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Índice
Sinopsis........................................ 4 12 .................................................. 135
1 .......................................................... 5 13 .................................................. 147
2 ....................................................... 12 14 .................................................. 158
3 ....................................................... 20 15 .................................................. 176
4 ....................................................... 29 16 .................................................. 185
5........................................................ 41 17 .................................................. 203
6........................................................ 51 18 .................................................. 216
7........................................................ 63 Epílogo ................................... 228
8 ....................................................... 78 Próximo Libro ..................241
3
9 ....................................................... 87 Sobre la autora .............242
10 ................................................. 101 Créditos..................................243
11.................................................. 122
Sinopsis

Ella era perfecta.


Dulce, inteligente, torpemente adorable y hermosa como el infierno.

El único problema era: estaba aterrorizada de dejar su apartamento.


Y, aparentemente, de alguna manera se había envuelto con algunos
tipos bastante malos para terminar.
4

Él era perfecto.

Era una estatua viva, que respiraba, caminaba, hablaba y cobraba


vida.
Pero, ¿cuándo querría un hombre como él estar con una mujer que
estaba demasiado ansiosa como para caminar por el pasillo? O dejémoslo
solo en ir a una cita con él. O conocer a la familia de la que era tan cercano.
Dicho esto, parecía interesado por alguna razón.

Así que obviamente, estaba tan loco como yo.


Además de toda esta confusa situación, algo estaba sucediendo con
mis socios comerciales. Y las cosas se iban a ir directamente al infierno…

Mallick Brothers #2
1

Traducido por Ale Grigori

Corregido por Carib

F
ue un largo día de mierda.

Para ser justos, la mayoría lo eran.


No te metías en el negocio de préstamos y esperabas
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donas en la sala de conferencias y estupideces sobre el
dispensador de agua fría de algún espectáculo por el que todos estaban
obsesionados. Siempre era tenso y problemático, y deterioraban tu
perspectiva de la población en general continuamente.
Suspiré mientras levantaba el brazo para mirar mi reloj y vi un poco de
sangre en el puño de mi traje blanco. Afortunadamente, mi tintorería había
dejado de hacer preguntas hacía mucho tiempo.
Para ser exactamente honesto, no solía ser el que derramaba sangre.
Manejaba más la parte final del negocio. Hacía el maldito papeleo,
guardaba los libros y les daba a los clientes la primera visita de “nos debes,
nos pagas, o si no”. Desde allí, enviaría a Mark. Si Mark no era efectivo,
entonces Shane daría un paso adelante. Y si, después de que Shane
terminara contigo, siguieras sin encontrar el dinero para pagar las deudas,
entonces pondríamos a Eli sobre tu pobre trasero.

Pero, qué puedo decir, estaba de mal humor y el cliente se puso


bocón y las cosas se agravaron. No me gustaba tener que derramar sangre
en una primera visita. Lo evitaba a toda costa, deseando mantener las cosas
amigables siempre y cuando el cliente también lo hiciera.
Dicho esto, la falta de respeto nunca sería tolerada.

Salí del ascensor y busqué la llave de mi apartamento, mirando la


puerta al otro lado del pasillo, siendo los únicos dos apartamentos en el piso,
y viendo algo que no veía a menudo allí, pero que, cada vez que lo hacía,
me daba esa sensación de tener los pelos en el cuello erizados, vi hombres
de pie en su puerta.

Mira, la cosa es que solo supe que era una ella porque una vez vi el
cabello rubio cuando estaba recogiendo una de las docenas de paquetes
que se entregaban afuera de su puerta todas las semanas. Cómo logró que
el cartero los llevara al piso, en lugar de dejarlos en la recepción junto a los
buzones de correo en el vestíbulo, era algo que estaba más allá de mi
entendimiento, pero el maldito hombre lo hacía siempre.
Mi vecina, bueno, era algo así como recluida.

No iba a trabajar. No salía por la noche. Ni siquiera hacía recados. Y


muy rara vez tenía algún tipo de compañía.
Sin embargo, cuando la tenía, eran los chicos quienes daban la
impresión de ser malas noticias.

Era un criminal. Pasaba mi vida alrededor de otros criminales. Podía


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detectar uno cuando veía uno.

Los dos tipos con chaquetas de cuero, sus nudillos marcados con
Cicatrices y sus tensas posturas, sí, eran jodidos criminales.
Escuchando las puertas del ascensor cerrarse, sus cabezas giraron en
mi dirección, mirándome.

Me conocían.
No estaba siendo arrogante, pero el hecho era que todos los que
estaban en la zona criminal de Navesink Bank conocían a Charlie Mallick. Y
si conocías a mi padre, conocías a sus hijos. Todos nos parecíamos a él.
Además, si conocías a Charlie Mallick, conocías nuestra reputación y que
merecíamos un poco de respeto. Por eso uno de los chicos inclinó su barbilla
hacia mí.

—Mallick —dijo el otro mientras caminaba hacia mi puerta y metía la


llave.
—Dusty, mierda, ya, muévete —gruñó el que inclinó su barbilla hacia
mí a la puerta cerrada.
Me congelé a mitad de camino en mi puerta, volviéndome, con la
ceja levantada.

Soportaba mucha mierda de muchas organizaciones, pero maldita


sea, amenazar mujeres nunca funcionaría. Me importaba un carajo quiénes
eran.

—¡Ya voy, Bry! —Una voz suave y dulce gritó desde adentro mientras
algo se cerró de golpe y se escuchó un fuerte meow— ¡Tengo que alejar a
Rocky! —Añadió, seguido de un fuerte y opuesto ruido del gato y un silbido
suyo, ya que, probablemente, la rasguño para sacársela de encima.

—Estúpido jodido gato —dijo el tipo que supuse que era Bry,
sacudiendo la cabeza.
—Está bien, está bien —dijo la dulce voz de Dusty y pude escuchar
cómo se deslizaban las cerraduras antes de que finalmente se abriera y
pude ver por primera vez a la vecina que había compartido un piso
conmigo por más de un año.
Maldición, de lo que me había estado perdiendo.

Por lo general, piensas "encerrada" y piensas en alguien más viejo con


una onda loca, tal vez un cabello despeinado y ojos salvajes.
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No había nada de eso en Dusty Rose McRae cuyo nombre conocía
de esos paquetes interminables que mencioné.
No.

Dusty era una jodida belleza.


Tenía una estatura promedio para una mujer y tendía hacia esbelta,
con todas sus curvas algo minimizadas, sin embargo, ahí estaba en sus jeans
de color azul claro y una camiseta rosa claro. Su cabello rubio era largo y
ondulado alrededor de su cara ovalada con su nariz perfecta, su labio
inferior ligeramente más grande y sus enormes ojos verdes con un montón
de pestañas que, si ponía mi dinero, apostaría a que eran de ella, no falsas.
Perfecta.

Estaba tan cerca de la perfección como nunca había visto.


Les dio a los chicos en la puerta una sonrisa algo incómoda mientras
sostenía una toalla de papel en su antebrazo, con brillantes tiras de sangre
roja que ya la humedecían.
—Lo siento, no sabía que ibas a venir o ya lo habría alejado —dijo,
apartándose y los hombres entraron.

—Solo deshazte de la maldita cosa —dijo Bry, su voz más suave,


poniendo su mano en su hombro para moverla de la puerta. Y no me lo
estaba imaginando cuando todo su maldito cuerpo se puso rígido con el
toque, como si todos los nervios retrocedieran por el contacto, pero sabía
que no podía alejarse y lo soportó.

Como si sintiera mi inspección, su mirada se desvió hacia la mía, sus


labios se separaron un poco, sus ojos mostraron cada una de las molestias e
incertidumbres que yo sentía en ese segundo, dándome un impulso casi
abrumador de cargar por el pasillo, agarrar a los tipos por la solapa de sus
chaquetas, y arrojarlos por la escalera.
Pero eso era jodidamente loco.

Antes de que el pensamiento estuviera completamente formado, Bry


la había apartado del camino y cerró la puerta de su apartamento.
Me quedé allí por un largo momento, intentando convencerme de
olvidarlo, dejarlo, que no era de mi incumbencia lo que estaba pasando
detrás de su puerta. 8
Finalmente, esa voz ganó, entré a mi apartamento y cerré la puerta.
Encendí las luces, pero me negué a poner música como solía hacer.

Traté de decirme que era porque quería el silencio después de un día


largo y ruidoso. Pero esa era una mentira tan ridícula que acepté de
inmediato que la verdadera razón era que quería asegurarme que no había
riñas ni gritos ni nada desde el otro lado del pasillo.

Ya sabes, solo ser un buen vecino.


Relajé los hombros cuando me quité la chaqueta y la colgué en el
armario de la puerta principal donde guardaba la ropa para la tintorería
que mi ama de llaves o asistente, o como mierdas se llamara, la recogía y
cuidaba como solía hacer.
Mi apartamento era demasiado grande y si le creía a mi cuñada Fee,
gritaba "soltero".

¿Se caerían tus bolas o algo así si pusieras un color aquí que no fuera
marrón o negro?
Eso fue lo primero que preguntó cuando entró por primera vez.
No estaba equivocada. Definitivamente elegí una paleta oscura.
Todas las paredes en el espacio principal eran café oscuro. Directamente al
frente, la ventana que daba a la calle, era mi sala con una sala seccional
negra en forma de L, al frente quedaba un soporte de TV negro y una
pantalla plana grande. Había un lienzo colgando sobre el extremo corto del
sofá, una pieza abstracta marrón y negra titulada Aspen que había
encontrado a la venta en la pared de una cafetería en la ciudad. Encajaba
con el aspecto general de la habitación y, solo por un poco menos de
quinientos, lo cual era realmente un robo por su gran tamaño.

Justo después de la puerta a la izquierda, acomodado entre el


armario de la tintorería y la sala, había un pequeño rincón apartado que
tenía tres estantes negros y un gabinete negro inferior de licor. En la parte
superior estaba mi botella habitual de whisky escocés, aunque tenía una
gran variedad de otros licores almacenados en el interior. Mi consola estaba
en uno de los estantes junto a las fotos enmarcadas de mis tres sobrinas, Fee
me las envió con unos putos marcos rosados que hice que Anita, el ama de
llaves, reemplazara por negros.

A la derecha de la puerta estaba mi cocina con gabinetes negros y


encimeras de mármol blanco y negro.
El pasillo salía de la cocina, dando paso a dos dormitorios y el baño.
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Para gran disgusto de Fee, el baño tenía el mismo mármol blanco y negro
que la cocina y el dormitorio era muy probablemente el cuarto más negro
y más oscuro de todo el espacio.
Encontraba los colores claros agresivos a la vista.

Y después de un largo día en el tipo de trabajo que hacía, necesitaba


un lugar para ir a casa y relajarme. Incluso si gritaba “soltero”.
El olor a bistec me llegó cuando entré en la cocina.

Ahora, mi mamá me enseñó a cocinar. De hecho, nos enseñó a todos


a cocinar.
No voy a tener a ningún hijo mío pidiéndole a una mujer que cocine
todo el jodido tiempo. Van a aprender a cuidar de ustedes mismos, maldita
sea.
Esa era Helen Mallick para ti. No importaba que ella hiciera la mayor
parte de cocinar para nosotros cuando crecíamos. Afirmó que ese no era el
punto. El punto era que nunca deberíamos esperar que se hiciera por
nosotros simplemente porque éramos los hombres y ellas las mujeres.
Dicho esto, casi nunca cocino. Parecía un esfuerzo tedioso e inútil de
hacer por mí mismo. Especialmente cuando Anita estaba feliz de hacerlo
por mí. Así que casi siempre llegaba a casa y tenía una comida preparada
y lista en un horno caliente. Todos los días excepto los sábados y domingos
cuando ella estaba de descanso.
Abrí mi horno y encontré un trozo de carne, papas asadas y una pila
de guisantes casi repugnantes. A Anita, que era madre de cuatro hijos
adultos, parecía gustarle atarme con el resto de ellos e insistía en que
necesitaba comer mis verduras. Algo que hacía porque mi propia madre
me crio con la misma idea.
Puse la comida en el mostrador y me serví un whisky, me senté en la
isla y comí, fingiendo que no escuchaba los ruidos en el pasillo como un
maldito acosador.
Pero lo hacía.

Y mi estómago no se aflojó hasta que escuché que la puerta se abrió,


voces informales y amortiguadas, pasos, el chasquido de la puerta y el
deslizamiento de las cerraduras del apartamento de Dusty.

Entonces tal vez pasé demasiado tiempo preguntándome en qué


diablos se había involucrado con esos tipos. Ser una chica recluida no le
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dejaba muchas formas de trabajo, a menos que escribiera, publicara una
página en línea, hiciera ventas telefónicas o fuera una artista o algo similar.
Así que lo más probable es que su participación con esos tipos fuera su
fuente de ingresos.

Y, bueno, no había un infierno entero de posibilidades que pudiera


hacer.
Guardar dinero.

Guardar drogas.
O prostituirse.

A juzgar por la forma en que se puso rígida cuando el chico Bry la


tocó, dudaba que fuera lo último.

Lo que solo dejaba las otras dos desagradables opciones. Ambas de


las cuales venían con un nivel de peligro, para una mujer que vivía sola sin
un maldito sistema de seguridad o incluso un perro guardián para
protegerla. Y si no tenía un sistema de seguridad o un perro guardián,
dudaba que tuviera un arma.
Riesgo estúpido.

Pero no es asunto tuyo, me recordé mientras raspaba el resto de mi


plato en la basura, ponía los platos en el fregadero y me dirigía hacia mi
habitación para cambiarme.

Y no lo hice (léase: absolutamente lo hice), me aseguré de llegar a


casa a la misma hora exacta del jueves siguiente y el siguiente y el siguiente,
para asegurarme de que Bry y su contraparte no causaran ningún problema
con mi hermosa vecina agorafóbica.
Dos de esas veces, los atrapé en el camino de entrada. La última vez,
los atrapé de salida, echando un pequeño vistazo a Dusty mientras cerraba
la puerta, notando que parecía mucho menos tensa al verlos irse que al
verlos llegar.
Podía sentirla observándome mientras me movía para poner mi llave
en mi cerradura y cuando me movía para entrar, el impulso de volver a ella
era casi abrumador.
Así que lo hice.

—Hola —dije, con la cabeza inclinada hacia un lado un poco para


encontrarla mirándome todavía, su labio inferior atrapado en sus dientes por
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un segundo hasta que me escuchó.

Luego saltó hacia atrás como si no hubiera esperado que fuera capaz
de hablar.
—Ah, hola —dijo, deslizándose hacia atrás en su piso de madera en
sus tontos calcetines con estampado de gatito, y golpeando la puerta.

Por qué esa mierda me hizo sonreír como un niño en la mañana de


Navidad, sí, no estaba analizando eso. Pero fue exactamente lo que
sucedió.
2

Traducido por Lyla

Corregido por Carib

L
o miraba.

Está bien, eso en realidad sonaba espeluznante.


Nunca lo miraba vigilándolo.
12
Bien.
A veces lo hacía.

No era un tipo de acosadora loca o algo así. Pero cuando vivías en


una jaula, aterrorizada de salir de ella, tendías a ver a todos los demás
moverse, viviendo la vida que desearías poder vivir también. No era como si
fuera al único que veía.

También veía a la señora que vivía dos pisos más abajo. Era una
bonita, joven, soltera, madre de una hija pelirroja con rostro pecoso que
siempre estaba sonriéndole. La ventana de mi apartamento daba a una
zona del estacionamiento en la parte de atrás y a la pequeña área común
del edificio de apartamentos que tenía dos mesas de picnic que se
pintaban el tres de abril de cada año, un juego de columpios y un pequeño
espacio de gimnasio para juegos.
Así que solía observar cómo la mamá salía de su auto, cansada de un
largo turno en algún lugar que requería que usara un uniforme de color lila
púrpura y zapatos blancos antideslizantes, su cabello rojo cayendo de su
alto y desordenado moño, luciendo tan exhausta como podía. Pero luego
sacaba a su hija del asiento trasero y saltaba arriba y abajo, parecía rogar
ir al área de juegos, su madre estaría de acuerdo, escaparía a jugar y la
mamá la seguiría. Cada minuto que vigilaba o perseguía a su pequeña niña,
parecía quitarle horas de estrés.
Mira, la observaba porque tenía algo que yo quería y no podía tener.
Tenía una niña pequeña que la amaba, que creía que colgaba la luna y las
estrellas, que podía quitarle todas sus preocupaciones con una simple risa o
una sonrisa.
Y lo observaba porque era otra cosa que quería y no podía tener.

Un hombre.
Amor.

Afecto.
Compañerismo.

Sexo.
Una relación.

Por supuesto, también estaba el hecho de que él era simplemente


inmensamente observable: era el ser vivo, respirante, caminante y parlante
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equivalente a alguna estatua que cobraba vida.
Era hermoso

Guapo.
Perfecto, de verdad.

Tenía rasgos fuertes y masculinos con su mandíbula cincelada, arcos


de cejas severas y su nariz fuerte, pero no demasiado grande. Su cabello era
negro y cortado perfectamente cada vez que lo veía, como si nunca faltara
a una cita. Su rostro estaba bien afeitado la mayor parte del tiempo, aunque
ocasionalmente lo atrapaba un poco desaliñado, una apariencia que
encontraba particularmente atractiva en su rostro serio.
Entonces, oh sí, estaban los ojos. Tenía esos ojos azules increíblemente
bellos, penetrantes e increíblemente hermosos.

Y siempre tenía un traje puesto.


Bueno, no siempre.
Tres mañanas a la semana, salía temprano en la mañana, tan
temprano que el sol todavía no salía, con pantalones cortos de baloncesto
negros y una camiseta ajustada, su iPod en un soporte en su bíceps y
regresaba todo sudado de su carrera. Y los miércoles, regresaba a casa por
la noche con ropa de gimnasio.
Pero literalmente, en cualquier otro momento en que lo había visto,
llevaba en un traje. Y los llenaba muy bien. Así lo veía ir y venir.

Tenía un buen auto. Un auto realmente agradable para combinar con


sus trajes y sus relojes realmente bonitos que aún usaba para controlar la
hora en lugar de su celular; era un pequeño rasgo pasado de moda que
encontraba inmensamente atractivo por alguna razón. El auto era nuevo,
elegante y negro, y aunque no podía escucharlo porque las ventanas de mi
sala de estar no se abrían, sabía que no rugía, ronroneaba.
Hablando de ronronear, Rocky acababa de saltar sobre mi mesa de
correo blanca justo junto a la puerta, derribando un montón de facturas
cuidadosamente organizadas en el proceso, y frotando su cabeza en mi
brazo.
—Hola, señor Rochester —dije, exhalando tan fuerte que juraría que
fue un suspiro cuando alargué la mano para acariciar su pequeña cara de
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color naranja. Como un gato persa, siempre parecía gruñón. Iba con su
carácter y su nombre que, de hecho, estaba perpetuamente de mal humor.
—¿Tienes hambre? —pregunté, tomando su cabezazo como un sí
mientras me apartaba de mi puerta.

El día anterior, me había dicho “hola”.


Y casi me dio un derrame cerebral.

Mira, no era un fenómeno. Hasta aproximadamente dos años antes,


era una persona bastante normal que tenía interacciones normales con las
personas, hombres incluidos. Incluso salía y tenía relaciones. Por supuesto,
siempre fui un poco ansiosa y era un poco tímida en situaciones sociales y
especialmente en presencia del sexo opuesto, pero me relacionaba con
ellos todos los días.
Pero desde hace dos años, los únicos hombres con los que hablaba
eran mi tío, Bry y su compañero Carl. Eso era todo.

Así que mi reacción fue, bueno, solo sorpresa, supongo.


Me habló, con esa voz perfecta, profunda, suave y provocadora de
escalofríos.

Y me había comportado como una completa tonta.


Porque era solo parte del curso en mi vida.

No debería haber importado. No era como si alguna vez volviera a


suceder. Se había mudado un año atrás y esa fue la primera vez que intentó
conversar. Las posibilidades de que volviera a hacerlo, especialmente
después de una exhibición tan idiota, eran escasas o nulas.

Pero aun así importaba.


Era otra cosa más para sentirme una mierda conmigo misma. Era
buena en eso. El pensamiento excesivo, el análisis excesivo, el exceso de
todo.
Esa era mi especialidad.

Bueno, eso y aprender a hacer, literalmente, todo lo que necesitaba


hacer desde la comodidad de mi prisión. Quiero decir, apartamento.
Apartamento.
También era un apartamento bonito. Había pasado mucho tiempo
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intentando conseguir el nivel de comodidad perfecto para mí. Eso
significaba que generalmente era muy brillante y aireado. Las paredes eran
de un color verde salvia muy claro y no tenía nada en las ventanas, excepto
las cortinas blancas, por lo que la luz del sol podía entrar desde todas partes.
Toda la madera en el espacio era blanca, desde los gabinetes de la cocina
hasta la mesa de café y el soporte de televisor. Mi sofá era un estilo de
trabajo de parches, todos los patrones diferentes, pero todos los colores un
poco apagados, nada chillón, nada abrumador.
Solía gustarme atrevido.

Mi antiguo apartamento había sido un desajuste de diferentes colores


y estilos y obras de arte y locura. Puertas moldeadas aquí, paredes rojas
brillantes allá, arte enorme de lona por todas partes. Nada combinado, pero
de alguna manera siempre funcionó. Mis ropas siempre estaban esparcidas
y mis platos inacabados perpetuamente.

Era un caos.
Hace un tiempo, había sacado provecho de ello. Ahora, nada me
asusta más.
Así que mi casa estaba casi ordenada por el TOC. Todo tenía un lugar
y estaba en él. Mis platos eran lavados tan pronto como terminaba una
comida. Todo funcionaba junto con el estilo. Mi ropa estaba en el armario o
en el cesto o el combo de lavadora / secadora que había instalado en el
guardarropa después de rogar y suplicar, por correo electrónico, que el
casero me permitiera hacerlo.
Metí la mano en el gabinete y agarré una lata de comida de Rocky,
la puse en el tazón, enjuagué la lata y la puse en mi reciclaje antes de
moverme hacia el pasillo que llevaba a mi habitación.
Las paredes eran un poco más claras de salvia y mi ropa de cama era
toda blanca. Las mesitas de noche a ambos lados de la cama y las
lámparas también eran blancas.
Orden.

Siempre.
Entré en mi armario y tomé una bata y luego entré en el baño que era
completamente blanco cuando me mudé. La única diferencia desde
entonces hasta ahora era el hecho de que tenía instalada una bañera muy
grande, muy moderna y muy elegante. La había guardado durante seis
meses antes de mimarme.
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Tampoco fue un desperdicio.

Muchas personas nunca usaban sus tinas.


Siendo la nerviosa que era constantemente, tendía a tomar baños
relajantes casi a diario. A veces dos veces al día.

Estiré el brazo para detener el desagüe y puse el agua en caliente,


dejé caer dos sales de baño y me hundí cuando estuvo casi lleno.
Me recuesto respirando profundamente, poniendo una mano en mi
vientre para asegurarme de que se infla y desinfla con cada respiración; mi
terapeuta siempre me decía que la razón por la que estaba tan ansiosa
todo el tiempo era porque no respiraba correctamente y que la técnica de
la mano en el vientre aseguraría que respiraba profundamente.

Eso ayudaba.
Pero no era una cura mágica. Nada lo era.

Ni siquiera el medicamento que seguía recetándome que había


dejado de tomar o surtir hace meses.
No me ayudaban y me cansaban todo el tiempo.

La ansiedad y la agorafobia eran suficientemente malas. Dormir todo


el tiempo había empezado a deprimirme. Y, bueno, eso era lo último que
necesitaba, además de todo lo demás.

Pero la respiración del vientre, sí, no solucionaba nada. Mi garganta


no se sentía como si estuviera en un fuerte agarre, pero mi corazón todavía
se sentía como si estuviera latiendo con fuerza y mi pecho era demasiado
pesado y mi mente corría de aquí para allá y en todas partes.
Comenzó, como solía hacer, con Bry y Carl y sus visitas semanales.
Pasaba los otros seis días de la semana preparándolos. Conocía a Bry desde
hacía mucho tiempo; de hecho, había ido a la escuela con él y había sido
mi único amigo constante durante mi infancia, mi adolescencia y mi edad
adulta. Había cambiado un poco con los años. Se volvió más huraño; era
un poco más duro. Pero aún era el niño que solía dibujar monstruos conmigo
en el almuerzo o las listas de Navidad perfectas para Papá Noel durante las
vacaciones de invierno.
Pero Bry se había convertido en un hombre que hacía cosas menos
que legales.

Bry era también la única razón por la que podía quedarme en mi


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apartamento y cuidarme razonablemente bien. Si no fuera por él, no lo
sabría. Probablemente hubiera sido una patética encerrada, pero
probablemente en el sótano de mi tío, sintiéndome como una completa
carga y odiándome cada día más por ello.

Si había algo peor que no poder vivir mi propia vida, era arrastrar a
alguien más a mi pequeño mundo conmigo.
Y el tío Danny, sí, felizmente haría eso por mí.

Pero no podía dejar que sucediera.


Hizo lo suficiente por mí.

Demonios, me crio una gran parte de mi vida.


Le debía más que carga y preocupación.

Por ello, tal vez le decía algunas mentiras. Sabía que no podía salir de
mi apartamento y que me proveía. Lo que no sabía era que Bry estaba en
el plan. Pensaba que ganaba dinero con mi escritura.

Lo hacía.
Pero no lo suficiente como para mantenerme a flote. Ni siquiera si me
mudara a un apartamento más desaliñado.

A veces necesitabas mentir a las personas que amabas para


protegerlos.

O, al menos, eso era lo que estaba eligiendo creer.


Me gustaría decir que progresaba en la terapia que hacía por
videollamada tres veces a la semana. Pero eso sería una mentira. Porque
cualquiera sabía que nadie había sido curado de la ansiedad y la
agorafobia. Había picos y valles. Había tiempos buenos y malos, pero
siempre era parte de ti. Y no había mucho que mi terapeuta pudiera hacer
cuando los medicamentos no ayudaban y no podía forzarme a hacer la
única otra cosa para superar mis problemas: la terapia de exposición.
Lo intentaba.

Cada mañana me levantaba, me vestía, zapatos y todo, e iba a la


puerta de mi casa y trataba de salir.

Algunos días incluso me metí en el pasillo.


Pero la mayoría de los días, me quedaba completamente paralizada
por la ansiedad que se arremolinaba, la sensación alrededor de la
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garganta, el mareo, la sensación de malestar en el estómago, el latir de mi
corazón en mi pecho, los escalofríos y la piel de gallina cuando comenzaba
a sudar, la sensación de temblor se apoderaba de todo mi cuerpo hasta
que se hacía tan fuerte que temblaba, de pie, con la mano en el pomo de
mi puerta, como si estuviera sufriendo un ataque.
Era estúpido.

Irracional.
Estaba basado en una realidad falsa.

Pero era real.


Era real y era repugnante, daba miedo y resultaba demasiado difícil
de superar. No importa cuánto lo intentara.
Y luego, cada mañana, me quitaba los zapatos, me quitaba la ropa
y me metía en un baño caliente, me limpiaba las inútiles lágrimas e
intentaba convencerme de que al día siguiente sería diferente.

Aunque al día siguiente nunca era diferente.


Tenía que creer que podría serlo.

Sin esperanza, bueno, no había nada.


Tenía que creer que algún día, un día, volvería a salir. Que tomaría
café en una cafetería sin sentir que necesitaba correr gritando. Tendría una
cita sin miedo de que cada palabra que dijera me hiciera sonar como un
fenómeno neurótico. Me gustaría ver a viejos amigos que me habían
abandonado. Iría a ver a mi tío en vacaciones. Conseguiría un trabajo
normal y legal y volvería a vivir.
Porque lo que había estado haciendo durante dos años, sí, no era vivir.
Estaba sobreviviendo. Pasaba por ello. Era una triste y patética imitación de
la vida.
Y estaba llegando al final de mi cuerda al respecto.

Aunque la frustración por mi propia ineptitud solo empeoraba las


cosas, lamentablemente.
Rocky saltó sobre la tapa del inodoro cerrado, dejando escapar un
fuerte maullido y bailando en un círculo por un segundo antes de sentarse.
—Lo sé. En realidad hicimos un desastre de esa introducción, ¿eh? —
pregunté, enganchando un pétalo de flor flotando en el agua y frotando la
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suavidad entre mis dedos. Rocky dejó escapar un estornudo mientras
levantaba su pata para limpiarse—. Está bien. —Suspiré—. Me equivoqué.
Fuiste encantador como siempre… y estoy hablando con mi gato de nuevo
—resoplé, golpeando el desagüe con mi pie y parándome para alcanzar la
toalla.
Me sequé, envolví la toalla alrededor de mi cuerpo y caminé hacia mi
espejo, mirándome a los ojos y respirando profundamente.
—La próxima vez que lo vea, no voy a hacer el ridículo —juré.

En ese momento, no tenía idea de qué épicamente tonta me


comportaría el próximo fin de semana.
3

Traducido por Myr62 y Ale Grigori

Corregido por Carib

—T
ierra a Ryan —dijo Mark, acercándose a mi oído,
haciéndome sacudir la cabeza y empujar hacia atrás
mi silla, notando que me había quedado dormido en
medio de una maldita reunión.
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Eso no era propio de mí para nada.

—Lo siento —le dije, sacudiendo la cabeza a mí hermano que, a juzgar


por la sonrisa y el brillo en sus malditos ojos, disfrutaba que estuviera fuera de
juego—. ¿Qué dijiste?

—No fue importante —dijo, encogiéndose de hombros—.


Presupuestos en el refugio de mujeres. Todo está en el papeleo. Lo que es
importante es el hecho de que acabas de jodidamente soñar despierto en
medio de una reunión de trabajo. Soñar despierto. Estoy bastante seguro
que ni siquiera sueñas cuando duermes. Hombre —agregó, sentándose en
su silla, con los brazos detrás de su cuello—. Entonces, ¿cuál es su nombre?

—¿Qué? —espeté, demasiado rápido, demasiado a la defensiva. Me


conocía lo suficientemente bien como para llamar eso lo que era: una
táctica dilatoria. Por lo que no continué y lo aclaré antes de que él pudiera
indagar más—. No es lo que estás pensando, Mark. Mi vecina se ha
involucrado con algunos malvivientes. Me ha estado molestando.

Era una verdad a medias y probablemente le pareció honesto. Tal vez


si estuviera hablando con Eli nunca me saldría con la mía. Pero Mark, Shane
y Hunt usualmente me aceptaban tal cual era. No era fácil llegar a
“conocerme” y generalmente solo creían lo que les decía y lo que les daba.

—Así que, esta vecina —dijo, ladeando ligeramente la cabeza—. ¿Es


de la variedad mayor y hogareña o de la variedad joven y caliente?

—Es una ermitaña, Mark —contesté y resoplé—. No la llevarás a la


ciudad pronto.
O incluso si yo tuviera algo que decir al respecto.

Lo cual no debería, pero aparentemente lo hacía.


—De hecho no necesito sacarla para divertirme, ¿cierto? —preguntó,
sonriendo más amplio—. Eso nada más también respondió a mi pregunta. Es
sexy.

—Aléjate de ella —gruñí antes de que pudiera detenerme.


Estaba jodidamente perdiendo la cabeza por nada.

—Oh, mierda —dijo, sentándose hacia delante de nuevo, riéndose un


poco—. Tienes una cosa por tu vecina. También ya era el maldito momento.
Has estado en un período seco por…

—Lo hago bien, gracias —dije, sacudiendo la cabeza.


21
Mientras Mark y Shane, antes de encontrar a Lea, eran de la variedad
mujeriego, en mi caso siempre había estado demasiado ocupado para
poner tanto énfasis en ir de cama en cama. Obtenía mi parte justa, pero no
era una chica diferente todas las noches o todos los fines de semana.
—Bien no es genial, hermano. Genial es genial. Follar a tu vecina
caliente hasta que despiertes a todo el edificio es genial.

—¿Podemos volver al presupuesto y dejar mi vida personal en paz?


—No, no creo que podamos hacer eso —dijo la voz de Shane desde
un costado y me giré para encontrarlo parado en la puerta de la oficina, su
enorme cuerpo casi ocupando todo el espacio—. ¿Qué vida personal?
¿Desde cuándo demonios tienes algo que se parezca a una vida personal?
Así que yo era un adicto al trabajo.

Eso no era un secreto.


Había muchas cosas entrando al negocio familiar. La usura era solo
una parte del negocio familiar. También estaba el bar y una docena de
otros negocios que poseíamos entre todos. Y nuestro dinero sucio se lavaba
a través de esos negocios legítimos, por lo que tenía que llevar los libros de
todo, aunque técnicamente no tenía participación en el gimnasio de
Shane, ni en la empresa de jardinería ni en la tienda de licores ni en ninguna
de las otras cosas que poseían mis hermanos.
Además de ese tipo de libros, estaban los negocios que tenía, de
hecho, propios. Y tenía que contratar y hacer pedidos y hacer mejoras y
resolver las disputas. Además de todo eso, tomé el refugio de mujeres. Se
habían quedado sin dinero e iban a perder su lugar y, como desde el
principio mi familia estaba tan involucrada con él, decidimos intervenir.
Resulta que fui el único con suficiente dinero disponible para hacerse cargo.
Y vino con sus propios dolores de cabeza, aunque obligaba a Mark a hacer
un montón de trabajo en el lugar para evitarme algún problema.

Estaba jodidamente ocupado.


Desde el momento en que me despertaba hasta aproximadamente
una hora antes de dormirme, estaba abrumado.
Tenían razón; casi no tenía vida personal.

Y tal vez tenían razón. Tal vez me estaba superando. Quizás


necesitaba salir, acostarme con alguien, relajarme. Eso explicaría por qué
22
me distraje durante una maldita reunión de negocios.
—Ry está loco por su vecina confinada —suministró Mark,
haciéndome recoger un bolígrafo para arrojárselo.
Los hermanos eran tan invasivos como las hermanas, sin importar lo
que dijeran. O tal vez eso fuera cierto solo en familias tan cercanas como la
nuestra.

—Confinada en casa, ¿eh? —preguntó Shane, con una sonrisa


diabólica—. Eso como que funciona, ¿no es así? No rastreable. No hay que
llevarla a una cena elegante. Solo apareces y la follas.

—No estoy durmiendo con mi vecina —dije de inmediato. Incluso si lo


hubiera pensado. A menudo. Generalmente en la ducha. Como una
especie de maldito adolescente cachondo.
—Pero él quiere. Y ella al parecer tiene algún tipo de drama con
algunos hijos de puta —agregó Mark.
No había tal cosa como la privacidad en la familia Mallick. Si Mark lo
sabía, Shane también. Luego, desde allí, Lea, Fee, Hunter, Eli y nuestros
padres.
Mi maldito celular estaría sonando y sonando toda la noche.

Genial.
—¿Vas a ser un caballero en brillante armadura? —me preguntó
Shane, apoyándose contra la pared, cruzándose de brazos—. No es un mal
movimiento. Quiero decir, no es el atajo más corto al coño. Pero con el
tiempo funcionará.

—Jesucristo. —Suspiré, pasándome una mano por el rostro, mis palmas


enganchándose en mi piel, de alguna forma debí haber olvidado
afeitarme—. Suficiente. No estoy durmiendo con ella. No pienso acostarme
con ella. Esta conversación ha terminado.

—Ajá —dijo Mark, asintiendo, con una sonrisa satisfecha en su lugar—


. Claro, hombre. Así que Shane —dijo mientras me volvía a sentar, sabiendo
lo que iba a seguir—. Tengo mi dinero en… una semana —ofreció,
apostando por todo como siempre se nos ha conocido.

Shane me miró.
23
—No, hombre. Es prácticamente un monje y ella una ermitaña. Digo
tres.
—Hunt hará lo inteligente y tomará la apuesta en el medio —reflexionó
Mark—. Y Fee probablemente…

—Está bien, tengo mejores lugares para estar —les dije, poniéndome
de pie, abrochándome la chaqueta—. Literalmente me gustaría estar
jodiendo en cualquier lugar, excepto aquí —agregué, tomando mi celular y
dirigiéndome hacia la puerta—. Cierra cuando te vayas —terminé, cerrando
la puerta detrás de mí.

Estaba de puto mal humor.


No podía estar enojado con ellos. Si hubiera estado en su lugar,
hubiera sido el primero en apostar dinero. Pero ser por el que la gente
apostaba, sí, no era tan divertido.
La única manera de hacerlo mejor era demostrar que estaban
equivocados. No iba a dormir con Dusty.
De hecho, desde que la saludé y torpe y adorablemente murmuró su
saludo y desapareció, sí, ni siquiera la había visto.

Probablemente no lo volvería a hacer durante meses y para entonces,


la apuesta habría terminado.

Excepto que en algún momento más tarde esa noche, después de


asentir cuatro veces en medio de un correo electrónico del trabajo que
estaba escribiendo en mi celular a las dos de la mañana, finalmente decidí
apagarlo y lidiar con eso después de un poco de sueño, me sobresalté
despertando por un insistente y penetrante sonido de alarma.

Me levanté bruscamente de la cama, con el corazón golpeando


mientras alcanzaba mi celular, y noté de inmediato que no era mi alarma
personal ni nada en mi apartamento, sino que venía del pasillo. Deslicé mis
pies en un par de mocasines, me puse una sudadera y me dirigí hacia la
puerta, moviéndome hacia el pasillo para ver que la alarma de carbono
destellaba una luz roja de advertencia.

Monóxido de carbono.
Jodido gran final para un día de mierda.

Entré para tomar mi llave y cerré la puerta, moviéndome para dar la


24
vuelta, me congelé.

Porque allí, de pie en su entrada con una jaula para gatos en una
mano, rasguños en sus manos y completamente congelada en el lugar,
estaba Dusty. La mano que no sostenía la jaula estaba alrededor de su
garganta, como si estuviera intentando aliviar la presión allí. Sus ojos verdes
lucían enormes y jodidamente… aterrorizados.

Una confinada que ni siquiera podía salir de su apartamento ante una


emergencia.
—Cariño, tenemos que irnos —la insté, guardando mis llaves en el
bolsillo mientras caminaba a la mitad del pasillo.

—Yo, ah —comenzó, sacudiendo la cabeza, estirando su cabeza


hacia la alarma que estaba parpadeando el número veinte donde siempre
era cero—. Yo, um, no puedo. Solo… ¿puedes llevar a Rocky contigo? —me
preguntó, empujando el portador de palizas hacia el pasillo.

Sin pensarlo, lo alcancé.


Fue instintivo.
Si una mujer hermosa te ruega que tomes algo, tú solo lo tomas.

Dicho esto, supe que ella no planeaba irse. Estaba en sus ojos llenos
de terror, su respiración superficial y su cuerpo tembloroso. Quería que
salvara a su gato y la dejara allí para que posiblemente muriera.

Sí, esa mierda no iba a suceder, eso era seguro.


Bajé la jaula y, antes de que pudiera adivinar mi intención y
reaccionar, cargué por el pasillo, agachándome y lanzando su cuerpo
sobre mi hombro. Mi brazo se apretó con fuerza alrededor de ella mientras
se congelaba por un breve segundo y luego comenzó a luchar, rogándome
que la soltara y la dejara allí, su voz se volvía más frenética a cada segundo
y cuando agarré la jaula en mi mano libre y corrí a toda velocidad hacia las
escaleras se pudo escuchar el desgarro en su voz mientras lloraba.
Mi corazón sentía una clara sensación de hundimiento mientras
volaba por las escaleras, entendiendo que ella estaba sufriendo un jodido
colapso, pero con el conocimiento de que tampoco había modo de
haberla dejado atrás.
Golpeé la puerta de salida de emergencia y salí, el aire de diciembre
me asaltó de cabeza a pies, a pesar de tener mangas largas y pantalones. 25
Y fue entonces cuando vi a la multitud de personas reunidas al frente
del edificio, agrupados en pequeños grupos para protegerse del frío.

Como si escuchara o simplemente sintiera al grupo también, Dusty


comenzó a luchar nuevamente, haciendo que me alejara de la parte
delantera del edificio y me dirigiera hacia la parte de atrás donde estaba el
estacionamiento, encontré mi auto y puse la jaula para gatos sobre el
maletero mientras desbloqueaba el vehículo y luego fui al lado del pasajero
y abrí la puerta, tirando de Dusty y depositándola en el asiento delantero.

Me incliné dentro, estirándome sobre ella para meter la llave y


aumentar el calor antes de ir a buscar al gato y meter su jaula en la parte
de atrás.

Di la vuelta nuevamente, agachándome junto a su puerta aún


abierta, como si no pudiera concentrarse en nada más allá del pánico para
hacer algo tan básico como alcanzarla y cerrarla.

—Respira, cariño —le exigí porque en todo el tiempo que me tomó ir


hacia el costado del auto y agacharme, su pecho no había subido en
absoluto.
Sus ojos se volvieron hacia mí, sus labios se separaron ligeramente,
mientras su mano se acercaba a su vientre y respiró lenta y profundamente.
Luego otra vez.
—Voy a ir a ver si el conserje o el departamento de bomberos tiene
algo que decir. Solo siéntate, respira y ya vuelvo, ¿de acuerdo?

Su cabeza asintió con fuerza mientras me movía para pararme.


—Está bien —agregó, le di una pequeña sonrisa y cerré la puerta.

Caminé de vuelta al edificio, inclinándome para protegerme del frío,


preguntándome cómo diablos se las arreglaba para levantarse de la cama
por la mañana, cuando todo el mundo la llenaba de miedo y colocaba esa
profunda mirada de absoluto terror en su rostro que la hacía olvidar de
cómo respirar.

No me ponía ansioso. No era parte de mi vida. Las cosas estaban


demasiado locas, demasiado agitadas de un momento a momento. Me
criaron con constantes amenazas, estrés e incertidumbre. Me enseñó a
tomar todo como un grano de sal, a nunca dejar que nada me superara,
tanto literal como figurativamente, con los golpes.

Así que no podía relacionarme con lo que fuera que había estado
26
sintiendo, pero una mirada en sus ojos me dijo que era una terrible manera
de tener que vivir.

—Ryan —dijo el conserje, golpeándome suavemente en la espalda


cuando los bomberos comenzaron entrar—. Perdón por las molestias. Sé que
eres un hombre ocupado.
Era un hombre ocupado que empleaba a su esposa, a dos de sus
hijas, y a uno de sus hijos.
Me besaba el trasero.

—No es algo sobre lo que tuvieras el control, Andrew —dije


encogiéndome de hombros.
—No te preocupes —continuó, mirando hacia el edificio—. También
les dije a los bomberos sobre tu vecina. Le conseguirán una máscara y la
sacarán.
—La saqué —dije, notando que su cabeza se movía en mi dirección,
sus cejas uniéndose.

—¿La sacaste?
—No iba a dejarla allí para que muriera de envenenamiento por
monóxido de carbono, Andrew. —Resoplé.

—Bueno, no, no. Por supuesto que no. Me sorprende que te haya
dejado, eso es todo. Tuve que entrar a reemplazar su estufa una vez; la chica
estuvo de espaldas en un rincón con la mano en la garganta todo el tiempo.
Qué pesar. Es una jovencita muy bonita. Me recuerda a mi Mandy.

Su Mandy era una niña mimada, con un título, una actitud terrible y
voz aguda. Afortunadamente para él y para ella, era buena con los números
o de lo contrario habría estado en la calle hace mucho tiempo porque
simplemente no podía soportarla.

No era en absoluto como Dusty.


Estaba casi ofendido de que incluso lo sugiriera.

Pero eso era una locura.


Nos quedamos allí por veinte minutos, cada momento que pasaba
me hacía preguntarme qué estaba haciendo en mi auto, si todavía estaba
asustada, si me estaba odiando por haberla sacado de su zona de confort.
Finalmente, los bomberos volvieron a salir e informaron a Andrew y al
resto de nosotros que el idiota marihuanero de veinte años de edad del 2A
27
dejó su estufa encendida con la llama apagada, que habían abierto todas
las ventanas en los pasillos y que debería ser seguro regresar en
aproximadamente una hora.
Andrew se dirigió hacia el 2A para confrontarlo y finalmente pude
rodear el edificio e ir a mi auto. Fui al lado del conductor y abrí la puerta,
haciendo que Dusty se levantara bruscamente de donde estaba sentada
en su asiento, con la mano todavía en el vientre, pero el cuerpo mucho
menos tenso de lo que había estado cuando la dejé.
Me deslicé en el asiento y me tomé un segundo para dejar que la
descarga de calor me descongelara antes de girarme hacia ella.

—El 2A dejó la estufa encendida —le informé, girándome ligeramente


para encontrarla mirándome atentamente.

—El marihuanero —dijo ella, sonriendo levemente.


—El mismo —concordé, asintiendo—. ¿Estás bien? —le pregunté
cuando un silencio cayó entre nosotros.
—Mejor de lo que pensé que estaría —admitió con una honestidad
que me sorprendió—. Aunque creo que Rocky se va a vengar de esto.

—Parece que ya lo hizo —comenté, extendiendo mi mano, a pesar


de que sabía —dada su interacción con la basura de Bry— que al parecer
no le gustaba que la tocaran, pasé mi dedo por el costado de su mano
donde los furiosos rasguños rojos tenían sangre coagulada en la superficie.

Si hubiera estado un poco menos concentrado, hubiera sido un poco


menos observador, podría haberme perdido la forma en que el aire salió de
entre sus labios, la forma en que sus dedos se retorcieron, pero no se apartó.

Podría haberme perdido eso. Pero no lo hice.


Así que no era que no le gustara ser tocada; simplemente no le
gustaba ser tocada por tipos como Bry.

—Esto —dijo, su voz un poco ligera—. Esto no es nada. En realidad odia


su jaula. O, um, que se le diga qué hacer en absoluto. Ya sabes, ser un señor
de los gatos y todo eso.

Encontré mis labios curvándose ante eso, inesperadamente


encantado cuando alcanzando la guantera, la abrí, sacando lo que era un
bonito kit de primeros auxilios de servicio completo. Llámalo una ventaja del
28
trabajo en el que me encontraba a menudo, nunca me faltaba antiséptico,
triple antibiótico, cierres de mariposa, o pegamento para costuras
improvisadas.

Quité la tapa de la botellita.


—Esto va a arder —le advertí.
4

Traducido por Flopy Durmiente y Brendy Eris

Corregido por Vickyra

S
u mano se deslizó debajo de la mía, sosteniendo mis dedos
mientras posicionaba la pequeña botella de peróxido sobre mi

tres años.
mano. Era lo más cercano a sostener la mano de un hombre en
29
Tres años.

Así que esa advertencia sobre que iba a arder, sí, eso fue en vano.
Porque no sentí nada excepto la manera en que sus dedos envolvían los
míos; cómo la palma de su mano era callosa siendo completamente
opuesto a su habitual impecable apariencia usando trajes. Sus nudillos y la
parte superior de su mano estaban marcadas con demasiadas cicatrices
para contar, la manera en que se entrelazaban en diferentes etapas de rojo,
rosado, y blanco hacían imposible siquiera intentarlo.
No eran las manos de un hombre de traje. Al menos no de la manera
en que entendía a hombres en traje. Los hombres que tenían manos con
cicatrices como las suyas se suponía que eran trabajadores de construcción
o mecánicos o, no lo sé, luchadores de jaulas.
No un hombre de negocios.

Entonces quizás no era un empresario después de todo.


Y eso, bueno, destruía la pequeña historia de origen que había creado
para él después de tanto tiempo viéndolo, yendo y viniendo.
En cierto modo, estaba feliz por la nueva historia.

Quizás porque estaba experimentándolo en persona, no


conjeturando tonterías en mi cabeza, una mente hiperactiva atrapada en
un cuerpo inmóvil.

Si me hubieras dicho hace una hora que me iba a encontrar sobre el


hombro de un hombre con el que había tenido más que unas pocas
fantasías sexuales durante el último año, su fuerte brazo sobre la parte
posterior de mis muslos para mantenerme quieta, siendo sacada de mi
edificio cargada como un héroe de una novela de época romántica, ya
sabes cuándo chicos hacían tonterías heroicas como esas, y luego
depositada en su auto y atendida como si mis pequeños rasguños fueran de
muchísima importancia, bueno, me hubiera reído.
Pero así era como me encontraba.

No iba a mentir.
En el momento, cuando encontré mi opción siendo apartada de mí,
cuando fui forzada a salir de un lugar del que no había salido en años, no
había parecido heroico o dulce o romántico.

En ese momento, había estado tan desesperada por encerrarme


30
nuevamente en mi pequeña prisión que había golpeado su espalda con mis
puños; había intentado patearlo con mis rodillas; había gritado y rogado y,
Dios, llorado.

Porque mi corazón había tomado residencia en mi garganta, latiendo


más fuerte de lo que jamás lo había hecho, haciendo que me quedara sin
aire, imposibilitándome respirar, haciendo que me mareara mientras sudaba
y sentí la bilis revolverse amenazadoramente en mi estómago.

De nuevo, yo sabía que era irracional.


Por supuesto que lo era.

Pero eso no cambiaba nada.


La ansiedad no era racional.

Apenas lo entendía y era imposible de explicar a otros.


Lo había escuchado durante años.

Estás tan obsesionada con tu enfermedad mental.


Quizás porque impacta cada parte de mi vida.
Está todo en tu cabeza.

Lo sé, ¿verdad? Es algo así como si fuese una “enfermedad mental”.


¿Por qué dejas que te detenga de hacer cosas normales de todos los
días?

Hmm, quizás porque una enfermedad mental es una enfermedad.


Luego de un tiempo, dejas de defenderlo, dejas de hablar al respecto,
lo guardas todo dentro como todo lo demás, dejando que te enloquezca
un poco más cada día.
Hasta que un día, lo único que quedaba era la loca, inestable e
inevitable ola de adrenalina con la que ni siquiera podía luchar. Porque no
es solo mental. La ansiedad causa una reacción física que genera infinitos
síntomas en el cuerpo que literalmente no puedes controlar.
Leí en uno de mis muchos libros de autoayuda que la adrenalina
liberada durante un ataque de pánico estaba vinculada a un instinto
biológico de pelear o huir y que aquellos que eran más propensos a un
ataque de ansiedad provenían de un fuerte linaje de personas que
confiaban en esos instintos y actuaban acorde a ellos.
Tenía ancestros que huían de sus problemas.
31
Y eso me dejó con la necesidad de pelear contra mis problemas que
eran invisibles.
Qué mal que era una mala luchadora.

Pero una vez que me depositó en el asiento y apagó el auto y me


recordó que respirara, el mareo comenzó a desaparecer lentamente. Luego
cuando me dejó para revisar unas cosas, me las había arreglado para
calmarme casi del todo. El auto no estaba tan mal. Era cálido. El asiento
incluso se calentaba detrás y debajo de mí. Tenía cierto efecto relajante aun
estando estacionado, recordándome mi vida de antes cuando amaba dar
paseos cuando había tenido un largo día y necesitaba relajarme.
En el asiento trasero, Rocky había aceptado su encierro y dejó de
morder y patalear.

Y eso me ayudó a disminuir la ansiedad también.


Para cuando volvió, casi me sentía yo otra vez. Estaba un poco
cansada. Mi piel se sentía hormigueante y mi corazón seguía latiendo un
poco rápido y estaba agotada hasta los huesos por el subidón de
adrenalina, pero no estaba asustada. No mucho.

—¿Estás bien? —me preguntó inesperadamente. Había pasado tanto


tiempo desde que hubo otra voz a mi alrededor excepto por las visitas de
mi tío y las citas programadas con Bry que fue sorprendente escucharlo.

Me sobresalté levemente, mis dedos apretaron involuntariamente los


suyos, y mi mirada fue hacia su rostro.
—¿Qué? —pregunté, parpadeando dos veces mientras sus
penetrantes ojos azules observaban los míos.

—El peróxido —explicó, haciendo que desviara mi mirada


rápidamente hacia abajo donde mi mano estaba de alguna manera
goteando, aunque no había sentido el aerosol en absoluto.

—Oh, ah, sí —dije, mirándolo, dedicándole una sonrisa algo torpe—.


Ni siquiera lo sentí —expliqué.
Y era cierto, entonces noté que mis dedos se habían relajado en los
suyos de su leve espasmo involuntario, pero los suyos sostenían los míos
fuertemente.
Mi corazón, sí, había dejado de latir tan fuerte por un segundo para
32
hacer un extraño, pequeño vuelco que hizo que una inusual calidez se
esparciera en mi pecho.
Contacto humano. Había olvidado cómo se sentía.

Sentí la botella de peróxido deslizarse por el asiento junto a mi muslo


para detenerse cerca de mi trasero cuando un sonido hizo que frunciera el
ceño por un segundo antes de que él llevara el pequeño paquete redondo
de vendas hacia su boca y mordiera un costado, abriéndolo.
Así no tuvo que soltar mi mano para abrirla.

—Yo, hum, no creo que sea necesario una venda —me obligué a
decir, aunque una gran parte de mí, de hecho quería que tomara mi mano
por razones que no iba a analizar.

Tienes que hacer un esfuerzo para detener los pensamientos


abrumadores, Dusty.
Esa sería mi terapeuta, Amy, hablando.
Ella insistió en que la llamara así, Amy. No Dra. Robertson. Supongo que
era una técnica que les enseñaron en la escuela o algo así para ayudar a
los pacientes a sentirse más cómodos. Por eso tampoco nos llamaba
“pacientes”, sino “clientes”. ¿Por qué?, no estaba segura. Definitivamente
estaba enferma. Definitivamente era una paciente. Era un término
completamente apropiado. Pero quizás era más fácil para personas
tercamente en estado de negación considerarse un cliente en lugar de un
paciente.

Entonces, iba a intentar seguir su consejo. No iba a pensar mucho en


nada que ocurriera en su auto.
Sabes, al menos hasta que estuviera encerrada en mi departamento
nuevamente.
Entonces, oh sí, iba a analizarlo hasta la muerte.

—Mejor a salvo —dijo, encogiéndose de hombros, dándole a mis


dedos un último pequeño apretón antes de soltarlos así podía usar ambas
manos para envolver mi mano. Mi mirada se desvió hacia abajo, sin querer
ser una rara por seguir mirando su rostro, y observé cómo rápidamente, pero
con mucho cuidado me vendaba.

—Ryan —dijo un momento después mientras usaba el pequeño


33
artilugio de metal para pegar la venda.
—¿Perdón? —pregunté, alzando la mirada para verlo mirándome.

—Ryan Mallick, mi nombre —respondió con un leve asentimiento.


Cierto.

Sabía eso.
Porque, como dije, lo miraba ocasionalmente. Y eso significaba que
también veía a sus hermanos a veces y ellos lo llamaban Ry y Ryan y,
además, una vez recibí una carta suya entre las mías. Así que la dejé debajo
de su puerta porque no tuve el valor de dársela en persona.
—Y tú eres Dusty —comentó, mi nombre en su voz enviando un extraño
estremecimiento a través de mi piel—. Nombre interesante.

—Mi mamá era, ah… —¿cuál era una linda manera de decirlo?—, un
poco hippie. Así que fui llamada Dusty Rose Sunshine McRae.

—¿Sunshine, uh? —preguntó, sonriendo de un modo que hizo que su


rostro severo parezca amable—. Supongo que puedo ver por qué. —
Entonces, antes de que pudiera enamorarme de él en ese preciso
momento, retrocedió, dejando mi mano en mi muslo, y cortando
completamente todo contacto.
Estaba irrazonablemente triste ante eso así que tomé la botella de
peróxido y encontré la tapa, solo para tener algo que hacer.

—Lamento haberte perturbado —dijo un momento después mientras


yo organizaba completamente los contenidos del botiquín que Ryan había
desordenado, arrugando el envoltorio usado de la venda y guardándolo en
mi bolsillo, luego guardando el botiquín en la guantera.

—Sí, como te atreves a no dejar que me muera —dije, sonriéndole


descaradamente sobre mi hombro mientras cerraba la guantera.
—No me arrepiento de haberte salvado, cariño. Lamento, ah, haberte
puesto tan incómoda.

Incómoda.
Eso era una manera delicada de decirlo.

