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1. APEGO SEGURO
Los niños con apego seguro perciben a sus padres (o análogos) como figuras
confiables, a las que pueden recurrir en el supuesto de que sus pesquisas sobre el
entorno impliquen accidentalmente una situación de peligro potencial. Los niños que
disponen de este estilo concreto tienden a buscar a sus cuidadores cuando experimentan
alguna emoción difícil, logrando así un alivio de la misma. Cuando los padres
desaparecen se sienten incómodos solo al principio, recuperando el contacto de forma
natural cuando se produce su retorno.
Las personas adultas con este estilo de apego experimentan una sensación de
satisfacción general en sus relaciones con otros, pudiendo establecer un marco relacional
que facilite el desarrollo saludable de todos los implicados. La honestidad y la confianza
se alzan como el tejido con el que se bordan las costuras de la amistad o de la relación de
pareja, pudiendo establecer una ligazón emocional profunda con quienes consideran
merecedores de ello. Es la forma más común de apego, y actúa como factor de protección
ante la psicopatología.
Los niños que presentan este estilo de vinculación con sus padres no tienen la
seguridad de disponer de la ayuda que pudieran precisar en caso de necesidad.
Esta incertidumbre propicia que el interés por el entorno se vea condicionado por el
miedo, de modo tal que la exploración queda limitada por una inseguridad latente pero
constante. Este sentimiento se ve exacerbado en aquellos casos en los que los padres
recurren a la amenaza de abandono como mecanismo para controlar las conductas
disruptivas.
Las personas adultas con este estilo de apego tienden a evitar sus emociones al
considerar que podrían verse abrumadas por su intensidad, lo que dificulta la adquisición
de recursos esenciales para la regulación de las experiencias internas. A menudo se vive
la cotidianidad desde una ambivalencia entre la aproximación y el rechazo, pues ambas
generan tal grado de malestar que la persona deambula en el vaivén de los espacios
grises que lindan entre una y otra. El miedo al abandono, y la sensación de inadecuación,
pueden ser recurrentes.
4. APEGO DESORGANIZADO
Los niños que desarrollan este estilo concreto han vivido múltiples situaciones con
sus figuras de apego explícitamente amenazantes, puesto que estas adoptan una
actitud negligente o incluso abusiva (en el amplio sentido del término). Debido a que el
infante no puede asumir una emancipación física o emocional, permanecería
necesariamente próximo al influjo pernicioso de sus cuidadores, mostrándose ansioso
tanto en su presencia como en su ausencia (caóticos y desorganizados).
Este estilo de apego genera huellas profundas en la personalidad y la autoimagen,
siendo por ello el que presenta una relación más estrecha con la psicopatología del adulto
y del niño. A continuación, se realizará una somera revisión sobre las evidencias
disponibles en cuanto a las consecuencias sobre la salud mental atribuibles a las
modalidades de apego inseguro (preocupado, temeroso y desorganizado).