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Catalina León publica ‘Las mujeres en Austen’ (Rialp), un original ensayo que
analiza el papel femenino en novelas como ‘Orgullo y Prejuicio’, ‘Sentido y
sensibilidad’ o ‘Persuasión’. La obra se presentó el pasado 22 de junio en la
librería Palas
En el vasto universo de la literatura, hay nombres que resuenan a través de las décadas,
trascendiendo el tiempo y manteniendo su poder de fascinación. Entre ellos sobresale
una figura cuya pluma perspicaz ha dejado una huella imborrable en los lectores: Jane
Austen. Ponderada por figuras de las letras de todos los tiempos, desde Rudyard Kipling
a J. K. Rowling, pasando por Vladimir Nabokov, Austen es universal no solo por
desvelar la hipocresía y los absurdos de la sociedad en la que vivió, al tiempo que
exploraba las complejidades del corazón humano, sino por hacerlo a través de
personajes femeninos dotados de inteligencia, ingenio y una independencia de espíritu
notable. Esto es precisamente lo que Catalina León analiza en su ensayo ‘Las mujeres
en Austen’ (Ediciones Rialp), el papel de unas mujeres que lejos de ser meras
espectadoras de sus propias vidas, tomaban decisiones audaces y desafiaban las
expectativas de su época.
Nombres propios como Elizabeth Bennet, Fanny Price o Anne Elliot desfilan por las
290 páginas de un libro que no solo está dirigido a los fans de la escritora británica, sino
a cualquier lector que desee adentrarse en su universo. Y es que a pesar de su breve
vida, Jane Austen dejó un legado literario imperecedero; novelas como ‘Orgullo y
prejuicio’, ‘Sentido y sensibilidad’ o ‘Persuasión’ continúan fascinando a lectores de
todas las edades, y su influencia se extiende mucho más allá de las páginas de sus libros.
Asimismo, la obra de Austen ha inspirado numerosas adaptaciones cinematográficas y
televisivas, y algunos de sus personajes, como el señor Darcy, ya forman parte de la
cultura popular. Hablamos con la autora de este nuevo trabajo, cuya presentación tuvo
lugar el pasado 22 de junio en la librería Palas de Sevilla.
Supongo que era inevitable llegar a ella porque yo he sido una niña muy lectora desde
los cuatro o cinco años. He leído todo lo que caía en mis manos y daba vueltas por los
quioscos, no a buscar chuches, sino promociones de esas de libros que venían en
cartones grandísimos y que comenzaban siempre con un dos por uno. Así que recuerdo
que compré en una de esas colecciones una edición de ‘Orgullo y prejuicio’. La leí y me
enamoré. Entonces seguí buscando libros suyos y biografías y todo lo que surgiera. De
modo que ese amor se ha ido cultivando con más lecturas suyas y hasta aquí. Si una
conoce bien a Jane Austen no tienes más remedio que enamorarte.
Sí, las bodas abundan en todos sus libros. Incluso en los que son menos casamenteros en
apariencia, como ‘Persuasión’, que acabo de releer por enésima vez y que enhebra tres
bodas y una unión como si tal cosa. La verdad es que ella, inteligentemente, corta el
relato justo en las bodas, con lo cual no sabemos qué pasaría después. Pero en la vida
real conocía perfectamente qué poco podía durar la pasión amorosa o cuántos líos
añadidos venían con la familia política, la maternidad o la economía. ¿Pudo influirle eso
en su decisión de no casarse? No estoy seguro. Creo que ella decidió no casarse porque
le parecía más importante escribir sus libros que criar niños y llevar una casa. Era
consciente de su talento y decidió, bíblicamente, cultivarlos.
Pese a no contar con una buena enseñanza reglada, Jane tuvo a su disposición una
gran cantidad de libros que contribuyeron a su formación. Háblanos de ello desde
tu experiencia docente.
