los electrodomésticos están relucientes y completamente nuevos
y nada, ni un solo elemento está fuera de lugar.
No es un hogar.
Al menos no para mí.
Me apresuro a agarrar un vaso de cristal y la botella de whisky caro en su
colección. Ni siquiera se dará cuenta. Él ni siquiera bebe whisky. Como todas las
cosas en el apartamento: es todo para el espectáculo.
Con mi salvación en mis manos, miro el reloj digital de la cocina. Son casi
las tres de la mañana. Doy pasos lentos y silenciosos alrededor de su oscura sala
de estar, deteniéndome de vez en cuando para mirar las obras de arte que cuelgan
en las paredes. Inclino la cabeza, inspeccionando las zonas de pintura gruesa
hechas sin duda por una espátula. Luego, levantando la mano, paso un dedo a lo
largo de un trozo particularmente grande de pintura roja y arrugo la nariz. No es
realmente mi estilo, pero de nuevo, no me gusta mucho el arte.
Ya no.
Vuelvo a mirar la puerta cerrada del dormitorio, preguntándome por un
momento si es que incluso vale la pena volver. Ya sé que no voy a dormir más, así
que me dirijo a la puerta del balcón y la abro lo más silenciosamente posible. El
azulejo del piso contrasta completamente con el interior alfombrado, pero los
muebles del patio aquí coinciden con todo lo demás en el interior.
Brillante.
Nuevo.
Dejo caer el vaso y el whisky sobre la mesa y me siento. Lo miro fijamente
un momento. Y luego lo bebo.
Un trago.
Dos.
Mis ojos se cierran por su cuenta y me tomo un minuto, un momento, lo que
sea que necesite para aferrarme a la poca cordura que aún tengo.
Cuando vuelvo a abrir los ojos, me doy cuenta de lo oscuro que está. Qué
tranquilo. Hay una quietud que reconozco, un silencio. Una calma.
Justo antes de la tormenta...
Las luces del techo del hospital brillaron a través de mis iris mientras las
pisadas irregulares de la oficial de policía coincidían con los latidos de mi corazón.
—Va a estar bien, ¿verdad?
La oficial no era mucho más alta que yo, con el cabello recogido en un
apretado nudo. Me sonrió, tratando de ocultar la lástima en sus ojos. Ella lo sabía
antes que yo. Me levanté y caminé... y Holden... Holden estaba...
Me veo obligada a salir de mi pesadilla viviente al escuchar el sonido de un
auto que arranca, y lo primero que veo es el líquido marrón del whisky.
El pulso me late en los tímpanos y trato de librar la batalla.
Pero no puedo.
Tomo un sorbo.
Solo uno, me lo prometo.
Pero entonces uno se convierte en dos.
Después tres.
Hasta que ya no recuerde por qué estoy luchando.
—Bésame —graznó Holden, con un ojo abierto mientras me ponía sobre él.
Fue lo primero que me dijo después de nuestro ataque, y no fue una orden,
pero tampoco era realmente una pregunta. Así que me incliné y le di lo que él quería.
Lleno de moretones, su cara se contorsionó en una sonrisa insoportable.
—Mmm —gimió, alcanzando mi mano—. Sol y consuelo.
Capítulo 2
Jamie
Los truenos son tan fuertes que puedo oírlos por encima de la música que
suena en el auto de Dean. Él instintivamente baja el volumen cuando entramos en
el estacionamiento, inclinando su cabeza para mirar por el parabrisas y hacia el cielo
gris y condenado.
—Maldita sea —comenta, viendo cómo caen fuertes cortinas de lluvia
torrencial alrededor de nosotros.
Me encontró dormida en el balcón esta mañana, con la cabeza apoyada en
la mesa de metal, descansando junto a la botella de whisky medio vacía. No dijo ni
una palabra mientras me ayudaba a ponerme de pie y luego a entrar en su ducha.
Si él estaba avergonzado o incluso sorprendido por lo que vio, no lo demostró. Para
ser justos, probablemente se había estado preparando para ese momento tanto
como yo tratando de luchar contra ello.
Cuando salí de la ducha, él ya estaba vestido, sus ojos oscuros me miraban
con lástima mientras me ponía la ropa sin pensarlo mucho. Se aclaró la garganta
antes de preguntar.
—¿Estás lista para hoy?
Cualquiera pensaría que ya estaría acostumbrada a esto, o por lo menos,
tendría los mecanismos de afrontamiento adecuados. No los tengo, pero aún así,
forcé una sonrisa y lo miré.
—Sí, estoy bien.
No lo estaba.
Todavía no lo estaba.
Dean pasa los siguientes minutos buscando un lugar vacío en el
estacionamiento mientras miro fijamente el monstruoso edificio de ladrillo salpicado
de ventanas, de al menos siete pisos de altura. Es tan desalentador en el exterior
como me siento en el interior, y nada de esto está bien.
Nada.
—Vas a llegar tarde. —El dorso de sus dedos roza mi muslo mientras cambia
de marcha—. Te dejaré en el frente y buscaré un lugar para estacionarme. —
Esboza una sonrisa mientras me mira de reojo—. Seré rápido, para que no tengas
que ir sola.
Exhalo, larga y lentamente.
Mentiría si dijera que no estaba aterrada o que no estaba agradecida de que
estuviera aquí, pero la verdad es que he estado sola durante tanto tiempo que tener
a alguien a mi lado casi lo hace peor. Como si tuviera que fingir quién soy y lo que
siento para no lastimarlo de la misma manera que he lastimado a todos los demás.
—Suena bien.
Me sacudo la humedad de los brazos tan pronto como estoy en el edificio y
voy directamente al ascensor. Había pasado unos minutos esta mañana planeando
este mismo momento. Incluso ensayé cada palabra de cada frase que planeaba
usar. Pensé que cuanto más preparada estuviera, menos poder le daré a mis
emociones. Una vez dentro del ascensor, presiono el número del piso del despacho
del abogado y me niego a mirarme en los espejos de pared a pared. Yo ya sé lo que
voy a ver:
El moño limpio.
Falda plisada hasta las rodillas.
Blusa blanca cegadora con los botones puestos hasta arriba.
Ni una sola parte de mí está fuera de lugar, y sin embargo... toma todo en mí
para no arañar mi carne, arrancar la fachada. Es asfixiante, este continuo frente de
perfección, y ya ni siquiera sé por qué lo hago.
Se me permite quebrarme.
Simplemente no quiero hacerlo.
Cuando las puertas se abren de nuevo, salgo del ascensor, haciendo
contacto visual con la recepcionista detrás del gran escritorio. Tiene unos treinta
años, con lápiz de labios rojo brillante y gafas azul cielo que se posan en la punta
de su nariz. El largo cabello oscuro le cubre su rostro y cuelga sobre sus hombros,
y tan aburrida como ella se ve, su sonrisa es cálida. Por un momento, me pregunto
si sabe por qué estoy aquí.
Lo más probable es que sí.
Espero hasta estar lo suficientemente cerca para hablar.
—Hola, vengo a ver al señor Marlon.
Ella me indica la dirección correcta, y me dirijo hacia allí mientras le envío un
mensaje a Dean para que sepa dónde encontrarme.
Fuera de la puerta cerrada de la sala de juntas hay gente que reconozco.
Gente que vi hace solo unos días. Se ponen en pie, empezando por la señorita May.
Nosotros intercambiamos rápidas y falsas cortesías, y luego todo lo demás es un
borrón. Me veo obligada a sentarme. A esperar. Una mano toma la mía, una acción
que parece tan natural para la persona que está a mi lado. Si solo supieran lo
incómodo que me resulta el contacto.
Afortunadamente, el señor Marlon aparece solo unos segundos después,
asintiendo brevemente al grupo solemne cuando abre la puerta y entramos uno por
uno. No digo una palabra.
No tengo nada que decir.
El señor Marlon se sienta a la cabeza de la larga mesa rectangular mientras
las tres señoras mayores ocupan un lado y yo me siento en el otro. No es que quiera
crear una división entre nosotros o distanciarme de ellas; es solo que... ellas
merecen estar aquí, y yo... no sé por qué lo estoy.
—Como todos ustedes saben —comienza el señor Marlon, con una voz
profunda que hace juego con su aspecto. Se me presentó en el parque de una
iglesia mientras me sentaba en una silla de plástico contra la pared, un plato de
papel con comida sin tocar en mi regazo y Dean sentado a mi lado. Se puso de pie
cuando el señor Marlon se acercó a nosotros, pero yo permanecí sentada. El
abogado quería asegurarse de que yo supiera que debía estar aquí en este día, a
esta hora. Ahora, él se inclina hacia adelante en su asiento, con los codos apoyados
en la mesa—. Estamos aquí para la lectura del testamento para la señora Esme
Wallace.
Ante la sola mención de su nombre, mi corazón se retuerce, y se hunde hasta
mi estómago. Con la garganta apretada, bajo la mirada a la mesa, sin querer ver
los ojos tristes y dolientes que tengo frente a mí.
No debería estar aquí.
Se me escapa una sola lágrima, y me apresuro a apartarla justo cuando la
puerta se abre. Mi cabeza se levanta al oír el sonido y mis ojos recorren la corta
distancia hasta la puerta donde espero ver a Dean.
Solo que no es Dean.
Es el chico que compone mis sueños.
—Siento llegar tarde, yo… —El chico, ahora un hombre, se para frente a mí,
y sus palabras mueren en el aire cuando sus ojos atrapan los míos. Un momento.
Dos. Y luego se alejan, esos ojos suyos ahora oscuros con una emoción que no
puedo descifrar.
Vuelvo a mirar la mesa, me concentro en las vetas de la madera bajo el
pulido. Con el corazón acelerado, apoyo las manos en las rodillas, para evitar que
reboten.
Pensé que estaba preparada.
Había repasado todos los escenarios probables de lo que este día podría
traer y nunca, ni una sola vez, pensé que me vería obligada a enfrentarme con los
demonios que me han perseguido durante los últimos cinco años.
El señor Marlon reconoce su presencia con mucha más gracia que yo y
continúa el proceso. La totalidad de la fortuna monetaria de Esme irá a su iglesia,
junto con su vehículo. La casa y su contenido se repartirán al cincuenta por ciento
entre la figura solitaria sentada estoicamente al final de la mesa y yo. Echo un
vistazo en dirección a Holden, pero él no me mira. En cambio, está mirando al frente,
con los ojos muy abiertos, claramente sin tener idea de que esto iba a suceder.
¿Sabía por qué le pidieron que estuviera aquí? No estuvo en su funeral, en el único
lugar que me había preparado para verlo.
A Holden y a mí nos entregan las llaves de la propiedad, y tan rápido como
empezó, termina. No me muevo mientras los demás se ponen de pie y abrazan al
hombre que controla la reunión.
No esperaba nada de Esme, y ahora...
Mi teléfono vibra en mi bolso y no hago ningún movimiento para revisarlo.
Estoy atascada.
En algún lugar entre el pasado y el presente, y nada tiene sentido.
Nada.
La sala se despeja y yo permanezco sentada, con todo el cuerpo entumecido.
Ni siquiera siento el dolor de los bordes afilados de las llaves que se clavan en la
palma de mi mano cuando las agarro y las aprieto como si fueran mi salvavidas.
Mis ojos se cierran cuando el silencio me rodea, y me permito un momento
de dolor. De agonía. Nunca había sentido una pena así. Nunca he tenido una
pérdida tan grande.
Las lágrimas caen a través de mis párpados cerrados, y un solo sollozo se
abre paso. Y luego otro. Aprieto las llaves con más fuerza. Rezo por el dolor, pero
no llega nada.
—¿Cómo es que ella...?
Mis ojos se abren de golpe al oír su voz. Es más grave de lo que recordaba.
Más dura. Abro los ojos y dirijo mi mirada hacia él. Supuse que él se había ido con
todos los demás, pero sigue aquí, todavía en su silla, y no sé cuánto tiempo ha
estado observándome.
Sus ojos se clavan en los míos ahora, ojos verdes como un bosque vivo, ojos
que una vez me aterrorizaron, solo para atraerme y hacerme sentir amada, hacerme
sentir suya.
Me aclaro la garganta, y preparo mi voz antes de limpiar la humedad de mis
mejillas.
—Tuvo un derrame cerebral mientras dormía —le digo, mis palabras apenas
superan un susurro—. Se fue en paz —le aseguro y luego añado, con la voz
quebrada—: Al menos, así se veía cuando la encontré.
—Jesús —murmura, y sus ojos se cierran al pensar en ello. Parece que se
desplaza hacia delante mientras los abre de nuevo, diciendo—: Ni siquiera sabía
hasta que… —Se detiene, su mirada se centra en el juego de llaves que descansa
en la mesa frente a él. Como si necesitara una excusa, se apresura a decir—:
Encontré los correos electrónicos y las cartas anoche. Mi papá pensó que eran para
él y no es muy dado a abrir cosas, lo cual es una tontería porque...
—¿Se terminó? —La voz de Dean se estrella contra la poca cordura a la que
me aferro. La cabeza de Holden se dirige al sonido, a Dean que está parado con un
pie en la habitación.
Sus ojos se estrechan primero hacia Dean y luego hacia mí. No dice nada.
No se mueve ni un centímetro.
Pero Dean sí. Da un paso hacia mí, con su rostro transmitiendo un nivel de
preocupación al que ya me he acostumbrado. Intenta ignorar por completo a Holden,
pero puedo sentir las preguntas que sé que se están acumulando. Muchas de ellas.
Me pregunto cuál elegirá primero.
—¿Estás bien?
Niego con la cabeza, la primera verdad que le digo desde la muerte de Esme.
No estoy bien.
Porque Esme se ha ido.
Y Holden Eastwood no solo está en esta habitación, sino que de repente está
de regreso en mi vida, una vida que ya estaba fuera de control.
Capítulo 3
Jamie
Desearía que nunca hubieras cogido un bolígrafo.
Desearía que nunca hubieras puesto ese bolígrafo en el papel.
Y desearía que lo que surgiera no fuera más que líneas duras, ángulos
agudos, y pura fealdad.
Desearía que nunca hubieras cogido un bolígrafo.
Así, la gente que importaba no te habría animado a seguir ese camino.
Esas líneas.
Esos ángulos.
Esa fealdad.
Desearía que nunca hubieras escuchado a esa gente.
No son más que creyentes sin esperanza, soñadores temerarios,
y mentirosos dispuestos.
Te convencerán de que tienes un talento especial de una manera que ni
siquiera habías pensado. Te motivarán, inspirarán esa supuesta “pasión” que llevas
dentro. Y confiarás en ellos lo suficiente como para verter tu corazón, tu dolor, en
un lienzo.
Un lienzo que luego se presentará en un concurso de arte.
Él aparecerá esa noche, completamente inesperado. Debería haber estado
en fisioterapia para su rodilla rota, pero estará ahí para ti, aunque le dijiste que no
lo hiciera.
Es la única vez que lo verás con un traje, y aunque estará en muletas, seguirá
caminando con la misma fanfarronería que solías encontrar molesta.
Su cara se iluminará cuando te vea, los restos de sus cortes y moretones del
ataque siguen ahí, pero son mucho menos prominentes.
La forma en que te mira...
La forma en que te mira...
La forma en que te sonríe...
Pero no es más que un momento fugaz compartido en silencio porque cuando
vea tu obra, el brillo de sus ojos se apagará, y la luz en tu interior disminuirá.
Él nunca habrá visto esa pieza antes, nunca habrá sido un testigo presencial
del dolor de tu pasado.
Después de un largo momento de mirar fijamente la obra, el chico que te
quita el aliento con su mera presencia se volverá hacia ti, su angustia llenando sus
ojos con una tristeza líquida que nunca liberará. Pero luego sonreirá cuando se dirija
a ti, te diga—: Vas a ganar.
—Ni siquiera has visto a los otros.
—No necesito hacerlo.
¿Quieres saber una locura?
Tú ganas.
Y el orgullo y la euforia que brotarán de él te harán sentir como si tuvieras
seis años otra vez, bailando en un escenario, obligando a tus pies a moverse en
formas que has ensayado docenas de veces antes.
Esa noche, lo celebrarás con las personas que lo significan todo para ti, él,
Esme y Zeke, en la misma cafetería, la misma cabina donde pasas casi todos los
miércoles perdiéndote en emociones sin sentido. Después, le pedirá a Esme que
pase por la ferretería de camino a casa. Él comprará ganchos y clavos, y luego se
irán juntos a la casa de la piscina en el patio de Esme. Una casa de piscina que
Zeke y Esme habían convertido en tuya mientras estabas en el hospital, sin querer
separarte de él. Colocará el lienzo en el centro de la cama y te obligará a mirarlo
con él.
Será la primera vez que trabaje con medios mixtos: pintura, tinta y papel
rasgado junto con cualquier otra cosa que pueda encontrar. Son tres paneles
separados, cada panel visto a través de una ventana. El primero es tu madre
dormida en el sofá, con el brazo colgando del borde, los dedos enroscados
alrededor de una botella de alcohol. Junto a la botella vacía hay un pequeño par de
zapatillas de ballet.
La siguiente es de ella frente a la estufa; las llamas arden detrás de ella
mientras te sonríe, la sangre brota de su nariz, de su boca.
La última es ella en su lecho de muerte, con los ojos hundidos, la piel
cenicienta y alas negras hechas de plumas reales.
Frente a cada ventana, una chica observa la escena desde el exterior
mirando hacia adentro.
En cada panel, su madre envejece.
Tú no.
Es oscuro y deprimente, pero eres tú.
Y soy yo.
—Es fenomenal, Jamie —dirá. Y tú asentirás porque es todo lo que puede
hacer para no desmoronarte—. Entonces... —Se le escapará la más pequeña de
las sonrisas—… ¿te pusiste un tutú con esas zapatillas de ballet, adorable
mierdecilla?
Te reirás y asentirás de nuevo porque él sabrá de alguna manera cómo
recomponerte.
—Tuve un recital de ballet cuando tenía seis años —le dirás—. Y mi mamá
estaba entre el público, aplaudiendo y animando más fuerte que nadie. Yo pensaba
que era la mejor chica de allí porque así me hacía sentir. Resulta que solo estaba
borracha. Alguien debe haber llamado a la policía porque la estaban esperando en
el estacionamiento cuando terminó y la obligaron a hacer un test de sobriedad
delante de todos. Fue la primera vez que me apartaron de ella... Es el día en que
perdí mi inocencia.
Colgará tu obra de arte ganadora en la pared frente a la cama, y aunque te
parezca mórbido, él te convencerá de lo contrario.
Te dirá que ahora, la más joven puede ver el nuevo tú, y ella sabrá que el
sufrimiento, el dolor y la angustia disminuirán y fluirán pero no es siempre, y no es
para siempre, porque cuando ella vea quien eres ahora, cómo eres ahora, ella
sabrá que estará bien.
Tú estarás bien.
Te dormirás como lo haces la mayoría de las noches, en el lugar más seguro
en el mundo, en sus brazos. Pero cuando te despiertes unas horas más tarde, él ya
no estará allí, en tus brazos o en tu cama. En su lugar, estará dando vueltas,
cojeando, a los pies de la cama, y escucharás la dureza de su respiración atravesar
el silencio circundante. Te sentarás, encenderás la lámpara, y sus ojos se fijarán en
los tuyos.
—No he hecho planes para ti —él dirá—. Todo este tiempo, se trataba de Mia
y su bebé, y yo... nunca hice planes para ti. —Sus palabras serán apresuradas, sin
espacio para el oxígeno—. Nos graduáremos en un par de meses, y luego... ¿luego
qué?
Te quitarás las mantas de encima y te arrastrarás de rodillas para llegar a él,
tirando de su brazo hacia abajo, hasta que esté sentado en la cama contigo.
— Entonces tendremos el verano —le dirás.
—Tengo que volver a casa para el verano.
—Entonces iré contigo.
Un atisbo de sonrisa adorna sus labios.
—¿Y después de eso?
—Después de eso... lo que sea necesario, lo haremos realidad.
—Prométemelo —dirá—. Porque no puedo vivir sin ti, Jamie.
Asentirás, y lo besarás hasta que sientas que la tensión lo abandona...
...y esa misma tensión te abandonará...
Porque mientras casi todo en tu vida, en tu futuro, es incierto, solo hay una
cosa de la que estás segura:
Tampoco puedes vivir sin él.
Y en ese momento, tú eres la creyente.
La soñadora.
La mentirosa.
🧩 🧩🧩
Durante los tres días siguientes, vivo y respiro y me ahogo en las piezas de
rompecabezas. Inspecciono, clasifico, coloco. Una y otra vez. Una y otra vez.
Modero mis frustraciones y disfruto de cualquier victoria menor para mantener la
cordura. Como cuando Zeke me obliga a dormir cuando ya no puedo mantener los
ojos abiertos. No duermo mucho tiempo, un par de horas como máximo. Y cuando
me despierto, vuelvo a hacerlo.
Veintitrés años he existido en este jodido mundo, y nunca, nunca, he sido tan
determinada.
Paso minutos, incluso horas, sin hacer nada más que escanear la pila de
piezas sin usar, viendo cómo se reduce a una velocidad glacial: otra pequeña
victoria.
Nunca he estado drogada en mi vida, pero eso es lo que se siente cuando
llego a la última docena de piezas. El subidón de adrenalina es embriagador, como
si estuviera a punto de abrir las puertas de la iluminación, y detrás de esas puertas
doradas no hay nada más que pura tranquilidad. Entonces, finalmente, llego a cinco
piezas. A cuatro. A tres. A dos...
Y ese paraíso, ese éxtasis hacia el que subía, muere en mi pecho y toma mi
aliento como rehén. Mi visión se nubla. Mi mente se adormece. Me duele el cuerpo
por el cansancio. Todo en mi interior se debilita, y me siento como si estuviera
sentada en el balcón de Dean otra vez, y he olvidado por qué estoy luchando.
—No —susurro, mirando la imagen incompleta. El pánico me golpea las
costillas, justo sobre mi corazón, haciendo que mi pulso se acelere de nuevo—. No,
no, no.
Me pongo de pie por primera vez en horas y busco. En todas partes. En
cualquier lugar. Debajo de la mesa. En el asiento. En la cama. Entre las sábanas.
En la basura. Yo reviso cada prenda de vestir, buscando en los bolsillos y en los
pliegues.
Nada.
El aire fresco de la noche golpea mis fosas nasales cuando pongo un pie
fuera de la caravana por primera vez en días, y entro en la cafetería con las piernas
inestables, deteniéndome a solo unos centímetros de Zeke.
—¡Necesito entrar en la caja fuerte!
Zeke tarda en girar la cabeza y mover los ojos hacia los clientes cuyo pedido
había estado tomando, como si fueran más importantes que mi crisis existencial.
—¡Le falta una pieza!
Su tono es tranquilo, parejo.
—Dame un minuto, Jameson.
Oh, genial. Está sacando el Jameson como la figura paterna decepcionada
que es para mí.
Me cruzo de brazos, me encojo en mí misma. Puede que me haya vuelto loca
en tres días. El aislamiento es una forma de tortura. También lo es el abandono.
También lo es el abuso. Y hola, trauma infantil aleatorio. Gracias por aparecer sin
avisar... ahora vete a la mierda.
—Lo siento —murmuro, dando un paso atrás.
Estoy bastante segura de que Zeke se dejó crecer la barba en menos tiempo
del que tardan los clientes en completar su pedido. Cuando termina, Zeke se toma
su tiempo para arrastrar sus largas piernas hasta la cocina, y luego a su oficina.
Sin mediar palabra, retira el cuadro, introduce el código de la caja fuerte y
abre la puerta para mí. Se aparta del camino, haciéndome un gesto para que siga
adelante.
Utilizo la luz de mi teléfono para mirar dentro de la caja fuerte, y cuando lo
único que puedo ver es el metal gris, meto la mano ahí, tanteo alrededor.
Esperanza... la esperanza es una emoción tan voluble. Cobra vida tan rápido
como muere, y no te da tiempo entre medias a prepararte para la pérdida.
El calor me quema detrás de los ojos, de mi nariz, y tan decidida como estaba
a terminar el maldito rompecabezas, estoy aún más decidida a no soltar las
lágrimas, a no dejarlas caer y deslizarse como si nunca hubieran sido míos para
empezar.
Al igual que Holden nunca fue mío para empezar.
—Jamie... —La voz de Zeke es apenas un susurro, pero penetra en mis
tímpanos y resuena en mi cráneo—. Hay una razón por la que él te preguntó sobre
eso.
Mis ojos se cierran mientras me vuelvo hacia él, soltando las lágrimas que
tanto he intentado retener.
—Lo sé.
Me estremezco instintivamente cuando estira la mano y me limpia las
lágrimas que empapan mis mejillas.
—Y una razón por la que Esme les dejó la casa a ambos.
—Pero, ¿y si...?
Él retrocede, interrumpiéndome.
—Los “y si” son para los tontos.
Una sonrisa se dibuja en mis labios.
Él suspira.
—Ten cuidado.
—Conozco las reglas —aseguro, y él niega con la cabeza.
—Quiero decir... ten cuidado con tu corazón, Jamie.
Lo abrazo durante lo que parece una eternidad, y es tan impactante para él
como lo es para mí.
Pero algo se siente diferente con esta despedida. Se siente más… indefinido.
Porque ambos sabemos que lo que voy a hacer me hará o me romperá. Y solo hay
un número determinado de veces que una persona puede romperse antes de que
el daño se vuelva demasiado.
Demasiado irreparable.
Demasiado permanente.
No me sigue de vuelta a la caravana como suele hacer. Hago un rápido
trabajo de preparar el vehículo para el viaje, y con una mirada más a la destartalada
cafetería, me limpio el miedo líquido con el dorso de la mano y hago lo que siempre
hago.
Lo que mejor hago...
Me voy.
Capítulo 5
Holden
Una vez leí que hay siete versiones diferentes de una mentira. Hay mentiras
por error, omisión, reestructuración, negación, minimización, exageración o por
fabricación. ¿Y la verdad?
La verdad es que no sé qué versión de una mentira estoy a punto a soltar.
—Estoy bien, papá.
Papá sigue mi movimiento de un extremo a otro del granero, con los brazos
cruzados mientras se apoya en el banco. Espera hasta que yo haya soltado la
carretilla cargada con los sacos de césped para preguntar “¿Estás seguro?” .
Entonces se agarra la nuca mientras se mira los pies, un signo revelador de su
incomodidad. Si él se siente incómodo teniendo esta conversación, imagina cómo
me siento yo al estar en el extremo receptor de la misma. Papá y yo no somos
“profundos”. Nuestras conversaciones generalmente consisten en unas pocas
palabras, seguidas de gruñidos, como los neandertales que somos, lo que hace que
sea fácil asumir que todo esto, la mierda de preguntar si estoy bien, proviene de
Maggie, su novia.
Estoy a punto de informarle de que puede decirle lo mismo que le acabo de
decirle, que estoy bien. Pero él habla primero.
—Es solo que... siento como... como si hubieras dejado un pedazo de ti en
Tennessee.
Eso es un maldito no. Fui allí entero, y volví igual. No iba a dejar que la mera
existencia de Jamie tomara parte de mí y la hiciera pedazos.
He estado allí.
Ya lo he hecho.
No importaba que verla por primera vez en cinco años se sintiera como un
rayo que me atravesó directamente el pecho. O que uno de los primeros
pensamientos que tuve al verla fue que no era justo que de alguna manera se viera
más hermosa con el paso de los años.
No pude salir de la habitación cuando todos los demás lo hicieron. En parte
por el shock de lo que acababa de pasar, pero también... Quería saber si ella tenía
algo que decirme a la cara. Pero entonces llegaron sus lágrimas y el llanto, y todo
lo demás pareció desaparecer.
Hasta que él entró.
Primero llegó la confusión, y poco después llegó la claridad.
No diría que estoy enfadado. Simplemente... lo superé. Y lo he estado
haciendo durante mucho tiempo.
—Si necesitas tiempo para llorar... —dice papá.
Ah, así que él cree que esto es sobre Esme. Bien. Y aunque apesta que ella
se haya ido, no es como si nos hubiéramos mantenido en contacto. Todavía estoy
muy confundido acerca de por qué ella me dejó la mitad de su casa. De hecho, he
llamado al abogado tres veces desde que estaba allí para asegurarme de que no
había ningún tipo de error.
—Estoy bien, papá. De verdad. —Me limpio el sudor de la frente y deslizo
mis ojos hacia los suyos—. Y puedes decirle lo mismo a Maggie Mags.
Sonríe, y asiente. Puede que no nos digamos mucho, pero vemos todo lo que
necesitamos. Recogiendo una vieja vasija de barro que probablemente ha estado
en el banco de trabajo desde antes de que yo naciera, dice:
—Me alegro de que estés en casa, hijo.
No sé si se refiere a casa de mi breve viaje a Tennessee o a casa en general.
Después de la universidad, Joseph, el papá de Mia, el nuevo marido de
mamá, el tipo al que nunca me referiré como mi padrastro, me ofreció un trabajo. Él
tiene una de las empresas tecnológicas más exitosas en el país, si no en el mundo
y mi trabajo consistía en… ¿presentarme todos los días? No tengo ni idea. Tenía
un título de negocios en mi bolsillo pero eso significaba poco en su campo. Aun así,
acepté el trabajo, me pagaron por pasearme alrededor y coquetear con las
pasantes. Además, pude pasar el rato con Mia y su hijo, Benny. Por supuesto, estar
cerca de mi madre tampoco apestaba. Pero yo solo estuve ahí unos meses. Sobre
el papel, yo estaba viviendo el sueño. ¿En la realidad? No tanto.
Y entonces llegó la llamada telefónica que lo cambió todo. Papá, la tierra, el
negocio del Vivero y Centro de Jardinería Eastwood que había estado en la familia
durante generaciones... estaban luchando, y papá no podía encontrar una salida
además de vender todo. Y todo significaba vender mi casa. Mi consuelo. Estoy
bastante seguro de que mi respuesta exacta fue “a la mierda”.
Así que me despedí, me subí a un avión y me dirigí a casa como si fuera
Capitán Salva el Día. Solo que ya llevo unos meses aquí y no estoy salvando casi
nada. Entrecierro los ojos hacia mi papá
—¿No deberías estar trabajando?
Papá se ríe, y un suave estruendo se forma en lo más profundo de su pecho.
—Sí, jefe.
Sí. Lo compré. Al menos la propiedad y el negocio. No había ninguna manera
de que le quitara su casa. Pero ahora tengo veintitrés años y cientos de miles de
dólares de deuda. Es radical. Y es la única razón por la que estoy aceptando algo
de Esme. Papá pone la vasija de barro en el torno de alfarería, algo que no hemos
usado desde que mi abuela y mi abuelo dirigían el vivero, y se pone los guantes de
trabajo de nuevo.
—Estaré en el invernadero si necesitas algo —dice por encima de su hombro,
ya caminando hacia el invernadero adjunto. Oigo un auto entrando en el pequeño
estacionamiento y me detengo momentáneamente. No hemos tenido clientes sin
cita previa durante... demasiado tiempo, y si es un cliente, Mags llegará a antes de
que yo pueda hacerlo. Sigo vaciando las bolsas de césped, apilándolas en lo alto
contra la pared. Un momento después.
—¿Holden?
Me giro para ver a Maggie de pie en la puerta, una silueta contra la luz del
sol. Ella y papá han estado juntos durante casi ocho años, aunque tienen una
historia mucho más larga que eso. En otra vida, podría haber crecido llamándola
mamá.
Con su siempre presente gorra de béisbol y su cola de caballo baja y rubia,
está vestida prácticamente igual que yo porque no solo vive con mi padre, sino que
también trabaja con nosotros. Otra razón por la que no pude quitarle la casa a papá,
es que ahora es su casa y la de Maggie. Ella espera hasta que está a unos metros
de distancia, sus ojos grises se encuentran con los míos. Es linda para su edad, y
si me gustaran las mujeres mayores, ella probablemente sería mi tipo. Ya sabes...
si ella no fuera de mi papá.
—Alguien está aquí para verte.
Quitándome los guantes, me sale un chasquido.
—¿Un cobrador de deudas?
Maggie sacude la cabeza mientras paso junto a ella.
—No... es...
Miro por encima de su hombro, a la caravana en el estacionamiento, y la
chica de pie junto a ella.
—¿Jamie?
Capítulo 6
Jamie
—¿Qué estás haciendo aquí? —Las palabras de Holden son cortas, agudas
y llenas del mismo desprecio que debería aprender a aceptar de él. No se molesta
en ocultar su mirada mientras se acerca a mí.
Me trago los nervios mientras lo observo, sus ojos verdes más brillantes que
contra la luz del sol.
—Yo...
Holden se detiene a unos metros de mí, con las cejas levantadas como si
quisiera que continuara. No puedo ni respirar, y mucho menos formar palabras.
Lleva unos jeans oscuros, su característica gorra hacia atrás y una camisa caqui
con el logotipo del Vivero y Centro de Jardinería Eastwood sobre el bolsillo del
pecho. Debería ser ilegal tener un aspecto tan bueno como el que él tiene, pero eso
no es nada nuevo.
—¿Me has oído, o necesitas que te lo repita? —dice. Más fuerte. Más firme.
Dieciséis horas. Ese es tiempo que tardé en conducir hasta aquí, parando
solo para orinar, comer y tener una siesta.
—¿Ya vendiste la casa? —pregunta—. Podrías haberme enviado un
cheque. O transferirlo. No tenías que venir hasta aquí.
Esta no es la bienvenida que esperaba. Sin embargo, es la bienvenida que
estaba temiendo. Sus ojos pasan de los mis ojos a la caravana y viceversa.
La forma en que me mira.
Mi estómago se rinde y deseo que el mundo me trague entera.
Dieciséis largas horas.
—Faltaba una pieza. —Odio la vacilación en mi voz, la debilidad.
Sus ojos se entrecierran, y su ceño se hunde.
—¿Qué? —Casi sisea la palabra.
Levanto la barbilla, intento mostrar valor.
—El rompecabezas que me diste... lo terminé, y falta una pieza, y...
—¿Y qué? —interrumpe, sus ojos ya no se fijan en mí—. ¿Crees que tengo
algo que ver con eso?
Esta emoción enfermiza y retorcida comienza en mis entrañas y se abre paso
hasta mi pecho. Quiero reírme, como una puta psicópata desquiciada, porque tal
vez eso es lo que soy.
Dieciséis. Malditas. Horas.
Me paro más derecha y aprieto mis rodillas. Evito correr.
—Y nada —digo sin palabras, arrepintiéndome de todas las decisiones que
me han llevado hasta aquí.
—¿Revisaste la casa de la piscina de Esme? —pregunta, y ya sé que es lo
que viene antes de que lo diga—. Porque has destrozado ese lugar bastante...
—Olvídalo —lo interrumpí, y estoy tan enojada por las lágrimas que
amenazan con caer.
Se ríe. Se ríe de verdad. Y su risa no suena desquiciada como lo hubiera
hecho la mía. Es un sonido construido con humor y degradación. Doy un pequeño
paso atrás ante su burla.
Cómo me hace encoger metro y medio con un solo sonido es... aterrador. Y
soy mejor que esto. Más fuerte.
—No necesitas ser un idiota, Holden.
Deja de reír, sus labios cambian instantáneamente de una sonrisa a un
gruñido.
—Siento que hayas venido hasta aquí, pero ¿qué coño esperabas? Un
emotivo reencuentro en el que nos abrazamos y caminamos de la mano hacia el
atardecer?
—¡No! —casi grito—. Yo solo... —Mi fuerza de voluntad se desvanece.
Lentamente. Sin pausa.
—¿Solo qué?
—Nada —murmuro, mi visión se pierde en el vacío que hay entre nosotros.
Sacudiendo la cabeza, me niego a mirarlo cuando añado—: Tú mencionaste el
rompecabezas, y pensé que significaba algo, pero claramente estaba equivocada.
—Lo estás —se apresura a decir, las dos palabras actúan como un último
clavo en mi ataúd. Miro hacia arriba, notando la forma en que sus rodillas están
ligeramente dobladas, la forma en que inclina la cabeza y de que sus ojos buscan
los míos como si trataran de ver a través de mí... todo para ser testigo de la
destrucción que está causando.
