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INTRODUCCIÓN:
María fue una mujer concreta y, aunque los datos bíblicos son
insuficientes para escribir su “biografía”, sin embargo los apuntes
ofrecidos por los evangelistas, encuadrados en el ambiente del Israel de su
tiempo, despiertan hoy un interés especial, como un primer momento de
afirmaciones precisas que nos ofrecen una figura de la Virgen enraizada en
nuestra historia.
Pero ella no aparece en la Escritura como una figura más, sino que
las afirmaciones sobre la madre de Jesús superan el ámbito de lo
empírico, para ser testimonios trascendentes, porque de María habla la
Biblia en dos planos, mutuamente implicados de hecho. El significado
teológico que los textos neotestamentarios otorgan a la Madre de Jesús va,
pues, en dos direcciones. El papel de María en el núcleo del
acontecimiento de Cristo no es simplemente empírico, sino trascendental.
1
Se revela así que María conforma la conciencia que los discípulos de Cristo
tienen de la trascendencia, dado que su camino es tipo del de todos los
hombres vinculados con la trascendencia, desde la antigua alianza hasta
la nueva en Jesucristo1.
Adquisición importante de la exégesis moderna es descubrir que el
misterio de María significa de algún modo la síntesis de toda la revelación
precedente sobre el pueblo de Dios, de todo el misterio de la alianza, que
tiene su culminación en Cristo2.
Por eso en este presente trabajo, no se trata de realizar una
fundamentación a la manera de otros tratados teológicos, en los cuales se
pueden realizar estructuraciones sistemáticas por la misma naturaleza
que encierran, en este trabajo referente a la mariología se pretenden dar
los rasgos, las pistas que permiten notar la precedencia bíblica de la
mariología. Razón por la cual simplemente se tratará de mostrar la figura
de María en el Nuevo Testamento y su prefiguración o referencia
veterotestamentaria. A esto entonces, podemos referirnos a la figura de
María en estos dos momentos como fundamentación bíblica.
2
leídos en la Iglesia y entendidos bajo la luz de una ulterior y
más plena revelación, cada vez con mayor claridad iluminan la
figura de la Madre del Redentor” (LG5)
a) Moral:
La doncella de Nazaret aparece, al final del Antiguo Testamento,
como la clave de un enigma indescifrable y aparentemente contradictorio,
cuyos términos se encuentran en la misma Biblia. Se trata en efecto, de lo
que hay más oscuro en el misterio de la salvación; el amor de Dios por el
hombre pecador. Ese pueblo, al que Dios escogió como “Esposa bien
amada” (Os 2), le ha sido infiel, se ha prostituido con falsos dioses, y sin
embargo, la fidelidad de Dios, a partir de Oseas, diseña una promesa
misteriosa: a la esposa adúltera Dios la tomará en sus últimos tiempos
como esposa pura.
Por eso, al término de este proceso purificador, han desaparecido
todos los reproches y el Esposo-Yahvé puede decir a la Desposada-Israel:
“Eres toda hermosa y no hay mancha en ti” (Cant 4,7) La solución de esta
3
DV 12.
3
paradoja no ha sido posible por caminos humanos sino por vías divinas,
es decir, por el paso de Israel a la Iglesia, que es la nueva creación del
pueblo elegido en Jesucristo, de modo que al inicio de esta recapitulación
Dios suscitó un germen de gracia, por el cual el pueblo, en razón de las
bodas escatológicas, puede dar a luz al Dios-Hombre Salvador. Tal es el
misterio de la Virgen, germen divino de gracia para todo Israel y para el
mundo entero y ella misma “objeto de favor de Dios”. La respuesta de
María a este intenso amor electivo de Dios lleva consigo una entrega total
con una intensidad jamás superada.
b) Tipológica:
En primer lugar tipifican a la Doncella de Nazaret determinadas
mujeres del Antiguo Testamento:
c) Profética:
Dios prefigura a María no solo a través de símbolos, sino también
por medio de la palabra profética. Sin embargo, según algunos autores no
se puede hablar de profecías marianas al menos en sentido literal.
Cuestión distinta –dicen- es la acomodación litúrgica eclesial. Además de
los pasajes llamados tipológico-proféticos, como Cant 4,7 y Jer 31,32,
cuya plenitud de sentido sólo se realiza en María, los textos que
conciernen más formalmente a la Madre del futuro Mesías –de acuerdo
con el Vaticano II- son los siguientes:
1.- Génesis 3,15
2.- Isaías 7,14
3.- Miqueas 5,2-3
4
C. I. C., 489.
4
La figura de María se va delineando poco a poco en los textos
neotestamentarios desde las primeras afirmaciones de San Pablo o de
Marcos hasta el Evangelio de Juan o el Apocalipsis. Se hace cada vez más
claro que María se halla presente y desempeña un papel capital en los
momentos decisivos del acontecimiento salvífico5.
