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INTRODUCCION

El concepto de apego ha sido extensamente estudiado en la Psicología. Desde su


introducción formal por Bowlby a comienzos de la segunda década del siglo XX ha
inspirado una nueva forma de entender el vínculo madre-hijo. Si bien algunos aspectos
de este paradigma habían sido desarrollados en otros modelos como el psicoanálisis
freudiano original y la etología, no fue sino hasta la conceptualización de Bowlby y sus
seguidores que pudieron ser integrados en una estructura teórica original y específica,
que se sustenta en bases biológicas (sistema conductual de control), sociales (impulso
de contacto), cognitivas (registro y representación de las conductas y los vínculos) y
dinámicas (significación de las conductas).
Somos un ser para el contacto y la vinculación, lo que quiere decir, inexorablemente
que, si no entramos en contacto con los demás y nos vinculamos a algunas personas
podemos morir (el peligro más extremo, en el caso de los menores de edad),
desarrollarnos de manera deficiente, social y hasta físicamente o, en el menor de los
casos, sufrir emocionalmente por tener relaciones interpersonales inadecuadas o
conflictivas.
Pero la forma de resolver esta forma de contacto y vinculación, en el caso de los adultos,
ha cambiado. En el pasado, las personas se sentían obligadas a establecer un vínculo
con una persona del sexo opuesto, con la que se casarían y establecerían un contrato
de por vida (López, 2009).
Hoy, en países como el nuestro, las personas no se sienten presionadas para casarse
(cada vez más personas permanecen solteras hasta avanzada edad o durante toda la
vida), se vinculan con quien quieren y en la forma que quieren, conviven como
consideran más conveniente y se desvinculan cuando consideran oportuno. Es decir,
las parejas son cada vez más diversas en cuanto a la forma de relación, su estilo de
vida como pareja y el tiempo en que los emparejados permanecen juntos.
Es decir, estamos en un momento en el que las personas no se sienten obligadas a
casarse y establecen relaciones con la pareja muy diversas, de forma que la institución
matrimonial ha dejado de ser uniforme: parejas sin formalizar, parejas de hecho, uniones
de hecho, parejas homosexuales, casamientos religiosos, casamientos civiles, etc. Y, lo
que es más decisivo, es legal el derecho a la separación y a formar nuevas parejas
posteriormente. Ha llegado la libertad a las relaciones de pareja, admitiendo cualquier
forma de diversidad que los interesados quieran vivir.
El resultado es que son cada vez más las personas que viven a lo largo de su vida varios
procesos de vinculación y desvinculación amorosa, pero, ¿cómo se adapta nuestra
naturaleza emocional, afectiva y social a estos cambios?; ¿sabemos vivir las nuevas
formas de vinculación y desvincularnos?; ¿ha tenido y tiene la infancia algún rol en estos
cambios? (López, 2009).
Por todos estos cambios que se están produciendo en las estructuras sociales y
familiares, creemos importante analizar los procesos de vinculación de los individuos
así como las diferencias de género que se puedan encontrar.
Este estudio intenta analizar la relación existente entre los diferentes estilos de apego
en los niños/as y adolescentes, con las características de sus futuras relaciones de
pareja, tanto a nivel de afectos sexuales como a nivel de apego adulto. Se tendrá
especialmente en cuenta las diferencias de género, un aspecto menos investigado.
¿Qué diferencias de género hay en los afectos sexuales: deseo, atracción y
enamoramiento? ¿Qué estilos de apego tienen los hombres y las mujeres actuales?
¿Cómo se adapta unos y otras a los cambios en relación a las formas de vinculación y
desvinculación?
Se estudiarán temas como la formación de los distintos estilos de apego en la infancia,
el apego adulto, relación entre apego y sexualidad, y los diferentes tipos de apego en la
relaciones de pareja, que conllevan tanto afectividad amorosa como sexual.
OBJETIVOS
 conocer los tipos de apego y cómo influyen estos en la vida de cada persona.
 Identificar la importancia del apego, en la adolescencia y la vida adulta.
 Conocer la psicopatología del apego.
 Conocer las manifestaciones psicológicas del apego.
MARCO TEORICO
I. APEGO

I.I HISTORIA:
La teoría del apego, propuesta originalmente por John Bowlby, indica que el niño tiene
tendencia a buscar proximidad con una persona y sentirse seguro cuando esa persona
está presente. En comparación, Sigmund Freud propuso que el apego era una
consecuencia de la necesidad de satisfacer varios deseos. En la teoría del apego, el
apego se considera un sistema biológico y los niños están naturalmente unidos a sus
padres porque son seres sociables, no simplemente porque necesitan a otras personas
para satisfacer sus deseos. El apego es parte normal del desarrollo del niño.
La psicóloga del desarrollo Mary Ainsworth ideó un procedimiento, llamado La Situación
Extraña (The Strange Situation), para observar relaciones del apego entre la madre y el
niño humanos. Durante 20 minutos, observó interrupciones generadas en el vínculo
madre/niño, y se fijó en que estos afectaban la exploración y el comportamiento del niño
hacia la madre. Este análisis del apego ha sido cuestionado recientemente, ya que
podría no ser una medida válida para los niños que no experimentan angustia ante el
primer encuentro con un extraño. (ej., Clarke-Stewart, Goossens, y Allhusen, 2001).
Según la Attachment Parenting Internacional (API) hay 8 principios que fomentan el
apego saludable (seguro) entre los padres/tutores y el niño. Aunque ninguno de esos
principios derivan directamente de la investigación original del apego, se presentan
como prácticas para “ser padres” que pueden llevar a un “vínculo firme”, a una
“receptividad coherente y sensible” y a una “disponibilidad física y emocional” que para
la investigación son factores clave en un vínculo seguro.
I.II DEFINICION DEL APEGO:
Para poder conocer el significado del término apego, es interesante descubrir, en primer
lugar, su origen etimológico. En este caso, se puede decir que es una palabra que deriva
del latín y que es fruto de la suma de dos partes diferenciadas:

 El prefijo “ad-”, que puede traducirse como “hacia”.

 El verbo “picare”, que es sinónimo de “pegar” o “unir”.


Para los psicólogos, el apego es un vínculo afectivo que se extiende en el tiempo y que
resulta intenso. La cercanía con la otra persona brinda resguardo y seguridad: por eso
un individuo, cuando se siente amenazado o angustiado, tiende a buscar al sujeto por
el cual tiene apego.
FIGURA PRINCIPAL DE APEGO: LA MADRE
Si bien tradicionalmente la figura con la que se establece el vínculo de apego más fuerte
ha sido con la madre, hoy en día asistimos a una acentuación de la implicación del padre
en los cuidados de la primera infancia.
Motivos de horarios laborales, número de hijos, recursos económicos, etc, determinan
la necesidad de una corresponsabilidad por parte ambos progenitores en las labores de
atención al bebé. Aun aceptando esta realidad, no hay que perder de vista que desde
un punto de vista biológico y evolutivo, es la madre la que está en disposición de efectuar
una relación especialmente fuerte con el hijo. La importancia del buen establecimiento
del vínculo de apego, ya en las primeras etapas, va tener unas consecuencias concretas
en el desarrollo evolutivo del niño. Podemos afirmar con rotundidad que dedicar tiempo
al bebé, en una interacción de cuidado y atención, por parte de las figuras de apego, es
la mejor inversión para garantizar la estabilidad emocional del niño en su desarrollo.
El vínculo de apego no debe entenderse como una relación demasiado proteccionista
por parte de la madre hacia el bebé, sino como la construcción de una relación afectiva
en la que la atención y los cuidados de la madre en las primeras etapas (el niño se siente
atendido en sus necesidades), va a propiciar la paulatina adquisición, desde una
plataforma emocional adecuada, de los diferentes aprendizajes y, por tanto, de los
primeras conductas autónomas.
Si bien el niño quizás tardará unos meses en desarrollar el apego hacia la figura
principal, el vínculo emocional de la madre hacia el bebé se desarrolla rápidamente
teniendo lugar en los momentos posteriores al parto.
El apego puede formarse con una o varias personas, pero siempre con un grupo
reducido. La existencia de varias figuras de apego es, en general, la mejor profilaxis de
un adecuado desarrollo afectivo dado que el ambiente de adaptación del niño es el clan
familiar y no la relación dual madre-hijo.

