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Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo
alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Él era perfecto.
Mallick Brothers #2
1
F
ue un largo día de mierda.
Mira, la cosa es que solo supe que era una ella porque una vez vi el
cabello rubio cuando estaba recogiendo una de las docenas de paquetes
que se entregaban afuera de su puerta todas las semanas. Cómo logró que
el cartero los llevara al piso, en lugar de dejarlos en la recepción junto a los
buzones de correo en el vestíbulo, era algo que estaba más allá de mi
entendimiento, pero el maldito hombre lo hacía siempre.
Mi vecina, bueno, era algo así como recluida.
Los dos tipos con chaquetas de cuero, sus nudillos marcados con
Cicatrices y sus tensas posturas, sí, eran jodidos criminales.
Escuchando las puertas del ascensor cerrarse, sus cabezas giraron en
mi dirección, mirándome.
Me conocían.
No estaba siendo arrogante, pero el hecho era que todos los que
estaban en la zona criminal de Navesink Bank conocían a Charlie Mallick. Y
si conocías a mi padre, conocías a sus hijos. Todos nos parecíamos a él.
Además, si conocías a Charlie Mallick, conocías nuestra reputación y que
merecíamos un poco de respeto. Por eso uno de los chicos inclinó su barbilla
hacia mí.
—¡Ya voy, Bry! —Una voz suave y dulce gritó desde adentro mientras
algo se cerró de golpe y se escuchó un fuerte meow— ¡Tengo que alejar a
Rocky! —Añadió, seguido de un fuerte y opuesto ruido del gato y un silbido
suyo, ya que, probablemente, la rasguño para sacársela de encima.
—Estúpido jodido gato —dijo el tipo que supuse que era Bry,
sacudiendo la cabeza.
—Está bien, está bien —dijo la dulce voz de Dusty y pude escuchar
cómo se deslizaban las cerraduras antes de que finalmente se abriera y
pude ver por primera vez a la vecina que había compartido un piso
conmigo por más de un año.
Maldición, de lo que me había estado perdiendo.
¿Se caerían tus bolas o algo así si pusieras un color aquí que no fuera
marrón o negro?
Eso fue lo primero que preguntó cuando entró por primera vez.
No estaba equivocada. Definitivamente elegí una paleta oscura.
Todas las paredes en el espacio principal eran café oscuro. Directamente al
frente, la ventana que daba a la calle, era mi sala con una sala seccional
negra en forma de L, al frente quedaba un soporte de TV negro y una
pantalla plana grande. Había un lienzo colgando sobre el extremo corto del
sofá, una pieza abstracta marrón y negra titulada Aspen que había
encontrado a la venta en la pared de una cafetería en la ciudad. Encajaba
con el aspecto general de la habitación y, solo por un poco menos de
quinientos, lo cual era realmente un robo por su gran tamaño.
Guardar drogas.
O prostituirse.
Luego saltó hacia atrás como si no hubiera esperado que fuera capaz
de hablar.
—Ah, hola —dijo, deslizándose hacia atrás en su piso de madera en
sus tontos calcetines con estampado de gatito, y golpeando la puerta.
L
o miraba.
También veía a la señora que vivía dos pisos más abajo. Era una
bonita, joven, soltera, madre de una hija pelirroja con rostro pecoso que
siempre estaba sonriéndole. La ventana de mi apartamento daba a una
zona del estacionamiento en la parte de atrás y a la pequeña área común
del edificio de apartamentos que tenía dos mesas de picnic que se
pintaban el tres de abril de cada año, un juego de columpios y un pequeño
espacio de gimnasio para juegos.
Así que solía observar cómo la mamá salía de su auto, cansada de un
largo turno en algún lugar que requería que usara un uniforme de color lila
púrpura y zapatos blancos antideslizantes, su cabello rojo cayendo de su
alto y desordenado moño, luciendo tan exhausta como podía. Pero luego
sacaba a su hija del asiento trasero y saltaba arriba y abajo, parecía rogar
ir al área de juegos, su madre estaría de acuerdo, escaparía a jugar y la
mamá la seguiría. Cada minuto que vigilaba o perseguía a su pequeña niña,
parecía quitarle horas de estrés.
Mira, la observaba porque tenía algo que yo quería y no podía tener.
Tenía una niña pequeña que la amaba, que creía que colgaba la luna y las
estrellas, que podía quitarle todas sus preocupaciones con una simple risa o
una sonrisa.
Y lo observaba porque era otra cosa que quería y no podía tener.
Un hombre.
Amor.
Afecto.
Compañerismo.
Sexo.
Una relación.
Guapo.
Perfecto, de verdad.
Era un caos.
Hace un tiempo, había sacado provecho de ello. Ahora, nada me
asusta más.
Así que mi casa estaba casi ordenada por el TOC. Todo tenía un lugar
y estaba en él. Mis platos eran lavados tan pronto como terminaba una
comida. Todo funcionaba junto con el estilo. Mi ropa estaba en el armario o
en el cesto o el combo de lavadora / secadora que había instalado en el
guardarropa después de rogar y suplicar, por correo electrónico, que el
casero me permitiera hacerlo.
Metí la mano en el gabinete y agarré una lata de comida de Rocky,
la puse en el tazón, enjuagué la lata y la puse en mi reciclaje antes de
moverme hacia el pasillo que llevaba a mi habitación.
Las paredes eran un poco más claras de salvia y mi ropa de cama era
toda blanca. Las mesitas de noche a ambos lados de la cama y las
lámparas también eran blancas.
Orden.
Siempre.
Entré en mi armario y tomé una bata y luego entré en el baño que era
completamente blanco cuando me mudé. La única diferencia desde
entonces hasta ahora era el hecho de que tenía instalada una bañera muy
grande, muy moderna y muy elegante. La había guardado durante seis
meses antes de mimarme.
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Tampoco fue un desperdicio.
Eso ayudaba.
Pero no era una cura mágica. Nada lo era.
Si había algo peor que no poder vivir mi propia vida, era arrastrar a
alguien más a mi pequeño mundo conmigo.
Y el tío Danny, sí, felizmente haría eso por mí.
Por ello, tal vez le decía algunas mentiras. Sabía que no podía salir de
mi apartamento y que me proveía. Lo que no sabía era que Bry estaba en
el plan. Pensaba que ganaba dinero con mi escritura.
Lo hacía.
Pero no lo suficiente como para mantenerme a flote. Ni siquiera si me
mudara a un apartamento más desaliñado.
Irracional.
Estaba basado en una realidad falsa.
—T
ierra a Ryan —dijo Mark, acercándose a mi oído,
haciéndome sacudir la cabeza y empujar hacia atrás
mi silla, notando que me había quedado dormido en
medio de una maldita reunión.
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Eso no era propio de mí para nada.
Genial.
—¿Vas a ser un caballero en brillante armadura? —me preguntó
Shane, apoyándose contra la pared, cruzándose de brazos—. No es un mal
movimiento. Quiero decir, no es el atajo más corto al coño. Pero con el
tiempo funcionará.
Shane me miró.
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—No, hombre. Es prácticamente un monje y ella una ermitaña. Digo
tres.
—Hunt hará lo inteligente y tomará la apuesta en el medio —reflexionó
Mark—. Y Fee probablemente…
—Está bien, tengo mejores lugares para estar —les dije, poniéndome
de pie, abrochándome la chaqueta—. Literalmente me gustaría estar
jodiendo en cualquier lugar, excepto aquí —agregué, tomando mi celular y
dirigiéndome hacia la puerta—. Cierra cuando te vayas —terminé, cerrando
la puerta detrás de mí.
Monóxido de carbono.
Jodido gran final para un día de mierda.
Porque allí, de pie en su entrada con una jaula para gatos en una
mano, rasguños en sus manos y completamente congelada en el lugar,
estaba Dusty. La mano que no sostenía la jaula estaba alrededor de su
garganta, como si estuviera intentando aliviar la presión allí. Sus ojos verdes
lucían enormes y jodidamente… aterrorizados.
Dicho esto, supe que ella no planeaba irse. Estaba en sus ojos llenos
de terror, su respiración superficial y su cuerpo tembloroso. Quería que
salvara a su gato y la dejara allí para que posiblemente muriera.
Así que no podía relacionarme con lo que fuera que había estado
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sintiendo, pero una mirada en sus ojos me dijo que era una terrible manera
de tener que vivir.
—¿La sacaste?
—No iba a dejarla allí para que muriera de envenenamiento por
monóxido de carbono, Andrew. —Resoplé.
—Bueno, no, no. Por supuesto que no. Me sorprende que te haya
dejado, eso es todo. Tuve que entrar a reemplazar su estufa una vez; la chica
estuvo de espaldas en un rincón con la mano en la garganta todo el tiempo.
Qué pesar. Es una jovencita muy bonita. Me recuerda a mi Mandy.
Su Mandy era una niña mimada, con un título, una actitud terrible y
voz aguda. Afortunadamente para él y para ella, era buena con los números
o de lo contrario habría estado en la calle hace mucho tiempo porque
simplemente no podía soportarla.
S
u mano se deslizó debajo de la mía, sosteniendo mis dedos
mientras posicionaba la pequeña botella de peróxido sobre mi
tres años.
mano. Era lo más cercano a sostener la mano de un hombre en
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Tres años.
Así que esa advertencia sobre que iba a arder, sí, eso fue en vano.
Porque no sentí nada excepto la manera en que sus dedos envolvían los
míos; cómo la palma de su mano era callosa siendo completamente
opuesto a su habitual impecable apariencia usando trajes. Sus nudillos y la
parte superior de su mano estaban marcadas con demasiadas cicatrices
para contar, la manera en que se entrelazaban en diferentes etapas de rojo,
rosado, y blanco hacían imposible siquiera intentarlo.
No eran las manos de un hombre de traje. Al menos no de la manera
en que entendía a hombres en traje. Los hombres que tenían manos con
cicatrices como las suyas se suponía que eran trabajadores de construcción
o mecánicos o, no lo sé, luchadores de jaulas.
No un hombre de negocios.
No iba a mentir.
En el momento, cuando encontré mi opción siendo apartada de mí,
cuando fui forzada a salir de un lugar del que no había salido en años, no
había parecido heroico o dulce o romántico.
—Yo, hum, no creo que sea necesario una venda —me obligué a
decir, aunque una gran parte de mí, de hecho quería que tomara mi mano
por razones que no iba a analizar.
Sabía eso.
Porque, como dije, lo miraba ocasionalmente. Y eso significaba que
también veía a sus hermanos a veces y ellos lo llamaban Ry y Ryan y,
además, una vez recibí una carta suya entre las mías. Así que la dejé debajo
de su puerta porque no tuve el valor de dársela en persona.
—Y tú eres Dusty —comentó, mi nombre en su voz enviando un extraño
estremecimiento a través de mi piel—. Nombre interesante.
—Mi mamá era, ah… —¿cuál era una linda manera de decirlo?—, un
poco hippie. Así que fui llamada Dusty Rose Sunshine McRae.
Incómoda.
Eso era una manera delicada de decirlo.
Sonreí por eso, no solo porque era una imagen divertida, sino porque
se parecía mucho a él. No Ryan, tío Danny.
—Mi tío es nuestro cartero —le dije con una risa—. Él, bueno, casi
siempre me crio y somos muy cercanos y él, más o menos, entiende mis
problemas, así que me ayuda al poner mis paquetes fuera de mi puerta.
Mi terapeuta obtendría esas líneas de desaprobación entre sus cejas
ante la palabra "ayuda", eligiendo en su lugar decir "habilita". Pero que se
joda. 35
—Eso lo explica. ¿Cómo que casi siempre te crio? —continuó y donde
normalmente me sentiría invadida porque un conocido casual preguntara
eso, era muy agradable hablar con alguien que no estaba tomando notas
y que no me importaba en absoluto.
—Como dije, mi madre era un poco hippie. Ella lo hizo fluir. Nunca
sentó cabeza y cuando lo hizo, solía ser con un hombre. A veces, esos
hombres no querían a una niña dando vueltas, así que me dejaban en
Navesink Bank y ella se iba… adonde sea por un tiempo. Eventualmente,
ella lo echaría a la banqueta o, más a menudo, él la dejaría y ella se sentiría
culpable y volvería por mí. Nosotras, hum, no somos cercanas.
—Es comprensible —dijo con un gesto de asentimiento que decía que
no me juzgaba por sacarla de mi vida. Demonios, yo todavía me juzgaba
por eso.
—¿Eres cercano a tu familia? —le pregunté, ya sabiendo la respuesta
a eso ya que había visto a su familia visitarlo a menudo, pero con ganas de
mantener la conversación.
