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Índice

Créditos
Aclaración
Blurb
Playlist
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Agradecimientos
Sobre la autora
Créditos

Diseño
Aclaración
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de las autoras a solicitar las traducciones de fans, ni mucho menos nombres a los foros o
a las fuentes de donde provienen estos trabajos.

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Blurb
Violet
Ha pasado los últimos siete meses en la cárcel por agredir al tipo que se me insinuó.
He pasado los últimos siete meses deseando poder olvidarme de él.
Ignoré a mis padres y amigos cuando me dijeron que era malo para mí. Le quería a pesar de su
locura. Tal vez incluso a causa de ella.
Pero cuando la policía se lo llevó aquella noche, decidí que tenía que hacer lo que fuera para
olvidarlo. Ignoré sus llamadas, me negué a visitarlo y fingí que no existía. Lo congelé, esperando que
eso fuera suficiente para que me dejara en paz.
No fue suficiente.

Atticus
Ella es lo único en lo que he pensado durante meses. Todo el tiempo que estuve encerrado,
estuve fuera de mí pensando en ella sola aquí fuera sin mi protección. No poder verla ni hablar
con ella casi me mata, pero sobreviví. A duras penas.
Ella cree que ignorándome conseguirá que desaparezca, pero debería conocerme mejor que eso.
Es la Noche del Joker, mi primera noche de libertad y pienso hacerla pagar por lo que hizo. Justo
antes de hacer lo que sea necesario para recordarle lo mucho que me quiere.
Vivir una vida conmigo no será fácil. Lo sé. Pero vivir una sin mí no está en las cartas para ella.
Voy a recuperar a mi chica y quedarme con ella esta vez.

Esta es una novela de 21.000 palabras con temas que algunos lectores podrían considerar
ofensivos. Es el libro 1 de la serie Joker Night, pero puede leerse por separado.
Playlist
Fire Up The Night by New Medicine
1x1 by Bring Me The Horizon & Nova Twins
Sick & Tired by Iann Dior, Machine Gun Kelly & Travis Barker
Popular Monster by Falling In Reverse
forget me too by Machine Gun Kelly & Halsey
Play with Fire by Sam Tinnesz & Yacht Money
deathwish by Stand Atlantic & nothing,nowhere.
NIGHTMARE! by Slush Puppy
Parasite Eve by Bring Me The Horizon
E-Girls Are Ruining My Life by Corpse
Follow You by Bring Me The Horizon
Gangsta by Kehlani
Centuries by Fall Out Boy
Listen on Amazon Music & Spotify
Terapeuta: Sin embargo, viste las banderas rojas, ¿verdad?
Yo: Pensé que era una feria.

- Desconocido
CAPÍTULO 1
Atticus
VOY A MATARLA.
Es decir, no la mataré de verdad, porque no soy el tipo de loco al que le gusta follar
con chicas muertas, pero aun así rodearé con mi mano su pequeño cuello y apretaré hasta
que admita que me pertenece.
Han pasado siete meses, por el amor de Dios.
Durante siete meses, no tomó mis llamadas, ni respondió a mis cartas, ni vino a
visitarme. Yo estaba en la cárcel y ella estaba aquí, haciendo sólo una mierda. Sin mí.
¿No sabe lo loco que me hizo eso? ¿Cómo me paseaba por mi celda cada día y noche
y me arrancaba los putos pelos, preguntándome con quién estaba y qué hacía mientras
yo estaba encerrado allí?
Por supuesto que lo sabe.
Me conoce mejor que nadie.
Tal vez por eso me dejó.
A la mierda. Definitivamente es por lo que me dejó. Pero qué pena por ella; me
importa una mierda si no quiere volver a ver mi cara o no. Ahora estoy fuera y haré lo
que sea necesario para hacerla mía de nuevo.
—¿Adónde? —pregunta el taxista en la estación de tren, encontrando mis ojos en el
retrovisor.
Le doy la dirección y le inclino la barbilla hacia la consola central.
—¿Puedo usar su teléfono?
—¿Pasa algo con el tuyo? —me pregunta, devolviéndome el teléfono mientras se aleja.
—Lo he perdido —digo, mientras marco el número que he memorizado, acercándolo
a mi oído una vez que he pulsado el botón de llamada.
Técnicamente, no es una mentira. Lo perdí, junto con mi libertad, la noche en que le
di una paliza al compañero de estudio de Violet y le prendí fuego a su dormitorio.
Maldito imbécil.
—¿Hola?
—Soy yo.
—¿Atticus? ¿Qué estás...? —Deja de hablar, probablemente mirando su teléfono para
comprobar el número en la pantalla—. Espera, ¿de quién es este teléfono?
—El de mi taxista.
—¿Estás en un taxi? —Parece desconcertado—. Hombre, por favor dime que no acabas
de escaparte de la cárcel.
—No acabo de escaparme de la cárcel —digo sólo para aplacarlo, dándole al taxista mi
mejor sonrisa cuando sus ojos se abren de par en par—. Me dejaron salir hace cuatro
horas.
—¿Qué? ¿Por qué coño no me lo has dicho? Podría haber estado allí para recogerte.
—Porque le habrías dicho que voy a ir.
Una breve pausa y luego suspira, sin molestarse en negarlo.
Sé que me quiere como a un hermano, pero a ella la quiere como a una hermana y
nunca ha intentado ocultar que cree que está mejor sin mí. Es un cabrón por ello, pero
no puedo decir que lo culpe. Probablemente yo también se lo diría, si fuera mejor
persona.
—¿Supongo que necesitas un lugar para quedarte?
Sonrío ante eso, negando con la cabeza, aunque él no pueda verme.
Vivía con Violet en un apartamento fuera del campus antes de que me encerraran y es
un poco bonito que piense que quiero vivir con él ahora. Como si no fuera a volver a mi
propia cama el lunes por la mañana.
—Estoy en Black Ridge, Phoenix. Me voy a casa.
—Atticus... —advierte, dudando un momento antes de decidirse a arriesgar su vida—.
Ella ha seguido adelante. Ya no te quiere y necesitas…
—Si me dices que tengo que lidiar con ella una vez más, te cortaré la lengua y se la daré
de comer a tu madre.
—Jesús —sisea, justo cuando el taxista levanta la vista y me hace una mueca—. ¿Qué
coño, amigo?
—¿Vienes o no? —Murmuro, fingiendo desinterés, pero secretamente espero que lo
haga.
Tal vez sólo un poco.
No lo necesito ni nada. Puedo recuperar a mi chica yo solo. Pero la Noche del Joker
siempre ha sido cosa nuestra, de él, mía, de Violet, de mi hermana gemela y de nuestros
otros dos mejores amigos y será mucho más divertida si estamos todos juntos.
—Sí —responde finalmente—. Ya voy.
CAPÍTULO 2
Violet
—¿SEGURA QUE QUIERES IR ESTA NOCHE? —pregunta Andie, acercándose por detrás
de mí y rodeando mi cintura con sus brazos, dejando caer su barbilla sobre mi hombro.
Frunzo el ceño y la miro en el espejo del baño, encima del lavabo.
—¿Por qué no querría ir?
Ella no responde porque ambas sabemos la razón.
No será lo mismo sin él.
Todos los años, en el Día de los Fundadores, volvemos a casa de la universidad, vamos
al desfile y sonreímos para nuestros padres como los buenos hijos de la Familia
Fundadora que somos y luego nos preparamos para lo que llamamos la Noche del Joker:
la noche que mis cinco mejores amigos y yo inventamos cuando éramos unos malvados
estudiantes de primer año de instituto, en la que todos nos ponemos pintura del Joker en
la cara, nos liamos a golpes en el bosque de nuestra ciudad natal y dejamos que los demás
asistentes a la fiesta busquen la tarjeta del Joker que hemos escondido. El que la encuentra
puede pedirle a uno de nosotros un favor -uno al que no podemos decir que no-, pero
nadie la ha encontrado nunca y espero que nunca lo hagan. Estoy segura de que algunos
piensan que la tarjeta es un mito, mientras que otros se lo toman muy en serio y la buscan
toda la noche.
Todos sabemos que es una tradición estúpida e infantil, pero es nuestra tradición y nos
gusta.
Pero no será lo mismo.
Parpadeo, me aclaro la garganta y me miro el pecho. La vieja cadena que llevo es larga,
el colgante negro y grueso de la cruz está escondido entre mis pechos, pero sigue
pareciendo una gargantilla la mayor parte del tiempo.
Los brazos de Andie me rodean con fuerza y me resisto a sacar el collar para pasar los
dedos por encima.
No pienso en él.
—¿Quieres que termine eso por ti? —pregunta, inclinando la barbilla hacia la pintura
de la encimera.
Sonrío y me doy la vuelta para dejar que me haga la cara, tratando de escuchar, sin
éxito, mientras me habla de cualquier drama que su madre haya preparado últimamente.
Apenas oigo una palabra de lo que dice y estoy segura de que no puedo dejar de pensar
en él.
Atticus Lee, el chico que me robó el corazón hace seis años y que se niega a devolverlo.
Es tóxico. Imprudente. Peligroso.
Malo para mí.
Pero incluso después de siete meses de silencio y paz, todavía se las arregla para hacer
ruido dentro de mi cabeza. Él invade cada pensamiento que tengo. Forma parte de todo
lo que hago, de cada decisión que tomo.
Cuando abro los ojos por la mañana, es en él en quien pienso cuando estoy sola en la
cama en la que me ataba.
Cuando voy por mi café antes de clase, es en él en quien pienso cuando le doy mi
pedido al apuesto camarero, porque me hace pensar en la forma en que solía besarme
delante de él, porque yo era suya y se aseguraba de que todos los chicos lo supieran.
Y cuando usé la ducha de mi mejor amiga esta noche, fue en él en quien pensé mientras
me enjabonaba el cuerpo, recordando la forma en que enganchaba mis dedos sobre la
puerta de cristal mientras me follaba por detrás en esta misma noche hace tres años.
—¿Me estás escuchando siquiera?
—No —admito, riéndome de la cara que pone.
—Al menos podrías mentir.
—¿Desde cuándo te miento?
Me guía fuera del baño y hacia el dormitorio de su infancia, colocándome frente al
espejo de pie para que pueda mirarme. Contenta con mi atuendo y el espeluznante tajo
rojo sangre que me cruza las mejillas y los labios, recorro con la mirada la longitud de mi
cuerpo. Mi larga melena castaña y mis tonificadas piernas cubiertas de malla. Mi corta
falda negra y el top negro que muestra demasiado escote. Mis brazos tatuados y los
piercings en mis orejas.
Estudio cada cicatriz y cada defecto y no puedo evitar preguntarme qué diría si pudiera
verme ahora.
¿Me diría lo mucho que odia esta ropa en mí, porque lo volvería loco de necesidad, al
tener que verme llevarla toda la noche?
¿Cuánto tardaría en escabullirse en la oscuridad, empujarme contra el suelo y
romperme la camisa por la mitad?
¿Qué diría si supiera que todavía pienso en ello...?
—Violet —susurra Andie, un poco demasiado suave para mi gusto—. Jesús, ¿estás a
punto de llorar?
—Yo no lloro.
—¿Qué son, entonces? —me pregunta, tocando las lágrimas que gotean de mis ojos.
—Alergias.
—Estamos en octubre.
—Tal vez soy alérgica a tu maquillaje de mierda.
Se le cae la mandíbula, probablemente por la indignación de que yo diga algo así.
—Mi maquillaje no es una mierda.
—¿Podemos fingir que lo es?
Resopla y me rodea los hombros con los brazos, con cuidado de no mancharnos la
cara mientras me abraza. Cierro los ojos y le devuelvo el abrazo, enfadada conmigo misma
por actuar como una nenaza, pero esta noche es... especial para mí o algo así, así que me
doy un respiro.
—¿Mejor?
—La verdad es que no.
—¿Preparada para hacer el ridículo y beber todos nuestros problemas?
—Joder, sí.
—¿Ya te ha contestado? —pregunta Andie, refiriéndose a Nova, nuestra otra mejor
amiga y hermana gemela de mi ex novio—. Me está ignorando.
—Ignora a todo el mundo —digo mientras saco mi teléfono, sin sorprenderme de que
también me ignore a mí.
Es la mayor solitaria que he conocido y la hemos arrastrado a las fiestas por el cabello
<<a veces literalmente>> desde que estábamos en el instituto. Es tranquila, pero no de
una manera dulce. Todo lo que tiene que hacer es mirar a alguien con esa mirada suya
que dice, te cortaré y se irán por otro lado.
—Voy a ir por ella —decide Andie, girando a la izquierda por su calle—. ¿Vienes?
Asiento con la cabeza y ella se detiene frente a la casa, ocultando el nuevo mensaje de
texto en su teléfono metiéndolo en la consola central. Levanto una ceja interrogativa -
porque es la cuarta vez que ocurre esto esta noche-, pero ella finge no darse cuenta.
Bien.
Salimos de su coche y subimos por el camino hacia el porche, las dos golpeando la
puerta principal como locas hasta que responde.
—¡Está bien, está bien! —dice su madre desde dentro, abriendo la puerta y sacudiendo
la cabeza hacia nosotros—. Maldita Noche del Joker. Nova, ¡trae tu culo aquí abajo!
—Lo siento, señora Lee —dice Andie con dulzura—. No contesta al teléfono.
Michelle se ríe y la despide como si nada y me sonríe con tristeza al ver mi aspecto.
Siempre ha sido amable conmigo ya que me conoce desde que era una bebé y se sintió
mal por mí cuando su hijo y yo rompimos o cuando él fue a la cárcel y yo lo dejé plantado,
pero sé que piensa que estamos mejor separados que juntos.
—Violet, cariño. ¿Cómo estás...?
Nova elige ese momento exacto para aparecer detrás de ella, mirándonos por encima
de la cabeza de su madre sin decir nada. Es un poco incómodo y espeluznante, la forma
en que está de pie allí con su pelo en la cara, pero eso es Nova para ti.
—Bueno, pues que se diviertan, chicas —dice Michelle, alegremente, alejándose hacia
la cocina—. ¡Pero no se diviertan demasiado!
—Lo haremos —le dice Andie, pareciendo confundida mientras piensa por un
segundo—. ¡Quiero decir que no lo haremos!
Nova sigue mirándonos fijamente, cruzando los brazos sobre el pecho y dando
golpecitos con su pie cubierto de tacones de aguja. No me preocupa que me pregunte si
ya he hablado con su hermano, porque estoy bastante segura de que lo odia tanto como
a todos los demás, probablemente incluso más. Puede que ella y Atticus sean gemelos,
pero no tienen ningún tipo de vínculo gemelar especial ni nada parecido. Lo único que
tienen en común es su tendencia a enfadarse a la primera de cambio. Aparte de eso, son
dos personas completamente diferentes. Él es ruidoso, caótico y está dispuesto a todo,
mientras que ella no es nada de eso. Su cabello es incluso más oscuro que el mío, mientras
que el de ella es tan rubio que es casi blanco. Estoy segura de que se lo tiñe así para no
parecerse a él. No funciona del todo bien. Sigo viendo sus ojos dorados cada vez que
miro los suyos.
—¿Qué? —me dice mordaz.
—Hola a ti también, amiga —se burla Andie, paseando sus ojos por la forma de Nova—
. ¿Estás lista?
—Sí.
La sonrisa de Andie cae y entrecierra los ojos, probablemente por la falta de pintura
del Joker.
—No estás preparada.
Las dos tienen una mirada silenciosa durante unos diez segundos y luego Andie la mete
dentro y la arrastra escaleras arriba yo siguiéndola mientras luchan y pelean entre ellas.
Observo divertida cómo Andie inmoviliza a Nova en su propia cama, se sienta a
horcajadas sobre su cintura y saca la bolsa de maquillaje que ha traído para pintarle la
cara.
—Perra loca —grita Nova, contoneándose debajo de ella.
—Quédate quieta, cariño.
—Las odio a las dos.
Pongo los ojos en blanco y me dejo caer en la cama junto a ella, mordiéndome el labio
mientras miro la puerta que lleva al baño que ella y Atticus compartieron durante todo el
instituto. Probablemente me odiaría mucho más si supiera cuántas veces me ha follado
sobre la encimera ahí dentro.
El hombre tiene una manía con los baños.
Aparto el pensamiento y vuelvo a mirar a las chicas, encontrando a Andie ladeando la
cabeza hacia mí con una mirada cómplice.
—Tienes que parar...
—¿Quieres hablarme de esos mensajes secretos que sigues recibiendo? —interrumpí,
porque si ella quiere jugar sucio yo puedo jugar sucio con la misma intensidad.
—No son mensajes secretos —miente—. Es sólo mi madre. Colocada y arruinada, como
siempre.
—Tu madre.
—Sí, mi madre.
—Hmm.
—Hmm —se burla de mí, sacudiendo su pelo rubio rizado por encima del hombro.
—Háblame cuando puedas dejar de romperte el corazón por el chico que te tiraste en
la bañera de su hermana... Maldita sea, Nova, mantén la boca cerrada.
—¡¿Qué?!
—¿Cómo demonios sabes eso? —Pregunto al mismo tiempo, mis mejillas se calientan
cuando Nova me golpea con esa espeluznante mirada de muerte suya.
—Vi, te hacía gritar como si te estuviera matando —responde Andie, agarrando la cabeza
de Nova para mantenerla quieta—. Es un poco difícil de ignorar cuando estás durmiendo
en la habitación de al lado.
—Yo también estaba durmiendo en la habitación de al lado —señala Nova, haciendo lo
posible por hablar con la boca cerrada.
—Sí, bueno. Duermes como un muerto.
—Es cierto —razono, poniendo los labios en blanco cuando sus ojos chocan con los
míos—. Lo siento.
—Vete a la mierda.
Me río en voz baja y Andie termina de maquillarse, sonriendo como una loca mientras
estudia su obra.
—Muy bien. Ahora estás lista.

