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a, COLECCION FUNDADA POR DON ANTONIO RODRIGUEZ-MONINO DIRECTOR DON ALONSO ZAMORA VICENTE Colaboradores de los volimenes publicados: J. Le Abell, F, Aguilar Pil, G. Alegra, A. Amorbs. F. finaerion Re dnc dee Arcane Asetalon idk WB Avaecivces Ayala. doom: BL. Bala 6. Beush ict: Bergman B Blanco Goniles 4. ecu) A. Blea Bonet. €Brav-Vilasonte tt. Cacho Bena, MS. Col: dar. Cano, S. Carrasco. 1 Caso Goncale, & Cotena Ghijustate 4: Comas: Correa Calderon CC de Cour DOW. Cnachshank C Cutvas B Dardual 4:5: Deep Donerson A. Derosien 7. Me Diet Borque, Fed Dis de Revenga, R- Domonech. J. Dowlng. A. Butue Amuse. Mt Dart P. Ela 1 Elles, He Eiighausen Wt R Feindes RFerect, MJ. Pha. Fonquetg ET Poe ¥ Gages Gora E Garcia Leen. Gait Pata, Genes for Movant A. A; Gomes Yebra: 1, Goncdee-Mucla, F, Conse OieG. “6. “Gybbon:Monypemy. Re darmes, E erelos auralde. RO. Jones. M+ lover Zamora: A. D. Kossoff. Uabarta de Chaver J. Lacar. . Laforgue, CR Ua. Lemer JM. Lape Blanch. F Lope: Burda Edger riers te i #C"R: Maldonado, Mark E. Marbi Pali B. Marrs. F< Marines Gare. M Mayoral DW, Meee fer. Mercader: W Melman’ Melee Mz Mina E Monesns. E.'S, Mods.” Monedere H. Monte E&. Marion R Navarro Durdn A. Nowgut, G; Ordena B Pallas Se Pauing: Med Pinel J Pore Mk Pons Prego se Picocher I. He Pom A. Pret 4. Ramohed TP. Rest R Reyes: FRc, D. Riu. tere E Rodrigues Toren I Rodrigues, 7 Rodhgues Purios, be Romera PM Rosan E Rubio Cremades Ruts Ramin C. Ras Sia. 6 Saba de Rivers. Cr Sobor de Corugur, FG Seinen. 4 SanchisBanis'R. B Sebald DS Senin. Show: & Shepard. . Smerdow Atlaguere:G. Soteana,W.Spanaccn O Siento JC fe Tore Pink taqua dM: Valverde. ilueva SB. Vanich F Weber de Karli, K. Whanom. A. N. Cahareas, A Zamora Vleete tlt MIGUEL DE CERVANTES ENTREMESES Edicién, introduceién y notas de EUGENIO ASENSIO Copyright © Eaitorial Castalia, S.A., 1970 Zurbano, 39 - 28010 Madrid» Tel. 319 8 57 Cubierta de Vietor Sanz Impreso en Espa - Printed in Spain ‘Unigraf, , A. Méstoles (Madrid) 1S.BN-:84-7030.070-1 Depésito legal: M, 20438-1993 eda prohbida la reproducci ttl o parcial de est bro, su Sets en un sistema iformaico, su tansmisin en cutguer forma o por cualquier medi, va sea elctraico, mecdnico, Por Jonccoples epson otros Infodos, sin el permso previo y DOr ero dels tndares del Copyright SUMARIO SrnoDUCCION CRIFICA: Los ENTREMESES DE CERVANTES. 7 Lope de Rueda creador del entremés 9 Entremeses atribuidos. Entremeses embebidos en comedias, 14 Casifcacién de los entremeses 16 Entremeses de acci6n » Entremeses de“ageiGinry ambiente... 2» Entremés, revisits de pebsitinie io an ey Ojeada final .:!7 cede soncia miaviocnsie dideeictoehs ABO matioonasts seurcta : sen BMGs us sors “EF sons Previa 36 exreeeses 1. Bl juez de los divorcios » HEI rufién viudo a MIL La eleccién de los alealdes de Daganzo ... 101 IV. La uarda cuidadosa nr V.EI vizeaino fingido Po Vi. El retablo de las maravillas 167 VIL. La cueva de Salamanca 183 VIII, Et viejo celoso 201 BROKE DE Liminas INTRODUCCION CRITICA LOS ENTREMESES DE CERVANTES L entremés de los siglos xv1_y xvit es un género hhumilde, sin humos nobiliarios ni pretensiones de Ihaber sido legislado por Aristételes. Nace en la pluma = un comediante sevillano, Lope de Rueda, como sim- ple intermedio de la comedia roméntica y novelesca gee el prestigio de Italia difundia, sin otra aspira- ign que In de ser un pasatiempo popular, esparci- miento breve entre dos emociones nobles. En su corto Ambito no caben los grandiosos espectéculos ni las, elaciones complicadas, sino que debe por fuerza sim- plificar y reducir a rasgos primarios los temas y seres, ‘gue representa. Apela al mis bajo comin denominador de la sensibilidad en los espectadores. Y por una cu- fiosa equiparacién de género humilde con personas so- ialmente humildes, le estin pricticamente vedados los hombres de la aristocracia, del clero encumbrado, de Jb alta milicia, Saca a escena campesinos, gente del ampa, chusma callejera, modesta burguesia y algunos profesionales que la sétira y el ridiculo hablan hecho suyos desde antaflo, como médicos y abogados. Si re- ‘rata a un enamorado 0 a un soldado, serd para expri- mir el zumo cémico a Ia situacién caricaturizando la pasion y la valentia, Los egregios lances de amor y honor quedan exclusivamente reservados a la comedia ‘en tres actos, en cuyos intersticios brota, como en las ruinas el amarillo jaramago. Verdad es que también 7 8 INTRODUCCION Ia comedia introduce criados y plebeyos, pero con una diferencia. Mientras en Ia comedia, de abolengo greco- Iatinoy-aspiraciones hidalgas, ellos sirven para con- trastar y realzar al protagonista y sus iguales, en el centremés aseienden a héroes, 0 quizé a antihéroes, ocu- pando el centro del tablado. Después de Ia publicacién, por la imprenta valen- cciana, de las piezas de Lope de Rueda —y de Juan Timoneda, tan inferior a él— transcurren mas de treit ta aftos sin que se imprima ningin tomo nuevo de centremeses més recientes, Cuando en 1605, en Ia. mis- ma ciudad de Valencia, salen a luz las Comedias fa- ‘mosas del poeta Lope de Vega Carpio, van acompa~ fiadas de cinco entremeses anénimos € inéditos, ninguno de ellos obra de Lope. En los diez aiios sucesivos no hhay un tinico poeta, famoso u oscuro, que se digne firmar con su nombre los que a veces (1611, 1612) acompafian las colecciones de comedias. Son como bie- ‘nes mostrencas, chapuzas que ningtin artista conseiente autoriza con su firma, Por eso no deja de provocar extrafieza el que en 1615 el més glorioso prosista de la época, el genial Miguel de Cervantes cuyas novelas andan en todas las manos, arriesgue su prestigio po- rniendo su nombre al frente de los ocho entremeses que vamos a editar. No fueron hijos de la improvisacién ni debieron su. publicacién a un impulso momentineo. Porque ya en 1614, al escribir Ia Adjunta al Parnaso anunciaba que tenia compuestas .seis nuevas comedias con sus entre- meses, afadiendo: “Yo pienso darlas a la estampa, para que se vea de espacio lo que pasa apriesa, y se disimula 0 no se entiende cuando las representan”.! AL estamparlas el afio siguiente, su niimero y el de los entremeses acompafiantes habia subido a ocho, se- tin haefa constar en In ribrica titular, donde subra- yaba, como timbre de gloria, el que nunca habian sido 1M. de Cervamet, Viaje del Parnaco, Elicia critica» ano da. Yor Francieee Rodrigues ‘Marin, Madvid, 1983, p- 116 INTRODUCCION 9 sometidas a Ia incierta aprobacién del vulgo de los corrales: “Ocho comedias y ocho entremeses nuevos ‘nunca representados. Compuestas por Miguel de Cer- vantes Saavedra. Affo 1615. Con privilegio. En Madrid, por la Viuda de Alonso Martin”. LOPE DE RUEDA CREADOR DEL ENTREMES Lope de Rueda fue el padre del entremés, el funda- dor de este género teatral. La més decisiva innovacién fue Ja renuncia al verso, Frente a la tradicién que, en has escenas jocosas de las comedias, autos 0 farsas, exigia el verso, y un verso Itico propenso al amane- ramiento y la afectacién, impuso la prosa conversacio- sal y con ella los registros realistas que Je darian su tonalidad peculiar. En busca de una prosa dialogada fen que basarse, tena por fuerza que ir a la Celestina ¥ sus epigonos. Emilio Cotarelo, su mas erudito expo- Sitor, i del Encina (Auto del repelén) y con Lucas Ferndndez (Farsa del soldado). Corresponde esta falsa gencalogia 4 