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CAPITULO 5 “UNA DÉCADA DE INESTABILIDAD”

La revolución libertadora
El golpe de Estado organizado por la oposición a Perón contó con la decisiva participación de oficiales del
Ejército y de la Armada, encabezado por el Gral. Lonardi. Perón, aunque contaba con un gran apoyo de la
sociedad, ofreció su renuncia ante la oposición, lo que evitó una guerra civil entre los peronistas y militares.
El Gral. Lonardi ante el triunfo en su golde de Estado se proclamó presidente provisional, luego fue
reemplazado por el Gral. Aramburu tras un acuerdo entre los oficiales del Ejército y la Marina. Dicho
gobierno se autodenominó “Revolución Libertadora” para argumentar su siguiente decisión, la eliminación
y proscripción del Partido Peronista y la CGE. También anuló por decreto la Constitución de 1949 y
reinstauró la de 1853. Se encubrió el retorno al liberalismo económico y social. Creó un órgano de
asesoramiento denominado “Junta Consultiva Nacional”. La situación del gobierno empezó a tornarse
delicada debido a la organización peronista de sabotajes y huelgas que enrarecían la situación social.
Debido a esto, el gobierno en 1957 convocó a una convención constituyente como paso previo a la elección
de un nuevo presidente. Dicha elección se iba a llevar a cabo en febrero de 1958 e iba a estar disputada por
las dos partes del radicalismo, donde se impuso Frondizi con el 45% de los votos tras usar como
herramienta la proscripción del peronismo, y provocando un fuerte resentimiento de parte de los militares
que componían la Revolución Libertadora. De todas formas, las Fuerzas Armadas, desconformes del
candidato elegido, se opusieron a que asuma (aunque sin lograrlo) y lograron quedarse con cierto poder al
quedar como el “partido militar” que ante cualquier excusa o error por parte del gobierno civil los
incentivaría a actuar contra él.
Política económica de la revolución libertadora
El gobierno de facto buscó el apoyo de Prebisch, quien dio una respuesta afirmativa. Desarrollo un informe
sobre la economía argentina pos peronismo. Señaló distintos aspectos sobre problemas que presentaba la
economía nacional por el accionar erróneo por parte del gobierno peronista. Señaló la precaria situación de
las divisas, las dificultades del comercio exterior y la necesidad de inversiones extranjeras en sectores
claves como el petróleo. Trató la fuerte inflación como la herencia que dejó el peronismo, la cual era
atribuida a dos factores, la excesiva emisión monetaria y los aumentos masivos de precios y salarios.
Prebisch subestimaba el crecimiento del producto durante la década anterior y, por lo tanto, sobreestimaba
el aumento de la masa monetaria en relación con la producción. Prebisch propuso ciertos planes de corto y
largo plazo, este ultimo con su norte en una profundización del proceso de sustitución de importaciones;
pero se contradecía con el plan de corto plazo que pretendía lograr una estabilidad de los precios y la
superación de los desequilibrios del sector externo, acto que necesitaba de un aumento masivo de
exportaciones, por lo que el plan a largo plazo propuesto no era compatible. Las medidas urgentes de
estabilidad implicaban una reducción de la rentabilidad en el sector industrial, una contracción de la
demanda interna, un encarecimiento de los insumos y bienes de capital importados y una mayor dificultad
de acceso al crédito. La determinación de recurrir al capital extranjero resultaba en este contexto un
paliativo con pocas chances de éxito. La apertura al comercio internacional y la búsqueda de capital
extranjero llevó a la Argentina a firmar los acuerdos del tratado de Bretton Woods, dándole lugar a las
negociaciones con el FMI y el Banco Mundial.
Gobierno de Frondizi
Llegó al poder representando una de las partes de la UCR y con el apoyo de los peronistas. Sus ideales se
basaban en la protección de la industria argentina, poniendo como punto importante el desarrollo de la
industria pesada del país ya que era indispensable, al igual que la explotación de recursos naturales como
el petróleo. Este accionar atacaba el comercio con las empresas británicas. Otro tema que atrajo a los
peronistas era la defensa al proteccionismo que solía proponer el partido peronista, y un ataque hacia los
sectores oligárquicos. Tras ser elegido, sus primeras acciones fueron la amnistía a los sindicatos y al partido
peronista, y puso en acción el plan de autoabastecimiento petrolífero. También aprobó una ley de
liberación educativa, terminando con el monopolio del Estado en dicha área y permitiendo a la Iglesia
formar una educación privada. También se promulgó una ley de inversiones extranjeras. Renegado de su
pasado socialista y antiimperialista, Frondizi se orientó hacia el liberalismo económico y social, provocando
un fuerte descontento por parte de los peronistas. Las ideas desarrollistas de Frondizi encontraron un límite
cuando se produjo un fuerte descontento con la empresa estatal petrolífera, lo que llevó a una huelga y por
consecuente una represión hacia los gremios participantes. Esto llevó a que dos fuertes partidos
democráticos, el peronismo y la UCR del Pueblo, pensaran en la necesidad de un derrocamiento de
Frondizi. La crisis dentro del gobierno se dio tras la renuncia del vicepresidente Gómez tras desacuerdos
con el presidente, acto que aprovechó la oposición para exigir la renuncia de Frondizi o la actuación del
partido militar. Las relaciones del Poder Ejecutivo con las Fuerzas Armadas seguían siendo críticas, lo que,
tras la actuación de éstas contra el gobierno institucional, sirvió para ganar legitimidad civil. El contexto
internacional ayudaba a la legitimización del gobierno de facto tras las aclaraciones de ayuda contra el
comunismo que buscaban los Estados Unidos en el continente americano.
Desarrollismo
Frondizi antes de asumir como presidente había logrado romper la amnistía peronismo-anti peronismo,
uniéndolos como una única fuerza que lo apoyaría. El grupo formado con Frigerio había realizado un
diagnostico (junto con un programa de acciones) donde caracterizaban a la Argentina como un país
subdesarrollado y desintegrado y por ende había que desarrollar e integrar. El subdesarrollo era
caracterizado por la incapacidad de lograr la expansión autosostenida de las fuerzas productivas. La
estructura del país no permitía una alta tasa de acumulación de capital, que se agravaba por el constante
deterioro de los términos del intercambio originado en el bajo valor agregado a las exportaciones y un valor
agregado a las importaciones constantemente creciente, y que tenia como consecuencia la inflación. Para
el desarrollismo el crecimiento industrial de las últimas décadas había contribuido a agravar el problema.
Dado que su epicentro era el desarrollo de las industrias livianas, remarcaban la necesidad de importar
bienes de capital. Si bien la industrialización era vista como la solución al subdesarrollo, ésta debía tomar
rumbo contrario del que había tomado hasta entonces comenzando por las industrias básicas como la
petroquímica, automotriz, etc. El desarrollismo criticaba al liberalismo económico, el Estado debía
intervenir firmemente, basado en el principio de eficacia, fijando las prioridades en relación con los
sectores a desarrollar y estableciendo un conjunto de estímulos tales como una protección arancelaria, una
promoción industrial, entre otros. El ritmo de desarrollo debía ser acelerado y se debía potenciar la
acumulación de las empresas locales con una drástica redistribución regresiva del ingreso o acudiendo
masivamente al capital extranjero. En cuanto a la crisis en la balanza de pagos, la única solución era acortar
las importaciones y solo importar la imprescindible, mientras que la necesidad de ahorrar divisas
aconsejaba disminuir la importación de combustible y aprovechar al máximo la producción nacional y la
racionalización del consumo interno. La industria clave a desarrollar era la siderurgia, pero la situación de la
Argentina con respecto al déficit energético obligaba a desechar cualquier estrategia que no lo tuviera en
cuenta. Una vez asumido al poder, Frondizi tomó un ideal anti peronista y para seguir con su ideal de
autoabastecimiento de petróleo eliminó los contratos con las empresas petroleras extranjeras firmados por
Perón. La batalla del petróleo comenzó tras la nacionalización de las reservas de hidrocarburos, y se decidió
que YPF sería el órgano ejecutor de políticas petroleras. Esto generó un descontento por parte de los
peronistas y de los integrantes del grupo de la Revolución Libertadora. Con algo menos de impulso que la
“batalla del petróleo”, surgió la “batalla del acero” en 1958. Si bien el consumo de acero nacional era
extremadamente bajo, un plan económico haría multiplicar la demanda. Sin embargo, la producción siguió
siendo insuficiente, y la importación de acero restaba divisas para importación de bienes esenciales. Si bien
Frondizi logró reducir la inflación hasta el 13,7% (1961), el descontento social por el desprecio del salario
tras la redistribución realizada y el aumento del desempleo, el descontento por parte de los militares por la
toma de decisiones contra aquellas decisiones tomadas por la Revolución Libertadora, y la “traición” al
peronismo, provocaron el fin del gobierno desarrollista.
Gobierno de Guido
Si bien existía un fuerte apoyo por parte de los antiperonistas para el retorno y profundización de la
Revolución Libertadora, se logró mantener un orden institucional para lograr mayor legitimidad en el
gobierno de facto que había derrocado a Frondizi tras elegir al presidente del Senado, José Mario Guido
como nuevo presidente nacional. Si bien dicho gobierno frenó la asunción total de los militares a la
presidencia, era un gobierno débil y condicionado por las Fuerzas Armadas. La situación económica sufrió
una crisis en la balanza de pagos llevó a que se tomaran medidas ortodoxas por parte de Pinedo quien
había vuelto, temporalmente, al Palacio de Hacienda. Entre dicho deterioro económico y de la situación
social, el gobierno sancionó un Estatuto de los Partidos Políticos, donde se proscribía al peronismo y a los
partidos de izquierda. Debido a esta decisión, el Ejercito se divide en azules y colorados. Ambos eran
antiperonistas, pero los azules pensaban que el peronismo era un movimiento nacional y cristiano que
frenaba la aparición del comunismo, y los colorados creían que el peronismo fomentaba el comunismo y el
movimiento obrero. Se enfrentaron dichas partes, donde ganaron los azules. Con el peronismo proscripto y
mandado a votar en blanco tras las ordenes de Guido de ir a elecciones presidenciales, asume como
presidente Arturo Illia.