—Oh, ellos se preocupan mucho. Sobre lo que uso, cómo actúo, qué
manejo, con quién salgo, mi falta de una vida social.
—Bueno, apenas puedo juzgarte por eso. —Me reí.
—Te gustan los niños, ¿eh? —preguntó, todavía dándome esa suave
sonrisa que encontré realmente desarmadora—. Tengo tres sobrinas que son
adorables bestias del infierno.
Sorprendida, una risa ahogada se me escapó, haciendo que un
estruendo bajo y sexy también viniera de él.
—Adorables bestias del infierno es una forma interesante de decirlo.
—Tendrías que reunirte con Hunt y Fee para entenderlo, supongo. Fee
es un poco, ah, digamos fuerte y de opinión. Esa sería una forma dócil de
decirlo. Es la propietaria del negocio de sexo telefónico en la ciudad.
—Vaya. —Sonreí, pensando que definitivamente sería una mujer
fuerte, de opinión y con confianza para hacer ese trabajo—. ¿Alguna otra
sobrina o sobrino? Con todos esos hermanos, quiero decir…
—Bueno, algunos de nosotros hemos estado demasiado ocupados
con el trabajo y los demás han estado demasiado ocupados persiguiendo
faldas para establecerse. Pero mi hermano menor, Shane, acaba de
ponerse de rodillas ante una mujer llamada Lea y espero que comiencen a
bombearlos antes de que sea tarde.
—Gran familia. —Sonreí, y sin encontrar ni un poco de anhelo en el
interior.
Amaba a mi tío.
Siempre fue mi roca, mi ancla, mi lugar seguro para aterrizar. Su puerta
siempre estuvo abierta para mí cuando era niña, no importaba a qué hora
de la noche se presentaba mi madre, no importaba cuánto tuviera que
reorganizar su vida para cuidarme. Él era, para un hombre que se mantenía
mayormente para sí mismo y, por lo tanto, no era demasiado cálido, la
persona más generosa y desinteresada que había conocido. Y si bien mi
infancia no involucró cálidos abrazos cuando mi corazón estaba roto o
trenzas y maratones de comedias románticas, sí involucró a alguien que
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siempre recordaba mis comidas favoritas y las mantenía abastecidas, que
siempre me decía que podía hacer lo que quisiera, que nunca me juzgó por
mis defectos.
Dicho esto, no hubo cenas locas de Acción de Gracias o grandes
sesiones de abrir regalos en la mañana de Navidad. No hubo bromas lo
suficientemente graciosas como para que no pudieras escucharte a ti
mismo pensar en ello.
Siempre había querido el tipo de vacaciones que veía en las películas.
—¿Cocinas?
—Mhmm —dije, encogiendo un hombro—. Tienes que hacerlo en mi
situación. ¿Tu familia hace algo importante?
Ya sabes, si se lo contara.
De alguna manera esa noche, la primera noche de progreso en años,
también había logrado renunciar a mejorar.
Esa mañana siguiente fue la primera mañana en años en que no me
levanté, me vestí y me quedé en mi puerta, intentando convencerme de
salir.
Porque yo ya había salido.
Y no mejoró nada.
De hecho, me sentía mucho peor.
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—¿D
ónde está? —me preguntó mi madre, inclinando la
cabeza detrás de mí mientras yo estaba de pie en
la puerta. Ningún Feliz Navidad.
—¿Dónde está quién? —le pregunté, luchando por aferrarme a las
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cuatro bolsas y dos cajas gigantes con las que hacía malabares.
Jesucristo.
Los chismes en mi familia ponían en vergüenza a los rumores de la
secundaria.
—Oh, por favor —me dijo, agitando hacia mí una manopla dispareja
que sabía que Fee había ayudado a Becca a hacer para su último
cumpleaños—. Escuché que es hermosa.
—Lo es —acepté. Era un hecho simple. Era tal vez la mujer más bonita
sobre la que jamás había tenido el placer de descansar mis ojos. Pero eso
no significaba nada.
—¿Y aun así no pudiste cerrar? —me preguntó, dándome lo que solo
podía llamar una sonrisa decepcionada.
—¿Cerrar? —repetí, levantando las cejas.
—Sin embargo, ella todavía apostó —dije, molesto por ninguna buena
razón. Apostábamos por jodidamente cualquier cosa.
—Tal vez pensó que dos confinados como tú y ella funcionarían
perfectamente. —Se rio Shane.
Esa tarea se hizo infinitamente mejor cuando Fee and Hunt entraron
con tres chicas eufóricas que querían saber qué les dejó Santa en casa de
la abuela y el abuelo.
Eso duró hasta después de la cena, cuando las niñas corrieron a jugar
con sus nuevas cosas, dejando a todos los adultos un poco borrachos
alrededor de la mesa tomando café.
Entonces volví a ser el tema principal.
—No, pero podría haber sido una buena decisión en esa dirección —
agregó con una risita. 45
—¿Cuál es el problema, Mark, no tienes suficiente cola, por lo que
tienes que vivir indirectamente a través de mí?
—La cola que tengo no está en discusión en este momento. Estamos
hablando de tu falta de cola. Francamente, estamos… —comenzó,
intentando decirlo con una cara seria y fallando de manera épica—,
estamos preocupados por ti, hermano.
Me reí un poco sin humor ante eso.
—Yo, ah, gracias. ¿Qué estás haciendo aquí? —soltó, casi en el mismo
aliento, las palabras tropezando entre sí.
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—De nada y gracias —dije, dándole lo que esperaba que fuera una
sonrisa alentadora—. Y necesito una copa de vino y no quiero beber solo —
ofrecí, mintiendo descaradamente, dado que antes ya había bebido
mucho y se sentía bien estar lúcido y sobrio de nuevo, pero buscando
cualquier excusa para quizás poder entrar.
—Oh. —Fue todo lo que dijo al principio, sus ojos se dirigieron a mi
mano.
—Si es bueno —dijo con lo que podía ser llamada una sonrisa
descarada mientras daba un paso vacilante hacia atrás. No me dejaba
completamente dentro de la habitación, pero era un paso en la dirección
correcta.
—Vi la otra que ordenaste y vi esta y pensé que tenían un estilo similar.
—Aspen.
—¿Disculpa?
—La pintura que tengo. Así es como se llama.
Asintió.
—“Moody blue” —dijo, moviéndose para pararse al otro lado de la
isla—. Esa es la que te di.
—Galletas polacas. Fritas y horribles para ti, pero la mejor cosa del
mundo.
—Me tuviste en horrible para mí —dije, decidiendo no alcanzar el
contenedor para sacar una propia sino la que estaba en su mano, mis dedos
rozando los suyos en el proceso. Observé su rostro, viendo la forma en que
sus labios se separaban infinitamente por el contacto antes de poner la
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galleta en mi boca.
—Cada vez que las haga dejaré unas cuantas afuera de tu puerta —
sugirió, con las mejillas un poco rosadas y fue en ese momento que me di
cuenta que ella no le había pedido a su tío que dejará mi regalo, cómo
había asumido. Lo había hecho ella misma. Había salido voluntariamente
de su apartamento. Solo para darme un regalo de Navidad.
Mujeres.
Ella no quería interrumpir si tenía compañía de la variedad femenina.
Y juro por la mierda que estuve a segundos de afirmar que eso nunca
sucedería nada más para que su pequeña cara bonita llegara a mi puerta.
Pero el hecho en cuestión era, que no importaban sus pequeños avances,
no podía verla de repente siendo una persona en pleno funcionamiento,
lista para una relación en un futuro cercano. Si bien podía ser paciente y no
estar gobernado por mi maldito deseo sexual, no veía nada sucediendo
entre nosotros de esa manera.
Pero al menos podía esperar una amistad.
Así que no pude hacer promesas sobre nunca tener citas. Porque si
bien mis hermanos tenían razón y estaba en un período de sequía, sabía que
eventualmente, encontraría a una mujer en mis viajes y la llevaría a la cama.
—La puerta siempre está abierta, cariño —dije en su lugar, sabiendo
que era lo mejor que podía darle.
—Está bien —dijo, dándome una sonrisa falsa y señalando a su sala de
estar—. ¿Quieres sentarte? Están dando Una historia de Navidad. Ya sabes…
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en repetición por el resto de la noche porque nunca se puede tener
demasiado de Una historia de Navidad.
—Claro —dije agarrando las copas y las botellas y moviéndome hacia
su sala de estar donde solo había un lugar para sentarse.
Oh, sí, cruzar el pasillo había sido la mejor idea que había tenido en
mucho maldito tiempo.
6
E
ntonces… él estaba en mi apartamento.
Y se lo dije todo.
Desde el hecho de que lo observaba un poco, como diciéndole hola
un día a Ryan, a él cargándome a la fuerza y llevando a Rocky en la otra
mano y todo lo que hubo en medio, cada pequeño detalle que me
mantenía despierta por la noche y pasaba por mi mente todo el día
también.
Ella se había detenido por un largo momento después, mirándome a
través del video chat con ojos oscuros que no pude leer.
Entonces me dijo que en realidad era apropiado darle un regalo de
agradecimiento.
Lo cual fue algo que reflexioné durante horas hasta que mi tío
apareció, cenamos y abrimos los regalos y luego me ofreció un adiós antes
de ir a visitar a algunos de sus amigos solteros.
Lo último que esperaba esa noche era un golpe en mi puerta.
—Lo único que estoy robando es más de esas galletas polacas tuyas
—dijo y me di cuenta que las había dejado en la cocina.
—Oh, cierto —dije, moviéndome para saltar del sofá solo para
encontrar su gran palma presionando mi muslo justo encima de mi rodilla,
firme e inflexible, manteniéndome en su lugar.
—Relájate. Las traeré —dijo, parándose y moviéndose a través de mi
apartamento para hacer eso. Las colocó sobre la mesa y luego se estiró
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para quitarse la chaqueta, quedándose en una camisa de vestir gris oscuro
muy bien hecha con botones mate.
—¿Qué haces? —me encontré soltando.
—Eh, tal vez te lo ordené —dije con una sonrisa, señalando hacia
donde tenía unas pocas cajas de envío apiladas debajo de mi mesa de
correo.
—No es probable —dijo, sentándose de nuevo y, sin mentir, volvió a
poner su mano en mi muslo como si fuera la cosa más casual del mundo.
Como si estuviéramos sentados de esa manera todo el tiempo—. Soy dueño
de una joyería, un edificio de oficinas, un negocio de contratación, parte
de un bar y, recientemente, el refugio de mujeres.
Hacían más que cosas buenas. Ellos cambiaban vidas. Poseerlo, tener
a su familia involucrada en eso, debí haberlo sabido. Cuando leí en el
periódico que lo estaban construyendo, lo primero que pensé fue: ya era
hora. Mientras crecía, mudándome como siempre lo había hecho, había
visto más que mi parte justa de mujeres maltratadas. Y Navesink Bank tenía
la terrible adición de hombres como Lex Keith y su terrible historial con
mujeres para tratar.
Navesink Bank necesitaba el refugio de las mujeres.
Y Ryan, mi vecino súper sexy tan dulce como podía ser, hizo posible
que se mantuviera en el negocio.
Eso decía algo sobre él.
Una vez más, hubo una actitud cautelosa en su tono y rostro cuando
habló, haciendo que me preguntara qué era lo que le hacía sentir eso sobre
sí mismo. Llegué a la conclusión en su automóvil de que él era más de lo que
parecía, más que un simple hombre de negocios si las cicatrices eran algo
para pasar, pero ¿qué? ¿Qué era él? ¿Qué hacía?
—A mí.
Yo era una maestra en los no.
Lo quería más de lo que quería ser capaz de ser normal otra vez, poder
respirar en público otra vez, no comenzar a sudar ante la idea de hacer una
llamada telefónica.
A la mierda.
Se detuvo, pero cuando mis caderas hicieron otro movimiento
delicioso, comenzó de nuevo, haciéndolo emitir un sonido de enojo mientras
me retiraba. Mis ojos se abrieron lentamente, sintiéndose pesados,
encontrando los suyos igualmente pesados.
—Podría ser importante —me escuché murmurar, mi voz baja con
deseo, un poco sin aliento.
Luego, para demostrar mi punto, hubo una breve pausa antes de que
empezara de nuevo.
—Bueno.
—Oye —dijo, agachando un poco la cabeza para atrapar mis ojos
que habían caído ligeramente, deseando no mostrar lo decepcionada que
estaba—. ¿Qué harás para la víspera de Año Nuevo? —me preguntó
extrañamente, haciendo que mi cabeza se levantara y mis cejas se
juntaban.
Cinco.
¿El trabajo se lo iba a llevar por cinco días?
—Sí, con el champán y la gran bola cayendo del cielo y esa canción
que se supone que anima a la gente, pero siempre suena triste…
Sonreí un poco por eso.
