Está en la página 1de 412

Cosas Malas y C. P.

Harris
Equivocadas

Pagina 1 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Pagina 2 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Pagina 3 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por lectoras
a lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan leer.
Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de compartir.
Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los escritores
invierten en sus historias. Incentivamos a la compra legal del material para
apoyar a los autores en fin de retribuir de una forma monetaria como
agradecimiento por todas las maravillosas historias que nos regalan.

Pagina 4 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Sinopsis Capítulo Dieciséis


Advertencia Capítulo Diecisiete
Capítulo Uno Capítulo Dieciocho
Capítulo Dos Capítulo Diecinueve
Capítulo Tres Capítulo Veinte
Capítulo Cuatro Capítulo Veintiuno
Capítulo Cinco Capítulo Veintidós
Capítulo Seis Capítulo Veintitrés
Capítulo Siete Capítulo Veinticuatro
Capítulo Ocho Capítulo Veinticinco
Capítulo Nueve Capítulo Veintiséis
Capítulo Diez Capítulo Veintisiete
Capítulo Once Epilogo
Capítulo Doce Capítulo Extra
Capítulo Trece Agradecimientos
Capítulo Catorce
Capítulo Quince

Pagina 5 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Una promesa.
Un verano para llevarla a cabo.
Un amor explosivo alimentado por una obsesión mutua.
El día en que Clint se despide de su hijo Joey cuando este se va al
entrenamiento básico militar, el chico al que le dedicó toda su vida le
extrae una promesa: pasar el verano haciendo algo egoísta, para variar.
La solicitud parece bastante inofensiva hasta que Joey pone a cargo a
su mejor amigo, Raven, para llevarla a cabo.
Raven haría cualquier cosa por las personas que lo acogieron cuando
era un adolescente y, cuando se trata de Clint, todo carece de límites.
Cuando el alentar a Clint a explorar su lado más egoísta, revela el amor
de Raven hacia el hombre, Raven se sorprende al descubrir que sus
sentimientos podrían ser correspondidos. No solo son devueltos, sino
que, además, todos sus deseos más oscuros y ocultos finalmente
parecen haber encontrado a su igual.
La posesividad de Clint alimenta todos los antojos que Raven ha
conocido. La franqueza de Raven le brinda a Clint la libertad que
anhelaba para tomar lo que quiera, y pronto los límites abandonan las
puertas del dormitorio. Mientras la promesa del verano se convierte en
invierno, y la amenaza del inminente regreso de Joey se cierne sobre
sus cabezas, Clint y Raven se aman más rápido y con más fuerza.
Cuando la desaprobación de Joey termina siendo la menor de sus
preocupaciones, Raven y Clint llegan a extremos desesperados para
permanecer cerca del otro, porque algo pequeño es mejor que nada.
Enfrentándose a un futuro incierto, ambos hombres se preguntan si
yendo demasiado lejos o arriesgando tanto, de todas formas puedan
salir ilesos al final.

Pagina 6 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Cosas Malas y Equivocadas es un romance MM con temas para adultos,


por lo tanto, está destinado a un público maduro. Entre el contenido
desencadenante que incluye, está lo siguiente: juegos de roles sexuales
y consentimiento dudoso. Menciones sobre consumo de drogas y
muerte de un personaje menor de edad que tiene lugar fuera de página,
ya que la muerte del menor ocurre más de veinte años atrás en los
eventos del libro. Cosas Malas y Equivocadas no contiene infidelidad.

Pagina 7 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

“Deseo muy poco, pero las cosas que deseo me consumen”.


~ Beau Taplin

Pagina 8 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Se suponía que los funerales traían consigo un cierre, pero estar de pie
junto al ataúd de mi madre me dejó abierto y en carne viva, lo opuesto
a sentir que había cerrado un ciclo. Claro que tenía poco que ver con
ella y todo que ver con el hombre que me observaba fijamente desde el
banco de la primera fila de la iglesia con ojos de color acero
embrujados.
Hice lo mejor que pude para ignorarlo, pero, en lugar de observar las
manos frías y cruzadas de mi madre, cedía al impulso de mirarlo por
encima del hombro. Una y otra vez.
Se acercó al borde de su asiento, dudando, dividido entre ponerse de
pie y hacer toda una escena o tratar de hablar conmigo más tarde. La
vieja madera crujió bajo su peso, desconcertando a los espectadores
sentados junto a él. Las cosas no estaban construidas para hombres
como él, teniendo en cuenta su volumen.
—Hizo lo que pudo —La mujer que apestaba a alcohol en la fila de
atrás arrastraba sus palabras, era una de las amigas de mi madre desde
hacía mucho tiempo. La iglesia estaba inundada de ellos.
—No, no lo hizo —dije sin malicia y libre de amargura. Había
hecho las paces con el destino de mi madre hacía años. Me di la vuelta y
tomé el asiento en el lado opuesto del pasillo en donde él se
encontraba, con los ojos clavados al frente mientras que el sacerdote
culminaba el servicio.
Después del entierro tenía toda la intención de tomar un taxi hasta mi
hotel y posteriormente tomar el primer vuelo a casa; sin embargo, la
expresión endurecida de la mandíbula de Clint decía que no estaba por

Pagina 9 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

encima de armar un escándalo, por lo cual mis planes se vieron


descarrilados. Un silencio incómodo llenó el camino en el auto desde el
cementerio, abriéndose camino entre nosotros en el asiento delantero.
Entramos por el costado de la casa e ingresamos a la cocina, colgando
nuestras chaquetas empapadas de lluvia en los ganchos cerca de la
puerta. Mis dedos temblorosos se arrastraron instintivamente sobre las
ranuras talladas en la pared en donde colgaban los abrigos. Pertenecían
a mi mejor amigo, Joey. Cuando éramos niños, Clint marcaba la
madera para nosotros a medida que crecíamos. Las mías ya no eran
visibles a lo largo de la moldura del marco de la puerta recién lijado y
pintado. Se habían ido, como si yo nunca hubiera existido. Envidiaba la
capacidad de Clint para borrarme, yo nunca había sido de los que
olvidan las cosas con facilidad. Recordaba cada cicatriz que había dado
y tomado. Cada pedazo de dolor que había recibido y repartido. Cada
gramo de amor de alto octanaje infligido en mi corazón.
—No pude manejar el recuerdo —dijo Clint desde algún lugar por
encima de mi hombro. Metí mis manos en los bolsillos de mis
pantalones de vestir negros, frotando ansiosamente la barra que
perforaba mi lengua contra el paladar—. Ya no eres el más pequeño de
la manada —bromeó sin entusiasmo.
Lo enfrenté. —Difícilmente llamaría ser alto a un metro cincuenta y
cinco —dije, matando su sonrisa aburrida. Parpadeé para alejar el
escozor en las cuencas de mis ojos. Ocho años habían pasado y todavía
no podía soportar verlo arruinado. Ni siquiera un poco.
—Raven…
—¿En dónde está Joey? —Lo rodeé, moviéndome para pararme
cerca del rincón para desayunos que había en la esquina, porque no
podía estar cerca de ese hombre sin que algo en mí lo llamara, lo
alcanzara.
—Él está, ah, haciendo su sexta gira1.

1
Tour o giras militares.
Pagina 10 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Qué?
—Se fue poco después que tú lo hicieras, Raven —El “te fuiste
para nada” quedó colgado en el aire. El denso dolor en sus ojos grises
cortó mi siguiente aliento. Me giré, dándole la espalda, los tacones de
mis zapatos de vestir chirriaron en el suelo de linóleo. Había
desaparecido para salvarlos. Para salvar a todos los involucrados, pero
incluso cuando intenté hacer lo correcto, destruí sus vidas.
El pánico se apoderó de mis extremidades, tensándolas con fuerza ante
el sonido de la tela que crujía detrás de mí. Destellos de ropa
desgarrada y dedos aferrándose a mi garganta golpearon mi visión, y la
necesidad de arrancar las manos fantasmas de mi cuello, o sostenerlas
contra mí, se convirtió en algo real. El olor a sudor y cosas terribles
obstruyó mis fosas nasales, activando en mi interior al hombre
malvado después de haber trabajado tan duro para ser alguien mejor.
En mi periferia, Clint se acercó al fregadero subiéndose las mangas por
sus antebrazos musculosos, no tenía la corbata ni la chaqueta. Liberé
mi respiración contenida.
Rechacé su oferta por un vaso de agua y canalicé mi concentración
hacia la fuerza de gravedad para evitar flotar hacia él.
Su cabello y su barba, antes rubios, ahora eran del color de las nubes
grises y la luz de la luna. Llenó su vaso y su ancha garganta se movió
mientras bebía el contenido. Clint hacia que simplemente tragar se
viera sexy, y ya sabía cómo iba a terminar todo esto si no me iba.
Volviéndose para enjuagar el vaso, su mano se detuvo en el grifo.
Por favor, no…
—Sigues siendo hermoso —susurró sobre el fregadero.
Maldito sea... —No —Apreté aún más mis labios sellados.
“Pelo del color de las alas de un cuervo y ojos con el tono de los
glaciares”, me había dicho más de una vez, acariciando mi pico de

Pagina 11 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

viuda2 con una mano mientras que me hacía el amor como si yo fuera
su posesión, porque sí lo era. Reflexionando al respecto, lo que
habíamos hecho no podía calificarse como hacer el amor. Clint y yo
éramos como agua caliente besándose con el aceite. Gasolina torciendo
su dedo en medio de una llama abierta. Nos juntábamos como
animales en celo, marcando nuestro territorio. Y el amor tenía todo y a
la vez nada que ver con eso.
No siempre fuimos así. Clint era el hombre más amable que jamás
había conocido, alguna vez lo fue. Al final, ninguno de los dos podía
soportar nuestro propio reflejo, y después de todos estos años estaba
allí con la confianza de saber que el peor error que había cometido era
también la mejor decisión de mi vida. Necesito salir de aquí.
—¿A dónde crees que vas? —Su voz resonó a través de la cocina.
Me estremecí, ignorando su pregunta mientras alcanzaba mi abrigo. Mi
mano fría se envolvió firmemente alrededor de la perilla de latón de la
puerta trasera mientras que pasos golpeaban detrás de mí. Una palma
resuelta cerró la puerta de golpe, haciendo llorar las bisagras
envejecidas, y un fuerte jadeo en mi oído revivió recuerdos que había
trabajado duro en olvidar, golpeando mis paredes como si fueran un
mazo.
—No hagas esto, Raven. No otra vez.
—Ya sabes cómo terminará, Clint.
—Entonces deja que termine de esa manera, maldita sea —Se
apretó contra mí—. No soy el mismo hombre que dejaste atrás, Raven.
Te prometo que no lo soy. Pero tendrás que tirarme al suelo primero si
planeas dejarme otra vez de esa forma.
De esa forma. Sin darle oportunidad de explicarse o luchar. Sin la
oportunidad de limpiar lo último de la fealdad que había derramado
sobre mí.

2
En inglés, se denomina pico de viuda (Widow's peak) a cierta disposición del nacimiento del cabello humano,
cuando en la frente forma un triángulo invertido.
Pagina 12 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Él no me querría aquí —Le di un codazo hacia atrás, dándome


la vuelta y señalando con un dedo acusador hacia las muescas faltantes
en la puerta—. Y tú me borraste —Mi labio inferior tembló.
Comprendía por qué lo había hecho; no era razonable haber esperado
que no lo hiciera. Yo había hecho lo mismo con él. Me había
desvanecido en la noche con solo la ropa que llevaba puesta, luego la
quemé tan pronto como tuve la oportunidad, porque todo lo que poseía
me recordaba a él. Porque lo que yo poseía, él también lo poseía,
porque él me poseía.
La mano de Clint vaciló a su lado antes de deslizarse debajo de mi
cuello desabrochado, deteniéndose en el tatuaje que iba desde el borde
de mi nuca hasta la base de mi columna. El timbre de la puerta
principal sonó, y nos miramos el uno al otro mientras que las palabras
se secaron, como si mientras que no hiciéramos un solo sonido,
quienquiera que se había introducido en esta mala idea se escabulliría
con la cola entre las piernas. Quienquiera que fuera no tenía idea
acerca de pistas de contexto y continuó presionando el timbre hasta
volverlo un sonido constante de alarma. —¿No necesitas atender eso?
—Dije con los dientes apretados, apartando su mano.
Clint miró hacia la puerta que conducía a la sala de estar, se pasó una
mano temblorosa por el pelo antes de llevársela a la boca y girarse
hacia mí. —No.
Los golpeteos se unieron a la fiesta a continuación.
—Ve —Le dije, ya planeando mi gran escape—. Estaré aquí para
cuando regreses.
—¿Lo prometes? —preguntó Clint, estoico frente a mi expresión
pétrea, negándose a ceder hasta obtener la única respuesta aceptable—.
Prométeme que no te irás, Raven.
—Sí, te lo prometo —Estoy jodido.
—Iré a atender y luego me quitaré la ropa mojada —Retrocedió,
buscando en mí algún rastro de engaño inminente. Crucé hacia la

Pagina 13 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

mesa, dejándome caer en un asiento. ¿Feliz? Pregunté con mi mirada.


Él asintió antes de deslizarse hacia la puerta.
—Pero, ¿Qué estás haciendo, Raven? —Suspiré para mis
adentros, golpeando mi pie contra el suelo y observando la salida a solo
unos metros de mí.
Clint regresó minutos después, atravesó la puerta como un toro y la
interceptó cuando rebotó contra la pared. —Sigues aquí.
—Me hiciste prometerlo —Le dije. Se había cambiado a una
camiseta gris y unas sudaderas de un color que coordinaba con el de
sus ojos. Era demasiado y él lo sabía. Clint era alto y ancho, construido
como un linebacker a la edad de cuarenta y nueve años, con una capa
suave sobre unos abdominales que no habían estado allí antes. A la
mierda las rocas. Clint era una montaña entera. Fuerte solo por el
placer de serlo. Robusto cuando no se molestaba en estar
recientemente afeitado y peinado, engañosamente “normalmente
americano” de lo contrario.
Se acercó más, y mi posición sentado hizo que la hipnotizante bola de
demolición que se balanceaba entre sus piernas fuera imposible de
perder de vista. —Me voy al hotel…
—Hay sitio aquí para ti.
—Mis cosas están en el hotel…
—Puedo darte algo para dormir…
—Eres el doble de mi tamaño…
—Puedes remangar las mangas y las piernas…
—Mira, Clint...
—¡No irás a ninguna parte! —Se pellizcó el puente de la nariz,
girando en un círculo cerrado antes de exhalar hacia el techo—. Lo
lamento. Esto no es lo que necesitas ahora mismo. No después de
enterrar a tu madre…

Pagina 14 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Ese no es el problema y lo sabes —No podía hacer esto sentado,


no cuando tenerlo cerca de mí me hacía sentir lo contrario a inseguro.
—Por favor, quédate. No te molestaré, pero necesito saber que
estás aquí conmigo. Podemos pensar en el resto por la mañana, por
favor.
Bufé. —Sigues siendo un mal mentiroso, Clint —Una noche de sueño no
iba a cambiar nada. Mañana vendría y me despertaría para encontrar
todas las salidas selladas con clavos—. No —Negué con la cabeza y sus
hombros se hundieron. Mi mirada se deslizó sobre sus pies descalzos,
odiándome por no ser inmune a la silenciosa suplica que habitaba en
sus ojos. Que me importaba el atisbo de derrota en ellos. No debía
sentir pena por él. No debía sentir nada por él. No lo hagas… —. ¿Qué
habitación debo tomar?
—Puedes usar tu antigua habitación —Dijo, sonriendo
parcialmente, sin importarle una mierda disimular la celebración por
su victoria.
—Una. Noche —Sostuve un dedo, en caso de que no entendiera el
idioma inglés.
—¿Por qué te fuiste?
—Ya sabes porqué —Suspiré.
—¿En dónde has estado…?
—¿Has arreglado la puerta del dormitorio? ¿Con la cerradura y
todo? —Adopté un tono profesional. Tenía que trazar una línea entre
nosotros, porque nos estábamos acercando demasiado a un terreno
peligroso. La última vez que me había atrevido a encerrarme en esa
habitación, Clint había pateado la puerta para llegar a mí. No se podía
confiar en Clint en lo que a mí respectaba, más de lo que se podía
confiar que yo no lo animaría. Tal vez inconscientemente lo estaba
animando de frente en estos momentos. Tal como en los viejos
tiempos.

Pagina 15 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Me estás dejando afuera o te estás encerrando a ti mismo?


Porque hay una diferencia en eso, Raven.
—¿Y qué diferencia sería esa?
—¿Tienes miedo de lo que yo pueda hacer o de lo que tú puedas
hacer? —Él esperaba que yo no lo hubiera superado. Quería saber si, en
el fondo, seguía estado loco de amor y de lujuria reprimida por él.
Quería permiso para participar en la guerra, pero mi cuerpo ya había
pasado por suficiente entre sus manos. Y eso también era mi culpa.
—¿Está arreglada, Clint?
Un pesado suspiro salió de sus labios, era una señal del efecto
desgarrador que mis palabras y disposición tenían sobre él. Rompió
algo construido dentro de mí solo para tratarlo de esa manera tan
desdeñosa. Debido a que Clint era copropietario del dolor, no me
pertenecía solo a mí. Mis manos temblaban escondidas detrás de mí,
porque Dios, quería disculparme con él. El tiempo no había cambiado
ni una maldita cosa.
—Sí —dijo con voz ronca, como si a la palabra le hubieran crecido
garras y se hubiera abierto camino hasta su garganta. Todo lo que
tienes que hacer es pasar la noche, Raven.
—Bueno —Pasé junto a su hombro, alcanzando las escaleras de la
cocina en tres largas zancadas, estrangulando mis emociones y rezando
para que la represa de agua aguantase hasta que llegara a mi habitación
y me encerrara dentro.
Vacilé en el umbral de mi antiguo dormitorio, su ubicación era lo único
que reconocí. Las paredes de color beige, nuevas para mí, estaban
frescas bajo mi toque. Era muy alejado del color rojo sangre del que las
había pintado cuando era un adolescente lleno de angustia. Marcos con
citas genéricas habían reemplazado los carteles de Queen, y mi cama
había sido actualizada a una cama de tamaño King. No había ni un solo
rastro de que yo hubiese estado aquí alguna vez.
Abrí las puertas correderas del armario y tuve que ahogar un sollozo. El
mural que había creado, el que tenía escondido detrás de percheros, ya
Pagina 16 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

no existía tampoco. Mi mano presionó mi caja torácica donde vivía una


copia color carbón. Una sobre la que seguía fingiendo que no tenía el
tiempo para cubrir. Un arcángel de cabello rubio y ojos del color de una
furiosa tormenta de humo.
Esforcé por recapturar nuestra última noche en esta habitación.
—Dime que no.
—No.
—Dilo como si fuera enserio, Raven.
—Mierda —Respiré a través de la incomodidad de revivir los
eventos que vinieron después, y luego de estar mentalmente atrapado
allí por un tiempo, me di cuenta de que Clint nunca vino a traer la ropa
que había mencionado. Era mejor, de cualquier forma. Dormir con algo
suyo era lo último que necesitaba mi cordura.
Mi pulgar e índice marcaban un ritmo entrecortado. Picaban por el
peso de un cigarrillo, pero había dejado el hábito luego de dejar a Clint.
Agotado, moví el pomo de la puerta para confirmar que Clint no podía
entrar, sintiéndome tentado a empujar el tocador contra la puerta
también.
Mi traje estaba húmedo por la lluvia, lo que me obligó a quitarme todo.
Me deslicé entre las sábanas esperando que saliera pronto el sol, y que
está idea tan mala no terminara siendo buena.

El pánico se apoderó de él, del tipo que surge cuando te despierta un


sonido al que no puedes ubicar. De costado, con las manos debajo de la
mejilla, esperé a que sonara otra vez, listo para atribuirlo a un sueño
que no recordaba haber tenido, hasta que la delgada sábana que me
cubría se aflojó alrededor de mi cintura y el aire fresco acarició mi piel.
Pagina 17 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

La cama se hundió detrás de mí, y el órgano en mi pecho comenzó a


galopar a una velocidad que resultaba más como una vibración
interminable que el latido de un corazón. Tenía una llave. —Clint…
—Déjame abrazarte —susurró, ahuecándose a mí alrededor y
arrastrando sus ásperos labios de un lado a otro sobre mi hombro—.
Por favor —Me suplicó, sus palabras sonaban pesadas y llenas de dolor.
—No podemos hacer esto —La luna entrecerraba los ojos a través
de las persianas, hinchada y contenta. Pasarían muchas horas antes de
que el sol apareciera en escena. Un brazo de acero me rodeaba la
cintura, evitando que me alejara del rastro caliente que su boca dejaba
a lo largo de mi piel. Su agarre exigente era como esposas, carne
adolorida y destrucción a través de mi mente, y haber cerrado los ojos
con fuerza solo atrajo ese caos a un enfoque más nítido. —Me voy
mañana —jadeé, curvando mis dedos en la almohada.
—Déjame amarte como despedida, entonces.
—Clint…
—Desapareciste. No podía encontrarte. No sabía si estabas bien.
—Me fui…
—No, irte y desaparecer no es lo mismo —dijo, sin dejar lugar a
discusiones—. No podía encontrarte, ¿sabes lo que eso me hizo?
Clint era rastreable, localizable para mí. Podría haber regresado a él si
lo hubiera elegido, y eso facilitó un poco la navegación a través de mi
nueva vida. Era como una especie de red de seguridad si el vivir sin él
se convertía en demasiado… y hubo en momento en que casi lo fue.
Él no sabía si yo estaba muerto o vivo… respirando, porque realmente
no había estado vivo, en realidad no. Si los roles hubiesen sido a la
inversa, no habría sobrevivido a eso. Había abandonado Mansfield
antes de que él y yo hubiéramos llegado a una conclusión acordada. Y
además de negarle un cierre a Clint, también le negué darle paz.
Clint se aprovechó de mi silenciosa deliberación, inmovilizándome de
espaldas y estrellándose sobre mí. Estaba demasiado necesitado,
Pagina 18 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

demasiado enojado, demasiado impaciente para que le importara otra


cosa. Empujé inútilmente sus hombros, pero luego su boca se encontró
con la mía con dureza y el sabor a sal almacenado allí por las lágrimas
me recordó a aquella vez que me había tomado en la playa, con cara
contra la arena mientras las olas rompían. Instintivamente me separé
por aire y al igual que entonces, su lengua me devoraba,
resucitándome.
Agarrándome el cabello, susurró: —Nunca más me dejarás otra vez.
Este era el hombre que más recordaba. La versión que había querido
antes de siquiera saberlo conscientemente. La versión que obtuve al
final, pero a un costo demasiado alto. Este Clint hacía mucho más que
solo apaciguar mis necesidades retorcidas a un nivel superficial. Este
Clint cedía a su naturaleza exigente y celosa, sin control. Se había
odiado a sí mismo por aquello en lo que nos habíamos convertido, por
las mentiras que decíamos incluso cuando eran por omisión. Nos
habíamos convertido el uno al otro en productos envenenados, y yo me
había llevado la mayor parte de la culpa… tal como debería haberlo
hecho.
—No me estás escuchando, Clint —Esquivé su beso, entonces sus
labios atraparon mi oído y sus dientes se vengaron de mi sensible
lóbulo—. ¡Mierda! —Mi polla se endureció por el pinchazo y por la
fricción de su polla chocando contra la mía. Este tren se dirigía al
descarrilamiento y poco a poco perdía la idea de porqué tenía que
mantenerse sobre los rieles—. ¿Qué pasa con Joey? —Le habíamos
causado un daño irreparable. Clint había perdido a su hijo y yo había
perdido a mi mejor amigo. Sin embargo, el recordatorio de eso no lo
detuvo. Y aunque no había negociación por parte de mi cuerpo traídos,
mi cerebro enviaba órdenes estrictas a mi corazón para que se
mantuviera al margen. No quería que me cegara el amor o que la
bruma de la lujuria cubriera mi visión como si fuera un velo.
—Joey no está aquí. Deberías haberte quedado, podríamos
haberlo resuelto.

Pagina 19 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Gemí, derritiéndome en la almohada mientras él tomaba un pezón en


su boca abrasadora. Chupó el capullo rosa, amamantándolo y gimiendo
como si un dulce néctar se derramara por su garganta. Se dirigió al
pezón vecino, pellizcándolo con los dientes frontales antes de pasarle la
lengua por encima para provocar dolor. Agarré los lados de su cabeza
sosteniéndolo contra mí mientras le ordenaba que se detuviera, tenía la
palma de mis manos apoyadas en sus oídos con la esperanza de que no
me escuchara. La culpa estaba puesta en mi cuerpo, apuñalándome por
la espalda. No importaría de cualquier forma, nunca lo había hecho con
nosotros, pero, ¿había sido esperar demasiado que las cosas fueran
diferentes?
—Te amo, Raven —juró con su cara peligrosamente cerca de la
mía.
—No podemos…
—Escúchame —Su mano rodeando mi garganta me dejó sin otras
opciones—. N-no puedo hacer esto sin ti. La vida no es lo mismo,
cariño.
—No —lo intenté esta vez con el volumen de mi voz bajado hasta
lo mínimo. La agonía era aguda y el alivio tan profundo que no me
dejaba respirar con la boca cerrada. Había sufrido un montón de
noches de insomnio preguntándome si estaba con otra persona… no me
había dado cuenta hasta ahora de lo mucho que deseaba que la
repuesta fuera no. Lo mucho que deseaba que estuviera atrapado,
incapaz de seguir adelante sin mí.
—“No”, no tiene el mismo significado para nosotros, Raven. Y tú
lo sabes. Pero esta vez… esta vez te creeré si quieres que lo haga. Si
vuelves a decirlo.
Lo sabía, y tal vez el hecho de que yo lo dijera en primer lugar era una
forma de tener algo que usar en su contra, y él se había dado cuenta.
Repetirlo sería una mentira, o al menos una verdad a medias, y ya
habían sido dichas demasiadas de esas.

Pagina 20 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Con un puño sosteniéndome por el cabello y ambos ojos hechizándome


como un maldito vudú, palpó impacientemente alrededor de la cama.
Una tapa se abrió y gemí, clavando mis talones en el colchón mientras
que un dedo cubierto de espuma lubricante me recorría, otorgándome
la oportunidad de negarle la entrada. Y maldita sean mis piernas por
abrirse más a él. —Te necesito —Cantó entre salpicar mi cara con sus
besos y exigirme que lo mirara a los ojos—. Necesitamos cambiar —su
tono se transformó en hierro—. Pero primero, necesitamos esto —Sus
dedos se hundieron directamente en mí.
—Joder —Articulé, dejando caer mis lágrimas ardientes y
permitiendo que se deslizaran por mis sienes cuando otro dedo grueso
saltó a la refriega. Ordené a mi mente desordenada que buscara al
hombre que yo solía ser, no al que era una conocida zorra por la polla y
la boca de Clint. Buscaba al tipo frío que sabía dejar su corazón en la
puerta cuando echaba un polvo. Lo necesitaba justo ahora para
proteger mi maltrecho corazón—. Hablemos, joder, Clint —imploré con
nuestras pollas duras y bailando entre nosotros.
—Dime que te quedarás —Su petición abanicó sobre mis
pestañas.
—No puedo hacerlo —Me retorcí debajo de él en un intento triste
y fallido de retirar sus dedos del sondeo. Si le permitía a Clint follarme,
eso me haría perder todo el control. Me encadenaría a él y nos
encerraría en esta habitación si eso significaba mantenerme aquí. Mi
carne y mis huesos claramente habían accedido a ser su prisionero,
cumpliendo gustosamente la cadena perpetua sin posibilidad de
libertad condicional. Sería un simple truco del sombre para él, volver a
hacer lo mismo con mi corazón herido—. No. Puedo.
La cama tembló con su miedo. Miedo a perderme, a perder este
momento. Sus labios se afinaron con determinación mientras se
elevaba sobre mí y sus puños golpeaban los bordes de mi almohada.
—No lo hagas, Clint.
—Entonces, dilo.

Pagina 21 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Tampoco podía hacer eso. Mis uñas romas abrieron la piel de sus
antebrazos mientras su gordo glande rozaba mi dispuesto agujero,
entrando en mi cuerpo antes de que estuviera listo para él. La punta
lisa y desnuda se calentaba contra ese lugar que había estado frío
durante demasiado tiempo.
Sin condón. Nunca usaba condón. Me quemaba sin fin que él asumiera
que todavía poseía ese privilegio. A la mierda con él por estar tan
seguro de que nadie más había estado recibiendo el placer de tener su
polla desnuda dentro de mí. Sus suposiciones eran acertadas, y eso era
lo que más me dolía. La idea de detenerlo se sentía como esforzarse
contra la gravedad, el viejo hábito de fingir que no lo deseaba era como
ponerme mi par de jeans viejos favoritos.
Palmeé su rostro, empujándolo, y él estranguló mis muñecas entre una
de sus manos grandes e impías, presionándolas contra mi pecho
mientras continuaba abriéndome hasta quedar asentado
profundamente hasta las pelotas. ¿Alguna vez alguien creería que una
vez fui yo el agresor? ¿Qué fui yo quien moldeó a Clint en esta cosa que
me tomaba sin una maldita preocupación acerca de las consecuencias?
Clint derribaba mis paredes para hacerse espacio y mis piernas
temblaban ante la llenura. Había olvidado cómo se sentía ser ensartado
por algo tan inmenso, y la parte débil de mí mismo devoraba la
expresión de orgullo en Clint porque yo lo hubiera tomado por
completo. Sí, todavía puedo tomarte, Clint, expresaron mis ojos con
aire de suficiencia, permitiendo que mi debilidad hablara.
Mi corazón martillaba contra mi esternón, su hilo colgando y
balanceándose para conectarse con el suyo. Él gimió con su cuerpo
tenso e inmóvil, absorbiendo la sensación de su polla retornando a
casa. Su pene se retorcía por la emoción, acariciando mis barreras,
prometiéndome que nunca se iría. Mi interior se cerraba a su
alrededor, dándole la bienvenida con la intención de que cumpliera sus
palabras.
Me encendía, haciéndome gotear contra mi ombligo, pero sin anular
por completo mi ira. Me incliné fuera de la cama, aventurándome y

Pagina 22 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

fallando en arrojarlo fuera de mí antes de que pudiera comenzar con


sus embates. Demasiado tarde, mi cráneo golpeó la cabecera de madera
con cada movimiento salvaje de sus caderas. —Maldito seas —susurré,
mi cuerpo, ahora suyo, se enfrentaba a cada impulso hambriento
kilogramo por jodido kilogramo. Las almohadas cayeron al suelo y la
sábana ajustable se desprendió de las cuatro esquinas.
—Maldíceme todo lo que quieras —Me empujó al centro de la
cama para poder atrapar mis muñecas por encima de mi cabeza y
poner el peso de sus músculos encima de mí. Su mano libre sujetó mi
cadera de forma depredadora, inmovilizándome como un animal, como
si yo fuera la presa de su polla, para poder follarme lo suficientemente
fuerte como para grabarse en mi interior. Quería dejar atrás la huella
de su hombría obscena, haciéndome incapaz de moverme, y mucho
menos de cruzar esa puerta mañana.
Pequeñas ráfagas de yeso llovieron a nuestro alrededor como nieve
cuando la cabecera perforó la placa de la pared, como si también
quisiera huir de esto. —Te odio —siseé, escupiéndole en la cara. Lamió
la saliva que pudo alcanzar, haciéndome saber que tendría que hacerlo
mejor que eso. Su crudo beso acosó la curvatura de mis labios,
obligándolos a ofrecerse o a ser tomados a la fuerza. Su boca chupó
todo de mí. Mis palabras, mi voluntad, mi odio improvisado… Clint se
lo tomó todo con egoísmo. Mordió mis labios, me folló la boca con su
lengua ancha y succionó mi cuello con tanta fuerza que pensé que me
dejaría sin piel—. No. No puedo volver a casa así —Le supliqué, sin
saber si insinuar que tenía a alguien en casa esperando por mí era bajo
el motivo de hacer que se detuviera, o si había regresado a mis juegos
de manipulación de años atrás para desencadenar sus ataques de celo.
Con agresión bordeando la violencia, Clint continuó engullendo y
magullando cada centímetro de mi carne expuesta. Me marcaba,
lanzando banderas rojas en la tierra para que todo el mundo las viera y
se alejara de mí.
Fuego ardió a lo largo de cada parte de mi cuerpo. El sudor corría como
buenos soldados por todos los poros. La lámpara de la mesa de noche
se estrelló en el suelo, llevándose consigo el mueble de madera. Clint
Pagina 23 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

era un huracán que me azotaba, un tornado que destruía todo a su


paso, incluyéndome a mí mismo con el único propósito en mente de
tenerme.
—A la mierda con él —dijo, sin importarle quién me esperaba o el
estado en que me enviaría de regreso con ellos—. Que. Se. Joda —
Liberó mis manos para reubicar mi cabeza y poder llegar a la parte de
mi garganta protegida por mi barbilla prominente. Mis piernas se
agarraron a su cintura con tanta fuerza que se me estaban
adormeciendo, pero era la única manera de no ser arrastrado por su
tormenta. La envidia se lo estaba comiendo vivo—. ¿Él sabe que eres
mío? —Sus ojos oscuros estaban rabiosos. Un hilo de saliva corrió
desde su labio inferior hasta mi cuello, algo así como el hilo que ahora
volvía a conectar invisiblemente su corazón con el mío—. ¿Sabe que tu
corazón me pertenece? —Dedos codiciosos mordieron mi mandíbula
mientras su estómago rozaba la parte inferior de mi pene, estimulando
la vena regordeta y mi orgasmo.
Por cada dos embates de sus caderas, las mías se inclinaban una vez.
No podía seguir el ritmo. Era demasiado grande, estaba demasiado
excitado, demasiado ido. Y se sentía demasiado bien como para no
rendirse. Pero la parte obstinada y herida dentro de mí no me iba a
dejar caer sin luchar antes. —No te pertenezco. Ya no.
Me hizo rodar sobre él, mis manos cayeron en su pecho justo sobre la
cicatriz arrugada cerca de su corazón con un gemelo debajo de su
omóplato izquierdo.
Sus manos enormes esposaron mis caderas, tirando de mí hacia su
erección mientras que él conectaba nuestras mitades inferiores para
poder follarme. Me necesitaba tanto y no confiaba en mí para hacer el
trabajo por mí mismo.
Yo solo me dejé llevar.
Las plantas de sus pies perforaban el colchón, despertando el sonido de
los resortes y balanceando los cimientos de la cama, así como los míos.
Clint gruñó, maldijo, con los músculos de su pecho y los antebrazos
abultados y rígidos. El vaso sanguíneo en su frente estaba
Pagina 24 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

peligrosamente cerca de romperse a causa de la ira y la excitación. —


Jesús —Jadeó, con la cabeza levantada para poder jugar a ser un
espectador de mi agujero luchando por bajar sobre su polla.
Devastación, remordimiento, dolor... y amor parpadeaban en su
expresión hipnotizada—. Si tan solo supiera como poder follarte y
devorarte al mismo tiempo —dijo, con la punta de la lengua
asomándose por la comisura de su boca—. Esto… no… Cristo… no
termina hasta que mi boca haya tenido su turno contigo. Espera hasta
que veas cuánto semen tengo para ti, cariño.
No había tenido sexo tan riguroso en años. No desde él. Mi cuerpo
recordaba, y quería más. Clint era un hombre consumido cuando me
follaba. Parecía poseído. El sexo con él era una droga, adictiva y
poderosa. Moví una mano sobre mi pene y él la azotó.
—Todavía no.
—Clint…
Su palma silbó por el aire, encontrándose con mi trasero. El sonido
atronador fusionándose con el delicioso latido del dolor hizo que mis
dientes se clavaran sobre mi lengua. El cobre cubrió mi boca.
—¡Clint...! —Un segundo golpe en la misma mejilla y mi polla se
sacudió—. Joder, me voy a correr —Me derrumbé sobre él.
—Dime que me perteneces. Dime que él no te folla tan bien como
yo —gruñó en mi oído, mordiéndolo mientras que el colchón ahora
estaba parcialmente fuera de la base. Se agarró de mis mechones,
arrancándome una mueca. Estábamos frente a frente, intransigente
versus obstinado, mientras que él mecía su polla como un jinete. Yo no
era precisamente un hombre pequeño, Clint nos había inculcado la
importancia de estar en forma desde siempre, y yo estaba un poco por
encima de la estatura promedio, pero maldición, Clint me hacía sentir
como un guisante sobre su gigante vaina—. Dímelo, bebé —dijo más
suave esta vez, con los ojos inundados hasta el punto de ahogarse y
como si quisiera que yo le arrojara una balsa salvavidas.

Pagina 25 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Parpadeé rápidamente, manteniendo mis propias lágrimas enjauladas.


—Clint —dije, su nombre sonaba irregular en mi lengua, haciendo
cortes invisibles al salir. Me estaba rompiendo. Ya estaba roto.
—Dímelo, bebé —Me animó—. Dime que nunca habrá otro
hombre para ti. Dime que me has extrañado tanto como yo te he
extrañado. Prométeme que haremos lo que sea necesario para que
funcione. Prométeme que no me reprocharás esta noche. Di que crees
que las cosas pueden ser diferentes —Se sentó, aplastándome contra él
mientras que la emoción devastaba su voz—. No soy el mismo hombre
de antes —dijo por segunda vez esa noche, pero era difícil verlo en estos
momentos—. Prométemelo. Y si no puedes prometerme todas esas
cosas, entonces, por favor, miénteme.
El nunca romper mis promesas era una regla cardinal arraigada dentro
de mí, y no quería decir algo de lo que me arrepentiría en cuanto
llegara el momento de huir. —Sí, eres mi maldito dueño, Clint —Le di
una verdad diferente. Era lo mejor que podía hacer—. Y nadie me folla
como tú lo haces —Raspé una uña a lo largo de su mandíbula—. Te he
echado tanto de menos que me he quedado ciego, tanteando el camino
a través de la vida. Mis sentidos están jodidos, Clint. Nada se ve igual
después de ti, nada huele o sabe igual. El mundo es soso —Pero no
podía quedarme.
Rodamos de nuevo. Esta vez, su beso contenía una disculpa y sus ojos
suaves y minuciosos estaban en mí todo el tiempo. Los embates
también habían perdido parte de su filo, y cuando se estiró entre
nosotros para masturbarme, temblé por la fuerza del grito de mi
orgasmo.
—Te amo —repitió una y otra vez mientras su semen se
derramaba dentro de mí, pintándome y usándome como su lienzo.
Había tanto, demasiado, su pelvis giraba perezosamente mientras
expulsaba los restos en mi interior. Se comió mi descarga, quitando
cada gota de su pecho y del mío y sumergiendo su lengua debajo de sus
uñas recortadas para tomarlo todo. Seguía moviéndose dentro de mí

Pagina 26 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

mucho después de darme su última descarga y no se detuvo hasta que


salió de mi cuerpo.
Clint se arrastró fuera de mí y yo me puse boca abajo, sintiéndome
traicionado por la luna que disfrutaba de la gloria de la oscuridad.
Regresó con una toalla húmeda, rogando por fuerzas cuando separó
mis muslos pegajosos para observarme cubierto de su semen. El trapo
cayó de la cama olvidado, y me abrió, amasando dolorosamente mis
nalgas. Clint arrastró su lengua desde mis testículos a la parte superior
de mi hendidura. —Mmmm —gemí, haciendo rodar los ojos—. No
puedo… —Me detuve, con las palabras rompiéndose en mi garganta.
Sacó todo atento y cuidadoso, lamiéndome mucho tiempo después,
ignorando mis protestas y manteniéndome en mi lugar.
El ritual de Clint limpiando el desastre terminó conmigo temblando
sobre mis manos y rodillas, mi pene erecto y colgando, atormentado
por las réplicas de un segundo orgasmo. —Esto no puede volver a pasar
—jadeé mientras retiraba su cara y sus dedos de mi agujero.
—Al diablo que no puede —Dijo, posicionándose de nuevo contra
mi entrada.
Me estiré, abofeteándolo y arrastrándome hacia adelante, solo para ser
jalado de regreso contra su corona. —¡No! —Grité un poco tarde en el
juego, arrepintiéndome al instante. No tenía nada que temer, porque
Clint se condujo hacia adelante con su cabeza echada hacia atrás en
éxtasis. ¿A quién estábamos engañando? Un “No” nunca nos detuvo.
Especialmente no después de haber decidido que convertirnos en
monstruos sería la única forma de lidiar con el dolor. De ser más
merecedores de ello.

Pagina 27 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Pagina 28 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Mis brazos y piernas se agitaron en el aire mientras intentaba alcanzar


a Kurt Reynolds, quien luchaba por respirar acostado sobre su espalda,
con un moretón púrpura formándose debajo de su ojo derecho. Una
mano me levantó del suelo por el cuello de mi camisa, y una risa apenas
perceptible fue mi recompensa por mi débil intento de zafarme. —
Suéltame —dije, enojado con el hombre que me impedía terminar con
mi acosador el día de hoy. Aparecía uno nuevo todos los días, pero ese
día, era el turno de Kurt.
Estábamos en el parque a unas pocas cuadras de la zona de casas
rodantes y una multitud de niños se había reunido a nuestro alrededor,
atrapándonos a mí y a Kurt en un círculo mientras que yo golpeaba su
cara regordeta con mis puños delgados. Kurt era uno de un grupo de
chicos que se burlaban de mí sin descanso en la escuela, llamándome
estúpido y “especial”, porque me costaba la mayoría de la hora de clase
el leer un pasaje cuando me lo pedían. Y las matemáticas tampoco eran
amigas mías. Yo no era estúpido, lejos de eso. Es que había faltado
demasiado a la escuela debido a la mierda que había en mi vida, y eso
me había dejado algo atrasado.
Era pequeño para tener nueve años, pero era fuerte. Tenía que serlo.
Había demasiados Kurts en nuestro pueblo rural de Mansfield, Nueva
York, y solo había un yo.
No había muchas cosas en Mansfield, pero estábamos lo
suficientemente cerca del centro de la ciudad para que fuera
soportable, aunque tomaba menos de dos horas recorrer todo a pie. No
necesitaba demasiada emoción, prefería que me dejaran solo.
Desafortunadamente, mi escuela se encontraba justo en medio de la
Pagina 29 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

parte buena y la parte no tan buena de Mansfield, así que tenía que
soportar a estos imbéciles inseguros y remilgados que pensaban que
meterse conmigo era la mejor forma de pasar el tiempo.
—Quítame las malditas manos de encima. ¡Déjame ir! —Me
estaban arrastrando, casi ahogándome con el cuello de mi camisa
mientras colgaba en el aire de la mano de una persona desconocida,
como si yo fuera el abrigo colgado en un gancho.
—Cálmate, chico —dijo una voz profunda y amable, e
instantáneamente me desinflé, colgando inerte hasta que me pusieron
de pie cerca de la patrulla de policía del oficial Clint Miller—. ¿Y qué te
he dicho sobre esa boca tan sucia que tienes?
—Estoy trabajando en ello —dije con petulancia, abrazándome los
codos.
Envió a su compañero a ver a Kurt y dispersar a la multitud. Luego se
puso de rodillas y se quitó las gafas. —Muy bien, esta es la segunda
pelea de la que te saco esta semana. ¿Quieres decirme lo que está
sucediendo?
Me caía bien el oficial Miller, aunque no entendía muy bien por qué se
molestaba conmigo. Nadie más lo hacía. Patrullaba nuestro vecindario
y tenía la habilidad de aparecer durante mis momentos menos
estelares. Como Superman, excepto que su cabello era rubio y sus ojos
eran del color de la ceniza al final del cigarrillo encendido de mamá. El
oficial Miller nunca asumía que yo era el del problema, y siempre me
pedía primero mi versión de los hechos.
—Estaba tratando de tirar al aro, pero él seguía cantando “Raven
es un perdedor, Raven es un perdedor" —canté nasalmente, imitando
los hombros y las caderas girando de Kurt. El oficial Miller apoyó el
dorso de la palma de su mano en su boca, sofocando su sonrisa—. Le
dije que su camisa le quedaba demasiado apretada, así que él era el
perdedor. Las chicas se rieron y luego él me derribó.
—¡Eres un mentiroso! —Kurt gritó cuando el oficial Bobby lo
condujo por sus hombros fornidos.
Pagina 30 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Whoah, amigo —dijo el oficial Miller, evitando que le diera a


Kurt un ojo morado a juego con el que ya tenía—. Mírame, Raven —
Tuvo que decirlo dos veces, tal vez más, adoptando un tono más severo
cada vez hasta que su orden se abrió paso a través de la neblina de mi
furia y me aflojé en sus brazos—. Concéntrate en mí —dijo—. Respira
hondo, cuenta hacia atrás desde diez.
Kurt resopló ante eso, llamándome estúpido en voz baja, y el oficial
Miller le ordenó que lo dejara o pasaría la noche encerrado. Él no podía
hacer algo así, pero Kurt no lo sabía. Mi respiración se equilibró
mientras contaba del uno al diez. No era que Kurt tuviera razón… Podía
contar hacia atrás, pero a veces mi cerebro se nublaba, y ese día en
particular se sentía nublado.
Mis ojos se fijaron en la expresión orgullosa del oficial Miller mientras
me sujetaba por los brazos, sus labios se movían ligeramente mientras
contaba conmigo en silencio. Asentí después de llegar a diez, y él se
puso de pie, manteniendo una palma pesada sobre mi cabeza. —Kurt,
¿por qué lo llamaste perdedor? —No le preguntó si me había llamado
así, le preguntó por qué, y yo les di la espalda haciendo todo lo posible
por no poderme a llorar.
—Todo lo que hace es sentarse y dibujar en ese estúpido libro de…
—¡Mi libro! —Jadeé, pero el oficial Bobby ya estaba pasándolo en
mi dirección. Lo apreté contra mi pecho mientras Kurt continuaba
quejándose de que tenía el descaro de dibujar y jugar baloncesto. Al
menos eso es lo que parecía que estaba diciendo. No entendía por qué
no podía hacer las dos cosas.
Clint hizo que Kurt y yo nos disculpáramos y nos diéramos las manos
como hombres, antes de que nos llevaran a casa.
Traté de saltar del asiento trasero cuando la patrulla del oficial Miller
se detuvo en el camino de grava afuera de nuestro remolque. —No tan
rápido —dijo—. Me gustaría hablar con tu mamá sobre lo que pasó.

Pagina 31 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Y eso es lo que me temía. Llegamos a la desvencijada puerta de entrada


y jugueteé nerviosamente con el agujero de mi camisa antes de darnos
el ingreso.
—¿En dónde está el interruptor de la luz? —Preguntó. No
teníamos mucha luz solar en nuestro lado del parque de casas rodantes,
y mamá dijo que sus retinas estaban mal, así que siempre teníamos las
cortinas cerradas. El oficial Miller se detuvo brevemente para que sus
ojos pudieran adaptarse. Yo por mi parte, estaba acostumbrado a ver
en la oscuridad.
—A tu lado en la pared, pero no funciona —No lo había hecho
durante meses. Efectivamente, lo movió hacia arriba y hacia abajo y no
pasó nada.
—¿Has estado viviendo sin electricidad?
Parecía una de esas preguntas que no necesitaban respuesta, así que
me quedé callado mientras él descorría las cortinas y subía las
persianas. Miró alrededor de la sala llena de botellas de vodka vacías.
Nuestro único mueble era un deslucido sofá beige que tenía el medio
hundido por todo el abuso que recibía del peso del cuerpo de mi madre
mientras se inclinaba. El oficial Miller se llevó el dorso de la palma de
la mano a la nariz para sofocar el hedor. —Ve a buscar a tu mamá.
Dejé caer mi barbilla en mi pecho, siguiendo sus órdenes, sabiendo lo
que encontraría.
—No despierta —Dije al volver del dormitorio.
—¿Qué habitación es la de ella?
—La del final del pasillo —Señalé en la dirección general,
arrastrando mis pies detrás de él mientras pasaba por encima de la
basura, las bolsas del tamaño de una moneda de diez centavos y las
botellas.
Mamá yacía tendida en la cama, boca abajo y roncando, y la habitación
apestaba a olor corporal y alcohol. Clint recogió una de las botellas
vacías cerca de su cuerpo boca abajo y leyó en la etiqueta. Yo traté de
Pagina 32 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

esconder la aguja hipodérmica desechada debajo de la suela gastada de


mi zapato, pero aparentemente, no podías ocultarle mucho a un policía.
Suspiró. —Tendré que llamar por esto, Raven.
—¡No! Por favor, no puedes. Me llevarán de nuevo a un hogar de
acogida, y allí no me tratan bien —Negué con la cabeza frenéticamente.
Sus labios se apretaron, palideciendo. Enganchó su pulgar a través de
los bucles de su cinturón táctico, girándolos en su lugar mientras
buscaba una idea mejor. Su bota se enganchó en un par de calzones
sucios de mamá, y se encogió antes de sacudirlos. —Ve a empacar algo
de ropa limpia, le dejaré una nota.
Salí corriendo y regresé con el viejo cubo de pintura en el que guardaba
mi ropa.
—Ropa limpia, Raven —Habló mientras contenía la respiración.
—Yo… no tengo ropa limpia, señor —A veces tenía accidentes
porque mamá no me dejaba salir de la habitación cuando tenía visitas.
Toda la ropa dentro del cubo había pasado por accidentes. Mis mejillas
se calentaron cuando el oficial Miller pasó la mirada por mis uñas
sucias y mi ropa andrajosa.
—Está bien, mi hijo tiene más o menos tu edad. Tengo algunas de
sus cosas viejas guardadas en cajas para Goodwill. Están en buenas
condiciones, crece demasiado rápido. Deberían quedarte bien.
Dejé caer el balde y el contenido se derramó, provocando un ataque de
tos de parte del oficial Miller. Mis oídos se calentaron. Nunca me había
sentido tan avergonzado, ni siquiera cuando los niños de la escuela se
burlaban de mí. Ellos no eran mis amigos. No tenía nada que perder si
me odiaban. En cambio, el oficial Miller era diferente.
—No llores, Raven. Nada de esto es tu culpa.
—No estoy llorando —dije con toda la fuerza que pude reunir,
enfocando la mirada en mis zapatos.

Pagina 33 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Volvió a mirar a mamá y sus labios se pusieron duros y blancos de


nuevo. —Vamos.
El oficial Miller esperó hasta que me abroché el cinturón de seguridad
antes de partir, la suciedad se levantó de debajo de las llantas, llenando
el aire y las ventanas de color marrón. Mantuve mis ojos en el remolque
hasta que ya no pude más. No debería haberme sentido culpable por
dejarla. Odiaba no poder odiarla.
El oficial Miller vivía al otro lado de la ciudad. En un vecindario
agradable con césped creciente y perros que no eran callejeros. Tenía
una casa de tres habitaciones y dos pisos que me pareció enorme en ese
momento, pero en realidad era diminuta y acogedora. Me gustaba su
casa, pero no entendía por qué un hombre y un niño pequeño
necesitarían algo tan grande. Supongo que estaba demasiado
acostumbrado a vivir en lugares no más grandes que una caja de
fósforos.
Las paredes blancas hacían juego con el exterior, y su sofá marrón te
tragaba como una nube. Me encantó la puerta batiente de color
amarillo que separaba la cocina de la pequeña sala y el comedor. Me
recordaba a las cocinas en las viejas sitcoms3 que mamá miraba cuando
no se estaba drogando o desmayada por la borrachera (se alternaba
entre las dos), y cuando teníamos electricidad.
Me duché con jabón de verdad y me puse ropa que el Oficial Miller dejó
doblada en el lavabo. Luego, me encontré retorciendo las manos en la
mesa mientras él se ocupaba de hacerme un sándwich de pavo. —
Oficial Miller… ¿No puedo vivir aquí? ¿Puedo quedarme contigo? —Usé
mi voz dura, para cancelar la vulnerabilidad.
—Puedes llamarme Clint —dijo, pero me tomaría un tiempo
acostumbrarme. Clint tenía el cabello de punta por todas las veces que
se lo había revuelto con las manos. Puso el plato y un vaso de leche

3
Una telecomedia, comedia de situación, comedia de situaciones o simplemente comedia, conocida en inglés
como sitcom (acrónimo de situation comedy), es un tipo de serie televisiva cuyos episodios se desarrollan
regularmente en los mismos lugares y con los mismos personajes, y donde en ocasiones se incluyen risas
enlatadas o en vivo. Un ejemplo de Sitcom es la serie Friends o Big bang theory.
Pagina 34 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

frente a mí antes de tomar asiento—. No eres mío para cuidarte… no


debería tenerte aquí. Soy un oficial de policía, podría meterme en
problemas por esto.
—Dejaste una nota —le dije.
—Sí, lo hice —Hizo un gesto con su barbilla hacia la comida—.
Come, Joseph debería regresar pronto a casa de Los Jóvenes Marines.
—¿Los Jóvenes Marines4? —Pregunté alrededor de un bocado de
sándwich.
—Es un programa militar para niños. Joseph está obsesionado
con The Punisher5 y, aparentemente, es un infante de marina de los EE.
UU.
—The Punisher es genial —asentí con aprobación.
—Sí, eso dice.
La puerta principal se cerró de golpe. —¡Papá!
—En la cocina —Clint se puso de pie para prepararse para su
entrada.
La puerta batiente voló hacia adentro y Joseph se estrelló contra el
pecho de su padre, abrazándolo por la cintura y hablando a mil por
hora. —Baja la velocidad, niño. Tenemos compañía —Clint hizo las
presentaciones.
—Oye, yo te conozco. Estás en mi clase, sin embargo, no te veo
tan a menudo.
—No llego tan a menudo —le dije para el disgusto visible de
Clint—. No tengo despertador, así que a veces pierdo el autobús.
—Vaya —Él se parecía a su papá. Tenía el cabello rubio y los ojos
grises, también tendría su tamaño algún día. Miré hacia abajo a mis

4
The Young Marines es un programa juvenil militar en los Estados Unidos y Japón abierto a todos los jóvenes
entre las edades de 8 a 18 años o finalización de la escuela secundaria.
5
Francis "Frank" Castle, conocido como El Castigador (The Punisher, en inglés), es un personaje ficticio y
antihéroe que aparece en los cómics estadounidenses publicados por Marvel Comics.
Pagina 35 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

miembros insignificantes, escondiendo mis piernas debajo de la mesa.


Era el resultado de una mala nutrición, incluso desde dentro del útero.
El oficial Miller había dicho que su hijo tenía más o menos mi edad,
pero yo estaba repitiendo el tercer grado, así que si Joseph estaba en mi
clase eso me haría mayor que él.
—Tú eres el único que no se mete conmigo —Mi declaración le
valió a Joseph una sonrisa y un apretón de hombros por parte de Clint.
—Trato de hacer un buen trabajo criándolo.
—Papá, ¿puedo mostrarle mis figuras de acción? —Joseph
comenzó a saltar con energía.
—Por supuesto —El oficial Miller se rio cuando Joseph saltó sobre
él para darle otro abrazo. Observé el peculiar intercambio desde mi
lugar en la mesa. No tenía un padre, y no podía pensar en una sola ve
en la que mi madre me abrazara, o sentirme tan feliz de verla como
Joseph se sentía al ver a su padre. Mis ojos hoscos se conectaron con
los del Oficial Miller, y él me hizo una seña, abriendo uno de sus brazos
al verme dudar.
¿Qué pasa si no me gustaba que me tocaran? Sin embargo, me
acurruqué a su lado de todos modos, derribando la silla por la prisa. Él
nos hizo cosquillas a ambos en sus brazos, alborotando la parte
superior de nuestras cabezas antes de despedirnos.
—Puedes llamarme Joey, o Joe, como G.I. Joe6.
—Claro —dije, siguiéndolo por las escaleras de la cocina.
Pósters de The Punisher y G.I. Joe estaban pegados a la pared y ambas
camas gemelas tenían juegos de sábanas con estampado de camuflaje.
—¿Esta es tu habitación? Joder —dije, olvidándome de portarme
calmado. No quería que supiera que las cosas agradables eran mierda
nueva para mí. Era el hijo del Oficial Miller, así que lo que pensara de

6
G.I. Joe (Government Issue, Joe: En referencia a la representación del Gobierno estadounidense en sus
soldados, apodados durante la Segunda Guerra Mundial "JOE") es el nombre de una línea de figuras de acción
concebida por Stanley Weston, quien en 1963 tuvo la idea de crear unos muñecos militares enfocados a los
niños, que pretendían emular el éxito de Barbie entre las niñas.
Pagina 36 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

mí importaba. La habitación no era enorme ni lujosa, pero estaba


limpia y había rastros de amor por todas partes. En su tocador,
inspeccioné una foto enmarcada de Clint enseñándole a Joey a nadar. Y
en el alféizar de la ventana colgaba una foto de ellos abrazados bajo un
árbol de Navidad.
—No dejes que papá te escuche maldecir —advirtió—. Sí, es toda
mía. Papá puso dos camas aquí en caso de que alguna vez quisiera
tener una fiesta de pijamas, pero no he tenido ninguna.
—¿Qué sucede en una fiesta de pijamas y por qué no has querido
tener una?
—Juegas, ves películas, comes comida chatarra y te duermes a la
hora que quieras. Suena interesante, pero puedo hacer todo eso
estando solo o con papá. No me gusta que la gente juegue con mis cosas
—Se encogió de hombros—. Papá dice que es el síndrome del hijo
único.
Yo también era hijo único, así que tal vez también tenía ese síndrome.
Nunca había tenido nada que valiera la pena compartir o con lo que
jugar, así que era difícil de decir. Miré hacia las camas de nuevo. —Yo…
hago ruidos mientras duermo. De todos modos, no sería divertido en
una fiesta de pijamas —Por no hablar de los accidentes.
—Está bien —Procedió a soltar un argumento de venta en medio
de un suspiro emocionado—. Puedo dormir con cualquier cosa, ni
siquiera me muevo. Papá dice que toma mi pulso varias veces por la
noche porque duermo como un muerto…
Continuó hasta que estuvo jadeando y obligándose a tomar un respiro.
Saber que él quería que yo jugara con sus cosas me hacía sentir cálido
por dentro. Nunca había sido la excepción de nadie antes. Aun así, no
me gustaba dormir delante de la gente. Me había acostumbrado a estar
encerrado solo en mi habitación. Era la única vez que sentía una pizca
de seguridad. Pero, solo una pizca porque las cerraduras podrían
abrirse o romperse. Sin embargo, una pizca era mejor que nada.

Pagina 37 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Puedes dormir en la habitación de invitados cuando sea hora de


ir a la cama, si eso quieres —dijo como si leyera mi mente, lo cual era
difícil de hacer porque había dominado el arte de parecer aburrido.
Algo sobre Clint, y ahora su hijo, hacía que mi torre de ladrillos se
derrumbara. Quería ser querido, ser aceptado, ser amado. Y lo quería
todo de ellos.
—¿Por qué estás siendo amable conmigo? —Mis ojos se
entrecerraron.
Joey ladeó la cabeza, sus cejas chocaron en medio. —¿Por qué no lo
sería? —La confusión se veía linda en él.
—¿No le importa a tu mamá? —Noté que todas las fotos eran solo
de él y Clint.
—Mi mamá no me quería. Ni siquiera tengo una foto de ella.
Supongo que está bien ya que la abuela dice que soy la viva imagen de
papá —Su indiferencia carecía de convicción—. Nuestra casa es
pequeña, pero se siente grande con solo dos personas viviendo en ella,
ya que veces papá trabaja mucho. Se vuelve solitario —Era un niño
refrescantemente honesto, y me hacía querer protegerlo de aquellos
que pudieran usarlo en su contra. Era tonto, la verdad, considerando
nuestras diferencias de tamaño.
Quería prometerle que compartiría a mi mamá con él, mientras que él
compartiera a su papá conmigo, pero luego pensaba en el tráiler
apestoso, en tener que intentar hacer la tarea con una linterna y en las
fiestas que duraban hasta altas horas de la noche y que a menudo
terminaban con alguien en una ambulancia y con vomito empapando la
alfombra ya manchada. No tenía nada que ofrecerle a Joey. Nada que
ofrecer ninguno de los dos. —Soy bueno dibujando. Podría hacerte
algo. Y colecciono chapas de botellas. Podría llevarlas para la fiesta de
pijamas, te dejaré tener las mejores.
—Nah —sonrió Joey, haciendo un gesto con la mano y
provocando que mi corazón se hundiera—. Solo tráete a ti mismo, ya
tenemos todo lo que necesitamos aquí.

Pagina 38 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Traerme a mí mismo… yo era suficiente. —De acuerdo —dije con una


sonrisa tonta.
Tomé el autobús escolar con Joey a la mañana siguiente, con ropa
limpia, las uñas relucientes y el estómago repleto de la avena y las
galletas caseras de Clint. Mi cerebro no se sintió nublado ese día. Clint
dijo que desayunar era importante, y aparentemente lo era. Por una
vez, nadie se burló de mí y, cuando me preguntaron, tenía todas las
respuestas. Algunas chicas incluso comentaron lo bien que olía. A
medida que se acercaba el final del día, menos importaba todo eso
porque tomaría el autobús escolar esa tarde para regresar a mí casa.
Llegué al tráiler más tarde, encontrando las luces encendidas, el lugar
limpio y a mi madre quemando la comida en la cocina. Me limpié los
ojos húmedos. Oficial Miller.
Durante las próximas semanas, el oficial Miller se comunicó con
nosotros los días de semana y, con el permiso de mamá, pasaba el fin
de semana con él y con Joey.
Ese arreglo no duró mucho. Una noche, lo llamé llorando tanto que me
sangró la nariz. Él se comunicó con la estación para que enviaran a
alguien por mí ya que él no podía llegar lo suficientemente rápido.
Interrumpieron la fiesta de mamá y arrestaron al tipo que había traído
las drogas.
Después de que ella pasara unos días secándose en una celda, Clint
tuvo una larga conversación con mamá. Lo que sea que él había dicho,
le llegó porque accedió a ingresar a un centro de tratamiento.
Haría más visitas a rehabilitación durante ese año. Y cuando llegó el
siguiente año escolar, mamá renunció a su tutela temporal y yo
comencé a vivir con Clint y Joey a tiempo completo. Ya no era el
invitado, era parte de la familia. Parte de una familia.
Para la escuela secundaria, estaba claro que mamá no cambiaría, por lo
que Clint contrató a un abogado. Un abogado hippy con pantalones
cortos y un maletín sujeto con cinta adhesiva. Era lo mejor que el
dinero de Clint podía pagar.
Pagina 39 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clint solicitó al tribunal la tutela legal y ganó. Mamá ni siquiera dio


pelea por ello.
Finalmente, yo era suyo, y él era mío.

Pagina 40 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Una campanada ruidosa e insistente sonó en mi lóbulo frontal, y gemí,


acercándome al tanque que dormía como un bebé a mi lado para cortar
la alarma de su teléfono, tirándolo al suelo en el proceso. ¿Estaba
sonriendo mientras dormía? Catorce años después y Joey seguía
durmiendo como una maldita roca. Mi preocupación por cómo
sobreviviría a una insurgencia armada en mitad de la noche pesaba
mucho.
Me tumbé de espaldas, clavándome el talón de las palmas de las manos
en los ojos y preguntándome por qué había accedido a esta pijamada
infantil cuando tenía mi propia y cómoda cama en mi apartamento. En
lugar de eso, estaba aquí, colgado de la cama y siendo despertado antes
del amanecer por el tono más odioso que uno pudiera elegir. Entonces
recordé que había renunciado a mi apartamento, que hoy era mi
cumpleaños y que Joey tenía que presentarse mañana para el
despliegue en el campo de entrenamiento. Y por sentimentalismo, Joey
pensó que sería genial recrear los viejos tiempos juntando sus camas
gemelas y dejándome en equilibrio en el borde de las mismas.
Habían pasado años desde que Joey y yo nos habíamos mudado, y
volver a estar bajo el techo de Clint venía con una serie de
complicaciones que solo esperaba poder manejar.
Joey tenía obligaciones relacionadas con su licencia de las que no podía
librarse hoy. Mal momento. Anoche celebramos mi cumpleaños en el
billar y nos quedamos hablando hasta que nos quedamos dormidos.
Me levanté sobre los codos, sonriendo a sus pies de ogro que colgaban
sobre los pies de la cama, antes de darle un beso, ya que su corte de
pelo hacía que la hazaña fuera demasiado fácil.
Pagina 41 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Se despertó con un respingo, con esos ojos grises y turbios demasiado


alegres para alguien que sólo había dormido cuatro horas.
—¿Qué haces despierto, cumpleañero? —preguntó entre bostezos,
estirando los brazos por encima de la cabeza y casi tirándome del
colchón.
—¿Por qué ha sonado tu puta alarma, Joey? Son las cinco de la
mañana. Creía que no tenías que estar en la oficina de campo hasta las
once.
—No, pero no puedo faltar a mi carrera matutina.
Pensé que seguramente, ya que nos habíamos acostado tan tarde, se
saltaría un día, pero no. El Castigador7 nunca se tomaba un día libre.
Con la intención de dejarlo con sus juegos de tortura, balanceé mis
piernas sobre el lado de la cama.
—¿A dónde crees que vas?
Ompf. El aire se escapó de mis pulmones cuando me abordó por detrás.
—De ninguna manera, Joey. No voy a correr contigo. El
espectáculo de mierda llamado instituto terminó hace mucho tiempo —
Durante todo el instituto, me vi obligado a correr con él o arriesgarme a
ser derretido por sus ojos de cachorro. Pero después de la graduación,
Joey se fue a la universidad para apaciguar la petición -más bien la
exigencia- de Clint de que lo intentara antes de entregar su vida a los
marines.
Joey aceptó con la advertencia de que Clint no me echaría una mierda
por querer saltarme la experiencia de la universidad en favor de vivir
por mi cuenta y perseguir mi pasión por el arte y, finalmente, el tatuaje.
De todos modos, no había planeado ir. El tema de los estudios nunca
fue para mí, y superar la monotonía del instituto ya era bastante
doloroso.
Joey duró los cuatro insoportables años, obtuvo su título y al día
siguiente firmó la línea de puntos para el entrenamiento básico.

7
The Punisher, por el comic que a Joey le gustaba de pequeño.
Pagina 42 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Cualquiera podría haber predicho cómo acabaría aquello, incluso Clint,


pero nadie quería enfrentarse a la desesperación de un padre.
—Y es mi cumpleaños. No voy a pasar ni un momento de él tirado
boca abajo en la tierra.
Dos horas más tarde, estaba respirando en la alfombra de Joey, el
sudor brotando de mí como la sangre de una muñeca cortada.
—Eres un maldito sádico —respiré en las fibras beige mientras
Joey se reía desde su lugar en la ventana, con las manos en las caderas,
drogado por algo que llamaba putas endorfinas.
—Si dejaras de fumar un paquete al día, estarías en mejor forma.
Me empujé hasta los antebrazos, riéndome de su exageración.
—Solo fumo cuando quiero sexo, si estoy estresado porque no
puedo tener sexo, o después de haber tenido sexo.
Movió la cabeza, adoptando una expresión pensativa.
—Entonces, todo el tiempo.
Le lancé mi zapatilla de deporte, fallando cuando saltó fuera del
camino.
—Yo levanto pesas. Correr es para maricas.
—Levantar pesas te hace fuerte —Joey se quitó las zapatillas y se
puso la camiseta mojada sobre la cabeza—. Pero la fuerza no significa
nada cuando carece de resistencia.
—¿Es una frase de tu folleto de niño soldado?
—Idiota.
Atrapé su camiseta antes de que hiciera contacto con mi cara.
—Tener mi culo arado durante tres horas seguidas es el aperitivo
antes de la comida, Joey. Créeme, la resistencia no es mi problema —
Llevé mi cuerpo quemado a mi antigua habitación para darme una
ducha rápida, pasando entre las cajas de cosas que aún tenía que
desempaquetar. Ahora que me había hecho un nombre en el mundo de
Pagina 43 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

la tinta, era el momento de soñar con algo más grande que hacer una
fortuna para alguien más. En lugar de renovar el contrato de
arrendamiento del apartamento que me dejaba a pan y mantequilla
después de pagar el alquiler todos los meses, Clint había accedido a que
me mudara de nuevo para que pudiera ahorrar para poner en marcha
mi propio salón de tatuajes. Al contrario de lo que decía Clint, yo tenía
toda la intención de contribuir a los gastos de la casa. Parte de mi
misión en la vida había sido que Clint dejara de verme como el niño
pobre que acogía y trataba como si fuera suyo. Quería ganarme su
respeto, y no podía hacerlo sin cargar con mi propio peso aquí.
Volver a la casa de Clint me costaría acostumbrarme. Había pasado
años evitando activamente este lugar y a Clint, solo mostrando mi cara
cuando no lo hacía desencadenaba sus sospechas. Por suerte para mí,
Clint trabajaba mucho, así que mis visitas a él habían sido
excusablemente mínimas. Sin embargo, Joey y yo estábamos unidos
por la cadera. Eso no había cambiado.
Al salir del baño, ralenticé mis pasos. Joey estaba sentado en la silla de
mi escritorio, vestido con traje de faena, mirando fijamente las paredes
rojas, sumido en sus pensamientos. Me pasé la toalla por el pelo antes
de tirarla al cesto y coger un par de calzoncillos del cajón superior de
mi cómoda.
—¿Tienes tiempo para desayunar? —Le miré con atención. El olor
a bacon y a las galletas caseras de Clint se colaba por debajo de la
puerta cerrada del dormitorio. Parte del cumpleaños, parte de la fiesta
de despedida para nosotros dos. El estado de ánimo de Joey había
cambiado tan drásticamente en los pocos minutos que habíamos estado
separados, que pensé que tal vez su reclutador le había llamado para
que viniera antes.
—Sí —suspiró, mordiéndose el labio inferior con los dientes. Joey
era un tipo alegre y despreocupado. Era bueno con todos los que
conocía, pero en su interior se libraba una batalla. Una que solo yo
conocía los detalles. Una que tenía que ganar por sí mismo. De vez en
cuando, la presión de lo que quería de la vida y las partes de sí mismo

Pagina 44 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

que aún no conocía -o no quería enfrentar- chocaban. Y entonces este


Joey hizo su aparición. Habría hecho cualquier cosa, correr un millón
de millas si hubiera hecho su mundo mejor.
—Dijiste que hay una ventana de oportunidad en la que puedes
solicitar una separación de nivel de entrada si es necesario. Puedes
cambiar de opinión, Joey. No es demasiado tarde —Me moví para
sentarme en el escritorio, y él empujó la silla rodante hacia atrás para
hacerme espacio. La fascinación de Joey por el ejército no terminó con
su infancia, incluso asistió al campamento del ROTC8 todos los veranos
en el instituto. Clint lo quería a salvo detrás de un escritorio en alguna
oficina, y yo también. Mis rodillas se debilitaban cada vez que pensaba
en la posibilidad de que algún día se fuera a la guerra. Pero nos
habíamos preparado para este momento durante años. Habíamos
tenido mucho tiempo para aceptar el camino de Joey, yo más que Clint.
Aun así, quería que supiera que si tenía alguna duda, no íbamos a
pensar de forma diferente de él. Rezaba para que tuviera un momento
de conversión-a-Jesús dentro del período de gracia permitido.
—No es eso. Estoy seguro, es... Supongo que estoy nervioso —
Sopló un aliento rasposo—. Hacer eso da miedo, Raven —Se cruzó de
brazos y miró hacia otro lado, sacudiendo la pierna—. Esto no es una
película.
Observé su lenguaje corporal, preguntándome si este era uno de esos
momentos en los que necesitaba mis palabras o mi silencio. Si
necesitaba recordar u olvidar. Que se aferrara a su angustia o que la
dejara ir. Me bajé del escritorio y abrí el cajón de la esquina,
rebuscando hasta encontrar el bote de lubricante y un condón.
—Prepárate —dije, dejando caer los suministros en su regazo. Me
quité los calzoncillos de un puntapié, subiendo y bajando la palma de la
mano mientras Joey se sacaba la polla del agujero de la cremallera con
manos temblorosas—. ¿Cerraste la puerta?

8
Programa de verano donde se hace una especie de introducción a lo que es la vida en el ejército.
Pagina 45 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Sí —dijo, sus mejillas se calentaron al admitir su


premeditación—. Lo hice por si acaso —No lo hacíamos a menudo, y no
significaba nada. No cambiaba nada entre nosotros. Me encantaba el
sexo y entregarme no me parecía tan conflictivo como debería porque
había pasado años viendo el sexo como un medio para conseguir un fin.
Mis emociones nunca se involucraron. Además, la parte de mí que más
importaba estaba encadenada y asegurada con un candado, y solo una
persona tenía la llave.
Había salido del armario con Clint y Joey en nuestro último año en la
escuela secundaria, y no ocultaba quién era para nadie. Joey era
diferente. Estaba confundido, inseguro y temeroso de lo que
significaría para su carrera militar ser gay o bisexual. Nunca juzgué ni
presioné. No todo el mundo era como yo, y maldita sea si él no era
perfecto tal y como era. Llevaba saliendo con la misma chica desde el
segundo año de instituto, y tal vez era heterosexual, o una combinación
de muchas cosas. No necesitaba reclamar una etiqueta en absoluto.
Solo necesitaba el valor de ser él mismo, fuera lo que fuera.
Apliqué una generosa cantidad de lubricante en dos dedos, abriéndome
con una tijera, el acto clínico y nada más. Una cura temporal para su
ansiedad, para que pudiera salir con la cabeza despejada. No nos
besamos ni nos dedicamos palabras sensibleras de intimidad. El afecto
volvería después de que hubiéramos terminado.
Me senté a horcajadas sobre él, hundiéndome en su polla mientras él se
aferraba a su base, con la cabeza echada hacia atrás y mis dedos
clavándose en la carne de sus redondeados hombros. Fue rápido, una
docena de empujones que tuve que aguantar para respirar, y se corrió
en el látex, con las palmas de las manos apretando mis caderas
mientras apretaba los dientes y soportaba el orgasmo en silencio.
Él se hundió, y yo me puse de pie y me masturbé porque nunca me
corrí mientras él me follaba, y nunca me excité mientras él se quedaba
sin fuerzas dentro de mí. Era mi regla número uno. Una línea que
nunca cruzaba.
Como era de esperar, la culpa coloreó la punta de sus orejas.
Pagina 46 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Puedo... Si necesitas...
—No seré yo quien te quite la virginidad del culo, Joey. Me
gustaría que ese momento significara más para ti. No tienes que
sentirte mal —Incliné la cabeza—. ¿Incluso tocar fondo sería algo que
querrías9?
—Quién sabe. No sé nada de esto —Se rio maniáticamente, la
mirada se posó en todo menos en mí—. No me atraen los chicos. No los
miro y digo 'quiero su polla'. Sin embargo, cuando estoy así de excitado,
la suavidad de Trish no es lo que quiero. Quiero algo que pueda golpear
una y otra vez y que siga en pie.
—No tienes que tenerlo todo resuelto ahora. Te entiendo —Me
incliné sobre él, presionando nuestras frentes.
—Parece que te estoy utilizando —susurró.
—No es así. Además —me encogí de hombros—, me gusta que me
utilicen.
—Eres una puta —Se rió, arrancándome una sonrisa. Mi Joey
había vuelto. Hundí mis dedos en sus costillas, haciéndole cosquillas
como cuando éramos niños. Tendíamos a sacar el niño que había en el
otro. Se volcó en el suelo, llevándome con él, y la silla cayó encima de
nosotros—. Ew, tu semen me está manchando —dijo con una nota de
histeria femenina. Resulta cómico si tenemos en cuenta que su tamaño
rivaliza con el de un camión Mack.
Nos convulsionamos en un ataque de risa, terminando conmigo en una
llave de cabeza. Mi pie dio una patada, sacudiendo el escritorio, mi
lámpara de porcelana barata se inclinó hacia un lado y se hizo añicos
con fuerza sobre la madera. Nos quedamos paralizados, girando la
cabeza hacia la puerta.
—Papá nos va a matar —dijo, y efectivamente, Clint gritó desde el
rellano inferior para que creciéramos y bajáramos a desayunar—. Oye
—dijo Joey, poniéndose en pie—. Si alguna vez quieres parar, solo

9
Se refiere a que si querría ser el pasivo durante el sexo.
Pagina 47 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

tienes que decirlo. Sin hacer preguntas. Nuestra amistad está por
encima de esto —Sus dientes superiores volvieron a morder su labio
inferior.
—Te lo haré saber —prometí.
Me recompuse, fumé un cigarrillo con la cabeza metida en la ventana
antes de coger el lápiz y el cuaderno de dibujo de la cama y salir
corriendo hacia las escaleras de atrás. Estaba trabajando en un nuevo
diseño. Un Arcángel con la apariencia de Clint que planeaba tatuarme
en el costado izquierdo y la caja torácica.
Me detuve en el último escalón. Una mujer de pelo largo y arenoso
estaba sentada en el rincón del desayuno sirviéndose los huevos y el
bacon. No podía tener más de veinticinco años. Evidentemente, a Clint
no le importaba meterse en la piscina de su edad, y eso debería
haberme hecho sentir esperanzado, pero no podía dejar de sentirme
asesino.
El repentino tirón de los omóplatos de Joey indicó que sabía que yo
estaba allí, y su brazo trabajó mientras se metía la comida en la boca,
esforzándose por no mirarme por encima del hombro.
—¡Oh, hola! —dijo mi enemiga, toda sonriente y entusiasta. Qué
perra. Mordió una tira de tocino y me dieron ganas de arrancársela de
su mano de manicura rosa. Clint podría hacerlo mucho mejor—. Tú
debes ser Raven.
—¿Y tú eres? —Me deslicé en el banco junto a Joey, que seguía
inflando sus mejillas con cucharadas de avena mientras evitaba mi
inspección sobre él.
—Soy Jillian. Amiga de Clint.
—Conozco a todos los amigos de Clint —dije, con la cara seria—.
Nunca ha mencionado a una Sally antes.
—Es Jillian, y tal vez amiga es una palabra fuerte-
—Estoy de acuerdo. Una aventura de una noche es más
apropiada. Clint parece ser un fanático de eso —dije antes de pedirle
Pagina 48 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

dulcemente que me pasara las galletas, o tan dulcemente como se


puede alrededor de un labio curvado. Joey se atragantó con la comida y
puede que le diera una palmada en la espalda más fuerte de lo
necesario. Me ofreció la cesta de galletas junto con una sonrisa
pellizcada.
—¿En qué callejón del bar se conocieron, Suzy?
—Es Jillian —exclamó, con la cara roja.
Agité una galleta en el aire y un trozo se desprendió y golpeó su ceño.
—¿Qué importa, en realidad? Suzy o Sally estarán sentadas justo
donde tú estás mañana a esta hora.
Joey sí se detuvo a mirarme entonces, y me tocó hincarle el diente a mi
comida e ignorarlo. Las patas de la silla de Jillian rasparon el suelo y,
sin decir nada más, cogió su bolso rosa a juego y salió por la puerta
trasera.
La cuchara de Joey sonó en su cuenco y giró el torso para mirarme de
frente.
—Eres tan jodidamente territorial, Raven. ¿Cuándo vas a dejar de
ser una mierda?
—Oye, te comparto con la bocazas de Trish, ¿no? —Sonreí ante su
expresión poco divertida. Con toda seriedad, ella era buena para él. No
se aferraba ni exigía monogamia, y estaba dispuesta a aguantar hasta
que dejara de ser divertido, o hasta que la larga distancia causara
demasiada tensión.
Joey se deslizó del banco, acompañando su tazón al fregadero.
—Nadie nos va a separar de ti. Al menos, no mientras yo respire.
Joder, dije con la boca sobre un tenedor lleno de huevos. Sí, mi
comportamiento territorial se debía a que no quería perder a Clint,
pero no de la manera que Joey pensaba. Estaba enamorado de él. Del
hombre heterosexual que me acogió y me vio como un hijo. Y quería

Pagina 49 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

arrancarle el cuero cabelludo a todas las zorras que pudieran montar su


polla.
—No digas nada, ¿de acuerdo?
—¿Alguna vez lo hago? —preguntó—. Oye, yo me voy, y tú tienes
tu propia vida. Papá tenía dieciocho años cuando mi madre me dejó en
la puerta de mi abuela. Renunció a sus sueños, se hizo con un sueldo de
policía y lo bloqueó todo para criarme, y luego a nosotros —Señaló de
mí a él—. Déjalo vivir un poco.
—Sí —suspiré, pero fui egoísta. Si Clint no podía envejecer y
encanecer conmigo, entonces quería que lo hiciera solo. Era nuestro,
pero en realidad era mío, y haría falta un exorcismo para librarme de
mi obsesión por él—. ¿Dónde está, de todos modos?
—Lo llamaron justo antes de que bajaras. Fue a prepararse —
Cogió dos vasos del escurreplatos y fue a la nevera, volviendo con una
jarra de zumo de naranja recién exprimido por Clint—. ¿Vas a estar
bien hoy? No puedo estar allí esperándote —dijo con delicadeza,
deslizando un vaso de jugo de naranja hacia mí.
Todos los años, desde mi decimotercer cumpleaños, me presentaba en
la destartalada caravana de mi madre, con la esperanza de que fuera
diferente para mí, pero ella no era nada si no era coherente. Sin falta,
salía corriendo para encontrar a Joey esperándome. "Nunca dejaré que
te arruine otro cumpleaños", me decía antes de pasarme un brazo por
el hombro y llevarme al parque a jugar a la pelota hasta que Clint nos
recogía para cenar, comer tarta y tomar helado. Había dejado de lado
mis fantasías hace unos años, pero Joey necesitaba la confirmación
repetida.
—He terminado con esa mierda, Joey.
—Bien.
Clint entró entonces, abotonándose la camisa del uniforme, con el pelo
rubio mojado y apartado de la cara.

Pagina 50 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¡Feliz cumpleaños, chico! —Me plantó un beso en la parte


superior de la cabeza, y luego en la de Joey. El mismo beso que nos
había dado desde que éramos niños. El mismo que había llegado a
resentir—. ¿Dónde está Jillian? —Miró a su alrededor como si estuviera
escondida dentro de un armario.
—Mi señal para irme —murmuró Joey antes de ponerse de pie y
cargar con su mochila—. Nos vemos luego —Saludó con el signo de la
paz antes de huir por la puerta.
Clint se sentó, cargando un plato con comida, Jillian ya olvidada, y los
pelos a lo largo de mi cuerpo se pusieron de punta por su proximidad.
—Saldré en cinco horas. Todavía es temprano para ir al cine o a
cenar si no tienes ya planes.
Olía como el jabón de sándalo que usaba y ese aroma subyacente de
masculinidad que nunca podía eliminar del todo. Clint era el tipo de
hombre que llevaba el pelo desaliñado, los vaqueros raídos y la
camiseta. Hacía que el acto de no poder cuidarse pareciera
intencionado. Un cavernícola de la vieja escuela atrapado en el mundo
moderno, y yo tenía la corazonada de que el civismo no vivía bajo su
piel.
Si pudiera meterme en su piel para demostrarlo.
Volví al día en que me di cuenta de que estaba enamorado de él. Fue
hace seis años, y un golpeteo rítmico me despertó de mi sueño. Bajo
pero consistente y trepando por las paredes de mi habitación desde el
piso de abajo. Seguí el sonido hasta la puerta de la habitación de Clint,
apreté el oído contra la madera y, a través del golpeteo en mis
tímpanos, escuché los sonidos inconfundibles de suaves gemidos y
bofetadas en la piel. Me llevó un momento de autoevaluación llegar a la
conclusión de que las eviscerantes puñaladas en mi cavidad torácica
estaban siendo infligidas por los celos y la traición. Injustificados, pero
reales, no obstante. Hasta ese momento, Clint había vivido como un
monje. Nunca había traído a nadie a casa, nunca tenía citas -que yo
supiera- y solo recibía llamadas telefónicas nocturnas relacionadas con
el trabajo.
Pagina 51 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Me planteé irrumpir, fingir que tenía una emergencia que no podía


esperar y echar agua helada a su fiesta. Me acobardé, seguro de que no
podría dejar de estar afectado por ver la polla de Clint enterrada en un
cuerpo que no era el mío. Un millón de escenas se sucedieron en mi
cabeza. Clint cogiendo a su amiga por detrás, ella cabalgando su polla al
estilo vaquera, o él acribillándola por delante, con las piernas echadas
sobre sus hombros. La mujer sin rostro de mi película porno de
pesadilla no tardó en ser sustituida por mí. Yo tomando su polla hasta
la base como un campeón, pecho abajo, culo arriba. Yo tocando su
agujero si me dejaba.
Muy pronto, los gritos pidiendo más se habían desvanecido, y todo lo
que escuché fue a Clint diciendo que se la iba a follar hasta romperla.
Joder. ¿Quién iba a saber que podía ser tan sucio? Apuesto a que
podría sacar la bestia que lleva dentro, había pensado con arrogancia.
Juré que si alguna vez tenía la oportunidad de hacerlo, no pararía hasta
despojarnos de todo lo que no fuera nuestra puta necesidad de tener y
ser tenido por el otro. Allí, en su puerta, de repente necesitaba eso, y
esa necesidad corroería la relación que habíamos tenido hasta
entonces.
Abrí las piernas, asumí la posición y tiré bruscamente de mi sudadera
por debajo de mis pelotas. Con mi pre-semen como lubricación, me
había sacudido en la región de la coronilla hasta que me corrí sobre la
puerta cerrada del dormitorio. Tampoco lo había limpiado. Lo había
dejado correr y secar hasta que se mezcló con la pintura. Y desde
entonces había estado haciendo correr a las mujeres que se creían más
de lo que eran. No había una abundancia de ellas, pero incluso unas
pocas eran demasiado.
Había empezado a follar muy pronto en la vida. Lo había hecho todo
muy pronto. Los efectos secundarios de ver demasiado a una edad
temprana. Sin saberlo, mi madre y su guarida de adictos me habían
estado preparando para una vida libertina.

Pagina 52 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Volví en mí cuando la palma de la mano de Clint se agitó frente a mí,


agradecido por la mesa que ocultaba mi erección. Joder, necesitaba
otro cigarrillo.
—¿Ya tienes planes?
—Ah, tengo que echar unas horas en Ink Gods. Estaré aquí
cuando vuelvas.
—¿Tienes que trabajar en tu cumpleaños?
—Tatuar no es un trabajo para mí, Clint —Dibujar había sido mi
único escape del caos cuando era un niño, y con los años, floreció en
algo más grande. Mis murales en la ciudad eran legendarios cuando no
me arrestaban por vandalismo. Conocí a mi amigo Link -diminutivo de
Lincoln- una noche en la que me detuvo por joder la pared trasera del
salón de tatuajes de su padre. En lugar de delatarme, se lió un porro y
me vio terminar, y luego me presentó a su padre, lo que me valió un
aprendizaje y el inicio de mi amor por el trabajo.
Por principio, evitaba a la gente, a no ser que fuera mi gente, y no tenía
mucha gente, y rara vez había oportunidades para abrirme a más gente.
Link y su padre eran la excepción. Llevar un año de retraso en la
escuela no ayudaba a mi aversión a la gente, porque solía ser más
maduro que mis compañeros en edad y experiencias vitales. Y después
de tener que preocuparme por la procedencia de mi próxima comida o
de deliberar entre qué pantalones de mierda me pondría ese día,
escuchar las triviales estupideces cotidianas de mis supuestos
compañeros se me antojaba más mortífero que una aguja en la vena.
—Bueno, está bien —dijo, sonando decepcionado de que no
tuviera grandes y salvajes planes. Nunca los tuve. Trabajaba, montaba
en mi Harley y suspiraba por Clint todo el maldito día—. Entonces,
¿qué quieres hacer? —Clint preguntó, tomando su último bocado de
panqueque.
—¿Qué tal si limpio la cancha contigo? Ha pasado mucho tiempo
—dije, sonriendo y mordiendo la cabeza de otra galleta. Clint había
colocado una canasta de baloncesto al final del camino después de mi
Pagina 53 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

pelea con Kurt, pero no volver al parque se parecía mucho a una


renuncia, y yo no era una desertor. La tradición de trabajar en la
cancha del parque se mantuvo durante mucho tiempo después de
haber dejado atrás mi rencor contra Kurt.
Clint se rió, con un sonido rico y cálido, como el sabor del café recién
hecho.
—Supongo que ha pasado un tiempo, si eso es lo que recuerdas —
Se limpió las comisuras de la boca con una servilleta y se levantó para
meterse las solapas de la camisa en los pantalones, con el pesado
contorno de su polla presionado a lo largo de la pernera de los
pantalones negros—. Baloncesto será, chico.
Mi tenedor cayó sobre mi plato vacío. Odiaba que me siguiera llamando
así. Lo último que quería ser era su niño. Servía como otro recordatorio
de que nunca podría pasar nada entre nosotros. Estaba condenado a
vivir el resto de mi vida en la miseria. Enamorado de un hombre que
nunca podría tener.
—¿Qué tal si hacemos un trato? —dije antes de pensar, y él me
miró con una ceja levantada.
—¿Qué clase de trato? —Desenganchó su cinturón de policía del
perchero, poniéndoselo mientras esperaba.
—Si te gano esta noche, se acabó lo de llamarme chico,
despeinarme o hacer cualquier cosa que le harías a un niño de diez
años. Trátame como el hombre que soy —Mis labios se aplastaron y
nuestros ojos se fijaron mientras él se aseguraba la hebilla.
—No me di cuenta de que eso era lo que sentías. No necesitas
vencerme para ganarte el respeto que buscas. Te lo mereces gratis —
Una esquina de su boca se inclinó hacia arriba—. Pero hace las cosas
más interesantes con algo en juego — Vestido y listo para el trabajo, me
tendió la mano y me puse de pie, cuadrando los hombros y
aceptándola, asegurándome de poner algo de fuerza detrás del
apretón—. Trato —dijo.

