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4, 2022, 133-146
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus21202275
Abstract
Reading and writing are vital tools for inhabiting and transcending the world. The
appropriation that women made of reading and writing was a fundamental precursor
for the reception of the first ideas that, in favor of their emancipation, fought for their
access to higher education during the 19th century. And, in the case of our country,
for the first civil feminist demands to emerge at the dawn of the twentieth century.
The present text gives an account of this process and its impact on the gestation of
organized Mexican women’s action.
Resumen
Leer y escribir son herramientas vitales para habitar y trascender el mundo. La apro-
piación que las mujeres hicieron de la lectura y la escritura fue un antecedente fun-
damental para la recepción de las primeras ideas que, a favor de su emancipación,
pugnaron por su acceso a la educación superior durante el siglo XIX. Y, en el caso de
nuestro país, para que surgieran las primeras demandas civiles feministas en los albo-
res del siglo XX. El presente texto da cuenta de este proceso y de su impronta en la
gestación de la acción organizada de las mujeres mexicanas.
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Al igual que en el caso de los conventos, mundo de las letras, tales como la lectura
la apreciación que por lo general se tiene –individual y en grupos–, la declamación o
de ambos espacios minimiza su labor como el intercambio de correspondencia personal
centros educativos bajo el supuesto de que, y ensayos de orden literario.
en estricto sentido, no se brindaba una ins- Un caso aparte, y de gran interés pero la-
trucción formal. Por el contrario, la trascen- mentablemente aún sin estudios suficientes
dencia y los impactos de su actividad se en nuestro país, es el de la escritura privada,
confirma, por ejemplo, con la apertura en esto es, aquella realizada desde una inten-
1755 de la primera Amiga pública y gratui- ción personal e íntima, como la redacción
ta (inaugurada como anexo del prestigiado de una carta, un diario personal o de viaje.
colegio de monjas La Enseñanza o Colegio La cercanía con este tipo de escritura que
del Pilar). Un proyecto de largo alcance que tuvieron ciertos grupos de mujeres en Méxi-
con el propósito expreso de brindar educa- co se constata en los escasos pero genero-
ción básica a las niñas huérfanas y de bajos sos archivos epistolares que milagrosamen-
recursos fue auspiciado por el Ayuntamien- te aún se conservan y cuya procedencia –en
to de la Ciudad de México, que cumplió con términos generales– corresponde a la pluma
este fin todavía hasta la segunda mitad del de mujeres pertenecientes a las familias de
siglo XIX. las élites social y cultural de los siglos XVIII
Pero no fue sólo en estos espacios don- y XIX.
de, de manera formal (la Amiga y las esca- Entre ellas destacan María Antonia Tre-
sas aulas escolares) o informal (en el ámbito bustos, María Josefa Rodríguez de Pedro-
familiar) ciertos sectores de mujeres apren- so de la Cotera y Rivas Cacho, así como
dieron, generación tras generación, a leer y Josefa Villamil (primera, segunda y tercera
a escribir. Por el contrario, su entrenamiento condesas de Regla, respectivamente); Ma-
en dichas herramientas de acceso al cono- ría Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio
cimiento se registra también en otro esce- (mejor conocida como La Güera Rodríguez
nario crucial para el desarrollo de su vínculo y madre también de Josefa Villamil), Mag-
con la palabra escrita: las tertulias. dalena Catarina Dávalos y Orozco (Condesa
Estos espacios de reunión y convivencia de Miravalle), María Josefa Velasco y Oban-
social, promovidos en Nueva España por lo do, Antonia González Echeverría viuda de
menos desde 1760 (en casa, por ejemplo, Agüero, Leona Vicario, Ana Iraeta de Mier,
de doña Lorenza Martín Romero), llegaron Mariana Rodríguez del Toro, María Veláz-
a convertirse en sitios predilectos para el in- quez de León, Concepción Lombardo de
tercambio literario e incluso la conspiración Miramón y los diarios de viaje de las herma-
política, como es el caso de las reuniones nas Enriqueta y Ernestina Larrainzar, entre
presididas por doña Mariana Rodríguez del otras.