Su casa. 61
Teniendo en cuenta que estaba a unos metros a de mi puerta, casi
parecía ridículo que lo estuviera preguntando con tanta antelación.
A
sí que, no era un secreto; siempre había tenido una cosa por
las chicas buenas.
Y, ya que tuvimos edad suficiente para esas cosas, jodiendo por ahí.
No exactamente rompiendo corazones, al menos no a propósito, sino
moviéndonos alrededor.
Pero a partir de entonces, se convirtió en una tendencia.
—Está bien, ¿mi auto tiene algún tipo de fuga de gas o algo así? —La
voz de Fee sonó desde un costado, me tensé. Claro. Por supuesto, tenía que
encontrarme con un miembro de la familia mientras hacía algo
completamente inusual que, por lo tanto, sería un tema de mucha discusión.
Me di la vuelta para encontrar a Fee, vestida con unos ajustados jeans rosa
palo, tacones de doce centímetros y una especie de sudadera dorada
brillante que revelaba una fracción de su estómago. Fee era interesante,
pero en realidad su ropa sobresalía. Incluso después de tres niñas, parecía
que estaba lista para caminar por una pasarela en todo momento—. Porque
no hay forma de que esto no sea algún tipo de alucinación provocada por
los gases.
—Fee, tengo condones —le dije con una sonrisa mientras dejaba de
barajar.
—¿Estás seguro?
—Sí, nena, estoy seguro.
—Déjame ir.
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—No hasta que me digas que estás buscando.
Jesucristo.
—Entiendes lo que estoy diciendo ¿verdad? —me preguntó, tragando
saliva, con tono desesperado.
—Sé exactamente lo que estás diciendo —estuve de acuerdo,
asintiendo.
—Ya lo colgaste.
—Por supuesto que sí. Vamos, no te entretengas. Necesitamos curarte
el rostro.
Con eso, la guie hacia mi baño y fui directo al armario, arrastrando el
gran recipiente de plástico lleno de todos los suministros médicos que podías
conseguir en una tienda (y algunos que no) y lo dejé en el mostrador.
Cuando volví a mirarla, se veía a sí misma en el espejo, su labio inferior
temblaba por el desastre en el que se había convertido su cara.
—Todo bajará, Dusty —dije—. El ojo, la mejilla y el labio. Se ven tan mal
porque están hinchados. Los moretones se desvanecerán. Los cortes,
bueno, puede que tengas una cicatriz o dos, pero incluso esos se
desvanecerán con el tiempo. Confía en mí —agregué cuando continuó
viéndose fijamente.
Con eso, salí disparado al pasillo y agarré las bolsas, las dejé caer
descuidadamente en la isla de la cocina y luego volví a cruzar el pasillo para
encontrar a su maldito gato. Encontré la viajera y lo llevé a través del
apartamento hasta que finalmente lo encontré sentado en la esquina del
armario de su habitación. Cuando me acerqué, dejó escapar un siseo y
movió sus pequeñas garras que parecían cuchillas de afeitar.
—Te guste o no, rasgúñame a morir o no, tu trasero entrará en este
portador —dije, resoplando cuando de inmediato pareció callarse. Lo
guardé, saqué la caja de arena obsesivamente limpia del baño y me dirigí
de regreso a mi apartamento.
Y la encontré en la cocina usando mi camiseta, desempacando
cuidadosamente mis bolsas.
—En realidad estabas planeando una noche especial, ¿eh? —
preguntó, con tono triste.
Exactamente.
—Sí.
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8
¿E
s malo estar preocupada por lo que Ryan pensaría de mi
apartamento cuando lo viera destruido al día siguiente?
No era que no me hubiera asustado. Pero descubrí que todos mis años
en que estuve prestándole atención a los monstruos invisibles, de alguna
manera me facilitó concentrarme a través del miedo de lo que tal vez
podría hacer la mayoría en esta situación.
Así que cuando el hombre más grande golpeó sus dedos contra mi
pecho, haciéndome tropezar y chocar contra mi pared, derribando la
lámpara en el proceso, de alguna manera pude darme cuenta que darles
esa información no me iba a ayudar.
Pero el hecho era que, cuando todas las demás personas que tenía
en el mundo se dieron por vencidas, Bry había estado allí. Y tuvo una idea.
Tenía demasiados antecedentes como para ser atrapado con píldoras,
especialmente a una escala lo suficientemente grande como para ser
considerado distribución, así que me ofreció una especie de “trabajo”.
Guardaba el producto, él me daba un poco de dinero para hacerlo, y eso
era todo.
Su dinero pagaba la mitad de mi renta.
La otra mitad, bueno, encontré una forma en línea para hacer el resto.
Mira, la única cosa genial que sucede cuando estás encerrado todo
el tiempo es que no puedes ver o hablar o experimentar algo nuevo,
bueno… la mente divaga. Creas estas enormes ideas épicas en tu mente.
Finalmente, comencé a escribir las mías. Y cuando descubrí cómo
hacerlo, comencé a venderlas en línea. Se vendían muy bien entre la
multitud paranormal de jóvenes adultos y me mantenían fuera de las calles
y con comida en mi despensa. Tuve que escatimar unos centavos y no
parecía haber un final a la vista para guardar drogas para Bry, pero me las
arreglé.
Así que así fue como me convertí en una criminal.
Su opinión importaba.
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Y él nunca iba a mirarme igual.
No iba a mentir; dolía mucho. Por muy mal que se viera, y se veía mal,
se sentía diez veces peor.
Vi otra puerta cerrada en el pasillo y pensé que tal vez era un estudio
o un segundo dormitorio. Pero no me sentía cómoda abriendo las puertas
cerradas en el lugar de alguien más, entré por la puerta abierta de su
habitación y me metí entre las sábanas que olían a él, una pizca de especias
de su colonia y detergente para ropa que no era femenino. Entré, levanté
las sabanas, puse la bolsa de hielo sobre mi cara de manera que cubriera
mi ojo y el labio hinchado, y empecé a respirar hondo.
—Solo yo —dijo la voz baja y suave de Ryan desde detrás mí, cuando
sentí sus piernas levantarse junto a las mías y su brazo deslizarse suavemente
alrededor de mi vientre, tirando ligeramente de mí contra él—. ¿Cómo está
el dolor?
¿Qué dolor?
Todo en lo que mi cerebro podía concentrarse, era en el hecho de
que se metió en la cama conmigo y se situó a mi alrededor, metió su cabeza
en mi cuello, y me preguntó acerca de mi dolor. 81
Ryan no se alejó de mí. No me rechazaba ahora que sabía la verdad.
—Eli —dijo la voz de Ryan, baja, más profunda, casi como una
advertencia. ¿Pero una advertencia contra qué?
Eli se paralizó ante eso, buscando en su bolsillo, pero sus ojos todavía
estaban clavados en mí. Sacó su celular, sosteniéndolo en alto, y escuché
el inconfundible obturador de su cámara, haciéndome retroceder, y mi
mirada se dirigió a Ryan.
—Retrocede, Eli —gruñó Ryan, más fuerte, dejando caer el cuenco de
huevos con un tintineo y apagando el quemador. Luego se movió para
interponerse entre su hermano y yo.
—Solo como evidencia —dijo Eli, mostrándole la foto a su hermano,
haciéndome estremecerme al ver la evidencia de mi paliza. Luego, apagó
84
el teléfono, se lo guardó en el bolsillo y miró a su hermano. Y así, todo lo que
lo había pasado hace un momento se evaporó, dejándolo con ojos suaves
y una sonrisa de disculpa.
—Está bien —le ofrecí, tragando con fuerza—. Sé que esto es un
poco… ah, sorprendente —comenté, señalando mi cara.
—Creo que la palabra que estabas buscando allí era “hermosa” —me
dijo, esquivando fácilmente el tema de mi rostro y salvando mi vanidad—.
Soy Eli —dijo, lanzándome una sonrisa—. Ya que mi hermano aquí ha
olvidado por completo sus modales. No te preocupes —agregó,
moviéndose para estar junto a mí, inclinando su cabeza un poco cerca
como si estuviera compartiendo un secreto—. Informaré a nuestra madre
sobre no presentarnos. Ella lo enderezará.
Sonreí ante eso, apenas notando la forma en que eso hacía que me
dolieran los ojos, las mejillas y los labios.
sería.
Resoplé ante eso, sabiendo exactamente qué tipo de comentario
85
—Entonces, Dusty —dijo Eli cuando Ryan comenzó a llenar la sartén
con huevo—. ¿A qué te dedicas? —terminó, entregándome una mimosa.
Me quedé callada por un segundo, sintiéndome atrapada antes de
que mi cerebro empezara a funcionar y recordé que tenía una respuesta
para eso.
—Escribo.
La cabeza de Ryan se balanceó sobre su hombro, sus cejas se
juntaron, sus ojos cuestionadores. Y fue entonces cuando me di cuenta que
mientras me había acercado más a él que a nadie más en años, mientras
que él me salvó dos veces, me curó, me besó y durmió conmigo. Todavía
éramos extraños.
—Puedo leer —dijo Eli con una sonrisa, haciéndome sonreír de
nuevo—. ¿Qué escribes?
—Adolescente paranormal.
Y fue fácil.
Era como si no estuviera horriblemente fuera de práctica.
Progreso.
Eso era lo que Ryan me había brindado en mi apartamento en
Navidad.
E
li era difícil de predecir.
Por lo tanto, porque no era natural para él, no era algo que formara
parte de él, el que pudiera aprender a controlar lentamente a través de
niveles más bajos, su ira era mucho más explosiva de lo que jamás había
visto.
Y Dusty le correspondió.
Aunque, como yo, él nunca había sido la puta como Shane y Mark
habían sido, él definitivamente tenía un encanto al que la mayoría de las
mujeres reaccionaban. Prestaba atención a los detalles y siempre parecía
poder evitar que las cosas se pusieran demasiado incómodas. Eso, para
Dusty, era enorme. Si la conversación se desplomaba durante un segundo,
podías verla tensarse visiblemente, veías cómo sus ojos se asustaban un
poco, como si estuviera intentando pensar en una manera de mantener las
cosas ligeras y fáciles, para no demostrar que no era la mejor persona
posible en situaciones sociales.
Casi.
Pero la mujer que él supuestamente amaba estaba en mi maldito
apartamento con la jodida cara destrozada por una situación en la que él
la puso.
—Sí, bueno, soy un nuevo desarrollo en su vida.
Mi voz era baja y salvaje, la ira usualmente era una cosa tranquila
dentro de mí, lo suficientemente fría como para congelarte.
91
Y, si él conocía a mi familia, era jodidamente seguro que sabía que mi
amenaza no era en vano.
Mi mano se aflojó en su garganta y contuvo el aliento antes de hablar.
—Exactamente.
Exhalé fuerte, mirando al techo por un largo segundo. ¿Estaba
negociando en Navesink Bank para alguien que se suponía que no debía
estar operando en la ciudad? Ese era el tipo de puto problema con el que
no quería estar jodidamente involucrado. Porque no solo significaba que
tenías un problema con el jefe de Bry y cualquier maldita persona que le
robara, sino que también significaba que, si Lex o Lyon o la Calle Tres se
enteraban, tú también estabas en su punto de mira.
Ese no era un lugar en el que nadie quisiera estar.
Cincuenta.
Si cada tipo tenía el mismo alijo de quinientas pastillas, significaba que
había veinticinco mil pastillas y más de medio millón de dólares en
94
movimiento. Y eso era solo por los malditos envío y distribución. No tenía ni
idea de la frecuencia con la que conseguían las pastillas, pero incluso si era
nada más una vez al mes, a esa velocidad, era un gran problema.
El jefe de Bry, quienquiera que fuera, no era alguien con quien tuviera
que joder.
Extendí mi mano, pasando una mano por mi barba rasposa con un
suspiro.
Bry resopló y se giró para hacer eso, vertiéndome un gran trago que
me bebí.
—Está bien —comencé, haciendo una mueca por la quemadura—.
Diez mil. Haré algo con eso —decidí, viéndolo como la única forma de salir
de la jodida situación.
Bry estaba negando antes de que terminara de hablar.
—Tiene contactos alrededor para mantener un ojo en las cosas. Si la
gente empieza a joder con que no pueden ver de las 30s por aquí de un
momento a otro, en una jodida fiesta, entonces habrá peguntas. Serán del
estilo que vienen con mucha sangre por mi parte. —Se detuvo, mirando
hacia abajo a sus pies—. Puedo decir que soy lo suficientemente fuerte
como para mantener la boca cerrada, pero él es un maldito enfermo y no
puedo hacer esa promesa y Dusty…
Los adictos eran una especie desesperada. Si veían que Bry siempre
había tenido una gran oferta de drogas y le seguían incluso casualmente,
notarían que nuestro edificio era una parada constante para él.