Pagina 54 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Trato —Había ganado algo, pero no podía decir qué


exactamente porque esto no me haría ganar a Clint. No me haría ganar
lo imposible.

Aquella tarde llegué a casa antes que Clint y me puse a jugar con mi
moto en la entrada, lavándola y sacándole brillo mientras Bohemian
Rhapsody sonaba en el altavoz a través de la puerta abierta del garaje.
Al terminar, me quité la gorra de béisbol, me limpié la frente sudorosa
con el dorso de la mano y miré el cielo crepuscular. El rugido del coche
de Clint se hizo más agudo cuando se dirigió al final de nuestra calle sin
salida. Lo esperé en el borde del camino, pensando mejor en el impulso
de meterme un chicle en la boca para matar el olor de la cerveza
obligatoria de cumpleaños que había tomado con los chicos en el salón
de tatuajes. Tenía veintitrés años y casi cincuenta la mayoría de los
días. No fumar ni beber delante de Clint nunca se había tratado de
ocultarlo, sino de mantener un cierto nivel de respeto hacia él. En
realidad, solo servía para tender un puente más grande entre yo y mi
objetivo. Si quería que me trataran como a un adulto, tenía que
comportarme como tal. Y eso empezaba por ser transparente sobre
quién era yo en todo momento. Nada de persianas.
—¿Estás preparado para esta paliza? —me preguntó, aparcando
en el césped porque mi bicicleta y mis artículos de limpieza estaban
desparramados por el camino de entrada.
—En tus sueños —Me reí, pasando un pulgar por encima de mi
hombro—. Deja que me cambie.
—Sí, yo también —La puerta del conductor se cerró de golpe.
Clint me dirigió una mirada que no pude descifrar, como si estuviera
guardando este momento y a mí en la memoria. Su palma callosa me

Pagina 55 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

acarició la nuca, con sus largos y anchos dedos envolviendo un lado—.


Eres un chi-tipo increíble. Espero que lo sepas.
Mi sonrisa era lenta y pícara, mi pecho se estremecía por dentro.
—No intentes engatusarme. Vas a caer, viejo.
Se rió, sacudió la cabeza y se dirigió a la puerta principal sin
preocuparse.
—Nos vemos aquí en diez.
Te vería en cualquier parte.

Éramos los únicos maníacos que seguían en el parque a esa hora, pero
teníamos a las cigarras para hacernos compañía. Sudoroso y sin
camiseta, con las manos en las rodillas, me incliné sobre el cuerpo
tendido de Clint, que se desparramaba resollando sobre el asfalto de la
pista.
—He ganado. Otra vez —La palabra queso era la que mejor
resumía mi sonrisa10. Le había dado cuatro revanchas, y las había
ganado todas.
—¿Has estado practicando a mis espaldas? —preguntó, con la
pelota metida bajo el brazo.
—No, solo estoy más decidido a ganar el premio —Extendí una
palma, ayudándole a ponerse en pie.
—Hablar de esto con cualquiera podría llevarte de cinco a diez
años en la cárcel. Y estoy hablando de un tiempo duro —Empezó a
regatear mientras nos dirigíamos a su Tahoe en un silencio pensativo.

10
En Estados Unidos, la palabra “cheese” (queso) es utilizada al momento de hacer fotografías, ya que
al decirla de forma exagerada, hace que la persona parezca que está sonriendo.
Pagina 56 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

El trato que habíamos hecho era grande, más grande de lo que ninguno
de nosotros había comprendido hasta que llegó el momento de pagar.
Clint se apoyó en el capó de la camioneta y yo me subí, apoyando los
pies en el parachoques delantero. Un coche pasó por la desolada calle,
provocando nuestra atención, y aceptamos de buen grado la
distracción, alargándola hasta que las luces traseras se desvanecieron
en la distancia. Había un millón de cosas que podría haber dicho allí
sentado bajo las estrellas de la noche, pero Clint tenía que ir primero.
Necesitaba saber dónde tenía la cabeza. Respiró exageradamente,
absorbiendo el sudor de su cara con el dobladillo de su camisa,
bendiciéndome con la vista de sus abdominales—. ¿Por qué parece que
algo ha muerto entre nosotros esta noche?
—No es así. Te lo prometo, Clint.
Gruñó.
—Solías llamarme papá. Tardaste un tiempo, y no le di
importancia cuando lo dijiste por primera vez porque no quería que te
retractaras, pero maldita sea, me dolió de la mejor manera —Me miró
de reojo—. Y entonces un día dejaste de hacerlo. De la nada. Y eso
también dolió, pero de la peor manera.
Recordé el año, el mes, el día y el segundo al que se refería Clint. La
noche en que disparé mi semen por toda la puerta de su habitación,
marcando mi territorio, manifestando el futuro. Ya no era el pseudo
padre que había llegado a conocer. Era más. Y llamarle papá después
de eso me ponía nervioso.
—Nunca dijiste nada.
—No. No tenía derecho a hacerlo. Y mi amor por ti no dependía
del nombre con el que te dirigías a mí. Todavía no lo hace. Quería que
estuvieras a salvo, calentito, alimentado, e hice todo lo posible para que
así fuera. Aparte del respeto, no me debías nada.
Volvimos a mirar las estrellas y abrí el bolsillo lateral, sacando mi
paquete de Marlboro y mi Zippo.

Pagina 57 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Si el olor te molesta, no lo encenderé. No me detengas por


ninguna otra razón, Clint.
Se deslizó sobre el capó conmigo, con los pies en el parachoques y los
codos en las rodillas.
—¿Qué necesitas de mí?
Dando una larga calada, soplé el humo por encima del hombro.
—Necesito que dejes de verme como un niño y empieces a verme
como un igual. Hiciste por mí lo que muchos no harían, y nunca me
trataste como menos que a los tuyos, pero no eres mi padre.
—Jesús. No creerás que hay que matar a un tipo pieza por pieza,
¿verdad?
—No quise...
—Sé que no lo hiciste. Fuiste independiente desde el principio.
Más que Joey, y nunca te agradecí que lo amaras como lo haces.
—No hay nada que no haríamos el uno por el otro.
Clint asintió.
—Durante mucho tiempo, tuviste que cuidar de ti mismo.
También fuiste duro como una piedra —Se estremeció de risa—. Y
mírate ahora —susurró. Entonces sí me miró. Quizá por primera vez.
Pero su mirada contenía orgullo y admiración, y me esforcé por
sentirme halagado en lugar de decepcionado—. ¿Por eso te has
convertido en un extraño? Sí, me he dado cuenta —dijo ante mi
expresión de sorpresa.
—Déjame ser tu amigo, Clint, y yo te dejaré ser el mío.
—Amigos —Saboreó la palabra—. He sido padre durante veintidós
años. ¿Hay algún libro sobre cómo apagar ese instinto protector
asesino y convertirse en amigo?
—No lo sé. Si no, podemos escribirlo. Juntos.

Pagina 58 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Eso me gustaría. Ahora, ¿puedo tener un momento para llorar


aquí en paz? —Golpeó mi hombro con el suyo, haciéndome saber que
estaría bien—. Cristo.
—Tomas el nombre del Señor en vano muchas veces, sabes.
—Es mi único vicio. Déjame tenerlo.
Salté del capó, y cuando mi mano tocó el pomo de la puerta, las
palabras susurradas de Clint llegaron a mis oídos.
—Feliz cumpleaños, Raven.
Raven.

Pagina 59 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Hice caso omiso de los sufridos suspiros de los viajeros descontentos


mientras bloqueaba el tráfico en la terminal de salidas. Joey no iba a
escapar de mi abrazo hasta que fuera necesario. Raven se quedó a un
lado, con los ojos enrojecidos mientras yo mecía las doscientas veinte
libras de músculo en mis brazos.
—Si quieres volver a casa, dilo. Iré a buscarte. ¿Me oyes?
—Sí, papá —susurró con indulgencia.
—Y si alguna vez necesitas un amigo —pivoté entonces hacia
Raven, pensando en nuestra charla de anoche—, además del mejor que
ya tienes, aquí estoy.
Joey había seguido esta trayectoria desde que mi madre le regaló su
primera bolsa de soldados del ejército de juguete. No podía tener más
de dos años, y deberíamos haber estado acostumbrados a perderlo
durante el verano. Esta vez fue diferente. Esta vez no era un simulacro.
Y aparte de la llamada para confirmar la llegada, nuestra única forma
de comunicación sería a través del correo postal hasta la graduación,
después de lo cual tendría un permiso de dos semanas antes de
embarcarse en la escuela de infantería.
—Tengo que irme, papá.
—No, no tienes que hacerlo —murmuré en un costado de su
cabeza antes de dejarlo ir de mala gana. Raven se acercó, dándole un
último abrazo antes de que Joey cuadrara los hombros y se alejara.
Giró, caminando hacia atrás mientras daba una orden a Raven.
—Asegúrate de que viva un poco.
Pagina 60 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Oh, no te preocupes. Conseguiré un programa de verano de


pecado para él.
—Verano de diversión suena mejor —dije agriamente, receloso de
poner mi vida de verano en manos de Raven.
Joey se detuvo para mirarme, comiéndose el labio. Me lancé a salvarle
de su problema invisible cuando sus siguientes palabras me hicieron
retroceder.
—Prométeme algo.
—Cualquier cosa —juré, poniendo una mano sobre mi corazón
para sellar el juramento.
—Prométeme que pensarás en ti mismo para variar —Con eso, se
puso las gafas de aviador, se sujetó el bolso de lona y se dirigió al
control de seguridad.
Había construido un muro alrededor de mis deseos y necesidades, uno
demasiado empinado para que incluso yo pudiera verlo o escalarlo.
¿Quién era yo si no era un padre? No recordaba la última vez que había
tenido que observarme a mí mismo durante más de un breve momento,
y ahora tenía todo el tiempo del mundo para una inspección más
detallada. Aprendería a navegar por esa promesa porque tenía la
intención de cumplirla.
—Supongo que me encargo de ayudarte —dijo Raven, poniéndose
a mi lado mientras Joey se desvanecía entre la bulliciosa multitud.
—Te estoy obligando a ello —Porque tenía la sensación de que iba
a necesitar un amigo.

El viaje desde el aeropuerto fue silencioso y sombrío, y el vasto eco de


la puerta de la casa cerrándose tras Raven me recordó un vacío infinito.
Pagina 61 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Como si todo lo suave y cálido hubiera sido eliminado, dejándonos sólo


con paredes elevadas y superficies duras.
—Solo estamos nosotros —dije, mientras mi mirada recorría la
pequeña cocina.
—Ya hemos estado solos —dijo Raven, sin dejar de mirarme.
—Sin embargo, de alguna manera esto se siente diferente. No hay
llamadas matutinas ni mensajes de buenas noches. Ya no veo su cara
iluminando mi pantalla. Se siente incompleto sin él. Vacío.
—Ha estado vacío desde que nos graduamos en el instituto.
Apreciaba que Raven se esforzara por hacerme sentir mejor, pero
cuando un hombre quería ahogarse, tenía un millón de argumentos
para explicar por qué no podía salvarse. Y yo quería revolcarme en mi
depresión.
—No es exactamente cierto. Joey conducía a casa la mayoría de
los fines de semana, todas las vacaciones y el receso escolar, que era
mucho. Y de vez en cuando se compadecía de mí, después de rogarle lo
suficiente, y aparecía para cenar. Sabía dónde encontrarlos a ambos si
los necesitaba. Y los necesitaba a los dos a menudo —Sí, un poco
patético, pero cuando lo bien que criaste y amaste a tu tribu definió tu
vida, y luego un día te quedas solo por tus problemas, era difícil seguir
adelante.
—Nunca sentí pena por ti, Clint. Debería haber estado aquí más a
menudo. Yo... necesitaba estar lejos.
—Lo entiendo. Tenías que ver el mundo por tu cuenta, hacer tus
propias reglas. Crecer, aunque ya eras mayor cuando te tuve.
—...Sí —dijo Raven, y yo intuí que había algo más, pero había
esperado demasiado para preguntar y el momento había pasado.
Raven seguía teniendo el filo con el que a menudo bromeaba que había
nacido, pero también tenía una dulzura que no muchos conocían. Me
consideré uno de los pocos afortunados que pudieron experimentarla.
Toda la prueba que necesitaba de que había hecho algo bien con él.
Pagina 62 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Estábamos tan cerca que podía distinguir la subida y la bajada de su


pecho bajo la ropa, y mis dedos se sacudieron por la tentación de meter
el mechón de pelo negro azabache, que se relajaba sin fuerza sobre su
frente, detrás de las orejas, pero un trato era un trato. De todos modos,
no me pareció bien. Es curioso lo que puede cambiar un día y una
conversación reveladora.
—¿Qué tal si honramos a Joey añadiendo algo a la lista de
promesas? Ahora mismo —dijo.
Dios, lo estábamos llorando. Raven tenía razón, deberíamos estar
honrándolo en su lugar, pero pensar en mí mismo se sentía imposible
ese día.
—Iba a hacer un turno extra —Me rasqué un pulgar sobre la
frente. Era lo que hacía cuando no tenía a nadie de quien ocuparme.
Eso o ir a O'Neills con Bobby después del trabajo, lo que tenía el
potencial de acabar conmigo escapando dentro de algo que tenía pocas
posibilidades de ir a ninguna parte. Había sido un padre devoto
durante demasiado tiempo. No sabía cómo entregarme a otra cosa por
más de una noche.
—Uh-uh, este verano no —dijo Raven, sacando dos cervezas de la
nevera y volviendo para entregarme una. Me di una palmadita en la
espalda por no haber dicho algo como no deberíamos beber juntos. Yo
no era su padre, y claramente, él ya no necesitaba uno—. Elige
cualquier cosa. Empieza con algo pequeño.
—¿Y tú? —Lo desafié—. ¿No trabajas hoy?
—Mi horario es flexible. Reservo mis propios clientes, hago mis
propios horarios —Destapó la botella con el filo de su mechero, sin
apartar los ojos de los míos mientras hacía la mímica de un chapuzón,
con el tapón golpeando el fondo de la papelera a varios metros de
distancia.
Puse los ojos en blanco.
—Presume.

Pagina 63 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Hoy, soy todo tuyo —Bebió un buen trago, esperando mi


próximo movimiento.
Me lo pensé bien, pasándome una mano por el labio superior.
—No sé. ¿Qué hacen los jóvenes hoy en día?
Raven se rió, y una gota de su cerveza resbaló por su suave barbilla.
—Tienes cuarenta años, joder. Elige algo.
Hacía años que había renunciado a arreglar su boca sucia. Me giré
hacia la puerta batiente que nos separaba del salón y del televisor de
pantalla grande que me habían comprado las pasadas Navidades. Le
sonreí.
—Esa película de Emma Stone está disponible.
Raven sonrió con malicia.
—¿Esa en la que encuentra al amor de su vida mientras compra
un vestido de graduación?
—Esa misma —Me reí. Dos hombres fornidos que compartían su
amor por las películas malas para chicas. Cuanto más ñoñas, mejor. Un
placer culpable del que estábamos orgullosos, para consternación de
Joey.
Raven se lamió los labios como un hombre hambriento al que le
presentan opciones de filete, y yo tragué para humedecer mi garganta
seca.
—¿El último en llegar al sofá es un huevo podrido?
Mi inesperada risa forzó la cerveza a través de mis fosas nasales.
—¿Qué? —Me atraganté, arrancando una servilleta de la mesa—.
No he sido un huevo podrido desde que tenía cinco años.
—¿Tienes ganas de envejecer al revés, entonces?
Nos rodeamos el uno al otro, evaluando la competencia y la distancia
desde donde estábamos hasta la puerta.

Pagina 64 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Si gano, tienes que hacer las palomitas.


—¡Trato! —gritó Raven antes de salir corriendo hacia la puerta,
con mi risa persiguiéndole los talones. Hice las palomitas esa noche y
todas las noches durante toda la semana siguiente.
Teníamos un hombre menos en nuestro variopinto equipo, pero Raven
trabajó horas extras para asegurarse de que lo olvidara. El verano de
Clint -como él lo había denominado- había comenzado. También
habría algo para él, si yo tuviera algo que decir. Porque no importaba la
edad que tuvieran, yo no estaría bien si ellos no lo estaban, y no podría
disfrutar de la vida si ellos no lo hacían también.

—¿Qué es lo que tiene a tus bragas metidas en tu culo? —


preguntó Bobby mientras aparcaba el coche frente a la estación, su
gangueo era un crisol formado por una vida en la que se movía por el
Sur y el Medio Oeste.
—¿No puedes decir tenso como el resto de nosotros?
—Bueno, eso es francamente aburrido —dijo alrededor de un
palillo, con sus gafas de sol posadas en la coronilla. Bobby apenas me
rozaba el codo, pero su actitud dura como las uñas y su corte de pelo
rubio platino la hacían temible. Sin embargo, su arma más peligrosa
era su extravagante lengua. Siempre confundía a los sospechosos. Por
desgracia, también funcionaba conmigo—. Has estado agitado toda la
semana, más aún desde la llamada del capitán hace un minuto.
Puse la palanca de cambios en el aparcamiento.
—¿Qué hago todavía aquí, Bobby? —No había tenido muchas
perspectivas como graduado de la escuela secundaria con un recién
nacido, y mi madre había dejado claro desde el principio que, aunque
ella ayudaría en lo que pudiera, Joey era mi responsabilidad. Después
Pagina 65 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

de pasar por la escuela de formación de mecánicos y de andar a tientas


arreglando coches durante un par de años, entrar en la academia me
pareció lo más sensato. La seguridad laboral y los grandes beneficios
eran mi prioridad número uno en ese momento. No había pensado más
allá de proporcionar a Joey una vida estable y la libertad de tener el
futuro que eligiera, una libertad que yo no había tenido. La semana
pasada con Raven me hizo pensar en cómo sería mi mañana ahora que
él y Joey estaban en el camino hacia el suyo.
—Has rechazado todas las oportunidades de ascenso que se te
han presentado —dijo Bobby.
—Aceptar un ascenso solo me daría más de aquí —Hice un gesto
con las manos hacia las puertas de la comisaría—. Prefiero quedarme
con lo que tengo que coger más de lo que no quiero.
—Jodidamente de acuerdo con eso —Bobby estuvo de acuerdo.
Habíamos pasado juntos por la academia y habíamos sido compañeros
desde entonces. A Bobby tampoco le interesaba ascender en el
escalafón, pero al menos había perseguido su sueño de revender casas11
en sus horas libres—. Hablando de alegrías, cambiémonos y vayamos al
pub. No me gusta verte así.
—Déjame adivinar, ¿crees que necesito echar un polvo?
—Si alguien no te arranca esas bragas, lo haré yo —dijo con tono
inexpresivo—. En serio, ¿qué es lo que preferirías estar haciendo?
Porque sea lo que sea, lo apoyo.
—No lo sé, Bobby —Me puse serio y miré por el parabrisas al viejo
Murphy que bajaba cojeando los escalones y tenía una expresión
demacrada. No quería ser yo.
—Vamos —dijo, gruñendo mientras abría la puerta y se bajaba—.
Vamos a enterrar tus problemas en una cerveza y tu polla en...

11
En el original: Flipping houses (es un término que viene directamente desde Estados Unidos para
referirse a la compra de una vivienda con el objetivo de renovarla y venderla rápidamente a un precio
superior y, así, obtener ganancias.)
Pagina 66 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—De acuerdo, Bobby —advertí, levantando una mano mientras


rodeaba su lado del coche.
—Eres el viejo más joven que conozco. Hace que sea mucho más
divertido follar contigo —Me guiñó un ojo y se puso las gafas de sol.

Los martes por la noche no había mucha gente en O'Neills, así que
podíamos elegir cualquier sitio en el bar. Bobby le hizo señas al
camarero y empezó a hablarle.
—Ahora escúchame, eres guapo, eres apuesto y estás jodidamente
caliente —Ella marcó cada uno de ellos en sus dedos.
—Estoy segura de que todo eso significa lo mismo...
—El punto es que estás desperdiciando todo esto —Ella metió una
mano en la zona del pecho—. Es doloroso de ver.
Siempre podía contar con Bobby para una buena risa.
—Pensé que tu esposa era la reina del drama.
—Eh, se me está pegando —Se estremeció—. Todavía eres joven,
Clint. La vida recién comienza para ti —Bobby pidió lo mejor que
tenían de barril, y luego comenzó a escudriñar la escasa oferta con los
ojos entrecerrados.
—Me siento viejo.
—Eres inexperto, hay una diferencia —Me abrió los botones
superiores de la camisa—. Aflójate y déjame hacer mi trabajo.
Una hora y varias copas más tarde, los trabajadores empezaron a
acumularse. Todavía quedaban algunos taburetes vacíos a ambos lados
de nosotros. La mayoría de la gente prefiere reunirse cerca de la
máquina de discos o de la mesa de billar del fondo.
Pagina 67 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

La camarera dejó otra ronda, y su mano se detuvo en mi vaso lo


suficiente como para que me diera cuenta.
—Avísame si necesitas algo más —ronroneó, inclinándose hacia la
barra, con su amplio escote a punto de desbordarse. Se dirigió hacia el
extremo opuesto de la barra, con sus caderas y su cola de caballo
marrón moviéndose al ritmo de una danza bien practicada.
Bobby se inclinó hacia mí y me susurró al oído sin apartar los ojos del
culo de la chica.
—Maldita sea, soy buena —Como si ella tuviera algo que ver con
el intercambio.
—Me pregunto si tus habilidades impresionarían a Melanie —
Sonreí en mi bebida, y ella me miró con una expresión perpleja—.
Melanie —dije con precisión—, tu esposa.
—Oh, sí... —Arrastró la última palabra—. Esa Melanie.
—Eso es todo, no más cerveza para ti.
Ella apartó mi mano de su vaso de un golpe.
—¿Qué pasó con Jillian?
Hice una mueca de dolor, dejando mi bebida en el suelo. Conocí a
Jillian después de que me enviaran a su tienda para ocuparme de un
cliente descontento. Habíamos cenado, tomado una copa de más, y
acabamos en la casa.
—No lo sé —Y no tenía previsto llamar para averiguarlo. Los
arreglos rápidos eran todo lo que me permitía, y podía contar con una
mano las veces que había traído ese desorden a nuestra casa. Era más
fácil desaparecer a la mañana siguiente cuando el techo bajo el que me
despertaba no era el mío. A veces, la proximidad, la logística y el nivel
de alcohol jugaban un papel en la cama en la que aterrizábamos.
—Ella no era buena para ti, de todos modos. Demasiado alegre.
Necesitas a alguien que te entienda.

Pagina 68 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Lo que dijo Bobby me tocó la fibra, y Raven cruzó mi mente. Me


pregunté cómo le iría el día, y de repente tuve el impulso de ponerle los
ojos encima. No era el único que estaba pasando por un periodo de
transición en la vida. Y aunque las experiencias actuales de Raven eran
diferentes a las mías, en cierto modo también eran iguales. Ambos
estábamos entrando en nuevas fases de nuestras vidas.
Recorrí con la mirada el bar lleno de desconocidas. Mujeres que solo
podían ofrecerme unas horas de evasión, pero nada más. Yo necesitaba
más. Necesitaba una conexión. Lo necesitaba en ese momento, y con
una urgencia que hizo que mi pulso se acelerara. Tal vez otro día
hubiera tenido tiempo para empezar a construir bloques, pero ese día
necesitaba a alguien que me atrapara instantáneamente. Sin esfuerzo.
Saqué mi cartera y dejé caer algunos billetes de veinte sobre la barra.
—Siento hacerte esto, Barbara-Jean —Le cogí los costados de la
cara y le besé la frente, ignorando su encogimiento por el uso de su
nombre completo—. Pero tengo que irme.
Parecía que quería discutir, pero se hundió y asintió.
—Bien. Le diré a Melanie que venga a hacerme compañía —Ella
me echó fuera—. Sal de aquí.
Salí a la luz del sol y envié un mensaje a Raven.
Clint: ¿Estás en casa?
Raven: Puedo estarlo.
Clint: No quiero estropear ningún plan, pero si te apetece otra noche de
cine, ya sabes dónde encontrarme.
Otra noche de cine. Realmente necesitaba añadir algo de variedad a mi
repertorio de pasatiempos, y estaba seguro de que él tenía otras
muchas cosas que podía estar haciendo además de entretenerme....
Raven: ¡Yo elijo si llego primero!
Un pensamiento me asaltó mientras trotaba la corta distancia que me
separaba de la estación para tomar mi camioneta.
Pagina 69 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clint: ¿Ya estás en casa?


Raven: Con el mando en la mano. Date prisa antes de que te pierdas el
comienzo.
El mensaje terminó con una cadena de emojis de demonios.
Mi risa retumbó en mi interior, sobresaltando a una mujer que pasaba
con su perro. Mi teléfono vibró y la pantalla se iluminó con otro
mensaje.
Raven: Verano-de-Clint.
Miré por encima de mi hombro hacia el bar. No, no vi a nadie que
pudiera entenderlo. Por mucho que la quisiera, ni siquiera Bobby. Me
dirigí en la dirección en la que seguramente encontraría refugio.
Me dirigí a casa.

Pagina 70 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

El viento cálido me azotó la sonrisa mientras aceleraba la Harley por la


carretera secundaria, con los brazos de Clint levantados hacia el cielo
mientras aullaba detrás de mí. Y pensar que no podía apartar sus ojos
del velocímetro en nuestro primer viaje. Cada día que pasaba era más
atrevido, más audaz, y confiaba más en mí. Confiaba en mí para que
tomara las riendas, y no me tomé la tarea a la ligera. No me cansaba de
hacerlo.
Cuando me topé con un bache, sus brazos se abalanzaron sobre mí,
ciñéndose con fuerza a mis costados y a mi vientre agitado. Manejaría
durante infinitos días y noches para no perder el peso de sus brazos
alrededor de mí, ahogando mi cintura mientras su risa sonaba en el
aire pasando zumbando por delante de nosotros. Era la banda sonora
de mis fantasías, y si me dieran a elegir, la pondría en repetición todo el
puto día.
Nos dirigimos a las afueras de la ciudad, al lago en el que solíamos
pescar y nadar en el pasado. Clint quería ver la puesta de sol desde el
punto más alto y pensó que sería divertido ir en canoa hasta allí. Si
hubiera sido por mí, habría elegido la opción que mantenía sus piernas
pegadas a las mías, su polla cubierta de vaqueros a centímetros de mi
culo vestido de vaqueros y sus robustas manos sobre mí. Pero
aparcamos y seguimos la brillante idea de Clint.
Clint pagó el alquiler de la canoa y, en pocos minutos, nos alejamos de
la orilla.
—Recuéstate y sé piadoso mientras yo hago todo el trabajo —dije
mientras Clint seguía distraído con el paisaje. Supongo que por eso
estábamos allí, para disfrutar de la belleza, aunque ya la habíamos visto
Pagina 71 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

en innumerables ocasiones. En realidad, estaba allí por Clint. Me


encantaba verlo abrirse, verlo hacer las cosas que habíamos hecho
demasiadas veces para contarlas mientras conseguía ver y sentir
también por primera vez. Se estaba permitiendo tomar algo solo para
él, vivir estas experiencias para su placer primero, y joder si no lo hacía
más sexy.
—¿Es un sarcasmo lo que oigo? —Sonrió, remando sus remos una
vez más.
—Sí —Mi boca se levantó en la esquina—. Pero yo también hablo
en serio. Tengo esto para rato.
Entrecerró los ojos con escepticismo.
—No estoy seguro de que tengas lo que se necesita para mover
nuestro peso combinado río arriba. El río está bastante quieto, así que
no tendrás mucha ayuda ahí.
—¿Es eso un reto, viejo?
—Una simple observación —Levantó las manos inocentemente—.
Y tú dijiste que no era viejo —Me enseñó sus dientes perfectos, su
tímido hoyuelo se unió a la diversión. Un banco de pájaros alzando el
vuelo captó su mirada curiosa, y me reí en voz baja contra mi hombro
mientras nos impulsaba hacia adelante.
Clint aceptó mi oferta y se recostó en las palmas de sus manos,
respirando el aroma del pino y el aire de la tarde, obligando a su pecho
a tensarse contra su fina camisa blanca. El sol coloreaba su pelo de
dorado, hacía que la fina capa de barba que adornaba su mandíbula
tallada pareciera bruñida, y sus ojos de bronce metálico, etéreos. Un
minuto antes habría jurado que no había nada en el mundo que
deseara más que a Clint, pero en ese momento habría matado por un
lápiz de carbón y un bloc de papel.
Deberías estar en la portada de una jodida revista.
—¿Perdón? —preguntó Clint.

Pagina 72 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Mierda. Lo había dicho en voz alta. Tal vez su respuesta significaba que
no me había escuchado.
—Nada.
—¿Qué revista? —Sus ojos se rieron de mí.
Con toda la indiferencia que pude fingir, dije: —Eh, tal vez algo
orientado a los viejos —Y como mi boca tenía mente propia—. Tienes
vibras de DILF12 —Éramos amigos. No hay nada malo en hacerle saber
a un amigo que es sexy, ¿verdad?
Sus ojos formaron un signo de interrogación. Clint hizo de la
ignorancia la nueva belleza. Lo que no sabía era tan fascinante como la
plétora de cosas que sí sabía, quizá más porque cualquier persona así
de guapa debería saberlo.
—Dad-I’d-like-to-fuck —dije, soltando un remo para hacer un
gesto despectivo con la mano, como si el hecho de que fuera un padre al
que todo el mundo quisiera follar no fuera gran cosa. Me voy a ir al
infierno.
—¿Papá al que te gustaría follar? —preguntó, confundido y no
indignado como debería haber estado. Eso es lo mucho que confiaba en
mí. Primero asumía que tenía algo mal antes de creer que lo tenía todo
bien.
—Sí. ¡No! —Razón 101 por la que necesitaba mantenerme lejos de
Clint. Tenía la costumbre de decir lo que quería sin pensarlo primero.
La peor discapacidad que se puede tener cuando se esconde una
obsesión—. Eres sexy —Por el amor de Dios—. Es una expresión, Clint
—Palpé con ansiedad mis bolsillos delanteros en busca de mis
cigarrillos.
—Veo que mi diversión al sol ha terminado —dijo, el humor
jugando en las esquinas de sus labios—. La tensión de llevarnos a
nuestro destino te ha comido el cerebro. Deja que te enseñe cómo se

12
Acrónimo para “Dad I’d like to fuck” (Papá al que me gustaría follar), término usado para los
hombres mayores que están rikolinos :v
Pagina 73 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

hace —Agarró los remos, y era sujetarse a los bordes de la canoa o caer
por la borda. Se reía y yo no podía dejar de participar porque, además
de ser muy contagiosa, la felicidad de Clint era simplemente divertida.
Tras llegar a nuestro destino y asegurar la canoa, contemplamos la
puesta de sol sentados uno al lado del otro en una roca en el más sexy
momento de silencio. El tipo de silencio en el que crecías, tanto por
separado como en conjunto. El tipo de silencio que te obliga a respirar
profundamente después y a mirar a la persona con la que estás para
confirmar que también ha sentido la conexión con algo más grande.
Compartimos una tímida sonrisa de gratitud por no haber tenido que
vivir el momento solos, sabiendo que en ese breve lapso de tiempo
ambos nos habíamos convertido en algo diferente, en algo más
intrépido. Y sin decir una palabra, supimos que volveríamos, que se
había convertido en nuestro lugar. El poder de una puesta de sol.
—¿Estás soltero? —preguntó de repente.
Lo último que quedaba del sol se sumergió en el horizonte, llevándose
consigo mi excusa para ver cómo se desvanecía. A regañadientes, le
presté a Clint toda mi atención.
—Mucho —dije, luchando por escuchar los sonidos de la
naturaleza que nos rodeaba por encima del caótico latido de mi
corazón—. ¿Por qué?
—No lo sé. Nunca has traído a nadie a la casa. He escuchado a
Joey hablarte de... ah... ciertas cosas... —Se encogió de hombros,
pareciendo incómodo con el tema de mi vida sexual—. Tengo
curiosidad, supongo.
Todavía no había oscurecido del todo, estábamos en ese punto
intermedio, y yo quería hacer un trueque con el tiempo, hacer que se
detuviera porque pronto sus ojos grises se fundirían con el manto
negro de la noche, y tendríamos que abandonar este lugar. Nuestro
lugar.
—No creo que una relación esté en las cartas para mí, Clint.
—¿Por qué no?
Pagina 74 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Mi corazón ya está ocupado —susurré, y por un momento pensé


que lo había entendido. Pensé que había subestimado su capacidad
para resolverme. Pero entonces su expresión de ojos muy abiertos se
enfrió, y sus labios se volvieron hacia arriba.
—Estoy seguro de que hay espacio en tu corazón para tus
ambiciones y el romance. Tienes uno de los corazones más grandes que
he tenido el placer de conocer.
Me burlé débilmente.
—Tal vez —Dos ranas saltaron sobre los nenúfares, croando
mientras yo me obsesionaba con qué decir a continuación—. ¿Deseas
tener a alguien? ¿Además de mí y de Joey? —Mis preguntas pusieron
una diana sobre mi corazón, y sus respuestas podrían ser el dedo que
apretara el gatillo.
—Creo que sí, Raven. Ojalá supiera lo que estoy buscando.
Envejecer y estar solo no tiene mucho atractivo.
—Claro que sí —dije, enmascarando mi dolor con humor.
Clint se rió y me atrajo a su lado con un brazo sobre mis hombros,
besando el lado de mi cabeza.
—Lo siento —dijo, soltándome, y cualquier molestia que pudiera
haber sentido se esfumó cuando sus mejillas se calentaron.
—No pasa nada. Puedes tener tres recaídas —bromeé, apartando
de un manotazo el mosquito que me chupaba el brazo.
Su respuesta, divertida, me pareció poco natural.
—He estado ocupando todo tu tiempo libre.
—No me importa —dije, incapaz de leerle.
—Pero yo debería.
Eso era como si dijera que no le importaba consumir todo mi tiempo,
consumirme a mí. Puede que mi traducción fuera exagerada, pero ¿y

Pagina 75 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

qué? Y me encantaba más de lo que debería. Me echaría a sus pies sin


comida ni agua mientras él hacía lo que le diera la gana conmigo.
—Estás atrapado conmigo —dije, aliviando su conciencia.
—Al menos durante el verano, ¿verdad?
—Sí —Me pregunté si había imaginado el matiz de melancolía en
su tono. ¿Estaba Clint pasando por algo mucho más profundo que la
necesidad de soltarse?
—¿Qué quieres, Raven?
La pregunta parecía aleatoria hasta que desenroscó el puño que no me
había dado cuenta de que tenía apretado en el regazo.
—¿Qué es lo que no me dices a mí, ni a nadie más?
—Estábamos hablando de ti —Me centré en la luz de sus ojos en
lugar de la luz que estábamos perdiendo a nuestro alrededor.
—No puedes esperar que un hombre que ha pasado la mayor
parte de su vida poniendo a su familia en primer lugar, de repente haga
que la vida gire en torno a él. Pasos de bebé. Quiero saber qué te ha
estado atormentando durante los últimos seis años.
Seis años.
—Quiero que me vean por lo que realmente soy y que me amen
por ello —Mi respuesta lo tomó por sorpresa, pero para su crédito, no
me golpeó con algo patético como Te veo y te amo por ello, Raven.
Clint no me amaba de la forma en que yo lo amaba a él, y por lo tanto,
nunca me vería de verdad porque siempre habría una parte de mí
oculta para él. La parte que quería que nos retorciéramos en el pozo de
nuestra fealdad porque lo quería demasiado como para conformarme
con algo tan superficial como agradable con él. A la mierda lo
placentero. Quería el tipo de pasión que nos dejaba en un montón de
escombros. Ninguno de los dos parecía saber cómo seguir adelante con
mi respuesta. Encontré una salida—. Entonces, ¿qué es lo siguiente
para nosotros?

Pagina 76 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Agarró un puñado de guijarros que habíamos apilado en un montón


delante de nosotros, saltando sobre la superficie del lago.
—¿Qué tal si cenamos en la ciudad esta noche y pescamos con
mosca13 este fin de semana?
Estábamos a casi dos horas de la ciudad. Sería una noche tardía. Una
noche tardía que no podía resistir.
—Podríamos ahorrar tiempo tomando la Harley. Estamos más
cerca de la autopista desde aquí.
—¿Eso es un sí? —Me sonrió, y maldito sea por encontrar mi
compañía tan atractiva.
—Siempre es un sí, Clint. Siempre.
Nos desdoblamos y nos dirigimos a la canoa, regresando al cobertizo de
alquiler antes de que cerrara por el día, y luego manejamos hacia la
ciudad para cenar. La idea espontánea había sido buena, pero durante
toda la comida no dejé de soñar con tenerlo de nuevo detrás de mí, así
que cuando llegó la cuenta, se la arrebaté con entusiasmo y pagué,
apurando la salida hacia mi moto.
El sonido del regocijo de Clint en mi oído nunca me cansaría. Me pasé
la salida, volviendo a casa, y añadí diez minutos más a nuestro viaje
para poder prolongar su alegría. Si hubiera sabido que montar en moto
lo convertiría en un niño en una tienda de caramelos, habría insistido
en ello mucho antes.
—¿Película? —pregunté, mientras entrábamos por la puerta
trasera, con una extraña carga en el aire.
—No, esta noche no. Tengo que madrugar.
¿Desde cuándo dejar al otro es incómodo?

13
La pesca con mosca es una modalidad de pesca que utiliza una caña y señuelo artificial llamado
mosca. La pesca con mosca se practica usualmente en lagos, ríos y en el mar. También es conocida
como pesca con cola de rata.
Pagina 77 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Nos dimos las buenas noches, pero el sueño no sería fácil para mí, no
cuando mi cama no era la que quería mantener caliente.

Clint y yo empezamos a salir de noche, e incluso intenté enseñarle a


manejar la Harley. Nuestros paseos se alargaban cada vez más porque
ninguno de los dos quería que la noche terminara. La brisa acariciando
tu piel mientras la carretera susurraba tu nombre era un subidón del
que nunca me cansaría, y ¿qué podría ser mejor que tener un
compañero en mi adicción?
Parpadeé con dificultad, mirando los números rojos del reloj digital de
mi mesita de noche. Contuve la respiración, escuchando, pero no se
repitió ningún sonido. Estaba seguro de que algo más que los
pensamientos de Clint me habían despertado.
Los faros pasaron a través de mi ventana abierta, y la erupción de
chillidos y el crujido de los neumáticos me sacó de la cama. Me asomé a
través de una abertura en la cortina para ver a la vecina y a su novio
cayendo sobre el césped, con cara de mierda y besándose. No iba a
volver a dormirme pronto. La escena encendió el interruptor de los
recuerdos de mi madre cuando llegaba a casa borracha con alguien
nuevo y me encerraba en mi habitación para que pudieran follar toda la
noche, drogados con lo que habían tomado. A veces el polvo se
convertía en una pelea, pero no podía abrir la puerta para salvarla.
¿Siquiera quería hacerlo?
Bostecé y me rasqué el pecho mientras me dirigía, con los ojos
nublados, al baño para orinar, y luego bajé a beber agua.
Un leve susurro provenía del salón y me detuve con una mano en la
puerta de la nevera. Volví a oírlo y me moví en su dirección antes de
recordar que había bajado en ropa interior. Este era el tipo de cosas por
las que los hombres no se preocupaban cuando la atracción no estaba
Pagina 78 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

en juego. A Clint se le podía pillar pavoneándose por la casa en mitad


de la noche en calzoncillos, y Joey no tenía problemas en bajar a tomar
un tentempié completamente desnudo, con la mano ahuecando la polla
y los huevos. Algo me decía que estar cerca de Clint con solo una fina
capa de algodón guardando mis secretos era la peor idea desde que
puse mantequilla de cacahuete y mermelada en un tarro y lo llamé
"rayas".
—¿Raven? ¿Eres tú?
Mi frente cayó sobre la puerta del congelador. Consideré la posibilidad
de ir a mi habitación para recoger mis sudaderas del suelo, pero algo en
la voz de Clint me impulsó a ir hacia él ahora.
Clint estaba sentado en el cómodo sillón marrón con el brazo
desgastado, con los álbumes de fotos esparcidos por los cojines a su
alrededor. La lámpara de pie arqueada brillaba tenuemente sobre él
como un halo. El cansancio brillaba como una señal intermitente sobre
su rostro.
—Necesitaba nuestro viaje esta noche, Raven. Esta noche más
que nunca —Había dicho algo parecido al llegar a casa, pero no había
indagado porque si hubiera querido decir más, lo habría hecho. Hice
una nota mental para seguir mi instinto la próxima vez. Nunca debí
dejarlo solo—. ¿No podías dormir? —preguntó con un sobresalto, como
si se diera cuenta de que esas deberían haber sido sus primeras
palabras para mí. Su pecho desnudo era suave pero lo suficientemente
rígido como para trepar, y me costó un esfuerzo encontrarme con sus
ojos y no con el espacio bajo el botón superior abierto de sus vaqueros.
No había ninguna banda de la cintura que asomara, lo que significaba
que había estado durmiendo desnudo y que se había metido en lo
primero en lo que cayeron sus manos antes de venir a sentarse allí.
—No —dije, manteniendo la sencillez. Debió ser él quien se movió
y me despertó. No quería hacerlo sentir peor diciéndolo, porque
obviamente había estado ahí abajo castigándose por algo.
—¿Ser feliz de que no pudieras dormir me convierte en una mala
persona? Me vendría bien la compañía.
Pagina 79 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Te hace mi persona. ¿Qué es todo esto? —Me desplacé hasta el


otro extremo del sillón, empujando unos cuantos álbumes hacia el
centro para poder sentarme.
—Viejas fotos familiares. Mi madre me las dio antes de irse del
país con Paul.
Paul era el padrastro de Clint. Su madre ya se había vuelto a casar y se
había mudado cuando yo entré en escena. Apenas lo visitaba, pero
mantenía un contacto constante con Joey. Clint no hablaba mucho de
ella, si es que lo hacía.
—¿No podías dormir? —Le respondí como un loro.
—No. En realidad nunca puedo en este día.
Mis cejas se fruncieron mientras intentaba arrancar la importancia de
la fecha de mi memoria.
—El cumpleaños de Brandon —Había salido con él todo el día y lo
había olvidado por completo. Al recordar el tiempo que pasamos
pateando grava y persiguiendo la puesta de sol, estaba seguro de que
olvidar era lo que él quería. Sin embargo, la compartimentación tenía
una forma de alcanzarte.
—Sí —dijo Clint.
—Nunca hablas de él. O de tu padre.
Clint no tenía fotos de su padre ni de su hermano pequeño en la casa, y
yo nunca había visto los álbumes de fotos, así que también debía
tenerlos bien guardados.
—Eso es porque es imposible recordar lo bueno mientras se pasa
por alto lo malo —Acarició el cojín que tenía a su lado y, con la
aprensión que me recorría la espina dorsal, me deslicé hacia él.
Levantó el plástico de una fila de fotos y sacó una foto de una fiesta de
cumpleaños. Brandon -de diez años, según las velas de la tarta- se
encaramaba a los hombros de Clint, riendo con todo su cuerpo

Pagina 80 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

mientras éste hacía ojitos a la cámara. Sus padres los miraban con
cariño.
—Mi padre y yo éramos hombres grandes, así que los muebles
también solían ser grandes. Él era una cosa diminuta, como mi madre.
Lo ponía sobre mis hombros para que pudiera soplar las velas, lo que le
hacía reír histéricamente. Se animaba con las cosas más sencillas —dice
con cariño—. Al principio, mis padres se asustaban porque la cera de
las velas se derretía sobre la tarta mientras nosotros hacíamos el tonto.
A menudo me metía en problemas por influir en sus locuras. Pero era
al revés. Él sacaba el niño que había en mí.
—Como Joey lo hace conmigo.
Clint sonrió con orgullo. Él medía el éxito por el carácter de cada uno.
Joey y yo podíamos fregar retretes el resto de nuestras vidas y Clint se
sentiría realizado siempre que fuéramos grandes hombres.
—Al final se dieron cuenta de que el pastel no haría el recuerdo,
sino el amor —Volvió a introducir la foto con cuidado, pasando la
página y sacando otra antes de pasármela. Brandon estaba
visiblemente molesto en la foto, con los brazos cruzados y los ojos
mirando hacia otro lado—. Eso fue el día después de su décimo
cumpleaños. La última vez que los vi a él y a mi padre con vida. El
último recuerdo que tengo de mi vivaz hermanito es que era infeliz, y
yo lo había puesto así. Había matado su chispa y nunca tuve la
oportunidad de hacerla volver.
—Murieron en un accidente de coche —dije, repitiendo lo que
Joey me había susurrado un día. Nunca había sido lo suficientemente
valiente como para preguntarle a Clint sobre eso. Todos los años, ese
día, se encerraba en sí mismo, su tristeza era un abismo negro que te
absorbía con las manos si te acercabas lo suficiente. Lo había olvidado
porque hoy no era como las demás veces. Hoy se permitía vivir cuando
en el pasado una parte de él tendía a morir.
—Debería haber sido yo, no él.

Pagina 81 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Por qué dices eso? —No quería imaginar un mundo sin Clint.
Yo no existía si él no lo hacía. De una forma u otra habría muerto en ese
remolque, o habría muerto por las malas circunstancias en las que me
habría encontrado después de escapar.
Clint dejó el álbum a un lado y se puso de cara a mí, con la pierna
doblada y apoyada en el sofá. Su atención exclusiva acabaría con mi
vida.
—Mi padre se ganaba la vida restaurando coches clásicos. Sus
habilidades le valieron lucrativos contratos con algunos de los grandes
actores del negocio del automóvil. Me encantaba verle hacer su magia.
Y aún más me gustaba aprender de él. Acabé por trasladarme a un
instituto de formación profesional porque ayudar a papá los fines de
semana no era suficiente para mí, y pronto la restauración me
consumió. Todos los años, no hacía falta decir que yo sería el hijo que
acompañaría a papá a la Exposición de Automóviles de la Rue de
Grant. A Brandon le gustaban las artes. Heredó ese gen de mi madre.
Era un evento de un fin de semana fuera del estado, así que lo
convertimos en unas pequeñas vacaciones en lugar de hacer el viaje de
cuatro horas de ida y vuelta cada día. Este año en particular, no quería
ir. Tenía diecisiete años y los padres de la persona con la que me había
estado enrollando en secreto iban a salir de la ciudad ese fin de
semana. Habíamos tenido sexo en ese momento, nada más que
momentos robados en el bosque o detrás de un contenedor de basura
en algún lugar, sin embargo. Yo estaba lleno de testosterona. No iba a
dejar pasar la oportunidad de un maratón de sexo en una cama. Así que
soborné a Brandon para que ocupara mi lugar con papá —Señaló el
mohín de Brandon en la foto—. No quería ir, y nunca llegaron a casa.
—No fue tu culpa.
Clint hizo el mismo gesto que yo ofrecía cuando me decía que la
adicción de mi madre no era porque no me quisiera. El asentimiento de
gracias-por-intentar-pero-nunca-me-convencerás-de-otra-cosa.
Entendía bien ese asentimiento. Lo había inventado. Nada de lo que
pudiera decir le haría cambiar de opinión, así que seguí adelante.

Pagina 82 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Sabe tu madre por qué no fuiste?


—Pensaron que estaba enfermo. Papá y Brandon se fueron, y yo
me escabullí después de que mamá se fuera a trabajar. Durante todo el
fin de semana, me escabullía antes de que ella regresara y me volvía a
escabullir después de que se fuera a la cama. Estaba rodando en éxtasis
en el momento en que el camión de 18 ruedas golpeó el lado de
Brandon del coche de papá. Tomaron su último aliento mientras yo
trataba de recuperar el mío. Ni siquiera lo sentí. Demasiado ocupado
siendo egoísta para notar que mi corazón se desgarraba por la mitad.
—Joder, Clint. ¿Ella te culpó?
—Brandon era su favorito. Es posible que deseara que fuera yo y
no él. A medida que pasaban los años y nuestra distancia crecía, por
muy cerca que estuviéramos físicamente, pensé que esa posibilidad era
muy probable. Nunca la culpé por ello porque él también era mi
favorito. Y yo también había deseado ser yo y no él —Clint me quitó la
foto de las manos, depositándola en la mesa de centro—. Tenía siete
años cuando nació, y fue mío desde el principio. Su primera palabra fue
da-da, y me la dijo a mí. Cuidar de él me preparó para Joey.
El silencio se hizo incómodo, pero solo para mí. Porque mientras Clint
miraba fijamente en las inmediaciones de mi regazo, su mente estaba a
millones de kilómetros de distancia, y dentro de mi cabeza las voces me
gritaban que actuara con naturalidad y no jodiera el momento
poniéndome duro y sacando efectivamente a Clint del pasado que en
ese momento tenía sus anzuelos en él.
—Cuando tenía nueve años, encontré a mi madre con una
sobredosis. Había estado rebuscando en la basura para desayunar y
había llegado a un punto de hambre en el que no estaba por encima de
rogarle que me diera de comer —Me puse en la misma posición que
Clint y nuestras rodillas chocaron—. Estaba tumbada en un charco de
su propio vómito, su piel se había puesto morada y solo supe que seguía
respirando porque lo hacía de forma errática, entrecortada. "Pide
ayuda, pide ayuda", murmuré mientras retrocedía hasta que mi
espalda se encontró con la pared del dormitorio. Me deslicé por ella,
Pagina 83 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

rodeé mis rodillas con los brazos y observé hasta que sus miembros
dejaron de traquetear. Una pequeña burbuja de risa se me agolpó en la
garganta, seguida de la aparición del pánico, porque si mi madre moría,
¿qué pasaría conmigo? ¿Quién cuidaría de mí? ¿Quién me querría? —
La adicción había convertido a mi madre en una cáscara, pero también
era todo lo que había tenido, y en aquel entonces no sabía pensar en
grande por mí mismo—. Desperté a su novio, Ricky, y él se dedicó a
tomarle el pulso mientras gritaba por teléfono al 911. Ricky y yo
trabajamos para librar el lugar de cualquier cosa que pudiera llevarla a
la cárcel. Después me encerró en el armario y dijo que no quería que
me llevaran cuando llegaran los paramédicos. Se trataba más de salvar
su propio pellejo que de protegerme, pero me quedé allí durante días
hasta que se acordó de volver a por mí.
Clint me apartó la mata de pelo de ébano que me caía siempre sobre los
ojos. La acción no fue compasiva ni paternal y, por primera vez, no me
hizo erizarme a la defensiva.
—Salvar a mi madre fue lo más egoísta que hice en mi vida. Ni
una sola parte fue por ella. Fue por mis miedos, mis traumas, mi
necesidad de tener algo —por muy malo que fuera —que no tener nada.
—Eras un niño.
—Ya no soy una niño, Clint. Y te digo que fue por puro interés
personal. Hizo que fuera más fácil aceptar toda la mierda que pasó
después porque me había asegurado de que ahora me lo merecía.
—Nunca me dijiste esto antes.
—No quería que pensaras mal de mí —dije.
—¿Y ahora?
—Has derramado tu dolor por mí, y ahora pienso más de ti. Y
apuesto a que compartir mi peor error hace que tú también pienses
más de mí.
—Lo hace —susurró—. Ven aquí.

Pagina 84 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clint me abrazó a él, piel desnuda con piel desnuda, pero era nuestro
dolor el que nos conectaba, no nuestra carne caliente. Latido a latido,
ambos acelerando como si trataran de llegar primero a la meta. Me
retiré lentamente, poniéndome de pie y apartándome para ocultar la
evidencia de mi encaprichamiento con él.
—¿Qué quieres, Clint? —Le devolví la pregunta de nuestra noche
en el lago—. Cuando termine el verano, ¿qué pasa entonces? —Le lancé
una mirada por encima del hombro.
—Yo... yo... —dijo él, nervioso—. ¿No eres tú el que dijo que había
que vivir el momento?
—Puedes tener un deseo para tu futuro y luego pasar tus
momentos dando pasos que te acerquen a él.
—Me encantaría volver a meter la mano en la restauración de
coches —Lo había lanzado sin pensar, pero la pelota dio en la pared y se
quedó pegada. Un fuego involuntario se encendió tras la ceniza y el
humo de sus ojos—. ¿Podría hacer eso?
—Puedes hacer cualquier cosa —dije—. Buenas noches, Clint —
Elegí las escaleras cercanas a su dormitorio, escalándolas con un
cansancio que nada tenía que ver con la necesidad de dormir. Mis pies
alcanzaron el último escalón cuando sus palabras susurradas me
golpearon como un toque físico.
—Buenas noches, Raven —Habían subido desde el rellano
inferior. ¿Se había parado allí y me había visto ascender? Decidí que
tener la respuesta a eso haría más daño que bien, así que me obligué a
mantener la cabeza hacia adelante y forcé a mis piernas a llevarme a mi
habitación.
Cogí el teléfono de la cama y saqué el número de Link.
Raven: ¿Despierto?
Terminé borrando el mensaje sin enviarlo. Link entendía lo que
significaba el sexo sin ataduras, conocía las reglas, y nos usábamos
mutuamente para ello de vez en cuando. Sin embargo, esta noche
Pagina 85 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

quería sentirme en el lugar que más importaba, y estar con Link no me


llevaría hasta allí. Froté el talón de la palma de la mano contra el dolor
de mi pecho. No, un polvo duro y sin emoción con Link no serviría.
Puede que no lo haga nunca más.
Cogí algunos materiales de pintura y mi cuaderno de dibujo de mi
escritorio. Abrí la puerta del armario y aparté las perchas cargadas de
ropa, y contemplé la pared blanca en blanco. Me arrodillé, preparé mis
pinturas, pasé a la página de mi bloc con el arcángel terminado y me
puse a trabajar en mi mural más importante. Trabajé desde mi corazón,
utilizando el dolor que había allí para guiar mis trazos, y con cada
segundo que pasaba, una sensación de acierto me llenaba. Me juré que
pasaría el resto de mis días durmiendo con ese mural observándome, y
que cuando llegara el momento de dejar la casa de Clint, levantaría otro
en mi próximo destino.
Miré la extensión de piel de mi caja torácica y luego volví a mirar mi
obra en curso. Una pared no sería suficiente. Necesitaba que Clint se
grabara en mi carne. Quería rendirle homenaje con mi cuerpo. Lo
quería conmigo para siempre. Porque lo que no le había dicho a Clint
abajo era que mi egoísmo había valido la pena. Si mamá no hubiera
sobrevivido aquel día, estaría en una casa de acogida en lugar de en el
parque, semanas después, donde Clint me había salvado por primera
vez de un mundo del que seguiría salvándome a partir de entonces.

Pagina 86 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Link y yo estábamos en la trastienda de Ink Gods, donde los clientes de


alto nivel se hacían tatuajes. La tienda ocupaba un espacio en el centro
de un concurrido centro comercial, donde la mayor parte de nuestro
negocio procedía de la gente que pasaba por allí y nos veía en acción.
Mi puesto estaba situado en el centro, ya que era el que atraía a más
clientes.
—No te muevas —me ordenó Link bruscamente mientras me
retorcía de lado con un brazo por encima de la cabeza mientras él
trabajaba en mi última pieza. Era mi segunda sesión desde que la
empecé hace un par de semanas y, al igual que la primera vez, parecía
que iba a terminar masturbándome en la cabina del baño. Situé mi
erección. Al parecer, como cualquier otra parte de mi cuerpo, mi caja
torácica era una zona erógena.
—¿Cuántas sesiones más? —pregunté entre el zumbido de la
aguja. Los ojos de Link se posaron en los míos durante un parpadeo
antes de volver a la tarea que tenía entre manos. No le gustaba hablar
en general, pero lo despreciaba mientras trabajaba. Decía que le
perjudicaba la concentración. No podía decir cuánto había logrado en
las últimas horas, y yo deseaba ansiosamente que terminara. Me había
dicho a mí mismo que lo explicaría como una especie de
agradecimiento por todo lo que Clint había hecho por mí. Debido a
nuestro vínculo, Clint y Joey lo creerían sin dudarlo.
El zumbido se detuvo, y Link se limpió el exceso de tinta en mi piel
antes de acercar su bandeja de pie y abrir la tapa del ungüento
antibiótico.
Pagina 87 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Una más debería ser suficiente —dijo, alisando la pomada sobre


mi piel. Aparte de su cara de bebé, el arte cubría cada centímetro del
cuerpo de Link. Cada centímetro. Él mismo hizo el trabajo, confiando
solo en mí para llegar a los lugares difíciles de alcanzar. Incluso se
había afeitado el cabello que le llegaba hasta la cintura hace un par de
años para llegar al cuero cabelludo.
Me levanté, examinando el tatuaje en el espejo cerca de la puerta
mientras Link se acercaba a coger el envoltorio de plástico de la
encimera. Volcó la mierda sobre su bandeja, apenas capaz de moverse
en el estrecho espacio. Su padre y los demás veteranos que trabajaban
en Ink Gods lo llamaban Oso bebé en referencia a su tamaño y aspecto.
Con unos cuantos años más que yo, todavía lo harían mostrar su
identificación si no se dejara crecer la barba.
La puerta se cerró, bloqueando el espejo, y la recepcionista asomó la
cabeza.
—Alguien ha venido a verte, Raven.
—¿Quién? —pregunté, con el ceño fruncido. Ya había visto a
todos mis clientes del día.
Betty inclinó la cabeza, con los ojos pegados a mi torso.
—Él —dijo, señalando mi tatuaje.
Mierda.
—Ah, dile que saldré en un segundo —Arranqué mi camiseta del
taburete de la esquina, metiendo los brazos y la cabeza por los agujeros.
Link gruñó, sosteniendo la envoltura de plástico con las manos
enguantadas.
—Lo siento —Me subí la camiseta a la barbilla, girando para que
pudiera envolverme.
—¿Sabe que estás enamorado de él? —preguntó, quitándose los
guantes de látex.
Me bajé la camiseta.
Pagina 88 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No.
Desinfectó sus materiales mientras yo esperaba una respuesta que no
llegaba. Link tenía una manera de decirme o darme lo que necesitaba
sin meterse en mis asuntos. Nos convirtió en amigos instantáneos y en
compañeros para follar a veces. Me di la vuelta para irme.
—Algunos de los chicos van a venir más tarde a jugar al billar y a
tomar unas copas. Ven antes de medianoche si quieres pasar el rato.
Ven después de medianoche si no quieres.
Asentí con la cabeza y cerré la puerta tras de mí.
Clint estaba sentado en mi puesto de trabajo hojeando mis cuadernos
de bocetos. Por suerte, el que contenía el nuevo tatuaje que llevaba
estaba guardado en el cajón de mi escritorio en casa.
—¿Ves algo que te guste?
Clint se giró en mi silla y me sorprendió con una cara bien afeitada y
una sonrisa de infarto. Mi excitación de hace un segundo me dio una
patada en las pelotas, recordándome que no me había ocupado de ella.
—En realidad, sí —Se volvió hacia el libro, y yo me paré sobre su
hombro, impresionado por su elección. Un reloj antiguo agrietado por
la mitad. Los números estaban en números romanos.
—¿Por qué ese?
—Lo vi y al instante pensé en la ilusión del tiempo. Creo que la
insistencia de alguien en que el presente es lo único que tenemos por
fin me está afectando.
A lo largo de los años, había adquirido la costumbre de soltarle eso a
Clint cada vez que se metía demasiado en su cabeza. Normalmente,
durante alguna de sus charlas. Había tenido que desempolvar el viejo
dicho en las últimas semanas cuando su alter-ego -el policía de la
diversión- intentaba arruinar nuestros buenos momentos.
—Excelente elección. Pero, ¿por qué tatuarse después de todos
estos años?

Pagina 89 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Giró en mi dirección, mirándome, abrumadoramente incluso sentado.


Me gustaban los hombres capaces de romperme, y Clint tenía el poder
de romperme de todas las formas imaginables.
—He estado pensando en lo que dijiste durante la cena de anoche.
Lo que más o menos me habías dicho durante semanas, de una forma u
otra —Su tono se volvió serio, y ahogué el mundo que nos rodeaba—.
Dijiste que debía hacer lo que quería hacer, no lo que creía que debía
hacer. Bueno, quiero un tatuaje. Pensé que había perdido mi
oportunidad cuando apareció Joey, y luego me convertí en policía.
Todo lo que estaba fuera de esas dos realidades parecía frívolo o
egoísta. Y nunca podría permitirme ser egoísta —dijo pensativo—.
Quería reconstruir coches. De nuevo, otro sueño...
—Y ser un padre soltero significaba que solo podías tratar con
realidades.
—Eso es solo una parte de ello, Raven.
—¿Qué quieres decir?
—Tal vez más tarde —dijo, admirando el boceto de nuevo,
pasando un dedo por la rotura dentada del número doce—. Todo lo que
tenemos es ahora mismo, y todo lo que tendremos en un segundo es en
ese momento. Ahora mismo, quiero un tatuaje. Este tatuaje. Me
preocuparé de ese momento cuando ocurra.
—Espera, ¿ahora mismo? —Mi columna se enderezó, mi cuerpo
se preparó para la acción.
Clint me agarró la muñeca cuando hice un movimiento para preparar
las cosas.
—Ahora mismo no. Pronto. Ahora mismo, tengo que remolcar el
viejo Chevelle de mi padre hasta la casa. Vine esperando que tuvieras
tiempo de venir conmigo —Su pulgar rodeando distraídamente mi
punto de pulso hizo que mi culo jadeara. Quité mi muñeca de sus
garras. Malditas zonas erógenas.
—¿El coche de tu padre?
Pagina 90 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Después de que mi madre vendiera la casa, necesitaba un lugar


nuevo para guardar el coche. No podía soportar mirarlo todos los días
—confesó—. Ha estado en el almacén.
—Bueno, ¿a qué esperamos?
Clint vaciló, pasándose una mano por el cabello recortado.
—¿Tengo que arrastrarte hasta allí pateando y gritando?
—¿Y si no puedo arreglarlo? ¿Y si no tengo lo que hay que tener?
Puse la carpeta que contenía mis dibujos en su regazo, abierta al reloj.
—Los y-si no pueden coexistir con el ahora, Clint. No hay tiempo
para los "y-si".
—Sí —dijo—. Promete que no te cansarás de recordármelo.
—La promesa más fácil que he tenido que hacer.
—Siempre estuviste a años luz de mí, Raven —Sacudió la cabeza
en lo que no podía ser maravilla.
La burbuja que nos rodeaba se rompió cuando el padre de Link,
Lawson -Law para abreviar- eligió ese momento para pasearse por allí.
—¡Clint!
Clint se levantó y aceptó el apretón de manos y el abrazo de Law. Law
era un calco perfecto de Jeffrey Dean Morgan14, de la época de Walking
Dead, salvo que el cabello de Law era más plateado.
—No te he visto desde que nos mudamos aquí desde el antiguo
espacio —dijo Law mientras yo ahogaba mis celos y mi resentimiento
por haberme robado la atención de Clint.
—No puedo creer que haya tardado tanto en pasarme por aquí —
Clint recorrió con la mirada la nueva tienda pintada de negro y rojo, y
del doble de tamaño que la antigua. Y sí, leí mucho más en el hecho de

14
Actor estadounidense quien interpretó a Negan Smith en la serie The Walking Dead.
Pagina 91 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

que había estado aquí durante veinte minutos y no había notado nada
fuera de mí. Demándame. O reza por mí.
—Tal vez puedas ayudarme a convencer a este tipo para que se
asocie conmigo. Le estoy ofreciendo la mitad del negocio y sigue
insistiendo en rechazarme —Law se agarró el corazón herido.
—Eres insoportable —le dije.
—Raven tiene claro lo que quiere —dijo Clint—. Y ahora mismo,
quiere lo suyo. No seré el tonto que intente cambiar eso.
Se pusieron al día brevemente antes de que Law fuera llamado.
—¿Estás bien? —preguntó Clint, y me pateé mentalmente por
haber sido sorprendido mirándolo abiertamente.
—Gracias —dije.
—¿Por qué?
—Por apoyarme, pero sobre todo, por ahora. Por cómo me tratas
ahora, Clint —Aunque nunca llegara a tener a Clint de la manera que yo
quería, tenerlo como amigo sería la mejor decisión a la que le había
obligado. Aparecería siempre que lo necesitara, me animaría desde el
frente de cualquier multitud. Me confiaría sus secretos, y yo le daría de
buena gana todos los míos. Todos menos uno—. ¿Pero y si...? —
murmuré, con los ojos muy abiertos cuando la sonrisa de Clint reveló
que había dicho las palabras en voz alta. Por suerte, parecía que él
pensaba que yo tenía dudas sobre la posibilidad de emprender mi
propio camino.
Entró en mi espacio aéreo, sus poderosos hombros redondeados
bloqueando la luz, envolviéndonos en su sombra, y con las intenciones
inocentes de un amigo, se inclinó, susurrando mis propias palabras al
oído.
—Y-si no puede coexistir con el ahora, Raven.
Esas palabras volverían a perseguirnos a ambos.

Pagina 92 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Espera mi señal —dijo Clint.


Me senté en el asiento del conductor del viejo Chevelle que habíamos
remolcado a casa, con la puerta abierta y un pie plantado en la calzada.
Esperé a que Clint hiciera un intento más de hurgar bajo el capó antes
de dar el visto bueno para que yo arrancara el motor.
—Por favor, funciona, por favor, funciona —dije en voz baja.
Llevaba horas trabajando, y la bombilla enganchada al capó levantado
no era suficiente para combatir la oscuridad de la noche y nuestro
agotamiento.
La suciedad cubría los bordes de mis uñas, y el aceite y la suciedad
salpicaban mis vaqueros favoritos. Más que nada, quería que
funcionara porque mi corazón no podía soportar otra ronda de
decepción de Clint. Me había mantenido lo más positivo posible, pero
incluso yo estaba dispuesta a maldecir a Dios y a todos los relojes rotos
y metáforas por hacerle esto.
—¡Ahora! —gritó Clint, y mi mano se congeló en la llave—.
¿Raven? —Se acercó al lado del conductor.
—Te propongo un trato —dije—. Nos olvidamos de este
experimento y te hago el tatuaje gratis.
Clint se dejó caer sobre sus ancas, posando inocentemente una palma
sobre mi muslo.
—Ya has accedido a hacerlo gratis, y si hay algo que me has
enseñado en estas cortas semanas -bueno, en todos estos años- es que
no eres una persona que se rinde. Fuiste a esa cancha de baloncesto
todos los días sabiendo que tus matones estarían allí esperando para
atormentarte. Te enfrentaste a ellos y ganaste cuando las
probabilidades estaban en tu contra. Podría seguir, pero no tenemos
toda la noche y estoy muy cansado.

Pagina 93 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Me reí, mi pecho se hinchó hasta un nivel explosivo. Lo amaba, carajo.


—Has vivido más que yo, Raven. He aprendido más de ti que tú
de mí-
—Eso no es cierto. Te debo lo que soy, Clint —Si no era una
persona que renunciaba, era porque Clint nunca renunció a mí. Si
derroté a mis matones, fue porque Clint creía que podía hacerlo. Y si
hice algo para ganarme la vida, fue porque quería llegar a él como algo
más de lo que veía cuando miraba a Joey. Quería que Clint ardiera por
mí—. Si soy todas esas cosas, es porque tú me inspiraste a serlas.
—Bueno, vamos a decir que estamos a mano. Ahora gira esa llave,
y si nuestro retorno de la inversión termina siendo una serie de clics en
lugar de un ronroneo, igual hemos ganado. Recuérdame que he dicho
eso —Me guiñó un ojo.
Inspiré una larga y agónica bocanada de aire y giré la llave con fuerza.
El motor no ronroneó, sino que rugió.
—¡Mierda!
Clint cayó sobre su trasero, con la mandíbula desencajada por la
conmoción, y yo salté del coche y corrí a su alrededor, gritando con las
manos en alto.
—Lo hiciste —dije, agachándome frente a él y sacudiendo sus
hombros. Detrás de mí, el Chevelle empezó a echar humo y a gemir
antes de detenerse y cortarse—. Jódete —dije al cielo. Dios había
entrado oficialmente en mi lista de mierda.
Clint y yo nos miramos en silencio, y esperé con la barriga llena de
plomo a que perdiera los papeles. Mis manos en los hombros de Clint
vibraron bajo el silencioso terremoto que retumbaba en su cuerpo.
—¿Clint? —No podría decir si le estaba dando un infarto o un
ataque de nervios, pero entonces soltó una carcajada, cayendo de
espaldas y parcialmente sobre la hierba—. ¿Esto es algo bueno? —Me
reí nerviosamente.

Pagina 94 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Lo hice —gritó antes de ponerse en pie y alisar una mano sobre
el coche en señal de agradecimiento—. Lo hice.
Me acerqué, metiendo las manos en los bolsillos traseros para no tocar
sus líneas de risa. ¿Cómo era posible que, con todo lo que la vida le
había deparado, Clint aún tuviera la capacidad de mirar el mundo con
asombro? Si yo tenía un papel en eso, lo aceptaría con gusto. Me
ayudaría a superar las malas rachas de quererlo pero no tenerlo. Me
mantendría hasta la próxima vez que necesitara algo para superarlo.
Habría muchas más veces mientras no fuera su dueño.
—Lo has conseguido, joder.
Exhaló, sus ojos bailando sobre mí.
—Nunca he tenido éxito en deshacerme de tu boca sucia. Y lo
hicimos —Se abalanzó sobre mí con exuberancia, poniéndose en
cuclillas como si se preparara para rodear mis piernas con sus brazos y
lanzarme.
Salté hacia atrás.
—No me levantes —le advertí con las manos extendidas—. No, a
menos que planees follarme contra la pared.
La aguda toma de aire de Clint dijo todo lo que necesitaba. Lo había
expresado en voz alta. Lo había hecho de nuevo. Joder.
Pensando rápidamente en mis pies, me encogí de hombros, dejando
que mis brazos colgaran sueltos y despreocupados a mis lados.
—¿Qué? ¿Los heterosexuales no bromean así con sus amigos?
Clint negó lentamente con la cabeza, desconcertado.
—No lo sé. Jesús, tómatelo con calma, ¿quieres?
—Trabajaré en mi filtro —dije con falsa tranquilidad.
Cargamos las herramientas hasta el garaje, pedimos comida para llevar
y acordamos ducharnos y reunirnos de nuevo en la cocina.

Pagina 95 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

En mi cuarto de baño, me quité la ropa a toda prisa, cogí lo que


necesitaba del cajón y me metí en la ducha.
El chorro caliente del agua me golpeó el costado derecho mientras
apoyaba las palmas de las manos en la puerta transparente de la ducha,
mordiendo la correa doblada de mi cinturón y follándome con el
consolador succionado a la pared de azulejos detrás de mí. Me negué a
tocarme. Cuando me corriera, sería con la idea de que Clint me tomara
así, sin piedad. Esa imagen mental funcionaría mejor que cualquier
mano que me masturbara la polla, incluida la mía.
El estiramiento era casi insoportable, pero el tamaño coincidía con la
impresión de la polla de Clint, que su uniforme apenas podía ocultar.
Mordí con más fuerza el cuero, apretando, soltando, golpeando la
silicona, aumentando la frustración por su incapacidad para responder.
Me pasé una palma de la mano por la nuca mojada, apretando,
deseando que mi mano fuera la de Clint. Deseando que me obligara a
ponerme boca abajo en su cama mientras me llenaba el agujero con su
polla y los oídos con sus sucias palabras.
Me corrí en un escalofrío, mi semen salpicó la puerta de la ducha y el
suelo, la fría polla en mi culo molestosamente rígida en lugar de
bombearme llena de semen y luego marchitarse. Mis rodillas se
estrellaron contra la bañera de porcelana, y devoré mi espesa salinidad
antes de que todo se lavara.
—¡Mierda! —Siseé, recordando el tatuaje y saltando fuera del
chorro de agua.
Me sequé y volví a envolverlo, vistiéndome antes de apresurarme a
encontrarme con Clint en la cocina.
Acabé localizándolo en el salón, despatarrado en el sofá, con un pie
sobre la alfombra de felpa y un brazo colgando por encima de un menú
caído. Su pecho desnudo se expandía mientras sus pulmones
trabajaban, sus considerables dedos tenían espasmos y sus delicados
ronquidos hacían ondas en sus labios fruncidos. Clint dormía con todo

Pagina 96 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

su ser. De puntillas y tratando de no hacer ruido, lo cubrí con una fina


manta del respaldo del sofá.
—Mmmm, estoy despierto —dijo con una voz enterrada diez
niveles por debajo de la grava.
—Hemos trabajado al sol durante horas, Clint. Vuelve a dormir.
Me sujetó por la parte posterior del muslo, haciendo que mi rodilla se
doblara.
—No puedo volver a dormir si estaba despierto, ¿o sí?
—Eres un poco lindo cuando no quieres estar solo —dije—. Haz
un poco de espacio, grandote.
—¿Estás diciendo que siempre soy lindo, entonces? —bromeó,
inmediatamente pensando mejor—. Yo..
—¿Prometes que dejarás de sentirte culpable por querer estar
conmigo? No hay una cuota de frecuencia en la que los amigos pueden
salir —Me dejé caer en el espacio que él había hecho para mí,
sentándome con las piernas cruzadas y mi cuerpo posicionado hacia el
suyo.
—No debería depender tanto de tu compañía. Parece que me
estoy aprovechando...
—Aprovechando —recalqué. Él y Joey eran parecidos en muchos
aspectos—. Te prometo que está bien que te aproveches de mí.
—Solo si tú te aprovechas de mí a cambio. Mañana se trata de ti.
No, no se discute —advirtió con una mirada severa—. Llévame a tu
mundo.
No iba a cambiar de opinión, y gemí internamente. Lo último que
necesitaba era darle otra parte de mí a Clint. Que me mate de una vez.
—Este verano se trata de ti, Clint —Me aparté de él y sus hábiles
dedos me trajeron por la barbilla.

Pagina 97 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Aprovecha —dijo, y lo miré con desprecio, sin impresionarme


por su astucia—. Lo digo en serio. Es la única manera de que esto
funcione. Además, compartir lo que te gusta tiene que ver conmigo.
Todo se trata de mí, Raven. Nada me haría más feliz.
¿Tenía que ser tan intenso? ¿Y tenía que no significar nada? Sus
intenciones eran buenas. Clint tenía las mejores intenciones de todos
los que había conocido. Pero su declaración solo había agriado mi
estado de ánimo. Mi barbilla seguía estando en su agarre, y cuando su
pulgar pasó como una pluma sobre mi piel, grité una maldición y me
lancé lejos de él. Me estaba desmoronando.
Las cejas de Clint formaron una profunda V ante mi reacción
exagerada.
¡Un toque no es simplemente un puto toque tuyo! quise gritar.
—Echo de menos a Joey —solté en su lugar, lo cual no tenía nada
que ver con mi salto de tres metros hacia atrás en el sofá, pero hablar
de Joey me quitaría la presión. Mi mentira empeoró las cosas porque,
por supuesto, funcionó como un recordatorio de que, de hecho, echaba
de menos a mi mejor amigo. Al diablo con mi vida. Había pasado más
de una semana desde su última carta.
—¿Esperas aquí? —dijo Clint, dando vueltas alrededor del sofá.
—¿A dónde vas? —Grité cuando salió por la puerta principal.
Volvió con una pila de sobres en la mano.
—Me olvidé de revisar el correo hoy —Hojeó la pila, lanzando
cartas a la mesa de café mientras susurraba: "Vamos, vamos, vamos".
Tras dejar dos sobres, Clint me miró triunfante—. Correo postal.
Podría haber llorado. Joey había estado fuera durante semanas, y esta
era solo la segunda carta que habíamos recibido. No estábamos seguros
de que las nuestras le llegaran más rápido, pero no podía esperar a
abrir la suya y averiguarlo.
—¿Deberíamos hacer esto juntos, otra vez? —preguntó Clint, con
voz esperanzada. La última vez, nos habíamos metido en los extremos
Pagina 98 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

opuestos del sofá, leyendo en voz alta las partes que estaban bien para
compartir y prometiendo llevarnos a la tumba las partes que no
podíamos. Nos reímos, Clint lloró -aunque juró que se le había metido
algo en el ojo- y luego escribimos nuestras respuestas, las sellamos y las
echamos al buzón para enviarlas antes de ver -más bien de quedarnos
dormidos- una película ñoña.
Me apresuré a escribir mi carta y esperé a que Clint diera una segunda
vuelta a la suya antes de preguntarle si se animaba a responder esta
noche.
—No podré dormir si no lo hago —dijo.
—Voy a por el material de papelería —le dije, que consistía en el
bloc de notas con el logotipo de Western Union y mis lápices de dibujo,
porque, al parecer, los hombres no tenían cosas como papel de escribir
y bolígrafos de calidad. Clint se rió de la elegante redacción que le había
robado, porque sí, los de mi generación no eran gente de papel y
bolígrafo.
—¿Debo contarle la vez que te pusiste violentamente enfermo
yendo de copiloto en mi moto? —pregunté con el lápiz entre los dientes.
Clint ya estaba acostumbrado a la Harley. Esa primera vez, sin
embargo, seguiría siendo memorable.
—Solo si puedo decirle que te entró el pánico y volcaste nuestra
canoa por una rana toro —Clint sonrió diabólicamente. Eso ocurrió el
fin de semana que fuimos a pescar con mosca. Pescamos en ropa
interior mientras nuestra ropa se secaba en la roca bajo el sol. No había
pescado nada porque cuando Clint dijo que el truco era mantener los
ojos en dirección al premio, mi mirada se fijó en él.
—Algunas cosas es mejor no decirlas —dije, y Clint estuvo de
acuerdo, volviendo a su carta—. Definitivamente, le diré lo malote que
te has portado.
—Y me aseguraré de decirle lo mucho que has crecido —dijo
mientras garabateaba en el bloc.

Pagina 99 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Eres el único que no lo sabía ya, Clint —Sí, tendría que trabajar
en ese filtro pronto porque el conflicto que mi comentario despertó en
los ojos de Clint me hizo desear no haber dicho nada. Parecía a la vez
arrepentido por no haberse dado cuenta, y arrepentido por saberlo
ahora. Quería agarrarlo por el cuello de la camisa y obligarlo a creer
que no había perdido nada con el cambio en nuestra relación, y que
podía ganarme todo si se permitía desearlo.
Un ritual no sería un ritual a menos que hicieras exactamente lo mismo
cada vez, y así terminamos la noche en la oscuridad con palomitas de
maíz y The Notebook15.
En algún momento, me había quedado dormido. Allie y Noah paseando
en canoa como idiotas en una tormenta era lo último que recordaba. La
sensación de los suaves labios de Clint en la coronilla de mi cabeza me
despertó. No me había visto abrir los ojos, y los cerré rápidamente
mientras me salía vapor de los dedos de los pies, enfadado por lo que
creía que era su forma solapada de tratarme como a un niño mientras
dormía. Excepto que él no se retiró. Este se prolongó durante más de
tres respiraciones, dejándome mareado mientras me sostenía. Me
cubrió con la misma manta de la repisa del sofá, y yo luché
secretamente para que mi corazón poco sutil se sometiera. Esperé a que
rodeara la escalera y entrara en su dormitorio, esperando aún a que la
puerta se cerrara con un suave clic antes de tirar la manta con
irritación. Olía a él. El momento había pasado, y así de rápido, me
había convencido a mí mismo de que era más de lo que era, porque
¿cómo podía serlo?
Conocer así a Clint hacía todo lo contrario de las maravillas para mi
salud. Pensaba que su superpoder era la capacidad de cuidar de sus
seres queridos. Estaba aprendiendo que había pocas cosas más sexys
que verle cuidar de sí mismo. Me atraía la inocencia y la vulnerabilidad
de que probara viejas aguas y descubriera que no se habían enfriado
con él. Estaban esperando, cálidas y acogedoras, y me invitó a entrar
con él. El indomable regocijo que desprendía tras demostrar que una

15
Traducida bajo el nombre de “Diario de una pasión”/“El diario de Noa”, es una película de romance
basada en la novela homónima de Nicholas Sparks.
Pagina 100 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

habilidad que no había puesto en práctica durante años no se había


oxidado. Me cautivó, un gusano cebado en su anzuelo, y mantenerlo
despistado fue el equivalente a sonreír mientras te patean el culo. Una
jodida lucha.
Necesitaba un cigarrillo. Necesitaba más. Necesitaba lo que no podía
tener. Y esta noche necesitaba algo que me hiciera olvidar, aunque
fuera por un rato, aunque en el fondo entendiera que no iba a
funcionar.
Fui a mi habitación, me puse los zapatos y cogí las llaves de la cómoda.
Fuera, en mi motocicleta, recordé los parámetros de la invitación de
Link. "Ven antes de medianoche si quieres pasar el rato. Ven después
de medianoche si no quieres".
Comprobé la hora en mi teléfono, y luego aceleré el motor, arrancando
antes de que pudiera cambiar de opinión.
Era después de medianoche.

Pagina 101 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Como un cobarde, me escondí dentro de mi habitación mucho después


de que Raven se marchara, temiendo ser yo quien lo había alejado. Me
asustaba considerar hacia dónde, o hacia quién, se dirigía. Y me
aterrorizaba el que incluso me importara. Si me preguntaran, no podría
decir cuáles eran mis intenciones cuando lo besé. Ya no confiaba en mis
motivos. Hace un mes, por el amor de Dios, incluso hace una semana,
habría dicho que era nostalgia. Verlo acurrucado con su cabello espesos
y desgreñado flotando cerca de sus cejas relajadas, me llevó a un
momento en el que besarlo castamente en su cabeza fue algo tan
natural como respirar. Excepto que esta vez, noté el aroma a menta en
su cabello, y lo había inhalado. Y esta vez, languidecí en el calor
proveniente de su cuero cabelludo, ese pequeño toque de sudor
dormido, y dejé que eso calentara el frío dentro de mí. Petrificado, lo vi
evaporarse en la distancia desde la ventana de mi habitación,
convirtiéndose en uno solo con la pared adyacente. No me había
movido desde entonces.
No, mis acciones no tenían nada que ver con sentimentalismo. Había
hecho lo imperdonable, y mi mente trabajaba horas extras para
descubrir cómo volverlo bien. Tal vez no se había dado cuenta. Tal vez
el golpe de aire que pensé que había escuchado de él, en realidad venía
de los conductos de aire. Y tal vez el hecho de que aun así esperé un
angustioso segundo antes de alejarme, no significaba que, en algún
nivel de mi subconsciencia, quería saber si él me acercaría o me
alejaría.
Es Raven. Me reprendí a mí mismo mientras colgaba crucificado de mi
pared.
Rebobiné el casete de nuestro día, y luego de nuestra semana, y luego
del mes y más allá, tratando de ubicar una señal de cuándo podría
Pagina 102 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

haber ocurrido tal cambio. ¿Cuándo se me había metido dentro como


un ladrón, llevándose lo que quería? ¿El día en la canoa cuando su
pierna desnuda rozó la mía y yo no le di importancia? ¿Las
interminables horas de la noche que pasé abrazándolo con fuerza
mientras nos conducía por caminos sinuosos y se burlaba de mí,
acercándonos fatalmente al borde de un acantilado?
Levantando pesas sin camisa en el garaje, invadiendo su lugar de
trabajo para verlo cobrar vida, drogándome como un demonio con su
creencia en mí, sintiéndome a la vez afortunado y estupefacto de que
quisiera pasar su tiempo libre conmigo siendo todo un novato en vivir
la vida. Marqué cada razón hasta que no tuve dedos de sobra para la
causa. Esas razones eran pequeños cortes invisibles que pasaron
desapercibidos hasta ahora. Hasta que se acumularon en una herida
abierta y ahora nada podía detener la hemorragia.
Algo hizo que Raven se volviera del revés esta noche, y habría hecho
cualquier cosa para que eso se detuviera, incluso calmar su mandíbula
con mi pulgar y luego hacerlo sentir como si él fuera el que estuviera
loco. —Cristo —ladré, la pared presionando contra mi espalda. ¿Cómo
es que había matado en cuestión de semanas algo que me tomó años
construir?
Corrí hacia la cocina y a la botella barata de whisky escocés que
guardaba debajo del fregadero.
La hendidura del cuerpo de Raven se aferraba al cojín del sofá con
todas sus fuerzas, burlándose de mí en el primer paso. A mi regreso,
rocé una mano temblorosa sobre ese punto. Aún cálido, aún
reconfortante. Recosté mi cuerpo sobre él con reverencia, mi espalda
reclinada sobre el brazo del sofá.
Soy adicto a él. A su compañía, sus sonrisas fáciles y su boca sucia
abandonada por Dios. Me había vuelto dependiente de su aliento
infundido con nicotina que se derramaba sobre mí cada vez que se reía.
Me había acostumbrado a sentirme vivo, a permitirle que me mostrara
el camino… un camino nuevo. Me inspiraba a no pensar, la única cosa
más aterradora para mí que el silbido de la oscuridad.
Yo estaba cambiando. Quedaba por ver si era para bien o para lo
verdaderamente condenable. Cuanto más pensaba en él como un
Pagina 103 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

amigo, menos inclinado me sentía a verlo como un familiar. La


situación, más o menos, creaba un espacio donde considerar algo
diferente con él tenía poco que ver con lo ambigüedad de mi moral. Se
sentía justificado.
Sin embargo, nunca había sido capaz de expresar o actuar en
consecuencia. Pensamientos y consideraciones tranquilas serían todo
lo que podría tener. Aun así, me irritaba el no saber a dónde se había
ido esta noche. ¿La cama de quién mantendría caliente? ¿A quién
tendría que romperle los brazos?
—Maldita sea —maldije, apretando mis piernas contra la carpa
que se levantaba entre ellas. Demasiado tarde, me sentía superado. Tal
vez necesitaba un buen orgasmo.
Escupí en mi palma y me la metí dentro de mi sudadera, bombeando
vigorosamente dentro de la tela liviana porque no podía soportar
retirarla y mirarme.
Joey tendrá mi cabeza por esto. Esto podría arruinarlo todo.
Dos movimientos después y ya había llegado a mi punto máximo, la
acumulación había estado aumentando durante semanas.
Enroscándome, jadeando entre dientes y con espasmos en la
mandíbula, observé absorto cómo una mancha húmeda del tamaño de
una moneda crecía lentamente hasta alcanzar el tamaño de la palma de
una mano.
—¿En dónde estás, Raven? —Le pregunté a la vergüenza que me
rodeaba.
Abrí el corcho de la bebida y tomé hasta que no quedó nada para
inhalar a excepción de la botella vacía.

Por la mañana, me convencí de que me lo había imaginado todo. Por la


resaca, llamé al trabajo para excusarme, y cuando Raven llegó a casa,
Pagina 104 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

cantando como si nada hubiera cambiado, resolví que mi colapso de la


noche anterior se debió a nuestra nueva dinámica que aún no había
entendido por completo y a la que todavía me estaba ajustando.
Arrastró una mesa de masaje portátil y un anillo de luz. —Llevé mi
equipo a casa para que pudiéramos comenzar con tu tatuaje —dijo,
mientras corría hacia la camioneta de Lincoln para descargar más
suministros y a su Harley de la plataforma de carga.
Saludé seriamente a Lincoln desde la puerta principal cuando arrancó,
aplastando la tentación de preguntarle a Raven si había pasado la
noche con él y, de ser así, hasta qué punto. La curiosidad me mataba, y
no debería importarme. No lo hacía.
—Creo que estás más entusiasmado con esto que yo —le dije,
siguiendo sus movimientos. Era un torbellino de actividad en la sala de
estar mientras preparaba todo—. ¿Estás deseando causarme dolor?
—No. Terminarás cambiando de opinión si no actuamos rápido. Y
sí, está bien, el sadismo es un requisito en mi línea de trabajo, pero solo
hasta cierto punto —Acercó el pulgar y el índice a modo de
demostración.
—Bien —dije, divertido—. Eso tendrá que pasar a un segundo
plano en nuestros planes inmediatos.
—¿Qué podría ser más importante que esto? —dijo,
decepcionado, y quise retractarme de todo, de todas y cada una de las
palabras que hicieron que me mirara de esa manera.
—Tú —Dije.
—Oh —Un delicioso arco iris rojo se arqueó sobre sus mejillas.
Era una cosa verdaderamente rara en Raven, quién disfrutaba de las
cosas que volverían tímidos a la mayoría de los hombres.
—Ayer te prometí que haríamos algo que quisieras hacer, y no
rompo mis promesas —Les había inculcado esa virtud a él y a Joey—. Y
eso no —dije entre risas cuando señaló victorioso hacia la estación
móvil para trabajar que había armado—. Me estás llevando a un lado de
tu mundo que nunca he visto.