una tendencia del positivismo entonces imperante en Jos estudios literarios. Los estudiosos atendian més a Ja materia que a la forma, a las piedras sueltas que al edificio, concentrando sus esfuerzos no en los. pro- blemas de estructura y funcién, sino en los de fuentes, frigenes e influencias. Antes de Rueda hubo cortas piezas jocosas, hubo tipos eémicos, modos de jocosidad ¥ argumentos que preludian y anticipan los suyos, pero ‘strictamente hablando no hubo todavia entremeses. La palabra, antes de nombrar un género teatral, de- signé toda suerte de cosas, entre ellas los manjares y platos variados (Alonso de Palencia). Desde mediado fl siglo xv significaba también cualquier intermedi, festivo intercalado en celebraciones, pompas y alegrias publicas; cuadro vivo, divertimiento musical, danza, forneo, momos. Hasta el segundo tercio del siglo xvt 10 INTRODUCCION no hay constancia de que se usase para especificar una ‘escena, un didlogo gracioso insertado en una represen- tacién seria.? El hombre, animal ridens, propende a ‘meter una cufia de risa hasta en Ia religién y en la tragedia. De esta intrusién del elemento cémico no se libraron ni el auto ni Ia comedia sentimental 0 no- velesca. Los hombres de teatro, con la mira de agradar al “vulgo necio”, infiltraron la materia sentimental 0 sa~ cera que formaba el cuerpo de la representaci6n, con trechos festivos en que dialogaban personajes de infima condicién social. Estos dilogos, flojamente ligados a la accién principal, podian fécilmente ser transportados ‘a otro lugar de la pieza y hasta a una pieza diferente. EI entremés nacié el dia en que, desglosados del con- texto, fueron transportados a textos nuevos y acabaron formando un repertorio eémico movible y trashumante. Fue, segtin nuestra documentacién escasfsima, Lope de Rueda quien cre6 este repertorio de situaciones y sa- Tes; y fue Joan Timoneda quien lo recogié cuando todavia guardaba su doble cara y funcién: de frag- mento de comedia 0 paso, y de intermedio festivo mo- vedizo € independiente, es decit entremés. El nuevo ‘g6nero, si de una parte incorporaba asuntos tradiciona- les y gracias viejas, de otro admitia Ia colaboracién, mds o menos improvisada, de los actores. Por ello ni el mismo Timoneda podfa a veces discriminar entre las piezas del genial sevillano y las piezas de sus imitado- res. Mientras Ia primera coleccién de entremeses, El Deleitoso (1567), afirma contener “muchos passos gra- ciosos del excellente y gracioso representante Lope de Rueda”, la autoria de la segunda, Registro de repre- 2 Jouoh E, Gillet. An Eater-lay by Sua eee fants 8, BS, 8 a xr por tren_momentos: I. breve escena cimicn desglosle Imedia de Sepiioeds, 1S47);”2. una breve excena_comea orgiica mente deslosada (Pedraza, 1549); 3. una breve ercena comics desglo- Sida y-presentada separadamente: (Horo, Entremén 13 INTRODUCCION u ‘sentantes (1570), esta indecisa, pues el coleccionador se imita a comunicarnos que “van registrados por Joan Timoneda muchos y graciosos pasos de Lope de Rue- da y otros diversos autores”. Si el librero y dramaturgo valenciano no hubiese tenido la iniciativa de publicar las comedias y entre- meses del genial sevillano, la historia del género seria lun puro misterio, se reducirfa a uma serie de testimo- ios entusiastas. Entre ellos destacan los de Cervantes, que intercalé en Los baiios de Argel 35 versos de un coloquio de Rueda bien guardado en su memoria, y traz6, al frente de las Ocho comedias y ocho entre- ‘meses, un juicio lisonjero del actor y del autor. Es in- dispensable transcribir los fragmentos més pertinentes:? “Tratése también de quién fue el primero que en Espafia las sacé de mantillas (= las comedias), y las puso en toldo, ¥ visti6 de gala y apariencia; yo, como el més viejo que alli estava, dixe que me acordava ‘de aver visto representar al gran Lope de Rueda, varén insigne en la representacién ¥ en el entendimiento... En el tiempo de este célebre espa fol, todos los aparatos de un autor de comedias se ence- rrayan en un costal... Las comedias eran unos coloquios ‘somo éplogas entre dos o tres pastores y alguna pastora: faderegavanlas y dilatavanlas con dos o tres entremeses, ya de negra, ya de rufidn y ya de bobo y ya de vizcaino: que todas estas quatro figuras y otras muchas hazia el tal Lope son la mayor excelencia y propiedad que pudiera imagi- arse.” Cervantes, a juzgar por su silencio, desconocia las comedias en prosa de Rueda, aunque evaba en la memoria piezas que nosotros no poseemos. Y de sus talentos de farsante y poeta guardaba tan indeleble recuerdo que le ha convertido en un genio mitico, en- carnacién del poder y magia del teatro antes que figura hist6rica. Nuestros pobres datos no aclaran bien lo que el entremés debié a los sucesores del sevillano: 9 Schevil Bonilla, Comedias y entremeses, I, p. 6. 12 INTRODUCCION ‘a Nabarro el toledano, el cual “fue famoso en hazer Ja figura de un rufidn cobarde”; a Nicolds de los Rios, evocado en Pedro de Urdemalas; a Pedro Hernandez, el cual encarnaba con maestria Jos alcaldes de pue- blo, y leg6 al archivo del lenguaje el tipo de Pedro Hernandez el flemético. Las lagunas de nuestra infor- macién nos fuerzan a saltar de Lope de Rueda a Cervantes. Si tras los de Rueda leemos los entremeses cervan- inos, nos salta a los ojos tanto la continuidad como Ja renovaci6n. La continuidad no sélo en chistes y fra- ses idénticos, sino en Ia reencarnacién de personajes como el rufidn y el vizeaino y en el empleo de ciertas ‘modalidades de didlogo. Pero en los afios que median entre los dos, se ha consolidado y transformado el ‘entremés. Ha sido conquistado por Ia furia de Ia danza que invade todas las clases sociales y hace decir a Cervantes (La gran sultana, 111): “No ay muger espa- fiola que no salga | del vientre de su madre bi Fue, segtin dice nuestro autor poco después en la mis- ma ‘comedia, Alonso Martinez quien introdujo en el teatro los bailes cantades “que entretienen y alegran juntamente | mds que entretiene un entremés de ham- briento, / ladrén o apaleado”. Esta furia musical y dan- zante suele lenar de barberos y guitarras los finales de los entremeses. Y como mal pueden bailar y cantar juntos los personajes sin legar antes a una adecuada conciliacién, las crudas violencias, las ristras de insul- tos y los apotreos que, de acuerdo con tradiciones car- navalescas, remataban las piezas, son lentamente sus~ tituidos por un fin de fiesta musical, precedido de reciproca armonia. Otro cambio importante fue el progresivo refinamien- to. El entremés, emparedado entre dos actos de un ‘género superior, ascendente, como la comedia en la época de Lope de Vega, se estiliza, asciende de simple entretenimiento a las alturas del arte. Signo de esta cstilizacién es la reaparicién del verso que Cervantes INTRODUCCION 13 usa ya en dos de sus piezas, La eleccién de los alcaldes de Daganzo y El rufién viudo. Cinco aiios més tarde, ‘en 1620, triunfaré rotundamente, si bien el entremés ya no empleard versos cantables y estrofas rigurosas, sino endecasflabos libres 0 en silva, y octosilabos: es decir una versificacién no muy alejada de la conversa- ‘cién. Con ello desapareceré Ia improvisacién y colabo- racién de los actores. Esta literatizacién, estas complejidades crecientes se ponen de manifiesto en los personajes, en el habla y Ia estructura, Detengémonos en los personajes cémicos. Lope