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Valoración Documental
Desde la década de los cincuenta del siglo pasado, entre los archivistas se
puso de moda el término explosión documental. Éste surgió en los Estados
Unidos, en las dos primeras décadas del siglo XIX, cuando los expedientes
de los Departamentos de Estado de Guerra y del Tesoro se empezaron a
ordenar cronológicamente, se hizo un registro de los mismos y fue necesario
guardar una copia de ellos. Este sistema de expedientación originó dicha
explosión (Cruz, 1994); para 1914, el volumen documental alcanzaba los 500
000 metros lineales y para la década de los setenta, su producción anual
era de un millón. Esto originó que los sistemas archivísticos se volvieran
insuficientes y obsoletos, lo que provocó el establecimiento definitivo de la
administración de documentos, cuya piedra angular es la valoración
documental.
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(s. a.) (s. f.). Formatos de solicitudes de fotocopia [imagen].
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Los criterios que rigen la valoración fueron sistematizados por la archivística
norteamericana, principalmente por Theodore R. Schellenberg; sin
embargo, sus orígenes se encuentran en dos tradiciones europeas: la
británica y la alemana (Cruz, 1994). Si se quiere caracterizar en pocas
palabras los enfoques en cuestión, se podría decir que los alemanes evalúan
para conservar, mientras que los ingleses lo hacen para eliminar.
En Alemania, se reconoce una larga tradición de racionalización de las
actividades administrativas; los cuadros de selección documental datan
desde 1832; en 1858, se prohíbe eliminar documentos sin que las autoridades
archivistas de Baviera estuvieran informadas y en 1897 se determina el papel
del archivista nacional en materia de conservación. En 1927, los archivos de
Prusia decretan la obligación de hacer un inventario de todos los
documentos producidos por la Administración Pública, para valorar los que
se tienen que conservar; es importante remarcar el vínculo que los
archivistas alemanes establecen entre el inventario de los archivos y la
valoración (AGN, 2003). Para 1937, Meisner estableció tres reglas básicas
para la valoración:
• La edad de los documentos
• El contenido informativo
• El orden jerárquico de las administraciones: central, regional y local
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su obra titulada Manual de archivos administrativos, subraya que la
eliminación es responsabilidad de las administraciones; el archivista es un
intermediario entre la administración y los investigadores (AGN, 2003). En
1952, se estableció el Comité Grigg, que diseñó un nuevo modelo, basado
en dos criterios: el administrativo y el histórico.
En consecuencia, los documentos son seleccionados en dos etapas. En la
primera, realizada por las administraciones de origen a los cinco años de su
tramitación, entre el 50 y 90 % de los documentos son destinados a la
destrucción, mediante la aplicación del criterio administrativo. Transcurridos
25 años, llega la segunda revisión en la que, aplicando el criterio histórico,
los documentos deben ser reducidos a un tamaño manejable, este proceso
es aplicado por parte de los archivistas. Este método de selección fue
criticado severamente en el Informe Wilson de 1981, que entre otros
aspectos reclamaba para los archivistas un papel más activo en la selección
documental. El Gobierno rechazó el reclamo. Esta situación posiblemente
explica las pocas aportaciones que han tenido los archivistas ingleses en
relación con la valoración, aparte del importante estudio RAMP (Programa
de Gestión de Documentos y Archivos, por sus siglas en inglés), que realizó
Félix Hull en 1981 sobre la utilización de técnicas de muestreo (AGN, 2003).
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Este autor establece tres criterios que permiten juzgar la utilidad:
• Las características y la importancia cualitativa de la información
contenida en los documentos
• La pertenencia de su clasificación
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teoría al respecto, identificación es “el proceso de investigación y
sistematización de categorías administrativas y archivísticas en las que se
sustenta la estructura de un fondo, siendo uno de sus objetivos principales
asegurar a través de sus resultados la valoración de las series
documentales”.
Por su parte en 1995, en Madrid, el término de valoración se definió como la
“fase del tratamiento archivístico que consiste en analizar y determinar los
valores primarios y secundarios de las series documentales, fijando los plazos
de transferencias, acceso y conservación o eliminación total o parcial”
(Diccionario de Terminología Archivística, 1995).
La definición de ambos términos es similar a la dictada por el Archivo
General de la Nación de México (2012), quien define ambos términos de la
siguiente manera:
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oficina, a la vez que se mantiene el orden en el que se han ido produciendo
los documentos (La Torre, 2000). La aplicación de este principio nos lleva a
diferenciar varias tareas:
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De acuerdo con ello, se debe investigar la materialización por escrito
de las actividades de cada oficina, las cuales ya son familiares
después de haber estudiado la normatividad en el proceso anterior.
El tipo documental es tan importante que, en algunos casos, llega a
confundirse con el concepto de serie; sin embargo, sólo cuando el
tipo documental es aplicado, le dará el nombre a la serie; por
ejemplo, informes, nóminas de pago, programas de estudio,
circulares, estadísticas, pólizas, etc. Es en este momento cuando se
analizarán los caracteres externos e internos de los documentos, que
van a referirse tanto a su estructura física —clase, soporte, formato y
forma— como a su contenido. De esta forma, el término tipo
documental se utiliza tanto para denominar la unidad documental
simple como la compuesta, aunque sea esta última la más abundante
en nuestros archivos; por ejemplo, la unidad documental compuesta
puede ser un expediente o una secuencia fotográfica.
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El expediente es “el conjunto de documentos producidos por una
oficina para la resolución de un asunto, y que está regulado por una
norma de procedimiento; también podemos considerar expediente un
conjunto de documentos que tienen en común la resolución de un
asunto, aunque éste no se encuentre regulado por norma alguna” (La
Torre, 2000).
• Actividad
• Fechas extremas
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• Tipo de ordenación de la serie
• Serie antecedente dentro del cuadro de clasificación
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3. Proceso de descripción: Para efectuar la valoración de una serie,
como ya se mencionó, se debe identificar su contexto y sus
características generales. La información que recopilemos del
proceso de identificación es en sí mismo un instrumento de
descripción, que además cumple con la función de llegar a ser un
proyecto de organización del fondo o colección. En efecto,
supongamos que hemos identificado cada una de las series
documentales de un conjunto, tarea que hemos plasmado en un
escrito. Al contar con el repertorio de series documentales, podemos
elaborar el cuadro de clasificación y proyectar cómo ordenaremos —
cronológica, alfabética, numéricamente, etc.— cada una de las
series, asimismo cuál de ellas amerita una descripción por unidad
documental compuesta —catálogo— o sólo una descripción por
cada serie —inventario—.
Fuentes de consulta
Bibliografía
Documentos electrónicos
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http://www.agn.gob.mx/menuprincipal/archivistica/reuniones/2003/rna/pd
f/0013.pdf
Sitios electrónicos
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