Y entonces sonríe.
Malvado.
Desquiciado.
Porque mi dolor... mi dolor es su placer.
—Es una mierda que hayas venido hasta aquí para nada. —Se encoge de
hombros—. La próxima vez, solo envíame un mensaje.
Y entonces se eleva a toda su altura, justo antes de girar, y regresar por
donde vino. Ni siquiera me devuelve la mirada.
Y yo me quedo sola...
En medio de la nada...
Sin ningún lugar a dónde ir.
Vuelvo a mi caravana antes de dar vida a las lágrimas que había retenido,
dejo que se deslicen por mis mejillas, y aparto el único pensamiento que ha estado
rondando en mi mente desde el momento en que llegué:
Ya he estado aquí antes.
Capítulo 7
Holden
Hay siete versiones diferentes de una mentira.
Y acabo de usar todas y cada una de ellas.
Capítulo 8
Jamie
La campana sobre la puerta de la cafetería suena, y ese único sonido me
hace sentir nostalgia. Lo cual es raro, teniendo en cuenta que no tengo un hogar.
Pero me recuerda a Zeke's, y desearía entrar allí en lugar de aquí.
Me recibe una mujer de mediana edad con el cabello rubio decolorado y
cejas oscuras, cuya sonrisa es comparable a la del sol.
—Siéntate donde quieras, nena. —Casi canta, girando su mano alrededor de
la cafetería. Aquí no hay literalmente nadie.
—Gracias —logro decir. Todavía tengo un nudo gigante de emoción retenida
en mi garganta, y realmente debería haberla purgado antes de venir aquí.
Después de que Holden se alejara de mí, todo lo que quería hacer era entrar
en la caravana y conducir muy, muy lejos. El problema era que en cuanto me ponía
al volante, mi fatiga hacia acto de presencia. Fue como una descarga de adrenalina.
Durante todo el trayecto hasta aquí, mi cuerpo había sobrevivido de alguna manera,
funcionando solo con esperanza y anticipación, y ahora que ha terminado... lo único
que quiere es hacerse el muerto.
Por desgracia para mí, no puedo permitirme ese lujo.
Ocupo una cabina entera en una esquina y saco mi computadora del bolso,
la pongo sobre de la mesa, y me quedo mirándola. La camarera, cuya placa de
identificación dice Sandra, regresa con una cafetera recién hecha como si de alguna
manera pudiera leer mi mente. O tal vez solo es buena leyendo el lenguaje corporal.
—Parece que necesitas esto —afirma, sirviendo una taza hasta el borde.
—Eres un salvavidas —exhalo, llevándome la taza a los labios y soplando el
vapor de la parte superior—. ¿Siempre está así vacío a esta hora? —pregunto.
Zeke's siempre estaba tranquilo los viernes por la tarde. Dijo que es porque
la mayoría de los camioneros intentan estar en casa el fin de semana, y a la mayoría
de la gente le gusta cenar en algún lugar un poco más elegante los viernes por la
noche. Suele haber más actividad después de las nueve, una vez que los partidos
de fútbol han terminado, y realmente no se detiene hasta las dos de la mañana,
cuando todos los borrachos y los drogadictos llegan buscando algo de comida
grasienta para absorber el subidón o el alcohol.
—Te perdiste la hora del almuerzo —afirma, cogiendo un menú del
dispensador de servilletas—. Más tarde habrá más gente. —Da unos golpecitos en
la parte trasera del menú—. La contraseña del Wi-Fi está ahí. Volveré por tu pedido.
—Gracias —respondo, asintiendo.
Rápidamente ojeo el menú y decido lo que quiero antes de abrir mi
computadora. Hace días que ni siquiera reviso mi correo electrónico del trabajo, y
mucho menos he hecho ningún trabajo.
Cuando Sandra vuelve unos minutos después, le doy mi pedido, pero ella no
se va de inmediato. En cualquier otra circunstancia, estaría encantada de sentarme
y charlar, pero los plazos son los plazos, y solo hay un número determinado de
excusas o disculpas que pueda enviar antes de que empiece a perder clientes.
—¿Supongo que estás aquí por trabajo? —pregunta Sandra, señalando mi
computadora.
—No. —Sacudo la cabeza—. Solo... de paso.
—Bien —dice, y luego se va de nuevo.
Reviso mis correos electrónicos e intento ponerme a trabajar, pero mi cerebro
está frito, y mis dedos se niegan a escribir algo coherente.
Frustrada, cierro mi computadora y busco a Sandra, solo para encontrarla
sentada en un taburete del mostrador, mirándome. Cuando sonríe, me encuentro
haciendo lo mismo. Y me pregunto, solo por un momento, si mi madre habría sido
como ella si hubiera dejado el alcohol el tiempo suficiente para mantener su trabajo
en Zeke's.
—Señorita Sandra —canto—. ¿Le gustaría acompañarme?
Ella jadea en un simulacro de horror.
—¿Por qué? Estoy trabajando, ¿señorita...?
—Jamie.
—Señorita Jamie —repite, deslizándose de su taburete. Se acerca a mí
arrastrando los pies, con los hombros pegados a las orejas, y no sé si está
emocionada por ver a alguien nuevo o simplemente... tiene curiosidad por el
“alguien nuevo”. Mi pregunta se responde en el momento en que se desliza en la
cabina frente a mí y se inclina hacia delante.
—Dime por qué estás realmente aquí —susurra, luego se inclina hacia atrás,
enderezando su columna vertebral—. No importa. Estoy siendo entrometida. Mis
hijos siempre me dicen eso, y yo nunca les hago caso. No soy una chismosa —se
apresura a decir—. Pero soy entrometida.
Me río, empujando mi computadora a un lado.
—He venido a ver a un amigo...
—¿Un chico?
Asiento con la cabeza.
—No salió exactamente como estaba planeado.
Sisea un suspiro entre dientes.
—Lo siento.
Me encojo de hombros.
—Es lo que es.
—Sin embargo, es una mierda. Supongo que has venido de muy lejos.
—Tennessee.
—¡Ay! Y, entonces... ¿qué vas a hacer ahora?
—Viajar —digo, señalando la caravana—. Esa es mi dirección permanente.
Y mi trabajo. —Palmeo mi computadora—. Así que, probablemente continuaré con
eso.
—¿A qué te dedicas? —pregunta y se echa hacia atrás cuando el cocinero
me trae mi pedido, junto con un trozo de tarta de manzana para ella.
Las mejillas de la señorita Sandra se ponen rosadas como si la hubieran
atrapado haciendo algo que no debería.
—Hay muchos trabajos que se pueden hacer a distancia —le digo—. Por
ejemplo, soy asistente virtual de algunas oficinas y administro las cuentas de las
redes sociales para algunas pequeñas y medianas empresas. Hago la entrada de
datos, y transcripciones de audio, y... básicamente cualquier cosa que pueda hacer
con una computadora y Wi-Fi, yo lo hago.
—Fascinante —susurra la señorita Sandra, y tengo la sensación de que así
es ella: una mujer atrapada en un pequeño pueblo legítimamente encantada con el
mundo exterior. Por eso es entrometida. La respeto.
—Debes ver y hacer tantas cosas emocionantes.
—A veces.
Sus ojos se estrechan, solo un poco.
—Pero, ¿te sientes sola?
El dolor sordo en mi pecho es tan repentino que me sorprende.
—A veces —repito, y es solo una verdad a medias. Es solitario la mayor parte
del tiempo, y el único alivio real que tengo son estas conversaciones con extraños
al azar—. ¿Tú que tal? —pregunto, cambiando de tema—. ¿Cómo es vivir aquí?
—Pfff —se burla, agitando la mano entre nosotras—. Soy un festival de
aburrimiento, cariño. Tu vida es mucho más emocionante que la mía.
—No necesariamente. —Niego con la cabeza—. Es la naturaleza humana
estar intrigado por lo que no tenemos, pero en el fondo, todos queremos cosas
diferentes. Y no digo que la intriga equivalga a la falta de felicidad, porque podrías
ser completamente feliz y satisfecha viviendo en una pequeña ciudad y trabajar
aquí, pero... también podría hacerlo alguien como yo.
La señorita Sandra inclina la cabeza, sus ojos se clavan en los míos mientras
me mira fijamente, y me mira un poco más. Sonrío a un lado mientras dejo que mis
propias palabras se repitan en mi mente.
También podría hacerlo alguien como yo.
Hace cinco años, lo que podría creer que es una vida mundana era mi
fantasía.
—Tienes razón —dice ella—. Tengo tres hijos. Dos niñas y un niño.
Saca su teléfono, me muestra su pantalla de bloqueo: tres hermosos niños
que van desde, yo diría, seis a diez años, todos con sonrisas de megavatios y ojos
iluminados con pura alegría.
—Son todo mi universo.
Sonrío cuando la miro.
—Me doy cuenta. —Entonces saco una libreta y un bolígrafo de mi bolso,
diciendo— ¿Puedo preguntarle algo, señorita Sandra?
—Lo que quieras, cariño. Soy un libro abierto.
—¿Cuál es tu recuerdo favorito de la infancia?
Capítulo 9
Holden
Los faros brillan a través de las cortinas cerradas de mi sala de estar, y mis
ojos se cierran, la irritación pulula por mis venas, arrastrándose por mi carne.
Odio sentir que todavía puedo olerla a mí alrededor.
En mí.
Dentro de mí.
Es una locura, realmente, sobre todo porque nunca estuve lo suficientemente
cerca como para olerla.
Me llega un mensaje al teléfono y no me molesto en revisarlo. En su lugar,
simplemente bajo los pies de la mesa de café y me obligo a levantarme. Además de
ducharme y cambiarme, creo que no me he movido desde que termine el trabajo.
Después de agarrar un paquete de seis de la nevera, me pongo los zapatos
junto a la puerta principal y me dirijo al auto que está parado en mi entrada.
Es un viernes por la noche, y aunque las opciones de entretenimiento por
aquí son escasas comparadas con mi antigua vida en Boston o Nueva York, lo que
sea que hagamos esta noche será, con suerte, suficiente para sacarme de mi
estado de ánimo.
Una cosa era estar frente a frente con Jamie en un terreno parejo, pero verla
aquí, de pie en la entrada de mi casa... Quería destruirla. Aniquilarla. Así que eso
es lo que hice.
El crujido de la grava suelta bajo mis tenis hace estragos en mis tímpanos,
y hago a un lado el chirrido de mis nervios mientras abro la puerta del pasajero.
Brianna me saluda con una sonrisa cuando me acomodo en el asiento, sus labios
carnosos brillan con un rojo pecaminoso.
—Hola, cariño —me dice, acercando mi cara a la suya.
La beso.
Porque eso es lo que haces con tu novia.
Las besas.
Mucho.
Sus grandes ojos marrones escanean mi cara cuando se echa hacia atrás,
su labio inferior se estira, formando un mohín.
—Pareces cansado —señala—. ¿Semana larga?
Su mano sigue en mi nuca, y me inclino hacia ella, esperando que su toque
alivie el dolor en mi pecho.
—Sí.
—No tenemos que salir esta noche. Podemos quedarnos...
Coloco mi mano en su pierna y aprieto una vez, interrumpiéndola. Luego me
alejo, me pongo más cómodo.
—Quiero ir. —Quiero que me jodan en cada manera posible, para poder
borrar todos los recuerdos de los fantasmas de mi pasado: la chica que piensa que
puede aparecer vestida con pantalones cortos de mezclilla y una camiseta blanca
y pedirme cosas que no tiene derecho a pedir—. Siento que no he visto en una
eternidad —digo.
Bri no se mueve de inmediato, y después de un momento, la miro.
—¿Tú me has echado de menos? —me pregunta, con un tono tímido que me
hace recordar que es exactamente lo que me atrae de ella.
Después de apartar el cabello suelto y rubio como la mantequilla de su
hombro, me inclino a través de la cabina y le acaricio el cuello, la mordisqueo allí.
Ella se retuerce contra mí, y su risa llena rápidamente la cabina.
—No tienes ni idea —le digo, cubriendo su boca con la mía. Entonces inhalo
profundamente, y me pierdo en su aroma. Huele como al océano, como a las olas
chocando sin cesar contra la orilla.
Es perfecto.
Porque no se parece en nada al sol y al consuelo.
🧩 🧩🧩
🧩 🧩🧩
Como Bri no bebe, siempre es la conductora designada, así que con Colton
y su chica en la parte trasera de su auto, entra en el estacionamiento del único lugar
abierto después de las siete en nuestra pequeña ciudad agrícola de Blessing,
Carolina del Norte. Todos nos bajamos una vez que ha estacionado, y la tomo en
mis en brazos cuando me doy cuenta de que está temblando.
—¿Frío?
—Un poco.
Me quito la sudadera con capucha y la pongo sobre su cabeza mientras
espero a que Jasmine y Mason aparezcan. Unos minutos más tarde, llegan con dos
personas más. Con mi brazo alrededor de los hombros de mi chica, entramos en la
cafetería como si gobernáramos el lugar. Todos crecimos aquí o en Justice, el
pueblo de al lado. Brianna es de Justice, pero sus abuelos están aquí, así que pasa
la mayoría de los fines de semana con ellos. Después de la escuela, la mayoría de
los chicos se quedan a trabajar en sus granjas familiares. Algunos se van a la
universidad para no volver jamás. No recuerdo la última vez, antes de mí, que
alguien terminara haciendo ambas cosas. La señorita Sandra, la camarera, sonríe
a nuestro grupo de inadaptados y no se molesta diciéndonos dónde sentarnos. Nos
unimos a un grupo de mesas, y Bri me pone al día de su semana mientras los demás
charlan sobre la comida que piensan devorar. Escucho con atención, hasta que veo
a la chica solitaria sentada en una cabina del rincón, con la computadora sobre la
mesa, el café negro al lado, sus ojos clavados en los míos.
—¿Qué coño?—susurro, poniéndome de pie lentamente.
—¿Qué pasa? —pregunta Bri, pero no puedo apartar los ojos de Jamie.
Maldita sea, casi me había olvidado de ella y de la rabia que me hacía sentir.
La hierba, el alcohol, la chica con la que había planeado perderme esta
noche, todos ellos habían desempeñado su papel en mi necesidad de escapar. Pero
ahora aquí esta ella. Otra vez. Y no puedo soportarlo.
Prácticamente me abalanzo sobre ella y me deslizo en el asiento de enfrente.
Sus ojos se ensanchan cuando le digo.
—¿Qué coño haces todavía aquí?
—Estoy... estoy agotada. He estado conduciendo durante mucho tiempo, y
necesitaba un descanso. Me iré...
—¡No puedes hacer esto, Jamie! —le interrumpí. No sé si estoy gritando o si
el THC1 me está jodiendo la cabeza—. ¡No puedes venir a mi ciudad! ¡A mi casa!
—Miro hacia otro lado cuando me paro, las lágrimas retenidas en sus ojos color
avellana casi rompen mi determinación—. ¡Este es mi espacio seguro, mi consuelo!
—Me enfurezco, mi pecho sube y baja, la respiración áspera contra mi garganta.
Me doy la vuelta rápidamente, con la mandíbula desencajada y la ira corriendo por
mis venas. No me importa que acabe de hacer una escena. Que la gente con la que
entré me está mirando.
—¡Holden, espera!
Esas dos palabras... viniendo de ella... me rompen. Detona la bomba que
había estado haciendo tictac lentamente dentro de mí durante cinco. Malditos. Años.
—¡¿Espera?! —rugo, girando hacia ella. Ella está de pie, con la barbilla
levantada, los hombros cuadrados como si estuviera preparada para un ataque.
¿Está preparada para un ataque? Mierda, yo le daré uno—. ¡He esperado, Jamie!
—grito, con el dedo apuntando entre nosotros—. ¡Esperé todos los putos días a que
volvieras! Me dejaste sin nada más que un críptico pedazo de papel y un maldito
corazón roto. Y aún así. Esperé. Yo esperé el resto del año escolar y todo el maldito
verano. —Mi voz se quiebra, y no me molesto en ocultarlo—. Todo ese verano, cada
vez que pasaba un auto por mi casa, pensaba que eras tú, ¡pero nunca lo fuiste!
¡Así que esperé! Esperé por ti durante todo mi primer año de universidad. —Exhalo
un poco de aire y trato de dominar mi ira—. Cada vez que una chica con el cabello
castaño recogido en un puto moño como el tuyo entraba en mi campo visión, la
perseguía, pensando que eras tú, que habías entrado en razón. Pero nunca fue así.
¡Porque nunca volviste por mí, joder!
—Ya estoy aquí —grazna, y casi me deshago ante sus palabras. Durante
años, soñé con esas palabras, las escuchaba susurradas en mi oído cuando no
había nadie cerca.
Doy un paso adelante, dejo que mi resentimiento se forme en mis entrañas,
y salga en la dureza de mi tono.
—¡No te quiero aquí! —grito—. ¡No te quiero aquí, arruinando todo lo que
tocas, empañando mis recuerdos de este lugar!
Se seca las lágrimas.
—Holden...
1
El THC o tetrahidrocannabinol , es el principal constituyente psicoactivo del cannabis y puede afectar el
cerebro y cambiar el estado de ánimo o su conciencia..
—¡Vete! —Lanzo mi brazo hacia la salida, golpeando a alguien detrás de mí.
Colton se pone a mi lado, con la palma de la mano apoyada en mi pecho mientras
me empuja hacia atrás. Lejos de Jamie. Lejos de mi ira. Mi rabia.
—Es suficiente, H. Entra en el auto y terminemos la noche.
—No. —Me mantengo firme, sin dejar de mirar a Jamie—. No me iré hasta
que ella lo haga.
Me empuja de nuevo. Más fuerte. Con más firmeza.
—No, te vas ahora —dice, y estoy celoso de la tranquila inflexión en su tono—
. Bri, mételo en el auto.
Bri.
Mierda. Ni siquiera sé dónde está, ni qué ha visto. No es hasta que la siento
a mi lado, con sus dedos enlazados con los míos, que el arrepentimiento se instala.
Ella nunca me había visto así. Nunca había estado así.
—Vamos, cariño —dice, tirando de mi mano. Dejo que me lleve, con el
corazón acelerado, y el pulso palpitando en mis tímpanos. La adrenalina todavía
está bombeando para cuando llego afuera y dejo que el aire fresco llene mis
pulmones. Bri me guía hasta el asiento del pasajero como un maldito niño, y
aprovecho los pocos segundos que se ha ido para pensar en lo que voy a decir.
Cuando entra, me mira de frente, y su mano se extiende ahuecando mi mandíbula.
Mis ojos se cierran ante su contacto.
—Respira, cariño —dice—. Inhala lo positivo. Exhala lo negativo.
Abro los ojos, pero no la veo a ella. Es Jamie. Y Colton. Él tiene la mano
sobre el hombro de ella, con su cabeza inclinada para mirarla a los ojos, unos ojos
que he pasado minutos, horas, días perdiéndome. Él habla, y ella asiente, y luego
él le toca la cara, le limpia las lágrimas con la yema del pulgar, y es instantáneo,
este maldito retorcimiento en mi estómago...
Es la misma sensación que tuve cuando Dean entró en la sala del despacho
del abogado. Rabia al rojo vivo mezclada con algo que no quiero admitir. Ni siquiera
a mí mismo.
Celos.
—Solo respira, bebé —dice Bri—. Respira.
Me vuelvo hacia ella. A la chica que no pregunta, que no juzga.
—No puedo.
Capítulo 10
Jamie
Su arte es a la vez una bendición y una maldición.
Su favorito, o quizás el más despreciado, es uno al que se aferrará durante
años.
Tienes ocho años y dos días cuando pones el lápiz sobre el papel y dibujas
montañas y cascadas y puestas de sol y pájaros libres para recorrer los cielos
interminables. La mayoría de las personas que lo miren verán el paisaje y pensará
que ese era el objetivo. No lo es. Has creado el telón de fondo para que los pájaros
tengan algo hermoso que mirar, un lugar al que llamar hogar.
Quieres ser los pájaros.
Quieres volar.
En el futuro, le dirás al chico que te provoca mariposas en el estómago todo
sobre el dibujo y lo que significa para ti. Él escuchará cada palabra y entonces
cogerá un rotulador de tu bolso y te tomara la mano, algo que ya has hecho con él
docenas de veces antes. Solo que él no dibujara. Él escribirá. Y escribirá las
palabras que sellen tu amor, que llenen todas las lagunas en tu corazón, un corazón
que late solo para él.
—¿Por qué volar cuando se puede renacer?
A los dieciocho años, dejarás ese dibujo desordenado de crayón para el chico
con la esperanza de que entienda lo que significa.
Atención: no lo hace.
Capítulo 11
Holden
Todos trataron de convencerme de que me fuera a casa, pero de ninguna
manera iba a dejar que Jamie me arruinara la noche.
Mi vida.
Estamos en una fiesta en una casa, aunque no tengo ni idea de qué casa es
ni siquiera de dónde estamos. Todo lo que sé es que la cerveza es interminable, y
que la cerveza ayuda con la ira y se convierte en mi mejor amiga. La gente con la
que he venido ha hecho preguntas. Muchas. Me niego a responder a todas. Y luego
está Bri. Ella sólo ha hecho una pregunta:
—¿Quieres decirme de qué se trata? —Le dije que no. No ha vuelto a sacar
el tema. Se limita a mantener mi mano agarrada a la suya, me sigue desde el barril
hasta el sofá, una y otra vez. Eso es lo que pasa con Bri. Siempre está ahí, cuando
la necesito, cuando la quiero. Y tal vez es por eso que funcionamos. Porque ella
nunca se va de mi lado.
Me levanto de buena gana y la sigo a través del mar de gente y hacia una
escalera, y aunque tengo mi propia habitación, mi propia casa, y esta es la mierda
que solía hacer en el instituto, todavía hay un nivel de excitación por hacer el tonto
en otro lugar. En algún lugar desconocido.
Encontramos un dormitorio vacío en cuanto subimos, y me siento en el borde
de la cama mientras Brianna enciende la luz, cierra la puerta y se apoya en ella.
Exhalo con fuerza y mis hombros caen. Pensé que habíamos terminado con
esto. Está claro que me he equivocado.
—¿Quién es ella?
—Ella es... —No sé ni por dónde empezar cuando se trata de Jamie. Decir
—es una ex— no parece validar lo que teníamos, pero añadir algo más podría
llevarme al límite. Brianna me observa, esperando, con su cabello claro recogido
sobre un hombro. Lleva un vestido que abraza sus curvas, la falda es tan corta que
apenas le cubre el culo. Mi mente se dirige a lo que hay debajo de la fina tela, y al
instante dejo de pensar en Jamie y en todas las emociones inútiles que me provoca.
Le tiendo la mano a Bri, rezando para que sepa lo que quiero. Lo que necesito—.
Ella no es mi foco de atención ahora mismo.
Con mis ojos puestos en los suyos, poso mis manos en sus muslos desnudos
y los levanto, subiendo la parte inferior del vestido hasta las caderas.
—Tú —digo, tirando de la tela hasta que se quita el vestido por completo y
se queda delante de mí sólo en ropa interior. La chica es un bombón, no lo niego, y
me inclino hacia delante, besando su estómago, justo debajo del ombligo—. Y yo
—Tiro de su ropa interior “la molesta barrera” hasta que se desliza hasta el suelo, y
entonces deslizo un dedo entre sus labios, sonriendo cuando noto lo preparada que
está. Le sostengo la mirada mientras la beso allí, sólo una vez, una prueba—. Y
todas las infinitas posibilidades.
Lamo el punto entre sus pechos y me dirijo hacia abajo. —¿Lo has cerrado?
Con los ojos puestos en mí, sacude la cabeza, su cabello se mueve contra la
almohada mientras agarra mi camiseta y se la quita.
—Pueden mirar. —Ni siquiera tengo tiempo de reprimir mi risa porque sus
dedos me agarran del cabello, empujando mi cara hacia su sexo. Se retuerce debajo
de mí, gimiendo como la pequeña pícara loca por el sexo que es. Aunque Brianna
se enorgullece de ser una chica “buena”, ni el mismísimo Dios puede luchar contra
sus tentaciones cuando se trata de una buena polla. Deslizo una mano por sus
piernas tonificadas, su estómago apretado, mientras uso dos dedos de la otra para
entrar en ella. Se levanta de la cama, aprieta sus muslos contra mis orejas y, maldita
sea, está muy lejos de ser la misma chica a la que me tiré encima hace más de seis
años.
Unos minutos más tarde, está montando mi polla, en vaquera invertida, para
poder vigilar la puerta, no para asegurarse de que no entre nadie, sino para poder
ver sus caras cuando lo hagan. Es esto, la emoción de ser descubiertos, de ser
observados, lo que nos lleva a los dos al borde del placer. Es esta pequeña manía
voyerista que compartimos la que nos hace volver el uno al otro.
Para mí, todo empezó con Jamie en ese maldito campo de margaritas. Hacía
frío, e incluso a través de mi sudadera con capucha, podía ver sus pezones
endurecidos a la vista. Le dije que, al mismo tiempo que me ajustaba, mencionaba
que daría cualquier cosa por tenerlos dentro y alrededor de mi boca. La sonrisa
perversa que se apoderó de ella cuando se quitó la sudadera... y luego su camisa...
su sujetador…
🧩 🧩🧩
—¿Qué? —murmuro abriendo los ojos lo suficiente como para mirar por el
parabrisas y ver una caravana arrollada en una zanja—. ¡Joder! Détente —Me
despierto de repente, en plena alerta, y Brianna sigue conduciendo—. ¡Para, joder!
—¡Está bien! ¡Caramba! —Ella frena de golpe, y yo empujo la puerta y salgo
antes de que el coche se detenga.
—Pon las luces intermitentes —grito, corriendo hacia la casa rodante. Está
medio tumbada de lado, el suelo bloquea el lado del conductor, así que me muevo
hacia el lado del pasajero, intentando abrir la puerta—. ¡Jamie! —El pánico se
arremolina en mi línea de sangre, haciendo imposible pensar, respirar. Agarro la
manilla, tirando, pero no pasa nada. Con los faros de Brianna encendidos, sólo
puedo ver el cinturón de seguridad conectado a algo en la puerta, impidiendo que
se abra—. ¡Joder! —Golpeo con la palma de la mano abierta contra la ventana antes
de darme cuenta de que hay otra puerta en el lateral de la casa rodante. Intento
abrir esa también, pero no cede. Corro alrededor del vehículo, tratando de encontrar
otra forma de entrar. Lo único que veo es un techo solar en la parte superior. Antes
de que pueda subir y patear al maldito, escucho su voz tranquila y estoica.
—Estoy bien.
Al oír las palabras de Brianna, Jamie levanta lentamente la cabeza y sus ojos
encuentran a Brianna en la oscuridad. No dice nada, solo vuelve a mirar al suelo.
Me pongo en cuclillas frente a ella y la apunto con la luz a los ojos.
—Mira hacia arriba —le digo y hago una mueca de dolor al ver el hilillo de
sangre que le sale de la raya del cabello.
—Jesucristo, estás sangrando, Jamie.
—Estoy bien.
—Sí, porque realmente voy a dejarte a un lado de la carretera con una herida
abierta en la cabeza. —Vuelvo a apuntar la luz a su cabeza para poder
inspeccionarla mejor, más claramente—. Mira hacia arriba.
—No hay señal de teléfono —dice, su voz es tan baja que apenas la oigo.
—Es un punto muerto. —Miro la casa rodante: está más que jodida—. Y,
sinceramente, no sé cuánto puede ayudarte la Triple A, Jamie.
—Oh.
2
Triple A: American Automobile Association (AAA). En español, Asociación Americana Automotriz.
—¿Estás bien? —pregunto—. Porque seguro que no lo pareces.
—Quizá esté en shock —dice Brianna—. Creo que tengo algo de agua en el
coche. Vuelvo enseguida.
Escucho cómo se desvanecen sus pasos antes de acercarme, con las yemas
de los dedos, a la mandíbula de Jamie, ajustando ligeramente su cabeza para poder
verla mejor.
—¡No es negociable, Jamie! —Casi grito, mis palabras son firmes. Duras.
—Tienes unos cinco segundos para levantar el culo antes de que te coja y te
meta en el maldito coche.
🧩 🧩🧩
Mi casa —el lugar al que he llamado hogar durante los últimos meses— sigue
estando en la propiedad de Eastwood. Solía ser del jardinero cuando mis abuelos
abrían el jardín y el estanque a los visitantes. No hemos necesitado un jardinero
desde antes de que yo naciera, así que cuando volví a casa, reclamé el lugar como
mío. Cuando éramos niños, Mia y yo íbamos en su dirección general y echábamos
un vistazo al edificio desde detrás del tronco de un árbol gigante. Nunca nos
aventuramos a acercarnos lo suficiente como para mirar dentro porque, bueno... era
una vieja y espeluznante cabaña en el bosque.
Hasta ahora.
Divertido.
—No es mucho —le digo a Jamie, señalando el sofá— pero es mejor que la
alternativa.
—Sólo la usa mi sobrino cuando se queda aquí, y le gustan las rocas y los
minerales…
Su cabeza se inclina confundida, sus ojos buscan los míos, e incluso después
de todo lo que me ha hecho, hay una opresión en mi pecho, en esa sola mirada,
que me hace querer alcanzarla y abrazarla. Siempre ha estado un poco perdida,
pero ahora es diferente, y tal vez sea la perspectiva de perderla, de perderla de
3
Palé: Plataforma de madera que se utiliza para almacenar y/ transportar mercancías.
verdad, lo que me hace romper mi determinación.
—Es perfecto, Holden —dice ella, haciendo una cama para sí misma—.
Gracias.
🧩 🧩🧩
Pero lo hace.
Y no debería sentirme culpable por tener una novia sólo porque de repente
ha vuelto a mi vida.
Pero sí.
Jamie: Lo sé...
Me apresuro a responder.
Holden: Entonces, ¿por qué parecías tan asustada cuando iba a tocarte? Me
apartaste la mano.
La veo mirarme ahora, sus ojos contienen más preguntas que verdades. Por
fin, tras unos minutos de juego de miradas, responde.
Mi perdición.
Cuando abro los ojos, ella ya no está en su teléfono, y lo único que puedo
ver, lo único que puedo sentir, es oscuridad.
Capítulo 12
Jamie
Me despierto con el olor a café. Es lo primero que percibo, y me hace sonreír
porque me recuerda a Zeke. Pero entonces abro los ojos, y mi sonrisa se borra, mi
realidad se estrella contra mi pecho, con fuerza, y deseo que los cojines del sofá
me traguen entera.
Dejo a un lado los inútiles y lamentables celos, porque, por supuesto, él tiene
novia, y por supuesto, ella tiene el potencial de adornar la portada de Penthouse4,
y por supuesto, ella es tan amable como para hacerme un café. Apuesto a que es
súper amable. Y súper dulce. Y súper normal.
Guh.
—Soy Brianna, por cierto. No estoy segura si Holden nos presentó anoche.
4
Penthouse: Revista pornográfica fundada por Bob Guccione y publicada por Penthouse Media Group.
Brianna. Un nombre tan perfecto. Y tendrían hijos tan perfectos y les pondrían
nombres igual de perfectos.
—Claro.
—¿Dibujas?
—¿Perdón?
—¿Dibujas? —Sólo que esta vez lo dice despacio, enunciando cada sílaba
como si yo tuviera problemas de audición. O quizás el inglés no es mi primera
lengua.
Respiro, la miro fijamente como ella me mira a mí. Como si esto fuera un
juego. Un reto. No debería tardar tanto en contestar, pero mi respuesta no es tan
definitiva. Le digo la verdad porque nada más importa. ¿Dibujo?
—No.
Seis años. Estuve con él hace cinco años... eso no tiene sentido. O tal vez
sí. Tengo una opresión en el pecho, en los pulmones, y tengo que obligarme a
respirar.
—Ahora tengo señal de móvil, así que creo que voy a salir, llamar a la Triple
A y arreglar las cosas.
Estamos rodeados de nada más que altos árboles con hojas tan verdes que
me dan ganas de bañarme en las sombras. La luz del sol se filtra entre las ramas,
creando un espectáculo de luz natural ante mis ojos. Estoy tan impresionada por el
ambiente que tengo que darme un momento para asimilarlo todo. Puede que nunca
vuelva a hacerlo. Me siento en un banco de madera justo al lado de la puerta y cierro
los ojos, escuchando el sonido de los pájaros que se llaman entre sí.
Abro los ojos de golpe y la risa que emana es tan desconocida que casi no
creo que haya salido de mí.
Se toma su tiempo para observar nuestro entorno, con el ceño fruncido, justo
antes de olfatear el aire. Luego me mira de reojo.
—No, no es así. —Levanto el cuello para mirarlo a los ojos y hago ademán
de olfatear el aire—. Huele a musgo húmedo. Y a lluvia. Y a troncos mojados. Y... a
flores. Tantas flores que no puedo distinguir ninguna.
Sus ojos son del color de las hojas, un bosque vivo. No es de extrañar que
tuviera una reacción tan visceral.
Se levanta y me quita el cabello de la frente, y esta vez le dejo. Con voz débil
por su cercanía, respondo: —Estoy segura.
Su mano está cogiendo el lado de mi cara ahora, y sus ojos están justo en
los míos. No en la herida.
—¿Cómo de segura?
Obligo a tragar, y él se centra en mi garganta antes de volver a subir. Digo:
Sus ojos se abren un poco, porque sabe exactamente a qué me refiero. Era
joven —demasiado joven— cuando tuve que aprender la diferencia entre una
contusión, una conmoción cerebral y todas las demás lesiones que el novio de mi
madre le provocaba “cariñosamente”
.
—No, tú tienes experiencia en ayudar a alguien con una contusión. Tú no has
tenido ninguna, ¿verdad? —Levanta las cejas, esperando una respuesta.
—Sí, yo era una más —digo entre risas—. Fuiste una gran decepción, Holden
Eastwood.
Elevándome.
—¿Así que estás bien? —me pregunta, y de repente su mano se mueve,
desde el lado de mi cabeza, pasando por mi mejilla y bajando hasta mi cuello. No
puedo apartar los ojos de los suyos. Incluso cuando siento que mi respiración se
acorta y mi boca se seca. Pero no se detiene en mi cuello. Vuelve a bajar: su mano
áspera y callosa se mueve hacia mi hombro, mi clavícula, por debajo de la camiseta.
Mis exhalaciones no son más que pequeños chorros de aire que caen de mis
labios, y ahora su otra mano está en mi cintura, sus dedos se enroscan, agarrando
la tela y moviéndola lo suficiente como para tocar la parte baja de mi espalda.
Me quedo sentada.
—Toma tus cosas —dice Holden—. Llamé a alguien que viene a ver los
daños de tu casa rodante.
Capítulo 13
Holden
No debería haberla tocado como lo hice, pero...
Pero nada.
Jamie suspira.
Se casó hace unos meses, pero con el horario de trabajo de su marido, hace
poco que se fueron de luna de miel. Tres meses, alrededor del mundo, en primera
clase. Porque el gran Joseph Kovács no aceptaría menos. Miro a Jamie, asintiendo.
—Oh.
—No tiene que gustarme —digo, mirándola de reojo—. Pero a mi madre sí,
y eso es lo único que importa.
—¿Toda? —Me burlo—. Hay tres personas allí, Jamie —Y no, sólo
necesitaba hacer una llamada.
—¿Qué?
Miro a Jamie, pero ella no responde, demasiado ocupada mirando los restos.
La mirada de Maggie se desvía rápidamente hacia la mía antes de volver a
centrarse en Jamie.
Se detiene justo a mi lado cuando dice, sus palabras para Jamie: —Holden
me ha dicho que tienes un tajo bastante feo en la cabeza, así que voy a comprobarlo
rápidamente.
—Realmente, es...
—Pórtate bien —digo, sonriendo, y luego me meto las manos en los bolsillos
para evitar la tentación de volver a tocarla. Hombre, esas curvas son otra cosa.