de Rueda encontré en Ia préctica de los come- diantes dos papeles dominantes: el pasivo y el activo. El pasivo encarnaba en el insensato con sus multiples escalones de tonto a tontiloco, el cual por una parte fepresentaba Ia fuerza de los apetites elementales, por ‘otra, al no comprender las normas sociales, morales 0 linglifsticas, convertia en materia de risa las eyes y ‘convenciones, El activo tomaba cuerpo en el tracista, turdidor de astucias o embelecador, diestro en dar rea- lidad al engafio y escamotear Ia verdad, cuya genealogia remonta por lo menos al siervo de Plauto. Rueda hizo reir a costa del bobo, constantemente hambriento o apa- eado. Poco a poco el bobo primordial perdié su gracia para un publico cada vez mds sutil y malicioso, siendo sustituido por el bellaco. Como dice Gonzalo Correas “Ya no hay bobos, que somos bellacos todos”. * Junto ‘a estos puntales de Ja risa, bullia cierto mimero de figurillas, estereotipadas por obra de la literatura y el teatro, a las cuales los espectadores reconocian in- mediatamente: el lacayo arrufianado, el estudiante api- ‘carado, la alcahueta, el barbaro negro o vizcaino que suscita Ja carcajada con su chapurreo. Entre estas figu- fillas Rueda dio un relieve especial al fanfarrén, ru- fidn 0 soldado, cuya estampa clisica es alterada por Jas experiencias de Ia guerra y el burdel. Cervantes, 4 Gonzalo Correas, Vocabulario, edicién de L. Combet, Bordeaux, 1967, p18, 4 INTRODUCCION prendado de la magia teatral, prefiere al rracista cuyas ficeiones poseen mayor fuerza de conviccién que la ceruda verdad y lo exalta en los personajes de Chan- falla 0 Montiel, el del Retablo, y el escolar nigromante de La cueva. Cervantes, no slo doblé el niimero de actores —cua- tro o cinco en Rueda, hasta nueve o diez en sus pie- zas— sino que diversificé el repertorio de tipos, am- pliando las variedades de misticos, incorporando el mundo urbano de su tiempo. Desaparece el bobo con su hambre inmortal y hasta los agentes o actuantes funcionales tienden a cobrar trazos distintivos con arre- glo a su edad, su temperamento y su cultura, convir- tigndose en papeles teatrales. ENTREMESES ATRIBUIDOS. ENTREMESES EMBEBIDOS EN COMEDIAS EI fetichismo cervantino —eseribe con razén Arman- do Cotarelo—$ apoyandose en las palabras de Cervan- tes, al frente de sus Novelas ejemplares, acerca de obras suyas que “andan por abf descarriadas y quiz4 sin el nombre de su duefio”, ha ido colgando a su idolo 1a paternidad de por lo menos once entremeses. Unos le son atribuidos por sus primores estéticos, otros a base de ciertas semejanzas argumentales con sus novelas y piezas genuinas. Fueron sobre todo algunos cervantistas andaluces —Aureliano Fernindez Guerra, José M.* ‘Asensio, Adolfo de Castro y José M.* Alava— quienes fen el siglo pasado pusieron a Ia puerta de Cervantes, ccual si fuesen hijos suyos legitimos, estos partos anéni mos, sacéndolos ya de libros impresos, ya de manus- critos.* Antes de los andaluces, Martin Fernéndez de 5 Armando Cotarelo y Valltdor, BI teatro de Cervantes. Estudio crt ei, pS. Cato cong as pp 5.0 ‘Guutro. fueron. publicados por Adolfo de Cast inédtar de Cervantes, Madrid, 1874, Casi todos los atrbuidos andan INTRODUCEI6N 15 Navarrete le habia ahijado Los habladores, alegando tuna impresién sevillana de 1624 que lo atribula a Miguel de Cervantes. Pero tanto esta impresin, como la de Cidiz 1646 que posefa, segin afirman, Aureliano Fernéndez Guerra, parecen haber desaparecido. Por ello ‘queda en duda Ia paternidad de este entremés, cuyas dos situaciones —el lance de las cuchilladas y la des- comunal batalla entre hablador y habladora de que sale victorioso Roldin— estin desempefiadas con lu- cimiento. La modalidad de didlogo consistente en en- garzar la réplica con el dicho del locutor precedente mediante 1a repeticién de una palabra repetida y como subrayada, es muy cervantina. Sino que a Roldin esta palabra le sirve para alejarse del tema ereando un seu- dodidlogo, mientras los personajes cervantinos no se salen arbitrariamente del cauce seméntico del coloquio ni se disparan en una direccién absurda. Entre los diez restantes hay dos originales y bien construidos que pueden hombrearse con algunos de los auténticos y han sido varias veces editados juntamente: La cércel de Sevilla y El hospital de los podridos.” ‘Como esbozos de posibles entremeses suelen tomarse dos pasos cémicos flojamente ligados a dos comedias cervantinas, los cuales fiicilmente podrian desglosarse. El primero es el “entremés” interrumpido ¢ inacabado que en La entretenida representan los lacayos Torrente y Ocaiia junto con dos fregonas y un barbero flor de los bailarines. El segundo, que recuerda Los alcaldes de Daganzo, es un episodio aldeano donde el alealde Martin Crespo, asesorado por Pedro de Urdemalas en Ja comedia de este nombre, dicta sus graciosas justicias © alcaldadas. * Pero estas dos piececitas interiores estén Gaston en Ia Coleccin de entremeves... desde fines del siglo XVI fer Emilio Covarcls, NBAE, 1, vol 12, Madrid, TOLL. F Acerca de" esos dos enivemeres vase E, Avena, Iinerario del enuremés desie Lope de Rueda e Quitoues de Benavente, Mae ed, 1985, pp. 8657. SF, Maldonado de Guevars, “Entsemis de Is enteeteni es cervantins, t. VIL, 1958, 9p. 317323 "Ane 16 INTRODUCCION perfectamente engastadas en sus comedias respectivas y no podrian arrancarse sin que Ia pieza mayor quedase ‘mermada. Recientemente se ha intentado probar que en las es- ‘cenas de Monipodio y sus cofrades esti embebido y traspuesto a forma novelesca un entremés anterior. La evidente relacién de El celoso extremetio y El viejo celoso da més visos de plausibilidad a esta hipstesis que no acaba de imponerse.? Pero no hay que olvidar que entremés y novela difieren tanto por la técnica de presentacién del argumento, como por el enfoque de Ia realidad. CLASIFICACION DE LOS ENTREMESES La cronologia de los ocho entremeses —que podria iluminar los jalones de su aprendizaje y las mudanzas de su gusto— no puede establecerse de modo satisfac- torio. Teniendo en cuenta que la Adjunta al Parnaso declara tener acabados seis tinicamente, jcudles son los afiadidos? {Habra rejuvenecido dos més antiguos que ‘andaban en sus gavetas? {Serdn los dos entremeses en verso los postreros, como escritos para rendir tributo ‘a una moda nueva? Imposible resolver con seguridad estas incertidumbres. Muchos aceptamos provisional- ‘mente Ja opinién de Milton A. Buchanan de que las piezas fueron compuestas hacia 1610-1612; ” aunque no vemos razén para no prorrogar Ia composicién 0 la refundicién hasta 1614. El que tiene pitina més antigua, por sus ecos de Pedro de Padilla, por su tor- peza de construccién y sus aires sayagueses, seria La eleccién de los alcaldes de Daganzo. Schevill-Bonilla lo colocaban a finales del XVI y ahora Noel Salomon co- rrobora esta hipétesis por descubrir alusiones a un so- 9 Domingo Yadurain, “Rinconete y Corailo: de entremés a nor ido por. G. Morley, "Notas sobre Toe cotremeses de Cerantes", EMP, t. Til, 488-496. La eta en p. ad. INTRODUCCION 7 nado pleito que los villanos de Daganzo tuvieron por aquellos afios con su seffor feudal, el Conde de Coru- fia. Pero no es forzoso que las alusiones a sucesos famosos sean estrictamente coeténeas. Buena parte de ellos encierran referencias internas que revelan un ter- ‘minus a quo: El rufién viudo que no ha de