Pagina 105 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Eso es una orden? —preguntó, como si hacerlo me ganara su


conformidad.
No vayas por allí, Clint. Era difícil no hacerlo cuando cada cosa que
Raven decía, sonaba como algo sexual. —Quiero conocerte.
—Ya me conoces.
—Quiero saber más de ti —Quiero verte y amarte, de todas las
formas.
Antes de que Joey se fuera, había pensado en Raven como una
conclusión inevitable, pero era mucho más complejo de lo que le había
dado crédito, y eso decía mucho. Llámenme codicioso, pero tenía ganas
de saberlo todo. Raven me honraba con la misma mirada extraña que
me había ofrecido la noche anterior cuando hice la proposición por
primera vez, solo que esta vez tuve que preguntarme si debería
sentirme ofendido. —Si no quieres…
—No, sí quiero hacerlo. Lo hago —Se pellizcó el labio inferior
pensativamente, y ya no lo encontraba enternecedor. Ahora quería
tomarlo de entre sus dedos con mis dientes. Mi labio superior estalló en
un sudor de miedo—. ¿Tu vehículo o el mío?
—El tuyo —dije, tragando saliva. No era capaz de conducir y
respirar al mismo tiempo.

Raven entraba y salía del tráfico de mediodía en la avenida,


obligándome a contonear mi cuerpo a lo largo del suyo para
mantenerme erguido. Lo notaba de una manera que no lo había hecho
antes. Su cintura afilada, las protuberancias de sus abdominales y la
forma en que se contraían, la manera en que mis dedos se deslizaban
entre los pliegues a través del material de su camiseta apenas visible.
La forma en que su fuerte espalda se succionaba contra mi pecho, o al
revés.

Pagina 106 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Espera —dijo por encima del hombro antes de dar un giro


brusco hacia una rampa de salida que conducía a un camino árido.
Estábamos inevitablemente conectados cuando montamos, aunque
hasta ahora esa conexión no había pesado mucho en mi conciencia.
Imágenes indecentes de nosotros desviándonos por un camino discreto
con Raven montando mi polla, y me maldije por no haber optado por
tomar mi camioneta. No podemos hacer esto nunca más. Lo agarré con
más fuerza, los efectos secundarios de saber que sería la última vez.
Raven me llevó al distrito de arte abandonado. Los incendios lo habían
devastado hace algunos años, y aunque se había hablado de
restaurarlo, nadie había invertido para poner en marcha esos planes.
Uno de los edificios se mantuvo bien: el centro comunitario de arte.
Aparte de la hierba cubierta de maleza y las ventanas rotas, nunca
imaginarías que había pasado por uno de los peores casos de incendio
provocado en la historia de Mansfield. Desarrolladores querían
comprar el terreno, pero el dueño, un artista mismo y devoto de las
artes, no pudo ser comprado. Nadie ganó al final, pero los niños que
frecuentaban el lugar fueron los que perdieron más.
Arte cubría todos los extremos de la estructura de varios niveles. Un
jardín exagerado pintado de un lado, sus girasoles y narcisos de dos
pisos de altura bajo un cielo azul abrasador que brillaba con múltiples
soles y estrellas radiantes.
—¿Qué es lo primero que se te viene a la mente? —preguntó
Raven, sacándome de mi absorción.
—La presencia del sol y las estrellas es conflictiva.
—Y, sin embargo, ahí están —dijo.
—Y el jardín está alcanzando alturas imposibles debido a eso.
Está floreciendo —Ladeé la cabeza, tratando de verlo a través del ojo de
un artista. A través de los ojos de Raven. Porque este lugar significaba
algo para él, y yo necesitaba entenderlo—. Es lo que podría pasar si nos
unimos. Más fuertes juntos, más débiles separados —dije, inseguro—.
Si nos concentramos menos en lo que nos hace diferentes y más en lo
que nos hace iguales. Si las estrellas pueden brillar junto al sol,
nosotros también. Un poco idealista. ¿Lo entendí bien?
Pagina 107 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No existe un bien. El significado del arte está en el ojo del


intérprete —dijo en torno al Marlboro apagado que languidecía entre
sus labios—. Al menos ese es mi lema —Encendió una cerilla, enroscó
una mano alrededor de la punta de su cigarrillo, fumando hasta estar
seguro de que la brasa no se apagaría. Su piercing en el pezón
amenazaba con perforar el área del pecho de su camisa blanca, y el
cabello peinado hacia atrás, los jeans ajustados y las botas de motorista
lo ponían a la altura de un joven Marlon Brando, James Dean y
similares. Su descaro espontáneo y su tendencia a vivir la vida en
solitario, solo engañaban a quienes no lo conocía. Raven era una artista
con un corazón bondadoso y un suministro infinito de amor para dar.
Estaba atormentado de una manera que lo hacía atractivo, que me
hacía querer encontrar y acariciar esa cosa defectuosa dentro de él. No
quería arreglarlo. Nunca había visto a Raven como algo que necesitara
ser arreglado para funcionar. Quería tener el privilegio de rodar en él.
De ser lo suficientemente audaz para ser aplastado, también.
Paseamos por el perímetro exterior del edificio, jugando al juego que
rápidamente se había convertido en mi favorito. Apoyé la forma de
expresarse de Raven, incluso cuando resultaba en una llamada de la
comisaría. Sin embargo, eso era todo lo que había visto. Su medio de
liberación y expresión. Esto se trataba de mucho más. Me había
permitido echarle un vistazo a la ventana de su alma, una educación
reveladora que no daba por sentado.
—¿Ese... soy yo? —Corté mi camino a través de la hierba que me
llegaba a la espinilla para una inspección cercana. En él, un policía se
arrodillaba frente a un niño que lloraba, levantándole la cabeza por la
barbilla mientras el mundo se incendiaba a su alrededor. Tanto el
hombre como el niño estaban pintados de lado. Reconocería esa espesa
cabellera de ónix y esa mandíbula desafiante en cualquier lugar, incluso
con solo una perspectiva periférica de él.
—Sí.
—¿Cuándo hiciste esto?
—El último año. Debo haberme sentido particularmente
agradecido ese día.

Pagina 108 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Agradecido? —No podía quitarle los ojos de encima. Lejos de


él. Ni siquiera cuando, en el fondo, un parque de casas rodantes y una
escuela se incendiaban.
—¿No crees que te debo mi gratitud? —dijo, deslizándose a mi
lado.
—No hice mucho, Raven. Hiciste que salvarte fuera algo fácil —
Toqué un mechón de su cabello, tirando hacia atrás en señal de
disculpa cuando tragó. Jesús, Clint. Así no es como te embarcas en una
amistad—. Lo siento.
—Esa fue la recaída número dos. Te queda un strike. Elige
sabiamente —dijo, metiéndose los labios en la boca para sofocar una
sonrisa.
—Me quedan dos, muchas gracias —moví dos dedos frente a él—.
porque eso no fue una recaída.
—Oh, ¿sí? ¿Así que siempre acaricias suavemente el cabello de
todos tus amigos? Si eso no fue una recaída en el territorio de los niños,
¿entonces qué fue?
—Inspiración.
—Uh-huh —Dijo dudoso, envolviéndose con los brazos—. Te estoy
escuchando. Dime qué te hizo tocarme, Clint —Raven podía hacer que
una lista de compras pareciera necesitar una clasificación NC-1716. En
el pasado, lo regañaba o le daba una mirada de desaprobación. Ahora lo
almacenaba para usarlo cuando estuviera solo en los rincones oscuros
de mi mente depravada.
—Dijiste que necesitabas un nombre para tu tienda.
—Sí —dijo, arrastrando la palabra.
—¿Qué tal Raven's Wing17?
—Cabello del color del ala de un cuervo, ojos del color de los
glaciares —susurró.

16
Es un rating de películas utilizado oficialmente en los EE. UU. para referirse a una película que no se
considera adecuada para que la vean niños menores de 17 años porque contiene escenas de sexo o violencia.
17
En español: El Ala del Cuervo.
Pagina 109 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Lo recuerdas —Dije, alzando las cejas al cielo.


—Recuerdo todo lo que me dices, Clint.
Dejé que mis instintos guiaran mi mano hacia la piel pálida debajo de
esos glaciares. Si realmente iba a irme al infierno, entonces usaría mis
toques asignados. —En el caso de tu tienda, podría tratarse de un juego
de palabras. Básicamente, los está tomando bajo tu ala, haciéndoles
saber que pueden confiar en ti, que están en buenas manos. Y es un
espacio que has creado para ti mismo. Tu propia rama del negocio —
terminé con una mueca—. ¿Es cursi?
—Es perfecto —respiró—. Y eso no cuenta —Miró
significativamente mi mano, la que se había aventurado sobre la suave
carne debajo de sus ojos.
—¿Cómo es eso? —pregunté, el trato era que no lo tocaría como lo
haría con un niño, o como lo tocaba antes de nuestro pacto de amistad.
—Porque no se sentía como un toque que le darías a un niño de
diez años.
—Ese es el trato, ¿verdad? Amigo —Agregué como un
recordatorio para mí mismo.
—Sí, amigo —dijo, luciendo como si hubiera matado algo dentro
de él.
—Hey —lo agarré del brazo—. Eres más que solo un amigo,
Raven.
—¿Lo soy?
—Sí, eres familia —Esta vez, me alejé porque no tenía por qué
pedirle más que eso, y estaba a dos segundos de arrodillarme y rogar
exactamente por ello. Por más.

Pagina 110 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

El camino de entrada se extendía a lo largo del costado de la casa,


reuniéndose con la puerta trasera y el garaje. Entré en la cocina, la
puerta temblaba en sus soportes cuando se cerró de golpe. En el
fregadero, me froté las manos y las uñas con movimientos
espasmódicos, el agua corría negra por el desagüe.
Esperaba tener una agradable velada a solas con Raven después de que
terminara mi tatuaje, pero apenas se secó la tinta, Lincoln apareció sin
anunciarse. Dijo que estaba en el vecindario, lo cual estaba bien. Raven
podía estar con quien quisiera. Y pude lavar a mano mi auto mientras
que ellos se ejercitaban en el garaje abierto. No es gran cosa, pensé
mientras frotaba mi piel hasta la carne viva.
—Oh, sí, uno más, justo así —animó Raven, al ver a Lincoln
mientras se esforzaba debajo de la barra de presión de pecho.
—Por el amor de Dios —murmuré, cerrando agresivamente el
grifo. Pensaba que me había escapado de los gruñidos y silbidos
lascivos, pero ahora viajaban sobre el sonido del agua corriendo y la
puerta cerrada
Agarré el mango del refrigerador y al tirar lo rompí, sacudiendo y
volcando el contenido del interior. —Maldición —Arreglé el desorden
antes de recuperar la ensalada de frutas que había hecho antes para
dejarla enfriar.
—Te llamaré más tarde —Gritó Raven a Link en cuanto entró en
la cocina. Saltó sobre el mostrador, robando una uva de mi cuenco—.
¿Qué pasa contigo?
—Nada —dije demasiado rápido. Ajusté mi velocidad y tono—.
Nada.
—No parece que sea nada. Pusiste el estéreo de tu camioneta lo
suficientemente alto como para hacer imposible mi conversación con
Link. Sin mencionar las miradas sucias que le estuviste lanzando y la
forma en que azotaste violentamente la puerta hace un momento.
—¿A dónde quieres llegar, Raven? —Jugué a ser ignorante.
—¿Tiene esto algo que ver con lo de antes?
—¿Qué quieres decir?
Pagina 111 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Señaló la venda transparente que sujetaba mi brazo para proteger el


tatuaje en la parte interna de mi bíceps. —Cuando tuviste una erección
mientras te tatuaba.
Extrañamente, recordar mi mortificación de antes hizo bastante poco
por mejorar mi estado de ánimo. —No.
—Porque, como te dije, es normal. Quiero decir, quizás no
normal, pero es algo que pasa. Por poco me corro en mis pantalones
cada vez que me terminan un trabajo —Su camisa sudada se pegaba a
sus pectorales hinchados como si se tratara de una venda, el olor de su
transpiración era una droga de acción rápida que esnifé discretamente
por la nariz. Genial, ahora incluso deseo su sudor.
—Lincoln hace tus tatuajes, ¿verdad?
—Sí.
—Y cuando te excitas, ¿siempre desaparece después, como me
pasó a mí?
—A veces —dijo, encogiéndose de hombros, alcanzando otra uva y
frunciendo el ceño cuando deslicé el tazón fuera de su alcance.
—¿Y las otras veces? —Dudé.
—A veces, para solucionar un problema, hay que resolverlo —Su
respuesta resultaba extrañamente perturbadora. Raven poseía una
sensualidad innata, una que en parte atribuía a lo que su madre le
había expuesto. Sin embargo, su autoconfianza representaba la mayor
parte. A diferencia de antes, ahora lo veía en todo lo que hacía, no solo
en las cosas sin filtro que decía. Hacía de fumar una experiencia
orgásmica, para él y para los que lo observaban, gimiendo con pesar
cuando se terminaba. Inclinaba la cabeza completamente hacia atrás
cuando bebía una cerveza, como si no quisiera dejar de lado a ninguna
parte de su esófago mientras el líquido bajaba. Y aparecía desnudo
incluso cuando estaba vestido, porque la forma en que se movía por la
vida era francamente vulgar. Un antifaz ya no me tapaba los ojos
cuando se trataba de él, y habérmelo quitado me provocaba unos celos
viscerales, aparentemente activados por Lincoln, y cuando Raven decía
cosas como: "A veces, para solucionar un problema, tienes que
resolverlo". Lo despreciaba y me despreciaba a mí, aún más.
Pagina 112 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Esto se trata de Link? ¿No lo quieres aquí?


—No. Quiero decir, no, no es eso —Pero era exactamente eso.
Empujé el tazón más cerca de él por encima del mostrador, decidido a
actuar de acuerdo a mi edad.
—Esto no es propio de ti, Clint. No eres un tipo malhumorado.
¿Estás celoso de Link?
—No seas tonto.
—Que mal. Me gusta la idea de que quieras ser mi único amigo.
Aparte de Joey, por supuesto.
—¿Y eso por qué? —Si iba tras mi curiosidad, la habría agarrado
por el cuello de la camisa.
—¿Por qué, qué?
—Actuar despistado no te sienta bien, Raven.
Respirando profundamente y perdiendo su ligereza, giró su mano en el
aire, tanteando. —El que seas territorial conmigo, alimenta mi
necesidad de ser amado o una cosa así.
—¿Eso pasa con todos o solo conmigo? —Apoyé la cadera en el
mostrador.
—Solo contigo. Que se jodan todos los demás —Sus ojos me
preguntaron si estaba lista para esto. Listo para la verdad. Listo para
verlo y amarlo, de cualquier forma.
—De acuerdo.
—¿Eso es todo?
—¿Me estás buscando para que te psicoanalice?
—Joder, no —Resopló.
—Bien, porque no estoy en posición de juzgar a nadie en este
momento.
—¿Eso significa que sí estabas celoso?

Pagina 113 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Suspiré. —Sí, y no volverá a suceder —Lancé una uva al aire a su señal.


Lo atrapó, masticando ruidosamente alrededor de una sonrisa
arrogante—. Necesito socializar más —Dejando el tazón, agarré el pollo
que tenía marinado en el refrigerador.
—Además de Bobby y Joey, soy todo lo que necesitas.
Eso no debería haberme hecho sentir tan bien, tan poderoso o excitado.
—Lo siento —dijo—. Me dejé llevar un poco —Se deslizó fuera de
la encimera.
“Quiero que me vean por lo que realmente soy y que me amen por eso,
de todas formas”.
—Está bien —le dije, deteniéndolo mientras saltaba hacia las
escaleras. Esperó junto al largo de mi cuerpo, mirando en la dirección
contraria y ofreciéndome una visión lateral perfecta de su tatuaje en el
cuello. Partituras. Las notas y las letras se absorbían hacia atrás,
canalizándose hacia el amplio vórtice debajo de sus omoplatos y
estrechándose cuanto más se acercaba a la base de su columna. Para
ser honesto, aparte de saber que lo había hecho, nunca había prestado
mucha atención a los detalles. Lo había visto como otra de sus formas
de expresarse, pero no había pensado en preguntar qué estaba tratando
de transmitir.
Contra mi voluntad y mi mejor juicio, mis dedos alcanzaron las letras
elegantemente escritas. —Nunca dijiste que letra de canción es esta —
dije a la ligera, fingiendo un interés casual cuando en realidad quería
seguir tocando su piel. Me dejó por un segundo antes de alejarse para
mirarme con los ojos entrecerrados. ¿Lo sabía? ¿Sabía que las cosas
estaban cambiando para mí con el tictac del maldito reloj? Que
mientras antes simplemente veía su piel como una dura capa exterior,
ahora la reconocía como la brujería que era.
—Nunca me preguntaste.
—Pensé que eran palabras al azar. No me había dado cuenta de
las notas musicales encima de ellas. Y ahora te lo estoy preguntando.
—Lo he tenido por más de un año. ¿Cómo es que no te diste
cuenta? —dijo con un tono herido—. Yo noto todo acerca de ti.
Pagina 114 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Lo siento —susurré, inseguro de por qué tenía que disculparme,


pero queriendo corregir lo que estaba mal—. Nunca me había acercado
tanto a ti antes —Mi boca se secó, y su piel seguía llamándome—.
Dímelo.
—No es importante.
¿Era eso una falta de voluntad para responder? Quería saber aún más.
¿Un homenaje a un amante? ¿A Lincoln? ¿Era real o imaginaria la
tensión en la habitación? ¿Me pertenecía o era nuestra? Quité una
sartén del cajón de almacenamiento del horno. Si pareciera ocupado, si
me veía ocupado, con suerte no parecería tan interesado en la
respuesta, como desesperadamente me sentía.
¿Qué estoy haciendo? Arrojé la bandeja para hornear encima de la
estufa, irritado conmigo mismo. —Lo lamento, Raven —De nuevo. Me
volví para ver su frente arrugada.
—¿Por qué?
—Al infierno si lo sé, pero lo siento, de todos modos —Por
supuesto, él no sabía por qué me disculpaba porque todo estaba en mi
cabeza. La tensión, la incomodidad, su vacilación por compartir la
información. Lo había inventado todo en mi mente loca porque estaba
equivocado y era culpable de pervertir a un hombre que no podía, ni
debía tener. Nada podría salir de todo esto. Necesitaba sacar mi cabeza
de la arena y sumergir mi polla en algo caliente y rápido.
Raven no debería necesitar llenar mis horas vacías con su tiempo.
Debería haber estado haciendo su vida. Cuando Joey me pidió que
hiciera algo por mí mismo, no era su intención que yo me quedara
despierto por las noches, imaginándome a su mejor amigo de forma
indecorosa. No había visto venir este tren llamado atracción, hasta que
me ató a sus vías mientras se aproximaba a toda velocidad. Tenía que
quitármelo de encima. Estaba loco por pensar que él y yo podríamos
ser amigos.
—“Wicked Game”18 —susurró, y parpadeé, volviendo al aquí y
ahora para encontrarlo de pie frente a mí—, El nombre de la canción es

18
Juego Perverso. Es una canción interpretada por Chris Isaak, y forma parte de la banda sonora de Wild At
Heart.
Pagina 115 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

“Wicked Game” —La trazó sobre su cuello, cautivándome y


devolviéndome a donde había comenzado antes de mi pesado discurso
interno. Solo una pequeña porción de la letra era visible, e iba a trazar
la línea en pedirle que se quitara la camisa. Esquivé el impulso de
arrancarla de su cuerpo eso se convirtió en una posibilidad en
formación.
—Wicked Game —El título me molestó en el cerebro, aunque la
melodía se me escapaba—. ¿Por qué esa canción? —Pregunté, hurgando
en el refrigerador de nuevo, esta vez por nada que necesitara
realmente. Mi corazón latía en mi pecho, maldiciéndome
estúpidamente por hacer una pregunta que podría dolerme o enojarme.
No quería que Raven hubiera estado enamorado, pero solo el amor
podría llevar a un hombre a querer recordarlo para siempre. Y el
objetivo de un tatuaje era nunca olvidar.
Se encogió de hombros con desdén. —Una noche de borrachera y un
reto que perdí.
—¿Por qué eso se siente como una mentira? —Cerré la puerta del
frigorífico con las manos vacías y apoyé la espalda contra ella. Raven no
era víctima de caprichos o modas, y no tomaba decisiones permanentes
basadas en emociones fugaces. Había grabado la canción en su carne
porque importaba, su simbolismo era importante.
—Necesito ducharme antes de la cena —dijo en lugar de
responder, corriendo escaleras arriba.
De repente, me había convertido en un colegial que no veía la hora de
encerrarse en su habitación y escuchar la canción repetidamente,
diseccionando todos sus matices. Quería descubrir más sobre Raven,
sobre lo que lo llevaba a tomar sus decisiones. Sobre lo que me
impulsaba ahora a hacer las mías. Y así lo hice.
La canción aparecía en la banda sonora de Wild At Heart19, la película
favorita de mi madre. Mi padre movía a un lado la mesa de café para
poder girar y dejarla caer mientras Brandon y yo nos reíamos. Brandon

19
Corazón salvaje o Salvaje de corazón (Wild at Heart en inglés) es una película estadounidense de 1990 escrita
y dirigida por David Lynch basada en la novela homónima de Barry Gifford sobre la historia de dos forajidos.
Pagina 116 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

era apenas un niño pequeño, pero la felicidad en nuestro hogar lo


animaba todo el tiempo.
Me acosté boca abajo, haciendo un surco en la almohada entre mis
muslos. Resolviendo el problema que necesitaba ser arreglado.
Las intenciones del cantante me eran desconocidas. Si la música
entraba en el ámbito del arte, para ser interpretada por el oído atento,
entonces la letra hablaba de un amor no correspondido. Sobre la
perversidad de enamorarse del objeto de sus deseos, cuando el deseado
no podía amarlo de regreso. Y todo lo que seguí pensando mientras se
reproducía en bucle en mi habitación, y luego en mis pesadillas, era ¿a
quién tenía que cazar y matar?
¿Quién no amaba a Raven de regreso?

Pagina 117 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Aplasté el cigarrillo con la punta de mi bota y luego pasé frente a la


larga fila para entrar por la puerta lateral del Club Intimate. Inclinando
mi cabeza hacia el portero, me dirigí directamente a la escalera de
caracol que conducía a la sección VIP. Link, Law y algunos de los otros
chicos de la tienda holgazaneaban sirviendo bebidas y agitando la
cabeza con la música. Estábamos celebrando la gran inauguración del
club, y todo lo que podía pensar era que solo había visto a Clint de
pasada durante toda la semana.
Salir de fiesta era lo último que quería hacer esta noche, o cualquier
otra noche, pero los propietarios eran clientes nuestros y se habían
portado bien enviándonos nuevos clientes. Muchos clientes. Así es que
Law había hecho obligatoria la asistencia.
Le envié un mensaje de texto a Clint preguntándole si tenía planes, con
la intención de ofrecer una invitación, pero respondió diciendo que
estaba trabajando doble turno. Era su tercer turno extra esa semana.
Reproduje nuestra última noche juntos, tratando de precisar cualquier
cosa que pudiera haber sido la causa de que él abandonara el resto de
nuestros planes de verano. Mi mente seguía en blanco con excepción de
que se pudiera duro mientras lo tatuaba, cosa que le expliqué que era
completamente normal. Tal vez el dinero era escaso. Tal vez que no
trabajara horas extras durante el verano para pagar las facturas lo
había puesto en un aprieto financiero.
Encogiéndome de hombros, lo descarté como que estaba siendo
demasiado sensible con eso de perder a mi compañero de verano,
especialmente porque Joey regresaría pronto a casa con permiso. Ya no
tendría toda la atención de Clint, algo que había llegado a codiciar,
incluso aunque eso no implicara estar boca abajo con el culo hacia
arriba.
Pagina 118 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Miré por encima de nuestro balcón a los otros asistentes a la fiesta, mis
antebrazos se clavaron en la barandilla. Las caras eran difíciles de
distinguir con la iluminación mínima del local, la mayor parte estaba
restringida al área del bar. Las cabinas hechas para dos personas en la
docena o más de huecos a lo largo del perímetro estaban iluminadas
con velas. Una camarera dejó comida en una de las cabinas, y le grité
por encima del hombro a Link para que hiciera un pedido para
nosotros, a lo que tomó una bocanada de su narguile20 sin responder.
Me reí entre dientes, dirigiendo mi mirada hacia la pista de baile
iluminada con luz estroboscópica que dominaba una gran parte de los
metros cuadrados del club. —¿Por qué acepté esto? —Me pregunté a mí
mismo. Si tuviera que proporcionar una imagen para explicar que cosa
no era mi ambiente, este lugar serviría. A la mierda, donde sea…
—Hey, Link —Me di la vuelta, dándole a la multitud atareada de
abajo una vista de mi trasero y mi espalda—. ¿Quieres bailar? —Hice un
gesto con mi cabeza en dirección a la pista de baile.
—Yo no bailo —dijo, sin apartar los ojos de Law, que estaba de pie
hablándole con dulzura a nuestra anfitriona. Había estado observando
a su padre como un halcón desde que llegamos y parecía contento de
hacerlo en el futuro previsible. No podía quedarme allí con mis
pensamientos por más tiempo, así que volví a mirar a la multitud de
abajo, retorciendo mis manos sobre la barandilla, en busca de una
presa fácil. Necesitaba terminar esta noche borracho y jodido, hasta
pensar que era algo que tenía que buscar en el diccionario para poder
entender.
—Bingo —La respuesta a mis problemas se sostenía cerca de la
salida de emergencia, cuidando su bebida mientras contemplaba la
multitud de cuerpos dándolo todo bajo la bola de discoteca. Al menos
metro ochenta y al menos doce centímetros más alto desde mi posición,
tal vez incluso más. Estaba construido delgado, no era típicamente lo
que buscaba, pero una definición de músculos asomaba en las mangas
de su blusa ajustada. Con suerte, lo suficiente como para hacerme
sentir controlado. Observaba el trasero en movimiento de un jovencito,

20
El narguile o narguilé, más conocido como shisha, au shisha o también hookah, huka, pipa de agua, pipa
oriental o cachimba, es un dispositivo que se emplea para fumar tabaco de distintos sabores.
Pagina 119 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

y todas las dudas que tenía sobre para que equipo bateaba, se
desvanecieron.
Yo tenía mis ojos delineados en negro, lo hice para Halloween una vez,
y causó un alboroto. Joey dijo que hacía que el azul de mis ojos
pareciera translúcido. La barra rubí en mi pezón se asomaba a través
del ancho brazo de mi camiseta sin mangas, brillando bajo las luces
intermitentes a juego.
Saqué una botella de vodka de la hielera que había sobre la mesa,
preparé seis tragos y me los bebí antes de bajar al otro lado del club.
Era una multitud mixta esa noche, y alguien entre ella gritó que me
veía obscenamente follable.
Me acerqué al tipo que me serviría desde la dirección que atraía su
atención, cortando una franja en la pista de baile para que me notara
llegar. La multitud de cuerpos se separó como el Mar Rojo, y él se
enderezó, notándome y ensuciándome con sus ojos verdes. Parecía
tener poco más de treinta años, lo que estaba más que bien. Me
gustaban mis hombres mayores. —Él no te dará lo que quieres —grité
por encima de la música, inclinando la cabeza hacia el trasero que
burbujeaba en el par de jeans rosados que había estado desnudando
visualmente.
—¿Y eso es? —preguntó, inclinándose para ser escuchado.
Lo escaneé, notando una barba del día anterior que no se había
molestado en afeitar y un par de manos callosas. —Has tenido una
semana difícil. Y querrías a alguien con quien no tengas que tomarte las
cosas con calma.
—¿Ah sí? —Sonrió—. ¿Cuál es tu nombre?
—Raven —No me molesté en pedir el suyo.
—¿Te gustaría bailar, Raven?
Guie el camino.
Tres canciones y estábamos compartiendo sudor. El vodka hizo su
trabajo mientras me frotaba contra su muslo y él me presionaba más
cerca con una mano en mi espalda baja, su otra mano exponía mi

Pagina 120 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

pectoral, obsesionándose con mi pezón perforado. Estaba listo para


estallar, Clint en lo más alejado de mi mente.
—¿Me dejas mostrarte lo que te espera? —dijo mi pareja de baile
sin nombre antes de girarme y empujar mi espalda contra su pecho. La
canción pasó a ser algo más sensual. Tengo que acordarme de
agradecer al DJ.
Mis ojos se cerraron cuando mis caderas se invirtieron en sus
embestidas, y se sentía tan bien como si estuviéramos solos en ese
momento. La forma brusca en que tiró de mi cabeza hacia un lado
antes de morderme el cuello hizo que mi polla golpeara mi cremallera.
Deslicé mi mano sobre mi bragueta y apreté mientras él lamía un
camino hacia mi tatuaje, enfriando la mordedura. El elástico que
sujetaba mi cabello saltó bajo sus manos. Ahora todo en mí se estaba
desmoronando.
—Joder —Jadeé mientras el mundo giraba detrás de mis
parpados cerrados.
—Creo que tenemos un admirador —susurró bruscamente,
emocionado por la perspectiva. Su pene desafiaba las dos capaz de
mezclilla que nos separaban. Lentamente abrí los ojos, esperando ver a
Link mirando desde el balcón de la sección VIP, pero no estaba allí.
Confundido, deslicé mi mirada alrededor, entrecerrando los ojos hasta
que mi visión se estrelló contra Clint.
Estábamos en las afueras de la pista de baile, visibles para los
transeúntes, y Clint estaba parado afuera de uno de los nichos, vestido
para el pecado y con una mirada de asesinato y disgusto en su rostro
cincelado.
—Espera —dije débilmente, tratando de soltar la mano enredada
en mi cabello y la que estaba tocando mi pene—. Para —Dije con más
firmeza, apartando su boca de mi cuello. Los dedos de Clint se cerraron
en bolas apretadas contra sus muslos, su mandíbula se retorció con un
humor tan negro como su atuendo. Entonces, como si el universo
pensara que los latidos de mi corazón no eran suficientes, una morena
delgada con un vestido diminuto se deslizó del hueco oscuro detrás de
él, deslizando su brazo huesudo a través del suyo.

Pagina 121 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Me quedé allí, inerte en los brazos de un extraño, con el pelo y la ropa


desordenados, mientras el hombre al que amaba me miraba sin
reconocerme y luego se giraba para huir con otra persona.
Se veían bien juntos, y dolía.

Subí los escalones del porche en piloto automático, una vez dentro
cerré la puerta y golpeé mi cabeza contra la madera. Link había sido mi
transporte hasta el club, y sin decirle nada a nadie, tomé un taxi a casa.
No sabía en qué pensar primero. El hecho de que el claro disgusto de
Clint por mi exhibición dejaba de lado lo que realmente sentía acerca
de mi orientación sexual. O el hecho de que él estaba en algún lugar, en
este momento, con la polla hasta el fondo en otra persona.
Toda la predicación constante que había hecho acerca de ser uno
mismo y nunca esconderse de nadie, y cuando llegó el momento de
poner su dinero donde estaba su boca, eligió la salida cobarde. Todo
cobra sentido ahora. La forma en que había titubeado al preguntarme
acerca de mi vida amorosa.
—Escuché a Joey bromear contigo sobre… ah… ciertas cosas…
Ni siquiera pudo decirlo. Y la tarde que Link vino a hacer ejercicio.
Clint no estaba enojado porque estaba celoso.
—Lincoln hace tus tatuajes, ¿verdad?
—Sí.
—Y cuando te excitas, ¿siempre desaparece después, como me
pasó a mí?
Supuso que Link y yo estábamos follando y vernos juntos lo
incomodaba.
Me había estado balanceando de dolor, ira y celos en el largo viaje a
casa en taxi después de derramar el contenido de mi estómago en la
Pagina 122 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

acera del club. Él fingió ser algo con lo que no podía estar a la altura, y
le di el poder necesario para hacerme daño. Verlo con esa chica me hizo
retroceder seis años a esa noche frente a la puerta de su habitación.
Entonces mi cabeza giró hacia la escalera, su habitación al otro lado de
ella, y mis piernas se doblaron.
Él no se atrevería.
No esta noche. No traería a alguien aquí sabiendo lo devastado que me
había dejado. Porque si podía sentir el dolor clavándose en mi rostro
como una navaja mientras que él me condenaba con su aversión, eso
quería decir que él podía verlo.
Yo me hice esto a mí mismo. Él no me pidió que me enamorara de él.
No me pidió que pisoteara la línea entre nosotros. Lo hice todo por mi
cuenta, sabiendo cuál sería el resultado. ¿Por qué regresé aquí? ¿Por
qué me había apuntado voluntariamente a más dolor?
Necesitaba un plan para llevar mi cuerpo y mi maltrecho corazón a mi
habitación, porque no podía moverme a través del entumecimiento.
Las escaleras también estaban más cerca de su dormitorio. No podía
acercarme a ellas. No sabía si él estaba ahí dentro. No sabía si estaba
solo.
Empujé en silencio la puerta de la cocina y me encontré cara a cara con
el orquestador de mi corazón roto. Estar entumecido era una buena
noticia, pero temía que Clint tuviera el poder de hacerme sentir, incluso
entonces, y esas serían malas noticias. Diminutos pinchazos invadían
mis extremidades. La sensación helada antes de que todas las
sensaciones regresaran. Tuve que recordarle mentalmente a mis
pulmones que necesitaba respirar.
Estaba encorvado en la mesa como el dios que tantas veces tomaba en
vano, las mangas de la camisa arremangadas en sus antebrazos
musculosos, los botones delanteros desabrochados, revelando una
camisilla blanca estirada a su máxima potencia. Bebió el líquido
marrón que había estado agitando en su vaso, y me mantuve firme
cuando su mirada volátil se posó en la mía.
—¿Te lo follaste? —preguntó con una mueca de desdén. La
grosería inesperada me derribó. Los vapores de su whisky escocés
Pagina 123 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

favorito restringían la circulación del aire, era como si las paredes se


hubieran bañado en él. Y maldita sea, porque tan dañado como estaba
por él esta noche, la parte podrida de mí ansiaba tener el peso de su
intoxicación sobre mí.
—¿Te la follaste? —Escupí a cambio. Me acerqué sigilosamente al
refrigerador, usándolo como un apoyo, porque si respondía que sí,
necesitaría todo el apoyo que pudiera obtener—. Mejor aún —Dije,
escogiendo la autopreservación—. ¿Qué si me lo cogí?
Clint volvió a llenar su vaso, la vena en el centro de su frente a punto de
romperse. Me niveló con una mirada antes de gruñir y alejarse como si
verme lo enfermara. El rechazo me golpeó como un puñetazo en la
cara, y todo en mí gritó para que me defendiera. Que rabiara, pateara,
golpeara y nunca retrocediera. Pero joder, mi amor por él detuvo mi
mano. Preferiría morir de este dolor que lastimarlo. Con suerte, una
buena noche de sueño me curaría de esa enfermedad.
—Soy gay, Clint. Lo sabes desde hace más tiempo del que me
conoces, y pensé que lo habías aceptado. Que me habías aceptado. Pero
esa mirada que me diste esta noche... —Lo dejé pasar, demasiado
avergonzado de él para dar una descripción de su desaprobación.
Miedo de que al hablar, esa vergüenza se transferiría a mí. Miedo de
que el daño ya estuviera hecho—. ¿Solo estás bien con eso cuando no
tienes que verlo con tus ojos?
—¿Qué? —dijo, con la boca abierta y cerrándose como si el resto
de sus palabras fueran demasiado grandes para escupirlas—. ¿De eso es
lo que crees que se trata todo esto?
Me suavicé, hundiéndome contra el acero inoxidable en mi espalda, el
alivio hacía difícil estar de pie. Es un malentendido. Lo había estado
sobre analizando. Nunca volveré a beber vodka.
Luego recordé la forma en que sus ojos me habían recorrido con juicio,
causando que me desangrara en esa pista de baile. La sorpresa de
verme no habría hecho que su labio superior se apartara de sus dientes.
—Entonces dime, ¿Qué te pasó por la cabeza cuando me viste esta
noche?

Pagina 124 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Las facciones demacradas de Clint se volvieron carmesí mientras él, de


nuevo, me abrasaba con su mirada despectiva un segundo antes de que
se desvaneciera. No tenía ningún problema con mi cara, su estaba
dirigida sobre mi cuello. El lugar en donde el tipo en el club había
tenido la lengua y sus malditos dientes. Por eso le había costado mucho
mirarme desde que entré en la cocina. Clint me había condenado bajo
las luces intermitentes de esta noche. Me había visto duro y listo, tan
excitado por la lujuria y no por encima de dejarme tomar en frente de
todos. Había vislumbrado un lado de mí que nunca antes había tenido
que enfrentar, y no le había gustado. Y ahora, tendría que admitirlo. No
lo dejaría obtener un pase gratuito. Distraídamente toqué mi tatuaje en
el cuello mientras esperaba a que él me respondiera, las yemas de mis
dedos rozaron donde habían estado los dientes del extraño. —Dime lo
que estabas pensando, Clint.
—Estoy borracho y tú has estado bebiendo. Podemos hablar de
esto mañana —Se frotó la cara de arriba abajo, evitándome.
—Eso es lo que hago, Clint. ¡Bebo, fumo, tatúo y follo! —Até mis
palabras con alambre de púas, afilado y cortante. Y su reacción
instintiva de alejarse de ellas, apuñaló profundamente como un
cuchillo a través de las costillas—. ¡Mírame!
Y lo hizo, su furia regresó o quizás es que nunca se había retirado. —
Hablaremos por la mañana —Se puso de pie, dejando atrás su botella
medio vacía. Corrí hacia la puerta batiente, bloqueándola con mi
cuerpo.
—No, vamos a hablar ahora, porque es posible que no esté aquí
por la mañana.
—Puedo oler a ese tipo en ti —dijo entre dientes, mirándome
fijamente, y negué con la cabeza, estupefacto. Alguien o algo había
secuestrado el cuerpo del hombre al que conocía.
—Eres un cobarde homofóbico —dije, avanzando mientras él
retrocedía como si yo tuviera la peste. Me bajé el cuello de la camisa y
estiré la cabeza para que tuviera una vista excelente de mi garganta
contaminada—. Este no es el único lugar en donde su lengua habría
terminado esta noche.

Pagina 125 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Con una maldición, Clint se alejó de mí, presionando sus palmas contra
la encimera y bajando la cabeza. Esperé una respuesta. Una disculpa.
Cualquier cosa. El reloj que hacía tictac sobre el fregadero ayudó a
medir cuánto tiempo había pasado desde que se había quedado en
silencio. Diez segundos. Demasiado.
—Di algo, Clint —No dejes que este sea el último de nosotros—.
No permitas que me vaya de aquí creyendo que eras una mentira.
Creyendo que te había imaginado —Que imaginé tu grandeza. Apreté
mi labio inferior contra mi superior para evitar temblar. Irme esta
misma noche habría requerido la habilidad para moverme, pero ya me
veía por la mañana, empacando y yéndome—. ¿Cómo pude haber
estado tan jodidamente equivocado acerca de ti? —Susurré. Clint no
dijo nada. Se empujó de la encimera y pasó a mi lado, la puerta de la
cocina girando sobre sus bisagras.
Obligándome a superar mi parálisis, corrí escaleras arriba, sacando mi
maleta de debajo de la cama y lanzándola sobre el colchón. Tomé un
montón de ropa de la barra del armario y la tiré en el equipaje, con
perchas y todo. Di la vuelta para despejar el estante superior a
continuación, pero me atraganté con un nudo en la garganta cuando los
ojos de Clint me devolvieron la mirada. Caí de rodillas dentro del
armario, bebiendo del mural de mi arcángel. Quería correr al garaje y
cubrirlo de pintura roja, pero mis piernas no obedecieron mi orden.
Además, ¿de qué serviría eso cuando la réplica vivía escondida en la
piel debajo de mi camisa? Recorrí la piel tensa de mi caja torácica, el
tatuaje quemaba y dolía y se burlaba de mí.
Traté de calmar mis pensamientos acelerados, respirando y
parpadeando para deshacerme de la humedad. Algo no se sentía bien
acerca de cómo se había desenvuelto la noche, las cuentas no
cuadraban. Tal vez Clint tenía razón acerca de que era mejor esperar
hasta la mañana para hablar. Hasta que estuviera sobrio. Después de
todo lo que había hecho por mí, ¿no le debía una conversación con la
cabeza despejada? ¿Podría darle la vuelta a esto?. —¿Por qué, Clint?
¿Qué diablos te pasa?
Continué empacando lo esencial porque una palabra equivocada y lo
convertiría en un fantasma a él y a este lugar.

Pagina 126 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

¿Qué íbamos a decirle a Joey?. —Mierda —No podía perderme la


graduación de entrenamiento básico de Joey, y Clint y yo estábamos
listos para viajar juntos. Podría fingir si tuviera que hacerlo. Por Joey,
podría hacer cualquier cosa, pero una vez que llegara a casa, no habría
manera de eludir la verdad, porque al diablo con cualquiera que
pensara que iba a permitir que toda esta mierda fuera escondida debajo
de la cama.
Me incliné hacia atrás en el suelo alfombrado, pero no podría dormir
esta noche. Y mañana, Clint sería el que lo daría todo o se arriesgaría a
perderlo todo. No iba a obtener nada más de mi parte. Ya no confiaba
en él. Y esperaba que se preparara para la discusión.

Pagina 127 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

La entrada de la cocina recibió la mayor tracción por estar cerca del


garaje y del frente del camino de entrada. Tuvimos que reemplazar los
cuadrados de linóleo más de una vez a causa de todo el tráfico peatonal
que entraba y salía de la casa, especialmente en los meses de invierno
cuando caminar hasta el frente resultaba menos atractivo. Debería
haber sabido que bajar a escondidas los escalones traseros a la mañana
siguiente, causaría una colisión frontal con Clint. Me había despertado
sin estar preparado para enfrentarme a él, y con mi bolso de lona ya
empacado y colgado en mi hombro, había planeado escabullirme más
tarde en la noche.
Clint estaba como centinela en la puerta trasera, con los brazos
cruzados, postura amplia y dispuesto a pelear. Cargaba la ropa y el
hedor de la noche anterior. En algún lugar en el fondo de uno de los
cubos de basura, flotaba una botella ahora vacía de whiskey escocés.
Estaba seguro de ello.
—¿Vas a algún lado? —preguntó, pero bien podría haber dicho un
“no irás a ninguna parte”. Color rojo acunaba sus ojos y había huellas
de dedos incrustados en su cabello. También presentaba una extrema
necesidad de recibir un afeitado. Clint parecía un hombre deshecho.
Excepto que esta no era la clase de Clint deshecho con el que había
soñado.
Mi bolso se deslizó de mi hombro, cayendo a mis pies con un ruido
sordo. —Adónde voy no es asunto tuyo. Volveré por el resto de mis
cosas más tarde. Ahora, fuera de mi camino.
Su mandíbula se apretó obstinadamente, y cuando abrió los brazos,
noté que tenía un sobre en la mano. —¿Qué es esto? —Se acercó lo
Pagina 128 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

suficiente para que pudiera leer el nombre, sin tener que abandonar su
posición en la puerta.
Me esforcé por leer la letra pequeña, porque de ninguna manera me
acercaría más a él. El sello del tribunal del condado adornaba un sobre
dirigido a Raven Miller. Yo se lo arrebaté como si eso fuera suficiente
para que lo olvidara. —No es nada —Me puse en cuclillas y metí la carta
en el bolsillo lateral de mi bolso de lona.
—Estás recibiendo documentos legales con mi apellido. Claro que
es algo.
Estaba destinado a ser una sorpresa. Había obtenido la aprobación de
Joey antes de cambiar mi apellido por el de ellos. El tiempo nunca
había sido mi aliado. Clint dirigió una sonrisa fracturada hacía mí, sin
duda sumando dos más dos. Habría sido tan fácil olvidarme de la
noche anterior, con él mirándome con abierta aprobación. —Voy a
deshacerlo. Entonces, como te he dicho, no es nada.
—Raven… —Su voz es derrota, dulzura agria, arrepentimiento y
amor. Todo transmitido en un pequeño susurro. Una vez más, tuve que
preguntarme qué le había pasado la noche anterior—. ¿Qué fue lo que
te hizo hacerlo? —Se dejó caer contra la puerta que había estado
protegiendo. Su rendición amenazaba con estimular la mía. Me mordí
la mejilla para mantener el dolor al frente y al centro, porque temía que
se me escapara entre mis manos olvidadizas.
—Parecía lo correcto. Un cimentado permanente, una forma de
decir que ahora soy tuyo —Esa última admisión había sido demasiado,
pero pensar antes de hablar era un trabajo para el que nunca había
calificado. No cuando se trataban de asuntos del corazón, razón por la
cual durante años había permanecido mayoritariamente alejado.
—Siempre has sido mío —dijo.
—No… no me vengas con una mierda así —Lo apuñalé con un
dedo. Porque no significa lo mismo para ti que para mí. Cogí mi bolso
del suelo—. Ya hemos terminado.
—Lo lamento, Raven.
Pagina 129 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Bufé, burlándome de lo fácil que él pensó que sería. —¿De qué te


arrepientes, Clint? ¿Lamentas no ser un mejor actor? ¿Lamentas que
ahora sepa la de verdad de cómo te sientes?
—Pero no sabes la verdad —murmuró, acercándose para
quitarme mi bolso, arrojándolo en algún lugar detrás de mí y fuera de
mi alcance—. Nunca te conté toda la historia sobre el día en que
murieron mi padre y mi hermano.
—¿Y eso que tiene que ver con este? —Pregunté, de mal genio.
Clint lo consumía todo cuando estaba tan cerca. Restringía el aire y la
luz en la habitación. Me paraba debajo de su silueta, incapaz de ver o
respirar algo más que a él. Era todo lo que yo siempre había querido, si
solo fueran las condiciones adecuadas.
—La persona con la que estaba teniendo sexo, la razón por la que
envié a mi hermanito a la exposición en mi lugar. Era mi vecino. Adam
—Dejó que eso se hundiera en mí, por unos momentos—. Estaba
teniendo sexo con mi vecino mientras mi padre y mi hermano se
estaban muriendo.
El silencio se abrió camino hasta el frente de la fila, y yo le permití
tener su turno, sintiéndome más que dispuesto a esperar mientras que
la bomba que Clint había soltado, destrozaba las paredes que había
construido apresuradamente. Me tragué mi confusión, repasando lo
que había dicho, sin estar del todo convencido de comprenderlo bien.
—¿Entiendes lo que te estoy diciendo, Raven?
—Nunca antes dijiste nada, ¿por qué no lo dijiste? —Le pregunté.
Haber escuchado esto hace tiempo me habría acortado un largo
camino. En lugar de pasar años huyendo de él, podría haberle
demostrado porque nosotros podríamos funcionar. Si bien yo no tenía
ni idea de él, él sabía que esto nos conectaría, y nunca dijo nada ni dio
ninguna indicación de que sintiera algo más que un amor platónico
hacia mí.

Pagina 130 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Me encontraba de regreso en el punto de partida. Queriendo a un


hombre que no me quería de regreso. No en la forma en la que yo lo
necesitaba.
—Hasta hace poco, nadie sabía la verdadera razón por la que yo
no estaba en ese auto. La verdadera razón por la que sigo aquí. No
estaba listo para compartir el resto. No vi la importancia.
—¿Y ahora sí?
—Sí.
—¿Por qué? —Pregunté.
—El como terminaron las cosas anoche… —Negó sutilmente con
la cabeza—. Ese no era el mensaje que quería dejarte.
—¿Y Adam?
—Lo terminé, por supuesto. No podía tener lo que quería —dijo,
como si debiera haber sido algo obvio para mí. Y quizás sí. Las piezas
de Clint comenzaban a encajar juntas.
—Porque cosas malas pasan cuando lo tienes, ¿No? Cuando
tienes lo que quieres —No esperé la respuesta, no la necesitaba—. ¿Ha
habido otros Adam desde entonces…?
—No —dijo con rigidez. No necesitaba preguntar, por qué ya
sabía que había aplicado la misma lógica de cómo habían terminado las
cosas—. Luego, conocí a la madre de Joey en una fiesta universitaria en
la que no tenía que estar allí. Había otras como ella. Chicas que sin
saberlo jugaron un papel durante mi penitencia. Estaba afligido,
lidiando con la culpa de cualquier manera posible.
—¿Cuál es la verdadera razón por la que me estás diciendo esto
ahora mismo? —Pregunté con sospecha, deseando poder volver a
confiar en él—. Hay algo más.
—No, no lo hay…
—Estás mintiendo.

Pagina 131 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Yo no…
—¡Esfuérzate un poco más!
—¡Porque incluso antes de decirlo, ya sabía que un lo siento no
sería suficiente! Y porque nunca pensé que podría sentir un dolor más
aplastante que perderte, hasta que te lastimé. No quiero que te vayas
creyendo que alguna vez podría avergonzarme de ti, Raven. O que no
te acepto. Esa no es la verdad —Deslizó un mechón de cabello suelto
sobre mi hombro hasta mi cabeza, y quise enfurecerme por la injusticia
de lo opuesto de nuestros sentimientos por el otro. Quería tirar de él
hacia mi cuerpo, y decirle que podía descargar cualquier culpa
persistente en mí. Quería convencerlo de que Joey estaría bien con
nosotros, incluso si no lo estuviera, porque sería capaz de enfrentarme
a lo que sea con tal de tenerlo. Quería rogarle que lo intentara, que me
viera como algo diferente. Que me viera como una posibilidad porque
yo lo veía a él como la única opción. ¿Era lo suficientemente valiente
como para hacerlo? ¿Para mostrarle mi mano?
—¿Estamos bien?
—Lo estaremos —dije. Porque el daño ya se había asentado en
mis huesos, y sacudirlo no sería algo instantáneo.
—¿Te quedarás? —Se paró cerca de mí, demasiado cerca. Me
privaba de la capacidad de pensar.
Me tapé la boca con las manos, manteniendo a raya cualquier promesa
impulsiva, y retrocedí varios pasos. Con algo de espacio entre nosotros,
tenía aire de nuevo al que respirar, y ya no era él quién lo suministraba.
—No puedo estar de acuerdo con eso en estos momentos —
Porque, quedarme podría resultar perjudicial para mi bienestar. Sin
embargo, algo no estaba bien. Había logrado convencerme de que mi
sexualidad no era un problema. Pero algo más estaba en juego. ¿De qué
me estoy perdiendo?—. ¿Qué es lo que no me estás diciendo, Clint? —
Seguí el movimiento del nudo en el centro de su garganta.
—Ya te lo he dicho todo —Mentir nunca había sido algo fácil para
él.
Pagina 132 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Recordé la mirada de pura repugnancia en los rasgos de Clint cuando


me había visto en el Club Intimate, y mi pulso se disparó cuando su
historia ya no estaba solucionándolo todo. —Anoche… —Me detuve,
decidiendo rebobinar las cosas, para esta vez pensar antes de hablar.
Hojeé imagen tras imagen. El beso prolongado de Clint en mi cabeza
esa noche que seguimos la tradición de leer las cartas de Joey en el
sofá. Su repentina necesidad de espacio después del agotador
entrenamiento en el garaje, justo después de que el dorso de su mano
accidentalmente rozara mi polla endurecida a través de mis pantalones
cortos de gimnasia. “Cuando no esté duro es que deberías
preocuparte”, había bromeado después de que farfullara una disculpa.
Había sido un intento de mi parte de distraerlo. Era mejor que me
creyera una zorra que se diera cuenta de lo atraído que me sentía por el
resbaladizo sudor de su cuerpo.
El toque de sus dedos contra mi tatuaje en el cuello, el toque que
reclamé mentalmente como una caricia porque yo había querido que lo
fuera. Porque se sentía como una. Y le había dado el nombre de la
canción escrita en mi piel porque lo había deseado tanto. Otra mentira
que me había dicho a mí mismo. ¿Y si fuera la verdad? Y si esa erección
espontánea que había tenido mientras mi aguja se arrastraba por la
parte interna de su brazo y sobre la que yo le había asegurado que no
era nada… ¿Y si no hubiese sido nada? ¿Y si lo fuera todo?
Revisé cada cosa de nuevo, a través un nuevo lente. El roce de su dedo
debajo de mi ojo en nuestra visita al distrito de arte, su escrutinio sobre
Link, los turnos dobles que había tomado...
Las paredes de la pequeña cocina se apretujaron contra mis vías
respiratorias, extrayéndome de la revisita a los eventos pasados. —
¿Clint?
Se dio la vuelta antes de revelar algo, con la cabeza gacha mientras se
aferraba a los bordes de la encimera.
Decidí ser valiente primero, arriesgarme. Era una extremidad delgada y
lista para romperse, que apenas estaba aguantando porque habíamos
pasado por demasiado como para dejar que todo terminara en una falta
Pagina 133 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

de comunicación. Si me equivocaba en esto, su disculpa no significaba


nada frente a lo de anoche. —Estoy enamorado de ti —le dije—. He
estado enamorado de ti desde que tenía diecisiete…
—Raven —Interrumpió con voz ronca.
—Y, por favor, no minimices mis sentimientos con tonterías como
que todavía soy joven o que estoy confundido. Puedo manejar cualquier
cosa menos eso —Me preparé para su ira, su rechazo, su indiferencia...
Cuando finalmente me honró con su mirada color humo, solo había
agotamiento allí dentro. Había perdido cualquier pelea que había
estado librando internamente—. Ahora, te toca. Esa mirada acalorada
tuya de la noche anterior, cuando me viste bailando con ese tipo…
Clint se estremeció ante el recordatorio, mirando hacia la mesa donde
su teléfono celular vibraba como un salvavidas.
—No respondas.
—Podría ser del trabajo…
—A la mierda el trabajo —dije con crudeza, sin intimidarme por
los ojos hostiles que me miraban—. ¿Fue ira o celos?
Suspiró, dando vueltas en su lugar con las manos atascadas en su
cabello.
—¿Estabas enojado por verme con un hombre porque crees que
estaba mal o fue por celos, maldita sea?
—¡Ambas cosas! —El costado de su puño golpeó la encimera,
sacudiendo el estante para platos—. ¡Todo lo que dijiste! Estaba
avergonzado y enojado conmigo mismo por desearte. Enojado porque
que estés con un hombre está mal, si ese hombre no soy yo. Celoso
porque el único par de manos que deberían estar prendiendo fuego a tu
cuerpo son los míos —Clint se abalanzó sobre mí, sus dedos
recorriendo mi garganta, un gruñido retumbando en su pecho—.
Quería arrancarle la maldita lengua y azotarte por ser tan puta —Me
soltó con un siseo, saltando hacia atrás y mirando boquiabierto sus
manos temblorosas—. Jesús, Raven. L-lo lamento.
Pagina 134 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No lo sientas —dije, frotándome la garganta, mi pene golpeaba


contra la cremallera rogando por libertad—. Es así como te quiero,
Clint. Sin restricciones, insensible y despreocupado por las
consecuencias.
Todo su cuerpo tembló, la adrenalina saltando fuera y el
remordimiento tomando su lugar. —Pensándolo bien —dijo,
esquivándome en cuanto me acerqué a él—. Tal vez deberías irte
porque tengo miedo de lo que podría pasar después —Atravesó de
golpe la puerta batiente, el fuerte golpe que tronó contra la pared hizo
que mis hombros se sacudieran.
No iba a irme. Ni siquiera un fuego salvaje podría sacarme ahora de
esta casa. Y aunque la idea de lo que vendría a continuación
aterrorizaba a Clint, la anticipación me emocionaba. Clint lucharía
contra esto. Dejaría que todas las razones por las que "no deberíamos
hacerlo" obstruyen su cabeza. Nunca se le ocurriría confiar en su
corazón. Ahí es donde iba a entrar yo.
Pasé por encima de mi bolso para llegar a las escaleras, deteniéndome
en el cuarto de lavado para hojear las cosas sucias de Clint. No me
habían follado anoche, y tampoco había dormido mucho. Y ahora que
la ira y la traición se habían convertido en un recuerdo lejano, mi cama
gritaba porque metiera mi trasero allí y ahora y me hiciera cargo de
ambas necesidades.
Minutos más tarde, estaba en mi cama con el trasero desnudo y pegado
a la cabecera, tomando el consolador color carne que había pegado allí.
Los bóxers de Clint presionaban contra mi nariz y mi agujero lubricado
se tragaba la polla, mantuve mis ojos firmemente fijos en mi puerta
abierta, esperando un visitante.
Mientras más me acercaba al orgasmo, más luchaba por sofocarme con
su fragante olor. No podía ser amable o discreto, y me importaba un
carajo que escuchara la cabecera de mi cama golpeteando la pared. Me
corrí en un gemido, cubriendo mi coronilla con los calzoncillos de
algodón mientras rugía su nombre.

Pagina 135 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Devolví el material ahora pegajoso a mis fosas nasales dilatadas, con mi


culo apretándose por el olor de nuestros aromas combinados.
Con la mirada pegada al retrato del arcángel en la pared del armario,
estaba preparándome para una pelea. Clint estaba oxidado cuando se
trataba de batallas del corazón. Peor aún, no tenía experiencia y estaba
protegido. Vivir con miedo de vivir le haría eso a cualquiera. Pero la
guerra contra el amor era una batalla que había estado peleando solo
durante años. En esto, la edad no significaba nada. No le daba a Clint la
ventaja. En todo caso, lo dejaría tambaleándose con la necesidad de
algo que lo sostuviera. Eso sería yo para él, porque en todo esto yo tenía
más experiencia. Clint no tenía oportunidad contra mí.
La operación “conseguir que Clint me folle y se enamore de mí” estaba
en pleno efecto.

Pagina 136 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Caminar solo en un rincón mientras bebía una cerveza no era la forma


ideal de pasar el tiempo en el picnic familiar del departamento. Había
planeado traer a Raven conmigo, pero después de lo que sucedió hace
casi una semana, no tenía intenciones de recordarle sobre el evento. Si
no hubiera sido una buena manera de evitarlo, yo me lo habría saltado
por completo.
El capitán, que se había casado bien, celebraba anualmente una
barbacoa de integración de equipos en su casa a las afueras de
Mansfield. La casa se asentaba sobre un lago que avergonzaba al
nuestro. Nuestro. Mi subconsciente había comenzado a pesar en todo
como “nuestro”. Excepto él, que mi cerebro lo almacenaba como mío.
Cerca de cien de nosotros, con familias incluidas, estábamos presentes.
Tomé asilo en la biblioteca con vista a los terrenos traseros donde la
música sonaba a todo volumen, los niños chapoteaban en la piscina y el
humo de la parrilla flotaba en el aire. Enferma y cansada de mi
melancolía, Bobby había desaparecido entre la multitud, ejerciendo su
don de la palabra mientras yo fallaba en no obsesionarme con Raven.
Al escuchar los pesados pasos del capitán cada vez más cerca en el
pasillo y no quise poner otra sonrisa falsa para él, así que terminé lo
que me quedaba de la cerveza caliente y arrastré los pies a través de las
puertas del patio de la biblioteca para unirme a todos los demás en el
lado de afuera.
Me detuve en el borde del patio cuando Melanie, la esposa de Bobby,
comenzó a pisar fuerte hacia mí con una mirada resuelta en sus ojos.
Detrás de ella, Bobby se encogió de hombros a modo de disculpa.
Preferiría arriesgarme con el capitán.
Pagina 137 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Volví a entrar, feliz de encontrar la habitación todavía vacía, giré a la


derecha en el pasillo, subí las escaleras antes de encerrarme en uno de
los baños. Mirarme en el espejo estaba fuera de cuestión, así que evité
el lavabo y tomé asiento en la tapa cerrada del inodoro.
Había pasado algo grande en la cocina con Raven. Ahora, mirando mis
dedos abiertos que se habían aferrado a la carne flexible de su garganta,
pensé en cómo habíamos llegado a eso. ¿ahora como iba a explicarle a
Joey la tensión en nuestra relación? Porque él nunca podría saber la
verdad.
Pronto tendría que tratarme el calambre en mi cuello. Eran las
consecuencias de dormir poco en casa y luego quedarme dormido en el
incómodo asiento trasero de la patrulla durante las horas almuerzo.
¿Cómo podría volver a dormir igual después de haber escuchado a
Raven follarse a sí mismo por encima de mi techo y luego llamar mi
nombre como si necesitara que lo salvara de un orgasmo asesino?
Me había masturbado con una mano apretada contra la pared vibrante
de mi dormitorio.
Había estado durmiendo a trompicones desde entonces, saliendo al
trabajo antes del amanecer para evitarlo y adjudicándome una mayor
cantidad de turno. Mi palma encallecida aliviaba un poco la rigidez, e
hice una mueca al recordar otro tipo de rigidez la cual mi mano había
aliviado esa misma mañana.
Tenía un plan simple y bien pensado. Convencer a Raven de que mi
reacción no había brotado de alguna clase de homofobia
profundamente arraigada y arreglar ese algo que había roto dentro de
él. Haber mencionado a Adam había sido mi plan de respaldo, el que
había esperado más de la esperanza no tener que usar.
Tan pronto como las palabras, "Lo siento", se soltaron de mi boca, se
hizo claro como el cristal que se necesitaría más de mí para arreglar las
cosas. El hecho de compartir mi secreto más oscuro no tenía un sentido
real sobre mi comportamiento en el club, y a partir de ese momento y
con el tiempo para reflexionar, sabía que Raven también llegaría a esa

Pagina 138 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

conclusión. No había contado con que lo captara al instante, ni estaba


preparado para su revelación.
He estado enamorado de ti desde que tenía diecisiete años.
—Cristo —Froté círculos en mis sienes. ¿Cómo es que no había
visto eso? Se mudó después de la escuela secundaria, su necesidad de
ser visto como un adulto, su negativa a verme como una figura paterna
por más tiempo... Incluso mirándolo ahora, armado con nuevos
detalles, las mismas excusas que yo mismo había presentado antes de
todas esas declaraciones trascendentales, todavía aplicaban. Había
pasado por algo las cosas que no sabía que buscaba.
Bobby tenía su propio papel en esto, uno por el que la había estado
penalizando sin darme cuenta con mi silencio y mi nube negra. Si no
hubiera sido por su insistencia en que saliera con su cuñada, me habría
quedado en casa, felizmente ajeno a la cama o callejón en el que Raven
terminara esa noche. En lugar de eso, terminé enloqueciéndome en el
estacionamiento del club, conspirando para hacer una llamada
anónima que llevaría a ese tipo de boca a la cárcel y no en el interior de
Raven.
Sin embargo, toda la culpa recaía en mí. Si no hubiera estado
desesperado por borrar a Raven y su perpetuo “fóllame” de mi cabeza
desviada, nunca habría estado de acuerdo con la fecha o su elección de
destino. Pertenecía tanto a un club nocturno como a una sala de juntas
corporativas.
Un golpe tentativo sonó en la puerta del baño, y luego se filtró la voz de
Bobby, preguntándome si me encontraba bien. Esta casa, con sus bien
intencionados ocupantes, se negaba a dejarme merodear sin ser
molestado. No podía escapar de mi vida en el trabajo, no con Bobby
dando vueltas, y ni siquiera mi hogar me brindaba ya un momento de
paz. Una vocecita me decía que mi hogar podría brindarme una paz
infinita si se lo permitiera.
—No —susurré. No podría hacerle eso a Joey. A cualquiera de
nosotros. A Brandon.

Pagina 139 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿No? ¿No estás bien? —Dijo Bobby, alarmada, y con mis codos
clavándose en mis rodillas, incliné mi rostro hacia mis palmas abiertas.
Busqué un lugar feliz en mi mente mientras ella zumbaba desde el lado
opuesto de la puerta de roble. La letra de "Wicked Game" sonaba de
música de fondo con las voces balbuceantes de mi cerebro, y le subí el
volumen. Mis dedos se estremecieron al recordar la sensación sedosa
de la piel tatuada de Raven debajo de ellos. Al final de la canción,
aprobaba de todo corazón no enamorarme nunca, porque tenía miedo
de descubrir lo que el deseo podría llevar a hacer a un hombre tonto
como yo.
Cosas egoístas, probablemente. Cosas que le costarían a todos los
involucrados, igual que antes. Juré que nunca volvería a hacer eso, y no
existía un estatuto de limitaciones cuando se trataba de una promesa.
Continué con la canción, y luego algo hizo clic. La sensación de que me
apretaba en medio del espacio reducido, como el agarre de un oso.
Rápidamente pronuncié la letra grabada en mi cerebro antes de
mirarme al espejo. Mirándome fijamente estaba la desgastada
respuesta a la pregunta que me atormentaba desde el momento en que
supe el origen del tatuaje de Raven.
Yo era la persona que no lo amaba de vuelta.

Un vacío en ambas partes aliviador y desgarrador, me recibió cuando


me escabullí por la puerta principal, como si fuera un ladrón en mi
propia casa. Me moví por las habitaciones, las yemas de los dedos
rozando las paredes, tratando de recordar cómo eran las cosas antes de
que todo cambiara, preguntándome si alguna vez volverían a ser igual.

Pagina 140 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

La motocicleta de Raven estaba reclinada sobre su soporte en el camino


de entrada, pero la quietud y oscuridad de la casa me dijo que no tenía
prisa por encontrarme, lo que me hizo querer buscarlo.
Habían pasado unos días desde el picnic y, coincidentemente, tres días
desde la última vez que Raven intentó establecer contacto conmigo. No
me dejaba llamadas, mensajes de texto o mensajes con el empleado de
la estación.
Evitarlo era una cosa, ignorarlo por completo era otra. Por involuntario
que haya sido, no pude encontrar una excusa que hiciera que el ignorar
sus intentos de comunicación conmigo fuera algo excusable.
Al entrar a la cocina, mi corazón dio un brinco antes de calmarse. Dejé
las luces apagadas, y me acerqué a la ventana sobre el fregadero,
observando a Raven, descalzo y jovial mientras atrapaba y soltaba
luciérnagas en el patio trasero. Sonreí, porque lo echaba de menos y no
veía la hora de volver corriendo para estar cerca de él. Así que lo hice,
sin pensarlo, me acerqué.
—¿Qué estás haciendo? —Pregunté con una sonrisa en mi voz,
rodeando el costado de la casa.
Raven se giró en mi dirección, sin aliento, abriendo la palma de su
mano para liberar a sus cautivos.
—Esperando a que me encontraras —Deslizó sus manos en los
bolsillos laterales de su sudadera—. A ellas no les importa ser
perseguidas, sin embargo, he aprendido que perseguirte a ti solo hace
que corras más rápido.
—¿Es así? —Deslicé mis brazos sobre mi pecho, hundiéndome en
el revestimiento de la casa. Raven brillaba bajo la luz de la luna,
rodeado de pequeños destellos de electricidad, con las mejillas
sonrojadas por los pequeños placeres de la vida. Era una mezcla de
cosas complicadas: Audaz, temerario, contemplativo y también infantil.
Tenía la habilidad de tomarme por sorpresa, y amaba eso. Lo amaba
todo. Todo de él.
—Sí, así es. Supongo que Adam también estaría de acuerdo.
Pagina 141 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Yo lo perseguí a él —Admití.


—Lo imaginé.
—Escucha…
—Hoy recibimos correo postal.
—¿Lo hicimos? —Me enderecé, efectivamente más distraído. La
última carta había llegado hacía dos semanas. Leer acerca de mi hijo
sería el mejor bálsamo para mis heridas—. ¿Ya leíste la tuya?
—Una promesa es una promesa.
Leemos las cartas de Joey juntos. De todas nuestras actividades de este
verano esa era una de mis favoritas, fortalecía nuestro vínculo por
alguna razón. Tal vez porque compartíamos la única cosa que ambos
amábamos tanto como nos amábamos a nosotros mismos. Quizás más.
O porque éramos los únicos que comprendíamos el vacío que su
ausencia había dejado y lo precioso que era recibir sus cartas después
que se había ido. Compartíamos el terror. Entendíamos que nuestros
corazones estaban en juegos si alguna vez llegábamos a perderlo.
—¿Crees que podamos leerlas aquí? ¿A la luz de las luciérnagas?
—Miró hacia el cielo, luego a las hermosas criaturas aladas que lo
rodeaban—. Odiaría dejar todo esto atrás.
Incluso con la luz de la tormenta encendida al costado de la casa, la
iluminación en el patio trasero era menos que ideal, pero no estaba
listo para dejar de verlo de esta manera. —Podríamos intentarlo.
—Hazme un favor —Su expresión se volvió severa, y me sentí
impotente antes de acercarme más a él—. No hables ni pienses más allá
del momento. Siéntate conmigo, recuerda lo fácil que puede ser.
Me tragué mi aprehensión. —¿Y qué haremos una vez que el momento
se vuelva pesado? ¿Cuándo las palabras que dejamos atrás, aquellas
que no dijimos, alcancen el presente?
Nos quedamos allí, atrapados en un vórtice de luz pulsante, algo
eléctrico pasa entre y alrededor de nosotros. Envalentonado por la

Pagina 142 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

proximidad, Raven repasó el arco de mis labios. —Nos preocuparemos


por eso cuando nos alcance —susurró antes de rodearme para sacar las
cartas del interior de la casa.
Tomó el escalón del porche trasero debajo del mío y, de nuevo, leímos
en voz alta lo que podíamos y morimos aferrándonos a lo que no
podíamos decir. Nos reímos como en los viejos tiempos, ahogamos las
lágrimas y compartimos historias de guerra de las experiencias con
Joey. Mantuvo a nuestra pequeña tribu unida con su amabilidad y
habilidad para hacernos querer lo mejor para nosotros porque él
deseaba lo mejor para nosotros. Haría cualquier cosa por él.
Necesitaría eso para sobrevivir a su futuro inminente, y haría todo lo
posible para asegurarme de que su hogar lo estuviera esperando para
cuando regresara.
Cedimos, usando las aplicaciones de linterna de nuestros teléfonos
para responderle y me sentí mejor de lo que me había sentido en días.
¿Por qué estuve huyendo de esto? Encaramados de espaldas en los
extremos opuestos de la barandilla de madera, nuestras piernas
extendidas en nuestro respectivo escalón, nos lanzábamos inevitables
miradas furtivas. Ese momento del que le había hablado nos estaba
alcanzado.
—¿Qué quieres, Clint?
Suspiré profundamente, exhausto por toda mi negación y
deshonestidad de los últimos tiempos. No tenía nada más que ofrecer
excepto la verdad. —Mi cabeza quisiera regresar al lugar acogedor que
ya tenía en la arena. Quiero saber qué fue lo que hice y en qué
momento, para que tus sentimientos hacia mi cambiaran. Quiero decir
que lo siento. Y que te quiero... te quiero a ti, Raven.
—Entonces tómame —dijo, como si fuera lo más fácil que jamás
tendría que hacer.
—Tenerte no es algo tan sencillo.
—¿Porque no…?

Pagina 143 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Porque no se trata solo de nosotros —Me rasqué la frente con la


uña del pulgar—. Joey me mataría.
—Lo superará. Quiere que seas feliz.
—Uh-uh —Negué rotundamente con la cabeza—. Eres demasiado
importante para él. No puedo arriesgarme con su aprobación o a que tu
y yo podamos resolverlo. Si no funciona, se arruinará todo. Y él nunca
me perdonará por arruinar a nuestra familia —dije con vehemencia.
Raven podría no verme como un padre, pero Joey seguro que lo veía
como un hermano. Que cediera no valdría la pena el riesgo. Además,
cosas terribles suceden cuando me rindo a lo que quiero. Cuando tomo
lo que deseo y al diablo con las consecuencias. No sobreviviría a otra
cosa terrible. Brandon fue suficiente—. Tampoco quiero perderte,
Raven. ¿Has pensado en eso? ¿Sobre qué sucederá si no funcionamos?
—He pensado más en lo que sucederá si no nos arriesgamos.
¿Cuánto tiempo antes de que entremos en combustión? ¿Antes de que
la tensión se dispare tan jodidamente alto que cualquiera que se
encuentre a una distancia similar a la de un escupitajo pueda sentirla?
Eres incapaz de fingir, Clint. No eres ese tipo. Y yo soy incapaz de
esconderme ahora que sé que me deseas tanto.
Miré hacia la casa y Raven siguió mi línea de visión. No podía imaginar
el tipo de futuro del que Raven hablaba, no con nuestro pasado
cerniéndose tan cerca de nosotros. Esas paredes eran un recordatorio
del peor tipo, y la forma en que me miraba como alguna clase de
luchador derribado, decía que él también lo sabía. —Deseo esto
demasiado como para aceptarlo —Con las compuertas de la honestidad
ahora abiertas, no pude detener el flujo de la verdad—. No sé por qué
mi cerebro funciona así, o tal vez sí lo sepa, pero es algo real, Raven.
Tengo miedo del hombre que quedará libre si llego a entregarme a ti.
—¿Por qué tienes tanto miedo de intentarlo?
—Porque se sentirá demasiado bien. Porque ha pasado
demasiado tiempo y no quiero que se detenga. Y yo sé que no me
detendrás. No me harás responsable. Y cuando todo salga mal...

Pagina 144 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Si sale mal…


—Siempre lo hace, Raven. siempre lo hace No puedo perder a mi
hijo, y no puedo perderte a ti también. Porque eso sería lo mismo que
perderme.
Se puso de rodillas, se deslizó más cerca de mi al final de los escalones.
Ahuecando ambos lados de mi cabeza, acercó su nariz a la mía. Olía a
nicotina y chicle. Pecado e inocencia. La combinación que deseaba
desgarrarlo y mantenerlo unido me estaba haciendo enloquecer. —
¿Puedes tomarte un par de días libres del trabajo?
—¿Por qué…?
—¿Puedes? —interrumpió, sacudiendo mi cabeza.
—Sí.
—Bueno. Voy a reorganizar mi horario. Cancelaré citas si tengo
que hacerlo. Déjame llevarte a algún lado.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, rindiéndome a las
necesidades de mi cuerpo y acunando su cabeza entre mis manos en
cambio.
—Confía en mí —susurró sobre mis labios.
Y Dios me ayude, porque mis siguientes palabras fueron las más
verdaderas que había dicho en toda la noche. —Lo hago.

Manejamos a las afueras de la ciudad para acampar en las montañas.


Caminamos, pescamos, nos turnamos para bañarnos en el arroyo y
Raven instaló nuestra tienda mientras yo encendía el fuego para las
truchas que habíamos pescado. Él había estado a cargo de reunir los
suministros, ya que yo no había tenido idea de los planes hasta el

Pagina 145 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

último minuto. No fue una sorpresa que solo hubiera empacado una
tienda de campaña.
Estar aquí afuera, lejos del mundo y de las objeciones a las que nos
enfrentábamos, me facilitaba resignarme a lo que el destino tenía
planeado para mí en los próximos días. Allí, bajo las estrellas y siendo
uno solo con la naturaleza, me di el visto bueno para considerar las
posibilidades. Y no solo las malas.
Aunque era verano, un frío molesto susurraba en el aire al caer la
noche, y el denso follaje de los árboles era el más afectado. Establecer
un campamento cerca del arroyo no ayudaba mucho, pero no pudimos
resistirnos a quedarnos dormidos con el sonido del agua corriendo.
Avivé el fuego, alentando las llamas mientras que Raven se dejaba caer
frente a mí, con su saco de dormir abierto y envuelto alrededor de sus
hombros curvos. La luz del fuego hacía cosas peligrosas con el tono azul
de sus ojos, mientras que su cabello negro como la tinta caía en ondas
tras haber sido secado por el aire. —Eres la peor pesadilla de un adicto
—le dije, y el borde de su boca rosada y regordeta se elevó.
—Eso depende de la adicción —Se acercó poco a poco al borde del
tronco en el que estaba sentado. El fuego nos mantenía separado, pero
habría caminado a través del fuego con tal de llegar a él en ese mismo
momento—. ¿A qué eres adicto, Clint?
—A la autodestrucción, aparentemente —dije irónicamente,
cargando la trucha limpia en la sartén de hierro fundido antes de
colocarla en la parrilla sobre el fuego. Raven se echó hacia atrás. No
había sido mi intención alterar el estado de ánimo, pero habíamos
venido hasta aquí para pensar con la mente despejada, no para ignorar
el elefante obeso que nos había acompañado.
—Háblame de Adam.
Hice una pausa en medio de pinchar el pescado. —¿Qué quieres saber?
—Edad, fecha de nacimiento, dirección, lugar de trabajo,
medicamentos a los que es alérgico —Se encogió de hombros—.
Cualquier cosa que me ayude a localizarlo.
Mi risa se deslizó a través de la noche, asustando a un pájaro de su
rama y disminuyendo a medida que la expresión severa de Raven se
Pagina 146 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

mantenía. Le di la vuelta a nuestra cena, recordando mi corta


experiencia con Adam. —Era nuevo en el vecindario, y la ventana de mi
ducha daba a su dormitorio —Resoplé, recordando las quejas de mi
madre acerca de que estaba usando toda el agua caliente. Las duchas
frías se convirtieron en una nueva necesidad cuando Adam se mudó.
Me quedaba allí, observándolo, hasta que mi cuerpo temblaba.
—Era tímido, y sus mejillas se sonrojaban cada vez que nos
encontrábamos afuera. Sin embargo, en la privacidad de su habitación,
con su guitarra en la mano, cobraba vida y ese contraste me cautivó —
Adam había notado mi acto de mirón un día, pero demasiado
fascinado, mi cuerpo no había notado captado la señal de mi cuerpo
que decía que tenía que agacharme. Me quedé allí en la oscuridad de mi
baño, conteniendo la respiración, y él siguió cantando y tocando como
si supiera que yo estaba allí todo el tiempo. Al día siguiente, mantuvo
los ojos en el suelo cuando nos cruzamos en el mercado. Y yo
necesitaba tenerlo—. Terminó antes de que comenzara. Nunca antes
me había sentido atraído por un chico. Y después, nunca me lo permití.
—Hasta ahora.
Reconocí el suave empujón por lo que era. Una forma no tan sutil de
forzar mi mano. Para animarme a decir palabras de las que no sería
capaz de retractarme. Raven nos estaba dando un punto de partida. —
Hasta ahora —susurré, y él asintió lentamente, un fuego diferente brilló
en sus ojos, claros como el agua de una playa. Estoy en problemas.
—¿En dónde puedo encontrar a ese respirador-bucal del club? —
Consulté, preguntándome si Raven alguna vez se había vuelto a
encontrar con él. Tenía todo el derecho de hacerlo, especialmente
después de cómo yo lo había estado esquivando.
—Él no es nadie, Clint.
—¿Quieres decir que no has tenido sexo con él?
—Nunca.
El nudo en mi espalda, con el que había estado cargando durante más
de una semana, se deshizo por sí solo.

Pagina 147 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Qué pasó por tu cabeza mientras nos veías bailar? Aparte de lo


que ya me has dicho —dijo. Como todo un sádico, quería verme
desmoronarme.
—En primer lugar, eso no fue bailar. Podría haberlos arrestado a
ambos en ese mismo momento —regañé con mi presión sanguínea
subiendo. La mirada de Raven no vaciló, más que dispuesta a esperar a
que pasara mi estallido de mal genio y probablemente excitándose ante
ello—. Nunca he sido propenso a los celos, pero contigo mi primer
pensamiento fue en cómo podría salirme con la mía. El impulso de
separarlos a ustedes dos era tan real que casi podía saborearlo —El
sonido de mi respiración sacudió la noche—. Pensé en que podría
follarte mejor que él —Nunca me había acercado a la vulgaridad o a la
violencia, pero con Raven sería tan fácil cambiar de pie—. Entonces
pensé, ¿quién soy yo para tener esa clase de pensamientos? Me sentía
petrificado por lo que sería capaz de hacer —Envolví la pequeña toalla
alrededor del mango de la sartén y la retiré del fuego—. Tal vez esto fue
una mala idea —Mis pensamientos eran una especie de anarquía
tranquila. Una televisión en silencio mientras los canales cambiaban
rápidamente, esperando que yo entendiera todo el alboroto de
imágenes.
—Estás permitiendo que el exterior entre de nuevo —dijo Raven—
. Esa persona a la que estás describiendo resulta un extraño para ti,
porque dejaste de conocerlo cuando te alejaste de Adam. La pasión no
es algo malo. Úsala. Úsala en mí. Es lo que yo siento por ti. Es lo que
sentía cada vez que tenía que ver a una perra tonta pavoneándose,
drogada por tu polla —Su labio superior tembló—. ¿No se siente bien
saber que no estás solo en eso?
—Dios, Raven —Mi polla besó mi cremallera.
—Diría que lo siento, pero en cambio, te diré que te acostumbres
—Sonrió, sin arrepentirse.
Acerqué mi barbilla a mi pecho mientras limpiaba la suciedad invisible
debajo de mis uñas. —Lo haces sonar tan simple.
—Mira a nuestro alrededor, Clint —Suplicó, y así lo hice—. La
luna y las estrellas no están aquí para juzgarnos y condenarnos. Estar
juntos nunca ha sido más simple de lo que es ahora.
Pagina 148 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Vive el momento —susurré.


—Este momento, no el siguiente.
Comimos, bebimos unas cuantas cervezas e hicimos un viaje por el
camino de la memoria. Raven alivió un poco la presión por esta noche,
y lo aprecié. Me contó cosas sobre su infancia que nunca antes había
compartido, y admití mi resentimiento oculto por la relación
inexistente con mi madre. La muerte de Brandon y de mi padre nos
cambió a ambos, y mientras pretendía comprender la posibilidad de
que ella me culpara en secreto por perder a su orgullo y alegría, me
dolía saber que podía levantarse fácilmente y dejar atrás al único hijo
que le quedaba.
Raven y yo estábamos en extremos opuestos del espectro de la vida con
muchos años separándonos. Pero el proceso de herir y sanar era el
mismo para todos nosotros. Nuestra conexión emocional se fortalecía
bajo las estrellas.
Raven tenía razón. La breve relación que tuve con Adam estuvo plagada
de una pasión frenética. Éramos jóvenes, robando momentos,
experimentando, sin darnos cuenta de que a veces es mejor mantener
ocultos nuestros deseos oscuros. Éramos salvajes y libres. Pero el fuego
nos había atrapado y quemado a ambos para cuando Brandon murió,
arrastrando una parte de mí con él. La vida después se convirtió menos
en ser yo y más en hacer las cosas bien. Sobre no volver a ponerme en
primer lugar porque cuando lo hacía, la gente moría. Si la muerte
volviera a visitarme, tendría que encontrarse conmigo primero. No con
Rave. Y nunca con Joey.
Aquí, Raven me estaba diciendo que lo había entendido todo mal, que
las cosas podrían ser diferentes, mejores. Que yo lo deseara y que
quisiera tomarlo no tenía que ser un presagio. Y, sin embargo, lo era.
—Quiero mostrarte algo —dijo después de un cómodo lapso de
silencio. El saco de dormir se le había resbalado hacía mucho tiempo, el
fuego y las cervezas estaban haciendo su trabajo. Sus manos fueron al
dobladillo de su camisa, y con un suspiro agitado, la tiró hacia arriba y
por encima de su cabeza.

Pagina 149 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Raven no rehuyó de la desnudez, ya que su configuración


predeterminada era estar sin camisa. No se me había escapado que
había estado más vestido que de costumbre cuando estaba en casa,
pero en esos momentos había estado demasiado agradecido,
considerando mis propios sentimientos desviados, como para evaluar
completamente el cambio tan repentino.
Ojos ansiosos se encontraron con los míos, y a través del humo y las
llamas mi mirada recorrió la curva de su mandíbula apretada, más allá
de su tentadora garganta que protagonizaba mis sueños, para
descansar finalmente en perforación de su músculo pectoral.
—Dios —Susurré, curvando mis dedos en mis muslos para evitar
alcanzarlo a través del fuego.
—Más abajo —dijo, con la voz inestable. Raven se sentó en el saco
de dormir, con una pierna doblada y de espaldas al tronco caído.
Regresé mi mirada a la vulnerabilidad que nublaba el azul cielo hielo de
sus ojos, la diseccioné antes de lamerme los labios y seguir sus
instrucciones.
—¿Te hiciste un nuevo tatuaje? —Entrecerré los ojos y él no
respondió. Curioso por lo que podría significar su vacilación, me puse
de pie y rodeé el fuego. De pie encima de él, ladeé la cabeza y él se sentó
sobre la bolsa acolchada, estirando un brazo hacia arriba. El pecho de
Raven subía y bajaba al ritmo de los latidos de mi corazón. Mis rodillas
golpearon el suelo y me incliné sobre él, estirando una mano
temblorosa hacia el ángel rubio que montaba su costado y el borde
inferior de sus costillas. Aspiró aire entre sus dientes cuando las yemas
de mis dedos chocaron contra la calidez de su piel. Acaricié la obra de
arte con adoración, la sangre trepando desde mi cerebro hasta mi polla
y mi mano tentada a emprender el viaje hacia ella—. ¿Por cuánto
tiempo lo has tenido?
—Alrededor de un mes —Con un dedo en mi barbilla, acercó mi
cara a la suya—. Te jodidamente amo, Clint. Y si eres lo suficientemente
valiente como para dejarme demostrártelo, te prometo que nunca me
detendré.
Expulsé un suspiro tembloroso mientras apoyaba mi frente contra la
suya. —¿Cómo puedes estar tan seguro de que estás enamorado de mí?
Pagina 150 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Porque han pasado seis años. Son setenta y dos meses, ciento
noventa y dos horas, cuarenta y tres minutos y veintiocho segundos, y
todavía no he sido capaz de convencerme de no hacerlo. Me rindo.
Dime que también tirarás la toalla.
Bajé a su boca, con la intención de darle un beso casto, pero Raven
tenía otros planes, y en poco tiempo estábamos los dos con los labios
resbaladizos y jadeantes. Alejándome de él, me reí entre dientes cuando
persiguió mi boca, con los ojos cerrados. —Tranquilo, cariño.
Dejó caer la cabeza hacia atrás en el lado acolchado del saco de dormir,
y dijo sin aliento: —Nunca antes me habían besado.
Retrocedí, con ojos llenos de sorpresa. —¿Qué?
Entrelazó sus manos debajo de su cabeza, usándolas como una
almohada. —La boca y el corazón están conectados. Por eso las
palabras duelen tanto. Nunca se la daría a nadie más que a ti.
Ese lado dulce me caló profundo. —Sigue mi ejemplo —Recuperé su
boca, demasiado temeroso de responderle con palabras por temor a
que fueran las equivocadas. Pero quería hacerlo bien, quería decirle a
través de nuestra intimidad que su paciencia valdría la pena.
Durante horas se lo mostré, y luego apagamos el fuego y nos dirigimos
a la tienda, en donde volví a explorar cada grieta de su boca con mi
lengua, chupando sus labios magullados, arrancándole gemidos de
placer. Mi mano se movió con control posesivo sobre su garganta, su
caja torácica y más allá, tomando posesión de todas sus partes,
especialmente las partes entintadas con un mapa de su amor por mí.
Nuestras erecciones estaban aplastadas bajo mi peso, pero ninguno de
los dos presionó por más.
La línea del cabello cerca de sus orejas estaba húmeda, y no era capaz
de decir si se debía al sudor o a las lágrimas. Suyas o mías.
Nunca lo habían besado, y yo nunca había besado así antes. Nunca
había tenido a alguien que me hiciera sentir que detenerme sería como
robarles la vida.
Raven era flexible bajo mi toque. Era algo nuevo, pero reconfortante de
todos modos. Y me deleitaba en ser el primero. Me deleitaba en ese
Pagina 151 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

hecho hasta un grado peligroso. Enfebrecido, apasionado,


incontrolable... Sería todo eso para él. Sería indómito. Tampoco
cuestionaría por qué lo necesitaba. Porque entonces tendría que
cuestionar la razón por la me rendía tan fácilmente. Verlo y amarlo de
todos modos sería lo más simple que jamás he hecho.
—No avanzaremos más hasta que Joey se vaya, ¿de acuerdo? —
Volaríamos para su graduación del entrenamiento básico y luego
regresaríamos a casa con él antes de que se embarcara nuevamente. De
ninguna manera podría fingir que todo era igual que siempre después
de hacerle el amor a Raven. No tan pronto después de hacerlo. Mi
necesidad de él sería un foco que no podríamos atenuar. Una sed que
no podríamos saciar. Un hambre con una voraz necesidad de ser
alimentada. Y no planeaba dejar que se moviera una vez mi polla
estuviera dentro de él.
—Cualquier cosa. Maldita sea, aceptaré cualquier cosa con tal de
tenerte.
—¿Por qué eso me enciende tanto, Raven? ¿Cómo sabes qué
decir?
—Porque sé lo que necesitas, y planeo dártelo, Clint. Planeo
mostrarte que tomar lo que quieres nunca podría ser algo malo. No
cuando se trata de mí.
Con una mano en la parte posterior de mi cráneo, Raven aplastó mi
boca contra la suya, provocando un siseo cuando mordió mi labio
inferior y el sabor de la sangre despertó mis papilas gustativas.
Agarré su mandíbula, curvé mis dedos dolorosamente alrededor de su
cabello y le negué un momento de indulto. Raven gimió, y esa cosa en
mí que deseaba desgarrarlo retumbó desde lo profundo de mi pecho.
Me liberé del beso, inspeccionando lo destruido que estaba y saliendo
satisfecho.
—Me conviertes en otra persona, Raven. Soy yo, pero más. Solo
espero que no terminemos arrepintiéndonos de esto algún día —Los
dedos del miedo tocaron una advertencia sobre mi columna vertebral, y
el asentimiento tardío de Raven me transmitió que, debajo de la

Pagina 152 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

bravuconería, él también estaba preocupado—. Prométeme que no me


arrepentiré de esto, Raven.
—Te lo prometo —dijo, colocando una mano sobre mi corazón.
Y los Miller no rompen sus promesas.