DEJAMOS el coche en la calle frente la gasolinera y las tres empezamos a caminar una
vez que hemos comprado todo el alcohol que podemos llevar. Andie lidera el camino,
Nova y yo vamos detrás de ella, cortando por la parte más baja de los arbustos al lado de
la carretera. Seguimos el camino trillado hacia el bosque, utilizando las linternas de
nuestros teléfonos para ver por dónde vamos.
Esta noche está helada, de octubre a febrero en Black Ridge hace un frío de mil
demonios y Andie no deja de temblar y de abrazarse al cuerpo. Ella odia el frío, mientras
que a mí me encanta. Es mi estación favorita. Viviría en otoño para siempre si pudiera.
—¿Por qué nunca traes una chaqueta? —Pregunto, agachándome bajo la rama de un
árbol que cuelga.
—Porque escondería mi atuendo asesino.
Asiento con una ligera risa y seguimos caminando. Conocemos este bosque como la
palma de la mano ya que venimos aquí desde que teníamos edad para escabullirnos, así
que no nos cuesta mucho esfuerzo llegar a nuestro destino. Cuando llegamos al lugar de
la fiesta, pasadas las diez, Nova ya nos ha abandonado y ha desaparecido en el aire,
probablemente a través de la enorme multitud reunida alrededor de la pequeña hoguera.
Las llamas nos mantienen calientes, pero el alcohol y las drogas empezarán a hacer efecto
pronto y todo el mundo acabará dispersándose por el bosque para pasar el resto de la
noche, maldito sea el frío.
La gente nos mira y nos despeja el camino a Andie y a mí mientras caminamos.
«Popular Monster» de Falling in Reverse suena a todo volumen en el altavoz portátil que
tengo a mi izquierda. Alguien ya ha colgado un montón de máscaras del Joker en los
árboles para que parezcan cabezas cortadas, probablemente Trystan, porque le encanta
esta mierda. Las luces multicolores están encendidas y colgadas en los árboles ya no
traemos velas aquí, no después de que casi quemáramos esta ciudad en el último año,
por lo que me resulta fácil reconocer varias caras conocidas de la universidad y de nuestra
clase del instituto. Los actuales alumnos del instituto también están aquí, pero no nos
molestan. Son lo suficientemente mayores como para cometer sus propios errores y no
es nuestro trabajo mandar a estos chicos a la mierda con sus padres. Nosotros hicimos
cosas peores cuando teníamos su edad; cosas tan estúpidas que me sorprende que
sigamos vivos.
—¡Oye, Violet! —Trystan grita por encima del ruido, caminando hacia nosotros con esa
sonrisa traviesa que tiene, golpeando su puño contra el mío—. Te ves bien, QB —le dice
a Andie, guiñándole un ojo cuando ella le aprieta los dientes—. ¿Dónde está tu novio?
—No está aquí.
—¿De verdad? —Finge sorpresa—. Estoy sorprendido.
—Ja —dice ella sin más—. Vete a la mierda, Tryst.
Le sonríe, pero ni él ni yo nos molestamos en decir nada más al respecto. He
aprendido que es mejor mantener la boca cerrada cuando se trata de Deacon Wells. Es
un estudiante universitario como el resto de nosotros, muy sexy y con mucho dinero,
muy inteligente, pero probablemente sea el mayor imbécil que he conocido. Trata a
Andie como una mierda porque cree que es demasiado bueno para ella, pero yo creo
que es ella la que es demasiado buena para él. Todavía no puedo entender por qué se
queda con él y no soy la única. A su padre ni siquiera le gusta y a él le gusta todo el
mundo. Incluso Atticus. Lo cual es un gran problema porque a nadie le gusta Atticus. Mis
propios padres ni siquiera lo dejaban entrar a nuestra casa cuando éramos novios en la
secundaria y ahora que se ha ido, les encanta decirme te lo dije. Constantemente me
recuerdan el error que fue para mí enamorarme de él y que debería haberme deshecho
de él hace años.
No pienses en ello.
No...
A la mierda, no pienses en absoluto.
—Necesito un trago.
Trystan abre la boca para decirme algo, pero Andie le corta con una dura mirada,
sacudiendo la cabeza mientras me aparta de la mano.
—Pero, Vi…
—Cállate, Tryst.
—Bien —llama tras nosotros, riendo mientras se dirige a un grupo de universitarias a
unos metros de distancia—. ¡No digas que no intenté advertirte, QB!
Andie lo ignora y nos coge un vaso solo a cada uno del montón envuelto en plástico
que hay en la barra, que no es más que una sucia mesa de madera plegable llena de
cerveza barata, me quita la botella de tequila para servirnos un chupito a cada uno. Me
da el mío y me lo bebo de un trago, mientras le tiendo el vaso vacío para que me dé otro.
—¿Segura que quieres estar aquí? —vuelve a preguntar, agitando el tequila hacia mí—.
Sólo di la palabra y nos llevaremos esto a casa y nos iremos a la cama con un audiolibro
sucio. Que le den a esta fiesta.
—Andie.
—No me digas Andie. Estoy preocupada por ti.
—¿Por qué?
—¿Por qué? —repite, encogiéndose de hombros cuando le dirijo una mirada que dice
que diga lo que quiere decir y acabe con ello—. Muy bien. Porque tus sonrisas son muy
falsas. Bebes todas las noches. No has visto a tus padres en meses.
—Estoy ocupada obteniendo mi título.
—Y ya casi no te presentas a clase —añade, desmintiendo por completo mi argumento—
. Y cuando lo haces, estás drogada o con resaca. Casi siempre las dos cosas.
—¿Qué pasó con lo de beber todos nuestros problemas? —Repito sus palabras de hace
menos de una hora, intentando desesperadamente cambiar de tema.
—Sólo quiero que vuelvas a ser tú. Como antes —murmura, clavando más el cuchillo—
. Quiero decir... sé que tu novio era un loco hijo de puta, pero al menos eras feliz.
—Vaya —digo—, gracias, Andie.
—Lo siento.
—No pasa nada —digo, aunque no sea así.
Sé que no está tratando de herirme, pero me estoy cansando de hablar de esto. Ya es
bastante malo que no se me vaya de la cabeza. No necesito seguir dándole vueltas a todo
en la vida real una y otra vez.
—Joder.
—¿Qué? —Murmuro, sin mirarla mientras empiezo a prepararme un refresco de
vodka.
—Vi.
Frunzo el ceño ante el pánico en su voz, levantando la cabeza para encontrarla mirando
algo detrás de mí. Sigo sus ojos y miro por encima de mi hombro, con la boca abierta
cuando me doy cuenta de lo que la ha asustado.
El corazón traidor me sube a la garganta y siento que me ahogo con él cuando me mira
fijamente a los ojos, sonriendo y sin camisa y repartiendo pastillas a un grupo de chicos a
pocos metros de mí.
Atticus.
CAPÍTULO 3
Atticus
SUS BONITOS LABIOS forman la forma de mi nombre y casi olvido las ganas que tengo
de hacerle daño.
Su cabello castaño oscuro, totalmente liso, le llega hasta los codos y sus tetas casi se
salen de la camiseta negra de tirantes que lleva. Me tomo mi tiempo y desciendo
lentamente la mirada hacia su ombligo, hacia la pálida franja de piel desnuda justo por
encima de su cintura y luego hacia la sexy falda de cuero negro que lleva. Es tan corta que
apuesto a que se puede ver su agujerito rosa cuando se agacha.
Joder.
Me cojo el labio entre los dientes cuando llego a las gruesas botas de combate con
tacón que lleva en los pies, esas putas mallas de rejilla que ella sabe que me gustan tanto
y me prometo a mí mismo que se las arrancaré antes de que salga el sol mañana.
Estará hecha un puto desastre cuando termine, tal y como me gusta.
En ese momento, sus pies dan un paso atrás, como si pudiera leer todos los
pensamientos que pasan por mi cabeza. Vuelvo a mirar a su cara y descubro que sus ojos
azules pálidos están llenos de lágrimas no derramadas mientras me mira como si hubiera
visto un fantasma.
No soy un fantasma, cariño.
Al menos, todavía no. La única manera de que se deshaga de mí así es que coja un
cuchillo y me lo clave en el pecho.
Rápidamente se da la vuelta y me da la espalda y yo le tiro la gran bolsa de pastillas que
tengo en la mano al tipo aleatorio que tengo delante.
—Repártelas —le digo, dándole una palmada en la espalda antes de abrirme paso entre
la multitud que me rodea.
Alcanzo a mi chica antes de que pueda huir y la rodeo con el brazo por el medio,
tirando de ella hacia mi pecho e inclinando la cabeza para presionar mi nariz contra su
pelo. Se pone rígida contra mí, su respiración se entrecorta cuando le acaricio el coño
con la mano libre y se me escapa un gruñido silencioso cuando me doy cuenta de que no
lleva tanga debajo de las mallas.
Sabía que no lo llevaría.
—Atty...
Dios. Oírla decir mi nombre después de tanto tiempo es como una inyección de
heroína en mi organismo.
Sé que ella puede sentir lo duro que me está poniendo contra su culo y me está
costando todo lo que hay en mí no hundir mis dientes en su cuello y mear sobre ella aquí
mismo. Marcarla como mía para que todos la vean.
Porque eso es lo que es.
—Mía —le susurro al oído, cerrando los ojos ante el suave gemido que sale de su boca—
. Joder, nena. Te he echado mucho de menos.
—Atty, no hagas esto.
Recuperando la orientación, le rodeo la garganta con los dedos y la hago avanzar, sin
cejar en su empeño por liberarse.
—¿Me has echado de menos? —Aprieto lentamente, con los dientes apretados contra
el lado de su cara.
No dice nada.
Le aprieto la garganta y ella traga, clavando sus puntiagudas uñas negras en mi muñeca.
La pequeña zorra viciosa me está arañando con la suficiente fuerza como para sacar
sangre, pero no me importa. Me encanta cómo me araña. Me encanta todo lo que hace,
incluso cuando me duele.
—Cariño, responde a la pregunta.
—No —jadea, luchando por respirar.
—No, no me has echado de menos, o no vas a responder a la pregunta.
Más silencio.
Pierdo la paciencia y la levanto del suelo, sujetándola por la cintura y el cuello.
—Oye —ladra Andie, cuando nos alcanza, llevándose las manos a los costados cuando
me detengo y alzo una ceja hacia ella—. Atticus, ¿qué estás...? ¿Cómo...?
—Escúpelo, pequeña —le digo cuando sigue tropezando con sus propias palabras,
sorprendida de verme aquí, sin duda—. No tenemos toda la noche.
—No me llames así —suelta, siempre tan sensible ésta—. Y no te atrevas a hacerle daño
—añade, refiriéndose a Violet, supongo.
—Pero a ella le gusta que le haga daño —digo, sonriendo mientras tomo el lóbulo de la
oreja de Violet entre mis dientes, mordiéndolo y haciéndola chillar—. Díselo, cariño.
—¿Vi? —Pregunta Andie, ignorándome ahora—. ¿Qué hago?
Las lágrimas que vi antes en los ojos de Violet caen por fin y ella deja escapar un sonido
ahogado mientras se acurruca sobre sí misma y se lleva mi mano a la cara, al tiempo que
levanta la otra para pasar los dedos por mi cabello. Sigue dándome la espalda, pero se
aferra a mí como si temiera que fuera a desaparecer en el aire en cualquier momento,
eso me rompe el maldito corazón.
Los ojos de Andie se ablandan al ver cómo su mejor amiga se desmorona, entonces
asiente con la cabeza e inclina la barbilla hacia mí, diciéndome en silencio que vaya a
recomponerla. Me ofrece una botella de tequila y yo suelto la cara de Violet para cogerla,
sujetándola entre los dedos mientras llevo a Violet lejos de todos los jodidos entrometidos
que nos miran. Son lo suficientemente inteligentes como para no mirarla del cuello para
abajo, porque si lo hicieran, ella se tragaría su sangre seca más tarde, cuando le esté
metiendo los dedos en la garganta.
La música se va apagando a medida que avanzo y apenas la oigo cuando encuentro un
lugar privado en medio del bosque. Pongo a Violet de pie y la apoyo de espaldas a un
árbol, acotando su espacio y cepillando su suave cabello detrás de las orejas.
—Violet —le susurro, pasando mis pulgares por la pintura roja de sus labios, untándola
sobre sus mejillas manchadas de lágrimas—. No llores, preciosa. Ya estoy aquí.
—Basta —se ahoga, apartando mis manos de su cara de un manotazo.
—Vi...
—No, Atty. No puedo hacer esto ahora.
—¿No? —Pregunto, sonriendo un poco ante el fuego que vuelve a sus ojos—. ¿Por qué
no?
—¿Por qué estás aquí?
—Esta es mi fiesta también, ¿recuerdas? —Mis ojos se fijan en el collar que lleva «mi
collar» y lo saco de su top, envolviéndolo en mi puño.
—Me refiero a cómo estás aquí. ¿Cuándo saliste?
—Hoy —le digo, sacudiendo la cabeza cuando sus fosas nasales se agitan como si
pensara que le han tomado el pelo sus propios amigos—. Nadie sabía que iba a venir. Ni
siquiera Phoenix. Quería sorprenderte.
Inhala profundamente y uso la cadena para atraerla hacia mí y lamer su labio inferior,
cerrando la mandíbula cuando me da una bofetada en la cara lo suficientemente fuerte
como para dejar una marca.
—Si alguien puede enfadarse aquí, soy yo. —Vuelvo a rodear su cuello con la mano y la
obligo a mirar a los ojos—. Siete meses. Siete putos meses, Violet. Casi me matas.
—Te lo merecías.
—Pequeña zorra.
Ella me abofetea de nuevo y yo le arrebato las muñecas, inmovilizándolas en el árbol
por encima de su cabeza.
—Suéltame.
—No hasta que me beses.
—Que te jodan.
Ladeo la cabeza y separo sus piernas con la rodilla, empujando mis caderas contra las
suyas, disfrutando de la forma en que sus labios se separan cuando aprieto mi polla en su
coño.
—Bésame.
—No.
—Dime que me has echado de menos.
—No.
Harto de esa palabra, le sujeto las muñecas con una mano y le cojo la mandíbula,
manteniendo su cabeza quieta y presionando mi frente contra la suya.
Tiene los ojos muy abiertos y vuelve a mirarme fijamente, estudiando la pintura blanca
que cubre todo el lado derecho de mi cara, la mancha negra alrededor de mi ojo y la
espeluznante sonrisa roja recortada en mi boca que coincide con la suya.
—Dime que me quieres.
—No lo hago —ronca—. Dejé de hacerlo hace mucho tiempo.
Parpadeo ante eso, apartándome un poco.
—Estás mintiendo.
—¿Eso crees? —Ella sonríe, cogiéndome desprevenido y es suficiente para distraerme
de ver su rodilla subiendo y golpeándome en las pelotas.
—Maldita puta —gruño, no a ella <<nunca la llamaría así>> sino al dolor ardiente de mi
polla.
Me arrodillo y me agarro la entrepierna, con la boca abierta mientras intento que me
entre aire en los pulmones. Consiguiendo de alguna manera no vomitar mis intestinos,
miro hacia arriba y busco a Violet, pero todo lo que veo es su espalda mientras se aleja
de mí.
—¡Violet!
CAPÍTULO 4
Violet
TODAVÍA PUEDO OÍRLE gritar mi nombre. Mi corazón se acelera y no puedo seguir
los pensamientos que corren desenfrenados por mi cabeza.
Ha vuelto.
Ha vuelto de verdad y ha venido por mí.
No sé cómo me siento al respecto.
Se suponía que iba a tener más tiempo, más aviso para prepararme, para no ser
sorprendida y llevada como una niña delante de casi todos los que conocemos.
Antes de esta noche, no había planeado lo que haría cuando finalmente llegara este
día. Todavía no estaba preparada para pensar en ello y ahora que está sucediendo, no sé
cómo carajo se supone que debo lidiar con él. Golpearlo en la polla probablemente no
fue un buen comienzo.
Después de hacer eso y alejarme, encontré el camino a esta pequeña cabaña
abandonada a media milla de donde estábamos antes. Ahora estoy sentada en los
agrietados escalones de la entrada, recordando la vez que me dobló en este mismo lugar
y me folló mientras el resto de nuestros amigos se divertían dentro.
Debería haber ido a otro sitio. Cualquier lugar de este bosque habría sido mejor que
este sitio, pero quizá esperaba que me encontrara.
Lo oigo decir mi nombre de nuevo y una pequeña emoción me recorre cuando me
doy cuenta de que se está acercando. Sabiendo que no tardará mucho, saco el porro que
guardé en el lateral de mi bota y quemo la punta con el mechero que encontré en la
sudadera de Atticus la mañana siguiente a su detención. Nadie sabe que lo llevo conmigo
a todas partes, ni siquiera Andie. O que todavía duermo con sus camisetas y leo sus cartas
una y otra vez cuando no puedo dormir.
Esos son mis pequeños secretos.
—Eso fue mezquino.
—Solía gustarte la maldad —respondo, mirando al suelo mientras expulso el humo.
—Todavía me gusta. —Se acerca hasta que sus caderas están justo delante de mi cara,
metiendo el puño en sus vaqueros para enseñármelo—. Ahora está dura de nuevo.
Me humedezco los labios secos y encuentro el valor para mirarlo, sonriendo a pesar
de mí misma cuando baja la mirada hacia mí y se toma un trago de tequila directamente
de la botella. Levanto el porro y lo cambio por el alcohol, la garganta me arde al dar un
trago. Sigue mirándome mientras le da una calada, una nube blanca de humo sale de sus
labios carnosos al exhalar.
Ojalá pudiera decir que he olvidado lo sexy que es, pero no puedo. Nunca podría
olvidar nada de él, por mucho que me obligara a intentarlo.
Su pecho bronceado y sus abdominales están tan recortados como antes, quizá incluso
más. Su pelo oscuro es un poco más largo y desordenado en la parte superior, como si
hubiera estado pasando los dedos por él durante meses y ahora se hubiera quedado así.
Su camiseta está metida en el bolsillo trasero de los vaqueros sueltos y rotos que lleva. Y
esos estúpidos e intensos ojos marrones suyos...
Volvemos a intercambiar, él se deja caer en el escalón de abajo, poniendo su culo entre
mis piernas y sentándose contra la parte interior de mis muslos. No lo detengo, pero
tampoco lo toco, apoyándome en mi mano mientras fumo mi porro en silencio.
—¿Quieres jugar a un juego? —pregunta después de un minuto, inclinando la cabeza
hacia atrás para mirarme de arriba abajo.
—Estoy harta de tus juegos, Atty.
—Mentirosa —me acusa—. ¿Verdad o reto?
Pongo los ojos en blanco y le paso el porro.
—Reto.
Se ríe, pero no parece enfadado porque no haya elegido la verdad.
—Te reto a que me beses.
Suspiro y le tiro de la cabeza hacia atrás por el cabello, haciéndole gruñir, pero no se
queja. Me inclino hacia delante, pero justo cuando mis labios están a punto de tocar los
suyos, él aparta la cara y se golpea el dedo índice contra el cuello.
—¿Aquí? —pregunto, apoyando mi boca en el lugar.
—Aquí —repite, gimiendo en voz baja cuando le paso la lengua por el pulso. Arquea la
espalda y me aprieta los tobillos—. Joder, te quiero tanto.
Mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho, como su animadora personal y lo alejo
antes de hacer algo estúpido, como decirle...
No.
Para, Violet.
—¿Verdad o reto? —Pregunto, aclarándome la garganta al escuchar lo rasposa que
suena mi voz.
—Verdad.
Cabrón.
Esperaba que eligiera el reto para poder desafiarlo a que se alejara de mí, pero parece
que está jugando tan sucio como yo.
—¿Quién te habló de Jared?
—Phoenix —responde, sus ojos se oscurecen al mencionar a mi antiguo compañero de
estudio—. Escuchó a Jared la noche que te dijo que estaba enamorado de ti.
Recuerdo esa noche. Jared se presentó en la fiesta en la que estábamos, se emborrachó
tanto que apenas podía mantenerse erguido, hizo su declaración mientras Atticus jugaba
al billar con los chicos en la otra habitación y luego se inclinó e intentó besarme. Le aparté
de un empujón y le dije que eso nunca sucedería y pensé que eso sería el final. Pero ni
siquiera cuarenta y ocho horas más tarde, el dormitorio de Jared estaba ardiendo, iba de
camino al hospital con la cara ensangrentada y la muñeca rota y mi novio iba de camino
a la cárcel.
—¿Por qué no me lo dijiste? —me pregunta, sacándome del recuerdo.
—¿Y si lo hubiera hecho? —Le digo—. ¿Estás diciendo que no habrías intentado
matarlo si hubiera venido de mí?
—No intenté matarlo —murmura, casi haciendo un mohín—. Sólo quería asustarlo un
poco.
—Bueno, lo lograste. No he visto ni sabido nada de él desde entonces. Creo que se
trasladó a otra universidad.
—Sé que lo hizo.
—¿Eh? —Pregunto, mirando a sus ojos, frunciendo el ceño cuando veo la diversión allí.
—¿De verdad crees que habría podido dormir por la noche allí si supiera que todavía
estaba por aquí? Hice que Phoenix y Tryst fueran a amenazarlo antes de que saliera del
hospital.
—¿Cuándo hiciste eso?
—En cuanto me dejaron llamarlos —responde, con sus dedos fríos rozando la parte
posterior de mis rodillas—. Mi primera llamada fuiste tú. Y mi segunda. Y la tercera. Pero
nunca contestaste —me recuerda, hundiéndose de nuevo en mi cuerpo con una fuerte
exhalación—. Utilicé mi cuarta llamada para asegurarme de que ese pequeño cabrón no
volviera a ponerte los ojos encima.
Intento seguir cabreada con él y con los chicos por haber hecho eso -lo intento de
verdad-, pero sigo colgada de las otras cosas que ha dicho.
Mi primera llamada fue a ti.
—¿Estás enfadado conmigo, Atty?
—Sí.
—¿Quieres hacerme daño?
—Sí —dice con sinceridad, acercándose a mi nuca—. Pero ya sabes que no lo haré. No
puedo. No importa lo que pase. Me mataré antes de hacerte daño de verdad.
Asiento con la cabeza y me muerdo el interior de la mejilla, acercándome a él para
coger el tequila del escalón inferior.
—¿Verdad o reto? —pregunta.
—Verdad —suelto, sorprendiéndonos a los dos.
Sonríe como si hubiera ganado este pequeño juego suyo. Espero que sea un gilipollas
al respecto, pero parece que no es tan descarado como para obligarme a admitir cosas
que no estoy segura de volver a decir en voz alta.
—¿Por qué no llevas bragas ahora mismo?
Levanto una ceja ante eso.
—Ya sabes por qué.
—Dilo de todos modos.
—Porque —empiezo, bajando la cabeza para presionar mis labios contra su oído—. Me
gusta cómo se sienten estas mallas contra mi clítoris cada vez que me muevo.
Maldice y se da la vuelta para mirarme, forzándose entre mis piernas hasta quedar justo
encima de mí, con los escalones clavándose dolorosamente en mi espalda.
—Tu turno —dice.
—¿Verdad o reto?
—Reto.
Oh, joder.
Mis cejas se tensan y abro la boca, pero en lugar de decir lo que se supone que debo
decir, digo todo lo contrario.
—Te reto a que dejes de actuar.
—¿Qué?
—Sé que te estás conteniendo —gruño, aunque mi cabeza me grita que cierre la boca—
. Deja de fingir algo que no eres y muéstrame al chico del que me enamoré.
Su mirada es pura maldad, pero no le tengo miedo. Ahora estoy excitada,
retorciéndome debajo de él, esperando impacientemente lo que hará a continuación.
Después de lo que parecen minutos, pero que probablemente son sólo unos segundos,
enrosca sus dedos sobre la camiseta que llevo puesta y la rompe por la mitad, tal y como
pensé que haría cuando me la puse esta noche. No llevo sujetador, así que mi pecho está
totalmente expuesto. Me aprieta el pezón con los dientes y se me escapa un chillido al
sentir el escozor, pero no cede. Me muerde con más fuerza, castigándome por lo que le
he hecho y se ríe cuando gimoteo e intento apartarle el cabello.
—Atty, para.
Se detiene, pero sólo para levantar la cabeza y pasar al otro pezón, dándole el mismo
tratamiento doloroso que al primero. Estoy a punto de gritar, clavándole las uñas en el
cuero cabelludo y moviendo las caderas, desesperada por quitármelo de encima. Duele
mucho, pero esto es lo que pedí, ¿no? Enfrentarme al verdadero Atticus de frente. Mi
Atticus. El que hace y toma lo que quiere, cuando quiere... que se jodan las
consecuencias.
—Es mi turno otra vez —dice, aflojando un poco para quitar el escozor—. ¿Verdad reto?
—me atraganté, como ambos sabíamos que haría.
—Te reto a que me digas que pares como si fuera en serio —dice contra mi piel—. Dime
que no, cariño.
—No.
—Como si lo dijeras en serio, Vi.
—No —digo de nuevo, más fuerte esta vez—. Quítate de encima de mí.
Suspira como si estuviera decepcionado y chupa la parte inferior de mi pecho,
marcando mi carne mientras lucho y forcejeo debajo de él. Pero es mucho más fuerte
que yo y no puedo escapar de su agarre. Se ríe un poco más y luego mueve su boca hacia
mi cuello, sujetando mis manos a cada lado de mí mientras me hace un chupetón allí
también.
—Jodidamente hermoso —susurra, inclinando la cabeza para hacer lo mismo en el otro
lado—. Me encanta que andes por ahí con mis marcas.
—Estás loco —grita, apartando una de mis manos para golpearme en la cara.
Él cierra los ojos ante el repentino dolor y yo aprovecho para coger la botella casi llena
que hay en el escalón junto a mis pies, la cojo y lo golpeo en la cabeza. La botella no se
rompe, no le he golpeado tan fuerte, pero es suficiente para que yo gane ventaja, salga de
debajo de él y salga corriendo.
—¿Estoy loco? —dice, tras de mí, soltando una carcajada mientras se levanta—. Pequeña
perra asquerosa.
—¡Que te jodan!
—¡Será mejor que corras rápido! —grita—. Porque cuando te atrape, eso es exactamente
lo que va a pasar.
CAPÍTULO 5
Atticus
SACUDO LA CABEZA con un resoplido y cojo la botella con la que me ha fichado,
vigilando su espalda por tercera vez esta noche mientras bebo un trago.
Esa es mi maldita chica.
Sonrío para mis adentros y empiezo a ir tras ella, pero justo cuando mis pies tocan el
escalón inferior, oigo lo que parece un grito cortado procedente del interior de la cabaña.
—A…
—Cállate —sisea alguien más y mi sonrisa se convierte en una sonrisa completa, porque
reconocería esa voz en cualquier lugar.
La puerta se abre antes de que pueda abrirla yo mismo y Phoenix sale, tirando de la
puerta tras de sí y bloqueándola con su cuerpo.
—¿Nos estabas mirando hace un momento? —Le pregunto, mirándolo con su sudadera
negra con la capucha levantada sobre su rubia cabellera.
—No.
—No me mientas, Phoenix —canto, acercándome lentamente mientras balanceo la
botella a mi lado, lista para golpearle con ella si es necesario.
—Mira, está oscuro, ¿vale? No he visto una mierda. Cálmate y ve a jugar con tu chica.
Entrecierro los ojos al oír eso, con desconfianza. ¿Desde cuándo me anima a jugar con
Violet? Cualquier otra noche estaría quejándose y tratando de convencerme de que la
deje en paz.
—¿Por qué? ¿Para que puedas quedarte aquí y jugar con la tuya?
—Ella no es mía.
—¿Quieres que lo sea? —Pregunto, levantando una ceja cuando no dice nada—. Déjame
verla.
—No. —Niega con la cabeza y se hace a un lado para evitar que pase por delante de él,
con los ojos muy abiertos como si estuviera nervioso—. Esta no.
Me quedo mirando su cara pintada de blanco durante un minuto, tratando de averiguar
qué es lo que le hace actuar tan raro de repente. Pero entonces me doy cuenta de que me
importa un carajo lo que tenga ahí dentro. Violet está aquí fuera en algún lugar sin una
puta camiseta y eso siempre será más importante para mí.
—Muy bien —digo, sonriendo de nuevo mientras me alejo—. Diviértete con ella,
hermano.