set anterior a la boga de Ia jécara de Escarramén (1611-1612); La guarda cuidadosa, de 1611 por lo menos, al igual que El vizcaino fingido. A falta de una plausible ordenacién cronolégica Ra- fael de Balbin Lucas los ha clasificado en tres. grupos diversificados por sus asuntos: #1. Tema amoroso ma- srimonial integrado por El juez de los divorcios y El rufién viudo; 2. Tema social, que comprende Los al- ealdes de Daganzo, La guarda cuidadosa, El vizcaino fingido y El retablo de las maravillas; 3. Tema amoro- 4@ matrimonial (jnfidelidad), que abarca La cueva de Salamanca y El viejo celoso. Se basa en que toda obra pottica, y més de tendencia satiriea, crece en torno a ‘en niicleo temético, cuya exploracién ha de preceder 2 Ja misma valoracién critica. Sin duda los mismos ‘eatremeses que miran la vida irénicamente, desde el ‘@ngulo de Ia risa y no de la ensefianza, revelan directa ‘© indirectamente una actitud moral y social. Parece, sin ‘embargo, preferible una clasificacién puramente lite- ‘maria y especificamente teatral. Joaquin Casalduero los reparte en dos grupos, uno formado por El juez de los divorcios, El rufidn viudo, Los alcaldes de Daganzo, La guarda cuidadosa, en que “ia figura esté en funcién del diflogo y el entremés esté formado por una serie de cuadres”: otro, igualmente B_Nodl Salomon, Recherches sur le theme paysan dans la ‘eo “media! de Lope de Vego, ordeaur, 1955, pp. 11920, Schell. Bealls, Comedias y entremeses. VI, pp. 138136 afeman que “ni Sper sa" Tenguaje ni por su tcctia pode’ ser del sigly XVIU" Sin Sebitgo el entremés. sigue explotando. muchos alos mis tarde la er illanesce, especialmente en bora de Jaan Rana, alcaldes de Seererilla'y eeidores. 7B Rafael de Babin, “La consruccién temstice de los entremeses Se Cerates", RFE, 1. 32, 1903, pp. 415428. 18 INTRODUCCIGN compuesto de cuatro —EI vizcaino fingido, El retablo de las maravillas, La cueva de Salamanca y El viejo celoso— donde “la figura esté en funcién de la accién, los cuatro consisten en una burla”. Esta distincién, algo esquemética y metédicamente irreprochable, me- rece ser retenida y ahondada Los entremeses de Cervantes, tan cargados de tra- 4icién como inclinados al experimento, gravitan entre dos tipos extremos: la pieza de accién y movimiento y Ia pieza estitica sin protagonista ni desenlace, La de accién presenta una cadena de sucesos causalmente eslabonados, que desembocan en un final festivo que e mucho de caprichoso, de explosivo y sorprenden- te. Hay una intriga con personajes activos, hay movi- miento hacia una meta. En este grupo podemos incluir La cueva de Salamanca, El viejo celoso y El vizeaino fingido. En el polo opuesto esté la pieza estitica, sin anéedola, ni encadenamiento motivado de sucesos, en Ja cual desfla una serie de personajes colocados en una situacién comin frente a la que reaccionan de modos diferentes revelando su diversidad y acentuando sus contrastes. La comiin situacién y Ia presencia de un juez © rbitro, ya individual, ya colectivo, les presta una apariencia de unidad. Tales son La eleccién de los al- caldes de Daganzo y El juez de los divorcios. Una ter- cera modalidad de entremés, aliando la resefin de per- sonajes a una tenue, de cuando en cuando interrumpida accién que los encuadre, armoniza el retratismo y el movimiento hacia un desenlace. En ella podrfamos in- cluir El rufién viudo, La guarda cuidadosa y El retablo de las maravillas. EI entremés de accién explota frecuentemente para sus asuntos el filon del folklore, de la novelistica y de Ih facecia 0 anéedota comunal. En Ia comedia —en el momento en que el entremés se desglosa— hay sepa- racién de entes cémicos y entes funcionales. Los entes 13 Joaquin Casalduero, Sendo y forms del teatro de Cerventes, Madrid, 951, p. 21 INTRODUCCION 9 ‘e6micos, como el bobo y el rufidn, estin al margen de la accién. A su cargo esté el provocar las risas y el etardar el desenlace, mientras los entes funcionales —donde hay una burla hace falta un burlador— tienen por funcién primordial el contribuir al desarrollo de Ia accién. La primera fase del entremés va incorporan- do a Ia accién los entes cémicos hasta que accién y ‘comicidad encarnan en los mismos personajes. No hay fen Cervantes entes meramente funcionales, pues pro- ‘cura de un lado darles un barniz de caracterizaci6n, de otro lado pretende, aunque a veces quede maltratada Ja verosimilitud, aprovechar a sustancia jocosa de una situacién © personaje, presténdole gracia e ingeniosidad. Pero en unos entremeses predomina el movimiento de ‘una historieta que camina hacia una explosién de risa, en otros impera la mera atraccién de una serie de per- sonajes que hasta desvinculados de una trama, tienen yalor e6mico por si mismos. El ultimo desarrollo del entremés fue la pérdida de la accién sustituida por la ‘mera comicidad de la resefia de personajes. ENTREMESES DE ACCIGN El entremés, sin pararse en escrupulos cuando va a ‘Saza de asuntos, entra a saco en los géneros populares =facecias, chascarrillos, episodios de novela— mos- ‘Sando predileccién por las historietas moldeadas en Ia Saginacién colectiva. Su originalidad no reside en % materia, sino en el modo de enfoque, el repertorio ‘= entes cémicos, Ia tonalidad de dilogo. Para ilustrar ‘Sie aspecto voy a cotejar La cueva de Salamanca con Der fahrende Schueler mit dem Teufelbannen (El esco- ‘S andariego y el conjuro del diablo), farsa carnava- ‘Esa que en 1551 compuso Hans Sachs, el zapatero ‘posta de Nuremberg. * Ambas obras explotan el mismo Be Paci leerse en Hans Sachs, BY Fastnachspcle aus den Jahren BB 00151 Tieraugsgsten von E, Goctae, Halle, 1885, 9p. 13, 20 INTRODUCCIGN tema cémico del escolar nigromante que rodaba por varias naciones. La semejanza de argumento fue pues- ta en claro, hace més de cien afios, por von der Hagen, el cual estudi6 Ia difusiOn del asunto por Francia, Ale- mania ¢ Italia.'* Ignoramos si Cervantes recibié la sustancia narrativa por Ia via oral o por algin libro italiano no identifieado: hacia Italia orientan los nom- bres de la mujer y el marido, Leonarda y Pancracio, EI modo de manipular un material mostrenco, ya dra- matizado por otro autor de farsas, puede poner de relieve tanto la personalidad de Cervantes como las convenciones y limitaciones del género que cultiva. La imaginacién cervantina tendré que transportar Ia ma- teria folklérica a las pautas y tradiciones del entremés, actualizar las situaciones y tipos confronténdolos con su experiencia y Ia de los espectadores. El resultado seré instructivo Jo mismo para las normas vigentes en el tablado que para los gustos e intenciones del escritor. La adaptacién de Hans Sachs, limitada a cuatro per- sonajes y cerea de 300 versos, emplea f6rmulas teatrales mds primitivas que la de Cervantes. Mientras el espa- fiol desde el principio sabe encerrar la exposicién en tun didlogo animado y leno de sorpresas, el alemén empieza con un monélogo y acaba con otro mondlogo que no son los tinicos de la pieza. Hans Sachs drama- tiza su cuento de este modo. Una campesina aprovecha Ta ausencia de su marido para encontrarse con su aman- te el cura. Ya estin preparados los manjares que han de preludiar el adulterio cuando llama a la puerta un estudiante que mendiga una limosna para costear sus estudios. Rechazado e insultado por el cura, resuelve vengarse. Pero cuando impensadamente llega el marido, 15 Frielvich