—Malo. —Henry pasa los siguientes minutos mostrándome los daños del
vehículo: parabrisas roto, daños en la carrocería, pero —según él— es el neumático
y el eje del lado del conductor lo que se llevó el peor golpe—. No sé si podré
arreglarlo o si habrá que cambiarlo. —Henry se ocupa principalmente de la
maquinaria agrícola y de algún que otro vehículo antiguo, pero no sé si ha trabajado
alguna vez en una casa rodante.
—Puedo sacarlo de la zanja por ti, pero no estoy seguro de cuándo podré
echarle un vistazo. No tengo un ascensor adecuado en mi garaje. Así que tendré
que hacer algunas llamadas y ver quién tiene. Incluso si lo tuviera, mi terreno está
lleno en este momento, así que…
Jamie asiente.
Henry asiente.
Ni siquiera recuerdo la última vez que papá encadenó una frase con tantas
palabras.
—Tiene razón, Jamie —dice Maggie—. Puedes quedarte con nosotros un par
de días. Sólo hasta que sepan qué pasa.
Cinco minutos más tarde, la caravana está en pie, y estoy ayudando a Henry
y a mi padre a prepararla para subirla a la grúa.
Jamie y yo nos quedamos uno al lado del otro, viendo cómo se van todos.
—Seguro que tienes cosas que hacer. Volveré caminando —dice Jamie.
Me vuelvo hacia ella, pero ya se está moviendo hacia el lugar de los restos.
Espero un momento, viéndola caminar en línea recta por la zanja, con la cabeza
baja, buscando. Tras una ligera vacilación, me uno a ella.
Obviamente.
Bostezo.
Olfatea una vez, el único sonido que me obliga a mirarla.
—¿Tal vez todavía está en tu casa rodante? —Le sugiero—. Estoy seguro
de que lo encontrarás.
A la derecha del camino de entrada hay un viejo granero que solía ser la
tienda de regalos/estudio de cerámica/café básico. No lo hemos utilizado para esas
cosas en todos los años que he vivido. Junto al viejo granero está el invernadero
principal, que pienso arreglar para hacerlo más atractivo para los clientes.
Según mis abuelos, en la época en que el negocio era próspero, las familias
venían de todas partes para comprar bebidas y productos de panadería y montar
un picnic en nuestros jardines. Todo un día. Mi abuelo culpa a Internet de la
desaparición del negocio, alegando que había tanto entretenimiento disponible al
alcance de la gente que salir de casa parecía más una tarea que una excursión.
Más arriba a la derecha, a unos seis metros, hay una vivienda individual con
grandes puertas corredizas de cristal que utilizamos como oficina. Papá no estaba
muy metido en la parte comercial del negocio, así que probablemente podría contar
con una mano las veces que ha entrado en la oficina. No estoy diciendo que él tenga
la culpa de cómo están las cosas ahora, porque hizo un buen trabajo manteniéndolo
a flote durante todo el tiempo que lo hizo. Sólo... necesita una revisión. Y yo estoy
aquí para hacerlo.
Para arreglarlo.
Guárdalo.
—No.
—Esto es bonito —le digo—. Mucho mejor que el blanco sobre blanco de tu
casa rodante.
Está entre los dos asientos delanteros, las manos metidas en espacios
reducidos, los ojos dispersos, buscando.
—La mayor parte del tiempo, sólo duermo aquí. O estoy conduciendo o
trabajando en... —Se interrumpe ahí, sacudiendo la cabeza—. No importa.
—Muévete.
—¿Qué?
—Tal vez sólo necesitas un par de ojos frescos.
—Cállate.
No respiro.
No me muevo.
Comienza a alejarse, pero no llega muy lejos porque en algún momento, sin
pensarlo, he rodeado su cintura con mis brazos y la estoy abrazando.
5
Voyerista: El Voyerismo consiste en alcanzar la excitación sexual observando a las personas que están
desnudas o que participan en una actividad sexual.
Y ni siquiera puedo contar cuántas veces he querido hacer esto desde que
me abandonó. Sin necesidad de explicaciones. Sin razones. Sin discusiones en
absoluto. Sólo quería abrazarla.
—No hay nada malo en aferrarse a un trozo del pasado —susurra, con su
boca tan cerca de la mía que puedo sentir su aliento calentando cada centímetro de
mí. Con los ojos cerrados, bajo las manos desde su cintura hasta sus muslos
desnudos, agarrándonos con fuerza para poder ajustarnos hasta que ella se sienta
a horcajadas en mi regazo. Está caliente entre las piernas y empuja mi polla,
gimiendo mientras sus manos encuentran mi cabello.
Con las cejas fruncidas, dice: —Te lo dije. Hice el rompecabezas, y...
Inclino la cabeza, buscando algo en sus ojos. Algo más. Porque te echo de
menos es demasiado jodidamente genérico y no va a servir.
—Tenía que seguir adelante, Jamie. —Las palabras salen antes de que
pueda detenerlas. Me arrepiento de ellas. La suelto por completo y la ayudo a
ponerse en pie—. Y no me arrepiento de ello.
Capítulo 15
Jamie
Han pasado menos de veinticuatro horas desde que crucé el cartel de
“Welcome to Blessing”, y todo lo que he vivido desde que llegué aquí ha sido todo
lo contrario.
Debería irme.
Holden... el hombre cuyas acciones dicen una cosa mientras sus palabras
dicen otra. Un tipo genial.
Fue entonces cuando empezaron las pesadillas, los recuerdos del ataque.
Cada una venía acompañada de un nuevo recuerdo reprimido, y eran muchas. Al
menos una cada noche. Es irónico, en realidad, porque sé que si le contara a Holden
sobre ellas, lo compararía con un rompecabezas.
—Sólo dibuja —me decía—. Cualquier cosa. Todo. —Así que lo hacía. Para
él—. Dios, te quiero así.
Tan cerca.
Hasta ahora.
—Hola.
—Como quieras.
—Um...
—Estas son para la oficina —dice, señalando el edificio que está justo detrás
de mí—. Allí hay un baño completo. Sanitario. Ducha. Es todo tuyo mientras estés
aquí. Y no sientas que tienes que estar encerrada ahí todo el día y toda la noche.
Pasea por los jardines si quieres.
Siempre había tenido una especie de extraña obsesión con las flores desde
mi época con Gina, pero principalmente eran imágenes de ellas. Hechos sobre ellas.
—Gracias.
—Quiero que te pongas lo más cómoda posible mientras estés aquí, ¿vale?
—Gracias, Big H.
—Siento que hayamos tenido que dejarte hoy. Espero que Holden te
haya enseñado los alrededores.
Señala mi plato.
—No te emociones demasiado. Son las sobras. Hoy hemos ido a una
6
Gerbera: Flor conocida también como ¨margarita africana¨, es usada típicamente para adornar el jardín o
ramos de flores.
barbacoa en casa de mi hermano, y su mujer es una de esas cocineras manitas,
¿sabes?
Maggie se ríe.
—¿No le gusta?
—No. El Sr. Eastwood es su padre, y odia que le llamen así. Se enfada tanto
que le sale esta vena en el cuello —dice señalando un punto de su cuello—. De
todos modos, todo el mundo le llama Big H. Ha sido eso o simplemente H incluso
antes de que naciera tu Holden. —Quiero decirle que no hay nada de “mi” Holden
que sea realmente mío, pero me callo. Los dos nos zampamos la comida mientras
ella sigue hablando entre bocado y bocado—. Pesaba cuatro kilos cuando nació,
salió del vientre con unos abdominales de acero, unos bíceps abultados y una
cabeza llena de cabello. —Levanta la botella de vino, interrogante.
Luego pregunta:
—¿Clint?
7
Smörgåsbord: Es un bufé elaborado con diferentes ingredientes típicos de la cocina sueca.
asiento y me pongo más cómoda. Hace cinco años, no se me podía pillar
manteniendo este nivel de conversación con un desconocido. Mi experiencia en
situaciones sociales era muy escasa cuando era niña y siguió siéndolo durante mi
adolescencia. Una de las cosas más increíbles que he conseguido en mis viajes en
solitario es conocer a gente nueva y, poco a poco, armarme de valor y confianza
para actuar civilizadamente.
—En realidad nunca nos conocimos, per se8. Su padre y el mío eran mejores
amigos desde que eran niños, así que cuando ambos tuvieron hijos el mismo año,
fue natural que también se hicieran amigos. Así que siempre lo veía por la casa, o
veníamos aquí, y yo siempre, y quiero decir —se inclina hacia delante para tocarme
el brazo, apretándolo para enfatizar— siempre estuve enamorada de él.
—Oh, no... —Exhalo, apartando mi plato. Por muy vacío que esté mi
estómago, no siento la necesidad de llenarlo. Estoy demasiado embelesada por sus
palabras, por cada giro de la historia, y apenas ha empezado a contarla.
8
Per se: Locución latina que significa ‘por si mismo’ o ‘por sí’.
estoy viviendo ahora...
—Nooo.
—Sí, no estaba muy contento con ello. Lo cual, quiero decir, tiene sentido
dada nuestra diferencia de edad y la historia de Big H con las damas. Además, yo
acababa de terminar la escuela y había aceptado una plaza en una universidad de
Pittsburgh.
—Mick, mi hermano, deseaba cosas más grandes para mí que esta ciudad.
Veía mejores oportunidades en cualquier otro lugar, y aunque quería luchar contra
él, lo respetaba lo suficiente como para escucharlo. Big H también lo hacía, y estaba
de acuerdo con Mick, así que... decidimos seguir caminos separados. Ver a otras
personas.
—¡Oh, no! —Casi quiero apretar las palmas de las manos contra mis oídos.
Me aclaro el nudo en la garganta y digo: —¿Así que has vuelto a casa para
encontrar la felicidad que buscabas?
Me encojo de hombros.
—Claro.
—Sólo observadora.
Me burlo, mirando hacia otro lado. Si la culpa tuviera una cara, sería la mía.
—¿Qué? No.
—No debería haber venido aquí —le digo. Es un pensamiento que me agota
desde que lo admito.
—Lo hago.
Levanto la vista justo a tiempo para ver cómo su sonrisa se vuelve triste, y
me pregunto cuánto sabe.
—Absolutamente.
—Sí —susurro.
Sacudo la cabeza.
—¿Quieres decírselo?
—No.
Sólo un poco.
Dormí.
Y dormí.
Me tomo mi tiempo, disfrutando de todo lo que mis ojos pueden ver y mi nariz
oler. A pesar de que no han mantenido los jardines durante décadas, la naturaleza
es increíble. Que exista un lugar así es alucinante. Hago muchas fotos con mi
teléfono, de nada en particular y de todo a la vez. Disminuyo la velocidad cuando
me encuentro con una cuatrimoto, y cuando la inspecciono más de cerca, me doy
cuenta de las marcas de neumáticos frescos y del calor que irradia. Ha sido utilizada
recientemente, y como Big H y Maggie no están cerca, sólo puedo suponer quién la
ha utilizado. Miro a mi alrededor y veo una puerta de madera en medio de un seto
tan alto que me dobla en altura. Al acercarme, puedo ver el candado sin cerrar, y
maldita sea mi curiosidad porque se apodera de mí. Me muerdo el labio y dudo un
momento antes de empujar la puerta para abrirla. No llego muy lejos. A lo sumo,
unos centímetros, y entonces Holden está allí, imponiéndose sobre mí, bloqueando
mi vista mientras abre la puerta lo suficiente como para caber por ella. La cierra
detrás de él. La cierra con llave. Y entonces me mira, con las cejas fruncidas.
—Yo... —No puedo decir que lo siento, porque no lo siento—. Tu padre dijo
que podía pasearme. —Levanto estúpidamente el mapa—. Y Mags.
—No es una granja de cultivo, pero no es una mala idea. Gracias por el
consejo, pequeña. —Se acerca para susurrarme al oído—. ¿Quieres ser mi
cómplice? —Y entonces se endereza de nuevo, acariciando la parte superior de mi
cabeza.
—Que te den por culo. —Me pongo más alta e intento mirar por encima del
seto como si fuera realmente posible—. Entonces, ¿qué es?
El frío de Holden ha vuelto, y hace que se me ericen los vellos de los brazos.
—Bien. Siento haberte molestado. —Giro sobre mis talones, rezando para
que no me siga, y empiezo a regresar por donde he venido.
Está claro que no me quiere en lugares donde no debo estar. ¿El problema?
Que ahora mismo no tengo elección. ¿Y la verdad? No pertenezco a ningún sitio.
—¿Sabes lo que hace que sea tan difícil tenerte aquí? —me dice,
deteniéndome en mi camino.
—No entiendo por qué estás tan jodidamente guapa todo el tiempo.
Con las palmas de las manos apoyadas en su duro pecho, no empujo, pero
no dejo que se acerque más.
No puedo ignorar la atracción hacia él, incluso cuando las siguientes palabras
salen de mi boca.
—Ella diría lo mismo. —Hace una pausa—. Ella oscila en ambos sentidos,
¿sabes?
—Sí, realmente me importa una mierda ella o cualquier otra chica con la que
estés follando.
Holden parpadea una vez, dos veces, y luego una y otra vez como si acabara
de salir de un aturdimiento. Finalmente, su garganta se mueve al tragar y me suelta
por completo, dejándome vacía y desechada.
Caliente y frío.
—Tiene un nombre.
Está claro que esa fue la respuesta equivocada, porque Holden dice, con los
dientes apretados y la mandíbula tensa.
—Adiós, Holden.
Ya me estoy alejando cuando me dice: —¿Quieres relajarte? Sólo estoy
jugando.
Sólo he dado unos pasos cuando me grita: —¿Has comido? —Me detengo
en seco y me vuelvo hacia él.
Con las manos metidas en los bolsillos, un atisbo de sonrisa curva sus labios
mientras asiente hacia la cuatrimoto.
—Sube.
🧩 🧩🧩
—¿Eh?
—No supe lo del apartamento hasta que te fuiste, así que... ¿cómo lo sabes?
Preparo el plato de plástico para dos y cojo algunas flores del jardín para
ponerlas en uno de los vasos transparentes. Lo coloco en el centro de la manta y
me pongo de pie, con una sonrisa cada vez más amplia al asimilar mi trabajo. Con
un salto en mi paso, me dirijo de nuevo al interior y me detengo junto a él.
—¿En qué más puedo ayudar? —pregunto, saltando sobre las puntas de los
pies.
Se detiene a medio camino, sus ojos brillan con una emoción que no puedo
descifrar. Suelta el cuchillo y se acerca lo suficiente como para que pueda sentir el
calor que irradia, ver cómo su camiseta se estira sobre su amplio pecho con cada
inhalación, con cada exhalación.
—No.
—Hola, Jamie.
Hago lo que me pide, le rodeo el cuello con los brazos y él desliza una mano
por la parte delantera de mis calzoncillos.
—Eres muy dulce —dice Brianna, y casi me río de la idea. ¿Holden? ¿Dulce?
Se me aprieta el pecho al darme cuenta de que tiene razón. Holden es dulce.
Cuando te quiere, cuando te adora y quiere complacerte, Holden puede ser el único
hombre que te baje la luna.
—¡Jamie! —Holden llama tras de mí, y puedo oír sus pasos cerca.
Demasiado cerca.
—¡Vete a la mierda!
—¡Jamie! —Me agarra del brazo, haciéndome girar hacia él. Lo que ve en mi
cara tiene su caída. Su mirada pasa de mí a su casa, una y otra vez. Lentamente,
con cuidado, me mueve detrás de un enorme tronco de árbol, ocultándome de su
novia. Del mundo—. Sólo era una broma... —dice, sus ojos buscan los míos.
—¿Me besaste y tocaste así, como una broma? —digo, con los dientes
apretados. Holden no responde, sólo sigue mirándome.
Se encoge de hombros.
Ni siquiera un poco.
Capítulo 17
Holden
Lo primero que dejé de recordar de Jamie fue su risa, y escucharla ahora es
como un repentino dolor punzante en el pecho.
Para ser honesto, después de la mierda que hice ayer, no estaba seguro de
volver a escuchar esa risa. Fue una gilipollez, pero me disculpé, ella no aceptó, y
eso fue todo. No iba a arrastrarme para pedir su perdón, sobre todo teniendo en
cuenta que nunca me pidió el mío.
—Es mucho más difícil de lo que parece —dice Jamie entre risas.
—Sí, seguro que lo haces parecer más difícil de lo que es. —Reconozco al
instante la voz como la de Colton, mi amigo, y me quito los guantes, los tiro en el
banco y me dirijo a la salida. No tengo ni idea de por qué está aquí, pero él —
alrededor de cualquier chica— es un problema. Todavía me estremezco cuando
pienso en la vez que le puso una mano en la pierna a Mia y su ahora marido, Leo,
casi lo ahoga hasta la muerte.
Colton es un par de años mayor, y siempre nos hemos llevado bien porque
nos gusta la fiesta de la misma manera. Nosotros dos —en su día— éramos a los
que las madres de por aquí advertían a sus hijas. ¿La diferencia entre nosotros? Yo
siempre soy respetuoso. Colton tiene el hábito de tambalearse en el borde. Y que
se joda si le permito hacerlo con Jamie.
Está dando pasos de bebé, sin rodar realmente, con los brazos extendidos
para intentar alguna forma de equilibrio.
La está tocando.
La maldita audacia.
—Sólo estaba probando algo... —dice, su voz baja, los ojos se niegan a
encontrarse con los míos.
Detengo mis pensamientos ahí... evito que me tiren hacia abajo, que me
arrastren. Los celos son una emoción peligrosa, y es una que no había sentido en
años. No hasta que vi a Jamie de nuevo.
—He oído que Jamie sigue por aquí... —Que se joda por tener su nombre
cerca de su boca—. Entonces, ¿cuál es el trato?
—Es una chica con la que salí en el instituto y a la que no he visto en años,
y se ha presentado aquí por casualidad, y no sé qué quiere de mí, pero sea lo que
sea, no puedo dárselo.
—Claro. —Asiente lentamente, una y otra vez, pero está claro que mi
explicación no es respuesta suficiente, y deseo que se vaya a la mierda. Cruzando
los brazos, dice: —Es que... Quiero decir, sabes que siempre que salías de la
ciudad, Bri y yo nos enrollábamos, y no parecías tener ningún problema con eso.
No lo fue.
—Mi punto es que te tiene presionado, hermano, y quiero saber por qué.
Se ríe.
—Aún mejor.
—Deberías alejarte de ella. —Mis ojos se desvían hacia la puerta abierta del
granero cuando oigo abrirse y cerrarse las puertas de los coches. Un segundo
después, el coche de Maggie pasa con Jamie en el asiento del pasajero.
—¿Por ella o por ti? —pregunta Colton.
Y aquí radica mi dilema. Porque por muy cliché que sea, estoy seguro de que
no la quiero, pero tampoco quiero que nadie más la tenga. O incluso estar cerca de
ella. Y aunque sea difícil de admitir, es la verdad. No importa cómo intente darle la
vuelta.
🧩 🧩🧩
Jamie
Ayer, después de huir literalmente de Holden, seguí corriendo.
Así que, con la casa fuera de los límites y siendo la oficina la zona de Holden,
le pedí si podía llevarme a la cafetería. Allí fue donde pasé la mayor parte del día,
poniéndome al día con el trabajo y siendo “cotilla” con la señorita Sandra.
🧩 🧩🧩
—Por favor, dime que la razón por la que no has llamado es que llegaste y
desde entonces todo ha sido un puto arco iris y mariposas.
—Lo siento.
—¿Llegaste bien?
Enciendo las luces.
—Llegué aquí bien, y luego... —Me detengo, dudando sobre cuánto revelar.
—No recuerdo haber dicho tal cosa. —Me ahogo en un jadeo y giro hacia la
voz. Holden está sentado detrás del gran mostrador de recepción, con la cabeza
inclinada y las cejas fruncidas—. O tal vez sí.
—¿Todo bien?
—Ajá. —En realidad no—. Te lo explicaré todo más tarde. —Cuelgo, tratando
de calmar mi pulso—. Me has asustado —le digo a Holden, mirando la hora en mi
teléfono—. ¿Qué estás haciendo aquí? Son como las diez y media.
El vapor de la ducha hace que respirar sea una tarea difícil. También lo es el
simple hecho de mantenerse erguido. Lo único que quiero es meterme en la cama
y olvidar los últimos días. Por desgracia para mí, me seguiré despertando en el
mismo lugar con los mismos enigmas y sin una salida inmediata. Frustrada, cierro
el grifo, aparto la cortina y salgo, quedándome momentáneamente helada cuando
veo a Holden apoyado en la puerta cerrada, con mi toalla sobre un hombro. Me
apresuro a volver en mí, a cubrir mis partes más íntimas.
—¿Lo hiciste?
—No.
—Lo entiendo. Te hice daño cuando me fui. Pero me arrinconaron y sentí que
no tenía otra opción. Lo entiendes. Nunca he hecho nada para herirte o degradarte
a propósito. Y tú... —digo, empujando un dedo en su pecho—. Has sido jodidamente
implacable. La forma en que me golpeas. La forma en que me hablas, como si no
importara. Has hecho que me asuste estar cerca de ti, y eso es algo que nunca
pensé que sentiría contigo. Incluso después de todo. —Ahora estoy llorando,
lágrimas inútiles y patéticas que no paran, joder—. Cada día, pierdo una parte de
mí contigo porque me haces sentir tan... tan menos. Tan inútil. —Mi mirada cae, y
mi estómago la sigue. Sin levantar la vista, le digo, añadiendo angustia a mi
miseria— Y si quisiera sentir esas cosas, nunca habría escapado del ambiente
tóxico de mi infancia.
—No. —Me alejo, doy otro paso atrás—. Por favor, no me toques más. De
ninguna manera.
Y mañana, lo perdonaré.
Porque lo único que aprendí desde que me enfrenté a mis miedos hace tantos
años es lo siguiente: la gente herida, hiere a la gente.
9
Dollar Tree Store: Tienda de dólar. Es una tienda de Estados Unidos, donde todos los artículos que ahí se
Dejo de teclear cuando la luz se cuela en mi caravana y me quito los
auriculares justo a tiempo para escuchar un vehículo que se detiene a mi lado. La
puerta del coche se abre y luego se oyen pasos. Con la respiración contenida,
espero a que llamen a la puerta. Como hay un coche de por medio, dudo mucho
que sea Maggie. Además, se fue hace más de una hora después de nuestra cena
nocturna.
Pasan minutos antes de que esté lista para levantarme y abrir la puerta. Salgo
al exterior, comprobando primero el suelo y luego la puerta, y es entonces cuando
lo veo. De la manilla de la puerta cuelga una bolsita transparente con trozos de tierra
y un colgante de plata con un anillo de humor en el centro y pétalos de dalia
alrededor.
Aun así, sé que debería arreglarlo de alguna manera. Sólo que... no sé cómo
hacerlo, y para ser honesto, no sé si vale la pena intentarlo. Pronto, ella se habrá
ido, y no será más que un recuerdo lejano. Otra vez.
Estas son las mentiras que me digo a mí mismo. Una y otra vez. Una y otra
vez. Siete versiones diferentes de la misma puta mentira.
Papá y yo nos giramos al oír el ruido del coche de Maggie entrando a toda
velocidad en la entrada de la casa, que apenas consigue salirse de la carretera
antes de detenerse.
—¿Si...?
Ah, mierda.
—Tal vez.
10
El Quinto: Hace referencia a que es la quinta persona en esa familia con el mismo nombre. El padre de
Holden seria, Holden Gregory Eastwood el Cuarto. Y así sucesivamente.
—¡Maldita sea! —Para ser tan pequeña, es muy luchadora. Nunca había visto
este lado de Maggie Mags. No sé si quiero volver a verlo. Estoy seguro de que
podría prenderme fuego sólo con su mirada.
—¡No! —le dice. Luego a mí— ¿Sabes siquiera por qué lo hacía?
Miro hacia papá, esperando que pueda salvarme. Pero está demasiado
ocupado intentando no reírse. Así que mi miseria es su alegría. Es bueno saberlo.
—¿Quién?
—Siempre que Jamie conoce a gente nueva en sus viajes, les pregunta cuál
es su recuerdo favorito de la infancia y lo añade a una lista. El patinaje fue uno de
ellos. Y hace estas cosas de la lista como su forma de reclamar su infancia. La
misma infancia que le fue arrebatada.
Las facciones de papá se vuelven solemnes mientras mi corazón se hunde
en el estómago.
—¡Y tú! —Maggie golpea su dedo en mi pecho de nuevo—. ¡Te has cagado
encima!
🧩 🧩🧩
Jamie
Oigo los gritos de Maggie, pero no puedo distinguir sus palabras. Cierro la
computadora y me pongo rápidamente en pie, cogiendo la lata de gas lacrimógeno
de camino a la puerta. Dudo mucho que necesite este tipo de ayuda, pero más vale
prevenir que curar. En cuanto abro la puerta, me encuentro cara a cara con Holden,
cuyos ojos se dirigen inmediatamente a la maza que tengo en las manos.
—¿Qué pasa?
—La verdad es que no. —Me mira fijamente un momento, con sus ojos
brillantes contra el duro sol. Luego me hace un gesto para que le siga—.
Deberíamos hablar.
Lo miro de reojo, pero está inclinado hacia delante, con los codos apoyados
en las rodillas, mientras mira cómo sube y baja el agua de la fuente. Abrazando más
mis rodillas, ignoro el ligero dolor de mi pecho y digo:
—Tenías razón. No debería haber hecho eso. No hace falta que te disculpes.
—No, yo sí —dice rápidamente, devolviendo la mirada hacia mí—. Y tengo
que disculparme por la forma en que te he tratado desde que llegaste.
—Sí.
—Esta es una de esas veces en las que necesito que sólo escuches...
Después de aclararse la garganta, dice —No ha sido fácil para mí, Jamie...
que estés aquí. —Hace una pausa y yo le escucho. Escucho cómo el pulso late
inestable bajo mi carne, escucho cómo su respiración se vuelve tan tensa como las
palabras que siguen—. El caso es que, cuando nos conocimos, yo estaba pasando
por un momento muy duro en mi vida. Sentía que le había fallado a Mia, alguien
importante para mí, y... tenía miedo. Estaba en ese punto de abandonar mi
adolescencia y convertirme en un hombre, y... no tenía ni idea de cómo era eso para
mí. —Se ajusta la gorra, moviendo el ala de atrás hacia adelante, y mantiene la
cabeza baja para que no pueda ver sus ojos aunque lo intente—. Y entonces te
conocí, y me enamoré de ti, y de repente pude imaginar mi futuro.
El calor me quema detrás de los ojos, de la nariz, y separo los labios, intento
respirar a través de la angustia, mientras Holden continúa.
—Y cada vez que lo hacía, sólo estabas tú, aquí. Eso era todo, Jamie. Y no
sabía cómo íbamos a llegar hasta aquí ni cómo sería ese viaje... Sólo sabía que lo
quería. A ti. Aquí.
—Te imaginaba paseando por los jardines o sentada en este mismo banco
con las rodillas levantadas, rotulador en mano y bloc de dibujo en el regazo,
dibujando lo que tuvieras delante. —Me mira rápidamente, con una sonrisa triste en
sus hermosas facciones—. Exactamente igual que ahora. —Centrándose de nuevo
en sus manos, añade— Tú, aquí... era lo único que tenía sentido para mí.
No hiciste nada, quiero decir, pero sé que no significará nada para él, no
después de todo este tiempo.
—Lo juro por Dios —se apresura Holden—. Me sentí como... como si el
mundo entero se me cayera encima. Fue en ese momento, más de un año después,
cuando me di cuenta de que todo lo que imaginaba que sería mi futuro, todas esas
cosas a las que todavía me aferraba hasta ese mismo segundo... no significaban
una mierda para ti, Jamie.
—Porque no corrías por correr. No corrías para desplegar tus alas y volar
como los pájaros. —Le perdono que se burle de mí—. Estabas huyendo de mí. Y
yo... —Se quita el sombrero por completo, se pasa una mano por el cabello—. No
voy a mentir, no sólo me rompiste el corazón, Jamie, lo destrozaste. Así que seguí
adelante. Dejé de esperar y empecé a vivir. Y entonces apareciste tú... —Su voz se
quiebra en las últimas palabras, y desearía poder abrazarlo sólo para que deje de
hacerlo porque no sé si puedo seguir escuchando. Pero sé que lo necesito. Que
necesita decírmelo—. Y cuando te vi, fue como... tú, aquí... y mi corazón me gritó:
“¡Esto es! Esto es todo lo que siempre has querido... ¡todo lo que podías imaginar!”
Pero entonces recordé lo que sentí al estar de pie en esa cafetería, destrozado y
solo, y lo que sentí cada día que te fuiste, y yo... pensé cómo carajo te atreves, y
me enojé contigo. Todavía estoy enfadado. Porque verte aquí es un recordatorio de
todo lo que me robaste sin siquiera una mirada atrás. Y si no me querías...
Por fin encuentro mi voz, o lo poco que puedo usar a través del insoportable
dolor de mi pecho.
—Holden, yo lo...
Asumo sus palabras. Una por una. Acepto sus emociones. Pieza por pieza.
—De acuerdo.
Asiento con la cabeza, mis palabras son un susurro cuando digo: —Lo
entiendo.
Es el primero en romper nuestra mirada.
—Puedes quedarte todo el tiempo que necesites, pasear por los jardines, oler
las flores, dibujar lo que quieras.
Ya no dibujo, no se lo digo.
Porque no importa.
Llamo a la puerta.
Espero.
Aún nada.
Con los hombros desinflados, resoplo y miro hacia el viejo granero, notando
que la puerta está parcialmente abierta y las luces encendidas. Suena música
suave, flota en el aire de la tarde y llega directamente a mis oídos. Sonrío cuando
reconozco “Two Princes'' de los Spin Doctors y, casi como si me atrajera el sonido,
mis pies me llevan hacia él.
Mi mamá solía tocar esta canción. Solo cuando Beaker no estaba en casa. Y
solo cuando pudiera permanecer erguida el tiempo suficiente para bailar conmigo.
Una vez, cuando yo tenía alrededor de ocho o nueve años, quitó las cortinas
transparentes de sus varillas y nos abrazamos en ellas sobre nuestras cabezas y
girábamos en círculos una alrededor de la otra. Todavía puedo imaginarla en mi
mente, puedo ver su sonrisa clara como el día, todavía puedo escuchar los ecos de
nuestra risa desvaneciéndose. Si tuviera una cámara de video, la habría filmado en
ese momento. Habría sido el complemento perfecto para el montaje de video que
se reprodujo en el funeral que nunca tuvo.
—Lo siento —murmuro, al mismo tiempo que dice, con una sonrisa tan
grande y prominente como él— ¡Hola, señorita Jamie!
Me acerco unos pasos y digo: —Recibí una llamada de Henry hoy. Ya sabes,
el mecánico?
Sus ojos se encuentran con los míos un momento antes de mirar la pared
frente a nosotros —¿Así que?
Tomo otra maceta de barro del estante, está tiene narcisos, y pretendo
concentrarme en ella cuando digo, mis palabras casi se me traban en la garganta:
—No puedo quedarme aquí más tiempo.
Su suspiro es silencioso, pero aún puedo escucharlo por encima del sonido
del estéreo —¿Por tu bien o...?
Big H busca debajo de la rueda de alfarero, sus ojos se iluminan cuando saca
el cable eléctrico —Lo más difícil que he tenido que hacer en mi vida es hacer esa
llamada telefónica a Holden para decirle que quizás tengamos que vender el lugar
—dice mirando las paredes del granero en busca de una salida gratuita—. Ningún
padre quiere que su hijo tenga que salvarlos de la forma en que lo ha hecho.
—Oh, Dios, tengo miedo. No me digas que es como... ¿Un viejo súper
espeluznante como Anthony Hopkins en El silencio de los inocentes?
—Entonces, ¿qué tan malo podría ser? —ella dice a través de una risita.
—Chris Pratt.
—¡Ew!
—¡Oye! ¡El sentido del humor puede recorrer un largo camino! —No sé cómo
llegamos a la conversación sobre los enamoramientos de las celebridades, pero
aquí estamos.
—¡Detente!
Bajo mis manos, la miro —Pero él es como una figura paterna para mí.
—¡No puedo dejar de ver las cosas que están sucediendo en mi cabeza
ahora mismo!
—¿Qué es tan gracioso? —Los dos saltamos hacia la figura que dobla la
esquina.
La risa de Maggie se reduce a una risita a fuego lento mientras mira hacia el
chico que he conocido dos veces ahora.
Colton, el tipo que estaba allí para secarme las lágrimas en el restaurante y
luego de nuevo, cuando mi pequeña aventura en patines se truncó, le devuelve el
saludo con uno igual de extraño.
—Magsamillian.
Miro entre ellos —Esos no son vuestros nombres reales —murmuro.
—Sí, lo hiciste.
Niego con la cabeza, con los ojos muy abiertos mientras lo miro —No
recuerdo tal interacción.
—Vaya...
—De acuerdo —Brianna. Su novia perfecta. Porque él tiene una de esas, una
novia, y estoy segura de que lo último que tiene en mente es lo que sea que yo esté
haciendo con quien sea que lo esté haciendo.
—¿Sí? —Maggie levanta las cejas—. Hablando de soplar, quieres saber qué
Big H….
🧩 🧩🧩
Es una gran estructura cuadrada con ventanas rotas, graffiti y sin evidencia
de vida. Está claramente abandonado, pero cualquier señal de lo que alguna vez
fue se ha desvanecido con el tiempo. Miro de reojo a Colton, tratando de no mostrar
mi incomodidad. Sí, es el sobrino de Maggie, y estoy segura de que ella cree que
es un tipo agradable, decente y perfectamente normal, pero adelante... pregunta a
todos los que conocieron a Ted Bundy qué piensan de él.
—De acuerdo —Asiento, sintiéndome un poco patética por pensar que algo
siniestro estaba sucediendo.
—En realidad, es bastante genial por dentro —dice—. Puedo llevarte allí
durante el día si quieres comprobarlo.
Está oscuro afuera y no puedo distinguir mucho de lo que nos rodea cuando
salgo de la camioneta. Ya hay algunos otros autos aquí, y sin saber qué hacer,
espero a que me lleve. Con su mano en la parte baja de mi espalda, me guía a
través del costado de la casa y hacia la parte trasera. El olor de una hoguera llena
el aire, junto con algo más que no puedo identificar.
—¡Lockwood está aquí! —es lo primero que escucho cuando doy la vuelta a
la esquina. ¿Lo primero que veo? Holden. Me detengo en seco y giro sobre mis
talones, solo para chocar contra una sólida espalda de Colton.
—Relájate, Jamie —dice en voz baja, solo para mí. Es la segunda vez que
dice esas palabras exactas en el lapso de minutos. Si pensaba que iba a pasar una
noche libre de estrés, divertida y salvaje conmigo, estaba claramente equivocado.
Pobre tipo —Él ya te ha visto, así que correr no va a cambiarlo —Por encima de mi
cabeza, grita, obviamente a Holden— ¿Pensé que no saldrías esta noche?
Nos estamos moviendo ahora, más y más cerca de la zona de peligro, y luego
Jasmine dice: —Una de las sillas se rompió, así que Colton tendrá que ensuciarse
el culo.
—No, pero no tengo ningún problema con eso —Holden y yo habíamos ido
a un total de dos fiestas juntos en nuestro último año, y lo había visto fumar hierba,
me había reído con sus travesuras.
Solo cuando digo esto, Holden se aparta y sus ojos encuentran los míos a
través de las brasas flotantes que crepitan entre nosotros. Nos observamos unos a
otros, agregando tiempo adicional a nuestro juego de miradas que alguna vez fue
nuestro favorito. Solo los minutos no cuentan, porque ya sonaron las sirenas, y el
partido ya hace tiempo que terminó.
Colton regresa con tres cervezas, me pasa una y deja las otras dos al lado
de mi silla —En caso de que los necesites —dice.
Está funcionando.
Porque no quiero nada más que marchar para allá y darle un buen puñetazo
en la polla y luego su cara. Y luego su pene otra vez solo para aclarar por qué lo
golpeé en primer lugar.
