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TEMA 12: LA CONMOCIÓN DE LOS AÑOS OCHENTA

Una abrupta transición


Si hablamos de la década de 1980, vemos un periodo difícil de la historiografía en
general, ya que los historiadores y las historiadoras ven momentos de difícil
superación de ese cuarto oscuro. Lo que es innegable es que tiene lugar las
consecuencias un asalto del posmodernismo y del posestructuralismo.
Tenemos que señalar cuáles fueron los elementos acompañantes de ese análisis,
aparecen como época de transición con época de fuerzas historiográficas y de
investigación, sobre todo aquel dedicado a la vuelta al relato, con alternativas a partes
de esas crisis, opciones de salida. No siempre las hubo o no fueron tan claras, esa
década prepara la crisis de los ochenta. Esa sosegada época de certezas intelectuales
de continuidad institucional toca a su fin en los últimos años de la década de 1960 de
forma muy abrupta, tanto a nivel de jerarquías, desde catedrático a profes auxiliares y
de ahí para abajo, que todavía en la década de 1980 estaban cuestionados, van a
desaparecer o, al menos, erosionar algunos elementos en buena medida.
Erosionadas ciertas tradiciones nacionales (historicismo alemán, marxistas británicos),
la Historia va a buscar una especie de tercera vía que pretendía una síntesis de
Historia de las Mentalidades y la vuelta al relato, con ámbitos de estudio que se
consolidan en la década de 1990 como salida, que se concretó en la microhistoria, la
nueva historia cultural, la historia social del lenguaje o la historia religiosa, cuatro
ámbitos de trabajo que ofrecen salida al ámbito oscuro de la historiografía.
La crisis de los años ochenta
Peligroso periodo de turbulencias durante los años ochenta, se pusieron en tela de
juicio los postulados de la disciplina. Hubo dos causas, en primer lugar la amenaza del
“relativismo” cultural, que se venía gestando desde los años setenta, panorámica
cultural de fondo a revuelta de 1968. No solo van a haber crisis económica, también va
a haber renovación cultural, y que va a poner en duda posibilidad de un conocimiento
histórico objetivo, prescindiendo del término objetivo, con lecturas más radicales del
posmodernismo, con unas ciencias sociales en general, pero una Historia en particular
como forma de conocimiento.
Por otro lado, la historia buscaba su lugar en las ciencias sociales tras buscar lenguaje
narrativo, no será tan sencillo este cambio.
Estos dos frentes estuvieron siempre azuzados por implantación del
posestructuralismo y posmodernismo, pero van a afectar ambos al campo de las
ciencias sociales, especialmente a la Historia, historiadores habían sido autores ilusos,
con relato o cuerpo singular, con posibilidad de transformación de la historia social
cuantitativista. Al mirar hacia ese pasado, muchos historiadores empezaron a tener
dudas sobre el propio ejercicio de historiografía. La paradoja del método histórico se
impone, con toda su crudeza, en los años ochenta.
El historiador se movía ente la impersonalidad de las estadísticas, que le daban
legitimidad, pero le desviaban de su objeto, y la exposición de casos aislados, que le
hace perder rigor científico pero le hacen ganar en cercanía a su objetivo principal. Los
historiadores son una respuesta a este relativismo y, en última instancia, puntpos de
arranque de salida de los noventa de esa crisis, empezando a optar por estrategias de
investigación que le permitan superar esta crisis. Así, a lo largo de los años setenta y
ochenta, los historiadores prefirieron centrar el debate en la forma con que el
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historiador intenta acceder al pasado y lo recrea a través de la narración. Se planteban
si es legítimo un método que podía acceder al pasado de forma más exacta.
La relación con las ciencias sociales
Por primera vez después de la I Guerra Mundial, a lo largo de los años setenta, la
historia había adoptado los lenguajes de la antropología, la sociología, la psicología y
la lingüística. En los ochenta hubo una crisis de identidad con respecto a las demás
ciencias sociales.
Planteó serio debate frente a la naturaleza de los estudios de la Historia: si la historia
es cada vez más narrativa, pierde estatus científico, pero al tiempo aporta a las
ciencias sociales tomas de absolutización y totalidad. No en vano hubo en los años
ochenta un “historical turn” en el seno de las ciencias sociales, las ciencias sociales
van a empezar a darse cuenta de que mantenerse en cierto grado de abstracción las
llevaba a situación extraña, que las alejaba del estudio del ser humano en la sociedad,
de forma que, en los años ochenta, a la vez que atravesaba crisis de identidad, esas
mismas ciencias sociales van a hacer un cierto giro histórico, como la antropología
histórica.
Expansión educativa y desarrollo de las universidades
Se dan otras transformaciones más fáciles de comprender, una de ellas fue el
crecimiento de posguerra, tanto a nivel educativo como investigador, cobra toda su
identidad a partir de los años setenta (en EE.UU. un poco antes). Se da un cierto
grado de masificación, con una continua demanda de educación superior en el marco
de una expansión económica y fortalecimiento del estado del bienestar.
Se da un crecimiento continuado en crecimiento histórico, salvo escasas excepciones.
La demanda de educación superior alcanzó un boom educativo que incrementó la
demanda de profesores de Historia, pero también transformó las condiciones de úblico
pudiera acceder a ellos. y de estudio e investigación, puestos para la ciencias
históricas y un crecimiento exponencial de tesis doctorales leídas y la transformación
de las tesis de trabajo, con sobrecargas para los historiadores, llega un momento en el
que se estabiliza y la creación de empleo se estabiliza y se estanca.
A causa de esta expansión el oficio se rejuveneció, los profesores universitarios más
veteranos se jubilaron y no fue solamente cuestión de rejuvenecer el oficio, puedan
acceder a puestos universitarios, permitió rejuvenecer el oficio y la entrada de
estudiantes más politizados y conscientes con romper con ciertas inercias de sistema
tan patriarcal y jerárquico de los catedráticos, figura omnipotente del catedrático
universitario.
El catedrático ostentaba todo el poder de su respectiva cátedra, y cuando se acabó en
países como Francia, Gran Bretaña y EE.UU., se dio como resultado un ámbito
profesional más extenso que seguía teniendo su centro en la academia, pero que
ahora trazó vínculos con editoriales, museos, memoriales, cadenas de radio,
televisión, asociaciones y empresas, además del acceso de clases bajas y mdias a
estudios universitarios, completado por variedad étnica, con comunidades étnicas de
su pasado colonial o de fuerte inmigración a estos países, donde se crean hasta
universidades particulares para esas etnias. En paralelo, se dio otra revolución en las
formas de transmisión del conocimiento con la aparición del libro de bolsillo. Este fue
un gran avance debido a que en los años ochenta/noventa fue una técnica de las

