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MARIOLOGÍA

Hno. Dr. Alexandre José Rocha de Hollanda Cavalcanti


Texto 03: María en el Nuevo Testamento_001
1. Literatura paulina
El texto de la Carta de San Pablo a los Gálatas (4,4-5): «Al llegar la plenitud de los
tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, a fin de que
recibiésemos la adopción de hijos» es considerado como el primer enunciado teológico
del Cristianismo naciente sobre la Maternidad divina de María 1 . Éste es el texto
neotestamentario probablemente más antiguo relacionado con la Madre de Jesús, escrito en
torno del año 57 de nuestra era y de fundamental importancia para la comprensión de la
perfecta humanidad de Cristo y de la maternidad divina de María.
Pablo da pocos datos sobre la vida de María y ni siquiera cita su nombre, afirmando tan
sólo que Jesús es «nacido de mujer», lo que conecta su texto con la figura de la mujer del
Protoevangelio y de la mujer del Apocalipsis. Esta breve perícopa es considerada por el
historiador de los dogmas Georg Söll como el texto mariológicamente más significativo del
Nuevo Testamento. Este autor afirma que con Pablo se inicia la unión de la mariología con la
cristología, mediante el testimonio de la maternidad divina de María. Sin hablar de la
concepción virginal de María, san Pablo afirma la humanidad de Jesús y al mismo tiempo su
divinidad. Efectivamente, al decir que Jesús nace de mujer, bajo la Ley, pero tiene el poder de
conferir la dignidad de hijos de Dios a los hombres, deja claro la doble naturaleza de Cristo,
en la unidad personal de Hijo de Dios. Por tanto, la intervención de María es afirmada en el
contexto de la generación de Jesús que tiene como misión redimir a los que estaban bajo la
Ley, a fin de que reciban la adopción, resultando la maternidad divina de María en un sentido
salvífico de cooperación con la Redención de Cristo. Esto confirma la promesa mesiánica de
Gn 3,15, de un Mesías salvador, nacido virginalmente como profetizó Isaías (7,14).
Es significativo que san Pablo eclipse el nombre propio de María, presentándola como
mujer, estableciendo una concordancia clara con Gn 3,15, colocando aquella «mujer» en el
corazón del acontecimiento salvífico que decide la «plenitud de los tiempos» y que se realiza
en Ella, y por medio de Ella, a través de la unión madre-hijo específica del género femenino2.
Pablo presenta la encarnación en el amplio panorama de la teología de las misiones
divinas: «el Padre envía a su Hijo para la salvación de los hombres». Este envío se concretiza a
través de una mujer. Es un texto breve, cuya profundidad teológica recoge las afirmaciones
fundamentales de la predicación apostólica, como una síntesis cristológica perfecta. Cada una
de las palabras encuentra su significado propio y preciso, desde la palabra Dios, hasta la mujer,
la preposición ex y el posesivo su. Está clara la misión divina, el envío, la encarnación, la
filiación divina del Hijo, transmisible a los hombres, su nacimiento de la mujer.
Para san Ireneo, esta perícopa paulina traza un hilo conductor entre el misterio de la
Trinidad, el misterio de Cristo y el misterio de María, que es la historia de la salvación: «De
un modo evidente, indicaba [Pablo] que hay […] un solo Jesucristo Nuestro Señor, que proviene
de la descendencia de David según la generación que procede de María». (Adv. Haer., Ill, 16, 3)
La construcción del texto menciona exclusivamente al Padre de Jesús (Dios Padre lo
envía) y a su Madre terrena. La estructura sugiere la no existencia de padre humano, es decir,
la concepción virginal de Jesús. La comparación con los versículos 24-28, torna más

1
Cf. ARTOLA ARBIZA Antonio María. Mística y sistemática en la Mariología. Callao: Facultad de Teología
Redemptoris Mater, 2010, p. 201.
2
Cf. MDi, n. 3.