Ese es el mantra por el que he vivido durante los últimos cinco años. Ella optó
por huir.
—Nada.
No lo sientas, Jaime.
Se pone de pie por primera vez, y la observo, inestable sobre sus pies,
mientras esquiva a la gente en el patio y entra a la casa por la puerta trasera.
Cuento hasta tres antes de tocar a Bri en la rodilla, diciéndole que voy a tomar
una cerveza. Ella me deja ir, sin hacer preguntas.
Cuando entro en la pequeña casa, la única puerta cerrada era la del baño.
Presiono mi oreja contra la puerta, escucho el grifo correr. Apoyado contra el marco,
espero no tan pacientemente a que Jamie aparezca, y cuando lo hace, doy un paso
adelante, empujándola hacia atrás. Con los ojos muy abiertos, ella murmura —¿Qué
diablos?
Ella inclina la cabeza, sus ojos inyectados en sangre entrecerrando los ojos.
—No.
—Jamie...
—¡No! —grita, pero se está riendo, y no sé por qué. Nada es gracioso sobre
esta situación. Ninguna cosa—. ¿Sabes por qué?
—¡Ay dios mío! —interrumpe, y mis ojos saltan a los suyos de nuevo—.
¡Beber es como dibujar cuando estaba encerrada en el armario! —Mis hombros se
desploman, mi cabeza hace lo mismo—. ¡Puedo elegir lo que veo! ¿Lo entiendes,
Holden? —Ella aprieta mi camiseta, sacudiéndome suavemente— ¡Puedo ser los
pájaros! —Soltándome, extiende sus brazos, los usa como alas mientras gira
alrededor del pequeño espacio—. ¡Tengo que volar! Puedo volar —Se detiene de
repente, sus ojos se cruzan entre los míos, y hay tanto dolor, tanta tristeza detrás
de su mirada, y solo ahora me doy cuenta de que el enrojecimiento de sus ojos no
es por el alcohol. Ella ha estado llorando—. Y nunca, nunca, tendré que volver a
verte con nadie más...
—No seas ridículo —se burla, rodando los ojos—. Por supuesto que lo estoy,
Holden.
—Lo sé, Holden —dice con los dientes apretados—. ¿Podrías detener ya?
Cada jodida vez... —Me rodea para abrir la puerta, pero bloqueo su camino. No sé
por qué lo hago. Tal vez no estoy listo para salir todavía. O tal vez no estoy listo
para que ella se vaya. La parte superior de su cabeza está justo debajo de mi nariz,
y necesito todo mi poder para no inclinarme unos centímetros e inhalar su aroma
como quiero. Incluso así de cerca, su aroma perdura: flores y cítricos.
Sol y consuelo.
Ella olfatea una vez mientras da un paso atrás, estirando el cuello para
mirarme. Las lágrimas a las que se había estado aferrando están jodidamente ahí,
justo al borde de la liberación —¿Sabes cuál es la peor parte? —ella llora, su pecho
agitado—. Te preocupas tan jodidamente poco por mí que me obligas a verlo...
porque quieres lastimarme.
Me estiro, coloco mis manos en sus codos —Jamie, eso no es… —me
interrumpo. ¿No es qué? ¿Verdadero? No puedo decir eso porque ella tiene razón.
Hasta este mismo momento, quería lastimarla. Quería que supiera exactamente
cómo se siente sentarse frente a ella después de años de ser abandonado, solo
para que él entrara. Él la consolaba. Él la abraza. Él existía para ella cuando yo no.
Ni siquiera pienso.
Doblo las rodillas, bajo la cabeza para poder ver sus ojos —No tienes que
estar bien.
—Está bien —Me muevo alrededor de ella para abrir el grifo—. Toma un poco
de agua y deja de beber. Puedo hacer que Brianna conduzca…
Jamie y yo nos miramos desde la puerta, y cualquiera que sea la mirada que
tengo en mi rostro, ella susurra: —No hemos hecho nada malo. Le diré a Bri
Los dejo allí y vuelvo al patio mientras le envío un mensaje de texto a Maggie:
—Sí… —Me puse un dedo en la oreja para poder escucharla mejor —¿Por
qué? ¿Todavía no están allí?
—Estoy segura de que está bien —dice Maggie—. Tal vez fueron a buscar
comida o algo así. ¿Su camión todavía está allí?
Corro hacia el frente de la casa, mi estómago se hunde cuando veo el auto
de Colton estacionado detrás del de Bri —Sí, todavía está aquí —murmuro, mirando
alrededor.
—Dios —dice Maggie—. Debe haber mucha gente allí si ni siquiera los has
visto.
—¡Vete a la mierda! —Es Jamie esta vez, así que hago lo que dije que haría.
Mi pulso late fuera de mi pecho cuando los veo en la cama, Jamie debajo él
con la parte inferior de su vestido levantado hasta la cintura. Las yemas de mis
dedos arden mientras las arrastro contra la parte de atrás de la camiseta de Colton,
sacándolo de ella y arrojándolo contra la pared. Choca contra un estante, los libros
y los trofeos caen al suelo.
La risa de Jamie se convierte en una risita a fuego lento mientras levanta los
hombros —Simplemente no sé por qué lo golpeas —dice arrastrando las palabras,
poniéndose de pie para ajustarse la ropa interior y luego los senos, medio
asomándose por encima del vestido. La bilis se asienta en mi garganta, a la espera
de ser expulsada—. ¡Deberías golpearme! Quiero decir, ¡soy yo con quien estás
enojado!
Brianna la detiene —Solo espera —dice, ajustando los tirantes del vestido de
Jamie. —Estás... un poco expuesta, eso es todo. Vamos —Toma la mano de Jamie
y la lleva al baño.
—Vete a la mierda —murmuro, mirando el estante roto. Se aleja sin decir una
palabra más, y me siento en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos.
Levanto la cabeza, mi posición me da una vista directa del baño donde Jamie
y Brianna están uno frente al otro. Bri pasa un trapo debajo del grifo, luego estira la
mano para limpiar el maquillaje corrido debajo de los ojos de Jamie.
—Yo no dibujo.
—Vamos.
Capítulo 23
Jaime
Si alguna vez quiero saber cómo se siente decepcionar a ambos padres, no
solo a uno, recordaré este mismo momento: sentada en el asiento trasero del auto
de Brianna mientras Holden conduce y ella se sienta como una escopeta, y siguen
mirándose el uno al otro. Mientras juzgan en silencio a la chica de la que se sienten
responsables.
Sin otra palabra, Holden sale para acompañarla a la puerta, y cierro los ojos,
esperando su regreso. Tan pronto como está detrás del volante de nuevo, dice: —
Puedes moverte al frente ahora.
Golpea su frente contra el volante dos veces, como si estuviera frustrado por
tener que lidiar con mi trasero petulante, y luego gira el auto. Una vez que estamos
de nuevo en la carretera principal, pregunto: —¿Puedes llevarme de vuelta a la
fiesta?
Capto sus ojos a través del espejo retrovisor, observo cómo se ensanchan
un poco. Mandíbula apretada, él espeta: —¿Para qué diablos?
—Mi colgante —digo, más alto, más claro. Me siento derecha—. Dejé mi
colgante en el dormitorio y necesito volver a buscarlo porque no puedo… —No
puedo existir sin él, y ahora tengo que aprender a existir con él—. Solo lo necesito.
Por favor, Holden. Nunca más te pediré nada.
No habla, pero asiente con la cabeza y, diez minutos después, pasamos por
delante de la antigua fábrica de papel. Se estaciona en el mismo lugar que dejamos
y dice: —Espera aquí.
—Gracias —Me ahogo con las palabras y no abro los ojos ni aflojo el agarre
del metal mientras nos movemos de nuevo. Momentos después, mi hombro golpea
la puerta y mis ojos se abren de golpe cuando Holden da un giro brusco. Pero él no
gira hacia la carretera; él está acelerando detrás de la fábrica de papel. Mi cuello se
tuerce mientras miro a nuestro alrededor, y me tambaleo hacia adelante cuando el
auto se detiene abruptamente, casi golpeando mi cabeza contra el respaldo del
asiento delantero—. ¡¿Qué diablos te pasa?!
Sale del coche, dando portazos y pateando piedras. Y a los neumáticos. Y
cuando se une a mí en el asiento trasero, sus ojos se iluminan con rabia, empujo mi
espalda hacia el interior, tratando de mantenerme lo más lejos posible de él.
—¿Qué tan borracha estás? —él acusa, sus palabras resonando a través del
silencio que nos rodea. Está estacionado en el lugar perfecto, aún escondido de la
carretera principal y lo suficientemente lejos de las casas para que nadie nos vea a
menos que pasen lentamente.
—¡No!
—No —se apresuró a responder, con los ojos en los míos ahora—. ¡Quiero
que me digas la jodida verdad, Jamie!
Sus ojos se posan en mi mano cuando agarro el colgante con más fuerza.
Pulso acelerado, le doy lo que quiere. —Iba a llevarme a casa, pero dijo que
necesitaba algo del dormitorio, así que lo seguí hasta allí…
Deja caer su cabeza entre sus manos de nuevo, sus dedos se curvan,
agarrando su cabello. —¿Y entonces qué?
—Me dijo que no era lo que esperaba. Que le pareció raro que ni siquiera le
dejara besarme, especialmente después de lo que le dijiste... que le advertiste...
—¡No soy yo quien se alejó de nosotros, Jamie! —grita, con los puños
cerrados. Me mira rápidamente antes de concentrarse en el respaldo del asiento
frente a él. Sacudiendo la cabeza, su voz se rompe cuando dice —No lo entiendes,
¿verdad? —Luego se ríe una vez, un sonido triste, triste que casi rompe mi
resolución— Dime qué diablos pasó. Me debes tanto.
A Holden se le revientan las venas del cuello, pero se niega a mirarme —¿Y
entonces qué?
—Y luego entraste.
—No.
—No.
Doy dos pasos antes de que Holden esté frente a mí, bloqueando mi camino.
Intento moverme a su alrededor, pero no me deja. Él dice, sus palabras son un
estruendo profundo que me hace mantenerme firme: —Cualquiera de mis amigos o
ex amigos que quieras dejar intacto, házmelo saber.
—¿Por qué? —Casi me río, acercándome a él, así que estamos cara a cara—
. ¿Para que puedas advertirles sobre mi coño mágico y hambriento de pollas?
Son las yemas de sus dedos las que siento primero, suaves en mi mandíbula,
y luego su pulgar, acariciando mis mejillas, limpiando las lágrimas calientes que no
sabía que estaban allí. Y luego su aliento, caliente contra mis labios.
Me derrito, todo mi cuerpo ardiendo de deseo, cuando desliza sus manos por
mis costados, levantando la parte inferior de mi vestido —Eres mía, Jaime. De nadie
más —dice, agarrando mi muslo y levantándolo, abriéndome a la dureza atrapada
en sus jeans. Presionado contra mí mientras sus besos bajan a mi mandíbula y
luego a mi cuello, mi pecho. El aire fresco golpea mis pezones cuando tira de la tela
hacia abajo, liberando mis senos. Pero el calor de su lengua pronto reemplaza el
frío mientras lame, chupa, muerde. Me agarro a sus hombros para mantenerme
erguida porque mis piernas son débiles, apenas capaces de sostener el peso de mi
placer. Se apresura a levantar más el dobladillo de mi vestido, sus manos expertas
encuentran el vértice de mis muslos. Después de empujar mi ropa interior a un lado,
desliza un dedo dentro de mí.
Duro.
Rápido.
Sin sentido.
De acuerdo.
Por el sexo.
Y los corazones rotos no son solo una metáfora porque puedo sentir el físico
agrietamiento mío debajo de mis costillas. Puedo escuchar el grito de su dolor en la
forma en que late mi pulso, débil, aferrado a este naufragio de mi vida.
Capítulo 24
Jaime
Holden se une a mí en el coche y apoya la cabeza en el volante. Por
segundos que se sienten como horas, permanece así, su respiración entrecortada
flota entre nosotros. Hay tantas palabras pasando por mi mente, tantas cosas que
desearía poder decirle. Voy a empezar con una disculpa, decido, y luego iré desde
allí. Abro la boca para hablar, pero él se me adelanta.
—Necesitaba saber qué pasó contigo y Colton, así podría encontrar una
nueva razón para enojarme contigo porque me estoy quedando sin… —Levanta la
cabeza, sus ojos tristes y solemnes justo en los míos—. Y no puedo hacer esto de
nuevo. No puedo volver a enamorarme de ti, y estoy empezando a hacerlo. Y lo
peor es que lo sé... Sé que podríamos ser tan buenos, pero también sé que me
despertaría todos los días con este maldito miedo paralizante de que vas a
desaparecer de mí. Sólo levantarte y déjame, y yo… —Toma aire, lo suelta
lentamente, y todo lo que puedo hacer es mirarlo. Mira el dolor y la destrucción que
causé derribarlo. Romperlo. Destrozarlo. Pieza por pieza—. Necesito proteger mi
corazón para que no puedas destruirlo de nuevo.
Mi mamá solía decirme que el silencio era lo peor... que podía sentir la
anticipación que el silencio creaba en sus huesos. Por eso temblaban como lo
hacían. Agregue oscuridad al silencio, y su miedo sería debilitante.
Lloro.
Esta vez.
O el primero.
Él no está listo para dejarme ir, y yo no estoy lista para irme. No hasta que le
dé una última verdad que es mía para dar —He estado aquí antes.
—Te has estado quedando aquí hace una semana, Jamie. Pensé que habías
dicho que no estabas borracha.
—¿Qué?
Intento asentir con la cabeza, pero mi cuerpo se niega a moverse porque está
muerto, muerto, muerto por dentro —Es extraño porque cuando mamá y yo huimos
de Beaker, tomamos un autobús y dimos vueltas hasta que encontramos un
concesionario de coches. Compramos el auto confiable más barato disponible y lo
pagamos en efectivo. Ni siquiera le pregunté de dónde sacó el dinero, pero... lo
conseguimos, y luego comenzamos... a conducir —Mi visión se vuelve borrosa a
medida que los recuerdos vuelan a través de mi mente, como imágenes fijas en
tarjetas que había memorizado con tinta—. Y podía hacerlo... podía conducir
durante horas y nunca veríamos las mismas cosas dos veces. En un momento,
saqué un mapa de todo el país de una gasolinera y comencé a marcar los lugares
por los que pensé que habíamos pasado... Es una locura cuando lo recuerdo.
Manejamos a través de Atlanta y llegamos hasta Cayo Hueso en Florida, y luego
manejamos a lo largo de la costa hasta llegar a la frontera entre Texas y México —
Es patético que sonría. Puedo imaginar el brillo emocionado en sus ojos claros ante
la perspectiva de un nuevo comienzo. Durante horas, ella habló de nada más que
comenzar una nueva vida en México.
Niego con la cabeza. —No importaba lo que me pasara cuando era por mi
culpa, Holden —Tomo una respiración entrecortada—. Y entonces me fui de aquí.
Y conduje. Y no piensas en ello mientras está sucediendo, sino veinte horas al día,
en la carretera, solo, sin nada más que tus pensamientos y tú culpa, esa maldita
culpa, y… —Me interrumpo para contener un sollozo e intentarlo. para recuperar mi
compostura, pero cada respiración superficial solo toma de la siguiente—. Ahí fue
cuando empecé a beber. Encontré estos bares al azar en medio de la nada donde
no verificaron la identificación, y yo solo... bebí. Un montón. Y me metía en mi auto
y dormía y me despertaba al día siguiente y lo hacía todo de nuevo. Sabía que
estaba mal, había días en los que pasaría sin... pero también había días en los que
me miraba en el espejo y veía a mi madre mirándome, y era casi... casi reconfortante
saber que no estaba sola… —Olfateo mi dolor, y por mucho que me duela
simplemente respirar a través de la agonía, tengo que seguir adelante. Para Holden.
Y tal vez incluso para mí—. Y luego, un día... Me desperté en la cama de un tipo al
azar, y no tenía idea de cómo llegué allí. Era la primera vez que pasaba, y me odiaba
a mí misma. Empecé a verme a mí misma a través de los ojos de todas las personas
que me rodeaban. Entonces, como un niño. Estaba sucia, asquerosa... inútil.
—Conduje hasta el borde de un acantilado, salí del auto, miré hacia abajo y
pensé... Podría saltar, y todo terminaría, y nadie me extrañaría, y lo sé... Sé que ese
no es el caso, pero esa era mi forma de pensar. Y también es lo que me salvó.
Porque me extrañarías, y por muy egoísta que fuera, todavía quería una vida
contigo. Entonces, volví a mi auto, conduje hasta la casa de Gina y pedí lo único
que debería haber pedido hace años. Pedí ayuda —Tomo aire un momento—. Ella
me metió en estas reuniones grupales y me llevó a terapia, y mi terapeuta me ayudó
a superar la culpa, me alentó a contactar a Zeke para hacerle saber que estaba a
salvo. Yo también quería acercarme a ti, pero cada vez que lo intentaba,
simplemente... no podía dejar que me vieras como era. Porque yo era un maldito
desastre, Holden. Me perdí en esos pocos meses, y necesitaba volver a... ser
alguien lo suficientemente bueno para ti. Y pensé... tal vez una vez que tenga eso
entonces... entonces tal vez un día iré y te encontraré, y te diré que es por ti que
sigo en pie.
—Pero, ¿cómo es eso justo para ti? —Lloro—. ¿Cómo es justo que cada
versión que conoces de mí esté rota?
Finalmente me giro hacia él, viendo las mismas lágrimas en sus ojos que
están en los míos. —Entonces Esme murió.
El piso del granero está cubierto con cubos de rosas blancas y peonías en
diferentes tonos de rosa. Típicas flores de boda, si me preguntas, pero bueno... no
es mi boda —¿Te estás preparando para mañana? —le pregunto a papá mientras
entra con dos baldes más. Uno de los viejos amigos de la universidad de Maggie se
casa mañana por la noche, y estamos proporcionando las flores casi al costo.
—Sí —dice papá—. Nos iremos a primera hora, y nos quedaremos en el hotel
durante la noche, así que nada de fiestas escandalosas, ¿de acuerdo?
—Genial —meto mis manos en mis bolsillos, mis dedos rozan la pequeña
caja que contiene una sola pastilla—. Oye, no has visto a Jamie, ¿verdad? Llamé a
su...
—¿Charlotte?
Papá asiente.
—¿Están simplemente de compras, o...? —Jamie nunca ha sido realmente
de ir de comprar porque sí. Sin embargo, le gustaba pasear por las tiendas de
segunda mano durante horas buscando ropa de viejita maloliente.
—Fue el lugar más cercano que Jamie pudo encontrar que tenía una reunión
de Al-Anon hoy, así que…
—No, tal como lo explica Maggie, es como un grupo de apoyo para familiares
y amigos de alcohólicos —Hace una pausa en su tarea para mirarme—. Su mamá
era alcohólica, ¿verdad?
—Sí —exhalo, mis ojos frenéticos mientras busco respuestas a las preguntas
que tengo y ni siquiera lo sé todavía.
—Sabes… —dice papá—. A Maggie realmente le gusta esa chica para ti.
¿Ella no es qué? ¿Mía? Porque ella lo fue... anoche... durante los cinco
minutos, y luego la realidad se derrumbó, y el mundo entero se volvió una mierda.
Me empujo del banco.
—No. Trabajamos juntos todos los días. Esta noche quiero cenar con mi hijo.
A las seis y media. No llegues tarde.
—Sí, señor.
🧩 🧩🧩
—Creo que la rompí —Jamie se vuelve hacia mí, con el labio inferior hacia
fuera en un puchero—. Le dije que no tenía por qué sentarse en la reunión conmigo,
pero ella insistió y se sentó a mi lado y tomó mi mano y tuvo que escuchar todo.
Apenas dijo dos palabras en el camino a casa y me siento horrible.
—No te sientas mal —digo, girando todo mi cuerpo hacia ella. Me permito un
momento para observar su perfil. Ella siempre ha sido clásicamente hermosa... de
una manera que no te golpea en la cara sino que te persigue en tus sueños. Cuanto
más la miro, más rojas se ponen sus mejillas, y contengo una sonrisa, contengo el
impulso de estirar la mano y apartar un mechón de cabello de sus ojos y colocarlo
detrás de su oreja. Quiero besarla allí, justo debajo de la oreja. Me pregunto si
todavía la hace retorcerse como antes. Su hombro se mueve, y sigo su brazo hasta
su mano descansando en su regazo, su pulgar acariciando la parte de “estado de
ánimo” del colgante.
—Bueno, eso es un poco cruel. A menos que él mismo se haya puesto ese
nombre, pero si no lo hizo y la gente simplemente lo llama así...
—La única vez que me alejé de su lado fue para recoger esto, así podría
dártelo cuando volviera... pero luego descubrimos que Mia estaba embarazada, y
me asusté y me asusté, y bueno... tú sabes el resto.
Los ojos de Jamie son suaves, pero no tienen las lágrimas a las que se ha
estado aferrando desde que llegó aquí.
Mis hombros se elevan con mi larga inhalación —¿Así que fuiste a una
reunión de Al-Anon? —pregunto.
—Sí.
—¿Cómo estuvo?
—¿Sí?
Solo ahora me doy cuenta de que Jamie ha estado aquí una semana entera,
y este es la primera conversación genuina que hemos tenido. Tampoco olvido el
hecho de que es completamente mi culpa que haya tardado tanto.
—¿Cómo es eso?
Son tres simples palabras que parecen hacer eco en mi mente, como bombas
explotando en mi cabeza, una tras otra, y no puedo... no puedo pensar. Me pongo
de pie tan rápido que mi silla se vuelca, y estoy agarrando mis llaves y el poco
sentido común al que aún puedo aferrarme —Tengo que irme.
🧩 🧩🧩
Doy un paso atrás cuando la puerta viene directamente hacia mí, y luego ella
está justo ahí, recién duchada, con pantalones cortos y una camiseta sin mangas,
sin sostén. Estupendo. Sin una palabra, busco en mi bolsillo, saco la caja y la
sostengo entre nosotros.
Ella niega con la cabeza, frunciendo el ceño en el medio —No me iré mañana.
—Es nuestra última noche juntas, Maggie y yo, porque ella tiene una boda
mañana. Vuelo el lunes por la mañana.
—¿Puedo entrar?
—Por supuesto —Abre más la puerta y entro en su casa solo por segunda
vez en una semana entera. Ha aplanado cajas entre los asientos delanteros,
algunas construidas con artículos ya empacados. Me quedo junto a la puerta
mientras ella saca una botella de agua de la nevera pequeña y luego se traga la
pastilla.
—La señora de la farmacia dijo que podrías sangrar, y tal vez náuseas o algo
así… —Esta es la última conversación absoluta que quiero tener en este
momento—. Ella dijo que si vomitas dentro de las próximas veinticuatro horas,
entonces debes regresar y conseguir otro porque…
—Lo tengo —interrumpe ella—. Gracias por hacer eso por mí.
—Es un poco para los dos, pero lo que sea —murmuro, mirando alrededor
del espacio reducido. Estoy ansioso. Y confundido. Y tantas otras emociones que
estoy bastante seguro de que están jodiendo con los químicos en mi cuerpo porque
me siento enfermo. Como, físicamente enfermo.
—No —dice entre risas—. Me di cuenta de que era hora en el camino a casa
después de follar en el coche de tu novia —Ella se vuelve a medias hacia mí—.
Puedo hablar con ella si quieres.
Sí, eso es exactamente lo que quiero —¿Y decir qué? —me burlo—. ¿Que
tuvimos sexo y qué? ¿No significó nada?
—¿Es eso lo que significa para ti? —pregunta, y está tan jodidamente
tranquila, y me siento como si estuviera atrapado en un huracán. Ahogándome.
Despacio.
—Estoy jodidamente aquí, Jamie —le espetó. trato de manipular mis
emociones—. Estoy aquí hablando contigo sobre eso porque obviamente significa
algo.
Bajo la cabeza justo a tiempo para ocultar mi mirada en blanco —Lo que pasó
entre nosotros cambió todo lo que siento por Bri, pero no en la forma en que piensas,
Jamie. Brianna y yo somos buenos —murmuro—. Pero gracias.
Ella no responde, y cuando pasa el tiempo suficiente, miro hacia arriba para
atraparla observándome —Entonces, necesito hablar contigo sobre algo —dice ella.
Está feliz de irse, y me pregunto si así es como se sintió la primera vez que
me hizo esto.
Mantengo mis ojos en los de ella cuando digo: —Como si alguna vez pudiera
olvidarte, Jamie.
Se sienta a mi lado, su muslo desnudo roza mis jeans. Descanso mis codos
en mis rodillas y paso mis manos por mi cabello, tirando de las puntas. Todo mi
cuerpo se sacude cuando siento su mano en mi espalda, su mejilla descansando a
su lado.
—Así que quédate… —Joder. Se suponía que no debía decir eso, pero ahora
está ahí afuera, y no puedo retractarme. Me giro hacia ella, busco en sus ojos una
apariencia de algo—. Al menos hasta que sepas lo que va a pasar con esta cosa—
. Miro alrededor de la caravana—. Parece mucho trabajo para…
—¿Por mí?
—No. No por ti. Pero para ti. Y yo. No quiero arruinar tu vida más que yo, y
en caso de que no lo hayas notado, he estado mentalmente en espiral desde que
llegué aquí.
—Nunca me había sentido más libre que ese día. Y no fue porque me
regalaste esta experiencia que nunca pensé que tendría, o incluso el increíble
sexo...
La sonrisa de Jamie es tan real, tan cruda. Ella me mira, sus palabras
encienden una chispa de esperanza dentro de mí, un recordatorio de por qué me
enamoré de ella en primer lugar. Con lágrimas en los ojos, se estremece y exhala y
dice: —Viajo por el país tratando de alcanzar la misma emoción que sentí ese día.
Tratando de encontrar esas emociones de nuevo. Pasé tanto tiempo de mi vida
escondiéndome o tratando de retratar una versión de mí misma que quería que otras
personas vieran que nunca llegué a conocerme realmente, quién era yo... hasta ese
día —Ella mira fijamente la imagen, una imagen de paz, de esperanza—. Quiero
volver a ser esa chica, Holden, y dudo mucho que la encuentre aquí —Parpadea
con fuerza, liberando las lágrimas, y llego a ellas antes que ella.
Retrocedo, la libero por completo. Y así, el hechizo se rompe. Tan rotos como
estamos.
Capítulo 26
Jaime
El golpe en mi puerta llega unos segundos después de los faros, la puerta
cerrándose y luego los pasos. Me recuerda la noche en que me devolvió el colgante.
No he preguntado cómo se las arregló para encontrarlo. Probablemente debería.
Los golpes comienzan de nuevo, solo que esta vez son más fuertes. Más
duros.
—Hola.
Da un paso atrás para evitar ser golpeado con la puerta —¿Sabes lo que
acabo de darme cuenta? —dice, con las manos metidas profundamente en los
bolsillos de sus jeans. Lleva una camiseta de manga larga gris oscuro con las
mangas levantadas, sus antebrazos tonificados a la vista. Se ve... bien, supongo.
—¿Por mí?
—Sobre ti —corrige.
¿Es por eso que está aquí? ¿Para una disculpa? —Bueno, probablemente
deberías dejar de hacer eso, Holden.
—Quizás —Se encoge de hombros, sus ojos mirándome—. ¿Te llevó Mags
a visitar a mi abuela?
—Pensé que podrías haber allanado su armario porque te lo juro, ella tiene
exactamente ese mismo camisón.
—Cállate —me río, mirando hacia abajo a mi ropa. Estoy en un camisón azul
claro con pequeños estampados de teteras. Cubre la longitud de mis brazos y cae
hasta mis tobillos. Es un camisón de abuela y absolutamente la cosa menos sexy
que podría verme, pero también es increíblemente cómodo—. Ya he empacado toda
mi ropa.
—De acuerdo —Él asiente una vez—. Así que ibas a quemar eso antes de…
Una vez que estoy en el suelo con el RV cerrado detrás de mí, pregunto: —
¿A dónde vamos?
—Bueno, trabajo con la tierra todos los días, así que… —Me mira de reojo,
con una leve sonrisa tirando de sus labios—. Tengo bastante experiencia con la
excavación.
—Eso es… —Niego con la cabeza—. No.
—¿Preguntar qué?
Grito, saltando sobre los dedos de mis pies, y luego salgo disparada,
haciendo todo lo que puedo para contener mi risa. Noto los pocos globos de agua
cuando los paso, luego corro más allá de los lirios, la fuente de agua y hacia los
helechos.
Presiono el gatillo, pero no pasa nada. Luego lo sacudo, oyendo el agua caer.
Acecha hacia mí, bombeando parte del arma de un lado a otro. Camino hacia
atrás, tratando de hacer lo mismo, pero antes de que pueda lograr un solo
movimiento de deslizamiento, un chorro de agua me golpea directamente en el
pecho. Holden está tan ocupado riéndose que no está preparado cuando le disparo
en la nariz.
—¡Jaime!
Holden sonríe.
—Holden, ¡detente!
Su risa es como la luz del sol calentando mi carne. Presiono mi hombro contra
su estómago, mis brazos alrededor de su torso mientras trato de empujarlo hacia
atrás, pero él no se mueve. Ni siquiera una pulgada. El agua está apagada ahora, y
todavía se está riendo, un estruendo de un sonido que llega a todos los lugares
correctos —Está bien, ahora tregua —Sabelotodo.
Tan pronto como lo dice, siento el aire fresco flotando sobre mis pezones
endurecidos. Los cubro rápidamente, con los ojos muy abiertos.
Holden... se ajusta. Poniendo los ojos en blanco, dice, con un tono lleno de
sarcasmo: —Bien, porque eso es útil.
—Lo siento —digo entre risas. Doy un paso adelante de nuevo, mi frente casi
toca la suya para ocultar mi cuerpo.
Todavía está fuera. Tan tranquilo no sé qué extrañaré más: este lugar
específicamente, Maggie, o el chico que actualmente gira su cabeza hacia mí, esos
ojos verdes que brillan bajo la luz de la luna.
—No.
No dice nada más mientras abre la puerta principal sin llave, luego se abre
camino a través de la sala de estar oscura y hacia un pasillo a la izquierda. Él
enciende la luz, iluminando una pared entera llena de fotografías enmarcadas de él
y su familia, algunas de él y Mia. Desafortunadamente, no tengo suficiente tiempo
para apreciarlos a todos porque, demasiado pronto, estamos en lo que supongo que
es su antiguo dormitorio. Hay dos camas aquí, empujadas contra paredes opuestas.
En el piso hay una pila de cajas de rompecabezas. Hay una cómoda, y al lado hay
un mueble de televisión donde el polvo restante muestra dónde solía estar una
televisión.
No nos soltamos mientras él abre y cierra cajones para encontrar algo
adecuado. Luego me lleva a su baño, enciende la luz antes de soltarme. Me deslizo
por su espalda y aterrizo sobre mis pies, tomando la ropa que me ofrece.
—Sí.
Sus ojos se clavan en los míos, con la frente fruncida en el medio —¿Por qué
dices eso?
—Ni siquiera puedo soportar la idea de ti con alguien más, y estás trayendo…
¿Me jodes con otras chicas como si no te afectara?
Lo enfrento —Dijiste que todo estaba bien entre ustedes dos, así que…
—¿Entonces, qué?
—¿Cómo es eso? —No sé por qué estoy haciendo todas estas preguntas.
Yo solo... Siento que ya he jodido la vida de Holden, y tal vez, egoístamente, no
quiero ser responsable de este elemento.
Dejo caer la cabeza entre mis hombros —Lo siento mucho, Holden.
—Está bien. Estoy mucho más sorprendido que herido, y no hace mucha
diferencia. Lo rompí antes de que supiera esa parte —Me mira de nuevo—. ¿Estás
lista?
—¿Para qué?
Cuando regresa de abrir la puerta, manejamos solo unos pocos metros antes
de que se detenga nuevamente. Estiro el cuello para mirar a nuestro alrededor, pero
está casi completamente oscuro donde no alcanzan los faros —¿Tienes tu teléfono
contigo? —pregunta Holden.
—¿Si porque?
Finge dolor, frotándose el lugar —Estoy bromeando. Pero tengo que vendarte
los ojos, ahora.
Dos minutos después, estoy con los ojos vendados, sola en el auto, y puedo
escucharlo moviendo cosas desde la parte trasera de su camioneta, luego leves
sonidos que solo puedo describir como estallidos de aire. Abre y cierra la puerta
trasera, y unos momentos después, está justo a mi lado. No dice una palabra
mientras agarra mi cintura, tirando de mí del asiento. Desearía tener tiempo para
aferrarme a él antes de que plante mis pies en el suelo.
Luego, parado detrás de mí, Holden coloca sus manos en mis caderas. —
¿Lista? —pregunta, y estoy tan agradecida de que esté detrás de mí, así que no
puede ver cuán patéticamente amplia es mi sonrisa.
Asiento, y él quita la venda de los ojos por completo. Una risita brota de mis
labios cuando me vuelvo hacia él —¡Esto es increíble! —Antes de que pueda contar
todas las antorchas tiki que me rodean, me lleva de nuevo, esta vez a la parte
trasera de su camioneta, donde yace un colchón inflable. Me giro hacia él, con el
ceño fruncido.
—Que es…
—No es lo que parece —dice entre risas—. Lo juro —él dibuja un cruzar
sobre su corazón.
—Y viste fotos de este lugar... dijiste que si vivieras aquí, dormirías bajo las
estrellas todas las noches. —Se encoge de hombros—. Entonces, eso es lo que
estamos haciendo. Solo durmiendo.
Hay algo más que el colchón y las mantas aquí atrás. Hay bolsas de papas
fritas y dulces y latas de refresco —No tuve tiempo de prepararme, así que es lo
mejor que pude hacer —dice, saltando sin esfuerzo sobre la cama. Se acomoda con
la espalda contra la cabina, las rodillas levantadas y separadas. Toca el lugar entre
sus piernas—. Ven aquí.
—¿Cómo qué?
Niego con la cabeza, envuelvo sus brazos más fuerte alrededor de mí —No.
Me concentré en ese mismo primer año después de que llegué a casa de Gina.
Trabajé algunos días a la semana sirviendo en un restaurante y luego encontré otro
trabajo que podía hacer desde casa o de viaje.
Él asiente de nuevo.
—¿Por qué estás haciendo todo esto? ¿La lucha del agua y el dormir bajo
las estrellas?
—Jamie —Me levanta hasta que estoy sentada de lado, mis piernas sobre
las suyas. no estoy sentada en su regazo, pero bien podría estarlo. Sostiene una
mano a un lado de mi cara mientras sus ojos buscan los míos—. Obviamente toqué
un nervio.
—No lo hiciste —Retiro su mano y la sostengo entre las mías—. Está bien.
¿A quién le toca?
—A mi —Me mira un segundo más, y cuando no cedo a mi dolor, dice en voz
baja—. ¿Cuándo dejaste de dibujar?
—Pero no tenías nada ahí fuera —se apresura a decir—. No estabas en las
redes sociales. Nunca publiqué sobre ti porque me pediste que no lo hiciera, así
que... ¿cómo…? —la mirada cambia, como si buscara respuestas en su mente.
—No puedes dejar que te quite esto, Jamie —Las palabras de Holden son
firmes y desearía poder hacer que significaran algo. Ya ha tomado suficiente.
Sus ojos se encuentran con los míos, su sonrisa triste —Hice un trato con el
diablo, Jamie.
—Yo no lo haría —digo—. Pero debes saber que tu papá está muy orgulloso
de ti, Holden. Me lo dijo él mismo.