—SABES que puedo oírte, ¿verdad? — Llamo en la oscuridad, dándome la vuelta


cuando oigo que algo golpea el suelo detrás de mí—. Sigues siendo un desastre en este
juego, nena.
La gran roca que acaba de lanzar rueda hacia la izquierda hasta detenerse, así que me
muevo hacia la derecha, sabiendo que vino de esa manera. Ella suelta una maldición
susurrada y empieza a correr de nuevo. Mi corazón se acelera mientras la persigo por el
bosque, con las hojas y la grava crujiendo bajo nuestras botas, con tanta adrenalina en mi
sangre que siento que podría estar drogado durante semanas.
Le sigo la pista en cuestión de segundos, haciéndola gritar cuando la agarro de la
muñeca y la atraigo hacia mí, golpeando su cuerpo contra el mío. Sus pulmones se vacían,
pero no le doy la oportunidad de recuperarse, levantándola y lanzándola por encima de
mi hombro, evitando por poco otro golpe en las pelotas cuando da una patada.
—Deja de luchar contra mí.
—Bájame —gruñe—. Sabes que odio que me lleven como a una niña.
Lo sé. Pero si quiere seguir actuando como tal y teniendo estas pequeñas rabietas suyas,
entonces seguiré tratándola como tal.
La acompaño unos metros más hasta que se rinde y se relaja en mis brazos, entonces
miro a mi alrededor para asegurarme de que no hay rezagados por aquí. Una vez que
estoy seguro de que nadie va a ver las tetas de mi novia, me detengo justo donde estoy y
la pongo de pie, sujetando su mano por si acaso decide volver a escaparse a la primera
oportunidad que tenga.
—Me toca a mí —digo, levantando el pulgar para manchar la suciedad de su mejilla.
—No —exhala ella—. Esta vez sí que he terminado, Atty. Tú ganas.
Pero yo no gano hasta que ella vuelva a ser mía.
Esas son las reglas y ella lo sabe.
—¿Verdad o reto, Vi?
Parece agotada, pero mi chica valiente me mira fijamente a los ojos y dice:
—Reto.
Le sostengo la mirada mientras saco las hojas de papel arrugadas y dobladas de mi
bolsillo trasero, observando su cara mientras mira mi mano. Reacciona exactamente
como sabía que lo haría. Primero se confunde, luego se da cuenta, se sorprende y
finalmente... se enfada.
—¿De dónde las has sacado? —grita, arrebatando las cartas que le escribí de la cárcel y
aferrándolas a su pecho desnudo.
—Las encontré en tu almohada.
—¿Fuiste a mi apartamento?
—También es mi apartamento.
—Ya no. —Ella levanta la barbilla hacia mí en señal de desafío y yo le dedico una sonrisa
de labios apretados, conteniendo a duras penas mi propia ira mientras me agolpo en su
espacio y le rodeo el cuello con la mano.
—Me estás presionando, cariño.
Su mandíbula se tensa, pero no se resiste. Aprieto su carne un poco más fuerte, pero
no le corto el aire por completo. Sólo lo suficiente para ponerla un poco al límite.
—Tienes mi mechero.
No es una pregunta, pero aun así responde:
—Sí, ¿y?
—Sácalo.
Todavía sosteniendo mis cartas contra su pecho, usándolas para cubrirse, ella levanta
su pie y mete la mano dentro de su bota, luchando por sacarlo con su garganta en mi
mano. Una vez que lo ha conseguido, suelta la pierna y me tiende el mechero, pero no
lo cojo.
—Te reto a que las quemes.
—¿Qué?
—Ya me has oído.
Sus ojos se abren de par en par, el pánico supera a la ira. No hace nada durante lo que
parece un tiempo realmente largo.
No recuerdo cada palabra que le escribí en esa celda. Estaba fuera de mis cabales
cuando escribí esas cosas, cosas realmente desagradables. Pero algo me dice que ella
podría recitarlas mientras duerme.
—¿Cuántas veces las has leído?
—Cientos —admite, tragando contra mi palma—. Son mías, Atty.
—No me importa. Quémalas.
—No.
Nos miramos fijamente un momento y luego le quito el encendedor, usando mi mano
libre para darle la vuelta a la tapa negra y encender la llama. Lo sostengo entre nosotros,
usando la luz para mirar sus bonitos ojos, moviendo su cabeza para estudiar cada
centímetro de su perfecta carita. Sigue pareciendo enfadada conmigo, pero también
parece aterrorizada de que pueda hacer esto. El miedo no es algo que suela ver en ella.
No cuando me está mirando.
—Te quiero, Violet Sinclair —susurro, recordando esa parte—. Eso es lo que escribí al
final de cada una, ¿verdad? Eso es a lo que te aferras.
Al principio no dice nada, los papeles se arrugan aún más dentro de su apretado puño.
—Me dijiste que me odiabas.
—No lo decía en serio.
—Tal vez, pero aun así...
—Maldita sea, Violet, ¿sabes lo difícil que era estar ahí dentro sin ti? —Siseo y su mirada
baja a mi mano en mi polla—. No sólo esto, sino todo. Me dejaste, joder.
—Tú me dejaste primero.
Me echo hacia atrás, usando mi agarre en su cuello para que me mire de nuevo.
—¿De eso se trataba? ¿Querías castigarme por haberme ido a la cárcel?
—No —se defiende, pero entonces su voz se hace más pequeña—. La verdad es que no.
No lo sé.
—¿Qué sabes, Vi? —Muerdo, mi paciencia se agota.
—Sé que estás jodidamente loco. Sé que tu obsesión por mí es tóxica con cojones y que
necesitaba salir. Sé que eres malo para mí y que estoy mejor sin ti.
—Esa es tu madre poniendo palabras en tu boca. No son tuyas.
Ella se encoge de hombros, sin negarlo.
—Quizá tenga razón.
—Tal vez sea una puta.
—Atty.
—Lo siento.
Suspira con fuerza, pero entonces una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios y juro
por Dios que siento como si mi corazón corriera y se estrellara contra el interior de mi
pecho, desesperado por llegar a ella, rogando por probar lo que es mío.
Sin importarme si eso me hace ganar otra bofetada en la cara, aprovecho mi
oportunidad y dejo caer ambas manos en su cintura, presionando bruscamente mis labios
contra los suyos sin previo aviso. Ella no me golpea, pero se paraliza un poco. Y entonces
susurra una maldición y me devuelve el beso.
Me devuelve el puto beso.
Sus dedos se mueven por mi cabello mientras me da su lengua para que la chupe y el
alivio que me recorre casi me hace caer de culo. Incapaz de mantenerme en pie, caigo de
rodillas frente a ella y la miro a la cara, pasando las palmas de las manos por sus mallas.
Se lame el sabor de mis labios y la tiro al suelo conmigo, obligándola a ponerse de
espaldas y tirando de ella hacia mí por la parte trasera de las rodillas. Se estremece al
sentir el roce de las ramas en su carne desnuda y meto la mano por debajo de ella para
coger la botella que se me debió caer antes, encajada bajo su cadera. La arrojo por encima
del hombro y me inclino para besarla de nuevo, ensuciándola todo lo que pueda. Con
ese objetivo en mente, le paso la lengua por la boca, la mejilla y luego bajo hasta su cuello,
sonriendo cuando veo el mechero olvidado junto a su cabeza y el montón de cartas sucias
sobre el que está tumbada.
—Yo gano.
CAPÍTULO 6
Violet
NO PUEDO DEJAR QUE GANE.
Es malo para mí, maldita sea y no puedo dejar que se cuele de nuevo en mi cabeza y
me joda de nuevo.
No puedo...
Pero no voy a quemar esas cartas y seguro que no voy a impedir que deslice su lengua
por todo mi cuerpo. Está en mi clavícula ahora, lamiendo un camino sobre las marcas
que puso en mí fuera de la cabaña antes. La mezcla del frío del aire con el calor de su
boca me hace temblar, pero no tengo frío. Me arde todo el cuerpo, mis piernas se abren
como si tuvieran mente propia, invitándole a tumbarse encima de mí y a meterse entre
ellas. Lo hace y su mano baja por debajo de mi falda para frotar mi clítoris. Arqueo mi
espalda hacia él, necesitando más, empujando impacientemente su cabeza hacia abajo
para que se mueva más rápido.
—¿Quieres algo? —pregunta con una sonrisa en la voz, burlándose de mí.
—Ya sabes lo que quiero —digo entre dientes.
Antes de que pueda parpadear, se sienta sobre sus talones y me abre las mallas,
mostrando mi coño.
—¿Eso es todo? —ruge y yo niego con la cabeza.
—Más.
Sonríe y mira entre mis piernas, recogiendo la humedad antes de deslizar su dedo
dentro de mí. Pero no hasta el fondo, sino sólo lo suficiente para que mis paredes se
estrechen en torno a él.
—No dejarías que nadie más entrara aquí, ¿verdad, cariño?
—No —digo, en parte porque es la verdad, pero sobre todo para complacerlo.
Le encanta preguntarme cosas así y escuchar mis respuestas.
—Así me gusta—, dice en voz baja, introduciendo su dedo hasta que siento el anillo
negro y grueso de su dedo corazón rozando mi entrada.
Me retuerzo y muevo las caderas, con mis sentimientos encontrados sobre ese maldito
anillo saliendo a la superficie. Por supuesto, se da cuenta y su sonrisa se vuelve viciosa al
ver mi cara.
Este hijo de puta.
La última vez que hizo esto, el día que le compré el estúpido anillo para su cumpleaños
el año pasado, me cagaba de miedo que se perdiera ahí arriba. No lo hizo, pero aun así.
No sé si quiero que lo haga de nuevo, pero no abro la boca a tiempo para decir que no.
No es que vaya a parar si se lo digo, de todos modos. <<No>> nunca significa no entre
Atticus y yo. Nos conocemos desde hace tanto tiempo que siempre sabemos lo que piensa
el otro. Él conoce mis límites, al igual que yo conozco los suyos -y no es que tenga muchos-
y sólo se detendrá si cree que realmente lo quiero.
Con los ojos puestos en los míos, mueve el anillo hacia arriba y lo coloca en la punta
de su dedo, girándolo al revés para que quede boca arriba cuando ponga la palma de la
mano boca abajo. Entonces introduce con cuidado ese dedo dentro de mí y me folla con
él, enganchándolo hacia arriba, la parte cuadrada del anillo rozando el punto de mi
interior que me hace gemir cada vez que lo toca.
—Atty —digo, confusa, porque estoy flipando pero sintiéndome bien a la vez—. Joder.
—¿Qué pasa, nena? ¿Necesitas mi lengua para sentirte mejor?
Asiento sin poder evitarlo y él se pone a trabajar, sosteniéndose con una mano mientras
baja su cara entre mis piernas. No se burla de mí. Su lengua golpea mi clítoris y lleva mi
mano a la parte posterior de su cabeza, animándome a follar su boca con mi coño.
—Más fuerte —me exige, así que le tiro del cabello hasta que sé que me duele y muevo
las caderas con avidez para seguir el ritmo de su dedo—. Eso es, chica sucia.
Que Dios me ayude con este tipo.
Lamiendo mi clítoris como me gusta, me come durante tanto tiempo que su mandíbula
debe estar matándolo, pero no se detiene. No hasta que sabe que me tiene bailando al
límite.
—Imbécil —gruño, dándole una patada cuando se incorpora y saca el dedo.
—¿Quieres correrte? —pregunta, agarrando mi tobillo para mantener mi pie quieto—.
Cógelo.
Entrecierro los ojos y coloco la suela de mi otra bota en su pecho, empujándolo hacia
abajo hasta que es él quien se tumba de espaldas en el suelo.
Puede que me deje follar con él, pero ya sé que no me va a follar a mí. Todavía no.
Me lo dijo en la carta número trece, que alargaría esto todo lo que hiciera falta y me haría
rogar por ello.
Puede que haya estado esperando secretamente que cediera cuando finalmente llegara
el momento, pero es un idiota testarudo y siempre es un tira y afloja con él. Es
impredecible. Puedo leer sus emociones como un libro en el momento, pero al mismo
tiempo, nunca sé lo que va a pasar con Atticus y eso es lo que me gusta tanto de él. Es
emocionante, divertido y tan diferente a cualquier otra persona que haya conocido.
Y es mío.
Lo quiera o no, lo tengo para toda la vida.
Me obligo a dejar de pensar tanto, me arrastro sobre él con las manos y las rodillas,
balanceo mi pierna sobre su cuerpo, sentándome sobre sus piernas para desabrochar el
botón de sus vaqueros. No me ayuda a sacarle la polla ni se molesta en levantar el culo.
Se limita a agarrarse a mis muslos y a chuparse el labio inferior, devorando mi cuerpo
con la mirada. Estoy segura de que estoy cubierta de tierra, pero a él no parece importarle.
Le gusta que esté así -sucia-, sobre todo cuando él es el causante y sé que está pensando
en todos los demás lugares en los que podría dejar su marca en mí esta noche ya sea con
los dientes o con las manos. La idea me hace temblar.
—¿Tienes frío? —me pregunta, sabiendo que esa no es la razón.
—Cállate.
Sonríe como un loco, gimiendo cuando le saco la polla de los pantalones y sumerjo la
cabeza para escupirle.
—Joder, nena. Hazlo otra vez.
Lo hago, acariciándola en mi puño unas cuantas veces para cubrirla con mi saliva.
Aprieta la mandíbula y clava las yemas de los dedos en mi carne, como si le matara
quedarse ahí sin hacer nada. Sé que esto debe ser un castigo para mí, pero me hace sentir
como una maldita reina.
Dejando mi ropa tal y como está, me levanto la falda y avanzo de rodillas, bajando para
frotar mi coño sobre su polla. Hace más de medio año que no lo tengo dentro de mí y
aunque estoy segura de que no me va a doler tanto como la primera vez, me hundo en él
lentamente, sólo la punta al principio para probar el terreno.
—No seas una provocadora de pollas, Vi —me advierte—. Te haré daño.
—Pero me gusta que me hagas daño —digo con dulzura, devolviéndole sus propias
palabras de antes.
Se mueve como si estuviera a punto de agarrarme, así que le rodeo la garganta con la
mano, como me ha hecho tantas veces y le empujo la cabeza contra el suelo. Gruñe y le
aprieto el resto del camino, hasta que no queda ni un centímetro de espacio entre
nosotros.
—Dios... —susurra, más para sí mismo que para mí—. Muévete.
Sabiendo que esa parte es para mí, nos doy lo que ambos queremos y muevo mis
caderas sobre él, empujando mi culo para frotar mi clítoris en su pelvis. Siempre me ha
encantado esta posición, pero realmente no tengo los muslos para ello y la forma en que
me está mirando ahora mismo me distrae muchísimo.
—Me encanta que me montes así —gime, apretando mi cadera y guiándome hacia
delante y hacia atrás—. Eres tan bonita, nena.
Que se joda mi corazón, la putita amante de los elogios.
—¿Quieres dejar de hablar?
Deja escapar una carcajada silenciosa, apoyándose en un codo para agarrarme el culo
con la mano libre.
—¿Seguro que no quieres oírlo?
—Estoy segura.
—¿No quieres oír lo caliente que me parece cuando me usas? ¿Cuándo mueles este
coñito húmedo sobre mi polla como si fuera tu propio juguete personal para follar?
—No.
—¿Y si te digo cuántas veces gemí tu nombre en mi almohada cuando estaba en
prisión? —Continúa, girando mi cara para poner su boca junto a mi oído—. Una de las
noches que colgaste mi llamada, me cogí la mano y fingí que era tu garganta. Pensé en
rellenarte con mi polla hasta que no pudieras respirar. Justo aquí —añade, golpeando con
su dedo la base de mi cuello—. Me corrí tan jodidamente fuerte, Vi. Estaba en todas
partes.
Gimoteo y me balanceo sobre él más rápido, usando mis dedos para jugar con mi
clítoris, desesperada por encontrar la liberación. Pero él sigue sin moverse y yo no puedo
conseguir el ángulo correcto.
—Vamos, nena —me insta—. Puedes hacerlo.
—No puedo —gimoteo, bajando mi cara a su cuello—. Atty, fóllame de nuevo.
—No hasta que me lo ruegues.
—Por favor —digo sin argumentos—. Siento haberte dejado ahí. Por favor, Atty.
—Dime que todavía me amas.
Gruño y golpeo mi puño en su pecho.
—Eso no forma parte del puto juego.
—Mi juego —se burla, pellizcando mi mejilla—. Mis reglas.
Exhalo una bocanada de aire y lo empujo hacia abajo, mirándolo directamente y
clavando mis afiladas uñas en su carne.
—Todavía te amo, ¿vale? No importa lo que...
Antes de que pueda terminar, me agarra la nuca con una mano y el culo con la otra,
tirando de mí hacia abajo y sujetándome contra él mientras me folla. Con fuerza. Grito y
pongo los brazos en el suelo a ambos lados de su cabeza, intentando mantenerme firme,
con los muslos apretados mientras siento que me corro sobre su polla.
—Sigue —me ordena a mitad de mi orgasmo—. No importa...
—Lo que yo haga —añado, gimiendo en su cuello—. No puedo evitarlo.
—Lo sé, nena —dice suavemente, enredando mi cabello con sus dedos mientras espera
a que lo aguante—. Yo tampoco puedo.
—¿Quieres hacerlo?
—Nunca.
CAPÍTULO 7
Atticus

