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Qué es (Nancy)

La ansiedad es una emoción normal que se experimenta en situaciones en las


que el sujeto se siente amenazado por un peligro externo o interno. Habría
que diferenciar entre miedo (el sujeto conoce el objeto externo y delimitado
que le amenaza y se prepara para responder) y ansiedad (el sujeto desconoce
el objeto, siendo la amenaza interna y existiendo una dificultad en la
elaboración de la respuesta). La ansiedad es anormal cuando es
desproporcionada y demasiado prolongada para el estímulo desencadenante.
Introducción (Nancy)
La ansiedad es un mecanismo adaptativo natural que nos permite ponernos
alerta ante sucesos comprometidos. Es una respuesta normal a una amenaza
o una situación de estrés psicológico. Está relacionada con la sensación de
miedo y cumple una importante función en la supervivencia. Cuando alguien
tiene que afrontar una situación peligrosa, la ansiedad desencadena una
respuesta de lucha o huida. Esta respuesta proporciona al cuerpo, a través de
distintos cambios fisiológicos como el incremento del flujo sanguíneo en los
músculos y en el corazón, la energía y la fuerza necesarias para afrontar
situaciones amenazantes para la vida, como huir de un animal agresivo o
enfrentarse a un atracador. La ansiedad puede ayudar a una persona a
adaptarse a factores estresantes más comunes al motivarla a prepararse,
practicar y ensayar. Incluso puede incitar a una persona a abordar situaciones
potencialmente peligrosas con la debida cautela. Sin embargo, cuando el
sistema de respuesta a la ansiedad se ve desbordado y funciona
incorrectamente es cuando la situación se vuelve más seria. Siendo más
específicos, la ansiedad es desproporcionada con la situación e incluso, a
veces, se presenta en ausencia de cualquier peligro ostensible. El sujeto se
siente paralizado con un sentimiento de indefensión y, en general, se produce
un deterioro del funcionamiento psicosocial y fisiológico. Se dice que cuando
la ansiedad se presenta en momentos inadecuados o es tan intensa y duradera
que interfiere con las actividades normales de la persona, entonces se la
considera como un trastorno.
Los trastornos por ansiedad son, en conjunto, la enfermedad psiquiátrica más
frecuente. Entre ellos destaca el trastorno fóbico: alrededor de un 7% de
mujeres y un 4,3% de hombres padecen fobias específicas (a algún animal, a
un objeto, a la oscuridad, etc.), mientras que las llamadas fobias sociales (la
aptitud de una persona para relacionarse de un modo afable con los demás)
se hallan en un 13% de la población.
La ansiedad generalizada se da en un porcentaje del 3 al 5%de los adultos (en
algún momento durante el año). Las mujeres tienen el doble de probabilidades
de presentarla.