—Ella es tan jodidamente terca, hombre —me dijo, y casi quise sonreír.
Lo vi por encima de los platos, pero era difícil imaginarse a ella siendo tan
terca que no podías forzarla a un sistema de seguridad o a tener un guardia
o a que llevase un perro de aspecto desagradable con ella si necesitabas
que estuviera segura—. Nunca quise involucrarla en primer lugar. Ella nunca
debería haber tocado esta mierda.
Bueno, esa era la maldita verdad. Y tenía que darle al menos un poco
de respeto a regañadientes por saber eso.
—Entonces, ¿por qué es así?
—No tienes mucho tiempo —le advertí. Si tenían un gran alijo, estarían
intentando moverlo, de obtener efectivo. Pero si podía recuperar la mayor
parte de las píldoras, las cosas no se irían a la mierda.
—Solo para que quede claro, quiero saber quiénes son —añadí,
guardando mi teléfono.
—Sí —dijo Bry, sacando su propio teléfono y escribiendo, pidiéndome
mi número y luego guardándome bajo el nombre “Eddie’s Pizza”.
No quería presionarla.
Pero quería verla progresar.
Sino por ella. Porque ella merecía tener una vida que no la hiciera
sentir como si estuviera constantemente atrapada, como si estuviera
rodeada de lobos que la comerían si trataba de incluso sacar un pie fuera
de su zona de confort.
Tal vez era irracional querer ser eso para alguien a quien apenas
conocía.
Tal vez ella ni siquiera quería que fuera eso para ella.
Pero a pesar de todo eso, jodidamente lo intentaría.
10
L
e tomó una eternidad realizar su llamada, lo cual, bueno, no era
de mi incumbencia. Así que terminé de lavar los platos y guardé
las verduras sin cortar que Ryan había dejado afuera y volví a la
habitación para hacer la cama.
101
El ama de llaves de Ryan era muy estricta. Incluso con mi leve TOC
que me obligaba a que las cosas estuvieran limpias y en orden, descubrí que
después de haber arreglado las cosas que nosotros habíamos desordenado
esta mañana, no había literalmente nada que hacer.
Así que, desorientada, al no contar con mi rutina habitual para
mantenerme ocupada, encontré una libreta en el cajón de la cocina en
donde Ryan y Anita intercambian recados a juzgar por las seis páginas de
dichos mensajes, en una le pide a Anita que compre limones y proteína en
polvo o Anita avisándole que usó la tarjeta que le dio para comprar artículos
de limpieza y comestibles y que el recibo estaba en el cajón.
Después de encontrarme mirando su letra garabateada e inclinada
por mucho más tiempo de lo que quisiera admitir, llevé una pluma y el bloc
de notas al sofá y me senté a escribir un poco.
En realidad ni siquiera lo escuché entrar, cuando lo encontré
moviéndose silenciosamente en sus zapatos de trabajo, lo que me pareció
interesante porque literalmente todos los hombres que he conocido en mi
vida parecen hacer todo con ruido: ir al baño en medio de la noche, cerrar
de golpe los gabinetes de la cocina, bostezar como si les estuvieran
pagando para hacerlo creíble.
Miré y noté que la expresión algo tensa de Ryan se suavizó hasta que
hubo una pequeña sonrisa. Extendió su mano hacia mí, su pulgar
presionando mi mejilla y frotando a su vez.
—Tinta —explicó, retirando su dedo y mostrándome el color azul.
No.
Mala, mala combinación.
—Dusty, respira —sugirió, con un tono casi irritante pero calmado
mientras pensaba en un millón de razones por las que hablar con Bry era
algo absolutamente terrible—. Teníamos algunas cosas que discutir y
llegamos a las mismas conclusiones, las cuales —continuó cuando me moví
para interrumpirlo—, incluyen que no te preocupes por nada relacionado
con eso. Ya has pasado por mucho. Todo está bajo control, de todos modos,
dejó tus regalos de Navidad. Están en la caja con las cosas del baño —
agregó, casual como siempre, aunque señalara que estaba “manejando”
un problema que involucraba a un traficante de drogas y a tipos que me
golpearon y robaron cuando apenas me conocía—. Entonces, escuché que
te gusta darte baños de tina cuando estás ansiosa —dijo mientras cruzaba
por la habitación. Tomó la caja donde guardaba mis botellas de burbujas y
me la entregó—. Literalmente nunca he usado la bañera, pero Anita la
limpia cada vez que está aquí, así que está limpia y es toda tuya. Tómate
todo el tiempo que necesites.
Así que eso hice y además apliqué una loción que había empacado
y me puse la ropa que había escogido, sintiendo la más mínima vergüenza
de saber que había revisado el cajón de mi ropa interior al ver que tenía
104
sostenes y bragas a juego.
Me estaba adelantando.
Cuando regresé, Ryan estaba en la cocina cortando verduras y las
colocaba en una bandeja de plata, apostaría una buena cantidad de
dinero afirmando a que él no la había comprado. ¿Qué hombre pensaba
en tener cosas como esas?
—¿Te sientes mejor? —preguntó, me tuvo que haber escuchado de
alguna manera incluso de espaldas.
—La ropa está en el segundo cajón del dormitorio. Tomaste tus cosas
del baño. Tu computadora portátil y los libros están sobre la mesa de café
en la sala de estar.
Estaba… ¿mudándome?
Me refiero a mover los libros y la computadora portátil a la sala de
estar no era nada extraño; necesitaba el espacio del mostrador para poner
sus cosas. ¿Pero poner mi ropa en su armario? Era del tipo de hombre que
se vestía bien; debía tener ocupado todos sus cajones. ¿Así que había
vaciado uno para mí?
—No tenías que…
—Esa es una historia para otro día, creo —me dijo, me puse un poco
rígida—. Te lo diré —aseguró, después de haber estado observándome lo
suficientemente cerca como para ver el cambio—. Pero no vamos hablar
de eso esta noche, ¿de acuerdo? —me pidió y como parecía necesitarlo,
decidí rendirme. Sabía lo que se sentía no estar listo para hablar de algo,
querer trabajar en ello.
—Chaz's.
—No puede ser —dije con una gran sonrisa—. Ese fue el primer bar al
que fui cuando tenía la edad.
—Oh no, no, no —lo corté—. No puedes simplemente dejar caer una
bomba de tu hermano siendo porrista y seguir adelante —le informé
riéndome.
—Tendrías que conocer a Mark para entenderlo por completo. Él es…
no es una bonita manera de decir puta, así que seguiré adelante y usaré
eso. Él jodidamente siempre ha amado a las mujeres. Todos sus amigos fuera
de nosotros y tal vez de Colt eran mujeres. Salía con una chica diferente
cada semana en la secundaria. Y cuando se vio obligado a practicar un
deporte, bueno, ¿por qué no elegiría a uno donde tuviera que atrapar y
109
arrojarse alrededor de un montón de chicas calientes todo el día?
Su madre era todo lo que mi madre no era. Creo que aprendí modales
a pesar de ella, no por ella.
—¿Qué hizo?
—Venía y me recogía todos los días de la escuela, haciéndome
cambiar a ropa deportiva, y luego conducía a mi lado mientras corría por
los vecindarios, por tanto tiempo como hubiera durado la práctica. Cada
maldito día. Incluso en los días en que llovía y la practica era cancelada, allí
estaba corriendo con ella conduciendo a mi lado, así que no pude seguir
adelante sin hacerlo.
—Tu mamá suena increíble —admití.
No fue hasta que fui mucho, mucho mayor que me di cuenta… que
110
tal vez ella ni siquiera tenía uno.
Una gran parte de mí pensaba que tal vez hubiera resultado igual que
mi madre. Y eso, bueno, era lo peor que podría haber pasado. Me
encantaría tomar mi agorafobia sobre eso cualquier día.
—Claro.
—¿Cómo se volvió tan mala tu agorafobia?
Bien.
Mira, lo extraño era que, después de un tiempo de vivir de cierta
manera, puede ser fácil olvidar que no es normal. No pasaba cada
momento de mi día en mi apartamento pensando en lo rara que era, lo
paralizada que estaba por mi condición. Solo me adapté. Vivía lo mejor que
podía. Cocinaba, limpiaba, leía, escribía, pagaba cuentas. Era una vida
muy pequeña, pero era una vida.
—Por supuesto.
Mis ojos incluso se alinearon a los suyos y lo encontré mirándome
atentamente, como si estuviera buscando la menor reacción a la pregunta
que estaba por hacer.
—¿Tú y Bry han salido alguna vez?
—¿Qué? ¡No! —grité, la idea era tan absurda que de hecho me reí y
resoplé. Fue un sonido verdaderamente delicado y encantador déjame
decirte—. Por supuesto que no. Es lo más parecido a un hermano que tengo.
¿Por qué me lo preguntas?
Su cabeza se inclinó ligeramente, su boca se abrió y se cerró un par
de veces como si estuviera intentando decidir si decirme o no. Con el
tiempo, lo hizo.
—Porque está enamorado de ti, Dusty.
¿Bry?
No, eso no era… Excepto, que tal vez sí.
—¿Por qué?
Su sonrisa era un poco burlona.
—Porque esto aquí, tú y yo, si esto sale como quiero que salga… está
pasando.
—¿Está… pasando? —repetí, mi estomago haciendo otra de esas
pequeñas deliciosas volteretas, pero quería más claridad. La necesitaba
para no enloquecer por lo que él quería decir con eso.
—Sí. Pasando. Estás en mi casa. Me gusta que estés aquí. Me gustaría
que sigas estando aquí. Entiendo que es muy pronto y no sabemos todo
sobre el otro, pero creo que lo haremos eventualmente. Necesitaba saber
que tu no tenías sentimientos por él antes de que siguiéramos adelante.
Adelante.
Como en un futuro.
¿Conmigo?
Podía progresar.
Quiero decir, estaba fuera de mi departamento. Estaba en el suyo. Y
no estaba asustada por eso. Eso era progreso. Había conocido a su
hermano y hablado con él y eso también era un progreso.
Siempre y cuando los pasos fueran pequeños y no expectativas que
me llevaran al fracaso, estaba segura que podía hacerlo.
—Exacto —acordó, extendiendo su mano y agarrando mi rodilla,
dándome un apretón alentador—. ¿Crees que podría funcionar?
¿Mis labios?
¿A quién demonios le importaba mis labios cuando tenía a un tan
dulce, considerado, hermoso y sexy hombre debajo de mí que me quería
incluso cuando era un completo desastre?
Ciertamente no a mí, eso era seguro.
116
Me acurruqué hacia él, deslizando mis manos por sus brazos hasta los
costados de su cuello. Sus brillantes ojos claros se calentaron con
comprensión solo un momento antes de que presionara cuidadosamente
mis labios contra los suyos.
Me estrellé en un orgasmo.
No había otro modo de llamarlo.
Y asentí.
—Progreso.
Perfecto.
Todo era tan perfecto que dolía.
121
11
E
n realidad, nunca me importó una mierda la víspera de Año
Nuevo. La mayoría del tiempo, a medianoche estaba en la
cama medio dormido contestando correos electrónicos del
trabajo. Simplemente no era mi cosa. No era fiestero y no había tenido una
122
novia seria desde que estaba a principio de mis veinte para importarme un
carajo un beso de medianoche.
Jodidamente perfecto.
¿Entender cómo llegó a ser como era? Eso fue increíblemente
importante. Necesitaba saber. Necesitaba ver cómo cuidarla en el futuro.
1La rebelión de Atlas: novela de Ayn Rand publicada en Estados Unidos en 1957, tiene 1168
páginas.
encantar a una de las chicas lindas y nerds de la clase para que escribiera
su ensayo por él. Lo cual ella felizmente hizo. Y obtuvo una A sin haber leído
el libro, dicho libro que encontré siendo usado para sujetar la puerta en su
apartamento.
—¿Por qué?
—¿Alguna vez te has detenido a pensar que tal vez esto fue algo
interno? ¿Tal vez Dom percibió algo que no le gusta de Bry y recuperó su
mierda? Lo que tendría sentido sobre el por qué fueron tan despiadados con
Dusty. Si Dom y sus hombres eran fanáticos de la violación, entonces fue un
jodido milagro que yo llegara a tiempo.
—¿Por qué?
—Porque lo más probable es que los chicos de Dom fueran los que
estuvieron en el apartamento de Dusty, recuperando el producto. Es por eso
que no puedes encontrarlo en la calle. Es por eso que nadie está
reconociendo a estos hijos de puta.
