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Gerchunoff, Llach: “EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO”, un siglo de políticas

económicas argentinas.
Capítulo VIII: “Vértigo económico en tiempos violentos (1973-1983)”.
Retorno y derrumbe del peronismo.
Mientras que la vertiente juvenil con la que Perón contaba para forzar su regreso estaba
impidiendo al gobierno mantener un mínimo de equilibrio político, los sindicatos (su otro gran
apoyo) hacían muy difícil un manejo más o menos ordenado de la economía. Desde la derrota del
plan Krieger Vasena, la inflación venía subiendo año a año. En 1971, 1972 y 1973 había
superado con creces el 30% anual.
Jaqueado por males políticos y económicos, Lanusse tuvo la desagradable tarea de preparar la
transición hacia una democracia que incluyera al peronismo. Perón no pudo participar por un
artilugio legal sobre residencia en el país, pero el EREJULI, una alianza dominada por el
justicialismo que llevaba a Héctor Cámpora como candidato, cosechó la mitad de los votos. El
peronismo quedaba así en una posición a la que ya no estaba acostumbrado: la de ser gobierno.
El problema de fondo era la identidad del peronismo. La ilusión de un peronismo que sacudiera
con sus políticas los cimientos económicos y sociales de la Argentina no pareció tan lejana luego
de que Perón eligiera a Cámpora (un dirigente bien relacionado con los sectores más combativos
del partido) como candidato a presidente. Era la coronación -y, al mismo tiempo, el comienzo del
fin- de un largo y mutuo acercamiento entre Perón y el ala izquierda de su movimiento.
Pero con el correr de los acontecimientos fue haciéndose claro que el Perón de 1973 no era,
después de todo, tan distinto del de 1946.
En su esencia, las ideas de Perón no habían variado demasiado, el Perón de 1973 parecía haber
agregado a su pensamiento de 1946 las lecciones aprendidas en el '55. Tampoco podía
conciliarse con la violencia, que siguió en aumento y tuvo un pico en Ezeiza el día de su retorno
definitivo. Con un presidente débil, por delegación, como era Cámpora, la puja por el poder
dentro del peronismo en gran medida causante de esa escalada de conflictos armados y
atentados- se hacía incontenible y hasta se acentuaba. Enseguida comenzó a extenderse la
convicción de que "estando Perón en el país, nadie puede ser presidente de los argentinos más
que él", tal como se apresuraban a decir los sindicalistas. Cámpora renunció el 13 de julio,
habiendo gobernado apenas cincuenta días, y bajo la presidencia provisional de Lastiri se
convocó a nuevas elecciones para septiembre.
Detrás de ese 62% del electorado que votó por la fórmula Juan Perón-María Estela de Perón se
escondían esperanzas muy diversas. Durante los escasos ocho meses que duró su gobierno
(octubre de 1973 a julio de 1974), el líder del justicialismo debió soportar el peso de la inmensa
expectativa que había creado. El ala más radicalizada del partido pasó de un apoyo reticente a la
oposición franca.
En su última alocución pública, un Perón vencido confesaba lo mucho que le estaba costando
gobernar, y dejaba entrever la posibilidad de una renuncia. Perón fallece el primero de julio de
1974.
Si al propio Perón le había sido difícil gobernar un país dividido, a la cabeza de un partido
dividido, mucho más habría de costarle a su viuda Isabelita, de escasas condiciones para
conducir una Argentina convulsionada. Aunque el poder formal se mantuvo siempre en la
persona de la Presidenta (excepto durante un paréntesis forzado por "razones de salud") el poder
real estaba en los grupos que, alternativamente, ganaban influencia sobre Isabel. En este
sentido, la violencia creció y en los cuarteles comenzó a conspirarse más abiertamente. El
mandato de "aniquilación total' de la guerrilla que el gobierno impartió a las Fuerzas Armadas no
sirvió para calmar la creciente exasperación militar. El vacío de poder denunciado por los
golpistas existía, es por eso que el 24 de marzo de 1976 se consumaba lo inevitable. Concluía
por la fuerza la segunda experiencia del peronismo en el poder, ese extraño caso de un gobierno
que cayó casi exclusivamente por las luchas internas en el partido oficial.
