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FONAGY

El sistema de apego como un regulador bio-social


la teoría de Bowlby postula una necesidad humana universal para formar vínculos afectivos estrechos y
su nucleó se encuentra en la reciprocidad de las relaciones tempranas.
Las conductas de apego del infante (proximidad, sonrisa, colgarse) son correspondidas con las
conductas de apego del adulto (tocar, sostener, calmar) y estas respuestas refuerzan la conducta de
apego del niñ o hacia ese adulto. La activació n de conductas de apego depende de la evaluació n del niñ o
de un conjunto de señ ales del entorno que dan como resultado la experiencia de seguridad o
inseguridad, la experiencia de seguridad es el objetivo del sistema de apego.
No se nace con la capacidad de regular nuestras propias reacciones emocionales. Un sistema regulador
diá dico donde las señ ales de cambio de estado del niñ o son entendidas y respondidas por un
cuidador/a permitiendo alcanzar la regulació n de estos estados. El infante aprende que la activació n de
ansiedades (neurovegetativas) en presencia del cuidador/a no dará lugar a una desorganizació n má s
allá de sus capacidades, el cuidador estará allí para restablecer el equilibrio. El infante irá en busca de
proximidad física de este para ser calmado y recobrar la homeostasis en caso de activació n
incontrolable. Las experiencias pasadas con el cuidador/a son incorporadas en sus sistemas
representacionales llamados “modelos internos activos”.

PATRONES DE APEGO EN LA INFANCIA


Ainsworth desarrollo una observació n de los “modelos internos activos”, los infantes brevemente
separados de sus cuidadores presentan 1 de 4 patrones de conductas. Los clasifica de la siguiente
manera
Seguros: exploran fá cilmente el mundo en presencia del cuidador, está n ansiosos ante la presencia del
extrañ o, lo evitan, son perturbados por la breve ausencia del cuidador, buscan rá pidamente el contacto
con el cuidador, cuando este retorna los contienen y son reaseguraos.
Basado en experiencias de interacciones bien coordinadas, sensibles, en las que el cuidador raramente
es sobrestimulante, el cuidador es capaz de reestabilizar las experiencias emocionales desorganizadas
del niñ o.
Son niñ os relativamente organizados en situaciones de estrés y emociones negativas son menos
amenazantes, se organizan como teniendo un sentido y comunicativas.
Ansiosos/evitativos: menos ansiosos por la separació n, pueden no buscar la proximidad con el
cuidador después de la separació n.
Experiencias en las cuales su actitud emocional no fue reestabilizada por el cuidador, sobre estimulados
por conductas parentales intrusivas. Sobreregulan su afecto y evitan situaciones perturbadoras.
Ansiosos/resistentes: limitada exploració n y juego, muy perturbados por la separació n y dificultad
para reponerse después de esta, mostrando agitació n, tensió n o continú an llorando. La ansiedad del
infante y la rabia parecen impedir que obtengan alivio con la proximidad del cuidador.
Subregulan su afecto, incrementando su expresió n de malestar intentando despertar la respuesta del
cuidador. Preocupado por tener contacto con el cuidador, pero frustrado incluso cuando lo tiene.
Desorganizados/desorientados: conductas aparentemente no dirigidas a un fin. Inmovilizació n,
golpeteos, deseo de escapar de la situació n incluso en presencia del cuidador. El cuidador ha servido
como fuente tanto de temor como de reaseguramiento. Activació n del sistema conductual del apego
produce intensas motivaciones conflictivas.

CONTINUIDAD DE LOS PATRONES DE APEGO


los “modelos internos activos” del self, proveen un prototipo para relaciones ulteriores, son
relativamente estables a lo largo del ciclo vital, Las tempranas experiencias a los sentimientos propios
son consideradas como formativas. El sentimiento autó nomo del self emerge completamente a partir de
relaciones seguras entre los padres y el infante. El incrementado control del niñ o”seguro” le permite
adueñ arse de su experiencia interna y así comprenderse a sí mismo y los otros como seres cuya
conducta está organizada por estados mentales, pensamientos, sentimientos creencias y deseos. Son
niñ os con mayor capacidad de resistencia, autoconfiados, orientados socialmente, empá ticos y con
relaciones profundas.