—Jesucristo —dijo, y realmente pude oírlo absorberlo, el ruido de los
autos cuando pasaban, el resoplido de su aliento—. ¿Por qué demonios
vendría a buscarme? —preguntó después de que escuché el golpear de
algo.
—Solo tú puedes saberlo. Tal vez sea tan simple como que a él no le
guste que mantengas el producto en la casa de Dusty. Tal vez sea alguien
con quien estás conectado en quien no confía. Tal vez él piensa que estás
robando. Quién demonios lo sabe. Los hombres en posiciones como la suya
se vuelven paranoicos y hacen estupideces. Para ellos, es mejor sacarte de
la foto a tener que preocuparse por ti.
Y luego ese pobre cabrón dijo algo que demostró cuánto se
preocupaba por ella. 125
—Dusty. Necesitas…
La verdad del asunto era que los problemas de Bry no eran mis
problemas. Dicho esto, si lo habían estado observando, la observaban a ella.
Si la observaban, sabían que ella y Bry eran, al menos, un poco cercanos.
Por lo que se darían cuenta que si la atrapaban, tal vez podrían obtener el
paradero de Bry.
Pero lo que ella necesitaba era estar a salvo, incluso si eso significaba
que me odiaría por eso.
Suspiré, levantando mi celular y marcando el número de mi padre.
—Y, de nuevo, solo uno de mis putos hijos se encontraría con una
pequeña chica dulce, agradable y ermitaña que trae consigo muchos
problemas desde la privacidad de su apartamento. —Ese era Charlie
Mallick, acostumbrado a una vida de incertidumbre, de caos, de aceptar
la mierda y de lidiar con ella y seguir adelante—. Está bien. ¿Cuándo
necesitas hablar con nosotros?
—Primero debo llevar a Dusty a un lugar seguro y luego estaré en
contacto. A más tardar mañana. Esto debe manejarse antes de que se
intensifique.
—De acuerdo. Envía un mensaje a uno de tus hermanos y lo
organizaremos. Mantén a tu chica a salvo.
Apartó sus piernas de las mías, apoyó los pies en el suelo y se agachó
hasta que sus codos estuvieron sobre sus rodillas, con la cabeza apoyada
128
en sus manos. La observé durante un tiempo casi alarmante antes de que
finalmente la viera respirar, lenta y un poco temblorosa, pero
profundamente, como si estuviera intentando mantener la calma.
—¿Cuándo?
—¿Honestamente? Tan pronto como podamos empacar algo y
marcharnos.
—Rocky…
—Puede venir —dije, sabiendo que probablemente no debería. Ellos
tendrían que hacer una excepción.
—Bueno.
Quiero decir, no era como si tuviera opción. Había tratado de pasar
eso por alto. Pero incluso si se asustaba y tuviera que cargarla sobre mi
hombro otra vez, lo haría. No iba a dejar que se quedara y permitir que le
pasara quien sabía qué mierda.
—Lo siento.
—No —le dije, girando mi cabeza para besar su sien.
—¿No qué?
—No te disculpes por estar ansiosa. Cualquiera estaría ansioso en esta
situación.
Los empaqué, junto con otras cosas al azar que vi por ahí, incluyendo
tres de sus libros que pude acomodar en la bolsa con las cosas electrónicas.
130
—No —dije cuando vi sus ojos dirigirse a la caja de arena—. Buscaré
una nueva cosa de esas cuando lleguemos a donde vamos —le informé y
ella asintió y alcanzó la jaula para gatos. Me acerqué a la puerta, abriéndola
y echándome hacia atrás por un siseo—. Hijo de puta —gruñí, exhalando
fuerte.
—Así es como mucha gente me llama. Generalmente mujeres —dijo
Mark, ignorándome por completo y mirando a Dusty, a quien le guiñó un
ojo.
—¿Qué diablos estás haciendo ahí parado fuera de mi apartamento
como un maldito voyerista?
Me gustaba eso.
Y me gustó que estuviera pensando suficientemente en el futuro como
para planear esa eventualidad.
Mark nos vio venir desde donde estaba bloqueado fuera de mi auto.
Desbloqueé los seguros y se volvió para poner la mierda en el maletero.
Excepto el gato el cual dejó sobre el capo mientras nos daba una gran
sonrisa.
—Sabes, creo que estará bien una vez que esté detrás de una puerta
cerrada. Puede que necesite tomar un baño o algo así, pero luego debería
calmarse y estar bien. Creo que está en su poder de alguna manera hacer
de cualquier habitación cerrada su propia clase de zona de confort una vez
que supere el impacto de la misma.
—¿Estás bien?
Exhaló fuerte y abrió los ojos.
134
12
¿U
n hotel?
Lo sabía.
Cambiar una prisión por otra no iba a funcionar indefinidamente.
Incluso habíamos hablado de ello la noche anterior, sobre cómo él no
esperaba milagros, pero que podríamos trabajar en progresar.
Y, ser obligada a dejar su apartamento y alojarme en un lugar en el
que nunca había estado, aunque ligeramente (bueno, moderadamente)
136
aterrador para mí no era la mejor manera de hacerlo, todavía estaba
progresando.
Mi corazón seguía aleteando como un colibrí en mi pecho y yo estaba
revuelta y sudorosa y miserable, pero no estaba mareada y no me faltaba
el aliento y no estaba segura que tuviera que correr locamente a la siguiente
salida y de vuelta a mi zona segura. Porque, bueno, mi zona segura era
definitivamente insegura ahora. De una manera muy literal, no la imaginaria
que tenía en mi mente.
Así que cuando Ryan alargó su mano y me la ofreció, puse la mía
húmeda y enloquecí como el infierno internamente de que el sintiera mi
mano húmeda, pero aun así salí del auto y lo seguí mientras lideraba el
camino. No hacia la gran recepción que pude ver a través de las puertas
brillantes de vidrio. Me llevó hacia el lado del edificio donde había otra
entrada, más discreta, con la palabra “residentes” en ella.
Se supone que creo que ella es hermosa si estoy saliendo con ella,
¿sabes? Eso era lo que había dicho Bry cuando se quejaba sobre la chica
que estaba viendo, preguntándole todo el tiempo si él estaba mirando a
otras chicas y comparándola con ella.
—Estoy bien —le dije, escuchando el sonido de los pisos mientras los
pasábamos—. Rocky… —solté, de repente recordándole y sintiéndome
como la peor dueña de mascotas.
—Mark y el portero lo traerán todo. Mark tiene una llave —añadió.
Portero.
Sabía que un lugar era elegante cuando llamaban a un botones
portero.
Miré hacia arriba cuando sonó un ding más largo, indicando el piso y
vimos una pequeña pantalla donde decía Pent-house.
—Por supuesto.
—¿Por qué tienes un pent-house en un hotel cuando tienes un
apartamento?
Pero lo más extraño era, que no era tan extraño estar afuera. Tal vez
porque la mayor parte de mi vida había sido dedicada a viajar, moverme,
ver y experimentar cosas nuevas. No era como si fuera un cambio cultural.
No era una pobre alma que había crecido en un sótano y nunca había visto
el mundo real. Había sido por un tiempo. Pero no era tan atemorizante como
pensé que sería. No estaba completamente calmada, pero era porque este
era un gran espacio con todas las comodidades de casa y no estaba lleno
de un montón de gente. Estaba en realidad bastante cerca de la
comodidad teniendo en cuenta todo.
Un progreso. 140
Me quedé en el baño por quien sabe cuánto tiempo porque los baños
parecían ser universalmente habitaciones sin relojes incluso cuando era
donde la mayor parte de la gente se apresuraba a prepararse para ir a
trabajar en un horario fijo, después de que me sequé y envolví en la bata
suave y esponjosa, me moví para mirarme.
Seguía un poco hinchada, aunque la hinchazón de mi labio había
desaparecido por completo. La mayor parte se encontraba alrededor de
mi ojo, que seguía teniendo un feo tono de púrpura. Pero el párpado estaba
casi todo abierto y podías ver que, de hecho, tengo dos ojos verdes. La
hinchazón se encontraba más bien en el exterior del ojo en un arco que iba
desde mi ceja a la parte superior de mi pómulo. Los rasguños seguían rojos,
pero curados en su mayor parte.
No estaba horrible.
Tampoco genial, pero nada horrible.
Observó mi rostro.
Medía mi reacción.
Quería asegurarse de que estábamos yendo a mi ritmo.
Sus manos se movieron por lo que las puntas de sus dedos estaban a
mis costados y sus pulgares hicieron círculos alrededor de mis pezones por
un largo minuto antes de atraparlos entre sus pulgares e índices y hacerlos
girar con firme y casi doloroso placer.
Y me deshice.
Su nombre salió como un grito entre mis labios mientras Ryan
continuaba lamiendo, continuaba empujando, arrastrándolo fuera,
ordeñándolo al máximo.
Pero antes de que las olas pudieran volver a chocarme, perdí sus
dedos cuando se reclinó, sus rodillas en el borde de la cama, y deslizó sus
dedos en su boca, lamiendo el sabor antes de buscar en la mesita de noche
y sacar un condón, haciendo fácil el trabajo de protegernos antes de que
sus manos comenzaran a acariciar mis piernas, mis costados y mis senos.
—¿Hora? —repetí, pasando mis dedos sobre su tatuaje una vez más,
trazando las letras de su apellido.
146
13
N
unca tuve que tener la “charla” antes.
—Sea lo que sea, no puede ser tan loco como ser una agorafóbica
involucrada con traficantes de drogas —continuó cuando no hablé de
inmediato.
No estaba avergonzado de mi vida, ni de mi familia o de cómo
ganamos nuestro dinero. Lejos de eso, de hecho. Pero me estaba costando
encontrar las palabras para decirlo.
Y, me di cuenta con una claridad casi cegadora que era porque esta
vez importaba. Ella importaba esta vez.
Dejando de lado la relación con Bry y sus problemas, ella no era el tipo
de chica que terminaba con un jodido matón prestamista. Trabajó en un
jardín de niños. Apenas la había oído maldecir. Era buena, dulce y limpia.
Todas las cosas que mi vida no era.
Pero la realidad era que, no tenía que postergarlo. Dusty no era una
cosa de una noche. No era una aventura. Ni siquiera estaba en la misma
categoría que esas mujeres.
Ella importaba.
La deseaba.
La quería de una manera más permanente.
—Eli nunca tuvo la intención de ser violento. Pero nos criaron para
saber que nuestro negocio familiar involucraba violencia, que se esperaba
que todos siguiéramos los pasos de nuestro padre. Así que Eli, en cierto
modo, fue obligado a ser algo que no era. Y debido a eso, cuando se enoja,
es diferente a todos los demás. Es brutal, primitivo y extraño como el
demonio. Eli es el último recurso, cuando hemos agotado los otros medios.
—Solo estoy intentando entender todo esto. ¿Alguna vez has sido
arrestado?
—No cariño.
—Pero asumo que los policías por aquí saben lo que ustedes hacen…
—Tres.
—¿Disculpa? —pregunté, acariciando su espina dorsal, sintiendo mi
pene endurecerse ligeramente cuando se estremeció ante mi toque. 153
—Tres años.
—Está bien.
—Así que eso está arreglado. Volviendo a la pregunta original.
¿Quieres hijos?
Me dio una pequeña sonrisa ante eso.
—Sí. Quiero niños.
—Pero, no has sido más que bueno conmigo. Tus hermanos han sido
buenos conmigo. Eres la primera persona con la que me he encontrado en
mucho tiempo que no me pone ansiosa. Creo que lo bueno está superando
a lo malo ahora mismo.
—Soy una niña grande, Ryan. Hace mucho tiempo que me di cuenta
que no puedes cambiar a las personas o las situaciones. Tienes que tomarlas
como son. Y en tu caso, estaría feliz de hacerlo.
—¿Qué mirada?
—Te ves… ansioso —dijo con una sonrisa—. Conozco esa mirada
personalmente. Y la tienes. —Entonces su rostro decayó un poco—. ¿Eso fue,
um, demasiado? Quiero decir, puedo…
No pensé que lo vería como yo, pero eso era toda la prueba que
necesitaba. Podría haber besado mis labios, mi mejilla, mi cuello, el centro
de mi pecho. Pero eligió besar el emblema de mi familia, lo que
representaba todo lo que yo era.
157
14
M
e desperté temprano a la mañana siguiente, con Ryan
recostado en el lugar de donde la manta debió haberse
caído, succionando mi pezón en su boca.
Decir que era una forma inesperada y agradable de despertar sería
158
una subestimación.
—Ryan, yo… —comencé, queriendo decir que tenía que lavarme los
dientes antes de que algo fuera más allá. Besos matutinos, sí, nunca eran
sexys. Por su aspecto, había estado levantado por un tiempo y
probablemente ya se había cepillado los dientes.
