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¿Cuánto vale tu vida?

23/4/2023

 Se cuenta la historia de un niño que hizo un barco de


juguete. Con mucho cuidado cortó los pedazos de
madera y los unió, selló el barquito para que no se
llenara de agua y lo pintó de un color alegre.
Finalmente, el barco estaba listo para que jugara con él.
Lo llevó a una lagunita cerca de su casa y lo lanzó al
agua. ¡Estaba muy contento de poder jugar con su
barquito!
 Sin embargo, de repente una ráfaga de viento se llevó
su juguete. El niño trató de alcanzarlo, pero no pudo.
Observó impotente mientras el barco se alejaba más y
más, hasta que ya no lo pudo ver. Se fue triste a su
casa. Había perdido el barquito que tanto trabajo le
costó fabricar.
 Algunos días después, vio en la ventana de una tienda
de segunda algo que le llamó la atención. Era un barco
muy parecido al suyo. Cuando se acercó más, se dio
cuenta de que era su barco. ¡Estaba a la venta en la
tienda de segunda! Entró a la tienda y la dijo al dueño
que el barco que estaba en la ventana era suyo.
 El dueño lo miró con empatía. Lo siento, hijo, le
contestó. Alguien me lo vendió a mí. Dijo que lo había
encontrado. No te lo puedo regalar, porque me
quedaría corto de dinero. Pero sí te lo puedo vender al
precio que me costó. El niño se fue cabizbajo. No tenía
el dinero para pagarlo.
 Llegando a casa, sin embargo, se puso a buscar
trabajitos. Le cortó el pasto al vecino para ganar algo de
dinero. Ayudó a su madre con algunas tareas en la
casa. Después de varios días, había reunido el dinero
que le pedía el dueño de la tienda. Emocionado, fue a
rescatar el barco que había perdido. Cuando llegó a la
tienda, el vendedor le sonrió y sacó el barco de la
ventana para dárselo.
 Saliendo de la tienda, el niño miró al barquito y
dijo: Ahora eres doblemente mío. Yo te hice, y yo te
compré. Escúchame. Tú y yo somos como ese
barquito. Fuimos creados por Dios. Sin embargo, nos
extraviamos. Nos perdimos. En lugar de abandonarnos,
él pagó un gran precio para rescatarnos. Si has
aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador, eres
doblemente de Dios. Te creó y te redimió.
 ¿Qué significa esto para tu vida? ¿Cuánto vale tu vida?
¿Cómo la debes llevar? Vamos a buscar la respuesta
en 1 Pedro 1:17-21.
 Ya que invocan como Padre al que juzga con
imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor
reverente mientras sean peregrinos en este mundo. 18
Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida
absurda que heredaron de sus antepasados. El precio
de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como
el oro o la plata, 19 sino con la preciosa sangre de
Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto.
20 Cristo, a quien Dios escogió antes de la creación del
mundo, se ha manifestado en estos últimos tiempos en
beneficio de ustedes. 21 Por medio de él ustedes creen
en Dios, que lo resucitó y glorificó, de modo que su fe y
su esperanza están puestas en Dios.
 Quiero que veas lo que Dios ha hecho por ti. En primer
lugar, él hizo un plan para salvarte. El verso 20 nos dice
esto: Cristo, a quien Dios escogió antes de la creación
del mundo, se ha manifestado en estos últimos tiempos
en beneficio de ustedes. Otra traducción dice que
Cristo fue destinado desde antes de la fundación del
mundo.
 Antes de crear el mundo, en la eternidad pasada, Dios
ya sabía lo que iba a suceder. Una de las cualidades de
Dios es que él lo sabe todo. Los teólogos lo llaman su
omnisciencia. Tú y yo ignoramos muchas cosas. Ni
siquiera sabemos lo que pasará mañana. A veces
decimos, Voy a hacer esto, a ver qué pasa. Pero con
Dios, nunca es así. Él lo sabe todo.
 Cuando él creó el mundo y nos dio la libertad de
escoger entre el bien y el mal, Dios ya sabía que
escogeríamos mal. Ya sabía que pecaríamos. En su
gran amor, sin embargo, él decidió también que nos
ofrecería la salvación. Antes de crear el mundo, el
Padre y el Hijo ya se habían puesto de acuerdo en que
el Hijo se haría hombre y vendría a salvarnos. Cuando
nada más existía, Dios ya había hecho un plan para
salvarte.
 En la realización de ese plan, Dios pagó un enorme
precio para rescatarte. Esta es la segunda cosa que
quiero que veas. Los versos 18 y 19 dicen esto: Como
bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida
absurda que heredaron de sus antepasados. El precio
de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como
el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo,
como de un cordero sin mancha y sin defecto.
 Antes de que Cristo viniera, estábamos atrapados en
una vida sin sentido. Nuestra vida no nos llevaba a
nada más que a la destrucción. Esa vida, dice Pedro, la
heredamos de nuestros antepasados. Si nos
remontamos hasta los orígenes de nuestra raza,
encontramos a Adán y Eva. Ellos nos heredaron la
costumbre de pecar.
 De nuestros antepasados más recientes hemos recibido
tradiciones que terminan alejándonos de Dios. Quizás