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editoriales en ediciones más baratas, más pequeñas, porque algunos de ellos eran
más asequibles que el gran público pudiera acceder a ellos.
Politización y reacción cultural
En los años setenta se va a dar una universidad politizada, en el sentido de que en
muchas facultades y departamentos de Historia se vivió como época de debates y
disputas políticas, con revueltas estudiantiles, que acentuaron la crítica en relaciones
de poder tanto en docencia como educación. El marxismo universitario o
departamental obtuvo un gran apoyo en todas sus vertientes, rastreable en los años
setenta y otros movimientos sociales, que permitieron un amplio porcentaje de
partidarios procedentes de grupos universitarios de grupos sociales.
Ciertos miembros de la comunidad universitaria respondieron a movimientos
marxistas, con núcleos importantes de transformación del marxismo, con bastante
intensidad en el cambio de opiniones y puntos de partida a las situaciones menos
críticas de la universidad, con ruptura que no fue tanto temática como estructural,
donde desaparecen los puntos de la cultura occidental y cultura nacional, a partir de
los años setenta se amplía mapa temático. Esto va a ir de la mano de profesores
universitarios de otras etnias o ámbitos frente a tradicionales élites. Se pasa de la
contracultura a la actividad cultural posmoderna, con el auge del relativismo cultural,
escéptico con el progreso. Estas comunidades presionarán para que se tengan en
cuenta ciertos temas para que se abandone el eurocentrismo. Se dan los tres polos de
la concepción cultural: conservadurismo, relativismo cultural absoluto y relativismo
cultural moderado (vía que llevará a transformaciones de los años noventa).
En este contexto, etnología, el giro antropológico, tuvo un enorme significado, las
temáticas históricas se modificaron y los estudios históricos perdieron, en conjunto,
cohesión bajo el efecto de la especialización y la confrontación política.

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