Marcos (cap. 1)
Lucas (cc. 1-2)
Los Evangelios de la Infancia Hechos 1,14
Juan
Apocalipsis (cap 12)
5
aparece ligada al desarrollo histórico del Pueblo de Dios en el Antiguo
Testamento y su prolongación en la Iglesia. La Mujer del Apocalipsis no
puede ser exclusivamente el Pueblo de Dios de la Antigua Alianza; es
también María –Madre de Jesús- y la Iglesia, contempladas ambas en
planos superpuestos. Como san Lucas y san Juan, también el Apocalipsis
acude a la Mujer-Sión –y a la mujer del Génesis- para pintarnos a María.
Se puede contemplar a María participando de la victoria de Cristo
sobre los poderes del mal según un modelo totalmente superior, que no es
el de la Iglesia, y menos aún el de cada miembro de ella. Los relatos del
Apocalipsis nos hacen ver en María no solamente la recapitulación del
pueblo de Dios en la Antigua Alianza y la Madre del Mesías, hijo de Dios,
sino también a la Madre de la Iglesia actual, al estar estas dos
maternidades tan unidas entre sí.
1. Dimensión histórico-salvífica
2. Dimensión bíblica
3. Dimensión eclesiológica
4. Dimensión ecuménica
6
preside todo el tratamiento, que describe la presencia de María en las
diversas fases del misterio salvífico:
En la antigua alianza
En la plenitud de los tiempos
En el tiempo de la iglesia
7
dignidad y la eficacia de la acción de Cristo. Ella encamina a los creyentes
hacia su Hijo (LG 65), y sus oficios y privilegios “siempre están referidos a
Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad” (LG 67) El alcance
ecuménico de este planteamiento ha suscitado el interés de los teólogos de
la Reforma: “En los dos capítulos (VII y VIII) se explica con gran vigor cómo
la única mediación y la singular dignidad del Redentor no quedan
comprometidas por la veneración e invocación de los santos y de María. La
teología protestante deberá respetar y examinar atentamente esta
declaración.
a) Cristológica:
La clave cristológica: expresión, símbolo de la mediación de Cristo.
La encíclica Redemptoris Mater habla de la mediación materna de María,
presentándola como la “esclava del Señor”. En la anunciación le fue
revelado a María quién era el único mediador entre Dios y los hombres:
aquel que sería el hijo de sus entrañas por obra del Espíritu. Al aceptar
sin condiciones la maternidad, María aceptó al mediador, al Hijo del
Altísimo. María se sometió totalmente a la voluntad de Dios (Lc 1,18). Este
es el primer momento de sumisión a la única mediación, la de Jesucristo:
la aceptación de la maternidad por parte de la virgen de Nazaret 6.
Por su fe, María fue “la compañera singularmente generosa” de
Jesús. Le siguió radicalmente y totalmente. Su vida fue un constante
asociarse a Jesús, como la primera discípula y seguidora. De este modo,
“María entraba de manera muy personal en la única mediación entre Dios
y los hombres, que es la mediación del hombre Cristo Jesús7.
Sin Jesucristo, María habría sido como un sarmiento cortado de la
vid, como una esclava sin redentor, como un vientre materno sin fruto,
como una mujer sin gracia de Dios. Todo lo que ella era se debía a él. Todo
lo había recibido de Dios por medio de él 8. Esta conciencia del papel
desarrollado por María en la obra de la salvación hace notar de manera
indispensable que la única mediación es la de Jesucristo, lo cual rompe
con la ideología equivocada de una mediación por parte de María a la par
de aquella de Jesucristo.
b)Escatológica:
El culto a María que la Iglesia le rinde, nos lleva a tomar conciencia
de que en la vida de la Iglesia se debe descubrir primordialmente la
6
JUAN PABLO II, Redemptoris Mater, n. 39.
7
JUAN PABLO II, RM, 39.
8
GARCIA, J., Mariología, BAC, MADRID 1995, 392-393.