EN CUANTO TERMINA DE CORRERSE, deja caer todo su peso sobre mi pecho,


exhausta. Sonrío al cielo y la hago rodar suavemente sobre su espalda, colocando mi
camiseta debajo de ella para evitar que el suelo la arañe más de lo que ya lo ha hecho.
Sabiendo que probablemente le duelen los muslos por haber cabalgado sobre mi polla
durante cinco minutos, le estiro las piernas y se las froto mejor, devolviéndole la
sensibilidad.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta, abriendo un ojo para mirarme.
—Haciendo que te sientas bien antes de que te folle de nuevo.
Se ríe y ladea la cabeza para mirar mi polla. Sigue dura como una roca, goteando pre
semen al verla, como si supiera a quién pertenece y quisiera volver a entrar. La rodeo con
los dedos y le meto la mano en el coño, pero justo cuando estoy a punto de volver a
meterme entre sus piernas, me detiene con un movimiento perezoso de la cabeza.
—Todavía no —dice—. Muéstrame.
Levanto una ceja, porque la mocosa mimada no está en condiciones de hacer todas
esas exigencias.
—¿Qué?
—Muéstrame cómo te hiciste venir pensando en mí. Quiero verlo.
—¿Crees que me importa lo que quieras?
—Te importa. —Se inclina y cruza sus largas piernas por el tobillo, mordiéndose la
punta del dedo de una forma que la hace parecer más demonio que ángel—. Y tú y yo
sabemos que nunca podrías decirme que no. Yo digo que saltes y tú...
—Acuéstate de una puta vez.
Ella sonríe y hace lo que se le dice, siguiendo todos mis movimientos mientras espera
que me acerque a ella. Me subo encima de ella a cuatro patas y golpeo su húmedo coño
con mi polla, acariciándola una vez desde la base hasta la punta. Cerrando los ojos,
imagino que estoy boca abajo en la cama en la que me he despertado no hace ni doce
horas. Aprieto la cara contra el antebrazo junto a su cabeza y uso su cuerpo como usé
aquel colchón de mierda, enculándola mientras me follo mi propio puño.
Ella se queda quieta y yo pienso en volver a follarle la garganta. La noche que estuve
tan jodidamente enfadado con ella que apenas podía ver bien. Fui un cabrón desagradable
con ella dentro de mi cabeza, atándola en nuestra cama y montando a horcajadas sobre
su cara, viendo cómo las lágrimas se escapaban de sus ojos, haciéndola amordazar y tener
arcadas en mi polla. Y una vez que supe que no podía aguantar más, le metí cuatro dedos
en la boca junto con mi polla y la hice atragantarse con ellos también.
—Violet —gruñí en mi brazo, mordiéndolo para no hacer ruido—. Te necesito.
Me coge la mandíbula con la mano y noto sus ojos a un lado de mi cara, su pulgar
acariciando de un lado a otro mientras me observa. Incapaz de contenerme, tiro de su
cabeza hacia atrás por el cabello y la beso, sellando su boca con la mía y alimentándola
con mi lengua. Ella gime y yo muevo las caderas con más fuerza. Mi pecho roza sus
pezones rígidos con cada deslizamiento y puedo sentir lo húmedo que está su coño en el
dorso de mis nudillos, cubriendo mi mano con sus jugos.
—Abre los labios para mí, nena. Quiero correrme en tu clítoris.
Respirando fuerte y caliente contra mi boca, me suelta la cara y se mete entre nosotros
para hacer lo que le digo. Me retiro y miro hacia abajo para ver lo que está haciendo,
gimiendo al sentir mi polla palpitando en mi mano, el placer subiendo por mi columna
vertebral.
—Levanta el culo —le pido—. Mantenlo abierto así.
Lo hace y todo mi cuerpo se estremece mientras apunto con mi polla hacia abajo y
derramo mi descarga por todo su coño, con cuidado de no desperdiciar ni una gota. Con
la cabeza todavía dando vueltas, me arrodillo entre sus piernas y le sostengo el culo,
esparciendo mi semen para asegurarme de que quede cubierto. Luego lo recojo todo con
dos dedos y se lo meto hasta el fondo.
Ella jadea.
—Atty...
—¿Sigues tomando la píldora?
Por favor, di que no.
Ella palidece y como el puto enfermo que soy, de repente estoy más excitado de lo
que debería. Es algo tan estúpido de desear, porque no estoy ni de lejos preparado para
ser padre, pero si pudiera ponerle un bebé mi bebé no tendría más remedio que...
—Me tomaré la píldora del día después mañana.
—Vale —digo, esperando secretamente poder distraerla lo suficiente como para que se
olvide.
—¿Y qué hay de...?
—¿Qué? —Pregunto, divertido cuando me doy cuenta de lo que está pasando por su
cabeza. —¿Crees que me he tirado a mi compañero de celda y he cogido algo ahí?
—Podrías haberlo hecho.
Tiene razón. Podría haberlo hecho. Pero no lo hice y ella lo sabe.
—Nunca te engañaría, Vi. Yo no soy así.
Ella asiente, mordiéndose el interior de la mejilla.
—Lo sé.
—Entonces, ¿cuál es el problema? —Pregunto, desviando la mirada hacia mis dedos en
su coño, todavía follando lentamente mi semen dentro de ella.
Sus ojos se estrechan hasta convertirse en finas rendijas y yo le sonrío, riendo cuando
se incorpora y trata de golpearme en la cabeza.
—Eres un hijo de puta retorcido...
Justo cuando aterriza en mi regazo, le pongo la mano sobre la boca y me llevo un dedo
a los labios para hacerla callar, mientras mis oídos se agudizan al oír el sonido de las ramas
que se rompen en la distancia. La cabeza de Violet se gira mientras escucha también las
voces bajas que se acercan. Sabiendo que hay chicos por aquí, cojo rápidamente mi
camiseta y se la pongo por encima de la cabeza, cubriendo con ella su cuerpo
semidesnudo. Nos ponemos de pie y dejo mi polla colgando fuera de los pantalones,
comprobando que el dobladillo baja por debajo de su culo, teniendo en cuenta que la
faldita que lleva no la oculta. Satisfecho de que nadie va a ver nada, me vuelvo a meter
dentro y cierro la cremallera de los pantalones, observando cómo ella se agacha para
recoger todas las cartas del suelo. A continuación, recoge su propia camisa, que está
inservible y rota y se la quita de encima antes de limpiarse con ella. Se la arrebato y la
arrojo contra un árbol, tirando de ella y rodeando su cintura con mis brazos.
—Oye.
—Déjalo. —Le aprieto el culo, mi polla se endurece de nuevo al sentir lo empapada que
está ahí abajo—. Me gusta saber que andas por ahí con mi semen chorreando entre tus
piernas.
Sus ojos se oscurecen y me rodea la nuca con la mano, poniéndose de puntillas para
hablarme al oído.
—Estás enfermo, Atty.
—Mhmm —digo, sacando la lengua para lamerle la mejilla—. ¿Te hace doler el coño?
Ella exhala una risa y sacude la cabeza, cogiendo mi mano antes de agacharse para
coger la botella de tequila.
—Necesito otro trago.
CAPÍTULO 8
Violet
—¿CÓMO ERA ALLÍ?
—¿La cárcel? —pregunta, encogiéndose de hombros cuando asiento con la cabeza—.
Era una mierda, Vi.
Aprieto los labios hacia un lado y desvío la mirada. Me recuesto entre sus piernas con
mis cartas en el regazo, poniéndolas de nuevo en el orden en que llegaron. Él tiene un
brazo alrededor de mi medio con su barbilla apoyada en mi hombro, sosteniendo su
encendedor hacia arriba para que pueda ver lo que estoy haciendo.
—¿Por mí?
—Un poco, sí —dice, me golpea justo en las tripas—. Es decir, habría sido mucho más
fácil si no hubiera perdido la cabeza preocupándome por ti y si hubieras estado cerca
para poder hablar. Pero la cárcel sigue siendo la cárcel. Habría sido una mierda de
cualquier manera.
Pienso en eso un momento mientras paso el pulgar por la tinta rasposa de las páginas,
captando algunos destellos de sus palabras a medida que avanzo.
Vas a pagar por esto, pequeña zorra.
No puedes esconderte de mí para siempre.
Nena, me estás matando.
Voy por ti.
—¿Te sientes culpable? —pregunta, probablemente viendo lo mismo que yo.
—A veces —admito—. ¿Lo haces? ¿Por lo que le hiciste a Jared?
—No —dice, con sinceridad, porque por supuesto que no lo hace—. Le dije que se
mantuviera alejado y no me escuchó. Se merecía lo que le pasó.
—Atty, casi lo matas.
—Y lo habría hecho de verdad si no hubieras impedido que te besara.
—¿Lo sabes?
—Cariño, lo sé todo cuando se trata de ti —se burla, presionando su cara contra la mía
para besar mi mejilla, observándome leer un minuto antes de volver a hablar—. ¿De
verdad no vamos a hablar de ello?
—¿Hablar de qué? —Finjo indiferencia, con el corazón acelerado por los nervios.
—Alguien pagó a mis abogados, Vi —dice lentamente, girando mi barbilla cuando me
niego a mirarle—. También pagaron al juez. Sé que fuiste tú.
—Yo…
—No me mientas.
Joder.
—No te he sacado —susurro—. Sólo te conseguí un poco menos de tiempo.
—De cinco a diez años menos es mucho más que un poco.
—Sí, bueno... —Me aclaro la garganta, sacando mi cara de su agarre—. Puede que estés
jodidamente loco, pero no iba a dejarte ahí dentro durante años.
Se ríe y deja caer su barbilla sobre mi hombro.
—Gracias —dice, y yo no digo nada—. ¿Has usado todo el dinero que te dejó tu abuela?
—Sólo la mayor parte. Me queda lo suficiente para terminar la universidad y pagar las
facturas.
—¿Y la espeluznante casa que querías en lo alto de la colina?
—Llegaré allí —digo en voz baja—. Con el tiempo.
Entonces se calla, y me trago la ansiedad que me sube a la garganta mientras nuestros
pensamientos se alinean como uno solo. He dicho que llegaré, no que llegaremos, como
antes.
—¿Y tú? —Pregunto en un intento de cambiar de tema—. ¿Vas a volver a la universidad
ahora que estás fuera?
—Quemé uno de sus dormitorios —me recuerda—, Creo que me han expulsado.
Una carcajada brota de mí y asiento con la cabeza.
—Sí. Probablemente.
—Dios, he echado de menos tu risa. —Suspira, apretando su brazo alrededor de mi
cintura con tanta fuerza que casi me aplasta la caja torácica—. Cariño, mírame.
—No quiero hacerlo.
Oigo el chasquido de su mechero cerrándose justo antes de que se nos nuble la
oscuridad.
—¿Así está mejor?
Asiento con la cabeza y él me pasa los dedos por el cabello, inclinando la cabeza hacia
atrás para que le mire. Ahora no puedo ver sus ojos -los míos no han tenido tiempo de
volver a adaptarse a la oscuridad-, pero sé que están clavados en mí, como si intentara
colarse en mi cráneo y organizar el desorden que hay allí. Para hacerme sentir las cosas
que intento desesperadamente no sentir.
En lugar de hablar, me besa el labio inferior y luego el superior, y me hace abrir la
boca con la lengua. Su mano se acerca al lado de mi cuello y utiliza el pulgar para inclinar
mi cara, controlando el beso. Esta vez no es sucio ni áspero. Me besa como si tuviéramos
todo el tiempo del mundo. Como si tuviéramos un millón más de estos antes de morir.
—Nena —respira en mi boca—. Quiero volver a casa.
—Atty.
—Por favor —suplica, aturdiéndome, porque creo que nunca antes le había oído decir
esa palabra.
Sacándome de su trance, intento mantenerme firme.
—Todavía no. No puedo volver a estar contigo hasta que me demuestres que esta vez
será diferente. No voy a repetir los últimos seis años durante el resto de mi vida, Atty. No
va a suceder.
Todavía no puedo verlo bien, pero puedo sentir el momento en que este raro lado
dulce de él se desmorona. En el siguiente segundo, caigo de espaldas y él se cierne sobre
mí, su aliento contra mi mejilla mientras su mano vuelve a acercarse a mi garganta.
Ahí está.
—Sólo voy a decir esto una vez, así que escucha bien —gruñe contra mi carne—. No voy
a dejar este bosque sin que estés a mi lado. Así que podrías dejar de joderme y pasar a la
parte en la que me llevo a mi chica a casa.
—No. —Aparto su mano de mi cuello, luchando contra él cuando intenta estrangularme
de nuevo—. No puedes volver a meterte a la fuerza en mi vida y esperar que me tumbe y
lo acepte.
—Eso es exactamente lo que vas a hacer. —Se ríe como el malvado bastardo que es,
inmovilizando sin esfuerzo mis brazos oscilantes en el suelo por encima de mi cabeza—.
¿Crees que puedes librarte de mí? —se burla—. Te perseguiré, Vi. Haré de tu vida un
infierno.
—Ya lo haces. —replico, levantando la cabeza hasta que estoy justo en su cara, mi nariz
tocando la suya—. ¿Qué tengo que perder?
—Esto —dice simplemente, enderezándose rápidamente para bajarme la falda hasta los
tobillos—. Tú y yo. Como se supone que debe ser.
La levanta y la tira a un lado, luego engancha sus dedos en el agujero que ha hecho en
mis mallas y las abre aún más. Ya estaban estropeadas, pero ahora no son más que trozos;
el endeble material cuelga suelto alrededor de mis rodillas. Me deja las botas puestas y
me sube la camiseta hasta la clavícula, agarrándome por detrás de las rodillas para abrirme
las piernas al máximo. Ya estoy empapada de su semen, así que no le cuesta nada
meterme la polla hasta el fondo. Y no pierde el tiempo. Empieza a follarme sin descanso,
como si quisiera hacerme daño, con los huesos de su cadera golpeando mi culo con cada
golpe fuerte.
—Joder —grito, cerrando los ojos por el dolor—. Atty, esto es demasiado.
—Puedes soportarlo —me asegura—. Relaja las caderas y deja de intentar empujarme.
Tomo aire y hago lo que me dice, aliviada al comprobar que tiene razón. No me duele
tanto cuando dejo de resistirme, pero no puedo evitar la forma en que mi cuerpo sigue
intentando rechazarlo, la forma en que mis piernas siguen cerrándose para intentar aliviar
parte de la presión. Sus fosas nasales se agitan y vuelve a agarrarme los muslos,
apoyándose en ellos con las manos para que no tenga más remedio que mantenerlos
abiertos.
Gimoteo y me retuerzo bajo él, lamiéndome los dedos para prepararlos para mi
clítoris. Me escupe en la pelvis y yo la recojo con avidez, utilizando su saliva para jugar
conmigo misma. Sintiéndome más valiente, arqueo la espalda para él y veo cómo me
folla, pellizcando mi propio pezón mientras recorro con la mirada los músculos tallados
en su carne. Después de un par de minutos más, su polla empieza a sentirse bien, y luego
realmente bien, estirándome y llenándome hasta el límite.
—Eso es, nena —me dice con una sonrisa—, Maldita sea. Mírate.
Le devuelvo la sonrisa ante sus elogios y me aprieto un poco más el pezón, apretando
las cejas cuando se acerca a coger el tequila. Antes de que pueda protestar, lo destapa y
vierte el líquido helado sobre mi cuello, mis pechos y mi estómago, mordiéndose el labio
mientras me empapa con él.
—¡Cabrón! —Chillo—. ¿Qué demonios estás haciendo?
—Te quiero pegajosa —dice, inclinándose para lamer un poco de mi pecho.
Resoplo mi fastidio y tiro de su cuerpo caliente hacia abajo sobre el mío, usándolo para
mantenerme caliente.
—Eres una pesadilla.
—Yo soy tu pesadilla.
Sí, en eso tiene razón.
—Bésame—digo y él aplasta sus labios contra los míos.
Me devora. Me consume.
Paso mis uñas por su cuero cabelludo, sintiendo su suave pelo entre mis dedos.
Tararea y me da su lengua, lamiendo mi boca, metiéndola y sacándola para seguir el
nuevo ritmo que lleva en mi coño. Me retiro para tomar aire y le giro la cara para llegar a
su cuello, besándolo allí un poco. Justo cuando estoy a punto de hacerle un chupetón,
algo me llama la atención y hago una doble toma, entrecerrando los ojos en la oscuridad
para ver a la pareja que se está arrancando la ropa a pocos metros de nosotros.
—Atty, ¿es esa...? —Me quedo con los ojos abiertos cuando me doy cuenta de quién es
la chica—. Mierda.
—¿Qué?
—Tryst y Andie —susurro, inclinando la barbilla en su dirección—. Mira.
