Está en la página 1de 4

Piedad sin poder

Pastor Tony Hancock

Una señora llevó su auto al taller para que lo compusieran. Cuando llegó la hora de
recogerlo, el mecánico le dijo, "Ya terminamos el trabajo en su carro, pero por
descuido, las llaves se quedaron encerradas adentro. El cerrajero está trabajando
ahorita para abrirlo." La señora decidió salir para ver cómo avanzaba la cosa.
Encontró con su carro a un joven trabajando para abrir una de las puertas
delanteras. Sin pensarlo mucho, la señora probó una de las puertas de atrás. Para
su sorpresa, abrió. Entonces le dijo al muchacho: "Parece que esta puerta está
abierta". "Sí, lo sé", le dijo el muchacho, "ésa ya la abrí". ¡Pobre muchacho! Lo
único que tenía que hacer era alcanzar por dentro para abrir una puerta de
enfrente. En vez de hacer eso, se puso a abrir cada puerta individualmente.

Yo me pregunto cuántos creyentes habrá que están cometiendo un error semejante


al del muchacho. Se hacen la vida muy difícil a sí mismos. Al igual que el
muchacho de la historia, buscan el modo más difícil de vivir la vida cristiana. Pero
él simplemente perdió nos minutos de tiempo haciendo un trabajo innecesario.

Como creyentes, cuando tratamos de hacer las cosas de la forma difícil, perdemos
mucho más que unos momentos de trabajo. Perdemos la victoria en nuestras
vidas. Perdemos el impacto que Dios quiere que tengamos sobre la vida de otras
personas.

Podemos terminar, en otras palabras, con una piedad sin poder. Nos encontrarnos
viviendo una vida religiosa que no nos transforma a nosotros ni afecta la vida de
otros. ¿Será posible que suceda esto? Veamos lo que dice la Palabra de Dios.

Lectura: 1 Corintios 1:17

1:17 Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría
de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.

En este versículo, Pablo nos dice algo sumamente importante acerca de su misión.
Podríamos pensar que Pablo había sido enviado para convencer a la gente de que
aceptaran a Cristo. Pero esto sería un error. Al contrario; él dijo que rechazaba los
discursos de sabiduría humana, ya que éstas robarían el poder de la cruz de
Jesús.

¿Será que nosotros tenemos costumbres o prácticas que quitan el poder de


nuestra fe? ¿Será que algunas de las cosas que hacemos o pensamos nos alejan
del poder transformador que Dios quiere desatar dentro de nuestras vidas?

La verdad es que hay poder para vivir en victoria y para servir a Dios con
resultados. Ese poder sólo puede venir del Espíritu de Dios. Dentro de un
momento, veremos cómo experimentar ese poder en nuestras vidas. Pero primero,
tenemos que entender que lo natural para nosotros es alejarnos de ese poder. Lo
que sucede es que

I. La piedad sin poder es nuestra inclinación

¿Alguna vez has manejado un carro desalineado? Es trabajoso. Si te descuidas, te


encontrarás en el carril contrario, o en la zanja. Para poder manejar ese tipo de
carro, hay que fijarse en qué dirección jala, para poder contrarrestar los efectos del
mal alineamiento.

En cierto sentido, todos nosotros estamos desalineados. Nuestra naturaleza


pecaminosa constantemente nos está jalando. Antes de conocer a Cristo, tenemos
una capacidad muy limitada para tratar de resistirla. Pero aunque seamos
creyentes, con el poder del Espíritu Santo para resistir la tentación, seguimos
jalando hacia lo antiguo.

Es preciso que entendamos esos efectos. Si no, el diablo puede ponernos una
emboscada con nuestros propios sentimientos. Lo que tenemos que entender es
que nuestra naturaleza pecaminosa quiere estar en control. No queremos rendirnos
al poder de otro.

Por esta razón, existe una gran tentación de vivir en nuestro propio poder en vez
del Espíritu. Aunque seamos creyentes, nos encontramos deseosos de dejar atrás
al Espíritu y caminar por nuestra fuerza humana.

Era el problema que enfrentaba la iglesia en Galacia. Pablo les pregunta: Después
de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse con
esfuerzos humanos? (Gálatas 3:3) Eran creyentes; pero habían vuelto a una
manera de pensar humana.

En 2.000 años no hemos cambiado. En nuestra ignorancia, dejamos atrás al


Espíritu Santo y tratamos de vivir en nuestra propia capacidad. Cuando los árabes
empezaron a enriquecerse con el dinero petrolero, se cuenta que varios jeques
compraron autos muy caros. Sus choferes los manejaban un rato, pero al acabarse
la gasolina, dejaban el carro abandonado - pensando que se había muerto.

Quizás nosotros, como esos jeques, hemos abandonado el poder del Espíritu
Santo porque no entendemos la manera de mantener el tanque lleno. En un
principio, cuando aceptamos a Cristo, sentimos la presencia del Espíritu. Ahora, sin
embargo, sentimos que se nos ha acabado, y andamos en nuestro propia fuerza.

El mensaje del evangelio es poder. Como seres humanos, sin embargo, preferimos
nuestro propio poder al poder de Dios. Es que a Dios no le podemos controlar, y
esa sensación no nos gusta.
Se dice que la peor cosa para un piloto de avión es tener que volar como pasajero.
Después de estar en la cabina, con los controles en la mano, es una tortura tener
que dejar ese control en manos de otro. Así nos sentiremos al principio, cuando le
damos el control al Espíritu Santo. Pero hay algo más que tenemos que saber:

II. La piedad sin poder es inútil e innecesaria

Efectivamente, sólo podemos servir con poder cuando servimos en el Espíritu. Lo


que hacemos en nuestra propia fuerza, usando nuestro propio raciocinio, está
destinado a fallar.