Gobierno de Illia
Las elecciones ganadas por Illia volvían a poner a cargo a un gobierno democrático restringido por las
Fuerzas Armadas. El gobierno del radical era débil, a pesar de su mayoría en el Senado tenía una grave
contradicción en la cámara de Diputados. En su estructura sufría una contradicción entre izquierdistas y
antiperonistas. De todas formas, Illia optó por proscribir a todos los partidos políticos para legitimar la
democracia, pero tomando decisiones a favor de los antiperonistas. Dichas acciones provocaron un
descontento con los sindicalistas peronistas, quienes iniciaron un plan de lucha que incluía la ocupación de
lugares de trabajo. Si bien el plan fue una prueba de fuerza del poder sindical, a fines del ’64 la lucha
decreció. El gobierno permitió la ofensiva sindical esperando su agotamiento, con la estrategia de explotar
los desacuerdos dentro del sindicalismo. Económicamente, el gobierno apostó a aumentar los salarios y la
emisión de dinero para mejorar el crédito, destinado a la industria y al agro. Se dictó la ley del Salario
Mínimo, Vital y Móvil. Una acción importante que generó repercusiones fue la anulación de los contratos
petroleros firmados por Frondizi, acción que ratificó la negativa de los inversionistas y las industrias
extranjeras. Esto, sumado al “plan de retorno” por parte de Perón generó un descontento en las Fuerzas
Armadas, lo que llevó a un nuevo golpe de Estado con el apoyo del sector empresarial transnacionalizado.
La economía del gobierno de Illia
La nueva administración mostró desde el principio una perspectiva económica alejada del desarrollismo y
que se caracterizaba por un marcado gradualismo inspirado en las políticas económicas keynesianas.
Apuntaba a la expansión global de la actividad económica. Se pretendía alentar un crecimiento mas
equilibrado antes que el desarrollo de ciertos sectores específicos. No ubicaban como causa de los
problemas económicos de la Argentina a la debilidad estructural del proceso de acumulación de capital y
por eso no les parecía necesario recurrir l capital extranjero, al cual el radicalismo había visto con recelo
durante toda su historia. Si ponían como causa el desequilibrio en el sector externo, al cual había que
aplicarle distintos mecanismos de control. El primer ministro de Illia, Blanco, planteó que a corto plazo
había que apuntarse a una reactivación de la coyuntura, para buscar a largo plazo un sendero de
crecimiento sostenido a partir de una utilización mas eficiente de los recursos y una mayor estabilidad.
Comenzó a incrementarse el gasto publico sin impedir la monetización del déficit. La expansión monetaria
posibilitaba un descenso de la tasa de interés, fortaleciendo la demanda de inversión. Acuerdos y reformas
dentro del BCRA permitió al gobierno otorgar créditos al sector privado para la reactivación industrial, la
capitalización del agro y la construcción de viviendas por parte del Banco Nación. Para estimular la
demanda, se fortaleció el salario con políticas como el establecimiento de un salario mínimo, vital y móvil;
se mantuvieron congeladas las tarifas públicas; y se fijaron precios máximos para algunos productos
esenciales. El fuerte crecimiento del PBI en 1964 puso en duda las teorías mas ortodoxas que intentaban
combatir las manifestaciones de crisis con un fuerte ajuste, deprimiendo la demanda y buscando una
mayor estabilidad de los precios. Las políticas keynesianas demostraban que la inflación no era el resultado
de la expansión monetaria y de un gasto público descontrolado. La UCRP estaba en contra de las decisiones
tomadas por Frondizi en cuanto a los contratos petroleros, por lo que llevó a anularlos y esto generó un
freno al acelerado desarrollo de la industria y tener que indemnizar a las empresas por la anulación de
dichos contratos, junto con una necesidad de importar hidrocarburos. Tras la muerte de Blanco, asume
Pugliese como ministro de economía, quien presionaría para la aceleración de la puesta en marcha de un
plan económico apoyado por varios ministros de economía del exterior, el cual consistía en un proyecto
donde las empresas privadas ocupaban un rol muy importante y el Estado solo seria un orientador y
contribuiría con la ejecución de un conjuntos de obras de infraestructura necesarias para el
desenvolvimiento de las actividades privadas, obras que estarían financiadas con el aumento de los
impuestos y las tarifas públicas. La falta de apoyo político que tenia el gobierno radical, sumado a un
descontento social por el cambio de políticas llevo al gobierno de Illia a su fin tras un desvanecimiento de la
economía. Si bien no hubo cambios bruscos, fueron suficientes para realizar un golpe de Estado en 1966,
golpe que usó como excusa el desvanecimiento económico pero que tuvo mas que ver la actitud del
empresario transnacionalizado después de la anulación de los contratos del petróleo y la regulación de
medicamento y de la industria automotriz.

CAPITULO 6 “DEL TIEMPO ECONOMICO A LA CRISIS POLITICA”


Los militares y la Revolución Argentina: Onganía, Levingston y Lanusse
El régimen emergente del golpe de Estado de 1966 no solo destituyó a los miembros del Poder Ejecutivo
Nacional, sino que también a las autoridades provinciales, municipales y hasta los miembros de la Corte
Suprema. La junta autodenominada “Revolución Argentina” designó como presidente al Gral. Onganía. Los
objetivos de la “revolución” se dividían en tres tiempos: el “tiempo económico”, buscaría destrabar el
desarrollo industrial, facilitando la acumulación en los sectores mas modernos, los cuales al disminuir los
costos operativos constituirían un aparato productivo mas eficiente, acabando con la inflación y con los
recurrentes ciclos depresivos; así se dejaría el paso al “tiempo social” destinado a distribuir la riqueza
obtenida en el tiempo anterior para eliminar los conflictos sociales; finalmente se llegaría al “tiempo
político” que en un futuro lejano permitiría la apertura a la participación de la sociedad en el marco de un
incógnito sistema institucional. Hasta la llegada del “tiempo político”, el gobierno no permitiría ningún tipo
de oposición ni manifestaciones. Intervino en las universidades ya que creían que era el principal centro de
educación marxista, logrando que se desalojaran los centros de estudiantes y hasta que varios profesores
de la UBA renunciaran y se exiliaran. La ideología del gobierno de facto era antiliberal en lo político y liberal
en lo económico. Todos debían colaborar con el desarrollo y modernización del país sin necesidad de
debate político ni arbitrariedad social. Para lograr dichos objetivos se basaron en el autoritarismo,
promulgando distintas leyes de corte represivo. También atacaron los gremios, principalmente los de
transporte y energía. Las pequeñas empresas, los productores de agro y hasta los empleados públicos
sufrieron el proceso de “modernización” el cual tenía como único objetivo favorecer a las grandes
industrias y a las empresas extranjeras. Tras distintas represiones, surgió el Cordobazo y luego de ello ya
fueron incontrolables, causando la petición de prologa de su mandato, acto que se realizó en junio de 1970
donde fue sustituido por el Gral. Levingston. El nuevo mandatario no se propuso restituir los espacios
políticos, sino que profundizó la “revolución”. Respondiendo a los cuadros del ejército, influidos por la
oleada nacionalista, tomo una serie de medidas moderadamente nacionalistas tendientes a limitar la
penetración extranjera y a favorecer las industrias nacionales, publicas y privadas. De todas formas, se
convirtió en un nuevo fracaso para el gobierno militar ya que no logro superar el escepticismo de la opinión
publica. Surgió un segundo Cordobazo que provocó la renuncia de Levingston en 1971. La junta de
Comandantes decidió conservar el poder y puso como presidente al Gral. Lanusse, quien decidió
restablecer la actividad de los partidos políticos y anunció el llamado a elecciones generales. Con objetivos
de que sea Lanusse el electo popularmente, se intentó que los partidos políticos que abalaban las Fuerzas
Armadas se unieran y lo eligieran, pero Perón, exiliado en España, se negó a negociar con los militares. Los
movimientos sociales, los guerrilleros y montoneros ya eran incontrolables para el gobierno militar, y solo
el regreso de Perón pudo tranquilizar a la sociedad, y se lo vio como el futuro de las elecciones llevadas a
cabo en 1973. Lanusse decidió su auto proscripción, asumió la responsabilidad del proceso político y
reservó para el gobierno la fijación de las condiciones, los plazos y los objetivos de la salida democrática.
Reformó la Ley Electoral de ballotage para presidente y vicepresidente, con la esperanza de que el
peronismo no alcance la mayoría de los votos en la primera vuelta, y el gobierno militar debía perder las
elecciones en la segunda.
Cordobazo
Con la CGT dividida en dos (“Legalistas” y “De los argentinos”) los sindicatos buscaban la manera de hacerle
frente a la dictadura de Onganía, y los movimientos estudiantiles no se quedaban atrás. A fines de 1969 y
principios de 1970 surge en la ciudad de Córdoba una insurrección popular contra la dictadura tras haber
prohibido la junta de trabajadores y las medidas económicas tomadas por el gobierno de facto, movimiento
que involucró sindicatos, centros de estudiantes y pueblerinos. Tras la tensión social provocada por este
movimiento y el apoyo que recibía, el gobierno de Onganía se debilitó, lo que provocó su reemplazo en la
presidencia, aunque el gobierno militar seguía en pie y los movimientos sociales seguían pidiendo un
llamado a elecciones. Este movimiento fue importante ya que fue la muestra del poder de la sociedad
contra un gobierno antidemocrático, fue un suceso en donde distintos trabajadores y organizaciones
sociales unieron sus fuerzas para hacerle frente a una dictadura. Después de numerosos enfrentamientos
en las calles de la ciudad, los militares lograron el control de la misma, pero desde allí los días de Onganía
ya se veían terminar.