Durante horas, dejamos que el calor de las llamas de las antorchas caliente
nuestras almas e ilumine nuestras emociones. Hacemos preguntas de un lado a
otro y, a veces, nos desviamos del rumbo. Le cuento mi lista de recuerdos de la
infancia y la gente que he conocido en mis viajes. Habla sobre los amigos que hizo
en la universidad, algunos con los que todavía se mantiene en contacto y las
travesuras que hicieron. Le menciono mis visitas mensuales con Gina y la terapia a
la que sigo asistiendo cuando estoy allí, y me cuenta sobre los cambios significativos
que quiere hacer dentro de la empresa. Quiere intentar obtener más cuentas
corporativas. Oficinas, hoteles y centros comerciales. Piensa en grande, por lo que
dice, y no tengo ninguna duda de que va a hacer que suceda. Y de todo lo que
hablamos, está claro que su mayor alegría, su más dulce pasión, viene de hablar
del pequeño Benny Preston, el hijo de Mia, su sobrino.
—Le gustan mucho las rocas y los minerales —dice—. Como obsesionado.
Cuando estaba en la universidad, solía enviarme sobres llenos de piedras que
encontraba al azar. Lo juro por Dios, podría tener los días más horribles, y luego
recibiría un paquete de él, y era lo único que podía hacerme sonreír. Ha comenzado
a leer mucho. Acaba de cumplir cinco años y lee mejor que yo. No solo eso. Es
inteligente, Jamie. Como increíblemente inteligente. Y seguro que lo heredó de su
padre porque Mia es una jodida tonta.
Él rueda los ojos —Sí, porque ella tiene a la mamá que siempre quiso, y yo
lo tengo a él —Él suspira—. Estoy siendo un imbécil. Joseph no es tan malo.
Realmente me gusta guardar rencores, lo cual es una tontería porque las dos
personas a las que más lastimó parecieron perdonarlo, y yo... supongo que todavía
no quiero hacerlo —Mira fijamente la oscuridad frente a nosotros, con el ceño
fruncido.
Levanto la mano, trato de suavizar físicamente sus rasgos —Dime otro
recuerdo favorito de la infancia —le pido.
—Ella me decía que el sol saliendo cada mañana era las puertas del cielo
abriéndose para todos aquellos que habían pasado en la oscuridad. Así que
inventábamos historias sobre todas las personas que habían fallecido y cómo eran
sus vidas.
—Pero esta vez, creo que fue justo antes de comenzar el primer grado, le
pregunté por qué, si Dios aceptaba a todos, había una puerta para entrar al cielo y
por qué estaba cerrada. Ahora me doy cuenta, independientemente de mis
creencias religiosas, que el mal existe en este mundo y no hay nada que puedas
hacer al respecto. Pero para mí, cuando era niño, el mal significaba villanos en las
películas y cómics de Marvel. No me di cuenta de que era la vida real… —Deja caer
la barbilla, sus ojos nivelando los míos—. Pero tú lo sabías, ¿no?
Es inmediato: la forma en que saca mis emociones crudas de mí, las voltea
al revés. A través del dolor en mi pecho, le digo: —No puedes dejar que mi infancia
te quite la tuya, Holden —Hago una pausa—. ¿Qué dijo tu abuela cuando le
preguntaste?
Después de una fuerte inhalación, se sienta más alto —Dijo que a veces la
vida termina demasiado rápido y que algunas cosas quedan sin resolver. Entonces,
para salvar a la gente del purgatorio, tuvieron la oportunidad de pedirle una cosa a
Dios. Podría ser el perdón, o podría ser una pregunta, o cualquier cosa, en realidad
—Me mira de nuevo—. ¿Cuál sería tu pregunta?
Holden asiente como si supiera mi respuesta antes de que dijera las palabras
en voz alta.
Olfatea una vez, sus ojos rojos y crudos mientras mira hacia adelante. Pasan
los segundos, se convierten en minutos. No le quito los ojos de encima —Me
preguntaría por qué hizo que enamorarse fuera tan fácil… —Su mirada se posa en
la mía, inquebrantable—. Pero es casi imposible desenamorarse.
Afuera es pura oscuridad, la lluvia apaga las llamas de las antorchas casi
instantáneamente.
Nos acostamos a dormir hace menos de una hora, y ahora estoy buscando
mi teléfono entre todas las mantas.
—¡Holden!
Lo observo por última vez: ojos verde verdosos que no delatan nada y labios
que podría pasar toda mi vida besando. Una gota de agua cae como un rayo desde
la línea del cabello, pasa por su sien, cuelga de su mandíbula, donde se aferra a los
pocos días de crecimiento. Me estiro, lo deslizo con mi pulgar como si hubiera
terminado con todas las lágrimas que he derramado frente a él —Siempre me has
hecho feliz, Holden. Siempre.
La lluvia cae como un torrente a nuestro alrededor, pero no siento ni una gota
cuando me sostiene así. Solo lo siento. cubriéndome. protegiéndome Él olfatea un
par de veces, su pecho se sacude hacia adelante contra mi mejilla —Siempre pensé
que sería mucho más fácil si te hubiera dicho adiós —Se seca los ojos a lo largo de
mi hombro, empapando sus lágrimas en mí—. No lo es, ¿verdad?
Había estado esperando en la oficina para poder ver el auto detenerse, así
que me volví y cerré la puerta corrediza detrás de mí. Cuando me doy la vuelta de
nuevo, él está justo ahí, sólo un pie delante de mí —¿Eso es todo?
Él hace lo que le sugiero sin decir una palabra, y yo corro a la terraza trasera
de la casa principal. Encuentro alivio de la lluvia durante unos segundos cuando
coloco la llave de la oficina debajo de una olla junto a la puerta trasera, junto a una
pila de botas de trabajo y chanclas. Es la primera vez que estoy en la terraza y
ofrece una amplia vista del patio trasero y más allá. Es todo lo que me imagino un
hogar para sentir. Hay un patio cubierto con parrilla, mesa rústica y bancos. Debajo
de un gran olmo, hay un juego de columpios hechos por el hombre, y junto a él hay
una vieja casa de juegos de madera con las palabras Holden + Mia grabadas en un
letrero justo encima de la puerta.
Había visto la casa de juegos antes, en el catálogo que Holden me había
dado. Mia había sido la que me mostró la foto en detalle la noche que vino a verme
al restaurante. Recordó el momento en que se tomó la foto y lo que dijo la madre de
Holden. —Esa chica lo mira como si se escabullera todas las noches y colgara la
luna solo para ella —Fue hace más de cinco años, pero todavía me aferro a cada
palabra que dijo—. Todos los días, el sol se ponía... y la luna salía. Sólo para mí.
Sacudo la cabeza, deslizo una mano por la piel de gallina de mi brazo e ignoro
el dolor sordo en mi pecho —He dicho todas mis despedidas.
Antes de que Paul haya salido del camino de entrada, mi teléfono me alerta
de un mensaje de texto.
Ella responde con una fila completa de emojis llorando. Frunciendo el ceño,
empiezo una respuesta:
Con los ojos muy abiertos y en estado de shock, me siento más alto. —Tú
eres Peg… —me interrumpí—. ¡Quiero decir, Jimmy! Paul, ¿hiciste esto para mí?
—Dios mío.
—Dijo que te lo iba a dar cuando volviera… cuando te iba a decir que te
amaba por primera vez. ¿Cómo fue eso…?
—¡Regresa!
—¿Qué?
—¡Regresa! —Repito, inclinándome hacia delante para ver qué hay delante.
No puedo ver mucho más allá de la lluvia, y no tengo idea de dónde está el camino
de entrada de Holden—. Necesito…
—Jamie… —Es la primera palabra que dice desde que comencé a hablar, y
nada viene después.
Me doy la vuelta. Y hago lo que siempre hago cuando estoy en una situación
en la que no quiero estar, corro. Mis pasos se aceleran cuando lo escucho detrás
de mí, mordiéndome los talones.
—¡Jamie, detente!
Yo paro. Quieta. Espero hasta que cada órgano dentro de mí se ponga al día
con mi mente. Es la confusión que viene primero... y el desamor sigue. Lentamente,
lo enfrento, y puedo decir por su mirada fantasmal y cenicienta que él también está
jugando a ponerse al día. Solo su mente está alcanzando su boca —¿Te acostaste
con ella? —Exhalo, la lluvia hace que el calor de mis lágrimas sea temporal.
Tiene la boca entreabierta, pero no tiene nada más que decir, nada más que
dar.
Pero lo hago.
Para nada.
Golpeo el colgante allí y me giro antes de que pueda ver su reacción. Vuelvo
al coche.
Miro por el espejo lateral, viendo a Holden encogerse en nada más que un
recuerdo. Suena mi teléfono y Paul dice: —Ha sonado varias veces mientras
estabas fuera.
—¿Qué pelota?
Miro hacia abajo a mi mano y abro mi puño, notando las hendiduras dejadas
por el colgante —Se acabó el juego, Mags.
—Oh, vaya —dice Mia, de pie sobre mí, tapándome el sol de los ojos. Aprieto
un puño alrededor del colgante y le doy un golpecito en la pierna, instándola a
moverse.
Ha pasado casi una semana desde que Jamie se fue, y estoy bastante seguro
de que me estoy muriendo. Lentamente. Dolorosamente. solo que el dolor no es
físico.
—Eso es porque cree que cuelgas la luna solo para él. —Me ofrece su mano
y la tomo, solo la suelto cuando vuelvo a estar de pie—. Y, tu padre puede o no
haberme enviado un mensaje de SOS porque pensó que podrías necesitarme. —
Coge una manguera y espera a que me ponga en posición frente a ella: brazos
extendidos, pies separados—. ¿En la cara? —me pregunta, y yo asiento con la
cabeza, conteniendo la respiración mientras me rocía con la manguera. Casi puedo
ver el vapor que sale de mi ropa, de mi piel—. ¿Te sientes mejor?
Mia deja caer las manos a los lados, con la cabeza ligeramente inclinada y
unos grandes ojos marrones que me juzgan.
—Malo.
—Sí...
—No fui exactamente... acogedor. —Le cuento todo a Mia. De principio a fin.
Y puedo decir las partes que le duelen, porque la verdad es que a mí también me
duelen. Para cuando termino, tengo un dolor en el pecho tan debilitante que apenas
puedo respirar, y mucho menos hablar. Abro la mano, con la palma hacia arriba,
mostrando el colgante que llevo desde que Jamie se fue—. Me lo devolvió. Fue a la
vez como una especie de despedida final y que te jodan.
—Alguien debería cortarte la polla —dice, sus ojos se abren de par en par
mientras me mira—. Lo siento, eso ha sido una reacción.
Sacudo la cabeza.
Durante los siguientes minutos, nos sentamos en silencio, ninguno de los dos
sabe qué decir. Nunca habíamos estado en esta situación. Yo soy el que arregla las
cosas, y hasta que ella reconectó con el padre de Benny, siempre ha sido ella la
que necesita ser reparada. Ahora las cosas han cambiado y...
Ella frunce la nariz y desvía la mirada hacia cualquier lugar que no sea yo.
—Ese no es el punto.
—¡Mia! No lo hagas.
—Porque soy un hombre adulto. No necesito que mi mejor amiga vaya a...
—¿Cuál es su apellido?
—Quizá ese sea tu problema —afirma ella, bajando el brazo—. Todo lo que
haces es dejarlo en paz. ¿Sabes cuál es la definición de locura?
—Hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente. ¿Cuáles son sus
redes sociales?
—No lo sé.
—Bueno, tenemos que averiguar quién es ahora, no quién era hace cinco años.
—¿Por qué?
—¿Por qué? —repite, como si fuera tonto por preguntar—. Para que puedas volver
a cortejarla. —Me golpea la frente con la palma de la mano—. Idiota.
Nos pasamos la siguiente media hora tratando de acosar en las redes a una chica
que, evidentemente, quiere seguir sin ser buscada. Tenía sentido cuando estábamos
juntos y ella tenía miedo de Beaker, pero ahora se ha ido.
—Tal vez te sigue con otro nombre y no lo sabes —sugiere Mia—. Tal vez ella
también te ha acosado.
—Sí, es hermosa.
—¿Follable? —digo entre risas, asintiendo—. Sí, ella es todas esas cosas. —
Vuelvo a mirar mi teléfono—. Pero principalmente, es hermosa.
—Awww —me dice Mia, acariciando mi cabello—. El pequeño Holdy Woldy ha
crecido.
Mia se acerca para poder ver mi teléfono. No hay muchas fotos de la cara de Jamie.
Son principalmente fotos de su caravana y de los lugares a los que ha viajado.
—Se nota —dice, asintiendo y bajando las manos—. Vamos a arreglarlo, ¿De
acuerdo? Sigue adelante.
Mia también coge su teléfono, y obtenemos una visión de los últimos años de la
vida de Jamie en fotos y vídeos de tres segundos. Y mientras el propósito de Mia puede
ser la información, el mío es rellenar las piezas del rompecabezas que faltan, cada una
reparando los agujeros de mi corazón.
—Así que un amigo me envió un enlace a tu blog hace dos días, y he pasado casi
cada minuto despierto envuelto en tu mundo. Siento que te he visto crecer desde la
distancia, y aunque seamos extraños en Internet, pensé que deberías saber que estoy
increíblemente orgullosa de ti. —Levanto mi mirada hacia la de Mia—. ¿Qué blog?
—No hay ningún enlace en su biografía —afirma Mia, más para sí misma que para
mí. Ella es mucho mejor que yo en esto del acoso en las redes sociales—. Espera. Su
nombre de Insta. —Miro el nombre: Querida yo más joven—. Déjame hacer una búsqueda
—murmura Mia. Luego, solo unos segundos después, casi grita—: ¡Lo tengo!
Es una página web independiente, sin fotos, solo posts. Veo a Mia revisar al menos
cien entradas hasta que encuentra la primera, escrita hace casi tres años, y empieza a
leérmela.
—No.
—Sí.
—Querida yo más joven. Si pudiera volver atrás en el tiempo, lo primero que haría
sería abrazarte. Solo quiero abrazarte y decirte que no es tu culpa. Porque va a haber
momentos en los que lo pongas en duda. Cuando la gente que te rodea te haga creer
eso. No es tu culpa. Eres una niña. La forma más dulce e inocente de la existencia, y no
te mereces lo que te pasa. No es tu culpa que te hayan obligado a aprender demasiado
joven que el mal existe en el mundo, y no es en forma de monstruos o demonios. El mal
existe y se sostiene sobre dos pies, y por mucho que intenten culparte, no es tu culpa...
Mia lee todas las entradas en orden, una tras otra, sin interrumpir, sin parar.
Escucho atentamente cada palabra que respira, cada pausa que hace cuando las cosas
se vuelven demasiado difíciles de leer, de continuar. Escucho sus sollozos, los gritos de
una chica de veinte años que se acerca a su yo más joven. Las advertencias. Los
consejos. La simpatía y el arrepentimiento.
Jamie escribe sobre Zeke, Gina, Esme e incluso Dean. No los menciona por su
nombre, pero yo sé quiénes son.
Durante horas, Mia lee en voz alta las palabras de la chica de la que estoy
perdidamente enamorado, pasando de estar sentada a estar recostada, a caminar y a dar
pisotones, sus emociones cambiando con cada nueva historia o recuerdo. Y yo estoy allí
con ella, montando en la montaña rusa, deseando que Jamie estuviera a mi lado para
poder cogerle la mano en todos los altibajos, en los giros y en las vueltas.
En algún momento, Jamie escribe sobre mí. Como los demás, no me menciona
por mi nombre, pero lo sé. También lo sabe Mia. Porque se sienta a mi lado y toma mi
mano entre las suyas. Veinte años de amistad y es la primera vez que necesita
consolarme.
Casi se ha puesto el sol cuando se vuelve hacia mí, con el teléfono pegado al
corazón y los ojos llenos de lágrimas no derramadas.
—Esta es la última.
—Este martes pasado —dice Mia, levantando la vista hacia mí—. Para entonces
ya se había ido, ¿no?
—Sí.
Mia resopla, cuadrando los hombros antes de llevarse el teléfono a los ojos.
-Querida yo más joven. Hay algo de lo que quería hablarte, pero nunca era el
momento adecuado. Parece que he cubierto casi todas las cosas importantes que la vida
puede arrojar en tu camino, pero hay una cosa que no he cubierto todavía, porque,
bueno... no creo que nadie ni nada pueda prepararte realmente para ello.
¿Estás preparado?
Amor.
Ahí está.
Amor.
El amor es a la vez una bendición y una maldición, y por mucho que quiera decirte
que solo experimentarás un lado de él, no quiero mentirte. El amor te va a herir y a
traicionar, y eso está bien porque el amor es más que una palabra. El amor es una
emoción que está destinada a ser sentida.
Siéntelo.
Acéptalo.
El amor puede ser alguien que conoces y con quien conectas enseguida. Alguien
que quiere compartir horas de su tiempo contigo, diariamente, riendo y hablando y
conociéndote.
El amor puede ser un Goliat de 1,80 metros de altura apegado a las ollas de barro
de veinte años porque ama el legado de su familia tanto como a su familia.
El amor puede ser algo tan pequeño como que tu chófer de cincuenta años sepa
que estás pasando por un mal momento y ponga a todo volumen a Taylor Swift en el
trayecto al aeropuerto porque cree que te ayudará.
El amor tiene muchas formas: puede ser un simple acto de amabilidad, o puede
ser profundo. Y aunque la sociedad te haga creer que el amor verdadero no tiene fin, aquí
está la mejor parte: El amor no tiene que ser infinito para que sea real.
Esta es la última entrada que te escribiré, yo más joven, así que voy dejarte con
esto... algo que escribí una vez en las páginas de un cuaderno de dibujo lleno de
margaritas recogidas a mano:
Tienes el privilegio y el honor de haber sido amada por Holden Eastwood. Incluso
durante un par de meses. Unas pocas semanas. Un solo día. Aunque no lo supieras en
ese momento. El amor tiene la capacidad de cambiarte. De curarte. Deja que Holden te
cure.
Capítulo 30
Jamie
Es sorprendente cuántas cosas la gente puede acumular en una vida. No es que
pueda juzgar a Esme y a su esposo, Wesley. Tengo un tercio de su edad y vivo sola en una
caravana, así que tiendo a coleccionar recuerdos, no posesiones materiales.
Después de su muerte, Esme había donado la mayoría de las cosas de Wesley, así
que he pasado la última semana empaquetando principalmente sus cosas. Ha sido...
honestamente, ha sido duro. Por suerte, las señoras de su iglesia se han pasado un par de
veces para ayudar, y han sido un auténtico regalo del cielo. Han organizado camiones para
llevarse los muebles y donarlos a gente necesitada. Así que ahora estoy de pie en la sala
de estar rodeada de bolsas de basura y cajas, las únicas cosas que quedan de toda la vida
de un matrimonio. Creo que he empaquetado cerca de cincuenta cajas. Cuando vacié mi
caravana, todo lo que quería conservar cabía en dos.
Las dos cajas habían llegado antes, y todavía están en la entrada. Mientras espero
a que llegue mi cena, cojo un cuchillo de la cocina para abrir la cinta.
La primera caja que abro tiene algo de ropa. La segunda tiene las posesiones
materiales que he reunido en los últimos cuatro años. Principalmente, cosas tontas que
creía necesitar en ese momento: cosas de turismo, matrículas de diferentes estados con
las que había planeado hacer alguna manualidad, pero que nunca hice.
Me siento y saco los objetos uno por uno, intentando invocar un recuerdo, algo a lo
que aferrarme, pero no llega nada. No hasta que llego al fondo de la caja y saco una bolsa
transparente con cuatro pequeñas macetas de arcilla. Con las cejas fruncidas, saco la
tarjeta de visita con el logotipo de Eastwood Nursery y le doy la vuelta para leer la nota
escrita a mano.
Para que puedas llevarte un trozo de nuestro legado allá donde vayas. - Big H.
Miro fijamente las palabras durante más tiempo del que debería, y con cada segundo
que pasa, las emociones que he forzado en lo más profundo se acercan cada vez más a la
superficie. Durante toda una semana, me he negado a llorar, a reconocer el dolor o el hecho
de que todavía me despierto cada mañana buscando un colgante que ya no poseo.
Intento respirar a través del dolor, el dolor causado por el anhelo de algo que nunca
podré tener. Cojo el teléfono y miro los numerosos mensajes de Maggie que he dejado sin
contestar.
—Dejaste esto...
🧩 🧩🧩
Han pasado unos veinte minutos desde que Holden llegó aquí, y apenas nos hemos
dicho dos palabras. Poco después de que llamara a la puerta, llegó la pizza, y ahora
estamos en la cocina, él apoyado en la nevera, yo sentada en la encimera, luchando por
comer trozos de pizza que saben a cartón. O tal vez solo sea yo. Tal vez su presencia ha
matado mis papilas gustativas, y el enorme nudo en la garganta me hace difícil tragar. No
puedo mirarle. Cada vez que lo hago, lo sorprendo mirándome. Es desconcertante y lo odio.
Odio que parezca tener ese control sobre mí. Huele tan bien. Cállate. Hace un ruido, y dirijo
mis ojos a los suyos.
—¿Qué es eso?
—Bien.
—Pregunta —dice, y mis piernas empiezan a balancearse solas. —¿Por qué Esme
me dejó la casa?
—No. —Lanzo mi corteza en la caja y cierro la tapa mientras Holden dice—: Es que
he estado pensando mucho en ello estos últimos días. Me parece extraño. Es decir, tiene
sentido que te lo deje a ti, pero no he estado en contacto con ella desde el día que te fuiste
de aquí. Podría habértelo dado todo a ti o repartirlo con su iglesia, ¿pero a mí? No tiene
sentido. A menos que... —se interrumpe.
—¿A menos que qué? —pregunto, con los ojos fijos en los cuadrados rojos y azules
de la caja de pizza.
—A menos que... ¿hablaste con ella de mí? —Su voz es más fuerte ahora, más
cercana, y casi puedo sentir su calor a lo largo de mi espalda—. ¿Le dijiste que deseabas
que estuviéramos juntos? —me pregunta, con la mano en mi cadera, instándome a mirarlo.
Su tono se vuelve burlón cuando añade—: ¿Y lo mucho que me amas?
—Sí, lo hice, Holden —admito. Le miro a los ojos y le digo la verdad—. Hablé mucho
de ti y de cómo desearía que las cosas fueran diferentes entre nosotros. Pero eso es lo que
pasa con los deseos. No siempre se hacen realidad. E incluso si lo hacen, no hay garantía
de que no te decepcionen.
🧩 🧩🧩
Durante la siguiente hora, llenamos en silencio cajas con artículos que podemos
donar y tiramos todo lo demás.
Me quedo con dos faldas y una blusa para mí y meto toda su ropa restante en bolsas.
Hasta que llego a la última prenda colgada en su armario. Está en una bolsa de ropa, y sé
lo que es en cuanto empiezo a abrir la cremallera: encaje blanco y botones de perla hasta
arriba. La había visto con él en las fotografías enmarcadas que tenía en su tocador. Empujo
la parte superior de la bolsa desabrochada sobre la percha y la dejo caer al suelo. El vestido
de novia de Esme es atemporal y de una belleza clásica, y me lo llevo al pecho, lo sostengo
delante de mí mientras me giro hacia el espejo de cuerpo entero que hay detrás de la puerta.
Pero no me veo a mí misma cuando miro mi reflejo. En su lugar, veo a Esme de pie en el
altar frente a ella para siempre, con esperanzas y sueños de los hijos que nunca tendrá,
pero una vida mucho más grande de lo que podría haber imaginado.
—He revisado todos los cajones y armarios y... —Las palabras de Holden mueren
en el aire cuando mis ojos captan los suyos en el espejo—. Te ves...
—¿Ridícula? —pregunto.
—Cautivadora.
—Jamie...
—No sé qué hacer con todas estas cosas —murmuro, tratando de mantener mis
emociones bajo control—. Tiene todas estas cosas. Tantas cosas. Y todas ellas significaban
algo para ella, pero no significan nada para mí, y no tiene ninguna familia a la que dárselas.
—Casi se me escapa un sollozo, pero lo contengo—. Y no puedo llevármelas porque no
tengo ningún sitio al que llevarlas.
—Vaya —dice Holden, acercándose a mí—. No son decisiones que tengas que tomar
en este momento, Jamie. Podemos...
—Porque cuanto antes esté vacía esta casa, antes se venderá. No hay que empacar
más. No más preocupaciones. No más...
—¿Tener que lidiar conmigo? —Sus palabras cortan el aire, abriéndome para él.
Lo miro fijamente, directamente a los ojos, esperando que no pueda ver el daño
causado por nuestra destrucción.
La jodí.
La verdad es que nunca he estado tan nervioso en mi vida. Empezó cuando llegué
al aeropuerto y se amplificó en cuanto subí al avión. Para cuando aterricé, era un
desastre. Y luego vino el viaje en auto. Ahora sé a qué se refería Jamie cuando decía que
las horas en el auto, solo, sin nada más que tus pensamientos y tu culpa, pueden volverte
loco. Y esa locura puede convertirte en un inepto, porque, en realidad, no tenía ni idea de
cuál sería su reacción ante mi presencia. No es que esperara que me recibiera con los
brazos abiertos, me besara, me desnudara y me follara crudo, así que no sé en qué
demonios estaba pensando al tocarla, burlándome de lo que pudiera haberle dicho a
Esme en el pasado.
—Eres un idiota —murmuro, poniendo los ojos en blanco mientras tiro las últimas
cajas en una pila contra la pared. Mi teléfono me avisa de un mensaje y lo saco del bolsillo.
Mia: ¿Y?
Holden: Lo he jodido.
Mia: ¿Ya?
🧩 🧩🧩
No reservo una habitación de hotel. En su lugar, me quito la camiseta, me pongo
un pantalón de deporte y busco una bolsa de basura llena de ropa para usarla como
almohada improvisada.
Pero no quiero irme y que Jamie se vaya en mitad de la noche sin ni siquiera
despedirse. Porque eso es algo probable.
Los adoquines de hormigón que van de la puerta trasera a la piscina aún están
calientes contra mis pies descalzos, y me acerco lentamente. Cuando llego al borde de la
piscina, me subo la parte baja del chándal hasta las rodillas y me siento en el borde, con
los pies en el agua, y la observo, completamente cautivado por cada uno de sus
movimientos.
La primera vez que nadamos en esta piscina, la empujé. Ella fingió que no sabía
nadar y yo entré tras ella. Fue la primera vez que le pedí una cita. Se me frunce el ceño
cuando me doy cuenta de que no he vuelto a invitarla a salir, porque Jamie y yo nunca
realmente salimos. Simplemente... lo éramos.
Se desliza por la superficie sin esfuerzo, sus brazos se mueven con movimientos
familiares. Espero que se detenga al acercarse, pero no lo hace. En lugar de eso, mira
hacia mí y luego se da la vuelta, nadando hacia el otro extremo. Lo hace cuatro veces
más hasta que finalmente se detiene frente a mí, quitando el cabello de la cara frotándose
los ojos. Se concentra en mi pecho desnudo, iluminado únicamente por las luces de la
piscina. Con la cabeza ligeramente inclinada, dice:
—Creía que a los tatuadores no se les permitía recrear las obras de arte de otras
personas.
—Les dije que eras mi novia, y que acababas de morir... —Me encuentro con sus
ojos—. Lo cual, honestamente, no me pareció tan lejos de la verdad en ese momento.
—Ah. —Sus ojos se reducen a una mirada—. ¿Así que ahora eres un mentiroso
compulsivo?
Suspiro.
Vuelve a nadar.
Dos vueltas más tarde, nada hasta la escalera y empieza a salir. Juro que los
siguientes segundos transcurren a cámara lenta, desde que sube la escalera y revela
lentamente su bikini rojo de cuerdas y su piel húmeda y reluciente, su culo perfecto y esos
muslos que me encanta morder.
Estoy duro.
También soy un maldito idiota porque esta mierda es lo último que debería estar
en mi mente.
Camina los pocos metros que hay hasta la casa de la piscina y estira la mano para
coger el pomo. Pero no abre la puerta. Toma la toalla que cuelga de ahí y se la pone
alrededor de los hombros, y luego vuelve hacia mí. Se sienta a mi lado, con su brazo
cubierto de toalla tocando el mío, y sus pies haciendo lo mismo bajo la superficie de la
piscina.
Tragándome los nervios, ignoro su hostilidad y le digo mis verdades, por mucho
que nos duela.
Sus parpadeos son rápidos, pegando las lágrimas a sus pestañas, pero no habla.
—Así que revisé todas las fotos que había tomado en mi teléfono hasta que
encontré estas.
—Podría haberlo hecho —admito, con una media sonrisa en los labios. Me acerco
y le limpio la única lágrima de su mejilla—. Todo tu arte significaba algo para mí. Siempre
podía mirar una foto y recordar exactamente dónde estábamos y qué hacíamos, pero
esto... —digo, sentándome más alto para mostrar el tatuaje en todo su esplendor—, este
era el que más significaba.
—¿Por qué?
Su asentimiento es lento.
—Dijiste que habías dibujado la brújula sobre mi corazón porque era donde más te
sentías encontrada. —Tomo aire, y luego otra vez, y me concentro en las ondas del agua
que tenemos delante—. Me enamoré de ti ese día, Jamie, y quizá debería habértelo dicho
en ese mismo momento. Tal vez las cosas habrían sido diferentes. Pero tenía miedo.
Todos esos sentimientos que experimentaba por ti eran nuevos para mí. Nunca había
sentido por nadie lo que sentía por ti. Ni siquiera un indicio. Y todavía no lo he hecho. —
Y esta es la parte que va a doler—. Pero lo he intentado. Cuando te fuiste de mi casa el
otro día, me pediste que te dijera cómo superar lo nuestro, y lo que viste -con Brianna y
Bethany- es mi intento de superarte.
—¿Funciona?
Aspira y suelta el aire lentamente. Durante unos minutos, nos sentamos en silencio,
con nada más que el sonido del agua chapoteando contra nuestros tobillos. Entonces,
finalmente, habla.
—No me molesta que te hayas acostado con Bethany o con cualquier otra persona
con la que hayas estado cuando no estábamos juntos porque... no estábamos juntos. —
Abro la boca para hablar, pero se me adelanta—. Estoy enojada porque me mentiste,
Holden. Y lo hiciste sin esfuerzo. Tan instantáneamente. Y luego me hiciste sentir que era
mi culpa por pensar que harías algo así cuando en realidad lo hiciste. Y luego me dijiste
que me amabas. Usaste ese amor como una forma de venganza para herirme. Y luego
te aferraste a esa mentira todo el tiempo que estuvimos juntos y todos los días desde
entonces.
—Te perdono —dice en voz baja—. Solo quería que supieras cómo me sentía y
por qué me dolía.
—Bueno, lo siento. Otra vez. Ni siquiera sé por qué lo hice, Jamie, yo...
—Solo para que sepas... —Le digo, y ella se queda quieta, de espaldas a mí—. No
me acosté con Brianna esa noche. Mi cabeza era un desastre, y simplemente... no pude.
Así que dejé que se quedara con mi cama y dormí en el sofá. —Durante unos segundos,
Jamie se queda ahí, sin hablar, sin moverse. Cuando por fin da un paso, le pregunto—:
No cambia nada, ¿verdad?
Llega hasta la puerta, con los dedos en el pomo, antes de volverse hacia mí.
—¿Qué?
—Además, tal vez no es tan malo como lo haces ver. Ha guardado tu secreto todo
este tiempo.
Capítulo 32
Holden
Dean está mirando mi pecho desnudo, y me hace sentir incómodo. Obviamente.
De pie, con camisa de vestir y pantalones de traje, parece... un perdedor. También
parece tan sorprendido como Jamie la primera vez que vio mi tatuaje, y para ser justos,
dudo mucho que esperara que fuera yo quien abriera la puerta. Sonrío.
—No te lo ha contado, ¿eh?
La mirada de Dean se dirige a la mía.
—Tampoco me dijo que estabas en la ciudad.
—Llegué ayer. Ella no sabía que iba a venir.
—Probablemente deberías habérselo dicho —dice, entrando en la casa como si
fuera el dueño del lugar. No lo es. Yo lo soy. Bueno, la mitad, al menos—. Esa chica odia
las sorpresas.
—No, no las odia —me burlo, cerrando la puerta tras él.
Atraviesa la entrada y se dirige a la cocina.
—Sí, las odia.
—Tal vez solo eres un desastre dándoselas.
Por encima de su hombro, dice:
—Sigues siendo competitivo, ¿eh?
—Y tú sigues siendo una pequeña zorra.
Saca un suspiro.
—Y sigues siendo tan inmaduro como hace cinco años.
Pongo los ojos en blanco y le sigo por la cocina y la puerta trasera. Su llegada me
ha despertado, así que no tengo ni idea de la hora que es, pero el sol ya está cayendo.
Caminamos uno al lado del otro, con pasos apresurados, como si hiciera una maldita
diferencial quién llegue primero a la casa de la piscina. Espero a que estemos junto a la
piscina para preguntar.
—¿Tienes hora?
El cabrón mira su reloj.
—Justo después de las nueve.
—Genial. —Le igualo paso a paso—. ¿Sabes qué tiempo hace hoy?
Sus pasos vacilan mientras me mira de reojo.
—No lo sé, hermano. Deja que lo compruebe. —Se mete la mano en el bolsillo y
saca su teléfono. En cuanto está a mi alcance, se lo quito de la mano y lo empujo a la
piscina. Al fin y al cabo, soy inmaduro.
Lo veo salir a la superficie, con su estúpida corbata enredada en el cuello.
—¿Qué carajo?
La puerta de la casa de la piscina se abre y Jamie aparece con una fina camiseta
de tirantes y unos pantalones cortos de dormir, entrecerrando los ojos contra la dura luz
del sol. Se fija primero en mí y luego en Dean en la piscina.
—¡Jesús, Holden!
—¿Qué? —Me encojo de hombros.
Dean nada hasta el borde y se agarra a él.
—He quedado con un posible comprador aquí dentro de diez minutos, ¡Idiota!
Jamie está a mi lado ahora, aunque estoy seguro de que podría haber sentido su
mirada desde una milla de distancia.
—¿Qué te pasa? —me dice. A Dean le pregunta—: ¿Necesitas que vaya a tu
apartamento por un cambio de ropa?
Dean se levanta y sale del agua. Cuando vuelve a ponerse de pie, me quita el
teléfono y dice:
—Tengo una muda de ropa en el auto. —Se da la vuelta, dirigiéndose a la puerta
lateral.
Miro a Jamie y sonrío.
—Buenos días...
Lo último que veo son sus ojos abiertos como platos. Justo antes de sumergirme
en el agua. Debería haberlo visto venir, pero ver a Jamie en todo su esplendor matutino
hizo que mi mente entrara en una niebla. Una caída en picado. Cuando vuelvo a la
superficie, los dos me están mirando, Jamie sacudiendo la cabeza mientras Dean se
cruza de brazos, su sonrisa comemierda tan cegadora como el sol.
—¡Que te jodan! —Escupo, metiéndome en la piscina.
La sonrisa de Dean cae, sus ojos se estrechan.
—¡Vete a la mierda!
—¡Chúpamela!
Enarca una ceja, con la comisura de los labios tintineando.
—¿Como un silbato?
Mis labios se separan, pero cualquier réplica que tuviera se me muere en la lengua.
La cara de Dean se enrojece por el esfuerzo de contenerse, y yo rompo primero. La risa
que sale de mí es tan natural y desenfrenada, y ni siquiera me importa que con quien la
comparta sea con Dean.
—¿Qué? —pregunta Jamie, mirando entre nosotros.
Dean sacude la cabeza mientras asienta su carcajada, diciéndome:
—Díselo tú.
—Joder, no. Díselo tú.
—¿Qué es tan gracioso? —gime Jamie.
—La primera mamada de Dean… —digo
—Mentira —interrumpe Dean—. Fue tu primera...
—¡No puede ser! Tú me dijiste...
—¡No, fuiste tú! En el primer año, esa chica...
—¡Basta! —grita Jamie, y Dean y yo contenemos una risa como los imbéciles
infantiles que somos—. Ustedes dos, idiotas, vístanse. Ahora.
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11
Los Quads son vehículos de cuatro o más ruedas que no tienen carrocería, cuyo sistema de dirección es un
manillar, están dotados de sillín donde el conductor va sentado a horcajadas .
la suya. Qué tan protegida. Es un contacto suave e inocente, así que cuando la ola de
afecto me inunda el pecho, no me lo espero.