PREDICCIONES A PARTIR DE MEDIDAS DEL APEGO ADULTO


La entrevista de apego adulto (AAI) Instrumento clínico, estructurado, que produce historias
narrativas de las relaciones de apego de la infancia, experiencias de separació n, enfermedad, castigo,
pérdidas, maltrato o abuso. Clasifica a los individuos en Autó nomos-seguros,
Inseguros/despreocupados (se desentiende mentalmente), Inseguros-preocupados,  o No resuelto en
relació n a la pérdida o al trauma, categorías basadas sobre las cualidades estructurales de las
narraciones de tempranas experiencias.
Los individuos autó nomos valoran las relaciones del apego, integran coherentemente memorias en una
narració n con sentido y las consideran a éstas como formativas
Los individuos inseguros son pobres en integrar las memorias de la experiencia con el significado de
esa experiencia. Despreocupados del apego muestran evitació n al negar recuerdos, idealizando o
devaluando (o ambas) las relaciones. Los preocupados tienden a estar confusos, enojados o pasivos en
relació n a las figuras de apego,  a menudo quejá ndose en la actualidad de ofensas en la infancia
Individuos de la categoría "no resuelto" dan indicaciones de desorganizació n significativa en su
representació n de la relació n de apego mediante confusiones semánticas o sintá cticas en sus
narraciones relacionadas con traumas en la infancia o una pérdida reciente.

    Las relaciones de apego juegan un papel clave en la transmisió n transgeneracional de la deprivació n.
Los adultos seguros tienen 3 ó 4 veces má s probabilidad de tener niñ os que está n apegados con
seguridad a ellos, predicen variancia en adició n a las medidas de temperamento o a factores
contextuales tales como acontecimientos vitales, apoyo social y psicopatología ¿Có mo es mediatizada
tal transmisió n transgeneracional?. Segú n estudios, no hay evidencia de niveles diferentes de
concordancia de la clasificació n de apego entre gemelos idénticos y no idénticos. Los teó ricos del apego
han supuesto que los adultos con apego seguro son má s sensibles a las necesidades de sus niñ os por lo
cual promueven la expectativa en los infantes de que la desregulació n será rá pidamente y
efectivamente. Las medidas está ndar de sensibilidad del cuidador no parecen explicar de una manera
completa las buenas persistencias transgeneracionales en las clasificaciones del apego.

APEGO Y LA CAPACIDAD DE MENTALIZAR: el cambio desde una interpretación teleológica hacia