—No es tu culpa —dije, porque era cierto—. Además, ahora estoy


bien. —Y, sorprendentemente, lo estaba. 34
Estaba acostumbrada a decirle eso a las personas, especialmente a
mi tío y terapeuta. Siempre estaba bien. Incluso cuando no lo estaba.
Pero sentada allí en un automóvil en el que nunca había estado antes
con un hombre por el que me había estado arrastrando un poco durante
un año, fuera de mi apartamento por primera vez en unos dos años, sí,
descubrí que no estaba mintiendo cuando dije que estaba bien.
Lo estaba.

No muy bien, pero eso era pedir demasiado.


Pero bien.

—¿Cuánto tiempo ha pasado?


Mis ojos se fijaron en su rostro, al verlo mirándome otra vez tuve la
fuerte impresión de que estaba viendo más de lo que pensaba que le
estaba dando. Él tenía ese tipo de ojos, los que te leen.

—Dos años —admití.


—¿Puedo preguntarte algo que me he estado preguntando desde
que, mierda, no sé…? ¿Me mudé?

—Claro —le dije, apretando el vientre ligeramente al saber que


acababa de acceder a responder lo que él pudiera preguntar. Cosas que
eran completamente imposibles de responder como: ¿Y por qué eres
agorafóbica?

—¿Cómo demonios consigues que el cartero traiga tus cajas a la


puerta? Si mi caja se llena demasiado, él comienza a dejarme esas notas de
“Lo sentimos, no lo encontramos” y me hace conducir mi trasero a la oficina
de correos para recogerlas.

Sonreí por eso, no solo porque era una imagen divertida, sino porque
se parecía mucho a él. No Ryan, tío Danny.
—Mi tío es nuestro cartero —le dije con una risa—. Él, bueno, casi
siempre me crio y somos muy cercanos y él, más o menos, entiende mis
problemas, así que me ayuda al poner mis paquetes fuera de mi puerta.
Mi terapeuta obtendría esas líneas de desaprobación entre sus cejas
ante la palabra "ayuda", eligiendo en su lugar decir "habilita". Pero que se
joda. 35
—Eso lo explica. ¿Cómo que casi siempre te crio? —continuó y donde
normalmente me sentiría invadida porque un conocido casual preguntara
eso, era muy agradable hablar con alguien que no estaba tomando notas
y que no me importaba en absoluto.
—Como dije, mi madre era un poco hippie. Ella lo hizo fluir. Nunca
sentó cabeza y cuando lo hizo, solía ser con un hombre. A veces, esos
hombres no querían a una niña dando vueltas, así que me dejaban en
Navesink Bank y ella se iba… adonde sea por un tiempo. Eventualmente,
ella lo echaría a la banqueta o, más a menudo, él la dejaría y ella se sentiría
culpable y volvería por mí. Nosotras, hum, no somos cercanas.
—Es comprensible —dijo con un gesto de asentimiento que decía que
no me juzgaba por sacarla de mi vida. Demonios, yo todavía me juzgaba
por eso.
—¿Eres cercano a tu familia? —le pregunté, ya sabiendo la respuesta
a eso ya que había visto a su familia visitarlo a menudo, pero con ganas de
mantener la conversación.

Él sonrió un poco ante eso, una ceja subiendo.


—Tal vez demasiado cercano a veces —dijo de una manera que
sugería que había un significado más profundo que no me iba a dejar
saber—. Tengo cuatro hermanos —continuó, sin parecer querer el silencio
tampoco—. Todos somos cercanos porque, bueno, nuestra madre nunca
nos permitiría no serlo. Es un poco dura.
—Bueno, tendría que serlo para criar a cinco hijos, ¿no? —Me detuve
en eso, preguntándome cómo sería tener hermanos, encontrando que
quizás me hubiera sentido menos sola en el mundo mientras crecía—. Sin
embargo, debe ser bueno que muchas personas se preocupen por ti —dije,
sin querer hacerlo porque implicaba que no muchas personas se
preocupaban por mí. Y si bien eso era cierto, me hizo sonar un poco
patética.

—Oh, ellos se preocupan mucho. Sobre lo que uso, cómo actúo, qué
manejo, con quién salgo, mi falta de una vida social.
—Bueno, apenas puedo juzgarte por eso. —Me reí.

—Siempre fuiste… —comenzó a preguntar, pero lo interrumpí antes de


que pudiera sacarlo.

—No. Esto llegó… gradualmente al principio y luego todo a la vez. La


mayor parte de mi vida, yo era… normal. Tenía amigos y salía y tenía un
36
trabajo al que iba todos los días.
—¿Dónde trabajaste?

—Enseñé en el jardín de niños —le dije, sintiendo esa pequeña y


familiar punzada en el interior incluso al mencionarlo. Mejores tiempos fueron
esos.

—Te gustan los niños, ¿eh? —preguntó, todavía dándome esa suave
sonrisa que encontré realmente desarmadora—. Tengo tres sobrinas que son
adorables bestias del infierno.
Sorprendida, una risa ahogada se me escapó, haciendo que un
estruendo bajo y sexy también viniera de él.
—Adorables bestias del infierno es una forma interesante de decirlo.

—Tendrías que reunirte con Hunt y Fee para entenderlo, supongo. Fee
es un poco, ah, digamos fuerte y de opinión. Esa sería una forma dócil de
decirlo. Es la propietaria del negocio de sexo telefónico en la ciudad.
—Vaya. —Sonreí, pensando que definitivamente sería una mujer
fuerte, de opinión y con confianza para hacer ese trabajo—. ¿Alguna otra
sobrina o sobrino? Con todos esos hermanos, quiero decir…
—Bueno, algunos de nosotros hemos estado demasiado ocupados
con el trabajo y los demás han estado demasiado ocupados persiguiendo
faldas para establecerse. Pero mi hermano menor, Shane, acaba de
ponerse de rodillas ante una mujer llamada Lea y espero que comiencen a
bombearlos antes de que sea tarde.
—Gran familia. —Sonreí, y sin encontrar ni un poco de anhelo en el
interior.

Amaba a mi tío.
Siempre fue mi roca, mi ancla, mi lugar seguro para aterrizar. Su puerta
siempre estuvo abierta para mí cuando era niña, no importaba a qué hora
de la noche se presentaba mi madre, no importaba cuánto tuviera que
reorganizar su vida para cuidarme. Él era, para un hombre que se mantenía
mayormente para sí mismo y, por lo tanto, no era demasiado cálido, la
persona más generosa y desinteresada que había conocido. Y si bien mi
infancia no involucró cálidos abrazos cuando mi corazón estaba roto o
trenzas y maratones de comedias románticas, sí involucró a alguien que
37
siempre recordaba mis comidas favoritas y las mantenía abastecidas, que
siempre me decía que podía hacer lo que quisiera, que nunca me juzgó por
mis defectos.
Dicho esto, no hubo cenas locas de Acción de Gracias o grandes
sesiones de abrir regalos en la mañana de Navidad. No hubo bromas lo
suficientemente graciosas como para que no pudieras escucharte a ti
mismo pensar en ello.
Siempre había querido el tipo de vacaciones que veía en las películas.

Ryan tenía eso.


Lo envidiaba.

Incluso si eso significaba que me juzgarían por lo que llevaba y


manejaba, con quién salía y cómo pasaba mi tiempo libre.
—¿Tu tío viene para la Navidad? —preguntó cuándo el silencio se
prolongó lo suficiente como para sentirse incómodo.
La Navidad era en poco más de una semana.
—Generalmente lo hace por un par de horas, sí.

—¿Cocinas?
—Mhmm —dije, encogiendo un hombro—. Tienes que hacerlo en mi
situación. ¿Tu familia hace algo importante?

—Tarde de Navidad —concordó, asintiendo—. Solía ser por la


mañana hasta que Fee tuvo a las chicas. Ahora tienen que tener su mañana
de Navidad en casa entonces la pasaron para la tarde.

—¿Es una locura? —pregunté, escuchando la necesidad en mi propia


voz.
—Totalmente —me dijo, dispuesto a darme lo que estaba claro que
necesitaba—. Todos tienen que comprar para todos los demás, así que los
regalos ocupan toda la sala de estar. Desenvolverlos lleva horas y luego
tenemos una gran cena que, para entonces, todos han bebido una copa o
cinco, así que es ruidosa y exagerada. Es…
—Navidad —le dije, sonreí un poco triste.

—Sí —estuvo de acuerdo, retomando la melancolía porque su sonrisa


fue casi compasiva. Entonces observé, casi a cámara lenta, cuando su
mano comenzó a levantarse, acercándose a mí.
38
Solo para caer cuando hubo un fuerte golpe en la ventana del lado
del conductor que nos hizo saltar a ambos.
—Maldición —murmuró, pareciendo molesto por ser interrumpido
mientras se giraba para encontrar a nuestro súper, Andrew, parado allí. Ryan
bajó la ventanilla y dejó escapar un impaciente—. ¿Qué?
—Todo está despejado. Ustedes dos pueden volver a sus lugares
ahora —dijo esa pequeña declaración que destrozó mi pequeño mundo de
fantasía donde podría sentarme en un automóvil con un hombre y compartir
historias y ser normal por un tiempo.
Pero yo no era normal.

Y probablemente nunca tendría la oportunidad de volver a tener la


pequeña fantasía.
Como si sintiera lo mismo, la cabeza de Ryan se volvió hacia mí, su
boca en una línea severa, sus ojos vigilantes.
—Gracias, Andrew —dijo, sin sonar agradecido en absoluto. Luego
subió la ventanilla y buscó la llave, sabiendo tanto como yo que el momento
había terminado y que era hora de volver a nuestras vidas reales.
Donde él era un hombre de negocios súper sexy con algún tipo de
lado oscuro y una familia salvaje y amorosa.

Y yo era una loca neurótica y confinada en casa con un tío que la


amaba y un gato que la arañaba y, bueno, nada más sucedía por ella.
Prácticamente salí volando del auto con ese pensamiento, yendo
hacia atrás para agarrar la jaula de Rocky.

¿En qué estaba pensando en entretenerme en una conversación con


él, conocer a alguien de quien querría saber más, querría saber todo,
cuando sabía que no era algo que pudiera tener?

Siempre preparándome para la decepción.


El camino de vuelta por las escaleras y por el pasillo fue silencioso.

—Gracias —le ofrecí, dándole una pequeña sonrisa de pie en mi


puerta que todavía estaba abierta porque ninguno de los dos nos habíamos
molestado en cerrarla. 39
—En cualquier momento, cariño —dijo mientras se daba la vuelta.
Conocía una frase común cuando la escuchaba.

Yo era experta en ellas.


Él no quiso decir en cualquier momento y no iba a dejarme esperar
por algo más que esa vez.

Solo esa vez que alguien me sacó de mi zona de confort y no me sentí


como si estuviera muriendo.
Entonces, entré a mi apartamento, dejé salir a Rocky y me metí en la
bañera. Luego me puse un poco más loca mientras reproducía,
rebobinaba, repetía, avanzaba rápidamente, rebobinaba y reproducía la
noche una y otra vez otra vez en mi mente.
Amy también habría tenido mucho que decir al respecto.

Ya sabes, si se lo contara.
De alguna manera esa noche, la primera noche de progreso en años,
también había logrado renunciar a mejorar.
Esa mañana siguiente fue la primera mañana en años en que no me
levanté, me vestí y me quedé en mi puerta, intentando convencerme de
salir.
Porque yo ya había salido.

Y no mejoró nada.
De hecho, me sentía mucho peor.

40
5

Traducido por Masi y Ashtoash

Corregido por Vickyra

—¿D
ónde está? —me preguntó mi madre, inclinando la
cabeza detrás de mí mientras yo estaba de pie en
la puerta. Ningún Feliz Navidad.
—¿Dónde está quién? —le pregunté, luchando por aferrarme a las
41
cuatro bolsas y dos cajas gigantes con las que hacía malabares.

—¿Dónde está quién? —repitió burlándose, tomando una de las cajas


que comenzaba a caerse y apartándose para que yo pudiera pasar—.
Escuché de todo sobre esta vecina.

Jesucristo.
Los chismes en mi familia ponían en vergüenza a los rumores de la
secundaria.

—Lo siento, perdiste tus veinte dólares, mamá —dije, sacudiendo mi


cabeza hacia ella mientras entraba encontrando la sala vacía de personas,
pero llena de regalos y puse mis cosas debajo del árbol. O, mejor dicho, en
el medio de la habitación, ya que la pila se extendía desde debajo del árbol
hasta casi el centro de la habitación.

—En realidad, cincuenta —comentó, sonriéndome mientras me


ayudaba a arreglar las cosas.
—Ya deberías saber que no debes apostar a que tus hijos se
establezcan.
—Cariño, Shane está en una relación seria. Todavía hay esperanza
para el resto de ustedes. —Se puso de pie, tomando las bolsas en las que
había traído los regalos y avanzó hacia la cocina. Sabía por toda una vida
de conocerla que debía seguirla. Y ser recibido con una fuente de galletas
de Navidad recién hechas no era una mala manera de lidiar con el
inevitable interrogatorio que seguiría—. ¿Entonces qué pasó?
—¿Qué pasó con qué? Ella es mi vecina, mamá. Eso es todo.

—Oh, por favor —me dijo, agitando hacia mí una manopla dispareja
que sabía que Fee había ayudado a Becca a hacer para su último
cumpleaños—. Escuché que es hermosa.

—Lo es —acepté. Era un hecho simple. Era tal vez la mujer más bonita
sobre la que jamás había tenido el placer de descansar mis ojos. Pero eso
no significaba nada.

—Y escuché que la tiraste sobre tu hombro al estilo bombero y que


salvaste su vida y la de su gato.
Dios.

—Sí —respondí, buscando otra galleta, deseando de repente que


hubiera añadido ron como hacía con sus pasteles de café que
42
degustaríamos más tarde.

—¿Y aun así no pudiste cerrar? —me preguntó, dándome lo que solo
podía llamar una sonrisa decepcionada.
—¿Cerrar? —repetí, levantando las cejas.

—Cerrar. Sellar el trato. Folla…


—Está bien, entiendo —la interrumpí con una risa incómoda. No
importaba que yo fuera un adulto y ella una mujer mayor. Nunca sería
cómodo escuchar a tu madre hablar sobre ti “sellando el trato” con alguien.
Ni siquiera en mi maldita loca familia—. Simplemente es mi vecina, mamá.
Estaba jodidamente congelada por el miedo y la saqué de allí y le curé la
mano y…
—Curar su mano, ¿eh? —preguntó, sus labios contrayéndose y
conociéndola tan bien como hacía, sabía que iba a ser algo acerca de
“jugar al doctor” lo que saliera de sus labios a continuación.
—Y eso es todo —agregué tajantemente—. Ella es agorafóbica,
mamá. No es como si salvarla de una intoxicación por monóxido de
carbono de alguna manera curara eso.
De hecho, no había cura para ello.

Lo sabía porque era un jodido estúpido que se había metido en


internet y lo había buscado.
Averigüé un montón. Lo entendía mejor, aunque estaba convencido
que no había manera de entenderlo en realidad a menos que lo sufrieras,
como con cualquier enfermedad mental.

Pero a causa de que lo busqué, supe que la recuperación estaba


llena de pasos hacia adelante y hacia atrás, frustración y decepción.

Y viendo que no la había visto afuera de su apartamento desde esa


noche en mi auto, pensé que no estaba haciendo ningún tipo de progreso.
—Además —continué, pasando a su lado, hacia donde unos cuantos
decantadores de licor estaban colocados en el mostrador y me serví una
bebida—. Es una chica agradable.
—¿Entonces? —preguntó, frunciendo el ceño. 43
—Entonces, la última vez que traje a una chica agradable a casa, la
asustaste diciéndole que yo era un jodido mafioso, después de que, podría
agregar, me exigieras que trajera a una cita en primer lugar.
Ella puso los ojos en blanco ante eso.

—Eso no significa que no me gusten las chicas agradables. Significaba


que esa era aburrida y no podía manejar la verdad.
—Dusty solía ser maestra de preescolar. No una motorista como Lea o
una operadora de sexo telefónico como Fee.
—Maestra de preescolar, ¿eh? Ella debe querer niños. A tu padre le
encantará escuchar eso.

—Jesucristo, no empieces a planear nuestra boda —resoplé,


sacudiendo la cabeza.
—Mira, ella es agorafóbica y, por lo que he oído, está involucrada con
algunos tipos desagradables. Eso es lo suficientemente interesante para mí.
—Bueno, para que conste, calienta mi corazón que apruebes a una
mujer con la que actualmente no estoy y no estaré saliendo.
—¿Con quién no estás saliendo? —preguntó de repente la voz de Lea,
haciendo que me sobresaltara y mirara hacia la puerta donde la encontré
de pie con unos jeans negros ajustados y un suéter blanco, su largo y oscuro
cabello fuera de su rostro llamativo.
Mi hermano lo había hecho bien por sí mismo. Mejor de lo que
probablemente merecía. Por suerte, el cabrón lo sabía y la trataba en
consecuencia.

—La bonita vecina tímida —aportó mi madre, guiñándole un ojo.


—Oh, ella. Perdí cincuenta por eso. Gracias por no cerrar —dijo Lea,
dándome una sonrisa maliciosa.
—Primero, no es tímida. Es agorafóbica. Segundo, deja de apostar
sobre mi vida romántica y no perderás dinero.

—Fee todavía está dentro —dijo Shane, caminando detrás de Lea y


envolviéndole la cintura con sus brazos, se inclinó hacia abajo para que su
barbilla descansara sobre su cabeza—. Aparentemente, mientras me
sermoneaba durante aproximadamente una hora cuando le conté sobre la
apuesta, todos éramos idiotas por apostar sobre cerrar. Supongo que,
debido a sus viejos problemas, ella cree que entiende el asunto de chicas
de Dusty mejor que nosotros.
44
Fiona, la esposa de mi hermano Hunter (el único de nosotros que ya
no ejercía), tuvo una infancia realmente jodida que la dejó incapaz de estar
sola en su apartamento por la noche cuando Hunt la conoció. Por eso, ella
salía y se bebía el dolor o se lo tatuaba en la piel. Ella se recuperó
lentamente y tuvo a Hunt tatuando en todas sus antiguas cicatrices
autoinfligidas, queriendo borrarlas y seguir adelante. Pero definitivamente
veía cómo podía entender a Dusty mejor que nosotros.

—Sin embargo, ella todavía apostó —dije, molesto por ninguna buena
razón. Apostábamos por jodidamente cualquier cosa.
—Tal vez pensó que dos confinados como tú y ella funcionarían
perfectamente. —Se rio Shane.

—Jesucristo. Voy a necesitar otro de estos para tratar con todos


ustedes esta noche —dije, volviendo a los licores y sirviéndome otro. Iba a
necesitar cinco de ellos para superarlo, para ser honesto.

Mi familia, aunque en realidad se amaba, de hecho les gustaba


torturarse mutuamente cuando podían meterse entre sí.
Por casualidad yo era al que le tocaba ese mes. Rezaba como un
loco para que Mark se enrollara con alguna chica o Eli se volviera loco
pronto de nuevo para que me dejaran en paz.
Hasta entonces, tendría que sonreír y soportarlo.

Esa tarea se hizo infinitamente mejor cuando Fee and Hunt entraron
con tres chicas eufóricas que querían saber qué les dejó Santa en casa de
la abuela y el abuelo.
Eso duró hasta después de la cena, cuando las niñas corrieron a jugar
con sus nuevas cosas, dejando a todos los adultos un poco borrachos
alrededor de la mesa tomando café.
Entonces volví a ser el tema principal.

—En serio, ¿salvas su vida y aún no has llegado a ningún lado? —


preguntó Mark, sonriendo.
—No estaba salvando su vida para meterme en sus pantalones,
hombre —contesté, alcanzando mi café y tomando un largo trago.

—No, pero podría haber sido una buena decisión en esa dirección —
agregó con una risita. 45
—¿Cuál es el problema, Mark, no tienes suficiente cola, por lo que
tienes que vivir indirectamente a través de mí?
—La cola que tengo no está en discusión en este momento. Estamos
hablando de tu falta de cola. Francamente, estamos… —comenzó,
intentando decirlo con una cara seria y fallando de manera épica—,
estamos preocupados por ti, hermano.
Me reí un poco sin humor ante eso.

—Entonces resígnense a perder sus cincuenta dólares y sigan


adelante.
Con eso, la conversación al menos lo hizo.

Todos enfocaron su atención en preguntarle a Shane y Lea acerca de


los abuelos, sobrinas y sobrinos, y eso consiguió que mantuviera algo de
cordura hasta que alrededor de las diez de la noche, todos finalmente
salimos de allí y nos dirigimos a casa.

Mientras caminaba por el pasillo hacia mi apartamento, mi atención


estaba principalmente en la puerta de Dusty, pensando en la forma triste y
envidiosa en qué me había mirado cuando hablé sobre Navidad con mi
familia. Era algo a lo que estaba tan acostumbrado que ya ni siquiera lo
pensaba dos veces. Todas mis reuniones familiares eran ruidosas, salvajes,
frenéticas y abrumadoras.
En realidad no podía imaginarme una noche tranquila con solo otra
persona.

Cuando llegué a mi puerta, mi mirada finalmente se apartó de su


silencioso apartamento y observé el mío. Justo a tiempo, además, porque
de otra manera, me pude haber estrellado contra un gran paquete
rectangular justo fuera de mi puerta. Alcancé el paquete, ya moviéndome
hacia la puerta de Dusty, seguro que era uno de los suyos, con un tonto
papel impreso con Santa y todo eso, cuando noté la pequeña etiqueta de
regalo y vi mi nombre impreso allí con una letra delicada y femenina. Mis
cejas se unieron cuando miré el “De”, aunque ya sabía, pero encontrando
la misma fuente delicada con el nombre de Dusty. Mis ojos fueron de nuevo
hacia su puerta por un momento antes de abrir la mía y entrar.

Encendí la luz y dejé caer mi bolsa de regalos de la familia al lado de


la puerta, moviéndome a la isla de la cocina, situando el regalo de Dusty.
De nuevo alcancé la etiqueta de regalo y la abrí.
46
Gracias por no dejarme morir. Además, ¡Feliz Navidad! -Dusty.
Ni siquiera me di cuenta que estaba sonriendo hasta que mis mejillas
empezaron a doler.
Quité la etiqueta y la dejé a un lado antes de alcanzar la esquina del
papel y jalarlo, encontrando que el rollo debía haber sido de doble cara
porque en el interior, mirándome, estaban más santas, aunque más grandes.
Y cuando quité el papel, encontré papel seda rojo cuidadosamente
pegado en el centro. Al parecer, Dusty era de la variedad perfeccionista.
Lo cual, de alguna manera, me pareció encantador.
Rasgué la cinta y saqué el papel seda para revelar, de todas las cosas,
un lienzo.

Era abstracto, como la mayor parte de mi arte, y como la mayoría de


mi arte, también tenía un esquema de colores en su mayoría neutros. Tenía
olas de diferentes tonos de canela y marrón con la ocasional raya de color,
muy brillante, casi azul agua.
A pesar de que no era algo que hubiese elegido para mí, de hecho
me gustó. Y ni siquiera tenía que ver con el hecho de que era un regalo de
parte de alguien que, a pesar de ser estúpido y fantasioso en una etapa tan
temprana, me importaba.
Sin realmente dejarme pensar, me quité la chaqueta, caminé a mi
gabinete de vino sobre el fregadero, agarré una buena botella de tinto, un
sacacorchos y dos copas, en caso de que ella no tuviera ninguna, luego me
dirigí al otro lado del pasillo, tocando su puerta de la manera más silenciosa
posible para no asustarla.
Hubo una larga, larga pausa seguida por un poco de revuelo, el gato
chillando, y unos pasos que se detuvieron justo al frente de la puerta. La
mirilla se oscureció mientras ella, suponía, espiaba, luego escuché el
deslizamiento de las cerraduras y la puerta se abrió tentativamente.
Y allí estaba Dusty… en unos jodidos pijamas de renos. Los pantalones
tenían pequeños renos por todas partes y la blusa, de manga larga, tenía un
reno gigante al frente y al centro con la nariz roja.
—Lindo pijama —dije, sonriendo porque no lo pude evitar, maldición.

—Yo, ah, gracias. ¿Qué estás haciendo aquí? —soltó, casi en el mismo
aliento, las palabras tropezando entre sí.
47
—De nada y gracias —dije, dándole lo que esperaba que fuera una
sonrisa alentadora—. Y necesito una copa de vino y no quiero beber solo —
ofrecí, mintiendo descaradamente, dado que antes ya había bebido
mucho y se sentía bien estar lúcido y sobrio de nuevo, pero buscando
cualquier excusa para quizás poder entrar.
—Oh. —Fue todo lo que dijo al principio, sus ojos se dirigieron a mi
mano.

—¿Bebes vino? —quise saber, preguntándome si en su lugar debería


haber traído las galletas que Anita dejó. ¿Y si ella estaba tomando
medicamentos o alguna mierda así?

—Si es bueno —dijo con lo que podía ser llamada una sonrisa
descarada mientras daba un paso vacilante hacia atrás. No me dejaba
completamente dentro de la habitación, pero era un paso en la dirección
correcta.

—No me cobrarían setenta por una botella si fuera una porquería —


agregué, levantando la botella.
Asintió con un poco de fuerza y se movió de nuevo, antes de
bloquearme por completo otra vez.

—Espera. Yo, hum, necesito encerrar a Rocky.


—¿Por qué?

—No le gustan los hombres.


—Bueno, no me gustan los gatos así que estamos a mano —le dije,
dando un paso hacia dentro antes de que ella encontrará una excusa para
mantenerme fuera.
—Supongo que eso es justo —comentó, dejándome entrar por
completo antes de cerrar la puerta, con llave, apoyando su espalda contra
ella, mirándome ansiosamente mientras yo echaba un vistazo a su
apartamento.
Todo era blanco y verde salvia, no mi estilo, pero estaba bien
organizado y era acogedor. Supongo que, si fuera todo negro, se sentiría
aún más como la prisión que era para ella.

—Bonito lugar —dije, moviéndome hacia el espacio de cocina, que


era una réplica exacta de la mía, y poniendo las copas en la isla. Trabajé
rápidamente con el corcho y preparé la botella para abrirla antes de mirarla
48
de nuevo, encontrándola unos pocos metros lejos de la puerta, pero aun así
todavía en la otra mitad del apartamento—. En realidad me gustó la pintura
—dije con sinceridad.
Entonces me sonrío, aliviada.

—Vi la otra que ordenaste y vi esta y pensé que tenían un estilo similar.
—Aspen.

—¿Disculpa?
—La pintura que tengo. Así es como se llama.

Asintió.
—“Moody blue” —dijo, moviéndose para pararse al otro lado de la
isla—. Esa es la que te di.

Asentí en respuesta, mirando hacia el pequeño árbol de Navidad en


la esquina de su apartamento, cubierto de ornamentos dorados y blancos
cuidadosamente seleccionados.
—¿Cómo estuvo tu Navidad?

—Silenciosa. Tranquila. Lo usual. ¿La tuya?


—Salvaje. Ruidosa. Lo usual —respondí. Dejando de lado que un gran
tema de conversación fue ella—. Entonces, ¿tienes algunas galletas para
acompañar esto? —pregunté y sonrió mientras se movía a la cocina,
pasando a mi lado sin vacilar para sacarlas de un recipiente plástico que
tenía en su encimera.
—Avena, chispas de chocolate, trozos de chocolate, mantequilla de
maní, coco, y chruscikis.

—¿Qué diablos es un chrusciki? —pregunté y ella bajó el contenedor


y buscó una cosa pequeña que parecía un moño cubierto de azúcar en
polvo.

—Galletas polacas. Fritas y horribles para ti, pero la mejor cosa del
mundo.
—Me tuviste en horrible para mí —dije, decidiendo no alcanzar el
contenedor para sacar una propia sino la que estaba en su mano, mis dedos
rozando los suyos en el proceso. Observé su rostro, viendo la forma en que
sus labios se separaban infinitamente por el contacto antes de poner la
49
galleta en mi boca.

—¿Buena? —preguntó cuando empecé a asentir.


—Mierda, sí. Necesito darle esta receta a mi ama de llaves. O a mi
madre. Cualquiera que las haga para mí más a menudo.

—Cada vez que las haga dejaré unas cuantas afuera de tu puerta —
sugirió, con las mejillas un poco rosadas y fue en ese momento que me di
cuenta que ella no le había pedido a su tío que dejará mi regalo, cómo
había asumido. Lo había hecho ella misma. Había salido voluntariamente
de su apartamento. Solo para darme un regalo de Navidad.

Eso parecía un gran jodido progreso para mí.


—Sabes, eres libre de esperar hasta que sepas que estoy en casa para
dejarme mierdas.

—No quiero, ah, interrumpir nada.


—¿Cómo mi noche ocupada en el sofá respondiendo correos
electrónicos del trabajo? —pregunté con una sonrisa.
—No, me refería a que si tal vez tuvieras… compañía.

Mujeres.
Ella no quería interrumpir si tenía compañía de la variedad femenina.

Y juro por la mierda que estuve a segundos de afirmar que eso nunca
sucedería nada más para que su pequeña cara bonita llegara a mi puerta.
Pero el hecho en cuestión era, que no importaban sus pequeños avances,
no podía verla de repente siendo una persona en pleno funcionamiento,
lista para una relación en un futuro cercano. Si bien podía ser paciente y no
estar gobernado por mi maldito deseo sexual, no veía nada sucediendo
entre nosotros de esa manera.
Pero al menos podía esperar una amistad.

Así que no pude hacer promesas sobre nunca tener citas. Porque si
bien mis hermanos tenían razón y estaba en un período de sequía, sabía que
eventualmente, encontraría a una mujer en mis viajes y la llevaría a la cama.
—La puerta siempre está abierta, cariño —dije en su lugar, sabiendo
que era lo mejor que podía darle.
—Está bien —dijo, dándome una sonrisa falsa y señalando a su sala de
estar—. ¿Quieres sentarte? Están dando Una historia de Navidad. Ya sabes…
50
en repetición por el resto de la noche porque nunca se puede tener
demasiado de Una historia de Navidad.
—Claro —dije agarrando las copas y las botellas y moviéndome hacia
su sala de estar donde solo había un lugar para sentarse.

Y era un pequeño sillón.


Y ella iba a estar pegada a mí en eso.

Oh, sí, cruzar el pasillo había sido la mejor idea que había tenido en
mucho maldito tiempo.
6

Traducido por Brendy Eris y Nix

Corregido por Vickyra

E
ntonces… él estaba en mi apartamento.

No hay razón para perder por completo la calma.


Excepto que estaba en mi apartamento con su traje gris
51
perfecto, su corbata roja y su bonito reloj, su cabello
desaliñado y su atractivo rostro y sus ojos hermosos y su dulce sonrisa y su
cara botella de vino.
Eso parecía una razón bastante legítima para alarmarse, ¿no?

Desde la noche de la alarma, había estado arriba y abajo. Un día, al


borde de la depresión, al siguiente algo esperanzador. Era un patrón inusual
para mí que mi terapeuta había captado fácilmente, me presionó y me
incitó hasta que finalmente recibió las respuestas al respecto.

Y se lo dije todo.
Desde el hecho de que lo observaba un poco, como diciéndole hola
un día a Ryan, a él cargándome a la fuerza y llevando a Rocky en la otra
mano y todo lo que hubo en medio, cada pequeño detalle que me
mantenía despierta por la noche y pasaba por mi mente todo el día
también.
Ella se había detenido por un largo momento después, mirándome a
través del video chat con ojos oscuros que no pude leer.
Entonces me dijo que en realidad era apropiado darle un regalo de
agradecimiento.

En ese momento, pensé que me estaba recordando las normas


sociales básicas. No fue hasta que llegó el paquete y estaba sentada en mi
piso envolviéndolo que me di cuenta que sus motivos habían sido ocultos.

Ella quería que yo lo dejara.


Sabía que nunca le pediría a mi tío que lo hiciera porque entonces él
preguntaría por qué y leería demasiado, recibiría esa mirada esperanzada
de sus ojos que sabía se iría cuando no mejorara mágicamente y me
convirtiera en una mariposa social que tenía un novio estable y una vida
nuevamente.
Ella supo que tendría que hacerlo yo misma.

Tenía que reconocerlo, fue un buen movimiento.


Y, después de hablar conmigo toda la mañana, luego de escuchar
que él se fuera, fue un éxito.

Debido a que corrí por el pasillo, coloqué el regalo y luego volé de


regreso a mi apartamento para enfrentar el ataque de pánico en privado. 52
Pero nunca llegó.
Cerré la puerta de un golpe, la bloqueé y me presioné contra ella y…
nada. Mi corazón latía con fuerza por la loca carrera, no por el pánico.

Lo cual fue algo que reflexioné durante horas hasta que mi tío
apareció, cenamos y abrimos los regalos y luego me ofreció un adiós antes
de ir a visitar a algunos de sus amigos solteros.
Lo último que esperaba esa noche era un golpe en mi puerta.

Estaba en mi habitación preparándome para la cama cuando llegó,


haciendo que mi corazón se disparara hacia mi garganta mientras me
quedaba helada. Nadie llamaba a mi puerta. Excepto Bry y Bry no debía
venir hasta el día antes a la víspera de Año Nuevo. Mi mano se dirigió a mi
garganta mientras caminaba descalza por mi apartamento y espié por la
mirilla para encontrar a Ryan allí de pie, un poco cansado, pero feliz y
estúpidamente perfecto.
No había tenido a nadie más que a Bry, a Carl y a mi tío Danny en mi
apartamento en, bueno, mucho, mucho tiempo. Era extraño quedarse allí,
preguntándome qué pensaba del lugar mientras miraba a su alrededor.
Pero él estaba tan tranquilo, poniéndose cómodo, descorchando el vino y
pidiendo galletas.

Su tranquilidad me tranquilizó un poco más.


La cual era la única explicación posible de por qué lo había invitado
a ver una película conmigo en mi pequeño sofá Barbie. Era bastante grande
para mí, incluso cuando me estiraba. Pero Ryan era un tipo grande y, bueno,
tomó más de su mitad justa.
Eso significaba que cuando se sentó, su cuerpo estaba literalmente
tocando el mío desde los hombros hasta las rodillas, me tenía las piernas
entrecruzadas y todavía quedaba completamente junto a mí. El calor de su
cuerpo irradiaba a través de sus capas de ropa, un tipo de calor
reconfortante que me encontré disfrutando demasiado.
Se sentó hacia adelante, sirvió el vino, luego se echó hacia atrás y se
volvió hacia mí para ofrecerme mi copa. La alcancé, tocándonos las manos
una vez más y, bueno, una vez era un accidente, varias veces era adrede.
Él me estaba tocando a propósito.
Eso, bueno, sí, eso era… ¿agradable?

Se sintió bien. De hecho era todo lo que importaba, ¿no?


53
Se recostó y levantó su copa hacia mí.

—¿Por qué estamos bebiendo? —le pregunté—. ¿Por tu fuerza


hercúlea, tal vez?

Él resopló ante eso.


—Por favor. Pesas tanto como tú gato.
—Entonces, ah, ¿por nuevas amistades? —le pregunté con un poco
de esperanza, rezando para que no fuera tan desesperada, aunque una
parte de mí estaba definitivamente desesperada.
Me observó un largo momento, sus ojos claros ilegibles.

—No. No, no creo que debamos beber por eso tampoco.


—Bueno, estoy fuera entonces. Tú eliges.

Sus labios se levantaron ligeramente, no una sonrisa, sino algo que lo


insinuaba.
—Aquí está por el progreso —me ofreció, las palabras un poco
pesadas y tuve muchas ganas de leerlo, pero me obligué a aceptarlo por
mi valor nominal, choqué mi copa a la suya y tomé un sorbo.
Como nunca bebí un vino de setenta dólares antes, considerando
personalmente una botella de treinta dólares bastante buena, no sabía por
qué había tales cosas como los snobs del vino. ¿Pero su vino? Sí, era
increíble.

—Oh, Dios mío —gemí a medias mientras me recostaba en el sofá.


—¿Suficiente el de admisión? —preguntó, mirándome.

—Con esto, ni siquiera me enojaría si tu motivo fuera venir aquí y


robarme.

—Lo único que estoy robando es más de esas galletas polacas tuyas
—dijo y me di cuenta que las había dejado en la cocina.
—Oh, cierto —dije, moviéndome para saltar del sofá solo para
encontrar su gran palma presionando mi muslo justo encima de mi rodilla,
firme e inflexible, manteniéndome en su lugar.
—Relájate. Las traeré —dijo, parándose y moviéndose a través de mi
apartamento para hacer eso. Las colocó sobre la mesa y luego se estiró
54
para quitarse la chaqueta, quedándose en una camisa de vestir gris oscuro
muy bien hecha con botones mate.
—¿Qué haces? —me encontré soltando.

Una de sus cejas se alzó levemente.


—Tengo un par de negocios —me ofreció, pero, si no me equivocaba,
hubo un poco de cautela en su tono.

—Eh, tal vez te lo ordené —dije con una sonrisa, señalando hacia
donde tenía unas pocas cajas de envío apiladas debajo de mi mesa de
correo.
—No es probable —dijo, sentándose de nuevo y, sin mentir, volvió a
poner su mano en mi muslo como si fuera la cosa más casual del mundo.
Como si estuviéramos sentados de esa manera todo el tiempo—. Soy dueño
de una joyería, un edificio de oficinas, un negocio de contratación, parte
de un bar y, recientemente, el refugio de mujeres.

—¿Eres dueño del refugio de mujeres? —pregunté de inmediato,


siendo el más interesante del grupo.
—Recientemente —me dijo encogiéndose de hombros—. Tenían
problemas financieros en las etapas iniciales y como las mujeres de mis
hermanos y mi madre están involucradas en esto de varias maneras,
decidimos que teníamos que intervenir. Resultó que yo estaba en una mejor
posición para afrontarlo que mis hermanos.
Me parecía del tipo que es bueno con el dinero. Vivíamos en un bonito
edificio de apartamentos y, si bien sabía que él había hecho ajustes
importantes en su apartamento cuando se mudó, no era uno de los más
caros de la zona. Llevaba bonitos trajes y relojes, pero no estaba
constantemente recibiendo compras entregadas o llevando bolsas de
cosas a casa.

Parecía casado con su trabajo.


Los hombres así solían tener dinero para invitar botellas de vino de
setenta dólares.

Incluso antes de la agorafobia, con el salario de una maestra, todo


eso era un sueño imposible.
Además, me criaron frugalmente. Yo no era materialista.

—Eso es muy… filantrópico de tu parte.


55
—Hacen cosas buenas allí —comentó, encogiéndose de hombros.

Hacían más que cosas buenas. Ellos cambiaban vidas. Poseerlo, tener
a su familia involucrada en eso, debí haberlo sabido. Cuando leí en el
periódico que lo estaban construyendo, lo primero que pensé fue: ya era
hora. Mientras crecía, mudándome como siempre lo había hecho, había
visto más que mi parte justa de mujeres maltratadas. Y Navesink Bank tenía
la terrible adición de hombres como Lex Keith y su terrible historial con
mujeres para tratar.
Navesink Bank necesitaba el refugio de las mujeres.

Y Ryan, mi vecino súper sexy tan dulce como podía ser, hizo posible
que se mantuviera en el negocio.
Eso decía algo sobre él.

—¿Qué? —preguntó, agachó un poco la cabeza y me di cuenta que


lo había estado mirando.

Atrapada, continué y le di la verdad.


—Eres una persona bastante fenomenal, Ryan Mallick —respondí,
dándole una pequeña sonrisa.

—No me pongas en un pedestal, cariño. Voy a golpear la maldita


cosa en un jodido minuto.

Una vez más, hubo una actitud cautelosa en su tono y rostro cuando
habló, haciendo que me preguntara qué era lo que le hacía sentir eso sobre
sí mismo. Llegué a la conclusión en su automóvil de que él era más de lo que
parecía, más que un simple hombre de negocios si las cicatrices eran algo
para pasar, pero ¿qué? ¿Qué era él? ¿Qué hacía?

No eran exactamente cosas que pudiera preguntarle tampoco


Como para atenuar el comentario, su mano apretó mi muslo
nuevamente, recordándome que todavía estaba allí, atrayendo mi mirada
hacia abajo, curiosa de que no fuera lo que estaba a la vanguardia de
todos mis pensamientos, el toque humano fue un concepto tan extraño
para mí durante tanto tiempo.
—¿Quieres que la quite? —preguntó, interpretando mi inspección por
incomodidad.

—No —dije demasiado rápido a juzgar por la forma en que su sonrisa


56
se desconcertó.

—Bien —dijo, cambiando su atención a la televisión.


Entonces vimos una película, bebimos vino y él comió hasta la última
de mis cruscikis. Y fue casi la noche más normal, como si lo hiciésemos todo
el tiempo, como si no fuera un monstruo encerrado al que todos los demás,
excepto su tío, habían renunciado porque era demasiado "difícil".

Era como si fuéramos viejos amigos.


Y con un buen vino girando en mi cabeza, haciendo que mis
pensamientos apresurados se dirigieran en una dirección más agradable de
lo que solían hacer, comencé a pensar que tal vez podría ser algo normal.
Tal vez podríamos ser amigos reales. Tal vez podríamos ser más…
—Dusty… —dijo Ryan, en un tono bajo y suave.

Mi cabeza se giró hacia él un segundo después de darme cuenta que


había estado mirando los créditos en la televisión. Su copa de vino se había
ido y no estaba segura de cuándo la desechó. Pero su mano alcanzó la mía
y la puso en mi mesa de café junto a la suya.
—¿Sí? —pregunté cuando sus ojos volvieron a los míos de nuevo, con
párpados más pesados de lo que habían estado hace un momento,
aunque por alguna razón lo atribuí erróneamente al vino y al largo día con
su familia.
Porque, en mi pequeño mundo, la atracción nunca era un factor.

—Di no —dijo extrañamente, girándose para estar frente a mí, lo que


obligó a mi pierna a subir sobre la suya ligeramente.
—¿No a qué? —le pregunté, mi voz fue un sonido ahogado.

—A mí.
Yo era una maestra en los no.

Había necesitado decirlo tantas veces, ya que por la ansiedad lenta


pero segura que reclamaba mi vida había dejado de ser difícil de decir.
¿Pero a él no?

No estaba segura de poder decirle eso.


Aunque no tenía ni idea de a qué quería que dijera no.

Sin embargo, tenía la sensación de que estaba a punto de descubrirlo.


57
—Yo, hum, no puedo —admití, diciéndolo más que nada a su pecho
porque su mirada estaba demostrando ser demasiado intensa para sostener
durante tanto tiempo.
—Gracias a la mierda —dijo en voz baja, apenas audible.

Lo siguiente que supe fue que sus dedos tomaron mi mandíbula y


levantaron mi barbilla, forzándome a mirarlo.
Fue justo en ese momento que finalmente entendí su intención.

Podría haber sido hace un infierno de tiempo, pero me habían besado


lo suficiente en mi vida para conocer esa mirada cuando la veía.
Me iba a besar.

Además, ¿quién, en el infierno, diría alguna vez que no a eso?


Incluso yo, la maldita Dusty Rose Sunshine McRae, enorme bicho raro
no podía hacer tal cosa.
Sus ojos observaron los míos durante un largo segundo buscando,
supuse, dudas. Y debería haberlas tenido. Apenas conocía al hombre. Ya
no dejaba que nadie me tocara. Pero de alguna manera, nada de eso me
importaba.

Lo quería más de lo que quería ser capaz de ser normal otra vez, poder
respirar en público otra vez, no comenzar a sudar ante la idea de hacer una
llamada telefónica.

Mis ojos cayeron a sus labios, preguntándome por un segundo cómo


besaba, si duro y despiadado mientras sus manos decían que podía ser
dulce y apasionado como parecían sus palabras.
Aunque no tuve que preguntármelo por mucho tiempo.

Sus dedos se movieron para enmarcar un lado de mi rostro mientras


avanzaba, sus ojos miraban los míos hasta que no pude soportarlo más y los
míos se cerraron.

Mi estómago daba vueltas y mi corazón latía con fuerza y no podía


respirar bien.
Pero no importaba.

Porque al siguiente segundo, sus labios presionaron en los míos.


Tentativos pero seguros al mismo tiempo. Como si estuviera midiendo mi
reacción, pero no tenía dudas.
58
Y yo… me derretí.
Su cabeza se inclinó y sus labios se apretaron más contra los míos y mis
brazos se movieron hacia arriba, se cerraron alrededor de su cuello y tiraron
de él hacia mí. Su mano libre dejó mi muslo y se movió alrededor de mi
espalda baja, presionando firmemente allí, lo suficiente como para jalarme
hacia él hasta que hice lo absolutamente impensable. Me subí a su regazo
y él me abrazó con fuerza mientras su lengua trazaba la comisura de mis
labios hasta que se abrieron para él y entró, prodigándome hasta que dejé
escapar un gemido bajo contra sus labios.

Mis piernas se apretaron alrededor de sus costados, intentando


acercarlo más, aunque no era posible, rogando por cosas que no me había
permitido querer por más tiempo del que quería admitir incluso a mí misma.

Mis pechos se hincharon; mis pezones se apretaron contra la suave


tela de mi blusa; mis bragas comenzaron a pegarse a mi piel con deseo.
Su cuerpo se torció mientras su mano se deslizaba de mi mandíbula y
subía a mi cabello, la enredó ahí, pero no tiró mientras se sentaba en el sofá,
poniéndome por completo a su regazo.
La mano que no estaba en mi cabello se movió hacia un lado de mi
cadera y me hundió, algo imposible de ignorar con una presión firme. Mis
caderas cedieron y sentí su dureza presionando contra mi hendidura,
haciéndome soltar un grito de sorpresa cuando retrocedí, abriendo mis ojos.

Él abrió los suyos más lentamente y pesados mientras su mano se


aflojaba en mi cabello.

—¿Estás bien? —preguntó, apenas más que un gruñido.


No respondí, porque lo estaba.

Estaba más bien de lo que había estado en un tiempo increíblemente


largo.
Así que, en lugar de responder, mis labios se estrellaron contra los
suyos, sintiendo que los suyos se curvaban en una sonrisa antes de que
empezara a besarme más fuerte, más hambriento y tan necesitado como
me sentía.
Sin ser consciente de decirle a mi cuerpo que lo hiciera, mis caderas
59
se balancearon contra él, haciendo que su dureza se presionara contra
donde más lo necesitaba, haciéndome soltar un gemido mientras Ryan
gruñía en respuesta, sus dedos se apretaron con la fuerza suficiente para
dejar un moretón.
Y fue justo en ese momento que sentí una inconfundible vibración
contra mi muslo interno donde estaba su bolsillo.

—A la mierda —murmuró contra mis labios.


Tenía que estar de acuerdo.

A la mierda.
Se detuvo, pero cuando mis caderas hicieron otro movimiento
delicioso, comenzó de nuevo, haciéndolo emitir un sonido de enojo mientras
me retiraba. Mis ojos se abrieron lentamente, sintiéndose pesados,
encontrando los suyos igualmente pesados.
—Podría ser importante —me escuché murmurar, mi voz baja con
deseo, un poco sin aliento.
Luego, para demostrar mi punto, hubo una breve pausa antes de que
empezara de nuevo.

—Mierda —dijo bruscamente cuando me deslicé de su regazo y al


costado, presionando mis muslos con fuerza para tratar de contener el
deseo allí. Alcanzó su bolsillo, golpeando su dedo contra la pantalla y
acercándolo a su oído mientras gritaba—: ¿Qué?

Escuchó durante un largo momento mientras yo trataba


desesperadamente de reponerme.
No era que no tuviera un deseo sexual normal. Lo hacía. De hecho, en
el pasado, podría haber sido considerado alto. Pero cuando estás
encerrada en tu apartamento por tu cuenta durante el tiempo suficiente,
lentamente desaparecía. Porque, francamente, tus propios dedos y
vibradores, bueno, simplemente no funcionaban. No era lo mismo. Faltaba
algo. Y eventualmente, perdí el interés en ello.

Así que volver a excitarme después de tanto tiempo fue casi


completamente abrumador: mi corazón acelerado, el cosquilleo en la piel,
la pesadez en mis pechos y en la parte inferior del estómago, la necesidad
dolorosa entre mis piernas.

—Cariño —dijo Ryan, haciendo que mi cabeza se girara para


60
encontrarlo mirándome, el teléfono ya estaba guardado.
—¿Sí?

—Era del trabajo —ofreció, sonando ya arrepentido.


Sabía lo que eso significaba.

—Te tienes que ir.


—Desafortunadamente —acordó, asintiendo. Su mano se extendió
para tocar mi rodilla, su pulgar frotándose sobre ella de manera
tranquilizadora.
Sin saber qué se suponía que debía decir, fui por lo casual y me encogí
de hombros.

—Bueno.
—Oye —dijo, agachando un poco la cabeza para atrapar mis ojos
que habían caído ligeramente, deseando no mostrar lo decepcionada que
estaba—. ¿Qué harás para la víspera de Año Nuevo? —me preguntó
extrañamente, haciendo que mi cabeza se levantara y mis cejas se
juntaban.

—¿Víspera de Año Nuevo? —logré decir.


Faltaban cinco días para ello.

Cinco.
¿El trabajo se lo iba a llevar por cinco días?

—Sí, con el champán y la gran bola cayendo del cielo y esa canción
que se supone que anima a la gente, pero siempre suena triste…
Sonreí un poco por eso.

—Hum, no tengo exactamente una vida social salvaje aquí, Ryan —


dije, agitando una mano—. Estaré viendo la televisión con Rocky —agregué,
mirando a mi alrededor y dándome cuenta que no había venido recargado
para molestar el infierno de Ryan. Era completamente diferente a él. Incluso
tuve que encerrarlo en el dormitorio cuando mi tío vino de visita.
—¿Qué tal si vienes a mi casa? —ofreció.

Su casa. 61
Teniendo en cuenta que estaba a unos metros a de mi puerta, casi
parecía ridículo que lo estuviera preguntando con tanta antelación.

—Pensé en sugerirlo pronto para que pudieras esforzarte en hacerlo


—agregó, haciendo que mis labios se abrieran ligeramente, sorprendida de
que lo entendiera.
Tendría que esforzarme en hacerlo. E incluso entonces, no había
garantías.
—Puedo trabajar en eso —le dije, asintiendo—. No puedo prom…

—No estaba pidiendo promesas —interrumpió—. Solo dime que lo


intentarás y seré feliz. Y no —continuó mientras comenzaba a ponerse de pie
lentamente—, decepcionado si no puedes hacerlo.
—¿Sin expectativas? —pregunté, levantándome también,
impresionada y confundida. Confundida porque todos siempre tenían
expectativas. Me impresionaba que pensara decirme que no le importaría
que no me forzara a hacerlo.
—No —dijo con un movimiento de cabeza mientras se encogía de
hombros. Luego, su sonrisa se volvió un poco diabólica cuando agregó—: Si
no vienes a mi casa, vendré aquí. Así que, de cualquier manera, yo gano.
—Sonreí ante eso, enorme, más feliz de lo que había estado más tiempo del
que quería admitir—. Gracias por el regalo, las galletas y la compañía —dijo
mientras se dirigía hacia la puerta. Los buenos modales me tenían
siguiéndolo, alcanzando el lado de la puerta mientras salía—. Feliz Navidad,
Dusty —dijo, inclinándose y plantando un beso casto y absolutamente
adorable en mi frente antes de caminar por el pasillo.

—Feliz Navidad, Ryan —dije detrás de él, haciéndole darme una


sonrisa por encima del hombro antes de desaparecer en el ascensor.

Cerré y le puse el seguro a la puerta, respirando lenta y


profundamente.
Entonces, solo por si acaso, me estiré y pellizqué mi brazo. Ya sabes,
para asegurarme de que no había muerto en el incidente después de todo
y estaba experimentando una alucinación prolongada antes de que
finalmente muriera.
El dolor picó mi brazo y mi cabeza cayó hacia atrás contra mi puerta
mientras sonreía a mi apartamento vacío.
62
Ciertamente había sido una Navidad como en los libros.
Y parecía sería un Año Nuevo digno de ellos también.

Ya sea que lograra o no cruzar el pasillo.


Al final resultó que lo haría.

Pero no porque me hubiera esforzado por hacerlo, aunque


ciertamente lo habría intentado.
No, las circunstancias por las que me encontré en su casa fueron
mucho menos inspiradoras, mucho menos innovadoras que eso.
Era un infierno mucho más feo.

Y, para ser honesta, había tardado mucho en llegar.


Siempre había sabido que había un riesgo.

Siempre había sabido que algún día me alcanzaría.


Dio la casualidad de que el día anterior a la noche que quería fue de
manera muy diferente.
7

Traducido por Brendy Eris y Ashtoash

Corregido por ~Ángel’Grey

A
sí que, no era un secreto; siempre había tenido una cosa por
las chicas buenas.

Culpo a mi áspero estilo de vida, a la violencia, al dolor,


a la incertidumbre, a todo lo que me enfrentaba: a la escoria, a la sangre,
63
a la mierda desagradable.

Respetaba a las mujeres patea traseros como mi madre, como Lea,


incluso Fee a su manera. Pero nunca habían sido el tipo de mujeres que
llamaban mi atención.

Demonios, si me ponía a recordar la época de la escuela secundaria,


pasé un maldito año intentando que la tímida chica lista con gafas me diera
una oportunidad. Ella nunca lo hizo. Tampoco la culpaba. Mis hermanos y
yo, bueno, no teníamos la mejor reputación. Siempre estábamos
metiéndonos en peleas, siempre empezando mierda, siempre bromeando.

Y, ya que tuvimos edad suficiente para esas cosas, jodiendo por ahí.
No exactamente rompiendo corazones, al menos no a propósito, sino
moviéndonos alrededor.
Pero a partir de entonces, se convirtió en una tendencia.

Me gustaba lo suave y lo dulce.


Por eso estaba frente a la puta tienda de artículos para fiestas, un día
antes de la víspera de Año Nuevo.
Sí, la puta tienda de artículos para fiesta.

Estaba allí de pie debatiendo entre qué decoraciones debería


comprar para mi apartamento. Yo, que ni siquiera ponía un maldito árbol
de Navidad, conseguiría decoraciones de fin de año.

—Está bien, ¿mi auto tiene algún tipo de fuga de gas o algo así? —La
voz de Fee sonó desde un costado, me tensé. Claro. Por supuesto, tenía que
encontrarme con un miembro de la familia mientras hacía algo
completamente inusual que, por lo tanto, sería un tema de mucha discusión.
Me di la vuelta para encontrar a Fee, vestida con unos ajustados jeans rosa
palo, tacones de doce centímetros y una especie de sudadera dorada
brillante que revelaba una fracción de su estómago. Fee era interesante,
pero en realidad su ropa sobresalía. Incluso después de tres niñas, parecía
que estaba lista para caminar por una pasarela en todo momento—. Porque
no hay forma de que esto no sea algún tipo de alucinación provocada por
los gases.

—Hola, Fee —le dije, inclinándome y besando su sien, notando la


enorme pila de palitos de confeti que tenía en la cesta de mano—. Vas a
estar limpiando confeti por semanas —le advertí, sacudiendo la cabeza.
—Por favor —me contestó, poniendo los ojos en blanco—. Becca de
64
alguna manera se enteró de lo que era un cañón de confeti hace dos
meses. Todavía encuentro esa mierda en todas partes. Esto no es nada que
una escoba no pueda atrapar. Ahora, cambiar de tema no va a funcionar.
¿Qué demonios estás haciendo? ¿En una tienda de fiestas? ¿En Chaz’s
finalmente van a decorar por las vacaciones? Nada más lo he estado
sugiriendo durante años.

Más como despotricando y delirando.


Mi viejo era de la vieja escuela. No le gustaba decorar absolutamente
nada. Ni siquiera un rayo de luces para Navidad.

—No —dije, extendiendo la mano y agarrando algunos silbatos de


fiesta, sin saber qué demonios se suponía que obtendría. Anita se enojaría
conmigo, pero teniendo en cuenta que mantenía un lugar limpio y que
normalmente solo tenía que usar una aspiradora o un trapeador una vez a
la semana, pensé que podría salirme con la mía para pasar unas
vacaciones.
Ella me miró por un segundo con sus ojos pequeños antes de que una
pequeña sonrisa burlona tirara de sus labios.
—La invitaste, ¿verdad? Bien, suéltalo. ¿Qué pasó?