I.III. TEORIA DEL APEGO:


La necesidad de bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido
y cuidado ha sido estudiada científicamente.
Fue el psicólogo John Bowlby que en su trabajo en instituciones con niños privados de
la figura materna le condujo a formular la Teoría del apego.

El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores)
y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de
la personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de
seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la
accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto (persona con
que se establece el vínculo).

El apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado y protegido


incondicionalmente. Está planteamiento también puede observarse en distintas
especies animales y que tiene las mismas consecuencias: la proximidad deseada de la
madre como base para la protección y la continuidad de la especie.

El trabajo de Bowlby estuvo influenciado por Konrad Lorenz (1903-1989) quien en sus
estudios con gansos y patos en los años 50, reveló que las aves podían desarrollar un
fuerte vínculo con la madre (teoría instintiva) sin que el alimento estuviera por medio.
Pero fue Harry Harlow (1905-1981) con sus experimentos con monos (del cual nos habló
recientemente Lola), y su descubrimiento de la necesidad universal de contacto quien
le encaminó de manera decisiva en la construcción de la Teoría del Apego.
El bebé –según está teoría- nace con un repertorio de conductas las cuales tienen como
finalidad producir respuestas en los padres: la succión, las sonrisas reflejas, el
balbuceo, la necesidad de ser acunado y el llanto, no son más que estrategias por
decirlo de alguna manera del bebé para vincularse con sus papás. Con este repertorio
los bebés buscan mantener la proximidad con la figura de apego, resistirse a la
separación, protestar si se lleva a cabo (ansiedad de separación), y utilizar la figura de
apego como base de seguridad desde la que explora el mundo.

Más tarde Mary Ainsworth (1913-1999) en su trabajo con niños en Uganda, encontró
una información muy valiosa para el estudio de las diferencias en la calidad de la
interacción madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego. Ainsworth encontró
tres patrones principales de apego: niños de apego seguro que lloraban poco y se
mostraban contentos cuando exploraban en presencia de la madre; niños de apego
inseguro, que lloraban frecuentemente, incluso cuando estaban en brazos de sus
madres; y niños que parecían no mostrar apego ni conductas diferenciales hacia sus
madres. Estos comportamientos dependían de la sensibilidad de la madre a las
peticiones del niño.

La teoría del apego tiene una relevancia universal, la importancia del contacto continuo
con el bebé, sus cuidados y la sensibilidad a sus demandas están presentes en todos
los modelos de crianzas según el medio cultural.

“Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas les
da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta a valorar y continuar
la relación” (John Bowlby).

I.IV. TIPOS DE APEGO

Los tipos de apego se desarrollan en forma temprana y poseen alta probabilidad de


mantenerse durante toda la vida. En base a como los individuos responden en relación
a su figura de apego cuando están ansiosos, Ainsworth, Blewar, Waters y Wall,
definieron los tres patrones más importantes de apego y las condiciones familiares que
los promueven, existiendo el estilo seguro, el ansioso-ambivalente y el evasivo.