von der Hagen, Getammtebentever. Hundert al deateche Ereaehlungen, Stuttgart, 1850, 3 vols. En el treet, pp. SKINXXXV, recoge Ta difusién del tema "por tiempos y" pueblos diverss. Por ejemplo, en el fabliau Du pautre cere. en low poctas Slemanes Hans Roseablit (+, x9) y Hans Drow, contemporince de Sache: en el italiano G. B. Basile, 4 tarracién del. segundo di el Pentemerone. Las semejansas mayores median entre Cervantes y' Hane Socks INTRODUCCION a1 en lugar de denunciar el adulterio, vende caro su si- Iencio. Desplumaré y humillaré al cura, que a la voz de sus ridiculos conjuros, tendré que acudir desnudo, envuelto en una piel de potro y tiznado de carbén, trayendo la comida preparada y pagando ademés una fuerte suma de dinero. Y el estudiante en su mondlogo final, ufano de haber sacado los cuartos tanto al cura ‘como a la adiiltera y al mismo marido, cerrard la pieza con una defensa de su bellaquerfa. Hans Sachs ha mo- tivado cuidadosamente cada paso de la accién, pero la lad es tosca: ristras de insultos, sétira anticle- jolencia verbal. Las modificaciones de Cervantes a la historieta tra- unas obedecen a Ia censura técita de Ia co- , otras a la urgencia de dar a los sucesos una ambientacién nacional, otras a la conveniencia de eli- minar partes muertas teatralizando intensamente la en- trada y el final, otras al clima de regocijo que domina todo y culmina en el desenlace. La censura preventiva moral no impedia sacar a pla- za las lacras y flaquezas humanas como el adulterio, a condicién de no poner el pafio al pullpito y desviar las situaciones potencialmente trégicas hacia la comicidad: el mismo puiblico que reclamaba en la comedia de tres actos el bérbaro castigo de la adiltera, aplaudia en el entremés el triunfo de la sensualidad y el engafio fe- menino, regodeindose con el espectéculo del marido befado y contento. En cambio, a partir de Trento y su sondenacién de la sétira anticlerical, aceptaba, 0 mejor exigfa, que los frailes y curas libertinos y enamoradi: 205 —todavia puestos en la picota por Gil Vicente y Diego Sanchez de Badajoz— fuesen sustituidos por sa- scristanes. " Cervantes, que habia puesto en boca del 4% Lio, Rovanet, Intermédes expagnels du XVII0 1897, p. 34, nota, advirid ya que “ler suristaing jouaien. dant Ios gutremeies ‘un tole analogue 3 colo dex moines dans non waille fares". E, Couarcl, ‘obra cit. comenta el deshorde de. sactitancs: GBaede, siponerse que representa ‘mitigdo el perionajecletign, 0 fraile de los euenton de le Edad Modis y de Tas fartes ‘alisnas, 2 INTRODUCCIGN Licenciado Vidriera Ia méxima nolite tangere christos ‘meos, reemplaza el clérigo pecador del folklore europeo por el subalterno de la sacristfa. Pobres sacristanes vuel- tos en peleles enamoradizos, soltando galanterias en la- tin de cocina para complacer al vulgacho, sustituyendo muchas veces a su superior jerdrquico a quien no se podia atacar impunemente. Uno de esos triviales mo- nigotes cémicos es nuestro sacristén de La cueva. Pero ‘esta censura preventiva tiene una faceta creadora. Re- bajado el aduiltero, la aduitera se transforma en perso- naje animado y lleno de sorpresas. Leonstda, zalamera y empalagosa en la despedida que abre 1a pieza, mal- diciendo al marido y desquiténdose de su castidad apenas vuelve las espaldas, con sus bruscos saltos de tono y de estilo, con su sensualidad descocada y su alegrfa bullidora, es un papel muy lucido. Se nos des- dibuja un poco al final cuando, en aras de las necesida- des teatrales y del fin de fiesta, la “casta” Lucrecia se brinda a bailar la lasciva danza de Escarramén. El en- tremés, para acabar en alborozo festivo, suele olvidar © descuidar otras consideraciones como Ia I6gica del cardeter, El estudiante ‘racista con infulas de nigromante en- ‘carna el embaucador, personaje doblemente teatral que instala una ficci6n interior dentro de la ficcién central. ‘Cémplices de sus engafios seguimos intrigados el doble juego de este Proteo que no recata su poder de trans- formacién. Es el engafio a la vista. El nigromante fic- ticio pertenece al repertorio cémico internacional. Para darle un barniz castizo, Cervantes le hace salmantino, supuesto maestro de las artes ensefiadas en la mégica ‘cueva, y le envuelve en una red de referencias contem- Pamogueas franco del En Rapala. no, hubiere TSlevado presentar un sscerdote 0 em conventaaleaamorada™ (p. CLIT ‘eh ge) Erin sett clio de Frnt, py i ‘Sign Diego Sincher de Badajs, nh otro muchor pelopinar se Srivaron de seat.altablado hombres ‘do igiiaentmorndizos"y Fendencierox Cie. Wiliam S. Hendrix Some natce ‘mie types i Tie"cary Spanish drama, Columb COhie), 192h, pp. 1013, INTRODUCCION 2B Poréneas: Roque Guinart, el baile de Escarramén, ges- to apicarado. Acaso para acentuar el cardcter de juego, envuelve las escenas de amor y de conjuro en una at- ‘mésfera de parodia literaria: ecos de las Trescientas de Juan de Mena, cantarcillos escritos como prosa que Alberto Blecua ha conseguido identificar. El doblar las parejas de enamorados —sacristin y barbero, Lesmarda y Cristina— es una conveniencia, casi necesidad, de Ia dramatizacién. Permite eliminar ‘monélogos, establecer una comicidad hecha de contras- es y variaciones. Y la particular simpatia que Cer- Yantes siente por sus mujeres, aun las més erradas, solabora para hacer amable la inversién de valores ‘morales que esté en las tradiciones del entremés. La diferencia entre las dos obritas de Hans Sachs y de Cervantes se debe no sélo a la personalidad de sus ‘autores sino a que cada uno de ellos se mueve dentro del area fiteraria_y social de su tradicién, Cervantes ajusta el asunto, Ia construccién teatral y el Jenguaje ‘ssofnico a las esperanzas de los espectadores, avezados 2 Ia modalidad del entremés, género menor auténomo, ‘esyinculado ya tanto de los autos primitivos como de Ja comedia en tres actos absorbente y floreciente, Si Cervantes por su genialidad desborda de los estrechos ‘eauces de Lope de Rueda y sus epfgonos, se mantiene ela sus convenciones centrales: comicidad a toda esta, construccién libérrima y abierta a la sorpresa, alianza de imaginacién y actualidad. El entremés, re- '¥=150 0 complemento de la comedia exaltadora’ del ‘zmor, el honor y Ia aventura, no cree de su incumben- ‘Sa el proteger los ideales éticos, ni el hacer triunfar ‘% moralidad social castigando el adulterio. Esta ejem- ‘Plaridad queda reservada a In comedia, mientras el ‘sStremés prefiere divertirse a costa de las flaquezas de ‘es hombres. El viejo celoso, pieza de accién, ha sido frecuente- ‘Bente tildada de amoral por eriticos que, sin tener en 24 INTRODUCCIGN cuenta las convenciones del género, le querfan imponer las rigidas sanciones con que la comedia sanciona la conducta descarriada."” Si hoy nadie acepta la conde- nacién de Franz Grillparzer, el dramaturgo vienés, que consideraba Ia obrita como la més desvergonzada que registran os anales del teatro, abundan todavia Jos que extrafian el desenfreno con que Lorenza, en la fugaz escena de adulterio tras la puerta, pondera los encantos de su galdn."