Se tensa y gira la cabeza hacia ellas, bajando la camiseta por encima de mis pechos,
lentamente, como si no quisiera que captaran ningún movimiento brusco y miraran hacia
aquí.
Miro boquiabierta cómo Trystan besa a mi mejor amiga, apretándole el culo y
rodeándole la cintura con las piernas. Tiene novio, pero esa no es la parte que más me
choca. Andie odia a Trystan. Realmente lo odia.
O al menos eso creí.
—¿Qué están haciendo? —Atticus pregunta, sonando tan confundido como yo.
Cierro la boca y la vuelvo a abrir, completamente sin palabras.
—Quizá deberíamos ir a otro sitio —sugiero después de otro minuto, pero ninguno de
los dos hace ningún movimiento para irse.
Nuestros ojos permanecen clavados en la otra pareja mientras Trystan hace girar a
Andie y le besa el cuello por detrás, tirando de sus apretados rizos rubios para tener un
mejor ángulo.
Atticus se mueve una vez dentro de mí, lenta y largamente, se me escapa un sonido
antes de que pueda detenerlo.
Joder.
Su mano impide que mis gemidos salgan y se baja para cubrirme.
—Nada de gemidos —me advierte al oído—. Si dejas que te oiga, dejaré de hacerlo.
A ellos no. A él.
Andie gime entonces y mi coño se aprieta alrededor de la polla de Atticus, mis mejillas
se calientan cuando me doy cuenta de que ambos nos están mirando fijamente. Ahora
están de rodillas, él diciéndole algo a ella al oído desde atrás y apretándole los pechos a
través del vestido.
—¿Quieres mirar? —Me pregunta Atticus, inclinando la cabeza hacia Andie—. Creo que
le gusta.
No puedo hablar con su mano apretada contra mi boca, pero sí, yo también lo creo.
Puedo ver lo caliente que está por esto, su pecho se agita con respiraciones agitadas.
Tomando mi silencio como un sí, mira a Trystan y lo fulmina con la mirada.
—Ojos fuera.
Trystan suelta una risita oscura y vuelve a besar el cuello de Andie, subiéndole el
vestido por el culo mientras usa la otra mano para trabajar en sus vaqueros. Me doy cuenta
en el momento en que la penetra, porque ella grita y echa la cabeza hacia atrás sobre su
hombro, levantando el brazo para agarrarse a su nuca.
Maldita sea, se ven muy bien juntos.
Nunca me lo habría imaginado antes, pero ahora que lo veo, no puedo apartar la vista.
Las yemas de los dedos de Atticus probablemente me están magullando la mejilla
mientras me mete la polla en el coño, sin dejar de mirarme. Apenas puedo respirar y sólo
saco el oxígeno suficiente a través de mis fosas nasales para mantenerme consciente. Me
está mareando, pero me encanta. Me encanta lo duro y cruel que es. Lo posesivo que es
conmigo. Mi Atticus.
La forma en que se supone que debe ser.
En ese momento, Andie grita y vuelvo a girar la cabeza hacia allí, viendo a Trystan
pellizcando su pezón desnudo y jugando con su clítoris mientras la folla por detrás.
Maldigo y agarro el culo de Atticus, frotándome en él, queriendo correrme al mismo
tiempo que ella.
—Niña sucia —se burla—. ¿Te gusta ver a tus mejores amigos follar?
Murmuro un sí bajo su palma y él empuja mi boca con más fuerza en señal de
advertencia. Subo mis manos por su espalda y arrastro mis uñas hacia abajo como
venganza, lenta pero profundamente. Eso le hace gemir y follarme con más fuerza, como
yo quería.
Andie parece que se va a correr y Atticus se asegura de que yo esté justo ahí con ella,
con mis brazos y piernas apretados alrededor de su cuerpo mientras me estremezco y
tiemblo bajo él.
—Joder, sí. Exprímeme, nena —dice en voz baja, sólo para mí—. Voy a llenarte de tanto
semen. Toda la noche. Te voy a follar cada vez que mi polla se ponga dura de nuevo.
Incapaz de responder a eso, me quedo tumbada y me masturbo con las réplicas.
Nuestros cuerpos están fuertemente apretados mientras él derrama su descarga en mi
coño. Una vez que ha terminado, por fin me suelta la boca y se retira para tumbarse sobre
su lado izquierdo, impidiendo que Trystan me vea. Siento que Atticus se mueve, pero no
estoy segura de lo que está haciendo. De repente estoy demasiado cansada para
preocuparme. Pero entonces siento algo frío y duro empujando en mi coño y vuelvo a
estar en alerta máxima.
—¿Qué es eso?
—Shh —susurra—. Deja de hablar y enséñame tu agujero.
Por Dios.
Tiene un puto tapón en mi culo, probablemente el de mi tocador, un capullo
escurridizo.
Me echa una mirada divertida que dice que estoy esperando y respiro profundamente,
metiendo la mano por debajo de las piernas para separar las nalgas para él.
—Más abierto.
Siento el aire frío golpeando mi culo y me hace temblar de anticipación. Desliza el plug
plateado dentro y fuera de mi coño unas cuantas veces más, cubriéndolo con su semen.
Luego lo baja hasta mi culo, girándolo para prepararme. Una vez que estoy preparada, lo
empuja suavemente dentro y yo jadeo, retorciéndome un poco al sentirlo. Hacía mucho
tiempo que no tenía nada ahí dentro. Me excité más veces de las que puedo contar cuando
estaba en la cárcel, pero nunca con nada más que mis dedos en el coño. No porque no
quisiera follarme con mi vibrador, sino porque tiene una extraña relación de amor-odio
con él y con el resto de mis juguetes. Le encanta usarlos conmigo, pero sé que no le
gustaría que los usara conmigo sin que él estuviera presente. No debería haberme
preocupado, pero soy estúpida y lo hice.
Siempre he sido estúpida para él.
Sus ojos se clavan en los míos como si supiera exactamente en qué estoy pensando y
entonces vuelve a estar encima de mí, metiéndome bruscamente dos dedos.
—Si descubro que has tenido una polla aquí dentro que no es la mía... —advierte,
empujando mis paredes y empujando el tapón—. Me importa una mierda si era de
plástico. Voy a destrozar este coñito y hacerte sangrar.
Le sonrío, riéndome cuando eso sólo le hace enfadar más.
—Supongo que nunca lo sabrás.
Gruñe y me besa, chupándome el labio inferior con tanta fuerza que estoy segura de
que me deja una marca, sus dientes abollando mi piel.
Oigo a alguien toser, así que me alejo de Atticus y miro por encima de su hombro,
apenas recordando que no estamos solos. Trystan está arrodillado junto a Andie,
meneando la cabeza hacia nosotros con una sonrisa mientras se abrocha los vaqueros.
Andie está sentada en el suelo con las rodillas levantadas hacia el pecho, arrugando la
nariz hacia nosotros en señal de confusión.
—Son unos putos raros —dice, haciendo que Trystan y yo nos riamos.
Atticus me pasa la falda y me la vuelvo a poner, quitándome las botas para quitarme
las mallas arruinadas de los tobillos. Una vez que me he vuelto a poner los zapatos, me
coge de la mano y me ayuda a ponerme en pie, apretando su agarre cuando me muevo
hacia Andie. Lo miro por encima del hombro y él frunce el ceño, mirando la botella de
tequila vacía que lleva en la mano.
—Cinco minutos —dice, aunque me doy cuenta de que está furioso por ello.
—Veinte.
—Diez —suelta y yo hago un gesto de asentimiento con los labios.
—Nos vemos en el bar —le dice Trystan a Andie, lanzándole un beso cuando ella se
limita a mirarlo.
Le hace una señal con la barbilla a Atticus y los dos chicos se alejan hacia la fiesta
principal, desapareciendo en la oscuridad entre los árboles. Me siento junto a Andie y
apoyo la cabeza en su hombro, rodeando su brazo con las manos y abrazándolo contra
mi pecho.
Todavía no he dicho nada, pero sé que ella ya ha notado el cambio en mí.
Puede que no lo haya admitido, ni para ella ni para mí, pero me sentía miserable, con
el corazón roto cuando empezamos esta noche juntos y ahora no puedo dejar de sonreír,
por alguna razón. Probablemente parezca espeluznante, así que me obligo a parar y a
relajar la cara.
Abre la boca para decirme algo, pero la interrumpo antes de que pueda decir una
palabra.
—Ni siquiera lo pienses. Tú primero
Suspira y se muerde el labio.
—No me juzgues.
Levanto una ceja y hago un esfuerzo por mirar mi cuerpo: las marcas de mordiscos y
los moratones y la suciedad que me cubre, el olor a tequila que empapa la camisa de
hombre que llevo, el semen entre las piernas y el tapón en el culo, todo ello a manos de
la bandera roja andante de mi ex novio.
—No lo haré.
CAPÍTULO 9
Atticus
—LA HAS RECUPERADO.
—Casi —le digo a Trystan, escudriñando las botellas de alcohol que los chicos y yo
habíamos escondido antes detrás de este árbol, a un minuto de distancia del fuego que
encendimos—. Estoy trabajando en ello.
Encuentro un poco del tequila favorito de Violet y entonces los dos seguimos
caminando hacia el bar, cogiendo dos vasos individuales para servirnos una copa cada
uno. Aquí hay más luz y más ruido. La música sigue sonando a todo volumen y los
fiesteros están mucho más locos y borrachos que cuando yo estaba aquí antes. Hay parejas
y tríos por todas partes, follando en seco unos a otros, e incluso hay un tipo de rodillas
que le está haciendo la mamada a otro en medio de todo esto, ganándose unas cuantas
miradas acaloradas de la gente que les rodea.
—¿Por qué no nos dijiste que ibas a salir hoy? —grita Tryst para que pueda oírle por
encima del caos.
—Porque son todos unos bocazas —le grito.
El tipo al azar al que le di mis drogas antes pasa junto a nosotros, y lo detengo para
sacar una píldora rosa de la bolsa que lleva en la mano, poniéndola en mi lengua con una
sonrisa. Trystan resopla mientras se toma una pastilla para sí mismo, pero no dice nada
más, lo cual es raro porque normalmente no se calla. Arrimo las cejas y estudio su rostro
un momento, preguntándome por qué está tan callado. Esta noche no es la primera vez
que le veo la polla, así que sé que no es por mí ni por lo que acabamos de hacer, pero sí
es la primera vez que lo veo metérsela a la chica que le desprecia desde que la conozco.
Se burló de ella en el instituto y aunque no fue tan grave, no lo llamaría matón ni nada,
ella es un poco insolente y no aguanta las bromas. No cuando se trata de él.
—¿Qué pasa entre tú y Andie?
Sonríe para sí mismo pero no responde, sin darme ninguna pista de lo que está
pensando. Normalmente puedo leer a mis amigos mejor que esto, teniendo en cuenta
que nos conocemos de toda la vida, pero esta noche no tengo nada, ni con él ni con
Phoenix.
Yo soy el loco de los tres, el que los forasteros tienden a evitar. Phoenix es el simpático,
el chico sensato en el que todos podemos confiar cuando es necesario. Y Trystan es un
poco el comodín. Tiene un corazón de oro y una actitud molesta y alegre, pero también
tiene un lado malo y puede ser un hijo de puta desagradable si le das una razón.
Da un sorbo a su bebida, sus ojos siguen algo por encima del borde de su taza y yo giro
la cabeza para seguir su línea de visión. Las chicas han vuelto, con las manos enlazadas,
como siempre, riéndose entre ellas mientras caminan hacia nosotros. A Violet no le
importan una mierda las miradas de reojo que está recibiendo, completamente a gusto y
sin avergonzarse del estado en que la he dejado.
Dios mío, es tan sexy.
A veces no puedo creer que sea real.
Mi polla se agita de nuevo al verla, y me agacho para ajustarla a través de mis vaqueros,
apretando los dientes a Trystan cuando me doy cuenta de que está mirando a mi chica,
no a la suya.
—¿Qué coño estás mirando?
—Esa sonrisa en su cara —responde, lanzándome una sonrisa cómplice por encima del
hombro mientras camina hacia Andie—. No la he visto en siete meses.
Mis hombros caen y mis labios se curvan en mi propia sonrisa mientras pienso en sus
palabras.
Esa sonrisa se debe a mí.
Justo cuando doy un paso más hacia ella, un estudiante de último año de instituto que
reconozco vagamente choca justo con su costado, demasiado borracho para mirar por
dónde va, el jodido idiota. Se da la vuelta rápidamente y la agarra por la cintura para evitar
que se caiga, sus ojos se abren de par en par cuando ve bien a la chica tan sexy que está
tocando. Ella le aparta las manos, y él da un paso atrás, pero luego le da un lento repaso
a su cuerpo, y ahora lo voy a matar. Veo rojo y rompo una de las botellas de cerveza
vacías que hay en la barra, caminando hacia el mierdecilla y empujándolo hacia atrás unos
pasos, lejos de Violet.
—Estúpido hijo de puta. —Me enfurezco en su cara, acercando la botella rota a su
mejilla, pero antes de que pueda empezar a darle una paliza, me tiran hacia atrás de los
brazos, y mis muñecas quedan repentinamente bloqueadas a mi espalda. Tryst…
—¡Atticus, no! —me grita Andie, interponiéndose rápidamente entre el chico y yo con
las manos en alto, con los ojos muy abiertos mientras las clava en los míos—. No lo hagas.
Gruño y me retuerzo en el agarre de Trystan, sintiendo cómo me arrebata el cuello de
la botella y la tira al suelo.
—¿Por qué coño les importa que le pegue?
—No te detuvimos por él, idiota. —Se acerca a mí, arrebatándome la mandíbula con
valentía para girar mi cabeza hacia la derecha—. Lo hicimos por ti.
Mi visión se tuneliza y renuncio a luchar contra ella cuando me doy cuenta de que me
está obligando a mirar a Violet. Está apoyada en la barra con las piernas cruzadas por los
tobillos, dando un sorbo despreocupado a la botella de tequila que le he traído, la
expresión de su cara no delata absolutamente nada. Me mira fijamente, esperando a que
haga mi elección.
Maldita sea.
Trystan desenrolla lentamente sus dedos de mis muñecas, como si no estuviera seguro
de si debe dejarme ir o no. Me sacudo de encima y me acerco al tipo al que no estoy
matando, con el corazón todavía acelerado mientras agarro la parte delantera de su camisa
y lo atraigo hacia mí.
—Tienes mucha puta suerte de que la quiera demasiado como para arrojarte a ese
fuego —digo, en voz baja, ladeando la cabeza en dirección a Violet para asegurarme de
que sabe exactamente de quién estoy hablando—. No toques a mi chica. No mires a mi
chica. Ni siquiera pases por delante de ella. ¿Me oyes?
Traga y asiente, y le suelto con un empujón, resistiendo el impulso de meterle el puño
en la cara, aunque sea una vez. Sabiendo que seré el muerto si lo hago, me acerco a Violet
y coloco ambas manos en la barra a cada lado de ella, luchando realmente por no perder
la cabeza.
Joder, esto me está matando.
Su boca se inclina hacia un lado, y toma otro sorbo de su bebida antes de dejarla atrás.
—Ha sido muy duro para ti, ¿verdad? —me pregunta, mirando mi cuerpo mientras
pasa las frías yemas de sus dedos por mi pecho y mis abdominales.
—No es divertido —exhalo, agarrándome a sus antebrazos y dejando caer mi frente
sobre la suya—. Creo que estoy teniendo un ataque de pánico.
Se ríe y desliza sus manos hasta mi cuello, pasando sus uñas por mi pelo para
calmarme, para contenerme como sólo ella puede hacerlo. La beso y fuerzo mi lengua
en su boca, reclamándola para que la vean todos los hijos de puta, para que me quede
claro.
Mía, mía, mía.
—Nena, dime que sí.
—Te digo quizás.
Resoplo por la nariz e inclino mi cara hacia su cuello. Beso su pulso palpitante y muevo
discretamente una mano por debajo de la falda, por encima de su coño, hasta que
encuentro el tapón en su culo, lo empujo y lo retuerzo, haciendo que se retuerza y se
mueva contra mí.
—Necesito probarte de nuevo.
—¿Aquí mismo?
—No —gruño, haciéndola reír.
Busca el tequila y lo trae con ella, juntando nuestros dedos y tirando de mí hacia la
oscuridad del bosque.