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llamativa la estructura textual, puesto que la mención de las madres de Isaac e Ismael es
completada con la referencia al padre de ambos: Abrahán (v. 22).3
Ireneo afirma también que este pasaje de la Carta a los Gálatas se inserta en el contexto
de la «recapitulación», puesto que el Señor ha recapitulado en Sí mismo la enemistad
establecida entre la mujer y la serpiente, haciéndose hombre nacido de mujer.
Comentando el citado texto paulino de Ga 4,4-5, Orígenes insiste en la verdad del
nacimiento del Señor, reforzando que el Apóstol dice expresamente «nacido de» (e)k) María,
y no «por medio de» (dia/) María (In Epist. ad Gal.). Puntualiza también que la virginidad de
María no queda en entredicho por el uso paulino del término mujer. Con eso, demuestra la
verdad de la Encarnación y la verdad de la virginidad de Santa María. Lo hace considerando
Ga 4,4 a la luz de 1Cor 11,12: «Pues así como la mujer (procede) del (e)k) varón, así el varón
(procede) por medio de (dia/) la mujer».
Para Orígenes, el hombre tiene origen en el semen del varón (e)k) y nace por medio de
la mujer (dia/). En este caso, se afirma con rigor que el Hijo de Dios es nacido de mujer (e)k),
pues es a ella que se le atribuye el origen primero de la carne de Cristo.
Apolinar de Laodicea intenta desvirtuar el sentido obvio del texto paulino,
contraponiendo la expresión juánica «bajado del cielo» (Jn 3,13) con la paulina «nacido de
mujer». Es evidente el cambio del sentido paulino del texto, puesto que en la visión
apolinarista, el Hijo de Dios habría «bajado» del cielo, por obra del Espíritu Santo, por medio
de María, y no por un cuerpo modelado de su carne virginal, lo que es evidentemente contrario
al sentido claro y riguroso de san Pablo: «nacido de mujer». San Cirilo de Alejandría rebate con
firmeza esta afirmación apolinarista: «El hecho de que no dijo que nació a través de ella, sino
que nació de (e)k) ella, refuta la herejía de Apolinar, que dice que Cristo pasó por la Virgen
como por un canal, y que no tomó nada de Ella» (In Mattheum 1, 16).
La conclusión de Cirilo es clara: el Verbo no habitó en un hombre engendrado a través
de una mujer, sino que «hizo suya la carne venerable y santísima que tomó de la Santa Virgen,
así también tomó todas las demás cosas que van juntas con la carne, excepto el pecado. Ahora
bien — sigue Cirilo —, es propio de la carne, en primer lugar, ser engendrada de una madre».
(Homilía Paschalis, 17,2-3)4
La literatura paulina hace una cristología que fundamenta la doctrina mariológica,
puesto que evidencia la perfecta humanidad de Cristo en todo semejante a los hombres,
excepto en el pecado (Hb 4,5; cf. Flp 2,7), presuponiendo la existencia eterna del Verbo antes
de aceptar acceder a la condición humana (Flp 2,6), de modo que se hace evidente — como
sustenta Gaudium et spes (22) — el nacimiento humano de Cristo: «Nacido de la Virgen
María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en
el pecado».
En la Carta a los Romanos (1,3), San Pablo afirma claramente que Jesucristo es nacido
de David según la carne, argumento utilizado por san Agustín para rebatir la herética
negación del maniqueo Fausto sobre la virginidad de María:
«Por eso creemos que también María era del linaje de David, porque tenemos fe en
las Escrituras que afirman ambas cosas: que Cristo es de la descendencia de David
según la carne y que María es su madre siendo virgen, sin tener unión carnal con su
marido»5.

3
POZO, Cándido. María en la Escritura y en la fe de la Iglesia. Madrid: BAC, 1979, p. 61.
4
Cf. MATEO-SECO, Lucas F. Envió Dios a su Hijo, nacido de Mujer: Gálatas 4,4-5 en el pensamiento patrístico
anterior al Concilio de Éfeso. En: Scripta Theologica, Revista de la Facultad de Teología de La Universidad de
Navarra, Vol. 32, Fasc. 1. Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2000.
5 Texto reproducido por Santo Tomás de Aquino en S. Th. III q. 31 a. 2.