Toro, o por la famosa María Ignacia Rodrí- Otro referente olvidado es el Álbum, un
guez –mejor conocida como La Güera Rodrí- pequeño cuaderno, casi del tamaño de un
guez–, e incluso por las también conocidas misal, en cuyas páginas las jóvenes (o sus
Leona Vicario y Josefa Ortiz de Domínguez. admiradores y pretendientes) reproducen
Así pues, y a semejanza de los prestigia- los poemas de sus autores favoritos, y por el
dos salones en Francia, las tertulias repre- cual, gracias a las muchas relecturas nece-
sentaron una vía de acceso –indirecto pero sariamente requeridas para memorizar los
constante– al conocimiento de los autores versos transcritos, las mujeres se apropian
y temas de discusión vigentes en la ciencia, no sólo del poema en cuestión, sino también
la filosofía o la política, así como una opor- de sus elementos formales: el lenguaje, el
tunidad para insertarse en el mundo de la ritmo, la métrica.
escritura. En otras palabras, estos espacios En este sentido, la trascendencia de esta
fueron aprovechados por las mujeres para práctica de escritura es tal que, años más
desarrollar habilidades vinculadas con el tarde, el Álbum daría nombre a todo un es-
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El caso de Leona Vicario es, quizá, el que que a mí toca, sé decir que mis acciones y
mejor muestra la trascendencia cultural de opiniones han sido siempre muy libres, nadie
lo antes dicho, pues además de su afición ha influido absolutamente en ellas, y en este
por la lectura y la traducción, protagonizó punto he obrado siempre con total indepen-
uno de los episodios que ilustra el papel de dencia […] Me persuado que así serán todas
la palabra impresa como una expresión de las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas,
la naciente modernidad política y, en dicho y a las que por efecto de su educación hayan
sentido, de la importancia que para las mu- contraído un hábito servil. De ambas clases
jeres tuvo asimismo la escritura como una también hay muchísimos hombres […] Ase-
herramienta cultural que, gradualmente, les guro a Usted, Sr. Alamán, que me es suma-
permitió posicionarse como sujetos públicos. mente sensible que un paisano mío, como es
El acontecimiento referido ocurre en 1831, Usted, se empeñe en que aparezca manchada
cuando el conocido y entonces Ministro de la reputación de una compatriota suya, que
Relaciones, Lucas Alamán, publica un texto fue la única mexicana acomodada que tomó
en el que acusa a Leona Vicario de aprove- una parte activa en la emancipación de la pa-
char su vínculo matrimonial con el también tria. En todas las naciones del mundo, ha sido
conocido –y adversario político de Alamán– apreciado el patriotismo de las mujeres: ¿por
Andrés Quintana Roo, para adjudicarse la qué, pues, mis paisanos, aunque no sean to-
posesión de una serie de fincas que, en ca- dos, han querido ridiculizarlo como si fuera un
lidad de pensión, el gobierno le otorgó en sentimiento impropio en ellas? ¿Qué tiene de
retribución a sus acciones en favor del mo- extraño ni ridículo el que una mujer ame a su
vimiento insurgente; acciones que, a dife- patria y le preste los servicios que pueda para
rencia de la opinión emitida por Fernández que a éstos se les dé, por burla, el título de
de Lizardi, el señor Alamán no consideraba heroísmo romanesco? (Vicario, 1831).
merecedoras de tal reconocimiento, pues-
to que su motivación fue en realidad “[…] El plural nosotras, empleada por Leona
cierto heroísmo romanesco [sic] que el que Vicario –nosotras las mujeres– permanece a
sepa algo del influjo de las pasiones, sobre partir de esta década en los diversos medios
todo en el bello sexo, aunque no haya leí- impresos atendidos por las lectoras. Una
do a Madame de Staël, podrá atribuir a otro voz en plural que insiste, una y otra vez, en
principio menos patriótico”(Alamán, 1831). su interés, en su necesidad por adentrarse
La respuesta de Leona, publicada 12 días cada vez más en los terrenos de la palabra
después en el Federalista Mexicano, subra- escrita. En dicho sentido, el surgimiento de
yó enfáticamente el error en que incurría el la primera publicación periódica dedicada
ministro Alamán, así como el agravio que le en exclusiva a las mujeres, el ya mencionado
producía la suposición de que su apoyo al Calendario de las Señoritas Mexicanas, pu-
ejército insurgente fuera el resultado de sus blicado en 1838 por uno de los editores más
afecciones sentimentales. Asimismo, y en importantes de la época, Mariano Galván,
con un simbólico empleo en femenino de la es una expresión contundente del ingreso
primera persona del plural, nosotras, afirmó: de las mujeres a los circuitos de la cultura
impresa como agentes activos de dicho fe-
No sólo el amor es el móvil de las acciones de nómeno, al consolidarse como un mercado
las mujeres; que ellas son capaces de todos lector específico.