—MÁS despacio —exige, empujando mi cabeza para marcar el ritmo que quiere.
Me arrodillo ante ella como el buen novio que soy, con la espalda apoyada en un árbol
y las piernas abiertas, la derecha bloqueada sobre mi hombro. Todo lo que lleva puesto
son sus botas y mi camiseta, agarrando el dobladillo a sus costillas para poder ver lo que
le estoy haciendo. Su ajustada falda de cuero me estorbaba, así que me deshice de ella en
algún lugar a unos 800 metros de distancia, para su disgusto, pero ahora no se queja.
Reduciendo un poco la velocidad, separo su coño con los pulgares y lamo alrededor
de sus labios, luego bajo hasta su entrada antes de volver a deslizarme hasta su clítoris.
—¿Quieres que te dé placer?
—Mhmm —gime, cerrando los ojos con la boca abierta—. Joder.
—Ojos abiertos, Vi —le recuerdo—. Sigue mirándome.
Una vez que vuelve a mirarme, le mantengo la mirada y le acaricio suavemente el
clítoris con la lengua, una y otra vez. Sus caderas se agitan y se revuelve contra mí, tratando
de conseguir más, así que deslizo dos dedos por el interior de su muslo y los introduzco
dentro de ella, girándolos y empujando el tapón su culo. Me las arreglo para meterle un
tercero, y ella gime más fuerte, tirando de mi cabeza hacia atrás por el cabello. Sabiendo
exactamente cómo excitarla, le saco la lengua hasta el fondo para que se restriegue en
ella, gimiendo por el sabor de los dos deslizándose por mi garganta. No suelo tragarme
mi propio semen, pero sé que la vuelve loca verme comérselo, y me encanta lo salvaje
que se pone conmigo cuando lo hago.
En el momento en que sus piernas empiezan a rodear mi cabeza, cierro la boca sobre
su coño y chupo su clítoris, introduciendo mis dedos en ella cada vez más rápido.
—¿Estás preparada para correrte por mí?
—Joder. Sí.
—Buena chica —gruño, apretando su culo y separando sus mejillas, asegurándome de
que siente los efectos del tapón—. Tira de mi cabello otra vez y córrete en mi cara.
—Joder —dice de nuevo—. Joder, Atty...
Haciendo exactamente lo que le he dicho, se aprieta contra mí y me folla la boca,
deslizándose arriba y abajo hasta que se estremece y se sacude contra mí. Sus rodillas
ceden antes de que termine, y la cojo en mi regazo, metiendo y sacando mis dedos para
convencerla. Me aparta la mano una vez que se ha hartado, respirando con fuerza contra
mi cara, con los brazos alrededor de mi cuello y la frente apoyada en la mía.
—Eres un sucio, ¿lo sabías? — pregunta, moviéndose para limpiar la humedad de mis
labios.
Le agarro la mano antes de que pueda hacerlo, atrayendo su boca hacia la mía y
obligándola a saborear su propio sabor. Lamo mi lengua sobre la suya y ella me devuelve
el beso sin rechistar, dejándose caer sobre mí mientras nos besamos como cuando
teníamos catorce años, haciendo que mi polla gotee dentro de mis bóxer. Se la restriego
a través de mis vaqueros, y ella se aparta y se mira el coño, siseando por lo usado y sensible
que debe sentirse.
—Todavía no hemos terminado, ¿verdad? —pregunta, suspirando cuando le sonrío.
—Si tienes que preguntarme eso —me burlo, poniéndola de lado y tirando de su
camiseta hacia arriba, bajando la cabeza para llegar a sus pezones—. Cariño, no me
conoces en absoluto.
CAPÍTULO 10
Violet
VUELVO A ESTAR EN EL REGAZO DE ATTICUS y me río tan fuerte que me duelen las
entrañas, mientras mastico el helado de fresa que compramos en la gasolinera hace un
rato. Caminamos de ida y vuelta después de que me follara por quinta vez... o quizá fuera
la sexta. Hace horas que dejé de llevar la cuenta. No sé qué hora es ahora, pero realmente
no me importa. Sólo estoy disfrutando de estar con él, de tenerlo de nuevo en mi vida
después de pasar tanto tiempo sin él.
—¿No vomitó después de dos minutos? —Pregunto mientras miro hacia arriba,
recordando la vez en el segundo año cuando colgó a su hermano mayor al enorme árbol
bajo el que estamos sentados por los tobillos, todo porque una vez me abrazó para
saludarme en su casa.
Asiente con la cabeza y me da otro dedo de helado, sonriendo mientras se lame un
poco de los nudillos.
—Phoenix me hizo cortarlo antes de que se ahogara y muriera allí arriba.
Me río más fuerte y me acerco para pasar las yemas de los dedos por las letras que
grabamos en este mismo árbol hace unos años. AL y VS: nuestras iniciales escritas dentro
de la forma de un corazón, por supuesto, porque éramos muy guays y estábamos
perdidamente enamorados en el instituto.
—Te amo, Atty —exhalo, bajando la cabeza para besar su nariz, haciéndole sonreír.
—¿Sigues drogada?
—Y borracha —añado, cogiendo el tequila para destaparlo, haciendo un mohín cuando
me lo quita.
—No más —dice, escondiéndolo detrás de él.
—¿Por qué no?
—Porque aún no estoy preparado para que te desmayes.
Exhalo largamente y cojo la tarrina de helado que tiene en la mano, saco un poco y se
la tiendo, sin sorprenderme cuando frunce la nariz.
—Es muy raro que no te guste el helado.
—Es frío.
—¿Quieres que te lo caliente? —le pregunto juguetonamente, lamiendo el helado de mi
dedo y haciéndolo girar con la lengua, disfrutando de la mirada acalorada de sus ojos.
Tomando su mandíbula, abro su boca y aprieto la mía contra la suya, besándola y
dándole el helado derretido. Un poco gotea de la comisura de su boca, y sumerjo la
cabeza para cogerlo, lamiendo su garganta y volviendo a sus labios. Tiro del inferior con
los dientes, empujando hacia abajo la dureza que noto clavándose en mí por debajo de
sus vaqueros. Eso lo pone en marcha, y entonces se retira para devorar mi cuerpo con la
mirada.
—Inclínate para que pueda ver tu coño y tu culo juntos.
Obedezco rápidamente y me pongo en posición, colocando mis rodillas a ambos lados
de sus muslos para poder empujar mis caderas hacia él. Después de abrirme con sus
pulgares, no hace nada durante un minuto. Se limita a mirar, y yo me impaciento. Pero
entonces siento que algo frío y húmedo gotea sobre mi coño, y jadeo cuando empuja su
cara contra mí y lame el helado de mi clítoris. Me saca suavemente el tapón del culo, y
me hace gritar cuando me lame ahí también.
Joder.
Joder, eso es muy sucio, pero sienta tan bien.
—Escúchate, gimiendo como una putita necesitada —dice, pasando la punta de su
lengua fría por mi agujero—. ¿Te gusta que te coma este bonito culo?
Asiento con la cabeza, y él sigue adelante, metiéndome los dedos en el coño al mismo
tiempo. Todavía con el juguete en la mano, lo lleva de nuevo a mi agujero y lo utiliza para
abrirme más, haciendo una pausa cada pocos segundos para acercarse de nuevo a mí con
su lengua.
—Atty...
—¿Está listo para mí? —pregunta, con su voz grave vibrando contra mi carne.
Vuelvo a asentir con la cabeza, sabiendo que esto iba a pasar. Le encanta follarme ahí,
no sólo por lo apretado que dice que está, sino porque sabe que a mí también me gusta.
No sé qué tiene su polla en el culo, especialmente desde este ángulo, pero me vuelve loca
cada vez.
Siento que se mueve, y entonces sus muslos se aprietan contra los míos, su mano
izquierda sujetando mi cadera mientras usa la otra para provocarme con la punta de su
polla. Nos escupe a los dos antes de introducirla tan lentamente, tan lentamente que
podría matarlo. Me digo a mí misma que respire y enrosco las uñas en la tierra que tengo
debajo, esperando más. Me lo da, y entonces por fin está dentro del todo, y puedo sentir
cada centímetro duro de él en mi culo.
—Joder.
—¿Estás bien?
—Sí —digo en un gemido, sintiendo ya que me aprieto alrededor de él—. Atty, muévete.
—Creo que deberías suplicarme otra vez —se burla—. Estás tan guapa cuando suplicas.
—Te apuñalaré mientras duermes —grito, haciéndole reír.
Saca unos centímetros antes de volver a metérmela, primero con suavidad y luego con
un ritmo constante. Tiene las manos por todo el cuerpo, agarrándome la cintura, los
muslos y el culo. Sé que lo hace sólo para poder ver los moratones que tengo mañana,
pero no me importa. Soy plenamente consciente de lo retorcido que es, pero lo deseo
tanto como él. Quiero que me haga sentirlo durante días después de que terminemos
aquí.
Levantándome de las manos y las rodillas, aprieto mi espalda contra su frente y cojo
su mano, colocándola entre mis pechos y moviéndola hasta mi cuello. Vacila, solo un
segundo, y luego aprieta su agarre y tira de mi cabeza hacia su hombro.
—¿Quieres que te estrangule, chica sucia —pregunta al oído, su control, apenas
presente, se desvanece.
—Haz que duela un poco.
Gruñe una maldición y retuerce la cadena que llevo entre sus dedos. Con una mano
agarrando mi estómago, me aprieta la garganta con su collar hasta que puedo sentir el
colgante mordiéndome la carne. Girando mi cara, me coge el labio entre los dientes y lo
muerde, sin cejar cuando grito sobre su boca.
—Eres jodidamente perfecta —dice—. Estás hecha para mí, Violet.
Inhalo todo el aire que me permite y asiento con la cabeza, con los ojos en blanco
cuando se acerca a jugar con mi coño. Es incómodo en este ángulo, pero lo hace
funcionar, enganchando sus dedos dentro de mí antes de sacarlos y frotarlos sobre mi
clítoris.
—Oh, mierda —grazno, con la voz rasposa por estar estrangulada—. Atty, vas a hacer
que me corra.
Me estrangula con más fuerza hasta que ya no puedo ver nada delante de mí. Todo lo
que puedo hacer es sentir cómo me mete la polla y me lleva al límite.
—Dios, me encanta tu culo —gime, entonces él también se corre, encerrando su brazo
alrededor de mi medio con tanta fuerza que estoy segura de que está tratando de
aplastarme hasta la muerte—. Joder...
Toso y balbuceo, y él se queda quieto antes de soltarme por fin. Me caigo hacia delante
y me agarro con las manos, sintiendo sus ojos en mí mientras se retira y veo cómo se
corre por mi agujero hasta llegar a mi coño. Murmura algo que no capto, y dejo caer la
cara sobre los antebrazos, dispuesta a quedarme dormida aquí mismo con el culo
desnudo al aire.
—Nena —dice, lo suficientemente alto como para que lo oiga esta vez—. ¿Sigues
conmigo?
—No sé dónde coño estoy, Atty.
Se ríe y me levanta con cuidado para darme la vuelta. Vuelve a bajarse la camiseta para
cubrirme los muslos y yo me tumbo en el suelo con una mueca, doliéndome de repente
todo el cuerpo. Las rodillas están en carne viva y siento el labio hinchado donde me ha
mordido, pero ni siquiera me molesto en fingir que estoy enfadada por ello. Me limito a
cerrar los ojos y a acurrucarme a su lado, sonriendo para mis adentros al sentir su calor
familiar y su aroma envolviéndome.
Como se supone que debe ser...
CAPÍTULO 11
Atticus
ES TAN JODIDAMENTE HERMOSA A LA LUZ DEL DÍA.
El sol salió hace un rato, iluminando el lado derecho de su pálido rostro y
permitiéndome verla realmente por primera vez desde que me encerraron. Phoenix me
envió una foto de ella para que la guardara en mi celda después de que le amenazara con
matarle el quinto día, pero nada será nunca tan bueno como la de verdad. Parece un
ángel oscuro y caído enviado sólo para mí. Tumbada de lado con la cabeza apoyada en
mi brazo, las manos metidas bajo la barbilla para mantenerlas calientes, sus largas
extensiones de pestañas revoloteando de vez en cuando mientras inspira y expira por la
nariz.
Sin poder evitarlo, levanto la mano hacia su cara y le paso el cabello por detrás de la
oreja, recordando los piercings negros y morados que tiene allí. Se hizo otro mientras yo
estaba en la cárcel -otro pequeño anillo negro en la parte superior de la oreja exterior, lo
que hace un total de diez piercings sólo aquí-, pero eso es lo único diferente en su cuerpo.
No tiene ninguna tinta nueva ni nada más que yo no conozca. Lo sé porque he estado
buscando. Durante la última hora, tal vez más, he estado aquí tumbado con mi chica en
brazos e investigando cada centímetro de su cuerpo, muriéndome porque se despierte
porque ya la echo de menos, joder.
Suspiro y muevo la mano hacia la suya, observando su rostro mientras me la llevo a la
boca y beso mi nombre tatuado en el interior de su muñeca. Por fin se despierta después
de lo que parecen años, y sonrío cuando abre un ojo para mirarme.
—Joder —dice, aclarándose la garganta mientras intenta levantar la cabeza, girándola
lentamente para ver lo que nos rodea—. No echo de menos esta parte. Estar contigo.
Había olvidado lo mucho que duele despertarse en lugares extraños con la espalda jodida.
—Lo arreglaré —digo con entusiasmo, sentándome para masajearla, frotando la vida de
nuevo en sus músculos doloridos—. Lo arreglaré todo, Vi. Voy a hacer que todo mejore.
Ya verás.
En lugar de responder, se tumba boca abajo y apoya la mejilla en sus manos cruzadas,
simplemente disfrutando de la atención que le estoy prestando.
—¿Me sigues amando cuando estás sobria?
Vuelve a abrir un ojo y frunce la cara, dudando como si tuviera que pensarlo.
—No creo que esté sobria todavía —dice finalmente—. Pregúntame después.
—Te lo pregunto ahora.
Suspira y se levanta sobre sus antebrazos, encontrando mi mirada por encima de su
hombro.
—Te amo. Pero no sé si puedo... —se interrumpe, estudiando mi reacción—. ¿Y si sólo
estamos juntos en la Noche del Joker? Puedo encontrarme contigo aquí cada año y... —
Entonces deja de hablar por completo, frunciendo el ceño al ver mi mirada—. ¿Qué?
—Estás bromeando, ¿verdad?
Sonríe como la mocosa malvada que es, me abalanzo sobre ella, persiguiéndola cuando
chilla y salta para huir de mí. Otra vez. Pero esta vez no la dejo llegar muy lejos, la atrapo
a los pocos segundos y la levanto por la cintura.
—No me cargues.
—Haré lo que me dé la gana contigo. —La hago girar, levantando su culo y envolviendo
sus piernas alrededor de mi cintura—. Y te gustará.
Gruñe y me levanta la cara por la mandíbula, pero me doy cuenta de que intenta no
sonreír.
—Bien —dice, actuando como si no estuviera tan contenta con esto como yo—. ¿Pero
puedes al menos intentar ser mejor persona para que no tenga que defenderte ante mis
padres cada vez que metas la pata?
—Bien.
—¿Dejarás de actuar como un psicópata y de intentar matar a cualquiera que me mire?
—No —respondo—. Pero prometo que no me volverán a pillar.
Pone los ojos en blanco y me rodea el cuello con los brazos, escondiendo su gran
sonrisa en mi hombro mientras la acompaño de vuelta a la carretera principal.
—¿Quieres que te lleve a desayunar a Lucky's?
—¿Acaso eso es una pregunta?
Me río y la pongo de pie junto al coche de Phoenix. Anoche me dejó venir en coche y
aún tengo las llaves en el bolsillo. Lo desbloqueo y abro la puerta trasera, buscando en el
desorden de aquí para coger una camiseta que ponerme. No quiero que Violet se ponga
su mierda, pero está temblando de frío y no voy a dejar que se muera de frío. Le paso de
mala gana la sudadera con capucha más limpia que encuentro y ella se la pone,
sacudiendo la cabeza con un bufido cuando capta la forma en que mis dientes se
entrelazan.
—Te compraré una nueva en la tienda de enfrente de la cafetería.
—Claro que sí —bromea, bajando el dobladillo hasta los muslos.
Dejo las llaves de Phoenix en la rueda delantera para él y luego los dos empezamos a
caminar por el lado de la carretera de la mano.
—¿Dónde está mi coche? — Pregunto, porque ni él ni las llaves estaban en el
apartamento cuando fui ayer a husmear entre sus cosas.
—En casa de Andie.
—¿Lo has conducido mientras yo no estaba?
—Al menos una vez cada dos días.
—¿Acaso...?
—¿Esperaste a que se calentara primero cada vez? —termina por mí—. Sí, Atty.
—Buena chica —alabo, levantando su mano hacia mi boca para besar sus nudillos.
—También lo llevé a tu chico para que le cambiara el aceite el mes pasado y nunca dejé
que la gasolina estuviera por debajo de un cuarto de su capacidad —añade, pareciendo
muy orgullosa de sí misma cuando suelto un gemido bajo.
—Tengo muchas ganas de casarme contigo.
—¿Ah, sí?
—Vamos a Las Vegas y nos fugamos después.
—Ja. —Se ríe—. Un paso a la vez, nene.
—¿Quieres tener hijos primero?
Sus ojos se abren de par en par cuando se detiene de repente, y me maldigo por haber
abierto la bocaza.
—Vamos a la farmacia. Ahora mismo —decide, acelerando el paso y arrastrándome por
la muñeca—. Llamaré a la doctora mañana por la mañana para que me vuelva a dar la
píldora —continúa, dándose la vuelta para señalarme la cara con un dedo—. Será mejor
que no te metas en mi botiquín.
Asiento rápidamente con la cabeza, me da un poco de miedo cuando me mira así.
—De acuerdo.