La política económica de la Revolución Argentina
Del golpe de Estado a Vasena
Bajo los lineamientos de lograr objetivos de largo plazo y antes de aplicar un programa económico, el
gobierno de la Revolución Argentina tomo medidas “disciplinarias” en lo político y social. En su principio la
elección de ministro de economía recayó en Salimei, quien tuvo varios desacuerdos e indefiniciones con los
lideres militares y aquellos personajes de las economías exteriores como la de Estados Unidos.
Consecuentemente, tomó decisiones de reformas en la política monetaria y fiscal que no tenían alcance de
largo plazo. Dichas reformas provocaron el estancamiento del PBI y una caída de la inversión bruta, y la
devaluación realizada no mejoro la situación de la balanza de pagos. Tampoco logró solucionar el tema de
la inflación. A fines del 66 comenzaron a aparecer rumores de un posible reemplazo del poco eficiente
ministro, y entre los nombres de los candidatos a reemplazarlo se encontraba Vasena, quien finalmente a
fines de ese año fue nombrado Ministro de Economía.
Plan económico de Vasena
El nuevo ministro era asesor y miembro del directorio de grandes empresas, por lo que tenia el apoyo de
las principales organizaciones empresariales y rurales. Se dispuso a implementar un plan económico
sustentado por una fuerte base de poder. Si bien su plan consistía en un carácter liberal, se diferenció del
resto en que tenia la intención de evitar movimientos bruscos y de corto plazo en la distribución del
ingreso. Desde su punto de vista, los problemas económicos de la Argentina se debían a los elevados
índices de ineficiencia existentes tanto en el sector publico como en el privado. Para acabar con tales
problemas había que realizar una redistribución de los recursos, pero no entre los distintos sectores
económicos, sino entre las actividades de cada sector. El plan implementado a partir de enero de 1967
contenía un conjunto de medidas entre las que se destacaba una sobre devaluación del peso en un 40%
con respecto de la divisa norteamericana, para que funcionara como “colchón” y afirmando que seria la
ultima devaluación. Esta devaluación tenía también como objetivo la atracción de inversiones extranjeras.
Sin embargo, esta devaluación produjo una profunda alteración de los precios relativos. Para compensarlo y
para evitar que se aprovecharan del valor de las divisas implementó un impuesto a las exportaciones de
entre 15-25%. La devaluación encarecía los productos importados, dándole mayor competitividad a la
industria. El programa también contemplaba la institución de incentivos fiscales para promover la inversión
en la industria y alentar la expansión de las exportaciones de los productos no tradicionales. Se
instrumentaron medidas fiscales y de racionalización en el sector público, subrayándose aquí el aumento
de las tarifas de los servicios públicos, el incremento de los impuestos sobre las ventas y las propiedades, y
la reducción o redistribución del empleo público, que apuntaban a disminuir el déficit fiscal y lograr la
estabilización de los precios. Con estas medidas los beneficiados eran el Estado y los capitales extranjeros,
cuyo poder de compra interno se incrementaba apreciablemente. En los meses siguientes se adoptarían
disposiciones complementarias tendientes a garantizar la estabilización de la economía, y por eso se
diferenciaba de otras políticas liberales, la administración de Vasena no produjo una recesión debido a su
política monetaria. En un clima de confianza, varios bancos, sobre todo norteamericanos, y el gobierno de
Estados Unidos aportaron casi 200 millones de dólares, y también tenia el apoyo empresarial y rural del
país. El gobierno lograba exhibir un manejo mas ordenado de las cuentas fiscales. En un principio la
inflación comenzó a descender debido a la fijación de precios, pero esta sufrió un efecto rebote por el
aumento de la carne y de las expectativas inflacionarias desencadenadas por una nueva devaluación y la
influencia del aumento de precios de los productos importados fruto de una mayor inflación a nivel
mundial. Con respecto al sector externo, los resultados inmediatos reflejaron un alivio en la balanza de
pagos, y un saldo positivo de la balanza comercial y los ingresos de préstamos extranjeros provocaron que
las reservas del Banco Central aumentaran notoriamente. Sin embargo, esa mirada fue a corto plazo. En
una vista a mediano plazo dichas políticas en el sector externo provocaron un aumento de la deuda externa
y un desmejoramiento progresivo de la balanza de pagos.
La distribución del ingreso y la dinámica del conflicto social
A la furia del conflicto con los asalariados tras la caída y proscripción del peronismo, había que agregarle la
contradicción entre un sector terrateniente que realizaba su renta en el mercado mundial y una burguesía
industrial protegida que dependía del mercado interno y del flujo de capitales del exterior para no
desequilibrar la balanza de pagos. Y también había que tener en cuenta la puja existente entre las grandes
industrias y las pequeñas y medianas empresas. Con respecto a los asalariados, la estrategia consistió en
una mezcla entre represión con una política tendiente a evitar bruscas redistribuciones a favor de
propietarios del capital, en un marco de crecimiento del PBI. Con respecto a los terratenientes e
industriales, la política estuvo orientada a favorecer a la industria, pero presentando políticas
contradictorias enmarcadas como “te doy, pero después te saco”. Con respecto al conflicto entre las
grandes industrias con las pequeñas y medianas empresas, el plan benefició claramente a las grandes
industrias (sobre todo extranjeras), en un proceso de desnacionalización y concentración de la producción
industrial. Consciente de la conflictividad social, las medias de Vasena intentaron no afectar los ingresos
reales de los asalariados. Si bien hubo una caída de los salarios reales, no fue tan brusco como en procesos
de estabilización realizados anteriormente. De todas formas, las evidencias empíricas demuestran que
hubo una notable reducción del ingreso de los asalariados, a la vez que aumentaban las ganancias de los
empresarios. Aunque en Washington se aclamó al plan de Vasena como uno de los que tuvo mayor éxito en
la época de posguerra, se produjo una de las mayores rebeliones populares y obreras de la historia
argentina (el Cordobazo). Vasena afirmó haber sido derribado por los obreros mejor remunerados del país
El giro nacionalista y la caída de la Revolución Argentina
La caída de Onganía y su reemplazo por Levingston traerían consigo un cambio de política económica. A
esta altura, las campañas de la CGE, el fortalecimiento de las organizaciones sindicales y la aparición de
grupos guerrilleros habían generado una gran escalada de conflictos que se traducían en demandas
contrarias a la extranjerización de la economía argentina. En un principio se designo a Carlos Moyano como
ministro el cual no parecía responder a los reclamos planteados. Aumentó los salarios en un 7% a la vez
que realizó una devaluación. Aplicó retenciones a las exportaciones para quedarse con la diferencia de
cambio, redujo los aranceles de importación y realizó nuevos acuerdos de precios. Luego fue reemplazado
por Ferrer, quien consideraba que los ahorros internos eran suficientes y que, volcados a la inversión,
podrían significar un factor autónomo de reactivación autosostenida de la economía argentina. Pretendía
fomentar la realización de emprendimientos productivos en sectores industriales fabricantes de insumos
intermedios con una mayor participación del capital nacional, y al capital extranjero debía caberle aquellos
rubros donde el capital nacional no intervenía. La obsesión por lograr una diversificación de exportaciones
industriales que permitiera alivianar la balanza de pagos y desvincular la producción industrial del ciclo
económico interno ocupaba un lugar de importancia en el programa de Ferrer. Fuese cual fuese el esfuerzo
realizado por Ferrer, unos meses después, tras la renuncia de Levingston, dejó el cargo de ministro. El
gobierno de Lanusse encaró un nuevo programa de corto plazo con los objetivos de evitar la recesión y el
aumento del desempleo. La intención de las autoridades económicas era controlar la situación sin generar
cambios estructurales de magnitud. Pese a todo intento de control, los salarios aumentaron en un 35%
para fines de 1972 y los precios subieron un 60%, y la deuda externa aumentaba drásticamente y también
se atrasaban los pagos de la misma.
La vuelta del peronismo: La Cámpora, Perón, Isabel Perón.
El regreso de Perón tras 17 años de exilio desarmó los proyectos de Lanusse de ser elegido popularmente
como presidente. Durante su estadía, Perón logro reunir a los representantes de distintos partidos políticos
para unificar la democracia y consiguió el apoyo de el desarrollismo, democracia cristiana, conservadurismo
popular, desprendimientos del socialismo y del radicalismo. Puso como representante de ese frente a
Cámpora y como vice a Lima, pero era la presencia de Perón la que animaba a sus seguidores. Una vez
asumido a la presidencia Cámpora, se agudizaron los conflictos internos del peronismo, lo que concluyeron
con la renuncia del presidente y del vicepresidente. Esto dio lugar a unas nuevas elecciones donde Perón
podía presentarse sin correr riesgos. Perón asumió como presidente en octubre de 1973, y se propuso la
reorganización estatal. Sin embargo, los conflictos gremiales y la petición de aumentos salariales no
disminuyeron, los montoneros y diferentes integrantes de la izquierda tenían una actitud violenta que a
Perón no le agradaba. El conflicto con ellos se desató en mayo de 1974, donde en una conferencia al
público Perón expulsó a dichos movimientos por sus actitudes. La tensión social parecía ingobernable, por
lo que Perón amenazó con su renuncia si esto no frenaba. La muerte de Perón, el 1° de julio de ese año, se
produjo en un momento critico para su proyecto político. Los diferentes partidos políticos y las Fuerzas
Armadas abalaron la continuidad institucional por Isabel Perón, la vicepresidente y esposa del difunto.