El trastorno de pánico es menos frecuente y se diagnostica a algo menos de un


1% de la población. Las mujeres son de dos a tres veces más propensas.
El trastorno obsesivo-compulsivo afecta a cerca del 2,3% de los adultos y
sucede con aproximadamente igual frecuencia en mujeres que en hombres.
El estrés post-traumático afecta, por lo menos, al 1% de la población alguna
vez durante su vida, aunque en las personas con mayor riesgo, como los
veteranos de guerra, tiene una mayor incidencia.
TIPOS DE TRANSTORNOS DE ANSIEDAD (Nahum)
Ansiedad fóbica: La ansiedad que se ponen en marcha exclusiva o
predominantemente en ciertas situaciones bien definidas o frente a objetos
(externos al enfermo) que no son en sí mismos generalmente peligrosos. En
consecuencia, éstos se evitan de un modo específico o si acaso son afrontados
con temor. No se diferencia, ni vivencial, ni comportamental, ni
fisiológicamente, de otros tipos de ansiedad y su gravedad puede variar desde
una ligera intranquilidad hasta el terror pánico. La preocupación del enfermo
puede centrarse en síntomas aislados tales como palpitaciones o sensación de
desvanecimiento y a menudo se acompaña de miedos secundarios a morirse,
a perder el control o a volverse loco. La ansiedad no se alivia por saber que
otras personas no consideran dicha situación como peligrosa o amenazante.
Por lo general, el imaginar la situación fóbica desencadena una ansiedad
anticipatoria.
Ansiedad social: Este es un tipo frecuente de trastorno de ansiedad. Una
persona con trastorno de ansiedad social siente síntomas de ansiedad o temor
en situaciones en las que otros pueden estar analizándolos, evaluándolos o
juzgándolos, como al hablar en público, conocer gente nueva, salir con alguien
en una cita, asistir a una entrevista de trabajo, responder una pregunta en
clase, o tener que hablar con un cajero en una tienda. Hacer cosas rutinarias,
como comer o beber frente a otras personas o usar un baño público, también
le puede causar ansiedad o temor debido a la preocupación de ser humillado,
juzgado o rechazado. El temor que tienen las personas con este trastorno en
situaciones sociales es tan intenso que sienten que está fuera de su control.
Para algunas personas, esta angustia puede ser un obstáculo para ir al trabajo,
asistir a la escuela o hacer otras cosas rutinarias. Otras personas tal vez sean
capaces de realizar estas actividades, pero sienten mucho temor o ansiedad
cuando las hacen. Por lo general, el trastorno de ansiedad social comienza
durante la infancia tardía y puede parecer que la persona tiene una timidez
extrema o que evita situaciones o interacciones sociales. El trastorno ocurre
con más frecuencia en mujeres que en hombres y esta diferencia de género es
más pronunciada en adolescentes y adultos jóvenes. Sin tratamiento, el
trastorno de ansiedad social puede durar muchos años o incluso toda la vida.
Ansiedad generalizada: El Trastorno de ansiedad generalizada (conocido con
las siglas TAG) se caracteriza por ansiedad y preocupación excesiva acerca de
múltiples acontecimientos o actividades. A esta preocupación la llamamos
anticipación aprensiva porque consiste en anticipar supuestos
acontecimientos adversos que tienen una baja o muy baja probabilidad de
ocurrir. Además, la intensidad de la preocupación es desproporcionada al
impacto real del supuesto suceso o a la probabilidad de que ocurra. Sin
embargo, la persona no es capaz de controlar dicha preocupación y el pensar
en ella le interfiere en la realización de otras tareas inmediatas. La ansiedad y
la preocupación se asocian a un variedad de síntomas físicos y cognitivos.
Estos síntomas suelen ser: tensión cervical, dolor de cabeza, inquietud,
temblores, irritabilidad, insomnio, cansancio, sudoración, náuseas, aumento
de la frecuencia de la micción o episodios de diarrea. La ansiedad
generalizada es un trastorno que suele presentarse en la edad media de la
vida y es más frecuente en mujeres, con una proporción de 2.1 frente a
varones. Curiosamente, tienen más riesgo las personas que viven en países