hayamos recibido alguna religión que nos enseñó cosas
buenas, pero también nos inculcó costumbres que van
en contra de la Palabra de Dios. Aparte de Cristo, las
mejores tradiciones nos dejan lejos de Dios.
 Pero Jesús pagó un precio enorme para rescatarnos de
esa vida de vanidad. En casos de secuestro, se han
pagado millones de dólares en rescate por el
secuestrado. Jesús pagó algo que vale mucho más que
cualquier fortuna en el mundo. Ni siquiera Carlos Slim o
Bill Gates podría pagar ese rescate. Él pagó con su
propia sangre el precio preciso de nuestra liberación.
 La Biblia dice que la paga del pecado es la muerte.
Nosotros mismos nos entregamos al pecado, y
debíamos morir. Pero Jesús entregó su vida a la muerte
y derramó su sangre para que nosotros pudiéramos
vivir y no morir. En la cruz de Jesús, Dios pagó un
enorme precio para rescatarte.
 La tercera cosa que vemos de Dios en este pasaje es
que él juzgará a todos sin favoritismo. En las cortes de
este mundo, las amistades y la influencia tuercen la
justicia. El rico logra comprar la justicia, mientras que al
pobre se niega. Aunque no siempre sea el caso, hay
demasiada injusticia en los salones de justicia.
 Pero un día habrá una corte muy distinta. Ese día, Dios
será el Juez. Todos tendremos que comparecer ante él.
Tendremos que responder por lo que hemos hecho en
la tierra. Para la persona que no se ha entregado a
Cristo para recibir la salvación, ese juicio determinará
su destino eterno. Todos tendrán la oportunidad de
defenderse, pero nadie será justificado por lo que haya
hecho.
 Sólo habrá una manera de quedar a salvo ese día.
Apocalipsis 20:15 lo dice: Aquel cuyo nombre no estaba
escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de
fuego. Si nos hemos arrepentido de corazón y nos
hemos entregado a Jesucristo, nuestro nombre está
escrito en el libro de la vida.
 Para nosotros, ese juicio no determinará la salvación.
Jesús nos la compró en la cruz. Más bien, determinará
las recompensas que recibiremos. Algunos habrán
seguido a Cristo sin aprovechar las oportunidades que
tuvieron para servirle. Sus recompensas serán pocas.
Otros tendrán grandes recompensas y gozo en el cielo.
 En ese juicio, no habrá favoritismos. Todo será
completamente lícito. Dios no tiene favoritismos, y él
juzgará con perfecta equidad. El Padre que nosotros
tenemos gracias a la fe en Jesucristo es el Juez de todo
el mundo, el Juez más perfecto e íntegro que existe.
¿Cómo, entonces, debemos portarnos?
 El verso 17 nos da la respuesta: Ya que invocan como
Padre al que juzga con imparcialidad las obras de cada
uno, vivan con temor reverente mientras sean
peregrinos en este mundo. Si Dios hizo un plan para
salvarte desde antes de crear el mundo, si él pagó un
precio enorme para rescatarte y si él juzgará a todos sin
favoritismo, vive la vida ahora con temor reverente.
 Tu vida vale tanto que Dios pagó un precio enorme en
la cruz. No la derroches en cosas sin sentido. No la
pierdas en vicios y en pecado. No la entregues a
cambio de las cosas insignificantes de este mundo. Más
bien, invierte tu vida en lo que realmente importa. Vive
con temor reverente.
 Si Dios nos llama a vivir con temor reverente, ¿significa
eso que debemos vivir aterrados todo el tiempo? La
persona que no tiene a Cristo debe vivir aterrada,
porque caerá bajo la ira de Dios. Su pecado no tiene
remedio más que en Cristo. Si no quiere aceptar a
Cristo, no tendrá otra salida.
 Pero si hemos aceptado a Cristo como Señor y
Salvador, vivir en temor reverente no significa vivir
aterrados. Más bien, se parece a la actitud de un buen
conductor. Un buen conductor no maneja aterrado de lo
que le podría suceder. Sin embargo, tiene un temor
sano a los accidentes. En lugar de aventarse al tráfico,
espera el momento prudente. En lugar de pasarse la luz
en rojo, espera a que se ponga en verde. Su sano
temor a los accidentes lo lleva a manejar de una
manera que los evita.
 Del mismo modo, nuestro sano temor a Dios nos llevará
a vivir evitando las cosas que no le agradan a él y
haciendo las cosas que sí le agradan. Si tienes este
temor sano que nace del valor que Dios le da a tu vida,
evitarás la mentira, el chisme, la fornicación, la
venganza, el robo y todo lo que le desagrada.
 En cambio, vivirás en amor, en paz, buscando ayudar a
tus hermanos y compartir el evangelio con quienes no
lo conocen. Perdonarás, en lugar de guardar rencor.
Servirás en lugar de buscar que te sirvan. Todo esto
refleja el valor que Dios le da a tu vida.
 ¿Cuánto vale tu vida? Vale mucho, porque Dios hizo un
plan para salvarte y pagó un gran precio para liberarte.
¿Cómo llevarás esa vida delante de tu Padre, que es el
Juez de toda la tierra? Invierte tu vida en cosas que
valgan la pena. Pon a Dios en primer lugar en tu vida.
Dale lo mejor de tu tiempo, de tus bienes y de tus
talentos. Así le darás a tu vida su verdadero valor.

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