Perón era el único capaz de enfrentar y terminar con los conflictos sociales, pero con su muerte éstos se
agudizaron y sumado a la violencia política, se desmoronó por completo el plan peronista. El aislamiento
del gobierno de Isabel Perón con respecto a la situación social, no solo generó conflictos dentro del
peronismo y de la izquierda, sino que también desató y profundizó la violencia de la derecha. Un grupo
terrorista de ultraderecha denominado AAA (Alianza Anticomunista Argentina) comenzó a atacar a todo
aquel que parecía defender ideales comunistas, y mientras el gobierno de Isabel Perón se enfoca en dictar
leyes para la protección del Estado, la AAA llegó a asesinar a diputados justicialistas y miembros de partidos
de izquierda. Para asegurar su permanencia en el poder, Isabel Perón acudió a las Fuerzas Armadas, pero
éstas le dieron la espalda. Agobiada por los acontecimientos, Isabel pidió licencia por enfermedad
alejándose temporalmente del gobierno. El presidente provisional del Senado, Luder, intentó recomponer
el orden social y rehabilitar las instituciones políticas, pero la violencia y los enfrentamientos entre
guerrilleros y las Fuerzas Armadas cada vez eran mayores. Pese a los rumores de su renuncia, Isabel Perón
volvió al mandato en noviembre de 1975 afirmando tener el apoyo de las Fuerzas Armadas y de distintos
partidos de izquierda, pero la realidad es que sindicalistas, partidos de derecha y las mismas Fuerzas
Armadas pedían la renuncia de la presidente. Cediendo a las presiones, Isabel Perón adelanto las
elecciones presidenciales para octubre de 1976. Un nuevo equipo económico encabezado por Cafiero
intentó recrear la política de concertación, pero naufragó ante la imposibilidad de contener la lucha por la
distribución del ingreso, las demandas salariales y el desinterés de los empresarios. A Principios de 1976
Isabel Perón realizó una renovación de su gabinete, acto que repercutió en todos los partidos políticos y
provocó el comienzo de una movilización militar, activando la cuenta regresiva para su derrocamiento. La
Embajada y un informe de la ONU (pos gobierno de Isabel Perón) opinaron que “La señora de Perón ha
mostrado un patrón duradero de reaccionar al estrés personal o político con angustia y depresión” y
también dijeron que tuvo graves reacciones emocionales tras la perdida de su marido y tras la destitución
de Rega del Poder Ejecutivo. Videla para entonces había convocado a un Ultimátum tras las peticiones de
distintos representantes de partidos políticos y sectores empresariales, por lo que, terminado el tiempo,
procedió el 24 de marzo de 1976 al derrocamiento del gobierno peronista.
La política económica de Gelbard (gobierno Perón-Perón)
El sustento de la política económica de Gelbard partió de la formulación de un acuerdo político con la CGE y
la CGT. Se aspiraba alcanzar un aumento de la participación de los asalariados en el ingreso nacional y para
ello se implementaría una política salarial tendiente a incrementar los ingresos reales de los trabajadores.
También se buscaba estabilizar los precios hasta reducir sustancialmente los índices elevados que tuvieron
como herencia. Para ello, la política antiinflacionaria no podía estar desvinculada de la salarial. Fue
entonces que en junio de 1973 se firmó un Pacto Social, acuerdo entre el gobierno, los sindicatos y las
industrias mediante el cual se establecía un compromiso el cual incluía el congelamiento de precios y un
alza general de salarios, mientras que se suspendían las negociaciones salariales por dos años. Tras saber lo
que generaba la devaluación por experiencias de gobiernos anteriores, la administración de Gelbard no
acudió a tal herramienta, sino que impuso controles sobre el tipo de cambio de divisas. A su vez
incentivaba las exportaciones para evitar que el crecimiento esperado se malograra por un cuello de botella
en la balanza comercial. Se firmaron acuerdos comerciales con países socialistas para tratar de ampliar un
mercado potencialmente importante. Incentivó la producción y exportación agrícola.

CAPITULO 7: “LA DICTADURA MILITAR Y LA CRISIS ECONOMICA”


Golpe de Estado del 24/3/1976: Cambios, factores internos y factores externos
A partir del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 comenzó a implementarse un conjunto de medidas
que tuvieron un importante impacto en la esfera económica argentina, produciendo una ruptura de las
características estructurales del funcionamiento de la económica del país. El proceso de cambio se
encontraba estrechamente vinculado a factores de orden interno, aunque también a las transformaciones
de la coyuntura económica internacional, y a la particular articulación entre ambos conjuntos de factores.
Respecto el contexto internacional, existen las consecuencias del proceso de internacionalización que se
desarrolló en un marco general de crisis, con la exacerbación de prácticas especulativas en los mercados
financieros. Esos formaron parte de una puja desde los grandes centros de la economía mundial y los
organismos internacionales para lograr la inserción de los países en desarrollo a los nuevos circuitos
financieros. Los factores internos vinculados al proceso de liberalización eran algo más sutiles. Nuestro país
vivió desde fines de los años ’60 un proceso de agudos conflictos sociales y políticos, las movilizaciones
populares así como la existencia de fuertes grupos radicalizados en la escena política nacional entrañaban
una seria dificultad, tanto para la persistencia de los modos de regulación vigentes como para la
implementación de otros diferentes, que implicaban el abandono del proceso de sustitución de
importaciones, la liberalización de la economía y un nuevo tipo de inserción en la economía mundial. La
existencia de numerosos grupos políticos radicalizados puso en guardia a las grandes potencias que ya
habían intervenido apoyando golpes de Estado en una lucha que adquirió tanto la forma Norte-Sur (guerra
de liberación nacional) como Este-Oeste (luchas en relación con el posicionamiento geopolítico y el
acercamiento/alejamiento del bloque soviético).
Plan económico de Martínez de Hoz
Martínez de Hoz sintetizaba los objetivos centrales de su plan económico en lograr el saneamiento
monetario y financiero indispensable, como base para la modernización y expansión del aparato productivo
del país, en todos sus sectores, lo que garantizará un crecimiento no inflacionario de la economía. Acelerar
la tasa de crecimiento económico. Alcanzar una razonable distribución del ingreso, preservando el nivel de
los salarios, en la medida adecuada a la productividad de la economía. Su diagnóstico señalaba que la
economía argentina era básicamente sana y que su problema central consistía en una excesiva tasa de
inflación, originada en la puja distributiva y en el déficit fiscal.
¿Qué medidas se implementaron inmediatamente? ¿Qué medidas se tomaron con las inversiones
extranjeras? ¿Y cuáles en el sector externo? ¿Cómo se superaron las dificultades del mercado de
capitales?
Se implementó inmediatamente un congelamiento de salarios por tres meses, se eliminaron los controles
de precios, y se practicó una devaluación del tipo de cambio. Las medidas de contención del salario
nominal se complementaron con otras tendientes a la disciplina de la fuerza laboral. A mediados de 1976
comenzó el avance sobre aspectos más estructurales. Se desreguló la inversión extranjera, otorgando
igualdad de derechos al capital trasnacional respecto del nacional incluyendo a las matrices de las
empresas instaladas en Argentina. Respecto el sector externo, se unificó el tipo de cambio, se eliminaron
regulaciones y subsidios a las exportaciones y se redujeron los aranceles de importación. Las dificultades
que arrastraba el mercado de divisas desde 1975 fueron superadas rápidamente. Dados los excelentes
vínculos del ministro con los organismos financieros internacionales, no le fue difícil lograr que el FMI
aprobara diversos créditos, que fueron acompañados por préstamos de la banca privada. El ingreso de
divisas provocó un cambio de expectativas entre los operadores financieros locales, que detuvieron su
corrida contra el peso, disminuyendo la demanda especulativa de moneda extranjera.
¿Cuáles fueron las críticas a este modelo? ¿Qué provoco las medidas contractivas? ¿Pudieron controlar el
precio las políticas de ajuste tradicionales? ¿Qué provoco? ¿Qué es la medida llamada “La Tablita”? ¿Qué
se esperaba con esa medida?