Pagina 153 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clint se relajó junto a nuestro campamento repleto mientras que yo me


lavaba junto al arroyo. Cerrando su mochila, se levantó de su posición
agachada con los ojos clavados en mi pene mientras que yo caminaba
tranquilamente hacia él, desnudo y sin remordimientos. —Si sabes que
podrías haberte duchado en cuanto llegáramos a casa, ¿verdad? —
Preguntó, pasándose la lengua por los dientes superiores.
—Pero entonces no habría tenido el placer de ver cómo me follas
con los ojos.
Él se rió, del tipo de risa que hacía que las estrellas salieran disparadas
de sus ojos. —También podría haber hecho eso en casa.
—¿Alguna vez has intentado conducir cuatro horas con semen en
los pantalones? —Nos habíamos quedado besándonos toda la noche.
Tenía mucho tiempo perdido el cual compensar en ese departamento, y
aparentemente no importaba que entrada a mi cuerpo fuera utilizada,
mi pene de todas formas encontraba su liberación. Clint besaba con
autoridad, una advertencia y preparación de lo que estaba por venir.
No podía tener suficiente de esos pequeños ataques menores—.
¿Quieres tocarlo? —Llenando su espacio, entrelacé mis dedos en su
cabello y lo atraje hacia mí para besarlo—. Lo estás mirando como si
quisieras tocarlo.
—Dios santo, Raven —Retrocedió un paso, abrazando su pene con
una mano mientras que la mezclilla lo cubría haciendo una mierda
total por proteger su modestia.
—Tú y el Señor. Vas a tener mucho que responderle para cuando
atravieses las puertas del cielo —Me sequé antes de meter una pierna
en mis jeans.

Pagina 154 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Estoy seguro de que las puertas por las que pasaré serán
cualquier cosa menos perladas —bromeó.
Ajustamos nuestras cosas sobre nuestras espaldas y retomamos el
sendero que conducía al estacionamiento. Caminé detrás de él,
cambiando las cañas de pescar a una sola mano para poder darle una
palmada a una parte de su trasero. Ahora que no tenía que resistir lo
irresistible, mis manos tenían planes de estar sobre él todo el tiempo.
—¿Ahora nos estamos tomando libertades? —Sonrió por encima
del hombro, pero no me detuvo.
—Maldita sea, lo hacemos.
Llegamos al Tahoe de Clint en un santiamén y habíamos terminado de
apilar nuestras cosas para el momento en que se detuvo con las manos
sobre la puerta levantada del maletero. Miraba dentro hacia nuestras
pertenencias como si tal vez hubiéramos olvidado algo. No lo habíamos
hecho, y me quedé suspendido, anticipando ser catapultado desde lo
alto.
—Raven…
—No vayas a retractarte. No hagas parecer que nunca sucedió —
Con una palma en su mejilla, hice girar su cara y su cuerpo obedeció.
Clint era un tonto por mis ojos. Me había dicho en más de una ocasión
que tenían el poder de sacarme del mismo infierno. Me habían liberado
de un regaño de él más de una vez, y no estaba por encima de usarlos
ahora para mantenerlo atado a mí.
—Son una ventana sin persianas —Me había dicho la noche
anterior mientras me mataba a besos—. Puedo verlo todo, ahora que
me has dejado.
Le estaba mostrando todo ahora, nunca me detendría.
Batí mis pestañas, y él se movió inquieto sobre sus pies, gimiendo
cómicamente antes de ceder. —Nos mantendremos pegados a nuestro
acuerdo. No avanzaremos más hasta que Joey regrese a la escuela de
infantería.
—Entiendo. Pero tenemos una semana antes de su graduación, y
planeo recordarte que vale la pena exprimir el jugo —Nunca me
Pagina 155 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

cansaría de lanzar mis labios a los suyos. Se había convertido


rápidamente en un mecanismo de defensa adicional. Una forma de
confirmar que estábamos en la misma onda en todo momento. Él se
rindió a mi toque por una fracción de segundo antes de robarme la
ventaja, exigiéndome que cediera y obteniendo lo que quería. Y
demasiado pronto, terminó.
—Hablando de sexo —dijo, adoptando un tono autoritario, y me
lo imaginé abofeteándome, separándome los tobillos y follándome
contra su patrulla. Uno si podría soñar…
—Siempre estoy dispuesto a hablar de eso —Mis labios se
fruncieron, pero él me sujetó por los hombros.
—Si vamos a hacer esto, no puede haber nadie más.
—No hace falta ni decirlo —Estaba de acuerdo.
—¿Y Lincoln? —Me soltó ahora que el estupor del beso se había
despejado.
—¿Cómo lo supiste?
—Llámalo una corazonada. Soy muy consciente de ti, Raven.
—Link fue algo casual —Le dije—. Y antes que nada es mi amigo.
Terminar el “con beneficios” ni siquiera requeriría de una
conversación. Además, no soy a quien quiere, de cualquier forma —
Presioné el botón para bajar el baúl, tomando mis anteojos de la
cuerdita alrededor de mi cuello y colocándomelos.
—¿Y a quién quiere? —preguntó, perplejo.
—A Law.
—¿Su padre?
—Es complicado —le grité, dirigiéndome a la puerta del pasajero.

Pagina 156 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Llevábamos un par de días de nuestra última semana juntos en


solitario, y por mucho que predicara vivir el momento, mis
pensamientos estaban sacando lo mejor de mí. Estábamos relajados en
el sofá, Clint entre mis piernas dobladas, de espaldas a mi pecho
porque yo amaba su peso sobre mí. Recogió el hilo suelto en la rodilla
de mis jeans desgastados mientras que mis dedos hurgaban entre sus
espesos cabellos, masajeando su cuero cabelludo. —Prométeme algo —
le dije.
—Necesito saber qué es primero.
—Nunca necesitabas saberlo.
—Ya no puedo hacer promesas generales —Sus dedos me hicieron
cosquillas en la piel de la rodilla a través del agujero del material se los
jeans—. Lo que estamos haciendo es demasiado grande. No puedo
arriesgarme a tener que romper las promesas que te haga.
—Me conformaré con la verdad, entonces.
—Eso sí te lo puedo prometer.
La luna colgaba alto más allá de nuestras puertas, y las luces adentro
estaban bajas mientras que los créditos finales de la película que
habíamos visto se desplazaban hacia arriba en la pantalla del televisor.
En realidad, la película nos había visto a nosotros porque nuestros
labios permanecieron juntos todo el tiempo. Lo apreté con mis piernas
y deslicé mis brazos alrededor de su cuello, asegurando un agarre
suelto pero firme. No quería que el tema de nuestra conversación lo
apartara de mí. —¿La verdadera razón por la que retiraste el sexo de
sobre la mesa, es porque querías la opción de poder cambiar de
opinión? —Pregunté. El regreso de Joey desenterraría la nostalgia,
probablemente causando estragos en la conciencia de Clint. Clint no se
tomaba a la ligera el molestar a Joey, y haría cualquier cosa para no
perderlo. Incluso dejarme ir. Clint se enderezó y me obligó a sentarme
a horcajas sobre su regazo, como si yo fuera un juguete de peluche.
—Tal vez una parte de mi razonamiento es darte la oportunidad a
ti de cambiar de opinión
—No lo haré —dije sin pausa, y soltó un suspiro exagerado,
bordeando sus manos a lo largo de cada lado de mi cuello. Clint
Pagina 157 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

esperaba en secreto que yo regresara a mis cabales, que me diera


cuenta de que nuestra familiar era demasiado perfecta como para
arriesgarla. ¿No lo entendía? Yo lo habría sacrificado todo por él.
—De cualquier manera, esperar será bueno para nosotros. Esto
no puede tratarse solo de sexo. Y entiendo que para ti no lo es, pero
tienes que darme tiempo para alcanzarte, Raven. Por favor, date cuenta
de lo difícil que esto es para mí.
—¿Pero lo quieres?
—Que dios me ayude, pero lo hago —Sus dedos palpitaron sobre
mi piel, absorbiendo su miedo dentro de mí y arruinando mi capacidad
para respirar. Felizmente viviría sin algo tan inútil como el aire, si eso
significaba que él haría esto sin temor.
—¿Cuándo lo supiste? —Pregunté.
Me dio una mirada burlona, yo lo sacudí, la sonrisa que él había estado
tratando de sofocar se liberó.
—¿Cuándo cambiaron tus sentimientos?
—Cuando la mejor parte de mi día se convirtió en regresar a casa.
Cuando me di cuenta de que el hogar estaba dondequiera que tú
estuvieras.
—Eso fue hermoso, Clint. Pero cuaaaando… —Tiré de la sílaba,
aceptando toda la responsabilidad del humor en sus ojos y la risa en
sus labios—. Estoy muriéndome, Clint. Necesito todos los detalles
sangrientos. Incluso las motas de polvo que solo se pueden ver a la luz
del sol. Todo eso me importa. Yo…
—Shhh —susurró, besando mis labios para mi creciente
balbuceo—. Cuando la curva de tu cuello dejó de ser solo la curva de tu
cuello. Cuando se convirtió en un lugar en el que quería enterrar mis
problemas. Un lugar del que me sentía hambriento por respirar.
Cuando el sol en mis ojos dejó de ser un simple fastidio y se volvió un
complot del universo para que no pudiera mirarte. Cuando verte hacer
lo que amas dejó de ser solo inspiración para mi orgullo, sino también
una inspiración para mi atracción —Me volteó sobre mi espalda,
gruñendo mientras frotaba su erección contra la mía—. Y que, al verte
Pagina 158 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

aquí, en nuestro sofá, en este mismo lugar con Lincoln, me dieron


ganas de destriparlo y follarte.
—Joder, Clint —Pasé una pierna por encima del respaldo del sofá,
haciendo más espacio para él en mi centro.
—Ese segundo y cada segundo después —susurró.
—¿Alguna vez terminarán esos segundos?
—Cuando tome mi último aliento, y ni siquiera entonces.
A la mierda las promesas, lo deseaba por escrito. Pero él no firmaría la
línea. No mientras debajo de su excitación, la duda frotara sus sucias
manos juntas. Me empapé del sentimiento, atrapado en este momento
y determinado a que fuera verdad. —¿Cuántas veces pueden dos
hombres adultos correrse en sus pantalones en cuestión de días? —
Pregunté entre besos ahogados. Clint se rio entre dientes, sumergiendo
su rostro en mi cuello y respirando—. ¿Clint?
—¿Sí? —Murmuró sobre mi piel. Mis manos se colaron hacia la
parte de atrás de sus pantalones, encerrando su trasero en forma de
corazón y tirando de él en mis embestidas secas.
—Nunca dijiste cuándo.
El sofá vibró con su risa, y me envolvió entre sus brazos antes de
llevarnos sobre el suelo.
Así es como pasamos cada minuto libre de esa última semana.
Acurrucados en nuestro rincón de la galaxia. Nuestras conversaciones
eran diferentes. Nuestros sueños también eran diferentes. Clint confesó
que quería iniciar su propio negocio de restauración de autos. Lo había
dicho en voz tan baja que tuve que encender la lámpara de la mesita de
noche y obligarlo a repetirlo.
—¿Tengo derecho siquiera a imaginarlo? —había preguntado.
Le mordí el pezón, un pequeño castigo por dudar de sí mismo. —Será
mejor que lo imagines, bebé.
Admití el despertarme sobresaltado por la noche, cubierto de sudor por
la idea de iniciar por mi cuenta. El trato que Law había puesto sobre la
mesa para volverme el copropietario de Ink Gods me ofrecía
Pagina 159 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

protección. Una protección sobre la caída y el fracaso, y cuanto más


trabajaba para poner en marcha mis propias cosas, más inclinado me
sentía a aceptar esa oferta de protección. Clint me recordó que tendría
un lugar al cual volver. Un lugar para desempolvarme las rodillas,
recibir una comida caliente y generosas cantidades de amor y apoyo
antes de volver a levantarme. Y le dije, que en la vida él nunca tendría
que triunfar o fracasar solo. No mientras yo estuviera respirando. Nos
empoderamos mutuamente entre esas largas noches de ruidosos besos
y silenciosas miradas compartidas en el sofá. Tuvimos que reiniciar las
películas varias veces porque nos distraíamos constantemente con la
necesidad que sentíamos el uno por el otro. Nuestra necesidad de
conocer un nuevo lado del otro.
Pasamos nuestras noches recordándonos el toque del otro después de
estar separados durante el día. Éramos tímidos y vertiginosos como
jodidos colegiales, deslizando manos inseguras debajo de las camisas y
atreviéndonos a provocar fricción mientras estábamos completamente
vestidos, experimentando la inocencia de la exploración por primera
vez. Teníamos tiempo de aprender lo que podían hacer los placeres
simples, lo íntimo que podía ser un beso, incluso más que el mismo
acto de follar… algo bastante grande para un tipo como yo.
Atrás quedaron los días en los que ser follado era lo que más se
destacaba de la experiencia. Clint me hacía querer aprender a ser
amado, no tomado, pero yo también deseaba que me tomara…
demasiado. Y me hacía querer dar sin preocuparme en recibir.
Aprendimos a hablar sin palabras y no habríamos conseguido —no,
ganado— esa conexión si hubiésemos saltado directamente al sexo.
Pasé esa semana cayendo entre sus brazos, adormecido por sus besos y
despertando en sus brazos, revivido por sus besos, también. Esa
semana fueron todo fuegos artificiales, canciones dulces y maldita
magia.
Si tan solo supiera que más adelante desearía poder recuperar esa
semana. Que, en retrospectiva, habíamos perdido nuestra única
oportunidad de tener un final perfecto.

Pagina 160 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Durante el viaje en avión, luché con uñas y dientes contra la insistencia


de Clint de que regresáramos a cómo eran las cosas antes de que Joey
se fuera. De él llamándome niño y besando la parte superior de mi
cabeza, deshaciendo todo el progreso por el que había luchado tan
duro. A la mierda con eso. Las yemas de mis dedos habían dejado su
huella en los reposabrazos.
—Es la única manera de mantenerlo en la oscuridad. Al menos
por ahora, Raven —había dicho en voz baja para mantener las miradas
y los oídos fuera de nosotros.
Tracé la línea cuando me llamó “niño”, porque de ninguna manera, sin
embargo, acepté apretar los dientes, sufrir y encogerme ante cualquier
muestra de afecto paternal.
Clint quería probar las aguas, probar que su teoría de que nos
estrellaríamos y quemaríamos era incorrecta antes de involucrar a
Joey. Su péndulo oscilaba nerviosamente entre “esto-nunca-
funcionará” y “moriré-en-el-intento”, mientras que mi creencia en
nosotros se mantuvo firme en terreno nivelado.
A decir verdad, su razonamiento no carecía de mérito, pero yo estaba
muy por delante de esa curva cuando se trataba de nosotros. Tendrían
que separar mi cuerpo del de Clint y arrastrarme ensangrentado,
pateando y gritando antes de que lo dejara ir. Tendría que esperar mi
momento y a que él viera la luz, porque el barco que tenía otra opción
para nosotros ya había zarpado.
Después del evento de graduación de dos días, los tres terminamos en
el campo con los brazos enredados y las lágrimas ahogadas. —Estoy tan
orgulloso de ti, hijo.
Joey asintió a través de sus emociones. —Gracias, papá.
—Siento haberme perdido tu llamada —Dije, arrastrando mis
nudillos por el rabillo de mi ojo, mientras que nos parábamos allí en

Pagina 161 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

medio de la incomodidad de querer abrazarnos y rodar por la tierra


como solíamos hacer. Ahora teníamos un uniforme que respetar.
Joey tuvo que llamar a casa después de pasar por el crisol de la Marina,
y yo no estaba allí. Recibir la noticia más tarde de parte de Clint me
envió directo a estrellarme sin aliento contra la silla en el rincón de la
cocina. Me di cuenta de cuánto lo había extrañado en cuanto supe que
me había perdido la oportunidad de escuchar su voz. Fue la única
noche en que Clint nos permitió dormir sin nada que nos cubriera de
cintura para abajo. Pecho contra pecho, mientras transmitía la
conversación con su boca presionada en mi oído y mis manos
agarrando su trasero.
Joey avanzó primero, tirando de mí hacia él y frotando un nudillo en la
parte superior de mi cabeza. —Esto debería compensarlo.
—¡Ow! —Abofeteé su mano y acaricié su mejilla antes de darle un
abrazo apropiado. Clint se quedó a un lado, mirándolo todo como un
padre indulgente.
—¿Le dejaste algunos músculos a los otros chicos? —Pregunté.
Ahora eres más grande que Clint, y eso no era una hazaña fácil.
Flexionó un bíceps, blandiendo su sonrisa torcida.
—Vamos, vamos a llevarte a casa —dijo Clint, dejando caer un
brazo sobre los anchos hombros de Joey.
Pasé las primeras noches del regreso de Joey reajustándome a dormir
solo. Hubo muchos momentos durante la oscuridad y el silencio en los
que me convencí a mí mismo que podría colarme en la cama de Clint y
desaparecer por la mañana sin que Joey lo supiera. Entregarle una
excusa de primera mano a Clint para que se diera la media vuelta sería
todo un error de novato, así que me quedé en mi cama, prisionero de
mi soledad. Durante la cuarta noche me conformé con un mensaje de
texto a media noche.

Raven: ¿También es difícil para ti?

Pagina 162 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Los puntos aparecieron y desaparecieron varias veces antes de que se


rindiera.

Clint: sí.

Me reí sin hacer ruido, con el teléfono aplastado contra mi pecho


mientras me imaginaba a Clint perdiendo la batalla y soltando
bruscamente una respuesta de una sola palabra. Lo había llevado de ser
riguroso a un infractor de las reglas. —Eres una mala influencia, Raven
—me dije.
Busqué en mi mesita de noche la ropa interior de Clint, aplastando el
cuadrado de algodón contra mis fosas nasales. La rutina nocturna me
ayudaba a superar la mayor parte de esas noches solitarias.
Durante el día, Clint y yo trabajábamos, Joey se reunía con amigos y
pasaba algo de tiempo con Trish. Por las noches, corríamos a casa,
poníamos la mesa como en los viejos tiempos mientras que Clint
preparaba una de sus comidas de cinco minutos, finalmente sufríamos
alguna de película de acción y aventuras violentas por Joey. Necesitaría
una noche entera de películas para chicas, para limpiar mi cerebro una
vez que se fuera.
Le echaba miradas furtivas a Clint por encima del hombro de Joey y él
fingía que no me veía.
Durante el desayuno un fin de semana, me senté en equilibrio sobre las
patas traseras de mi silla, con los pies inapropiadamente apoyados
sobre la mesa mientras hacía malabarismos con las uvas y las atrapaba
en mi boca. Joey agarró una en el aire, metiéndola entre sus labios
engreídos, luego yo me enderecé, capturándolo con una llave lateral de
cabeza. Esto es lo que amaba de él. Éramos niños cuando estábamos
juntos. Hermanos.
Clint comía al otro lado de la mesa, mirándonos con una consideración
escalofriante.
Nunca le admitiría esto a nadie, y nunca me perdonaría si algo le
pasara a Joey, pero estaba contando los días para su partida. Porque
Pagina 163 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

con cada sonrisa compartida que bailaba en nuestros labios, con cada
carcajada que se derramaba entre nosotros y con cada cálido abrazo,
Clint se escapaba más. Y mientras más tiempo Joey se quedara, tendría
que hacer un control de daños mayor una vez que se fuera.
Con Joey forcejeando en mi agarre, riendo e inconsciente de lo que
pasaba, me giré hacia Clint, entrecerrando mi mirada hasta que era tan
delgada como una ramita, advirtiéndole sin palabras que era mejor que
no cambiara de opinión.

Un golpe suave sonó en mi puerta la noche antes de la partida


programa de Joey hacia la escuela de infantería. Emití un gemido
atontado antes de pulsar botón de reanudado a mis sueños.
La cama se hundió y rodé hacia el peso sólido. —Mmmm —gemí, con
los ojos cerrados cuando una montaña se derrumbó sobre mí. Mis
manos se deslizaron por su cuello, invitando a su boca hacia la mía con
un empujón en la parte posterior de su nuca—. No luches contra esto —
Murmuré dormido, y la resistencia se desvaneció, el beso ahora era de
dos lados.
Me desperté hecho pedazos, la carne de mi pecho estaba desgarrándose
mientras mi corazón luchaba por abrirse camino en medio del pánico.
El cabello debajo de mis manos estaba muy corto sobre el cuero
cabelludo, el cuerpo encima del mío pesaba unos diez kilos más de lo
que pesaba hace un par de semanas, y la lengua que invadía mi boca lo
hacía tímidamente, pidiendo permiso en lugar de poseerme valiéndole
una mierda el consentimiento.
—Mierda —Grité, palmeando los hombros de Joey y escaneando
frenéticamente hacia la puerta.
—Está cerrado —susurró, bajándose de encima de mí. ¿Y si Clint
hubiera escuchado mi arrebato?

Pagina 164 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Qué diablos, Joey? —Me arrastré hacia la cabecera, tirando de


la sabana hacia mi cuello.
—No planeaba besarte. Joder, lo lamento, Raven. Pensé…
—Está bien. Está bien —¡Mierda! Me puse manos a la obra y me
acerqué para encender la lámpara. Joey rondaba cerca de los pies de mi
cama usando una sudadera, sin camisa y cagado de miedo. En medio
de mi sueño, fui yo quien lo atrajo hacia mí, confundiéndolo con Clint.
Y respondí como si fuera una víctima de asalto.
—Estás temblando.
—No sabía que eras tú —Hice una mueca, porque si no era él, eso
solo dejaba a Clint—. Quiero decir, pensé que estaba soñando.
—Mierda, Raven —Se tapó la boca, los ojos abiertos de par en
par—. ¿Estamos bien?
—Sí, por supuesto. Siéntate —Liberé mi agarre mortal de la
sábana y solté una bocanada de aire antes de deslizarme hacia el centro
de la cama y abrazarlo—. Estamos bien —Un dolor de cabeza
amenazaba con partirme por la mitad—. Pero ah, ya no podemos hacer
esto —Joder, si está aquí eso significa que me necesita. Sin embargo, no
puedo estar para él de esa manera. Ya no.
—Sí —Bajó la barbilla repetidamente, decidido a hacer esto más
fácil—. Okey.
Al menos le debía una explicación.
—Es solo que… —No pude pensar en una mentira lo
suficientemente rápido.
—Oye, sin preguntas, ¿recuerdas?
—Sí, lo recuerdo —le dije, agradecido por la salida que me había
dado hacia tantos meses—. Hasta la tumba, ¿verdad?
—Por supuesto —dijo, con la comisura de su boca temblando—.
Hasta la tumba.
—Podemos hablar. ¿Qué pasa? ¿Estás dudando de nuevo?

Pagina 165 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Nah, estoy bien —mintió, y yo lo dejé. Se puso de pie, dando


pasos hacia atrás de regreso a la puerta—. Perdón por colarme en tu
habitación de esta manera. Te dejaré regresar a la cama —Dudó,
observándome.
—Estoy bien, de verdad —Excepto que no estaba bien.
Joey asomó la cabeza por el pasillo antes de salir de puntillas y cerrar la
puerta con un suave clic, y el dolor de cabeza se transformó en un
fuerte golpe.
Ni una sola vez se me pasó por la cabeza que una confesión era
necesaria. Lo que habíamos hecho en el pasado era su secreto, no el
mío. Y como todos los secretos que guardaba para él, este sería
enterrado conmigo. Hasta la tumba. Eso fue en ese entonces. Ahora
ese secreto se sentía como nuestro. Y tal vez siempre había sido
nuestro, pero este sería el que, si se revelaba, haría que todos los demás
fueran difíciles de ignorar. Hacía que los demás parecieran la puerta de
entrada que conducía a donde estábamos ahora. Inmunidad no se me
sería concedida. En el juicio, dentro de la corte de Clint, yo terminaría
con un veredicto de culpable.
El miedo se aferraba a mis costillas, clavando sus garras en mis huesos.
Esto no tenía por qué ser nada. Se había terminado. Esa parte de
nuestra relación no significaba nada. Joey y yo nos habíamos
asegurado de ello. Tal vez Joey no aprobaría mi relación con su padre,
al menos al principio, pero lo aceptaría una vez viera cuanto nos
amábamos. Una vez que entendiera que esto no sería perjudicial para
nuestra familia.
Volví a mi sueño repitiéndome eso. Creyéndolo.

Pagina 166 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Las luces de la calle estaban encendidas y las carreteras despejadas


cuando dejamos a Joey en el aeropuerto. Me había explicado los
siguientes pasos después de completar la Escuela de Infantería, pero un
hacinamiento de pensamientos en mi cabeza hacía imposible que la
nueva información se asentara. Pasaría un tiempo hasta que lo
volviéramos a ver, eso lo entendía.
Opté por no perturbar el silencio en el viaje a casa con Clint. No porque
me hubiera quedado sin voz, sino porque no la desperdiciaría en un
momento propicio para la excusa perfecta de su evasión. La necesidad
de Clint de mantener la vista y la concentración en la carretera no se
interpondría entre mi objetivo y yo. Le dejé conducir mientras me
preocupaba por deshacer los nudos de mi estómago. Hablaría cuando
lo tuviera atrapado entre cuatro paredes sin ningún lugar al que huir,
excepto a mí.
Es cierto que no había dicho nada que indicara que habíamos
terminado antes de empezar, pero había estado más reflexivo que de
costumbre, y Clint dentro de su propia cabeza era malo para mi
corazón.
—Recuérdame que programe un Uber la próxima vez que Joey
tenga un vuelo tan tarde —dijo Clint en cuanto entramos en la casa,
paladeando un bostezo, preparando el terreno para su huida.
—Nunca lo enviarías en un Uber —dije en tono aburrido,
quitándome la chaqueta de cuero y colgándola en el gancho junto a la
puerta de la cocina.

Pagina 167 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Sí, bueno, estoy agotado y tengo que madrugar. Me voy a la


cama —Se dirigió a la sala de estar, y yo me quedé clavado, con la
cabeza colgando y temblando mientras gruñía una carcajada de
incredulidad. Quería hacerlo por las malas.
La puerta de la habitación de Clint se cerró, y salí de la cocina mientras
la hoguera en mis entrañas se intensificaba, sobrepasando mi pecho.
La espalda de Clint me recibió cuando entré. Ya se había despojado de
todo menos de sus calzoncillos negros. Miraba fijamente por la ventana
hasta que el estruendo de la puerta lo sacó de sus pensamientos.
—Raven —suspiró, como si deseara, pero no esperara, librarse de
esta conversación esta noche.
—¿Encuentras tus respuestas ahí fuera, Clint? —Señalé hacia la
ventana que daba al patio delantero—. Tengo curiosidad por saber qué
preguntas tienes para el universo.
—¿Supongo que deberíamos hablar?
—¿Supones? —dije con incredulidad.
—Raven-
—Todas esas noches que pasé cayendo más profundo, creyendo
que te desplomabas justo detrás de mí, y en diez días, todo eso se ha
borrado. Tú quedas en pie, y yo desciendo sin un punto de apoyo a la
vista.
—Eso no es cierto.
—Entonces dame la puta verdad. Por una vez —le espeté.
—Así no —dijo Clint, dando decididas zancadas hacia mí—. Así no
llegaremos a ninguna parte.
—¿Qué...? —Me empujaron hacia la puerta, con brazos del
tamaño de troncos de Sequoia encerrándome, mi voz robada por un
beso destinado a despojarme de mi lucha.

Pagina 168 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No te pongas a la defensiva —Clint me palmeó la mandíbula,


alisando su rigidez—. Siempre hemos sido capaces de hablar con las
defensas bajas. Puede parecer que tu corazón está en juego...
—Porque lo está...
—Pero mi intención nunca es hacerte daño. Recuérdalo.
—Has cambiado de opinión —acusé, salpicando su boca con besos
para que supiera que había bajado mi armadura.
—Sí, como un millón de veces. Tengo miedo. Debo parecer un
disco rayado.
La penumbra que proporcionaba la lámpara de la esquina, cerca del
sillón magullado de su padre, hacía que la escena fuera íntima.
—Prefiero oírte repetir que dar vueltas a tus silencios, Clint.
—Tienes razón. Lo entiendo —Se posó en el extremo de la cama,
con las manos entrelazadas sin apretar y colgando entre sus piernas
abiertas—. Soy pésimo para tomar lo que quiero sin considerar el costo
colateral.
—Joey no es un bebé. Tiene veintidós años. Está bebiendo y
follando y haciendo lo mismo que el resto de nosotros. Entiendo tu
argumento. Esto tampoco es fácil para mí, y tengo miedo de que no lo
entienda o apruebe. Pero lo vamos a hacer de todas formas —dije
rotundamente.
—¿Es así? —preguntó Clint con una sonrisa cansada.
—Lo es —Mis labios bailaron en respuesta. Todavía no había
llegado hasta él, aunque sus abdominales me llamaban por su
nombre—. Ahora solo estamos nosotros. Tenemos tiempo para arreglar
la mierda del día del juicio final.
—Que conste que sospecho que siempre será mi bebé —Se rascó
la barbilla, el silbido de los rastrojos ásperos hizo que mi agujero se
hundiera. Tenía muchas ganas de sentir su dulce ardor entre mis

Pagina 169 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

piernas, preferiblemente rozando mis nalgas mientras su lengua


rodeaba mi agujero como un buitre.
Clint estaba muy caliente en circunstancias normales. Un Clint
cansado, después de un día duro, era rudo y francamente indomable.
Apuesto a que estaría demasiado cansado para tomarse su tiempo
conmigo.
—Él no es Brandon. No va a morir porque te tomes algo de
felicidad para ti. Más o menos le prometiste que lo harías —dije
pícaramente, con un leve encogimiento de hombros.
—Esa fue una promesa de verano. Es oficialmente la tercera
semana de otoño.
—Semántica.
—Eres joven.
—No la carta de que soy joven —jadeé dramáticamente—. ¿Es eso
todo lo que tienes en tu arsenal? —Empujando la puerta, me quité la
camisa y los zapatos, trabajando en desabrochar mis jeans a
continuación—. Vamos, sácate todo de encima.
—Podría arruinarte para otros hombres —dijo, con un gruñido
caliente en los talones de su declaración.
—Menos mal que ningún otro hombre lo haría.
Se apoyó en las palmas de las manos, abriendo su enorme pecho hacia
mí.
—¿Te he dicho alguna vez lo sexy que eres?
Me quité la ropa interior y me miré. Tenía la complexión de un
nadador, mis músculos eran largos y elegantes. No importaba lo que
levantara, nunca alcanzaría la estatura de Clint. Sus músculos comían
músculos para desayunar. Y aunque yo no llegaba al metro ochenta,
Clint podría haberle dado fácilmente al Alegre Gigante Verde21 uno de

21
“Jolly Green Giant” es la mascota de la marca Green Giant (marca internacional de verduras y
hortalizas en conserva, productos congelados y ensaladas, propiedad de la multinacional B&G
Pagina 170 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

sus infames besos en la cabeza. En mi mente, su tamaño equivalía a la


seguridad, lo que había anhelado de niño. Una de las muchas cosas que
él me había proporcionado desde que pisé mi patio de recreo.
Los cumplidos anteriores sobre mi aspecto y mi destreza sexual habían
caído en oídos sordos. Yo quería pollas, no palabras de mierda de
adulación. Con Clint, me permití asimilarlo. Permití que significara
algo.
—No creo que lo hayas hecho—Acaricié con un dedo el gancho
curvado de mi eje, y la punta de su polla, de tono amoratado, atravesó
la abertura de sus calzoncillos—. ¿Se ha encogido tu ropa interior una
talla?
—No, es mi polla pidiendo a gritos espacio para respirar —Clint
tenía una boca que me excitaba.
—¿Es así? —Me burlé.
—Mmm-hmm.
Plantando mis rodillas a ambos lados de sus caderas, me abrí antes de
acomodarme sobre su polla enfundada en algodón, meciéndome hacia
adelante y hacia atrás. Clint introdujo una mano en mi melena,
apretando las hebras para poder dominarme y a nuestro beso mientras
su otra palma palpaba deliciosamente en mi culo. Trabajó con su
lengua dentro y fuera de mi boca en una obscena exposición de lo que
pronto llegaría.
—Te amo —jadeé, rompiendo el beso, y Clint se congeló en un
bloque de hielo debajo de mí. Él me amaba, ambos lo entendíamos,
pero mientras mi amor por él había tenido tiempo de florecer en algo
nuevo a lo largo de los años, su amor todavía estaba resolviendo sus
problemas.
—Te amo mucho, Raven —dijo, con la voz ronca y dolorosa.

Foods.) y que es representada como un hombre de gran tamaño y piel verde que está vestido con
un traje de hojas y botas.
Pagina 171 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Lo sé —susurré, rodeando sus muñecas con mis manos


mientras las suyas encontraban un hogar alrededor de mi garganta. Su
erección no había disminuido, pero tenía más que decir. Mantuve la
fricción porque, joder, no podía parar.
—¿Y si te hago daño? ¿Y si me doy cuenta de que no puedo hacer
esto después de todo?
—Los y-si suena como un problema para el futuro. No te alejes
justo ahora, Clint. Porque eso me hará daño. Justo. Ahora —Por
segunda vez, le pedí que confiara plenamente en mí—. Confía en mí.
—Lo hago —Clint nos retorció hasta el colchón, y luego pasó su
brazo entre el arco de mi espalda baja para remolcarme hasta la parte
superior de la cama de hierro forjado, apartando impacientemente las
almohadas del camino. Se estiró sobre mí y me chupó la boca,
recorriendo el techo de la misma con su lengua. Me apreté contra la
mano que tenía en la garganta, animándole a estrechar más mis vías
respiratorias. Ve duro o ve a casa22.
El volumen de Clint tendido sobre mí era como el pisoteo de los
elefantes, y el centro del colchón se hundía peligrosamente con nuestro
peso combinado. No me importaba si teníamos que atravesar los
resortes o romper el hierro para terminar rotos y ensangrentados en el
suelo, esta noche terminaría con la colosal polla de Clint dentro de mí.
Con un brazo que se abría como un ala cuando estaba extendido, Clint
buscó en el cajón de la mesita de noche y volvió con lubricante y un
paquete de papel de aluminio.
—No necesitamos eso —dije tercamente—. No he esperado todo
este tiempo para tener tu polla dentro de mí solo para tener una polla
de goma.
—Jesús, Raven. ¿Siempre has tenido la boca tan sucia? ¿Y qué
quieres decir con que no lo necesitamos? —La piel abrasadora de la
cabeza de su polla untada de pre-semen se clavó con rabia en mi ingle

22
“To go hard or go home” es un modismo que significa "si uno no se esfuerza, mejor que deje de
intentarlo".
Pagina 172 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

mientras se hinchaba y se estiraba más fuera de la raja de sus


calzoncillos. Algo en el hecho de que estuviera demasiado excitado
como para quitárselos, o que ni siquiera recordara que los llevaba
puestos, me hizo desear que mi abertura se abriera sobre su polla, sin
importar el lubricante ni el permiso.
—No hay ningún problema, Clint. Después del incidente en el
club, no quería que nada se interpusiera en el camino de tu semen
pintando mis paredes de blanco —Lamí una franja desde su barbilla
hasta el labio superior, y la mano de Clint que sostenía las provisiones
vaciló, los artículos cayendo a la cama—. Mi sucia boca es la menor de
tus preocupaciones. Mi culo te va a destrozar entero. Y quiero tu carne
cruda cuando suceda.
—¿Y qué hay de mí? —preguntó, ya rasgando la bragueta de sus
calzoncillos, haciendo el agujero lo suficientemente grande como para
que su polla y sus pelotas cayeran por completo—. La protección no es
solo para mí —Tanteó con una sola mano para sacar la tapa del
lubricante, poniéndose de rodillas y apoyándose en un antebrazo.
—No necesito protección de ti, Clint. Quiero todo lo que tienes —
Mi respuesta en voz alta fue más metafórica que literal. Confiaba en
Clint. Nos había metido en la cabeza la importancia de usar protección,
y después de concebir a Joey, nunca prescindía de ella—. Quiero mucho
de tu semen en mí —Me retorcí debajo de él, lubricando mi propio eje
mientras él empujaba hacia atrás sus pantorrillas y lubricaba el suyo.
Me miraba sin un ápice de amabilidad, con los músculos flexionados, la
polla y las grandes pelotas colgando obscenamente de la funda de los
calzoncillos abiertos—. Quiero gotear durante días.
—Esta vez no podré ir con cuidado —dijo, hipnotizado por mi
agujero palpitante mientras yo llevaba mis rodillas al pecho.
—¿Parece que necesito que te corras con una advertencia? Solo
córrete y nunca pares de hacerlo, Clint —Sumergí mi dedo corazón
dentro de mí, directamente hasta el último nudillo. A la mierda esperar
a que Clint me preparara. Hacía años que estaba preparado.

Pagina 173 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Levanté la cabeza, dejando caer el lubricante y bajando por mi pecho


mientras pasaba por mi saco, sintiendo cómo goteaba hasta mi centro.
Esta vez añadí el anular y el índice, con el pulgar y el meñique
extendidos.
—Lléname, Clint. Haz que me ahogue.
—Mueve esos dedos un poco más rápido, cariño —me ordenó
Clint con una voz bombeada por la grava. Descuidó su erección para
juguetear con sus testículos hinchados. Me metí los dedos al compás de
sus aceleradas respiraciones, con la boca abierta y contorsionada, mis
caderas empujando hacia delante y hacia atrás, corriendo hacia y desde
mi mano que bombeaba—. ¿Estás preparado para mí? Porque te
necesito mucho, Raven.
Retiré mis dedos y metí las manos detrás de las rodillas para
mantenerme elevado y doblado por la mitad, con el culo levantado en
oferta.
—Fóllame. Ahora. Y no pares —hice una pausa para respirar —
aunque te lo suplique.
Clint bajó sobre mí, la anchura de su cuerpo me mantenía abierto,
permitiendo que mis manos vagaran libremente. Agarró la ancha raíz
de su polla, alineándose con mi apretada ranura.
—Dios, qué bien te sientes —dijo con brusquedad, y su polla aún
no había probado bien mi sabor. La circunferencia de su corona se
ensanchó desde las proporciones de una pistola hasta las de una
escopeta, y yo me agaché con una respiración entrecortada mientras él
se disparaba dentro de mí.
—¡Joder! —Mis cuerdas vocales pagarían por ello. Clint me sujetó
los brazos a los lados, enjaulándolos con sus antebrazos y dejándome
inmóvil. Con las rodillas cerca de las orejas y las uñas arañando las
sábanas, no tuve más remedio que aceptar lo que había pedido.
Clint movió sus caderas hacia atrás hasta que no hubo nada en mí más
que el alivio y su punta, y entonces soltó la bola de demolición, su

Pagina 174 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

pelvis chocando contra mí. Se movía como un columpio de parque,


navegando de un lado a otro y entrando y saliendo de mí.
—Voy a destrozar todo rastro de quien haya estado aquí antes que
yo —prometió, haciéndome virginal y robándome la pureza al mismo
tiempo, joder. Gemí, y él se burló con sorna—. ¿No es esto lo que
querías? —Violó mi boca con la suya antes de que pudiera decir joder
sí. Sus movimientos eran grandes y ruidosos, los postes de la cama
vandalizaban el yeso detrás. Tanta masa no podía conquistar
sigilosamente, y me había resignado a funcionar sin voz al día
siguiente, porque demonios, no iba a aguantar esa polla en silencio.
—Es exactamente lo que quería. Ugghhh —gemí a través de un
golpe en la próstata, los ojos se encontraron con la parte posterior de
mi cabeza—. Me estás follando como si fuera tuyo, Clint.
En respuesta, gruñó, chupando y mordiendo una cicatriz púrpura en mi
cuello, liberando mi piel con un estallido antes de mostrar amor al otro
lado.
—Nunca debiste dejar que te tocara, Raven —susurró
amenazadoramente mientras pasaba a penetraciones superficiales -
pero igualmente castigadoras- con su polla. La humedad de su ropa
interior proporcionaba un fresco consuelo a mi febril piel—.
Acostúmbrate a esos chupetones, cariño. A partir de ahora, serán un
elemento permanente. Y no te atrevas a intentar esconderlos.
Una tormenta de humedad se acumuló en el pliegue de mis ojos. La
carnalidad de su declaración, en forma de amenaza, era mejor que
cualquier ramo de flores o palabras de devoción. Quería a Clint con los
ojos desorbitados por mí. Enloquecido por la calentura y los celos.
Quería que tomara y tomara hasta que yo fuera una mota diminuta e
invisible porque había inhalado hasta la última gota de mí. Quería que
me encadenara, me venciera y me poseyera. Quería que llegara tan
lejos. Lo quería atado al asiento junto a mí.
Quería que entrara en la oscuridad.
—¡¿Me oyes?!
Pagina 175 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—S-sí —dije.
Se arrodilló y me abrió las piernas, haciendo una mueca de dolor
cuando el movimiento obligó a mis mejillas y a mi agujero a apretarse
alrededor de él. Mi mano serpenteó hasta mi polla, bombeando la larga
y férrea vara con agresividad desde su cabeza hasta la raíz. Clint se
lamió los labios y los dientes, utilizando un hombro para recoger sus
babas. Su mirada se fijó en el lugar donde su polla me emboscaba
mientras los sonidos de aplastamiento se elevaban por encima de
nuestras respiraciones agitadas y nuestras sucias palabras.
El sudor fluía sobre los montículos de su pecho, sobre los rígidos surcos
de sus abdominales y a través de su rosado ombligo para ser absorbido
por su rubio y recortado vello púbico. Y echó la cabeza hacia un lado
para despejar los mechones húmedos de su frente.
—Quiero montarte, Clint —Mis palabras temblaron por la cogida.
—¿Crees que puedes manejarme así? —Su boca se torció en una
sonrisa arrogante, la mirada siniestra cuando se combinaba con su
neblina de lujuria—. No te lo pondré fácil —dijo distraído, demasiado
consumido por su polla en mi culo y mi culo recibiendo su polla.
—Pruébame.
Rodó sobre su espalda, llevándome con él, y yo caí hacia delante
mientras el torrente de sangre corría rápidamente por mis miembros
entumecidos. Clint no me dio tregua ni misericordia. Me manejó hasta
que aseguró mi cintura entre sus manos, plantó sus pies en la cama, y
luego me folló hasta el cansancio.
—Maldita sea... —grité antes de que un gemido me destrozara la
garganta, y enrosqué mis manos húmedas alrededor de la barandilla
del cabecero. Una gota de sudor se desprendió de mi barbilla,
aterrizando y rodando como una bola de bolos sobre el tenso cuello de
Clint—. Tócame —le supliqué, y Clint despegó una palma del tamaño de
un guante de mi cadera para golpear con maestría mi dolorida
longitud.

Pagina 176 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clint ocupaba demasiado espacio en esta posición, pero me subiría a su


enorme polla o moriría en el intento. Con un corazón atronador y un
placer creciente tan morbosamente grande, me levanté y bajé,
montando la polla de Clint como un jinete.
—Sí —alabó, exprimiendome con su puño, acelerando el ritmo—.
Jesús —Su cabeza se golpeó contra el colchón que rebotaba—. Tu culo...
oh Dios —siseó con un espasmo en los ojos—. Tu culo se siente cálido y
sofocante, bebé. Como una calurosa noche de verano.
—No... no me hables dulcemente ahora —dije, apretando
alrededor de él, con las pelotas apretadas cuando gimió y me dio una
palmada en el culo—. Cerca —advertí, con los dientes chocando.
—Tú primero. Quiero ver lo engreído que eres cuando tu próstata
es golpeada después del orgasmo —gritó mi palabrota favorita cuando
me acerqué para rascar a lo largo de su suave perineo—. ¡Joder! —El
carmesí se abalanzó sobre su cara, nuestro ritmo se desequilibró
mientras él perdía su voluntad, y su clímax se precipitó dentro de mí.
Me corrí en un ladrido, y su mano rápidamente encerró mi garganta
para evitar que me cayera hacia adelante y lo desalojara de mí—. Hay
más —dijo a modo de explicación y disculpa por el sobresalto. Asentí
con la cabeza, sin apartar los ojos de él mientras vaciaba en mí lo
último de su crema.
Una vez que nos quedamos quietos, con las pollas gastadas y mi semen
mezclado en nuestros cuerpos, me dejó ir. A medida que nos
enfriábamos y nuestra respiración entrecortada se calmaba, el mundo
que nos rodeaba se coló. Clint deslizó sus manos sobre mi clavícula y
mis brazos. Tocó el tatuaje de la jaula de mis costillas con reverencia,
como si pensara que estaba soñando.
—¿Clint? —pregunté, con la voz cargada de emoción. No quiso
establecer contacto visual—. Habla conmigo, Clint —Me costó decir su
nombre dos veces antes de que mi voz le diera sonido.
—Raven... —Se levantó, me agarró por la nuca y selló mi boca con
la suya. Le rodeé con las piernas y le pasé las uñas por el cuero
cabelludo.
Pagina 177 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Me separé, hablándole al oído.


—Di que no te arrepientes.
—No me arrepiento —Se apartó para mirarme directamente, y se
llevó las gotas de cristal que se formaban en mis ojos.
—Di que no te alejarás.
—Ni por asomo —dijo con intensidad, besando mi cara hasta que
lo aparté juguetonamente. Estábamos pegajosos, las sábanas
empapadas y a los dos nos vendría bien un paño caliente y húmedo. Sin
embargo, ninguna molestia me arrancaría de su regazo.
—Prométemelo.
—Te lo prometo —dijo, manteniéndome prisionero con su mirada
hasta que me abrazó insoportablemente cerca, haciendo que un hueso -
o mi corazón- se pusiera en su sitio. Clint enterró sus dientes en el
pliegue de mi cuello. Mi polla golpeó contra su estómago como
respuesta.
Se rió, con la piel helada donde estaban sus dientes.
—No soy joven. Me temo que mi batería necesita más tiempo para
recargarse, cariño.
—Es curioso que digas eso. Te considero mi batería desde que
tengo uso de razón. Lo que me hace seguir adelante —Me pasé la
lengua por los labios, buscando en su cara, enamorándome
perdidamente de cada poro y de todas sus perfectas imperfecciones—.
Sólo bésame, Clint. Nunca me cansaré de hacerlo. Nunca pasará de
moda.
Su sonrisa era lenta y seductora.
—Te vuelves blando después del sexo.
—No me hagas rogar —susurré, cerrando los ojos, inclinando la
cabeza y profundizando.

Pagina 178 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Así pasamos nuestras noches en adelante, y cuando el tiempo lo


permitía, también nuestros días. Clint ya me había amado, pero
maldita sea, hizo que la parte del enamoramiento fuera algo hermoso.
Me lo demostró. Cada día. Cada vez que entraba por la puerta lateral
gritando: "¡Cariño, ya estoy en casa!" antes de dominarme con un beso
y tomarme allí mismo en el suelo.
Cada vez que atravesábamos las crujientes noches de otoño en mi moto
y sus manos se clavaban en mí de forma protectora. Y cuando no podía
quitarme el casco lo suficientemente rápido para arrinconarme contra
la superficie más cercana mientras me decía lo hermoso que era. Había
convertido mi nombre en una oración, y no importaba lo indomable y
lo urgente que fuera nuestro acto sexual, sus manos en mí, su boca en
mí... todo se traducía en adoración.
Eran los sábados por la tarde en los que limpiaba mi Harley mientras él
reconstruía el coche de su padre, la lista de reproducción que había
creado con mis canciones favoritas a todo volumen en el equipo de
música del coche. Canciones de las que nunca le había dado los títulos.
Observaba, escuchaba y, como una esponja, absorbía todo lo mío
porque le jodidamente importaba.
Lo que más disfrutaba eran los días en que se presentaba en mi trabajo
simplemente para sentarse y verme respirar. Para verme cobrar vida.
Cumplió su promesa. Nunca se apartó. Y yo nunca me eché atrás.
Nada podía detenernos ahora.

Pagina 179 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Bobby y yo estábamos en O'Neills con el capitán, algunos de los otros


chicos y algunos cónyuges que me conocían y se preocupaban por mí.
Estábamos celebrando mis dos décadas de trabajo. Me faltaban los
requisitos de educación necesarios para escalar mi rango, pero la
decisión de aceptar el trabajo nunca fue un obstáculo para llegar a lo
más alto. Ser policía pagaba las cuentas. Era la razón por la que Joey
tenía los dientes rectos, y si no fuera por el trabajo, Raven no formaría
parte de nuestras vidas. Estaba lejos de lo que quería hacer, pero hice lo
que tenía que hacer para proporcionar a mi familia seguridad y
consistencia. Los hombres no eran más sencillos que yo en esos
términos. Me alegraba que los que me rodeaban prosperaran mientras
yo recogía las sobras para mí. Era lo que me merecía.

—Muy bien —dijo Bobby, interrumpiendo mis pensamientos de


autodesprecio. —Esa de ahí parece que podría ser buena candidata.
¿Verdad, cariño? —Dio unos golpecitos en el centro de la mesa alta
alrededor de la que nos sentábamos para llamar la atención de su
esposa. Me escurrí la cerveza mientras Bobby se afanaba en convertir a
Melanie en cómplice de sus planes. Su excesiva participación en mi
vida amorosa venía con buenas intenciones. Pero los intentos de
emparejamiento se estaban volviendo ridículos, y se me estaban
acabando las excusas que de igual manera Bobby ignoraba.

Mi teléfono vibró con un mensaje de mi conductor designado.

Raven: Estaré ahí pronto.

Pagina 180 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Quién es? —preguntó Bobby, inclinándose para ver la pantalla.


Puse el dispositivo boca abajo sobre la mesa de madera—. ¿Y por qué
estás sonriendo como un tonto?

—No estoy sonriendo como un tonto.

—Sí que lo estás haciendo un poco —dijo alrededor de su


característico palillo.

Me bajé del taburete y bajé la voz. —¿Puedo hablar contigo afuera?

La puerta se cerró tras nosotros, sellando la música y los sonidos de la


celebración en el interior. Me subí la cremallera de mi chaqueta
delgada mientras Bobby se subía el cuello de la suya. Ahora que el frío
de la noche me había hecho entrar en razón, tartamudeé en busca de
un punto para empezar. Me aparté de la multitud de gente que entraba
en el pub, vestidos en disfraces reveladores de Halloween, y consideré
la posibilidad de suspender la conversación.

—¿Estás bien, Miller? Te has puesto pálido como un fantasma —


Ella se acercó, con la preocupación grabada en su mirada mientras la
brisa despeinaba su corte de pelo platino.

—Yo, eh… —Me aclaré la garganta, metiendo el puño en los


bolsillos de la chaqueta y decidiendo arrancar la tirita—. Raven y yo
estamos juntos.

—Juntos… —dijo ella, la palabra se desvaneció. —Puede que me


haya tomado una copa de más, pero aquí sólo nos veo a nosotros dos,
amigo —Su acento se hacía más fuerte cada vez que usaba su voz
paciente.

—Somos algo —dije lentamente, haciendo un gesto con la mano


para que entendiera.

—¿Repítelo nuevamente?

Me retorcí ante su confusión, con la prisa de quitarme de encima el


golpe y el juicio. —Somos una pareja —tosí, pero el arrugamiento de su
Pagina 181 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

nariz confirmó que no lo había registrado. —Me estoy acostando con él,
por el amor de Dios, Bobby. Y no me refiero a que estemos en la misma
cama, aunque eso también pasa. Somos amantes —Exhalé, pasándome
una mano por la boca.

—Sabía a lo que te referías.

—¡¿Todo este tiempo?! —La miré con incredulidad.

—Ajá.

Me moví sobre mis pies y me reí. Era eso o estrangularla. —Maldita sea,
Bárbara-Jean.

—¿Estás jodidamente loco, Miller? Es como tu hijo.

—En primer lugar, no es mi hijo —Aparté la palma de su mano de


mi frente con un golpe. —No estoy enfermo. Y, en segundo lugar, es un
adulto en toda su capacidad. Estamos en nuestro derecho de estar
juntos —¿A quién estaba tratando de convencer exactamente?
Enganchó los pulgares en las trabillas de su cinturón, golpeando la
punta de su bota en el pavimento irregular—. Di algo, Bobby.

—Lo criaste.

—Eso es una exageración.

—¿Lo es?

—Sabes la edad que tenía cuando lo conocí. Prácticamente un


hombre si se tienen en cuenta las experiencias que tuvo —Me defendí
débilmente.

—Hacer pucheros no te queda bien, Clint.

—Se quedó a dormir un par de noches…

—Y luego un par se convirtieron en muchas y luego para siempre


—dijo a su manera hiperbólica.

Pagina 182 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Eso tomó años. No conviertas esto en algo que no es. Nunca le


puse la mano encima ni pensé en él de forma impura hasta hace unos
meses. No soy ese hombre —Señalé con un dedo el suelo.

—Mierda, Clint, eso lo sé —Levantó las manos. —Sé la clase de


hombre que eres. Nunca pensaría eso —Unos cuantos universitarios
salieron tambaleándose y Bobby me cogió del brazo, llevándome más
cerca del bordillo para tener intimidad. —Estás metido de lleno en ello.
Lo puedo ver —Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios—. Todo lo
que quiero es verte feliz.

Asentí con fuerza. —Lo sé, y lo soy.

—¿Lo sabe Joey?

Desvié la mirada.

—Estás jodido.

Llegó otro mensaje.

Raven: A unas pocas cuadras de distancia.

No podría haber reprimido la sonrisa que se me escapó, aunque


quisiera. Y no quería.

—Estás doblemente jodido —dijo ella. —¿Por eso estabas tan


cabreado hace un rato? ¿Y por qué estás actuando ahora como una
adolescente con su primer amor? —Se desvió antes de que pudiera
responder—. ¿Qué tal es en la cama?

—¿Es en serio? —pregunté, un poco decepcionado, pero para


nada sorprendido. Salí a la calle cuando escuché a Raven acelerar en su
Harley. Sí que estaba actuando como una adolescente.

—¿Qué? —Se quejó, con las manos en las caderas cuando volví—.
Incluso yo puedo admitir que es el sexo personificado.

Pagina 183 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Su frase pasó por encima de mi cabeza, pero Raven había llegado,


deteniéndose frente a nosotros, así que no importaba. Nada más
importaba.

Raven desenganchó la correa de la barbilla de su casco, se la quitó y se


sacudió el pelo como un modelo de un anuncio de champú de los años
80. Se lo había dejado crecer porque le encantaba lo sostuviera de él. —
Hola, Bobby —La atacó con su sonrisa de megavatios.

Oh, Dios mío, dijo mi nombre, dijo con sus labios como una groupie,
con los ojos cruzados.

—Muy gracioso —murmuré, y ella hizo un gesto de rechazo a mi


inexistente sentido del humor.

—Oye, sex... quiero decir, Raven.

Me reí. —Debería haberte parado hace cinco cervezas atrás.

—No eres divertido —Me golpeó el hombro. —No es divertido —


Le dijo a Raven.

—Todavía está aprendiendo a serlo —dijo Raven con ojos sólo


para mí. —Súbete —Hizo un gesto con la cabeza detrás de él.

—De ninguna manera se ven decentes en esa cosa —susurró


Bobby, midiendo el espacio detrás de Raven. Exactamente como me
había sentido antes de tener el privilegio de que ya no me importara un
carajo.

Acepté el casco de repuesto de Raven. Bobby me llevó de nuevo a la


acera, lejos del alcance del oído, y Raven captó la indirecta de tener que
lucir ocupado, rebuscando hasta conseguir un cigarrillo.

—Bromas aparte, sabes lo que estás haciendo, ¿cierto? ¿Y si todo


esto sale mal?

—He aprendido que el “y si” es un problema para mañana —Me


puse el casco y apreté la correa.
Pagina 184 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Los labios de Bobby se apretaron en una línea dura, el humo del


Marlboro encendido de Raven interrumpiendo nuestra fiesta. —Santa
madre de dios, hace que fumar parezca indecente. Siento que estoy
engañando a Melanie sólo con verlo. Puede que tenga que confesarme.

—Diles a todos que dije buenas noches —Me apreté detrás de


Raven, moldeando mis brazos y muslos internos alrededor de él,
dándole suficiente espacio para conducir, pero nunca lo suficiente para
respirar. Mi corazón se calentó cuando la sonrisa bobalicona de Bobby
atravesó su preocupación. —Te quiero, Bobby —dije detrás de mí, mis
palabras llevadas por el viento mientras Raven aceleraba.

Las preocupaciones tendían a ser algo leal. Se quedaban en los buenos


y malos momentos. Ni Joey ni Raven salían lastimados, pero también
eran todo lo que tenía. Todo por lo que vivía. Yo también acabaría
enterrado bajo los restos. Me había preparado a mí mismo para
perderlos con el matrimonio, carreras, el infierno, incluso un traslado a
otro estado. Perder su amor, su respeto, y perder a mi familia... Sería
una píldora que nunca podría tragar. No sobreviviría. Cuanto más
tiempo pasaba, más dispuesto estaba a arriesgarme, a luchar por ello y
a creer que todo saldría bien. Si Raven y yo no funcionábamos,
encontraríamos la manera de que esa nueva realidad funcionara. Y si
Joey no lo aprobaba, también lo solucionaríamos.

Llegamos a casa, nos duchamos y nos metimos bajo mis mantas,


renunciando a hacer el amor por besarnos. Lo terminé demasiado
pronto, para consternación de Raven. —Necesito irme a dormir ya,
porque no puedo esperar a despertarme contigo al lado.

—Eso ha sido cursi, pero está bien, tú ganas —Sus ojos estaban
llenos de risa y sus protestas se estancaron, y se hundió en su posición
favorita en lo profundo de mi pecho, poniendo una oreja sobre mi
corazón.

Pagina 185 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Raven levantó un extremo de la mesa de centro de roble macizo y yo


cogí el otro, apartándolo de la mullida alfombra entre el debate sobre el
nuevo romance navideño de Kate Lang que habíamos ido a ver al cine
esa noche. Faltaban semanas para el Día de Acción de Gracias, pero la
Navidad parecía estar en pleno apogeo. —Drew Barrymore habría
encajado mejor —dijo Raven, gruñendo mientras acomodábamos la
mesa más cerca de la puerta batiente de la cocina. La sala de estar era
escasa, como todas las habitaciones, pero era lo que podía permitirme
en ese momento, y compensaba lo que le faltaba en tamaño con amor—
. Kate es más adecuada para patear culos.

Le dirigí una mirada burlona. —Podría estar equivocado, pero eso ha


sonado sexista.

—Sabes que es verdad —Se subió encima de la mesa, como si lo


hubieran criado lobos salvajes, para merodear hasta mi lado y besarme.
Sentía la necesidad en mis dedos el impulso de levantarlo por el culo,
enviando sus piernas alrededor de mí, pero el hecho de ser levantado lo
ponía en guardia. Prediciendo la dirección de mis pensamientos, bajó
de un salto. —No soy una jodida damisela —advirtió en una rara
muestra de fastidio, su voz adoptó el tono profundo y dominante que
utilizaba cuando me obligaba a hacerle cosas indecentes. Escondí las
manos detrás de la espalda en una muestra de inocencia, doblando los
labios hacia adentro para ocultar mi sonrisa.

Raven se dejó caer en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá, tobillo


sobre tobillo, mientras yo cargaba trozos de leña en la chimenea. —
¿Qué tan duro te pusiste ayudando al señor Duncan a cortar ese árbol
en su patio?

Me reí, adorando que me conociera bien. Nuestro vecino del otro lado
de la calle sin salida había estado mirando el arce muerto en su patio

Pagina 186 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

delantero durante algunas semanas. Le había convencido de que sería


más rentable derribarlo nosotros mismos. Había rechazado mi
insistencia en compensarle por la leña. Por suerte para nosotros, la leña
muerta no necesitaba ser sazonada antes de su uso. —Mi padre y yo
íbamos al bosque detrás de nuestra casa al principio de cada año para
cortar y sazonar la leña para el invierno siguiente. Se convirtió en una
tradición. También acampábamos allí en los meses más cálidos. Mamá
y Brandon no querían saber nada de eso —Mi padre y yo éramos
amantes de la naturaleza. Cortábamos madera y nos sacábamos las
astillas de las palmas de las manos con los dientes. Cargué los trozos de
corteza en la rejilla uno por uno, sintiendo los ojos demasiado
conocedores de Raven escudriñarme. —Traté de inculcarles, aunque
fuera un pequeño grano de eso a ustedes dos. A Joey no le importó
demasiado. Para ser justos, nunca te quejaste. Pero más bien te
sentabas a dibujar nuestro entorno mientras Joey y yo hacíamos todo el
trabajo pesado.

Raven resopló ante mi valoración de nuestras acampadas. —No me


gustaban necesariamente las actividades al aire libre, pero nunca me
quejaría de poder pasar tiempo con ustedes dos. El lugar no importaba.
Pescar, acampar, ir de excursión, ver cómo se reflejan los árboles de
hoja perenne en la superficie del lago al anochecer como un laberinto
de espejos. La alternativa era arrancar agujas del interior del codo de
mi madre mientras dormía donde se había caído en el suelo. Si es que
un estupor inducido por las drogas puede considerarse sueño —Su
declaración carecía de autocompasión, y su mirada no vacilaba.
Compartía la información porque estaba relacionado con el tema en
cuestión, no porque quisiera que lo tratara como a una víctima. Eso
resumía a Raven. Estaba medio bromeando cuando dije que era un
hombre cuando lo encontré.

—Terminó siendo un intercambio justo —dije. Algunos de esos


bocetos estaban enmarcados en el pasillo de arriba. Recuerdos
invaluables que nunca hubiera pensado poder capturar. —¿Estás listo
para perder? —Situé la pantalla protectora frente al fuego rugiente
antes de quitarme el polvo de las manos y quitar las luces.
Pagina 187 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Raven sacó la baraja del bolsillo lateral, cruzando las piernas y luciendo
una sonrisa llena de secretos. —He aprendido del mejor.

—Ese sería yo —dije desafiante, tomando para ambos una cerveza


del pack de seis que estaba frío sobre la mesa y bajando a la misma
posición junto a él. —¿Qué obtendré cuando gane?

—El ganador podrá decidir.

—¿Y si no te gusta lo que elijo? —Dije con seguridad, esperando


sacarlo de quicio. Raven hizo caso omiso de mi provocación, y me
atraganté con mi cerveza mientras repartía las cartas triunfalmente.

—Eso te pasa por intentar provocarme.

—Tengo planes para ese dedo cuando gané —Me incliné para
susurrar—. Entonces, ¿cuántas manos?

—¿Qué tal si al final de cada mano el perdedor se quita una pieza


de ropa? El primero que esté completamente desnudo pierde.

Aparte de nuestros abrigos, no nos habíamos quitado nada y, según mis


cálculos, llevábamos la misma cantidad de ropa. Miré el fuego a poca
distancia. —Se está poniendo caliente.

—Sí, así que en realidad te estaré haciendo un favor al hacerte


desnudar.

—De cualquier manera, estoy bastante seguro de que esto


termina conmigo dentro de ti, así que ten cuidado, Raven.

Antes de que pudiera parpadear, estábamos en nuestra novena mano


de Rummy, con latas de cerveza rodeándonos, y Raven iba ganando. Yo
estaba en calzoncillos, y si esta mano no salía bien, eso también
desaparecería, demostrando que él era el ganador. No había tenido en
cuenta que jugara sucio. —¿Quién se deshace de su ropa interior antes
de deshacerse del jersey, la camiseta y los calcetines? —pregunté, con el
dolor de un perdedor en mi voz. Había tenido que jugar los últimos
cuatro partidos viendo su polla abultarse y agitarse.
Pagina 188 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Un ganador —Fue su salaz respuesta.

El fuego crepitó detrás de mí, y mi expresión debió hablar de lo mucho


que lo deseaba en ese momento.

—Pareces hambriento, Clint.

—Me muero de hambre.

—No te preocupes. Tengo toda la intención de alimentarte —Su


polla goteaba con anticipación, y pasó un dedo por el líquido
preseminal, cubriendo sus labios con ella, luego señaló las cartas
puestas frente a nosotros. —Tu turno.

—Eso es hacer trampa —La repentina profundidad de mi voz


combinó las palabras en una sola, un mero murmullo de sonido.

—Muéstrame dónde dice eso en las reglas, Clint.

Sólo Raven podía hacer que mi nombre sonara como un pecado


cometido. Mi mirada acarició las perlas de sudor que salpicaban su
nariz como pecas. Me encantaba su sudor, y miré la pila de leña que
quedaba, esperando poder mantener el fuego toda la noche. —Aquella
primera noche de nuestra acampada espontánea. La noche de nuestro
primer beso. Había compartido los detalles íntimos de mi primera vez
con Adam, porque tú lo pediste. Querías saber cómo se sentía estar
dentro de él. Cuánto duré una vez allí. Y si lo dejé deseando no tener
que irme.

—Y tu respuesta fue: “No lo recuerdo, no me acuerdo y lo dudo”


—repitió textualmente.

—Así que te acuerdas —dije, sorprendido.

—Lo recuerdo todo de ti, Clint —Podía ser tan intenso a veces.
Asustaba.

—No entendí por qué querías los detalles escabrosos. Estaba claro
que estabas celoso. Me excitaba dártelos una vez que empecé. No sé de
Pagina 189 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

dónde saqué la fuerza de voluntad para no tomarte en ese momento.


Derramé mis sucios secretos en tu oído y me puse más duro a medida
que te enfurecías.

—¿Qué tiene esto que ver con el juego? —preguntó, jugando con
el pequeño charco lechoso de su raja.

—Nada, sólo vivir el momento, y esto es lo que estoy pensando en


este mismo. Supe desde el principio que ser tu amigo sería peligroso,
incluso antes de que mis sentimientos cambiaran de dirección. Me
hiciste querer más. Más de la vida, más de mí mismo, más de las partes
de mí que no había sido lo suficientemente valiente como para mirar de
frente. Me haces sentir vivo, Raven —Las cartas crujieron en mis
manos, y Raven dejó su pila como si respirar y sostenerlas fuera una
expectativa demasiado pesada—. Estoy sentado aquí jugando al
Rummy, compitiendo por un premio que ya he ganado, pero aún me
muero por la oportunidad de ganarte de nuevo porque no me canso de
ganarte.

—Clint…

—Nunca olvidaré lo que se siente el estar dentro de ti, Raven. Tu


cuerpo, tu mente, tu corazón... Nunca.

—Tú ganas —dijo, lanzando los brazos al aire. Me reí,


desplegándome para echar más leña al fuego—. Espera un segundo.
¿Acabas de hacer trampa?

No lo había hecho, pero no era lo suficientemente maduro como para


dejar que se retractara de su rendición. —No, pero no puedes
retractarte ahora —Me bajé los calzoncillos y me los quité, admirando
el petulante picoteo de su boca mientras tanteaba la chimenea a ciegas
en busca de la botella de lubricante. —Ahora mi premio —Rodé la
cabeza sobre mi cuello, gimiendo mientras me masturbaba.

—De ninguna manera —Resopló, retrocediendo hasta que el sofá


bloqueó su retirada—. Terminamos el juego primero, o no obtendrás
nada.
Pagina 190 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No me hagas tomarlo —dije, adelantándome a los


acontecimientos. La boca de Raven se separó, su expresión era
ilegible—. No quise decir…

—Me encantaría que lo intentaras —dijo, bloqueando mi disculpa.

El tiempo nos dio la espalda, dejándonos allí para que nos


mantuviéramos en el lugar, pero el pulso que latía en mis bolas seguía
contando los segundos por nosotros.

—No te voy a dar nada —susurró.

—¿No?

—No —dijo con rotundidad.

Una mirada entre sus piernas dobladas confirmó que su excitación no


había disminuido. —¿Raven? —Su nombre fue una petición de
aclaración, y me hundí de rodillas preparándome para su respuesta.
Estábamos pisando un terreno resbaladizo, con un potencial de
consecuencias demasiado grande como para tomarlo a la ligera. No
contestó, y supuse que hacerlo habría atenuado lo que fuera.

—Un trato es un trato —Mi mano salió disparada para esposar su


tobillo, pero él la apartó de un puntapié.

—Dije que no —Su cabeza hizo un gesto de no, pero sus ojos de
“fóllame” me animaron a ir a por ello.

La dopamina inundó mis venas, coagulándose por la gran cantidad que


intentaba recorrer mis vasos sanguíneos. Me relajé sobre los talones,
con el fuerte malestar en mis testículos. —¿Qué estamos haciendo aquí,
Raven? —No podía equivocarme aquí. No esto.

—Vas a recoger esas cartas y terminar, o me voy a la cama, y te


veré mañana.

El montón de cartas que había entre nosotros yacía desparramado en


ruinas, daño colateral de la ráfaga de viento que su patada agitó, y las
Pagina 191 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

mías estaban desmenuzadas y abandonadas en algún lugar cerca de la


chimenea. La amenaza de dormir solo, de la lujuria no consumida, y la
injusticia infantil de ser declarado ganador y que luego él la revocara,
hicieron que mi fastidio se disparara. Y esta vez, cuando le tendí la
mano, su fuerza no fue rival para mi agarre. Lo arrastré sobre la
alfombra y los naipes como si fueran carbón, formando camino entre
sus piernas que se agitaban y sujetándolo con mi pelvis.

—Para —dijo.

Le inmovilicé las muñecas en el suelo y me cerní sobre él, jadeando con


fuerza. —Maldita sea, me estás volviendo loco —dije entre dientes.
Entendía lo que quería, pero cuanto más protestaba, más miedo tenía
de dárselo. Aún más aterrador era el hecho de que nunca había estado
más dispuesto a tomar lo que quería, más dispuesto a ignorar una
objeción en toda mi vida.

Agarré sus muñecas con una mano, recuperando otro frasco de


lubricante de debajo del sofá y abriéndolo. Guardábamos una botella
en todos los lugares imaginables. En cada cajón, en cada cojín del sofá,
en el estante de la ducha, en el cesto de la ropa sucia, en el armario de
la cocina y más allá. Habíamos aprendido por las malas que ninguna
superficie estaba fuera de los límites. Las arrugas de indecisión se me
clavaron en la frente.

—No lo pienses tanto, Clint. La respuesta es sí, siempre. Incluso


cuando pareciera que no. Ahora fóllame.

Me hundí, mi polla llegó más allá de sus paredes, mis pelotas


suspiraron de alivio.

Empecé con empujones poco profundos, sin darle nunca lo suficiente.

—Te dije que me follaras —Un puño lateral aterrizó bajo mi


omóplato.

—No —Me aferré al chupón que se desvanecía en su cuello,


retocándolo, manteniéndolo a propósito en el límite. Y cuanto más
Pagina 192 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

luchaba con los dientes, las manos, los talones y las caderas para
llevarme a lo más profundo de él, menos cedía.

—Quítate jodidamente de encima. Me haré cargo yo mismo —


escupió, con la cara roja.

—No —dije entre dientes, comprometido con el juego ahora.

Sus golpes flaquearon al darse cuenta. —Así no, Clint. Mierda, me estás
torturando —Eso no impidió que su líquido preseminal cayera entre
nuestros pechos que se frotaban.

—Podría correrme así —susurré. Apenas dentro de él y sin


embargo ocupando demasiado espacio, su frenética necesidad de mí
encendiendo la mecha de mi dinamita, mi orgasmo a punto de estallar.
—Esta vez tengo mucho para ti —dije, midiendo la plenitud de mi saco
mientras se balanceaba. —Estaré sorbiéndolo de ti toda la noche, Raven
—Si chuparle la polla a tiempo completo fuera un puesto de trabajo, lo
habría aceptado. Si hubiera podido comérmelo por dentro, lo habría
hecho. Si hubiera podido meter mis labios, mis dientes, mi lengua y mi
corazón dentro de él a la vez, también lo habría hecho.

Raven gimió y su letanía de maldiciones hizo que me cayera saliva en la


mejilla. —La venganza es una perra, Clint.

Lo besé, gruñendo y apartando la cara cuando sus dientes me


mordieron el labio. Entonces, me abalancé sobre él, con las caderas
flexionadas, manteniéndome quieto mientras mi semen lo ahogaba
internamente. —Ungh, Cristo —Mi cuerpo sufrió con los espasmos.

—Oh, no, no lo harás —dijo Raven con una mueca cuando me


retiré y bajé para chupársela—. Vas a volver a levantar esa polla. Me lo
debes.

Con un gemido, le hice caso cuando me instó a ponerme de espaldas,


haciendo brujería con sus manos, su boca, e incluso con la longitud de
su hendidura, acurrucando mi polla entre su apretado y pegajoso culo.

Pagina 193 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Vamos, bebé —canturreó ante mi dureza. —Tienes otro


testículo —Me acarició un lado con su nariz, olisqueando de arriba a
abajo antes de deslizarme por su garganta. Mi batería se recargó
enseguida.

En una muestra de desafío, Raven me montó de espaldas. Negándome


sus labios y el placer de ver lo que mi polla le hacía. Me utilizó, simple y
llanamente. Nunca le dejé saber que la vista de su mullido culo y los
músculos jugar a lo largo de su espalda era un pequeño placer por sí
mismo.

Raven follaba con determinación, su cuerpo era una máquina bien


engrasada que recibía mi polla como si estuviera hecha a su medida. Su
agujero buscó la manera de hacer espacio para mí, acomodándose a mí
con poca o ninguna resistencia, sin dejar de dar la bienvenida a todo mi
cuerpo. Y follar con fuerza era sólo su primera configuración.

Hacía del sexo una forma de arte, y yo podía visualizar fácilmente su


cuerpo trabajando en un lienzo. Cada golpe, cada inclinación, cada arco
y cada gemido que emitía eran precisos y se cultivaban para hacerme
desear más. Me di cuenta de que otras personas lo habían
experimentado de esta manera, y echó una mirada por encima del
hombro ante mi doloroso amasamiento de sus redondas mejillas.

—Odio que otros hayan estado aquí —dije—. Que allá fuera, ahora
mismo, alguien esté recordando que fuiste el mejor polvo de su vida.

Los ojos de Raven se suavizaron, el azul translúcido cubriéndome con


su amor. —Nunca ha sido así —susurró, captando mi necesidad de
tranquilidad—. Nunca antes había importado.

Sus tópicos habrían apaciguado a un hombre mejor, pero hicieron


revivir una parte arrogante y dominante de mí. Me hizo querer hacer
que nunca más importara tanto. Hizo que el animal que hay en mí
quisiera orinar sobre, dentro y alrededor de sus dominios. Sus dientes
traquetearon mientras embestía su manojo de nervios sin parar. —¿De
quién es este culo?
Pagina 194 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Tu-tuyo, Clint.

—¿Quién más te ha follado tan bien, dulzura?

—Nadie.

—No te oigo —Lo embestí con un ritmo ininterrumpido. No podía


llegar lo suficientemente profundo, no podía tomar lo suficiente de él.

—¡Nadie!

—Tócate, bebé. Estoy cerca.

Se apartó de mí, con una mano en mi rodilla, la cabeza colgando hacia


atrás, los mechones de medianoche rozando su hombro, la humedad
lloviendo por el tatuaje que rodeaba su columna vertebral. El sonido
chirriante de mi polla entrando y saliendo de su agujero empapado de
semen me llevó al límite de nuevo. Sufrí mi clímax en un tenso silencio,
con las yemas de los dedos agarrando su culo, dejando mis huellas.
Esperé con la respiración contenida mientras su mano volaba
violentamente sobre su vara curvada. Necesitaba oír cómo se deshacía.
Porque si bien la visión de su venida me ponía estúpido y emocionado,
era el sonido, como el de un cachorro forzado a obedecer, lo que me
hacía temblar. Apreciaba todas las oportunidades de ver cómo se
ablandaba el arrogante, malhablado, que estaba encima de mí. Verlo
doblegarse. Una buena cogida te llevaba lejos con Raven.

Se apartó de mí con un siseo y vino a colocarse sobre mí. Lo subí a mi


cuerpo lo suficiente como para levantar su brazo y enterrar mi nariz
dentro de su axila, lo siguiente sería el valle entre sus nalgas. El olor de
su sudor me resultaba embriagador, especialmente cuando se mezclaba
con mi semen. Y disfrutaba del tono rosado que oscurecía la punta de
sus orejas cuando lo hacía. No era frecuente verlo sonrojarse.

Habíamos pasado sucios sin una mirada hacia atrás. Hacíamos e


intentábamos cualquier cosa que nos acercara a la sensación que
perseguíamos. No podría expresarlo mejor que decir que queríamos
despojarnos de toda humanidad cuando estuviéramos juntos. Raven y
Pagina 195 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

yo hacíamos cosas que pondrían en duda mi credencial y mi moral,


pero en el santuario de nuestra casa, lejos de las miradas indiscretas del
pueblo, nuestra obsesión crecía sin freno y no nos molestaba.

—Coge tus esposas —susurró, sin aliento.

—Sienta tu culo en mi boca primero —dije, mordisqueando su


axila y enviando un pulgar a través de la burbuja de crema de su
agujero.

—Ah, joder —dijo, empujándose contra el dígito—. Por favor.

—Yo primero, bebé. Yo primero —dije, chantajeándolo para que


se sentara a horcajadas sobre mi cara. La polla de Raven se endureció
en respuesta a ello.

¿Nunca nos cansaríamos de esto? Me di una sacudida mental cuando


los atisbos del futuro intentaron robarme el momento.

Estábamos bien juntos.

Encajábamos.

Y no iba a perderme lo que más importaba por centrarme en lo que


importaría después.

Pagina 196 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

“Es el peor tipo de pecado desperdiciar un día de sesenta grados en


pleno noviembre” Palabras de Clint, no mías. Así que saqué el equipo
de entrenamiento del garaje a la entrada mientras él daba los últimos
toques al Chevelle de su padre. Brilló con esmero el parachoques, antes
oxidado, con su paño de microfibra, porque un paño de algodón no
serviría. El aceite manchó la parte delantera de la camiseta de
mecánico que le regalé, con la palabra Demon bordada sobre el bolsillo
del pecho porque follaba como uno.

Al terminar mi última serie de ejercicios de pecho, me senté a


horcajadas en el banco y bebí una botella de agua antes de pasar una
toalla por mi sudorosa frente.

Clint retrocedió, observando su obra antes de sonreírme con orgullo,


con los ojos llenos de vitalidad. Había alcanzado su propósito, sólo
deseaba que no le costara tanto abrirse a mí sobre esa parte de sí
mismo. Llevaba años preparado para atraparnos antes de nuestras
dificultades, estando disponible para nuestros momentos difíciles,
vulnerabilidades y ambiciones, pero no había pensado en dejarnos
estar ahí para él. Correr a su lado, animarlo mientras se dirigía a la
meta. Ahora las cosas serían diferentes. Yo sería su amigo, su amante,
su aliado y su compañero en el crimen. Se lo merecía.

—¿Qué te parece? —gritó por encima de la música, con la luz del


sol rebotando en su pelo rubio.

—Hermoso —dije, y sus ojos, del color y tamaño de un dólar de


plata, centellearon con humor.

Pagina 197 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Te pregunto por el carro, Raven.

—Oh —Remodelado con una nueva pintura azul bebé y llantas


cromadas a juego. Los sueños húmedos se estructuraron en menos, y
sólo se necesitó que Clint hiciera un lío irreparable en el camino de
entrada para terminarlo—. Lo hiciste bien, bebé.

—¿Sí? —Los ojos de Clint se abalanzaron de mí al coche y


viceversa.

—Sí —El orgullo se apoderó de mí.

—Hice lo que pude sin tener un elevador eléctrico para levantarlo


—se encogió de hombros modestamente.

El cartero se detuvo frente a nuestro buzón y nos saludó a mí y a Clint.


Clint se echó el paño al hombro y se dirigió hacia él, y yo me puse a
trasladar las pesas dispersas de vuelta al garaje convertido en gimnasio.

Clint volvió, abriendo un sobre y leyendo la carta que había dentro.

—¿De Joey? —Corté la música en el altavoz Bluetooth. Clint bajó


lentamente hacia el banco, la última pieza del equipo que necesitaba
transportar—. ¿Clint?

—Ah, no. No es de Joey.

—Bueno, ¿qué ocurre? ¿De quién es? —Balanceé mi pierna sobre


el banco, acomodándome detrás de él, cerrando la brecha que nos
separaba y metiendo mis manos bajo su camisa y por su espalda
enroscada.

—Es el número de identificación fiscal de mi negocio —Se rio con


autodesprecio, como si algo tan trivial no debiera tenerlo tenso. —
Tengo un número de identificación fiscal —Clint había presentado el
papeleo inicial necesario para poner las cosas en marcha, pero el
número de nueve dígitos puesto en blanco y negro lo hacía ahora real.

Pagina 198 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Hice rodar mis nudillos en sus trapecios, justo debajo de su nuca.


Suspiró, fundiéndose ante el toque. —Esto es bueno. Ahora pasamos a
lo siguiente y nos preocupamos sólo de eso hasta que llegué el
momento de preocuparnos por otra cosa —dije.

—Creo que en este caso tengo que considerar todo. Encontrar un


lugar, los fondos —Se sacudió la camisa ante mi insistencia, y apreté mi
nariz contra su columna vertebral, inhalando, dándole tiempo para
ordenar sus pensamientos y desahogarse. Clint necesitaba oírse a sí
mismo tener miedo en voz alta en lugar de pensar en el miedo dentro
de su cabeza. Y a veces, necesitaba dejarlo hacer eso. —¿A quién quiero
engañar, Raven? —dijo con burla. —Estuve holgazaneando con mi viejo
cuando era niño y luego cuando era un adolescente descarriado. Luego
tuve la suerte de que su viejo carro necesitara trabajo mínimo para
volver a funcionar —Lanzó una mano hacia el carro que se había dejado
la piel en terminar—. ¿Qué haré cuando me enfrente a un verdadero
desafío?

—Por eso vas a contratar a los mejores. Gente que te haga quedar
bien, cuyas fortalezas complementen tus debilidades. Law ha estado
entintando pieles más tiempo del que yo me he estado poniendo
cachondo y todavía tiene que lanzarme clientes porque hay mierda que
no puede hacer. A mí me pasa lo mismo. Si alguien quiere que le tatúen
la cara de su madre muerta, le indico cómo llegar a la silla de Link.

Clint soltó una risita por encima del hombro hacia mí.

—Y tú hiciste algo más que holgazanear alrededor de tu padre.


Era el mejor y aprendiste de él. Por no hablar de que te graduaste de la
secundaria con tu título y que te sacaste otro más. Estás oxidado, eso es
todo. Ese parachoques de ahí también estaba oxidado, y míralo ahora,
brillando y todo.

—Tendré que pasar un examen…

—Estudiaremos toda la noche.

—Necesito un log…
Pagina 199 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Te haré uno. ¿Qué más?

—Haces que ir por lo que quiero suene tan fácil. Me haces creer
que puede ser así de fácil —Cruzó mis manos alrededor de su frente,
obligándome a abrazarlo—. También tengo que conseguir algo de
dinero inicial. La casa está casi pagada, lo que significa más fondos
para desviar a otros lugares, y tengo algunos ahorros para mantenerme
hasta que el negocio repunte.

—Puedo ayudar.

—No —dijo con convicción—. Tienes tu propio sueño hacia el que


estás pedaleando.

—No hay tal cosa como tu sueño y el mío. Todo es parte de


nuestro sueño, Clint.

—Aprecio el sentimiento, dulzura. Pero no voy a aceptar tu


dinero. No creas que no soy consciente de que has estado interceptando
las facturas de los servicios. Llamé y recargué un crédito grande en la
electricidad y el agua. No habrá saldo que pagar durante algunos
meses. Eso debería evitar que malgastes tu dinero.

Le mordí la nuca, lo que me provocó un golpecito en la pierna.

—Estás sudando —dijo Clint, provocando mi muslo a través de


mis mallas de compresión.

—Concéntrate, demonio —Me reí. —Estoy seguro de que Bobby


invertirá en ti, al igual que varias personas de la comisaría—. Pensé
mejor en mencionar a Joey y a mí. Una discusión para otro día.

—Casi me olvido de la estación. ¿De verdad voy a dejar mi


trabajo?

—Déjame verte —dije suavemente. Los sacrificios de Clint, y su


diligencia a la hora de machacar la autoestima, hicieron que fuera fácil
ir por lo que quería en la vida. Cuando quise clases de arte, él había
tomado los turnos de Nochebuena y Año Nuevo para hacerlo realidad.
Pagina 200 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Y se aseguró de que estuviera abastecido de materiales. Joey recibió el


mismo trato.

La muerte del padre y del hermano de Clint le enseñó que conseguir lo


que quería equivalía a sacrificar un cordero, a enviar a un inocente al
matadero. Y tras la llegada de Joey, Clint aprendió otra valiosa lección:
que él mismo era la última prioridad. Que las malas decisiones que
había tomado hasta ese momento necesitaban de alguna manera una
vida de penitencia para ser corregidas. Y por eso había trasladado su
atención a otra parte.

Estar frente a frente en el banco resultaba difícil si queríamos estar


cerca, y cuando estábamos juntos, tendíamos a pegarnos estáticamente.
Manteniendo mi culo en el asiento acolchado, rodeé su torso con mis
piernas y la parte posterior de mis muslos en la parte superior de los
suyos. —Cumpliste tu condena. Les has dado dos décadas de tu vida, y
tú mismo has dicho que tu pensión está asegurada. Puedes marcharte
—El sol poniente dejaba entrar una brisa que me levantaba el pelo y me
hacía cosquillas en la piel. Me habría sentado allí toda la noche
convirtiéndome en una paleta humana si hubiera terminado con él
convencido de que podía hacer esto.

Clint cogió un mechón de mi pelo alborotado, haciéndolo girar


alrededor de su dedo, mirándome como si tuviera el poder de cagar
oro. —Gracias, dulzura. Ahora —sacó un cuadrado de papel doblado de
su bolsillo—, mira lo que he encontrado hoy en mi guantera —Desplegó
el dibujo.

—¿Te gusta?

—Me encanta, pero ¿se te acabó el carboncillo aquí? Porque


definitivamente soy más grande que eso.

—He creado un monstruo —Cogí la hoja de papel. El dibujo


mostraba a Clint completamente desnudo en el asiento de mi Harley,
bebiendo una cerveza, con su polla llena de semen colgando

Pagina 201 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

perezosamente sobre su muslo—. Estás blando, y aun así casi te toca la


rodilla.

Clint se rio en mi cuello, poniendo mi espalda sobre el banco. —¿Fue


eso un sueño? —preguntó mientras oscurecía mi chupón desvanecido.

—Una predicción psíquica del futuro —Lo abracé hacia mí.

—¿Quieres hacer realidad el arte, entonces? —Habló sobre mi


piel, su rica voz retumbando por mi garganta.

—No hay nada en lo que no te dejaría cogerme, Clint.

—¿Mi tamaño te intimidó la primera vez?

Me reí, y Clint me miró con una ceja alta. Le encantaba que le subieran
el ego, dentro y fuera de la cama. Clint, el hombre, y Clint, el amante,
eran polos opuestos, y ahora que éramos amantes, rara vez veía al
hombre. —¿No se supone que los cuarentones tienen que estar
evolucionados, seguros y toda esa mierda que conlleva el saber quién
eres?

—Es toda una mierda. También queremos que nos digan que
nuestras pollas son grandes.

Habría rodado hacia un lado y me habría caído del banco en un ataque


de risa si no hubiera estado tan entrelazado con él. Abrí los ojos
pellizcados al ver que me sonreía con afecto. —Ahí está el hombre —
susurré, haciéndole cosquillas en la barba incipiente. Lo amaba cuando
pensaba que era perfecto, pero prefería aún más su versión imperfecta.
Tenía que ser yo quien lo motivara, quien le hiciera ver su belleza, su
contribución al mundo. —El tamaño de tu polla me ha asustado
durante años, Clint. Quería ser bueno para ti, lo mejor que hubieras
tenido. Quería tomar todo de ti. Tus pelotas también son bastante
grandes —añadí, y él se dedicó a subir y bajar una mano por mi polla
enfundada en spandex mientras escuchaba. —Mi culo desaparece en
tus manos, tus dedos toman mi garganta con espacio de sobra, y mi
boca apenas puede acomodar tu lengua —Sacudí la cabeza con
Pagina 202 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

asombro—. No sé de dónde sacaron las piezas para construirte, pero no


tenía nada que temer porque encajaban perfectamente dentro de mí.
Estaba hecho para ti. Para tomarte. Para lograr ser tomado por ti. Eres
más grande que la vida, Clint. En todos los putos sentidos.

Clint agarró la cintura de mis mallas de entrenamiento, y desenrollé


mis piernas para que pudiera deslizarlas hasta la parte superior de mis
rodillas antes de doblarme por la mitad. —Mmmm, todavía tienes algo
de mí en ti de esta mañana, dulzura.