DESPUÉS de haber ido a la farmacia y a la tienda de ropa de enfrente <<en ese orden,
como ella insistió>> por fin consigo hacerle unas tortitas de chocolate en Lucky's Diner.
Está jodidamente guapa con la enorme sudadera con capucha gris que le compré, usando
las mangas para sujetar su humeante taza de café caliente mientras lo sorbe en el asiento
de la cabina junto a mí.
—No sabemos si alguien ha encontrado la carta del Joker —dice, mirándome por
encima.
—No te preocupes por eso —le digo, negando con la cabeza—. No hay manera.
Ella asiente con la cabeza y sube los pies a mi regazo, levantando una ceja cuando sigo
jugando con este nuevo piercing en su oreja, pasando el pulgar por el metal.
—¿Cuándo te lo hiciste? —Le pregunto, porque me muero por saberlo desde que se lo
encontré esta mañana.
Se encoge de hombros, dudando antes de decir:
—No recuerdo...
—Violet.
—El 7 de abril.
La fecha de mi juicio.
Eso no debería alegrarme tanto como lo hace, pero no puedo evitarlo.
En el instituto, cada vez que se metía en otra pelea a gritos con sus padres
<<generalmente por mí >> o cada vez que se sentía ansiosa, estresada o triste por algo,
me llamaba para que la fuera a buscar y yo la llevaba a hacerse algo nuevo en su cuerpo.
Una nueva tinta o un nuevo piercing. Por eso está cubierta de ellos. Siempre la hacen
sentir mejor sobre lo que sea que la esté destrozando por dentro en ese momento.
Y ella consiguió esto en mi cita en la corte.
Me lanza una pequeña media sonrisa, y yo también sonrío, dejando caer mi cabeza
sobre su hombro y apretando mi agarre alrededor de su cintura.
—Te fuiste sin mí —digo en su capucha, moviendo mi boca hacia arriba para besar la
concha de su oreja.
—Una vez —murmura—. Es sólo un pequeño anillo, Atty.
—Tienes una chica para hacerlo, ¿verdad?
—Joder.
—¿Qué? —Pregunto—. Sólo tengo curiosidad.
Ella suspira pesadamente y vuelve a su café, sin decir nada más al respecto. En realidad
no ha respondido a mi pregunta, pero no me preocupa. Sabe muy bien que si descubro
que ha dejado que otro hombre le ponga las manos encima, lo encontraré y le cortaré la
puta polla.
Justo cuando me lo estoy imaginando, el imbécil del camarero se acerca de nuevo a
nosotros, haciendo rebotar sus ojos entre los dos como si nunca hubiera visto a dos
personas cubiertas de pintura, suciedad y moratones. Dejo el café de Violet en la mesa y
giro su cara hacia la mía, besándola justo delante de él porque no puedo no hacerlo. Es
un instinto natural para mí, esta necesidad que tengo de reclamarla, poseerla y protegerla.
—Seré bueno —digo en voz baja, y ella suelta una de esas risitas sensuales que tanto me
gustan, mientras sus labios se mueven contra los míos.
—Como si conocieras el significado de la palabra.
—¿Les traigo algo más? —nos interrumpe el tipo, moviéndose nerviosamente de un pie
a otro, y juro por Dios que no me imagino la forma en que intenta establecer contacto
visual con Violet , como si pensara que es una rehén que necesita ser salvada de mí o
alguna mierda.
Como si este maldito escuálido pensara que puede hacer algo al respecto.
Cuando no hago nada más que sentarme y mirarlo fijamente, desafiándolo en silencio
a que la mire de nuevo, Violet se apiada del tipo y lo saca de su miseria.
—Sólo la cuenta, por favor.
Se va corriendo con un movimiento de cabeza y yo la beso una vez más, pasándole los
dedos por el cabello mientras me relajo en mi asiento y miro hacia la puerta principal.
Esta mañana hay mucho trabajo, como todos los domingos, y el personal va de un lado a
otro como un loco para llevar la comida a todo el mundo. Reconozco a algunas personas
y a un par de niños de la fiesta de anoche, pero ninguno de nuestros amigos ha aparecido
como suele hacerlo a la mañana siguiente.
—¿Dónde está todo el mundo?
—A saber dónde están Tryst y Andie —responde Violet con una sonrisita cómplice,
mojando el dedo en el sirope sobrante de su plato y lamiéndolo—. No he visto a Nova
desde que nos abandonó anoche. Y no he visto a Phoenix para nada.
Parpadeo al escuchar el nombre de mi hermana gemela. No he pensado en ella desde
que he vuelto, he estado demasiado centrada en Violet, pero ahora que Vi la menciona...
—¿Nova estuvo en la fiesta? — Pregunto, y ella asiente con la cabeza mientras traga otro
sorbo de su café.
—La recogimos por el camino, pero desapareció en cuanto llegamos.
Mis cejas se fruncen y saco del bolsillo trasero el nuevo teléfono que me compré ayer,
tecleando su número y acercándolo a mi oído. No contesta la primera vez, ni la segunda,
así que sigo intentándolo, perdiendo la paciencia y haciendo rebotar mi rodilla bajo la
mesa.
—Jesús, ¿qué? finalmente responde, como la pequeña mierda amorosa que es.
—¿Dónde diablos estás?
—No es asunto tuyo.
Levanto una ceja ante eso, riéndome cuando me doy cuenta de que está perfectamente
bien.
—¿No quieres verme ahora que estoy en casa?
—Realmente no.
Estoy a punto de decir más, pero luego me cuelga y me quito el teléfono de la oreja
para fruncir el ceño.
—Perra.
Violet se ríe en su taza, y espero a que termine el resto, tirando algo de dinero una vez
que termina y levantándola para que se ponga de pie.
—Vamos.
—¿Dónde? —pregunta, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Quiero follarte de nuevo antes de llevarte a casa.
CAPÍTULO 12
Violet
PARA CUANDO LLEGAMOS A LA CASA DE LA MADRE DE ATTICUS, estoy muerta de
cansancio y necesito desesperadamente una ducha caliente. Estoy segura de que él está
pensando lo mismo, pero no para limpiarnos. Tiene esa mirada, la que dice que quiere
ensuciarme de nuevo.
Nadie responde a la puerta principal cuando llama, así que me lleva por el porche
hasta la parte trasera de la casa, instándome a subir por la ventana abierta de la cocina.
—Tienes que estar bromeando —susurro-grito—. Atty, esa ventana es diminuta.
—Tú también lo eres.
Resoplo y coloco mis manos sobre sus hombros, permitiendo que me levante para
poder entrar en la casa de su pobre madre. Esto no tiene sentido, teniendo en cuenta que
podríamos volver a casa de Andie, coger su coche y conducir hasta un hotel o algo así,
pero no me molesto en discutir con él por ello. Quizá sólo quiera pasar un tiempo en la
casa de su infancia después de haber estado fuera tanto tiempo. O tal vez sólo está
cachondo y no quiere esperar ni un minuto más.
Probablemente sea lo segundo.
Tengo que pisar la encimera blanca para entrar, así que salto rápidamente al suelo y
cojo una toalla para limpiar el estropicio que he hecho, riéndome de la mirada impaciente
que me lanza Atticus desde fuera. Me quito las botas sucias, las llevo por la casa y me
reúno con él en la puerta principal, abriéndola para que entre. Dejo mis zapatos en el
felpudo y él observa lo que hago, quitándose también los suyos antes de venir
directamente hacia mí.
No parece que haya nadie en casa, pero no creo que le importe una mierda. Me follaría
aquí mismo, en el suelo de la entrada, si se lo pidiera.
Me agarra por la cintura y nuestras bocas se encuentran en un beso asqueroso mientras
nos lleva hacia la escalera curva. Subimos al primer piso, casi tropezando, y me lleva por
el pasillo hasta su dormitorio, el mismo en el que nos acostamos por primera vez en el
instituto. Sólo he estado con él, y él sólo ha estado conmigo. Siempre hemos estado solos,
desde que tuvimos la edad suficiente para darnos cuenta de que éramos algo más que
amigos de la infancia.
—¿Qué crees que va a decir tu madre cuando se entere de que hemos vuelto a estar
juntos?
—No me importa —responde, mordiendo mi labio hinchado.
—Mi madre va a perder la cabeza —murmuro en su boca—. Y mi padre...
—No me importa. —Lo dice más despacio esta vez, rompiendo el beso para mirarme a
los ojos—. Tú eres mía y yo soy tuyo, Vi. Jodidamente simple. Nada de lo que nos digan
o hagan va a cambiar eso. Ni siquiera tú podrías cambiarlo. Nuestros putos padres no
tienen ninguna posibilidad.
Asiento con la cabeza porque tiene razón, luego le rodeo el cuello con las manos y lo
atraigo hacia mí. Me hace entrar en el viejo cuarto de baño de él y Nova, me guía hasta la
ducha, abriendo el grifo antes de taparme la cabeza con la sudadera. Luego me quita la
camiseta y me da un respiro cuando veo mi propio reflejo en el espejo.
—Mierda —siseo, dando un paso más para ver mejor mi cuerpo desnudo.
Sabía que iba a estar mal, pero no esperaba que estuviera tan mal. Estoy cubierta de
cortes y moratones: pequeños cortes en forma de dedos en la garganta, las caderas, los
muslos y el culo. También tengo el labio magullado y ni siquiera quiero contar los
chupetones que tengo en el pecho, el cuello y la mandíbula.
Mi maldita mandíbula.
—Jesús, Atty. ¿Has visto mi estado?
—No puedo dejar de mirar —murmura, tirando de mí con la mano.
—¿Cómo se supone que voy a ir a la escuela así?
—Tómate una semana libre.
—Soy estudiante de pregrado, imbécil —le digo, eligiendo no revelar el hecho de que
he estado faltando a clase durante meses—. No puedo simplemente...
—Shh —susurra, guiándome hacia la ducha—. Deja de quejarte cuando ambos sabemos
que te gusta casi tanto como a mí.
Aprieto los dientes y miro hacia otro lado, sacudiendo la cabeza con una sonrisa.
Este imbécil engreído.
Se quita la ropa y se mete en la ducha conmigo, haciéndome entrar en el chorro de
agua. Me escuece un poco cuando golpea los cortes, pero solo durante unos segundos.
Cuando se me pasa el ardor inicial, el agua caliente me sienta de maravilla en la piel, al
igual que sus manos, que me frotan el cuello y los hombros doloridos desde atrás.
Me echa la cabeza hacia atrás y me moja el pelo, luego coge el champú, lo lava y lo
aclara antes de pasarme el acondicionador con aroma a coco. Mi pelo pesa mucho
cuando está empapado porque es muy largo y grueso, así que me lo recoge todo con una
mano y me lo sujeta por detrás de la cabeza para quitarme el peso. Suspiro feliz y me
recuesto en su cálido cuerpo, cerrando los ojos y volviendo la cara hacia su pecho.
—Te he echado mucho de menos, Atty.
—Sé que lo hiciste, nena —dice suavemente—. Yo también te he echado de menos.
Se echa un poco de su gel de ducha en la mano libre -la misma que su madre ha estado
guardando para él aquí incluso después de que nos fuéramos a la universidad hace dos
años-, me enjabona y me lava suavemente los pechos, el estómago y finalmente el coño.
Jadeo al sentir sus dedos deslizándose por mis labios, su dura polla pinchando la parte
superior de mi culo desde atrás. Me empujo de nuevo hacia él, y él gruñe, apretando su
agarre en mi coño para mantenerme quieta.
—Todavía no —dice, bombeando un poco más de gel de ducha para lavar su propio
cuerpo.
Es mucho más duro consigo mismo, sigue sujetándome el cabello con una mano
mientras se enjabona la polla para dejármela bien limpia. Se retira un poco para
enjuagarse y, de repente, me empuja contra la pared de baldosas negras, temblando por
el frío que hace en mis pechos y mi estómago. Su agarre del pelo se vuelve doloroso, y lo
utiliza para mantenerme justo donde quiere, separando mis piernas antes de acercarse a
mi coño. Se detiene un segundo, y yo también me quedo quieta, mirando hacia atrás para
intentar averiguar qué le ha detenido.
—Me encanta cuando hueles a mí. —Me inclina la cabeza hacia un lado y presiona su
nariz en el pliegue de mi cuello, inhalando con un gemido—. Ponte de puntillas.
Me empuja, y mis manos se deslizan por la pared sin nada a lo que agarrarse. En lugar
de moverse enseguida, se mantiene enterrado dentro de mí y se limita a respirar.
—Promete que no volverás a intentar dejarme.
—Lo prometo.
—Bien —dice—. Porque la próxima vez no te dejaré ir tan fácilmente. —Su otra mano
sube para agarrarme los dos brazos, y los dobla detrás de mí en la parte baja de la espalda,
haciéndome resbalar aún más—. Te encerraré si es necesario, Vi. Coseré mi puta piel a
la tuya. No te escaparás de mí.
—Atty.
—¿Sí, nena?
—Cállate y fóllame.
Se ríe cruelmente antes de hacer lo que le digo, follándome con fuerza contra la pared,
besando mi mandíbula y mordiéndola con sus dientes, reclamándome y haciéndome
daño a la vez.
Esto es lo que le gusta: destrozarme, arreglarme y volver a destrozarme.
Y algo me dice que, después de lo que le he hecho, no ha hecho más que empezar.