—Déjalo, Fee —murmuré, sacudiendo mi cabeza hacia ella mientras


pasaba por delante de las copas de champán de plástico. Tenía algunas
reales en casa que, literalmente, nunca había usado. Lo que me recordó
que necesitaba desafiar a la maldita tienda de licores de mi hermano en
donde seguramente sería acosado. Será mejor que haya tomado mi
consejo y haya movido el champán al centro para que no tenga que luchar
por mantener los codos en la esquina trasera, ya que nadie compra
champán en ningún otro momento del año.
—No. Vamos —dijo en un tono más razonable, agarrando mi brazo
para evitar que me alejara de ella—. Solo por esta vez, lo mantendremos
entre los dos. Ni siquiera le diré a Hunt que te vi aquí —ofreció, sonando
genuina—. Sé que ella tiene problemas y tal vez necesitas a alguien con
quien hablar sobre eso.
—Ella me dejó un regalo de Navidad. —Me sorprendí al admitirlo.

—Y tú, por supuesto, no pudiste evitar ir y agradecerle —dijo con una


sonrisa de complicidad.

—Algo así —estuve de acuerdo. 65


—¿Se estaba volviendo loca?

—No. En realidad, ella estaba bien. Casi tranquila en su mayor parte.


—Su apartamento es su zona de confort y tú eres una persona segura
para ella. No tiene que preocuparse por que te enojes con ella o algo así.
¿Las cosas se pusieron… físicas?

—Déjalo caer con lo de la apuesta, Fee —le advertí.


—No estaba preguntando por la apuesta. Cristo, relájate un poco —
me dijo, sacudiendo la cabeza—. Solo preguntaba.

—La besé —admití, dejando de lado el hecho de que fue el mejor


maldito beso que he tenido. Tal vez fue tan simple como su reacción abierta,
dulce e inesperadamente abrumada. Tal vez fue más que eso. Quién sabe.
Todo lo que sabía era que estuve enojado, cuando recibí una llamada de
uno de los tipos a los que había visitado esa mañana en el ring de combate
clandestino de Ross Ward, arrojando el dinero que nos debía.
Nunca me enojaba por ser quien tenía un problema de trabajo, ni
siquiera de vacaciones.
Pero solo esa vez, lo había estado.

Y, aunque por lo general ya no era el hermano que derramaba


sangre, me había curado los cortes en los nudillos de la rabia que me había
causado el bastardo. Primero, por joder con mi familia. Segundo, por joder
algo bueno que se estaba desarrollando con Dusty.

—¿Entonces la invitaste para la víspera de Año Nuevo? —preguntó


Fee, con los ojos un poco blandos—. Así que necesitas elementos
decorativos para hacer algo. No uso esta frase a menudo, Ryan, pero es
jodidamente lindo.

—Creo que suavizas lo “lindo” con lo “jodido” que lo precede. Nadie


te está quitando tu tarjeta de ruda.
Ella ignoró eso.

—¿Y si ella no puede ir?


—Entonces voy a su casa.

—Un plan sólido —aceptó con una inclinación de cabeza,


alcanzando su celular mientras sonaba—. Oh, no te olvides de la comida.
No es un tipo de comida para sentarse. Botanas. Así no interfiere en el
camino, eh, a otras actividades. Oh —agregó, habiendo comenzado a
66
alejarse y luego dándose la vuelta—, y condones. Si ha sido agorafóbica
durante tanto tiempo, dudo que esté al día en el control de la natalidad. En
realidad, tengo todo un maletín lleno… —se detuvo, moviéndose para
hurgar en su bolso.
Fee mantenía una pecera literalmente llena de condones en los
mostradores del baño en su trabajo.

—Fee, tengo condones —le dije con una sonrisa mientras dejaba de
barajar.

—¿Estás seguro?
—Sí, nena, estoy seguro.

—Está bien. Solo estoy comprobando. Si necesitas un recordatorio de


por qué necesitas condones, estoy feliz de dejar a las demonios por una
tarde —agregó, saludándome por encima del hombro mientras caminaba
hacia el mostrador—. Que tengas un feliz año nuevo, Ry —agregó mientras
contemplaba la fila de platos y servilletas de papel negro, dorado y
plateado.
Suponiendo que Anita me odiaría menos si no dejaba el fregadero
lleno de platos encima del confeti, agarré un montón y me dirigí al
mostrador.
Desde allí, fui a la tienda de licores y luego a la tienda de alimentos y
me dirigí a casa.

Apenas estaba a mitad de camino del ascensor cuando supe que


algo estaba mal.
Primero, el ruido.

Había choques, maldiciones y gritos, y los sonidos de golpeteo que mi


historia decía era el sonido inconfundible de un puño golpeando carne.
Mi estómago se retorció dolorosamente cuando mis ojos se dirigieron
a mi puerta.
Segundo, estaba el hecho de que su puerta estaba abierta de par en
par.

Todo cayó de mis manos en un abrir y cerrar de ojos mientras corría


por el resto del pasillo hacia la puerta.
Me quedé inmóvil por unos segundos, el mensaje no parecía
67
transferirse de mis ojos al cerebro y al cuerpo lo suficientemente rápido
mientras observaba a dos hombres, no Bry y su compañero, sino a otros dos
hombres grandes, feos y malvados, en su apartamento. Uno estaba
hurgando en el área de estar ya destruida, volcando los cajones, rasgando
almohadas abiertas.

El otro, sí, él estaba en Dusty.


Lo que significa que estaba a horcajadas en su cintura y esos puños
que golpeaban huesos provenían de él.

Escuché un rugido y no sabía que en realidad salía de mí hasta que


todos los ojos se movieron en mi dirección: oscuros, casi negros, de sus dos
atacantes y el único ojo verde que no estaba hinchado y cerrado de Dusty.

Y jodidamente volé al tipo que lo hizo.


Ni siquiera pudo ponerse de pie antes de que lo agarrara por la
garganta, tirándolo tan fuerte que se rompió el yeso en la pared detrás de
él.
Entonces fue lo que fue. Fueron puños, sangre, aullidos, maldiciones y
huesos rompiéndose bajo mis nudillos y la adrenalina corriendo por mi
sistema y mi sangre acelerándose tan rápido que saltaba en mis oídos.
No supe cuánto tiempo duró. Parecían segundos, pero a juzgar por el
aspecto de carne cruda del rostro del hombre, tenían que haber sido largos
minutos. Pero luego los brazos me agarraron, tirándome hacia atrás,
haciendo que mi espalda se agrietara contra la encimera de la cocina de
Dusty lo suficientemente fuerte como para doblarme.
El tipo que me agarró levantó a su amigo y se marcharon.

Respiré lenta y profundamente, intentando calmarme de nuevo. Por


primera vez en mi vida tal vez, entré en una pelea algo más que frío, distante
y tranquilo. Para mí, era como cualquier otro aspecto de mi trabajo. Lo hacía
racionalmente. Finalmente entendí lo que sucedió con Eli cuando lo perdía,
cuando se calentaba, cuando era una fuerza implacable de rabia.

Fue justo en ese momento, cuando mis oídos ya no silbaban, que


escuché los gemidos bajos, tristes y doloridos provenientes de mi lado y
volteé para ver que Dusty se había rodado y acurrucado en posición fetal,
meciéndose suavemente. Una de sus manos sostuvo su cara, la otra su
estómago.
68
Mierda.
Hijo de puta.

Corrí hacia ella, arrodillándome a un lado y extendiendo la mano para


tocar la suya.
Dusty soltó un grito y se apartó, haciendo que mi estómago cayera de
manera repugnante.
—Cariño, soy yo —le dije, haciendo que mi voz fuera suave a pesar de
que sentía que mi mandíbula se quebraría por apretarla con tanta fuerza—
. Está bien. Se han ido. Estás bien.

Dejó escapar otro gemido cuando al dejar caer su mano, dándome


una vista completa de su ojo negro e hinchado. La vista trajo otra ola de
rabia que tuve que controlar. Ella no me necesitaba enfadado. Me
necesitaba tranquilo y controlado.

—Todo duele —admitió Dusty, su buen ojo perdió la batalla contra


lágrimas y comenzaron a correr por su rostro.
—Lo sé. Lo sé, cariño —la arrullé, acercándome a ella, contento de
que no se alejara cuando la puse sobre mi regazo. Cuando no gritó por la
forma en que la retorcí ligeramente, pensé que sus costillas estaban bien,
que el dolor en su centro probablemente solo era muscular, no de sus
huesos—. ¿Quiénes eran? —Me encontré preguntando, apartando su suave
rubio cabello de su cara—. ¿Qué querían?
Fue como si hubiera disparado un arma en su apartamento.

Las lágrimas se detuvieron, su ojo se abrió tanto como podía, y luego


voló hacia arriba, dejando escapar un fuerte grito de dolor al hacerlo, pero
se levantó y se arrastró por la habitación hasta debajo del gabinete de la
TV, metiéndose en el interior.

—Dusty, cálmate —la insté, moviéndome a su lado, observándola con


las cejas juntas mientras encontraba una caja, la sacaba y la abría.

—No. No, no, no, no —gritó, meciéndose un poco hacia atrás y


adelante, volviendo al gabinete y sintiendo alrededor—. Dios no.
—Está bien —dije, extendiendo mis manos y agarrando las suyas,
poniéndolas frente a ella y manteniéndolas allí.

—Déjame ir.
69
—No hasta que me digas que estás buscando.

—Quinientos 30s —dijo en un siseo desesperado.


Una sola pastilla de esa dosis se vendería por veinte en la calle.

Quinientas de esas significaba que ella acababa de perder diez mil


dólares en drogas.
Diez mil.

Jesucristo.
—Entiendes lo que estoy diciendo ¿verdad? —me preguntó, tragando
saliva, con tono desesperado.
—Sé exactamente lo que estás diciendo —estuve de acuerdo,
asintiendo.

—Bry podrá ser amigo mío, pero no puede simplemente… dejarme


perder diez mil dólares.
Esa era la maldita verdad.
Cuando se trataba de narcotraficantes, viejo amigo o no, los negocios
eran negocios de mierda.

Y ella acababa de perder una gran cantidad de drogas el día antes


de víspera de Año Nuevo cuando todos estarían urgidos por sentirse bien
toda la noche.

—¿Quiénes eran esos tipos, Dusty? —quise saber, deseando cuidarla,


pero sabiendo que no habría nada que pudiera tranquilizarla hasta que
resolviéramos algo de esta mierda.
—No tengo ni idea. Nunca los había visto. Pensé que era Bry
apareciendo temprano así que fui a abrir la puerta y se estrelló y… —se
detuvo, encogiéndose de hombros.
—Está bien, cariño, escucha —comencé, agachando un poco la
cabeza para atrapar su mirada preocupada—. Sé que esto es un maldito
problema y necesita ser manejado, pero en este momento, necesito que
me dejes limpiarte y revisarte. Me imagino que el hospital está fuera de
discusión… —agregué, aunque hubiera preferido una TAC para asegurarnos
de que no tenía una conmoción cerebral y una radiografía para sus costillas,
pero no iba a presionarla. Ya había pasado por suficiente trauma por una
noche.
70
—Tal vez deberías curarte primero —me dijo, extendiendo la mano
tentativamente y poniendo sus dedos junto a mi mano.

Mirando hacia abajo, vi que mis nudillos estaban hechos un desastre.


Pero, probablemente mi cuerpo estaba acostumbrado al trauma y el
sangrado ya hace mucho tiempo se había detenido y me curaría antes del
final de la noche.
—Esto no es nada —contesté, sacudiendo mi cabeza, moviéndome
para pararme lentamente, levantándola conmigo gentilmente—. ¿Puedes
respirar profundamente?
—Supongo que quieres decir que si soy físicamente capaz —meditó
con una pequeña sonrisa autocrítica, moviendo una mano hacia su vientre
y expandiéndolo con aire—. Sí.
—Está bien. ¿Qué tan lleno está tu botiquín? —le pregunté, mirando
por el pasillo hacia la puerta abierta de su baño.

—¿Curitas y antibióticos triples? —medio preguntó, medio afirmó,


luciendo insegura.
—Muy bien, voy a buscar algunas cosas de mi apartamento. ¿Estarás
bien quedándote aquí?

—¿Puedo ir? —me sorprendió su pregunta, haciéndome voltear


completamente para mirarla, con mis cejas juntas.

—¿A mi apartamento? —aclaré, observándola.


—Simplemente no quiero… estar aquí en este momento —admitió,
mirando a su alrededor como si ya no lo reconociera. Dado el desastre total
en el que estaba, me imaginé que estar aquí le provocaba más ansiedad
que irse—. Si eso está bien —agregó, mirando a sus pies.

—Cariño, puedes quedarte conmigo todo el tiempo que necesites —


le ofrecí, extendiendo mi mano para tomar la suya, un poco sorprendido
cuando no solo me dejó hacerlo, sino que apretó con fuerza—. Vamos —
agregué cuando vaciló, mirando alrededor—. Encontraré a Rocky una vez
que te vendemos —le informé, sabiendo que eso era lo que la estaba
reteniendo.
—Gracias —respondió en voz baja mientras la guiaba a través del
pasillo y abría la puerta—. ¿Esas son tus bolsas? —comentó, asintiendo hacia
el pasillo. 71
—Nada importante. Las recogeré cuando vaya por el gato. Vamos —
le insté, llevándola hacia dentro y cerrando la puerta.

—¿Alguna vez alguien te ha dicho que tu apartamento grita


“soltero”?
Sonreí a eso.

—La mujer de mi hermano, constantemente.


La conduje hacia el pasillo solo para que se detuviera y observara el
lienzo que me había dado, yo había encontrado un lugar en el pasillo.

—Ya lo colgaste.
—Por supuesto que sí. Vamos, no te entretengas. Necesitamos curarte
el rostro.
Con eso, la guie hacia mi baño y fui directo al armario, arrastrando el
gran recipiente de plástico lleno de todos los suministros médicos que podías
conseguir en una tienda (y algunos que no) y lo dejé en el mostrador.
Cuando volví a mirarla, se veía a sí misma en el espejo, su labio inferior
temblaba por el desastre en el que se había convertido su cara.

—Todo bajará, Dusty —dije—. El ojo, la mejilla y el labio. Se ven tan mal
porque están hinchados. Los moretones se desvanecerán. Los cortes,
bueno, puede que tengas una cicatriz o dos, pero incluso esos se
desvanecerán con el tiempo. Confía en mí —agregué cuando continuó
viéndose fijamente.

—Peleas como alguien que lo hace a menudo —me dijo, atrapando


mi mirada en el espejo.

—No tan a menudo como solía hacerlo.


No quería mentir, pero tampoco quería darle la verdad completa.

Afortunadamente ella no presionó.


—Lo siento por tus manos.

—No es nada —dije, agarrando una gasa estéril y cubriéndola con


peróxido, luego alcanzando su cadera para voltearla hacia mí. Me
estremecí, se me endureció el estómago—. Esto va a doler —le advertí.
Dio un pequeño asentimiento y respiró hondo.
72
Apretó los labios e intentó apretar los dientes y aguantar, pero para el
momento en que ya había limpiado todos los cortes, sus lágrimas se
mezclaban con el peróxido.

—Lo siento —le dije, acariciando con un dedo su mandíbula—. Esto


ayudará —agregué, alcanzando el triple antibiótico y un hisopo, deslizando
la porquería aguada por toda su cara—. Está bien —dije cuando terminé—
. Necesito revisar tus costillas —continué, preguntándome qué tan grande
era el problema que eso podría ser.

Tragó con fuerza y asintió.


—Está bien.

Eso estuvo bien.


No alcanzó su camisa.

—¿Puedo? —pregunté, tocando el dobladillo de la camiseta.


Me dio otro asentimiento con la cabeza y lentamente moví el material
hacia arriba, revelando más de su piel pálida, estropeada en varios puntos
con leves moretones que, aunque no parecían mucho, probablemente
dolían como el infierno y dolerían más si se les daba una noche para
asentarse. Pero no estaba tan mal. Mejor de lo que esperaba. Cuando vi su
sujetador de lunares gris y blanco, me detuve, presionando el material de su
camiseta debajo de la banda con una mano y extendiéndome con la otra,
deslizándola sobre su vientre y viendo cómo los músculos debajo de la piel
se contraían por el contacto, mientras el aire salía de ella. Era tan
jodidamente sensible y había esperado explorar más de eso en Año Nuevo.
Pero no así. No herida. Mi mano presionó sus costillas suavemente al
principio. Sin reacción, empujé más fuerte.
—¿Nada? —le pregunté, inclinando mi cabeza para mirarla.

—No —dijo con una vocecita apenas audible que se disparó a mi


polla en una respuesta completamente inapropiada dada la situación de
mierda.
—Está bien —afirmé, obligando a mi mano a moverse y tirando del
material hacia abajo para cubrirla—. Aquí —dije, saliendo del baño por un
segundo y regresando con una de mis camisetas un segundo después—, la
tuya está llena de sangre —terminé mientras la tomaba.
De acuerdo, podría haber cruzado el pasillo y haberle conseguido su
73
propia ropa, pero de alguna manera la quería en mi camiseta y ella no se
opuso.
—Tómate tu tiempo —comenté cuando fui al pasillo y alcancé a
cerrar la puerta—. Vuelvo enseguida.

Con eso, salí disparado al pasillo y agarré las bolsas, las dejé caer
descuidadamente en la isla de la cocina y luego volví a cruzar el pasillo para
encontrar a su maldito gato. Encontré la viajera y lo llevé a través del
apartamento hasta que finalmente lo encontré sentado en la esquina del
armario de su habitación. Cuando me acerqué, dejó escapar un siseo y
movió sus pequeñas garras que parecían cuchillas de afeitar.
—Te guste o no, rasgúñame a morir o no, tu trasero entrará en este
portador —dije, resoplando cuando de inmediato pareció callarse. Lo
guardé, saqué la caja de arena obsesivamente limpia del baño y me dirigí
de regreso a mi apartamento.
Y la encontré en la cocina usando mi camiseta, desempacando
cuidadosamente mis bolsas.
—En realidad estabas planeando una noche especial, ¿eh? —
preguntó, con tono triste.

—Todavía lo hago —le informé, bajando la caja de arena y el porta


gatos. Abrí la puerta y observé a la pequeña bola de pelos de cara plana
lanzarse a explorar y esperaba que él no fuera del tipo que rasguña todo
hasta arruinarlo.

—Eso es… agradable, Ryan —dijo, sacudiendo la cabeza, sin poder


mantener el contacto visual—. Pero no puedo esperar que mantengas esa
promesa ahora que sabes que yo, ah… —Agitó una mano, incapaz de
incluso decirlo.

—Mira —comencé, exhalando con fuerza, no era del tipo que


realmente endulzaba la mierda, quería ser directo con ella. Pero había otra
parte de mí que nada más quería decirle que se jodiera todo eso y que no
se preocupara. Para bien o para mal, la parte lógica de mí ganó—. No me
meto con las drogas. No me gustan. No me gusta lo que les hacen a las
personas que las usan y cómo eso afecta a las personas que las rodean. No
es mi escena. Habiendo dicho eso, no te estoy juzgando por hacer lo que
tenías que hacer para sobrevivir. Confía en mí, jodidamente lo entiendo. Eso
no cambia el hecho de que mañana por la noche quiera beber champán
y ver caer una estúpida bola de mierda en Times Square.
74
Juro que podías ver la tensión saliendo de ella. Sus hombros bajaron;
su mandíbula se aflojó, dejó de tratar de organizar frenéticamente el
desorden de las bolsas.
—¿De acuerdo? —pregunté cuando no dijo nada.
—De acuerdo. —Asintió, nada más que con un chillido.
—Una vez más, y hazme creer que lo crees —dije, sonriendo mientras
me movía hacia la cocina y empezaba a guardar la comida.
—Lo creo —me dijo, entregándome el humus que había elegido para
hacerlo ya sea con pita, vegetales o cuatro tipos diferentes de papas fritas
que también había tomado. Al no ser una persona de botanas,
normalmente demasiado ocupado para hacerlo y al solo comer dos o tres
comidas completas al día, no tenía idea de lo que estaba haciendo en esa
maldita tienda de alimentos.
—¿Ryan?
Su pequeña voz me encontró unos minutos después, mientras juntaba
las bolsas de plástico y las metía en una cosa de plástico que Anita metió
dentro de mi gabinete para recogerlas, una compra que en ese momento
pensé que era estúpida, pero resultó ser bastante práctica.
—¿Sí? —pregunté, volviéndome para encontrarla mirándome.

—¿Qué se supone que debo decirle a Bry? —preguntó, genuinamente


sonando como si necesitara una respuesta a eso.
Y, bueno, cuando una mujer con la cara golpeada, que te besó como
si lo deseara jodidamente desde el fondo de su alma, estaba preocupada
por algo, sí, maldición te encargabas de eso por ella.
—No te preocupes por Bry. Me encargaré de él.

—No, Ryan. Eso es…


—Me encargaré —la interrumpí—. No sirve de nada discutirlo. Debes
tener un dolor de cabeza mortal en este momento —agregué, metiendo la
mano en el gabinete junto al fregadero donde guardaba una caja de
aspirina—. Ten, toma un par de estas y ve a acostarte con una bolsa de hielo
—le dije, le entregué las píldoras y fui a buscar la bolsa de hielo, la envolví en
toallas de papel y también se la entregué—. Necesito hacer un par de
75
llamadas telefónicas y luego voy a ver cómo estás.

—No necesitas hac…


—Iré a ver cómo estás —la interrumpí de nuevo, con la voz un poco
firme, me dio una sonrisa agradecida y se dirigió hacia los dormitorios.

Busqué mi celular y me dirigí hacia el pasillo, deslizándome en su


apartamento para tener privacidad, marqué el primer número que me vino
a mí.
El otro extremo contestó y mi oído fue asaltado con música y una risa
de mujer.
—¿Sí? —preguntó la voz de Mark, todavía riéndose a medias de algo
que había interrumpido.

Pero no había tiempo para culpa.


—Tengo un problema —le dije y pude escucharlo alejarse del ruido
hasta que no se escuchaba nada.

—¿Qué pasa? —preguntó con tono serio.


—¿Recuerdas a mi vecina y a los tipos con los que se involucró?

Hubo una breve pausa y un muy tentativo:


—¿Sí?

—Son narcotraficantes y ella guardaba la mercancía. Esta noche fue


robada y golpeada, y bueno…
—Esa mierda no va a pasar —me interrumpió.

Exactamente.
—Sí.

—Dame el nombre del vendedor y haré un poco de investigación.


—Bry. Eso es todo lo que me dio. Han sido amigos desde que eran
niños. Son 30s, así que no creo que debas preocuparte porque sean de la
Calle Tres. Les gusta más su mierda de calle barata. ¿Quién está vendiendo
los productos farmacéuticos por aquí en este momento?
No era algo que a menudo tenía la necesidad de saber, de estar al
día. Todos vigilamos a los jugadores más grandes de la ciudad: Los
Henchmen, Hailstorm, los Grassi, Richard Lyon y… 76
—Oh, mierda. Dime que no es el maldito Lex, hombre —dije,
pasándome la mano por la cara, mis callosas manos quedándose en la
barba de varios días.

Mark hizo una pausa.


—No puedo decirlo con seguridad. Él tiene sus manos en todo, pero
dudo que tenga su mierda guardada en algún apartamento sin protección.
Cierto.
—Esperemos.

—¿Cómo está ella? —preguntó Mark en voz baja.


Exhalé.

—Aguantando. Se ve como el infierno. Pero nada parece serio. Se va


a quedar conmigo hasta que pueda soportar su apartamento de nuevo.

—Bien —dijo, extrañamente perdiendo la oportunidad de burlarse de


mí—. Entonces, asumo que cuando descubras quiénes son estos tipos…
—Van a pagar —le informé y colgué.
Todas las personas decentes seguían unas malditas reglas básicas en
la vida: Le dabas propina a tu personal de servicio, en Navidad le dabas
dinero a las personas con campanas, sostenías puertas y maldita sea, nunca
ponías tus manos sobre una mujer por enojo.
Ya era hora de que aprendieran esa lección por las malas.

Y era un profesor jodidamente bueno.

77
8

Traducido por Myr62 y Masi

Corregido por ~Ángel’Grey

¿E
s malo estar preocupada por lo que Ryan pensaría de mi
apartamento cuando lo viera destruido al día siguiente?

Estaba bastante segura que no era correcto para mí


estar pensando en ese momento en particular: Hombres que nunca había
78
conocido ni visto antes, gritando, empujando y exigiendo saber dónde
estaban las pastillas.

No era que no me hubiera asustado. Pero descubrí que todos mis años
en que estuve prestándole atención a los monstruos invisibles, de alguna
manera me facilitó concentrarme a través del miedo de lo que tal vez
podría hacer la mayoría en esta situación.

Así que cuando el hombre más grande golpeó sus dedos contra mi
pecho, haciéndome tropezar y chocar contra mi pared, derribando la
lámpara en el proceso, de alguna manera pude darme cuenta que darles
esa información no me iba a ayudar.

Alguien me iba a lastimar.


La pregunta en realidad era ¿preferiría que mi paliza viniera de
extraños… o de un hombre al que había conocido toda mi vida?

La respuesta fue simple.


No estaba segura de poder soportar que Bry lo hiciera.
No estaba delirando. Tendría que pegarme. Tendría que hacerme un
ejemplo.

No porque quisiera. Ni siquiera era mi culpa. Pero eso era lo que se


esperaba de él. No era el jefe en su pequeña organización. Era un tipo de
rango medio. Tenía alguien a quien responderle, alguien que quería que yo
vomitara un poco de sangre para que todos los demás supieran que tenían
que hacer un mejor trabajo para proteger el suministro.

Porque si no me golpeaba, podría hacer que lo mataran.


Así que apreté mis labios y no les dije nada.

Desafortunadamente, al parecer ellos las encontraron de todos


modos.

Me gustaría decir que escuchar y ver a Ryan, me había dado una


abrumadora sensación de alivio. Y hubo algo de eso, hizo que la paliza se
detuviera. Evitó algo que podría haber sido peor.
Pero él entrando en eso, bueno, tomó la imagen que tenía de mí y la
destrozó. No era solo la vecina agradable, callada y tímida, al menos era lo
que parecía. No, yo era una delincuente que se involucró con traficantes
de drogas.
79
Traficantes de drogas.

Dios, había caído tan bajo.


Si me lo hubieran dicho tres años atrás, nunca hubiera creído que tal
cosa fuera posible.
Era increíble lo que un trastorno mental podía hacer. Era una locura lo
que uno haría para salvar su orgullo, para no tener que arrastrarse ante la
única persona que tenía en el mundo.

Pero el hecho era que, cuando todas las demás personas que tenía
en el mundo se dieron por vencidas, Bry había estado allí. Y tuvo una idea.
Tenía demasiados antecedentes como para ser atrapado con píldoras,
especialmente a una escala lo suficientemente grande como para ser
considerado distribución, así que me ofreció una especie de “trabajo”.
Guardaba el producto, él me daba un poco de dinero para hacerlo, y eso
era todo.
Su dinero pagaba la mitad de mi renta.

La otra mitad, bueno, encontré una forma en línea para hacer el resto.
Mira, la única cosa genial que sucede cuando estás encerrado todo
el tiempo es que no puedes ver o hablar o experimentar algo nuevo,
bueno… la mente divaga. Creas estas enormes ideas épicas en tu mente.
Finalmente, comencé a escribir las mías. Y cuando descubrí cómo
hacerlo, comencé a venderlas en línea. Se vendían muy bien entre la
multitud paranormal de jóvenes adultos y me mantenían fuera de las calles
y con comida en mi despensa. Tuve que escatimar unos centavos y no
parecía haber un final a la vista para guardar drogas para Bry, pero me las
arreglé.
Así que así fue como me convertí en una criminal.

No había entrado con lentes de color rosa. No pensaba que era


intocable. Siempre supe que algún día me alcanzaría. Sin embargo, pensé
que sería más como una condena en prisión que una golpiza, pero tampoco
me había sorprendido que llegara a eso.

¿Pero Ryan presenciándolo? ¿Ryan entrando? ¿Ryan limpiando el


desorden que habían hecho?
Sí, eso no me hacía sentir bien.

Su opinión importaba.
80
Y él nunca iba a mirarme igual.

Lo escuché salir de su apartamento mientras tomaba mi bolsa de hielo


y caminaba por el pasillo.

No iba a mentir; dolía mucho. Por muy mal que se viera, y se veía mal,
se sentía diez veces peor.
Vi otra puerta cerrada en el pasillo y pensé que tal vez era un estudio
o un segundo dormitorio. Pero no me sentía cómoda abriendo las puertas
cerradas en el lugar de alguien más, entré por la puerta abierta de su
habitación y me metí entre las sábanas que olían a él, una pizca de especias
de su colonia y detergente para ropa que no era femenino. Entré, levanté
las sabanas, puse la bolsa de hielo sobre mi cara de manera que cubriera
mi ojo y el labio hinchado, y empecé a respirar hondo.

Debería estar enloqueciendo.


Debería estar ansiosa por estar fuera de mi apartamento, estar en el
suyo, estar en su cama, en su ropa, sin ninguna de mis comodidades.
Pero la verdad del asunto era que, en el momento en que esos
hombres pusieron sus manos en mis cosas, arruinaron la comodidad que me
daban. De alguna manera, se sentía menos estresante que quedarse.
Supongo que en cierto modo era una forma de progresar.

Oí la puerta principal abrirse y cerrarse y sus pies moviéndose por un


largo par de minutos antes de que lentamente me quedara dormida. Pero
no pudo haber sido por mucho tiempo porque lo siguiente que supe era que
la cama se estaba moviendo detrás de mí, una sensación tan inusual que
me hizo despertarme a tiempo para sentir su cuerpo deslizándose detrás del
mío.

—Solo yo —dijo la voz baja y suave de Ryan desde detrás mí, cuando
sentí sus piernas levantarse junto a las mías y su brazo deslizarse suavemente
alrededor de mi vientre, tirando ligeramente de mí contra él—. ¿Cómo está
el dolor?

¿Qué dolor?
Todo en lo que mi cerebro podía concentrarse, era en el hecho de
que se metió en la cama conmigo y se situó a mi alrededor, metió su cabeza
en mi cuello, y me preguntó acerca de mi dolor. 81
Ryan no se alejó de mí. No me rechazaba ahora que sabía la verdad.

—Está bien —le respondí, encogiéndome un poco mientras su brazo


me daba un apretón.
—Tu gato reclamó el gabinete de la TV como su cama —me ofreció,
haciéndome sentir culpable por no haberlo revisado yo misma.

—Sé que no eres un fanático de los gatos. Si quieres que lo lleve de


vuelta al otro lado del pasillo para que…
—Está bien, Dusty. No te preocupes por él.

—No sé cómo agradecerte por esta noche —admití, odiando lo débil


que sonaba mi voz.

—No tienes nada por lo que agradecerme. Sería un hombre de


mierda si veo a una mujer siendo atacada y no intervengo.
Eso era bastante cierto.
—Pero me dejaste quedarme aquí —continué, sintiendo que mi
corazón se agitaba cuando sus dedos comenzaron a moverse
distraídamente por mi vientre.
—Siempre eres bienvenida aquí.

Había sinceridad en esas palabras, me hicieron algo horrible por


dentro, me dieron esperanza.
—Yo, ah, no sabía si la otra habitación era una oficina o una
habitación de invitados. Podría cambiarme…

—Me gusta que estés aquí —dijo, sonando cansado.


Eso fue lo último que dijo, unos minutos más tarde, su brazo pesaba
sobre mi cuerpo y supe que se había dormido.

Sin embargo, yo no dormí por mucho tiempo. Esto se debió


principalmente a que mi mente decidió tomar el hecho de que 'le gustaba
tenerme allí' y me dejé llevar con eso hasta que, por un lado, las cosas
terminaron conmigo de vuelta al trabajo, en una relación feliz y
generalmente normal con él. Pero lo más probable es que me hiciera
ilusiones, se fueran al infierno y me dejaran más jodida que antes.
Y con esa encantadora nota, me quedé dormida.
82

Me desperté con Rocky saltando sobre mi cadera y soltando un fuerte


maullido.
—Cállate —me quejé, sacudiéndome la bolsa de hielo a temperatura
ambiente y mirándolo con un ojo bueno, algo aliviada al darme cuenta que
el otro tampoco estaba completamente cerrado. No estaba abierto, pero
tenía una leve hendidura por la que podía ver.
Dejó salir otro maullido, de alguna manera con más actitud, y suspiré
y me estiré hacia arriba. Rocky se levantó de un salto y corrió hacia la puerta,
donde se detuvo.
—Ya voy —le dije, pero me volví para detenerme rápidamente en el
baño, donde ya había encontrado un cepillo de dientes nuevo
esperándome. Agradecida, me lavé los dientes, me limpié lo que quedaba
de crema antibiótica y me dirigí hacia la cocina.
—Le puse de comer. Pero el maldito obstinado aparentemente no
comerá a menos que estés cerca —me informó Ryan, sin siquiera haberse
alejado de donde estaba parado frente a la estufa, luciendo recién bañado
con una camiseta negra ajustada y pantalones deportivos grises oscuros y
gruesos.
Como si estuviera de acuerdo con esa afirmación, Rocky se dirigió
hacia donde Ryan había colocado sus tazones junto a la puerta principal y
comenzó a comer.
—Es delicado —ofrecí—. ¿Estás cocinando? —pregunté, oliendo la
mantequilla caliente en la sartén, pero no del todo dispuesta a aceptar que
un tipo como él fuera capaz de realizar tareas mundanas como cocinar. Por
eso tenía a su ama de llaves, ¿no?
Su cabeza giró sobre su hombro con una sonrisa divertida, sin duda
captando la incredulidad en mi tono.

—Tortillas —comentó—. Robé los huevos de tu apartamento. Y el


83
queso. Y el zumo de naranja. Aparentemente, Anita no ha ido a la tienda
de comestibles recientemente.

Dios, ¿podría volverse aún mejor? En serio.


—Está bien, lo que necesito… —comenzó, con un tono un poco más
serio, girándose hacia mí mientras batía los huevos, recostándose contra el
mostrador.

Pero lo interrumpió el sonido de dos fuertes golpes en su puerta antes


de que se abriera de golpe, haciéndome retroceder un paso, mi corazón
volando hacia mi garganta antes de ver quién entraba.

Uno de sus hermanos.


En realidad, no había forma de confundirlos. Todos tenían la misma
estructura ósea, perfecto cabello oscuro y ojos claros. Todos eran altos,
aunque sus formas variaban. Ryan era alto y delgado, al igual que uno de
los otros hermanos que había venido a visitarlo. Otro era una pared gigante
de músculo. Este era algo intermedio. Era un poco más ancho que Ryan,
pero no muy musculoso.
Y se había detenido de golpe a tres metros en la habitación,
congelado completamente en el sitio.

¿Preguntarías lo que había provocado que se quedara congelado?


Yo, al parecer.

Porque había estado sonriendo levemente cuando entró. Pero en un


abrir y cerrar de ojos, al momento en que su mirada se posó en mí, la sonrisa
cayó, se detuvo y una oscuridad pareció invadir sus ojos.

—Eli —dijo la voz de Ryan, baja, más profunda, casi como una
advertencia. ¿Pero una advertencia contra qué?
Eli se paralizó ante eso, buscando en su bolsillo, pero sus ojos todavía
estaban clavados en mí. Sacó su celular, sosteniéndolo en alto, y escuché
el inconfundible obturador de su cámara, haciéndome retroceder, y mi
mirada se dirigió a Ryan.
—Retrocede, Eli —gruñó Ryan, más fuerte, dejando caer el cuenco de
huevos con un tintineo y apagando el quemador. Luego se movió para
interponerse entre su hermano y yo.
—Solo como evidencia —dijo Eli, mostrándole la foto a su hermano,
haciéndome estremecerme al ver la evidencia de mi paliza. Luego, apagó
84
el teléfono, se lo guardó en el bolsillo y miró a su hermano. Y así, todo lo que
lo había pasado hace un momento se evaporó, dejándolo con ojos suaves
y una sonrisa de disculpa.
—Está bien —le ofrecí, tragando con fuerza—. Sé que esto es un
poco… ah, sorprendente —comenté, señalando mi cara.

—Creo que la palabra que estabas buscando allí era “hermosa” —me
dijo, esquivando fácilmente el tema de mi rostro y salvando mi vanidad—.
Soy Eli —dijo, lanzándome una sonrisa—. Ya que mi hermano aquí ha
olvidado por completo sus modales. No te preocupes —agregó,
moviéndose para estar junto a mí, inclinando su cabeza un poco cerca
como si estuviera compartiendo un secreto—. Informaré a nuestra madre
sobre no presentarnos. Ella lo enderezará.
Sonreí ante eso, apenas notando la forma en que eso hacía que me
dolieran los ojos, las mejillas y los labios.

—Soy Dusty —le dije.


—Dusty. El placer es mío. Y mira, ¡lo hice justo a tiempo para el
desayuno! —declaró—. Dos botellas de champán —notó, mirando hacia el
gabinete de licores de Ryan—. Bueno, no necesitarán dos de esas más
tarde. ¿Mimosas?
Y fue entonces cuando prácticamente decidí que necesitaba a Eli
Mallick en mi vida. De una manera amistosa.

Ryan me lanzó una mirada que no pude leer y luego volvió a


enfocarse en los huevos, encendiendo la estufa y cortando verduras para
colocarle adentro.

—Sí, eres un loco de cara dura —dijo Eli, atrayendo mi atención


mientras se encontraba a espaldas de Ryan vertiendo zumo de naranja en
las copas… con Rocky frotándose contra su brazo. Frotándose contra él.
—Él odia a los hombres —espeté, con la boca abierta—. La mitad de
las veces me odia a mí —agregué sacudiendo la cabeza.
—Ahora, mira, si no estuviera en compañía mixta en este momento…
—comenzó Eli con una sonrisa maliciosa—, haría un comentario atrevido.

sería.
Resoplé ante eso, sabiendo exactamente qué tipo de comentario
85
—Entonces, Dusty —dijo Eli cuando Ryan comenzó a llenar la sartén
con huevo—. ¿A qué te dedicas? —terminó, entregándome una mimosa.
Me quedé callada por un segundo, sintiéndome atrapada antes de
que mi cerebro empezara a funcionar y recordé que tenía una respuesta
para eso.

—Escribo.
La cabeza de Ryan se balanceó sobre su hombro, sus cejas se
juntaron, sus ojos cuestionadores. Y fue entonces cuando me di cuenta que
mientras me había acercado más a él que a nadie más en años, mientras
que él me salvó dos veces, me curó, me besó y durmió conmigo. Todavía
éramos extraños.
—Puedo leer —dijo Eli con una sonrisa, haciéndome sonreír de
nuevo—. ¿Qué escribes?
—Adolescente paranormal.

—¿Vampiros y brujas que están todos angustiados y tienen triángulos


de amor?
—Así que has leído mi trabajo. —Me reí mientras él brindaba con mi
vaso.

Luego todos comimos tortillas y bebimos mimosas, mientras que Eli


mantuvo la mayor parte de la conversación con un poco de ayuda de mi
parte porque Ryan de repente estaba más tranquilo de lo normal.

Y fue fácil.
Era como si no estuviera horriblemente fuera de práctica.

Tal vez la facilidad se le podía atribuir a Eli y a su relajada habilidad


para mantener la conversación, pero no importa cuál sea la razón, estaba
desayunando con dos hombres que no eran mi tío o Bry y no me estaba
sintiendo incómoda y llena de ansiedad.

Progreso.
Eso era lo que Ryan me había brindado en mi apartamento en
Navidad.

Era casi como si fuera una especie de premonición.


No podía esperar curas mágicas.

No podía esperar milagros.


86
Pero estoy segura que podría esperar un progreso.
9

Traducido por LizC y Smile.8

Corregido por Nix

E
li era difícil de predecir.

Al igual que Hunter, Eli nunca había sido realmente


excluido del negocio familiar. Siempre fue un poco más suave,
más tranquilo, más artístico. No era el que empezaba las
87
peleas en el patio de recreo como Shane o Mark. No era el
primero en saltar a intervenir cuando se desataba una gran pelea en la
secundaria. No era alguien para quien la violencia llegara fácilmente.
Pero la violencia nos fue inculcada desde muy temprana edad.

Por lo tanto, porque no era natural para él, no era algo que formara
parte de él, el que pudiera aprender a controlar lentamente a través de
niveles más bajos, su ira era mucho más explosiva de lo que jamás había
visto.

Así que cuando se trataba de Eli, surgía en una ola salvaje e


imparable. A veces tenía sus factores desencadenantes, como entrar en mi
apartamento y ver a Dusty destrozada. Pero, con la misma frecuencia,
podía encenderla cuando era necesario.
Por eso era nuestro “último recurso” con los clientes difíciles. Cuando
no soltaban el dinero con mis firmes sugerencias o la advertencia de Mark o
la feroz paliza de Shane, bueno, era entonces cuando papá llamaba a Eli.
Por lo general, no podía ir solo. Porque la mayor parte del tiempo necesitaba
ser apartado antes de matar a alguien.
Pero se apagaba como un interruptor.

Entró, vio a Dusty, comenzó a enloquecer, tomó una fotografía en


caso de que alguna vez necesitara mostrarle a un policía que golpeó a un
hombre hasta dejarlo medio muerto por lo que le había hecho a ella, y luego
lo apagó.

Y Dusty le correspondió.
Aunque, como yo, él nunca había sido la puta como Shane y Mark
habían sido, él definitivamente tenía un encanto al que la mayoría de las
mujeres reaccionaban. Prestaba atención a los detalles y siempre parecía
poder evitar que las cosas se pusieran demasiado incómodas. Eso, para
Dusty, era enorme. Si la conversación se desplomaba durante un segundo,
podías verla tensarse visiblemente, veías cómo sus ojos se asustaban un
poco, como si estuviera intentando pensar en una manera de mantener las
cosas ligeras y fáciles, para no demostrar que no era la mejor persona
posible en situaciones sociales.

Una parte de mí estaba agradecida con él por hacer que ella se


sintiera cómoda con alguien que no fuera su tío, la mierda de Bry o yo.

La otra parte estaba irracionalmente celosa de cómo habían


conectado, cómo se las arregló para sacarle cosas que yo ni siquiera había
88
pensado. Maldita sea, ni siquiera sabía que escribía para ganarse la vida.
Guardarles drogas a sus amigos aparentemente era solo para
complementar sus ingresos.

Su ansiedad podría haberle arrebatado la vida, pero encontró una


manera de vivir otras, de tener aventuras y conectar con la gente.
Después del desayuno, Eli se fue, teniendo sus propios planes para la
víspera de Año Nuevo que lo llevaban con Mark y probablemente
involucraría demasiado alcohol y alguien a quien besar (y más) a
medianoche. Dusty insistió en limpiar y demostró ser bastante obstinada en
el proceso, así que respondí algunos correos electrónicos en la sala de estar.
Que fue como lo escuché cuando ella no lo hizo con el agua
corriendo en el fregadero.
Bry.

Escuché el golpe y me puse de pie en un abrir y cerrar de ojos.


—Vuelvo enseguida —grité—. Necesito tomar una llamada de trabajo
—agregué, agitando mi teléfono mientras ella me sonreía y se giraba hacia
los platos.
Salí al pasillo, cerrando la puerta con un suave clic justo cuando Bry
abría la puerta del apartamento de Dusty y cruzaba la puerta. Su cuerpo se
congeló tan pronto como lo hizo, sus hombros se cuadraron, su mano en el
pomo se apretó con fuerza.

Por lo que no me escuchó cuando crucé el pasillo. Pero jodidamente


seguro que lo sintió cuando mi mano se abrió de par en par y aterrizó en el
centro de su espalda, empujándolo con fuerza hacia delante y haciéndolo
tropezar en el apartamento destrozado.

—Qué mierda… —gruñó, dándose vuelta mientras yo entraba y


cerraba la puerta, apoyándome en ella—. ¿Mallick? —preguntó,
poniéndose rígido. Entonces, siendo tal vez lo único que podía hacer para
redimirse, miró a su alrededor lentamente—. ¿Qué pasó? ¿Dónde está
Dusty? ¿Está bien?
—Sabes, por lo general, cuando te preocupas por una mujer, no la
pones en una posición en la que irrumpen en su apartamento, lo destruyen,
y recibe una paliza a la que ninguna mujer debería ser sometida.
89
—¿Dónde diablos está? —exigió, con un gruñido áspero entre sus
dientes apretados. Dio unos pasos amenazantes hacia mí, pero se detuvo
antes de que se convirtiera en un desafío demasiado grande—. ¿Está bien?

—Ella no está jodidamente bien con su ojo cerrado e hinchado y sus


moretones y labio reventado y…
—Mierda —interrumpió con un gruñido fuerte, extendiendo la mano
para agarrar lo que estaba más cerca de él, un libro en el respaldo de su
sofá, y arrojándolo a través de la habitación donde se estrelló contra la
pared y cayó al suelo—. ¿Tuvo que ir al hospital? Probablemente está
jodidamente asus…
—No está en el hospital —lo interrumpí.

Mierda, así que le importaba. No alcanzaba a verlos juntos a menudo,


solo su impaciente portazo en los días de recogida o entrega. Eso no me
daba la mejor imagen del bastardo. Eso y el hecho de que él la involucrara
en sus tratos ilegales no lo mostraba de la mejor manera.
Pero a juzgar por la forma en que se congeló por el apartamento
destrozado, sus preguntas inmediatas involucrando el bienestar de Dusty y
no, digamos, el estado de su alijo, bueno, decía algo de él.
—Entonces, ¿dónde está? Quiero verla.

—¿Por qué? —le pregunté, cruzando mis brazos sobre mi pecho.


—Porque es mi maldita amiga. Porque recibió una paliza y no está en
su apartamento. El apartamento, debo agregar, que no ha dejado en años.

—Está en mi casa —le informé con voz vacía.


—¿Por qué mierda estaría Dusty en tu casa, hombre? Ni siquiera te
conoce. No sabe en qué mierda estás involucrado.

—Sabe en lo que estás involucrado y parece estar bien con eso. En


cuanto al otro punto, ella me conoce. Me compró un regalo de Navidad y
todo.

Pareció sorprendido por eso, su boca se abrió, dos líneas formándose


entre sus cejas.
—Nunca te ha mencionado.

Si no estaba equivocado, y rara vez lo estaba, él sentía algo por ella.


90
No solo una cosa de “ella es la casa segura para mis drogas y quiero que
esté viva por eso” o incluso una cosa de “crecimos juntos”, sino algo real. La
deseaba. Por eso la había tocado cuando entró. Y, conociéndola como
parecía hacerlo, debía haber comprendido su retroceso hacia él.

Una maldita mierda de amor no correspondido.


Casi me sentía mal por el imbécil.

Casi.
Pero la mujer que él supuestamente amaba estaba en mi maldito
apartamento con la jodida cara destrozada por una situación en la que él
la puso.
—Sí, bueno, soy un nuevo desarrollo en su vida.

Su rostro decayó genuinamente ante esa información, tomando la


forma en que pretendía que él lo tomara a pesar de que Dusty y yo, a decir
verdad, todavía estábamos en la etapa inicial.
—¿Quieres decir lo que creo que quieres decir?
—Probablemente. Y viendo que eso no es ni remotamente de tu puta
incumbencia, seguiremos adelante. ¿Para quién trabajas?

La tensión volvió a él cuando su barbilla se alzó.


—También pienso que eso no es ni remotamente de tu puta
incumbencia —me devolvió las palabras.
Bueno, si él no quería hacerlo de la manera fácil…
Dejé caer mis brazos y cerré los pocos pasos entre nosotros, enrosqué
mi mano en su garganta y lo golpeé contra la pared, su rostro casi en la
misma posición que la del tipo que golpeó a Dusty, la sangre seca de color
rojo oscuro, casi negra en la pared era evidencia de ese hecho.
—Es de mi muy maldita incumbencia cuando una mujer que me
importa tiene su puta cara destrozada por las jodidas drogas en las que tú
la involucraste. Y porque conozco a todos los jugadores de esta ciudad, sé
que eres un jodido lacayo de algo más grande. Así que corta la puta mierda
y dame algunas malditas respuestas o puedo mostrarte exactamente cómo
obtuvo su puta reputación la familia Mallick en esta ciudad.

Mi voz era baja y salvaje, la ira usualmente era una cosa tranquila
dentro de mí, lo suficientemente fría como para congelarte.
91
Y, si él conocía a mi familia, era jodidamente seguro que sabía que mi
amenaza no era en vano.
Mi mano se aflojó en su garganta y contuvo el aliento antes de hablar.

—Sabes que no puedo delatarlo.


—Maldita sea, claro que puedes —espeté, impaciente. No estaba
completamente seguro que Dusty no empezaría a buscarme en cualquier
momento. No tenía todo el maldito día para sacarle la información—. Y no
tienes exactamente elección, Bry.

—El producto se ha ido, ¿verdad? —me preguntó finalmente cuando


mi mano lo soltó por completo y di un pequeño paso hacia atrás.

—Y tienes diez grandes menos. ¿Cómo diablos le vas a explicar eso a


tu jefe? ¿Decirme quién es en realidad es la peor cosa que puedes hacer
hoy?
—No entiendes —dijo, sacudiendo la cabeza, deslizándose hacia un
lado y moviéndose hacia la cocina donde se estiró por encima de la estufa
de Dusty y agarró un vaso, luego fue a su congelador y sacó el vodka que
ella guardaba allí.

Así que, dejando de lado su aversión a él tocándola, eran cercanos.


Sabía dónde estaban las copas y el alcohol, y se sentía cómodo sirviéndose
a sí mismo. De repente me pregunté si tal vez los dos habían sido más que
amigos en algún momento. Eso explicaría lo que él sentía por ella y el hecho
de que él se hubiera quedado con ella incluso cuando todos, menos su tío,
parecían haberse dado por vencidos.
—Entonces ayúdame —le sugerí, observando mientras vertía tres
dedos de vodka y lo tomaba de un trago.

Si se trataba de una clase de problema que ameritaba tres dedos de


vodka, entonces era una mierda seria. Me sentí ponerme rígido,
preguntándome con quién coño podría haber estado envuelta Dusty.

—No trabajo para Lex si eso es lo que estás preguntándote —dijo,


refiriéndose al hijo de puta más cruel de todo Navesink Bank, que estaba
bien atrasado para una muerte prolongada y tortuosa. Lex metía las manos
en un poco de todo en nuestra ciudad y eliminaba algunas de las
operaciones de menor importancia, manteniéndolas bajo su pulgar, sin
permitir que nadie más subiera de rango y lo sacara.
92
—Sé que no estás trabajando para Lyon, ya que todo lo que él hace
son con agentes de bolsa. No me digas que esto es tan jodidamente bajo
como para pertenecer a la Calle Tres.

Resopló ante eso, casi como si se sintiera insultado.


—No.

—Entonces, ¿quién? Porque son todos los distribuidores en esta área.


Ladeó la cabeza a un lado ante eso.

—Exactamente.
Exhalé fuerte, mirando al techo por un largo segundo. ¿Estaba
negociando en Navesink Bank para alguien que se suponía que no debía
estar operando en la ciudad? Ese era el tipo de puto problema con el que
no quería estar jodidamente involucrado. Porque no solo significaba que
tenías un problema con el jefe de Bry y cualquier maldita persona que le
robara, sino que también significaba que, si Lex o Lyon o la Calle Tres se
enteraban, tú también estabas en su punto de mira.
Ese no era un lugar en el que nadie quisiera estar.

Mi familia siempre se había esforzado para mantenerse al margen de


los asuntos de todos los demás en la ciudad. Estábamos en términos
amistosos con Los Henchmen, Hailstorm, Grassi y los profesionales
independientes, como Breaker y Shooter. Evitábamos activamente
cualquier contacto con Lex Keith. Y no teníamos ninguna razón para tener
comunicación con Lyon o la Calle Tres.

Era un mecanismo de supervivencia ser neutral incluso si no estabas


de acuerdo con lo que estaban haciendo las otras operaciones. Papá
había tenido una buena reputación toda su vida y, a medida que
envejecimos, todos nos sumamos a ella. Pero su operación no era enorme.
No teníamos mucha gente a parte de mis hermanos y yo. Nunca
sobreviviríamos a una guerra clandestina. Lo sabíamos, así que no metíamos
la nariz en asuntos que no fueran los nuestros.
Hubo una excepción aquí o allá.

Si acaso, la mierda que pasó con Shane y Lea.


Pero esa fue una excepción porque Lea era de Shane y cualquier
demonio que estuviera persiguiéndola también era un problema de Shane.
Así que él lidió con ellos y porque la familia era familia (sin importar la forma
93
en que el plan fuera a veces determinado) ayudábamos.
La misma regla se aplicaría si Dusty fuera mía, ¿verdad?

El único problema estaba en que no habíamos acordado eso. Apenas


habíamos hablado. Una parte de mí estaba preocupada por presionar, por
poner expectativas en ella que la podrían estresar. Pero para ser honesto, lo
veía yendo a alguna parte. A pesar de que era nuevo. A pesar de que no
lo sabía todo sobre ella, lo veía yendo a algún sitio serio. Al final. A su paso.

Así que, por el momento, no era técnicamente mía.


Pero no veía que fuera a ser un problema.

No era un jodido alborotador. Nunca me involucraba en mierda que


no fuera buena para mi familia. Y no lo haría ahora si no fuera por una buena
razón.

—¿Dónde? —le pregunté mientras se servía otro trago.


Suspiró, negando mientras miraba a la fotografía de Dusty en la
ventana durante un largo segundo antes de que sus ojos se encontraran de
nuevo con los míos.
—Camden.

—Oh, por amor a la mierda —gruñí.


¿Camden? ¿El jodido Camden? ¿El lugar clasificado como la maldita
ciudad más peligrosa en Estados Unidos por años consecutivos? ¿Con una
tasa de criminalidad seis veces el promedio nacional? Genial. Jodidamente
fantástico. Justo lo que necesitaba.

Exhalé duro, manteniendo la esperanza.


—Quinientas pastillas no es un gran alijo. —Era enorme para nuestra
ciudad, pero en genial, era un pequeño trozo del comercio.
—No si se toma en cuenta que soy uno de los cincuenta chicos
haciendo esta mierda.

Cincuenta.
Si cada tipo tenía el mismo alijo de quinientas pastillas, significaba que
había veinticinco mil pastillas y más de medio millón de dólares en
94
movimiento. Y eso era solo por los malditos envío y distribución. No tenía ni
idea de la frecuencia con la que conseguían las pastillas, pero incluso si era
nada más una vez al mes, a esa velocidad, era un gran problema.
El jefe de Bry, quienquiera que fuera, no era alguien con quien tuviera
que joder.
Extendí mi mano, pasando una mano por mi barba rasposa con un
suspiro.

—Así que aquí me tienes —dijo Bry, asintiendo.


—Dame un jodido vaso —gruñí, mi cerebro yendo a toda velocidad.

Bry resopló y se giró para hacer eso, vertiéndome un gran trago que
me bebí.
—Está bien —comencé, haciendo una mueca por la quemadura—.
Diez mil. Haré algo con eso —decidí, viéndolo como la única forma de salir
de la jodida situación.
Bry estaba negando antes de que terminara de hablar.
—Tiene contactos alrededor para mantener un ojo en las cosas. Si la
gente empieza a joder con que no pueden ver de las 30s por aquí de un
momento a otro, en una jodida fiesta, entonces habrá peguntas. Serán del
estilo que vienen con mucha sangre por mi parte. —Se detuvo, mirando
hacia abajo a sus pies—. Puedo decir que soy lo suficientemente fuerte
como para mantener la boca cerrada, pero él es un maldito enfermo y no
puedo hacer esa promesa y Dusty…

Dusty podía pagar por sus jodidas conexiones.


—Muy bien, ¿quién mierda sabe de ti? —pregunté, con la esperanza
de que si era lo suficientemente estúpido como para conectarse con algún
distribuidor en Camden que era al menos lo suficientemente inteligente
como para mantener sus menos que legales actividades para sí mismo.
—Aparte de, literalmente, ¿cada jodida persona con la que trato? —
preguntó, haciendo un buen punto.

Los adictos eran una especie desesperada. Si veían que Bry siempre
había tenido una gran oferta de drogas y le seguían incluso casualmente,
notarían que nuestro edificio era una parada constante para él.

Y Dusty, bueno ella podía ser un objetivo más fácil, ¿verdad? 95


—Amas a Dusty, ¿verdad? —quise saber, haciendo que se removiera
con culpabilidad.