 Los niños con estilos de apego seguro, son capaces de usar a sus cuidadores como
una base de seguridad cuando están angustiados. Ellos tienen cuidadores que son
sensibles a sus necesidades, por eso, tienen confianza que sus figuras de apego
estarán disponibles, que responderán y les ayudarán en la adversidad. En el dominio
interpersonal, las personas con apego seguro tienden a ser más cálidas, estables y
con relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio intrapersonal, tienden a ser
más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismo.
 Los niños con estilos de apego evasivo, exhiben un aparente desinterés y
desapego a la presencia de sus cuidadores durante períodos de angustia. Estos
niños tienen poca confianza en que serán ayudados, poseen inseguridad hacia los
demás, miedo a la intimidad y prefieren mantenerse distanciados de los otros.
 Los niños con estilos de apego ansioso-ambivalente, responden a la separación
con angustia intensa y mezclan comportamientos de apego con expresiones de
protesta, enojo y resistencia. Debido a la inconsistencia en las habilidades
emocionales de sus cuidadores, estos niños no tienen expectativas de confianza
respecto al acceso y respuesta de sus cuidadores.
I.V. BASES NEUROBIOLOGICAS DEL APEGO
El concepto de apego hunde sus raíces conceptuales en el imprinting; el proceso por el
cual las crías de determinadas especies fijan la imagen de determinada figura adulta
(generalmente su madre, pero no necesariamente) y la toman como objeto referencial
al que siguen a todas partes. Este proceso se da en las especies precociales,
especialmente aves. En estas especies las crías nacen con sus sistemas perceptivos y
motores prontos y, por lo tanto, pueden moverse y seguir a su objeto maternal
rápidamente. De hecho se las llama también “nidífugas” porque a las pocas horas de
nacer salen del nido para seguir a su figura de referencia.
Por el contrario, el ser humano, al igual que el perro o el conejo, se encuentra entre las
especies altriciales. Las crías de estas especies nacen con los mecanismos perceptivos
escasamente desarrollados y con poca movilidad. Para adquirir las características del
adulto deben pasar por un largo proceso de aprendizaje. Dentro de las especies
altriciales, el período de crecimiento del ser humano es especialmente lento y requiere
un largo aprendizaje. Para que el mismo sea posible es necesario que se desarrolle el
proceso de apego, es decir, un tipo determinado de relación maternal que permita que
el hijo sobreviva biológica y psicológicamente.
a) El apego como sistema de Cuidado
Según Paanksepp (1998), el comportamiento maternal tiene un fuerte componente
biológico, especialmente el que ocurre inmediatamente antes y después del parto. Si
bien las interacciones socio-emocionales y cognitivas específicamente humanas
aportan a configurar el comportamiento maternal, sin la alteración de determinados
componentes neuroquímicos, hormonales y de neurotransmisión, dichas experiencias
carecerían de la intensidad emocional que las caracteriza. Esta situación tendría su
lógica desde el punto de vista evolutivo ya que las conductas maternales de sostén,
vitales para la supervivencia, no quedarían libradas al aprendizaje individual sino que
se transmitirían a nivel de la especie por medio de mecanismos biológicos hereditarios.
Los estudios pioneros de Spitz (Spitz, 1945) habían demostrado en los años 40 que el
contacto y cuidado humano era tan necesario para sobrevivir para los bebes como el
alimento o el abrigo. Por otra parte, Harlow con sus experimentos con primates (monos
macacos) demostró que los bebés prefieren un muñeco que simula su madre cuando
está forrado con materiales cálidos (lana, tela, guata) que cuando solamente es una
estructura de alambre. Aún cuando esta preferencia les implique la pérdida de alimento.
Además, cuando estaban en presencia de la madre “cálida” desarrollaban un
comportamiento motor de exploración mucho más intenso (Harlow, 1958).
El desarrollo de esta línea de investigación ha llevado a la búsqueda de los sistemas
que conforman el apego, estudiando los cambios psicobiológicos que componen la
escala dimensional que va desde la atracción y el encuentro hasta la soledad y el
aislamiento. Estos estudios parten de la base de que se trata de un sistema
neurobiológico único que propicia por un lado el acercamiento y el apego y por otro
activa respuestas desagradables que tienden a inhibir la separación. O funcionan como
señales para que el individuo busque a su figura de apego, o para que la misma se dirija
hacia él. Los input activadores del sistema provendrían de distintos sistemas
sensoriales, predominando en el sistema de acercamiento los somatosensoriales,
olfatorios y auditivos y en el sistema de separación los visuales, vestibulares
(posición/equilibrio) y los sensores hipotalámicos de hambre y temperatura. El sistema
de apego habría evolucionado filogenéticamente de procesos más arcaicos como la
fijación al lugar de nacimiento de los reptiles, el mecanismo del dolor y la
termorregulación (Panksepp, 1998).
Para este autor, las sustancias que controlan estos mecanismos son algunos
neuropéptidos como la oxcitocina y la prolactina así como también los opiodes
endógenos tales como las endorfinas. Se ha demostrado, principalmente en la
investigación animal, que tanto los opioides cerebrales como los circuitos sobre los que
actúa la oxitocina son activados por actividades sociales tales como el juego, el
acicalamiento de las crías y la actividad sexual. Por otra parte, su administración en el
sistema nervioso central actúa disminuyendo las respuestas negativas de aislamiento.
De esta forma, se postula que los cambios en la acción de estos neuropéptidos sobre el
cerebro pueden estar relacionados con el sentimiento de base segura del niño así como
con el comportamiento maternal en adultos.
La oxcitocina es una hormona liberada en el sistema nervioso central por la
neurohipófisis. Ha sido tradicionalmente estudiada en relación a su papel promotor de
las contracciones del útero en el parto y con el amamantamiento. Desde esta nueva
perspectiva se la ha estudiado también por su papel iniciador de comportamientos
maternales de cuidado (su mantenimiento en el tiempo obedecería a otros factores) en
numerosas especies. Esta función de la oxcitocina ha sido evaluada recientemente en
parejas humanas. En un estudio longitudinal de seis meses de seguimiento con 160
madres y padres que vivían con sus bebés recién nacidos, Gordon, Zagoory, Leckman
& Feldman (Gordon, Zagoory-Sharon, Leckman, & Feldman, 2010) mostraron que los
niveles de oxcitocina aumentaron durante el período. Además, filmaron y caracterizaron
las conductas de cuidado de los progenitores encontrando una correlación entre el
aumento de oxcitocina y los comportamientos de contacto, vocalizaciones afectuosas,
estimulación táctil y presentación de objetos.
Con la prolactina sucede algo similar. Por otro lado, los opioides internos son
neuropéptidos cuya función originaria es calmar el dolor pero cuya presencia también
provoca sensaciones placenteras. Los opioides exógenos al organismo, como la
heroína, simulan la farmacodinamia de estas sustancias. De hecho, Panksepp (1998)
compara el funcionamiento químico del vínculo social con la adicción a las drogas. En
ambos casos se produce un comportamiento que produce placer. Y en ambos casos
hay síntomas que tienen que ver con la privación de ese comportamiento, en un caso
por la separación de la figura de apego y en otro por la abstinencia en el consumo. Por
supuesto, uno de los comportamientos es un proceso natural y humanizador y el otro es
una adicción incapacitante a un fármaco. Esta función de los opiodes endógenos ha
sido corroborada en monos (Rhesus), los cuales aumentaban el nivel de su interacción
social (aseo por pares) cuando recibían un bloqueador de los mismos (naltrexona)
(Graves, Wallen, & Maestripieri, 2002). Por otra parte, se puede observar que el
desbalance de estos sistemas químicos genera consecuencias psicopatológicas graves.
Por ejemplo, la depresión post-parto y la psicosis puerperal han sido relacionadas con
altos niveles de β- casomorfina, un opioide derivado de la leche (Nyberg, Linstrom y
Terenius, 1988) que funcionaría como bloqueador de la producción de opioides
endógenos.
Los circuitos neurales que funcionan en base a estas sustancias estarían integrados por
estructuras que Paanksepp (1998) denomina Sistema de Cuidado. Entre otras se puede
citar como integrantes del mismo a la corteza cingulada, el área septal, los núcleos
basales de la estría terminal, la amígdala y algunas áreas del hipotálamo. Por otra parte,
existiría un sistema con particularidades neuroquímicas propias destinado a mediar las
respuestas de separación. La respuesta de este tipo que más ha sido estudiada en
diversas especies son las vocalizaciones que realiza la cría cuando es separada de su
madre, o el llanto en el ser humano. Pero también hay otras como la pérdida de apetito,
de sueño, la irritabilidad o la depresión. Este sistema se denomina de Pánico y su
principal neuromodulador sería el glutamato. Más allá de que otros neuromoduladores
como la noradrenalina, la serotonina y el factor de liberación de la corticotropina (CRF)
también regulan el nivel de las vocalizaciones originadas por la separación cuando
aumenta su nivel en el sistema nervioso central ( Panksepp, 2006;Young, Liu, & Wang,
2008).
Estos mismos neuropéptidos estarían influyendo en los circuitos que median el
comportamiento sexual y el reconocimiento social. De manera que existiría un
componente común tanto en el amor maternal, como en el sexual y en el
comportamiento social en general. Se ha demostrado que ratones que habían sido
genéticamente impedidos de producir oxcitocina (knock out) en los bulbos olfatorios, la
amígdala y el septum fallaban al reconocer pares familiares y no-familiares. Por otro
lado, cuando se les administraba oxcitocina previo al primer encuentro mejoraban
significativamente en esta tarea, mostrando una activación importante en la amígdala
media (Ferguson, Aldag, Insel, & Young, 2001; Ferguson, Young, & Insel, 2002). Por
otra parte, Zak, Kurzban y Matzner (Zak, Kurzban, & Matzner, 2005) demostraron en
humanos que el nivel de oxcitocina aumenta cuando una persona cree que otra confía
en ella.
b) El apego como sistema de regulación
Para Hofer y Sullivan (2001), las respuestas de separación no son únicamente la
contracara del funcionamiento psicobiológico en las situaciones de apego. De hecho no
forman tampoco una unidad sino que cada una de ellas tendría un funcionamiento
autónomo. La madre ajustaría el funcionamiento de cada uno de estos aspectos a través
de “reguladores ocultos” (hidden regulators). Son denominados de esa manera porque
no son identificados como tales a través de la simple observación. Por ejemplo, en ratas
se ha estudiado cómo la suspensión experimental del aseo cotidiano de las madres a
sus crías disminuye rápida y considerablemente el nivel de hormona del crecimiento de
las mismas. Sucede que cuando la madre rata lame a su cría además de higienizarla e
inmunizarla, está modulando la sensibilidad de determinados receptores a la serotonina,
cuyo funcionamiento a su vez, regula la liberación de la hormona del crecimiento por la
hipófisis. Otra de estas funciones sería la regulación de la presión sanguínea de la cría
a través del amamantamiento (Shair, Brake, Hofer, & Myers, 1986).
Al parecer, numerosos procesos biológicos del bebé estarían regulados a través de
“reguladores ocultos” que la madre ajustaría a través de la relación de apego (ver
ejemplos en Tabla). Muchos podrían aplicarse en humanos. Además, estudiar el
comportamiento de apego en base a sus aportes a la regulación fisiológica puede
contribuir a explicar la situación paradójica que se da frente a una conducta
maternal/paternal abusiva. Bolwby (Bolwby, 1969) sostuvo que frente a una conducta
abusiva de la figura de cuidado, inicialmente las conductas de apego se incrementan
para luego establecerse en un patrón de alejamiento (que puede derivar en distintos
estilos de apego). La hipótesis de la función reguladora del apego puede explicar esta
respuesta, no solo en función de la ruptura de un vínculo emocional global sino de la
desestabilización de aspectos concretos del organismo por la pérdida masiva de
reguladores (Hofer, 2006).
Siguiendo esta línea, Moriceau y Sullivan (Moriceau & Sullivan, 2005) desarrollaron un
modelo experimental del apego en ratas. Este modelo se basa explícitamente en dos
premisas sobre el apego de Bolwby. La primera, es el desarrollo rápido de la conducta
de apego hacia el cuidador y la segunda es la resistencia a extinguir estas conductas
aún cuando exista un tratamiento abusivo por parte del mismo. Para eso estudiaron la
potenciación del condicionamiento del olor materno por parte de la cría y la resistencia
a asociar este olor con un suceso aversivo.
Al hacerlo señalan que existe una serie de condiciones anatómicas y funcionales en el
sistema nervioso central que sostienen estos procesos y que cambian a partir del
décimo día de vida. Esto permite que se produzcan significativos procesos de
condicionamiento aún cuando las estructuras protagonistas del aprendizaje en adultos
aún no estén totalmente desarrolladas (amígdala, hipocampo y corteza frontal).
De manera que este aprendizaje inicial se realizaría a partir de estructuras
específicamente orientadas al mismo. En concreto, sería posible porque este
aprendizaje produciría una activación del bulbo olfatorio y su consiguiente modificación
estructural. Esto sería posible por el desarrollo postnatal de las proyecciones
noradrenérgicas provenientes del locus coeruleus (McLean & Shipley, 1991). Por otra
parte, el déficit en el condicionamiento aversivo del olor materno puede relacionarse con
la inmadurez de la amígdala así como del limitado funcionamiento del eje hipotálamo-
hipófiso-adrenal (Moriceau, Raineki, J. D. Holman, J. G. Holman, & Sullivan, 2009;
Moriceau, Shionoya, Jakubs, & Sullivan, 2009). Los autores del modelo sostienen que
existe una adecuación del desarrollo del sistema nervioso para adaptarse a los distintos
ambientes en los que se encuentra la cría. En un comienzo cuando se encuentra en el
nido y no tiene capacidad de movimiento autónomo su supervivencia depende de la
proximidad con la madre y esta no puede disolverse aunque la misma desarrolle
conductas agresivas (situaciones como mordidas o que la madre camine encima de las
crías son frecuentes en el nido).
c) Apego y regulación epigenética
Estas afirmaciones adquieren una significación mayor a la luz de los estudios del
impacto de las conductas de apego en la regulación de la expresión genética
(Champagne et al., 2008; Liu et al., 1997). Esta línea de investigación ha demostrado
como el comportamiento maternal de cuidado en ratas modifica la expresión de los
genes encargados de expresar los receptores glucocorticoides en el hipocampo. La
mayor o menor disponibilidad de estos receptores en esta zona y otras corticolímbicas
condiciona el funcionamiento del eje Hipotálamo-HipófisoAdrenal (HHA). Este sistema
es clave en la activación de las respuestas comportamentales, emocionales,
autonómicas y endócrinas a los estresores ambientales (Bale et al., 2002; Bale & Vale,
2004). Frente a un estímulo amenazador o estresor el hipocampo actúa sobre el
hipotálamo generando la descarga del factor de liberación de la corticotropina (CRF)
sobre la hipófisis anterior, que a su vez, sintetiza y libera adrenocorticotropina (ACTH)
sobre la corteza suprarrenal. Esta libera distintos glucocorticoides, como el cortisol, que
cumple una importante función en el mantenimiento de la respuesta al estrés, por
ejemplo, favoreciendo el incremento del nivel de azúcar en la sangre y la metabolización
de grasas, proteínas e hidratos de carbono. El nivel de glucocorticoides en sangre es
captado por receptores en el cerebro, fundamentalmente en el hipocampo y otras zonas
del prosencéfalo. Cuando el nivel de los mismos llega a determinado umbral, el
hipocampo inhibe la liberación de CRF, por lo cual a través de un mecanismo de
retroalimentación negativa disminuye la respuesta al estrés (Weaver, Meaney, & Szyf,
2006). De manera que si existe mayor cantidad de receptores en el hipocampo, la
retroalimentación negativa se verá incrementada.
La interacción madre-cría a través del lamido tiene un efecto regulatorio en la expresión
genética de estos receptores. Sorprendentemente, cuanto más frecuente sea la
conducta maternal de lamido en la primera semana de vida de la cría mayor será la
expresión genética de estos receptores y, por lo tanto, menor la respuesta frente a
eventos estresantes. Esta regulación es epigenética, es decir, se da a través de
modificaciones funcionales del genoma que no involucran cambios en la secuencia de
nucleótidos (Zhang & Meaney, 2010). De acuerdo a los estudios de Meaney y su grupo,
la transcripción del gen que regula la expresión de los receptores glucocorticoides del
hipocampo es alterada por el nivel de serotonina (5-HT).El mismo desencadena la
activación de varias proteínas y factores transcripcionales potenciando la acción del
promotor en la expresión de dicho gen. Un aumento en los niveles de 5-HT en crías de
ratas, producto de un lamido más frecuente en la primera semana de vida, regula en
más la expresión genética de los receptores de glucocorticoides.
McGowan et al (Mcgowan et al., 2009), aplicaron esta hipótesis al estudio de seres
humanos. Examinaron postmortem neuronas del hipocampo de víctimas de suicidio con
historia de maltrato infantil, sin historia de maltrato y controles. Encontraron diferencias
significativas entre los suicidas con historia de maltrato y el resto. Estos tenían menos
niveles de ARN mensajero de los receptores glucocorticoides, así como una metilación
(silenciamiento) mayor del promotor de la expresión de los mismos (NR3C1). Estos
hallazgos relacionan una historia de maltrato en la infancia con una regulación
epigenética de los receptores glucocorticoides que promueve una mayor y más
sostenida respuesta de estrés ante eventos amenazantes.
Este tipo de investigaciones abre un campo nuevo para el estudio de la interacción entre
procesos psicológicos y neurobiología. Ya no se trata solamente de conocer las
modificaciones que determinadas influencias ambientales tienen en los circuitos
neurales y hormonales, sino que se puede avanzar al estudio de la plasticidad del
genoma en si mismo, a través de la regulación epigenética (McGowan et al., 2011). Así
como los estudios sobre la base molecular de la memoria (Milner, Squire, & Eric R
Kandel, 1998) están permitiendo conocer la función de los cambios en la regulación de
la expresión genética en el aprendizaje, los hallazgos sobre la regulación epigenética a
través de los comportamientos de apego pueden abrir la puerta para comenzar a
entender la interacción entre desarrollo, genética y psicopatología (Kendler &
Greenspan, 2006). Por ejemplo, actualmente se sabe que los efectos del cuidado
maternal en ratas también afectan la expresión del gen GAD1, muy importante en la
producción del neurotransmisor GABA y cuyas alteraciones en determinados circuitos
neuronales están asociados a la esquizofrenia (Nakazawa et al., 2011).
2. EVOLUCION DEL APEGO