Las críticas al modelo fueron tanto desde diferentes sectores afectados, como de diversos economistas que
planteaban sus reservas sobre los beneficios de la reforma. Sostenían que, desde el ministerio de
economía, se había dado los tres pasos fundamentales para producir la anarquía financiera que soporto el
país: 1) se concedió al mercado financiero la facultad de un verdadero libertinaje, eliminando o limitando a
su mínima expresión el control del Estado; 2) mientras tanto, y sin contrapartida, se mantenía la garantía de
devolución a cargo de la Nación; y 3) se asegura a los depositantes tasas de interés positivas. La aversión al
riesgo por parte de los empresarios y los altos niveles de las tasas de interés impedían la canalización de los
recursos financieros hacia las actividades productivas, agudizando los estrangulamientos del lado de la
oferta que influían sobre las altas tasas de inflación. El alto precio nominal del dinero modificaba la
estructura de costos, convirtiéndose en un factor autónomo de aumento de los precios. La reforma se
mostraba impotente frente a la inflación y no promovía el aumento esperado de la inversión. El costo
financiero pasaba a ser un componente importante en los costos de las actividades productivas. Otra crítica
apunto a las transformaciones estructurales que la reforma produjo sobre el financiamiento del sector
industrial y el funcionamiento de la economía argentina a partir de entonces. En el nuevo esquema
aplicado a partir de 1976, el objetivo era la eficiente asignación temporal de los recursos, de acuerdo con
las preferencias del consumidor, que entrañaba la necesidad de una liberalización absoluta, para que dichas
preferencias pudiesen revelarse. En ese marco, los problemas del crecimiento y de la inversión carecían de
entidad y quedaban subordinados a la disciplina miento del acontecer social; tanto uno como otro se
convertían en cuestiones aleatorias, de modo que el estancamiento no podía ser interpretado, bajo los
parámetros del nuevo modelo, como un fracaso. El sistema financiero previo a la reforma se orientaba a
subsidiar al sector industrial por medio de tasas de interés reales negativas. A partir de 1977, ese
mecanismo se revirtió y en los años posteriores las tasas de interés para el sector se tornaron positivas,
provocando una transferencia de recursos desde la industria hacia las actividades financieras. Se
impugnaron las debilidades en la conformación del nuevo mercado financiero, tomando en cuenta que este
se organizó sobre la base del corto plazo, incrementando el riesgo y las dificultades de los empresarios para
obtener fondos de largo plazo. Desviaba el grueso de los recursos a la actividad especulativa e
incrementaba la volatilidad, que se agravaba con las bruscas fluctuaciones de las tasas de interés. Las
criticas señalaban que la reforma financiera provoco un gran impacto negativo sobre las actividades
productivas, mientras sus resultados en materia de control de la inflación resultaron altamente
cuestionables. Medidas contractivas: entre estas se destacó una política monetaria mucho más restrictiva,
que derivó en el alza sostenido de las tasas de interés. Se desencadeno una recesión que interrumpió la
recuperación que se venía insinuando los meses anteriores y se manifestó en las estadísticas agregadas en
1978, cuando el PBI se contrajo casi un 4%. El ritmo inflacionario se mantuvo inconmovible, haciendo
fracasar nuevamente el objetivo de controlar la evolución de los precios. Se esperaba que la compra de
activos financieros movilizara recursos para inversiones productivas que expandieran la oferta, y todos
estos cambios desacerarían la tasa de inflación. Sin embargo, las altas tasas de interés pasivas se
conjugaban también con tasas activas muy elevadas, lo cual disuadía la inversión productiva y desviaba
recursos de la producción al sistema financiero, contrayendo la inversión e inhibiendo el incremento
esperado en la oferta. El alto precio del dinero modificaba la estructura de costos y conducía, en contra de
lo esperado, a generar una inflación mayor, al trasladarse los mayores costos financieros a los precios
finales. Las políticas de ajuste tradicionales se revelaban cada vez más impotente para controlar el aumento
de los precios. Se fue gestando un cambio en la orientación en la política económica, iniciado con la
desindexación del tipo de cambio, que produjo un progresivo retraso en la cotización de las divisas y una
gran diferencia en las tasas de interés locales frente a las internacionales. A fines de 1978, se impone una
política que tenía por objetivo la confluencia de la inflación y las tasas de interés locales con los valores
internacionales, combinando la apertura de la economía con la implementación del enfoque monetario del
balance de pagos, mientras se tomaba al tipo de cambio como ancla para los precios internos. “La Tablita”
era la fijación pautada del tipo de cambio y de las devaluaciones futuras de acuerdo con un cronograma
decreciente. Preveía reajustes posteriores del precio del dólar en forma periódica y decreciente, hasta
arribar a un tipo de cambio fijo a principios de 1981. Se esperaba que la inflación local descendiera
paulatinamente hasta llegar a niveles similares a los internacionales. Si esto no ocurría, se produciría un
retraso cambiario y las importaciones se harían menos costosas, forzando a los industriales a reducir sus
precios, bajo pena de ser desplazados por la competencia de los productos importados. Para que la
competencia externa fuese efectiva como freno para el incremento de los precios, se estimó necesario
reducir además los aranceles aduaneros, fijándose un cronograma descendente en enero de 1979, que se
fue anticipando en el tiempo para lograr un efecto más veloz en el combate contra la inflación. En junio de
1980, se eliminaron los aranceles de aquellos bienes que no se producían en el país y se estableció una
estructura arancelaria para los que si se fabricaban localmente.
¿Cuál fue la causa del desmoronamiento de la economía en 1980?
Los sucesivos planes, además de sus devastadores efectos sobre la estructura productiva, reflejaban una
fragilidad asombrosa desde el punto de vista técnico y amplificaban cada vez más los profundos
desequilibrios macroeconómicos. Su perdurabilidad se debía al fuerte apoyo recibido por la conducción
desde el plano político-castrense y de los principales grupos económicos, así como a un contexto
internacional favorable. Esa suerte de consenso comenzó a desmoronarse en 1980, cuando diversos
acontecimientos trocaron el contexto favorable por otro crecimiento ríspido. En primer lugar, la cuestión de
la sucesión presidencial abrirá las primeras grietas en la conducción militar y permitía el surgimiento de
tímidos cuestionamientos hacia la política seguía hasta entonces, en el marco de una creciente lucha
interna por el poder. Pero lo que más afecto al propaga fue el súbito viraje del contexto internacional por
los nuevos lineamientos económicos impulsados por los EEUU., que provocaron una fuerte alza en las tasas
de interés, alterando radicalmente los mercados financieros mundiales; el crédito internacional se tornó,
entonces, caro y escaso. La importancia de los flujos financieros para la Argentina era capital, debido al
incipiente déficit comercial y al saldo negativo de la cuente corriente, sobre la que comenzaron a pesar
cada vez más los pagos de intereses de la deuda contraída en los últimos años, multiplicados ahora por el
alza de las tasas de interés internacionales.
¿Cuál fue la política implementada por el ministro Sigaut? ¿Y cuáles las medidas del ministro Alemann?
Sigaut es nombrado el 2 de abril de 1981, se puso en práctica un intento de conjurar la crisis, operando
fundamentalmente sobre el sector financiero. Ese día, luego de que el ministro afirmase que “el que
apueste al dólar pierde”, se devaluó la moneda en un 28%, eliminando la “tablita” cambiaria e
implementando un sistema de tipo de cambio fijo a ser establecido día a día por el BCRA. También se
redujeron ligeramente los aranceles y se establecieron retenciones temporarias para las exportaciones
agropecuarias. Ya en junio, volvió a devaluarse el peso en un 30%, estableciéndose una pauta futura de
devaluación del 6% mensual, que en septiembre se troco por la apertura de un mercado de cambio
financiero libre y otro comercial con una paridad establecida diariamente por el BCRA. Mientras tanto,
trataba de atenderse la crisis del sector bancario por medio de múltiples mecanismos, tales como,
adelantos, redescuentos, apoyo financiero especial, o el establecimiento de un régimen de préstamos
destinados a la adquisición y fusión de entidades financieras de capital nacional. El objetivo principal de la
política de Alemann se centraba en el control de la indomable inflación por medio de una política
monetaria activa. Para ello, se unifico el mercado cambiar y se liberó la cotización de las divisas, eliminando
la participación del Estado y las empresas públicas en ese mercado. En los hechos, este curso de acción
implico una devaluación del peso. Simultáneamente, se suspendían las disposiciones referentes a los
seguros de cambio y las operaciones de pases, aunque se mantenían las que ya habían sido concretadas.
Las tasas de intereses siguieron en niveles elevados, tratando de restringir la circulación monetaria. Se
intentó reducir el déficit de las cuentas públicas, consideradas el principal factor de la expansión monetaria
que provocaba la inflación por medio de una mayor presión tributaria, imponiendo un derecho del 10% a
las exportaciones que gozaran de reembolsos y extendiendo el importo al valor agregado a los alimentos y
medicamentos con tasas entre el 10 y 12%. Además, se reajustaron las tarifas públicas, que luego fueron
congeladas. Del lado del gasto, se limitaron los montos de los reembolsos a las exportaciones y se
congelaron los salarios del sector público.

CAPITULO 8: “RETORNO A LA DEMOCRACIA Y NEOLIBERALISMO”


Endeudamiento latinoamericano entre 1986 y 1987
Entre 1986 y 1987, la situación del endeudamiento latinoamericano volvió a tornarse critica, sobre todo
cuando el Brasil anuncio unilateralmente, en febrero de 1987, una virtual moratoria y un rechazo de los
condicionamientos impuestos por el FMI. Como consecuencia de estos episodios y del deterioro de las
condiciones económicas internas, los mercados financieros en los EEUU comenzaron a tenderse y la banca
norteamericana aumento en previsión sus reservas. Pero esto no pudo impedir que el 21 de octubre de
1987 se desencadenara una grave crisis bursátil en Wall Street, que hizo recordar la crisis de 1929, obligado
a la intervención del gobierno norteamericano. Los problemas derivados del endeudamiento y de la crítica
coyuntura mundial provocaron también un agravamiento de las crisis fiscales, de los conflictos distributivos
y de “cuellos de botella” en el mercado de divisas de los países latinoamericanos, que condujeron a
alimentar altas tasas de inflación. En algunos casos, especialmente en Brasil, Argentina y Perú, la
aceleración del crecimiento de los precios desemboco en graves episodios hiperinflacionarios. El rechazo
del Brasil al plan de ajuste del FMI influyo en la idea de apoyar nuevos procesos de renegociación, con
fórmulas de reducción de deuda en lugar de créditos nuevos como planteaba el Plan Baker. Fue así como,
en marzo de 1989, el nuevo secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Nicholas Brady, propuso que los
países que habían puesto en práctica planes de ajusto, recibieran ayuda de los acreedores oficiales e
instituciones financieras internacionales para reducir sus deudas, apoyados por recursos financieros
facilitados por los EEUU y Japón. La banca inicio un proceso de reprogramación de las deudas a tasas de
interés más bajas, mientras los programas de privatizaciones comenzaron a atraer capitales privados hacia
las mayores economías de América Latina. Al mismo tiempo, los precios del petróleo iniciaron una
tendencia declinante y posibilitaron mejorar las condiciones de la competitividad internacional de los
países desarrollados, como en el caso de Japón, que pronto desplazo a las naciones de la OPEP como
principal fuente de fondos excedentes. Al mismo tiempo, el comercio internacional se incrementó
notablemente, al amparo de cierta liberalización, aunque el grado del proteccionismo, la regulación y las
barreras al comercio no disminuyeron demasiado. Por eso, a pesar del mayor dinamismo internacional,
más del 80% de la producción continúo volcándose en los mercados internos, mientras que las
exportaciones representaron menos del 20% del producto mundial. Además, gran parte del comercio
exterior se concretó en el interior de los principales bloques económicos, que comenzaron a funcionar
como mercados internos ampliados. En verdad, el comercio mundial de los años 80 y 90 no fue
completamente libre, si no, administrado, debido al predominio de grandes corporaciones en cuyo interior
se desarrolló una parte importante del flujo internacional de mercancías .