Jamie
Cuando era niña, dibujaba las cosas que me gustaría ver mientras imaginaba
una vida que me gustaría vivir. Nunca fui demasiado lejos en mis fantasías porque
ya había llegado a temer la decepción, incluso a esa edad.
En todos los dibujos que había hecho, en todos los deseos susurrados que
compartía solo conmigo misma y en todos los interminables sueños por los que
rezaba, nunca se me habría ocurrido esto.
Lo primero en lo que me fijo es en las margaritas: cientos, si no miles, de
ellas. Cubren cada centímetro del suelo y, de alguna manera, trepan por los muros
de los setos -pétalos blancos con centros amarillos-, cada una de ellas actuando
como pequeños estallidos de sol. Hay docenas de jardineras en fila a cada lado,
que se extienden desde la entrada del jardín y flanquean un camino de más de
cincuenta metros de largo, que lleva directamente a una fuente de agua. Cada parte
contiene hojas oscuras y tallos altos y flores. Muchas de ellas. Todas de diferentes
tamaños y colores -rosas, moradas, amarillas, rojas-, pero las flores son todas
iguales, e incluso a través de mi visión borrosa, sé qué flores son porque Holden
fue quien las plantó. Sabía lo que significaban para mí, y por eso hizo que
significaran algo para él, aquí, en su casa.
Dalias.
La piel de gallina se me eriza a lo largo de la piel, enviando un escalofrío por
mi espina dorsal.
Puedo sentirla aquí... mi madre, Dahlia, observándome, y al igual que las
miles de margaritas que me rodean, me cubre con su calor.
Las lágrimas no tardan en acumularse y no puedo moverme, ni siquiera para
limpiarlas y poder volver a verlo todo.
No puedo hablar.
Apenas puedo respirar.
Lo único que puedo hacer es quedarme quieta, parpadeando, dejando que
una lágrima tras otra fluya por mis mejillas.
A mi lado, Holden emite un sonido, y apenas puedo oírle por encima del pulso
que me late en los oídos.
—Planté las semillas el verano después de que te fueras —dice, y ahogo un
jadeo, mi mente dando vueltas, mi corazón latiendo contra mi caja torácica—. Me
imaginé que un día volverías y quería tenerlo listo para cuando lo hicieras. Ese día,
cuando te llevé al campo de margaritas, pude ver en tu cara lo mucho que te
gustaba, y recuerdo que pensé que podría regalarte un campo entero lleno de
margaritas. No es un campo, pero pensé... —se interrumpe, y por fin me pongo
frente a él, con la respiración fuerte, áspera, contra la quietud que nos rodea.
Me gustaría poder decir algo, hacer algo. Pero no puedo.
Mirando hacia la fuente, añade:
—Me aseguré de que mi padre se ocupara de ella mientras yo no estaba. —
Su mirada se dirige a la mía antes de levantar la mano y secar las interminables
lágrimas—. Solíamos celebrar bodas aquí. Mis padres se casaron aquí. —Su voz
se quiebra con su propia emoción, y entonces me toma la mano, desplegando mis
dedos alrededor del colgante. Desliza la llave junto a él y dice—: Lo hice para ti,
Jamie. Es tuyo.
Inhalo un suspiro, el primer sonido que hago desde que abrí los ojos, que
ahora están fijos en los suyos.
Se acerca a mí, con las manos aún temblorosas mientras me rodea la cintura,
sujetándome a él.
—Supongo que es mi forma de decir que yo tampoco he renunciado a lo
nuestro.
Ni siquiera sé qué decir, cómo actuar.
—Yo...
—¿Tú qué? —pregunta.
—Necesito sentarme.
No me suelta mientras me guía hacia las jardineras y se sienta en el borde.
Me empuja hacia abajo hasta que me siento de lado en su regazo, con mi brazo
alrededor de su cuello para mantenerme firme. Apartándome el cabello suelto de
los ojos, Holden me pide, casi suplicando:
—Por favor, di algo... estoy un poco asustado.
Mi exhalación es larga, prolongada y audible, y cuando mis ojos llenos de
lágrimas vuelven a encontrarse con los suyos, lo único que se me ocurre decir es:
—Considérame cortejada.
Me besa. Suave y gentil. Y no es como nuestro primer beso, cuando me
abrazó cuando acababa de salir de la ducha. Ese beso fue impulsado por nada más
que la intriga y el deseo.
Este beso...
Este beso se siente como el cumplimiento de deseos desesperados
susurrados en la oscuridad.
Este beso se siente como una primera vez...
Una primera vez que podría durar para siempre.
Capítulo 35
Jamie
La puerta principal se abre y Holden aparece vestido solo con boxers. Tiene el
cabello revuelto y sobresale en todas las direcciones, y sus ojos tienen ese brillo recién
despertado. Me mira fijamente, y no sé por qué. Llevo casi una hora despierta,
esperando que él haga lo mismo. Me quedé en la cama durante la mitad de esa hora
antes de que el aburrimiento me hiciera efecto, así que me levanté, me preparé un café
y ahora estoy sentada en el banco que hay frente a la puerta de su casa.
Sin mediar palabra, Holden vuelve a entrar en la casa y cierra la puerta entre
nosotros.
—¿Un qué?
Lo juro, en realidad tararea. Justo antes de quitarme el café y tirarlo por el patio,
con taza y todo. Se agacha y me levanta las piernas por encima de él mientras me sube
a su regazo. Me abraza con fuerza, y todavía tiene ese calor que irradia de su interior.
Me acurruco mientras me murmura en el cuello:
—Aww, bebé. Lo siento. —Le paso las manos por el cabello, intentando calmarlo.
—¿Es raro?
—Solo pensé que bebé te convenía, ya que te comportas como uno gigante.
—Apenas la siento.
Tan inocente.
Como lo que imagino que es estar con tu primer enamoramiento cuando eres
adolescente. Las mariposas. El vértigo. La lucha contra el cansancio y la pesadez de
tus párpados solo para poder estar con ellos un segundo más, besarlos una vez más.
Así que, sí, nuestro primer beso real duró una especie de eternidad.
Fue la primera cita perfecta, y no estoy ni mucho menos preparada para que se
acabe.
Le respondo:
—Me gusta estar aquí fuera. Los olores. Las plantas. Los pájaros.
—¿Los pájaros?
Le miro de frente.
—¿Qué enanos?
—Aww, bebé.
Holden me pasa la nariz por la sien moviendo mi cabello para poder besarme allí.
Se me corta la respiración.
—Esos son unos planes bastante permanentes —digo, arrastrando mis ojos
borrosos hacia los suyos.
—Sí, bueno, mis sentimientos por ti son bastante permanentes. —Esboza una
sonrisa—. Obviamente.
Durante unos minutos, nos sentamos juntos, sin que ninguno de los dos diga una
palabra. Sería tan, tan perfecto... si no fuera por los constantes recordatorios del temor
que vuela por mi mente. Entrando y saliendo. Una y otra vez. Finalmente, pregunto, sin
mirarle.
—Bueno, sé que eran muy cercanos. Pero, no te he oído hablar mucho de ella.
Un par de meses.
—En realidad no —dice—. Antes de que te fueras, ella ya viajaba entre Tennessee
y Nueva York para estar con Mia. Y una vez que nació Benny, estuvo allí casi a tiempo
completo. Cuando me fui a la universidad, ella ya había empezado una nueva vida sin mí.
—Se encoge de hombros—. Además, ahora soy mayor, así que... supongo que las cosas
cambiaron un poco, pero eso es de esperar, ¿no?
—¿Estás segura?
—Escucha, Jamie —dice, tirando de mí más cerca—. He tenido mucho tiempo para
pensar los últimos días, y necesito decir algo...
—¿Está bien...?
—Primero, lo siento.
—No he venido aquí para revivir el pasado —le digo con sinceridad—. He venido
a ver si tenemos un futuro.
—Bien —exhala, con el alivio que lo atraviesa—. Pero si alguna vez sientes la
necesidad de decírmelo, puedes hacerlo. Pero mi lógica sigue siendo la misma. Saber la
razón no cambiará nada. Porque nada ha cambiado en los últimos cinco años. Te amaba
entonces, te amo ahora, y te he amado todos los días de entremedio.
Capítulo 36
Jamie
No dije esas tres palabras de vuelta.
No porque no las sintiera, sino porque estaba demasiado aturdida para hablar.
Todavía no he hablado. He hecho muchas otras cosas como... ducharme,
vestirme, sentarme en su camioneta, ir a la cafetería, y todavía... sin palabras.
Estoy oficialmente muda.
Incluso cuando el camarero -no Sandra- vino a tomar nuestro pedido, no pude
emitir ningún sonido, así que Holden tuvo que pedir por mí.
Ahora me mira desde el otro lado de la mesa, con el brazo extendido en la parte
superior del asiento. Está tan tranquilo y calmado, como si no hubiera sacado todo mi
mundo de su eje. Tiene la cabeza inclinada hacia un lado, su cabello es un mechón de
glorioso desorden matutino, pero son sus ojos en los que me fijo: brillantes contra la luz
que entra por las ventanas, no se mueven, no se apartan de su mirada. Finalmente, abre
la boca y, tras una brusca toma de aire, dice, negando con la cabeza.
—No sé por qué estás tan sorprendida.
Inclino la cabeza, igualando la suya.
—¿Hmm?
Se inclina hacia delante y apoya los antebrazos en la mesa con una mirada de
pura perplejidad.
—Te acuerdas de anoche, ¿verdad? ¿Cuando te entregué las llaves de tu jardín?
¿El jardín que pasé cinco años cultivando? —Sonríe para sí mismo. Tan engreído. Tan
Holden—. Porque si eso no es una señal de lo mucho que te amo, entonces no sé qué
más puedo hacer. ¿Quieres que lo repita?
Asiento con la cabeza, mordiéndome el labio mientras el calor se forma en mis
mejillas.
—Te amo, Jameson Taylor. —Y antes de que me dé cuenta de lo que está
pasando, está de pie en la mesa, ahuecando las manos alrededor de la boca y
gritando—: ¡Hola a todos!
Es un viernes por la mañana, y solo hay otras tres personas aquí: una pareja de
ancianos y un tipo que estoy casi seguro que conduce el enorme camión de dieciocho
ruedas que hay en el estacionamiento. Aun así, me levanto e intento tirar de él por la
camiseta. —¡Holden, para!
No lo hace.
—¿Ven a esta chica increíblemente hermosa, talentosa, inteligente y
extraordinaria de aquí? —grita, señalándome—. ¡Estoy locamente enamorado de ella!
—Luego se burla de un hombre mayor que se encuentra a unas cuantas mesas de
distancia—. No la toque, Sr. Greeley —bromea—. Sí, he visto fotos de la Sra. Greeley
en su día. —Le guiña un ojo al hombre mientras su mujer se ríe—. Asesino de mujeres,
tú.
—¡Para! —Me río, tirando de su brazo—. ¡Baja! —Esta vez, hace lo que le pido y
se acomoda en su asiento—. Eres un idiota —le digo.
Finge estar herido y se lleva una mano al corazón.
—Le dices a una chica que la amas, y ella te llama idiota...
—Tal vez seas un idiota por amarme.
Sus ojos brillan, y se inclina de nuevo hacia delante. Dice, con voz baja y firme:
—Deja de hacer esa mierda de autodesprecio, o te doblaré sobre esta mesa y te
follaré delante de los Greeley. —Mira a la pareja antes de volver a verme a los ojos, con
una sonrisa apenas contenida en los labios—. Podemos montar un espectáculo —se
ríe—. Quizá les dé un ataque al corazón.
Sacudo la cabeza, viendo al chico que amo, todo lo que me gusta de él.
—Te he echado de menos.
—¿Sí? —pregunta, con las cejas levantadas.
Asiento con la cabeza.
—Qué bien —afirma—. Porque apenas respiraba sin ti, Jamie.
🧩 🧩🧩
—¡Basta! —Miro desde la caja ahora abierta, pasando por alto la amplia sonrisa
de Holden hasta encontrarme con sus ojos—. ¡¿Me has traído patines?!
Estamos sentados en su camioneta, todavía en el estacionamiento de la
cafetería. Nada más entrar, mete la mano en el asiento trasero, coge un regalo envuelto
y me lo entrega. Tardé tres segundos en abrirlo.
Holden asiente.
—Bueno, me siento como un idiota por lo que te pasó con los otros, así que era
justo que te comprara un par nuevo. —Señala el asiento trasero—. También te he
comprado un casco y unas almohadillas nuevas. Y, a juzgar por los pocos segundos
que te he visto con esas cosas, los vas a necesitar.
Suelto una carcajada y me acomodo igual de rápido. Levanto la mano, le acaricio
la mandíbula y le paso la yema del pulgar por la barba de un día.
—Sabes, no tienes que comprarme cosas para mostrarme...
—Sí, tengo que hacerlo —interrumpe—. Porque ¿sabes qué más -además de no
llevarte a citas- no hice mientras estábamos juntos?
Dejo caer mi mano.
—¿Comprarme regalos?
—Uh-huh. —Asiente con la cabeza.
—Me compraste el colgante y el rompecabezas…
—Pero no estábamos juntos.
—¿Y lo estamos ahora?
—Más vale que lo estemos —dice—, si no, te voy a doblar...
—¡Está bien! —Me río a carcajadas—. Lo entiendo.
—Solo estoy jugando —dice, empujando hacia delante para presionar sus labios
contra mi frente—. Estaba pensando en ir a la guardería para que puedas practicar.
Mi sonrisa es instantánea, y por mucho que intente ocultarla, él la ve igualmente.
Con los ojos todavía clavados en los míos, se acomoda de nuevo en el asiento y
da vida a su camioneta.
—Y tal vez puedas pasar un rato con Mags.
Le beso la mejilla.
—Eres el mejor novio que he tenido.
Pone la marcha atrás pero no se mueve. Luego, mirándome de reojo, pregunta
con un tono sospechoso.
—Creía que era el único novio que habías tenido.
—Exactamente.
🧩 🧩🧩
🧩 🧩🧩
—¡Papá acaba de enviarme un mensaje, dice que has vuelto a romper a Maggie!
—Holden llama desde donde supongo que está su cama.
Habíamos dejado la casa principal hace más de una hora después de cenar con
Big H y Mags. Luego fuimos a mi jardín y nos tumbamos sobre una manta hasta que se
hizo demasiado oscuro para permanecer fuera. Después, volvimos aquí, donde quité las
sábanas y las volví a colocar para estar seguros.
Ahora, miro hacia la puerta cerrada del baño mientras termino de secarme. La
había dejado abierta por si Holden quería entrar y... ya sabes. Cuando salgo de la ducha,
la puerta está cerrada.
—¡No era mi intención! —Le grité—. Solo estaba siendo sincera.
No responde, y me visto rápidamente y abro la puerta.
Holden está sentado en la cama, con la espalda apoyada en la pared y las mantas
subidas hasta la cintura. Frente a él hay una bolsa de papel marrón. Me detengo a mitad
de camino y miro de él a la bolsa. Una y otra vez.
—¿Qué es eso?
—Es un regalo —dice.
—Holden, tienes que dejar de...
—Solo ábrelo —interrumpe, poniendo los ojos en blanco.
No voy a mentir; estoy mareada de emoción, y no podría ocultarlo aunque lo
intentara. Me apresuro a ir a la cama y me pongo de rodillas hasta estar sentada frente
a él, con la bolsa entre nosotros.
—Lo digo en serio. No necesitas seguir comprándome cosas.
—Dios mío —gruñe prácticamente—. ¿Quieres dejar de ser una mocosa y
abrirla?
Lo fulmino con la mirada, haciendo que se ría, y luego, lentamente, con cuidado,
abro la bolsa y miro dentro. Miro fijamente su regalo, con la confusión mezclada con la
expectación que me recorre las venas.
—¿Qué...?
Holden, mucho menos delicado que yo con la bolsa, la abre y saca la caja de
libros. La extiende entre nosotros y me muestra exactamente lo que es: una colección
de cuentos de hadas.
—Blancanieves, Cenicienta, Caperucita Roja... —dice, leyendo los lomos de cada
libro. Levanta la vista, su sonrisa, sus palabras, me marean de adoración. Saca el
ejemplar de Blancanieves antes de deslizarse por la cama, dando una palmadita en el
sitio que tiene al lado. —Vamos.
Me arrastro a su lado y me meto bajo su brazo, recuesto mi cabeza justo al lado
de la brújula tatuada que le dibujé hace tantos años.
—¿Estás lista? —pregunta, abriendo el libro.
Levanto los ojos hacia los suyos.
—¿Me lo vas a leer?
—Por supuesto —dice, como si fuera lo más obvio del mundo—. Ninguna infancia
está completa sin un buen cuento antes de dormir.
Me encojo, dejo que su voz, sus palabras, me lleven a otro mundo. A un cuento
de hadas.
Llega a la mitad del libro antes de que le interrumpa, necesitando decir la única
cosa que ha estado en mi corazón y en la punta de mi lengua todo el día.
—Oye, ¿Holden?
Deja caer su mirada hacia la mía.
—¿Sí?
—Yo también te amo.
Capítulo 37
Holden
Estoy de mal humor y está claro que Jamie lo nota. Tal vez sea porque no he
tenido mucho que decir desde que recibió la llamada de que su caravana estaba lista
para ser recogida, o tal vez sea porque ni siquiera intento ocultar mi resentimiento.
Hace más de una semana que está aquí y, sinceramente, ha sido la mejor
semana de mi vida. Es como si hubiéramos retomado las cosas justo donde las dejamos
y hubiéramos dejado de lado todo lo demás.
Durante los días, trabaja en la oficina cuando lo necesita y sale con Mags a... no
sé realmente qué hacen, y eso está bien porque todo lo que necesito saber es que
vuelve riendo, sonriendo y feliz.
Cuando no está haciendo ninguna de esas cosas, pasa el rato en su jardín. Ella
y Mags compraron un par de hamacas y, a menudo, la encuentro allí después del trabajo
simplemente -como ella dice- “viviendo su mejor vida”.
Algunas noches cenamos con papá y Mags, algo que no hacía antes de que ella
se quedara conmigo. Siempre supuse que les estorbaría o que querían su tiempo a
solas. Resulta que estaba equivocado, y Jamie se aseguró de que fuera consciente de
ello.
Incluso la llevé a conocer a mis abuelos, cosa que nunca había hecho con
ninguna chica. Por supuesto, Jamie, una ancianita de corazón, se enamoró de ellos al
instante. Le hicieron saber que el sentimiento es mutuo. Ella y la abuela Eastwood ya
tienen planes para ir a comprar antigüedades y ver el amanecer juntas. El amanecer,
podría soportarlo, pero gracias a Dios que Jamie está aquí, porque por mucho que
quiera a mi abuela, no creo que pueda aguantar otro día más mirar mierda vieja
sobrevalorada mientras me habla de sus amigos que yo creía muertos hace años.
¿Mi momento favorito del día desde que Jamie ha vuelto?
La noche.
Porque por la noche, la tengo toda para mí.
Nos besamos mucho, y nos tocamos mucho, y hasta ahí ha llegado la cosa.
Todas las noches, la arropo y le leo un cuento antes de dormir, y aunque parezca una
tontería, es la razón por la que me despierto cada mañana.
No sé Jamie, pero yo, personalmente, nunca he sido más feliz.
Decir que salir con Jamie 2.0 es todo lo que esperaba que fuera es un eufemismo.
Por lo tanto, el hecho de que su caravana está actualmente estacionada en mi entrada,
dándole la opción de levantarse e irse cuando quiera, por lo tanto, rompiendo mi corazón
en pedazos ... sí, es aterrador.
No es que quiera encadenarla a mi cama y mantenerla aquí contra su voluntad,
porque eso sería una locura. Una locura. También estoy noventa y nueve por ciento
seguro de que es ilegal. Aunque, hay ese uno por ciento que me tiene preguntando...
—Está como nueva —dice Jamie después de dar una vuelta completa alrededor
de la caravana.
—Uh-huh —Me pongo de pie con las piernas separadas, los brazos cruzados,
mirando con desprecio la estúpida monstruosidad con ruedas—. ¿Cómo es el interior? —
Es raro que espere una infestación de ratas, porque eso resolvería todos mis problemas.
—Buen punto —dice, abriendo la puerta lateral y entrando.
Espero fuera de la puerta con las manos en los bolsillos, sumido en mis
sentimientos.
—Tiene buena pinta —dice ella.
—Genial.
Cuando vuelve, no sale de su humilde morada. En cambio, se sienta en el escalón
que baja y me mira, con la cabeza ladeada y los ojos entrecerrados.
—¿Qué te pasa?
Me hago el tonto y me niego a mirarla.
—¿Qué quieres decir?
—Has estado con tus sentimientos desde que recibí la llamada de que esto está
listo.
Resoplo, mis hombros se desinflan junto con mi fachada. Jamie estira sus piernas
desnudas, sus pies cubiertos con las sandalias golpean mis espinillas. Cuando llegó aquí,
venía directamente de la casa de Gina, así que no llevaba mucha ropa. Acabó registrando
mi antiguo dormitorio en busca de algo que pudiera servirle y volvió con unos cuantos
pares de vaqueros y algunas camisas que no había visto en más de una década. Convirtió
los vaqueros en pantalones cortos, que es lo que lleva ahora, junto con una vieja camiseta
abotonada que está atada justo por encima del ombligo.
Para ser una chica que creció en los suburbios, tiene un aspecto campestre. Y no
voy a mentir: se me pone dura.
Le pregunto, empujando la grava suelta con la punta de mis botas de trabajo:
—¿Qué planes tienes ahora que puedes irte cuando quieras?
—Holden...
—Y la casa está vendida... —murmuro. Se vendió hace unos días a esa pareja que
vino a verla cuando me desterraron de la casa. Dean tiene el depósito, y ahora solo
estamos esperando la liquidación—. Pronto tendrás el dinero —añado, encontrándome
con su mirada—. ¿Todavía quieres comprar un lugarcito allí? ¿Cerca de Zeke y Dean?
—¿Es eso lo que piensas? —pregunta, sentándose más alto.
Me encojo de hombros.
—¿Cuáles son exactamente tus planes?
Jamie mira hacia otro lado y dice:
—Bueno, pensaba ir al mercado nocturno con Mia y su familia esta noche.
—Jamie, no estoy jugando ahora mismo.
Después de un suspiro, dice, con un tono de tristeza.
—¿He insinuado siquiera que quiero irme?
—No que yo sepa.
Mantiene sus ojos en los míos.
—¿Te he dado alguna razón para pensar que no me gusta estar aquí o que no te
amo?
—No...
—Toma —dice, metiendo la mano en el bolsillo para mostrar las llaves de la
caravana. Toma mi mano y me las pone en la palma—. Escóndelas, si es necesario.
—Eso no es...
—Me diste la llave de mi jardín —interrumpe—. Así que te las doy.
Se hace a un lado, ofreciéndome el lugar a su lado.
Con un resoplido, me siento y mantengo la cabeza baja.
—Bebé, tienes que entender que he vivido esta vida, sola, durante mucho tiempo,
y durante ese tiempo, la única persona de la que tenía que preocuparme era de mí misma.
Así que siento no haber tenido en cuenta tus sentimientos —dice, y luego se inclina hacia
mí cuando añade—: o que no lea la mente.
Me vuelvo, levanto los ojos hacia los suyos y veo la angustia en su sonrisa.
—Debería haber dicho algo —admito.
—Deberías haberlo hecho. —Ella asiente—. Y no puedo prometerte que no haya
un momento en el que quiera irme unos días. Me gusta viajar.
—No quiero que te sientas atrapada aquí —me apresuro a decir.
—Holden, nunca me he sentido más libre que cuando estoy aquí, contigo. Y si
cuando vuelva a tener ese impulso, espero que puedas acompañarme.
—¿Si?
—Sí, idiota.
Mi sonrisa es estúpida.
—Tal vez podamos hacer un viaje rápido el próximo fin de semana. ¿Puedes
encontrar algún sitio?
La sonrisa de Jamie coincide con la mía.
—Conozco el lugar perfecto...
Capítulo 38
Jamie
―Creo que no te das cuenta de lo sexy que eres ahora mismo ―digo, tirando
de la parte inferior de la camiseta de Holden.
―¿Eh? ―Está demasiado ocupado concentrado en la entrada del
aparcamiento del mercado, buscando el coche de Mia.
―Estás muy emocionado por ver a Benny; prácticamente estás temblando.
―digo riendo.
Me fulmina con la mirada. ¿Me estás tomando el pelo?
Antes de que pueda responder, me empuja a un lado, gritando:
―¡Ya están aquí!
Corre hacia un camión que acaba de entrar en el aparcamiento, y yo le sigo
lentamente, viendo cómo Holden golpea la ventanilla trasera hasta que el coche se
detiene.
Abre la puerta y oigo a Mia gritar:
―¿Qué diablos estás haciendo?
Un momento después, Holden saca a Benny del asiento trasero y dice algo
que no consigo entender. Cierra la puerta, coloca al pequeño frente a él y observa
cómo el camión se aleja lentamente. Luego me grita:
―¡Danos un minuto!
Me detengo en medio del aparcamiento, con la confusión mezclada con la
ansiedad subiendo por mis venas.
Para ser sincera, me ponía muy nerviosa la idea de volver a ver a Mia, sobre
todo porque no tengo ni idea de lo que siente por mí. La última vez que hablamos
fue hace casi cinco años, y ella fue la que habló, la que alabó al chico que amaba
por quererla más. Era fácil entender las decisiones de Holden en aquel entonces y
aún más fácil para mí perdonarlo.
La camioneta de Mia, conducida por un tipo que supongo que es su marido,
aparca justo a mi lado, y ella abre su puerta, diciendo:
―Te juro que ese chico está loco.
Vuelvo a mirar a Holden y a su sobrino, justo cuando el pequeño finge subir
la cremallera de su la boca cerrada. Holden asiente y se juran con el dedo, y
entonces Benny salta sobre la espalda de Holden como yo he hecho a menudo. Se
dirigen hacia nosotros mientras Mia sale del coche y dice:
―¡Jamie!
Me enfrento a ella y, por mi vida, no puedo hablar. No puedo respirar.
Durante años he estado celosa de la chica que está frente a mí. No porque
sea increíblemente guapa, ni siquiera porque Holden la eligiera antes que a mí. Es
porque ella es todo lo que yo no soy, y de repente, vuelvo a tener diecisiete años,
de pie a las puertas de mi instituto el primer día del último curso, revisando mi ropa,
tocándome el pelo, asegurándome de que estoy lo suficientemente bien para que
nadie se burle de mí.
Nadie me juzga.
―¿Cómo estás? ―Me pregunta Mia. Y entonces sonríe, y la sonrisa es tan
dulce y tan pura, y me saca de mis pensamientos.
―Hola, estoy bien. ―respondo, con una risita incómoda que me recuerda la
crisis en la que estuve a punto de meterme de cabeza.
―Me alegro de volver a verte ―dice Mia, y entonces me abraza, y yo le
devuelvo el abrazo, es torpe y... agradable. Es lo que esperaba, pero no lo que
esperaba sentir, y hace que mis ya confusas emociones se disparen.
Le respondo:
―A mi también, Mia.
Me aprieta una vez antes de soltarme y dar un paso atrás, con sus ojos
clavados en los míos cuando dice:
―Me alegro de que hayas vuelto por él, Jamie. ―Vuelve a sonreír, pero con
tristeza―. Estaba un poco perdido sin ti.
🧩 🧩🧩
¿El problema?
De vez en cuando, deja la puerta abierta, y puedo verla a través del hueco,
desnuda y reluciente de humedad.
Esa es la burla.
Hace dos minutos me pidió que le trajera una toalla. Abrí la puerta lo
suficiente como para pasar el brazo por ella y le tendí la toalla. Me dijo, la muy
astuta:
Morderlo.
Lamerlo .
Chúparlo.
Gimoteo.
Después de ponerse la ropa interior, se gira para mirarme, con las tetas justo
ahí. Y justo cuando creo que no puedo aguantar más, se pasa las manos por el
estómago y se agarra las tetas como si las estuviera sopesando.
Jodidamente impresionante.
―Colton ―respondo.
―¿Son buenos?
Jamie se burla.
Me encojo de hombros.
―Para mí tiene todo el sentido del mundo ―Observo confuso, cómo Jamie
se tumba en el sofá, con las piernas desnudas apoyadas en el brazo. Abre el libro
y le pregunto—: Creía que te estaba leyendo un cuento para dormir.
Puse el libro que había estado esperando para leer en la mesa auxiliar.
Mirándome, me pregunta:
―¿Sí?
―Podemos...
―Pero tú no quieres.
Se encoge de hombros.
Ella pasa la página, toda fría y tranquila. Mientras tanto, estoy bastante
seguro de que mi polla está rota. Ella pregunta:
―Vamos.
🧩 🧩🧩
Agarro el volante con más fuerza. Lentamente, en silencio, nos llevo al centro
del campo y a un lugar abierto.
Una vez al mes, Colton organiza estas fiestas en el campo porque no hay
nada más que hacer por aquí. Llevamos nuestras camionetas al centro del campo
de trigo, lo suficientemente lejos de la casa principal como para que su familia no
pueda vernos ni oírnos. Luego nos sentamos en las puertas traseras de las
camionetas y bebemos y fumamos hierba y, si nos comportamos, nos despertamos
en nuestras puertas traseras al día siguiente. La mayoría de las veces, dormimos
en nuestras camionetas. A veces, simplemente nos tumbamos donde sea que nos
desmayemos en el campo. Esa es la señal de un buen momento. O, al menos, solía
serlo. Ahora, sólo quiero meterme en la cama con Jamie, leerle un cuento e irme a
la mierda.
―Sí ―resoplo y cojo las cervezas del asiento trasero―. Sólo beberé un par,
a menos que quieras conducir a casa.
La miro.
―Tal vez más tarde ―dice, frotándose de arriba a abajo los brazos. Está
más fresco en el campo de Colton que en nuestra tierra porque tenemos árboles
para romper el viento. Aquí, sólo hay interminables campos de trigo. Apuesto a que
ahora se arrepiente de haber elegido venir, aunque es demasiado terca para
admitirlo.
―Ahora vuelvo ―le digo y tomo la manta que había tirado en el asiento
trasero. Cuando vuelvo, Jamie está sentada con las piernas cruzadas. Le coloco la
manta alrededor de los hombros y ella baja los pies, dejándolos colgar del borde.
Me coloco entre sus piernas y le froto los brazos antes de envolverla en mi calor―.
¿Estás mejor? —le pregunto, y ella asiente contra mi hombro. Cojo sus manos con
las mías y me las llevo a la boca, soplando aire caliente sobre sus palmas abiertas.
Levanto mis ojos hacia los suyos, notando la forma en que la luz de la luna
se refleja en sus iris.
―¿Qué?
―No te hagas el sorprendido ―se burla―. Sabes que has estado evitando
activamente el sexo, y quiero saber por qué.
Suspiro, derrotado, y entonces le digo la verdad, por muy dolorosa que sea.
―La última vez que tuvimos sexo, no fue exactamente... ―La vergüenza me
obliga a apartar la mirada, con la nariz encendida y las cejas fruncidas por la ira―.
No sé. No es que te forzara, y nunca dijiste que parara, pero aun así... No me hace
sentir exactamente bien cuando pienso en ello...
―Holden ―murmura Jamie, con los dedos agarrando mi barbilla para que la
mire.
―¿Cómo de malo?
Ella empuja hacia delante, pasando sus húmedos y cálidos labios desde mi
boca hasta mi oreja.
―He querido tocarte, Jamie ―susurro, sintiendo que los músculos de sus
muslos se tensan mientras acaricio su entrada, extendiendo su placer líquido con la
punta de mi dedo―. He querido saborear tu coño en mi lengua. Joder, he querido
deslizar mi polla tan profundamente dentro de ti, ver cómo te abres para mí.
―Oh, joder.
Dice:
―Mierda, Jamie.
Sólo su boca.
―Jamie quería divertirse, así que... ―Enrosco mis dedos dentro de ella,
haciendo que se estremezca y se apriete a mi alrededor.
Colton asiente hacia Jamie, con los ojos apagados por el alcohol que ya ha
consumido. Dudo mucho que recuerde esta conversación por la mañana.
―Es bueno verte de nuevo ―responde Colton―. ¿Vas a estar aquí mucho
tiempo?
―No estoy seguro ―digo, deslizándome lentamente fuera del húmedo coño
de Jamie y subiendo hasta su clítoris.
12
El voyeurismo consiste en obtener excitación sexual mientras se observa a alguien desprevenido que se
está desvistiendo, que está desnudo o en plena actividad sexual.
instante, delante de Colton. Pero no lo hago, porque a pesar de lo jodidamente ilícito
y caliente que es esto, ahora mismo, el placer de Jamie es para mí. Y es mío, y sólo
mío.
―Joder. ―Retiro los dedos por completo, sólo para poder levantarla
ligeramente, lo suficiente para bajar su ropa interior y deslizarla por sus pies. Caen
al suelo y no me molesto en recogerlos. La beso de nuevo, más profundamente, y
utilizo una mano para meterle un dedo, la otra enfocada en su nódulo.
El primer sonido que hace es una risita que lentamente se convierte en una
carcajada total.
―Dios, eso ha sido muy caliente ―murmura, con los ojos nublados por ese
brillo posterior al orgasmo.
―Al diablo con esto. ―La levanto, la tiro en el asiento del copiloto y doy la
vuelta a mi camioneta. Apenas estoy detrás del volante cuando ella se inclina sobre
mí, con sus manos trabajando en mi bragueta. Un momento después, me libera la
polla y la acaricia. Arranco el camión justo cuando ella me rodea con su boca, y el
calor de su lengua me produce un escalofrío. Agarro el volante y echo la cabeza
hacia atrás por el placer―. Dios mío. ―Mantengo la mirada baja, observando cómo
sube y baja la cabeza, mis gemidos mezclados con los sonidos de su succión.
―Conduce, bebé.
Sí. Eso es lo que estaba haciendo. Puse la camioneta en marcha, y ella volvió
a chupar, y mi pie se deslizó sobre el pedal, sacudiéndonos hacia adelante, mi polla
golpeando el en el fondo de su garganta. Joder.
Ella lame desde la base hasta la punta, luego hace un remolino con su lengua
alrededor de la cabeza.
Maldición.
Se arrastra hasta la cama y luego hacia mí, con las tetas colgando. Tomo
una de ellas con la mano y la aprieto suavemente mientras ella se sube encima de
mí y coloca sus rodillas a ambos lados de mi cabeza.
Me agarro la polla, subiendo y bajando el puño mientras ella baja sobre mí.
―Holden ―exhala.
―Sol y consuelo.
Capítulo 40
Holden
―Definitivamente estaré allí. ―digo al teléfono.
―No me lo perdería por nada del mundo ―le digo con sinceridad,
levantándome del banco que hay junto a la puerta―. Oye, ¿has sabido algo de
Jamie hoy?
―No, traté de llamarla, pero no responde. ¿Por qué? ¿Está todo bien?
―Estoy seguro de que está por aquí. Sólo que no la encuentro ―murmuro―.
No puede haber ido muy lejos. Su caravana sigue aquí.
Y las llaves están colgadas en el gancho justo al lado de mis llaves del trabajo
y de la llave de su jardín, porque eso es lo que pasa cuando se introduce la
confianza en una relación, algo que ambos tuvimos que ganarnos de nuevo.
―Bueno, ya sabes lo mucho que le gusta pasear por tus jardines. ¿Tal vez
perdió la noción del tiempo?
―Sí, tal vez sea... ―Me quedo sin palabras cuando oigo algo en el sendero
detrás de unos matorrales y empiezo a avanzar hacia ellos. Antes de dar dos pasos,
Jamie aparece en una vieja motocicleta que nunca había visto.
―Odio tu cama.
―Tu cama. Has tenido sexo en esa cama con otra persona, y lo odio.