—Me gusta sentirlo saliendo de mi a través del día.

—Eso podría ser un desastre —advirtió, tragando audiblemente.

—No tenía que ir a ningún lado —expliqué con la voz ronca—.


¿Vas a olerme?

—Sabes que sí —Me dio un ligero golpe en el culo, mi reprimenda


por haber hecho una pregunta tonta.

—¿Por qué te levanta eso la polla? —pregunté. Clint podría


dormirse con su cara bajo mi brazo o en mi culo.

—Necesito tocarte, saborearte, olerte y comerte. Te necesito en mi


cuerpo, y todo en ti me excita. ¿Tiene sentido?

—Perfectamente —Yo sentía lo mismo. —¿Y luego qué? ¿Qué pasa


después de que me hayas absorbido en tus pulmones? —Porque Clint
estaba desarrollando una vena cruel. No estaría por debajo de él
dejarme con ganas hasta más tarde.

—Te follaré justo después, Raven. Te lo prometo —Clint se apartó


del banco, cayendo de rodillas y empujándome hacia el borde del
mismo de forma no tan suave. Estábamos en el camino de entrada, y al
otro lado de la calle las cortinas del señor Duncan se agitaban como si
hubiera estado espiando a través de ellas.

—El Sr. Duncan podría ver —dije, despreocupado.

Pagina 203 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Que lo vea, entonces —Clint me separó y aspiró mi franja de


aterrizaje como una línea de cocaína.

—Joder… —Maldije, estirándola mientras él alternaba entre


olfatear y lamerme. Últimamente estaba más atrevido. Me rodeaba con
su brazo cuando estaba en público, y ahora me follaba al atardecer, a la
vista de nuestro vecino entrometido. Clint se rozó la polla entre la tela,
nos preparó y me quitó las medias por completo antes de echarme las
piernas por encima de los hombros. Me folló mientras exigía que
gritara su nombre.

Posteriormente, Clint se volvió a meter su polla, mirando entre nuestra


posición en el camino y las casas al otro lado y a la derecha de nosotros.
—Jesús, me vuelves loco —El color subió por su cuello, pero sus
palabras no contenían calor—. Eres una mala influencia.

—La peor —confirmé—. Y no pienso curarte de tu síndrome de


cavernícola en un futuro cercano.

Me ayudó a ponerme de pie, apoyándome en la puerta de la cocina,


protegiendo mi desnudez con su cuerpo. —La temperatura va a bajar
esta noche. Podemos cocinar y comer junto al fuego.

—¿Olvidaste que tenía planes? —Ya había abandonado a Link en


su búsqueda de apartamentos dos veces esa semana.

—Oh, sí que me acordaba —Puso esa mirada celosa que me


encantaba—. Sin embargo, esperaba que tu no. Pero si necesitas ir…

—No… —No lo arruines. —¿Qué hay para cenar? —Se me había


permitido bajo su piel, y no tenía intenciones de desalojar el edificio. Si
me quería sólo para él, lo tendría, porque yo estaba en el negocio de
conceder sus deseos. Necesitaba que me deseara tanto. Necesitaba que
me deseara aún más. Y Clint siempre había sido bueno en atender mis
necesidades.

A veces, en la vida, obtienes lo que pides. Bueno o malo.

Pagina 204 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Lleno de pasta y polla, disfruté de mi gozo post-orgásmico en el sofá


con Clint extendido sobre mi torso, una fina sábana cubriéndonos de
cintura para abajo. —¿Me vas a decir qué te pasa? —Dije—. Quiero
decir, contar tus suspiros ha sido divertido y todo, pero estamos
entrando en territorio de tres dígitos.

Besó el centro de mi pecho antes de recostar la cabeza y devolver su


mirada al fuego. —Podría acostumbrarme a esto —dijo, deteniéndose,
moviendo el aro de mi pezón—. Si pudiéramos hacer que todo allá
afuera se detuviera, y sólo tener esto.

—¿Estás preocupado por Joey?

—Siempre.

—¿Darías fin a esto si él no lo aprobara?

—Lo conoces de una manera que yo no lo conozco. ¿Hasta dónde


crees que llevará su desaprobación?

—N-no sabría decirlo.

Clint me miró el pecho, con la barbilla apoyada en el dorso de las


manos. —Si no conseguimos que nos acepte, ¿nos elegimos el uno al
otro? —Clint quería que dijera lo que él sabía que no podía. Le había
dado la vuelta, consiguiendo que empatizara con él de una forma que
no había conseguido antes. Mi boca se abrió y se cerró. Hasta entonces,
no había apreciado su posición porque en mi mente se reduciría a que
él tuviera que tomar la difícil decisión. Que tuviera que elegir a Joey
por encima de mí, o a mí por encima de él, dejándome protegido de la
parte verdaderamente difícil. Del trabajo sucio. Me observó, esperando

Pagina 205 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

que le dijera que quería que me eligiera a mí, o esperando mi permiso


para romperme el corazón si tenía que hacerlo.

—Nunca te pediría que eligieras entre nosotros. Sólo te pido que


luches por tenernos a los dos, y yo lucharé contigo. Esto no tiene que
ser tan grave como lo haces parecer.

—Sí —dijo él—. Tienes razón.

—Ahora dime lo que escondes —dije, instándole a subir para que


pudiéramos besarnos.

—¿Cómo lo supiste? —Pasó su lengua mutante por mis


amígdalas, chupando mi respuesta. Me retorcí y giré la cabeza para
alejarme, sonriendo.

—No lo sabía, pero ahora sí. Suéltalo —Lo mantuve a raya,


sujetando mi mano alrededor del cabello en la parte posterior de su
cabeza.

—Tengo que asistir a una boda mañana. Me había comprometido


hace meses. Lo había olvidado hasta que Bobby me lo recordó el lunes.

—El lunes —dije, con curiosidad por saber por qué había
esperado cinco días para decírmelo, y por qué decírmelo ahora se
sentía como una combinación de disculpa y confesión. Podía admitir
que habíamos tomado la costumbre de olvidar que había un mundo
fuera del nuestro. Los meses de invierno lo hacían más fácil al estar
todos ocupados con la hibernación. Dicho esto, nunca le había dado a
Clint la impresión de que no pudiera tener una vida social, sólo que
prefería que no la tuviera. Parte de querer que fuera mío era no querer
que fuera de nadie más. O lo menos posible de cualquier otra persona.

—Las bodas se planean con meses, a veces con años de antelación


—dijo, construyendo su defensa. —A veces, cuando llega la fecha, las
situaciones personales han cambiado, pero no se puede hacer nada al
respecto. Los planes están grabados en piedra.

Pagina 206 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Mierda, apestas en esto. Si tu objetivo era tranquilizarme antes


de soltar la bomba, has hecho lo contrario.

—Es la boda del hermano de Bobby. La distribución de los


asientos se asignó hace meses. Ella me emparejó con su cuñada.

—¿Por qué haría eso?

—Porque es una inevitable casamentera, y no pensó que sería un


problema hasta hace unas semanas, cuando le hablé de nosotros. Para
entonces, era demasiado tarde. No quería causar un estrés innecesario
a los novios pidiendo que movieran a la gente otra vez.

—¿Qué significa exactamente “emparejado” con ella? —Entendí el


concepto de un acompañante, pero la persona invitada decidía quién
sería ese “extra”.

—Yo no tenía a nadie a quien llevar en ese momento, y ella


tampoco. Bobby se encargó de organizar las cosas para que
asistiéramos juntos. Como pareja. Luego nos envió a una cita a ciegas
para conocernos.

La noche en el Club Intimate.

—¿Qué más? —Porque había más. Clint estaba demasiado


incómodo para que no lo hubiera.

—La recepción va a ser en el Club Intimate.

Me lo imaginaba. Era el único lugar interior en la ciudad lo


suficientemente elegante como para hacer una fiesta de cinco estrellas.
Probablemente habían pagado para convertirlo en un País de las
Maravillas de Invierno o alguna mierda igual de adorable.

—La acompañaré a la boda, a la recepción, y la dejaré en su casa


si no puede conseguir alguien que la lleve. Estaré de vuelta antes de que
te des cuenta.

Pagina 207 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Esa expresión está sobre utilizada y es falsa —Lo sabría. De


ninguna manera no sabría que Clint estaba en una cita con alguien
más, porque eso es lo que era. Y al contrario de lo que dijo Clint, él
sería el que la llevaría a casa al final de la noche. Era ese tipo de
hombre. —¿Y qué pasa si ella hace un movimiento? ¿Y si decides que
estar con ella sería menos molesto porque entonces no tendrías que
contarle a Joey lo nuestro?

Pensó en mi pregunta. Realmente pensó en mi pregunta. Me sacudí


debajo de él, cogiéndolo por sorpresa y enviándolo al suelo. Salté del
sofá, cabreado y necesitando salir de allí. Me atrapó antes de que
llegara a la puerta de la cocina y me sujetó contra la pared sin perder el
aliento.

—¿Nos has visto a ti y a mí juntos, Raven? —escupió.

—Te tomaste jodidamente demasiado para contestar —Le espeté,


tratando de zafarme de su agarre sin conseguirlo. Él pegó su cuerpo al
mío.

—Voy a esta boda porque tengo que hacerlo, y nadie hace un


movimiento en mí que no quiero. Todo el mundo allí puede asumir que
somos algo, pero no lo somos, y ella es muy consciente de ello. Eres el
único en el que pensaré todo el tiempo que esté allí. Tú eres el que va a
tener mi corazón como rehén aquí hasta que devuelva mi cuerpo como
rescate. Ahora deja de luchar contra mí. Y no vuelvas a alejarte de mí —
Me soltó, y me hundí por el inesperado golpe de su honestidad.

—Estoy celoso.

—Lo sé, dulzura. Y siento haberlo empeorado ocultándotelo.

—No quiero que ni una sola uña con manicura te toque.

Clint me besó como si me fuera a romper en pedazos si me dejara caer.


Succionó mi labio superior en su boca, soltándolo y luego robando el
inferior mientras acariciaba entre la raja de mi culo. —¿Me perdonas?
—preguntó. No estaba de humor para perdonar.
Pagina 208 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Si quieres mi perdón, Clint, tendrás que suplicarlo.

—Por favor, perdona…

—De rodillas. Entre mis muslos —Lo envié allí con una palma en
su cabeza. Su mano y su boca rodearon mi polla como una correa,
tirando de mi orgasmo como uno, también. Me corrí en pocos minutos.
—Cómetelo —Le susurré, acercando su cara a mi corto nido de pubis,
haciendo círculos con mis caderas y haciendo correr mi semen en sus
entrañas.

—Date la vuelta y ábrete para mí —exigió Clint, masturbándose


de rodillas y lamiendo mi semen de las comisuras de sus labios. Sus
fosas nasales abiertas me dijeron exactamente lo que quería poner allí.

—No. Te gustaría demasiado —Atravesé con el hombro la puerta


batiente y subí los escalones hasta mi dormitorio. Clint se reunió
conmigo allí, luchando por tirarme a la alfombra y follándome por la
espalda antes de presionar su nariz en mi pliegue. —Estás jodidamente
enfermo —dije, saciado y molesto y todavía celoso.

—Eso suena como un grito por más, dulzura.

—No —dije con fuerza —No lo es —Me arrastré fuera de su cara,


girando y reflejando su posición sentada en la pantorrilla.

Manipulaba sus testículos y su polla, trabajando para levantarla de


nuevo. —Vamos a hacer esto toda la noche. Vamos a hacer esto hasta
que mi salida de mañana no sea un problema.

—Nunca será un problema. No vayas. Inventa una excusa de


mierda.

—No quieres que haga eso, Raven, porque entonces no


tendríamos esto. Ven aquí —Estaba listo para ir hacia mí de nuevo.

—No.

Pagina 209 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Dios —Se estremeció. —Tal vez estoy enfermo —Su cuerpo se


estremecía con la contención que requería para no apartarse de mí. Era
una bestia de hombre. Sudoroso, necesitado y jadeando por más. Mi
semen decoraba su barba y la punta de su nariz. —Ven aquí —repitió,
dejando la polla en alto mientras cogía la botella de plástico
transparente que tenía a su lado.

—No —anuncié lentamente, y sus pupilas estallaron. Me apresuré


a ponerme en pie y me lancé hacia la puerta, chocando con una pared
de ladrillos. Corriendo justo hacia él.

—¿Cómo puedes pensar que voy a querer a otra persona? —Me


preguntó, acorralándome hacia la cama y poniéndome de espaldas.
Reboté mientras su mirada caliente me devoraba—. ¿Cómo puedes
pensar que querría algo más que esto?

—Dije que no. ¿Vas a follarme de todos modos, Clint?

—Sí.

—¿Por qué?

—Porque hace demasiado tiempo que no tomo algo sin


importarme lo que los demás quieran. Porque no puedo dejar de
recordar lo mucho que me encanta. Y porque quiero.

Tragué saliva, embriagado por su respuesta y la forma arrogante en que


la pronunció. Si estaba enfermo, era contagioso. O tal vez se había
contagiado de mí.

—¿Me vas a dejar, Raven?

—Sí.

—¿Por qué? —preguntó, cubriéndome y pasándome el dedo


corazón por el agujero mientras yo luchaba contra él.

—Porque lo necesito. Necesito que tomes lo que quieras sin que te


importe un carajo.
Pagina 210 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Lo sé —dijo, serpenteando dentro de mí lentamente, como la


exhalación de un último aliento. —Te veo, Raven.

Y yo te veo a ti.

Todo el trabajo duro y las largas horas de follar que Clint había
realizado la noche anterior a la boda no significaban nada el día de la
misma. Había prometido asistir, y así lo haría. No tenía que gustarme.
Tampoco tenía que ser maduro al respecto, por lo que esa noche llegué
a casa más tarde que él y me encerré en mi habitación en lugar de
meterme en su cama.

Ya no reconocía mi habitación. Las sábanas no tenían el mismo tacto


que las suyas, y las almohadas que había colocado a mi espalda en
sustitución de él no tenían la misma temperatura que su cuerpo. Hacía
una eternidad que no dormía solo.

El pomo de mi puerta no tardó en sacudirse, luego vino el golpe,


seguido de mi nombre filtrándose como una súplica a través de la grieta
al pie de la puerta. Estuve a punto de dejarlo entrar. Pero no lo hice.

No podía dormir sin él y, sobre todo, no quería hacerlo. Y con cada


minuto que pasaba, mi razón para torturarnos a ambos se me escapaba
de las manos. Sin embargo, cuando regresó, con su golpeteo ahora
atronador, no dije nada. No hice ningún movimiento.

Me levanté de golpe cuando sonó el estruendo de la puerta al ser


arrancada de sus bisagras. Colgaba hacia dentro, sin necesitar más que
una fuerte brisa para soltar su último tornillo.

Clint y su desnudez llenaban el marco, resoplando y resoplando antes


de cargar contra mí con un paso amplio y furioso. Sólo lo había visto así
Pagina 211 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

de enfadado una vez. La noche en que Joey se escabulló con su


camioneta para tener sexo con Trish cerca de los acantilados y terminó
en un choque. Clint nunca tuvo la necesidad de acelerar más allá de una
leve irritación. Llevaba una credencial y era gigantesco, más que
suficiente para ganarse un amplio margen y respeto. —O duermes
conmigo, o no duermes —Me arrancó la manta como si esperara que
pesara una tonelada, su ira añadiendo combustible a su fuerza.

—¡No...! —Grité, luchando inútilmente mientras me manejaba


con un agarre de bombero.

—Lo sé. Que no te levante a menos que sea para cogerte contra la
pared —Nos hizo pasar por delante de la puerta estropeada y se dirigió
hacia las escaleras—. Estoy a punto de rectificar eso ahora mismo.

Sacó una botella de lubricante del techo de la nevera en su camino de


guerra, bombeando dedos impacientes dentro de mí mientras yo
colgaba, con la cabeza en el culo, de su hombro. Acabé clavado con su
polla contra la pared justo dentro de la puerta de su habitación. Eso fue
lo más lejos que su furia lujuriosa le permitió llegar. Se hundió en mí
como una chincheta a través de un tablero de corcho.

—Primero, voy a follarte hasta que diga que es hora de parar —


dijo, con una mano en mi garganta mientras la otra me sujetaba por el
culo. El interruptor de la luz se clavaba en mi espalda, pero no tenía
suficiente aire para respirar, y mucho menos para hablar. —Luego me
vas a decir dónde carajo has estado y por qué no respondías a mis
llamadas esta noche —Sus respiraciones se aceleraron y unos puntos
negros rodearon los bordes de mi visión mientras me seguía follando
como si me odiara—. ¿Quieres que pare?

Asentí, consiguiendo apartar un dedo de mi cuello mientras me follaba


con más fuerza.

La versión de Clint de la suavidad era dura, francamente, castigadora, y


su concepto de castigo cruzaba demasiadas líneas y rompía demasiados

Pagina 212 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

muebles como para llevar la cuenta. La mesita de noche volcada que


ahora se aferraba a una pata era prueba de ello.

Follamos demasiado, pero no lo suficiente. Nos permitíamos cosas


nocivas el uno al otro. Éramos nuestros propios árbitros, y nuestro
juicio sobre lo que era una falla era parcial en el mejor de los casos. En
el peor de los casos, simplemente no nos importaba. Cuantas más
banderas, blancas o rojas, mejor.

—¿Estamos bien? —susurró en la habitación oscura,


masajeándome después de usar mi cuerpo sin cuidado.

—Siempre —dije somnoliento en su almohada, sus manos me


transportaban al nirvana. Nos estábamos desviando del camino, la
línea que nos separaba de una manada de animales salvajes se estaba
diluyendo. Si eso era un problema, estaba claro que no necesitaba ser
yo quien llevara el timón de nuestro amor, porque nunca sería
suficiente. Y llegar demasiado lejos seguiría siendo una distancia
demasiado corta. Por otra parte, soy hijo de mi madre...

Las manos abandonaron mis pantorrillas y se estiró junto a mí,


acurrucándome hacia él. —Recuérdame otra vez que no estoy solo en
esto —dijo sin aliento.

—No estás solo, Clint. Recuerda que yo estuve aquí primero —Yo
te amé primero. Te quise primero. Me volví loco primero. —Sé
exactamente cómo te sientes —Deslicé una mano entre nosotros para
separar una mejilla del culo, y él captó el mensaje, posicionando su
suave polla en mi centro—. Le pedí un favor que me debía el dueño del
club. Desde la intimidad de su oficina, te vigilé a través del espejo de
dos vías. Ahí es donde estuve esta noche. Maneje moto por un rato
después de ello, ignorando tus llamadas, para hacerte pagar.

Se congeló un instante. —¿Qué hiciste qué?

—Quería jodidamente arrancarla de ti. Estaba amargado y


enfadado y me sentía amenazado. Y quería hacer una escena lo
suficientemente grande como para que tú también hicieras todas esas
Pagina 213 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

cosas. Para dejar claro que eras mío. Quería obligarte a sacarme de allí
escupiendo y gritando. Me habrías cogido a solas, y mi “no” habría
significado “no” esa vez porque habría estado tan jodidamente
enfadado. Y tú me habrías follado igualmente. Sabiendo que esta vez no
era lo mismo. Sabiendo que esta vez, lo decía en serio —Joder, se me
estaba poniendo duro pensando en ello.

—¿Por qué... por qué no lo hiciste? —preguntó, con la voz


destripada por la excitación instantánea, su polla separando aún más
mis mejillas.

—Ricardo me detuvo. Dijo que si hacia estragos en su propiedad,


tendría que pagar por ello.

—Eso no debería hacer que te desee, Raven. No debería hacer que


me arrepintiera de no haber tenido el placer de montarte allí mismo,
delante de todos. No puedes hacer cosas así.

—Pisoteamos el “no debería” una jodida eternidad atrás, Clint.


Tal vez más. Y no me des la oportunidad de volver a tomar la decisión
correcta, porque te prometo que elegiré mal —dije molesto. Él y la
cuñada de Bobby se veían bien juntos de nuevo. Combinados en color y
toda la mierda. Hice una mueca de dolor cuando él se deslizó hacia
abajo para alinearse con el lugar que se extendía continuamente para
él—. Estoy irritado.

—Puedes tomarme —aseguró, conociendo mi cuerpo mejor que


yo.

—No puedo —dije débilmente, más de lo mismo. Me ignoró,


introduciéndose en mi anillo suelto y húmedo y apenas se movió, pero
aun así fue capaz de eyacular en mí de nuevo, utilizando mis entrañas
como depósito de semen. Me ocupé de mí mismo por delante,
poniéndome rígido durante mi clímax.

—Sí —respiró dubitativo, accediendo a todo lo que había dicho


que haría. La vergüenza en su voz hizo que lo que estábamos haciendo
se sintiera sucio. Me gustaba lo sucio. —Necesito tocar tus huesos —
Pagina 214 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

dijo, tocando mi esternón, poniéndose cómodo. —No puedo llegar lo


suficientemente profundo dentro de ti, o lo suficientemente cerca de ti.
No quiero que nada se interponga en nuestro camino. Ni siquiera la
piel —Bostezó, su voz pesaba con el sueño—. Sueno como un loco.

—No, no suenas como tal —dije, moviéndome para rozar la punta


de su nariz con la mía, mis siguientes palabras una ráfaga de viento
soplando sobre sus labios. —Suenas como un hombre enamorado —
Suenas como yo.

Pagina 215 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No puedo creer que te haya dejado convencerme de esto —gritó


Clint por encima del motor del Cessna, con una sonrisa de locura en la
cara. Era su cumpleaños 41 y había mencionado de pasada que quería
saltar en paracaídas, así que me metí mi propia aversión a las alturas
entre las piernas y lo hice realidad. El clima había sido un factor de
preocupación, pero a esa altura el frío era lo último en lo que pensaba.
Me reí con nerviosismo cuando el instructor atado a mi espalda levantó
la mano, contando desde cinco.

Mis ojos estaban fijos en Clint todo el tiempo, queriendo recordar su


felicidad más que la experiencia cercana a la muerte. Valió la pena que
mi estómago se retorciera. Me levantó en sus brazos cuando
aterrizamos, y lo permití, sin querer clavar un cuchillo en su euforia.

Éramos los últimos en saltar ese día y el estacionamiento se había


vaciado cuando volvimos al Tahoe23 de Clint. —Baja el asiento trasero y
pon el culo en el aire, Raven —dijo, abriendo la puerta trasera y
haciéndome entrar.

—¿Aquí? —pregunté, con las cejas alzadas hacia el cielo.

—Mira, están cerrando y ya se van —dijo, subiéndose al asiento


del conductor y observándome por el espejo retrovisor mientras me
quitaba las capas de ropa—. Nos estacionaré en la parte de atrás.

23
Chevrolet Tahoe

Pagina 216 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Hicimos que el estrecho espacio funcionara, empañando las ventanas y


balanceando el camión mientras Clint se abalanzaba sobre mí con
fuerza y entusiasmo.

—No te muevas —ordené, borrando la curva deformada que había


dibujado del cuello de Clint.

Habíamos seguido celebrando en el terreno vacío del local de


paracaidismo en los extremos opuestos del asiento trasero, y no podía
dejar de admirarlo en su traje de cumpleaños con las gafas de lectura
de montura negra que sólo llevaba cuando nadie miraba.

—Tengo que pasar la página —Se rio, leyendo la carta de Joey, la


que llegó hace días con la leyenda ABRIR EN TU CUMPLEAÑOS
escrita en negrita en la solapa sellada.

—Avísame la próxima vez —refunfuñé, deslizando el lápiz detrás


de mi oreja. Me había tomado tres intentos de dibujar más allá de sus
sonrisas, risas y ceños fruncidos. Memorizarlo mientras se empapaba
de los cumplidos de su hijo no era la mejor idea que había tenido—.
¿Qué está diciendo?

—Cree que soy el mejor padre que ha pisado la tierra —Hizo una
mueca, sujetando con fuerza los extremos de la carta como si las
páginas pudieran salir volando. —Debe haber estado borracho —dijo
autocríticamente—. También está triste. Solo.

—¿Dijo eso? —Rebusqué en los bolsillos de mi chaqueta en busca


de mis Marlboro.

—No —dijo en voz baja. —Está en lo que no dijo. O tal vez estoy
proyectándome. Lo extraño —Clint se quitó las gafas, dejando la carta a
un lado para recorrer con la mirada la destrucción de su camión.
Nuestra ropa de exterior y las prendas termales colgaban del espejo
retrovisor, el volante, la palanca de cambios y el reposacabezas del lado
del conductor llevaban mis bóxers como un sombrero—. El sexo en mi
camión es nuevo. Nunca los he dejado si quiera comer aquí.

Pagina 217 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Y ahora mira quién está comiendo aquí —Abrí mis piernas para
mostrarle mi agujero limpio. —Siempre tan hambriento —dije con
maldad, y las comisuras de Clint se levantaron ante eso.

—Y siempre limpio mi plato.

—Es cierto —acepté.

—Salté de un avión —dijo incrédulo.

—Dijiste que era algo que siempre habías querido hacer —Apreté
mi cigarrillo sin encender entre dos dedos. Me gustaba sentir su peso
allí.

—Sí. Aunque no puedo creer que lo haya hecho.

—¿Fue Joey la razón por la que nunca lo hiciste?

Él asintió. —Me parecía demasiado imprudente.

—¿Y ahora?

—Ha sido lo más empoderador que he hecho nunca —Su sonrisa


decía gracias, y al carajo, me sonrojé. Clint cogió la cámara Polaroid
que le había regalado, capturando el raro momento y alineándola junto
a las fotos más lascivas que había tomado mientras me follaba en el
asiento. —Menos mal viniste preparado —dijo, levantando la cámara,
señalando mi bloc de papel, y encajando dramáticamente la banda
elástica de la barbilla de su sombrero de cumpleaños en forma de cono.

—Te ves ridículo con eso —Me rasqué la mejilla para disimular mi
sonrisa—. Había planeado que estuviéramos fuera todo el día, pero no
aquí todo el día. Podemos ir a la ciudad más tarde, si quieres.

—Nop, no me importa quedarme aquí. No eres de los que salen a


la ciudad. Y yo tampoco.

Pagina 218 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Somos una pareja hecha en el cielo del aburrimiento, ¿no? —


Saqué el encendedor dorado que me había comprado Clint y encendí el
cigarrillo.

—No me gustaría que fuera de otra manera —Me miró


inquisitivamente mientras abría la ventana y exhalaba una calada de
humo.

—¿Qué?

—¿Sería ahora un buen momento para preguntar cómo estás? —


Me estudió.

—Estoy bien —Le aseguré, sacando el extremo de mi Marlboro


por la rendija de la ventana.

—¿La llamaste?

—No —dije. Clint y mi madre cumplían años el mismo día.

—¿Cómo te sientes al respecto?

—Durante años, pensé que si le demostraba que me importaba el


día en que nació, tal vez un día me devolvería el favor. Tal vez un día no
se arrepentiría de mí —Nunca funcionó. Nunca le importó mi
cumpleaños.

—Ella no se arrepiente de ti, Raven.

—Sí, sí, está enferma, lo sé —dije, poniendo fin a la letanía que


creía que ya había abandonado a este punto. —Con el tiempo, ayudó
que tuviera tu cumpleaños para centrarse en lugar del suyo, pero ahora
—Me encogí de hombros. —Estoy bien —¿Estaba jodido por mi pasado?
Jodidamente sí. No necesitaba una sesión de terapia para decírmelo.
Sin embargo, estaba más bien que mal. Había ganado mucho más de lo
que había perdido. Y cualquier día elegiría que ella se arrepintiera de
mí a que nunca tuviera mi nueva familia. Perspectiva. No me molesté
en preguntar si había tenido noticias de su madre. Rara vez lo hacía en

Pagina 219 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

su cumpleaños. Le echaba la culpa al proceso de envejecimiento cada


vez que Joey la llamaba por su desliz.

Hubo un tiempo en el que creía que la madurez arreglaba las


imperceptibles fracturas de nuestros corazones que no se podían tocar
físicamente ni ver con un microscopio. Que llegaría a esa edad mágica
y, de repente, todo tendría un puto sentido, y la vida no dolería tanto.
Entonces miré a Clint, que tenía demasiado miedo de hacer las
preguntas difíciles al único padre que le quedaba, y analicé a su madre,
que huyó a otro país para evitar sanar. Y a mi madre, que eligió vivir en
una realidad alternativa porque enfrentarse a la niña maltratada que
llevaba dentro resultaba demasiado arriesgado. Lo examiné y llegué a
la conclusión de que, por muy mayores que fuéramos, seguíamos
siendo demasiado jóvenes para tenerlo todo resuelto. Eso me asustó y
me alivió. Daba pocas esperanzas y, al mismo tiempo, liberaba la
presión. Seguramente algún día tendría una erupción volcánica, y
también Clint. Hasta entonces, nos las arreglaríamos de la mejor
manera posible con las herramientas que nos habían dado. Sólo rezaba
para que finalmente usáramos las palas que nos había dado Dios para
cavar la salida, no para hundirnos más.

Recostado en la puerta, Clint golpeaba inquieto la rodilla de su pierna


doblada. —No, Clint —Comprobé la hora en el reloj del tablero—.
Tienes siete horas hasta que te conviertas en calabaza. Quédate aquí
conmigo. Mañana puede esperar —Deseché mi cigarrillo a medio fumar
y subí la ventanilla, temblando.

Se sacudió de donde sea que se haya ido mentalmente. —Lo siento. La


carta de Joey, el salto, hacerse mayor... Tienes razón —Se inclinó hacia
la parte delantera para aumentar la calefacción, y luego se estiró sobre
el asiento trasero aplastado, llevándome con él. —¿Háblame de nuestro
futuro? ¿O eso es demasiado mañana para ti? —bromeó, besando mi
nariz.

Me acurruqué en su torso, viendo más allá del interior negro del


camión, hacia nuestro final feliz. —Joey no sólo nos aceptará, sino que
vivirá al lado. Nos mudaremos para lograrlo, si es necesario. O
Pagina 220 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

podemos vivir todos juntos, pero dudo que quiera oírte follando
conmigo hasta que se rompa la cama. El negocio estará en auge. Al final
se nos quedará pequeño el espacio en el que estamos y tendremos que
construir algo más grande, abrir más locales, quizás. Y tú tienda estará
al lado de la mía. Así podremos entrar para decir “te amo”, o para que
puedas inclinarme sobre la mesa de tu oficina en mitad del día
porque... porque me seguirás necesitando tanto —Toda herida deja su
cicatriz, y esa era la mía.

—Siempre te necesitaré tanto, Raven.

—Y ya no te preocupará que la parca esté a tus espaldas,


esperando para hacer funcionar su guadaña a la primera señal de tu
felicidad. Seguirás siendo una prioridad, y no sólo durante el sexo,
aunque nunca dejes de hacerlo mientras follamos —Besé su apretado
pezón y puse mi oreja sobre su corazón, enhebrando mis dedos entre
los escasos pelos rubios sobre su pecho.

—¿Qué más? —suplicó, dibujando círculos ausentes en mi


espalda.

—Seremos felices. Envejeceremos juntos y seguiremos haciendo


cosas de viejos como jugar al Rummy junto a la chimenea, asistir a
eventos geriátricos de “toma mientras pintas24” —dije, y su risa brotó
de su corazón y llegó a mi oído. —Estaremos obsesionados el uno con el
otro. Te pondrás celoso por Link, y yo seguiré utilizando la boda a la
que asististe como medio para iniciar peleas y así poder derribar mis
puertas y joder mis paredes con tu polla. Y me preguntarás si estamos
bien después, porque de antemano te importará una mierda todo lo
que no sea conseguir lo que quieres de mí —Levanté la cabeza, sin
sorprenderme de encontrar su frente llena de líneas de preocupación—.

24
Sip-and-paint. Son eventos donde hay un instructor o artista que te enseña a pintar algo en específico,
suelen hacerse en pubs o lugares donde se sirva alcohol. No es necesario consumir alcohol, pero es la clave
de venta.

Pagina 221 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

¿Dónde estás ahora mismo, Clint? Dímelo para que pueda matar la
mierda que sea necesaria y rescatarte de allí.

—Estoy con Brandon. Siempre con Brandon —Me acunó con


fuerza—. No creo que ella pueda soportar que cumpla años desde que le
quité todos los suyos.

Me arrastré más arriba para que nuestras miradas se alinearan. —No la


necesitas, Clint. Te redimiré. Haré un trueque con Dios, con el diablo o
con su maldito abogado. Te salvaré.

Él suspiró. —Sólo si me dejas hacer lo mismo por ti.

—Amo hacer tratos contigo —dije, gimiendo cuando su dedo


rodeó mi abertura.

—Y yo te amo a ti —dijo, con su boca yendo hacia mi chupete.

Nos quedamos todo el tiempo que pudimos. Hasta que las funciones
corporales y los estómagos carcomidos nos llevaron a casa.

Una vez allí y alimentados, jugamos al Rummy desnudos junto al


fuego, porque el cuerpo desnudo de Clint iluminado por las llamas
ocupaba el primer puesto en mi lista de calor. Y su líquido preseminal
brillando a través de su raja como si fueran diamantes antes de
deslizarse por la gruesa vena de la parte posterior de su erección
siempre me ponía sediento. Y esperar, mientras se sentaba sobre las
palmas de las manos y ensanchaba las piernas, a que las gemas gordas
e hipnóticas pasaran por su saco antes de que yo me deslizara para
besarlas desde su agujero, siempre me dejaba hambriento de más.

—¿Quieres sentarte en esa silla y dejar que te monte por detrás,


cumpleañero? —pregunté, tirando las cartas y señalando la mesa del
comedor. —Luego ¿me estrellarás de espaldas sobre la madera dura y
te correrás en mi cara mientras me meto los dedos en el agujero? Y
después, ¿me chuparás las pelotas y la polla hasta que me corra dentro
de tus mejillas? ¿Y luego cosecharás mi semen allí, subirás sobre mi

Pagina 222 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

cuerpo y me lo darás? —Me acomodé en su regazo para entonces,


bombeando nuestras pollas con ambas manos.

—No —respondió, lamiéndome desde el labio inferior hasta la


nariz—. Te vas a tumbar boca abajo, con los brazos extendidos y las
piernas juntas, de la espinilla a la pantorrilla.

—Nunca vas a caber desde esa posición —interrumpí, acelerando


mi ritmo sobre nuestras pollas.

—No te preocupes —dijo tranquilizador, besando la comisura de


mi boca—. Te voy a follar sólo con la punta.

—Jooooder —gemí, corriéndome accidentalmente en ese


momento, soltando la polla tiesa de Clint y masturbándome la mía
mientras él sonreía con cero simpatías.

Me agarró la barbilla mientras me desplomaba sobre él. —Sobre tu


vientre, dulzura. Ahora.

—Bueno —gemí temblorosamente.

Mi teléfono celular sonó, interrumpiendo la tentadora tarea de


desinfectar mi estación de trabajo. Pulsé el botón de rechazar en el
número desconocido. Mi cita con Clint para la cena de Acción de
Gracias era demasiado importante como para llegar tarde porque un
representante de ventas quisiera venderme una nueva garantía para un
carro que no tenía. La mejor manera de superar la tristeza por la
ausencia de Joey era no celebrar nuestra tradicional fiesta sin él, así
que había reservado en un restaurante de carne de la ciudad.

Pagina 223 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Los Dioses de la Tinta solían cerrar los días festivos importantes, pero
como tenía que esperar a que terminara el turno de Clint de todos
modos, accedí a reservar para uno de mis clientes habituales.

A continuación, sonó el estridente timbre del teléfono de la tienda, y


también lo ignoré de camino al baño.

Alguien creía firmemente en el botón de “volver a marcar”, porque una


llamada se convertía en otro y otra. —Mierda —Me abroché la bragueta
y salí corriendo por si era Clint. Había dejado el teléfono en mi mesa de
trabajo. Me incliné sobre el mostrador de recepción y cogí el auricular.

—¿Hola?

—Hola. Habla el Dr. Statcher desde el Mercer General. ¿Habla


Raven Anderson?

—Ahora es Miller. Raven Miller —Hablé sin que se me formara


un nudo en la garganta, yendo directamente a la pregunta que hacía
siempre que recibía estas llamadas. —¿Está muerta? —Cualquiera de
las dos respuestas habría sido buena.

Dejé caer el auricular en las proximidades de su base y corrí hacia el


perchero antes de atravesar la puerta. Me monté en mi moto antes de
salir del centro comercial hacia la autopista, y conduje sin pestañear
hasta que el hospital estuvo a la vista.

Dejando caer el caballete en el aparcamiento de visitantes, me debatí


entre si debía importarme una mierda que ella estuviera allí dentro
todavía respirando o si debía largarme.

Nunca fallaba. Tan pronto como ella no fuera cosa picoteando en la


parte posterior de mi cráneo alguna mierda como esta sucedería,
enviándome hacia abajo en una zanja. Y ella tenía una sincronización
impecable hasta el punto de que debería ser una puta ciencia.

Pagina 224 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Mi estómago me dio un puñetazo cuando las puertas del ascensor se


abrieron de golpe y el olor a antiséptico entró en mis fosas nasales en
busca de un huésped.

—¿Te vas a bajar, corazón?

Me apresuré a lanzar un brazo hacia fuera y activar los sensores para


volver a abrir las puertas que se cerraban, saliendo para que la anciana
con el bastón pudiera subir.

El puesto de enfermería bullía de actividad. Los teléfonos sonaban, las


máquinas pitaban y los dedos volaban sobre los teclados. Nadie
pestañeó cuando pasé por delante de ellas y recorrí uno de los dos
pasillos llenos de habitaciones de pacientes.

La suya era la primera puerta abierta a la izquierda. Me detuve justo


dentro, sólo pude ver sus piernas cubiertas de mantas, y empecé a tirar
de las puntas de los dedos de mis guantes de cuero, porque no podía
entrar hasta que no me quitara los guantes, por supuesto. Cortando la
mierda en mi cabeza y pisando el interior, solté un prolongado
resoplido de aire entre los dientes al encontrarla dormida, con todos
sus malos hábitos embotellados y encerrados tras sus ojos.

Me dejó sin aliento mientras dormía. De niño era más fácil creer que lo
había imaginado todo. Me sentaba junto a ella en el suelo, la veía
dormir y fantaseaba con todas las cosas divertidas que haríamos
cuando se despertara. Luego soñaba con que volviera a dormirse para
poder fingir de nuevo que la vida podía ser buena.

Pasé por alto la silla junto a su cama en lugar de estar cerca de la


puerta. No estaría allí mucho tiempo.

El pelo color ónix ahogaba la almohada blanca que tenía detrás, y me


sorprendía cómo podía estar tan radiante después de todo lo que había
pasado. Me había tenido a los quince años y apenas parecía un día más
vieja allí tumbada, durmiendo como si estuviera en paz, enganchada a
aquellas máquinas. Pero sus ojos decían la verdad. Siempre cansada,

Pagina 225 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

con ganas de algo que no fuera yo. Algo que la hiciera sentir lo
suficientemente bien como para olvidar que estaba mal.

El verdadero crimen serían los infrecuentes momentos en los que me


deseaba hasta que dejaba de hacerlo, dejándome con un apetito tóxico
por ser deseado, y deseado con frecuencia. Porque esas fracciones de
segundo habían sido mis únicos recuerdos de felicidad.

Al sacar el gráfico de su soporte transparente en la pared, leí las notas


del médico. Recomendación de tratamiento en régimen de internado y
consejería posterior indefinido.

La consejería nunca me había funcionado. Ya había pasado suficiente


tiempo autoevaluándome como para que la terapia me pareciera un
retroceso. Tener que empezar de nuevo por el bien de la persona que
tenía delante, balanceando el cuaderno de notas sobre su rodilla.

Antes de Clint, el sexo no significaba nada para mí porque había visto


que significaba menos que nada para ella. Ella era la herida a la que se
remontaban mis cicatrices. Nadie me conocía mejor que yo, y llevaba
mi trauma como una insignia de honor porque si la vida no doliera a
veces, no tendríamos un marco de referencia cuando las cosas fueran
bien. No quería que me arreglaran, quería que me amaran por mi
ruptura.

Me quedé un rato, dejando que ese pequeño agujero en mí me doliera,


porque si el momento no era ahora, sería después. Y tenía mejores
cosas que hacer con mi después.

—¿Raven?

Miré a la enfermera que entraba con bata rosa y una sonrisa


empantanada por la lástima. —Sí, soy yo.

—Me alegro de que hayas podido venir. Despertarse con una cara
conocida ayuda. Alguien allí para ofrecer apoyo, tal vez incluso
animarla a buscar tratamiento.

Pagina 226 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Se notaba que era nueva en esto. Joven, animada, aunque moderada


para no parecer insensible. Jade aún no la había contaminado.

—Si quieres pasar la noche, puedo…

—No estoy aquí para ayudar —dije uniformemente—. Estoy aquí


para quitarme de su lista de contactos de emergencia. ¿Puede
ayudarme con eso?

Después de salir del hospital, di vueltas sin rumbo antes de conducir


hasta los acantilados, un risco con vistas a un barranco al que la
mayoría de los adolescentes se escabullían para tener sexo. Conocía
muy bien el lugar.

—Mierda —Mi cigarrillo languideció entre mis labios mientras me


palmeaba en busca de mi teléfono. Debía de haberlo olvidado en Los
Dioses de la Tinta y no había mandado ningún mensaje a Clint. Estaría
esperando en el restaurante, probablemente perdiendo la cabeza
después de no saber de mí en horas. La grava crujió bajo mis botas
mientras apagaba el humo, y luego di pasos urgentes hacia mi moto. El
rugido de un motor avanzando me paralizó. La camioneta de Clint
apareció a la vista antes de salir al arcén.

—¿Estás bien, corazón? —La dulzura de su voz entraba en


conflicto con las líneas furiosas y duras que rodeaban la curva de su
boca. Dio la vuelta a su camión y se detuvo en el lado opuesto de mi
Harley, como si necesitara que hubiera algo entre nosotros.

—Ahora lo estoy —dije, pero las líneas duras no se suavizaron.


Metió las manos en los bolsillos de su abrigo—. Estás molesto.

Suspiró, y fue entonces, en el ablandamiento de sus ojos, cuando sus


emociones fueron transparentes para mí. —Preocupado más que nada.

—Lo siento.

—Lo sé, cariño —susurró.

—¿Cómo me encontraste?
Pagina 227 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Reflexionó sobre mi pregunta, haciendo que la simplicidad de la misma


pareciera cualquier cosa. —¿Te molestarías si te dijera que he puesto un
rastreador en tu Harley?

—Supongo que debería estarlo.

—¿Pero?

—No puedo dejar de sentirme amado por el gesto. A menos que


no sea la primera vez que lo usas para vigilarme. Para asegurarte de
que no estoy haciendo algo que no debería con alguien con quien no
debería estar. Supongo que incluso entonces no me molestaría. Por la
misma razón que no lo estoy ahora —Le sonreí débilmente por darme
un poco de lo que necesitaba en ese momento, aunque fuera una
ilusión—. Ambos sabemos que aún no estás tan metido en ello, así que
¿cuál es la verdadera respuesta?

—Conduje como un murciélago fuera del infierno hasta la tienda


cuando no respondiste al teléfono. Las luces estaban encendidas, la
puerta abierta, pero el lugar estaba vacío. Te marqué de nuevo, y tu
teléfono sonó desde dentro. Llamé a tu último número entrante, y
alguien del hospital contestó.

—Mierda. Salí corriendo y se me olvidó cerrar.

—No te preocupes. Encontré las llaves y me encargué de ello.

Visitar a mi madre esta noche me sacudió, pero no de la misma manera


que los cuidados de Clint. —¿Cómo supiste que tenías que venir aquí?

—Llamé a Lincoln. Me ofreció algunas sugerencias. Este lugar fue


el primero en mi lista.

—Llamarlo no debió haber sido fácil —Deseé poder deshacer el


haber tenido sexo con Link porque los celos de Clint eran justificables.
Sería un lunático furioso si los papeles se invirtieran.

—Te amo, Raven. Pedirle ayuda fue una de las cosas más fáciles
que he tenido que hacer.
Pagina 228 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Un fuerte golpe de viento helado se abalanzó sobre nosotros, y Clint se


abrió el abrigo, acercándose para engullirme en él. —No sé qué habría
hecho si no te hubieras enamorado de mí. Estaba en mi punto de
ruptura al amarte.

—Me miras como si fueras el afortunado.

Mis labios viajaron hasta su sonrisa, el humo frío salió de nuestras


bocas cuando se abrieron para conectarse.

—Déjame llevarte a casa, calentarte y a la cama.

Clint hizo una llamada para que recogieran mi Harley, porque una vez
que me había tomado en sus brazos ya no podían separarme. Mis
manos habían permanecido pegadas a él durante todo el trayecto.
Amasando su pecho y acariciando sus musculosos muslos. Saqué su
polla y la deslicé por mi garganta mientras él me pedía que parara
mientras me palmeaba la cabeza y se empujaba en su asiento. Para
cuando llegó al césped delantero y apagó el motor, me había inundado
la boca con gruesos hilos de su salado semen. Mis mejillas rebosaban
de él, el exceso brotaba de las comisuras de mis labios. Se abalanzó
sobre la consola central, me golpeó contra la puerta del acompañante y
me besó como si quisiera recuperar cada gota, con su lengua
metiéndose hasta lo imposible para conseguir un lametazo.

Mis sentidos se abrieron a él, mi mente le permitió entrar en un lugar


al que ni siquiera yo tenía acceso. Se apoderó de cada célula, haciendo
que no funcionaran igual sin él. Alimentó mi corazón, mis ambiciones,
mi cuerpo y mis retorcidas fantasías. Sabía cuándo dar, cuándo tomar y
cuándo tomar más. En mi lado él tenía el poder. Era la luz en mi
oscuridad, y el “siempre” en mi por siempre y para siempre. Nada
bueno me había sucedido antes de conocer a Clint. Ni siquiera haber
nacido.

Lo amaría indefinidamente.

Pagina 229 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Me levanté por segunda vez esa noche para encontrar a Raven


desaparecido de nuestra cama. Lo había dejado pasar la primera vez,
deduciendo que sería bueno darle espacio para pensar. Sin embargo, la
etapa de REM25 era lo mejor que podía lograr cuando no estaba
acostado a mi lado, y así después de un par de horas irregulares, decidí
ir a buscarlo y traerlo de vuelta debajo de mí.

Pateé los cobertores y me encontré con un frío que calaba hasta los
huesos. Manteníamos la calefacción apagada durante la noche porque
nuestros cuerpos generaban el suficiente calor para mantenernos
cálidos. Dormíamos pegados.

Pensé en no tomar mi albornoz, pero sabiendo donde lo encontraría


probablemente, la tomé del reposabrazos de camino a la puerta de la
habitación.

Nos habíamos duchado e ido directamente a la cama cuando llegamos.


No estaba listo para hablar, y yo sabía que lo mejor era no presionar. El
primer enfoque con Raven era darle la oportunidad de que viniera a ti,
lo cual no hizo, pero era lo que él quería creer que necesitaba.

Pasando por la sala de estar y la cocina oscurecida, amortigüé un


bostezo y me asomé por la ventana encima del lavamanos. Había
nevado mientras dormíamos, una pequeña capa de ella cubría la grama
marchita. Raven estaba sentado sobre el escalón más alto del porche
trasero en sudadera y una capucha, el viento llevándose el humo de su
cigarrillo. En el pasado, durante tiempos oscuros que tenían que ver

25
La etapa del sueño más profunda.

Pagina 230 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

con su madre, Raven se encerraba en sí mismo. Insistía en estar solo.


Se sentaba en el porche de atrás como esta noche, y yo me preocupaba
por él desde la ventana de la cocina, preguntándome si ir a él era el
movimiento correcto o si debería dejarlo ser. Una vez, la última vez,
escogí la opción A. Fui a él y antes de que pudiera decir un “¿estás
bien?” se había levantado de un tirón y me había abrazado con fuerza.

—Te dije que quería estar solo —había dicho él, su reprimenda
engullida por mi camiseta.

—Siempre te encontraré en la oscuridad, Raven —había dicho


yo, envolviendo mis brazos alrededor de sus temblorosos hombros.

Raven se escondía para ser encontrado. Corría para ser atrapado.


Cuando entré en su lugar oscuro esa noche, se consolidó para él que
valía la pena el esfuerzo que supuso perseguirlo. Esta noche, le estaba
haciendo compañía a sus demonios nuevamente, y yo no iba a permitir
que ellos lo tomaran. No lo dejaría para que los batallara solo.

Deslicé mi abrigo del gancho, lo aseguré alrededor de mi largo y


afelpado albornoz y me até las botas. Tendría que ser suficiente.

Un hombre sordo podría escucharme venir. No era del tipo que se


movía silenciosamente, aun así, Raven se quedó mirando fijamente al
cielo de la noche, tomando bocanadas de su Marlboro.

—Tu nariz está roja, dulzura. Y tienes mis labios todos azules —
dije yo, deteniéndome en frente de él, bloqueando el viento y tocando
dichos labios. Besó la yema de mi pulgar para alivianar la punzada al él
alejarse de él. Dio otra larga calada, soplando en forma de Os y
sellándonos en una nube de humo.

La brasa ardía bajo en la envoltura, y el cenicero a su lado no tenía más


vacantes. Fumar en cadena no era lo suyo y, aparte del sexo y las
maldiciones, no tenía otros vicios que yo pudiera nombrar. —Ven
adentro —dije, mientras lo helado se subía por mis piernas. —A menos
que quieras que me muera de hipotermia, porque no te voy a dejar —Si
no lo hacía por sí mismo, lo obligaría a hacerlo por mí. Cualquier cosa
Pagina 231 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

que sirviera para hacer el trabajo. Aceptó mi mano extendida, y lo


conduje al interior.

Nos quitamos nuestros zapatos húmedos cerca de la puerta, volví a


colgar mi abrigo y retomé su mano, guiándolo a la sala de estar.

—Siéntate —Apunté al sofá mientras prendía una lámpara el


tiempo suficiente para prender un fuego. Tirando mi albornoz al piso,
me acomodé detrás de él al final del sillón en forma de L, ambos
acomodándonos hasta que se reclinó cómodamente contra mi pecho.
Su cabello había crecido tanto en las puntas, y yo pasé mis dedos sobre
ellas, satisfecho de simplemente estar ahí para él, de darle consuelo con
mi presencia.

—¿No podías dormir? —dijo él después de una prolongada calma.

—No sin ti.

—Tampoco puedo dormir sin ti.

—Creo recordarte intentándolo —Aún tenía que arreglas la puerta


de su habitación. Ningunos de los había estado arriba desde entonces.
Raven movió todo lo que necesitaba a mi cuarto meses atrás.

Con el fuego tan cerca, y mi cuerpo irradiando calor detrás de él, su


cuero cabello se empezó a humedecer. —Siéntate derecho —Le dije. Lo
hizo, levantando sus brazos para que yo pudiera pasar su sweater por
su cabeza. Sus pantalones fueron lo siguiente.

—Me voy a quedar con la ropa interior —dijo él, haciendo sus
deseos claros, retraje mis pulgares de la cinturilla. Nunca habíamos
pasado una noche sin sexo. Si lo usaba muy duro la noche anterior,
tornándolo muy irritado para tomar mi polla, nos ajustábamos a ello.
Nos hacíamos correr mutuamente con nuestras bocas, frotándonos,
masturbándonos en el otro y limpiándonos mutuamente, o tomaba un
par de mis dedos. Raven se refugiaba en el sexo para todo. Estrés,
cólera, tristeza, regocijo… y si de repente tenía una epifanía, decidiendo
que esa no era la manera, entonces estaba bien. Quería escuchar todo
Pagina 232 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

de ello. Yo estaba abordo de lo que sea que el creyera que era lo mejor
para él. Raven superaba el sexo. El sexo era solo la guinda.

—¿Ya estás listo para hablar conmigo ahora, dulzura? —Enterré


mi nariz en su cabello, mojándola en los lugares más sudados.

Raven gruñó, su mirada obsesionada con el fuego. —¿Cuándo fue la


última vez que hablaste con tu madre? —preguntó él después de varias
iniciativas en falso.

—Me puse al día hace un par de semanas —Le di un beso detrás


de la oreja en mi ruta escénica hacia su cuello.

—¿Pero cuando fue la última vez que ella dio el primer paso?

Despegué los labios del chupetón que le prometí hace meses que no
dejaría que desapareciera. Raven era una criatura del tacto. Cuanto
más posesivo, mejor. En ese momento, necesitaba que alguien lo
reclamara por todos los años que su madre no lo había hecho. —¿Con
Joey? Ella da el primer paso todo el tiempo. ¿Conmigo? Sinceramente,
no podría decirlo. Somos dos personas diferentes.

—¿Es eso lo que te has estado diciendo a ti mismo?

—Sí —suspiré. Era la mentira que me permitía dormir la mayoría


de las noches durante años—. No sé cómo hacerlo mejor. No sé si
quiero.

—¿Porque no te quieres perdonar a ti mismo por el papel que


crees que tuviste en la muerte de Brandon? ¿Porque no quieres
escucharla decir que no fue tu culpa? Porque entonces todos los años
que pasaste castigándote a ti mismo, evitando a otro Adam, y
renunciando a una vida propia, habría sido para nada —Raven estaba
descifrando algo dentro de su cabeza, eso estaba claro, y tenía que usar
mi peso para hacerlo. Lo amaba lo suficiente como para permitir que lo
hiciera.

Pagina 233 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Eso es solamente una pequeña parte de ello —Yo, Dios, el


clima… quién o qué creía mi madre que tenía la culpa no importaba
porque ella carecía de la verdad necesaria para llegar a una decisión
conclusiva. Ella no sabía de Adam. Todo lo que sabía era que su bebé
estuvo en ese carro porque yo no lo estuve. Y Adam era un símbolo de
todo esto, ya no más una persona. Él simbolizaba lo que pasaba cuando
yo ponía mis intereses personales de primero. Cuando elegí mi
felicidad por encima de la felicidad de alguien que amaba.

Raven giró su cabeza de tal manera que pudiera besarme. —Nunca te


dejaré. Y compartiré todos los primeros pasos —Se reacomodó contra
mí, levantando su brazo hacia atrás y reclamando mi nuca en
propiedad, su pulgar acariciando mi piel. Tracé mis dedos suavemente
desde su muñeca, hacia abajo y sobre su codo hasta el lugar debajo de
sus costillas, apretando mi palma sobre el tatuaje que estaba ahí, en
honor a mí.

—Puede casi no importarme hasta que ella haga algo que me


fuerce a hacerlo —dijo él, apretando mi nuca, usándolo como un punto
de gravedad. —Puedo superar que no hiciera lo correcto por mí —Lanzó
una mano al aire, desestimando su negligencia como nada—. Si lo
hubiera hecho, no te tendría a ti. O a Joey. Y ambos lo valen todo.

Lo apreté entre mis piernas, y esposé mis brazos sobre su torso. Una
promesa de nunca dejar ir.

—No quiero saber más, Clint —Su voz lleva de convicción. Años
atrás, yo era el contacto de emergencia de su madre. Yo sería el que
corría al hospital, rezando que no tuviera que decirle a Raven que había
muerto. Nunca lo deje ciego respecto a nada de ello. No le había dado
su número a ella para una noche como esta en mente, pero en vez de
una llamada diciendo que ella lo quería devuelta, recibió alertas de sus
experiencias cercanas a la muerte en su lugar. —Debo ser algún tipo
especial de perverso el que no me importe una mierda que una parte de
mi se esté muriendo allá afuera en el mundo.

Pagina 234 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Todos nos vamos a morir, Raven. No dejes que esa culpa te


carcoma.

—Sí, pero algunos de nosotros estamos siendo asesinados —


contraatacó él—. Y no hay nada que pueda hacer al respecto.

—Verte sufrir es duro, Raven. Y a veces es difícil cruzar la línea de


estar ahí para ti de la forma en que lo haría para Joey y estar ahí para ti
de la forma en que lo haría para un amante —Los días de sermonear a
Raven se habían acabado, y ahora tenía que ser consciente de dar
consejos que, en nuestros nuevos papeles, serían condescendientes.
Tenía que aprender cuándo escuchar, cuándo confiar en que él
resolvería las cosas por sí mismo y cuándo ser el héroe. Acallar mis
instintos de ser su santo, su persona perfecta, ocultando mis propias
imperfecciones, era una curva de aprendizaje.

—Estás haciendo todo lo correcto, Clint. Sigue haciendo lo que


has estado haciendo —Se giró en mis brazos, sus palmas planas sobre
mi pecho, con los dedos enterrándose en mí. —Ya estoy harto —dijo de
manera cansada—. El dolor no ha terminado conmigo todavía, pero yo
ya estoy jodidamente harto de ello. De ella.

Le agarré el pelo con el puño y lo jalé —Bien. Porque si ella te vuelve a


hacer esto, la enterraré yo misma —El toque de respuesta por encima
de mi hueso pélvico me hizo reflexionar—. ¿Pensé que no estabas de
humor?

—No lo estoy —Humedeció sus labios, el toque convirtiéndose en


una estocada.

—Puedo solamente sostenerte, Raven —Toque mis labios sobre la


punta de su nariz.

—Eso es exactamente lo que quiero —dijo él en esa manera suya


que me hacía cuestionarme mi oído y mis morales. —Sostenme, Clint —
Bajó la cabeza, su aliento perturbó la fina capa de pelo de mi pecho, y
sus dedos se entrelazaron libremente en el arco de mi espalda. Mi
mano se deslizó a lo largo de su columna vertebral, el caos del vórtice
Pagina 235 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

tatuado allí significativo para los pensamientos y la sangre que corrían


por mi mente, pasando por mis oídos, y continuando el viaje hacia el
sur. Enrosqué mis dedos alrededor de un puñado de lycra que cubría su
trasero y tiré, abriendo un agujero en ellos.

—No estoy de humor, Clint.

Seguí rompiendo hasta que tuve la tela en una bola en mi puño.

—Clint —advirtió antes de repetir su afirmación anterior, con su


polla ahora apuñalándome hasta la muerte.

—Que mal, porque lo voy a tomar de todas formas —Le metí el


material entre los labios mientras sus ojos se abrieron de par en par y
lo hice girar para que volviera a estar de espaldas a mi pecho. Le pasé
un brazo por el torso tenso, asegurando la parte superior de sus brazos
mientras se agitaba, maldiciéndome detrás de la ropa interior atascada
en su boca. —No te resistas, dulzura.

Se levantó y el talón de uno de sus pies chocó con mi espinilla, y yo hice


una mueca de dolor. Le inmovilicé las piernas con las mías, haciendo
un desastre con el lubricante volcado que había sacado de entre los
cojines.

Aumenté el agarre de sus brazos y, con la libra de lubricante en mi otra


mano, comencé a masturbarle la polla sin descanso. —Eso —Le susurré
al oído, mientras él sacudía frenéticamente la cabeza. Mi corazón
golpeó contra mi esternón, el forcejeo hizo que mi clímax se disparara
mientras evitaba por poco su cabezazo trasero.

—Ugh —gruñó alrededor de la tela, el aire entrando y saliendo de


su nariz ruidosamente. Apretó las mejillas cuando mi mano se deslizó
hacia su abertura.

—Ponte cómodo —Clavé mis dedos en su cadera, lo levanté y lo


bajé inestablemente sobre mi palpitante erección. Soltó un gemido,
medio grito, su resistencia lo hacía casi impenetrable. Una vez
arraigados por completo, nos di un momento para respirar antes de
Pagina 236 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

doblar las piernas, situar las suyas por fuera de las mías y clavar los
respaldos de mis pies en el sofá. Lo acribillé con golpes rápidos y
bruscos, el sonido de su polla mojada azotando su vientre me excitó. —
Esto va a ser rápido. Tu culo me está apretando demasiado bien, bebé
—Lo felicité. Hizo otro intento inútil de liberar sus brazos, sus bíceps se
esforzaban en mi agarre. —Oh, Dios —Me levanté en el aire, con los
músculos del culo tensos, mientras eyaculaba caliente y fuerte en su
canal. Me apreté contra él, manteniéndolo pegado a mí, con mi agarre
en su cintura. —No te preocupes —jadeé, bombeando dos veces más,
sacando todo de mis pelotas, —me haré cargo de ti —Nos levanté del
sofá, lo puse de rodillas y le di un empujón para que se mantuviera allí
mientras usaba mi pie para arrastrar mi bata. Arranqué el fajín de rizo
de los lazos y se lo até a las muñecas antes de subir por su espalda baja
y asegurar los extremos a una pata de la mesa de café. Le quité los
calzoncillos empapados de saliva de la boca, con cuidado de evitar sus
dientes mordedores.

—Clint —escupió por encima del hombro, con el culo vulnerable


hacia mí. —Te juro que… —Un gemido profundo se sobrepuso a lo que
había estado a punto de prometer cuando aplasté su pecho contra el
suelo, levanté su grupa en el aire y me lancé sobre su culo abierto,
chupando y utilizando su agujero como una pajita. —Jo-joder —gimió,
empujándose en mi boca. Sorbí con fuerza el semen que goteaba,
deteniéndome un par de veces para olerlo porque no podía resistirme.
—To-toca... mi polla —Su voz era cruda, con la frente apoyada en la
alfombra, el sudor mojaba cada centímetro de su piel.

—Jesús, podría comerte toda la noche —Metí una mano debajo de


él, bombeando su eje rigurosamente, mis oídos lamiendo sus súplicas
mientras engullía con avidez mi semen.

—Mmmmm… —Su cuerpo sufrió un espasmo cuando la alfombra


absorbió su semen.

Me relajé sobre mis ancas, hechizado por su agujero que se contraía,


revitalizándome. —Joder, bebé —maldije, tomando mi polla.

Pagina 237 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Clint —advirtió somnoliento. Me introduje en él en contra de la


voluntad de ambos, esta cosa entre nosotros era irracional, química. —
Maldita sea —maldijo. Me estaba viniendo antes de tocar fondo. Mi
cabeza cayó sobre mis hombros mientras frotaba círculos relajantes
sobre la parte superior de sus nalgas, depositando todo lo que tenía
dentro de él con planes de recuperarlo.

—Desátame —ordenó.

Mi polla se desprendió de él y le di la vuelta. Tenía los ojos vidriosos y


la cara y el cuello manchados. Lo desaté, colocándome a manos y
rodillas sobre su cuerpo extendido mientras él se frotaba las muñecas.
Nos miramos fijamente, sin decir nada. La anticipación nos
estrangulaba. —¿Es necesario que diga que lo siento? —Me tembló la
voz.

—No —dijo a través de unos labios temblorosos—. Nunca tienes


que disculparte por darme lo que necesito, Clint.

Nos complementamos, porque yo quería tomar egoístamente, y él


quería ser tomado egoístamente.

Nos besamos, nos mordimos, nos revolcamos en el suelo. Mapeamos


los cuerpos del otro con las manos y las bocas, ignorando nuestra
renovada lujuria en favor de nuestro amor emocional, que era más que
suficiente.

La noche terminó con mi ambicioso intento de sellar mi marca en cada


centímetro de su cuerpo. Nos arrastramos bajo las sábanas mientras el
sol extendía sus brazos, y pensé en mi anterior evaluación de él. Raven
corría para ser atrapado. Se escondía para ser encontrado.

—Te amo, Raven —dije antes de quedarme dormido—. Y siempre


te encontraré y te atraparé.

Pagina 238 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Vamos a decir que estamos enfermos —murmuró Raven a un


lado de mi barbilla. Nos giré hacia un lado, mi risa sin sonido
sacudiendo la cama.

—Ya estamos en nuestro tercer día de enfermos.

—¿Entonces qué con un día más? —Trató de colar su mano


debajo de las sábanas para convencerme.

En cualquier otro día, no hubiera tomado mucho para convencerme.


Desafortunadamente, tenía planes secretos para Raven esta noche.
Planes que necesitaba poner a andar antes de ir a trabajar, y por lo
tanto necesitaba que se fuera.

Yo equivalía a Raven con una droga, una sola dosis nunca era
suficiente. Tenía una manera de amarme que obligaba al sonido de
fondo derretirse y desaparecer. De hacerme sentir que nada más que
nosotros importábamos, como si nos estuviéramos quedando sin
tiempo, de una buena manera, y necesitáramos tomar todos nuestros
bocados de felicidad ahora. Habría renunciado a mi trabajo y pasado
mis días y noches consumido por él, si mi cuenta de banco lo hubiera
permitido. En un mundo perfecto él se mantendría pegado a mi
colchón y a mi polla veinticuatro/siete. Le pondrías clavos a las puertas
y ventanas, encerrándonos a los dos adentro y manteniendo a todas las
distracciones afuera. —Uno más y necesitaré una carta del doctor.

—Law puede conseguirte una de esas —dijo con malicia, haciendo


círculos con su dedo sobre la cabeza de mi polla—. Conoce a un tipo
que conoce a otro tipo.

—Estamos saltándonos el trabajo desde temprano para estar


juntos, no yendo del todo, cancelando planes con nuestros. Creo que

Pagina 239 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

podríamos tener un problema —Mordisqueé juguetonamente el lóbulo


de su oreja.

—Nos fuimos temprano una vez, seis veces como máximo. Nos
tomamos tres días por enfermedad, y tú no querías ir a esa beneficencia
con Bobby más de lo que querías que yo fuera al bar con Link.

—Oye —Mi mordisquito se transformó en un mordisco—. Deja de


intentar convencerme de que no estamos obsesionados el uno con el
otro. No me gusta.

—Nunca —prometió intensamente—. Nunca trataría de


convencerte de eso.

Arrastré su pierna sobre mi cadera, arrancando la sábana cuando se


interpuso. Inhalé el sudor seco de su cuello, lamiendo, chupando y
mordiendo, poniéndome frenético, buscando y encontrando su
pegajoso agujero con mis dedos, alejándome cada vez más de mi
objetivo de conseguir que se fuera. Dios. Me aparté. —Maldita sea,
Raven.

—No lo hagas —dijo Raven.

—¿Que no haga qué?

—No te detengas nunca. Nunca —Agarró mi muñeca y forzó mis


dedos de nuevo dentro de él, su pierna subiendo más por mi cintura,
abriéndose más para mí. —Así —jadeó en mi cara, cogiendo mi mano,
con la boca abierta lo suficiente para romperse. —Si quieres follarme,
me follas. Nos tomaremos otro día por enfermedad, y me follarás
mientras grito que no puedo más.

Era el diablo sobre mi hombro, y sin nadie que nos detuviera, caer en la
tentación era un hecho.

—Esto no termina nunca, Clint —Se quejó con necesidad, con la


cantidad justa de zorra, y mi cuerpo se estremeció mientras violaba mi
mano—. Sólo se pone mejor.
Pagina 240 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Maldije y me liberé con un golpe húmedo, alzando la mano a la luz que


entraba por la ventana, tragando saliva al ver cómo brillaban mis
dedos. Raven gimió, completamente angustiado por la pérdida, todavía
empujando hacia atrás.

Deslicé un dedo corazón y otro índice entre sus labios para calmarlo,
mi polla se estremeció mientras chupaba de forma desastrosa. —¿Qué
te parece un entrenamiento rápido, un desayuno con todos los aderezos
después, y la promesa de hacerte cosas sucias sin permiso más tarde?
Entonces, ¿sacarás tu cola de mi cama y te pondrás a trabajar?

—¿Qué tipo de entrenamiento? —Lamió un nudillo y luego mis


cutículas.

—Del tipo que te deja sudado y con los músculos adoloridos —


dije, y sus caderas hicieron un movimiento circular. —Del tipo que
incluye una cuerda para saltar y mancuernas, salvaje —Le di una
palmada en el culo.

—Oh. Eh, está bien —Se encogió de hombros—. Más vale que lo
que tengas planeado para mí más tarde sea bueno.

Por un momento, pensé que me había descubierto, pero luego me reí al


darme cuenta de que se refería a mi promesa de sexo barbárico. —
¿Alguna vez te cansas?

—Tendrás que darme un minuto para buscar el significado de esa


palabra —Se tumbó de espaldas, atando las manos detrás de la cabeza,
satisfecho de sí mismo—. Y si me canso, tengo mi batería.

Dios, lo amaba. Ni siquiera me importaba que la sonrisa que llevaba


fuera una sonrisa tonta y enamorada. —Me tomo muy en serio el
trabajo de ser tu batería.

—Sé que lo haces, Clint. Ahora jodidamente bésame.

Lo besé detenidamente, lo que me llevó a masturbarme con sólo mi


corona metida dentro de él, con las piernas abiertas mientras se
Pagina 241 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

masturbaba debajo de mí. Luego cumplí mis promesas y lo mandé a sus


deberes.

Debería haberlo besado por más tiempo, más fuerte. Debería haberle
hecho el amor como es debido. No debería haberme levantado de la
cama. Debería haber tratado ese momento como si fuera el último.
Porque después de esa mañana, todo cambió.

El latigazo cervical se convirtió en una verdadera preocupación cuando


mi cabeza pasó del reloj de la pared a la ventana de la sala de estar
mientras esperaba a que llegara el carro de Bobby. —Ya era hora —
resoplé, y me apresuré a entrar en el frío para ayudar a meter las bolsas
en el maletero antes de levantar el árbol de Navidad del techo de su
carro. Teníamos dos horas para colocar todos los adornos navideños
que pudiéramos antes de empezar nuestro turno.

—Te estás moviendo muy rápido para alguien que ha estado


enfermo durante tres días. ¿Qué tipo de medicina has estado tomando?
¿Del tipo s-e-x-o? —susurró de manera conspiradora, con una ceja
levantada.

—Muy gracioso, Bárbara-Jean —Esquivé su golpe. —Deja de


perder el tiempo y prepara las luces del árbol —Tenía a alguien que
venía a hacer el exterior de la casa mientras estábamos en el trabajo. Yo
era bueno para poner el árbol todos los años, pero con tres hombres en
la casa que carecían de un hueso decorativo en el cuerpo, eso era lo
máximo. Faltaban un par de semanas para la Navidad, pero después
del fiasco del Día de Acción de Gracias, quería darle a Raven toda la
alegría posible. Joey no estaría en casa, pero había presentado una
solicitud de permiso a principios de año, y estábamos en ascuas
esperando saber si se aprobaba.
Pagina 242 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Por qué tanta prisa por hacer esto hoy? —Se quejó,
desenrollando las luces del árbol de su anillo—. ¿Por qué no un día de
descanso? Me estás poniendo nerviosa con todo el tiempo que pasas
mirando y saltando de un lado a otro. ¿Y por qué no puedes conseguir
uno de esos árboles artificiales que vienen con las luces en las ramas
como el resto de los malditos perezosos?

—Tiene que ser hoy porque ayer me dieron lo último de mis


certificaciones y permisos, y no puedo esperar más para compartir la
noticia con Raven —Le expliqué. Él había aguantado mi malhumor
pesimista mientras yo enterraba la cabeza en los libros de texto para
repasar todo lo que había olvidado a lo largo de los años. También me
ayudaba a estudiar. —Y tengo que ir a por todas porque el único
recuerdo grato que tiene de su época con su madre fue cuando un año
consiguió desintoxicarse antes de las Navidades y las decoró. Fueron el
que hablar de todo el barrio de caravanas. Tenían un enorme muñeco
de nieve con luces justo al frente.

Bobby me sonrió desde su asiento en la mesa de la cena en la esquina


trasera del salón. Su malhumor olvidado. —Mierda, estás perdido.

Me reí, señalando la maraña de luces sobre la mesa. —Sigue trabajando


—Aseguré el árbol en su poste y colgué los calcetines de la chimenea.
Tenía todo el día planeado. Raven tenía un cliente que llegaba más
tarde de lo habitual. Eso me daba tiempo más que suficiente para llegar
a casa y cocinar su comida favorita, siempre y cuando todo lo demás
estuviera hecho. Trabajé con rapidez, ideando algo nuevo para el
dormitorio esta noche.

Ocho horas más tarde, la salsa para la pasta se cocinaba a fuego lento,
el pan de ajo fresco estaba en el horno, Papá Noel y sus renos
deslumbraban en el césped y las luces de Navidad iluminaban todos los
rincones del salón.

Sin nada más que hacer que esperar, me quité el delantal rojo con las
palabras Dirty Devil cosidas en el centro. Otro regalo de Raven. Le
había hecho el amor en la mesa del comedor mientras lo llevaba puesto
Pagina 243 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

y nada más. Mis rodillas tardaron una semana entera en recuperarse


del maltrato que sufrieron sobre la dura superficie. Valió la pena cada
gemido y grito de "es demasiado" que había soltado.

Me dejé caer en el banco del rincón del desayuno y jugué con la pila de
correo que había allí, tentado de abrir mi carta de Joey antes de que
Raven llegara a casa. Habíamos acordado romper la costumbre esta
vez, ya que estábamos ansiosos por saber si su permiso había sido
aprobado, o si tendría que volar a Hawái para estrangular a un oficial al
mando. Supuse que esperaría de todos modos, pero la necesidad de
saber me superó. —Al diablo —murmuré, rompiendo el sobre.

La piel de mi frente se erizó de confusión tras leer las primeras


palabras. Comprobé tres veces que había abierto el sobre dirigido a mí
antes de terminar la carta, sintiendo una angustia tan aguda que se me
hundió el pecho por su peso.

Estoy enamorado de ti. Lo sé; vaya manera de empezar una carta,


pero si no lo hubiera sacado antes, probablemente no lo habría hecho.
Te enorgulleces de que el sexo no tenga sentido, y durante mucho
tiempo, quise ganarme tu orgullo. Tu respeto. Y por eso me convencí
de que yo también podía ser así de disciplinado. Que el sexo podría ser
sólo sexo contigo. Excepto que todo contigo significa algo para mí,
Raven. Incluso eso...

La carta de amor de cuatro páginas flotó de mis dedos entumecidos.


Joey había asegurado por error la carta de Raven en mi sobre.

La vida se redujo a una serie de destellos, parpadeos y trozos de tiempo


perdidos mientras me movía en espiral en un vacío sin sonido.

Parpadeé y me encontré en la cocina, apagando el fuego bajo la salsa y


sacando el pan del horno antes de que se quemara.

Otro parpadeo y las uñas se me clavaban en el cuero cabelludo


mientras hacía un surco en el suelo de linóleo.

Parpadeo.
Pagina 244 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Una botella de whisky recién abierta me calentaba la palma de la mano.

Destello.

Observé distraídamente el espejo roto sobre el lavabo del baño


mientras la sangre pasaba por mis nudillos en forma de riachuelos.

Parpadeo.

Destello.

Parpadeo

Destello.

En la mesa del comedor, mi puño ensangrentado atravesó la parte


superior de la tarta de nueces de mi madre, el postre favorito de Raven.
Una receta que había dominado para él.

Parpadeo.

Mi brazo se deslizó a lo largo de la mesa. Los platos, los cubiertos y las


copas de champán estaban a mis pies como una carnicería. Mis botas
crujieron sobre los cristales rotos.

Las luces atravesaron las cortinas blancas del salón. La botella de


whisky vacía se me escapó de las manos y rebotó en el suelo de madera,
destrozando el envase, el cuello intacto.

Raven estaba en casa.

Pagina 245 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Nos quedaba más de una semana antes de que el invierno pudiera


reclamar oficialmente su frío lugar aquí en Mansfield, pero aquí estaba
yo teniendo que conducir el destartalado carro de Joey, de todos
modos. El invierno era un cabrón escurridizo, tramposo e
inconsistente, y ya echaba de menos mi Harley.

—No puede ser —Papá Noel y sus renos me saludaron incluso


antes de que terminara de girar a la derecha en nuestra calle, y el
muñeco de nieve inflable me provocó un nudo en la garganta. —
Maldito seas, Clint —Entré con facilidad en el camino de entrada, pero
no pasé más allá del mismo, cortando el motor y contemplando cada
una de las luces rojas, verdes y blancas parpadeantes que colgaban de
las vigas y rodeaban la chimenea.

La puerta del carro crujió cuando usé mi hombro contra el viejo


cacharro para cerrarlo. El aire frío se apiñó dentro de mi sonrisa
abierta, y convirtiéndome en mi yo de siete años, tomé nieve en la
palma de mi mano, dándole forma de bola antes de lanzársela al Sr.
Muñeco de Nieve. Se mantuvo erguido, como entonces. Era real, no era
un sueño, como no lo era en ese entonces.

Retrocedí hasta la acera, tomé una foto con mi teléfono, y luego me


lancé hacia las escaleras del porche y atravesé la puerta principal.

Me paré de golpe. Un árbol completamente decorado yacía de lado, el


calcetín sobre la chimenea con mi nombre roto por la mitad. Una tarta
estaba pegada a la pared detrás de la mesa del comedor y una nota
amenazante pervertía el aire. El exterior era navideño con esteroides,

Pagina 246 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

pero yo había entrado en una casa destrozada, llena de una sensación


premonitoria.

Esquivé la lámpara de pie arqueada que yacía en diagonal en el umbral,


con la bombilla destrozada en pedazos y polvo. Mi mirada revoloteó
alrededor de la destrucción, con la respiración entrecortada. —¡Clint! —
Me dirigí a la cocina, pero entonces Clint explotó como una bala de
cañón a través de la puerta batiente, con los ojos inyectados en sangre,
sosteniendo papeles en la mano. —¿Qué carajo pasó? —Lo miré, viendo
la gasa empapada de sangre sobre su mano vibrante que sujetaba las
hojas de papel. —Clint-

—¿Cuánto tiempo llevas cogiendo con mi hijo?

—¿Qué? —pregunté distraído, demasiado angustiado por el hecho


de que estuviera herido. Me acerqué a su mano y él la apartó de un
tirón, retrocediendo.

—Dije que ¿cuánto tiempo llevas cogiendo con mi hijo?

—¿Qu-qué? —Esta vez, mi pregunta no tenía nada que ver con la


capacidad auditiva. Clint me lanzó los papeles al pecho.

—Léelo —balbuceó, convirtiéndolo en una amenaza. Una


amenaza para mi corazón. Una amenaza para nuestro amor. —Siéntate
—Arrancó una silla de la mesa, la colocó ruidosamente a unos metros
de mí y se dejó caer en ella con rabia. Señaló la única silla que quedaba
y a la que aún no había quitado las extremidades. —Siéntate —Me
espetó con veneno. Lo hice, teniendo que apartar de una patada los
cristales rotos en el proceso.

—Clint, yo…

—Léelo. En. Voz. Alta —Apestaba, como un borracho lleno por el


odio. Sus ojos duros, del color del cemento fresco, decían que nada lo
atravesaría. Ni siquiera la verdad.

Pagina 247 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Estoy enamorado de ti… —Me detuve para recuperar el aliento,


agradeciendo de repente la silla. No podía leer esto en voz alta, y el
tamaño del respingo de Clint decía que no había pensado bien su
petición. Lo leí por encima en silencio y sin objeciones. Llevé mi mirada
borrosa a la rota de Clint. ¿Cómo puedo arreglar esto? ¿Cómo le hago
entender?

—Vuelve a leer la última parte —dijo, sin aliento, como si hubiera


corrido una milla.

—No.

—Necesito escucharte decirlo.

—Déjame explicarte esto desde el principio —Le rogué,


empujando la carta hacia arriba, los papeles crujiendo en mi mano
tensa. Se sentó sin expresión, sin querer seguir adelante hasta que el
acto sucio estuviera hecho. No quería leerlo. No quería responder a la
pregunta que vendría a continuación porque haría que cualquier
explicación que diera después pareciera inútil, y él lo sabía. Clint no
quería que le influyera con la verdad lineal. Quería empezar por el final.
Quería empezar por nuestro principio. —Lo haremos a tu manera, pero
luego me vas a escuchar, maldita sea. Prométemelo.

Clint no hizo tal cosa.

Alisé el papel en mi rodilla, retrasando, queriendo lanzar una bola de


nieve en esto, también, para ver si era real. Me costó varios intentos
sacar la voz de la boca del estómago. —La noche antes de irme a SOI...
la noche que nos besamos en tu cama. ¿Me oíste susurrar "Te amo"?
¿Sabías que era una declaración? —Hice una bola con la carta hasta
que parecía una bola de nieve, y luego me aferré a ella.

—¿Lo sabías? —susurró Clint, sentándose hacia delante, con algo


más que aversión y hostilidad en su tono. ¿Esperanza, tal vez? —¿Lo
escuchaste?

Pagina 248 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Tener que apagar ese rayo de luz tras sus ojos de hormigón era algo
mucho peor que insoportable. —...Sí —admití, la palabra arrancada de
mi garganta, dejándola palpitar y arder. —Pero… —Apreté mi pelota,
mi balsa salvavidas.

—¿Pero qué?

—Pensé que estaba atrapado en el momento. Él estaba bien al día


siguiente. Yo estaba medio dormido, soñando contigo. Pensé que lo
había imaginado, o que tal vez el susurro era parte del sueño —Era la
verdad de Dios, pero no cambiaría nada. —Tuve cuidado con él. Nunca
nos besamos. Me aseguré de comprobar mentalmente en todo
momento, cada vez. Y siempre me corrí solo —prometí, leyendo mis
reglas como un buen soldado. Clint se retiró a su asiento de atrás,
apartándose, tratándome como un mal olor. —Sólo ocurrió un par de
veces. Un puñado como mucho, creo. No significó…

—No te atrevas a decir que no significó nada. Significó todo para


él —Se limpió la saliva de la barbilla. Quise recoger y guardar el trozo
que llegó a mi mejilla. Sería todo lo que me quedaría de él cuando esto
terminara. Quería llorar mientras se empapaba y desaparecía en mi
piel. —Deberías conocerlo mejor que eso —dijo, asquerosamente
decepcionado conmigo, matándome. Bien podría haberme apuntado
con su pistola al corazón.

—Sí lo conozco —argumenté, con el vapor subiendo lentamente


como una caldera bajo una llama baja—. Por eso sé que no está
enamorado de mí. Ni siquiera se conoce a sí mismo. En realidad, no.
Cree que está enamorado de mí porque esa noche perdió algo. Pero no
fui yo, Clint.

—Usas tu cuerpo como un arma para conseguir lo que quieres —


Procedió a construir una narrativa, sin escuchar una palabra de lo que
había dicho—. Todo sobre ti es una mentira. ¿Fue esto un juego
enfermizo para llevarnos a los dos a tu cama? ¡¿Con qué fin?!

Pagina 249 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No —Negué con la cabeza con firmeza—. Los amo a los dos. Eso
nunca ha sido una mentira. Pero estoy enamorado de ti.

—Tú no sabes amar, Raven —Se levantó de su silla, dándome la


espalda mientras analizaba mi infancia en asociación a mis acciones,
reduciéndome a una granada andante de traumas que detonaban sobre
el mundo a su antojo. Estaba dolido, así que no me tomé la guerra
contra mi carácter como algo personal, pero era jodidamente difícil no
hacerlo cuando sus palabras estaban llevando mi cuerpo a la
clandestinidad.

Se giró hacia mí de mala gana, con las manos agarrando el respaldo de


su silla. Su mirada estaba vacía de todo lo bueno que había en él. —
¿Cuándo comenzó?

—El segundo año. No era algo habitual, Clint…

—¿Cómo empezó? —Pasó por encima de mi bonita explicación,


sólo quería los huesos desnudos de la fea verdad.

Exhalé un suspiro estremecedor. —Él estaba estresado por el


campamento del ROTC26. Su futuro militar —Hice un gesto salvaje para
indicar que había varias cosas. —Me contó una historia sobre un tipo
que no era heterosexual pero tampoco era gay. Por lo visto, esta
persona tenía miedo de lo que podría significar si se supiera. Miedo de
no poder saberlo nunca con seguridad, de que lo pillaran si probaba —
Me limpié debajo de la nariz—. Algo pasó en el campamento ese verano
pasado, lo tenía asustado. Le faltaba una semana para volver a
marcharse, y fuera lo que fuera, no le dejaba dormir. El tipo de su
historia era él, Clint. Lo sabía porque lo conozco.

—¿Dijo alguna vez qué pasó en el campamento?

26
Es un programa del servicio militar que te asiste a través de tus estudios universitarios a cambio de que
prestes tu servicio después de tu graduación.

Pagina 250 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Un par de cadetes fueron sorprendidos besándose y terminaron


en el bosque por ello.

—¿Cómo lleva todo eso a...? —No pudo decirlo. Se balanceó sobre
sus pies, y sólo pude asumir que era por una combinación de
intoxicación, pérdida de sangre y un corazón partido por la mitad. Las
gotas de color carmesí formaban un charco insignificante en el suelo
mientras empapaban y goteaban a través de la gasa que le rodeaba los
nudillos. Un ofrecimiento para ayudar a contenerla no sería apreciado,
así que ignoré esa herida a cambio del dolor que sangraba de sus ojos
apenados.

—Lo afectó mucho la noche antes de que se fuera. Durmió en mi


habitación, y yo…

—¿Tú qué? —escupió Clint.

Me preparé. —Le pedí que confiara en mí —La confianza era,


casualmente, lo mismo que le había pedido a Clint la primera noche
que hicimos el amor. Sólo que él no veía nada de casualidad en ello.

—Tus infames palabras —Se atragantó.

—No estaba preparado para enfrentarse a sí mismo, y yo lo


amaba lo suficiente para hacer que estuviera bien. Para darle lo que
necesitaba y que no la cagara ahí fuera —Señalé hacía la ventana detrás
de mí.

—Porque para ti no tenía importancia —Se burló con sorna, y


seguí el movimiento de su manzana de Adán.

—No me mires así.

—¿Así cómo, Raven?

—Como si no me conocieras.

Pagina 251 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¡No te conozco! —rugió, la ráfaga de sonido resonó en mis


oídos. Lo acepté. Lo tomé todo—. ¿Cómo pudiste ponerme en esta
situación a sabiendas? ¿Cómo puedes obligarme a romper su corazón?

—No sabía que significaba algo para él. Pensé que nuestro único
obstáculo sería conseguir que aprobara que estuviéramos juntos. Sé
que parece algo imposible de hacer ahora, pero por favor, créeme en
mi—Me estaba rompiendo, mi corazón temblaba en lugar de latir.

—Dios, Raven. ¿A dónde nos lleva el creer en ti? ¿Nos salva de


esto?

—Es un comienzo. Podemos arreglar esto —dije


desesperadamente.

—¿Arreglar esto? —preguntó, mortificado—. Has estado teniendo


sexo con mi hijo, Raven. Y procurando que me enamorara de ti
mientras él no estaba. Me has mentido. Una y otra vez…

—No he mentido…

—¡Todo lo que somos es una mentira! —Levantó su silla


desocupada, la pata delantera se fracturó por el golpe que recibió
contra la pared. —Dios —Se tiró del pelo, tiñendo de rojo los mechones
rubios—. Te amaba. Creía que podía tenerte.

—Puedes…

—No —Sacudió la cabeza—. No superaré esto. No te elegiré a ti.


Me quemaré donde estoy antes de hacerle daño de esa manera.

—Escúchame…

—No lo haré —gritó, levantando su mano en el aire. Abandoné mi


silla, avanzando hacia él mientras retrocedía contra la pared, temeroso
de sí mismo. —Raven —advirtió.

—No puedo jodidamente perderte, Clint —No me molesté en


luchar contra las lágrimas que se deslizaban por mis mejillas para caer
Pagina 252 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

en el río que se formaba en mi cuello. —Por favor —Lo agarré del


cuello, la vena del lado martilleando su piel. —Por favor —repetí—.
Mírame. Mira la maldita verdad.

Con la cabeza girada y los ojos cerrados, me empujó. Me agarré a su


camisa, desgarrándola mientras luchaba por seguir conectado a él.
Mirándome con ojos de fuego infernal, Clint nos hizo girar con las
manos manchadas de sangre en mi pelo, golpeándome contra la pared.
No me detuve hasta que su camiseta colgó hecha jirones, dejando su
torso completamente expuesto.

—Maldito seas —dijo, encadenando mis manos al yeso por


encima de mí, tirando un marco de la pared. Me arqueé, empujando mi
cuerpo contra el suyo. —Detente —Apretó su cuerpo contra el mío para
calmarme. No era lo suficientemente alto como para alcanzar sus labios
sin que él se inclinara, y Clint ya no se inclinaría por mí. Mordí su
cuello, saboreando el whisky que escapaba de sus poros. —¡Mierda! —
gritó, soltando mis manos para apartarme por el pelo.

—N-No puedo perderte —susurré mientras compartíamos duras


respiraciones. Le arranqué la hebilla del cinturón. El sexo nos salvaría.
Nuestros cuerpos no mentían. —Te mostraré la verdad —grité.

—Raven —susurró, limpiando una lágrima de mi mejilla mientras


luchaba con su cremallera. —Para —Me apartó las manos con facilidad,
el pequeño bocado de afecto desapareció mientras se alejaba a
tropiezos, dejándome hueco y agitado. —No te perderá por mi culpa,
Raven. ¿Crees que podría vivir con eso? Esto se termina ahora, y no le
dirás nada.

—¿Entonces qué? —Me reí a través de mi manía—. ¿Me estás


jodidamente sacrificando? ¿Entregándome a él como si fuera una puta
para turnar?

—¿No es lo que eres?