El plan económico del gobierno radical llevado a cabo por la gestión de Sourrouille y el Plan Austral
En enero de 1985 Sourrouille dio a conocer un documento que pretendía cubrir la ausencia de un plan de
mediano plazo para la evolución de la economía argentina, en el marco de las restricciones que imponía la
difícil coyuntura. El proyecto fijaba como objetivo de crecimiento una tasa del 4% anual, por medio del
crecimiento basado en las exportaciones y en la inversión. Las proyecciones se basaban en el
mantenimiento de altas demandas de nuestros productos exportables en los mercados internacionales y en
un comportamiento favorable de la tasa de interés internacional. Se delineaba la necesidad de reducir las
tasas de inflación para lograr niveles de inversión aceptables, mientras se manifestaba la necesidad de
coherencia entre las medidas económicas de corto y mediano plazo. Las primeras medidas apuntaron a
recomponer los ingresos públicos y profundizar la inserción exportadora por medio de reajustes del tipo de
cambio y de las tarifas públicas. Se redujeron los plazos legales para el ingreso efectivo de los pagos
impositivos y aduaneros, en el mercado de la carne se impulsó un aumento importante, dejando actuar a la
oferta y la demanda en condiciones particulares y se dieron señales que incentivaron alzas de
determinantes precios industriales. Por medio de un decreto de necesidad y urgencia se inició el “Plan
Austral”, este implico un ajuste fuerte, con el objetivo de evitar una hiperinflación. Las medidas fueron las
siguientes: Cambio del signo monetario introduciendo el austral (su unidad equivalía a 1000 pesos),
congelamiento de precios al 12 de junio, de las tarifas públicas y los salarios, reducción de las tasas de
interés reguladas, devaluación del 15% y congelamiento del tipo de cambio, fijándolo en 0.80 por dólar,
compensada por un incremento de los impuestos a las exportaciones e implementación de una política
monetaria y fiscal estricta, que comprendía una reducción del déficit y del PBI. Esta pauta debía ser
alcanzada por un recorte en los gastos, mayor recaudación y financiamiento por medio de créditos
externos.
Deterioro del Plan Austral y ajustes
Luego del éxito inicial, comenzaron a visualizarse algunos efectos no deseados. Si bien la inflación se había
contraído, persistía un aumento de precios que comenzaría a distorsionar la estructura de precios relativos.
El efecto del Plan Austral sobre los ingresos de los asalariados no fue homogéneo en todos los sectores. El
más afectado fue el sector público, por la rebaja de los salarios en el ajuste de las cuentas públicas. El Plan
Austral implico una caída de las remuneraciones reales en casi todos los sectores de la economía debido a
los períodos de alta inflación. Las empresas se vieron favorecidas por la caída inicial de los costos
financieros y la reducción de las expectativas de devaluación. Pero cuando estas ventajas quedaron
absorbidas, reaparecieron los deslizamientos de precios junto a los pedidos de flexibilización de los
controles. Las tasas de interés positivas afectaban a las empresas pequeñas y medianas ya que tenían
menor acceso al crédito externo. Esto implicaba una presión recesiva. A su vez las tasas pasivas positivas
también incentivaban el ingreso de capitales a corto plazo. En abril de 1986 se anunciaron correcciones al
programa de ajuste, en procura de lograr ciertas flexibilizaciones. Las medidas consistían en nuevos
aumentos de las tarifas públicas y los precios de los combustibles, incluyendo la primera devaluación del
Austral con respecto al dólar. A partir de este momento la política de flexibilización se mantuvo con
reajustes periódicos de estas tarifas y precios de combustibles. Con esto se pasaba de una política de
congelamiento a otra de administración o flexibilización de precios. La nueva fase del Plan Austral no sólo
significaba la administración de los precios sino también la de tipo de cambio, tasas de interés, la de
salarios y la de egresos e ingresos fiscales. Durante 1986, el Plan Austral pareció mantener una relativa
estabilidad de los precios y favorecer el crecimiento económico, luego de la recesión de 1985. En agosto de
1986, se mostraba una lenta aceleración del ritmo del incremento de los precios. El gobierno intento, un
segundo ajuste debido a las presiones inflacionarias. En este momento el presidente del Banco Central,
Alfredo Concepción, fue reemplazado por José Luis Machinea, quien propuso una política más restrictiva en
el manejo de la oferta de dinero, con el fin de reducir la inflación. Las tasas de interés reales activas
descendieron durante dos meses y luego comenzaron a elevarse otra vez. Por consiguiente, el nivel de
billetes y monedas en poder del público descendió con respecto al PBI, mientras que las mayores tasas
estimularon un crecimiento de los depósitos a plazos. Esta política monetaria dio un salto hacia arriba en el
déficit fiscal desde octubre 1986 hasta enero de 1987. Esto paso por la caída de la recaudación aduanera
debido a la reducción de los precios de los productos agropecuarios en los mercados internacionales y a la
declinación de las cantidades exportadas. Por otra parte, la compra de divisas del gobierno para cancelar
sus compromisos con el exterior generaba una expansión monetaria que se trataba de evitar por medio de
altas tasas de interés. Sin embargo, la política monetaria constrictiva también afectaba a las cuentas
públicas. Por un lado, su presión recesiva reducía la recaudación, y por otro, incrementaba la remuneración
a los encajes del sistema bancario, lo que aumentaba el gasto. En consecuencia, cobraron más vigor las
tensiones inflacionarias. En febrero de 1987 el equipo económico lanzó, un congelamiento de precios y
salarios, ante el crecimiento de los desequilibrios en los sectores público y externo, y la incapacidad de
tomar medidas para frenar la inflación. Así hubo intentos de intervenir en algunos mercados cuyos precios
influían en el costo de vida. A su vez el congelamiento de precios y salarios se combinó con una
minidevaluación, pero este intento fracasó rápidamente. Para el proyecto de ley de presupuesto de 1987 el
equipo económico planteo medidas, las cuales proponían una mayor integración de la economía al
comercio mundial, a través de una apertura exportadora, el aliento a la inversión privada, brindando un
marco de expectativas estables con apoyo tecnológico; la reestructuración de mercados de capitales, del
sistema financiero y la reforma del Estado. Esta reforma del Estado suponía una transformación del
régimen de salarios y empleo público, la privatización de empresas públicas, reforma tributaria y reducción
del gasto provincial excesivo. La situación económica comenzó a dar signos de mayor deterioro, influyendo
en ello la presión sindical por mayores salarios y contra la racionalización del sector público; la presión de la
banca privada internacional por el pago de la deuda; la lentitud en la ejecución de las privatizaciones de las
empresas del Estado. También existían problemas de financiamiento en el sector público. El compromiso de
mantener bajo control la cantidad de dinero se vía contraído por el déficit fiscal y por la necesidad de
comprar divisas para cancelar los compromisos externos. Esto obligaba a recurrir a herramientas de política
económica que podían ser explosivas en mediano plazo, en definitiva, deuda externa por deuda interna. A
medida que el mercado de esos títulos se fue saturando, que la deuda crecía y que la inflación ardía, el
gobierno se vio forzado a incrementar las tasas de interés para que sus bonos no perdieran atractivo, lo
cual volvía a repercutir sobre la deuda. Un perverso círculo vicioso comenzaba a horadar las bases del Plan
Austral. El margen de acción del gobierno se fue acotando, las medidas se desmoronaban, y
simultáneamente, las herramientas de política económica en manos del equipo se iban limitando. La caída
del saldo del balance comercial condujo al agotamiento de las reservas de divisas del Banco Central a
principios de 1988. Así el FMI. Retiró su apoyo y en abril de 1988 el gobierno suspendió el servicio de la
deuda a los bancos comerciales por lo que el país ingreso en una moratoria.