—Ha sido mi mejor amiga desde que éramos niños —encubrió.


—¿Cómo carajos la dejaste así sin protección? —le pregunté, la ira se
había ido de mi voz, y solo había una especie de tristeza profunda en su
lugar. Cuando amas a alguien, los cuidas. Incluso si estás involucrado en
mierda oscura, como mi familia y yo, te aseguras de que nunca toque a tus
mujeres y niños.
Bry negó de nuevo, mirando hacia abajo a su vaso vacío.

—Ella es tan jodidamente terca, hombre —me dijo, y casi quise sonreír.
Lo vi por encima de los platos, pero era difícil imaginarse a ella siendo tan
terca que no podías forzarla a un sistema de seguridad o a tener un guardia
o a que llevase un perro de aspecto desagradable con ella si necesitabas
que estuviera segura—. Nunca quise involucrarla en primer lugar. Ella nunca
debería haber tocado esta mierda.
Bueno, esa era la maldita verdad. Y tenía que darle al menos un poco
de respeto a regañadientes por saber eso.
—Entonces, ¿por qué es así?

—Veo que es fácil juzgar desde el exterior, hombre. Pero no estabas


aquí para verla desmoronarse. No viste los ataques de pánico y la forma en
que comenzó a cerrarse. No estuviste aquí viendo a cada persona en su
vida excepto su tío y yo renunciando a ella. Su propia madre dijo que era
una jodida sobreactuada y se negó a venir aquí. Dijo que, si Dusty quería
verla, tenía que salir a comer a algún sitio. No me gusta llamar perras a las
mujeres, pero ella es una perra —añadió, mirándome—. Tuvo que dejar su
trabajo. Tuvo que mudarse de su antiguo apartamento. Tenía poco dinero.
Sabía que se lo había acabado casi todo y estúpidamente le hablé sobre
necesitar un lugar seguro para mantener mi alijo. Jodidamente cayó en
picado desde allí. Quiero decir, podría haber conseguido un almacén en
alguna parte, ¿sabes? Pero ella estaba tan desesperada y no tomaría
“limosnas”.
Así que en realidad no tenía que pagarle… lo que fuera que le pagase
por guardar las cosas. Él simplemente, en su jodida manera, estaba siendo
un buen tipo.

—Está bien —dije, decidiendo retener mis acusaciones, acordando


que no había estado allí; no sabía lo que habían pasado como amigos; no
tenía ni idea de cómo se sentía estar parado y ver a alguien a quien amas
96
perder su vida porque un monstruo invisible está dentro de ellos. Imaginaba
que hubiera hecho cualquier cosa para ayudarla también. Y Bry no tenía las
ventajas que yo tenía. Hizo lo que pudo. Era inútil echarle darle mierda por
ello—. Vamos a tratar de reducir esto antes de que explote en nuestras
caras.
Asintió, estando de acuerdo.
—¿Cómo se veían?
—Dos chicos. Ambos de altura media, tal vez metro setenta y cinco.
Anchos, pero no gordos. Fornidos. Cabello y ojos oscuros. Treinta, pero
principios o mediados. No estaban entrenados. Solo de la calle. No hace
falta agregar que son la clase de escoria que pondría sus manos sobre
mujeres.

—Desafortunadamente, esa pequeña parte en realidad no lo reduce


mucho, ¿verdad? —preguntó, lo que demostraba una vez más que él era
decente. ¿Qué demonios había sucedido en su vida que lo llevo al tráfico
de drogas?—. ¿Cicatrices? ¿Tatuajes? ¿Acento?
Me concentré un poco, intentando recordar, intentando trabajar a
través del rojo que había nublado mi visión en el momento.

—El que le hizo daño tenía una cicatriz a través de su ceja,


completamente dividiéndola en dos partes. Al otro no pude verle tan de
cerca. Pero el que tenía la cicatriz en el ojo, su cara se asemeja a carne
picada justo ahora.

Sus ojos se dirigieron a los míos y se mantuvieron durante un minuto, en


busca de algo. Debió encontrarlo, porque sus labios se pusieron en una línea
firme, sus ojos se volvieron más vigilantes, y me dio una pequeña inclinación
de cabeza.

Aceptación, tal vez, de que Dusty era mía.


—Puedo trabajar con eso —me dijo, asintiendo.

—No tienes mucho tiempo —le advertí. Si tenían un gran alijo, estarían
intentando moverlo, de obtener efectivo. Pero si podía recuperar la mayor
parte de las píldoras, las cosas no se irían a la mierda.

—No lo necesito —dijo con una especie de ferocidad que admiraba


en una persona, independientemente de su profesión.
—Bien —dije con una inclinación de cabeza—. Si necesitas alguna
97
motivación —añadí, alcanzando mi teléfono y abriendo el mensaje que Eli
había enviado no solo a mí, sino a mi toda maldita familia en un intento de
demostrar que todos teníamos que involucrarnos en su situación, supongo,
y sosteniendo la imagen de Dusty.
La cara de Bry cayó mientras tomaba el teléfono, sosteniéndolo y
mirándola durante un jodido largo tiempo antes de devolverlo y dejar que
su mirada se concentrase en la mía. ¿Qué encontré allí? Jodida rabia. Y el
tipo de determinación que decía que encontraría a los cabrones que lo
hicieron, sin importar lo que tomase. No por salvar su propia piel, sino como
venganza.

—Solo para que quede claro, quiero saber quiénes son —añadí,
guardando mi teléfono.
—Sí —dijo Bry, sacando su propio teléfono y escribiendo, pidiéndome
mi número y luego guardándome bajo el nombre “Eddie’s Pizza”.

—Sé inteligente —añadí mientras guardaba su teléfono—. No le des a


tu jefe ninguna razón para mirar más de cerca, porque estás siendo un
jodido lunático.
Asintió, alejándose de mí, pero no yendo a la puerta, sino por el pasillo
en su apartamento en su lugar, haciendo que frunciera mis cejas mientras
escuchaba algo dar un golpe en el baño.
—¿Tienes una bañera? —me preguntó curiosamente, su voz llegando
desde allí.

—Eh… sí —respondí, aún más curioso ya que hubo otro golpe y


después salió con una caja decorativa verde y blanca en sus manos.
Alcanzó dentro de su bolsillo y sacó un pequeño paquete envuelto en papel
de Navidad y lo metió en la caja antes de dármelo todo—. ¿Qué es esto?
—le pregunté, levantando la tapa y viendo un montón de pequeñas bolas
redondas llenas de lo que parecía hierbas y flores secas.

—Bombas de baño —dijo, encogiéndose de hombros—. Ella se


estresa, y necesita un baño. A veces, cinco veces al día en un mal día. Le
gustan estas cosas. Y vas a querer llevar su ordenador a tu casa si ella no va
a volver aquí.

—¿Por qué? —cuestioné, poniendo de nuevo la tapa, a sabiendas de


que el pequeño paquete contenía más cosas de baño, señalando cuán
bien la conocía. Otro pequeño resurgir inexplicable de envidia me atravesó
y en realidad tuve que recordarme que al final la conocería igual de bien.
98
Y mejor.
Al menos eso esperaba.

—Tiene citas con su psiquiatra para —dijo, señalando al ordenador en


la esquina—… chats de vídeo. Pero me imagino que serán canceladas
hasta que su cara esté algo mejor. Y, además de eso, tiene que ser capaz
de escribir y pedir la mierda que necesita. Dado que, ya sabes, no puede
salir.

—Claro —acordé, asintiendo ligeramente.


—Tiene miedo de volver, ¿verdad? —preguntó, señalando alrededor.

—Creo que sí —dije, no del todo seguro.


—Todo está contaminado. Estas cosas, sus cosas. Era todo perfecto y
cómo lo necesitaba. Ahora está todo jodido. Cuando esta mierda acabe,
se lo compensaré y pagaré cada una de las jodidas decoraciones —dijo
con fiereza, con muchas ganas de arreglarlo.
Me mordí la lengua para no decirle que cuando se acabase,
esperaba que ella se quedara conmigo de manera permanente. Porque
esta mierda era loca.
Se movió hacia la puerta, tenía su mano en el pomo, pero luego se
volvió hacia mí.

—Mallick —dijo, su cabeza inclinada hacia un lado—. Usurero.


—Ejecutor —dije, encogiéndome de hombros. Técnicamente, mi
padre era el usurero real.

—Ella se merece algo mejor —comentó, y yo sabía que quería decir


mejor que los dos, ya que la deseaba también.
—Mi mierda nunca la tocará —le dije con tanta convicción que
prácticamente era un juramento.
—Más te vale que no. Porque te guste o no, soy parte de su vida y si
veo un indicio siquiera de que no la estás tratando bien, tú y yo… vamos a
tener un problema.

Asentí ante eso, respetando esa postura más de lo que él sabría.


—Entendido —dije con una inclinación de cabeza.
99
Se fue a dar la vuelta, pero luego se giró de nuevo.
—No la presiones —agregó y, con eso, se había ido.

Miré a la puerta cerrada durante un largo minuto, oyendo la


campanilla del ascensor y sabiendo que se había ido.
No presionarla.
Lo entendía.
Mayormente, entendía eso.

Pero en realidad, tampoco estaba de acuerdo con eso.


No podía pretender que entendía lo que Dusty había pasado y lo que
Bry había lidiado a su lado durante los años, pero sabía que simplemente
aceptar la condición como era no ayudaba. No tenía que empujar, pero
tenía que alentar el cambio.
Si hubiera estado a su lado todos los días, llevándole lo que fuera que
necesitaba y nunca intentando ayudarla a salir de su caparazón, su
apartamento, su pequeña prisión personal, entonces, de alguna manera, él
le había hecho más mal que bien.

No quería presionarla.
Pero quería verla progresar.

No por mí. No porque quisiera llevarla conmigo donde quiera que


fuera o porque no fuera a conformarme con verla en mi casa cuando yo
regresara a casa.

Sino por ella. Porque ella merecía tener una vida que no la hiciera
sentir como si estuviera constantemente atrapada, como si estuviera
rodeada de lobos que la comerían si trataba de incluso sacar un pie fuera
de su zona de confort.

Sabes, lo curioso de las zonas de confort es que a veces son un arma


de fuego. A veces son un escape. A veces un apartamento entero. Pero a
veces, oh a veces, podían ser una persona.
Y trataría como el infierno de demostrarle que yo podía ser eso para
ella, que siempre sería un lugar seguro al cual recurrir, que podía tomar su
mano y llevarla afuera y mostrarle que todos esos jodidos lobos se
acobardaban ante mí y que no podían hacerle daño de nuevo.
100
Tal vez era demasiado pronto para eso.

Tal vez era irracional querer ser eso para alguien a quien apenas
conocía.

Tal vez ella ni siquiera quería que fuera eso para ella.
Pero a pesar de todo eso, jodidamente lo intentaría.
10

Traducido por Kalired, Ale y Flopy

Corregido por ~Ángel’Grey

L
e tomó una eternidad realizar su llamada, lo cual, bueno, no era
de mi incumbencia. Así que terminé de lavar los platos y guardé
las verduras sin cortar que Ryan había dejado afuera y volví a la
habitación para hacer la cama.
101
El ama de llaves de Ryan era muy estricta. Incluso con mi leve TOC
que me obligaba a que las cosas estuvieran limpias y en orden, descubrí que
después de haber arreglado las cosas que nosotros habíamos desordenado
esta mañana, no había literalmente nada que hacer.
Así que, desorientada, al no contar con mi rutina habitual para
mantenerme ocupada, encontré una libreta en el cajón de la cocina en
donde Ryan y Anita intercambian recados a juzgar por las seis páginas de
dichos mensajes, en una le pide a Anita que compre limones y proteína en
polvo o Anita avisándole que usó la tarjeta que le dio para comprar artículos
de limpieza y comestibles y que el recibo estaba en el cajón.
Después de encontrarme mirando su letra garabateada e inclinada
por mucho más tiempo de lo que quisiera admitir, llevé una pluma y el bloc
de notas al sofá y me senté a escribir un poco.
En realidad ni siquiera lo escuché entrar, cuando lo encontré
moviéndose silenciosamente en sus zapatos de trabajo, lo que me pareció
interesante porque literalmente todos los hombres que he conocido en mi
vida parecen hacer todo con ruido: ir al baño en medio de la noche, cerrar
de golpe los gabinetes de la cocina, bostezar como si les estuvieran
pagando para hacerlo creíble.

Pero luego el sofá a mi lado se hundió cuando se dejó caer, haciendo


que mi cojín saltara un poco y mi corazón subiera a mi garganta, todavía
no estaba acostumbrada a tener a alguien cerca.

Miré y noté que la expresión algo tensa de Ryan se suavizó hasta que
hubo una pequeña sonrisa. Extendió su mano hacia mí, su pulgar
presionando mi mejilla y frotando a su vez.
—Tinta —explicó, retirando su dedo y mostrándome el color azul.

Tengo la costumbre de golpear impacientemente la pluma contra mi


mejilla, cuando pienso.

—Gracias —ofrecí, cerrando la libreta para que las notas de él y su


ama de llaves ocultara mis palabras. Siempre siendo tímida con respecto a
lo mío hasta que el proyecto estaba terminado y lo dejaba en libertad a las
masas.

—Así que traje un par de cosas de tu casa —dijo, asintiendo hacia la


cocina, haciendo que mi mirada lo siguiera, sorprendiéndome cuando me
percaté de que toda la isla estaba cubierta. No era solo silencioso, era casi
102
un ninja—. Encontré tu notebook y su cargador ya que el computador era
demasiado grande, algunas cosas para el baño, algo de ropa y algunos de
los libros que parecían estar en una pila de libros sin leer.

Era totalmente una pila no leída con un montón de marcadores en la


parte superior, uno para cada libro.
—Gracias —dije de nuevo, dándole otra sonrisa agradecida. Bueno.
Era demasiado bueno.
—Me encontré con Bry —dijo justo cuando me levanté y me dirigía
hacia la pila, haciéndome girar, con la boca abierta y los ojos entornados.

—¿Qué? —siseé, mi corazón golpeando de nuevo, pero no de


sorpresa, sino de una manera muy ansiosa.
¿Ryan y Bry?

No.
Mala, mala combinación.
—Dusty, respira —sugirió, con un tono casi irritante pero calmado
mientras pensaba en un millón de razones por las que hablar con Bry era
algo absolutamente terrible—. Teníamos algunas cosas que discutir y
llegamos a las mismas conclusiones, las cuales —continuó cuando me moví
para interrumpirlo—, incluyen que no te preocupes por nada relacionado
con eso. Ya has pasado por mucho. Todo está bajo control, de todos modos,
dejó tus regalos de Navidad. Están en la caja con las cosas del baño —
agregó, casual como siempre, aunque señalara que estaba “manejando”
un problema que involucraba a un traficante de drogas y a tipos que me
golpearon y robaron cuando apenas me conocía—. Entonces, escuché que
te gusta darte baños de tina cuando estás ansiosa —dijo mientras cruzaba
por la habitación. Tomó la caja donde guardaba mis botellas de burbujas y
me la entregó—. Literalmente nunca he usado la bañera, pero Anita la
limpia cada vez que está aquí, así que está limpia y es toda tuya. Tómate
todo el tiempo que necesites.

¿Todo el tiempo que necesite?


¿Asimilar, que podría estar desarrollando sentimientos por este hombre
por primera vez en años, uno que apenas me conocía y que de alguna
forma estaba “manejando" mi problema con la distribución ilegal de
medicamentos recetados?
103
Sí, estaba bastante segura que no habría suficiente agua caliente en
el edificio para que le hiciera frente a ese tipo de cosas.
—Mientras tú haces eso, voy a empezar a preparar las cosas para más
tarde.

—¿Más tarde? —repetí, mi mente iba en demasiadas direcciones


para descifrar lo que eso significaba.
Su cabeza se agachó un poco, sus ojos cálidos, su dulce sonrisa.

—Fin de año, cariño. Tenemos una cita.


Una cita.

Estaba bastante segura en verdad que me enrojé al oír esa palabra.


Había pasado tanto tiempo desde que tuve algo tan normal como
una cita con un hombre.

—Cierto —estuve de acuerdo con una sonrisa vacilante.


—Tengo cañones de confeti —agregó, mirándome casi un poco
avergonzado por la idea.

Al ver eso, sentí que se desvanecía parte de mi tensión. Si había cosas


que lo hacían sentir un poco inseguro, y esas eran unos malditos cañones de
confeti, entonces me parecía un poco más humano.

—Suena bien —dije, genuinamente.


Fui a darme un baño de una duración respetable. Para mis
estándares. Así que fue un largo baño de dos horas para niveles normales.

Pero, bueno, después de que la ansiedad se disolvió un poco sobre


Bry y todo eso, otra idea atravesó mi mente. Estaba teniendo una cita. Con
un hombre con el que me había besado, y más o menos, nos toqueteamos
en mi sala de estar la semana pasada. Entonces, si todo continuaba su
curso, más cosas podrían pasar.

Eso significaba, um, que debería prestarles atención adicional a


ciertas áreas.

Así que eso hice y además apliqué una loción que había empacado
y me puse la ropa que había escogido, sintiendo la más mínima vergüenza
de saber que había revisado el cajón de mi ropa interior al ver que tenía
104
sostenes y bragas a juego.

Pero, si las cosas salían de la forma que esperaba, estaba un poco


aterrorizada de poder hacerlo, el objetivo era que viera mis bragas y sostén
de todos modos. Si es posible arrancarlos. Tal vez con sus dientes.
Bueno.

Me estaba adelantando.
Cuando regresé, Ryan estaba en la cocina cortando verduras y las
colocaba en una bandeja de plata, apostaría una buena cantidad de
dinero afirmando a que él no la había comprado. ¿Qué hombre pensaba
en tener cosas como esas?
—¿Te sientes mejor? —preguntó, me tuvo que haber escuchado de
alguna manera incluso de espaldas.

—Sí, gracias. Um, ¿a dónde fueron todas mis cosas? —pregunté,


caminando hacia el mesón donde estaban apiladas cuando me fui, pero
de repente solo estaba cubierto de bocadillos para nuestra pequeña cita
de Nochevieja. Incluso la idea hizo que mi barriga diera un pequeño
revoloteo de mariposa, algo que no estaba segura de haber experimentado
desde la escuela secundaria.

—La ropa está en el segundo cajón del dormitorio. Tomaste tus cosas
del baño. Tu computadora portátil y los libros están sobre la mesa de café
en la sala de estar.

Estaba… ¿mudándome?
Me refiero a mover los libros y la computadora portátil a la sala de
estar no era nada extraño; necesitaba el espacio del mostrador para poner
sus cosas. ¿Pero poner mi ropa en su armario? Era del tipo de hombre que
se vestía bien; debía tener ocupado todos sus cajones. ¿Así que había
vaciado uno para mí?
—No tenías que…

—Pensé que por ahora no te sientes muy cómoda con tu


apartamento. Aquí estas bien.
Dejó la frase colgando, esperando, por algún tipo de acuerdo.

—Lo estoy —acepté, echando un vistazo alrededor. No era nada


como mi apartamento. Todo estaba oscuro y modernizado. Si bien mi
apartamento siempre estaba limpio, tenía chucherías y artículos personales
105
para que se sintiera como en casa. Ryan no tenía mucho de eso, aparte de
las imágenes enmarcadas de sus sobrinas. No debería ser cómodo para mí.
Era lo opuesto a todo lo que pensaba que encontraría relajante. Pero de
alguna manera, funcionaba. Tal vez porque era mucho de él. Tal vez mi
comodidad no estaba en el lugar en sí, sino en la persona que lo poseía,
que lo vivía, que tocaba todo lo que contenía.

—Bien. Y como he dicho, eres bienvenida todo el tiempo que


necesites. Tenía sentido guardar las cosas.
Lo dijo tan a la ligera, encogiéndose de hombros como si no fuera la
gran cosa que casi me lo creí. Eso fue hasta que recordé el novio que tuve
entre los dieciocho y veintidós años que no me dejaba tener un cajón en su
lugar hasta que lo exigí con un ultimátum.
Decía algo de cuando un hombre voluntariamente, sin haberlo
pedido, hacía espacio para ti.

Y justo en ese momento fue cuando todo el peso de comprensión se


apoderó de mí: iba a vivir con Ryan Mallick.
También en ese momento atrapé mi reflejo en el microondas. Las
palabras brotaron antes de que pudiera detenerlas.

—Ryan, ¿cuánto tiempo pasará hasta que baje la hinchazón de mi


ojo? —le pregunté.

El cuchillo con el que estaba cortando lo puso sobre el tablero y se


giró lentamente, dándome una sonrisa comprensiva.
—No hay forma de saberlo. Todos se curan de manera diferente.
Algunas personas verán una diferencia en un par de días; otras tardan
semanas o meses para ser honesto. De todos modos, necesitas ponerle hielo
—agregó, yendo al congelador y sacando una nueva bolsa de hielo,
envolviéndola—. Veinte sobre, treinta fuera —me dijo, dándomela.
—Gracias —le dije, dándole una pequeña sonrisa y moviéndome
hacia el sofá, encendiendo el televisor y acostándome para seguir las
órdenes.
De alguna manera, tal vez debido a la persistente cefalea en mis
sienes o al estrés del último día y medio, me quedé dormida.

Había una sensación de cosquilleo en el costado de mi cara,


haciéndome gruñir y tratar de pegarle.
106
—Déjame en paz, Rochester —murmuré, solo para escuchar una risa
grave y profunda, que, incluso media dormida, sabía que no era de mi gato.
Mis ojos se abrieron de golpe. Sí, en plural. Al parecer, la formación de
hielo ayudó un poco. No estaba completamente abierto, pero podía ver
más que una rendija. Y lo que vi fue a Ryan sentado en el borde del sofá, su
mano todavía quitando el cabello seco de mi cara. Si mi cabello estaba
seco, entonces…
—¿Cuánto tiempo he estado durmiendo? —le pregunté, intentando
salir corriendo, pero me empujó hacia abajo.

—Un par de horas —se encogió de hombros.


—¿Cuantas horas?

—Cinco —admitió con una sonrisa.


—¡Cinco horas! ¿Por qué no me despertaste?
—Me di cuenta que necesitabas ponerte al día. Sin embargo,
reemplacé tu bolsa de hielo varias veces. Me fue bien. Tal vez seas una de
los afortunados que solo tengan una semana de hinchazón.
—¿Cómo sabes tanto sobre cosas así?

—¿Cosas como qué? —preguntó, dando rodeos. Sabía exactamente


de lo que estaba hablando.
—Lesiones y peleas y todo eso.

—Esa es una historia para otro día, creo —me dijo, me puse un poco
rígida—. Te lo diré —aseguró, después de haber estado observándome lo
suficientemente cerca como para ver el cambio—. Pero no vamos hablar
de eso esta noche, ¿de acuerdo? —me pidió y como parecía necesitarlo,
decidí rendirme. Sabía lo que se sentía no estar listo para hablar de algo,
querer trabajar en ello.

—Está bien. Entonces, ¿qué hiciste mientras estuve dormida?


—Un montón de salsas y mierdas —ofreció, encogiéndose de
hombros—. Mi cuñada me informó que la víspera de Año Nuevo no era el
tipo de noche que haces una gran comida. Así que todo es aperitivos y
bocadillos. Hice algunos palitos de mozzarella y papas fritas. No sé cuál es tu
107
tolerancia de alcohol y pensé que deberíamos comer comida grasosa para
no embriagarnos.

—Bien pensado. No he tenido más de un par de copas de vino en,


bueno, años. —De hecho, me negué a tener mucho alcohol en mi casa
porque sabía lo fácil que sería tomar un vaso de algo durante un tiempo
estresante. Y entonces pasa a ser un apoyo.

—Bueno, aparte del champán, lo tengo todo —dijo, agitando una


mano en su gabinete de licor—. Beneficios de tener un bar en la familia.
—¿Que bar? —pregunté, moviéndome para sentarme.

—Chaz's.
—No puede ser —dije con una gran sonrisa—. Ese fue el primer bar al
que fui cuando tenía la edad.

—Es la única alternativa en la ciudad —afirmé—. Aunque entré y bebí


ilegalmente con mis hermanos más de una o dos veces.

—¿De verdad? —le pregunté, sonriendo ante la idea de que él fuera


alguien problemático. Parecía tan serio y responsable.
—Lo llamaría presión de grupo, pero realmente solo quería saber de
qué se trataba el alboroto. Papá entró y nos encontró a todos vomitando
en el baño.
—¿Estaba enojado?

Se rio un poco fríamente de eso.


—Mis padres no son los típicos padres. Papá era el tipo de hombre que
solucionaba el "problema". Cuando Shane decidió fumar, lo hizo fumar un
paquete completo uno tras otro hasta que estuvo tan enfermo que nunca
volvió a tocar uno.

—Así que asumo que cuando terminaron de estar enfermos…


—Nos hizo tomar tragos hasta que vomitamos de nuevo —dijo Ryan,
sonriendo al recordar—. Papá es un tipo duro, pero funcionó. En mayor
parte. Al menos ya no nos escabullimos en el bar. Y paso un buen año o dos
antes de que alguno de nosotros volviera a tocar alcohol.
—¿Cómo es tu madre? —me encontré preguntando, me gustaba la
imagen que él estaba creando para mí.
—Incluso más dura que papá, si puedes imaginarlo. Papá tuvo que
trabajar mucho mientras éramos niños y ella se quedó con cinco chicos
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problemáticos, que empujaban los límites y generalmente eran un dolor en
el trasero. Tenía que tener mucha fuerza para tratar con todos nosotros.
—¿Cómo…? —presioné, notando la forma en que su sonrisa se volvió
nostálgica hablando de su familia, sus ojos un poco lejos en el recuerdo.

—Shane se saltó un toque de queda, lo cual fue seguido de una


historia donde casi se congela, te la puede contar en algún momento —dijo
fácilmente, asumiendo que eso ocurriría eventualmente, con una certeza
en su tono que casi me hizo creerlo también—. Hay una historia de una
caída a través de la ventana de la cocina que, creo, Hunter te tiene que
decir. Mark tiene una historia de despertar con una manguera.

—¿Qué hay de ti y Eli?


—Eli se quedó lejos de los problemas más que el resto de nosotros
como regla general, pero todavía parece que nunca puede seguir órdenes
simples. Hace un tiempo, Ma exigió que todos lleváramos citas a la cena del
domingo. Era obligatorio. Si no traíamos una, no comíamos. Eli no comió. Y
ella hizo que le ayudara a servir y todo —agregó, riendo.
—¿Y tú?

—Hmm —dijo, pensando un segundo, sus propias historias no le


vinieron tan fácil como las de sus hermanos—. Estaba en el último año y
quien sabe por qué jodida razón todos teníamos que estar en un deporte
diferente. Diría que fue porque quería que aprendiéramos a trabajar en
equipo o algo así, pero en realidad, probablemente solo quería unas pocas
horas para ella, cuando no estábamos volviéndola loca después de la
escuela. Y yo, como idiota que era, no opté por el béisbol en el que me
sentarían en el banquillo un montón de tiempo en práctica o en lucha libre
como Shane para poder usar las habilidades que aprendí de lidiar con mis
hermanos toda mi vida. O incluso porrista como Mark…

—Oh no, no, no —lo corté—. No puedes simplemente dejar caer una
bomba de tu hermano siendo porrista y seguir adelante —le informé
riéndome.
—Tendrías que conocer a Mark para entenderlo por completo. Él es…
no es una bonita manera de decir puta, así que seguiré adelante y usaré
eso. Él jodidamente siempre ha amado a las mujeres. Todos sus amigos fuera
de nosotros y tal vez de Colt eran mujeres. Salía con una chica diferente
cada semana en la secundaria. Y cuando se vio obligado a practicar un
deporte, bueno, ¿por qué no elegiría a uno donde tuviera que atrapar y
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arrojarse alrededor de un montón de chicas calientes todo el día?

—Chico inteligente —estuve de acuerdo, decidiendo que Mark era


definitivamente un hermano que quería conocer—. ¿Qué hiciste?
—Maldito atletismo —admitió con un resoplido—. No tengo idea de lo
que estaba pensando. Renuncié después de, no sé… dos semanas. Eso fue
más que jodidamente suficiente para mí. Pero Ma se enteró. Y mi madre,
además de ser una mujer estricta creyente en los modales, la obligación
familiar, el respeto por los mayores y el tratamiento correcto de las mujeres,
bueno, ella jodidamente odia a los que renuncian. Si nos inscribimos,
terminamos. No hay excusas.

Su madre era todo lo que mi madre no era. Creo que aprendí modales
a pesar de ella, no por ella.

—¿Qué hizo?
—Venía y me recogía todos los días de la escuela, haciéndome
cambiar a ropa deportiva, y luego conducía a mi lado mientras corría por
los vecindarios, por tanto tiempo como hubiera durado la práctica. Cada
maldito día. Incluso en los días en que llovía y la practica era cancelada, allí
estaba corriendo con ella conduciendo a mi lado, así que no pude seguir
adelante sin hacerlo.
—Tu mamá suena increíble —admití.

—¿Cómo era la tuya? —me preguntó, haciendo que mi sonrisa


cayera.
Mi madre nunca fue un buen tema para mí. Uno, porque actualmente
teníamos una mala relación. Dos, por la forma en que me habían criado. Y
tres, porque ella no vio nada malo en cómo me crio.

Era hija única, obviamente. El producto de una aventura a corto plazo


con un hombre mucho mayor que ella cuando tenía casi dieciocho años.
Cuando le pregunté por él, todo lo que me había dicho era que era alto y
rubio, su cabello en rastas y con una barba lubricada con escaramujo y
lavanda, y que pasaba ocho horas al día meditando y haciendo yoga, y
era lo más cercano a la tranquilidad, un segundo respiro que podías
conseguir.
Ni siquiera me dio un nombre.

No fue hasta que fui mucho, mucho mayor que me di cuenta… que
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tal vez ella ni siquiera tenía uno.

No había una buena manera de decir que tu madre era, bueno, un


poco zorra. Pero eso era exactamente lo que era, por casi cualquier norma
de la palabra. Rollos de una sola noche, aventuras de un fin de semana,
coqueteos cortos. Pasé más tiempo en los apartamentos de hombres que
no conocía que en los otros donde estaban mis cosas. Y tampoco tenía una
brújula moral al respecto. Salía con jóvenes, viejos, casados,
comprometidos. No le importaba.

La monogamia es un concepto religioso, no una normalidad humana.


Y aunque eso podría haber sido correcto, no era una excusa para
arrastrar a una pequeña e influenciable niña y ponerla en las casas de
personas en las que no sabía sí podía confiar. Tuve la suerte de nunca haber
sido maltratada en las situaciones en las que se puso a sí misma y a mí.
Le gustaba llamarse a sí misma una hippie, que le encantaba el amor
libre y la ingesta más que frecuente de alucinógenos con fines "espirituales".
Nunca tuve una hora de acostarme. Comía lo que quisiera, incluso si
eso significaba una caja entera de cereal de azúcar para la cena. Ni
siquiera supe lo que era un dentista hasta que tuve diez años y mi tío me
cuidó brevemente e hizo cosas normales conmigo como ir al médico, al
dentista, examen de la vista, y tareas. Nunca supe nada sobre la básica
civilidad humana cuando estaba a su lado.
Y, bueno, el hecho de que ella entrara rápidamente a Navesink Bank,
me dejará y luego se fuera sin mí, solo para aparecer semanas, meses o años
después, decía muchísimo sobre ella.

—Era todo un personaje —estuvo de acuerdo Ryan cuando terminé


de contarle todo eso—. Tuviste suerte de tener a tu tío.

Palabras más verdaderas nunca habían sido dichas.


No quería pensar en lo que podría haber resultado si él nunca hubiera
formado parte de mi vida.

Una gran parte de mí pensaba que tal vez hubiera resultado igual que
mi madre. Y eso, bueno, era lo peor que podría haber pasado. Me
encantaría tomar mi agorafobia sobre eso cualquier día.

—Puedo preguntarte algo —comenzó, pero continuó antes de que


pudiera decir algo—. Y está bien si no estás lista para hablar de eso.
Sentí que mi vientre se tensaba, mi corazón palpitaba de una manera
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que indicaba pánico, pero todavía no había dado el salto.

—Claro.
—¿Cómo se volvió tan mala tu agorafobia?

Bien.
Mira, lo extraño era que, después de un tiempo de vivir de cierta
manera, puede ser fácil olvidar que no es normal. No pasaba cada
momento de mi día en mi apartamento pensando en lo rara que era, lo
paralizada que estaba por mi condición. Solo me adapté. Vivía lo mejor que
podía. Cocinaba, limpiaba, leía, escribía, pagaba cuentas. Era una vida
muy pequeña, pero era una vida.

Así que cuando salía el tema, y me caía de golpe en la cara, mi


instinto inmediato era evadirlo. Ese era mi mecanismo de afrontamiento.
Después de tantos años de molestar y decepcionar a la gente, era difícil
siquiera mencionarlo.
Pero ahí estaba Ryan, —bueno, paciente y comprensivo Ryan— y
quería saberlo. No porque quisiera acusarme de ser una mala amiga o no
apoyarlo, sino porque quería entenderme mejor.
No podía negarle algo que formaba una gran parte de mí.

Respiré hondo, bajé la mirada a mis propias manos y froté la uña de


un pulgar en la del otro, un extraño hábito que encontraba reconfortante.
Podría haber sido capaz de decírselo, pero no creía poder haciendo
contacto visual.
—Fue cuando mi madre me dejó por última vez siendo una
adolescente, crecí muy bien con mi tío. Se sentía bien tener raíces y saber
que no serían arrancadas de nuevo en ningún momento. Así que me instalé.
Hice amigos. Socialicé. Eventualmente, tuve citas. Era normal. Fui a la
universidad. Volví y conseguí un trabajo en la escuela primaria. Conseguí un
apartamento y tenía muchos amigos y compromisos sociales. Y entonces,
un día, completamente inesperado, estaba comprando en una tienda en
la que había estado un millón de veces antes y simplemente… lo perdí. No
lo entendí en ese momento: el mareo, el aceleramiento de mi corazón, el
sudor frío, el hormigueo, las sensaciones de calor y frío, la presión en mi
pecho que me hacía respirar con dificultad. Todo lo que sabía era que
necesitaba correr. Así que corrí y nunca volví a esa tienda. Todo estuvo bien
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por un tiempo. Y luego sucedió en una tienda diferente. Así que dejé de ir
allí. Ocurrió en restaurantes, bares, discotecas y cafés. Así que dejé de ir allí
también. Entonces, en el trabajo. Tuve que renunciar. En ese momento no
entendía que evitar los lugares era lo que hacía que progresara tanto. No
aprendí eso hasta que finalmente empecé a ver a un terapeuta. Sabes —
dije, riéndome un poco de mí misma—, hasta que ya no pude ir a su oficina
tampoco. La única manera real de lidiar con eso es enfrentarlo.

—Terapia de exposición —intervino, haciendo que mi cabeza se


levantara de golpe, sorprendida de que incluso conociera el término.
—Exactamente. Tienes que plantar los pies y lidiar con el ataque de
pánico, no dejar que te aleje del lugar. Porque, lo más probable es que una
vez que te vayas… nunca regreses. Y eso finalmente logrará que ya no
puedas salir de tu apartamento. Ya no puedas hacer nada. Sucedió tal
vez… sobre el año y medio. Desde el primer ataque de pánico hasta no
poder salir de mi apartamento. Solo un año y medio. Y en ese momento,
todos esos amigos que tenía decidieron que estaba demasiado "envuelta
en mí misma" o que "no los apoyaba" porque no podía asistir a sus conciertos
de la banda o "reaccionando de forma exagerada" diciendo que quería ir,
pero no podía obligarme a hacerlo.

Cerré los ojos, respiré hondo varias veces, sintiendo un pinchazo


familiar de lágrimas. No era frecuente que me permitiera pensar en aquellas
personas que perdí en el camino y de la forma más dolorosa en que sucedió.
Bry había sido el único que me había seguido la corriente. Cuando podía
salir, él iba conmigo. Cuando tenía ataques de pánico y necesitaba irme,
me acompañaba, pagaba la cuenta que teníamos, conseguía nuestra
comida en una caja, luego conducía hasta mi apartamento y pasaba el
rato junto a mí. Cuando eventualmente ni siquiera pude salir más, se
encogió de hombros y simplemente lo aceptó.

Finalmente, su nueva "empresa comercial" lo alejó más de mí, me hizo


más recluida y hambrienta de contacto humano, pero sabía que no podía
esperar que la gente dejara que sus vidas giraran en torno a mis problemas.
Venía a veces, pero generalmente nada más en días de recogida o
entrega. Aunque siempre hacía una parada en mi cumpleaños o para traer
una película en un DVD que quería ver en el cine, pero no podía. Así que él
tampoco las veía y esperaba a hacerlo conmigo.
Había sido bueno conmigo. 113
A veces, sentía que no lo merecía.
Esa es la ansiedad hablando, diría mi terapeuta.

—¿Puedo preguntar una cosa más? —me preguntó Ryan cuando


finalmente abrí mis ojos de nuevo, habiendo ganado la batalla contra las
lágrimas.
¿Qué quedaba por preguntar que pudiera molestarme?

—Por supuesto.
Mis ojos incluso se alinearon a los suyos y lo encontré mirándome
atentamente, como si estuviera buscando la menor reacción a la pregunta
que estaba por hacer.
—¿Tú y Bry han salido alguna vez?

—¿Qué? ¡No! —grité, la idea era tan absurda que de hecho me reí y
resoplé. Fue un sonido verdaderamente delicado y encantador déjame
decirte—. Por supuesto que no. Es lo más parecido a un hermano que tengo.
¿Por qué me lo preguntas?
Su cabeza se inclinó ligeramente, su boca se abrió y se cerró un par
de veces como si estuviera intentando decidir si decirme o no. Con el
tiempo, lo hizo.
—Porque está enamorado de ti, Dusty.

Estaba bastante segura que una bala de cañón entera cayó y se


acomodó en mi vientre ante esa frase.
¿Enamorado de mí?

¿Bry?
No, eso no era… Excepto, que tal vez sí.

Si era honesta conmigo misma, admitiría que a lo largo de los años


había habido momentos en los que existían situaciones tensas, pesados
silencios cuando peleaba diciéndome algo, un toque que podría haber sido
amistoso por parte de una persona cariñosa (cosa que Bry no era), pero no
era normal para un par de amigos de la infancia. Él catalogaba hasta los
detalles más pequeños sobre mí y, de alguna manera, lo mencionaba de
nuevo meses o años después. Sus regalos siempre eran exactamente lo que
me gustaba.
Amistades como esa entre dos mujeres, podría decirse que era
114
normal.

Pero tal vez no funcionaba exactamente así con hombres y mujeres.


Tal vez su conciencia sobre mí tuvo menos que ver con la amistad y
más con… algo más.
—No tenías ni idea —afirmó con precisión, dándome una media
sonrisa.

—Debí haberlo notado —dije, sacudiendo la cabeza—. Guau. En


serio, de hecho debí haberlo notado. Quiero decir, quizás no estaba
admitiéndolo porque él era todo lo que me quedaba y rechazarlo de ese
modo lo hubiera arruinado…

—Creo que lo subestimas —dijo y me sorprendió—. Él podría estar


enamorado de ti, cariño, pero simplemente te ama. Creo que una parte de
él sabe que nunca sentiste lo mismo y por eso no ha hecho nada al respecto.
Quizás nunca lo hubiera hecho. Quizás él hubiera estado siempre para ti en
cualquier modo que lo necesitaras. Y probablemente soy una mierda por
decírtelo, pero creo que es algo que necesitabas saber. Y, bueno,
necesitaba saber sobre tu relación con él.

—¿Por qué?
Su sonrisa era un poco burlona.

—Porque esto aquí, tú y yo, si esto sale como quiero que salga… está
pasando.
—¿Está… pasando? —repetí, mi estomago haciendo otra de esas
pequeñas deliciosas volteretas, pero quería más claridad. La necesitaba
para no enloquecer por lo que él quería decir con eso.
—Sí. Pasando. Estás en mi casa. Me gusta que estés aquí. Me gustaría
que sigas estando aquí. Entiendo que es muy pronto y no sabemos todo
sobre el otro, pero creo que lo haremos eventualmente. Necesitaba saber
que tu no tenías sentimientos por él antes de que siguiéramos adelante.
Adelante.

Como en un futuro.
¿Conmigo?

No creí que él en realidad entendiera lo que estaba diciendo.


115
—Ryan, no creo que tu…

—Lo entiendo —interrumpió, negando con la cabeza—. Yo, ah,


bueno, investigué un poco antes de tomar mi decisión, Dusty. Sé en lo que
me estoy metiendo. Y sé que no hay cura mágica y sé que va a ser progreso
y retroceso, pero creo que estás sobrestimando cuánto importa para mí. No
soy una persona sociable. Trabajo y vengo a casa. Ocasionalmente veo a
mi familia. Me gustaría que eventualmente puedas visitarlos también, pero
no estoy diciendo que tiene que ser la próxima semana o el próximo mes. Lo
único que estoy pidiendo es…
—Progreso —interrumpí.

Podía progresar.
Quiero decir, estaba fuera de mi departamento. Estaba en el suyo. Y
no estaba asustada por eso. Eso era progreso. Había conocido a su
hermano y hablado con él y eso también era un progreso.
Siempre y cuando los pasos fueran pequeños y no expectativas que
me llevaran al fracaso, estaba segura que podía hacerlo.
—Exacto —acordó, extendiendo su mano y agarrando mi rodilla,
dándome un apretón alentador—. ¿Crees que podría funcionar?

Le dediqué una pequeña sonrisa, no queriendo apresurarme, pero


sintiéndome optimista.

—Eso creo —respondí.


La sonrisa que me dedicó, sí, valía completamente la pena seguir
saliendo de mi zona de confort.

—De acuerdo —dijo, sus ojos volviéndose un poco ardientes mientras


sus dedos se hundían en mis caderas y me empujaban hasta que no tuve
más remedio que moverme para quedar a horcajadas mientras se sentaba.
Sus dedos se deslizaron ligeramente hacia abajo, casi tocando mi trasero,
pero no del todo—. No quiero besarte porque no quiero lastimar tus labios
—explicó, dándome un pequeño apretón.

¿Mis labios?
¿A quién demonios le importaba mis labios cuando tenía a un tan
dulce, considerado, hermoso y sexy hombre debajo de mí que me quería
incluso cuando era un completo desastre?
Ciertamente no a mí, eso era seguro.
116
Me acurruqué hacia él, deslizando mis manos por sus brazos hasta los
costados de su cuello. Sus brillantes ojos claros se calentaron con
comprensión solo un momento antes de que presionara cuidadosamente
mis labios contra los suyos.

Aún estaban hinchados y hubo una punzada de dolor ante la presión,


pero al instante en que sus labios se movieron contra los míos, bueno, todo
lo que sentí fue un vertiginoso, casi abrumador deseo. Su lengua trazó el
borde de mis labios y sentí humedad entre mis piernas mientras mis pechos
se sentían más pesados.

Mis caderas se hundieron hacia él a medida que su legua se movía


sobre la mía, haciendo que un pequeño gemido se escapara de mí mientras
me presionaba contra su dura longitud, intentando aliviar la desgarradora
necesidad dentro de mí.

Sus manos se hundieron en el punto de dolor, empujándome hacia


atrás y luego hacia adelante, alentándome a tomar lo que necesitaba de
él.
Y no iba a desaprovechar esa oferta, ¿o sí?

Me moví contra él, sintiendo cómo aumentaba mi necesidad, no


aliviando el ardor, sino prometiendo un final cercano. Presioné mi frente en
la suya, demasiado perdida en la sensación para recordar seguir besándolo.

—Cariño —dijo, su voz más profunda y sexy de lo usual, lo que en


realidad decía algo porque su voz normal podía hacerme caer de rodillas.
Me aparté ligeramente, abriendo mis ojos. Y ahí fue cuando sus caderas
embistieron mi clítoris con perfecta presión. Un fuerte gemido casi
avergonzado se me escapó y sus ojos se cerraron mientras exhalaba
lentamente.

Cuando sus ojos se abrieron de nuevo, su mano se movió de mi trasero


hacia el frente, abriendo el botón y luego el cierre más rápido de lo que creí
posible.

Luego deslizó su mano hacia dentro y arriba, debajo de mis bragas y


frotando mi húmeda entrepierna. Al encontrarme húmeda, un ruido salió de
su pecho mientras subía su dedo y presionaba mi clítoris, la sensación algo
semejante a blanco caliente e hice un sonido ahogado mientras extendía
mi mano y agarraba su brazo fuertemente.

—¿Está bien? —preguntó, apartando su dedo ligeramente, queriendo


117
asegurarse de tener mi permiso.
Las palabras se atragantaron en mi garganta, de una manera que era
totalmente nueva para mí, asentí mientras mis caderas hacían un frote que
hizo que una pequeña sonrisa diabólica se formara en sus labios.
No había provocación, ninguna insinuación a algo que iba a llevarme
hacia el límite y luego apartarme. Su dedo se movió sobre mi clítoris con
perfecta presión, cambiando de dirección ocasionalmente, manteniendo
mi cuerpo alerta.
Luego, justo cuando repentinamente encontraba mi clítoris, su dedo
se deslizaba hacia abajo y se movía alrededor de mi entrada antes de
presionar lentamente hacia dentro, la sensación olvidada hacía mucho
tiempo, pero tan bienvenida, dejé escapar un sonido parecido a un llanto
mientras me inclinaba hacia delante y apoyaba mi rostro contra su cuello.
Deslizó su dedo completamente adentro y sin vacilación, comenzó
una lenta, dulce y perfecta embestida que hizo que todos los músculos de
mi cuerpo se tensaran, mi respiración salía en jadeos entrecortados, mientras
la presión aumentaba.
Luego, cuando creí que nada era remotamente posible, torció su
dedo, frotando mi pared superior y encontrando mi punto G con un tipo de
seguridad que me pareció sorprendente. Para ser honesta, estaba segura
que no había descubierto ese lugar por mí misma. Y, cuando la sensación
se volvió algo diferente a lo que alguna vez sentí, sí, estuve segura que su
conocimiento de mi cuerpo parecía sobrepasar al mío.
Mis caderas se balancearon hacia arriba y hacia abajo mientras su
pulgar se movía al mismo ritmo y tocaba mi clítoris nuevamente, las dos
sensaciones juntas hicieron que los gemidos y llantos se conviertan en fuertes
y frenéticos gemidos, que no sabía que era capaz de hacer mientras él me
llevaba hacia el borde. Entonces, sin dudarlo, me empujó por un precipicio.

Me estrellé en un orgasmo.
No había otro modo de llamarlo.

Mi cuerpo entero se derribó con fuerza, los músculos de mis piernas se


volvieron líquidos cuando las pulsaciones me atravesaron, profundamente
en mi estómago y luego hacia afuera hasta que la sensación parecía
apoderarse de todo mi cuerpo.

Volví a mis sentidos con el nombre de Ryan brotando de mis labios, mi


cuerpo estremeciéndose, mi respiración una mera imitación de lo que se
118
suponía que debía ser, saliendo en jadeos mientras su pulgar dejaba mi
clítoris, pero su dedo hacia un lento y gentil, casi perezoso movimiento,
cuidadosamente trayéndome de regreso.

Colapsando sobre él, giré mi cabeza y le di un casto beso en el cuello,


demasiado abrumada para pensar en nada o pensar en absoluto.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado desde que tuve
un orgasmo. Meses al menos. ¿Y de alguien más? Años. Unos cuantos años.

Era casi como la primera vez en cuanto a su novedad, en la


consumidora maravilla de todo.

Ryan deslizó su mano fuera de mis bragas y la apoyó contra mi muslo,


la otra contra mi espalda baja y sosteniéndome contra él con fuerza.
—Demonios, Dusty —dijo, su voz un gruñido desesperado.

Sonreí contra su cuello.


Demonios.

Eso lo cubría todo, ¿cierto?


Moví mis caderas y lo sentí presionado contra mí, más duro que antes,
y una ola de culpa me atravesó, notando el egoísmo en la situación.

Me alejé nerviosamente, mis labios separados para hablar, cuando él


negó con la cabeza.

—¿No qué? —le pregunté, mi frente frunciéndose.


—No, no vamos a llevar esto más lejos esta noche —dijo, de algún
modo entendiendo la situación perfectamente—. O —continuó mientras
abría mi boca para objetar, para decir que estaba feliz de… igualar las
cosas—, hasta que pueda estar dentro de ti y besarte sin herirte.

—Ryan, está bien…


—No —dijo, negando con la cabeza, dándome lo que solo podía
llamar una mirada seria—. No va a pasar. Cuando ocurra, quiero que sea
correcto. No está bien si te hiero de algún modo. Así que vamos a aplazar
eso.
—Pero no es…

—Shh —dijo, tirando de mí hacia un lado repentinamente y


haciéndome caer sobre mi trasero junto a él, mis piernas enganchadas a sus
caderas.
119
—¿Acabas de… callarme? —pregunté, sonriendo ampliamente
porque parecía algo tan extraño en alguien como él.
—Sí —aceptó mirando alrededor como si estuviera buscando el
control remoto.
—Probablemente se lo comió el sofá —aporté, sabiendo que me
había quedado dormida con el control junto a mi cuerpo y que tenía
tendencia a dar vueltas cuando me dormía—. No es muy temprano para…
—comencé a decir, pero luego él encontró el control remoto, cambió el
canal, y ahí estaba el Times Square—. Oh —dije, mirando debajo de la
televisión y viendo que eran más de las nueve.
—Tenemos tres horas para beber —dijo, golpeando una mano en mi
rodilla y dando un apretón antes de levantarse—. Es mejor llenar un poco
nuestros estómagos —dijo, dirigiéndose hacia el minibar—. ¿Cuál es tu
veneno?
Bebía vino, una o dos copas sola. Y cuando Bry venía de mal humor y
necesitaba un trago, bebíamos vodka porque era lo que le gustaba.
Mi bebida, bueno, solía ser un gin martini muy seco con dos aceitunas.

Y solo dos podían dejarme fuera de combate, incluso cuando solía


beber más socialmente.
—Dusty —llamó cuando me senté—. ¿Qué bebes? —repitió, sus labios
torciéndose solo un poco como si me encontrara divertida.
Y, bueno, si un hombre podía encontrar mi rareza divertida, entonces
él era bueno.

—¿Tienes vermouth? —le pregunté mientras me levantaba


lentamente del sofá. Noté que mi cremallera seguía abierta cuando su
mirada se desvió y una sonrisa cómplice se formó en sus labios. Sentí mis
mejillas sonrojándose mientras la cerraba.

—¿Qué minibar que se respete no tiene vermouth? —respondió,


agachándose y mirando dentro—. ¿Cómo lo quieres, húmedo, seco, sucio,
o perfecto?
Incliné mi cabeza a un lado mientras él se enderezaba, dos botellas
de vermouth en sus manos y sabía que uno era francés, lo que significaba
seco, y el otro era italiano, lo que significaba dulce.
—Guau, ese es un impresionante conocimiento de bebidas —dije con
120
una sonrisa—. Muy seco.

Ryan asintió, guardando una de las botellas y moviéndose para


agarrar una copa de martini y el gin.

—Todos trabajamos como baristas cuando fuimos mayores de edad.


Papá creyó que era importante entender cómo llevar el negocio. Algo de
eso se me quedó.
—Parece que mucho de eso se te pegó —respondí, yendo hacia la
isla y agarrando un adorable plato de papel de víspera de año nuevo y
llenándolo, eligiendo algunas zanahorias, apio, bastantes papas fritas y
queso. Si íbamos a beber por horas y mi tolerancia era tan baja como
probablemente era, él tenía razón, necesitaba comida.
Luego comimos y bebimos y me emborraché, cada parte de mí
hormigueando y mi cabeza era una pequeña zona divertida libre de
ansiedad que se sentía refrescante mientras me acurrucaba contra Ryan en
el sofá, su fuerte brazo rodeándome, dándome una copa de champan con
el otro brazo mientras estábamos a un minuto de la medianoche.
Observamos la bola caer.

Observamos un nuevo año llegar a nosotros, ofreciendo cosas que


rogaba por tener.
Se inclinó, me dio un dulce, suave y cuidadoso beso en los labios y me
dijo casi en un susurro:
—Feliz año nuevo, cariño.
—Feliz año nuevo —respondí, dándole una sonrisa que sentí en mi
alma mientras él alzaba su copa.
—¿Progreso? —preguntó.

Y asentí.
—Progreso.

Perfecto.
Todo era tan perfecto que dolía.

Ya sabes, hasta el día siguiente cuando todo se arruinó.

121
11

Traducido por Ashtoash y Ale Grigori

Corregido por Nix

E
n realidad, nunca me importó una mierda la víspera de Año
Nuevo. La mayoría del tiempo, a medianoche estaba en la
cama medio dormido contestando correos electrónicos del
trabajo. Simplemente no era mi cosa. No era fiestero y no había tenido una
122
novia seria desde que estaba a principio de mis veinte para importarme un
carajo un beso de medianoche.

¿Pero esforzarse un poco, permanecer despierto y ver a Dusty ponerse


jodidamente borracha de la manera más hermosa posible y luego recibir un
beso a medianoche?
Sí, totalmente valía la pena.

¿Sentirla correrse alrededor de mis dedos mientras gritaba mi nombre


en mi cuello?

Jodidamente perfecto.
¿Entender cómo llegó a ser como era? Eso fue increíblemente
importante. Necesitaba saber. Necesitaba ver cómo cuidarla en el futuro.

La historia de su madre era muy jodida. Viniendo de una familia que,


si bien sus métodos de crianza no eran exactamente tradicionales, todo se
hacía con amor, con el fin de criar hombres buenos, fuertes y respetuosos,
no podía imaginar cómo era no tener eso. Ser tratado como una plaga, ser
puesto en situaciones potencialmente peligrosas.
Si lo que dijo Bry era verdad, me alegraba que ella no estuviera en
contacto con ese personaje. Probablemente estaba mejor sin ella.

Hablando de Bry, había oído de él dos veces, solamente


actualizaciones que decían que todavía no había hecho ningún progreso.
Lo que, a decir verdad, significaba que probablemente nunca lo haría.
Probablemente el producto se ha ido y él, Dusty y, por lo tanto, yo,
estábamos potencialmente jodidos.

Mi teléfono sonó, el nombre de Mark apareció en la pantalla.


—¿Qué pasa, Mark? —pregunté, agarrando mis llaves, dándole a
Dusty un rápido beso en la frente, ya le había dicho mientras me vestía, que
tenía que ir a Chaz’s para revisar el registro de la noche anterior, y me dirigí
al pasillo.
—Pues, no pude encontrar ni mierda por mí mismo, así que contacté
al hermano menor de Sawyer…
—¿Barrett? —le pregunté, teniendo un vago recuerdo de él de
cuando solíamos pasar el rato con Sawyer en la secundaria. Barrett no era
el tipo que empezaba problemas, rudo y bullicioso como mis hermanos
Sawyer y yo, así que no lo veíamos mucho, siempre pegado a sus
computadoras, videojuegos o libros. Escuché que tenía una habilidad
123
especial para investigar mierdas y que Sawyer lo usaba ocasionalmente en
casos, pero no sabía que hacía cosas por su cuenta.

—Sí, aparentemente ahora es un genio en esta mierda. De todos


modos, investigó un poco y rastreó a Bry a un tipo en Camden llamado Dom
Donovan.
Se detuvo después de eso y lo conocía lo suficientemente bien como
para saber que eso era algo malo. Mark nunca tenía problemas para hablar
hasta jodidamente cansarte cuando tenía ganas, lo que era casi todo el
maldito tiempo.
—No me estoy haciendo más joven, Mark.

—Él es malo. El tipo de malo con el que no jodemos. El tipo de malo


con el que nadie jode. Tiene un informe de antecedentes que hace que La
rebelión de Atlas1 parezca pequeña —dijo con verdadero disgusto en su
tono. Había necesitado leer ese libro en su último año de secundaria y se
había cansado de leerlo en las primeras tres páginas por lo que decidió

1La rebelión de Atlas: novela de Ayn Rand publicada en Estados Unidos en 1957, tiene 1168
páginas.
encantar a una de las chicas lindas y nerds de la clase para que escribiera
su ensayo por él. Lo cual ella felizmente hizo. Y obtuvo una A sin haber leído
el libro, dicho libro que encontré siendo usado para sujetar la puerta en su
apartamento.
—¿Por qué?