Bowlby, psicologo británico desarrolló toda la teoría del apego. Este hombre
experimentó una pérdida traumática en su infancia. Este fue criado por su niñera y
cuando esta se fue quedó muy afectado, por lo que de adulto decidió enfocar sus
estudios hacia la formación del vinculo de apego y como nos afecta en la vida adulta
(especialmente adultos que han sufrido la pérdida de sus figuras de apego).

Bowlby decía que existen periodos sensibles preprogramados en los que las personas
tendemos a vincularnos con los adultos, pero esto no significa que si dejamos pasar
estos periodos no podamos vincularnos con ningún adulto.

Este autor estudió como evoluciona la formación del vinculo y sus resultados:
-Fase de preapego va del nacimiento a los 3 meses, los bebés muestran atracción por
los estímulos sociales (la voz de un adulto puede calmar el llanto). En esta fase se
producen las primeras experiencias de sincronía con la madre, pero en este momento
aún no puede hablarse de apego ya que aún no reconocen a las figuras familiares (a
ver, salvo a la madre que le da pecho por que le huele y le cuida de forma habitual).

-Fase de formación del apego (de 3 a 7 meses) momento en el que el desarrollo de sus
capacidades perceptivas le permite reconocer a la figura de apego, de momento no
rechaza a extraños. El bebé manifiesta conducta diferenciadas según la persona con la
que esté. Por ejemplo, sonríen más con la madre , llora cuando sale de su campo visual
y cesa su llanto cuando esta lo coge en brazos. En esta etapa el bebé pasa más tiempo
despierto así que la sincronía va perfeccionándose al pasar más tiempo uno con otro.
A pesar de este comportamiento diferencial no podemos considerar que el vínculo de
apego se haya establecido por que el bebé no siente angustia por la separación (cuando
no está su figura de apego).
Con la Conciliación familiar que tenemos en este nuestro país, la mayoría
de madres que (aún) trabajan tienen que verse obligadas a dejar a sus bebés en la
escuela infantil (salvo si tienen otros medios o personas con quien dejarlos), y siempre
se van con el corazón partido no solo por que dejan a su hijo sino por que estos no
suelen hacer grandes dramas (no así un año después, que ya patalean) y de forma
general pasan bien la jornada escolar.

-Fase de apegos específicos ( 7 a los 12 meses), donde hacia el 7º mes el bebé


experimenta un desarrollo emocional y cognitivo a partir de sus experiencias,
permitiendo que se genere el vinculo de apego con una figura específica que no es
intercambiable. Con esto quiero decir que el bebé ya podría manifestar ansiedad ante
la separación de la madre (o tan solo cuando desaparece de su campo visual). La figura
de apego le sirve como base segura para irse de aventura en su entorno, siempre a una
distancia en la que pueda tener a mamá cerca por si necesita ayuda. Aquí es donde
pueden aparecer dos tipos de reacciones relacionadas con el miedo, pero que son
independientes:
1. Ansiedad de separación: Esta se produce cuando desaparece la figura de apego,
motivando conductas de protesta para reclamar su presencia. Existen otras
explicaciones psicológicas que dicen que el niño experimenta una pérdida de alguien
que le proporciona afecto.

2. Miedo a los extraños: No es algo que en general manifiesten todos los niños, tampoco
se da en todas la culturas. Consiste en la manifestación de miedo cuando se encuentran
ante personas que no le son familiares.