una mentalística de las relaciones de apego en el desarrollo
Otro aspecto de los determinantes del apego es la actitud intencional que es que los seres humanos
tratan de entenderse los unos a los otros en términos de estados mentales: pensamientos y
sentimientos, creencias y deseos, con la finalidad de otorgar sentido y, aú n de mayor importancia, de
anticipar las acciones de los demá s.
Actitud intencional, es el reconocimiento por parte del niñ o, alrededor de los 3 a 4 añ os, de que la
conducta puede estar basada en una creencia erró nea. Los psicó logos del desarrollo tienden a referirse
a esta capacidad como "una teoría de la mente", llamada también Capacidad de mentalizar o funció n
reflexiva que denota la comprensió n de la conducta de uno mismo y de los otros en términos de estados
mentales.
Los niñ os de cuatro y cinco añ os son ya capaces de predecir la conducta de otros sobre la base de lo
que se esperaría que fueran las creencias de este. Se dice que el niñ o de cuatro añ os tiene una "teoría de
la mente", lo cual está indicado por su habilidad de atribuir falsas creencias. Adopta una actitud
intencional y razona en términos de las creencias que pueden ser atribuidas a otros. El niñ o de tres
añ os, sin embargo, basan su predicció n en su propia representació n de la realidad y no en el estado
mental del otro.
Las expectativas de un niñ o de tres añ os está n basadas en un modelo no mentalista de la conducta,
"teleoló gico", má s que en un modelo intencional mental .Dentro de este modelo teleoló gico simple, la
conducta de los objetos humanos es interpretada en términos de los resultados visibles y no de deseos
inferidos, y en términos de restricciones de la realidad física má s que ser atribuidos a las creeencias
acerca de la realidad. El niñ o de tres añ os basa su predicció n en un supuesto de una acció n racional,
suponiendo que el otro hará lo que sea má s racional para conseguir la futura meta, dado el actual
estado de la realidad externa. (En el texto sale un ejemplo donde un niñ o ve a su amigo guardar un
chocolate en una caja, un experimentador se lo cambia y le preguntan dó nde va a buscar el chocolate y
dice que en donde el experimentador lo dejo, por una falsa creencia)
La capacidad para discriminar entre acciones racionales y no racionales se logra a la temprana edad de
los 9 meses. Nosotros argumentamos que la interpretació n teleoló gica del niñ o pequeñ o con respecto a
la acció n se transforma en una de tipo "mentalizante" durante el segundo y tercer añ o de edad. A los 18
meses, son capaces de comprender que las acciones de la otra persona pueden ser impulsadas por
deseos diferentes a los del propio niñ o. En este estadío, el niñ o llega a ser capaz de inferir las
intenciones del otro cuando la persona usa nuevas palabras para denominar objetos no familiares para
el niñ o. Al segundo añ o los niñ os ya hablan de estados de deseo de sí y del otro, y en el tercer añ o la
conversació n acerca de creencias también emerge. Una habilidad mentalizante acabada, tal como se
demuestra por la capacidad de atribuir falsas creencias en las tareas de teoría de la mente, es alcanzada
hacia el final del tercer añ o
La adquisició n de una "teoría de la mente" está lejos de alcanzar el punto final de este proceso de
desarrollo. La funció n reflexiva nunca es alcanzada totalmente. En momentos de alta activació n
emocional, en el contexto de relaciones íntimas, encontramos difícil el construir representaciones
exactas del mundo mental del otro. Un estudio muestra que las madres que con separació n en la
infancia tendrían má s posibilidades de tener niñ os con apego seguro si se puntuaban bien en la funció n
reflexiva.
MENTALIZAR Y EL DESARROLLO DEL SELF
La funció n reflexiva del cuidador está asociado también a la posibilidad del apego seguro en el niñ o lo
que favorece la adquisició n precoz de una teoría de la mente en el niñ o. Los niñ os con un apego seguro
a ambos padres tienen mayos capacidad de éxito en la tarea de falsa creencia mientras que con lo que