Me agarré el abdomen, justo donde me dolían sus palabras, esperando


que mis manos se cubrieran de rojo cuando las apartara. Clint me
Pagina 253 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

miraba, luchando contra sí mismo, su amor y su dolor eran tan


potentes que casi levitaba por la mezcla. —No parecía que tuvieras
problemas en ser amado por una puta, Clint. ¿Te asusta saber que
nadie te amará más que yo? Más que esta puta.

—Me aterra —confesó con voz ronca a través de los ojos


encharcados.

—No te engañes, Clint. Nunca elegiría a Joey sólo para salvarnos


a todos. No funcionaría.

—¡Eres su mejor amigo! —Se tapó la boca, conteniendo un


sollozo.

—Yo fui tuyo primero —dije, firme en la honestidad de esas


palabras. Palabras que él no podía refutar. Habíamos conectado el día
que me salvó en aquel parque. Mucho antes de que pusiera los ojos en
Joey. Puede que yo no perteneciera a Clint de forma romántica. No
entonces. Pero jodidamente seguro que había sido el primero y el
último en ser dueño de mi corazón. Dejaría a cualquiera y a todos por
él. Incluso a su hijo. —Podemos superar esto.

—No mientras él esté enamorado de ti.

—Él sólo cree que está enamorado de mí.

—¿Cómo sabes eso, Raven?

—Porque el amor no se tambalea con los estados de ánimo, Clint.


No se cuestiona ni duda de su existencia. No se basa en si el mundo que
lo rodea lo acepta o no. ¡Y no sólo quiere que su presencia se sienta
cuando necesita algo para follar! Créeme, lo sé —Me picaba la palma de
la mano por mi bola de nieve de papel. No me había dado cuenta de
que había rodado lejos de mí. Necesitaba algo a lo que aferrarme. Algo
que se aferrara a mí. Necesitaba otra confirmación de que esto era real.

Pagina 254 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Todavía queda el colosal asunto de la traición, Raven. Aparte de


eso, no estará bien con esto —Señaló entre nosotros—. Él te ama. Eso es
un hecho.

Me acerqué a él. —Pero mi amor por ti es más. Más que todas las putas
estrellas del cielo. Por favor —Le pedí, con las manos en la barbilla
temblorosa. —Lucha por esto. Podemos superar cualquier cosa —
Estaba lo suficientemente cerca como para erizar los pelos de su pecho
con mi respiración agitada.

Clint habló en voz baja, engañosamente plácido. —A veces me pasan


cosas malas y me quitan cosas buenas por ello. Sólo que no sé si tú eres
lo bueno que me han quitado o lo malo que me ha pasado.

—No digas eso —susurré llorando—. No te lo hagas creer…

—Cuando pienso en el futuro, pienso, ¿cuáles son las cosas que


olvidaré? Porque esas cosas pueden parecer grandes ahora, pero
puestas en perspectiva, no son importantes. Olvidaré que esta mañana
me he quemado la lengua con un café hirviendo, aunque la quemadura
dure días. Olvidaré al hombre que me ha cortado el paso antes en la
autopista, aunque en ese momento quería perseguirlo y darle una
paliza —Respiró entrecortadamente, acercándose de forma imposible
hasta que un fragmento de cristal crujió bajo las suelas de goma de sus
botas, y me cogió la barbilla con su mano tambaleante—. Esta traición
es algo que recordaré siempre.

Clint se tambaleó hacia su habitación, casi tropezando en su prisa por


terminar conmigo.

—Yo soy lo bueno —grazné en voz baja, encogiéndome cuando el


fuerte estruendo de algo que se estrellaba en su habitación penetró en
mi adormecida esfera. Utilicé el borde de la mesa como palanca para
mantenerme en pie, tropezando con la pared, aferrándome a ella
mientras me deslizaba hacia la puerta de la cocina.

El aroma de la pasta y el pan de ajo fresco activó mis conductos


lagrimales, que se estaban secando, y me apresuré a ir al rincón del
Pagina 255 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

desayuno antes de que me fallaran las piernas. Un sobre con mi


nombre me devolvió la mirada, y una endeble defensa que implicaba
una invasión de mi privacidad comenzó a construirse
desesperadamente hasta que me di cuenta de que el sobre aún tenía su
sello. Uno con el nombre de Clint descansaba abierto al lado. No tenía
armas con las que luchar. Hice lo incorrecto por las razones correctas,
pero sobre el papel, no se leía así.

Me acerqué a los escalones, pisando mi corazón sangrante en el


camino. Clint podía tener mi corazón. De todos modos, no funcionaba
sin su batería.

Había transcurrido casi una semana desde mi explosión con Clint, y


aunque Link no tenía los detalles de primera mano, podía intuir que
algo pasaba y apenas se había apartado de mi lado. Me había
convencido de salir, de volver a unirme a los vivos, así que decidí acudir
a mi cita con el agente inmobiliario que me ayudaba a encontrar un
local para Raven’s Wing27.

—Puedes hacer lo que quieras con el espacio. El propietario ha


accedido a tu petición de derribar la pared del escaparate vecino si en el
futuro necesitas espacio para ampliarlo, dependiendo de la
disponibilidad, por supuesto.

El agente inmobiliario, Ben, me habló con entusiasmo mientras miraba


el posible nuevo hogar de mi negocio. Me había llevado semanas
conseguir el logotipo que quería. Un cuervo con todos los espectros del

27
Ala del Cuervo.

Pagina 256 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

arco iris coloreando las puntas de sus plumas. Clint debería haber
estado aquí conmigo ahora. Debería haberlo hecho prometerlo.

—Raven —llamó Link, sacándome de mi estupor. Me miró con


preocupación mientras Ben esperaba expectante con las manos
entrelazadas frente a él.

—Lo siento, ¿qué dijiste? —Le pregunté a Ben.

—Ah, sí —Se subió las gafas a la nariz—. Quería saber tu opinión.


La demolición estará terminada a mediados de enero si todo va como
está previsto. Podrás mudarte antes de fin de mes.

Todo se sentía demasiado rápido. —Quizás esto no ha sido una buena


idea —dije en voz baja. Hacerlo solo no estaba en mis planes, y sin
Clint, estaba definitivamente solo. Jugué con mis pies sobre el suelo de
parqué recién lijado y suspiré mientras intentaba visualizar las paredes
pintadas de negro. Ni siquiera imaginar el futuro me ayudaba, porque
un signo de interrogación sobre el papel de Clint en él persistía.

Estábamos de pie en un círculo suelto, la mirada de Link sobre mí dura


y penetrante, la mirada del agente inmobiliario sediento de sangre, y
mi mirada vacía y perdida.

—Estás en el corazón del distrito comercial y de entretenimiento.


Esta es una ubicación privilegiada, y puede que no tengas otra
oportunidad de disponibilidad por aquí durante algún tiempo. La
universidad está a un paso de aquí, y ya sabes lo impulsivos que son los
jóvenes. Estoy seguro de que no tendrás problemas obteniendo
clientela.

Me arrastré hacia los vidrios del frente. La cafetería y las tiendas de


enfrente bullían de compradores navideños. Las luces navideñas
adornaban los postes de la calle, los vendedores de la acera vendían
cacao caliente y baratijas festivas. ¿Qué carajo estoy haciendo aquí?
Entonces recordé mi ofensa, y que había llegado a la conclusión de que
Clint se había ganado un poco de espacio. Algo de tiempo. ¿Darle
espacio y tiempo para pensar equivalía a darle el espacio y el tiempo
Pagina 257 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

necesarios para olvidar? ¿Olvidar que la vida podía seguir sin mí, pero
que él no quería?

Había esperado toda la noche para escuchar sus pisadas en la escalera,


para que admitiera que no podía descansar sin mí, ni siquiera mientras
me odiaba. Me tumbé, con la nariz pegada al techo, lamentando no
haber pintado mi mural de él allí, porque era la única posición que le
daba a mi corazón espacio para respirar a través de la asfixia que lo
atenazaba.

Clint tampoco pudo descansar. Con su habitación justo debajo de la


mía, sus silenciosos sollozos subían por las finas paredes y llegaban a
mi cama, enroscándose en la almohada junto a mí, recordándome que
yo le había hecho esto. A todos nosotros.

—Esto fue mi culpa —susurré, con mi aliento empañando el


vidrio. Acepté toda la responsabilidad, pero rechacé las consecuencias
porque tenía la intención de luchar por Clint, incluso si él decidía
luchar contra mí.

Detrás de mí, Link habló en mi nombre. —¿Puede tener algo de tiempo


para pensarlo?

A través del reflejo del cristal, noté la caída de los hombros de Ben. La
molestia en su sonrisa profesional. Probablemente estaba tratando de
ganar algo de dinero extra para las vacaciones con esta comisión, y yo
le había hecho perder el tiempo. No lo culpo. Podía haber tenido algo
seguro al explorar el lugar principal. —Si va en serio —dijo—, puedo
darle un par de días. Es lo mejor que puedo hacer.

—No te preocupes por ello —dije. No lo haría perder más tiempo.


—Te llamaré cuando esté listo, pero no te retrases por mí. Si puedes
alquilar este lugar, hazlo —Si este lugar no funcionaba, encontraría uno
que sí lo hiciera. Al final, mis habilidades serían las que harían pasar a
la gente por la puerta, no la cafetería o la tienda de animales adyacente.
Los tatuajes no eran como las camisetas, no se podían conseguir en
cualquier sitio, y la gente viajaba y se desviaba de su camino para
Pagina 258 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

conseguir un buen trabajo con tinta. Yo me instalaría en un callejón si


tuviera que hacerlo.

Link y yo vagamos por la zona, parando en un pub local para más


silencio y bebidas. Yo era una mierda de compañía, pero él no se quejó.
Nunca había sido del tipo de vomitar mis asuntos personales. No
intercambiaba historias de guerra con los compañeros, ni
intercambiaba historias de conquista o de ser conquistado. Link sabía
más que nadie porque era un bastardo observador, pero nunca se
entrometió. Encontraba otras formas de estar ahí para mí, y yo hacía lo
mismo con él.

Lo dejé para que se encargara de pedir la bebida mientras yo salía por


una dosis de nicotina. Encendí una cerilla y rodeé con la palma de la
mano el extremo de mi Marlboro, protegiéndolo del viento, y tiré del
extremo del culo hasta que la cereza ardió con fuerza y chisporroteó.
Dejando que el humo llenara las partes huecas de mí, dejé que mis
pensamientos se dirigieran a mi mejor amigo.

Joey. Qué desastre. Decía mucho que antes de poder contemplar cómo
reparar su corazón roto, primero tuviera que averiguar la mejor manera
de romperlo. Estaba resentido con él. Un hecho inevitable. La lógica y
la racionalidad solían estar ausentes ante la desesperación, y yo,
irracionalmente, quería distribuir parte de la culpa sobre él.

De niño, Joey había mantenido sus posesiones dentro de un puño


cerrado, pero me consideró lo suficientemente especial como para ser
su anomalía. Nunca me envidió el afecto de Clint, sino que inventó días
festivos como los “lunes de abrazar a Raven” para fomentarlo. Para él,
que Clint me amara significaba que yo me quedaba, que él se quedaba
con su hermano. Y al principio, cuando me despertaba, sudoroso,
desorientado y asustado, sólo tenía que mirar por encima del borde de
mi cama y él estaría abrazado contra su almohada profundamente
dormido en el suelo de mi habitación.

En la escuela, recibía todos los saludos de mano en los pasillos, todos


los elogios de los alumnos y la atención de las chicas con minifalda.
Pagina 259 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Durante el almuerzo, bienvenido por todo el mundo, podía elegir las


mesas en las que sentarse. Se quedaba al final de la cola de la comida,
con la bandeja en la mano, buscándome, pasando entre las filas de
chicos populares hasta llegar a mi mesa del fondo. Y no era un
luchador, pero en algunas ocasiones se había regocijado en el
resplandor de la gloria conmigo en un par de ocasiones.

Yo era su excepción, y por eso lo había hecho a él la mía. Hasta que la


muerte nos separe, a nuestras frías tumbas. La vida habría sido más
fácil si lo hubiera amado de esa manera, si me hubiera encontrado y
salvado primero.

La risa de un transeúnte me sacó de mi cabeza, un lugar en el que


llevaba días viviendo. Aplasté el cigarrillo contra la pared de ladrillo del
pub, agradecí al cliente que me abrió la puerta y volví a sentarme en el
taburete junto a Link. Él me acercó la cerveza antes de inclinar su
espalda por el cuello.

—Gracias —Choqué un hombro con él. —Por esto —Levanté mi


botella—. Por aparecer hoy por mí. Por trabajar hasta tarde conmigo
ayer. Sé que tenías planes.

—¿Cómo es eso?

—Porque eres un mal mentiroso —Me reí, y el borde de su boca se


inclinó hacia arriba, un mechón de su pelo atrapado en su barbilla.
Link era el único hombre que conocía que podía hacer que una trenza
francesa luciera rudo como la mierda.

—Una vez recibí un sabio consejo de un idiota —dijo en su forma


de hablar, sin pretensiones.

—Dilo —dije, sonriendo sin necesidad de ocultar la tristeza que


había detrás. No de Link.

—Tenía el ojo puesto en un hombre. Un hombre que no tenía


nada que desear, un hombre que no quería tenerme. Un hombre que,
de hecho, se desvivía por seducir a todo lo que tuviera pulso para que
Pagina 260 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

yo me apartara —dijo. Bajé mi cerveza lentamente a la barra. Nunca


había oído a Link encadenar tantas palabras a la vez. —Este idiota de
los consejos me encontró revolcándome en mi miseria un día. Estaba
en mi punto más bajo, a punto de tirar la toalla. Me preguntó si estaba
bien, como hacía siempre. Me preguntó si había algo que pudiera hacer
por mí, como siempre hacía —Link cogió un puñado de cacahuetes del
cuenco de madera que teníamos delante y se metió un par en la boca—.
Procedí a contarle al idiota mi dilema en tres palabras o menos.

—Debe haber sido un reto para el idiota ayudar con tan poco para
trabajar —dije en simpatía por el idiota.

Link gruñó. —Se podría pensar. Él dijo: No sé qué demonios está


pasando, pero llevas el semblante de alguien que se rinde con facilidad,
y nadie quiere follar con uno de esos.

—Porque se rinden —dije.

—Bingo —dijo Link—. No sé qué carajo está pasando, Raven, pero


tienes escrito “renuncia con facilidad” en esa cara bonita que tienes. Lo
que quiero saber es si ¿vas a luchar?

—Sí —dije, con la voz tensa. Lo había pensado, pero hasta


entonces no había creído que pudiera hacerlo. No había creído que
fuera a cambiar las cosas.

—Bueno, entonces —dijo Link, apretando mi hombro—, tal vez no


eres un idiota después de todo.

Pagina 261 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Duchado y vestido antes del amanecer, me acurruqué en el extremo de


mi cama, esperando la señal para moverme. Clint me había estado
evitando y yo lo había dejado pasar. Eso terminaba ahora. Incluso si
todo lo que tenía para mí eran palabras de odio o miradas de desprecio,
lo agradecería. Contaría con algo más que con nada como progreso.

Giré la cabeza hacia el vestíbulo, agudizando las orejas, con la


respiración en suspenso para facilitar la escucha. Una fracción de
segundo se graduó en cinco, y justo cuando había empezado a
cuestionar mi capacidad para sobrevivir sin aire, volví a oír el débil
ruido. La masa corporal de Clint no le permitía el lujo de escabullirse
en silencio. Mi don, su maldición.

Echando mis pesados hombros hacia atrás, me dirigí de lado a través


de la puerta rota de mi habitación.

En la cocina, Clint estaba de pie frente a la puerta abierta de la nevera,


con el uniforme puesto y una botella de agua sobre la boca. Por encima
de su hombro, los analgésicos salpicaban la encimera como si fueran
confeti, y su botella vacía rodaba hasta detenerse de lado.

Bajó la botella, con la mirada vacía, indiferente, pero el sonido del


plástico aplastado en su palma dejó al descubierto la gran mentira.
Utilizó el dorso de la mano herida para limpiarse la boca. El vendaje
estaba fresco pero salpicado de sangre.

—Necesitas puntos —Había olvidado que había perdido el


derecho a tocarlo hasta que se apartó bruscamente. Mi mano colgaba
dolorosamente en el aire.
Pagina 262 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Estaré bien —Sus guardias estaban en posición, las palabras


cortadas y heladas. Me resistí al instinto de blindarme. Mis escudos
permanecerían abajo con Clint, y mi expresión debe haber dicho lo
mismo. —No sé cómo hacer esto, Raven.

—¿Hacer qué?

—Ser bueno contigo. Estar cerca de ti. Un puñado de noches sin


dormir no arreglará esto.

—¿No puedes dormir? —pregunté, sabiendo la respuesta, pero


esperando que se compadeciera de mí. Esperando que su respuesta le
recordara que me amaba. Esperando que me recordara a mí también.
Habría aceptado cualquier cosa en ese momento para mantenerlo allí y
hablar conmigo. Incluso su ira.

—No estoy seguro de poder volver a dormir. No realmente.

—¿Qué arreglará esto? —Le supliqué—. Mierda. Haré cualquier


cosa, Clint.

—Nada que no sea volver al principio y deshacerlo todo, Raven —


Mi nombre solía ser una plegaria en sus labios, ahora sonaba como un
arrepentimiento. Como si se arrepintiera de mí, y yo tenía demasiado
miedo de preguntar a qué principio se refería. No sobreviviría si
deseara no haberme conocido.

—La cagué, Clint. Lo sé. Eso no borra lo que hemos tenido todos
estos meses. No puedes dejar de preocuparte sólo porque la mierda se
haya complicado.

—¿Complicado? —preguntó incrédulo, y yo hice una mueca


interna. En cuanto a la mala elección de palabras, era francamente
inútil. Minimizaba el daño que había causado—. Te acostaste con mi
hijo, varias veces. Está enamorado de ti. En este momento, está
reprimido por la ansiedad, esperando que recibas su carta y proclames
tu amor por él o arrases con su corazón. Y te acostaste conmigo
sabiendo esto…
Pagina 263 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Yo no…

—Tú no eres la víctima aquí —Se acercó a la mesa y se sentó en su


borde, presionándose las sienes. No se había afeitado, y los dedos
enfadados habían trabajado sobre su pelo. Las abolladuras estropeaban
todas las superficies en las que me había tomado, y el banco de madera
del rincón del desayuno no tenía una pata en la que apoyarse.

Todavía podía saborear su sonrisa de la noche en que me senté a


horcajadas y lo monté en ella. Era como si ya no pudiera soportar ver
nuestra belleza. El lado positivo era que había gastado el último de sus
vapores en finalizar la destrucción de nuestro hogar, dejando tras de sí
nada más que una tenue honestidad. Nuestro mundo estaba hecho
jirones y, por consiguiente, yo también. —Estoy tan enojado que no
puedo ver bien. Ya no quiero amarte, y estoy intentando no odiarte por
ello.

No me había movido de la base del rellano, y usé la barandilla para


apoyarme cuando lo único que quería era volcarme. El antiguo yo se
habría comido la distancia que nos separaba para demostrar que no
estábamos arruinados. Demostrar que nuestras chispas se encendían
cuando estaban cerca. La agresión no me haría ganar puntos aquí. Si lo
empujaba, él se obstinaría en apartarme. La asertividad se traduciría en
que no me tomaría la situación en serio. Tendría que aprender a luchar
de otra manera.

—Voy a arreglar lo nuestro —prometí.

—No podemos ser arreglados —espetó al tener que repetirlo.

No me lo creía, pero no estaba de humor para oírlo desgranar las


muchas razones por las que no, y opté por no llevarle la contraria. Dejé
que se aferrara a su endeble negación mientras yo me esforzaba por
tener suficiente convicción por los dos. —Este lugar es un desastre —
Me acerqué a la mesa con el pretexto de querer enderezar la silla
volcada. La necesidad de confirmar que nuestra chispa no se había
apagado era demasiado fuerte como para resistirla por más tiempo.
Pagina 264 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No —dijo, con los ojos grises desorbitados por el pánico—. Deja
todo como está. No quiero olvidar.

Me aclaré el nudo en mi garganta y me enderecé. Al menos limpiaría la


comida cuando se fuera, pero dejaría atrás los restos de lo que hacía de
esta casa un hogar feliz. Las sillas rotas, los marcos de fotos torcidos, la
lámpara del salón volcada, el televisor colgando de su soporte. Ahora
que me había tragado el dolor que me causó su afirmación al principio,
podía ver los beneficios del recordatorio constante. Quería que
recordara lo salvaje y fuera de sí que era su amor por mí. Lo que le
impulsaba a hacer. Quería que recordara cada pedazo de nosotros que
desmembró cuando destrozó este lugar en una ira inducida por el
whisky. Tendría que recordar que, a pesar de todo, aún me amaba.
Porque sólo el amor puede hacer que alguien odie tanto.

Estábamos lo suficientemente cerca como para poder oler su pasta de


dientes con sabor a menta, e inhalé el aroma que salía de su boca
abierta. —Dime que sientes eso.

Se frotó los pelos erizados de sus antebrazos, confirmando que


efectivamente sentía los fuegos artificiales que surgían de nuestra
cercanía. Éramos jodidamente eléctricos. Una bomba de relojería a
punto de estallar.

—Dímelo.

—Sí —dijo, cerrando los ojos.

Lo último que quería era ponerle los pelos de punta justo cuando uno
de sus guardias había tropezado y bajado, pero el crepitar bajo mi piel
había alcanzado un máximo histórico, y no quería explotar solo. Pasé
los dedos por la red de pliegues de su frente, aliviando brevemente la
tensión allí antes de que recordara que no debía tocarlo.

Clint se puso en pie, con una postura estoica. —Este acuerdo de


convivencia no va a funcionar —Ocupó mi lugar al final de la escalera.
Era el lugar más alejado de mí en la cocina cerrada—. Puedo ayudarte a
encontrar algo.
Pagina 265 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Sabes que no puedo permitirme eso ahora mismo. He


empezado a buscar locales para mi tienda —Le dije con toda claridad,
satisfecho por su expresión de culpabilidad. Lo había olvidado. Sí, tuve
que hacerlo sin ti. Me rasqué el ardor en el centro de mi pecho,
reprimiendo mi propia voluntad. Sería demasiado fácil empezar a
guardarle rencor por cosas que eran culpa mía.

—Tiene que haber algo… —Se paseó frente a los escalones,


arrastrando una palma de la mano ahuecada por la boca mientras
pensaba en formas de deshacerse de mí.

—Puedo mudarme con Link temporalmente —Era manipulador


de cojones, el más bajo de los golpes, pero tenía una lucha que ganar, y
no tenía miedo de ensuciarme las manos.

—No —ladró, su mano buena se hizo bola con fuerza mientras


miraba la pared junto a las escaleras.

—¡Para! —No quería ser responsable de que tuviera dos manos


que no funcionaran—. Me voy a quedar aquí hasta que pueda
permitirme algo propio. Afróntalo.

—Si le… —Me apuntó con un dedo, con los labios aplastados.

—¿Qué? ¿Follarlo? —Utilicé el hecho de quedarme con Link como


una forma de quedarme. No significaba que el que Clint asumiera que
no podía mantener mi culo en mis pantalones no me cabreara—. ¿Crees
que no puedo controlarme?

—¿Realmente necesitas que te responda eso?

—Jódete, Clint.

—Y Joey también, por lo visto —Me devolvió el disparo con una


puntería perfecta, haciéndome astillas. Clint estaba celoso y asqueado
consigo mismo por ello, y yo tenía que pagar el costo de hacer negocios
con su ego. Sus fosas nasales se abrieron al tiempo que su severa

Pagina 266 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

mirada se debilitaba, atrapada entre disculparse y follarme por mis


pecados—. No me hagas perder mi credencial, Raven.

Tuve que tomar el control de la conversación antes de que el daño que


creía que no podía ser peor me dejara en ridículo. —Ya dije que me
quedo. No es lo que quieres, pero es como tiene que ser. Por ahora.

—Estaré trabajando turnos extra, así que no debería ser difícil


mantenerse fuera del camino del otro. Quédate en tu habitación
cuando yo esté aquí. No tengo ninguna razón para aventurarme arriba.

—Necesito que me arreglen la puerta.

—Me encargaré de que se haga.

Desde la parte delantera de la casa, un claxon sonó tres veces seguidas,


y me dieron ganas de estrangular a Bobby por su jodida sincronización.
Seguí a Clint hasta el salón. —¿Sabes algo de Joey?

—Llamó, pero no contesté —Se subió la cremallera del abrigo—.


Nunca he ignorado sus llamadas. No sé qué decirle.

—Actúa con normalidad. Él no sabe nada.

—¿Normal? No todos somos buenos actores, Raven.

Ouch.

Colgó la cabeza, la mano en el pomo de la puerta, el cuello de su abrigo


doblado por debajo, desnudando su nuca hacia mí. —No te llamará
hasta que le escribas devuelta. Estará demasiado nervioso para hacerlo.
No puedes dejarlo en el aire.

—No puedo ilusionarlo, y no sé cuál es la mejor manera de


hacerle daño.

—No hay mejor manera. Confía en mí, lo sé.

—Quédate. Vamos a resolver esto —Apreté los dientes cuando


Bobby se inclinó de nuevo sobre su claxon.
Pagina 267 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

El eco del portazo como respuesta me siguió hasta la cocina, donde la


carta de Clint para Joey estaba tirada en el suelo, sin abrir. Nunca se
me ocurrió que el problema de Clint iba más allá de ser un participante
involuntario en mi traición y en el dolor inminente de Joey. Era más
profundo que eso, y la verdadera complejidad de lo que me esperaba al
repararnos me sacudió. Me hundí en el suelo, acunando el sobre
arrugado con la huella de las botas de Clint en la parte delantera. Este
era el Brandon 2.0 de Clint, este era Clint odiándome mientras me
amaba, y amando a su hijo mientras lo odiaba también.

Pasé los siguientes días y noches en un estado de luto interminable.


Clint nunca estaba en casa, y cuando lo estaba, se apresuraba a
conseguir lo que necesitaba antes de atrincherarse en su habitación.
Hice todo lo posible para ponerme en su camino, pero nada funcionó.
Pasaba por delante de mí como si fuera aire, o se movía por la cocina
como si no se diera cuenta de que lo observaba patéticamente desde un
rincón.

Me estaba afectando. El mirar sin tocar, el olerlo en cada centímetro de


mi piel, el verlo pintado ahí también. Me fijé en cada recuerdo nuestro,
bueno y malo. Había recurrido a usar su vieja ropa interior para
dormirme, el par que guardaba escondido en el cajón de mi mesita de
noche. Me la ponía en la nariz, el olor funcionaba como el cloroformo, y
habría muerto felizmente por la asfixia. Sin embargo, el sueño duraba
poco. Puede que mi mente estuviera engañada, pero mi cuerpo ya no
conocía el descanso a menos que Clint lo agotara.

Lo ansiaba.

Me obsesioné.

Lloré.

Jodidamente sangré.

Pensé que podría morir de tanto anhelar.

Pagina 268 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Echaba de menos la forma en que su cuerpo empequeñecía el mío, la


forma en que me hacía saber de un solo empujón que no era rival para
él. Y echaba de menos el sabor de su sonrisa engreída justo después,
especialmente cuando se mezclaba con el persistente sabor del whisky.
Echaba de menos que satisficiera cada una de mis necesidades, un falso
no a la vez. Clint me tenía, y yo me encargaba de tenerlo a él. Nadie le
pertenecería nunca como yo lo hacía. Tan completamente y sin
condiciones. Nadie me conocería como él. No sin un sinfín de
instrucciones y un mapa hacia mi corazón perdido. Un mapa hacia él.
Le prometí que lo amaría para siempre. Y los Millers no rompen sus
promesas.

Yo no era del tipo que abandona. Odiaba los deportes, pero me volví
bueno en ellos porque ese día en el patio Kurt pensó que debía
quedarme en mi carril artístico. Recuperaría a Clint, pero ¿cuánto
estaba dispuesto a sufrir para tenerlo? Porque Clint no era un hombre
fácil cuando se enfrentaba a las consecuencias de su egoísmo. Habría
más dolor antes de que comenzara la parte de la curación. Tendríamos
que perdernos en el barro para florecer en algo más fuerte, algo más
hermoso. Sería paciente y persistente, aunque significara enviar mi
corazón a una misión suicida. Aunque todo lo que sintiera fuera dolor.
Aunque tuviera que hacer de la angustia mi hogar.

Era la víspera de Navidad, la noche en que tradicionalmente sacábamos


los regalos de sus escondites y los metíamos bajo el árbol. El árbol
estaba tumbado sobre su barriga, y yo estaba de pie en el salón, con frío
y solo. Law me había enviado a casa con un permiso forzoso después de
haber jodido el entintado de un cliente. La segunda cagada de esa
semana.

Pagina 269 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Tómate un tiempo libre y ponte al día, Raven —había dicho—.


Viene una tormenta, de todos modos. La tienda probablemente estará
cerrada.

Quería destrozar algo con mis propias manos, pero ya no había nada que
romper. Clint ya había roto todo lo que valía la pena y lo había esparcido
en pedazos. Incluso mi corazón.

Pagina 270 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Murmuré una maldición en el vestíbulo de la comisaría, sacudiendo mi


mano herida mientras Johnson yacía tirado en el suelo cuidando su
nariz ensangrentada. Bobby me miró boquiabierta, con su palillo
cayendo al suelo.

—Ahora vas a recibir tu merecido, Miller —Incapaz de respirar, la


amenaza de Johnson salió amortiguada, como si hubiera hablado desde
debajo del agua. Se puso en pie a tropiezos, eludiendo las preocupadas
manos de Bobby. Ahora se había convertido en su enemigo por
asociación. —Eres un maldito cañón suelto, y acabas de firmar tus
papeles de salida —Johnson escupió sangre a mis pies, e
instintivamente ladeé el brazo. Bobby se aferró a mi bíceps, con las
piernas colgando del suelo, y Johnson fue lo suficientemente
inteligente como para salir por donde había venido.

—¿Qué carajo, Clint? —susurró Bobby.

—Ese imbécil se lo venía buscando —La piel de mis nudillos se


partió, y mi otra mano no se había recuperado del espejo que había
atravesado. —Maldito Cristo —Pateé el cubo de basura metálico que
había en la pared.

—Fuera. Ahora mismo —espetó Bobby.

Se había formado un cuello de botella de cuerpos entrometidos cerca


de la entrada. Me abrí paso entre la multitud, irrumpiendo en los
escalones de la entrada y acumulando aire frío y fresco en mis
pulmones.

—Nunca has dejado que sus idioteces te afecten.


Pagina 271 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Nunca había necesitado una buena razón para golpear algo.

—¿Qué pasa, Clint? Te olvidas de los sospechosos de Miranda,


trabajas sin dormir, estás muy malhumorado, ¿y ahora esto? —Levantó
un pulgar sobre su hombro. —Tendrás suerte si consigues mantener tu
trabajo —Ella inclinó su cabeza hacia un lado, escuchando mi silencio.
Decía más que cualquier palabra—. Dios mío, Clint. No quiero decir
que te lo dije…

—Entonces no lo hagas. Y no me mires así. No ahora.

Bobby se apartó de mí, llevándose su compasión. Era todo negocio


después de recomponerse. —Iré a defender tu caso. Todo el mundo
sabe que Johnson es un imbécil, uno pequeño, pero uno, sin embargo
—Consiguió arrancarme una frágil risa que le alegró el día. Yo había
sido una mezcla de nerviosismo y apatía sin explicación ni disculpa, y
ella se lo había tomado con calma. —No te muevas —dijo antes de
desaparecer de nuevo en el interior. Me faltaban las fuerzas para librar
mi propia batalla con la capitana, o para convencerla de que no la
librara por mí.

Volvió con una bolsa de hielo y un papelito rosa. —Una semana de


suspensión, sin sueldo.

Pensé en patear el muro de hormigón que me sostenía, pero añadir un


pie a mi creciente lista de lesiones no ayudaría. —No puedo estar en
casa una semana entera, Bobby.

—Deberías haber pensado en eso antes de decantar al


primogénito del capitán... ¡Oye! ¿A dónde vas? —espetó ante mi
desvanecida espalda.

—Al bar —Luego a un hotel. Quizá con alguien del bar. La bilis
quemó ese pensamiento imprudente.

—Oh, no, no lo harás —Se detuvo frente a mí, con su mano como
una señal de alto en mi pecho. —No estás en condiciones de estar en
público, a menos que quieras que la suspensión se convierta en algo
Pagina 272 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

más definitivo. Voy a llevarte a casa y que te lleven víveres. Pronostican


una tormenta y no quiero que vuelvas a pisar estas calles hasta que te
hayas recompuesto. ¿Me oyes? —Usó su voz de “hablo en serio” y yo
asentí, haciendo lo posible por no hiperventilar. No podía estar
atrapado con Raven durante una semana. No era inmune a él. Jugar a
la indiferencia, fingir que su presencia no avivaba tanto mis sentidos
como mi agitación interior era un trabajo más duro que el de ser
policía. Lo necesitaba demasiado y sólo acabaría haciéndole más daño
para demostrar que no lo necesitaba. Con un poco de suerte, estaría
ocupado con el trabajo o comprobando lugares viables para el Ala del
Cuervo. Me rendí y me metí en el carro de Bobby.

Bobby me dejó, gritando otra advertencia -o amenaza- a través de su


ventanilla. Asentí, sin comprender una sola palabra, y se marchó. Me
quedé mirando con desánimo el jardín delantero iluminado por la
alegría de las fiestas. Había hecho todo lo posible por Raven. Uno
nunca sabría por el pintoresco exterior que el interior parecía la escena
de un crimen. Tuve que respirar hondo demasiadas veces antes de
poder subir a la entrada.

Al entrar, mi mano resbaló del pomo de la puerta, con las llaves


suspendidas en la cerradura. El árbol se mantenía erguido entre los
escombros del salón. Las luces rojas y verdes se volvieron a encender y
se conectaron a la pared. Lo más inquietante era la caja envuelta y
atada con un lazo de color plata debajo. ¿Cómo se atreve?

—¿Señor?

Detrás de mí, el repartidor esperaba en el porche con varias bolsas de


comida, con el carro parado en la acera. Ni siquiera lo había oído llegar.
—Yo las voy a llevar —Busqué mi cartera en el bolsillo trasero, le di una
propina y lo liberé de los artículos. Saqué la llave del cilindro, cerré la
puerta de una patada y entré en la cocina.

Dejé las bolsas sobre la encimera con la intención de volver a lanzarme


por la puerta batiente y encerrarme en mi habitación, pero el corazón
me desgarraba el pecho, atraído como un imán hacia el suyo, por lo que
Pagina 273 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

mis piernas se negaron a cooperar y luché contra la necesidad


omnipresente de subir las escaleras a toda prisa y buscar a Raven. Me
había esforzado por estar rara vez en casa debido a la necesidad que
nunca disminuía.

Tal vez pueda asomarme sin que me note.

Llegué a la mitad de la escalera cuando la suave letra de "Wicked


Game" me paralizó, desvelando recuerdos reprimidos. Recuerdos de
Raven retorciéndose en el suelo de mi habitación, con una pierna
atrapada en sus jeans porque estábamos demasiado excitados para
hacer más que lo mínimo necesario para impulsar mi polla dentro de
él.

Recordé las lágrimas de éxtasis que brotaban de sus ojos cuando lo


follaba violentamente durante uno de nuestros juegos de
consentimiento. Lo doblaba, lo partía, lo comía, lo chupaba y lo follaba
más. Todo para arrancarle un no genuino, sabiendo que no lo
conseguiría, pero parte de la diversión era intentarlo.

Los recuerdos de cómo me masturbaba delante de él inundaban mi


visión. Lo amenazaba con desperdiciar una buena corrida en la
alfombra si no me decía cuánto lo deseaba y me lo decía rápido. Me
corría con una plegaria en mi mano, y él sumergía su cabeza, comiendo
de la palma de ella.

A veces me retenía a propósito para darle mi polla, molestándolo. Me


montaba con dureza, arañaba y hundía los dientes en la carne tierna en
un esfuerzo por hacerme pagar. Nuestro apetito por ahondar en la
carne impulsó nuestra resistencia. La necesidad de eliminar con una
cuchara las partes innecesarias de nosotros mismos y llenarnos de lo
que realmente importaba. De tallar el uno en el otro hasta que
pareciéramos cintas ensangrentadas sin el otro. Y no nos importaba si
estaba bien o mal. Se sentía bien. Se sentía como el amor.

El recuerdo de sus omisiones interrumpió mis pensamientos, y salí de


la cocina, casi tirando el árbol de Navidad en mi prisa.
Pagina 274 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

En mi cuarto de baño, me desnudé y me pasé la camiseta por encima de


la cabeza, gruñendo cuando mis nudillos dañados entraron en contacto
con el material.

Abriendo la ducha, me metí sin dar tiempo a que el agua se calentara.


Me sujeté la base de la polla, lanzando una mano hacia la pared de
azulejos, escupiendo palabras soeces al aire mientras bombeaba y me
corría sobre los dedos. Llevando los dedos temblorosos a mi boca, los
lamí para limpiarlos. Ese solía ser el trabajo de Raven.

Mis dedos se enredaron en mi pelo, la piel rota de ambas manos se


opuso. ¿Cómo puedo corregir esto?

Una vez calmado y sobrio tras mi enfrentamiento con Raven la noche


que leí la carta equivocada dirigida a mí, repasé nuestro acalorado
intercambio con claridad. Raven era muchas cosas, leal, cariñoso... y,
aunque arduo a veces, no era un mentiroso. No lo era
intencionadamente. Creía que sus acciones estaban puramente
motivadas por su amor a Joey. Su cuerpo nunca había sido sagrado
para él. Le servía para moverse, para excitarse, pero había sido
entregado indiscriminadamente, esperando que lo reclamara, que lo
poseyera. Era culpable de descuido, no de engaño, aunque las
repercusiones eran las mismas.

Mi amor incondicional por él, que se había fundido desde el principio,


se mezclaba ahora con mi amor romántico por él. Estaban unidos,
pegados, y separar uno sería la destrucción del otro. Uno de mis peores
temores cobró vida. Dejar de amarlo no era una opción, no sólo porque
era incapaz de hacerlo, sino porque, fuera de nuestra aventura, éramos
una familia. No quería perder eso.

Tenía que amar a mi hijo, aunque en mis momentos más débiles los
hechos se desdibujaban y él se transformaba en el obstáculo que me
alejaba de Raven. De mi oxígeno. En un mal día, Joey era el hombre al
que tenía que mirar un día a los ojos y saber que había tenido lo que me
pertenecía.

Pagina 275 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

En un mal día cataclísmico, quise inmovilizar a Raven por el cuello y


sacar a Joey de su banco de memoria. Mi hijo.

No hace falta decir que tenía mis celos que afrontar. Mi soledad a la que
hacer frente, y una adicción a la que dar una patada. Porque Raven no
sólo se aseguró de que me enamorara de él, sino que hizo que fuera
imposible respirar sin él.

Tendría que ser un padre comprensivo. También tendría que ser un


saco de boxeo, y tenía que averiguar cómo aflojar el adhesivo y
desenamorarme de Raven. Todo ello siendo un hombre roto en el
proceso.

De todos los escenarios de “qué pasaría si” que había atravesado, el


“qué pasaría si mi amante se follara a mi hijo” no era uno de ellos. Y si
mi hijo quería a mi amante para sí mismo tampoco se me había
ocurrido. ¿Y si me quedaba sin nada, solo en este mundo? Sin embargo,
eso estaba en mi lista. Debería haberme guardado las manos.

No pude evitar el accidente de carro de hace veinticuatro años, y nada


podría detener esta colisión ahora. Yo arruinaba cosas hermosas.

El volumen del chorro de agua se tragó mi gemido mientras me


entregaba a la sensación fantasma de los labios de Raven besando mi
espalda. Entre medias, me colmaba de palabras de afirmación.
Compensando los años que di y nunca recibí a cambio. Los años en los
que me dije que no me lo merecía. Raven se destacó en eso. De
hacerme sentir como un hombre y al mismo tiempo atender al niño que
hay en mí. De amarme mientras me construye. De desafiarme y al
mismo tiempo hacerlo todo tan fácil.

Estar con él era una segunda naturaleza, como saber respirar sin que te
enseñaran. Ser cuidada por él hacía que todas las décadas que me había
descuidado valieran la pena. Y estar entre sus piernas era lo más cerca
que había estado de la verdadera redención. Raven amaba con todo su
ser. Estaba claro por qué había hecho lo que hizo por Joey. No había
nada que no hiciera por él. —Es lo que más amo de ti —susurré en el
Pagina 276 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

aire húmedo, absorbiendo el fantasma de sus tiernos labios picoteando


mi columna. Con los ojos cerrados, casi parecía real.

Las yemas de mis dedos se habían arrugado hasta convertirse en


ciruelas pasas, pero me negué a cerrar el agua y marcharme. Puede que
no se vaya conmigo. El agua caliente se deslizó por mi torso y añadí a
mi ensoñación retazos de conversaciones pasadas con Raven.

—¿Estás seguro de que puedo hacer esto, Raven? No sé nada de


llevar un negocio.

Se había encogido de hombros, con los dedos hurgando en los


mechones de mi pelo mientras compartíamos la almohada. —Tú no
sabías nada de acoger a perros callejeros, y sin embargo aquí estoy,
mejor por haber sido rescatado por ti. Eres Superman, Clint. Puedes
hacer cualquier cosa.

—Siempre está esa molesta kriptonita —Había dicho con una


sonrisa de autodesprecio.

—Cualquier cosa que quiera hacerte daño tendrá que pasar por
mí primero.

Hicimos el amor hasta altas horas de la noche. El tipo de amor en el


que “sí” significaba “sí” y “para” no era una invitación a irse. Del tipo
lento y considerado. Del tipo que se llora.

Yo lo quería. Lo quería en ese baño tibio conmigo, diciéndome que


superaría esto, que no perdería a mi hijo por su ira, o por mi
resentimiento y culpa. No podía creer en mí mismo sin Raven. No
quería hacerlo. Nunca había aprendido a hacerlo. Mi primer recuerdo
de tener fe en mí tenía que ver con él. Todo empezaba y terminaba con
él.

El sonido de mi teléfono me sacó de mi nostalgia.

Entré en el dormitorio, empapado y gélido, sacando el teléfono del


bolsillo del pantalón. La cara de Joey iluminó la pantalla. En mi bruma
Pagina 277 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

de contemplación, la pantalla se puso en negro, pero rápidamente se


volvió a iluminar.

—¿Hola? —Dije, con la garganta reseca.

—¿Papá? ¿Qué está pasando? Estaba nervioso que no pudiera


conectar contigo. Llamé a Raven dos veces, pero no obtuve respuesta.
¿Está... bien? —Bajó la voz y oí actividad de fondo.

Joey sólo podía hacer llamadas los fines de semana, e incluso entonces,
era con moderación debido a la diferencia horaria. La mayoría de las
veces nos escribíamos, y nuestras cartas tardaban en llegarle. Su
confesión lo tenía nervioso, y ardía escuchar la preocupación en su voz.

Culpa sobre culpa. La estampida hizo que mi estómago se acalambrara.

—Sí, está bien —Mentira piadosa. —Las cosas han estado


agitadas por aquí. Estoy trabajando horas extra, y Raven ha estado
ocupado con cosas de la tienda —Me dejé caer en el sillón junto a la
ventana, mi alegre actuación me agotó.

—Está bien... ¿Llegaron mis cartas?

—Ah, sí. Están en la encimera de la cocina. Me aseguraré de que


las abramos hoy —Un golpeteo vicioso empezó a surgir detrás de mis
ojos.

—Oh.

El dolor en su voz me atravesó como la guadaña de la parca. O un cúter.


Algo viejo, mellado y oxidado, algo de lo que yo era más digno. Nunca
habíamos estado demasiado ocupados el uno para el otro, y con la
ausencia de Joey, nos propusimos no perder ni una carta ni una
llamada, ni tardar en contestarle. Dile que lo amas. Haz que sea mejor.

—¿Papá? —volvió a decir, esta vez inseguro.

—Sí, Joey —dije resignado, contando las medias lunas que me


había clavado en el muslo.
Pagina 278 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Yo… —Una puerta se cerró entonces, ofreciendo a la vez


silencio y una anticipación que hacía estallar los oídos—. Estoy
enamorado de Raven.

Volví a caer en mi asiento. Ver el golpe venir desde una milla de


distancia no me había preparado para el golpe.

—¿Papá? —dijo, sin aliento, probablemente restregándose el


cuello como hacía siempre que esperaba nervioso la respuesta a una
pregunta.

Dile que lo amas. Haz que sea mejor.

Hicieron falta dos intentos para que mis labios se movieran. —¿Estás
seguro? Esto parece repentino. Tal vez necesites más tiempo,
experiencia —Hice un trabajo de mierda de actuar sorprendido, o
alentador. O tal vez no. No podía confiar en mi conciencia, no cuando
la culpa se había apoderado de ella.

—Estoy seguro, papá. Nunca he estado más seguro de nada.


¿Crees que tengo una oportunidad?

Ahora mismo, sus dientes superiores iban a trabajar en su labio


inferior, esperando que yo mejorara las cosas, y cualquier otro día
habría saltado a la llamada a la acción. No me atreví a tranquilizarlo.
No cuando requería la máxima fuerza para no odiarlo un poco. Me
senté allí, muriéndome por dentro.

Dile que lo amas. Haz que sea mejor.

—Esto es mucho para procesar —dije, riendo sin gracia.

—Siento decírtelo así. No sé cuándo será mi próxima llamada.


Vamos a ir al campo en una misión simulada. Se lo dije en mi carta.
Supongo que necesitaba que alguien me dijera que no había metido la
pata, ¿sabes?

—¿Y si está comprometido? No quiero que te hagas ilusiones sólo


para que te decepcionen.
Pagina 279 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Raven? ¿Comprometido? No, él me lo habría dicho. Hay


cosas… —Se detuvo, pensándolo mejor.

Hay cosas que no sabes, completó mi mente por él. Mi instinto y mi


corazón leyeron entre esas líneas, y quise matar algo.

—Joey… —Las visiones de sus manos sobre Raven atravesaron mi


mente. ¿Habían tenido sexo en la cama de Raven? ¿En la mesa de mi
cocina? ¿En la encimera? Yo era un lobo en ese momento, no un padre.
—Escucha, odio hacer esto, hijo, pero ya llego tarde a mi turno. Estoy
sentado frente a la estación ahora —Los latidos se convirtieron en
pequeñas punzadas, provocando un tsunami que colgaba de las
esquinas de mis ojos.

—Sí, claro. Por supuesto. Sólo quería saber que seguían


respirando.

—Sí, chico —forcé, poniéndome de pie para que la sangre cuajada


en mis extremidades pudiera circular. —Le diré a Raven que llamaste —
Mi mirada se posó en la caja que estaba sobre mi tocador. La que no
había llegado a enviar por correo. Dios mío. Mi estómago se revolvió y
el aire silbó entre mis dientes delanteros. —No he podido enviar tu
regalo —Mordí la parte carnosa de la palma de la mano para sofocar mi
angustia incipiente. Un río de dolor húmedo cayó en cascada sobre mis
mejillas.

—No te preocupes, papá —dijo en esa forma tan comprensiva que


tiene—. Tengo todo lo que necesito, y lo que quiero no se puede enviar.

¡Lo que quieres no te pertenece! grité internamente.

Dile que lo amas. Haz que sea mejor.

Su apellido sonó en la distancia. —Ese es mi sargento. Tengo que irme.


Haz que lea mi carta —susurró—. Y tú lee la tuya también. Te amo,
papá.

Dile que lo amas. Haz que sea mejor.


Pagina 280 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clic. Se fue, y mis emociones me emboscaron a la vez.

Amor.

Odio.

Asco.

Dolor.

Ira.

Rectitud.

Lástima.

Repugnancia.

Me arrastré sobre las sábanas manchadas de semen y sudor que no


habían sido cambiadas desde la última noche que pasé dentro de
Raven. Las había inhalado para poder dormir. Si es que se podía
clasificar como sueño. Llevando una almohada a la boca, grité, y
cuando mi voz cedió, me agoté martillando mis puños en ella,
imaginando que era la mano injusta que me había tocado.

Jadeante y húmedo, dejé caer mi peso sobre los talones, respirando en


la pared detrás de la cabecera cuando una mano se alzó sobre mi
hombro. Raven.

Este dolor era demasiado, y con él aquí ahora, me recordaba que era su
culpa, que debería ser él quien llevara el peso de esto. Que él debía ser
el que más sufriera. Quería que se fuera, quería que estuviera debajo de
mí, quería que se sintiera odiado, quería que no valiera nada. Como yo.

Esta cosa que dividía mi corazón no era racional. Un minuto, me sentía


calentado por los pensamientos de él, al siguiente estaba demasiado
frío para preocuparme. Y en ese momento, era capaz de escupir
cuchillas de hielo.

Pagina 281 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

El frío se sentía mejor. El frío era entumecedor. Intenté aferrarme a


ello.

—Deja que te ayude —dijo.

Seguí su línea de visión hacia mis nudillos rotos y la sangre que


decoraba la funda de almohada blanca. Desapareció en el baño y
regresó con un botiquín de primeros auxilios, instándome a sentarme,
con las piernas por encima de la cama. Se arrodilló entre ellas, como
tantas otras veces, sin más ropa que los calzoncillos, y se puso a
desinfectar y vendar mis manos.

—Déjame cambiar las sábanas…

—¡No! —Grité, sobresaltándolo. —No —Las necesitaba. Más odio.


—¿Qué me has hecho? —Te odio.

—Nada que no me hayas devuelto, Clint —Me cogió el cuello y sus


pulgares me acariciaron la mandíbula. —Te am…

—Detente —Le aparté las manos de un golpe. —Tal vez quedarte


con Link no es tan mala idea. De repente no me importa lo que hagas, y
no puedo tenerte aquí —Estaba rogando por una pelea, y necesitaba
que él la justificara. Había tomado un pequeño bocado de algo bueno
para mí, y había pagado por ello. Lección aprendida. Otra vez. Y ahora
quería algo contra lo que golpear. La rabia que había en mí necesitaba
una salida.

Raven me miró con escepticismo desde el suelo. —¿Quieres que me


quede con Link?

—Sí —No. Te amo. Más odio.

—¿Me verías salir por esa puerta, sabiendo que correría


directamente hacia él?

—Sí. —No. Te detendría con mi vida. Te odio.

Pagina 282 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Qué es esto, Clint? ¿Qué me estás pidiendo realmente? Porque


ambos sabemos que no me dejarás ir con Link. No ahora. No así.
¿Esperas que te lo ponga fácil para jodernos? —Me observó con abierta
confusión.

—Estoy diciendo... —¿Qué estoy diciendo? —Estoy diciendo que


tenemos que encontrar una forma de dejar atrás nuestro amor porque
no puedo perdonarte, no puedo perdonarme a mí mismo y no voy a
elegirte a ti. No puedo. Lo prometo —Destrúyelo. Más odio.

Se inclinó hacia atrás, cayendo sin gracia desde sus ancas hasta su
trasero. —No lo dices en serio. No lo dices jodidamente en serio —Se
puso en pie, a duras penas y se cernió sobre mí.

—Lo digo en serio. No queda nada de lo que era antes de esto.


Has matado a ese hombre.

—Todavía hay algo ahí. Por eso esto duele tanto, Clint. No ha
terminado. No se siente como si hubiera terminado.

—Dime, ¿qué haría falta para que se acabara?

—¿Qué mierda me estás preguntando? Ya hemos llegado tan lejos


como dos personas pueden llegar y seguir amándose a través de ello.

—¿Lo hemos hecho? ¿O podemos ponernos más feos? Estás en


mi sangre —Me esforcé en decir. —Pero no puedo tenerte, así que
¿cómo me deshago de ti desde aquí? —Envié un puño a mi corazón.

—Eres un puto cobarde —dijo, con la voz fina, los ojos luchando
por ver más allá de la humedad que había, pero se debatía con el labio
entre los dientes. ¿Quería nada o algo? Cualquier cosa. No importaba
lo feo que fuera ese algo. Porque hay cosas de las que no se puede
volver.

—Salte, entonces.

Raven salió disparado hacia la puerta, optando por evitar más caos. Se
detuvo con un pie fuera antes de regresarse y pararse frente a mí. —Te
Pagina 283 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

amo —dijo con odio, empezando por fin a arrepentirse. —Cuando


superes esto, y yo me haya ido, será mi amor por ti el que perdure para
siempre. Eso es lo que morirás deseando poder olvidar —siseó, sacando
la cabeza.

Un golpe en el cuerpo, bien calculado y recibido, que me hizo doblar


por su peso. —Raven —pronuncié en el espacio que había dejado libre,
abandonándome a mí y a mi destrozado corazón.

Horas más tarde, yacía en posición fetal, sin sábanas y con frío,
acechando los minutos en el reloj. La medianoche. Navidad.
Decidiendo que quería aniquilarme por completo, me di la vuelta y la
botella de alcohol que había estado agarrando como un balón de fútbol
cayó al suelo.

Me puse en pie torpemente, me dirigí al árbol de Navidad y cogí mi


regalo.

Temblando, zigzagueé entre los utensilios esparcidos, las patas de las


sillas rotas y rodeé la mesa volcada, haciendo una parada en el
termostato cerca del comedor antes de encerrarme en mi habitación.

Al romper el papel y abrir la pequeña caja negra, respiré a través de la


emoción de amor-odio que su regalo despertó. Necesitaría más whisky.

En su interior había un llavero de cuero con un colgante metálico de


acero inoxidable con mi logotipo. Una caricatura de un niño de pelo
oscuro al volante del viejo Chevelle de nuestro padre estacionado en
una nube. Tenía el pelo al viento y el lateral del carro estaba adornado
con alas. Second Chance Car Restoration28 se arqueaba sobre la parte
superior del logotipo. Raven había ideado el nombre y el concepto.

—Incluso los carros viejos maltrechos merecen una segunda


oportunidad —había dicho, con una sonrisa que se expandía hasta ser
todo mejillas y dientes—. Y tú también, Clint.

28
Restauración de Carros con una Segundad Oportunidad.

Pagina 284 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Lo arranqué y dejé que la caja cayera al suelo. Había algo tallado en la


parte trasera.

“Para mi batería. Para el hombre que me hace seguir adelante.”

Si eso fuera todavía cierto. Lo odio. Más odio.

Pagina 285 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clint quería permiso para corroernos. Para manchar lo que teníamos,


llevarnos a un lugar del que nunca volveríamos enteros. Estuve a punto
de ceder porque tener algo era mejor que esta nada con la que llevaba
viviendo demasiados días.

No lo haría. No podía. No puedo.

Repetí el mantra mientras empacaba furiosamente, manteniendo la


puerta cerrada a la oscuridad que se desplegaba en mi vientre ahora
que Clint había plantado la semilla.

Había una parte de mí que estaba cansada de aguantar. Cansado de


sentirme apaleado, magullado y culpable. Esa parte de mí necesitaba
que la sostuvieran, aunque fuera con rabia.

¿Me estaba engañando a mí mismo al pensar que podríamos superar


esto? Tal vez la mentira era demasiado grande, la verdad aún más
grande. Tal vez Clint no era el egoísta después de todo.

¿Podría aceptar lo que me ofrecía? Vivir fuera de mí con él. Moverme


como un animal con él. Porque incluso en nuestros momentos más
depravados nuestro amor era tan vibrante que se podía tocar, pero
ahora él quería quitar eso de la mesa. ¿Preguntaría después si estaba
bien?

Estaba hambriento de contacto. Jodidamente hambriento. Las


punzadas de hambre me cortaban el corazón. Si volvía a bajar, ¿me
saciaría o me destrozaría? No lo haría. No podría. No puedo. No si no
salimos bien parados del otro lado.

Pagina 286 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Con la bolsa sobre el hombro, retiré la cortina de su varilla. —Mierda —


Gruesos copos de nieve caían del cielo. Ya se habían acumulado más de
un metro en el suelo, lo que hacía imposible la tarea de conducir.
Estaba atrapado.

Mi mochila cayó al suelo y observé con inquietud la puerta de mi


habitación, que estaba colgada. No lo haría. No podría. No puedo.

Clint no pensaba con claridad, saltando de un sentimiento a otro y


hundiéndose en cada uno de ellos en lugar de esperar a que pasaran.
Quería eliminar la parte de su amor por mí, y con el estado de ánimo en
el que se había sumido, estaba dispuesto a sacrificar por completo todo
rastro de amor para lograr su objetivo.

Era muy posible que mañana cambiara de opinión, y lo inteligente


hubiera sido que yo no participara en su locura. La parte no tan
inteligente, la que recordaba que había prometido que nunca
podríamos estar juntos, le tomó la palabra.

Dos paquetes de cigarrillos después y la Navidad había llegado


oficialmente. Expulsé mi última nube de humo al viento helado, bajé la
ventana y examiné críticamente la cómoda y el escritorio que
bloqueaban mi puerta, sabiendo que no sería suficiente para
mantenerme dentro.

Una hora más tarde, estaba examinando mi fortaleza improvisada en


busca de puntos débiles. Una salida.

Poco después, me esforcé por volver a colocar la pesada madera en su


sitio.

Treinta minutos más tarde, me quedé de pie frente a la puerta de mi


habitación, con los brazos cruzados, analizando las escaleras como un
complicado problema matemático.

Tres horas después de la medianoche, me senté en el último escalón,


alternando entre roer mi mejilla interior en carne viva y ejercicios de
respiración.
Pagina 287 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Para cuando las plantas de mis pies rozaron el escalón inferior, había
perdido la noción del tiempo y la razón. No lo haría. No podría. No
puedo.

De pie frente al árbol de Navidad, respiré larga y pausadamente. Había


cogido mi regalo. Le importaba. ¿Podríamos lograrlo?

No lo haría.

No podría.

No puedo...

Pero quería hacerlo.

Dudé en la puerta de Clint, con el puño en alto mientras un


pensamiento inquietante me golpeaba. ¿Necesitaba esto? ¿Necesitaba
demostrar que podía hacer lo peor y seguir siendo amado?

Dejé caer la mano y probé el pomo. Había dejado la puerta sin cerrar.

En el interior, Clint miraba más allá de la ventana, con los músculos de


la espalda ondulados, los glúteos hinchados sobre los tendones de la
corva y las pantorrillas. —Cierra la puerta y ponte en la cama.

—Prométeme primero que no hay otra manera. Promete que es


esto o nada —Destruir o ser destruido.

La puerta se cerró con un chasquido justo cuando me alcanzó. —Lo


prometo —susurró disculpándose, con los dedos deslizándose
alrededor de mi cuello. Me vi roto en sus ojos mientras miraba el
principio de nuestro fin.

De rodillas, apoyado en los talones, de espaldas a Clint, respiré a través


de los violines, el repiqueteo de los platillos, la orquesta condenatoria
que servía de música de fondo en mi cráneo.

El ritmo pasó de ser un paseo a un trote y a una corrida, hasta que los
instrumentos se convirtieron en una fuerte mezcla de sonido.

Pagina 288 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clint nos preparó por detrás, y yo me levanté con su ayuda,


conteniendo la respiración mientras él atravesaba mi abertura con un
suspiro, como si se hubiera acomodado frente a un fuego cálido
después de venir del frío.

No se movió, y yo le seguí la corriente, mi pulso pinchando


erráticamente en mi piel cuando enterró su nariz en el pelo de mi nuca
e inhaló, con los ojos cerrados. Nunca conocí un dolor como el que
sentí cuando sus frías manos buscaron el calor de mi cuerpo, con sus
dedos recorriendo el anillo de mi pezón, sus manos buceando en la
mata de pelo recortado que rodeaba mi polla, sus dientes escalando el
camino desde mi cuello hasta mi hombro. Me miraba a través del
espejo situado en la parte posterior de la puerta abierta del armario.
Observaba aterrorizado porque él no era consciente de sus actos. La
privación de amor lo guiaba, junto con su instinto de encontrar un
refugio seguro en mí. Él no habría querido que lo viera así. Pronto
entraría en razón, y yo pagaría por su error. Mi mente intentó
prepararse para el dolor, pero mi corazón quería vivir el momento.

Sus ojos inyectados en sangre se abrieron perezosamente mientras


empezaba a moverse sensualmente dentro de mí. Me tragué un gemido
cuando su mirada sorprendida se encontró con la mía en el espejo. Me
miró peligrosamente, como si hubiera redoblado la traición. Me liberó
de su polla, lo que no me pareció libertad en absoluto, para situarme
bruscamente como un puto perro antes de caer de manos y rodillas
sobre mí.

Clint me empequeñecía, como un ternero debajo de un toro, y volvió a


clavar su polla en mí, follándome también como uno.

Bloqueé los músculos y los dedos arañaron el colchón para ayudar a


estabilizarme. Clint gruñó a mi reflejo en el espejo, con los ojos duros,
decidido a cumplir su promesa. Acepté cada empuje de acero,
devolviendo uno a su vez, negándome a colapsar bajo su torrente.

Pagina 289 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

El tiempo no significaba nada. Mis poros lloraron hasta que la ropa de


cama no fue más que láminas de lluvia. Mi polla golpeaba mi vientre,
añadiendo más humedad allí, y todavía la orquesta tocaba.

—No saldrás de esta habitación hasta que termine contigo —


amenazó Clint, con la mejilla crispada y las fosas nasales ensanchadas
mientras movía las caderas más rápido que un rayo, haciendo temblar
la cama y todo lo que no estaba clavado en la habitación.

Me miré la polla oscura y enfadada con simpatía, preguntándome


cuánto peso de Clint podría soportar en un brazo para reconfortarlo.

—¡No! —gritó, captando mis pensamientos a través del espejo—.


Te corres cuando yo lo diga.

—Clint…

Me arrastró por el pelo hasta que mi columna vertebral se amoldó a su


ondulante pecho, con un agarre contundente en el hueso de mi cadera
mientras golpeaba mi próstata. —Disfrutas siendo una puta, ¿verdad?
—me susurró al oído—. ¡¿No es así?!

Las palabras sucias no eran nuevas para nosotros. A diferencia de otras


veces, su suciedad ahora tenía un filo. Sus palabras eran malvadas, con
la intención de herir, no de excitarme. Dejé ir los últimos vestigios de lo
que me hacía bueno. De lo que me hacía bueno para él.

—Sí —dije, envolviendo mi polla desafiantemente, lo que me valió


una penetración más profunda. —Link nunca tuvo problemas con eso
—La piel de gallina se apresuró a salir a la superficie de mi piel, ansiosa
por recibir el repentino frío de la habitación. —Ompf, mierda —Mi
columna vertebral se encontró con el cabecero en un movimiento que
debería haber sido imposible desde nuestra posición. Clint relanzó su
polla dentro de mí antes de que pudiera envolver con una mano la
respiración que se me escapaba. Mis piernas giraron en torno a sus
caderas, la espalda se arqueó mientras él se levantaba, empujándome
contra la pared, taladrándome, con su cara contorsionada con locura.

Pagina 290 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Te llenó Lincoln así de bien? —preguntó, acercando su cara a


la mía.

—Estoy seguro de que lo habría hecho, si no hubiera sido


demasiado grande para meterla hasta el fondo —Di en el blanco, y el
velo que protegía el ego de Clint se desmoronó, convirtiendo sus ojos
en pozos negros sin fondo. Sus dientes se hundieron en mi cuello,
rompiendo la primera capa de piel, y grité. Mi polla brotó salvajemente
entre nosotros mientras Clint luchaba, sobre las bolas de sus pies, para
llegar imposiblemente dentro de mí.

—Para —dije sin aliento, mi orgasmo no había terminado, el dolor


en mi garganta enviando una señal de placer retorcido a mi polla. —N-
no puedo… —Respira.

Gruñó, girando sin soltarme, llevándonos a la cama y aplanando su


cuerpo sobre el mío, golpeando mis paredes con breves pinchazos
mientras chupaba la herida que había hecho. Se corrió, gritando "Dios"
en mi piel ardiente, empujándome más alto con sus caderas hasta que
mi cabeza colgó de la cama.

Se separó de mi cuello aturdido, con la comisura de la boca entintada


de rojo. —No dejes que te haga esto —dijo, con la voz quebrada.

Una vez vi al novio de mi madre, desde un agujero que había hecho en


la pared de su habitación, tener sexo con otra persona mientras mi
madre gemía desde el rincón al que la había enviado. La había obligado
a mirar como castigo por cualquier mierda que los drogadictos se
castigaran entre sí. Tal vez ella había esnifado lo último de la droga. La
pelirroja a cuatro patas bajo él lo tenía todo. Su fuego, su lujuria, su
venganza y su placer. Mi madre no recibió más que dolor. Ese día, juré
que nunca sería yo el que gimiera en la esquina. —Vierte tu odio sobre
mí, Clint —dije, listo para la batalla. —Puedo soportarlo —Porque la
única otra opción era sentarse en esta guerra en la esquina. Y estar aquí
era mucho mejor que estar allí.

Pagina 291 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clint balanceó sus piernas sobre el borde de la cama, dejándome sobre


su regazo, mi pelvis chocando contra sus muslos de gladiador. Me
inmovilizó con un brazo en la espalda.

—¿Qué carajo estás haciendo, Clint?

Su palma doblemente ancha silbó en el aire para aterrizar con fuerza en


la mejilla de mi culo.

—¡Mierda! —Luché inútilmente.

—Eso es por follar con mi hijo —ladró, preparando el siguiente


golpe. Bofetada.

—Eso es por echarme a Lincoln en la cara —Bofetada.

—Por mentir. No nos merecemos nada mejor. Nunca lo hicimos


—Bofetada. —Esto es para todo lo que servimos —Bofetada.

—¡Por hacer que me enamorara de ti, maldita sea! —Bofetada.

Creí que podría morir por las arcadas de mis propias lágrimas o por
ahogarme en las suyas. Sus lágrimas caían sobre mi cuerpo como
océanos en miniatura, y sus olas hacían poco por limpiarme de nuestra
suciedad.

Mi cuerpo ardía, cada golpe me incriminaba y lo masacraba. De eso se


trataba. Destruir lo que querías, pero no podías tener. Hacer que nadie
más pudiera venir a recoger los pedazos.

No reconocía mis propios gritos, ni entendía por qué mi polla se


hinchaba entre sus muslos, ni por qué empezaba a desear el
adormecimiento que acompañaba a su maldad.

—No dejes que te haga esto —Volvió a susurrar, más para sí


mismo, sobre sí mismo, porque esto tenía que dolerle más que a mí.
Bofetada.

Pagina 292 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Estaba mojado de sudor, y su semen goteaba de mí, extendiéndose


inadvertidamente sobre mí con cada bofetada de su mano. Acalorado,
ardiendo, agotado y excitado, me revolqué incontroladamente sobre su
regazo, mi sinfonía me llevó lejos de mi cuerpo. —Ugh… —Gemí cuando
Clint me abrió, levantándome por mis nalgas al rojo vivo para
ahogarme con su cara. Sorbió, olió, me succionó por la boca y la nariz,
negándose a salir a respirar.

—Dios, está tan mojado —alabó, como si el hombre de arriba


hubiera respondido a sus oraciones. Escupió en mi agujero,
poniéndome más cachondo, y luego sumergió y sacó un dedo a la vez,
lamiendo cada uno de ellos. —Esto es todo para lo que eres bueno.
Jesús —jadeó, chupando lascivamente de mí. Estaba seguro de que
había olvidado que yo estaba allí.

Estaba más duro que un bate de acero cuando me arrastró a horcajadas


sobre él por el pelo, bajándome sobre su erección igualmente dura
como el granito. Clint tenía los ojos muy abiertos, enloquecidos, con la
cara cubierta de nuestros jugos combinados. Con mis rodillas a cada
lado de él, sus pies firmemente plantados en el suelo, lo monté. Lo
cabalgué con rabia, con pasión, con remordimiento y con amor. Y
cuando trató de esconderse en el pliegue de mi cuello, le obligué,
sujetando con fuerza su melena y su resbaladiza mandíbula, a mirarme
de frente. A enfrentarse a lo que nos estábamos convirtiendo.

—Raven —gimió, pero no aflojé la presión. Lo tomé


repetidamente desde su fornida corona hasta su ancha e implacable
base. Separó mis mejillas, introduciendo su dedo para follar junto a su
polla, sabiendo que no había espacio para ello.

—Nadie te follará mejor que yo, Clint —prometí, superando el


volcán de emociones. —Siénteme. Míralo —Dirigí su cabeza hacia
abajo, hacia donde estábamos encerrados juntos, hacia el ritmo con el
que mis caderas se balanceaban sobre él, la forma en que lo aceptaba
sin inmutarse y con delicadeza. —Nadie puede tomar tu polla como yo
—Me apreté a su alrededor. Siseó una maldición—. ¿Qué se siente el
saber que un día no estará tu polla aquí?
Pagina 293 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Gruñó, luchando contra mi negativa a ser enviado a mi espalda. Me


mantuve firme en mi posición, flexionando cada músculo en desafío, en
una demostración de fuerza. El aire chisporroteaba como lava en
nuestra carne, el mordisco en mi cuello tenía su propio latido, y Clint
rebotó en la cama con una mueca maliciosa, hinchándose y
asegurándome en un abrazo de oso para que no tuviera más remedio
que lidiar con la pulgada extra de polla que abusaba de mí. —Cuando
termine con tu cuerpo, rechazará cualquier cosa que no sea yo, Raven.

—No vales nada —mentí porque se atrevió a decir la verdad.

—Los dos nos valemos nada —dijo tembloroso, acomodando mi


cabello detrás de la oreja, el toque de dulzura una pequeña tortura en
mi alma agotada.

—No lo hagas —Me aparté. —Es demasiado tarde para eso —Por
la rabia que me producía su cruel piedad, clavé mis dientes en su
hombro, sacudiendo la cabeza como un perro rabioso. Clint se dejó caer
en la cama, y yo le seguí, sin renunciar a mi mordisco.

—Cristo —murmuró, sus uñas rompiendo la piel de mis muslos.


Mi culo se tragó su semen mientras mi lengua lamía el cobre de las
marcas de los pinchazos en su piel. Me enderezó, subiendo y bajando
mi agarre mientras me balanceaba sobre él, extendiendo la otra mano
hacia atrás para recoger el semen que goteaba de mí y de sus pelotas.
Deslicé mi lengua por la palma de la mano, la mezcla de sal y cobre me
emborrachó de lujuria.

—Mmmm —Gemí, su polla gastada saliendo de mi agujero


mientras me arrastraba sobre su pecho para irrumpir en su boca
jadeante, con cuidado de no descuidar su cara.

Desde el amanecer hasta el atardecer del día de Navidad, no comimos,


ni nos bañamos, y cuando tuvimos sed, bebimos el uno del otro. No
compartimos ni un beso, ni una palabra amable o una disculpa por
todas las viles lanzadas como granadas en medio de nuestra toxicidad.

Pagina 294 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

La tormenta de nieve nos mantuvo encerrados durante una semana, y


durante los días, salía cojeando de la habitación de Clint, jurando que
no volvería, pero las noches me convertían en un mentiroso. Mi piel
picaba por él. Tenía que tener su trato duro, y sus recordatorios de que
no era nada.

Sin falta, casi chocábamos el uno con el otro cuando yo iba en su busca
mientras él me buscaba a mí. Entonces me burlaba de él, lanzando todo
tipo de insultos destinados a mutilarlo, y lo hacían, y sus ojos se ponían
en blanco como si estuvieran en el cielo, como si mis palabras hicieran
su magia, endureciendo su corazón un poco más cada vez.

Al quinto día, las carreteras se habían despejado, pero no podíamos


dejar de follar. Había visto la hoja rosa en la cocina en la que se
detallaba la suspensión del trabajo de Clint, lo que explicaba el tiempo
que de repente tenía que matar, y Law me había aconsejado que me
quedara en casa hasta que recuperara la cabeza. Al paso que íbamos,
nunca volvería a estar bien.

Los golpes en la puerta principal no recibían respuesta, las baterías de


los móviles se agotaban y, al séptimo día, Clint había recurrido a
arrancar el teléfono de la clavija de la pared. Y Joey había sido
olvidado. Todo lo que estaba fuera de nosotros lo había hecho.

Nos habíamos convertido en apariciones de nosotros mismos.


Cambiando de hombre a bestia. Y por mucho que odiara admitirlo,
vivía para las pequeñas ventanas de tiempo, antes de que empezáramos
o justo después, en las que el odio hacia mí se escapaba de la mente de
Clint. Cuando me sostenía con su corazón frente a su fuerza bruta.
Cuando me miraba con anhelo y no con dolor. Hizo que la siguiente vez
que me tomó, en lo que había llegado a considerar su mazmorra,
palideciera en comparación con la vez anterior.

—Hay más trabajo por hacer —decía después de cada momento


de debilidad.

Pagina 295 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

El interior de mis muslos estaba rozado por todo el tiempo que Clint
pasó con su cabeza forzada entre ellos. También la hendidura de mi
culo. Se corría en la alfombra del dormitorio mientras me comía el
culo, maldiciendo mi agujero de puta para que se abriera más para él,
con su cara ahogada en semen y saliva. Y si me alejaba, me seguía con
las manos y las rodillas.

Me la chupaba cuando volver a cogerme no era una opción, y los bordes


de mi boca estaban agrietados y rajados de llevarlo sin cesar hasta el
fondo de mi garganta. Nuestros estómagos estaban huecos, y también
nuestros ojos. Y Clint perseguía esa sensación, deseando el mismo
vacío para su corazón.

—Te odio, mierda —había dicho, mientras me follaba esposado


mientras compartía detalles sobre anteriores aventuras de una noche.
Llegando tan bajo como a compararme con Adam. Tocó mis cuerdas a
la perfección, las que sacudían mi confianza, las que sabía encontrar.

—Bien —me respondió. Riendo como si la victoria fuera suya. —


Bien —No luché contra él cuando se escondió en mi cuello aquella vez,
temblando, con las pestañas mojadas contra mi piel, pero follándome
igualmente.

Lo había cambiado para peor durante nuestros meses juntos. Ahora


podía verlo. Lo había reducido a sus más bajos instintos, había
ignorado la necesidad de tener límites saludables y lo había convertido
en un adicto a tomar lo que quería. Pero en el calor de nuestros
momentos, la forma en que estábamos se sentía como la única cura. Le
rogué que se tomara libertades que no debían tomarse, y se lo agradecí.
Él se tomaba sin pedirlo, y yo me había vuelto bueno para hacerle creer
que no se lo estaba dando de buena gana. Y ahora la única manera de
dejar nuestra adicción era verter odio sobre ello. Extraer el amor de la
toxina antes de digerir el contagio sin filtrar.

Nuestro sexo en la mazmorra era salvaje. Éramos cincuenta sombras de


ilegalidad, y si la policía venía, no tendría más remedio que acabar con

Pagina 296 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

uno de los suyos. Esa habría sido la única manera de sacar a Clint de
mí. La única manera de sacarme de su cama en llamas.

Eso se convirtió en nuestro enfermizo y perverso juego esa semana.


Dejaba que se deslizara y me amara, y luego me drogaba castigándonos
a los dos por ello. Y luego no podía esperar a dejar que me amara de
nuevo. Había llegado a un punto en el que los minutos de aguas
tranquilas se sentían como la agitada enfermedad del síndrome de
abstinencia, y luchar y follar con nuestro dolor era el último subidón
hasta que llegaba el momento de dar otro golpe.

Así funcionaba la adicción. Yo había heredado la mía, de tal palo tal


astilla. La sustancia de la que abusaba era Clint. Era lo único que no
podía dejar en un momento dado. No sin una intervención o
rehabilitación de grandes proporciones. Y ni siquiera entonces.

Se me había ocurrido que nuestros pensamientos estaban


probablemente alineados, que sus lapsos de amor hacia mí eran
también parte de su juego, su excusa para destrozarme más.

Recé para que la perversión no terminara nunca. Mientras estaba en


medio de ella, no se me podía pagar para que no cambiara ni una sola
curva distorsionada en nuestro viaje hacia la autodestrucción. Porque
hacerlo habría significado que tendría que echar la vista atrás, recorrer
el camino que habíamos quemado tras nosotros y hacer inventario de
lo que habíamos perdido en el infierno. ¿Y si hubiera descubierto que
no había nada que valiera la pena salvar entre los escombros?

—Clint —grazné alrededor de los dedos en mi garganta. Clint me


folló sobre la cómoda con sólo la mitad de su polla mientras me
masturbaba, con la cara pegada a mi axila. Le di un puñetazo en el
hombro en vano. Las luces parpadeantes atravesaron las persianas de
su ventana, iluminando las paredes. Le arañé la mano, pero después de
todas las líneas que habíamos dado en aquella mazmorra, nada en ese
momento habría registrado como una señal para parar.

Pagina 297 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Respiró más profundamente, empujando hasta la empuñadura,


pasando por todos los acres de semen que ya había y se corrió,
sofocándose con mi olor, apretando mi tráquea y follando mi polla con
el puño hasta que yo también entré en erupción.

Se enderezó, frotando un pliegue en la parte baja de su espalda,


mezclando su semen con el mío y untándolo sobre mi torso y mi cuello.
Tosí, tragando el aire rancio.

—¿Qué ca...? —Metió un dedo entre las persianas. —Por el amor


de Dios —Evitando los cajones de la cómoda y otros objetos caídos
sobre el suelo, Clint rebuscó entre los montones de ropa, encogiéndose
de hombros y poniéndose una camiseta y una sudadera antes de salir
furioso de la habitación. —Quédate ahí —Me espetó a su paso.

Me puse algo y luego escuché fuera de su puerta mientras convencía a


Bobby de que no era necesario un equipo de rescate.

—Llevamos días llamándote, Clint.

—Estoy en suspensión. No necesito reportarme, Bobby.

—Eso no significa que no pueda comprobar cómo estás, idiota. Tu


celular se ha ido directamente al buzón de voz. ¿Y tú teléfono fijo ha
sido desconectado?

—Está fuera de servicio —dijo Clint, y siguió el silencio.

—¿Puedo entrar?

—No es un buen momento, Bobby.

—¿Qué demonios ha pasado en tu sala de estar? —Ella debió


haber mirado de reojo.

—Bueno, eso es todo. Diles a los chicos que pueden liquidar.


Estaré ahí mañana.

Pagina 298 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Cuándo fue la última vez que comiste? ¿Y eso es una marca de


mordida en tu cuello? Parpadea dos veces si necesitas ayuda —susurró.

—Adiós, Bobby —La puerta se cerró de golpe.

—Pongan sus teléfonos en funcionamiento lo antes posible —gritó


ella desde fuera—. Si no puedo contactarte en una hora, volveré con
más hombres.

La espalda de Clint se apretaba contra la puerta, las hojas de sus


hombros se asomaban con fuerza a su camisa. No podía soportar mirar
hacia abajo. Habíamos comido como pájaros. Lo suficiente para darnos
resistencia con poca atención al valor nutricional.

La interrupción de Bobby hizo que nuestro globo se agitara, haciendo


que la vida a nuestro alrededor se centrara en ella. Clint me miró
fijamente, la mitad del hombre que era hace una semana, y ya había
sido sólo la mitad de él entonces. La tristeza en su mirada me hizo
sentir una furia de fuego.

—Raven... Yo…

—¡No te disculpes, mierda! No todo es culpa tuya. De hecho, casi


nada lo es.

—Eso no es cierto —dijo suavemente—. Era mi responsabilidad


manejar esto mejor.

—Estaba dispuesto.

—Eso no lo hace correcto.

—Tengo que limpiarme —Tuve que alejarme de su presencia


antes de proponerle que me llevara de nuevo a su cueva, a su calabozo.

Me fui a mi habitación y me derrumbé. Se había acabado y él ni siquiera


me había preguntado si estaba bien.

Pagina 299 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

El año nuevo había llegado y se había ido, y aunque ya no nos


hundíamos en el agujero negro conocido como la cama de Clint, eso
sólo había sido el principio de nuestra estancia mutua en el purgatorio.
Ahora suspirábamos por la negrura tanto como antes deseábamos la
luz, y la vida fuera de su dormitorio se había convertido más en una
pequeña muerte que en el soplo de aire fresco que debería haber sido.

Había habido algunos intentos fallidos de conversación por mi parte


para frenar la incomodidad de estar juntos en casa, cuando no
estábamos escondidos en nuestras habitaciones. Temas de mierda,
todavía demasiado crudos para intentar algo pesado. Sus respuestas a
menudo se retrasaban mientras pensaba si debía responder. Y cuando
lo hacía, eran monosilábicas, emitidas automáticamente.

Al cabo de un par de semanas, intenté buscar algo más porque,


lamentablemente, para entonces, los recuerdos de los buenos tiempos
se esforzaban por pisotear los malos. —¿Podemos hablar, Clint?
Hablar de verdad —le pregunté. No tenía ni idea de lo que habría dicho
si él hubiera aceptado, pero la apatía estaba perdiendo su control sobre
mí, y me encontré con ganas de sentir.

Éramos idiotas por pensar que podíamos sacudirnos el uno al otro.

—No funcionará, Raven —decía antes de salir para lo que sería


un turno doble mientras yo esperaba como un cachorro enamorado a
que volviera a casa.

Pagina 300 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clint no era cruel con sus palabras cuando las ofrecía, aunque fueran
pocas. Eran sus silencios, que lo consumían todo, los que me
carcomían.

Nuestra separación le estaba pasando factura a él también. Él también


estaba perdiendo la lucha contra la luz. Lo oía asfixiarse en su soledad
por la noche, y no era ajeno a las botellas vacías de alcohol en la
basurera. Estaba inquieto, las ojeras lo acompañaban, y una mañana lo
había sorprendido pateando los escombros de la casa, susurrando algo
sobre no olvidar nunca.

—Clint… —Había empezado.

—No hagas esto más difícil de lo que ya es, Raven —Esa noche
no volvió a casa.

El pánico se había apoderado de mí. ¿Podría realmente perderlo? En la


cola de eso estaba la paranoia. ¿Y si no estaba trabajando en dobles? ¿Y
si estaba haciendo lo que tenía que hacer para superarme?

Fue en ese momento, en ese segundo de esa hora, cuando se produjo


un cambio. Si no podía traerlo por medio de mi arrepentimiento,
penitencia y crucifixión, jugaría con sus inseguridades. Jugaría en el
barro y esperaría lo mejor. Por cualquier cosa.

Había creado un nuevo abismo en el que hincar los dientes.

Días de pequeños escupitajos que se convirtieron en una semana de


largos concursos de miradas y silencios. De mí saliendo de casa por la
noche sin ningún sitio al que ir, vestido como el mejor polvo de la
ciudad, todo para avivar una emoción en él. Cualquiera lo haría.

Semanas de trucos como fingir que le enviaba un mensaje de texto por


accidente con la fecha y la hora de una cita a medianoche, dirigiéndome
a él por un nombre que no era el suyo para ver cómo su expresión se
llenaba de sangre.

Pagina 301 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Ooops —Le decía. —Eso no era para ti —La enfermiza


satisfacción se evaporó antes de ser debidamente saboreada, porque
esos pequeños-grandes juegos estaban dando los últimos toques a lo
nuestro. Pero sólo eran la punta del iceberg de la manipulación.

Me quedaba despierto por la noche lamentando los papeles que


interpretaba porque él no se merecía el infierno añadido.
Desgraciadamente, mi autoestima estaba en su punto más álgido por la
mañana, y para entonces, de alguna manera me convencía de que pasar
esa semana en su calabozo significaba que tenía derecho a infligirle la
misma cantidad de dolor.

Todo era para poder tener algo de él, porque para entonces no podía
descifrar qué era peor, pasar desapercibido o no ser reconocido por él.
Todo se sentía mal.

Encontrar mis neumáticos pinchados una noche hizo que algo dentro
de mí ronroneara. Todo lo contrario de lo que sentí cuando al rebuscar
en su teléfono encontré un mensaje sin leer de Bobby. Lo había
invitado a un evento familiar que se celebraba esa noche para que se
olvidara de “las cosas”. Me había reducido a una puta cosa.

Su texto era un recordatorio enfadado de su cuñada, y me había vuelto


loco, convencido de que se ensañaría con Clint mientras estaba
vulnerable. Esos pensamientos habían influido en mi siguiente
movimiento. Apagué el teléfono y lo metí en uno de los desvencijados
armarios de la cocina hasta la mañana. También desactivé el timbre del
teléfono de la casa.

No era el único al que la mezquindad y los celos le atenazaban las putas


pelotas. Clint había adoptado una actitud de “si no puedo tenerte, nadie
puede” que se extendía a los clientes, a los extraños y, definitivamente,
a los amigos. Más de dos veces me pararon de camino al trabajo, del
trabajo, y una vez me interceptaron de camino a encontrarme con Link.

—Licencia y registración —había preguntado el amigo policía de


Clint.
Pagina 302 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Siempre haces su trabajo sucio?

—Sólo pásamelas, hijo —había respondido, igualmente infeliz de


estar allí, pero dispuesto a cumplir la orden de un amigo. ¿Qué les
había dicho exactamente Clint? ¿Que yo era una amenaza que
necesitaba ser vigilada por mi propio bien? Estaba seguro de ello.
Definitivamente no estaban al tanto de la verdad.

Siempre terminaba de la misma manera. Me animaban a ir a la casa


para que algo así no volviera a suceder. El último oficial me rompió la
luz trasera para dejar claro su punto de vista. Un maldito abuso de
poder.

Había creado una situación que seguramente mantendría su atención,


pero que garantizaba que nos distanciaría aún más. Pero si no
podíamos arreglarlo, entonces ya estábamos rotos, así que ¿qué más
tenía que perder?

Mucho más, que aprendería más tarde.

Hasta entonces, mantuve mi postura. Si no podía tenerlo por la vía de


la honestidad, el amor y la devoción, mi corazón, acosado por la guerra,
lo tendría por la vía de cualquier cosa que pudiera conseguir. El olor de
mi desesperación se volvió empalagoso y punzante a altas horas de la
madrugada.

Habían pasado demasiadas noches desde la última vez que dormí


cómodamente. Demasiadas desde que inhalé mi último y fácil aliento.
No desde el día en que él dio vida a mi único buen recuerdo de la
infancia con un muñeco de nieve hinchable, y luego lo apagó con la
peor pesadilla de mi niño interior de no ser querido.

Ahora había demasiado silencio en la casa. Demasiada quietud. Ya no


crujía, el polvo había dejado de asentarse y el viento aullante había
abandonado por completo mi ventana. Vivíamos en una casa muerta, y
cada día moríamos más dentro de ella.

Pagina 303 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Los juegos terminaron cuando decidió que sería mejor ignorarme.


Habría dado cualquier cosa por una de sus sonrisas, ceño fruncido o
mirada. Cualquier cosa que no fuera su expresión inexpresiva. Un par
de veces, esperé en lo alto de la escalera hasta que oí sus pasos en la
cocina. Me quedé agachado, actuando como si no supiera que estaba
allí. Nunca funcionó. Nunca miraba hacia mí. Yo era un fantasma para
él.

Algo se cocinó en mí. La indignación salió a la superficie. —Que se joda


—decía. —Si quiere aplicar la ley del hielo, no conversar como lo hacen
los hombres adultos, entonces que se joda —La derrota llegó en su
caballo de batalla, con la espada desenvainada, cortándome
rápidamente las rodillas. Te lo mereces. Mi inocencia en esto era
delgada y colgaba de un hilo suelto.

Un par de días más y las voces comenzaron a mezclarse. Mi


responsabilidad y mi necesidad de deshacerme de la culpa se volvieron
imposibles de separar. Estaba equivocado, pero estaba enojado. Lo
odiaba, pero también lo quería. Iba a ir al infierno, pero me lo voy a
llevar conmigo. La idea era a la vez apetecible y atroz.

Ninguno de los dos tenía ya claro por qué luchábamos o contra qué
luchábamos. El caos se había comido las razones. ¿Eran mis mentiras,
las blancas o las tácitas? ¿Su exasperante creencia de que, de alguna
manera, había fracasado como padre y como ser humano? ¿O porque
tuvo que renunciar a mí en un intento erróneo de salvarnos?
¿Estábamos en guerra por su obsesión? ¿Por la mía? ¿Por la nuestra? O
tal vez estábamos condenados a este tipo de resultado desde el
momento en que me sentí insatisfecho con cualquier cosa que no fuera
su consumo total de mí.

El corazón de Joey pendía de un hilo, un organismo vivo en nuestro


círculo de anarquía. No había tenido noticias de él, ni por teléfono ni
por correo, y cuando me atreví a preguntarle a Clint por él, gruñó algo
sobre misiones y sobre estar en el campo antes de que la puerta de su
habitación se cerrara tras él. Se nos había concedido un estado de
indulgencia en forma de preocupación por Joey, y Clint parecía
Pagina 304 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

decidido a utilizar el tiempo para librarse de mí. Y yo estaba ayudando


tontamente a destruir lo que nos hacía mágicos.

En un estado de ánimo más racional, Clint habría querido pulsar el


botón de marcha atrás, devolviéndonos al verano de Clint, de vuelta a
la bifurcación del camino, y esta vez daría el giro correcto. El Clint que
sostenía mi corazón estaría devastado por lo que habíamos llegado a
ser una vez que su propio corazón tuviera un momento para respirar.