* El asunto carece, a primera vista, de toda ejemplaridad. Lorenza, la mozuela casa- da, por imposicién familiar, con un yejete rico que, atacado de la dolencia de los celos, Ia guarda tras mu- ros y rejas privindole de todo contacto humano, sus- pira por la libertad y el amor. El amor —o por lo menos Ia sensualidad— lo descubre en los brazos de tun mozo introducido por una alcahueta en las barbas del marido mediante ardides folkléricos. La adiltera corona su proeza, plafiendo ante el corro de vecinos, atraidos por sus gritos, los celos del marido y su ino- cencia mal apreciada. Georges Cirot, autor de un en- sayo en que sitfa el tema dentro de la obra total de Cervantes, ® observa que Ia moralidad consiste justa- mente “dans la legon qui se dégage de Timmoralité méme, parce que cette lepon nous apprend Ia vie et nous prémunit contre Tillusion, la chimére, Ia sottise”. ‘Tendriamos, en suma, una leccién de escarmiento dada por la experiencia a quienes, después de torcer el curso natural del matrimonio que debe ser libre y entre igua- les, pretenden imponer fidelidad a Ia esposa. mediante Jo que Beaumarchais llamaba “la initil precaucién”, ue Ta esposa so haga Bi pemsemiento de Cersantes, Madi 125, pe 135: *Runea” he escsto. Gerranter con tan. desvergonsade’ nisms’ como en esta delicion obrita™. Se podrian dcllmente aumentar las ita 1A. Cotarelo, obra cit, ‘pp. SISSI9. A. Honlla, Eniremeses, 242.24, PRG. Ciro, “Les maris jloux de Cervnts", Bull, Hispenigue, t. 31, 1925, pp. 17H." trecho copiadoy ea pp. 2030, tiie por INTRODUCCION 25 Para decirlo con palabras cervantinas, serfa “exemplo y espejo de Io poco que ay que fiar de Ilaves, tornos ¥ paredes quando queda libre Ia voluntad” (El celoso extremefio, Novelas exemplares, ed. Schevill-Bonilla, I, P. 264), El viejo celoso ha sido un dia de fiesta para los bus- cadores de fuentes. Se han encontrado analogias en relatos orientales, italianos, se han descubierto modelos vivos en la erénica local de Sevilla, Claro que esta coincidencia ultima poco o mada quiere decir, pues, ‘como suelen decir Jos amigos de paradojas, la natura. leza imita al arte. La fuente més importante fue, a no dudarlo, Cervantes mismo que repetfa al modo cémico la historia de El celoso extremefio Cartizales, rebauti- zado en Cafiizares. Para mf Ia anteriotidad de la novela tiene fuertes garantias en Ia relacién usual entre el ‘modo jocoso y el modo tragic, Regla prictica es que el tratamiento serio de un asunto anteceda al cémico, que el poema épico vaya delante del burlesco, y no Sonvence Ia hipétesis propuesta por Schevill-Bonilla de ue ¢l entremés seria “un esbozo o ensayo preliminar de la famosa novela cervantina” (Comedias y entreme- ses, VI, p. 156). La historieta estaba ya plasmada en Ja version novelesca, de tono casi trégico y Cervantes la hha pasado al registro entremesil barajindola con jugue- fonas ocurrencias tomadas ya de Ia tradicién oral, ya de la literatura. Claro que el verdadero sistema de ana- fizar una pieza es arrancar del conjunto, del plan ge- eral y no del incidente 0 episodio separable. Pero no debemos por eso despreciar la ocutrencia aislada y su modo de integrarse en la representacién total, El Oriente, 1a gran “bonanza” del cuento, puede ha- ber inspirado el ardid del pafio que se despliega para ‘Ssconder la salida o entrada del galin. La mds tem- Prana aparicién del incidente es en la Disciplina cle- ‘icalis 0 Ensefianza de Ietrados de Pedro Alfonso, judio onverso natural de Huesca que escribfa a principios 6 INTRODUCCION del siglo XI. Tal ha sido su difusién que hace poco menos que imposible sefialar la fuente precisa, spo- rniendo que no llegase por Ia via oral. Morimos de in- decisién entre tantos manjares posibles, como el asno de Buridan. ‘A Talia y su literatura, que Cervantes amé tanto, debe quizé su deuda mayor. Ya Adolfo Bonilla en 1916, encontrando el entremés “por el asunto y la for- ma enteramente aretinesco” y extrafiando las “demasi do picantes alusiones no muy frecuentes en Cervantes” coneluia: “Todo el ambiente es, en efecto, italiano, y Jo son asimismo las costumbres retratadas” (Entreme- ses, p. XXXIV). Pero ha quedado reservado a Stanislav Zimic el sefialar un probable “alimento literario”: la novela quinta de Ia parte primera de Mateo Bandello, en la cual “Bindoccia beffa il suo marito che era fatto geloso”, En ella Bindoccia, igual que Lorencica, engafia ‘a su marido con la verdad, pues “separada del marido s6lo por una puerta, emprende con él una conversa cién en que ella se refiere ambiguamente a lo que esta ‘ocurriendo”. Comprobando esta curiosa analogia, Zimic descubre la huella de Bandello “visible en el tema, en los episodios, en el ambiente, en algunas expresiones verbales y, muy importante, en el tono general del entremés”.® Aunque Cervantes no necesitaba buscar fuera de casa lo que ya llevaba dentro —su oposicién a los casamientos entre viejos y mozas, o su gusto de ‘afrontar y dominar los riesgos de situaciones y chistes eseabrosos— una coincidencia tan Hamativa hace plau- sible el préstamo. No. mostré Cervantes poca osadia al representar en el tablado lo que ya parecia subido de color en la novela, Resolvié el dificil problema me- diante recursos ingeniosos: dar una rapidez fulminante a Ia escena erética tras la puerta, imponer un silencio fantasmal al galin que entra y sale como una sombra, ® Stunisav Zimic, “Bandello.y Elicia. erlow", Hispansfil ne 31, 1967, pp. BL INTRODUCCION 2 fn una palabra, desrealizar Ia situacién quiténdole toda pretensién de verdad préctica, de peso y gravedad, convirtiéndola en una especie de burla estilizada, Mis que las multiples concomitancias con el folklore y Ia novelistica interesa Ia relacién con El celoso ex- tremefio. Ya dijimos que, obedeciendo a una norma de buen sentido, suponemos que la tragedia de honor y clos precedié al esperpento, la novela ejemplar al fentremés. Las historietas de viejos y mocitas malcasa- dos habfan brindsdo asunto a cien facecias y cuentos, prestindose a derivar ya por Ia vertiente trdgica, ya por la cémica. Cervantes renové este material mos- {renco encuadréndolo en el marco de su experiencia sevillana. Primero lo plegé a las exigencias de la no- vela, Iuego a las del entremés. Porque Ia esencia de Jos géneros Titerarios reside mo en el asunto sino en fl enfoque, no en el qué sino en el cdma. En la no- vela la seduccién de Leonora se desarrolla lentamente, gradualmente, apoyada en justificaciones internas, en eslabonamientos causales, con la colaboraciéa del am- biente y del coro de servidores. En el entremés el arduo problema de honor se resuelve en un brevisimo didlogo ‘con Cristina, Ia nifia perversa, y la falta se consuma sin més asistencia que la de Hortigosa Ia aleahueta. En Ja novela recorremos miiltiples registros de sentimi tos, mientras el entremés, sin més aspiraciones que ia jocosidad, title de colores ridiculos todos los estados de conciencia, incluso el amor y el terror. Cervantes exhibe una rara maestria en el arte del islogo entremesil, dando a los personajes una a modo de segunda identidad mediante una diestra manipula- sign de los resortes del lenguaje. El habla del marido, sensata en su locura reflexiva, salpicada de cultura ‘scolar, contrasta con la parla esponténea y apasiona- a de Lorencica y Cristina que aman los dichos y can- tarcillos de la calle y saltan con ligereza de Ja injuria al lamento patético. 