no tuvieron apego seguro con ninguno tenían menos éxito.
La capacidad de los padres para observar la mente de los niñ os facilita la comprensió n general que los
niñ os tienen de las mentes a través del apego seguro. Un cuidador reflexivo aumenta la probabilidad del
apego seguro del niñ o y facilita a su vez la capacidad de mentalizar. Un apego seguro provee a su vez un
contexto seguro para que el niñ o explore la mente del cuidador y de esta manera conozca má s acerca de
las mentes. La capacidad reflexiva en el niñ o es facilitada por el apego seguro, es un proceso
intersubjetivo el niñ o conoce la mente del cuidador de acuerdo como el cuidador intenta comprender y
contener el estado mental de este.
Tres componentes críticos. Estos son: (1) el papel de la especularizació n (mirroring), (2) el cambio
hacia la interpretació n de la conducta del cuidador en términos intencionales má s que teleoló gicos, y
(3) la integració n de una forma primitiva dual de realidad psíquica en una representació n mentalizante
ú nica de la mente.
1. EL PAPEL DE LA ESPECULARIZACIÓ
    Las representaciones de segundo orden (o simbó licas) de estados mentales, desde nuestra
perspectiva, se desarrollan en el contexto de relaciones de apego. El concepto de la emociones en el
niñ o es alcanzado mediante la introspecció n, las emociones están asociadas a una mezcla entre
experiencias fisioló gicas, conductas e imá genes visuales. Una vez que devienen simbó licamente ligadas
o mentalizadas será n una experiencia por ejemplo temor o ansiedad. Este proceso es esencial para que
el niñ o pueda nombrar la experiencia como corresponde a una emoció n específica. Frente a una
activació n del estado del self del niñ o donde hay señ ales (expresiones no verbales) el cuidador resuena
con estas y refleja en su experiencia interna y genera la expresió n apropiada como respuesta. Estos
despliegues especularizantes son innatos y no consientes del cuidador. La representació n que tiene  la
madre del afecto del infante es representada por el niñ o, y "mapeada" sobre el estado constitucional del
self del niñ o, la discrepancia entre la experiencia original del niñ o y la internalizació n de la
representació n especularizante del cuidador es ú til para que esta representació n se convierta n una de
orden superior a la propia experiencia del niñ o. Este modelo espelularizante fracasa si está demasiado
pró ximo a la experiencia del niñ o o demasiado alejada de esta. Si es exacta se puede convertir en fuente
de temor y pierde su potencial simbó lico, se contamina por la madre y el desarrollo del self se ve
comprometido.
El “mapeado” representacional entre el afecto del self y las emociones de los otros, en el intercambio de
afecto entre el niñ o y el cuidador, proveen una especial fuente de informació n para el niñ o acerca de
sus estados interno.
El niñ o identifica en la respuesta del cuidador una representació n de su estado mental que puede
internalizar y usar como una estrategia de orden superior de regulació n afectiva. El cuidador seguro
calma combinando la especularizacion con un despliegue emocional incompatible con el niñ o. Se
parece a la capacidad de la madre para “contener” mentalmente al estado afectivo intolerable para el
niñ o y con la respuesta de cuidados físicos, reconoce estados mentales del niñ o y modula sentimientos
inmanejables que se plantea en el psicoaná lisis britá nico (Bion).
El significado o el sentido de afecto se desarrollan por la representació n integrada del afecto en el self y
en el otro. La combinació n de la experiencia del self y la representació n de la reacció n del cuidador
transforman el modo teoló gico de la mente y le permite interpretar y comprender las demostraciones
afectivas de otros junto con regular y controlar sus propias emociones. La funció n reflexiva del
cuidador/a estimula al niñ o para comenzar a organizar una experiencia del self de acuerdo a grupos de
respuestas que, eventualmente, vendrá n a ser etiquetadas verbalmente como emociones específicas (o
deseos). La respuesta contingente es donde el mapeado tiene lugar, las experiencias afectivas del niñ o