Efectivamente. Tuvo muy poco colegio, por así decirlo, y no de buena calidad. Ella era
muy crítica con el sistema educativo de la época, emanado de Rousseau, con un aire
todo muy «moderno». Los métodos pedagógicos georgianos no le parecían sólidos y lo
dice abiertamente cuando habla del pensionado de la señora Godard en ‘Emma’. Parece
que aprendió francés y poco más en el internado de Reading y desde luego tuvo que
buscar fuentes formativas en los libros, tanto los de su casa, la rectoría de Steventon,
como en las mansiones de su hermano Edward, que tenían hermosas bibliotecas. No
obstante, resulta extraño que, salvo Anne Elliot, ninguna de sus protagonistas sea una
buena lectora y también que no muestra demasiada preocupación por la venta de todos
sus libros que hace la familia cuando abandonan Steventon en 1801, para irse a vivir a
Bath. Desde luego, una educación basada en la lectura de libros bien elegidos (no vale
leer cualquier cosa), donde estén los clásicos, por supuesto, tiene bastante más garantías
de dar buenos frutos que ir a un mal colegio con un mal sistema educativo.
Esta es una pregunta obligada en los tiempos que corren. ¿Hasta qué punto los
personajes femeninos de las novelas de Austen desafían los estereotipos de género?
No creo que ninguna de las mujeres de esa época pensaran en los estereotipos de
género, de modo que estamos aplicando un concepto muy actual a un tiempo pasado. Es
una especie de anacronismo mental. La verdad es que sus mujeres son muy diversas.
Algunas tenían bien arraigado que debían buscar un buen partido y casarse. Otras
querían casarse por amor y así ya tenemos un cierto desafío. Las había que preferían no
casarse, como Emma Woodhouse, o como Mary Bennet. Es decir, las mujeres Austen
no responden a un solo tipo, simplemente porque son de carne y hueso, y representan,
en todo caso, a un enorme mosaico que la autora observaba por un lado e imaginaba por
otro.
En el capítulo cinco afirmas que «las madres austenianas son una anomalía». ¿A
qué te refieres exactamente?
Claro, pienso que lo son. Digamos que la imagen de las madres que las obras traslucen
no es lo que solemos considerar una buena percepción de la maternidad. Hay muchas
madres muertas, muchas tías-madres sustitutas, otras que hacen una crianza muy mala y
despreocupada, las hay también bastante cabezas locas, otras son muy inconscientes de
las situaciones, incluso hay alguna bastante arpía. Si te fijas, de las madres que mejor se
habla son de las que han fallecido al principio del libro. Porque sabemos que nadie
muere durante el desarrollo de las novelas. ¿Cómo, a pesar de esas madres tan poco
ejemplares, las hijas salen razonablemente bien? Pues ese es otro de los misterios que la
autora plantea, entre muchos.
El más divertido es, sin duda, ‘Orgullo y prejuicio’. Es una comedia tan llena de
caracteres agradables, tan llena de villanos, de ridículos, de situaciones curiosas, que
engancha mucho, sobre todo a la gente más joven. Es un buen modo de empezar.
También ‘Emma’ es un excelente comienzo. Lo que no haría sería comenzar con
‘Mansfield Park’, que es la novela, a mi juicio, menos lograda y la que más enmascara
el espíritu Austen.
Jane Austen es una isla literaria, como digo a veces. Rompe con el goticismo anterior,
prepara los venideros temas del romanticismo victoriano pero con sensatez y una mirada
personal, eleva la novela a un papel central en el conjunto de los géneros y entroniza la
vida cotidiana como asunto de las historias. Ese realismo cotidiano, hecho a base de
personajes de carne y hueso, diálogos bien conseguidos pero normales y tramas
estructuradas con agilidad e imaginación, todo eso es aportación suya a la historia de la
literatura, a la gran literatura. Y abre la puerta a otras narradoras posteriores que hacen
suyo aquello de «tres o cuatro familias en un entorno pequeño es todo cuando se
necesita para escribir una buena novela».