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RESEÑAS 215

teatro que escribió en 1821 Casimiro Cabo mucho tiempo y todavía a comienzos del XX
Montero, un texto «impregnado todo él de los cambios en esas creencias eran peque-
una desbordante utopía práctica» (p. 106). ños. Su estudio se concreta en los rituales
El tercer elemento del tridente temático religiosos funerarios en la zona de Vallado-
que preside este volumen, el de la creencia, lid: testamentos, misas, entierros, mortajas…
aunque está implícito en la mayoría de los Fuera de los márgenes estrictos de esta
demás trabajos, es el que menos interés convocatoria sobre la cara oculta de la
específico ha suscitado. Se entiende por razón, hay algunas contribuciones que ver-
creencia el ámbito de la fe irracional, de las san sobre otros aspectos y temas de la
convicciones heredadas contra las que, de época. Marcelino Rodríguez Donís expone
un modo u otro, lucharon los ilustrados con las ideas ateas y materialistas del tratado IV
éxito desigual. Una de esas creencias con- de un extenso y anónimo manuscrito latino
fusamente enemigas de la razón podría ser de mediados del XVII, el Theophrastus redi-
la de las incomprensiones culturales entre vivus, que sitúa en la línea del pensamiento
países, a medias conocimiento fundado, a libertino de su siglo y el siguiente. Nicolás
medias tópico y superstición, a medias Bas Martín explora los territorios del «viaje
construcción utópica del otro, como las que ilustrado» a través de los textos de autores
investiga Jorge F. Benavent Montoliu en su valencianos, «los más viajeros en la España
interesante trabajo sobre la imagen de del XVIII y por ello los más preocupados
España en la Ilustración alemana; propor- por conocer de primera mano las vanguar-
ciona noticias y textos de primera mano dias culturales europeas» (p. 45). Ángeles
sobre un tema harto desconocido que Carmona González, por su parte, desarrolla
afecta a la polémica entre religiones, al des- la presencia de periodistas y prensa feme-
nivel civilizatorio entre el Norte y el Sur de nina en el Cádiz del XIX.
Europa y a la percepción del avance de las
Luces. Entre la creencia y la utopía transcu- Fernando Durán López
rre el trabajo de Álvaro de Cózar Palma y
Daniel Muñoz Sempere acerca de las ideas
políticas de José Marchena y el Padre Fran- PALACIOS FERNÁNDEZ, Emilio. La mujer y las
cisco Alvarado, extremos ideológicos uni- letras en la España del siglo XVIII. Madrid:
dos por su oposición a las Cortes de Cádiz. Ediciones El Laberinto, 2002.
Según los autores, «el fanático tiene mucho
de utópico porque se niega a que su mundo
y su sistema de creencias cambie, cree que En los últimos tiempos los estudios de
puede ser algo eterno e insustituible; por género gozan del interés de los teóricos de
otra parte, el utópico siempre tendrá mucho la literatura, los comparatistas, los críticos,
de fanático porque se niega a renunciar a los historiadores, los antropólogos, los filó-
sus sueños aunque sepa que son imposi- sofos y los historiadores de la literatura. En
bles» (p. 31). Máximo García Fernández, por este sentido, este libro constituye un estu-
su parte, muestra desde la historia social algo dio exhaustivo y promenorizado sobre las
que hubiera complacido a Alvarado, la sólida relaciones existentes entre la mujer del siglo
implantación de las creencias religiosas XVIII y la literatura. De ahí que el autor nos
populares pese a todas las críticas formula- ofrezca dos perspectivas: la presentada por
das desde la élite ilustrada: según su modo la literatura dieciochesca que versa sobre
de ver, la secularización se convirtió en la las mujeres y la que ellas mismas escribie-
práctica en una utopía irrealizable durante ron. El primer asunto comprende el extenso

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capítulo primero que lleva por título «La en un periódico, por lo general poco cono-
mujer y la sociedad en el siglo XVIII». Sobre cido, como es El hablador juicioso y crítico
la base de las circunstancias socio-políticas imparcial. Menciona asimismo la participa-
que condicionan el debate histórico en ción en la polémica de Antonio Valladares