se les da significado adicional quedando asociadas a restricciones de la realidad dentro de la
interacció n padres-infantes
2.-PARENTALIZACION REFLEXIVA Y EL CAMBIO DESDE EL MODELOS MENTALES TEOLOGICOS A
MODELOS INTENCIONALES
La adquisició n de la capacidad de mentalizar es parte de un proceso intersubjetivo cuidador-infante. El
cuidador facilita la creació n de modelos mentalizantes a través de procesos lingü ísticos y casi
lingü ísticos. Primero a través de comportarse de una manera que la conducta del niñ o se entiende
mejor con suponer que el tiene ideas y sentimientos que determinan sus acciones, y las reacciones de
otros respecto del niñ o, es por esto que se generaliza a todos los seres vivientes.
El cuidador es sensible a las reacciones del niñ o, frente a un llanto un cuidador sensible puede cubrir la
brecha entre focalizarse en la realidad física y la atenció n dirigida hacia el interior, lo que es suficiente
ara que el niñ o identifique contingencias entre experiencias internas y externas. El niñ o llega a la
conclusió n que las reacciones del cuidador hacia él puede ser entendida como racional por el supuesto
de un estad interno de creencias o deseos dentro de él. El cuidador inconscientemente adscribe en el
niñ o un estado mental con su conducta, trata al niñ o como un agente mental, lo que es percibido por el
niñ o y usado en la transformació n de los modelos teoló gicos y, entonces en el desarrollo de un
sentimiento nuclear de mismidad mental. Este es un proceso cotidiano y rutinario a lo largo de toda la
vida.
Los cuidadores difieren en sus formas de llegar a cabo esta funció n humana, algunos pueden estar
alerta a tempranos indicadores de intencionalidad y otros pueden necesitar indicadores con mayor
intensidad antes de percibir el estado mental del niñ o y modificar su conducta de acuerdo a este. Otros
pueden percibir sistemá ticamente los estados mentales del niñ o de manera erró nea, con la
deformació n del sentimiento del niñ o de sí mismo.
la piedra angular del apego seguro es la capacidad de los padres de observar los cambios momento a
momento del estado mental del niñ o, es la raíz del cuidado sensible. El apego seguro provee la base
psico-social para adquirir una comprensió n de la mente. El niñ o con apego seguro se siente tranquilo al
hacer atribuciones de estados mentales para dar cuenta de la conducta del cuidador, en cambio el
evitativo escapa del estado mental del otro. El niñ o con apego resistente se centra en su propio estado
mental de malestar con exclusió n de intercambio intersubjetivo. Los niñ os con apego desorganizado
pueden ser hipervigilantes de la conducta del cuidador. En tales niñ os la capacidad de mentalizar puede
ser evidente pero no tiene el rol central y efectivo de la organizació n del self que caracteriza a los niñ os
con apego seguro.
Los niñ os con capacidad de mentalizar y con un apego seguro incrementan el desarrollo de la seguridad
interna, de la autovalía y de la autonomía, los niñ os con apego desorganizado, aun que adquieren la
capacidad de mentalizar, fallan en integrar esta con su organizació n del self Puede haber un nú mero de
razones ligadas para esto: a)  el cuidador del niñ o con apego desorganizado es menos confiablemente
contingente en responder al estado del self del infante y, sobre todo, muestra sistemá ticas distorsiones
en su percepció n y reflexió n acerca de este estado; b) el estado mental del cuidador evoca intensa
ansiedad ya sea a través de conductas atemorizantes que sugieren malevolencia hacia el niñ o, o de
conductas que sugieren temor, que puede incluir el temor que el cuidador tiene del niñ o; c) el niñ o
necesita usar recursos desproporcionados para entender la conducta parental a expensas de lo que
sería reflexionar sobre sus estados del self. Estos factores se combinan, quizá s,  para hacer que los
niñ os con apego desorganizados se conviertan en agudos lectores de la mente del cuidador en
determinadas circunstancias pobres lectores de sus propios estados mentales.