¿Revolución o reformismo?
Para la economía también fue un lapso rico en eventos. Un signo de ello es una peculiaridad
probablemente única en el mundo: el de un ministro de Economía (Gelbard) que desempeñó sus
funciones, sin interrupciones, bajo cuatro presidentes distintos (Cámpora, Lastiri, Perón e
Isabelita).
En 1973 las urgencias no eran las mismas que en 1955, pero sí fue la misma la respuesta de
Perón: sentar a empresarios y sindicatos en la mesa de negociaciones para acordar políticas. Un
paso central de esa estrategia fue la firma de un Acta de Compromiso Nacional en mayo de 1973
entre la CGE, la CGT y el Ministerio de Economía. Los dos componentes principales del
entendimiento -que pronto comenzó a llamarse Pacto Social- eran la puesta en marcha de
reformas de fondo y el lanzamiento de un plan concertado de estabilización.
Una resolución del Pacto Andino, por ejemplo, consideraba que en ciertas áreas era necesaria la
participación de empresas multinacionales, por sus contribuciones tecnológicas, pero que eran
poco confiables como fuente de financiamiento del balance de pagos.
En 1973 se firma la ley de inversiones extranjeras: se procuraba limitar el peso del capital
externo, que venía en aumento desde hacía dos décadas. En los hechos, el gobierno fue menos
duro que en las palabras hacia el capital extranjero. No hubo nacionalizaciones ni se aplicó la ley
con rigurosidad.
● El peronismo cambió su estrategia de impulso a la demanda agregada: si en el primer
gobierno había sido el consumo, en el segundo la inversión, y ahora llegaba el turno de
las exportaciones industriales.
● La contribución peronista a ese impulso fue la ley de protección al trabajo y la
producción nacional. Esta ley introduce incentivos para la comercialización en el exterior
de productos industriales. Se anunció además un generoso apoyo crediticio y técnico a
las pequeñas y medianas empresas. Esta decisión viene de la mano de un contexto
internacional favorable para la exportación. El abandono del patrón oro dólar en 1971
con la presidencia de Nixon llevó a que los países desarrollados pudieran intensificar su
proceso de expansión, generando el boom de las materias primas.
En 1973 Argentina tenía el superávit comercial más alto de la historia (1030 millones),
duplicando al último máximo, alcanzado en 1946. El gobierno justicialista nacionalizó el
comercio exterior otra vez, a fin de generar una transferencia intersectorial de ingresos como en
el primer peronismo. Dos leyes de 1973 ampliaron las facultades de las juntas nacionales de
granos y de carnes, que pasaron a monopolizar la exportación de esos bienes. El objetivo era
centralizar el comercio para tener cierto poder en los mercados internacionales. En la práctica, la
ausencia de una estructura administrativa adecuada para esas funciones impidió un cambio en
la comercialización con respecto al régimen anterior. Se intentó llevar a cabo una especie de
reforma agraria que consistió en la expropiación de tierras consideradas improductivas, pero
esta no logró ser concretada. Si se sancionó el impuesto a la renta potencial de la tierra a fin de
estimular la productividad, ya que se gravaba la tierra en función de su potencial nivel de
producción y no del efectivo. Es por eso que:
● Gelbard (ministro de economía) firmó acuerdos con varios países socialistas de Europa
oriental y medio oriente, pasando estos a conformar el 11% del comercio de exportación
argentino.
● También hubo cambios en el sistema financiero: Se produjo una monopolización del sistema
bancario. Los bancos privados pasaron a tomar depósitos en nombre del Banco Central y los
montos para la concesión de créditos eran fijados por este mismo.. De esta manera, el Estado
tenía control sobre el sistema financiero y podía modificar la política crediticia para favorecer a
las actividades consideradas valiosas
PACTO SOCIAL, ARMONÍAS Y DISCORDIAS.
El aumento de los precios, era el síntoma de una debilidad más profunda: la incapacidad de la
economía para alcanzar un equilibrio mutuamente aceptado entre los ingresos del trabajo y del
capital. La asociación entre inflación y conflictos de clase calzaba a medida con la armonización
que Perón postulaba como solución a los problemas argentinos.