los entusiasmos, y que los deseos de gloria y A partir de entonces, y a lo largo de las
de la libertad de la patria no les son unos sen- dos décadas siguientes, más de una veinte-
timientos extraños […] Si M. Staël atribuye al- na de publicaciones femeninas aparecen, en
gunas acciones de patriotismo en las mujeres un ritmo promedio de cinco a seis cada año.
a la pasión amorosa, esto no probará jamás Lo único que por momentos interrumpe esa
que sean incapaces de ser patriotas, cuando continuidad son los conflictos armados de or-
el amor no las estimula a que lo sean. Por lo den mayor (como la guerra de 1847), que de
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Esta demanda, ya presente desde los era la desigualdad con respecto al nivel de
años 40 en las primeras publicaciones feme- instrucción recibida (es decir, de los conoci-
ninas, tuvo uno de sus mayores momentos mientos formales adquiridos en la escuela).
de algidez precisamente durante la década Una desigualdad que, en efecto, se traducía
de 1880, en la voz de la guerrerense Laurea- en un desarrollo desigual de las habilidades
na Wright González (1910), quien además intelectuales y cognitivas entre un sexo y
de dirigir una revista que mencionaremos otro. Asimismo, insistió en que la verdadera
más adelante, Violetas del Anáhuac, dedicó transformación de dicho escenario radicaba
a dicha discusión un vasto conjunto de ar- no sólo en la modificación de las estructuras
tículos que a partir de 1880, y hasta 1907, legales y materiales que restringían el acce-
se publicaron en diversos semanarios, entre so de las mujeres a una educación superior,
ellos La Ilustración femenil. sino todavía más: en la reformulación misma
Como es sabido, no fue ella la única escri- de la identidad femenina subyacente en la
tora mexicana que dedicó a esta temática conciencia, en la subjetividad de cada mujer.
muchas horas, tinta y papel. Otras impor- Desde dicho horizonte de reflexión, la au-
tantes autoras del periodo, como Dolores tora identificó la imprescindible necesidad
Correa Zapata, la ya mencionada Rita Ce- de gestar una confianza interna que permi-
tina y Laura Méndez de Cuenca produjeron tiera transformar de raíz la introyección de
también muchos textos al respecto. Creo, la idea de la desigualdad entre los sexos, un
sin embargo, que la escritura de Laureana proceso de autoafirmación sin el cual no se-
nos transmite con vehemencia el sentido vi- ría posible que las mujeres transitaran hacia
talmente transformador de esa coyuntura, un modelo de educación que promoviera el
de ese momento histórico en el que todas desarrollo de sus habilidades intelectuales.
ellas participaron como protagonistas di- El horizonte subjetivo de dicha transforma-
rectas. Me refiero a la conformación de un ción se explicita con puntualidad en este
nuevo sentido de pertenencia cultural de las breve fragmento, que pertenece a uno de
mexicanas: el de la escritora y de sus impli- los muchos apartados que componen Edu-
caciones en su emergencia como protago- cación errónea de la mujer, uno de sus tex-
nistas de la vida pública. tos más importantes:
En este sentido, la trascendencia del dis-
curso de Laureana radica, entre otros as- Proclamar dentro de los límites del decoro
pectos, en haber logrado evadir la lógica y la justicia la emancipación de la mujer, la
hasta entonces común utilizada para justi- igualdad de la educación, de principios y de
ficar la desigualdad social entre los sexos derechos entre ambos sexos por medio de
(la diferencia anatómica) para, situándose una revolución intelectual que la mujer tiene
en un horizonte estrictamente sociocultural, que efectuar por sí misma y con el auxilio de
señalar un sentido de pertenencia genérica sus propias fuerzas, como se efectúan todas
vinculado con la construcción de una iden- las revoluciones [pretende] hacerla apta para
tidad femenina desde su lugar como un su- atenderse y bastarse a sí misma, dándole la
jeto cultural y, por lo tanto, no predestinado instrucción por salvaguardia, el trabajo por
por sus presuntas capacidades o limitacio- recurso y la dignidad por égida […] ¿Qué ne-
nes biológicas. cesita la mujer para llegar a esta perfección?