Por mucho que lo intentara, no podía recordar lo que significábamos el


uno para el otro antes de todo esto, antes del verano. Mi memoria se
negaba a ir tan atrás. No quería recordar una vida en la que él no
estuviera enamorado de mí, aunque eso significara que mis recuerdos
futuros fueran los restos que nos quedaban ahora.

Entré desde el frío, por la puerta trasera, colándose en una de las


fiestas de autocompasión de Clint. No esperaba encontrarme con él; su
camioneta no estaba estacionada afuera. Las palmas de las manos se
apoyaban en la encimera de granito a ambos lados del fregadero de la
cocina mientras miraba pensativo por la ventana hacia el patio trasero
cubierto de nieve. Con la luz de pocos vatios sobre la estufa como única
fuente de iluminación, su perfil se ocultaba en la sombra.

El suelo estaba cubierto de sangre, y un rastro de ella fluía sobre la


carta de Joey sin abrir. —¿Qué pasó? ¿De dónde ha salido toda esta
sangre? —pregunté, desconcertado.

—Un trozo de cristal se incrustó en mi pie. Ya está bien. Me quedé


sin suministros —Levantó sus manos en proceso de curación—. Así que
tuve que sacar el kit del baño del pasillo de arriba.

Pagina 305 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Apenas pude distinguir las salpicaduras de sangre en la alfombra de la


escalera. Me quité el abrigo y las botas mojadas, dejándolas cerca de la
puerta.

Clint cogió el vaso que no había visto y se lo llevó a los labios. —Me
hecho verdadero desastre de las cosas, ¿cierto?

Miré hacia el rincón del desayuno en busca de una silla, pero todas
estaban desplomadas de lado, sin partes vitales. Me apoyé en el marco
de la puerta.

—No diré que nunca debí tocarte porque, con la información que
tenía, estaba en mi derecho. Éramos adultos con consentimiento.
Nuestra relación era apropiada con seguridad —Su mirada permanecía
fija en la ventana. Eso, junto con la iluminación, su tono comedido y el
alcohol, despertó un ambiente siniestro. Encontrarlo aquí no fue una
coincidencia, una cuestión de sincronización perfecta. Me había estado
esperando. Se había preparado para esto.

—Debería haber manejado la verdad mucho mejor. Si fuera


cualquier otra persona, habría manejado mejor la verdad. Pero tú no
eres cualquier persona, ¿verdad? —Se giró brevemente hacia mí antes
de volver a su vista. —Eras mi antídoto y tu pérdida me ha ido matando
poco a poco —dijo con voz entrecortada. Examinó su vaso vacío de
forma interrogativa antes de encogerse de hombros y volver a llenarlo.
Parecía sentirse cómodo hablando, así que le dejé hacerlo.

—Uno nunca sabe lo obsesionado que está hasta que se enfrenta a


la pérdida del objeto de su obsesión —dijo distraídamente. —Brandon
estaría disgustado conmigo. ¿Qué se suponía que debía hacer, eh?
¿Hacerme a un lado? ¿Ser comprensivo? ¿Dejarte pacíficamente y
volver a qué? ¿A cómo eran las cosas antes? —Se rio sombríamente. —
Ya habíamos cruzado esa línea. Te aseguraste de ello. Tenías que saber
que la verdad saldría a la luz. Aunque tus intenciones fueran
admirables, tenías que saber que lo descubriría. Sin embargo, dejaste
que me enamorara de ti de todos modos, permitiste que desatara años

Pagina 306 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

de represión sobre ti, y lo hiciste todo maravillosamente —Dejó su vaso


para ofrecerme un aplauso seco—. Bravo.

Joey y yo teníamos planes para morir con la verdad. ¿Había


considerado que podría molestarse lo suficiente como para retractarse
de su voto de secreto? Lo hice. Me declaro culpable de eso.
Principalmente pensé que se alegraría por nosotros, porque ¿por qué
no iba a hacerlo? Las razones para no hacerlo eran más débiles que la
fuerza de nuestro amor colectivo. Pero su confesión en forma de bola
curva me sorprendió. —No tuve en cuenta que pensara que estaba
enamorado de mí. No mentí cuando dije que creía que había imaginado
o soñado sus palabras.

—Al menos eres sincero —ironizó, y luego suspiró, mirándome—.


No estoy molesto contigo. Bueno, lo estoy, pero esta conversación no
pretendía resaltar eso. Quiero hacer lo correcto, pero ya no sé qué es.
Has hecho que te necesite debajo de mis manos. Mi boca no es una
boca a menos que sea usada en ti o por ti. No puedo avanzar. Estoy
jodidamente atascado, Raven.

—Yo también lo estoy, Clint.

—Tenemos que terminar con esto. Deberíamos tener noticias de


Joey pronto, y tienes que escribirle devuelta. Y tenemos que poner en
orden este lugar.

—¿Y nosotros qué, Clint? ¿Qué pasa con nosotros? —Me acerqué
a él.

—Encontramos una manera de volver al principio. Hacer borrón


y cuenta nueva.

El alcohol lo había hecho delirar.

—¿Cómo? —recalqué, aferrándome a mi creciente histeria.

—No lo sé. Terapia, iglesia, ¡un maldito exorcismo! —Su pelo se


agitó en la frente mientras gritaba.
Pagina 307 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Nada de eso funcionará, carajo, si termina con que te pierda en


mi corazón y en mi cama, Clint —Lo apreté contra el lavabo, agarrando
atrevidamente su polla a través de los jeans—. Todavía me quieres.

—Puede que eso nunca desaparezca, pero se acaba esta noche. La


locura termina esta noche.

—Bueno, la noche no se ha jodidamente terminado todavía —dije,


abriéndole el botón y bajándole la cremallera antes de que pudiera
detenerme. El whisky ralentizaba sus reflejos y, con un poco de suerte,
le haría ceder ante mí.

—Maldita sea, Raven —maldijo mientras lo retiraba, el líquido


preseminal saliendo de su raja rosada. Su mano se enredó en mis
muñecas, pero el agarre se aflojó cuando esparcí la sustancia salada con
mi pulgar.

—Quiero esto dentro de mí, y no quiero que me lo saques hasta


que hayas recuperado el puto sentido común —Quizá darle un trozo del
joven vulgar del que se había enamorado ayudaría a mi causa. No me
había sentido como yo mismo en semanas. Lo fingiría por él.

—Raven, espera un segundo.

—No —Di pasos medidos hacia atrás, tirando de él por su eje. Nos
llevé a mi dormitorio porque el de Clint tenía demasiados recuerdos no
deseados.

No habíamos tenido sexo desde la noche en que Bobby apareció,


sacándonos de nuestra espiral descendente, y ahora que tenerlo de
nuevo era una posibilidad, no quería que se arruinara con recordatorios
de cómo nos habíamos fracturado allí abajo.

Clint probó mi interruptor de la luz, pero la bombilla se había fundido


hace días. No importaba, desde que lo perdí me había acostumbrado a
vivir en la oscuridad.

Pagina 308 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Sujetando su polla, nos dirigí a mi cama. Se cernió sobre mí, envuelto


en una máscara de indecisión. Ahora que estábamos aquí, no sabíamos
cómo empezar.

Clint me pasó el dorso de la mano por la mejilla, provocando en mí una


respiración superficial de pánico. Había olvidado cómo caer en sus
suaves caricias. Ya no confiaba en ellas, y el hecho de darme cuenta de
que me había adaptado por completo a que me trataran con crueldad
hizo que algo se abriera en mí. No pude controlar mi temblor. —Lo
siento mucho, Raven.

—No —grité, retrocediendo hasta que mis piernas chocaron


contra la cama. —No uses esa voz conmigo, por favor —Era demasiado
cariñosa, demasiado seductora, y yo era un perro vencido y ahora tenía
miedo de responder al buen tipo de amor.

—Yo también lo siento —susurró en la oscuridad—. Al escuchar la


forma en que me querías en la cocina. Como solías hacerlo...
Amenazaba con hacer que todo lo que habíamos pasado fuera en vano.

—Estamos jodidos, Clint —Prefería estar jodido por el


estimulante subidón que habíamos vivido en la mazmorra que estar en
este punto intermedio, y que se fuera sin darme una parte de él. Las
cosas que nos habíamos hecho, las cosas que habíamos dicho... Era un
adicto, y tomaría más porque con la droga corriendo por mis venas
sería difícil recordar por qué tenía que decir que no y decirlo en serio.
En ese momento, dentro de mi oscuro dormitorio, no tenía que
pensarlo dos veces para volver a consumir y abusar.

—Lo siento, Raven —repitió, con su polla arrugándose en mi


mano.

—Maldito seas —Quise golpearlo, pero, aunque sus heridas de


batalla estaban en la fase final de curación, no había un punto en él que
mis manos y mis dientes no hubieran manchado.

—Yo estaba loco esa noche. Había tenido una llamada con Joey
que no manejé bien. Me habían suspendido del trabajo. Entonces tu
Pagina 309 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

regalo... ¿Dime quién soy? —dijo, temblando como una hoja—. No me


reconozco.

—Clint… —Supliqué, levantando una mano para que se detuviera


y colocando la otra sobre mi tripa porque su disculpa me había puesto
físicamente enfermo. ¿Cuántas señales más necesitaba de que lo
nuestro no tenía arreglo? —Te necesito ahora mismo, pero no puedo
soportarlo así. Haz lo que sea necesario para que me folles —dije
alrededor de mi bulto de vergüenza—. Por favor.

Su beso no dio en el blanco, aterrizando en mi mejilla cuando me


aparté. No podía soportar que me bañara en su amor tan pronto
después de bañarme durante semanas en su odio, y él tampoco podía
soportarlo. Quería que nos llevara de vuelta a lo que éramos en nuestra
sala de escape. Quería que hiciera que el regreso estuviera bien.

—Dime que pare —dijo.

—Para.

Se inclinó más cerca, con la piel caliente como el fuego. —Dime que no.

—No —susurré.

—Dilo como si fuera en serio, Raven. Volveremos allí. Durante un


rato —dijo antes de rasgar mi camisa por la mitad y mandarme a la
cama.

—¡Para! —Dije, bombeándolo con autoridad mientras en


contradicción hacía un puente con mis caderas para que pudiera
despojarme de mis pantalones. —¡No! —Me desplacé para atrapar su
camisa por el dobladillo, barriéndola por encima de su cabeza, y luego
ahogando una mano alrededor de su revivida polla.

—Oh, Dios —gimió, su orgasmo era una granada y yo había


sacado la anilla demasiado pronto. Clint me agarró la nuca para
mantenerme erguido, haciéndose cargo de la masturbación y eyaculó
sobre mi cara y en mi boca abierta. Utilizó una porción de su semen
Pagina 310 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

para lubricar su polla, que seguía siendo obstinadamente sólida, y


luego me untó el exceso en el cuello y en el pelo.

—Quítate de encima —Continué donde lo había dejado,


ofreciendo algo de resistencia cuando me agarró de plano a la cama y
cargó mis piernas en el pliegue de sus codos. —Para —rugí, mi boca se
inundó de saliva al sentirle golpear mi seca abertura. A la mierda el
daño que me haría porque el daño ya estaba hecho. Simplemente
estábamos chapoteando en los escombros.

Clint dejó escapar un gemido herido cuando su pegajosa corona me


penetró, con la mente igualmente perdida. —No significa jodidamente
no —jadeé, deseando que me abriera. Solté un grito gutural cuando me
llenó. Y entonces una chispa de luz iluminó la oscuridad cuando
sonaron dos disparos.

Líquido se derramó en chorro sobre mi cara, y el cuerpo de Clint se


puso flácido sobre mí. —Clint. ¿Clint? —Me esforcé por quitármelo de
encima. —Por favor, por favor, por favor… —Demasiados
pensamientos, demasiadas cosas estaban sucediendo a la vez.

—¿Raven? —La voz de pánico de Joey llegó desde el oscuro


pasillo.

—¡Joey, pide ayuda! —Estaba oscuro, pero la luz entraba por


algún lugar del pasillo, y mis ojos se habían adaptado hace tiempo.
Sentado a horcajadas sobre Clint, me llevé las palmas de las manos a la
herida del pecho y el hombro, intentando minimizar la pérdida de
sangre. —Quédate conmigo, bebé —Le supliqué, golpeando sus
mejillas. —Clint, quédate conmigo —En el pasillo, la pistola de
coleccionista que Joey guardaba en una caja de seguridad en su
armario se le escapó de los dedos. Había sido un regalo de cumpleaños
de Clint.

—¿Papá?

—¡Consigue una maldita ambulancia, Joey!

Pagina 311 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—T-te… am-amo —tartamudeó Clint.

—Quédate conmigo, joder —grité, sustituyendo mis manos por


las de la camisa de Clint. —¿Cuál es el tiempo estimado de llegada,
Joey? —grité, mirando fijamente su rostro horrorizado, con el teléfono
en la oreja mientras daba vueltas a sus palabras. —Joey está aquí, y
todo va a estar bien —Le susurré a Clint, moviendo la cabeza—. Tienes
que luchar para que puedas arreglar las cosas. ¿Me oyes?

Los labios de Clint se volvieron azules.

Joey corrió hacia mi baño para encender la luz. —¿Qué mierda? —


jadeó, caminando hacia la cama y luego de vuelta, frenético y confuso—
. ¿Es-estás bien? ¿Po-por qué te haría esto?

Los momentos anteriores se repitieron en mi cabeza.

“Quítate de encima.”

“Para.”

“No significa jodidamente no.”

—Oh, Dios —Mi boca se abrió en un grito silencioso cuando las


implicaciones se hundieron, y cuando los párpados de Clint se cerraron
de golpe.

Pagina 312 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Recorrí la longitud de la sala de espera quirúrgica en bucle, saltando a


cada fuerte trino de un teléfono, o a cada voz alzada que irrumpía desde
la apertura de la puerta del ascensor o de la escalera. Joey estaba al
borde de su asiento, con la sangre de su padre en las manos y el
uniforme de campaña pintado de rojo.

El calor de su mirada me encendió la cara, y la llama se intensificó con


cada pregunta ardiente y no formulada. Aunque fuera capaz de hablar,
ahora no habría sido el momento adecuado. No con la pareja de
ancianos acurrucados en un rincón rezando.

Las puertas del quirófano no se habían movido en horas, no desde que


se tragó a Clint entero, y el cuadrado de plexiglás sólo permitía ver un
largo pasillo que conducía a una puerta de acero. Tan fría y tan clínica
como las paredes blancas que se cerraban a nuestro alrededor.

—¿No debería haber salido ya alguien con una actualización? —


espeté, a pocos segundos de quebrar.

Unos pasos ligeros se acercaron. Una enfermera. Salté en su camino. —


¿Está bien? Clint Miller —dije con impaciencia ante su confusión
nerviosa.

—Lo siento. Todavía no ha salido del quirófano —Recogió al


marido y a la mujer, llevándolos a la zona de recuperación, y yo me
quedé mirando tras ellos con envidia maligna.

—¿Por cuánto tiempo? —dijo Joey desde detrás de mí con


indisimulada rabia. Sin desperdiciar un ápice de ella ahora que
estábamos solos.
Pagina 313 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Joey…

—¿Cuánto tiempo lleva follándote? —exigió. Podría haber


formulado la pregunta de muchas maneras. Cuánto tiempo llevábamos
teniendo sexo era una opción viable. O, al igual que su formulación,
cuánto tiempo habíamos estado follando también habría sido una
buena alternativa. El hecho de enfatizar que era yo el que estaba siendo
follado lo hacía parecer un asunto sucio e intrascendente. Joey
pretendía infligir el máximo dolor, y había dado en la diana al insinuar
que ser follado era lo único para lo que valía.

—¿Puede esperar esto hasta que sepamos que está bien? —Tuve
que hacer acrobacias mentales para asegurarme de no parecer
demasiado descarado o frívolo. No le envidiaría su furia y su dolor. No
sabía lo que era tener un padre o ser un buen hijo para uno. Ambos
privilegios me fueron negados por una madre que sólo era madre de
nombre. Pero entendí, a un nivel visceral, lo que era amar a Clint. Joey
era un muerto andante. Ambos lo éramos.

—No. No puede. Porque si maté a mi padre… —Enterró la cabeza


entre las manos, meciéndose antes de volver a dirigirse a mí—. Necesito
respuestas ahora.

—Después de que te fueras a Hawái —dije.

Él hizo el cálculo. —Después de que te dijera que te amaba. Después de


que me besaras. ¿Creíste... creíste que yo era mi padre?

Mi falta de respuesta lo dijo todo. —¿Por qué, Joey? ¿Por qué lo hiciste?
—Al igual que él, tenía que saberlo ahora.

—Pensé que te estaban asaltando. Violando —Miró a su alrededor


en busca de oídos que lo escucharan, con los dedos temblando sobre su
frente.

—Sabes que él no haría eso —dije con angustia. —Tú lo sabes —A


la mierda lo que sonaba desde fuera de mi habitación. Joey conocía a
su padre mejor que eso.
Pagina 314 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Joey retrocedió. —¿Crees que sabía que era él? —Sopesó mi expresión
de duda. —¿Has visto ese lugar? La puerta trasera estaba sin cerrar. Los
muebles destrozados. Los platos en el suelo. Un rastro de sangre
formaba un jodido mapa hasta la puerta de tu habitación, pateada… —
Avanzó a pasos agigantados. —Quítate de encima —dijo en tono de
burla. —¡Para! —Imitó el tono de mi voz, mi falsa pero convincente
protesta.

—Está bien —susurré, con la mano extendida en el aire para


evitar que sus golpes verbales golpearan órganos vitales.

—No significa jodidamente no —Se mofó, ahora directamente


frente a mí, pero no pude verlo a través del desenfoque. —Estaba
oscuro. La camioneta de papá no estaba afuera. Pensé que estabas solo
e indefenso, y no sabía si tu atacante tenía un arma. Mi único
pensamiento era salvarte. En que no podía perderte —Su puño golpeó
contra su pecho—. Que te jodidamente amaba.

—N-no sabíamos que venías…

—Él lo habría sabido si hubiera leído mi carta.

La carta en el suelo de la cocina. —Y-yo he estado enamorado de él


durante mucho tiempo. Fuimos a acampar, nos besamos. Nosotros...
nosotros… —No sabía por dónde empezar, en qué orden, cómo hacer
esto bien. Una lágrima recorrió el pliegue de mi fosa nasal. No podía
pensar con la vida de Clint pendiendo de un hilo. No podía
defendernos. No cuando estábamos indefensos. Mi amante estaba
luchando por su vida, pero su hijo tendría que llevar la verdadera carga
de su muerte si las cosas terminaban así. Tenía derecho a su ira, y
quién era yo para intentar combatirla. —La he cagado, Joey. Lo siento
—dije sin entusiasmo, y él se echó atrás, con la cara torcida por la
repugnancia—. Espera…

—No me toques —Me quitó la manga de encima, con la mirada


aguada y la voz fría—. Apestas a él.

Pagina 315 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Me toqueteé el cuello de la camisa, ocultando las manchas de semen


seco en mi cuello.

—¿Quién eres? ¿Quiénes son? ¿Qué se estaban haciendo el uno al


otro en esa casa?

—No lo entenderías —dije, lo que no hizo más que aumentar el


obstáculo que nos separaba. Su mirada helada carecía de
reconocimiento. Éramos extraños para él.

Un médico canoso interrumpió nuestro enfrentamiento y se quitó el


gorro quirúrgico. Dijo que Clint había sobrevivido la operación.

—Oh, gracias al jodido cielo —me doblé, pegando las palmas de


las manos a las rodillas y respirando débilmente.

—Si la primera bala hubiera entrado un centímetro más a la


izquierda, estaríamos teniendo una conversación diferente. Tuvo suerte
—dijo, y me asfixié al reflexionar sobre esa paradoja.

—¿Está bien ahora? —preguntó Joey, con la postura impasible y


la voz quebrada—. ¿Podrían cambiar las cosas?

Los signos vitales de Clint eran buenos, y era joven y fuerte, dijo el
cirujano. Lo vigilarían de cerca durante los próximos días, que serían
los más críticos, pero no veían ninguna razón para que no se recuperara
del todo. —Alguien los llevará hasta él una vez que salga de
recuperación y esté en una habitación —Asintió y se marchó.

Nos habíamos retrasado en llegar al hospital. Los policías habían


aparecido junto a los paramédicos, y habían dejado claro que o bien
prestábamos declaración allí o en la comisaría. Había perdido la cabeza
cuando subieron a Clint a la ambulancia, con la intención de llevarlo
sin nosotros. Necesitaba amor a su lado. Necesitaba que alguien le
susurrara que lo lograría. Bobby se recusó, yendo con él y jurando que
lo llevaría de la mano todo el tiempo. Ella también había ayudado a
agilizar las cosas teniendo una conversación con los oficiales que
llegaron a la escena.
Pagina 316 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

No había notado su ausencia hasta que salió del ascensor en ese


momento.

—Escuché que salió de la operación —dijo.

—Sí —respondí, preparándome para lo que venía a continuación.

Se paseó en un círculo estrecho, estirándose los dedos por el pelo, una


huella dactilar ensangrentada manchó la insignia dorada sobre el
bolsillo del pecho. —¿Qué pasó, Raven? —Miró de reojo a Joey, que
también se paseaba fuera del alcance del oído.

—Ya dimos nuestra declaración…

—Déjate de tonterías —Todo indicio de la compañera fácil de


Clint se desvaneció. —Sabes lo que te estoy preguntando. Volví a la casa
porque ahora mismo no confió en ninguno de los tres —dijo,
refiriéndose a Joey, Clint y a mí—. Vi su dormitorio, Raven. Lo vi todo.

—Sexo duro —Me encogí de hombros, mientras ella examinaba


abiertamente las líneas rosas en relieve que rodeaban mis muñecas en
proceso de curación. ¿Las esposas seguían enganchadas al poste de la
cama? ¿Había visto el cinturón de cuero desgastado?

—Trata de nuevo.

—¿Qué quieres que te diga, Bobby? —pregunté secamente. —


Follamos. Con fuerza. Durante horas, durante días. Rompimos piel.
Derramamos sangre. Derramamos lágrimas —Me clavé el pulgar y el
índice en los ojos cerrados cuando Joey se sacudió como si se hubiera
electrocutado—. ¡Mierda!

—Ese es mi compañero y mi mejor amigo acostado ahí.

—Lo sé. Lo sé. Pero es más que un compañero y un amigo para


mí, y no voy a disculparme más por nosotros —Mi adrenalina perdió
sus alas, haciendo impacto con el suelo y dejándome mareado—.
Bobby, no puedo hacer esto ahora.

Pagina 317 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Bueno —dijo, insatisfecha pero dispuesta a dejarlo para otro


momento—. Iré a averiguar cuánto tiempo más tenemos que esperar.

—Bobby —grité—. ¿Dónde está su camioneta?

—Uno de nuestros chicos lo vio en O'Neills después de su turno.


Lo envió a casa en un taxi —Aceleró sus pasos.

Joey contempló la señal de salida sobre la puerta de la escalera.

—No le hagas esto —traté—. Querrá verte.

—Lo más probable es que esté inconsciente toda la noche.

—No importa. Él sabrá que estás ahí.

Debatió, con la indecisión marcando su mandíbula.

—Joey —dije con delicadeza, haciendo una pausa hasta que se


encontró con mi mirada. —No estás enamorado de mí. Eres un egoísta
—dije con todo el cuidado que pude reunir porque lo amaba, y él estaba
sufriendo, pero necesitaba que fuera honesto consigo mismo.
Necesitaba que la curación empezara ya—. Y yo te permití serlo.
Siempre lo he sabido, pero no me importaba porque nada antes de él
importaba.

—Te amo —dijo, con voz áspera.

—Nunca lo he dudado —susurré—. Nunca.

—Moriría por ti.

—Y yo haría lo mismo por ti. No querías admitir quién eras.


Asustado por lo que la verdad significaría para tu carrera, y con razón.
Me habría entregado a ti para siempre para mantenerte a salvo, si él no
me hubiera querido. Yo era tu red de seguridad, Joey. Conseguiste
tener lo que querías cuando la mentira se hizo demasiado grande para
seguir viviendo. Me utilizaste, y te amé de todos modos —Lo había

Pagina 318 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

dejado sin conexión cuando dejé de permitirlo. No estaba enamorado


de mí. Joey tenía miedo.

Mantuvo su postura de soldado. La espalda recta, las manos unidas a la


espalda, pero sus lágrimas silenciosas corrían a raudales. Quería
abrazarlo. Quería quitarle el dolor del corazón. Clint y yo habíamos
metido la pata hasta el fondo. También éramos egoístas, pero las
mentiras terminarían aquí. Hacia nosotros mismos y al otro.

—No me digas cómo me siento.

—¿Estás listo para arriesgarlo todo por mí, Joey? —Porque yo no


sería el pequeño y sucio secreto de nadie. Él no podía responder y no
tenía que hacerlo. No cuando ya entendíamos la verdad con la que aún
no estaba preparado para lidiar.

Joey se apartó para pasarse una manga por las mejillas mientras Bobby
descendía por el pasillo.

—Está en la habitación cuatro. Sólo dejan entrar a uno a la vez.

—Tú primero —Le dije a Joey, y tras un momento de pensarlo, se


fue a ver a su padre.

Para cuando llegué a Clint, yo ya no podía más. Manejé con cuidado el


laberinto de cables y monitores para besar su pálida frente. Acerqué la
silla a su cama, me senté y apoyé mi mejilla en su mano, cediendo a mi
fatiga.

—¿Señor? ¿Señor?

Mi cerebro somnoliento registró la pregunta como una alarma, y me


levanté de golpe en mi asiento, con los ojos dirigiéndose a la forma
dormida de Clint.

—No quise asustarte, cariño —La enfermera embarazada se


acercó a la puerta con un par de batas azules dobladas en la mano—.
Hay un cuarto de baño con todo lo que necesitas si quieres asearte.
Puedo tener un sillón de hospital instalado para cuando salgas.
Pagina 319 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Gracias —Acepté el paquete, quitando los copos de sangre seca


que había dejado en las sábanas de Clint.

—De nada. Querían que te enviara a casa, pero lo reconocí —


Señaló con la barbilla hacia Clint, frotándose el vientre de forma
protectora. —Una vez le salvó la vida a mi marido —Me tocó el hombro
cariñosamente, y no pude evitar desear que fuera mi madre—. Te dejo
con ello.

Duchado y balanceándome sobre mis pies, ignoré el sillón reclinable


porque la silla me ubicaba más cerca de Clint. Apoyé mi mejilla en la
cama del hospital a lo largo de su cadera y coloqué con cuidado la
palma de su mano flácida sobre mi cabeza. Si se movía, lo sentiría. Poco
después, el sueño me agarró por el cuello de la camisa y me arrastró.

Estábamos en el tercer día de la estancia de Clint en la Unidad de


Cuidados Intensivos. La medicación para el dolor lo mantenía
noqueado la mayor parte del tiempo, y aturdido cuando estaba
consciente.

Sólo me separaba de él durante las visitas de Bobby o para ir al baño. El


personal se había asegurado de que comiera algo, aunque gran parte de
lo que comía no llegaba a bajar.

Joey no había regresado desde la noche del tiroteo, pero había estado
llamando a la estación de enfermería con regularidad para obtener
actualizaciones sobre Clint, así que eso era algo.

La ligera sensación de algo erizado a lo largo de mi cuero cabelludo me


hizo despertar. —Déjame quieto —gemí. Me dolían el cuello y la

Pagina 320 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

espalda, y sentía un cosquilleo en el brazo derecho. El suave susurro


regresó, al igual que los acontecimientos de hace tres noches—. ¿Clint?

Sus ojos grises nublados rebosaban de preguntas.

—Hola —dije, quitándole el pelo de la frente, haciendo planes


para afeitarlo una vez que los médicos me dieran luz verde.

—¿Qué pasó? —Hizo una mueca, su mano se dirigió a su garganta


seca, pero se cayó, demasiado débil para hacer el viaje.

—¿Qué es lo último que recuerdas?

—Retazos —Se devanó los sesos y escudriñó los pitidos de los


monitores conectados a él. Intentó incorporarse y gritó de dolor. —Es-
estábamos en la casa —dijo entre dientes, deteniéndome cuando tomé
el botón de llamada de la enfermera junto a su almohada. —Estoy bien
—El sudor que salpicaba su cabello gritaba que era mentira—. ¿Te hice
daño? ¿Te obligué hacerme daño?

—No —Tragué saliva. —No de la manera que estás pensando —


Eso le dio cero seguridad—. Te lo explicaré todo. Primero, prométeme
que mantendrás la calma.

—Lo intentaré, Raven, pero estoy perdiendo la cabeza, y tu


advertencia preliminar no está ayudando mucho.

—Joey está devuelta —empecé, y para cuando terminé nuestra


trágica historia, las máquinas de Clint sonaban con urgencia y los
médicos se habían encargado de sedarlo mientras yo me hacía pequeño
en un rincón.

Al quinto día, habían reducido su medicación de intervalos de cuatro


horas a lo necesario, dejando a Clint a cargo del goteo. No había
hablado mucho y, cuando lo hacía, solía ser para pedirme que volviera
a probar el teléfono de Joey. No me había molestado en señalar que
Joey no pondría un pie allí mientras yo estuviera cerca. Y hasta
entonces, los caballos salvajes no podrían haberme arrancado de la
Pagina 321 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

vigilia junto a la cama de Clint. Pero habíamos llegado al otro lado, y su


plena recuperación ya no estaba rodeada de un signo de interrogación.
Las cosas eran diferentes ahora, y había que tomar decisiones.

—¿Adónde vas? —preguntó con pánico esa noche. Con Joey


desaparecido en el acto, a Clint le costaba mucho que yo desapareciera
de la vista.

—Te darán el alta en un par de días. Tengo que organizar la casa.

Desvió la mirada, el sentimiento de culpa le sonrojaba las mejillas.

Bobby apareció poco después, y le dejé refunfuñando mientras le


ayudaba a dar pasos de bebé por el pasillo.

Tardamos casi toda la noche en despejar y limpiar la casa. Al día


siguiente, bajé a la tienda de muebles y repuse todo lo que había salido
con la recogida de basura de la mañana.

El dormitorio de Clint fue la habitación más difícil de abordar.


Habíamos convertido lo malo en bueno en esa habitación, y verlo me
animó a dar los siguientes pasos. Reafirmó que la promesa que había
hecho a Dios a cambio de la vida de Clint era la mejor que había hecho
hasta ahora.

A su manera retorcida, Clint había intentado salvarnos, pero para ser


salvado primero había que ser liberado. Reescribiría nuestra definición
del bien liberándonos.

Terminé mi cigarrillo y entré desde el porche trasero con el sonido de la


puerta principal cerrándose. Por fin había conseguido que Joey me
respondiera enviándole un mensaje de texto imposible de ignorar.

Raven: Me voy.

Me reuní con él en la sala de estar, guardando silencio hasta que


terminó de comprobar la nueva decoración. —Intenté que todo fuera lo
más parecido a lo que teníamos antes.

Pagina 322 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Nunca volveremos a tener lo que teníamos antes —dijo, no de


forma poco amable, simplemente constatando hechos.

—¿Cuánto tiempo puedes quedarte? —pregunté.

—Mi permiso termina en tres semanas.

—¿Puedes quedarte más tiempo?

—Posiblemente. Aunque no estoy seguro de que sea necesario.


¿Crees que nos besaremos y arreglaremos y volveremos a ser como
antes, Raven? No puedes ser tan iluso —Se quedó cerca de la puerta,
enviando el mensaje de que nuestra charla sería breve. Me quedé al
otro lado de la habitación, sin querer agolparme ni empujarlo en la
dirección de la que había venido.

—Él no puede perderte, Joey. Sabes lo de Brandon. Sabes lo que


le haría perderte —Lo que ya ha hecho, no añadí.

—Brandon murió en un accidente de carro —dijo, confundido, sin


ver el paralelismo. No conocía los detalles más finos. No sabía lo que la
muerte de Brandon significaba para Clint, ni por qué había ocurrido en
primer lugar.

—Se suponía que Clint estuviera en ese carro, no Brandon.

—Sí —dijo, cruzando los brazos y esperando que llegara a la parte


que aún no sabía.

Le dije lo que podía sin traicionar el resto. —Clint no ha dejado de


culparse. Ve el accidente como un castigo por ponerse a sí mismo en
primer lugar. Por no poner a todos y todo lo demás por delante de él.
Desde entonces se ha cuidado de no cometer el mismo error dos veces.
Es por eso que tu tuviste que hacerle prometer que haría algo por él el
verano pasado.

Sus brazos se relajaron a los lados.

Pagina 323 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Si te pierde, se repetirá lo de Brandon de nuevo. Tengo miedo


de lo que eso pueda ser.

—¿Y qué hay de mí? —Suplicó que yo también viera su dolor. —


No podía esperar para regresar a casa. Para volver con ustedes. Sólo
para ser sorprendido por… —Se llevó un puño a la boca, conteniendo
una maldición—. Casi lo mato, Raven. Tardé horas en quitarme su
sangre, en sacarla de debajo de las uñas.

—Lo sé —dije—. Pero créeme, él no lo sabía. Nunca habría


cruzado esa línea si lo hubiera sabido. Y cuando lo descubrió, ya era
demasiado tarde.

—Porque para entonces estaba locamente enamorado de ti —


adivinó correctamente—. Eres intoxicante, Raven. Me imagino lo que
debió sentir al tenerte de esa manera y luego perderte.

La ironía me golpeó, y bajé la mirada.

—Ni siquiera lo entiendes, ¿verdad? —dijo con suave asombro—.


Tu cuerpo no es el que seduce, Raven. Es tu amor. La forma en que nos
hace creer que podemos ser y hacer cualquier cosa. La forma en que
nos protege... Apuesto a que nunca lo vio venir. Nunca te superará.
Nunca.

—¿Te quedarás? —Dije con una voz tan pequeña que era un
milagro que llegara a sus oídos.

—Lo intentaré.

Asentí.

—¿Adónde irás?

—No lo sé —dije honestamente. Lejos de aquí.

Di un último paseo por la casa antes de dejar las llaves en la mesa de la


cocina. A horcajadas sobre mi Harley, aceleré el motor. Tenía una
última parada antes de despedirme de Clint.
Pagina 324 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Había que deshacer el equipaje emocional antes de dejar Mansfield en


el retrovisor, y me dirigía a arrojarlo a los pies de quien lo había
recargado en exceso.

Me detuve frente a la decrépita caravana, subí los tambaleantes


escalones y, respirando hondo, toqué la puerta. —Hola, mamá.

Cuando volví, Clint estaba duchado, afeitado y luchando por volver a la


cama del hospital.

—Ven, déjame ayudarte —Le dije, corriendo para auxiliarlo.

—Puedo hacerlo —dijo, demasiado orgulloso para aceptar mi


ayuda. Cedí, con las manos levantadas, mientras él sudaba a marchas
forzadas. —Se supone que no tienes que cuidarme —explicó después de
recuperar el aliento y captar mi sonrisa.

—¿Planeas convertir la vida de todos en un infierno? —pregunté


antes de pensar, cambiando el ambiente de la habitación—. Sólo quería
decir que vas a tener que aceptar ayuda. También necesitarás
fisioterapia.

Se giró hacia la ventana con la cabeza en la almohada. —Joey llamó.

—¿Sí?

—Hay mucho que reparar, Raven. No puedo creer que haya


dejado que llegara a esto.

—Mírame —Me senté en su cama, acunando su mano en la mía—.


Por favor.

Pagina 325 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Lo hizo a regañadientes, su voz rocosa. —¿Cómo puedes soportar


mirarme? Debería preguntarte si me odias. Mi hijo lo hace. Lo escuché
en su voz. Pero nadie podría odiarme más de lo que yo me odio.

—No te odio, Clint. Y Joey necesita tiempo.

—Voy a arreglar esto. Cueste lo que cueste. Lo prometo.

Con un pesado suspiro, me aventuré a la ventana, contando las ráfagas


de nieve mientras aterrizaban en el alféizar.

—¿Raven? —Su voz traqueteó, y odié lo impotente que sonaba.

—Ojalá hubiera sabido que tendría una oportunidad contigo,


Clint. Habría guardado todo para ti —Tracé un corazón en la
condensación del cristal de la ventana—. Tuve que verte casi morir, y
habría sido el cuento de muerte más triste jamás contado.

—Lo siento mucho, dulzura.

—Sí —dije con voz ronca porque sí, y porque no le culpaba. —


Quería estar bajo tu piel —Y cuanto más me dejaba, más profundo
quería llegar. —Pero meterme en tu piel significaba meterme también
en tus demonios. Te quería sin ley. Quería saber cómo se sentía tu
infierno. Lo quería todo —Había estado buscando un nivel de amor
incondicional que sólo podía alcanzarse con el máximo dolor.
Sobreviviendo a él. Abriendo las partes más negras y remotas de mí
mismo y que alguien lo viera y dijera: Todavía te amo. Clint también
había estado buscando eso. Joey habló de mi amor. Pues bien, amarlos
había sido el propósito de mi vida y mi máxima prioridad desde que
Clint me había traído a casa. Mi amor por ellos era lo que me hacía
merecer cualquier cosa. Era todo lo que tenía para dar.

Me giré para ver que la comprensión coloreaba la cara de Clint. En el


movimiento de su cabeza y el temblor de sus labios. Sabía hacia dónde
nos dirigíamos. —Te dejé tomar las riendas con la verdad. Te permití
decidir cómo íbamos a afrontarla, y yo estaba más que feliz de
participar en el derribo porque eso significaba que iba a tenerte. Que
Pagina 326 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

conseguiría tocar esa parte de mí —Mi mano se dirigió al fondo de mi


núcleo para enfatizar —Que quería ser devorado tan completamente
por ti —Desde el momento en que entré en su mazmorra y más allá, le
había seguido la corriente, ofreciendo una reacción por cada una de sus
acciones o falta de ellas.

—Me dolía, Raven. Estaba en una bifurcación sin tener una visión
aérea de dónde terminarían los caminos, y me equivoqué de camino.
Tomé la decisión equivocada. Debería haberlo sabido.

Es curioso cómo el mejor camino se vuelve transparente sólo después


de haber metido el dedo del pie en las arenas movedizas.

Mi mirada se desvió hacia su corazón sangrante, prefiriendo esa vista


porque sus ojos amenazaban con desgarrarme.

—No lo hagas —suplicó, y cuando eso no funcionó, lo repitió con


autoridad.

—Ahora puedo elegir. Es mi turno de hacer las cosas bien —No


podíamos volver atrás, pero tampoco podíamos avanzar juntos.

Clint luchó por sentarse, agitando su herida y poniéndose rojo por el


dolor. Me apresuré a acercarme a su bomba de infusión y le administré
la medicación para el dolor y el somnífero como me había indicado la
enfermera. Las lágrimas se agolparon en las esquinas de mis ojos
cuando su cabeza se desplomó sobre la almohada y me miró con una
mirada reservada para un traidor. —N-no puedes… —La medicación ya
estaba haciendo efecto.

—Si me quedo, Joey no lo hará. Nunca debiste salvarme —


susurré, inclinándome sobre él y llorando en su pelo. —Has cambiado
mi vida para siempre —No podía hablar de lo que se sentía el ser padre,
pero si su amor por Joey era como el mío por ambos, entonces entendía
a Clint. Su identidad estaba ligada a ser el padre perfecto, al igual que la
mía estaba enredada en amarlo a él. Pero, a diferencia de Clint, mi
pasado merecía repetirse porque me llevaba a él cada maldita vez.

Pagina 327 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Él no reflexionaba sobre su pasado de la misma manera. Camina en


línea recta, se un buen hombre y un padre aún mejor. Esa había sido
su misión, porque quería evitar esos antiguos errores que le habían
costado toda su familia. Misión fallida.

Aunque pueda parecer una tontería para un oído ajeno, para Clint era
real. —No puedo vivir sin ti no es un puto cliché —dije, secando sus
lágrimas mientras sus párpados caían y su agarre a mi chaqueta se
aflojaba—. Pero voy a hacerlo, de todos modos.

—Te encontraré —dijo, luchando contra el sueño—. Yo... te amo.

—Esto no es amor, Clint —Lloré por los tres, llorando sobre él—.
Ya no.

—¿Entonces qué es? —dijo con la boca más que con la voz.

—Veneno —El tipo de dosis baja, de muerte lenta, y habíamos


llegado al extremo de la muerte.

Pagina 328 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Tiene que estar aquí en algún lugar —Los papeles flotaban en el


aire mientras yo rebuscaba entre las hojas apiladas a lo largo de la mesa
del comedor. Bobby me observaba desde el sofá. —Ajá —Con la nota
adhesiva en la mano, me dirigí a la pizarra blanca que ahora residía en
la pared del comedor. Abrí la tapa del marcador rojo y taché el número
setenta y dos de mi creciente lista.

Raven Miller

45 East Port Ln

Portland, OR 11278

—Llevas un año en esto, Clint.

—Ya casi termino

—Tienes cuatrocientos veinte Raven Miller más que encontrar.


¡Has tardado un año en eliminar sesenta y nueve!

—Setenta y dos —dije distraídamente mientras decidía a qué


estado me dirigiría después. No oí a Bobby moverse ni registré el
timbre del teléfono de la casa hasta que ella saludó a la persona en la
otra línea. Irrumpí en la cocina. —¿Es Joey? —pregunté con
entusiasmo, lo que hoy en día se traduce en manía.

Pagina 329 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No —dijo ella, pasándome el auricular—. Es el hombre de la


garantía del carro.29

Lo cogí y lo golpeé, con mi brazo malo, devuelta en su soporte en la


pared. —Maldita sea —siseé, frotándome el pinchazo en el hombro.

—No tendrías ese problema si no hubieras renunciado tan


obstinadamente a tus masajes obligatorios.

—Se llama fisioterapia, Bobby. ¿Y qué haces tú aquí?

—¿No puedo venir a revisar a mi mejor amigo? Ya no trabajamos


juntos. ¿No puedo simplemente querer hablar contigo? —Llevaba unos
jeans azul claro, overol, como ella los llamaba y una camisa de cuadros,
con su característico palillo colgando del borde de la boca.

—Puedes hacerlo mientras yo trabajo —Intentar detenerla era un


ejercicio de pérdida de tiempo. Había aprendido a bloquearla mientras
seguía avanzando. De vuelta a la pizarra, comparé mis notas con lo que
había anotado recientemente tras unas cuantas llamadas telefónicas a
los departamentos de policía locales de varias ciudades.

—Ah, quería planificar el regreso de los chicos contigo —dijo. La


miré por encima de mi hombro bueno. Ella se dedicó a hojear el álbum
de fotos que había sobre la mesa de centro. El que había cubierto de
principio a fin cuando llegó. El que revisaba cada vez que venía y quería
parecer y sonar casual. Su ángulo típico era conseguir que me dejara
llevar. Que aceptara que Raven no quería volver a casa y que Joey
volvería cuando estuviera preparado para ello.

—¿Crees que volverán? —La miré fijamente.

—Por supuesto que sí —Mintió, y la amé por ello. Mis hombros se


desplomaron y ella se abalanzó, habiéndome pillado por fin con las

29
Es un chiste, en USA se suele recibir una llamada muy particular donde supuestamente se te vence la
garantía del carro, es siempre la misma grabación y es un método para tratar de timarte.

Pagina 330 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

defensas bajas—. Tienes que preguntarte, Clint. ¿A qué volverán, eh?


¿Un barrigón desempleado

Seguí su mirada hacia las cajas de pizza vacías y el desorden de papeles.

—Estoy cansado, Bobby —admití—. Siento que no puedo


mantenerme orientado.

—Para eso están los amigos, Clint. Y como amiga, te digo que
tienes que ponerte al día. Es una orden. Y vamos a empezar por sacarte
de esta sala de investigación. Melanie quiere prepararte la cena. Esta
noche.

Me enfrenté a mi pizarra de nuevo. Si podía trabajar en algunas cosas


durante la noche, podría empezar con la orden de Bobby mañana. —No
creo que…

—Tú vienes a nosotros o nosotros vamos a ti —dijo con una


sonrisa engañosamente dulce.

Tapé mi marcador, decidiendo rendirme a la derrota. —¿Por qué no te


has rendido conmigo, Bobby? Dios sabe que he intentado por todos los
medios alejarte —Me dejé caer a su lado.

—Cuando mi madre se rompió la cadera, ¿quién voló para estar


con ella cuando yo estaba al otro lado del mundo atrapado en una
tormenta de mierda? —preguntó. —Sígueme la corriente —siguió
hablando ella cuando le di silencio.

—¿Quién?

—Tú —Me dio un golpecito en el pecho—. ¿Y quién formó una


barrera de un solo hombre frente a la oficina del capitán para protestar
por mi injusta suspensión?

—Se te olvidó cerrar la celda de un sospechoso, lo que casi


provocó su fuga de la custodia.

Pagina 331 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¡He dicho quién, maldita sea! Así es, tú —dijo antes de que
tuviera la oportunidad de hacerlo.

—¿Y quién subió esos escalones del tribunal para dar testimonio
de la santa unión de Melanie y yo?

—¿Quién, Bobby? —Perdí el combate con mi sonrisa.

—Tú lo hiciste, amigo.

—¿Y quién...? —gritó, disparando el dedo en el aire.

—Bueno, bueno. Supongo que todas las respuestas van a ser yo.

Ella se sacó el palillo de la boca. —¿No has estado prestando atención?


La respuesta eres tú. No yo.

Me reí. Me doblé en dos y me reí hasta que me dolieron los


abdominales enterrados. La fachada de sargento instructor de Bobby se
quebró y nos reímos hasta que nos aferramos el uno al otro, o hasta que
yo me aferré a ella. —Nunca he conocido a nadie más ridículo —dije en
su hombro mientras su pequeña mano me frotaba la espalda.

—Es la primera risa que he escuchado de ti en un año —dijo con


la voz cargada de emoción—. Eres un buen hombre, Clint, y estaré aquí
para recordártelo.

Necesitaría todos los recordatorios que pudiera conseguir. —Te amo,


Bárbara-Jean.

Pagina 332 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Me despierto con una brusca toma de aire, con los ojos clavados en el
sol que brilla a través de las persianas mientras me acuesto de lado en
una cama que no es mía. ¿Dónde carajo estoy?

—Mierda —Avión. Mansfield. Funeral. Clint...

Me levanté de golpe, girando hacia el lugar vacío que había a mi lado,


mis manos volaron sobre las sábanas para comprobar su temperatura.
Estaban frías. Me eché de espaldas, haciendo chocar el talón de las
palmas de las manos contra las cuencas de los ojos. —Genial —Los
sueños habían vuelto. Me había costado años y un montón de yoga,
meditación y cambio de viejos hábitos para librarme de ellos. Para
librarme de él.

Me puse rígido, y olisqueé mis dedos, y luego oliendo a lo largo de mis


brazos. Olía como si me hubiera bañado en él y, como por arte de
magia, todas mis grietas y articulaciones comenzaron a dolerme.
Lugares que no habían sido explorados en años se dieron a conocer con
un sordo latido.

—¿Sabe él que eres mío? ¿Sabe que tengo tu corazón?

—Sí, eres mi dueño, Clint. Y nadie me folla como tú.

Gemí, sofocando una almohada sobre mi cara. ¿Tenías que decir eso,
Raven? ¿Tenías que darle tanto? El hombre que dijo esas palabras no
me resultaba familiar. Hacía años que no era ese hombre. Lo echaba de
menos. Me echaba de menos. Y por eso había cedido a ello.
Inevitablemente.

Pagina 333 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Tiré la almohada a un lado. También apestaba a él. Mirando fijamente


el ventilador del techo, intenté tener pensamientos sinceros. No me
arrepentí de la noche anterior. A la luz del día, podía admitir que era
necesario, o al menos, deseado. Trajo una medida de cierre que había
estado buscando durante ocho años. Era lo que habría sido nuestra
despedida si hubiéramos tenido una normal. Normal para nosotros, al
menos. Pero nuestra normalidad había causado una cantidad anormal
de dolor.

Vestido y en el vestíbulo, el olor de las galletas caseras de Clint y el


sonido del tocino chisporroteando desencadenaron mis gruñidos
estomacales. No había comido desde que llegué al aeropuerto ayer por
la mañana. La escalera más cercana a mi antigua habitación me habría
llevado a la cocina, pero una repentina urgencia por ver la parte
delantera de la casa no podía ser ignorada, así que bajé las escaleras del
otro extremo del pasillo.

Mi mente me pedía a gritos que girara bruscamente a la izquierda para


entrar en el salón, pero después de todos estos años mi corazón seguía
gobernándome, así que fui en dirección contraria, directamente al
dormitorio de Clint.

Lo habían pintado de nuevo, y en lugar del viejo armario, un escritorio


y una silla giratoria se apretaban a lo largo de la pared. Estar ahí dentro
debería ser doloroso. En cambio, lo encontré extrañamente catártico.
Como enfrentarse al monstruo del armario y concluir que no era tan
grande y temible después de todo. O que te has hecho lo
suficientemente fuerte como para enfrentarte a él y vencerlo.

Un libro descansaba boca abajo sobre el escritorio. Le di la vuelta.


Dominio del perdón. Agudice las orejas hacia la puerta abierta. El
alegre zumbido de Clint llegaba desde la cocina. Desplegué el libro
hasta la página con las orejas dobladas y leí uno de los muchos pasajes
resaltados.

Pagina 334 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

“Hoy he decidido perdonarte. No porque te hayas disculpado, ni


porque hayas reconocido el dolor que causaste, sino porque mi alma
merece paz.”

~Najwa Zebian

El libro contenía una colección de citas orientadas al perdón de uno


mismo y de los demás. Hojeé las páginas, atraída por las que estaban
resaltadas, las que habían tocado la fibra sensible de Clint. Eran una
ventana a la posición actual de su alma.

Lo cerré, colocándolo como lo había encontrado, y continué mi


inspección del pasado.

El sillón de su padre ya no ocupaba el lugar de la ventana. Ahora


ocupaba el rincón cercano a su cama, bajo la lámpara de pie. Me lo
imaginé sentado allí por la noche, con los pies apoyados en la cama y
uno de los muchos libros apilados en su mesilla de noche abierto sobre
su regazo. Probablemente también se quedaba dormido allí.

Rodeé su antigua cama y bajé a ella, esperando que me engullera un


agujero oscuro. Me reí de mí mismo cuando mi mundo no se volvió
negro. Era sólo una cama.

En el salón, una estantería dominaba la pared adyacente a la chimenea.


La literatura sobre el dolor y el amor propio se desparramaba por las
repletas estanterías, y yo rastreaba el lomo de un libro muy gastado
sobre la industria del automóvil. Nuestro andrajoso sillón marrón
había sobrepasado su esperanza de vida, y la mesa de centro de roble
de dos toneladas también había prevalecido. Y las fotos de Brandon
habían salido de su escondite.

Esperaba deleitarme con los buenos recuerdos que guardaba esta casa,
pero sorprendentemente, incluso los no tan buenos me inspiraban un
agradable dolor. Eran una parte importante de lo que yo era.
Reflexioné sobre el libro de la habitación de Clint.

Pagina 335 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

“El verdadero perdón es cuando puedes dar las gracias por esa
experiencia.”

—Gracias —dije en la habitación.

La puerta de la cocina se abrió de golpe. —Ahí estás —dijo Clint, su


sonrisa tocando la línea del cabello, su pelo mojado goteando sobre el
hombro de su camisa recién planchada—. El desayuno está listo.

—¿A qué hora te levantaste?

—Me gusta ver el amanecer en mis trotes matutinos —dijo,


desatando su delantal. Este no parecía ni sonaba como el hombre de
anoche. Del que estaba preparando todas mis defensas toda la noche.
Su comportamiento despreocupado y más bien alegre me hizo agitarme
internamente, mareándome para adaptarme. Me observó expectante.

—Ah, sí. Desayuno estaría bien —Lo seguí a la cocina y tomé


asiento en la mesa.

Comimos en silencio, y de vez en cuando chocábamos las miradas.

—Te busqué —empezó diciendo—. Tocando puertas, haciendo


llamadas... Había elaborado una extensa lista de Raven Millers en
Estados Unidos. No fue mi mejor momento.

No sabía qué decir, así que me contuve.

—Me tomó mucho tiempo seguir adelante. No de amarte. Eso


nunca desaparecerá. Pero me tomó algunos años para empezar a
moverme de nuevo.

—Yo también, Clint —Mi sinceridad despertó una esperanza


infantil en sus ojos.

—¿La vida se ha portado bien contigo?

Pagina 336 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Sí, sí lo ha hecho —Y lo decía en serio. Vivir sin Clint había sido


lo más difícil que había tenido que hacer, y perder a mi mejor amigo
casi me aniquiló. Pero perseveré. —Me fui a Canadá.

Bajó lentamente el tenedor a su plato. —¿Canadá?

Asentí, mordiendo mi sexta galleta.

—No me extraña que no pudiera encontrarte —Se rio, feliz de


haber resuelto por fin su enigma—. ¿Por qué Canadá?

—Mi tío vive allí. Él y su esposa tienen un negocio de yoga y


meditación.

—¿Tu tío?

—Fui a ver a mi madre antes de irme. Esperaba que descargarme


en ella... no sé —Me encogí de hombros—, me liberara de alguna
manera. Me hiciera alguien nuevo.

—¿Funcionó?

—No del todo. Me dio la información de mi tío. Él la había


localizado unos años antes y había querido hablar conmigo.

—Dios —murmuró Clint, y yo sonreí porque algunas cosas nunca


cambian— Ella me dijo que no había visto ni sabido nada de ti.
Supongo que hizo una cosa bien por ti.

—Sí. Ella, ah, también me dijo que ella podría haber sido
responsable de mi comienzo, pero que yo estaba a cargo de mi final.
Eso es todo, un número de teléfono y una frase de despedida
asombrosamente coherente que, curiosamente, llegó muy lejos.

—Es cierto —Acordó él —. ¿Dónde estaba ella cuando necesitaba


escuchar eso?

—Nunca me hice la víctima, Clint. Tú me enseñaste eso. Sin


embargo, hice un montón de aceptación —Había aceptado que mi

Pagina 337 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

entrada en el mundo definiría mi salida y los caminos que conducían a


ella.

—Y tú me enseñaste a luchar por lo que quería. Sólo lamento


haber aprendido esa lección un poco tarde —dijo.

Nos sumimos en otra ronda de silencio pensativo mientras


terminábamos nuestras comidas. Clint recogió los platos y me hizo un
gesto para que me quedara sentado cuando fui a ayudar.

—¿Cómo ha sido la vida en Canadá?

De espaldas a mí, eché un vistazo a mi reloj. Tenía que comprobar los


horarios de los vuelos de hoy. —Diferente, pero en el buen sentido. Mi
francés sigue siendo una mierda después de ocho años de intentarlo,
pero puedo pedir un café y mandar el universo a la mierda, así que eso
es algo —dije secamente, y Clint se rio mientras montaba los platos en
el lavavajillas.

—Esa siempre ha sido tu especialidad —dijo con cariño.

—Abrí Raven's Wing hace seis años. Trabajé en un local durante


un tiempo, me hice con una clientela fiel y luego me expandí.

—Wow. Es genial escuchar eso, Raven —Su sinceridad se sintió


bien en mi corazón. —Siempre has tenido el talento —Se apoyó en el
mostrador, con los pies cruzados por los tobillos, los ojos iluminados
como las luciérnagas que yo solía perseguir en el patio trasero. La
punzada en mi estómago viajó hasta mi pecho. Después de todo este
tiempo, seguía sintiéndose bien verlo feliz por mí. Todavía me
importaba.

Me aclaré la garganta. No había mucho que pudiera hacer para


despejar las mariposas que revoloteaban en mi vientre. —¿Y tú? —No
quise sacar el tema de los planes de vida que había tenido antes de irme
por si era un tema delicado. Al Clint que yo recordaba le costaba creer
que pudiera hacer algo fuera de lo que había estado haciendo. Con mi
ausencia y la de Joey, era probable que se quedara en el cuerpo policial.
Pagina 338 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Por otra parte, el Clint que tenía delante era más ligero que el que había
dejado atrás.

Me regaló su perfecta dentadura, su sonrisa arrugando la piel del


rabillo de los ojos. Había algo que irradiaba de él que no estaba
presente la noche anterior. Algo que elevaba su atractivo de silver fox30.
Felicidad. —Ya que lo has preguntado —dijo con picardía, deteniéndose
en el perchero para coger una fina chaqueta azul marino. Girándola
hacia atrás, la extendió para que yo pudiera leer las palabras bordadas
sobre el colorido logotipo.

“Second Chance Car Restoration” decía. —Lo jodidamente hiciste —


exhalé, levantándome del asiento, con el orgullo latiendo en el tambor
de mi corazón.

—Sí —Se rio—. Llevamos unos cuatro años a pleno rendimiento.


Se nos está quedando pequeño el garaje.

—Eso es genial, Clint —Me desplomé en mi asiento, incapaz de


enmascarar mi repentina melancolía.

—¿Qué pasa?

—Nada, es que... parece ser que nos fue mejor separados.

—Seguí adelante porque si tenía la suerte de recuperarte, no


quería que volvieras a un cascarón de hombre. Lo mismo para Joey.
Créeme, me fue mal sin ti durante mucho tiempo —Volvió a colgar su
chaqueta—. Lo que empezó como algo que hacer entre la espera de
ambos se convirtió en lo que me salvó la vida. Que me devolvió la vida.
Una parte de vida, al menos.

—¿Por qué no está Joey aquí? —Estaba en mi lista de cosas a


tratar, pero aún no estaba preparado para tocar el dolor.

—Está en una gira…

30
Se refiere a un hombre atractivo maduro ya con canas.

Pagina 339 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Sabes a lo que me refiero.

—Mi culpa me hizo destructivo, y tú te llevaste la peor parte. Tus


intenciones eran buenas cuando te fuiste, pero no era la respuesta a los
problemas que dejaste atrás.

Había ayudado a crear el desorden y luego había escapado sin tener


que barrer los pedazos. Me había tragado esa dura píldora a diario
durante años. No podía descifrar si haberme ido era lo correcto, pero
mirándonos ahora, tampoco podía decir que fue lo incorrecto.

—Fue demasiado duro después de que te fueras, Raven. No


pudimos salvar la distancia.

—¿Se hablan?

—Las cartas cesaron. Las llamadas son esporádicas, las


conversaciones previsiblemente iguales. Un paso por encima de la
charla. La ira en su tono se ha desvanecido, sin embargo. La aceptación
ocupa su lugar. Su ausencia ha sido un agujero entre nosotros que no
podemos evitar. Lo he intentado. Todo lo que puedo hacer ahora es
estar disponible para cuándo y si alguna vez está listo para más —Cogió
un paño de cocina del manillar de la estufa para limpiar la encimera.
No supe qué decir a eso. Había supuesto que mi presencia sería su
problema, no mi desaparición.

—¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

—Hace unos años. En el funeral de mi madre —Se echó la toalla


al hombro y tomó asiento frente a mí. La devastación se apoderó de mi
lengua. Su madre había muerto y yo no había estado allí para él. Ni
para Joey. Sin embargo, él no tenía ni idea de que iba a aparecer y
seguía al frente apoyándome en el funeral de mi propia madre—. Está
bien, Raven. No lo sabías.

—Mierda. Lo siento, Clint. ¿Pudiste hablar con ella antes?

Pagina 340 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No, no lo hice. He aprendido que no siempre conseguimos el


cierre que esperamos. Tuve que encontrar la manera de curar esa vieja
herida por mi cuenta.

—¿Cómo lo hiciste?

—Un montón de lectura, y de pensamiento, y de vez en cuando


prestando atención a los sermones de Bobby —Puso los ojos en blanco,
y yo sonreí, feliz de que Bobby hubiera estado ahí para él—. Me dejó
una carta, y algunas cosas de Brandon.

—¿Te culpó a ti?

—Sí —dijo, apoyándose en sus antebrazos.

—Pareces aliviado.

—La verdad proporciona alivio al final. La constante pregunta de


si estaba siendo honesta al respecto me volvía loco.

—Su culpa estaba en el lugar equivocado.

—Lo sé —dijo con ligereza, sin necesidad de que lo tranquilizara.


Se levantó para servir una taza de café, sosteniendo la jarra en cuestión.
La rechacé—. ¿Cuánto tiempo puedes quedarte?

—Hoy tengo que tomar el vuelo. Tengo que volver a la tienda y a


mi perro.

—¿Tienes un perro?

—Más o menos ella me tiene. Me siguió a casa un día y no quiso


irse.

—Eso suena preciso —Sopló sobre el borde de su taza antes de


tomar un sorbo cauteloso—. No quiero presionarte, Raven, pero espero
que veas que no somos adversarios. Si de esto sólo sale una amistad,
que así sea. Pero no vuelvas a desaparecer.

—¿Y qué hay de anoche? —Señalé hacia arriba.


Pagina 341 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No volverá a pasar —No se disculpó ni culpó de su


comportamiento a un lapsus momentáneo, ni se arrepintió. Y eso hizo
más bien que daño. Podía tomar sus acciones al pie de la letra en lugar
de preguntarme qué significaban. Si hubiera dicho que no estaba en su
sano juicio, eso habría significado que no podía confiar en él, porque
ambos sabíamos que habría sido una mentira.

—¿Por qué lo hiciste?

—No hay excusa…

—No te estoy pidiendo que lo excuses. Quiero saber en qué


estabas pensando —Me largaría sin mirar atrás si sus siguientes
palabras no coincidían con la honestidad que había mostrado hace un
segundo al no pedir perdón. No buscaba un hombre perfecto. Quería
uno sincero.

La taza de porcelana tintineó contra la encimera cuando la dejó para


cruzar y meter las manos bajo los brazos. —No sabía si estabas vivo o
muerto, y no creo que aprecies lo que se siente. Y para ser honesto, por
muy esperanzado que intentara estar durante estos años, no esperaba
volver a verte. Y no saber si eso se debía a que estabas lejos, o muerto, o
secuestrado, o Dios sabe qué más —Se llevó una mano a la boca antes
de volver a meterla bajo el brazo. Anoche me había dicho lo mismo, e
incluso con la ventaja de la ropa y el espacio y las cabezas despejadas
que nos separaban ahora, lo sentía por él. —. Me desperté en la cama
del hospital y no estabas, y ni siquiera pude levantarme a buscarte.
Lincoln no había tenido noticias tuyas. Nadie lo había hecho. Tu
teléfono fue directo al buzón de voz durante semanas. Te dejé mensaje
tras mensaje hasta que tu bandeja de entrada estuvo demasiado llena o
demasiado harta de mí como para aguantar más.

Había tirado mi teléfono en el bosque antes de entrar en la autopista, y


había comprado uno nuevo con un número nuevo una vez que había
cruzado a Canadá. No me fiaba de no contestar ni de no llamar.

Pagina 342 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Fui al funeral por respeto a ti. Verte caminar por ese pasillo...
Cristo, pensé que eras un producto de mi imaginación. No miraste
hacia mí, y luego, cuando terminó, habías planeado levantarte y
desaparecer de nuevo. Estabas tan cerrado, y me entró el pánico.
Estaba molesto contigo…

—¿Así es como manejas tu ira ahora, Clint?

—No, pero fue lo mejor que pude hacer anoche. Querías la


verdad, pues te la estoy dando. Te eché de menos. Tu voz, tu cuerpo, tu
amor. Y las cosas que dije…

—Quisiste decir cada puta palabra. No empieces a disculparte


ahora.

—No pensaba hacerlo —dijo, enfrentándose a mí—. Quiero que


vuelvas, y no quiero fingir que no lo hago. Han sido ocho largos años.
No voy a pasar otros ocho segundos dando palos de ciego o
mintiéndote a ti o a mí mismo.

—¿Y qué con Joey? Porque parece que nada ha cambiado en ese
frente. ¿Qué le dirás si vuelve a casa? ¿Quién será sacrificado?

—No más sacrificios. Lucho por los dos. Lucharé por todos
nosotros, Raven.

Esas eran las palabras que había querido escuchar durante años. Se
había estremecido ante ellas en ese entonces. Ahora se mantenía
impenetrable. —¿Cómo es que puedes desmantelar, en un día, lo que he
trabajado ocho años para construir? —¿Había estado evolucionando o
escondiéndome todo este tiempo? Podía sentir que me desmoronaba de
adentro hacia afuera.

—Nuestro amor…

—¡Nuestro amor destruyó vidas! —Me levanté de la silla,


respirando con fuerza en su dirección. —No soy el mismo hombre que
era, Clint —No me detuve en la insinuación de arrepentimiento que
Pagina 343 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

había en mi tono y que estaba seguro de que él no echaba de menos. —


Pero una parte de mí todavía anhela algo de eso —Mi mirada vaciló
hacia arriba, más allá del techo, hacia el piso superior donde residía mi
antiguo dormitorio. La realidad de que nada había cambiado casi me
hizo perder la cabeza.

—Nuestro amor era nuestro para hacer lo que quisiéramos. No


necesitábamos que nos limaran las asperezas. No necesitábamos que
nos desencajaran. Sólo tenía que ser lo suficientemente valiente como
para ser roto —susurró, minando mi determinación—. Lo
suficientemente valiente como para amarte a través de mi rotura.

—No sería diferente ahora que en ese entonces —argumenté.

—¿Estás seguro de eso? —desafió—. No tengo dudas cuando se


trata de ti y de lo que somos juntos. Las cosas son diferentes ahora.

Salí corriendo hacia la puerta.

—¡Es tu turno de ser valiente, Raven!

No pude moverme contra el lazo lanzado sobre mi corazón. Mi mano


ardía al girar lentamente el pomo de la puerta, sabiendo que algo peor
que el infierno me esperaba al otro lado.

—Cualquier movimiento que ocurra a partir de este momento es


tuyo para hacer, Raven —dijo en un suspiro apresurado—. Te lo
prometo.

Lo escudriñé por encima del hombro.

—Quédate, por favor. Habla conmigo. Cuéntame cómo han sido


para ti los últimos dos mil novecientos noventa y nueve días, cuatro
horas y, comprobó su reloj, veintiún minutos. No dejes ningún detalle
fuera. Déjame conocerte de nuevo, Raven.

Suspiré. Maldita sea porque su amor aún me afectaba. Y porque


también había llevado la cuenta. —Puedo darte tres días. Tres. Días.

Pagina 344 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Estoy de suerte, entonces —Sonrió con maldad—. La nueva


película de Drew Barrymore se estrena mañana.

Pasamos el tiempo revisando viejos recuerdos y, sin querer, creando


otros nuevos. Hubo momentos en los que la conversación fluyó sin
problemas, y otros en los que sacar más de dos palabras fue una
hazaña. Las consecuencias del dolor y la alegría chocan.

Clint me enseñó la llamativa casa de Second Chance Car Restoration, y


pude ser una mosca en la pared, observándolo en su elemento,
haciendo lo que había nacido para hacer. La forma en que se movía por
la fila de elevadores de carros, asesorando a los mecánicos más nuevos
y haciendo de alumno de algunos de los demás. No le importaba que le
enseñaran y, por la sonrisa que se le dibujaba en la cara, me di cuenta
de que enseñar era algo que también le gustaba. Tenía un talento
natural para ello. La mayor parte de lo que sabía sobre la vida y el amor
había venido de él.

Todo el mundo, desde los clientes hasta los empleados, venía y se iba
cambiado para mejor después de haber experimentado a Clint.
Repartía “buen trabajo” y palmaditas en la espalda como si fueran
infinitas, y todos los días se sacaba un nombre del tambor de la rifa del
almuerzo para el ganador. Me costó todo lo que pude no avergonzarme
saltando a sus brazos y gritando: —¡Lo hiciste, carajo!

Y de vez en cuando, miraba hacia donde yo acechaba, sonrojándose al


recordar que tenía un admirador.

Estaba más ligero de lo que nunca lo había visto. En la mejor etapa de


su vida, mentalmente. También había momentos de tristeza. Segundos
en los que lo sorprendía mirando con tristeza viejas fotos de Joey o
Brandon. Le preguntaba si estaba bien, esperando que lo olvidara y que
sonriera, siguiendo con el tema de la felicidad que había representado.

—No. No estoy bien —decía—. Los extraño y algunos días no sé


cómo salir de la cama.

Pagina 345 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

No había visto venir ese nivel de honestidad, y mis emociones no


habían tenido la oportunidad de prepararse.

Tuvimos una maratón de películas, en la que vimos todo lo que no


habíamos visto juntos, y cuando me desperté con la cabeza apoyada en
su hombro mientras roncaba, dejé tranquilamente el bol de palomitas
en la mesa de café y volví a ponerme cómodo.

Clint cumplió su palabra. —Cualquier movimiento que ocurra a partir


de este momento es tuyo para hacer, Raven.

Él no hizo ningún movimiento, y yo tampoco. No estábamos borrando


el pasado ni pretendiendo que unos días fueran la solución mágica.
Estábamos ganando un cierre. Estábamos conociéndonos el uno al
otro. Estábamos dando las gracias por la experiencia. Estábamos, sin
decirlo, diciendo que lo sentíamos.

Y entonces, ¿qué sabes tú?, tres días se convirtieron en cinco.

Pagina 346 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Otro día sombrío y lamentable, Poncho —Le rasqué detrás de


sus rubias orejas caídas. Me había hecho compañía en el sofá del
mirador, más pegajosa que de costumbre en las últimas semanas,
probablemente percibiendo mi inquietud desde que volví de Mansfield.
Mis dos estados habían sido: no puedo quedarme quieto o no puedo
levantarme.

Miré más allá de la lluvia que golpeaba la ventana, hacia nuestra tienda
de baguettes favorita al otro lado de la calle. Llevaba ocho años en
Montreal y sólo podía traducir el cartel porque sabía lo que decía, no
porque lo entendiera. Tenía mi tienda, las pocas personas que
trabajaban allí y mis tíos. Prefería una noche en casa acurrucado sobre
mi bloc de dibujo a una noche que olvidaría rodeado de gente que no
recordaría. No mucho había cambiado en mi en ese aspecto, lo cual
estaba bien. Sólo había sido bueno para ser yo.

Cinco días con Clint descorrieron el telón de ocho años de espera, de


vivir como un turista en mi propia vida. Pensaba que mi vida aquí
estaba hecha, pero ni siquiera me molesté en aprender la lengua
materna del país al que me había trasplantado. Inconscientemente,
estar allí siempre había sido un acuerdo temporal. Había abierto una
nueva vida con un solo pie en su puerta.

Había cortado todos los lazos con mi madre de una vez por todas antes
de dejar Nueva York y me había negado a pasar un momento
lamentándolo. Mi tío había tardado días en armarse de valor para
decirme que había sufrido una sobredosis por última vez, sin saber si la
noticia me haría más daño que bien. No hizo ninguno de los dos, y

Pagina 347 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

reservé mi vuelo de última hora una semana después, casi


perdiéndome los servicios por completo.

No había estado debatiendo si debía aparecer por ella. No estaba en


conflicto con eso. Su muerte me proporcionó una excusa para volver, y
había estado deliberando si debía usarla o no. Me sentí bien al
admitirlo. Admitirlo era la mitad de la batalla.

Suspiré, provocando un gemido de Poncho. —Estoy bien —dije, y ella


bajó la cabeza hasta mi muslo. Me estiré hacia el bloc de dibujo que
tenía cerca de los pies y tomé un trago de aire antes de empezar la
primera página. A excepción de mi Harley y mis recuerdos, había huido
de Mansfield sin nada. Esta vez, había traído algo conmigo. El relato en
blanco y negro de nuestro viaje había estado en una caja de cosas
guardadas en el ático de Clint.

El primer dibujo detallaba a Clint en nuestro viaje de acampada, con la


luna y los pinos repletos de ramas al fondo, sus ojos de tamaño
exagerado, pero el arrebato que brillaba en su interior era perfecto.
Representaba su expresión después de nuestro primer beso, la primera
vez que realmente me había visto.

La siguiente era de nosotros en la playa en una cálida mañana de


octubre, con las olas golpeando nuestros pies, el sol y la arena en el pelo
mientras nos mirábamos con ojos de estrella. Recordaba cada palabra
de la conversación que nos llevó hasta allí.

—Vamos a la playa —había dicho, su mano buscándome en la


cama, arrastrando mi columna vertebral hacia su pecho.

—El sol ni siquiera ha hecho lo suyo —murmuré contra la


almohada.

—De eso se trata —se rio en mi oído—. Vamos, ya sabes lo que


dicen de los que madrugan.

—A la mierda atrapar gusanos y arena en mi entrepierna.

Pagina 348 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Qué puedo hacer para convencerte? —había preguntado


seductoramente, lamiendo la concha de mi oreja y guiando la húmeda
cabeza de su polla por el pliegue de mi culo.

—Eres verdaderamente el puto diablo, Clint.

—¿Es eso un sí? —Me había susurrado innecesariamente


obscenidades en caso de que quisiera saltar el muro.

—Es un puto sí si prometes hacer esa cosa que me encanta, y


luego terminar con esa otra cosa —Me puse de espaldas, después de
que él saltara de la cama, estirándome entre bostezos cuando mi ropa
me golpeó en la cara. —Oye —Me había quejado, arrastrando la ropa
para encontrarlo repentinamente serio y a centímetros de mí.

—Cada día que me despierto a tu lado, lo hago como un hombre


nuevo, Raven. Más atrevido. Un ánimo extra en mi paso.

—¿Eso significa que harás mi cosa favorita y la otra?

—¡Sí, animal, en la playa! —me reprendió cuando ondulé mis


caderas contra las suyas.

Me reí ante el recuerdo, empujando a Poncho mientras hojeaba las


páginas sin dolor. Había un dibujo de Clint de espaldas, agarrado a la
barandilla del cabecero mientras lo montaba sin piedad. Los brazos
abultados, su tatuaje a la vista mientras su mandíbula colgaba abierta.
Lo había dibujado más grande que la cama. Él era un océano, su polla
una ola agresiva que yo montaba temerariamente sin salvavidas, sus
corrientes me arrastraban.

—Me estoy ahogando en ti, Clint.

—¿Cómo puedo ayudar? —había respirado, remando hacia mí,


jadeando él mismo.

—Sostenme debajo...

Pagina 349 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Pasé unas cuantas páginas hasta llegar a mi interpretación de él


tomándome por detrás. Todas las demás fueron creadas a partir de
recuerdos rápidos, pero a menos que estuviéramos cerca de un espejo,
o mirando nuestro reflejo a través de una ventana, esta posición me
privaba de una imagen. Estaba inspirado y redactado por los sonidos
que él había hecho, los elogios que había dado y sus órdenes.

—Arquea la espalda, dulzura.

Tracé mis dedos sobre la depresión de mi espalda baja.

—Pecho en la alfombra, bebé.

Había prestado especial atención al detalle de la alfombra, captando su


mullida suavidad. Era como ser follado en una nube cada vez.

—Me gustaría que pudieras ver tu culo bebiéndome, Raven.


Dios, tienes el trasero redondo más sexy que he visto nunca.

Puede que me haya pasado delineando sus palmas. Eran más grandes
que las mejillas de mi culo, pero así de pequeño me sentía bajo su
cuidado mientras me sentía como un gigante bajo el peso de su amor.

Pellizqué una pila de páginas, saltando al centro, a Clint trabajando


minuciosamente sobre el carro de su padre.

Pasa la página.

Clint con un lápiz entre los dientes, rodeado de carretes de papel


mientras pensábamos en nombres y logotipos para mi negocio. Incluso
había incluido el reloj en la pared detrás de él, la hora memorizada a las
3 a.m. Se había quedado despierto toda la noche conmigo.

Pasa la página.

Yo dormido entre las piernas de Clint, con la mejilla pegada a su


corazón mientras él se recostaba contra su cabecera. Sus ojos estaban
cerrados con serenidad, sus labios pegados a la parte superior de mi
cabeza. Le había comprado la cámara Polaroid para que pudiera
Pagina 350 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

documentar su viaje hacia su sueño, para que pudiera volver a ver sus
pasos una vez que llegara a su destino, sin olvidar nunca el viaje hasta
allí. Así, los días en que dudara de sí mismo y yo no estuviera cerca
para recordarle su capacidad, tendría una prueba fotográfica de lo lejos
que había llegado desde el principio. Había hecho su primera incursión
en las selfies con esa foto íntima de nosotros.

Pasa la página.

Pasa la página.

Pasa la página.

Pasa la página.

Para.

El último boceto era de nuestro tiempo en su calabozo. En él, estoy


esposado a su cama, con la boca abierta, la lengua serpenteando y
escupiendo veneno. Clint se arrodillaba detrás de mí, con la sangre
chorreando por su espalda de una herida que yo le había hecho, y un
ancho cinturón de cuero enjaulado alrededor de su puño. La cama se
balanceaba sobre una colina de serpientes, y ambos teníamos ojos y
cuernos rojos. También había belleza en eso, porque incluso en nuestro
peor momento, yo era amado. Sólo el amor podía engendrar tanto odio.

Clint no era el mismo. Tal vez en el dormitorio lo era, o podía serlo,


pero había evolucionado como persona. ¿Y yo? ¿Había crecido durante
el tiempo que estuvimos separados o había huido asustado?

“Siempre has estado a años luz de mí, Raven”.

Esas palabras eran todo menos ciertas ahora. Por extraño que parezca,
me encantaba la idea de que él me mostrara el camino esta vez. De ser
ahora el inspirado para encontrar el valor.

“Es tu turno de ser valiente, Raven”.

Pagina 351 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Poncho roncaba en mi regazo y odiaba despertarla, pero ahora más que


nunca necesitaba la hora de yoga y meditación a la que me había
acostumbrado. Y ver la expresión de los rostros de los recién llegados
cuando un Yogui tatuado y con piercings entraba en la sala nunca
pasaba de moda. El trueno retumbó entonces, salvándome de la mala
acción de despertar a la Bella Durmiente.

—Hora de ir a clase, Poncho —Me reí mientras ella saltaba a la


ventana, gruñendo a la tormenta antes de salir corriendo.

—Por supuesto que no, Poncho. No nos llevaremos esa cosa con
nosotros.

Gimoteó en la puerta, mordiendo el asqueroso impermeable para


perros que arrastraba como una manta de seguridad. Lo llevaba puesto
cuando me siguió a casa y hacía tiempo que se le había quedado
pequeño. Había colgado fotos de ella en todos los postes de la calle, la
había añadido en línea al registro local de perros perdidos, pero nadie
la había reclamado. A veces me preguntaba si aferrarse a ello le
recordaba a su otra familia. O tal vez si no le hubiera puesto el nombre
de la cosa, no estaría tan condenadamente apegada a ello.

—Bien —Cedí, como siempre. Me identifiqué con su necesidad de


apego.

Mi teléfono vibró en la mesa de café cuando llegué al dormitorio del


loft. Al mirarlo por encima del entresuelo, se me cerraron las manos.
Entonces recordé que no podía ser Clint. No le había dado mi número
de teléfono ni mi dirección, y nunca me los había pedido. No bromeaba
cuando dijo que el siguiente movimiento tendría que ser mío. Y yo,
aparentemente, estaba esperando una señal cósmica más enorme que
mi absoluta preocupación por él desde que había desembarcado en
Quebec.

Lo dejé mirando tras de mí, con nostalgia, con sus ojos atormentados
que me quemaban la espalda mientras me adentraba en la terminal.

Pagina 352 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Sus palabras de despedida me habían seguido hasta la puerta de


embarque.

—Recuerda que no somos enemigos, Raven. Podemos ser tanto o


tan poco como quieras que seamos. Incluso podemos no ser nada.
Pero no somos enemigos.

Sólo entonces se me ocurrió que había estado cargando tensión en los


hombros, disfrutando de mi visita, pero receloso al mismo tiempo.
Había dejado Mansfield en contra de su voluntad, pero no como su
enemigo, aunque para entonces nuestro amor se hubiera enrarecido y
ensombrecido por el constante espasmo del dolor.

No, no éramos enemigos, éramos viejos amigos, antiguos amantes que


se conocían en su nueva piel. Éramos algo extraños. Éramos familia.
Siempre familia.

Sin motivo para apresurarme a coger el teléfono, me puse la ropa de


gimnasia antes de tocar la barandilla metálica y descender a la sala de
estar. La llamada perdida había sido de mi tío. Me llegó un mensaje de
texto diciendo que la clase se había cancelado debido al clima.

—Ahí va mi oportunidad de distracción. Lo siento, Poncho —Mi


mirada se dirigió al regalo envuelto en la encimera de la cocina. Había
sido enterrado en el fondo de mi equipaje cuando llegué a casa.

“No abrir hasta tu cumpleaños” decía la nota de Clint.

Subí el volumen de la música y me puse la camiseta por encima de la


cabeza, preparándome para un agotador entrenamiento en casa.

Volví a dirigir mi atención a la cocina. Tentado. El mensaje de Clint


gritó en mi cabeza como una advertencia esta vez.

“No abrir hasta tu cumpleaños”

Faltaban dos semanas.

Pagina 353 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Dejé a un lado el café frío que había estado tomando y cogí el regalo de
Clint. Poncho se desperezó bajo mi taburete, agitando la cola. Hice un
seguimiento del borde del papel de regalo, tratando de adivinar el
misterio que contenía. —¿Cuándo te volviste tan insolente, Raven? —
Me reprendí a mí mismo. Extrañaba esa parte malote de mí.

Ya había recibido una llamada de cumpleaños de mis tíos, y mensajes


de texto de Sonia y Rex exigiendo que bajara a la tienda. Había
comprado el edificio y me había mudado al loft de arriba la primavera
pasada.

Arranqué el papel azul y sonreí ante la foto enmarcada que había


debajo hasta que me ardieron las mejillas. Era la selfie que Clint nos
había tomado mientras yo dormía, el de mi cuaderno de bocetos. Las
palabras “para siempre” estaban escritas en la parte inferior con tinta
negra descolorida, junto a la fecha y la hora. Esto era lo nuestro de
siempre.

Lo acerqué a la ventana y lo coloqué para que captara la luz del sol. No


podía moverme, no podía dejar de sonreír y luego reírme. No podía
dejar de mirarlo. No podía apartar los ojos de nosotros.

Probablemente había estado despierto toda la mañana, esperando y


preguntándose si había abierto su regalo. Si lo había destrozado o si me
había encantado. Definitivamente lo último. Querría darme buenos
deseos de cumpleaños.

Llamar o enviar un mensaje de texto era imposible. Técnicamente,


podría haber buscado el nombre de mi negocio para obtener la
dirección de la tienda y el número de teléfono, pero eso era al menos un
grado de separación de mí personalmente. No sabía que yo vivía en el
piso de arriba. Sin embargo, no lo haría. No este Clint. Este Clint quería

Pagina 354 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

ser invitado a entrar. No vendría a irrumpir. Todavía no estoy


preparado. Pero quería darle algo.

Arriba, me dejé caer en mi cama, abriendo mi portátil. Un correo


electrónico serviría. Mis dedos revolotearon nerviosos sobre las teclas.

Raven: Me parece un movimiento, fueron las palabras que elegí.


Juguetón, pero no. Pedía aclaraciones sobre el significado de su regalo
sin ser demasiado serio. Me mordí la uña del pulgar, acechando mi
bandeja de entrada antes de caer sobre mis almohadas y reír. Esto no
es un mensaje de texto, Raven. Puede que no vea esto durante días.
Salté como si la cama se quemara cuando llegó un ping.

Clint: No es un movimiento, es un recordatorio. Feliz cumpleaños,


Raven.

Tuve que contener físicamente mi sonrisa, mis mejillas no podían


soportar otra. Cerré de golpe el portátil antes de teclear algo estúpido,
como ¿qué si quiero que sea un movimiento?

Otro cumpleaños sin él, sin Joey.

El timbre del intercomunicador sonó. Sonia y Rex.

Me abroché una camisa, no sin antes tocar el tatuaje de Clint, y bajé las
escaleras.

—¡Sorpresa! —gritó Sonia, sosteniendo una tarta cuando entré en


Raven’s Wing. Globos y serpentinas llenaban la tienda con fachada de
cristal, pintada de negro con todo el mobiliario blanco. Una pancarta de
cumpleaños colgaba de la pared del fondo, cubriendo el enorme Cuervo

Pagina 355 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

pintado allí con sus coloridas alas. Rex y los demás chicos también
estaban allí, aunque era su día libre.

—Gracias, chicos —dije, lo más alegre posible, soplando las velas


mientras Sonia me empujaba la tarta a la cara—. Estoy bastante seguro
de que tengo treinta y dos años.

—En todos lados se les había acabado el 3 —dijo ella, con las
mejillas sonrosadas a juego con su pelo, —así que hoy tienes veintidós.
Luces así de todos modos —defendió.

—Veintidós fue un maldito buen año —dije, porque lo que


contaba era el pensamiento, no los números. Sus ojos verdes se
suavizaron—. Es perfecto, la verdad.

Rex me puso un sombrero de fiesta en la cabeza.

—¿Dónde está el tuyo, tonto? —Me reí porque le encantaba verme


sufrir.

Me pasó la correa por debajo de la barbilla antes de señalar los picos de


su cresta. —No puedo dañarme el pelo, hermano.

Desayunamos tarta y hablamos hasta que empezaron a llegar los


clientes.

—Sonia, ¿a qué hora llega mi primer cliente?

—Ah… —ella hojeó el libro de citas. —Tienes todo el día libre, jefe
—Volvió a sus tareas de recepcionista.

—¿Cómo es posible? Ayer estaba lleno de citas.

—Siiií, hablando de eso —dijo ella, tecleando en su portátil—.


Esas eran falsas. Rex llenó tu agenda con nombres de estrellas de rock
muertas. Sabía que, si no, no te tomarías el día libre.

Me quedé boquiabierto al ver a mi segundo en el cargo, que había


dejado de entintar a un cliente para saludarme con una sonrisa.

Pagina 356 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Disfruta de tu día, Raven —gritó desde el otro lado de la


habitación. —Y no hagas yoga ni te lamentes. Ve a echar un polvo —Su
pistola de tatuar volvió a la vida, bajando la cabeza al trabajo que tenía
entre manos.

—No estoy lamentando —objeté.

—Tampoco echas polvos, amigo. Vamos, te lo mereces —Me hizo


un gesto para que saliera por la puerta.

Parecía que el universo quería que mi mente estuviera en Clint. Salí de


Raven's Wing y vi que el cartero se acercaba. Un sobre certificado
colgaba de sus dedos. —¿Es para mí?

—¿Es usted Raven Miller, de Raven’s Wing? —Miró el nombre en


la marquesina negra y roja.

—El mismo —respondí.

—Bueno, firma aquí y es todo tuyo, hijo —Me pasó un bolígrafo y


señaló el recibo de entrega—. Disfruta del resto del día.

Giré el sobre en mis manos, leyendo la dirección del remitente.

Joseph Miller.

Entré a toda velocidad por la puerta principal, sacudiendo un ladrido


de sobresalto de Poncho, que no se había movido de su lugar favorito
bajo el taburete de la encimera. Volví a sentarme encima de ella y abrí
la carta con manos temblorosas.

Raven,

Me perdí el funeral de tu madre, pero seguro que no me perderé otro


cumpleaños, así que hice lo que papá se negó a hacer. Busqué tu
tienda. ¿Sabes que tienes una calificación de 4,9 estrellas en Rate My
Tattoo? Pensé en perseguir a ese tipo que te pegó por negarte a
autografiar sus partes íntimas. Lo que son algunas personas, ¿cierto?

Pagina 357 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Estoy despotricando ahora, en caso de que no te des cuenta. Lo que


quiero decir es que estoy orgulloso de ti, Raven. Y te echo de menos
como un loco. Y te amo. Sí, has leído bien. Te amo, pero no estoy
enamorado de ti. Nunca lo estuve, y me costó enamorarme para verlo.

Es un santo, Raven. Se quedó sin importar cuántas veces le dije que se


fuera. No puedo esperar a que lo conozcas.

Lo siento mucho. Por todo el tiempo perdido. Por todos los chistes
perdidos.

Hice una pausa para respirar, reír y llorar al techo. Para permitir que la
felicidad volviera a entrar. Chistes. Mis labios se curvaron hacia arriba.
Joey hizo que estuviera bien ser un niño, y yo necesitaba esa ligereza en
mi vida. Alisé su carta sobre la encimera.

Sé que mi padre te habló de nuestra tensa relación. No te martirices


por ello. Ya no estoy enojado y hace tiempo que no lo estoy. Pero
todavía hay una tonelada de culpa que superar. Se me rompe el
corazón cuando escucho tu pérdida en su voz. Me recuerda lo que le he
costado. Y estoy seguro de que ver el vacío que me ha dejado tu
ausencia tampoco es fácil para él lidiar. Es lo único que no podemos
arreglar el uno para el otro, y por eso me mantengo alejado.

No quiero mantenerme alejado más, Raven. Y espero que tú tampoco.

Así que te pido un favor en tu cumpleaños.

Leí el siguiente párrafo, hiperventilando por los nervios y la emoción.


Aunque lo haría por él. Haría cualquier cosa por él. Continué donde lo
había dejado.