La política simultáneamente redistributiva y estabilizadora se articuló a partir del Pacto Social
firmado apenas iniciado el período de Cámpora. Se acordó una configuración de precios y
salarios, con la expectativa de que se mantuviese en el tiempo. Los sueldos fueron aumentados
en un monto fijo, que para los trabajadores de menores ingresos representó cerca de 20% de
mejora. Se estableció un congelamiento de precios, de acuerdo con una lista oficial que para
algunos productos preveía una reducción en los valores nominales. Se intentó dar a la nueva
estructura de precios y salarios un carácter permanente con la suspensión de las convenciones
colectivas de trabajo por un lapso de dos años, tal como había ocurrido en tiempos del Plan
Económico de 1952.
El Pacto Social significaba para las partes firmantes concesiones y responsabilidades que
difícilmente podrían haberse negado a aceptar.
Por otra parte, obligado Cámpora a renunciar y llegado Perón a la presidencia, muchos
sindicalistas esperaron que el realineamiento político también implicaría una corrección del
Pacto Social q beneficiara a los trabajadores. Un programa que tenía como propósito explícito y
central reducir la proporción del ingreso nacional recibida por el capital. Aun así, tanto la Unión
Industrial Argentina (que nucleaba a las empresas mayores, incluidas muchas multinacionales)
como la Sociedad Rural y la Cámara Argentina de Comercio avalaron el Pacto Social impulsado
por Perón. Llegaba entonces, la hora de enfrentar los problemas que se habían acumulado sobre
el esquema del Pacto Social.
Política Económica de un Gobierno Disgregado.
Tras reemplazar a Gelbard, Gómez Morales intentó implementar un ajuste fiscal gradual y
contracción monetaria. No obstante, las medidas no produjeron un resultado significativo dada
la magnitud de los desequilibrios acumulados y Gómez Morales renunciaría en mayo de 1975.
Lo reemplazaría Celestino Rodrigo, quien implementaría una política de shock conocida como el
infame Rodrigazo: devaluación del 100%, incremento de las tarifas públicas en una proporción
similar o mayor y liberalización de todos los precios. Eso trajo aparejado un gran conflicto social,
que se tradujo en movilizaciones y huelgas generales. Lopez Rega y Rodrigo renuncian, dando
lugar a una nueva etapa de predominio sindical en el gobierno y la consecuente renegociación de
salarios. Rodrigo fue reemplazado por Cafiero y posteriormente por Mondelli. El déficit fiscal
estaba fuera de control, llegando en 1975 al 12,4% del PBI. El aumento de los precios condujo a
una hiperinflación. Este periodo de inestabilidad culmina con la toma del poder por las fuerzas
armadas. En Marzo de 1976 Jorge Rafael Videla asume como presidente de facto de la república.
DIEZ AÑOS DESPUÉS, UNA NUEVA SOLUCIÓN FINAL.
La recepción del golpe de marzo por parte de un sector de la sociedad fue positiva ya que se
entendía como una restauración del orden. Por parte de la dirigencia política, la actitud fue de
resignación. El móvil principal del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional era la
eliminación de montoneros y la ERP. Hacia 1978, la aniquilación de estas organizaciones
guerrilleras era un hecho. Para las fuerzas armadas era menester restablecer el orden social, y
para lograr este objetivo usarían los métodos que ellos consideran necesarios. Es así como este
momento de la Argentina representa una violación a los derechos humanos sin precedente. Esta
situación era de conocimiento general y traía consigo el rechazo de Estados Unidos y los países
europeos más importantes. En el ámbito de la política internacional, otro conflicto asomaba: las
disputas con Chile por una cuestión limítrofe. Solo por intervención del Papa y la prudencia de
Videla se pudo evitar el conflicto bélico. Con la asunción de Roberto Viola en 1981 ya se hacía
evidente el desgaste del régimen. Como ya para 1978 los grupos guerrilleros estaban
erradicados, la cuestión fundamental del Proceso estaba solucionada. Durante este tiempo
comienza a reaparecer la actividad política: en 1981 se forma la Multipartidaria, formada por
radicales, peronistas, intransigentes, desarrollistas y demócratas cristianos. Paralelamente, iba
tomando fuerza la protesta por los desaparecidos.