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El texto de Rm 5,12ss es utilizado por algunos como una negación de la presencia de
María en la historia de la salvación:
«Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, […]
con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo,
aquellos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia».
En la Semana Mariológica de Córdoba (1998), el P. Antonio Artola presentó un
excelente trabajo sobre este texto, que será estudiado en el análisis de la figura de María como
Nueva Eva. Para el autor, una primera aproximación superficial a la Mariología paulina da la
impresión de que la persona de María es irrelevante para la salvación obrada por Cristo, de
modo que este texto paulino fue fuertemente utilizado por los opositores del Dogma de la
Inmaculada Concepción de María y muchas veces considerado despectivamente como un
texto antimariano. Sin embargo, su estudio demuestra que una lectura inclusivo-corporativa
del texto paulino encuentra la figura de María unida a la de Cristo en analogía con la unión
testimoniada en la Escritura entre Eva y Adán, en la determinación del pecado para toda la
humanidad6.
2. Evangelio según San Marcos
El Evangelio de Marcos es parco en datos mariológicos. Algunos autores llegan incluso
a utilizar la infeliz expresión «textos antimarianos de Marcos», puesto que las citas en que el
Evangelista habla sobre la Madre de Jesús han levantado polémicas en relación a los dogmas
marianos, sobre todo de la perpetua virginidad de María.
San Marcos inicia su narración con el bautismo de Cristo y no describe nada sobre la
niñez de Jesús, hablando de la Virgen María sólo dos veces en el inicio de su Evangelio, con
la concisión de un cronista.
En Marcos encontramos la figura preevangélica de María, que se remonta directamente
a Jesús, la más primitiva que es posible rastrear en los escritos neotestamentarios. Es una
figura apenas esbozada, pero clara en sus rasgos esenciales.
2.1. Marcos 3, 31-35
«Llegan su madre y hermanos y quedándose fuera lo mandan llamar […] Él responde:
“¿Quién es mi madre y mis hermanos?”. Y mirando en torno a los que estaban sentados, dice:
“Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano,
mi hermana y mi madre”».
El texto está en continuidad con los versículos 20-21, en que se afirma que los parientes
de Jesús fueron a llevárselo, porque decían que estaba «fuera de sí», expresión que muestra
que el clan a que pertenecía, al inicio no comprendía su misión (nadie es profeta en su propia
tierra). Después de la resurrección, los parientes de Jesús adquieren un rol importante en la
comunidad primitiva, como encontramos en los relatos de los Hechos y en las cartas paulinas.
La narrativa del Evangelista ocurre en el contexto de Nazaret, cuando Jesús enseñaba en
la Sinagoga. Su predicación provoca admiración en muchos, incredulidad en otros. Cristo está
rodeado de una audiencia entusiasta, cuando algún malévolo infiltrado entre la audiencia se
complace en anunciar en voz alta a Jesús:
«¡Tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan!».
Habla con Jesús, pero la intención es decir a su auditorio: «Ved de qué familia viene
vuestro maestro». Marcos registra más adelante, en el capítulo sexto, que esta malévola
cizaña ha prendido: «Y se escandalizaban de él».

6
Para mejor conocimiento del tema, ver: ARTOLA ARBIZA, Antonio María. La Madre del Mesías en Rm 5,12. En:
Id. Mística y sistemática en la Mariología. Callao: Redemptoris Mater, pp. 201-239.

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La humildad de María y de los parientes de Jesús es esgrimida para humillarlo delante
de sus oyentes. Es el mismo argumento que nos relata también san Juan, concluyendo que
muchos de sus discípulos se apartaron de Jesús:
«Pero los judíos murmuraban de él, porque había dicho: “Yo soy el pan que ha
bajado del cielo”». Y decían: “¿No es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y
madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: ‘He bajado del Cielo?’”» (6,42). 7
Hasta nuestros días este texto ha suscitado diversos cuestionamientos, tanto por la
expresión «hermanos», cuanto por la actitud negativa atribuida a María y a los parientes de
Jesús. Sobre la expresión «hermanos de Jesús», la estudiaremos en la mariología sistemática,
pero aquí cabe resaltar que el Evangelista nunca indica estos «hermanos» como hijos de
María, sino que siempre se refiere a Jesús como el «hijo de María», la única mujer
mencionada con su nombre propio por Marcos antes de la Pascua.
Se equivocan los que imaginan que Jesús tiene la intención de desacreditar o subestimar
a María, más bien, Él afirma la más alta alabanza de la vida religiosa de Nuestra Señora, la
mejor manera de proclamar dichosa a una persona que era un «fiat» vivo. La afirmación de
Cristo enuncia una gran verdad: María es el prototipo de la vida cristiana de fe8.
San Agustín comprende la interpretación de esta perícopa, bajo la luz de la afirmación
de Jesús de que «quien cumple la voluntad del Padre» es verdaderamente su madre y su
hermano. Para Agustín, Jesús ensalza la fe de María como su mayor valor, puesto que es la
persona que mejor cumplió la voluntad del Padre, aceptando, en la fe, las palabras del ángel.
Si para ser verdadera madre de Jesús es necesario cumplir la voluntad del Padre, quien mejor
cumplió esta voluntad es más excelentemente su madre. Por esta razón, afirma que es mayor
merecimiento suyo ser discípula de Cristo que madre de Él. Ser madre fue elección de Dios,
ser discípula y aceptar en la fe esta maternidad fue opción personal y meritoria de María.
María, por tanto, es bienaventurada porque antes de concebir a Cristo en su seno virginal, lo
aceptó en su corazón (Sermo 25).
Por otro lado, afirma el Pseudo-Justino que con estas palabras Jesús indica por qué
título debe María ser proclamada bienaventurada. Efectivamente, cuando Isabel profetiza
sobre la Madre de Dios, no la ensalza por la maternidad (que reconoce claramente), sino por
su fe: «Bienaventurada tú porque has creído» (Lc 1,45).
Otros autores encuentran aquí una enseñanza de Jesús para superar los lazos de sangre a
fin de servir a Dios. Al comenzar su vida pública, Jesús desea permanecer separado de los
lazos de sangre, como modelo de los que son llamados a entregar su vida al servicio del Señor,
estando totalmente sometidos a la voluntad del Padre.
En la Encíclica Redemptoris Mater, el papa Juan Pablo II afirma que la maternidad
nueva sobre la cual Jesús habla a sus discípulos, concierne concretamente a María de un modo
especialísimo, puesto que ella es exactamente la primera entre «aquellos que escuchan la
Palabra de Dios y la cumplen», por eso — afirma el Papa —, se refiere sobre todo a ella la
bendición pronunciada por Jesús en respuesta a las palabras de la mujer anónima (Lc 11,27-
28). Sin duda María es digna de bendición por ser elegida como madre biológica del Hijo de
Dios, pero sobre todo por su actitud de entrega total y libre en el momento de la Anunciación,
porque ha creído y ha sido obediente a Dios, cuyas palabras guardaba cuidadosamente en su
corazón9.