Pero primero…
Me acurruqué hacia arriba, hundiendo mis manos en sus caderas, la
cama alta poniéndome en el ángulo perfecto para inclinarme y lamer la
humedad. Dejó escapar un siseo, llevando su mano detrás de mi cabeza.
—Oh, Dios mío —gemí cuando bajé, jadeando con fuerza, todo mi
cuerpo se sentía resbaladizo, mis extremidades pesadas e inútiles.
—Todavía no he terminado contigo —me informó y me di cuenta que
todavía estaba muy duro dentro de mí.
160
—No puedo… —objeté, sacudiendo la cabeza. Estaba bastante
segura que tres era mi límite.
Estaba segura que no había nada más increíble que ver a un hombre
al borde del colapso mientras se impulsaba dentro de ti, deseando llevarte
al clímax por cuarta vez antes de encontrar el suyo.
Bebía un sorbo de mi café cuando anunció que tenía que irse por un
tiempo.
Lo cual, bueno, estaba bien. Él tenía una vida. Tenía negocios. Tenía
empleados. Era de esperarse que necesitara volver con ellos.
—Pero no quería dejarte sola todo el día.
—De hecho, Eli y Mark tienen algo que necesitan hacer conmigo hoy.
Así que, ah…
Bueno, verlo un poco estresado era encantador. Pero sabía lo que se
sentía así que lo dejé salir de su miseria.
—¿Quién entonces?
—Fee y Lea. Son las mujeres de Hunter y Shane. Querían conocerte y
pensé… —se calló, suspirando—. Probablemente debí haber preguntado
primero, pero las invité.
Bueno.
Tuve una punzada de anhelo por algo de maquillaje. Algo con que
cubrir los moretones, un lápiz labial, cualquier cosa.
La otra era una mujer alta, de piernas largas y buena forma, de largo
cabello liso y oscuro, llamativos ojos azules y un rostro femenino pero
anguloso. Como Ryan había predicho, vestía jeans ajustados color azul
marino, botas de combate negras y una camiseta azul ajustada de mangas
largas.
—Soy Dusty.
—Mark y Eli dijeron que eras jodidamente sexy. No mentían. Shane
quiere saber cómo no pesas ciento cincuenta kilos cuando no sales de tu
apartamento.
—Shane es una rata de gimnasio —dijo Fee.
—Yo, ah, ¿DVD de entrenamiento? —ofrecí.
—Eso fue lo que le dije. Es un purista del gimnasio. He probado los DVD,
pero a menos que esté en el gimnasio, no hay nadie que me juzgue cuando
mi trasero tiene el tipo incorrecto de movimiento, por lo que no funciona
para mí. De todos modos, te trajimos algunas cosas. Escuchamos que
tuvisteis que salir con un poco de prisa y nos imaginamos que Ryan no pensó
exactamente en cosas como pijamas, maquillaje o tampones.
Bueno, eso era cierto. Y, ahora que lo pensaba, mi período debería
comenzar pronto y esa no habría sido una conversación súper divertida para
tener: Oye, um, tengo al diablo rojo en mis pantalones. ¿Puedes ir a
comprarme unos tampones? Nada sexy.
—En realidad eso es genial, gracias —dije.
168
—Quiero decir, dudo que vayas a usar pijamas pronto —agregó Fee—
. Con todo el sexo. Lo están haciendo, ¿verdad? Me refiero a que, ser
agorafóbica no significa que no te guste el sexo.
Me agradaban.
¿Era posible que no lo hiciera?
169
Por supuesto, tenía una ligera sensación de ser una extraña porque
todavía no conocía todas las pequeñas historias, pero aun así, eran abiertas,
divertidas y me aceptaban. ¿Qué más se podía pedir?
—¿Aquí en la ciudad?
—Sí —contesté, sintiendo una punzada de pérdida una vez más.
—En serio, si alguna vez necesitas volverte loca por unas horas, siempre
estoy buscando una niñera decente. Para venir hoy, tuve que pagar a tres
chicas del vecindario para que las cuidaran unas horas. Treinta dólares por
hora porque ni una sola chica quiere cuidarlas. Tienen tan mala reputación.
—Me encantaría pasar el rato con ellas —ofrecí—. Ya sabes, una vez
que me instale de nuevo.
—Sí, situación loca —dijo Fee, dejándose caer en el sofá y apoyando
170
sus pies en la mesa—. Quiero decir, Lea te podría vencer técnicamente. Pero
aun así es loco.
—Tal vez ella no quiere hablar de eso —dijo Lea, regresando mientras
el aroma a café recién hecho llenaba el aire.
—Entonces, agorafobia…
—Fiona —siseó Lea.
—Sí.
—¿Cuánto tiempo pasó antes de que Ryan te forzará a salir? Meses…
—Años.
—Si alguna vez tienes ganas de salir sin presión, puedes venir a mi casa
—dijo Fee—. En caso de que quieras expandirte con nuevas zonas seguras y
todo eso.
—También te invitaría a mi casa, pero el almacén no es tan
interesante.
—¿El almacén?
Asentí.
—Sí.
Me reí.
—Bueno, haré lo mejor que pueda —acordé con una sonrisa.
Contacto de emergencia.
—¿Qué pasó? —pregunté, mi voz tensa.
No necesité hacerlo.
175
Y, a diferencia de la vez en mi apartamento cuando solo mi vida
estuvo en peligro, no me congelé. No entré en pánico. Corrí por la
habitación y encontré mis zapatos, agarré un suéter que había estado en
una de las bolsas, arrancando las etiquetas mientras salía corriendo por la
puerta.
En lo único que pude pensar mientras bajaba en el ascensor y salía al
exterior voluntariamente por primera vez en años fue que él siempre había
estado ahí para mí. Sin importar qué, estuvo a mi lado.
Yo iba a estar a su lado cuando me necesitara también.
—T
ienes que respirar —me dijo Shane mientras todos nos
subíamos al auto—. Ella estará bien con Lea y Fee. Y
sabes que tenemos que hacer esto.
Esto significaba que manejaríamos su situación.
176
No podíamos simplemente sentarnos y escondernos en la jodida
residencia. Esa no era una manera de empezar una relación. Teníamos que
darle una oportunidad justa en mi apartamento donde pudiera instalarse y
ponerse cómoda y sentir como que podía abrirse.
Estaban a salvo.
Ella estaba a salvo.
Si el tipo Dom era tan gran cosa como parecía, no sería fácil.
—Muy bien —dijo Hunt, empujando un archivo a través de la mesa
donde estábamos sentados, Chaz’s estaba cerrado hasta la hora de la
cena—. Dom Donovan. Traficante. Violador. Asesino. En general un imbécil
—dijo, suspirando—. Bry se unió a una verdadera joya.
—Está bien —dijo mi papá, reclinándose en su silla—. En realidad, hay
177
dos opciones aquí. Viajamos a Camden y tratamos de hablar con Dom, de
hombres de negocios a imbécil hombre de negocios. Pero, para ser
honestos, no veo cómo va a ayudar eso. Parece ser el tipo de bastardo que
tomará nuestro dinero y trato y luego nos disparará por la espalda cuando
salgamos.
—No puedo decir que no esté de acuerdo con eso —les dije,
asintiendo—. Bry no es un criminal sin escrúpulos, pero parece como si
hubiera estado estafando toda su vida. Probablemente ha estado
involucrado con varios distribuidores en los últimos años por lo que conoce
a los idiotas, pero tiene miedo de Dom. Me oyó decirle que se fuera a la
mierda y jodidamente corrió. Literalmente. Mientras estaba al teléfono
conmigo.
Claro.
Navesink Bank lograba ser un pozo negro de la delincuencia porque
todo el mundo conocía su lugar. Todo el mundo conocía su nicho. Los
Henchmen MC llevaban sus armas. Los Grassi llevaban sus muelles.
Prestábamos dinero ilegalmente. Ross Ward, tenía sus luchas clandestinas.
Breaker era músculo contratado. Shooter era un asesino. V y Lex Keith eran
los peores imbéciles y trataban con piel y otros actos deplorables. Hailstorm
hacía… lo que fuera que Hailstorm hacía.
Ese era un punto justo y todos lo sabíamos, nos quedamos allí por un
momento para pensarlo.
Fue mi madre, quien no había notado que estaba allí porque se había
quedado en la oficina, quien salió y ofreció una tercera opción.
—Podemos externalizarlo —nos dijo, llegando con un maldito plato de
mini sándwiches, porque, a pesar de que estábamos sentados allí
discutiendo planes para acabar con un traficante de drogas de mierda,
todavía era nuestra madre.
—Externalizar —repitió mi padre, extendiendo la mano y agarrándola,
poniéndola sobre su regazo. Después de más de treinta años juntos y
todavía actuaban como jodidos adolescentes. Había pasado tiempo desde
que había conseguido dejar de pensar “esto es repugnante” y había
179
empezado a pensar en “esto es agradable”. Y últimamente, “quizás esos
seamos Dusty y yo en treinta años”—. Asumo que tienes algo en mente.
Claro.
—Quieres que hagamos una reunión con Hailstorm —aclaré.
—Bry, escucha…
—Estoy en el maldito camino. No pueden estar más de cinco minutos
por delante de mí y estoy rompiendo cada jodido límite de velocidad en
el…
—Bry, maldita sea, escúchame. No puedes simplemente aparecer allí.
No la dejarán ir. La torturarán y te harán mirar, maldición —le dije, mi voz
retumbó porque mi mandíbula estaba demasiado apretada para hablar
correctamente.
—Dijo que estaban a una hora y media en auto y que ella y su gente
idearían un plan en el camino. Te quiere —dijo, sacudiendo su cabeza hacia
mí—, afuera en diez y te pedirá que conduzcas con ella. El resto de nosotros
los seguiremos…
No tenía sentido.
Pero cuando pasó junto al auto, la puerta se abrió, y un hombre que
de hecho parecía el tipo Albert, la empujó al interior y se alejaron a toda
velocidad.
—Tu teléfono —dijo Jstorm, haciéndome señas con los dedos sin mirar
hacia arriba, así que lo dejé caer en su palma—. Necesito hablar con este
maldito Bry antes de que haga algo estúpido.
—Buena suerte con eso —le dije, mirando por la ventana lateral—. Está
enamorado de ella. No es probable que escuche razones en este momento.
Lo me miró de reojo y no lo entendí exactamente hasta unos tres
segundos después, la voz de Jstorm trepidante, sin tonterías y llena de
blasfemia resonó en la silenciosa cabina del automóvil. 184
—Cállate y escúchame. Soy Janie de Hailstorm y necesito que saques
la cabeza de tu maldito trasero durante dos minutos y escuches el plan…
P
or supuesto que no estaba en la lista de contactos de
emergencia de Bry.
Tal vez, tres años antes, eso hubiera tenido sentido. Solíamos ser tan
cercanos. Junto con mi tío, él estaba en mis contactos de emergencia tanto
en mi teléfono como en mis documentos del trabajo. Pero Bry había pasado
por al menos tres teléfonos desde entonces y tuvo que reprogramar esos
números. No me habría puesto porque pensaría que era colocar una presión
innecesaria sobre mí.
El perdedor de su hermano probablemente era su contacto de
emergencia.
Mi cabeza se giró para mirar hacia el asiento delantero, viendo los ojos
en el espejo retrovisor que hicieron que mi estómago se contrajera con
fuerza. El conductor era el que me había golpeado. Yo reconocería esos
ojos en cualquier parte. Eso, y el hecho de que su cara todavía estaba
hecha un infierno… gracias a Ryan. El pasajero me miraba por encima del
hombro y también me resultó familiar: El que había registrado mi
apartamento, lo había destruido, y me había quitado todo el confort que
encontraba allí. 186
—Cállate la jodida boca y maneja —rugió la voz casi alarmantemente
tranquila en la parte de atrás conmigo, a pesar del comentario del tipo que
conducía, mi pierna había pateado y había chocado tal vez contra algunas
costillas.
Parecía un tanto similar a los tipos en el frente. Había una cierta
aspereza en todo acerca de él. Sus ojos eran de color marrón oscuro, pero
ilegibles. Su rostro era uno que podría haber encontrado atractivo en
circunstancias diferentes con su mandíbula ancha y fuerte, su cabello
oscuro y sus características hiper masculinas. Era demasiado grande, ancho
y fuerte. Parecía ocupar todo el espacio (y el aire) en el asiento trasero.
—Déjame ir —susurré de vuelta, mis ojos tan grandes que sabía que
estaban suplicando y, francamente, mi orgullo podía hacer una maldita
excursión porque no había espacio para él en esta situación. Si rogar,
suplicar, llorar, gritar por mi jodida mami, cualquier cosa pudiera sacarme
de esto, estaba dispuesta a intentarlo.