desarrollados que las que viven en países en vías de desarrollo, a pesar de
tener mejores condiciones de vida. La proporción de personas que pueden
verse afectadas es tan elevado -hasta un 5% de la población- que se puede
considerar incluso una forma de vida en las sociedades más desarrolladas.
Este trastorno es uno de los más frecuentes en las consultas de psiquiatría y
psicología. “La ansiedad generalizada puede afectar hasta casi un 5 % de las
personas a lo largo de sus vidas, especialmente a las mujeres.”
Trastorno de pánico: Las personas con trastorno de pánico tienen ataques
repentinos y frecuentes. Estos ataques se caracterizan por una ola repentina
de temor o incomodidad, o bien, una sensación de perder el control, incluso
cuando no hay un peligro real o un factor desencadenante claro. No todas las
personas que tienen un ataque de pánico llegarán a tener este trastorno.
A menudo, los ataques de pánico incluyen síntomas físicos como temblores,
hormigueo o latidos rápidos, que podrían sentirse como si le estuviera dando
un ataque al corazón. Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier
momento. Muchas personas con este trastorno se preocupan por la
posibilidad de tener otro ataque y podrían hacer cambios considerables en
sus vidas para evitarlo. Los ataques de pánico pueden ocurrir con tanta
frecuencia como varias veces al día, o tan poco como unas cuantas veces al
año. A menudo, el trastorno de pánico comienza a final de la adolescencia o a
principios de la edad adulta. Las mujeres tienen una mayor probabilidad que
los hombres de desarrollar este trastorno.
Trastorno obsesivo-compulsivo: El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) se
caracteriza por un patrón de pensamientos y miedos no deseados (obsesiones)
que provocan comportamientos repetitivos (compulsiones). Estas obsesiones
y compulsiones interfieren en las actividades diarias y causan un gran
sufrimiento emocional. Puedes intentar ignorar o detener tus obsesiones, pero
eso solo aumenta tu sufrimiento emocional y ansiedad. Finalmente, sientes la
necesidad de realizar actos compulsivos para tratar de aliviar el estrés. A pesar
de los esfuerzos por ignorar o deshacerte de los pensamientos o impulsos que
te molestan, estos vuelven una y otra vez. Esto conduce a más
comportamientos ritualistas, el círculo vicioso del trastorno obsesivo
compulsivo. El trastorno obsesivo compulsivo a menudo se centra en ciertos
temas, por ejemplo, un miedo excesivo a contaminarse con gérmenes. Para
aliviar los temores de contaminación, puedes lavarte compulsivamente las
manos hasta que estén irritadas y agrietadas.
Estrés post-traumático: El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es una
afección de salud mental que algunas personas desarrollan tras experimentar
o ver algún evento traumático. Este episodio puede poner en peligro la vida,
como la guerra, un desastre natural, un accidente automovilístico o una
agresión sexual. Pero a veces el evento no es necesariamente peligroso. Por
ejemplo, la muerte repentina e inesperada de un ser querido también puede
causar TEPT. Es normal sentir miedo durante y después de una situación
traumática. El miedo desencadena una respuesta de "lucha o huida". Esta es
la forma en que el cuerpo busca protegerse de posibles peligros. Causa
cambios en el cuerpo, como la liberación de ciertas hormonas y aumenta el
estado de alerta, la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la respiración. Con
el tiempo, normalmente la mayoría de las personas se recuperan bien. Pero
las personas con TEPT no se sienten mejor. Se sienten estresados y asustados
mucho después de que el trauma haya terminado. En algunos casos, los
síntomas de TEPT pueden comenzar más tarde. También pueden aparecer y
desaparecer con el tiempo. Hay cuatro tipos de síntomas de TEPT, pero
pueden no ser los mismos para todos. Cada persona experimenta síntomas a
su manera. Los tipos son:
 Volver a experimentar los síntomas (reviviscencia): Cuando algo le
recuerda el trauma y siente ese miedo de nuevo. Ejemplos incluyen:
 Flashbacks: Le hacen sentir como si estuviera pasando por el evento
nuevamente
 Pesadillas
 Pensamientos aterradores
 Síntomas de evasión: Cuando intenta evitar situaciones o personas que
desencadenan recuerdos del evento traumático. Esto puede hacer que
usted:
 Evite lugares, eventos u objetos que le recuerden la experiencia
traumática. Por ejemplo, si tuvo un accidente automovilístico, podría
dejar de conducir
 Evite pensamientos o sentimientos relacionados con el evento
traumático. Por ejemplo, puede intentar mantenerse muy ocupado para
evitar pensar en lo que sucedió
 Síntomas de hipervigilancia y reactividad: Estos pueden causar
nerviosismo o estar atento al peligro. Incluyen:
 Sentirse fácilmente sobresaltado
 Sentirse tenso o "al límite"
 Tener dificultad para dormir
 Tener arrebatos de ira
 Síntomas cognitivos y del estado de ánimo: Consisten en cambios
negativos en creencias y sentimientos. Incluyen:
 Problemas para recordar cosas importantes sobre el evento traumático
 Pensamientos negativos sobre usted o el mundo
 Sentir culpa y remordimiento
 Perder interés en cosas que antes disfrutaba
 Problemas para concentrarse
Los síntomas generalmente comienzan poco después del acontecimiento
traumático. Pero a veces pueden tardarse en aparecer meses o años. También
pueden ir y venir por muchos años. Si sus síntomas duran más de cuatro
semanas, le causan una gran angustia o interfieren con su vida laboral o
personal, es posible que tenga TEPT.
FACTORES DE RIESGO (Yara)
Factores de riesgo
Los siguientes factores pueden incrementar el riesgo de padecer un trastorno
de ansiedad:
 Trauma. Los niños que soportaron maltratos o traumas o que
presenciaron eventos traumáticos tienen mayor riesgo de manifestar un
trastorno de ansiedad en algún momento de sus vidas. Los adultos que
atraviesan un evento traumático también pueden manifestar trastornos
de ansiedad.
 Estrés debido a una enfermedad. Tener un problema de salud o una
enfermedad grave puede causar gran preocupación acerca de
cuestiones como el tratamiento y el futuro.
 Acumulación de estrés. Un evento importante o una acumulación de
situaciones estresantes más pequeñas de la vida pueden provocar
ansiedad excesiva, por ejemplo, la muerte de algún familiar, estrés en el
trabajo o preocupaciones continuas por la situación financiera.
 Personalidad. Las personas con determinados tipos de personalidad son
más propensas a sufrir trastornos de ansiedad que otras personas.
 Otros trastornos mentales. Las personas que padecen otros trastornos
mentales, como depresión, a menudo también padecen un trastorno de
ansiedad.
 Tener familiares consanguíneos que padecen un trastorno de
ansiedad. Los trastornos de ansiedad pueden ser hereditarios.
 Drogas o alcohol. El consumo o el uso indebido o la abstinencia de
drogas o alcohol pueden provocar o empeorar la ansiedad.
SÍNTOMAS (Yara)
 Sensación de nerviosismo, agitación o tensión
 Sensación de peligro inminente, pánico o catástrofe
 Aumento del ritmo cardíaco
 Respiración acelerada (hiperventilación)
 Sudoración
 Temblores
 Sensación de debilidad o cansancio
 Problemas para concentrarse o para pensar en otra cosa que no sea la
preocupación actual
 Tener problemas para conciliar el sueño
 Padecer problemas gastrointestinales (GI)
 Tener dificultades para controlar las preocupaciones
 Tener la necesidad de evitar las situaciones que generan ansiedad
DIAGNOSTICO (Alinne)
Para diagnosticar los trastornos de ansiedad, su profesional de la salud le
preguntará sobre sus síntomas e historial médico. También es posible que le
hagan un examen físico y pruebas de laboratorio para verificar que otro
problema de salud no sea la causa de sus síntomas.
Si no tiene otro problema de salud, recibirá una evaluación psicológica. Su
proveedor puede hacerlo, o puede ser derivado a un profesional de salud
mental para ello.
Puedes comenzar si consultas a tu proveedor de atención primaria para
averiguar si tu ansiedad podría estar relacionada con tu salud física. El
especialista puede buscar signos de una afección médica de base que pueda
requerir tratamiento.