—Sobre todo mierda violenta. Agresión agravada, cargos de armas,


ebriedad y desorden.
—¿Nada de posesión? —quise saber, haciendo sonar las cerraduras
de mi auto.

—Nunca lo atraparon ni siquiera con un porro. Se mantiene limpio de


eso, solo se ensucia, al parecer, para proteger su reputación. Y aparte de la
mierda que aparece en los libros, hay muchas cosas en que no está, pero
que él se ha atribuido a sí mismo. Incluyendo seis violaciones y nueve
asesinatos.
Jodidamente maravilloso.

—Y eso ni siquiera rasca la superficie de la mierda en la que sus


hombres se han salido con la suya.
Me puse rígido en el asiento de mi auto, sin molestarme en darle la
124
vuelta porque en ese momento se me ocurrió algo, algo que de hecho no
quería considerar, algo que significaba un mundo de cosas malas.
—¿Qué es? —preguntó, obviamente, notando la pesadez incluso a
través de la línea.

—¿Alguna vez te has detenido a pensar que tal vez esto fue algo
interno? ¿Tal vez Dom percibió algo que no le gusta de Bry y recuperó su
mierda? Lo que tendría sentido sobre el por qué fueron tan despiadados con
Dusty. Si Dom y sus hombres eran fanáticos de la violación, entonces fue un
jodido milagro que yo llegara a tiempo.

—Entonces eso significa que Bry…


—Mierda —dije, colgando y abriendo mis contactos, encontrando la
llamada de Bry y presionando llamar.

—No tengo ninguna actualización…


—Donde sea que jodidamente estés, debes irte. Necesitas encontrar
un lugar donde nadie te pueda reconocer o encontrar y pasar jodidamente
desapercibido.
Hubo una larga pausa.

—¿Por qué?
—Porque lo más probable es que los chicos de Dom fueran los que
estuvieron en el apartamento de Dusty, recuperando el producto. Es por eso
que no puedes encontrarlo en la calle. Es por eso que nadie está
reconociendo a estos hijos de puta.
—Jesucristo —dijo, y realmente pude oírlo absorberlo, el ruido de los
autos cuando pasaban, el resoplido de su aliento—. ¿Por qué demonios
vendría a buscarme? —preguntó después de que escuché el golpear de
algo.
—Solo tú puedes saberlo. Tal vez sea tan simple como que a él no le
guste que mantengas el producto en la casa de Dusty. Tal vez sea alguien
con quien estás conectado en quien no confía. Tal vez él piensa que estás
robando. Quién demonios lo sabe. Los hombres en posiciones como la suya
se vuelven paranoicos y hacen estupideces. Para ellos, es mejor sacarte de
la foto a tener que preocuparse por ti.
Y luego ese pobre cabrón dijo algo que demostró cuánto se
preocupaba por ella. 125
—Dusty. Necesitas…

—No te preocupes por Dusty. Yo me encargaré de ella —dije.


—Entiendo que tal vez ahora sea más tuya que mía, hombre. Pero si
me escuchas, maldición, será mejor que te asegures que…

—Me gusta que te preocupes tanto por ella y quieras asegurarte de


que esté a salvo, pero no necesitas decirme cómo manejar mi mierda.
Puedo proteger a mi gente. Tú te tienes que preocupar por ti mismo.
Una vez más, una pausa, probablemente no le gustaba tener que
volver mantenerse en un segundo plano con Dusty, pero él sabía que no
había nada que pudiera hacer al respecto.
—Entonces, ¿qué demonios se supone que debo hacer?
¿Desaparecer y cruzarme de brazos por el resto de mi vida?

Ese no era un mal punto.


Llevarlos a Dusty y a él a lugares más seguros no resolvería el problema.
Era una curita temporal sobre una herida enorme y abierta.
—Hazlo hasta que pueda pensar en otra forma de resolver esto —le
dije y colgué.

La verdad del asunto era que los problemas de Bry no eran mis
problemas. Dicho esto, si lo habían estado observando, la observaban a ella.
Si la observaban, sabían que ella y Bry eran, al menos, un poco cercanos.
Por lo que se darían cuenta que si la atrapaban, tal vez podrían obtener el
paradero de Bry.

De ninguna manera iba a dejar que eso sucediera.


Pero para asegurarme de eso, iba a tener que hacer algo que sabía
que a ella no le iba a gustar, que de hecho odiaría.
Si pudiera pensar en alguna otra solución, lo haría.

Pero lo que ella necesitaba era estar a salvo, incluso si eso significaba
que me odiaría por eso.
Suspiré, levantando mi celular y marcando el número de mi padre.

—Mallick —respondió cortante, siendo alguien que nunca verificaba


el identificador de llamadas antes de contestar.
—Viejo, tengo un problema —empecé, exhalando con fuerza.
126
—¿En Año Nuevo? —dijo en tono burlón y luego dejó escapar una
carcajada sin humor—. Solo mis hijos recibirían el año con un problema.
¿Qué es?

—Sí, no, esto es algo de lo que todos debemos reunirnos y hablar.


Hubo una breve pausa entonces, demostrando una vez más que él
tenía algún tipo de sexto sentido:

—Esto tiene que ver con tu chica, ¿no es así?


—Sí.

—Y, de nuevo, solo uno de mis putos hijos se encontraría con una
pequeña chica dulce, agradable y ermitaña que trae consigo muchos
problemas desde la privacidad de su apartamento. —Ese era Charlie
Mallick, acostumbrado a una vida de incertidumbre, de caos, de aceptar
la mierda y de lidiar con ella y seguir adelante—. Está bien. ¿Cuándo
necesitas hablar con nosotros?
—Primero debo llevar a Dusty a un lugar seguro y luego estaré en
contacto. A más tardar mañana. Esto debe manejarse antes de que se
intensifique.
—De acuerdo. Envía un mensaje a uno de tus hermanos y lo
organizaremos. Mantén a tu chica a salvo.

Terminó la llamada y salí de mi auto, cerrando las puertas y golpeando


el botón de arranque remoto para que se calentara. Parecía que no iba a
ir al trabajo después de todo.
—Hola, ¿qué estás haciendo de vuelta tan pronto? —preguntó Dusty,
sonriéndome desde el sofá, donde se había acomodado después de que
me fui, con dos botellas de agua, una bolsa de hielo y Tums2.
Aparentemente, no estábamos en el punto en que ella estaba
dispuesta a admitir que tenía una resaca severa, porque cuando me fui
había estado haciendo el desayuno como si nada estuviera mal. Un
desayuno que todavía estaba en la encimera, sin comer.
Me moví a través de la habitación, sentándome a sus pies y
colocando sus piernas sobre las mías.

—Tan serio —me dijo, frunciendo el ceño. Entonces, cuando no dije


127
nada de inmediato, se levantó hasta acurrucarse, sus perfectos ojos verdes
luciendo preocupados— ¿Algo está mal?

Esta era la parte que más me preocupaba, no lo que seguía, la parte


que sabía que sería la más difícil para ella, sino tener que darle la noticia,
arruinar su día. Para mí, esa parte apestaba.
—Sí y no —le dije, poniendo mi mano en su tobillo y apretando.

—Empecemos con el no —dijo, su respiración ya era mucho más


superficial de lo que debería, su mano descansando debajo de su garganta
como si supiera que lo que sea que venía iba a hacer que enloqueciera.

—Después de investigar un poco, Bry, mis hermanos y yo hemos


llegado a la conclusión de que los tipos que te atacaron de hecho trabajan
para el jefe de Bry.

—Está bien —dijo, su mano subiendo poco a poco más alto.


—Y esas son malas noticias. Es alguien de Camden con una mala
reputación de violación y asesinato —le informé, dándole otro apretón en

2 Tums: Tabletas masticables que brindan alivio rápido de la acidez estomacal.


el tobillo cuando su cuerpo comenzó a tensarse—. Así que organizaré una
reunión con mi familia para ver qué podemos hacer para una solución a
largo plazo. Hasta entonces, le dije a Bry que mantuviera un perfil bajo en
algún lugar donde nadie pueda buscarlo. Y eso significa…
—No —dijo, sacudiendo la cabeza inmediatamente, entendiendo
inmediatamente.

—Me temo que en realidad no es como una elección, cariño. No


podemos quedarnos aquí. Estamos justo al otro lado del pasillo de tu
apartamento. Los tipos me vieron y eventualmente van a comenzar a
observarme.

—¡Pero no me verán! —objetó, su voz era un chillido airado,


probablemente porque no la había visto respirar por mucho tiempo.
—No puedo garantizarlo. Tal vez no sepan que estás aquí. Pero eso no
significa que si me voy no entrarán por la fuerza y se toparán contigo.
Entonces, Dusty, ni siquiera quiero jodidamente pensar en lo que puede
pasar. Entiendo que esto es enorme para ti. Y lamento no poder encontrar
una solución mejor que esta, pero tenemos que irnos.

Apartó sus piernas de las mías, apoyó los pies en el suelo y se agachó
hasta que sus codos estuvieron sobre sus rodillas, con la cabeza apoyada
128
en sus manos. La observé durante un tiempo casi alarmante antes de que
finalmente la viera respirar, lenta y un poco temblorosa, pero
profundamente, como si estuviera intentando mantener la calma.

—¿A dónde? —graznó, negándose a mirarme.


—No muy lejos. Tengo un lugar al que podemos ir que es seguro.
Incluso si yo no estuviera allí, sería seguro. Y ya hemos llegado a la conclusión
de que mi auto está bien para ti.

Incluso si solamente hubiéramos llegado a la conclusión de que


estaba bien mientras estábamos estacionados a solo un par de metros de
la puerta que conducía a su lugar seguro.

—¿Cuándo?
—¿Honestamente? Tan pronto como podamos empacar algo y
marcharnos.

—Rocky…
—Puede venir —dije, sabiendo que probablemente no debería. Ellos
tendrían que hacer una excepción.

Me miró entonces, sus ojos enormes, sus labios un poco temblorosos.


Cuando habló, su voz tembló. Pero dijo lo que yo necesitaba escuchar.

—Bueno.
Quiero decir, no era como si tuviera opción. Había tratado de pasar
eso por alto. Pero incluso si se asustaba y tuviera que cargarla sobre mi
hombro otra vez, lo haría. No iba a dejar que se quedara y permitir que le
pasara quien sabía qué mierda.

—Sería mejor que empaque y tú solo intentes…


—No. Estoy mejor si estoy haciendo algo —dijo, saltando, agarrando
todos los artículos que tenía a su alrededor y moviéndose para colocarlos
de nuevo en su lugar.
Ella fue a buscar a Rocky y yo me dirigí a la habitación, agarrando una
maleta y tirando la mierda que tenía para ella junto con varias de mis
propias cosas antes de cerrarla y regresar a la habitación principal.
La encontré en la cocina, la jaula de gatos en la isla temblando
violentamente mientras Rocky luchaba contra su encierro. Pero también
129
encontré a Dusty allí, con una mano sobre el mostrador y la otra apoyada
en su frente.
—¿Estás bien?

—Mareada —admitió, sin moverse.


—De acuerdo —dije, bajando la maleta y moviéndome detrás de ella,
envolviendo un brazo a través de la parte más baja de su estómago,
colocando la otra justo en el centro, como la había visto hacer muchas
veces—. Respira.

Lo hizo, el aire hacía que su estómago temblara al principio. Pero se


recostó en mí, con los ojos cerrados, y siguió respirando profundamente
hasta que la mayor parte de la tensión abandonó su cuerpo.

—Lo siento.
—No —le dije, girando mi cabeza para besar su sien.

—¿No qué?
—No te disculpes por estar ansiosa. Cualquiera estaría ansioso en esta
situación.

—Tú no lo estás —observó con inquietud en su voz.


Tenía razón. No lo estaba. De hecho, ya casi no sabía cuál era la
sensación de pánico. Primero, porque simplemente no era una persona
propensa a ello. Era tranquilo, racional y manejaba la mierda antes de que
se saliera de control. Segundo, porque mi vida era demasiado jodidamente
loca para permitirme enloquecer por todo.
—Te prometo que te lo explicaré, cariño. Pero ahora no es el
momento.
—Está bien —concordó, entendiendo que había al menos una
pequeña cantidad de urgencia en ese momento—. ¿Podemos terminar con
esta parte? —me preguntó, y entendí que se refería a mudarnos.

—Sí —dije, presionándola hacia adelante, soltando mis manos y


alejándome—. Solo déjame agarrar nuestros portátiles y luego podemos
irnos.

Los empaqué, junto con otras cosas al azar que vi por ahí, incluyendo
tres de sus libros que pude acomodar en la bolsa con las cosas electrónicas.
130
—No —dije cuando vi sus ojos dirigirse a la caja de arena—. Buscaré
una nueva cosa de esas cuando lleguemos a donde vamos —le informé y
ella asintió y alcanzó la jaula para gatos. Me acerqué a la puerta, abriéndola
y echándome hacia atrás por un siseo—. Hijo de puta —gruñí, exhalando
fuerte.
—Así es como mucha gente me llama. Generalmente mujeres —dijo
Mark, ignorándome por completo y mirando a Dusty, a quien le guiñó un
ojo.
—¿Qué diablos estás haciendo ahí parado fuera de mi apartamento
como un maldito voyerista?

—Dusty —dijo, poniendo una mano en su corazón y jodidamente


ignorándome—. Mi amor, me lo pedí antes que él, sabes.

Con la guardia baja, dejó escapar una risa sorprendida.


—¿Qué? Ni siquiera me conoces.

—Despertaste el interés de este Eunuco, eso es todo lo que necesité


saber —dijo, inclinando la cabeza hacia mí.
La mirada de Dusty lo siguió y me dio lo que solo podía llamar una
sonrisa maliciosa antes de mirar a mi hermano.

—Tú debes ser Mark. El porrista.


No esperando eso en absoluto, eché mi cabeza hacia atrás y me reí,
una carcajada retumbante y profunda que hacía mucho tiempo no
soltaba.
Mark, impasible como siempre, también le dio una sonrisa.

—Ángel, ¿tienes alguna idea de cuántas de esas porristas tuve


debajo, encima… o delante de mí? —le preguntó.
—Déjame adivinar, todas ellas —dijo, todavía inexpresiva, pero estaba
sonriendo.

—Todas excepto la linda y pequeña Jenny Anderson —admitió—.


Pero solo porque se fracturó la pelvis cuando uno de los otros muchachos
no la atrapó después de un salto. Una pena realmente.

—Sí, estoy segura que estuvo muy decepcionada —dijo Dusty


secamente.
—Eso es bueno, ciruelita —dijo con un asentimiento—. Vas a necesitar
131
ese sentido del humor para sobrevivir en esta familia.
—Si ya terminaste de coquetear con mi jodida mujer —le dije, sin
malicia en mi voz porque Mark coqueteaba con todas. Todos estábamos
bastante convencidos de que no podía evitarlo. Aunque había dejado de
hacerlo con Fee y Lea una vez que se pusieron en una relación seria con
Hunt y Shane—. ¿Qué tal si me dices qué estás haciendo aquí?
—Oh, ¿yo? Soy la caravana de seguridad. Papá pensó que querrías
que alguien más te cuidara.

—Papá debería haber preguntado —corregí, pero sabía que nuestro


padre no era del tipo que preguntaba ninguna maldita cosa—. Bueno,
ahora mismo —dije, tirándole la bolsa con las cosas electrónicas junto con
la maleta—, eres una mula de carga. Muévete. Necesitamos sacarla de
aquí —dije mientras me daba una mirada de complicidad, tomó los artículos
que le di, junto con el maldito gato y salió.
—Tus hermanos son… —Se quedo callada, pensando.

—¿Entrometidos? —ofrecí, siendo tan cierto como cualquier otra


cosa.
—Iba a decir personajes interesantes. ¿Los otros son como Eli y Mark?

—Solo hay un Eli y un Mark. Shane es ruidoso y terco. No tiene mucho


filtro. Hunter es un poco más tranquilo. Tiene niños, una mujer y un negocio
que lo mantienen con los pies en la tierra.

Me dio una pequeña sonrisa tímida y admitió:


—Bueno, hasta ahora me gustan Eli y Mark. Creo que también me
gustarán Shane y Hunter.

Me gustaba eso.
Y me gustó que estuviera pensando suficientemente en el futuro como
para planear esa eventualidad.

—Si puedes manejar a Mark, puedes manejar a los demás —le


aseguré—. ¿Estás lista? —pregunté mientras su mirada se dirigía hacia la
puerta abierta.

—¿Tienes mi celular? —preguntó, tocando sus bolsillos.


—Con los portátiles.

—Está bien —dijo, yendo hacia la puerta y colocándose los zapatos


planos que había traído de su casa—. Entonces, bueno, supongo que estoy
132
tan lista como puedo estar —comentó, dándome una sonrisa temblorosa.
Pero no se movió hacia la puerta abierta. Se congeló en el lugar, con
las manos a sus lados apretando y soltando, una y otra vez.
—Solo nos dirigimos al auto —dije, moviéndome hacia adelante,
envolviendo su mano en la mía y apretándola. No me miró. No se relajó. No
había remedio en mi toque. Pero asintió y nos movimos hacia el pasillo,
deteniéndonos para que yo pudiera cerrar la puerta y luego caminar por el
pasillo.
—No —soltó Dusty, su voz un poco frenética cuando me dirigí hacia el
ascensor.

—¿No? —repetí, frunciendo las cejas.


—Escaleras —exigió, asintiendo hacia ellas.

Entonces pude sentirlo, una pequeña vibración saliendo de su mano


y subiendo por mi brazo. Y cuando miré hacia abajo, pude verla temblando.
—Escaleras. ¿Crees que puedes seguirme el ritmo? —agregué
mientras empujábamos la puerta hacia el primer peldaño.

—Creo que podría superar a un guepardo en este momento —dijo,


bajando las escaleras, casi aplastando mi mano con la suya mientras nos
dirigíamos al siguiente lugar en el que sabía que podría respirar.

Mark nos vio venir desde donde estaba bloqueado fuera de mi auto.
Desbloqueé los seguros y se volvió para poner la mierda en el maletero.
Excepto el gato el cual dejó sobre el capo mientras nos daba una gran
sonrisa.

—¿Alguna vez te contó cómo una vez trató de dejar el atletismo? —


preguntó mientras corríamos y Dusty agarró desesperadamente la manija
de la puerta y entró, la cerró de un golpe y apoyó la cabeza en el
reposacabezas, respirando profundamente.

—Caramba —dijo Mark, la sonrisa cayendo mientras la observaba


esforzándose por equilibrar su respiración.
—Lo creas o no, esto no es tan malo —le dije, tomando a Rocky,
abriendo la puerta de atrás, metiéndolo dentro y cerrándola.

—¿Cómo crees que va a tomar el nuevo lugar? —preguntó,


133
siguiéndome hacia el otro lado del auto.

—Sabes, creo que estará bien una vez que esté detrás de una puerta
cerrada. Puede que necesite tomar un baño o algo así, pero luego debería
calmarse y estar bien. Creo que está en su poder de alguna manera hacer
de cualquier habitación cerrada su propia clase de zona de confort una vez
que supere el impacto de la misma.

—Está bien, bueno, terminemos esto por ella —comentó, palmeando


mi hombro y luego moviéndose hacia su propio auto.
Me metí en el mío, extendiendo la mano para darle un apretón a su
muslo.

—¿Estás bien?
Exhaló fuerte y abrió los ojos.

—No —admitió—. Pero lo estaré.


—Eso es todo lo que podemos esperar, ¿verdad? —le pregunté,
dándole otro apretón antes de poner el auto en reversa y moverme.
—De todos modos, ¿a dónde vamos?

134
12

Traducido por Smile.8 y Flochi

Corregido por Nix

¿U
n hotel?

¿Me llevaba a un hotel?


Quiero decir, no sabía mucho de seguridad ni
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nada, pero estaba bastante segura que casi cualquier
persona podía entrar y salir de un hotel en cualquier momento. ¿Verdad?
Pero no condujimos directamente hacia allí. Ryan tomó un largo y
sinuoso camino que nos llevó dos ciudades más allá y de regreso, Mark iba
unos pocos autos por detrás de nosotros en todo momento.

Supongo que sería el equivalente de la vida real de asegurarse de que


nadie nos seguía. Lo cual, de una manera extraña, era algo genial.

Pero luego nos detuvimos en un aparcamiento un poco lleno de un


hotel de seis pisos con un estuco gris precioso, todo sobre él gritaba “caro”.
Apuesto a que ni siquiera podía permitirme la habitación más barata en el
edificio por una noche.
Por eso, cuando Ryan saltó y el botones se acercó rápidamente con
su traje inmaculado y se tomó las llaves de Ryan y se dirigió a él por su
nombre, bueno como que tuve que obligarme a cerrar la boca.
—Señor Mallick, mucho tiempo sin verle —dijo, cuando fue a abrir la
puerta para mí.
—Yo lo hago, gracias —le dijo Ryan, deteniéndole y dejándome tomar
una respiración profunda.

El viaje había hecho maravillas para calmarme los nervios, para


ayudarme a respirar de nuevo.

Francamente, lo último que me había esperado en absoluto cuando


regresó a su apartamento fue a él diciendo que teníamos que irnos. Como…
los dos.
Creo que una parte de mí como que se esperaba poder convertir el
apartamento de Ryan en mi propia nueva pequeña prisión, pero esta vez
con un chico caliente que era dulce como el infierno y feliz de darme
orgasmos para compartir conmigo.
Lo que era como, bueno, tonto.

Lo sabía.
Cambiar una prisión por otra no iba a funcionar indefinidamente.
Incluso habíamos hablado de ello la noche anterior, sobre cómo él no
esperaba milagros, pero que podríamos trabajar en progresar.
Y, ser obligada a dejar su apartamento y alojarme en un lugar en el
que nunca había estado, aunque ligeramente (bueno, moderadamente)
136
aterrador para mí no era la mejor manera de hacerlo, todavía estaba
progresando.
Mi corazón seguía aleteando como un colibrí en mi pecho y yo estaba
revuelta y sudorosa y miserable, pero no estaba mareada y no me faltaba
el aliento y no estaba segura que tuviera que correr locamente a la siguiente
salida y de vuelta a mi zona segura. Porque, bueno, mi zona segura era
definitivamente insegura ahora. De una manera muy literal, no la imaginaria
que tenía en mi mente.
Así que cuando Ryan alargó su mano y me la ofreció, puse la mía
húmeda y enloquecí como el infierno internamente de que el sintiera mi
mano húmeda, pero aun así salí del auto y lo seguí mientras lideraba el
camino. No hacia la gran recepción que pude ver a través de las puertas
brillantes de vidrio. Me llevó hacia el lado del edificio donde había otra
entrada, más discreta, con la palabra “residentes” en ella.

¿Él era residente?


¿Quién demonios era residente de un hotel tan caro, pero tenía un
apartamento también? No sabía mucho sobre el tema, pero sabía que los
residentes de los hoteles pagaban un brazo y una pierna por vivir allí.
—¡Señor Mallick! —La chica detrás del mostrador con un vestido gris
muy pegado al cuerpo, que era profesional, pero se pegaba a sus grandes
caderas y su pecho de una manera que rayaba a subidas de tono, lo recibió
con una sonrisa radiante con unos labios pintados de rojo. Y allí estaba yo
en leggins y una sudadera amplia y sin una pizca de maquillaje, con
contusiones, arañazos y un maldito ojo hinchado.
Encantador.

Hacía tanto tiempo que no me preocupaba por cosas como las


apariencias que la inseguridad me golpeó como una patada en el
estómago. Agaché mi cabeza, dejando que mi cabello cayera como una
cortina mientras Ryan saludaba a la chica por su nombre y rápidamente me
llevó hacia un ascensor dorado donde puso una tarjeta en el acceso.

No fue hasta que estuvimos en el interior que me habló de nuevo.


—Lo siento, pero el ascensor es la manera más rápida de llegar a la
planta superior —dijo, en un tono de disculpa—. Oye, mírame, cariño —
exigió un momento después, cuando no dejé de estudiar el muy brillante
137
suelo de mármol—. Dusty —lo intentó de nuevo, agarrando mi barbilla y
forzando mi cara hacia arriba—. No estás entrando en pánico —dijo, como
si estuviera descartando lo que podría estar mal conmigo.

Y, bueno, nunca era inteligente decirle a un chico que recién


comenzabas a ver que estás teniendo un ataque de inseguridad debido a
una guapa recepcionista en un hotel. Si había una cosa que los chicos
odiaban seguramente, era la inseguridad sin sentido.

Se supone que creo que ella es hermosa si estoy saliendo con ella,
¿sabes? Eso era lo que había dicho Bry cuando se quejaba sobre la chica
que estaba viendo, preguntándole todo el tiempo si él estaba mirando a
otras chicas y comparándola con ella.

—Estoy bien —le dije, escuchando el sonido de los pisos mientras los
pasábamos—. Rocky… —solté, de repente recordándole y sintiéndome
como la peor dueña de mascotas.
—Mark y el portero lo traerán todo. Mark tiene una llave —añadió.

Portero.
Sabía que un lugar era elegante cuando llamaban a un botones
portero.

Miré hacia arriba cuando sonó un ding más largo, indicando el piso y
vimos una pequeña pantalla donde decía Pent-house.

¿Pent-house? ¿En serio?


—Aquí vamos —dijo, dando un paso hacia la puerta y extendiendo un
brazo para mí.

Casi esperaba entrar en el propio pent-house, pero era un pasillo que


tenía una puerta a cada lado.
—¿Puedo preguntarte algo? —pregunté mientras la pesadez en mi
pecho comenzaba de nuevo.

Necesitaba distraerme mientras Ryan deslizaba la tarjeta en la puerta


y esta sonaba.

—Por supuesto.
—¿Por qué tienes un pent-house en un hotel cuando tienes un
apartamento?

Dejó escapar una risa baja cuando abrió la puerta y entró.


138
—No es técnicamente mío. Nosotros, mis hermanos y mis padres,
ponemos dinero para este lugar. Por si acaso alguna vez fuera necesario o
simplemente queramos un lugar alejado.
Su “lugar alejado” era casi ostentoso.
La pared del fondo estaba llena de ventanas de pared completas
que daban al río Navesink. todo el espacio tenía un diseño de piso abierto
desde la sala de estar, que contaba con una gran chimenea con asientos
ante ella, hasta el espacio de comedor y la cocina. Todo tenía el mismo
mármol cálido blanco y marrón, desde el ascensor hasta los mostradores de
la cocina. El mobiliario era todo neutral: Sillas blancas decorativas, un sofá
beige, mesas de madera mediana.

—Vamos, ¿quieres un baño? —preguntó, sabiendo que había tenido


una mañana de mierda. Era una pequeñez, pero significaba algo para mí
de todos modos.

—Sí —respondí, soltando un aliento contenido mientras él tomaba mi


mano y me llevaba por el pasillo.
Había un medio baño a la derecha junto con un dormitorio. Pero me
llevó a la izquierda y dentro del dormitorio principal. Tenía el mismo esquema
de colores y una cama gigante frente a una televisión gigante sin cables
colgando por ningún lugar.
Luego estaba el baño principal. Y, bueno, era material de sueños.
Había más del mismo mármol en los suelos y en la ducha de vidrio enorme.
Había un tocador doble con grandes espejos y luces de techo. Y, por último,
la bañera. Si pensaba que mi bañera era agradable, y era porque pasé
mucho tiempo investigándola, entonces ésta era extraordinaria. De hecho,
estaba bastante segura que tres personas podían sentarse en ella
cómodamente. Y no era un hidromasaje, algo que odiaba personalmente.
Era solo una enorme bañera.

—Oh, Dios mío —gemí, apoyando mi cabeza en su brazo y él dejó


escapar una pequeña risa.
—Y si no estoy equivocado —dijo, liberando mi mano para ir hacia el
armario—. Sí. Tienen esas cosas que te gustan de bombas de jabón —dijo,
sacando una brillante caja de colores locos que supe al verla que tenía que
ser Lush—. Úsalas todas si quieres —añadió, dándomelas y yendo a buscar
una toalla y una bata. 139
Así que, bueno, tal vez podría acostumbrarme a esconderme en una
suite en un pent-house de un hotel elegante.
Las cosas que aprendes sobre ti cuando estás huyendo de traficantes
de drogas.

Resoplé ante mi propia línea de pensamiento, haciendo que los labios


de Ryan se inclinasen mientras me miraba.
—¿Qué?

—Nada. Todo esto es simplemente… loco —admití.


—Es un poco… fuera de lo normal. Sí. Toma tu baño. Sal cuando te
sientas como tú de nuevo —me pidió, dándome una sonrisa, después
saliendo y cerrando la puerta.
Sola, gasté poco tiempo haciendo correr el agua y haciendo que las
bombas de jabón se disolvieran y sacándome la ropa.

Débilmente, pude escuchar a Ryan y a Mark hablar en masculinas


voces bajas que eran llevadas a través del espacio hacia mí en el silencioso
baño.
Fue entonces cuando me di cuenta que estaba bien. Estaba en un
nuevo lugar y nada era familiar y no era mi estilo y pocos de mis artículos
personales estaban allí, pero estaba bien. No estaba enloqueciendo.
Y eso era enorme.

Tanto había cambiado en cuestión de… días. Se sentía como mucho


más tiempo, pero habían sido solo unos días.
Había estado atrapada durante años. Malditos años de mi vida sin
poder moverme, atrapada literal y metafóricamente en el mismo lugar.

Pero lo más extraño era, que no era tan extraño estar afuera. Tal vez
porque la mayor parte de mi vida había sido dedicada a viajar, moverme,
ver y experimentar cosas nuevas. No era como si fuera un cambio cultural.
No era una pobre alma que había crecido en un sótano y nunca había visto
el mundo real. Había sido por un tiempo. Pero no era tan atemorizante como
pensé que sería. No estaba completamente calmada, pero era porque este
era un gran espacio con todas las comodidades de casa y no estaba lleno
de un montón de gente. Estaba en realidad bastante cerca de la
comodidad teniendo en cuenta todo.

Un progreso. 140
Me quedé en el baño por quien sabe cuánto tiempo porque los baños
parecían ser universalmente habitaciones sin relojes incluso cuando era
donde la mayor parte de la gente se apresuraba a prepararse para ir a
trabajar en un horario fijo, después de que me sequé y envolví en la bata
suave y esponjosa, me moví para mirarme.
Seguía un poco hinchada, aunque la hinchazón de mi labio había
desaparecido por completo. La mayor parte se encontraba alrededor de
mi ojo, que seguía teniendo un feo tono de púrpura. Pero el párpado estaba
casi todo abierto y podías ver que, de hecho, tengo dos ojos verdes. La
hinchazón se encontraba más bien en el exterior del ojo en un arco que iba
desde mi ceja a la parte superior de mi pómulo. Los rasguños seguían rojos,
pero curados en su mayor parte.

No estaba horrible.
Tampoco genial, pero nada horrible.

Abrí los cajones del tocador y encontré un cepillo de dientes cerrado


junto con pasta de dientes y me dispuse a cepillarme antes de finalmente
salir a la habitación.
Donde me quedé inmóvil.

¿La razón para eso?


Sí, eso sería porque Ryan se encontraba allí.

No solo se encontraba allí, sino que estaba sin camisa.


Estaba sentado en el borde de la cama, descalzo, pero con los
pantalones todavía puestos. Estaba un poco inclinado hacia delante, sus
codos sobre sus rodillas, mirando hacia abajo.

Debí haber jadeado o algo parecido porque su cabeza se levantó de


golpe y me dejó inmóvil en el lugar, el calor era intenso. Fue entonces,
también, que me di cuenta de tres cosas. Una, él tenía un tatuaje. Estaba
en el costado izquierdo de su pecho sobre su corazón, una pieza grande y
gruesa que parecía que pudiera ser el escudo de armas de su familia. Dos,
bueno, el hombre tenía buen cuerpo. Era algo que había imaginado, pero
nunca tuve la oportunidad de mirarlo de verdad. Su pecho era ancho,
hombros fuertes, su abdomen, incluso sentado, podías adivinar la firma línea
de músculos. Y el pequeño sendero oscuro que llevaba y desaparecía en la
cintura de sus pantalones. Oh, y tres, sí, su botón y cremallera estaban
abiertos. 141
Por supuesto, mi enfoque pareció permanecer allí.

El tiempo suficiente que cuando mi mirada volvió a subir, su sonrisa era


un poco pícara, sus ojos incluso más calientes.
—Ven aquí, cariño —dijo, su voz un sexy murmullo mientras levantaba
su brazo y lo extendía, queriendo que caminara hacia él.

Supe entonces exactamente lo que iba a pasar.


Lo supe.

Y caminé hacia él sin vacilación.


Me metí entre sus piernas abiertas y sus manos aterrizaron sobre el
material esponjoso cubriendo los lados de mis piernas y fueron subiendo…
luego se dirigieron hacia adentro. Se engancharon del cinturón y a medida
que sus ojos subían hasta encontrarse con los míos, sus dedos jalaron y el
material se separó en el centro.
Exhalé lentamente y sus manos rozaron el centro de mi vientre,
poniendo sus manos allí y suavemente deslizándose hacia arriba entre mis
senos, sobre mi pecho. Se movió lentamente hasta ponerse de pie mientras
sus manos se deslizaban debajo de los hombros y empujaban el pesado
material hacia abajo. Este se deslizó por mis brazos, por la punta de mis
dedos y se amontonó en un semicírculo alrededor de mí en el suelo.
Pero los ojos de Ryan nunca se desviaron. Nunca me echó un vistazo.

Observó mi rostro.
Medía mi reacción.
Quería asegurarse de que estábamos yendo a mi ritmo.

El movimiento dependía de mí y yo lo sabía.


Mis manos se movieron, aterrizando en sus muñecas y con cuidado las
deslicé hacia arriba sobre los músculos tirantes de sus antebrazos y bíceps,
apoyándome en sus fuertes hombros por un momento mientras sus
párpados se volvían más pesados, luego bajando sobre sus pectorales. Mi
dedo trazó el contorno de su escudo de armas por un largo rato antes de
que mis manos volvieran a apoyarse y deslizarse a los lados de sus
abdominales, observando con fascinación cuando los músculos se tensaron
bajo mi tacto. Se acomodaron en sus caderas, los dedos enganchados de
la cintura de sus pantalones y lo que parecían ser unos bóxeres cuando mi
mirada volvió a subir a su rostro.
142
Entonces, supongo que, al no ver incertidumbre en mi rostro, sus
manos se movieron hasta mis muñecas e hizo la misma exploración hacia
arriba y luego hacia abajo. Excepto que cuando bajaron de mis hombros,
sus palmas se cerraron sobre mis senos.
Mi aliento salió en un gemido, mis pechos hinchándose, mis pezones
endureciéndose en puntas apretadas contra él y la humedad se acumuló
entre mis piernas.
Dios, había pasado tanto, tanto tiempo.

Sus manos se movieron por lo que las puntas de sus dedos estaban a
mis costados y sus pulgares hicieron círculos alrededor de mis pezones por
un largo minuto antes de atraparlos entre sus pulgares e índices y hacerlos
girar con firme y casi doloroso placer.

Mi sexo se apretó con fuerza y mis manos tiraron del material


manteniendo oculto el resto de su cuerpo de mí. Los pantalones y bóxeres
cayeron y dio un paso fuera de ellos. Sus manos soltaron mis senos y fueron
alrededor de mi espalda, deslizándose hacia abajo hasta que estuvieron
ahuecando mi trasero, luego arrastrándome contra él a la vez que sus labios
chocaban con los míos.

Su polla se presionó contra mi vientre, prometiendo cosas, entre esas


cosas: satisfacción completa y estirarme como nunca lo había sido.

Su lengua entró reclamando la mía mientras una de sus manos se


deslizaba por mi muslo para enganchar mi rodilla, levantándola y
poniéndola junto a su cadera, permitiendo que su polla se deslizara entre
mis pliegues y acariciara presionando mi clítoris. Gemí contra sus labios y se
retiró, sus ojos mirándome, luego se volvió a frotar contra mí.

Entonces estuvo cambiándonos de posición, yo con las piernas contra


la cama y él empujándome contra la misma, presionando mis hombros
hasta que estuve extendida hacia abajo. Se puso de rodillas frente a mí,
tomando mis rodillas, abriéndolas y presionándolas contra el colchón.

Sentí su barba incipiente primero, arañando el interior de mi muslo.


Luego sus labios cuando presionaron suaves besos sobre la sensible piel.
Hubo la más mínima pausa cuando sus labios encontraron el pliegue de mi
pierna antes de que su boca se cerrara sobre mi clítoris y chupara con
fuerza. Grité, mi mano golpeando contra la parte posterior de su cabeza,
mis caderas arqueándose en el brillante y casi cegador placer cuando su
143
lengua comenzó a trabajar en mí con círculos tortuosamente lentos. Su
mano acarició mi otra pierna a medida que seguía devorándome,
moviéndose lento y presionando un dedo dentro de mí, empujando
perezosamente por un largo minuto antes de que otro dedo se le uniera y el
placer se volvió demasiado intenso, demasiado parecido al dolor.

Y me deshice.
Su nombre salió como un grito entre mis labios mientras Ryan
continuaba lamiendo, continuaba empujando, arrastrándolo fuera,
ordeñándolo al máximo.

Mi mano soltó su cabello y su boca me liberó, pero sus dedos


permanecieron dentro de mí, quietos, pero allí. Besó el triángulo sobre mi
sexo, mi vientre, lamió debajo de cada pecho hinchado, luego cerró sus
labios alrededor de mi pezón y trabajó su lengua alrededor del mismo hasta
que, aunque parecía imposible, se tensó más. Atravesó mi pecho para
continuar el tormento a medida que el deseo volvía a formarse, mientras mi
sexo volvía a tensarse.
Y ahí fue exactamente cuando sus dedos comenzaron a empujar una
vez más. No lento, suave y dulce, sino rápido, brusco y primitivo.

Levantó la cabeza, observándome mientras me conducía hacia las


alturas nuevamente rápido, muy rápido.

Pero antes de que las olas pudieran volver a chocarme, perdí sus
dedos cuando se reclinó, sus rodillas en el borde de la cama, y deslizó sus
dedos en su boca, lamiendo el sabor antes de buscar en la mesita de noche
y sacar un condón, haciendo fácil el trabajo de protegernos antes de que
sus manos comenzaran a acariciar mis piernas, mis costados y mis senos.

Se acurrucó sobre mí, un brazo deslizándose bajo mi cuerpo y


moviéndome hasta que estuve completamente en la cama, una vez que lo
estuve, bajó completamente sobre mí, apoyando su peso en sus brazos.
Mis dedos se deslizaron por su brazo hacia el costado de su cuello,
apoyándose justo bajo su mandíbula, mientras su polla se presionaba contra
mí y me acariciaba.
Después, antes de que siquiera lo sintiera alejarse, su polla se deslizó
en mi interior con un golpe largo, apretado y lento.

Hubo un leve pinchazo cuando me estiró, desacostumbrada a la


144
invasión luego de tanto tiempo, pero cuando se presionó hasta la base y se
quedó quieto, sus ojos en los míos, nuestros cuerpos unidos, nada se había
sentido más correcto, más perfecto.

Lo había esperado suave y dulce, como había sido todo lo demás


entre nosotros.
Pero en el segundo en que estuvo dentro de mí y nos miramos, algo
pareció apoderarse de nosotros al mismo tiempo. Fue algo salvaje, primitivo
y desesperado.
Se retiró y volvió a empujar dentro de mí, mis caderas levantándose
para encontrarse con él. Duro al principio, luego tanto duro como rápido.
Nuestras respiraciones se volvieron entrecortadas, nuestros cuerpos
parecieron pelear, ambos desesperados por la victoria. Mis gritos se
volvieron gemidos que eran fuertes incluso para mis propios oídos y su
silencio se volvió siseos y gruñidos de necesidad cuando comencé a
tensarme alrededor de él, a la vez que se volvía imposiblemente duro dentro
de mí.
Se movió una vez más y el mundo brilló blanco por un segundo
cuando el orgasmo más intenso de lo que creí posible comenzó donde nos
uníamos y explotó hasta que pareció abarcar todo mi cuerpo. Su nombre
salió de mis labios con un grito y el mío en un siseo de los suyos cuando se
enterró profundamente, sacudiéndose mientras se venía conmigo.
De nuevo, perfecto.

Su cabeza se hundió en mi cuello, permaneciendo allí por un largo


rato mientras su respiración se estabilizaba. Presionó un beso allí antes de
levantarse, sus ojos pesados, pero evaluadores.

—¿Estás bien? —me preguntó, apoyándose en un brazo para poder


apartar un mechón de cabello de mi rostro.
—No —contesté, negando con la cabeza, observando cuando todo
su rostro se tensó—. No estoy bien. Eso ni siquiera se acerca a lo bien que me
estoy sintiendo en este momento —admití, una sonrisa cuando lo observé
exhalar con fuerza y volver a relajarse.
—Déjame levantarme por un minuto, cariño —exigió y fue entonces
cuando me di cuenta de mis piernas cruzadas alrededor de sus caderas y
mis brazos sobre su espalda superior. 145
Aflojé mi agarre y salió de mí, dejando un beso en mi frente antes de
ponerse de pie y caminar hasta el baño.

Sola, me levanté de la cama y me deslicé debajo de las sábanas y el


edredón, girando mi rostro de frente a la puerta del baño para verlo regresar
desvergonzadamente poco después, completa y gloriosamente desnudo
hacia mí.

Llegó a su lado de la cama, levantó las sábanas, se metió en ellas y se


apoyó contra las almohadas. Su brazo se deslizó debajo de mí.
—Ven aquí, Dusty —dijo, su voz suave.

Y, bueno, cuando un hombre tan sexy como el pecado te hacía sexo


oral, te follaba hasta dejarte ciega, sorda y muda, y luego exigía acurrucarse
contigo, simplemente tenías que acurrucarte con él.

Prácticamente volé hacia él y su brazo se envolvió en mi espalda baja,


sujetándome con fuerza mientras su otra mano se movía por mi cabello y la
deslizaba perezosamente arriba y abajo por mi espalda.
—Muy bien, creo que es hora —dijo extrañamente, sacándome de mi
estado de ensueño y casi soñoliento.

—¿Hora? —repetí, pasando mis dedos sobre su tatuaje una vez más,
trazando las letras de su apellido.

—Te dije que te contaría de mis cicatrices, mi pasado y mi familia —


continuó, haciéndome despertar completamente.
—Oh, cierto —dije, dejando un beso en su pecho—. De acuerdo.
Dame lo que tengas —le pedí, intentando estar relajada porque se había
tensado un poco debajo de mí.

Sin embargo, lo que sea que pude haber esperado, ni siquiera se


acercaba a la verdad.

146
13

Traducido por Kalired y LizC

Corregido por Floppy Durmiente

N
unca tuve que tener la “charla” antes.

No me refería a la charla sobre la relación o la de


“solo estamos follando” y la de “estás tomando la píldora”
o incluso la de “esto no va a funcionar”.
147
Me refería a la verdad sobre mi estilo de vida.
Porque el quid de la cuestión era, nunca había estado con una mujer
el tiempo suficiente para explicárselo o bien, simplemente lo supo desde el
principio. La reputación de mi familia no era exactamente un secreto en
Navesink Bank. Y aunque todos teníamos negocios legítimos, teníamos otras
reputaciones aparte del negocio familiar, el hecho era que siempre
seríamos vistos como prestamistas y matones antes de ser vistos como
dueños de gimnasios, joyerías o tatuadores.

—Sea lo que sea, no puede ser tan loco como ser una agorafóbica
involucrada con traficantes de drogas —continuó cuando no hablé de
inmediato.
No estaba avergonzado de mi vida, ni de mi familia o de cómo
ganamos nuestro dinero. Lejos de eso, de hecho. Pero me estaba costando
encontrar las palabras para decirlo.
Y, me di cuenta con una claridad casi cegadora que era porque esta
vez importaba. Ella importaba esta vez.
Dejando de lado la relación con Bry y sus problemas, ella no era el tipo
de chica que terminaba con un jodido matón prestamista. Trabajó en un
jardín de niños. Apenas la había oído maldecir. Era buena, dulce y limpia.
Todas las cosas que mi vida no era.

Pero la realidad era que, no tenía que postergarlo. Dusty no era una
cosa de una noche. No era una aventura. Ni siquiera estaba en la misma
categoría que esas mujeres.
Ella importaba.

La deseaba.
La quería de una manera más permanente.

Y me había dado su historia y su cuerpo.


Era hora de que le contara mi historia.

Sin importar las consecuencias.


Respiré hondo y le di un apretón.

—Mi padre, mis hermanos y yo somos dueños de negocios. Somos


hombres de negocios legítimos. Pero eso no es todo lo que somos.
148
—Está bien —dijo, sin sonar tan nerviosa como pensé que estaría,
especialmente dada la tensión en mi voz.
—Mi padre es y siempre ha sido un prestamista.

En ese momento, hizo la cosa más rara. Jodidamente se echó a reír.


Cuando dije que no estaba bromeando, me empujó, con una gran
sonrisa, su cabello cayendo hacia adelante.

—¿En serio? ¿Un prestamista? ¿Cómo el tipo de “dame el dinero o


rompo tus piernas”?
Su sonrisa era tan contagiosa que mis propios labios se torcieron. Pero
era serio y necesitaba que lo entendiera.

—Eso es exactamente a lo que me refiero, cariño —aclaré—. Y todos


mis hermanos y yo, excepto Hunt, trabajamos para él.

La sonrisa se evaporó mientras sus ojos se ponían pensativos, sus cejas


se juntaron y dos pequeñas líneas se formaron sobre su nariz.
—¿Trabajan para él? ¿Cómo?
—Somos matones —admití. Ahí estaba, lo dije.

Se detuvo por un largo segundo, observando mi rostro, buscando


humor, pero no encontrando nada.
—Así que un matón…

—Qué rompe piernas —completé.


Movió su lengua, mojando sus labios, y me tomó mucho maldito
autocontrol no tirarla sobre la cama y follarla hasta que se olvidara que dije
algo acerca de mi familia.
—¿En serio?

—Bueno, no exactamente. En realidad, es difícil romper piernas estos


días. No diré que nunca sucede, pero es raro.
—¿Golpeas a la gente? —me preguntó. Podía ver cómo giraban los
engranajes, podía verla juntar las piezas, mis cicatrices, la forma en que
luchaba, mi conocimiento sobre curar las heridas.
—A veces. Por lo general no soy quien da la gran parte de la paliza,
pero sucede.

—¿Quién lo hace entonces? —cuestionó, sin sonar horrorizada. En


149
todo caso, solo parecía… curiosa—. No puedo imaginarme a Mark
golpeando a la gente. Es tan… relajado.

—Él hace eso más que yo, pero no mucho.


Se detuvo entonces, negando con la cabeza.
—No Eli. ¡Por favor! ¡Se encariñó con mi gato! Le dio comida de su
plato.
—¿Recuerdas cuando Eli entró por primera vez, cuando vio tu rostro y
se congeló y se quedó raro y silencioso?

Apretó sus labios ligeramente y asintió.


—Sí, eso fue un poco extraño.

—Eli nunca tuvo la intención de ser violento. Pero nos criaron para
saber que nuestro negocio familiar involucraba violencia, que se esperaba
que todos siguiéramos los pasos de nuestro padre. Así que Eli, en cierto
modo, fue obligado a ser algo que no era. Y debido a eso, cuando se enoja,
es diferente a todos los demás. Es brutal, primitivo y extraño como el
demonio. Eli es el último recurso, cuando hemos agotado los otros medios.

—Esos otros medios incluirían a tus otros hermanos, ¿verdad? ¿Shane?


¿Hace la mayor parte del… cumplimiento?

—En su mayoría, sí. Es bueno en eso. Puede mantener el control y


hacer daño sin perder su maldita mente. —Me observó durante un largo
minuto, una especie de máscara sobre su rostro, haciéndola ilegible por un
largo momento—. Dime qué está pasando ahí —exigí, tocando su sien.
Se encogió un poco ante eso.

—Solo estoy intentando entender todo esto. ¿Alguna vez has sido
arrestado?

—No cariño.
—Pero asumo que los policías por aquí saben lo que ustedes hacen…

—En su mayoría, sí.


—Ninguno de tus hermanos ha sido…

—No —la corté—. Bueno, no por razones de negocios de todos


modos.
150
A pesar de la pesada situación, sus labios se inclinaron hacia un lado.

—¿Por qué entonces?


—Por ebriedad y desorden público. Shane y Mark solían payasear
ferozmente y uno de nosotros tendría que ir hasta la comisaría y luego
sacarlos de la celda de borrachos y llevarlos a casa. No ha sucedido desde
que tenían veinte años, pero pasó. Más de una vez. Más de media docena
de veces en realidad.
—Si todos ustedes tienen otros negocios y lo están haciendo bien,
entonces, ¿por qué siguen haciendo la cosa del préstamo?

Esa era una buena pregunta y no tenía una respuesta satisfactoria.


¿Por qué? Tradición, tal vez sea la respuesta apropiada. Fue algo que mi
padre construyó desde cero. La única razón por la que eventualmente
todos pudimos tener cosas como nuestros propios negocios fue por todo el
trabajo que él hizo, el dinero que vino de cada centavo que tenía en el
mundo que prestó con intereses y luego cobró. No siempre había sido fácil.
En aquellos primeros días, estuvo exprimiendo centavos. Él y mi madre se
esforzaron. Luego vinimos nosotros cinco y agregamos carga. Pero
finalmente comenzó a hacerlo bien, contrató a otros para que lo ayudaran,
y cuando tuvimos la edad suficiente, todos quisimos entrar.
—No tengo una buena respuesta para eso, cariño. Es como es. Y no
te mentiré y diré que voy a cambiar, que me voy a reformar o algo de
mierda. Esto es lo que soy. Esto es lo que hago. No veo que eso vaya a
cambiar nunca.

Una parte de mí quería tranquilizarla, decirle que podría renunciar,


que podría enderezarme, que podría ser como cualquier otro hombre de
negocios normal. Pero si lo que teníamos entre nosotros iba a funcionar,
debíamos ser crudos y honestos el uno con el otro.

Me había dicho la verdad sobre ella, sobre su ansiedad y agorafobia.


No había intentado decir que sería completamente normal algún día, que
nunca más volvería a tener otro ataque de pánico, que podría ser alguien
que no era. Del mismo modo, no podía decirle que podía ser alguien que
no era.
En realidad una situación en la que ella necesitaba aceptarme como
soy.

Y había una gran parte de mí que estaba realmente preocupada de


151
que no me escogiera, que pudiera cambiar de opinión y decidir que no
valía la pena las noches de insomnio cuando sabía que estaba persiguiendo
a un cliente o el dolor de estómago cuando llegara a casa ensangrentado
y magullado.

Tenía todo el derecho de querer algo mejor para ella.


Y tendría que aceptar eso.

—Así que cuando seas viejo y arrugado y tengas artritis…


—Si conocieras a mi padre, sabrías que “viejo y arrugado” no es algo
de lo que deba preocuparme

—Zorro plateado, ¿eh? —preguntó, dándome una pequeña sonrisa


descarada.

Esquivé eso, nadie quería pensar en su padre en ese sentido. Pero


podríamos estar de acuerdo en que tenía una cabeza llena de cabello y
una buena estructura ósea que esperar. Y mientras me mantuviera en forma,
creía que sería capaz de poseer el título de "zorro plateado" cuando fuera
mayor.
—Me imagino que para entonces, el negocio podría haber
evolucionado hasta dejar de incluir eso o, posiblemente, los niños podrían
hacerse cargo.
—Niños —dijo, pareciendo tensarse un poco por eso.

—Sí, niños —dije, frunciendo el ceño.


—¿Quieres niños…?
—Demonios, sí, quiero niños —respondí, sonriéndole—. Crecí con
cuatro hermanos, Dusty. Era caótico, ruidoso, frustrante y no existía
privacidad, y tenías que desarrollar una piel gruesa tanto literal como
figurativamente porque las golpizas físicas y verbales nunca disminuían, pero
no lo hubiese querido de otra manera. Siempre tuve compañeros de
travesuras y ahora que somos adultos, siempre nos apoyamos mutuamente
y siempre podemos apoyarnos el uno en el otro. Me gustaría tener mi propia
familia salvaje y loca algún día también.
Su mirada se movió de la mía, mirando a mi pecho.

—¿Quieres niños? —le pregunté cuando el silencio se prolongó lo


suficiente como para sentirse incómodo.
No levantó la vista y le respondió a mi pecho en lugar de a mi rostro.
152
—Solía hacerlo.
—¿Por qué solías hacerlo?

Se rio sin humor ante eso.


—Porque no puedo quedar embarazada cuando no puedo salir de
mi casa. No puedo ir al médico ni al hospital ni a las reuniones escolares o
prácticas deportivas. Sería… injusto poner mi enfermedad mental en un
niño.
—Cariño, no hay nadie que pueda predecir el futuro. No hay nadie
que pueda decir definitivamente que siempre estarás atrapada en tu casa,
que siempre necesitarás una zona de confort. La gente lucha contra su
agorafobia todos los días y gana. Ellos reconstruyen sus vidas y hacen
conexiones. Se enamoran. Tienen hijos.
—Sí, pero no hay forma de decir que así es como va a ser para mí.
—No —estuve de acuerdo—. Pero creo que eres un poco joven para
perder la esperanza por el resto de tu vida. Y creo que no estás viendo
cuánto han cambiado las cosas para ti en solo un par de semanas.
—Nada más he estado fuera de tu apartamento por…

—La noche de la fuga de monóxido de carbono, Dusty. Te asustaste


y no te gustó, pero te quedaste en mi auto y te calmaste. Luego me
compraste un regalo de Navidad y lo dejaste afuera de mi puerta. Me
dejaste entrar en Navidad. Luego ni siquiera dudaste en venir a mi
apartamento. Y encima de todo eso, ahora estás en jodida puta habitación
de hotel conmigo, fuera de tu zona de confort, recientemente follada por
primera vez en quién sabe cuánto tiempo, pero, aun así, tranquila. Estas
cosas no son pequeñas. No puedes ver qué tan lejos has llegado y
desanimarte. Mira hacia atrás y ve qué tan lejos has llegado.
Tomó un par de respiraciones lentas y profundas y me miró
lentamente.

—Tres.
—¿Disculpa? —pregunté, acariciando su espina dorsal, sintiendo mi
pene endurecerse ligeramente cuando se estremeció ante mi toque. 153
—Tres años.

—Voy a necesitar más que eso, cariño.


—Ese es el tiempo que ha pasado. Desde que… ya sabes.

—¿Has follado? —completé, sonriendo ampliamente cuando de


hecho se sonrojó—. Eres dulce y todo, Dusty, pero vas a estar
constantemente enrojecida si la palabra "follar" te hace sentir incómoda.
—No es la palabra —objetó, dándome una sonrisa extraña que no
pude interpretar.

—¿Entonces qué? ¿El tiempo? —quise saber y su mirada bajó por un


segundo antes de volver a subir. Así que eso era—. No me imaginé que
habías estado acostándote con un montón de tipos, Dusty. Sabía que había
pasado un tiempo.

—Un tiempo es como… ocho meses, un año como máximo…


—¿Para los estándares de quién? Todos follan de manera diferente.
Algunos se van a casa con quien sea que les sonríe y les dice que son
ardientes. Otros necesitan estar enamorados. Algunos no lo hacen en
absoluto hasta que se casan. ¿Qué demonios importa cuánto tiempo ha
pasado? ¿Porque esto es alguna inseguridad? Como si estuvieras falta de
práctica o algo así —dije, observando mientras se ponía más roja. Eso era
exactamente. De todas las cosas estúpidas. Pero eso era lo que hacía su
ansiedad: hacía montañas a partir de montículos—. Entonces déjame
continuar y sacar esto del camino y relajar un poco tu mente.
—Ryan, no. Está bien… —dijo, sacudiendo la cabeza.

