El mundo que nos rodea tiene muchas ideas diferentes
acerca de la familia. Los amigos, la sociedad y las redes sociales nos presentan conceptos distintos, algunos buenos y otros no. También nos han llegado varios mitos acerca de la familia. Se cuenta la historia, por ejemplo, de un niño que fue a preguntarle a su madre de dónde había venido. Su madre le contó una hermosa historia acerca de una cigüeña que llegó con un bebé envuelto en ropas blancas, acostado en una canasta. El niño no dijo nada, pero luego fue y le preguntó a su abuela cómo había nacido su mamá, y la abuela le contó algo parecido acerca de una enorme ave. Después de escuchar a su madre y a su abuela, salió a jugar con uno de sus amiguitos y le comentó: Sabes, no ha nacido un bebé de la forma normal en nuestra familia desde hace tres generaciones. Si queremos conocer la verdad acerca de la familia, no debemos basarnos en tradiciones o en cosas que escuchamos por allí. Más bien, debemos basarnos en lo que Dios nos dice en su Palabra. A fin de cuentas, Dios diseñó a la familia. Hay tres cosas que vamos a considerar hoy acerca del diseño de la familia para poder vivir en familia con gratitud a Dios. La primera cosa que debemos comprender es que la familia es una bendición de Dios. Regresemos al principio para verlo. Cuando leemos el relato de la creación del mundo en Génesis 1, encontramos un refrán constante. Es la frase, Y Dios consideró que esto era bueno. La luz es buena. El sol y las estrellas son buenos. Los peces, las aves y los animales terrestres son buenos. Cuando el ser humano entra en escena, la creación es muy buena. Pero llegamos a Génesis 2, y por primera vez, hay algo que no es bueno. En Génesis 2:18, leemos: Luego Dios el Señor dijo: No es bueno que el hombre esté solo. En esta creación tan buena se ha introducido un elemento que no es bueno. ¿Cuál es? Es la soledad del hombre. Dios entonces provee la solución. El mismo versículo continúa, diciendo: Voy a hacerle una ayuda adecuada. La creación vuelve a ser buena cuando Dios une al hombre con su mujer. La familia es una gran bendición de Dios. La familia es la base de la sociedad. La familia es nuestro refugio frente a un mundo frío e inhóspito. La familia es un lugar de discipulado. La familia es donde encontramos apoyo y ayuda. Dios le dio a Adán una ayuda idónea, porque todos necesitamos ayuda. Sin embargo, aunque Dios lo creó todo bueno, los miembros de esa primera familia decidieron desobedecer sus órdenes. Como resultado, el pecado entró al mundo. El pecado nos afecta hasta lo más profundo de nuestro ser. El pecado nos hace egoístas y duros. Nos lleva a lastimarnos a nosotros mismos y a otros. Nos separa de Dios y de otras personas. Por este motivo, ninguna familia es perfecta. A veces los hombres somos insensibles, como el marido que llevó a su mujer al hospital para que se hiciera una leve cirugía. En el hospital había una liga de béisbol, y un trabajador pasó por la sala de espera con varios bates en la mano. El marido lo señaló y le dijo a su mujer: Mira, querida, allí va tu anestesiólogo. La comunicación matrimonial no siempre es perfecta. A veces surgen problemas que se tienen que enfrentar. Pero a pesar de los problemas, la familia sigue siendo algo bueno. Es más, frente al pecado, Dios se ha propuesto traernos restauración. Fue por lo que Jesús vino al mundo. Cuando nos entregamos a él, comienza a restaurar toda nuestra vida – incluyendo a nuestra familia. Para los que, por algún motivo, se hallan sin familia, también hay que decir que Dios nos invita a ser parte de su familia. La iglesia es una familia que debe recibir y abrazar a todos. Hagamos lugar en nuestra familia para los que no tienen familia, porque esto también es bueno. Cuando volvemos a la base de la familia, descubrimos que la familia es una bendición de Dios. Debemos darle gracias a Dios por la familia. Debemos disfrutar de la familia. A los acusados les ponen esposas para ir a la prisión. Pero cuando un hombre encuentra halla esposa, halla bendición. Sólo el matrimonio trae la bendición de Dios. El Salmo 128 describe la bendición de Dios sobre la familia que se somete a él y sigue sus normas. Dice así: Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos. 2 Lo que ganes con tus manos, eso comerás; gozarás de dicha y prosperidad. 3 En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas; alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo. 4 Tales son las bendiciones de los que temen al Señor. 5 Que el Señor te bendiga desde Sión, y veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. 