En otras palabras, Laureana Wright fue Fuerza de voluntad, valor moral, amor a la ins-
más allá de la idea entonces imperante so- trucción y, sobre todo, amor a sí misma y a su
bre la diferencia sexual (léase biológica, ana- sexo, para trabajar por él, para rescatarle de
tómica o corporal) como el eje a partir del los últimos restos de esclavitud que por iner-
cual se determinaban las conductas, activi- cia conserva (Alvarado, 2005: 95, 120).
dades y espacios sociales propios de cada
sexo. Por el contrario, afirmó que la única di- Esta misma convicción atraviesa las pá-
ferencia sustancial entre hombres y mujeres ginas de todas las publicaciones que dieron
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voz a las mujeres a lo largo de las tres úl- de 1871– y José López Portillo y Rojas; la ya
timas décadas del siglo XIX y las primeras mencionada Violetas del Anáhuac, que bajo
del XX, de manera especial en las 12 dirigi- la sucesiva dirección de Laureana Wright
das por mujeres (impresas en su mayoría y Mateana Murguía de Aveleyra se publicó
en la Ciudad de México) y cuyas directoras, en la Ciudad de México durante dos años
cabe recordar, tenían ya entonces más de (1887-1889).
20 años dentro del mercado de los medios
impresos. Doce publicaciones representati- Figura 3
vas de esta etapa, y que mencionamos bre- Portada de Las Hijas del Anáhuac
vemente, son: la ya referida La Siempreviva
(1870-1872); las Hijas del Anáhuac (1873-
1874), administrada y dirigida literariamente
por Concepción García y Ontiveros (auto-
nombrada “redactora en jefe”) y elabora-
da en las prensas de la Escuela de Artes y
Oficios para Mujeres; El Recreo del Hogar
(1879), publicada en Tabasco por las manos
de las ya también mencionadas Rita Cetina
y Gertrudis Tenorio.
Para la década de los 80 tenemos El Ál-
bum de la mujer (1883-1890), proyecto edi-
torial comandado durante siete años por la
española avecindada en México Concepción
Gimeno de Flacquer.
Figura 2
Portada de El Álbum de la Mujer
Fuente: Las Hijas del Anáhuac (1873).
Figura 4
Portada de Violetas del Anáhuac
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La Palmera del Valle (1887), de Guadalaja- La publicación que cierra el proceso aten-
ra, Jalisco, dirigida por la profesora Refugio dido a lo largo de estas páginas es La Mujer
Barragán de Toscano, la primera novelista Mexicana (1904-1907), revista mensual diri-
mexicana –La hija del bandido o Los subte- gida sucesivamente por Victoria Sandoval
rráneos del Nevado, publicada en 1886– y de Zarco, Luz Fernández viuda de Herrera y
autora del segundo libro de poesía femeni- las ya varias veces referidas Dolores Correa
na publicado en suelo nacional (Celajes de Zapata y Laura Méndez de Cuenca; resume
Occidente, de 1880). con elocuencia el camino trazado por todas
las publicaciones que en su género le ante-
Figura 5 ceden, y claro, por la pluma y el esfuerzo de
Portada de La Palmera del Valle las escritoras que les dieron vida.
Figura 7
Portada de La Mujer Mexicana
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de lo pasado; que nos adelantemos al tiempo, como individuos con un papel activo en la
y partiendo de las probables deducciones de construcción social y cultural del país al que
lo presente, penetremos en los velados siglos pertenecían. En otras palabras, por fin, en
de lo porvenir. La lectura cultiva el cerebro y ese libro, quedaba registrada por escrito
el corazón a la par: enseña y moraliza, instruye –e impresa– la memoria de aquel conjunto
y recrea. Los libros son el tiempo, el espacio, de mujeres que, más allá del origen étnico,
el infinito, a donde a cualquiera hora podemos la edad, la condición social, la adscripción
penetrar. Ellos son, en fin, el vasto kaleidosco- ideológica, la creencia espiritual o la activi-
pio, el encantado cosmorama que hace eterna dad desarrollada en vida, merecían ser ad-
la idea e inmortal el pensamiento que la creó jetivadas como notables, merecían ser re-
[lo impreso] es el reinado indestructible del cordadas por las generaciones futuras. ¿Por
pensamiento y la sabiduría (Wright, 1888: 294). qué eran dignas de tal atención? Porque ha-
bían dado cuenta de su capacidad de hablar
Hace ya más de un siglo, en septiembre de con una propia voz, de actuar y decidir por
1910, como parte de las celebraciones reali- sí y para sí mismas.