-Fase de los apegos múltiples (de 12 a 18 meses), aquí los bebés ya poseen un
esquema mental claro sobre su figura de apego. Una vez el vínculo queda formado
aparecen algunos comportamientos nuevos en función de las necesidades del bebé:
1. Deseo de participar en la intimidad de los padres: El niño comprende que la relación
que mantienen sus padres es distinta a la que estos mantienen con él, por lo que siente
interés por participar en ella.

2. Rivalidad y apego hacia hermanos: Conductas ambivalentes hacia los hermanos que
dependerá de como los padres enfoquen la situación. La relación con los hermanos
también se generan vínculos de apego.

3. Reacciones ante las separaciones: Los niños aceptan mejor las separaciones breves
que prolongadas y ante alguna situación amenazante pueden responder con una
conducta de una etapa anterior (por ejemplo perder el control de esfínteres). Durante
esta etapa pase por distintas fases como:
·Fase de protesta: Reclama a su figura de apego y se niega a ser cuidado por otros.
·Fase de ambivalencia: Muestran cierto interés por las personas que les proporcionan
cuidados.
·Fase de adaptación: Desapego en el que parece resignarse y aceptación de las nuevas
personas. Comienza un nuevo proceso de vinculación.

2.1. APEGO EN EL LACTANTE


La capacidad biológica de vincularse y crear apego es ciertamente
determinada biológicamente. El impulso de sobrevivir es algo
básico en todas las especies. Los infantes nacen indefensos y
tienen que depender de un cuidador adulto para su sobrevivencia.
Es en el contexto de esta dependencia primaria, y de la respuesta
materna a la misma, que se desarrolla una relación. Este apego es
crucial para la sobrevivencia del infante. Una madre emocional y
físicamente saludable se sentirá atraída a su bebé – tendrá el deseo
físico de olerlo, abrazarlo, mecerlo, arrullarlo y mirarlo
detenidamente. El niño a su vez le responderá acurrucándose, balbuceando, sonriendo,
chupando y agarrándose a ella. En la mayor parte de los casos, las conductas de la
madre son placenteras, consoladoras y nutrientes para el bebé, y las conductas del
infante causan placer y satisfacción a la madre. Es en este círculo de retroalimentación
recíproca positiva, esta danza entre la madre y el infante, donde se desarrolla el apego.
Por lo tanto, a pesar del potencial genético para formar vínculos y apegarse, es la
naturaleza, cantidad, patrón e intensidad de las experiencias en la vida temprana lo que
permite la expresión de ese potencial genético. Sin unos cuidados predecibles,
sensibles, nutrientes y sensorialmente enriquecidos, el potencial del lactante para poder
vincularse y crear apego normal, no podrá materializarse. Los sistemas del cerebro
responsables de las relaciones emocionales saludables no se desarrollarán en forma
óptima sin las experiencias adecuadas en los momentos adecuados de la vida.
El acto de coger el bebé al hombro, mecerlo, cantarle, alimentarle, míralo
detenidamente, besarlo y otras conductas nutrientes asociadas al cuido de infantes y
niños pequeños, son experiencias de vinculación. Algunos factores cruciales en estas
experiencias de vinculación incluyen el tiempo juntos (¡en la niñez la cantidad cuenta!),
las interacciones cara a cara, el contacto visual, la cercanía física, el toque y otras
experiencias sensoriales primarias como olores, sonidos y gusto. Los científicos creen
que el factor más importante en la creación de apego, es el contacto físico positivo (ej.
Abrazar, coger al hombro y mecer).
No debe sorprender entonces que el hecho de coger al hombro, mirar detenidamente,
sonreír, besar, cantar y reír todos cause actividades neuroquímicas específicas en el
cerebro.
Estas actividades neuroquímicas llevan a la organización normal de los sistemas
cerebrales responsables del apego.
La relación más importante en la vida de un niño es el apego a su cuidador primario, en
el caso óptimo, la madre. Esto es así ya que esta primera relación determina el “molde”
biológico y emocional para todas sus relaciones futuras. Un apego saludable a la madre,
construido de experiencias de vínculo repetitivas durante la infancia, provee una base
sólida para futuras relaciones saludables. Por el contrario, problemas en vinculación y
apego pueden resultar en una base biológica y emocional frágil para futuras relaciones.
Las experiencias de vinculación conducen a un apego y capacidades de apego
saludables, cuando ocurren en los primeros años. Durante los primeros tres años de
vida, el cerebro desarrolla un 90% de su tamaño adulto y coloca en su lugar la mayor
parte de los sistemas y estructuras que serán responsables de todo el funcionamiento
emocional, conductual, social y fisiológico para el resto de la vida. Existen unos periodos
críticos en los cuales las experiencias de vinculación tienen que estar presentes para
que los sistemas del cerebro responsables del apego, se desarrollen normalmente.
Aparentemente estos periodos críticos ocurren en el primer año de vida y están
asociados a la capacidad del infante y su cuidador de desarrollar una relación interactiva
positiva.
El apego se refiere a un vínculo específico caracterizado por las cualidades únicas del
vínculo especial que se forma entre madre - infante o cuidador primario-infante. El
vínculo de apego tiene varios elementos claves:
a. es una relación emocional perdurable con una
persona en específico.
b. dicha relación produce seguridad, sosiego, consuelo,
agrado y placer.
c. la pérdida, o amenaza de pérdida, de la persona
evoca una intensa angustia.
Lo que mejor caracteriza esta forma de relación especial es la relación madre-infante.
Al estudiar la naturaleza de este tipo especial de relación, hemos descubierto cuán
importante es la misma para el futuro desarrollo del niño. De hecho, muchos
investigadores y clínicos entienden que el apego madre-infante ofrece el andamiaje
funcional para todas las relaciones subsecuentes que el niño desarrollará.
2.1.1 ¿PODEMOS DETECTAR PRECOZMENTE DISFUNCIÓN EN EL APEGO?

La disfunción en el apego puede ser detectada, tanto en la madre como en el recién


nacido, a través de una acuciosa observación clínica y conversando e interrogando a la
madre. Debemos recordar que dicha disfunción es perjudicial tanto para la madre como
para su hijo. La madre con disfunción en apego, es una mujer tensa y angustiada, que
se siente incompetente para criar y amamantar a su hijo porque básicamente no se
puede comunicar con él y no entiende sus claves comunicacionales. No discrimina entre
un llanto de hambre, de sueño, de enfermedad, de estar sucio e incómodo, o de otra
naturaleza.

Ello la impulsa a conductas, a veces, muy neuróticas, de sobrealimentación forzada, de


excesivo número de mudas e inclusive consultar médico sin ser necesario. Esta
situación de angustia e incompetencia, la va deprimiendo progresivamente hasta el
grado de perder la motivación por su hijo, terminar la lactancia natural y llegar al extremo
de perder el amor por él. Ello, en casos extremos puede explicar diversas conductas de
maltrato hacia su hijo, transformando a su pareja en cómplice.

El recién nacido o lactante menor con disfunción en apego, también está muy tenso.
Comprende a su manera, que algo no funciona bien, que no es entendido en sus
demandas y que es, de cierto modo, agredido con la alimentación y demás
procedimientos. Altera su ritmo de sueño y alimentación, padece de aerofagia y cólicos
consecuentes, y desarrolla conductas reactivas a dicha agresión, con rechazo al exceso
de alimentación y llantos excesivos e incontrolables.

Ello, confunde más a su madre y se crea un círculo vicioso en el cual cada uno agrede
y enferma al otro. Una detección precoz de esta disfunción en el apego por un
profesional de la salud con experiencia, puede revertir el problema y reencauzar el
apego hacia una evolución normal.

A veces sólo basta con explicar a los padres la naturaleza del problema y convencer a
la madre de su real competencia en la crianza de su hijo para que el problema se
solucione, y verificar en controles posteriores los resultados de la intervención. Otras
veces, el problema es más complejo y requiere del apoyo del psiquiatra y/o psicóloga.

Lactante de 6 a 12 meses sano con apego normal:

 Alerta, sonriente, feliz, reactivo.


 Mirada y actitudes proclives a la comunicación.
 Comunicación vocal, táctil y mimicogestual.
 Prefiere a sus padres, en vez de otros adultos.
 Disfruta la alimentación.
 Comunica claramente hambre y saciedad.
 Patrón alimentario y de sueño bien regulados.