Sin embargo, es posible que debas consultar a un especialista en salud mental


si sufres ansiedad intensa. Un psiquiatra es un médico que se especializa en el
diagnóstico y el tratamiento de afecciones de la salud mental. Un psicólogo y
otros profesionales de la salud mental pueden diagnosticar la ansiedad y
brindar asesoramiento (psicoterapia).

Para diagnosticar un trastorno de ansiedad, tu proveedor de salud mental


puede:

Realizarte un examen psicológico. Esto implica hablar sobre tus pensamientos,


sentimientos y comportamientos para ayudar a identificar un diagnóstico y
detectar las complicaciones relacionadas. Los trastornos de ansiedad a
menudo se producen junto con otros problemas de salud mental, como la
depresión o el abuso de sustancias, lo que puede complicar la determinación
del diagnóstico.
Compara tus síntomas con los criterios del DSM-5. Muchos médicos utilizan los
criterios del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM-5), publicado por
American Psychiatric Association (Asociación Estadounidense de Psiquiatría),
para diagnosticar un trastorno de ansiedad.

TRATAMIENTOS (Jair)
Los principales tratamientos para los trastornos de ansiedad son psicoterapia
(terapia de conversación), medicamentos o ambos:
 Psicoterapia: Puede ayudar a reconocer y cambiar emociones,
pensamientos y conductas preocupantes. Para que sea eficaz, debe
centrarse en sus ansiedades y necesidades específicas. Hay muchos
tipos; Algunos de los tipos utilizados para los trastornos de ansiedad
incluyen:
 Terapia cognitivo-conductual: Enseña diferentes formas de pensar y
comportarse. Puede ayudarle a cambiar su forma de reaccionar ante las
cosas que le provocan miedo y ansiedad. Puede incluir terapia de
exposición, la que se enfoca en hacer que usted enfrente sus miedos
para que pueda hacer las cosas que había estado evitando
 Terapia de aceptación y compromiso: Puede ayudar con algunos
trastornos de ansiedad. Utiliza estrategias como la atención plena y el
establecimiento de objetivos para reducir el malestar y la ansiedad
 Los medicamentos para tratar los trastornos de ansiedad incluyen
medicamentos contra la ansiedad y ciertos antidepresivos. Algunos
tipos de medicamentos pueden funcionar mejor para tipos específicos
de trastornos de ansiedad. Debe comunicarse bien con su profesional
de la salud para identificar qué medicamento es mejor para usted. Es
posible que deba probar más de un medicamento antes de encontrar el
correcto. En cuanto al tratamiento, la mayoría de los autores está
actualmente de acuerdo en que los inhibidores selectivos de la
recaptura de serotonina (ISRS), como la paroxetina y la sertralina,
constituyen el tratamiento de elección; de igual manera son eficaces la
benzodiacepinas de alta potencia como el alprazolam y el clonazepàn
(5).
Estilo de vida y remedios caseros (Nancy)
Mientras que la mayoría de las personas con trastornos de ansiedad necesitan
de la psicoterapia o los medicamentos para controlar la ansiedad, los cambios
en el estilo de vida también pueden marcar la diferencia. Puedes hacer lo
siguiente:

 Permanecer activo físicamente. Desarrolla una rutina para estar activo


físicamente la mayoría de los días de la semana. El ejercicio es una
herramienta muy potente para reducir el estrés. Puede mejorar tu
estado de ánimo y ayudarte a estar saludable. Comienza despacio y
aumenta gradualmente la cantidad y la intensidad de tus actividades.
 Evita el alcohol y las drogas recreativas. Estas sustancias pueden causar
o empeorar la ansiedad. Si no puedes dejarlas por tu cuenta, consulta
con tu médico o busca un grupo de apoyo para recibir ayuda.
 Deja de fumar y reduce o deja de consumir bebidas con cafeína. Tanto
la nicotina como la cafeína puede empeorar la ansiedad.
 Usa técnicas de control del estrés y de relajación. Las técnicas de
visualización, la meditación y el yoga son ejemplos de técnicas de
relajación que pueden aliviar la ansiedad.
 Que dormir sea una prioridad. Haz lo que puedas para asegurarte de
que estés durmiendo lo suficiente como para estar descansado. Si no
estás durmiendo bien, consulta con tu médico.
 Come alimentos saludables. Comer sano, como focalizarse en
vegetales, frutas, granos integrales y pescado, puede estar relacionado
con menor ansiedad; sin embargo, se necesita más investigación.
HISTORIA
A menudo se ha escrito que la historia de los trastornos de ansiedad es
reciente y que apenas se conocía como un trastorno antes del siglo XIX, sin
embargo, puede que no sea del todo cierto que la ansiedad sea una
construcción relativamente reciente. Los trastornos del estado de ánimo
(sobre todo con la que se denominó en su momento melancolía, hoy
característica de los trastornos depresivos), pueden tener raíces históricas que
se remontan a la antigüedad clásica.
Hay indicios de que la ansiedad fue identificada claramente como un efecto
negativo distinto y como un trastorno separado por los filósofos y médicos
grecorromanos. Ya Hipócrates (460 a. C.-370 a. C.) y sus discípulos dejaron una
colección de textos médicos denominados el Corpus Hipocrático en donde se
recoge la fobia de un hombre llamado Nicanor, el cual, al acudir a fiestas
nocturnas, cuando escuchaba a la flautista “se alzaban masas de terrores. Dijo
que apenas podía soportarlo cuando era de noche, pero si lo escuchaba
durante el día no se veía afectado. Tales síntomas persistieron durante un
largo período de tiempo ”.

En los escritos filosóficos estoicos latinos, como los tratados de Cicerón y


Séneca, figuran muchos puntos de vista modernos sobre las características
clínicas e incluso tratamiento cognitivo de la ansiedad.