Fin
AGRADECIMIENTOS
A mi cuñado, Keiron. Ya sabes por qué <3
A mi marido e hijo, y a nuestra hermosa familia y amigos, gracias por todo lo que hacen
por mí.
Son el MEJOR sistema de apoyo y los quiero mucho. Pero, por favor, no lean mis libros.
¡Lol!
A Corina Ciobanu, mi increíble asistente, lectora alfa, una de las mejores amigas que he
tenido y la persona a la que corro cuando el cielo se cae. ¿Qué haría sin ti? Me estrellaría
y ardería. Gracias por mantenerme cuerdo(a). Te quiero, C.
A mis lectores beta y mejores amigos del libro: Mari Silva, la pequeña malvada más dulce
que he conocido, y Xander Beck, mi chico apuñalado, desquiciado y caótico. Tengo
mucha suerte de tenerlos a los dos, locos, en mi rincón. Los quiero a los dos.
A Ria de Graphic Escapist, muchas gracias por esta preciosa portada. Todavía no puedo
dejar de mirarla.
A mi editora, Zainab M, que me ha editado todo esto desde su cama de hospital. Tío,
eres una maldita estrella del rock. Gracias por preocuparte por mis cosas. Estás hecha
para mí y te conservo para siempre. O tal vez tú me guardes a mí. Eso suena más bien.
A mi correctora, Amber Nicole, gracias por hacer esto además de todo lo que tienes entre
manos. Eres la mejor.
A mi equipo de ARC y a mi equipo de calle, muchas gracias por todos los primeros
comentarios, las impresionantes ediciones y revisiones y todo lo demás que hacen por
mí.
A Cat, Jessica, Rebecca y a todos los blogueros de los servicios de autor de JLRC, gracias
por todo.
A todos los miembros de Bethany Winters' Book Baddies, son mi hogar y no podría
hacer esto sin ustedes.
Y a todas las personas que han leído este libro, gracias por arriesgarse conmigo y con mi
historia.

Todo mi amor, Bethany <3


Sobre la autora
Bethany vive en el sur de Gales con su marido y su hijo de seis años. Sus cosas favoritas
son los libros, el té, las sudaderas con capucha de gran tamaño y Machine Gun Kelly,
aunque su marido todavía está bastante enfadado por esto último. Cuando no está
escribiendo, sueña despierta con todos los personajes locos que tiene en su cabeza, lee o
asalta Amazon en busca de bonitos libros de bolsillo para acumularlos.
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