torno al papel social de la mujer, Palacios de Sotomayor, defensor, junto con el biblio-
realiza en estas páginas un «estudio diacró- tecario real Juan Bautista Cubíe, de la causa
nico de los ensayos sobre el tema femenino femenina. Esta relación de ensayos sobre la
que dan sustento ideológico a la acción mujer continúa con un estudio pormenori-
política sobre la mujer» (p. 22). zado la vida y la obra de Josefa Amar y Bor-
Comienza así su repaso en el año 1726 bón. En relación con el tema femenino,
con el padre Feijoo y su polémico discurso destacan su «Discurso en defensa del talento
en «Defensa de las mujeres», publicado en de las mujeres […]», en el que se queja de la
primer tomo del Teatro crítico. Tras analizar mentalidad masculina por cuanto desprecia
las ideas allí expuestas sobre la igualdad de a las damas de cultivado entendimiento, y el
ambos sexos, y explicándolas en función de Discurso sobre la educación física y moral
argumentos racionales y teológicos propios de las mujeres (1790), la mejor obra dedi-
de la época, se ocupa de los textos que se cada a la mujer de todo el siglo, según
publicaron a favor y en contra de las tesis explica el autor de libro. Este apartado fina-
feijonianas y, en particular, de estos últimos. liza con la revisión de algunos textos traduci-
Laurencio Manco de Olivares, el descono- dos, lo cual resulta especialmente interesante
cido autor de la Contradefensa crítica a por no existir textos españoles destinados a
favor de los hombres (1726), asegura que las la formación de la mujer.
mujeres carecen de preocupaciones intelec- A continuación se ocupa Palacios de
tuales, incapaces, como las cree, de intere- los proyectos de promoción de la mujer
sarse por el estudio. A este parecer desarrollados al amparo de las Sociedades
antifeminista y antifeijoniano se suman Juan Económicas, y sobre todo de la Matritense y
Antonio Santarelli y en 1734 el clérigo la Bascongada. El episodio de la elección
Alberto Antonio Soler. A mediados de siglo, como Doctora de la Universidad de Alcalá
sin embargo, el debate en torno a la mujer de María Isidra Quintina de Guzmán y la
se halló condicionado por el avance de la Cerda, su nombramiento como Socia Hono-
ideología ilustrada. raria de las Sociedades Madrileña y Bascon-
Los reformadores unen sus reproches gada de Amigos del País y la repercusión
a los moralistas alegando costumbres y acti- del hecho en la prensa periódica, suscitó de
tudes opuestas a las de la política oficial. El nuevo el debate en torno al talento y capa-
punto de partida lo constituyen los folletos cidad intelectual de las mujeres que cul-
de Clavijo y Fajardo dedicados a ridiculizar minó con la colaboración en la Sociedad
el comportamiento de las damas y sobre Matritense de un representativo y belige-
todo las opiniones vertidas en su periódico, rante grupo de conocidas señoras de la
El Pensador (1762-1763). Se detiene Pala- nobleza. En cuanto a la Bascongada, no
cios en analizar la polémica en el ámbito de excluyó a las mujeres de sus Estatutos, aun-
la prensa periódica: la respuesta que Clavijo que tampoco les permitió una activa parti-
mereció por parte de Beatriz Cienfuegos en cipación. En cambio, sí se preocuparon por
La Pensadora Gaditana, la réplica dada a la educación de las jóvenes organizando en
ésta última por Juan de Flores Valdespino Vergara una Escuela provisional. Se recons-
en otro semanario, la Academia de Ociosos, truye en estas páginas el proceso de funda-
y la posición feminista del abate J. Langlet ción del convento de Religiosas de la

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Enseñanza en Vergara, así como el deno- Ana de San Jerónimo, a las Poesías sagradas
dado empeño de la Bascongada de erigir y profanas de María Nicolasa Helgüero,
con sus propios medios un colegio feme- abadesa del burgalés monasterio de Las
nino en esta localidad, con lo cual se pone Huelgas, a la curiosa obra en bable de
fin al capítulo primero del libro. Josefa de Jovellanos, hermana del conocido
El capítulo siguiente, segundo del libro, escritor, y a la sevillana sor Gregoria Fran-
constituye una introducción acerca de la par- cisca de Santa Teresa.