8
presencia y acción salvífica de Dios realizada en y por Cristo. Pero también
nos hace ver que la realización de la salvación que se vive a través del
Reino, es una acción peregrinante, no es algo estático, sino que busca su
realización plena, su consumación. De manera análoga, los dogmas nos
ayudan a comprender este sentido escatológico presente en la Iglesia, de
ahí que la Iglesia realiza una lectura “escatológica” de la vida de María, a
la cual somos invitados. En relación al dogma de la Asunción, la Iglesia
hace una lectura escatológica, la cual la hace también cuando “canoniza”
a sus mártires, a sus santos. Contemplando con la luz del Espíritu y de la
Palabra la vida de los creyentes, afirma en ellos el cumplimiento de las
promesas de Dios.
La Iglesia se ha preguntado desde el s. V: ¿cuál fue el final de María?
Desde que el discípulo amado la acogió en su propio mundo, María
comenzó a ser parte integrante del universo espiritual de los cristianos. La
Iglesia, ha sentido, incluso en contra de la buenas razones, que la muerte
no separó a María de nosotros, que aquella que dio la vida a Jesús ha sido
devuelta a la vida, resucitada por el poder del Resucitado. En María todo
su ser quedó vivificado, porque Dios resucita todo aquello que tiene
gérmenes de gracia. La solidaridad con todos nosotros de Jesús y de María
resucitados, hace que podamos afirmar con Pablo que “algo falta a la
Pasión de Cristo”; que algo falta a la resurrección de Jesús, de María y de
los santos. El Cuerpo del Cristo total está germinando hacia la
Resurrección definitiva9.
9
Ibid., 375-376.
10
Ibid. pg. 428-429.
9
La maternidad divina y la cooperación a la obra redentora
implicaron para María ciertos privilegios personales: privilegio de santidad
con la Concepción Inmaculada y la Plenitud de Gracia, privilegio de
participación en el triunfo glorioso de Cristo con la Asunción.
10
testimonios directos de la Escritura, pero son las fuentes de la piedad las
que acompañan al desarrollo del dogma partiendo del conjunto de
verdades reveladas. En la Iglesia Oriental, desde el siglo VII y desde el siglo
XII también en ciertos lugares de la Iglesia Occidental se celebró la fiesta
de la Concepción de María, aunque su contenido no se fijó aún en el
mismo sentido. Enlazado con las convicciones piadosas y entendiendo la
misma definición dogmática como un acto de culto a Dios y de veneración
a María, lo declaró Pío IX el 8 de Diciembre de 1854, en la bula Ineffabilis
Deus (Dz 1641). El Vaticano II ve a María enriquecida desde el primer
instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular
(L.G. 56)11.
11
Ibid. pgs. 363-366.
11
Cuadro Síntesis de los Dogmas Marianos12
12
BEINERT, Wolfgang. “Dogmas Marianos” en Diccionario de Teología Dogmática, Herder, Barcelona
1990, p 216.
13
PABLO VI, MC, 56.
12
impulsa a los cristianos de ayer y de hoy a recurrir habitualmente a María,
para entrar en una comunión más íntima con Cristo” 14. Este culto se
dirige siempre, en última instancia a la Santísima Trinidad y celebra en
todo el año litúrgico el misterio salvador realizado en y por Cristo. Por ello
el culto mariano no celebra en primera instancia a María sino el plan
redentor de Dios, pero al ocupar ella un puesto eminente en esta acción
salvadora, también lo tiene en los actos culturales 15.
La religión popular interesa como un fenómeno de masas que
conserva valores como el sentido comunitario y el sentido de la fiesta, pero
también por su relación con María, fecunda para la teología, la simbología
y la cultura. De hecho, la religión popular se identifica con María, símbolo
de la secular tragedia de pobreza y sufrimiento y, actualmente, estímulo
de liberación:
13
Según Cox la función de la piedad mariana suele consistir en
“desarmar la cólera y consagrar la pasividad”; así, la “mariología tiene a
menudo un papel trágicamente alienante y regresivo para las mujeres y
para los hombres pobres: María como benefactora regia, figura cósmica
llena de bondad; María como madre virgen; María como tierna intercesora
ante el que está más arriba... La mariología oficial es una forma de
seducción, una manipulación calculada del espíritu 18. La homilía de
Cuernavaca se sitúa en otra perspectiva y desencadena un proceso de
concientización y radicalización política: muestra que las religiones de los
oprimidos han pasado de la expresión a la protesta y de la protesta a la
acción. Según esto, la piedad mariana encierra un valor oculto del que no
debemos prescindir por los abusos: “quienes luchan por la justicia y por
los pobres, no pueden lanzar la piedra contra sus devociones. Deben
advertir que la fe de los pobres no es sólo opio, sino también grito”. Cox
recoge la idea marxista de que la religión no sólo es “opio del pueblo”, sino
también “gemido de la criatura oprimida, alma de un mundo sin alma y
espíritu de una condición de vida carente de espiritualidad” (Marx),
cuando afirma que, “sobre todo para millones de mujeres pobres, María es
la realidad religiosa más importante de su existencia, el núcleo de la
energía espiritual que las sostiene en el fatigoso camino de los días y los
años”19.