En las Disputas de Tusculan, la serie de cinco libros escritos por Cicerón (106
a.C-43 a.C), escribió que la aflicción (molestia), la preocupación (sollicitudo) y
la ansiedad (angor) se denominan trastornos (aegritudo), debido a la analogía
entre una mente con problemas y un cuerpo enfermo. Además, ofrece una
descripción clínica de los diversos efectos anormales: el angor (ansiedad) se
caracteriza clínicamente como un trastorno “constrictor” u opresivo
(premens); mientras que la molestia (aflicción) se describe como permanente,
y sollicitudo (preocupación) cum cogitatione (como rumiante). Con esta
diferencia es posible que Cicerón hiciese una primitiva distinción (que
posteriormente se atribuiría a los trabajos de Cattell y Schleier) entre dos
maneras diferentes de manifestarse lo que hoy entendemos como ansiedad:
una ansiedad estado, que denomina los momentos puntuales e intensos en los
que se experimenta este tipo de emoción; y una ansiedad rasgo, que hace
referencia a la propensión de cada persona a vivir con ansiedad, de forma más
estable.
Séneca (4 a.C. – 65 d.C.), otro filósofo estoico, enseñó a sus contemporáneos
cómo lograr liberarse de la ansiedad en su libro De tranquillitate animi, en el
que define el estado ideal de “paz mental” (tranquillitas) como una situación
en la que uno no está perturbado (no concuti), y que es equivalente a lo que
los griegos llamaron eutimia (término que actualmente se usa en psiquiatría
para denominar la fase de normalidad situada entre episodios de manía o
depresión en pacientes con trastorno bipolar). Según Séneca, el miedo a la
muerte es el pensamiento principal que nos impide disfrutar de una vida sin
preocupaciones “El que teme a la muerte nunca actuará como lo hace un
hombre vivo“. Este pensamiento anticipa los desarrollos futuros de
Kierkegaard, Heidegger y los filósofos existencialistas sobre la ansiedad
fundamentalmente causada por la comprensión del ser humano de que su
existencia es finita. Según Séneca una forma de escapar de la presión de la
ansiedad es dedicarse a uno atención al presente en lugar de preocuparse por
el futuro, un enfoque que en el momento presente es uno de los objetivos
clave en técnicas como la meditación consciente.

La manía: La ansiedad en la historia,


Observando las diferencias de funcionamientos, en la filosofía y medicina
antigua se desarrolló una clasificación que denominaron La teoría de los cuatro
humores que, en esencia, afirmaba que el cuerpo humano está compuesto de
cuatro sustancias básicas, llamadas humores (líquidos), cuyo equilibrio
indicaba el estado de salud de la persona. Así, todas las enfermedades y
discapacidades resultarían de un exceso o un déficit de alguno de estos cuatro
humores, siendo la manía una de estas enfermedades.

Esta clasificación, tan primitiva con respecto a lo que ahora conocemos, fue la
más común para explicar el funcionamiento del cuerpo humano entre los
médicos europeos del momento hasta la llegada de la medicina moderna a
mediados del siglo XIX. Así, el término de manía aún se manejaba en 1801
cuando Pinel la caracterizaba en su obra Tratado de la alienación mental o la
manía como “una perturbación de todas las facultades, es la locura
propiamente dicha”. En aquellos principios de siglo, la manía o «delirio
general» era una categoría que agrupaba los estados agudos, excitatorios,
eventualmente febriles, incluidos los estados de confusión tóxica o infecciosa
por aquel entonces frecuentes.

Hasta este momento los trastornos que se identificaban, se clasificaban de


«enfermedades mentales» como síndromes particulares de un estado
patológico único: la alienación mental descrita por Pinel. Fue el psiquiatra
Jean-Pierre Falret a mediados de siglo XIX el que, inspirado por los trabajos de
su precursor Pinel, marcó un gran cambio en la manera de concebir las
enfermedades mentales, diciendo que en psiquiatría existían, como en el resto
de la medicina, enfermedades autónomas, cuyos síntomas y evolución eran
independientes y se originaban por causas específicas aunque aún estuviesen
pendientes por descubrir.

Las ideas de Falret fueron transmitidas al psiquiatra alemán Emil Kraepelin,


quien las sistematizó e hizo de ellas la base de su sistema nosológico que, en
lo esencial, domina aún la psiquiatría. Fue así como el concepto de manía
evoluciona, hasta ese momento imperante durante siglos.