—No, no está bien. Tengo a una mujer conmigo en la cama en la que


estuve dentro hace un par de minutos y ella piensa que de alguna manera
fue decepcionante. Esa mierda nunca estará bien. Mírame —exigí, mi voz
era un poco más firme de lo habitual, pero aun así no levantó los ojos.
Extendí la mano y agarré su barbilla, arrastrándola hacia arriba—. No estás
fuera la práctica. Y estate segura como la mierda que no eres una
decepción. De hecho, lo que acabamos de tener aquí, fue lo mejor que he
tenido. Y no solo porque la manera en que gritas mi nombre me dificulta no
venirme en ese momento o que tengas el coño más dulce que he probado,
sino porque significa algo, ¿de acuerdo? Eso significó algo. Así que no vayas
y lo derribes y lo hagas feo o algo por lo que estar preocupada. ¿De
acuerdo? ¿Dusty?
Parpadeó con fuerza un par de veces, intentando hacer que el brillo
154
que vi allí desapareciera antes de voltear su rostro y besarme la mano.

—Está bien.
—Así que eso está arreglado. Volviendo a la pregunta original.
¿Quieres hijos?
Me dio una pequeña sonrisa ante eso.
—Sí. Quiero niños.

—¿Uno o una camada?


Ante eso, se rio.

—Como hija única tenía muy pocos amigos mientras crecía, me


gustaría que mis hijos tuvieran hermanos para que siempre puedan tener un
amigo.

—Suena como un buen plan. Así que, no quiero matar el estado de


ánimo menos tenso que tenemos ahora. Pero creo que tenemos que sacar
esto del camino. ¿Qué está pasando en tu cabeza sobre mi trabajo?
Se quedó pensativa ante eso.

—Sé que se supone que debo estar asustada por eso…


—¿Pero?

—Pero, no has sido más que bueno conmigo. Tus hermanos han sido
buenos conmigo. Eres la primera persona con la que me he encontrado en
mucho tiempo que no me pone ansiosa. Creo que lo bueno está superando
a lo malo ahora mismo.

—Solo quiero asegurarme de que sabes en lo que te estás metiendo


aquí.
—Entiendo la situación —dijo, dándome un pequeño asentimiento.

—Y sabes que no va a cambiar —presioné.


Se rio un poco en respuesta.

—Soy una niña grande, Ryan. Hace mucho tiempo que me di cuenta
que no puedes cambiar a las personas o las situaciones. Tienes que tomarlas
como son. Y en tu caso, estaría feliz de hacerlo.

Oh, mierda. 155


En ese momento supe que estaba en problemas, que las cosas se
habían puesto serias. Porque al escucharla decir que estaría feliz de
aceptarme como era, sí, había una sensación en mi pecho que, aunque no
lo había experimentado antes, lo sabía por lo que era.
—¿Por qué esa mirada? —me preguntó, con la cabeza inclinada
hacia un lado, mirándome.

—¿Qué mirada?
—Te ves… ansioso —dijo con una sonrisa—. Conozco esa mirada
personalmente. Y la tienes. —Entonces su rostro decayó un poco—. ¿Eso fue,
um, demasiado? Quiero decir, puedo…

—Silencio —dije, levantándome y poniendo un dedo en sus labios—.


No fue demasiado. Es solo… nuevo para mí.

—Sí, bueno, tu apartamento parece sugerir que una mujer no se ha


quedado en él por más de una o dos noches.
—¿Qué pasa con mi apartamento?

—¿Tienes un lápiz y papel? Esto podría tomar un tiempo


Me reí de eso, haciéndola rodar de espaldas y besándola hasta que
se olvidó por completo del lápiz y el papel y las quejas y reclamos sobre mi
apartamento.
—Puedes hacer lo que quieras con él —dije después y observé
mientras pestañeaba, con los párpados pesados, los labios hinchados por
todas las malditas razones correctas.

—¿Hacer lo que quiera con qué? —preguntó, con voz entrecortada y


el sonido se disparó directamente a mi pene.
—A mi apartamento, cariño. Cuando regresemos, siéntete libre de
instalarte.
—Ryan, solo nos conocemos por un par…

—Y es suficiente —la interrumpí.


—¿Suficiente para qué?

—Suficiente para saber que estoy hablando en serio sobre intentarlo.


No puedes darle a algo un buen intento si no recibes a alguien en tu vida.
Toma un poco de espacio en el armario. Toma algunos cajones. Trae tus
chucherías. Contrata jodidos pintores, no me importa. 156
—Ryan, tengo mi propio apartamento…
—Y puedes quedártelo hasta que te sientas tan seria conmigo como
yo me siento por ti. Necesito esa red de seguridad. Pero no te equivoques, si
esto sale como quiero, ese apartamento tendrá alguien más viviendo allí en
muy jodidamente pronto.
Luego se inclinó, ocultando lo que era una sonrisa dulce, tímida y
mejillas rosadas, y plantó un beso justo en el centro del apellido del escudo
de armas de mi familia.

No pensé que lo vería como yo, pero eso era toda la prueba que
necesitaba. Podría haber besado mis labios, mi mejilla, mi cuello, el centro
de mi pecho. Pero eligió besar el emblema de mi familia, lo que
representaba todo lo que yo era.

Por eso, cuando finalmente se durmió, salí de la cama e hice un par


de llamadas, haciendo un plan para encontrarme con mi padre y mis
hermanos. Luego, después de eso, llamé a las chicas.

Porque si queríamos un futuro, tenía que resolver su pasado.


Tan jodidamente pronto como fuera posible.

157
14

Traducido por Lyla, Masi y Kalired

Corregido por Floppy Durmiente

M
e desperté temprano a la mañana siguiente, con Ryan
recostado en el lugar de donde la manta debió haberse
caído, succionando mi pezón en su boca.
Decir que era una forma inesperada y agradable de despertar sería
158
una subestimación.

Sintiendo que mi cuerpo se sacudía, soltó el pezón mojado y


endurecido y me miró con una sonrisa diabólica, luego se movió para tomar
mi otro pezón.

—Ryan, yo… —comencé, queriendo decir que tenía que lavarme los
dientes antes de que algo fuera más allá. Besos matutinos, sí, nunca eran
sexys. Por su aspecto, había estado levantado por un tiempo y
probablemente ya se había cepillado los dientes.

—¿Necesitas que vuelva a probar ese dulce coño? —preguntó,


dándome un asentimiento—. Lo sé, cariño. Para eso estoy aquí.
Con eso, trazó con su lengua el centro de mi pecho, bajando las
mantas y continuando por mi estómago. Y, de verdad, cuando un hombre
decía algo así a primera hora de la mañana, cuando estás demasiado
cansada para siquiera reunir la energía para objetar, permites que haga lo
que le plazca. Especialmente al ver que al hacer eso, estaba prometiendo
otro orgasmo adormecedor de mente y aplasta alma.
Sin embargo, tan pronto como terminó con eso, me di cuenta que no
estaba a punto de acabar. Llegué a esa conclusión porque se sentó sobre
sus talones y su pene estaba duro y tenso, una gota de pre semen en la
punta y una promesa en sus ojos. Luego saltó de nuevo al borde de la cama,
apoyó los pies en el suelo y se estiró para tomarme de los tobillos,
arrastrándome hacia él. Se acercó a mi costado donde vi que ya había
arrojado un condón.

Pero primero…
Me acurruqué hacia arriba, hundiendo mis manos en sus caderas, la
cama alta poniéndome en el ángulo perfecto para inclinarme y lamer la
humedad. Dejó escapar un siseo, llevando su mano detrás de mi cabeza.

—Mierda, Dusty —gruñó mientras cerraba mis labios alrededor de la


cabeza hinchada y me movía por su longitud sólida, llevándolo tan
profundo como el ángulo permitía para luego volver a subir, levantando mis
ojos para ver los suyos, hambrientos. Había olvidado cuánto extrañaba
cosas como esta, cosas como tener el placer de un hombre
completamente a tu merced. Saber que puedes hacer que pierda el
control, desmoronarse, maldecir tu nombre como un juramento.
—Demonios, cariño, eso se siente bien —gruñó y, como demostrando
159
su punto, pude sentirlo cada vez más duro en mi boca—. Pero necesito estar
dentro de ti. Ahora mismo —agregó cuando escuché que se rompía el
envoltorio del condón y me jaló hacia atrás tirando de mi cabello. Chupé
tan fuerte como pude hasta que salió de mi boca y él negó con la cabeza
mientras alcanzaba su pene y se ponía el condón.

Iba a recostarme, pero extendió la mano y me agarró, levantándome


sobre mis pies y moviéndome para sentarme, dándome la vuelta y
tirándome hasta que mi espalda estaba frente a él.
—Así —me dijo y sentí que mi sexo se tensaba y mi vientre se agitaba.

Nunca había sido mojigata o no experimental, y si bien era una


posición que había visto en casi todos los videos porno que había visto, no
era una que haya probado antes.

Sentí una preocupación momentánea acerca de que mis piernas no


pudieran sostenerme por mucho tiempo mientras él me conducía hacia el
orgasmo antes de que lo sintiera entre nosotros y luego se deslizara por
completo adentro.

Entonces, bueno, fue solo instinto y necesidad.


Me moví contra él, envolviendo un brazo alrededor de su cuello,
presionando el otro en su muslo para mantener el equilibrio cuando tocaba
lugares que nunca antes había sentido, creando sensaciones que no sabía
que existían. Y cuando mis movimientos se volvieron erráticos y descuidados
cuanto más me acercaba, las manos de Ryan fueron a mis caderas y me
guiaron. Entonces, justo así, con su aliento en mi oído, su cuerpo debajo y
detrás de mí, me vine, gritando su nombre.

Apenas pude perderme en las olas antes de que él se levantara,


tirándome sobre mi vientre sobre el colchón, arrastrando mis caderas hacia
arriba con sus manos y embistiéndome.
Fue rápido, duro e implacable, al límite de lo brutal, los sonidos de
nuestros cuerpos golpeándose llenaban el aire, mezclándose con su
maldición y mi gemido cuando un orgasmo pareció estar llevando
directamente a otro. Entonces lo hizo, y mi grito fue más fuerte que los
anteriores.

—Oh, Dios mío —gemí cuando bajé, jadeando con fuerza, todo mi
cuerpo se sentía resbaladizo, mis extremidades pesadas e inútiles.
—Todavía no he terminado contigo —me informó y me di cuenta que
todavía estaba muy duro dentro de mí.
160
—No puedo… —objeté, sacudiendo la cabeza. Estaba bastante
segura que tres era mi límite.

—¿Quieres apostar? —me preguntó, apartándose a medias de mí,


agarrando mis piernas y empujándome ligeramente hacia arriba de la
cama, inclinando mis piernas hacia un lado y luego impulsándose de nuevo
dentro de mí.
Curvé la parte superior de mi cuerpo para que coincidiera con la
inferior, lo miré mientras se adentraba en mí. En ese momento decidí que no
había una imagen más atractiva en el mundo. Cada músculo de su cuerpo
estaba tenso, sus ojos pesados. Una de sus manos sostenía mis piernas como
las quería; con la otra apretaba uno de mis senos mientras sus caderas se
estrellaban contra mí, presionando lo más profundo posible cada vez.

Estaba segura que no había nada más increíble que ver a un hombre
al borde del colapso mientras se impulsaba dentro de ti, deseando llevarte
al clímax por cuarta vez antes de encontrar el suyo.

Entonces así, encontré que él ganaba la apuesta.


Me vine, todo mi cuerpo convulsionando con fuerza mientras él se
adentraba en mí casi dolorosamente y se venía con mi nombre en sus labios.

Tan pronto como me recuperé, levanté mi mirada y lo encontré


jadeando, pero una sonrisa se formó en sus labios.

—Te lo dije —me dijo mientras me golpeaba el trasero fuertemente y


luego salía de mí, dejando una deliciosa punzada al dolor allí, un dolor que
estaba segura sentiría todo el día cada vez que me sentara.
De alguna manera, me gustaba mucho la idea de eso.

Se fue al baño y forcé mis extremidades entumecidas y sin vida para


que me dirigieran al otro lado de la cama, donde había enganchado la
bata que habíamos desechado anoche, levantándola mientras me
sentaba a un lado de la cama y la envolvía a mi alrededor.

Ryan volvió un minuto después, no desnudo como lo había esperado,


sino con sus pantalones, una camisa negra que había dejado abierta y se
acercó a mí con una suave sonrisa, agarrando los costados de mi bata y
tirando de ellos para ponerme de pie.

—No te preocupes, pedí el desayuno para que puedas recuperar tu


fuerza —dijo, sonando muy satisfecho de sí mismo y de su destreza. Lo cual,
161
bueno, debería estar.

—Comida. Es mejor que haya café con eso —agregué mientras


colocaba un lado de la bata debajo de la otra y levantaba el cinto,
atándolo sin esfuerzo.
—No te decepcionaré —dijo—. Ve a bañarte y todo lo demás y
reúnete conmigo en la cocina.

No tenía idea de que cuando me bañara, me cepillara, me pusiera


unos jeans y un suéter blanco ligero, y fuera a la cocina, él tendría una
bomba para lanzarme.

Bebía un sorbo de mi café cuando anunció que tenía que irse por un
tiempo.
Lo cual, bueno, estaba bien. Él tenía una vida. Tenía negocios. Tenía
empleados. Era de esperarse que necesitara volver con ellos.
—Pero no quería dejarte sola todo el día.

Sentí una sonrisa formarse en mis labios.


—Hola, ¿nos conocemos? Soy Dusty y he estado encerrada en mi
apartamento completamente sola, dejando a un lado a Rocky, durante
años.
Me dio la mueca de una sonrisa ante eso.

—Sí, pero ese era tu apartamento. Esta es una habitación de hotel en


la que todavía no te sientes cómoda.
—Ryan, en serio, puedo ser un poco nerviosa, pero soy una niña
grande.

Contuvo el aliento, dándome una sonrisa de disculpa.


—Me temo que es demasiado tarde…

—¿Demasiado tarde para qué? ¿Eli o Mark vendrán de visita o algo


así? —pregunté, no totalmente en contra a ninguno de los dos.
Durante mi ducha, dolorida en los músculos que no había usado en
mucho tiempo, teniendo quemaduras de barba en el pecho, la panza y los
muslos internos y decidiendo que me gustaba demasiado, él me gustaba
demasiado como para arruinarlo, decidí hacer algún tipo de plan de acción
como mi psiquiatra siempre me había sugerido para ayudarme a progresar,
a mejorar. No tuve la oportunidad de concretarlo más allá de ese
162
pensamiento, pero pensé que socializar con su familia era un paso adelante.
Si podía lograr sentirme completamente cómoda con ellos, entonces podría
sentirme bien con la idea de una reunión familiar.
Eso sería enorme.

—De hecho, Eli y Mark tienen algo que necesitan hacer conmigo hoy.
Así que, ah…
Bueno, verlo un poco estresado era encantador. Pero sabía lo que se
sentía así que lo dejé salir de su miseria.

—¿Quién entonces?
—Fee y Lea. Son las mujeres de Hunter y Shane. Querían conocerte y
pensé… —se calló, suspirando—. Probablemente debí haber preguntado
primero, pero las invité.
Bueno.

Eso estaba bien.


No hay razón para preocuparme.
No era como si fueran a entrevistarme como un potencial miembro
de la familia o algo así. Excepto que seamos honestos, lo harán totalmente.

Tuve una punzada de anhelo por algo de maquillaje. Algo con que
cubrir los moretones, un lápiz labial, cualquier cosa.

—Dusty, son chicas bastante relajadas, ¿de acuerdo? No hay nada


de que asustarse. Fee va a venir vestida como si hubiera salido de una
maldita revista de moda porque así es como es, y Lea va a estar en jeans,
camiseta, y botas de combate porque así es ella. Ambas van a maldecir
mucho y probablemente hacer bromas sexuales muy inapropiadas porque
es lo que hacen. Pero no van a molestarte ni presionarte para nada. Ambas
tienen pasados también.

Respiré hondo, pensando que podía lidiar con algunas maldiciones y


comentarios sexuales. Quiero decir, su cuñada tenía un negocio de sexo
telefónico. Eso era algo que esperar.

—Está bien —dije asintiendo mientras me forzaba a comer mi comida.


De hecho, mientras más lo pensaba, más interesada estaba. Quería
saber sobre su dinámica familiar. Quería conocer a las personas que él
amaba tan profundamente. Y tal vez una parte de mí también estaba
entusiasmada con la idea de estar cerca de algunas mujeres para variar. Mi
163
vida había sido híper-masculina desde que había dejado de salir de mi casa.
Además de ver a la mujer que vivía debajo de mí, hablar de su vida diaria y
las sesiones con mi psiquiatra, no tenía contacto con mujeres literalmente.
Tenía a mi tío y a Bry. Tenía al propietario cuando lo necesitaba
ocasionalmente. Ahora tenía a Ryan y un poco a Eli y a Mark. Sería bueno
tener a una chica con quien hablar nuevamente.
—¿Estás bien? Estás callada.

Le sonreí, había olvidado momentáneamente que estaba allí.


—Lo siento. Soy silenciosa por naturaleza —admití—. No estoy
acostumbrada a tener a alguien con quien hablar. Estoy bien. ¿Cuándo
vendrán?

—Conociéndolas, quince minutos antes de lo planeado. Solo para


fastidiar. Aunque Fee tiende a llegar más tarde con las niñas ahora.

—Oh —dije, sintiendo otra pequeña emoción—. ¿Van a venir las


niñas? —le pregunté, oyendo el entusiasmo en mi voz.
No enseñabas en prescolar si no te gustaban los niños. Eran ruidosos,
locos, estresantes e impredecibles, y no todo el mundo encontraba esas
cualidades lindas y adorables. Por mi parte, siempre lo había hecho. Había
amado cada minuto estando en mi aula, desde la forma en que se
iluminaban cuando finalmente aprendían todas sus letras hasta escuchar la
horrible manera en que cantaban fuera de tono, hasta los derrames de
purpurina, los percances con pegamento y peleas por juguetes. Amé cada
segundo de ello.

Y sentía que una gran parte de mí había desaparecido desde que


perdí eso.
—No —dijo, con una mirada de disculpa—. Hoy no. Pensé que tal vez
eso sería mucho al mismo tiempo. Mis sobrinas son totalmente adorables,
pero son terribles. Especialmente Becca. Fee nos culpa a todos por ella. Dice
que dejamos que se salga siempre con la suya.
—¿Y es verdad?

—En su mayor parte —admitió descaradamente—. Ella fue la primera


niña que cualquiera de nosotros tuvo realmente cerca. Nos gustaba
consentirla.

—Y ahora les tiene envuelto alrededor de su dedo —dije con una


164
sonrisa. Sabía cómo iba eso. Lo vi todos los días. Una vez una madre se me
acercó y me pidió que le dijera a su hija que no podía empujar a los otros
niños en el patio de recreo porque ella “no quería ser la mala”. Ridículo.

—Algo así —admitió, poniendo su taza de café en el carrito del


desayuno. Supongo que esa era una ventaja de vivir en un hotel de vez en
cuando: Servicio de habitación.
Seguí su ejemplo, dejando lo que quedaba de mi desayuno en el
carrito y observándolo mientras lo sacaba hacia el pasillo.
—Ven aquí —exigió, apoyándose contra la puerta principal. Y no tuve
más remedio que hacer lo que me pedía. Sus brazos rodearon mi espalda
baja, atrayéndome contra su cuerpo—. ¿Crees que me quitarán mi
credencial de hombre si digo que te voy a extrañar hoy?
En mi pecho, mi corazón latió salvajemente y le sonreí.

—Será nuestro pequeño secreto —respondí, envolviendo mis brazos


en su cuello, haciendo que mis senos se aplastaran contra su pecho. Y a
pesar de haber estado con él la noche anterior y hace casi una hora, mi
cuerpo lo quería de nuevo—. También te voy a extrañar —admití, sabiendo
la verdad en mi alma. En tan poco tiempo, él había empezado a importar
tanto. Tal vez, si era honesta conmigo misma, tal vez fuera demasiado.
—Bueno, entonces creo que estoy a salvo —me dijo, sonriéndome
mientras se inclinaba hacia adelante y reclamaba mis labios.

Estaba bastante segura que se suponía que iba a ser un pequeño y


dulce beso. Pero, bueno, al segundo en que sus labios presionaron los míos,
se convirtió en algo completamente diferente. Gemí contra sus labios
mientras me sujetaba increíblemente fuerte contra su cuerpo, mientras
inclinaba mi cabeza y profundizaba el beso, y su lengua trazaba la comisura
de mis labios e invadía mi boca.

Se giró de repente, golpeándome contra la pared, apartando mis


brazos de su cuello y sujetándolos sobre mi cabeza contra la pared mientras
sus labios dejaban los míos, dejándolos hinchados y sensibles, y se arrastraron
por mi mejilla, mandíbula y luego torturaron mi cuello. Besó, lamió y
succionó, hasta que cada centímetro de mi cuerpo estaba zumbando por
la necesidad de sentirlo, hasta que me sentí a medio camino del orgasmo y
su mano aún no había estado cerca de mi sexo.
Subió su boca, enganchando sus dientes al lóbulo de mi oreja y
165
haciéndome soltar un gemido.
Entonces, cuando parecía en momento perfecto, sonó un timbre en
el pasillo que hizo que Ryan me soltara y retrocediera un paso. Dejé caer mis
manos de manera entumecida a mis costados mientras me apoyaba contra
la pared, sintiéndome tambaleante y tan excitada que fue genuinamente
doloroso cuando Ryan respiró profundamente varias veces, al parecer con
la misma aflicción que yo sentía.
—Demonios —suspiró, frotándose la mejilla que estaba en camino de
convertirse en barba si no se afeitaba pronto—. Te dije que llegarían antes
—agregó con una sonrisa de disculpa, moviéndose hacia mí y presionando
un beso en mi sien mientras yo forzaba a mis piernas a estabilizarse de nuevo
y me enderezaba.
Luego hubo golpes en la puerta. No golpes. Más bien estaban
aporreando la puerta, al parecer, al menos tres puños.
—¡Abre! —gritó una voz femenina, haciendo que Ryan se riera entre
dientes y se moviera un paso hacia donde estaba la puerta.

—¿Lista para esto? —preguntó.


—Tanto como puedo estarlo—admití, dándole lo que esperaba fuera
una sonrisa tranquilizadora.

Luego abrió la cerradura y ellas… irrumpieron.


Eran polos opuestos entre sí en cuanto a apariencias. Una era rubia
con un rostro suave y delicado, ojos grandes y verdes, cabello con ondas, y
vestía una minifalda ajustada con leggins con brillos y un amplio suéter negro
de escote redondo y un dobladillo inusual que subía hasta el centro y luego
caía hacia abajo a los costados, de modo que en realidad rozaba el
dobladillo de su falda por los muslos.

La otra era una mujer alta, de piernas largas y buena forma, de largo
cabello liso y oscuro, llamativos ojos azules y un rostro femenino pero
anguloso. Como Ryan había predicho, vestía jeans ajustados color azul
marino, botas de combate negras y una camiseta azul ajustada de mangas
largas.

Y ambas iban cargadas de media docena de bolsas entre ellas, en


sus manos y colgando de sus muñecas.
—¿Y bien…? —exigió la rubia, Fee, mirando totalmente a Ryan,
mientras agitaba una mano llena de bolsas. 166
—¿Bien qué? —le preguntó Ryan.

—¿Dónde está ella? —preguntó, poniendo los ojos en blanco.


—Buenos días a ti también, Fee, Lea —dijo, y aunque no podía ver su
rostro desde mi posición detrás de la puerta, podía escuchar la sonrisa—. Es
bueno verlas. Se ven bien…

—Basta de tonterías. No estamos aquí por ti —interrumpió Fee con una


sonrisa en su propia voz.
Ryan cerró la puerta y sus ojos se posaron en mí mientras se estiraba
para tomar mi mano y empujarme hacia adelante.
—Dusty —dijo, dándome un apretón—, ellas son Fee y Lea, las mujeres
de mis hermanos. Chicas, esta es Dusty. Traten de no asustarla demasiado
mientras no estoy.

—Oh, por favor —dijo Fee, poniendo los ojos en blanco—. Va a


amarnos. Ahora vete para que podamos conseguir la primicia sobre ti.

—¿La primicia sobre mí? —preguntó Ryan, levantando una ceja.


—Tengo la sensación de que él es de los que te retiene mientras folla…

—Está bien —interrumpió Ryan con una risa retumbante—. En ese


caso, me voy. Me disculpo por adelantado por dejarte en sus garras de
víboras —agregó, dándome un beso y soltando mi mano—. Tengan un buen
día. Si en realidad necesitas ponerte en contacto conmigo, tengo mi celular.
—Se detuvo en el marco de la puerta abierta y miró a Fee y a Lea y,
enarcando una ceja, exigió—: Sean amables. —Y entonces, se fue.

—Tan dramático —bufó Lea cuando se fue—. Como si estuviéramos


aquí para hacer que te unas a nuestro culto satánico o algo así —dijo,
dejando caer las bolsas que tenía sobre la mesa de café—. Eso depende
totalmente de ti —agregó y, tomada por sorpresa, solté una carcajada.

—Pareces recién besada —agregó Fee, desechando de manera


similar sus bolsas y ladeando la cabeza para mirarme—. Vamos, el suspenso
me está matando. ¿Es de los que te sujetan para que no te muevas?

Mi boca se abrió mientras me debatía si debía decirles ese tipo de


detalle íntimo o no. Pero me acababa de tener presionada contra en la
pared hace un momento.

—¿De alguna forma? —reconocí. 167


—Te lo dije —dijo Fee a Lea, quien puso los ojos en blanco.

—Solo porque tiene un negocio de sexo telefónico, cree que conoce


los fetiches de todos.
—Oye, tuve razón sobre el tipo que tiene la lavandería, ¿no?

—Tiene un fetiche por lo peludo —explicó Lea—. Algo que en realidad


no quería saber. Gracias por las pesadillas, Fee.
—Escuchen, eso no es tan malo como reconocer al consejero de mi
hija en una de las líneas una vez y descubrir que es un maldito follador de
abuelas y que necesita que mis chicas le ofrezcan galletas y leche después
de gemir sobre lastimar sus pequeñas caderas geriátricas y cómo le encanta
la sensación de sus bocas sin dientes alrededor de su pene. Quieres
pesadillas, eso te dará pesadillas.

Me reí al descubrir que la advertencia de Ryan sobre ellas era


perfectamente precisa y también que los nervios que había sentido cuando
abrió la puerta cuando aún estaba allí, no estaban volviéndose peores.
—Así que —dijo Lea, girándose hacia mí—, eres Dusty.
Asentí, encogiéndome de hombros.

—Soy Dusty.
—Mark y Eli dijeron que eras jodidamente sexy. No mentían. Shane
quiere saber cómo no pesas ciento cincuenta kilos cuando no sales de tu
apartamento.
—Shane es una rata de gimnasio —dijo Fee.
—Yo, ah, ¿DVD de entrenamiento? —ofrecí.

—Eso fue lo que le dije. Es un purista del gimnasio. He probado los DVD,
pero a menos que esté en el gimnasio, no hay nadie que me juzgue cuando
mi trasero tiene el tipo incorrecto de movimiento, por lo que no funciona
para mí. De todos modos, te trajimos algunas cosas. Escuchamos que
tuvisteis que salir con un poco de prisa y nos imaginamos que Ryan no pensó
exactamente en cosas como pijamas, maquillaje o tampones.
Bueno, eso era cierto. Y, ahora que lo pensaba, mi período debería
comenzar pronto y esa no habría sido una conversación súper divertida para
tener: Oye, um, tengo al diablo rojo en mis pantalones. ¿Puedes ir a
comprarme unos tampones? Nada sexy.
—En realidad eso es genial, gracias —dije.
168
—Quiero decir, dudo que vayas a usar pijamas pronto —agregó Fee—
. Con todo el sexo. Lo están haciendo, ¿verdad? Me refiero a que, ser
agorafóbica no significa que no te guste el sexo.

—Sí, estoy bastante segura que se suponía que no debíamos sacar a


colación la cuestión de la agorafobia —la reprendió Lea, dándome una
sonrisa de disculpa.
—Por favor —dijo Fee, poniendo los ojos en blanco—. No es gran cosa.

—Creo que el problema es que ahora parece que Ryan hubiese


estado hablando a sus espaldas —especificó Lea.
—Está bien —dijo Fee, girándose hacia mí con una sonrisa—. Cuando
Hunt y yo nos conocimos, él era mi vecino y algunos aspectos destacados
de nuestro noviazgo incluyen que él pensara que yo era una puta total
porque me escuchaba hablar sucio y gemir todo el tiempo y no se había
dado cuenta que era mi trabajo. También verme llegar tambaleándome a
mi casa ebria todo el tiempo, detener un intento de violación, y
encontrarme desmayada en un charco de mi propia sangre porque solía
cortarme ya que tuve una crianza de mierda que solía hacer que el hecho
de existir fuera difícil a veces. Ahora sabes todo sobre Hunter y yo.

—Olvidaste el asunto del vibrador —agregó Lea, haciendo que mi


frente se frunciera. ¿El asunto del vibrador?

—¡Cierto! —dijo Fee, sonando emocionada—. Al principio no me


gustaba el sexo. Lo creas o no. Una larga historia. La próxima vez que te
tomes un par de tragos conmigo, nos adentraremos en eso. Pero, de todos
modos, estaba intentando fingir que no estaba pensando en Hunter cuando
estaba… dando un masaje en la espalda al monje encapuchado —dijo,
haciéndome reír—. Pero eso se fue al traste una noche cuando vino y
encontró mi vibrador en el lavabo de mi baño.

—Shane y yo de hecho no tenemos nada que…


—Um, cierra la boca —interrumpió Fee—. ¿El sexo en el baño del
gimnasio? ¿El sexo oral mientras estás sobre sus hombros? Vamos. Tienes
algunas cosas jugosas para contar también.
Bueno.

Me agradaban.
¿Era posible que no lo hiciera?
169
Por supuesto, tenía una ligera sensación de ser una extraña porque
todavía no conocía todas las pequeñas historias, pero aun así, eran abiertas,
divertidas y me aceptaban. ¿Qué más se podía pedir?

Imaginé que, con el tiempo y contando historias, estarían muy felices


de tenerme en la familia.
—Oh, y también trajimos comida chatarra —dijo Lea.

—Gracias a Dios —dijo Fee, buscando entre las bolsas y agarrando


una bolsa de chocolates Reeces—. Quiero decir, amo a mis hijas. Pero juro
que pueden escuchar el sonido de un envoltorio de dulces a cinco
kilómetros de distancia durante una tormenta eléctrica. Nunca puedo
comer mi propia comida chatarra. Y, bueno, faltan varios años hasta que
tengan su período y entiendan la necesidad de chocolate, pero cuando lo
hagan, espero que recuerden todos los dulces que me robaron a lo largo
de los años y se sientan muy mal por eso.
—Trabajaste en un jardín de niños, ¿verdad? —me preguntó Lea,
mirándome.
—Sí —le respondí asintiendo, aceptando un chocolate cuando Fee
me ofreció uno.

—¿Aquí en la ciudad?
—Sí —contesté, sintiendo una punzada de pérdida una vez más.

—¿Una clase llena de veinte pequeñas Becca o Izzy? ¿Cómo? ¿Por


qué? —preguntó Fee con una sonrisa.
—Siempre me gustaron los niños. Fui hija única. Me gustaba el caos.

—Fee, creo que acabas de encontrar una niñera —declaró Lea,


yendo a la cocina y haciendo café como si hubiese estado aquí muchas
veces.

—En serio, si alguna vez necesitas volverte loca por unas horas, siempre
estoy buscando una niñera decente. Para venir hoy, tuve que pagar a tres
chicas del vecindario para que las cuidaran unas horas. Treinta dólares por
hora porque ni una sola chica quiere cuidarlas. Tienen tan mala reputación.

—Me encantaría pasar el rato con ellas —ofrecí—. Ya sabes, una vez
que me instale de nuevo.
—Sí, situación loca —dijo Fee, dejándose caer en el sofá y apoyando
170
sus pies en la mesa—. Quiero decir, Lea te podría vencer técnicamente. Pero
aun así es loco.
—Tal vez ella no quiere hablar de eso —dijo Lea, regresando mientras
el aroma a café recién hecho llenaba el aire.

—Bien, entonces podemos hablar de cómo Shane se encargó de…


Lea se aclaró la garganta y ambas compartieron una mirada que no
conocía lo suficiente como para interpretarla.

Pero entonces Fee cambió bruscamente el tema de conversación.


—Este lugar es increíble, ¿verdad? Nadie se queda aquí mucho
tiempo, pero Hunt y yo lo ocupamos un fin de semana largo cada año para
nuestro aniversario. Charlie y Helen se quedan en nuestra casa con las niñas.
¡Tienen servicio de habitaciones! Agh, un lujo.
—Por favor, Hunter cocina casi siempre de todos modos —comentó
Lea, sacudiendo la cabeza.
—Bueno, porque no soy buena en eso. También tenemos vacaciones
aquí a veces. El 4 de julio todos venimos porque lanzan fuegos artificiales en
Navesink. Es perfecto desde aquí —dijo, señalando hacia las ventanas.
Después, bueno, todas bebimos café, comimos comida chatarra y
hablamos sobre temas superficiales antes de que las cosas se pusieran serias
y aprendiera sobre sus pasados.

Y me enteré de la trastornada infancia de Fee con un padre abusivo


y fanático religioso en el bosque y aislada de todo, excepto de su padre,
madre y hermano. Supe que se había escapado a la ciudad de Nueva York
y tuvo que aprender cómo funcionaba el mundo real, con las cicatrices de
su padre, tanto físicas como emocionales que hicieron que luchara por
mantenerse sana sin alcohol y sin cortarse. Luego, al conocer a Hunt, alguien
que la aceptaba tal cual era, se había recuperado lentamente.
La historia de Lea no fue menos traumática, como resultado de una
vida en una pandilla de moteros donde su padre y su hermano no hicieron
nada para evitar que el presidente del club la violara y abusara de ella
durante años. Escapó y él tomó represalias abusando y matando a una
chica que ella una vez conoció y lastimando a su hermano para hacerla
sentir culpable y hacerla regresar. Al huir, fue a trabajar para Fee y conoció
a Shane y, eventualmente, se enteró de la situación y se “encargó de ello”.
171
Había una especie de firmeza en sus palabras que decía que nunca
volvería a ser un problema, pero no dio detalles. Me di cuenta que eso era
porque, aunque estaba con Ryan, todavía no estaba exactamente en la
familia. Apenas me conocían y no sabían cuánto podían confiar en mí.

Tenía que entender eso.


Era casi de noche cuando Fee, obviamente la que tenía menos filtro,
finalmente dijo:

—Entonces, agorafobia…
—Fiona —siseó Lea.

—¿Qué? Ahora somos viejas amigas —dijo, sacudiendo la cabeza—.


No es como si fuera un secreto por el amor de Dios. Entonces, ¿fue solo
ansiedad que se fue intensificando? —me preguntó, sorprendentemente
precisa.

—Sí.
—¿Cuánto tiempo pasó antes de que Ryan te forzará a salir? Meses…
—Años.

—Oh, guau —dijo, levantando las cejas—. Entonces, el que estés


aquí… es algo enorme. Bien por ti.
Me sentí bien al escuchar eso, tener a alguien fuera de las personas
cercanas, entendiendo lo que esto significaba para alguien como yo, saber
que me costó mucho hacer cosas que, para otros, no eran nada.
—Gracias —le dije, sintiendo mi rostro ardiendo.

—Si alguna vez tienes ganas de salir sin presión, puedes venir a mi casa
—dijo Fee—. En caso de que quieras expandirte con nuevas zonas seguras y
todo eso.
—También te invitaría a mi casa, pero el almacén no es tan
interesante.
—¿El almacén?

—Sí, Shane decidió remodelar un viejo almacén. Supongo que es una


cuestión de seguridad. Es un enorme espacio abierto.
Un teléfono comenzó a sonar. Bueno, no sonando exactamente. Su
tono de llamada era una canción porno de los setenta: bow chicka bow
172
wooooow.
—Esas deben ser las chicas. Probablemente las mías —especificó,
levantándose a tientas para buscar su bolso—. Las niñeras probablemente
están atadas y amordazadas.

Con eso, se dirigió a la cocina para atender la llamada y Lea golpeó


mi pierna con el pie.
—¿Estás bien? —me preguntó, alzando una ceja.

Asentí.
—Sí.

—Sé que es duro.


—Sé que debería sentirme así, pero estoy bien. Ustedes, de hecho,
todos los que conocí de la familia de Ryan, han hecho que sea más fácil.
No lo sé. No son como mis viejos amigos o familia… ustedes simplemente…
siguen la corriente.
Lea sonrió.
—La familia Mallick son un grupo interesante de personas. Todos son
locos, intensos y únicos, pero para ellos… nada es más importante que la
familia. Así que, si Ry va en serio contigo y esto va a alguna parte, entonces
también serás familia y te aceptarán como eres. De hecho, Helen está
ansiosa por conocerte.
—¿La madre de Ryan? —le pregunté, pensando en las historias que
me había contado sobre ella.

—Sí, le gustan personajes únicos. Fee con su pasado retorcido y sexo


telefónico. Yo trabajo a tiempo parcial en sexo telefónico y mi pasado de
moteros. Y luego estás tú con tu agorafobia.

—Creo que lo mío es menos interesante que lo tuyo.


—Tal vez —respondió encogiéndose de hombros—. Pero creo que lo
de Helen tiene menos que ver con lo locas que son nuestras historias y más
que ver con lo bien que funcionan para sus hijos. A Ryan siempre le han
gustado las chicas dulces, agradables y normales. Cuando conocí a Ryan,
llevó una cita a la cena de Helen y ella era demasiado dulce y demasiado
buena y cuando Helen le dijo que Ryan es un matón, ella se largó. Así que
creo que le gusta que haya encontrado a una chica que es su estilo pero
que no está asustada por su estilo de vida.
173
—Bueno, espero que ella…
—¡Oh no! —me interrumpió, extendiendo la mano para tocar mi
brazo—. No, no quise hacer que sonara como si ella fuera a juzgarte ni nada.
Solo quiere conocer a la chica que finalmente consiguió que Ryan se ponga
serio. Charlie y ella quieren más nietos. Así que, si pudieras formalizar rápido,
lo apreciaría porque desde que Fee declaró que terminó con eso, no han
parado de agobiarnos a Shane y a mí para que tengamos más bebés.

Me reí.
—Bueno, haré lo mejor que pueda —acordé con una sonrisa.

—Eso es todo lo que pido —respondió dramáticamente mientras Fee


suspiraba.
—Está bien, tengo que ir a salvar a las chicas. Creo que les han salido
canas con mis demonios. Y dado que Lea condujo conmigo…

—Fue muy agradable conocerlas —les dije, y lo decía en serio—.Y


muchas gracias por todas las provisiones. Eso fue muy dulce.
—No hay de qué —dijo Lea.

—Oh, espera, olvidé algo —comentó Fee al mismo tiempo,


alcanzando su bolso y buscando. Luego sacó la caja más grande de
condones que había visto en mi vida—. El único buen sexo es el sexo seguro,
así que hasta que te sientas lo suficientemente cómoda como para ir a una
clínica, cuídate para no quedar embarazada. Tengo un suministro ilimitado.

—Escuché sobre las peceras —dije, mientras la dejaba con el resto de


las cosas—. Gracias.
Todas nos dirigimos hacia la puerta y nos despedimos.

Estaba desempacando, repasando mentalmente la conversación de


las últimas horas. Y entonces se me ocurrió.
174
La mirada que Lea y Fee habían compartido en un momento.

El hecho de que Ryan y sus hermanos tuvieran que salir juntos.


El modo en que la mayor parte del día transcurrió sin que me diera
cuenta.

—Ese bastardo —declaré al apartamento vacío.


Fee y Lea no estuvieron aquí para hacernos amigas.

Estuvieron aquí como una distracción.


Porque estaba haciendo algo con sus hermanos. Y tenía el fuerte, casi
abrumador presentimiento de que estaba haciendo algo que involucraba
mis problemas y los de Bry.
Pero antes de que pudiera enfocarme demasiado en eso, escuché el
sonido suave y relajante de mi tono de llamada desde el bolso donde Ryan
había dejado nuestros aparatos electrónicos junto a la chimenea.
Pensando que tal vez era él, quizás demasiado emocionada y
aliviada ante la perspectiva, corrí por la habitación y lo agarré antes de que
terminara de sonar.
—¿Hola?

—¿Señorita McRae? —contestó una desconocida voz masculina, algo


acerca de su voz hizo que me ponga rígida inmediatamente.
—Sí —respondí, mi corazón golpeando en mi pecho. Lo sabía. Sabía
sin saber que algo estaba mal.

—Señorita McRae, usted está como contacto de emergencia para


Bry Hardy.
Bry.

Contacto de emergencia.
—¿Qué pasó? —pregunté, mi voz tensa.

—Al señor Hardy lo trajeron con una herida de bala…


No escuché el resto.

No necesité hacerlo.
175
Y, a diferencia de la vez en mi apartamento cuando solo mi vida
estuvo en peligro, no me congelé. No entré en pánico. Corrí por la
habitación y encontré mis zapatos, agarré un suéter que había estado en
una de las bolsas, arrancando las etiquetas mientras salía corriendo por la
puerta.
En lo único que pude pensar mientras bajaba en el ascensor y salía al
exterior voluntariamente por primera vez en años fue que él siempre había
estado ahí para mí. Sin importar qué, estuvo a mi lado.
Yo iba a estar a su lado cuando me necesitara también.

Excepto que yo no era el contacto de emergencia de Bry.


Y el hospital en realidad no me había llamado.

Y los problemas estaban a punto de empezar.


15

Traducido por Smile.8 y Lyla

Corregido por Bella’

—T
ienes que respirar —me dijo Shane mientras todos nos
subíamos al auto—. Ella estará bien con Lea y Fee. Y
sabes que tenemos que hacer esto.
Esto significaba que manejaríamos su situación.
176
No podíamos simplemente sentarnos y escondernos en la jodida
residencia. Esa no era una manera de empezar una relación. Teníamos que
darle una oportunidad justa en mi apartamento donde pudiera instalarse y
ponerse cómoda y sentir como que podía abrirse.

Lo que significaba que mis hermanos y yo íbamos de camino Chaz’s


para tener una reunión con nuestro padre y ver cuál pensábamos era el
mejor maldito movimiento.
Francamente, no había pensado mucho en toda la situación como lo
exigía la gravedad.
Aunque, considerando que fue porque había estado teniendo mis
manos, boca y lengua sobre Dusty, y finalmente, mi polla en su interior, no
estaba exactamente enfadado conmigo mismo por ello.

Lo importante era que ella estaba a salvo. Nadie podía sobrepasar la


recepción de la residencia si no era un residente. E incluso si podían, tenían
solo un ascensor a los dos áticos y la única manera de acceder a ellos era
con una llave. Cada miembro de la familia tenía una llave para el ascensor
y la puerta.
El otro residente del ático, Ross Ward, era la única otra persona con
una llave para el ascensor. Él no dejaba que nadie se acercara a su casa
así que no era una preocupación. En realidad, de alguna manera, tenerle
al otro lado del pasillo cuando las chicas estaban solas al otro lado era una
manera de protección. Podría importarle sus propios asuntos la mayor parte
del tiempo, pero no se quedaría de brazos cruzados si escuchase algo fuera
de lugar a través del pasillo.

Estaban a salvo.
Ella estaba a salvo.

Pero era temporal.


Nunca estaría completamente segura hasta que manejásemos la
situación de una vez por todas.

Si el tipo Dom era tan gran cosa como parecía, no sería fácil.
—Muy bien —dijo Hunt, empujando un archivo a través de la mesa
donde estábamos sentados, Chaz’s estaba cerrado hasta la hora de la
cena—. Dom Donovan. Traficante. Violador. Asesino. En general un imbécil
—dijo, suspirando—. Bry se unió a una verdadera joya.
—Está bien —dijo mi papá, reclinándose en su silla—. En realidad, hay
177
dos opciones aquí. Viajamos a Camden y tratamos de hablar con Dom, de
hombres de negocios a imbécil hombre de negocios. Pero, para ser
honestos, no veo cómo va a ayudar eso. Parece ser el tipo de bastardo que
tomará nuestro dinero y trato y luego nos disparará por la espalda cuando
salgamos.
—No puedo decir que no esté de acuerdo con eso —les dije,
asintiendo—. Bry no es un criminal sin escrúpulos, pero parece como si
hubiera estado estafando toda su vida. Probablemente ha estado
involucrado con varios distribuidores en los últimos años por lo que conoce
a los idiotas, pero tiene miedo de Dom. Me oyó decirle que se fuera a la
mierda y jodidamente corrió. Literalmente. Mientras estaba al teléfono
conmigo.

—Viste la fotografía —añadió Eli, su cuerpo rígido, listo para entrar en


acción, con ganas de sangre—. Si le hacen eso a una mujer…

—Exactamente —dijo papá, moviendo la cabeza.


—¿Y la otra opción? —preguntó Shane, más tranquilo de lo que
generalmente se esperaría de él. Normalmente era extrovertido, ruidoso y
alocado. Desde que pasó la mierda con el ex de Lea, tiene cierta seriedad
hacia las situaciones de trabajo que no había tenido antes.

Papá se encogió de hombros.


—Haremos que otro lo maneje por nosotros.

Claro.
Navesink Bank lograba ser un pozo negro de la delincuencia porque
todo el mundo conocía su lugar. Todo el mundo conocía su nicho. Los
Henchmen MC llevaban sus armas. Los Grassi llevaban sus muelles.
Prestábamos dinero ilegalmente. Ross Ward, tenía sus luchas clandestinas.
Breaker era músculo contratado. Shooter era un asesino. V y Lex Keith eran
los peores imbéciles y trataban con piel y otros actos deplorables. Hailstorm
hacía… lo que fuera que Hailstorm hacía.

En cuanto a las drogas, bueno, teníamos dos jugadores principales:


Richard Lyon tenía su cocaína de lujo que suministraba, en su mayoría, a
hombres de negocios que necesitaban un chute. Después estaba Calle Tres
que tenía su heroína y otras drogas de calle.

Nadie más entraba en Navesink Bank con drogas. Simplemente no se


hacía. Tal vez alguien podría vender mierda como cannabis, pero ni a Lyon
178
ni a la Calle Tres les importaba una mierda eso.

Todo funcionaba. No había guerras territoriales. Todo el mundo tenía


sus clientes. Nadie tenía que preocuparse por pelear por nada.
Por eso, cuando las nuevas amenazas empezaban a husmear, uno o
ambos se deshicieron de ello antes de poner raíces y convertirse en un
problema para los negocios.

No estarían contentos de saber que alguien había operado bajo sus


narices durante tantos malditos años. Primero, porque quizás había estado
afectando a sus negocios sin que lo supieran. Segundo, porque se vería mal.
Cuando se trataba de criminales, era mejor apelar a su ego y a sus
reputaciones.
—Lyon especialmente estará enfadado porque un idiota del jodido
Camden esté sentándose alrededor riéndose sobre operar justo bajo su nariz
—dijo Mark.

—Y la Calle Tres está teniendo jodidas dificultades —añadió Shane—.


Enzo lo está llevando todo, pero la tasa de arrestos es alta, la demanda es
más alta, y el suministro es cada vez más difícil de conseguir —agregó
Mark—. Es rápido a reaccionar cuando piensa que está pasando algo.

—Quiero decir, no que no estemos en buenos términos o nada —dijo


Eli, sonando razonable—, pero no creo que sea inteligente poner a un
Doberman Pincher contra un Pitbull. Este tipo Dom tiene cincuenta
distribuidores por lo menos. Eso significa que tiene seguridad. Enviar a Enzo
podría ser una misión suicida.

Ese era un punto justo y todos lo sabíamos, nos quedamos allí por un
momento para pensarlo.

Fue mi madre, quien no había notado que estaba allí porque se había
quedado en la oficina, quien salió y ofreció una tercera opción.
—Podemos externalizarlo —nos dijo, llegando con un maldito plato de
mini sándwiches, porque, a pesar de que estábamos sentados allí
discutiendo planes para acabar con un traficante de drogas de mierda,
todavía era nuestra madre.
—Externalizar —repitió mi padre, extendiendo la mano y agarrándola,
poniéndola sobre su regazo. Después de más de treinta años juntos y
todavía actuaban como jodidos adolescentes. Había pasado tiempo desde
que había conseguido dejar de pensar “esto es repugnante” y había
179
empezado a pensar en “esto es agradable”. Y últimamente, “quizás esos
seamos Dusty y yo en treinta años”—. Asumo que tienes algo en mente.

Mi madre se encogió de hombros mientras tomaba un sándwich para


ella.
—Es un gran trabajo. De hecho, solo hay una organización en la
ciudad en quien confiaría.

Claro.
—Quieres que hagamos una reunión con Hailstorm —aclaré.

Cuando se trataba de operaciones, eran bastante difíciles de


entender. Tenían un gran campo de tipos supervivientes en la colina con
vallas electrificadas y alambre, perros y francotiradores. Las paredes de sus
edificios estaban hechas de contenedores de almacenamiento. Tenían sus
propios pozos, jardines, placas solares y trabajos. Por lo que cualquiera podía
ver, sus filas estaban llenas de exmilitares y antiguos criminales diversos. Lo
que hacían era como un poco de todo. Perseguían a quienes se
escapaban. Hacían la seguridad y los golpes y quien sabía qué más.
Lo, era el supuesto líder, alguien que hasta que no pasó la mierda con
el compuesto de los Henchmen y V, todo el mundo asumía que era un tipo
loco. Así no era como iba después de todo.
—Toma esos diez de los grandes que ibas a perder en Dom y dáselos
a ellos para solucionar el problema de una vez por todas. Lo harán —dijo,
encogiéndose de hombros.

Tal vez lo harían.


—¿Cómo diablos sabríamos cómo conseguir una reunión con Lo? —
preguntó Mark, elevando sus cejas, pareciendo el menos convencido con
el plan.
Fue justo entonces que mi teléfono sonó, un número que no reconocí.

—Ryan Mallick —contesté, levantándome y alejándome de la mesa.


—Ryan, Ross Ward. —La suave voz llegó desde el otro extremo,
haciéndome tensarme ligeramente.

En primer lugar, nunca le había dado mi número al hombre.


En segundo lugar, no podía ver que su llamada fuera una buena.

—Ross, ¿qué está pasando?


180
—En realidad, no me corresponde notar esto, pero sé que hay una
mujer que se queda contigo. La rubia con la cara rota. Me imagino que no
fuiste quien se la rompió…
—Por supuesto que no fui quien…
—Así que —continuó, cortándome—, cuando la vi yéndose llena de
pánico. Me imaginé que podía mirar por la ventana. La vi llegar al
aparcamiento y ser arrastrada dentro de un auto en espera.
Todo en mí se congeló.

Me volví a mi familia, mi voz como un látigo:


—Mierda, llama al maldito Hailstorm ahora mismo —grité, haciendo
que todos me miraran y se congelaran. Me conocían lo suficientemente
bien como para saber que nunca reaccionaba exageradamente. Sabían
que había problemas.
—Buen plan. —Apenas fui consciente de que Ross lo dijo en mi oído.
—Tienen a Dusty —agregué para mi familia mientras Shane se movía
a través de sus contactos, siendo un amigo de Reign podría ponernos en
contacto con Lo—. Ross, necesito el video…
—Ya estoy en la oficina —me interrumpió de nuevo—. Haré que te
envíen por mensaje de texto la información.

—La… —empecé, pero él ya había terminado la llamada.


—Reign. —La voz de Shane fue firme—. No, no puedo esperar. Ponme
en contacto con Lo… ahora. Sí, es serio.

—¿Quién te llamó? —preguntó Mark, de pie, como todos los demás


estaban de repente.
—Ross Ward. Dijo que vio algo. Dusty salía corriendo del apartamento,
así que miró afuera y ella fue empujada en un auto.
Mi teléfono volvió a sonar y dije:

—Ross, ¿ahora qué?


—Tiene a Dusty. —La desesperada voz de Bry llegó a mi oído.

—Lo sé. Estamos trabajando en ello. ¿Cómo lo sabes? 181


—Recibí una maldita foto por mensaje a mi teléfono diciéndome que
me reuniera con Dom en Camden o ella pagaría.

—Bry, escucha…
—Estoy en el maldito camino. No pueden estar más de cinco minutos
por delante de mí y estoy rompiendo cada jodido límite de velocidad en
el…
—Bry, maldita sea, escúchame. No puedes simplemente aparecer allí.
No la dejarán ir. La torturarán y te harán mirar, maldición —le dije, mi voz
retumbó porque mi mandíbula estaba demasiado apretada para hablar
correctamente.

—No puedo simplemente no ir, Mallick. Necesito…


—Irás —lo corté—. Solo dame cinco malditos minutos para descubrir
una manera más inteligente.
—Sí, este es Charlie Mallick. Necesito hablar con Lo en este momento
—dijo mi padre, más firme de lo que lo había escuchado en mucho tiempo.
Me quedé quieto mientras él la ponía en la línea y transmitía la
situación lo más rápido posible, luego hice una pausa para escuchar lo que
Lo tenía que decir, todo el tiempo, mi corazón se había colocado en mi
garganta, palpitando tan fuerte que sentí que estaba atragantándome. Era
la primera vez que sentía el sabor del pánico. Y casi llegué a la conclusión
de que, si esa sensación fuera la forma en que se sentía Dusty cada vez que
salía de su zona de confort, entonces me retractaría de todo lo que había
dicho sobre el progreso y le diría que podía quedarse en mi apartamento
por el resto de su vida si esa era la única forma en que ella no se sintiera así.

Ya sabes… cuando la recuperara.


—Cierto. Claro. Le diré. Aprecio que lo hayas hecho una prioridad, Lo.

—¿Qué dijo? —preguntó Shane, tomando su teléfono de vuelta y


guardándolo en su bolsillo.

—Dijo que estaban a una hora y media en auto y que ella y su gente
idearían un plan en el camino. Te quiere —dijo, sacudiendo su cabeza hacia
mí—, afuera en diez y te pedirá que conduzcas con ella. El resto de nosotros
los seguiremos…

—Papá, no. Hailstorm tiene esto. No necesito que ustedes se pongan


a sí mismos… —Su ceja fue todo lo que necesité para saber que no tenía
182
sentido intentar y discutir—. Bien —le dije, moviéndome hacia la puerta
principal del bar y dirigiéndome hacia la calle.

—Deja de enloquecer y piensa con claridad —advirtió Hunter mientras


salía conmigo—. No vas a ayudarla si todo lo que haces es preocuparte por
lo que está sucediendo. Si hay alguien que pueda resolver logísticamente
esta situación, es Lo y su equipo de expertos. Dom podría ser un gran
problema en Camden, pero Hailstorm es un gran asunto para cualquiera.
Tienen su reputación por una razón y no entran en nada sin pensarlo y
planearlo. La recuperarán.

Como si estuviera demostrando su punto, pude ver un convoy de


camionetas negras que bajaban de la colina, a solo un par de minutos.

Cuando se detuvieron, la puerta trasera de la primera se abrió y subí


para encontrarme sentado junto a no Lo, sino a una chica muy joven, ligera,
con cabello negro y cubierta de tatuajes, con una computadora portátil en
su regazo y una bebida energética en su mano, escribiendo increíblemente
rápido con una mano.
—Ryan —dijo una voz femenina desde el asiento del pasajero mientras
se volvía para mirarme. Y allí estaba ella en todo su esplendoroso cabello
rubio y ojos castaños. Lo—. Y, aquí está la situación, Jstorm se puso en
contacto con Ross y él le dio las placas del auto y ella las corrió. Resultaron
en un criminal llamado Ray Cleaver, que tiene un historial de denuncias tan
largo como mi brazo derecho. Agresión agravada, asalto con un arma
mortal, tres cargos de posesión, un cargo con la intención de distribuir. Ah, y
a él también le gusta que lo encierren por follar prostitutas. Por el aspecto
de las fotos policiales de las prostitutas con las que fue arrestado, sin
embargo, encuentra placer en hacer incluso más desagradable para ellas
un trabajo que ya está destinado a ser desagradable.
—Mierda —gruñí, encontrándome casi innecesariamente molesto por
el sonido de la chica a mi lado tecleando furiosamente, incluso si estaba en
el caso.
—La buena noticia aquí sería, por lo que Jstorm puede decir en el
video, Ray era quien conducía, no el que estaba con ella.

—¿Quién era el que estaba con ella entonces?