7
Cf. BOJORGE, Horacio. La Virgen María en los Evangelios. Pamplona: Gratis Date, 2004, p. 11.
8
Cf. SCHILLEBEECKX, Edward. María, Madre de la Redención. Bases religiosas del Misterio de María. 2 ed.
Madrid: FAX, p. 48.
9
Cf. JUAN PABLO II. Encíclica Redemptoris Mater, n. 20. En : Insegnamenti di Giovanni Paolo II. Vaticano,
1988, t. X, 1, p. 765.

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Una relación de esta perícopa con Mc 10,29-30 — «Nadie que haya dejado casa,
hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio quedará sin
recibir ciento por uno» — permite comprender con perfección que el aparente rechazo de
Jesús es en verdad una alabanza a la fe y a la obediencia de María, que no estuvo unida a
Jesús sólo ni primariamente por un vínculo de sangre. Este vínculo exige previamente un
vínculo que Jesús estima como mucho más importante: María creyó en Jesús antes que el
Verbo fuera Jesús10.

2.2. Marcos 6,3


El segundo texto de Marcos que hace referencia a María es: «¿No es acaso el
carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus
hermanas no viven aquí entre nosotros?».
La gente se asombra con su sabiduría y sus milagros, reconociendo que no pueden ser
fruto de sus raíces biológicas. La intención del evangelista es, por tanto, afirmar el origen
divino de la sabiduría de Jesús que trasciende a los vínculos familiares. Las obras de Jesús
eran inexplicables por la carne y el parentesco, ¿no habría que explicarlas por el espíritu de
Dios?
Marcos afirma claramente que Jesús es el «Hijo de María» (Mc 6,3), la misma
denominación utilizada en el Corán 11 . Aunque la teología musulmana no considere la
divinidad de Jesús, afirma claramente la concepción virginal de María por obra del Espíritu
Santo.
Es muy expresivo que en la sociedad patriarcal semítica san Marcos denomine a Jesús
por el nombre de su Madre, pues el hijo era siempre denominado con el nombre de su padre.
El propósito del evangelista al denominar a Jesús por el nombre de la Madre es una señal
evidente del reconocimiento de la concepción virginal de María sin concurso de varón. Este
texto puede ser comparado con el pasaje de Gal 4,4-5, en que Pablo afirma que Jesús es
«nacido de mujer», remarcando la verdadera humanidad de Jesús, cuando el pueblo resalta la
sabiduría «que le ha sido dada», expresión que parece un reconocimiento de que la misma
tiene origen divino.
La hipótesis de que José ya se había muerto en esta época y que la referencia a Jesús
como hijo de María se debería a la viudez de su Madre, se deshace por la comparación con los
lugares paralelos:
• Mt 13,55: «¿No es éste el hijo del carpintero?¿Su Madre no se llama María?».
• Lc 4,22: «¿No es éste el hijo de José?».
• Jn 6,42: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos?».
Marcos es el único que presenta a Jesús como carpintero y es también el único que no
menciona a José como padre de Jesús. Sin embargo, esta expresión demuestra que, aunque
Marcos no relate la concepción virginal de María, conocía perfectamente esta concepción, al
afirmar que Jesús es Hijo de María y no referir su filiación a José, relacionando a Jesús con el
Padre celestial y con María.12 Los otros sinópticos no necesitan este cuidado, puesto que sus
lectores conocen los relatos de la Anunciación y del aparecimiento del ángel a José.