Ansiedad como neurosis


Las palabras que corresponden al inglés anxiety, como hemos visto son muy
antiguas, pero no aparecieron en el vocabulario psiquiátrico hasta 1880
aproximadamente. Su raíz es el verbo latino ango, estrechar, apretar, del que
derivaban, entre otros, los dos sustantivos: angustia y anxietas.

Es Morel quien, en 1866, inaugura la historia moderna de lo que hoy


conocemos como ansiedad con su artículo “Sobre el delirio emotivo, neurosis
del sistema nervioso ganglionar visceral”. A pesar de que no emplea nunca el
término ansiedad, Morel recoge en un mismo cuadro los estados en los que se
puede reconocer tanto el trastorno de ansiedad generalizada como las crisis
de pánico, las obsesiones y las fobias. A su juicio, todo ello revelaba una
perturbación de la “emotividad” y, puesto que él consideraba que ésta tenía
como soporte fisiológico el “sistema nervioso ganglionar visceral” (nuestro
sistema nervioso autónomo), lo atribuía a un trastorno funcional de éste, a una
neurosis específica.

Seis años más tarde, Westphal aísla clínicamente la agorafobia, manifestación


neuropática cuyo síntoma central es un sentimiento de miedo (en griego:
phobos) irracional, que aparece cuando el sujeto se encuentra en un espacio
abierto (en griego: ágora). El éxito de esta nueva entidad conduce rápidamente
a la descripción de otros numerosos estados fóbicos más o menos específicos.

Por otro lado, en 1880, el libro del neurólogo americano Beard, “Tratado
práctico del agotamiento nervioso” (neurastenia), introduce una nueva
neurosis atribuida por su autor a lo que hoy se llama el “estrés de la vida
moderna”. El cansancio físico y mental es su principal síntoma, pero va
acompañada de otros muchos, somáticos y físicos, entre los cuales se puede
reconocer fenómenos fóbicos y obsesivos.

En 1895 Sigmund Freud se interesó por el estudio de la histeria y, más en


general, de las neurosis, emprendiendo la clasificación de la neurastenia.
Afirmó que la neurastenia de Beard debía descomponerse en dos neurosis
distintas, la neurosis de angustia y la neurastenia propiamente dicha. La
primera describía la presencia de angustia bajo dos formas: una leve que
implica una espera ansiosa permanente, a la que se incorporan crisis de
angustia intensas, de duración limitada, que sobrevienen en cualquier
momento, quedando a veces la angustia enmascarada por síntomas físicos
como la sensación de ahogo u opresión torácica. La neurastenia propiamente
dicha, por el contrario, está dominada por la fatiga. El mismo año, Freud
publica en París un trabajo consagrado a las fobias y a las obsesiones.
Las aportaciones de Freud fueron fundamentales, para la descripción y
clasificación de los límites del grupo de las neurosis, en el que se incluyeron
cinco entidades distintas, la histeria, la hipocondría, y las neurosis de angustia,
fóbica y obsesiva.

La neurastenia va desapareciendo como protagonista progresivamente, y


durante este período hasta la primera mitad del S.XX, las antiguas neurosis se
transformarán prácticamente en nuestros trastornos de ansiedad actuales.

Desde la segunda mitad del S.XX hasta la actualidad


Aun así, la primera edición del Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales publicado en 1952 por la Asociación de Psiquiatría
Americana, el DSM-I, conservaba la influencia del psicoanálisis y dedica un
capítulo a los “trastornos psiconeuróticos”. Definiendo como característica
principal de éstos “la ansiedad que puede percibirse directamente o ser
controlada inconsciente y automáticamente empleando diversos mecanismos
psicológicos de defensa”. Aparecen descritas seis categorías entre las que se
encontraban la “reacción ansiosa”, la “reacción fóbica” y la reacción obsesiva-
compulsiva, convirtiéndose prácticamente en un grupo de trastornos de
ansiedad.

