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editoriales en ediciones más baratas, más pequeñas, porque algunos de ellos eran
más asequibles que el gran público pudiera acceder a ellos.
Politización y reacción cultural
En los años setenta se va a dar una universidad politizada, en el sentido de que en
muchas facultades y departamentos de Historia se vivió como época de debates y
disputas políticas, con revueltas estudiantiles, que acentuaron la crítica en relaciones
de poder tanto en docencia como educación. El marxismo universitario o
departamental obtuvo un gran apoyo en todas sus vertientes, rastreable en los años
setenta y otros movimientos sociales, que permitieron un amplio porcentaje de
partidarios procedentes de grupos universitarios de grupos sociales.
Ciertos miembros de la comunidad universitaria respondieron a movimientos
marxistas, con núcleos importantes de transformación del marxismo, con bastante
intensidad en el cambio de opiniones y puntos de partida a las situaciones menos
críticas de la universidad, con ruptura que no fue tanto temática como estructural,
donde desaparecen los puntos de la cultura occidental y cultura nacional, a partir de
los años setenta se amplía mapa temático. Esto va a ir de la mano de profesores
universitarios de otras etnias o ámbitos frente a tradicionales élites. Se pasa de la
contracultura a la actividad cultural posmoderna, con el auge del relativismo cultural,
escéptico con el progreso. Estas comunidades presionarán para que se tengan en
cuenta ciertos temas para que se abandone el eurocentrismo. Se dan los tres polos de
la concepción cultural: conservadurismo, relativismo cultural absoluto y relativismo
cultural moderado (vía que llevará a transformaciones de los años noventa).
En este contexto, etnología, el giro antropológico, tuvo un enorme significado, las
temáticas históricas se modificaron y los estudios históricos perdieron, en conjunto,
cohesión bajo el efecto de la especialización y la confrontación política.