10
Cf. BASTERO DE ELEIZALDE, Juan Luis. María, Madre del Redentor. 3 ed. Pamplona: EUNSA, 2009, pp. 106-
109.
11
Cf. El Corán, Sura 2, v. 87, 253; Sura 4, v. 157, 171; Sura 5, v. 17, 46, 72, 75, 78, 110, 112, 114, 116; Sura 6,
v. 31; Sura 19, v. 34, 50; Sura 33, v. 7, 57; Sura 57, v. 27; Sura 61, v. 6, 14. El Corán habla 36 veces de María,
cuyo nombre está presente en 21 de sus páginas, siempre refiriéndose a Jesús como el «Hijo de María»,
poniendo de relieve la virginidad de Ella, sin aceptar todavía la filiación divina de Jesús, a quien denomina «El
Ungido». En la Sura 66 se reconoce la virginidad de María y la infusión del Espíritu Santo en Ella.
12
Cf. BASTERO DE ELEIZALDE, Juan Luis. Op. cit., pp. 110-112.

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El Evangelista siempre nombra a otros personajes con referencia a su filiación paterna,
es por ejemplo el único en calificar al ciego de nacimiento como el «hijo de Timeo». Sin
embargo, nunca utiliza la expresión «hijo de José», sino que por siete veces denomina a Jesús
«Hijo de Dios»13. Otras veces se refiere como «hijo del hombre» y cuatro veces como «hijo
de David», haciendo de su testimonio sobre la maternidad virginal de María una verdad
positiva, aunque no explícita14.
El insólito título «el Hijo de María» insinúa, dándole la vuelta, desde las afirmaciones
explícitas sobre la filiación divina de Jesús que hace Marcos, este otro: «la madre de Dios».
Ambos son como las dos caras de una única medalla15:
El Hijo de María

La Madre De Dios

El judaísmo del siglo II, en polémica anticristiana, intentó utilizar la expresión «Hijo de
María» como una alusión para un nacimiento de Jesús fuera del matrimonio. En algunos
escritos rabínicos se pretende vituperar a Jesús de una forma ofensiva, apodándole ben
Panthera (hijo de Pantera, nombre común entre los legionarios romanos)16, tesis también
afirmada por Celso (año 178) y rebatida por Orígenes y Eusebio. Esta historia no es referida
por Justino en su diálogo con el judío Trifón, obra escrita el año 150. Es evidente que se trata
de una parodia del Evangelio de san Mateo, formulada por los judíos de la diáspora, puesto
que no era conocida en Palestina en la época de Justino17.
Marcos es así el evangelista que menos habla sobre María, pero demuestra conocer la
tradición sobre su maternidad virginal y su calidad de perfecta discípula como precedente
necesario para que su maternidad alcance una dimensión a la altura de la elección divina, por
su total aceptación en la suma fe que caracterizó toda la vida de María.

13
1, 1; 1, 11; 3, 11; 5, 7; 9, 6; 14, 61; 15, 39.
14
Cf. BERTETTO, D., Maria la Serva del Signore. Nápoles, 1988, p. 39.
15
Cf. RUIZ PÉREZ, María Dolores. María en Marcos ¿indiferencia?.
(http://www.laici.va/content/dam/laici/documenti/donna/bibbia/espanol/mari_a-en-marcos.pdf)
16
Según algunos autores, esta parodia se encuentra registrada en algunos escritos rabínicos del siglo II: Mishna
Yebamoth 4, 13; Sabbath 104b; Sanhedrin 67a; Peshita Rabbathi 100b; Tosefta Hullin 2, 24, etc.
17
Cf. GARCÍA PAREDES, José Cristo Rey. Mariologia. Síntese bíblica, histórica e sistemática. São Paulo, Ave
Maria, 2011, p. 27.

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