A partir de 1962, el psiquiatra americano Donald Klein observó que, entre las
personas con agorafobia los medicamentos psicotrópicos producían acciones
diferentes: Los sedantes eran eficaces en la ansiedad leve permanente, pero
no actuaban sobre las crisis de angustia, y lo contrario se cumplía con ciertos
antidepresivos. De ahí concluyó que las dos variedades de ansiedad eran de
naturaleza diferente, por lo que a partir de ese momento se diferenciaría
ansiedad (anxiety) -caracterizada por la presencia continua de una espera
ansiosa, denominada hoy “trastorno de ansiedad generalizada”- de lo que
terminó designando Klein como “crisis de pánico” (síntoma que en su
momento Freud llamó crisis de angustia) -que se definía por la aparición, con
cierta frecuencia, de crisis de pánico, el “trastorno de pánico” hoy aceptado-.
En 1968 aparece el DSM-II, la segunda versión del Manual diagnóstico,
caracterizando las neurosis de ansiedad como una preocupación ansiosa
exagerada que llega hasta el pánico y va acompañada a menudo por síntomas
somáticos. Recogiendo la distinción de conceptos que fueron elaborando
anteriormente Freud y Klein, reflejaba que la neurosis de ansiedad (al
contrario que la neurosis fóbica) puede producirse en cualquier circunstancia
y no está limitada a situaciones u objetos específicos.

A finales de los años sesenta, se empieza a concebir la ansiedad como un


término que se refiere a un patrón de conducta caracterizado por sentimientos
subjetivos de tensión y activación fisiológica, y que se da como respuesta a
estímulos internos (pensamientos) y externos (ambientales). Se va perfilando,
por tanto, como un constructo multidimensional compuesto por tres
componentes (comportamientos, pensamientos y síntomas fisiológicos), los
cuales interactúan entre sí.

El DSM-III introdujo en 1980 una verdadera revolución conceptual, se despegó


de la concepción psicoanalista para acercarse a la de la psiquiatría biológica y
se acerca a un enfoque social. Al contrario que en el manual de la Organización
Mundial de la Salud (CIE-10), desaparece el capítulo de “Neurosis” y se
sustituye por “Trastornos de la ansiedad” que incluye la antigua neurosis de
angustia, ya dividida en “Trastorno pánico” y “Trastorno de ansiedad
generalizada”, al igual que los “Trastornos fóbicos” y el “Trastorno obsesivo-
compulsivo”. La importancia que cobra la sintomatología en la definición de
los “Trastornos de ansiedad” lleva a incorporarles dos entidades nuevas, el
“estado de estrés postraumático” y el “estado de estrés agudo”. Sin embargo,
la histeria (que fue antaño el prototipo de las neurosis) queda excluida de este
capítulo y pasa a formar parte renombrada como Trastorno de conversión, que
se incluía en el nuevo capítulo de los Trastornos somatomorfos donde se unía,
entre otros, a la hipocondría.
Durante la década de los ochenta fue cuando se agudizaron las investigaciones
centradas en la ansiedad, comenzándose a describir las características de la
ansiedad. Así, Lewis (1980) señala que, en primer lugar, constituye un estado
emocional experimentado como miedo o algo similar cualitativamente y
distinto a la ira; en segundo lugar, es una emoción desagradable (sentimiento
de muerte o derrumbamiento); en tercer lugar, se orienta al futuro,
relacionándose con algún tipo de amenaza o peligro inminente; en cuarto
lugar, en ella no aparece una amenaza real y, si la hay, el estado emocional
sugerido resulta desproporcionado a ésta; en quinto lugar, se señala la
presencia de sensaciones corporales que causan molestias durante los
episodios de ansiedad, por ejemplo, la sensación de ahogo, opresión en el
pecho, dificultades respiratorias, etc.; en último lugar, se informa de la
manifestación de trastornos corporales que bien pertenecen a funciones
controladas voluntariamente de huida, defecación, etc., o bien obedecen a
funciones involuntarias o parcialmente voluntarias como vómitos, temblor y
sequedad de boca.

Desde el Manual diagnóstico de 1980 hasta el actual, el DSM-V, no ha habido


grandes cambios en cuanto a los trastornos de ansiedad, dado que la
perspectiva es similar: estructurar los trastornos por categorías basándose
principalmente en los síntomas y, ocasionalmente y de forma secundaria, por
los posibles factores que los generan o causan. Pese a ello, la investigación
continúa para generar una clasificación que no se base únicamente en criterios
objetivos de los síntomas predominantes, y poder en un futuro establecer una
clasificación en la que se tengan en cuenta desde factores genéticos hasta el
papel que juegan los factores ambientales y sociales; una clasificación
biopsicosocial que combine aproximaciones diferentes.

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