En el campo católico, la religión popular es objeto de valoraciones
divergentes. A veces, se la juzga con mucha dureza, por ejemplo, cuando
se afirma que la manifestaciones de religiosidad popular –aunque pueden
contener aspectos positivos-son, en el contexto de la rápida evolución de la
sociedad, expresión de grupos alienados, de grupos que viven en forma
despersonalizada, conformista y acrítica, sin esforzarse por cambiar la
sociedad. Algún teólogo ha preconizado la muerte de la piedad popular,
alienante por naturaleza, y la formación de minorías cristianas conscientes
y comprometidas. De ordinario, se rechaza esta línea elitista y se reconoce
que la acción pastoral puede desalienar la religión popular y hacer de ella
una fe consciente, activa y transformante; se trata de llenar de Palabra y
de Evangelio el catolicismo popular. Las transformaciones en los
contenidos y en las celebraciones de algunos santuarios ofrecen resultados
concretos y positivos.
Parece pues, que también en lo concerniente a la piedad mariana
popular se debe evitar cualquier iconoclastia y tomar pie de este germen
de fe auténtica para penetrar más en la persona de María y en el misterio
pascual. Dado el alcance antropológico y cultural de la devoción mariana,
es necesario purificarla de elementos sincretistas y supersticiosos, de
formas míticas y rituales ajenas a la fe, e infundirle un dinamismo que
supere el dualismo fe-vida y la resignación fatalista. En particular, es
necesario unir al sentimiento numinoso, centrado en la intercesión de
María, el recurso a la Palabra de Dios, que nos descubre la imagen
18
Ibid. 199.
19
Ibid.
14
evangélica de la Madre del Señor y su camino en la fe como discípula de
Cristo. Así, el culto mariano popular llegará a ser un factor de crecimiento
y de maduración cristiana20.
En cuanto a la relación auténtica entre religiosidad popular mariana
y celebración litúrgica en nuestra comunidades cristianas resultan válidos
estos criterios:
a) En primer lugar, es necesario conceder a la liturgia, en las
celebraciones eclesiales, el puesto preeminente que le corresponde,
b) En segundo lugar, es conveniente armonizar los ejercicios piadosos
(el rosario, las novenas, etc.) con los tiempos litúrgicos y sus
exigencias, de modo que adquieran el tinte propio del momento
litúrgico concreto,
c) Debe evitarse toda confusión y falsa mezcla entre liturgia y ejercicios
de piedad popular pero sin radicalismos, por último
d) Es justo que se valoren, llenando de sentido, los ejercicios piadosos
marianos existentes, sin eliminarlos –contra el sentir de la Iglesia-,
ya que por esta causa se crea a veces un vacío, no colmado de hecho
por nada ni por nadie.
Además tampoco ha de cerrarse la puerta a nuevas manifestaciones
de piedad popular, fruto de la creatividad bien orientada de nuestra época.
BIBLIOGRAFÍA:
PONCE, M., María, Madre del Redentor y Madre de la Iglesia, Herder,
Barcelona 1995.
GARCIA, J., Mariología, BAC, Madrid 1995.
COX, H., La seduzione dello spirito. Uso e abuso della religione popolare,
Brescia 1974.
PIRONIO, E., “Relazione sull’America Latina, presentata al Sinodo 1974”
en Il Regno. Documenti,19 (1974).
MULLER, A., Reflexiones teológicas sobre María, Madre de Jesús, Madrid
1985.
DE LA POTTERIE, I., María en el misterio de la Alianza, BAC, Madrid 1993.
JUAN PABLO II, Redemptoris Mater.
---------------------, Audiencia general 15-XI-1995.
PABLO VI, MC.
DE FIORES, S., “Mariología: Culto mariano y religiosidad popular”, en
NDT, 1014-1017.
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CONC. VAT. II.(LG. - DV)
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DE FIORES, S., “Mariología: Culto mariano y religiosidad popular”, en NDT, 1014-1017.
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