—Tu hermano.
Las palabras salieron cuando solo tenía la intención de pensarlas,
haciendo que su mirada volviera a mi cara, pareciendo un poco más
cauteloso.
Su hermano era Dom, el jefe de Bry.
Fue pelear.
Iba a pelear.
Detén el odio.
Arriba Camden.
Hazte rico o trata de compartir.
Abrí las puertas y golpeé la calle, con el pulso martillando en mis oídos,
tan fuerte que no escuché los pasos detrás de mí.
No tuve ninguna advertencia antes de que manos me agarraran la
cintura por detrás justo cuando llegaba al final del sinuoso muro de
contención, a solo un respiro de una oportunidad de libertad.
—No luches —dijo una nueva voz familiar con una nueva frase familiar.
Y, bueno, no iba a hacer exactamente lo que me decían, ¿verdad? Pateé
e intenté liberarme, arañando los brazos que me sujetaban. Respiré hondo
para gritar solo para tener una abrazadera alrededor de mi boca—. Dulzura,
para —dijo, sin siquiera la más mínima falta de aliento cuando de repente
me sentí empujada hacia atrás.
Pero mientras él más me arrastraba hacia atrás, más luché; clavando,
arañando, mordiendo, arrojando el peso de mi cuerpo tanto como lo
permitía su fuerte agarre.
Ni siquiera me detuve cuando fui arrastrada hacia el interior de las
puertas y escuchaba cómo se cerraban detrás de mí mientras me
arrastraban hacia el edificio del que ni siquiera había sido consciente antes;
bajo y sin ventanas, tan abandonado como muchos de los que habíamos
pasado por el camino al llegar. Pero a juzgar por el pequeño grupo de
hombres que estaban parados en la puerta, parecía vacío por pura
apariencia, lo que probablemente evitaría que los policías husmearan.
—Maldita estúpida zorra —siseó el conductor cuando nos acercamos,
frotando su pecho que tenía que haber estado magullado por la colisión
con el volante—. No puedo esperar para hacerte pagar por esa mierda.
Mostrarte lo que había planeado hacer antes de que tu noviecito te salvara
el culo la última vez. De hecho, todos los chicos y yo aquí vamos a…
El interior era tan oscuro como uno podría pensar desde fuera. No
ayudaba que las paredes estuvieran pintadas de un gris tan oscuro que era
casi negro. Las paredes en sí mismas eran de bloques de hormigón,
estrechas, conduciendo a un largo pasillo que parecía desviarse en tres
direcciones diferentes.
Fui vagamente consciente del arrastre de unos pasos detrás de
nosotros cuando Albert tomó el pasillo a la derecha y a medio camino se
dirigió hacia la puerta de una habitación. Era masiva. En su vida anterior,
podría haber sido utilizado como algún tipo de centro de recreación,
gimnasio o sala de conferencias. Las paredes seguían siendo de bloques de
cemento, oscuras y sin ventanas. Pero el techo tenía largas tiras de luces
fluorescentes que me hicieron estremecer ante lo antinatural de todo. Hacia
el lado izquierdo de la habitación, contra la pared, como si confirmara mis
sospechas sobre el espacio, había un pequeño escenario a unos tres pies
del suelo.
En ese escenario había tres sillas.
—Veo eso —dijo Dom, mirando a su hermano antes de que sus ojos se
movieran hacia mí. E hicieron una inspección sobre mi cara, mi pecho, mi
estómago y mis piernas. Cada centímetro de mi cuerpo se sintió grasiento y
tuve una extraña necesidad, casi abrumadora, de arrancarme la piel, como
si hubiera insectos debajo, como si estuvieran retorciéndose—. Oh, bueno —
continuó, dándome una sonrisa—. ¿Cómo es que siempre dejan fuera las
mejores partes? Es todo un bomboncito ardiente, ¿eh? ¿Creen que tiene un
coño bonito que vaya con esa cara bonita?
Oh, Dios.
Con lágrimas una vez más escociéndome los ojos mientras miraba mis
pies, me pregunté una última locura: ¿Me echaría de menos? Era una locura
porque era irracional. Tal vez me extrañaría de una manera mínima, de una
manera “pasamos un momento interesante”. Pero las cosas eran tan
nuevas. Solo habíamos conseguido un par de días juntos. Habíamos tenido
sexo dos veces. Para un hombre como él, eso probablemente no era gran
cosa. Mientras para mí, lo fue todo. Él era todo.
Aunque creo que fue suerte tenerlo por un rato. Era menos patético
196
de decir. Una chica que creció arrastrada como un equipaje, dejada en el
olvido fácilmente cuando no la necesitaban o querían, para luego construir
una vida digna solo para perderlo todo por culpa de una enfermedad
mental y luego ser violada y asesinada brutalmente por narcotraficantes.
Al menos hubo un pequeño romance allí para animarlo un poco.
Antes del trágico final.
—Entonces, tú eres quien ha estado vigilando mis drogas durante el
último par de años, ¿eh? ¿Alguna vez te has metido algo del suministro? —
preguntó, haciendo que mi cabeza se disparará hacia arriba.
No supe de qué lugar de mí surgió, pero no pude contener las
palabras.
No.
No, no, no.
Sabía que me amaba, pero ¿de qué serviría venir y simplemente mirar
las cosas malas que me iban a pasar? ¿Y luego salir lastimado y
probablemente matarse a sí mismo?
—Será aún más dulce para él verme follar a su mujer hasta que ella
grite.
Hubo un sonido procedente de Bry que nunca antes había
escuchado. Vino desde lo profundo de su pecho y fue una especie de
trueno, algo parecido a un gruñido. Cuando llevaba su amigo a mi casa, a
veces podía ser un poco más frío e indiferente. Normalmente cuando
estaba cerca de mí, era bueno, dulce, observador y divertido. Nunca lo
había visto realmente enojado.
Ryan.
202
17
E
l plan que se le ocurrió a Jstorm era sorprendentemente simple.
Ni siquiera había un poco de estallido. Era una invasión corta y
seca, de desarme y contención. En serio eso era todo. Nosotros,
lo que significaba que Lo, Jstorm, el tipo que conducía cuyo nombre era
203
Malcolm, junto con una docena más o menos de personas en SUV y toda mi
familia que seguían detrás en su propio vehículo, incluida mi puta madre y
yo, salimos de los autos al unísono después de que uno de los hombres de
Lo en el todoterreno detrás nuestro salió y abrió la cerradura de la puerta
para que todos pudiéramos entrar.
Entonces Lo saltó y caminó hacia el primer chico que vio nuestra
presencia, un niño con una Glock que la sostenía en un ángulo que al
parecer Lo encontró tan divertido que echó la cabeza hacia atrás y se echó
a reír antes de que su brazo derecho atravesara su cuerpo, agarrando todo
el costado de la pistola y luego levantando su puño izquierdo en un gancho
hacia arriba en la mandíbula del hombre. Era cómico lo rápido que fue
noqueado en el suelo y Lo se posesionó de su arma.
Desde allí, todos los demás salieron de sus respectivos vehículos y me
entregaron un arma, miré hacia atrás para ver que mis padres y hermanos
habían traído las suyas, algo que casi nunca llevábamos.
Y luego simplemente nos movimos, todos conscientes de que cada
uno tenía que derrotar una amenaza antes de que pudieran gritar o
disparar, alarmando al jefe ante nuestra presencia.
Una vez que todos se encontraban en una habitación de rodillas, los
chicos y chicas de Lo y mi familia vigilándolos, los tres nos movimos por el
pasillo hacia el sonido de voces.
Si no hubiera recibido una advertencia muy severa de parte de Lo y
luego de Jstorm, esta última mucho más llena de confianza y valentía,
acerca de mantener la calma y dejar que Lo liderara, habría corrido a través
de esa habitación hacia ella.
Pero no pude.
Le debía a Lo y Hailstorm más que solo el dinero que les pagaría por
esto. Les debía mi respeto y cooperación. 204
Así que me quedé donde estaba.
—No podía dejar que él pusiera sus manos sobre ella —dijo Al,
agitando una mano hacia donde todavía tenía a Dusty tirada contra mí, su
cuerpo se había derrumbado completamente sobre mí, su pecho se
sacudía de tal manera que debía estar llorando, aunque en silencio—. Es lo
suficientemente malo saber que el bastardo les hizo esa mierda a las
mujeres, pero sin saberlo en ese momento. Es completamente distinto recibir
la orden de traer a una mujer para que la golpeen, la violen y la maten.
—Pero la trajiste aquí —especificó Lo, intentando entender.
—Respira —repetí.
Eso pareció pasar cuando ella aspiró aire con avidez, su vientre se
expandió. Sus ojos se movieron hacia mí, mirándome como si me estuviera
viendo por primera vez.
Y luego la presa simplemente… se rompió.
Preparados.
Extremadamente, altamente preparados.
Bry se subió al otro lado del asiento trasero, Jstorm pasó a nuestro lado
a otro SUV y Lo y Malcolm también entraron.
No fue hasta que salimos de las líneas del condado antes de que
alguien finalmente lo hiciera. Y ese alguien, como era de esperarse, fue Bry.
—Y sin embargo…
—Sabía que no iba a pasar nada, Dusty. No te pondría en peligro a
propósito. Maldición, me conoces mejor que eso. Yo solo… ese hijo de puta
hizo que los hombres te golpearan y te sacaran de tu pequeño refugio
seguro. ¿Y luego, encima de todo, te secuestraron? No podía quedarme allí
como una perra y no decir nada al respecto.
—Yo también hablé con Dom, así que supongo que no te puedo
culpar —dijo ella, limpiándose las mejillas, sin siquiera intentar alejarse de mí
y no lo habría permitido de ninguna otra puta manera.
—¿Tú? —preguntó Bry exactamente lo que me estaba preguntando—
. No le hablas a nadie.
Ante eso se rio y no pensé que conseguiría más. Pero luego se inclinó
un poco, sus labios rozando mi oreja y me dijo:
Claro que tenía que ser algo así, algo que involucrara a una de las dos
personas que la amaban lo suficiente para quedarse a su lado. Ella no
podría irse para salvarse a sí misma, pero era del tipo que podía reunirse en
apoyo e irse con tal de estar junto a alguien que estuvo siempre para ella.
—Lo eres —interrumpió la voz de Bry un largo silencio mientras todos
digeríamos su historia.
—¿Soy qué? —le preguntó Dusty, la cabeza ladeada.
—Oye, ¿Bry?
—¿Sí? —preguntó respondiendo, alzando la mirada, de pronto
pareciendo como si los eventos del día estuvieran pasándole factura,
haciéndolo parecer pálido y cansado.
—Tal vez, como en… una semana o dos… podamos intentar lo del
restaurante de nuevo y ver si las cosas… son mejores esta vez. Quiero decir,
sin ninguna promesa, pero…
—Muy bien —dijo Lo, volviéndose a girar al frente a medida que nos
acercábamos a la ciudad.
—¿A dónde vamos? —preguntó Dusty, pareciendo tan cansada
como me estaba sintiendo en ese momento.
V
agué dentro y fuera de la conciencia en el asiento delantero
de Ryan mientras hablaba con un gran grupo de personas, dos
de los cuales eran obviamente sus padres. Su padre se veía
como sus hijos con un par de años encima.
216
No debería haber podido dormir.
Correcto.
Porque podríamos simplemente… ir hasta allá.
Había pasado tanto tiempo desde que esa era mi realidad que de
hecho había olvidado que había otra manera de contactarlo que solo por
217
teléfono.
Así que le di a Ryan la dirección, solo tres calles más adelante, y nos
detuvimos frente a una casa que literalmente no había cambiado nada
desde que estuve ahí. El ladrillo era rojo como siempre. Las contraventanas,
las molduras y las puertas eran todas de un blanco nítido porque mi tío creía
en mantener su lugar.
Sentí una oleada de nostalgia cuando cada uno alcanzó nuestros
mangos al mismo tiempo, cuando Ryan tomó mi mano mientras
caminábamos por el sendero, mientras levantaba mi mano para llamar. Un
pequeño y extraño mareo brotaba en mi vientre, entusiasmada con la idea
de que pudiera verme de nuevo, fuera de mi apartamento.
—No creo que alguna vez te haya agradecido por estar siempre a mi
lado —le dije en voz baja. Sabía que probablemente se lo contaría a Ryan
en algún momento, pero este momento era para mí y mi tío.
—Le gustas —le dije a Ryan cuando subimos al auto y nos alejamos.
—Apenas hablamos, cariño —dijo, sacudiendo la cabeza.