―Bien ―Le doy un beso en la frente―. Será mejor que te metas en la ducha,
o llegaremos tarde, y Mia odia que llegue tarde.
En el tiempo que Jamie lleva aquí, hemos salido con Mia, Leo y Benny más
veces de las que puedo contar. Benny adora a Jamie, y a menudo se van solos a
vivir sus propias aventuras. A veces temo que Benny deje escapar nuestro pequeño
secreto, pero hasta ahora ha mantenido su promesa.
Desde que Dean vendió la casa de Esme, pasamos unos días la semana
pasada en Tennessee. Terminamos de limpiar la casa, firmamos algunos papeles,
cenamos con Zeke e incluso fuimos a un bar con Dean.
Gina era todo lo que Jamie me dijo que sería. Amable, gentil, cálida. Hasta
que subí nuestro equipaje a la -habitación de Jamie- esa noche y bajé para ver a
Jamie sentada en el suelo, frente a Gina, mientras ésta le cepillaba el pelo, no me
di cuenta de que el lugar en el que estaba era mucho más que la casa de Gina. En
un momento dado, era la salvación de Jamie. Y dos puertas más abajo estaba su
pesadilla viviente.
―¡Ya voy! ―Le contesto, dirigiéndome hacia el baño. Agarro la toalla del
estante y la mantengo abierta para que Jamie se meta en ella. Empiezo a secarla,
empezando por su pelo.
Mira. Soy plenamente consciente de lo que parece. Algunos dirían que soy
imbécil. Algunos incluso me llamarían simpático. Pregúntame si me importa una
mierda.
―Sí.
―¿Qué quería?
―Awww ―Jamie dice―. ¿Así que vas a volar conmigo la próxima vez que
vaya?
―No. ―Me río, apartando su mano de un manotazo―. Mia dijo que llegará
a tiempo. Está cocinando tan…
―¿Mamá? ¡Santo cielo! ―Por ridículo que sea, salgo corriendo del coche y
me apresuro hacia ella. Hace meses que no la veo, el mayor tiempo que hemos
pasado, y la echo de menos. Claro que hablamos o nos enviamos mensajes de
texto casi a diario, pero no es lo mismo. Subo corriendo los escalones del porche y
la abrazo con fuerza, levantándola de sus pies―. ¡Pensaba que no ibas a volver
hasta dentro de dos semanas!
―Es un placer conocerte ―le dice ella, subiendo lentamente los escalones.
Confundido, cambio mi mirada entre Jamie, Mia y Joseph, una y otra vez.
―Bueno, me alegro de volver a verte, Jamie ―dice mamá, con la voz suave
y los ojos igual―. Holden me dijo que se estaban viendo de nuevo.
Tal vez sea más difícil para mi madre perdonar a Jamie, sobre todo porque
ella fue la única que quedó para recoger los pedazos cuando Jamie se fue.
―Claro, amigo.
Espero a que todos los demás vuelvan a entrar en la casa y me quedo atrás
con Jamie un segundo.
―¿Estás bien?
―Estoy bien.
―No lo pareces.
Lo bajo al suelo y se precipita hacia la cama, apenas visible por todas las
cajas de puzles que le acaban de regalar.
―Eso es muy raro, amigo. Vamos a tener que pasar algún tiempo en esos.
Benny asiente, con sus grandes ojos marrones puestos en los míos.
Se encoge de hombros.
Un golpe en la puerta hace que los dos miremos hacia ella justo cuando se
abre de un empujón.
―Hola ―dice Mia, y solo por sus ojos me doy cuenta de que algo va mal
―¿Qué pasa?
La empujo y le digo:
Salimos juntos de la casa, y Mia debe saber lo que estoy pensando porque
ya está abriendo su coche antes de que yo llegue a él. Me giro justo a tiempo para
atrapar las llaves que me lanza. Apenas me he sentado al volante cuando ella
bloquea la puerta.
―¿Qué?
―No sé qué ha pasado. No dijo nada mientras estuvo aquí, pero he visto esa
mirada antes. Me siento como si hubiera sido donde estaba, y no puedo...
―De acuerdo ―asiente Mia, dando un paso atrás―. Sólo... Por favor, sé
amable con ella, Holden.
🧩 🧩🧩
―Jamie...
Ni siquiera me mira.
El corazón me late contra las costillas y siento los pies como si fueran de
plomo cuando me acerco y me pongo a su lado.
―¿Qué coño he hecho? ―Casi me río porque nada de esto tiene sentido.
Ni siquiera un poco.
―No has hecho nada. ―Se mueve a mi alrededor hacia el baño, recogiendo
todas sus cosas en sus brazos antes de volver a echarlas en la bolsa. Ni siquiera
me ha mirado, y eso es lo que me lleva al límite.
Se suelta de mi mano.
―¡No me grites, joder! ―me grita, con los hombros erguidos mientras me
mira, sin un ápice de emoción en su mirada.
―No. ―Ella vuelve a empacar―. Estaba fuera de mis cabales al pensar que
esto iba a funcionar.
―¡Para!
Susurro a nadie:
―¡Devuélvelas! ―exige.
Abro la puerta, salgo, levanto el puño sujetando las llaves, tiro hacia atrás y
Jamie grita un sonido espeluznante que hace que mi corazón se detenga, frenando
la adrenalina que corre por mis venas.
Hay muy pocos momentos de mi vida que desearía poder recuperar. A veces
me pregunto si hubiera sido más consciente la noche de nuestro ataque, entonces
tal vez podría haberla salvado de alguna manera. No tanto por la paliza que recibió,
sino por lo que ocurrió después, cuando tuvo que verme tal y como era. Una vez le
dije que yo era el afortunado, que salí de aquello sin nada más que cicatrices físicas
que se curaron perfectamente, pero a veces siento que ella sigue ahí, y ni siquiera
se da cuenta.
La verdad es que no tenía ni idea de lo que suponía para ella: ver a la persona
que quieres sufriendo y saber que no puedes hacer nada para ayudarla… Hasta
este momento.
Por mi madre...
―Tengo que irme, Holden ―grita Jamie, y yo respondo con la verdad que
sabía desde que entré por la puerta.
―Lo sé. ―Le rodeo el cuello con mis brazos, aprieto su cara contra mi
pecho y aunque no tengo ni idea de qué coño está pasando, las palabras de Mia
suenan con fuerza en mi cabeza: por favor, sé amable con ella, Holden.
―No te dejaré ir ahora. ―Me retraigo del dolor de mis palabras―. Eres
demasiado emocional y no quiero que vuelvas a caer en una zanja. Pero te prometo
que mañana podrás irte y no te lo impediré. ¿De acuerdo?
―Dibujaste esa brújula sobre mi corazón por una razón, Jamie. Así que,
cuando estés preparada, vuelve a mí, ¿Okay?
Capítulo 42
Jamie
La versión de los hermanos Grimm de Blancanieves es muy diferente a la de
Disney. Por ejemplo, en la versión de Disney, la reina pide al cazador que mate a
Blancanieves y vuelva con su corazón. En el original, le pide los pulmones y el
hígado de Blancanieves, que luego hierve y devora.
Oscuro, ¿verdad?
Disney sólo tuvo un intento, y la malvada reina tuvo éxito. Nunca imaginé mi
vida como una princesa de Disney, pero aquí estoy...
Está bien de cualquier manera. Puedo volar de vuelta a Gina y quedarme con
ella. Tal vez cargar con suficiente terapia para los próximos cinco años.
Durante la hora siguiente, doy vueltas en la cama y Holden no vuelve.
Curiosa, finalmente salgo de la cama y camino hacia afuera. Como sospechaba, las
camionetas de él y de Mia están aquí, y la caravana no está. Descalza, vuelvo a
entrar en la casa y tomo mi teléfono, observando las llaves de su coche en el
gancho. Las había traído conmigo cuando vine en coche desde casa de Mia porque,
a diferencia de él, no me fío de nadie lo suficiente como para dejarlas en el coche.
No me molesto en ponerme los zapatos mientras cojo las llaves y me dirijo al
exterior.
No tengo que ir muy lejos para llegar a mi primera parada, y cuando veo las
luces encendidas en el granero, me meto en la entrada y aparco. No veo mi
caravana, pero eso no significa que Holden no esté aquí.
Con una escoba en la mano, Big H se gira al oír el sonido, y sus ojos se abren
de par en par al verme.
―Ah, mierda ―gruñe―. ¿Qué estás haciendo aquí? Se suponía que era una
sorpresa.
Big H añade:
―¿Para... mí?
―Bueno, parecías tan interesada en ello cuando estuviste aquí la última vez.
Pensé que podría ser algo que te gustaría hacer.
Asiento con la cabeza, sin palabras, y paso un dedo por la rueda giratoria.
―Lo odias ―dice, y yo sacudo la cabeza, con los ojos y la garganta ardiendo
por la necesidad de llorar―. Está bien. ―Se apresura a acercarse a mí mientras
saca su teléfono―. No es el mejor de los escritorios, pero Mags y yo vimos esto en
esa cosa de Pinterboard de la que siempre habla. ―Toca el teléfono y lo desliza―.
Aquí está. ―dice, mostrándome su teléfono. Agradezco nuestra diferencia de altura,
para que no pueda verme la cara, para que no pueda ver lo mucho que intento
mantener la compostura―. Son flores de verdad en ese material de resina. Puedes
elegir las flores que quieras, y puedo construir una caja para que la viertas y hagas
un escritorio, y estaba pensando... Tal vez vayamos a ver a Jimmy Pata de Palo en
su estudio y le pidamos que haga unas bonitas patas para ello, creo...
Ni una sola vez pregunta por qué o se cuestiona lo que está mal.
Él sólo me retiene.
―Vas a estar bien ―me dice, y ahora me doy cuenta de cómo pudo
doblegarme tan fácilmente...
Porque me siento como si volviera a ser esa niña pequeña, de pie, sola,
viendo cómo mi mundo se desmorona a mi alrededor, y todo lo que quería...
Y que no es mi culpa.
Capítulo 43
Holden
El sol está empezando a salir cuando vuelvo a la casa. Tanto mi camioneta
como la de Mia siguen aparcadas en la entrada, así que no parece que Jamie se
haya marchado, y si lo ha hecho... bueno, ese es el destino que nos está dando.
No sé qué ha pasado.
No sé qué ha pasado.
Levanto la cabeza -lo suficiente para ver el sol asomando por el horizonte
arbolado- y le hago a Dios mi única pregunta: —¿Por qué has hecho que sea tan
fácil enamorarse de ella?
Sin embargo, la observo. Miro su perfil como si fuera la última vez que lo
hago. He pasado muchas mañanas viéndola dormir, preguntándome si su alma
estaba en paz en su sueño. Las lágrimas se agolpan en sus ojos, y ella tarda en
parpadear, dejando que esas gotas de dolor líquido se adhieran a sus pestañas. Su
pecho se levanta, roto por sus sollozos retenidos, y luego su boca se separa, y yo
retengo todo el oxígeno en mis pulmones y espero.
Y espero...
―Mi terapeuta dice que tengo algo llamado amnesia disociativa. ―Ella sigue
sus ojos hacia los míos―. Dice que mi cerebro bloqueó ciertas partes de nuestro
ataque para ayudarme a afrontarlo.
Me paso una mano por la boca, trato de ocultar mi reacción a sus palabras,
a la ruptura de mi corazón al escuchar sus gritos silenciosos y sus olfateos para
combatirlos.
―Todavía no lo recuerdo del todo, pero justo después, cuando nos interrogó
la policía, yo... No podía recordar mucho del ataque. No fue hasta que tu madre y
Joseph me mostraron los informes policiales que...
―¿Cuándo, Jamie?
―Holden...
Intento una respiración, y luego tres más, mientras aprieto y suelto los puños.
Inhalo. Exhalo.
Dos tareas sencillas que había hecho durante toda mi existencia, y sin
embargo, ahora mismo, parece imposible.
―Estoy bien ―le aseguro, haciendo crujir mis nudillos―. Cuéntame lo que
te han dicho.
Dejo caer la cabeza sobre mis manos, mis dedos se enroscan, agarrando mi
pelo.
―Jesucristo.
Algo en esas palabras, o en la forma en que las digo, hace que se derrumbe
de nuevo.
Todavía no lo tiene.
―Y luego...
Me clavo los talones de las palmas de las manos en los ojos, ocultando mis
lágrimas, ocultando mi dolor.
―No ―le digo con sinceridad, bajando las manos―. Sé que no lo harías.
―No tomé el dinero, pero tomé lo que dijeron, y fui a la fuente de ello...
No tenia sentido.
Los recuerdos de Holden de esa noche eran muy diferentes a los míos, y no
podía entender cómo era posible.
Era imposible que él pudiera saber todo eso, ver u oír todo eso, porque
estaba más golpeado que yo.
¿No es así?
No tenía sentido.
Todo ese tiempo, creo que me obligué a creer que era un ataque al azar. Y
aunque había bloqueado ciertas partes, debería haber sido tan obvio que me
buscaban.
Y cuando me di cuenta de eso, agarré las llaves del viejo coche de reparto
de la cafetería que Zeke nos había dado a Holden y a mí, y me puse al volante e
inicié el viaje de cuatro horas hacia mi casa de los horrores.
Mientras estaba frente a una puerta que no había visto desde que mamá y
yo huimos, ese era el único pensamiento que pasaba por mi cabeza.
Antes de levantar el puño para llamar a la puerta, comprobé por última vez
mi bolso. Mi teléfono estaba allí, completamente cargado y desbloqueado por si
necesitaba llamar al 911. Debajo de mi teléfono estaba la pistola que mamá había
guardado en el cajón de su cama. Después de que falleciera y de que quemara
todas sus cosas en el campo detrás del parque de caravanas, guardé la pistola en
el mismo lugar que ella. Nunca la había usado. Y esperaba no hacerlo nunca.
Era extraño, encontrarse cara a cara con el mal. Sólo que no parecía tan
temible como lo recordaba. Quizá mi edad y mi tamaño me hacían temerle tanto en
el pasado. Supongo que siempre lo recordaba como un monstruo gigante y
aterrador, pero el hombre que tenía delante era como cualquier otro que entraba en
la cafetería y pedía tostadas para cenar. Estaba claro que lo había despertado, su
pelo oscuro y revuelto iba con su persona oscura y sus ojos del color de la pizarra.
Era alto, pero no estaba construido, como yo recordaba. Era escuálido... o tal
vez eso es lo que años y años de adicción a las drogas pueden hacer a alguien.
―¿Jamie?
―Esa fue la Navidad anterior a... Todo ―dijo Beaker detrás de mí. Me volví
hacia él lentamente, con cuidado.
―¿Antes de qué?
―¿Tu madre te contó alguna vez cómo nos conocimos? ―Otro movimiento
de cabeza.
Hizo un gesto hacia el sofá, donde nunca se permitía que se sentara la sucia,
la joven yo.
Fue surrealista estar en la casa sin gritos. Sin gritos. Sin peleas. Me senté,
apretando el bolso en mi regazo, y esperé a que se sentara frente a mí.
Se sentó en un sillón reclinable y cogió la tela del brazo, con la mirada baja
mientras parecía revivir los momentos en los que hablaba.
―Ese día me dijo que estaba haciendo couchsurfing13 hasta que pudiera
encontrar un trabajo y un lugar para vivir, y le dije que tenía suficiente espacio para
los dos.
―Al principio no. Salimos un poco. Pero, a los pocos meses, habíamos hecho
de este su hogar.
―No hay muchos tipos que aceptarían a una madre soltera y sin trabajo,
pero tú... Tienes que saber... Que las he querido con todo mi corazón, Jamie.
―¿Qué luces?
13
Couchsurfing es básicamente un sistema para alojarse en cualquier parte del mundo en forma gratuita,
―He perdido mi trabajo. Mi carrera. Mi sentido de estabilidad. Perdí a todos
mis amigos... Lo perdí todo... ¡Por tu culpa!
Por eso me odiaba tanto. Su rabia y su furia siempre iban dirigidas a mí, pero
mi madre estaba allí para protegerme.
―Porque la amaba.
―Lo siento ―dijo, y luego lo repitió una y otra vez―. Te dejaré ir. Sólo
necesito saber una cosa.
Me limpié los ojos para poder verle con más claridad, buscando en sus ojos
un indicio de decepción. Seguramente, él lo sabía. Tenía que saberlo.
Su asfixia era tan firme que me levantó de los pies y empujó mi espalda contra
la puerta, y entonces vi... Lo que mi madre hacía a menudo... El monstruo en sus
ojos.
Capítulo 45
Holden
―Jamie, nena, por favor, para ―se ahoga, arranco sus dedos del cuello.
Suelta las manos, se balancea hacia delante y hacia atrás, su cabeza se agita
de un lado a otro. Ha estado hablando, repitiendo palabras sin sentido, y está
llorando. No deja de llorar. Y sé que está aquí físicamente, pero mentalmente está
ahí, y no sé cómo sacarla. No sé cómo salvarla.
―Cariño, no es tu culpa.
Dejo de respirar.
Todo mi cuerpo late por la sangre que corre por mis venas.
―Jesucristo...
Mira alrededor del jardín delantero iluminado sólo por la luz del amanecer,
como si acabara de volver en sí.
―Podía sentir este líquido cálido bajando por mis piernas, y pensé que era
su sangre, pero no lo era, Holden. No era su sangre. Porque toda la suya estaba en
el... En el... ―No puede hablar a través de sus sollozos, de esos que te sacuden
todo el cuerpo, como los temblores después de un terremoto―. Toda su sangre
estaba en el suelo bajo su cabeza, y sus ojos estaban muy abiertos, y...
―Finalmente, me mira, con toda la cara mojada y los ojos desorbitados. Luego se
levanta rápidamente―. Oh, Dios mío. ―Solloza, caminando de un lado a otro―.
¡Todo es culpa mía!
―No es…
―¿Cómo puedes decir eso? ―grita―. ¡¿Cómo puedes sentarte ahí y decir
eso?!
―Cariño...
―No quiero salir de aquí. ―Sus ojos están frenéticos, buscando algo que
sólo ella conoce―. Me encanta estar aquí, y te quiero a ti y a Maggie y a tu padre,
y a este lugar, y pensé... Pensé que podría enfrentarme a tu madre, y que estaría
bien, pero la vi, y todo lo que pude ver fue a él... Yaciendo muerto frente a mí, y
joder, Holden, ¡nunca quise que me vieras así! ―grita―. He trabajado tan
jodidamente duro para luchar contra esta mierda, y nunca debiste...
―Cásate conmigo.
―¿Qué?
Repito las palabras a las que me aferro desde que la invité a salir en una cita.
―Cásate conmigo.
―¿Te das cuenta de lo loco que estás actuando? ―me pregunta, y no puedo
evitar sonreír―. Me estás pidiendo que me case contigo porque tienes miedo de
perderme.
Coge uno, lo deja en su sitio y luego coge otro, con la respiración superficial
pero uniforme.
Sus ojos se leva.ntan, se fijan en los míos, y todavía no puedo saber lo que
piensa, lo que siente.
―Sí.
Mi corazón se detiene.
―¿Sí?
Comenzó con ella lanzando su obra de arte ganadora contra la mesa de café
de cristal, y bueno... yo vi cómo terminó. Esme, sin embargo, lo vio mientras
sucedía. Supongo que llamó a Zeke, y él vino de inmediato y contuvo a Jamie lo
suficiente como para calmarla y simplemente... respirar.
Jamie le contó a Zeke todo lo que había pasado y admitió que sentía que me
había perdido sin que yo lo supiera, porque cómo... Cómo podía estar conmigo
después de saber cómo la veía mi madre... Cómo se sentía mi madre con ella…
Claro, Jamie no era una adicta, pero Beaker era un traficante. Así que no le
habría sido difícil encontrar a alguien dispuesto a llegar a ella. Para hacerle daño.
Jamie sintió que no tenía otra opción que irse. Y ahora, sabiendo todo esto,
no puedo culparla. Al parecer, Zeke tampoco podía hacerlo porque llevó a Jamie a
la cafetería y a su oficina, donde abrió la caja fuerte y sacó una bolsa de lona llena
de dinero, dinero que su madre había robado a Beaker cuando se fueron. Zeke le
dijo a Jamie que Dahlia -su madre- se lo había llevado un año antes de morir. Dahlia
confiaba lo suficiente en Zeke no sólo para dejarle el dinero sino para saber cuándo
era el momento adecuado para dárselo a Jamie.
¿Y ese dinero que Dahlia había robado? Es el dinero que nuestros atacantes
exigían a Jamie esa noche.
No creo que nadie sepa realmente si Beaker buscaba a Jamie porque quería
reunirse con su madre o si era para recuperar el dinero. De cualquier manera, no
importa.
Después del ataque, de vez en cuando sacaba a relucir que Beaker estaba
involucrado de alguna manera, pero Jamie siempre insistió en que no podía haber
sido él. No había forma de que pudiera encontrarla. Ella no dejaba absolutamente
ninguna huella de dónde podía estar, y no sólo eso, sino que si él podía encontrarla
en su trabajo, entonces podía ir fácilmente a su casa. ¿Por qué hacerlo allí?
No tenía ni idea de que había bloqueado las partes más cruciales: que usaran
su nombre y preguntaran dónde estaba el dinero. Así que lo achaqué a su negación
y finalmente dejé de insistir en el tema.
No me extraña que la chica necesite una puta terapia. Jamie se agita en mis
brazos mientras mi teléfono vibra en la mesilla de noche por enésima vez. Lleva un
rato durmiendo, el cansancio ha podido con ella. ¿Yo, sin embargo? Estoy
demasiado excitado para acallar los pensamientos de mi cabeza.
―¿Mm?
―Mm-hmm.
Ahora estoy en silencio, al menos por fuera. Pero, por dentro, mi rabia
mezclada con la adrenalina está obligando a mi corazón a golpear, golpear, golpear
en mis tímpanos.
―Oye, amigo. ¿Por qué no vamos a probar ese nuevo dron que te regaló tu
tío Logan?
Las protestas de Benny duran sólo dos segundos, y todo lo que se necesita
es una sola mirada de su padre. Ahora me pregunto cuándo o cómo es que los niños
dejan de escuchar a sus padres. ¿Existe un punto en el que empezamos a
cuestionar... Cuando nos damos cuenta de que el respeto se gana y no se da
simplemente porque nos han parido?
Espero hasta saber que Benny está fuera del alcance del oído antes de
aclararme la garganta y mirar a Mia.
―¿Lo sabías?
Los ojos de Mia se abren un poco y sacude la cabeza, mirando hacia los
padres perfectos que siempre ha querido.
―¿Saber qué?
―¡¿Lo sabías?! ―Repito, porque una cosa es que mi madre haga lo que
hizo, pero mi mejor amiga... Hemos pasado por tantas cosas juntos, y si ella lo sabía
y no dijo ni una palabra en todo este tiempo...
―No sé de qué estás hablando ―se atragantó, con los ojos cubiertos de
lágrimas.
―No lo sabe ―dice mamá, y por fin dirijo mis ojos a los suyos.
―Bien ―gruño, con los dientes apretados mientras cruzo los brazos y amplío
mi postura―. Entonces díselo. ―Se hace el silencio y, durante unos segundos,
nadie se mueve. El aire de la habitación se vuelve espeso y parece que las paredes
se cierran sobre mí―. ¡Dile lo que has hecho!
Ah, así que no quiere que su dulce e inocente hija sepa lo jodidamente idiota
que es. Le ignoro y vuelvo a centrarme en mi madre.
Nadie habla, y lo único que hace es poner mi rabia a flor de piel. Porque esto
es lo jodido de todo este lío: Podría culparme fácilmente por la forma en que
resultaron las cosas, al igual que Jamie. Tal vez si le hubiera contado a mi madre
mis sospechas sobre Beaker, nunca habría llegado a los extremos que llegó. Pero,
mi madre nunca preguntó, nunca me dio la oportunidad de arreglar el daño antes
de que se me fuera de las manos. En su lugar, asumió, juzgó -un rasgo que
despreciaba en todos los demás- y sacó una conclusión tan descabellada que obligó
a Jamie a huir. No hacia mí. Sino a Beaker. Todo para poder preguntar por qué, una
respuesta que aún no ha obtenido cinco malditos años después. Una pregunta que
tendrá que llevarse a la tumba.
Mia jadea, con los ojos casi tan abiertos como su boca.
Pero no he terminado.
―No sé qué decir, Holden. ―Mamá llora abiertamente ahora, sus manos
cubriendo su cara sin duda ocultando su vergüenza y por mucho que quiera ir hacia
ella, para consolarla, Joseph lo hace por mí―. Lo siento mucho.
―No tienes ni idea de lo que le obligaron hacer ―me esfuerzo por decir―.
Ustedes la hicieron enfrentarse a los demonios de su pasado, un hombre del que
pasó años huyendo porque le hicieron creer que ella era todo lo que ustedes
pensaban de ella, todo lo que ella luchó tanto para escapar.
Mamá levanta sus ojos empapados de lágrimas hacia los míos.
―Yo también te quiero ―le digo con sinceridad―. Y eso no cambiará nunca,
pero...
―No. ―No, carajo―. Ahora mismo, tienes que darnos tiempo. Y espacio.
―Le pedí a Jamie que se casara conmigo. ―Mia jadea mientras mamá llora
un poco más―. Y ella dijo que sí.
―Es el día más feliz de mi vida, mamá, y me gustaría que pudieras formar
parte de él.
Capítulo 47
Holden
Cuando vuelvo a casa y abro la puerta principal, lo primero en lo que me fijo
es en la cama. Sería difícil no fijarse en ella, teniendo en cuenta que está de lado
en medio del dormitorio. Por un segundo, sólo uno, pienso que he entrado en la
casa de la piscina post-Jamie 2.0. Pero entonces me fijo en las sábanas que cuelgan
entre el marco de la cama y la ventana, y llamo, caminando hacia ella.
—¿Jamie?
—¡Cariño!
Desde que llegó aquí, ha estado tachando casi a diario elementos de su lista
de recuerdos favoritos de la infancia. A veces, los hago con ella, pero
principalmente, parece feliz haciéndolos sola. Me agacho y entro en su fortaleza con
cuidado, esperando no romperla.
Miro hacia donde señala y.… es como si todos los recuerdos de ella a los
que me he aferrado chocaran con las visiones de nuestro futuro, creando un
presente mucho más significativo que cualquier regalo que pudiera hacerme. La
tinta negra se arremolina a lo largo de las paredes: líneas suaves, curvas
redondeadas y ángulos agudos...
—Lo más extraño sucedió —dice, apoyándose en mi costado—. Me desperté
cuando te fuiste, y sentí estos anillos en mis dedos, y recordé...
Tomo su mano entre las mías, la muevo hacia la pared y la guío para que
haga lo que me dicta el corazón. Empieza a dibujar, los diminutos huesos de sus
manos mueven los músculos que hay allí, y con cada movimiento, cada trazo, siento
que el peso de las últimas veinticuatro horas se desprende de mis hombros hasta
que los únicos pensamientos en mi cabeza son los de la chica que está a mi lado.
Empieza por el tallo y luego por las hojas de una dalia. Durante minutos, trabaja en
una sola hoja, perfeccionándola, tan concentrada en su tarea mientras yo me
concentro en ella.
Jamie asiente.
Estoy tan jodidamente agotado, y todo lo que quería hacer al llegar a casa
era volver a la cama y dormir. Pero para Jamie...
🧩 🧩🧩
Jamie se pone delante de Mags y papá con las dos manos levantadas entre
ellas, mostrando la docena de anillos que lleva en los dedos. Dice que no puede
elegir solo uno, así que por ahora los va a llevar todos.
Papá y Mags miran de las manos de Jamie a sus ojos, a mí y luego entre
ellos, su mirada de confusión es innegable. Estamos de pie en medio del granero y
tengo el brazo alrededor de los hombros de Jamie y, sinceramente, no sé cuánto
tiempo podré estar aquí sin...
—¡¿Qué?! —Los ojos de papá son enormes mientras mira entre Jamie y yo.
Hago una mueca interna porque quizá debería haber hablado con él de esto
primero.
—¡Estás comprometido! —Maggie repite, y no sé qué pasa después. Sólo
hay un montón de gritos y chillidos, que, sí, esperaba de las chicas, pero es papá
quien parece hacer la mayor parte.
Sabe que yo soy el que ganó, ¿verdad? Yo soy el que se queda con Jamie
para siempre.
Para siempre...
¡Mierda!
—¡Puedo quedarme con Jamie para siempre! —Lo digo en voz alta, como un
tonto, porque creo que acabo de caer en la cuenta. Y ahora Maggie y yo nos
tomamos de la mano y saltamos como niños de doce años.
—¡Oh, hijo! No podría estar más orgulloso —dice papá, apretándome más
fuerte. Cuando se retira, le sorprendo tapándose la boca para ocultar su sonrisa—.
Has elegido una buena.
Oh, mierda...
—Tu padre dijo que tuvieron un momento anoche, así que creo que sólo
quiere ver cómo está.
Maggie se ríe.
Me echo a reír.
—Lo siento —se ríe—. Es una broma interna entre Jamie y yo.
Ella calma su risa hasta convertirla en una carcajada a fuego lento antes de
preguntar:
—¿Qué pasa? —pregunta papá, saliendo del granero. Por suerte, Jamie no
está con él.
Joseph sale del coche y piensa que es el momento perfecto para hablar.
—¿Me estás tomando el pelo ahora mismo? —grito. Estoy tan jodidamente
cerca de explotar, y no quiero hacerlo. No aquí. No con Jamie al alcance del oído—
. Sólo vete. Por favor. Y hablaré contigo más tarde, pero no ahora.
Mamá está de nuevo al borde de las lágrimas, con la cara pellizcada por la
fuerza de contenerlas. No quiero hacerle daño, pero tiene que entender mi situación.
Tiene que hacerlo. Veo el momento en que lo entiende, cuando sus hombros caen
derrotados y sus rasgos se aplanan. Mira entre papá y yo, y finalmente a Maggie.
—¿Lo sabías?
—Juro por Dios... —Doy un paso hacia él, con las manos en los costados—.
Cierra tu puta boca.
—¿Cómo carajo puedes ser mi padrastro? ¡Ni siquiera pudiste ser un padre
para tu propia hija!
—Lo entiendo —interrumpo, y es la verdad, y quizá sea parte de la razón por la que
me lo guardé durante tanto tiempo—. Y sé, sin duda, que estabas tratando de proteger a
Holden. Es sólo que... creo que había tantas otras formas en las que podrías haberte
acercado a mí, como dos personas en este mundo que lo quieren más que a nada...
podríamos haber... —Me interrumpo, enjugando las lágrimas demasiado desafiantes para
rendirse. Me retraigo del llanto y, cuando siento que estoy lo suficientemente calmada para
hablar, le digo—. Entiendo que ver a tu hijo pasar por lo que pasó no fue fácil para ti y que
estabas dolida... y la lastimando a la gente, daña a las personas...
—No era mi intención que terminara como lo hizo —dice Tammy, y yo bajo la mirada,
derrotada. Debe saber lo que estoy pensando porque añade—; Quiero decir, sí, quería que
salieras de su vida, pero nunca desearía lo que te pasó después...
—Jamie, no les debes una mierda, y mucho menos una disculpa —dice Holden, y
yo niego con la cabeza.
—No lamento lo que pasó entonces —digo, con la voz más alta. Más clara—. Lo
siento porque no puedo seguir aquí. —Enderezo los hombros y levanto la barbilla—. Te
prometo que hablaremos. Tendremos una conversación. Los dos haremos nuestros
sentimientos conocidos, y lo que salga de ello... No lo sé —le digo a Tammy, encontrando
de algún modo el valor para hacer todo lo que practicaba una vez al mes en la consulta de
mi terapeuta y de nuevo en el espejo cuando sentía que me asfixiaba bajo el peso de las
expectativas—. Pero ese momento no es ahora porque no estoy preparada. Cuando lo esté,
te juro que acudiré a ti. —Miro a Joseph, y eso es todo lo que le doy. Ni siquiera lo conozco,
y ahora mismo, me importa un bledo lo que sienta—. Y esos son los límites que he
establecido para protegerme, y realmente apreciaría que lo respetaras. Gracias. —Asiento
con la cabeza una vez, con la vista nublada por mis lágrimas retenidas, y luego me doy la
vuelta y vuelvo al granero, donde me siento detrás de la rueda de alfarero.
Y entonces Maggie y Gran H son los siguientes, y se acercan a mí, pero extiendo la
mano, con la respiración atrapada en la garganta, y por mucho que intente forzarla, parece
que no puedo llenar mis pulmones con su fuente de vida.
Holden se detiene frente a mí, agachando la cabeza para mirarme a los ojos.
—Necesito un poco de tiempo —digo, mientras mis manos rodean la arcilla que
Gran H y yo habíamos preparado antes de la llegada de Tammy. Durante unos minutos, tal
vez una hora entera, me concentro en el jarrón de arcilla que estoy intentando crear y
repaso todos los pensamientos que pasan por mi mente.
Los inspecciono.
Los clasifico.
Pronto tengo algo que se parece a un cuenco y mi mente se despeja de todos mis
pensamientos desagradables. Levanto la vista y los sorprendo a los tres apresurándose a
fingir que no me están mirando. Holden juguetea con mi nuevo escritorio, y Maggie coge
una escoba mientras Gran H huele una orquídea. Me aclaro la garganta y todos se vuelven
hacia mí. No espero a que nadie hable porque ya he preparado mentalmente lo que quiero
decir.
—No quiero que traten a Tammy y a Joseph de forma diferente a como lo han hecho
antes. —Me centro en Holden—. Especialmente tú.
—Hablo muy en serio —digo, mi tono no deja lugar a la discusión—. Entiendo que
tu primer instinto es protegerme, y te quiero por ello, pero no necesito que lo hagas en este
caso. No necesito que seas mi héroe.
Se acerca a mí diciendo:
—Eres tu propio héroe, nena. Yo sólo estoy aquí para el viaje. —Se detiene detrás
de mí y me frota los hombros mientras se inclina y me besa rápidamente.
—Y ustedes dos —les digo a Mags y a Gran H—. Los aprecio mucho. Y los quiero
a los dos más de lo que podrán saber.
Me resisto a sonreír.
—Sé que aún no lo sabes todo, pero necesito que entiendas una cosa. Este es mi
trauma... y es mi responsabilidad curarme de él. No necesito que otras personas peleen
mis batallas.
Maggie mira a Gran H mientras este deja escapar un largo y prolongado suspiro.
Familia.
Solía ser un concepto tan extraño para mí, como el hogar. Y ni siquiera se me ocurrió
hasta este momento que, de alguna manera, he llegado a adquirir ambos.
Una familia.
Un hogar.
—Somos familia —se burla, con una voz más grave para burlarse de Gran H. Mira
a su novio, con los ojos entrecerrados y la nariz arrugada—. ¿Quién te crees que eres?
¿Vin Diesel?
—¡Suéltame!
Maggie chilla mientras Gran H la lleva hacia Holden, y entonces me pongo en pie,
corriendo hacia ellos.
—¡Te protegeré, Maggie! —grito, bloqueando su camino. Me coloco entre ellos, con
las piernas y los brazos separados, y le advierto a Holden:
—No te... —Eso es lo máximo que consigo antes de que me rocíe la cara.
Jadeo.
Holden se ríe.
Gran H se ríe.
Y Maggie grita:
Dos minutos más tarde, tenemos equipos ¨Chicos contra Chicas¨ y Maggie y yo
estamos agarrando pistolas de agua cargadas y escondiéndonos detrás de los helechos.
Está claro que somos pésimas en este juego. Me vuelvo hacia Maggie, que está en cuclillas,
mirando entre las hojas.
—Así que dos cosas —digo, y ella se pone de pie en toda su altura, asintiendo para
que continúe—. ¿Serás mi dama de honor?
—Bueno, una vez que Holden y yo nos casemos, técnicamente, Gran H será mi
papá. —Le doy un chorro en la cara cuando su boca cae en shock, y luego corro...
No lejos...