3. EL CAMBIO DESDE LA REALIDAD PSIQUICA DUAL A LA SINGULAR


la experiencia normal de la realidad psíquica no es una propiedad inherente de la mente, sino, un logro
evolutivo. Es una consecuencia de la integració n de 2 modos de diferenciar entre lo interno y lo externo.
Equivalencia psíquica tiene que ver con la capacidad para mentalizar, pensar flexiblemente acerca de
los pensamientos y sentimiento en los otros y en uno mismo, es la correspondencia exacta entre estado
interno y realidad externa.
Si los pensamientos o sentimientos se experimentan como concretamente “reales” podrían resultara
aterrorizante, es por esto que el niñ o experimente una “modalidad de simulació n” (hacer como si), así
el niñ o experimenta sentimientos e ideas como representaciones o simbó licamente como no teniendo
ninguna implicació n para el mundo exterior. El modo de la realidad psíquica del niñ o prevalece en ese
momento presupone una estricta separació n con respecto a la realidad, su juego por si mismo no forma
un puente entre la realidad interna y externa, a través de la estrecha participació n de otra mente que
puede mantener la simulació n del niñ o y las perspectivas reales. Se integran 2 modalidades de lugar a
una realidad psíquica en que las ideas y sentimientos son conocidos como internos. El niñ o integra
estas modalidades para llegar a la capacidad de mentalizar o modalidad reflexiva, donde los estados
mentales son vividos como representaciones, la realidad interna y externa son vistas como
relacionadas. La capacidad de mentalizar pasa a existir a través de la experiencia del niñ o de que se ha
reflexiona sobre sus estados mentales, por ejemplo en el juego con el cuidador.
el desarrollo del niñ o y la percepció n de los estados mentales propios y de los otros depende de su
observació n del mundo mental de su cuidador.
É l es capaz de percibir estados mentales cuando el cuidador/a está en una modalidad, compartida con
el niñ o, de juego de de hacer como si. Es inherentemente intersubjetivas las concepciones que se tengan
sobre estados mentales tales como el pensar
En niñ os traumatizados, las emociones intensas y conflictos conducen a una falla parcial de esta
integració n, de modo que los aspectos de la "modalidad de simulació n" ("hacer como"). Esto puede ser
debido a que cuando el maltrato ha tenido lugar dentro de la familia, la atmó sfera tiende a ser
incompatible con que el cuidador "juegue con" los má s oprimentes aspectos de los pensamientos del
niñ o
En la relació n insegura, será n las defensas del cuidador aquello que tenderá a ser internalizado, y el
malestar del niñ o es repetidamente evitado, el proceso del desarrollo del self ha sido comprometido.
Las relaciones inseguras padres-niñ os pueden ser consideradas como que establecen las bases para
subsecuentes distorsiones de la personalidad de dos maneras. Estas corresponden a los dos modos de
vivir la realidad psíquica. La madre puede hacerse eco del estado del niñ o sin modulació n,  como  en la
modalidad de equivalencia psíquica, concretizando o entrando en pánico ante la perturbació n del niñ o.
O, ella puede evitar reflexionar sobre el afecto del niñ o a través de un proceso similar a la disociació n, 
que  coloca efectivamente a la madre en una "modalidad de como sí"  no relacionada con la realidad
externa, incluyendo al niñ o. La madre puede entonces ignorar el malestar del niñ o.Ambas condiciones
despojan a la comunicació n del niñ o del potencial de tener un sentido que él pueda reconocer y utilizar.
Puede también conducir a un intercambio entre la madre y el niñ o en que se interpretan los
sentimientos en términos físicos, de modo que el estado físico es la cosa "real".
 el niñ o con apego seguro percibe en la actitud reflexiva de su cuidador una imagen de sí mismo como
deseante y con creencias. Ve que el cuidador lo representa a él como un ser intencional, y esta
representació n es internalizada para formar el self. Si la capacidad reflexiva del cuidador le ha
permitido a al describir adecuadamente la actitud intencional del niñ o, entonces éste tendrá la
oportunidad de "encontrarse a sí mismo en el otro" como un ser con capacidad de mentalizar. Nuestra
capacidad reflexiva es, por tanto, una adquisició n transgeneracional. Solamente siguiendo este proceso
de internalizació n puede el desarrollo de la percatació n de los estados mentales en nosotros ser
generalizado a otros, incluyendo al cuidador.
  Componentes de  La teoría de la funció n reflexiva transgeneracional: 1.-la representació n de segundo
orden del afecto. 2.- la representació n intencional del cuidador 3.- la representació n intencional del self.
    equipan al niñ o para enfrentar a una realidad social algunas veces inadecuadamente dura. el
establecimiento só lido de una funció n reflexiva tiene un efecto protector el apego seguro y la funció n
reflexiva son construcciones que se solapan, y la vulnerabilidad asociada con el apego inseguro subyace
primariamente a la desconfianza del niñ o para concebir al mundo en términos de realidad psíquica má s
que en términos de realidad física. Producido un trauma de suficiente intensidad, incluso un vínculo
seguro puede derrumbarse a veces.

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