Ryan aparcó y rodeó el auto para llegar a mí. Hubo una breve y
nauseabunda puñalada de incomodidad cuando pasamos por el lugar
donde me habían secuestrado. Como si lo sintiera, su mano alcanzó la mía
y la apretó con fuerza. No la soltó hasta que estuvimos a salvo detrás de la
puerta del ático.
Luego hubo una pausa, sus dedos trazaron gentilmente mi cadera, mis
costillas, y mi espalda. Abrió mi sostén y lo dejó caer. Casi simultáneamente,
extendí mis brazos para bajar su bóxer y él bajó mis bragas y ambos
estábamos desnudos.
Como sospechaba, se veían mucho peor que la última vez que las
había mirado. Cada una estaba rodeada por una franja de un profundo
azul y púrpura, indiscutible por lo que era.
—Albert estaba atrás conmigo y yo, um, estaba intentando
escaparme y él me sujetó.
—Si que le diste su merecido. Esos rasguños se veían brutales.
Por más agradable que sonaba lento y dulce, mi cuerpo no quería oír
nada al respecto; solo quería satisfacción.
Con solo un pensamiento en mente, usé sus rodillas para impulsarme,
girándome para mirarlo mientras salía de la bañera y tomaba la toalla,
envolviéndome con ella.
—Bueno —dije, forzándome a decir las palabras e intentando
duramente no sonrojarme—, puedes quedarte aquí y hacer la cosa dulce y
romántica, ser romántico contigo mismo un poco…
—¿O? —preguntó, sonriendo perversamente y, en ese ángulo,
mirando hacia abajo, pude ver lo duro que estaba.
—O podrías venir a la cama y hacerlo duro y rápido —sugerí,
asegurándome que mis pies estuvieran secos para no arruinar mi descarada
salida cayendo sobre mi trasero, y me fui de la habitación.
Oí la cascada de agua cuando él se levantó y me obligué a no mirar
atrás mientras me dirigía al dormitorio donde me sequé apresuradamente lo
más rápido posible y me deshice de la toalla.
—Solo necesito algo —dije, yendo por la enorme caja que Fee había
dejado y agarrando un condón en un desagradable envoltorio amarillo
brillante.
—Este asunto de la camisa —dijo cuando me detuve frente a él—. ¿Es
algo decisivo?
Cuando vacilé en dar una respuesta, mis muñecas fueron sujetadas y
empujadas contra la ventana tras de mí. Antes de que pudiera preguntarme
si la ventana era lo suficientemente fuerte para sostenerme o no, él agarró
el borde de la camisa y la empujó hacia arriba. Pero cuando estaba sobre
mi cabeza, no soltó mis brazos. La empujó bruscamente hacia abajo y
atrapó mis brazos con ella.
Antes de que pudiera notar lo que intentaba hacer, él estaba de
rodillas ante mí, golpeándome contra la ventana, levantando mi muslo, y
presionándolo contra ella. Cuando el terror invadió mi estomago ante la
posibilidad de caer en picado hacia mi muerte, agachó su cabeza y su
boca succionó mi clítoris y todos los pensamientos escaparon de mi mente.
Completamente atrapada, no había nada que pudiera hacer
excepto dejarlo devorarme, torturándome con sus labios y lengua mientras
me agasajaba. Insertó dos dedos profundamente dentro de mí y comenzó
a moverse, rápido, implacable.
Pero antes que el orgasmo que tenía mi sexo tensándose pudiera fluir
sobre mí, él soltó mi pierna, se puso de pie, se puso el condón y me dio vuelta
para que enfrentara la ventana, mi cuerpo desnudo a plena vista para
cualquiera del otro lado del rio con buena visión o un mediocre telescopio
para ver.
Sus pies separaron los míos.
Perfecto.
Me dejó por un momento antes de regresar, cubriendo mi cuerpo con
las mantas y atrayéndome contra su pecho, deslizando sus manos por mi
cabello y mi espalda.
Él tenía razón.
Y, cierto, quizás psicológicamente, era toda la terapia de exposición,
ser forzada a salir de mi zona de confort lo suficiente para darme cuenta
que no iba a alterarme o morir.
Un día…
228
—No habría hecho que Mark dejara toda esta mierda si me hubiera
dado cuenta que las galletas no serían para mí —me informó Ryan desde su
posición apoyado en la encimera, vistiendo unos gruesos pantalones
deportivos grises y una de sus camisetas blancas, su cabello casualmente
desaliñado. Todo eso era culpa mía. Yo lo había desaliñado. Felizmente.
Entusiastamente. Bruscamente.
—De hecho, no creo que Ward sea el tipo de hombre que come
galletas polacas cubiertas de azúcar en polvo.
—De cualquier modo —le dije, sacudiendo mi cabeza hacia él,
haciendo que algunos mechones de mi cabello cayeran de mi broche—.
Creo que le debo una bandeja de ellas como agradecimiento por evitar mi
violación y asesinato. Ya sabes, un gesto —dije, dándole una sonrisa por
encima de mi hombro.
—Bueno —dijo, viniendo detrás de mí, envolviendo un brazo en mi
vientre y apoyando su cabeza en mi hombro—. Supongo que eso sería lo
correcto.
Así que, veinte minutos después, mi vientre se hizo un nudo, pero no
con tantas nauseas, después de que me sacudí la ropa, me arreglé el
cabello y el maquillaje durante un tiempo vergonzosamente largo,
caminamos al pasillo y llamé a la puerta de Ross Ward.
229
—Más fuerte —exigió Ryan, de pie unos metros atrás—. Trabaja toda
la noche. Probablemente esté durmiendo.
Estaba fuera.
Podría huir ahora, ¿verdad?
Una semana…
Así que bajamos las escaleras tan lentamente como necesitó hasta
que salimos al exterior.
Íbamos a cumplir mi idea de intentar almorzar otra vez, pero no
durante otra hora y media. Primero había una parada y esa era lo que hacía
que mi barriga sintiera pequeños y extraños nudos persistentes cuando
entramos en el automóvil y condujimos hacia la ciudad.
La oficina era lo que uno podría esperar: limpia, neutral, reconfortante
pero impersonal.
Estaba parada frente al escritorio, Bry, que se negó a escucharme
diciéndole que estaba bien y que podía correr y tomar un café si quería,
estaba sentado leyendo una revista sobre carpintería que estaba sobre la
mesa. 232
Y luego hubo una voz que habría reconocido en cualquier parte,
habiéndola escuchado tanto como yo.
Me imaginé que ser terapeuta tenía que haber sido aburrido una
buena parte del tiempo; las personas quejándose y gimiendo sobre las cosas
más banales y poco interesantes durante horas y horas, que no tenían
problemas mentales, sino que esencialmente necesitaban pagarle a
alguien para que los escuchara, porque nadie más querría hacerlo gratis.
Pero tenía que haber pacientes aquí y allá que realmente los afectaban,
haciéndolos querer ayudar.
—Sí.
Puse mi mano en mi vientre y respiré hondo cuando ella me invitó a
entrar a su oficina. Había un escritorio blanco situado casi en una esquina,
fuera del camino, con el punto focal principal en los cuatro sitios donde
tenía que sentarse que estaban en el centro, alrededor de una mesa baja
de café. Había un antiguo sofá de terciopelo gris, un sillón, una silla de diseño
sin brazos y una silla estilo papasan. Pensé mucho en esa disposición y me
encontré dirigiéndome hacia el papasan, quitándome mis zapatos y
dejando que me rodeara, necesitando sentirme un poco protegida.
Imaginé que el sofá era para tumbarse y la silla de diseño era para las
233
personas a las que no les gustaba sentirse atrapadas.
Siguiendo mi ejemplo, se sentó en el sillón y me sonrió.
—Voy a ser honesta aquí. No estaba segura de llegar a ver este día.
No me ofendí por eso.
—Resulta que tenías razón todos estos años —dije con una sonrisa
irónica—. Todo lo que tenía que hacer era hacer algo.
—Ambas sabemos que no siempre es tan fácil —me respondió con
una suave sonrisa—. Si hubiera sabido que un bombero del edificio hubiera
hecho el truco, podría haber enviado uno allí hace dos años —agregó,
haciéndome reír. Me gustaba esa cualidad de ella. Era una profesional, pero
también era solo una persona. Bromeaba e hacía comentarios que tal vez
no eran exactamente apropiados, pero la humanizaban mucho más—. Este
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asunto con Ryan. Suena serio.
La conversación de relación.
Y él la había instado.
La primera semana, ella se volvió loca. Fue a terapia dos veces, salió
a almorzar con Bry, tomó café conmigo e incluso desafió su apartamento al
limpiarlo y mudar más cosas a mi apartamento.
Luego, el viernes siguiente, intentamos ir a Famiglia a cenar, algo por
lo que ella estaba emocionada, había pasado horas arreglándose. Estaba
a mi lado en el auto intentando averiguar cuál era su cosa favorita en el
menú, algo que ella había intentado extensamente en el pasado,
obviamente. Se había decidido por el pollo Alfredo cuando finalmente
estacionamos y salimos.
Así fue como fue, especialmente durante los primeros meses. Nunca
sabías en realidad si iba a ser una salida buena o mala, pero, después de
asegurarle un par de docenas de veces al respecto, comenzó a creer que
no me importaba. Y no me importaba. De todos modos, no era el tipo de
persona al que le gustaba salir todo el tiempo, así que cuando ella no podía
obligarse a hacerlo una o dos veces, en realidad no era una dificultad para
mí regresar a casa.
Nunca se convirtió en “no hay problema”. No había una “cura” real
para su ansiedad y agorafobia. Pero mejoró en la gestión. Llegó al punto en
el que nunca decía que “no podía” ir a cierto lugar, sino que tenía muchos
problemas y lo intentaría. A veces intentarlo era suficiente, a veces no lo era.
Pero cada día, semana, mes trajo consigo el progreso.
Dos años…
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—Es como un juego al azar —me dijo Fee, subiéndose a la cama
conmigo y retirando la manta del rostro del bebé. Yo estaba meditando
sobre cómo se verían sus ojos y cabello al ver que eran de un azul muy
oscuro que ninguno de nosotros tenía y los doctores dijeron que
probablemente fuera a cambiar y era prácticamente calvo—. Tengo dos
con ojos verdes y una con azules. El cabello también es distinto.
Fue un día agotador luego de haber dado a luz, antes de que Fee
apareciera porque “ninguna mamá quiere que la miren boquiabierta
después de tener su vagina cosida con una pila de hielo en sus bragas”.
También trajo maquillaje, algo que se me había olvidado.
—Sé que acabas de dar a luz, pero todos quieren verse decentes en
sus fotos de hospital —me dijo mientras aplicaba algo de máscara a mis
pestañas y corrector con manos expertas—. ¿Ya decidieron un nombre?
—Danny —le dije automáticamente. Sencillo. De hecho, lo habíamos
elegido desde el momento que supe que estaba embarazada. Danny, el
único padre que había conocido. Pensé que, si seguíamos teniendo niños,
con el tiempo le rendiríamos homenaje al padre de Ryan, y luego, tal vez a
Bry.
—Me encanta —declaró, diciéndolo en serio. Aunque mi tío nunca se
acostumbró a la dinámica de una gran familia como yo, de alguna manera
había encajado sin esfuerzo con el clan Mallick. Ellos simplemente… lo
aceptaron. Venía conmigo y eso fue todo lo que necesitaron saber para
considerarlo familia.
—Desearía que Eli… —comencé, sintiendo el dolor en lo profundo.
—Esas serían mis demonios para ti. Los veré luego cuando se vayan a
casa —agregó, dándome una cálida sonrisa e inclinándose para besar a su
sobrino—. Intenta dormir toda la noche, Danny. Mami y papi serán mucho
más tolerantes si lo haces.
Fin
Próximo Libro
Mark…
Mallick Brothers #3
Sobre la autora
Jessica Gadziala es una escritora a tiempo
completo, entusiasta de las charlas repetitivas, y
bebedora de café de Nueva Jersey. Disfruta de
paseos cortos a las librerías, las canciones tristes y
el clima frío.
Es una gran creyente en los fuertes
personajes secundarios difíciles, y las mujeres de
armas a tomar.
Twitter: https://twitter.com/JessicaGadziala
Su grupo GR: https://www.goodreads.com/group/show/…
Créditos
Moderadoras
Ale Grigori y LizC
Traductoras
Ale Grigori Flochi LizC Nix
Ashtoash Flopy Lyla Smile.8
Durmiente
Brendi Eris Masi
Kalired
Brisamar58 Myr62
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Correctoras
~Ángel’Grey Floppy Durmiente Vickyra
Bella’ LizC
Carib Nix
Recopilación y revisión
Bella’ y LizC
Diseño
Tolola
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