ticipación de la mujer en el mundo de las «Las dramaturgas: creación y público»
letras. Así, se estudian las relaciones con la atiende a la significativa nómina de mujeres
literatura de la mujer dieciochista desde un que se interesaron por el teatro. Llaman la
punto de vista externo. Sus conocimientos, atención, en primer lugar, las traductoras,
su participación en las tertulias y academias mujeres que, con mejor o peor fortuna,
literarias, con un exhaustivo repaso de las arreglaron para el teatro español conocidos
reuniones más célebres y de las más conoci- textos de la dramaturgia europea. Es el caso
das anfitrionas, la condesa-duquesa de Bena- de la mencionada Margarita Hickey y la
vente, la condesa de Montijo, la duquesa de Andrómaca de Racine o de Magdalena Fer-
Alba o la marquesa de Fuerte-Híjar, y su con- nández y Figuero, cuya Muerte de Abel ven-
dición de receptora, sirven para contextua- gada fue muy apreciada. Al igual que
lizar los capítulos siguientes en los que sucede con la poesía, también las dramatur-
Palacios se ocupa de la mujer como literata. gas abogaron por la estética neoclásica,
En efecto, los capítulos tercero, cuarto y sobresaliendo los nombres de Francisca
quinto se dedican al papel desempeñado Irena de Navia, María Lorenza de los Ríos,
por la mujer dieciochesca en los tres géne- María Rita de Barrenechea, María de
ros fundamentales: poesía, drama y prosa Laborda Bachiller y María Rosa de Gálvez,
narrativa. la más conocida. En el extremo contrario, se
En «El Parnaso poético femenino», sitúan las numerosas defensoras del teatro
título del capítulo tercero, se revisa crono- popular, destacando la producción de María
lógicamente la obra de las poetisas diecio- Egual, y las autoras de loas, sainetes y otras
chescas. En consecuencia, comienza por clases de piezas breves. Asimismo la musa
aquellas cuya obra lírica sigue los dictados dramática se instaló en los claustros donde
de la poesía posbarroca, en la que sobresa- sor Luisa del Espíritu Santo o sor Ana de San
len los nombres de María de Camporre- Jerónimo entre otras compusieron obras de
dondo, Teresa Guerra, Catalina Maldonado tema religioso para ser representadas con
y María Egual. Se sigue después con el ocasión de alguna celebración religiosa en
numeroso grupo de poetas que siguieron colegios y monasterios.
los presupuestos de la estética neoclásica. Menos relevante resultó ser la relación
En este apartado se comenta pormenoriza- de la mujer dieciochesca con la prosa narra-
damente la obra de María Gertrudis Hore, tiva. La única narradora con obra original
Margarita M. Hickey, María Rosa Gálvez, sin conocida fue Clara Jara de Soto, autora de
por ello olvidar nombres menos conocidos El instruido en la corte y aventuras del
como los de María Joaquina de Viera y Cla- extremeño, sin faltar por ello unas páginas
vijo o María Francisca de Isla. Finalmente se destinadas a la obra de María Egual. El capí-
concluye con las páginas que tratan acerca tulo se enriquece, sin embargo, con el estu-
de la abundante poesía religiosa y mística dio de las traductoras. A este respecto,
del siglo. En esta ocasión, sobresale la aten- resulta revelador comprobar que las aven-
ción prestada a las Obras poéticas de sor tras de Gil Blas de Santillana de Lesage fue-

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