28 INTRODUCCION El vizcaino fingido, si no el més inspirado, es el més ejemplar de los entremeses de accién. Y eso que sus personajes —dos ninfas del rumbo, dos cortesanos aficionados a embromar y “dar perro muerto”, un pla- tero mujeriego y un alguacil poco melindroso en ma- teria de soborno— proceden de la vida libre y sus aledaiios. Solérzano el cortesano anticipa que Ia estafa a Ia sevillana Cristina no ir mds alld de una broma, “ni ha de ser con ofensa de Dios, ni con daiio de la burlada, que no son burlas las que redundan en des- precio ajeno”. Tan escrupuloso moralista jamas subi6 al tablado de los entremeses. El publico avezado a las convenciones del género esperaria sin falta que el chas- queador resultase chasqueado, que se volviesen las tor~ nas y el petardo Ie estallase entre las manos. Pero la sorpresa de Ia pieza consiste en que no hay sorpresa y el proyecto se cumple punto por punto. El espec- tador, eémplice de los burladores, ha de seguir con regocijo irénico los sobresaltos de las dos cortesanas que, no estando en el secreto, actian con plena espon- taneidad, Por Cristina, mas disereta que taimada, la cual tiene puntas y tibetes de diablillo predicador: por Brigida, cuyos aspavientos y envidia mal disimu- Jada tras protestas fingidas de amistad forman un gra- cioso contraste a la discrecién de su compafiera. El falso vizeaino con sus traspiés y chapurreo encarna tuna figura convencional que hoy nos deja frios y se hacia aplaudir en la €poca. Aquella sociedad, sintiendo Ja urgencia de un habla comin y unificada en una peninsula linguisticamente tan abigarrada, aclamaba a los e6micos que ponian en Ia picota de la risa las transgresiones gramaticales del vizcaino, del negro, del portugués. El vizeaino fingido, abundante en alusiones y comentarios de actualidad, y pobrisima en elementos fantdsticos se viste colores de sucedido, de anéedota real. La alusién a la premtica de los coches —que ya don José de Cavaleri y Pazos en su estrambético y madrugador “Rasgufio de andlisis” aseguré se referia INTRODUCCION 29 a la dada por Felipe IMT a 3 de enero de 1611%— y la més oscura a la melancolia de los genoveses por la Suspensién estatal de pagos, Io sitdan en Ia inmediata cercania de la promulgacién legal. [ENTREMESES DE ACCION Y_ANSIENTE. Un grupo de entremeses cervantinos, sin carecer por entero de delgado hilillo de accién que se mueve hacia su desenlace, retarda Ia legada mediante Ia interven- ceién de variados personajes no estrictamente necesarios desde una perspectiva funcional, pero que sirven para evocar un ambiente, un segmento social. Estos frisos Pintorescos, unificados por un encuadramiento exterior © por una situacién compartida, se integran flojamente ién. Cuento entre tales entremeses de accién nte El retablo de las maravillas (yillanos y lim- pieza), El rufién viudo (hampa sevillana) y La guarda ‘cuidadosa (los que llaman a una casa de Madrid). El retablo de las maravillas escenifica una burla con antiguas raices folklricas. Hay cuentos en que un embaucador exhibe una imaginaria pintura 0 patio? magico que tiene la propiedad de ser invisible a bas- tardos. Cervantes aflade una segunda propiedad que revoluciona el tema y lo aclimata en Espafia: la de ser invisible para los conversos, es decir para los que fen su linaje tengan algdn hilo 0 raca judia 0 mora. La accién se sittia entre villanos de Castilla, Ia clase social mis envanecida de su pureza de sangre, tanto i Sm St Mend de mt eel lon, “Ulenpiegel Bl rele de fr mari ge Yaris leccién de lésicos eopatoler, Madrid, 196, t Sri Eevee morndo wan pnts auto a Em a cull relat por Eup dade pcp et ssogas ton Gnde Lear Taco gu thai ot Eno foment sent anc eB berg de a Eamets eiremesn WY, 9 33g PF Shh enl Cialis, 30 INTRODUCCION que, considerdndolo como una nobleza natural ‘superior a la sangre azul hereditaria, tildaban de linaje impuro. mismos.® El teatro, espectdéculo urbano o palatino, se eee aa 4 blos apnea ‘el portentoso retablo. Chanfalla viene gios de brujo. Sabe trazar mil embelecos y nos advierte como la del llovista (esta burla del Hovista acaso figu- cee acer ae ee eee mégicos. Otros titiriteros solian dar vida a sus figuri- punto en ellas. Chanfalla va mds lejos en sus ficciones, ‘mos titeres del retablo son simple fingimiento, sin mas. Sein Si ete goo moo sr reste ele espectadores villanos —los alcaldes y sus familiares— a quienes mueve con los cordelillos de su obsesion, sr ejemplo. en Lope de Veen, El vilane en su rincéns Cle, M Batailon, Obra city p, 38. Para la realidad ent, ease “Antonio. Bominguet “Onis, La clase scial de . ‘Edad "Moderna, ‘Mats, 1955, INTRODUCCION 31 Piezan anhelando ver y terminan viendo. El momento Blorioso llega cuando el sobrino de Repollo baila con Ja doncella Herodiana, con la sombra de una quimera. Chanfalla a modo de regens ludi, 0 director escénico, manipula sus actores, los cuales: conquistados por su Papel se entusiasman o se amedrentan a la medida de su palabra, Tan identificados estin con su papel que ni siquiera la sélida humanidad del Furrier consigue separarlos de su mundo. Victoria del fingidor, de Pig- malign sobre el barro que moldea y anima. El apaleo final, despoblando Ia escena, da al embaucador la tl ‘ma palabra en la que proclama su triunfo, El retablo oftece una curiosa singularidad dentro de Jos entremeses cervantinos: Ia ausencia de los regoci- jos finales, de los personajes reconciliados en el canto ¥ baile final. La répida mutacién de personajes, esce- narios y emociones nos lleva a un desenlace sarcéstico que el autor no ha querido debilitar con el fin de fiesta habitual. Retrata, con trazo répido a los palurdos, ofreciendo tuna animada pintura de 1a alucinacién y la hipocresia frente al candente problema de la limpieza. Para anclar Ja fantasmagoria en las calles de un pueblo castellano, ingiere los convencionales ingredientes del cuadro vi- llanesco: nombres grotescos, transgresiones lingifsti- £25. Junto a Jos villanos presenta dos personajes més scultos: el gobernador aficionado a Ia fardndula y el ‘scribano enmendador del Ienguaje. Seguramente Cer- antes ha querido divertirse y divertirnos ofreciendo tuna especie de triunfo de la locura al modo de Sebastién Brandt 0 de Erasmo. Pero acaso se propuso algo més: sombatir la morbosa mania de Ia limpieza de sangre, tes falsos valores de una sociedad alucinada o simula. dora, Entre Ios simuladores estin los dos personajes sultos que, acobardados por el terror a pasar por hom. tres de linaje manchado, aparentan ver las ilusorias ‘sscenas del retablo. 2 INTRODUCCION La guarda cuidadosa combina Ia_anéedota con la resefia o revista de tipos eallejeros. El tenue hilillo ar- ‘gumental presenta una de las mas viejas altercaciones: Ja disputa del hombre de armas y el hombre de iglesia Los empedernidos buscadores de antecedentes han po- dido remontarse hasta uno de los mas viejos monu- mentos poéticos de nuestra Iengua, hasta Elena y Maria, donde se debaten las ventajas de amar un clérigo 0 un caballero, En el entremés los contendientes, nada areaicos y muy actualizados, son un sacristén humilde y_un soldado andrajoso y poeta, que se mueven en un plano cémico. La contienda desemboca no en mera sentencia intelectual, sino en un premio codiciado: la mano de una fregona joven y linda. Cervantes que, si- jendo Ia milicia y Ia aventura, gasté parte de su ju- ventud por tierras de Italia, pudo ver en cualquier ciudad una representacién muy frecuente: el debate dramitico entre dos oficiales, aspirantes a casar con Ia ‘misma muchacha, que ponderan los méritos y ventajas de los oficios respectivos. Era tema obligado, durante los festejos de mayo, lo mismo del