Una semana después de que todo se estropeara, Gran H me trajo aquí para
hablar de las patas de acero que queríamos para el escritorio de resina que
habíamos creado. El día en que Holden y yo nos comprometimos, le pregunté a
Gran H cuándo podríamos empezar a trabajar en él, y no dejó pasar la oportunidad.
No sé si fue porque le daba pena, o porque sabía que yo necesitaba la distracción,
o si estaba realmente emocionado por hacerlo. Probablemente las tres cosas. Se
ha convertido en nuestro pequeño proyecto, sólo él y yo. Desde el diseño hasta ir
juntos a la ferretería, pasando por la construcción del marco y finalmente el vertido
de la resina. Lo único que quería que hiciera por mi cuenta era escoger las flores.
Me dejó elegir todo lo que quería del vivero. Me ha enseñado a utilizar las
herramientas y a podar los tallos. Ha sido muy paciente y amable, y me ha
encantado cada momento que he podido pasar con él.
Cuando Gran H me trajo aquí la primera vez, estaba tan fascinada con el
lugar que no quería irme. Jimmy dijo que podía quedarme si le ayudaba con algunas
tareas en el lugar, y que incluso me pagaría. Yo no quería su dinero, así que
negociamos. Durante unas horas, dos veces a la semana, me enseña su oficio y yo
hago los trabajos menores que sean necesarios.
A veces hablamos.
A veces no lo hacemos.
—¿Por qué la gente te llama Jimmy Pata de Palo? —Se congela a mitad de
movimiento y pienso que tal vez me he excedido. Nadie a quien he preguntado
parece saber la razón, y me ha picado la curiosidad, pero tal vez debería haberme
callado la boca.
Por el rabillo del ojo, veo que se mueve, así que levanto la mirada y lo sigo
desde su zona de trabajo hasta la nevera, donde saca una cerveza y me ofrece una.
Niego con la cabeza. Destapa la cerveza y tira el tapón en un cubo con un montón
de otros tapones metálicos de botellas con los que sin duda hará algo en algún
momento. Después de un largo trago, mantiene sus ojos fijos en mí mientras se
limpia la boca con el dorso de la mano.
—De todos modos, nadie sabía quién era mi padre aparte de mi mamá, pero
la gente de por aquí suponía que era este joven, Jimmy, que caminaba con una
cojera y trabajaba en la fábrica de papel. Si crees en los rumores, se fue del pueblo
poco después de que mi madre empezara a aparecer.
—Así que, de todos modos —continúa—, cada vez que mis abuelos me
llevaban al pueblo, empezaban los chismes y todos susurraban: 'Ese es el chico
Jimmy de Pata de Palo'. Mis abuelos nunca les corrigieron, y con el tiempo, la parte
del niño se eliminó, y se convirtió en ‘¡Ese es Jimmy Pata de Palo!’ Y ahora aquí
estoy. —Lanza los brazos al aire—. El puto Jimmy pata de palo. —Se ríe una vez—
. Qué manera tan estúpida de ganarse un apodo.
—Por supuesto, pero ¿qué voy a hacer? —Suelta un suspiro—. Creo que lo
peor es que no es el nombre que me puso mi mamá. Y estaría muy bien que la
gente de aquí respetara eso. La respetara.
Y al final... no sé si lo hice.
14
Ostraciscmo: Exilio o destierro de una persona de la sociedad en la que creció o vivió.
Capítulo 50
Jamie
—¿Por qué crees que lo hizo? —Pregunta Maggie, sentada al volante de la
camioneta de la empresa.
Subo los pies para sentarme con las piernas cruzadas y mirar por el
parabrisas.
—No lo sé.
—¿Crees que fue como... como si estuviera tan abrumado por el dolor
instantáneo de darse cuenta de que, sin duda, tu madre se había ido para siempre
que simplemente... quería estar con ella en la otra vida o algo así?
Han pasado dos meses desde que todo salió a la luz, y he tardado todo ese
tiempo en armarme de valor para contarle a Mags toda la historia, desde el momento
en que Tammy y Joseph entraron en la cafetería hasta... bueno... ahora. Porque, en
cierto modo, todavía siento que este capítulo de mi vida está inacabado. Y sé
cuándo terminará, cuando sienta que por fin puedo enfrentarme a Tammy sin
sentirme de cierta manera. Todavía no ha ocurrido, obviamente, y no estoy segura
de cuándo ocurrirá. Pero eso es lo bueno de tener el control de tu vida, puedes
tomar las decisiones. Y he decidido que no necesito una fecha límite porque, según
mi terapeuta, lo más importante es que me cure y supere esto, sea lo que sea.
—Dios —gime, pasándose una mano por el cabello—. Después de toda esa
mierda, ¿cómo carajos estás tan estable?
—Sí. Ha sido útil, pero todavía me gusta volver una vez al mes cuando visito
a Gina y hacerlo en persona. Holden y yo hacemos una sesión juntos cuando
estamos allí.
Otro asentimiento.
—Creo que le ayuda más a él que a mí. —Hago una pausa—. ¿Sabes lo que
me parece realmente útil?
—¿Qué?
—Es cierto.
—No, quiero decir, así como. Como, podría volver ahora y hacerlo.
Le sonrío.
—¿Tú crees?
—Estoy segura.
—Hmm.
Por un momento, nos sentamos en un cómodo silencio mientras ella mira por
el parabrisas y yo la miro a ella. Nunca he creído realmente en Dios, ni en Buda, ni
en ninguna forma de poder superior. Supongo que siempre pensé que si alguno de
ellos era real, entonces era una mierda que Él o Ella o Ellos crearan algo tan malo
como Beaker. Pero últimamente... no sé. Es difícil negar un ser etéreo cuando me
han enviado tantos ángeles guardianes en mi vida. Gina fue la primera, luego Zeke,
Esme... y ahora Maggie.
Exagero mi mirada.
—Sí, y no.
—¿De verdad?
—Sí.
Se encoge de hombros.
—Tal vez sea raro, pero no siento esta abrumadora necesidad de dar a luz a
un niño fuera de mi vagina, especialmente para que los ame como míos, ¿sabes?
Como Holden.
Como yo.
—Lo siento —dice entre risas, levantando ambas manos para limpiar las
lágrimas de mis mejillas. Me froto los ojos y, al bajar las manos, me doy cuenta de
que una figura familiar se acerca a nosotros.
—¿Es ese Holden? —pregunto y me froto los ojos un poco más. Está en la
acera, llevando una gran caja de cartón, y me acerco y toco el claxon. Levanta la
cabeza y nos descubre al instante, y mueve la cabeza en un gesto de asentimiento.
Pero no se acerca. En su lugar, da unos pasos hacia la puerta de una tienda de
regalos, y yo murmuro—: ¿Qué demonios está haciendo?
—¿Qué está haciendo? —susurro, viéndole sacar otro jarrón y luego otro. La
mujer se toma un momento para inspeccionarlos, cinco en total, antes de mirar a
Holden y asentir. La boca de Holden se mueve, y luego se gira, señalándome. El
cabrón saluda, y la mujer se une a él, y Maggie sisea:
—¡Saluda de vuelta!
Le devuelvo el saludo.
Maggie dice:
Maggie asiente.
—Sí. Para que pudieras ver por ti misma el increíble talento que tienes. Se
quedó alucinada, Jamie, no solo con los jarrones en sí, sino con tu trabajo de pintura.
Dijo que nunca había visto nada tan delicado y perfecto.
—Oh, sí hay —se apresura a decir—. Holden tuvo que investigar por cuánto
venderlas, ya que son piezas únicas, hechas a mano, originales de Jamie-née-
Taylor-futura-Eastwood.
—¡Para!
—Pensó que tendría que negociar, así que duplicó el precio de los que vio
en Internet. Ni siquiera intentó hacer un trueque. Sólo los quería.
—Esto es una locura —digo riendo, con el corazón golpeando mis costillas.
—Es algo importante... ¡que la gente quiera pagar dinero por tu arte! Te lo
mereces más que nadie.
Vuelvo a mirar hacia la tienda, donde Holden está abriendo la puerta. Bajo la
ventanilla, con una sonrisa poco refinada mientras le espero. No me saluda con
palabras. Simplemente me entrega un cheque de cientos de dólares.
Una vez le dije que el arte no era mi pasión, que no lo amaba, pero con el
tiempo, él cambió eso al animarme, al recordarme lo talentosa que era, lo dotada
que estaba.
—No te preocupes, tengo una Sugar Mama15 así que no voy a sumergirme
en tus fondos.
Me aparta la mano.
—Uno —dice, señalando con un dedo en el aire—. Estás loca si crees que te
compartiría con alguien. Y dos —añade un dedo al que ya está levantado—, se
supone que deberías estar celosa.
—No sé cuántas veces tienes que oír esto, pero la actividad de tu polla no
define tu valor. Pero, por si acaso, ¿cuánto te paga y cuál es mi parte por compartir?
—Adelante.
—Estaba pensando que puedo destinar parte del dinero de la casa de Esme
a la presencia online de la empresa. Tenemos que actualizar la página web y hacer
publicidad en las redes sociales. Puedo publicar anuncios y otras cosas. Podemos
publicar fotos de la construcción del nuevo invernadero. Y, estaba pensando, ya que
nos vamos a casar en mi jardín, podría deslizar algunas cosas de la boda allí, ganar
otra audiencia, y tal vez en el futuro, puede comenzar a organizar bodas de nuevo.
—Tomo aire—. No tendrás que hacer nada, lo prometo... además de posar sin
camiseta para las fotos...
15
Sugar Mama: Mujer mayor que lo mantiene a cambio de favores sexuales.
Se ríe, sacudiendo la cabeza.
—Puedo atacarlo con todas las fuerzas. Creo que sería de gran ayuda.
—Creo que también lo haría —acepta—, pero no quiero que gastes tu dinero
en ello, y no podemos pagarte por tu tiempo.
—Por supuesto que sí —dice, asintiendo, sus ojos se suavizan mientras sus
labios se levantan en las esquinas.
Alejo su cara.
—¡Tío Holden! —Mi sonrisa se amplía cuando me vuelvo hacia Benny, pero
se desvanece igual de rápido cuando veo quién está con él.
No sé si lo estoy.
—¡Vamos!
A Holden le digo:
—¡Vete! Le dije a Jimmy que estaría en su estudio hace diez minutos. Puedes
conseguir que te lleven de vuelta, ¿verdad? —Alargo la mano para tomar las llaves
de Holden.
—Nena...
Odio que sienta que está atrapado en el medio. Que tiene que elegir de
alguna manera entre su madre y su prometida, y que es una cosa o la otra, o no es
nada.
No es para nada justo para él. Lo sé. Pero lo estoy intentando. Lo estoy
consiguiendo, he querido decírselo. Sólo necesito tiempo.
Holden finalmente cede, saca sus llaves del bolsillo y me las da.
—Te amo.
Miro mi último proyecto, un cerdo volador hecho con una vieja lata de leche
y los restos que he podido encontrar en el estudio. Luego miro en lo que está
trabajando, una enorme e intrincada araña de orbes que le encargó la iglesia local.
Me reprimo la carcajada.
—¿Vas a pintarlo? —pregunta—. Creo que tengo algo de rosa sobrante por
ahí.
Dios, Holden se moriría de risa si trajera a casa un cerdo de metal rosa con
alas.
—Absolutamente.
Holden: Benny quería que fuera a su casa para mostrarme algunas de sus
nuevas rocas. ¿Está bien si voy?
Me apresuro a responder.
¿He mencionado que odio, odio, odio esto por él? Le respondo:
Holden: Iré andando a casa o pediré a Mia que me lleve. Yo también te amo.
Mucho.
—Te ves como el día que te llevé al aeropuerto. —Hace una pausa—. Un
poco desconsolada...
—Si no te gusta que la gente del pueblo te llame Pata de Palo, ¿por qué no
dices algo? ¿Por qué no te defiendes?
—Entonces, si alguien tuviera algo malo que decir sobre ti, pero te lo dijera a
la cara, ¿estarías de acuerdo con eso?
Se pasa una mano por el bigote de manillar, moviendo los pelos en todas las
direcciones.
—Bueno, tal vez algún día tengas ese valor. —Su sonrisa es suave—. O tal
vez ya lo tienes, y sólo no lo sabes todavía...
Capítulo 53
Holden
La llamada telefónica entre Mia y yo se queda en blanco porque ninguno de
los dos sabe qué decir. Hace media hora que me ha dejado en casa, y en ese tiempo
he montado el Airfort16 que me había prestado Benny y me he sentado dentro, con
el corazón encogido y el estómago revuelto, retorciéndose hasta el punto del dolor
físico.
—Yo también.
—Tengo que irme —le digo a Mia y cuelgo justo cuando Jamie levanta la tela
a mi alrededor, haciendo que el fuerte se derrumbe.
—Le hablé a Benny de nuestros fuertes de manta y tenía esto. Quería que
vinieras para enseñártelo, pero... —Pero ella no puede estar allí, y él no lo
entiende—. De todos modos, dijo que podía traerlo a casa, así que... aquí está.
16Airfort: Fuerte de Aire. Fuerte inflable para niños. Se conecta a un ventilador normal de caja, y
este lo mantiene erguido mientras niños juegan dentro.
—Un par de días más... —Murmuro, con la mirada baja, hurgando en las
tablas del suelo. No he tenido tiempo de ordenar mis emociones antes de que
llegara a casa, y no quiero que me vea así.
—¿Qué pasa?
Me aparta suavemente las manos y mantiene sus ojos en los míos mientras
se recoge el cabello en un moño suelto.
—Hoy hablé con Joseph... de todo. —Trago saliva. Con fuerza. Y busco en
sus ojos—. Mi madre no sabía que él había traído el cheque ese día. Eso fue todo
por su cuenta. Me explicó que, durante mucho tiempo, sintió que el dinero era lo
único que podía ofrecer, así que eso fue lo que hizo. Se disculpó por su parte... —
Jamie me observa, con la mandíbula desencajada—. De todos modos, quería que
te lo transmitiera, y puedes hacer con ello lo que quieras, pero sólo quería que
supieras...
Mis hombros caen, mi cabeza cae hacia adelante. No puedo mirarla cuando
digo:
—¿Está enferma?
—Pero así es como se siente, y tengo que entenderlo. Tengo que validarlo.
—Tomo aire, intento calmar los pensamientos que pasan por mi mente—. Ni
siquiera volvieron a su luna de miel, ella estaba tan estresada, y esta es la primera
vez que vuelven aquí porque tenía mucho miedo de disgustarnos, y Joseph dijo que
la hizo hablar con alguien... como un psiquiatra, o algo así, y ahora está tomando
esas medicinas porque le diagnosticaron depresión, y esas medicinas... le están
jodiendo la cabeza, y yo no... —Un nudo se me aloja en la garganta, haciendo
imposible hablar, y Jamie está justo ahí, abrazándome como la he abrazado tantas
veces—. Es mi madre, Jamie —grazno, separándome—. Y tu madre...
—¿Ir a dónde?
Hace tiempo que no me pongo esta ropa. Desde que sentí la necesidad de
mostrar la perfección.
Dejo caer mi mirada, intento estabilizar mis manos mientras corto las setas.
—Sí.
Debo parecer un verdadero ganador en este momento, pero para ser justa
conmigo misma, estoy nerviosa.
Y asustada.
Finalmente.
—Estamos bien, Jamie —dice Joseph, con una voz más suave de lo que
nunca le he oído hablar a mí o de mí.
Arrastra su mirada por mi ropa, luego vuelve a subir a mis ojos, y sabe... sabe
por qué estoy vestida así. Por qué intento ocultar quién soy.
—Jamie... —susurra.
—Vaya, este lugar ha cambiado mucho —dice Tammy, y yo aprovecho la
oportunidad para cambiar de tema.
—Gracias.
Le devuelvo la mirada.
—Este era el lugar del jardinero, ¿verdad? —pregunta Joseph, rodeando con
su brazo los hombros de Tammy, y no estoy muy seguro de lo que ocurre a
continuación; qué es lo que pasa por la mente de Tammy que la hace sollozar entre
sus manos, con todo su cuerpo temblando por la fuerza de su llanto. Me apresuro a
levantarme, a ir hacia ella y sentarme a su lado, y.… abrazarla. Sostenerla. Decirle:
—Está bien.
—Está bien —le repito, y luego le digo algo que hubiera deseado que alguien
me dijera en mis horas más oscuras—. No es tu culpa.
—Mamá —dice Holden, desplazando la mesa de café hacia atrás para poder
acuclillarse frente a ella—. Vamos a superar esto, ¿de acuerdo?
Tomo aire, lucho contra mis emociones, porque tengo el control, y digo:
—Lo que intento decir es que ahora lo entiendo. Entiendo por qué pensabas
que Holden se merecía algo mejor, porque eso es lo que quieres, como madre, lo
mejor para tu hijo. —Me trago los nervios—. Pero... quiero a Holden con todo lo que
llevo dentro, y tengo la suerte de que él siente lo mismo, así que... significaría mucho
para los dos que estuvieras en nuestra boda... —Tammy jadea, y yo continúo—: Y
mientras tanto, me encantaría pasar algún tiempo contigo. Así quizá podamos
conocernos mejor y trabajar en nuestra relación. —Tomó mi iPad de la mesita—.
He pensado que podríamos empezar por aquí —digo, golpeando la pantalla,
tratando de ocultar el temblor de mis dedos. Saco el archivo que había estado
buscando y se lo enseño—. Son algunas ideas que tengo para la boda. No sé muy
bien por dónde empezar, así que...
Esta vez, Tammy me abraza, igual que hizo con Holden en la cafetería. Largo
y apretado. Y cuando llora, yo también lloro, porque siento que es la página que
falta para cerrar este capítulo de mi vida, un capítulo que parecía casi imposible de
completar. Comienza a alejarse, pero aún no estoy preparado para dejarla ir.
Cinco años.
Llevo cinco años aguantando este dolor, este desamor, y por fin, por fin, se
ha acabado. Cuando finalmente la suelto, me limpio los ojos, me concentro en las
imágenes del iPad para ocultar mis emociones.
—Oh, Jamie. Ella estaría muy orgullosa de ti, estoy segura. Eres un artista
profesional, me dice Holden...
Miro a Holden, cuya sonrisa llena todos los espacios vacíos que deja el dolor
que por fin he dejado atrás, y me río entre lágrimas.
Tammy asiente.
Sacudo la cabeza.
—Por supuesto.
—Oh, esa es una buena —dice Joseph, que había estado tan callado que
casi había olvidado que estaba aquí.
—Era la película favorita de tu madre, ¿verdad? ¿Por eso solías llevar todos
esos anillos de humor? ¿Por eso Holden te regaló ese colgante?
—Sí, lo ha hecho —dice Holden, y justo cuando pienso que va a sacar más
emociones, añade—: Se ha puesto aún más buena. Su culo...
—No tenías que invitarlos a la boda. —Ni siquiera hemos fijado una fecha
todavía—. Podrías haberte tomado tu tiempo y llegar a...
—De acuerdo... —Tomo su mano entre las mías—. Sólo hay un lugar al que
tengo que llevarte, y luego volveremos directamente a casa.
—Cállate. Sube.
🧩 🧩🧩
—Pregunta.
—¿Sí?
—¡Responde a la pregunta!
Se quita los zapatos y sube los pies para sentarse con las piernas cruzadas.
—No por un tiempo. Años. Quizá diez —dice—. Todavía quiero viajar y
descubrir quién soy, quiénes somos como matrimonio, ¿sabes? ¿Diez años?
—Cinco —contesto.
—Siete —responde.
—Lo tomaré.
—Sería muy bonito —dice, distraída por las líneas que está creando—. Un
pequeño yo corriendo por ahí.
—Oh, Dios, no. Un poco de ti sería un dolor de cabeza —bromeo—. Un
pequeño yo en cambio...
—¿Cómo va ese diseño de manga completa? —Le pedí que hiciera algo que
combinara con lo que ya tenía, y me dijo que lo haría con una condición. No podía
verlo hasta que lo tuviera puesto. De forma permanente. Ella pensó que estaba
siendo muy inteligente, como si me importara lo que hay allí. Podría diseñar una
polla y unas pelotas gigantes con una gorra al revés, también conocida como mi
autorretrato, y yo me pasearía felizmente con ella sólo porque lo ha dibujado.
—Sí —Le doy un golpecito en la pierna, para recordarle que siga adelante, y
ella pone los ojos en blanco y hace lo que le pido.
Sólo unos minutos después, Jamie está a mi lado mientras abro la puerta
principal de la casa de mis abuelos.
Oigo la risa de la abuela antes de que doble la esquina, con los brazos
abiertos para que me acerque. Pero no se dirige a mí. Se dirige a Jamie.
—¡Vives a cinco minutos y ni siquiera puedes hacer tiempo para visitar a tus
abuelos! —grita en broma... creo—. Jamie nos ha visitado más veces en los meses
que lleva aquí que tú en años.
Me echo a reír.
Me encojo de hombros.
—Mentí.
—¿Por qué?
Aprieto mis labios contra los suyos y la beso una vez antes de apartarme.
Luego, me siento en el borde de la cama, observando cómo baja lenta y
cuidadosamente la cremallera para dejar al descubierto los botones de encaje
blanco y perlas.
Con manos temblorosas, cambia el bolso por los hombros del vestido,
dejándolo caer al suelo, y retrocede un centímetro para asimilarlo todo.
—Es precioso.
Se le llenan los ojos de lágrimas mientras me mira por encima del hombro.
—Lo sería, ¿no? —murmura, volviendo al vestido—. Ella hizo esto, ¿sabes?
Consiguió que tú y yo volviéramos a estar juntos. Incluso desde el cielo, nos está
animando.
Una pesadez se posa en mi pecho ante sus palabras, porque tiene razón. E
intento no pensar en todos los obstáculos que hemos tenido que saltar para llegar
hasta aquí, exactamente donde Esme nos quería, e intento, en cambio, centrarme
en el futuro. Un futuro con mi esposa.
Jamie alarga la mano y veo con la respiración contenida cómo agarra la
percha y se detiene, dudando. Por favor, por favor, por favor, le ruego internamente,
mi columna vertebral se endereza por la expectativa. Saca el vestido de la percha,
y mi pulso empieza a acelerarse cuando se lo lleva a la frente, y luego, despacio,
despacio, se enfrenta a mí...
—Sí.
No tengo ni idea de adónde vamos, pero al igual que aquella vez que me
llevó al campo de margaritas, no importa. Porque sé, en mi corazón, que seguiría
ciegamente a este chico de ojos verdes hasta el fin del mundo y de vuelta.
—Estuvo bien.
—Define bien.
—¿Qué?
—No. ¿Y tú?
—Y repito: ¿Por qué hay que estar nervioso? —Sus facciones caen mientras
me coge la mandíbula y su pulgar me acaricia la mejilla. Sus ojos buscan los míos
durante segundos que parecen minutos, y es como aquella vez que fuimos a nadar
al lago justo cuando el sol empezaba a ponerse en nuestro primer viaje juntos en
mi casa rodante. Un segundo había luz, y al siguiente... estábamos nadando en la
oscuridad. Se lame los labios, baja la mirada mientras dice, con la voz baja—: Lo
único que me asusta es que un día te vas a despertar y te vas a dar cuenta de que
podrías haberlo hecho mucho mejor que yo.
Le agarro la muñeca.
—Holden...
—No lo sé —murmuro, pero deseo que se vayan para poder terminar esta
conversación.
—¿Qué están haciendo ustedes dos? —sisea Mia. Cuando dejé a Mia,
estaba profundamente dormida en su tienda de campaña. Las despedidas de
soltero y soltera fueron el regalo de Maggie y Gran H, y mientras Maggie optó por
ofrecerme una noche de mimos autoindulgentes, los chicos decidieron quedarse en
nuestra casa y beber.
—¡No me pediste que fuera tu padrino o lo que sea! —susurra—. ¡Ni siquiera
me invitaste a tu boda!
—¡Exactamente!
Mia estrecha los ojos hacia él y luego cambia a una sonrisa tan rápida que
impresiona.
🧩 🧩🧩
Algunas personas planean su boda durante meses, incluso años. Una vez
que Holden y yo fijamos una fecha para un par de meses después -cuando la
temporada había terminado y las cosas se calmaron un poco en la tienda-, Mags y
yo tardamos tres días en ultimar todo. Supongo que ayudó el hecho de que sólo
tuviéramos unos veinte invitados y que ya tuviéramos el lugar, las flores y el vestido.
Que yo sepa, nunca pudo ponerse un vestido de novia. Nunca pudo ponerse
delante de su familia y amigos y declarar su amor al hombre que tenía enfrente.
🧩 🧩🧩
—¿Qué? —Pregunto.
Tammy, con un precioso vestido azul marino, mira entre Maggie y yo, antes
de responder:
Maggie gira su mirada hacia mí, con las cejas levantadas en forma de
pregunta. Le digo:
—Demasiado grande. Soy un siete.
Me encojo de hombros.
—Iré descalza.
Sin dudarlo ni un instante, Tammy se quita los zapatos y los patea por la
habitación.
—En realidad —dice Tammy, buscando en su bolso—. Tengo una cosa que
quería darte. —Revela un collar de oro con dos diamantes en forma de lágrima
como colgante—. Mi abuela me los regaló para mi boda y quería pasártelos. Eran
pendientes, pero Holden dijo que no tienes las orejas perforadas, así que los
convertí en colgantes. —Coloca el colgante en el centro de la palma de su mano y
lo extiende entre nosotros.
Tammy dice:
—Quedaría muy bien con tu vestido —anima Maggie, y por eso me encanta
Maggie. Porque pone los sentimientos de los demás por encima de los suyos. Se
ha pasado la mayor parte del día ocupándose de mí y de todos los demás dilemas
de la boda, y Tammy -la ex mujer de su novio y mi futura suegra- entra para darme
una reliquia familiar mientras se olvida de mis zapatos, y no hay comparación. No
hay competencia. Ella sólo quiere lo mejor para mí.
—Gracias.
Pone los ojos en blanco como si no fuera gran cosa. Y luego sonríe.
—De nada.
🧩 🧩🧩
Dijo en broma que después de todo lo que ha hecho por mí, tenía derecho a
una sorpresa el día de la boda, y es ésta. Porque no tengo ni idea de quién está al
otro lado de la puerta del granero.
—¡Bien, voy a abrir esta puerta ahora! —grita a quien está dentro. Entonces
empuja la puerta y lo primero que veo es al camarógrafo que intenta captar el
momento. Y entonces lo veo, y las emociones que se apoderan de él son
instantáneas y abrumadoras.
Zeke está de pie con un traje y las manos a los lados, con el cabello y la
barba perfectamente peinados, y reconozco la forma en que me mira, porque yo le
he mirado así muchas veces. Con orgullo. Con amor.
🧩 🧩🧩
Nadie más.
—Yo sí —dice Holden, y ni siquiera recuerdo que el pastor local haya dicho
nada.
—¡Espera! —La mirada que le dirigimos Holden y yo le hace lanzar las manos
al aire—. Bla bla bla, marido y mujer, ya pueden besarse... —Holden me besa con
la fuerza de una docena de besos, cien promesas y mil pequeñas piezas de
rompecabezas que nos han traído hasta aquí. Hasta ahora. A ser marido y mujer.
🧩 🧩🧩
Es cierto lo que dicen de los días de boda. Todo pasa tan rápido y luego se
acaba, y lo único que tienes para retener son algunos recuerdos destacados. Bueno,
eso y las fotos y vídeos, supongo.
Y mientras Holden y yo nos sentamos uno al lado del otro en una mesa del
granero que se ha convertido en una recepción con luces parpadeantes y mantelería
blanca, Maggie de pie en un escenario improvisado sosteniendo una sola dalia
como micrófono será sin duda uno de mis recuerdos más destacados.
—¡Me olvidé de sus zapatos! —dice entre risas, y si mis cálculos son
correctos, lleva unas cinco copas de vino en la noche. Bien por ella—. ¿Sabes qué
más olvidé? Me olvidé de escribir un discurso. —Levanta su copa en el aire—. ¡Así
que aquí está, Jameson Eastwood!
—Tú, mi querida niña, eres las putas tetas. —El granero se llena de sonoras
carcajadas mientras sus ojos se abren de par en par—. Lo siento, abuela Eastwood
—murmura—. ¡Buenas noches! —Suelta la dalia como si fuera un micrófono y sale
del ‘escenario’.
—Hola —dice Mia, saludando—. Para aquellos que no me conocen, que son
como tres de ustedes... Soy Mia Preston, pero muchos de ustedes me conocen
como Mia Kovács, o Mia Mac-un nombre que me dio el novio.
—Maldita sea —sisea Holden, sentándose más alto. Intenta ocultar las
emociones que ambos sabemos que se avecinan. Por debajo de la mesa, sostengo
su mano entre las mías.
—Durante mucho tiempo, él fue la otra mitad de mí. Era mi roca. Mi salvación.
Renunció a toda su vida, incluso a su amor por Jamie, para estar ahí para mí y mi
hijo. —Hace una pausa para mirar a mi marido—. Y nunca podré pagarle por eso.
—¿Estás bien?
—Creo que sólo quería dar las gracias a todos por venir. Especialmente a la
única persona que no pudo estar aquí físicamente, pero que está aquí en espíritu...
—Levanto la dalia como una copa de triunfo, y miro al techo—. Esme... es gracias
a ti que estamos aquí hoy... —Vuelvo a mirar hacia abajo a todos los ojos que me
observan, deteniéndome en Holden—. Espero que, estés donde estés, saludes a
todos los que conozcas de la misma manera que nos saludaste a Holden y a mí por
primera vez. —Dejo escapar una risita silenciosa cuando el recuerdo me inunda. Al
mismo tiempo, Holden y yo soltamos una carcajada—: ¿Qué hay de nuevo,
perras?17
—También quería dedicar un momento a dar las gracias a Joseph por ofrecer
su jet privado para que mis amigos, que se han convertido en familia, puedan estar
aquí hoy. Gina, Zeke, Dean. Gracias por compartir este día conmigo. Pero sobre
todo, quiero dar las gracias a mi marido. —Holden me sonríe, con las manos cogidas
bajo la barbilla mientras apoya los codos en la mesa, prestándome toda su atención.
Le hablo a él, aunque me esté refiriendo a los invitados—. Verás, mi marido y yo
hemos tenido una conversación esta mañana, y no voy a revelar lo que hemos
hablado, pero es que... quería que supiera... delante de todos nuestros amigos y
familiares, que tú -Holden Eastwood- me has ofrecido mucho más de lo que sabes.
Me has dado esta ciudad, una bendición literal, y no sólo me has dado una casa
para compartirla contigo... porque una casa son sólo cuatro paredes y un techo. Lo
que me has dado es un hogar... —Es tan repentino, la forma en que mis emociones
golpean... es como darse cuenta de que toda una vida de angustia y dolor puede
ser borrada por un solo momento, y ese momento es ahora—. Y un hogar es algo
que nunca he tenido antes. —Me retraigo de las lágrimas—. Y no sólo me has dado
un hogar, sino que ese hogar viene con una familia. Me has dado una hermana con
la que puedo conspirar para ponerte de los nervios y una suegra dispuesta a
compartir conmigo las reliquias de su familia. —Toco el collar con suavidad—. Me
has dado una mejor amiga en Maggie. Una amiga que me escucha, que me apoya
incondicionalmente, que no quiere otra cosa que celebrar mis triunfos, por grandes
o pequeños que sean. Y me has dado un hombre que me lleva a la ferretería y me
ayuda a comprar mis propias herramientas y no dice una palabra cuando todo lo
que elijo es rosa. Un hombre que es paciente cuando me enseña a usar esas
herramientas, y un hombre... un hombre que me abraza cuando necesito que me
abracen —me ahogo, y soy plenamente consciente de que todo el mundo me está
mirando, de que las lágrimas que lloro son lágrimas a las que me he aferrado
durante años—. Pero, sobre todo, me has dado a ti. Cada pedazo de ti. Y te quiero
tanto, porque todas esas cosas que me has dado eran las piezas que me faltaban.
—Vuelvo a aspirar otro sollozo y miro alrededor del granero, a todos los ojos
manchados de lágrimas que me miran. Entonces miro a Holden, y me quedo allí,
donde mi pasado, mi presente y mi futuro chocan. Mi hogar.
🧩 🧩🧩
17
Así es como los recibe Esme cuando llegan a su casa por primera vez en el libro anterior.
Holden
Jamie se recuesta con la cabeza en mi regazo, con los ojos cerrados mientras
le quito el maquillaje.
—Pareces Blanca nieves con estos labios rojos —le digo, deslizando con
cuidado la toallita sobre su boca.
—¿Sí?
—Soy algo así como Blanca nieves. Sólo que Beaker es la madrastra
malvada que intentó matarme, y tú eres el príncipe azul. La versión de Disney. No
la posible necrófila.
—Y algo más.
Sus ojos son brillantes mientras buscan los míos, y de repente, la necesidad
de dormir se siente extraña.
Su sonrisa se amplía.
Y añado:
—Estuvo bien que fueras con 'My Girl'. Me di cuenta de que hizo feliz a mamá
al sentirse involucrada.
—Me alegro, cariño, pero no soy sólo yo. Somos todos nosotros. Todos
hemos trabajado para llegar aquí.
—¿Segundo?
—Bien, ¿y tres?
—Tu discurso fue increíble, pero después de él, cuando le dijiste a Pata de
Palo —Jamie levanta la cabeza para fruncir el ceño—, quiero decir, Paul, que le
diera play al equipo de música y sonara esa canción de Taylor Swift. Y todo el
mundo se levantó para firmar y bailar.
—¡No, no lo es!
—¡Sí, lo es!
—¡No voy a tener una canción de Taylor Swift como nuestra canción! —Digo,
inflexible.
Jamie se incorpora.
Me estrujo el cerebro.
—Es este gran cartel de metal para al lado de la puerta. —Me muestra lo
grande que es con sus manos—. Y recortó todas estas margaritas y dalias y dice
Eastwood, established18: y dejó el año en blanco porque no estaba seguro de si
queríamos el año en que nos casamos o el año en que nos conocimos.
—¡Es lindo!
—Creo que son los ojos rojos y brillantes de la tapa de la botella —logro
decir—. Parece malvado.
Está muy seria en su defensa del maldito cerdo, y eso sólo lo hace más
gracioso. Sacudo la cabeza.
—¿Qué?
—¡No hay noche de bodas para ti! —Y entonces toma su teléfono, pone ‘Love
Story’ de Taylor Swift -la canción que inició todo este lío- por los altavoces y la pone
tan fuerte que el sonido se distorsiona. Atraviesa la casa casi desnuda y abre la
puerta principal. Regresa unos instantes después sosteniendo el cerdo contra su
pecho, y luego... luego baila con él.
Me siento en el borde de la cama, riendo hasta las lágrimas. Sin más ropa
que su sujetador y su ropa interior, se contonea por la casa -nuestra casa-
deslizándose y girando por las tablas del suelo y gritando la letra de la canción a
pleno pulmón, y es tan... extraordinaria, y hermosa, pero sobre todo... es libre.
Y aunque sé que ella piensa que de alguna manera tuve algo que ver con
eso... ella lo hizo todo por su cuenta. Luchó contra todo el mundo para ser quien es.
Como es ella.
18Eastwood, established: Se usa seguido de una fecha para describir algo aceptado o respetado,
debido a que ha existido por mucho tiempo.
Ella es la heroína de nuestra historia –historia de amor- y estoy eternamente
agradecido de que haya vuelto a casa conmigo.
Mi sol.
Mi consuelo.
Sobre la Autora
Jay McLean es una autora de best-sellers internacionales y lectora a tiempo
completo, escritora de novelas románticas para jóvenes y adultos, y una hábil
procrastinadora.
Cuando no está haciendo ninguna de esas cosas, se la puede encontrar corriendo
detrás de sus tres hijos, invirtiendo demasiado tiempo en documentales de crímenes reales
y viendo realities.
Escribe lo que le gusta leer, es decir, libros que la hagan reír, herir y sentir. Jay vive
en los suburbios de Melbourne (Australia), en la casa de sus sueños, donde la música suena
fuerte y la risa es aún más fuerte.
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