Ese mismo, bajo la presidencia de Galtieri, se declara la guerra al Reino Unido en lo que será la
infame disputa por las islas Malvinas. El autor considera que Malvinas fue el tiro final para el
Proceso. Durante el Proceso de Reorganización Nacional Martínez de Hoz, un empresario
perteneciente al liberalismo de derecha, asumió como ministro de economía. Este sostenía que la
inflación recurrente era una señal de una falencia profunda en la organización económica. Para
combatir a esta era fundamental reducir el déficit fiscal por medio de un ordenamiento del
Estado y el estímulo a las empresas privadas. También, como liberalista, apoyaba la apertura al
comercio internacional. Este enfoque también responde a un contexto internacional de
decadencia del Keynesianismo.
Las teorías keynesianas habían servido durante muchos años, pero el mundo se enfrentaba a
una realidad distinta. Para Keynes, inflación y depresión eran mutuamente excluyentes, pero
para este momento asomaba un nuevo problema que derrumbaba este pensamiento: la
estanflación (estancamiento e inflación combinados). En este nuevo estado de cosas, comenzó a
tomar fuerza otras escuelas económicas como la escuela austriaca, pero principalmente la
escuela de Chicago con Milton Friedman como mayor referente. Friedman había sostenido
(correctamente) que las políticas expansionistas persistentes generaban expectativas
inflacionarias que hacían necesario constantes expansiones monetarias, provocando
eventualmente una espiral de inflación incontrolable.
La tesis fundamental era que, independientemente de la acción de los gobiernos, una tendencia
automática, intrínseca en el sistema, llevaba a la economía a un equilibro indefectible, aquel que
estaba definido por la tasa natural de desempleo. El abandono del sistema monetario de Bretton
Woods en 1971 y la crisis del petróleo de 1973 constituyeron los elementos para comenzar a
analizar la dinámica subyacente en las balanzas de pagos. El enfoque monetarista de la balanza
de pagos ponía en jaque al análisis keynesiano. La idea central era que en una economía abierta,
el sector externo actúa corrigiendo desfases entre oferta y demanda. Con un tipo de cambio fijo,
toda expansión monetaria que no se compensará con un aumento de la demanda de dinero era
ajustada por la reducción de reservas internacionales. Si el tipo de cambio es variable, el
aumento nominal de dinero no se traduce a un aumento real ya que el valor de las divisas se
ajusta de forma que los precios internos crecen hasta equilibrar la oferta monetaria con la
demanda. La aplicación práctica de estas teorías recién tendrá lugar hacia 1980 con el
thatcherismo y reaganismo (economía del lado de la oferta), con la excepción de Chile, en 1974.
Las políticas económicas monetaristas de los vecinos chilenos generaban un cierto ejemplo para
Argentina debido a sus resultados iniciales de éxito.
Política Financiera: de la Reforma a la crisis.
Los tres objetivos económicos de Martínez de Hoz serían:
● Estabilidad de precios.
● Crecimiento económico.
● Distribución razonable del ingreso “de una economía de especulación a una de producción” Se
comenzó por aplicar una política gradualista antiinflacionaria. La devaluación no era opción ya
que todavía estaba latente el recuerdo del Rodrigazo. Se liberaron los precios y el tipo de cambio
se ajustó a la inflación. Se logró así una caída del salario real y consecuentemente una
contracción del consumo interno. Mientras tanto, Argentina había recibido otro préstamo del
FMI. Los primeros resultados de 1976 fueron positivos: se logró reducir la inflación al 2,7%
mensual y el déficit fiscal estaba declinando. No obstante, para 1977 la inflación había trepado a
7% por mes. En marzo de 1977 se estableció una tregua de precios por 120 días. En el mismo
lapso, el Estado postergó los incrementos en los precios de los combustibles. La medida fue muy
criticada, incluso por miembros del equipo económico, y a partir del día 121 los precios
aumentaron aceleradamente. El ministro, entonces, retomó la ortodoxia liberal y avanzó en la
eliminación de los controles de precios, no solo de los bienes sino, también, del dinero. El cambio
más drástico del período fue la reforma financiera. Desde 1976, el sistema bancario argentino
había alternado etapas de relativa libertad con épocas de mayor regulación. Las medidas
principales eran la liberación de las tasas de interés y la descentralización de los depósitos,
desligando la capacidad crediticia de las decisiones gubernamentales. El Banco Central sólo
controlaría la expansión del crédito bancario mediante el establecimiento de requisitos de
encajes sobre los depósitos. El número de bancos aumentó de 119 a 219 entre mayo de 1977 y
mayo de 1980 (indicador de competencia). Las tasas reales se calculaban sumando a la tasa
internacional el riesgo de depreciación cambiaria, dando resultados negativos o positivos de
acuerdo a la inflación vigente. El autor afirma que el impacto sobre el ahorro interno (que tuvo
un pico en 1977) se debió no tanto a la reforma sino a las políticas económicas que deprimieron
los salarios reales y el consumo popular. La explosión financiera que siguió a la reforma acabó
en caos. Se mantuvo una amplia garantía a los depósitos en ausencia de un control de calidad a
la cartera de los bancos.