mariazo de Ia regién véneta que del bruscelio en Siena y otras poblaciones. Poco importa el arranque u origen del asunto, porque escenario y tipos son espafioles y contemporineos. El soldado, si de una parte puede ser entroncado con el miles gloriosus de la comedia humanistica, de otra par te es uno mis de Ia Iegin de veteranos rotos y acu- chillados que callejeaban por Madrid con su canuto eno de memoriales y certificaciones de servicios. Hasta se asemeja un poco al Cervantes que regresa del cau- tiverio cargado de gloria y esperanzado de recompen- sas, Ambos son poetas, rondan antesalas, recorren el vvia-erucis del pretendiente en corte; ambos se percatan de que la proeza militar no conmueve a una sociedad mereantilizada que ha vendido su alma al dinero. Po- driamos conjeturar que el Cervantes anciano contempla con humor satirico al Cervantes idealista de los treinta afios. Con ello extremariamos una semejanza somera INTRODUCCION 33 ¥ genérica, convirtiendo en documento autobiogratico Jo que es un personaje de abolengo literario, de comi- cidad ya aplaudida desde Lope de Rueda. Porque cier- tos rasgos suyos nos recuerdan al rufidn Vallejo de Ia comedia Eufemia adaptada del italiano, En una de las escenas acrecentadas por Rueda, Vallejo asegura que le “podrfan poner delante todas las piezas de artilleri con el serpentino de bronce que esté en Cartagena. ¥ finalmente aquel tan nombrado Galeén de Portu- gal”,* sin meterle miedo. También el Soldado de La guarda proclama que no le han “espantado ni atemo- Tizado tiros mayores que el de Dio, que est4 en Lisboa”. Pero, como. siempre, Cervantes ha ennoblecido al tipo ‘e6mico, ya que el Soldado no toma infulas de rufidn tiene més tacha que su fantasfa y sus bravatas. Tam- bin el sacristin, aunque enamoradizo por tradicién, ‘mejora a los sacristanes del teatro, incluso al de La cueva de Salamanca, Por exigencias de Ia dialéctica teatral que reclama contrastes abultados, se envanece de sus ingresos tangibles, de poder comer como un Principe. El realista frente al sofiador, al uso de Don Quijote y Sancho Panza. Lo que Ie da una inolvidable fuerza comica es su modo de explotar los funcrales: se envanece de que no tiene igual para adornar “tumbas” —arcas que se colocaban en las exequias de la iglesia Por bajo del atatid—, corteja a su fregona doblando @ entierro, en una palabra, vive de la muerte, La tenue intriga esté cuidadosamente ambientada Por un desfile de tipos callejeros que vienen a llamar a Ia puerta de Ia fregona y son amedrentados por el Soldado. El mas gracioso de los cuatro es el zapatero Juan Juncos, admirador de los versos de Lope de ‘Vega y de la glosa del Soldado, En cambio la fregona, % Lope de Rueds, Obras, ed. de Cotarelo, +. 12, Madrid, 1908, 28. La grandesa de los elconce portugueees tia proverbir’ Cone? lo la fora en gue hacia 1570 vm & ls Indias Eugenio de Seley (Cortes, Bibles expafoles, Madrid, 1966, p. 18)" evita un acct ‘avio, dicen los marinos: “Paresce el Capatogo de Portugal” Seba 41 tamaio monsiruowo de las naos de Portugal, véawe CR, Boone The Portuguese seaborne Empire (London, 1969), pp. 268. 34 INTRODUCCION mds arrimada a lo popular y a la moda reciente que estaba destronando al romance, es aficionada a la seguidilla. Esta atmésfera costumbrista, estos tipos “ob- servados con precisién casi naturalista” hacen del en- tremés “la resurreccién de un cuarto de hora de Ia vida de Espaiia vista por el lado empequetiecedor del ‘anteojo”, como dice Marquez Villanueva rememorando a Azorin. El rufién viudo descuella entre los demés entremeses cervantinos por su literaridad, es decir por su satura- cin de parodias y citas de poemas y géneros en boga. Es —si usamos un vocablo favorecido por un epigono del formalismo ruso Mijail M. Bajtin— una pieza po- lifénica, wna especie de didlogo con diferentes obras poéticas del tiempo. No sé si vale Ja pena, para situar este juguete, de revolver el corpus de literatura pasa- jera en cuyo contexto se inscribe. Notemos para em- pezar que esté compuesto en endecasilabos sueltos, igual que Ia tragedia senequista y algunas poesias de mo- tivos pastoriles: notemos la abundancia de finales ¢s- drijulos seguramente intencionales.* Pero el didlogo no se limita a estas areas ya cultivadas por Cervantes en la Numancia y la Galatea, sino que abarca la poesia del hampa, en especial las dos jdcaras de Quevedo sobre Escarramén. Estas jécaras, compuestas hacia 1610, g0- zaron de una prodigiosa popularidad, fueron bailadas en los tablados y las plazas, logrando la primera la suprema distincién de ser vuelta a lo divino e invadir ls iglesias: Cristo habl6 con palabras de Escarramén, el racimo de patibulo. 2 F, Mirguer Villanueva, “Tradisién y actuslidad itera La, guarda cuidadosa", Hispanic Review, 1. 38, 1969, pp. 152156, ae Aunque lo endures edly an wador en la, 20 ten en poemas pastoriles, fue B, Cairaso. de. Figueroa, quien, en rlije poemas de santos, los empled como sustituto de la rina Lope ridiali este sto hablando de "las musas de Cayrasco /- que fedrajolar el mando / amenssaron con rigor profundo™. Cle. Lasral ‘de Apolo, IL, 21. (Lo tomo de Lope de Vega, La Dorote, ed. de E, Mosby, Madsid, 1958, p. 358, ‘nota 166) INTRODUCCION 3s Documentemos estas afirmaciones. A égloga ristiea suena el comparar a Pericona con “un peruétano o gana”, con un “ginjo verde” 0 con un “tiesto de albahaca 0 clavellinas”. A Gareilaso y su escuela apun- tan versos alabéndola como “un muro de la yedra de mis faltas | un arbol de Ia sombra de mis ansias”, El coturno trégico evocan, a pesar del quiebro ridiculo, abundantes particularidades: el énfasis solemne, Ia com: paracién de Ia difunta con griegas y romanas, y hasta on una roca en medio de las olas, igual que el sabio estoico en Séneca y Quevedo; las alusiones a mitos y personajes antiguos, como Zoilo, Polifemo y Catén; los adjetivos acuiiados al modo latinizante, por ejemplo nocturnina, bayetuna, potosisca; y por vltimo la es- tructura coral de aquella escena en que rufianes y dai fas, quitndose los versos de Ia boca, revelan a Escarra- mén la dimensién de su gloria con versos endecasilabos que transforman en salmodia solemne los ligeros octo- silabos del romance “Lleve el diablo al potro rucio”. Parte de las alusiones han perdido para nosotros toda Vitalidad, pues ignoramos qué poetas estin parodiando repetidas citas implicitas y alguna explicita, por ejem- plo: “Ayer fui Pericona, hoy tierra fria / como dixo tun poeta celebérrimo”. La carta del jaque “Ya est guardado en la trena / tu querido Escarraman” ha sido parodiada en el comienzo del baile final y sobre todo ha dado origen a Ia apo- feosis del héroe del hampa sevillana, La respuesta de la Méndez, ademas de otros ecos, ha suscitado aquel panegitico de Pericona, el cual, siguiendo Ia averiguada técnica de pintar vicios como virtudes, es puesta en las nubes por haber resistido sin convertirse los sermo- nes de arrepentidas que las mujeres de la mancebia debian oir cada cuaresma. He cotejado los dos pasajes pertinentes en otra parte.®” Una atenta comparacién 2 tinerario del entremés... pp. 104105. La relaciin, Jo. noto thors, sa habia sido establecia por Josquin Hazsins, Los rfienes e Cervantes, pp. 3235. Al pasaje de Ortiy de Zatign alogado por Hiacaias, y ¢ It escena'de Lape en Juan de Dios y dntén Martin,

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