6 Que vivas para ver a los hijos de tus hijos. ¡Que haya paz en Israel! Este salmo se encuentra entre una serie de cantos que entonaban los peregrinos cuando subían para adorar a Dios en el templo de Jerusalén. Estos cantos describían su vida como pueblo de Dios. Este salmo describe la vida en familia de los que están en pacto con Dios. Por eso dice que son dichosos los que temen al Señor y van por sus caminos. Cuando tememos al Señor y le entregamos nuestra vida familiar, cuando nos esforzamos por vivir en familia como él quiere, podemos confiar en que él también nos bendecirá. Temer al Señor significa vivir en amor, fidelidad y justicia. El hombre que teme al Señor es un hombre de integridad. Cuando vivimos así, Dios nos bendecirá. Nos bendecirá con su provisión. No nos promete grandes riquezas, pero sí nos promete que nuestro trabajo será fructífero y traerá bendición al hogar. En la familia que teme al Señor, la maldición que vino sobre el trabajo como resultado del pecado se hace más leve. El trabajo puede ser duro, pero también será bendecido. De igual modo, la mujer será una fuente de bendición. La vid era una de las plantas principales en la agricultura judía. Una vid llena de uvas era una señal de prosperidad y alegría. Una buena mujer, como una vid cargada de uvas, trae mucha bendición al hogar, con su esfuerzo, su cariño, su sabiduría y los talentos que Dios le da. Cuando el hombre es fiel al Señor y le teme, su esposa queda libre para dar fruto dentro y fuera del hogar. La bendición se multiplica. Los hijos, como vástagos de olivo, crecen fuertes y producen fruto. Lo interesante del olivo como árbol es que tarda mucho tiempo en dar su fruto. Sin embargo, cuando comienza a producir, puede dar fruto por cientos de años. Así son los hijos que crecen bajo la bendición de Dios. A diferencia del pasto, que rápido crece y rápido se seca, llegarán a dar un buen fruto a su tiempo. Hace algunos años, salió una canción cuyas letras decían: Dios, bendice a mi familia. Cada creyente en Jesús puede repetir confiadamente esas palabras, porque Dios bendice a las familias que se unen por la fe en él y que buscan caminar por sus sendas de fe, justicia, bondad y amor. ¡Gracias a Dios, porque él bendice a la familia! Hemos visto, entonces, que la familia es una bendición de Dios. Hemos visto también que Dios bendice a la familia cuando confiamos en él y andamos en sus pasos. Pero además de esto, la familia también puede ser de bendición. La primera conversión que la Biblia nos relata en todo el continente europeo es la historia de una mujer llamada Lidia. Era una mujer de dinero, porque vendía telas de púrpura, un producto muy costoso. Cuando oyó al apóstol Pablo predicar acerca de Jesús, el Señor le abrió el corazón y ella creyó el evangelio. También su familia creyó. Leamos lo que sucedió entonces. Hechos 16:15 nos cuenta la historia. Cuando fue bautizada con su familia, nos hizo la siguiente invitación: «Si ustedes me consideran creyente en el Señor, vengan a hospedarse en mi casa». Y nos persuadió. No sabemos por qué estaba sola Lidia. Quizás fue viuda. Pero lo que podemos ver es que ella y su familia fueron de bendición porque hospedaron a Pablo y a todos sus acompañantes. Se convirtieron en parte del plan de Dios para la evangelización de toda su región. ¡Imagina la bendición que habrá sido desayunar con el apóstol Pablo en la mesa de su hogar! Hay otras familias nombradas en la Biblia que llegaron a ser de bendición. El carcelero en la ciudad de Filipos creyó con toda su familia, y tuvo el privilegio de atender a Pablo y a Silas. La familia de Zaqueo recibió a Jesús en su hogar. Cuando seguimos a Cristo, no sólo recibimos bendición para nuestra familia. Nuestra familia también se puede convertir en una bendición. ¿Qué puedes hacer para que tu familia sea una bendición? La cosa más importante que puedes hacer es amar a Cristo y entregarte sinceramente a él. Esto traerá bendición a tu hogar, y también comenzará a convertir tu hogar en un lugar de bendición. Enséñales a tus hijos de Cristo, con tu ejemplo y tus palabras. Dedícale tu hogar, y ten cuidado con lo que dejas entrar allí. Disfruta de la bendición de la familia. Que tu hogar sea un lugar de gozo. Haz tiempo para jugar con tus hijos, para salir en familia y para divertirse sanamente. Busca las maneras de convertir tu hogar en una fuente de bendición para otros. Podrías invitar a los que no tiene familia a pasar algún día festivo en tu casa, por ejemplo. Podrías ofrecer tu casa para ser usado como lugar de reunión de célula o estudio bíblico. Podrías invitar a tus amigos a ver alguna película cristiana con tu familia. La familia está bajo ataque. El enemigo busca destruir la bendición que Dios nos ha dejado. El individualismo del mundo moderno disuelve los lazos familiares. El pecado nos lleva a dañar a nuestras familias. Sin embargo, no todo está perdido. Con Cristo al centro de tu hogar, puedes vivir agradecido por la bendición que es la familia, puedes saber que Dios bendice a tu familia, y puedes convertir tu familia en un lugar de bendición. Dios, bendice a mi familia.
Dios Nos Habla a Través De Su Palabra: Promesas Divinas Y Estudios Bíblicos Para Iglesias Y Uso Individual. Una Guía Para Bendecir Tu Vida Con Una Perspectiva Bíblica