—La imagen es granulada —dijo Jstorm, sin molestarse en levantar la
vista de lo que estaba haciendo—. Pero mi mejor apuesta sería el hombre
183
que es la segunda mano de Dom, que en realidad es su hermano Albert. —
Con eso, hizo girar la computadora portátil en mi dirección para mostrarme
una imagen rápida del hombre en cuestión y luego un rebobinado del video
de seguridad del hotel.
Mi estómago se contrajo con fuerza, viendo a Dusty salir del edificio,
frenética. Algo la había asustado. Algo sucedió para hacerla salir del
apartamento. Y por mi vida, no podía entender qué podría ser eso. No pudo
salir de su propio departamento con alarmas que le advertían que moriría si
se quedaba.

No tenía sentido.
Pero cuando pasó junto al auto, la puerta se abrió, y un hombre que
de hecho parecía el tipo Albert, la empujó al interior y se alejaron a toda
velocidad.

—Esto es algo bueno ¿por qué?


Jstorm apartó la pantalla y reanudó su teclear mientras Lo me daba
una mirada comprensiva.
—Albert parece tener una cabeza más fría en situaciones. No tiene
antecedentes penales. Su único arresto fue por conducir sin licencia…
cuando tenía diecisiete. Nada desde entonces. Pero trabaja en la
organización. Así que creo que es quien mantendrá las cosas calmadas y
racionales. No va a detener el auto para dejar que mierda le pase a tu chica
cuando él sabe que están trabajando contra reloj porque Dom ya le contó
a Bry sobre el secuestro. Así que, por la próxima hora y media, ella
probablemente esté bien. Y necesitas tu cabeza en el juego.

Respiré hondo, asintiendo.


—Está bien. ¿Qué necesitas de mí?

—Tu teléfono —dijo Jstorm, haciéndome señas con los dedos sin mirar
hacia arriba, así que lo dejé caer en su palma—. Necesito hablar con este
maldito Bry antes de que haga algo estúpido.

—Buena suerte con eso —le dije, mirando por la ventana lateral—. Está
enamorado de ella. No es probable que escuche razones en este momento.
Lo me miró de reojo y no lo entendí exactamente hasta unos tres
segundos después, la voz de Jstorm trepidante, sin tonterías y llena de
blasfemia resonó en la silenciosa cabina del automóvil. 184
—Cállate y escúchame. Soy Janie de Hailstorm y necesito que saques
la cabeza de tu maldito trasero durante dos minutos y escuches el plan…

Entonces, ella se lo dijo a él, a mí y, al parecer, a Lo, porque estaba


bastante seguro que nadie en ese auto sabía cuál era el plan hasta que
Jstorm nos lo explicó.
Pero incluso yo tenía que admitir que podría funcionar.
16

Traducido por Ale Grigori y LizC

Corregido por Bella’

P
or supuesto que no estaba en la lista de contactos de
emergencia de Bry.

Era fácil no pensar las cosas con claridad cuando te


enfrentabas a lo que pensabas era una situación de vida o
185
muerte.

Tal vez, tres años antes, eso hubiera tenido sentido. Solíamos ser tan
cercanos. Junto con mi tío, él estaba en mis contactos de emergencia tanto
en mi teléfono como en mis documentos del trabajo. Pero Bry había pasado
por al menos tres teléfonos desde entonces y tuvo que reprogramar esos
números. No me habría puesto porque pensaría que era colocar una presión
innecesaria sobre mí.
El perdedor de su hermano probablemente era su contacto de
emergencia.

Me di cuenta de mi error durante todos los diez segundos después de


que salí del edificio hacia la calle.
Digamos que cuando la puerta de un automóvil se abría de golpe y
un tipo grande y aterrador salía, sabías exactamente lo que estaba
pasando.
Había sido engañada.

E iba a ser utilizada como una especie de ficha de negociación.


—Deja de luchar —gruñó el tipo después de lanzarme dentro,
haciendo que mi cabeza se estrellara contra la otra puerta cerrada, el
chasquido hizo que mis dientes se golpearan dolorosamente.
Ni siquiera me había dado cuenta que estaba luchando. Todo era
puro y concentrado instinto animal. Estaba sacudiéndome y pateando con
todo lo que había en mí al hombre que me agarró cuando entró en la parte
trasera conmigo y cerró la puerta.

—Podría tirarla en el maletero. —Esa sugerencia vino desde el frente


con una voz que envió un escalofrío por mi espina dorsal porque la reconocí.
Una vez me había gritado y me había maldecido, exigiendo saber dónde
estaba mi suministro.

Mi cabeza se giró para mirar hacia el asiento delantero, viendo los ojos
en el espejo retrovisor que hicieron que mi estómago se contrajera con
fuerza. El conductor era el que me había golpeado. Yo reconocería esos
ojos en cualquier parte. Eso, y el hecho de que su cara todavía estaba
hecha un infierno… gracias a Ryan. El pasajero me miraba por encima del
hombro y también me resultó familiar: El que había registrado mi
apartamento, lo había destruido, y me había quitado todo el confort que
encontraba allí. 186
—Cállate la jodida boca y maneja —rugió la voz casi alarmantemente
tranquila en la parte de atrás conmigo, a pesar del comentario del tipo que
conducía, mi pierna había pateado y había chocado tal vez contra algunas
costillas.
Parecía un tanto similar a los tipos en el frente. Había una cierta
aspereza en todo acerca de él. Sus ojos eran de color marrón oscuro, pero
ilegibles. Su rostro era uno que podría haber encontrado atractivo en
circunstancias diferentes con su mandíbula ancha y fuerte, su cabello
oscuro y sus características hiper masculinas. Era demasiado grande, ancho
y fuerte. Parecía ocupar todo el espacio (y el aire) en el asiento trasero.

Mi pierna volvió a patear, temía por mi cuello demasiado apretado,


ahogándome, haciéndome reaccionar sin pensar.
Manos fuertes se movieron hacia abajo y me agarraron de los tobillos,
sujetándolos a sus muslos duros.
—Deja de pelear —repitió, pero sus palabras no eran ruidosas ni
aterradoras, ni siquiera tan amenazantes. De hecho, lo dijo en voz baja para
que solo los dos pudiéramos escucharlo, sus ojos mirándome.
Si no estuviera estrangulándome por mi propio terror, podría haber
dicho que parecía que me estaba rogando que entendiera.

¿Pero entender qué? ¿Mi secuestro?


No había manera de entender eso.

—Déjame ir —susurré de vuelta, mis ojos tan grandes que sabía que
estaban suplicando y, francamente, mi orgullo podía hacer una maldita
excursión porque no había espacio para él en esta situación. Si rogar,
suplicar, llorar, gritar por mi jodida mami, cualquier cosa pudiera sacarme
de esto, estaba dispuesta a intentarlo.

—No puedo hacer eso —dijo en respuesta, igual de bajito, su boca


apenas se abrió para enunciar, pero entendí perfectamente bien.

—¿Qué diablos estás haciendo allí, Albert, confabulándote con la


perra? —preguntó el conductor, haciendo que mi estómago se volviera
amargo otra vez y me preocupé por un momento casi insoportable si iba a
enfermarme por completo.

—Si no cierras tu maldita boca y te preocupas por tu propio maldito


asunto, voy a hacer que detengas este auto. Pero el que va en el maldito
baúl será tu estúpido trasero.
187
Esas palabras callaron al conductor con un pequeño gruñido mientras
alcanzaba la radio y la prendía. El altavoz detrás de mi cabeza sobre la
puerta debió haber salido volando porque nada salió de allí, lo cual fue una
bendición porque necesitaba pensar con claridad.
Lo primero era lo primero, el tipo que estaba conmigo, Albert, parecía
ser el que estaba a cargo. En segundo lugar, su nombre era Albert. Había
escuchado a Bry hablar de su jefe y lo había llamado Dom, no Albert.
Entonces, ¿quién era el gigante en la parte de atrás conmigo? ¿Solo alguien
en una posición más alta que los idiotas musculosos que me golpearon y
robaron?

—No le diré a nadie —prometí, respirando profundamente, intentando


mantener a raya el creciente pánico. No sería capaz de pensar en nada si
mi cerebro estaba completamente paralizado por esos pensamientos
alimentados por la ansiedad.

—No es mi decisión, cariño —dijo, con una disculpa en su voz.


No necesitaba su maldita disculpa. Necesitaba su empatía, su brújula
moral, la comprensión de que lo que estaba haciendo estaba más allá de
ser un desastre.
Sentí que las lágrimas brotaban inútiles, pero, no obstante, imparables.
Parpadeé rápidamente, intentando no mostrar tanta debilidad. Pero él me
estaba mirando y sus propios ojos se cerraron por un largo segundo, como si
no le gustara verlas. Pero cuando se abrieron, no me dio ningún tipo de
consuelo.
—Me golpearon —le dije, señalando el asiento delantero—. Lo harán
de nuevo. Y esta vez, nadie estará allí para evitar que me lastimen más, que
me violen. Me maten.

Su rostro se endureció visiblemente ante la palabra "violación", pero


nuevamente… no hubo acción que cambiará lo que estaba sucediendo.

Desesperada, me retorcí en el asiento, me giré de lado sobre mi


estómago con mis piernas aún inmovilizadas y agarré la puerta,
encontrándola bloqueada, pero sin poder encontrar ningún seguro visible
para quitarlo. Estúpidos, estúpidos autos nuevos. En lo que solo podía
llamarse un sollozo, me acerqué a la ventana, golpeándola con toda la
fuerza que podía en una posición incómoda. Sabía que no la rompería, pero
188
pensé que tal vez alguien pasaría por allí o que alguien podría verlo, pensar
que era extraño y avisar. Ya sabes, como cuando se supone que debes
patear la luz trasera y sacar tu mano si alguna vez estuvieras en la cajuela.
De repente, deseé que el conductor tuviera su deseo y estuviera allí. Las
cajuelas tenían pestillos y al menos la esperanza de escapar en una situación
de secuestro.

Pero luego mis tobillos fueron liberados.


Todavía no podía patear porque de repente, su gran cuerpo se había
curvado sobre el mío, atrapando mi parte inferior del cuerpo con su peso y
agarrando mis manos y tirándolas hacia debajo de la ventana, fijándolas
sobre mi cabeza en la puerta, aplastada allí por su peso.
Intenté retorcerme, alzando las rodillas y levantando el peso.

Todo era completamente inútil. Era demasiado grande, demasiado


fuerte, demasiado inmovible.
Colapsé de nuevo en un sollozo, volviendo mi cara hacia un lado, no
quería tener un completo y total ataque de nervios en su cara, pero hacerlo
significó que mi cara se hundió en uno de sus enormes brazos, las lágrimas
corriendo por su antebrazo.

—¿Qué demonios estás haciendo? ¿Consiguiendo algo de acción sin


nosotros? —preguntó el conductor, haciéndome tragar otro sollozo, tirarme
hacia atrás y mirarlo a la cara, sin ver nada más que un odio profundo allí.
Pero no por mí, sino por el conductor.

—Estoy intentando mantener tu estúpido trasero fuera de la jodida


cárcel, eso es lo que estoy haciendo. No me importa cuánto pague mi
hermano por un abogado, de ninguna manera te librarías de un segundo
secuestro y un intento de violación, maldito imbécil.

—Tu hermano.
Las palabras salieron cuando solo tenía la intención de pensarlas,
haciendo que su mirada volviera a mi cara, pareciendo un poco más
cauteloso.
Su hermano era Dom, el jefe de Bry.

Su hermano era el que le ordenaba a la gente que me golpeara,


robara, posiblemente violara y me secuestrara.
Su hermano.
189
Cualquier esperanza que tenía de que tal vez él tuviera un corazón,
una conciencia, una debilidad, ser una persona razonable a la que pudiera
convencer para que me dejara ir, desapareció.

Sentí que todas las lágrimas se secaban en un segundo.


Los rápidos latidos de mi corazón, la presión en mi pecho, los
pensamientos arremolinados, todos parecieron detenerse por completo,
dejando nada más que una comprensión profunda de mi destino.

Y llorar no iba a ayudar. Rogar no iba a ayudar.


Necesitaba relajarme. Necesitaba pensar. Necesitaba prestar
atención a cualquier pequeña oportunidad posible para escapar.

—¿Estás tranquila? —preguntó Albert, juntando las cejas como si no


pudiera entender cómo pasé del modo ataque al modo desastre histérico
y luego a calmarme y serenarme tan rápido. Asentí fuertemente hacia él,
no confiando en mi voz para no revelar todo el desafío en mí.

No iba a hundirme sin una pelea.


No iba a acostarme allí y aceptar todo lo que me dieran.

Pero iba a ser inteligente.


Iba a esperar el momento e iba a pensar en alguna cosa y me iba a
librar de esta ridícula situación.

Y justo en ese momento, años, una vida, generaciones de


codificación de ADN parecieron revertirse. Porque mi instinto no fue
simplemente asustarme y fugarme. Mi instinto no fue necesariamente huir.

Fue pelear.
Iba a pelear.

—No me hagas sujetarte de nuevo —agregó mientras se empujaba


hacia atrás, soltando mis muñecas.
Bajé mis brazos por encima de mi cabeza, haciendo una mueca ante
el escozor, viendo bandas púrpuras que ya se formaban gracias a sus
manos.
Al verme mirar hacia abajo, exhaló fuerte, atrayendo mi atención. No
dijo las palabras. Pude ver en sus ojos que quería hacerlo, pero no lo hizo
porque no podía, porque eso lo haría lucir mal. Pero su dedo se movió hacia
190
abajo y tocó una de las cadenas de moratones que se estaban formando
y me lanzó una mirada que lo dijo para mí.
Lo siento.

Pero lo siento no era lo suficientemente bueno.


Lo siento era débil, triste y vacío cuando no tenía una acción detrás
de ello.

Así que mientras me sentaba lentamente, miré hacia otro lado, y no


lo acepté.
Fue en contra de mi naturaleza normal y casi me sentí mal por ello.
Pero el asunto en cuestión era que no podía crear algún tipo de vínculo
emocional con mi secuestrador porque tenía la intención de hacer lo que
fuera que tuviera que hacer para escapar. Aun si eso significaba arrastrarme
sobre su cadáver para hacerlo.

Había pasado demasiado tiempo de mi vida escondida, asustada y


sin experimentar cosas. Y finalmente, finalmente, comenzaba a tener una
vida más allá de eso.
No iba a perderlo.

No iba a hundirme sin una pelea.


El viaje en auto pareció prolongarse una eternidad, el tiempo
suficiente para que una sensación de pesadez se asentara en mi estómago,
algo parecido al temor, con nada más que mis pensamientos y algo de
horribles canciones mal grabadas de rap callejero para escuchar.
Vistas pasaban, familiares, pero confusas por el tiempo que hacía que
no las veía.

Pude sentir un sudor frío comenzar a formarse por cada centímetro de


piel a medida que cruzábamos a un lugar en el que solo había estado una
vez antes y nada más porque albergaban el acuario más grande de Jersey.
Había ido con mi tío y habíamos estacionado cerca de las puertas y salimos
de la ciudad antes de que oscureciera. ¿Paranoico? Tal vez. Pero, por otra
parte, cuando una ciudad tenía el tipo de reputación que Camden tenía
por el crimen, era prudente no arriesgarse.
Pasamos por un área atestada, personas entrando y saliendo de las
tiendas, nada en absoluto amenazador a la vista. Pero mientras más
avanzábamos, menos personas veíamos, pasábamos por edificios más
cerrados y medio en ruinas. Grafitis con diferentes niveles de talento artístico
191
cubrían algunos de los edificios vacíos, algunos destacándose más que
otros:

Detén el odio.
Arriba Camden.
Hazte rico o trata de compartir.

Casi tengo una sensación extraña y cálida en mi pecho. Durante dos


minutos, hasta que vi la imagen de una mujer ocupando todo el costado de
un edificio, desnuda, ahuecando sus pechos con un rayo láser disparándose
de ella y esa sensación se esfumó.

Condujimos por una calle estrecha bordeada de un lado por


pequeños escaparates agazapados, la mayoría de los cuales no parecía
tener ventanas, y por el otro lado un muro de contención cubierto de grafitis.
Me pregunté momentáneamente qué se escondía detrás hasta que
disminuimos la velocidad repentinamente y giramos a una puerta abierta,
conduciendo detrás de dicho muro de contención.
Y la idea dominante que se abrió paso en ese momento fue: Un cerco
de malla era escalable, un muro de contención no lo era.

Una vez que la puerta se cerrara, no podría salir.


Afortunadamente, no parecía ser una operación de alto
funcionamiento porque nadie estaba al mando de las puertas y los dos
hombres que vi en el terreno estaban parados en un rincón fumando. Ni
siquiera levantaron la vista cuando entramos.
Mi corazón se abalanzó a mi garganta cuando el auto se detuvo y el
pasajero entró sin siquiera mirar atrás. Albert salió de su lado y rodeó el capó
para, supongo, venir a buscarme. Pero el tipo en el asiento del conductor
todavía estaba allí.
Las puertas estaban abiertas.

Y, sin siquiera darme cuenta de la idea, no en realidad, metí mi brazo


entre la puerta y el asiento del conductor, agarré el asiento y empujé mis
pies contra el respaldo de su asiento. Se estrelló contra el volante con una
maldición mientras volaba hacia el otro lado del asiento trasero donde
Albert había estado sentado, agarré el asa y salté fuera.

No volteé para ver si me estaban siguiendo.


192
No me dejé pensar que era una ciudad de mierda y que también me
podía pasar cualquier cosa ahí fuera.
Solo corrí.

Abrí las puertas y golpeé la calle, con el pulso martillando en mis oídos,
tan fuerte que no escuché los pasos detrás de mí.
No tuve ninguna advertencia antes de que manos me agarraran la
cintura por detrás justo cuando llegaba al final del sinuoso muro de
contención, a solo un respiro de una oportunidad de libertad.

—No luches —dijo una nueva voz familiar con una nueva frase familiar.
Y, bueno, no iba a hacer exactamente lo que me decían, ¿verdad? Pateé
e intenté liberarme, arañando los brazos que me sujetaban. Respiré hondo
para gritar solo para tener una abrazadera alrededor de mi boca—. Dulzura,
para —dijo, sin siquiera la más mínima falta de aliento cuando de repente
me sentí empujada hacia atrás.
Pero mientras él más me arrastraba hacia atrás, más luché; clavando,
arañando, mordiendo, arrojando el peso de mi cuerpo tanto como lo
permitía su fuerte agarre.
Ni siquiera me detuve cuando fui arrastrada hacia el interior de las
puertas y escuchaba cómo se cerraban detrás de mí mientras me
arrastraban hacia el edificio del que ni siquiera había sido consciente antes;
bajo y sin ventanas, tan abandonado como muchos de los que habíamos
pasado por el camino al llegar. Pero a juzgar por el pequeño grupo de
hombres que estaban parados en la puerta, parecía vacío por pura
apariencia, lo que probablemente evitaría que los policías husmearan.
—Maldita estúpida zorra —siseó el conductor cuando nos acercamos,
frotando su pecho que tenía que haber estado magullado por la colisión
con el volante—. No puedo esperar para hacerte pagar por esa mierda.
Mostrarte lo que había planeado hacer antes de que tu noviecito te salvara
el culo la última vez. De hecho, todos los chicos y yo aquí vamos a…

—Cállate de una jodida vez y sal de mi maldito camino —soltó Albert,


haciendo que un par de los otros se rieran—. ¿Quieres que le diga a Dom
que eres la razón por la que estamos aquí a plena luz del maldito día con
una prisionera cuando deberíamos estar dentro y fuera de la vista de
miradas indiscretas?
193
En ese momento, el hombre de hecho palideció y sentí que mi
estómago se apretaba con tanta fuerza que me doblé hacia adelante
tanto como lo permitía el agarre de Albert. Si ese cabrón palidecía ante la
mención del nombre de Dom, debía ser todo un mundo completamente
nuevo y malo.

Y mi destino estaba en sus manos.


Albert se movió para empujarme hacia delante y no pude,
simplemente no pude pensar en otra cosa que hacer sino plantar mis pies.
Así que eso fue lo que hice. El brazo de Albert sobre mi estómago se apretó
un poco, casi tranquilizadoramente, antes de que me sujetara, me levantara
de mis pies y me llevara torpemente hacia la puerta, los hombres
apartándose para permitirnos pasar.

El interior era tan oscuro como uno podría pensar desde fuera. No
ayudaba que las paredes estuvieran pintadas de un gris tan oscuro que era
casi negro. Las paredes en sí mismas eran de bloques de hormigón,
estrechas, conduciendo a un largo pasillo que parecía desviarse en tres
direcciones diferentes.
Fui vagamente consciente del arrastre de unos pasos detrás de
nosotros cuando Albert tomó el pasillo a la derecha y a medio camino se
dirigió hacia la puerta de una habitación. Era masiva. En su vida anterior,
podría haber sido utilizado como algún tipo de centro de recreación,
gimnasio o sala de conferencias. Las paredes seguían siendo de bloques de
cemento, oscuras y sin ventanas. Pero el techo tenía largas tiras de luces
fluorescentes que me hicieron estremecer ante lo antinatural de todo. Hacia
el lado izquierdo de la habitación, contra la pared, como si confirmara mis
sospechas sobre el espacio, había un pequeño escenario a unos tres pies
del suelo.
En ese escenario había tres sillas.

En la silla del centro estaba Dom.


No había forma de confundirlo.

Albert y él podrían haber sido gemelos.


Todo en él parecía oscuro y cruel, desde sus ojos hasta sus pantalones
y camiseta negra a la cicatriz a un lado de su cara. Y él estaba sentado allí
como si fuera un maldito rey encargado de la corte.

—Bueno, finalmente —dijo, su voz un poco más nasal que la de su


194
hermano, un rasgo que encontré casi divertido incluso teniendo en cuenta
la situación—. ¿Tomaron la maldita ruta escénica?

—La zorra se puso… —comenzó el conductor.


—Estaba hablando con mi hermano —lo interrumpió Dom—. ¿La
estúpida zorra hizo qué, Al? —preguntó y contra la mano de Albert, pude
sentir mi labio curvarse hacia arriba ante eso. Se podía decir mucho acerca
de un hombre por la mucha libertad que usaba la palabra “z”.
Dado el estado de las pequeñas y sangrantes garras marcando sus
brazos y su cara, no estaba en condiciones de mentir.

—Puso un poco de pelea —dijo Al, haciendo la cosa de apretar mi


estómago una vez más y todo en mí quiso voltearse y golpearlo tan fuerte
como lo permitía mi cuerpo mucho más pequeño. ¿Cómo se atrevía a
intentar tranquilizarme, llamarme dulzura cuando me llevaba a casa como
una rata a su dueño?

—Veo eso —dijo Dom, mirando a su hermano antes de que sus ojos se
movieran hacia mí. E hicieron una inspección sobre mi cara, mi pecho, mi
estómago y mis piernas. Cada centímetro de mi cuerpo se sintió grasiento y
tuve una extraña necesidad, casi abrumadora, de arrancarme la piel, como
si hubiera insectos debajo, como si estuvieran retorciéndose—. Oh, bueno —
continuó, dándome una sonrisa—. ¿Cómo es que siempre dejan fuera las
mejores partes? Es todo un bomboncito ardiente, ¿eh? ¿Creen que tiene un
coño bonito que vaya con esa cara bonita?
Oh, Dios.

Cerré los ojos, intentando obligarme a respirar, intentando no vomitar,


y al mismo tiempo deseé que hubiera una manera de contener la
respiración hasta que muriera sin ningún instinto de supervivencia
activándose… o tal vez asfixiándome con mi propio vomito. Cualquier cosa,
literalmente cualquier otra cosa que no fuera pasar a través de sus manos y
las de sus hombres.
—¿Por qué no la acercas un poco más, Al? Necesito conversar un
poco con ella. —Albert me levantó de nuevo, bajándome sobre mis pies con
los dedos tocando el escenario—. Creo que puedes soltarla ahora —dijo
Dom, agitando una mano desdeñosa hacia el asiento junto a él, invitando
a su hermano a subir—. No puede ir a ninguna parte con Ray de guardia,
¿verdad, Ray? —preguntó y, sin poder evitarlo, me di la vuelta tan
ligeramente como pude para ver al conductor. Ray. 195
—Cierto. No irá a ningún lado hasta que disfrute de todo ese apretado
culo suyo.
—Habrá un momento para eso más tarde —dijo Dom, haciendo que
mi vientre se agitara siniestramente—. Lo primero es lo primero, tenemos que
esperar a otro invitado.
En realidad, solo había otra persona a la que podían referirse.
Bry.

Oh, Dios, Bry.


Tragué más allá de la bilis que subía por mi garganta, sabiendo
exactamente lo que había en nuestro futuro. Bry aparecería y entonces, nos
turnarían para ver cómo torturaban al otro de diversas maneras, espantosas
para Dios.
Y en ese momento, ante mi sombrío futuro, solo un pensamiento en
realidad vino a mi mente.
Ryan.
Ryan y sus ojos perfectos, su sonrisa amable, sus palabras
tranquilizadoras, sus manos que podían ser gentiles y rudas de maneras
deliciosas. Manos que probablemente nunca volvería a sentir. Ojos que
nunca más miraría. Una sonrisa con la que no me sentiría cálida. Palabras
que jamás escucharía otra vez.
Todo lo que me quedaba era dolor, miedo y fealdad.

Y, sin poder evitarlo, me pregunté si él incluso sabría lo que me pasó.


Era un buen hombre. Eventualmente se daría cuenta que estaba
desaparecida y no voluntariamente y me buscaría. ¿Pero me encontraría
alguna vez? ¿Habría un cuerpo para ser encontrado? ¿Sería simplemente
piezas descartadas por todas partes?

Con lágrimas una vez más escociéndome los ojos mientras miraba mis
pies, me pregunté una última locura: ¿Me echaría de menos? Era una locura
porque era irracional. Tal vez me extrañaría de una manera mínima, de una
manera “pasamos un momento interesante”. Pero las cosas eran tan
nuevas. Solo habíamos conseguido un par de días juntos. Habíamos tenido
sexo dos veces. Para un hombre como él, eso probablemente no era gran
cosa. Mientras para mí, lo fue todo. Él era todo.
Aunque creo que fue suerte tenerlo por un rato. Era menos patético
196
de decir. Una chica que creció arrastrada como un equipaje, dejada en el
olvido fácilmente cuando no la necesitaban o querían, para luego construir
una vida digna solo para perderlo todo por culpa de una enfermedad
mental y luego ser violada y asesinada brutalmente por narcotraficantes.
Al menos hubo un pequeño romance allí para animarlo un poco.
Antes del trágico final.
—Entonces, tú eres quien ha estado vigilando mis drogas durante el
último par de años, ¿eh? ¿Alguna vez te has metido algo del suministro? —
preguntó, haciendo que mi cabeza se disparará hacia arriba.
No supe de qué lugar de mí surgió, pero no pude contener las
palabras.

—No soy alguna escoria adicta a las drogas.


—Oh, ella habla —dijo Dom, sonriendo maliciosamente—. También
tiene una dulce voz. Me gusta eso. Gritan mejor. ¿Cierto Al? —preguntó,
golpeando una mano en el brazo de su hermano.
—No lo sabría —respondió Al, mirándome.
—Sí, este maldito. Jodido santurrón.

—Estoy bastante segura que no violar a las mujeres no lo convierte en


un santurrón. Solo en un ser humano decente.
Sí, no pude guardarme eso tampoco.

Aparentemente, me ponía un poco bocona cuando estaba a punto


de ser torturada y asesinada.
Al menos no saldría como un pequeño y dócil ratón. Me la había
pasado así lo suficiente en mi vida, asustada de cosas que nunca
sucedieron, asustada de estupideces, monstruos invisibles. Frente a los de la
vida real, no iba a encogerme, llorar y dejar que el miedo ganara.
—Oh, y fiera. Me gusta eso también. Veo que te gusta iniciar una
pelea —dijo, señalando a su hermano que, ahora que tenía una buena
mirada de él, parecía que había pasado un mal rato. Tenía desagradables
cortes que todavía sangraban arriba y abajo de sus antebrazos y dos más
abajo de su mejilla, gracias a mis uñas. Había un semicírculo morado en la
suave carne entre su pulgar e índice donde lo había mordido
momentáneamente, pero con toda la fuerza que tenía en mi mandíbula.

No tenía una respuesta real al comentario de Dom, así que mantuve


197
la boca cerrada, concentrándome en tratar de recordar cómo respirar y
seguir tragando la bilis que sentía arrastrándose hacia arriba de mi garganta
con cada segundo que pasaba.

Hubo un poco de ruido como unos pasos en el exterior de la


habitación y sentí cómo me tensaba a medida que se acercaban.
—Jefe —gritó alguien desde afuera de la puerta—. Él está aquí.

No.
No, no, no.

¿Por qué demonios vendría?


Tenía que haber sabido que era una trampa, que no podía salvarme.

Sabía que me amaba, pero ¿de qué serviría venir y simplemente mirar
las cosas malas que me iban a pasar? ¿Y luego salir lastimado y
probablemente matarse a sí mismo?

—Envíalo —dijo Dom y pude sentir sus ojos en mi perfil mientras me


daba la vuelta para mirar la puerta.
Luego, hubo más pasos arrastrándose y como una pesadilla de la que
no podía despertarme, entró Bry.

Su mirada ni siquiera vagó por la habitación.


Sus ojos encontraron mi cara y se quedaron allí mientras se acercaba,
alcanzando y agarrando mi mano y sosteniéndola tan fuerte que estaba
realmente preocupada por mis huesos posiblemente rompiéndose.
—Eso es muy dulce —dijo Dom, dándonos una mueca
desagradable—. ¿No es eso dulce, Ray? —preguntó.

—Será aún más dulce para él verme follar a su mujer hasta que ella
grite.
Hubo un sonido procedente de Bry que nunca antes había
escuchado. Vino desde lo profundo de su pecho y fue una especie de
trueno, algo parecido a un gruñido. Cuando llevaba su amigo a mi casa, a
veces podía ser un poco más frío e indiferente. Normalmente cuando
estaba cerca de mí, era bueno, dulce, observador y divertido. Nunca lo
había visto realmente enojado.

Pero no había error, ante ese comentario, estaba enojado. Todo su


cuerpo se sentía como si estuviera vibrando con ese sentimiento.
198
Así que cuando habló, no le importó su tono ni las palabras que dijo.

—¿Qué diablos quieres de nosotros, Dom? Has recuperado tus


pastillas. No creas que no sé fue ese maldito —dijo, señalando a Ray—, y uno
de tus otros lacayos quienes lo hicieron.

—Inteligente —dijo Dom, asintiendo—. Tengo noticias de que tus


prácticas no fueron las que acordamos. Lo que quiero contigo —dijo,
levantando una ceja—, es hacer un ejemplo para que todos los demás
sepan que no deben joder con las reglas.

—No había ninguna jodida regla sobre dónde pongo el maldito


suministro, Dom, y lo sabes.
¿Qué demonios estaba haciendo?

Miré su perfil, mis ojos se agrandaron, apretando su mano con lo cual


esperaba captara el mensaje que intentaba de transmitir con mis ojos: ¿Por
qué estás intentando que se enojen? ¡Cierra la jodida boca!
Y a pesar de conocernos la mayor parte de nuestras vidas y ser
capaces de tener conversaciones no verbales como esta, él me estaba
ignorando por completo.
—Es algo que mis otros hombres simplemente entienden.

—Bueno, ahora se ha aclarado. De todos modos, no veo cómo nada


de esto podría haber llegado alrededor Dom. A menos que Ray y su amigo
estuvieran hablando, viendo que soy el único que se ocupa de Navesink
Bank. No puedo entender por qué estoy siendo ejemplo cuando tienes
algunos chicos con la boca suelta, que es una amenaza mucho mayor para
tu organización.

—Suficiente —dijo Dom, agitando una mano hacia Bry.


Aparentemente eso fue una especie de señal no verbal porque lo
siguiente que supe fue que Ray estaba cruzando la habitación, agarrando
a Bry y tirando de él hacia un lado. Su mano apretando la mía de nuevo,
como garantía, antes de que lo perdiera por completo. Cuando traté de
alcanzarlo otra vez, Ray extendió su mano libre y me empujó, atrapándome
con la guardia baja y enviándome al suelo.

Aterricé de lado con un disparo de dolor desde mi cadera hasta el


hombro.
199
Pero apenas lo registré, toda mi atención se centró en Bry cuando fue
alejado. Cuando intentó regresar hacia mí al verme caer, el brazo de Ray
se inclinó hacia atrás y se balanceó, aterrizando sólidamente en su centro y
haciéndolo caer de rodillas, jadeando con fuerza para respirar.
—¡No! —grité, incapaz contenerme, la histeria brotando como nunca
antes.

—Cállate, perra, o tú serás la próxima.


No escuché pasos arrastrándose. No escuché a ninguno de los
hombres gritar.

No escuché nada fuera de lo ordinario.


Excepto que al siguiente segundo, una voz que no había estado en la
habitación antes, habló, rompiendo la tensión como el golpe de un látigo.
—¿Te importaría llamarme perra también? Quiero decir, tengo las
partes del cuerpo adecuadas para eso.

Y era una mujer.


En realidad, una mirada hacia ella y te dabas cuenta que no era
simplemente una mujer, era una fuerza a tener en cuenta. No era que fuera
demasiado voluminosa o abultada o intimidante. En realidad, tenía un
cuerpo femenino, perfectamente curvado, con piernas largas, un destello
de caderas y un gran par de tetas. Estaba vestida de manera algo militar
con pantalones estampados de camuflaje y una camiseta ajustada de
color piel. Tenía el cabello largo y rubio y los ojos marrones cálidos,
inteligentes y observadores. Pero había algo en ella. Había un aire de
autoridad y fuerza.

Estaba de pie en la puerta con la cabeza inclinada hacia un lado, tan


tranquila como podría estar. Como si todos los días entrara en el recinto de
un traficante de drogas.

Me preocupé momentáneamente de que tal vez se debía a que era


parte de su organización o algo así. Eso fue hasta que Dom se puso rígido
en su silla.

—¿Quién demonios eres?


—Soy Lo. Y esta —dijo, moviéndose hacia un lado y permitiendo que
otra mujer entrara. Era más joven, de cabello negro, ojos azules y estaba
cubierta de tatuajes—, es Jstorm. Y este —continuó mientras Jstorm se hacía
200
a un lado para dejar espacio en la puerta de nuevo—, es Ryan Mallick —
dijo y sentí que mi estomago se caía a mis pies.
¿Ryan?

Pero incluso mientras intentaba convencerme a mí misma de que


estaba escuchando cosas, alucinando, perdiendo mi bendita mente, él
entró.
Al igual que cuando entró Bry, no miró a los hombres en el escenario.
No miró a Bry en el suelo ni a Ray de pie junto a él. Sus ojos fueron y se
quedaron en mí. Parecían haber mil palabras en las profundidades de sus
ojos.
Pero no era el momento ni el lugar.

—¿Qué diablos están haciendo aquí y dónde diablos están mis


hombres? —siseó Dom, sentándose derecho, pero parecía rehusarse a
abandonar su improvisado trono.

—Una historia graciosa —dijo Lo, recostándose contra la puerta, tan


informal como le daba la gana. ¿Quién demonios era la mujer?—. Empleas
un grupo de ratas callejeras sin ningún tipo de entrenamiento. Me refiero al
primer hombre que me sacó un arma, la sostuvo hacia mí en un ángulo. Por
el amor de Dios. Como un gánster en una película. Ridículo. Innecesario
decir, que fueron fáciles de desarmar y controlarlos. Mi gente y la de los
Mallick los tienen acorralados en una de las otras habitaciones.
Los tenían acorralados en una habitación.

Entonces, esencialmente… ¿tenían control sobre la situación?


No iba a ser violada y asesinada.

—No eres tan patético como sonabas en el teléfono —dijo la otra


mujer, Jstorm, quien se dirigió a Bry.
—Caramba, gracias —dijo Bry, aún sonando sin aliento y me preocupé
por sus costillas.
—¿Por qué están aquí? ¿Quieres la puta chica? —preguntó Dom,
agitando una mano hacia mí y fue justo en ese momento que pensé
levantarme un poco, poniéndome de rodillas.

—Vamos a tomar a la chica —dijo Lo, con un pequeño filo en su voz—


. También nos llevaremos a tu anterior distribuidor con nosotros. 201
—Ahí es donde voy a dibujar la línea —dijo Dom, con la voz firme—. Él
es mío. Él la cagó. Voy a lidiar con él de la manera en que jodidamente
quiero.
—Es gracioso, estás hablando como si tuvieras alguna ventaja aquí.
No la tienes.
—No sé quién demonios… —comenzó Dom, levantándose de su silla
y metiendo la mano en la cintura de sus jeans.

Había visto suficientes películas para saber qué guardaba allí.


Y sabía lo suficiente sobre las probabilidades de que pudiera poner
una bala en al menos una de las otras personas en la habitación antes de
que pudieran sacar una pistola y poner una en él. Si siquiera tuvieran armas.
Sabía que Ryan era un prestamista y todo, pero estaba bastante segura que
nunca tenía un arma con él cuando estaba a su alrededor.
Pero, como el destino quiso, su mano nunca llegó a su arma.

Porque, en una acción que nunca hubiera podido predecir, sin


importar cuántas veces pudiera volver a imaginar la situación, Albert se puso
de pie y levantó una mano. Capté un destello plata antes de escuchar el
estallido.

Entonces todo el costado de la cabeza de Dom explotó.


Explotó.

El rojo salió disparado de un lado, salpicando por todas partes


mientras su cuerpo se tambaleaba y luego colapsaba.
Por mucho que le doliera a mi orgullo admitirlo, grité.

Y quiero decir… grité.


Y no me detuve hasta que sentí una mano sobre mis ojos mientras un
brazo rodeaba mi centro y me jalaba hacia atrás.
No necesité ver para saber.

Ryan.

202
17

Traducido por Myr62 y Flochi

Corregido por LizC

E
l plan que se le ocurrió a Jstorm era sorprendentemente simple.
Ni siquiera había un poco de estallido. Era una invasión corta y
seca, de desarme y contención. En serio eso era todo. Nosotros,
lo que significaba que Lo, Jstorm, el tipo que conducía cuyo nombre era
203
Malcolm, junto con una docena más o menos de personas en SUV y toda mi
familia que seguían detrás en su propio vehículo, incluida mi puta madre y
yo, salimos de los autos al unísono después de que uno de los hombres de
Lo en el todoterreno detrás nuestro salió y abrió la cerradura de la puerta
para que todos pudiéramos entrar.
Entonces Lo saltó y caminó hacia el primer chico que vio nuestra
presencia, un niño con una Glock que la sostenía en un ángulo que al
parecer Lo encontró tan divertido que echó la cabeza hacia atrás y se echó
a reír antes de que su brazo derecho atravesara su cuerpo, agarrando todo
el costado de la pistola y luego levantando su puño izquierdo en un gancho
hacia arriba en la mandíbula del hombre. Era cómico lo rápido que fue
noqueado en el suelo y Lo se posesionó de su arma.
Desde allí, todos los demás salieron de sus respectivos vehículos y me
entregaron un arma, miré hacia atrás para ver que mis padres y hermanos
habían traído las suyas, algo que casi nunca llevábamos.
Y luego simplemente nos movimos, todos conscientes de que cada
uno tenía que derrotar una amenaza antes de que pudieran gritar o
disparar, alarmando al jefe ante nuestra presencia.
Una vez que todos se encontraban en una habitación de rodillas, los
chicos y chicas de Lo y mi familia vigilándolos, los tres nos movimos por el
pasillo hacia el sonido de voces.
Si no hubiera recibido una advertencia muy severa de parte de Lo y
luego de Jstorm, esta última mucho más llena de confianza y valentía,
acerca de mantener la calma y dejar que Lo liderara, habría corrido a través
de esa habitación hacia ella.

Nunca, nunca en mi puta vida había estado tan cerca de


preocuparme por algo o alguien como había estado por ella durante las
últimas dos horas. Era una sensación de constante y abrumadora
enfermedad que lo consumía todo. Todo lo horrible de lo peor de los casos
se me pasó por la cabeza.
Al verla en ese piso, todo dentro de mí me rogó correr hacia ella,
deslizar mis manos sobre ella y asegurarme que no estaba herida en ninguna
parte.

Pero no pude.
Le debía a Lo y Hailstorm más que solo el dinero que les pagaría por
esto. Les debía mi respeto y cooperación. 204
Así que me quedé donde estaba.

Y me reconfortó el hecho de que estaba completamente vestida, ni


siquiera le habían quitado un zapato, por lo que definitivamente no había
ocurrido el peor de los casos. Y aparte de lo que parecían ser moretones en
sus muñecas y el enrojecimiento en sus ojos que insinuaban lágrimas, no
parecía haber lesiones.

Podría revisarla tan pronto como la situación fuera controlada.


El quid en cuestión era que la situación era aún un poco volátil hasta
que Dom, Albert, y Ray Cleaver fueron neutralizados.

La última cosa que podría haber esperado, sin embargo, fue un


maldito motín.
Hermano sacando a hermano.

Fue jodidamente bíblico por su sencillez.


Una bala en la cabeza y ninguno de nosotros tuvo que ensuciarse las
manos.
Lo y Jstorm levantaron sus pistolas, inseguras de la situación, mientras
Dusty gritaba, con el rostro retorcido de horror mientras se sentaba
congelada, observando cómo la bala atravesaba el cráneo de Dom,
observaba cómo la materia cerebral salpicaba por todas partes, observaba
cómo su cuerpo muerto caía al suelo. .
Y, bueno, a la mierda las reglas.

A la mierda el respeto y la gratitud.


Ella me necesitaba y tendrían que lidiar con eso.

Corrí detrás de ella, sujetando mi mano sobre sus ojos, envolviendo su


cintura con mi brazo, y arrastrándola hacia atrás, los ojos enfocados en el
hombre con la pistola.

Bry se retorció de su posición, soltando un grito de dolor y estuvo claro


que tenía una costilla rota o dos, pero lo hizo de todos modos, golpeó las
rodillas de Ray y lo envió volando sobre su espalda.
—Bien, eso ciertamente no es una pérdida para ninguno de nosotros
—dijo Lo, calmada como siempre, y me pregunté qué tipo de jodidas cosas
había supervisado y en las que había participado en su carrera para hacerla
tan imperturbable.
205
—Estaba buscando una oportunidad para hacer eso —admitió Albert,
con voz un poco áspera y supongo que matar a tu propio hermano le haría
eso a un hombre. Levantó sus manos por un segundo, mostrando sumisión,
luego lentamente bajó su arma al suelo, pateándola.
—No es que no estemos contentos de no tener que hacerlo nosotros
mismos, pero te importaría decirnos por qué.

—¿Alguna vez has conocido un verdadero cabrón… ¿Lo, cierto? —


preguntó, sentándose de nuevo—. Y no de pasada. Quiero decir
conocerlos. Partir el pan con ellos, compartir jodidas vacaciones con ellos.
¿Y tener que escuchar esa mierda, escucharlos presumir sobre toda la
mierda retorcida que han hecho? ¿Los hombres que han torturado y
matado? ¿Las mujeres a las que han violado y ordenado ser violadas? Si
tuvieras una idea de cómo era eso, lo entenderías.
—Claro, pero ¿por qué ahora? —lo presioné y fui vagamente
consciente de que Bry trepaba a Ray y comenzaba a darle una paliza. Lo
cual, bueno, no podía culparlo. Yo mismo habría golpeado al hombre.
Jstorm se movió del lado de Lo y fue a parase junto a los hombres para,
me imaginé, asegurarse de detener a Bry antes de que matara al hombre.

—No podía dejar que él pusiera sus manos sobre ella —dijo Al,
agitando una mano hacia donde todavía tenía a Dusty tirada contra mí, su
cuerpo se había derrumbado completamente sobre mí, su pecho se
sacudía de tal manera que debía estar llorando, aunque en silencio—. Es lo
suficientemente malo saber que el bastardo les hizo esa mierda a las
mujeres, pero sin saberlo en ese momento. Es completamente distinto recibir
la orden de traer a una mujer para que la golpeen, la violen y la maten.
—Pero la trajiste aquí —especificó Lo, intentando entender.

—Una vez que tuviera su pequeña audiencia con ella, me imaginé


que podría escabullirla y decir que escapó. Este lugar solo es impenetrable
desde el frente. La parte trasera del edificio está llena de ventanas y mierda
por las viejas aulas.

—Podrías haberme dejado escapar —dijo Dusty, sorprendiéndome lo


suficiente como para dejar caer mi mano. Su voz había sido fuerte,
pareciendo explotar de ella. Y, tan acostumbrado a que ella hablara tan
tranquilamente, murmurando, susurrando y expresando tímidamente su
opinión, fue impactante—. Me escapé. ¡Estaba fuera y me arrastraste de
206
vuelta!
—Cariño — dijo Albert, sacudiendo la cabeza—. Había cuatro tipos en
ese patio. Le habrían dicho a Dom que te dejé ir.

—Bien —interrumpió Lo—. ¿Y ahora qué? —preguntó mirando a


Albert.
Fue justo en ese momento también que Jstorm, con una serie de
blasfemias, trató de sacar a Bry de Ray. Cuando él no respondió a nada de
eso, ella levantó su pie con pesadas botas de combate y la estrelló contra
sus caderas, derribándolo.
—Me hago cargo. Tomas a tu gente y te vas. Nunca vuelves a oír
hablar de nosotros.

Lo frunció los labios.


—Eso podría funcionar. Solo una advertencia, estamos enviando
mensajes a todos los distribuidores locales para que estén atentos a las
nuevas personas en nuestras calles. Decir que no lo manejarán tan
amigablemente como lo estamos ahora sería un eufemismo.
—Nos mantendremos fuera de Navesink Bank —dijo Albert asintiendo
y, a pesar de no conocer al hombre de Adam, le creí.

—Permaneces a veinte kilómetros de Navesink Bank en todas las


direcciones o regresamos con una de las creaciones de Jstorm. Son de la
variedad del big bang —especificó con lo que parecía una sonrisa casi
maternal a la mujer más joven.

—Entendido —contestó Albert.


Lo mantuvo sus ojos en Al, pero se dirigió a mí.

—¿Por qué no se adelantan y se van? —sugirió, metiendo la mano en


el bolsillo y tirando una llave—. Bry , tú también. Te llevaremos al hospital una
vez que estemos de vuelta en la ciudad —agregó.

No dudé, tomé a Dusty y la arrastré conmigo, encontrándola


extrañamente poco cooperativa. Pero nos dieron una salida y yo la estaba
tomando. La llevé a través de los pasillos, inclinando mi cabeza hacia Shane
mientras me llamaba la atención cuando pasábamos por la habitación
donde estaban los miembros de Dom, y ahora los de Al.

Luego salimos y no me detuve hasta que la llevé al asiento trasero del


SUV que había conducido a Camden, cerré y bloqueé las puertas. Bry me
207
lanzó una mirada que decía que no quería hacerlo, pero que me daría unos
momentos a solas con ella y se quedaría fuera del auto.

—Dusty, cariño, respira —exigí, intentando mantener mi voz calmada,


pero más que un poco de desesperación se filtró en mi tono.
Ella ni siquiera me estaba mirando, sus ojos enormes y aparentemente
sin ver. Mi mano se extendió y presioné su estómago con fuerza.

—Respira —repetí.
Eso pareció pasar cuando ella aspiró aire con avidez, su vientre se
expandió. Sus ojos se movieron hacia mí, mirándome como si me estuviera
viendo por primera vez.
Y luego la presa simplemente… se rompió.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y pegó su cara a mi pecho, sus brazos


envolvieron mi centro con la fuerza suficiente para dificultarme respirar.
—Está bien —murmuré, con mis manos deslizándose a su alrededor,
pasando por su espalda, y a través de su cabello—. Te tengo —agregué,
tirando de ella hacia adelante y sobre mi regazo.
—¿Cómo…hiciste…? —comenzó, sollozando con fuerza de una
manera que no debería haber encontrado divertida, pero estaba viva, ilesa
y en mis brazos. Así que iba a seguir adelante y quedarme encantado por
ello.
—El inquilino del otro penthouse. Pensó que algo estaba pasando,
miró por la ventana y vio que te secuestraban. Me llamó. Llamamos a
Hailstorm. Tú viste el resto.

—¿Qué… es… Hailstorm?


—Esa es una buena pregunta —estuve de acuerdo, mirando por la
ventana delantera cuando Lo, Jstorm y Malcolm salieron primero, seguidos
cuidadosamente por mi familia y luego el resto de la gente de Lo que se
separó, y se giraron para enfrentar el edificio con armas. Retrocediendo
hacia los autos, creando una pared humana.

Preparados.
Extremadamente, altamente preparados.

Cualquiera que sea la mierda que hacía Hailstorm, apuesto a que lo


hacían bien.
Mi padre golpeó ligeramente la ventana al pasar, me hizo un gesto
208
de asentimiento y luego se fue a su SUV.

Bry se subió al otro lado del asiento trasero, Jstorm pasó a nuestro lado
a otro SUV y Lo y Malcolm también entraron.

Entonces, como si acabáramos de parar para una cena rápida, todos


arrancamos y nos fuimos.
En cuanto a mí, no respiré hasta que volvimos a la calle principal.
Como si todos estuvieran afligidos de manera similar, nadie más pareció
inclinado a romper el silencio tampoco.

No fue hasta que salimos de las líneas del condado antes de que
alguien finalmente lo hiciera. Y ese alguien, como era de esperarse, fue Bry.

—Hola, Sunshine —dijo en voz baja, extremadamente vacilante,


usando su odiado segundo nombre. Sabía que él se sentía culpable.
Aunque, en realidad, era simplemente una situación imposible y ella,
después de todo, estaba bien—. No te enojes conmigo, Dust —pidió,
necesitado y desesperado por ser perdonado.

—No estoy enojada contigo —murmuró contra mi pecho.


—Ni siquiera puedes mirarme —señaló.

—Te estuve mirando mucho allí. Intenté comunicarte en silencio que…


—Cerrara mi jodida boca antes de que nos mataran a los dos —
completó Bry, asintiendo, asomando su cabeza para mirarlo—. Lo sé.

—Y sin embargo…
—Sabía que no iba a pasar nada, Dusty. No te pondría en peligro a
propósito. Maldición, me conoces mejor que eso. Yo solo… ese hijo de puta
hizo que los hombres te golpearan y te sacaran de tu pequeño refugio
seguro. ¿Y luego, encima de todo, te secuestraron? No podía quedarme allí
como una perra y no decir nada al respecto.
—Yo también hablé con Dom, así que supongo que no te puedo
culpar —dijo ella, limpiándose las mejillas, sin siquiera intentar alejarse de mí
y no lo habría permitido de ninguna otra puta manera.
—¿Tú? —preguntó Bry exactamente lo que me estaba preguntando—
. No le hablas a nadie.

—Aparentemente cuando la gente hace bromas sobre violarme, lo


hago. 209
Pude ver a Bry palidecer, probablemente sintiendo la misma
sensación de hundimiento en su interior ante la idea de que ella tuviera que
escuchar esa mierda.
Hubo una tensa y larga pausa mientras Bry la miraba, con el ceño
fruncido.
—No te estás asustando —observó, pareciendo completamente
confundido por ello.

—He estado, ah, acostumbrándome a ser arrastrada en contra de mis


deseos —admitió con una temblorosa sonrisita mientras me miraba.
—¿Recuerdas la última vez que estuviste fuera? —le preguntó Bry,
llamando mi atención y la de ella también mientras lo miraba—. Salimos a
almorzar tarde porque era cuando el restaurante estaba prácticamente
vacío y pensamos que eso estaría bien.
—Bry… —dijo ella, negando con la cabeza, obviamente sin estar feliz
con el recuerdo.
—La manera en que estabas temblando y esa expresión de completo
terror en tus ojos, Dusty, nunca pensé que te vería de nuevo fuera sin esa
expresión. Y aquí estamos luego de ser secuestrada y ni siquiera tienes esa
expresión. —Se detuvo allí, exhalando profundamente y echándome un
breve vistazo—. Tengo que agradecerte por eso —me dijo, aceptando una
realidad que yo sabía lo estaba matando. Yo era bueno para ella. La ayudé
donde él no pudo—. Estoy feliz por ti —agregó mientras volvía a mirarla, sus
ojos transmitiendo un mensaje de la manera que solo los hermanos o viejos
amigos podían, algo que no pude descifrar, pero tuvo a Dusty estirando la
mano, dándole un apretón antes de volver a bajarla y apoyándola en mi
pecho.
Fue entonces que vi a Lo.

Se había girado completamente en su asiento y nos observaba, una


extraña sonrisita extravagante en su lugar.
—Oh, no se preocupen por mí —dijo ella, negando con la cabeza—.
Necesito un poco de palomitas o algo así. Me encanta un buen romance.
¿Por qué nadie se está besando? —agregó con una risa burlona.
Al parecer, la jodida jefaza ruda de Hailstorm, Lo, que acababa de
negociar un trato que salvó a dos personas que me importaban luego de
210
neutralizar a toda un apandilla y ver a un hombre ser asesinado, sin siquiera
parpadear, era una jodida romántica.
Quién lo hubiera pensado.

—Entonces, ¿ahora qué? —preguntó cuando todos se sentaron un


poco incómodos ante su comentario anterior—. Quiero decir, supongo que
ustedes dos harán lo de felices para siempre —comentó, sonriendo hacia mí
y Dusty—. Quiero una invitación a la boda, por cierto —agregó y Dusty se rio,
provocándome una sonrisa—. Pero, ¿qué hay de ti? —le preguntó a Bry.

Ante eso, él soltó un pequeño resoplido.


—Como si fuera a saberlo. No tengo ninguna otra habilidad.

—Eh, tonterías —dijo Dusty, negando con la cabeza—. Tienes muchas


otras habilidades que podrías usar. Traficar fue la salida fácil y lo sabes.
—Sí, y no es por nada —intervino Lo—, pero de ninguna manera los de
la Calle Tres o Lyon van a querer tener algo que ver contigo. Entonces tu
presunta carrera en Navesink Bank está acabada. Es hora de encontrar una
manera legítima de hacer dinero.
Con eso, como si sintiera que Bry necesitaba un minuto, Lo se giró y
encendió la radio. Bry miró por la ventana.

Me incliné, presionando un beso a un lado de la cabeza de Dusty.


—¿Te encuentras bien? —murmuré, dándole un apretón.

Respiró hondo y giró su cabeza por lo que estuvo contra mi cuello,


poniendo un dulce beso allí.
—Lo estoy ahora.

—No debí dejarte —agregué, sacudiendo la cabeza.


Pude haber tenido la reunión en el hotel y pedido a Dusty que se
quedara en la habitación o haber tenido la reunión en el maldito pasillo.
Estúpido movimiento.

Pero sabía que si ella se quedaba dentro, estaba a salvo.


Nunca pude haber predicho que ella saliera.

—Me diste compañía —me dijo Dusty, alzando la mirada, dándome


una sonrisa divertida. Eso decía mucho. Pasó un buen momento con Fee y
Lea.
211
—¿Te divertiste con las chicas?

—¿Es posible que no lo hiciera? Fee es entretenida —dijo, sacudiendo


la cabeza.

—Espero provisiones pronto.


—Ya conseguí un par.

—Oh, ¿sí? ¿Qué conseguiste?


—Solo pijamas, cosas de chicas, comida chatarra y…
Dejó sin terminar la frase, sus mejillas poniéndose de un leve tono rosa
y supe que tenía saber si le provocaba esa reacción.
—¿Y?

—Y —apretó sus labios, pensando, luego me mostró una sonrisa—,


probablemente podamos llenar nuestra pecera —terminó y me reí entre
dientes.
Fee y sus condones.
—Las siguientes provisiones probablemente requerirán baterías —le
dije, sabiendo que era jodidamente cierto. Cuando ella y Lea se volvieron
amigas, Fee la había arrastrado a la tienda de juguetes sexuales a recoger
un vibrador. Así era Fee.
—Oh, bueno. Ya… —comenzó a admitir antes de detenerse, mirando
alrededor tímidamente, sumamente consciente de que teníamos una
audiencia. Pero nadie estaba prestando atención.

—Oh, ¿en serio? —le pregunté, sintiendo de alguna manera una


inapropiada excitación ante la idea—. ¿Dónde puedo encontrar esos
artículos, en tu apartamento? Debes tener las cosas importantes con
nosotros, ¿cierto?

Ante eso se rio y no pensé que conseguiría más. Pero luego se inclinó
un poco, sus labios rozando mi oreja y me dijo:

—Segundo cajón de la mesita de noche.