Estos competían por la captación de fondos, con tasas cada vez más elevadas, pero al mismo
tiempo debían encarecer el crédito para equilibrar el balance. Los tomadores de crédito eran las
mismas empresas que no conseguían financiación en condiciones razonables. La esperanza de
los deudores riesgosos era que un estallido inflacionario finalmente aliviaría la carga de la
obligación. La presión alcista sobre las tasas era reforzada por las empresas públicas que a
partir de 1977 eran autónomas financieramente. La bicicleta financiera y la especulación
provocaron un estallido en 1980, cuando se liquidó el Banco de Intercambio Regional. Se
produjo una corrida cambiaria que acabó con tres bancos importantes (Oddone, De los Andes e
International) y afectó a todo el sistema financiero. El BCRA tuvo que asumir el control de 60
instituciones. Los resultados hasta el momento de la política de Martínez de Hoz fueron escasos
y no se pudo resolver el problema de la inflación. Para mediados de 1977 la inflación ya trepaba
al 140% anual. Se decidió que los desequilibrios del estado y las empresas públicas se
financiarían en el mercado de crédito, a modo de reducir el ritmo de creación del dinero.
Luego de la reforma financiera la oferta monetaria aumentó casi 3%, pero la inflación siguió
trepando. Se redujo el nivel de producción, se dispararon las tasas de interés, provocando una
recesión breve pero intensa. La postura monetarista exigía que se insistiera con la moderación
en la emisión monetaria hasta calmar las expectativas inflacionarias. Desde el comienzo, el
gobierno controlaba el tipo de cambio mediante operaciones de crawling peg (ajustes graduales),
pero debía elegir entre controlar el tipo de cambio o la masa monetaria. Hacia mayo de 1978,
parecía que había decidido controlar la oferta monetaria. El BCRA dejó de intervenir en el
mercado de divisas, permitiendo que el tipo de cambio alcanzara su propio equilibrio Luego se
revirtió la decisión y se volcaron a controlar el tipo de cambio. Surge la famosa tablita,
especificando el valor del dólar durante 8 meses a partir de principios de 1979. Las tarifas
públicas, los salarios mínimos y el crédito doméstico tenían sus propias talitas. La tasa de
inflación iba a estar determinado por la suma de la inflación internacional más el ritmo de la
devaluación. Para asegurar este mecanismo, habría recortes de aranceles a la importación para
productos cuya inflación fuera mayor a la internacional más la tasa de depreciación.
Ventajas:
● Definición prevista de la tasa de inflación, que se acentuará a medida que la velocidad de la
devaluación se redujera.
● Modificación en las expectativas inflacionarias genera un atractivo para prestar pesos. Efecto
inicial: ● 1979 → expansión de la actividad económica → balanza comercial positiva entre 1976 y
1979.
● Tasas reales negativas por la inflación.
Desventajas:
● NO SE PUDO ATACAR LA INFLACIÓN.
● ATRASO CAMBIARIO PORQUE EL DÓLAR AUMENTABA MENOS QUE EL NIVEL DE
PRECIOS. → Deterioro de la balanza comercial porque favorece imp y desfavorece expo.