Sí, lo sé, es manipulador a más no poder, pero probablemente estés


pensando demasiado en si deberías seguir siendo un fantasma o darle
otra oportunidad, así que te estoy forzando. Depende de ti decidir qué
implica esa oportunidad. Una oportunidad para que ustedes dos sean
amigos, más, o simplemente una oportunidad para reconstruir
nuestra familia. No voy a dejar que desaparezcas de nuevo, Raven. Y
Pagina 358 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

que Dios me ayude, si tengo que renovar mi pasaporte para ir a


buscarte... Es broma, mi pasaporte ya está renovado.

Poncho me acarició la pierna y yo giré los ojos llorosos hacia ella. —


Estoy bien. Te lo prometo —Deje caer el brazo y dejé que me lamiera la
mano.

Joey terminó la carta con: Hasta la tumba, mi hermano. Incluyendo su


número de teléfono.

Saqué el teléfono del bolsillo y marqué a Sonia, que contestó al primer


timbrazo. —¿Ya nos echas de menos?

—Necesito que me despejes la agenda para la próxima semana.

Pagina 359 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Me bajé lentamente sobre el asiento de mi oficina. Restaurar coches era


un trabajo agotador y, a pesar de las bromas que hacían los
compañeros, no estaba envejeciendo al revés.

Desenvolví mi emparedado y mordí varios bocados antes de ver la nota


adhesiva rosa en mi pisapapeles. Vuelve a casa. Le di la vuelta, pero no
había más instrucciones.

Abriendo mi puerta, grité al foso: —¡Oye, Reggie!

Salió del centro de un ThunderBird y me miró con una ceja frondosa.

—¿Dejaste esta nota en mi mesa? —Los otros chicos se habían ido


a almorzar.

—Probablemente Skip. Tomó una llamada antes de salir.

Cerrando mi puerta, fui alrededor mi escritorio, cogiendo el teléfono de


mi oficina para llamar a casa cuando recordé con tristeza que no había
nadie. Estaba vacío, incluso cuando yo estaba en casa.

Podría haber sido un vecino. ¿Tal vez había una fuga de gas? ¿Un robo?
Esa mañana había salido sin el celular, lo que explicaba por qué la
llamada había llegado al taller.

—¡Ya regreso, Reg! —grité mientras salía corriendo por las


puertas del garaje y entraba en mi camioneta antes de salir a toda
velocidad.

El callejón sin salida no tenía actividad, la gente estaba trabajando a


esta hora del día, y no olí a gasolina cuando llegué a la entrada. Entré
Pagina 360 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

por la puerta de la cocina e inmediatamente tuve la sensación de que


no estaba solo. Mi mano se dirigió automáticamente a la cintura, donde
habría estado mi arma reglamentaria si no hubiera dejado la policía.

—No dispares, viejo —La voz sonriente llegó desde la sala de


estar.

—¿Joey? —Respiré, empujando urgentemente a través de la


puerta batiente. Mi hijo se levantó del sofá, guapo, sonriente y
luchando contra las lágrimas mientras nos recibíamos. No lo había
visto sonreír en más de ocho años, y me quebré, justo en ese momento
en ese lugar —. Joey...

Cruzó la habitación y me abrazó, manteniéndome en pie. Mi mano


recorrió su corte de pelo, luego sus grandes orejas y volvió a rodear sus
anchos hombros. Era real y estaba aquí.

—Lo siento mucho, papá —Lloró en mi cuello.

—No hiciste nada malo, hijo —Besé repetidamente el lado de su


cabeza, compensando los años perdidos, mis lágrimas se aferraron a
sus mechones de pelo rapado—. Ya estás aquí.

—Necesito que sepas que fuiste el mejor padre que cualquier


persona podría haber pedido. Necesito que lo sepas —dijo, apretando la
espalda de mi camisa—. Odio que hayas pasado años sin saberlo.

No pude hablar más allá de la angustia. Había pasado esos años


cuestionando si había sido lo suficientemente bueno con él, para él. Fue
este día, esta esperanza de reencuentro lo que me hizo seguir adelante.
Lo que me impedía rendirme a la duda. Me aferré con fuerza a él, mi
corazón quería tragárselo entero. —No importa ahora —No importaba
nada más que esto—. Te amo, hijo. Yo también lo siento.

Raven entró entonces en la abertura, con el agua acumulándose en el


fondo de sus párpados. Debía de estar escondido junto a las escaleras.
Se cruzó de brazos de una manera que expresaba la necesidad de

Pagina 361 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

contenerse. Lloré con más fuerza, dejando salir el dolor, haciendo sitio
a los sueños que se hacían realidad delante de mí.

Gracias, dije con mis labios, con la voz demasiado agitada como para
ofrecer un sonido. Asintió con fuerza y bajó los ojos hacia la mano que
le tendía. Se lo pensó dos veces antes de acercarse y dejar que los
envolviera a los dos en mis brazos.

Pedimos almuerzo y pasamos la siguiente hora poniéndonos al día


antes de que Joey tuviera que recoger a su novio en el aeropuerto. —
¿Tu novio? —pregunté, con el corazón deseando escuchar más.

—Sí, David —Sonrió. —Tuvo que coger un vuelo más tarde. Cosas
del trabajo. —Cubrió mi mano con la suya, mirándome fijamente,
transmitiendo lo mucho que entendía ahora con una mirada. —
Hablaremos más —susurró. Me moría de ganas.

—¿Cómo llegaron hasta aquí? —Recordé que el camino de


entrada estaba despejado.

—Coordinamos nuestros horarios de vuelo y luego vinimos juntos


en taxi —dijo Raven desde su extremo de la mesa del comedor—. No
podíamos dejar que vieras carros en el frente, ¿no es así?

—Supongo que no —dije, sin poder quitarle los ojos de encima.

Joey nos observó con una sonrisa de oreja a oreja. —Tomaré un carro
de alquiler en el aeropuerto antes de volver aquí —dijo.

—Coge mi camioneta —Le pasé las llaves y dejé de lado su


argumento.

—Volveré para la cena —dijo mientras salía por la puerta.

Raven y yo nos miramos entre los dedos como si fuéramos


adolescentes. Nunca podía librarme de las mariposas cuando estaba
cerca de él. —Supongo que tengo que agradecerte esto.

Pagina 362 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Yo debería agradecértelo a ti. Le hablaste de mi visita durante


su última llamada. Él rastreó mi tienda.

—Veo que sigues subestimando tus poderes. No estaría aquí si no


fuera por ti, Raven. Tengo ocho años de vacío para demostrarlo. Así
que gracias —Insistí. Un tatuaje sobresalía del dobladillo de la manga
de su camisa, deteniéndose en el codo. No podía distinguirlo desde mi
posición a tres asientos de distancia, pero Dios, quería hacerlo. Quería
saber en qué estaba pensando cuando se lo hizo. Cuánto tiempo tardó
en completarlo. Si tenía más. Quería detalles sobre la barra en su
lengua. Quería que pasara de nuevo por mi labio inferior. Sólo lo quería
a él. El tiempo nunca disminuiría el deseo—. Tenemos
aproximadamente cuatro horas hasta la cena. Ven conmigo a algún
lado.

—¿Y el trabajo?

—Vale la pena ser el jefe.

—¿A dónde vamos y cómo llegamos? —Sonrió, y también quería


eso. Quería besarlo—. Le diste a Joey tu camioneta.

—Sígueme —Hice una parada en el rincón del desayuno para


guardar mi celular olvidado. En el camino, levanté la puerta del garaje,
haciéndome a un lado para que Raven pudiera ver el interior. Había
reorganizado el equipamiento del gimnasio para hacer sitio al objeto
que estaba contemplando con una expresión de asombro.

—¿Es una Road King? —Avanzó hacia ella lentamente, como si no


quisiera espantarla.

—Sí —dije, dándole espacio para que se enamorara. Le había


hecho unas cuantas personalizaciones a la Harley, el ribete azul hielo
atravesando la pintura negra brillante. Pelo del color de las alas de un
cuervo y ojos con el tono de los glaciares. Pasó la pierna por encima
del asiento, tocando el manillar. Cristo, se veía sexy a horcajadas.
Tampoco habían cambiado mucho las cosas. Excepto que había
madurado, se había vuelto más sabio, y era más reflexivo y cauteloso de
Pagina 363 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

lo que yo recordaba. Daba crédito a su aspecto y sentido del estilo. Hizo


que los tatuajes, las camisetas ajustadas y las espaldas lisas fueran
intemporales. Era vintage, envejecido como un buen vino. Era de otro
tiempo y lugar.

—Manéjala tú —Le ofrecí.

—No —dijo, poniéndose de pie—. Yo montaré el asiento de atrás.


No he manejado en casi ocho años. No estoy seguro de querer probar
toda la teoría de montar en bicicleta con esta belleza.

Un trozo de mi corazón se rompió. A Raven le encantaba manejar


motocicleta. Su moto era una extensión de él, una extremidad. —¿Qué
pasó con tu Harley?

—Los inviernos son brutales y encontrar estacionamiento en la


calle es muy difícil con un solo vehículo —Se encogió de hombros—.
Dos habrían sido una locura.

La mirada en sus ojos decía que le dolía, sin embargo. Tendría que
encontrar una solución para su dilema antes de revelar que la Road
King era suya.

Cogí los dos cascos de la estantería, le pasé uno antes de subirme y le


indiqué el lugar que había detrás de mí.

—No puedo creer que manejes —dijo, desconcertado—. Siempre


estabas demasiado metido en la cabeza cuando intentaba enseñarte.
Asustado…

—Cauteloso. Estaba siendo responsable. Hay una diferencia —


Mis labios se curvaron en los bordes. —Ahora, ¿vas a subirte o vas a
seguir mirándome como si fuera sexy? —Aceleré el motor, el ruido
anuló su risa. Me había cansado de tener miedo, y manejar la moto se
había convertido en una forma de terapia. Me acercaba a Raven,
incluso cuando estábamos lejos. Recorría nuestros antiguos caminos
bajo la luz de la luna, escuchando sus gritos de felicidad en mis
recuerdos.
Pagina 364 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Conduje hasta nuestro lago, nuestra roca, tomando el camino más largo
porque una vez que nos detuviéramos, sus manos no tendrían razón
para estar sobre mí. Su aliento ya no calentaría los pelos de mi nuca, y
los latidos de su corazón dejarían de acelerarse a mi espalda.

—Esto todavía es hermoso —Raven abanicó su mirada sobre el


agua bañada por el sol.

No lo sabría, quise decir, porque había mantenido mis ojos clavados en


él desde que habíamos llegado, y porque era difícil ver la belleza de las
cosas sin él. Hacía lo que podía, y la mayoría de los días conseguía
sobrevivir, pero había días en los que me costaba simplemente respirar.

La roca en la que nos posamos me acercó lo suficiente para acceder


mejor a su tatuaje. —La vida de una amada flor muerta —susurré. El
mural que había creado con el mismo título seguía decorando una
pared del exterior de la escuela, a pesar de que lo habían suspendido
por profanarlo—. ¿Puedo verlo?

—Claro —dijo, despegando su camisa y alborotando su cabello. Le


aparté unos mechones de la frente sin pensarlo.

Flores muertas; tulipanes y margaritas, algunas marchitas, otras


desmoronadas, cubrían la parte inferior de su bíceps. Su vitalidad
regresó en incrementos a medida que el ramo se ramificaba más arriba,
cobrando vida en colores nítidos, creciendo más exuberante centímetro
a centímetro. Los amarillos, naranjas y verdes estimulaban mis
sentidos. Las peonías rosas cubrían sus hombros redondeados y se
derramaban sobre su pecho en una explosión de pétalos de rosa roja.
La obra de Raven tenía un profundo significado para él. En su cuadro,
él era la flor muerta, y Joey y mi amor habían sido lo que lo había
regado y resucitado. El problema ahora era que no sabía qué extremo
del tatuaje era el principio. ¿Estaba muerto o vivo?

—Empecé el tatuaje desde aquí, Clint —Se dio un golpecito por


encima del codo, leyendo mis pensamientos. Siempre se le había dado

Pagina 365 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

bien eso—. No soy una flor muerta. Estoy bien. La vida ha sido
diferente, pero no ha sido dura. Al menos no todo el tiempo.

—Lo siento —dije en voz baja. —También soy un disco rayado,


aparentemente —Nunca dejaría de sentirlo.

Raven saltó de nuestra roca, recogiendo guijarros y saltando sobre la


superficie del lago. Los músculos de su espalda se ondulaban,
estrechándose hasta los dos hoyuelos que asomaban por encima de sus
jeans ajustados. “Sexo personificado” como lo había llamado Bobby
una vez. No había perdido lo que le hacía físicamente irresistible. En
todo caso, se había vuelto más potente. También se había vuelto menos
accesible con la edad, más seguro de sí mismo, menos consciente de su
cuerpo, en el buen sentido. Utilizarlo era lo más alejado de su mente.
Comprendía que ahora tenía más que ofrecer.

“No soy el mismo hombre que era, Clint.”

Podía ver cómo para él podría sentirse como si hubiera perdido alguna
parte vital de sí mismo, pero había ganado mucho más. Era
encantador.

Era más fácil hacer mi siguiente pregunta de espaldas a mí. —¿Estás


saliendo con alguien? —Intenté mantener la despreocupación, pero
intuía que no lo había conseguido.

—¿Ahora me preguntas? —Se burló con incredulidad de buen


humor, girándose hacia mí, y al menos tuve la decencia de sonrojarme.

—Me lo merezco.

—No, no estoy saliendo con nadie —Dejó a un lado su última


piedra, quitándose el polvo de las manos en la parte posterior de sus
pantalones antes de recoger su camisa de la hierba— Dejé los hombres,
la bebida y el tabaco.

—Y montar en moto —añadí.

—Y eso. ¿Y tú?
Pagina 366 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Nadie —Había cedido a mi soledad una o dos veces, pero él no


había preguntado eso. El resultado había sido superficial y de tumba
cada vez. Mujeres sin nombre y sin rostro. Raven nunca podría ser
reemplazado.

—Joey quería saber si al menos tú y yo podríamos ser amigos. No


puedo vernos como amigos, Clint. Han pasado demasiadas cosas como
para pretender que no han pasado. Eso es lo que imagino que sería ser
amigos. Fingir —Se acuclilló junto a mí en la roca para observar el
descenso del sol.

—Entonces es todo o nada, ¿eh? —dije.

—Aterrador, ¿no?

—¿Lo es? —pregunté, girando hacia él—. ¿Es aterrador el tenerlo


todo?

—No. No tener nada lo es —susurró—. Voy a pasar por la casa de


Link después de la cena.

—Está bien —dije, preguntándome cómo estaban conectadas las


dos afirmaciones porque, de alguna manera, lo estaban.

—¿Está bien? —preguntó, dudoso.

Pensé antes de responder, algo que Raven había dominado durante


nuestro tiempo de separación. —Si me estás preguntando si estoy
celoso, la respuesta es sí. Te extraño. Y no sé cuánto tiempo estarás
aquí ni cuándo volverás, y egoístamente quiero todo tu tiempo. No
tiene nada que ver con Link. Estaría celoso de Dios si dijeras que vas a
pasar tiempo en la iglesia. Esto no es el pasado visitándonos, Raven. Y
soy un hombre mejor, no uno perfecto —Mantuve mi mirada clavada
en la suya hasta que consiguió lo que buscaba.

—De acuerdo.

—¿Te dejo la puerta sin seguro?

Pagina 367 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No. Reservé una habitación de hotel. Iré allí directamente.

No intenté convencerlo. Ganar mediante la coacción no era lo que


buscaba.

—Me tienes hasta el viernes por la tarde —dijo.

Cuatro días. Joey volaría por la mañana. Era un viaje improvisado,


pero volvería en unas semanas. Raven lo sabía, pero reservó una
estancia más larga. Eso tenía que ser progreso.

—¿Qué haremos con todo ese tiempo? —Se recostó en las palmas
de las manos, sonriendo de forma simpática, con los ojos pálidos
albergando el sol.

—Primero, veremos el amanecer cada mañana desde la playa —Le


di un codazo en el hombro cuando su sonrisa se estrelló en el pecho.

—Ustedes los pájaros y sus malditos gusanos —refunfuñó. Nunca


había sido una persona madrugadora—. ¿Crees que Link me
perdonará?

—Vales la pena ser perdonado. Y él es un buen tipo. Al principio


éramos un grupo de búsqueda de dos hombres.

Joey envió un mensaje de texto para informarnos de que él y David


estaban de camino a la casa, así que Raven y yo volvimos a la Harley.

—No puedo, Clint —dijo tercamente cuando le ofrecí volver a ir


de pasajero. Se quedó mirando la carretera y a los demás motoristas
que volaban por ella—. ¿Y si...?

—“¿Y sí?” suena como un problema para el futuro —dije, y el


recordatorio suavizó su profundo ceño fruncido—. Tomaremos las
carreteras secundarias, e iremos despacio.

Se mordió el labio, con los ojos salivando sobre la Harley, y luego


mirando con terror hacia mí.

Pagina 368 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Preocupémonos por el ahora, Raven.

Había perdido la seguridad que una vez encontró en mí, y a veces,


cuando estaba tumbado en la cama, podía sentirlo allí, junto a mí, en el
espacio donde había desaparecido. Nos reconstruiríamos, si nos
dejaba, y yo me interpondría entre él y todo lo que quisiera hacerle
daño. Lo protegería con mi espíritu y mi vida.

—A la mierda —Se apresuró a ponerse el casco y a tomar el


asiento del conductor, necesitando ponerse en marcha antes de que el
miedo lo alcanzara. Al principio se mostró tímido, el sueño húmedo de
un instructor de conducción, comprobando todos los ángulos varias
veces antes de girar hacia un bloque lateral estéril. Le permití
pacientemente orientarse mientras disfrutaba de su aroma, que me
llegaba con el viento. Antes olía a nicotina, fuego y menta. Ahora olía al
sol, la luna y las estrellas, todas las cosas que prometían volver. Olía a
segundas oportunidades.

Al poco tiempo, íbamos a toda velocidad por la autopista, con su cuerpo


suelto bajo mis manos, su risa retumbando por la columna vertebral y a
través de mi esternón. Había olvidado nuestros planes. Estábamos
conduciendo sin destino, y no tenía intención de detenerlo.

Llegaríamos tarde a la cena, pero nunca había cambiado las cerraduras


de las puertas de la casa, y Joey nunca había devuelto las llaves. Me
aferraba a eso cada vez que me despertaba en medio de la noche
gritando y solo. Ya volverá, me decía. Mi hijo encontraría el camino a
casa y mi llave le abriría todas las puertas. Siempre.

Algo había pasado entre Joey y yo cuando había hablado de David


antes. Habían pasado por algunas cosas, la compasión que irradiaban
sus ojos grises lo había dicho. Me había apretado la mano con una
empatía recién descubierta. Así que sí, Raven y yo llegaríamos tarde,
pero Joey se abriría la puerta a su siempre hogar, y lo entendería.

Tenía un corazón que ganar.

Pagina 369 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Era mi última noche con Raven. Habíamos jugado al Rummy y perdí,


así que, en lugar de una carrera de verano a medianoche, mi premio si
hubiera ganado, estábamos meditando a la luz de las velas después de
una intensa hora de yoga.

La intensidad provenía de tener que ver a Raven contorsionando su


cuerpo como un pretzel humano antes de sostener recto con las manos,
todo ello mientras hablaba mentalmente de mi erección y rogaba a mis
voluminosos miembros que cooperaran con la tarea en cuestión. Las
partes de mi cuerpo no estaban hechas para el yoga. Para darle crédito
a Raven, sólo se rio de mí una vez.

Raven había transformado la sala de estar en un espacio sereno en el


que ardía incienso, parpadeaban velas y sonaban vagamente campanas
tranquilizadoras a través de los altavoces. Nos sentamos en la mullida
alfombra del salón, uno frente al otro en la postura de Buda sentado,
con las rodillas a un pelo de tocarse.

—Puedo sentir que me observas —dijo tranquilamente, con los


ojos cerrados y las palmas de las manos sobre sus rodillas.

Cerré los ojos para respirar antes de abrirlos experimentalmente.


Raven sonrió con los brazos cruzados. —No soy bueno en esto —Me
rendí.

—Toma tiempo —Se rio—. Incluso años.

—Dios, me encanta verte feliz —dije, costándome su sonrisa, pero


la euforia persistía en sus pálidos ojos—. Dejaría que me torturaras
todos los días si eso significara que puedo verte en paz de esta manera.

—Podemos levantar pesas por la mañana.

Pagina 370 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Gracias a Dios —dije con alivio, ganándome una elevación de


cejas.

—Apagaré las velas —dijo Raven.

—No —Le cogí la muñeca y se desplomó sobre su trasero. —Esta


parte me gusta —Habíamos creado un ambiente relajado, y Raven
estaba abierto a mí de una manera que no había sido desde su llegada.
Estaba en su elemento, y yo estaba feliz de encontrarlo allí. De
quedarme un rato.

—¿Qué? —preguntó, inclinando la cabeza hacia mí con


curiosidad—. ¿Qué pasa por tu cabeza ahora mismo?

—Quería preguntarte algo. Sobre la primera noche que volviste.

—¿Qué con ella? —Sus músculos no se habían enroscado, así que


continué.

—Dijiste que habías disfrutado algo de lo que hicimos.

Exhaló, enrojeciendo alrededor de las orejas, pero respondió con


facilidad. —Lo hice.

—¿Puedes decirme qué partes?

—Tú tomaste lo que querías, y yo disfruté de no tener elección. O


la ilusión de no tener elección. Parece que eso no me molesta. Aun.

Asentí, dándonos tiempo a los dos para digerir eso, sin querer
precipitarnos más allá de lo que sentíamos en ese momento. —¿Y crees
que eso tiene algo de malo? ¿Con disfrutar de ello?

—Yo sí. Tuve mucho tiempo para pensar, y tenías razón. Nuestra
vida sexual era nuestra, y no teníamos que juzgarla. Tu confianza en
esos momentos, tu seguridad de que sabes lo que necesito y que eres él
único que puede dármelo... Ahí también hay inseguridad. Miedo. Todo
ello influye en tu ferocidad —Sus ojos estaban fundidos, derritiendo
cada parte de mí con la que entraban en contacto. —Convierte mi
Pagina 371 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

cuerpo en combustible, y tú eres la maldita llama, Clint. Juntos


ardemos —Desvió su mirada hacia la botella de agua que tenía a su
lado, dando un trago. No me extrañó la forma en que sus manos
temblaban, haciendo que las gotas se derramaran por su definido
pecho—. Tu turno.

—¿Mi turno? —pregunté estúpidamente.

—Sí. ¿Te he arruinado? ¿He deformado tu percepción de cómo


debe ser el sexo? ¿Te he convertido en un bicho raro? —Medio sonrió,
pero la preocupación acechaba detrás de ella. Mi propensión al sexo
cambió drásticamente después de estar con Raven, no era un secreto.

—No. Tú me abriste los ojos. Pude revisar mis inhibiciones desde


la puerta. Me diste libertad, y no quiero volver a estar encadenado —
Los dos estábamos duros, pero nos contentamos con ignorarlo.

—¿Podemos realmente tener ese “todo” del que hablaste en el


lago? —Sus respiraciones por minuto se aceleraron—. ¿Y si no
podemos?

—Sí podemos —Yo también tenía miedo, pero tenía que ser fuerte
por nosotros.

—¿Y Brandon? —preguntó atentamente. En este ámbito, la


confianza era lo que más necesitaba reconstruirse.

—Lo que le pasó a Brandon fue trágico —Me tragué el llanto que
nunca faltaba al hablar de mi hermanito. —Pero no fue culpa mía.
Durante mucho tiempo, me creí la mentira. Que no era más que un
buen padre. Nada más que un asesino egoísta. Un espacio
desperdiciado —Sostuve su amplia mirada, le robé la valentía al “no”
que me dijo. —Sucedió de una manera que fue más allá de mí, pero
siempre apreciaré el tiempo que tuve con él. Si no hubiera sido por ese
accidente, no tendría a Joey. Y que me enamorara de ti no me convirtió
en un mal padre o persona. Era mi derecho a amarte. Un privilegio, y
debería haberte honrado mejor —Había esperado años para decirle eso,
y de la misma manera que nuestros corazones gravitaron el uno hacia
Pagina 372 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

el otro, también lo hicieron nuestras lágrimas. Se adelantó para limpiar


las mías, y yo me acerqué para presionar mi frente contra la suya. —
Nunca más te sacrificaré. Por nada ni por nadie. Nadie —dejé claro,
porque quien hiciera de eso un requisito para amarme, no me amaba, y
ahora sólo tenía espacio y tiempo para el amor. El dolor había tenido su
momento. Era hora de que el amor tuviera el suyo.

—Que mi madre nunca me haya querido no me hace indeseable.


Nunca lo hizo —susurró sobre mi rostro—. Que ella no me haya elegido
no me hace inelegible. Y ya no necesito tu obsesión, ni tu piel ni tus
huesos, ni ponerme en riesgo para sentirme amado, ser amado o
demostrar mi amor.

—¿Qué necesitas, Raven?

—Lo que tú me diste tan espectacularmente. Amor —Se encogió


de hombros. Simple y llanamente.

Sin poder evitarlo, le besé la mejilla.

—¿Fue eso un movimiento? —preguntó cuando me retiré, con los


ojos vidriosos y regocijados.

—No fue un movimiento —juré, con grandes ojos inocentes.

—Porque se sintió como un movimiento.

—Pero no lo fue…

—Y tú me prometiste que el siguiente movimiento…

—Y lo tienes.

—¿Lo tengo? —Sus ojos se estrecharon.

—Es todo tuyo, dulzura —Ninguno de los dos pudo mantener la


compostura en ese momento. Nos revolcamos juntos y separados,
sobre la alfombra que guardaba muchos secretos y recuerdos, en un
ataque de risa.

Pagina 373 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Nos quedamos toda la noche hablando y callando y recordando


también. Y al día siguiente, antes de que se fuera, me conseguí un
abrazo que puso en vergüenza a todos los anteriores. Y conseguí su
número de teléfono.

Una promesa de que esto era sólo el principio.

Una promesa de que llegaríamos hasta el final.

Pagina 374 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

El entusiasmo de Poncho me obligó a arrodillarme mientras arrastraba


los pies por la puerta. —Hola, chica. ¿Sonia y Rex te cuidaron bien? —
La abracé, escondiendo mi culpa en su peludo cuello. Debería haber
estado feliz de estar de vuelta, feliz de volver a ella y a mi vida en lugar
de sentir que había dejado mi vida despidiéndome desde la acera de la
terminal A.

Llené su cuenco de comida y agua, y luego comencé la aburrida tarea de


revisar la pila de correo que Rex había dejado en la encimera de la
cocina.

El intercomunicador sonó tres veces seguidas. Me acerqué a la ventana


y vi a Sonia en el piso de abajo, firmando en un portapapeles mientras
un hombre con una camiseta en la que se leía Second Chance Car
Restoration descargaba la Harley de Clint de una plataforma. —¿Qué
demonios?

Le puse la correa a Poncho y me apresuré hacia la puerta, recogiendo


mis llaves del mostrador mientras avanzaba.

—¿Qué está pasando? —Acepté el portapapeles de Sonia y leí el


papeleo. Reconocí al tipo que hacía la entrega como Reggie de la tienda
de Clint.

—Clint me pidió que trajera tu Harley. El tráfico fue una mierda


—Se quejó, aparcando la moto en el espacio libre de la acera.

¿Mi Harley? Le pasé a Poncho a Sonia, alejándome para marcar a Clint.

—He estado esperando tu llamada.


Pagina 375 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Qué has hecho? —pregunté con adoración a modo de saludo,


deslizando una mano por cada centímetro de la belleza aparcada frente
a mí. Su risa entró en mi cuerpo a través de la línea, y apenas reprimí
una risita femenina.

—Es tuya. Siempre fue tuya.

—¿Cuándo tuviste tiempo para hacer esto? —Le hice un gesto a


un agraviado Reggie mientras se retiraba.

—Menos mal que no eres madrugador —dijo Clint, con una


puerta cerrándose en el fondo—. Hice que la recogieran y estuviera en
la carretera mientras dormías.

Mansfield estaba a cinco horas de Montreal sin tráfico.

—Se suponía que debía estar esperándote cuando llegaras a casa.


Hora punta, supongo.

Poncho corrió en círculos alrededor de Sonia, enredándola con la


correa. Incluso Rex había salido para ver de qué se trataba todo el
alboroto. —¿Qué hago con mi perro? No puedo atarla a la moto, sabes
—Con suerte, mi sonrisa ladeada viajaría a través de la línea.

—Hay un estacionamiento a la vuelta de la esquina. Te compré


una plaza allí. Aparca la Harley cuando no la uses.

No discutiría con él. No fingiría como si no quisiera esto, como si no


estuviera extasiado de que él hubiera hecho esto por mí. —De acuerdo.

—De acuerdo —aceptó.

—Clint…

—¿Sí?

—Gracias.

—De nada.

Pagina 376 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¡Clint! —Llamé, esperando que no hubiera colgado.

En su voz se podía escuchar una sonrisa. —¿Sí?

—...Gracias, de nuevo —Me acobardé, desconectando y


guardando el teléfono en el bolsillo.

—Esta genial —dijo Sonia, recorriendo sus ojos sobre ella con
cariño. —Mejor que la que vendiste —Ella también tenía afinidad por
las Harley. Rex caminó alrededor de ella, silbando.

—¿Quieres bautizar estas calles de Montreal conmigo? —Le


pregunté, sintiéndome un poco atrevido, sintiendo que volvían restos
de mi antiguo yo.

—Tienes una hora antes de tu primera cita —dijo ella con aire de
negocios, mientras le pasaba Poncho a Rex.

—Tiempo de sobra para meterte en problemas —Me monté en la


moto, entregándole el casco de repuesto.

—¿Quién eres y qué has hecho con nuestro Yogi? —Ella se subió,
ululando mientras yo aceleraba mi regalo y salía a toda velocidad.

Era más de medianoche cuando cerré la tienda. Había ampliado el


horario debido a la acumulación de clientes cancelados que querían
hacer un hueco esta semana. Me duché, me puse un par de calzoncillos
y pasé de la cama al sofá de la ventana, con Poncho pisándome los
talones.

Miré fijamente mi Harley desde la ventana, Poncho jadeando y


mirándola también. Antes de que pudiera convencerme de que no lo
hiciera, me hice una foto de nosotros y se la envié a Clint. Ya estaría
dormido, pero no me importaba. Lo necesitaba despierto. Necesitaba
decir las palabras que me había negado a decir antes.

Clint: Se parece a su papá, me respondió con un emoji de guiño. Le


llamé.

Pagina 377 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Hola —dijo con dificultad, y la comprensión me golpeó como un


mazo. Lo quería durmiendo a mi lado.

—Te necesito aquí conmigo —susurré.

—Estoy en camino, dulzura.

Clint llegó hasta mí en poco más de cuatro horas. Debería haberme


sentido culpable por haberlo sacado de la cama y puesto en la carretera
a esa hora, conduciendo hacia otro país. Debería haber sido más
comprensivo con el negocio que tenía que llevar. Pero en ese momento,
con él en la puerta de mi casa, no pude encontrar la forma de
preocuparme. Estaba allí porque quería, y eso era suficiente para mí. Le
mostré mi dedo corazón a la culpa.

—¿Has dormido si quiera? —preguntó, acercándose y ahuecando


mi mandíbula, mis ojos casi se desmayan de cansancio.

—No. No sin ti.

—Llévanos a la cama, dulzura.

Lo llevé arriba, retiré la sábana y lo vi desvestirse antes de meternos


juntos. No hablamos, no nos besamos y no tuvimos sexo. Dormimos
profunda y plácidamente, entrelazados y a gusto en los brazos del otro.
Por fin.

Aquel día empecé temprano, aun recuperándome de haber estado fuera


durante casi una semana. Redacté una nota para Clint con
instrucciones sobre el funcionamiento de mi poseída máquina de café,
dibujando debajo un ala de cuervo para que supiera dónde
encontrarme. Dormía boca abajo, con los brazos metidos bajo la
Pagina 378 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

almohada, ocupando demasiado espacio. No había un espacio en el que


entrara que no tuviera que abrirse paso. Retrocedí hacia las escaleras,
sosteniendo mi corazón mientras se separaba de él.

Esa misma tarde, mientras hablaba con Rex en la habitación de atrás,


Sonia entró corriendo, abanicándose con ambas manos. —¡Oh, Dios
mío, oh, Dios mío, oh, Dios mío! —susurró.

—¿Y ahora qué? —preguntó Rex, moviendo los ojos con fingida
molestia, mordiendo su burrito. Esperé a que se tranquilizara y
contestara.

—Hay un daddy muy sexy esperando en la puerta. Pidió hablar


con el dueño.

Pasé alrededor de ella y estiré el cuello para mirar por la puerta. Clint
esperaba cerca de la entrada, al otro lado de la mesa de Sonia,
comprobando el lugar. La cara recién afeitada, la camisa gris a juego
con sus ojos y las mechas de su pelo engominado. Me agaché antes de
que me viera. —Está buenísimo —coincidí en tono conspirador. —Me
pregunto para qué equipo batea. Apuesto a que puedo convencerlo de
que se pase a mi lado. Tal vez podría convertirlo en mi perra.

Sonia aspiró aire, escandalizada, agarrando literalmente sus perlas, y


Rex estaba en la esquina necesitando que le hicieran la maniobra de
Heimlich. —Eh, sí... ¿Tal vez? —dijo Sonia, aturdida y confusa.

—¿Alguien quiere apostar? —Levanté una ceja arrogante.

—¡Trato! —dijo Rex, golpeando un billete de veinte sobre la mesa.


Lo doblé limpiamente y me lo metí en el bolsillo trasero mientras
avanzaba con confianza por la puerta.

—¿Qué le habrá metido? —preguntó Sonia.

—Semen —dijo Rex, a mi paso—. Definitivamente, semen. Mi


chica también se pone así.

Pagina 379 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Clint se balanceó sobre sus talones, con las manos en los bolsillos
delanteros, pareciendo tímido mientras me acercaba. —Hola...

Mi lengua pasó por encima de sus siguientes palabras. Clint no perdió


el tiempo con la sorpresa y la confusión. Reflejó mis manos, acolchando
mi cara y haciéndose cargo del beso. Nos chupamos con fuerza,
gimiendo y haciendo chocar nuestras entrepiernas juntas. Sus palmas
bajaron hasta mi garganta, los dedos se flexionaron allí mientras los
míos se dedicaban a dañarle el peinado.

Dio un paso adelante, y mi espalda baja mordió el mostrador de la


recepción antes de separarse para saltar sobre él. —Joder —maldije, ya
tan duro por él. Nuestras lenguas se lanzaron, encontrándose con la del
otro en el aire antes de explotar juntas. Nos apartamos un momento
para captar el fuego en los ojos del otro antes de volver a atacar. Estaba
a punto de quitarle la camisa, con los brazos levantados en señal de
ayuda, cuando se oyó un carraspeo detrás de nosotros. Sonia y Rex. —
Espera —Mierda. Él mismo se había quitado la camisa con
impaciencia, sellando sus labios en mi cuello justo después. —Clint —
Mi voz era áspera, con las piernas acunando su cintura. —Los niños —
Estaban en la universidad, lejos de ser niños. Era nuestro chiste
habitual.

—Los niños —repitió con delirio, volviendo a su trabajo de


marcarme, de cavilarme. Sonia y Rex se acercaron, mirando
estúpidamente, y Clint los recogió en su periferia. —¡Oh! —dijo,
enderezándose y tratando de ordenar su cabello. Sonia le pasó con
dulzura su camisa tirada.

—¿Qué tal? —dijo Rex, con un gesto de cabeza, y Sonia soltó una
risita. Los presenté a todos y luego les informé de que me llevaría el
almuerzo arriba. Perdí los veinte de Rex al salir.

Clint recorrió el loft, haciendo preguntas, fascinado con cada rincón.

Pagina 380 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿No has fisgoneado mientras yo no estaba? ¿Revisaste el


botiquín? —Era lo habitual en la mayoría de las comedias románticas
que habíamos visto juntos.

—No. Me duché, me vestí y corrí directamente hacia ti. Tenía que


estar seguro de que esto era real.

—Y fuiste recompensado.

—Sí. ¿Podemos hacer eso otra vez?

—Tal vez más tarde —dije, todavía conmocionado y necesitando


tiempo para calmarme. Poncho era la sombra de Clint mientras yo
sostenía la pared cerca de la puerta principal, con los brazos cruzados.
Se habían hecho amigos rápidamente.

Sus ojos se abrieron de par en par hacia los gigantescos ventanales con
el sofá blanco de felpa adosado que podría confundirse con una cama.
Se integraba perfectamente en el ángulo hexagonal dentado de la pared
bajo la ventana. —Apuesto a que esto fue lo que te convenció de
comprarlo —dijo—. Y apuesto que aquí es donde haces la mayoría de
tus bocetos. Y también pensamientos.

—Sí, y sí —A menudo me quedaba dormido allí. Sobre todo,


cuando había tormenta, que últimamente era muy frecuente. Una mesa
de centro se encontraba sobre una alfombra frente a ella, y al otro lado
de la habitación había un mural que había pintado en la pared que
llegaba hasta el dormitorio de arriba y más allá. Se titulaba: La playa.

—¿El arte imitando a la vida? —preguntó en referencia a nuestra


primera vez en la playa mientras estábamos enamorados. Cuando mis
suspiros de placer competían con el sonido de la respiración del
océano.

—Tal vez —respondí tímidamente.

Levantó la portada de la revista enmarcada en la mesa de café,


sonriendo ante la foto mía. —¿Qué es esto?
Pagina 381 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Soy voluntario en el centro de arte. Me hicieron un reportaje.


Nada importante —Le di el visto bueno, y Clint miró en mi dirección
con una mirada que decía que había visto algo en mí que yo había
pasado por alto. Que no había visto. Como si yo fuera más de lo que
era.

Dejó el marco en el suelo. —¿Dónde está tu regalo de cumpleaños?

—Está junto a mi cama —dije. Eso le alegró el día. Se había


despertado de verdad y se apresuró a acercarse a mí.

—Tienes toda una vida aquí —Se había agolpado en mi espacio


personal, ahora compartía mi aire. Sólo hacía falta un labio fruncido
para que mi boca se encontrara con su clavícula.

—Aunque no puedo decir que la haya vivido. No siempre.

—Ese beso de hace un rato, allá abajo…

—¿Qué con él?

—¿Fue un movimiento?

Podría haberlo negado. Alargar lo inevitable más tiempo, pero estaba


cansado, y no tenía nada que ver con la falta de sueño. Así que dejé caer
una de las pocas paredes que me quedaban. —Sí. Ahora la pelota la
tienes tú. ¿Qué vas a hacer con ella, Clint?

—Bueno —Se inclinó para pegar su frente a la mía—. ¿Qué tal un


trato y un juego, entonces?

—Amo hacer tratos contigo —repetí como tiempo atrás.

Pagina 382 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Hiciste trampa —dije entre respiraciones pesadas—. Y has


estado practicando.

Clint dribló mientras se acicalaba triunfante, y yo miré la canasta de


baloncesto con desprecio. —No, sólo más decidido a ganar el premio,
como dijiste una vez.

—¿Y qué premio sería ese? —Me limpié el sudor de la frente con
el dorso de la palma de la mano. Clint se lamió los labios como si
pudiera saborearlo allí.

—Tú —dijo, con seriedad, agarrando la pelota, eliminando la


distracción del rebote de la ecuación. Estábamos solos en la cancha al
anochecer. Había terminado de trabajar, con Clint no muy lejos de mi
lado, y luego nos habíamos dirigido al parque—. ¿Te he ganado, Raven?

—Vivimos en países diferentes —dije débilmente.

—Me mudaré.

—¿Y el taller?

—No me importa.

—Tiene que importarte. Tienes trabajadores. Y este es tu sueñ…

—Tú eres mi sueño, y mis fantasías, y mi corazón. Haremos que


funcione. Conduciré o volaré o correré hacia ti siempre que pueda.
Estoy preparando las cosas para que puedan funcionar eficazmente sin
mi presencia constante. Ahora dime —dijo, dejando rodar la pelota y
sujetándome por el pelo—. ¿Te he ganado?

Luchar era inútil. No sólo habría sido inútil, sino que habría sido una
mentira. Ya habíamos perdido demasiado. Se había perdonado a sí
mismo, me había perdonado a mí, y Joey nos había perdonado a todos.
Nada nos detenía. Ocho años. Ocho años. No, no pasaríamos ni un día
más separados. No mental o emocionalmente, al menos.

Pagina 383 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Lo he hecho? —Había miedo y duda en esas dos palabras, y me


aferré a sus muñecas cuando fue a apartarse.

—Sí —Le dije en voz alta. —Jodidamente sí, Clint —Nuestros


labios se unieron en una explosión de fuegos artificiales. Las nubes se
separaron, liberando su aliento contenido, y la lluvia cayó sobre
nosotros en un intento de apagar nuestro fuego. Nos quedamos allí,
dejando que el agua limpiara lo último de lo feo, despejando el camino
para la esperanza.

Atravesamos la puerta del desván como un tren desbocado, haciendo


que Poncho corriera hacia arriba en busca de refugio. Unas manos
impacientes se aferraron a las camisas y arañaron la tela de pantalones,
y el brillante relámpago nos guio hasta el sofá. Empujé a Clint hacia
atrás, derribando los cojines, para poder quitarle los jeans de sus
musculosos muslos. El material húmedo se me escapó de los dedos y
cayó con un ruido sordo en el suelo mientras miraba su cuerpo
desnudo. Se había quedado sin ropa interior.

—Se me olvidó empacar ropa interior —Trabajó con la pesada


maquinaria entre sus piernas, goteando agua sobre todo lo que tocaba
su cuerpo, que era todo. —Ven aquí, Raven —dijo, con un tono lleno de
lujuria.

Me quité los pantalones, subí volando por el lubricante y lo vi gimiendo


y follándose la mano bruscamente desde el entresuelo. Queriendo
mantener mi vista de helicóptero sobre él, me incliné sobre la
barandilla y me abrí mientras observaba cada músculo desgarrado y
acordonado de su trabajo. Los relámpagos zigzagueaban y golpeaban
fuera del ventanal, los cubos de lluvia abofeteaban el cristal, pero él
continuaba sin interrupción.

—Raven —llamó a ciegas, como una mano lanzada en la


oscuridad. Tenía los ojos cerrados, el cuello tenso, la polla dura como
un ladrillo. Se manejaba con crudeza, como si su polla fuera una
herramienta que no se pudiera romper. Ya lo veríamos. Me acerqué a
él, trepando a horcajadas. Fue como escalar una puta montaña. —Te
Pagina 384 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

necesito ahora —dijo frenéticamente, sentándose para capturar mis


labios—. Necesito estar dentro de ti. Necesito estar en casa.

Estábamos en la misma página porque yo también lo necesitaba dentro


de mí. Necesitaba volver a casa. Le quité la mano de la polla y lo llevé a
mi agujero estirado. Por muy frenéticos que estuviéramos, la
importancia de este momento seguía siendo primordial. Me tomé mi
tiempo para introducirlo, sintiendo su red de venas contra mis paredes
mientras bajaba centímetro a centímetro. Nuestros pechos se apretaron
con fuerza, mis respiraciones se entrecruzaron con las suyas mientras
el oxígeno recorría nuestros pulmones, y nuestros brazos se rodearon el
uno al otro, uniendo nuestras espaldas. Todo ello mientras la madre
naturaleza se ensañaba alrededor de nosotros.

—¿Me amas?

—Sí —dije con facilidad. Con todo mi ser.

—Necesito que me lo digas a menudo. Y cuando parezca que es


demasiado, que sepas que no lo es. Nunca dejes de hacerlo, Raven.

—Te amo, Clint.

—Dilo otra vez, bebé.

—Te amo —Ahora tenía la mitad de él dentro de mí. Me ardía


todo.

—Una vez más —Sus manos agarraron con pánico mi culo, mi


espalda y mi nuca.

—Dios, te amo.

—Uh-uh —reprendió suavemente, agarrando mi pelo mojado—.


Déjame a Dios a mí.

—Joder —resoplé, tenso, deteniéndome.

Pagina 385 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Ahí está mi amante malhablado —Una palma amasó mi culo


mientras la otra se deslizaba hacia el norte en el pelo de la base de mi
cráneo—. Te amo. Te lo juro, Raven. Y te prometo que siempre lo haré.
Ahora déjame entrar, dulzura. Haz espacio para mí.

Me deshice del último separador que protegía mi corazón, dejándolo


entrar por completo, devolviéndole mi alma, cada muro derribado. Se
acomodó con facilidad, y yo apreté un gemido en sus labios mientras
aceptaba el último gran trozo de él.

—Así es, bebé —susurró, lamiendo mi boca abierta, con la lengua


golpeando mi barba. Hicimos el amor lánguidamente, con pequeños
movimientos, reencontrándonos de una forma que no habíamos
podido hacer el día del funeral de mi madre. Nos turnamos para
magullar el cuello del otro, y yo le arañé el cuero cabelludo cuando me
inclinó hacia atrás para chupar mi mancha púrpura en mi pezón
perforado.

Nuestros cuerpos se volvieron resbaladizos, nuestro amor dejaba sus


residuos sobre el sofá blanco, y al llegar la mañana, necesitaría ser
raspado del suelo. Estábamos embelleciendo lo que habíamos
erosionado, alimentando nuestra codicia compartida hasta un grado
glotón.

La tormenta de fuera se volvió contagiosa, y en poco tiempo, estábamos


blandiendo nuestros empujes como si fueran espadas, arrastrando las
manos sobre la piel como si fueran garras, y comiéndonos vivos el uno
al otro. Estábamos vibrando por la electricidad. Justo de la manera que
nos gusta. Clint se desplomó sobre su espalda ante mi insistencia, y lo
follé duro y bien.

—Mírate —dijo, hipnotizado—. El sexo encarnado.

Apreté los puños en torno a los mechones de mi pelo, tirando, con las
caderas agitadas, los ojos puestos en él. —¿Vas a bañarme con tu
semen, Clint?

—Sí, dulzura. Toda la noche.


Pagina 386 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Vas a follarme mucho después de que haya tenido suficiente,


cuando mis súplicas para que pares se conviertan en gritos de no?

—Con mucho gusto —gruñó, azotando y apretando mi culo entre


sus palmas—. Y tomaré tu boca después de haber agotado tu agujero,
derramando dentro de tu garganta.

Se me hizo la boca agua de excitación.

Su polla tuvo resistencia contra mi agujero de subida, arrancando un


respingo de mí antes de volver a engullirla. —Te amo —Se me aguaron
los ojos, la habitación dio vueltas, el embriagador aroma del sexo se
infiltró en mis fosas nasales y mi mirada recorrió el apartamento
mientras me revolvía en un laberinto de emociones, un circo de
actividad en mi mente. Aun así, me lo follé sin remordimientos.

—Raven —susurró Clint, tratando de captar mi atención a través


del torbellino de mi cabeza, pero sin conseguirlo.

Tanto dolor.

—Raven —Su voz se hizo más distante.

Tanto tiempo perdido.

—Raven...

Tanto amor.

—Raven. Bebé, por favor...

El tono amoroso de la voz de Clint me trajo de vuelta. Me centró.


Parpadeé y él estaba encima de mí, con las rodillas metidas hasta las
orejas mientras entraba y salía de mí con fluidez. Asintió en señal de
comprensión, sus ojos eran una niebla gris de verano, sus labios en mi
boca proporcionaban más que un beso. Dieron refugio a mi corazón.
Clint era mi mapa, mi brújula, mi camino para salir de la oscuridad.
Había aprendido que podía vivir sin él, pero que no quería, y ya no

Pagina 387 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

tenía que hacerlo. Amaría a este hombre para siempre, hasta el final y
más allá. Hasta la tumba.

Tuvimos tres noches juntos hasta que tuvo que regresar para la visita
prolongada de Joey. Tres noches de hacer el amor en el ojo de la
tormenta en mi mirador. Tres noches de hacer infinitas promesas que
seríamos lo suficientemente hombres para cumplir. Tres noches
haciendo nuestras propias reglas y follando según ellas.

Planeamos nuestro futuro. Nos faltaba el sueño, nos quedábamos


despiertos toda la noche sin querer perder ni un segundo más.
Vivíamos a base de amor y llamas, y hacíamos todo lo posible para
aprovecharlo, para embotellarlo como recordatorio de que era todo lo
que necesitábamos para sobrevivir.

En nuestra última noche antes del comienzo de nuestro para siempre,


Clint me hizo el amor por detrás, con mis manos apoyadas en el cristal
de la ventana, con nuestros ojos fijos en su reflejo. Después, me giré
hacia su pecho, arrastrando un beso medicinal sobre sus heridas de
bala. Un recuerdo de nuestra época de guerra.

—Reviví esa noche todos los días durante mucho tiempo —había
dicho con tensión.

—El bien surgió de ella. Recuérdalo. Aférrate a ello.

—Nunca la dejaré ir —había jurado solemnemente,


arqueándome en su siguiente afecto.

Teníamos cicatrices de batalla, algunas visibles, otras ocultas en lugares


de los que sólo nuestro amor tenía direcciones. Algunas heridas nos las
habíamos infligido el uno al otro, y otras las habíamos arrastrado como
equipaje, un millón de pequeños cortes que nos había hecho nuestro
pasado y que aún no se habían curado cuando nos conocimos.
Habíamos sufrido y soportado el dolor de amar algo roto, demostrando
que nuestro amor era incondicional. Mis sentimientos por Clint eran
incoherentes, y los suyos por mí, un derroche de corazones y flores.

Pagina 388 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Si tuviera que renunciar a algo para tenerlo a él, entregaría mi columna


vertebral, mi bazo y mis canillas, dejándome desmenuzado e incapaz de
moverme. Sin él, ¿qué tan buena era una buena vida, de todos modos?
¿Qué tan increíble podía ser si sólo la vivía con la mitad de mí? No
podía funcionar sin mi batería. Y no quería hacerlo. Y ya no tenía que
hacerlo.

Pagina 389 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

El verano siguiente

Era mi turno de estar en la ventana de la cocina y observar a Clint en


nuestro patio trasero. Joey hacía hamburguesas a la parrilla bajo la
sombra del roble donde Poncho dormía la siesta, David jugueteaba con
el altavoz Bluetooth y Clint se encaramaba en el último escalón del
patio, despegando la etiqueta de su cerveza fría y riéndose de algo que
decía Joey. Nunca se sabría que me había inclinado sobre el lavabo del
baño hacía unos minutos, follándome con la lengua sobre sus rodillas
mientras yo me masturbaba en el lavabo.

Miró con cariño el anillo de oro que llevaba en el dedo, y yo miré


instintivamente el mío, haciéndolo girar. Mis ojos se alzaron para
encontrar a Clint acechando mi sonrisa desde donde estaba sentado.
Me sonrojé de maldita felicidad, pensando en un par de días atrás y en
cómo había llegado este día.

—Nos vamos una semana entera —había dicho estirándome, con


la voz llena de gravilla matutina—. ¿Cuál es el plan? Y te juro que si
dices que ver el amanecer en la playa…

Clint había cortado mi amenaza rodando sobre mí, besándome


tontamente.

—Te vas a casar conmigo —Tenía el pelo revuelto por el sueño y


los ojos más brillantes que la luz dorada que entraba por las persianas.

—No —había dicho, tratando de mantener una cara seria.

Pagina 390 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—No era una pregunta, dulzura.

La risa de Clint me devolvió al ahora como un chasquido de dedos


figurado. Continuó su animada conversación con Joey, mirándome
cada poco segundo.

Había sido un año abrumador de vivir en el carril rápido, y finalmente,


las cosas estaban empezando a calmarse. Por fin podíamos disfrutar de
la vida a un ritmo más tranquilo, y qué mejor manera de celebrarlo que
con una ceremonia civil, en jeans y camisetas y una barbacoa.

Joey acabó pasando más de una semana con Clint el verano pasado.
Volvieron a conectar, curaron las heridas abiertas y presentaron una
oferta por la casa de al lado, porque el día en que Joey debía marcharse,
sorprendió a Clint haciéndole saber que su periodo había terminado y
que no volvería a enlistarse. No se iría a ningún lado.

Habían pasado meses renovando y estrechando lazos, entre que Joey


volaba de un lado a otro para estar con David, porque tenía casi un año
antes de que terminara su último periodo.

Clint y yo habíamos intentado que nuestra relación a distancia


funcionara en medio de todo esto, e incluso habíamos tenido que
empezar a compartir la custodia de Poncho porque su marcha después
de una visita de fin de semana largo la hacía caer en picado.

No habíamos pasado por todo lo que teníamos para luego pasar más
tiempo miserables y separados. Así que me puse en plan Joey, visité a
Clint durante un par de semanas en torno a su cumpleaños y, durante
nuestro festival de sexo de despedida, le dije que estaba estancado
conmigo.

Vendí el edificio en Montreal a Rex, y la tienda tuvo un cambio de


nombre y de imagen. Mi marcha lo obligó a salir de mi sombra y a
poner en marcha algo propio. Era así de bueno, y había mantenido a
Sonia.

Pagina 391 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Raven's Wing ahora se sentaba con orgullo al lado del nuevo y


mejorado centro de Second Chance Car Restoration. Y cuando fue
imposible convencer a Clint de que dejar mi vida en Canadá no
causaría un resentimiento posterior, le recordé mi sueño para nuestro
futuro.

—Joey no sólo nos aceptará, sino que vivirá al lado. Y tú tienda


estará al lado de la mía. Así podremos entrar para decir “te amo”, o
para que puedas inclinarme sobre el escritorio de tu oficina en mitad
del día porque... porque me seguirás necesitando tanto.

Nuestro futuro había llegado.

Cogí una caja de cervezas al salir, las metí en la hielera de afuera y me


acerqué a sentarme con él. —Un centavo por tus pensamientos, Sr.
Miller —Me incliné hacia él y pasé mi lengua por la comisura de sus
labios, saboreándome en él. Ni siquiera se había enjuagado la boca. —
Ni siquiera tienes vergüenza, ¿verdad?

—Ni siquiera un poco, Sr. Miller —respondió con sensualidad,


lamiéndose los labios.

—¿No pueden ustedes dos alguna vez mostrar algo de control? —


Joey refunfuñó burlonamente, y Clint y yo nos reímos en la boca del
otro. Sí, tal vez vivir al lado de dos adictos al sexo, que resultaban ser tu
padre y tu mejor amigo, no era la idea más brillante.

—Estaba pensando en nuestra luna de miel —dijo Clint, besando


mi sonrisa.

—Creí que habíamos acordado que no nos interesaba todo eso.

—Eso fue antes de que se me ocurriera algo perfecto, y ahora me


estoy preguntando si no sería una grosería abandonar nuestra propia
fiesta.

—No me mantengas en un maldito suspenso, esposo —Bajé la voz


a un susurro.
Pagina 392 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Creo que eso es exactamente lo que haré —Se rio, poniéndose


en pie cuando Joey gritó que la comida estaba lista. Lo jalé por el brazo,
inmovilizándolo con mi ceño fruncido. También lo bese, pero acabó
cediendo—. Voy a llevarte a las montañas para acampar junto al arroyo
donde nos dimos nuestro primer beso. Vamos a ver la puesta de sol, y
luego voy a hacerte el amor toda la noche junto a una fogata.

—Joder. ¿Qué estamos esperando?

Link, Law y algunos de los chicos del garaje de Clint aparecieron en el


momento justo, y Clint y yo vimos nuestra oportunidad perfecta.
Comimos y charlamos durante una insoportable media hora antes de
arrastrar una mesa plegable y más sillas desde el garaje y se nos ocurrió
la genial idea de más bebidas y póker. Con los hombres efectivamente
distraídos, empacamos lo que necesitábamos en la camioneta de Clint,
dejamos una nota y perseguimos la puesta de sol hacia las montañas.

Llegamos a nuestro campamento con tiempo de sobra, soltando


nuestras cosas y nos quitamos rápidamente la ropa antes de meternos
en el arroyo y besarnos como adolescentes cachondos mientras la luz
del sol se desvanecía, y sólo nos fuimos cuando el aire de la noche se
volvió demasiado crujiente en nuestra piel.

Desnudo y mojado, Clint encendió el fuego mientras yo me estiraba en


nuestro saco de dormir y veía cómo su polla se ponía dura mientras
trabajaba.

Se puso de rodillas cerca de mis pies y me obligó a separar las piernas


antes de caer entre ellas.

—No —respiré.

—No pareciera que lo dijeras en serio, Raven —Se sostuvo sobre


un antebrazo mientras levantaba mi brazo y rodeaba con su nariz mi
axila, que probablemente olía demasiado limpia para él después de
nuestro tiempo en el agua.

—No.
Pagina 393 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Sigue sin ser suficiente —Se puso en cuclillas, empujando una


de mis piernas hacia arriba y hacia afuera antes de verter lubricante
sobre mi agujero y abrirme. Había algo jodidamente caliente en la
forma en que lo hacía sentir como algo clínico, como un trabajo que
debía hacerse para que él pudiera llegar a lo que quería.

Grité e hice bola el material que tenía debajo. —Mierda, Clint —Intenté
seguir actuando, pero ahora con cuatro dedos follándome como si no
les importara, mis objeciones se convirtieron en maldiciones de
frustración—. Fóllame, Clint. Ahora.

Me ignoró, follándome más rápido y más fuerte con su mano, los ojos
observando el proceso con envidia y hambre. Su polla lloró lágrimas
lechosas al buscar algo cálido, y yo me puse de codos y retrocedí. Clint
me calmó con una mano en la garganta, tomando mi agujero con un
golpe de castigo.

Hizo el amor con cada centímetro de mí durante toda la noche junto al


fuego, como había prometido. Me puso de espaldas, con las piernas
sobre sus hombros, y una vez, con ellas alrededor de su cintura
cincelada. Por detrás, se abalanzó sobre mí mientras yo luchaba por
permanecer de manos y rodillas. De lado, con una pierna doblada. En
su regazo, con un brazo asegurado alrededor de mí, y el otro extendido
detrás de él.

Sus marcas de mordiscos decoraban las mejillas de mi culo, sus


chupetones cubrían el interior de mis muslos y mi cuello. Sus labios
estaban brillantes por nuestros besos y por beber sorbos de su propio
semen, el cual goteaba por su barbilla mientras sacaba su cara de mi
agujero y me subía para hacer lo que quisiera con mi lengua.

Pertenecer a Clint fue mejor que encontrar el muñeco de nieve


hinchable delante de mi casa rodante cuando era pequeño. Mejor que
el momento en que descubrí que sentía algo por mí, y mejor que el aire
necesario para mantenerme vivo.

Pagina 394 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Pasamos tres noches allí, bañándonos en el arroyo, comiendo lo que


habíamos pescado, amando como hombres salvajes y gritando nuestro
placer al universo. Cada noche, nos dormíamos sudorosos, follando
hasta quedar inconscientes, con las manos entrelazadas, repitiendo las
líneas de nuestros votos.

—Prometo no perder ni un minuto más de nuestras vidas en los


“y si”. Voy a amarte durante todo el tiempo que tenga el privilegio de
hacerlo, y tú me lo vas a permitir porque no pienso darte ninguna
opción al respecto —El fuego y la luna y nuestros cuerpos unidos
añadieron pasión al juramento de Clint esta vez.

—No lo tomaría de ninguna otra manera —Nuestras bandas


repiqueteaban mientras nuestros dedos se apretaban, mientras nos
disparábamos hacia nuestro pico orgásmico.

—Así es como debería ser el amor —susurró en mi boca.

—Así es como debería sentirse el amor —respondí.

—Como un hogar —dijimos al unísono.

El amor debía sentirse como un hogar...

Pagina 395 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Por alguna razón, el aire no estaba encendido en casa de Clint, o tal vez
simplemente no podía penetrar en el capullo de su cuerpo cálido y
desnudo envolviéndome como un mono mientras dormía.

Había llegado a Mansfield a última hora de la noche, semanas después


de nuestra reconciliación, semanas después de decidir que no
queríamos pasar ni un segundo más sin amarnos. Había estado
pasando tiempo con Joey, y aparte de arrastrar nuestros dedos por los
rasgos del otro en las pantallas de nuestros teléfonos, no nos habíamos
puesto las manos encima en demasiado tiempo. Anoche lo
compensamos con creces.

Levanté con cuidado la cabeza de su pecho, intentando mirar por


encima de su hombro el reloj digital de la mesita de noche, pero al ver
mi leve movimiento su agarre se hizo más restrictivo.

—No —refunfuñó, la sílaba retumbando en su pecho. —No vas


para ninguna parte —Me besó la cara levantada.

—Pensé que estabas durmiendo.

—¿Y perderme un segundo de ti en mis brazos? De ninguna


manera. Además, ¿se te olvidó que soy madrugador? Ya tiene que ser
mediodía.

—Por favor, nada de metáforas de pájaros y gusanos.

Su risa silenciosa vibró a través de mí. —Es una frase, no una metáfora,
dulzura.

Pagina 396 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—La misma mierda —Le mordí ligeramente la barbilla. Suspiré,


poniéndome cómoda de nuevo con mi oreja contra su pecho,
escuchando el tamborileo de su corazón y deleitándome con la
sensación de sus dedos subiendo y bajando por mi columna vertebral.

—Estás pensando —dijo Clint.

—Sí —confesé en un suspiro.

—Lo haces mucho. Me encanta ese nuevo lado tuyo.

—Nuevo lado… —Le di vueltas a sus palabras en mi cabeza.

La mano de Clint se detuvo cuando no fui más allá. —¿He dicho algo
malo? —Todavía nos estábamos adaptando a estar juntos después de
haber estado separados durante tanto tiempo. Todavía estábamos
aprendiendo los matices de las personas que éramos ahora. Lo que nos
hacía funcionar, lo que aún funcionaba y lo que ya no era aceptable en
nuestra nueva piel.

—No —Me moví en su agarre, y él aflojó de mala gana sus brazos


y piernas, permitiéndome rodar hacia mi espalda—. Creo que no me he
dado suficiente crédito por lo mucho que he cambiado.

—¿A qué te refieres? —Me miró de lado, con la cabeza apoyada en


la palma de la mano para poder verme con claridad.

—En cuanto te vi de nuevo, el miedo y la duda se apoderaron de


mí. Era como si hubiera estado estudiando para un examen que nunca
hice. Tenía todas las respuestas en mi cabeza. Las herramientas
necesarias para aprobar, pero ¿cómo podía estar seguro de estar
preparado si nunca tenía que poner en práctica esas herramientas?

—Y entonces volviste para el funeral de tu madre, y por fin te


pusieron a prueba.

—Mierda, sí no fue así. Y fallé miserablemente. O al menos pensé


que lo había hecho, y me hizo cuestionar todo lo que me había costado

Pagina 397 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

superar en los últimos ocho años —Volví a pensar mientras Clint


contemplaba mis palabras.

—¿Fue regresar lo más difícil que has tenido que hacer? ¿Más
difícil que irte?

Me puse de lado, reflejando su posición, alisando un pulgar sobre sus


cejas fruncidas. No habíamos tenido tiempo de hablar de todo, pero
necesitábamos hacerlo, porque ahora éramos personas diferentes y
esas diferencias eran las que nos iban a mantener. —No. Lo más difícil
era elegir entre dejarte o seguir desaparecido.

Asintió lentamente como si lo entendiera, pero ¿cómo podría hacerlo?


Lo más duro palidecía en comparación con el hecho de que él viviera
sin saber si yo vivía a su vez, con no saber dónde estaba en el mundo.
Por lo que Clint sabía, yo no tenía a nadie fuera de Mansfield. Ningún
lugar al que ir, ningún lugar en el que buscar refugio, ningún lugar en el
que remendar. Cerré los ojos, respirando a través del creciente dolor en
mi pecho mientras imaginaba nuestros papeles al revés.

—Ya se acabó —susurró, deslizando una mano por el lateral de mi


cuello y pasando un pulgar por mi piel. Abrí los ojos y lo encontré
esperando pacientemente a que continuara.

—Tenía que irme. En mi mente, no había otra manera. Pero no


volver… —Sacudí la cabeza—. Manejaba hasta la frontera canadiense
cada semana durante meses, listo para regresar y caer a tus pies.

—¿Por qué no lo hiciste? —preguntó Clint, casi rogando una


respuesta. El dolor persistente de nuestra separación siempre cortaba—
. ¿Por qué no regresaste a mí?

—Porque sabía que las cosas serían igual porque yo era igual.
Necesitaba ser diferente. Necesitaba amarme lo suficiente para que tú
no tuvieras que amarme lo suficiente por los dos. El hombre que
condujo a toda velocidad hasta la frontera con las lágrimas nublando su
visión sólo quería una cosa. Que me hicieras sentir como algo porque
yo me sentía como nada. Como nadie.
Pagina 398 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Dios, Raven... Nunca fuiste nada.

—Estar sin ti era como si estuviera muerto, Clint —dije con


fiereza, viendo cómo se le revolvía la garganta al tragar esa píldora.
Todavía no habíamos llegado al meollo de nuestro tiempo separados,
de cómo nos convertimos en lo que somos ahora. Habíamos dedicado
nuestro tiempo a amarnos, a reconectar con Joey y a coordinar su
mudanza al lado. Mirando hacia adelante, no hacia atrás, porque el
futuro era mucho más atractivo. Pero también necesitábamos esto.

—Pero no moriste. Ahora estás aquí. Has sobrevivido.

Resoplé. —A duras penas.

—Ven aquí —Clint se sentó, tirando de mí en su regazo, mis


tobillos cruzados en la parte baja de su espalda, mis brazos colgando
libremente alrededor de su cuello—. Mi posición favorita.

—¿Seguro que quieres escuchar todo esto ahora? —pregunté.

—Sí. Quiero saberlo todo. Todos los pequeños detalles.

Exhalé un suspiro, buscando un punto de partida. —Vivía en el


apartamento del sótano de mi tío. Si es que se puede llamar así, la
nevera se podía alcanzar desde el sofá. No tenía trabajo, apenas comía
o dormía. Pasaba días sin moverme más que para orinar. Todos los días
me convencía a mí mismo de no volver. Duraría una semana antes de
correr para llegar a ti. Estaba justo ahí, tan cerca. Todo lo que nos
separaba era una maldita frontera. Entonces oía disparos y veía sangre.
Pero no era el pasado lo que me perseguía. Era un vistazo al futuro. Un
recordatorio de lo que realmente iba a volver. Entonces volvía al sótano
y me metía en la cama, casi sin respirar. Lave, enjuague, repita.

—¿Y luego qué? —preguntó Clint en voz baja, peinando mi


cabello lejos de mi frente.

Pagina 399 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Entonces, una noche, mi tío irrumpió y golpeó un grueso álbum


de fotos sobre la cama, casi arrancándome la puta cabeza —Le rasqué la
barba color sal y pimienta que cubría el ceño de Clint.

—No me iré hasta que hayamos visto todas las fotos. Hasta que
hayas escuchado todas las historias sobre ella. Hasta que sepas quién
y de dónde vienes. Hasta que sepas quién eres, Raven.

—Oye —dijo Clint, levantando mi barbilla—. ¿A dónde fuiste?

—Sólo a algo que dijo mi tío —Clint y yo estábamos desnudos,


sudados y pegajosos por la follada de la noche anterior. Éramos una
receta con todos los ingredientes que nuestros yoes del pasado
necesitaban para desgarrarse mutuamente, o al menos, para que lo que
éramos pendiera de un hilo lleno de lujuria para llegar a la parte buena.
El hecho de que nuestras verdades, por dolorosas que fueran, y
nuestros corazones fueran ahora la mejor parte decía mucho.

—Recuerdo que dijiste que conocer el pasado de tu madre hizo


que las cosas arrancaran para ti.

—Creía que conocía a mi madre. Pensaba que lo entendía todo.


Durante años me convencí de que hacía lo posible por no parecerme a
ella, pero era todo lo contrario. Mi tío me dio la perspectiva de quién
era ella. Sobre el día en que se la llevaron, y los años que estuvo
desaparecida antes de ser rescatada. Ambos buscábamos algo fuera de
nosotros mismos para hacer desaparecer el dolor. Para hacernos
completos. Para hacernos dignos, o para ayudarnos a olvidar que
éramos cualquier cosa menos que dignos —Mi madre y yo no podíamos
arreglar las cosas. Yo no podía arreglarla, y cuando acepté que por fin
había entendido que Clint no podía arreglarme. Y por mucho que
hubiera creído que no necesitaba ser arreglado, era lo que
inconscientemente quería, era lo que todos queríamos. También había
aprendido que estar arreglado no equivalía a ser perfecto, sólo
significaba dejar de estar roto—. Fui capaz de dejar atrás el daño que
me causó. Sus errores nunca tuvieron que ver conmigo, y ya no los
tomé como algo personal.
Pagina 400 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Puede que yo haya sido responsable de tu comienzo, pero tú


estás a cargo de tu final —Fueron sus últimas palabras para mí la
noche que salí de Mansfield. Las palabras por las que eventualmente
tomaría para vivir.

—No sabía por dónde empezar el resto de mi viaje. Mi tío


apostaría su vida por el yoga y la meditación, así que empecé a asistir a
clases en el estudio que él y mi tía tenían. Dejé mis vicios. Empezó
como una forma de no querer que me recordaran, luego acabé por no
querer que nada se interpusiera en mi camino para ser suficiente para
mí. Si se me antojaba un cigarrillo, buscaba el motivo. Si necesitaba
una bebida, buscaba en el alma. Escribía mis sentimientos y resolvía las
cosas en mi cabeza en lugar de medicarme con malos hábitos —Me
golpeé la sien para enfatizar. —Empecé a dedicar mi tiempo a las artes,
a intentar vivir una vida de servicio, lo que revigorizó mi pasión por el
entintado, por mis sueños. Maduré. Con el tiempo, simplemente
maduré —Me encogí de hombros—. Ahora que lo pienso, quizá lo más
difícil que he tenido que hacer ha sido enfrentarme a mí mismo.

Clint me besó, lenta y constantemente, retirándose antes de que las


cosas se pusieran demasiado calientes, antes de que nuestros cuerpos
empezaran a quemar todo lo que nos rodeaba. —Estoy disfrutando de
esto —explicó.

—Nunca he estado más agradecido por pollas blandas en mi vida


—dije alrededor de una sonrisa ladeada que él igualó con un bufido de
risa. Le pasé los dedos por el pelo—. Cuéntame cómo te salvó Brandon.

Clint contó con detalle el año que pasó buscándome, y había


mencionado que Brandon lo visitaba en sus sueños, salvándolo. Ahora
quería que me contaran todos los detalles. Detalles dignos de palomitas
de maíz. ¿Había sido todas las noches? ¿Toda la noche? ¿Qué había
dicho? ¿Qué había hecho? Todo. Lo quería todo.

—Al principio se sentaba y me miraba con esa mirada de


decepción. El sueño siempre terminaba con mis gritos para que dijera
algo. Que hiciera algo. Que me diera una patada, que me dijera que me
Pagina 401 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

odiaba, que me dijera que no merecía una segunda oportunidad en


nada —dijo entre dientes —Y luego una noche hizo algo. El mocoso me
empujó —Los ojos de Clint se abrieron de par en par y sonrió tanto que
sus muelas quedaron a la vista.

Me uní a su diversión, confundido como la mierda, pero feliz de serlo.


—¿Te empujó? ¿Desde dónde, desde la cima de una puta montaña o
algo así?

—No puedo recordar ese detalle, pero me desperté en el suelo


enredado en las sábanas, asfixiándome y luchando por salir.

—¿Y encontraste la salida?

—Sí —dijo con nostalgia—. Al menos vi la luz al final del túnel. Me


había dado el empujón que necesitaba.

—¿Entonces qué? —repetí su pregunta de hace un minuto,


sabiendo lo que venía a continuación, pero queriendo oírlo de todos
modos. Me besó la nariz con indulgencia.

—Hice de todo. Leí todos los libros de autoayuda que pude


conseguir. Dejé que Bobby me arrastrara a la iglesia unas cuantas
veces. Me dediqué a construir el negocio. Aprendí a manejar una
Harley sólo para estar cerca de ti de alguna manera, no fue bonito, por
cierto. Gracias a Dios por los botiquines de primeros auxilios —
murmuró. —Y permití que Brandon volviera a formar parte de mi vida
—Su mirada se desvió hacia el retrato de Brandon que colgaba en su
pared—. La carta de mi madre ayudó. Y yo también maduré. Y
esperaba, Dios, como lo esperaba, que tú y Joey volvieran a mí algún
día.

Nos abrazamos, meciéndonos de lado a lado, mientras presionaba un


beso cerca de su oreja.

—Necesito saber algo —susurró él.

—Pregúntame cualquier cosa, Clint.


Pagina 402 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Habrías vuelto a mí? ¿Si tu madre no hubiera muerto?

Era la primera señal de miedo que veía en él desde que nos habíamos
reunido. Como si la idea no sólo se le hubiera ocurrido, sino que
también le hubiera aterrorizado. Apoyé mi frente contra la suya,
apretando su nuca. —No lo sé. Tal vez. ¿Y si hubieras seguido adelante?
¿Y si fuéramos tan diferentes que ya no funcionáramos? ¿Y si
funcionáramos mejor separados? —Hice una pausa, pero él leyó mi
último pensamiento fuerte y jodidamente claro.

—¿Y si todo lo que hubiera hecho falta era un toque mío para
demostrar que nada había cambiado para bien? Que habíamos estado
interpretando un papel durante ocho años, que seguíamos siendo las
mismas personas rotas sólo capaces de romper al otro y a todo lo que
nos rodeaba.

—Sí —dije, encontrándome con esos ojos grises que me comían


cada jodida vez. —No volver a tenerte hubiera sido una cuchilla más
fácil con la cual apuñalarme que descubrir que me había ido para nada.
Que nada bueno había salido de ello —Saber que él y Joey no se habían
reconciliado durante mi ausencia no ayudó.

Me cogió las mejillas y pronunció sus siguientes palabras con una


intensidad que sacudió mis emociones. —Me prometí a mí mismo que
si alguna vez tenía la oportunidad de volver a amarte, sería de la
manera correcta. Que nunca dejaría que nada se interpusiera entre
nosotros. Ni siquiera mis demonios. No desperdiciaría una segunda
oportunidad. Y si lo prometía, tenía que ser en serio. No podía
arriesgarme a fingir o a pensar que había dejado atrás el pasado para
descubrir con una sola mirada que no era así —Dejó caer sus manos
sobre mis hombros, frotando círculos relajantes sobre ellos—. Estabas
tan a la defensiva cuando volviste. Me asustaste mucho. Ahí estaba mi
oportunidad, y no pude llegar a ti. Estabas ahí, e iba a perderte de
nuevo.

—Estaba aterrorizado de que no hubieras cambiado. Que yo no


hubiera cambiado después de todo por la forma en que te necesité tan
Pagina 403 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

pronto como puse mis ojos en ti en esa iglesia... Y entonces me tocaste,


y me costó todo mantenerme firme mientras me deleitaba contigo
desmoronándome. Mierda, tenía miedo. Pero tú sí habías cambiado, y
yo también, porque estaba igual de lleno después del hecho, dentro de
lo que importaba —Puse mi palma sobre mi corazón—, que como antes
de que me pusieras una mano encima aquella noche. No me habías
devuelto algo que había perdido. No habías definido mi amor por mí
mismo en esa cama. Lo aumentaste. Lo elevaste. Y eso es lo que se
supone que hace el amor, Clint. Tu amor ya no me rompe ni me hace.
Yo me hago a mí mismo. Pero tú me haces jodidamente mejor.

—Cristo, te amo, Raven.

—Lo mismo. Joder, lo mismo —Limpié las esquinas húmedas de


sus ojos, el amor que brotaba de ellos me cegaba—. Sabes, me gustaba
que nuestros papeles se hubieran invertido, que te tocara a ti creer lo
suficiente por los dos. Por todo lo bueno que hicieron esos años sin ti,
también había perdido partes de mí que no había admitido que quería
recuperar.

—¿Como tu amor por manejar moto?

—Mierda, definitivamente eso —Me reí. —Pero también otras


cosas —dije significativamente, y sus ojos centellearon con algo sucio—.
Me sentí bien al sentarme y dejar que fueras tú quien trabajara duro
por nosotros, para variar.

—Tenías todo el derecho a estar receloso. Yo fui el que me


equivoqué. Era mi turno de demostrarte que podíamos funcionar. Me
tocaba hacer de ti un creyente. Reconstruir la fe y la confianza era mi
trabajo, Raven. No el tuyo.

—Ahora es el trabajo de ambos, Clint —Un silencio pesado


descendió sobre nosotros, uno lleno de pensamientos, y tal vez incluso
algunos arrepentimientos. —Mierda, eso fue intenso —Respiré—. ¿Qué
tal un tema más ligero?

Pagina 404 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—¿Cómo cuál? —Me sonrió, el epítome de la calidez y la


paciencia.

—Como si lo supiera. ¿Cuál es tu posición favorita? —Lo saqué de


la nada, pero no realmente. Éramos hombres cambiados, pero seguía
encontrándolo caliente como la mierda, y después de una comida como
esa, necesitaba un poco de postre. Bajé una de sus manos a mi polla,
necesitando su tacto allí, necesitando algo de equilibrio del abrumador
agarre que tenía en mi corazón. Me reí ante su nivel de concentración—
. No hay respuesta incorrecta, Clint.

—Espera —dijo, mirando al techo, con un lado del labio inferior


metido entre los dientes.

—Antes de la puesta de sol —bromeé, pero en realidad, me


encantaba que incluso esto se lo tomara en serio. Nada de lo nuestro
carecía de importancia para ninguno de los dos.

—A ver —musitó, alargando el suspenso, y yo clavé mis talones en


su espalda baja. Joder, ¿siempre será así de sexy? Anoche me había
tomado con brusquedad. Toda la noche. Pero lo quería de nuevo. Lo
necesitaba de nuevo.

—Me encanta tomarte por detrás —dijo, interrumpiendo mis


sucios pensamientos. —La forma en que tu espalda se arquea cuando tu
pecho se encuentra con la cama o el suelo. Me encanta ver cómo mi
polla entra y sale de ti. Tenerte a mi merced, gimiendo, me hace sentir
poderoso. Pero… —Miró la pegajosidad húmeda que caía sobre los
dedos que me acariciaban, había mucha. —Jesús, Raven. ¿Estás a
punto de correrte, dulzura? —Palmeó las sábanas, volteando una
almohada en busca del lubricante, su polla era un grueso poste
presionando a lo largo del pliegue de mi culo.

—Tenemos todo el tiempo del mundo —Y si me corría ahora,


siempre habría mas de él más tarde. Él era mi prioridad. Esta era mi
prioridad—. Sigue hablando.

Pagina 405 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Él sonrió, y me hizo falta todo lo que había en mí para no besarle


violentamente la cara. —Pero —continuó donde lo había dejado, —
prefiero sentirme completo, amado y aceptado. Empoderado en vez de
poderoso. Así que voy a elegir; contigo en mi regazo, con las piernas tan
apretadas a mi alrededor que se necesitarían las pinzas de la vida para
arrancarte. Tu boca abierta, formando una O, tu respiración jadeante
bañando mi boca y mi barbilla, y tus ojos claros y abiertos, con los
corazones flotando en ellos. Esa es mi posición favorita —Sonrió—. La
posición en la que estamos ahora. Tu turno.

—Lo mismo —susurré. —Joder, lo mismo —Y no podría decir con


seguridad si el sudor que rodaba por nuestros cuerpos era el resultado
de que era la grieta del culo del verano, o de la lujuria que calentaba
nuestras venas como un puto lanzallamas. Mordisqueé a lo largo de su
barbilla hasta encontrar el punto perfecto en su cuello para estampar
mi reclamo.

—Espera un momento, corazón —dijo Clint con fuerza, teniendo


que jalarme del pelo cuando sus palabras no me llegaron.

—¿Qué? —pregunté roncamente, de forma petulante.

—¿Ha estado alguien más aquí? Durante el tiempo que estuvimos


separados —preguntó nervioso, como si necesitara, pero no quisiera
saber la respuesta. Su dedo se deslizó en mi agujero, los restos de su
semen facilitaron el viaje.

—Joder, sí —siseé.

Este era un aspecto que no habíamos tocado en absoluto, aparte de mi


mención a que había renunciado a los hombres después de dejar
Mansfield, y a que no tenía una relación en el momento de mi regreso.
Ya habíamos tenido bastante que superar, no necesitábamos que
nuestros celos sacaran lo mejor de nosotros mientras tratábamos de
navegar por nuestra nueva vida juntos. Pero tenía que ser un tema de
discusión, y qué mejor momento para preguntarme si había cogido la
polla de otro hombre mientras estábamos separados, aunque fuera por
Pagina 406 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

una noche, que justo antes de que estuvieran a punto de follarme los
sesos. —Espera —me puso un dedo en la boca, cortando mi respuesta.
Cogió el bote de lubricante y se puso detrás de mí para lubricarse a sí
mismo y a mi agujero—. Necesito estar dentro de ti para esto.

—¿Tú, o tu ego? —dije mientras me bajaba sobre él, y un gemido


salió de mis labios.

—Ambos —jadeó mientras tocaba fondo—. Si vas a hablarme de


cómo otra persona pudo tenerte de cualquiera que fuera la manera,
entonces necesito el recordatorio de que soy yo por quien te derrumbas
mientras lo haces.

Estaba tan lleno. Demasiado lleno. Y con mis piernas envueltas


alrededor de su cintura no había mucho que pudiera hacer más que
aceptar la follada que me estaba dando mientras me subía y bajaba
continuamente agarrando mis caderas.

—Dime —exigió.

—Intenté… —dije con esfuerzo. Clint nos volteó antes de que


pudiera seguir explicando, dejándome caer sobre mi espalda y sujetó
ambas piernas sobre uno de sus hombros, doblándose sobre mí. La
posición me selló como una tumba, haciendo que su reentrada se
sintiera como una invasión—. Mierda, Clint.

—¿Quién y cuándo? —espetó, respirando con dificultad.

Fingí que estaba demasiado sin aliento para responder, lo que avivó su
impaciencia y su vigor. Sus movimientos se volvieron violentos, sus
empujones perfectamente dirigidos a ese punto dulce dentro de mí que
nunca fallaba en activar mis falsas súplicas. —C-cálmate, Clint. Joder.

—Eso no es lo que quieres, ¿cierto, dulzura? —Pasó su lengua por


mi boca abierta, apartándose a cada intento que hice de besarlo. Mis
dedos se clavaron con rabia en sus hombros, mis rodillas casi rozaban
mi oreja—. Necesitas que te toquen la polla, ¿cierto?

Pagina 407 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Sí —gemí mientras mi líquido preseminal se deslizaba a lo largo


de mis abdominales, haciéndome cosquillas en el costado mientras
goteaba hacia la alfombra.

—Entonces empieza a hablar.

Quería mentir, aunque fuera de mentira. Quería decir palabras que


prolongaran esto, que hicieran que su polla se hinchara hasta
proporciones imposibles. Que hicieran que quince minutos de follar
duro se sintieran como días de tener el culo martillado por él. Pero no
podía. Ni siquiera como parte de nuestro juego. Los ojos de Clint se
ablandaron y redujo la velocidad, colocando mis piernas alrededor de
sus caderas y tirando de mí en su posición favorita de nuevo. Nuestra
posición favorita. Rodó hacia mí, sujetando mi cintura para subir y
bajar. Enredé una mano en el pelo de su nuca, tirando de su cabeza
hacia atrás para besar el sudor de su labio superior mientras me cogía
la polla con el puño. —Te dije una vez que el corazón y la boca están
conectados, y que nunca le daría ninguno de los dos a nadie más que a
ti. Lo dije en serio, Clint —Hice una pausa para gemir entre
maldiciones, porque joder, su polla era tan grande y estaba tan
profunda. —Tuve citas aquí y allá, pero nunca eras tú. Y a esas alturas
ya me amaba demasiado como para conformarme con algo menos que
tú —Nos corrimos en silencio, mirándonos a los ojos, con espasmos
durante el clímax, pero demasiado fascinados por nuestro amor mutuo
como para permitir que éste se apoderara del momento. Clint se llevó
mi mano a la boca, lamiendo cada dedo empapado de semen. Luego me
limpiaría el culo. Me estremecí por la anticipación de tener su cara
enterrada entre mis mejillas.

—No te habría culpado si lo hubieras hecho. No puedo decir que


te amo y luego envidiar tu felicidad. Hubiera sido tu derecho seguir
adelante con tu vida.

—Pero te alegras de que no lo hice.

Pagina 408 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Sí —Enterró la cara en el hueco de mi cuello, pero no tenía nada


por lo que sentirse mal. No había dejado de dormir plácidamente por
estar agradecido de que él no me hubiera superado.

Lo abracé. —Tu turno —dije, y él se puso rígido. Lo empujé hacia su


espalda, con su suave polla cayendo fuera de mí. Con mis manos
plantadas a ambos lados de su cabeza, exigí: —¿La cuñada de Bobby?

—Dios no —dijo.

—¿Él o ella?

—Ella —dijo, como si debería haber sido obvio. Como si de lo


contrario hubiera sido una traición. Pero no funcionaba así. El placer
era placer, sin importar de quién lo obtuviera. Le dolía de cualquier
forma.

—¿Cómo fue? —Cogí su polla flácida con la mano, intentando


darle algo de vida. De repente tuve el impulso de montarlo con fuerza.

Sus ojos se abrieron de par en par como si yo hubiera perdido la


cabeza. Miró su pecho hacia abajo al ver mi decidido agarre sobre él. —
Ya soy un viejo…

—Mentira. Todavía puedes levantar más peso que yo, y correr


más que Joey. Ahora contéstame.

Su cabeza se echó hacia atrás y mi mirada se entrecerró ante la


diversión que sacudía las comisuras de su boca. —No puedo
concentrarme y responder a tu pregunta…

—Inténtalo.

—Cristo —escupió cuando me desplacé más abajo para lamer una


franja de la parte inferior de su polla. —Raven —dijo cariñosamente, y
una mano se posó tiernamente en mi pelo. Me senté de nuevo sobre
mis ancas, pero no lo solté. —Es solo que me sentía tan jodidamente
solo, dulzura —Sus palabras pedían comprensión—. Y todo lo que hacía
era hacerme sentir más solo porque nadie más que tú me llenaría.
Pagina 409 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Buena respuesta, viejo —Perdí la batalla con mi sonrisa. Él


abrió un brazo y yo me arrimé a su lado, con la pierna echada sobre él.

—Me sorprende que hayas tardado tanto en preguntar.

—No ha pasado tanto tiempo —argumenté, pellizcando su


costado juguetonamente. —Y trato de evitar cosas que puedan
desencadenar viejos hábitos —El aire acondicionado se encendió,
golpeando nuestra piel sudorosa, la piel de gallina comenzó a subir.
Nos metimos debajo de la sábana y pasé los dedos por el fino vello del
pecho de Clint.

—¿Sientes que te estás perdiendo de algo? —preguntó.

—¿Cómo qué?

—No lo sé —Se encogió de hombros—. ¿Niños, tal vez?

—¿De dónde viene eso? —Lo miré fijamente.

—Necesito saber que eres feliz. Que te sientes realizado —Su voz
se volvió ronca por la emoción—. Cualquier cosa que te haga feliz recibe
un sí de mi parte.

—No. Soy egoísta. Quiero pasar el resto de mi vida amándote a ti


y a la vida que ya tenemos. Dejaremos el sucio asunto de tener hijos
para Joey.

—Me alegro de oírlo —Clint me apretó más, bostezando, nuestras


narices rozándose, sus labios tentadoramente cerca—. ¿Tenemos
tiempo para una siesta?

—Ojalá. Tengo que reunirme con Link en menos de una hora.


Puedes venir con nosotros —dije con esperanza. Link era tan amigo de
Clint como mío. Habían formado un vínculo mientras me buscaban
después de mi desaparición. Era increíble ver cómo mi amistad con él
ya no ponía los dientes de Clint listo para atacar.

—Y yo también maduré —Sí, lo había hecho.


Pagina 410 | 412
Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

—Pienso monopolizar tu tiempo a partir de mañana por la


mañana, cuando Joey salga a ver a David. Así que ve a divertirte, y dile
a Link que su camión estará listo mañana.

—De acuerdo. ¿Qué harás mientras no estoy?

—Joey y yo pondremos unas hamburguesas en la parrilla.

—Esta es nuestra vida ahora, ¿eh?

—Sí —susurró—. ¿No es increíble?

—Lo puto mejor.

—Te amo, dulzura.

—Entonces cállate y bésame hasta la saciedad.

Fin.

Pagina 411 | 412


Cosas Malas y C. P. Harris
Equivocadas

Sharif, gracias por tu inquebrantable confianza en mí, por tu paciencia


y, lo más importante, por tu amor.
Gracias a mis hijos por estar orgullosos de mí y por presumir de mí
ante sus amigos. Mami los ama :)
Layla, gracias por tomar mi locura con calma y por ser la mejor lectora
beta y PA que una chica podría pedir.
Irish, abrazos y besos por concentrarte en todos los pequeños detalles
durante tu lectura beta. Sí, nos volvemos locas la una a la otra, pero
hacemos las cosas juntas. xoxoxo
Y gracias, Rashidah y Popa, por ser mis fans número uno.
¡Y Nora Phoenix! *Fangirling* Gracias por toda tu ayuda y por amar mi
libro.

Pagina 412 | 412

También podría gustarte