Plan Primavera
A mediados de 1988, la economía argentina se encontraba en una situación crítica, en la que se
combinaban la recesión, la inflación, la caída salarias y la desocupación, mientras que la deuda interna
alcanzaba los 46000 millones de dólares. El retroceso salarial genero un conjunto de huelgas en distintos
sectores, y un paro general de los trabajadores de servicios públicos terminó con un importante desorden
en la Plaza de Mayo y actos de vandalismo en los alrededores. En tanto la situación económica y política
interna se deterioran, el sector externo mostraba signos de mejoría: una sequía en el hemisferio norte
elevaba los precios internacionales de algunos productos agrícolas. Ante esta compleja situación, se
presentó una nueva versión de plan de shock, el llamado “Plan Primavera” de agosto en 1988, que contaba
con el apoyo de diversas entidades empresarias, como la UIA, la CAC y la CGI, pero, dadas las medidas
implementadas se granjearía la oposición de otras entidades de no menor peso, como la SRA. El plan
incorporaba varias medidas no implementadas hasta entonces. Por un lado, ante la promesa de Alfonsín a
los productos rurales de no aplicar nuevos impuestos a las exportaciones agropecuarias, se desdoblo el
mercado cambiario, quedando aquellas en el segmento regulado con un tipo de cambio menor. El segundo
mercado llamado “financiero” fue liberado formalmente, pero se anunció que el Banco Central intervendría
en el mismo para que la diferencia entre ambos no superase el 35%. En el primer mercado se liquidarían el
total de las exportaciones agrícolas y el 50% de las industriales, mientras que en el segundo se negociarían
las divisas correspondientes al otro 50% de las exportaciones manufactureras, de las importaciones y los
intereses de la deuda externa de los particulares. Se esperaba un exceso de demanda en el mercado libre,
ya que la mitad del valor de las exportaciones no cubriría el valor de las importaciones más interés, y ese
exceso sería financiado por ventas diarias de divisas por las autoridades monetarias, de forma tal de
mantener la brecha prevista. Por medio del desdoblamiento cambiario, el gobierno trataba, entonces, de
redistribuir a su favor una parte del incremento del precio de los productos agrícolas sin recurrir a las
retenciones; de allí la oposición de la SRA. La estabilidad de precios se basaba en un acuerdo
desindexatorio con las empresas líderes y refrendado por las cámaras patronales más importantes, y no en
un congelamiento. Dado que el Congreso había aprobado a finales de 1987 una ley en la que se restablecía
las negociaciones paritarias libres, los salarios no podían ser fijados unilateralmente por el gobierno. Se
esperaba que los acuerdos entre sindicatos y cámaras empresarias respetaran las pautas de corrección de
precios planteadas entre el gobierno y los empresarios. El efecto antinflacionario del programa se prolongó
esta vez por un periodo mucho más corto, aunque la inflación mensual bajo del 25% a comienzo del plan al
6,8% en diciembre. A su vez, tanto las tarifas públicas como el tipo de cambio tendieron a retrasarse,
acentuando los efectos negativos sobre el desequilibrio fiscal y el del sector externo. El control sobre la
oferta monetaria por el Banco Central se fue debilitando dado el creciente déficit fiscal, el renovado
superávit comercial y la caída en la demanda de títulos gubernamentales. Ante ello, se optó por la
colocación forzosa de deuda en el sistema financiero, a través de encajes remunerados. En el marco de la
campaña electoral, creció la incertidumbre política y la debilidad del gobierno. La escasa capacidad del
mismo para administrar los desequilibrios económicos y la presión de los grupos de poder económicos que
buscaban consolidar posiciones futuras, trababan cualquier proyecto de reforma y quitaban al equipo
económico la posibilidad de fijar incluso políticas de corto plazo.
Hiperinflación, crisis social y especulación financiera
A comienzo de 1989, las expectativas inflacionarias crecieron, colaborando para ello causas tanto
económicas como políticas. El Banco Mundial, que al principio había apoyado el programa económico, en
vista de las dificultades y ante los nuevos aires que soplaban en la recientemente asumida Administración
Bush en el gobierno norteamericano, suspendió los desembolsos prometidos. Para mayo de 1989 era
previsible el triunfo peronista y se esperaba una política de redistribución moderada, con discurso
populista, pero sin modificar el modelo económico en marcha. Durante enero, se produjo una corrida
especulativa contra el Austral, en el cual el Banco Central vendió 900 millones de dólares en quince días. Así
el intento del gobierno por preservar el valor del Austral concluyo en un fracaso. Estas dificultades en el
sector externo se sumaron los vencimientos de la deuda del tesoro, lo que complicaba el manejo
monetario. El 06 de febrero de 1989, las autoridades monetarias ya no contaban con suficientes reservas
para intervenir en el mercado cambiario, por lo que procedieron a reorganizarlo nuevamente, abriendo dos
segmentos con precios regulados para exportaciones e importaciones respectivamente y un tercero libre
para operaciones financieras. Se inició una fuerte fuga de capitales, lo que ocasiono un golpe económico
catastrófico. La especulación fue imparable, lo que disparo la cotización del dólar libre. A su vez, los precios
comenzaron a acompañar la evolución del dólar, por lo que se ingresó en un proceso hiperinflacionario. Las
causas de la hiperinflación eran múltiples y generaron gran controversia en la economía. Estas causas
fueron:
1. La crítica situación de la balanza de pagos.
2. El comportamiento especulativo de importantes sectores económicos.
3. El encadenamiento de aceleraciones crecientes de la inflación.
4. La presión por la distribución del ingreso.
A ello contribuyó también una errática política de contención por parte del gobierno. A fines de marzo,
renuncio el equipo económico de Sourrouille, y los sucedió Pugliese, quien puso en práctica una nueva
reforma cambiaría. Así en las siguientes semanas se desacelero el aumento del precio del dólar, pero la
inflación continuó ascendiendo. Pugliese reconoció su impotencia, criticando ácidamente a los operadores
económicos que continuaban especulando contra el Austral. Renunció a su cargo. El 27 de mayo asumió
Jesús Rodríguez, quien reintrodujo un régimen de control de cambios. El 08 de julio de 1989 Alfonsín le
entregó la banda presidencial a Carlos Menem. El traspaso del poder se concretaba en el marco de un
recrudecimiento hiperinflacionario. Los precios, salarios y tarifas de gas, electricidad y teléfonos subieron
en gran medida, pero los salarios en un índice menor. Aunque en agosto la inflación descendió, pero la
participación de los asalariados cayó. Las consecuencias de la hiperinflación fueron graves:
1.- La monetización de la economía cayó a valores ínfimos.
2.- La deuda interna creció en forma exponencial
3.- Los ingresos de la tesorería General de la Nación se redujeron violentamente en términos reales.
Políticas económicas de los gobiernos menemistas
Durante la gestión menemista, las políticas económicas observaron una orientación claramente neoliberal,
dirigida a avanzar en el retiro del Estado de una serie de funciones, para confiarlas a los mecanismos del
mercado. El proceso reconoció diversas etapas, aunque mantuvo una continuidad en sus ejes conductores.
La primera se denominó el “Plan Bunge y Born”, debido a que dicha empresa, un conglomerado destacado
entre los grupos económicos del país, aporto, como vimos, a dos de sus directivos para ocupar el Ministerio
de Economía. El plan económico intentaba apoyarse en un modelo exportador sobre la base de un
esquema regresivo de funcionamiento de la economía. La hiperinflación y la recesión persistían luego del
cambio de gobierno, de manera que la prioridad del nuevo equipo económico era estabilizar el sistema de
precios, reduciendo los desequilibrios del sector externo y del sector fiscal. Estaba fundado en la economía
de mercado y en la apertura externa, pero en la práctica mantuvo el control de precios, concertado con los
empresarios, y el cierre a las importaciones. Sus resultados en materia de incremento de las reservas,
ordenamiento de las cuentas fiscales y estabilización de los precios pronto mostraron alta volatilidad. Por
eso, se lanzaron nuevas medidas, entre las que se destacaron: una drástica devaluación de la moneda
nacional, fuertes subas en los precios de los combustibles, las tarifas eléctricas, el gas, los transportes y
otros servicios públicos, mientras se otorgaba un aumento limitado a las remuneraciones. Sus efectos se
tradujeron en un recrudecimiento inflacionario inicial, que llego al 200% mensual, para luego descender al
9%. Como contrapartida, se profundizo la recesión, especialmente en el sector industrial, se amplió la
brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, y se produjo una pérdida significativa de divisas.
También fracaso la concertación de precios con el sector empresario, al no poder retrotraer los precios al 3
de julio como se esperaba. El país quedo sumergido en una segunda ola hiperinflacionaria, con tasas del
40% en diciembre, el 79% en enero, el 61% en febrero y el 95% en marzo. Esta primera etapa represento un
intento de establecer una política económica basada en la comprensión de los ingresos de los sectores
populares, privilegiando a grandes grupos económicos internos. Aunque el programa estuvo enmarcado a
nivel internacional por el Plan Brady, no contó con la simpatía de la banca acreedora ni de algunos sectores
exportadores, ya que la reducción del gasto público dilato los pagos a los acreedores externos y suspendió
subsidios de promoción. La segunda etapa se inició el 18 de diciembre de 1989 y se prolongó hasta febrero
de 1991, bajo la conducción de Erman González. Ante las dificultades para controlar las principales
variables, Erman González aplicó al principio una política de tipo de cambio libre con flotación sucia y una
liberalización de los precios, y dispuso un aumento salarial de suma fija equivalente a aproximadamente
quinde dólares. Se mantuvieron las tarifas públicas y se derogó un incremento de las retenciones
agropecuarias que había sido dispuesto pocos días antes por la gestión económica anterior. Este conjunto
de medidas, denominado “Plan Erman I”, genero nuevas tendencias inflacionarias, sin solucionar los
desequilibrios fiscales, agravados por las abultadas deudas interna y externa.
Plan BONEX
Pocos días después, en enero de 1990, se lanzó el “Plan Erman II”, consistente en un canje compulsivo de
los depósitos a plazo fijo y en caja de ahorro existentes al 28 de diciembre de 1989 y los títulos de deuda
interna de Estado por títulos públicos en dólares a diez años. Solo se reintegró en efectivo un pequeño
porcentaje de los depósitos a las personas físicas, y a las empresas, el monto necesario para el pago de los
sueldos y jornales, el aguinaldo y las cargas sociales de diciembre. Además, se prohibió temporalmente a
las entidades financieras la recepción de depósitos a plazo dijo, autorizándoles luego la aceptación con
plazos mayores a 90 días. En el periodo de transición, las entidades solo podían recibir depósitos y otorgar
créditos en Bonex y en divisas a tasa libre. El Estado logro reestructurar su pasivo, canjeando deuda de
corto plazo en moneda nacional por otra a largo plazo en divisas, con lo cual alivio la situación
presupuestaría y anulo una de las principales fuentes de distorsión al eliminar el déficit cuasi fiscal
provocado por la remuneración a los encajes bancarios. Se esperaba una caída de las demandas y de la
cotización del dólar, por el presidente del Banco Central se lanzó a comprar divisas, expandiendo la masa
monetaria, generando una desconfianza que mantuvo elevada la demanda de dólares. Se produjo otro pico
hiperinflacionario en febrero.