● Explicaciones: 1) no había tal atraso cambiario → la inflación era una consecuencia del
ámbito internacional (gobierno) 2) había atraso cambiario y la inflación se debía a un exceso de
oferta monetaria 3) el alto nivel de gasto público y privado, estimulados por la tasa de interés
real negativa, estimulaba la demanda agregada provocando inflación. 4) inercia inflacionaria y
arraigo a las prácticas indexadoras. 1980 → se revierte el signo de la balanza comercial y la
confianza se deteriora. La crisis bancaria es una primera señal, que redujo notablemente las
reservas del BCRA. Todos los sectores productores estaban disconformes (salvo la industria
naval y automotriz).
En Julio de ese año se anunció una profundización del plan de estabilización, que incluía, el
levantamiento de las últimas trabas para tomar créditos en el exterior. Sin embargo, ya estaba
asentada la desconfianza en la Argentina. Se anunció una corrección hacia arriba de la tasa de
depreciación, pero ya en 1980 se produjo una corrida contra el peso. Se perdieron más de la
mitad de las reservas acumuladas (5000 millones de dólares).
Política comercial: de la apertura exportadora a la avalancha importadora. La apertura de la
economía al comercio internacional fue el segundo tema más importante en el debate de la
política económica, sólo superado por la lucha contra la inflación. En cuanto a la balanza
comercial, si bien los años de Martinez de Hoz estuvieron caracterizados por un aumento
significativo de las importaciones, también se produjo un crecimiento exportador, gracias a los
recortes en las retenciones.
A partir de 1980, un embargo cerealero impuesto por Estados Unidos a la Unión Soviética
favoreció a la Argentina ya que gran parte de la producción se destinó a este Estado. En cuanto
a las importaciones, se estableció una política de reducción arancelaria gradualista a fin de no
perjudicar a las industrias que competían con bienes importados. La inflación se contuvo
reduciendo aranceles a aquellos productos cuyos precios aumentaran más de lo que establecía
la tablita y para fomentar la inversión se aceleró la reducción de tarifas a la importación de
bienes de capital. Este comportamiento errático en la dinámica comercial fue fundamentalmente
por dos fuerzas opuestas: por un lado, la reducción a los aranceles favorecía a los productos
exportables, pero el atraso cambiario beneficiaba a los no comerciables. El sector más
perjudicado fue sin duda el industrial, ya que la apreciación de la moneda nacional perjudicaba
a aquellas industrias que competían con productos extranjeros. Entre 1974-1980 la industria
redujo entre tres y cuatro puntos su participación en el PBI.
Hacia 1980 se abandonó definitivamente la tablita y hubo varias devaluaciones. Se desdobló el
mercado cambiario para que el dólar utilizado para operaciones financieras alcanzara su propio
techo, mientras se mantenía bajo control el dólar comercial. El problema del déficit externo era
simultáneamente atacado con medidas arancelarias que dejaban sin efecto el programa
quinquenal de reducciones puesto en marcha en el '79. Se estatizó la deuda externa privada. En
los países desarrollados se combatía la inflación con una fuerte restricción de la emisión, lo que
disparó las tasas de interés internacionales y encareció la deuda externa. Se puso en marcha en
noviembre de 1981 un sistema de control de las tasas de interés para morigerar la retracción
productiva, pero al poco tiempo un golpe de palacio acabó con la presidencia de Viola. Con
Alemann como ministro de economía bajo el mando de Galtieri se intentó imponer una reforma
aún más liberal que la de Martínez de Hoz, pero el conflicto por Malvinas impidió que ésta
prosperase. También era un gran problema la deuda: Cuando culminó el boom de los
petrodólares y los préstamos a los países periféricos, la Argentina y muchos países
latinoamericanos se encontraban incapaces de hacer frente al pago de la deuda. Por el lado
interno, poco se había hecho para reducir el déficit fiscal, que durante el 77 se redujo con
respecto al 75 solamente por el final de la cuasi hiperinflación. En 1982, el ministro Dagnino
Pastore y el presidente del Banco Central Domingo Cavallo, sucesores de Alemann, iniciaron una
política redistributiva. Las deudas contraídas crecerían de acuerdo con una tasa de interés que
resultaba negativa. Asimismo, el Banco Central extendió créditos al resto de los bancos también
a tasas menores a la inflación. Este índice, que llegó a alcanzar un 27% mensual, licuó las
obligaciones de los deudores.

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