2.1.2.- Lactante de 6 a 12 meses con apego patológico:

 Triste, retraído e hipervigilante.


 Evita contacto visual.
 Vocaliza poco o no lo hace.
 Ausencia de conductas anticipatorios.
 Esquivo, al tomarle en brazos.
 Indiferente con los adultos.
 Vómitos frecuentes.
 Indiferencia con su madre y la alimentación, pero no con la cuidadora.

2.2.- PATRONES DE LAS PRIMERAS RELACIONES DURANTE LA LACTANCIA:

Aunque el desarrollo de un apego básico en el primer año de vida se efectúa de forma parecida
en la mayoría de culturas, los detalles varían según la personalidad de los padres, los métodos
de crianza y la contribución del niño.

2.2.1. Calidad de la relación:

a) Exclusividad:

Los lactantes que tienen relación exclusiva con un cuidador tienden a manifestar de manera
más temprana e intensa una ansiedad ante extraños y ante la separación.

El lactante para quien varias personas son conocidas puede sentir


menos ansiedad al ver una cara nueva. Por el contrario, los que
han pasado por varias separaciones y cuidadores también
manifiestan una fuerte ansiedad frente a la separación. El ajuste
es más fácil para quienes han tenido experiencias con otros
cuidadores y que han pasado por un grado moderado de
separación con varias oportunidades de reunión.

b) Sensibilidad:

El desarrollo del comportamiento de apego en el lactante depende de la existencia de un


ambiente sensible. El lactante por medio de sus expresiones faciales dentro de las cuales
destaca la sonrisa, tiene la oportunidad de probar su ambiente y averiguar si es sensible,
descubriendo así la naturaleza de quienes lo rodean. El niño desarrolla y manifiesta habilidades
cognoscitivas más perfeccionadas al tener una madre sensible ante sus expresiones. La calidad
de la relación entre madre e hijo comienza a desarrollarse mediante las primeras conductas
mutuas.
c) Un diálogo mutuo:El diálogo existente en los primeros meses de vida del niño con la madre
debe lograr una sincronía consistente en un intercambio, en el cual cada uno responda a los
movimientos y ritmos del otro, que influyen además en ellos. El inicio de la sincronía y el uso
de señales pone los cimientos de un patrón estable de interacción. Una rápida respuesta de la
madre da seguridad al niño en la eficacia de su
comunicación y lo alienta para desarrollar otros medios de
comunicarse, por ello el niño llora menos al cumplir un año
de vida, cuando la madre ha atendido su llanto de
inmediato. Los niños al crecer aplican las destrezas
adquiridas en el diálogo con la madre a contextos sociales
más amplios.

d) El lactante con apego seguro:

A partir de estudios realizados se concluyó que la calidad


de la relación entre madre e hijo a los 6, 12 ó 18 meses
constituye el fundamento de casi todos los demás aspectos del desarrollo infantil. Una relación
afectuosa y de apoyo entre madre e hijo, con abundante interacción verbal, lleva a niveles más
altos de competencia cognoscitiva y a mayores capacidades sociales. Un apego seguro con el
cuidador proporciona al niño una base firme para el desarrollo futuro.

2.3.- CURSO DEL APEGO:

Fase 1 (desde el nacimiento a los 2 meses)

En inicio, los b bebés no centran su atención exclusivamente en sus


madres y suelen responder positivamente delante cualquier persona.
Sin embargo, los neonatos, ya vienen al mundo con un cierto número
de respuestas innatas diseñadas para atraer a la madre cerca (llanto) y
mantenerla próxima (mostrándose sonriente o tranquilo). Y aunque, en
esta etapa, no esté todavía maduro el vínculo de apego con la madre o
cuidador, sí se ha comprobado que los recién nacidos prefieren mirar a
sus madres que a un desconocido.

Fase 2 (desde los 2 a los 7 meses)

Durante esta segunda etapa los bebés van consolidando los vínculos afectivos con la madre,
padre o cuidador y dirigen hacia ellos sus respuestas sociales. Aunque todavía aceptan
extraños, les otorgan menor atención. A lo largo de este período el bebé y su cuidador
desarrollan pautas de interacción que les permiten comunicarse y establecer una relación
especial entre ellos.

Fase 3 (desde los 7 a los 24 meses)

El Apego se hace más evidente siendo muy fuerte alrededor de los 2 años. Ahora las conductas
de apego van a configurarse alrededor del desarrollo evolutivo en 2 áreas concretas: la
emocional y la del desarrollo físico. Con el mayor nivel de capacidades cognitivas asumidas en
esta etapa, los bebés empiezan a distinguir lo extraño de lo habitual y ahora suelen reaccionar
negativamente ante situaciones o personas desconocidas.
Apartarse de la figura de apego supone producir protestas por
la separación que implican llantos y la búsqueda de la madre.
Por su parte el desarrollo físico (el niño empieza primero a
gatear para luego pasar a la posición erguida y a dar sus
primeros pasos), supone adquirir un control respecto al lugar
donde se encuentra. Ahora, si desea no separarse de su
madre, podrá dirigirse hacia ella en lugar de reclamar su
presencia mediante el llanto. El niño gana independencia
gracias a sus nuevas capacidades de locomoción, verbales e
intelectuales. Este proceso es siempre conflictivo porque
exige readaptaciones continuas con ganancias y pérdidas de
ciertos privilegios. Por ello suele ir acompañado de deseos ambivalentes de avanzar y
retroceder.

2.4.- EL CICLO DEL APEGO O LAZOS AFECTIVO


Antes de la gratificación, aumenta la frustración Es durante este periodo de frustración
cuando se ponen los cimientos para retrasar la gratificación. Esto es un aprendizaje crítico
con implicaciones para toda la vida.
Durante la demora después de su primer llanto, el niño puede ponerse progresivamente
enfadado o furioso; su estado de excitación es alto.
Es en este momento cuando es receptivo de los esfuerzos de gratificación de sus padres, lo
que incluye el contacto físico, sonreír, mecer, alimentarle, cambiarle, establecer contacto ocular
y palabras consoladoras. Presentan una valiosa oportunidad para apegarse entre padres e hijo,
estos actos permiten que el niño comience a confiar en que sus padres pueden y le cuidarán y
protegerán.
El ciclo es repetido cientos de veces durante los dos primeros años de vida del niño, formando
la base de cualquier otra tarea del desarrollo de la vida humana. Esto no indica que
acontecimientos posteriores no tendrán que ver con el curso de la vida de una persona. En
cambio, se dice que sin la consecución satisfactoria de este ciclo en algún punto, es dudoso
que el crecimiento personal suceda normalmente sin la intervención de un terapeuta específico.
El hecho de completar y repetir el círculo del vínculo provoca serios problemas en la
formación del la personalidad del niño, lo cual, en muchos casos, tendrá implicaciones en
toda la vida. Cuando el círculo del vínculo se interrumpe los problemas surgen en estas
áreas:

 Desarrollo social y conductual.


 Desarrollo cognitivo.
 Desarrollo emocional.
 Pensamiento causa-efecto.
 Desarrollo de la consciencia.
 Relaciones recíprocas.
 Paternidad/maternidad.
 Aceptación responsable.