Tercer Plan de Erman
El 1º de marzo se lanzó el “Plan Erman III”, que reafirmo el rumbo neoliberal, encarando reformas de la
estructura del sector público y de la economía en su conjunto: se dispuso un severo control de las compras
y contrataciones del Estado; se redujo el personal del sector público nacional con congelamiento de las
vacantes, jubilaciones de oficio y eliminación de secretarias; se incrementó la presión tributaria; se
acortaron los plazos de pago de los impuestos y se inició el proceso de privatizaciones. Los planes Erman se
fundaban en liberar el mercado cambiario y los precios, congelando los salarios. Como resultado de estos
planes, y en gran medida, a causa de la recesión que provocaron, se incrementaron las exportaciones y se
redujeron las importaciones, lográndose un superávit en la balanza comercial, un incremento de las
reservas y una estabilización del perico del dólar. Los salarios reales, en cambio, se contrajeron debido al
congelamiento de las remuneraciones nominales en un marco de persistente inflación. El aumento de la
presión fiscal, a pesar de provocar una recesión, permitió incrementar los ingresos, fortalecidos por la
disminución de la inflación que los desvalorizaba en el pasado. La reducción del gasto contribuyo a cerrar el
déficit desde el plano de las erogaciones. Por un lado, el superávit fiscal tenía una función de estabilización
del patrón monetario, y por otro, permitía la transferencia de fondos a la banca acreedora. De allí que el
plan lograra el acuerdo del FMI, con el cual se firmó un memorándum de entendimiento que destrabo un
crédito aún pendiente.
Plan de Convertibilidad de Cavallo
Asumió tras la renuncia de Erman, Cavallo con el “Plan de Convertibilidad”, con objetivos muchos más
amplios y radicales que los planes previos. No solo se planteaba reducir la inflación a la mínima expresión,
sino, además, implementar un conjunto de medidas articuladas que profundizaran la reforma estructural
en curso, extendiendo la privatización de empresas públicas y descentralizando las funciones del Estado,
equilibrando las cuentas fiscales, flexibilizando el mercado laboral, desregulando y liberalizando la
económica, y realizando un amplia apertura comercial y financiera. En ese sentido, el plan trataba de
escapar en sus propósitos de una lógica de corto plazo, ampliando el horizonte hacia el largo plazo e
intentando insertarse en un sendero de crecimiento signado por la búsqueda de una mayor eficiencia en la
asignación y utilización de los recursos financieros y productivos. Tenía tres pilare fundamentales,
establecer una paridad cambiara fija y exigir un respaldo total de la moneda en circulación, trataba de
lograr una estabilidad de precios a largo plazo. El segundo eje era la apertura comercial, que buscaba
disciplinar al sector privado, y el tercero eje estaba constituido por la reforma del Estado y, especialmente,
el programa de privatizaciones. Por medio de esta reforma se trataba de arribar al equilibrio de las cuentas
fiscales, reduciendo el gasto, incrementando los ingresos regulares y sumándole una fuente importante de
ingresos transitorios con la venta de las empresas públicas.
La reforma del Estado y las privatizaciones
La reforma del Estado abarcó un amplio programa de privatizaciones, reformas administrativas y la
transformación del sistema de seguridad social. En primer lugar, se planteaban como un camino para
equilibrar el presupuesto. Debe considerarse que las empresas publicas eran deficientes. La venta de
activos permitía generar también ingresos transitorios de fondos. Además, la posibilidad para los
compradores de pagar una parte con título de la deuda externa reducía la deuda externa, y con ella la carga
futura de intereses sobre las cuentas públicas. En segundo lugar, en un contexto de apertura, se esperaba
que, en el mediano plazo, las privatizaciones eliminaran las distorsiones e ineficiencias inherentes a las
viejas empresas públicas que actuaban en mercados protegidos. En tercer lugar, las privatizaciones
ayudaban a recomponer la previsibilidad. Gran parte de las políticas sectoriales eran realizadas hasta
entonces por medio de las empresas públicas. En la implementación de las privatizaciones no se
balanceaban de igual forma dos cuestiones importantes, que se relacionaban con las causas más profundas
de las ineficiencias y el déficit. Las privatizaciones realizadas a partir del Plan de Convertibilidad, con una
menor presión de los desequilibrios fiscales y de la búsqueda de credibilidad, tuvieron un diseño algo más
prolijo y un marco más abierto en el proceso de licitación, intentando garantizar, además, metas mínimas
en el crecimiento futuro de la productividad y de la competitividad. También se crearon paralelamente al
proceso de privatización, las normas regladoras de los respectivos sectores, de forma que existieran
mayores garantías de tarifas y servicios adecuados.
La desregulación, apertura externa y liberalización económica interna
A fines de 1991, se profundizo la desregulación económica interna, con un avance hacia la flexibilidad del
mercado laboral, la apertura a la competencia del transporte de carga y de pasajeros y la disolución de los
organismos regulares de los mercados de productos agrícolas y ganaderos. También se desregulo el
funcionamiento del mercado minorista, de los seguros y de la práctica de algunas profesiones liberales.
Mientras tanto, se avanzaba en una profunda reforma de las regulaciones del comercio exterior. Desde
1976, como vimos, comenzó un proceso de apertura caracterizado por la rebaja de aranceles, agravada
periódicamente por la sobrevaluación de la moneda local. Estos lineamientos se profundizaron a partir de
1990. Luego de algunas vacilaciones entre utilizar los aranceles como fuente de recursos adicionales para
paliar el déficit público o reducirlos como elemento disciplinador de los precios internos, predomino esta
última alternativa. El objetivo de reducir en un lapso de cuatro años el arancel máximo al 20% y eliminar los
instrumentos paraarancelarios, como cupos, licencias y prohibiciones de importación, se había alcanzado
hacia comienzos de 1991. Otro capítulo fundamental del proceso de liberalización fue la apertura financiera
y la desregulación del mercado de capitales. Ya en 1989 se estableció una total libertad de ingreso y egreso
de capitales, y se autorizó la salida irrestricta de fondos en concepto de intereses, dividendos, etc. A partir
de 1990, comenzaron a desregularse las operaciones en bolsas y mercados de valores locales, aumentando
la oferta de papeles de nuevas empresas. Se creó un régimen de oferta pública para instrumentos
financieros de empresas, proveyendo un financiamiento a menor costo que en el mercado cambiario. El
mercado de capitales también se vio favorecido por el ingreso masivo de inversiones financieras del
exterior, que convirtieron a la Argentina en un nuevo “mercado emergente”. El pago de la deuda externa y
las privatizaciones demandaban, por otra parte, la apertura irrestricta de los flujos financieros con el
exterior, ya que limitarlos se habría contrapuesto a los requerimientos de los inversores externos para
poder girar libremente los beneficios a obtener. Asimismo, la lógica del pago de la deuda externa con
fondos externos reciclados, que incluyera tanto capitales argentinos fugados como créditos externos
nuevos requería una apertura financiera. En ese contexto, se produjo una reconversión del sistema
bancario por medio del cierre de bancos oficiales, la privatización de bancos provinciales, una fuerte
reducción de los bancos cooperativos y un avance de entidades de origen extranjero. Esta tendencia se
profundizo luego de la crisis mexicana, para afianzarse con las sucesivas crisis posteriores, dando como
resultado una importante concentración de los depósitos y una acentuada disminución de la cantidad de
bancos, a partir del cierre, la fusión y la absorción de numerosas entidades.

El sector externo

El sector externo resume, probablemente como ningún otro, los resultados y los problemas del Plan de
Convertibilidad. El comercio exterior registró un notable avance. A pesar del importante crecimiento de las
exportaciones, la mayoría de las ramas industriales tuvo dificultades con sus ventas al exterior, a causa del
retraso del tipo de cambio. Lo verdaderamente llamativo en materia del comercio exterior fue el notable
avance de las importaciones. El acelerado crecimiento de las compras externas se relacionó, en primer
lugar, con el levantamiento de numerosas restricciones, tanto arancelarias como un arancelarias, utilizadas
en el pasado para proteger a la industria nacional o para tratar de sostener un superávit comercial que
generara divisas para el pago de los intereses de la deuda externa. También jugó un rol muy importante la
evolución del tipo de cambio, que fue considerado por numerosos analistas económicos como
sobrevaluado en relación con las necesidades de los productores de bienes exportables y de bienes
transables destinados al mercado interno. Por ese motivo, la industria local sufrió una competencia cada
vez más dura a partir del ingreso creciente de mercaderías extranjeras. Solo una parte de los servicios
estaba a salvo de la combinación de apertura comercial y dólar barato. Se incrementó notablemente la
importación de bienes de capital. En este caso, los determinantes fueron varios, en primer lugar se destaca
la recuperación del nivel de inversión; en segundo lugar, parte de la producción nacional fue sustituida por
bienes de capital importados beneficiados por la desgravación arancelaria; en tercer lugar las cifras
registran el ingreso de bienes de capital destinados a la provisión de servicios de infraestructura suntuaria
en las zonas urbanas, pero con un débil efecto multiplicador sobre el conjunto de las actividades
económicas. El endeudamiento público y privado, a través del pago de intereses y amortizaciones y la
emisión de utilidades de las empresas extranjeras genero una serie de egresos hacia el exterior, a lo que
debe sumarse, una considerable fuga de capitales al exterior que, en 1998, representaban un monto
cercano a los 100.000 millones de dólares. Para Basualdo, el endeudamiento externo no solo produjo una
transferencia de recursos a los acreedores externos, sino también hacia grupos económicos y diferentes
tipos de capital extranjero, a través de la redistribución del ingreso y de transferencias de recursos
provenientes del Estado, dando lugar, a su vez, a esa salida de capital. El monto de los intereses de la deuda
fue creciendo notoriamente, constituyendo una carga cada vez más pesada.

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