Cuando Dios restauró a su pueblo después del cautiverio en Babilonia, le dio un


mensaje muy importante a su siervo Zorobabel. Zorobabel tuvo una visión
misteriosa de un candelabro de oro, con un recipiente y siete lámparas encima. Las
lámparas brillaban con fuerza. Después se le dio la explicación. Dice la Palabra del
Señor: No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu -dice el Señor
Todopoderoso-. ¿Quién te crees tú, gigantesca montaña? ¡Ante Zorobabel sólo
eres una llanura! Zacarías 4:6-7

La labor de reconstruir el templo de Dios, el centro de adoración, el símbolo de la


presencia de Dios con su pueblo, no se podría hacer con ingenuidad humana. No
se iba a lograr porque Zorobabel era un líder tan carismático, o porque sabía como
manipular a la gente, o porque tenía la última tecnología o un intelecto súper
desarrollado. No, la restauración de la adoración a Dios dentro de su templo sólo
se lograría por el Espíritu de Dios. Sería por el poder del Espíritu que las barreras
serían quitadas.

Hoy en día, podemos tratar de levantar el templo de Dios aquí en la tierra por
nuestros propios esfuerzos - pero estamos destinados a fracasar. Me pregunto
cuántos de nuestros programas evangelísticos, cuántos de nuestros esfuerzos por
servir a Dios, cuántas de nuestras prácticas religiosas se hacen en nuestro propio
poder, en vez del poder del Espíritu.

La piedad - la religión - sin poder es inútil. No lograremos nada si no obramos en el


poder del Espíritu. Nos sentiremos como hámsteres corriendo y corriendo en
nuestra rueda sin avanzar. El poder para la victoria y el ministerio sólo puede venir
del Espíritu de Dios.

Cuando veo nuestra iglesia, me pregunto: ¿dónde está el poder? ¿Dónde están las
vidas transformadas? ¿Dónde están las almas que están siendo salvadas? ¿Dónde
estamos transformando nuestra comunidad?

Gracias a Dios, vemos a algunos que han conocido a Dios. Vemos a algunos que
sirven con gozo y comparten su fe. Hemos podido ayudar a algunos. Pero ¿será
esto todo lo que Dios quiere para nosotros? ¿Estamos viviendo hasta lo máximo?
Estoy convencido de que no lo estamos.
La buena noticia es que no es necesario que vivamos con una piedad sin poder.
Nosotros podemos conocer más del Espíritu. Si tú eres creyente, el Espíritu vive en
ti desde el momento en que aceptaste a Cristo. Tu bautismo fue un símbolo de lo
que sucedió cuando lo recibiste.

Pero tú puedes conocer más o menos de su poder. Pablo nos dice en Efesios
5:18, No se emborrachen con vino, que lleva al desenfreno. Al contrario, sean
llenos del Espíritu. Solemos citar este versículo como prohibición al abuso del
alcohol, y con razón; pero olvidamos la segunda parte. Como creyentes, no
debemos de ser simplemente la gente que no toma; debemos de ser identificados
como quienes muestran con su vida que están bajo el control del Espíritu.

Jesús prometió a sus discípulos que recibirían poder, y ellos lo recibieron. En ese
día, 3.000 personas se unieron a la iglesia. Nosotros no hemos recibido a un
Espíritu distinto al que recibieron ellos.

Si tú eres creyente, ese mismo Espíritu que levantó a Jesús de los muertos, ese
mismo Espíritu que usó a Pedro en el Día de Pentecostés para salvar a 3.000
almas, ese mismo Espíritu que reveló al apóstol Juan lo que ha de suceder en el
futuro - ese mismo Espíritu mora dentro de ti. El quiere usarte.

El quiere darte poder para vencer el pecado. Quiere darte más entendimiento de su
Palabra. Quiere usarte para transformar la vida de otras personas. ¿Cuántos de
ustedes creen de veras que el Espíritu Santo vive en su corazón? Si no lo crees, o
si no te has dado cuenta, eso es lo primero. Tienes que confiar en la presencia del
Espíritu.

Luego, tienes que aceptar el señorío del Espíritu en tu vida. Dice 2 Corintios
3:17, Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay
libertad. Si no has reconocido que el Espíritu es Señor y que el tiene que mandar
en tu vida, entonces no podrás conocer su poder y la libertad que sólo él trae.

Dios quiere que como iglesia y como creyentes vivamos en victoria. El nos ha dado
la presencia de su Espíritu para que podamos vivir con poder. La tentación
continua es de vivir en una piedad sin poder, una religión que depende de tus
propios esfuerzos. Esta mañana quiero invitarte a abandonar tu confianza en ti
mismo y empezar a buscar el poder del Espíritu para vivir.

Empecemos a orar para que el Espíritu se mueva entre nosotros. Empecemos a


confiar en su presencia para guiarnos y habilitarnos para ministrar. Empecemos a
rendirnos a su voz y su dirección. No sigamos viviendo sin poder, sin efecto, sin
gozo. Empecemos a vivir en el poder del Espíritu, y dejemos la piedad sin poder.

También podría gustarte