El niño que ha experimentado maltrato, abandono... tiene un


limitado número de respuestas emocionales.
Frecuentemente tentado a desconectar desde sus más desagradable sentimientos,
especialmente, tristeza y miedos porque le hacen sentirse vulnerable y débil. Para tratar de
escapar a esos sentimientos, a menudo aumenta su excitación con cólera.
Rabia para sentirse fuerte. Es familiar. Mejor aún, ello actúa como una anestesia emocional. La
rabia es una amiga que puede ser llamada cada vez que el niño se sienta débil o impotente, o
triste.
Nos hemos centrado, ante todo, en el abandono y el
maltrato tempranos, porque esto es lo más perjudicial.
Un niño que fue maltratado a los tres años estará
traumatizado y puede tener problemas como resultado
de ello, pero no podrá ser lastimado del mismo modo
que a un niño mayor. Una vez que el desarrollo ha sido
hecho, no podrá deshacerse. Este maltrato y abandono
que ocurre durante los primeros estadios de la
formación de la personalidad es lo que causa el daño
más profundo. Imagina la estabilidad de un rascacielos
construido sin base y a ti comenzando a ver la fragilidad
de un niño al que se le ha negado un comienzo sano.
2.5.-CUANDO EL CICLO DEL APEGO SE ROMPE:
“El Desorden del Vínculo se desarrolla cuando el niño...
no forma un verdadero vínculo en la infancia o en edad temprana. La falta de confianza genera
sentimientos de soledad, sentirse diferente, cólera generalizada y una desmedida necesidad
de control. Un vínculo confiado es esencial para la personalidad futura y el desarrollo
consciente y sirve como base para las futuras relaciones íntimas.”
La mayoría de los profesionales que trabajan con y estudian el
proceso del vínculo y el apego concuerdan que los primeros
dieciocho a treinta y seis meses de vida son críticos. Es durante este
periodo cuando el niño se expone a una situación sana para amar,
educarse y alimentarse. El niño aprende que si tiene una necesidad,
alguien gratificará esa necesidad y que la gratificación le llevará al
desarrollo de su confianza en los otros”

3. EL APEGO EN LA ADOLESCENCIA
Apego en la adolescencia La adolescencia es una etapa de transición de la niñez a la edad
adulta, lo cual conlleva una serie de cambios físicos y psicológicos. Uno de estos cambios es
el pasar de ser un niño necesitado de relaciones de apego para su supervivencia a un adulto
que elige los vínculos afectivos de su vida (Horno, 2014). En consecuencia, las relaciones de
amistad toman más importancia y estabilidad, llegando a ser el grupo de iguales la principal
figura de apego en esta etapa (Sánchez-Queija & Oliva, 2003). Ya Bowlby y Ainsworth
señalaron que los niños que establecieron un apego seguro con sus padres, serán más capaces
de establecer relaciones de intimidad y afecto con los iguales en las etapas posteriores del
desarrollo y conseguir una personalidad más “sana” (Bowlby, 1993; Brando, Valera & Zarate,
2008).
Se manifiesta un deseo de vivir con autonomía la relación de los iguales. Los adolescentes
muestran no necesitar de los padres e incluso desean que se alejen. Pueden confiar
incondicionalmente en los padres y reconocer que su pérdida les sería difícil de superar, pero
a la vez se distan de ellos cada vez más tiempo y en más cosas. En cambio, cuando están
enfermos o en momentos de aflicción, vuelven a necesitar a las figuras de apego como cuando
eran niños. La relación con los padres puede ser en algunos momentos de armonía con
comunicación fluida y en otros momentos de conflicto en que se repliegan y rechazan
totalmente la comunicación con ellos. Por otro lado pueden aparecer sentimientos
contradictorios hacia los padres: aceptación y rechazo, orgullo y vergüenza, amor y odio,
simpatía y antipatía.
3.1 Desarrollo del apego: de los padres a los pares
Bowlby (1993) señala que en esta etapa el vínculo de apego del adolescente con sus padres
empieza a debilitarse, produciéndose crisis frente a las que hasta ahora habían sido las
principales figuras de apego. Esta crisis se debe principalmente a dos factores: la aparición del
pensamiento formal y la búsqueda de autonomía (Montañéz, Bartolomé & Parra, 2008). Estos
elementos conllevan un reajuste en las relaciones parento-filiales y un aumento de la
importancia de las relaciones con los iguales (Oliva, 2011) por lo que el modelo interno de
apego toma en la adolescencia gran relevancia.
3.2 Pensamiento formal
En este período, entre los 15 y los 20 años, comienza el desarrollo del pensamiento formal y el
razonamiento abstracto. Esto permite al adolescente comprender que existen distintas formas
de realidad, generar y deducir hipótesis y representar los objetos de forma proposicional,
provocando que el adolescente pueda pensar en otras experiencias además de la que vive con
sus padres, lo que conduce a una visión más general y realista de las figuras de apego (Allen
& Land, 1999) y a una capacidad para pensar en figuras de apego alternativas o desidealizar a
las suyas (Oliva, 2011).
Se desarrolla una “actitud crítica y más realista hacia sus padres: los padres podrían ser de otra
forma o existen otras posibles relaciones con ellos” (Montañéz et al., 2008, p.392),
precisamente por este nuevo tipo de pensamiento (“mis padres podrían ser de otra manera”),
los modelos internos de apego evolucionan y se desarrollan en esta etapa propiciando un
pensamiento más flexible (Lafuente, 2010). Utilizando un ejemplo de Allen y Land (1999):
Un niño puede representar diversas experiencias de apego sin considerar que están
relacionadas con otras, sosteniendo puntos de vista tales como “mi madre siempre me ayuda
a sentirme mejor” y “mi padre me ignora cuando estoy enfadado”. El adolescente, por el
contrario, puede considerar proposiciones más integradas como “puedo obtener ayuda cuando
la necesite de algunas personas, pero no de todo el mundo, por lo que he de ser cuidadoso en
decidir a qué personas acercarme”. (p.323)
Este pensamiento también provoca una capacidad de pensar sobre nosotros mismos como
personas distintas al resto, aumentado la diferenciación con los cuidadores (Allen & Land, 1999)
y consiguiendo una toma de perspectiva, lo que permite al adolescente a ponerse en el lugar
de otras personas y analizar objetivamente sus relaciones (DuboisComtois, Cyr, Pascuzzo,
Lessard & Poulin, 2013; Fuentes & Melero, 1993).
3.3 Búsqueda de autonomía
Esta es una de las principales tareas de esta etapa: alcanzar un equilibrio entre el apoyo
parental y la exploración de nuevos entornos externos a la familia, lo que podría considerarse
como “la continuación, en un nuevo escenario, de la puga entre los sistemas de apego y
exploración” (Delgado, 2011, p.57). Al igual que en la infancia el niño necesita de la figura de
apego para explorar el entorno, en esa etapa, el adolescente busca la autonomía para
conseguir una independencia y explorar también el entorno, pero esta vez, un entorno lleno de
nuevas relaciones y experiencias (Allen, 1999).
Concordando con los datos de la Situación del Extraño en la infancia, en la adolescencia se ha
encontrado que las familias que mantienen modelos de apego seguro aceptan y promueven la
autonomía del adolescente, mientras que las familias con modelos de apego inseguros debilitan
ésta puesto que la ven como una amenaza, incitando una lucha del adolescente por la
autonomía más negativa y que provoca más discusiones en la familia (Gitter, 1999; Oliva,
2011). Esta dificultad en conseguir la autonomía conlleva un rechazo a los padres o, en la
situación contraria, una excesiva dependencia de ellos (Allen & Land, 1999).
Esta búsqueda de autonomía promueve un distanciamiento de los padres, más dificultad en la
comunicación y menos expresiones de afecto por parte de los adolescentes; sin embargo,
también provoca una mayor vinculación con los iguales, los cuales van a cumplir ahora
funciones que antes cumplía la figura de apego (Allen, 1999; Oliva, 2011):
En un estudio realizado por Zeifman y Hazan (2008) sobre niños y adolescentes, se observó
que de los cuatro componentes del apego (búsqueda de proximidad, apoyo emocional,
ansiedad ante la separación y base segura), durante la adolescencia los iguales iban
asumiendo un papel fundamental en los dos primeros, mientras que padres y madres
continuaban aun siendo figuras importantes en los dos restantes. (Oliva, 2011, p.58)
El conseguir una autonomía va a permitir al adolescente establecer relaciones románticas y de
amistad duraderas (Allen & Land, 1999).
Estos dos factores otorgan al adolescente la capacidad para ver a sus progenitores desde una
situación más realista y también, trabajar de forma meta-cognitiva con sus representaciones
mentales del apego (Lafuente, 2010). Al final de esta etapa, el adolescente, ya adulto, definirá
su identidad, dando una coherencia a su propia vida y con una propósito para ella (Horno,
2014), conseguirá una autonomía de los padres e irá desplazando su base segura hacia su
iguales y hacia sus futuras parejas.
3.4 Efectos del apego seguro en la adolescencia
El desarrollo de un modelo interno seguro en la adolescencia provocará que este consiga una
autonomía cognitiva y emocional pero manteniendo a los padres como su base segura
(González, Ysern, Martorell, Mateu & Barreto, 2001). Esto facilitará la relación con la familia,
con los iguales y la exploración del entorno. Al igual que en la situación extraña, los
adolescentes serán más capaces de explorar el entorno si saben que sus padres actuarán
como base segura en situaciones difíciles (Oliva, 2011).
Además, el desarrollo de un apego seguro con los padres va a ejercer una influencia positiva
en la formación de las futuras relaciones; por el contrario, un apego inseguro aumenta la
vulnerabilidad para el desarrollo de psicopatologías (Bowlby, 1993) y dificulta la relación con
los padres (Cantón & Cortés, 2000).
Como indican Miller y Zimmerman (citados en Gomez-Zapiain, 2005), existe una relación entre
el apego seguro y un bienestar psicológico general, tener relaciones de calidad, la adaptación
y la estabilidad en la adolescencia. Estas investigaciones también apoyan que una organización
insegura del apego se relaciona con consecuencias adversas como depresión, ansiedad, baja
autoestima, consumo de drogas, además de una mayor vulnerabilidad al estrés y mayor
expresión de emociones negativas.
4. EL APEGO ADULTO: ESTILOS DE APEGO
En los primeros estudios sobre el apego, Bowlby (1979) afirmó que el apego “es propio de los
seres humanos desde la cuna hasta la sepultura”, afirmando que el sistema de apego es un
sistema de apego innato y vital para la supervivencia que perdura a lo largo del desarrollo.
Haciendo una traslación de los estilos de apego de los niños a los adultos, Hazan y Shaver
(1987), proponen tres tipos básicos de apego adulto: seguro, ansiosoambivalente y evitativo.
En el ámbito de la investigación, ellos proponen tres ítems que definen cada estilo (Gómez,
2009):
-Seguro: me es relativamente fácil estar unido íntimamente a algunas personas; me encuentro
bien dependiendo de ellas y haciendo que ellas dependan de mi; no suelo estar preocupado
por el miedo a que los demás me abandonen; ni preocupado porque alguien esté demasiado
unido a mí.
-Ansioso-ambivalente: encuentro que los otros son reacios a unirse a mí tanto como yo
quisiera; frecuentemente estoy preocupado porque temo que mi pareja no me ame realmente
o no desee estar conmigo; deseo unirme completamente a otra persona y este deseo parece
ahuyentar a la gente lejos de mí.
-Evitativo: estoy incómodo en las relaciones íntimas con los demás; encuentro que es difícil
permitirme a mí mismo depender emocionalmente de ellos; estoy nervioso cuando alguien trata
de intimar demasiado conmigo; con frecuencia mis parejas desean que yo intime más con ellos
de lo que me resulta cómodo a mí.
Bartholomew (1991, 1997) plantea una interesante versión actualizada de los estilos de apego
en adultos en cuatro categorías. Su planteamiento es el siguiente: Si el modelo interno,
siguiendo a Bowlby, está compuesto por dos variables, el modelo de sí mismo y el modelo de
los demás, y si éstas se relacionan entre sí de modo ortogonal, de esta relación resultan cuatro
categorías y no tres. Tal y como ya hemos indicado, el modelo interno se conforma por la
integración del modelo de sí mismo en términos de autoestima y del modelo de los demás en
términos de confianza hacia los otros. Conviene detenernos en estas dos dimensiones para
comprender mejor la dinámica de las relaciones interpersonales.
El modelo de sí mismo, expresado en términos de autoestima, indica la capacidad del individuo
de regular el grado de dependencia hacia los demás. Una persona segura aceptará el grado
óptimo de dependencia del otro, necesario para satisfacer las necesidades afectivas, y
garantizar su autonomía personal.
El modelo de los de los demás, que se expresa en términos de confianza de tal modo que las
personas podrían mostrarse confiadas o desconfiadas hacia los demás. En las relaciones
interpersonales, la confianza se expresa en términos de evitación. Una persona segura no
tendría motivos para evitar las relaciones de proximidad. El objetivo final consiste en llegar a
ser una persona adulta autónoma y equilibrada (Gómez 2009).
Cada individuo podría situarse en la zona alta o baja de la escala de dependencia y de
la escala de evitación dando lugar a los cuatro estilos o prototipos de apego propuestos
por Bartholomew, los cuales hemos utilizado a la hora de analizar los resultados en
nuestra investigación:
- Seguro: Persona que siente bienestar con la intimidad y la autonomía. Se caracteriza
por un bajo nivel de dependencia, y un bajo nivel de evitación.
- Miedoso: persona que evita la relación porque teme la intimidad. Reconoce que
necesita a los demás, pero le aterra la proximidad. Posee un alto nivel de dependencia
y un alto nivel de evitación.
- Preocupado: persona que tiende a mantener relaciones ansiosas y ambivalentes en
situaciones de proximidad, en general muy dependiente. Se caracteriza por un alto nivel
de dependencia, bajo nivel de evitación.
- Ausente: persona que niega la necesidad de apego, mostrándose muy evitativa.
Muestra una autosuficiencia defensiva, no cree en las necesidades afectivas. Posee un
bajo nivel de dependencia y un alto nivel de evitación.
Estos cuatro estilos de apego adulto propuestos por Bartholomew están estrechamente
relacionados con las cuatro categorías de amor también enunciadas por él, las cuales
hemos utilizado para valorar en nuestra investigación el apego adulto (actual) de la
muestra estudiada.
- Estilo de apego seguro: “Me resulta fácil sentirme emocionalmente cercano a otros.
Me siento cómodo sabiendo que puedo contar con su ayuda y que ellos pueden contar
con la mía. No me preocupa estar sólo o que otras personas no me acepten”.
- Estilo de apego temeroso: “Me siento incómodo intimando con los demás. Quiero tener
relaciones emocionales íntimas, pero encuentro difícil confiar completamente en los
demás y no me siento bien si los necesito. Me preocupa que pueda salir herido si me
permito intimar demasiado con los demás”
- Estilo de apego preocupado: “Quiero estar muy implicado emocionalmente con los
demás pero, a menudo, encuentro que los otros no están dispuestos a estar tan cerca
de mí como me gustaría. Me siento incómodo sin tener relaciones íntimas, pero a veces
me preocupa que los demás no me valoren tanto como yo los valoro”.
- Estilo de apego alejado: “Me siento bien sin relaciones íntimas. Para mí es muy
importante sentirme independiente y autosuficiente, y prefiero no tener que contar con
los demás ni que ellos tengan que contar conmigo”.
Los estudios sobre las relaciones de apego en la edad adulta, indican que la búsqueda
de un vínculo de apego, se mantiene activo a lo largo del desarrollo cumpliendo
funciones similares a las de la infancia. A lo largo de la edad adulta, suele ser la pareja
la que cumple las funciones de figura de apego principal (Bowlby, 1969/1972).