Era un momento muy inoportuno para que mi pene se pusiera duro.

Pero lo hizo de todas maneras.


A juzgar por la manera en que sus ojos se calentaron un poco, lo sintió. 212
—Dusty —llamó la voz de Bry, haciéndola saltar como si hubiera sido
atrapada y supe con absoluta certeza que ella estaba mojada por solo
pensar en mi polla. Lo que, bueno, me puso más duro.
—¿Sí? —preguntó Dusty, su voz con el más leve toque de falta de aire
que él no sabía a lo que se debía, pero seguro como el infierno que yo sí,
deseo.
—¿Cómo demonios te sacaron del hotel? —le preguntó Bry lo que me
había estado preguntando por horas, pero estaba demasiado aliviado con
su presencia para recordar preguntar.

Lo se giró un poco en su asiento también, interesada. Durante el


trayecto, toda la historia se desarrolló, incluyendo los fragmentos sobre Dusty
siendo agorafóbica.

—Recibí una llamada que supuestamente era del hospital —


comenzó, sacudiendo su cabeza como si hubiera sido en verdad estúpida
y, recordarlo, fuera vergonzoso—. Dijeron que era tu contacto de
emergencia —dijo, refiriéndose a Bry—, y que habías recibido un disparo. Ni
siquiera me detuve a pensar en lo estúpido que era eso, cómo de ninguna
manera iba a ser yo tu contacto de emergencia. Solo… corrí. Ni siquiera
terminé de escuchar a la persona en el teléfono. Solo salí de allí y… bueno…
estaban contando con ello.
Bueno, eso tenía mucho sentido.

Claro que tenía que ser algo así, algo que involucrara a una de las dos
personas que la amaban lo suficiente para quedarse a su lado. Ella no
podría irse para salvarse a sí misma, pero era del tipo que podía reunirse en
apoyo e irse con tal de estar junto a alguien que estuvo siempre para ella.
—Lo eres —interrumpió la voz de Bry un largo silencio mientras todos
digeríamos su historia.
—¿Soy qué? —le preguntó Dusty, la cabeza ladeada.

—Eres mi contacto de emergencia. Siempre lo has sido.


Probablemente siempre lo serás.
—Aunque yo no pueda… —comenzó a decir Dusty, solo para ser
interrumpida.

—El contacto de emergencia es a quien quieres que informen si algo


te sucede, que te conoce y te desea lo mejor. ¿A quién diablos voy a poner?
¿A mi familia que no ha estado en años? Eres tú, Dusty. Siempre lo serás.
213
Pensé que incluso si no puedes dejar el apartamento, podrías decirles por
teléfono que dejen en paz mi maldito enchufe si alguna vez se llegaba a
eso. Nadie va a desconectarme.
Ella le sonrió, gustándole que él confiara lo suficiente con eso. Se
quedó en silencio por un largo rato, mirando a su regazo.

—Oye, ¿Bry?
—¿Sí? —preguntó respondiendo, alzando la mirada, de pronto
pareciendo como si los eventos del día estuvieran pasándole factura,
haciéndolo parecer pálido y cansado.
—Tal vez, como en… una semana o dos… podamos intentar lo del
restaurante de nuevo y ver si las cosas… son mejores esta vez. Quiero decir,
sin ninguna promesa, pero…

—Dos cosas —la interrumpió de lo que seguro se trataba de un


divague inseguro y tímido—. Primero, el restaurante cambió de propietarios
y la comida es el tipo perfecto de mierda: toda grasa y azúcar. Segundo,
jamás tienes que intentar prometer algo. Lo sabes.
—Lamento interrumpir el pequeño momento que todos están
teniendo —dijo Lo, sonriéndonos—. Pero aparte de dejarlo a él en el hospital
—dijo, inclinando su cabeza hacia Bry—, ¿a dónde dejamos a los demás?
—En Chaz’s —respondí de inmediato, dado que ahí era donde estaba
mi auto.

—Muy bien —dijo Lo, volviéndose a girar al frente a medida que nos
acercábamos a la ciudad.
—¿A dónde vamos? —preguntó Dusty, pareciendo tan cansada
como me estaba sintiendo en ese momento.

—Creo que a otra noche o dos en la residencia, solo para estar


seguros. Luego, podemos regresar al apartamento. Lo siento, es solo que…

—No lo sientas. Me gusta la residencia —dijo, mostrándome una


sonrisa nostálgica—. Siempre tendré un par de buenos recuerdos de ese sitio.
Aprendiendo de ella, me incliné para que mis labios rozaran su lóbulo.

—En cuanto estés de ánimos, te daré un par más —le prometí.


Su brazo se tensó a mi alrededor y volvió a hundir su cabeza.

Dejamos a Bry con una invitación para registrarse en la residencia por


214
la mañana. Lo nos llevó a Chaz’s donde puse a una Dusty medio dormida
en mi auto, agarrando algo de la guantera, luego llevándolo y
entregándoselo a Lo.

—¿Qué es esto? —preguntó, tomándolo.


—Diez grandes. En verdad aprecio esto, Lo. Y agradece a Jstorm
también de mi parte —agregué—. Tómalo —insistí cuando pareció que
estaba dudando—. Sin ofender, pero no quiero deberle a Hailstorm. Creo
que ha habido suficiente locura en nuestras vidas ya.
—Entendido —coincidió, arrojándolo por la puerta abierta de su SUV—
. Pero si alguna vez nos vuelves a necesitar, no lo dudes.

Con eso, se subió y marchó.


—No puedo decir que disfrute cuántos problemas traen las mujeres
que escogen traer a esta familia —dijo papá mientras se acercaba—, pero
lo mantiene a uno joven, supongo —agregó, dándome una palmada en el
hombro.
—Papá…
—Ahora no —dijo, negando con la cabeza—. Tienes una mujer que
llevar a casa y poner cómoda. Nos pondremos al día una vez que las cosas
se hayan tranquilizado.
Con eso, arrojó un brazo alrededor del hombro de mi madre y se
fueron.

—Recibí dieciocho mensajes de Fee sobre cuánto le agrada Dusty —


dijo Hunter, ondeando su teléfono en mi dirección—. Y luego veinticuatro
preguntando actualizaciones cuando nos fuimos.
—Te tomaría el pelo por eso —acordó Shane, bajando la mirada a su
propio teléfono—, pero tengo doce mensajes de Lea, así que no puedo
decir ni mierda. Bueno —dijo, inclinando su cabeza hacia mí—, fue divertido.
Nada como una pequeña invasión y asesinato para mantener a los
hermanos unidos. Pero tengo una mujer en casa que necesita algo de, ah,
consuelo. Nos vemos luego.

Hunt también se despidió, lo que me dejó con Eli y Mark.


—No tengo una mujer en casa, pero estoy pensando que al menos
hay… diez mujeres en Navesink Bank ahora que podrían necesitar algo de
consuelo, ¿cierto? —preguntó, dándome una inclinación de cabeza y entró
a Chaz’s que, a pesar de que todos sus dueños se habían ido en una
215
pequeña misión, seguía abierto. Negocios como siempre.
—Es una buena mujer, Ry —me dijo Eli, asintiendo, luego siguiendo a
Mark dentro del bar. Aunque probablemente no estaba en busca de una
mujer, una inevitablemente lo encontraría.
Al parecer, había algo sobre Eli.

En cuanto a mí, bueno, planeaba llevar a mi mujer a casa.


Y consolarla.

Ese era el plan, de todas maneras.


18

Traducido por Kalired y Flopy Durmiente

Corregido por LizC

V
agué dentro y fuera de la conciencia en el asiento delantero
de Ryan mientras hablaba con un gran grupo de personas, dos
de los cuales eran obviamente sus padres. Su padre se veía
como sus hijos con un par de años encima.
216
No debería haber podido dormir.

Con mi ciclo habitual de ansiedad, cualquier pequeño contratiempo


en la vida me dejaba dando vueltas y obsesionándome durante horas y
horas hasta que mi cuerpo estaba demasiado cansado para dejar que mi
cerebro lo mantuviera despierto.

Pero aquí estaba después de un día, en realidad una semana, en el


infierno y estaba quieta tan feliz como un arropado bebé.
Eran muchas las cosas que tendría que pensar. Al final.

El golpe de la puerta de Ryan me había despertado y le envié una


sonrisa adormilada cuando su mano se dirigió a mi muslo y apretó.
Y luego condujo.

Y todo estaba bien.


Hasta que pasamos nuestro edificio de apartamentos y lo recordé.

—Para —siseé, levantándome en mi asiento.


—Cariño, ¿cuál es el…
—Oh, Dios. De acuerdo. Está bien. Um… teléfono. Necesito tu teléfono.

—Está bien —me dijo, deteniendo el auto a un costado y me lo dio de


su bolsillo—. Aquí, pero ¿qué está pasando?
—¿Cómo pude olvidarlo? —Me maldije, marqué el número en el
teléfono y presioné—. Probablemente ya ha presentado un informe policial
—agregué.
—Tu tío —concluyó Ryan mientras escuchaba.

—Contesta tu teléfono —gruñí mientras iba al correo de voz. Colgué y


marqué nuevamente. Nada.
—Dusty, ¿cuál es su dirección? —me preguntó Ryan con calma,
haciendo que mi boca se abriera un poco y escapara una risita extraña e
histérica.
Dirección.

Correcto.
Porque podríamos simplemente… ir hasta allá.

Había pasado tanto tiempo desde que esa era mi realidad que de
hecho había olvidado que había otra manera de contactarlo que solo por
217
teléfono.
Así que le di a Ryan la dirección, solo tres calles más adelante, y nos
detuvimos frente a una casa que literalmente no había cambiado nada
desde que estuve ahí. El ladrillo era rojo como siempre. Las contraventanas,
las molduras y las puertas eran todas de un blanco nítido porque mi tío creía
en mantener su lugar.
Sentí una oleada de nostalgia cuando cada uno alcanzó nuestros
mangos al mismo tiempo, cuando Ryan tomó mi mano mientras
caminábamos por el sendero, mientras levantaba mi mano para llamar. Un
pequeño y extraño mareo brotaba en mi vientre, entusiasmada con la idea
de que pudiera verme de nuevo, fuera de mi apartamento.

La luz exterior se encendió y la puerta se abrió.


Y ahí estaba mi tío Danny.

Había un parecido en el aspecto a alguien prudente.


Era alto y algo delgado, con el cabello rubio un corte algo a la moda.
Tenía ojos verdes como los míos, pero un poco más oscuros. Siempre del tipo
casual, estaba en jeans y una camiseta blanca.
—¡Jesucristo! —explotó tan pronto como sus ojos se posaron en mí. Ni
siquiera hubo una vacilación antes de acercarse y arrastrarme contra su
cuerpo, envolviéndome con fuerza. Era el tipo de afecto que no me ofrecía
a menudo y, por lo tanto, era una prueba de lo preocupado que había
estado—. Tu apartamento fue destruido —dijo en mi cabello.
—Me robaron hace un par de días —admití, sintiéndome muy
culpable. Mientras que él había sido todo lo que tenía en el mundo durante
mucho tiempo, yo también era todo lo que él realmente tenía. Por lo menos
a lo que respecta a relaciones cercanas.
—Estás afuera —dijo, como si se diera cuenta del significado de eso
por primera vez, tirando hacia atrás, mirándome. Su cara se endureció y me
di cuenta que todavía tenía rasguños, moretones y un poco de hinchazón—
. Tu cara.
—Obviamente, estaba en casa cuando entraron —le dije, odiándome
por no dar toda la verdad, pero comprendiendo que habría un momento y
un lugar para eso y que no era este—. No eran tímidos en golpear a mujeres.
218
Por suerte para mí, Ryan intervino —le informé, retrocediendo y haciendo un
gesto hacia él, haciendo que los ojos de mi tío se apartaran de mí por
primera vez—. Ryan, este es mi tío, Danny. Tío Danny, este es Ryan.
Se estrecharon las manos e hicieron una evaluación masculina por un
minuto.
— Te debo una —dijo mi tío asintiendo.
—Creo que te debo más —dijo Ryan, haciendo que mis cejas y las de
mi tío se unieran en confusión. Pero luego el brazo de Ryan se movió y me
rodeó la parte baja de la espalda, tirándome de lado.
—Ya veo —dijo el tío Danny, asintiendo—. Bueno, entra. Necesito
escuchar dónde demonios estabas cuando fui a tu lugar.

Nos invitó a entrar y casi me reí cuando me di cuenta de las similitudes


entre Ryan y Danny. Ambos lugares gritaban “soltero” con sus tonos oscuros
y resistencia a los adornos.
—¿Alguna posibilidad de que seas el Ryan que vive al otro lado del
pasillo de Dusty? —preguntó, moviéndose por el lugar y yendo a la nevera,
agarrando tres cervezas y repartiéndolas.
—Ese sería yo.

—Me disculparía por todos los papeles de “Lo siento no te


encontramos”, pero nunca vacías tu puto buzón.
—Me parece bien —estuvo de acuerdo Ryan, riéndose un poco
cuando tomó la cerveza de mis manos, de la que no podía quitarme la tapa
y lo hizo.

—¿Es reciente? —me preguntó el tío Danny, apuntando entre nosotros


mientras se recostaba en su silla.

Una cosa que siempre me había gustado de mi tío cuando crecía y


empecé a salir fue que… nunca se volvió "papá" conmigo o con mis novios.
De hecho, cuando tenía unos dieciséis años, tiró una caja de condones en
mi cama y me informó: Sé que vas a una cita. Hazte un favor a ti y a tu viejo
tío y asegúrate de que siempre sea seguro.

Eso fue todo.


Nunca intentó asustar a los muchachos que vinieron a recogerme o
219
incluso los interrogó. Simplemente se fue con eso, entendiendo que era solo
una parte de la vida. Ya no era una niña pequeña y haría lo que quisiera sin
importar sus opiniones. Así que las guardó para sí mismo.
—Sí —admití.

—Desde Navidad —agregó Ryan.


Danny asintió, tomando un trago de su botella.

—Muy bien, ¿cuánto tiempo llevas saliendo de tu apartamento sin


que yo lo sepa y por qué no me lo habías dicho?
Sonreí ante el abrupto cambio en la conversación. La fase de
“conocer al novio” había terminado.

—Supongo que desde el día anterior a la víspera de Año Nuevo —le


respondí, pensando que era lo más cercano posible a la verdad—. Pero solo
fue… al otro lado del pasillo porque mi apartamento estaba, bueno,
destrozado.

Danny asintió, aceptando eso.


—¿Por qué hoy?

Ryan me miró, con una ceja arqueada, como si se estuviera


preguntando qué iba a decir para que eso no le preocupara.
—Me reuní con las cuñadas de Ryan y luego Bry, él y yo salimos a dar
un paseo en… auto. Entonces recordé que no te llamé y paré aquí. Lamento
haberte preocupado
—Genial, cualquier preocupación que haya pasado valió la pena
verte en mi puerta.

Sentí que mi corazón se apretaba con fuerza en mi pecho ante eso y,


no pudiendo detenerme, volé hacia él, aterrizando en su regazo como la
niña que solía ser siempre. Y sus brazos me rodearon como siempre lo habían
hecho, un poco vacilantes al principio, pero luego apretados y
tranquilizadores.

—No creo que alguna vez te haya agradecido por estar siempre a mi
lado —le dije en voz baja. Sabía que probablemente se lo contaría a Ryan
en algún momento, pero este momento era para mí y mi tío.

—No tienes nada que agradecerme, niña.


—No me refiero a cuando era pequeña, aunque también lo hago. Me
220
refiero a los últimos años. Sé que no fue fácil para ti verme con mis
dificultades. Tú y Bry… fueron los únicos que se quedaron a mi lado. De
verdad te agradezco más de lo que te dije.
—Detente —dijo, siempre del tipo de sentirse incómodo con
demostraciones abiertamente emocionales. Tal vez eso era algo que había
aprendido de él—. Eso es la familia —agregó, encogiéndose de hombros—
. Ahora, arriba —exigió, dándome palmaditas, obviamente habiendo tenido
suficiente afecto como para durar el día o el mes o el año.
Hablamos un par de minutos más, terminamos nuestras cervezas,
luego nos despedimos. Era tarde y mi tío tenía que levantarse al amanecer.

—Le gustas —le dije a Ryan cuando subimos al auto y nos alejamos.
—Apenas hablamos, cariño —dijo, sacudiendo la cabeza.

—Lo sé. Pero de todos modos no es tan hablador. Además, tú eres


quien me sacó de mi apartamento.

—Debido a una fuga de gas, un asalto y luego un secuestro —dijo,


mirando por un segundo con una sonrisa irónica.
—Sí, bueno, no lo sabe, ¿verdad? —agregué con mi propia sonrisa
cuando nos detuvimos en el estacionamiento del hotel.

Ryan aparcó y rodeó el auto para llegar a mí. Hubo una breve y
nauseabunda puñalada de incomodidad cuando pasamos por el lugar
donde me habían secuestrado. Como si lo sintiera, su mano alcanzó la mía
y la apretó con fuerza. No la soltó hasta que estuvimos a salvo detrás de la
puerta del ático.

—¿Bañera? —me preguntó, ya conociendo mis ritmos.


—Dios, sí —admití, deseando lavarme un día lleno de miedo y
preocupación y las manos de otros hombres fuera de mí.
—¿Compañía? —preguntó, inclinando la cabeza hacia un lado—. No
puedo prometer que mantendré mis manos quietas —agregó, con los ojos
un poco calientes.

—No puedo prometer que no voy a disfrutar eso —contesté sonriendo.


Nunca he compartido una bañera con un hombre antes. Duchado,
claro. Pero por lo general fue apresurado “ambos llegamos tarde y
necesitamos ir al trabajo y dejar de acaparar toda la maldito agua
caliente”, ese tipo de cosas poco sexys. Nunca había sido mucho de usar la
221
bañera en mi antigua vida. Tenía demasiadas cosas que hacer, no tenía
tiempo suficiente para descansar en una bañera. Además, mi bañera
apestaba.

Sin embargo, tuve la sensación de que en realidad lo disfrutaría


mientras entraba y llenaba la bañera, llenándola de burbujas y pétalos de
flores, sonriendo un poco con añoranza.

—Podría ser un poco incómodo si soy el único jodidamente desnudo


en la bañera—anunció Ryan, volviendo mi atención al costado donde lo
encontré de pie con solo sus calzoncillos negros, con una ceja levantada.
—Oh, cierto —le dije, sacudiendo la cabeza a mí misma. Una ola de
ansiedad completamente ridícula surgió en mi estomago mientras
alcanzaba el borde de mi blusa. Este era un hombre que me había visto
desnuda. Varias veces. Había tocado y besado y lamido casi todo mi
cuerpo. Era tonto sentirme insegura.

Pero, me recordó mi ansiedad, siempre feliz de jugar al abogado del


Diablo, es diferente cuando es en el calor del momento y las ropas vuelan y
las hormonas están descontroladas y lo único que puedes pensar es en tener
un orgasmo. Esto era completamente diferente.

—¿Qué te parece si yo lo hago? —preguntó Ryan, apartando mis


manos, agarrando la blusa, y quitándomela. Apenas hubo una pausa antes
de que sus dedos encontraran mi botón y cremallera bajando la tela por mis
piernas.

Luego hubo una pausa, sus dedos trazaron gentilmente mi cadera, mis
costillas, y mi espalda. Abrió mi sostén y lo dejó caer. Casi simultáneamente,
extendí mis brazos para bajar su bóxer y él bajó mis bragas y ambos
estábamos desnudos.

Ryan no se detuvo; se volteó y entró a la bañera, extendió su brazo y


tiró de mí para que entrara también.
—Podría acostumbrarme a esto —me dijo, atrayéndome contra su
pecho, sus piernas junto a las mías, sus brazos cruzados sobre mi pecho y
abdomen, sus labios presionados gentilmente contra mi sien.
Y no podía estar más de acuerdo.

Podría acostumbrarme a esto.


—Háblame —demandó suavemente, su mano rozando gentilmente
222
mi abdomen. No era sexual, pero tenía el mismo impacto como si lo fuera
de todos modos. Mi cuerpo no podía ser tocado por el suyo sin recibir las
señales equivocadas.
—No tengo nada que decir —murmuré, girando mi cabeza para
descansar el costado de mi rostro contra su pecho.

—Cariño, fuiste estafada, secuestrada, tomada como rehén,


amenazada, y salvada ¿y no tienes nada que decir?
—En realidad, no —dije, sonriendo un poco cuando bufó.

—¿Cómo terminaron así tus muñecas? —me preguntó, moviendo su


dedo contra una de mis muñecas, haciéndome desviar la mirada.

Como sospechaba, se veían mucho peor que la última vez que las
había mirado. Cada una estaba rodeada por una franja de un profundo
azul y púrpura, indiscutible por lo que era.
—Albert estaba atrás conmigo y yo, um, estaba intentando
escaparme y él me sujetó.
—Si que le diste su merecido. Esos rasguños se veían brutales.

—También lo mordí —añadí, sonriendo un poco.


—Buena chica —dijo, comenzando a mover sus manos hacia arriba y
abajo por mi cadera en un delicioso ritmo y sabía que era absolutamente
para provocarme—. ¿No quieres preguntarme nada? —preguntó mientras
trazaba el lugar que unía mi muslo con mi cadera.
¿Además de cuando iba a mover su dedo hacia dentro y terminar el
tormento?

—Nada que se me ocurra —murmuré, abriendo mis piernas


ligeramente, invitándolo.
—Bien entonces, si ya terminó la conversación… —dijo mientras
finalmente movía su dedo hacia dentro, acariciando mis pliegues y frotando
mi clítoris con perezosa exploración.
—Ryan… —gemí, hundiendo mis uñas en sus muslos mientras él
mantenía el imposiblemente lento ritmo, moviéndome hacia arriba
exasperantemente lento.
—No aún —dijo, besando mi frente. 223
—Por favor —le supliqué, levantando mis caderas contra su mano,
intentando acercarme.
—No-oh. Ya lo hemos hecho duro y rápido. Quiero intentarlo lento y
dulce.

Por más agradable que sonaba lento y dulce, mi cuerpo no quería oír
nada al respecto; solo quería satisfacción.
Con solo un pensamiento en mente, usé sus rodillas para impulsarme,
girándome para mirarlo mientras salía de la bañera y tomaba la toalla,
envolviéndome con ella.
—Bueno —dije, forzándome a decir las palabras e intentando
duramente no sonrojarme—, puedes quedarte aquí y hacer la cosa dulce y
romántica, ser romántico contigo mismo un poco…
—¿O? —preguntó, sonriendo perversamente y, en ese ángulo,
mirando hacia abajo, pude ver lo duro que estaba.
—O podrías venir a la cama y hacerlo duro y rápido —sugerí,
asegurándome que mis pies estuvieran secos para no arruinar mi descarada
salida cayendo sobre mi trasero, y me fui de la habitación.
Oí la cascada de agua cuando él se levantó y me obligué a no mirar
atrás mientras me dirigía al dormitorio donde me sequé apresuradamente lo
más rápido posible y me deshice de la toalla.

—No —dijo Ryan mientras me dirigía a la cama.


—¿No? —pregunté, girándome para verlo saliendo, igualmente seco
a medias y completamente desnudo.

—La cama es para lento y dulce. Tú quieres rápido y duro —me


informó, caminando justo frente de mí y hacia el área principal de la casa.

Plenamente consciente de que no había cortinas en las ventanas del


suelo hasta el techo en el área principal de la casa, tomé una de las camisas
blancas de Ryan y me la puse antes de seguirlo. Solo para encontrarlo justo
frente a dichas ventanas sin cortinas, mostrando absolutamente nada de
vergüenza.

—Um… —comencé, retrocediendo un paso hacia la habitación.


—Ven aquí —dijo, su voz ronca de deseo.
224
—Tal vez lento y dulce puede funcionar —le dije, sintiendo una
necesidad casi abrumadora de correr hacia la cama y esconderme debajo
de las mantas.

—No-oh, tú elegiste —señaló, volteándose para mirarme, sonrisa


perversa en sus labios, ojos ardientes, pene duro. Sentí una inconfundible
tirantez en mi sexo en respuesta cuando extendió su mano hacia mí—.
Cariño —añadió cuando en vez de ir directamente hacia él, me dirigí hacia
la sala de estar.

—Solo necesito algo —dije, yendo por la enorme caja que Fee había
dejado y agarrando un condón en un desagradable envoltorio amarillo
brillante.
—Este asunto de la camisa —dijo cuando me detuve frente a él—. ¿Es
algo decisivo?
Cuando vacilé en dar una respuesta, mis muñecas fueron sujetadas y
empujadas contra la ventana tras de mí. Antes de que pudiera preguntarme
si la ventana era lo suficientemente fuerte para sostenerme o no, él agarró
el borde de la camisa y la empujó hacia arriba. Pero cuando estaba sobre
mi cabeza, no soltó mis brazos. La empujó bruscamente hacia abajo y
atrapó mis brazos con ella.
Antes de que pudiera notar lo que intentaba hacer, él estaba de
rodillas ante mí, golpeándome contra la ventana, levantando mi muslo, y
presionándolo contra ella. Cuando el terror invadió mi estomago ante la
posibilidad de caer en picado hacia mi muerte, agachó su cabeza y su
boca succionó mi clítoris y todos los pensamientos escaparon de mi mente.
Completamente atrapada, no había nada que pudiera hacer
excepto dejarlo devorarme, torturándome con sus labios y lengua mientras
me agasajaba. Insertó dos dedos profundamente dentro de mí y comenzó
a moverse, rápido, implacable.
Pero antes que el orgasmo que tenía mi sexo tensándose pudiera fluir
sobre mí, él soltó mi pierna, se puso de pie, se puso el condón y me dio vuelta
para que enfrentara la ventana, mi cuerpo desnudo a plena vista para
cualquiera del otro lado del rio con buena visión o un mediocre telescopio
para ver.
Sus pies separaron los míos.

Luego sentí su pene deslizándose entre mis pliegues, golpeando mi


225
clítoris, y haciéndome soltar un fuerte gemido.
Sus manos se deslizaron por mi espalda, hacia donde la camisa estaba
extendida de hombro a hombro, y presionándome ligeramente hacia
delante, haciendo que arqueara mi trasero hacia él y mi rostro solo a unas
pulgadas del vidrio. Sus dedos se enredaron en la camisa, sujetándola en sus
manos, apretando fuertemente así no había manera en la que pudiera
escapar sin importar lo mucho que forcejeara.

Luego su pene entró y me golpeó profundamente con una dura


embestida.
La fuerza en eso hizo que mi cuerpo se tambaleara hacia delante,
pero él tiró de la camisa y me sostuvo en mi lugar mientras empezaba a
embestirme, fuerte, duro y rápido, justo como lo pedí.
Mi orgasmo creció imposiblemente rápido, debilitando mis rodillas y
atrapando mi respiración en mi garganta.

—Eso es —gruñó, sintiéndome estrechándome alrededor de él—.


Córrete.
Y lo hice, gritando, literalmente gritando su nombre mientras lo hacía.

Él me embistió durante ello, prolongándolo, extendiéndolo todo lo


posible. Pero se detuvo y me calmé, aún estaba duro dentro de mí.
Luego, como si respondiera la pregunta que no hice, salió de mí lo
suficiente para que me diera vuelta, luego se deslizó lentamente dentro
nuevamente, tan jodidamente lento que pude sentir cada centímetro
mientras lo hacía. Empujó mi pierna hacia arriba, envolviéndola en su
cintura, luego me liberó de la camisa en la que había estado atrapada, mis
brazos envolviéndolo automáticamente.

Deslizó su mano hacia mi trasero, forzando mi otra pierna alrededor


de su cintura, y sosteniéndome mientras caminaba a través de la sala de
estar hacia el dormitorio. Sus rodillas fueron a la cama y luego su cuerpo se
curvó sobre el mío mientras me recostaba, todavía dentro de mí, nuestros
cuerpos jamás perdiendo el contacto.

Apoyado sobre sus antebrazos, se inclinó hacia abajo y presionó sus


labios contra los míos gentilmente, pude sentir la dulzura hasta mi alma.
—Lo tuviste a tu manera —dijo, retirándose de mí lentamente y
presionándose igual de lentamente dentro—. Ahora lo haremos a mi modo
—me dijo, dando otro perfecta y consumidora penetración.
226
Entonces me tuvo a su manera.

Y para cuando sentí mi orgasmo creciendo, había decidido que


también era mi modo.
Demonios, lo tendría de cualquier manera que él quisiera, duro y
rápido o lento y dulce y cariñoso.

Gemí en su cuello mientras me venía y él maldijo en el mío cuando lo


hizo.

Perfecto.
Me dejó por un momento antes de regresar, cubriendo mi cuerpo con
las mantas y atrayéndome contra su pecho, deslizando sus manos por mi
cabello y mi espalda.

—¿Qué? —le pregunté, sintiendo que había algo hundiéndose en el


silencio.

—Los lobos han dado marcha atrás —dijo crípticamente, haciendo


que me impulsara para mirarlo.
—¿Los lobos? —pregunté, frunciendo mis cejas.

—Durante los últimos años, tenías lobos en tu puerta, gruñendo,


haciéndote sentir que no podías dejar tu casa. —Extendió su brazo, tocando
el costado de mi rostro, su mirada suave, pero de algún modo llena de
significado—. Ya no están gruñendo.

Él tenía razón.
Y, cierto, quizás psicológicamente, era toda la terapia de exposición,
ser forzada a salir de mi zona de confort lo suficiente para darme cuenta
que no iba a alterarme o morir.

Pero había una constante en cada situación.


Ryan.

Perfecto pero imperfecto, dominante pero dulce, sexy pero modesto,


comprensivo pero alentador.

Y tenía una fuerte sensación de que los gruñidos no se habían


detenido necesariamente por algún tipo de fuerza dentro de mí.
Era él.

Mi domador de lobos personal.


227
Epílogo

Traducido por Ale, Masi, LizC y Flochi

Corregido por Bella’

Un día…
228
—No habría hecho que Mark dejara toda esta mierda si me hubiera
dado cuenta que las galletas no serían para mí —me informó Ryan desde su
posición apoyado en la encimera, vistiendo unos gruesos pantalones
deportivos grises y una de sus camisetas blancas, su cabello casualmente
desaliñado. Todo eso era culpa mía. Yo lo había desaliñado. Felizmente.
Entusiastamente. Bruscamente.

El sexo obviamente estuvo involucrado.


—Te estoy guardando un poco —insistí, vertiendo el aceite en la sartén
y poniendo el quemador bajo.
Estaba haciendo chruscikis, principalmente porque era la única
receta que había hecho con tanta frecuencia como para sabérmela de
memoria ya que no tenía mis pequeñas tarjetas de recetas conmigo en la
residencia.

Y acababa de informarle que el plan era entregarle algunas a su


vecino, el esquivo y enigmático Ross Ward.

—¿Un poco? —presionó, obviamente el tipo de hombre que pensaba


con su estómago a veces. Era algo que me parecía encantador.
—Bien. La mitad —admití, dejando caer algunos de los pequeños
fideos en forma de corbatín en el aceite caliente y observándolos
chisporrotear.
Había un verdadero arte y ciencia en estas galletas. Tenían que estar
perfectamente cocinadas o sabían a mierda tan pronto se enfriaban.

—De hecho, no creo que Ward sea el tipo de hombre que come
galletas polacas cubiertas de azúcar en polvo.
—De cualquier modo —le dije, sacudiendo mi cabeza hacia él,
haciendo que algunos mechones de mi cabello cayeran de mi broche—.
Creo que le debo una bandeja de ellas como agradecimiento por evitar mi
violación y asesinato. Ya sabes, un gesto —dije, dándole una sonrisa por
encima de mi hombro.
—Bueno —dijo, viniendo detrás de mí, envolviendo un brazo en mi
vientre y apoyando su cabeza en mi hombro—. Supongo que eso sería lo
correcto.
Así que, veinte minutos después, mi vientre se hizo un nudo, pero no
con tantas nauseas, después de que me sacudí la ropa, me arreglé el
cabello y el maquillaje durante un tiempo vergonzosamente largo,
caminamos al pasillo y llamé a la puerta de Ross Ward.
229
—Más fuerte —exigió Ryan, de pie unos metros atrás—. Trabaja toda
la noche. Probablemente esté durmiendo.

—¿Por qué no me dijiste eso antes de venir aquí con galletas y


despertarlo? —siseé, y lo miré agrandando mis ojos.
—Eras una mujer en una misión. —Se encogió de hombros.

—¿Pero qué tipo de gesto de “gracias” es arrastrar a un hombre fuera


de la cama cuando trabaja toda la noche? —demandé, un grito en un
susurro.

Y al parecer a Ryan le gustó eso porque su sonrisa era radiante.


—De comida, cariño —me informó cuando la puerta se abrió
bruscamente.

Allí estaba Ross Ward.


Aunque, a diferencia de las sospechas de Ryan, no había estado
durmiendo.
Lo sabía porque estaba empapado y solo en una toalla.

Ahora, podría haberme estado yendo de cabeza de amor por Ryan,


pero eso no significaba que no reconociera a un hombre bien parecido
cuando veía uno.

Ross Ward era un hombre bien parecido.


Otros descriptores que vinieron a la mente: Sólido, musculoso,
marcado, oscuro, peligroso y despiadado.

Eso era lo que tenías después de que le dabas un vistazo a su cabello


oscuro, ojos oscuros, barba incipiente oscura, también a sus hombros
anchos, tórax fuerte, músculos abdominales impresionantes y el aura
general de "qué diablos quieres" que tenía sobre él.

Él tampoco dijo nada, solo me miró fijamente.


—Ward —interrumpió Ryan, salvándome de ahogarme con mi propio
corazón que repentinamente se me quedó en la garganta, forzado allí por
la absoluta intimidación del hombre que estaba delante de mí—. Esta es
Dusty —explicó, y me lanzó una mirada que sugería que soltara la lengua y
hablara—. Dusty, Ross Ward.
—Lo siento, no quise interrumpir tu ducha. Yo solo, um, bueno, yo, ah…
230
te hice galletas —le dije, empujando el plato decorativo hacia él,
golpeándolo en el estómago mientras su mano se movía para agarrarlo—.
Como una especie de agradecimiento por llamar a Ryan y, bueno, salvarme
de ser violada y asesinada.
Ahí.

Estaba fuera.
Podría huir ahora, ¿verdad?

Él definitivamente era el tipo de hombre del que cualquier persona


decente se mantenía muy alejada.
—Parece que no te salvé de todo —dijo, extendiendo su mano libre y
colocando su dedo índice debajo de mi barbilla, girando mi cara en ambos
sentidos.
—Oh, esto —dije, agitando una mano, intentando aligerarlo. Él era tan
jodidamente intenso—. Esto fue hace un par de días —agregué con una
sonrisa tambaleante.
Ross dejó caer la mano y le lanzó a Ryan una mirada con una leve
ceja enarcada.

—¿Todas las mujeres de tu familia vienen con un montón de


problemas? —le preguntó, retrocediendo hacia su apartamento sin esperar
una respuesta y alcanzando la puerta, obviamente apresurándome.

—Está bien, sí, no te molestaremos. Todavía están calientes y por lo


general son mejores cuando…
—Sé cómo comer chruscikis, muñeca —me interrumpió.

—Oh, está bien. Genial. Bueno, gracias de nuevo. Lamento


molestarte.
No dijo que no era un problema o en cualquier momento o, bueno,
cualquier cosa. Sacudió su barbilla hacia mí y luego cerró la puerta en mi
cara.
—No es exactamente alguien de personas —me dijo Ryan, intentando
suavizar el golpe—. Vamos, tengo una idea.

Su idea consistió en colocar un chrusciki justo en el triángulo sobre mi


sexo y esparcir azúcar en polvo sobre todo mi cuerpo. 231
El cual lamió.

Una semana…

—¿Estás segura de esto? —preguntó Bry desde el pasillo, en mi edificio


de apartamentos, pero de la casa de Ryan… donde había estado
viviendo—. Puedes tomarte otra semana si lo necesitas.

—Eso es lo peor que podría hacer —dije, encogiéndome de hombros


en mi chaqueta—. Ahora que puedo manejarlo, creo que es mejor salir lo
antes posible. Rocky —dije, volviéndome hacia donde estaba apoyado, tan
inocentemente en la isla. Pero sabía que en cuanto cerrara la puerta iba a
crear algún tipo de problema. Aunque nunca arruinó mi viejo apartamento,
aparentemente le encantaba enojar a Ryan—. Si tiras más de esos malditos
vasos, haré algo verdaderamente atroz. Como bañarte —dije con un
asentimiento de mi cabeza mientras agarraba mi monedero y me movía
hacia el pasillo con Bry.
Nos dirigimos hacia la salida. Las escaleras, no el ascensor. Podría
haber estado progresando, pero no era la Mujer Maravilla. Eso iba a tomar
algún tiempo. Traté de convencer a Bry para que se reuniera conmigo abajo
y tomara el ascensor, porque todavía estaba forzando su costado algo
adolorido en donde se había roto dos costillas.
Pero Bry es Bry, no escucharía.

Así que bajamos las escaleras tan lentamente como necesitó hasta
que salimos al exterior.
Íbamos a cumplir mi idea de intentar almorzar otra vez, pero no
durante otra hora y media. Primero había una parada y esa era lo que hacía
que mi barriga sintiera pequeños y extraños nudos persistentes cuando
entramos en el automóvil y condujimos hacia la ciudad.
La oficina era lo que uno podría esperar: limpia, neutral, reconfortante
pero impersonal.
Estaba parada frente al escritorio, Bry, que se negó a escucharme
diciéndole que estaba bien y que podía correr y tomar un café si quería,
estaba sentado leyendo una revista sobre carpintería que estaba sobre la
mesa. 232
Y luego hubo una voz que habría reconocido en cualquier parte,
habiéndola escuchado tanto como yo.

—Danielle, has puesto a la señorita McRae a la una en punto. Debes


haberte equivocado. Siempre es mediante video…
—Hola Amy —la interrumpí, usando el nombre que ella prefería.

Su cabeza se levantó de sus papeles, su boca se abrió, sus ojos se


volvieron enormes.
—¿Dusty? ¿Qué… cómo… —Sacudió la cabeza con fuerza,
aclarando sus ideas, poniéndose su máscara profesional de nuevo—.
Cuando cancelaste tus últimas sesiones de video, me di cuenta que estabas
pasando por un momento difícil —admitió, con preocupación clara en su
voz.

Me imaginé que ser terapeuta tenía que haber sido aburrido una
buena parte del tiempo; las personas quejándose y gimiendo sobre las cosas
más banales y poco interesantes durante horas y horas, que no tenían
problemas mentales, sino que esencialmente necesitaban pagarle a
alguien para que los escuchara, porque nadie más querría hacerlo gratis.
Pero tenía que haber pacientes aquí y allá que realmente los afectaban,
haciéndolos querer ayudar.

Estaba bastante segura que era una de esos pacientes para la


doctora Amy Robertson.

—De hecho, tuve muchas cosas que hacer —admití, mientras se


movía para abrir la puerta cerrada con llave de la parte posterior de la
oficina y me dejaba pasar.
—¿Ese es Bry? —me preguntó mientras cerraba la puerta y me guiaba
por un pasillo estrecho que hacía que mi pecho se tensará.

—Sí.
Puse mi mano en mi vientre y respiré hondo cuando ella me invitó a
entrar a su oficina. Había un escritorio blanco situado casi en una esquina,
fuera del camino, con el punto focal principal en los cuatro sitios donde
tenía que sentarse que estaban en el centro, alrededor de una mesa baja
de café. Había un antiguo sofá de terciopelo gris, un sillón, una silla de diseño
sin brazos y una silla estilo papasan. Pensé mucho en esa disposición y me
encontré dirigiéndome hacia el papasan, quitándome mis zapatos y
dejando que me rodeara, necesitando sentirme un poco protegida.
Imaginé que el sofá era para tumbarse y la silla de diseño era para las
233
personas a las que no les gustaba sentirse atrapadas.
Siguiendo mi ejemplo, se sentó en el sillón y me sonrió.

—Voy a ser honesta aquí. No estaba segura de llegar a ver este día.
No me ofendí por eso.

Tampoco estaba segura que vería este día.


—Sí, yo tampoco —admití.

—¿Estás bien de ansiedad? ¿Necesitas algo? —quiso saber, sus ojos


bajaron a donde mi mano estaba todavía en mi vientre por un segundo
antes de subir.

—No. Estoy bien por ahora.


—Entonces, aquí estás —dijo la doctora, dándome una sonrisa—.
¿Querrías hablar de ese “montón de cosas” que mencionaste?

—Claro —dije, tomando otra respiración profunda.


Entonces me lancé de lleno. Desde la noche en que la alarma sonó y
fui sacada del edificio al estilo de los bomberos hasta ser secuestrada y
golpeada, editando en gran medida los detalles. Sabía lo que era la
relación cliente-paciente, pero no estaba muy segura de cuánto daba de
sí. Hablé un montón sobre Ryan y nuestro extraño, pero absolutamente
perfecto y sin precedentes romance. Le dije que había visitado a mi tío,
conocí a las cuñadas de Ryan y a un vecino de Ryan, es decir, a Ross Ward,
pero sin dar nombres.

—Has estado ocupada —observó cuando terminé, sacudiendo un


poco la cabeza como si no se hubiera creído por completo—. Estoy
realmente orgullosa de ti, Dusty —dijo, el peso en sus palabras mostrando la
seriedad con la que quería decirlo.

—Resulta que tenías razón todos estos años —dije con una sonrisa
irónica—. Todo lo que tenía que hacer era hacer algo.
—Ambas sabemos que no siempre es tan fácil —me respondió con
una suave sonrisa—. Si hubiera sabido que un bombero del edificio hubiera
hecho el truco, podría haber enviado uno allí hace dos años —agregó,
haciéndome reír. Me gustaba esa cualidad de ella. Era una profesional, pero
también era solo una persona. Bromeaba e hacía comentarios que tal vez
no eran exactamente apropiados, pero la humanizaban mucho más—. Este
234
asunto con Ryan. Suena serio.

—Lo es —admití, sintiendo las mariposas en mi vientre, la conversación


todavía fresca en mi mente de hacía tres noches, cuando regresó a casa
del trabajo, se dejó caer en el sofá, me llevó a su regazo y tuvimos la
conversación.

La conversación de relación.
Y él la había instado.

No creo que haya tenido la conversación de relación con un hombre


dispuesto antes en mi vida.
Era otra cosa maravillosa sobre Ryan. No le tenía miedo a nada. Ni
siquiera al compromiso. Me lo dejó muy claro cuando me informó que,
siempre que estuviera de acuerdo, yo era suya y él era mío y eso era todo.
Entonces, sí, eso fue todo.
Todavía sentía la calidez y la confusión cuando lo pensaba. Que era
a menudo. Porque… ¡vamos! Si tuvieras a alguien como Ryan Mallick, te
obsesionarías con la pura suerte que los unió a los dos.
Cuarenta minutos más tarde, salía de la oficina de Amy con la
promesa de intentar continuar con mi terapia de exposición e incluso me
inscribió en otra sesión en persona para más adelante esa semana.
Esperanzada. Ella se sentía esperanzada.

Mientras caminábamos por la calle y nos metíamos en el restaurante,


yo también me sentía así.

Once meses… 235


No siempre fue sencillo; la curación a menudo no lo era.

La primera semana, ella se volvió loca. Fue a terapia dos veces, salió
a almorzar con Bry, tomó café conmigo e incluso desafió su apartamento al
limpiarlo y mudar más cosas a mi apartamento.
Luego, el viernes siguiente, intentamos ir a Famiglia a cenar, algo por
lo que ella estaba emocionada, había pasado horas arreglándose. Estaba
a mi lado en el auto intentando averiguar cuál era su cosa favorita en el
menú, algo que ella había intentado extensamente en el pasado,
obviamente. Se había decidido por el pollo Alfredo cuando finalmente
estacionamos y salimos.

Pero dos pies adentro, y ella se congeló. Su mano fue a su garganta.


Sus ojos se abrieron por completo. Su respiración se detuvo. Hicimos una
pausa, viendo si podía respirar a través de ello, obligándose a lidiar con los
síntomas. Al final, la ansiedad venció.

Fuimos a casa y ordenamos para llevar mientras ella se sentaba y se


obsesionaba con “fallar”.
Pero la siguiente vez que fuimos, estuvo bien.

Así fue como fue, especialmente durante los primeros meses. Nunca
sabías en realidad si iba a ser una salida buena o mala, pero, después de
asegurarle un par de docenas de veces al respecto, comenzó a creer que
no me importaba. Y no me importaba. De todos modos, no era el tipo de
persona al que le gustaba salir todo el tiempo, así que cuando ella no podía
obligarse a hacerlo una o dos veces, en realidad no era una dificultad para
mí regresar a casa.
Nunca se convirtió en “no hay problema”. No había una “cura” real
para su ansiedad y agorafobia. Pero mejoró en la gestión. Llegó al punto en
el que nunca decía que “no podía” ir a cierto lugar, sino que tenía muchos
problemas y lo intentaría. A veces intentarlo era suficiente, a veces no lo era.
Pero cada día, semana, mes trajo consigo el progreso.

Eso siempre había sido todo lo que quería para ella.


Después de unos seis meses, finalmente accedió a dejar que su
contrato venciera, y vendió, arrojó a la basura o movió el resto de sus cosas
conmigo. Sin esa renta a pagar todos los meses. En realidad, sin facturas
algunas más que cosas como su celular, seguro de salud y varios servicios
de suscripción, estaba bien con solo el dinero que entraba de sus historias.
236
De todos modos, era demasiado pronto para convencerla de que ya
no tendría que preocuparse más por el dinero, que ya estaba en el punto
en el que sabía que eventualmente iba a hacer que ella tuviera una
manada de mis hijos y de todas formas se quedaría en casa cuidándolos,
así que no tenía que preocuparse por el trabajo a menos que quisiera.
De hecho, en su cumpleaños, Fee y Hunt aparecieron en nuestra
puerta con las tres demonios que procedieron a volver loco a Rocky durante
una hora. Fee le trajo un año de ropa y suplementos. Y Hunt le hizo algo que
la hizo correr hacia él y lanzar sus brazos su alrededor.
Verás, Hunt, además de hacer tatuajes, también hacía muebles.

Y habiendo tenido un aviso sobre su cumpleaños, se había propuesto


hacerle un escritorio elaborado para trabajar. Su escritorio anterior había
perdido una pata y, ya que era una mierda de madera falsa, no se podía
arreglar y no habíamos ido a una tienda de muebles. Principalmente porque
seguía retrasándolo ya que sabía que Hunter de todos modos lo haría diez
veces mejor que cualquier otra cosa que pudiéramos encontrar en una
tienda.
Finalmente, la llevé a casa de mis padres para la cena del domingo,
donde pasó el comienzo de la noche con las niñas únicamente, que eran
más una cuestión de comodidad para ella. Luego se preparó para unirse al
resto de nosotros y después de aproximadamente una hora, mi madre no
tan discretamente me pidió que la ayudara con algo en la cocina.
Le di a Dusty un apretón y seguí a mi madre, quien inmediatamente
se dio la vuelta y me informó que era mejor que le diera un anillo a mi mujer.

Así que, tenía un anillo en mi bolsillo.


Y había pasado un año desde el día en que sonaron las alarmas de
humo, un evento que nos había reunido en primer lugar.
Estaba en el pasillo, acabando de llamar.

No revisaría la mirilla porque esperaba a Bry.


Y ella esperaba a Bry porque él estaba conmigo ya que no solo le
había pedido permiso a su tío, sino también a él cuando finalmente me
organicé.

—¡Voy! —gritó, sonando distraída—. ¡Solo tengo que sacar estas


galletas, maldita sea! —siseó y me sentí sonreír. No maldecía a menudo, pero
cuando lo hacía, era con verdadera holgura.
237
Pasó otro minuto antes de que la puerta se abriera y encontré toda su
frente cubierta de azúcar en polvo. También había una mancha de ello
sobre su mejilla.

Y supe exactamente qué tipo de galletas estaba haciendo.


—Oh —dijo, frunciendo el ceño cuando me vio.
La observé a medida que me arrodillaba a sus pies, viendo cómo se
separaban sus labios, sus hermosos ojos verdes abriéndose por completo con
comprensión.
—Pensé en hacer sonar la alarma —admití, haciendo que sus labios se
alcen—, ya sabes, con propósitos de autenticidad —agregué, buscando en
el bolsillo el anillo, uno que Fee y Lea me habían ayudado a elegir porque
“los hombres no sabían nada de este tipo de cosas”. Era un diamante halo
en una banda de platino. En realidad, se adaptaba perfectamente a ella.
—Ryan… —comenzó, su voz airosa, pero de alguna manera pesada
al mismo tiempo.
—Cásate conmigo —dije simplemente, alcanzando su mano que
estaba visiblemente temblando y deslizando mi anillo en su dedo.

Ocho meses después, ella lo hizo.


Después de semanas de debate, finalmente pensó que era mejor
tener un pequeño asunto familiar. Así que Fee, Lea y ella transformaron el
patio de mis padres. Tuvimos a un juez de paz, a la familia, Bry y Lo de
Hailstorm y eso fue todo. Y eso fue más que suficiente.

Dos años…
238
—Es como un juego al azar —me dijo Fee, subiéndose a la cama
conmigo y retirando la manta del rostro del bebé. Yo estaba meditando
sobre cómo se verían sus ojos y cabello al ver que eran de un azul muy
oscuro que ninguno de nosotros tenía y los doctores dijeron que
probablemente fuera a cambiar y era prácticamente calvo—. Tengo dos
con ojos verdes y una con azules. El cabello también es distinto.
Fue un día agotador luego de haber dado a luz, antes de que Fee
apareciera porque “ninguna mamá quiere que la miren boquiabierta
después de tener su vagina cosida con una pila de hielo en sus bragas”.
También trajo maquillaje, algo que se me había olvidado.
—Sé que acabas de dar a luz, pero todos quieren verse decentes en
sus fotos de hospital —me dijo mientras aplicaba algo de máscara a mis
pestañas y corrector con manos expertas—. ¿Ya decidieron un nombre?
—Danny —le dije automáticamente. Sencillo. De hecho, lo habíamos
elegido desde el momento que supe que estaba embarazada. Danny, el
único padre que había conocido. Pensé que, si seguíamos teniendo niños,
con el tiempo le rendiríamos homenaje al padre de Ryan, y luego, tal vez a
Bry.
—Me encanta —declaró, diciéndolo en serio. Aunque mi tío nunca se
acostumbró a la dinámica de una gran familia como yo, de alguna manera
había encajado sin esfuerzo con el clan Mallick. Ellos simplemente… lo
aceptaron. Venía conmigo y eso fue todo lo que necesitaron saber para
considerarlo familia.
—Desearía que Eli… —comencé, sintiendo el dolor en lo profundo.

—Lo sé —dijo Fee, pareciendo triste.


Eli siempre era un tema de gran pesar.

—¿Crees que dejaría…


—No —me interrumpió Fee, con voz firme. No estaba siendo cruel, solo
honesta. Y supe que tenía razón.

—Mark perdió cien dólares —dije, cambiando de tema para aligerar


los ánimos.

Mark estaba perdiendo en grande cuando se trataba del


departamento de apuestas de bebés. Adivinó mal el color del primer hijo de
Shane y Lea, Jason. Luego continuó y apostó que el sexo del siguiente sería
una niña. Fueron gemelos y ambos niños, por lo que sus hermanos lo hicieron
pagar el doble.
239
—Creo que solo quiere más chicas en la familia ahora —dijo Fee,
sonriendo melancólicamente. Tanto, que me pregunté si quizás estaba
reconsiderando su idea de “tres es más que suficiente de descendencia
Mallick”.

—Entonces quizás él debería comenzar a hacer algunos —le dije con


una sonrisa—. Tiene a la chica ahora. ¿Qué están esperando?
—Conoces a Mark —respondió Fee, encogiéndose de hombros.

Y lo conocía. Mark era el hermano que más se dejaba llevar.


Ciertamente nunca planearía algo como hacer bebés. Si sucedía, sucedía.
Además de eso, estaba contento con lo que tenía.

—Hola, Fee —dijo Ryan, entrando a la habitación luego de haberlo


obligado a ir a casa, ducharse y cambiarse, asegurándole que iba a estar
bien sola por un rato. Pero no había tal cosa como “sola” en la familia
Mallick. Cuando se fue, Helen y Charlie aparecieron. Cuando ellos se fueron,
Fee, Hunter y las niñas hicieron su aparición—. Parece que Hunt está a punto
de perder la cabeza —agregó mientras Fee se bajaba de la cama así él
podría deslizarse a mi lado.

—Esas serían mis demonios para ti. Los veré luego cuando se vayan a
casa —agregó, dándome una cálida sonrisa e inclinándose para besar a su
sobrino—. Intenta dormir toda la noche, Danny. Mami y papi serán mucho
más tolerantes si lo haces.

Con eso, se marchó.


—¿Me perdí de algo? —preguntó, pasando su dedo por el rostro del
bebé.

—Oh, solo mi intento por millonésima vez de tratar de darle la teta —


refunfuñé, molesta de que no me saliera tan naturalmente como algo tan
natural se suponía. Él no se agarraba de mí, pero se pegaría al biberón como
si no fuera el asunto de nadie.

Ryan se inclinó, dándome un beso en la sien.


—¿Consiguió algo de ti?

Me encogí de hombros, respirando hondo.


—Como la mitad de lo que se suponía, supongo.
240
—La mitad es mejor que la última vez —me dijo, mostrándome una
pequeña sonrisa—. Eso es progreso, cariño.

—Tienes razón —coincidí, sonriendo para aliviar el estrés—. Es progreso.


Progreso.
Bajo la esperanza de eso fue que construimos nuestra relación.
Y fue lo que lenta pero positivamente hicimos.
Y era por lo que estaba segura que habría más, mucho más en nuestro
futuro.

Fin
Próximo Libro
Mark…

El amor y el compromiso podrían ser


estupendos. Ya sabes, para mis hermanos.
No para mí. Pero entonces, en un
encuentro casual, me encontré con ella.
¿Por qué ella era diferente? No podría
decir con seguridad. Tal vez era el hecho
de que era la mujer más hermosa que
jamás había visto. Tal vez eran los bordes
afilados que llevaba como un escudo lo
que me hizo querer ver lo que había
debajo. O tal vez tenía algo que ver con
aquel secreto que intentaba tan
desesperadamente ocultar.
241
Scotti…

El amor y el compromiso ni siquiera


estaban en el ámbito de las posibilidades
para mí. Mi vida tenía un propósito, una
misión y no podía permitirme el lujo de dejar que nadie se interponga. Pero
entonces, ahí estaba Mark Mallick… el hombre de las mujeres, ejecutor de
los prestamistas, y alguien muy decidido a conocer mis secretos.

Eso era problemático cualquier día de mi vida, pero especialmente


con él. ¿Por qué? Tal vez porque las cosas que él me ofrecería, las cosas que
me mostraría serían posibilidades para mí, podrían hacerme reevaluar la
misión que había consumido los últimos diez años de mi vida por completo.

Pero ¿podría tener esas cosas? ¿Podría escapar de la vida en la que


había estado atrapada durante tanto tiempo? Con Mark Mallick a mi lado,
estaba pensando que tal vez era posible…

Mallick Brothers #3
Sobre la autora
Jessica Gadziala es una escritora a tiempo
completo, entusiasta de las charlas repetitivas, y
bebedora de café de Nueva Jersey. Disfruta de
paseos cortos a las librerías, las canciones tristes y
el clima frío.
Es una gran creyente en los fuertes
personajes secundarios difíciles, y las mujeres de
armas a tomar.

Está muy activa en Goodreads, Facebook,


así como en sus grupos personales en esos sitios.
Únete. Es amable. 242
La puedes encontrar en:
Facebook: https: //www.facebook.com/Jessica-Gadz …

Twitter: https://twitter.com/JessicaGadziala
Su grupo GR: https://www.goodreads.com/group/show/…
Créditos
Moderadoras
Ale Grigori y LizC

Traductoras
Ale Grigori Flochi LizC Nix
Ashtoash Flopy Lyla Smile.8
Durmiente
Brendi Eris Masi
Kalired
Brisamar58 Myr62
243
Correctoras
~Ángel’Grey Floppy Durmiente Vickyra
Bella’ LizC
Carib Nix

Recopilación y revisión
Bella’ y LizC

Diseño
Tolola
244

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