zadas para conmemorar el primer centena- Tal es, entre muchas otras, la trascen-
rio de la independencia nacional, la Secre- dencia cultural de este libro. Cada una de
taría de Instrucción Pública y Bellas Artes sus páginas nos recuerda la batalla librada
auspició la publicación de Mujeres Notables por aquellas mujeres, y la conquista final del
Mexicanas (Wright, 1910), obra que a lo lar- territorio fértil sobre el cual es posible que
go de 534 páginas nos legó un testimonio muchas mexicanas hoy construyan su vida:
sobre la vida de 120 mujeres que, a partir de la creación de una identidad femenina que
ese momento, al menos en términos simbó- se reconoce a sí misma como un sujeto cul-
licos, se adentraron formalmente en la me- tural, como un individuo que participa acti-
moria histórica de nuestro país. vamente en la generación y el registro dia-
Este libro, en su género el primero, fue rio de la historia, de la suya, la de todos los
uno de los textos póstumos de Laureana días, y también, la de la historia de su país.
Wright González, más de una vez referida Para recordarlo, bien vale la pena aden-
a lo largo de estas páginas. Mejor conocida trarse en sus páginas y, además de cono-
por su apellido de casada, Wright de Klein- cer la historia de las mujeres que habitan en
hans, no vivió lo suficiente para contemplar ellas, reconocer que gracias a las transfor-
este conjunto de historias que, al menos du- maciones gestadas por esta primera con-
rante los últimos 16 años de su vida, había quista, el acceso de las mexicanas a todos
comenzado a publicar en distintas revistas los niveles y ámbitos de la educación es hoy
literarias y, de manera particular, en Violetas un derecho constitucional, y que la escritura
del Anáhuac. permanece como una de las herramientas
La publicación de Mujeres Notables Mexi- más poderosas para gestar el cambio y la
canas, un tributo a la memoria de esta mu- transformación.
jer, cuyo declarado amor por las letras la Como consigna Piedad Peniche (2015),
llevó a incursionar lo mismo en la prosa y la el profesor Rodolfo Menéndez, primer bió-
poesía, que en el ensayo histórico, filosófi- grafo de Rita Cetina, quien además del pro-
co, científico y moral, fue también una ex- yecto escolar de La Siempreviva, dirigió du-
presión palpable del victorioso ingreso en rante 18 años el Instituto Literario de niñas
el imaginario cultural de México, de aquella (primera escuela pública para niñas en Mé-
identidad por la que tanto habían luchado rida), afirmó que muchas de las mujeres que
ella y sus contemporáneas, y más atrás, sus participaron en el Primer Congreso Feminis-
madres, sus abuelas y las abuelas de sus ta- ta que tuvo lugar en Mérida, Yucatán, el 13
tarabuelas: la mujer escritora. de enero de 1916 (en su mayoría profesoras)
Una identidad de lo femenino que con- “habían pasado por las aulas de doña Rita
cebía a las mujeres como sujetos históricos, Cetina Gutiérrez” (Peniche, 2015: 61).
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Cierto o no, es indudable que al igual que (1753-1975), Ciudad de México, Nueva
todas las acciones realizadas por ella y to- Alianza.
das las mujeres rememoradas a lo largo de
estas páginas, sentaron un precedente fun- Muriel, Josefina (2000), Cultura femeni-
damental en la transformación del panora- na novohispana, Ciudad de México,
UNAM-Instituto de Investigaciones
ma educativo para las mexicanas.
Históricas.
En ese sentido, definitivamente no es
una casualidad que años después, en 1919, y Muriel, Josefina (1946), Conventos de mon-
como parte de los aires de cambio impulsa- jas en la Nueva España, Ciudad de Mé-
dos por estas precursoras, a iniciativa de El- xico, Ed. Santiago.
via Carrillo Puerto, la primera liga feminista
y sufragista en México recibiera el nombre Peniche, Piedad (2015), Rita Cetina. La Siem-
de “Rita Cetina”, para honrar así la memo- previva y el Instituto Literario de Niñas:
ria de esta ilustre maestra y escritora, cuyas una cuna del feminismo mexicano,
acciones y palabras escritas formaron parte 1846-1908, Ciudad de México, INEHRM.
de la dura labranza que abrió el camino a
“Pepita” (1810), “Carta de una señorita a otra,
los movimientos organizados de mujeres y que se halla ausente de esta ciudad”,
el feminismo en nuestro país. Diario de México, 3 de septiembre, Ciu-
dad de México.
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