5. PSICOPATOLOGÍA DEL APEGO


DSM – IV:
a. Trastorno Reactivo de Vinculación en la Infancia:
i. Tipo Inhibido.
ii. Tipo Desinhibido.
CIE – 10:
b. Trastorno de Vinculación de la Infancia Reactivo.
c. Trastorno de Vinculación en la Infancia Desinhibido.

PSICOPATOLGÍA GENERAL DEL APEGO (Landay – 2002)


 Conductas impredecibles.
 Inhabilidad social.
 Agresividad hacia los iguales.
 Baja tolerancia a la frustración.
 Desorganizado – desoreintado.
 Miedos / ansiedad.
 Síntomas disociativos.
 Falta de empatía.
 Dificultad en la regulación emocional.
 Problemas con la alimentación.
 Contacto ocular pobre.
PSICOPATOLOGÍA DEL APEGO (Zeanah – 1993)

 Trastorno del vínculo no establecido:


– No hay oportunidad para el apego.
– Abusos, institucionalización, acogida.
– Trastornos mentales graves en los padres.
 Trastorno por vinculación indiscriminada.
– Largas separaciones de la figura de apego.
– Imposibilidad de establecer apego con otras personas.
– Niños que ha sido institucionalizados.
 Trastorno por vinculación inhibida.
– Disponibilidad parental inestable.
– Separaciones frecuentes.
 Trastorno por vinculación agresiva.
– Relaciones basadas en la rabia y frustración en los padres.
– El niño basa, igualmente, sus relaciones en la agresividad.
 Trastorno por vinculación invertida.
– El niño asume el rol parental.
– Conductas extremas en el niño de dominio e hipercontrol.
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s=1466502699&Signature=dt1uMACx8cZY72xYzQrtFj9MBe4%3D&responsecontentdis
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